Publicación de noticias históricas relacionadas con la historia, el arte, la literatura, etc. de Cangas del Narcea.

Un nuevo artículo de Odón: «Dos sangrías» (1909)

Mozas de Cangas del Narcea, hacia 1915. Fotografía de Benjamín R. Membiela.

Siguen apareciendo, gota a gota, algunos ejemplares de periódicos editados en Cangas del Narcea que no conocíamos. En este caso se trata de un ejemplar de El Narcea, núm. 199, de 13 de noviembre de 1909, dirigido por el maestro Ibo Menéndez Solar. En la crónica local de ese número se escribe sobre los proyectos para construir un cementerio, un matadero y un lavadero, tres aspiraciones de los habitantes de la villa de Cangas, que irán llegando poco a poco en ese primer tercio del siglo XX. En la portada aparece un articulo de Odón Meléndez de Arvas (Carballo, 1851-Cibuyo, 1923), que hoy traemos aquí porque no aparece en la colección de artículos de este periodista local que publicó el «Tous pa Tous» en el libro Artículos periodísticos (1903-1917), en edición de Ángeles Martínez Álvarez.

Odón Meléndez de Arvas fue un maestro de Cangas del Narcea que vivió en el pueblo de Cibuyo y ejerció en la escuela de La Regla de Perandones. Pero, además, fue un activo periodista que colaboró en la prensa que se editaba en Cangas del Narcea y en otras localidades asturianas. Publicó en La Verdad, El Narcea, El Distrito Cangués, del que fue jefe de redacción, y La Voz de Cangas, editados en Cangas del Narcea, y en La Justicia de Grado. Odón era una persona de arraigadas ideas republicanas, que escribió numerosos artículos costumbristas sobre la vida rural y de opinión, siempre defendiendo sus dos grandes intereses y preocupaciones: la instrucción pública y los campesinos. Fue presidente de la Asociación de Maestros de Primera Enseñanza de Cangas del Narcea. Nunca rehuyó la polémica.

En este articulo titulado «Dos sangrías» se lamenta de la emigración a América y del servicio militar con destino a la guerra de África, que sangraba a la juventud canguesa de ambos sexos en aquellos años, y reivindica la importancia de la agricultura y la instrucción publica, imprescindibles para tener una sociedad en paz, prospera y feliz. Curiosamente, algunas de las opiniones de Odón siguen vigentes en la actualidad.


 

DOS SANGRÍAS

 

Hace bien pocos días, paseábamos por la carretera que conduce de Cangas a Ventanueva y vi venir en dirección a la villa unas muchachas –creo que eran seis-; parecían todas menores de veinte años; eran hermosas, como son casi todas las hijas de la montaña; sencillas, también como las costumbres de su pueblo, y en el rostro de todas destacábase el sello de la pureza. No iban contentas; conocíase que habían llorado, y en vano trataban de ocultarlo: sus ojos estaban enrojecidos, y el frote de los pañuelos tardaba en borrar las huellas que marcaran las lagrimas que aquella mañana derramaran. ¡Debieron ser hirvientes y amargas! Algunos pasos más atrás, otra media docena de hombres las seguían, cabizbajos, sin hablarse una palabra.

Pasó ante mí aquella extraña comitiva y por el camino que se llama del Coto apareció otra del mismo modo; en esta iban cuatro muchachas. No pude ya contener mi curiosidad y pregunté a uno de los hombres, que también las acompañaban, que adonde iban aquellas muchachas. – Marchan hoy a La Coruña a embarcar para Buenos Aires, me contestó; deben reunirse en Cangas unas veintidós, con algunas que vienen del río de las Montañas y creo que alguna de Sierra.

Más tarde, pasaron también algunos jóvenes, y otros que no eran tan jóvenes, casados, que dejaban su familia y su patria y se marchaban también a América. Y, por último, un anciano a quien conocía, agobiado por el dolor y los años, pasaba por junto a mi llorando.

– ¿Qué te pasa, hombre?

– Se me marchan hoy dos hijas para Buenos Aires.

– ¿Y por qué las mandas? ¿No sabéis a lo que se exponen esas criaturas por el mundo?

– ¿Y qué quieres? Los años van malos; este año no se coge pan para volver a sembrar y para la renta; y para pasar hambre bastamos los viejos, que ya no podemos ir a ninguna parte. Las muchachas quieren vestirse, va llegando el tiempo de colocarlas, y la tierra no produce para comer después de pagar las contribuciones, las rentas, los intereses … y con ganado de a medias.

Ni tuve que le decir, ni él pudo decirme más; arreciaron las lagrimas, de seguro más amargas que la cicuta, y siguió su camino.

Aquel hombre tenía también un hijo en el Ejército. Acaso a la misma hora en que aquel hijo embarcaba en Cádiz para Melilla, gritando como todos «Viva la Patria», sus hermanas salían para La Coruña maldiciéndola. ¡¡Qué contraste!! Maldiciéndola, si; la miseria las había expulsado del hogar paterno; la Patria no les diera siquiera instrucción. Para la lucha que principiaban a sostener por la existencia, para la conquista del pan, no tenían recurso alguno; y como armas defensivas no llevaban mas que la honradez heredada y los consejos de su padre. ¡Era bien poco! Nada grato llevaban de su patria, mas que los besos que su madre les diera al despedirse. ¡Y por esta patria ingrata, que hace verter tantas lagrimas al pobre, vierte su sangre el hijo del pobre, gritando «Viva la Patria»!

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Cuando los buques cargados de emigrantes españoles llegan a América, otros que emigraron antes burlando las leyes, y que debieran estar en Melilla, preguntarán a los que llegan cómo se baten los tímidos que quedaron (porque es la verdad; los más arrojados y lo más sano de la juventud está en América). Como leones, les dirán; y aquellos jóvenes que huyeron, no del servicio militar, sino también de la miseria, llorarán por no estar en su puesto, porque así es la sangre española.

¡Oh, Patria, por cuantos motivos haces derramar lágrimas! Yo te amo tanto como amé a mi difunta madre; y si algún día tuviera también que dejar el hogar donde nací y renunciar a la hermosura de tu cielo, lo templado de tu clima, la hermosura de tus campos, el canto de tus pájaros, el cristal de tus aguas, o lo que sería peor, que la miseria me hiciese, como a aquel viejo, desprenderme de mis hijas, lanzándolas al mundo, donde acaso la violencia en la bodega de un buque o el hambre en tierra extraña o el engaño perverso, me las llevase a la deshonra, no por eso te maldeciría.

¡Pobre España! Dos sangrías funestas te debilitan: la emigración y la guerra. El pueblo derrama lagrimas junto a los vagones que conducen a los soldados a la guerra. El que piense cuerdamente, las derramará también al ver alejarse un buque cargado de emigrantes, aun cuando en él no vayan sus hijos.

La imprevisión y la ignorancia abrieron esas sangrías. La mayor parte de los emigrantes son hijos de labradores. La agricultura, esa nodriza de la humanidad, va secándose, no se la protege; los impuestos, la agobian; rentas odiosas, la estrujan; la usura, la muerde; los poderes públicos, la abandonan; y por esto, los brazos fuertes huyen de ella. A la misma altura se encuentra la instrucción del pueblo; todo para ella es mezquino. Y mientras la agricultura y la instrucción no sean el eje del Estado, todo está perdido. Habrá que pensarlo mucho para confeccionar una ley que redima los foros, y otras que tiendan a la libertad de la tierra, a fin de que ningún brazo se cruce ante un pedazo de terreno yermo. Habrá que pensarlo mucho también si hemos de gastar más de lo que gastamos en instrucción, para que si alguno emigra a América no le espere la suerte que esperaba en otros tiempos a los hijos de Guinea. Todo esto, que puede vendar casi por completo la sangría de la emigración, y si algo quedase podría ser acaso provechoso, hay que pensarlo mucho. Para ir a la guerra fuimos a escape, lo hemos pensado poco.

Y no convenceréis a nadie de la utilidad de la guerra, aun cuando de ella nos quedásemos con la mitad del imperio de Marruecos. España nunca tuvo más hambre que en los tiempos de Felipe II, cuando el sol no se ponía en sus dominios.

No queremos expansiones coloniales, porque hemos probado al mundo que no servimos para ello. Los que hemos perdido un paraíso en la América y en la Australia, no busquemos compensación en las tostadas arenas del África, dijeran lo que quisieran el Cardenal Cisneros y el apolillado testamento de Isabel I.

Gobernad para el pueblo, y ved lo que el pueblo trabajador, que es la mayoría de ese pueblo que gobernáis, dice por boca de un labrador, a quien se le contaban estos días eso que llaman nuestros recientes triunfos en África: «¿Y qué me importan a mí? Más quisiera tener que comer siendo ciudadano de la República de Andorra o súbdito del príncipe de Mónaco, que vasallo hambriento del Káiser o del rey Eduardo».

La miseria y la falta de instrucción en un pueblo pueden llegar hasta consentir en la desmembración de la patria.

Busquemos el bienestar y la riqueza en la agricultura, en la paz y en la instrucción del pueblo; no lo dudéis, que esta duda no pueden abrigarla los entendimientos medianamente ilustrados. La agricultura y la instrucción solo pueden prosperar cuando enmudezcan los cañones y cuando se enarbole el suspirado estandarte de la paz y la libertad. La prosperidad de la industria agrícola debe ser considerada por el hombre político como una de las bases fundamentales del poder del Estado y del bienestar general.

Este es el único camino que no nos conduce a patrias extrañas, ni en el que se encuentra patria chica ni grande, y desde el cual solo veremos a España rica, feliz e indivisible, madre cariñosa de todos los españoles, los que desde el Estrecho al Cantábrico y desde Portugal al Mediterráneo no tendrán otro canto ni otro grito de amor mas que el de ¡¡VIVA ESPAÑA!!

 

ODÓN

(El Narcea, n.º 199, Cangas de Tineo, 13 de noviembre de 1909)

¿Higiene obrera o trabajadores higienizados? El caso asturiano de ‘A Pin el Ajustador’

Trabajadores de la Fábrica de Armas de Trubia (Oviedo) de la época de la publicación ‘A Pin el ajustador’.

Ovidio Fernández Arbas (Cangas del Narcea, 1965) es Graduado Social, licenciado en Antropología Social y Cultural y Máster en Historia y Análisis Sociocultural. Doctor por la Universidad de Oviedo con una tesis titulada Seguridad, higiene y salud en el trabajo: prácticas, discursos y representaciones. Asturias (1938-1971), entre sus obras figura la que resultó ganadora del Premio de Ensayo “Conde de Campomanes” en su 3ª edición bajo el rótulo Salud y trabajo en Asturias (1775-1932). Aproximación crítica a la Historia de la Higiene Obrera a través de sus discursos, antecedentes y precursores. Dentro de este ámbito de trabajo también se ha dedicado al análisis y estudio de parte de la obra de Mario Gómez Gómez, fundador del Tous pa Tous. En este sentido, en el año 2005 publicó en El Catoblepas. Revista crítica del presente, en su número 45, el artículo “¿Higiene obrera o trabajadores higienizados? El caso asturiano de A Pin el Ajustador”, en el que realiza un pormenorizado y profundo análisis de esa obra educativa de Mario Gómez, a la que su autor proporcionó forma de novela epistolar, lo que sin duda le ayudó en su tiempo a proyectar sobre los obreros las ideas higienistas propias del paternalismo industrial. Una parte de A Pin el ajustador se publicó por entregas entre 1913 y 1916 en el semanario Cultura e higiene, de Gijón, dirigido por Santiago Nájera Alesón, justo antes de aparecer en libro ese mismo año de 1916. Esa primera edición se distribuyó entre los socios de la revista y los casinos y círculos obreros, pero el hecho de ser un ejemplar demandado por escuelas, librerías, centros obreros y emigrantes asturianos en Cuba posibilitó que se reeditara en 1919.

Desde esta asociación queremos agradecerle a nuestro socio Ovidio Fernández Arbas la gentileza de dejarnos reproducir íntegramente su artículo sobre A Pin el Ajustador.


 

El origen cangués de Antonio de Nebrija, el primer humanista hispánico

A mi hermana Elisa y mis sobrinas Magdalena, Julia y Olivia.

 

Antonio de Nebrija (Lebrija, c. 1441 – Alcalá de Henares, 1522), ocupa un lugar destacado en la historia de la lengua española por ser el autor de la primera gramática castellana, publicada en Salamanca en 1492 (tres meses antes del descubrimiento de América), de un primer diccionario latino-español ese mismo año y de otro español-latino hacia 1494.

Antonio de Nebrija (c. 1441-1522) célebre por su Gramática castellana (1492), primera gramática en una lengua europea moderna fue el principal introductor del Renacimiento italiano en la Península Ibérica, a partir de 1470. De ahí que podamos sostener que fue el primer humanista hispánico.

El pensar que el segundo escritor del mundo (y el primero en España) en reclamar derechos de autor para sus obras, más de dos siglos antes de que se inventase el copyright anglosajón (Estatuto de la Reina Ana, 10 de abril de 1710), pueda tener origen cangués, fondeó en mi cabeza al enterarme de sus verdaderos apellidos.

Los padres de este ilustre humanista fueron Juan Martínez de Cala e Hinojosa y Catalina de Xarana y Ojo, descendientes en cuarto grado de los caballeros Juan Martínez de Cala y Lorenzo de Xarana, que con su valor y esfuerzo lograron conquistar a la morisma la ciudad de Sevilla y, entre otras poblaciones, la villa de Lebrija, antigua Nebrissa Veneria. Por tanto, estamos hablando de que su verdadero nombre completo es Antonio Martínez de Cala y Xarana.

Los datos de su linaje y de su biografía se han podido entresacar de un manuscrito existente en la parroquia de Santa María de Lebrija y de otro, número 8470 de la Biblioteca Nacional. El primer manuscrito citado es un infolio de Testamentos, Informaciones, Legados, Rentas, Dotes, etc., que contiene también el proceso de petición de prueba de hidalguía, verificada en Lebrija el 20 de septiembre de 1720 a favor de don Andrés Moreno de Castro, cuyo abuelo séptimo fue Martín Pérez de Xarana, hermano de Catalina (madre de Antonio de Nebrija) y de Juan Miguel, todos hijos de Antón Martín de Xarana, «cavalleros hijosdalgo». Por este manuscrito se llega al conocimiento de los nombres de los padres y abuelos paternos y maternos de este nebrisense o lebrijano.

Según el citado manuscrito (fol. 133 v.) su apellido paterno Cala tiene una antigüedad de 2.571 años, y proceden sus poseedores de la colonia Rosas (Ciudadela de Rosas), que se cree fundada por los rodios en la provincia de Gerona, estableciéndose en tiempos de los árabes en el valle que de su nombre se llamó Valcala, en Asturias.

Pero no es este apellido el que llamó mi atención, sino el apellido materno Xarana. Para los asturianos esta palabra es sinónimo de jarana, juerga… y los cangueses la vemos simbolizada en la simpática y fiestera peña femenina de la pólvora «La Xarana».

Y precisamente, es de este segundo apellido, Xarana, de donde viene el que podamos asentir el origen cangués de nuestro ilustre protagonista. Sobre este apellido, en el folio 110 del manuscrito custodiado en la parroquia de Santa María de Lebrija se pueden leer los siguientes versos que copio fielmente:

BLAZON.

Desienden de la Montaña
Rivera del Rio Xuran
Los de Xurana que están
Fundados por toda España.

Con esfuerzo Ardid y Maña
Ganaron Cruz pʳ . Trofeo
Son de Cangas de Tineo
De Noble Estirpe y Compaña.

Es linaje Infanzonado
Portan por armas perfetas
Tragantes en barras prietas
Todo en campo colorado.

Dos flores de (lis) oro Azulado
Y en los otros dos cuarteles
Amarillos seis Xaqueles
Por orla cielo Estrellado. (8 estrellas.)

 

Manuel Álvarez Pereda
Villaviciosa de Odón, 24 de marzo de 2023

 

“Justicia y poder en el siglo XVI. La incidencia de facciones locales en el occidente asturiano”

Este libro publicado en 2022 obtuvo el VI Premio de Jóvenes Investigadores de la Fundación Española de Historia Moderna. Se trata de una investigación fruto de la tesis doctoral de Lorena Álvarez Delgado, en la que profundiza en el uso de la justicia y el poder en la Asturias del siglo XVI.

La autora, en este libro, destaca la competencia hegemónica entre algunas de las principales familias del suroccidente de Asturias en el siglo XVI, especialmente los Queipo de Llano, y sus antagonistas, los Omaña, de modo que ambas brindan paradigmas para comprender cómo rivalizaban distintas estrategias en un mismo marco local. Además, se aborda la configuración del linaje de los Queipo de Llano a través de la figura de Juan Queipo El Mozo, comprendiendo así la autoridad y el poder no sólo como parte de un legado, sino también de una construcción.

LORENA ÁLVAREZ DELGADO es Doctora en Historia Moderna con Mención Internacional por la Universidad de Cantabria y la Universidad Autónoma de Madrid(2018). Además es Licenciada en Historia por la Universidad de Oviedo (2007) y Licenciada en Antropología Social y Cultural por la Universidad Nacional de Educación a Distancia(2013). Como investigadora FPU del Ministerio de Educación y Ciencia ha disfrutado de estancias en el Centro de História Além-Mar (Lisboa, 2013) y en el Laboratoire de Recherche Historique Rhóne-Alpes (2010 y 2011). Como docente, ha impartido clases en la Universidad de Cantabria(2012 y 2013) y en la Universidad de Jaén (2016 y 2017), pero también en el programa de Secciones Bilingües del Ministerio de Educación (Rumania, 2015) y en el Cuerpo de Profesores de Educación Secundaria, obteniendo plaza en el Principado de Asturias (2021),donde actualmente desempeña su labor.

Álvarez Delgado, además, ha difundido su trabajo a través de numerosas ponencias y publicaciones. Algunas de estas últimas, por su interés para el conocimiento de la Historia de Cangas del Narcea, las hemos recogido en la Biblioteca Digital del «Tous pa Tous»:

Partiendo del ejemplo de la villa de realengo de Cangas de Tineo, se pretende profundizar en los motivos que pudieron llevar a ciertos concejos a ayudar en la redención de cotos jurisdiccionales eclesiásticos, desamortizados a fines del siglo XVI.

Se incide en los aspectos formales de un proceso inquisitorial singular así como en las circunstancias que originaron la documentación examinada en el siglo XVI.

En torno a las configuraciones de facciones en el suroccidente de Asturias durante la temprana Edad Moderna, ha aparecido de forma recurrente el papel de la Iglesia, dada su importancia para los proyectos hegemónicos de grupos de poder y, especialmente de facciones lideradas por miembros de la pequeña nobleza.

Mediante esta comunicación, se pretende ahondar en la importancia de la comensalidad (pública y privada) en los entornos rurales de la montaña occidental asturiana durante la Edad Moderna.


Emilio Rodríguez (1938-2020), un poeta cangués recuperado

Edición completa de la poesía de Emilio Rodríguez

La Editorial San Esteban-Edibesa, de Salamanca, acaba de editar la obra poética completa de Emilio Rodríguez, Detrás de las palabras. Poesía I y Poesía II (dos tomos de 778 y 770 páginas, ilustrada), en edición de Fr. Bernardo Fueyo Suárez, O. P., y estudio introductorio de María del Sagrario Rollán.

Emilio Rodríguez nació el 9 de julio de 1938 en Villar de Adralés (Cangas del Narcea, Asturias). A los 19 años profesó como dominico, y en 1966 concluyó sus estudios en San Esteban de Salamanca con la Licencia en Teología. Completó su formación en la escuela de periodismo de la Universidad de Navarra (1966-1969) y, a partir de esa fecha, desarrolló su actividad pastoral y profesional en la editorial OPE en Guadalajara, en Salamanca como Director 15 años de Radio Popular y en la comunidad de Parquelagos-Galapagar (Madrid). Falleció el 15 de noviembre de 2020.

Creó y participó en grupos literarios en Madrid, en El Escorial y, sobre todo, en Salamanca, donde animó una tertulia literaria en San Esteban, aún activa, y la revista a ella vinculada Papeles del martes. Es autor de una extensa e importante obra poética, que ahora se edita en dos tomos. El primero reúne veinticuatro poemarios publicados en vida del autor, sus entregas en Papeles del martes, y algunas de las colaboraciones en revistas y obras colectivas. A su muerte, Emilio Rodríguez mantenía aún inédita una parte de su creación literaria, parcialmente conocida por lecturas públicas, por difusión en la red o por dedicatorias personales. Queda toda ella reunida en el segundo volumen. La edición se completa con una selección de sus dibujos, actividad también destacada del autor, y con diversas fotografías de su vida.

Bernardo Fueyo Suárez, responsable de la edición, fue compañero de curso de Emilio Rodríguez y dominico como él, psicólogo profesional y profesor durante años, fue director de la Editorial San Esteban (1987-2007) y en la actualidad es responsable de la Biblioteca Histórica, anexa a la Facultad de Teología San Esteban, de Salamanca.

María del Sagrario Rollán, autora del estudio introductorio sobre la poética de Emilio Rodríguez, es doctora en Psicología, y Profesora de Filosofía. Perteneció al grupo fundacional de poetas en torno a Papeles del martes y, desde los años 80, ha asistido de cerca al nacimiento de casi todos los versos del autor y ha prologado y presentado varios de sus libros.

A continuación se muestra la invitación a la presentación de la edición completa de la poesía de Emilio Rodríguez.

 

“Moal y Muniellos: el pueblo y el bosque”

Moal, Cangas del Narcea. Camino de casa Baragaño y el hórreo de casa Moreno. Años 60.

Exposición fotográfica

MOAL EN EL RECUERDO

A lo largo de los años 2021 y 2022, los maestros del C.P. Rengos, Tito Casado e Inés Gómez, con la colaboración de los vecinos de Moal y sus asociaciones se dedicaron a recoger fotografías sobre Moal y Muniellos entre los vecinos y vecinas de este “Pueblo Ejemplar de Asturias”.  Lo que en un principio iba a ser una recopilación de unas docenas de fotos que sirviese para crear un álbum colectivo de recuerdos, se vio desbordado por la aportación masiva de fotografías que prolongó en el tiempo el trabajo de clasificación y documentación y por lo que se decidió llevar a cabo una exposición en la que todo el mundo pudiese contemplar estas imágenes físicamente o verlas simultáneamente proyectadas en pantalla mediante la elaboración de varios PowerPoint que favoreciese su visión. Para ello, las 125 fotografías de que consta esta colección se organizaron por temas:

  • El pueblo y la gente
  • La mujer
  • Los nenos y las nenas
  • La economía
  • Vehículos y medios de transporte
  • Muniellos: la madera
  • Muniellos: la caza
  • El ocio
    • Las fiestas
    • Las meriendas

Una vez seleccionadas y clasificadas las fotografías se contó con la intervención de las personas mayores de Moal, que visualizaron las fotos, localizando a las personas y los lugares y en caso de ser posible, datando la fecha aproximada en que se hicieron.

La exposición contó también con entrevistas a varios/as vecinos/as de Moal, desde los mayores del pueblo, hasta la última niña escolarizada en la escuela rural del pueblo. Estas entrevistas se llenaron de recuerdos y nostalgia sobre las formas de vida, los trabajos, las costumbres, los noviazgos o fiestas de este entrañable pueblo. El montaje audiovisual de estas entrevistas fue realizado por otra maestra del Colegio Vega de Rengos, Verónica Díez.

Ahora, gracias al trabajo y la colaboración de Tito Casado, Inés Gómez y Verónica Díez, todo este material pasa a estar a disposición del «TOUS PA TOUS» y por tanto de todos los usuarios de esta página para que, si es de su gusto, conozcan un poco más de la vida de Moal y de su historia.

Brunete en ruinas, por Pepe Gómez

Antes de la guerra civil española, Brunete contaba con 1.451 habitantes, y en 1939 sólo quedaban 230. Todo el caserío se había perdido, incluso el cementerio se encontraba destrozado. La iglesia parroquial era el único resto de valor que se mantenía en pie.

Así lo reflejó el arquitecto cangués José Gómez del Collado (1910-1995), en un dibujo que se utilizó para ilustrar un artículo de los arquitectos encargados de la reconstrucción de este pueblo madrileño, J. Menéndez Pidal y J. Quijada, publicado en la revista “Reconstrucción” nº 2, mayo de 1940, editada por la Dirección General de Regiones Devastadas y Reparaciones.


 

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Veinte melodías asturianas de Anselmo González del Valle (Números 13 al 16)

Anselmo González del Valle (La Habana, 1852 – Oviedo, 1911), uno de los compositores más destacados que tuvo Asturias, fue un personaje muy importante para Cangas del Narcea. En 2011, el «Tous pa Tous» y el Museo del Vino de Cangas, celebraron en el Teatro Toreno un homenaje a este personaje peculiar con motivo del centenario de su fallecimiento.

En el siguiente audiovisual que hemos elaborado para la web del «Tous pa Tous» se pueden escuchar algunas de sus composiciones (números 13 al 16) recogidas en su publicación Veinte melodías asturianas para piano, editada por Víctor Saenz. Imprenta y litografía musical de C.G. Röder G.m.b.H., Lipsia.

Grabaciones sonoras:

13. – Santa María. Gijón, diciembre de 1906. Ded.: “A María Josefa”.
14. – Si te dan chocolate. Oviedo, noviembre de 1906. Ded.: “A María Josefa”.
15. – Aquel pobre marino. Oviedo, diciembre de 1906. Ded.: “A Jose María”.
16. – El jueves compré un gochinín. Oviedo, diciembre de 1906. Ded.: “A Jose María”.



Veinte melodías asturianas de Anselmo González del Valle (Números 17 al 20)

Anselmo González del Valle (La Habana, 1852 – Oviedo, 1911) realizó estudios musicales con los mejores maestros de Oviedo y Madrid. Por lo que se refiere a la capital de España, todo apunta a que la enseñanza que recibió fue de carácter privado; las referencias de su familia señalan que el compositor no hizo estudios oficiales de música, sino que fue una enseñanza libre. González del Valle tuvo mucha relación con Cangas del Narcea y tiene una calle dedicada a él en la capital del concejo.

Don Anselmo se marchó de Cangas del Narcea del mismo modo que había llegado en 1878: precipitadamente. El 6 de noviembre de 1901 vende en Oviedo (ante el notario Secundino de la Torre y Orvíz) todas sus propiedades en el concejo, que eran más de doscientas, a los hermanos Alfredo y Roberto Flórez Gonzalez, por 175.000 pesetas. El precio de la venta fue bastante más bajo que el que había pagado González del Valle por estas propiedades veintitrés años antes, a las que además había que sumar las inversiones en un molino nuevo, una bodega moderna y otras mejoras. Los compradores no eran unos desconocidos para él. Eran nietos de Genaro González Reguerín, administrador suyo en Cangas del Narcea en 1897 y 1898, e hijos de José María Flórez González, al que Gonzalez del Valle tuvo que conocer en Oviedo, porque los dos pertenecían a la Comisión Provincial de Monumentos Históricos y Artísticos, y compartían afición por la enseñanza, las bellas artes  y la música.

En el siguiente audiovisual que hemos elaborado para la web del «Tous pa Tous» se pueden escuchar algunas de sus composiciones (números 17 al 20) recogidas en su publicación Veinte melodías asturianas para piano, editada por Víctor Saenz. Imprenta y litografía musical de C.G. Röder G.m.b.H., Lipsia.

Grabaciones sonoras:

17. Ni tú, ni tú, ni yo – Oviedo, diciembre de 1906.- Ded.: “A José María”.
18. Has de saber – Oviedo, enero de 1907.- Ded.: “A José María”
19. ¡Que chaquetilla tan curra! – Oviedo, enero de 1907.- Ded.: “A José María”;
20. La camisa del majo – Oviedo, noviembre de 1906.- Ded.: “A su amigo Baldomero Fernández”.



 

El libro “La minería del carbón en Cangas del Narcea” de Enrique RG Santolaya

El ingeniero técnico de minas de la extinguida empresa CARBONAR, Enrique Rodríguez García (Enrique RG Santolaya), es el autor de este libro editado conjuntamente por el «TOUS PA TOUS. Sociedad Canguesa de Amantes del País» y la Librería Treito de Cangas del Narcea.

CARBONAR tenía su yacimiento en Vega de Rengos y las oficinas centrales de la empresa se localizaban en Oviedo. Este yacimiento de antracita fue el último en cerrar en el concejo asturiano de Cangas del Narcea.

Con esta publicación completamos todo un conjunto de material gráfico y audiovisual, así como incorporamos a nuestra biblioteca el libro en formato digital. Todo ello queda recopilado en el apartado de Memoria canguesa, sección Minería de esta página web, dejando constancia para el futuro de lo que fue la industria que hasta hace muy poco movía nuestra comarca.

En el siguiente vídeo recogemos la presentación de la publicación por parte de su autor. Un libro técnico, en el que hablan datos tecnológicos, económicos y estadísticos de la minería del carbón en la comarca canguesa, bien hilvanados y elaborados. La grabación se realizó el 26 de febrero de 2021, en la sala TOUS PA TOUS de la Casa de Cultura “Palacio de Omaña” de Cangas del Narcea, contando para ello con la colaboración de Benito Sierra González (BSG•MEDIA).



A continuación, y tras el éxito de su primera edición totalmente agotada, publicamos el libro “La minería del carbón en Cangas del Narcea” para su consulta y descarga en formato pdf:


 

Recuerdos del “San Martín”, tiempo de matanzas

Productos de matanza; pueblo de Santulaya.

Ya estamos metidos en noviembre, ya estamos en las fechas de San Martín. Estas fechas son aprovechadas en las zonas rurales para hacer la matanza del año. Este es el momento en que los cerdos pagan la cómoda vida que llevan durante un año, sin ningún tipo de preocupación, comiendo a pierna suelta todo tipo de manjares: pienso, berzas, maíz, castañas, y otros productos que obtienen de forma gratuita de sus dueños. Si tuvieran un poco de inteligencia, tendrían que desconfiar, nada en la vida es gratis, y como muy bien dice el dicho, “a todo gochín le llega su sanmartín”.

Esta matanza, antiguamente era uno de los momentos más importantes que tenían los pueblos para la supervivencia de todo el año. Dependían totalmente de que se hiciera con esmero y se conservara bien. Hay que añadir que, en aquellos tiempos, no había neveras ni congeladores, y la matanza era el principal aporte energético del año.

Una proporción equivocada o deficiente de los conservantes naturales en dicha matanza podía producir que se malograra,  y, cuando llegaba el  invierno, podía haber  muchos problemas si había poca comida en la despensa. Esta responsabilidad de que saliera bien la matanza recaía en las mujeres, verdaderas  conocedoras de las cantidades exactas de condimentos y proporciones de carne necesarias para hacer un buen embutido.

Probando productos de la matanza; pueblo de Santulaya.

Cada casa tenía una receta particular, esto le daba cierta categoría de chef a la mondonguera, que aplicaba su receta para hacer un buen embutido (muchas veces a ojo, sin pesar los ingredientes, sólo con verlos). Estas mezclas particulares hacían que en cada casa fuera diferente el sabor del chorizo. En una casa podía ser más picante o más dulce que en otra, tener diferentes intensidades de sal, perejil, ajo, diferente ahumado, etc.

Paralelamente, el matachín (matarife) también era un especialista en su materia, ya que si era bueno el cerdo moría con poco sufrimiento, sangraba bien y esto era bueno para la curación de la carne. La maestría de este hombre a la hora de salar era fundamental para que ésta no se estropeara. Era importante como cortar las piezas, como colocarlas en el duernu, como echar la sal entre la carne sin que queden huecos entre las piezas, también tiene que controlar los días de salado, para que quede un producto perfecto. Otro punto importante para que la calidad de la matanza fuera buena, es la comida que se daba a los cerdos dos meses antes del sacrificio. En otoño, se recogían las castañas, y éstas venían a hacer la función de las bellotas que se les da a los cerdos en las dehesas de Extremadura. En algunos pueblos, incluso se soltaban los cerdos por los castañales para que ellos mismos las comieran.

Días anteriores a la matanza, se preparan minuciosamente los medios necesarios para poder efectuar todo el proceso. Se prepara el duernu donde se pelarán los cerdos; se prepara el banco donde se matarán; se afilan los cuchillos, se preparan los ganchos de colgar, se compra la sal,  se compra el pimentón natural de la Vera, el bramante para atar los chorizos, las tripas necesarias para enchorizar, etc. También era necesario llamar para estos días a varios familiares y algún vecino para ayudar, ya que, para sujetar los cerdos, se necesita un grupo mínimo de personas. Estas colaboraciones eran recíprocas, primero me ayudas tú a mí y después yo te ayudaré a ti.

Los trabajos ya estaban de mano definidos, los hombres mataban los cerdos, pelaban, descuartizaban y salaban el producto final: buenos jamones, lacones, cabezadas, tocinos, uñinos, zarraus (columna vertebral del cerdo), etc. Los hombres también se encargaban de limpiar el estómago de la vaca para hacer los callos que se comerían el día en que se acababa el proceso de matanza y se celebraba en familia una gran comida. Digo que limpiaban los callos de la vaca porque añadida a la matanza de los cerdos, casi siempre se mataba una vaca, que añadía a esta matanza cecina, costillares y carne que se mezclaba con la de los cerdos. Las mujeres limpiaban las tripas y eran responsables de la producción de todos los embutidos: morcillas, chorizos, choscos, lomos, butiechos y chenguanizas (longanizas). Estas últimas, las longanizas, en tiempos más ancestrales, tenían una utilidad especial ya que se utilizaban para amenizar la comida de las pedidas de mano  de las mozas casaderas en las casas de labranza. Esto no sé cuánto tiene de realidad pero siempre lo escuché y lo cuento de forma breve, pues es llamativo.

Pueblo de Genestoso.

Cuando había un muirazo casadero en un pueblo y se entablaban conversaciones con una moza, era necesario ir a formalizar esta relación con propósitos de boda a casa de la moza. Esto se llamaba ir a la chenguaniza (longaniza). Se llamaba así porque en esa visita, la casa de la moza agasajaba a sus invitados mayoritariamente con buena longaniza y vino de Cangas.

El mozo iba a la casa de la moza acompañado con un personaje que era el embustero; este tenía mucha responsabilidad, ya que dependía mucho de él que el padre de la novia quedara convencido y cediera a que se celebrara la boda. Este embustero, mientras  cenaba buena chenguaniza, ensalzaba las virtudes personales y económicas del novio, esto casi siempre lo hacía de forma exagerada, y, algunas veces, contaba mentiras para aumentar las bondades que el novio aportaba al matrimonio. Por lo general, tendía a describir posesiones y tierras que el novio tenía, las describía mucho más grandes de lo que eran en realidad. Las bondades del novio las ensalzaba de tal forma, que éste parecía un ser lleno de todas las virtudes conocidas. Era serio, buen vecino, de palabra, respetuoso, etc. Si era algo borracho o un elemento de cuidado, por supuesto, lo callaba. Por otra parte, la cuenta corriente que el novio tenía en el banco, siempre se presentaba muy saneada, y, si el mentiroso veía que el padre de la novia tragaba su historia, iba aumentando la bola, añadiendo que el novio era un gran prestamista de cuartos a intereses y que todo el mundo sabía que disponía de un buen capital.

Si el mentiroso hacía bien su función, el padre de la novia quedaba convencido y se le ponía fecha a la boda. Ese mismo día, el padre de la novia marcaba la dote que aportaba la novia al matrimonio. Esta dote se escribía en un documento público para que quedara de forma legal registrado. La dote podían ser aportaciones físicas como una habitación completa, un ajuar, una finca, ropas o también podía ser una dotación económica significativa.

¡Cuántos desengaños debió de traer antiguamente este sistema! ¿Qué pensarían aquellas novias cuando la mayoría de las veces se encontraban con una realidad muy diferente a la que describía el embustero? Se encontraba una casa terriblemente humilde, un marido bastante bruto, y, para rematar, sin cuartos en el banco. Bien, pues ya era tarde, no quedaba otra, había que tirar para adelante acordándose de los muertos del maldito embustero.

Este día de longaniza solía ser para los muirazos, los herederos de las casas. Los otros hermanos lo tenían difícil, no eran buenos pretendientes y no estaban bien vistos para pretender las mozas,  estos desheredados no tenían medios ni futuro. Me contaron una historia real, que ocurrió hace muchos años en la zona, y que demuestra hasta qué punto llegaba esta situación. Evidentemente la contaré, olvidándome de los nombres de los participantes, para no abrir de nuevo heridas cerradas.

Atizando el “caldeiro”.

Por lo visto en un pueblo de la zona se hacía filandón (baile) todos los domingos. Una pareja de hermanos de otro pueblo subía asiduamente a bailar con las mozas. Uno se enamoró perdidamente de una moza del pueblo, pero este chaval tenía la desgracia que no era el muirazo de la casa. Todos los domingos subía a ver la moza y a bailar con ella, digo a bailar con ella porque en aquellos tiempos adentrarse algo más en la relación era casi imposible; desde el cura hasta la anciana más impedida del pueblo estaban pendientes de que no se cometieran pecados que pusieran en peligro las virtudes de las mozas. Con esta vigilancia, la madre de la moza rápido supo con quién andaba la hija, y, como aquí en Cangas nos conocemos todos, también supo de qué familia era. Quedó contenta la madre, el mozo era de buena familia, era de casa pudiente, pero aún faltaba algo para pasar el examen y era saber si aquel mozo iba a ser el heredero, el muirazo de la casa. Rápido empezó aquella madre a enterarse por otras vecinas que el mozo tenía un hermano mayor  y este sería el muirazo y que el que andaba con la fía era un desheredado que tenía que marcharse a buscarse la vida.

Esta madre, cuando supo esto, se convirtió en la mayor pesadilla del mozo, cada vez que subía al filandón para ver a la novia, salía la madre, metía la moza en casa y se dice que incluso le tiraba piedras al rapaz, como si fuera un apestado para que se marchara. Bueno, este mozo lloró por las esquinas o mejor dicho apagó las penas por los bares de Cangas bebiendo buen vino de la época, y no le quedó más remedio que olvidarse de aquella aparición maravillosa con la que bailaba en el filandón. Cada vez que se acordaba de ella, veía la cara de la bruja de la madre despreciándolo y tirándole piedras. La vida sigue y no queda más remedio que levantarse, el mozo marchó para Madrid, y, con mucho esfuerzo  se hizo un nombre en la capital, tenía buenos negocios y venía al pueblo a la casa natal, de vacaciones todos los veranos. Ahora era conocido en el concejo, su hermano —el muirazo— estaba muy orgulloso de él. Todo aquel que necesitaba dinero para arreglar una cuadra, una casa o comprar una finca, esperaba que llegara el verano para pedírselo a intereses al veraneante madrileño que tenía mucho capital y hacía de prestamista.

Preparando el cerdo en el duerno para pelarlo. Casa Eulogio, Genestoso.

En uno de estos veranos, Manuel, le voy a poner un nombre habitual de la zona para poder contar la historia, subió de nuevo al filandón del pueblo de la que fuera su novia, pero llegó tarde, esta moza ya estaba casada con un muirazo. Pero en la casa de la novia aún quedaba una hermana más pequeña, que estaba casadera, y, Manuel, que era un tipo elegante, con dinero, bien vestido y que hablaba muy bien, como los de los madriles, no lo tuvo nada difícil para ennoviarse con esta moza.

La madre cuando lo supo, no sabía si bajar al polvorín a comprar voladores o subir al Acebo para dar unas cuantas misas de agradecimiento. Rápido, invitó a casa a comer la chenguaniza a Manuel. El mozo siguió todo el curso legal de la relación con petición de matrimonio incluida, en la que no faltó un amigo que subió de embustero para ensalzar todas las posesiones que Manuel tenía en Madrid. Se marcó la boda, se dieron las proclamas en la iglesia y llegó el día de la boda. Manuel salió por la puerta de atrás de la casa de su hermano para que no lo vieran, y marchó corriendo para Madrid, dejando a la novia, a la futura suegra y a los invitados esperando en la puerta de la iglesia.

Eso lo llamo yo servir una venganza fría. Está claro que el odio que tenía Manuel a aquella mujer que le tiraba piedras y que no lo dejó casarse con su verdadero amor, era irracional. También está claro que la hija pequeña no tenía ninguna culpa de los errores cometidos por el diablo de su madre.

Vuelvo a la matanza y para esto escojo uno de los lugares más emblemáticos del concejo, el pueblo de Genestoso. Me levanto una mañana fría y desapacible de noviembre; una de esas mañanas en las que sólo apetece estar con amigos en un lugar recogido con ambiente caluroso. A ver si encuentro este ambiente en Genestoso. Esta vez no voy de ruta de montaña hacia el Cabril, esta vez me quedaré en el pueblo, en casa de Eulogio, que va a hacer la matanza del año acompañado de familiares y vecinos.

Salgo en las Mestas por la carretera que sube a Cibea y hacia el frente disfruto del viaje adentrándome en las curvas de la carretera de Cibea. Paso al lado del palacio de Carballo,  que se presenta hoy un con una manta blanca creada por la frialdad de la noche. Sigo por el puente de Valsagra y llego al Puente Nuevo, donde se bifurca la carretera  hacia Vallado y hacia Genestoso. Salgo por la izquierda hacia Genestoso. A la altura de Villar de los Indianos miro hacia  la Gobia de Cibea,  y veo como se asoma la nieve por este pico. Llego a Genestoso, y ya veo la casa de Eulogio. Entro y saludo a los dueños, Modesto, Benita y a su hijo Carlos. En el interior están desayunando todo el equipo de vecinos y familiares que van a ayudar con la matanza. Saludo a Juan de casa Teresín, Perales de casa Gavilán, Roberto de casa Pila, José de casa Laureano, y a las mujeres que harán el embutido, asesoradas por la dueña de la casa. Son Elenita, Mari y Herminia.

Sacando los uños del cerdo. Casa Eulogio, Genestoso.

En el exterior hay un fuego encendido que tiene encima un caldero ennegrecido lleno de agua que se utilizará para pelar los cerdos. En la cuadra están los cerdos gruñendo porque tienen hambre, llevan un día sin darles de comer para que su sistema digestivo esté limpio y sea más fácil lavarles las tripas.

Tras tomar un buen almuerzo y un buen café, todos los hombres se dirigen hacia la cuadra para sacar el primer cerdo. Lo sacan, lo sujetan al banco y proceden a matarlo. Actualmente, para matarlo se dispara con una pistola en la cabeza del animal para evitarle el sufrimiento y después se procede al sangrado. Antiguamente, la solución era más dramática, y, por supuesto, este primer paso es el más desagradable de la matanza, no lo describiré, pero es totalmente inevitable. Sin cerdo muerto, no hay matanza. La intención final es que el cerdo sangre bien, ya que esto es fundamental para que a la carne le entre mejor la sal.

Parte de la sangre se recoge y se utiliza para hacer las morcillas. Antiguamente se hacía con ella también las fixuelas (una especie de fixuelos con sangre).

Pelando el cerdo en el banco. Casa Eulogio, Genestoso.

Después de muerto el gocho, se mete en el duerno, recipiente donde se echa agua hirviendo para poder pelar el cerdo. Este agua hirviendo está en contacto unos minutos por todo el cuerpo del animal. Esto se consigue dándole vueltas al cerdo sin parar en el duerno. A continuación, se saca y se coloca encima del banco de matar, y aquí todos los hombres empiezan un frenético pelado o afeitado del cerdo. Este proceso debe de ser lo más rápido posible, ya que el tiempo de proceso es fundamental, si el cerdo se enfría mucho, pelará muy mal.

Se cuelga el cerdo y se abre en canal, extrayéndole las vísceras para que las mujeres las laven. Estas tripas servirán para hacer los embutidos, el estómago y la vejiga serán los recipientes donde se  meterán los huesos de butiecho. El estómago de la vaca, el morro y las pezuñas serán la base de la pota de callos, que se zamparán el día de la cena de las chuletas.

Después de terminada la mañana de la matanza, se meten las canales de cerdo a buen recaudo, tienen que estar bien colgados y abiertos para que enfríen bien y puedan cortarse al día siguiente.

El primer día de matanza ya finalizó para los hombres y se procede a degustar una buena comida en la que no falta lacón cocido, chosco y todo tipo de carnes de la matanza pasada.

Las mujeres pican la grasa de los cerdos y la cebolla para hacer toda la tarde morcillas. Esta tarde se acaba embutiendo, cociendo y colgando estas morcillas.

El segundo día de matanza toca partir la carne, es el día de partir, y, por la noche, es el día de celebración, el día de las chuletas. El matachín empieza a partir y a separar las distintas piezas del cerdo. Unas piezas irán al sal en la pila de salar de la bodega (recipiente para salar la carne), estas piezas son los jamones, lacones, el zarráu (columna del cerdo), cabezadas, uñinos y tocinos. Las partes restantes se llevan a las mujeres para que las preparen y puedan ser elaboradas en forma de embutidos. Finalmente, se preparan las costillas y las chuletas que se comerán en la cena, donde estarán invitados todos los participantes de la matanza. A esta cena también se le añade los callos de la vaca.

Las piezas que van para la pila de salar deben ser colocadas con mucho esmero por el matachín. Este les saca la sangre que aún está en la carne apretando con las manos las piezas, les echa sal procurando que todas las superficies estén en contacto con ésta e intenta colocar las piezas como si fuera un Tetris, procurando no dejar muchos huecos entre pieza y pieza. Un error aquí, y la carne puede salir mal salada, malogrando las reservas de la familia para todo el año. No todo el mundo es matachín, este trabajo requiere de cierta experiencia.

Como dije, las otras partes del despiece, pasan a la zona de elaboración de las mujeres, las mondongueras. Aquí se despieza y se seleccionan todos los tipos de carne que se agregarán a los embutidos, a los huesos de butiecho, a los lomos y a los choscos.

Pelando el cerdo y recogiendo el agua del duerno. Casa Eulogio, Genestoso.

Después de tener todas las piezas bien seleccionadas, se pasa a picar la carne. Con esta carne picada,  la mondonguera o chef de la casa mezclará de forma secreta las proporciones de carne y  adobo adecuadas para tener un producto especial. Cada casa tiene su fórmula particular. Este adobo está compuesto de conservantes y especias naturales, como son el perejil, ajo, pimiento dulce, pimiento picante, sal, etc.

Como podemos ver, la responsabilidad de esta mondonguera es muy grande, si sale mal el embutido se estropea, si el adobo no es el adecuado el embutido puede salir con un sabor demasiado salado, demasiado picante, o, simplemente, estar incomible. Cuando veo dar estrellas Michelín por comidas hechas con nitrógeno líquido y otras extravagancias, me acuerdo de estas mondongueras que no tienen ningún premio y son las que hacen comida de verdad.

Finalizado todo este proceso de picado y amasado de la carne se procede a llevar los recipientes a una zona fresca, donde se maceran bien las mezclas para ser embutidas el día siguiente. Este es el momento más álgido de la matanza. Finaliza el proceso más complicado y empieza la verdadera celebración, la cena de las chuletas. En esta cena se tira la casa por la ventana, se invita a todos los participantes de la matanza y a algunos familiares, y se inicia la prueba de resistencia a ver quién cena más fuerte esa noche. Se empiezan por los callos, que si están buenos, algunos repiten dos platos, se sigue con las chuletas, para pasar después a las costillas fritas.

Abriendo el cerdo. Casa Correo, Santulaya.

Es algo tradicional que todo esto nunca se acompañe con ensaladitas de verdura y otras zarandajas. Debe de ser solo carnes y buen vino. Antiguamente, si se iba a una cena de estas y aparecía algo de verduras para entretener, esto se tomaba muy mal por los comensales. Eso no era una cena de matanza tradicional, eso solo significaba que el ama de la casa era una tacaña y esta quería fartar a los comensales con verduras para que no comieran lo que realmente era importante, las chuletas, las costillas y los callos.

Una vez que se catan todas estas viandas, se pasa al postre, que ya no lo describo, pues cada casa tiene sus preferencias. Pero una vez más puedo decir que no tenían nada que envidiar a los de las estrellas Michelín. Está claro que con esta cena, alguien tenía que explotar, pero como dato curioso nunca se supo que alguien muriera en todo el contorno del concejo, así que tan malo no puede ser cenar tanto.

Colgando la matanza. Casa Eulogio, Genestoso.

Pero todavía no acaba aquí la historia. Después del postre, se hace una sobremesa hasta altas horas de la noche. Esta sobremesa era amenizada por dos elementos fundamentales. Uno era el río de bebidas, licores, cafés y demás excitantes que se ofrecían a los comensales. El otro elemento eran las historias que se contaban toda la noche. El lector tiene que trasladarse a épocas en las que no había televisión en las casas, y la única diversión era contar o escuchar viejas historias. Recuerdo que aquellos paisanos tenían una capacidad para contar historias impresionante, desarrollaban hasta el más mínimo detalle, te hacían vivir en presente la historia que contaban, y, lo mejor de todo, era que te hacían creer que era real, pues siempre las adornaban con nombres y lugares conocidos.

Era muy común contar historias con temas un tanto paranormales. Todo eran apariciones y situaciones extrañas e inexplicables. Estas historias dejaban intuir la existencia de mundos paralelos, el nuestro y algo más.

Pelando las cebollas.

Recuerdo como los pequeños de la casa callábamos y escuchábamos esas historias sin pestañear. Hasta aquí todo muy bien, pero cuando se acababa todo, había que ir para la cama, y esto se convertía en un suplicio. Aparecía el miedo a los fantasmas de las historias, se miraba debajo de la cama que no hubiera nadie, se ponía una silla detrás de la puerta para que no se pudiera abrir, cualquier ruido era sobrenatural, sacar las piernas de las sabanas podía ser un error mortal. Uno se dormía por inanición, se dormía de cansancio por estar en vigilia toda la noche escuchando los ruidos sobrenaturales que había fuera.

Picando cebolla y grasa para las morcillas.

Estas historias están escritas a fuego en mi subconsciente, nada mejor para no olvidarlas que el miedo que producían después. Como digo, tengo muchas en el recuerdo y describiré a continuación alguna. Llevaban sello de realidad, tenían nombres quienes las vivían, y esto les daba mayor veracidad. Está claro que la mayoría eran mentiras, simples puestas en escena de quien las contaba. Otras aparentaban ser reales, sobre todo desde el punto de vista de quien las interpretaba, otras seguro que eran producidas por los miedos irracionales de quien las vivía, pero da igual, son muy entretenidas e imaginativas. Además, muchas ya pertenecen al folclore de la zona.

A continuación describo algunas de estas historias que se contaban, y, para no extenderme, las simplificaré. No se me ocurre adornarlas con la riqueza de detalles que eran contadas, porque sería muy largo.

La sombra y Juaco de Mingón

Embutiendo las morcillas y colgadero para ahumarlas en la cocina vieja o chariega.

Contaban que un tal Juaco de Mingón, casado en  Santa Eulalia, subía de noche hacia Moral, su pueblo natal. El venía de cortejar de Santa Eulalia y por la carril del Pando, antes de llegar a San Antonio, se le apareció una sombra que lo acompañaba. Esta sombra cada vez se hacía más grande, hasta que llegó un punto a la altura de San Antonio que ocupaba toda la pista. Juaco, impresionado, y no sabiendo a lo que se enfrentaba, se dirigió  a aquel fenómeno preguntándole si lo dejaba pasar. La sombra le contestó con un consejo, “andar de día que la noche es mía”. Juaco contaba que, después de pasar esto, quedó totalmente inconsciente sin saber dónde estaba. Cuando se recuperó, siguió camino de Moral y  la sombra desapareció sin dejar rastro.

La explicación podría ser que en Santa Eulalia siempre tuvimos muy buenas viñas y muy soleadas. Aquel día, Juaco, en Santa Eulalia, pudo empinar demasiado el codo y esto le provoco que viera sombras subiendo hacia Moral.

Pepe, el matachín de casa de Olaya de Arayón

Preparando la carne para picar.

Por lo visto, hace muchos años, un tal Pepe de casa de Olaya de Arayón era el matachín que hacia las matanzas en el pueblo de Santa Eulalia. En una de estas matanzas, se quedó hasta muy tarde en la cena del día de las chuletas, y, finalizada la fiesta, se marchó para su casa de Arayón. Bajando hacia Arayón por el camino que va de Llano a Cangas, se encontró con una anciana vecina del pueblo de Llano que también se dirigía por el mismo camino y en la misma dirección. Pepe la reconoció e intento entablar conversación con ella. Le pareció raro, ésta sólo caminaba y no respondía a la conversación. Pepe consideró que la vejez de la señora y su posible sordera eran la causa de su silencio, así que la acompañó  hasta la zona denominada del Vache. En esta zona se despidió de la anciana, y bajó hacia la presa dirección a Arayón.

Al día siguiente, Pepe volvió a Santa Eulalia a hacer otra matanza y nada más llegar escuchó a los vecinos decir que por la tarde tenían que ir al entierro de una vecina de Llano. Pepe cuando escuchó esto, quedó frío; dijo, ¡hombre, que mala suerte!, todavía ayer a las tres de la madrugada me acompañó, iba dirección a Cangas. Los vecinos le increparon a Pepe que tenía que estar equivocado, ya que la vecina había muerto a las siete de la tarde. Pepe, como nos podemos imaginar, quedó impresionado, y siempre afirmó que quien lo acompañó esa noche era esa vecina de Llano o su espíritu.

El fantasma y Lola la de Lache

Chorizando. Pueblo de Santulaya.

Hubo un tiempo en el que un fantasma tenía atemorizados a todos los que andaban de noche desde Cangas a Llano. La gente veía un fantasma que aparecía y desaparecía y nunca se dejaba ver de cerca. Esto no solo le ocurrió a una persona, sino que lo veía mucha gente de la zona.  Al ser la visión tan pública, era fácil creer que era una realidad aquel fantasma. Si lo veía más de una persona, le daba credibilidad a la aparición, todos los que veían el fantasma no estarían locos. Bien, pues tiempo después, se descubrió cual era el motivo de la aparición del fantasma.

Por lo visto los Manzaninos de Cangas estaban escondidos en un nicho del cementerio para no ser apresados, y Lola, la de Lache, subía la pobre mujer disfrazada de noche a llevarles la cena. Cuando se encontraba de lejos con algún vecino que viajaba de noche, ésta se escondía y cuando pasaba volvía a aparecer. Ese era el motivo del fantasma que nunca daba la cara y aparecía y desaparecía.

La escopeta y el perro sin dientes

Atando chorizos y haciendo lomos.

Decían de un vecino de Rengos que era muy fanfarrón, que un día estaba cenando en una casa de La Viliella después de una jornada de caza, y, tras la cena, se preparó para marchar hacia su casa en Rengos. Para esto tenía que pasar el puerto del Rañadoiro. Fuera hacía una de esas noches malísimas, una de esas noches de invierno oscuras, que dicho sea de paso, son muy propicias para contar este tipo de historias. Bueno, el caso es que los demás comensales de la cena le indicaron que se quedara a dormir, ya que la noche era como mínimo muy desagradable y podía ser peligrosa. El sacó su fanfarronería, dejando ver lo valiente que era, y dijo las siguientes palabras: “yo con esta escopeta  y el perro tan bueno que tengo, no le tengo miedo ni a Dios ni al Diablo”. Se marchó de La Viliella dirigiéndose a la espesa arboleda del Rañadoiro, y los vecinos se quedaron preocupados viendo como las tinieblas del puerto lo engullían. Al día siguiente, no apareció en su casa; la cama estaba sin deshacer. La preocupación empezó a sentirse en los dos pueblos, y se pusieron a buscarlo por el monte del Rañadoiro.  Dieron con él a la media tarde del día siguiente, estaba acurrucado debajo de un xardón, con las ropas rotas, con la escopeta totalmente inutilizada y con el perro sin dientes en la boca. Le preguntaron qué le había pasado, pero estaba ido, nunca más habló y se murió cinco días después. Nunca se pudo saber qué fue lo que vio o lo que le pasó.

El perro de encima de casa de Cueiras

Esto ocurre en tiempos de las guerras carlistas. Se cuenta que había partidas carlistas por esta zona que iban a los pueblos y todos los chavales que valían para la guerra los forzaban a alistarse al ejército.

Subían vecinos de  Santa Eulalia y de Llano por el camino que pasa por casa de Cueiras y por  la plaza de los Moros, en dirección al baile que se hacía en el pueblo de Acio de Caldevilla. Cuando llegaron a la altura de la peña de la Guallina, se les apareció un inmenso perro blanco en el medio del camino impidiéndoles pasar. Cuanto más se enfrentaban al perro, este más fiero se ponía. El caso es que tuvieron que frenarse y en ese momento escucharon subir a lo lejos, por el regueiro de la casiecha, un ruido ensordecedor. Este ruido fue desapareciendo dirección a las Tabladas de San Antonio. Cuando ya no se escuchaba nada, el perro blanco desapareció de repente como una ligera niebla ante los atónitos ojos de los vecinos. Estos prosiguieron hacia el baile de Acio de Caldevilla. Al día siguiente, supieron que aquel ruido que subía por el regueiro de la casiecha, era una partida de carlistas que estaban buscando chavales para alistarlos a su ejército.

La historia cuenta que aquel perro que apareció y desapareció misteriosamente salvó a los chavales de Santa Eulalia y de Llano de ir a enfriar balas a una guerra que no iba con ellos.

Las ánimas andan por el cementerio de Cangas

Colgadero con embutido preparado para ahumar. Casa Eulogio, Genestoso.

Por lo visto, una noche estaban unos chavales de Cangas pescando a la rechumada en el río Narcea, debajo del cementerio de Cangas, cuando escucharon unas voces y unos ruidos de ultratumba que provenían del cementerio. Los chavales, al escuchar semejantes lamentos, se asustaron. Dejaron los bártulos y las truchas que tenían en el río, y se fueron para Cangas, pero estos ruidos de ultratumba siguieron sintiéndose todas las noches de los días siguientes, amedrantando a los vecinos que se trasladaban a esas horas intempestivas y pasaban cerca del cementerio.

Esto creó, como nos podemos imaginar, muchos comentarios, y, sobre todo, mucho miedo, en unos tiempos oscuros donde todas las explicaciones acababan siendo algo sobrenatural. Por lo visto se supo o se culpó después a unos curas de Cangas, que hacían esto para que se dieran misas.

Esto último no hay que cogerlo al pie de la letra, seguro que quien contó lo de los curas, tenía las mismas pruebas que los que achacaban el fenómeno a fuerzas sobrenaturales.

Los serradores y el ovni del Pando

En el pueblo de Llano había dos hermanos que se ganaban la vida serrando a mano la madera para hacer las casas. Un día subían por el Pando en dirección al pueblo de Pixán donde tenían trabajo. Tenían que serrar madera para hacer el tejado de una casa. Para llegar al amanecer a Pixán, salieron de noche de Llano, y, cuando subían por encima de Moral, vieron salir una figura redonda por el perfil de la montaña del Acebo. Esta figura era grandísima y en su centro brillaba un sol, era como si tuviera fuego dentro.

Cuando esta bola redonda se aproximó a la montaña del Pando, cogió dimensiones descomunales y los dos vecinos de Llano quedaron petrificados de miedo viendo aquello. La forma brillante se dirigió hacia Adralés, desapareciendo detrás de la montaña. Nunca se explicaron los dos hermanos que podía ser eso que vieron.

Hoy, desde la distancia, yo me inclino a pensar que era un globo aerostático que venía viajando por esta zona y el fuego brillante interior, era el quemador que tienen para variar la densidad del aire.

Pero claro, yo actualmente tengo esa información, pero en aquellos tiempos remotos, en una zona aislada como esta, ¿quién sabía lo que era un globo aerostático?; era fácil impresionarse.

Juaco de Xipón de Santa Eulalia, el Cristo y las Ánimas de la Santa Compaña

Esta siempre la contaba Juaco de Xipón, que tenía un don especial para narrar este tipo de historias.

Bajaba Juaco de Xipón de Santa Eulalia de cortejar en Veiga, y se le echó la noche encima. A la altura de la casilla de Llano, vio salir del río una figura como un Cristo crucificado, parecía un fantasma, y este andaba con una cruz al hombro y emitía grandes lamentos. Xipón, se paró, pues estaba todo muy oscuro, y, al pararse, también percibió un sonido a lo lejos como una campanilla que sonaba rítmicamente. Xipón, impresionado, no lo dudó: “esto deben de ser las Animas de la Santa Compaña”. Dejó que se alejara aquella figura crucificada, y, de repente, siente un repicar metálico de botas subir por la carretera. Era Juanín de Vegapope, que subía de cazar y calzaba unas botas ferradas con elementos metálicos, a éste le acompañaba su perro de caza. Este perro tenía un cascabel, y el sonido que producía era igual al que Juaco había escuchado de acompañamiento del crucificado. A Juaco ya solo le quedaba saber quién era el crucificado para entender todo lo que había visto. Le preguntó a Juanín si se había cruzado con un fantasma que arrastraba una cruz y Juanín le dijo que sí. Que el fantasma era un vecino de Llano que llevaba una piértiga de madera al hombro para hacer un carro, y, como era tan pesada, se iba lamentando y de vez en cuando se acordaba de todos los santos.

Lo que son estas historias, de noche todos los gatos son pardos. Si Juaco no se cruza con Juanín de Vegapope, le queda el cuento de que vio un ser lamentándose con voces de ultratumba que  llevaba una cruz a cuestas, y, para rematar lo acompañaban Ánimas de la Santa Compaña que al andar hacían sonidos metálicos y tocaban campanillas.

El muerto de Amago que robaba las veceras del agua a los vecinos

Matanza recién sacada de la sal. Casa de Agustina, Moral.

Un vecino de Amago subió a la cena de la matanza con su padre al pueblo de Villar de Adralés, y, a altas horas de la noche, bajando ya para su pueblo, vieron el espíritu de un vecino muerto cambiando la vecera del agua en un prado.

Este vecino, en vida ya había sido muy problemático, pues tenía la mala costumbre de andar de noche robando el agua de riego de otros vecinos para echarla a los prados de su propiedad. Por lo visto, esta manía le quedó después de muerto, y el espíritu no descansaba en el más allá, volvía todas las noches a hacerles la misma faena a los vecinos.

Las pegas (urracas) y los perros huelen la muerte

Se contaban infinidad de casos donde las pegas tenían un protagonismo un tanto misterioso. Por lo visto, estas olían la muerte, o, simplemente, la veían cuando venía a hacer su trabajo con la guadaña. Días ante de morir alguien en una casa, a veces ocurrían sucesos especiales con las pegas. Estas se ponían medio locas y acudían en manada a picar contra las ventanas de la casa. Chocaban repetidamente con los cristales de las ventanas, lo hacían con tanta intensidad que a veces dejaban su propia sangre en los mismos. Esto era un mal presagio, algo le iba a pasar a algún miembro de la casa. Finalizaban la historia relatando varios nombres de varias casas que murieron en los días siguientes del suceso de las pegas.

Los perros también huelen la muerte, estos empezaban a aullar insistentemente en la casa donde en pocos días habría una defunción.

Apariciones

Eran muchas las historias de apariciones. Un vecino de Llamas está en la habitación acostándose, apaga la luz y siente un peso importante a los pies de la cama. Se incorporó y ve la imagen de su hermana muerta mirando para él. Sobresaltado, le preguntó qué quería, y ella dirigiéndole una leve sonrisa desapareció. Evidentemente, el vecino de Llamas tiene nombre y apellidos, esto no dejaba lugar a dudas, la aparición tuvo que ser real.

Otro sentía como todas las noches las vacas en la cuadra se sobresaltaban y cuando bajaba a ver lo que pasaba todo estaba en calma. Una noche bajaron el dueño de la casa y su hijo para coger al ladrón que alteraba las vacas y la sorpresa fue mayúscula, en el centro de la cuadra estaba la imagen del abuelo fallecido. El amo de la casa casi se desmaya. Le preguntó a la imagen que qué quería, y esta no contestó, se giró y desapareció.

 

Podría seguir escribiendo miles de estas historias. Hay que ponerse en la piel de un niño de nueve años que está escuchando todo esto; ahora se puede entender porque yo no quería ir a dormir el día de la cena de la matanza.

En la matanza del año siguiente, mis primos y yo no nos acordábamos del miedo que pasábamos escuchando estas historias, y repetíamos el proceso, callados y sin pestañear volvíamos a escuchar las nuevas historias que se contaban en la sobremesa del día de las chuletas.

Tras estas historias, vuelvo al tema que nos ocupa, que es la matanza, y describo lo que se hacía el ultimo día, que era al día siguiente de la cena de las chuletas. Este día se prepara todo el embutido y se cuelga. Esto es todo un espectáculo. Normalmente estos colgaderos ocupaban toda la superficie del techo de una cocina vieja. Este techo está totalmente ennegrecido por el humo. El contraste de colores es total, de fondo el color negro del techo ahumado, delante todo el embutido de color rojo pimiento. ¡Qué plasticidad, qué expresividad, qué capacidad de combinación de los colores! Ni Van Gogh, ni Picasso, ni nada. No hay lienzo mejor que este colgadero de embutidos.

Las semanas siguientes se empieza a esmesar (sacar) porciones de chorizo para freírlo acompañado de unos huevos. Degustar este plato tan simple se convierte en un momento sublime.

Todo el producto que resulta de esta matanza, la dueña de la casa la va distribuyendo en porciones controladas para que dure todo el año. Si esta mujer era buena administradora, la matanza duraba hasta la siguiente, si por el contrario no lo era, a mitad del año ya no había nada en los colgaderos.

Genestoso. Enrique RG Santolaya probando el embutido en casa Eulogio, con Modesto y su hijo Carlos.

Por Navidad había que mandar paquetes para los familiares de Madrid con la prueba de la matanza, ellos enviaban el turrón.

También había otros momentos de más gasto en los que se tenían que poner más cantidad de comida. Por lo general, esto ocurría siempre en las celebraciones y en la recogida de las cosechas, como la recogida de la hierba, del trigo, del maíz, del vino, etc. A estos trabajos acudían muchos vecinos a ayudar, y tenía que disponerse de más comida. Con el vino pasaba lo mismo.

Alguna vez me contaron que para segar un prado por la zona de las chamas de Llano, había cinco hombres, y el amo del prado subió un garrafón de veinticinco litros de vino y lo metió en un pozo de agua para que estuviera frío. Cada maracho (hilera) de hierba que segaban, paraban y echaban un trago. La anécdota fue que a las doce del mediodía, el dueño del prado tuvo que bajar de nuevo a casa a por más vino porque se acabó todo. Esto demuestra que la comida y la bebida desaparecían muy rápido en esos días de recogida donde se juntaba tanta gente.

Escribiendo este último párrafo, pienso yo, como pudieron acabar el prado aquellos segadores después de beber tanto vino. Si yo bebo cinco litros de vino por la mañana, solo pueden ocurrir dos cosas: o me tumbo debajo de un árbol a dormir la mona, o me tienen que bajar directamente para el hospital de Cangas.

Enrique R.G. Santolaya


Vídeo: Proceso de elaboración de la matanza en el pueblo de Santulaya


Entrevista realizada en Buenos Aires a Alejandro Casona (Besullo, 1903 – Madrid, 1965)

Entrevista realizada en Buenos Aires (Argentina) al escritor español Alejandro Casona con motivo de su regreso a España y que ha sido efectuada por el periodista argentino Hugo Ferrer el 8 de enero de 1962.

  • Min. 01.24: Toma la palabra Alejandro Casona para hacer referencia a las largas temporadas que pasa fuera de España, continúa con una pequeña autobiografía.
  • Min. 05.05: Casona comenta los hechos más importantes en su labor de autor teatral por toda Iberoamérica.
  • Min. 08.24: Continúa la entrevista enumerando algunas comedias más exitosas como, “Prohibido suicidarse en primavera”, “La dama del alba”, “Los árboles mueren de pie”, “La tercera palabra” y “La casa de los siete balcones”.
  • Min. 10.27: Prosigue la entrevista centrándose en la obra teatral “Los árboles mueren de pie”, representada con éxito por todo el mundo.
  • Min. 14.47: Hugo Ferrer, pregunta a Casona por su seguimiento del movimiento literario español (teatro, poesía…), así como de los autores españoles.
  • Min. 19.16: Finaliza la entrevista con el anuncio del regreso a España para estrenar una de sus obras.


 

Sobre la correspondencia de Lauro Olmo con Alejandro Casona y la representación de “La camisa” por el I.F.T. en Buenos Aires

Lauro Olmos y Alejand

Los dramaturgos Lauro Olmos (izda) y Alejandro Casona (dcha) en 1962.

Antonio Fernández Insuela, Catedrático jubilado de Literatura Española de la Universidad de Oviedo, especialista en teatro, minucioso erudito, maestro generoso e inestimable amigo, lleva varias décadas sacando adelante muy diversos estudios sobre la vida y la obra de Alejandro Casona, algunos de ellos ya consultables en nuestra web, muchos otros recogidos en el libro-homenaje Un teatro de cordiales fantasías. Estudios sobre Alejandro Casona (KRK, 2019), donde las editoras de la obra ­—María del Carmen Alfonso García, Raquel Fernández Menéndez y María Martínez-Cachero Rojo— recopilaron los estudios que el profesor Insuela fue dedicándole al dramaturgo de Bisuyu / Besullo desde 1990. Antonio Fernández Insuela es, junto con José Rodríguez Richart, quien más y mejor se ha ocupado de la vida y la obra de Alejandro Casona, dejando siempre claro el compromiso ético del dramaturgo con los desfavorecidos y los vencidos, su identificación emocional con aquellos que no han conseguido ganar, como, por otra parte, expresaba él mismo en una de sus intervenciones en la radio argentina recopiladas por Evaristo Arce en Obra inédita de Alejandro Casona: charlas radiofónicas (IDEA, 1982), donde en la titulada “Estética del fracaso”, nos dice: “Basar la educación de un pueblo en la simpatía sentimental al débil, al caído, al pobre, al eterno vencido, aunque sea muy evangélico no creo que resulte un programa aconsejable. Pero basarla en el culto pragmático del éxito atando los ideales públicos al carro del vencedor es moralmente el regreso a la más pura barbarie, y políticamente la mejor cantera para la fabricación en serie de esclavos voluntarios”.

Programa de “La Camisa”. Teatro Alkazar, 1964

Desde ahora, los seguidores de Alejandro Casona y del «Tous pa Tous» podrán disfrutar de una nueva aportación a la bibliografía de nuestro escritor más universal. En este caso se trata, además, de una pieza en la que podemos leer las palabras literales que el propio Casona le dedicó a un joven compañero de profesión: Lauro Olmo, uno de los dramaturgos más sobresalientes del teatro español de posguerra que veía en Casona un referente. Quien vivió un cuarto de siglo en el exilio tras la guerra civil y quien se ocupaba de tratar de mostrar la realidad de la vida cotidiana en la España franquista de los años cincuenta y sesenta poniéndole una guirnalda de fantasía (tan propia de Casona) se conectan con exhaustividad y maestría en este artículo titulado “Sobre la correspondencia de Lauro Olmo con Alejandro Casona y la representación de La camisa por el I.F.T. en Buenos Aires”. El artículo acaba de salir en el libro colectivo A la sombra de las luces. Homenaje a Fernando Doménech, publicado por Fundación Universitaria Española y de cuya edición se han encargado las profesoras Ana Contreras Elvira y Guadalupe Soria Tomás. A ambas, así como al propio Antonio Fernández Insuela, queremos agradecer su amabilidad por dejarnos reproducirlo.



 

Jugadores de billar de José Avello, por Miguel Martinón

José Avello es el autor de una de las mejores novelas de la literatura española contemporánea.

En el número 159, de mayo-junio de 2022, la revista literaria Clarín, editada en Oviedo, dedica un artículo a la novela Jugadores de billar, del ínclito escritor José Avello Flórez (1943-2015), el literato más importante que dio el concejo de Cangas del Narcea desde Alejandro Casona hasta el presente.

De profundizar en la obra de Pepe Avello se ha encargado el profesor Miguel Martinón, quien nos ha cedido amablemente su trabajo para poder reproducirlo en esta página web.

Miguel Martinón (Islas Canarias, 1945) cursó estudios de Filología Románica en la Universidad de La Laguna, y de Filosofía en la Complutense de Madrid. Hasta 2011 fue profesor de Literatura Española en la Universidad de La Laguna. Su larga trayectoria poética, representada en la antología La casa sobre el mar, se ha continuado luego con los poemarios Estación sucesiva (2018) y Esta es la hora (2020). Entre sus últimos estudios publicados figuran los libros Ciudadano del viento y de los mares (Poesía y poética de Pedro García Cabrera) (2014) y Era obra de su tiempo (Texto y contexto de «La Regenta») (2016).



«La aptitud asturiana», por Mario Gómez

En el año 1903, por iniciativa de Francisco Suárez Acebal (conocido como el obrero ilustrado) y Santiago Nájera Alesón (principal mecenas, prospero comerciante y decidido filántropo), se crea, en Gijón, la Asociación Popular de Cultura e Higiene, que, con el tiempo, abrió hasta más de una docena de sedes en diversos barrios gijoneses y cuyo órgano de expresión a partir del año 1912 será la revista «Cultura e Higiene. Revista semanal de divulgación popular».

Mario Gómez (Cangas del Narcea, 1872-1932) fue un extraordinario colaborador de esta revista, en la que sus promotores elogiaban su “amena y cultísima pluma” y tras la publicación “con insuperable éxito” de las cartas «A Pin el Ajustador» le reconocerían una alta reputación de publicista educador y divulgador científico. Tanto es así que la recopilación de estas veintitrés cartas dirigidas a un joven obrero, en las que don Mario despliega sus dotes de médico higienista, acabarán en la imprenta componiendo el libro «A Pin el Ajustador», que llegó a tener, al menos, dos ediciones. De esta manera, la Asociación Cultura e Higiene iniciaba su Biblioteca de libros de difusión cultural, que eran repartidos entre los Centros Instructivos Obreros de Gijón y la provincia.

Tras las cartas «A Pin el Ajustador», Mario Gómez escribió expresamente para esta revista una nueva serie de artículos que versaban sobre el curioso tema de la vocación profesional asturiana, en las que el distinguido escritor cangués volvía a poner de relieve sus grandes dotes de escritor indiscutible, sutil, penetrante y sus portentosas facultades observativas, con que sabía descubrir y retratar el carácter de los asturianos. Esta vez se trata de una serie de catorce artículos englobados bajo el título «La aptitud asturiana» que se publicaron entre finales de julio de 1916 y febrero de 1917.



 

El ailanto, una especia exótica invasora

Las hojas son compuestas formadas por hojuelas dispuestas en pares a lo largo de un raquis o eje situándose una hoja única al final, se clasifican por esto último como imparipinnadas (Santiso, setiembre 2022).

Paseando por el entorno de la villa de Cangas del Narcea estos últimos años me ha llamado la atención la proliferación de un árbol que nunca había visto o al menos no me había fijado en él.

Se trata de un árbol caducifolio, con hojas compuestas formadas por hojuelas dispuestas en pares a lo largo de un raquis rojizo o eje situándose una hoja única al final, son por tanto hojas imparipinnadas. El tronco es grisáceo y se diferencian individuos hembras y machos como corresponde a una especie dioica. Florece en primavera formando alargados panículos a modo de largos racimos de un color verde claro. El fruto es alado, sámara, con la semilla hacia el centro de su gran ala; forman grandes racimos que se pueden ver ya a finales del verano.

Crecen principalmente en los márgenes de las carreteras, en los eriales tan abundantes por nuestro territorio, especialmente antiguas huertas, prados y viñas hoy abandonados y en terrenos baldíos.

Buscando información vi que se trata del Ailanthus altissima (Miller) Swingle conocido vulgarmente como ailanto, árbol del cielo, árbol de los dioses o zumaque falso. Originario de China y Corea, en 1740 el jesuita Pierre d’Incarville envió semillas desde Pekín a París; una parte se sembraron allí y otra se envió a Londres, así se inició su expansión por Europa. Se plantaron muchos ejemplares por su buen porte y rápido crecimiento en parques y jardines como árbol ornamental. En otros lugares se plantaron para alimentar a los gusanos de seda. Hoy en día están naturalizados prácticamente en toda Europa, salvo Finlandia, Estonia, Letonia, Lituania y parte de Bielorrusia según el European Alien Species Information Network (EASIN).

Crecen en los márgenes de las carreteras por la facilidad de dispersión de las semillas con el viento (Santiso, 2022).

En España comenzó a plantarse en el siglo XIX y actualmente está clasificado como especie exótica invasora. La Ley 42/2007, de 13 de diciembre, del Patrimonio Natural y de la Biodiversidad, define una especie exótica invasora como “aquella que se introduce o establece en un ecosistema o hábitat natural o seminatural y que es un agente de cambio y amenaza para la diversidad biológica nativa, ya sea por su comportamiento invasor, o por el riesgo de contaminación genética”. El ailanto ya figura en el primer listado oficial publicado en 2011 y en el Catálogo Español de Especies Exóticas Invasoras, Real Decreto 630/2013, actualizado en 2019 y 2020. Así mismo figura en el listado de Plantas Alóctonas del Principado de Asturias.

¿Qué características del Ailanthus altissima facilitan su rápida expansión? Según Álvaro Enríquez (2020), las siguientes:

1.- La facilidad con que se reproducen, debido a tres elementos:

Los frutos son del tipo sámara, se componen de un ala fibrosa, que favorece su dispersión, con la semilla casi en el centro.

a) Las raíces extendidas en una red que permite tanto la obtención de agua como el rebrote incluso a 15 m del árbol. Estos rebrotes pueden alcanzar hasta 3 m de altura en un año. Este sistema contribuye a su pervivencia tras los incendios.
b) Las abundantes semillas (un ejemplar adulto puede producir 350.000 en un año) dispuestas en sámaras fácilmente transportadas por el viento en las carreteras, en las riberas, etc., y por el agua de ríos, arroyos y cunetas.
c) Un tocón con gran capacidad de rebrote.

2.- El ataque a la competencia biológica mediante:

a) La presencia de sustancias alelopáticas tóxicas, tanto para otras plantas como para animales, actuando como herbicidas y como repelentes de fitófagos.
b) La rapidez del crecimiento en altura le permite aprovechar la luz y restársela con su sombra a otros vegetales.

No requieren un suelo rico, crecen por cualquier lado, en este caso en la acera hacia Corias.

Cabe preguntarse ¿qué problemas presenta para el territorio causantes de la declaración como especie invasora que implica la prohibición de su comercialización y plantación? Señalaré las siguientes:

  • Desplazan a especies autóctonas.
  • Transmiten un sabor desagradable a la miel.
  • Las vacas y otros animales domésticos no comen la hierba próxima al ailanto.
  • Pueden provocar daños en alcantarillado y otras infraestructuras debido al desarrollo de sus raíces.
  • Provocan alergias en las personas.
  • Contaminan las aguas.

El mismo Álvaro Enríquez diferencia dos situaciones al estudiar estos árboles en la Comunidad de Madrid:

  • Invasión, fase de entrada y propagación.
  • Infestación, fase con daños a la vegetación natural.

También podemos preguntarnos sobre las posibles ventajas. Sin duda su rápido crecimiento, su altura y belleza añaden un valor ornamental, sujetan el terreno en las fuertes pendientes y crecen en suelos pobres, resisten la contaminación, contienen sustancias aprovechables en medicina, sus hojas permiten la alimentación de los gusanos de seda y pueden utilizarse para fabricar pasta de papel.

Con sus ventajas e inconvenientes este árbol está presente en nuestro entorno cada vez con mayor frecuencia, en nuestras manos y en las de las autoridades competentes está contribuir a su expansión o a su control. Creo que cada persona debería erradicarlos en sus fincas y las autoridades competentes en los terrenos baldíos o al menos controlar su expansión. En un entorno de parques naturales con las actividades humanas tan restringidas resulta chocante que esta especie campee a sus anchas.

El tronco es grisáceo con líneas más claras (hermoso ejemplar cerca de Corias, setiembre de 2022)

 

Los frutos forman grandes racimos, un árbol adulto puede dar unas 350.000 sámaras.

 

Ejemplares con frutos y sin frutos conviven próximos (La Cortina, setiembre de 2022).

 

Este ejemplar naturalizado en La Cortina es buen ejemplo del gran porte y belleza que llegan a alcanzar. Por este valor ornamental se plantaron en parques y jardines, hoy esto está prohibido porque constan en el Catálogo Español de Especies Invasoras Exóticas.

 

Adquieren gran presencia en el talud de la carretera AS-213 entre Santa Catalina y Santiso.

 

Crecen también en terrenos pedregosos alcanzando gran altura incluso con un tronco muy delgado. Ejemplares en la CN-1.

 

Las riberas de los ríos constituyen un buen lugar de expansión por la facilidad de transporte de las semillas, en este caso en el margen izquierdo del Narcea por donde el pozo de El Corral.

 

La propagación es rápida en huertas abandonadas (Santiso, setiembre 2022)

 

Los terrenos baldíos y eriales son muy aptos para la propagación de esta especie (Calle Clarín, setiembre de 2022).

 

El ailanto es capaz de entrar en competencia con los pinos, incluso creciendo entre ellos, como estos ejemplares en la CN-1.

Mercedes Pérez, setiembre de 2022

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Bibliografía:
SALAMANCA, Álvaro Enríquez de. “La Expansión De Ailanthus Altissima (Mill.) Swingle en La Comunidad De Madrid.” Flora Montiberica 76 (2020)
GONZÁLEZ COSTALES, Alejandro. Plantas alóctonas invasoras en el Principado de Asturias. Consejería de Medio Ambiente, Ordenación del Territorio e Infraestructuras (2007)
Ministerio para la Transición Ecológica y Reto Demográfico. Catálogo Español de Especies Exóticas Invasoras (consultado en setiembre de 2022)


 

Diario de un viticultor de Cangas del Narcea (Asturias), 1902-1907

Artículo publicado el 02/10/2022 en el diario “La Nueva España” con motivo del lanzamiento del libro.

En junio de 2011 publicamos en esta misma página web el siguiente artículo: Diario de un viticultor de Cangas del Narcea, 1902–1907, de José Gómez López-Braña, escrito por Mª Carmen Martínez y Juaco López, y subíamos digitalizado el Diario Original propiedad de la familia Álvarez Pereda, a la Biblioteca Digital del «TOUS PA TOUS». Un testimonio excepcional en la historia de la viticultura asturiana e incluso española. Es un diario escrito, entre el 10 de agosto de 1902 y el 1 de junio de 1907, por José Gómez López-Braña, en el que anota todas las vicisitudes del cultivo de sus viñas y de la elaboración y venta de vino. Es un documento muy rico para conocer en todos sus detalles las labores y preocupaciones de un viticultor en esas fechas que ahora, gracias al trabajo de los autores de aquel artículo y especialmente al tesón de Juaco López, ha visto la luz en forma de libro.

El diario de José Gómez constituye un extraordinario documento sobre la viticultura de Cangas del Narcea en los primeros años del siglo XX, de gran interés no solo para Asturias. Lo que aquí se narra es una historia vivida por muchos viticultores europeos tras la llegada de la filoxera, pero que muy pocos tuvieron la magnífica idea de dejarla plasmada por escrito. En sus páginas, el autor describe con todo detalle las condiciones climáticas que se van produciendo a lo largo del ciclo vegetativo de la planta. Cuenta como esto afecta a las distintas variedades, tanto a nuestras viejas variedades tradicionales (Albarín blanco, Carrasquín…) como a las que en aquella época estaban siendo introducidas en la zona (Alicante, Cabernet…). Describe así mismo los injertos, las podas, los abonados, el modo en el que se llevaba a cabo la reconstitución del viñedo tras la Filoxera, la desconfianza que mostraban algunos viticultores al principio y como poco a poco iban siguiendo el ejemplo. Podrá descubrir quién lo lea, que la viticultura de Cangas estaba en aquella época tan avanzada como podía estarlo la de Rioja o la de cualquiera de las zonas vitícolas más importantes de España o del resto de Europa.

Portada del libro

En definitiva, la lectura de estas páginas nos muestra el conocimiento que tenía José Gómez de la viticultura y la vinicultura, como resultado de sus lecturas, observaciones y experiencias prácticas, pero, además, nos permite asomarnos a la vida cotidiana, al carácter y a las preocupaciones de su autor.

El libro “Diario de un viticultor de Cangas del Narcea, 1902-1907”, se presentó el pasado 6 de octubre en la librería Treito de Cangas del Narcea interviniendo en su presentación la expresidenta de la DOP Vino de Cangas y directera de la Bodega VidAs, Beatriz Pérez, la investigadora científica del CSIC, Mª Carmen Martínez y Juaco López Álvarez, presidente del «TOUS PA TOUS», director del Museo del Pueblo de Asturias y autor de del libro cuya edición ha sido llevada a cabo por este museo en el marco de la colección «Escritos de la vida cotidiana».

Ahora nos complace informarte de que está disponible para su consulta y descarga en línea en el siguiente enlace, este libro dedicado al Diario de un viticultor de Cangas del Narcea (Asturias), 1902-1907, escrito por el médico, profesor de agricultura y viticultor, José Gómez López-Braña (1850-1921):

Diario de un viticultor de Cangas del Narcea (Asturias), 1902-1907


 

Huellas mineras: Patrimonio Industrial en Cangas del Narcea (Próximo estreno)

El Teatro Toreno acogerá el viernes 30 de septiembre la proyección de “Huellas mineras: Patrimonio Industrial en Cangas del Narcea”, un documental escrito y dirigido por Benito Sierra y que ha contado con la colaboración del «TOUS PA TOUS. Sociedad Canguesa de Amantes del País».

La cita será a las 20:00 horas, dentro de la programación cultural de septiembre’22 en Cangas del Narcea.


Enrique Rodríguez García de Santa Eulalia de Cueras es el autor del libro La minería del carbón en Cangas del Narcea publicado en 2022 por «TOUS PA TOUS. Sociedad Canguesa de Amantes del País» y sobre este extraordinario trabajo de Benito Sierra ha escrito lo siguiente:

RESPECTO AL DOCUMENTAL, por Enrique R.G. Santolaya

 

Cartel promocional del documental de Benito Sierra ‘Huellas mineras: Patrimonio Industrial en Cangas del Narcea’

HUELLAS MINERAS de Benito Sierra es un documental que nos descubre pequeñas señales de nuestro pasado minero en Cangas del Narcea. Rastros que quedaron impregnados en el campo, en las laderas y en los valles de nuestras montañas tras el cierre de las explotaciones mineras.

Estas zonas, en la actualidad, pasan totalmente desapercibidas y Benito Sierra con su documental intenta parar el tiempo para obligarnos a recordar, no sin cierta melancolía, donde estaban ubicadas las minas de carbón que rodeaban la villa de Cangas.

Este documental traerá innumerables recuerdos sobre todo a los que allí estuvieron trabajando durante un importante periodo de su vida.  Reminiscencias de una época de esfuerzo, compañerismo, satisfacciones y, posiblemente también, momentos difíciles. Seguro es que no dejará indiferente a nadie y al visualizarlo a todos ellos arrancará más de un sentimiento.

También llamará la atención de todos los cangueses que no vivieron en primera persona esta etapa del desarrollo industrial de nuestro concejo pues, además de dar a conocer el periodo minero de la comarca, muestra magistralmente la belleza del extraordinario paisaje que tenemos en este territorio. Benito lo consigue de manera sensacional, dando tiempo a las imágenes y amplificando hasta el más mínimo detalle de cada zona.

Se distinguen los juguetes rotos de la minería, pero también se ven pequeños regueros y detalles naturales que por sí mismos ensalzan este documental que cuenta con música original del Estudio de Sonido Gonzalo Ferreiro y la locución de una voz bastante familiar en Cangas como es la de José Luis Rodríguez Mera.

Debido a que ya queda muy poca arqueología industrial minera en esta zona no fue un trabajo sencillo para Benito Sierra, no obstante, con su empeño y maestría profesional ha conseguido que el espectador pueda ver o en algunos casos intuir las particularidades que ocultan o esconden estos suelos.

Para concluir, cuando estemos viendo el documental, debemos tener presente que en todos esos lugares filmados se desarrolló una industria minera muy potente, estaban rodeados de vida e incesante actividad y por entonces cambiaron la economía de todo el concejo de Cangas del Narcea. Como ejemplo, zonas como la de Rengos, que en el documental solo puede recuperar apenas un agujero en el terreno, un edificio roto o un casco olvidado, en los momentos de esplendor había dos mil personas trabajando diariamente y pueblos como Posada tenían dos carnicerías, varios bares, farmacia y dos sucursales bancarias. Esto es tan solo una pequeña muestra del desarrollo económico que la minería propició a la zona.

Al final, la minería se fue acabando poco a poco, de forma muy discreta se fueron apagando las voces y los sonidos de las montañas, y aquellas imágenes de la actividad minera se fueron difuminando con el paisaje hasta desaparecer del todo.

Benito a través de este documental busca por valles y regueros cualquier mínimo rastro que nos ayudará a rememorar esta minería canguesa consiguiendo, como dije anteriormente, mantenerla para la memoria histórica del concejo y destacar nuestro paraíso natural.


En las fiestas del Carmen [1934], Cangas debe honrar la memoria de don Mario Gómez

Mario Gómez (dcha.) y José Bueno Cosmen, fotógrafo aficionado, retratados hacia 1928 en alguna carretera del concejo de Cangas del Narcea. Los dos eran grandes conocedores y amantes de nuestro concejo.

Región fue un periódico editado en la ciudad de Oviedo cuya primera edición vio la luz el día 24 de julio de 1923​ y su último ejemplar apareció el 30 de noviembre de 1983. En su número 3.368 de 19 de mayo de 1934, en un editorial periodístico bajo el título de ASTURIANOS BENEMÉRITOS, se reivindicaba, dos años después de su fallecimiento, que Cangas del Narcea debía honrar la memoria de Mario Gómez en las fiestas del Carmen.

Reproducimos a continuación este editorial y aprovechamos para recordar que durante estas fiestas del Carmen y durante el resto del verano se puede visitar en la Casa de Cultura «Palacio de Omaña» la exposición que sobré él hemos preparado desde el «Tous pa Tous» para honrar su memoria en el año que conmemoramos el 150º Aniversario de su nacimiento.


 

ASTURIANOS BENEMÉRITOS

En las fiestas del Carmen, Cangas debe honrar la memoria de don Mario Gómez

Sabemos que en Cangas del Narcea actúa una Comisión que se propone perpetuar la memoria de tan recordado benefactor, haciendo que en la casa donde nació don Mario Gómez, ilustre hijo adoptivo de Oviedo, se coloque una placa que recuerde el testimonio de agradecimientos de todo buen asturiano.

Tratándose de don Mario Gómez, la iniciativa ha de encontrar apoyo en toda Asturias y, desde luego, en unas y otras clases sociales, especialmente en los humildes, ya que su vida fue un continuo sacrificio ofrendado sin intermitencias ni desmayos en beneficio de los trabajadores. El amor a su “tierrina” ha sido constante guía de sus actos, y así, donde quiera que sus actividades le llevaban a residir, dejaba siempre huella fructífera de su paso.

De su estancia en Trubia quedó un Sanatorio para tuberculosos, allí, donde la terrible enfermedad causaba tantos estragos entre el elemento obrero, y la gratitud de los trubiecos ha persistido tan arraigada que, varios años después, pidieron y obtuvieron del Excelentísimo Ayuntamiento de Oviedo el título de hijo adoptivo y predilecto para don Mario Gómez.

Nadie más enemigo que él de todas las vanidades, pero este honor impresionó hondamente su corazón, que encontraba excesivo pago para su laboriosidad saber que a través de los años subsistiría el recuerdo de la misma en cuantos admiraban el fruto de su esfuerzo.

Las obras literarias publicadas por don Mario Gómez denotaban un espíritu cultivado y observador, abrasado en los grandes amores de su patria y de su rincón natal. Con las dotes de escritor que le adornaban, si sus producciones se hubieran expandido fuera del recinto local, utilizando ambientes y panoramas universales, o cuando menos nacionales, su nombre hubiera repercutido más allá de la región con la misma preponderancia que dentro de ella. Pero él sacrificaba todos los honores, todos los gustos y todas las aspiraciones a su región, y especialmente a Cangas. Y sus obras estaban siempre localizadas a orillas del Narcea, cuyos paisajes dibujó de mano maestra, penetrando en los caracteres de sus conterráneos con la visión clara y certera de su gran conocimiento de la vida.

En todo momento, desoyendo muchos ofrecimientos, renunció a cargos políticos o de otra índole en que pudiera conquistar la incondicionalidad de muchos; pero también la enemiga de los que creyeran estar frente a él. Y toda su labor fue siempre para obras en las que todos sus paisanos resultaran igualmente beneficiados, persiguiendo incansable sus dos grandes ideales: el mejoramiento de los humildes y la prosperidad de su pueblo. Por eso, todos, sin excepción, agradecieron su fecunda obra y guardan un recuerdo imborrable de su férrea voluntad.

Nos congratula, como a todos, que se ocupen en Cangas de perpetuar su memoria, y quisiéramos hacer un llamamiento a la Comisión para que aprovechara las próximas fiestas del Carmen −tan típicas y tan brillantes siempre− para llevar a cabo las ceremonias de descubrimiento de lápida y demás actos anejos a esta clase de homenajes. Así esperamos que suceda y cuenten los cangueses con que tendrán siempre nuestro apoyo para cuanto signifique gratitud para aquel hombre tan bondadoso y activo, a cuya iniciativa se debió, asimismo, que en Cangas fuese honrada la memoria de otros hijos beneméritos, ya que otra de sus innumerables virtudes era enaltecer las obras de los demás y hacer que por todos fuesen enaltecidas, sin parar mientras en la suya, que consideraba siempre escasa, por lo mismo que siendo ingente , resultaba inferior a sus ciclópeos anhelos altruistas.

 


Pincha el siguiente enlace para visualizar algunas Diapositivas de la Exposición sobre Mario Gómez.


1894, año de inicio de la costumbre de plantar el «arbolón» en Cangas del Narcea

Fragmento de la charla que el autor dio en el Teatro Toreno el 19 de noviembre de 2002 en los actos de celebración del primer centenario de la Sociedad de Artesanos de Cangas del Narcea.

Arbolón plantado ante la capilla del Carmen en Ambasaguas, junio de 2022. Foto: José Ramón Puerto Álvarez

Si la devoción a los santos y las vírgenes cambia y no es inmutable a lo largo de tiempo, a las fiestas, que se celebran en su honor, les sucede algo parecido. Las fiestas están formadas por unos elementos que tienen un significado y una función determinados: procesiones, misas, comidas, actividades rituales, vestidos, juegos, bailes, música, hogueras, iluminaciones y fuegos artificiales. Todos estos actos tienen su significado y a través de ellos se retrata la sociedad. Algunos de estos elementos cambian fácilmente otros se resisten mucho más. Los elementos que  pierden sentido o funcionalidad desaparecen. Por ejemplo, en las fiestas del Carmen el baile ha cambiado en los últimos cien años del modo siguiente. En el último tercio del siglo XIX, había dos bailes: uno para la gente de los pueblos y los artesanos que se hacía delante de la capilla del Carmen, alrededor de una hoguera y con música de gaita y tambor, y otro baile en el casino para los burgueses y aristócratas; el siglo XX, trae la verbena con bandas de música y más tarde orquestas; las verbenas se extienden por toda la villa: los Nogales, la Vega, la calle Mayor, el Paseo, y en ellas bailan los padres y los hijos; pero a fines del siglo XX las verbenas van perdiendo interés para los mas jóvenes, que se refugian en las salas de fiestas y las discotecas, y ahora la fiesta se celebra en el centro de la villa delante de los bares y con música grabada.

Aparecen también en las fiestas elementos y ritos nuevos que en poco tiempo se consideran «de toda la vida» y a los que se les aplica el adjetivo de tradicionales. Por eso, en antropología se utiliza mucho el concepto de «tradición inventada» o «el invento de la tradición», y es que esta es una constante en todos los pueblos. Sin embargo, aunque se olvide, todos los actos que se incorporan a la fiesta tienen su primer día, el asunto es poder conocer cuando sucedió y por qué, y eso en muchos casos solo puede saberse a través de documentos escritos y noticias de periódicos, porque la memoria de los humanos es limitada y caprichosa.

Porteando el Arbolón, junio de 2022. Foto: José Ramón Puerto Álvarez

Por ejemplo, el arbolón que se coloca la noche de San Pedro delante de la capilla del Carmen en Ambasaguas. La costumbre de cortar un árbol y colocarlo delante de las iglesias o en plazas en muy frecuente en Castilla y otras regiones españolas y europeas. Son los conocidos mayos, que se plantaban en los meses de mayo o junio y en origen eran un rito con un claro significado agrícola relacionado con la fertilidad de la tierra y la vida. En Asturias, ritos como este sólo son frecuentes en varios concejos del oriente, sobre todo en Llanes, donde se denomina a este árbol joguera; hoy, se corta y planta un alto eucalipto, pero antiguamente este árbol era un humero o aliso. Pero no solo cambió la especie del árbol, sino también el sentido del rito, porque en la actualidad no tiene nada que ver con aquel viejo sentido agrícola y se ha convertido en un rito social que identifica a los pueblos y a los bandos de Llanes.

En el resto de Asturias, sin embargo, esta costumbre no se practica y todos los rituales relacionados con ella se llevan a cabo en la noche de San Juan. En los concejos del suroeste de Asturias ningún pueblo corta y planta un árbol como nuestro arbolón o las jogueras de Llanes. Y no olvidemos que el concejo de Cangas del Narcea y los de los alrededores son algunos de los más visitados desde fines del siglo XIX por  folcloristas y lingüistas por la pervivencia de costumbres antiguas. En definitiva, la costumbre del arbolón es un hecho aislado cuyo origen  ha extrañado a los investigadores que han escrito sobre él. La respuesta a su existencia y al comienzo de esta costumbre puede estar en la noticia siguiente, que he tenido la suerte de encontrar en el periódico local El Eco del Occidente, del 26 de junio de 1894, que tiene que ver además con la Virgen del Carmen, que es en definitiva la que nos reúne hoy aquí. Se titula «Costumbre en desuso», y en ella su autor anónimo se lamenta de la desaparición de la tradición de enramar las fuentes por San Juan y se congratula por la «cosa nueva» de plantar «un gigantesco y esbelto humeiro», con un magnífico ramo de flores en su centro, delante de la capilla del Carmen en Ambasaguas. La noticia dice lo siguiente:

«Antiguamente, durante la noche de la verbena de San Juan, solían los enamorados vecinos de esta población colocar en el exterior de los balcones de las habitaciones de sus amadas lindos y bonitos ramos de flores […] Hoy, desafortunadamente, va desapareciendo de entre nosotros costumbre tan antigua, tan popular, tan tradicional y tan española. […] podemos asegurar que tan hermosa tradición ha caído, como otras muchas, en desuso en esta villa; y tanto, que en el presente año no hemos visto ni oído hablar siquiera de la colocación de un solo ramo de la significación de aquellos a los cuales venimos refiriéndonos.

Sin embargo, una cosa nueva hemos presenciado con verdadera alegría. Fue el haber visto junto a la puerta principal de la Iglesia de Ambasaguas, arrabal de esta población, un gigantesco y esbelto humeiro; que ostentaba, majestuoso, en su centro, un magnífico ramo de muy lindas y variadas flores. Unos cuantos jóvenes devotos de Nuestra Señora del Carmen, existente en dicha iglesia, lo habían trasladado allí, dedicándolo a la Virgen, quien no dudamos lo habrá recibido y aceptado con singular complacencia.

Aplaudimos sinceramente la feliz idea de los jóvenes que pusieron el indicado ramo, por haber demostrado con dicho acto que sus corazones aman de verás a María. Y hacemos fervientes votos porque la costumbre tradicional de que nos ocupamos vuelva a guardarse entre nosotros. Que es muy grato para los pueblos el conservar las costumbres tradicionales cuando estas son buenas.»

En definitiva, desaparecen unas costumbres y aparecen otras que las sustituyen. Esa es la historia de la tradición y de la humanidad.


Juaco López Álvarez
Cangas del Narcea, 19 de noviembre de 2002


Un manual de atención a religiosas enfermas del siglo XIX: El caso del convento asturiano de Madres Dominicas de Cangas del Narcea

Cangas del Narcea hacia 1910. Procesión del Corpus Christi en la calle Mayor. En primer plano, a la izquierda, está el antiguo Convento de la Encarnación de las RR. MM. Dominicas.

El presente artículo que incorporamos a la Biblioteca Digital del «Tous pa Tous» pretende aportar la transcripción, la edición y el comentario de un manual o reglamento, inédito, de atención a las religiosas enfermas de un convento del siglo XIX, en concreto del convento de la Encarnación de religiosas dominicas de Cangas de Tineo (año 1883). Este instrumento normativo tiene especial importancia para conocer, de primera mano, cómo era la atención en el interior de un centro conventual a las religiosas enfermas como un aspecto de su vida cotidiana, cuál era la percepción que se tenía de la enfermedad y cómo eran los cuidados que se daban a las hermanas enfermas.

Por otro lado, permite conocer un poco mejor la realidad histórica de este centro dominico femenino del Suroccidente asturiano, el cual cuenta con pocos estudios e investigaciones que aporten una visión de conjunto de su evolución y de su realidad histórica.

Nuevo Convento de la Encarnación de Cangas del Narcea. Fotografía tomada en 2013 por Miguel Dongil y Sánchez.

Su autor es Miguel Dongil y Sánchez (Gijón, 1987), licenciado en Historia por la Universidad de Oviedo con premio Fin de Carrera al mejor expediente académico de Asturias en 2010. Posteriormente, ha cursado estudios de Máster y Experto Universitario en el ámbito de la Investigación Histórica, la Historia y la Filosofía de las Religiones y la Enseñanza, en la UNED y en la Universidad de Oviedo, siendo Investigador y Profesor del Departamento de Historia de esta última Universidad, además de en el Centro de Oviedo de la Universidad Pontificia de Salamanca. En el año 2017 obtuvo el título de Doctor en Historia por la Universidad de La Coruña, obteniendo el Premio Extraordinario de Doctorado de Humanidades (2017-2018). Hasta ahora, ha publicado un total de siete libros, uno de ellos sobre la atención médica en las Órdenes Religiosas en Asturias (siglos XVI al XIX).


 

 

Exposición Mario Gómez y Gómez

Una muestra de la Exposición en la Sala “Tous pa Tous” de la Casa de Cultura de Cangas del Narcea que recorre la vida y obra de Mario Gómez y Gómez.

Nos complace anunciar que desde el pasado 15 de junio se puede visitar la exposición sobre el fundador de nuestra asociación «TOUS PA TOUS», el ilustre cangués Mario Gómez y Gómez (Cangas del Narcea, 1872 – 1932).  Esta es una muestra más de las iniciativas y actos que desde El Payar venimos desarrollando en el año que se cumple el 150º Aniversario de su nacimiento.

El próximo viernes 1 de julio, a las 19:30h, realizaremos el acto de presentación oficial de la misma, en la «Sala del TOUS PA TOUS» de la Casa de Cultura «Palacio de Omaña».


 

Retrato de Mario Gómez y Gómez, “El Gaiteiru de Limés”, del pintor José Alejandro, 1920. Cedido para la exposición por Sofía Mateos Peñamaria, sobrina nieta del retratado.

MARIO GÓMEZ Y GÓMEZ
(Cangas del Narcea, 1872 – 1932)

 

Médico, militar, escritor, filántropo, polifacético y vital, convencido de la necesidad de la unidad para el progreso de los pueblos fundó «El Tous pa Tous. Sociedad Canguesa de Amantes del País».

Médico militar

En 1897 ingresa en el Cuerpo de Sanidad Militar iniciando una carrera que lo llevará a numerosos destinos. Estuvo en la Guerra de Marruecos donde destacó en el auxilio a los soldados del frente y en la dirección del buque-hospital Castilla y Alicante en el que se trasladaron a más de trece mil heridos o enfermos.

Destinado a la Fábrica de Armas de Trubia, fue impulsor y socio fundador del Sanatorio Obrero de Las Cruces. Por su celo profesional y su implicación en la vida del pueblo recibió sentidos homenajes y el título de Hijo Adoptivo de Oviedo concedido a petición popular.

Estuvo en Valladolid, Vitoria, Gijón, Manresa, Leganés, Lugo y Burgos; fue director de los hospitales militares de Vigo, Carabanchel Bajo y Córdoba, y tuvo cargos en el Ministerio de la Guerra. En 1931 se retira con el grado de teniente coronel.

Escritor

Cultivó las temáticas militar, higienista, costumbrista, histórica y periodística.

Recoge sus observaciones médicas sobre los reclutas en Seiscientos sesenta y cinco reclutas. Estudios físico-psíquicos (1903), Recluta y reclutamiento (1908) y Reclutamiento Militar. Estudio Histórico (1910), todos premiados con la Cruz al Mérito Militar.

En A Pin el ajustador (1916) despliega sus dotes de médico higienista. El libro recopila  veintitrés cartas publicadas en la revista Cultura e Higiene, de Gijón, dirigidas a un joven obrero. Gracias a su profundo conocimiento del ambiente y del lenguaje popular, consigue una cercanía a la clase trabajadora de gran eficiencia didáctica. Una obra de arte en su género. Tuvo dos ediciones.

Sus poemas, canciones, monólogos y obras de teatro, muchas veces representados por sus coetáneos, escritos en castellano y asturiano, componen una singular obra costumbrista que hoy constituye una fuente de historia local. De Bogayo (1915) y De Corripia (1923) son buenos ejemplos. El periodista Gumersindo Díaz Morodo, «Borí», escribía: «En De Bogayo hallará el lector de espíritu alegre motivos para reír, para meditar el que a la meditación se entregue y para llorar el que en el drama busque alimentos para su espíritu […] comprende las tres fases de la vida: risa, meditación y llanto».

En los dos volúmenes de Los Siglos de Cangas de Tineo (1920 y 1925), que van de la prehistoria a la Edad Media, despliega su erudición y expone una historia local interactuando con el lector como un conferenciante que aúna pasado, presente y futuro. Otro importante escrito son sus memorias, inconclusas, solo referidas a su infancia, que son un recorrido histórico por el siglo XIX en Cangas; editadas por J. M.ª González Azcárate en 1985 con el título de Memorias de un cangués.

Fue articulista de temas diversos: corresponsal en Melilla para El Narcea; escribe en La Maniega sobre «la fala de Cangas»; la serie «Rumbos», relatos de viajes por el concejo de Cangas, que muestran su curiosidad e interés por el entorno y sus habitantes, y con el seudónimo «El Cuntapeiru» publica los populares «Chipi-chape».

 

Fundador del «Tous pa Tous» y La Maniega

Recibo mes de julio de 1926 de la Sociedad de Artesanos de la que Mario Gómez fue presidente honorífico.

Borí nos recuerda el carácter vital, jovial e ingenioso de Mario Gómez cuando se refiere a la expectación que despertaba su llegada a Cangas: «seguramente traería u organizaría algo nuevo, desconocido, exótico, que haría las delicias de todo el pueblo, de grandes y chicos, de hombres y mujeres».

El ideal de la unión del pueblo, de la necesidad de trabajar juntos, todos para todos, para conseguir un beneficio común, culmina en la fundación en 1925 del «Tous pa Tous. Sociedad Canguesa de Amantes del País» y su boletín La Maniega. La asociación desapareció con su muerte, pero volvió a refundarse en 2008 con la web www.touspatous.es como medio de comunicación, manteniendo vivo el deseo de unión del pueblo cangués y el recuerdo de un hijo tan ilustre y entregado a los demás.

 

Mercedes Pérez Rodríguez (Junio, 2022)
Texto para la exposición sobre Mario Gómez


 

 

El puente de Julio

Este texto fue leído en la presentación del libro «La minería del carbón en Cangas del Narcea», de Enrique Rodríguez García, el sábado 7 de mayo de 2022, durante la II Feria del Libro de Cangas del Narcea.

Alfonso López Alfonso, Enrique Rodríguez García, autor de la publicación, y Cristobal Ruitiña en la presentación del libro “La minería del carbón en Cangas del Narcea”.

Si la envidia sana existe creo que es legítimo admitir que siento una profunda envidia de Enrique Rodríguez García. Y quizá, claro, la envidia sana no exista.

Moncóu, de donde yo procedo, dentro del Río Rengos, es un lugar centenario, milenario quizá, en el que desde los años cincuenta del siglo XX los cambios fundamentales se produjeron en torno a la mina. Mineros eran muchos de los hombres del pueblo que pertenecían a la generación de mi abuelo Valeriano, nacidos en torno a la década de 1910, y mineros eran todos los de la generación de mi padre, nacidos en los años de la Guerra Civil o en la inmediata posguerra. Eran lo que se conoce en la bibliografía del centro de Asturias, donde el tema está más estudiado, como mineros mixtos, es decir, que compatibilizaban su labor en el mundo sumergido con el cuidado de la casa y el ganado. Mineros fueron también todos los hombres del pueblo de la edad de mis hermanos mayores. Mineros fueron, por tanto, mi padre, mis hermanos y mis cuñados. Por el contrario, las únicas minas que yo conozco son aquellas visitadas como elementos esencialmente lúdicos, como el pozo San Luis, por ejemplo, en el valle de Samuño, muy próximo a Ciaño, en Langreo. Y sin embargo no sabría explicarme sin la mina. Desde la cuna me hizo la mina ser quien soy y me dio buena parte de la formación que tengo, puesto que pasé diez años en el Orfanato de Mineros Asturianos (después FUNDOMA) en la suave ladera de Fitoria, próxima al monte Naranco de Oviedo. Luego fueron las becas proporcionadas por los Fondos Mineros las que me permitieron en buena medida seguir estudiando cuando llegué a la Universidad. Siendo el origen de mi mundo ese entorno y teniendo cierta vocación de escritor –aunque sea de escritor fracasado, que siempre tiene algo de glamur- es normal que sienta ahora cargo de conciencia por no haber sido yo quien dé forma al primer libro que se ha hecho sobre la minería en nuestro concejo. Pero qué le vamos a hacer, otro con más experiencia directa sobre la mina e infinitamente más conocimientos de los que yo tengo sobre el asunto se ha encargado de poner la primera piedra en nuestra bibliografía minera. Esperemos que no sea la última en este mundo declinante de la minería y la demografía canguesas.

El libro de Enrique es técnico, es uno de esos libros en los que hablan los datos, bien hilvanados y elaborados. Uno de esos libros necesarios para que vengamos después quienes tenemos alma de poetas a construir nuestros inútiles discursos subiéndonos a sus hombros. La sentimentalidad ha de crecer sobre un terreno previamente abonado; no se puede hacer pan si no sembramos primero el trigo. Es un libro técnico, como digo, pero con algunos detalles que lo harán emocionalmente perdurable porque está escrito contra el olvido. Nos dice Enrique que “si pudiéramos sacar de las profundidades de las montañas la estructura de una mina de Rengos, y ponerla encima de la tierra, veríamos una inmensa obra de ingeniería, hecha por mineros con muchos años de preparación, que hicieron un trabajo muy especializado”. Enrique fue ingeniero técnico en la empresa CARBONAR y hace valer su mundo. No cabe duda de que la mina ha sido una parte fundamental de su existencia, pero al mismo tiempo hay en el libro detalles que conmueven por su calidad humana y por la verdad acerca de la minería que, quizá de forma inconsciente, entrañan. Orgulloso de su oficio, durante la preparación del libro Enrique llevó a sus hijos de excursión a visitar las antiguas explotaciones mineras del Río de Rengos, a intentar que contemplaran, y son sus palabras, aquellos trabajos y aquellas estructuras que se desarrollaron “enterradas a varios cientos de metros de profundidad en el interior de la montaña”, pero que una vez que se cierran las minas “queda todo inundado, no pudiendo preservar para el futuro todas estas labores que se construyeron durante tantos años de explotación”. Y añade: “Si a un profano hoy lo llevamos a visitar la zona de las minas cerradas de Antracitas de Gillón y le intentamos explicar lo que ocurrió allí durante tantos años no lo entendería, sería difícil convencerlo de que en los tiempos de mayor actividad de esta mina había 1.150 personas trabajando diariamente en la zona, la mayoría bajo tierra. Además también le diríamos que había una flota importante de camiones transportando el carbón, tolvas, aseos, oficinas, vías de tren, kilómetros de túneles, centros de transformación eléctrica, etc.” Da la impresión de que, de forma implícita, Enrique también reconoce que la mina, en relación con su medio natural y humano, una vez que se acaban los beneficios económicos, deja el agujero y se va. Agujeros y estructuras que pueden ser bellos, como lo son Las Médulas, por ejemplo, obra de la minería aurífera romana, o como lo son los castilletes del centro de Asturias o las bocaminas de nuestro entorno, pero agujeros al fin y al cabo, cuyo recuerdo, y vuelvo a coger las palabras de Enrique, “se apaga con el último minero”. Y después viene la nada, como en esos poblados fantasma de los westerns, con el ulular del viento y el chirrido de los goznes de las puertas del saloom solitario, con esas plantas rodantes atravesando la ancha calle central de un pueblo sin asomo de vida, iconografía por excelencia de una melancolía que nos atañe a todos.

Vista aérea tomada en 1970 de Moncó (izda.) y San Martín de los Eiros (dcha.), este último hoy desaparecido.

De la mina abajo no hay trabajo, dice el adagio, y pocos trabajos habrá más hostiles y antinaturales que los realizados en las minas por testeros. El inframundo de Hades es un lugar poco apetecible, nada envidiable, aunque las prejubilaciones irrigadas desde Europa nos hayan hecho en ocasiones creer lo contrario. En ese sentido hay en el libro de Enrique una imagen fugaz que creo representa muy bien los sentimientos encontrados que puede generar la mina. Me refiero a la imagen del pueblo de Samartinu los Eiros, un cogollo de casas, hórreos y paneras que se veían desde Moncóu y que desapareció para siempre: la casa Galán, la de Cadenas, la de Murias, la de l’Aredera y tantas otras que ya no están. El pueblo fue enterrado por subsidencia minera, signifique eso lo que signifique. Ahora no se aprecian allí más que suaves cicatrices donde una vez estuvieron las casas. Cicatrices que nos recuerdan la inmediatez del olvido. Conozco a muchos de los que fueron habitantes de Samartinu y, cuando me tropiezo con ellos, con Toño el de Cadenas, por ejemplo, siempre les digo en broma que tienen algo de israelíes y a la vez de palestinos. Tienen algo de israelíes porque viven en la diáspora y algo de palestinos porque ya son un pueblo sin tierra. Tienen algo también de Orestes, pero sin Micenas a la que regresar; o de Ulises, pero sin Ítaca a la vista. Cuando ellos desaparezcan se irá con ellos el recuerdo de ese mundo en el que sus antepasados trataron de injertar una manera de amar la casa para que en días venideros la mantuviera en pie su estirpe. La mina, como a todos los demás del entorno, les dio mucho, pero en su caso también les arrancó la matriz condenándolos antes de tiempo al estéril olvido.

Siempre que hablo de Samartinu me acuerdo de mi vecino Julio, de casa Capicheiro, que tenía un proyecto entre delirante y poético para unir Moncóu con Samartinu, pueblos que están más o menos a la misma altura de la montaña, frente por frente, separados por el estrecho corredor del río Narcea. Cuando en Moncóu celebrábamos la fiesta se oía desde Samartinu, y viceversa, cuando ellos, si no recuerdo mal el 11 de septiembre, celebraban su fiesta, oíamos la música con mucha nitidez desde Moncóu. Julio, por aquellos días dorados de mi infancia proponía que había que hacer un puente para comunicar los dos pueblos. Él lo planteaba con seriedad y todos nos reíamos de su descabellada idea, pero hoy pienso que la idea de Julio entrañaba una metáfora de la existencia que los puentes representan muy bien por su capacidad para salvar distancias, para comunicar aquello que está separado. Nosotros les llamábamos a los de Samartinu “carneiros” y ellos a nosotros “fabas prietas”. Julio supo antes que nadie que todos pertenecíamos a la misma estirpe y que todos estábamos condenados a la misma desmemoria, solamente que unos antes que otros.

Decía el escritor Graham Greene que tener una infancia desgraciada era la mina de oro de cualquier escritor. Yo no soy de esos porque hay una multitud de detalles que convierten mi infancia en una Arcadia perdida. Entre esos detalles, sin duda, está el puente de Julio entre Moncóu y Samartinu.

Aide, la última minera de Rengos, tras recoger el libro firmado por Enrique R.G. Santolaya.

Aunque a mí la mina me ha hecho ser el que soy y forma parte de mi vida del mismo modo que lo forman las vacas, los castaños o la mole de piedra caliza que da nombre a mi pueblo, siempre me he sentido un poco raro en mi entorno y mi familia. Fui el primero y único de mis hermanos en nacer en un hospital (el de Oviedo) y eso hacía que de niño me tomaran el pelo diciéndome que yo no era de la familia, que me habían cambiado al nacer y que el verdadero hermano de mis hermanos andaría por esos mundos enfrentándose a la vida. En el fondo me habría gustado que aquella historia fuera cierta porque me daba esperanza. Me imaginaba la vida del “auténtico hermano” como algo envidiable, una vida repleta de aventuras que hacía parecer anecdóticas las novelas de Jack London. Yo era especial, procedía de otro entorno y algún día la familia de buhoneros o quien quiera que me hubiera perdido en aquel hospital, regresaría a por mí. Me sentía distinto y al mismo tiempo algo inferior al resto de mi familia porque, desde que tengo uso de razón, siempre quise alcanzar esa especie de normalidad legendaria que se respiraba en mi casa cuando las cosas iban por el cauce que les correspondía y podían controlarse. Esa normalidad que yo envidiaba la representaban mis hermanos, siendo capaces de continuar la tradición, trabajando en la mina y en el campo y manteniéndose alejados de los libros que, en mi caso, empezaron a atraerme desde que fui capaz de entender lo que decían. Ansiaba una familia ajena, pero en el fondo intentaba por todos los medios ganarme un lugar en la propia. Quería que unos buhoneros o quien fuera pasaran a buscarme únicamente porque deseaba que los míos me aceptaran como uno más. Sin ser consciente entonces, lo único que quería era formar parte de su mundo, ser capaz de trabajar con las manos, de defenderme en el campo y la mina. Quería entender lo que era una galería, qué significaba la palabra rampa, quería poder picar de resgao, dar la tira y postear; cabecear la madera, hacer llaves, poner un rachu, recuperar el hierro y otras cosas por el estilo, pero mucho me temo que a lo largo de la vida me he mostrado bastante torpe en las cosas realmente importantes, aquellas en las que se pone el corazón y se hacen con las manos. Desgraciadamente, lo único que yo sé hacer con las manos es golpear las letras de un teclado para formar con ellas palabras que a menudo salen desafinadas, incapaces de proporcionar consuelo porque no entienden del todo que realizar una alabanza épica de los mineros quizá sea una forma de mentir, porque los héroes no existen o sólo existen en las novelas, pero que al mismo tiempo, relegarlos a una realidad anodina y convencional como la que tenemos el resto de los mortales tampoco es contar la verdad del todo.



A LA VENTA EN LIBRERÍA TREITO DE CANGAS DEL NARCEA

“La minería del carbón en Cangas del Narcea”, de Enrique R.G. Santolaya, editado por el Tous pa Tous y la Librería Treito.

El reconocimiento de Trubia al médico militar Mario Gómez, «El mediquín»

Retrato de Mario Gómez Gómez h. 1900. Col.: Sofía Mateos Peñamaría.

En el contexto de la protección social que el cuerpo de artillería ofrecía a sus empleados, y que puede tener su origen en la Ley de las Siete Partidas de Alfonso X El Sabio (1265), encaminadas a mejorar el bienestar de sus trabajadores, la atención sanitaria ocupaba un lugar principal. Con este objetivo llega a esta fábrica de cañones, allá por el 1897, el médico Mario Gómez Gómez que dejaría su impronta en el ideario popular de este pueblo.

Trubia es un pueblo que siempre ha sabido reconocer a sus bienhechores y ahora cuando se celebra el 150 aniversario de su nacimiento, es de justicia reconocer que a este ilustre personaje le debemos una parte principalísima de nuestro progreso, tanto moral como artístico e intelectual.

El día 11 de enero de 1915 Trubia agasaja a este médico militar con un gran banquete como despedida, para festejar su nombramiento como director del hospital militar de Vigo y como reconocimiento a su labor profesional y humana. Expresaba así su agradecimiento al hombre de ciencia, cultura y bondad que era Mario. No olvidaba el pueblo trubieco que D. Mario «había sabido descender de su aristocracia intelectual» para ponerse al lado de los humildes, poniendo a su disposición sus variadísimos conocimientos a la vez que les prodigaba incesantes cuidados.

A dicho acto asistieron más de sesenta trabajadores de la fábrica, a pesar de celebrarse un lunes, día nada apropósito para un pueblo formado casi en su totalidad por obreros de la Fábrica de Armas donde se trabajaba día y noche, a los que luego se sumaron otros muchos hasta llenar «el espacioso salón» donde se celebraba el homenaje. El festejado ocupó el puesto presidencial y a ambos lados el fiscal de la audiencia de Oviedo, Julio Alesón, y el médico municipal de Trubia, Armando López, así como el director de Cultura e Higiene.

Al final de la cena el entusiasta trubieco Julio Mauri leyó «una sentida» carta de adhesión de Trubia; también el presidente de la juventud trubieca recitó un emotivo saludo en el que testimoniaba el imborrable recuerdo que dejaba en el pueblo. Cuando Mario se disponía a hablar una calurosa ovación resonó en todo el salón, y a pesar de las interrupciones y, dominando su intensa emoción declaraba que «guardaré eternamente en mi alma la ofrenda del inmenso cariño que Trubia me profesa».

Para finalizar los actos, la Comisión Organizadora envía un telegrama al padre de Mario Gómez: «Obreros de Trubia en fraternal banquete abrazan a su hijo Mario, haciendo extensivas las demostraciones de cariño a usted y demás familia».

Había nacido este ilustre personaje en Cangas del Narcea en 1872 y estudiado medicina en la facultad Carlos III de Madrid; terminados sus estudios ingresa en el Cuerpo de Sanidad Militar como médico segundo por oposición, siendo destinado a Melilla en 1897 y, al año siguiente- el 17 de agosto- es trasladado a la Fábrica de Armas de Trubia donde permaneció hasta 1901 para regresar a los pocos años al Regimiento Príncipe de Asturias con guarnición en Gijón, aunque ese mismo año regresa a Trubia donde desarrolla una intensa labor tanto profesional como cultural, impulsando la creación del Sanatorio Obrero de Las Cruces, bajo los auspicios de la Fábrica de Armas, institución que quizás sea la que mejor refleje el espíritu filantrópico de este personaje.

Pero este no sería el único homenaje que Trubia rindió a este insigne doctor, y a tal efecto, una comisión se desplazó, el sábado 22 de octubre de 1927 a Cangas de Tineo, donde se reunieron en el teatro de dicha villa con las autoridades del lugar que demostraron su total disposición a colaborar en el evento.

Placa a Mario Gómez en el Sanatorio Obrero de Las Cruces en Trubia con motivo de su nombramiento como hijo adoptivo de Oviedo.

Los vecinos de Trubia habían solicitado, previamente, al ayuntamiento de Oviedo que fuera recibido como «hijo adoptivo» en honor a su gran interés por el desarrollo de la sanidad en esta localidad, petición esta que es tomada en consideración y aprobada en sesión de la comisión el 22 de julio de 1927. Fundamentan su petición en «los actos filantrópicos y obras de benéficas llevadas a cabo el tiempo que ejerció su humanitaria profesión». Finalmente, el pleno lo ratifica con fecha de 29 de octubre. El acto de reconocimiento estaba previsto para noviembre de ese mismo año.

El día 6 de noviembre de 1927 amanecía nublado en Trubia, pero el barrio de Junigro lucía engalanado para recibir al hijo ausente. A las 10 de la mañana llega Mario Gómez acompañado de su hermano, de Antonio Arce Díaz alcalde de Cangas y demás autoridades a la entrada de la fábrica donde les esperaban la banda de música con el orfeón además de la comisión pro-homenaje. A continuación, en el teatro-casino se celebró un acto en el que tomó la palabra, en primer término, el alcalde de Cangas dando las gracias en nombre del pueblo al que representaba. Cuando Mario tomó la palabra una ovación acalló sus palabras para luego leer un portafolio dedicado a Trubia, que luego sería repartido al público en general y que titulaba así: Al pueblo de Trubia. Un abrazo filial, en el que testimonia su agradecimiento con estas palabras: «esta acogida y esta adopción tan sólo puede explicarse por vuestros propios méritos, que son los que tratáis de atribuirme. Todo, todo lo que en mi celebráis era y es vuestro». Reconociendo el imprescindible apoyo de la fábrica de armas al proyecto más trascendental de la sacrificada clase trabajadora del momento y con «vuestros afanes y suscripciones, hicisteis el Sanatorio Las Cruces, y me vestisteis con el éxito (…) yo era un médico vulgar, sin fama o distinción alguna, y, llenos de fe, os confiabais a mí en vuestras enfermedades».

El orfeón puso el broche final a tan memorable acto trasladándose luego la comitiva al Sanatorio Obrero de Las Cruces. En lo alto de una colina, arropada por pinos y robles con fuente de agua clara, levantaba su blanca silueta esta «casa del dolor» donde quedaba patente la voluntad férrea de un grupo de obreros y la labor humanitaria de este médico insigne. Una firme apuesta por la mejora de la salud del valle y a la vanguardia de la región. Después de descubrir una lápida se ofreció un banquete que fue servido por «la acreditada Casa de Antonio Martínez». A los postres la banda de música amenizó la tarde con música bailable que la gente joven aprovechó para rendir su particular culto a Terpsícore. No podemos olvidar aquí que Mario había impulsado, organizado
y sostenido colectividades artísticas como “La Clave de Trubia”, que elevaron significativamente el conocimiento musical e instrumental del pueblo.

La Fábrica cedió el alumbrado, que fue «un derroche de luz» para que esa noche se celebrara una alegre verbena a la que acudieron gentes de todos los pueblos colindantes, guardando todos ellos un grato recuerdo de tan memorable día.

Pero no podemos terminar este recuerdo a Mario Gómez sin hacer mención a su obra como escritor, articulista, corresponsal y fundador de La Maniega, boletín animador de la vida cultural canguesa, cuya primera edición sale a la luz en marzo de 1927. Pero, de toda su obra literaria la más conocida en Trubia quizás sea A Pin el Ajustador, texto formado por 23 cartas de contenido
higienista, publicadas en la revista Cultura e Higiene y que se distribuyó en escuelas y centros obreros. Debido a su amplia demanda -incluida la petición de 1.000 ejemplares para Cuba- fue necesaria una segunda edición en 1919. En ellas pone a Trubia como ejemplo de convivencia: «otra vez voy a poner a Trubia como modelo (…) yo te aseguro que en una sociedad filarmónica que allí formamos, no hubo una sola disputa, ni una mirada de ira (…) éramos más de ciento, y todos nos queríamos como hermanos». O cuando en otro pasaje dice: «a Trubia te llevaría para que vieses como allí todos se mudan y se asean al salir del taller, tiene sus trajes de reserva pulquérrimos (…) y se presentan en los paseos con una distinción y desenvoltura que para sí quisieran los dandis de otras clases sociales».

Entre sus obras de temática profesional cabe desatacar Seiscientos sesenta y cinco reclutas. Estudios físico-psíquicos, (Vitoria, 1903) «la cual fue considerada de importancia» pues el Ministerio de la Guerra le concede recompensa por R.O. del 23 de junio de 1904.

En 1931 solicita el retiro del ejército para regresar a Limés, en su Cangas natal, y dedicarse exclusivamente a sus aficiones literarias donde moriría poco después, el 23 de abril de 1932.

Una vez más, el laborioso pueblo de Trubia, que vivía al amparo de su gran industria y se consagraba al engrandecimiento de la patria por medio de su trabajo, supo testimoniar su agradecimiento a este médico ilustrado y humanista.