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Rumbo a Siasu

Partído de Sierra, desde la casa-taller de Raúl Rodríguez “Mouro” en Sillaso (Cangas del Narcea). Foto: Sandra Flórez Alonso.

Como segunda ruta para nuestra tarea encomendada, nos dirigimos en esta ocasión al lugar de Siasu, también en el Partíu Sierra, a la residencia de Raúl Rodríguez “Mouro”.

De nuevo la expedición estará formada por los mismos componentes que estuvimos en L.lamas, con la excepción de Collar que por motivos laborales no pudo acompañarnos en el día de hoy. Outramiente, como buen conocedor del paisaje y del paisanaje del concejo, ya nos había hecho una previa en cuanto tuvo ocasión de poner en antecedentes a Marcelino y a su familia de la visita que estábamos programando.

Eso sí, hoy nos acompaña José Ramón Puerto, gran conocedor y entusiasta de la obra y la trayectoria de Raúl “Mouro”, y quien formará parte activa de la puesta en marcha y organización de la exposición, al igual que hizo en anteriores ocasiones colaborando desinteresadamente con el «Tous pa Tous».

Y dos serán de nuevo los coches que formarán la comitiva y en los que nos vamos repartiendo y acomodando.

Otra vez disfrutamos de buen tiempo en esta tarde de febrero mientras nos dirigimos a Purtiel.la. Allí, a mano derecha, nos desviamos y cruzamos el puente que nos llevará a destino, dejando atrás el pueblo de Ounón. El ascenso por la sinuosa carretera nos va ofreciendo maravillosas vistas de nuestra orografía, que van ganando en intensidad a medida que tomamos altura.

Coincidiendo con esa primera hora de la tarde tan española como es la hora de la siesta, nos recibe ante el portón de la casa familiar la matriarca, quien nos comunica que pronto asomarán padre e hijo, que se encuentran reposando tras la hora de la comida, pero que ya están avisados y aviándose.

Tras las oportunas presentaciones, comenzamos la visita en el parreiru, transformado ahora en taller, un espacio que invita de entrada al recogimiento. “El lugar transmite ya una emoción estética”, apunta Mercedes. Un taller en el que imparte cursos para trasmitir sus conocimientos.

Taller de Raúl Mouro en Sillaso, parroquia de Santiago de SIerra (Cangas del Narcea). Foto: Sandra Flórez Alonso.

Un simple lavado de cara en la cubierta, en vigas y ripia, desprovistas ahora de telarañas y del polvo acumulado tras años de cumplir su antigua función, deja a la vista una tosca y a su manera elegante carpintería tradicional; el espacio diáfano y con claroscuros; las paredes de piedra desnuda; el suelo de madera, por el que transpira un agradable y cálido ambiente propiamente agrícola; la luz que se cuela a través de los diferentes huecos; el vacío en el que apenas hay nada y hay lo suficiente: un añejo banco de carpintero de herencia familiar, el contraste entre el torno de pie y una docena de tornos eléctricos, una enorme mesa de factura por encargo y exprofeso, al igual que los tayuelos en los que depositar los cuencos del agua… Reposando sobre cada torno, una pieza de la misma serie en diferentes fases de elaboración. Una decena de piezas que, de inmediato, nos traen a la memoria las fogazas de aún tierna masa de pan sobre la masera, terminando de l.leldar y esperando a ser enfornadas. Todas ellas muy similares y a la vez diferentes, de distintos tamaños, con distintas tonalidades. “A medida que vamos dando textura, se va modificando ligeramente el color”, nos explica atento Raúl. Un matiz que, de primeras y a ojos del profano, no es fácil diferenciar.

Una a una, con cuidado y a la vez con la presteza de quien se siente seguro de sus manos, Raúl va depositando las piezas sobre la enorme mesa de madera dispuesta en una esquina, a la sombra de la luz. Y así, en contraposición, cada una de ellas nos ofrece diferentes lecturas según se van formando distintas composiciones y en función de la incidencia lumínica. La boca, el pequeño orificio de apertura que permite a la pieza respirar y “estrictamente necesario para evitar su rotura durante el proceso de cocción”, cobra sentido (o no) cuando la voltea  y la apertura desaparece, pasando a formar parte de la base.

Por doquier, diferentes piezas, múltiples pruebas de trabajo, con diferentes formas, tamaños y  colores: blanco, marrón “galleta”, rojo pórfido y negro, producto de los diferentes tipos de barro combinados convenientemente con piedra gres. “El rojo da flexibilidad; el blanco, resistencia, y se introduce un tercer elemento para hacer piezas de buena textura”.

Porque sus obras, insiste una y otra vez, son para ver, para oler, incluso para escuchar, pero sobre todo, para tocar. Como quien coge un bebé al cuello, lo mece y lo acaricia. Para sentir las texturas, para diferenciar los grosores y apreciar su fría temperatura, en claro contraste con la calidez que emanan sus colores.

Varias piezas, múltiples pruebas del trabajo de Raúl Mouro, con diferentes formas, tamaños y colores. Foto: Sandra Flórez Alonso.

La cara de Raúl se ilumina al ofrecernos la nueva incorporación a su menú, su nuevo plato fuerte, aún en proceso de experimentación. Ceremoniosamente, desprendiendo con dulzura los paños húmedos que las cubren, nos permite ver sus nuevas criaturas, sus nuevas formas de concebir el espacio, jugando con el equilibrio y con el desequilibrio, con el color y como no, con las siempre presentes texturas. Nuevos caminos a explorar, y quién sabe si a seguir o quizás abandonar. Todo depende.

En un rincón, dispuestas en perfecto orden de a seis, Raúl nos da a probar, pues pruebas son, media docena de deliciosos “profiteroles”. Seis piezas esféricas, de pequeño tamaño, color galleta, con matices en rojo dispuestos como anillos concéntricos en la madera. “Lo conseguimos intercalando diferentes capas a la hora de formar la pella”. Seis piezas que nos dejan un dulce sabor de boca.

Y nos va explicando cómo todo es producto de una evolución, de una experimentación, de un trabajo constante, que ahonda sus raíces en la tradición, en lo mamado en casa de su abuelo, de su padre, de todo lo heredado, de un legado sumado a  su actividad constante con el barro, de mancharse las manos… Es todo un proceso escalonado, desde la base, desde el aprendiz que se pasa un año mezclando y amasando, aprendiendo a mezclar en las proporciones justas, pasos previos y esenciales antes de consentirle sentarse en el torno, ese potro difícil de domar, que “puede llegar a ser muy frustrante, empleando horas, constancia, repetición, perfeccionando la técnica, pero que es una verdadera delicia”. Y ahora buscando nuevas formas de expresión, formas básicas, esenciales, buscando la simplicidad, pero con todo un proceso muy complejo detrás y “que da garantía de verdad” “de honestidad en el resultado”, apunta con acierto Sandra. Intentando mantener una equidistancia entre lo tradicional y lo innovador, no sólo en cuanto a las piezas se refiere, que van perdiendo su carácter meramente funcional y doméstico y se dirigen más hacia lo estético, aunque manteniendo ocasionalmente pequeños guiños que sirven de anclaje con su pasado, sino también en cuanto a materiales, técnicas y procesos.

Y así, pasamos a una nueva dependencia, entre la bodega en la planta baja y la panera. El pequeño cuarto habilitado ahora como estudio, en el que se inicia el proceso imaginativo, con apuntes y diseños en papel que posteriormente tomarán volumen.

Y de ahí, a la panera, en la que se almacenan centenares de piezas, todas ellas de alguna forma desechadas por no llenar lo suficiente el crítico ojo del autor: distintas formas, distintos tamaños, distintos colores y esmaltes que por una razón u otra no pasaron la criba.

Y finalmente, accedemos al santasanctórum, el desván de la casa, en el que se atesora el producto final a la espera de partir quién sabe a dónde: Uviéu, Madrid, Korea…y con próximo destino al otro lado del charco, en Estados Unidos. Allí la Fundación Guess le reclama un total de cien piezas para una exposición en Los Ángeles. Todo un salto que da proyección aún más si cabe a su reciente Premio Nacional de Artesanía.

Miembros del Tous pa Tous con Raúl Rodríguez «Mouro» (dcha.), en su casa-taller de Sillaso, parroquia de Santiago de Sierra (Cangas del Narcea). 6 de febrero de 2025. Foto: Benito Sierra.

Ya cayendo la noche, y tras despachar un trago de vino y unas empanadas en la bodega de la casa, nos despedimos de la familia, agradeciendo el que nos hayan abierto sus espacios de intimidad y su cálida amabilidad, y retornamos a la villa con la sensación plena de haber llenado la tarde no solamente de cantidad, sino también de calidad. Con las cabezas repletas y en ebullición, planeando cómo llevar a cabo de la mejor manera posible nuestra tarea.


FOTOGRAFÍAS
(autores: Sandra Flórez, José Ramón Puerto y Benito Sierra)

Rumbo a Siasu


 

AL LADO DEL RÍO. Un relato de Pin Estela en 1978

   Hace ya muchos años, quizá veinte, unos cuantos amigos entonces adolescentes fuimos, como otras muchas veces, a merendar a casa de Lola la de Llano. Era avanzado septiembre, ya muy pasado el Acebo, y teníamos el presentimiento de que el verano iba a terminar ese día bruscamente, tapado por un cielo hosco y gris. Porque los veranos terminan así, de repente, como si la gente y las nubes se pusiesen de acuerdo para dar paso a otro tiempo más íntimo y más lento. Aquel día la lluvia se afinó haciéndose más sutil y más fría, y el aire traía desencanto, robando el pensamiento hacia amagostos de castañas y gabardinas. Para entonces las cabezas de los caminantes tendían a hundirse entre los hombros en un gesto de recogimiento, las gentes avivaban el paso y todos sabíamos que los días soleados empezarían a ser casualidades.

   El carácter alegre y trabajador de Lola la de Llano disfrazaba de buen humor lo que en el fondo era una extraordinaria bondad: su casa siempre albergaba a diversos personajes desamparados que iban a calentar la soledad de su vejez en aquella chariega suya donde se sentía un permanente aroma de comida y amistad. Allí nos recogió a nosotros aquella tarde lluviosa. En el rincón del escaño, donde hay que tener cuidado para no quemarse las puntas de los zapatos y para no lagrimear con el humo, estaba sentado un viejo aldeano de rostro noble y ojos claros que tenía el cabello blanco como la leche. Pese a su boina raída y sus madreñas, pese a su chaleco arrugado y su chaqueta de pana que nos hablaban de un hombre de la tierra, por un cierto aire indefinible el viejo nos hacía pensar que había pasado una parte de su vida en Cuba. Quizás era por su forma de hablar —una extraña mixtura de tierras muy dispares, acaso inexistentes— o quizás fuese una cierta seguridad en sí mismo que más que aplomo parecía un reto. En efecto, cada vez que el viejo hablaba, por no sé qué oscura razón, uno se sentía como insultado, empequeñecido, despreciado. Quizás sólo era debido a su mandíbula cuadrada, demasiado recia para su edad.

   Nosotros, que en aquellos años no habíamos llegado más allá de Oviedo o Villablino, le escuchábamos con respeto y con esa devoción atenta que despiertan los hombres de mundo, sobre todo para quienes piensan que los viejos son sabios por el mero hecho de ser viejos, sin tener en cuenta que también los asnos llegan a viejos sin dejar de ser asnos. Aquel anciano de mandíbula recia nos hablaba de América, de grandes soles amarillos, de mujeres bellas como espejos, de piel color castaña, de riquezas sin límite, de casas con ascensor, de flores altas como hombres, de automóviles con bañera y también de pequeños regresos a los valles de Cangas, donde la vida era más dócil, la familia más amada y los recuerdos andaban cercanos y accesibles, como los amigos de todos los días.

   Mientras el viejo conversaba y Lola asaba chorizos con vino blanco en la cocina, la lluvia continuaba cayendo afuera. De vez en cuando alguno de nosotros se levantaba hasta la galería para ver el río que murmuraba al fondo; y junto a las playas tropicales y las ciudades soleadas de América que llevábamos en la cabeza, aparecían ahora montes sombríos que la lluvia llenaba de soledad, montes oscuros y desolados bajo cortinas de agua, como si en vez de estar habitados por hombres fuesen los hombres los que estuviesen habitados por montañas. Y cuando regresábamos a la chariega frotándonos las manos con ganas de calor e intimidad, el anciano nos hablaba de los grandes ríos tropicales, de su majestuoso caudal, y nos decía: «Los nuestros sólo son regueiros». Nos habló largamente de los ríos y nos dijo que los de aquí, el río del Coto, el de Naviego e incluso el mismo río Narcea nacen de una fuente en la montaña, de un regueirín; porque son ríos pequeños; pero que los ríos de América, cuyas orillas no se divisan entre sí, son tan gigantescos porque nacen del mar, de un mar lejano que queda más alto, al otro lado, más allá. Y para convencernos decía: «Porque América tiene mar por los dos lados». Nosotros opusimos resistencia con respetuosos argumentos, alegando que todos los ríos, incluso los de América, tienen las fuentes como origen, igual que los nuestros. Pero el anciano repetía obstinadamente: «Yo estuve allí, yo mismo lo vi, nacen en el mar». Confiaba más en sus recuerdos que en su razón.

   Acaso por defender la humillada posición de segundones en que se dejaba a nuestros ríos, o por no renunciar a nuestra lógica de escuela pública o por sentir que el viejo abusaba de su edad, nos fuimos haciendo un poco malvados y lo asaetábamos con preguntas malintencionadas de las que deducíamos que el anciano no había estado más que diez meses en Cuba con un hermano en el año 1928, que trataba de conservar con grandes esfuerzos un acento extraño más inventado que recordado, que se sentía solo y no sabía leer. Así, triste y acosado por nuestras pruebas contundentes, moviendo la boina en la cabeza sobre su pelo blanco, no tuvo más remedio que ceder y nos dijo: «Puede que tengáis razón, a lo mejor los ríos nuestros nacen también en el mar». Ya no tuvimos nada que responder, porque el misterio de los ríos era tanto que no resultaba soportable sin recurrir a la imaginación. Y para el anciano eran los ríos de su infancia, las aguas que huyen de su origen sin detenerse nunca más que brevemente en los pozos para recordar un instante y perderse luego otra vez, ya definitivamente sin memoria, en lugares desde donde nunca pueden regresar. El viaje a América del anciano había sido uno de esos pozos sombríos, con remolinos, donde se había anclado su memoria y de donde no quería salir. Pero las aguas de los ríos se van y no vuelven más. Por eso algunos piensan —quizás con razón— que lo mejor es no partir. Pero lo más probable es que tanto el origen como el final estén en el mismo sitio, en el mismo mar. Que por más que uno se aleje siempre lleva consigo y siempre regresa al lugar donde nació.

   Al final de la tarde regresábamos a Cangas caminando bajo los nogales y los castaños de la carretera, desde donde caían gotas retrasadas, grandes como manos y sutiles como lágrimas. Aquella tarde un poco triste, en la primera chariega del otoño habíamos aprendido una cosa: que América no existe, que es tan sólo la invención de un aldeano que no supo quedarse ni marchar.


José Avello Flórez
Junio, 1978

El cangués Raúl Mouro gana el Premio Nacional de Artesanía 2024

Raúl con su padre y maestro, Marcelino Rodríguez, el creador de las piezas más representativas de la Cerámica Negra de Llamas del Mouro. Fuente: https://raulmouro.com 

En la XVII edición del prestigioso Premio Nacional de Artesanía, el reconocimiento del Premio Producto ha recaído en Raúl Rodríguez, conocido en el gremio de artesanos como Raúl Mouro, por su innovadora colección de cerámica «Piel de Mouro». Este galardón, entregado en Madrid, en una ceremonia en el salón de actos del Ministerio de Industria y Turismo, distingue a aquellos artesanos que, con su trabajo, contribuyen significativamente al sector de la artesanía en España.

Mouro ha destacado por su capacidad para fusionar la tradición con una visión contemporánea, renaciendo fragmentos de objetos familiares recuperados y datados mediante excavaciones arqueológicas. Su colección, «Piel de Mouro», realza la esencia de la materia prima, destacando la textura y la «piel» de la cerámica al explorar los límites del torno.

Raúl Rodríguez Arias, nació en 1979 en Llamas del Mouro, Cangas del Narcea (Asturias), licenciado en Historia por la Universidad de Oviedo y máster en Dirección de RRHH por la Escuela Europea de Negocios, proviene de una de las sagas de alfareros más reconocidas de España. Su padre y maestro, Marcelino Rodríguez, y su abuelo, Jesús Rodríguez Garrido, son figuras emblemáticas de la Cerámica Negra de Llamas del Mouro. Una larga tradición familiar de ceramistas que se remonta al siglo XVI en la que Raúl es el último eslabón de la cadena.

Ha aprendido el oficio desde niño, inspirado por su abuelo y su padre. Para él, la cerámica no es solo una profesión, sino un estilo de vida. Recuerda que tocó barro por primera vez a los tres años y desde entonces ha sentido una profunda conexión con este material. Al recibir el galardón, dedicó el premio «a los artesanos solitarios que pasan su tiempo en su taller con la puerta cerrada y el móvil apagado. Va para ellos.»

Llamas del Mouro es un pequeño pueblo asturiano situado a 22 km de la capital del concejo, Cangas del Narcea. Este recóndito lugar es conocido por su Cerámica Negra, una tradición artesanal que ha sido mantenida viva por generaciones de la familia Rodríguez. Esta cerámica se caracteriza por su color oscuro y su resistencia, cualidades que la hacen apreciada tanto por su belleza como por su funcionalidad. La alfarería de Llamas del Mouro que tuvo su periodo de esplendor en los años 30 de siglo pasado, ha sido transmitida de padres a hijos, enriquecida con el talento y la frescura de cada nueva generación.

Enhorabuena a nuestro paisano Raúl Mouro por su merecido reconocimiento y su contribución al prestigio de la artesanía española. Su dedicación y respeto por la tradición artesana aseguran que la cerámica tradicional asturiana siga viva y adaptándose a los tiempos modernos. ¡Felicidades!


 

Emilio Rodríguez: Poeta espiritual, puro y secreto

Fray Emilio Rodríguez González, dibujando, en el convento de los dominicos de Salamanca, en 1964. Fuente: dominicos.org

Emilio Rodríguez (Villar de Adralés, 1938 – León, 2020) fue un poeta con una producción muy extensa, que se recogió completa por primera vez póstumamente, cuando en el año 2022 fray Bernardo Fueyo Suárez se encargó de editar los dos volúmenes que forman Detrás de las palabras, sacados a la luz por la editorial dominicana San Esteban, de Salamanca.

La formación y el ingenio de este autor le permitieron crear una obra de gran profundidad, con un toque espiritual y múltiples referencias a los lugares en los que se formó como dominico, como poeta y como ser humano. La belleza de sus composiciones reside en que son un testimonio de su visión de este mundo, que nos transmiten las emociones e imágenes que el autor plasmó en un instante que no seríamos capaces de imaginarnos de otra manera.

Emilio Rodríguez González nació en Villar de Adralés (Cangas del Narcea) el 9 de julio de 1938. Sus padres, Emilio y Hermenegilda, eran campesinos que poseían una pequeña explotación agrícola y ganadera, como era común en la zona. Sus primeros años de estudio los cursó en su pueblo natal, y a los 15 años ingresó como alumno interno y aspirante dominico en el cercano monasterio de San Juan Bautista de Corias.

Era el menor de diez hermanos y creció en un ambiente rural, rodeado de imágenes naturales, idílicas, que le marcarán como persona y como poeta. Entre los recuerdos de su juventud podría rescatarse una imagen que, aunque triste, tiene gran fuerza en su obra Como árboles que andan, en la que describe a un “picador” de la mina. La minería, y sus consecuencias en el concejo de Cangas del Narcea, fue un tema de gran impacto entre sus paisanos, y no es de extrañar que Emilio Rodríguez recuerde con cierta amargura esta situación: la de un picador regresando de la mina. El poema dice así:

Emilio Rodríguez, retrato digital impreso sobre aluminio, 70×55 cm, del prolífico artista y singular retratista Florencio Maíllo.

Volvía con la fatiga
doblada sobre el hombro
como un cántico.

Solamente el miedo y la canción
le estaban permitidos.

Tenía las manos escritas
con palabras
que nadie había leído,
que nunca serán consideradas
como nuevas.

Subía por los bancales
masticando la niebla
a bocanadas,
por temor a olvidarse
de que el aire
es vida gratuita.

Tenía la voz oscura
como el viento,
y una larga historia
de raíces
en la piel.

No sabía que algunos días amanece
y que el agua también puede
volverse de colores.

Fue en el monasterio de Corias donde Emilio Rodríguez desarrolló las dos pasiones que lo acompañarán el resto de su vida: la literatura y el dibujo. Su profesor de literatura, con el fin de completar el estudio de la métrica, encargaba a los alumnos pequeñas composiciones personales, y las de Emilio eran tan brillantes que le animó a seguir el camino de la poética.

Después de Corias continuó sus estudios en Caleruega (Burgos), localidad que evocará muchos años después, en el año 2002, en su poemario En absorta luz, dejando constancia del impacto que le causaba la inmensidad cargada de Historia del paisaje castellano: “Silencio en los castillos… / Silencio en las orillas / de aquel río / que pudo describir / tantas batallas”. De Caleruega pasó a Las Caldas de Besaya (Cantabria), trasladándose durante los veranos al santuario de Nuestra Señora de Montesclaros, donde los estudiantes seguían cursos de idiomas, música y literatura. Algo de aquellos instantes atrapa en el poema “Montesclaros”, de su libro Fugaz y permanente (2018): “Ahora en ti descubro / que todos los finales / narran, a su modo, / el tiempo y las veredas”.

Entre 1961 y 1966 estudió en Salamanca, en el convento y facultad de Teología de San Esteban, de donde salió licenciado y ordenado sacerdote de manos del célebre Vicente Enrique y Tarancón.

Años clave para Emilio Rodríguez fueron los que pasó en Pamplona, donde, en 1966, decidió cursar Periodismo. Fue durante este período cuando consiguió su primer éxito literario triunfando en los Juegos Florales celebrados por la Universidad de Navarra con un breve poemario titulado Gustando el sabor del Pirineo.  Esta es una de sus primeras composiciones de cierta envergadura, y sus poemas, concordando con el título, evocan paisajes montañosos, nevados, solitarios, impregnados de un aura de misterio y de tenebrosa calma:

Caballos de andar la niebla
van los aires al sendero.
Está el silencio en cuclillas,
está el silencio o el miedo.

Subida de corazones
donde la nieve es acero,
están los pájaros tibios
del encuentro sin encuentro.

 Tras finalizar los estudios de Periodismo, Emilio Rodríguez fue trasladado en 1970 a Guadalajara, con la tarea de gestionar la imprenta y la Editorial OPE. Fue nombrado subdirector de la editorial, y, además, director de la revista Cruzada misionera, en la cual comenzó a publicar artículos con distintos comentarios sobre situaciones sociales o referentes a la Iglesia. En esa revista publicó también varias composiciones de prosa poética.

A pesar de todo este ajetreo intelectual, no terminó nunca de encontrarse satisfecho con sus tareas en Guadalajara y decidió aceptar una oferta para dirigir la emisora local de la cadena radiofónica COPE en Salamanca. Dedicó estos años al trabajo, pero sin abandonar la producción literaria, bastante prolífica en este tiempo. Escribió en Salamanca Pregunto por el silencio y Como árboles que andan, entre otras obras. En estos libros se encuentran algunos de sus poemas más estimables.

En 1980 promovió la creación de una tertulia literaria que provocó a su vez el nacimiento, en 1983, de la revista Papeles del martes, llamada así por el día en el que esta tertulia tenía lugar. En la tertulia y la revista participó con entusiasmo desde su fundación hasta su muerte, publicando gran cantidad de composiciones en Papeles del martes, entre las que, en el número 29, encontramos un bonito homenaje a su tierra natal: un pequeño conjunto de poemas titulado País de Niebla (Narcea). Aquí describe sensaciones y paisajes de su concejo natal, como el correr de los regatos o el palpitar de las gotas de lluvia sobre las ortigas, pero también, haciendo gala de una profunda comunión espiritual con el paisaje, añade un toque de esa profundidad trascendente que a la naturaleza únicamente le puede aportar el intelecto humano:

Edición completa de la poesía de Emilio Rodríguez.

Aquí se queda el tacto
como guardián silente
de los espinos vivos
donde rige la niebla.

Marcamos territorios
invadidos de ausencia
y nos quedamos quietos
vigilando fantasmas.

Las piedras del pasado
son nuestros asideros
para un vado imposible
del río que nos nombra.

Aquí se esconden todos
los sonidos sobrantes
de los días encendidos
con la noche de espaldas.

Emilio Rodríguez fue cangués de nacimiento, pero también fue salmantino de sentimiento, porque allí tuvo lugar la parte más importante de su vida, la que con más cariño recordaba.

Debido a su relevo, en contra de su voluntad, como director de la COPE, se vio forzado a cambiar su lugar de residencia al ser trasladado en 1991 a la localidad de Parquelagos, en La Navata (Madrid). El poeta sintió enormemente la marcha de Salamanca, donde tenía su ambiente literario, debido a todo lo que dejaba atrás. A esto vino a sumarse a una arriesgada operación provocada por un cáncer. Sin embargo, a pesar de los reveses, Emilio Rodríguez no dejó de lado la parte creativa de su vida, siguió escribiendo y pintando, logrando que en Parquelagos se formara una nueva pequeña comunidad que apoyaba y estimaba su obra, lo que le ayudó a seguir adelante.

En 2010 se editó en Salamanca Mar que huye. Antología 1977-2008, que presenta un estudio de la obra de este autor dirigido por el profesor Antonio Sánchez Zamarreño, quien es, hoy en día, el experto con mayor precisión y visión poética sobre la obra de Emilio Rodríguez.

Habiendo visto publicada su primera antología, en 2019 su salud comenzó a deteriorarse, lo que provocó que en 2020 ingresara en la Residencia Virgen del Camino (León) para recibir los cuidados médicos necesarios. Emilio Rodríguez falleció el 15 de noviembre de 2020, dejando atrás una vida espiritualmente rica y laboriosa y una obra valorada únicamente en los círculos literarios del entorno de la Iglesia en que él la dio a conocer y alejada de lo que se consideran los circuitos convencionales de la literatura. Fue, por tanto, un poeta secreto fuera del círculo de las editoriales eclesiásticas, pero quien se asome a Detrás de las palabras, los dos volúmenes de su poesía reunidos con mimo por fray Bernardo Fueyo Suárez y analizados en cuanto a su poética por María del Sagrario Rollán, comprenderá enseguida que se encuentra ante una obra de sumo interés, con una carga metafísica, una capacidad de reflexión y un acierto en la emoción contenida no tan usada entre los grandes poetas y que bebe de las fuentes de la poesía pura que desbrozaron grandes maestros como Juan Ramón Jiménez, Jorge Guillén o Claudio Rodríguez, por lo que la poesía de Emilio Rodríguez merece ser leída y difundida.

Artículo relacionado: Emilio Rodríguez (1938-2020), un poeta cangués recuperado

Fino La Ina, el jerez de Cangas del Narcea

Portada del libro ‘Imágenes y representaciones de los vinos del Marco de Jerez’

En 1977, un amplio grupo de cangueses, representantes de las peñas de la pólvora y de algunos establecimientos hosteleros, viajaron a Jerez invitados por la firma bodeguera Domecq. El pasado 25 de noviembre, casi medio siglo después de una visita mítica en la memoria del Cangas de los años setenta, el Consejo Regulador de Vinos de Jerez acogió en su sede la presentación de un libro (Imágenes y representaciones de los vinos del Marco de Jerez, Silex Editorial) que contiene un largo capítulo (68 páginas) sobre los pormenores y la leyenda de aquel viaje.

Con los testimonios de cangueses que organizaron y participaron en la visita a Jerez, el del entonces delegado de Domecq en Asturias y con documentación archivística y bibliográfica, la autora, la historiadora Lola Lozano, reconstruye el episodio y sus circunstancias: la pericia comercial y el ambiente que durante unos años lograron enlazar a Jerez de la Frontera con Cangas del Narcea, a Domecq con las fiestas del Carmen, al fino La Ina con los cangueses.

El capítulo se titula Fino La Ina, el jerez de Cangas del Narcea. Lleva como subtítulo De cómo el éxito de una campaña de Domecq en la década de 1970 dejó huella perenne en una población de Asturias. Lola Lozano es profesora de Historia Contemporánea de la Universidad de Cádiz. Es socia del Tous pa Tous y está ligada familiarmente a Cangas del Narcea.

En el siguiente enlace se puede consultar más información y ver fotografías de la memorable visita a la que se refiere Lola Lozano en este libro.

Homenaje cangués a la Casa Domecq en 1977

Presentación del libro de Alfonso López Alfonso «De ida y vuelta. Una mirada sobre la vida y la obra de Alejandro Casona», por Antonio Fernández Insuela

Presentación del libro de Alfonso López Alfonso

De ida y vuelta. Una mirada sobre la vida y la obra de Alejandro Casona
(Gijón/Xixón: Tous pa Tous – Impronta, 2024)[1]

Antonio Fernández Insuela
Catedrático de Literatura Española
de la Universidad de Oviedo

Por iniciativa de Juaco López Álvarez, prestigioso etnógrafo, director del Muséu del Pueblu d’Asturies y presidente de la histórica asociación cultural «Tous pa Tous. Sociedad Canguesa de Amantes del País», el profesor, escritor e investigador Alfonso López Alfonso acaba de publicar el estudio De ida y vuelta. Una mirada sobre la vida y la obra de Alejandro Casona, en la editorial gijonesa Impronta, cuyos responsables, Marina Lobo y Carlos González Espina, gozan de amplia y prestigiosa trayectoria en el mundo de los libros y las bibliotecas. Otra figura clave en la elaboración de este libro es Luis Miguel Rodríguez Sánchez, sobrino y albacea de Alejandro Casona y que una vez más demuestra con hechos su generosa ayuda a los estudiosos del escritor nacido en 1903 en Bisuyu (Cangas del Narcea) y fallecido en Madrid en 1965.

Presentación el 14/11/2024 en la librería «Pasa página» de Oviedo, de la biografía de Alejando Casona. De izda. a dcha.: Luis Miguel Rodríguez, sobrino de Casona; Antonio Fdez. Insuela, catedrático de Literatura Española de la Universidad de Oviedo; el autor, Alfonso López Alfonso; y el presidente del «Tous pa Tous», Juaco López.

Hablando de estudiosos casonianos, creo que es de justicia recordar a dos que nos dejaron hace poco tiempo, en el año 2020: el profesor valenciano de la universidad del Sarre (Alemania) José Rodríguez Richart, pionero en la investigación académica sobre Casona, al que dedicó más de medio siglo de estudios imprescindibles, documentados y ponderados, y José Manuel Feito, cura y erudito somedano de numerosas iniciativas socioculturales en la parroquia de Miranda de Avilés, pueblo donde, por otra parte, unas décadas antes había ejercido como maestra -maestra renovadora- la leonesa Faustina Álvarez García, la madre de Casona, a la que Feito dedicó un libro justamente reivindicativo. Ambos investigadores tienen, como es lógico, amplia presencia en el libro de Alfonso López Alfonso.

Un libro que era estrictamente necesario, pues hay cientos de trabajos sobre Casona (varios libros, artículos, ediciones prologadas de sus obras, etc.), pero hasta ahora no existía en castellano ningún volumen extenso y actualizado (De ida y vuelta… tiene más de 300 páginas de texto y 33 de fotos) que presentara al lector el conjunto de la trayectoria vital y cultural de dicho escritor[2], que no es solo la de dramaturgo, con la que obtuvo fama internacional: fue también maestro e inspector de enseñanza primaria, poeta, narrador de cuentos propios y adaptador de relatos históricos, literarios o legendarios ajenos, director del Teatro del Pueblo integrado en las republicanas Misiones Pedagógicas, infatigable colaborador en la prensa y la radio de diversos países hispanos, guionista de cine, etc. No deja de ser un tanto llamativa esa ausencia de un tal estudio del conjunto, pero ahora, afortunadamente, este trabajo lo lleva a cabo Alfonso López Alfonso, lo que me parece lógico por la feliz confluencia de varios factores: la histórica labor de “Tous pa Tous”, la personalidad y actividades culturales de Juaco López y Alfonso, ambos de profunda vinculación con Cangas del Narcea, el concejo natal de ellos y de Casona y la muy notable producción investigadora internacional que ha surgido en los últimos veinticinco años con nuevas informaciones y perspectivas sobre este autor.

Alfonso, nacido en el pueblo de Moncóu, es licenciado en Historia por la Universidad de Oviedo —en una asignatura optativa de literatura española fue excelente alumno del autor de estas líneas—, es profesor numerario en el IES Escultor Juan de Villanueva (Pola de Siero) y, además, es investigador riguroso, con feliz inclinación a vincular literatura e historia, apasionado buscador de literatura y cultura en la prensa impresa o ahora digitalizada, y escritor que cultiva la poesía, el relato y la crítica. También es un muy activo militante en el estudio de la cultura, en el más amplio sentido, de su concejo natal. Recomiendo que al respecto se lea su libro El tiempo baldío (Gijón, Impronta, 2012), conjunto de estampas en las que refleja su vida y su visión de su tierra, del pueblo en que nació. Sus experiencias de niño, su mirada a familiares presentes o emigrados y a sus vecinos es una honda y emotiva indagación en sentimientos y vivencias de un entorno concreto, pero que por el modo de analizarlos y la elegancia, claridad y precisión con que los expresa sirven para cualquier otro ámbito local y temporal similar. Como investigador y crítico publicó informados y reflexivos trabajos acerca de diversas personalidades: Alejandro Casona, Pablo Suero -periodista, crítico y poeta de origen gijonés asentado en Argentina y de relación breve pero compleja con el escritor nacido en Bisuyu, al que conoció meses antes de la guerra civil-, Gumersindo Díaz Morodo “Borí”, -político y periodista republicano cangués fallecido en el exilio-, y, sobre todo, José Díaz Fernández (1898, Aldea del Obispo, Salamanca – 1941, Toulouse), narrador, crítico, político republicano con raíces familiares en el occidente de Asturias, amigo y contertulio de Casona en el Madrid de preguerra, y fallecido muy pronto en el exilio francés. Alfonso, gracias en gran medida a sus investigaciones en fuentes hemerográficas, ha dado a conocer estampas y semblanzas publicadas por Díaz Fernández en los años veinte en la revista Ondas, de Unión Radio, la futura Cadena Ser (El cine y otras prosas de juventud, Gijón, Ateneo Obrero de Gijón, 2011, Fortuna Balnearia,18, edición y prólogo de Alfonso López Alfonso). Dos años después también puso prólogo y editó del mismo escritor Luna de suburbio y otros relatos. Narrativa breve completa (Sevilla, Renacimiento, 2013, Biblioteca de Rescate, La Novela Corta, 3). Y más recientemente dio a conocer una serie de poemas que dicho escritor y político había publicado en la revista Asturias de La Habana (“Selección de poemas de juventud de José Díaz Fernández (1917-1921)”, Mediodía. Revista hispánica de rescate, Sevilla, 3, 2020, pp. 88-102). Hay que indicar que dicho escritor y político se había referido a su amigo Casona en algún que otro artículo publicados en el periódico republicano federal barcelonés El Diluvio[3] . De todo lo que acabo de exponer creo se puede deducir que ya antes de ponerse a escribir el libro sobre Casona nuestro investigador ya había demostrado fehacientemente su capacidad crítica y su conocimiento del ambiente literario y social en que se desenvolvió su paisano antes de la guerra y después en el exilio.

La muy variada producción cultural del exilio derivado de la guerra civil española tardó en conocerse en el interior de España por razones obvias. Tras la muerte de Franco, como es lógico la situación cambió por completo, pero Casona y su obra, una vez pasó la gran expectación que había causado con su visita en 1962 -cuando retiró su veto a ser representado bajo el franquismo- y con su regreso definitivo en 1963, cayeron en un relativo olvido en los ámbitos culturales convencionales tras su temprana muerte en 1965. De todos modos, una aclaración: en los escenarios teatrales, con las inevitables fluctuaciones de los gustos o modas literarias, Casona siempre estuvo presente en España a partir de 1962 y, además, sus obras -teatrales o no- se editaron y reeditaron aquí y en numerosos países de varios continentes. Hay que reseñar -y lamentar- que en numerosas ediciones de sus obras tras el año 2000 muy pocas veces incluyen en sus prólogos las nuevas informaciones que sobre él se están publicando en ámbitos académicos desde fines del siglo XX.

Alfonso, investigador riguroso, sí tiene en cuenta estos recientes estudios, cuya aparición está relacionada con el nuevo interés que por la literatura del exilio republicano de 1939 surge con motivo del sesenta aniversario de la terminación de la guerra civil. En este aspecto, son fundamentales las iniciativas en la década final del siglo XX del profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona Manuel Aznar Soler y su amplio equipo de investigación, habitualmente conocido como GEXEL (Grupo de Estudios del Exilio Literario). Los diversos congresos, jornadas, etc. que promovieron y siguen promoviendo en numerosas universidades españolas y extranjeras motivaron que un amplio número de críticos de distintos países hayan publicado estudios que aportan muchas novedades sobre Casona. En ese marco, pero, a la vez, independiente del grupo GEXEL, al cumplirse en 2003 el centenario del nacimiento del autor asturiano, a iniciativa del profesor Rodríguez Richart, apoyada por Luis Miguel Rodríguez, se lleva a cabo en la Facultad de Filología de la Universidad de Oviedo el congreso internacional “Homenaje a Alejandro Casona (1903-1965)”, donde participaron treinta investigadores de más de quince universidades y centros de investigación de diversos países. Permítaseme decir que el comité organizador (los profesores María del Carmen Alfonso García, María Crespo Iglesias, María Martínez-Cachero Rojo, Miguel Ramos Corrada -lamentablemente ya fallecido- y el autor de estas líneas) no quedó descontento del trabajo realizado, que se materializó en la publicación del volumen Actas del “Homenaje a Alejandro Casona (1903-1965)”. Congreso Internacional en el centenario de su nacimiento (Oviedo, Fundación Universidad de Oviedo / Ediciones Nobel, 2004, 630 pp.) que incluyen una treintena de artículos sobre las muy diversas facetas que modelan la personalidad privada y creadora de Casona, muchas de ellas hasta entonces desatendidas por la crítica. En síntesis, creo que puede decirse que la imagen personal y artística del autor sale ampliamente enriquecida por la publicación de relevantes informaciones documentales y nuevas perspectivas de análisis de sus obras. Alfonso, obviamente, también acude con frecuencia a ese volumen, hoy agotado.

Naturalmente, también tuvo que indagar en otros lugares, sobre todo archivos públicos y privados en los que cabría esperar que hubiera nueva documentación sobre Casona. En unos casos, esa esperanza se materializó, en otros, lamentablemente, no, como acostumbra a suceder en cualquier proceso serio de investigación literaria. En el aspecto positivo, quiero reiterar la generosa ayuda que le dispensó Luis Miguel Rodríguez, que puso a su disposición la correspondencia familiar del autor y otros grupos de cartas. Así, Alfonso nos dará a conocer misivas hasta ahora inéditas y que sirven para saber de primera mano lo que Casona y su familia más próxima sentían, p. ej., acerca de la guerra civil o sobre la nostalgia que el escritor tenía por su tierra durante un exilio que llegará a durar un cuarto de siglo. También publicará Alfonso algunas otras cartas del mismo fondo documental de figuras relevantes de la cultura y la historia española de la época.

En lo que concierne a otros archivos, en este caso públicos, tienen especial relevancia los dos testimonios de enero de 1962, acerca de la dispar actitud de la Dirección General de Seguridad ante la solicitud de venida de Casona a España. En los dos documentos que aporta Alfonso vemos cómo en el plazo de una semana dicho organismo policial retira su agresiva oposición al regreso del escritor republicano. Un regreso que, por cierto, motivará un notable revuelo en círculos del exilio, como señaló la profesora Isabel Jardón López (“El regreso del exilio de Alejandro Casona: Correspondencia epistolar con Joaquín Maurín”, Clarín, 51, mayo-junio 2004, pp. 83-88).

En el aspecto negativo de esa búsqueda de nueva documentación, sobre todo epistolar, podemos indicar que Alfonso, a pesar de sus gestiones, no logró localizar las cartas que se cruzaron entre Casona y su paisano y amigo el profesor Juan Rodríguez-Castellano, quien había publicado varios artículos breves pero muy ilustrativos sobre el escritor asturiano que vieron la luz en prestigiosas revistas del hispanismo en Estados Unidos, donde ejerció en diversas y prestigiosas universidades hasta su muerte en Saint Petersburg (Florida) en 1970. Natural de Bisuyu, formó parte de una familia evangélica de este pueblo[4], en la que destacaron su hermano Lorenzo, prestigioso dialectólogo y director que fue de la Biblioteca Pública de Asturias, y la esposa de este, la profesora Adela Palacio Gros, que dedicó a Casona dos documentados trabajos, del que quiero destacar el titulado “Presencia de Asturias en la obra de Alejandro Casona” (Boletín del IDEA, XLVIII, 1963, pp. 155-201). Dadas las circunstancias que concurrieron en la amistosa relación de esta familia con el escritor y basándonos sobre todo en lo que el propio Juan Rodríguez-Castellano afirma en sus artículos sobre su amigo, el epistolario completo entre ambos tuvo que ser muy interesante. Dos breves muestras nos lo sugieren. En 1942 en su artículo “Alejandro Casona – Expatriado español” (Hispania, 25: 1, 1942, pp. 49-54) afirmaba Juan Rodríguez-Castellano:

Conozco a Alejandro Casona desde la infancia. Nos criamos en el mismo pueblo asturiano y hasta creo que somos algo parientes. Juntos solíamos pasar algunas vacaciones de verano y en ocasiones representábamos comedias con el doble objeto de entretenernos nosotros y de ofrecer pasatiempo a incautas damiselas provincianas.

O, diez años después, en el texto titulado “Casona y Asturias” (Hispania, 35: 4, 1952, 392-394) decía:

«En cuantas comunicaciones he recibido de Casona nunca he dejado de advertir su constante amor a la tierrina y su nostalgia -más o menos acentuada según las circunstancias- por la Asturias aldeana de su infancia […]. Idéntica nostalgia de su tierra se respira en sus cartas. Próxima a terminar la segunda guerra mundial, cuando aparentemente abrigaba el autor esperanzas de regresar a España, se expresaba de esta manera. “¿Será posible que el hermoso sueño se realice al fin y que pronto podamos vernos y abrazarnos sobre la tierra querida? Solo vivo para esperar eso».

Con el amplio material bibliográfico que pudo utilizar y con sus propios investigaciones y descubrimientos, que, generosamente me iba comunicando, Alfonso López Alfonso ha conseguido un libro en el que quien no conozca la trayectoria vital y literaria de Casona descubrirá a una figura fundamental en la historia del teatro español de la primera mitad del siglo XX, posiblemente nuestro dramaturgo contemporáneo de más éxito en el ámbito internacional (dejando aparte alguna obra de García Lorca). Y quien ya haya leído o visto las obras del autor asturiano, ahora se encontrará con numerosas e interesantes informaciones nuevas.

Estamos ante un estudio que va mucho más allá del propósito inicial de ser un texto meramente divulgativo y que, más informativo que de estricta crítica literaria, pero sin que falte esta, es un trabajo perfectamente construido, con un ensamblaje impecable de la vida personal y la faceta pública creadora y política de Casona, distribuida en seis apartados que corresponden a etapas o vivencias relevantes del biografiado. Finaliza el estudio con diez páginas de una muy pertinente bibliografía, los agradecimientos y el ya aludido álbum fotográfico de 30 páginas de imágenes, varias ya publicadas y otras me parece que desconocidas, al menos para mí. Es apartado final se inicia con fotos de Bisuyu y de la infancia de Casona y finaliza con la de su tumba en el madrileño cementerio de la Almudena.

Como era de esperar, dados sus antecedentes literarios, el escritor e historiador Alfonso López Alfonso en De vida y vuelta… ofrece a los lectores una prosa clara y precisa que conjuga soltura narrativa, contenida sensibilidad y reflexividad iluminadora Recordemos, p. ej., este pasaje al final del capítulo de la vida y la obra:

«Alejandro Rodríguez Álvarez murió en Madrid el 17 de septiembre de 1965. Vino a morir a casa, que es donde quieren morir todos los que al abrir por primera vez los ojos a este mundo ven las hayas, los robles y los castaños, las montañas y los prados verdes; y escuchan su lenguaje como una cadencia dulce que se va alojando en la conciencia para grabarles en la memoria la profecía de que antes de morir tienen que ovillarse como un feto y volver al origen, porque la vida es más de quien sabe morir arropado por el manto caliente de la tierra que le enseñó el primer lenguaje, el del paisaje, que entra por los ojos y los oídos y no entiende de significantes y significados y es tan universal que cada hombre tiene el suyo propio…» (pp. 288-289).

Me atrevo a pensar que estarían de acuerdo con estas palabras de Alfonso el José Díaz Fernández de la estampa “A través de Asturias: El alma del paisaje” (El cine y otras prosas de juventud, pp. 148-151) y el Casona de numerosos textos, artículos periodísticos incluidos, pero en especial el de La dama del alba, de La casa de los siete balcones, del artículo “Las tres Asturias” (Asturias, Buenos Aires, 225, 1942, p. 2), el que en “Carne y alma de España en el paisaje” (VV. AA., Imágenes de España, Buenos Aires, Delegación de la Unión Internacional de Socorro a los Niños en América Latina, 1946) afirma que “conocer un paisaje es casi conocer al hombre” o el que en una entrevista con el crítico José Luis Cano (C[ano], J[osé] L[uis], “Charla con Alejandro Casona”, Ínsula, 191, octubre de 1962: 5) dice que “[e]n última instancia solamente se llega a lo universal por el camino de lo nacional. Solamente se está en condiciones de hablar con el hombre después de haber hablado larga y entrañablemente con Juan”.

Por todo lo dicho, quiero expresar mi más sincera felicitación a Juaco López, al Tous pa Tous, a Impronta (Marina Lobo y Carlos González Espina) y, muy especialmente, como es lógico, a Alfonso López Alfonso por este magnífico trabajo De ida y vuelta. Una mirada sobre la vida y la obra de Alejandro Casona.

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  1. El 14 de noviembre de 2024 en la librería «Pasa página», Oviedo / Uviéu.
  2. Sí existe un serio estudio en inglés, el del investigador casoniano Harold K. Moon, de la Brigham Young University (Provo, Utah): Alejandro Casona, Boston, Twayne Publishers, 1985, Twayne’s Authors Series, 748, 157 pp. Por la fecha de su publicación, obviamente no pudo conocer la variada y novedosa producción bibliográfica sobre Casona publicada desde fines del siglo XX.
  3. Puede verse Antonio Fernández Insuela, “Opiniones sobre literatura en los artículos de José Díaz Fernández en 1936 en el diario El Diluvio (Barcelona)”, en Homenaxe al Profesor Xosé Lluis García Arias, Uviéu, Academia de la Llingua Asturiana, 2010, tomu II, pp. 793-814).
  4. Numerosos naturales de Bisuyu se apellidaban Rodríguez y en muchos casos eran evangélicos. Puede verse al respecto José Luis Fernández Álvarez, “Después de Lutero, los Rodríguez de Besullo”, en https://www.protestantes.net/archivo.asp?id=1650.

La otra cara de la moneda: Solidaridad en acción

Mientras ayer nuestro flamante Supercampeón de España desde Córdoba nos hacía vibrar de alegría, en el Levante español nuestro socio Manuel Rodríguez Fernández (Manolón para los amigos) y tres compañeros del Real Oviedo Rugby colaboraban en la limpieza de zonas afectadas por la DANA en Valencia

El cangués Manuel Rodríguez Fernández (Manolón), socio del Tous pa Tous.

Este fin de semana, Manuel Rodríguez Fernández, conocido cariñosamente como «Manolón», junto con sus compañeros del Real Oviedo Rugby, Aitor Fernández, Daniel Sánchez y Víctor Asensi, partieron hacia Valencia. Después del último entrenamiento de la semana (este fin de semana no hay partido), llevaron ayuda material y ofrecieron su mano de obra para colaborar en la limpieza de las zonas afectadas por la Depresión Aislada en Niveles Altos (DANA).

Antes de partir, recibieron ánimos de Santi Cazorla y expresaron su agradecimiento a los socios, jugadores y amigos del Real Oviedo Rugby, Asociación Síndrome de Down de Oviedo, Química del Nalón, la cuenca minera de Cangas del Narcea, y la Parroquia y Cofradía del Cristo de la Salud de Cangas del Narcea por sus aportaciones de material.

Al llegar a municipios valencianos como Algemesí, Catarroja y Paiporta, sus reacciones fueron impactantes: «Es un desastre. Sin palabras»; «Chicos, esto es la guerra»; «Hoy en Catarroja, mañana vamos a intentar ir a Paiporta»; «No me puedo imaginar lo que debió ser esto hace 15 días. Hablar con la gente es conmovedor»; «No puedo hacer un diario, desde que estoy aquí me he emocionado tantas veces que vivo en un tobogán de sensaciones. Ahora estoy tomando cervezas con una pareja, ella de Langreo y él valenciano, les regalamos un balón de rugby para los nenos y es todo agradecimiento. Hablamos con gente mayor y la expresión de sus ojos lo decía todo»; “Mañana vamos a Paiporta a entregar un generador que tenemos para la residencia de ancianos. En fin, una cosa es ver esto por televisión y otra es estar aquí y vivirlo»; «Mañana vamos a Paiporta a la zona cero. Contactamos con un electricista cuyo mote es ‘torete’ y allí que vamos. Esto es un sin Dios, no dejan entrar en las localidades, pero lo vamos a hacer sí o sí».

Las imágenes hablan por sí solas. Gracias amigos ¡Sois otro motivo de orgullo y satisfacción!

Un cangués coronado ‘rey del viento’

Alejandro Cachón y Borja Rozada culminan una increíble temporada con la victoria en Pozoblanco y siendo Supercampeones

Alejandro Cachón Rodríguez, n. Cangas del Narcea, 1999. El joven piloto asturiano proclamado Campéon de España de Rallies 2024.

El primer año con Toyota no ha podido ir mejor para Alejandro Cachón y su copiloto Borja Rozada. La dupla ha sido coronada como Supercampeones de España de Rallyes tras una impresionante actuación en el rally final en Pozoblanco. Cachón logró superar a su rival más cercano, Diego Ruiloba, en una temporada repleta de éxitos y emociones.

Su constancia y habilidad al volante fueron decisivas, destacando especialmente su triunfo en el Rally RACC Catalunya, que fue crucial para asegurar el campeonato. Este título representa un hito significativo en la carrera de Cachón, y un excelente augurio para futuros desafíos con Toyota.

¡Enhorabuena a los campeones por una temporada inolvidable!


Alicia Flórez Berdasco gana el concurso nacional ‘Jóvenes Ingenieros/as por un Mundo Mejor’

Alicia Flórez Berdasco, Ingeniera de Telecomunicaciones.

Alicia Flórez Berdasco, destacada investigadora de la Universidad de Oviedo, ha sido galardonada con el primer premio en el novedoso concurso ‘Jóvenes Ingenieros/as por un Mundo Mejor’, organizado por el Instituto de la Ingeniería de España (IIE). Este reconocimiento nacional destaca su innovador proyecto titulado ‘Diseño de antenas para un sistema radar de ayuda al desplazamiento autónomo de personas con discapacidad visual’, que utiliza nuevas tecnologías para mejorar la vida de las personas con discapacidad visual.

El premio, patrocinado por la Fundación Mutualidad de la Ingeniería y dotado con 1.250 euros, fue entregado en una ceremonia celebrada en Madrid. Alicia, natural de Cangas del Narcea (Casa Cristo, El Carrascal, Obanca), expresó su profunda gratitud por el reconocimiento y destacó la importancia de compartir ideas y proyectos con otros jóvenes ingenieros e ingenieras del país.

El concurso, dirigido a jóvenes ingenieros/as menores de 35 años con un título de Máster Habilitante de Ingeniería, busca premiar proyectos desarrollados entre 2022 y 2024 que tengan un impacto positivo en la sociedad. Los participantes debían presentar un vídeo explicativo, un documento PDF detallando el proyecto y su currículum vitae.

El jurado, compuesto por miembros del Comité Universidad, Formación y Empresa (CUFE-IIE) y un delegado del Presidente del IIE, evaluó los proyectos en base a criterios como la mejora de la sociedad, la innovación, la transformación ecológica y digital, el emprendimiento y las competencias transversales.

La gala de premios, que se llevó a cabo el pasado 8 de octubre de 2024, fue un evento abierto al público tanto de manera presencial como online. Además del primer premio, se otorgaron premios de 750 euros y 500 euros a los segundo y tercer clasificados, respectivamente.

El Instituto de la Ingeniería de España difundirá los proyectos ganadores a través de sus medios de comunicación y redes sociales, y continuará apoyando a los jóvenes ingenieros que buscan contribuir a un mundo mejor.

¡Felicidades a Alicia Flórez Berdasco por su impresionante logro y su dedicación a mejorar la vida de las personas con discapacidad visual!

Dos cangueses de La Mancha: Crisanto Rodríguez-Arango y Francisco Antonio Fernández de Sierra (el azote de los franceses)

Crisanto Rodríguez- Arango Díaz (Cangas del Narcea, 1929). Fotografía publicada en prensa con motivo de la toma de posesión de su cargo de Secretario General de la Diputación Provinvial de Toledo en 1975.

Gracias a un artículo publicado en 1971 en la prensa de Ciudad Real por nuestro estimado socio y paisano Crisanto Rodríguez-Arango, hemos logrado rescatar del olvido a otro ilustre coterráneo, un valiente militar de la Guerra de la Independencia con una destacada hoja de servicios a la nación.

El autor del artículo, Crisanto Rodríguez-Arango Díaz, nació en Cangas del Narcea el 17 de noviembre de 1929. El próximo mes celebrará su 95º cumpleaños (desde aquí nuestra felicitación anticipada). Es uno de los cuatro hijos del matrimonio formado por Joaquín Rodríguez-Arango Fernández-Argüelles (Cangas del Narcea, 1895-1966) y Crisanta Díaz Pérez. Su padre, al igual que su abuelo y bisabuelo, desempeñaron el cargo de alcalde de Cangas del Narcea en distintas etapas históricas, desde la restauración borbónica hasta la proclamación de la Segunda República.

Sin embargo, el destino llevó a Crisanto a otras latitudes, residiendo primero en Ciudad Real y luego en Toledo. Pero antes, estudió en la Universidad de Oviedo, donde se licenció en Derecho con el premio extraordinario «Francisco Beceña» en 1952. Tras finalizar sus estudios, fue nombrado profesor ayudante adscrito a la Cátedra de Historia del Derecho y, posteriormente, profesor adjunto de Derecho Romano y Canónico en la Facultad de Derecho de la Universidad de Oviedo.

En 1954, obtuvo una beca del Consejo Superior de Investigaciones Científicas para ampliar estudios en Roma, en el Instituto Jurídico Español, donde permaneció durante un curso académico. A su regreso a España en abril de 1956, defendió su tesis doctoral, obteniendo el título de Doctor en Derecho con la calificación de sobresaliente por la Universidad de Oviedo. Su tesis fue publicada en los «Cuadernos del Instituto Jurídico» de Roma.

En 1959, ganó las oposiciones de Secretarios de Administración Local de primera categoría, siendo destinado entre 1960 y 1968 al Ayuntamiento manchego de Almodóvar del Campo, y de 1968 a 1975 al de Ciudad Real, que le distinguió con la “estatuilla de Alfonso X el Sabio” y el título de «Concejal honorario”. En 1975, fue nombrado Secretario General de la Diputación de Toledo.

Ha impartido cursos de verano en la Universidad Hispanoamericana de Santa María de la Rábida y en el Centro de Estudios de Peñíscola. Ha publicado trabajos en el Anuario de Historia del Derecho Español y en el Instituto Jurídico Español de Roma, entre otros. Posee los títulos de Licenciado en Ciencias Políticas (1962) por la Universidad de Madrid y de Diplomado en Administración Local por el Instituto de Estudios de Administración Local. Ha sido Presidente del Colegio Provincial de Secretarios, Interventores y Depositarios de la Administración Local de Ciudad Real.

A la derecha, de perfil, Crisanto Rodríguez-Arango, en 1985, junto a los restauradores de la Tarasca de Toledo.

En Toledo, presidió la Junta Pro-Corpus hasta 1985, rescatando elementos tradicionales de las fiestas del Corpus Christi, logrando bajo su mandato la recuperación de la Tarasca que no salía por su mala conservación desde 1964 y de cinco gigantones del siglo XVIII, que pertenecían a la catedral, entre otras muchas cosas. En aquellos años se instituyeron los premios «Tarasca de Honor», hoy consolidados en la ciudad, y también se aumentó el recorrido de la procesión por el toledano barrio de Santo Tomé, en las calles Alfonso XII, Rojas y la plaza del Salvador. En 1995, tuvo el honor de pregonar estas fiestas.

Para aquellos que estén interesados, pueden leer su pregón de alto contenido histórico en el siguiente enlace: Pregón Corpus 1995.

 

El azote de los franceses

A continuación reproducimos integró el artículo de Crisanto Rodríguez-Arango publicado en el periódico Lanza. Diario de La Mancha. Martes, 26 de octubre de 1971


Asturianos en la Mancha: Don Francisco Antonio Fernández de Sierra

Francisco Antonio Fernández de Sierra (Tandes, Cangas del Narcea, 1777 – Almagro, 1828)

La creación de un centro asturiano, en Ciudad Real, pone de relieve las vinculaciones de los oriundos de la verde provincia norteña con los manchegos, nobles y de buen corazón, no exentos de socarronería, que saben dispensar, practicando la antañona virtud de la hospitalidad, las mejores acogidas. Las relaciones entre asturianos y manchegos no son de hoy. Se dice que los padres de San Juan de Ávila procedían de Gijón, ciudad que dio lugar a uno de los apellidos del gran Santo almodovense, y también parece ser que Jovellanos pasó por estas tierras que acaso le inspiraran alguna de sus importantes páginas.

Es de suponer que otros asturianos pasaran, dejando mejor o peor estela, por esta geografía, corazón de España, donde Cervantes iba a situar las hazañas del personaje de ficción de mayor resonancia y más amplia trascendencia de la literatura universal. Una de las figuras mínimas que formarán el mundo de Don Quijote de la Mancha será una asturiana de no muy buena reputación, lo que confirma la aseveración con que iniciamos este párrafo.

En época más inmediata a nosotros, a caballo entre el siglo XVIII y principios del XIX, un asturiano llegó a la Mancha con un limpio historial y, precisamente, en esta región española, habría de destacar por sus hechos meritorios. Nos referimos a don Francisco Antonio Fernández de Sierra.

Nace este astur en Tandes, minúsculo pueblecito entre montañas con su casona señorial, perteneciente a la parroquia de San Martín de Sierra y Santa María de Brañas, en el concejo de Cangas de Tineo, hoy Cangas del Narcea, bien conocido por el autor de estas líneas por haber nacido allí. Don Francisco, a los 17 años, es cadete de la Caballería del Rey, iniciando una carrera militar en la que destacaría con brillantes hechos de armas. Ya graduado como capitán de la Caballería del Rey y, más tarde, como teniente coronel, anda por Alemania, Dinamarca y Francia, regresando a España en 1808,a tiempo para formar parte de la resistencia patriótica contra la invasión napoleónica. Destaca en la lucha contra los franceses: en Talavera, en 1809, avanza solo delante de una compañía, tomando un cañón, dando muerte a catorce artilleros y apresando a un capitán y a un general del ejército imperial; en Puente del Arzobispo, queda cercado por el enemigo, con 40 hombres, rompiendo el cerco y salvando a los 40 hombres y 58 más de infantería que se le unen. Con todos ellos pasa a la Mancha, donde anima las guerrillas de la Independencia, causando considerables bajas en el ejército francés, cuyas unidades en ocasiones, son derrotadas por él y sus soldados. Como guerrillero debió adquirir buena fama, pues en Pedro Alcalde arrebató al francés 1.200 cabezas de ganado lanar y en Valdepeñas les sustrae 38 potros, dando muerte a los cuatro juramentados que los conducían. Y no reseñamos más hechos por no alargarnos en demasía. La hoja de servicios de don Francisco Antonio es muy expresiva.

Todas sus heroicidades le valen, primero el que se le otorgue el hábito de Caballero profeso de las órdenes y caballerías de Calatrava, de San Fernando y de San Hermenegildo, y, después, en 1814, el que se le nombre por el Rey, gobernador político y militar de la ciudad de Almagro, donde reside prácticamente hasta su muerte, en 1828.

Contrae matrimonio, en segundas nupcias, con una dama de rancio abolengo manchego, doña Bárbara Zaldívar y Carrillo, oriunda de Carrión de Calatrava, de la que tiene cinco hijos. A sus actuales descendientes, la Excma. señora doña Elisa Cendrero, viuda de Medrano, agradecemos la oportunidad de haber podido desempolvar los datos biográficos de este astur-manchego que muy bien puede servir de ejemplo y paradigma a quienes, procedentes de Asturias, llegamos a la Mancha y aquí hemos formado un hogar, identificándonos y sintiéndonos como los mismos nativos.

C. ARANGO


Por nuestra parte, y gracias a la valiosa información proporcionada por Crisanto, así como a la transcripción realizada por el historiador manchego José González Ortiz (Puertollano, 1951) de su hoja de servicios, conservada por su última descendiente, Mª Elisa Céspedes Medrado, trastataranieta de este héroe desconocido de la Guerra de la Independencia, hemos elaborado el siguiente resumen de los datos personales y la carrera militar de Francisco Antonio Fernández de Sierra. Este documento sirve como testimonio de la vocación militar de aquella época y de la entrega sin límites a una causa noble, acabar con la francesada, que diría José María de Pereda.

A pesar de los esfuerzos de los franceses, nuestro paisano logró resistir. Sin embargo, de manera paradójica, una mano despiadada y desconocida le suministró el veneno que pondría fin a su vida en 1828, en la histórica ciudad de Almagro (Ciudad Real). En sus últimos años, había fijado su residencia allí tras ser nombrado Gobernador político y militar de la ciudad de Almagro y del Campo de Calatrava por el rey Fernando VII.


Ficha resumen


El Regimiento de Cangas de Tineo y la apasionante historia de Pedro del Tronco

El Regimiento de Infantería de Cangas de Tineo, cuya historia ha sido rescatada por el historiador José Luis Calvo en un libro que publica el Instituto Bances y Valdés.

El Instituto de Estudios Históricos Bances y Valdés ha editado una nueva publicación del académico don José Luis Calvo Pérez, que se presentará en el Club La Nueva España (Oviedo) con ocasión de la semana del Desarme, el próximo 16 de octubre a las 18.00 horas, y posteriormente en Cangas del Narcea el sábado 26.

Siempre es buen momento para rememorar las hazañas de los asturianos que lucharon contra los franceses en la Guerra de la Independencia. Dentro de la contienda cobra especial relevancia el Regimiento de Cangas de Tineo, cuya historia ha sido rescatada por el historiador José Luis Calvo en este libro.

Un grupo de valientes sin formación militar

El Regimiento se formó el 28 de junio de 1808 para luchar contra los franceses que avanzaban hacia el Suroccidente de Asturias durante la Guerra de la Independencia (1808-1814). Eran un grupo de soldados que partieron al frente, en su mayoría, sin ningún tipo de formación militar y provistos con sus herramientas de trabajo en el campo, pero que llegaron a ser reconocidos por sus gestas y actuaciones en las batallas.

La apasionante historia de Pedro del Tronco

Castillo de Tineo, derribado definitivamente en 1912. La fotografía está sacada de un cristal estereoscópico de Celso Gómez Fdaz-Argüelles que data del 1 de septiembre de 1910. Colección: Álvarez Pereda.

Entre el casi millar de voluntarios que formaron el Regimiento destacó especialmente la figura de Pedro del Tronco, natural de Dagüeño, parroquia de Mieldes (Cangas del Narcea, Asturias). En 1809, fue capturado por las tropas del general francés Gautier y ejecutado en el castillo de Tineo, ubicado en la actual plaza de Las Campas. Allí se le recuerda con una cruz tallada sobre un bloque de piedra en el que se puede leer la inscripción: «Aquí murió Pedro del Tronco en defensa de la patria».

Pedro del Tronco, quien el 10 de marzo de 1811 fue reconocido por las Cortes Generales españolas como héroe de la patria, recibió un homenaje el pasado 10 de marzo en su pueblo, Dagüeño. En esta ocasión, se colocó una placa para recordar quién había sido: «El pueblo de Dagüeño a su vecino Pedro del Tronco, fusilado en la villa de Tineo a manos del invasor francés. Héroe de la patria reconocido por las Cortes Generales de España, el 10 de marzo de 1811».


 

«De ida y vuelta. Una mirada sobre la vida y la obra de Alejandro Casona»

Hay personas que tienen la capacidad de hacerse entender por todo el mundo. Alejandro Rodríguez Álvarez, que pasó a la historia de la literatura como Alejandro Casona, era de esa clase de personas porque convertía en simple lo complejo, en fácil lo complicado y, sobre todo, ponía luz sobre el lado tenebroso del alma humana arropando la realidad con una pizca de fantasía. Fue maestro de formación, y quizá por eso su obra apela a valores universales como el amor (La sirena varada, Romance en tres noches, La tercera palabra), la muerte (La dama del alba, Corona de amor y muerte) o la importancia de la educación (Nuestra Natacha). Él mismo dijo que se le podía acusar de estar desligado del dato contingente, pero no del alma humana. Tenía mucha razón. Pocos autores de la literatura universal habrán manejado con tanta precisión y hermosura los valores fundamentales que nos hacen humanos, demasiado humanos. En las obras de Casona la generosidad, la ingenuidad, la valentía, la franqueza y la galantería le dan la mano al egoísmo, la suspicacia, la cobardía, la hipocresía y la descortesía porque supo como pocos leer en el escondido libro del alma humana, que nos convierte en seres capaces de vernos como dioses cuando soñamos y convertidos en desarrapados pordioseros cuando actuamos. Es, claro, la distancia que media entre la fantasía y la realidad, ese delgado límite de la vida por el que siempre caminó con envidiable soltura, como si de un funambulista se tratara, Alejandro Casona.

Coincidiendo con el 59 aniversario del fallecimiento de este dramaturgo universal que vino al mundo en 1903 en el cangués pueblo de Bisuyu / Besullo, el «Tous pa Tous» y la editorial Impronta publican una nueva biografía titulada De ida y vuelta. Una mirada sobre la vida y la obra de Alejandro Casona. Este libro trata de dar cuenta de quien fue un joven sensible y entusiasta criado entre Asturias, Palencia y Murcia; un maestro eficaz con deseos de ser escritor que logró sacar adelante su sueño a base de esfuerzo y consiguió vivir de lo que escribía a partir de los años treinta del siglo XX, cuando compaginó la dirección del Teatro del Pueblo de las Misiones Pedagógicas con éxitos como el que le proporcionó el prestigioso Premio Lope de Vega en 1933 por La sirena varada, su primera obra teatral importante. De quien, además, fue un dramaturgo que demostró su compromiso con la realidad y los valores de la educación, por lo que después del estallido de la guerra civil se vio forzado a marchar al exilio, donde escribió y estrenó la parte fundamental de su obra. En el exilio aguantó un cuarto de siglo por voluntad propia —es evidente que no estaba de acuerdo con el régimen dictatorial de Francisco Franco, y en su correspondencia dejó claras muestras de este desacuerdo— y volvió en 1962 para ser tan agasajado por una parte de la crítica como denostado por otra que lo consideraba escapista y desapegado de la realidad social española de los años sesenta. Inmerso en ese panorama vivió sus últimos años y murió en Madrid el 17 de septiembre de 1965. Ese día desaparecía Alejandro Rodríguez Álvarez, pero las obras de Alejandro Casona nos siguen acompañando y lo seguirán haciendo durante mucho tiempo.

MUESTRA DEL LIBRO

 

 

 

Manuel Rodríguez Flórez de Uría (Cangas del Narcea, 1929-1989). Reputado futbolista de la cantera canguesa.

Manolo Claret, «Uría», con la camiseta del Caudal Deportivo de Mieres en 1953.

«Manolo Claret» padre de un buen amigo mío fallecido, «Manolín” R. Fontaniella. 
Ambos siempre en mi memoria, nunca en el olvido.

Su nombre completo en el Registro Civil aparece como Manuel Saturio Antonio Rodríguez Flórez de Uría, pero en el mundillo futbolístico era conocido simplemente como «Uría», cangués de nacimiento y huérfano de padre desde los siete años, falleció en su Cangas del Narcea natal a los sesenta años de edad, el último día del año de 1989, tras una mala pasada que le jugó su corazón.

Manolo Claret o Pilolo, como también se le conocía familiarmente en Cangas, era una persona muy querida por todos los cangueses y destacó en su juventud, por ser uno de los jugadores de fútbol más renombrados salidos de la cantera canguesa. Perteneció al Narcea del que más tarde sería entrenador.

Equipo del Narcea el 17 de enero de 1965 en el Campo de la Vega. Colección: Sergio de Limés
De izquierda a derecha:
De pie: Manolo Uría (Pilolo, entrenador), Nisu, Tahoces, Marcos, Alonso, Chichi, Manolín y Peña.
Agachados: Ángel Dupont, Jacinto, César, Juanín y Castro.

En 1948, fichó por el Real Oviedo como amateur siendo cedido al Vetusta, coincidiendo con los inolvidables Falín, Herrerita, etcétera. Posteriormente jugó en el Praviano y después en el Langreano, ambos en Tercera División, finalizando su carrera deportiva en el Caudal Deportivo de Mieres de Segunda División.

En 1953, realizó pruebas con el Real Madrid de la época de Di´Estéfano, Marsal, Gento… Su puesto habitual era de extremo izquierdo, jugador muy técnico, de fácil regate y fuerte chut.

Finalizó su carrera como jugador profesional en el Caudal en un partido contra el Sabadell en el estadio de la Creu Alta al tener una grave lesión en un tobillo el 18 de abril de 1954. Fue en la jornada 29 de la temporada 1953/54, tras 22 partidos como titular y 3 goles en su haber.

A pesar de ser un jugador profesional, en las vacaciones de verano jugaba partidos amistosos con el Narcea, cosa que siguió haciendo unos años después de tener que abandonar irremediablemente el futbol profesional, como se puede comprobar en la siguiente fotografía de 1957.

Pilolo, de pie, segundo por la izda., con el equipo del Narcea en el Campo de La Vega, Cangas del Narcea, en un partido de las fiestas del Carmen, 16 de julio de 1957. Colección de Gil Álvarez Martínez.

 

PADRES Y ABUELO MATERNO

Amparo Flórez de Uría y Díaz y sus hijos: Adela, agachado Manolo (Pilolo o Uría) y Chema Claret, delante de la casa familiar en la calle Mayor de Cangas del Narcea en 1958. Colección: José Alberto Rodríguez Andreolotti.

José Rodríguez Claret, natural de Cangas del Narcea, comerciante y abogado, fue socio fundador del «Tous pa Tous», Sociedad Canguesa de Amantes del País promovida por Mario Gómez en 1926. Contrajo matrimonio en mayo de 1928 en la villa de Cangas del Narcea con la canguesa Amparo Flórez de Uría y Díaz.

Amparo era hija de Manuel Flórez de Uría Sattar, prolífico periodista cangués nacido en 1864 que escribió en varios periódicos de Cangas del Narcea: El Narcea y El Distrito Cangués, fundó y dirigió La Verdad, y colaboró en periódicos de Oviedo, Gijón, Grado, Pravia y Madrid, en los que firmaba con su nombre o con el seudónimo de “Juan de Cangas”. Autor de dos obras lamentablemente perdidas: “Apuntes para la historia de Cangas de Tineo y su concejo” e “Historia del Regimiento de Voluntarios de Cangas de Tineo”, basada en las memorias de su abuelo paterno, que había participado en aquel regimiento y fue uno de los pocos voluntarios que regresaron a Cangas al terminar la Guerra de la Independencia en 1814. En los años veinte fue nombrado miembro correspondiente de la Real Academia de la Historia.

Flórez de Uría era maestro y procurador de los tribunales. Tuvo una vida política intensa. En 1902 era presidente del Comité Municipal Republicano de Cangas de Tineo (así aparece en Las Dominicales. Semanario Librepensador, Madrid, 15 de agosto de 1902). Más adelante perteneció a los comités locales del Partido Reformista y de su sucesor el Partido Republicano Liberal Demócrata del que fue vicepresidente y su yerno, José Rodríguez Claret, fue secretario, ambos partidos liderados por el político asturiano Melquiades Álvarez. Durante muchos años fue concejal del Ayuntamiento de Cangas del Narcea. (Ver Juaco López en: El nombre de la ‘Plaza de La Refierta’ por Manuel Flórez de Uría)

José y Amparo tuvieron tres hijos: nuestro protagonista Manuel, el mayor de los hermanos, que nació en Cangas del Narcea en junio de 1929, José María (Chema) y Adela Rodríguez Flórez de Uría. En el año de la siguiente fotografía, los tres pequeños quedaban huérfanos de padre pues a José Rodríguez Claret lo detuvieron, con el estallido de la guerra civil española, el 18 de julio de 1936 por ser el jefe local de Falange en Cangas del Narcea. Estuvo preso en la villa de Cangas, en el convento de Corias y en Cangas de Onís de donde lo llevaron a Gijón para fusilarlo el 6 de septiembre de 1936.

Hermanos Rodríguez Flórez de Uría (Adela, Manolo «Pilolo» en el centro y Chema Claret), año 1936. Foto Magadán. Colección: José Alberto Rodríguez Andreolotti.

ESPOSA E HIJOS

A principios de los años 60, Manolo Claret se casó con la canguesa Carmen Fontaniella y fruto de este matrimonio nacieron sus tres hijos: María Teresa, mi inolvidable amigo Manolín y Nicolás. Manolín Fontaniella (Fonta) fue un gran amigo mío que nos dejó demasiado pronto, hace ya algo más de diez años, quien, muy a su pesar, no pudo superar una fatídica enfermedad después de varios años de lucha constante. Contaba tan sólo con 47 años y dejaba esposa y dos hijos. El día 26 de abril de 2014, con toda la pena de nuestro corazón, sus familares y amigos le tuvimos que decir adios en la preciosa iglesia románica de Santa María de Doroña, muy cerca de Puentedeume,​ en La Coruña, en la paz de cuyo cementerio descansa desde entonces. Desde aquí envío un cariñoso saludo a Susana, su esposa, y a sus hijos y mi recuerdo para un amigo que siempre estará clavado en mi memoria y en mi corazón, pues, como decía Cicerón: «La vida de los muertos perdura en la memoria de los vivos». Amigo Fonta: ¡Volveremos a vernos!

A la izquierda “Manolín” Rguez. Fontaniella, hijo de Manolo Claret, el 20 de agosto de 1989, junto a un servidor y a otro buen amigo cangués, Manuel Rguez. «Manolón», en el aeródromo de La Morgal (Llanera), esperando para asistir a la multitudinaria misa que iba a celebrar el Papa Juan Pablo II en su visita a Asturias.

 

La amistad que me unía con su hijo hizo que tuviese una estrecha relación con Manuel Rodríguez Flórez de Uría, un hombre discreto pero con una sorna muy canguesa, muy afable, siempre de buen humor pese a las vicisitudes o avatares de la vida, daba gusto conversar con él, sus consejos siempre eran bien recibidos y se notaba que se alegraba viéndonos a nosotros disfrutar sanamente.

Este empleado de banca, primero en la Banca Álvarez Castelao y desde 1967 en la sucursal del Banco Español de Crédito en Cangas del Narcea cuando la banca canguesa pasó a formar parte del grupo BANESTO, siendo aún muy joven, con tan sólo 60 años, debido a una afección cardiaca, falleció en su villa natal, el día de nochevieja de 1989. Cangas perdía así a su relevante futbolista y nosotros a un estupendo consejero, a un gran cangués y a una buena persona. Y como agradecimiento, he querido escribir esta reseña en su memoria desde Villaviciosa de Odón (Madrid) el 12 de septiembre de 2024.


 

El fraile dominico Sixto Castro, elegido miembro de la European Academy of Sciences and Arts

Sixto José Castro Rodríguez. Catedrático de Universidad. Estética y Teoría de las Artes. Campus de Valladolid

28 Premios Nobel pertenecen a esta Academia Europea de Ciencias y Artes

El dominico Fr. Sixto Castro Rodríguez, catedrático de Estética y Teoría de las Artes, ha sido elegido como miembro ordinario de la Clase VII – Religiones del Mundo de la Academia Scientiarum et Artium Europaea. El Senado de la Academia aceptó su nominación por D. Mariano Delgado el 5 de junio de 2024.

La misión de esta Academia Europea de Ciencias y Artes es estimular la colaboración interdisciplinar entre reputados científicos de todas las disciplinas, destacados artistas y profesionales de la gobernanza. Su propósito es analizar importantes retos de la sociedad y ayudar a resolver cuestiones complejas para el bienestar del futuro de los europeos.

La Academia reúne a 2.000 eminentes académicos y profesionales, entre ellos 28 Premios Nobel, de toda Europa. Están divididos en 7 clases: Humanidades, Medicina, Artes, Ciencias Naturales, Ciencias Sociales, Derecho y Economía, Ciencias Técnicas y Medioambientales y Religiones del Mundo. Los Protectores de la Academia son varios Jefes de Estado. Su lista de Senadores Honorarios incluye a muchos líderes distinguidos, como antiguos Primeros Ministros o Ministros de varios países, antiguos Presidentes de la Comisión de la Unión Europea y otros.

Los nuevos miembros serán recibidos formalmente en la Sesión Festiva anual de la Academia, que tendrá lugar los días 7 y 8 de marzo de 2025.

Fr. Sixto J. Castro

Es un fraile dominico, nacido en Cangas del Narcea (Asturias, España) en 1970. Ingresó en la Orden de los Dominicos a los 18 años y estudió Filosofía en el Instituto Superior de Filosofía de Valladolid. Continuó su formación en la Universidad de Valladolid, donde obtuvo el doctorado, estudió teología en la Facultad de Teología de San Esteban de Salamanca, y obtuvo también el título de profesor de órgano en el conservatorio de esta ciudad. En octubre de 2022 fue distinguido por la prestigiosa Cátedra de Cultura Cristiana Robert Randall con el título de Profesor Distinguido 2022-23.

Sixto es actualmente profesor de Estética y Teoría de las artes en la Universidad de Valladolid. Sus intereses académicos se centran en la teoría del arte, la cuestión de la belleza y los elementos religiosos y teológicos presentes en las teorías estéticas contemporáneas. Ha sido profesor invitado en la Bayreuth Universität (Alemania) y académico visitante en las universidades de Temple (Filadelfia), Houston, Oxford, Lovaina y Columbia.

Además, es autor de varios libros, entre ellos La trama del tiempo (2002), En teoría, es arte (2005), Vituperio de orbanejas (2007), Lógica de la creencia (2012), Sobre la risa y la belleza (2015), Filosofía del arte (2017), Teología estética (2018) y ha coordinado varios volúmenes, incluido Los caminos de la creación (2011).

Ha publicado numerosos artículos en diversas revistas, incluyendo Estudios Filosóficos, Ciencia Tomista, Revista de Filosofía, Anuario Filosófico, Diánoia, Veritas, American Catholic Philosophical Quarterly, Angelicum, Analogía, Aísthesis, Technoetic Arts and Religions, así como capítulos en volúmenes editados, incluyendo The Hand. Perception, Cognition, Action (Springer, 2017) y A Companion to Arthur Danto (Wiley, 2022). Ha traducido al español a Richard Swinburne, George Dickie, Lydia Goehr y GE Lessing. Actualmente es editor de la revista Estudios Filosóficos, editada por el Instituto Superior de Filosofía de Valladolid (España).

Sixto Castro, un fraile filósofo y viajero, en Death Valley, California.


El P. Luis Alfonso de Carballo SJ (1571-1635) en los escribanos del concejo de Cangas del Narcea: documentación inédita sobre su primera etapa

El presente artículo incluye la transcripción de varios documentos extraídos de las escribanías del concejo de Cangas del Narcea en los que se contiene inédita información sobre el P. Luis Alfonso de Carballo SJ, famoso literato asturiano. El interés de esta documentación es extraordinario, toda vez que permite perfilar aspectos ya acreditados de su trayectoria y, sobre todo, arroja nuevos datos que hasta el momento permanecían desconocidos, máxime por pertenecer estos a su etapa canguesa.

Este artículo que ahora subimos a la Biblioteca Digital del Tous pa Tous fue publicado en el Boletín de Humanidades y Ciencias Sociales del RIDEA, 196 (2022): 79-122.



 

Los bustos de Uría y Jovellanos en el palacio regional asturiano

Gaspar Melchor de Jovellanos y José Francisco de Uría y Riego, los habitantes más antiguos del Palacio de la Junta General del Principado de Asturias (antiguo Palacio de la Diputación)

Dos piezas clave en las colecciones de arte de la Junta General del Principado son una pareja de bustos realizados por el escultor José Gragera en 1862. Ambas esculturas retratan a los preclaros asturianos Gaspar Melchor de Jovellanos y José Francisco de Uría, de izquierda a derecha en la fotografía que encabeza esta entrada.

José Gragera y Herboso (Laredo, 1818 – Oviedo, 1897) es uno de los principales escultores españoles del siglo XIX. Aunque nacido en Cantabria, se trasladó siendo aún niño a Oviedo, donde tuvo su primera formación artística. Aquí estudiaría en la Escuela de Dibujo dependiente de la Sociedad Económica de Amigos del País al menos entre 1832 y 1836. A partir de 1839 se documenta ya en Madrid, donde completó su formación en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando hasta 1841, en la Escuela de Nobles Artes y en el estudio del escultor José Tomás. En 1854 obtuvo su primer éxito nacional al vencer en el concurso del monumento a Juan Álvarez Mendizábal, con motivo de cuya fundición residió en París hacia 1856-57. A su regreso se convirtió en restaurador de escultura en Museo del Prado y, a partir de 1869, en subdirector-conservador del mismo. Fue durante años director de pensionados asturianos en Madrid y, tras su jubilación, regresó a Oviedo en 1890, ciudad en la que fallecería en 1897. Excelente retratista, suele citársele como autor representativo de la escultura romántica española, aunque su producción se caracteriza por las referencias clásicas, que se combinan con un contenido sentimiento. Su estilo, sobrio y majestuoso, huye de toda posible afectación, reflejando gran serenidad en sus retratos. Así se puede apreciar en estos dos bustos, encargados al artista por la Diputación Provincial de Oviedo de manera conjunta en 1862, poco después de la muerte de José Francisco de Uría y Riego, por un total de 21.250 reales. Ambos quedarían instalados en el salón de sesiones de la Diputación en 1864, medio siglo antes de la construcción del actual palacio.

Estas efigies, dedicadas a sendos próceres de origen astur, mantienen una serie de características formales comunes, además de similar solución para el pedestal, alejado de su habitual basa ática y decorado en esta ocasión con esfinges, el escudo de Asturias y el nombre del efigiado enmarcado por una corona de laureles. Son representaciones sobrias, frontales, de gesto contenido y modelado firme, veraz aunque ligeramente idealizado (más clásico el de Jovellanos, más romántico el de Uría), que exaltan los rasgos humanos de mayor valor iconográfico. Inmortalizados como hombres ilustres, como modelos de virtud, se les dota además de un carácter heroico mediante la capa, de marcados pliegues, recurso habitual en la escultura de este periodo. En el caso de José Francisco de Uría y Riego-Núñez (Santa Eulalia de Cueras, Cangas del Narcea, 1819 – Alicante, 1862), Gragera se inspiró, entre otras imágenes, en un dibujo al carbón realizado por Nicolás Suárez Cantón (Cangas del Narcea, 1815 – 1878), cuñado de Uría, amigo de Gragera y miembro de la comisión comitente. Consta que el escultor terminó la pieza en el mes de noviembre y que la presentó en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1862, destacando la crítica su modelado, «con inspiración y acierto». Además, se conoce una réplica del busto, firmado en 1865 y propiedad de los herederos de Uría, al igual que otro de su progenitor, José de Uría y Terrero (1866). Por su parte, para el de Gaspar Melchor de Jovellanos (Gijón, 1744 – Puerto de Vega, Navia, 1811), que firma en 1863, Gragera se sirvió del retrato realizado por Ángel Monasterio (1809), modelo que usó también, aunque con mayores licencias, para la estatua togada del ilustrado que ejecutó para el Senado en 1887.

Recientemente, el Ayuntamiento de Cangas del Narcea adquirió dos bustos labrados en piedra (los anteriores son de marmol de Carrara), de José Uría y Terrero y de su hijo José Francisco Uría y Riego realizados también por el escultor José Gragera en 1865. Estas dos esculturas han sido colocadas en la cabecera del salón de plenos del ayuntamiento con el objeto de reconocer el papel que tuvieron estas dos personalidades en la historia del concejo de Cangas del Narcea en el siglo XIX, así como por la calidad artística de las dos obras. La propuesta de esta adquisición, que constituye un importante aportación al patrimonio cultural municipal, partió del «Tous pa Tous. Sociedad Canguesa de Amantes del País».


 

José Uría y Terrero y José Francisco Uría y Riego presiden el salón de plenos de la casa consistorial

Busto de piedra sobre pedestal de madera de Uría y Riego en el salón de plenos del consistorio cangués.

El Ayuntamiento de Cangas del Narcea ha adquirido dos bustos de José Uría y Terrero y de su hijo José Francisco Uría y Riego realizados por el escultor José Gragera en 1865. Estas dos esculturas han sido colocadas en la cabecera del salón de plenos del ayuntamiento con el objeto de reconocer el papel que tuvieron estas dos personalidades en la historia del concejo de Cangas del Narcea en el siglo XIX, así como por la calidad artística de las dos obras. La propuesta de esta adquisición, que constituye un importante incremento del patrimonio cultural municipal, partió del «Tous pa Tous. Sociedad Canguesa de Amantes del País».

 

Busto en piedra de José Uría y Terrero (Santulaya, fines del siglo XVIII – 1861)

José Uría y Terrero (Santulaya, fines del siglo XVIII – 1861) fue el heredero de la casa de Uría en Santaluya tras el fallecimiento de su padre Antonio Uría Queipo de Llano en 1828. Desde finales del siglo XVIII, los Uría son una familia ilustrada y liberal. En su casa estuvo Jovellanos en 1795 visitando al padre de Uría y Terrero, y éste se casará con María del Riego Sierra-Pambley, prima del general Rafael del Riego. En 1813, durante la corta vigencia de la Constitución de 1812 en plena Guerra de la Independencia, Uría y Terrero ocupará el cargo de alcalde de Cangas del Narcea, siendo la primera persona que ostentó esta denominación al frente del concejo, pues en 1814, con el regreso de Fernando VII y la derogación de la citada constitución, este cargo volverá a denominarse «juez noble». Hasta 1834 no volverá a emplearse el nombre de alcalde. En 1819, Uría y Terrero volverá a ser nombrado juez noble del concejo de Cangas del Narcea.

Con el fin del Antiguo Régimen, que se produce en 1833 con la muerte de Fernando VII, y la llegada del Estado liberal y moderno, Uría y Terrero tendrá un papel importante en el concejo de Cangas del Narcea. Se implica más en política, ocupará la representación del concejo en la última Junta General del Principado de Asturias en 1834 y 1835, y será diputado provincial en la primera Diputación Provincial de Asturias, constituida en 1835 tras la disolución de la anterior institución.

Tuvo también un papel relevante en dos acontecimientos de la historia canguesa. En la dramática hambruna que sufrió Asturias a mediados del siglo XIX, Uría y Terrero fue uno de los encargados de repartir la ayuda de la Junta de Caridad del Principado entre los vecinos pobres de Cangas del Narcea, y fue decisivo, junto a sus hijos José Francisco y Rafael, en la entrega del desamortizado monasterio benedictino de Corias a los dominicos por parte del Estado. En enero de 1860 recibió en Ocaña un poder de fray Mariano Cuartero O.P. (1813-1884) para tomar posesión del monasterio en nombre de la orden dominica, hecho que sucedió el 13 de febrero de aquel año.

 

Buesto en piedra de José Francisco Uría y Riego (Santaluya, 1819 – Alicante, 1862)

José Francisco Uría y Riego (Santaluya, 1819 – Alicante, 1862) fue el primogenito del anterior. Igual que su padre, dedicó su vida a la actividad política adscrito al partido liberal moderado: ocupó diferentes empleos en el Ministerio de la Gobernación, fue elegido diputado en Cortes por el distrito electoral de Cangas del Narcea (desde 1857 hasta su fallecimiento en 1862), y entre 1858 y 1862 fue director general de Obras Públicas. Sus desvelos hacia Asturias y Cangas del Narcea son de sobra conocidos. Gracias a su empeño y trabajo se abrieron importantes carreteras, como la de Luarca-La Espina-Ponferrada, a través del puerto de Leitariegos; la línea de ferrocarril León-Gijón; se construyeron puertos y faros, etc. Sus contemporáneos reconocieron su contribución a la modernización de Asturias y tras su prematura muerte con 42 años le dedicaron importantes calles en Oviedo, Gijón, Luarca y Cangas del Narcea.

Por otra parte, dedicó tiempo y dinero a experimentar sobre el cultivo de plantas forrajeras en Cangas del Narcea con el fin de observar cual era la que mejor se aclimataba al concejo para después difundirla entre los campesinos. En cuanto a la viticultura, fue el primero que vio que cambiando algunas prácticas relacionadas con el cultivo de la vid, la vendimia y la elaboración del vino, en Cangas del Narcea podía producirse un vino de calidad que podría venderse y competir en cualquier mercado. Llevó productos del concejo, jamones y cecina de vaca, a la Exposición General de Agricultura celebrada en Madrid en 1857, por los que obtuvo una medalla de bronce.

 

Busto de piedra sobre pedestal de madera de Uría y Terrero en el salón de plenos del consistorio cangués.

La familia de estas dos personalidades canguesas fallecidas en 1861 y 1862, con pocos meses de diferencia, quiso conservar su memoria y con este fin encargó en 1862 sendos bustos a uno de los escultores más prestigiosos de España en esta clase de trabajos: José Gragera y Herboso (Laredo, 1818 – Oviedo, 1897). Este artista fue una de las figuras más destacadas de la escultura romántica española, desarrolló gran parte de su carrera artística y profesional vinculado al Museo del Prado, donde trabajaba como escultor restaurador, y es autor de numerosos bustos de personalidades de su época e históricas. La Diputación Provincial de Asturias también quiso sumarse a este homenaje y encargó al mismo escultor otro busto de José Francisco Uría del Riego, así como uno más de Jovellanos. Estos cuatro bustos se labraron en mármol de Carrara y se conservan en el palacio de Uría de Santulaya y en la Junta General del Principado de Asturias.

Pero aún hubo otros dos bustos más, en este caso labrados en piedra, de José Uría y Terrero y de José Francisco Uría del Riego que encargaron al mismo escultor Lucía Uría del Riego, hija y hermana de los anteriores, y su marido Nicolás Suarez Cantón. Estos bustos fueron adquiridos posteriormente por Fernando Blanco Flórez-Valdés y José Luis Ferreiro Blanco, parientes de la familia Uría y vecinos de la villa de Cangas del Narcea. Estos dos bustos son los que ahora ha adquirido el Ayuntamiento de Cangas del Narcea a su heredera María Teresa González Ferreiro.


 

Muyeres de Cangas del Narcea 1907-1940. Retratos fotográficos de Benjamín R. Membiela.

Inauguración de la exposición «Muyeres de Cangas del Narcea 1907-1940. Retratos fotográficos de Benjamín R. Membiela», de la asociación «Tous pa Tous. Sociedad Canguesa de Amantes del País» en la Casa de Cultura «Palacio de Omaña» de Cangas del Narcea.

La profesora Mercedes Pérez fue la encargada de presentar la muestra que cuenta con 200 retratos, con especial protagonismo de mujeres, solas y con niños o rodeadas de toda la familia, realizadas por Benjamín R. Membiela, el primer fotógrafo profesional que abrió estudio de modo estable en el concejo asturiano de Cangas del Narcea, concretamente, en su casa de Corias, hoy deshabitada, un mágnífico lugar, próximo al Parador Nacional, para instaurar un museo dedicado a este fotógrafo y en general a la fotografía canguesa.

De Las Cuadriellas de Ambres a la madrileña Puerta del Sol. El origen cangués del PSOE

Siempre decía mi amigo el abogado Mario Gómez Marcos (q.e.p.d.):
«Todo lo que ocurre en este país [España] se explica desde Cangas»
Cada vez que me ponía un ejemplo no tenía más remedio que darle la razón.
Hoy una vez más, querido Mario, te doy la razón.

 

Casa Labra, taberna tradicional madrileña ubicada en la calle Tetuan, 12 y fundada en 1860 por Juan Berdasco de Las Cuadriellas de Ambres (Cangas del Narcea). Foto: José Manuel Azcona.

Corría el año 1860 y la calle Peregrinos —a la sazón, calle Tetuán— era una de las zonas de Madrid donde la colonia asturiana estaba más asentada. Allí un buen señor, de nombre Juan Berdasco, natural de Las Cuadriellas de Ambres en el concejo asturiano de Cangas del Narcea, fundó una casa de comidas para regocijo de sus paisanos. Ese fue el germen de la vieja y popular taberna Casa Labra que, como tantas otras virtudes de la gastronomía más castiza de la capital, los madrileños se la deben a la mente de un cangués.

Aquella primitiva Casa Labra tuvo que ser trasladada pocos años después de su fundación debido a uno de los acontecimientos más relevantes en la historia de la capital de España, la reforma de la Puerta del Sol. Hasta los años sesenta del siglo XIX, la explanada de Sol no era exactamente una plaza y ocupaba más o menos la mitad de espacio que en la actualidad. La desamortización de Mendizábal propició el derribo de los históricos conventos de San Felipe y Nuestra Señora de las Victorias y la nueva Puerta del Sol se llevó por delante algunas calles aledañas, como parte de la calle Peregrinos. Así las cosas, nuestro paisano Berdasco tuvo que desplazarse unos números más abajo, hasta el 12 de la actual calle de Tetuán, para mantener su negocio.

Entrañable escena campesina en Casa Berdasco de Las Cuadriellas de Ambres, en el Partido de Sierra (Cangas del Narcea), año 1940. Foto: Del álbum familiar.

Pero este no fue el único acontecimiento histórico del que ha sido testigo la más que centenaria Casa Labra. Sin duda el más importante de todos fue el acaecido el 2 de mayo de 1879. Aquel día de primavera y festivo en Madrid, un grupo de personas que abogaban por crear una organización que defendiera y ampliara los derechos de los trabajadores, se reunió en el local de Berdasco para, mientras mantenían una comida, poner en marcha una especie de conspiración política para cambiar la situación de la clase obrera.

Y así fue como entre platos de bacalao especialidad de la casa y vino, muy probablemente de Cangas, dieciséis trabajadores de una imprenta, cuatro médicos, dos joyeros, un científico, un zapatero y un marmolista aprovecharon el aluvión de comidas sociales, que con motivo de la festividad regional del 2 de mayo se celebraban en la ciudad, para pasar desapercibidos de las fuerzas del orden público y fundar el Partido Socialista Obrero Español (PSOE). No es de extrañar tanto interés en pasar inadvertidos teniendo en cuenta que en aquellos años su actividad hubiera sido considerada ilegal y que el Ministerio de la Gobernación se ubicaba entonces en la Casa del Reloj, a menos de 100 metros del negocio de Juan Berdasco.

Agrupación socialista madrileña celebrando el centenario de la fundación del partido en 1979 delante de Casa Labra.

Entre los tipógrafos se encontraba un joven gallego que tenía contacto con Paul Lafargue, teórico revolucionario marxista y médico, casado con Laura Marx, hija del pensador socialista y activista revolucionario de origen alemán Karl Marx. Este gallego no era otro que Pablo Iglesias Posse a quien sus compañeros eligieron el primer presidente de lo que habría de ser el PSOE, partido político que sería legalizado finalmente en 1881.


Inauguración de la exposición «Amador, de vuelta»

La exposición «Amador, de vuelta» que inauguramos en la Casa de Cultura «Palacio de Omaña» de Cangas del Narcea reúne 60 piezas que cubren medio siglo de creación de uno de los grandes escultores españoles contemporáneos del último tercio de siglo XX.

De ascendientes cangueses, por motivos de trabajo de su padre nació en Ceuta en 1926, pero siendo aún muy niño la familia regresó a Cangas del Narcea donde Amador pasó su infancia y primeros años de juventud. Aunque autodidacta, su conocimiento sobre el trabajo en madera, hierro y piedra se inició en esos años como aprendiz de carpinteros, ferreiros y canteros de Cangas del Narcea.

En este vídeo hemos querido reflejar algunos momentos del acto de inauguración así como las intervenciones de:

  • Juaco López Álvarez, presidente del «Tous pa Tous».
  • José Ramón Puerto y Francisco Jesús Redondo, comisarios de la exposición.
  • Amador Rodríguez Calvo, hijo del escultor, en representación de la familia de Amador.
  • José Luis Fontaniella, alcalde de Cangas del Narcea.

La exposición completa se puede visitar hasta el 8 de marzo próximo. Después se mantendrá durante unas semanas una pequeña muestra en la Sala «Tous pa Tous». Más información sobre Amador en:


Amador Rodríguez Menéndez (Ceuta,1926 – Madrid, 2001), escultor cangués

Amador Rodríguez Menéndez (Ceuta, 28-02-1926 – Madrid, 10-06-2001), escultor cangués.

Su abuelo, Joaquín Rodríguez Martínez, conocido popularmente como Ravachol, casado con María García, fue alcalde de Cangas del Narcea en las legislaturas: 1894-1895 y 1910-1913.

Joaquín Rodríguez era liberal y partidario del Diputado a Cortes Félix Suárez-Inclán. En los primeros días de su primer mandato sucedió el motín de los campesinos del concejo contra el impuesto de consumos, que era completamente abusivo para una población que en su mayoría vivía en la pobreza. Los labradores asaltaron la casa consistorial y llegaron a asediar la villa. La llegada de numerosas fuerzas de la Guardia Civil y del Ejército, así como la intermediación de personas de prestigio entre los campesinos, aplacó la ira de los vecinos. El suceso se trató en el Consejo de Ministros y en las Cortes, y fue noticia en varios diarios de Madrid y Barcelona. La narración de los hechos puede leerse en El Eco de Occidente, números de 30 de noviembre y 4 y 7 de diciembre de 1894.

En su segundo mandato abrió la calle que lleva su nombre, calle de Joaquín Rodríguez, entre la plaza del conde de Toreno o el Mercao y la calle de Suarez Cantón que también se había trazado con anterioridad en esta legislatura. Durante la Guerra Civil el ejército nacional tomó la villa de Cangas el 22 de agosto de 1936. Por este motivo, esta travesía pasó a llamarse Calle del 22 de Agosto durante la etapa franquista. Con la llegada de la democracia, el nombre de la calle revierte al original.

Fueron unos años en los que la villa de Cangas sufrió una gran transformación urbanística, inaugurándose también las actuales calles de Diz Tirado, Felix María Villa en el barrio de El Corral, y el famoso y popular Paseo de Dámaso Arango (hoy calle Uría).

Precisamente, en una empresa de este señor, Dámaso Arango, diputado provincial por el Distrito de Cangas de Tineo durante ocho legislaturas entre 1877 y 1896, y cuyo nombre completo es Dámaso Rodríguez-Arango y Méndez-Castrillón (Tebongo, Cangas del Narcea, 1846 – Ceuta, 1921), trabajaba un hijo de Joaquín y María, Amador Rodríguez García, apodado Mistoja, a la postre, padre de nuestro protagonista.

Esta empresa de Dámaso Rguez.-Arango fue la adjudicataria, por subasta al mejor postor, de los proyectos de construcción, reforma y ampliación del puerto de Ceuta. Las obras se desarrollaron a través de la sociedad “Arango y García” entre diciembre de 1908 y 1928 y este es el motivo por el que los padres de Amador se trasladaron desde Cangas del Narcea (Asturias) a vivir a Ceuta donde nacerá el escultor el 28 de febrero de 1926.

Cantera de Benzú, Ceuta, año 1911.

En Ceuta, el padre de Amador dirigió la construcción y operación de un tren de vía estrecha paralelo a la costa, que transportaba las rocas para la obra del puerto desde una cantera que se explotó en Benzú, única pedanía del municipio ceutí. En la relación general de los socios de «El Tous pa Tous»
en 1 de febrero de 1928 aparece con domicilio en «Ferrocarril, Ceuta». Ejecutados los proyectos, al Puerto de Ceuta se le ratifica como puerto de interés general, por Real Decreto Ley de 24 de febrero de 1928, dos años después del nacimiento de Amador, y la familia regresa a Cangas del Narcea. El ingeniero y geógrafo cangués, Dámaso Rguez.-Arango, había fallecido en aquella ciudad el 27 de enero de 1921.

De esta manera, Amador pasaría prácticamente toda su infancia (al menos desde los dos años) y los primeros años de su juventud en Cangas del Narcea, localidad asturiana donde tenía todos sus lazos familiares y a la que siempre se sintió vinculado: «me siento asturiano, porque quiero serlo y porque lo eran mis padres, mis abuelos y todos mis antecesores.».

Sus estudios, interrumpidos a consecuencia de la Guerra Civil, son retomados después, llegando a matricularse en la Escuela Superior de Comercio de Gijón, y en 1947 se trasladó a Madrid tras aprobar unas oposiciones para técnico en el Cuerpo General del Ministerio de Hacienda.

El tiempo libre que le dejaban sus obligaciones laborales lo dedicaba a su pasión por el arte. Completamente autodidacta, su conocimiento sobre el trabajo en madera se debe a las primeras lecciones que recibió como aprendiz de un carpintero de carros en Cangas del Narcea. Con el tiempo, y ya residiendo en la capital de España, conocerá el arte del trabajo en piedra con la ayuda de Pedro Sánchez Panadero, quien dirigió en diversas esculturas el taller de Juan de Ávalos (1911 – 2006), y los secretos de la fragua y la soldadura en el taller madrileño del escultor José Espinós Alonso (1911 – 1969), autor de la gran reja de inspiración plateresca de la Abadía de la Santa Cruz del Valle de los Caídos. A Amador se le llegó a conocer como el “domador” del hierro y en este sentido algún crítico de arte afirmó: «La chatarra informe la convierte él en expresión viva, exaltante, claramente decidora.».

Incorporación de un cubo, arista 200 cm, c.1972. Foto: Archivo del artista.

Al principio se dedicó a la pintura, donde ya se puede apreciar una tendencia hacia el constructivismo soviético. Pero a finales de la década de los años 50 la escultura le persuadió, y a ella dedicará el resto de su carrera artística, primero explorando la figura humana, para luego pasar definitivamente a la abstracción. Hacia 1960, con la serie «Tensiones» intentó una incipiente delimitación del espacio a través de estructuras de alambre y contrapesos de piedra. En 1961 realizó su primera exposición individual en la sala Amadís, de Madrid. Dos años después, en esta misma ciudad, expondrá en la Galería Eureka sus hierros expresionistas, mostrando mitigadas influencias de grandes escultores españoles como González y Gargallo, atendiendo a ritmos naturales y también convencionales.

Según Francisco Zapico [Amador. Esculturas.1959-2000. Fundación Municipal de Cultura, Educación y Universidad Popular. Ayuntamiento de Gijón. Oviedo, 2000] a partir de 1966 Amador, por influencia del escultor Jorge de Oteiza Enbil (1908 – 2003), comenzó a explorar las formas geométricas básicas y la generación de formas plásticas por medio de fórmulas matemáticas. De hecho, es posible observar una afinidad muy clara de su obra con la de Oteiza en particular y con la escuela de la escultura vasca en general, uno de cuyos representantes más reconocidos fue Eduardo Chillida (1924 – 2002).

Amador en el estudio de Jorge de Oteiza.

Por aquella época Amador decía: «Amo a todo oficio. No soy escultor de oficio, pero sí conceptual espiritualmente. Mis experimentos anteriores eran unos objetos móviles dentro de unas cajas de plástico. Se creaban así unos espacios interiores contenidos, en formas geométricas y visibles, por la transparencia del material. Un día Dios quiso obsequiarme al conocer a Jorge de Oteiza. Todo en él es dinámica, espacio, escultura viva. Su conocimiento, su mente de excepción, llenaron de combustible lo que yo pueda tener de depósito de creador». Preguntado por su concepto de la flotabilidad, respondió: «Pensé en la esfera como objeto o escultura perfecta donde nada sobra ni nada falta.».

Una de las características de la obra de Amador es la gran variedad de soportes que llegó a utilizar: piedra, madera, hierro, acero, mármol, hormigón, plástico… También son característicos los títulos de muchas de sus esculturas, tales como «Apertura de un cubo» o «Cilindro con cortes según triángulo egipcio», que resaltan un contenido geométrico que también es claro en las esculturas de Oteiza («Variante ovoide de la desocupación de la esfera», 1958) y Chillida («Modulación del Espacio», 1963).

A finales de los 60 y principios de los 70, Amador logró el reconocimiento internacional gracias a sus aportaciones a dos ediciones de la Bienal de Venecia (1968 y 1972). La Biennale di Venezia es una fundación que desde 1895, cada dos años, organiza la Exposición Internacional de Arte de Venecia, conocida como Bienal de Venecia, considerada en su género, la más importante de Italia y una de las más relevantes del mundo.

Cubo IV módulo, mitad materia, mitad espacio, 1968/1969. Acero pavonado. 20 x 20 x 18,5 cm. Procedencia: colección del artista; donada al Museo Jovellanos de Gijón en marzo de 2009.

Estas formas cúbicas, que pueden desmembrarse y cambiar de postura sin descomponerse jamás, no constituyen un juego de la inteligencia, sino algo más serio: una inteligente investigación del arte. Aquí todo ha sido medido, pensado por una mente razonadora que se mueve a instancias del corazón, un ejercicio mental «sentido» con emoción estética. Y esa alianza de inteligencia y sensibilidad señala el lugar exacto donde puede nacer una obra de arte.

El escultor Amador desintegra los volúmenes que tiene compuestos ya la geometría, para sacar de ellos las múltiples criaturas que cada forma geométrica contiene. Es un alumbramiento de posibilidades, un modo de desentrañar la forma para liberarla de su clausura lineal y poblar con ella mayores espacios. Y el resultado es admirable. Otras experiencias de Amador se apoyan en la esfera; aquí predomina la arista, pero tratada celosamente para no rasgar con ella la armonía intelectual de sus composiciones.

A causa de una afección cardiaca, Amador falleció en Madrid el 10 de junio de 2001, a los 75 años. Pocos meses después, el 30 de octubre de 2001, se inauguró en Gijón la escultura «Homenaje a las Brigadas Internacionales» basada en una maqueta dejada por el escultor cangués.

Homenaje a las Brigadas Internacionales, 2001. UBICACIÓN: Plaza de las Brigadas Internacionales, Gijón. Foto: Pablo Gómez

 

Desde el «Tous pa Tous» aplaudimos en Amador, no sólo el feliz resultado de su investigación, sino también su ardiente vocación de investigar. La tarea del escultor es ardua porque maneja materiales fuertes de difícil dominio y complicada naturaleza. Nuestro aplauso debe ser también de acero inoxidable.

El próximo lunes 5 de febrero, a las 19:30 horas, en la Casa de Cultura «Palacio de Omaña» inauguraremos la exposición «Amador, de vuelta». Traer a Amador y su obra a Cangas, de vuelta a su pueblo, es una idea que llevamos tiempo queriendo realizar, ya que lo sentimos como una obligación, y ahora va a ser posible gracias a la incondicional colaboración del hijo del artista, Amador Rodríguez Calvo, así como a la desinteresada labor de dos grandes creativos cangueses como son Francisco Jesús Redondo Losada y José Ramón Puerto Álvarez que ejercerán de comisarios de la exposición. Sirvan estas líneas para enviar nuestro más sincero agradecimiento a los tres. Y a todos nuestros socios y seguidores, sólo deciros, que allí os esperamos.

Más información sobre la obra de Amador en www.amadorescultor.com

Joaquín Pixán: ¿Aú tán las Esturias mías?

Del álbum de Joaquín Pixán: «Fernán-Coronas. Una l.lectura musical».

  • Música: Joaquín P. Fuertes
  • Texto: Padre Galo Fernández
  • Transcripción y arreglo: Manuel Pacheco

En la interpretación:

  • Tenor: Joaquín Pixán
  • Voces Blancas del Nalón (Agrupación Coral Asturiana)
  • Dirección: Hanna del Canto
  • Piano: Eve Kerloc’h
  • Violonchelo: Javier Romero

Auditorio de Luarca (Valdés, Asturias), 29 de abril de 2023.



En el siguiente documento las personas interesadas pueden consultar y descargar la partitura.

Anecdotario profesional del médico don Rafael

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Recordemos de un forma muy somera, y de su propia voz, parte de su anecdotario profesional mediante esta grabación realizada en septiembre de 1974 por Mario Gómez del Collado en la sobremesa del banquete homenaje al médico cangues don Rafael Fernández Uría (1904 – 1982) en la que se recogen, a modo de recuerdo y de forma breve, alguna de las anécdotas de la trayectoria profesional de don Rafael.


 

Recordando motes de Jaime Graña

Jaime Graña Valdés era un popular comerciante de la villa de Cangas del Narcea, con gran sentido del humor, que manejaba con destreza el arte del lenguaje en la creación de motes.

En la siguiente audición del año 1974, a los hermanos Gómez del Collado, el abogado Mario y el arquitecto José, se les ocurrió poner a prueba la memoria del médico con Rafael Fernández Uría, utilizando motes que en el primer tercio del siglo Jaime Graña había adjudicado a distintas personas y personajes de la sociedad canguesa. Y aquí presentamos el resultado.