Publicación de noticias históricas relacionadas con la historia, el arte, la literatura, etc. de Cangas del Narcea.

Juventud y Deporte en Cangas del Narcea entre 1960 y 1978

Frade con tres deportistas cangueses

[Manuel Pérez Frade (Limés, 2 de febrero de 1933 – Oviedo, 24 de agosto de 2004), conocido por sus amigos y alumnos como “Frade”, fue el primer profesor de Gimnasia o Educación Física que hubo en el concejo de Cangas del Narcea. En estas memorias escritas en 1998 relata su actividad en pro del deporte en Cangas del Narcea en tres ámbitos: 1. Profesor en el Instituto Laboral de Corias y, a partir de 1968, en el Instituto Nacional de Enseñanza Media, 2. Fundador de la Organización Juvenil Española (O.J.E.) y 3. Promotor de los primeros cursillos de esquí en el Puerto de Leitariegos].

NOTA: Las fotografías publicadas en este artículo pertenecen a la familia Pérez García.

 

I) RECUERDO DE MI ÉPOCA DE DIRIGENTE JUVENIL EN CANGAS

Buceo en mi memoria (que ya empieza a flaquear) y quiero rememorar aquellos tiempos de hace veintitantos años, en que mi mayor ilusión era procurar ilusionar a la juventud en su formación tanto física como intelectualmente. Me ayudaron a ello mis estudios de magisterio, que me dieron los conocimientos necesarios, la pedagogía y la metodología para impartirlas.

Frade cuando era profesor de Educación Física en el Instituto Laboral de Corias, h. 1970

También practiqué el deporte, especialmente el atletismo, lo que me dio base para hacerme Monitor Nacional de atletismo, balonvolea, balonmano, baloncesto y Maestro Instructor de Educación Física.

Cuando llegué a Cangas del Narcea en 1960, destinado a la Escuela Nacional de Limés en mi calidad de maestro nacional, tenía que buscar horizontes más amplios para trasmitir a la juventud mis conocimientos de Educación Física. Fui nombrado Delegado Local de Juventudes de Cangas y así empecé a relacionarme con la juventud canguesa.

Mis primeros pasos como profesor de Educación Física, a parte de los desarrollados en la escuela, fueron en el Instituto Laboral de Corias, donde impartí clases de Educación Física durante 15 años. Tengo gratos recuerdos de mi época de profesor de Corias. Recuerdo con cariño y simpatía al prior en aquella época, al Padre Basilio Cosmen, y a otros muchos padres dominicos que pasaron por las aulas de aquel Instituto Laboral, foco de cultura durante muchos años de la zona de Cangas.

Frade con el equipo de baloncesto del Instituto Laboral de Corias

En 1968 fui nombrado profesor de Educación Física en el recién creado Instituto de Enseñanza Media de Cangas del Narcea. Nuevos alumnos, nuevos profesores, nuevo horario, más trabajo. A este Instituto le tengo especial cariño, porque lo considero como algo en que tomé parte en su gestión, construcción y puesta en funcionamiento, al ser yo en aquella época concejal de Cultura del Ayuntamiento, siendo alcalde don José Flórez Sierra, que, junto con toda la corporación, luchó para conseguir el Instituto de Enseñanza Media para Cangas. Quiero recordar también a don Benedicto Nieto, Delegado Provincial de Segunda Enseñanza, que también contribuyó a conseguir el Instituto.

Durante diez años (1968-1979) impartí las clases de Educación Física en el Instituto de Cangas, y debido a la relación con la juventud, como Delegado Local, se creó la Organización Juvenil Española (O.J.E.). El Ayuntamiento nos cedió un local en la parte de atrás de su edificio, una torre del palacio, que comprendía una planta baja y una habitación alta donde instalamos el Hogar de la O.J.E. Me ayudaron mucho en aquella época, entre otros, Sandalio Gurdiel, Arce, Faustino, Cordero, Linares, Berlín y otros muchos que sus nombres sería muy largo enumerar.

Voy a tratar de recordar las actividades de la juventud de Cangas de aquella época, divididas en tres apartados: educación física en los institutos, actividades de la Organización Juvenil Española y promoción del esquí en Leitariegos.

 

II) LA EDUCACIÓN FÍSICA EN LOS INSTITUTOS DE CORIAS Y CANGAS EN EL PERIODO DE 1961 A 1978

Frade (cuarto por la izda. de pie) con un equipo del Instituto Laboral de Corias

En aquella época, la Educación Física en la enseñanza estaba poco valorada y estaba considerada como una asignatura de las llamadas “marías”, o sea que se le daba poca importancia en el sistema de educación vigente. Desgraciadamente hoy seguimos casi igual, aunque hay más medios.

En mis clases procuré ponerla al mismo nivel que las demás asignaturas, trabajando en clase y, al mismo tiempo, exigiendo los niveles mínimos para aprobarla. Esto me acarreó bastantes problemas con algunas madres que consideraban la Educación Física como un entretenimiento y no como algo necesario y fundamental para la formación completa de sus hijos.

Con esta filosofía logré al cabo de algún tiempo que los alumnos y los padres tomasen conciencia de que la Educación Física era tan necesaria para el desarrollo completo y armonioso de los alumnos como cualquiera de las otras asignaturas. Procuré hacerla lo más agradable y lúdica posible para que los alumnos se divirtiesen en clase. Recuerdo que lo que peor llevaban, la mayoría de ellos, eran las carreras de precalentamiento (en el caso de Corias eran al Chandeo y en Cangas “a los pinos”, en la carretera que va a Besullo), para después realizar los ejercicios específicos de gimnasia o la práctica de cualquier deporte.

En el Instituto Laboral de Corias, por ser el primero que existió en Cangas y en el primero que empecé a dar clases, empezamos a participar en los Campeonatos Provinciales de Institutos Laborales. Los alumnos de Corias fueron campeones en muchas disciplinas deportivas, especialmente en “campo a través” (recuerdo campeones como Rufino, Parrondo, Tino el de Trascastro y otros muchos). En velocidad y altura podemos destacar a Eduardo Villamil. Alcanzamos un año el subcampeonato de Asturias en balonmano y otros muchos triunfos en baloncesto y atletismo.

Cuando empezó el Instituto de Segunda Enseñanza en Cangas, la base de los alumnos que venían de las escuelas, en lo referente a la Educación Física, era casi nula. En aquella época no había maestros especializados en esta materia, y los que si estábamos formados éramos muy pocos y casi todos en las capitales y villas grandes. En los pueblos rurales, la Educación Física que impartían algunos maestros la tenían que desarrollar en las calles y plazas del pueblo o en los caminos.

Frade con un equipo de baloncesto y otros alumnos del Instituto de Corias

A pesar de todos estos inconvenientes y añadiendo uno más, no el más importante, pero sí uno de los mayores: la falta de instalaciones deportivas y lugares apropiados donde impartir la Educación Física. ¡Cuanto frío hemos pasado en el patio de Corias y en los sopórtales del Instituto de Cangas!

En el Instituto de Cangas no había campos para practicar ningún deporte cuando se inauguró, a excepción de un pequeño campo de futbol. Para jugar a baloncesto los alumnos y el profesor tuvimos que allanar, a pico y pala, un trozo de terreno, recubrirlo de tierra cribada por nosotros mismos y apisonarla para poder jugar; claro que en cuanto llovía se convertía en una pista de patinaje. Las canastas las pagó el Instituto, gracias al director Ginés, y las hizo un taller de la villa. Más tarde se logró cubrir aquel campo de tierra con cemento y hacer otros dos, uno de balonvolea y otro de balonmano. También se fue consiguiendo material deportivo de gimnasio (potro, plinto, espalderas, saltometros, colchonetas para saltos, bancos suecos y otros materiales). Se construyeron unas duchas fuera del edificio, pues en el propio edificio del Instituto solo había una ducha de agua fría.

Pronto empezamos en el Instituto de Cangas a participar en los Juegos Escolares organizados por la Delegación Provincial de la Juventud. Lo más difícil era conseguir las ayudas para pagar los desplazamientos a otros lugares de Asturias (Oviedo, Gijón, Salas, Tapia de Casariego, etc.). Como muchas veces no había ayudas para los desplazamientos,  todos los años organizábamos unos campeonatos en el mismo centro, en los que se formaban equipos de los diversos deportes en los diferentes cursos; también había competiciones entre los Institutos de Cangas y Corias.

Creo que el deporte que más cuajo en Cangas, aparte del fútbol, fue el baloncesto. Antes de la creación del Instituto no había una canasta de baloncesto en Cangas, aparte de las de Corias. Recuerdo algún equipo de los cursos de entonces, el del año 1976:

– C.O.U.: Magadán,  Naveiras, Juan Bautista, Miguel, Roberto, Gil, Manolo, Félix.
– 6°A: Linares, Ventura, Tino, Cachón, Fernando, Manuel, Cordero, Quico.
– 6°B: Enrique Tejón, Raúl, Toño, Cesar, Ignacio.
– 6°E: Vega, Brañas, Luis, Muñiz, Parandones.

Frade en El Reguerón en una entrega de premios con la profesora del Instituto Elia Porriño, h. 1972

Entre los buenos jugadores de baloncesto recuerdo a algunos como Magadán, Domingo, Linares, Manuel, Faustino, Manolo, Cordero, los hermanos Cachón (Gaucho), Verano, Morodo, Carlos Menendo, Sergio y otros muchos que sería muy largo enumerar.

Estos campeonatos y los cross organizados por las calles de la villa tuvieron mucha aceptación y gran competitividad entre la juventud canguesa.

A pesar de los pocos medios de que disponíamos, tanto en instalaciones deportivas y material como en  medios económicos para los desplazamientos para competir con otros institutos en los distintos campeonatos que se organizaban en Asturias, creo que en Cangas se logró crear un muy bueno y alto nivel de ambiente deportivo en muchas especialidades deportivas, que anteriormente solo estaba reservado al fútbol. Cangas del Narcea solo se conocía deportivamente por su equipo de fútbol, desde que empezó el Instituto comenzó a sonar ya en otros deportes.

Quiero también exponer aquí la transformación que sufrieron las clases de Educación Física en el curso de todos aquellos años. En un principio la Educación Física se desarrollaba en orden cerrado, filas simétricas y ejercicios en estado estático, siempre ocupando un mismo lugar. Incluso la carrera se realizaba en fila, con ritmo atlético pero todo muy uniforme (podríamos decir que estaba militarizada). Más tarde se fue cambiando el espíritu de las clases, haciéndolas más dinámicas, más alegres, en las que un mismo ejercicio servía para desarrollar varios músculos al unísono y se suprimía aquella rigidez del orden cerrado, convirtiéndose en una clase más eficaz y de desarrollo muscular más intenso. En los primeros años siempre se realizaban en los días conmemorativos exhibiciones de tablas gimnásticas, que eran muy plásticas, pero más tarde se sustituyeron por pruebas de atletismo y cross, que eran más dinámicas.

Con estos pequeños apuntes he querido recordar lo que se hizo por el deporte en los institutos de Corias y Cangas durante aquellos años.

 

III) CREACIÓN DE LA ORGANIZACIÓN JUVENIL ESPAÑOLA (O.J.E.) EN CANGAS DEL NARCEA. SU DESARROLLO Y ACTIVIDADES QUE SE REALIZARON

Frade en una entrega de premios en el Parque de Cangas del Narcea, detrás del Ayuntamiento, h. 1971

Al ser nombrado Delegado de la Juventud de Cangas, además de la formación laboral de los aprendices en las empresas, que dependía de la Delegación de la Juventud y que organizaba cursos en colaboración con los sindicatos, mi otra actividad prioritaria fue poner en funcionamiento la Organización Juvenil Española en Cangas del Narcea.

Como ya mencioné, nos fue concedido por el Ayuntamiento un local que anteriormente había servido como Hogar del Frente de Juventudes, en el mismo edificio del Ayuntamiento. Después de pintarlo y adecentarlo nosotros mismos, los pocos que éramos en un principio, y con los pocos muebles que teníamos, se logró hacerlo medianamente habitable.

En este local se hicieron las primeras reuniones de jóvenes de todas las edades que se acercaban a ver que era aquello de la O.J.E. Cuando se llegó a cerca de 50 afiliados se nombró la primera junta juvenil de la O.J.E. de Cangas del Narcea. Puedo citar alguna de estas juntas, que se iban renovando cada cierto tiempo por diferentes circunstancias. Una de ellas, en el año 1972 o 1973, estaba compuesta de los siguientes afiliados:

– Jefe local: José Linares Blanco
– Jefe de hogar: José Luis García
– Secretario: Juan Carlos Cordero
– Vocales: Javier Uría, Faustino Menéndez, Fernando González y Jesús Ledo.

Los años que funcionó la O.J.E. en Cangas  realizó muchas actividades tanto culturales como deportivas, organizando concursos o participando en competiciones deportivas. Culturalmente, aparte de charlas y debates que se organizaban en el hogar de ámbito puramente interno, se organizaron exposiciones de postales navideñas que se celebraron en el salón de plenos del Ayuntamiento, en las que participaban todos los escolares de Cangas y las escuelas rurales. Se participó en concursos de pintura al aire libre (recuerdo uno celebrado en Luanco donde se consiguieron varios premios), y se realizaron concursos literarios y actividades de todo tipo.

En 1976 se creó una revista titulada “Juventud”, que aunque tuvo pocos números fue una experiencia interesante. La revista constaba, además del editorial de primera página, de artículos sobre diversos temas, pero principalmente estaban relacionados con el Instituto, dado que todos los redactores pertenecían a dicho centro. Salieron a la luz seis números cuyo director fue Faustino Menéndez Menéndez, que fue el alma de la revista. Adjunto remito fotocopias de los cinco editoriales de los primeros números. En ellos viene reflejada, a grandes rasgos, la ideología de la O.J.E. y lo que pretendía aquella revista.

En esta revista se escribieron artículos, información deportiva, temas relacionados con el Instituto, entrevistas, temas históricos y de opinión. Quiero destacar la sección “En serio y en broma”, donde la crítica, bastante ácida, del director de la revista Faustino, no dejaba títere con cabeza en temas relacionados con el Instituto y sus profesores. También la sección de humor, con unas viñetas a veces estupendas, aunque los chistes eran regularcillos, y la página de pasatiempos, de crucigramas y otros entretenimientos.

La revista fue sufragada por la Delegación de la Juventud Local en cuanto a coste económico de clichés y papel, y se imprimía en la multicopista del Instituto. Como dije anteriormente, la revista fue una experiencia interesante y positiva donde aquellos jóvenes, aprendices de periodistas, expresaban sus ideas sin cortapisas ni censura alguna.

Frade y un equipo de baloncesto

Donde la O.J.E. de Cangas obtuvo los mayores triunfos fue en el campo deportivo, en los Juegos Provinciales celebrados todos los años en distintas localidades asturianas: Oviedo, Gijón, Avilés, etc. Recordaremos algunos de los campeones de estas competiciones en diferentes pruebas de atletismo: Verano en 400 m.,  Domingo Corrales en altura y 1.500 m., Faustino en longitud y 100 m., Morodo en 100 m., Tino de Trascastro en 5.000 m. y otros muchos que dejaron el pabellón de Cangas muy alto, a pesar de que en aquel tiempo no teníamos instalaciones deportivas adecuadas de ningún tipo, excepto para el cross que se podía realizar por los alrededores de la villa. En las demás disciplinas de atletismo  teníamos que ingeniárnoslas para poder entrenar, haciendo nosotros mismos un foso de salto de longitud, altura sobre colchonetas siempre escasas, los 100 metros eran raquíticos, y en 200 y 400 metros no teníamos donde entrenar.

También es necesario mencionar el buen papel desempeñado casi siempre por el equipo de baloncesto (Campeones de Asturias en el año 1973 en categoría juvenil).

El pequeño presupuesto de que disponía la Delegación Local de la Juventud había que estirarlo tanto para poder realizar todas estas actividades, que muchas veces viajábamos a crédito. El problema que siempre tuvimos en Cangas para competir en los Campeonatos Provinciales, que siempre se realizaban en el centro de Asturias, en lugares donde había instalaciones deportivas, era el del transporte, por encontrarse Cangas tan alejada de esos lugares. Por todos estos motivos, algunos años tuvimos que conformarnos con hacer campeonatos en la misma localidad.

En resumen, creó que la labor de la O.J.E. de Cangas, teniendo en cuenta los medios de que disponíamos, fue fructífera. Nunca se pretendió politizar a sus afiliados en ningún sentido, y la prueba de ello es que conociendo hoy los cargos que algunos de aquellos ostentan en el arco iris político existente, se comprueba que la influencia fue nula.
En aquella época también empezó a funcionar en Cangas una sección de la Cruz Roja Española, de la que formaron parte muchos afiliados a la O.J.E. que realizaban servicios en carreteras, competiciones deportivas, urgencias de los pueblos y otros muchos servicios. El que llevó esta sección durante mucho tiempo fue Pepe Gayón.

 

IV) PROMOCIÓN DEL ESQUÍ EN EL PUERTO DE LEITARIEGOS EN LOS AÑOS 60-70 Y ACTIVIDADES REALIZADAS EN EL ALBERGUE DE LA O.J.E.

Grupo de esquiadores de un cursillo en El Puerto de Leitariegos, h. 1971

A 35 km. de Cangas del Narcea, en la carretera que va a León, se encuentra el Puerto de Leitariegos, con una altura de 1.525 m. en la carretera y 2.007 m. en la cota más alta que es Cueto de Árbas.  Es, así mismo, puerta a la provincia de León.

Es un puerto en que cargaba mucho la nieve. Recuerdo años que en la carretera llegó a tener la nieve un espesor de 5 metros.  Y aunque no tiene grandes pistas ni grandes desniveles, es un lugar idóneo para practicar el esquí de base y de divertimento, además de no estar muy alejado de la villa de Cangas.

En dicho puerto poseía la Diputación de Oviedo una casa dedicada al cobro de las antiguas tasas provinciales. Al desaparecer estas tasas entre provincias, dicha casa quedó deshabitada. La Delegación de la Juventud Local de Cangas pidió al Ayuntamiento que solicitase la cesión de dicho edificio como albergue juvenil de la O.J.E. Después de muchos trámites así se hizo y la gestión llegó a buen fin.

La casa estaba en bastantes malas condiciones al llevar abandonada algunos años. Se hicieron algunas reformas: arreglar el motor del agua; poner contraventanas exteriores para combatir el frío; arreglo de las dos cocinas que tenía, que era la única calefacción de que disponía el albergue; limpieza y pintura del interior del edificio; arreglo del tejado y otros pequeños arreglos que hicieron falta.

Con esto quedó el albergue bastante habitable, pero sin mobiliario a excepción de una mesa y unas sillas. La Delegación Provincial de la Juventud amuebló el albergue con literas, colchonetas, mantas y menaje de cocina.

Desde entonces ya se empezaron a realizar actividades de montaña y, por el invierno, cursillos de esquí. En un principio estos cursillos fueron provinciales, pues en Cangas había poca afición al esquí; más tarde los cursillos ya eran solo locales, pues ya había bastante afición en la localidad. Los cursillos de esquí se empezaron a impartir en los años 60 y así, poco a poco, la afición al esquí se fue incrementando.

Los fines de semana invernales y en primavera el albergue siempre estaba ocupado. El albergue fue de toda la juventud,  ya fuera de Cangas o de la provincia, y nunca se pidió a nadie que perteneciese a la O.J.E. para poder usarlo el tiempo que solicitase.

Recuerdo anécdotas del primer cursillo que se celebró en el albergue de Leitariegos. Era Semana Santa, el cursillo duraba siete días, y el monitor y parte de los cursillistas venían de diferentes partes de Asturias. El día que empezaba el cursillo ya estaba bastante nevado y empezó a nevar por la mañana, todo el día nevando; a las 6 de la tarde, que era la hora de concentración en Cangas, ya había una nevada considerable. Alquilamos un jeep para subir al Puerto, pero había tanta nieve en la carretera que nos tuvo que dejar a 2 km.; la nieve ya le daba por mitad del parabrisas. En recorrer aquellos 2 km, cargados con los esquís y las mochilas de cada uno y la ropa necesaria, con un espesor de l,5 a 2 metros de nieve blanda, tardamos tres horas en llegar al albergue.  Estuvimos siete días completamente incomunicados, con un tiempo de sol magnífico. El último día el Ayuntamiento mandó una pala quitanieves para sacarnos de nuestro encierro, lo que ya no era necesario pues todos bajamos esquiando hasta Vallao, donde nos esperaba el coche. La mayor parte de los cursillistas era la primera vez que ponían los esquís. Las comidas nos las servían en Casa Agosto, aunque algunos días sin pan.

Seguimos organizando cursillos durante varios años, los últimos ya eran solo locales pues la afición al esquí ya había calado en Cangas y había que organizarlos con diferentes niveles de aprendizaje. La mayor parte eran niños que subían desde Cangas en autocar y regresaban a casa a pernoctar; la comida nos la servía el Parador.

En los primeros años,  al no haber medios de arrastre, subíamos con los esquís al hombro para después bajar esquiando: tiempo de subida 40 ó 50 minutos y de bajada esquiando máximo 5 minutos. Era un ejercicio que requería mucho esfuerzo, pero la ilusión de aprender y el placer de la bajada suplían con creces el esfuerzo de la subida.

De la zona de León (Villablino, Ponferrada…) afluían muchos esquiadores, que llevaban más tiempo practicando el esquí que los de la zona de Cangas, y también las autoridades provinciales leonesas hicieron mucho más, y siguen haciendo, que las de Asturias por la promoción de Leitariegos como estación de esquí.

En los años setenta se celebró en Leitariegos una asamblea conjunta de los ayuntamientos de Cangas, Villablino y Ponferrada y las Diputaciones de León y Asturias, a la que asistieron los delegados de Turismo de ambas provincias, en la que se dijeron bellas palabras y muchas promesas de todas las autoridades allí reunidas, en cuanto a la necesidad de promocionar Leitariegos como estación de esquí. Se sellaron todos aquellos acuerdos con una suculenta y calorífica comida, ofrecida por el Ayuntamiento de Cangas en la escuela de Leitariegos.

Por parte de Asturias todo aquello quedó olvidado, pues todas las inversiones para la promoción del esquí en Asturias se quedaban en la Estación de Pajares retenidas por el Sr. Valonare. La Diputación de León sí hizo algo, y creo que sigue haciendo, montó un telesquí y construyó un parador. En Asturias, con las bellas palabras y muchas promesas y la buena comida (de la cual todo el mundo salió satisfecho), se olvidó todo; aunque algunos siguiéramos reclamando todo aquello que se había dicho allí, las gestiones cayeron en tierras estériles.

Hicimos un proyecto para mejorar el albergue, pero la Corporación Municipal no lo aprobó. La escasez de medios económicos en el Ayuntamiento lo impidió, debido a que había muchas escuelas que construir y que se construyeron, aunque hoy se encuentren vacías.

Puedo enumerar a muchachos que progresaron bastante, y salieron a otras estaciones más confortables para esquiar, pero que el gusanillo del esquí lo adquirieron en Leitariegos de una forma más rudimentaria. Entre ellos puedo citar a Pablo, Arce, Sandalio, Cachón y otros que no recuerdo.

La participación femenina también fue notable en aquellos cursillos, habilitando como albergue para las chicas la escuela de Leitariegos.

Hoy en día no sé cómo se encuentra la promoción del esquí en Leitariegos en cuanto a la afición canguesa, pero si tengo constancia de que algunos que empezaron a esquiar en aquella época, y ya son padres, mandan a sus hijos a esquiar a modernas estaciones de esquí e incluso van ellos, lo que demuestra que en aquellos cursillos se creó afición al esquí. Poseo documento gráfico en película de Super-8 de alguno de aquellos cursos, incluso del descenso con antorchas de noche como final de un cursillo llamado “La noche de la quema de anoraks”, dado que al hacer el descenso las chispas que desprendían las antorchas dejaron los anoraks con tantos agujeros que muchos de ellos fueron inservibles.

 

V) FINAL

Creo haber resumido en estas páginas parte de lo que se hizo respecto a la juventud y el deporte en Cangas en los 18 años que yo tuve responsabilidades en ambos campos. Si no se hizo más fue por falta de medios económicos o quizá por deficiencias de mi dirección, pero nunca fue por falta de ilusión y colaboración de todos aquellos que desde los primeros tiempos me ayudaron; sin ellos nunca podríamos haber llegado a las cotas tan altas de participación y  de resultados óptimos a que se llegó en esos años en el deporte en Cangas. Quiero recordar también por su colaboración a las siguientes autoridades y cargos directivos:

ALCALDES: D. José Flórez Sierra y D. Carlos Arce.
CONCEJALES: D. Marcial R. Arango, D. Marcelino Díaz Otazú, D. Manuel Álvarez Cosmen, D. Valentín Flórez Rodríguez, D. Fernando Rodríguez Verano, D. Gerardo Puente Rodríguez y D. José Muñiz Díaz.

Al prior de Corias, Reverendo Padre Basilio, y a todos los padres dominicos que colaboraron tanto.

A los directores del Instituto de Cangas, Ginés [Suárez Pérez] y Conchita [Vázquez Pérez], dándonos toda clase de facilidades para realizar las distintas actividades.


Las fotos de Balito, 1930-1932

Ubaldo Menéndez Morodo, ‘Balito’, a bordo del vapor ‘Veendam’, 1930

Ubaldo Menéndez Morodo (Cangas del Narcea, 1902-1968), conocido como “Balito”, era un cangués alegre y muy sociable. Aficionado a compartir viajes y comida con sus amigos, en los años treinta fue un activo miembro de la sociedad excursionista canguesa “La Golondrina” y uno de los fundadores de la peña “El Arbolín”.

En los años veinte emigró a México, donde también estaba su hermano José. En ese país trabajó en la fábrica de papel San Rafael, localizada en el municipio de Tlalmanalco a 50 kilómetros de la ciudad de México, que en aquel tiempo era la más importante del país y de toda Hispanoamérica. En ella trabajaba de escribiente en las oficinas de la empresa. La fábrica todavía existe.

En México se aficionó a la fotografía y en aquella fábrica tomó muchas imágenes de sus compañeros de trabajo, del equipo de fútbol de la empresa, en el que él jugaba, de indios o personajes singulares, de fiestas, comidas, viajes, etc.

A comienzos de 1930 vino a Cangas a pasar unas largas vacaciones. Viajó por Asturias, Madrid y Barcelona, y también por el concejo en compañía de Mario Gómez. Hizo muchas fotografías de la villa de Cangas y de los pueblos, algunas de las cuales se publicaron en la revista La Maniega. Como buen fotógrafo aficionado captó imágenes de lugares y rincones que ningún otro fotógrafo tuvo la curiosidad de tomar. Muchas de sus fotografías de la villa pueden verse en el Álbum de fotografías del Tous pa Tous.

En junio de 1931 regresó a México y a fines del verano de 1932 estaba de vuelta en Cangas del Narcea, para no volver a salir de aquí nunca más. Se casó en este tiempo con Estefanía Avello Díaz (Cangas del Narcea, 1904-2003), la recordada “Fanía”. No tuvieron hijos.

Con la muerte de don Mario Gómez en el mes de abril de 1932, el final de La Maniega y la guerra civil, Balito perdió la afición por la fotografía. Pero de aquellos años de fotógrafo compulsivo quedaron un par de álbumes, que hoy pertenecen a la familia Menéndez Liste, en los que aparecen las fotografías de México y Cangas del Narcea, los dos mundos donde Balito fue feliz.



Los dibujos de las celdas del juzgado de Cangas del Narcea

Aviones militares dibujados en el calabozo de la planta superior de los juzgados de Cangas del Narcea

Este artículo es una síntesis del trabajo de catalogación de los dibujos de las celdas del juzgado de Cangas del Narcea, realizado para la Consejería de Educación, Cultura y Deporte del Principado de Asturias, incluidos en el Inventario del Patrimonio Cultural de Asturias por resolución de 16 de enero de 2015 de la Consejería de Educación, Cultura y Deporte. Dichos dibujos constituyen un testimonio relevante de un aspecto destacado del conflicto bélico en nuestra región, siendo realizados por presos republicanos durante la Guerra Civil (1936-1939) y la posguerra.

Las cárceles fueron lugar de residencia de pintores, escultores, dibujantes, escritores, artesanos, maestros de escuela, etc. Allí llevaron a cabo una importante actividad artística y cultural, hoy día poco valorada y estudiada. Junto a ellos estaba el campesino, el trabajador, el hombre de la calle, sin formación académica, artística ni profesional, cuya presencia también se deja ver en estas celdas ya que a causa de su desesperanza y horror (fusilamientos, palizas, hambre, suciedad, enfermedades y sobre todo frustración) dejaron escenas y mensajes trágicos que conmueven la sensibilidad de quien los lee y estudia. Los creadores no pretendían hacer dibujos bellos sino testimoniales, denunciando unos hechos y unas situaciones concretas. Buscaron en la expresión y en el dibujo un medio de salida hacia delante, de liberación personal, denunciando sus temores y el miedo al que estaban sometidos. Recrearon aspectos no solo militares sino de la vida cotidiana, como el amor y el trabajo. Son numerosas las caricaturas que ponían de manifiesto el lado humorístico de sus autores y las escenas de cabaret. Por tanto, con temáticas diferentes, ofrecían un testimonio de cómo era la vida en las cárceles durante la guerra y después de ella.

Los dibujos de la cárcel del Juzgado de Cangas del Narcea se encuentran en tres celdas: una en el piso inferior y dos en el superior, aunque los dibujos de una de ellas son de los años cincuenta del siglo pasado. No obstante, son dibujos destacados si tenemos en cuenta que el conflicto bélico no influyó demasiado en Cangas, pero sí la posguerra, ya que en estos lugares las partidas de guerrilleros republicanos se seguirían resistiendo y eran encarcelados.

El edificio del Juzgado fue diseñado por el arquitecto provincial Andrés Coello en 1861. Pero no fue hasta 1878 cuando, con un proyecto reformado por el arquitecto Javier Aguirre Iturralde (San Sebastián, 1853-1909), se reanuda la construcción que concluirá en 1892 (los planos están publicados en esta misma web del Tous pa Tous). Los calabozos se encuentran en la parte trasera del edificio y se distribuyen en dos plantas. En la inferior, a la que se accede por una puerta desde la entrada principal, se abren varias celdas en torno a un pasillo central: unas están reformadas con un nuevo enlucido, otra alberga el archivo del Juzgado de Cangas del Narcea, descolocado y en mal estado de conservación, y en otra están los dibujos. Esta última es una celda de planta rectangular, de 2,35 x 4,16 m aproximadamente (9,7 m2 ) y de considerable altura. Cuenta con un vano de iluminación y el techo es plano. Es una celda construida con mampostería de piedra irregular, revocada y enlucida. Su estado de conservación es muy deficiente ya que presenta desconchados en el enlucido, grandes suciedades, humedades, filtraciones de agua y agrietamientos en el muro.

Por su parte, en la planta superior, a la que se accede por una escalera de madera en forma de caracol, hay varias celdas más, aunque solo dos de ellas presentan dibujos. Las demás están tapiadas y cerradas por una puerta de madera.

Los dibujos más abundantes son los realizados entre 1937-1939. Entre ellos destacan varios retratos, uno del General Franco, y varios mapas de geografía de España y algunas de sus provincias (Madrid y el Litoral Cantábrico), con sus límites, principales ríos, vías de ferrocarril y, en algunos casos, la distancia de los principales núcleos de población con la capital de España. Hay también dibujos de posguerra, que tienen menos entidad; la mayor parte son esbozos que representan escenas de cabaret, animales e inscripciones con nombre de presos y núcleos de población.

TÉCNICA

Técnicamente los dibujos son muy sencillos, en blanco y negro, realizados con lápiz aplicado directamente sobre el soporte, en este caso el revoque y enlucido del muro. No hay ninguna evidencia de dibujo preparatorio previo. El muro es algo rugoso, lo que condiciona las características de los trazos del lápiz. Parece que algunas inscripciones y dibujos se realizaron con balas, como se dice en algunas de ellas («Aún me quedan balas para dibujar»).

TEMÁTICA

Los dibujos muestran una temática diversa, pero en su mayor parte está ligada a la guerra (calendarios, retratos de generales, soldados, tanques, escenas de combate aéreo, etcétera). Pero también hay otros temas, como mapas geográficos, representaciones de casas tradicionales asturianas, macetas con flores, caricaturas y retratos, bicicletas, barcos, animales (gatos y gallos), trenes con vagonetas de carbón y alguna escena erótica.

Los calendarios son abundantes en la celda del piso inferior. El más destacado es el de diciembre de 1937 y de la primera semana de enero de 1938. También hay otro de mayo de 1938; otro de abril del mismo año y a su lado otro sin fechar. En ellos aparecen los días de la semana (de lunes a domingo), en letra redonda y la inicial en mayúsculas, aunque también pueden aparecer abreviados, con la inicial, como en los calendarios de 1938. En todos ellos, el preso tachaba los días que iban pasando desde su ingreso en prisión y en uno de 1938, se dice «días condenado esta pena muerte».

Son muy destacadas las escenas de combates aéreos. Se conservan dos en el calabozo inferior y otra en el superior. Las del calabozo inferior son escenas bidimensionales donde se muestran aviones italianos o españoles. Afortunadamente, conocemos al autor que dibujó dos escenas del calabozo inferior: «Jesús Capuchas o Capuchis», cuya firma aparece al lado de la mayor parte de los aviones, condenado a muerte en diciembre de 1937. Pero la escena más destacada es la del calabozo superior, en la que destaca el avión situado en escorzo, lo que confiere profundidad y originalidad al conjunto. Fue realizado, sin duda, por un preso con formación artística.

Retrato del General Franco dibujado en el calabozo de la planta superior de los juzgados de Cangas del Narcea

Se conservan algunos retratos figurativos. En el calabozo superior se conservan dos retratos: uno del General Franco dentro de un mapa de España compuesto por líneas curvas de cierto expresionismo y otro en la pared lateral, de un general, acaso Emilio Mola o Gonzalo Queipo de Llano. Ambos son retratos de busto, donde destaca la captación realista del retratado, situados frontalmente hacia el espectador, tratados con hieratismo, sobre un fondo plano de tonalidad amorronada. Visten traje de general sin los símbolos y emblemas de su rango. Estéticamente, destacan por el buen tratamiento y ejecución en el dibujo, caracterizado por el empleo de negro con amplios matices de grises, realizado con lápiz sobre fondo de color.

Son frecuentes las caricaturas: un hombre fumando en el calabozo inferior y dos hombres en un calabozo superior, datada en 1958. En ambas escenas, los personajes están representados de perfil con sus rasgos fisonómicos exagerados. Ponen de manifiesto que el humor aún seguía vivo y punzante, a pesar de los difíciles momentos que les tocaba vivir a los presos. Son imágenes directas que reflejan las inquietudes y preocupaciones de los presos.

Aparecen también trenes transportando carbón. Uno lleva diez vagonetas cargadas de carbón, simbolizado con un triangulo negro. En la parte inferior, pequeños círculos oscuros representan las ruedas. El tren sale de una bocamina y es conducido por un burro situado de perfil. También hay algún dibujo de coches y bicicletas. En el calabozo de la planta superior hay una bicicleta fechada en «1951», firmada por «LUIS EL BHE», con una dedicatoria que dice lo siguiente: «Entré el 18 de octubre / y salgo el día que me lo manden». Es una representación realista de una bicicleta con cuadro, sillín, ruedas con radios y manillar. Finalmente, hay alguna representación de barcos civiles e incluso otro pirata. En el calabozo inferior hay dos civiles: uno dentro del Mapa del Litoral Cantábrico y otro en una de las paredes. Los camarotes están señalados bien por círculos o por ventanas cuadrangulares. Ambos llevan bandera en la popa y en uno de ellos se intuyen el ancla y el bote.

Mapa del Litoral Cantábrico en el calabozo de la planta inferior de los juzgados de Cangas del Narcea

Destacados son los mapas de geografía. Se conservan tres en el calabozo inferior: Mapa de la provincia de Madrid, Mapa del Litoral Cantábrico (provincias de Lugo, Asturias, Cantabria y Vizcaya) y Mapa de España. Los dos primeros están rodeados por una moldura a modo de enmarque, doble en las esquinas. Ambos son de 1937, estando el primero de ellos fechado en su remate: «13 de agosto de 1937». En el Mapa de la provincia de Madrid figuran, en letra redonda, los núcleos de población más destacados y en algunos casos la distancia en kilómetros con la capital, así como, la identidad de algunos accidentes geográficos y la línea de ferrocarril. Los límites provinciales están delimitados por una línea de cruces, figurando Madrid en el centro de la composición. En el mapa están identificadas todas las provincias limítrofes con sus respectivos nombres, siguiendo este esquema: letra redonda en minúscula, excepto las iniciales, y con provincia en abreviatura (por ejemplo, Prov. de Segovia). En la provincia de Madrid figuran los principales ríos y poblaciones. A su lado está el Mapa del Litoral Cantábrico que ejemplifica las poblaciones y accidentes geográficos más destacados de las provincias de Oviedo, Santander y Vizcaya: ríos, puertos de montaña, faros, red de comunicaciones, capitales de provincias y principales núcleos de población. También ejemplifica algunos lugares de las provincias limítrofes con esta: Lugo y León. Los principales faros están representados con un triangulo, sobre una base de color negro, del que salen líneas discontinuas, a modo de destellos de luz. Comienzan en el occidente, con el de Tapia de Casariego, y concluye con el de Santander. También están las principales poblaciones costeras. En el corazón del mapa de Asturias están Oviedo, capital de la provincia, y la carretera que la comunica con los otros dos enclaves urbanos de la provincia: Gijón y Avilés, así como la carretera hacia Ribadesella y los Picos de Europa, señalizados con un triangulo en blanco. También es destacada la carretera Oviedo-Pajares que transita hacia Busdongo (León). Por su parte, en la provincia de Santander figuran los faros de San Vicente de la Barquera y Santander capital. Concluye con el Nervión y Bilbao. En la parte inferior una leyenda con la extensión en kilómetros y habitantes de las provincias de Oviedo y Santander. En la parte superior hay un símbolo que acaso se podría identificar con el transbordador del Nervión (Vizcaya), diseñado por el arquitecto vizcaíno Alberto de Palacio y Elissague, terminado en 1893 (declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2006).

Finalmente, el Mapa de España ejemplifica las provincias españolas con sus capitales y unas cifras que acaso hagan referencia a la extensión en kilómetros de cada una de ellas. También muestra los países limítrofes (Francia y Portugal), y la zona norte de África. Está dentro de una hornacina compuesta con motivos artísticos heredados del pasado clásico y moderno, enmarcada por una columna entorchada con veintiuna espiras en cuyo capitel fusiona los órdenes clásicos. La hornacina esta rematada por una moldura que imita las peinetas y rocallas del último barroco. Es un mapa bastante fiel a lo que es la distribución geográfica del país.

Gato negro dibujado en el calabozo de la planta superior de los juzgados de Cangas del Narcea

Otros temas son los extraídos del mundo de la naturaleza, de la flora y de la fauna. Destaca la Maceta con flores del calabozo inferior, compuesta por una maceta de la que sobresalen algunas ramas con hojas, terminadas en flor. La maceta está sombreada, lo que le confiere volumetría. En los calabozos superiores se conservan algunas representaciones figurativas de animales, como un gallo, acaso realizado por un tal Faustino Fidalgo, y un gato negro que por su forma se podría identificar como el símbolo anarquista ya que se muestra con la espalda arqueada y sacando las uñas. Estilísticamente, destaca por el buen tratamiento y ejecución en el dibujo, de colores apagados, en este caso el negro sin demasiados matices de grises, realizado todo ello con lápiz de grafito. Al carecer de sombras y matices, el dibujo no muestra volumetría.

Finalmente tenemos que aludir a las escenas eróticas, de cabaret y desnudos. Están dibujadas en una celda del piso superior. Una hace referencia a una mujer desnuda corriendo, sin manos y pies. El autor captó solamente las líneas que definen las principales partes del cuerpo sin insistir en detalles: piernas, brazos, senos y cabeza. Es una representación plana, bidimensional, sobre un fondo plano, blanco. No hay profundidad ni volumetría. Parece que recuerda lejanamente las representaciones femeninas de la época clásica de Picasso. Al lado de ella, una mujer representada en menor escala y en ropa interior, como otra mujer de la pared de enfrente.

AUTORÍA DE LOS DIBUJOS

En cuanto a la autoría de los dibujos se constatan distintas manos: en primer lugar, la intervención de «Jesús Capuchas o Capuchis» que así firma en varias ocasiones dibujos de aviones y escenas de combate aéreo. Estuvo preso en los calabozos de Cangas del Narcea en 1937. Aparentemente, parece que solo dibujaba y, en ocasiones, esbozaba escenas de combates aéreos. Conocía los tipos de avión, lo que hace suponer que tenía conocimientos de aeronáutica. Plantea unas composiciones bidimensionales sobre un fondo plano y sin gradación tonal. Sus aviones se caracterizan por el empleo del negro en contraste del blanco de la pared, aplicado con lápiz. Son aviones italianos o españoles por el triple círculo dibujado en sus alas, acaso perfilado con monedas.

En segundo lugar, la intervención de un maestro de escuela o de una persona con formación académica. El análisis grafológico de los dibujos demuestra que sabía escribir, conocía la gramática y la ortografía (no cometía faltas), y tenía amplios conocimientos de geografía (líneas de ferrocarril, ríos y poblaciones y su distancia con la capital de España, los faros de la costa cantábrica, superficie de las provincias y las principales vías de comunicación). Esto se ve en el Mapa de la Provincia de Madrid y el Mapa del Litoral Cantábrico.

En cambio, en el Mapa de España se ve la intervención de un artesano o carpintero. El mapa está dibujado en una hornacina con una columna de fuste entorchado con un capitel que imita los órdenes clásicos: dórico, jónico y corintio. El remate está inspirado en las antiguas peinetas del último barroco, compuesta por motivos que imitan las tornapuntas y rocallas de ese periodo. Para los datos geográficos no se descarta la intervención del maestro que dibujó los otros dos mapas de la misma celda.

Junto a ellos, se ve la intervención de algunos presos sin formación artística que apenas sabiendo manejar el lápiz hacían composiciones ingenuas, esbozos, cuya temática era muy diversa, desde motivos militares, hasta las escenas eróticas. Se han distinguido tanques, coches, trenes con vagonetas de carbón, casas asturianas con corredor, soldados, anímales, caricaturas y retratos. Son representaciones con poco valor artístico. Son bidimensionales, sin profundidad y perspectiva. Carecen de gradación tonal y, por tanto, de volumen. Lo único que les interesaba era dejar constancia o recordar a través de un simple dibujo a algún amigo o familiar suyo que seguramente no volverían a ver.

El pintor gallego José Otero Abeledo, ‘Laxeiro’ (Lalín, 1908 – Vigo, 1996)

Llegados a este punto hay que hacer referencia a la intervención de un preso con formación artística destacada como se ve en los dibujos del Combate aéreo y Retrato del General Franco, en la celda superior. Son los dibujos de mayor entidad de toda la cárcel ya que en uno de ellos, Combate aéreo, está presente la tridimensionalidad, lograda con la disposición en escorzo de los aviones y la volumetría mediante la gradación tonal. Nos hemos planteado a modo de hipótesis que ambas composiciones sean del pintor gallego José Otero Abeledo, «Laxeiro» (Lalín, Pontevedra, 1908 – Vigo, 1996), según parece preso en estos calabozos de Cangas del Narcea en 1937. Si estuvo preso parece que fue por muy poco tiempo ya que durante los tres años de contienda sabemos que estuvo en unas oficinas militares de Oviedo, donde realizó dibujos y algunos óleos de temática intrascendente sobre paisajes asturianos. Por entonces, su formación académica ya estaba completada, primero en Cuba y después en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, de Madrid. Aunque no hay constancia de que estos dibujos sean suyos, lo complicado de la composición del Combate aéreo y la volumetría del Retrato del General Franco testimonia que si no son de su mano, lo son de una persona con formación académica.

Durante su larga vida trabajó y expuso en diferentes ciudades de Europa y América Latina. Con trece años (1921), emigró a La Habana para reunirse con su padre. Allí estudió dibujo en el Centro Gallego. En su obra muestra un pleno dominio de las sombras y el manejo del lápiz. En 1925 regresó a su lugar natal y en 1931 fue pensionado por el Ayuntamiento de Lalín para estudiar en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid y en 1932 por de la Diputación de Pontevedra. Allí conoció las experiencias republicanas y el ambiente político previo a la redacción del frustrado Estatuto de Autonomía de Galicia. Acabada la Guerra, en 1940 se estableció en Pontevedra y su obra tuvo una especial referencia a la etapa clásica de Picasso con una gama cromática de los negros y tierras, tomada de la obra de Gutiérrez Solana que conoció durante sus estancias en Madrid. Entre 1951 y 1970 permaneció en Buenos Aires. Finalmente, en las dos últimas décadas del siglo XX, recibió varios homenajes. En 1981, Atlántica le dedicó una antológica con más de trescientos cuadros. En 1983, la ciudad de Vigo le dedicó un museo monográfico. La VIII Bienal de Pontevedra de 1985, le concede la Medalla de Honor y exhibe una antológica de su obra y en 1996, el Centro Cultural Conde Duque le dedicaron una retrospectiva antes de su muerte (Sobre Laxeiro, VV. AA., Colección Laxeiro, 1995; ÍD., Laxeiro, 1996; ÍD., Laxeiro, o monancial da vida. Fondos da Colección Caixa Galicia, 2005; GARRIDO MORENO y SAN ILDEFONSO RODRÍGUEZ, O primeiro Laxeiro. 1908-1942, 2008).

ESTADO DE CONSERVACIÓN DE LOS DIBUJOS

El estado de conservación de los dibujos es bastante deficiente. Los mapas de la celda inferior son los que más han sufrido, han perdido la mayor parte de los nombres y el Mapa de España la mitad derecha por completo y los nombres y cifras escritos en su parte izquierda apenas se intuyen; lo mismo sucede con el Mapa del Litoral Cantábrico y el Mapa de la provincia de Madrid.

Las causas de ello son bastante diversas, principalmente derivadas de los agentes de deterioro de su ubicación. En primer lugar, se aprecia una acumulación de suciedad en la superficie, aún mayor en los surcos incisos a posteriori, sobre todo en las que presenta mayor profundidad. Las manchas de humedad resultan evidentes. El revoque se encuentra descohesionado y las filtraciones de agua por la ventana han sido constantes. Las del calabozo superior se han perdido en parte por la aplicación de un nuevo enlucido.

LOS DIBUJOS

En las celdas del edificio de los juzgados de la villa de Cangas del Narcea se conserva una serie de dibujos y grafitos realizados durante la guerra civil y la posguerra por presos allí detenidos. Se trata de representaciones que muestran una temática diversa pero en su mayor parte ligada a la propia guerra civil (calendarios de 1937-1938, retratos de generales, soldados, tanques, escenas de combates aéreos), que tienen un alto valor histórico y cultural, por cuanto son testimonio de la vida cotidiana de los presos de este período.

CONCLUSIÓN

En conclusión podemos decir que resulta evidente la importancia de dicho conjunto. En primer lugar, por su variedad cronológica ya que son dibujos de la Guerra Civil y de la posguerra; por su variedad temática, desde las escenas vinculadas a la guerra hasta los temas de la vida cotidiana; por su valor histórico y cultural, y por la calidad artística de algunos dibujos. Finalmente, las inscripciones aportan información sobre la vida diaria de los presos, su identidad, sus pensamientos, preocupaciones y aspiraciones.


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La Facultad de Geológicas de Castelao y su funesta transformación

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Facultad de Geólogicas (Oviedo, 1965), obra del arquitecto cangués Ignacio Álvarez Castelao

En el año 1965 se proyecta y comienza a construir en Oviedo la Facultad de Geológicas, uno de los mejores edificios de todo el siglo XX en la arquitectura de Asturias, y junto con la Facultad de Medicina, las obras cumbres del gran arquitecto cangués Ignacio Álvarez Castelao (Cangas del Narcea, 1910 – Oviedo, 1984).

En este edificio se aprecia el cambio que está experimentado la arquitectura, abandonando la vertiente mas alegre y colorista comenzada en 1955, y derivando hacia una arquitectura más sobria, en la que los materiales muestran toda su fuerza al desnudo, destacando aquí el uso del hormigón visto y los perfiles metálicos.

Será también este año de 1965, muy a finales, el momento en que éste que escribe se incorpore a la vida ovetense y, casualmente, seré desde entonces vecino del barrio de Buenavista, y esta belleza que disfrutáis en esta foto será el escenario de miles de horas de juegos infantiles.

Pero solo la podréis disfrutar en la foto, porque poco queda de todo esto, masacrado poco a poco en cada intervención a manos de su propietario, la Universidad de Oviedo. Si os parezco radical, daros una vuelta alrededor del edifico y disfrutad de cutres aparcamientos donde antes había cesped y de un cutre bar con sillas de plástico sustituyendo al diseño del original de Castelao.

Han eliminado las lamas y parasoles en las ventanas, que estaban hechos de placas de un material tipo uralita, con un acabado azul, montados sobre perfiles metálicos. Han sustituido el material original de la fachada y del tejado, pizarra, colocando gres en la fachada y chapa metalica en el techo. Han cerrado dos de los bajos, que en la foto veis abiertos, y que permitían multiples accesos al espacio central. Han eliminado, en el jardín, los asientos en forma de cubos de hormigón y las farolas originales. Y por si fuera poco en la parte de abajo, colindante con el instituto, han asfaltado un mísero aparcamiento, cerrado con una indecorosa barrera.

Me apunta Nel García García que cubriendo el acceso al bloque de departamentos había una preciosidad de lámina de hormigón plegada en zig-zag y muy acertadamente comenta: “También se la cargó la sapiencia de nuestra Universidad. Se ve la cicatriz en la pared de la izquierda cuando pasas. Estoy seguro que algunas noches todavía sangra.”

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Breve historia del molinero y el ‘bollu preñáu’ de Cangas del Narcea

Molino de Veigapope

Si nos adentramos en los valles y riberas de nuestro concejo, vemos que todos tienen algo en común, en todos se escucha el agradable murmullo que produce el agua de algún río que tintinea al trascurrir nerviosa entre las piedras del cauce. Este agua riega las vegas haciéndolas ricas y fértiles, además de darles frescura y verdor. El color verde de estas vegas genera un contraste evidente en los meses de verano, entre el valle y las zonas altas circundantes que están totalmente secas y muestran un color más apagado.

Estos ríos se van escondiendo a medida que avanzamos hacia su guarida, celosos de su intimidad, y en su nacimiento solo dejan ver un pequeño reguero rodeado de una espesa vegetación; un ejemplo lo tenemos en el nacimiento del Narcea en Monasterio de Hermo.

Molino en Sestorraso

Si uno es observador, también se da cuenta que siguiendo estas riberas, de cuando en cuando, nos asaltan grandes y pequeños molinos de agua. La mayoría de las veces están totalmente desvencijados y abandonados, aunque con sorpresa se ven algunos muy bien conservados. Estos molinos están unidos irremediablemente al río, al sonido del agua, a las peñas tapizadas de musgo, a los árboles de ribera y a los tonos verdes de la hierba regada de los prados. La primera sensación que experimentamos cuando divisamos uno de estos molinos, es que tenemos un encuentro mítico con un mini paisaje, donde los sonidos indescifrables del río nos llevan a creer que realmente existen en estas zonas seres misteriosos y mitológicos, como el Trasgu que se esconde debajo del molino y cambia de sitio objetos y piezas relacionadas con la molienda.

Piedra francesa, molino de casa Queipo de Monasterio del Couto

Esta proliferación de ingenios hidráulicos es una muestra de la gran importancia que tuvieron en un pasado no muy lejano, ya que algún molino todavía funciona en la actualidad.

Estacada del molino de Fariñas con una escala salmonera para comunicar la parte inferior y superior del río

Antiguamente, este concejo no se caracterizaba precisamente por estar bien comunicado con la Meseta ni con el centro de la región; esto provocó que durante muchos años fuera difícil el intercambio de productos y el comercio con otros centros de producción, lo que obligó a nuestros antepasados a tener que ingeniárselas para autoabastecerse. Las zonas rurales normalmente cerraban el círculo de sus necesidades produciendo todo lo que necesitaban en la unidad familiar; producían y elaboraban su propia carne, patatas, verdura, vestidos hechos con lana de oveja, herramientas fabricadas con madera de la zona y, como producto base y estrella, sembraban su propio trigo. Pero este último producto no bastaba solo con sembrarlo y recogerlo, ya que para poder elaborarlo en forma de pan, bollu preñáu, frixuelo y otros artículos de consumo, era necesario pasarlo por un proceso intermedio, que es la molienda para convertir el grano en harina (farina).

Presa y pozo del ‘molín’ de casa Queipo de Monasterio del Couto. La construcción anexa era la minicentral hidroeléctrica del pueblo.

Para moler este trigo era necesario tener molinos en cada zona del concejo y esto explica que haya tantos ingenios hidráulicos al lado de nuestros ríos y regueiros. Para hacer funcionar estos artefactos era imprescindible tener un profesional que conociera perfectamente todo el sistema mecánico e hidráulico del molino; este antiguo profesional era el molinero.

Para escribir este artículo me acompañaré de este personaje, quien me llevará a descubrir todo el proceso que rodeaba su trabajo y la parte humana que lo acompañaba.

Antiguo molino de uso particular en el río de Corros

Los molinos en Asturias no los mueve el viento, como aquellos que atacaron a nuestro loco y entrañable Don Quijote de la Mancha; los de Asturias los mueve el agua. El funcionamiento del sistema se basa en almacenar una cantidad de agua a una determinada altura respecto de la turbina del molino; esta altura suele ser de dos o tres metros. Esto permite disponer de una energía potencial que se trasformará en energía cinética y mecánica en la parte baja del molino.

Molino de Agüera de Castanéu. Carro excéntrico para mover la pinera o ‘peneira’

La situación del molino es casi siempre la misma, cerca del río, a cotas superiores se hace una estacada o banzáu para retener y dirigir el agua hacia una presa que la conduce hacia el pozo de acumulación, situado junto al molino. Este pozo tiene dos finalidades, la primera y fundamental es crear una diferencia de altura entre el pozo y la zona baja del molino donde va situado el rodezno, una rueda horizontal que gira impulsada por la energía cinética que le transmite el agua, produciendo un momento de fuerza que hace girar los elementos mecánicos del molino. La segunda finalidad del pozo es acumular agua suficiente para que cuando se soliciten caudales importantes para moler, el molino no se quede sin agua.

El agua incide con cierta presión y velocidad sobre los canjilones del rodezno situado en la parte inferior del molino. Este agua genera un momento de fuerza que hace girar un eje vertical de madera que está unido a la muela superior (volandera o muela de arriba), que gira sobre otra inferior que permanece estática (muela de abajo o barranco); entre estas dos muelas se hace pasar el cereal para triturarlo y convertirlo en harina.

Parte inferior del ojo del molino o infierno

En general, los molinos ofrecen una estampa de gran belleza, pues siempre están construidos en un entorno donde los árboles de ribera se mezclan con los agradables sonidos del agua; además, estas construcciones poseen una arquitectura poco agresiva con el medio, ya que el molino consta generalmente de dos plantas de dimensiones bastante reducidas. En la segunda planta están todos los utensilios de la molienda con un pequeño almacén y en la planta inferior es donde se produce todo el proceso hidráulico. Esta planta inferior se reconoce muy bien, ya que le da personalidad al molino con los típicos arcos de piedra; se la denomina como los ojos del molino o el infierno.

Los molinos pueden ser de una muela para uso particular o de varias muelas para moler el trigo de otros vecinos a cambio de una compensación económica o en especie, la maquila. Este último molino se convertía en una pequeña y próspera industria familiar, ya que la afluencia de clientes era muy grande porque todos los vecinos tenían que hacer el pan cada quince días aproximadamente; además también tenían que moler el maíz y otros cereales para el ganado.

Picando la muela

Con esta pequeña industria se creó una nueva profesión artesana, la de molinero. Las tareas más frecuentes de éste eran limpiar periódicamente la presa que comunica el molino con la estacada del río, reparar las fugas de agua, mantenimiento de todos los elementos mecánicos del molino, engrase de cojinetes, picado de las muelas… El picado de las muelas era un trabajo de gran precisión para el que se requería mucha experiencia, pues de él dependía el buen resultado de la molienda. Otros trabajos son los siguientes: arrancar el molino; cargar la tolva o muxega con el grano; regular bien la velocidad de la muela actuando sobre el caudal de agua; conocer exactamente la aproximación que deben de tener las muelas para hacer una harina fina o más gruesa, etc.

Herramientas de widia (wie diamant) para picar la muela

Aunque el molino en su conjunto parece una máquina simple y sencilla, tiene, como todas las cosas mecánicas, secretos fundamentales que hay que conocer tanto en su construcción como en su explotación, para que el resultado final sea un producto de calidad. La construcción del molino debe ser meticulosa y perfecta, las muelas deben estar bien picadas y equilibradas, el molinero debe tener experiencia y conocer los pequeños detalles para conseguir moler con éxito.

Hasta ahora hemos descrito al molino y al molinero de una forma técnica y objetiva, pero en la tradición popular queda abundante constancia de testimonios donde se describen de otra forma más entretenida.

Los molinos eran lugares en los que se concentraba la gente esperando la molienda de su grano,

Estacada o ‘banzao’ del molino de Agüera de Castanéu

esto permitía comunicarse entre los pueblos vecinos que se contaban los chismes del momento; además, los mozos y las mozas utilizaban el viaje al molino para cortejar fuera del control de sus padres. Al estar situados en lugares escondidos y agazapados en las orillas fluviales, los molinos se convertían en objeto de murmuraciones y rumores sobre amoríos y otros tejemanejes más pecaminosos. Hay muchos dichos y canciones populares sobre esto:

Los molinos no son casas,
porque están por los regueros,
son cuartitos retirados
para los mozos solteros.
 
Si vienes a mi molino
solita te moleré,
si vienes a mi molino
yo no te maquilaré.

Moderna turbina con dos salidas de agua del molino de Monasterio del Coto

Estas libertades del molino fueron mal vistas y criticadas por algún clérigo de la época, como Fray Toribio de Pumarada y Toyos (raro para los clérigos), natural de La Riera de Colunga, que en 1712 amenazaba con frases como: ir a dormir al molino, es como ir a la casa del diablo.

El molinero en la tradición popular no sale mejor parado que el molino, ya sea por envidia o por cachondeo, siempre se le consideraba de dudosa reputación a la hora de “maquilar” (cantidad cobrada en especie de cereal). El molinero solía conseguir unos ingresos considerables para la época y evidentemente, en tiempos de poca abundancia, en el único sitio donde no faltaba el pan era en casa del molinero. Esto provocaba la tendencia a pensar que la riqueza del molinero provenía de coger más grano del que le correspondía por la molienda.

Pozo y presa del molino de Vegapope

El cancionero popular está lleno de cantares y dichos que confirman esta dudosa reputación del molinero:

La molinera trae corales
y el molinero corbatín,
no sé como da pa tanto
la tarabica del molín
 
Gasta la molinera ricos pendientes
del trigo que maquila a los clientes.
 
 
 
Cambiarás de molinero pero no de ladrón
 
Una clienta vio al molinero cambiar las ventanas del molino y le hizo la siguiente pregunta:
– Molineiro ¿para qué pones las ventanas, para que no entren los ladrones de afuera o para que no salgan los que hay dentro?.
 

Pinera manual y pinera de molino

La verdad es que algo habría de cierto, ya que siguiendo con el refranero: cuando el río suena agua lleva… Pero los que conocimos a molineros de la zona podemos decir que lo que ganaban lo tenían bien merecido, ya que estaban de sol a sol moliendo, incluidos sábados y domingos; siempre estaban cubiertos de polvo de harina, que además respiraban provocándoles problemas pulmonares. Por otro lado, al estar constantemente en contacto con el agua, la humedad y el frío de las heladas les producían bastantes enfermedades reumáticas.

Hoy, el oficio de molinero está desapareciendo, pero todavía queda alguno en activo que lo presentaré al final de este artículo.

Tolva o ‘muxega’ del molino de Veigapope, se puede ver la medida de volumen denominada ‘la cuarta’ es el cajón de madera que esta encima de la muela.

A continuación haré un breve recorrido por el proceso entero del trigo y sus productos, desde la siembra hasta el horno. Para desgranar como era este proceso, desde el cultivo hasta el horneado del pan, me dejaré asesorar por las mejores especialistas que hay en la materia, ya que lo vivieron en primera persona, y son esas abuelas que aún tenemos por los pueblos y que todavía poseen una mente muy brillante. No puedo anotar tantos detalles como me describen, pues si lo hiciera no haría un artículo, haría un libro; por lo tanto, simplificaré lo que me cuentan y lo escribiré con sus palabras de asturiano occidental o asturiano de Cangas, es decir, con asturiano d’aiquí.

Presa del molino de Fariñas en el río Luiña.

El trigo (Triticum) constituyó la variedad de cereal más apreciado a lo largo de la Edad Media. Mal adaptado al clima de nuestra región, no llegó a alcanzar en esa época la importancia que tuvo la escanda. A partir del siglo XIII aparece sembrado en tierras dispersas en localidades del concejo de Cangas del Narcea: Rubial, Llamera, Carballo y Agüera. En los siglos siguientes su cultivo ya se generaliza por toda la zona.

Segando el trigo

El trigo posee muchas variedades. Preguntando que variedades se sembraban en la zona, nadie me sabe contestar con rigor cuales eran, pero sí me las describen con el nombre popular con que eran reconocidas. Esencialmente había tres tipos de trigo con diferentes características: el primer tipo lo denominaban trigo “grande”, tenía el grano grande y solo se conseguía en las mejores tierras del pueblo; la harina que producía tenía un color muy blanco y se utilizaba para hacer muy buen pan; este trigo es posible que fuera el denominado Triticum Paledor. Otra variedad era el trigo “pequeno”, este también necesitaba sembrarse en las mejores tierras, la harina que salía de este trigo era la de mejor calidad y se reservaba para hacer productos muy finos, como los frixuelos y los dulces. El peor trigo lo denominaban parrucu y era el de peor calidad, teniendo que ser mezclado con el “grande” para conseguir un pan decente. El trigo parrucu provenía de las chombas de los montes del pueblo. Estas chombas eran trabajadas de forma diferente a las demás tierras de labor.

En los montes mancomunados de los pueblos se marcaba una proporción de terreno para cada vecino que lo denominaban chomba, que era cavada a mano con una azada (xadón); este trabajo se denominaba cavar borrones. Posteriormente, por el verano, todo el rastrojo del monte cavado se amontonaba y se prendía fuego en pequeños montones (borrón o borrones). Se sembraba el trigo dos años en estas zonas y después se dejaba descansar el terreno varios años.  A este sistema de agricultura se le llama barbecho, por eso estas zonas de monte eran conocidas como barbeitos. El trigo que salía del monte era de menor calidad, ya que crecía junto a otras hierbas que competían por los nutrientes del suelo, y esto hacía que el trigo fuera más pequeño, duro y sucio; este trigo del monte era el mencionado anteriormente como parrucu.

Mayando a mano con ‘manales’ en El Fuejo, Cangas del Narcea, 1927. En la imagen se ven las ‘facinas’ de centeno y de trigo. Fotografía de Fritz Krüger. Col. Museo del Pueblo de Asturias

Bien, ya tenemos los tipos de trigo y de tierra, ya podemos pasar a sembrar. La siembra se hacía en el mes de noviembre y la siega se hacía en agosto. La siega se realizaba a mano, necesitando mucha mano de obra. Una vez más nos encontramos con una actividad agraria que une a los vecinos para ayudarse de forma colectiva; la siega, el acarreo del trigo a la era y la mayada se hacían juntando esfuerzos entre todos los vecinos.

La siega del trigo se hacía a mano haciendo pequeños montones (gabiechas); estos montones se ataban formando los manoyos, y estos manoyos se juntaban haciendo los típicos montones de trigo que había en las tierras, los llamaban medas. Después de secar el trigo unos días en la tierra se acarreaba a las eras de la casa, disponiéndolo en montones de forma triangular que se llamaban facinas; éstas se ven en algunas fotografías antiguas de mayadas. Las eras de trigo marcaban la riqueza de la casa, pues la casa que tenía muchas facinas en la era dejaba claro que disponía de mucha tierra y de mucho pan, por lo tanto era una casa pudiente.

Mañores (Tineo), 1927.’Facinas’ de trigo en la era. Fotografía de Fritz Krüger. Col. Museo del Pueblo de Asturias.

Cuando el trigo estaba en todas las eras del pueblo se procedía a mayarlo. Esta operación consiste en separar el grano de la paja, generando dos productos: el grano se lleva al hórreo o la panera y con la paja se haci un nuevo montón que se llamaba colmeiro.

La mayada era una fiesta, todos los vecinos participaban de casa en casa, y como es natural en los intermedios y en las comidas no faltaban el jolgorio y buen humor; a esto último ayudaba bastante el que corriera de mano en mano abundantemente el vino de Cangas. (Ver: Una mayada en Rañeces en 1945)

Estando el trigo ya en la panera, el proceso sigue su curso bajando a moler el trigo al molino. Se bajaba cada quince días aproximadamente. El trigo iba metido en un recipiente especial, hecho de piel de oveja, que se denominaba fueche, con capacidad para unos 35 a 40 Kg.

Mayando a máquina

Al molinero se le pagaba con dinero o en especie, la maquila. Ésta, como ya expliqué, consistía en coger una proporción del grano de trigo que se molía. Cada molinero tenía su norma en la cantidad a maquilar; la competencia hacía que el molinero fuera prudente y no cogiera demasiado porcentaje.

Lo que me siguen contando estas abuelas es la parte más agradable de todo el proceso y, por supuesto, es la merecida recompensa a tanto esfuerzo. Con el trigo molido en casa se procedía a hacer el pan y el bollo preñao, hacer la fornada. El día anterior al amasado se ponía la levadura, mezclada con harina y agua templada en un recipiente (fader el furmiento). Esta mezcla se deja toda la noche para que reaccionen los microorganismos unicelulares de la levadura (cheldar). La levadura no se compraba, se dejaba un poco de masa del horneado anterior y se tenía siempre en casa en un recipiente con sal por encima y tapado con una berza. Preguntando para que se ponía la berza no me dan una explicación muy científica.

Moviendo la ‘fornada’ con el ‘rodabiel’ en un antiguo ‘forno’ de Bustelo

Al día siguiente se mezcla este furmiento con toda la masa de harina, agua y sal; se va amasando la fornada que se va a hacer y se deja cheldando, es decir, un tiempo tapada para que el CO2 que producen los hongos de la levadura hagan hinchar esta masa, creando los típicos ojos en la miga del pan. Después se corta esta masa en porciones que serán las futuras fogazas.

Lo que sigue es fácil de adivinar, se enciende el forno con leña. Cuando éste está bien caliente se sacan todas las cenizas con una escoba (el bascayo) que estaba hecha de xiniesta. A continuación se metían las fogazas en el forno con dos instrumentos de madera que son la pala y el rodabiel. Estas herramientas también tenían otras funciones, pues había la creencia, poco justificada, de que en los días de tormenta se debía poner en la era de la casa el rodabiel y la pala de madera haciendo una cruz para que alejaran los relámpagos de la casa. Si Benjamín Franklin supiera esto no se molestaría en hacer tantas tonterías para descubrir el pararrayos.

Horneando las ‘fogazas’ y el bollo

Volviendo al tema, lo mejor de este día de fornada era hacer el bollu preñáu, preñáu del mejor colesterol de la zona, buen chorizo, buen tocino, etc. Desde luego todo este esfuerzo merecía la pena, se conseguía un pan de verdad, sin nada de esos polvitos mágicos que ahora se echan en todos los procesos industriales, además se comía un bollo preñao que nos hacía acercarnos un poco más hacia la muerte en forma de colesterol, pero ¿qué es la vida sin un poco de riesgo?

Hogazas de pan de verdad (sin polvitos mágicos industriales)

A estas alturas del artículo es cuando me doy cuenta de la cantidad de trabajo, de medios, de profesionales y mano de obra que hacían falta para poder comer un buen pan, un buen bollo preñao o unos frixuelos. Yo recuerdo que aquel pan tenia la corteza y la miga de diferente color que el pan industrial que comemos hoy. Cada fornada de pan eran quince fogazas que duraban quince días; el último día el pan estaba perfecto para comer y eso que no llevaba ningún conservante, excepto la sal que tenía en la masa. Hoy compras esas barras de pan que te dan al precio de 2 por 1 y si lo dejas para la cena ya es chicle, y, por supuesto, ni se nos ocurre comerlo el día siguiente. Observando esto me asalta una pregunta: “¿realmente eso será pan? o ¿será un invento híbrido creado por algún químico de la Universidad de Oviedo?”. Otra pregunta curiosa: “¿por qué hoy tenemos tantos celíacos, tanta intolerancia al gluten?”. ¡Qué mal hizo la ciencia alterando algunos procesos naturales!

Para terminar presentaré algún molino importante del concejo de Cangas del Narcea. Empezaré presentando el que posiblemente fue el mejor molino de la zona, ya que su capacidad y tecnología superaba con creces a los demás. Este molino está en la villa de Cangas en el denominado Prao del Molín, pero su historia aparece en otro artículo de esta web del Tous pa Tous en la que se describe con todo detalle este molino: Historia del molín de la villa de Cangas del Narcea.

Antonio Fernández Rodríguez enseñando el molino de casa Terrao en Agüera de Castañedo

Otros molinos importantes en la actualidad son el de Agüera de Castanéu, el de Fariñas, el de Monasterio del Couto y el de Veigapope.

El molino de Agüera de Castanéu está situado en la orilla del río Narcea, en el pueblo de su nombre. El edificio es bastante moderno ya que fue reformado hace pocos años. Posee dos piedras de moler francesas y todavía está activo moliendo para clientes de los concejos de Cangas e Ibias. Quien me lo enseña es Jesús Antonio Fernández Rodríguez y quien estaba al frente del molino en los años de esplendor era su suegro: Antonio Menéndez de casa Terrao de Agüera.

Nilo González García enseñando el molino de Fariñas

Otro molino importante fue el de Fariñas, junto a Cangas y a orillas del río Luiña. Sus clientes eran todos los pueblos de la sierra del Acebo, de Limés y contornos. Este molino y su moderna estacada pueden verse caminando por el Paseo del Vino de Cangas del Narcea. El molino tiene dos muelas francesas y una toma de fuerza para enganchar una aventadora que servía para limpiar de impurezas el trigo. Quien me enseña el molino es Nilo González García, nieto del antiguo molinero Enrique García Tejón; este molinero era hermano del mítico gaitero José García Tejón “Fariñas”. Hoy, este molino está parado, pero me dice Nilo que en sus buenos tiempos a su abuelo no le faltaba el trabajo, moliendo doce horas diarias.

Aventadora para limpiar el trigo que venía de Castilla; molino de Fariñas

El molino dejaba buenos ingresos y de él se podía vivir cómodamente; como anécdota cuenta Nilo que cuando se arregló la estacada del molino se necesitaron siete trabajadores diarios para construirla y lo que recaudaba diariamente el molino era suficiente para pagar a estos siete jornales.

Manuel Blanco ,de Casa Queipo de Monasterio del Coto, frente al molino de su propiedad

El molino de Monasterio del Couto está enclavado en un paraje espectacular al lado del río del Couto. En la actualidad este molino está inactivo. Quien me lo presenta es Manuel Blanco de casa Queipo de Monasterio, que en su día fue molinero como su padre Modesto Blanco. El molino fue construido por su abuelo. Consta de tres piedras, dos francesas y una más blanda del país. Tiene una peculiaridad que lo diferencia de los demás, y es que tiene una turbina moderna con dos salidas de agua para darle más fuerza a la muela. Los clientes de este molino eran los pueblos del Río del Couto, parte del concejo de Ibias, algún comerciante como el almacén del Cuco de la villa de Cangas, etc.

Interior del molino de Monasterio del Coto

En 1933 el molino fue reformado por el abuelo, Manuel Blanco Uría, y en 1950 el padre, Modesto, molía sin interrupción. Era un gran negocio, había grandes colas de caballos esperando por la fornada; dice Manuel que la entrada del molino parecía una feria. El molinero comía, merendaba y cenaba en el molino y a veces era necesario moler de noche con luz artificial. Coincide este molinero en afirmar que el trigo que se producía aquí era mucho mejor que el que venía de Castilla. La forma de pago era como en los demás molinos, en dinero o, lo más habitual, en especie, la maquila; en este molino se quedaban con un kilogramo por cada diez molidos. Otras medidas habituales eran el choupin como unidad de volumen básico y la cuarta que llevaba cuatro choupines.

José Martínez Fernández actual molinero de Vegapope

El molino tiene anexo una toma de fuerza para enganchar una mini central eléctrica que producía luz para el pueblo. Daba suficiente para tres bombillas por cada casa y cada bombilla era de 25 watios.

José Martínez Menéndez anterior molinero de Vegapope

El siguiente molinero es el héroe de estos tiempos, pues esta aún al frente del molino y con gran éxito, ya que mucha gente vuelve a los sabores tradicionales. Este molino está enclavado en el pueblo de Veigapope, en un paraje de gran belleza al lado del río Narcea del que coge su agua y su fuerza. La historia de este molino se pierde en el tiempo. Por él pasaron los diferentes dueños (muirazos) de la casa del Molineiro de Veigapope. Nos dice el molinero actual que tiene escritos donde indican que el molino tiene una antigüedad de varios centenares de años. Este molinero se llama José Martínez Fernández y me comenta que la época de mayor funcionamiento del molino fue la de su padre José Martínez Menéndez.

Molino de Vegapope moliendo

Los clientes de este molino eran de los pueblos colindantes: la Regla, Cibuyo, Llano, Santa Eulalia, Adralés… El molino consta de tres muelas francesas, una de las cuales funciona en la actualidad a pleno rendimiento. Hoy, muele trigo para la panadería Xiepe de Cangas, para la panadería Pan de Ibias, algún horno de Pola de Allande, particulares de Tineo, Valledor y del concejo de Cangas del Narcea. Comenta la mujer del molinero lo contenta que está escuchando de nuevo el ruido que producen las muelas y el agua al moler, ya que hace unos años este molino también estaba abocado a cerrar definitivamente.

José Martínez moliendo en el molino de Vegapope

Le pregunto a José por qué en esta zona se utilizó mucho el trigo, mientras que en otros lugares de la región se utilizaba mayoritariamente la variedad de escanda, me dice que posiblemente en tiempos remotos se utilizó también la escanda, pero esta variedad se cambió por el trigo que conocemos debido a que es más productivo; además, la escanda tiene mucha piel, es más difícil de recoger y es más dura de moler.

Es muy agradable acabar este artículo acompañado del último mohicano, del último molinero en activo, de la imagen viva de una saga de profesionales que durante muchos años de historia fueron la clave de nuestra alimentación. El pan de pueblo, los frixuelos y el bollo preñáu no serían nada sin la experta mano del molinero.


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Lágrimas, sollozos y suspiros por la supresión de la parroquia de Ambasaguas en 1891

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Barrios de Ambasaguas o Entrambasaguas, El Cascarín y el Barriu Nuevu desde la plaza la Oliva, 1899. Fotografía de Luis Muñiz Miranda. Col: Juaco L. A.

Hasta finales del siglo XIX, el territorio que hoy ocupa la villa de Cangas del Narcea se repartía en tres parroquias: la parroquia de Santa María de Ambasaguas o Entrambasaguas, la de Santa María Magdalena de Cangas y la de Santa Marina de Oubanca a la que pertenecía El Fuejo.

La primera era la más antigua, y era la sucesora de la antigua parroquia de San Tiso de Cangas que en el siglo XVII se trasladó a Ambasaguas; estaba formada por los barrios de Ambasaguas, El Cascarín y El Corral, y los pueblos de L.lamas y Curriel.los. Todos los vecinos de estos lugares iban a los oficios religiosos de la iglesia de Ambasaguas, y se enterraban en el cementerio que había en este barrio.

En cuanto a la parroquia de Santa María Magdalena, se fundó en 1255 con la creación de la villa de Cangas a partir de la carta puebla que otorgó el rey Alfonso X el Sabio. Esta feligresía solo comprendía las calles y plazas del casco urbano, y estaba rodeada por la parroquia de Ambasaguas, que desde el siglo XI al XVI perteneció a un coto señorial del monasterio de Courias.

En 1884 es nombrado obispo de la Diócesis de Oviedo fray Ramón Martínez Vigil (1840-1904), que fue un prelado muy reformador. Una de las reformas que emprendió fue la de las parroquias asturianas, que era una necesidad desde finales del siglo XVIII debido al aumento del número de habitantes y al crecimiento de muchas poblaciones. La reorganización de las parroquias se hizo con el fin de satisfacer las demandas de los creyentes, y con este fin se crearon parroquias nuevas, se unieron otras y se desgajaron antiguas hijuelas. Este proceso, que fue laborioso y requirió mucha diplomacia, comenzó en 1886 y culminó en 1891; en Cangas del Narcea trajo consigo una parroquia nueva: la de L.larón, que se separa de la de Veiga de Rengos, y la supresión de la de Ambasaguas, que se une a la de la villa de Cangas.

La desaparición de la parroquia de Ambasaguas no fue bien recibida por sus feligreses. La noticia la dio el párroco durante una misa y causó “la mayor tristeza”, y “no faltaron lágrimas, sollozos y suspiros”. Los vecinos de la parroquia intentaron evitar su desaparición y escribieron en enero de 1892 una instancia al Obispo solicitándole que diera marcha atrás. La solicitud se la remitieron el 14 de febrero a Antonio de Llano, vecino de Oviedo, con la siguiente carta:

Se desea que la adjunta solicitud o instancia, promovida por los vecinos de la parroquia de Ambas-aguas, sea entregada a un procurador eclesiástico, bien a D. Pedro Manuel Fernández o a quien él crea conveniente con el fin de que dicho procurador la presente al Tribunal, rogando al Señor N. diga si hay necesidad de mandarle un poder al procurador. También se suplica haga cuanto pueda para obtener un buen resultado.

Esta solicitud es la que publicamos hoy en la web del Tous pa Tous. En ella los vecinos manifiestan sus sentimientos sobre su parroquia, la relación con la parroquia de Cangas y reivindican su identidad frente a esta parroquia. Los más afectados por la medida fueron los vecinos del barrio de Ambasaguas, pues este cambio les suponía perder el privilegio de vivir junto a un templo parroquial y también un perjuicio económico, pues los comerciantes y propietarios de bodegas del barrio verían reducida su clientela y menguado su negocio. Al final, su intento ante el Obispo no sirvió para nada y la parroquia de Ambasaguas desapareció.


Solicitud de los vecinos de Ambasaguas para evitar la desaparición de su parroquia

Exmo. Ilmo. y Rmo. Sr. Obispo de Oviedo.

Los que suscriben, vecinos de la parroquia de Ambas-Aguas, arrabal de Cangas de Tineo, Arciprestazgo de ídem, Diócesis de su digno cargo, a Vuestra Excelencia Ilustrísima y Reverendísima con la debida consideración y mayor respeto humildemente exponen:

Que al ofertorio de la misa de día de hoy se ha leído el Decreto de supresión de esta parroquia y su anexión a la de Cangas, causando la mayor tristeza tanto en el celebrante como en los oyentes; y, no obstante omitirse todo comentario, al despedirse en pocas palabras el Señor Cura de la parroquia no faltaron lágrimas, sollozos y suspiros, y habría bastantes desmayos si el Señor párroco no se hubiera concretado sencillamente a despedirse de sus feligreses.

Estos están sumamente afectados con la supresión del culto divino en la Iglesia en que siempre han practicado los ejercicios religiosos, y han sido bautizados, lo mismo que sus  causantes y sucesores. Le tienen una fe entrañable y principalmente a su patrona Nuestra Señora del Carmen, cuya festividad se celebra el 16 de julio; y a pesar de no ser día de Santo es tanta la devoción que se profesa a la Virgen del Carmen, no solo por los vecinos de esta parroquia sino por las de las inmediatas y especialmente por los habitantes de Cangas de Tineo, que no hay en todo este partido judicial función tan solemne y concurrida como la del Carmen, a la que desean concurrir, haciendo un sacrificio, muchos de los vecinos de la villa y concejo de Cangas que se hallan ausentes del país, guardando el día de Santo todos, absolutamente todos, los cangueses; no sucediendo lo mismo con la festividad de la patrona de Cangas, que es Santa María Magdalena, pues no tiene comparación el entusiasmo (y es frecuente ver trabajar el 22 de julio a bastantes jornaleros de Cangas). A tal punto llega la devoción con la Virgen de Ambas-Aguas, que se celebra solemne y concurrida novena, y en las procesiones anuales, de mañana y tarde, llevan a hombros la imagen, desde la Iglesia de Ambas  Aguas a la de Cangas y viceversa, cuatro de los más distinguidos cangueses. En la iglesia Colegiata de Cangas hay imagen y capilla de Nuestra Señora del Carmen, pero no se celebra su fiesta; y en cambio los vecinos de Cangas, que pueden, hacen celebrar por sus familias un oficio a la Virgen del Carmen de Ambas Aguas el sábado siguiente al día en que fallece algún individuo de su familia, celebrándose, además, bastantes aniversarios o cabo de año por los de Cangas en la Iglesia de Ambas-Aguas.

Es esta Iglesia tan sólida y bonita en lo que ocupa, como la que más de Asturias, y está situada entre los ríos Narcea y Luiña, pagando el alumbrado permanente de la lámpara Don Lorenzo de Llano Flórez por fundación de un antepasado suyo; por todo lo que profesan los feligreses de Ambas Aguas profunda fe y cariño a su patrona y a su iglesia y no pueden ver, sin que se contriste su ánimo, la supresión de la parroquia tanto más cuanto que estando situada en su mayor parte entre dos ríos, como queda indicado, es frecuente, si aumenta el caudal de aguas, la incomunicación con Cangas, como sucedió en marzo de 1888, cuando el deshielo de la nevada que tan triste memoria dejó para Asturias; pues entonces, la crecida de los ríos tenía incomunicada la parroquia de Ambas Aguas y si se necesitaran auxilios de Cangas era imposible lograrlos.

Por otra parte, no es mucho que los exponentes tengan entrañable cariño del cementerio de Ambas Aguas, en el que reposan las cenizas de sus padres, hijos, cónyuges, hermanos, parientes y amigos, y al que desean ir a descansar cuando Dios sea servido llamarles así. Además, el cementerio de Cangas está dentro de la villa, rodeado de caserío, detrás de la iglesia parroquial, y es de reducidas dimensiones, hasta el punto de que para inhumar unos hay que exhumar otros, dándose además el triste espectáculo de haberse derrumbado su muro varias veces y especialmente en la citada época de marzo de 1888, dejando al descubierto los restos de algunos feligreses, si es que en parte no fueron detrás del muro.

No solo es de necesidad para los vecinos de Ambas Aguas y sus arrabales de El Cascarín y Llamas la existencia de la parroquia y celebración de oficios divinos en su Iglesia, sino de mucha utilidad para los vecinos inmediatos de Cangas y para los del Valle de Rengos y Montaña del Pando que asisten con bastante frecuencia.

No se ha de ocultar, sin embargo, que los vecinos del barrio del Corral y pueblo de Curriellos pasan por Cangas para ir a Ambas Aguas, pero así la prefieren y la desean con mucho gusto, por los afectos que tienen a su patrona y a su Iglesia, y tanto a estos vecinos como a los restantes, o sea a los de Ambas Aguas, Cascarín y Llamas, se les originarán incalculables perjuicios y trastornos en las familias, si se realiza la supresión de la parroquia; debiendo manifestar, con verdadero dolor, que no puede calcularse a donde llegarán los trastornos y perjuicios; y en cambio no se ve beneficio para nadie.

Grande ha sido la emoción experimentada al hacerse saber oficialmente la supresión de esta parroquia, pero no será menos grande la satisfacción que se recibirá si Vuestra Excelencia Ilustrísima y Reverendísima se digna reformar su decreto y dejar subsistente la parroquia en el ser y estado que antes tenía; o cuando menos con los barrios de Ambas Aguas, Cascarín y Llamas; y semejante favor no se borrará jamás de la memoria de los solicitantes que se hallan dispuestos no solo a ratificarse en esta exposición sino a concurrir ante su digno y virtuoso Prelado, si la tuvieren por  conveniente para que se persuadiese mejor de la sana intención de los feligreses de Ambas Aguas y de la fe y cariño que profesan a su  excelsa patrona y  a todo lo que pertenece a su Iglesia.

Por tanto

Suplican rendidamente a Vuestra Excelencia Ilustrísima y Reverendísima tenga a bien dejar sin efecto la supresión de la parroquia de Ambas Aguas, mandando quede subsistente y continúen las cosas en el ser y estado que tenían, quedando al frente de la misma el virtuoso y digno Señor Cura párroco D. José Mª Ordás y Álvarez con quien también están encariñados hasta lo indecible por las relevantes prendas que le donan y distinguen.

Gracia que esperan merecer de Vuestra Excelencia Ilustrísima y Reverendísima, cuya vida conserve el Cielo dilatados años para bien de esta Diócesis.

 

Ambas Aguas 31 enero 1892


De caza y pesca por Cangas del Narcea

El tema del que hablaré en este artículo siempre despierta opiniones encontradas: habrá quien vea la caza como un arte, como un entretenimiento, un negocio, una herencia biológica ancestral de cuando cazar era el único medio de subsistir que tenía el hombre antes de ser recolector y agricultor; sin embargo, otros verán la caza como algo antinatural e innecesario, matar un animal por entretenimiento, no por necesidad, les parecerá un comportamiento de bárbaros.

Cuadrilla ‘Los Sobrantes’ de Cangas del Narcea.

Conociendo estas dos posturas enfrentadas, abordaré el tema de la forma más objetiva posible, sin entrar en mucha profundidad, sólo intentaré exponer el artículo de manera informal, amena y entretenida, dando a conocer una faceta más de nuestro concejo.

Por supuesto, parto siempre de la base de que hablaré de la caza que está bien regulada para que pueda ser sostenible en el tiempo, respetando la ley y eliminando el furtivismo. Con estas premisas se puede decir que la caza es una actividad que mueve mucho dinero en el concejo y es uno más de los atractivos que Cangas del Narcea suma al conjunto de actividades singulares de la zona.

Empezaré por hacer algo de historia para intentar comprender por que el cazador de Cangas del Narcea tiene ese impulso, esa necesidad de acosar, acometer y cazar un animal.

La versión más inmediata y más fácil es pensar que proviene de los tiempos en que los antepasados tuvieron que cazar para alimentarse y que de alguna forma esto quedó reflejado en el ADN del cazador actual. Pero yo tengo otra versión y la demostraré basándome en hechos históricos que apoyarán mis conclusiones.

Cuadrilla ‘Tiso’ Cangas del Narcea.

Me trasladaré hacia atrás en la historia e intentaré conocer como vivían nuestros antepasados en la denominada Protohistoria Asturiana, que comprende los siglos anteriores al último tercio del siglo I antes de Cristo. En este siglo los astures tienen un contacto serio con las tropas invasoras romanas y éstas nos dejan referencias escritas sobre los antiguos pobladores del norte.

Basándome en el geógrafo e historiador griego Estrabón (Στράβων, Amasia, Ponto, 64 o 63 a. C. – 19 o 24 d. C.), en su obra Geografía, la parte que dedica a Iberia, describe los pueblos del norte con cierto encono, posiblemente debido a la oposición que tuvieron nuestros antepasados a ser sometidos.

Describe Estrabón a los galaicos, astures, cántabros y vascones como salvajes que comen sentados sobre bancos construidos alrededor de las paredes, alineándose en ellos según sus edades y dignidades; los alimentos se hacen circular de mano en mano; mientras beben danzan los hombres al son de las flautas y trompetas saltando en alto y cayendo en genuflexión. Su rudeza y salvajismo no se deben solo a sus costumbres guerreras sino también a su alejamiento, pues los caminos marítimos y terrestres que conducen a estos terrenos son largos y esta dificultad de comunicaciones les hace perder toda sociabilidad y toda humanidad; viven con mucha austeridad, hacen una sola comida al día y duermen sobre jergones de paja; viven sin preocupaciones porque dejan transcurrir la vida sin mas apetencia que lo imprescindible. Viven en ginecocracia bajo el mando de las mujeres, un régimen no muy civilizado. Esto último, también lo dice Estrabón en su obra, (aclaro no vaya a ser que alguna fémina se sienta molesta con mi persona).

Atendiendo a esta descripción de Estrabón y observando el comportamiento de los actuales cazadores, uno empieza a comprender y explicar porque estos hombres necesitan cazar aunque no tengan necesidad de hacerlo para subsistir. Este poder tan grande que las mujeres tenían sobre nuestros antepasados, según Estrabón, desembocó en que la única salida interesante que tenían los hombres para no estar controlados por sus mujeres, era guerrear y cazar; esto les permitía escaparse del castro donde vivían y gozar de relativa libertad sin estar sometidos al capricho y al poder de sus opresoras.

Cazadores posando con la pieza.

Si observamos el comportamiento de las cuadrillas de cazadores es fácil ver que aún se tiene un comportamiento muy similar a los antepasados pobladores norteños, desde luego este comportamiento ahora no está muy justificado ya que la mujer actual nada tiene que ver con aquella que describe el historiador Estrabón. Las cuadrillas organizan la caza de la siguiente forma: queda toda la cuadrilla en el bar Amador a horas bien tempranas, empieza la tertulia, se toma el café, se traslada toda la cuadrilla al monte, se reparten las esperas, se echan los perros y se procede a cazar. Cuando la cuadrilla se despide deja fecha para una cena de todos los guerreros que la componen, se escoge un bar donde se cocine bien la caza y esto permite volver a reunirse toda la cuadrilla una noche para comer, estar de tertulia, bromas, cafés, etc. Sinceramente a que suena esto, claramente una vez mas la historia se repite, la caza vuelve a unir a los hombres para tener unos momentos de libertad sin ningún tipo de opresión como ya hacían aquellos pobladores antiguos del norte.

Chuzo o lanza para cazar cuerpo a cuerpo.

También hay otra versión posible que explica el placer que experimenta el hombre al cazar. Esta versión seguro que es más noble y realista que la explicación anterior. El hombre siempre necesitó estar en contacto con la naturaleza, además siempre necesita mostrar su audacia y su valor; hay casos de cazadores excepcionales en la región que así lo demuestran enfrentándose a la bestia sin mas armamento que una arma blanca que podía ser un cuchillo o un chuzo. Posteriormente se empezó a cazar con escopetas de pistón de un solo tiro. Ésta debía dispararse muy cerca de la pieza para que el tiro fuera efectivo, esto era tan peligroso como cazar a cuchillo, pues al disponer de un solo tiro, el cazador tenía que ser muy certero, de lo contrario la situación se volvía muy comprometida con una pieza de caza muy cabreada enfrente.

El trofeo más preciado en esta época era el oso, su caza suponía una gran exposición y peligro para el cazador y esto hacía que fuese una pieza rodeada de leyendas e imágenes heroicas.

Caza del oso en el Partido de Sierra, Cangas del Narcea, año 1924.

Antes de que se generalizaran las armas de fuego, parece ser que la modalidad de caza de este plantígrado era la de cuerpo a cuerpo; se buscaba una cueva donde estuviera el oso y se forzaba a salir al animal. En el momento en que el oso salía y se abalanzaba sobre el cazador, éste le arrojaba una manta a los ojos y acto seguido intentaba insertarle un cuchillo o un chuzo en el pecho de la presa, el cazador procuraba meter la cabeza entre los brazos del oso para poder esquivar las garras y la boca de la fiera.

Una vez más, Jovellanos nos vale para todo y nos describe muy bien esta modalidad de caza: El que lleva el Machuco del Monasterio por mote Catascios [¿Catasyas?] y a su padre le llamaban Mataosos, porque este era su ordinario entretenimiento. Buscábalos en el monte, los provocaba y dejaba venir hacia él, y cuando se erguían sobre los pies para acometerle, se metía por ellos. El oso no tiene juego en las manos, y entonces les metía un gran cuchillo de monte por las entrañas y los rendía y acababa.

En la región asturiana existieron cazadores míticos que utilizaban este método de caza:

    • Francisco Ortal, vecino de Vigidel (Villanueva de Teverga) mató 70 osos en los montes de Cuevalmundi, Llamaragil, Rebollada y Pillares.
    • Pedro Arias, también de Vigidiel (Teverga) dio muerte a 40 osos entre los años 1810 y 1860. Su hermano “el cura” mató 16.
    • Angelón de Cerredo.
    • Manuel Álvarez, de Urria (Somiedo), apodado “el cazador” y cuyo mote aún perdura en sus descendientes, mató 48, el primero a los 13 años, y murió a consecuencia de las heridas que le ocasionó una osa en el monte de Navatchos.
    • José Díaz, “el valiente”, que después de haber matado muchos es herido y muerto por un oso en 1840.
    • Juan Díaz Faes, “Xuanón de Cabañaquinta”, mató 92 osos, algunos de ellos a cuchillo. Falleció a los 72 años el 20 de diciembre de 1894.
    • Francisco Hortal, natural y vecino de Vigidel (Teverga) que falleció en 1849 a los 80 años, mató 75.
    • Francisco Garrido Flórez que mató cerca de cien. Natural de Robledo (Somiedo) andaba siempre vestido de pieles. Usaba como la mayoría de sus compañeros de cacería, escopeta de chispa. A veces luchaba cuerpo a cuerpo. Vivió ochenta años.
    • José Calvo “Miza”, mató 19, es el último representante de esta saga de héroes populares, cuya aureola se pierde en nuestros días pasando de la admiración a la más execrable repulsa de los mismos.

Perros de caza atacando al jabalí.

Como no podía ser menos, en Cangas del Narcea también tuvimos alguno de estos cazadores míticos aunque no están registrados en ningún escrito. Sin embargo, todavía se recuerdan sus nombres en la transmisión oral de gente de la zona que cuentan las grandes gestas heroicas que acontecieron entre el oso y el cazador.

El primer cazador se llamaba Manolo, “Manolón el de Rita”, de casa de Mingañán de Genestoso, hoy denominada casa Manolón; era famoso por cazar varios osos a cuchillo. El final de este hombre lo escribió un oso. Se enteró “Manolón el de Rita” que en el monte de Llamera había una osa y fue a cazarla al sistema tradicional de cuchillo; la batalla fue tan fuerte que Manolón perdió un brazo y un ojo, pocos días después fallecía debido a las heridas infligidas por la osa.

Hay referencias orales de que en la Reguera del Cabo había un vecino que también mataba los osos a cuchillo. Moal también contó con otro gran cazador de osos según cuenta Jose de casa Mingo en el siguiente enlace: Cazadores de osos.

Osos por los montes del concejo.

Del oso se utilizaba la piel y el unto (la grasa), este último lo utilizaban para los dolores reumáticos; la carne no la comían salvo en casos de extrema necesidad pues se decía que tenía una carne muy blanda, oscura, dulce y de sabor muy fuerte. Esto seguro que es lo que salvó al oso de su extinción pues si la carne fuera suculenta posiblemente en aquellos tiempos de tantas necesidades habrían acabado con todos.

Comparando estos antiguos cazadores con los actuales no podemos decir precisamente que estos últimos sean tan temerarios, basta echar un vistazo a la parafernalia de medios con los que el cazador actual se enfrenta a la fiera para ver que no corren ningún riesgo. Coches todo terreno, perros que sobrepasan los 4.000 euros, rifles de gran alcance y precisión milimétrica, visores especiales, móviles y emisoras de última generación, GPS de situación en el monte y un sinfín de pertrechos que hacen que el cazador tenga una desorbitada ventaja en el lance con el animal. Por lo tanto hoy día a los cazadores los hay que considerar como grupos que se juntan para pasar un buen rato en buena compañía y hacer un poco de ejercicio físico por nuestros montes, si puede ser, este ejercicio se hará encima del coche todo terreno cuatro por cuatro.

Pero lo fundamental y digno de destacar es que los cazadores actuales suelen ser muy respetuosos con el medio y son los primeros interesados en acatar las leyes que permiten la sostenibilidad de la caza, lejos quedan aquellas formas depredadoras que soportaba nuestra fauna.

Preparando un jabalí para ser ‘desfochado’ (quitarle la piel).

Los cazadores del concejo y los que vienen de visita para cazar, mueven un capital importante en los negocios de la zona, para entender esto basta hacer un número muy rápido sin profundizar demasiado sobre el dinero que mueve la caza actualmente en Cangas del Narcea todos los años. Hay 17 cuadrillas en el concejo con una media de 25 cazadores por cuadrilla, salen un total de 425 cazadores en la zona. Cada cazador paga de media al año 1.700 euros en gastos de impuestos, balas, pienso para perros, veterinarios, bares, cenas, reuniones, etc. En esta cifra no entra la compra de coches todo terreno, carros para perros, rifles, emisoras y otros elementos que aumentarían considerablemente el número dado anteriormente de gasto por cazador. Hacemos un cálculo rápido multiplicando 17 cuadrillas por 25 cazadores por cuadrilla salen 425 cazadores a 1.700 euros de gasto al año por cazador salen 722.500 euros que se distribuyen por la zona. A esta cifra hay que añadirle los 200 invitados que vienen de fuera de nuestro concejo a cazar, más los recechos que la Sociedad de Cazadores ofrece anualmente. También hay que sumar los 6 puestos de trabajo para guardas que esta sociedad soporta económicamente. Así que podemos decir que la caza mueve cifras anuales en la zona entre 700.000 y 800.000 euros.

Perandones en la sala de alevinaje de la Sociedad de Pescadores Mestas del Narcea

Atendiendo a los datos anteriores considero que este colectivo debe tenerse en cuenta como una pata más del entramado turístico de Cangas; evidentemente como dice la canción, aquí no hay playa y tenemos que diversificar y valorar los medios que tenemos a nuestro alcance. Una vez más, recalco que esta opinión sólo se mantiene mientras que la caza sea sostenible, con leyes bien marcadas que no permitan la más mínima posibilidad de poner en peligro la supervivencia de nuestra fauna.

Algo parecido pasa con la pesca y seguro que si se entrara en profundidad en presentar los números serían muy significativos, dejando ver la cantidad de dinero que mueve en el concejo.

Desovando el salmón.

Nuestros ríos son espectaculares y la pesca mueve a mucha gente de aquí, además de atraer a muchos turistas que vienen exclusivamente por el reclamo de pescar en nuestro concejo. Afortunadamente las Sociedades de Pescadores están haciendo una labor encomiable por la salud de estos ríos.

En el Narcea se puede destacar aguas abajo la Sociedad Mestas del Narcea con una planta de alevinaje de salmón y trucha para repoblar y un centro de interpretación. En Cangas del Narcea también existe una iniciativa de pescadores que forman la Sociedad de Pescadores Fuentes del Narcea; éstos también están haciendo un esfuerzo importante por el cuidado y la repoblación del río; tienen una estación de alevinaje en Regla de Naviego donde poseen un centro de interpretación de pesca.

Pescadores de Cangas mostrando su trofeo.

Considero que me he extendido demasiado con la caza y dejo demasiado corta la parte que dedico a la pesca en este artículo, el motivo no es otro que el de no abusar de la confianza de quienes me leen, haciendo un artículo demasiado extenso.

Que me disculpen los pescadores, soy conocedor de que la pesca en el concejo tiene suficiente entidad para escribir otro artículo entero.

De Leitariegos a China: los Cosmen, una dinastía empresarial centenaria

José Cosmen Adelaida, hacia 1965

Con motivo de la triste noticia del fallecimiento de José Cosmen Adelaida (Cangas del Narcea, 1928 – Oviedo, 2013), y como reconocimiento del TOUS PA TOUS a su larga y fecunda trayectoria empresarial, publicamos este interesante artículo de Joaquín Ocampo Suárez-Valdés, profesor de Economía de la Universidad de Oviedo, titulado De Leitariegos a China: los Cosmen, una dinastía empresarial centenaria, dedicado a la historia empresarial de esta familia de El Puerto de Leitariegos.


De Leitariegos a China: los Cosmen, una dinastía empresarial centenaria

Un reconocido especialista en la historia empresarial europea, D. S. Landes, en su último estudio, Dynasties (2006), hacía notar que, en contra de la opinión dominante, gran parte de las corporaciones multinacionales actuales tenían su origen en empresas familiares. Y reservaba el término «dinastías» para aquellas firmas que, generación tras generación y tras haber cubierto varios siglos de continuidad y sufrido la dura selección de los mercados, habían logrado sobrevivir a los albores del siglo XXI. En España, el caso de los Cosmen resulta en este sentido paradigmático.

Hacer de la necesidad virtud: la geografía importa

Cuando el 11 de octubre de 1796 Jovellanos visitaba Cangas del Narcea, recibía de manos del escribano Manuel Folgueras un manuscrito que contenía una descripción detallada de Leitariegos, «una de las tierras más encumbradas de Europa». En él mismo, se hacía referencia a una tradición oral que narraba cómo a causa de las nieves, doña Urraca (1081-1126), reina de Castilla y de León, había tenido que alojarse en «la casa de “Pepillo”, esto es, de José Cosmen». En agradecimiento, la reina otorgaba a sus habitantes una pensión en especie anual equivalente a 50 fanegas de trigo con la condición de que no dejasen de habitar aquellas tierras.

El Puerto, Brañas de Arriba, Brañas de Abajo y Trascastro, que integraban el coto de Leitariegos, señorío jurisdiccional del monasterio de Corias, emplazados a 1.525 m de altitud, constituían los únicos lugares de Asturias situados a aquella altura poblados todo el año. Por ello, ya en el siglo XII contaban con dos alberguerías u hospitales en San Juan del Puerto y en Santa María de Arbás. En reconocimiento de su carácter estratégico para las comunicaciones y para el abastecimiento en cereales y vino de una Asturias crónicamente deficitaria en subsistencias, Alfonso XI otorgaba a favor de aquel coto el llamado Privilegio de Leitariegos, exonerando a sus habitantes de prestaciones fiscales y señoriales así como de tipo militar, situándolos en un estatus social próximo a la hidalguía. Un estatuto legal que para los Cosmen, más que como instrumento de prestigio social, redundará en salvaguarda para disponer de libre movilidad, imprescindible en el mundo del tráfico y comercio.

Leitariegos, por sus condiciones orográficas y climáticas, carecía de aptitudes agrícolas: de sus 1.589 días de bueyes, solo 175 era de tierras de labor. Sí, en cambio, disponía de dos ventajas comparativas que sus vecinos no tardaron en explotar: las vinculadas al tráfico y a la ganadería. Antes de que Krugman señalase la importancia de los factores geográficos como explicativos de la localización empresarial, los habitantes del coto habían encontrado en la arriería su senda particular de crecimiento. Desde el siglo XIII, los arrieros de Leitariegos abastecían con sus recuas a la pola de Cangas del Narcea y, en los siglos siguientes, a las ferias de Cangas y Vallado. Las recuas de los Cosmen surcaban los caminos de rueda y de herradura que transcurrían por las tierras altas del valle del Sil, por Laciana y el Bierzo, alargándolos hacía el sur hasta León y Valladolid, y por el norte hasta las polas de Navia, Luarca y Castropol. Trajinaban con lino, cereales y vino castellanos, sal, bacalao, salazones, lienzos, potes y clavazón salidos de las ferrerías locales, y con ganado vivo.

Los Cosmen explotaron aquellos privilegios reales y los ensancharon: desde el siglo XVI eran los transportistas elegidos por los monjes de Corias para abastecer las tierras bajo su jurisdicción. Y desde el siglo XVII, a medida que se extendía el cultivo de maíz y la presión demográfica forzaba a la emigración, los Cosmen añadieron al tráfico de mercancías el transporte de viajeros con destino a las dos Castillas y a la Corte. Cuando, en 1752, se elabora el Catastro del marqués de la Ensenada, Leitariegos, con 52 vecinos (196 habitantes), era el concejo de Asturias con mayor densidad de transportistas «profesionales»: 36 de aquellos vecinos vivían de la dedicación permanente al tráfico.

La familia de los Cosmen aglutinaba a más de una docena de transportistas. Las redes familiares reducían los costes de transacción, los comportamientos oportunistas y el acceso al crédito; reforzaban la lealtad interna; garantizaban la continuidad del negocio y la reinversión de beneficios y, last but not least (por último, pero no menos importante), el buen reclutamiento y promoción del capital humano, pieza esencial en una actividad donde la confianza representaba un valor añadido. En efecto, desde el siglo XVIII, al transporte de bienes y servicios de pasajeros, añadirán el de las remesas de dinero que los emigrantes cangueses enviaban desde Madrid. Cuando G. Borrow visitó en 1843 las tierras confinantes entre Asturias y León, escribió sobre aquellos arrieros: «su fidelidad es tal que cuantos han utilizado sus servicios, no vacilarían en confiarle el transporte de un tesoro».

Crecimiento, diversificación, diferenciación

El know-how acumulado permitió a los Cosmen adquirir un doble patrimonio: el tangible, vinculado al tráfico, y el intangible, basado en su honorabilidad y reputación. En buena medida, la acumulación de capital se asoció a la naturaleza de los bienes transportados. Las frecuentes crisis agrarias y «hambrunas» otorgaba a los cereales precios especulativos. Lo advertía Jovellanos en su Informe de Ley Agraria: «el trigo comprado en León tiene en la capital y puertos de Asturias de 20 a 24 reales de sobreprecio». Una segunda fuente de ingresos derivó de la disponibilidad de circulante. En una sociedad con fuerte endeudamiento público y privado, la demanda de crédito estaba a la orden del día. Y Cangas del Narcea no será excepción: los profesores Francisco Erice y José Mª. Moro han constatado que el 40% del crédito rural ofertado en el occidente de Asturias se concentraba en aquel concejo.

Con los beneficios, el radio de negocios se amplió hasta el punto de que en el siglo XVIII contaban con factores y apoderados en las principales plazas y ferias castellanas. Algunos miembros de la familia abrieron en Madrid negocios de comercio y crédito. En 1754, los Cosmen disponían ya de casa solariega blasonada y de ejecutoria de hidalguía. Pero, a diferencia de otras familias enriquecidas que optaban por desinvertir y adquirir patrimonios rurales –los capitales «terrazgueros» a los que Jovellanos hacía referencia con tono denigratorio−, los Cosmen adquirían tierras de viñedo y de pasto para constituir con las mismas avales hipotecarios que les permitiesen adquirir mayor peso en los mercados.

Y es que, como ha probado Gómez Mendoza, la irrupción del ferrocarril, contrariamente a la opinión generalizada, no desplazará a arrieros y carreteros, que mantendrán relaciones de complementariedad y sustitución con los «caminos de hierro»: horarios más flexibles, tarifas más bajas, menores costes y cargas fiscales, bajo coste de oportunidad del equipo empleado –susceptible de ser empleado en las labores agrarias− serán algunas de sus muchas ventajas. Otras, por supuesto, derivaban del hecho de que las propias compañías ferroviarias demandaban los servicios de la arriería para cubrir la distribución entre estaciones y puntos de venta, o para atender el abastecimiento de muchas ciudades, villas y capitales de provincia a las que no llegaba el tendido ferroviario −piénsese que en Asturias, a finales del siglo XIX, la red no superaba los 263 km−. Una prueba que corrobora la vigencia de la arriería viene dada por el hecho de que en los censos de población de 1910 y 1920, se contabilicen más de 900 arrieros profesionales –cifras realmente más altas dada la ocultación fiscal imperante−. Habrá que esperar a la década 1920-1930 para que el camión y el autobús cierren definitivamente la página de la arriería.

Cuando, en la segunda mitad del XIX, mejoran los caminos de rueda o caminos «carreteros», los Cosmen se incorporan como pioneros al tráfico rodado con diligencias entre Ponferrada y La Espina y entre Rioscuro y León. También, a finales de ese siglo, cuando la segunda revolución industrial daba en Asturias sus primeros pasos, los Cosmen –Cándido Cosmen Cosmen, «industrial y vecino del Puerto»− no dudan en arriesgar capitales en la Compañía Eléctrica de Cangas, escriturada en 1897. También a finales de siglo llegaban a Asturias los ecos del automóvil y del motor de combustión interna mostrados en la Exposición Universal de París (1900). Las primeras sociedades creadas en la región −El Luarca, Los Maurines, El Progreso Asturiano− no podrán superar las dificultades inherentes a una tecnología todavía en fase experimental.

Cuando, en 1915, F. Gamoneda, V. Trelles y F. Álvarez Cascos constituían Automóviles Luarca –convertida en sociedad anónima en 1923−, hacía ya tres años que Empresa Cosmen rodaba con autobuses Hispano Suiza. El contrato de compra que Francisco Cosmen Pérez cerró con la Hispano en 1912, incluía la formación de mecánicos, conductores y cuadros técnicos para los talleres. Entre este personal a formar, se hallaban tres de su hijos que, siguiendo una tradición familiar, debían de recorrer todos los escalones productivos de la empresa antes de formar parte del staff directivo.

Cosmen/ALSA: un encuentro previsible

Desde entonces, ambas sociedades no dejaran de crecer de forma extensiva, orientándose cada una hacia sus mercados tradicionales. Pero con notables diferencias. Si ALSA nacía como una apuesta inversora de socios «capitalistas», los Cosmen agrupaban a socios «industriales» curtidos en el sector. Otras diferencias no menos sensibles se referían al saneamiento de cada negocio, a la diversificación de riesgos, y a los propios mercados. La Empresa Cosmen pudo beneficiarse del auge minero de las cuencas hulleras leonesas, además de contar con servicios fuera de Asturias.

Vehículo de Automóviles ‘El Puerto’, que hacía el servicio diario de Cangas del Narcea a Villablino y viceversa, en Courias / Corias, 1928. Fotografía de Benjamín R. Membiela. Col.: Juaco López Álvarez.

Cuando en los años 1930-1950 el sector se estanca por las dificultades inherentes a la posguerra y posterior autarquía, ALSA ya había tocado techo en su expansión por las líneas del occidente asturiano tras absorber a las empresas competidoras. La necesidad de renovar equipos exigía ampliar los servicios con vistas a asegurar la amortización prevista. Desde entonces, comenzará un proceso negociador entre Secundino Cosmen Bueno –quien, con su tío Francisco Cosmen había fundado en 1918 La Popular S.A.− y Vicente Trelles. Los Cosmen, fieles de nuevo a criterios históricos de continuidad, rechazan la venta de sus activos y acceden a una integración que les dará presencia accionarial en ALSA. Cuando ésta última llegue en 1959, José Cosmen Adelaida ya había extendido la empresa paterna hacia Villablino, Degaña, Somiedo, Grado y Allande, tras adquirir Empresa Beltrán y Asua. Contaba, además, con una trayectoria directiva previa en la gestión de otras sociedades participadas por la familia (Viajes Henschel, Motores Sura, Tranvía de Gijón…).

ALSA: de empresa local a global

La historia que resta por contar ya es bien conocida del lector. La entrada de José Cosmen Adelaida en ALSA permitió internacionalizar la firma, al explotar, con gran sentido de oportunidad, los flujos migratorios de aquellos años. Del mismo modo, la recuperación de la economía española en los años sesenta, su urbanización y el aumento de la movilidad espacial y laboral, puso a la empresa en condiciones de extender sus servicios fuera de Asturias. Desde 1980, las previsiones de liberalización en el sector del transporte y la entrada de España en la CEE, llevarán a nuevas estrategias de crecimiento con vistas a mejorar su competitividad exterior. Al lado de la innovación −instalación de videos, clase Supra, ordenadores terminales, mejoras de seguridad, combustibles ecológicos…−, la búsqueda de nuevos mercados será la segunda vía ensayada. Se acudirá a países con baja oferta de servicios y alto potencial de crecimiento −China (1984), Marruecos (1998), Chile (2001)−, o a fomentar consorcios y alianzas empresariales que mejoren su presencia en Europa –desde la alianza con la francesa Keolis a la adquisición en 2005 de la mayor empresa alemana del ramo (Deutsche Touring), o a los acuerdos con National Express Group ese mismo año.

La particularidad, la «moraleja» de esta historia empresarial, necesariamente abreviada, es bien sencilla: los Cosmen ya estaban allí, nunca dejaron de estar allí, a pie de obra, haciendo lo que mejor sabían hacer, explotando oportunidades abiertas a todos pero sólo asumibles por quienes contaban con experiencia y sentido del riesgo, incorporando a la familia, reinvirtiendo, creciendo en reputación y compromisos… Es decir, dentro de una cultura empresarial que el actual patriarca de ALSA supo resumir recientemente en estas mismas páginas de La Nueva España: «Empresarialmente, fuimos paso a paso…». Pero, con la discreción y modestia que lo caracterizan, omitía un matiz diferencial que justifica que el historiador económico hable de «dinastía»: aquellos pasos comenzaron hace, nada menos, que ocho siglos. Y el mismo paso y el espíritu empresarial de los históricos arrieros de El Puerto siguen hoy en la matriz de ALSA. Sutilmente lo expresaba uno de los continuadores de la saga familiar, Andrés Cosmen Menéndez-Castañedo: «Es importante adaptar el modelo empresarial a las características de China, pero es más importante aún saber qué aspectos o procesos de nuestro negocio son intocables».


Joaquín Ocampo Suárez-Valdés
Profesor de Economía de la Universidad de Oviedo
(La Nueva España, 8 de enero de 2012)

Todas las Crónicas canguesas, 1916-1928, de Borí, en la web del Tous pa Tous

José Fuertes, ‘Fanxarín’, presidente de la Sociedad de Artesanos; José Álvarez (sentado), presidente del ‘Club Cangas de Tineo’ de La Habana, y Borí en Cangas del Narcea en el verano de 1917. Fotografía de Benjamín R. José Fuertes, ‘Fanxarín’, presidente de la Sociedad de Artesanos; José Álvarez (sentado), presidente del ‘Club Cangas de Tineo’ de La Habana, y Borí en Cangas del Narcea en el verano de 1917. Fotografía de Benjamín R. Membiela. Col. Juaco López.

Incorporamos a nuestra Hemeroteca las “Crónicas canguesas” que escribió Gumersindo Díaz Morodo, Borí (Cangas del Narcea, 1886 – Salsigne, Francia, 1944), para las revistas Asturias y El Progreso de Asturias, de La Habana, entre 1916 y 1928. El Tous pa Tous ha decidido realizar esta edición facsimilar y digital coincidiendo con la colocación de una placa a la memoria de este periodista republicano el próximo sábado 30 de noviembre.

Estas crónicas cubren un vacío en el periodismo cangués. Entre 1882 y 1916 hubo casi siempre en Cangas del Narcea uno o dos periódicos locales. En ese año dejan de publicarse y no volverá a haber otra publicación periódica canguesa hasta La Maniega (1926 – 1932). De este modo, las crónicas enviadas por Borí a estas revistas nos permiten mantenernos al día de lo que sucedió en Cangas del Narcea en aquellos años.

Entre 1914 y 1928, Borí fue el corresponsal en Cangas del Narcea de estas dos revistas gráficas semanales que se editaban en la isla de Cuba. Sus primeras colaboraciones aparecieron en 1914 en Asturias y eran noticias muy breves, unas meras notas de sociedad, que se publicaban sin su nombre; la primera crónica que aparece con la firma de Borí se publica el 23 de julio de 1916 y está dedicada a El Acebo. Cuando esta revista dejó de editarse comenzó su colaboración con El Progreso de Asturias, donde escribió con regularidad hasta 1925, año en que decide dejar de enviar sus crónicas ante la imposibilidad de decir lo que piensa debido a la censura impuesta a la prensa por la dictadura de Primo de Rivera. Solo volverá a romper su silencio en 1928 para dar cuenta de la muerte de su amigo el notario Rafael Rodríguez González.

La revista Asturias salió a la calle entre 1914 y 1921; la inició y dirigió el periodista José María Álvarez Acevedo, natural de Boal. El Progreso de Asturias fue fundado en 1919 por Celestino Álvarez, nacido en Villanueva (Boal), que fue su director hasta su desaparición en 1960. Ambas revistas gozaban de cierto prestigio entre la numerosísima colonia de emigrantes asturianos en aquella isla. En ellas, en especial en Asturias, colaboraban conocidos escritores asturianos (Marcos del Torniello, Fabricio, José Díaz Fernández, Constatino Cabal, Bernardo Acevedo Huelves, Carlos García Ciaño, Alfonso Camín, María Luisa Castellanos, Adolfo Posada o Leopoldo Alas Argüelles) y periodistas locales que hacían las labores de corresponsales en los concejos: uno de estos fue Borí.

Portada de la revista ‘Asturias’ de La Habana en la que colaboró Borí

La relación de Borí con Cuba y la emigración fue muy estrecha. Su padre había sido uno de los primeros cangueses en emigrar a aquella isla, de donde retornó en 1869; en Cangas del Narcea le apodaron El Guajiro. Sus tres hermanos varones emigraron a Cuba y Tampa (EE. UU.), y él mismo fue emigrante en La Habana entre 1900 y 1902. De allí regresó a Cangas del Narcea  enfermo y sordo. Además, tuvo muchos y buenos amigos emigrantes. Borí sentía gran admiración por todos ellos y estaba convencido que los “americanos” serían un motor de progreso y renovación de la conservadora sociedad canguesa: “de los emigrantes vendrá la regeneración de la provincia asturiana”. El aprecio era mutuo, porque los emigrantes le respetaban mucho y tenían gran confianza en él, y por ello en 1920 el “Club Acebo de Cangas de Tineo” de La Habana le nombra delegado en el concejo.

Portada de ‘El Progreso de Asturias’ de La Habana en la que colaboró Borí

En las “crónicas canguesas” de Borí aparecen las noticias de todos los acontecimientos que sucedieron en Cangas del Narcea en aquellos años: la epidemia de gripe de 1918; los asesinatos del Navarro y otras muertes violentas; la construcción del Teatro Toreno, cuyo proyecto, realizado por el arquitecto Leopoldo Corujedo, estuvo expuesto en el escaparate del comercio “El Siglo XX”; la vida política local en un tiempo en el que Cangas del Narcea era la cabeza de un distrito electoral para diputado a Cortes que comprendía los concejos de Somiedo, Grandas de Salime, Ibias, Degaña, Leitariegos y Cangas. También en estas crónicas se da cuenta del acontecer diario y cíclico de la población: el tiempo atmosférico, el precio de los productos en el mercado de los sábados, las ferias, las cosechas, la recogida de castañas y los accidentes durante el vareo de los árboles, la vendimia y la feitura “o sea la operación de extraer el vino de las grandes o pequeñas tinas donde fermentó”, las fiestas y romerías, el Carnaval, la Pascua y sus bollas, y el registro civil: en todas las crónicas aparece la relación de nacidos, casados y muertos del concejo.

En las noticias que envía Borí a La Habana se le otorga un papel destacado a los emigrantes. Menciona los nombres de los que vienen de América a pasar una temporada a Cangas del Narcea e informa de su regreso y del barco en el que van a hacer el viaje, y cuando puede da la relación de todos los jóvenes que emigran para allá. El número de estos era tan grande que llega a escribir: “De todos los pueblos salen caravanas de emigrantes para ambas Américas. Imposible es para el cronista recoger los nombres de todos los que se marchan” (Asturias, 23 de diciembre de 1917).

Las crónicas están escritas con noticias breves y un estilo directo y sencillo. Su lectura no cansa y cuando empiezas a leerlas te enganchan y se leen de corrido. Tienen un tono coloquial, de charla o de carta que escribe un amigo contándole a otro lo que sucede en el pueblo. En este sentido, las crónicas también sirven para conocer las desventuras de su autor, que él cuenta a sus “amigos” emigrantes. Borí conoce bien los intereses de aquellos cangueses que residían en América y con sus crónicas trató de satisfacer la necesidad de información que por su lugar de origen tienen todos los que están fuera.

En algunos casos las crónicas van acompañadas de fotografías realizadas por Modesto Montoto, que era el fotógrafo oficial de la revista Asturias; por los fotógrafos cangueses Modesto Morodo y en especial Benjamín Rodríguez Membiela, autor de la mayor parte de las fotos que se publican en ese periodo, y del propio Borí.

Miramontes Ciencia Tecnología Cultura ha producido la edición digital de “Crónicas canguesas, 1916-1928”, que lleva un índice e incorpora OCR para la búsqueda de palabras en el texto. Esta edición se ha hecho a partir de revistas originales que pertenecen al Muséu del  Pueblu d’Asturias, Alfonso López Alfonso y Juaco López Álvarez, y ha sido patrocinada por Mª José, Juaco, Pedro y Alejandro López Álvarez.


Descargar: icon “Crónicas canguesas, 1916-1928” de Borí (113.41 MB)


La actividad artística en el barrio de El Corral de la villa de Cangas del Narcea (I): La familia García de Agüera

Barrio de El Corral. Detalle del dibujo de la villa de Cangas del Narcea hecho en 1771 y que pertenece a los fondos del Archivo General de Simancas.

En este artículo estudiamos la actividad artística desarrollada en el barrio de El Corral de la villa de Cangas del Narcea, vinculada a la familia García de Agüera, que a finales del siglo XVII emparentó con los Menéndez Acellana, una familia de doradores y pintores, a partir del matrimonio del arquitecto Antonio García de Agüera con Gregoria Menéndez Acellana. De los Menéndez Acellana hablaremos en la próxima entrega.

El barrio de El Corral estuvo adscrito a la antigua parroquia de Ambasaguas (o Entrambasaguas), que fue suprimida en 1892, pasando sus pueblos (Curriellos y Llamas) y barrios (Santa Catalina, San Tirso, El Corral, El Fuejo, El Cascarín y Ambasaguas) a depender de la parroquia de Santa María Magdalena.

La villa de Cangas del Narcea fue la capital artística de toda la zona suroccidental de Asturias durante los siglos XVII y XVIII, sobre todo, tras el asentamiento en ella del escultor y arquitecto de retablos Pedro Sánchez de Agrela (San Pedro de Mor, Lugo, h. 1610 – Cudillero, 1661) en 1642-1643. Como es sabido, Agrela vino a trabajar en los acomodos (retablo mayor, sillería de coro, puertas y cajonería de la sacristía, escudos de armas, etcétera) de la colegiata de Santa María Magdalena, mandada erigir en 1639 por don Fernando de Valdés Llano (Cangas del Narcea, 1575 – Madrid, 1639), obispo de Teruel, arzobispo de Granada y presidente del Consejo de Castilla y consagrada en 1642. Poco a poco, los artistas que le sucedieron se domiciliaron en algunos barrios de la villa (calles de la Fuente, del Mercado y del Puente y el barrio de El Corral) donde instalaron sus talleres y viviendas.

Precisamente, en el barrio de El Corral moraban, desde el último cuarto del siglo XVII, dos familia de artistas: los García de Agüera (Antonio, Plácido y Plácido Antonio), vinculados a la arquitectura, escultura y pintura, y los Menéndez Acellana (Juan y Antonio), doradores y pintores.

Antonio García de Agüera, arquitecto

Rúbrica de Antonio García de Agüera. Escritura de dote matrimonial de su hija Antonia (1718).

El primer miembro conocido de esta familia es el arquitecto Antonio García de Agüera (él firma «Auguera»), cuya actividad profesional se documenta entre 1694 y 1725, cuando su cadáver fue inhumado en la colegiata de Cangas. En los documentos que suscribió dice ser vecino del barrio de El Corral en la villa de Cangas, y en la partida de defunción, vecino de la feligresía de Entrambasaguas (APCN: Libro de difuntos de la colegiata de Cangas del Narcea, fol. 37v):

«En once de septiembre de setecientos y veinte y cinco años se murió Antonio García de Augüera, estado de viudo, de la feligresía de Entrambasaguas, y se enterró en esta parrochial de la Magdalena de Cangas, y hico memoria de testamento y se le administraron los Sanctos Sacramentos, y por verdad lo firmo.»

Antonio nació en la villa de Cangas hacia 1660. Seguramente fue bautizado en la iglesia de Ambasaguas. Se casó con Gregoria Menéndez Acellana, hermana del dorador de retablos Juan Menéndez Acellana y Alba, de cuyo enlace nació en 1696 Manuel Antonio, Antonia, que contrajo matrimonio en 1718 con José Rodríguez Panizo, y Antonio Menéndez, acaso el dorador Antonio Menéndez Acellana.

Tras los ensambladores Antonio López de la Moneda (Zanfoga, Lugo, 1654 – Corias, 1724) y Manuel de Ron y Llano (Peján, Cangas del Narcea, h. 1645 – Cangas del Narcea, 1732), Antonio García de Agüera fue el tercer artista que consolidó el barroco decorativo en el área suroccidental asturiana tras la construcción de los retablos principales (mayor y colaterales) del antiguo monasterio de San Juan Bautista de Corias, realizados entre 1677-1679 por Francisco González y Pedro del Valle, vecinos de Villafranca del Bierzo (León). A pesar de ello, en el comienzo de su carrera, no le debió de ir muy bien, manteniéndose ligada a obras de carpintería. La actividad desplegada por Manuel de Ron y Antonio López de la Moneda le ensombreció a él y a otros contemporáneos, porque sus capacidades estaban un paso por detrás de la de aquellos. Pero apartir de 1700, la popularidad de García de Agüera fue paulatinamente incrementándose: contrató aprendices, estableció mancomunidades (contratos de compañía) con La Moneda y trabajó la arquitectura y escultura con cierta frecuencia. A pesar de todo, su popularidad nunca alcanzó la de aquellos.

Antonio fue un hombre de oficio, y aunque se titulara de arquitecto, también trabajó la escultura y la carpintería y esta fue, sin duda, su principal ocupación, como demuestra sus trabajos para la iglesia de Santa María de Carceda y el santuario de Nuestra Señora de El Acebo. Para la primera hizo en 1694 una puerta con sus marcos (no conservada) para la casa rectoral por la que percibió 28 reales (APCN: Libro de fábrica de la iglesia de Santa María de Carceda, fol. 33); y en 1699, una caja para poner los paneles de las hostias cuya construcción costó 30 reales (Ídem, fol. 43v). Del mismo modo, para el santuario de El Acebo realizó toda la carpintería de la casa rectoral y de la de novenas, auxiliado por uno de sus oficiales, Andrés de Corias.

Púlpito del santuario de El Acebo, 1712.

Aparte de carpintero, también fue ensamblador (arquitecto de retablos) como demuestra el hecho de que el 12 de enero de 1712 ajustase junto a La Moneda los retablos colaterales de la capilla del palacio de Omaña, en La Rozadiella, parroquia de Santa María de Arganza (Tineo), por 5.250 reales (AHA: escritura entre don Arias de Omaña y Antonio López de la Moneda y Antonio García de Agüera, ante José Santos de Puente, caja 13.550, fol. 1). En ese mismo año realizó el púlpito del santuario de El Acebo (APCN: Libro de cuentas del Santuario de El Acebo, fol. 168v). Está decorado con motivos vegetales, a base de rosetas y espigas. En la parte superior se dispone la guardamalleta también de forma poligonal y un dosel compuesto por motivos vegetales, característicos de los retablos del Taller de Corias. También hizo tres frontales de altar para la parroquia de San Martín de Sierra (no conservados) por los cuales percibió 63 reales en 1714. Fueron policromados por Juan Menéndez Acellana, su cuñado (AHA: ante José Santos de Puente, caja 13.550, fol. 17).

En su taller se formaron algunos mancebos, de cuya carrera artística posterior no tenemos ninguna constancia. Bernardo Rodríguez Tejón era hijo de Gertrudis de Bárcena y Vicente Rodríguez Tejon (escribano de Corias). Antonio se comprometió a instruirle en arquitectura en cinco años y a la manutención (comida y cama) durante dicho tiempo; y por su parte, la madre, vestido y calzado (AHA: ante Pedro Fernández de Puente, caja 13.529, fol. s/n.º). Otro de sus oficiales fue Andrés de Corias que, como quedó dicho, lo auxilió en las obras de El Acebo.

Al parecer, el taller de Antonio García de Agüera lo heredó su yerno José Rodríguez Panizo, hijo de Lázaro Rodríguez Panizo y María González, vecinos de Corias, ya que en la dote matrimonial de su hija Antonia, firmada en 1718, García de Agüera le mandó 1.500 reales de vellón, treinta formones y gubias, un serrote grande y otro pequeño, una sierra bracera, una juntera, una garlopa y un cepillo y lo demás de su taller para compartir, si fuera preciso (AHA: ante José Santos de Puente, caja 13.551, fols. 25-26).

José Plácido García de Agüera, escultor

Rúbrica de Plácido García de Agüera. Escritura de venta de censo a don Gonzalo de Llano Flórez (1721).

Era vecino de la villa de Cangas. Su actividad profesional se documenta entre 1711 y 1742. Aunque sin evidencia documental, parece que fue hermano de Antonio. Actuó de testigo en la dote matrimonial de Antonia García de Agüera, hija de Antonio, con José Rodríguez Panizo, otorgada en 1718. En esta escritura figura como José Plácido García de Agüera, vecino del barrio de El Corral, donde se avecindaban los miembros de la familia García de Agüera. Plácido estuvo casado con Francisca Menéndez Prieto, hija de Domingo Menéndez y Antonia de Miranda. Fruto de este matrimonio fue Plácido Antonio García de Agüera (1719-1798), de oficio dorador y pintor.

La primera referencia documental de Plácido García data de 1711, cuando los ad-ministradores del santuario de Nuestra Señora de El Acebo le pagaron 8 reales por componer los bancos, mesas y camas de la casa de novenas (APCN: Libro de cuentas del santuario de Nuestra Señora de El Acebo, 1681-1723, fol. 161v).

Poco después, el 9 de diciembre de 1719, junto a su mujer, vendieron a las memorias y obra pía que en la colegiata de Cangas fundó don Fernando de Valdés Llano y a don Gonzalo de Llano Flórez, vecino y regidor de la villa de Cangas, administrador de dicha obra, 9 reales de renta en cada año, por razón de 330 reales. En la escritura se mencionan los bienes hipotecados, entre ellos, «la parte de la casa en que viuen en esta villa junto a la casa de Escuelas, con su parte de guerta que linda por la parte de la entrada con la calle principal». Hizo de testigo de la escritura Antonio García de Agüera, su más que presumible hermano (AHA: ante Pedro López, caja 13.542, fols. 51-52).

Retablo de Nuestra Señora del Rosario de Barres (fotografía de Ainhoa López Formadela).

En 1721 y 1722, la parroquia de San Esteban de Barres (Castropol) le pagó el retablo de Nuestra Señora del Rosario (Ainhoa López Formadela, Los retablos barrocos del concejo de Castropol. Aportaciones desde la restauración, I Premio de Investigación Ría del Eo, 2013, pág. 45). En el Libro de fábrica figura como «Plázido Garzía, escultor, vecino de Cangas».

En 1727 aparece en una cláusula del testamento de Manuel de Ron donde se hace constar que «Plácido García de Agüera me debe sesenta reales». Finalmente, en 1742 intervino en la hechura de algunas piezas (las columnas) del retablo de la iglesia San Juan Bautista, en Vega de Rengos (Rosalía Pérez Suárez, Estudio histórico-artístico de un linaje asturiano de la Época Moderna: las empresas arquitectónicas promovidas por los condes de Toreno (siglos XVI al XVIII), Memoria de Investigación (inédita), Universidad de Oviedo, 1999, págs. 63-70).

Plácido García desempeñó los oficios de ensamblador, escultor y carpintero. Su única obra documentada y conservada es el retablo de Nuestra Señora del Rosario de Barres, realizado en 1720, revela que su estilo y formas estaban en consonancia con los del Taller de Corias. No en vano, sus características recuerdan enormemente el arte de Manuel de Ron, como la disposición de los roleos del banco, la forma alargada de los florones sobre las hornacinas laterales y los mascarones vomitando roleos, lo que indica que acaso Plácido García hubiese sido discípulo suyo. No obstante, el retablo de barres es más innovador ya que incluye el estípite en vez de la columna salomónica.

En el retablo de Nuestra Señora del Rosario se veneran las imágenes de San José con el Niño y San Roque (imágenes del primer cuarto del siglo XVIII, acaso de factura ovetense), Nuestra Señora del Rosario y San Salvador. Costó 755 reales. El retablo fue dorado en 1732, ya que en las cuentas de la cofradía del Rosario de dicha parroquia, consta que el 1 de noviembre de 1732, se dieron «seis reales de aceyte para la lámpara por no auer ardido mucho tiempo del año a causa de auerse quitado para pintar el retablo». El retablo está parcialmente repintado con formas geométricas.

José Rodríguez Panizo, escultor

Rúbrica de José Rodríguez Panizo. Escritura de dote matrimonial con Antonia García de Agüera (1718).

Este maestro fue heredero del taller de Antonio García de Agüera. Era hijo de Lázaro Rodríguez Panizo y María González, vecinos de Corias. Pronto ingresó en el taller de Manuel de Ron (h. 1645-1732) en el que permaneció entre 1701 y 1706, y en 1718 se casó con Antonia García de Agüera.

En varias ocasiones hizo de testigo en las escrituras otorgadas por Manuel de Ron, donde se dice que es vecino de la villa de Cangas, acaso residente en el barrio de El Corral. Nada sabemos de su actividad artística.

Plácido Antonio García de Agüera, dorador y pintor.

Finalmente, a esta familia de artistas pertenecía el pintor Plácido Antonio García de Agüera, hijo de José Plácido García de Agüera y Francisca Menéndez Prieto, vecinos del barrio de El Corral. Nació el 26 de marzo de 1719 (APCN: Libro bautismos de la iglesia de Entrambasaguas, fol. 8) y falleció el 22 de setiembre de 1798 (APCN: Libro de difuntos de la iglesia de Entrambasaguas, fols. 55-56):

«En veinte y tres de setiembre de mil setezientos noventa y ocho yo, el infraescrito cura de esta pa-rroquia, di sepultura eclesiástica al cadáver de Plácido García Guera que murió en el veinte y dos de dicho mes y se enterró en esta mi parroquia. Hizo testamento a testimonio de don Miguel Pando, escrivano de número de esta villa, y conzejo, recivió los Santos Sacramentos, el de la Eucharistía por viático y el de la Extremaunción, y lo firmo.»

Poco sé de su vida: solo que estuvo casado con Leonor Huerta. En cambio, algo más se sabe de su actividad profesional. El 19 de marzo de 1750, ajustó el dorado y pintura del desaparecido retablo mayor de la iglesia parroquial de San Damías (Cangas del Narcea), por 1.300 reales, comprometiéndose a terminarlo para el día de san Miguel, 29 de septiembre del mismo año (AHA: ante Alejandro López, caja 13.588, fol. 27)

En 1750 pintó las imágenes de Nuestra Señora y San Luis, la corona del Santo Cristo, cuatro candeleros, un atril y el cajón de ornatos de la capilla del Santo Cristo de Murias, parroquia de Santa María de Gedrez (APG: Libro de apeos de los bienes raíces de la ermita del Cristo de Gedrez, fol. 104v). Estás imágenes están reaprovechadas en un retablo de posterior factura, de hacia 1770-1778, realizado por el escultor de Corias Gregorio de Lago.

Poco después, en 1753-1754, doró y pintó el retablo de Nuestra Señora del Rosario de la iglesia de Santiago de Villar de Sapos, concejo de Allande (AHDO: Libro de la cofradía de Nuestra Señora del Carmen de la iglesia de Santiago de Villar de Sapos, caja 1.7.3, fols. 15v y 17v).

Finalmente, en 1796 pintó un retablo colateral, tres frontales, una cruz y el arco toral de la iglesia de San Pedro de Las Montañas (AHDO: Libro de la cofradía del Santísimo Sacramento de la iglesia de San Pedro de Las Montañas, caja 1.4.5, fol. 46).

El sueño que dio origen a Corias

Tabla en la parte baja del retablo que reproduce, como dice la leyenda, una iglesia que baja del cielo

La iglesia y las antiguas dependencias del monasterio San Juan de Corias, próximo a Cangas del Narcea, constituyen uno de los más monumentales y valiosos ejemplos del arte religioso monástico asturiano, al punto que se le llegó a denominar el “Escorial asturiano”. Su reapertura, transformado ahora en parador nacional, invita a rememorar la leyenda de su fundación .

En la base del retablo mayor de la iglesia, labrado en el último cuarto del siglo XVII, hay dos tablas talladas en las que se recoge la leyenda fundacional del monasterio por los condes Piñolo y Aldonza, y que ya aparece contada en el denominado “Libro registro de Corias”, redactado a partir de 1207 por un monje del mismo monasterio llamado Gonzalo Juánez. Según ella, los condes Piñolo Jiménez (Piniolus Ximenez) y Aldonza Muñiz (Ildoncia Munionis) eran poseedores de una inmensa fortuna que no sabían a qué destinar pues no tenían descendencia. Al parecer, según cuenta el P. Risco en uno de los tomos dedicado a Asturias de la “España Sagrada”, habían tenido cuatro hijos que murieron “de tierna edad”. El conde Piñolo, según se cuenta en el “Libro Registro”, fue tocado en su corazón por el Espíritu Santo para que fundara un monasterio, para tener así hijos espirituales, ya que no podía tenerlos de su propia carne. Comunicó el proyecto a su esposa, Aldonza, que participó del mismo con gran entusiasmo, decidiendo ambos mantenerlo en secreto, mientras ponían los medios para proceder a la fundación.

El tiempo fue pasando y el proyecto no se llevaba a cabo. Por ello, Dios intervino nuevamente valiéndose de Suero, un fiel servidor de los condes y su mayordomo, en quien sus señores tenían gran confianza. Una noche, en sueños, el mayordomo oyó una voz misteriosa que le decía: “Levántate. Ve a decir a tu señor que no retrase por más tiempo la realización de lo que tiene pensado, pues lo pensó por mi inspiración y es por consiguiente consejo divino. Que venga, pues, contigo al lugar denominado Corias y allí edifique un santuario en honor de aquel que me preparó el camino en el desierto (San Juan Bautista) y del cual no ha nacido mayor entre los hombres”.

Temeroso el escudero de no ser creído por su señor, no se atrevió a contarle su sueño. Por segunda vez, Suero tuvo la misma revelación nocturna, pero nuevamente volvió a callar, receloso de que el conde Piñolo lo tomase por un embustero y perder así su confianza. La visión se repitió por tercera vez y, en esta última, Suero vio descender del cielo una iglesia sostenida por resplandecientes cadenas, que se posaba sobre el lugar desvelado en la primera aparición. La misma voz volvió a hablar al siervo de los condes en los siguientes términos: “Mira y escucha: Ve a decir a tu señor que este lugar y esta iglesia que has visto descender del cielo han de ser dedicados en la tierra a Juan el Bautista. Y tú, que no quisiste obedecer por dos veces mi mandato por temor a no ser creído, llevarás en tu rostro esta señal para que la vea el conde tu señor”. Al tiempo que se decía esto, el siervo recibió una fuerte bofetada en la mejilla izquierda, a consecuencia de la cual quedaron impresas las huellas de los dedos en su cara.

Con tales señales en su rostro, el mayordomo no dudó ya en comunicar al conde Piñolo el mandato divino. Sin embargo, el conde no creyó las palabras de su siervo y sospechó que su mujer había contado al mayordomo el proyecto guardado en secreto, por lo que la increpó por su indiscreción.

-“¿Acaso te atreviste a divulgar mi secreto, que sólo a ti había confiado?”, le dijo el conde a su esposa, según se cuenta en el “Libro Registro” y traduce Alfonso García Leal en su edición del manuscrito.

-“Ten por seguro, venerable esposo”, contestó Aldonza, “que yo, tu queridísima esposa, no me atreví a hacer pública tu voluntad, agradable a Dios. Pero lo que has discurrido fielmente y me has hecho saber en confianza, realmente te lo ha inspirado Dios para que lo lleves a cabo”.

Tabla en la parte baja del retablo que reproduce los primeros trabajos de construcción de Corias

El conde Piñolo se dispuso entonces a dar cumplimiento al mandato divino y encargó a su siervo Suero que reuniese los operarios necesarios para emprender la obra. Lo primero en construirse fue un pequeño oratorio dedicado a San Juan Bautista y en él fue consagrado el primer abad de la comunidad coriense, Arias Cromaz, un clérigo que vivía en el mismo palacio de los condes Piñolo y Aldonza y que, quizás, tuvo influencia en la decisión de sus señores de fundar el monasterio. Este Arias Cromaz fue más tarde, en 1073, elegido obispo de Oviedo y regaló al tesoro de la catedral una cajita de plata sobredorada que aún se conserva.

Uno de los hechos más curiosos de toda esta historia es que el terreno escogido para la construcción del monasterio de Corias no pertenecía a los condes fundadores. La elección del lugar, según la leyenda, fue revelada al escudero Suero por inspiración divina y, según consta en el “Libro Registro”, era una heredad medio abandonada, áspera e inculta y llena de maleza, situada junto al Narcea, a su orilla derecha, en la que existía ya un pequeño oratorio consagrado a San Adrián. Tanto Piñolo como Aldonza, pero especialmente el conde, poseían un extenso patrimonio disperso por toda Asturias, con notable presencia en la zona occidental y en la misma cuenca del Narcea. Sin embargo, la heredad de Corias pertenecía al conde Rodrigo Díaz que, según el P. Risco, era hermano de doña Jimena, la mujer de Rodrigo Díaz de Vivar, conocido como el Cid. Así pues, para poder llevar adelante su obra, el conde Piñolo hubo de ofrecer a Rodrigo Díaz, a cambio de Corias, una heredad que había sido de sus padres y, además, un perro sabueso y un azor.

Todo esto ocurría por el año 1043, que fue cuando se constituyó la primera comunidad de Corias, que fue puesta bajo la disciplina de la regla benedictina, que entonces hace su aparición en Asturias. Al año siguiente, 1044, los condes Piñolo y Aldonza hicieron la dotación fundacional del monasterio coriense, que incluía un total de ocho monasterios, entre ellos los de San Miguel de Bárcena (en Tineo) y Santa María de Miudes (en El Franco), seis iglesias y un conjunto de más de treinta villas, localizadas en su mayor parte en el valle del Narcea, así como un importante grupo de población servil.

Previamente a la fundación del monasterio, el 28 de marzo de 1032, los condes Piñolo y Aldonza habían obtenido del rey Vermudo III permiso para construirlo, permutando con el monarca varias posesiones, entre ellas siete castillos y varias villas, además de otras heredades, a cambio de la concesión de “coto” a perpetuidad de la llamada “mandación de Perpera” y de todo el territorio monástico. La denominada “mandación de Perpera”, que actualmente es el valle conocido como Monasterio del Coto, recorrido por el río del Coto, había sido donada a los condes por Vermudo III el 11 de mayo de 1031, recibiendo de éstos un caballo bayo valorado en doscientos sueldos, precio muy elevado.

La advocación elegida para el monasterio, San Juan Bautista, ampliamente relacionada con un culto pagano y precristiano de las aguas, y la existencia previa de un oratorio dedicado a San Adrián, apuntan hacia un posible carácter sagrado del lugar de Corias. La inclusión del perro sabueso y el azor, animales ambos empleados para la caza, actividad muy prestigiosa en época medieval y propia de nobles, contribuyeron a realzar el valor de la permuta.


La Nueva España, 6 de noviembre de 2013

La Escuela de Niñas de Sonande, 1869 – 1936

Mesa de la maestra y pupitres en el aula de la escuela de niñas de Sonande

La educación es el sustento principal de los países y de las personas. Y esto lo sabían muy bien los emigrantes que salieron de Asturias en otros tiempos, que descubrían fuera el valor que tenía la formación para ganarse la vida. En el siglo XIX había muy pocas escuelas en el concejo de Cangas del Narcea, y por eso, muchos emigrantes que quisieron ayudar a sus pueblos de origen lo hicieron construyendo a sus expensas escuelas y pagando de sus bolsillos a los maestros. En Cangas del Narcea hubo bastantes mecenas, hoy olvidados, que con su dinero hicieron mucho por la educación de sus vecinos. En la parroquia de Cibea fueron varios los emigrantes enriquecidos en Madrid que construyeron escuelas y en algunos casos crearon fundaciones para seguir manteniéndolas después de su muerte. El primero fue Domingo García Sierra que en 1861 instituyó en su testamento una Fundación benéfico-docente destinada a sostener una escuela elemental de niños en Llamera, que dotó con un local de escuela y ocho mil pesetas en acciones del Banco de España para su sostenimiento. A éste le siguieron Vicente Rodríguez Pérez que fundó una escuela para niñas en Sonande en 1869; Francisco Pérez Rodríguez, conocido como Teresín, que construyó una escuela en Xinestosu / Genestoso y a su muerte, el 16 de septiembre de 1894, dejó unas fincas cuyas rentas deberían servir para pagar al maestro y mantener la escuela, y Francisco Pérez, “el Maduro”, que levantó a su costa la escuela de Valláu / Vallado.

Vicente Rodríguez Pérez, hacia 1880

De todas estas escuelas, la de Sonande es, sin duda, la más original y novedosa por dos razones: primera, porque es una escuela solo para niñas, cosa infrecuente en aquel tiempo en el que no se estimaba la educación femenina y por consiguiente el analfabetismo entre las mujeres era muy elevado, y segunda, porque en este caso no se va a levantar una casa escuela, que es lo corriente, sino que el promotor hará la escuela y vivienda de la maestra en el interior de su propia casa.

El promotor de la escuela de niñas de Sonande fue Vicente Rodríguez Pérez un hombre natural de este pueblo que emigró a Madrid siguiendo a su tío Francisco Rodríguez, a quien heredará a la muerte de este en 1866. Los dos hicieron mucho dinero trabajando en casas de banca y en Bolsa, y los dos permanecieron solteros.

Inscripción y fecha de construcción de la casa

Vicente Rodríguez construyó en 1869 una gran casa en Sonande, la conocida como casa El Muirazo, que dedica a su tío Francisco. En su fachada principal puede leerse: “A la memoria de un hijo de este pueblo” y “En recuerdo del S. D. Francisco Rodríguez”. La casa tiene planta baja y dos pisos, y la parte izquierda está habilitada para las funciones de escuela.

Casa de El Muirazo en Sonande, construida en 1869 por Vicente Rodríguez, donde está la escuela de niñas. A la derecha entrada y patio de recreo.

En la planta baja hay un local de entrada, donde las niñas dejaban las madreñas; en el piso primero está el local de escuela, que todavía conserva los pupitres, la mesa de la maestra y diverso material escolar (mapas, láminas), y en el piso segundo está la vivienda de la maestra con su cocina, dormitorio, sala y retrete. Los tres espacios están comunicados por una escalera reservada únicamente para este uso. Por fuera de la casa, las niñas tenían una entrada independiente de la principal y un pequeño patio para el recreo. En la fachada principal de la casa había una campana para llamar a la escuela.

La escuela comenzó a funcionar hacia 1870 y perduró hasta el comienzo de la Guerra Civil en 1936. Sus normas, establecidas por “el dueño”, eran las siguientes:

Tienen derecho a concurrir a esta Escuela las niñas de todos los pueblos de la parroquia de Cibea y su hijuela de Genestoso sin distinción de ninguna clase.

También pueden concurrir las niñas de los parientes del dueño de la escuela aunque no sean de la parroquia de Cibea.

A las niñas se les da libros, papel y plumas para escribir por cuenta del dueño.

No se permite recibir ninguna niña que no tenga 6 años cumplidos.

Condiciones para la Sra. Maestra

Normas de la Escuela de Niñas de Sonande y lámina de ‘Vocales y consonantes’

Prohíbo que se dé a las niñas más castigo que ponerlas de rodillas y dejarlas encerradas sin salir a comer; dentro de la escuela no se permite distinción a ninguna niña.

Los días de vacaciones y punto los señala el dueño.

La Sra. Maestra en los días de vacaciones y punto tiene la obligación de estar al servicio del dueño de la escuela, y comerá en casa de dicho señor si lo estima conveniente.

Prohíbe a la Sra. Maestra tener tertulia ni visitas de personas que no sean de su familia para evitar habladurías del vecindario y que observe buena conducta.

Aula de la escuela de niñas de Sonande y lámina de ‘Pesos y medidas’

Por la escuela de Sonande pasaron cientos de niñas de la parroquia de Cibea. Se conservan tres libros de matrícula y asistencia diaria del siglo XX, y por ellos sabemos que el número de alumnas matriculadas era muy alto, por ejemplo: en 1906 había 46 niñas; en 1907: 38 niñas; en 1908: 54 niñas, y en 1912: 54 niñas. Las edades, según estos mismos libros, iban desde los 4 a los 14 años. Las faltas de asistencia a clase eran muy elevadas, debido a las distancias que tenían que recorrer algunas niñas, al mal tiempo en invierno y al trabajo que tenían que realizar en sus casas. En los primeros años del siglo XX estuvo de maestra Mª de Loreto Gallego y la última fue Paulina López Menendez, natural de Pigüeces (Somiedo), que acabó casándose en Sonande.

Esquela de Vicente Rodríguez en ‘El Imparcial’, 9 de abril de 1891

Vicente Rodríguez murió el 8 de abril de 1891 y su esquela apareció en el diario El Imparcial, de Madrid. Este periódico lo había fundado en 1867 Eduardo Gasset y era de tendencia liberal, progresista, demócrata y antidinástica, y había apoyado la Revolución de Septiembre de 1868, la llegada de Amadeo de Saboya y la Primera República Española. No es de extrañar por tanto que Vicente Rodríguez, lector de El Imparcial, fuese un liberal progresista y que su interés por la educación de las niñas de su parroquia natal se enmarcase en esa ideología muy preocupada por la igualdad de sexos en la enseñanza. Su acción filantrópica consiguió que en el valle de Cibea se redujese el analfabetismo femenino al mínimo en las primeras décadas del siglo XX, hecho que no se dará en otras parroquias del concejo.

La casa El Muirazo y la escuela de niñas se conservan muy bien gracias al esfuerzo de su actual propietaria Josín Sagarra Rodríguez, a quien tenemos que agradecer la información que nos dio para redactar esta noticia y su esfuerzo por esta conservación.

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Nuestro Padre Jesús Nazareno

Una escultura de Salvador Carmona en la colegiata de Cangas del Narcea

Detalle del rostro de ‘Nuestro Padre Jesús Nazareno’ de la colegiata de Cangas del Narcea.

En este breve artículo queremos dar a conocer a todos los cangueses y a los lectores del Touspatous la existencia de una excelente escultura barroca conservada en la colegiata de Santa María Magdalena de Cangas del Narcea, labrada por uno de los escultores más notables del barroco español del segundo tercio del siglo XVIII y miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, cuya creación oficial data del 12 de abril de 1752, colocándose bajo el patrocinio del Rey Fernando VI.

Se trata de Nuestro Padre Jesús Nazareno, atribuido a la maestría de Luis Salvador Carmona (Nava del Rey, Valladolid, 1708 ‒ Madrid, 1767). Este renombrado artista se formó bajo las directrices del escultor asturiano Juan Alonso de Villabrille y Ron (Argul, Pesoz, 1663 ‒ Madrid, 1732), asentado en Madrid, al menos, desde 1687, cuya escritura de aprendizaje está fechada y firmada en Madrid en 1723, convirtiéndose de inmediato en el más sobresaliente de sus discípulos. Tenía Carmona, por entonces, catorce años. Allí conoció el barroco tradicional, muy cultivado por Villabrille y sus contemporáneos, como el jiennense Pablo González Velázquez (Andujar, Jaén, 1664 – Madrid, 1727) y el asturiano Juan de Villanueva y Barbales (Pola de Siero, 1681 – Madrid, 1764).

Cuando se fundó la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Salvador Carmona fue designado, junto Juan Pascual de Mena (1707-1784) y Roberto Michel (1720-1786), Teniente Doctor de Escultura. En la Academia tuvo una actividad hasta su jubilación en noviembre de 1765, siendo el maestro de Francisco Gutiérrez (1727-1782), que le sucedió en la tenencia de la escultura a partir de 1767.

Salvador Carmona está considerado como el último escultor del barroco español, aunque en sus últimos años evolucionó hacia un academicismo de mayor rigor formal y contención expresiva ya que su estilo elegante y refinado es de un extremado virtuosismo técnico y pictóricos acabados. En la escultura en madera no rechazó los postizos, como ojos de cristal, coronas de espinas de sarmientos enyesados, coágulos de sangre y cejas de pelo natural y textiles. Como dice Martín González «su arte es realista, evita crudezas, haciendo amable la expresión». Todas las imágenes se policromaban en su taller, con tonos planos y delicados aunque no faltan las telas ornamentadas con motivos botánicos a punta de pincel. Las encarnaciones de sus imágenes siempre son a pulimento (brillantes).

Luis Salvador Carmona, ‘Jesús flagelado’, Clerecía de Salamanca.

Aunque participó en la decoración escultórica del Palacio Real de Madrid, entre 1749-1750, y en la del Real Sitio de San Ildefonso de La Granja (Segovia), a partir de 1751, su producción escultórica consistió, sobre todo, en imaginería religiosa, la cual es muy amplia y está repartida por toda la geografía española y americana. Se conservan obras suyas documentadas y también firmadas. Entre sus esculturas destacan las de Jesús flagelado de la Clerecía de Salamanca, el Cristo de Perdón del convento de los Sagrados Corazones de Nava del Rey (Valladolid) y el Santo Cristo de la Fe y del Perdón de la basílica de San Miguel de Madrid.

Luis Salvador Carmona, ‘Cristo del Perdón’, convento de los Sagrados Corazones, Nava del Rey (Valladolid).

Entre sus discípulos estaba su sobrino José Salvador Carmona, autor del Nazareno de vestir de la iglesia parroquial de Malpartida de Cáceres, firmada y fechada en 1780, y de la Virgen del Rosario de la parroquia de Ezcaray (La Rioja), firmada y fechada en 1769 (Juan José MARTÍN GONZÁLEZ, Luis Salvador Carmona. Escultor y Académico, Madrid, 1990, pág. 53). También sus sobrinos Manuel y Juan Antonio, hijos de su hermano Pedro y nacidos en Nava del Rey (Valladolid), se iniciaron en el taller madrileño de su tío, dedicándose al grabado. Juan Antonio estuvo en casa de su tío durante cuatro años y colaboró con él en la decoración escultórica de La Granja (María Concepción GARCÍA GAINZA, El escultor Luis Salvador Carmona, Navarra, 1990, págs. 121-124).

Finalmente, otros escultores de su círculo fueron José de Zayo y Mayo (1720-1789), Bruno Salvador Carmona, su hijo, al que enseñó a dibujar y lo puso como oficial en su taller, Francisco Gutiérrez, Francisco Chaves y Manuel de Acebo (para el lector interesado en Luis Salvador Carmona se recomiendan los estudios de Juan José Martín González y Jesús Urrea, entre otros, que yo mismo he seguido para la realización de esta biografía).

Retablo de ‘Nuestro Padre Jesús Nazareno’ de la colegiata de Cangas del Narcea.

Nuestro Padre Jesús Nazareno de la colegiata de Cangas del Narcea fue seguramente donada por Fernando Ignacio José Queipo de Llano, IV conde de Toreno. Es un paso de Semana Santa e imagen de vestir; de bulto redondo, labrada hacia 1755 en madera y policromada, complementada con postizos. La encarnación es a pulimento y mide 175 cm, aprox. de altura. Presenta algún deterioro como el dedo anular de la mano derecha, roto, que se conserva. Se venera en un pequeño retablo-escaparate de estilo académico (finales del siglo XVIII), charolado y de vitrina única, con frontón donde se tallan los símbolos de la Pasión. Debido a su excelente factura, fue atribuida por Javier González Santos a Salvador Carmona (GONZÁLEZ SANTOS, «La iglesia de Santa María Magdalena de Cangas del Narcea», La Maniega, n.º 70, 1992, ed. www.touspatous.es, pág. 22).

Luis Salvador Carmona (Taller de), imagen de vestir de ‘Nuestro Padre Jesús Nazareno’.

Como decimos es una imagen magnífica, con la cabeza, pies y manos talladas que soportan el peso de una cruz de tablones. El resto es un armazón de madera. Si la comparamos con los Nazarenos autógrafos de Salvador Carmona encontramos semejanzas de estilo, acreditado por un virtuosismo en la talla y por la plasmación de una dulce, sublime y mansa expresión. Sigue los modelos suyos, como el Nazareno del Real Sitio de San Vicente de Toledo, fechado en torno a 1755: suave actitud de marcha, evitando en todo el énfasis trágico; rostro íntimo, con la barba rematada en dos pequeños mechones y el cabello peinado con mechones ondulados que caen sobre la túnica; expresividad sublime, mansa y envuelta en una atmósfera de delicadeza, sensibilidad y dulzura. En cambio, falta la captación de las venas en las sienes y el tratamiento blando de las carnaciones con que Carmona dotaba a sus imágenes.

La encarnación es a pulimento. Se complementa con postizos: túnica morada bordada con motivos dorados, corona de espinas, ojos de pasta vítrea, pestañas y cejas. El brote de sangre de la nariz fue un recurso muy empleado por Carmona que también brota de las heridas de la corona de espinas, siendo muy habitual en él la espina que atraviesa la ceja que en este caso se superpone a la ceja derecha. Todo ello es indicativo de que estamos ante una obra manufacturada en su taller.

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El cine en Cangas del Narcea

Las salas de cine fueron uno de los espacios de entretenimiento, disfrute y aprendizaje más importantes del siglo XX. En Asturias, todas las villas y muchos pueblos tuvieron sus salas de proyección. Hoy ya no existe ninguna. En la villa de Cangas del Narcea hubo varias: el Teatro y Cine Toreno, el cine del convento de Corias, el cine del Ropero de Caridad o el Cine Trébol. La última sala en cerrar fue el Cine Trébol el 2 de marzo de 2004.

Nos gustaría recopilar testimonios del cine en Cangas del Narcea, como este folleto de mano de la película norteamericana “Luna de Birmania” (1940) que se proyectó en el Cinema Toreno el domingo 7 de octubre de 1945. Nos preguntamos: ¿alguien conservará una colección de programas de mano de los cines cangueses?

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Nombres de vacas III – El libro de aparcería de ganado de la casa de Miramontes, 1813 – 1826

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Vacas en la sierra de Arbolente, al fondo el Río del Couto.

Una de las fuentes de información más útil para conocer la historia de la ganadería en Asturias son los libros de aparcería o “comuña”, en los que los propietarios registraban las cuentas del ganado que daban a medias a campesinos. Nosotros tenemos uno de la casa de Miramontes, que perteneció a José Alfonso Argüelles y que comprende anotaciones desde 1813 a 1826. Este señor residía en la villa de Cangas del Narcea, pero la casa solar de su familia era la de Miramontes, la conocida como La Torre de Sorrodiles, en la parroquia de Cibea, donde vivía en aquel tiempo un casero. Sus propiedades estaban repartidas por Cibea, Xinestosu / Genestoso y el Partido de Sierra, y fuera de nuestro concejo por Valdés, Pravia, Laciana (León) y Valdeorras (Ourense). En el libro anota cada año las cuentas de las cabezas de ganado que tenía dadas en aparcería con varios campesinos: Vicente Martínez “el Colaso”; Manuel Menéndez, de Villarino de Cibea; Francisco Frade, del Térano de Cibea; Feliciano de Alba, de Genestoso; Francisco Gancedo “el Requel”, de Villarino de Cibea; Juan Martínez “el Indiano de Villanueva”; Diego Rodríguez, de Miramontes (casero de José Alfonso Argüelles), y “Joaquín, hijo de Pedro de Llamas”.

En aparcería tenía cabras, yeguas y, sobre todo, ganado vacuno: becerras, magüetas, vacas y bueyes. Los campesinos aprovechaban la leche, la fuerza de los animales para tirar del carro o aperos, y sus excrementos para hacer “cuitu” y abonar las tierras. Las crías de las vacas quedaban a medias entre el propietario y el llevador, y si se vendían se repartían el dinero. En el libro también aparecen los tratos que hacía con estos campesinos: “Hoy, 13 de marzo de 1826, compré o tomé una vaca y una novilla de dos años a Manuel Flórez, de Genestoso. Y se las dejé de aparcería. La vaca fue en trece duros y es mía sola, y las crías de a medias. Y la novilla en seis duros y lo que pase cuando se venda de los seis duros de a medias y las crías también de a medias”.

A veces se perdía toda la ganancia por muerte del animal. Se anotan cuatro causas de muerte: “se la comió el lobo” (se anota en tres casos); “lo comió el oso” (“Año de 1821. Un buey de a medias, de los dos que tenía el año de 20, pues el otro lo comió el oso”); “el mal bravo”, que es la causa más frecuente (“Murió una becerra de año del mal bravo y me dio la mitad del pellejo, hoy 7 de marzo de 26”) y una vaca que murió “derribada”. Cuando la muerte acontecía por las dos últimas causas se aprovechaba el pellejo del animal, que era para el propietario si la res era toda de él o se repartía a medias si la propiedad era compartida.

No todos los animales aparecen en este libro con nombres que los identifiquen. Los bueyes nunca se mencionan por su nombre; tampoco es habitual mencionar los de las becerras o las magüetas. Aparecen los nombres de dos novillos: Moreno (un novillo de dos años) y Pulido (“un novillo negro de tres años llamado el Pulido”). En cambio, las vacas madres son las que casi siempre se anotan con un nombre propio.

Los nombres que aparecen son los siguientes:

  • Abrila
  • Bragada
  • Cachorra, Calva, Castaña, Corala
  • Figuera
  • Garbosa
  • Lloura
  • Mariella, Melandra
  • Negra
  • Parda, Parrada, Pecha, Perusa, Peruya, Pinta, Prieta, Pulida
  • Rabona, Rana, Roja
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Una referencia histórica a los vinos de Cangas

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Tabla informativa de los principales vinos franceses y extranjeros

Francisco Suárez es un gijonés, ferviente defensor de los vinos de Asturias, que incluso posee un pequeño viñedo en el valle de Candamo. Este valle, al igual que la zona de Cangas del Narcea, cuenta con una antigua tradición vitivinícola desde tiempos medievales, sin embargo es menos conocida y por eso Francisco lo destaca en su interesante blog sobre viticultura y enología en Asturias: www.verdejoastur.blogspot.com.

Este verano Francisco visitó la región vinícola de Burdeos (Bordeaux) y en una de las bodegas encontró una reproducción de un cartel sobre vinos franceses y extranjeros de hacia 1880. Su sorpresa fue grande al descubrir que uno de los escasos vinos españoles mencionados era el denominado “Tineo”, del que se destacaban sus propiedades medicinales.

Adjunto a estas líneas la imagen del cartel que nos ha enviado Francisco, que se titula: “Tabla informativa de los principales vinos franceses y extranjeros”, y un detalle de la referencia al vino de Cangas en la que se puede leer:

Tineo

Vins trés chargés en couleur, chauds toniques, trés parfumés ayant méme un peu la saveur médicale. Ces vins sont plutót considérés comme rémede que comme boisson.

Espagne

Y cuya traducción es:

[Cangas de] Tineo

Vinos de color muy intenso, tonos cálidos, muy fragantes, incluso con un poco de sabor medicinal. Estos vinos están considerados más como remedio curativo que como bebida.

España

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Detalle de la referencia al vino de Cangas denominado ‘Tineo’

Las propiedades medicinales de estos caldos también las destacaba la Comisión Calificadora de la Exposición Provincial Asturiana de 1875 en cuyo informe sobre los vinos de Cangas señalaba sus facultades tónicas y un exceso de tártaro, que indudablemente contenían, en comparación con los vinos ordinarios, circunstancias higiénicas que aconsejaban su uso a las personas debilitadas y enfermas. (Ver: El vino de Cangas en la Exposición Provincial Asturiana de 1875)

En cuanto a la datación del cartel encontrado por el amigo Francisco Suárez, en el cual no se observa fecha alguna, como ya he mencionado bien podría haber sido elaborado hacia 1880, época en la que precisamente técnicos franceses de la zona de Burdeos vinieron a trabajar a Cangas contratados por Anselmo González del Valle. (Ver: La modernización del vino de Cangas, 1878 – 1901)

El paisaje del viñedo en los concejos de Cangas del Narcea, Degaña e Ibias (2012)

Parrales de camino. Camino de abajo o del Molino en Seroiro (Ibias)

El etnógrafo Luis Vicente Elías Pastor y Margarita Contreras Villaseñor han sido los encargados de realizar este completo estudio, conscientes de que el suroccidente asturiano es depositario de una formidable riqueza medioambiental generada por sus espacios naturales y que alberga además un paisaje de viñedo único.

Se trata de un gran trabajo de recopilación de documentación e información en el que se analizan aspectos tan diversos como la imagen del viñedo a lo largo de la historia, los elementos que han condicionado el paisaje, patrimonio asociado a la actividad vitivinícola, o las tipologías de viñedo. Para su investigación han contado con la ayuda de las personas que trabajan de forma cotidiana en el campo, conociendo los procesos que se realizan actualmente y aquellos otros que dejaron de hacerse, pero que han podido tener cierta afección sobre el paisaje.

Según palabras de los propios autores “no es un estudio de las formaciones ni de las variedades, tampoco de los tipos de cultivos ni de los rituales agrarios; es un análisis de cómo todos estos elementos generan un paisaje. Es por lo tanto un estudio antropológico que tiene como finalidad integrar los viñedos tradicionales como elementos de patrimonio cultural.”



 

El paisaje del viñedo en los concejos de Cangas del Narcea, Degaña e Ibias (2012)
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Aquel monasterio de Corias, hoy parador nacional

Monasterio de San Juan Bautista de Courias / Corias (Cangas del Narcea), 1955. Foto Mely. Col. Juaco López Álvarez.

Casi siempre tengo que repetirlo dos veces: «Corias de Asturias, cerca de Cangas del Narcea, no Coria de Cáceres». En Corias hay un vetusto monasterio que acaba de convertirse en parador nacional; se encuentra a escasos kilómetros de Cangas del Narcea y a muy pocos metros del río Narcea. En él estuve entre 1954 y 1957 cursando los tres primeros años de latín, cuando era una escuela apostólica o seminario regentado por los dominicos de la provincia de España. Volví a visitarlo a principios de los años ochenta con dos compañeros de seminario, el vallisoletano Jesús Alcalde, profesor en la madrileña facultad de Ciencias de la Información, y Jesús Torbado, periodista leonés y novelista, que había sido galardonado con el premio Planeta en 1976.

El monasterio estaba entonces prácticamente deshabitado; solo había en él tres frailes dominicos; uno de ellos, el padre Felipe Lanz Yoldi, nos había puesto clases de francés y de literatura. Evocamos el barullo de los más de 300 seminaristas alborotando por los claustros y los tres campos de fútbol. Y, sobre todo, el guirigay que se formaba al bajar unas escaleras de madera añeja con los pasamanos bruñidos por miles de manos como las nuestras. Hubo un momento embarazoso con el padre Felipe Lanz. Me preguntó al lado de una de las arcadas de los claustros a qué me dedicaba y le dije que era periodista y redactor-jefe de la revista «Mundo Negro». «Supongo, me dijo, que no serás como ese ingrato de Torbado, que ha puesto a los dominicos a caer de un burro después de que le ayudaran tanto, después de abandonar el convento». Torbado estaba a mi lado, pero el padre Felipe no lo reconoció; el novelista se limitó a dar una calada más honda a un cigarrillo.

Visitamos la iglesia con su majestuoso altar barroco, con bajorrelieves que cuentan la historia del monasterio, levantado en el siglo XI y ocupado por monjes benedictinos. Dicen las crónicas que entre los siglos XII y XIII alcanzó su máximo esplendor con inmensas posesiones de los monjes en la mayor parte del occidente de Asturias e incluso de la vecina provincia de León. Nosotros entonces no teníamos más que algunas nociones vagas del castillo de Piñolo. Aún se encontraba en la iglesia un antiguo órgano de tubos, donde dos de los hermanos Castaño -Pepe Domingo y otro, de cuyo nombre no logro acordarme- aprendieron a tocar alguna cantata de Bach.

Parador de turismo Monasterio de Corias (Monumento Histórico-Artístico Nacional) inaugurado el 15 de julio de 2013 por la Reina Doña Sofía.

Corias era entonces un pequeño pueblo con escasa actividad. Los domingos iba mucha gente de Cangas del Narcea a oír misa en la iglesia del monasterio. Los seminaristas salíamos juntos de tanto en tanto a dar un paseo junto al río Narcea, festoneado de castaños y avellanos. Una vez al año, íbamos durante el verano en varios camiones al puerto de Leitariegos. Durante el trayecto animábamos al conductor a acelerar y le recordábamos chillonamente que con el vino se engrasan las bielas, según la canción de marras. Había en Leitariegos una gran laguna, en la que nos bañábamos antes de comer al aire libre y de la que muchos salíamos con las piernas peladas de insaciables sanguijuelas.

El paraje de Corias era magnífico y espectacular para un chico de la llanura zamorana como yo. Allí vi por primera vez arar a una mujer con unas vacas rojizas y menudas. Los carros eran pequeños y tenían ruedas de madera, como los sanabreses. En los prados abundaban los almiares de heno. Había entonces en los montes adyacentes muchos cerezos y manzanos y algunas viñas con cepas raquíticas, en comparación con las que había visto en Pajares de la Lampreana.

Supongo que ahora el antiguo monasterio de Corias atraerá a muchos asturianos y leoneses. Quienes vayan, podrán disfrutar, sobre todo en la época estival, de las aguas frescas del río Narcea, donde abundan las truchas, los salmones y las anguilas. Había en este río un remanso que llamaban El Chandeu. Jesús Alcalde y Jesús Torbado se bañaron en él. Después nos dirigimos a Tineo. Degustamos en Villanueva de Sorribas unas truchas exquisitas recién pescadas en el mismo río Narcea, que discurre por allí más angosto y turbulento, pero con aguas limpísimas.

¡Quién nos iba a decir que nuestra vieja escuela apostólica se iba a convertir en un parador nacional! Primero fueron los castillos semiderruidos, como el castillo de la Mota en Benavente, cuando Manuel Fraga Iribarne fue ministro de Información y Turismo. Ahora le toca el turno a los seminarios, conventos y monasterios, que se convierten en hoteles, como pasó hace años con el seminario verbita de Coreses, o en parador nacional, como el monasterio de Corias. Quienes puedan y quieran, que lo saboreen.

Publicado en: La Opinión de Zamora
Viernes, 2 de agosto de 2013

El Santo Cristo de la sacristía de la iglesia de Noceda de Rengos

Una imagen del escultor madrileño Juan Sánchez Barba en Cangas del Narcea

Juan Sánchez Barba (taller de), Santo Cristo de Noceda de Rengos.

En la sacristía de la iglesia parroquial de San Esteban de Noceda de Rengos, se halla una excelente representación del Crucificado relacionado con el escultor madrileño Juan Sánchez Barba (Madrid, 1602 – Madrid, 1670) que fue uno de los escultores más significativos del tercio central del siglo XVII en Madrid. Formó parte de una importante generación de artistas integrada por los escultores Manuel Pereira (1588-1683), Domingo de la Rioja (doc. 1635-1656), José Rates Dalmau († 1684) y los ensambladores Pedro de la Torre (h. 1596-1677), Sebastián Herrera Barnuevo (1619-1671) y Sebastián de Benavente.

Juan Sánchez Barba nació en Madrid en 1602 en el seno de una familia originaria de Sonseca (Toledo). Era hijo de Sebastián y María Sánchez. Su formación escultórica acaeció en el obrador de su cuñado, el escultor Antonio Herrera Barnuevo, con el que vivió en su casa apartir de 1615. Tras su periodo de formación, con 22 años, Sánchez Barba ya se titula escultor pero no será hasta el 18 de mayo de 1634 cuando contrate su primera obra escultórica como maestro independiente. Ello afirma su permanencia el taller de su cuñado durante varios años. Se trata del Cristo y trono de la Virgen para el Hospital de San Antón Martín de Madrid. A partir de entonces, Sánchez Barba tuvo una fructífera carrera, ya que un año después se comprometió a esculpir cinco figuras para la ermita de San Jerónimo en los jardines del palacio del Buen Retiro de Madrid.

Juan Sánchez Barba, Cristo de la Agonía, 1650, oratorio del Caballero de Gracia, Madrid.

Sánchez Barba nunca profesó el oficio de ensamblador (constructor de retablos) sino solo el de escultor. Para la arquitectura de los retablos llegó a colaborar con algunos de los ensambladores más revelantes del segundo tercio del siglo XVII en Madrid como Pedro de la Torre, Sebastián Herrera Barnuevo y Juan de Ocaña. Fructífera fue su relación con Pedro de la Torre ya que realizó las desaparecidas esculturas del retablo de la capilla del beato Simón de Rojas en la iglesia de la Santísima Trinidad de Madrid que Pedro de la Torre ajustó en 1652, y las desaparecidas imágenes del retablo de la capilla del Santo Cristo de la Salud sita en la iglesia del Hospital de Antón Martín. Junto al ensamblador Sebastián de Benavente realizó en el retablo mayor de la antigua iglesia del convento de carmelitas calzados de Madrid (hoy, parroquia del Carmen y San Luis). Sánchez Barba realizó las imágenes de la Virgen del Carmen y una Inmaculada Concepción, entre 1656-1657. También con Benavente colaboró en el retablo de la cofradía de San José de ensambladores y carpinteros de Maderas Finas sita en la iglesia del convento de Santo Tomás de Madrid (desaparecido). Finalmente, trabajó con el ensamblador Juan de Ocaña con las desaparecidas imágenes de San Pedro Nolasco y San Pascual Bailón, para los retablos colaterales de la iglesia del convento madrileño de la Merced, y las imágenes de San Pedro y San Pablo (desaparecidas) del retablo mayor de la iglesia de Santa Cruz de Madrid.

Detalle del Cristo de la Agonía

El estilo de Sánchez Barba se caracteriza por la captación de un realismo de raigambre barroca y sobre todo por la plasmación de la expresión humana del dolor presente en los Crucificados y Yacentes, en los que Sánchez Barba fue un verdadero maestro. Su fama radica en la excepcional imagen del Cristo de la Agonía que esculpió para la comunidad de Padres Agonizantes de Madrid, en 1650, y que hoy podemos contemplar en todo su esplendor en el oratorio del Caballero de Gracia de la misma ciudad. Aunque sin documentar, fue atribuida a Juan Sánchez Barba por Elías Tormo en 1927 [Las iglesias del antiguo Madrid, 1927, reed. Madrid, 1972, pág. 149. La publicación más reciente sobre Juan Sánchez Barba se la debemos a Juan Luis BLANCO MOZO, «Juan Sánchez Barba (1602-1673) escultor», Anuario del Departamento de Historia y Teoría del Arte, vol. XV, Madrid, Universidad Autónoma de Madrid, 2003, pág. 83. No obstante, no debemos pasar por alto las publicaciones de Martín González y Cruz Valdovinos que también me han servido de base para la elaboración de esta biografía].

Detalle del Santo Cristo de Noceda de Rengos

El Santo Cristo de Noceda de Rengos es un bulto redondo del tercer cuarto del siglo XVII, labrado en madera y compuesto por tres piezas: bloque principal (cabeza, tronco y extremidades inferiores), más los dos brazos, ensamblados a aquel; encarnado, policromado y con postizos. Mide 75 cm aprox. de altura y su estado de conservación es bastante deficiente, con abundante suciedad, lo que le resta calidad y la hace pasar desapercibida. Es una clara derivación, en menor tamaño, del Cristo de la Agonía de Sánchez Barba. Si no es una obra autógrafa, sí se podría vincular con algún escultor de su círculo o de su taller y en donde el modelo del maestro estaba perfectamente extendido. En esta representación se muestra a un Cristo sujeto a una cruz de leño vivo mediante tres clavos y sin el complemento del supedáneo. En el rostro queda reflejado el dolor y expresividad de un agonizante mediante la boca entreabierta y la mirada dirigida hacia el cielo. El dolor experimentado hace que su cuerpo se agite. De este modo, el tronco gira ligeramente hacia la izquierda en contraposición al movimiento de la cabeza que lo hace hacia la derecha y hacia arriba. El tratamiento mórbido del tórax y el abdomen hundido, las venas y tendones hinchados del antebrazo y los huesos de los pies son primorosos. El rostro expresivo va enmarcado por unos cabellos que como el Cristo de la Agonía le caen por los hombros. También es digno de mención el movimiento y agitación del paño femoral, sujeto mediante soga. Característico y una de las señas de identidad del estilo de Sánchez Barba es la forma de trabajar el entrecejo que es una mera continuación de las cuencas superciliares.

Otro detalle que contribuye a incrementar el sentido de realidad es el complemento mediante postizos como los ojos vidriados y la corona de espinas de sarmientos (hoy día, perdida).

Seis fotos de la fiesta del Acebo en 1949

Se acerca la fiesta del Acebo y hay que ir preparando el ambiente. El Acebo es uno de los lugares más visitados del concejo, tanto por lo atractivo del lugar y el paisaje que se contempla desde aquella altura como por la devoción religiosa. Es también uno de los lugares donde más fotografías se han hecho en el concejo de Cangas del Narcea. ¿Qué cangués no tiene una fotografía en el Acebo?

Las fotos que presentamos hoy en la web del Tous pa Tous fueron hechas el 8 de septiembre de 1949 por Victorino López Rodríguez, gran aficionado a la fotografía, y muestran escenas habituales de ese día de fiesta: una vista general del santuario con mucha gente, las tiendas y las caballerías sobre las que llegaban las personas que no iban a pie; la procesión de la Virgen; las meriendas y el regreso a Cangas.

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Historia del santuario de Nuestra Señora del Acebo

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Vista exterior de la iglesia del santuario de El Acebo

Esta historia del santuario de Nuestra Señora del Acebo es un resumen de la memoria sobre el santuario hecha a petición de la Consejería de Cultura y Deporte del Principado de Asturias para tramitar su declaración como Bien de Interés Cultural, ya que pese a ser un santuario de considerable valor y fervor religioso, hasta ahora, solo cuenta con una protección ambiental.

Fray Alberto Colunga en su Historia del santuario (1909 y reeditada en 1925) escribe sobre el origen del nombre Acebo, según la leyenda y la historia. Según la primera, el nombre procede del acebo en que la imagen de la Virgen se habría aparecido a unos pastores que vivían por el entorno; sin embargo, la historia no recoge este suceso, y el nombre deriva de la sierra de los Acebales, de la que El Acebo es una prolongación. La primera advocación del santuario fue la de Nuestra Señora de las Virtudes, y después de los milagros que sucedieron en él a partir 1575 se convirtió en uno de los santuarios marianos asturianos de mayor devoción tras el de Nuestra Señora de Covadonga.

Desde los tiempos del jesuita Luis Alfonso de Carballo (Entrambasaguas, Cangas del Narcea, 1571 – Villargarcía de Campos, Valladolid, 1635) se sabe de la existencia de una pequeña ermita, situada en la cima del monte del Acebo, «sin memoria de su primera fundación», como así dice Carballo, y de la que deja constancia en su obra póstuma Antigüedades y cosas memorables del Principado de Asturias, terminada en 1613 y publicada en Madrid en 1695. Esta primera ermita era sumamente pobre y de construcción popular; se erigía en un territorio de pastores, estaba cubierta con armadura madera y en su interior estaba la imagen de Nuestra Señora, la que hoy día se venera en el retablo mayor, la que vio y describió el propio Carballo y ante la cual sucedieron los primeros milagros, así como una cruz de palo.

Vista exterior de la iglesia del santuario de El Acebo

Milagrosamente, por intercesión de la Virgen de El Acebo se curaron numerosas personas enfermas de los huesos, enfermedades sin remedio humano, y mujeres estériles consiguieron concebir hijos. Con estos sucesos, la Virgen de El Acebo ganó en veneración y aquella ermita olvidada, visitada ocasionalmente por los pastores que vivían en sus inmediaciones se quedó pequeña para acoger a los nuevos devotos que año tras año se iban sumando en peregrinación en busca de un nuevo milagro que les remediase de alguna enfermedad de la que no había remedio humano. En 1590 ya estaba terminada y abierta al público la nueva ermita en cuya construcción se habla de un hecho milagroso, como así narra Colunga en su Historia del santuario:

«Cuando estaban reunidos los materiales para comenzar la obra, amanecieron un día transportados a lo alto de la montaña. Los directores de la obra bajaron de nuevo los materiales y guardarlos durante la noche, pero a la mañana siguiente sucedió lo mismo, aparecieron de nuevo en la cumbre y los guardias que se habían acostado sobre las vigas y maderas dormían tranquilos en la cima del monte sin haber advertido cosa alguna hasta la tercera vez se repitió el prodigio que indicaba bien claramente ser voluntad de la Santísima Virgen que en lo más encumbrado de la montaña se le edificase su morada y así contra los primeros propósitos se hubo de construir el nuevo santuario en el mismo sitio que ocupaba la antigua ermita».

Vista del interior de la iglesia del santuario de El Acebo desde la tribuna

No obstante, la historia no recoge este prodigio y dice que «creciendo la devoción y las limosnas, se edificó un templo harto bueno, con su torre y colaterales, y muy proveída la sacristía de ornamentos y recados para los Oficios Divinos, y siete lámparas de plata» (CARVALLO, Antigüedades y cosas memorables, pág. 467). Su construcción coincidió con la reforma de la iglesia del monasterio de Corias (Cangas del Narcea), cuyos planos fueron trazados por uno de los grandes maestros de la arquitectura clasicista de la mitad norte peninsular, Juan del Rivero Rada (1540-1600), maestro mayor de la catedral de Salamanca, que fueron interpretados por Domingo de Argos y sus oficiales Juan del Alsar y Domingo de Biloña, que fueron los que también edificaron la ermita de El Acebo.

Retablo de la capilla dedicada al Santo Cristo

Arquitectónicamente, El Acebo es un santuario de montaña, que se caracteriza por la poca elevación de los muros y bóvedas para evitar los percances ocasionados por los fenómenos meteorológicos. La ermita es una derivación popular de la iglesia del monasterio de Corias y representa el modelo de templo quinientista asturiano: nave única con tribuna a los pies, crucero a cuyos lados se abren dos capillas (dedicadas al Santo Cristo y Santa Ana) y cabecera de testero recto, lo que proporciona una visión monofocal hacia el ábside. Como en el templo de Corias, se combina una cierta centralización (ábside, crucero, capillas y cabecera) y una longitudinalidad representada por la nave. El santuario se terminó de construir en 1609. En ese año se concluyeron las casas de novenas y del capellán. El arquitecto fue Juan del Alsar, vecino de Villaverde, en la Merindad de Trasmiera (Cantabria), que había trabajado con Argos en Corias y en la ermita.

El patronato de este nuevo santuario lo ejercía el obispo de Oviedo y aunque al monasterio de Corias creía pertenecerle su administración, lo cierto es que no era así. Llegó incluso a pleitear ante la Real Chancillería de Valladolid contra el prelado por tal motivo. Litigio que perdieron los monjes en 1613, cuando una sentencia de esta chancillería declaró al obispo único patrono del santuario, tanto en lo espiritual como en lo temporal. Junto al obispo estaba el mayordomo, que era el sacerdote de una parroquia cercana, cuya función era organizar el culto, y el sacristán que se encargaba de mantenerlo limpio y con decoro, lavaba la ropa de la imagen y reponía el vino y las hostias para la celebración de la misa; en 1690 fue sustituido por el capellán.

Desde los orígenes del santuario, allá por el siglo XIII, se veneraba la imagen de Nuestra Señora, cuya primera advocación fue la Nuestra Señora de las Virtudes, y su fiesta (la Natividad de la Virgen, el 8 de septiembre) se viene celebrando, al menos, desde la construcción de la nueva ermita, como muestra el relieve inferior del retablo de la capilla de Santa Ana, esculpido en 1598, donde se representa La Natividad de la Virgen. Con la incorporación en 1706 de la «Hermandad de Nuestra Señora de El Acebo», cuyo primer Hermano Mayor (presidente) fue el obispo de Jaén don Benito de Omaña, miembro de una de las familias más poderosas del concejo, colegial mayor de Santa Cruz de Valladolid, catedrático en esa Universidad y de la de Granada, pasando después a Roma como auditor del Tribunal de La Rota en 1701, a la Archicofradía de la Santísima Resurrección de la iglesia de Santiago de los Españoles en Roma, el santuario ya celebraba las festividades del Jueves y Viernes Santo, el Domingo de Resurrección, el Corpus Christi y las Cuarenta Horas. La refundación de la cofradía fue decisiva ya que aparte de aportar limosnas, potenció el culto a la Virgen y al Santísimo Sacramento. En algún momento llegó a tener inscritos más de 22.000 cofrades, entre los que figuran artistas y gente noble. En 1713, al pasar su administración a depender del mayordomo del santuario se fue paulatinamente extinguiendo, hecho que se consumó en el siglo XIX.

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Retablos de los altares colaterales de San Miguel y San José y de la capilla de Santa Ana

Entre 1598-1600 se realizaron los primeros retablos, lo que coincidió con una ligera recuperación económica y social de Asturias, sumergida, desde finales de la baja Edad Media, en una profunda crisis económica. En la realización de los retablos intervinieron algunos de los pintores asturianos que entraron en el mundo del retablo y de la imaginería, pintando frescos y falsos retablos. Esto llevó a Javier González Santos a denominarlos como «pintores-tallistas». Entre ellos estaban Juan Menéndez del Valle y Juan de Torres que en 1598 contrataron con los administradores del santuario tres retablos: dos para los altares colaterales de San Miguel y San José, y otro para la capilla de Santa Ana según la traza dispuesta, acaso de Domingo de Argos (GONZÁLEZ SANTOS, Los Comienzos de la escultura naturalista en Asturias, 1997, pág. 28). Poco después, en 1600, Menéndez del Valle hizo y pintó el primer retablo mayor, vendido en 1592 a la iglesia de Linares de El Acebo (COLUNGA, Historia del santuario, pág. 23), y la imagen del Santo Cristo para su capilla que se renovó en la década de 1650 con la hechura de un retablo y una nueva imagen. El artífice fue Pedro Sánchez de Agrela (San Pedro de Mor, Lugo, h. 1610 – Cudillero, 1661), autor material del retablo mayor de la colegiata de la villa de Cangas del Narcea, avecindado en dicha villa, al menos, desde 1642. La imagen es una interpretación fría del modelo naturalista de Gregorio Fernández que Sánchez de Agrela conoció indirectamente a través de uno de sus discípulos en Valladolid, el gijonés Luis Fernández de la Vega (Llantones, Gijón, 1601 – Oviedo, 1675).

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Retablo mayor

Seguidamente, y coincidiendo con uno de los momentos de mayores ingresos del santuario, gracias a los censos y limosnas, se renovaron los acomodos del presbiterio. En la visita de 1687 se ordenó que Manuel de Ron (Pixán, Cangas del Narcea, h. 1645-1732), maestro ensamblador, hiciese una planta de un retablo que fuese «la obra más primorosa que hacerse pueda» para la capilla mayor de dicho santuario (COLUNGA, Ob. cit., págs. 22-24). Con ello, los administradores pretendían embellecer la ermita, acoger con decoro y suntuosidad la imagen de la Virgen y, como no, modernizarla, adaptándola al gusto artístico del momento, de un barroco decorativo que se implantó en Cangas del Narcea con la construcción, entre 1677-1679, de los retablos mayor y colaterales del monasterio de Corias, por el arquitecto Francisco González y el escultor Pedro del Valle, vecinos de la villa de Villafranca del Bierzo (León), que previamente habían trabajado en las catedrales de Santiago de Compostela, Lugo y Astorga. Ron aprendió el arte de la escultura en la fábrica de Corias y antes del retablo de El Acebo no se le conoce obra importante, solo alguna intervención en algún retablo y labores de carpintería, como los cajones que hizo en 1683 para la sacristía del santuario. Fue el retablo de El Acebo lo que le dio fama y prestigio y a partir de entonces le sobrevinieron los encargos. No obstante, su elección se fundamenta en que era un maestro que conocía el barroco decorativo, cuatro años atrás había trabajado en el santuario, haciendo los cajones de madera para la sacristía, con ello se le condonarían parte de las deudas que su padre Juan de Ron tenía contraídas con el santuario y de esta forma los administradores desembolsarían menos dinero. El retablo se comenzó en 1688 y ya estaba terminado cuatro años más tarde. El ensamblaje lo hizo Francisco Arias (doc. 1678-1693), un maestro casi ignorado del círculo de Fernández de la Vega que había trabajado como oficial en los retablos de Corias y del monasterio de San Pelayo de Oviedo. Su coste fue de 10.400 reales, cantidad declarada por el escultor Tomás de Solís, vecino de Oviedo, quien hizo la tasación. La policromía se concertó en 1700, con el dorador Juan Menéndez Acellana, vecino de la villa de Cangas, que la terminó en 1709 y recibió 13.500 reales (COLUNGA, Ob. cit., págs. 22-24). Por tanto, el retablo supuso un desembolso de 23.900 reales.

Siguiendo con la renovación de la ermita, en 1712 se hizo el púlpito [APCN: Libro de cuentas del Santuario de El Acebo (1680-1723), fol. 168v]. El maestro fue Antonio García de Agüera (doc. entre 1692-1725), vecino del barrio de El Corral, arrabal de la villa de Cangas del Narcea. Este maestro fue junto a Manuel de Ron uno de los más destacados escultores del Taller de Corias. Aunque profesó la arquitectura y la escultura, fue la carpintería la que más ingresos le proporcionó. Aparte del púlpito renovó toda la carpintería de la casa de novenas, incendiada en 1703. Entre 1714-1716 se reformó el camarín de Nuestra Señora; se hizo la ventana del presbiterio y las escaleras de acceso. Los maestros principales fueron el escultor Pedro Rodríguez Berguño (doc. entre 1705-1744), el platero Gregorio Pinos, ambos de Corias, y el dorador Francisco de Uría y Llano (doc. 1712-1764), de Cangas. Finalmente, por la misma época que la renovación del presbiterio se hizo la reja, trabajada por el rejero Juan Orejo que recibió 8.000 reales (COLUNGA, Ob. cit., pág. 18). En 1721 se compró una nueva imagen de la Virgen, conocida como «la Excusadora», para excusar y no sacar la imagen titular en las procesiones de Jueves Santo y Domingo de Resurrección. Su coste fue de 30 reales, 15 por hacerla y 15 por pintarla.

Entre 1725 y 1780 se registra un parón en la actividad del santuario, ocasionada por un decrecimiento en su economía, consecuencia de la pérdida de censos, rentas y aportación de limosnas, sobre todo de la cofradía. En esos años se hicieron obras de mantenimiento y entre 1784-1790 se reformó la mayor parte de la ermita y de la casa de novenas. Se detectaron algunas quiebras considerables en el presbiterio y se declaró en ruina la casa de novenas. La reedificación estaba terminada en 1790 y costó 27.906 reales que tras autorizarse la venta de algunas alhajas, recaudación de limosnas y productos de las arcas, el santuario se benefició de 23.150 reales. El resto lo puso el obispo de Oviedo. Como hecho significativo y para conmemorar la reforma se pintó la parte exterior del arco de triunfo con un fresco con cortinajes y cartelas, con inscripciones alusivas a la Virgen, ornamentadas con tornapuntas y motivos arrocallados del barroco tardío.

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Interior de la iglesia del santuario de El Acebo en la actualidad

En el siglo XIX la economía del santuario fue muy menguada y tras el cese de los réditos de los censos, granos y especies, el santuario solo se mantenía con las limosnas, a lo que se sumo la venta en 1868 del terreno que rodea al santuario, incluyendo la casa de novenas y la ermita. A partir de entonces, el santuario no tuvo capellán propio y su atención y la de los devotos pasó a depender del párroco de Linares de El Acebo, don Florencio Fernández Bada. El terreno fue recuperado en 1875 por una Real Orden en la que se declaró parte integrante del culto del santuario.

Como hecho significativo, en 1828 se volvió a policromar el retablo mayor y se recompusieron todas las imágenes que estaban inservibles; en 1863 se fundió la campana pequeña de la torre cuyo recibo dio el maestro campanero Miguel del Mazo y ya en el último tercio del siglo XIX se pavimentó de nuevo el interior de la ermita, lo que supuso la pérdida de las lápidas sepulcrales de aquellos que eligieron el santuario como su lugar de enterramiento, como los Miramontes de Sorrodiles; comenzaron las obras de la cerca exterior y se reconstruyó completamente la casa de novenas.

El siglo XX fue en lo patrimonial muy negativo: se derribó el pórtico de la ermita y la casa de novenas antigua fue sustituida por la actual en 1982. A partir de esta fecha, el santuario adquirió la fisonomía que muestra hoy en día. Mantuvo, en cambio, su gran arraigo en la zona y festividad, patrona del concejo y fiesta local, celebrada cada año el 8 de setiembre. Previamente a ella, se inicia la novena. En la fiesta, los fieles presentan algunas ofrendas, se celebra una misa y la imagen de la Excusadora sale en procesión en torno al recinto del santuario.

Estado anterior del interior de la iglesia del santuario del Acebo con las pinturas murales desaparecidas.

La última pérdida patrimonial de la ermita ocurrió en 2012, cuando se desplomó el fresco del arco de triunfo, emitiéndose por ello una denuncia al Ayuntamiento de Cangas del Narcea. Se han perdido unas de las pinturas murales asturianas más significativas del último barroco.

Esto es a grandes rasgos la historia del santuario, la cual no se podría concluir sin, al menos, decir algo sobre la devoción a la Virgen. Previamente a los primeros milagros, la ermita era visitada por pastores que vivían en sus inmediaciones, pero a partir de 1575 fue aumentando la devoción, las limosnas fueron cada vez mayores y se edificó un templo nuevo. La devoción ocasionó la donación de alhajas, como la custodia regalada en 1711 por don Benito de Omaña, en la que se declara esclavo de Nuestra Señora de El Acebo (actualmente, en el Museo de la Iglesia de Oviedo), o la corona de plata sobredorada que dio en 1716 Santiago Valdés, residente en Madrid y natural de Santiago de Sierra (Cangas del Narcea). La devoción hacia la Virgen del Acebo llegó a América gracias al beneplácito de los emigrados, como don Francisco Queipo de Llano, natural de Curriellos (Cangas del Narcea) y residente en Lima (Perú), que en 1730 envió 3.004 reales de limosna, y muchas alhajas de la Virgen llevaban el nombre de algunos de estos emigrados.

Historia del santuario de Nuestra Señora del Acebo

Vista exterior de la iglesia del santuario de El Acebo

Esta historia del santuario de Nuestra Señora del Acebo es un resumen de la memoria sobre el santuario hecha a petición de la Consejería de Cultura y Deporte del Principado de Asturias para tramitar su declaración como Bien de Interés Cultural, ya que pese a ser un santuario de considerable valor y fervor religioso, hasta ahora, solo cuenta con una protección ambiental.

Fray Alberto Colunga en su Historia del santuario (1909 y reeditada en 1925) escribe sobre el origen del nombre Acebo, según la leyenda y la historia. Según la primera, el nombre procede del acebo en que la imagen de la Virgen se habría aparecido a unos pastores que vivían por el entorno; sin embargo, la historia no recoge este suceso, y el nombre deriva de la sierra de los Acebales, de la que El Acebo es una prolongación. La primera advocación del santuario fue la de Nuestra Señora de las Virtudes, y después de los milagros que sucedieron en él a partir 1575 se convirtió en uno de los santuarios marianos asturianos de mayor devoción tras el de Nuestra Señora de Covadonga.

Desde los tiempos del jesuita Luis Alfonso de Carballo (Entrambasaguas, Cangas del Narcea, 1571 – Villargarcía de Campos, Valladolid, 1635) se sabe de la existencia de una pequeña ermita, situada en la cima del monte del Acebo, «sin memoria de su primera fundación», como así dice Carballo, y de la que deja constancia en su obra póstuma Antigüedades y cosas memorables del Principado de Asturias, terminada en 1613 y publicada en Madrid en 1695. Esta primera ermita era sumamente pobre y de construcción popular; se erigía en un territorio de pastores, estaba cubierta con armadura madera y en su interior estaba la imagen de Nuestra Señora, la que hoy día se venera en el retablo mayor, la que vio y describió el propio Carballo y ante la cual sucedieron los primeros milagros, así como una cruz de palo.

Vista exterior de la iglesia del santuario de El Acebo

Milagrosamente, por intercesión de la Virgen de El Acebo se curaron numerosas personas enfermas de los huesos, enfermedades sin remedio humano, y mujeres estériles consiguieron concebir hijos. Con estos sucesos, la Virgen de El Acebo ganó en veneración y aquella ermita olvidada, visitada ocasionalmente por los pastores que vivían en sus inmediaciones se quedó pequeña para acoger a los nuevos devotos que año tras año se iban sumando en peregrinación en busca de un nuevo milagro que les remediase de alguna enfermedad de la que no había remedio humano. En 1590 ya estaba terminada y abierta al público la nueva ermita en cuya construcción se habla de un hecho milagroso, como así narra Colunga en su Historia del santuario:

«Cuando estaban reunidos los materiales para comenzar la obra, amanecieron un día transportados a lo alto de la montaña. Los directores de la obra bajaron de nuevo los materiales y guardarlos durante la noche, pero a la mañana siguiente sucedió lo mismo, aparecieron de nuevo en la cumbre y los guardias que se habían acostado sobre las vigas y maderas dormían tranquilos en la cima del monte sin haber advertido cosa alguna hasta la tercera vez se repitió el prodigio que indicaba bien claramente ser voluntad de la Santísima Virgen que en lo más encumbrado de la montaña se le edificase su morada y así contra los primeros propósitos se hubo de construir el nuevo santuario en el mismo sitio que ocupaba la antigua ermita».

Vista del interior de la iglesia del santuario de El Acebo desde la tribuna

No obstante, la historia no recoge este prodigio y dice que «creciendo la devoción y las limosnas, se edificó un templo harto bueno, con su torre y colaterales, y muy proveída la sacristía de ornamentos y recados para los Oficios Divinos, y siete lámparas de plata» (CARVALLO, Antigüedades y cosas memorables, pág. 467). Su construcción coincidió con la reforma de la iglesia del monasterio de Corias (Cangas del Narcea), cuyos planos fueron trazados por uno de los grandes maestros de la arquitectura clasicista de la mitad norte peninsular, Juan del Rivero Rada (1540-1600), maestro mayor de la catedral de Salamanca, que fueron interpretados por Domingo de Argos y sus oficiales Juan del Alsar y Domingo de Biloña, que fueron los que también edificaron la ermita de El Acebo.

Retablo de la capilla dedicada al Santo Cristo

Arquitectónicamente, El Acebo es un santuario de montaña, que se caracteriza por la poca elevación de los muros y bóvedas para evitar los percances ocasionados por los fenómenos meteorológicos. La ermita es una derivación popular de la iglesia del monasterio de Corias y representa el modelo de templo quinientista asturiano: nave única con tribuna a los pies, crucero a cuyos lados se abren dos capillas (dedicadas al Santo Cristo y Santa Ana) y cabecera de testero recto, lo que proporciona una visión monofocal hacia el ábside. Como en el templo de Corias, se combina una cierta centralización (ábside, crucero, capillas y cabecera) y una longitudinalidad representada por la nave. El santuario se terminó de construir en 1609. En ese año se concluyeron las casas de novenas y del capellán. El arquitecto fue Juan del Alsar, vecino de Villaverde, en la Merindad de Trasmiera (Cantabria), que había trabajado con Argos en Corias y en la ermita.

El patronato de este nuevo santuario lo ejercía el obispo de Oviedo y aunque al monasterio de Corias creía pertenecerle su administración, lo cierto es que no era así. Llegó incluso a pleitear ante la Real Chancillería de Valladolid contra el prelado por tal motivo. Litigio que perdieron los monjes en 1613, cuando una sentencia de esta chancillería declaró al obispo único patrono del santuario, tanto en lo espiritual como en lo temporal. Junto al obispo estaba el mayordomo, que era el sacerdote de una parroquia cercana, cuya función era organizar el culto, y el sacristán que se encargaba de mantenerlo limpio y con decoro, lavaba la ropa de la imagen y reponía el vino y las hostias para la celebración de la misa; en 1690 fue sustituido por el capellán.

Desde los orígenes del santuario, allá por el siglo XIII, se veneraba la imagen de Nuestra Señora, cuya primera advocación fue la Nuestra Señora de las Virtudes, y su fiesta (la Natividad de la Virgen, el 8 de septiembre) se viene celebrando, al menos, desde la construcción de la nueva ermita, como muestra el relieve inferior del retablo de la capilla de Santa Ana, esculpido en 1598, donde se representa La Natividad de la Virgen. Con la incorporación en 1706 de la «Hermandad de Nuestra Señora de El Acebo», cuyo primer Hermano Mayor (presidente) fue el obispo de Jaén don Benito de Omaña, miembro de una de las familias más poderosas del concejo, colegial mayor de Santa Cruz de Valladolid, catedrático en esa Universidad y de la de Granada, pasando después a Roma como auditor del Tribunal de La Rota en 1701, a la Archicofradía de la Santísima Resurrección de la iglesia de Santiago de los Españoles en Roma, el santuario ya celebraba las festividades del Jueves y Viernes Santo, el Domingo de Resurrección, el Corpus Christi y las Cuarenta Horas. La refundación de la cofradía fue decisiva ya que aparte de aportar limosnas, potenció el culto a la Virgen y al Santísimo Sacramento. En algún momento llegó a tener inscritos más de 22.000 cofrades, entre los que figuran artistas y gente noble. En 1713, al pasar su administración a depender del mayordomo del santuario se fue paulatinamente extinguiendo, hecho que se consumó en el siglo XIX.

Retablos de los altares colaterales de San Miguel y San José y de la capilla de Santa Ana

Entre 1598-1600 se realizaron los primeros retablos, lo que coincidió con una ligera recuperación económica y social de Asturias, sumergida, desde finales de la baja Edad Media, en una profunda crisis económica. En la realización de los retablos intervinieron algunos de los pintores asturianos que entraron en el mundo del retablo y de la imaginería, pintando frescos y falsos retablos. Esto llevó a Javier González Santos a denominarlos como «pintores-tallistas». Entre ellos estaban Juan Menéndez del Valle y Juan de Torres que en 1598 contrataron con los administradores del santuario tres retablos: dos para los altares colaterales de San Miguel y San José, y otro para la capilla de Santa Ana según la traza dispuesta, acaso de Domingo de Argos (GONZÁLEZ SANTOS, Los Comienzos de la escultura naturalista en Asturias, 1997, pág. 28). Poco después, en 1600, Menéndez del Valle hizo y pintó el primer retablo mayor, vendido en 1592 a la iglesia de Linares de El Acebo (COLUNGA, Historia del santuario, pág. 23), y la imagen del Santo Cristo para su capilla que se renovó en la década de 1650 con la hechura de un retablo y una nueva imagen. El artífice fue Pedro Sánchez de Agrela (San Pedro de Mor, Lugo, h. 1610 – Cudillero, 1661), autor material del retablo mayor de la colegiata de la villa de Cangas del Narcea, avecindado en dicha villa, al menos, desde 1642. La imagen es una interpretación fría del modelo naturalista de Gregorio Fernández que Sánchez de Agrela conoció indirectamente a través de uno de sus discípulos en Valladolid, el gijonés Luis Fernández de la Vega (Llantones, Gijón, 1601 – Oviedo, 1675).

Retablo mayor

Seguidamente, y coincidiendo con uno de los momentos de mayores ingresos del santuario, gracias a los censos y limosnas, se renovaron los acomodos del presbiterio. En la visita de 1687 se ordenó que Manuel de Ron (Pixán, Cangas del Narcea, h. 1645-1732), maestro ensamblador, hiciese una planta de un retablo que fuese «la obra más primorosa que hacerse pueda» para la capilla mayor de dicho santuario (COLUNGA, Ob. cit., págs. 22-24). Con ello, los administradores pretendían embellecer la ermita, acoger con decoro y suntuosidad la imagen de la Virgen y, como no, modernizarla, adaptándola al gusto artístico del momento, de un barroco decorativo que se implantó en Cangas del Narcea con la construcción, entre 1677-1679, de los retablos mayor y colaterales del monasterio de Corias, por el arquitecto Francisco González y el escultor Pedro del Valle, vecinos de la villa de Villafranca del Bierzo (León), que previamente habían trabajado en las catedrales de Santiago de Compostela, Lugo y Astorga. Ron aprendió el arte de la escultura en la fábrica de Corias y antes del retablo de El Acebo no se le conoce obra importante, solo alguna intervención en algún retablo y labores de carpintería, como los cajones que hizo en 1683 para la sacristía del santuario. Fue el retablo de El Acebo lo que le dio fama y prestigio y a partir de entonces le sobrevinieron los encargos. No obstante, su elección se fundamenta en que era un maestro que conocía el barroco decorativo, cuatro años atrás había trabajado en el santuario, haciendo los cajones de madera para la sacristía, con ello se le condonarían parte de las deudas que su padre Juan de Ron tenía contraídas con el santuario y de esta forma los administradores desembolsarían menos dinero. El retablo se comenzó en 1688 y ya estaba terminado cuatro años más tarde. El ensamblaje lo hizo Francisco Arias (doc. 1678-1693), un maestro casi ignorado del círculo de Fernández de la Vega que había trabajado como oficial en los retablos de Corias y del monasterio de San Pelayo de Oviedo. Su coste fue de 10.400 reales, cantidad declarada por el escultor Tomás de Solís, vecino de Oviedo, quien hizo la tasación. La policromía se concertó en 1700, con el dorador Juan Menéndez Acellana, vecino de la villa de Cangas, que la terminó en 1709 y recibió 13.500 reales (COLUNGA, Ob. cit., págs. 22-24). Por tanto, el retablo supuso un desembolso de 23.900 reales.

Siguiendo con la renovación de la ermita, en 1712 se hizo el púlpito [APCN: Libro de cuentas del Santuario de El Acebo (1680-1723), fol. 168v]. El maestro fue Antonio García de Agüera (doc. entre 1692-1725), vecino del barrio de El Corral, arrabal de la villa de Cangas del Narcea. Este maestro fue junto a Manuel de Ron uno de los más destacados escultores del Taller de Corias. Aunque profesó la arquitectura y la escultura, fue la carpintería la que más ingresos le proporcionó. Aparte del púlpito renovó toda la carpintería de la casa de novenas, incendiada en 1703. Entre 1714-1716 se reformó el camarín de Nuestra Señora; se hizo la ventana del presbiterio y las escaleras de acceso. Los maestros principales fueron el escultor Pedro Rodríguez Berguño (doc. entre 1705-1744), el platero Gregorio Pinos, ambos de Corias, y el dorador Francisco de Uría y Llano (doc. 1712-1764), de Cangas. Finalmente, por la misma época que la renovación del presbiterio se hizo la reja, trabajada por el rejero Juan Orejo que recibió 8.000 reales (COLUNGA, Ob. cit., pág. 18). En 1721 se compró una nueva imagen de la Virgen, conocida como «la Excusadora», para excusar y no sacar la imagen titular en las procesiones de Jueves Santo y Domingo de Resurrección. Su coste fue de 30 reales, 15 por hacerla y 15 por pintarla.

Entre 1725 y 1780 se registra un parón en la actividad del santuario, ocasionada por un decrecimiento en su economía, consecuencia de la pérdida de censos, rentas y aportación de limosnas, sobre todo de la cofradía. En esos años se hicieron obras de mantenimiento y entre 1784-1790 se reformó la mayor parte de la ermita y de la casa de novenas. Se detectaron algunas quiebras considerables en el presbiterio y se declaró en ruina la casa de novenas. La reedificación estaba terminada en 1790 y costó 27.906 reales que tras autorizarse la venta de algunas alhajas, recaudación de limosnas y productos de las arcas, el santuario se benefició de 23.150 reales. El resto lo puso el obispo de Oviedo. Como hecho significativo y para conmemorar la reforma se pintó la parte exterior del arco de triunfo con un fresco con cortinajes y cartelas, con inscripciones alusivas a la Virgen, ornamentadas con tornapuntas y motivos arrocallados del barroco tardío.

Interior de la iglesia del santuario de El Acebo en la actualidad

En el siglo XIX la economía del santuario fue muy menguada y tras el cese de los réditos de los censos, granos y especies, el santuario solo se mantenía con las limosnas, a lo que se sumo la venta en 1868 del terreno que rodea al santuario, incluyendo la casa de novenas y la ermita. A partir de entonces, el santuario no tuvo capellán propio y su atención y la de los devotos pasó a depender del párroco de Linares de El Acebo, don Florencio Fernández Bada. El terreno fue recuperado en 1875 por una Real Orden en la que se declaró parte integrante del culto del santuario.

Como hecho significativo, en 1828 se volvió a policromar el retablo mayor y se recompusieron todas las imágenes que estaban inservibles; en 1863 se fundió la campana pequeña de la torre cuyo recibo dio el maestro campanero Miguel del Mazo y ya en el último tercio del siglo XIX se pavimentó de nuevo el interior de la ermita, lo que supuso la pérdida de las lápidas sepulcrales de aquellos que eligieron el santuario como su lugar de enterramiento, como los Miramontes de Sorrodiles; comenzaron las obras de la cerca exterior y se reconstruyó completamente la casa de novenas.

El siglo XX fue en lo patrimonial muy negativo: se derribó el pórtico de la ermita y la casa de novenas antigua fue sustituida por la actual en 1982. A partir de esta fecha, el santuario adquirió la fisonomía que muestra hoy en día. Mantuvo, en cambio, su gran arraigo en la zona y festividad, patrona del concejo y fiesta local, celebrada cada año el 8 de setiembre. Previamente a ella, se inicia la novena. En la fiesta, los fieles presentan algunas ofrendas, se celebra una misa y la imagen de la Excusadora sale en procesión en torno al recinto del santuario.

Estado anterior del interior de la iglesia del santuario del Acebo con las pinturas murales desaparecidas.

La última pérdida patrimonial de la ermita ocurrió en 2012, cuando se desplomó el fresco del arco de triunfo, emitiéndose por ello una denuncia al Ayuntamiento de Cangas del Narcea. Se han perdido unas de las pinturas murales asturianas más significativas del último barroco.

Esto es a grandes rasgos la historia del santuario, la cual no se podría concluir sin, al menos, decir algo sobre la devoción a la Virgen. Previamente a los primeros milagros, la ermita era visitada por pastores que vivían en sus inmediaciones, pero a partir de 1575 fue aumentando la devoción, las limosnas fueron cada vez mayores y se edificó un templo nuevo. La devoción ocasionó la donación de alhajas, como la custodia regalada en 1711 por don Benito de Omaña, en la que se declara esclavo de Nuestra Señora de El Acebo (actualmente, en el Museo de la Iglesia de Oviedo), o la corona de plata sobredorada que dio en 1716 Santiago Valdés, residente en Madrid y natural de Santiago de Sierra (Cangas del Narcea). La devoción hacia la Virgen del Acebo llegó a América gracias al beneplácito de los emigrados, como don Francisco Queipo de Llano, natural de Curriellos (Cangas del Narcea) y residente en Lima (Perú), que en 1730 envió 3.004 reales de limosna, y muchas alhajas de la Virgen llevaban el nombre de algunos de estos emigrados.

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Las fiestas del Carmen y La Magdalena en 1913

El programa de festejos para las fiestas de la Virgen del Carmen de Cangas del Narcea en 1913 lo hemos tomado del semanal El Narcea, nº 385 del 4 de julio de ese año.

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Procesión de la Virgen del Carmen en la calle de la Iglesia (hoy, calle de don Rafael F. Uría), hacia 1913. Fotografía de Benjamín R. Membiela. Col.: Juaco López Álvarez

Programa de los principales festejos que, en honor de Nta. Sra. del Carmen de Entrambas-Aguas, se celebrarán en esta villa, durante los siguientes días del mes actual: 

DIA 13. De 5 a 7 de la tarde, habrá  música en el Paseo de Dámaso Arango, y, a las 9 de la noche,  función de zarzuela en el Teatro.

DIA 14. A las 4 de la tarde, harán un recorrido por la población los Gigantes y Cabezudos, acompañados de gaitas y tambores. Por la noche, teatro. 

DIA 15. A las 12, repique general de campanas en la iglesia parroquial y en la de Entrambas-Aguas, disparo de multitud de gruesos palenques y la Banda Municipal, acompañando a los Gigantes y Cabezudos, recorrerá la capital. A las nueve de la noche, bonita verbena en Entrambas-Aguas, durante la cual habrá nutridas descargas de cohetes y se quemarán preciosos fuegos artificiales, La Banda Municipal, alternando con los organillos y las gaitas y atambores, amenizará la verbena. Se anuncia que la iluminación será bonitísima. 

DIA 16. Al amanecer, alegre diana por gaitas y atambores. A las 8 de la mañana, solemne Misa en la iglesia de Emtrambas-Aguas. Acto seguido, saldrá la Virgen procesionalmente, por las calles de costumbre, para la Colegiata parroquial, donde se celebrará con toda solemnidad el Sacrificio Incruento. Predicará un elocuente orador sagrado. A las 11, paseo en el campo de La Vega y reparto de limosnas a los pobres; con asistencia de la Banda Municipal. A las 4 de la tarde, regresará procesionalmente la Virgen a la iglesia de Entrambas-Aguas y, a su entrada en el templo, tendrá lugar la tradicional e imponente descarga de palenques. Seguidamente,  paseo en el Campo de la Vega, donde, por la noche, habrá iluminación. 

DIA 17. Por la mañana, paseo y música en el barrio de «El Corral», y, por la tarde, paseo, cucañas, y carreras de cintas a caballo, en el Campo de la Vega. Función de teatro, por la noche. 

DIA 18. Por la tarde, concurso de bailes regionales en el Campo de la Vega, con premio a la pareja que mejor lo haga, carreras en sacos, cucañas acuáticas, paseo y música. Por la noche, teatro. 

DIA 19. A las 10 de la mañana, partido de foot-ball en el Campo de la Vega, y música. A las nueve de la noche, iluminación a la Veneciana en la calle Mayor y concurso de balcones, adjudicándose un premio de 25 pesetas al que aparezca mejor engalanado. La Banda Municipal tocará en la Plazuela del Centro. 

DIA 20. De 3 a 5 de la tarde, paseo en el Campo de la Vega y Tómbola a beneficio de los festejos. Por la noche, iluminación eléctrica en el Paseo de Dámaso Arango. La Banda Municipal asistirá a estos actos.

 

En el nº 388 del periódico El Narcea, de 25 de julio de 1913, se publicaba una breve reseña del colofón a las fiestas de ese año por parte de la Sociedad de Artesanos: 

Epílogo de las fiestas

Campo de La Vega, Cangas del Narcea. Merienda de la Sociedad de Artesanos celebrada el primer domingo después de El Carmen de 1913. Col. Familia Álvarez Pereda

En la tarde del domingo último celebró la Sociedad de Artesanos de «El Carmen» la merienda que todos los años acostumbra a celebrar el primer día festivo siguiente al de la Virgen Carmelitana.

A la hora de las cinco, próximamente, nutrida descarga de gruesos voladores reunió en el hermoso campo de la Vega a la mayoría de los individuos que componen la dicha Sociedad; y media hora más tarde, dando oídos a las alegres notas de una pieza tocada en el organillo del popular Manolín, sentáronse los comensales alrededor de las amplias mesas donde sería servida la merienda.

Buena, buena en verdad fue ésta; propia para satisfacer a los más afamados gastrónomos, tanto por lo escogido de los manjares, como por la condimentación de los mismos. Los dueños del «Café Madrid», encargados de dar el banquete, cumplieron a la perfección su cometido.

Durante el acto de merendar reinó franca alegría entre los socios concurrentes, disparándose numerosos palenques y dejó el organillo oír sus canciones. A la hora de los brindis pronunciáronse algunos breves y sencillos discursos, que valieron a quienes los pronunciaron muchos aplausos.

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Extracto del acta del año 1913 de la Sociedad de Artesanos con la distribución de gastos para los festejos de ese año

Terminado el banquete, los asistentes a él, formando grupo, dirigiéronse al barrio de Entrambas-Aguas, y, allí, delante del templo de Ntra. Sra. del Carmen, entonaron con afinación el Ave María.

Este final de fiesta, nuevo entre los de la Sociedad, causó honda emoción en los corazones de los socios; hasta el punto de que algunos de ellos, entre los que recordamos a D. Porfirio Ordás, no pudieron resistirse al deseo de pronunciar frases alusivas a lo realizado; frases que los oyentes recibieron con claras muestras de satisfacción.

Una última descarga de gordos cohetes dispersó a los congregados, ya entrada la noche.

Y hasta otro año.Nosotros miramos con predilección a esa Sociedad, que es elemento indispensable para la realización de los festejos en honor de la Virgen del Carmelo.

 

En el nº 389 del semanal El Narcea, de 1 de agosto de 1913, encontramos la crónica a las fiestas en honor de nuestra patrona, La Magdalena, cuya celebración contrasta de forma llamativa con los fastuosos festejos celebrados tan solo días antes en honor a la Virgen del Carmen. Tal y como podemos leer en la crónica: “No hubo fiesta profana y la mayor parte de los vecinos de esta parroquia trabajaron”. 

La fiesta de la Magdalena

Desde hace unos años, los jóvenes don Cesar de Llano y D. Jaime Graña, vienen, con el producto de la cuestación que hacen el día 21, víspera del de la fiesta, entre los vecinos más próximos a la iglesia parroquial de esta población, haciendo la verbena en obsequio a nuestra Patrona.

La que hicieron el presente año fue verdaderamente grandiosa; arcos, bonitísima iluminación, abundantes cohetes, muchos y variados fuegos de artificio y globos; siendo amenizada por la Banda municipal, el organillo de Xángalo y por la gaita y el tambor. Estuvo muy concurrida y animada.

Bien, muy bien por dichos dos jóvenes.

En el día de la Santa recorrió ésta procesionalmente las calles de costumbre, sin música y sin cohetes y con escaso concurso de fieles.

La Misa fue solemnísima y magistralmente cantada con acompañamiento de armonium.

Al ofertorio, pronunció un elocuente y magnífico sermón, haciendo el panegírico de Sta. Mª Magdalena, el ilustrado Regente de la parroquia D. Benjamín Fernández Díaz.

No hubo fiesta profana y la mayor parte de los vecinos de esta parroquia trabajaron.

Triste, muy triste es tener que decir que los cangueses hacemos muy poco en obsequio de nuestra Patrona.

 

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