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Sobresaliente donación de libros a la Biblioteca de Cangas del Narcea

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Enrique Rodríguez Fernández-Hidalgo en 2010

Enrique Rodríguez Fernández-Hidalgo (Cangas del Narcea, 1988) recientemente terminó sus estudios en la Universidad de Navarra obteniendo la doble licenciatura en Derecho y Administración y Dirección de Empresas (Bilingüe).

Este joven cangués comenzó su periplo universitario en el año 2006 pero su brillante expediente académico comenzó a fraguarse en el Instituto de Cangas del Narcea, en segundo de bachillerato, cuando Enrique Rodríguez participó en el concurso de mejores preuniversitarios de España, gracias al cual tuvo entonces la oportunidad de visitar siete países de Europa. En estos viajes académicos y culturales conoció a personalidades como Cherie Blair, Manuel Marín, Esperanza Aguirre, o al Príncipe de Asturias.

Más tarde, ya en su etapa universitaria, entró en la Escuela de Liderazgo de la Universidad Francisco de Vitoria que consiste en la realización de un programa semipresencial de tres años de duración. Gracias a los méritos del curso y a su implicación, consiguió el primer premio de la promoción 2010. Este galardón de la Universidad Francisco de Vitoria, que cuenta con el apoyo del Banco Santander a través de su División Global Santander Universidades, le brindó la oportunidad de dar una conferencia sobre su experiencia en el marco de las actividades de selección final del Programa Becas Europa.

Enrique fue premiado entre los 106 antiguos beneficiarios de este programa de becas, que participaron en la Escuela de Liderazgo Universitario. El galardón consistió en un viaje a Boston, donde visitó las universidades de Harvard, MIT, Brown y Babson College.

En 2008 estuvo formándose un semestre completo en Estados Unidos, en la Universidad de Emory, en Atlanta, que está considerada la número 4 en Norteamérica en cuanto a formación de negocios. En 2011 también estudió en la Universidad de Bocconi, en Milán. La mejor y más prestigiosa Universidad de la rama de economía en toda Italia.

Desde 1998 la Editorial Thomson-Aranzadi viene concediendo un premio a los alumnos de la Facultad de Derecho de la Universidad de Navarra que tengan los tres mejores expedientes al finalizar su Licenciatura, consistente en una cantidad de dinero a canjear por libros de la editorial y la entrega de un Diploma. En la promoción de 2010/2011 el segundo mejor expediente merecedor de este premio Aranzadi de Licenciatura en Derecho fue el de Enrique Rodríguez siendo, no obstante, el mejor alumno de Derecho de la Doble Licenciatura de la mencionada promoción.

El premio, como hemos dicho, consistente en una cantidad de dinero a canjear por libros de la editorial Thomson-Aranzadi fue donado por el joven licenciado cangués a la Biblioteca Municipal Padre Luis Alfonso de Carballo de Cangas. Desde aquí nuestro agradecimiento y felicitación a Enrique con el deseo de los mejores éxitos profesionales y personales. Has sabido ejercer un activo liderazgo en tu vida académica y no nos cabe duda que también lo sabrás llevar a la práctica en tu carrera profesional.

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Breve semblanza de Mario Gómez Gómez (1872-1932)

Mario Gómez Gómez en Cádiz, 1915. Fotografía de M. Iglesias. Col.: familia Álvarez Pereda.

A continuación reproducimos la semblanza, combinación de una especie de bosquejo biográfico y otro autobiográfico, pronunciada por el secretario de El Payar del Tous pa Tous, Manuel Álvarez Pereda, en el acto a la memoria de Mario Gómez Gómez (Cangas del Narcea, 1872-1932):

En Limés, Cangas del Narcea, a 20 de octubre de 2012

Del derecho y del revés
soy de Cangas de Tineo.
Tonto o listo; guapo o feo,
soy de Cangas; soy Cangués.

Y Cangas mi pueblo es
porque así fue mi querer,
que si en Madrid tuve el ser,
fui a Cangas conducido,
y nací donde escogido,
tenía para nacer.

Así empieza el libro De Bogayo, escrito en 1915 por nuestro protagonista, sin duda una de las personalidades más carismáticas del Cangas de todos los tiempos. Y así empieza el libro, en respuesta a una pregunta que el propio Mario Gómez se hace a sí mismo y en la que me apoyaré a lo largo de esta exposición: ¿Que, quién soy yo?, se preguntaba. Una pregunta que en Cangas, la podía responder cualquiera, y en otros muchos lugares, mucha o bastante gente.

Mario Gómez fue un personaje muy popular, que conocía muy bien a sus paisanos porque trataba con todo el mundo, con todas las clases sociales. Conocedor de las costumbres canguesas, del lenguaje, sabía desenvolverse en cualquier situación como “Pedro por su casa”. Pero sobre todo, siempre tenía todas las potencias de su alma fijas en esta tierra que tanto quería porque le vio nacer, porque, según él mismo decía, sufrió muchas de sus travesuras de rapaz, y porque en ella tenía, según decían todos, el cariño de cuantos siquiera una sola vez le trataron.

Otro ilustre cangués y amigo suyo, Borí (Gumersindo Díaz Morodo) en 1916 escribía lo siguiente:

«Removiendo en los recuerdos de la infancia, veo a ese querido cangués gozando ya de una popularidad envidiable. Rapaz inquieto y de iniciativas, supremo jefe de la juventud canguesa, no se organizaba en esta villa una parranda, o una fiesta, o una cabalgata carnavalesca, o una excursión a las montañas que nos circundan… cuando no se emprendía una cruzada contra los gatos o se desarrollaba descomunal pedrea, en que él no estuviese al frente, ordenando, mandando como general que guía sus huestes al combate y a la victoria.

Cuando estudiante, en el tiempo que fuera de Cangas se hallaba, se parecía la villa a una balsa de aceite. En la época de vacaciones, los jóvenes se comunicaban unos a otros la buena nueva, la próxima llegada de Mario Gómez, el cual seguramente traería u organizaría algo nuevo, desconocido, exótico, que haría las delicias de todo el pueblo, de grandes y de chicos, de hombres y de mujeres. […]»

Y es que esto que escribía Borí lo afirmaba el propio Mario:

Desde el Matorro al Mercado;
Del Cascarín al Corral,
no hay un rincón ni un portal
donde yo no haya jugado.

Ni un aldabón respetado,
ni ventana en que asomada
alguna vieja rabiada
con furia no me riñera
al verme tirar certera
a su gato, una pedrada.

De casa de la Calea
a mas allá de Arayón
no hay un pozo ni un rabión
que no sepa, del Narcea.

Ni hay nogal, cuya cacea
no haya manchado mis manos,
ni perales ni manzanos
por donde no gatease,
ni pared que bien guardase
los nisales y avellanos.

Mozo ya, corrí el Concejo
caminante y andarín
a caballo o en pollín
a pelo o con aparejo.

A la vera del pellejo
o de las cubas al pie
mucho bebí y más canté
en todas las romerías,
y repartiendo alegrías
alegría atesoré.

¡Que tiempo feliz aquel! …

Que lo digan Victorino
Fernando Ron, Avelino
Luis de Carballo o Abel.

En bullicioso tropel,
del Acebo a Carrasconte;
del Puelo a San Luis del Monte
marcábamos gayas huellas
y Arvas, Touzaque o Caniel.las
dábannos poco horizonte.

De pedreas, de fiestas, de parrandas… Cierto es, que cuando Mario Gómez estaba aquí, en este su Cangas del alma, todo en él era gozo y alegría, pero esto no era impedimento alguno para que desde muy joven tuviese un gran sentido de la responsabilidad. Terminó brillantemente sus estudios en Madrid, se graduó en Medicina, preparó oposiciones al cuerpo de Sanidad Militar e ingresó en el Ejército tras aprobarlas.

Primer destino África, con base en Melilla, después Trubia (Oviedo), Valladolid, Vitoria, Gijón, y otra vez Trubia destinado en la Fábrica de Armas. Está claro que el hombre tiraba para la patria chica aunque alguna ‘mano negra’ empujaba más fuerte y vinieron más destinos: Pamplona, Reus (Tarragona), vuelta a Melilla y a primera línea de fuego en distintos campamentos de África. Parecía que se iba a librar de la morisma en Barcelona, Manresa… pero, de vuelta al país del moro no sin antes hacer guarnición unos meses en Leganés (Madrid). Durante unos años participó activamente en la campaña de África y por los méritos que fue acumulando consiguió ascender. Pasó a Galicia como Director del Hospital Militar de Vigo. También fue Director del Hospital Militar de Carabanchel (Madrid). Por otro ascenso pasó al Ministerio de la Guerra como Comandante-Médico, dirigió el buque hospital “Almería” y ascendió a Teniente Coronel Médico destinado como director del Hospital Militar de Córdoba. De aquí se hace cargo del buque hospital “Castilla” y pasa a Marruecos donde permanece evacuando heridos hasta el conocido naufragio en aguas de Melilla el 12 de mayo de 1927. Tras dos años de excedencia forzosa en Trubia, se le concede la placa de la Orden Militar de San Hermenegildo pasando a prestar sus servicios a la Capitanía General y al Gobierno Militar. La proclamación de la Segunda República Española en 1931 le pone en Cangas después de casi 35 años de servicio a la Patria. ¡Más de la mitad de su vida!

Agotador, ¿verdad?… así lo contaba el protagonista:

A Madrid fui a estudiar,
pero no se si estudiaba
porque yo siempre cantaba
y era en cangués mi cantar.

Me hice luego militar.
Contra la morisma perra
fui tres veces a la guerra,
y a la sombra del pavés
seguí pensando en cangués;
seguí queriendo a mi tierra.

Cual si a ambulatorio sino
siempre estuviese sujeto,
siempre en marcha, siempre inquieto,
voy de destino en destino.

Mas, ya me cansa el camino.
Jadeante y anheloso
de este mar tempestuoso,
roto el timón y la quilla
va buscando mi barquilla,
de Cangas, almo reposo.

Pero quiero volver a Trubia, porque como os decía antes, no sólo en Cangas era conocido nuestro fundador, no olvidemos que aunque estuvo treinta y cinco años defendiendo la Patria Grande es nuestro fundador, fundó en 1925 el Tous pa Tous y la revista La Maniega, recordad…

y a la sombra del pavés
seguí pensando en cangués;
seguí queriendo a mi tierra.

Pero estábamos en Trubia. ¿Qué armaría (por aquello de la fábrica de armas) nuestro paisano allí para que los trubiecos lo hiciesen Hijo Adoptivo de Oviedo? Durante su estancia como médico en la fábrica de armas, edificó un sanatorio para obreros y les creó centros educativos y de recreo, en los que invertía sus escasos ratos libres dando charlas sobre higiene, alcoholismo, visitando enfermos pobres, facilitándoles alimentos y todo de forma altruista.

Su afán por hacer el bien y ayudar a los más necesitados llevó al Ministerio de la Gobernación a concederle la Cruz de Beneficencia. Y lo dicho, las gentes de Trubia lo acogen en su seno como hijo adoptivo de Oviedo. Pero lo mejor viene ahora…

En agradecimiento, nuestro paisano dedica en 1927 al pueblo de Trubia “un abrazo filial” haciendo gala de su modestia, ya que no le gustaba, para nada, recibir elogios, y les dice:

Y al abrazaros hoy, llamo a mi pueblo natal para abarcarlo entre nosotros: al acercarme a esta pila bautismal, he de bendecir la pila de Cangas del Narcea, en la que recibí el nombre de cangués, con el que me honré toda mi vida y que, con el de trubieco, seguiré honrándome; llamo al pueblo en que nací, donde se informó mi espíritu y en el que descansan mis padres. En este abrazo de hoy abrazo a Trubia y a Cangas, anhelando que también los dos pueblos se abracen.

Abrazaos, pues, los dos pueblos, el industrial y el agrícola, que buenas son las relaciones de Ceres con Vulcano; ambos os mantenéis firmes en las virtudes asturianas, los dos sois igualmente pródigos de corazón. El Trubia y el Narcea llevan unos mismos sones con matices tomados en Covadonga, con cadencias de las gestas hispanas […]

Ya sabéis…

y a la sombra del pavés
seguí pensando en cangués;
seguí queriendo a mi tierra.

Yo, la verdad, a lo mejor no soy objetivo, pero creo que no existió, ni existirá una persona, un personaje, que se merezca más la placa que hoy vamos a descubrir que este paisano. Lo que os acabo de contar son pequeñas pinceladas de lo que Mario Gómez amaba esta tierra que le vio nacer. Médico, militar, escritor en prosa, en verso, cronista, periodista, benefactor, alegre, dicharachero, pero sobre todo, CANGUÉS. CANGUÉS HASTA LA MUERTE y para muestra…:

Sueño ya, de mis vejeces,
despertar por las mañanas
al son de aquellas campanas
que llaman a aquellas preces.

El sol que nace en Rañeces;
y muere por Adralés,
alumbrándome en Cangués
mitigará mis dolores
y él hará crecer las flores
sobre mi tumba, después.

Solo en Cangas pienso ya.
Camino voy del retiro
y solo hacia el pueblo miro
donde mi retiro está.

Cansada mi vida va
en busca de la Refierta
a esperar me abran la puerta
de las tragedias canguesas,
y en barro de amigas huesas
quede mi huesa cubierta.

Como sabéis, a esta casa que él construyó es donde vino a vivir cuando se retiró del Ejército en 1931. El 2 de mayo de ese año escribe en una carta:

“Como habrás leído en la prensa, la República está haciendo las reformas que yo esperaba y a mí me ha traído un aguinaldo dándome mucho más de lo que yo esperaba. En vista de tal bicoca ya cursé la instancia pidiendo el retiro y cuento que para primeros de junio estaré en Limés libre ya e independiente para ir donde quiera”.

Y es que Mario tenía sus planes de jubilación (que no tienen nada que ver con lo que hoy conocemos por planes de pensiones). Como continuación a lo recitado antes sobre su deseo de morir en Cangas decía…

Pero antes que el trance llegue
haréme a las parcas fuerte
y haréle cara a la muerte,
si es que conmigo se atreve.

Antes que el diablo me lleve
daráme otras picardías
y otras nuevas alegrías
en mi pecho brotarán
y cantando pasarán,
leves las vejeces mías.

Tal vez mis piernas cansadas
se animen algún domingo
y pueda echar un respingo
o tejer unas pernadas.

Tal vez en glorias pasadas
se despierte mi mollera,
y sediento o moscardón
eche flores a un pendón
y eche al cuerpo una puchera.

Sueño en la paz del hogar;
sueño al amor de la lumbre
una tibia dulcedumbre,
y un tranquilo meditar.

Sueño en la vera del llar
y en los alegres corrillos
donde con mis chascarrillos
y mis cuentos y consejas
haré escándalo en las viejas
y reir a los chiquillos.

Lamentablemente, disfrutó muy poco tiempo de este retiro y de su querida casa de Limés. Falleció once meses después. Pero esto es algo triste y sin duda don Mario de triste tenía poco. Así que para terminar cantad conmigo: 

Ay macou-se la Pispireta
Pispireta ta muy mancada
Ay mancou-se la Pispireta
En camín de Veiga Pousada.  

Yo soy ferreirín
Nací nel Pumar
Crieime en Bisuyo
Caseime en Vitsar.

¿Queréis saber quién es el autor de esta letra? Pues, descubrid la placa.

Placa a la Memoria de Mario Gómez en Limés

Memorias de un cangués, de Mario Gómez y Gómez

Mario Gómez Gómez en Barcelona, 1909.

En 1915, cuando tenía 43 años y residía en la ciudad de Vigo, donde era director del Hospital Militar, Mario Gómez Gómez (Cangas del Narcea, 1872-1932) comienza a escribir sus recuerdos de Cangas del Narcea, que como otros de sus escritos nunca llegó a terminar ni a publicar.

Las memorias de Mario Gómez no son unas memorias íntimas ni familiares, sino unos recuerdos de la vida colectiva de Cangas del Narcea. Abarcan solamente el tiempo de su primera infancia, y esos primeros recuerdos le sirven de excusa para escribir sobre la sociedad canguesa de aquellos años del siglo XIX.

De este modo, cuando escribe sobre el incendio de la casa de Jiménez, que sucedió siendo él un niño, acaba contándonos la historia del comercio en la villa de Cangas del Narcea; cuando recuerda la parada de carruajes y recuas en la plaza de la Refierta (hoy, plaza de Mario Gómez), donde él nació y vivió, aprovecha para describir la arriería de los vecinos del Puerto de Leitariegos, la emigración de los cangueses, etc.; cuando habla de sus paseos a Corias con su abuelo, el médico Benito Gómez, cuenta la historia de llegada e implantación de los dominicos en 1860; cuando rememora el entierro de don Evaristo Flórez de Sierra, de la casa de Nando, acaecido durante su infancia, termina escribiendo sobre los antiguos linajes cangueses, relatando cómo eran los curas párrocos de aquel tiempo, etc.

Las casas de Villamil (a la izda) y de Gómez o casa del Médico (a la dcha), donde nació Mario Gómez en 1872, en la plaza de la Refierta, Cangas del Narcea, hacia 1900; en uno de los balcones del primer piso está su padre, José Gómez. Foto de Eduardo Méndez-Villamil.

En estas memorias hay datos muy valiosos sobre la historia, las costumbres y la vida cotidiana del concejo de Cangas del Narcea en el siglo XIX. Lo que escribe Mario Gómez  sale de sus propios recuerdos y también de lo que le contaron otras personas mayores que él. En primer lugar, de su abuelo. Mario Gómez fue el primer nieto de Benito Gómez (1816 – 1891), el primogénito de su única hija, y ambos , abuelo y nieto, tuvieron una relación muy estrecha. Además, para conocer hechos que acontecieron poco antes de nacer él, entrevistó a personas que habían vivido personalmente algunos de esos hechos relevantes  en la historia local. Menciona a tres informantes: el Tío Alonso de casa Basilio, de El Puerto de Leitariegos, al que entrevistó en Madrid, y que le habló de la arriería y la historia de Leitariegos y su privilegio; Benemérito de Llano Rodríguez-Arango que le informó de la explotación del monte de Muniellos en los años sesenta del siglo XIX y de la entrada de los carlistas en la villa el 17 de enero de 1874, y Claudia de casa Cachón, de Corias, que le contó sus recuerdos de la llegada de los primeros dominicos al convento de Corias en los últimos meses de 1860.

El texto que publicamos en la web del Tous pa Tous está tomado de la edición que en 1985 hizo José María González Azcárate y que publicó la Asociación Cultural “Pintor Luis Álvarez”. El original pertenecía a doña Maruja Peñamaría Gómez, sobrina de Mario Gómez Gómez. En esta nueva edición hemos corregido algunas erratas de imprenta, y añadido información sobre personas y hechos que va entre corchetes.

Memorias de un cangués, de Mario Gómez y Gómez
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Los quintos de Cangas del Narcea en 1886

Recuperado el Libro del Reemplazo de ese año, que será entregado en las próximas semanas al Archivo Municipal de Cangas del Narcea.

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Soldados de Cangas del Narcea retratados en Corias, hacia 1927. Fotografía de Benjamín R. Membiela.

El socio del Tous pa Tous Eladio Regueral Martínez ha encontrado en su casa el Libro del Reemplazo de 1886 del concejo de Cangas del Narcea, en el que se recoge todo lo concerniente al llamamiento de mozos para el servicio militar obligatorio, cuya responsabilidad recaía en los ayuntamientos.

El servicio militar obligatorio se había establecido en España en 1835. En 1886 duraba tres años. Los ayuntamientos tenían encomendada por la Ley de Reclutamiento y Reemplazo del Ejército el llamamiento de todos los varones de 19 años para el cumplimiento de ese servicio. La lista de los mozos se solicitaba a los alcaldes de barrio y a los curas párrocos, que la hacían a partir de los libros de bautizados. En la casa consistorial, ante una comisión integrada por representantes del municipio, dos médicos, un oficial del Ejército y un sargento tallador, se medía la estatura de los mozos y se presentaban las alegaciones para librarse de este servicio. Existían varias causas para no hacer la mili: no alcanzar la talla mínima exigida (1,50 metros), padecer alguna enfermedad o defecto físico y tener una situación familiar desfavorable: hijo de viuda, hijo de padre pobre e impedido, “hermano de soldado y mantener a su padre impedido y pobre”, etc. Cuando el joven no se presentaba, eran su padre o su madre quienes comunicaban a la comisión que su hijo había fallecido o residía fuera. Para avalar la situación familiar del mozo, este tenía que presentar dos testigos ajenos a la familia y un informe del párroco.

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Circular del alcalde de Cangas del Narcea solicitando al párroco y al alcalde de barrio de Larna la relación de mozos de la parroquia para el llamamiento al servicio militar, 20 de diciembre de 1919.

Toda esta información se recogía, año tras año, en unos libros que se conservaban en los archivos municipales y que son una fuente de información muy útil para conocer la vida de nuestros antepasados. Lamentablemente, en el Archivo Municipal de Cangas del Narcea solo se conserva un libro de esta clase del siglo XIX, el que corresponde al reemplazo de 1848, y los del siglo XX comienzan en 1918 y llegan hasta la desaparición del servicio militar obligatorio en 2001. Todos los libros que faltan, desde 1848 hasta 1918, fueron inexplicablemente tirados a la basura en los años sesenta del siglo XX, por orden de un secretario municipal, y eso, a pesar de que estos libros habían sido encuadernados a conciencia con el fin de perdurar en el tiempo.

El libro de 1886 aparecido ahora se conservó gracias a Eladio Regueral Uría, funcionario municipal, que decidió “salvarlo” porque uno de los mozos que aparece en él es su padre, Adoración Regueral Flórez.

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Gráfica que refleja el nº de mozos del Reemplazo de 1886 clasificados según la talla.

Los jóvenes del reemplazo de 1886 habían nacido en 1867. En Cangas del Narcea fueron llamados a filas: 237 mozos, de los cuales se tallaron 209. La talla media de estos jóvenes era: 1,52 metros. Una estatura realmente baja para jóvenes varones. En esa época la talla media de los reclutas españoles era de 1,61 m., que era, además, la más baja de la Europa occidental: la de los franceses era 1,66 m., y la de los ingleses y suecos: 1,69 m. Todos los estudiosos de la estatura humana están de acuerdo en que estos registros constituyen el mejor parámetro para evaluar el bienestar biológico y la nutrición de las poblaciones. “La talla -según el estudioso James Tanner- es el espejo del nivel de vida de una sociedad”, y conociendo la talla de los mozos de Cangas del Narcea en 1886 está claro que la penuria en la que vivían muchos de nuestros antepasados era grande.

El mozo más bajo del concejo de Cangas del Narcea en 1886 medía 1,09 m. (José Torre Hidalgo, de Robledo de Tainás), había otro de 1,20 m. (Rudesindo Rodríguez Pérez, de Peñas), y cinco de 1,30 m. (Juan Amago Álvarez, de Escrita; Manuel Rubio Rodríguez, de Trones; Francisco Rubio González y Enrique Fernández Berdasco, de Parada de Tainás, y Manuel Blanco, de La Linde). Cincuenta y nueve mozos medían entre 1,45 y 1,49 metros. Los más altos alcanzaban la talla de 1,70 m. y eran cuatro. Eso sí, ninguno de todos estos fue al Ejercito, ni los bajos ni los altos.

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Lista de los mozos del Reemplazo de 1886 (I)

Los primeros libraron por su baja estatura y los últimos por diversos motivos: Alfredo Ron González, de Cangas del Narcea, alegó defectos físicos y fue declarado inútil; José Iglesias, de Arbolente, hijo de padres desconocidos, “alegó enfermedad del pecho y defecto en un pie”; Segundo López López, de Gedrez, “alega mantener a su madre viuda y pobre, y para probarlo presenta por testigos a Pablo Collar, su vecino, y Manuel Iglesias, de esta villa, los que juramentados en forma declaran: El Collar que conoce a la madre del alegante, viuda y pobre, y que solo tenía cuatro hijos varones, llamados Manuel, que está impedido [según los médicos tenía un bocio bastante voluminoso que le impedía dedicarse a cualquier clase de trabajo], José y Benito, estos dos menores de diez y siete años, y al alegante, que es quien se dedica constantemente al cultivo de una corta labranza que llevan parte de arriendo y parte en propiedad, con lo que, calcula el testigo, aporta a su madre cuatro reales diarios con los que le ayuda a vivir y sin estos auxilios la madre y hermanos se verían reducidos a la miseria”, y, por último, Ladislao López Fernández, de Cangas del Narcea, “alegó deformidad del tórax con dificultad de la respiración y de los movimientos; pero si no le fuese suficiente alegó también mantener a su hermano Benito, menor de 17 años e impedido, exención que presenta para que se le oiga sino es suficiente la primera”.

No era algo excepcional alegar motivos para evitar el servicio militar. En España nadie quería ir al Ejército y por eso casi la totalidad de los 237 mozos cangueses alegaron algún motivo para evitarlo. Las razones eran muchas. En aquellas fechas el servicio militar era muy largo (tres años) y las condiciones de los cuarteles eran penosas: había poca higiene, la comida era mala y el trato al soldado era muy duro. Además, muchos iban destinados para las colonias de Ultramar, especialmente a la isla de Cuba y allí morían muchos soldados, no en combate, sino por enfermedad; la cifra era terrible, de cada dos soldados que marchaba a Cuba, uno fallecía. Por otra parte, en un concejo de campesinos como era Cangas del Narcea en 1886, el que un hijo de 19 años se marchase durante tres años y no trabajase para su casa en la labranza y la cría del ganado suponía una pérdida muy grande.

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Lista de los mozos del Reemplazo de 1886 (II)

El destino de los quintos cangueses de 1886 fue el siguiente: 98 mozos fueron excluidos totalmente por medir menos de 1,50 metros y nueve fueron declarados inútiles por defectos físicos; la mayor parte de los mozos fueron declarados “soldados condicionales” o “en depósito” porque alegaron mantener a sus padres pobres o sexagenarios, o ser hijos de viuda o de madre soltera y pobre (16 mozos eran hijos de mujeres solteras), etc. En definitiva, solo 45 mozos del concejo de Cangas del Narcea fueron sorteados como soldados ese año.

Ocho mozos fueron declarados prófugos: Evaristo Díaz Argüelles, de Cangas del Narcea, “se presentó su padre y expresó que se halla en la República Argentina y residiendo en Buenos Aires, sin que sepa la calle”; Pedro Díaz Fernández, de San Pedro de las Montañas, “se presentó su tío Manuel Díaz y manifestó que el mozo se halla en la Isla de Cuba, sin que sepa su paradero ninguno de la familia”; Quintín Álvarez, de El Otriello, “se presentó su padrastro Antonio Campos y expresó que el mozo se halla de viaje, pero que padece defecto físico”; Marcial Martínez Álvarez, de El Otriello, “en Madrid desde hace cinco años”; Miguel Díaz Rodríguez-Castellano, de Fuentes de las Montañas, “se presentó su padre y manifestó que su hijo se halla en la Isla de Cuba y que no sabe de su paradero hace cuatro años”; Antonio Martínez González, de Anderve, “no se presentó nadie”; Manuel López Flórez, de Regla de Cibea, “se presentó su padre y expresó que el mozo se halla en Madrid y que tenía algunos defectos físicos”; Ginés Gómez López, de Caldevilla de Rengos, “según manifestación de José Pérez, de Posada, tanto él como sus padres y hermanos viven en Madrid”.

La emigración fue uno de recursos habituales que tuvieron los pobres para escapar del servicio militar: Cuba, Argentina y, sobre todo, Madrid. Más de una veintena de los mozos llamados a filas en Cangas del Narcea residían en Madrid, y los testigos que se presentaban en el ayuntamiento juraban que eran aquellos mozos los que mantenían a sus padres, “pobres e impedidos”, con el dinero que enviaban por medio de los arrieros de El Puerto o de algún vecino. Algunos de estos mozos mencionan sus trabajos en Madrid: Manuel Collar Collar, de Gedrez, “camarero en el café de la Concepción”; Vicente García Rodríguez, de Cibuyo, aguador, o José Ramón Vega Álvarez, “dedicado al comercio”.

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Lista de los mozos del Reemplazo de 1886 (III)

Los motivos que alegan los mozos y sus familiares para no ir al servicio militar constituyen un mosaico de vidas canguesas en aquel año de 1886. Ese año y los anteriores fueron tiempos de hambre y penuria debido a malas cosechas, que provocaron la escasez de alimentos y la pobreza generalizada. Por ejemplo, el caso de Celestino Rodríguez Álvarez, de Olgo, que reside en Madrid desde mayo de 1885, tiene una hermano casado que solo vive de su trabajo en el campo, y, según un testigo “él era quien cultivaba la labranza que el padre posee y con cuyos productos lo mantenía; que si marchó para Madrid fue con objeto de ganar algún dinero para ayuda de pagar contribuciones, rentas y algunas deudas que tiene el padre sobre sí; que desde que está en Madrid saben que le ha remitido algunas ropas, y el padre cuenta con lo que el hijo gane para salir de sus atrasos”.

Otro caso más: Faustino Acevedo Fernández, de Carballo, también residía en Madrid, su padre, según los médicos, tenía una “gastritis crónica” y sus dos hermanos era “raquíticos y no pueden ayudar en nada al padre”; Faustino, según un testigo, “hasta hace cosa de dos meses que marchó para Madrid se dedicaba constantemente a ganar un jornal en la carretera o en las viñas, cuyo producto de cinco reales entregó siempre al padre como buen hijo; que el padre es sumamente pobre y está impedido, por cuya razón le es indispensable el auxilio del hijo Faustino, el cual desde que marchó para Madrid le remitió treinta reales y algunas ropas por los arrieros del Puerto”.


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Sor Sagrario (Miravalles, Cangas del Narcea, 1919 – Santander, 2019). 70 años de pasión por el prójimo

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Sor Sagrario recogiendo La Cruz de la Victoria, distinción otorgada por el Centro Asturiano de Cantabria a la Cocina Económica de Santander en su centenario

Dicen de ella que tiene una «viveza en los ojos, un andar resuelto y una forma de hablar que apabullan a su interlocutor». Con 93 años, María del Sagrario Rodríguez Álvarez, más conocida como Sor Sagrario, tiene claro que si «volviese a nacer mil veces, mil veces sería Hija de la Caridad». La vocación y la fe de esta mujer desbordan a quien la escucha. Su mente, de una lucidez extraordinaria, le lleva a recordar con pelos y señales los motivos y las reflexiones que llevaron a una joven asturiana de 23 años a vestir el hábito y dedicar su vida a los demás.

Aunque lleva 69 años residiendo en Santander, donde trabajó en numerosas instituciones benéficas como el Hogar Cántabro o la Cocina Económica, no olvida sus raíces asturianas, con las que mantiene permanente contacto. De hecho, el Centro Asturiano de Santander, en el que participa activamente y del que es Miembro de Honor, la ha homenajeado recientemente por sus 70 años vistiendo el hábito.

Sor Sagrario nació en 1919 en el pequeño pueblo de Miravalles, de la parroquia de San Juliano de Arbas, cuando Cangas del Narcea se llamaba todavía Cangas de Tineo -cambiaría su nombre en 1927-, en el seno de una familia campesina pero con recursos. Ella, la quinta de seis hermanos, siempre tuvo claro que le gustaba «más la iglesia que las romerías». Había algo entre las Sagradas Escrituras que le «llenaba el espíritu» y que en las fiestas no pudo encontrar. Aunque también le encantaba bailar, sobre todo «el son d’arriba», la vocación fue superior en todos los sentidos.

«Desde pequeña sabía que iba a ser monja», asegura. Su vida no fue fácil, ya que «en plena Guerra Civil, el 16 de abril de 1938», murió su madre. Sagrario contaba 17 años. Esta pérdida le impactó mucho y le llevó a recordar todo lo que de ella había aprendido. «Era una santa», recuerda, y relata la constante ayuda que ofrecía a los necesitados del pueblo. «En aquella época no había Seguridad Social, así que ella acompañaba a un familiar, que era médico, y le ayudaba a preparar vendas, desinfectarlas, aplicar pomadas, cataplasmas…», explica. Y Sagrario iba con ella. «Todo eso me llamó muchísimo. Aprendí a hacer un montón de cosas que luego me sirvieron mucho», relata.

Hasta que un buen día presenció una escena en la que un grupo de Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl ayudaba a un hombre necesitado. Una escena que le «impactó» y que marcó sus futuros pasos. Aunque había estudiado mecanografía y contabilidad en Madrid, en 1941 se puso en contacto con las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl y en 1942 tomó los hábitos.

«Cristo me llamaba»

Su primer destino fue el último: Santander. Allí aprendió de la generosidad y el carácter de los cántabros, «tan similar al de los asturianos». Toda su vida se sintió «muy bien acogida» y, aunque echó de menos Asturias, nunca perdió el contacto «con la tierrina». El momento más difícil fue la separación de su padre, en 1944. Él estaba muy enfermo y ella recibió un permiso para ir a verle. Apenas llevaba dos años de monja y pudo abandonarlo todo para permanecer junto a su familia. «Me desgarró dejar a mi padre pero lo hice porque lo que cuesta es lo que vale. Cristo me llamaba», explica. Al día siguiente de su vuelta a Santander, recibió la noticia de que había muerto.

Hoy Sagrario se sorprende de los recientes retrocesos en materia social tras décadas de continuo avance y progreso. Ella, que toda su vida la ha dedicado a ayudar a los demás, ve cómo ahora aumenta sin medida el número de personas que solicitan cada día la beneficencia y que acuden a la Cocina Económica.

No obstante, su vocación no flaquea lo más mínimo y, pese a que el 23 de agosto celebrará su 94 cumpleaños, no encuentra tiempo para la jubilación. «El compromiso de una Hija de la Caridad es para toda la vida», sostiene, convencida.


Fuente: El Comercio / Autor: D. Figaredo / Gijón, 28.05.12


La inolvidable religiosa de la Cocina Económica de Santander falleció el 3 de marzo de 2019, a punto de cumplir su centenario. Su huella humana, de ilimitada generosidad hacia los demás, será indeleble. Un ejemplo a seguir. Descanse en paz.

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Cangueses en Mauthausen

A la memoria de José Pérez “Pepe Caín” y José Fernández

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Presos en el campo de concentración de Mauthausen

El horror y la barbarie del siglo XX también se llevó por delante a muchos cangueses. Este es el caso de dos paisanos nuestros, José Pérez Fernández “Pepe Caín” y José Fernández Martínez, que murieron en 1941 en el campo de concentración de Mauthausen y a los que queremos recordar en nuestra web del Tous pa Tous. Ellos fueron, según la información de que disponemos, los únicos cangueses que padecieron esa inmundicia de la Historia que fueron los campos de trabajo y de exterminio nazis.

El campo de Mauthausen fue construido en Austria  para albergar a “enemigos políticos incorregibles del Reich”. Como el número de deportados fue tan grande, alrededor del primer campo se construyeron varios “kommando” o campos auxiliares, como el de Gusen, situado a cinco kilómetros de Mauthausen. Los presos trabajaban en fábricas de armas y, sobre todo, en canteras de granito, en unas condiciones durísimas y con un régimen de vida inhumano. La consecuencia de tanto maltrato fue la muerte de 154.000 hombres, de un total de 206.000 que ingresaron en estos campos entre 1939 y 1945. Allí murieron algo más de siete mil españoles, entre los cuales había 96 asturianos; todos ellos eran exiliados republicanos que habían sido apresados en Francia.

Ramiro Santisteban Castillo, que fue uno de los dos mil españoles que salió vivo de este campo de concentración, escribió:

“El primer día en que llegaron presos españoles a Mauthausen, el 6 de agosto de 1940, yo me encontraba entre ellos; tenía entonces diecisiete años y entraban también en aquel campo conmigo mi padre y mi hermano mayor. Allí conocimos lo que nunca antes hubiésemos podido imaginar. Los trabajos en la cantera o en otros lugares hasta caer agotados; el hambre; las enfermedades; los castigos crueles. Los hijos veían consumirse a sus padres; muchos iban viendo morir a sus compañeros de lucha, a sus paisanos. Otras veces simplemente desaparecían, enviados a un destino desconocido; entonces sospechábamos lo peor, y esas sospechas un día se revelaron ciertas. Por supuesto, nosotros no éramos allí las únicas víctimas; a nuestro alrededor otros grupos padecían un destino similar e incluso en ocasiones, la eliminación rápida y total”.

En el campo de Mauthausen a los presos españoles se les identificaba con un triangulo azul con la letra S (de “spanier”, español) que llevaban cosido a la ropa. El color azul era el reservado para los apátridas, pues Franco nunca reconoció la existencia de estos compatriotas.

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Los hermanos Pérez Fernández: sentado Conrado con Olvido; de pie (de izda. a dcha.): Pepe, Manuel y Mario, 1926. Fotografía de Benjamín R. Membiela. Col. Juaco López Álvarez

José Pérez Fernández “Pepe Caín” ingresó en Mauthausen el 6 de agosto de 1940, con el primer contingente de 392 españoles que llegaron a este campo de concentración. Le asignaron el número 3372. Era natural de la villa de Cangas del Narcea, donde había nacido el 14 de septiembre de 1910. Fue apresado por los alemanes en el norte de Francia en mayo o junio de 1940, durante la ofensiva que trajo consigo la derrota del ejército francés y la toma de gran parte del país vecino por el ejército alemán. Los republicanos españoles que estaban en esta zona pertenecían a Regimientos de Voluntarios Extranjeros o Compañías de Trabajadores Extranjeros organizados por los franceses. Todos los españoles que fueron capturados por los alemanes fueron considerados militares y tratados como prisioneros de guerra. Pepe Caín fue enviado al campo de prisioneros de guerra Stalag VII-A en Moosburg, localizado en el estado de Baviera, en el sureste de Alemania, y el 6 de agosto fue deportado a Mauthausen. Murió el 23 de agosto de 1941 en Gusen, “un kommando o campo auxiliar destinado al exterminio de los presos más débiles”; tenía 31 años de edad.

Pepe Caín pertenecía a una familia muy conocida en la villa de Cangas del Narcea, que tenía su domicilio en la calle El Gallego, y estaba formada por Manuel Pérez Menéndez, de Cangas, y Josefa Fernández Acevedo, de Figueras (Castropol), y sus cinco hijos: Conrado, Manuel, José, Mario y Olvido. El padre era fontanero y el mismo oficio lo continuaron algunos de sus hijos. Conrado, el mayor de los hermanos, nacido en 1900, era en 1929 corresponsal del diario Región.  Manuel era miembro del PSOE. La Guerra Civil fue terrible para esta familia: trajo la muerte de Mario en el frente y la de José en Mauthausen, y el exilio de Manuel a México, de donde no regresó nunca más.

Con la entrada del ejército franquista en Cangas del Narcea el 22 de agosto de 1936, José marcha de Cangas y hace el periplo que hicieron muchos republicanos cangueses: huye a la Asturias republicana y en octubre de 1937, con la caída de Gijón, sale en barco a Francia y pasa a Cataluña. Este recorrido lo hizo con su hermano Manuel y su cuñada Eva Flórez-Valdés Menéndez. Su hermano se incorpora al ejército republicano y se va al Frente de Valencia, y Pepe y su cuñada quedan en Granollers. En febrero de 1939 vuelven a pasar a Francia donde son recluidos en campos de refugiados.

En noviembre y diciembre de 1939 Pepe Caín está en el campo de Septfonds, en el departamento de Tarn y Garona, con Emilio Menéndez Rodríguez “Milio el Pesqueiro” y Manuel Agudín Antón, ambos de Cangas del Narcea. En 1940 se traslada al norte de Francia a trabajar cerca de la frontera con Bélgica, seguramente encuadrado en una Compañía de Trabajadores Extranjeros, y en junio lo hacen prisionero los alemanes durante la invasión de Francia. En una carta de Manuel Agudín escrita desde Lanemazan (Altos Pirineos) a su mujer el 7 de agosto de 1940, le dice: “Pepe Caín estaba trabajando cerca de Bélgica por eso lo cogieron y los consideran militares”.

El resto de este grupo de exiliados cangueses tuvo mejor suerte. Manuel Agudín y Manuel Pérez, el hermano de Pepe Caín, y su mujer y su hija Aida salieron de Marsella a Casablanca y de aquí a México en septiembre de 1942, y Milio el Pesqueiro pudo marchar a Cuba.

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En la moto están Mario y detrás Pepe, y en el sidecar: Olvido y Conrado, en Corias (Cangas del Narcea), 1932. Fotografía de Benjamín R. Membiela. Col. Juaco López Álvarez

En cuanto a Pepe Caín, es probable que cuando fue apresado por los alemanes en el norte de Francia estuviese con otros dos cangueses: Moisés Avello Morodo, que sabemos que también estuvo en el campo de Septfonds, y Joaquín Flórez López. Si así fue, es posible que Pepe Caín sea el tercer protagonista de la siguiente historia que nos relata José Avello Flórez.

“Esta historia me la contó hace muchos años, creo que en 1960, mi tío Moisés Avello Morodo, la primera vez que le visité en París, donde vivía, por lo que ya he olvidado muchos detalles y seguramente he añadido otros, pues la memoria tiene esos extraños recovecos de aliarse con el olvido y con la imaginación que la reconstruye a partes iguales. En todo caso, a grandes rasgos, creo que lo sucedido fue lo siguiente.

Mi tío paterno Moisés pasó a Francia con las últimas unidades del ejército republicano al final de la Guerra Civil y junto con tantos otros soldados fue internado en el campo de concentración de Argelès-sur-Mer o en otro similar (“donde había una gran playa”, según me dijo). Allí se encontró con varios más de Cangas, entre quienes estaba un buen amigo suyo, y hermano de mi madre, Joaquín Flórez López, por tanto, también tío mío. En septiembre de 1939, con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, los dos se alistaron voluntarios en el ejército francés, no sé si en una unidad específica de españoles o de otra forma, pero lo cierto es que fueron movilizados y trasladados al frente, en el norte de Francia, donde cayeron prisioneros en medio de la debacle del ejército francés, que perdió la guerra en unas pocas semanas. Estaban pues prisioneros de los alemanes, cuando les comenzaron a trasladar junto con otros muchos españoles hacia campos de concentración en el interior de Alemania. Iban medio hacinados en trenes que viajaban con gran lentitud y, según me relató mi tío Moisés Avello y años más tarde me confirmó mi otro tío Joaquín Flórez, iba con ellos otro cangués, cuyo nombre ya he olvidado, pero que podría ser Pepe Caín, y en un determinado momento, antes de salir de Francia, tuvieron la oportunidad de tirarse del tren y escapar. Mis dos tíos no lo dudaron y se tiraron del tren junto con algunos otros. Según me contaron, también animaron a saltar al otro cangués, pero éste, por alguna razón (quizás miedo, quizás cansancio o esperanza de conseguir mejor trato en el futuro) no se atrevió a saltar.

En los meses siguientes, mis tíos atravesaron Francia a pie, escondiéndose por los montes, hasta el sur, cerca de Toulouse, donde permanecieron escondidos, colaborando con la resistencia francesa durante toda la guerra. Sobrevivían  haciendo carbón vegetal, integrados en un grupo de resistentes y participando ocasionalmente en algunas acciones de guerra y sabotaje. En una de ellas mi tío Moisés fue herido y trasladado de lugar, motivo por el que perdió el contacto con mi tío Joaquín, quien también sería herido y viviría oculto en una casa de Toulouse durante mucho tiempo. No se volvieron a ver nunca más. Moisés viviría en Bretigny sur Orge, cerca de París, empleado en una compañía de conducciones de petróleo y falleció en 1975 en un accidente de tráfico sin haber vuelto nunca a España, pues había jurado no hacerlo mientras viviera Franco, quien irónicamente fallecería un mes después que él. Mi tío Joaquín Flórez se quedó a vivir en Toulouse, donde se casó con la joven que le escondió cuando cayó herido durante la guerra y con la que compartió su vida. Tenía una tienda y él sí volvió a España varias veces y estuvo en Cangas, siempre con unas incontenibles ganas de hablar y rememorar el pasado; falleció en la década de los noventa”.

El otro cangués muerto en Mauthausen fue José Fernández Martínez, nacido el 16 de noviembre de 1909. La información sobre su lugar de nacimiento no está clara: en el libro de M. Razola y M. C. Campo, Triangulo azul: Los republicanos españoles en Mauthausen, 1940-1945, editado en 1969,  se dice que era de Regla de Cibla (que podría ser Regla de Cibea); en la base de datos de la “Fondation pour la memoire de la Deportation”  pone Corias, y en la lista de “Españoles deportados a Campos de Concentración Nazis”, que puede verse en la web del Ministerio de Cultura de España, dice: San Pedro de Corias.

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Presos trabajando en Mauthausen

Para saber algo sobre este hombre hemos recurrido al Archivo Municipal de Cangas del Narcea y a su encargada Marta Veiga Fontaniella, así como al Registro Civil. En el Padrón de habitantes del concejo de Cangas del Narcea de 1930 aparece empadronado en la parroquia de Cibea, en el pueblo de Sorrodiles, un José Fernández Martínez, de 18 años, que vivía con sus padres, José y Encarnación, dos hermanos mayores, María de 22 años  y Manuel de 20 años, y un tío, Pedro Fernández. Eran de Casa Manolín del barrio de L’Abichera. Hemos hablado con un sobrino suyo que vive en Sorrodiles y tiene 78 años, y nos dice que su tío José, al que no conoció, murió en África de una pulmonía durante el servicio militar. El joven aparece en la “Lista de Mozos del Reemplazo” de 1934 de Cangas del Narcea y allí consta su fecha de nacimiento: 24 de marzo de 1913. Es decir, no es la persona que estamos buscando.

Por otra parte, en el Padrón de 1930 no aparece ninguna persona con este nombre en Corias ni en San Pedro de Corias, ni tan siquiera que lleve esos mismos apellidos. Sin embargo, en la “Lista de Mozos de Reemplazo” de 1930 aparece un José Fernández Martínez, de Corias, hijo de Gabino y Escolástica. Recurrimos al Registro Civil de nacimientos y allí confirmamos que este mozo es el mismo que estuvo en Mauthausen. Su padre era natural del barrio de Ambasaguas, de Cangas, y su madre del pueblo de Fonceca (parroquia de Limés), y en 1909 eran vecinos de Corias. En 1926, el padre, Gabino Fernández Marcos, era socio del Tous pa Tous y seguía viviendo en Corias, y es probable que en ese año su hijo José también fuese socio de nuestra sociedad. En 1927 la familia se traslada de domicilio y no sabemos nada más de ella.

José Fernández Martínez fue capturado por los alemanes y enviado al campo de prisioneros de guerra Stalag XB en Sandbostel, en el noroeste de Alemania. Fue trasladado al campo de Mauthausen, donde ingresó el 3 de marzo de 1941. Murió en el campo auxiliar de Gusen, conocido como “la antesala de la muerte”, el 9 diciembre de ese mismo año, aunque también con respecto a esta fecha hay datos diferentes, pues algunas fuentes de información, como la del Ministerio de Cultura de España, dan la fecha de 16 de noviembre, que claramente es una confusión con su fecha de nacimiento. Si alguna persona puede aportarnos alguna información sobre la vida de José Fernández Martínez, por favor, no deje de hacerlo.

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Fotos del taxista José Queipo, “El Meca”

Automóvil Ford en Corias, hacia 1920; “El Meca” es el primero que aparece asomado en la ventana de atrás. Fotografía de Benjamín R. Membiela.

José Queipo Fernández fue probablemente el primer taxista o chofer de automóvil de alquiler de Cangas del Narcea. Si no fue el primero, fue uno de los primeros. Nació en 1891 en Cangas del Narcea y en 1923 matriculó en Oviedo un coche para este destino. Después tuvo más coches y llegó a tener más de uno al mismo tiempo, para lo que contaba con la ayuda de su sobrino Cesar Uría Queipo.

Automóvil en Corias, hacia 1922; “El Meca” esta sentado detrás, a la derecha. Fotografía de Benjamín R. Membiela. Colecc. Carmen Rodríguez.

A José Queipo le llamaban “El Meca”, como apócope de “El Mecánico”, que era el nombre con el que se conocieron en España a los primeros conductores de automóviles. El Diccionario de la Real Academia Española aun recoge como significado de esta palabra el de “conductor asalariado de un automóvil”, aunque advierte que hoy es una palabra poco usada con este sentido.

Su sobrina Carmen Rodríguez nos ha facilitado varias fotos que guardaba “El Meca” de su vida como taxista.

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Automóvil en Corias, hacia 1925; sentado detrás está César Uría Queipo. Fotografía de Benjamín R. Membiela. Colecc. Carmen Rodríguez.

Una de ellas corresponde a una fiesta que celebraron el 10 de julio de 1929 los chóferes cangueses con motivo del día de San Cristóbal, patrono de conductores y automovilistas. La revista La Maniega recogió una exhaustiva crónica en su número 21, de julio-agosto de 1929, que muestra la importancia que el sector tenía en Cangas del Narcea. Leamos algunos párrafos de esta crónica, donde aparece “El Meca” junto a otros pioneros de la automoción canguesa:

Chóferes y automóviles en Entrambasaguas en la fiesta de San Cristóbal, Cangas del Narcea, 10 de julio de 1929. Colecc. Carmen Rodríguez.

«Y hay que ver la exquisita finura, el amable trato de nuestros chóferes. Si son señoras o niños los que viajan, aquéllos saben andar a paso de carreta, el de Mata al de marcha religiosa. Si las señoras se marean, ellos toman las vueltas con giros de rigodón. «El Meca» y Rogelio las dan con elegancias cortesanas. Mahón conoce todos los baches de todas estas carreteras y los sortea con habilidoso desdén. Si se tropieza una piara de ganado, «el Negro» los separa con un gesto imperioso; «el Moreno» pasa por entre ellos acariciándolos. Si las señoras piden agua, ellos la encuentran al momento; los hermanos Abad conocen todos los manantiales de estas vías. Si los turistas piden vino, ellos dan siempre con el mejor.

“El Meca”, el primero por la izquierda, con unos viajeros, hacia 1930. Colecc. Carmen Rodríguez.

Pero ellos no lo catan; mejor que el de sus autos es el freno que llevan en su garganta. Van de fiesta, van de merendola, van con gente de humor, y ellos se abstienen. Si al paso encuentran alguna guapa rapaza, no por eso se distraen. Xé el de Camilo, los Tornadijo, vuelven los ojos con pudores de fraile. Todos tienen impertérritos las manos en el volante, y los ojos en la carretera, y el ánimo en los viajeros, y el espíritu en sus responsabilidades. Por eso, en Cangas, son contados los accidentes, si es que hay alguno.

“El Meca”, sentado entre los faros del taxi, en la Gira de Santana; detrás el gaitero Fariñas, hacia 1955. Colecc. Carmen Rodríguez.

Quince autos y tres camionetas formaron en la Plaza de Toreno el día 10 de julio [de 1929]. Entre ellos vimos marcas Lincoln, Buick, Mercedes, Studebaker, Ford, Chevrolet, Bernard, Panhard, Hispano-Suiza, Delahaye,  Willys Knight, Motobloc, Dodge, y eso que a la festividad fallaron 15 automóviles más de los que tienen su domicilio en Cangas. ¡Que se diga, ahora, lo que en estas andanzas es nuestra villa!

No damos los nombres de los chóferes que asistieron por no hacer larga esta reseña […]. Por la calle Mayor y la Vega, y cruzando el puente viejo, rodearon con sus autos la ermita de Entrambasaguas, autos que, después de una misa, bendijo, a la puerta, el señor párroco de Limés. El momento fue emocionante. Grandes palenques hacían acorde al estruendo de las bocinas y motores. Toda la gente menuda de la villa vitoreaba a los expertos chóferes; aquel paraje asemejábase a un gran puerto de mar en día regio.

Por la tarde, suculento banquete, y por la noche, gran baile, pues nuestros chóferes, que no las gastan menos, llevaron nuestra Banda de música.»


Fernando de Valdés y Llano (Cangas del Narcea, 1575 – Madrid, 1639), arzobispo de Granada, presidente del Consejo de Castilla y fundador de la Colegiata de Cangas del Narcea

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Retrato de don Fernando de Valdés LLano que se conserva en la sacristía de la iglesia parroquial de Cangas del Narcea

La biografía de don Fernando de Valdés Llano (Cangas del Narcea, 1575 – Madrid, 1639) que presentamos en la web del Tous pa Tous es el texto de una conferencia que dio en Cangas del Narcea don Juan José Tuñón Escalada, Abad de Covadonga y Presidente de la Comisión Diocesana del Patrimonio Cultural de la Iglesia, en 2007 y que se publicó en la revista La Maniega, nº 158. Valdés Llano fue arzobispo de Granada y presidente del Consejo de Castilla, y en su testamento dejó establecida la fundación de la Colegiata para su villa natal, así como un hospital y una escuela para niños. Además, su poder y dinero fue crucial para el ennoblecimiento e impulso de sus familiares, los Queipo de Llano, y la concesión del título de conde de Toreno en 1647. El estudio de Tuñón Escalada analiza la biografía de Valdés Llano y todas sus fundaciones, así como la trascendencia que tuvieron éstas para Cangas del Narcea y para Asturias.

Retrato del Arzobispo Fernando de Valdés. Autor: Diego Velázquez, 1640-5 y pertenece a la National Gallery de Londres

La imagen de don Fernando de Valdés Llano la conocemos muy bien gracias al retrato que se conserva en la sacristía de la iglesia parroquial de Cangas del Narcea y, sobre todo, por el retrato que le hizo Diego Velázquez, pintor de cámara del rey Felipe IV, que pertenece a la National Gallery de Londres, donde se expone permanentemente. Don Fernando tiene el mérito de haber sido el único asturiano que retrató el gran pintor sevillano.

El siguiente artículo de Juan José Polo Rubio, está dividido en cinco epígrafes. El primero enmarca cronológicamente el personaje, dando a conocer algunas fechas elementales para su biografía. En los otros cuatro apartados, teniendo como única base documental para su elaboración el proceso del Archivo Histórico Nacional, se intenta recoger aquellos datos que tienen o pueden tener valor histórico para la provincia de Oviedo en un mayor conocimiento de sus personajes célebres y de su entorno.


Nieves, australiana de Cangas del Narcea

Nieves Fernández Rodríguez es hija de unos cangueses emigrados a Australia. Hace 21 años vino para conocer la tierra de sus antepasados y se quedó. Ahora para visitar a sus padres tiene que ir a Melbourne.

Programa DESTINO ESPAÑA, emitido en TVE1 en mayo de 2012.


Félix Mª Villa o la «voluntad inquebrantable» de hacer el Hospital-Asilo de Cangas del Narcea

Vista h. 1915 del Hospital-Asilo fundado por Félix Mª Villa en El Corral, Cangas del Narcea.

Si hay una institución que ha cumplido una labor asistencial en nuestro concejo para los enfermos y ancianos pobres, esa es el Hospital-Asilo de «San José», que se inauguró el 16 de agosto de 1880 en el barrio de El Corral, en un promontorio ventilado y tranquilo, situado sobre el río Narcea.

En una descripción de la villa de Cangas del Narcea publicada el 1 de septiembre de 1882 en el periódico El Occidente de Asturias se dice:

«Hay también desde hace dos ó tres años un Hospital para enfermos pobres con su cementerio y capilla, debido á la iniciativa y á la voluntad inquebrantable de un caballero de esta villa y al auxilio que le han prestado algunas piadosas señoras de la misma.»

El nombre del «caballero» y de las «piadosas señoras», así como el relato de las circunstancias que trajeron consigo la fundación del Hospital, los ofrece Ángel Martínez de Ron, «Amader», en 1930:

«[…] Un pobre desvalido y enfermo, no teniendo dónde albergarse, se metió en el portalón de [la casa de] Velarde [en la calle Mayor], y allí le encontraron muerto. Este triste suceso causó una impresión de dolor tan grande en Cangas, que en seguida varias señoras, entre las cuales estaban doña Antonia, esposa de don Marcelino Rodríguez Arango, regente que había sido de la Audiencia de Barcelona; doña Candelaria García del Valle, doña Cristina y doña Carolina Meléndez de Arbas y doña Dolores Flórez de Sierra, caritativas y protectoras de los pobres, se reunieron para ver si encontraban el medio de evitar escenas tan lamentables auxiliando a los necesitados. Al efecto comenzaron a pedir limosnas en todas partes; acudieron a varios señores, encargándose al fin, el filántropo don Félix Villa de poner en práctica lo que se proponían, meditando el asunto, formulando planes, pensando cómo había de obtener lo que era necesario y acudiendo a la Diputación, a los Ayuntamientos, a los particulares y hasta a su peculio particular para conseguir hacer un pequeño hospital. Desde la primera piedra del edificio hasta verlo terminado no se apartó de allí, pasando el calvario que en tales casos se sufre, siempre por las dificultades que a cada momento se presentan. La fundación del hospital fue de inmenso beneficio y de prestigio para Cangas.» («Recuerdos de antaño», La Maniega, nº 24, enero-febrero, 1930).

En efecto, Félix María Villa y Santamarina fue el fundador, promotor y administrador del Hospital-Asilo de San José, cuyo fin era atender y acoger a personas pobres y enfermas, así como a desvalidos. Nuestro benefactor nació en Cangas del Narcea el 2 de septiembre de 1828. Sus padres eran Francisco Manuel Villa, natural de Cangas del Narcea, y Mª del Carmen García Santamarina, de Puerto de Veiga (Navia). Su abuelo paterno, José Villa, era de Pola de Siero y se había establecido en la villa de Cangas hacia 1780, donde se casó con Isabel Pardo.

La profesión que declara Félix Villa en el padrón de 1889 era la de «propietario», es decir, vivía de las rentas que le daban sus propiedades. Pero además, como también había hecho su padre, trabajaba como administrador de terratenientes que tenían muchas propiedades en el concejo de Cangas del Narcea, pero que no vivían en él. De este modo, fue administrador de los bienes de María Manuela Vázquez Quiroga y Queipo de Llano, de Anselmo Gonzalez del Valle, etc.

Felix Mª Villa

Placa dedicada en 1921 a Félix Mª Villa en el Hospital-Asilo San José, El Corral, Cangas del Narcea.

Félix Villa permaneció soltero toda su vida. Tenía tres hermanas y un hermano, Julián María, médico y catorce años más pequeño que él, con el que compartió negocios y que colaboró mucho en el Hospital. Era una familia muy religiosa, que mantenía una estrecha relación con las dominicas del convento de Cangas y con los frailes de Corias. Él fue durante bastantes años presidente de la Congregación del «Corazón de Jesús» de la parroquia de Cangas del Narcea. Murió el 10 de julio de 1908. El 21 de junio de 1910 el Ayuntamiento acordó dedicarle una calle en el barrio de El Corral y en 1921 el pueblo de Cangas le dedicó una placa, que se colocó en la fachada del Hospital-Asilo.

El Hospital, fundado y administrado por Félix Villa, atendió a muchos enfermos pobres, que llegaban en unas condiciones pésimas. Su creación coincidió con unos años de crisis de alimentos en los concejos del suroeste de Asturias, lo que favoreció la extensión de la pobreza y las enfermedades. El establecimiento subsistía gracias a los donativos de particulares, tanto de dinero como de ropa; a las retribuciones que daba el Ayuntamiento de Cangas del Narcea por cada enfermo pobre del concejo que ingresaba en él y a las aportaciones continuas del propio Villa. Para recaudar donativos hacía en la prensa local llamamientos «á las personas piadosas y caritativas, para que se sirvan concurrir con algunas ropas viejas de ambos sexos, sobre todo de la llamada blanca, para vestir a muchos enfermos que casi desnudos llegan a dicho establecimiento.» (El Eco de Occidente, 25 de mayo de 1894). En el mismo periódico se les recordaba un mes después a esas mismas personas caritativas: «que no tengan reparo en dar cosas viejas porque todo sirve en un pobre hospital: un pañuelo hecho jirones sirve para limpiar el sudor á un moribundo, y así todo lo demás. Con unas prendas se arreglan otras. También se estima mucho el calzado por malo que sea.» (El Eco de Occidente, 22 de junio de 1894).

Desde el primer momento, una de las mayores preocupaciones de Félix Villa fue asegurar el gobierno y, sobre todo, el futuro del Hospital. Para ello era muy importante decidir quien iba a ser su titular. Consultó a algunos amigos «acerca del medio mejor para impedir que mañana los incautadotes se apoderen del Hospital». No se fiaba del Estado, porque en el siglo XIX había desmantelado, con la Desamortización de los bienes de la Iglesia, muchas instituciones religiosas de carácter asistencial y además desconfiaba de los avatares de la política española, que llegaban hasta las localidades más alejadas. Un amigo, Diego Canto Fernández, le contestó el 4 de enero de 1881 recomendándole lo siguiente:

«En cuanto al Hospital te diré que, para ponerlo a cubierto de la rapacidad revolucionaria, debe ponerse la casa como propiedad tuya o de otra persona de esa villa, y que por tus días se destine a un objeto piadoso, reservándote el derecho de disponer de ella a la hora de la muerte. Después, al hacer testamento, la dejas a otra persona de tu confianza que haga lo mismo.»

Félix Villa solo siguió en parte el consejo de este amigo. Puso el Hospital a su nombre e hizo un testamento donde dejaba como heredera a la Diócesis de Oviedo, pero alguna desavenencia tuvo con el Obispo, seguramente porque consideró que la Iglesia no colaboraba suficientemente con su Hospital, que cambió de opinión y al final, en vida, cedió el Hospital de Cangas del Narcea a las Hermanitas de los Ancianos Desamparados. Esta institución religiosa se había creado en 1873 y tenía su sede central en el Asilo-Noviciado de Valencia, donde residía la Superiora General de la Orden, por eso es a ella a la que Félix María Villa cede la propiedad del Hospital de Cangas del Narcea. Ahora bien, la cesión la hace con unas condiciones muy claras, con el objeto de garantizar los fines para los que se creó, que conocemos gracias a un borrador escrito por el mismo Félix Villa y que merece la pena ser leído:

 

CESIÓN DEL HOSPITAL DE CANGAS DEL NARCEA POR FELIX Mª VILLA A LAS HERMANITAS DE LOS ANCIANOS DESAMPARADOS

Cesión absoluta que hace D. Felix Mª Villa y Santamarina del Hospital Asilo de San José de esta villa de Cangas de Tineo, a la Superiora General de las Hermanitas de los pobres o ancianos desamparados, llamada Sor María de Jesús, residente en su Asilo-Noviciado de Valencia, quien delega para poder efectuar su cometido en Sor Carmen de San Francisco, actual Superiora del Asilo de Ancianos de Oviedo, que aceptará el indicado edificio a nombre de dicha Sra. Al verificar la cesión se expresarán en el documento redactado al efecto (que será una conciliación) las condiciones siguientes:

    1. Que la cesión será absoluta, sin restricción alguna de la propiedad existente del edificio, en la que se incluyen todas sus salidas, huertos y jardín adyacentes, cementerio y pozo, con más las dos casitas que radican en dicha propiedad, formando un perímetro aproximado de 12 áreas y 59 centiáreas.
    2. Que también hace cesión de todos los muebles, ropas y alhajas que en la casa existen, sin otra reserva que un nicho en el cementerio, construido a sus expensas para que sirva al fundador del establecimiento de honrosa sepultura.
    3. Que por cuanto había ofrecido al Prelado de la Diócesis el patronato de la casa con la propiedad de la misma, contando con su protección prometida, a fin de darle desarrollo en sus más perentorias necesidades, las cuales olvidó, desisto por lo tanto en la concesión de tales derechos por verme desasido de compromiso, por más que apareciere en cláusulas de mi testamento.
    4. y última: Que siendo perpetua y para siempre la cesión hecha del Establecimiento a la Institución de las Hermanitas, como se deja descrita, estas o quien las represente nunca podrán enajenar el edificio y demás propiedad adyacente, ni darle otro uso más que el que actualmente tiene, con el nombre de Hospital para los enfermos y pobres y ancianos de la villa de Cangas y su concejo, porque siendo construido para este fin con las limosnas de personas caritativas, no puede hacerse otro uso sin faltar a las leyes de la equidad y justicia. Así mismo, para evitar todo evento en lo futuro y asegurar su existencia, abandonado que fuera de las Hermanitas, que hoy lo poseen, entonces pasará la propiedad al Sr. Cura Párroco de la propia villa de Cangas, al Alcalde de la misma, al Señor Arcipreste del distrito y al Sr. Rector de Corias, para que todos de consuno acuerden lo que mejor convenga para secundar las intenciones del fundador, manifestadas en este documento, cuyo original existirá en el Archivo Municipal de la propia villa de Cangas de Tineo.

Aparta de todo derecho a sus herederos, declarando que el Establecimiento construido pertenece a los enfermos pobres del pueblo y su comarca, por más que haya coadyuvado a su existencia.


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El Orfeón de Cangas de los años 60

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El Orfeón en el Teatro Toreno

La afición por la música coral en Cangas del Narcea no tuvo su primera manifestación en el nacimiento de la actual Coral Polifónica. Con anterioridad, otras agrupaciones, más o menos estables, canalizaron el gusto por el canto con actividades casi siempre ligadas a los actos litúrgicos de la iglesia parroquial.

Así, en La Maniega, Boletín del Tous pa Tous, se recoge en un número del verano de 1927 una actuación del Orfeón durante las fiestas del Carmen. El cronista anónimo, después de destacar su actuación, escribe lo siguiente:

“¿Y qué diríamos del Orfeón? Pues del Orfeón diríamos que su director, don Lorenzo Menéndez, nos presentó un conjunto agradable de voces que cantaron muy bien, teniendo que repetir algunas canciones, y que estaban muy monas las orfeonistas Pilar Castrillón, Carmina Tejón, Esperanza Tejón, Marina Queipo, Remedios Pertierra, Alicia Rodríguez Magadán, Adela Avello, Olvido Rodríguez, Matilde Collar, Victoria Rodríguez, Mercedes Fernández, Carmina Rodríguez, Lucía Rodríguez y Cristina Rodríguez.”

Ahora bien, de entre todas las agrupaciones musicales antecesoras a la actual Coral Polifónica de Cangas del Narcea destaca el Orfeón dirigido por don Juan José Uráin.

El nacimiento de esta agrupación coral está ligado a la llegada a Cangas del Narcea del mencionado don Juan José Uráin Macazaga, un vasco nacido el 5 de enero de 1925 en Deva (Guipúzcoa), que fue destinado a nuestra villa como director de la Banda de Música en 1957. Desde entonces reside entre nosotros.

Juan José Uráin había desarrollado su preparación musical primero bajo la tutela de su padre y con posterioridad en el Conservatorio de San Sebastián, donde completó sus estudios de piano y órgano. Ejerció como director de la Banda hasta febrero de 1968, cuando al desaparecer ésta quedó en situación de excedencia forzosa.

Al poco tiempo de llegar a nuestra villa y por iniciativa de varios cangueses surgió la idea de crear un Orfeón con el fin de dar realce a las fiestas más importantes del año: Semana Santa, el Carmen, la Magdalena y Navidad. Eran tiempos en los que la actividad minera estaba en pleno auge, abundaba el trabajo y el buen ambiente; fue una época de gratos recuerdos para los cangueses que la vivieron.

La vida del Orfeón se prolongó durante los años 60 y su desaparición tuvo lugar en torno a 1969. Las causas del fin de sus actividades fueron las habituales en este tipo de conjuntos: desmotivación, envejecimiento de los componentes, falta de participación de los jóvenes, etc.

El Orfeón estuvo siempre muy ligado a la iglesia parroquial, colaborando con ella desinteresadamente. El repertorio era básicamente de carácter popular y religioso: Misas de Perosi, de Pío X, etc.

El Orfeón nació como una agrupación exclusivamente masculina, ya que se enfocó como una actividad realizada por un grupo de amigos. Más adelante se decidió incorporar voces femeninas. Los ensayos tenían lugar entre las sillas de la iglesia, ya que por aquel entonces no disponía de bancos. En aquella época la silla de la iglesia había que pagarla. Los que tenían reclinatorio propio no echaban el perrón en el cepo, que llevaba un candado para preservar de tentaciones a los monaguillos, pero los demás feligreses debían hacerlo.

Con motivo de la celebración del Corpus, don Dositeo, párroco de Cangas en aquellos años, invitaba a todos los coristas a vermut y pasteles en la Confitería de Milagros, y en época de novenas, a pasteles y vino de misa en la propia sacristía de la iglesia.

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El Orfeón en el Club al principio de la década de los 60.

Un testimonio de cómo en Cangas se dieron siempre la mano música y gastronomía es la reseña periodística de Carlos Graña Valdés en un diario de la época (1960), que al hablar de la celebración de la festividad de Santa Cecilia concluye así: “Finalizaron los actos con una comida de hermandad en una fonda que tiene fama de presentar menús apetitosos y facturas moderadas”. Eran otros tiempos. Tiempos en los que abundaban las cenas en casa Juacona, en casa Benjamín de Corias o en el Club.

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Lorenzo Menéndez Alonso y su grupo musical en 1935

Recuerda don Juan José Uráin la afición que siempre hubo en Cangas por la música de banda y el canto. Destaca especialmente la labor realizada por don Lorenzo Menéndez, cangués, que fue durante muchos años motor del movimiento musical en nuestra localidad.

Cuando el señor Uráin llegó a Cangas existía una Asociación o Congregación de las Hijas de María dirigida por Mari Paz Menéndez, que cantaba por el mes de mayo y en la novena de la Inmaculada Concepción. Mari Paz Menéndez cedió el puesto de organista a Juan José Uráin. Tras los cambios habidos en la Iglesia Católica con motivo del Concilio Vaticano II desapareció la Congregación.

A continuación se formó un pequeño coro de niñas con el objeto de tener un grupo para atender las fiestas parroquiales, que poco después, a medida que las niñas crecieron, dejó de existir. Viendo la necesidad de poder contar con un coro para el realce de las fiestas religiosas se creó otro coro, éste sólo de mujeres, que cantó durante muchos años las novenas del Carmen, la Navidad y todos los entierros de la villa.

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¡Adious Concha!

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Concha ‘i Clara, 2007. Foto de Xosé Antón Fernández (Ambás).

Este texto de Naciu ‘i Riguilón foi leíu por Xosé Antón Fernández “Ambás” nel entierru de Concha ‘i Clara, de Tresmonte d’Arriba, el pasáu 19 de xineiru de 2012 na ilesia de Noceda de Rengos. Namás terminar de leelu, las mozas de la Escuela Municipal de Música de Cangas empezanon a canta-l.ly un son d’arriba con pandeiros ya’l salir de la ilesia volvienon a retumbar los pandeiros, esta vé sín voces. ¡IMPRESIONANTE! Una bona despedida pa una persona inolvidable.

El 17 de xineiru de 2012, a las 11:30 la nueite, moríu Concha ‘i Clara, Concha la de Tresmonte, Concepción Rodríguez Suárez, -ya nun puedo reprimir las l.lágrimas mientras escribo esto- ya sei que, cumu you, muita xente, cuando s’entere, soplará fondo ya fairáse-l.ly un nudu na garganta. Gúei somos muitos los que quedamos güérfanos: güérfanos de dulzura, d‘armonía, d’al.legría, de paz, de  sabiduría, d’amistá, de templanza, de desprendimientu. Güei con Concha marcha muitu de tou esto.

De gesto serenu ya humilde, cumu’l pueblu onde nacíu, Concha recendía humanidá por onque quiera que fora ya tanto la sua personalidá cumu’l sou arte caltrizaba fondo en toul que chegaba a conecela. Concha yera “pueblu”, pueblu feliz ya orgullosu de selo.

La sua voz l.limpia ya clara, cumu’l nome de la casa onde vivía, convertíase en cantu ancestral ya poderosu cuando garraba’l pandeiru.

¡Dios, pónseme la carne ‘i pita solu de pensalu!

“No sé por dónde encomience,
que todo se me ha olvidado,
que todo se me ha olvidadoooooooo…”

Esti ía unos de los cantares, que me vien hora a la cabeza, cuno qu’empicipiaba‘l bail.le d’arriba.

Concha yera la mechor tocadora de pandeiru d’Asturias, ya nun lu digo por afalagala ou porque ya tea muerta -que lu ta ya cuesta creelu- dígolu porque cuento que ía verdá. Ya digo tamién que foi una de las personas, que you cunoza, que más fixu pol fulklor ya la cultura asturiana, porque Concha siempre tuvo ahí cuando fixo falta ya agora vamos chala bien en falta.

Adious Concha. Un beisu.

Marchesti pero deixas bona simiente.

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IN MEMORIAM de Concha ‘i Clara

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Concha en mayu de 2011 en el homenaxe que fíxose-l.ly en Cangas organizáu pola Escuela de Música Tradicional del concechu ya descubríuse la placa cuno sou nome

Concha ‘i Clara, Concepción Rodríguez Suárez, de Tresmonte d’Arriba (Cangas del Narcea), ía probablemente la persona que más fixu pol fulklor ya la nuesa cultura tradicional de toul cuncechu ‘i Cangas, ya esto demuéstranlu las milienta colaboraciones que fixo con grupos de fulklor ya d’investigación,  chegando a convertise  nun referente imprescindible pa toul que quiera profundizar na nuesa cultura.

Siempre dispuesta, tanto el.la cumu el sou home Jusé, recibían ya atendían a toul que chegaba a sua casa con ánimo d’aprender a tocar el pandeiru.

Dientru del sou, podíamos chamalu asína, “curriculum” podemos destacar lu que vien de seguíu:

No anu 1983 el grupu d’investigación folklórica Los Urogallos, de Uviéu, faí-l.ly una grabación que valdrá de base pa un programa de Radiu 3 monográficu del pueblu de Tresmonte. Estas puede que sean las primeras grabaciones de Concha.

A raíz desti programa, tamién  no anu 1983 actúa con más xente de Tresmonte ya’l grupu de gaitas “Los Son d’Arriba”, de Cangas, na  “1ª Muestra de Folklore Astur”  na Plaza la Catedral d’Uviéu. Cumu resultáu desta muestra editaráse un discu cuno mesmo nome.

A últimos de los anos 80 la discográfica Saga edita na colección “De encuesta por Asturias y León” dous volúmenes dedicaos a Tresmonte: el vol. 4 interpretáu por Isabel de Boto ya María de la Moiraza  ya’l  vol. 5 un monográficu interpretáu tou por Concha.

En 1995, dientru la “Muestra de folklore ciudad de Oviedo”, participa, xunto con Rosario de Tresmonte, Adolfina ya Piru d’El Val.le, ya Enriqueta ya Paulina de Xichón nel “Homenaxe a les pandereteres d’Asturies” que se fixo nel Teatru Campoamor.

En 1997, tamién editáu por Saga, publícase “La tradición musical en España vol. 3 – Pandero cuadrado y panderetas en Trasmonte”,  interpretáu íntegramente por Concha.

Incondicional colaboradora, acudíu fiel a la cita, cumu dalgunas outras pandereteras de la zona, a las Nueites Celtas de Xedré, onde las suas actuaciones constituían “el platu fuerte” de la nueite.

Nel 2002 participóu con Herminia nun programa de radiu que se fixo en Cangas, actuando d’embaxadoras de la Nueite Celta de Xedré desi anu.

Nel mesmu anu colabora tamién con Jusé, el sou home, nas grabaciones sonoras que valienon pa la edición del primer volumen del “Atlas Sonoru de la L.lingua Asturiana”, onde sal un cuentu de Jusé ya outru de la sua bona compañera Irene.

N’outubre del 2005 participa na presentación que se fixo en Cangas desti trabachu no Teatru Toreno,

Tamién nel 2005, tanto el.la cumu Jusé, participanon nel Flandón que l’Asociación la Ordaleicha organizóu no prau Funsequín de Xedré.

Nel 2007 participa con Jusé na grabación del DVD tituláu “Flandón en Xedré”, que se grabóu en quei l’Indianu ya editóu l’Ayuntamientu ‘i Cangas nel 2009.

Nesti mesmu anu grabóu un programa de la serie “Camín de cantares” de la TPA, xunto cuna inseparable compañera ya vecina Irene d’Anxelu.

Tamién participóu nel programa especial de “Camín de cantares” dedicáu al concechu’i Cangas que se grabóu no Teatru Toreno de la vil.la canguesa nel añu 2008.

En mayu de 2011 fíxose-l.ly un homenaxe en Cangas organizáu pola Escuela de Música Tradicional del concechu ya descubríuse la placa cuno sou nome, d’al.lí p’acó la escuela pasóu a chamase “Aula de la escuela’i música tradicional Concha’i Tresmonte”.

Tamién nel añu 2011, ya coincidiendo cuna feria L’Ascensión d’Uviéu, Concha ya la sua Irene fonon embaxadoras de la cultura canguesa nel pabellón del grupu “Xeitu”.

Va poucos meses, en noviembre de 2011, el programa de la TPA “Camín” fixo un programa especial dedicáu a Concha nel que participanon los vecinos ya familiares de Tresmonte beil.lando al son d’el.la.

Que la tierra te sea leve.

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José María García Aznar (Cangas del Narcea, 1882 – La Arena, 1942), sacerdote y novelista

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El presbítero cangués José María García Aznar hacia 1932.

Nace en Cangas del Narcea el 29 de mayo de 1882. Su padre, don Higinio García González-Regueral era militar, y su madre, doña Rosita Aznar Martínez procedía de una familia de Luarca y era prima de la mujer de don Severo Ochoa, el Premio Nobel de Medicina. Parece ser que su primera vocación era la castrense, tal como aparece en algunas biografías, y que no pudo seguir debido a una ligera cojera ocasionada por un disparo en la rodilla de un sobrino a quien se le disparó un arma.

Estudia la carrera eclesiástica y parece ser que también hizo estudios de magisterio. Se ordena sacerdote con otros cincuenta y ocho en 1906 (Antonio Viñayo, El Seminario de Oviedo, pág. 235).

En 1907 es destinado como capellán en El Pito (Cudillero) y coadjutor “ad nutum”, es decir sin que hubiera plaza. Tres años después, en 1910, es nombrado por el marqués de Muros, de quien su madre era pariente, párroco de Ranón y de su filial de La Arena (Soto del Barco), puesto que era una parroquia de Patronato. Con él vivía una muchacha de servicio llamada Lucinda. Recorría a caballo las parroquias de Naveces, La Corrada y Ranón. Vivía en Ranón en una casa del marqués que él adaptó para rectoral, hoy completamente restaurada, y el coadjutor residía en La Arena, donde está hoy la rectoral. En ella se hacía el samartín o matanza, que curaban en el bajo. Para llevarlo a cabo venía gente de Cangas del Narcea a ayudarles. También colgaban de los pontones, atadas con un hilo, las manzanas de mingán. Tenían una vaca llamada “Perla”. Parece ser que durante algún tiempo estuvo encargado de la parroquia de La Corrada. Uno de sus coadjutores fue don Porfirio Gutiérrez, párroco durante muchos años de Pillarno (Castrillón), dos temperamentos que no se llevaban, pero poco antes de morir Aznar lo trasladaron para Escoredo, de modo que ya no estaba allí cuando murió Aznar. Creo que fue poco antes de 1910 cuando la iglesia de La Arena estuvo en entredicho por mala avenencia entre cura y coadjutor, aunque desconozco las razones ni quienes eran éstos.

Fue el promotor del Sanatorio Quirúrgico de San Juan Bautista de La Arena, al frente del cual estuvo el especialista de corazón y pulmón, a la vez que cirujano, don Francisco Torrado, de Oviedo. Había dos ayudantes médicos, uno fue don Francisco Combarro. En este Sanatorio se atendía a los pescadores de Cudillero, San Esteban de Pravia y La Arena, dependiendo del Pósito o Rula de Pescadores de esta localidad del que don José fue durante un tiempo Presidente.

Sobre su odisea durante la persecución religiosa de 1936 da fe el testimonio de su coadjutor don Manuel Fanjul de la Roza, recogido por A. Garralda:

“El párroco de Ranón, don José María García Aznar, y un servidor habíamos estado presos dos meses antes del 18 de julio, seguido del triunfo del Frente Popular en las elecciones de febrero. Primero en la cárcel de Soto del Barco, en donde querían entrar con barras a matarnos; ante el peligro, nos trasladaron a la de Avilés, coincidiendo con don José Arenas, párroco de Riberas de Pravia, donde también nos quiso asaltar la chusma; y finalmente a Gijón, en varios autocares, porque la autoridad preveía el peligro y buscaba nuestra mayor seguridad. Sólo estuvimos diez días en la cárcel. Pero fue una buena experiencia.

Por eso, en cuanto me di cuenta de que en San Esteban de Pravia había huelga general por el levantamiento de África, levanté el vuelo. A sabiendas de lo que nos esperaba huimos por el monte el párroco (J. M. G. Aznar) y yo a Pravia. Si me quedo un día más, me enganchan y me hubieran matado. Oí decir que habían ido hacia los límites con Galicia en busca de ambos, cuando nos tenían bien cerca en Pravia.

Una vez en Pravia nos reunimos José Arenas, Luis Muñiz y Ramón García González, sacerdotes. Les propuse coger un coche y marchar a Portugal. No hubo manera de ponerse de acuerdo. Cada uno fue por su lado…”(Ängel Garralda, La persecución religiosa del clero en Asturias. II. Odiseas, Avilés 1978. págs. 270-271).

Al habla con don Manuel Fanjul me dijo que don José Mª García Aznar quedó escondido en Pravia con el párroco de dicha villa hasta que, meses después, fue liberada la zona, regresando de nuevo a su antigua parroquia de Ranón.

La Iglesia parroquial, de la que aún quedan unos muros, está en ruinas en una pequeña campa propiedad del Obispado.

Acaso debido a la presión psicológica que sufrió durante los años de persecución de la Guerra Civil y el fuerte temperamento que tenía, su carácter se fue haciendo más duro siendo al mismo tiempo víctima de una especie de manía persecutoria que le hizo poner casa en La Arena. Luego no cesó hasta que le nombraron presidente de la Rula de Pescadores. Había en La Arena un médico, apellidado Arana, que influía enormemente sobre la juventud y con quien estaba seriamente enfrentado. Pero el problema que le llevó a la muerte el 18 de junio de 1942, pocos días antes de la fiesta patronal de La Arena, fue que, debiendo enfrentarse por cuestiones de un paso frente a la iglesia, con el alcalde de La Arena, don Nicanor Suárez, no encontró respaldo ni por parte de compañeros, al parecer aquella noche había acudido a la rectoral a ver a don Maximiliano, ni de la jerarquía quienes juzgaban que la cosa no era para tanto. Por lo visto sí lo era…

De su vocación literaria dan fe las diversas colaboraciones en diversos periódicos y revistas, como Las Libertades, de Oviedo, en su primera etapa, Región (Oviedo) y la revista Covadonga. Publicó tres novelas de ambiente asturiano: ¡Allá… junto al mar!, Oviedo 1930; En medio del mar (con portada del pintor García Sampedro), Oviedo 1932 y Confinado, Oviedo 1934. Pero nos consta que dejó inéditas otras: Garras del Vilano -posiblemente la misma que aparece como “Vilanos inmorales (en preparación)” en la novela En medio del mar- y El señor de Muros, en la que atacaba por lo visto a su propia familia. Cerca del mar y Garras de Vilano, que aparecen anunciadas como obras en preparación en las contraportadas de En medio del mar y Confinado, son obras que posiblemente echó al fuego la noche de su muerte, pues su hermana Maruja me dijo que la víspera de su trágico final se había pasado toda la noche quemando papeles en la cocina.

De sus primeras obras hace el escritor Armando Palacio Valdés el siguiente comentario:

“… un léxico escogido y rico, de un selecto y correcto castellano. Una dicción suelta, galana, gaya, elegante; unas escenas donde palpitan llenas de vida, las virtudes y pasiones, querencias odios y amores expuestos con muy finos recatos, sin desparpajos, pero sin ñoñerías. Una trama llevada siempre con acierto… con ingenio, con interés, sin que los protagonistas se salgan ni un instante de su carácter, sin forzar las situaciones…”.


Por José Manuel Feito Álvarez


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Homenaje en Cangas a Pasamontes y Menéndez

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Antonio Menéndez González (Cangas de Narcea, 18 de agosto de 1946). Foto de Rudi Aruiz Diez, año 1976

El ciclista profesional Luis Pasamontes Rodríguez y el histórico Antonio Menéndez González tuvieron el sábado 10 de diciembre un emotivo homenaje en su tierra de Cangas de Narcea, donde se descubrió un monolito en el que se representa a un ciclista escalando una montaña, para recordar a estos dos grandes corredores que compitieron en el Tour de Francia, Giro de Italia y Vuelta a España. También se le entregó una placa de reconocimiento a Higinio González, que fue un ciclista independiente que corrió la Vuelta Ciclista a Asturias de 1955 y 1956 ante Federico Martín Bahamontes y Bernardo Ruiz, gracias a  unos días que le dejaron de descanso en la mina.

La idea partió del nuevo club cangués Asociación CicloAstur, que preside Oliver Losas López, que se presentó oficialmente ese mismo sábado en el Ayuntamiento de Cangas del Narcea con la presencia del Director General de Política Deportiva del Principado de Asturias, Marcos Niño Gayoso.

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Luis Pasamontes Rodríguez (Cangas de Narcea, 2 de octubre de 1979). Foto: www.luispasamontes.com, año 2011

Después toda la comitiva se trasladó al Muro de Santiso, una rampa de 356 metros que quiere imitar al Grammont de las clásicas belgas, para descubrir allí el monolito. Se trata de una figura esculpida en una chapa de acero de 15 milímetros de espesor, realizada por Dacero como homenaje a los ciclistas Antonio Menéndez y Luis Pasamontes.

Antonio Menéndez (Cangas del Narcea, 18 de agosto de 1946) fue profesional de 1970 a 1979 y se distinguió por ser un gregario de lujo para campeones como José Manuel Fuente “El Tarangu” o Paco Galdós en el equipo Kas. Ello no impidió que fuera dos veces medalla de bronce en el campeonato de España de fondo en carretera y que ganara la clásica de Llodio y etapas en la Vuelta a España, Tour de Córcega y Giro de Italia.

Luis Pasamontes (Cangas de Narcea, 2 de octubre de 1979) lleva en profesionales desde 2003 en Relax (2003-2005), Unibet (2006-2007), Caisse d´Epargne (2008-2010) y ahora está en Movistar. Es un gran gregario para figuras como Alejandro Valverde o David Arroyo, pero también logró triunfos en la clásica Memorial Manuel Galera o etapa en el Tour de Valonia.

Un cangués gana el Concurso de Carteles del Festival de Cine de Zaragoza

Cartel ganador. Título: Zine. Autor: Francisco Jesús Redondo Losada

El ganador de la segunda edición del Concurso de Carteles del Festival de Cine de Zaragoza ha sido el creativo, de origen cangués, Francisco Jesús Redondo Losada, y su cartel “Zine” se convertirá en la imagen oficial de la 16ª Edición del Festival de Cine de Zaragoza.

Este premio consiste en un diploma acreditativo y una dotación económica, han indicado desde la organización de este certamen.

Los dos accésit, que recibirán su consiguiente diploma, han sido para el cartel titulado “Cine se escribe con Z” del valenciano José Luis Prieto, y para “Luz” del creativo aragonés Gofer.

Además, este jueves, 10 de noviembre, se harán públicos en la página web del Festival de Cine de Zaragoza ‘www.festivalcinezaragoza.com‘ los seleccionados a concurso de las diferentes categorías del FCZ.

NOTICIA RELACIONADA: Un libro que toca miradas

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Homenaje de Cangas del Narcea a Anselmo González del Valle

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Anselmo González del Valle, 1874. Dibujo de José F. Cuevas.

El pasado día 2 de diciembre de 2011 en el Teatro Toreno, el Tous pa Tous y el Museo del Vino de Cangas celebraron un homenaje a Anselmo González del Valle, con motivo del centenario de su fallecimiento.

Anselmo González del Valle y Carbajal fue un personaje muy importante para Cangas del Narcea y tiene una calle dedicada a él en la villa, en la que figura como “Anselmo del Valle”, que era como se le conocía en su tiempo. Nació en La Habana en 1852, hijo de un emigrante de Oviedo. A los once años vino a esta ciudad a estudiar y aquí residió hasta su muerte el 15 de septiembre de 1911. Poseedor de una gran fortuna, invirtió su dinero en múltiples negocios. Fue un gran aficionado a las bellas artes, en especial a la música, y es uno de los compositores más destacados que tuvo Asturias.

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Etiqueta de botella de vino de Anselmo G. del Valle, Cangas de Tineo, 1896. Col. Museo del Vino de Cangas.

En 1878 adquirió muchas propiedades en el concejo de Cangas del Narcea, al que estaba unido por lazos familiares. Fue un verdadero modernizador de nuestro concejo. En 1884 construyó el molino que todavía existe junto al puente de piedra de Ambasaguas, en la villa de Cangas, al que dotó de la más moderna maquinaria, y sobre todo invirtió gran cantidad de dinero en mejorar y modernizar el cultivo de los viñedos y la elaboración del vino de Cangas. Para ello trajo técnicos franceses que introdujeron importantes cambios en los viñedos, como el empleo de hilos de alambre para apoyar las vides, el uso de sulfatadoras, sistemas de poda e injerto, etc. Construyó en la villa de Cangas del Narcea, en la calle Pelayo, una gran bodega, “montada con todos los adelantos que requiere la industria vinícola moderna”, conocida como El Lagarón, hoy desaparecida. El jefe de la bodega era Ernest Dubucq. Su vino alcanzó una gran calidad, vendiéndose en Oviedo, Gijón, Avilés, Madrid y La Habana, y obteniendo medalla de plata en la exposición vinícola de Burdeos de 1895 y de oro en la de Angers de 1896. En 1901 vendió todas sus propiedades en Cangas del Narcea a los hermanos Alfredo y Roberto Flórez González.

En el acto de homenaje intervino Fidela Uría Líbano, que hizo un breve recorrido por la biografía de Anselmo González del Valle y su aportación a la música; José María González del Valle, catedrático de Derecho Eclesiástico de la Universidad de Oviedo y nieto del homenajeado, y Juaco López Álvarez, que habló sobre la relación de González del Valle con Cangas del Narcea. Cerró el acto Purita de la Riva que interpretó al piano algunas composiciones de Anselmo González del Valle.

Rosa Fernández corona el Manaslu, su sexto ochomil

Manaslu (8.156 m), en lengua sanscrita quiere decir montaña del espíritu

La montañera canguesa Rosa Fernández ha coronado la cima del Manaslu, la octava montaña más alta del planeta con sus 8.156 metros, lo que significa su sexto ‘ochomil’ y es ya la segunda alpinista nacional con más ‘ochomiles’ tras Edurne Pasaban.

En tan sólo 20 días desde su llegada al campo base, Fernández logró su objetivo acompañada de su ‘sherpa’ Dorchi. Al regresar al campamento reconoció estar “muy contenta”. “Los últimos días han sido muy duros, ya que había un frío intenso, más de lo habitual”, apuntó.

La asturiana reconoció que tenía problemas de congelación en los dedos de los pies, ya que al subir sin oxígeno, el frío es mucho más insoportable. De todos modos, espera no necesitar tratamiento hospitalario.

Rosa en el Kangchenjunga, la pasada primavera.

Rosa Fernández, que en su doble condición de ciclista y montañera se había preparado muy bien en julio y agosto, también reconoció que había tenido muchísimas molestias en el estómago, posiblemente debido al tratamiento que está siguiendo aún debido al cáncer de pecho que padece.

Los problemas físicos se agudizaron los dos últimos días por la altitud y el frío, ya que no ha podido comer nada en absoluto, lo que ha hecho mucho más dura su ascensión. Rosa que quiso subir el Manaslu en solitario le daba las gracias a su ‘sherpa’ que en todo momento le animó para llegar a la cima.

Por último, reconoció que había podido disfrutar de la cumbre, al estar el cielo despejado. Para ella fue un espectáculo único. La montañera asturiana también apuntó que no quiere “competir con nadie, ni buscar récords”. “Mi principal récord es ponerme a prueba a mí misma”, concluyó.


06/10/2011

El cangués Tano Ramos gana el premio Comillas de historia, biografía y memorias

Tano Ramos (Cangas del Narcea, 1958). Foto: Ed. Tusquets

El escritor asturiano Tano Ramos ha ganado este viernes el XXIV Premio Comillas de historia, biografía y memorias por su libro El caso Casas Viejas que relata el levantamiento anarquista que tuvo lugar en 1933 en la localidad gaditana de Casas Viejas (Cádiz).

El jurado, formado por Miguel Ángel Aguilar, Emilio La Parra, Josep Ramoneda y Josep Maria Ventosa –en representación de la editorial Tusquets, que impulsa el premio–, ha decidido premiar esta historia que recuerda el levantamiento anarquista y la respuesta militar que provocó, y que trajo consigo la muerte de 14 campesinos y puso en serios aprietos al gobierno del entonces presidente Manuel Añaza.

Según ha informado el jurado en un comunicado el relato construido por Ramos “invita a reflexionar sobre la patológica relación existente en España entre los tribunales y los medios de comunicación, tanto en los convulsos años treinta como en casos más recientes de nuestra historia”.

Ramos (Cangas del Narcea, Asturias, 1958) recibirá como premio una estatuilla de bronce diseñada por Joaquín Camps y un anticipo sobre derechos de autor de 20.000 euros.

Elisa García López premio “Next Generation” 2011 Europe

La canguesa Elisa de los Reyes García López con el 2º premio Holcim “Next Generation” 2011 Europe

El 15 de septiembre desde Milán, Italia, fueron anunciados los ganadores europeos de la tercera convocatoria de los Holcim Awards for Sustainable Construction (Premios Holcim para la Construcción Sostenible).

Desde aquí queremos felicitar a nuestra socia, Elisa de los Reyes García López (Cangas del Narcea, 1981), ganadora del 2º premio Holcim “Nueva generación” dotado con 15.000 $. La arquitecta canguesa participó en esta edición con su proyecto: Reutilización de material y esquema de transformación regional en Gijón, España.

Elisa estudió la carrera de arquitectura en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid, Universidad Politécnica de Madrid y el premio obtenido precisamente se refiere a proyectos realizados en el ámbito académico, estudios de grado, master, o doctorado.

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Víctor Bernardino de Sierra y Abello, (Jarceley, Cangas de Tineo 1791) – (Madrid 1877)

Victor de Sierra y Abello (1791-1877), teniente general de los ejercitos nacionales

El teniente general D. Víctor Bernardino de Sierra y Abello pertenecía a esa generación ilustre que tomó parte en los sucesos que conmovieron al mundo a causa de la revolución francesa, y que combatiendo al invasor de nuestro país, formó a la vez el primer Código Constitucional de España. Hijo del diputado constituyente de las Cortes de Cádiz, D. Francisco de Sierra y Llanes, y de Dª María Abello Fuertes de Castrillón, nació D. Víctor en Jarceley, parroquia de San Martín de Sierra, concejo de Cangas de Tineo, provincia de Oviedo, el 6 de Marzo de 1791, de ese año que preparó las sangrientas convulsiones de Francia.

Siguió una carrera literaria en la Universidad de Oviedo; pero en 1807, vencido por su decidida vocación a la milicia, abandonó las aulas que frecuentaron Campomanes y Jovellanos, y con quince años cambió los estudios de teología por la espada de soldado, ingresando como cadete del regimiento de caballería del Rey, a la sazón en Valladolid, e inmediatamente formó parte de la expedición a Dinamarca, mandada por el Marqués de la Romana, tomando parte en los hechos de armas que ocurrieron.

Dos años después, en 1809 cuando la Guerra de la Independencia llamaba en torno de la bandera de la patria a todos sus hijos, el joven oficial combatió denodadamente en Almaraz y Talavera de la Reina recibiendo en esta última batalla, a las órdenes del general Cuesta, gloriosas pero gravísimas heridas al cargar su regimiento a la caballería de M. Villatte que quedó completamente destruida por las lanzas castellanas pero, que a Victor Sierra le obligaron a dejar por breve tiempo los campos de batalla.

Aquel bautismo de sangre, lejos de apagar los bríos del oficial Sierra, que sólo contaba entonces diecisiete años, sirvió por el contrario para enardecerlos más, si esto era posible. Restablecido ya, en 1810 tomó parte en las acciones de Trigueros, Gibraleón y Villarrasa, en la provincia de Huelva a las órdenes de los generales Copons y Ballesteros.

En 1812 alcanzó el grado de teniente de los Húsares de Cantabria, unidad de caballería ligera surgida en el verano de 1808, concurriendo al año siguiente a las batallas de Vitoria y San Marcial, a la toma de Irún, paso del Bidasoa, y conquista de las célebres líneas de Viriato.

En 1814 estuvo en la batalla de Tolosa, y mereció por su conducta y valor ser citado por el general Freire en el parte oficial del combate.

Concluida ya la Guerra de la Independencia Española, en 1816 fue nombrado capitán del depósito de Ultramar, y participó en las guerras de emancipación de Venezuela, Panamá, Nueva Granada y Perú con el brigadier José de Canterac, militar español de origen francés. Allí ardía también el fuego de la guerra y en 1817, capitán ya de la 2ª compañía de lanceros del Rey y mandando un escuadrón, asistió a las acciones de la Asunción (Paraguay), Portachuelo de San Juan y toma del fuerte de Juan Griego (Isla Margarita).

En 1818 participó en el reñido combate de “La Puerta” (tercera batalla de “La Puerta” de la Guerra de Independencia de Venezuela), en el cual, dispersada la vanguardia española, resistió heroicamente con su escuadrón el choque de las fuerzas enemigas, dando lugar a la salvación de tres batallones que ya estaban precticamente hechos prisioneros por los americanos rebeldes. En este combate perdió su caballo y recibió un golpe de lanza, siendo nombrado teniente coronel sobre el campo de batalla.

El 7 de agosto de 1819 sostuvo la retirada de Boyacá (batalla del puente de Boyacá de la Guerra de Independencia de Colombia), siendo la fuerza de su mando la última que abandonó el campo de batalla en aquella desdichadísima jornada que terminó con la derrota del ejercito realista. Hasta 1820, año que regresa a la península ibérica, estuvo presente en la mayor parte de las acciones que se libraron en el Nuevo Reino de Granada.

En 1822 obtuvo la comisión de perseguir a la facción de la Pola de Siero (Provincia de Oviedo), consiguiendo en breve tiempo exterminarla, y en ocho días desempeñó la de pacificar los concejos de Cangas y Tineo, que se habían levantado en masa.

En 1823, destruyó las facciones de Collar y Batanero, copando toda su gente; en Valdearenas (Guadalajara) hizo prisioneros a los jefes de otros dos partidas importantes; persiguió y derrotó en Serón (Almería) y Monteagudo (Murcia) al francés Jorge Bessières, aniquilando su partida; hizo levantar el sitio de Cuenca; destrozó la facción de los García atacándolos en las proximidades de Quintanar de la Orden (Toledo), cogió 70 prisioneros, y dejó tendidos en el campo de batalla a los dos jefes de la partida.

Después de otros heroicos hechos, la entrada de los franceses en Cádiz y el alzamiento de Riego, al que se adhirió, fueron las causas de que le declarasen indefinido. En esta situación, impurificado en 1ª y 2ª instancia, y sin derecho a pensión alimenticia, se retiró a su país (Asturias) hasta el año de 1834.

En Asturias permaneció hasta la muerte de Fernando VII (San Lorenzo de El Escorial, 14 de octubre de 1784 – Madrid, 29 de septiembre de 1833); y cuando estalló la guerra civil en la península, Sierra ofreció sus servicios a la Reina Gobernadora, y dio inicio otra época de penalidades y de glorias.

Victor Bernardino de Sierra y Abello fue ascendido a tenienete general por antigüedad

Mandando el regimiento de caballería del Príncipe, 3º de línea, se incorporó al ejército del Norte en 1835, y formó parte de la expedición del general Peón contra el faccioso general Sanz. Relatar los hechos hasta 1838, que obtuvo el grado de Mariscal de Campo, sería referir la historia de la guerra civil de aquellos años. Destacable de esa época es la memorable acción que le llevó junto al general Iriarte, a atacar con tres escuadrones al rebelde teniente coronel Ignacio de Negri y Mendizábal, conde de Negri, en las inmediaciones de Saelices del Río (León), donde envolvió y arrolló toda la caballería enemiga, aniquilándola por completo cogiéndole tres compañías de cazadores con 16 oficiales, sin contar los muertos y heridos.

Hay que tener en cuenta que nuestro bravo, inteligente y modesto soldado obtuvo todos sus ascensos por acciones de guerra. Fue nombrado brigadier por el paso del vado del Narcea, en Cornellana, y en Mayo de 1938 recibió el nombramiento de ayudante general de Guardias de Corps. Desde este mismo año disfrutaba de la Gran Cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo. En diciembre de este año pasó del cuartel a su país, hasta 1843, en que recibió el mando de una división en el sitio de Barcelona.

En 1844 obtuvo la credencial de ministro del Tribunal Supremo de Guerra y Marina, cuyo puesto ocupó hasta 1851, año en el que logró, a petición propia, salir de cuartel para Oviedo y Madrid.

En 1871 por su antigüedad y por sus grandes servicios prestados durante una larga vida de abnegación y trabajos sin cuento, a las nobles causas de la independencia patria, de la integridad nacional y de las instituciones liberales, le fue concedido el grado de teniente general.

Nuestro anciano teniente general falleció en Madrid el 16 de noviembre de 1877, con sentimiento profundo de cuantos tuvieron la fortuna de cultivar su ameno y agradable trato, y de conocer a fondo la sólida instrucción literaria, de la que no hizo jamás alarde alguno, pero que revelaba, sin pretenderlo, hasta en sus más familiares conversaciones.


 Fuentes:

La Ilustración española y americana – Año XV. Núm. 33.- Madrid, 25 de noviembre de 1871
La Ilustración española y americana – Año XXI. Núm. 45.- Madrid, 8 de diciembre de 1877


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Diario de un viticultor de Cangas del Narcea, 1902–1907, de José Gómez López-Braña

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José Gómez López-Braña (a la derecha) con su mujer Manuela y sus hijos María, Mario y Manuel, Cangas del Narcea, 1905.

El testimonio que presentamos hoy en la web del «TOUS PA TOUS» es excepcional en la historia de la viticultura asturiana e incluso española. Es un diario escrito, entre el 10 de agosto de 1902 y el 1 de junio de 1907, por José Gómez López-Braña, en el que anota todas las vicisitudes del cultivo de sus viñas y de la elaboración y venta de vino. Es un documento muy rico para conocer en todos sus detalles las labores y preocupaciones de un viticultor en esas fechas. El diario es propiedad de la familia Álvarez Pereda, de Cangas del Narcea, y está escrito en un cuaderno que lleva el número 13, es decir, nuestro diarista había comenzado a escribir sus notas bastantes años antes, seguramente alrededor de 1880.

José Gómez López-Braña nació el 12 de junio de 1850 en el pueblo de L’Enxertal, parroquia de San Martín del Valledor (Allande). Su padre era José Gómez Álvarez (L’Enxertal, 1819), “cirujano” que había obtenido el título en 1841 en el Colegio de Medicina y Cirugía de San Carlos de Madrid. Con 14 años, Gómez López-Braña ya vivía en la villa de Cangas del Narcea con su tío Benito Gómez Álvarez y la hija de éste Manuela Gómez Arteaga. Su tío fue una persona muy importante en su vida. Benito Gómez (1817 – 1891) había nacido también en L’Enxertal, era médico y desde 1858 residía en Cangas del Narcea.

José Gómez estudió medicina en Madrid y al finalizar la carrera en 1874 volvió a Cangas del Narcea. Se casó con su prima Manuela y tuvo cuatro hijos: Mario (fundador del «TOUS PA TOUS» y de la revista La Maniega), Manuel, María y Benito, que murió en 1894 con 13 años de edad. A fines del siglo XIX, Manuela Gómez era una asidua de las veladas musicales que realizaban aficionados de la villa, en la que sobresalía por su voz. En una crónica publicada en El Occidente de Asturias, el 23 de julio de 1886, dice:

En el entreacto ha cantado la señora Dª. Manuela Gómez el «Aria Final de Sonámbula» acompañada perfectamente al piano por la Srta. Lola Arango. Cantó la señora de Gómez, no como pudiera hacerlo una aficionada, sino con la seguridad y la escuela de una artista. Su voz es fresca, dulce, de bastante extensión y agradable timbre. El público lo ha reconocido así, aplaudiéndola con entusiasmo.

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Busto de José Gómez López-Braña. Firmado: José Alejandro, 1923

José Gómez obtuvo en 1886 la plaza de médico titular del Ayuntamiento de Cangas del Narcea, que conservó hasta 1906. Tenía una buena biblioteca de medicina, agricultura, historia, etc. En política era liberal, partidario del diputado del distrito de Cangas del Narcea Félix Suárez-Inclán, y como tal sufrió el ataque de sus opositores, los conservadores de Luis Martínez Kleiser, que en su periódico El Narcea, de 13 de marzo de 1914, llegaron a escribir lo siguiente sobre Gómez y sus correligionarios:

El partido en que figuran como jefes o primeras cabezas don Nicolás de Ron, don Francisco García del Valle, don José Gómez L. Braña, don Luis González y Pérez, don Alfredo de Ron, don Justo Castaño y otras personas por el estilo, silva estrepitosamente a los sacerdotes que pasean por nuestras calles o se dirigen a su iglesia. ¡Es asombroso! ¡Es estupendo!

Aparte de su profesión de medico, ejerció otras actividades. Hacia 1880 abrió una tienda en la planta baja de su casa de la plaza de La Refierta (actual plaza de Mario Gómez), el conocido como Comercio del Médico. En él se vendían toda clase novedades, genero de fantasía, puntillas, encajes, rasos, terciopelos… El alma de la empresa era su mujer, que era la que atendía el negocio. Fue uno de los primeros comercios de la villa.

altFue profesor de agricultura en un Colegio de Segunda Enseñanza que existió en la villa a fines del siglo XIX, y sobre todo dedicó su tiempo a la viña y el vino, que eran labores muy familiares para él, porque las había conocido desde la infancia en su casa de L’Enxertal. Era propietario de varias viñas: la viña de Gamones, en términos del pueblo de Moral, parroquia de Limés, que heredó de su tío y suegro, y que este había comprado en 1885 a Ceferino García del Valle Nera; la viña de Valdemarea, cerca de Santiso; una viña en Las Escolinas, y la viña que él bautizó como La Manuela, en la Vega del Obispo, en Limés, con una superficie de 28 hombres de cava y mil cien plantas, que compró en septiembre de 1904 a Antonio Álvarez Agudín. Tenía dos bodegas: una en Santiso y otra en la villa de Cangas, en la casa de don Lorenzo de Llano, en la calle de La Fuente, y en 1907 estaba construyendo una bodega en Limés. A fines del siglo XIX era uno de los principales cosecheros de vino de Cangas y embotellaba con la marca “Bodega del Médico”. En 1893 fue la primera persona que detectó la presencia de la filoxera en los viñedos del concejo, plaga que en 1894 ya estará completamente extendida, y fue él el que anunció públicamente su existencia. También fue el primero que estableció en Asturias un vivero de cepas americanas, que eran resistentes a la filoxera.

El diario de José Gómez constituye un extraordinario documento sobre la viticultura de Cangas del Narcea en los primeros años del siglo XX, de gran interés no solo para Asturias. Lo que aquí se narra es una historia vivida por muchos viticultores europeos tras la llegada de la filoxera, pero que muy pocos tuvieron la magnífica idea de dejarla plasmada por escrito. En sus páginas, el autor describe con todo detalle las condiciones climáticas que se van produciendo a lo largo del ciclo vegetativo de la planta. Cuenta como esto afecta a las distintas variedades, tanto a nuestras viejas variedades tradicionales (Albarín blanco, Carrasquín…) como a las que en aquella época estaban siendo introducidas en la zona (Alicante, Cabernet…). Describe así mismo los injertos, las podas, los abonados, el modo en el que se llevaba a cabo la reconstitución del viñedo tras la Filoxera, la desconfianza que mostraban algunos viticultores al principio y como poco a poco iban siguiendo el ejemplo. Podrá descubrir quién lo lea, que la viticultura de Cangas estaba en aquella época tan avanzada como podía estarlo la de Rioja o la de cualquiera de las zonas vitícolas más importantes de España o del resto de Europa.

La lectura de estas páginas nos permite además asomarnos a la vida cotidiana, al carácter y a las preocupaciones de su autor. Podemos, por ejemplo, llegar a percibir la inquietud que siente porque el día señalado para vendimiar comienza a llover por la mañana y durante varias jornadas seguidas se ve obligado a anotar en su diario, cada vez con mayor preocupación por el deterioro de la cosecha, “continúa lloviendo”. También es patente el gran disgusto que supuso para él una fuerte helada que arrasó los viñedos la noche del 18 de mayo de 1903, o la alegría con la que anotaba a veces en su diario: “hermoso día”, “espléndido, soleado” o el orgullo que sentía por la perfección con la que acababa de ser plantada alguna de sus viñas, a pesar del elevado coste. Podemos incluso imaginar que lo acompañamos en alguna de sus muchas visitas a los viñedos, y que escuchamos las interesantísimas descripciones botánicas que recoge en su diario sobre la flor de la vid, o ser testigos de cómo selecciona las mejores y primeras uvas maduras de su viña para enviar como regalo a alguno de sus más preciados amigos, reconocer entre las personas que cita a alguno de nuestros antepasado, o ser partícipes de felices acontecimientos familiares, como el ascenso de uno de sus hijos, el nacimiento de algún sobrino, etc.

El diario es una muestra del conocimiento que tenía José Gómez de la viticultura y la vinicultura, como resultado de sus lecturas, observaciones y experiencias prácticas. En el siguiente enlace se puede consultar y descargar en formato pdf:

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Padre Luis Alfonso de Carballo

Entrevista realizada a nuestro presidente Juaco López Álvarez y emitida en Onda Cero Cangas del Narcea el 7 de junio de 2011 con motivo del acto a la memoria del cangués Luis Alfonso de Carballo.



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Juaco López, presidente del Tous pa Tous, dirigiendo unas palabras a los asistentes al acto en memoria del Padre Carballo.

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“Cangas y cangueses” por Paco Chichapán

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Glosario cangués, año 2003. Primer libro de Paco Chichapán ; prólogo de José Avello Flórez.

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Anécdotas y otras historias de Cangas. Segundo libro de Paco Chichapán publicado en 2004.

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Dichos y hechos de Cangas. Tercer libro de Paco Chichapán publicado en 2008.

El recordado cangués Francisco Prieto Menéndez, más conocido por todos por Paco Chichapán, presentaba en mayo de 2011 en la Librería Treito de Cangas del Narcea un nuevo libro “Cangas y Cangueses”. En aquel acto participaron además del autor, Tito Casado Agudín, director del colegio de Vega de Rengos, y Miguel Angel Pérez, de Onda Cero de Cangas del Narcea.

Chichapán siempre mantuvo viva la pasión por la cultura y la historia de Cangas. A sus 78 años publicaba el cuarto de sus libros, en el que ahonda en la memoria de todo el concejo y cuenta la vida y anécdotas de personajes que, a su parecer, no tienen el reconocimiento que deberían en su propia villa de nacimiento, que es Cangas del Narcea.

«Hay una frase que dijo el padre Carballo una vez que es significativa: “Si un cangués quiere hacer algo, salen once a tumbarlo”. Y es una gran verdad. He creído oportuno hablar de gente que hizo cosas muy importantes y que en Cangas no tienen lo que merecen».

A continuación podemos escuchar de la propia voz del autor, todos los detalles de su último libro, “Cangas y cangueses”.


Entrevista emitida en Onda Cero Cangas del Narcea el 31 de mayo de 2011


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