La niebla se disipa lentamente, revelando un vasto y silencioso mar que se extiende hasta donde alcanza la vista. Estamos en lo que hoy se conoce como Cangas del Narcea, pero retrocedemos millones de años, a un tiempo en que esta tierra, ahora verde y montañosa, era un mar cálido y poco profundo, habitado por criaturas diminutas llamadas fusulinas.
Los orígenes
En esos días antiguos, la tierra estaba en constante cambio. Las masas de agua y los continentes se desplazaban lentamente, y las capas de sedimentos se acumulaban en el fondo de estos mares primitivos. En medio de este escenario, las fusulinas, con sus conchas calcáreas, dejaron sus huellas en los sedimentos, proporcionando un testimonio fósil que los geólogos futuros encontrarían invaluable.
El carbón, que hasta hace muy poco tiempo extraíamos de estas tierras, comenzó su formación en estos mares. Los sedimentos, blandos y plásticos en su origen, se depositaron en capas horizontales, encapsulando restos de plantas y animales. Con el tiempo, estos sedimentos se endurecieron y se transformaron en las rocas y el carbón que hoy conocemos.
El ciclo del tiempo
La geología nos enseña que los movimientos de la tierra y el agua son cíclicos. Las transgresiones, cuando el mar avanza sobre la tierra, y las regresiones, cuando se retira, dejaron su marca en el paisaje. Las diferentes capas de sedimentos nos cuentan historias de épocas en las que las aguas cubrían todo, seguidas de tiempos en que se retiraban, dejando atrás marismas y tierras pantanosas.
Las rocas que se formaron en estos ciclos sucesivos contienen fósiles que permiten a los científicos establecer sincronismos entre lugares distantes, conectando las historias geológicas de regiones separadas por miles de kilómetros.
El papel de los geólogos
En el siglo XX, el geólogo asturiano Ignacio Patac dedicó su vida a estudiar estas formaciones. En su obra «La formación Uraliense asturiana. Estudios de cuencas carboníferas», publicada en Gijón en 1920, detalló cómo el mar Uraliense se extendía desde Villablino y Cerredo, cubriendo los estratos cambrianos del Narcea, y cómo los depósitos de este brazo de mar eran relativamente delgados debido a su escasa profundidad.
Patac también mencionó el trabajo de otros ingenieros, como Celso Rodríguez-Arango, natural de Cangas del Narcea, cuya memoria sobre el «Coto Cortés» aportó valiosos conocimientos sobre los manchones carboníferos de la región. Estos estudios han sido fundamentales para entender la complejidad geológica y la riqueza mineral de Asturias.
Un legado duradero
Hoy, al recorrer los paisajes de Cangas del Narcea, podemos imaginar un antiguo mar lleno de vida, cuyas aguas tranquilas albergaron a las fusulinas. Los estratos sedimentarios que se formaron entonces han dejado una impronta duradera, proporcionando tanto fósiles valiosos para los geólogos como recursos de carbón para la industria.
El mar de las fusulinas puede haber desaparecido hace mucho tiempo, pero su legado sigue vivo en la geología y la historia económica de la región. Así, mientras caminamos por estos valles y montañas, podemos sentirnos conectados con un pasado remoto, un tiempo en que Cangas del Narcea era un mar, el mar de las fusulinas.
Fuentes:
Para los curiosos o interesados en la materia, aporto a la Biblioteca Digital del «Tous pa Tous» las publicaciones cuya instructiva y entretenida lectura me inspiró a escribir esta breve entrada.
https://touspatous.es/wp-content/uploads/mar.jpg20481536Manuel Álvarez Peredahttps://touspatous.es/wp-content/uploads/logo_touspatous.jpgManuel Álvarez Pereda2024-12-08 01:01:172024-12-08 13:10:12De cuando Cangas del Narcea era un mar, el mar de las fusulinas
Fray Emilio Rodríguez González, dibujando, en el convento de los dominicos de Salamanca, en 1964. Fuente: dominicos.org
Emilio Rodríguez (Villar de Adralés, 1938 – León, 2020) fue un poeta con una producción muy extensa, que se recogió completa por primera vez póstumamente, cuando en el año 2022 fray Bernardo Fueyo Suárez se encargó de editar los dos volúmenes que forman Detrás de las palabras, sacados a la luz por la editorial dominicana San Esteban, de Salamanca.
La formación y el ingenio de este autor le permitieron crear una obra de gran profundidad, con un toque espiritual y múltiples referencias a los lugares en los que se formó como dominico, como poeta y como ser humano. La belleza de sus composiciones reside en que son un testimonio de su visión de este mundo, que nos transmiten las emociones e imágenes que el autor plasmó en un instante que no seríamos capaces de imaginarnos de otra manera.
Emilio Rodríguez González nació en Villar de Adralés (Cangas del Narcea) el 9 de julio de 1938. Sus padres, Emilio y Hermenegilda, eran campesinos que poseían una pequeña explotación agrícola y ganadera, como era común en la zona. Sus primeros años de estudio los cursó en su pueblo natal, y a los 15 años ingresó como alumno interno y aspirante dominico en el cercano monasterio de San Juan Bautista de Corias.
Era el menor de diez hermanos y creció en un ambiente rural, rodeado de imágenes naturales, idílicas, que le marcarán como persona y como poeta. Entre los recuerdos de su juventud podría rescatarse una imagen que, aunque triste, tiene gran fuerza en su obra Como árboles que andan, en la que describe a un “picador” de la mina. La minería, y sus consecuencias en el concejo de Cangas del Narcea, fue un tema de gran impacto entre sus paisanos, y no es de extrañar que Emilio Rodríguez recuerde con cierta amargura esta situación: la de un picador regresando de la mina. El poema dice así:
Emilio Rodríguez, retrato digital impreso sobre aluminio, 70×55 cm, del prolífico artista y singular retratista Florencio Maíllo.
Volvía con la fatiga doblada sobre el hombro como un cántico.
Solamente el miedo y la canción le estaban permitidos.
Tenía las manos escritas con palabras que nadie había leído, que nunca serán consideradas como nuevas.
Subía por los bancales masticando la niebla a bocanadas, por temor a olvidarse de que el aire es vida gratuita.
Tenía la voz oscura como el viento, y una larga historia de raíces en la piel.
No sabía que algunos días amanece y que el agua también puede volverse de colores.
Fue en el monasterio de Corias donde Emilio Rodríguez desarrolló las dos pasiones que lo acompañarán el resto de su vida: la literatura y el dibujo. Su profesor de literatura, con el fin de completar el estudio de la métrica, encargaba a los alumnos pequeñas composiciones personales, y las de Emilio eran tan brillantes que le animó a seguir el camino de la poética.
Después de Corias continuó sus estudios en Caleruega (Burgos), localidad que evocará muchos años después, en el año 2002, en su poemario En absorta luz, dejando constancia del impacto que le causaba la inmensidad cargada de Historia del paisaje castellano: “Silencio en los castillos… / Silencio en las orillas / de aquel río / que pudo describir / tantas batallas”. De Caleruega pasó a Las Caldas de Besaya (Cantabria), trasladándose durante los veranos al santuario de Nuestra Señora de Montesclaros, donde los estudiantes seguían cursos de idiomas, música y literatura. Algo de aquellos instantes atrapa en el poema “Montesclaros”, de su libro Fugaz y permanente (2018): “Ahora en ti descubro / que todos los finales / narran, a su modo, / el tiempo y las veredas”.
Entre 1961 y 1966 estudió en Salamanca, en el convento y facultad de Teología de San Esteban, de donde salió licenciado y ordenado sacerdote de manos del célebre Vicente Enrique y Tarancón.
Años clave para Emilio Rodríguez fueron los que pasó en Pamplona, donde, en 1966, decidió cursar Periodismo. Fue durante este período cuando consiguió su primer éxito literario triunfando en los Juegos Florales celebrados por la Universidad de Navarra con un breve poemario titulado Gustando el sabor del Pirineo. Esta es una de sus primeras composiciones de cierta envergadura, y sus poemas, concordando con el título, evocan paisajes montañosos, nevados, solitarios, impregnados de un aura de misterio y de tenebrosa calma:
Caballos de andar la niebla van los aires al sendero. Está el silencio en cuclillas, está el silencio o el miedo.
Subida de corazones donde la nieve es acero, están los pájaros tibios del encuentro sin encuentro.
Tras finalizar los estudios de Periodismo, Emilio Rodríguez fue trasladado en 1970 a Guadalajara, con la tarea de gestionar la imprenta y la Editorial OPE. Fue nombrado subdirector de la editorial, y, además, director de la revista Cruzada misionera, en la cual comenzó a publicar artículos con distintos comentarios sobre situaciones sociales o referentes a la Iglesia. En esa revista publicó también varias composiciones de prosa poética.
A pesar de todo este ajetreo intelectual, no terminó nunca de encontrarse satisfecho con sus tareas en Guadalajara y decidió aceptar una oferta para dirigir la emisora local de la cadena radiofónica COPE en Salamanca. Dedicó estos años al trabajo, pero sin abandonar la producción literaria, bastante prolífica en este tiempo. Escribió en Salamanca Pregunto por el silencio y Como árboles que andan, entre otras obras. En estos libros se encuentran algunos de sus poemas más estimables.
En 1980 promovió la creación de una tertulia literaria que provocó a su vez el nacimiento, en 1983, de la revista Papeles del martes, llamada así por el día en el que esta tertulia tenía lugar. En la tertulia y la revista participó con entusiasmo desde su fundación hasta su muerte, publicando gran cantidad de composiciones en Papeles del martes, entre las que, en el número 29, encontramos un bonito homenaje a su tierra natal: un pequeño conjunto de poemas titulado País de Niebla (Narcea). Aquí describe sensaciones y paisajes de su concejo natal, como el correr de los regatos o el palpitar de las gotas de lluvia sobre las ortigas, pero también, haciendo gala de una profunda comunión espiritual con el paisaje, añade un toque de esa profundidad trascendente que a la naturaleza únicamente le puede aportar el intelecto humano:
Edición completa de la poesía de Emilio Rodríguez.
Aquí se queda el tacto como guardián silente de los espinos vivos donde rige la niebla.
Marcamos territorios invadidos de ausencia y nos quedamos quietos vigilando fantasmas.
Las piedras del pasado son nuestros asideros para un vado imposible del río que nos nombra.
Aquí se esconden todos los sonidos sobrantes de los días encendidos con la noche de espaldas.
Emilio Rodríguez fue cangués de nacimiento, pero también fue salmantino de sentimiento, porque allí tuvo lugar la parte más importante de su vida, la que con más cariño recordaba.
Debido a su relevo, en contra de su voluntad, como director de la COPE, se vio forzado a cambiar su lugar de residencia al ser trasladado en 1991 a la localidad de Parquelagos, en La Navata (Madrid). El poeta sintió enormemente la marcha de Salamanca, donde tenía su ambiente literario, debido a todo lo que dejaba atrás. A esto vino a sumarse a una arriesgada operación provocada por un cáncer. Sin embargo, a pesar de los reveses, Emilio Rodríguez no dejó de lado la parte creativa de su vida, siguió escribiendo y pintando, logrando que en Parquelagos se formara una nueva pequeña comunidad que apoyaba y estimaba su obra, lo que le ayudó a seguir adelante.
En 2010 se editó en Salamanca Mar que huye. Antología 1977-2008, que presenta un estudio de la obra de este autor dirigido por el profesor Antonio Sánchez Zamarreño, quien es, hoy en día, el experto con mayor precisión y visión poética sobre la obra de Emilio Rodríguez.
Habiendo visto publicada su primera antología, en 2019 su salud comenzó a deteriorarse, lo que provocó que en 2020 ingresara en la Residencia Virgen del Camino (León) para recibir los cuidados médicos necesarios. Emilio Rodríguez falleció el 15 de noviembre de 2020, dejando atrás una vida espiritualmente rica y laboriosa y una obra valorada únicamente en los círculos literarios del entorno de la Iglesia en que él la dio a conocer y alejada de lo que se consideran los circuitos convencionales de la literatura. Fue, por tanto, un poeta secreto fuera del círculo de las editoriales eclesiásticas, pero quien se asome a Detrás de las palabras, los dos volúmenes de su poesía reunidos con mimo por fray Bernardo Fueyo Suárez y analizados en cuanto a su poética por María del Sagrario Rollán, comprenderá enseguida que se encuentra ante una obra de sumo interés, con una carga metafísica, una capacidad de reflexión y un acierto en la emoción contenida no tan usada entre los grandes poetas y que bebe de las fuentes de la poesía pura que desbrozaron grandes maestros como Juan Ramón Jiménez, Jorge Guillén o Claudio Rodríguez, por lo que la poesía de Emilio Rodríguez merece ser leída y difundida.
Pinturas murales en el interior del testero de la iglesia de San Juan de las Aguas de Villaláez (Cangas del Narcea).
Hay hechos que los pueblos no deben olvidar. El caso de la iglesia, las pinturas murales y el retablo de la parroquia de San Juan de Villaláez, en Cangas del Narcea, del siglo XVI, es uno de esos. Lo contó Emilio Marcos Vallaure, socio del «Tous pa Tous», en un informe escrito en 1979 cuando ocupaba el cargo de director de Patrimonio Histórico, siendo consejero de Cultura y Deportes Atanasio Corte Zapico, en aquel gobierno de la conocida como Preautonomía asturiana (1978-1981). El Consejo Regional de Asturias, presidido por Rafael Fernández, era un gobierno sin competencias. La autoridad la seguían teniendo las delegaciones en Asturias de los ministerios del gobierno de España. La autonomía llegará a finales de 1981 y con ella la integración de los viejos funcionarios en la nueva administración.
El informe sobre Villaláez se publicó en 1980 en «Datos e informes para una política cultural en Asturias», un libro que recoge proyectos y actuaciones de aquella consejería de Cultura y Deportes hechos con la esperanza de una verdadera renovación y a partir de un profundo conocimiento de la realidad asturiana. Lamentablemente, la mayoría de estas propuestas no se llevaron a cabo.
Ahora, lean los acontecimientos acaecidos en aquellos años setenta en Villaláez, donde, como dice este informe, no solo se destruyó una excelente iglesia del siglo XVI, sino que para lograrlo se conculcaron los más elementales derechos humanos, y después, contemplen las fotografías del estado actual del testero de la iglesia que no se derribó en 1979 porque en él había unas valiosas pinturas murales.
Informe
Fotografías del estado actual
Estado actual del interior de la derribada iglesia de Villaláez donde había unas interesantes pinturas murales.
Estado actual del testero de la iglesia de Villaláez donde estaban las pinturas murales.
Fuente junto a la iglesia de San Juan de Villaláez.
Iglesia actual y cementerio de la parroquia de Villaláez. Detras de la iglesia está el testero del templo del siglo XVI.
https://touspatous.es/wp-content/uploads/pinturas-testero-Villalaez_processed_processed.jpg7061019@touspatoushttps://touspatous.es/wp-content/uploads/logo_touspatous.jpg@touspatous2024-12-01 10:35:092024-12-02 12:01:07‘Un caso escandaloso y ejemplar: Villaláez (1979)’, por Emilio Marcos Vallaure
De ida y vuelta. Una mirada sobre la vida y la obra de Alejandro Casona (Gijón/Xixón: Tous pa Tous – Impronta, 2024)[1]
Antonio Fernández Insuela Catedrático de Literatura Española de la Universidad de Oviedo
Por iniciativa de Juaco López Álvarez, prestigioso etnógrafo, director del Muséu del Pueblu d’Asturies y presidente de la histórica asociación cultural «Tous pa Tous. Sociedad Canguesa de Amantes del País», el profesor, escritor e investigador Alfonso López Alfonso acaba de publicar el estudio De ida y vuelta. Una mirada sobre la vida y la obra de Alejandro Casona, en la editorial gijonesa Impronta, cuyos responsables, Marina Lobo y Carlos González Espina, gozan de amplia y prestigiosa trayectoria en el mundo de los libros y las bibliotecas. Otra figura clave en la elaboración de este libro es Luis Miguel Rodríguez Sánchez, sobrino y albacea de Alejandro Casona y que una vez más demuestra con hechos su generosa ayuda a los estudiosos del escritor nacido en 1903 en Bisuyu (Cangas del Narcea) y fallecido en Madrid en 1965.
Presentación el 14/11/2024 en la librería «Pasa página» de Oviedo, de la biografía de Alejando Casona. De izda. a dcha.: Luis Miguel Rodríguez, sobrino de Casona; Antonio Fdez. Insuela, catedrático de Literatura Española de la Universidad de Oviedo; el autor, Alfonso López Alfonso; y el presidente del «Tous pa Tous», Juaco López.
Hablando de estudiosos casonianos, creo que es de justicia recordar a dos que nos dejaron hace poco tiempo, en el año 2020: el profesor valenciano de la universidad del Sarre (Alemania) José Rodríguez Richart, pionero en la investigación académica sobre Casona, al que dedicó más de medio siglo de estudios imprescindibles, documentados y ponderados, y José Manuel Feito, cura y erudito somedano de numerosas iniciativas socioculturales en la parroquia de Miranda de Avilés, pueblo donde, por otra parte, unas décadas antes había ejercido como maestra -maestra renovadora- la leonesa Faustina Álvarez García, la madre de Casona, a la que Feito dedicó un libro justamente reivindicativo. Ambos investigadores tienen, como es lógico, amplia presencia en el libro de Alfonso López Alfonso.
Un libro que era estrictamente necesario, pues hay cientos de trabajos sobre Casona (varios libros, artículos, ediciones prologadas de sus obras, etc.), pero hasta ahora no existía en castellano ningún volumen extenso y actualizado (De ida y vuelta… tiene más de 300 páginas de texto y 33 de fotos) que presentara al lector el conjunto de la trayectoria vital y cultural de dicho escritor[2], que no es solo la de dramaturgo, con la que obtuvo fama internacional: fue también maestro e inspector de enseñanza primaria, poeta, narrador de cuentos propios y adaptador de relatos históricos, literarios o legendarios ajenos, director del Teatro del Pueblo integrado en las republicanas Misiones Pedagógicas, infatigable colaborador en la prensa y la radio de diversos países hispanos, guionista de cine, etc. No deja de ser un tanto llamativa esa ausencia de un tal estudio del conjunto, pero ahora, afortunadamente, este trabajo lo lleva a cabo Alfonso López Alfonso, lo que me parece lógico por la feliz confluencia de varios factores: la histórica labor de “Tous pa Tous”, la personalidad y actividades culturales de Juaco López y Alfonso, ambos de profunda vinculación con Cangas del Narcea, el concejo natal de ellos y de Casona y la muy notable producción investigadora internacional que ha surgido en los últimos veinticinco años con nuevas informaciones y perspectivas sobre este autor.
Alfonso, nacido en el pueblo de Moncóu, es licenciado en Historia por la Universidad de Oviedo —en una asignatura optativa de literatura española fue excelente alumno del autor de estas líneas—, es profesor numerario en el IES Escultor Juan de Villanueva (Pola de Siero) y, además, es investigador riguroso, con feliz inclinación a vincular literatura e historia, apasionado buscador de literatura y cultura en la prensa impresa o ahora digitalizada, y escritor que cultiva la poesía, el relato y la crítica. También es un muy activo militante en el estudio de la cultura, en el más amplio sentido, de su concejo natal. Recomiendo que al respecto se lea su libro El tiempo baldío (Gijón, Impronta, 2012), conjunto de estampas en las que refleja su vida y su visión de su tierra, del pueblo en que nació. Sus experiencias de niño, su mirada a familiares presentes o emigrados y a sus vecinos es una honda y emotiva indagación en sentimientos y vivencias de un entorno concreto, pero que por el modo de analizarlos y la elegancia, claridad y precisión con que los expresa sirven para cualquier otro ámbito local y temporal similar. Como investigador y crítico publicó informados y reflexivos trabajos acerca de diversas personalidades: Alejandro Casona, Pablo Suero -periodista, crítico y poeta de origen gijonés asentado en Argentina y de relación breve pero compleja con el escritor nacido en Bisuyu, al que conoció meses antes de la guerra civil-, Gumersindo Díaz Morodo “Borí”, -político y periodista republicano cangués fallecido en el exilio-, y, sobre todo, José Díaz Fernández (1898, Aldea del Obispo, Salamanca – 1941, Toulouse), narrador, crítico, político republicano con raíces familiares en el occidente de Asturias, amigo y contertulio de Casona en el Madrid de preguerra, y fallecido muy pronto en el exilio francés. Alfonso, gracias en gran medida a sus investigaciones en fuentes hemerográficas, ha dado a conocer estampas y semblanzas publicadas por Díaz Fernández en los años veinte en la revista Ondas, de Unión Radio, la futura Cadena Ser (El cine y otras prosas de juventud, Gijón, Ateneo Obrero de Gijón, 2011, Fortuna Balnearia,18, edición y prólogo de Alfonso López Alfonso). Dos años después también puso prólogo y editó del mismo escritor Luna de suburbio y otros relatos. Narrativa breve completa (Sevilla, Renacimiento, 2013, Biblioteca de Rescate, La Novela Corta, 3). Y más recientemente dio a conocer una serie de poemas que dicho escritor y político había publicado en la revista Asturias de La Habana (“Selección de poemas de juventud de José Díaz Fernández (1917-1921)”, Mediodía. Revista hispánica de rescate, Sevilla, 3, 2020, pp. 88-102). Hay que indicar que dicho escritor y político se había referido a su amigo Casona en algún que otro artículo publicados en el periódico republicano federal barcelonés El Diluvio[3] . De todo lo que acabo de exponer creo se puede deducir que ya antes de ponerse a escribir el libro sobre Casona nuestro investigador ya había demostrado fehacientemente su capacidad crítica y su conocimiento del ambiente literario y social en que se desenvolvió su paisano antes de la guerra y después en el exilio.
La muy variada producción cultural del exilio derivado de la guerra civil española tardó en conocerse en el interior de España por razones obvias. Tras la muerte de Franco, como es lógico la situación cambió por completo, pero Casona y su obra, una vez pasó la gran expectación que había causado con su visita en 1962 -cuando retiró su veto a ser representado bajo el franquismo- y con su regreso definitivo en 1963, cayeron en un relativo olvido en los ámbitos culturales convencionales tras su temprana muerte en 1965. De todos modos, una aclaración: en los escenarios teatrales, con las inevitables fluctuaciones de los gustos o modas literarias, Casona siempre estuvo presente en España a partir de 1962 y, además, sus obras -teatrales o no- se editaron y reeditaron aquí y en numerosos países de varios continentes. Hay que reseñar -y lamentar- que en numerosas ediciones de sus obras tras el año 2000 muy pocas veces incluyen en sus prólogos las nuevas informaciones que sobre él se están publicando en ámbitos académicos desde fines del siglo XX.
Alfonso, investigador riguroso, sí tiene en cuenta estos recientes estudios, cuya aparición está relacionada con el nuevo interés que por la literatura del exilio republicano de 1939 surge con motivo del sesenta aniversario de la terminación de la guerra civil. En este aspecto, son fundamentales las iniciativas en la década final del siglo XX del profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona Manuel Aznar Soler y su amplio equipo de investigación, habitualmente conocido como GEXEL (Grupo de Estudios del Exilio Literario). Los diversos congresos, jornadas, etc. que promovieron y siguen promoviendo en numerosas universidades españolas y extranjeras motivaron que un amplio número de críticos de distintos países hayan publicado estudios que aportan muchas novedades sobre Casona. En ese marco, pero, a la vez, independiente del grupo GEXEL, al cumplirse en 2003 el centenario del nacimiento del autor asturiano, a iniciativa del profesor Rodríguez Richart, apoyada por Luis Miguel Rodríguez, se lleva a cabo en la Facultad de Filología de la Universidad de Oviedo el congreso internacional “Homenaje a Alejandro Casona (1903-1965)”, donde participaron treinta investigadores de más de quince universidades y centros de investigación de diversos países. Permítaseme decir que el comité organizador (los profesores María del Carmen Alfonso García, María Crespo Iglesias, María Martínez-Cachero Rojo, Miguel Ramos Corrada -lamentablemente ya fallecido- y el autor de estas líneas) no quedó descontento del trabajo realizado, que se materializó en la publicación del volumen Actas del “Homenaje a Alejandro Casona (1903-1965)”. Congreso Internacional en el centenario de su nacimiento (Oviedo, Fundación Universidad de Oviedo / Ediciones Nobel, 2004, 630 pp.) que incluyen una treintena de artículos sobre las muy diversas facetas que modelan la personalidad privada y creadora de Casona, muchas de ellas hasta entonces desatendidas por la crítica. En síntesis, creo que puede decirse que la imagen personal y artística del autor sale ampliamente enriquecida por la publicación de relevantes informaciones documentales y nuevas perspectivas de análisis de sus obras. Alfonso, obviamente, también acude con frecuencia a ese volumen, hoy agotado.
Naturalmente, también tuvo que indagar en otros lugares, sobre todo archivos públicos y privados en los que cabría esperar que hubiera nueva documentación sobre Casona. En unos casos, esa esperanza se materializó, en otros, lamentablemente, no, como acostumbra a suceder en cualquier proceso serio de investigación literaria. En el aspecto positivo, quiero reiterar la generosa ayuda que le dispensó Luis Miguel Rodríguez, que puso a su disposición la correspondencia familiar del autor y otros grupos de cartas. Así, Alfonso nos dará a conocer misivas hasta ahora inéditas y que sirven para saber de primera mano lo que Casona y su familia más próxima sentían, p. ej., acerca de la guerra civil o sobre la nostalgia que el escritor tenía por su tierra durante un exilio que llegará a durar un cuarto de siglo. También publicará Alfonso algunas otras cartas del mismo fondo documental de figuras relevantes de la cultura y la historia española de la época.
En lo que concierne a otros archivos, en este caso públicos, tienen especial relevancia los dos testimonios de enero de 1962, acerca de la dispar actitud de la Dirección General de Seguridad ante la solicitud de venida de Casona a España. En los dos documentos que aporta Alfonso vemos cómo en el plazo de una semana dicho organismo policial retira su agresiva oposición al regreso del escritor republicano. Un regreso que, por cierto, motivará un notable revuelo en círculos del exilio, como señaló la profesora Isabel Jardón López (“El regreso del exilio de Alejandro Casona: Correspondencia epistolar con Joaquín Maurín”, Clarín, 51, mayo-junio 2004, pp. 83-88).
En el aspecto negativo de esa búsqueda de nueva documentación, sobre todo epistolar, podemos indicar que Alfonso, a pesar de sus gestiones, no logró localizar las cartas que se cruzaron entre Casona y su paisano y amigo el profesor Juan Rodríguez-Castellano, quien había publicado varios artículos breves pero muy ilustrativos sobre el escritor asturiano que vieron la luz en prestigiosas revistas del hispanismo en Estados Unidos, donde ejerció en diversas y prestigiosas universidades hasta su muerte en Saint Petersburg (Florida) en 1970. Natural de Bisuyu, formó parte de una familia evangélica de este pueblo[4], en la que destacaron su hermano Lorenzo, prestigioso dialectólogo y director que fue de la Biblioteca Pública de Asturias, y la esposa de este, la profesora Adela Palacio Gros, que dedicó a Casona dos documentados trabajos, del que quiero destacar el titulado “Presencia de Asturias en la obra de Alejandro Casona” (Boletín del IDEA, XLVIII, 1963, pp. 155-201). Dadas las circunstancias que concurrieron en la amistosa relación de esta familia con el escritor y basándonos sobre todo en lo que el propio Juan Rodríguez-Castellano afirma en sus artículos sobre su amigo, el epistolario completo entre ambos tuvo que ser muy interesante. Dos breves muestras nos lo sugieren. En 1942 en su artículo “Alejandro Casona – Expatriado español” (Hispania, 25: 1, 1942, pp. 49-54) afirmaba Juan Rodríguez-Castellano:
Conozco a Alejandro Casona desde la infancia. Nos criamos en el mismo pueblo asturiano y hasta creo que somos algo parientes. Juntos solíamos pasar algunas vacaciones de verano y en ocasiones representábamos comedias con el doble objeto de entretenernos nosotros y de ofrecer pasatiempo a incautas damiselas provincianas.
O, diez años después, en el texto titulado “Casona y Asturias” (Hispania, 35: 4, 1952, 392-394) decía:
«En cuantas comunicaciones he recibido de Casona nunca he dejado de advertir su constante amor a la tierrina y su nostalgia -más o menos acentuada según las circunstancias- por la Asturias aldeana de su infancia […]. Idéntica nostalgia de su tierra se respira en sus cartas. Próxima a terminar la segunda guerra mundial, cuando aparentemente abrigaba el autor esperanzas de regresar a España, se expresaba de esta manera. “¿Será posible que el hermoso sueño se realice al fin y que pronto podamos vernos y abrazarnos sobre la tierra querida? Solo vivo para esperar eso».
Con el amplio material bibliográfico que pudo utilizar y con sus propios investigaciones y descubrimientos, que, generosamente me iba comunicando, Alfonso López Alfonso ha conseguido un libro en el que quien no conozca la trayectoria vital y literaria de Casona descubrirá a una figura fundamental en la historia del teatro español de la primera mitad del siglo XX, posiblemente nuestro dramaturgo contemporáneo de más éxito en el ámbito internacional (dejando aparte alguna obra de García Lorca). Y quien ya haya leído o visto las obras del autor asturiano, ahora se encontrará con numerosas e interesantes informaciones nuevas.
Estamos ante un estudio que va mucho más allá del propósito inicial de ser un texto meramente divulgativo y que, más informativo que de estricta crítica literaria, pero sin que falte esta, es un trabajo perfectamente construido, con un ensamblaje impecable de la vida personal y la faceta pública creadora y política de Casona, distribuida en seis apartados que corresponden a etapas o vivencias relevantes del biografiado. Finaliza el estudio con diez páginas de una muy pertinente bibliografía, los agradecimientos y el ya aludido álbum fotográfico de 30 páginas de imágenes, varias ya publicadas y otras me parece que desconocidas, al menos para mí. Es apartado final se inicia con fotos de Bisuyu y de la infancia de Casona y finaliza con la de su tumba en el madrileño cementerio de la Almudena.
Como era de esperar, dados sus antecedentes literarios, el escritor e historiador Alfonso López Alfonso en De vida y vuelta… ofrece a los lectores una prosa clara y precisa que conjuga soltura narrativa, contenida sensibilidad y reflexividad iluminadora Recordemos, p. ej., este pasaje al final del capítulo de la vida y la obra:
«Alejandro Rodríguez Álvarez murió en Madrid el 17 de septiembre de 1965. Vino a morir a casa, que es donde quieren morir todos los que al abrir por primera vez los ojos a este mundo ven las hayas, los robles y los castaños, las montañas y los prados verdes; y escuchan su lenguaje como una cadencia dulce que se va alojando en la conciencia para grabarles en la memoria la profecía de que antes de morir tienen que ovillarse como un feto y volver al origen, porque la vida es más de quien sabe morir arropado por el manto caliente de la tierra que le enseñó el primer lenguaje, el del paisaje, que entra por los ojos y los oídos y no entiende de significantes y significados y es tan universal que cada hombre tiene el suyo propio…» (pp. 288-289).
Me atrevo a pensar que estarían de acuerdo con estas palabras de Alfonso el José Díaz Fernández de la estampa “A través de Asturias: El alma del paisaje” (El cine y otras prosas de juventud, pp. 148-151) y el Casona de numerosos textos, artículos periodísticos incluidos, pero en especial el de La dama del alba, de La casa de los siete balcones, del artículo “Las tres Asturias” (Asturias, Buenos Aires, 225, 1942, p. 2), el que en “Carne y alma de España en el paisaje” (VV. AA., Imágenes de España, Buenos Aires, Delegación de la Unión Internacional de Socorro a los Niños en América Latina, 1946) afirma que “conocer un paisaje es casi conocer al hombre” o el que en una entrevista con el crítico José Luis Cano (C[ano], J[osé] L[uis], “Charla con Alejandro Casona”, Ínsula, 191, octubre de 1962: 5) dice que “[e]n última instancia solamente se llega a lo universal por el camino de lo nacional. Solamente se está en condiciones de hablar con el hombre después de haber hablado larga y entrañablemente con Juan”.
Por todo lo dicho, quiero expresar mi más sincera felicitación a Juaco López, al Tous pa Tous, a Impronta (Marina Lobo y Carlos González Espina) y, muy especialmente, como es lógico, a Alfonso López Alfonso por este magnífico trabajo De ida y vuelta. Una mirada sobre la vida y la obra de Alejandro Casona.
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El 14 de noviembre de 2024 en la librería «Pasa página», Oviedo / Uviéu. ↑
Sí existe un serio estudio en inglés, el del investigador casoniano Harold K. Moon, de la Brigham Young University (Provo, Utah): Alejandro Casona, Boston, Twayne Publishers, 1985, Twayne’s Authors Series, 748, 157 pp. Por la fecha de su publicación, obviamente no pudo conocer la variada y novedosa producción bibliográfica sobre Casona publicada desde fines del siglo XX. ↑
Puede verse Antonio Fernández Insuela, “Opiniones sobre literatura en los artículos de José Díaz Fernández en 1936 en el diario El Diluvio (Barcelona)”, en Homenaxe al Profesor Xosé Lluis García Arias, Uviéu, Academia de la Llingua Asturiana, 2010, tomu II, pp. 793-814). ↑
Numerosos naturales de Bisuyu se apellidaban Rodríguez y en muchos casos eran evangélicos. Puede verse al respecto José Luis Fernández Álvarez, “Después de Lutero, los Rodríguez de Besullo”, en https://www.protestantes.net/archivo.asp?id=1650.↑
https://touspatous.es/wp-content/uploads/Presentacion-De-Ida-y-Vuelta-Oviedo.jpg9481200Antonio Fernández Insuelahttps://touspatous.es/wp-content/uploads/logo_touspatous.jpgAntonio Fernández Insuela2024-11-25 09:31:392024-11-25 09:31:39Presentación del libro de Alfonso López Alfonso «De ida y vuelta. Una mirada sobre la vida y la obra de Alejandro Casona», por Antonio Fernández Insuela
Hace unos días el «Tous pa Tous» donó a la biblioteca municipal de Cangas del Narcea el volumen segundo de El Libro Registro de Corias (Oviedo, IDEA, 1950), editado por Antonio C. Floriano, que recoge la transcripción del Registro del monasterio de Corias realizado en el siglo XIII. El Registro es una de las joyas del archivo de este monasterio que estuvo en Corias hasta 1835 y que actualmente está en la biblioteca del monasterio benedictino de Montserrat (Barcelona). Vamos a contar su historia, que no deja de ser una muestra más de la pérdida de patrimonio cultural que ha sufrido Cangas del Narcea en los últimos dos siglos.
Hojas del «Registro del monasterio de Corias», siglo XIII. Biblioteca del monasterio de Monserrat (Barcelona), ms 787
Hojas del «Registro del monasterio de Corias», siglo XIII. Biblioteca del monasterio de Monserrat (Barcelona), ms 787
Hojas del «Registro del monasterio de Corias», siglo XIII. Biblioteca del monasterio de Monserrat (Barcelona), ms 787
Hojas del «Registro del monasterio de Corias», siglo XIII. Biblioteca del monasterio de Monserrat (Barcelona), ms 787
Hojas del «Registro del monasterio de Corias», siglo XIII. Biblioteca del monasterio de Monserrat (Barcelona), ms 787
Hojas del «Registro del monasterio de Corias», siglo XIII. Biblioteca del monasterio de Monserrat (Barcelona), ms 787
Hojas del «Registro del monasterio de Corias», siglo XIII. Biblioteca del monasterio de Monserrat (Barcelona), ms 787
Hojas del «Registro del monasterio de Corias», siglo XIII. Biblioteca del monasterio de Monserrat (Barcelona), ms 787
Hojas del «Registro del monasterio de Corias», siglo XIII. Biblioteca del monasterio de Monserrat (Barcelona), ms 787
El Registro del monasterio de Corias es un tomo de 101 folios de pergamino (28 x 19 cm) escrito en latín. Comenzó a redactarse en 1207 por el monje Gonzalo Juánez con el fin de dejar constancia de los bienes y derechos que el monasterio había adquirido desde su fundación en 1043 hasta ese año. La última adquisición registrada es de 1232. Además, la obra contiene un preámbulo en el que el autor cuenta las razones para hacer este registro y la historia de la fundación del monasterio, y concluye con noticias de la vida y actividad de los ocho primeros abades de Corias.
Este manuscrito es una valiosísima fuente de información para conocer la formación del dominio del monasterio de Corias, que fue el mayor hacendado de Asturias, y la historia del occidente de Asturias en la Edad Media. Ha sido transcrito y editado en dos ocasiones: la primera por Antonio C. Floriano en 1950, que ya hemos citado, y la segunda en 2000 por Alfonso García Leal, El Registro de Corias (Oviedo, RIDEA). Sobre este Registro es interesante leer también el estudio de María Elida García García, San Juan Bautista de Corias. Historia de un señorío monástico asturiano, siglos X-XV (Oviedo, Universidad de Oviedo, 1980), que analiza pormenorizadamente esta fuente de estudio.
En 1835, durante la Desamortización de Mendizábal, cuando el Estado incautó todas las propiedades monásticas y expulsó a los monjes de sus casas, el voluminoso archivo del monasterio de Corias fue trasladado a la Delegación de Hacienda de Oviedo con el fin de tener información sobre sus fincas y rentas para proceder a su venta. Después se llevó a Madrid, a la Real Academia de la Historia y, por último, a partir de 1866, ingresó en el Archivo Histórico Nacional (Sección de Clero) donde permanece actualmente. Está formado por 57 legajos de escrituras, siete carpetas de pergaminos y 53 libros de ejecutorias, cobros, ventas, apeos, etc.
Sin embargo, no toda la documentación de este monasterio llegó al Archivo Histórico Nacional. Alguna nunca salió del propio monasterio, probablemente porque fue ocultada por los benedictinos; esta documentación, formada por 80 libros de propiedades y cobradores de rentas, pasó a manos de los dominicos cuando en 1860 se establecieron en el monasterio y desde 2002 está en el Archivo Histórico de Asturias (puede verse su inventario en la web Archivos de Asturias). También sabemos que alguna documentación de Corias que estuvo en la Delegación de Hacienda de Oviedo, nunca ingresó en el Archivo Histórico Nacional. Por último, una parte del archivo fue retirada y escondida por el fraile Clemente Quiñones, movido por su celo de monje benedictino y su oposición a la desamortización. Esta documentación quedó en la villa de Cangas del Narcea. Que sepamos tenía en su poder unos apeos o deslindes de fincas, una «Tabla de arrendamientos» del siglo XVIII, y el Registro de Corias del siglo XIII, así como un índice de este registro de 31 hojas realizado en 1710 para facilitar la búsqueda de bienes («Tabla del tumbo de el monasterio de Corias»).
Índice del «Registro de Corias», 1710. Biblioteca del monasterio de Montserrat (Barcelona), ms. 788
Quiñones, después de la expulsión de los monjes, se quedó a vivir en la villa de Cangas del Narcea donde residía una sobrina casada con el comerciante Manuel Uría y un sobrino llamado Claudio. Como exclaustrado cobraba una pequeña pensión del Gobierno, y se ganaba la vida como administrador de los bienes del conde de Peñalba en el concejo de Cangas del Narcea, y también haciendo particiones de herencias, prestamos de dinero, ganado en aparcería, cultivo de una viña y producción de vino, etc. Falleció con posterioridad a 1883.
El 4 de enero de 1867 envió el Registro de Corias por correo certificado al monasterio de Montserrat. El envío le costó 42 reales, que le pareció «carito». El paquete fue a nombre del rector de Esparraguera para entregar al abad de Montserrat. Esta abadía catalana también había sido desamortizada en 1835, pero en 1844 fue devuelta a los benedictinos.
Durante 32 años, Clemente Quiñones tuvo en su poder el Registro de Corias. Para él era algo más que una fuente histórica, era un símbolo de su antiguo y poderoso monasterio benedictino, y es probable que le diese muchas vueltas a la cabeza hasta tomar una decisión sobre que hacer con aquel libro. El monasterio de Corias no se vendió a un particular, ni se destruyó como les sucedió a otros. Al contrario, en 1860, el Estado se lo entregó a los dominicos con lo cual volvió a la vida religiosa. Pero Quiñones fue más fiel a la orden que al edificio y la tierra, y decidió poner a salvo su «tesoro» en un cenobio de hermanos benedictinos.
En aquel paquete certificado que envió a Montserrat iban el Registro, el índice realizado en 1710, una carta dirigida al abad y un poema de despedida escrito por el mismo Quiñones.
La carta dice:
Cangas de Tineo, enero 4 de 1867
R.P. Abad
Muy apreciable señor, recibí la de V. P. sin retraso y veo por ella la buena acogida que tiene en ese monasterio el Libro Becerro de nuestro monasterio de Corias, por cuyo beneficio viviré siempre agradecido a V. P. Con esta fecha sale por correos dicho libro lacrado y certificado, le ruego me avise de su recibo. Su dirección lo es a Esparraguera al R. S. Rector para entregar en Montserrat. Como de este punto a León, donde hay vía férrea, distan 22 leguas y no tener en aquel punto conocimientos ningunos, tuve que valerme de Correos, a la verdad que es carito. Dispénseme lo mal escrito y demás que sale el correo. Con recados a esos R. P. y quedando suyo siempre este Q. B. S. M.
Fray Clemente Quiñones
Tengo varios apeos, pero se irán remitiendo poco a poco.
La despedida escrita por Clemente Quiñones es la siguiente:
Despedida del Becerro
4 de enero de 1867
Corre pergamino por valles y selvas.
Deja las Asturias, deja sus riberas.
Deja luego a Cangas, deja sus riquezas.
Huye del Nalón y deja el Narcea.
No bebas las aguas del río Perpera[1].
Deja el río Luna[2] y vete a la Sierra.
Sube a Cataluña, recógete en ella.
Entra en Montserrat y haz vida perfecta.
Y dile al abad que mil parabienes a él le desean.
Que vas como Rey siguiendo la Estrella.
Dirás a los monjes que el cielo prevea
de tantas desdichas como nos rodean.
Dirás a los legos, si alguno allí hubiera,
que no desconfíen en buscar la Estrella,
porque es poderoso el que así lo ordena.
Adiós pergamino hermoso.
Adiós conde D. Piñolo,
que tus bienes los robaron
el soberbio y el coloso.
[1] Nombre antiguo del actual río del Couto; queda como testimonio de aquel río Perpera el nombre del pueblo de Veigaperpera / Vegaperpera. [2] Aunque Quiñones escribe Luna, tal vez se refiera al río Luiña.
«Despedida del Becerro», poema de Clemente Quiñones, 1867. Está pegado en el folio 3 de la tabla o índice del Registro de Corias, 1710. Biblioteca del monasterio de Montserrat, ms. 788
Una semana después de enviar el Registro de Corias a Montserrat, Quiñones debió sentir nostalgia por su ausencia, que había estado más de seiscientos años en Corias y más de treinta años con él, y escribió otra despedida que hemos hallado en la colección documental de José Luis Ferreiro Blanco:
Despedida del pergamino
en el día 11 de enero del mismo año de 1867
Si de Asturias te ausentaste,
pergamino muy alegre,
y los puertos y los túneles
dejaste sin nadie verte.
No te olvides de tu ayo
Clemente que bien te quiere,
y mira que por treinta años
se desveló por tu suerte.
Pide a la Hermosa Paloma
que de tu ayo se acuerde,
que me lleve en pos de sí
a lo largo de esa sierra,
donde en los agujeros hermosos,
que escondidos en la piedra,
se acuerde de este su siervo
que se quedó en la ribera
mirando el río de Luna,
el de Perpera y el Narcea.
https://touspatous.es/wp-content/uploads/11-Hojas-del-Registro-del-monasterio-de-Corias-siglo-XIII_processed.jpg7401024Juaco López Álvarezhttps://touspatous.es/wp-content/uploads/logo_touspatous.jpgJuaco López Álvarez2024-11-20 13:11:422024-11-20 20:41:49Historia del «Registro del Monasterio de Corias (Siglo XIII)». Despedida de Cangas del Narcea en 1867
Vista de Besullo desde la capilla de la Magdalena hacia 1960. Fotografía de Paco Berlín. Colección de Javier Berlín.
En mayo de 1966, los jóvenes periodistas asturianos Guillermo García-Alcalde y Fernando Gutiérrez visitaron Besullo, un pintoresco pueblo del concejo de Cangas del Narcea, conocido por ser la cuna de Alejandro Casona. Siguiendo la senda del célebre dramaturgo, ocho meses después de su muerte, escribieron el artículo «Besullo: Fuentes Poéticas de Alejandro Casona», que captura la esencia del pueblo y su influencia en la obra del autor.
Un pueblo bajo el número «siete»
Los autores narran cómo este lugar, cargado de simbolismo y tradición, fue una fuente inagotable de inspiración para Casona. En Besullo, todo parecía girar en torno al número siete: había siete herreros, siete fieles protestantes, siete caminos, siete colinas y una casa con siete balcones. Este entorno mágico y lleno de historias nutrió la imaginación de Casona, quien plasmó en sus obras la esencia de su tierra natal.
En la escuela rural se tiene por un libro de lecturas el de las leyendas recopiladas por el dramaturgo
En aquellos años, en la escuela rural de Besullo, los niños crecían leyendo las leyendas recopiladas por Alejandro Casona. Estas historias, llenas de fantasía y enseñanzas, forman parte del patrimonio cultural del pueblo y son un testimonio del legado literario del autor.
Proyecto: una placa y un busto de Casona en la Casa de los Siete Balcones
Los autores insinúan que el propósito municipal de honrar la memoria de Alejandro Casona con una placa y un busto en la emblemática Casa de los Siete Balcones no lograba satisfacer plenamente a los vecinos. Esta iniciativa, aunque bien intencionada, parecía insuficiente para aquellos que deseaban perpetuar el vínculo entre el dramaturgo y su pueblo natal. Para ellos, era esencial recordar a las futuras generaciones la importancia de sus raíces y la valiosa contribución de Casona a la literatura española.
He aquí la última carta familiar del escritor: “Dile a Adelina que llegaron en espíritu sus frisuelos”
En una de sus últimas cartas familiares, Casona escribe con cariño: “Dile a Adelina que llegaron en espíritu sus frisuelos”. Estas palabras reflejan la profunda conexión emocional del autor con su familia y su tierra, un vínculo que siempre mantuvo vivo a pesar de la distancia.
Guillermo García-Alcalde y Fernando Gutiérrez compartían una relación profesional y personal muy cercana. Ambos formaban parte de un grupo de jóvenes periodistas asturianos que, por aquel entonces, trabajaban juntos en diversos proyectos periodísticos. Eran jóvenes periodistas, con el cuello desabrochado y la corbata colgando, que aporreaban barrigudas máquinas Olivetti verdioliva y las más modernas y tostadas Adler.
Su colaboración en el artículo sobre Alejandro Casona en 1966 es un ejemplo de su trabajo conjunto, donde combinaron sus talentos y conocimientos para rendir homenaje al célebre dramaturgo cangués. Esta colaboración refleja no solo su profesionalismo, sino también su amistad y el respeto mutuo que se tenían.
A continuación, reproducimos el artículo completo que fue publicado en el periódico murciano Línea. Diario Regional del Movimiento, el domingo 12 de junio de 1966.
BESULLO: FUENTES POÉTICAS DE ALEJANDRO CASONA
ALEJANDRO CASONA
Mayo, 1966
Hace ocho meses que murió Alejandro Casona. Aún es pronto para necrológicas de aniversario es el momento de la exaltación del homenaje, de la biografía; el momento de zambullirse en su estela vital y poética, de hacer frases y elogios, poner gastos y corregir disidencias.
Cuando llegue el día 17 de septiembre se hará balance de un año de recuerdos, y el resultado que arroje será índice de perpetuidad para el escritor. Hemos pasado por Besullo, de camino hacia un objetivo periodístico muy concreto. Las antenas de nuestra sensibilidad, por cortas, por oscuras que sean, no dejaron de anunciarnos que en el pueblo palpitaba una esencia neta, distinta, absorbente. Que aquellos caminos duros, más propicios para los cascos ligeros de un asturcón que para las ruedas de nuestro Citroën, nos habían conducido a un lugar extraño, donde la magia, la leyenda, las órdenes astrales o simplemente la humana poesía, precipitan coincidencias misteriosas. El 7, número teológico, célula ordenadora de la creación, se prolonga en Besullo machaconamente: hay siete herreros, siete fieles protestantes, siete caminos, siete colinas y una casa con siete balcones…
EN BUSCA DEL HOMENAJE
Aquella presencia dominante, casi palpable, era la memoria, el rastro, la vida de Casona. Y fuimos en su seguimiento.
Queríamos saber de qué forma permanecía en Besullo el recuerdo de su hijo prócer. Supimos de inmediato que, a raíz de su muerte, se celebraron funerales en la parroquia católica del pueblo. Nos pareció poco. Preguntábamos por iniciativas más brillantes, más generosas y mundanas; sólo encontrábamos perplejidad en nuestros informadores. Don Alejandro Rodríguez Álvarez, primo carnal homónimo de Casona y, además, maestro como él, nos decía con cierta confusión que en la escuela tenían como libro de lecturas la recopilación de leyendas del escritor. No es poco homenaje —comentamos—, educar a los escolares de Besullo en la poética casoniana.
Pero algo más, otra cosa.
—El alcalde de Cangas —acabó diciendo el maestro— tenía el propósito de poner una placa en la casa natal de Alejandro, y encargar un busto para el monumento.
Esta declaración hecha con poca gana nos descubrió que habíamos buscado la noticia con los ojos y los oídos cerrados. Advertimos en seguida que el homenaje de Besullo a Casona está en todo el pueblo, que cada vecino puede darles la mejor, la más encendida, la más documentada conferencia sobre él, la personalidad y la vida del gran hombre, que el paisaje ha adquirido para todos una significación casoniana, de forma que el recodo, la cumbre, el camino que él visitaba, o recorría o mencionaba, han perdido sus nombres y se citan con las palabras o con los hechos de su cantor.
— Había vivido los caminos polvorientos —dice el maestro.
Es una frase inefable, hecha, pero tremendamente sentida.
—Aquella cumbre —añade señalando un risco— me parece que es la que sale en el decorado de fondo de «La casa de los siete balcones», iba a meditar a aquel castañedo. Allí pensó sus primeros libros de poemas: «La flauta del sapo», «El peregrino de la barba florida»…
DEL BAR DE GRATO A LA CASONA
Grato Rodríguez, hermano del maestro y primo de Casona, tiene un bar. En una esquina hay una mesa donde, se sentaba el dramaturgo para madurar alguna idea, pero, sobre todo, para echar la partida, charlar con los amigos, o hacer conocer a los que llegaban con él a Besullo, el misterio, la poética superchería de aquellos paisajes. Cerca, está la casa natal, blanca y esquinada, la de su tía y madrina, doña Jovita —cuyo carácter le inspiró la idea de «Los árboles mueren de pie»— y aún hay otra, también blanca y con un poco de balaustrada, donde Casona tecleó sin descanso en su máquina de creador.
Pero hay un polo magnético encaramado en la colina de Besullo, catalizador de miradas y atenciones: es la «casona», la de los siete balcones, con blasón entre los cuatro de la fachada principal.
Nos acompaña el maestro, componiendo a su modo un itinerario sentimental, expresándose difícilmente con emoción buscando las palabras de Casona.
—-Aquí se educó, porque aquí estaba la escuela. Doña Jovita, su madrina, era la maestra. También yo pasé por sus aulas. Era muy severa, todo un carácter. La llamábamos «Bismark» cariñosamente.
Don Alejandro se deja llevar del recuerdo, y traza una semblanza expresiva y tierna de aquellas personas y aquellos años.
—¿Cómo está ahora doña Jovita?
—Bastante enferma. Tiene 86 años. Pero podemos ir a verla.
LA ÚLTIMA CARTA FAMILIAR
Efectivamente, doña Jovita está enferma. En cama. Ella crió a Casona, le educó. Lloró mucho la muerte, y ha sido penosa la recuperación. Su hijo guarda montones de recuerdos personales y periodísticos. Nos muestra una carta, encajada en el marco de un retrato del autor de «La dama del alba” . Es la última recibida. Tiene esta fecha: Madrid, 26 de agosto de 1965. Habla en ella de su operación del 13 de julio, en estos términos: «Me encuentro maravillosamente; el resultado ha sido perfecto».
Está convaleciente, y escribe por él un amigo. Se manifiesta encantado porque han hecho sus obras en Cangas: «¡Ojalá se den también en Besullo!», añade Casona, como experiencia gratísima «después del hábito de las grandes ciudades».
«El día 24 de septiembre tengo que estar en Venecia para el estreno de mi versión de «La Celestina» que es el éxito de Festivales. Ojalá que me sea posible». Siete días antes de esa fecha deseada, el 17 de septiembre, moría Casona en Madrid. Lleno de entusiasmo, esperanzado, y creyendo firmemente en la recuperación.
Al final de la carta aparece su entrañable sentido de la familia, en unas frases sencillas asturianas:
«Dile a Adelina que llegaron en espíritu sus frisuelos; supongo que a Marta le habrán llegado a Navia también los arándanos».
Y concluye con una firma temblorosa.
EVOCACIÓN A DIOS
No podemos detenernos más en Besullo, ni seguir pasando sus caminos polvorientos —ahora suaves y pastosos con la lluvia— en el seguimiento material de Casona.
Al salir del pueblo cantan los árboles verticales, conmocionados de una manera casi sentimental por ese viento fecundante, que dejaba grávidas a las yeguas cuando lo inhalaban de cara al cielo veraniego, y engendraba en la mente de aquel caballero milagroso la fábula y la leyenda del paisaje asturiano.
__________________________________________ GUILLERMO G. ALCALDE y FERNANDO GUTIÉRREZ
Crisanto Rodríguez- Arango Díaz (Cangas del Narcea, 1929). Fotografía publicada en prensa con motivo de la toma de posesión de su cargo de Secretario General de la Diputación Provinvial de Toledo en 1975.
Gracias a un artículo publicado en 1971 en la prensa de Ciudad Real por nuestro estimado socio y paisano Crisanto Rodríguez-Arango, hemos logrado rescatar del olvido a otro ilustre coterráneo, un valiente militar de la Guerra de la Independencia con una destacada hoja de servicios a la nación.
El autor del artículo, Crisanto Rodríguez-Arango Díaz, nació en Cangas del Narcea el 17 de noviembre de 1929. El próximo mes celebrará su 95º cumpleaños (desde aquí nuestra felicitación anticipada). Es uno de los cuatro hijos del matrimonio formado por Joaquín Rodríguez-Arango Fernández-Argüelles (Cangas del Narcea, 1895-1966) y Crisanta Díaz Pérez. Su padre, al igual que su abuelo y bisabuelo, desempeñaron el cargo de alcalde de Cangas del Narcea en distintas etapas históricas, desde la restauración borbónica hasta la proclamación de la Segunda República.
Sin embargo, el destino llevó a Crisanto a otras latitudes, residiendo primero en Ciudad Real y luego en Toledo. Pero antes, estudió en la Universidad de Oviedo, donde se licenció en Derecho con el premio extraordinario «Francisco Beceña» en 1952. Tras finalizar sus estudios, fue nombrado profesor ayudante adscrito a la Cátedra de Historia del Derecho y, posteriormente, profesor adjunto de Derecho Romano y Canónico en la Facultad de Derecho de la Universidad de Oviedo.
En 1954, obtuvo una beca del Consejo Superior de Investigaciones Científicas para ampliar estudios en Roma, en el Instituto Jurídico Español, donde permaneció durante un curso académico. A su regreso a España en abril de 1956, defendió su tesis doctoral, obteniendo el título de Doctor en Derecho con la calificación de sobresaliente por la Universidad de Oviedo. Su tesis fue publicada en los «Cuadernos del Instituto Jurídico» de Roma.
En 1959, ganó las oposiciones de Secretarios de Administración Local de primera categoría, siendo destinado entre 1960 y 1968 al Ayuntamiento manchego de Almodóvar del Campo, y de 1968 a 1975 al de Ciudad Real, que le distinguió con la “estatuilla de Alfonso X el Sabio” y el título de «Concejal honorario”. En 1975, fue nombrado Secretario General de la Diputación de Toledo.
Ha impartido cursos de verano en la Universidad Hispanoamericana de Santa María de la Rábida y en el Centro de Estudios de Peñíscola. Ha publicado trabajos en el Anuario de Historia del Derecho Español y en el Instituto Jurídico Español de Roma, entre otros. Posee los títulos de Licenciado en Ciencias Políticas (1962) por la Universidad de Madrid y de Diplomado en Administración Local por el Instituto de Estudios de Administración Local. Ha sido Presidente del Colegio Provincial de Secretarios, Interventores y Depositarios de la Administración Local de Ciudad Real.
A la derecha, de perfil, Crisanto Rodríguez-Arango, en 1985, junto a los restauradores de la Tarasca de Toledo.
En Toledo, presidió la Junta Pro-Corpus hasta 1985, rescatando elementos tradicionales de las fiestas del Corpus Christi, logrando bajo su mandato la recuperación de la Tarasca que no salía por su mala conservación desde 1964 y de cinco gigantones del siglo XVIII, que pertenecían a la catedral, entre otras muchas cosas. En aquellos años se instituyeron los premios «Tarasca de Honor», hoy consolidados en la ciudad, y también se aumentó el recorrido de la procesión por el toledano barrio de Santo Tomé, en las calles Alfonso XII, Rojas y la plaza del Salvador. En 1995, tuvo el honor de pregonar estas fiestas.
Para aquellos que estén interesados, pueden leer su pregón de alto contenido histórico en el siguiente enlace: Pregón Corpus 1995.
El azote de los franceses
A continuación reproducimos integró el artículo de Crisanto Rodríguez-Arango publicado en el periódico Lanza. Diario de La Mancha. Martes, 26 de octubre de 1971
Asturianos en la Mancha: Don Francisco Antonio Fernández de Sierra
Francisco Antonio Fernández de Sierra (Tandes, Cangas del Narcea, 1777 – Almagro, 1828)
La creación de un centro asturiano, en Ciudad Real, pone de relieve las vinculaciones de los oriundos de la verde provincia norteña con los manchegos, nobles y de buen corazón, no exentos de socarronería, que saben dispensar, practicando la antañona virtud de la hospitalidad, las mejores acogidas. Las relaciones entre asturianos y manchegos no son de hoy. Se dice que los padres de San Juan de Ávila procedían de Gijón, ciudad que dio lugar a uno de los apellidos del gran Santo almodovense, y también parece ser que Jovellanos pasó por estas tierras que acaso le inspiraran alguna de sus importantes páginas.
Es de suponer que otros asturianos pasaran, dejando mejor o peor estela, por esta geografía, corazón de España, donde Cervantes iba a situar las hazañas del personaje de ficción de mayor resonancia y más amplia trascendencia de la literatura universal. Una de las figuras mínimas que formarán el mundo de Don Quijote de la Mancha será una asturiana de no muy buena reputación, lo que confirma la aseveración con que iniciamos este párrafo.
En época más inmediata a nosotros, a caballo entre el siglo XVIII y principios del XIX, un asturiano llegó a la Mancha con un limpio historial y, precisamente, en esta región española, habría de destacar por sus hechos meritorios. Nos referimos a don Francisco Antonio Fernández de Sierra.
Nace este astur en Tandes, minúsculo pueblecito entre montañas con su casona señorial, perteneciente a la parroquia de San Martín de Sierra y Santa María de Brañas, en el concejo de Cangas de Tineo, hoy Cangas del Narcea, bien conocido por el autor de estas líneas por haber nacido allí. Don Francisco, a los 17 años, es cadete de la Caballería del Rey, iniciando una carrera militar en la que destacaría con brillantes hechos de armas. Ya graduado como capitán de la Caballería del Rey y, más tarde, como teniente coronel, anda por Alemania, Dinamarca y Francia, regresando a España en 1808,a tiempo para formar parte de la resistencia patriótica contra la invasión napoleónica. Destaca en la lucha contra los franceses: en Talavera, en 1809, avanza solo delante de una compañía, tomando un cañón, dando muerte a catorce artilleros y apresando a un capitán y a un general del ejército imperial; en Puente del Arzobispo, queda cercado por el enemigo, con 40 hombres, rompiendo el cerco y salvando a los 40 hombres y 58 más de infantería que se le unen. Con todos ellos pasa a la Mancha, donde anima las guerrillas de la Independencia, causando considerables bajas en el ejército francés, cuyas unidades en ocasiones, son derrotadas por él y sus soldados. Como guerrillero debió adquirir buena fama, pues en Pedro Alcalde arrebató al francés 1.200 cabezas de ganado lanar y en Valdepeñas les sustrae 38 potros, dando muerte a los cuatro juramentados que los conducían. Y no reseñamos más hechos por no alargarnos en demasía. La hoja de servicios de don Francisco Antonio es muy expresiva.
Todas sus heroicidades le valen, primero el que se le otorgue el hábito de Caballero profeso de las órdenes y caballerías de Calatrava, de San Fernando y de San Hermenegildo, y, después, en 1814, el que se le nombre por el Rey, gobernador político y militar de la ciudad de Almagro, donde reside prácticamente hasta su muerte, en 1828.
Contrae matrimonio, en segundas nupcias, con una dama de rancio abolengo manchego, doña Bárbara Zaldívar y Carrillo, oriunda de Carrión de Calatrava, de la que tiene cinco hijos. A sus actuales descendientes, la Excma. señora doña Elisa Cendrero, viuda de Medrano, agradecemos la oportunidad de haber podido desempolvar los datos biográficos de este astur-manchego que muy bien puede servir de ejemplo y paradigma a quienes, procedentes de Asturias, llegamos a la Mancha y aquí hemos formado un hogar, identificándonos y sintiéndonos como los mismos nativos.
C. ARANGO
Por nuestra parte, y gracias a la valiosa información proporcionada por Crisanto, así como a la transcripción realizada por el historiador manchego José González Ortiz (Puertollano, 1951) de su hoja de servicios, conservada por su última descendiente, Mª Elisa Céspedes Medrado, trastataranieta de este héroe desconocido de la Guerra de la Independencia, hemos elaborado el siguiente resumen de los datos personales y la carrera militar de Francisco Antonio Fernández de Sierra. Este documento sirve como testimonio de la vocación militar de aquella época y de la entrega sin límites a una causa noble, acabar con la francesada, que diría José María de Pereda.
A pesar de los esfuerzos de los franceses, nuestro paisano logró resistir. Sin embargo, de manera paradójica, una mano despiadada y desconocida le suministró el veneno que pondría fin a su vida en 1828, en la histórica ciudad de Almagro (Ciudad Real). En sus últimos años, había fijado su residencia allí tras ser nombrado Gobernador político y militar de la ciudad de Almagro y del Campo de Calatrava por el rey Fernando VII.
Ficha resumen
https://touspatous.es/wp-content/uploads/francisco_processed.jpg409251Manuel Álvarez Peredahttps://touspatous.es/wp-content/uploads/logo_touspatous.jpgManuel Álvarez Pereda2024-10-14 19:53:572024-10-14 20:38:39Dos cangueses de La Mancha: Crisanto Rodríguez-Arango y Francisco Antonio Fernández de Sierra (el azote de los franceses)
El Regimiento de Infantería de Cangas de Tineo, cuya historia ha sido rescatada por el historiador José Luis Calvo en un libro que publica el Instituto Bances y Valdés.
El Instituto de Estudios Históricos Bances y Valdés ha editado una nueva publicación del académico don José Luis Calvo Pérez, que se presentará en el Club La Nueva España (Oviedo) con ocasión de la semana del Desarme, el próximo 16 de octubre a las 18.00 horas, y posteriormente en Cangas del Narcea el sábado 26.
Siempre es buen momento para rememorar las hazañas de los asturianos que lucharon contra los franceses en la Guerra de la Independencia. Dentro de la contienda cobra especial relevancia el Regimiento de Cangas de Tineo, cuya historia ha sido rescatada por el historiador José Luis Calvo en este libro.
Un grupo de valientes sin formación militar
El Regimiento se formó el 28 de junio de 1808 para luchar contra los franceses que avanzaban hacia el Suroccidente de Asturias durante la Guerra de la Independencia (1808-1814). Eran un grupo de soldados que partieron al frente, en su mayoría, sin ningún tipo de formación militar y provistos con sus herramientas de trabajo en el campo, pero que llegaron a ser reconocidos por sus gestas y actuaciones en las batallas.
La apasionante historia de Pedro del Tronco
Castillo de Tineo, derribado definitivamente en 1912. La fotografía está sacada de un cristal estereoscópico de Celso Gómez Fdez.-Argüelles que data del 1 de septiembre de 1910. Colección: Álvarez Pereda.
Entre el casi millar de voluntarios que formaron el Regimiento destacó especialmente la figura de Pedro del Tronco, natural de Dagüeño, parroquia de Mieldes (Cangas del Narcea, Asturias). En 1809, fue capturado por las tropas del general francés Gautier y ejecutado en el castillo de Tineo, ubicado en la actual plaza de Las Campas. Allí se le recuerda con una cruz tallada sobre un bloque de piedra en el que se puede leer la inscripción: «Aquí murió Pedro del Tronco en defensa de la patria».
Pedro del Tronco, quien el 10 de marzo de 1811 fue reconocido por las Cortes Generales españolas como héroe de la patria, recibió un homenaje el pasado 10 de marzo en su pueblo, Dagüeño. En esta ocasión, se colocó una placa para recordar quién había sido: «El pueblo de Dagüeño a su vecino Pedro del Tronco, fusilado en la villa de Tineo a manos del invasor francés. Héroe de la patria reconocido por las Cortes Generales de España, el 10 de marzo de 1811».
https://touspatous.es/wp-content/uploads/libro-Regimiento-de-Infanteria-de-Cangas-de-Tineo-sinfondo.png387336@touspatoushttps://touspatous.es/wp-content/uploads/logo_touspatous.jpg@touspatous2024-10-12 13:17:582024-10-12 13:31:10El Regimiento de Cangas de Tineo y la apasionante historia de Pedro del Tronco
Como la mayoría ya sabéis «Huellas mineras: Patrimonio industrial de Cangas del Narcea», primer documental escrito y dirigido por el cineasta cangués Benito Sierra González que ha contado con la colaboración del «TOUS PA TOUS. Sociedad Canguesa de Amantes del País», muestra al espectador los vestigios del patrimonio industrial y las huellas de la actividad minera de Cangas del Narcea. Fue estrenado en septiembre de 2022 en el Teatro Toreno de Cangas del Narcea, y un año después, su proyección formó parte de la VI Muestra Internacional de Cine sobre Patrimonio Industrial y Paisajes Culturales, en el «Incuna Int Film Fest 2023» de Gijón (Asturias).
Ahora, este inédito film que retrata los restos de la minería de Cangas del Narcea desde un punto de vista cinematográfico será emitido por el Canal 22 de México, una televisión pública que difunde e impulsa las mejores expresiones artísticas y culturales de México y el mundo, basada en el fomento de valores como la inclusión, la pluralidad y la visión crítica. Esta plataforma transmite la cultura entendida desde una visión amplia, que incluye diversas formas y manifestaciones, a través del cine, series, documentales, ciencia, historia, música, gastronomía, humor, noticias, debate y programación infantil; además de producciones propias y series emblemáticas de la más alta calidad y temáticas variadas.
Este canal cultural mexicano cuenta con tres señales:
Canal 22.1, que se transmite por televisión abierta en la Ciudad de México y su Área Metropolitana, y a través de 25 repetidores al resto del país, además de a todo el territorio por sistemas de televisión de pago.
Canal 22.2, que se transmite por televisión abierta en la Ciudad de México y su Área Metropolitana, y a través de sistemas de televisión de pago en todo el territorio nacional.
Señal Internacional que llega a todo el territorio de Estados Unidos a través de los diferentes sistemas de televisión de pago.
Para Canal 22 uno de los objetivos es llegar a nuevas audiencias sociales con diversos perfiles y hábitos de consumo; por eso uno de los retos es complementar los contenidos en pantalla a través de la fuerza e impacto de las plataformas digitales. Por ello también se puede visualizar vía streaming en la página de la institución: www.canal22.org.mx. En su canal de YouTube se encuentra disponible programación propia para ser vista en cualquier horario y dispositivo, además de contenidos extendidos y exclusivos que solo pueden ser disfrutados en esta plataforma. Coberturas en tiempo real en X (Twitter), Facebook live de eventos especiales y programación propia, dinámicas en Instagram, atiendendo de esta manera las nuevas necesidades digitales y la demanda de su audiencia que en redes sociales asciende a 3 millones de suscriptores.
La emisión está programada para el domingo 13 de octubre de 2024 a las 18:00h. Aquí os dejamos la «promo» de Huellas Mineras para Canal 22 México que de esta manera estrena una nueva sección titulada DESDE OTRAS LATITUDES con el documental «Huellas mineras: Patrimonio industrial de Cangas del Narcea».
https://touspatous.es/wp-content/uploads/canal22.jpeg16001600@touspatoushttps://touspatous.es/wp-content/uploads/logo_touspatous.jpg@touspatous2024-10-12 08:30:182024-10-12 11:44:00Nuestras «Huellas mineras», desde México para el mundo
Santuario de Nuestra Señora del Acebo. Postal hecha hacia 1975 por Foto Tino, de Cangas del Narcea.
No se tienen noticias de la primera ermita, de factura rústica, que estaba situada en el lugar donde se encuentra el actual Santuario del Acebo. El único dato acerca de la historia de esta ermita nos llega a través de esta breve reseña de nuestro paisano el historiador Padre Luis Alfonso de Carballo:
«…en tierras de Cangas de Tineo, en la cumbre de un alto monte… en un sitio que llaman el Acebo, había una antiquísima ermita de Nuestra Señora, sin memoria de su primera fundación, tan pequeña, y baja, que era necesario bajar la cabeza al entrar por la puerta… tan pobre, que solo en el altar había la imagen de Nuestra Señora, y una cruz de palo,… tan olvidada y desamparada, que aún no se sabía en qué feligresía estaba…».
Por la talla original de la imagen de la Virgen, posiblemente estemos hablando del siglo XIII, según indica el sacerdote e investigador de templos marianos de Asturias, Florentino Fernández Álvarez. Lo que sí sabemos con certeza es que el Santuario actual data del siglo XVI gracias a la rápida difusión, como reguero de pólvora, de los milagros acaecidos en el Acebo que llegó a todos los pueblos de Asturias. A partir de ese momento la pequeña ermita se convirtió en lugar de peregrinación y oración creciente hasta ser multitudinaria, por lo que se llegó a la conclusión de que hacía falta levantar un templo más grande y digno. Y así lo hicieron los cangueses: Se construyó el santuario de «Nuestra Señora de las Virtudes del Acebo» sobre el mismo solar donde estaba la ermita. Tardaron solo quince años en construirlo desde que tuviera lugar el primer milagro, ya que este sucedió en 1575 y el santuario se terminó en el año 1590. El cronista Luis Alfonso de Carvallo describe de forma concisa y concreta la composición del edificio de la siguiente manera: «… creciendo la devoción y las limosnas, se edificó un templo, harto bueno, con su torre y colaterales, y muy bien proveída la sacristía de ornamentos y recados para los oficios divinos y siete lámparas de plata…». Desde entonces, la factura y plano del Santuario no han cambiado en lo esencial. Tiene forma de cruz latina, con una torre cuadrada de escasa altura, orientado hacia occidente. La construcción es de piedra pulida y muy sobria.
Hace ya algo más de un siglo, en 1910, el doctor Ambrosio Rodríguez, una de las personalidades más activas que dio el concejo de Cangas del Narcea en el último tercio del siglo XIX y primeras décadas del XX y que había nacido en La Torre de Sorrodiles de Cibea, envió una larga carta a don Ángel Carrizo Díez, párroco por aquel entonces de Linares del Acebo y administrador del Santuario, proponiéndole una serie de medidas para revitalizar este santuario y ponerlo a la altura del afamado Lourdes. Recomendamos la lectura de las siguientes pubicaciones:
Este Santuario cumplió su cuarto centenario en 1990 e inició su quinta centuria de vida, pero hoy, su estado de conservación hace inevitable una intervención urgente, siendo necesario una serie de obras de rehabilitación que eviten un deterioro mayor y su ruina. Además, hace falta dotarlo de los medios indispensables para que siga siendo, tanto por su importancia histórica como espiritual, un referente de peregrinación mariana en el noroeste de España. Para ello, desde el propio «Santuario de la Virgen del Acebo» se ha convocado a una recaudación popular de fondos para que más pronto que tarde la rehabilitación del Santuario sea una realidad.
Desde el «Tous pa Tous» animamos a todos nuestros socios y seguidores a que se unan y apoyen esta recogida de fondos para llevar a cabo estas imperiosas obras. Históricamente, la suscripción popular ha sido un sistema de financiación que ha permitido realizar importantes e interesantes proyectos con la ayuda de muchas personas que comparten un mismo objetivo y que individualmente no se podrían haber llevado a cabo. Este tipo de financiación colectiva demuestra que no hay metas inalcanzables para los “pequeños”, si se unen a otros muchos “pequeños”. Con otras palabras… de grano en grano llena la pita el buche.
A continuación reproducimos el llamamiento que desde el «Santuario de la Virgen del Acebo» se hace para la colaboración en esta importante intervención que, además de los donativos que se recauden, contará con una aportación del Arzobispado de Oviedo.
Estimado vecino/a:
Os escribimos desde el «Santuario de la Virgen del Acebo» para haceros partícipes de un proyecto que quiere abrir paso a una nueva etapa en este lugar tan especial.
Sois muchísimas personas las que tenéis un vínculo especial con este lugar «tocado por la mano de Dios». Vínculo que arraiga en nuestro interior por motivos diversos: recuerdos, devoción, naturaleza, historia, identidad, tradición, familia y tantos otros.
Hoy nos dirigimos a ti para pedir ayuda, invocando aquel refrán de «obras son amores y no buenas razones». Porque, precisamente, eso es lo que necesita el Santuario del Acebo: obras.
Tanto la Iglesia como el contorno están en muy mal estado. Fundamentalmente por dos razones: el paso del tiempo y el efecto del temporal (casi 1.200 metros de altitud).
Ahora, ha llegado el momento de intervenir para conservar este lugar y todo lo que significa, tanto en sí mismo como para cada uno en particular. Las primeras intervenciones van dirigidas a las partes más urgentes: tejado nuevo de todas la iglesia, tejado e interior de la torre para hacer sonar de nuevo las campanas, saneamiento perimetral, recuperación del cabildo, restauración de todas las fachadas, restauración y refuerzo de todas las puertas, construcción de la cerca norte y colocación de bancos en el exterior para uso de los peregrinos.
Esta primera parte de las obras está presupuestada en torno a los 300.000€.
Contamos, gracias a Dios, con personas que están dispuestas a colaborar generosamente. Pero este lugar no es de unos pocos. Por eso acudimos a ti. Para que tú también seas parte, si así lo ves oportuno, de este proyecto.
Cuando Jesús vio a aquella mujer pobre dar dos monedas dijo: En verdad os digo que esta viuda pobre ha echado más que nadie (Lc 21,3). Pues eso es lo que pedimos: la generosidad, conforme a las posibilidades, de todo aquel que tenga este lugar y la Santina en el corazón.
¿Cómo podéis hacer llegar esa contribución? De varias maneras:
En el Santuario del Acebo.
En cuenta bancaria habilitada para este fin: ES4830590019303739210429 de Caja Rural.
¡¡MUCHAS GRACIAS. JUNTOS SACAREMOS EL ACEBO ADELANTE!!
https://touspatous.es/wp-content/uploads/1972-El-Acebo_processed.jpg7081024@touspatoushttps://touspatous.es/wp-content/uploads/logo_touspatous.jpg@touspatous2024-09-29 08:38:042024-10-01 22:10:25Suscripción popular a beneficio del Santuario del Acebo
Primera página de la relación de bienes de Ares José de Omaña en el concejo de Cangas del Narcea, 1752.
En 1752 se llevó a cabo en muchas regiones de España el conocido como catastro del marqués de la Ensenada. Cada vecino tenía que declarar todas sus propiedades y los ingresos por sus actividades. Hoy, es una fuente de información muy valiosa para conocer el siglo XVIII. Lamentablemente, las respuestas que dieron los vecinos del concejo de Cangas del Narcea desaparecieron en 1808 cuando los franceses quemaron el archivo municipal. Hemos tenido la suerte de encontrar en la colección documental reunida por José Luis Ferreiro Blanco una copia de la declaración que entregó don Ares José de Omaña, dueño de la casa de Omaña, de los bienes que tenía en el concejo de Cangas del Narcea.
La casa de Omaña era dueña en este concejo de casas, hórreos, molinos, tierras, viñas, brañas y pueblos enteros. Entre estos últimos estaban el lugar de El Fuejo y el sitio de Obanca, ambos de la parroquia de Santa Marina de Obanca, que los Omaña llevaban en foro perpetuo otorgado por el monasterio de San Juan de Corias, que era el propietario del dominio directo. El señor de Omaña pagaba cada año a los benedictinos veinte cántaras (313 litros) de vino tinto y una hemina (48,43 litros) de trigo por El Fuejo, y cuatro heminas de centeno y otras cuatro de trigo por Obanca. Y él a su vez cobraba unas pingües rentas a los tres vecinos de El Fuejo: Manuel González, Diego Tejón y Juan de Antón, y al único que vivía en Obanca: Antonio Coque. Los tres primeros pagaban de renta anual: 16 heminas de trigo y otras 16 de centeno, seis jamones, dos carneros o doce reales por cada uno, dos cerdas o dieciséis reales por cada una, y la cuarta parte de la uva que vendimiaban. Comparando esta renta con la que pagaba el Omaña a los monjes de Corias por este mismo lugar, se comprende bastante bien que la pobreza del campesinado asturiano no era la consecuencia de una tierra montañosa y lluviosa, sino el resultado de una renta abusiva por parte de los terratenientes.
La declaración también ofrece una información muy valiosa para conocer las características de El Fuejo y Obanca a mediados del siglo XVIII: los limites geográficos; las construcciones que había: casas terrenas, hórreos, bodegas y un molino de cuatro muelas, todas ellas cubiertas de paja de centeno; la clase de tierras labrantías, prados y árboles, así como sus productos (trigo, centeno, mijo, maíz, habas, yerba, castañas, manzanas, peros1Peru, palabra asturiana, ‘variedad de manzana pequeña, dura y muy sabrosa’., nisos2Nisu, palabra asturiana, ‘ciruela pequeña y negra’., cerezas, nueces, higos, moras), y las rentas que pagaban. Mención especial ocupan las viñas. En El Fuejo estaba el formal3Terreno donde se agrupan varias viñas, normalmente de pequeño tamaño. de Trigales, que ocupaba una superficie de 45 hombres de cava (8.010 m2), por el que sus llevadores pagaban «la cuarta parte del fruto que producen» y en Obanca había una viña, «que se dice también de Obanca», de siete hombres de cava (1.246 m2) que pagaba «en uva la mitad del fruto que diese».
El Fuejo ocupaba una superficie de 515,37 áreas y el espacio se repartía de la manera siguiente: el 28% se dedicaba a monte de castaños bravos; 26% a tierra de cultivo de cereales (trigo, centeno y maíz) y habas; 15% tierra brava de ínfima calidad que se sembraba cada veinte años con centeno y mijo; 13% de viñedo; 8% de prados para yerba; 2% de árboles frutales y 8% que ocupaban edificios, peñas y matorrales infructíferos. Por el contrario, Obanca era sobre todo un gran prado de regadío, «de dar yerba de guadaña», de 125,7 áreas, y su principal actividad era la industria molinera que funcionaba con un molino hidráulico de cuatro muelas que aprovechaba las caudalosas aguas del río Narcea.
El Fuejo y Obanca, situados en la periferia de la villa de Cangas del Narcea, al otro lado del río Narcea, se mantuvieron hasta los años sesenta del siglo XX como espacios rurales con unas características similares a las que aparecen en esta declaración de bienes de Ares José de Omaña (ver fotografías 1 y 2). Sin embargo, a partir de 1970 cambiarán considerablemente, en especial El Fuejo. Este lugar, con la construcción del Puente Nuevo a fines del siglo XIX y, en especial, con el puente colgante en 1973, quedó unido a la villa y fue urbanizado en su totalidad. Obanca, en cambio, solo fue urbanizado en parte con un polígono industrial y dos centros de enseñanza, que se construyeron en el extremo norte de su territorio, y todavía hoy puede vislumbrarse el Obanca de 1752 en la casa de Coque, apellido que después de 250 años sigue vinculado a este lugar.
A continuación transcribimos la relación de los bienes de la casa de Omaña en El Fuejo y Obanca en 1752. Hemos hecho una transcripción actualizada para facilitar su lectura, y entre corchetes ponemos algunas equivalencias al sistema métrico decimal de las antiguas medidas: vara (0,835 m), hemina (48,43 l), cántara (15,6 l), día de bueyes (12,57 áreas) y hombre de cava (178 m2).
El Fuexo
El lugar del Fuexo es por entero del mencionado don Ares según se deslinda por el oriente con el río de Narcea; por el mediodía con tierra de bravo de don Pedro Velarde; al poniente con tierras de dicho don Pedro y de don José Alfonso, vecinos de esta villa, y al norte con el arroyo que se dice de Trigales.
Dentro de cuyos términos hay tres casas de habitación, que la una se compone de portal, cocina, corte4 Cuadra. para los ganados, pajar y una bodega, tiene de frente dieciocho varas y ocho de fondo [15 x 6,60 m]. Las otras dos [casas] están unidas, que se componen de dos portales, dos cocinas, dos cortes para los ganados y sus dos pajares, tiene de frente cuarenta y cuatro varas y ocho de fondo [36,75 x 6,60 m]. Y todas se componen de piedra, madera y su techo de paja. Más [hay] dos bodegas que la una tiene ocho varas de frente y seis de fondo [6,70 x 5 m], la otra siete de frente y seis de fondo [5,9 x 5 m], que su artefacto y cubierta es de lo mismo que las casas. Más [hay] un orrio con cuatro pies de madera cubierto también de paja […].
El territorio que hay dentro de los dichos términos son cuarenta y un días de bueyes [515,37 áreas], de los que doce son de tierra labrantía, los ocho de mediana calidad y los cuatro de ínfima; los de mediana calidad dan trigo, centeno, habas y maíz alternando, y los de ínfima, centeno, habas y maíz alternando, y todos ellos sin descanso. Cuatro días [de bueyes] de prados, los tres de mediana calidad que se riegan con el agua del arroyo que baja de Trigales en tiempo de invierno, de verano son secanos, dan yerba de guadaña y algo de pación de otoño; el otro [día de bueyes] de ínfima calidad de secano, que solo da yerba de guadaña. Siete días [de bueyes] de tierra brava de ínfima calidad, que dan centeno y mijo de veinte en veinte años según costumbre. Trece días de bueyes de monte de castaños bravos de ínfima calidad; un día de bueyes que ocupan los peros, manzanos, nisos, cerezos y nogales. Cuatro días [de bueyes] que ocupan el casco del lugar, peñas y matorrales infructíferos. Más hay un formal5Conjunto de viñedos de diferentes propietarios. de viña que se dice de Trigales de cuarenta y cinco hombres de cava [8.010 m2] de ínfima calidad, cepada según costumbre.
Cuyas casas, bodegas, orrio, tierras, montes y lomas expresados dentro de dicho término llevan en arrendamiento Manuel González, Diego Tejón y Juan de Antón, caseros y habitantes en dichas casas, y pagan de renta en cada un año treinta y dos heminas de trigo y centeno por mitad, seis perniles, dos carneros o doce reales por cada uno, que es el precio en que están puestos así en este lugar como en todos los demás, [y] dos marranas o diez y seis reales por cada una. Todo esto lo pagan por la hacienda expresada, y por las viñas [pagan] la cuarta parte del fruto que producen.
Y todo lo referido dicho lugar con sus términos lo lleva el expresado don Ares por foro perpetuo del monasterio de San Juan de Corias por [el] que paga en cada un año veinte cántaras [313 l] de vino tinto y una hemina de trigo [48,43 l].
Obanca
El sitio de Obanca es del mencionado don Ares Joseph de Omaña según se deslinda por el oriente y mediodía con el río de Narcea, por el poniente y norte con cierro de viña quintera del monasterio de Corias, dentro de cuyas demarcaciones hay una casa de habitación cubierta de paja que se compone de portal, cocina, bodega o cuarto terreno y corte con su pajar para los ganados, y unida a ella hay otra con cuatro molares harineros que muelen con el agua de dicho río Narcea, que una y otra tienen veinticuatro varas de frente y ocho de fondo [20 x 6,70 m] hechas de piedra y madera con su techo de paja. Más un orrio con cuatro pies de madera cubierto de paja junto a dicha casa. […]
Más hay dentro de dichas marcaciones un día de bueyes de tierra labrantía de mediana calidad que un año da centeno, otro habas y maíz sin descanso; más un prado de diez días de bueyes [125,7 áreas]de mediana calidad, que se riega con el agua que sale para dichos molinos, de dar yerba de guadaña pación de primavera y otoño, y a las márgenes de dicho prado y sitio hay veinte castaños, cincuenta nisales6Nisal, ‘ciruelo de fruta pequeña y negra’., veinte cerezos, cuatro nogales, seis manzanos, dos higueras [y] un moral. Que a la orilla del río que baña dicho prado hay cien omeros7Omero, umeiro, ‘aliso’..
Por cuya tierra y prado y más arboleda si se arrendase dieran de renta en cada un año trescientos reales, y aunque Antonio Coque, llevador de dicha casa, molinos y sitio, según va deslindado, paga de renta en cada un año catorce heminas de centeno [678 l], seis de trigo [290,58 l] y seiscientos y sesenta reales en dinero es por estar de cargo de dicho don Ares costear y mandar hacer las muelas, rodeznos y canales, componer las expresadas casas y orrio, como también en el fuerte o estacada para sacar el agua a dichos molinos y prado, que uno y otro, por ser el río tan caudaloso de aguas, tiene de costo el expresado don Ares para su manutención más de seiscientos reales de vellón en cada un año.
Más tiene junto a dicho término una viña, que se dice también de Obanca, de mediana calidad, poblada según costumbre, de siete hombres de cava [1.246 m2], linda por el oriente con viñas de Andrés y Joseph Pertierra, por el mediodía y poniente con camino servidero y por el norte con arroyo que baja del lugar de Santa Marina, la que también lleva el referido Antonio Coque a medias, pagando en uva la mitad del fruto que diese, y así esta viña como el sitio de Obanca, según va deslindado, lo lleva el expresado don Ares por razón de foro perpetuo por el que paga al dicho monasterio de San Juan de Corias, según constará de su respectiva relación, ocho heminas de trigo y centeno, por mitad, en cada un año.
https://touspatous.es/wp-content/uploads/2014/01/TPT-MOL-18.jpg600775Juaco López Álvarezhttps://touspatous.es/wp-content/uploads/logo_touspatous.jpgJuaco López Álvarez2024-09-27 18:32:392024-09-27 19:22:22El Fuejo y Obanca en 1752, cuando las construcciones se cubrían con paja
Hay personas que tienen la capacidad de hacerse entender por todo el mundo. Alejandro Rodríguez Álvarez, que pasó a la historia de la literatura como Alejandro Casona, era de esa clase de personas porque convertía en simple lo complejo, en fácil lo complicado y, sobre todo, ponía luz sobre el lado tenebroso del alma humana arropando la realidad con una pizca de fantasía. Fue maestro de formación, y quizá por eso su obra apela a valores universales como el amor (La sirena varada, Romance en tres noches, La tercera palabra), la muerte (La dama del alba, Corona de amor y muerte) o la importancia de la educación (Nuestra Natacha). Él mismo dijo que se le podía acusar de estar desligado del dato contingente, pero no del alma humana. Tenía mucha razón. Pocos autores de la literatura universal habrán manejado con tanta precisión y hermosura los valores fundamentales que nos hacen humanos, demasiado humanos. En las obras de Casona la generosidad, la ingenuidad, la valentía, la franqueza y la galantería le dan la mano al egoísmo, la suspicacia, la cobardía, la hipocresía y la descortesía porque supo como pocos leer en el escondido libro del alma humana, que nos convierte en seres capaces de vernos como dioses cuando soñamos y convertidos en desarrapados pordioseros cuando actuamos. Es, claro, la distancia que media entre la fantasía y la realidad, ese delgado límite de la vida por el que siempre caminó con envidiable soltura, como si de un funambulista se tratara, Alejandro Casona.
Coincidiendo con el 59 aniversario del fallecimiento de este dramaturgo universal que vino al mundo en 1903 en el cangués pueblo de Bisuyu / Besullo, el «Tous pa Tous» y la editorial Impronta publican una nueva biografía titulada De ida y vuelta. Una mirada sobre la vida y la obra de Alejandro Casona. Este libro trata de dar cuenta de quien fue un joven sensible y entusiasta criado entre Asturias, Palencia y Murcia; un maestro eficaz con deseos de ser escritor que logró sacar adelante su sueño a base de esfuerzo y consiguió vivir de lo que escribía a partir de los años treinta del siglo XX, cuando compaginó la dirección del Teatro del Pueblo de las Misiones Pedagógicas con éxitos como el que le proporcionó el prestigioso Premio Lope de Vega en 1933 por La sirena varada, su primera obra teatral importante. De quien, además, fue un dramaturgo que demostró su compromiso con la realidad y los valores de la educación, por lo que después del estallido de la guerra civil se vio forzado a marchar al exilio, donde escribió y estrenó la parte fundamental de su obra. En el exilio aguantó un cuarto de siglo por voluntad propia —es evidente que no estaba de acuerdo con el régimen dictatorial de Francisco Franco, y en su correspondencia dejó claras muestras de este desacuerdo— y volvió en 1962 para ser tan agasajado por una parte de la crítica como denostado por otra que lo consideraba escapista y desapegado de la realidad social española de los años sesenta. Inmerso en ese panorama vivió sus últimos años y murió en Madrid el 17 de septiembre de 1965. Ese día desaparecía Alejandro Rodríguez Álvarez, pero las obras de Alejandro Casona nos siguen acompañando y lo seguirán haciendo durante mucho tiempo.
MUESTRA DEL LIBRO
https://touspatous.es/wp-content/uploads/de-ida-y-vuelta.jpeg20481536Alfonso López Alfonsohttps://touspatous.es/wp-content/uploads/logo_touspatous.jpgAlfonso López Alfonso2024-09-25 17:35:202024-09-25 17:35:20«De ida y vuelta. Una mirada sobre la vida y la obra de Alejandro Casona»
Manolo Claret, «Uría», con la camiseta del Caudal Deportivo de Mieres en 1953.
«Manolo Claret» padre de un buen amigo mío fallecido, «Manolín” R. Fontaniella. Ambos siempre en mi memoria, nunca en el olvido.
Su nombre completo en el Registro Civil aparece como Manuel Saturio Antonio Rodríguez Flórez de Uría, pero en el mundillo futbolístico era conocido simplemente como «Uría», cangués de nacimiento y huérfano de padre desde los siete años, falleció en su Cangas del Narcea natal a los sesenta años de edad, el último día del año de 1989, tras una mala pasada que le jugó su corazón.
Manolo Claret o Pilolo, como también se le conocía familiarmente en Cangas, era una persona muy querida por todos los cangueses y destacó en su juventud, por ser uno de los jugadores de fútbol más renombrados salidos de la cantera canguesa. Perteneció al Narcea del que más tarde sería entrenador.
Equipo del Narcea el 17 de enero de 1965 en el Campo de la Vega. Colección: Sergio de Limés De izquierda a derecha: De pie: Manolo Uría (Pilolo, entrenador), Nisu, Tahoces, Marcos, Alonso, Chichi, Manolín y Peña. Agachados: Ángel Dupont, Jacinto, César, Juanín y Castro.
En 1948, fichó por el Real Oviedo como amateur siendo cedido al Vetusta, coincidiendo con los inolvidables Falín, Herrerita, etcétera. Posteriormente jugó en el Praviano y después en el Langreano, ambos en Tercera División, finalizando su carrera deportiva en el Caudal Deportivo de Mieres de Segunda División.
En 1953, realizó pruebas con el Real Madrid de la época de Di´Estéfano, Marsal, Gento… Su puesto habitual era de extremo izquierdo, jugador muy técnico, de fácil regate y fuerte chut.
Finalizó su carrera como jugador profesional en el Caudal en un partido contra el Sabadell en el estadio de la Creu Alta al tener una grave lesión en un tobillo el 18 de abril de 1954. Fue en la jornada 29 de la temporada 1953/54, tras 22 partidos como titular y 3 goles en su haber.
A pesar de ser un jugador profesional, en las vacaciones de verano jugaba partidos amistosos con el Narcea, cosa que siguió haciendo unos años después de tener que abandonar irremediablemente el futbol profesional, como se puede comprobar en la siguiente fotografía de 1957.
Pilolo, de pie, segundo por la izda., con el equipo del Narcea en el Campo de La Vega, Cangas del Narcea, en un partido de las fiestas del Carmen, 16 de julio de 1957. Colección de Gil Álvarez Martínez.
PADRES Y ABUELO MATERNO
Amparo Flórez de Uría y Díaz y sus hijos: Adela, agachado Manolo (Pilolo o Uría) y Chema Claret, delante de la casa familiar en la calle Mayor de Cangas del Narcea en 1958. Colección: José Alberto Rodríguez Andreolotti.
José Rodríguez Claret, natural de Cangas del Narcea, comerciante y abogado, fue socio fundador del «Tous pa Tous», Sociedad Canguesa de Amantes del País promovida por Mario Gómez en 1926. Contrajo matrimonio en mayo de 1928 en la villa de Cangas del Narcea con la canguesa Amparo Flórez de Uría y Díaz.
Amparo era hija de Manuel Flórez de Uría Sattar, prolífico periodista cangués nacido en 1864 que escribió en varios periódicos de Cangas del Narcea: El Narcea y El Distrito Cangués, fundó y dirigió La Verdad, y colaboró en periódicos de Oviedo, Gijón, Grado, Pravia y Madrid, en los que firmaba con su nombre o con el seudónimo de “Juan de Cangas”. Autor de dos obras lamentablemente perdidas: “Apuntes para la historia de Cangas de Tineo y su concejo” e “Historia del Regimiento de Voluntarios de Cangas de Tineo”, basada en las memorias de su abuelo paterno, que había participado en aquel regimiento y fue uno de los pocos voluntarios que regresaron a Cangas al terminar la Guerra de la Independencia en 1814. En los años veinte fue nombrado miembro correspondiente de la Real Academia de la Historia.
Flórez de Uría era maestro y procurador de los tribunales. Tuvo una vida política intensa. En 1902 era presidente del Comité Municipal Republicano de Cangas de Tineo (así aparece en Las Dominicales. Semanario Librepensador, Madrid, 15 de agosto de 1902). Más adelante perteneció a los comités locales del Partido Reformista y de su sucesor el Partido Republicano Liberal Demócrata del que fue vicepresidente y su yerno, José Rodríguez Claret, fue secretario, ambos partidos liderados por el político asturiano Melquiades Álvarez. Durante muchos años fue concejal del Ayuntamiento de Cangas del Narcea. (Ver Juaco López en: El nombre de la ‘Plaza de La Refierta’ por Manuel Flórez de Uría)
José y Amparo tuvieron tres hijos: nuestro protagonista Manuel, el mayor de los hermanos, que nació en Cangas del Narcea en junio de 1929, José María (Chema) y Adela Rodríguez Flórez de Uría. En el año de la siguiente fotografía, los tres pequeños quedaban huérfanos de padre pues a José Rodríguez Claret lo detuvieron, con el estallido de la guerra civil española, el 18 de julio de 1936 por ser el jefe local de Falange en Cangas del Narcea. Estuvo preso en la villa de Cangas, en el convento de Corias y en Cangas de Onís de donde lo llevaron a Gijón para fusilarlo el 6 de septiembre de 1936.
Hermanos Rodríguez Flórez de Uría (Adela, Manolo «Pilolo» en el centro y Chema Claret), año 1936. Foto Magadán. Colección: José Alberto Rodríguez Andreolotti.
ESPOSA E HIJOS
A principios de los años 60, Manolo Claret se casó con la canguesa Carmen Fontaniella y fruto de este matrimonio nacieron sus tres hijos: María Teresa, mi inolvidable amigo Manolín y Nicolás. Manolín Fontaniella (Fonta) fue un gran amigo mío que nos dejó demasiado pronto, hace ya algo más de diez años, quien, muy a su pesar, no pudo superar una fatídica enfermedad después de varios años de lucha constante. Contaba tan sólo con 47 años y dejaba esposa y dos hijos. El día 26 de abril de 2014, con toda la pena de nuestro corazón, sus familares y amigos le tuvimos que decir adios en la preciosa iglesia románica de Santa María de Doroña, muy cerca de Puentedeume, en La Coruña, en la paz de cuyo cementerio descansa desde entonces. Desde aquí envío un cariñoso saludo a Susana, su esposa, y a sus hijos y mi recuerdo para un amigo que siempre estará clavado en mi memoria y en mi corazón, pues, como decía Cicerón: «La vida de los muertos perdura en la memoria de los vivos». Amigo Fonta: ¡Volveremos a vernos!
A la izquierda “Manolín” Rguez. Fontaniella, hijo de Manolo Claret, el 20 de agosto de 1989, junto a un servidor y a otro buen amigo cangués, Manuel Rguez. «Manolón», en el aeródromo de La Morgal (Llanera), esperando para asistir a la multitudinaria misa que iba a celebrar el Papa Juan Pablo II en su visita a Asturias.
La amistad que me unía con su hijo hizo que tuviese una estrecha relación con Manuel Rodríguez Flórez de Uría, un hombre discreto pero con una sorna muy canguesa, muy afable, siempre de buen humor pese a las vicisitudes o avatares de la vida, daba gusto conversar con él, sus consejos siempre eran bien recibidos y se notaba que se alegraba viéndonos a nosotros disfrutar sanamente.
Este empleado de banca, primero en la Banca Álvarez Castelao y desde 1967 en la sucursal del Banco Español de Crédito en Cangas del Narcea cuando la banca canguesa pasó a formar parte del grupo BANESTO, siendo aún muy joven, con tan sólo 60 años, debido a una afección cardiaca, falleció en su villa natal, el día de nochevieja de 1989. Cangas perdía así a su relevante futbolista y nosotros a un estupendo consejero, a un gran cangués y a una buena persona. Y como agradecimiento, he querido escribir esta reseña en su memoria desde Villaviciosa de Odón (Madrid) el 12 de septiembre de 2024.
https://touspatous.es/wp-content/uploads/Uria-Captura-de-pantalla-2024-09-11-131640_processed.webp760592Manuel Álvarez Peredahttps://touspatous.es/wp-content/uploads/logo_touspatous.jpgManuel Álvarez Pereda2024-09-12 09:10:402024-12-16 08:02:23Manuel Rodríguez Flórez de Uría (Cangas del Narcea, 1929-1989). Reputado futbolista de la cantera canguesa.
El presente artículo incluye la transcripción de varios documentos extraídos de las escribanías del concejo de Cangas del Narcea en los que se contiene inédita información sobre el P. Luis Alfonso de Carballo SJ, famoso literato asturiano. El interés de esta documentación es extraordinario, toda vez que permite perfilar aspectos ya acreditados de su trayectoria y, sobre todo, arroja nuevos datos que hasta el momento permanecían desconocidos, máxime por pertenecer estos a su etapa canguesa.
Este artículo que ahora subimos a la Biblioteca Digital del Tous pa Tous fue publicado en el Boletín de Humanidades y Ciencias Sociales del RIDEA, 196 (2022): 79-122.
https://touspatous.es/wp-content/uploads/Sin-fondo-800.png800532Roberto López-Campillo Monterohttps://touspatous.es/wp-content/uploads/logo_touspatous.jpgRoberto López-Campillo Montero2024-04-30 09:25:122024-09-30 17:49:08El P. Luis Alfonso de Carballo SJ (1571-1635) en los escribanos del concejo de Cangas del Narcea: documentación inédita sobre su primera etapa
Gaspar Melchor de Jovellanos y José Francisco de Uría y Riego, los habitantes más antiguos del Palacio de la Junta General del Principado de Asturias (antiguo Palacio de la Diputación)
Dos piezas clave en las colecciones de arte de la Junta General del Principado son una pareja de bustos realizados por el escultor José Gragera en 1862. Ambas esculturas retratan a los preclaros asturianos Gaspar Melchor de Jovellanos y José Francisco de Uría, de izquierda a derecha en la fotografía que encabeza esta entrada.
José Gragera y Herboso (Laredo, 1818 – Oviedo, 1897) es uno de los principales escultores españoles del siglo XIX. Aunque nacido en Cantabria, se trasladó siendo aún niño a Oviedo, donde tuvo su primera formación artística. Aquí estudiaría en la Escuela de Dibujo dependiente de la Sociedad Económica de Amigos del País al menos entre 1832 y 1836. A partir de 1839 se documenta ya en Madrid, donde completó su formación en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando hasta 1841, en la Escuela de Nobles Artes y en el estudio del escultor José Tomás. En 1854 obtuvo su primer éxito nacional al vencer en el concurso del monumento a Juan Álvarez Mendizábal, con motivo de cuya fundición residió en París hacia 1856-57. A su regreso se convirtió en restaurador de escultura en Museo del Prado y, a partir de 1869, en subdirector-conservador del mismo. Fue durante años director de pensionados asturianos en Madrid y, tras su jubilación, regresó a Oviedo en 1890, ciudad en la que fallecería en 1897. Excelente retratista, suele citársele como autor representativo de la escultura romántica española, aunque su producción se caracteriza por las referencias clásicas, que se combinan con un contenido sentimiento. Su estilo, sobrio y majestuoso, huye de toda posible afectación, reflejando gran serenidad en sus retratos. Así se puede apreciar en estos dos bustos, encargados al artista por la Diputación Provincial de Oviedo de manera conjunta en 1862, poco después de la muerte de José Francisco de Uría y Riego, por un total de 21.250 reales. Ambos quedarían instalados en el salón de sesiones de la Diputación en 1864, medio siglo antes de la construcción del actual palacio.
Estas efigies, dedicadas a sendos próceres de origen astur, mantienen una serie de características formales comunes, además de similar solución para el pedestal, alejado de su habitual basa ática y decorado en esta ocasión con esfinges, el escudo de Asturias y el nombre del efigiado enmarcado por una corona de laureles. Son representaciones sobrias, frontales, de gesto contenido y modelado firme, veraz aunque ligeramente idealizado (más clásico el de Jovellanos, más romántico el de Uría), que exaltan los rasgos humanos de mayor valor iconográfico. Inmortalizados como hombres ilustres, como modelos de virtud, se les dota además de un carácter heroico mediante la capa, de marcados pliegues, recurso habitual en la escultura de este periodo. En el caso de José Francisco de Uría y Riego-Núñez (Santa Eulalia de Cueras, Cangas del Narcea, 1819 – Alicante, 1862), Gragera se inspiró, entre otras imágenes, en un dibujo al carbón realizado por Nicolás Suárez Cantón (Cangas del Narcea, 1815 – 1878), cuñado de Uría, amigo de Gragera y miembro de la comisión comitente. Consta que el escultor terminó la pieza en el mes de noviembre y que la presentó en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1862, destacando la crítica su modelado, «con inspiración y acierto». Además, se conoce una réplica del busto, firmado en 1865 y propiedad de los herederos de Uría, al igual que otro de su progenitor, José de Uría y Terrero (1866). Por su parte, para el de Gaspar Melchor de Jovellanos (Gijón, 1744 – Puerto de Vega, Navia, 1811), que firma en 1863, Gragera se sirvió del retrato realizado por Ángel Monasterio (1809), modelo que usó también, aunque con mayores licencias, para la estatua togada del ilustrado que ejecutó para el Senado en 1887.
Recientemente, el Ayuntamiento de Cangas del Narcea adquirió dos bustos labrados en piedra (los anteriores son de marmol de Carrara), de José Uría y Terrero y de su hijo José Francisco Uría y Riego realizados también por el escultor José Gragera en 1865. Estas dos esculturas han sido colocadas en la cabecera del salón de plenos del ayuntamiento con el objeto de reconocer el papel que tuvieron estas dos personalidades en la historia del concejo de Cangas del Narcea en el siglo XIX, así como por la calidad artística de las dos obras. La propuesta de esta adquisición, que constituye un importante aportación al patrimonio cultural municipal, partió del «Tous pa Tous. Sociedad Canguesa de Amantes del País».
https://touspatous.es/wp-content/uploads/13417648_1007395362708122_4742521497805981667_n.jpg618825@touspatoushttps://touspatous.es/wp-content/uploads/logo_touspatous.jpg@touspatous2024-04-25 09:30:402024-04-26 10:53:34Los bustos de Uría y Jovellanos en el palacio regional asturiano
Busto de piedra sobre pedestal de madera de Uría y Riego en el salón de plenos del consistorio cangués.
El Ayuntamiento de Cangas del Narcea ha adquirido dos bustos de José Uría y Terrero y de su hijo José Francisco Uría y Riego realizados por el escultor José Gragera en 1865. Estas dos esculturas han sido colocadas en la cabecera del salón de plenos del ayuntamiento con el objeto de reconocer el papel que tuvieron estas dos personalidades en la historia del concejo de Cangas del Narcea en el siglo XIX, así como por la calidad artística de las dos obras. La propuesta de esta adquisición, que constituye un importante incremento del patrimonio cultural municipal, partió del «Tous pa Tous. Sociedad Canguesa de Amantes del País».
Busto en piedra de José Uría y Terrero (Santulaya, fines del siglo XVIII – 1861)
José Uría y Terrero (Santulaya, fines del siglo XVIII – 1861) fue el heredero de la casa de Uría en Santaluya tras el fallecimiento de su padre Antonio Uría Queipo de Llano en 1828. Desde finales del siglo XVIII, los Uría son una familia ilustrada y liberal. En su casa estuvo Jovellanos en 1795 visitando al padre de Uría y Terrero, y éste se casará con María del Riego Sierra-Pambley, prima del general Rafael del Riego. En 1813, durante la corta vigencia de la Constitución de 1812 en plena Guerra de la Independencia, Uría y Terrero ocupará el cargo de alcalde de Cangas del Narcea, siendo la primera persona que ostentó esta denominación al frente del concejo, pues en 1814, con el regreso de Fernando VII y la derogación de la citada constitución, este cargo volverá a denominarse «juez noble». Hasta 1834 no volverá a emplearse el nombre de alcalde. En 1819, Uría y Terrero volverá a ser nombrado juez noble del concejo de Cangas del Narcea.
Con el fin del Antiguo Régimen, que se produce en 1833 con la muerte de Fernando VII, y la llegada del Estado liberal y moderno, Uría y Terrero tendrá un papel importante en el concejo de Cangas del Narcea. Se implica más en política, ocupará la representación del concejo en la última Junta General del Principado de Asturias en 1834 y 1835, y será diputado provincial en la primera Diputación Provincial de Asturias, constituida en 1835 tras la disolución de la anterior institución.
Tuvo también un papel relevante en dos acontecimientos de la historia canguesa. En la dramática hambruna que sufrió Asturias a mediados del siglo XIX, Uría y Terrero fue uno de los encargados de repartir la ayuda de la Junta de Caridad del Principado entre los vecinos pobres de Cangas del Narcea, y fue decisivo, junto a sus hijos José Francisco y Rafael, en la entrega del desamortizado monasterio benedictino de Corias a los dominicos por parte del Estado. En enero de 1860 recibió en Ocaña un poder de fray Mariano Cuartero O.P. (1813-1884) para tomar posesión del monasterio en nombre de la orden dominica, hecho que sucedió el 13 de febrero de aquel año.
Buesto en piedra de José Francisco Uría y Riego (Santaluya, 1819 – Alicante, 1862)
José Francisco Uría y Riego (Santaluya, 1819 – Alicante, 1862) fue el primogenito del anterior. Igual que su padre, dedicó su vida a la actividad política adscrito al partido liberal moderado: ocupó diferentes empleos en el Ministerio de la Gobernación, fue elegido diputado en Cortes por el distrito electoral de Cangas del Narcea (desde 1857 hasta su fallecimiento en 1862), y entre 1858 y 1862 fue director general de Obras Públicas. Sus desvelos hacia Asturias y Cangas del Narcea son de sobra conocidos. Gracias a su empeño y trabajo se abrieron importantes carreteras, como la de Luarca-La Espina-Ponferrada, a través del puerto de Leitariegos; la línea de ferrocarril León-Gijón; se construyeron puertos y faros, etc. Sus contemporáneos reconocieron su contribución a la modernización de Asturias y tras su prematura muerte con 42 años le dedicaron importantes calles en Oviedo, Gijón, Luarca y Cangas del Narcea.
Por otra parte, dedicó tiempo y dinero a experimentar sobre el cultivo de plantas forrajeras en Cangas del Narcea con el fin de observar cual era la que mejor se aclimataba al concejo para después difundirla entre los campesinos. En cuanto a la viticultura, fue el primero que vio que cambiando algunas prácticas relacionadas con el cultivo de la vid, la vendimia y la elaboración del vino, en Cangas del Narcea podía producirse un vino de calidad que podría venderse y competir en cualquier mercado. Llevó productos del concejo, jamones y cecina de vaca, a la Exposición General de Agricultura celebrada en Madrid en 1857, por los que obtuvo una medalla de bronce.
Busto de piedra sobre pedestal de madera de Uría y Terrero en el salón de plenos del consistorio cangués.
La familia de estas dos personalidades canguesas fallecidas en 1861 y 1862, con pocos meses de diferencia, quiso conservar su memoria y con este fin encargó en 1862 sendos bustos a uno de los escultores más prestigiosos de España en esta clase de trabajos: José Gragera y Herboso (Laredo, 1818 – Oviedo, 1897). Este artista fue una de las figuras más destacadas de la escultura romántica española, desarrolló gran parte de su carrera artística y profesional vinculado al Museo del Prado, donde trabajaba como escultor restaurador, y es autor de numerosos bustos de personalidades de su época e históricas. La Diputación Provincial de Asturias también quiso sumarse a este homenaje y encargó al mismo escultor otro busto de José Francisco Uría del Riego, así como uno más de Jovellanos. Estos cuatro bustos se labraron en mármol de Carrara y se conservan en el palacio de Uría de Santulaya y en la Junta General del Principado de Asturias.
Pero aún hubo otros dos bustos más, en este caso labrados en piedra, de José Uría y Terrero y de José Francisco Uría del Riego que encargaron al mismo escultor Lucía Uría del Riego, hija y hermana de los anteriores, y su marido Nicolás Suarez Cantón. Estos bustos fueron adquiridos posteriormente por Fernando Blanco Flórez-Valdés y José Luis Ferreiro Blanco, parientes de la familia Uría y vecinos de la villa de Cangas del Narcea. Estos dos bustos son los que ahora ha adquirido el Ayuntamiento de Cangas del Narcea a su heredera María Teresa González Ferreiro.
https://touspatous.es/wp-content/uploads/20240216_202137.jpg615800@touspatoushttps://touspatous.es/wp-content/uploads/logo_touspatous.jpg@touspatous2024-04-20 08:58:582024-04-20 14:13:30José Uría y Terrero y José Francisco Uría y Riego presiden el salón de plenos de la casa consistorial
La profesora Mercedes Pérez fue la encargada de presentar la muestra que cuenta con 200 retratos, con especial protagonismo de mujeres, solas y con niños o rodeadas de toda la familia, realizadas por Benjamín R. Membiela, el primer fotógrafo profesional que abrió estudio de modo estable en el concejo asturiano de Cangas del Narcea, concretamente, en su casa de Corias, hoy deshabitada, un mágnífico lugar, próximo al Parador Nacional, para instaurar un museo dedicado a este fotógrafo y en general a la fotografía canguesa.
https://touspatous.es/wp-content/uploads/LOG-3.jpg800583@touspatoushttps://touspatous.es/wp-content/uploads/logo_touspatous.jpg@touspatous2024-04-05 17:04:262024-04-05 17:18:40Muyeres de Cangas del Narcea 1907-1940. Retratos fotográficos de Benjamín R. Membiela.
De la Geografía Moderna, escrita en francés por el Abad Nicollé de la Croix. Traducida y aumentada con una Geografía Nueva de España, por el Doctor don Josef Jordan Frago, doctoral de la Real Capilla del Convento de la Encarnación de esta Corte. Madrid, MDCCLXXIX.
CANGAS DE TINEO: Villa de 383 personas, y cabeza del Concejo de su nombre, con Señorío de otras jurisdicciones, distante como un quarto de legua del Monasterio de Corias, de la Congregación de San Benito; está situada sobre el río Narcea, que unido al llamado Coto en el puente, riega toda la campiña de Mediodía á Norte, la qual produce trigo, centeno, maíz, vino para el consumo, frutas admirables; y si se ingertasen los acebuches, de que hay mucha abundancia, quizá darían aceyte mas que para el gasto de los naturales. En los prados hay bastante ganado vacuno, caballar y lanar, caza mayor y menor; el queso, manteca, pescados de sus ríos son especiales. Las calles están empedradas, y hay tres plazas, una Iglesia Colegiata, que es la Parroquia, un Convento de Monjas, Hospital, cinco Casas-Palacios de buena arquitectura, dos excelentes paseos bien arboleados. Se tiene por cierto, que en el distrito del Concejo de esta Villa hay canteras de amianto, conocida de los naturales con el nombre de piedra Quemona; y también cristal de roca, que llaman los del país vulgarmente, diamantes.
https://touspatous.es/wp-content/uploads/2010/11/molin_1771.jpg600684@touspatoushttps://touspatous.es/wp-content/uploads/logo_touspatous.jpg@touspatous2024-02-23 12:16:032024-02-23 12:19:07Cangas del Narcea en el siglo XVIII
La exposición «Amador, de vuelta» que inauguramos en la Casa de Cultura «Palacio de Omaña» de Cangas del Narcea reúne 60 piezas que cubren medio siglo de creación de uno de los grandes escultores españoles contemporáneos del último tercio de siglo XX.
De ascendientes cangueses, por motivos de trabajo de su padre nació en Ceuta en 1926, pero siendo aún muy niño la familia regresó a Cangas del Narcea donde Amador pasó su infancia y primeros años de juventud. Aunque autodidacta, su conocimiento sobre el trabajo en madera, hierro y piedra se inició en esos años como aprendiz de carpinteros, ferreiros y canteros de Cangas del Narcea.
En este vídeo hemos querido reflejar algunos momentos del acto de inauguración así como las intervenciones de:
Juaco López Álvarez, presidente del «Tous pa Tous».
José Ramón Puerto y Francisco Jesús Redondo, comisarios de la exposición.
Amador Rodríguez Calvo, hijo del escultor, en representación de la familia de Amador.
José Luis Fontaniella, alcalde de Cangas del Narcea.
La exposición completa se puede visitar hasta el 8 de marzo próximo. Después se mantendrá durante unas semanas una pequeña muestra en la Sala «Tous pa Tous». Más información sobre Amador en:
https://touspatous.es/wp-content/uploads/Amador-escultor-lne_processed_processed.jpg371660@touspatoushttps://touspatous.es/wp-content/uploads/logo_touspatous.jpg@touspatous2024-02-08 20:10:182024-02-09 08:50:58Inauguración de la exposición «Amador, de vuelta»
Su abuelo, Joaquín Rodríguez Martínez, conocido popularmente como Ravachol, casado con María García, fue alcalde de Cangas del Narcea en las legislaturas: 1894-1895 y 1910-1913.
Joaquín Rodríguez era liberal y partidario del Diputado a Cortes Félix Suárez-Inclán. En los primeros días de su primer mandato sucedió el motín de los campesinos del concejo contra el impuesto de consumos, que era completamente abusivo para una población que en su mayoría vivía en la pobreza. Los labradores asaltaron la casa consistorial y llegaron a asediar la villa. La llegada de numerosas fuerzas de la Guardia Civil y del Ejército, así como la intermediación de personas de prestigio entre los campesinos, aplacó la ira de los vecinos. El suceso se trató en el Consejo de Ministros y en las Cortes, y fue noticia en varios diarios de Madrid y Barcelona. La narración de los hechos puede leerse en El Eco de Occidente, números de 30 de noviembre y 4 y 7 de diciembre de 1894.
En su segundo mandato abrió la calle que lleva su nombre, calle de Joaquín Rodríguez, entre la plaza del conde de Toreno o el Mercao y la calle de Suarez Cantón que también se había trazado con anterioridad en esta legislatura. Durante la Guerra Civil el ejército nacional tomó la villa de Cangas el 22 de agosto de 1936. Por este motivo, esta travesía pasó a llamarse Calle del 22 de Agosto durante la etapa franquista. Con la llegada de la democracia, el nombre de la calle revierte al original.
Fueron unos años en los que la villa de Cangas sufrió una gran transformación urbanística, inaugurándose también las actuales calles de Diz Tirado, Felix María Villa en el barrio de El Corral, y el famoso y popular Paseo de Dámaso Arango (hoy calle Uría).
Precisamente, en una empresa de este señor, Dámaso Arango, diputado provincial por el Distrito de Cangas de Tineo durante ocho legislaturas entre 1877 y 1896, y cuyo nombre completo es Dámaso Rodríguez-Arango y Méndez-Castrillón (Tebongo, Cangas del Narcea, 1846 – Ceuta, 1921), trabajaba un hijo de Joaquín y María, Amador Rodríguez García, apodado Mistoja, a la postre, padre de nuestro protagonista.
Esta empresa de Dámaso Rguez.-Arango fue la adjudicataria, por subasta al mejor postor, de los proyectos de construcción, reforma y ampliación del puerto de Ceuta. Las obras se desarrollaron a través de la sociedad “Arango y García” entre diciembre de 1908 y 1928 y este es el motivo por el que los padres de Amador se trasladaron desde Cangas del Narcea (Asturias) a vivir a Ceuta donde nacerá el escultor el 28 de febrero de 1926.
Cantera de Benzú, Ceuta, año 1911.
En Ceuta, el padre de Amador dirigió la construcción y operación de un tren de vía estrecha paralelo a la costa, que transportaba las rocas para la obra del puerto desde una cantera que se explotó en Benzú, única pedanía del municipio ceutí. En la relación general de los socios de «El Tous pa Tous»
en 1 de febrero de 1928 aparece con domicilio en «Ferrocarril, Ceuta». Ejecutados los proyectos, al Puerto de Ceuta se le ratifica como puerto de interés general, por Real Decreto Ley de 24 de febrero de 1928, dos años después del nacimiento de Amador, y la familia regresa a Cangas del Narcea. El ingeniero y geógrafo cangués, Dámaso Rguez.-Arango, había fallecido en aquella ciudad el 27 de enero de 1921.
De esta manera, Amador pasaría prácticamente toda su infancia (al menos desde los dos años) y los primeros años de su juventud en Cangas del Narcea, localidad asturiana donde tenía todos sus lazos familiares y a la que siempre se sintió vinculado: «me siento asturiano, porque quiero serlo y porque lo eran mis padres, mis abuelos y todos mis antecesores.».
Sus estudios, interrumpidos a consecuencia de la Guerra Civil, son retomados después, llegando a matricularse en la Escuela Superior de Comercio de Gijón, y en 1947 se trasladó a Madrid tras aprobar unas oposiciones para técnico en el Cuerpo General del Ministerio de Hacienda.
El tiempo libre que le dejaban sus obligaciones laborales lo dedicaba a su pasión por el arte. Completamente autodidacta, su conocimiento sobre el trabajo en madera se debe a las primeras lecciones que recibió como aprendiz de un carpintero de carros en Cangas del Narcea. Con el tiempo, y ya residiendo en la capital de España, conocerá el arte del trabajo en piedra con la ayuda de Pedro Sánchez Panadero, quien dirigió en diversas esculturas el taller de Juan de Ávalos (1911 – 2006), y los secretos de la fragua y la soldadura en el taller madrileño del escultor José Espinós Alonso (1911 – 1969), autor de la gran reja de inspiración plateresca de la Abadía de la Santa Cruz del Valle de los Caídos. A Amador se le llegó a conocer como el “domador” del hierro y en este sentido algún crítico de arte afirmó: «La chatarra informe la convierte él en expresión viva, exaltante, claramente decidora.».
Incorporación de un cubo, arista 200 cm, c.1972. Foto: Archivo del artista.
Al principio se dedicó a la pintura, donde ya se puede apreciar una tendencia hacia el constructivismo soviético. Pero a finales de la década de los años 50 la escultura le persuadió, y a ella dedicará el resto de su carrera artística, primero explorando la figura humana, para luego pasar definitivamente a la abstracción. Hacia 1960, con la serie «Tensiones» intentó una incipiente delimitación del espacio a través de estructuras de alambre y contrapesos de piedra. En 1961 realizó su primera exposición individual en la sala Amadís, de Madrid. Dos años después, en esta misma ciudad, expondrá en la Galería Eureka sus hierros expresionistas, mostrando mitigadas influencias de grandes escultores españoles como González y Gargallo, atendiendo a ritmos naturales y también convencionales.
Según Francisco Zapico [Amador. Esculturas.1959-2000. Fundación Municipal de Cultura, Educación y Universidad Popular. Ayuntamiento de Gijón. Oviedo, 2000] a partir de 1966 Amador, por influencia del escultor Jorge de Oteiza Enbil (1908 – 2003), comenzó a explorar las formas geométricas básicas y la generación de formas plásticas por medio de fórmulas matemáticas. De hecho, es posible observar una afinidad muy clara de su obra con la de Oteiza en particular y con la escuela de la escultura vasca en general, uno de cuyos representantes más reconocidos fue Eduardo Chillida (1924 – 2002).
Amador en el estudio de Jorge de Oteiza.
Por aquella época Amador decía: «Amo a todo oficio. No soy escultor de oficio, pero sí conceptual espiritualmente. Mis experimentos anteriores eran unos objetos móviles dentro de unas cajas de plástico. Se creaban así unos espacios interiores contenidos, en formas geométricas y visibles, por la transparencia del material. Un día Dios quiso obsequiarme al conocer a Jorge de Oteiza. Todo en él es dinámica, espacio, escultura viva. Su conocimiento, su mente de excepción, llenaron de combustible lo que yo pueda tener de depósito de creador». Preguntado por su concepto de la flotabilidad, respondió: «Pensé en la esfera como objeto o escultura perfecta donde nada sobra ni nada falta.».
Una de las características de la obra de Amador es la gran variedad de soportes que llegó a utilizar: piedra, madera, hierro, acero, mármol, hormigón, plástico… También son característicos los títulos de muchas de sus esculturas, tales como «Apertura de un cubo» o «Cilindro con cortes según triángulo egipcio», que resaltan un contenido geométrico que también es claro en las esculturas de Oteiza («Variante ovoide de la desocupación de la esfera», 1958) y Chillida («Modulación del Espacio», 1963).
A finales de los 60 y principios de los 70, Amador logró el reconocimiento internacional gracias a sus aportaciones a dos ediciones de la Bienal de Venecia (1968 y 1972). La Biennale di Venezia es una fundación que desde 1895, cada dos años, organiza la Exposición Internacional de Arte de Venecia, conocida como Bienal de Venecia, considerada en su género, la más importante de Italia y una de las más relevantes del mundo.
Cubo IV módulo, mitad materia, mitad espacio, 1968/1969. Acero pavonado. 20 x 20 x 18,5 cm. Procedencia: colección del artista; donada al Museo Jovellanos de Gijón en marzo de 2009.
Estas formas cúbicas, que pueden desmembrarse y cambiar de postura sin descomponerse jamás, no constituyen un juego de la inteligencia, sino algo más serio: una inteligente investigación del arte. Aquí todo ha sido medido, pensado por una mente razonadora que se mueve a instancias del corazón, un ejercicio mental «sentido» con emoción estética. Y esa alianza de inteligencia y sensibilidad señala el lugar exacto donde puede nacer una obra de arte.
El escultor Amador desintegra los volúmenes que tiene compuestos ya la geometría, para sacar de ellos las múltiples criaturas que cada forma geométrica contiene. Es un alumbramiento de posibilidades, un modo de desentrañar la forma para liberarla de su clausura lineal y poblar con ella mayores espacios. Y el resultado es admirable. Otras experiencias de Amador se apoyan en la esfera; aquí predomina la arista, pero tratada celosamente para no rasgar con ella la armonía intelectual de sus composiciones.
A causa de una afección cardiaca, Amador falleció en Madrid el 10 de junio de 2001, a los 75 años. Pocos meses después, el 30 de octubre de 2001, se inauguró en Gijón la escultura «Homenaje a las Brigadas Internacionales» basada en una maqueta dejada por el escultor cangués.
Homenaje a las Brigadas Internacionales, 2001. UBICACIÓN: Plaza de las Brigadas Internacionales, Gijón. Foto: Pablo Gómez
Desde el «Tous pa Tous» aplaudimos en Amador, no sólo el feliz resultado de su investigación, sino también su ardiente vocación de investigar. La tarea del escultor es ardua porque maneja materiales fuertes de difícil dominio y complicada naturaleza. Nuestro aplauso debe ser también de acero inoxidable.
El próximo lunes 5 de febrero, a las 19:30 horas, en la Casa de Cultura «Palacio de Omaña» inauguraremos la exposición «Amador, de vuelta». Traer a Amador y su obra a Cangas, de vuelta a su pueblo, es una idea que llevamos tiempo queriendo realizar, ya que lo sentimos como una obligación, y ahora va a ser posible gracias a la incondicional colaboración del hijo del artista, Amador Rodríguez Calvo, así como a la desinteresada labor de dos grandes creativos cangueses como son Francisco Jesús Redondo Losada y José Ramón Puerto Álvarez que ejercerán de comisarios de la exposición. Sirvan estas líneas para enviar nuestro más sincero agradecimiento a los tres. Y a todos nuestros socios y seguidores, sólo deciros, que allí os esperamos.
Ficha de la fotografía del ‘Arxiu Mas’ (Archivo Mas).
Adolf Mas Ginestà (Solsona, 1860 – Barcelona, 1936) se formó como fotógrafo en Barcelona a finales del XIX. En 1901 funda un primer establecimiento de venta de material fotográfico que se convertiría, unos años más tarde, en el «Estudio de Fotografía A. Mas», antecesor del «Arxiv Mas».
Muy cercano a los círculos artísticos de la época, entre sus clientes habituales destacan instituciones nacionales como es el caso del Instituto de Estudios Catalanes, la Junta de Museos de Barcelona, el Centro de Estudios Históricos de Madrid e internacionales como la Hispanic Society of America, la Frick Art Reference Library, el Metropolitan Museum, la Harvard University, etc.
Después de la Guerra Civil, el Archivo Mas fue adquirido, en 1941, por Teresa Amatller. Este hecho permitió la supervivencia del mismo, incorporándolo así a la colección del Instituto Amatller de Arte Hispánico (Barcelona).
La fotografía que protagoniza esta entrada pertenece al Archivo Mas y fue realizada por Adolf Mas en 1918, en Cangas de Tineo (Asturias), que una década después pasaría a denominarse Cangas del Narcea.
Vestido de paisana. Cangas de Tineo, Asturias, 1918. Fotografía de Adolf Mas perteneciente al Archivo Mas (colección del Instituto Amatller de Arte Hispánico).
Mediante inteligencia artificial (IA) la hemos coloreado para ver si el resultado coincidía con la descripción de su ficha: «Vestido de paisana. Dengue de seda negra y franja encarnada. Falda verde o encarnada con dibujos negros. Delantal seda negra. Justillo de terciopelo negro. Madreñas», y este es el efecto obtenido:
https://touspatous.es/wp-content/uploads/1918-Cangas-de-Tineo-Vestido-de-paisana.png17751306Manuel Álvarez Peredahttps://touspatous.es/wp-content/uploads/logo_touspatous.jpgManuel Álvarez Pereda2024-01-20 16:52:042024-01-22 10:16:36Vestido de paisana de Cangas de Tineo, 1918
En 1979 durante la Transición Democrática se cambiaron los nombres de algunas calles y plazas de Cangas del Narcea. A una de las más principales, la antigua calle de la Iglesia, que desde los inicios de la villa en la Edad Media une la calle Mayor con la iglesia parroquial, se le puso el nombre de don Rafael Fernández Uría, suprimiendo el nombre de avenida de Galicia que le habían puesto los vencedores de la Guerra Civil en homenaje a las tropas gallegas que tomaron la villa el 22 de agosto de 1936. La decisión de este cambio lo acordó por unanimidad el pleno del primer Ayuntamiento democrático después de la dictadura franquista, presidido por José Luis Somoano Sánchez, y a nadie en la calle le sorprendió este nuevo nombre que reconocía a don Rafael el Médico. Él todavía vivía, de modo que pudo disfrutar de este homenaje y agradecerles personalmente a los miembros de la corporación este acuerdo.
Calle de la iglesia en plano del s. XVIII y calle Rafael Fernández Uría en la actualidad.
Desde aquel cambio de callejero han pasado más de cuarenta años y hoy, muchos vecinos de Cangas que lean su nombre en la calle no sabrán quien fue este hombre bueno. Por este motivo, y porque creo que la vida de una persona que fue ejemplar para la comunidad no debe de olvidarse, he escrito esta semblanza.
DON RAFAEL EL MÉDICO (1904 – 1982)
Juaco López Álvarez
Don Rafael nació en el palacio de los Uría en el pueblo de Santolaya, una familia hidalga con palacio y escudo de armas desde el siglo XVI, cuyos miembros tuvieron un gran protagonismo en la vida local desde finales del siglo XVIII y durante todo el siglo XIX. Su tatarabuelo, Antonio Uría Queipo, fue un ilustrado en cuya casa estuvo el mismísimo Jovellanos, y su bisabuelo, José Uría Terrero, y su abuelo fueron destacados liberales en la Cangas decimonónica. El abuelo, Rafael Uría del Riego (1820-1901), fue ahijado del famoso general Rafael del Riego, primo carnal de su madre, del que tomó su nombre, y, como su hermano José, al que están dedicadas las calles Uría de varias poblaciones asturianas, militó en el liberalismo y participó en la revolución de septiembre de 1868, que provocó la caída de Isabel II. Ambos hermanos fueron muy activos en política y ostentaron cargos importantes. José, a nivel nacional, fue diputado a Cortes por el distrito de Cangas del Narcea y director general de Obras Publicas, y Rafael, a escala más local, fue diputado provincial y alcalde de Cangas del Narcea. Este abuelo de don Rafael fue una persona muy singular; un audaz empresario que invirtió en la explotación de madera en Ibias, en ferrerías en Allande, en un alto horno en Navia y en la compraventa de montes y tierras, pero al que todos estos negocios le salieron mal. Se casó con Evarista Flórez-Valdés. Tuvieron cinco hijos: Carlos (1858-1900), Rafael (1859-1933), José, Antonio (1864-1927) y Blanca. Como ninguno de los varones se casaba decidieron que la única hermana, Blanca, debería de hacerlo para asegurar la continuidad de la casa. Se casó en 1901 con Antonio Fernández Fernández, vecino de la parroquia de Santolaya, de la casa de Cueiras, un hogar de campesinos acomodados, que, como no era el primogénito, es decir, no iba a heredar casi nada, había emigrado a Madrid. Allí, según tradición familiar, trabajó como sereno y sirviendo en la casa del duque de Alba, dos ocupaciones muy habituales entre los cangueses en la Corte. Era un hombre serio y organizador, que mantuvo la casa de Uría en unos tiempos en los que estas casas de terratenientes estaban desapareciendo. En los años veinte obtuvo premios en concursos de ganado. Fue concejal del ayuntamiento de Cangas del Narcea en 1927 y en abril de 1931 salió elegido en la candidatura republicana. Militó en el partido de Izquierda Republicana. El matrimonio tuvo cuatro hijos: María, que murió de tuberculosis con 16 años en diciembre de 1917, Rafael, Julia y Nieves. La madre falleció joven, en mayo de 1915, con 46 años de edad.
Edificio nº 5 en la Cava de San Miguel, Madrid, donde residió en sus años de estudiante de medicina don Rafael.
Don Rafael nació en Santolaya el 8 de septiembre de 1904. Estudió en la escuela de Cangas del Narcea con doña Jovita Rodríguez y don Ibo Menéndez Solar. Hizo el bachillerato interno en el Colegio de los Dominicos de Oviedo y al acabar se fue a Madrid a estudiar medicina en la Universidad Central. Como en la familia no sobraba el dinero, se alojaba en una pensión de la calle de la Cava San Miguel, número 5, junto a la plaza Mayor, donde en invierno estudiaba envuelto en una manta. Terminó la carrera en junio de 1929, con veinticinco años, y se presentó ese mismo año a oposiciones a tocólogo (según La Maniega, 23, noviembre-diciembre, 1929), aunque no sabemos con qué resultado.
La intención de este joven licenciado en medicina siempre fue la de volver a Cangas y establecerse aquí. Nunca tuvo deseos de quedar en Madrid o ejercer la profesión fuera de Cangas. Por eso en 1930 está instalado en Cangas y en mayo de 1931 es nombrado «médico interino del Juzgado de Primera Instancia de Cangas del Narcea».
Es uno de los fundadores del Partido Republicano en Cangas del Narcea en septiembre de 1930. Forma parte de la primera junta directiva, que esta integrada por trece hombres, que son profesionales, empresarios, comerciantes, industriales y tres obreros. Algunos de ellos son también, como don Rafael, descendientes de liberales y republicanos del siglo XIX, como Gumersindo Díaz Morodo «Borí», Genaro Flórez González-Reguerín, Santiago García del Valle o Mario de Llano. Don Rafael es nombrado secretario. Este partido obtendrá unos buenos resultados en las elecciones municipales de abril de 1931, aunque no las ganará. Sin embargo, con la proclamación de la República el 14 de abril se hará cargo de la alcaldía su presidente Mario de Llano.
Don Rafael se casó en 1934 con Milagros Rodríguez Muñiz, hija del confitero Eduardo Rodríguez Francos y Florentina Muñiz Méndez. Tuvieron una hija, Blanca.
Don Rafael y su esposa Milagros en 1934. Fotografía Art Roca (Madrid).
Con el golpe de estado del 18 de julio de 1936 y la entrada del ejercito franquista el 22 de agosto de ese mismo año, es destituido de su puesto de médico forense y encarcelado. Entra en la cárcel el 9 de septiembre y al día siguiente también detienen a su padre por sus ideas republicanas. Dos días después les comunican que para salir de prisión tienen que pagar una multa de un millón de pesetas, una cantidad extremadamente alta en comparación con las multas que se ponen a otros presos en esas misma circunstancias. Horrorizados por lo que están viviendo con las sacas de presos, que son fusilados en las cunetas, y teniendo en cuenta que carecen de ese dinero deciden entregar como aval todos sus bienes para salir de la cárcel. Según Tano Ramos, que está investigando la represión franquista en Cangas del Narcea, esta multa exorbitada fue la consecuencia de un hecho en el que se vio involucrado don Rafael. En septiembre de 1936 los franquistas matan de noche a Pepín Ordás, vecino de Ambasaguas, y su madre, Esperanza, se entera a la mañana siguiente cuando le lleva el desayuno a la cárcel; va hasta el cuartel de la Guardia Civil, sede de la comandancia militar, y allí increpa a los guardias gritándoles: «¡Asesinos, criminales!», en un estado de gran nerviosismo. Cuando llega a su casa, su hija Mercedes, viendo su estado de ansiedad, avisa a don Rafael que acude a atenderla. En ese momento llegan dos guardias civiles a detener a la madre, pero sale don Rafael a la puerta y les dice que mientras la enferma esté bajo su custodia no se la pueden llevar. Los guardias no volvieron más, pero don Rafael fue encarcelado esa misma tarde del 9 de septiembre. Con el aval de sus propiedades, él y su padre son liberados el 11 de septiembre.
Volverán a ser detenidos el 2 de abril de 1937, pero al día siguiente consiguen cumplir el arresto en su domicilio. Son juzgados en un consejo de guerra el 17 de abril. Don Rafael sale absuelto, gracias a las declaraciones favorables de personas afines al nuevo régimen. En cambio, su padre es condenado a ocho años de cárcel, que cumplirá en la Isla de San Simón (Vigo); saldrá en libertad tres años después, en abril de 1940, y fallecerá al poco tiempo.
Don Rafael coincidió en la cárcel de Cangas con Pepe Llano y Pepe Álvarez Castelao, otros dos republicanos de familias pudientes de la villa. En ese tiempo se incorpora al léxico de la familia de don Rafael el dicho: «en esta vida vale más ser el paño que la tijera», que le dice doña Balbina Castelao Gómez a Milagros, la mujer de don Rafael, refiriéndose a que vale más pasar penalidades uno mismo que ser tú la causa de esas penas en otras personas. Será una sentencia muy repetida en la familia, donde se valora la bondad sobre todas las cosas.
La represión franquista también afectó a otros miembros de la familia de don Rafael: a sus dos cuñados, también médicos y republicanos. El marido de su hermana Julia, Alfredo del Coto, natural de Tineo y amigo íntimo del republicano José Maldonado (1900-1985), alcalde de Tineo entre 1931 y 1933, estuvo exiliado durante ocho años en Francia. Y el marido de Nieves, Primitivo Suárez, fue fusilado el 19 de abril de 1937 en el cementerio de Arayón, al día siguiente de dictarle la sentencia de pena capital tras un veloz consejo de guerra.
Ante este estado de cosas, don Rafael vivió muy atemorizado durante estos años de guerra y postguerra, pero no rendido. Trabaja por su cuenta como médico en Cangas del Narcea, y hace a escondidas algunas salidas nocturnas para atender a fugados en el monte o represaliados políticos, corriendo un gran riesgo. Una vez le llamaron para asistir al parto de una mujer fugada con su marido y lo llevaron, desde La Regla de Perandones a Veiga de Hórreo, con los ojos tapados para que no supiera donde estaban escondidos. También atendió a finales de los años cuarenta al padre de los Manzaninos, José Fernández, que estaba escondido con dos hijos en la bodega de la casa de su hija Lola, en Ambasaguas.
Cangas del Narcea. Calle de la Iglesia (actual, calle Rafael Fernández Uría) y esquina de la calle Dos Amigos, 1965.
Era un hombre de pocas palabras, pero preciso y certero en sus diagnósticos. Una de las anécdotas que se cuenta de él es la de un paisano que lo describió del siguiente modo: «Falar, fala pouco, pero cavilar, muito cavila». Tenía un carácter similar al de su tío Antonio y al de otros Uría de la familia. De este tío se escribió a su muerte que era un «hombre recto, de carácter amable, ecuánime y sencillo en extremo, era querido por todo el mundo y respetado en sus juicios y apreciaciones, ya que gozaba de fama de buen calculista y pensador profundo y certero». Y también que era «tan bueno, tan pacífico, que en los sesenta y dos años de su vida jamás ha reñido con nadie, ni levantado una voz más alta que otra» (La Maniega, 6, febrero de 1927). Así era también don Rafael.
En 1947 es rehabilitado por el régimen franquista y reingresa a su cargo como médico forense. Lo destinan al juzgado de Belmonte de Miranda, pero solicita una excedencia porque no quiere marchar de Cangas. Seguirá dedicado a la medicina privada hasta 1950 en que vuelve a ocupar el puesto en el juzgado de Cangas del Narcea. Pasado el vendaval de la guerra y la represión, vuelve don Rafael a una vida rutinaria. Se traslada en 1959 a vivir al primer piso del número 2 de la calle Dos Amigos (hasta entonces había vivido en la calle de La Fuente), a una de las primeras casas de pisos que se levantaron en la villa en aquel tiempo.
No era una persona de bares ni de vida pública. Él mismo se declara en 1937 «de carácter apocado y hombre muy casero». Era miembro de la Sociedad de Artesanos encargada de La Descarga, pero tenía pánico a los voladores. Le gustaba la soledad y se entretenía a menudo jugando a los solitarios con la baraja. También le gustaba la naturaleza, los paseos por el campo y bañarse en el río, y era conocido su miedo a los perros. Amigo de la conversación y la tertulia, pero con pocas personas. En los años cuarenta y cincuenta se reunía en la rebotica de la farmacia de Peñamaría (actual farmacia Pereda) con su propietario, Joaquín Peñamaría, y el médico Manolo Gómez y su hermana María, y en los setenta iba a casa del abogado Mario Gómez del Collado en las tardes de invierno. El anfitrión era hermano de Grato, otro fundador del partido republicano y estudiante de medicina, que fue fusilado en Luarca por los franquistas en 1937 con 27 años de edad. En aquellas tertulias privadas se hablaba de todo.
Placa profesional del médico don Rafael.
Don Rafael, gracias a su buena memoria, era un gran narrador de historias y anécdotas que le habían sucedido a él en el ejercicio de su profesión como médico. Muchas de esas historias eran el resultado del contraste entre la vida y la mentalidad urbana y la rural, entre el licenciado en medicina, comprensivo y bueno, y la cultura de los campesinos marcada por las creencias populares, la tradición y la subsistencia.
Heredó el palacio de sus antepasados en Santolaya, y lo cuidó con esmero y perseverancia, en tiempos en los que el destino habitual de estas casonas era el abandono. Supo, además, transmitir a su hija y a sus nietos el interés por este patrimonio. Hoy, es uno de los pocos palacios que existen en Asturias que sigue en manos de la misma familia que lo construyó. En 1976 el historiador Alberto Gil Novales (1930-2016), especialista en el Trienio Liberal, les dedicó a don Rafael y a don José Suárez Faya, párroco de Cangas del Narcea, su libro Rafael del Riego. La Revolución de 1820, día a día (Editorial Tecnos, Madrid), calificándolos de «entusiastas de su tierra y de su historia». Don Rafael, que llevaba el nombre de su abuelo, que a su vez, como ya dijimos, se lo debía al mítico general del liberalismo español, colaboró con Gil Novales buscando información sobre el general Riego:
Y el inteligente y simpático don Rafael Fernández Uría, médico de Cangas a quien este libro va dedicado, me comunicaba en carta del 26 de febrero de 1975 que al indagar en Tuña (casa natal del general) sobre la existencia de documentos a él relativos, se le contestó «que sí era cierto que los había antes de la guerra civil, pero que el temor a represalias, durante ésta por su tenencia, les hizo ocultarlos en el campo, con la consiguiente desaparición», datos que comprobé yo mismo en una visita posterior a Tuña.
Don Rafael se jubiló en 1974. Se le organizó una comida de despedida en la que leyó un discurso que hemos encontrado en el archivo de Mario Gómez del Collado y que acompañamos a esta semblanza. Siguió atendiendo a sus conocidos y a las familias de sus antiguos correligionarios políticos hasta casi el final de sus días. En los últimos años, durante la Transición Democrática, como otros muchos de aquellos viejos republicanos y liberales españoles de los años treinta, fue un gran admirador de Adolfo Suárez y de su reforma política. Murió el 4 de enero de 1982.
En 1989, Nieves López, vecina de Cangas del Narcea, le dedicó un poema en la revista La Maniega, nº 48 (Cangas del Narcea, enero-febrero, 1989):
«Don Rafael»
¡Ay! que médico, Dios mío,
tuvimos en este Cangas,
trabajador, listo, bueno,
nada egoísta, con garra.
Recorrió todos los barrios,
sin cobrar una peseta,
con viento, frio y nieve,
alumbrando con linterna.
Ayudó a curar los maquis,
recorrió montes y vegas,
trajo al mundo niños pobres,
hijos de huidos de guerra.
A este hombre inigualable,
entregado a su carrera,
solo le imponía respeto
un perro en la carretera.
Era parco de palabras
y una vez una mujer
dijo de él, una frase
que demostró su valía:
«Don Rafael fala pouco,
cavilar, muito cavila».
Rafael Fernández Uría, año 1980.
Minuta para el acto de despedida
(de Rafael Fernández Uría, médico forense)
DOS PALABRAS nada más, contando con vuestra benevolencia y agradeciendo a unos y a otros la asistencia y presencia en este acto. Dos palabras cargadas de emoción por el significado y por las circunstancias que se me imponen.
AMIGOS TODOS. Siempre he sentido gran satisfacción en estas reuniones de hermandad y de compañerismo, como en San Raimundo de Peñafort, Santa Tasa y tantas otras; y gran sentimiento, en mayor o menor grado, con ocasión de despedidas de amigos funcionarios, de tantos como nos dejaron con su marcha durante años. Y hoy, por fuerza de la edad y de la reglamentación del caso, me toca a mí despedirme.
Se ha dicho, por voces autorizadas, que la jubilación encierra dos direcciones: una, la confortable, de lograr el deseado descanso después de muchos años de tarea profesional, con sus placeres y sinsabores inevitables; y otra, la desagradable, por sensación del retiro, es decir, de agotamiento, de incapacidad y si se quiere de complejo, al verse el jubilado en campo tan distinto y desacostumbrado, el ocio al fin. Pero yo creo, sin embargo, que en mi caso podré sobrellevar esta situación satisfactoriamente con la compañía de mi esposa e hijos, y con la ilusión del desarrollo y encauzamiento de mis nietos; y, además, porque sin ambiente extraño, como natural de estas tierras, seguiré entre vosotros viviendo en el mismo marco, contando con vuestra amistad y compañía, y con mayor o menor proximidad. Así pues, nada de incapacidad ni de complejo, sino con optimismo; a vivir se ha dicho y desde luego a vuestra disposición.
Guardo entrañable recuerdo de los compañeros médicos que me han precedido en el cargo, de los jueces y funcionarios judiciales que durante tantos años me han auxiliado o me hicieron más llevadera y menos ardua mi función forense, y de los profesionales del derecho y de la medicina con quienes he mantenido y mantengo, más que por méritos propios por deferencia inmerecida hacia mi persona, afable y sincera relación y colaboración. A todos mi mejor recuerdo y más sincera gratitud.
El médico, por sagrado deber y verdadero honor, debe llevar la salud a los más recónditos lugares, en todo tiempo, y me queda la satisfacción de haber pateado todo el territorio del concejo y casi del partido [judicial], incluso en años en que las grandes dificultades de comunicación, y de carencia de personal y de medios auxiliares, constituían verdadera penuria. También debe el médico auxiliar a la Justicia y al necesitado; en lo primero, mi función de forense ha sido cumplida en cuanto ha estado a mi alcance, y en lo segundo, puedo contar sin vanidad y sin vanagloria, que también he llegado muchas veces, con desinterés económico y con todo interés profesional, hasta la cama del pobre tanto como a la del rico. Esto queda para mí, con especial recordación y satisfacción.
Podría contar infinidad de anécdotas profesionales, de tantos años, ya que el anecdotario es un resumen de la vida y un historial de cada persona o circunstancia, y todo ello vendría a cuento, puesto que al fin me voy retirado de mis funciones, y no sin dejar huella de mis actos. Pero no quiero excederme de estas dos palabras, ni tampoco silenciar algunos recuerdos al respecto. Me decían que casi tendría tantos conocimientos como un abogado, porque veían en mi despacho muchos libros. Que por ser yo, persona de pocas palabras, acertaría o no con la enfermedad del paciente, pero por lo menos mucho cavilaba, es decir, mucho pensaba en la dolencia; aunque la verdad es que, terminado el reconocimiento y la prescripción facultativa, ningún pensamiento me quedaba, como no fuese por la dificultad del regreso a casa. Que podía ir tranquilo hasta el pueblo de residencia del enfermo, porque no había perros por el camino y que si alguno aparecía el acompañante se encargaría de tornarlo; porque cierto es que los perros, mastines por lo regular, y pese a su lealtad al hombre, no me inspiraban gran seguridad, y porque, sin alarde alguno, confieso que el miedo es libre. Y al paisano que me acompañaba en el trayecto solían preguntar los labradores desde sus fincas de labor, que contemplaban nuestro paso: – «¿Para quién va?», y el acompañante contestaba: «Para fulano de tal, de tal pueblo que está de plumonía»; pero tantas veces preguntaban, que el paisano familiar del enfermo, ya cansado de atender, en cuanto veía que uno se acercaba, sin esperar a la pregunta, decía que «va para fulano, de tal pueblo y de tal casa, que está en la cama», y así sucesivamente.
En una de tantas autopsias practicadas, me decía uno de los presentes: – «Tenga cuidado de que todo lo que salga caiga en tierra sagrada» (se refería al terreno del camposanto o cementerio). Y en otra ocasión advertían: «Que no se toque en el muerto hasta que venga la justicia. Y ¿qué es la Justicia?, pues la Justicia debe ser ese rabañau de xente que vien de cuando en cuando a ver las fincas».
Las demás anécdotas, siempre interesantes igualmente, quedan en el archivo de la memoria. Y así llego a punto de terminar.
Yo deseo a todos los presentes la mejor suerte en sus respectivos cometidos y que puedan llegar a la jubilación, al retiro o al descanso con el mismo bienestar que afortunadamente me acompaña.
Agradezco a todos, repito, la asistencia y presencia en este acto, que embargando de emoción mis palabras, tan solo me deja ya decir, con la esperanza y con la ilusión posible: hasta luego.
Y levanto mi copa como brindis de despedida y como símbolo de gratitud. A todos mil gracias y un cordial abrazo.
Cangas del Narcea, septiembre de 1974.
Gracias al magnetofón de Mario Gómez del Collado, en la fonoteca del «Tous pa Tous» conservamos el final de este discurso de la propia voz de don Rafael. Un estupendo colofón a esta semblanza. Escuchemos aquí a nuestro protagonista.
https://touspatous.es/wp-content/uploads/Don-Rafael-en-1980.jpeg697526Juaco López Álvarezhttps://touspatous.es/wp-content/uploads/logo_touspatous.jpgJuaco López Álvarez2023-12-08 00:43:032023-12-10 11:47:42Don Rafael el Médico (1904 - 1982)
El productor audiovisual Benito Sierra (Cangas del Narcea, 1976) estrena este segundo documental sobre la minería en Cangas del Narcea (Asturias) los días 7 y 8 de diciembre de 2024. Tras el éxito cosechado por «Huellas mineras» este nuevo trabajo, que complementa al anterior, recoge testimonios de los trabajadores de la primera época de la minería canguesa. Son personas que desde muy jóvenes «venían de trabajar en las vides y en la ganadería, e iban a buscarse la vida a la mina».
El tráiler oficial fue presentado en el Teatro Toreno de Cangas del Narcea el pasado 2 de diciembre de 2023. Al igual que «Huellas mineras: Patrimonio Industrial en Cangas del Narcea» este reportaje cuenta con la colaboración del «TOUS PA TOUS. Sociedad Canguesa de Amantes del País».
https://touspatous.es/wp-content/uploads/memoria-de-los-nuestros.jpg800767@touspatoushttps://touspatous.es/wp-content/uploads/logo_touspatous.jpg@touspatous2023-12-04 10:32:032024-12-05 10:22:07Tráiler oficial del documental «Memoria de los nuestros»
LA MANIEGA (2ª Época) es una revista bimestral de información y de opinión, que fue editada por la Asociación Cultural Pintor Luis Álvarez de Cangas del Narcea desde abril de 1981 hasta diciembre de 2016.
El número cero, fechado en abril de 1981, salía a la luz con el epígrafe «Realidades y esperanzas de un Concejo» y la redacción la componían: Eloína García, José María G. Azcárate, Sandalio Gurdiel, Manuel Meléndez, Xuxé Mª Rodríguez (Chema), José Luis R. Mera y Merchi Tejón; con Francisco González y Amador Otero en la fotografía y Neto como dibujante.
En nuestra línea de trabajo en la recuperación de la historia de Cangas del Narcea, ya hemos digitalizado la primera década de esta revista, sus 60 primeros números, que agrupados por años, desde este fin de semana se pueden consultar y descargar en el siguiente enlace: LA MANIEGA 2ª Época (1981-2016)
Junto a estos números también están disponibles los 24 correspondientes a sus cuatro últimos años (2013-2016), cuya digitalización nos la facilitó desinteresadamente el propio director de esta publicación local, nuestro socio José María G. Azcárate.
https://touspatous.es/wp-content/uploads/portada-La-Maniega-Num.32.jpg800805@touspatoushttps://touspatous.es/wp-content/uploads/logo_touspatous.jpg@touspatous2023-11-18 23:38:262023-11-18 23:38:26Ampliamos hemeroteca en la web del Tous pa Tous: «La Maniega» (1981 – 1990) y (2013-2016)
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