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[1936 02-05] Constantino Aumente González

Constantino Aumente González
(Samartinu los Eiros, Cangas del Narcea, 1879)

25 de febrero a 10 de mayo de 1936 (alcalde en funciones)

Primer teniente alcalde, ejerció de alcalde en funciones desde el fallecimiento de Mario de Llano González hasta el nombramiento de un nuevo alcalde. En 1931 era miembro de la junta directiva del Partido Republicano Radical Socialista, de Cangas del Narcea.

[1939 08-12] Antonio Arce Díaz

Antonio Arce Díaz
(Cangas del Narcea, 1893 – 1963)

3 de agosto a 18 de diciembre de 1939

[1939-1943] Manuel Arias Menéndez

Manuel Arias Menéndez
(Chanu / Llano, Cangas del Narcea, )

18 de diciembre de 1939 – 31 de agosto de 1943

Propietario de un café en Madrid. En 1940 se presenta un proyecto de reforma interior de la villa en el solar que ocupaban el convento y huerta de las monjas dominicas.

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Ignacio Álvarez Castelao, el arquitecto más brillante que la modernidad ha conocido en Asturias

Ignacio Álvarez Castelao en su casa de Cangas del Narcea, hacia 1927

Este mes se cumplen 106 años del nacimiento de Ignacio Álvarez Castelao (Cangas del Narcea, 1910 – Oviedo, 1984). Aunque en otros artículos desarrollaremos más detalladamente su obra, son muchas las distinciones que este arquitecto cangués ha recibido a lo largo de su dilatada vida profesional. Entre otras destacamos:

  • Año 1966.- Invitación Oficial por el Departamento de Ingenieria Civil del Colegio de Tecnología de Battersea (Inglaterra), como creador del «Nudo Castelao» para Estructuras Espaciales.
  • Año 1968.- Invitación Oficial por el Comité Organizador de los Juegos de la XII Olimpiada de México, para presentación de la Facultad de Ciencias Geológicas y Biológicas de Oviedo, en la Exposición de Espacios para la Cultura y Deporte de México.
  • Seleccionada por la Commissioner Research Bureau of Reclamation, Dept. of the Interior, de Washington, su obra de la Central Hidroeléctrica de Silvón, como una de las «CATEDRALES DE LA ENERGÍA» entre las mundiales, (única española).
  • Año 1972.- Dedicación del libro «Las Mallas Espaciales» en Arquitectura de J. Margarit y C. Buxadé juntamente con los ingenieros Caravera y Bueno.

CONCURSOS PREMIADOS:

  • Año 1940.- Casa Infantil Covadonga en Pola de Gordón, de la Diputación Provincial de Oviedo, en colaboración con Luis Lorenzo Blanco. PRIMER PREMIO.
  • Año 1944.- Hotel Casino Balneario de Gijón, del Ayuntamiento de Gijón, en colaboración con Juan Manuel del Busto. PRIMER PREMIO.
  • Año 1948.- Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Vigo, en colaboración con Juan Manuel del Busto. PRIMER PREMIO.
  • Año 1961.- Delegación de Hacienda de Cádiz, del Ministerio de Hacienda. PRIMER PREMIO.
  • Año 1963.- Delegación de Hacienda de Badajoz, del Ministerio de Hacienda. PRIMER PREMIO.
  • Año 1967.- Edificio para los Servicios del Ministerio de Obras Públicas de Bilbao, en colaboración con Mariano Marín Rodríguez-Rivas. PRIMER PREMIO.

Viajero por el mundo, atento y sensible, con enorme capacidad de trabajo unida a insobornable vocación, todo ello, ha desembocado en que podamos afirmar que nuestro paisano, Ignacio Álvarez Castelao, ha sido uno de los grandes creadores de la arquitectura española contemporánea.

La Nueva España le nombró asturiano del año en 1965, el Ayuntamiento de Oviedo le dio su nombre a una calle de la capital del Principado de Asturias y ahora el Tous pa Tous, Sociedad Canguesa de Amantes del País, quiere rendirle un pequeño homenaje, colocando en lo próximos días una placa a su memoria en el pueblo que le vio nacer un 31 de marzo de 1910 y que le dio sepultura, el día después de su fallecimiento en Oviedo, en su cementerio municipal de Arayón el 30 de junio de 1984.

Acuarela de Castelao. Cangas del Narcea, palacio de Toreno desde la presa del molín.

En el mes de abril de 1983, algo más de un año antes de su fallecimiento y con motivo de su jubilación, el Colegio de Arquitectos de Asturias le organizó un homenaje en el Museo Provincial de Bellas Artes de Asturias. A lo largo de ese mes se celebraron dos exposiciones, una de proyectos y maquetas de su obra, y otra de dibujos, realizados con distintas técnicas, así como acuarelas, y cuya cronología se extiende de los años cincuenta a los ochenta, y han servido como sustituto de la fotografía, representando principalmente temas rurales y urbanos, que van desde pequeños detalles, como el despiece del hórreo, hasta imágenes de perspectivas enteras de pueblos y exteriores urbanos. Esta selección de dibujos y acuarelas se hizo de una producción de más de un millar y ha sido un brillante complemento de su faceta humana, totalizando la visión de su labor profesional y artística a lo largo de su dilatada carrera. Como colofón, el último día del mes tuvo lugar un acto al que asistió el propio homenajeado y al que siguió una mesa redonda sobre «Arquitectura Moderna» en la que participaron los arquitectos Antón Capitel, Joaquín Cores Uría (presidente del Consejo Superior de Arquitectos), Cesar Fernández Cuevas (decano del Colegio de Asturias) y Fernando Nanclares, así como el cronista de Oviedo, Manuel Avello, y el crítico de arte Jesús Villa Pastur.


PRÓLOGO DE LA PUBLICACIÓN EDITADA POR EL COLEGIO OFICIAL DE ARQUITECTOS DE ASTURIAS CON MOTIVO DE LA EXPOSICIÓN HOMENAJE A CASTELAO CELEBRADA EL 30 DE ABRIL DE 1983 EN EL MUSEO DE BELLAS ARTES DE ASTURIAS

Invitación al acto homenaje a Castelao el 30 de abril de 1983

La Junta de Gobierno del Colegio Oficial de Arquitectos de Asturias a través de su Comisión de Cultura celebra esta exposición homenaje al arquitecto IGNACIO ÁLVAREZ CASTELAO con motivo de su jubilación anunciada por medio de una carta de despedida.

Entendemos justo este homenaje a Castelao tanto por su valor humano como profesional.

La obra construida por D. Ignacio no sólo se debe considerar como legado arquitectónico a juzgar por la historia, sino, además, como pauta que todos los arquitectos deberíamos seguir por su vocación, dedicación profesional y rigor disciplinar siempre vinculado estrechamente a la cultura de vanguardia.

La figura de Castelao no sólo justifica en si un homenaje a nivel local, sino que hay que analizar su obra dentro de un contexto más amplio que desbordaría su singularidad como el arquitecto más brillante que la modernidad ha conocido en Asturias. Dentro de este amplio contexto, Castelao mantiene su individualidad, no ciñéndose a una línea determinada sino investigando en todos los campos de la profesión y siempre atento a las vanguardias incluso hasta sus obras postreras.

Conocemos a Castelao estructuralista, racionalista, expresionista, formalista, constructor, pero sobre todo inquieto en cada proyecto y pasando de la coherencia a la polémica.

Cada proyecto de Castelao, juzgamos, aglutina su vasta experiencia y se convierte en autobiográfico al manejar claves de diseño y cultura arquitectónica de forma acumulativa.

Es dificil vincular a Castelao como representante de una determinada praxis. Quizás su capacidad de hacer arquitectura deriva de esa individualidad que le ha caracterizado y que justifica sobradamente una exposición homenaje que nos invite a la reflexión.

No es objeto de este prólogo profundizar en la obra de Castelao. Para otros cedemos esta tarea.

A nosotros sólo nos queda agradecer a D. Ignacio las horas que nos ha dedicado, comentando su obra en torno al cálido fuego del hogar de su modesto refugio cerca de Oviedo, aquellas tardes de otoño en las que, realmente, apetecía hablar de arquitectura.

El Sereno

Sereno

El día 15 de marzo de 1976 aparece esta noticia en prensa: «El vigilante nocturno ha entrado en acción». Esta noticia tiene detrás de sí mucha más importancia de lo que a simple vista aparenta; es el principio del fin del cuerpo de Serenos del Comercio y Vecindad, vulgo «el sereno».

Como nieto, hijo, sobrino y primo de serenos, esta noticia me afectó profundamente y cambió la vida y forma de vivir de muchas personas, y las noches ya no fueron las mismas. Pero ¿qué era un sereno?

Básicamente, para todos era una persona con gorra y chuzo, que te abría el portal de casa cuando llegabas y estaba cerrado. Para mí es complicado de explicar, pero un sereno era muchas más cosas: controlaba el acceso a las viviendas de personas desconocidas, vigilaba los coches estacionados, avisaba al médico, estaba al tanto de los comercios y, en general, de cualquier situación no habitual que surgiera. Adjunto el título de sereno de mi abuelo, del año 1922, que lo firma el entonces alcalde de Madrid, el conde de Valle de Suchil. No me consta que en aquella época llevaran pito y me confirman que no llevaban el chuzo con la punta de lanza que se suele ver en las fotos. Si llevaban un farol, porque no debemos olvidar que durante la Guerra Civil Madrid estaba a oscuras, y llevaban unas cerillas bastante largas para que se iluminaran los vecinos hasta subir a su piso. Tampoco cantaban la hora ni el tiempo.

En aquellos años, la vida del sereno fue muy difícil porque, recordemos, los serenos de Madrid nunca cobraron un céntimo del ayuntamiento. Sus ingresos provenían exclusivamente de las propinas que recibían por abrir los portales y los «recibos» que algunos vecinos y comerciantes pagaban todos los meses; estos recibos eran los únicos ingresos fijos de los serenos, porque las propinas eran aleatorias, y pensemos lo que fueron los tiempos de guerra, de penuria general posteriores y que durante un tiempo si andabas por la noche sin un pase podías ser detenido. Esto obligó a los serenos a buscar además otros trabajos, con sus correspondientes permisos y, por supuesto, riesgos.

Insignia de los Serenos de Comercio y Vecindad de Madrid.

En el 1934, mi abuelo, ante la conflictividad que existe en Madrid, solicita una licencia de armas y lleva pistola; la licencia es renovada en época de guerra (adjunto licencias). Por supuesto, el arma y el uniforme eran comprados por los propios serenos. El Ayuntamiento de Madrid solo les daba la chapa con el número, que era muy ancha, se cosía muy mal a la gorra y se caía muy fácilmente; al final muy pocos la llevaban. Una chapa de estas estuvo en un museo sin clasificar, porque no sabían lo que significaba SCV (Sereno del Comercio y Vecindario), pensaban que la «V» era de vigilancia.

El uniforme completo era gorra de plato gris con rayas amarillas, abrigo o guardapolvos, (invierno o verano), chuzo y peto llavero. Este último era de cuero muy oscuro, se ataba con tiras laterales y llevaba dos o tres filas para llevar las llaves; pensemos en el tamaño de aquellas llaves, de aquellos portalones con grandes puertas de hoja de madera, motivo fundamental por el cual ningún vecino se llevaba la llave del portal cuando salía de casa.

Mas tarde, con el cambio de aquellas preciosas puertas por otras de aluminio y el cambio de las grandes cerraduras a otras más pequeñas, se redujo el tamaño de las llaves; hay fotos de serenos que llevan las llaves en un aro grande.

Lo que nunca cambió fue el sistema de llamarles. Llegabas al portal y dabas unas palmadas, y al cabo de un momento oías la voz: «VA», acompañada de un golpe de chuzo por la acera, y mientras venía también daba algún golpe para que supieras por donde iba. El sereno siempre entraba en el portal el primero, por si había algo raro, encendía la luz, miraba detrás de la puerta que abría, daba las buenas noches y hacia algún comentario. NUNCA ponía la mano para pedir dinero, si le daban propina bien y si no también. Esperaba a que empezara a subir el vecino y volvía a cerrar el portal. Así lo vi hacer a mi abuelo, a mi padre y al sereno de mi calle, que se llamaba Ginés y era de Segovia.

De Segovia era también otro sereno que salió en prensa, ya que avisó a los vecinos que la casa temblaba, salieron corriendo y cayó la casa y no pilló a nadie dentro. Recuerdo un comentario en mi casa: «Para una vez que salimos en los periódicos, no es de Cangas».

El sereno José Fernández Fernández de Casa Santiago, Llamas de Ambasaguas (Cangas del Narcea)

CANGAS… CANGAS DEL NARCEA, hablar en Madrid de serenos es hablar de Asturias, y más concretamente de Cangas del Narcea.

Como estos recuerdos los voy a mandar al Tous pa Tous reviso la revista La Maniega de los años 20-30, y, por ejemplo, la primera portada es…»Un sereno» y viendo los listados de socios en Madrid aparece mi abuelo. Analizo las profesiones de los socios en la capital de España y en el 1930, a pesar de la fama que tienen los cangueses de trabajar en bares y demás, incluyendo los que pueden ser bodegas y cualquier tipo de hostelería, son 107 socios los que trabajan en este ramo, una cantidad respetable, pero de oficio sereno aparecen: 153.

Y a todo esto, ¿cómo se conseguía una plaza de sereno?. Normalmente se compraba, se heredaba o se dejaba a un familiar. Los precios llegaban a ser muy altos. He visto dos «documentos» de préstamo de 1910, en los que las casas de los serenos se hacían fiadoras de este dinero, por valor de 90.000 y 105.000 pts., y me hablaron de una de 120.000 pts. Ojo, del año 1910.

El precio venía marcado por la calidad de la plaza o demarcación y por las propinas que se obtenían. No era lo mismo una plaza en el barrio de Salamanca, de muy alto poder adquisitivo, que en barrios más humildes. De hecho había plazas que no daban lo suficiente para vivir, y el sereno se buscaba otra ocupación. He conocido algunos que ayudaban en algún bar, bien de la plaza o de familiares o conocidos; otros ayudaban en establecimientos en la carga y descarga de mercancía, casi siempre por la mañana a continuación de su jornada laboral, y algunos trabajaban de guardas en talleres u oficinas que cerraban por la tarde, no se nos olvide que tenían licencia de armas.

Un hecho curioso, el recuerdo del primer sereno que tuvo coche en Madrid. Al parecer se llamaba Constante, era un hombre muy corpulento y le llamaban “Constantón”, vivía en la calle Jesús del Valle y su demarcación estaba por la ribera del río Manzanares; su mujer parece ser que era de Rocabo. El coche le fue confiscado durante la Guerra Civil. He revisado los socios de La Maniega, pero no le he localizado; vivía a cincuenta metros del actual domicilio de Esperanza Aguirre.

Otro hecho curioso. Celedonio Fernández, de casa La Paxaruca de Corias, fue sereno en Cangas del Narcea de 1940 a 1947; el cargo parece ser que era agente municipal nocturno y cobraba del ayuntamiento. En 1947 viene a Madrid donde se convierte en sereno, pasando en 1975 a vigilante nocturno y poniendo en su D.N.I. de profesión: V.N.M., que significaba VIGILANTE NOCTURNO MUNICIPAL. Esta información me la proporcionó su hijo Celedonio Fernández. No sé si se conocerán mas personas que fueran serenos en Madrid y en Cangas del Narcea.

Este tema no le he podido verificar con algún D.N.I., pero si tengo el carnet identificativo de un sereno que pone VIGILANTE NOCTURNO «A EXTINGUIR», y un D.N.I. que pone solo VIGILANTE NOCTURNO. A pesar de esto, estoy seguro de la veracidad del dato del D.N.I. comentado por Celedonio.

Recuerdo a un sereno de la zona de Legazpi (Los Mataderos) que en 1965 trabajaba acompañado por una jauría de perros, debido al peligro de la zona con los camiones y mercancías. Cuando había un problema, o necesitaban ayuda, golpeaban con el chuzo repetidamente el suelo, estos golpes significaban que había un problema, y rápidamente se acercaban los serenos de las plazas limítrofes para ayudar.

Cuando fallecía un sereno, para avisar a todos los demás (recordemos que había muchas familias emparentadas, amistades y serenos de la misma parroquia) la mejor manera de comunicar su fallecimiento era recorrer Madrid con un coche, taxi, entregando esquelas a los serenos con la consigna de «que circule», garantizando que por la mañana prácticamente todos los serenos estaban enterados. Entonces había pocos teléfonos. He asistido a entierros de serenos en los que se ponían autobuses para acudir al cementerio.

Esto me lleva al horario de trabajo de los serenos. El horario era de 22.00 a 7.30 h. en invierno y de 22.30 a 7.30 h. en verano, de manera que cuando se cambió la hora a la actual, con dos horas de diferencia solares, los serenos cerraban los portales de día. Hubo chistes sobre el tema. El sereno llegaba un poco antes de la hora, e iba dando con el chuzo en los portales para que los porteros fueran cerrando los mismos. Si las puertas eran de dos hojas el portero cerraba una y el sereno la otra. Interesaba que a las 22.00 h. estuvieran cerrados los portales para que tuvieran más trabajo; por la mañana se iban directamente y no dejaban el portal abierto a menos que se le pidiera expresamente.

El día a día de un sereno que no tuviera otra ocupación, era más o menos el siguiente: llegaban a casa a las 8.30 h., según la distancia, y se solían acostar a dormir hasta más o menos las 13.30 h., que se levantaban y comían; luego sobremesa y un paseo, y a media tarde se acostaban otro rato; cena y vuelta a la calle a ocupar la plaza. Así todos los días del año, sin vacaciones y sin seguridad social. Un ejemplo: cuando empecé a trabajar en 1965 pude poner a mis padres como beneficiarios míos, solo a efectos de seguridad social, pero no a mis hermanos más pequeños: eran empleados del Ayuntamiento y tenían certificado de pobreza. A primeros de mes, los serenos iban a cobrar los recibos a los vecinos y comercios, se iban a media mañana y volvían directos a comer; no había paseo y echaban casi toda la tarde. Cuando enfermaban tenían que poner un suplente. Yo solo recuerdo una vez a mi padre malo, se avisó y pusieron un suplente. Durante ese tiempo, el sereno no sólo no ingresaba nada (las propinas eran para el sereno suplente), sino que el titular tenía que pagar un sueldo fijo al suplente.

Los recibos, como dije, eran para los abonados que daban una cantidad fija. Después de todos los que rellené no he conseguido encontrar ninguno. Pasé por la papelería Salazar, en la que se vendían; los recuerdan perfectamente, venián en bloques de 500, rebuscaron por si acaso, pero no encontraron ninguno. El texto era mas o menos el siguiente: “El sereno del Comercio y Vecindad de calle, plaza, etc. … he recibido de Dº, Dª, nombre comercio, etc. … la cantidad de … pts. … cts. En Madrid, a … de … de 19..”. Guardo los listados de mi abuelo, con las correcciones de altas y bajas y los importes.

Ya que he mentado a los suplentes, tengo el informe previo de mi padre para ser suplente, el título de suplente y por último el de titular de la plaza, en el que cambia el nº de sereno. No tengo claro si el número era por plaza, sereno, titular; por ejemplo: mi abuelo en 1922 tiene el nº 102; mi padre de suplente, el día que es nombrado en 1945, tiene el nº 408; posteriormente sigue de suplente en 1949 y se le asigna el nº 575, número que mantiene al pasar a titular en 1961.

De lo que más carnéts tengo es del Montepío y, sin embargo, es de lo que menos recuerdos tengo. Sé que se suprimió, pero no tengo ni un solo documento sobre este asunto.

Carnet de Identidad emitido por la Sociedad de Socorros Mutuos y Montepío de los Serenos de Comercio y Vecindad de Madrid a favor de José Martínez Fernández de Casa Celestón, Rañeces, parroquia de San Cristobal de Entreviñas (Cangas del Narcea). Expedido en mayo de 1932.

Durante un tiempo se rellenaban unos informes diarios, en los que se daba parte de todas las incidencias, farolas fundidas, bancos deteriorados, tapas de alcantarillas mal y cegadas, fuentes y bocas de riego estropeadas, etc., así como cualquier actuación extraordinaria, accidente, pendencia, robo, etc. Los informes los rellenaban los serenos y se los entregaban al que era jefe de grupo (este cargo era rotatorio), que lo llevaba a la alcaldía. De esta manera el Ayuntamiento de Madrid tenía a diario una información muy completa del estado de la Villa, así como de todas las anomalías sucedidas por la noche y además GRATIS.

Me dicen, que el jefe pasaba antes de empezar la jornada por la alcaldía para recoger las instrucciones del día; también se le entregaba una lista con las matrículas de los coches denunciados como robados, para que los serenos revisaran si había alguno en su demarcación y dieran parte de ello. De los que se recobraron, a algunos serenos les dieron una gratificación; quiero aclarar que fueron los propietarios, nunca el Ayuntamiento.

Y aquí un recuerdo, dos días al año mi padre me avisaba que esa noche pasaban las ovejas por la calle Serrano (Cañada Real) de Madrid, una de subida y otra de bajada, podían estar pasando cuatro o cinco horas, no había ninguna publicidad y no era el circo en que se ha convertido ahora. Los serenos también iban al fútbol, casi exclusivamente los días que jugaban el Oviedo y el Gijón en Madrid. Como iban a ver a los equipo asturiano, iban tanto al Metropolitano como al Bernabéu, y luego, toda la tarde de charla.

También en Madrid se celebraba la fiesta de los Asturianos, el 28 de junio (cambiaba la fecha), era en los Viveros de la Villa. Para los Asturianos era la fiesta del bollo y para los madrileños era la fiesta de los serenos. Ese día iban con sus mejores galas, y era una celebración muy señalada para ellos, era el día que más vecinos y paisanos saludaban y se ponían al tanto de todo lo que pasaba.

Hay un tema que no quiero que se olvide. Son los famosos «paseos» que se daban en Madrid durante la Guerra Civil, y no caemos en la cuenta de ¿quien abría el portal?, por supuesto los serenos y veían la cara a los paseantes pero nunca dijeron nada, les iba la vida en ello. Al día siguiente, a la hora de comer, iban a ver si «sus» paseados estaban en las «fotos». También hablaban de las patrullas que iban por las noches, controlando todo lo que pasaba en Madrid, incluidos los serenos, teniendo que dar «novedades» a cualquier grupo que las pidiera, a veces sin saber que era ese grupo. «Por si acaso». Recuerdo a un sereno que contó que paró a un grupo de camuflados y que lo llevaron detenido. Estas conversaciones y algunas otras, las oí en los bares cercanos a la Estación del Norte, dónde muchos de los bares eran de cangueses (hoy también), y en ellos se reunían serenos y mozos de cuerda de la estación; los mozos de estación eran casi todos de Cangas.

Portada de ‘La Maniega. Boletín del Tous pa Tous’ dedicada a los serenos

Y hablando de esos tiempos, por lo menos hicieron una huelga, coincidiendo con una general del año 1934, y la noche anterior le decían a los vecinos: «Mañana huelga revolucionaria».

Las largas horas de la noche pasadas en soledad, con agua, nieve y heladas, hicieron que estos hombres, vigilantes de nuestros sueños, sean dignos del mayor de nuestros respetos y agradecimiento, y de alguna placa o detalle que les recuerde y que yo sepa no existe en Madrid.

En el año 1970, los serenos pueden apuntarse como autónomos a la Seguridad Social y algunos, básicamente por la edad, deciden darse de alta pagando los correspondientes «cupones». Mas tarde, en 1974, tienen que afiliarse a un sindicato, concretamente al de Actividades Diversas, que en aquella época dirigía Juan García Carrés, y poco después llegaría el decreto de disolución del cuerpo de «Serenos del Comercio y Vecindad» y su incorporación a la plantilla del Ayuntamiento como «Vigilantes nocturnos a extinguir», lo cual llevó a otra situación en cierto modo mas compleja.

Para terminar… He escrito un breve resumen de lo que fue y significó el sereno en Madrid, he aportado todos los documentos que poseo del tema y alguno que me han prestado desinteresadamente. Quisiera que esto sirva de recuerdo a lo que fue una parte muy importante de nuestra vida y de la del concejo de Cangas del Narcea, que llenó Madrid de serenos, y que cuando he hablado sobre ellos con la gente que los conoció, nadie nunca habló mal de los serenos de Cangas en Madrid.


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Trabajo realizado por José Javier Collar Martínez, hijo y nieto de serenos. Mi madre Dolores Martínez Álvarez, que es hija, viuda y hermana de serenos, aportó la documentación y me recordó muchos asuntos relacionados con esta profesión.


Marcelino Peláez Barreiro (Ounón, 1869 – Mar del Plata, Argentina, 1953)

Chafán de la plazoleta entre las calles Don Ibo y Las Huertas, con la placa a la memoria de Marcelino Peláez

Publicamos aquí una breve biografía escrita por nuestra compañera Mercedes Pérez Rodríguez con motivo del homenaje a Marcelino Peláez y leída por ella misma en el acto a la memoria de este emigrante cangués. En una de las esquinas de la plazoleta existente en Cangas del Narcea, entre las calles maestro Don Ibo y Las Huertas, el Tous pa Tous descubrió una placa de bronce a su memoria. Días después, hemos sabido que el Ayuntamiento de Cangas del Narcea, a petición del Tous pa Tous y por decreto de alcaldía de 24 de septiembre de 2015, acordó incoar expediente para dar el nombre de “Marcelino Peláez Barreiro” a la citada plazoleta.


Marcelino Peláez Barreiro (Ounón, 1869 – Mar del Plata, Argentina, 1953)

Desde mediados del siglo XIX y hasta 1930, cincuenta millones de europeos emigraron a ultramar. Unos 350.000 eran jóvenes asturianos, la mayoría entre 15 y 17 años.

Unos pocos se enriquecieron y algunos de ellos favorecieron a su tierra natal bien por altruismo bien por interés social o económico.

Marcelino Peláez emigró a Argentina donde sus comienzos debieron de ser muy duros. Por Amalia Fernández, hija de un administrador suyo, sabemos que tenía un almacén de Ramos Generales en San Agustín, a unos 100 Km de Mar de Plata. Estos comercios vendían de todo, generaban mucho dinero y no estaban exentos de peligros porque tanto los gauchos como los indígenas eran “gente muy brava». Marcelino Peláez invirtió en tierras sobre las que gestionó la fundación de núcleos de población como Mechongué.

Los indianos o “americanos”, edificaron palacetes y panteones para uso propio y financiaron obras públicas como traídas de agua, casinos, iglesias, hospitales, asilos, boleras, lavaderos, y favorecieron especialmente la educación de los jóvenes, construyendo escuelas, dotándolas de materiales didácticos y comedores escolares, incentivando a los maestros y premiando a los mejores estudiantes.

La construcción de una escuela era una tarea que implicaba al Estado, al Ayuntamiento, a los vecinos y a los emigrantes. La intervención de los emigrantes adoptó varias fórmulas:

  • Las sociedades de instrucción, cuyo ejemplo es la Sociedad de los Naturales de Boal, nacida en La Habana en 1911, que construyó a sus expensas más de veinte escuelas en el concejo de Boal.
  • La colecta, en la que además de participar los emigrantes enriquecidos lo pudieron hacer otros menos favorecidos por la fortuna.
  • La individual, en la que un «americano» financiaba la escuela; destaco a Pepín Rodríguez, uno de los propietarios de la fábrica de tabaco «Romeo y Julieta», de La Habana, quien constituyó una fundación que no solo construyó el edificio sino que también se preocupó del proyecto didáctico, de la dotación de materiales y profesorado.

Se calcula que unas doscientas noventa y cuatro escuelas asturianas se beneficiaron del capital de los emigrantes.

Pese a lo dicho, encontrar capital para estos fines no era tarea fácil, como señalaba Carlos Graña Valdés en carta abierta en La Maniega en diciembre de 1928, “el número de personas que se desprenden de cantidades de dinero para ayudar a sus aldeas a construir sus edificios se cuenta por los dedos”.

¿Qué hace tan peculiar el caso de Marcelino Peláez? El hecho de que no solo costeó la escuela de su pueblo natal, Ounón, como hicieron muchos «americanos», sino que también colaboró en la construcción de la escuela de otros pueblos, donando 1.000 pesetas para todas las escuelas que se construyesen en cualquier pueblo del concejo y 25.000 para las escuelas graduadas de la villa. Es el único caso en Asturias.

Apreciemos la importancia de esa cantidad si la comparamos con otras, así para la construcción de la escuela de Naviego el Ayuntamiento puso 1.975 pesetas, la Sociedad Cangas del Narcea de Buenos Aires 1.250 pesetas y la mayoría de las donaciones solía ser de 50 pesetas.

Los pueblos beneficiados por Marcelino Peláez fueron Porley, Villar de Lantero, Santa Marina, San Pedro de Culiema, Bergame, Naviego, Linares del Acebo, Agüera del Couto, Carballo, Bimeda, Llano (con 2.000 pesetas), Santa Marina, San Cristóbal, Araniego, Carballedo, Acio y Caldevilla de Acio, etc. Disponía el concejo de Cangas del Narcea en 1931 de cincuenta y cinco escuelas, más once que estaban en construcción y esperaban llegar a las noventa en cuatro años.

Marcelino Peláez Barreiro detectó el problema de la escasa instrucción, del analfabetismo; según La Maniega en abril de 1929 en Ounón de 34 habitantes, 21 eran analfabetos, y quiso remediar esta penosa situación favoreciendo la construcción de escuelas. ¿Qué pensaría de la situación actual, cuando la despoblación aboca a muchas de estas escuelas rurales al cierre y aún presentan dificultades para impartir una enseñanza de calidad en igualdad de condiciones para todos los alumnos?

La generosidad de Marcelino Peláez no se limitó al terreno educativo, también donó importantes cantidades al Hospital Asilo de Cangas, a los pobres de Ounón y contribuyó a pagar el plano de la villa en 1930. Y sin alardear de ello, numerosos testimonios lo califican de hombre modesto; el médico Manuel Gómez en 1930 alaba su discreción: “su mano izquierda no sabe lo que la derecha hace”.

Podemos preguntarnos si tanto altruismo fue correspondido por los cangueses. Desde el Ayuntamiento de Cangas del Narcea parten dos muestras de agradecimiento:

  • Una el 9 de julio de 1930, la Corporación presidida por Joaquín Rodríguez-Arango, acordó ofrecer a Marcelino Peláez Barreiro un álbum artístico como expresión de agradecimiento de todo el concejo. Firman en él el alcalde, los concejales, y muchos maestros y escolares. Este entrañable y sencillo homenaje, costeado por suscripción popular y conservado por sus descendientes, puede verse reproducido en la Web del Tous pa Tous.
  • El otro tuvo lugar durante el pleno del 14 de mayo de 1932, cuando se hace público el agradecimiento y se acuerda dar el nombre de Marcelino Peláez a la mejor de las calles que se abran en el centro de la villa tras el derribo del convento de dominicas. Este acuerdo nunca se llevó a cabo porque la memoria de los pueblos y de sus representantes suele ser débil.

El Tous pa Tous. Sociedad Canguesa de Amantes del País descubre hoy esta placa, un monumento público que refresca la memoria del pueblo mostrando sus valores, y ha solicitado al Ayuntamiento que a esta pequeña plaza se le dé el nombre del “benefactor de las escuelas de Cangas del Narcea”, del apodado por Gumersindo Díaz Morodo «Borí» como “sembrador de cultura”, de Marcelino Peláez Barreiro.

En el homenaje a Marcelino Peláez; Sobre los “americanos”, un artículo de Borí de 1923

Retrato de Marcelino Peláez Barreiro (Ounón, 1869 – Mar del Plata, 1953)

El sábado, 10 de octubre de 2015, el Tous pa Tous descubrió una placa dedicada a la memoria de Marcelino Peláez Barreiro (Ounón, 1869 – Mar del Plata, 1953), que fue el “americano” o emigrante a América, que enriquecido allí, más ayudó a sus vecinos construyendo la escuela de su pueblo de nacimiento y dando generosas donaciones a numerosos pueblos del concejo para construir casas-escuelas y al hospital asilo de Cangas del Narcea. Aunque en los años treinta se le reconoció su generosidad, algunos de los acuerdos que tomó el Ayuntamiento para mostrar su agradecimiento no se llevó a efecto y hoy su actuación no la recuerda nadie. Por eso, el Tous pa Tous ha tomado la iniciativa de colocar esta placa en la calle Maestro Don Ibo, así como la de solicitar al actual Ayuntamiento que ponga su nombre a la plazoleta que está entre esta calle y Las Huertas.

Marcelino Peláez perteneció a ese grupo social conocido como “americanos” o “indianos”, que tuvo desde mediados del siglo XIX y hasta los años sesenta del pasado una gran relevancia en la vida social y económica de Asturias. Personas que dieron mucho dinero a sus pueblos para escuelas, carreteras, fuentes, etc., a las que se les pedía continuamente ayuda, a las que se las “chantajeaba” emocionalmente y a las que a menudo se las ensalzaba, pero también se las despreciaba.

Indianos en el pueblo, hacia 1915. El primero de pie es Gumersindo Díaz Morodo, ‘Borí’, corresponsal en Cangas de varias revistas de la colonia asturiana en Cuba.

Hemos encontrado un artículo de Gumersindo Díaz Morodo “Borí”, publicado en La Voz de Asturias el 15 de julio de 1923, en el que precisamente trata sin tapujos sobre los “americanos” y la poca consideración que recibían de sus coterráneos. Él conocía y apreciaba mucho a este colectivo. Su padre había sido un “americano”, tenía tres hermanos emigrados en Cuba y Estados Unidos de América, y él mismo había estado unos años en La Habana. Además, tenía muchos amigos emigrantes. El aprecio era reciproco, y por eso Borí fue corresponsal de Cangas del Narcea en las revistas Asturias y El Progreso de Asturias, editadas en La Habana, y representante en nuestro concejo de las dos sociedades de emigrantes de Cangas del Narcea que existían en La Habana. Él se encargaba de repartir el dinero que mandaban estas sociedades para hacer donativos a personas necesitadas, a escuelas, al asilo, etc., y él se encargaba también de informar a estas sociedades de las situaciones que precisaban de su socorro.

En esta misma web hemos publicado un articulo que Borí le dedicó a Marcelino Peláez en la revista Asturias en 1921 y que tituló: “Sembrador de cultura”.


HABLANDO DE CANGAS
LOS “AMERICANOS”

Borí

Largos años de convivencia con los cangueses que van y vienen de América me dan a conocer la triste realidad de que tanto en Cangas como en su concejo no se “conoce”, no se aprecia ni se estima como se merece al elemento “americano”.

El concepto que del “americano” tienen formado estas gentes es tan erróneo y tan… tanto, que daría grima si no provocase carcajadas. Para la mayoría, el “americano” es un “primo”, en toda la acepción de la palabra, y como a tal “primo” solo se ve en él al individuo a quien se puede explotar y engañar cándidamente. El título de “americano” es señuelo para esa mayoría de dejarse engañar y explotar.

Si se trata de un emigrante de aldea, apenas regresa a su pueblo –y como a todo “americano” se le supone repleto de oro- llueven sobre él peticiones de dinero, peticiones en muchos casos dirigidas por convecinos que están en mucha mejor situación económica que el emigrante que regresa. Le piden por pedir, suponiendo que podrán quedarse bonitamente con el dinero que tantos trabajos y sudores habrá costado al emigrante. Si éste accede a esas peticiones, a tantos como crea favorecer, tantos enemigos se creará. Si se niega, entonces se procurará perseguirle y vejarle, hasta obligarle a marcharse nuevamente, para con “los suyos”, como los desengañados dicen.

Se dan también los casos de “americanos” que guiados por su amor al rincón en que nacieron regresan con intención de instalarse definitivamente en el pueblo natal. Apenas llegados, observan el abandono en que se halla todo lo que depende de la administración pública, y principalmente lo que se refiere a la enseñanza primaria, pues la experiencia les demostró que el analfabetismo es la mayor calamidad que puede afligir y aflige a los pueblos. Sus miradas y sus pensamientos se dirigen, pues, a la escuela. Si disponen de suficiente dinero, ofrecerán una cantidad, siempre bastante respetable, para la construcción de un edificio escolar, y no se fijan en que desde el momento del ofrecimiento empieza su calvario. A los mismos a quienes quieren favorecer les parecerá poco el donativo del “americano”, y pretenderán que él cargue con todo y acaso también con las contribuciones del pueblo. Y si despreciando este africanismo rural acude en demanda de apoyo al elemento oficial, le saldrá al paso, cuando no la persecución, una montaña de balduque de expedientes que le abrumará por completo. En fin, que entre todos procurarán cansarle y aburrirle, y le obligarán a renunciar a sus altruistas proyectos y a marcharse de nuevo con sus energía y su dinero a crear vida y cultura en pueblos extraños.

Así es la realidad de las relaciones que el concejo sostiene con el “americano”. En beneficio de todos, de la prosperidad y cultura de la comarca, se hace necesario un radical cambio en el modo de tratar al “americano”. Es preciso ver en el “americano” –aparte del creador de vida en el concejo con los muchos miles de pesetas que anualmente se envían de América- no al ser a quien se procure explotar, sino al portador de progreso y cultura, al hombre de sensibilidad extremada por el dolor, que responde siempre en remedio de calamidades cuando del hogar patrio se le llama. El “americano” tiene más de espiritualista que de materialista, y le duele y ofende, con dolor y ofensa que no olvida, esas continuas pretensiones de engañarle y de atacarle a los bolsillos que ve en la inmensa mayoría de sus paisanos… y familiares.

El Ayuntamiento cangués debiera ser el primero en procurar establecer lazos de no mentida fraternidad con las colonias canguesas de América. Solo en Cuba existen dos agrupaciones integradas por naturales del concejo. ¿Por qué el Ayuntamiento no ha de ponerse en relación continua y “oficial” con esos hijos ausentes, ofreciéndoseles en todo y protegiéndoles al regreso de inicuas persecuciones y castigando cualquier intento de engaño o explotación en que se quisiera hacerles victimas? Y hasta creo que no estaría mal que uno de los principales números de fiestas del verano estuviera dedicado exclusivamente a los “americanos”, cual hacen ya otros concejos asturianos que comprenden mejor que nosotros lo que el “americano” es y significa en todos los ordenes de la vida provincial.


(La Voz de Asturias, 15 de julio de 1923).


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La placa del Tous pa Tous a Marcelino Peláez se colocará en la villa de Cangas

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Ounón / Onón, 1920

El paisaje del concejo de Cangas del Narcea de hoy no tiene nada que ver con el de hace noventa años. Un ejemplo lo tenemos en Ounón / Onón. Mientras en el año 1920 era un pueblo habitado y cultivado, hoy es un territorio deshabitado y selvático. La fotografía de 1920 pertenece al fondo de “El Progreso de Asturias”, de La Habana, que se conserva en el Museo del Pueblo de Asturias. De todas las construcciones que se ven detrás de la escuela, solo queda en pie la panera que está junto a ella.

El pasado mes de junio, se desplazaron a Onón algunos socios del Tous pa Tous con la finalidad de ver el mejor sitio para colocar la placa de Marcelino Peláez. Allí el único sitio posible es la escuela. El pueblo de Onón antiguo, que es donde se levanta la escuela, está completamente abandonado y solo viven vecinos en la carretera, en el nuevo Onón que se hizo a partir de 1950 con la apertura de esta vía.

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Ounón / Onón, 2015

La escuela se construyó enfrente de Casa Peláez, de la que hoy solo queda en pie una panera, el resto de los edificios: casa, lagarón y hórreo, están todos en ruinas y cubiertos por la vegetación.

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Escuela de Ounón / Onón, 2015

Está claro que la placa allí no la va a ver mucha gente, casi podríamos decir que ni poca gente. No obstante, desde el primer momento y para ser consecuentes con los principios de nuestra asociación, seguimos pensando que deberíamos colocarla allí, considerando que podría ser una manera de revalorizar aquel sitio. Un modo muy modesto, pero que no deja de tener un alto valor simbólico.

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Ounón / Onón, 2015

Durante el verano le estuvimos dando vueltas a este asunto y valorando otros lugares donde colocar la placa. Entre otras opciones, se pensó que en la calle Maestro don Ibo, en la villa Cangas, no sería un disparate, porque en 1932 el Ayuntamiento tomó el acuerdo de dedicar a Marcelino Peláez una de las calles que se abrirían en el solar del convento de dominicas que se iba a derribar poco después. Sin embargo, ese acuerdo nunca se llevó a la práctica y Marcelino Peláez se quedó sin calle. En ese solar se hicieron dos calles: la Alcalde Díaz Penedela y la Maestro don Ibo. Por eso colocar la placa ahí tendría sentido. Además, Marcelino Peláez pagó la construcción de la escuela de Onón y dio dinero para otras muchas más en el concejo, y todo eso se hizo en la época del maestro don Ibo Menéndez Solar.

Finalmente, no sólo se ha decidido colocar la placa en este lugar, sino que además desde el Tous pa Tous se ha pedido al Ayuntamiento de Cangas del Narcea lo siguiente:

AL AYUNTAMIENTO DE CANGAS DEL NARCEA

La asociación “El Tous pa Tous”, de Cangas del Narcea, inscrita en el Registro de Asociaciones del Principado de Asturias con el nº 2.989 de la Sección Primera por Resolución de fecha 12 de mayo de 2009, tiene entre sus fines la promoción de la cultura y los intereses del concejo de Cangas del Narcea.

Una de las actividades de ésta asociación es la colocación de placas dedicadas a la memoria de personas relevantes relacionadas con el mencionado concejo; y así, en los últimos años, ya ha colocado cinco placas, en otros tanto edificios de la villa de Cangas del Narcea y del pueblo de Limés, dedicadas al padre Luis Alfonso de Carballo, Gaspar Melchor de Jovellanos, Åke W:son Munthe, Gumersindo Díaz Morodo “Borí” y Mario Gómez Gómez.

La próxima placa estará dedicada a don Marcelino Peláez Barreiro (Onón, 1869 – Mar del Plata, Argentina, 1953), emigrante a Argentina que construyó y dotó a sus expensas la escuela de Onón en 1920, y ofreció mil pesetas o más (que en aquel tiempo era mucho dinero) a todos los pueblos del concejo que levantasen una casa escuela. Este ofrecimiento lo cumplió repetidas veces y donó dinero para las escuelas de Porley, Villar de Lantero, Santa Marina, San Pedro de Culiema, Bergame, Naviego, Linares del Acebo, Agüera del Couto, Carballo, Bimeda, Llano, Santa Marina, San Cristóbal, Araniego, Carballedo, Acio y Caldevilla de Acio, etc…

Para darse cuenta de la verdadera dimensión de este extraordinario personaje cangués nada mejor que remitirnos a un artículo publicado en el año 1921 por el citado Gumersindo Díaz Morodo “Borí” en la revista “Asturias” de La Habana (Cuba):

“Voy a remediar una injusticia; que injusticia y muy grande implicaría silenciar determinados actos dignos del mayor encomio. Voy a hablaros de un “americano” como vosotros, de un alma altruista que desde hace años está haciendo en beneficio del concejo más, mucho más que hicieron en un siglo todos los politicastros que padecimos. Voy, en fin, a descubriros a un sembrador de cultura: don Marcelino Peláez, nacido en el pueblo de Onón.
¿No os suena ese nombre, verdad? No es extraño que para la mayor parte de vosotros sea desconocido. Muy niño emigró a la Argentina don Marcelino, lanzado a la ventura sin más bagaje que sus arrestos de luchador. Y en lucha estuvo años y más años; e indudablemente en el largo período de emigración palparía miserias y más miserias, presenciaría incontables tragedias y padecería no poco, aleccionándose diariamente en los propios dolores y en los dolores ajenos.
Venció a la adversidad, y derrochando energías consiguió labrarse una regular fortuna. Y hastiado de tanto bregar, buscando algo del merecido descanso, retornó al nativo solar, sin suponer que aquí también tendría mucho que luchar, lucha acaso peor que en las pampas argentinas; lucha contra el abandono, la rutina y la incultura. Vio que en su pueblo continuaba todo igual, en estancamiento mortal; que si hacía cuarenta años, cuando emigró, la escuela en que aprendió las primeras letras se hallaba instalada en infecta cuadra, en el mismo o aun peor local continuaba. Tendió la vista en derredor, y en todos los pueblos del concejo se le presentó el mismo cuadro de desolación: el mismo abandono y la misma incultura. Los niños de hoy, los emigrantes de mañana, continuarían la triste historia de rodar por las Américas sin conocer las más rudimentarias nociones de instrucción, condenados así a una vida de esclavos, como si sobre todos pesase una maldición.
Vio claramente la causa del mal, y no vaciló. Se dirigió al Ayuntamiento y expuso su proyecto, un bello proyecto suyo. Anunció que se proponía construir en su pueblo un edificio para escuela, y que daría una subvención de mil o más pesetas a cada uno de los pueblos del concejo que quisieran levantar casa escolar.
El caciquismo que entonces padecíamos acogió con indiferencia los proyectos del señor Peláez. No les convenía a estos politicastros que se construyesen escuelas. La escuela implica instrucción, cultura, y de terminarse con el analfabetismo, se terminaba también con el reinado del caciquismo.
Ante esta hipócrita y encubierta oposición caciquil -oposición que más tarde quedó vergonzosamente demostrada-, tampoco se arredró don Marcelino, que tiene temple de acero, como buen serrano. En su pueblo, y al lado de su humilde hogar, empezó la construcción de un elegante y adecuado edificio para escuela, inaugurado recientemente, y de cuya obra podéis formar idea por las fotografías que acompañan a esta crónica. Al mismo tiempo concedía importantes subvenciones a los pueblos que se comprometían a levantar edificio escolar, gastándose en todo esto no pocos miles de duros.
Así es don Marcelino: un apóstol de la instrucción, un sembrador de cultura. Vosotros, los cangueses que por las Américas os halláis, ¿no os creéis en el deber de solidarizaros con esta obra del señor Peláez? Nadie mejor que vosotros sabe -pues la experiencia os lo enseñó- que sólo en la instrucción se hallan las armas capaces de vencer en la lucha por la vida. Si por las actuales circunstancias de crisis económica no podéis por el momento demostrar vuestra solidaridad en forma material, es decir, contribuyendo a extender el apostolado de don Marcelino, podéis, sí, demostrarle vuestra adhesión espiritual, con el alma y el corazón. Que dondequiera que exista una agrupación canguesa figure en cuadro de honor el nombre de don Marcelino Peláez.”

La opinión de Gumersindo Díaz Morodo “Borí” era compartida por otros muchas personalidades canguesas de su tiempo, como el reputado maestro don Ibo Menéndez Solar.

Hasta tal punto que el Pleno del Ayuntamiento de Cangas del Narcea, en su sesión del día 14 de mayo de 1932, acordó por unanimidad poner el nombre de Marcelino Peláez Barreiro a la mejor de las calles que se abriese en el ensanche originado con la entonces reciente demolición del antiguo convento de las Dominicas situado en la calle Mayor. El acuerdo dice literalmente lo siguiente:

«El Sr. Alcalde leyó la siguiente mención: “Al Ayuntamiento de Cangas del Narcea. Mario de Llano González, alcalde presidente de este Ilustrísimo Ayuntamiento, al dar cuenta a la Corporación de una carta recibida por D. José Villa Suárez, de Don Marcelino Peláez Barreiro en la que ofrece 25.000 pesetas para la construcción de las escuelas graduadas de esta villa, así como otras varias subvenciones para otras nuevas escuelas del concejo, siguiendo en su cariño por el mismo y con amor a la instrucción, se cree en el deber, lo que hace con sumo gusto, de proponer a la misma lo siguiente:
1º. Que conste en acta la gratitud de este concejo, representado por su Ayuntamiento, a D. Marcelino Peláez Barreiro, mandándole oficio en que conste este acuerdo.
2º. Que siendo merecedor a que figure su nombre en el rotulo de una calle, como recuerdo a su buena obra y ejemplo de ella, se cambie el que hoy tiene la Plaza del Mercado o Toreno por el de D. Marcelino Peláez, dándole también cuenta de ello.
Cangas del Narcea, 13 de mayo de 1932. Mario de Llano”.
Conformes todos los presente con el fondo de la proposición leída, se discutió el punto de cual había de ser la calle dedicada al Sr. Peláez, acordándose por unanimidad que lo sea la mejor de las que se abran en el ensanche originado con la demolición del antiguo convento.»

Este acuerdo, tomado hace ya más de ochenta y tres años, nunca se ejecutó, y en la actualidad don Marcelino Peláez Barreiro no tiene ninguna calle ni plaza con su nombre. Desde “El Tous pa Tous” seguimos pensando que esta persona es merecedora de ella para recordar su generosidad a favor de la educación y la instrucción pública de los habitantes del concejo de Cangas del Narcea en los años veinte y treinta del siglo pasado, periodo en el que se construyeron gran número de escuelas, debiendo sumarse a este fomento de la enseñanza las importantes donaciones que también hizo al Hospital Asilo de Cangas del Narcea.

Por ello, para remediar el olvido que cayó sobre don Marcelino Peláez Barreiro, así como la injusticia que se cometió con este filántropo, “El Tous pa Tous” va a colocar el próximo 10 de octubre una placa de bronce a su memoria en la fachada lateral derecha del edificio de la calle Maestro Don Ibo, en cuya planta baja se ubica el negocio “La Cabaña”, siendo dicha calle la vía más importante de las que se hicieron en el solar del antiguo convento de las Dominicas.

Pero considerando que ese Ayuntamiento también debería de hacer algo para remediar su desmemoria, cumpliendo así con el referido acuerdo plenario adoptado por unanimidad de todos los miembros de la Corporación municipal de 1932, es por lo que “El Tous pa Tous” interesa que a la plazoleta existente entre las calles Maestro Don Ibo y Las Huertas (precisamente en la que se colocará la placa en su recuerdo, cuya plazoleta también está en terrenos en su día ocupados por el convento de las Dominicas y además siempre ha sido un espacio público innominado) se le dé el nombre de Marcelino Peláez Barreiro.

Por todo lo cual SOLICITA de ese Ayuntamiento que, teniendo por presentado éste escrito, se sirva admitirlo y, en su virtud, dicte Resolución otorgando el nombre de “Marcelino Peláez Barreiro” a la plazoleta existente entre las calles Maestro Don Ibo y Las Huertas de la villa de Cangas del Narcea.


Recuerdo a una maestra

Grupo de maestros de Cangas del Narcea en 1961. Lola está detrás de la única niña que aparece en la fotografía, su sobrina Casilda Flórez Menéndez.

El sábado 26 de septiembre, a las 11 h., se enterraba en Cangas del Narcea a Dolores Menéndez Martínez, «Lola», que fue maestra durante muchos años en Cangas y su concejo, dejando un gran recuerdo entre sus numerosos alumnos por su entrega y vocación en la labor de enseñar.

Lola nació en Casa el Calvo de Santa Catalina el 26 de diciembre de 1924 y murió en Oviedo el 24 de septiembre de 2015. Estuvo en las escuelas de Riodeporcos (Ibias) y Linares de Allande, en El Otero, Adralés y El Reguerón en Cangas del Narcea, y se jubiló en El Resbalón en Lugones.

Mujer optimista, gran lectora y portadora de mucha fuerza, estuvo en el mes de mayo pasado, con 90 años de edad, en Dublín visitando a sus sobrinos nietos Esther y Miguel, y el día del Carmen vio la última Descarga desde su casa de Santa Catalina.


CARTA A LOLA
Esther Flórez Solarana

Lola en Dublín, mayo de 2015

El destino es así, y a veces no nos queda más remedio que aceptar que los caminos se tienen que separar; aceptar que no existen infinitas autopistas rectas. Pero antes de soltar tu mano y seguir caminando quiero decir en voz alta esa palabra que tanto nos cuesta pronunciar: gracias.

Gracias a ti, que has dado tu vida a los demás sin importar el cómo ni el por qué. Gracias por enseñarnos a vivir por nosotros mismos, pero sobre todo por nosotras mismas. Gracias por enseñarnos que la vida no es una, pues mientras abras un libro podrás robar millones de aventuras y hacerlas tuya. Gracias por enseñarnos que la justicia es posible, siempre y cuando se luche por ella. Gracias por enseñarnos a no creer lo primero que dicen las noticias, por querer saber más. Gracias por enseñar en el aula que dos más dos son cuatro, pero que en la vida dos más dos pueden ser cinco, quince o veinticinco, ya que en la vida todo es posible si trabajamos por conseguirlo.

Lola con sus sobrinos nietos en Dublín, mayo de 2015

Gracias por enseñarme el poder de la palabra, el enigma de las matemáticas y la belleza de la vida. Gracias por enseñarme a jugar, por enseñarme a soñar. Gracias por enseñarme a ser yo. En fin, gracias por enseñar, por ser catedrática en la Universidad de la vida.

Puede que mis palabras sepan a poco, por ello permíteme que robe unas letras al más grande, al que conquistó tu alma cuando aún eras una niña.

“Como las cosas humanas no sean eternas, yendo siempre en declinación de sus principios hasta llegar a su último fin, especialmente las vidas de los hombres, y como la de don Quijote no tuviese privilegio del cielo para detener el curso de la suya, llegó su fin y acabamiento cuando él menos lo pensaba; porque o ya fuese de la melancolía que le causaba el verse vencido o ya por la disposición del cielo, que así lo ordenaba, se le arraigó una calentura que le tuvo seis días en la cama, en los cuales fue visitado muchas veces del cura, del bachiller y del barbero, sus amigos, sin quitársele de la cabecera Sancho Panza, su buen escudero».

Lola, gracias por habernos hecho formar parte de ti, de tus añoranzas, de tus aventuras, de tus anécdotas, en definitiva, de tu historia.

Hasta siempre.


Pero yo no hice nada

El periodista cangués Tano Ramos durante una entrevista con motivo de la presentación de su libro `El caso Casas Viejas`

Bajo el título que nos ocupa, «Pero yo no hice nada», incorporamos a la biblioteca digital del Tous pa Tous un relato que el periodista cangués, Tano Ramos, narra a partir de unos documentos que encontró sobre la historia de Ramón «el de la calle de Abajo», de sus últimos meses de vida, como si el propio Ramón le hablase.

TANO RAMOS GARCÍA nació en Cangas del Narcea en 1958. Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid, inició su actividad periodística como reportero de agencias en Madrid y, en 1986, comenzó a trabajar para la agencia EFE en Oviedo. Al año siguiente se incorporó a la redacción del periódico LA VOZ DE ASTURIAS, de Oviedo, donde permaneció cuatro años. Volvió entonces a la agencia Efe como corresponsal y, desde 1997, trabaja en DIARIO DE CÁDIZ. En 2011 obtuvo el prestigioso Premio Comillas de Historia, Biografía y Memorias convocado por Tusquets Editores por El caso Casas Viejas, en donde reconstruye el levantamiento anarquista de Casas Viejas (Cádiz) en 1933 y la respuesta militar que este hecho provocó, que trajo la muerte de catorce campesinos y puso en serios aprietos al Gobierno de Manuel Azaña.


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José Avello Flórez, Cangas del Narcea y la identidad

Pepe Avello

Pepe Avello a la sombra del tejo de Regla de Cibea en 2014

En la vida, las personas nos movemos en dominios culturales donde actuamos de manera diferente y nos relacionamos con personas también diferentes. José Avello Flórez (Cangas del Narcea, 1943-Madrid, 2015) tuvo una vida rica en dominios: la universidad, el mundo literario, África, Argentina, Madrid, las amistades de esos lugares, las empresas, la familia,… y Cangas del Narcea, que fue su primer dominio y que va a ser al único al que me voy a referir aquí.

Me cuesta hablar de Pepe, porque todavía no me he hecho a la idea de que no estando aquí, en Cangas, no esté en Madrid, en su casa de la calle General Oráa, o de viaje. Nos veíamos poco, en semana santa o en verano, y tampoco hablábamos mucho por teléfono. Pero siempre que apretaba en los contactos del móvil “Pepe Avello”, siempre salía su voz, siempre estaba ahí para facilitarte cualquier cosa que le pedías, fuera lo que fuera.

Pepe era de esa clase de personas que logra que la vida sea más fácil para los demás y que consigue  que la Tierra sea un lugar agradable en el que vivir. Algunas de sus cualidades: gran lector, espléndido conversador y una de las pocas personas que conozco que todavía recomendaba libros y lecturas, hecho que agradezco mucho. También era un buen escritor. Autor de dos novelas: La subversión de Beti García (1984), que fue finalista del Premio Nadal en 1983, y Jugadores de billar (2001), que obtuvo el Premio de la Crítica de Asturias 2001, el Premio Villa de Madrid de Narrativa “Ramón Gómez de la Serna” 2002 y fue finalista del Premio Nacional de Narrativa 2001.

Fue desde muy joven un tipo despierto y observador. En 1960, a los 17 años, ganó el primer premio del Certamen “La realidad económica de España”, organizado por el Frente de Juventudes y al que habían concurrido un buen número de estudiantes de bachiller. Cursaba sexto de bachillerato en el Colegio del Corazón de María, de Gijón. Y el domingo 5 de junio de ese año apareció en el diario Voluntad, editado en esa ciudad, una entrevista que le hizo Daniel Arbesú. Algunas de las preguntas y respuestas de esa entrevista son las siguientes:

– ¿Cuándo has comenzado a preocuparte por la ciencia económica?

– Este curso, ya que tenemos diversas lecciones de economía en la Formación del Espíritu Nacional.

¿Qué es lo que más te inquieta?

– El bienestar de España. Un lógico afán de superación. Por eso titulé mi trabajo con el nombre de “Ansia”. Me gusta la economía por su gran condición humana.

[…]

¿Lees mucho?

– Mucho. Leer es una de mis aficiones.

– ¿Cuáles son esas aficiones?

– Aparte de la lectura, el estudio, el deporte y viajar.

[…]

¿Serán esos tus estudios universitarios?

– Mi ilusión es cursar las carreras de Derecho y Filosofía y Letras.

¿Qué te incitó a presentarte a este certamen juvenil sobre economía?

– El tema y su interés principalmente, y de manera subsidiaria la importancia del premio que me servirá de ayuda para mi próximo viaje al extranjero.

¿Qué viaje es ese?

– Está condicionado a que apruebe dentro de unos días la reválida. Si es así, iré a pasar tres meses por Inglaterra, a un campo de trabajo, y luego a Bélgica, Alemania, Suiza y Francia, para volver a España a cursar el Preuniversitario.

¿Es éste tu primer viaje largo?

– No. Ya el año pasado estuve por el verano en un campo de trabajo, en el Valle de Arán. Fue magnifico aquello; una estupenda convivencia con jóvenes extranjeros de nuestra misma edad. Aprendí mucho allí. El valor del trabajo y de la diversión, el esparcimiento.

[…]

Como economista en ciernes ¿qué crees tú que le falta a esa ciencia?

– Un poco de filosofía en su aplicación humana. Para mí, economía individual, más economía social, dan la perfecta amalgama de lo económico.

– ¿Cómo ves la economía española?

– Al año de la estabilización, ya se están dando los primeros beneficios. La economía actual es como una cuesta empinada, casi vertical, que todos los pueblos tratan de superar.

En esta entrevista ya están esbozados algunos de los intereses que mantendrá durante toda su vida: la lectura, el estudio, el viaje, las relaciones de amistad… Por otro lado, al inicio de la entrevista queda claro que él es natural de Cangas del Narcea.

Pepe, además, era pariente mío. Su padre, Nino, y mi padre, Pepe, eran primos carnales. Sus madres, Mercedes y Flora, eran hermanas e hijas de Manuel Morodo González, natural de Tremao del Couto, y Ramona Álvarez Antón, del Barrio Nuevo y oriunda de Adralés. Él era carpintero y comerciante, y hacia 1870 se estableció en el barrio de El Corral, formando parte de los nuevos pobladores que llegaron a esta villa de Cangas del Narcea a fines del siglo XIX procedentes de pueblos del entorno, de otros concejos próximos o de otras provincias españolas. Eran comerciantes, farmacéuticos, confiteros, médicos, funcionarios, emigrantes retornados de América, fondistas, relojeros, sastres, ebanistas, mamposteros, impresores, herreros, pirotécnicos, etc.

Todas estas personas formaron una sociedad nueva y variada, en una villa que era cabeza de distrito electoral y que estaba más relacionada con Madrid y Laciana que con Oviedo. Una población que tenía una fuerte personalidad, basada, entre otras muchas cosas, en su distancia de la capital de Asturias.

Cuando nació Pepe en 1943 aquella sociedad de sus abuelos ya languidecía. La guerra civil había supuesto un golpe muy duro, sobre todo para algunas familias, y se imponía el silencio. En aquel tiempo, la villa se preparaba para recibir otra nueva oleada de inmigrantes que llegaría a partir de los años cincuenta con la expansión de la minería.

En la villa de Cangas existía una numerosa clase popular en la que sobresalían personajes con una gran personalidad e inteligencia natural. Todavía no había llegado la televisión y predominaba una cultura oral que se desarrollaba en bodegas, tahonas, zapaterías…

“En esos años cincuenta y sesenta –escribe Pepe- aún perduraba en Cangas una cultura oral muy viva y en las barberías, en los talleres de zapatero, en las reboticas y, por supuesto, en las bodegas y en los cafés, se organizaban tertulias espontáneas en las que se cultivaba el arte de la conversación, el sentido del humor y el ingenio. Solían narrarse “historias de Cangas”, anécdotas y “cuentiquinos”, con sus personajes célebres y celebrados, y con sus dichos y expresiones peculiares que quedaban luego en la memoria colectiva durante años”.

En aquellas tertulias se expresaban razonamientos y comentarios, y se contaban historias y situaciones, a veces “inventadas o exageradas”, verdaderamente curiosas e ingeniosas. Como aquella que le ocurrió a una moza de Cangas, que había tenido durante la guerra un novio moro y pasado un tiempo recibió una carta suya. Abrió la carta y no entendió aquello. Se la enseñó a Lito Paneiro, uno de aquellos personajes sobresalientes, y le dijo: -“Esto es música, hay que llevársela a don Lorenzo”. Fueron en comitiva a casa de don Lorenzo, director de la banda de música, y éste les dijo: -“Esto no es música, es árabe”, y la carta nunca se leyó.

Muchas veces oí de pequeño a mi tía Matilde referirse a la “mona de Paneiro”, y siempre pensé que era una leyenda o una exageración. Hasta que leí en El Progreso de Asturias, de La Habana, una “Crónica canguesa” escrita por Gumersindo Díaz Morodo, Borí, en la que daba la noticia de que:

“Pasados doce años en la Argentina, se encuentra nuevamente entre nosotros el popular cangués Pepe Paneiro, siendo portador de una auténtica mona que hace las delicias de la tropa menuda canguesa” (10 de julio de 1923).

Así era Cangas. Una villa no solo peculiar en sus tertulias de bodega, sino en sus manifestaciones más públicas y conocidas, como La Descarga del 16 de julio, que es una de nuestras señas de identidad ¿Puede haber algo más estrambótico que la Descarga? La misma asociación que la organiza era bastante peculiar: una Sociedad de Artesanos de Nuestra Señora del Carmen, fundada en 1903, en la que no había ningún artesano, y que hasta hace unas décadas era una simbiosis entre asociación profana y cofradía religiosa.

A Pepe le fascinaba La Descarga. En su primera novela, La subversión de Beti García (1984), aparece mencionada en las primeras páginas y en 2013, refiriéndose a esta novela, declaraba en una entrevista: “La Descarga era una cosa mítica. Entonces yo dije, pues nada, le doy yo el origen. Y el origen es la celebración de uno mismo”. En la novela se cuenta como un emigrante en Argentina, Baltasar García, envía anónimamente a su pueblo (que es un imaginario Cangas) una cantidad elevada de dinero para invertir en varias cosas. Una de ellas es comprar diez mil pesetas “en cohetería de explosión” y lanzarla al aire el día 16 de julio a las ocho de la tarde y en “un lapso no mayor de seis minutos”. El Ayuntamiento así lo hizo:

“En las ferias, en las romerías de junio, en las bodegas, se murmuraba con asombro de lo que sería la descarga. Muchos decían que se incendiaría el cielo, otros que saltarían todos los cristales de Ambasaguas, que enloquecería el ganado, que se romperían las nubes y llovería a cántaros, que era imposible. Pero lo que fascinaba a todos por igual era que se quemasen diez mil pesetas sin motivo. Aquel dispendio innecesario de casi el valor de una aldea con todas sus fincas, excitaba a la gentes y las hacía participar por primera vez en sus vidas de un sentimiento nuevo y no identificado: el del lujo. Quemar diez mil pesetas les provocaba una sensación contradictoria de congoja y libertad: lo que más les abrumaba era que no servía para nada”.

Con este donativo de Baltasar García –se dice en La subversión de Beti García– “se iniciaba una larga tradición de despilfarro que llega hasta nuestros días, cada vez con más magnificencia, logrando ser en el transcurso de los años la más emocionante y autentica señal de identidad de nuestro pueblo”.

Sobre La Descarga volvió a escribir Pepe, no como escritor de ficción, sino como sociólogo de la cultura. Según él, el ruido y la embriaguez tienen en la fiesta la función de unir a los participantes y superar la segregación social y generacional que caracteriza a la fiesta tradicional: “El paroxismo del ruido es, desde luego, la Descarga del Carmen, que asume todas las emociones individuales y privadas en una sola emoción compartida y resume en esa emoción el sentimiento de pertenencia de toda la comunidad canguesa”.

En ese mundo de Cangas, rodeado de amigos, pasando más tiempo en la calle que en casa, escuchando a tipos curiosos y observando La Descarga todos los 16 de julio, pasó su infancia y primera juventud Pepe Avello. Como era un joven despierto y observador, se impregnó de ese ambiente y supo disfrutar de él enormemente. Con esa sociedad se sentirá estrechamente identificado hasta el final de su vida y esa sociedad aparecerá (imaginada, idealizada, tergiversada) en su literatura, especialmente en La subversión de Beti García. La infancia canguesa era uno de sus referentes vitales y a ella achacaba muchos de sus sentimientos.

En 1990 participó en el jurado del Premio “Memorial Benito Álvarez Castelao”, convocado por la Sociedad de Artesanos para estudios sobre la descarga y las fiestas del Carmen. El premio lo obtuvimos José María González Azcárate y yo. Creo que fuimos los únicos que nos presentamos. Para el libro, que titulamos “La explosión de la fiesta. Los festejos del Carmen en la villa de Cangas del Narcea” le pedimos a Pepe un prólogo. Nos dijo que sí y nos envió uno que no era precisamente una faena de alivio: 17 folios, cargados de ideas, que tituló “El contenido de la fiesta: el ruido y la embriaguez”. Como el libro tardó cinco años en publicarse, volvió a retomar el asunto y a rehacer el prólogo, centrándose en un tema que le interesaba especialmente en ese momento: la identidad. El prólogo definitivo se tituló: “Identidad cultural y fiestas populares”. Pepe se sentía muy identificado con Cangas, pero esa identidad había que matizarla. Su identidad no era excluyente. Cuando él estaba escribiendo esas páginas, en 1991 y 1992, otra vez Europa estaba en guerra y otra vez más la identidad excluyente asesinaba a miles de personas, esta vez en Yugoslavia.

“El fantasma de la identidad social y cultural recorre España (y Europa) en este final de siglo, sustituyendo como problema colectivo a aquel otro fantasma anunciado por Marx y Engels, ahora viejo y decrépito. Son fantasmas opuestos. El fantasma de Marx era universalista y pretendía acabar con todas las diferencias. El fantasma de la identidad nacional, por el contrario, trata de mantenerlas, cuando no de instituirlas. Ambos degeneran con facilidad en el horror y tienen la propensión histórica de convertirse en graves enfermedades”.

A Pepe le horrorizaban la división de “nosotros” y “ellos”, los “fanáticos cultivadores de las diferencias, que ensombrecen cuanto tocan” o “las colectividades que a toda costa se quieren a sí mismas diferentes”, pero no negaba, lógicamente, el sentimiento de identidad, porque él mismo padecía de ese sentimiento en alto grado. Pepe sabía que la identidad cultural, como las generaciones, se renueva continuamente e incorpora materiales y formas incesantes que con el tiempo adquirirán, en la memoria futura de la gente, nueva dignidad y nobleza. “Porque la nobleza no reside en los objetos ni en los usos, sino en los sentimientos de las personas”.

Para Pepe la identidad se afianzaba en dos hechos: el primero, un territorio, que es lo verdaderamente estable y quizás lo que, en última instancia, más contribuye a modelar el carácter de una comunidad, y el segundo, la pertenencia a un grupo en el que se establecen los límites de su individualidad, es decir, lo que cada uno debe al grupo (porque es el grupo el que le da su identidad) y lo que se debe a sí mismo como persona singular. Esto es lo que marca el carácter de la gente y configura su mentalidad: la visión compartida de la realidad, el sistema de creencias y saberes que la dota de sentido, la jerarquía de valores. Todo ello configura una mentalidad colectiva, una cultura, y es ahí donde se alberga la identidad. La identidad de Pepe, como él mismo expresó, se forjó en su infancia en Cangas del Narcea:

“Creo que el lugar que realmente determina de dónde eres es el lugar donde tienes los amigos de la infancia, tus iguales, los pares, y eso a mí me sucedió en Cangas. Y es en esa convivencia, con los amigos más o menos de tu edad, donde se aprenden las cosas más importantes de la vida, todo lo que son las emociones y los sentimientos sociales, es decir, qué es la lealtad, qué es la codicia, qué es la amistad, qué es la ambición, la dignidad…”.

Esta idea la expresó repetidas veces. El prólogo a Glosario cangués termina:

“Nuestra identidad y nuestros nombres no provienen de un documento oficial, sino de una memoria comunitaria, familiar e infantil que nos abarca”.

Pepe solía decir que el mundo es muy grande y que todos lo teníamos que ver desde algún sitio. Él, estuviera donde estuviera, lo veía desde Cangas, su amigo argentino Héctor Tizón desde Jujuy y el gallego Álvaro Cunqueiro desde Mondoñedo.

Uno de los últimos libros que me recomendó fue Los días en ‘La Noche’ (2012), una recopilación de todos los artículos que Cunqueiro publicó en el diario La Noche, de Santiago de Compostela, entre 1959 y 1962. Estaba entusiasmado con la lectura de estos artículos cortos, y creo que estaba entusiasmado porque se veía muy identificado con esos textos en los que Cunqueiro, desde Mondoñedo y rodeado por sus vecinos, habla de todo el mundo, de todos los escritores, de todas las situaciones y de todos los sentimientos humanos. Solo un ejemplo de lo que digo, cogido al azar. En el artículo “Las hoces y el pan” comienza hablando de una novela del escritor alemán Teodoro Storm, pasa a hablar del mercado de hoces para la siega que se hacía en la plaza de Mondoñedo y de los ferreiros de Ferreira Vella que las fabricaban en un mazo. Y dice: “En mi casa de Riotorto tuvimos una criada de Ferreira Vella, una rapaceta quieta, los ojos verdes quietos, una sombra quieta. A los diez días se despidió: – ¡Non me acostumbro! Non sei dormir sin oír los golpes del mazo!”, y acaba el artículo mencionando al escritor francés Louis Aragon.

Cunqueiro, como Pepe, querían comprender su mundo inmediato y el mundo entero, y para eso ascendían hasta las alturas para ver desde lo más alto. Su afán, su objetivo, era entenderlo todo. Así termina la autobiografía que escribió para La Nueva España en 2011:

Durante los últimos 20 años participo activamente en una tertulia de buenos amigos en la que nos reunimos para leer a los clásicos y comentarlos: Homero, Cervantes, Montaigne, Dante, Herodoto, un autor cada año; ahora estamos leyendo a Plutarco, y resulta fascinante comprobar cómo a los antiguos les preocupaban básicamente los mismos problemas que a nosotros y con qué prudencia y sabiduría los abordaron. Pero también tenían vicios y pasiones; como ahora, la crueldad y la bondad siguen en combate en la vida de los hombres y de las sociedades casi de la misma forma. A menudo suelo recordar lo que tantas veces le oí decir a Rompelosas, de Las Escolinas, en mi juventud canguesa. Cuando alguien le reprochaba lo que bebía, Rompelosas solía contestar: «Todos los paxarinos comen trigo y sólo pagan los gorriones». Describe bastante bien lo que nos pasa. Pero nunca llovió que no escampara.

En los últimos años, por ese ansia por entender, disfrutó mucho con la lectura de las “Crónicas Canguesas” de Gumersindo Díaz Morodo, Borí, escritas en las revistas Asturias y El Progreso de Asturias, de La Habana, entre 1914 y 1928, y que se publicaron en el libro Alrededor de mi casa (2009). En ellas encontró noticias que le sirvieron para conocer (comprender) mejor Cangas e incluso la historia de su propia familia.

Ya me he alargado bastante. Voy a acabar mencionando un texto en el que se resume la relación de Pepe Avello con Cangas: la canción del “Tous pa Tous”, cuya letra escribió él y a la que puso música Gerardo Menéndez, y que se escuchó el día del entierro de Pepe en el cementerio de Cangas del Narcea, en Arayón, como última despedida y homenaje. En esta canción hay nostalgia “por marchar y volver viejo”; hay buenos deseos para los cangueses que están fuera y la esperanza del reencuentro: “que nun nos falte de nada / cuando volvamos a venos”; en ella se hace referencia a la necesaria ayuda mutua que garantiza la supervivencia: “recuerda el tous pa tous…pa tous / los de cangas y el concejo / pa que el yo sea un nosotros / allí donde nos hallemos / que la neblina es muy honda…muy honda / más allá de Leitariegos”, y termina mencionando la infancia en una Cangas protectora, en donde Pepe fue feliz y donde se formó su identidad: “habitantes de la infancia…/que nunca acaba…cantemos/ la canción del tous pa tous/en donde quiera que estemos,/si necesitas ayuda…ayuda/si tas solo, si tas lejos…”. El mismo Pepe en una de sus entrevistas dijo: “La infancia es un mundo más o menos ordenado. Lo otro es el salvaje oeste, donde cada uno hace lo que quiere”.

Todos estos sentimientos, por supuesto, no son exclusivos de los cangueses, ni de nadie, son comunes a todos los seres humanos y a todos los tiempos. Lo que pasa es que Cangas, como dijo Pepe en una de sus entrevistas, “es el lugar de donde yo soy”.

Juaco López Álvarez


Texto preparado para leer el día 23 de abril de 2015 en la Librería Treito, de Cangas del Narcea, en un homenaje a Pepe Avello.

Las fuentes de información para escribir este artículo han sido las siguiente: la entrevista “José Avello, escritor” por Javier Morán en La Nueva España, 2011; la entrevista “José Avello: la ambición y el sosiego” por Cristóbal Ruitiña y Alfonso López Alfonso en Clarín, n º 109, enero-febrero de 2014, págs. 33-39, y la entrevista realizada por estos mismos en La Maniega, nº 197, payares-avientu de 2013. Los prólogos escritos por Pepe Avello en Juaco López Álvarez y José Mª González Azcárate, La explosión de la fiesta. Los festejos del Carmen en la villa de Cangas del Narcea, 1997 y Paco Chichapán, Glosario cangués, 2003.


‘Mientras corre el tiempo’

Ediciones Hontanar publica el libro ‘Mientras corre el tiempo’, un poemario compilado por la hija de Tomás Tornadijo García, María Eugenia Tornadijo Rodríguez, que hace así realidad el viejo sueño de su autor. En él están recogidas gran parte de las poesías que fue escribiendo a lo largo del tiempo y que son precisamente un compendio de recuerdos bucólicos, sentimientos y reflexiones serenas dibujadas con sencillas palabras. Leer más

Hacia el Trópico: José Fernández Rodríguez en Guinea Ecuatorial

José Fernández Rodríguez, en su casa de Villacanes, el 26 de julio de 2013

José Fernández Rodríguez, en su casa de Villacanes, el 26 de julio de 2013

Cuentan que los bueyes tiraron tan fuerte que a Mariano Mora, de casa Castán, en el pueblo de Chía, del aragonés valle de Benasque, se le rompió el arado cuando estaba un día labrando la tierra, y agarró tal cabreo que allí dejó bueyes, arado y campo. Se fue a casa y con cuatro trapos hizo un hatillo que colocó en el extremo de un palo para descender la montaña hasta alcanzar Barcelona. Desde allí, con la ayuda de los padres claretianos con los que había estudiado, llegó a la isla de Fernando Poo, en Guinea Ecuatorial, donde se estableció fundando una empresa de cultivo y exportación de cacao y desde donde pronto comenzó a reclamar ayuda de familiares y vecinos ribagorzanos del valle de Benasque, que fueron llegando para trabajar en el cacao y la madera. Mariano Mora, por cierto, se convertiría en el primer representante de una saga, la de la casa Mora-Mallo, propietaria de algunas de las fincas más importantes de la isla y que adquiriría fama dedicándose al cultivo del cacao.
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Doña Cloti

Doña Cloti y alumnos a principios de los años 60

Doña Cloti y alumnos a principios de los años 60

Abuelita, te has ido, pero eso no quiere decir que te vayamos a olvidar, tenlo por seguro, por eso con esta carta quiero describirte tal y como eras, mostrando los valores que nos has inculcado, tanto a nosotros, tu familia, como a los tantos y tantos alumnos a los que has dado clase. Muchas son las palabras que podría usar para definirte, pero en especial estas que voy a relatar a continuación son las más significativas para mi:

  • Sabiduría: a lo largo de los años has demostrado ser una persona sabia, todos tus consejos rara vez han caído en saco roto, demostrándose con el paso del tiempo ser los más acertados. Sabiduría no solo significa ser sabio, sino también saber discernir entre lo bueno y lo malo, tenías experiencia.
  • Presencia: has demostrado siempre saber estar en todos y cada uno de los lugares a los que has ido sin protagonismos, has sabido acudir a aquellos sitios en los que se te valoraba tal y como eras y dejar a un lado actos frívolos y triunfalistas a los que en estos tiempos estamos tan acostumbrados a ver.
  • Amor: todo lo que hacías lo hacías con amor, amor al prójimo, amor por todas la cosas que hacías, amor por lo tuyo, por lo que durante tantos años te dedicaste en cuerpo y alma a construir para llevar una vida plena de felicidad y bondad.
  • Paciencia: quizás por tu dedicación a la enseñanza, quizás por tu forma de ser, el caso es que no he conocido persona que mostrase tanta paciencia como la que tu mostraste a lo largo de la vida fuesen cuales fuesen las circunstancias. Esto es tal vez es lo que intentaremos conseguir como una de las metas de nuestra vida, saber ser paciente como tu eras.
  • Prudencia: en parte la prudencia es sabiduría, ya he escrito arriba sobre ello, pero ser prudente en la vida y diferenciar cosas buenas de malas es algo que siempre has sabido hacer y ninguna o muy pocas veces equivocarte. Doy fe.
  • Amistad: a lo largo de 90 años cultivaste unas amistades que perduraron para siempre y no dejaste de hacerlo nunca, esto creo que no es fácil aunque en estos duros momentos tengo amigos que me demuestran su amistad y eso lo valoro muchísimo, como tú me enseñaste.
  • Felicidad: no importaba cuales fuesen las circunstancias, tu siempre sonreías, siempre irradiabas una felicidad contagiosa que durante estos días todo el mundo destacaba, entre otras cosas, de ti.
  • Discreción: nunca una salida de tono, nunca una palabra más alta que otra, siempre discreta, sólo preocupándote de lo tuyo y de los tuyos.
  • Generosidad: sin límites, tu generosidad abarcaba lo material y lo humano, siempre tenías palabras de ánimo y cariño hacia todo el mundo, siempre pensando en ayudar a gente que lo estaba pasando mal, siempre nos dabas alguna propina para gasolina, tomar algo, lo que fuese, daba igual. Siempre comprando cosas pensando en los demás, siempre ayudabas a todo el mundo, daba igual que fuese de la familia o no.
  • Fe: fe en lo que hacías, fe en los tuyos y sobretodo tu fe en el Señor, fe que te llevo a peregrinar a muchos sitios, a ser catequista y de esta manera poder enseñar los principios y dogmas del catolicismo en los que tu tanto creías. Todo ello nos lo inculcaste y de una manera o de otra seguimos cultivando para en algún momento de nuestra vida poder llegar a parecernos a ti.
  • Energía: la tenías toda, daba igual la circunstancia, últimamente cogías el bastón y te ponías el mundo por montera, fuese a donde fuese, eso con 90 años realmente es digno de admiración, nos gustaría tener la misma energía que has tenido tu, complicado será, ya que estabas hecha de «otra pasta».

Con todo esto abuelita, quiero darte las gracias por haber vivido la vida junto a ti y haber disfrutado de ti hasta el último momento. Espero estar a la altura de las circunstancias y hacer vivir a mi hija lo que tú me enseñaste y me permitiste vivir.

Descansa en paz abuelita, te quiero.


Bruno Tejón Fernández-Gayón

Tapia de Casariego, octubre de 2014


Querido Pin…

Después de esta prematura e inesperada marcha tuya, quiero reflexionar contigo esto de los recuerdos. Pretendo que los nuestros sigan siendo nuestros, antes que pasen a ser los recuerdos de otros.

Pero, ¿por dónde empezar? Hay una cosa clara, un nexo de unión a lo largo de nuestra vida que no es otro que la música. Desde muy temprana edad, ésta nos atrapó e hizo que todos nosotros fuésemos más felices, hasta tal punto de que no concebiríamos la existencia sin ella.

¿Te acuerdas en el balcón de tu antigua casa, en aquellas noches de verano con olor a magnolias, cuando ensayábamos “Verde campiña” de The Brothers Four, cuya letra en castellano traduciría más tarde José Guardiola: Verde campiña, dormida al sol, verde esperanza, ¿qué fue de nuestro amor? del valle umbrío ya el cielo no es azul, la flor se muere, porque te fuiste tú…  canción que ocupaba los sueños con la que fue el primer amor de tu vida?

Por aquella época cuando en obligada diáspora todos estábamos repartidos, Quevedo, Pin Estela en los Claretianos; Modesto, Puente, Pepe Luis, Pin Chacón, tú mismo y alguno más que ahora no me acuerdo, en los Jesuitas de Gijón, Gerardo Marcos en León con los Maristas; Nel Cuesta, en Oviedo con los Dominicos (por cierto dale un fuerte abrazo cuando lo veas) y el resto también con los Dominicos pero en Corias… estábamos esperando que llegaran las vacaciones para, además de vernos y comentar nuestras aventuras trimestrales, buscar el momento propicio para  intercambiar conocimientos sobre nuestros hallazgos guitarrísticos en un autodidactismo en el que la comunicación era casi inexistente. Solamente Marcos tenía alguna posibilidad de adquirir aquellas joyas grabadas en discos de colores: Blue Diamonds: Ramona, te cantan todos al mirar, Ramona, tus lindos ojos verde mar… otro mensaje para aquel platónico amor primero.

Fue en esa época cuando creamos una pequeña rondalla (Puente, Modesto, Gerardo Marcos, tú y yo) que intentara alegrar un poco las calles en tiempos señalados como en la Navidad.  Luego se sumarían a los ya citados Pacuti, César Manuel el de Pacho el Guardia –dile que no lo olvidamos–, Luis el de la peluquera, quien por cierto aparece en una foto en la cruz del Acebo que ahora circula por ahí y en la que estamos además, Nel Cuesta, Modesto Freije, Secundino y nosotros dos…bueno que me despisto, sigo con los de la “tunilla”: Miguel Ángel Quevedo, Jorge el cubano, ¡sí hombre,  te tienes que acordar! El sobrino de Concha, Avelino, José Manuel el barbero, los hermanos Suárez-Cantón… después Domingo Otero nos vestiría de tunos para rondar a nuestras queridas compañeras y musas, una de ellas está por esos campos floridos, dale muchos besinos a Olguita.

Este primer encuentro musical, (por cierto bendecido por una gran personalidad canguesa, Carlos Graña),  nos llevaría a otro nivel como era convertir en realidad la romántica idea de formar un grupo de música moderna y convertirnos en grandes figuras. Ramón Blanco fue sin duda el gran impulsor. Después traería a Miguel A. Cabanellas y a Elías Carsi, quienes reforzaron exponencialmente el grupo con ideas y técnicas “capitalinas”.

Complicado llevar una cronología porque constantemente me vienen a la memoria momentos irrepetibles.

Hay otra canción que en ti hizo mella a pesar de la diferencia generacional. Verás, te recuerdo: Confitería Rey, en la parte de atrás, aquel comedor polivalente en el que también se celebraban populares saraos y en las horas muertas de tardes vacías, largas partidas de cartas y como música de fondo en aquel antiguo y enorme “pic up” el inolvidable tango de Gardel y Lepera “Volver”, que llegaría a ser una de tus mejores creaciones…. Sentir, que es un soplo la vida, que veinte años no es nada…   Pepe, pasaron ya más de cincuenta.

Bueno ¡qué me dices de “Dieciséis toneladas” primero en la versión inglesa de “The Plater´s” y luego aquella más asequible para nuestras posibilidades de José Guardiola de nuevo, por cierto, ¡qué extraño era oír en la voz de un chaval, un tema con tesitura tan grave! Bueno en realidad tu voz de registro de bajo, con peculiar trémolo no dejaba indiferente a nadie, además por su versatilidad, pongo por ejemplo y como contraste tímbrico, los temas que tanto cantaste de aquel prodigio de mensajes quinceañeros y de timbre aniñado, Adamo: …Tu amor de noche me llegó y un claro día se me fue, maldigo el sol que se llevó, tus juramentos y mi fe.  También aquella otra: Mis manos en tu cintura, pero mírame con dulzor, porque tendrás la aventura de ser tú… mi mejor canción… también creabas un clima especial con “En bandolera” y también,”Inch Allah”, tus fans llegaban al paroxismo dejando al resto de Los Murciélagos, huérfanos de éxito.

Fue después tu ídolo, Joan Manuel Serrat, de quien bordaste (siempre en petit comité y con tu guitarra como único acompañamiento) el poema de Alberti: Se equivocó la paloma, se equivocaba, por ir al norte fue al sur, creyó que el trigo era agua, se equivocaba… o aquel doloroso canto de Antonio Machado al Cristo de los gitanos que siempre nos dejaba emocionados.

Sería también la canción italiana en su época de esplendor, cuando poema y música iban de la mano y la inspiración melódica, su indeleble sello: …más allá de las cosas más bellas, más allá  de las estrellas, estás tú Al di la… canción que  incorporaste a nuestras vidas, creo que el autor e intérprete era Emilio Perícoli.

Pero el verdadero bombazo vino a nuestras vidas en primer lugar de la mano de Pucho Boedo, cantante de  los “Trovadores de la Coruña”, luego sería la versión quizás más difundida en Cangas, la de Marino, “vocalista” de la “Orquesta Nopal” pero tú cogiste la antorcha para llevarla a otra dimensión, me refiero naturalmente a aquel homenaje a la figura de Gary Cooper: “Gary”: …Ya estarás cabalgando por rutas estrelladas, la serena mirada del que ve más allá… Nunca pusiste un pero ni un solo atisbo de hastío ante las miles de veces que se te demandó su discurso, siempre la interpretabas como si fuera primicia.

¿Qué me dices ahora de los lugares donde transcurría todo esto? Ya hablamos de la confitería Rey, me viene el recuerdo del cine “Toreno”, desde cuya perrera volaban hacia el patio de butacas toda suerte de objetos que perfectamente y en parábola de guerra táctica practicaban algunos líderes de las tinieblas; El Club, donde menos dormir, vivíamos bajo la tolerante mirada de nuestro Tino; El Julter, parientes tuyos, la vanguardia, la modernidad, Teresa y Julio  de  eternas sonrisas y miradas condescendientes; La sala y cine Trébol, testigos de primeras manitas, la discoteca que con gran tacto y paternalismo dirigiera El Habanero; “Los Faroles”; decía el escritor Paul Eduard: Hay otros mundos, pero están en éste,  efectivamente Cándido Reitán descubrió mundos paralelos que nos dio a conocer como la tolerancia, la confianza, despreocupación… ¿Qué decir de Casa Lola, la de Llano, quien con maternal trato nos daba cobijo a cualquier hora y donde la habilidad del Morocho se convertía en suculentas meriendas de truchas; o Casa Sotero, sidra, rana, escarceos amorosos, pantagruélicas meriendas… Avellanas en los Nogales; fiestas y más fiestas, Corias, Llano, La Regla, Besullo, El Acebo compartido con El Avellano de Pola, San Roque en Tineo, brumosa romería en la que los voladores sonaban… lejos. También trabajando en las Fiestas del Carmen bajo la dirección de Alfonso Rueda, al que te encontrarás ayudando a los demás a ser más felices, o financiando cualquier acto festivo de renombre, un abrazo para él también… y bueno,  para todos los que por ahí están y que irás encontrando.

¡Cuántos momentos felices! ¡Cuántas reuniones de amigos alrededor de una copa para hablar de temas intrascendentes, sin importarnos lo más mínimo de los posibles logros propios o ajenos! Lo importante era simplemente vernos, aunque fuesen largas las temporadas sin saber de cada cual, en el mismo instante del reencuentro aparecía el primitivo instinto, la ancestral llamada de la camada que nos impregnaría con el olor de siempre, el de nuestra infancia que seguirá en nosotros como un marchamo marcado a fuego.

¡Cuántos éxitos en todas cuantas salas tocamos! Totalmente rendida la juventud del valle de Laciana: Caboalles, Villablino, Villaseca… hasta Ponferrada, donde tanto en el Club de Tenis como en el Casino éramos recibidos con los brazos abiertos, pero también  Gijón, Luarca, Ribadesella y un larguísimo etc. fueron destinos donde hicimos felices a aquella irrepetible generación nuestra.

¡Cuántas anécdotas! Desde cantar la misa en la fiesta de Villar de Naviego… recuerdas al cura: “Ustedes son los músicos y los músicos, en este pueblo, cantan la misa” (menos mal que nuestro pasado en colegios de frailes facilitaron el compromiso, así como la buena voluntad del sacerdote)… o aquella vez que perdimos los instrumentos (mal atados en el escaso espacio del Land Rover) en el Puerto de Leitariegos, por suerte había medio metro de nieve que amortiguó la caída… o cuando una simpática paisanina, se acercó al templete improvisado donde apenas cabíamos para decirnos una de las mejores críticas: “Hay que ver, sonan como na radio”.

Viene ahora inexorable la parte que yo más temía desde el principio y que no es otra que la de la despedida, la de decirte lo huérfanos que nos has dejado a tantos y tantos amigos que te han querido y que se sintieron por ti también queridos… amigos que seguro tendrán para el resto de sus vidas el recuerdo de una persona íntegra, cordial, afectuosa, aunque a veces te costara expresarlo… un amigo, un hermano al que me permito en nombre de todos cuantos te queremos, decirte que pronto nos volveremos a ver y correremos y jugaremos a “pídola”, a “cuchi teje ojo”, a “tres marinos a la mar” y a tantas y tantas cosas… en aquel paseo con tres hileras de plátanos de sombra, a la escasa luz de las farolas escondidas entre sus hojas, donde diseñábamos incursiones a las huertas de frutales para partirnos de risa después, contando nuestra propia y novelada experiencia. ¡Hasta siempre! 


Esta carta fue escrita como un homenaje póstumo a Pepe Rengos de todos sus amigos. También se ha escrito con la finalidad de decirle adiós al amigo y enviarle un abrazo fraternal de parte de todos quienes le han querido y un agradecimiento de los que se sintieron queridos por él.

El pasado mes de agosto, se reunieron en Cangas un número importante de estas personas. La finalidad de esta reunión, a parte de volver a disfrutar de la compañía de unos con otros después de muchos años, era hacerle una especie de homenaje en vida a Pepe Rengos pero, sin que él lo supiera, ni antes, ni después. Su delicado estado de salud ya no le permitiría asistir, aunque como podemos observar en el siguiente audiovisual, estuvo presente en el recuerdo y la memoria de todos los asistentes.

Descanse en paz Pepe Rengos y a su familia, nuestro sentimiento de condolencia.


Bienvenidos a casa


Rotundo éxito de la III Marcha Cicloturista ‘Luis Pasamontes’

Oscar Pereiro y Luis Pasamontes durante la marcha

En junio de 2014 se celebró la III Marcha Cicloturista «Luis Pasamontes» organizada por la Asociación Cicloastur (ACA) de Cangas del Narcea.

Desde el viernes en la localidad de Cangas del Narcea, se respiraba ciclismo, y del bueno. A las 8 de la tarde en el Teatro Toreno, se celebraba la charla «Algo más que ciclismo». En ella se recogían alimentos para Cruz Roja a la entrada y se sorteaba una bicicleta MMR para la Asociación de Discapacitados de Cangas del Narcea.

Willy Mulonia, ciclista aventurero que dio la vuelta al mundo por los derechos humanos, compartía con los asistentes su bonita historia vivida con una familia del Puelo, la cual le acogió y le albergó durante su paso por Cangas del Narcea. Un emotivo relato, que emocionó a todos los asistentes.

También se hacía un homenaje al ganador del Tour de Francia 2006, Óscar Pereiro, plagado de sorpresas. Un vídeo donde Alberto Contador, Perico Delgado, Alejandro Valverde, Luis Penido y muchos más le mandaban un saludo y le deseaban que disfrutara de lo que estaba viviendo en Cangas del Narcea. Un lleno absoluto del teatro, confirmaba la pasión de los asturianos en general y de los cangueses en particular por este deporte.

El sábado a las 9 de la mañana cerca de 400 ciclistas tomaban la salida en la céntrica calle Mayor de la villa, donde todos los escaparates de comercios lucían algún motivo relacionado con el deporte de las dos ruedas.

El pelotón emprendía camino bajo la lluvia, hacia el puerto del Pozo de las Mujeres Muertas, Alto del Connio y el Santuario del Acebo, junto a sus ídolos: Chechu Rubiera, Óscar Pereiro, Carlos Barredo, Roberto Alcaide o el propio Luis Pasamontes…115 km por un territorio de bosques configurados por una masa mestiza de hayas y robles, que se entremezclan con abedules, avellanos, fresnos, tejos milenarios y acebos, y que tiene su máxima expresión en el Bosque de Muniellos, reserva natural de la biosfera, que hicieron que todos y cada uno disfrutaran de un precioso paisaje.

A la llegada, todos degustaron una estupenda parrillada de carne, embutido y postre de la tierra, regado con vino de la Tierra de Cangas del Narcea.

A continuación publicamos un vídeo del inicio del exigente ascenso al Santuario de Nuestra Señora del Acebo.



Rosa Fernández y los héroes olvidados de la montaña

Purificación Suárez, Rosa Fernández, Dawa Shiri y Noelia Rojo, en el refugio del Meicín, Tuiza de Arriba, Asturias

La canguesa Rosa Fernández fue la primera mujer española en ascender los siete picos más altos de todos los continentes. En su segundo intento, en 2005, alcanzó la cumbre del Everest por la cara norte. Un grupo de sherpas la manteó, mostrando así su admiración por la fortaleza exhibida en una ascensión realizada en condiciones de extrema dureza. «No es sólo la montaña más alta del mundo, también la más cara», explicaba a los niños de un colegio santanderino en un reportaje publicado en ‘El Diario Montañés’ tras su expedición. El sueño le costó unos 20.000 dólares, una cifra bastante más elevada de la que cobran los sherpas por llevar a los alpinistas hasta la cima. «He visto expediciones de 20 personas que viajaban con 40 sherpas. Mueren muchos, pero las autoridades nepalís no hacen públicas estas bajas», reconocía por aquel entonces la montañera.

Hoy Rosa inicia, según sus propias palabras, «un agradable viaje a Nepal; corto y relajado si lo comparo con mis habituales visitas al Himalaya para desafiar a sus ‘ochomiles’. Voy, además, bien acompañada: Noelia y Puri, dos grandes amigas y deportistas del club Una a Una, compartirán conmigo esta experiencia».

La canguesa, junto con su sherpa Dawa, aprovechará este viaje para reunirse con familiares de algunos de los sherpas fallecidos a mediados de este mes en la desgraciada avalancha del Everest, que acabó con la vida de al menos trece guías locales. «Conocía a algunos de los que murieron, iremos a darles el pésame y tratar de ayudar», expone esta montañera, cuyo guía habitual, Dawa, estaba en el campo base cuando se produjo el alud.

Un sherpa transportando la carga desde uno de los campamentos base situados en el Everest, el pico más alto de la Tierra

Jueves 17 de abril por la noche. Ankaji telefoneó a su hija Chhechi para explicarle que se dirigía al campamento II del Everest. «Reza bien por mí», le pidió. Antes de acometer la que hubiera sido su novena ascensión al pico más alto de la Tierra (8.848 metros), el sherpa de 37 años quiso mostrarse tranquilo. Todo parecía bajo control. Nada hacía presagiar que sería la última vez que la joven escucharía a su padre con vida. Unas horas más tarde, una terrible avalancha provocaba la tragedia.

«Nos dirigíamos al campamento base II cuando un gran bloque de hielo se desprendió de la montaña. No pensé que podría sobrevivir y estoy muy feliz por haberlo hecho», narró Wangdi Sherpa, uno de los supervivientes, desde la cama del hospital. Un testimonio desgarrador que ofrece una idea sobre el desgraciado suceso. A unos 6.200 metros de altura, entre 50 y 60 sherpas se dirigían del campamento base I al II para preparar el terreno para los montañeros extranjeros con los que trabajaban, cuando se desprendió un gran bloque de hielo y unos 20 sherpas fueron sepultados. El alud causó la muerte de 13 miembros de esa comunidad en lo que ha sido considerada la jornada más negra de la historia del país con mayor tradición alpinista del mundo.

Todas las víctimas eran alpinistas nepalíes experimentados que ofrecen una ayuda fundamental para los extranjeros que aspiran a escalar el Everest. Chhechi tiene dos hermanas y tres hermanos menores, uno de los cuales se fue hace poco a un monasterio budista para convertirse en monje. Al dolor infinito por la pérdida irreplazable de su padre, se suma ahora la incertidumbre sobre la supervivencia de la familia, cuyo único ingreso se reduce, en la mayoría de los casos, al trabajo del guía en la montaña.

Las expediciones al Everest se han cancelado tras la tragedia vivida por los sherpas. Y, sobre todo, por la actitud del gobierno nepalí hacia este colectivo. «Por lo que me cuentan, las familias han recibido sólo 400 dólares de indemnización por fallecido», lamenta Rosa. «Yo espero que con todo lo que pagamos quienes vamos allí el Gobierno sea capaz de establecer unos seguros más potentes…», plantea.

La montañera canguesa, de 54 años, acude a Langtang junto con otras dos asturianas, la gijonesa Noelia Rojo, y la ovetense Purificación Suárez. «La idea que tenemos es ascender un ‘cinco mil’ en la zona de Langtang», detalla Rosa, quien comenta que para sus dos acompañantes será su primera ascensión en el Himalaya. «Empezaron a hacer montaña hace poco, el año pasado», y añade: «intuyo que lo pasaremos bien. Puri y Noelia conocerán de primera mano la buhardilla de ese increíble edificio llamado Tierra, y yo lo disfrutaré con ojos nuevos: sin desafíos al límite de lo inhumano, sin responsabilidades, sin miedo».


30/04/2014

Juventud y Deporte en Cangas del Narcea entre 1960 y 1978

Frade con tres deportistas cangueses

[Manuel Pérez Frade (Limés, 2 de febrero de 1933 – Oviedo, 24 de agosto de 2004), conocido por sus amigos y alumnos como “Frade”, fue el primer profesor de Gimnasia o Educación Física que hubo en el concejo de Cangas del Narcea. En estas memorias escritas en 1998 relata su actividad en pro del deporte en Cangas del Narcea en tres ámbitos: 1. Profesor en el Instituto Laboral de Corias y, a partir de 1968, en el Instituto Nacional de Enseñanza Media, 2. Fundador de la Organización Juvenil Española (O.J.E.) y 3. Promotor de los primeros cursillos de esquí en el Puerto de Leitariegos].

NOTA: Las fotografías publicadas en este artículo pertenecen a la familia Pérez García.

 

I) RECUERDO DE MI ÉPOCA DE DIRIGENTE JUVENIL EN CANGAS

Buceo en mi memoria (que ya empieza a flaquear) y quiero rememorar aquellos tiempos de hace veintitantos años, en que mi mayor ilusión era procurar ilusionar a la juventud en su formación tanto física como intelectualmente. Me ayudaron a ello mis estudios de magisterio, que me dieron los conocimientos necesarios, la pedagogía y la metodología para impartirlas.

Frade cuando era profesor de Educación Física en el Instituto Laboral de Corias, h. 1970

También practiqué el deporte, especialmente el atletismo, lo que me dio base para hacerme Monitor Nacional de atletismo, balonvolea, balonmano, baloncesto y Maestro Instructor de Educación Física.

Cuando llegué a Cangas del Narcea en 1960, destinado a la Escuela Nacional de Limés en mi calidad de maestro nacional, tenía que buscar horizontes más amplios para trasmitir a la juventud mis conocimientos de Educación Física. Fui nombrado Delegado Local de Juventudes de Cangas y así empecé a relacionarme con la juventud canguesa.

Mis primeros pasos como profesor de Educación Física, a parte de los desarrollados en la escuela, fueron en el Instituto Laboral de Corias, donde impartí clases de Educación Física durante 15 años. Tengo gratos recuerdos de mi época de profesor de Corias. Recuerdo con cariño y simpatía al prior en aquella época, al Padre Basilio Cosmen, y a otros muchos padres dominicos que pasaron por las aulas de aquel Instituto Laboral, foco de cultura durante muchos años de la zona de Cangas.

Frade con el equipo de baloncesto del Instituto Laboral de Corias

En 1968 fui nombrado profesor de Educación Física en el recién creado Instituto de Enseñanza Media de Cangas del Narcea. Nuevos alumnos, nuevos profesores, nuevo horario, más trabajo. A este Instituto le tengo especial cariño, porque lo considero como algo en que tomé parte en su gestión, construcción y puesta en funcionamiento, al ser yo en aquella época concejal de Cultura del Ayuntamiento, siendo alcalde don José Flórez Sierra, que, junto con toda la corporación, luchó para conseguir el Instituto de Enseñanza Media para Cangas. Quiero recordar también a don Benedicto Nieto, Delegado Provincial de Segunda Enseñanza, que también contribuyó a conseguir el Instituto.

Durante diez años (1968-1979) impartí las clases de Educación Física en el Instituto de Cangas, y debido a la relación con la juventud, como Delegado Local, se creó la Organización Juvenil Española (O.J.E.). El Ayuntamiento nos cedió un local en la parte de atrás de su edificio, una torre del palacio, que comprendía una planta baja y una habitación alta donde instalamos el Hogar de la O.J.E. Me ayudaron mucho en aquella época, entre otros, Sandalio Gurdiel, Arce, Faustino, Cordero, Linares, Berlín y otros muchos que sus nombres sería muy largo enumerar.

Voy a tratar de recordar las actividades de la juventud de Cangas de aquella época, divididas en tres apartados: educación física en los institutos, actividades de la Organización Juvenil Española y promoción del esquí en Leitariegos.

 

II) LA EDUCACIÓN FÍSICA EN LOS INSTITUTOS DE CORIAS Y CANGAS EN EL PERIODO DE 1961 A 1978

Frade (cuarto por la izda. de pie) con un equipo del Instituto Laboral de Corias

En aquella época, la Educación Física en la enseñanza estaba poco valorada y estaba considerada como una asignatura de las llamadas “marías”, o sea que se le daba poca importancia en el sistema de educación vigente. Desgraciadamente hoy seguimos casi igual, aunque hay más medios.

En mis clases procuré ponerla al mismo nivel que las demás asignaturas, trabajando en clase y, al mismo tiempo, exigiendo los niveles mínimos para aprobarla. Esto me acarreó bastantes problemas con algunas madres que consideraban la Educación Física como un entretenimiento y no como algo necesario y fundamental para la formación completa de sus hijos.

Con esta filosofía logré al cabo de algún tiempo que los alumnos y los padres tomasen conciencia de que la Educación Física era tan necesaria para el desarrollo completo y armonioso de los alumnos como cualquiera de las otras asignaturas. Procuré hacerla lo más agradable y lúdica posible para que los alumnos se divirtiesen en clase. Recuerdo que lo que peor llevaban, la mayoría de ellos, eran las carreras de precalentamiento (en el caso de Corias eran al Chandeo y en Cangas “a los pinos”, en la carretera que va a Besullo), para después realizar los ejercicios específicos de gimnasia o la práctica de cualquier deporte.

En el Instituto Laboral de Corias, por ser el primero que existió en Cangas y en el primero que empecé a dar clases, empezamos a participar en los Campeonatos Provinciales de Institutos Laborales. Los alumnos de Corias fueron campeones en muchas disciplinas deportivas, especialmente en “campo a través” (recuerdo campeones como Rufino, Parrondo, Tino el de Trascastro y otros muchos). En velocidad y altura podemos destacar a Eduardo Villamil. Alcanzamos un año el subcampeonato de Asturias en balonmano y otros muchos triunfos en baloncesto y atletismo.

Cuando empezó el Instituto de Segunda Enseñanza en Cangas, la base de los alumnos que venían de las escuelas, en lo referente a la Educación Física, era casi nula. En aquella época no había maestros especializados en esta materia, y los que si estábamos formados éramos muy pocos y casi todos en las capitales y villas grandes. En los pueblos rurales, la Educación Física que impartían algunos maestros la tenían que desarrollar en las calles y plazas del pueblo o en los caminos.

Frade con un equipo de baloncesto y otros alumnos del Instituto de Corias

A pesar de todos estos inconvenientes y añadiendo uno más, no el más importante, pero sí uno de los mayores: la falta de instalaciones deportivas y lugares apropiados donde impartir la Educación Física. ¡Cuanto frío hemos pasado en el patio de Corias y en los sopórtales del Instituto de Cangas!

En el Instituto de Cangas no había campos para practicar ningún deporte cuando se inauguró, a excepción de un pequeño campo de futbol. Para jugar a baloncesto los alumnos y el profesor tuvimos que allanar, a pico y pala, un trozo de terreno, recubrirlo de tierra cribada por nosotros mismos y apisonarla para poder jugar; claro que en cuanto llovía se convertía en una pista de patinaje. Las canastas las pagó el Instituto, gracias al director Ginés, y las hizo un taller de la villa. Más tarde se logró cubrir aquel campo de tierra con cemento y hacer otros dos, uno de balonvolea y otro de balonmano. También se fue consiguiendo material deportivo de gimnasio (potro, plinto, espalderas, saltometros, colchonetas para saltos, bancos suecos y otros materiales). Se construyeron unas duchas fuera del edificio, pues en el propio edificio del Instituto solo había una ducha de agua fría.

Pronto empezamos en el Instituto de Cangas a participar en los Juegos Escolares organizados por la Delegación Provincial de la Juventud. Lo más difícil era conseguir las ayudas para pagar los desplazamientos a otros lugares de Asturias (Oviedo, Gijón, Salas, Tapia de Casariego, etc.). Como muchas veces no había ayudas para los desplazamientos,  todos los años organizábamos unos campeonatos en el mismo centro, en los que se formaban equipos de los diversos deportes en los diferentes cursos; también había competiciones entre los Institutos de Cangas y Corias.

Creo que el deporte que más cuajo en Cangas, aparte del fútbol, fue el baloncesto. Antes de la creación del Instituto no había una canasta de baloncesto en Cangas, aparte de las de Corias. Recuerdo algún equipo de los cursos de entonces, el del año 1976:

– C.O.U.: Magadán,  Naveiras, Juan Bautista, Miguel, Roberto, Gil, Manolo, Félix.
– 6°A: Linares, Ventura, Tino, Cachón, Fernando, Manuel, Cordero, Quico.
– 6°B: Enrique Tejón, Raúl, Toño, Cesar, Ignacio.
– 6°E: Vega, Brañas, Luis, Muñiz, Parandones.

Frade en El Reguerón en una entrega de premios con la profesora del Instituto Elia Porriño, h. 1972

Entre los buenos jugadores de baloncesto recuerdo a algunos como Magadán, Domingo, Linares, Manuel, Faustino, Manolo, Cordero, los hermanos Cachón (Gaucho), Verano, Morodo, Carlos Menendo, Sergio y otros muchos que sería muy largo enumerar.

Estos campeonatos y los cross organizados por las calles de la villa tuvieron mucha aceptación y gran competitividad entre la juventud canguesa.

A pesar de los pocos medios de que disponíamos, tanto en instalaciones deportivas y material como en  medios económicos para los desplazamientos para competir con otros institutos en los distintos campeonatos que se organizaban en Asturias, creo que en Cangas se logró crear un muy bueno y alto nivel de ambiente deportivo en muchas especialidades deportivas, que anteriormente solo estaba reservado al fútbol. Cangas del Narcea solo se conocía deportivamente por su equipo de fútbol, desde que empezó el Instituto comenzó a sonar ya en otros deportes.

Quiero también exponer aquí la transformación que sufrieron las clases de Educación Física en el curso de todos aquellos años. En un principio la Educación Física se desarrollaba en orden cerrado, filas simétricas y ejercicios en estado estático, siempre ocupando un mismo lugar. Incluso la carrera se realizaba en fila, con ritmo atlético pero todo muy uniforme (podríamos decir que estaba militarizada). Más tarde se fue cambiando el espíritu de las clases, haciéndolas más dinámicas, más alegres, en las que un mismo ejercicio servía para desarrollar varios músculos al unísono y se suprimía aquella rigidez del orden cerrado, convirtiéndose en una clase más eficaz y de desarrollo muscular más intenso. En los primeros años siempre se realizaban en los días conmemorativos exhibiciones de tablas gimnásticas, que eran muy plásticas, pero más tarde se sustituyeron por pruebas de atletismo y cross, que eran más dinámicas.

Con estos pequeños apuntes he querido recordar lo que se hizo por el deporte en los institutos de Corias y Cangas durante aquellos años.

 

III) CREACIÓN DE LA ORGANIZACIÓN JUVENIL ESPAÑOLA (O.J.E.) EN CANGAS DEL NARCEA. SU DESARROLLO Y ACTIVIDADES QUE SE REALIZARON

Frade en una entrega de premios en el Parque de Cangas del Narcea, detrás del Ayuntamiento, h. 1971

Al ser nombrado Delegado de la Juventud de Cangas, además de la formación laboral de los aprendices en las empresas, que dependía de la Delegación de la Juventud y que organizaba cursos en colaboración con los sindicatos, mi otra actividad prioritaria fue poner en funcionamiento la Organización Juvenil Española en Cangas del Narcea.

Como ya mencioné, nos fue concedido por el Ayuntamiento un local que anteriormente había servido como Hogar del Frente de Juventudes, en el mismo edificio del Ayuntamiento. Después de pintarlo y adecentarlo nosotros mismos, los pocos que éramos en un principio, y con los pocos muebles que teníamos, se logró hacerlo medianamente habitable.

En este local se hicieron las primeras reuniones de jóvenes de todas las edades que se acercaban a ver que era aquello de la O.J.E. Cuando se llegó a cerca de 50 afiliados se nombró la primera junta juvenil de la O.J.E. de Cangas del Narcea. Puedo citar alguna de estas juntas, que se iban renovando cada cierto tiempo por diferentes circunstancias. Una de ellas, en el año 1972 o 1973, estaba compuesta de los siguientes afiliados:

– Jefe local: José Linares Blanco
– Jefe de hogar: José Luis García
– Secretario: Juan Carlos Cordero
– Vocales: Javier Uría, Faustino Menéndez, Fernando González y Jesús Ledo.

Los años que funcionó la O.J.E. en Cangas  realizó muchas actividades tanto culturales como deportivas, organizando concursos o participando en competiciones deportivas. Culturalmente, aparte de charlas y debates que se organizaban en el hogar de ámbito puramente interno, se organizaron exposiciones de postales navideñas que se celebraron en el salón de plenos del Ayuntamiento, en las que participaban todos los escolares de Cangas y las escuelas rurales. Se participó en concursos de pintura al aire libre (recuerdo uno celebrado en Luanco donde se consiguieron varios premios), y se realizaron concursos literarios y actividades de todo tipo.

En 1976 se creó una revista titulada “Juventud”, que aunque tuvo pocos números fue una experiencia interesante. La revista constaba, además del editorial de primera página, de artículos sobre diversos temas, pero principalmente estaban relacionados con el Instituto, dado que todos los redactores pertenecían a dicho centro. Salieron a la luz seis números cuyo director fue Faustino Menéndez Menéndez, que fue el alma de la revista. Adjunto remito fotocopias de los cinco editoriales de los primeros números. En ellos viene reflejada, a grandes rasgos, la ideología de la O.J.E. y lo que pretendía aquella revista.

En esta revista se escribieron artículos, información deportiva, temas relacionados con el Instituto, entrevistas, temas históricos y de opinión. Quiero destacar la sección “En serio y en broma”, donde la crítica, bastante ácida, del director de la revista Faustino, no dejaba títere con cabeza en temas relacionados con el Instituto y sus profesores. También la sección de humor, con unas viñetas a veces estupendas, aunque los chistes eran regularcillos, y la página de pasatiempos, de crucigramas y otros entretenimientos.

La revista fue sufragada por la Delegación de la Juventud Local en cuanto a coste económico de clichés y papel, y se imprimía en la multicopista del Instituto. Como dije anteriormente, la revista fue una experiencia interesante y positiva donde aquellos jóvenes, aprendices de periodistas, expresaban sus ideas sin cortapisas ni censura alguna.

Frade y un equipo de baloncesto

Donde la O.J.E. de Cangas obtuvo los mayores triunfos fue en el campo deportivo, en los Juegos Provinciales celebrados todos los años en distintas localidades asturianas: Oviedo, Gijón, Avilés, etc. Recordaremos algunos de los campeones de estas competiciones en diferentes pruebas de atletismo: Verano en 400 m.,  Domingo Corrales en altura y 1.500 m., Faustino en longitud y 100 m., Morodo en 100 m., Tino de Trascastro en 5.000 m. y otros muchos que dejaron el pabellón de Cangas muy alto, a pesar de que en aquel tiempo no teníamos instalaciones deportivas adecuadas de ningún tipo, excepto para el cross que se podía realizar por los alrededores de la villa. En las demás disciplinas de atletismo  teníamos que ingeniárnoslas para poder entrenar, haciendo nosotros mismos un foso de salto de longitud, altura sobre colchonetas siempre escasas, los 100 metros eran raquíticos, y en 200 y 400 metros no teníamos donde entrenar.

También es necesario mencionar el buen papel desempeñado casi siempre por el equipo de baloncesto (Campeones de Asturias en el año 1973 en categoría juvenil).

El pequeño presupuesto de que disponía la Delegación Local de la Juventud había que estirarlo tanto para poder realizar todas estas actividades, que muchas veces viajábamos a crédito. El problema que siempre tuvimos en Cangas para competir en los Campeonatos Provinciales, que siempre se realizaban en el centro de Asturias, en lugares donde había instalaciones deportivas, era el del transporte, por encontrarse Cangas tan alejada de esos lugares. Por todos estos motivos, algunos años tuvimos que conformarnos con hacer campeonatos en la misma localidad.

En resumen, creó que la labor de la O.J.E. de Cangas, teniendo en cuenta los medios de que disponíamos, fue fructífera. Nunca se pretendió politizar a sus afiliados en ningún sentido, y la prueba de ello es que conociendo hoy los cargos que algunos de aquellos ostentan en el arco iris político existente, se comprueba que la influencia fue nula.
En aquella época también empezó a funcionar en Cangas una sección de la Cruz Roja Española, de la que formaron parte muchos afiliados a la O.J.E. que realizaban servicios en carreteras, competiciones deportivas, urgencias de los pueblos y otros muchos servicios. El que llevó esta sección durante mucho tiempo fue Pepe Gayón.

 

IV) PROMOCIÓN DEL ESQUÍ EN EL PUERTO DE LEITARIEGOS EN LOS AÑOS 60-70 Y ACTIVIDADES REALIZADAS EN EL ALBERGUE DE LA O.J.E.

Grupo de esquiadores de un cursillo en El Puerto de Leitariegos, h. 1971

A 35 km. de Cangas del Narcea, en la carretera que va a León, se encuentra el Puerto de Leitariegos, con una altura de 1.525 m. en la carretera y 2.007 m. en la cota más alta que es Cueto de Árbas.  Es, así mismo, puerta a la provincia de León.

Es un puerto en que cargaba mucho la nieve. Recuerdo años que en la carretera llegó a tener la nieve un espesor de 5 metros.  Y aunque no tiene grandes pistas ni grandes desniveles, es un lugar idóneo para practicar el esquí de base y de divertimento, además de no estar muy alejado de la villa de Cangas.

En dicho puerto poseía la Diputación de Oviedo una casa dedicada al cobro de las antiguas tasas provinciales. Al desaparecer estas tasas entre provincias, dicha casa quedó deshabitada. La Delegación de la Juventud Local de Cangas pidió al Ayuntamiento que solicitase la cesión de dicho edificio como albergue juvenil de la O.J.E. Después de muchos trámites así se hizo y la gestión llegó a buen fin.

La casa estaba en bastantes malas condiciones al llevar abandonada algunos años. Se hicieron algunas reformas: arreglar el motor del agua; poner contraventanas exteriores para combatir el frío; arreglo de las dos cocinas que tenía, que era la única calefacción de que disponía el albergue; limpieza y pintura del interior del edificio; arreglo del tejado y otros pequeños arreglos que hicieron falta.

Con esto quedó el albergue bastante habitable, pero sin mobiliario a excepción de una mesa y unas sillas. La Delegación Provincial de la Juventud amuebló el albergue con literas, colchonetas, mantas y menaje de cocina.

Desde entonces ya se empezaron a realizar actividades de montaña y, por el invierno, cursillos de esquí. En un principio estos cursillos fueron provinciales, pues en Cangas había poca afición al esquí; más tarde los cursillos ya eran solo locales, pues ya había bastante afición en la localidad. Los cursillos de esquí se empezaron a impartir en los años 60 y así, poco a poco, la afición al esquí se fue incrementando.

Los fines de semana invernales y en primavera el albergue siempre estaba ocupado. El albergue fue de toda la juventud,  ya fuera de Cangas o de la provincia, y nunca se pidió a nadie que perteneciese a la O.J.E. para poder usarlo el tiempo que solicitase.

Recuerdo anécdotas del primer cursillo que se celebró en el albergue de Leitariegos. Era Semana Santa, el cursillo duraba siete días, y el monitor y parte de los cursillistas venían de diferentes partes de Asturias. El día que empezaba el cursillo ya estaba bastante nevado y empezó a nevar por la mañana, todo el día nevando; a las 6 de la tarde, que era la hora de concentración en Cangas, ya había una nevada considerable. Alquilamos un jeep para subir al Puerto, pero había tanta nieve en la carretera que nos tuvo que dejar a 2 km.; la nieve ya le daba por mitad del parabrisas. En recorrer aquellos 2 km, cargados con los esquís y las mochilas de cada uno y la ropa necesaria, con un espesor de l,5 a 2 metros de nieve blanda, tardamos tres horas en llegar al albergue.  Estuvimos siete días completamente incomunicados, con un tiempo de sol magnífico. El último día el Ayuntamiento mandó una pala quitanieves para sacarnos de nuestro encierro, lo que ya no era necesario pues todos bajamos esquiando hasta Vallao, donde nos esperaba el coche. La mayor parte de los cursillistas era la primera vez que ponían los esquís. Las comidas nos las servían en Casa Agosto, aunque algunos días sin pan.

Seguimos organizando cursillos durante varios años, los últimos ya eran solo locales pues la afición al esquí ya había calado en Cangas y había que organizarlos con diferentes niveles de aprendizaje. La mayor parte eran niños que subían desde Cangas en autocar y regresaban a casa a pernoctar; la comida nos la servía el Parador.

En los primeros años,  al no haber medios de arrastre, subíamos con los esquís al hombro para después bajar esquiando: tiempo de subida 40 ó 50 minutos y de bajada esquiando máximo 5 minutos. Era un ejercicio que requería mucho esfuerzo, pero la ilusión de aprender y el placer de la bajada suplían con creces el esfuerzo de la subida.

De la zona de León (Villablino, Ponferrada…) afluían muchos esquiadores, que llevaban más tiempo practicando el esquí que los de la zona de Cangas, y también las autoridades provinciales leonesas hicieron mucho más, y siguen haciendo, que las de Asturias por la promoción de Leitariegos como estación de esquí.

En los años setenta se celebró en Leitariegos una asamblea conjunta de los ayuntamientos de Cangas, Villablino y Ponferrada y las Diputaciones de León y Asturias, a la que asistieron los delegados de Turismo de ambas provincias, en la que se dijeron bellas palabras y muchas promesas de todas las autoridades allí reunidas, en cuanto a la necesidad de promocionar Leitariegos como estación de esquí. Se sellaron todos aquellos acuerdos con una suculenta y calorífica comida, ofrecida por el Ayuntamiento de Cangas en la escuela de Leitariegos.

Por parte de Asturias todo aquello quedó olvidado, pues todas las inversiones para la promoción del esquí en Asturias se quedaban en la Estación de Pajares retenidas por el Sr. Valonare. La Diputación de León sí hizo algo, y creo que sigue haciendo, montó un telesquí y construyó un parador. En Asturias, con las bellas palabras y muchas promesas y la buena comida (de la cual todo el mundo salió satisfecho), se olvidó todo; aunque algunos siguiéramos reclamando todo aquello que se había dicho allí, las gestiones cayeron en tierras estériles.

Hicimos un proyecto para mejorar el albergue, pero la Corporación Municipal no lo aprobó. La escasez de medios económicos en el Ayuntamiento lo impidió, debido a que había muchas escuelas que construir y que se construyeron, aunque hoy se encuentren vacías.

Puedo enumerar a muchachos que progresaron bastante, y salieron a otras estaciones más confortables para esquiar, pero que el gusanillo del esquí lo adquirieron en Leitariegos de una forma más rudimentaria. Entre ellos puedo citar a Pablo, Arce, Sandalio, Cachón y otros que no recuerdo.

La participación femenina también fue notable en aquellos cursillos, habilitando como albergue para las chicas la escuela de Leitariegos.

Hoy en día no sé cómo se encuentra la promoción del esquí en Leitariegos en cuanto a la afición canguesa, pero si tengo constancia de que algunos que empezaron a esquiar en aquella época, y ya son padres, mandan a sus hijos a esquiar a modernas estaciones de esquí e incluso van ellos, lo que demuestra que en aquellos cursillos se creó afición al esquí. Poseo documento gráfico en película de Super-8 de alguno de aquellos cursos, incluso del descenso con antorchas de noche como final de un cursillo llamado “La noche de la quema de anoraks”, dado que al hacer el descenso las chispas que desprendían las antorchas dejaron los anoraks con tantos agujeros que muchos de ellos fueron inservibles.

 

V) FINAL

Creo haber resumido en estas páginas parte de lo que se hizo respecto a la juventud y el deporte en Cangas en los 18 años que yo tuve responsabilidades en ambos campos. Si no se hizo más fue por falta de medios económicos o quizá por deficiencias de mi dirección, pero nunca fue por falta de ilusión y colaboración de todos aquellos que desde los primeros tiempos me ayudaron; sin ellos nunca podríamos haber llegado a las cotas tan altas de participación y  de resultados óptimos a que se llegó en esos años en el deporte en Cangas. Quiero recordar también por su colaboración a las siguientes autoridades y cargos directivos:

ALCALDES: D. José Flórez Sierra y D. Carlos Arce.
CONCEJALES: D. Marcial R. Arango, D. Marcelino Díaz Otazú, D. Manuel Álvarez Cosmen, D. Valentín Flórez Rodríguez, D. Fernando Rodríguez Verano, D. Gerardo Puente Rodríguez y D. José Muñiz Díaz.

Al prior de Corias, Reverendo Padre Basilio, y a todos los padres dominicos que colaboraron tanto.

A los directores del Instituto de Cangas, Ginés [Suárez Pérez] y Conchita [Vázquez Pérez], dándonos toda clase de facilidades para realizar las distintas actividades.


José Avello, la ambición y el sosiego

El escritor cangués José Avello Flórez

En el último número de la revista Clarín (nº 109, enero-febrero 2014) se publica una entrevista al escritor José Avello Flórez (Cangas del Narcea, 1943 – Madrid, 2015) realizada por Cristóbal Ruitiña y Alfonso López Alfonso; los tres son cangueses.

En dicha entrevista, José Avello repasa su trayectoria literaria y ofrece datos para la historia de la independencia de Guinea y su conflictiva relación con la antigua metrópoli.

Podéis leerla y descargarla aquí:

José Avello, la ambición y el sosiego

Descargar PDF: icon José Avello, la ambición y el sosiego (2.1 MB)


Las fotos de Balito, 1930-1932

Ubaldo Menéndez Morodo, ‘Balito’, a bordo del vapor ‘Veendam’, 1930

Ubaldo Menéndez Morodo (Cangas del Narcea, 1902-1968), conocido como «Balito», era un cangués alegre y muy sociable. Aficionado a compartir viajes y comida con sus amigos, en los años treinta fue un activo miembro de la sociedad excursionista canguesa «La Golondrina» y uno de los fundadores de la peña «El Arbolín».

En los años veinte emigró a México, donde también estaba su hermano José. En ese país trabajó en la fábrica de papel San Rafael, localizada en el municipio de Tlalmanalco a 50 kilómetros de la ciudad de México, que en aquel tiempo era la más importante del país y de toda Hispanoamérica. En ella trabajaba de escribiente en las oficinas de la empresa. La fábrica todavía existe.

En México se aficionó a la fotografía y en aquella fábrica tomó muchas imágenes de sus compañeros de trabajo, del equipo de fútbol de la empresa, en el que él jugaba, de indios o personajes singulares, de fiestas, comidas, viajes, etc.

A comienzos de 1930 vino a Cangas a pasar unas largas vacaciones. Viajó por Asturias, Madrid y Barcelona, y también por el concejo en compañía de Mario Gómez. Hizo muchas fotografías de la villa de Cangas y de los pueblos, algunas de las cuales se publicaron en la revista La Maniega. Como buen fotógrafo aficionado captó imágenes de lugares y rincones que ningún otro fotógrafo tuvo la curiosidad de tomar. Muchas de sus fotografías de la villa pueden verse en el Álbum de fotografías del Tous pa Tous.

En junio de 1931 regresó a México y a fines del verano de 1932 estaba de vuelta en Cangas del Narcea, para no volver a salir de aquí nunca más. Se casó en este tiempo con Estefanía Avello Díaz (Cangas del Narcea, 1904-2003), la recordada «Fanía». No tuvieron hijos.

Con la muerte de don Mario Gómez en el mes de abril de 1932, el final de La Maniega y la guerra civil, Balito perdió la afición por la fotografía. Pero de aquellos años de fotógrafo compulsivo quedaron un par de álbumes, que hoy pertenecen a la familia Menéndez Liste, en los que aparecen las fotografías de México y Cangas del Narcea, los dos mundos donde Balito fue feliz.



De Leitariegos a China: los Cosmen, una dinastía empresarial centenaria

José Cosmen Adelaida, hacia 1965

Con motivo de la triste noticia del fallecimiento de José Cosmen Adelaida (Cangas del Narcea, 1928 – Oviedo, 2013), y como reconocimiento del TOUS PA TOUS a su larga y fecunda trayectoria empresarial, publicamos este interesante artículo de Joaquín Ocampo Suárez-Valdés, profesor de Economía de la Universidad de Oviedo, titulado De Leitariegos a China: los Cosmen, una dinastía empresarial centenaria, dedicado a la historia empresarial de esta familia de El Puerto de Leitariegos.


De Leitariegos a China: los Cosmen, una dinastía empresarial centenaria

Un reconocido especialista en la historia empresarial europea, D. S. Landes, en su último estudio, Dynasties (2006), hacía notar que, en contra de la opinión dominante, gran parte de las corporaciones multinacionales actuales tenían su origen en empresas familiares. Y reservaba el término «dinastías» para aquellas firmas que, generación tras generación y tras haber cubierto varios siglos de continuidad y sufrido la dura selección de los mercados, habían logrado sobrevivir a los albores del siglo XXI. En España, el caso de los Cosmen resulta en este sentido paradigmático.

Hacer de la necesidad virtud: la geografía importa

Cuando el 11 de octubre de 1796 Jovellanos visitaba Cangas del Narcea, recibía de manos del escribano Manuel Folgueras un manuscrito que contenía una descripción detallada de Leitariegos, «una de las tierras más encumbradas de Europa». En él mismo, se hacía referencia a una tradición oral que narraba cómo a causa de las nieves, doña Urraca (1081-1126), reina de Castilla y de León, había tenido que alojarse en «la casa de “Pepillo”, esto es, de José Cosmen». En agradecimiento, la reina otorgaba a sus habitantes una pensión en especie anual equivalente a 50 fanegas de trigo con la condición de que no dejasen de habitar aquellas tierras.

El Puerto, Brañas de Arriba, Brañas de Abajo y Trascastro, que integraban el coto de Leitariegos, señorío jurisdiccional del monasterio de Corias, emplazados a 1.525 m de altitud, constituían los únicos lugares de Asturias situados a aquella altura poblados todo el año. Por ello, ya en el siglo XII contaban con dos alberguerías u hospitales en San Juan del Puerto y en Santa María de Arbás. En reconocimiento de su carácter estratégico para las comunicaciones y para el abastecimiento en cereales y vino de una Asturias crónicamente deficitaria en subsistencias, Alfonso XI otorgaba a favor de aquel coto el llamado Privilegio de Leitariegos, exonerando a sus habitantes de prestaciones fiscales y señoriales así como de tipo militar, situándolos en un estatus social próximo a la hidalguía. Un estatuto legal que para los Cosmen, más que como instrumento de prestigio social, redundará en salvaguarda para disponer de libre movilidad, imprescindible en el mundo del tráfico y comercio.

Leitariegos, por sus condiciones orográficas y climáticas, carecía de aptitudes agrícolas: de sus 1.589 días de bueyes, solo 175 era de tierras de labor. Sí, en cambio, disponía de dos ventajas comparativas que sus vecinos no tardaron en explotar: las vinculadas al tráfico y a la ganadería. Antes de que Krugman señalase la importancia de los factores geográficos como explicativos de la localización empresarial, los habitantes del coto habían encontrado en la arriería su senda particular de crecimiento. Desde el siglo XIII, los arrieros de Leitariegos abastecían con sus recuas a la pola de Cangas del Narcea y, en los siglos siguientes, a las ferias de Cangas y Vallado. Las recuas de los Cosmen surcaban los caminos de rueda y de herradura que transcurrían por las tierras altas del valle del Sil, por Laciana y el Bierzo, alargándolos hacía el sur hasta León y Valladolid, y por el norte hasta las polas de Navia, Luarca y Castropol. Trajinaban con lino, cereales y vino castellanos, sal, bacalao, salazones, lienzos, potes y clavazón salidos de las ferrerías locales, y con ganado vivo.

Los Cosmen explotaron aquellos privilegios reales y los ensancharon: desde el siglo XVI eran los transportistas elegidos por los monjes de Corias para abastecer las tierras bajo su jurisdicción. Y desde el siglo XVII, a medida que se extendía el cultivo de maíz y la presión demográfica forzaba a la emigración, los Cosmen añadieron al tráfico de mercancías el transporte de viajeros con destino a las dos Castillas y a la Corte. Cuando, en 1752, se elabora el Catastro del marqués de la Ensenada, Leitariegos, con 52 vecinos (196 habitantes), era el concejo de Asturias con mayor densidad de transportistas «profesionales»: 36 de aquellos vecinos vivían de la dedicación permanente al tráfico.

La familia de los Cosmen aglutinaba a más de una docena de transportistas. Las redes familiares reducían los costes de transacción, los comportamientos oportunistas y el acceso al crédito; reforzaban la lealtad interna; garantizaban la continuidad del negocio y la reinversión de beneficios y, last but not least (por último, pero no menos importante), el buen reclutamiento y promoción del capital humano, pieza esencial en una actividad donde la confianza representaba un valor añadido. En efecto, desde el siglo XVIII, al transporte de bienes y servicios de pasajeros, añadirán el de las remesas de dinero que los emigrantes cangueses enviaban desde Madrid. Cuando G. Borrow visitó en 1843 las tierras confinantes entre Asturias y León, escribió sobre aquellos arrieros: «su fidelidad es tal que cuantos han utilizado sus servicios, no vacilarían en confiarle el transporte de un tesoro».

Crecimiento, diversificación, diferenciación

El know-how acumulado permitió a los Cosmen adquirir un doble patrimonio: el tangible, vinculado al tráfico, y el intangible, basado en su honorabilidad y reputación. En buena medida, la acumulación de capital se asoció a la naturaleza de los bienes transportados. Las frecuentes crisis agrarias y «hambrunas» otorgaba a los cereales precios especulativos. Lo advertía Jovellanos en su Informe de Ley Agraria: «el trigo comprado en León tiene en la capital y puertos de Asturias de 20 a 24 reales de sobreprecio». Una segunda fuente de ingresos derivó de la disponibilidad de circulante. En una sociedad con fuerte endeudamiento público y privado, la demanda de crédito estaba a la orden del día. Y Cangas del Narcea no será excepción: los profesores Francisco Erice y José Mª. Moro han constatado que el 40% del crédito rural ofertado en el occidente de Asturias se concentraba en aquel concejo.

Con los beneficios, el radio de negocios se amplió hasta el punto de que en el siglo XVIII contaban con factores y apoderados en las principales plazas y ferias castellanas. Algunos miembros de la familia abrieron en Madrid negocios de comercio y crédito. En 1754, los Cosmen disponían ya de casa solariega blasonada y de ejecutoria de hidalguía. Pero, a diferencia de otras familias enriquecidas que optaban por desinvertir y adquirir patrimonios rurales –los capitales «terrazgueros» a los que Jovellanos hacía referencia con tono denigratorio−, los Cosmen adquirían tierras de viñedo y de pasto para constituir con las mismas avales hipotecarios que les permitiesen adquirir mayor peso en los mercados.

Y es que, como ha probado Gómez Mendoza, la irrupción del ferrocarril, contrariamente a la opinión generalizada, no desplazará a arrieros y carreteros, que mantendrán relaciones de complementariedad y sustitución con los «caminos de hierro»: horarios más flexibles, tarifas más bajas, menores costes y cargas fiscales, bajo coste de oportunidad del equipo empleado –susceptible de ser empleado en las labores agrarias− serán algunas de sus muchas ventajas. Otras, por supuesto, derivaban del hecho de que las propias compañías ferroviarias demandaban los servicios de la arriería para cubrir la distribución entre estaciones y puntos de venta, o para atender el abastecimiento de muchas ciudades, villas y capitales de provincia a las que no llegaba el tendido ferroviario −piénsese que en Asturias, a finales del siglo XIX, la red no superaba los 263 km−. Una prueba que corrobora la vigencia de la arriería viene dada por el hecho de que en los censos de población de 1910 y 1920, se contabilicen más de 900 arrieros profesionales –cifras realmente más altas dada la ocultación fiscal imperante−. Habrá que esperar a la década 1920-1930 para que el camión y el autobús cierren definitivamente la página de la arriería.

Cuando, en la segunda mitad del XIX, mejoran los caminos de rueda o caminos «carreteros», los Cosmen se incorporan como pioneros al tráfico rodado con diligencias entre Ponferrada y La Espina y entre Rioscuro y León. También, a finales de ese siglo, cuando la segunda revolución industrial daba en Asturias sus primeros pasos, los Cosmen –Cándido Cosmen Cosmen, «industrial y vecino del Puerto»− no dudan en arriesgar capitales en la Compañía Eléctrica de Cangas, escriturada en 1897. También a finales de siglo llegaban a Asturias los ecos del automóvil y del motor de combustión interna mostrados en la Exposición Universal de París (1900). Las primeras sociedades creadas en la región −El Luarca, Los Maurines, El Progreso Asturiano− no podrán superar las dificultades inherentes a una tecnología todavía en fase experimental.

Cuando, en 1915, F. Gamoneda, V. Trelles y F. Álvarez Cascos constituían Automóviles Luarca –convertida en sociedad anónima en 1923−, hacía ya tres años que Empresa Cosmen rodaba con autobuses Hispano Suiza. El contrato de compra que Francisco Cosmen Pérez cerró con la Hispano en 1912, incluía la formación de mecánicos, conductores y cuadros técnicos para los talleres. Entre este personal a formar, se hallaban tres de su hijos que, siguiendo una tradición familiar, debían de recorrer todos los escalones productivos de la empresa antes de formar parte del staff directivo.

Cosmen/ALSA: un encuentro previsible

Desde entonces, ambas sociedades no dejaran de crecer de forma extensiva, orientándose cada una hacia sus mercados tradicionales. Pero con notables diferencias. Si ALSA nacía como una apuesta inversora de socios «capitalistas», los Cosmen agrupaban a socios «industriales» curtidos en el sector. Otras diferencias no menos sensibles se referían al saneamiento de cada negocio, a la diversificación de riesgos, y a los propios mercados. La Empresa Cosmen pudo beneficiarse del auge minero de las cuencas hulleras leonesas, además de contar con servicios fuera de Asturias.

Vehículo de Automóviles ‘El Puerto’, que hacía el servicio diario de Cangas del Narcea a Villablino y viceversa, en Courias / Corias, 1928. Fotografía de Benjamín R. Membiela. Col.: Juaco López Álvarez.

Cuando en los años 1930-1950 el sector se estanca por las dificultades inherentes a la posguerra y posterior autarquía, ALSA ya había tocado techo en su expansión por las líneas del occidente asturiano tras absorber a las empresas competidoras. La necesidad de renovar equipos exigía ampliar los servicios con vistas a asegurar la amortización prevista. Desde entonces, comenzará un proceso negociador entre Secundino Cosmen Bueno –quien, con su tío Francisco Cosmen había fundado en 1918 La Popular S.A.− y Vicente Trelles. Los Cosmen, fieles de nuevo a criterios históricos de continuidad, rechazan la venta de sus activos y acceden a una integración que les dará presencia accionarial en ALSA. Cuando ésta última llegue en 1959, José Cosmen Adelaida ya había extendido la empresa paterna hacia Villablino, Degaña, Somiedo, Grado y Allande, tras adquirir Empresa Beltrán y Asua. Contaba, además, con una trayectoria directiva previa en la gestión de otras sociedades participadas por la familia (Viajes Henschel, Motores Sura, Tranvía de Gijón…).

ALSA: de empresa local a global

La historia que resta por contar ya es bien conocida del lector. La entrada de José Cosmen Adelaida en ALSA permitió internacionalizar la firma, al explotar, con gran sentido de oportunidad, los flujos migratorios de aquellos años. Del mismo modo, la recuperación de la economía española en los años sesenta, su urbanización y el aumento de la movilidad espacial y laboral, puso a la empresa en condiciones de extender sus servicios fuera de Asturias. Desde 1980, las previsiones de liberalización en el sector del transporte y la entrada de España en la CEE, llevarán a nuevas estrategias de crecimiento con vistas a mejorar su competitividad exterior. Al lado de la innovación −instalación de videos, clase Supra, ordenadores terminales, mejoras de seguridad, combustibles ecológicos…−, la búsqueda de nuevos mercados será la segunda vía ensayada. Se acudirá a países con baja oferta de servicios y alto potencial de crecimiento −China (1984), Marruecos (1998), Chile (2001)−, o a fomentar consorcios y alianzas empresariales que mejoren su presencia en Europa –desde la alianza con la francesa Keolis a la adquisición en 2005 de la mayor empresa alemana del ramo (Deutsche Touring), o a los acuerdos con National Express Group ese mismo año.

La particularidad, la «moraleja» de esta historia empresarial, necesariamente abreviada, es bien sencilla: los Cosmen ya estaban allí, nunca dejaron de estar allí, a pie de obra, haciendo lo que mejor sabían hacer, explotando oportunidades abiertas a todos pero sólo asumibles por quienes contaban con experiencia y sentido del riesgo, incorporando a la familia, reinvirtiendo, creciendo en reputación y compromisos… Es decir, dentro de una cultura empresarial que el actual patriarca de ALSA supo resumir recientemente en estas mismas páginas de La Nueva España: «Empresarialmente, fuimos paso a paso…». Pero, con la discreción y modestia que lo caracterizan, omitía un matiz diferencial que justifica que el historiador económico hable de «dinastía»: aquellos pasos comenzaron hace, nada menos, que ocho siglos. Y el mismo paso y el espíritu empresarial de los históricos arrieros de El Puerto siguen hoy en la matriz de ALSA. Sutilmente lo expresaba uno de los continuadores de la saga familiar, Andrés Cosmen Menéndez-Castañedo: «Es importante adaptar el modelo empresarial a las características de China, pero es más importante aún saber qué aspectos o procesos de nuestro negocio son intocables».


Joaquín Ocampo Suárez-Valdés
Profesor de Economía de la Universidad de Oviedo
(La Nueva España, 8 de enero de 2012)

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La vida en Rosa

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Rosa Fernández posa con el lazo rosa símbolo de la lucha contra el cáncer de mama. Foto: Mario Rojas

Se pasan malos momentos. Pero se pasan. Y lo importante es tener la cabeza limpia, llenarla de objetivos, no permitir que la enfermedad la ocupe por completo. A Rosa Fernández (Cangas del Narcea, 1960) el cáncer de mama –hoy se celebra el Día Mundial contra la enfermedad– le ratificó a pies juntillas lo que la vida y la montaña ya le habían enseñado antes, que «hay que pelear». Y ella, acostumbrada a pegarse con alturas de pánico y nieves perpetuas, hizo cumbre aquel afortunado día de enero de 2009 cuando se encontró con un amigo ginecólogo que casi la forzó a una revisión que preveía retrasar hasta después de pasar por el Himalaya. «Lo mío fue una suerte tremenda, soy la típica que nunca tengo tiempo para ir al médico y es que además me sentía muy bien, pero me encontré a un amigo, me preguntó por las revisiones y le dije que no podía hasta final de año, que tenía unos meses muy movidos». No contento con la respuesta, el amigo insistente le marcó una cita para dos días después. Y en ese momento apareció el bulto y tras él la biopsia que confirmó los peores presagios. «Yo me marchaba a los Pirineos, y a los tres días me llamaron diciendo que me tenía que presentar en el hospital al día siguiente». Una semana después estaba en el quirófano y quince días más tarde recibía su primera sesión de radioterapia. Después llegaría también la quimio. Y más tarde, una recuperación que aún, en su caso, no está garantizada al cien por cien. «No tengo el alta total, pero casi», dice sin miedo.

En ese camino hacia la sanación, Rosa ha aprendido varias lecciones. La primera, la importancia de acudir a las revisiones. La segunda: «Hay que confiar plenamente en los médicos. Yo me despreocupé, les dije: voy a hacer lo que me digáis». Y no le ha ido nada mal. En pleno tratamiento hizo un descanso para coger fuerzas en la montaña –en Pakistán– y en lugar de lamentar no poder subir ese 2009 dos ochomiles por la falta de fuerzas, optó por no perder la forma física con otros deportes. «Empecé con la quimio y tuve que hacer cosas más pequeñas», relata. Recorrió el Camino de Santiago en bicicleta, aprendió a bucear, asumió que no podía subir ochomiles en ese momento y simplemente esperó a que pasara lo peor. Aquellas dos montañas que quedaron pendientes en 2009 no se iban a mover de su sitio. «Aquel proyecto lo pude hacer en 2011», rememora.

A ella le ayudó la montaña a superar la enfermedad y plantarle cara. Pero, sostiene, «todos tenemos nuestras montañas para salir a adelante: los niños, la familia, el trabajo…». Y todos tenemos una cabeza que es clave en la recuperación. Porque la cabeza manda seguir y Rosa Fernández todavía no ha parado de asumir nuevos retos. Dentro de nada –el 9 de enero– se va rumbo al Aconcagua junto a Indalecio Blanco, un hombre con un 60% de discapacidad motora, que subirá con ella hasta siete mil metros en favor de Mensajeros de la Paz. «Va a ser duro, sé que me va a costar», dice. Pero sabe que ha vivido experiencias mucho más duras. «El cáncer de mama hay que tomárselo como algo pasajero», advierte. Y por eso su mejor consejo es este: «Les recomiendo a otras personas que no se paren a pensarlo, que no permitan que la enfermedad ocupe todo su tiempo, que hay otras cosas, hay que marcarse objetivos, hay que seguir adelante, hay que pelear».


Fuente: EL COMERCIO, sábado 19/10/2013 

Bull y los Búfalos – Me voy a echar de menos

«Me voy a echar de menos» es uno de los sencillos del nuevo disco de Bull y Los Búfalos «Más tiempo que vida».

Realizado en México por Once Producciones y los patrocionios de Custom Rock y Custom Ink Lindavista. Más información: www.bullylosbufalos.com

 

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La realidad y el deseo de Venancio García Pereira

El Muséu del Pueblu d’Asturiesalt, en su incansable labor por mantener a buen recaudo nuestro patrimonio cultural y nuestra historia, acaba de publicar Cuadros y escenas criollas de Villaguay (Argentina), escritos por el médico Venancio García Pereira en 1894. Desde el punto de vista intelectual, el libro, inédito hasta ahora, fue el pretexto para el contacto entre las dos orillas de un océano, y por tanto sale a la luz en edición de Juaco López Álvarez, director del Muséu del Pueblu d’Asturies, con la ayuda de Raúl Jaluf, responsable del Museo Histórico Municipal de Santa Rosa de Villaguay, y con textos explicativos del propio Juaco López y de Manuela Chiesa, investigadora, y Miguel Ángel Federik, abogado y poeta, ambos de ese municipio argentino de la provincia de Entre Ríos.

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Página del manuscrito de ‘Cuadros y escenas criollas de Villaguay’ de 1894

Detrás de cada hallazgo suele haber una pequeña novela, a menudo digna de contar. Juaco López visitaba en la infancia la casa de los padrinos de un hermano suyo en el barrio de El Corral, en Cangas del Narcea. Años más tarde, ya adulto y responsable del museo, recibe una llamada de unos anticuarios por un lote procedente de Cangas del Narcea. En el lote descubre unos cuantos papeles de aquellas personas que visitaba en la infancia, ya fallecidas, y entre ellos algo más: «Los documentos que más llamaron mi atención fueron dos novelas manuscritas en unos cuadernos, fechadas en Madrid en 1876, y otros tres cuadernos más pequeños con escritos realizados en Villaguay en 1894, todos ellos firmados por Venancio García Pereira».

¿Y quién fue este hombre? Venancio García Pereira nació en el seno de una familia conservadora y profundamente religiosa en el barrio de El Corral, de la por entonces Cangas de Tineo, en 1857. En 1873, después de cursar los estudios secundarios, marchó a Madrid a estudiar Medicina, carrera que acabaría en Santiago de Compostela en 1879. Aficionado a la literatura, dejó escritas algunas novelas y empezadas otras, todo, salvo lo que se incluye en los apéndices de este libro, rigurosamente inédito. En Galicia casó con Efigenia, y en 1885, con 29 años y sin su mujer, que no lo acompañó y con la que después no tuvo ningún contacto, se fue a la República Argentina, donde durante una década, mientras se lo permitió una salud quebrantada prematuramente, ejerció de médico en Villaguay. Murió en Buenos Aires el 1 de mayo de 1896.

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Venancio García Pereira en Paraná, 1890

A Villaguay, en pleno monte de Montiel, en el corazón de la provincia de Entre Ríos, llegó Venancio para quedarse, algo sumamente extraño entre los emigrantes de su tiempo, a los que más bien movía el deseo de ganar dinero y volver a su patria. Impulsado por cierto idealismo romántico y quizá algo bohemio, un médico español, con posibilidades de ganarse bien la vida cerca de casa, se fue a un pueblo remoto, con una farmacia, un café y poco más de mil habitantes. Uno de esos pueblos que tienen algo de la mítica salvaje del western, con parroquianos procedentes de mil lugares en busca de una nueva vida y a los que nunca se les pregunta por su pasado; un pueblo con calles en construcción, casas a medio hacer y un reducido cuartucho donde se aloja la redacción del periódico local recién inaugurado. Venancio, un tipo bien original, tiene además la peculiaridad de que en este cuaderno habla de lo que le rodea. Por sus correspondencias se puede reconstruir parte de la vida de algunos emigrantes, pero estos Cuadros y escenas criollas son un texto raro para la época en España. Este médico, con la incansable curiosidad del niño, la paciencia del entomólogo y la precisión del buen novelista -Émile Zola es el único escritor que cita- se interesa por el territorio en que se ha instalado y por las gentes que lo habitan. Los observa, muchas veces desde la barrera, porque las cacerías o las domas de caballos son peligrosas para quien no está acostumbrado a ellas; anota lo que hacen, pone especial atención en el lenguaje -el cuaderno está salpicado por una cantidad considerable de palabras argentinas que el autor explica en nota-, viaja con ellos, describe el paisaje, explora el campo, aprende; y con ellos disfruta de alguna farra y asiste a un velatorio que le llama la atención por su carácter festivo. Como buen médico, se desquicia con sus supersticiones, en concreto con aquellas en que entran en juego los curanderos o la higiene poco recomendable -se comen los piojos porque creen que los libra del mal de ojo-, y como buen filántropo atiende a los pobres y aguanta estoicamente que casi todo el mundo le deba dinero por sus servicios: «Hace nueve años que trabajo y mucho; no soy rico, hay muchos que me deben la vida y casi todos dinero, y tengo dos amigos». Como explica Juaco López, en los Cuadros y escenas criollas Venancio «se paseará por todos los distritos rurales de Villaguay, describiendo el monte, el río Gualeguay, las lagunas, los árboles y arbustos, los animales, las aves, los peces, los insectos, así como las costumbres del país: el consumo de mate, la vida en la pulpería con sus juegos y carreras de caballos, los apartes o recogida y selección del ganado, las hierras u operación de señalar y marcar el ganado, la caza y la pesca». Y también la sociedad de Santa Rosa de Villaguay, entre la que se movió cotidianamente y con la que parecía tener una relación ambigua, mezcla de resentimiento y atracción.

La vida de todo hombre es un enorme interrogante, un enigma sin resolver, un cúmulo de contradicciones. La de éste, desde luego, no es ninguna excepción. Un hombre conservador y muy religioso escoge como profesión la medicina. Quiere el tópico decimonónico que en cada pueblo español haya dos bandos enfrentados: el del cura y los conservadores, por un lado, y el del médico o el boticario y los liberales, por otro, pero claro, éste, como todos los tópicos, solamente es verdad a medias, y Venancio tiene algo de los dos bandos. Sus ideas sobre la enseñanza no son las de la Institución Libre de Enseñanza, pero su espíritu responsable y ecuánime no quita su parte de culpa a los sacerdotes: «La caridad evangélica y la humildad cristiana son letra muerta para estos traficantes de conciencias que jamás bautizarán ni casarán a un individuo, por pobre que este sea, si antes no se agenció del dinero suficiente para entregarlo al cura por el sacramento que descarada y cínicamente le vende».

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Placa de bronce dedicada en 1929 a Venancio García (1857 – 1896) en el Hospital de Villaguay

Un médico se fue a un pueblo pequeño y exótico al otro lado del mundo, lejos de casa, dejando en Galicia a la mujer de buena familia con la que se había casado, pero, como se deduce de alguna carta reproducida en la introducción, lo hizo con ciertas aspiraciones. Lo más probable es que esas aspiraciones no fueran profesionales. Puede que más bien fueran literarias, una manera romántica de cargarse de experiencias y tener cosas sobre las que escribir, un poco a lo Lord Byron. Pero cómo saberlo. Además, el cuaderno en el que escribió estos Cuadros y escenas criollas -el título es del editor, tomado del cuaderno- está dedicado a su cuñado, y en esa dedicatoria manifiesta que su único objetivo es procurarle un rato de distracción. Sin embargo, el último capítulo, titulado «Por las Raíces«, donde narra un viaje por el distrito de ese nombre, comienza: «No se alarmen inútilmente mis lectores», lo que indica que en su subconsciente anidaba el deseo de tener algún lector más que su cuñado. Por último, como se deduce de una carta que Gerónima Arteaga de Montiel le envía a Dolores García, hermana de Venancio, tras el fallecimiento de éste, el médico seguramente fue un gran filántropo. Se comportó con profesionalidad y diligencia en su trabajo, atendió a los pobres y en aquel pueblo le están agradecidos -una placa en su honor da fe de ello-. Y también acogió a un niño huérfano. Pero hay una duda en el aire, y la primera en plasmar esa duda es su propia hermana, que lo había acompañado algún tiempo en Villaguay, había estado con él, se había ocupado de sus asuntos tras su muerte y debería conocer bien esos pormenores. No obstante, pregunta, y la pregunta que hace no es muy tranquilizadora: ¿No será ese niño hijo de mi hermano? La respuesta, por el contrario, le permitió vivir tranquila.

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Casa comenzada a construir por Venancio García en Villaguay en 1895, que él no vio terminada

Todos somos hojas arrastradas por el viento, y mientras nos arrastra creemos que siempre lo hará hacía adelante, en una carrera imparable y constante en la que la realidad irá acoplándose como un fino guante de piel a nuestros deseos, pero no es así. Bien contada, cualquier vida es un interesante relato, aunque algunas tienen ingredientes más propicios que otras para captar la atención del lector. La de Venancio García Pereira, con sus certezas y sus incertidumbres, sus búsquedas y sus hallazgos, sus luces y sus sombras, sus inquietudes, su amor por la naturaleza, su atención a los más necesitados, su incesante espíritu aventurero, su casa a medio construir en Villaguay, quizá metáfora de su existencia, y su temprana muerte, es de las que merecen ser contadas. Y en este libro se cuenta con la misma precisión y el mismo garbo con que él explicó las costumbres de los habitantes de «esa exigua parcela del mundo».