Publicación de noticias históricas relacionadas con la historia, el arte, la literatura, etc. de Cangas del Narcea.

NANDU / NANDO (Parroquia de Santiáu de Sierra / Santiago de Sierra) – Casa del Palacio

NANDU / NANDO

(Parroquia de Santiáu de Sierra / Santiago de Sierra)

Casa del Palacio.

Escudo con las armas de los Sierra: castillo en llamas con un hombre armado con espada y con una antorcha en la mano derecha; el hombre está en la puerta del castillo y subido en una barca con tres remos. Estas mismas armas aparecen en los palacios de Jarceley y Llamas del Mouro.

Entre 1808 y 1824 el propietario de esta casa era Joaquín Flórez de Sierra.

ANTRÁU / ANTRAGO (Parroquia de Tubongu / Tebongo) – Casa del Palacio

ANTRÁU / ANTRAGO

(Parroquia de Tubongu / Tebongo)

Casa del Palacio.

Escudo con las armas de Uría (dos lobos, un árbol, dos flores de lis y ocho aspas) y Arganzúa (árbol, llave y cuatro flores de lis). En la parte inferior, debajo de cada arma, se lee: “Urías” y “Arganzúa”. En 1787 el propietario de la casa y de las “armas” era Lope de Uría y Llano. A este le sucede el sacerdote Rodrigo de Uría y Llano. Con él se pierde el apellido Uría vinculado a la casa, que pasa a su sobrino José Bernardo Suárez de la Vega, natural de Navia.

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Lagares de vino en Cangas del Narcea en 1752

Fuso y contrapeso del lagar de la bodega del Museo del Vino de Cangas

Los lagares son las máquinas de madera que se empleaban en las bodegas para apretar el magayu o bagazo y extraer el último mosto de la uva, que en Cangas del Narcea llamamos pía o pie. La pía se mezclaba con el primer vino que salía de la tina. No todos los vinicultores cangueses tenían lagar, porque era un artefacto caro, de cierto tamaño y que necesita un espacio amplio y propio; en consecuencia, los pequeños cosecheros de vino no se lo podían permitir y tenían que exprimir su magayu en lagares que no eran suyos. En las últimas décadas del siglo XIX y, sobre todo, en el siglo XX estas máquinas se sustituyeron por prensas de jaula y hierro fundido, más pequeñas y manejables que los viejos lagares, que fueron destruyéndose hasta casi desaparecer.

Detalle del fuso y el contrapeso del lagar de la bodega del Museo del Vino de Cangas

En 1752 había en el concejo de Cangas del Narcea 68 lagares para hacer vino. Lo sabemos gracias a un catastro que se hizo ese año con el fin de establecer la Única Contribución, que estaba dentro de una reforma fiscal que puso en marcha el rey Fernando VI (1713-1759) y su ministro el marqués de la Ensenada (por eso a este catastro se le llama Catastro del Marqués de la Ensenada). Para cumplir el mandato del rey todos los vecinos tenían que presentar una relación de bienes (inmuebles, tierras, ganado) y de ingresos por su producción, oficio, industria, etc. Había unas respuestas particulares de cada vecino y unas respuestas generales a un interrogatorio de 40 preguntas que tenían que responder los concejos o cotos señoriales sobre el número de habitantes, clases de cultivos y ganado, la producción, actividades comerciales e industriales, profesiones, ingresos, etc. Las respuestas particulares de los vecinos de Cangas del Narcea se destruyeron en 1809 con el incendio del archivo municipal provocado por los franceses durante la Guerra de la Independencia. Solo se conservaron en el Archivo General de Simancas las generales, que son las que utilizamos nosotros y que pueden consultarse por internet.

Prensa de jaula para vino tomada del catálogo de ‘La Maquinaria Agrícola’ de José del Río y Hesles, gran almacén de venta de instrumentos y máquinas agrícolas, Madrid, 1871

Los propietarios de esos lagares eran señores, propietarios de muchas tierras y viñas, que vivían de sus rentas, y también campesinos acomodados. El conde de Toreno tenía tres lagares: dos en la villa de Cangas y uno en Limés. El monasterio de Corias también poseía tres, pero uno estaba “arruinado”. Además, había seis personas que eran dueñas de dos lagares: Teresa de Peón, Pedro Velarde, Lorenzo Flórez de Sierra, Narciso de Sierra Pambley, Rodrigo de Sierra Jarceley y Nicolás Alfonso, y dos lagares que eran propiedad de varios vecinos.

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Lagar del Museo del Vino de Cangas

Gracias al catastro de 1752 sabemos que estos lagares estaban hechos íntegramente con madera y se componían de “una sola viga”. En el extremo de la viga llevaban un contrapeso de piedra sujeto con un fuso o tornillo con el que se elevaba el contrapeso. Eran, sin lugar a duda, similares a los que hoy pueden verse en la bodega del Museo del Vino de Cangas o en el Museo Etnográfico de Grandas de Salime, y a otros que todavía existen en Asturias y que se empleaban para exprimir la manzana y hacer sidra, como uno que ese expone en el Museo del Pueblo de Asturias, en Gijón. Este tipo de lagar, conocido como “prensa de tornillo móvil y contrapeso”, estuvo muy extendido y está perfectamente documentado por la arqueología en época romana; los ejemplares más antiguos datan del siglo I d. C. Según Yolanda Peña Cervantes “es el tipo de prensa más extendido en el mundo romano” para elaborar aceite y vino (Torcularia. 
La producción de vino y aceite en Hispania, Tarragona, 2010).

Prensa de jaula y hierro fundido, que sustituyó a fines del siglo XIX y en el siglo XX a lo lagares de viga. Museo del Vino de Cangas.

En Cangas del Narcea en 1752, los lagares los utilizaban tanto sus propietarios para “sacar” su vino como el resto de los pequeños cosecheros que había en el concejo y que no tenían lagar. En las respuestas al Catastro del Marqués de la Ensenada se mencionan dos relaciones entre propietarios y no propietarios. Una, era el alquiler del lagar por el cual los dueños cobraban en vino; de este modo, en el coto de Corias se declara que cada uno de los lagares produce al año para sus dueños una “cuepa” de vino (31 litros) y en el coto de Cangas regulan su ganancia en ocho cañadas (31 litros) anuales, que es lo mismo que una “cuepa”.

Otra relación era la de dar gratuitamente el servicio en función de la buena vecindad y la reciprocidad, y así en las parroquias de Carballo, Bimeda, Villategil y Limés se dice lo siguiente: “atendiendo a que estos artefactos solo los tienen [sus propietarios] para pisar la uva de su cosecha, y aunque los vecinos y más interesados en la cosecha de vino no los tengan propios y usen de estos, es sin interés y por la buena correspondencia que entre sí tienen. Y no obstante para satisfacer a la intención de la pregunta, después de varias consideraciones regulan la utilidad de cada lagar en una cántara [15,64 litros] de vino, que su valor son seis reales de vellón”. Joaquín Coque Fuertes, de Obanca, todavía se acordaba a fines del siglo pasado que en su casa se apretaba el magayu de muchos vecinos y que a cambio estos ayudaban un día a cavar las viñas.

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Lagar del Museo del Vino de Cangas

No sabemos con exactitud los pueblos donde estaban los lagares en el concejo de Cangas del Narcea en 1752. Las respuestas generales del catastro mencionado solo dan el nombre de sus propietarios y en el mejor de los casos el de la parroquia donde estaban ubicados, pero no el del pueblo. Con la información disponible tenemos que destacar la existencia de dieciséis lagares en la parroquia de Tebongo, que era la mayor concentración de todo el concejo, superior a la villa, donde había siete. Asimismo, llama la atención la existencia de lagares, y en consecuencia de viñedos, en parroquias donde hoy no queda ningún rastro de su presencia, como Jarceley, San Martín de Sierra, Santiago de Sierra, Maganes, San Pedro de Culiema y Carceda.

La existencia de estos 68 lagares, así como su localización, son otro testimonio más de la extensión geográfica que llegó a tener el viñedo en el concejo de Cangas del Narcea y de su importancia económica.

Parroquia de Cangas del Narcea (7 lagares)

  • D. Fernando Queipo de Llano, conde de Toreno (2 lagares)
  • D. Pedro Velarde y Prada
  • D. José López Cañedo
  • D. José García de Quirós
  • D. José Gamoneda [y Rojas]
  • D. José Miramontes

Parroquia de San Cristóbal de Entreviñas (3 lagares)

  • D. José de Llano
  • D. Lope de Uría
  • D. José Fernández

Parroquia de Jarceley (1 lagar)

  • D. Diego de Sierra [y Salcedo, dueño de la Casa de Llamas del Mouro]

Parroquia de San Martín de Sierra (2 lagares)

  • Francisco Martínez
  • Domingo Fernández

Parroquia de Santiago de Sierra (2 lagares)

  • D. Lorenzo Flórez [de Sierra, dueño de la Casa de Nando]
  • Juan García

Parroquia de Onón (5 lagares)

  • D. Lorenzo Flórez [de Sierra, dueño de la Casa de Nando]
  • D. Francisco Caballero [y Flórez, dueño de la Casa de Fontaniella]
  • D. José Rodríguez
  • D. Antonio Queipo
  • D. Juan Menéndez

Parroquia de Maganes (1 lagar)

  • D. Francisco de Uría y Llano

Parroquia de San Pedro de Culiema (1 lagar)

  • Antonio Rodríguez

Parroquia de Tebongo (16 lagares)

  • D. Rodrigo de Sierra [y Jarceley, dueño de la Casa de Jarceley] (2 lagares)
  • D. Narciso de Sierra [Pambley, dueño de la Casa de Pambley] (2 lagares)
  • D.ª Micaela del Riego
  • D. Alonso del Llano
  • Juan Menéndez
  • Juan Rodríguez
  • Pedro Menéndez
  • Francisco Rodríguez
  • Francisco Meléndez
  • Toribio Meléndez
  • José Rodríguez
  • Bartolomé García
  • Juan de la Linde
  • Teresa de Flórez

Parroquia de Carceda (2 lagares)

  • Monasterio de San Juan de Corias (arruinado)
  • Domingo González

Parroquia de Santa Eulalia (2 lagares)

  • D. José Nicolás de Uría [Valdés]
  • D. Pedro Velarde y Prada

Parroquia de La Regla de Perandones (3 lagares)

  • Francisco Cachón (arruinado)
  • Domingo Menéndez
  • José Menéndez

Parroquia de Carballo (1 lagar)

  • D.ª Teresa de Peón, viuda de D. Manuel Flórez [Valdés, dueño de la Casa de Carballo]

Parroquia de Bimeda (2 lagares)

  • D. Ignacio Flórez
  • D. Nicolás Alfonso

Parroquia de Villategil (1 lagar)

  • D. Nicolás Alfonso

Parroquia de Limés (5 lagares)

  • D. Fernando Queipo de Llano, conde de Toreno
  • D. Miguel de Uría
  • D.ª Teresa de Peón, viuda de D. Manuel Flórez [Valdés, dueño de la Casa de Carballo]
  • D. Juan Meléndez Valdés
  • María Álvarez

Coto de Cangas (11 lagares)

Coto integrado por siete parroquias completas: Entrambasaguas, Santa Marina de Obanca, Augüera del Coto, Bergame, San Damías, Vegalagar y Las Montañas, y algunos lugares de otras cinco parroquias: Carceda, Corias (fuera de la villa), Besullo, San Cristobal y La Regla de Perandones.

  • Monasterio de San Juan de Corias (2 lagares)
  • D. Francisco de Llano y Rojas, de Santa Marina de Obanca (2 lagares)
  • D. Fernando Rodríguez, vecino de la provincia del Bierzo
  • D. Pedro Menéndez, vecino de la villa de Madrid
  • Pedro Rodríguez, vecino de San Pedro de Corias, y cinco vecinos más
  • Inocenta Coque, vecina de San Pedro de Corias
  • Hospital de San Lázaro, malatería de Retuertas
  • D. Manuel Rodríguez, cura de Orallo en el concejo de Laciana [León]
  • D. Juan Rodríguez Francos, presbítero de Bergame, y otros cuatro vecinos

Coto de Corias (3 lagares)

Este coto solo abarcaba la villa o pueblo de Corias.

  • D. Ignacio Queipo, vecino de la villa de Madrid
  • D. Salvador Fuertes, vecino del concejo de Boal
  • D. Diego Fuertes

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El nombre de la ‘Plaza de La Refierta’ por Manuel Flórez de Uría

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Plaza de La Refierta (actual, Mario Gómez), hacia 1901, en la que aparece una diligencia y muchas losas que se estaban empleando para reformar la plaza y la escalera de La Fuente.

En este articulo, Manuel Flórez de Uría ofrece una explicación del nombre de la plaza de La Refierta, que a pesar de llamarse hoy oficialmente plaza de Mario Gómez, todavía sigue manteniendo su nombre antiguo.

Este nombre de La Refierta para referirse a esta plaza de la villa de Cangas del Narcea es muy antiguo, y está perfectamente documentado en los primeros años del siglo XVI. La palabra “refierta”, hoy en desuso y fuera del diccionario de la Real Academia Española, significaba: “oposición, contradicción, repugnancia”, y así aparece en el diccionario de 1817 de esta academia. Para Flórez de Uría ese nombre procede de un hecho histórico que sucedió allí en el siglo XIV y fue la oposición que el pueblo de Cangas proclamó de viva voz contra Enrique II de Castilla (1333-1379), que había asesinado a su hermanastro el rey Pedro I (1334-1369) en 1369. Aunque el autor no menciona ninguna fuente de información y en el artículo hay algún dato erróneo, como el citar al conde Marcel de Peñalba como presente en ese acto, cosa imposible porque ese titulo fue otorgado por Felipe IV a García de Valdés y Osorio en el siglo XVII, es una opinión sugerente que no podemos desdeñar.

La lucha entre estos dos hermanastros, hijos de Alfonso XI, provocó una guerra civil en el reino de Castilla y León entre 1366 y 1369. En Asturias hubo partidarios de los dos bandos. Los de don Enrique de Trastámara estaban sobre todo en el centro y oriente de la región, y los del rey Pedro I en el centro y occidente. Lo que cuenta Flórez de Uría es muy posible, porque el linaje de los Valdés, encabezado por Diego Menéndez de Valdés, señor de las Torres de San Cucao de Llanera, tomó partido por Pedro I y sus descendientes, y en la villa de Cangas esta familia ya era poderosa en aquel tiempo. En el siglo XV, los Valdés poseían dos casas en esta población: una en la calle Mayor, donde está el palacio de Marcel de Peñalba, y otra en la misma plaza de La Refierta, en el solar de la conocida hoy como Casa de la Reguerala. Sobre esta guerra y los partidarios de los dos bandos en Asturias ha escrito Juan Ignacio Ruiz de la Peña, en el tomo 5 de la Historia de Asturias, dedicado a la Baja Edad Media, editada por Ayalga Ediciones en 1977.

En el mismo articulo Flórez de Uría relata como los vecinos de la villa para evitar la venganza de Enrique II se pusieron bajo la protección de la Virgen del Carmen y ese mismo año comenzó a hacerse la procesión desde la capilla de Entrambasaguas a la iglesia parroquial de Cangas. Tampoco aquí cita fuentes históricas, y es extraño pensar que existiese en la parroquia de San Tirso, más tarde trasladada a Entrambasaguas, el culto a la Virgen del Carmen en el siglo XIV, cuando fue una devoción que se generalizó en el mundo católico a partir del siglo XVI y sobre todo en el XVII.

Manuel Flórez de Uría y su mujer en Cangas del Narcea, h. 1925. Colección de Adela Rodríguez Flórez de Uría

Manuel Flórez de Uría Sattar fue un prolífico periodista cangués nacido en 1864. Escribió en varios periódicos de Cangas del Narcea: El Narcea y El Distrito Cangués, fundó y dirigió La Verdad, y colaboró en periódicos de Oviedo, Gijón, Grado, Pravia y Madrid, en los que firmaba con su nombre o con el seudónimo de “Juan de Cangas”. Autor de dos obras lamentablemente perdidas: “Apuntes para la historia de Cangas de Tineo y su concejo” e “Historia del Regimiento de Voluntarios de Cangas de Tineo”, basada en las memorias de su abuelo paterno, que había participado en aquel regimiento y fue uno de los pocos voluntarios que regresaron a Cangas al terminar la Guerra de la Independencia en 1814. En los años veinte fue nombrado miembro correspondiente de la Real Academia de la Historia.

Flórez de Uría era maestro y procurador de los tribunales. Tuvo una vida política intensa. En 1902 era presidente del Comité Municipal Republicano de Cangas de Tineo (así aparece en Las Dominicales. Semanario Librepensador, Madrid, 15 de agosto de 1902). Más adelante perteneció a los comités locales del Partido Reformista y de su sucesor el Partido Republicano Liberal Demócrata, liderados los dos por el político asturiano Melquiades Álvarez. Durante muchos años fue concejal del Ayuntamiento de Cangas del Narcea.


EL NOMBRE DE LA “PLAZA DE LA REFIERTA”
 
Manuel Flórez de Uría

 

Los que tuerto li tienen o que la desirvieron,
d’Ella mercet ganaron si bien gela pidieron;
nunca repoyó Ella a los que la quisieron,
ni lis dio en refierta el mal que li fizieron.
 
Gonzalo de Berceo,
Los milagros de Nuestra Señora, siglo XIII

 

En los tiempos de Gonzalo de Berceo, cura de su pueblo natal, del que lleva el apellido, diócesis de Calahorra, próximo a San Millán de la Cogolla, se decía refierta por “respuesta”. Eso era término de uso corriente entre la gente culta, la del Mester de Clerecía, y de creer es que venía ya de muy antiguo.

 En Cangas del Narcea, antes Cangas de Tineo, existe una plaza llamada “Plaza de la Refierta”. ¿Por qué ese nombre? ¿Qué significa Refierta?. Esa pregunta, en la actualidad, no existe cangués que la conteste.

 Vamos a descorrer la cortina que los siglos echaron sobre el suceso memorable, digno de eterna loa, que originó el nombre dado a la entonces plaza principal de la villa de realengo “Cangas de Sierra”, más tarde “Cangas de Tineo” y hoy “Cangas del Narcea”.

 Corrían los últimos años de la lucha cruenta, terminada en fratricidio poco después, entre Don Pedro I de Castilla y de León [1334-1369] y su hermano el Bastardo Don Enrique de Trastámara [1333-1379], y la Junta General de Asturias convocó a la nobleza asturiana y a los procuradores o personeros de los concejos, así como de las “Cuatro Sacadas” y villas de realengo, para la Junta que se celebró en el Convento de Santa María de la Vega de Oviedo (hoy, fábrica nacional de fusiles). En las sesiones de esa Junta, la nobleza y los procuradores se declararon por el Rey legítimo, y tacharon de felón y desleal al Bastardo Don Enrique. Esta fue la hidalga contestación que dieron a los emisarios del Infante rebelde.

 Pero éste no desistió de su intento. Tomó el camino que tan popular le hizo y que con el tiempo le valió el sobrenombre de “Enrique el de las Mercedes”. Consumado el regicidio de Montiel [el 14 de marzo de 1369, en el que Enrique mató al rey Pedro I], su noticia llegó a estas villas envuelta con el perdón a los partidarios del Rey caído y la concesión de donaciones, encomiendas y privilegios para los altos dignatarios eclesiásticos, los monasterios, la nobleza y los concejos. El interés quebrantó en casi todos estos la fe y lealtad jurada al Rey legítimo, y casi en totalidad se pasaron al partido del Bastardo y abandonaron el de las hijas del Rey asesinado.

 Pero el Duque de Lancaster, príncipe inglés que casara con doña Constancia de Castilla, hija primera del Rey Don Pedro y Doña María de Padilla, hizo proclamar, allá en sus Estados de Inglaterra, Reina de Castilla y de León a su esposa, y a Castilla llegó la noticia de que reclutaba gente de armas para realizar en estos reinos un desembarco para reivindicar por las armas la Corona que correspondía a su esposa.

 Esa Corona, tinta en la aún humeante sangre de Montiel, la consideraba el Bastardo tan poco segura sobre su frente, que, para reafirmarla, resolvió pedir el juramento de fidelidad a los municipios que no se habían declarado hasta entonces ostensiblemente de su partido, uno de los cuales era el de Cangas de Sierra.

 Los Comisarios Reales llegaron a Cangas en los primeros días del mes de julio del año 13.., y convocada la municipalidad en la Plaza de la Villa y el pueblo a son de clarín, atabal y voz de pregonero, la comisión dice por boca de su presidente Don…, conde Marcel de Peñalba, que preguntó en voz alta: “¿Reconocéis, vos, Corregidor e Alcalde Mayor, e vosotros regidores perpetuos, ansi como vosotros hijosdalgo e pecheros, por vuestro Rey e Señor natural al Rey Nuestro Señor Don Enrique, y le juráis fidelidad y pleitesía?”. Y el Corregidor, en nombre del Regimiento (Ayuntamiento) y de hijosdalgo y pecheros, contestó en voz alta y fuerte: “¡No! questa villa es y será fiel al señor Rey Don Pedro y las señoras sus fijas, e esto os refiertamos e sostendremos en todas formas, así la Virgen Santa María nos socorra”. Y el pueblo a coro dijo: “Amen”.

 Los comisionados salieron el mismo día de la villa y se acogieron al Coto de Corias, en como monasterio se les amparó y escoltó luego por el territorio de su coto abadengo hasta introducirlos por el de Barzana de la Cabuerna, que también era de dichos monjes benedictinos, hasta tierras de Tineo.

 A los pocos días, el 16 de dichos mes y año, en la parroquia cercana de San Tirso se celebraba la fiesta de la Virgen del Carmen, en la primitiva ermita de Entrambasaguas (sobre el mismo solar se alza desde el siglo XVI la ermita actual), por primera vez, concurriendo en corporación la Municipalidad con las solemnidades rituales de la época, asistió a la misa solemne, se trajo la imagen de la Virgen del Carmen en procesión solemne, entre músicas y cantos, a la iglesia parroquial de Cangas (la antigua, emplazada entonces en la plaza de la Oliva), implorando la protección de la Virgen que les amparara y protegiera contra la saña real.

 De entonces data ese nombre de “Refierta” dado a la plaza, y también la costumbre de que las fiestas del Carmen, aunque propias de la feligresía de San Tirso, más tarde llamada de Entrambasaguas, fueran consideradas por Cangas como suyas propias; la costumbre de celebrarlas mixtas entre ambas parroquias (hoy es una sola), trayendo la imagen procesionalmente el día 16 de julio, todos los años, a la Iglesia Colegial, y volviéndola a la tarde en igual forma a la ermita, y de entonces y hasta el día, el entusiasmo (algo idolátrico e irracional) de los cangueses a la Virgen del Carmen. Dándose el caso raro de que personas de gran cultura, de ideas extremadas por lo avanzado, incrédulas, materialistas, acaso, indiferentes en religión, que no practican culto ritual alguno, asisten reverentes a esos festejos, se descubren al paso de esa imagen y, desde donde quiera que están, contribuyen con esplendidas dadivas para el esplendor de sus festejos. A un cangués, que oye indiferente, acaso, blasfemias y burlas sangrientas contra Dios, la Virgen y los Santos, que no le mienten irrespetuosamente de la Virgen del Carmen de Entrambasaguas. Puede ser, y con frecuencia es, peligroso.

El Sereno

Sereno

El día 15 de marzo de 1976 aparece esta noticia en prensa: “El vigilante nocturno ha entrado en acción”. Esta noticia tiene detrás de sí mucha más importancia de lo que a simple vista aparenta; es el principio del fin del cuerpo de Serenos del Comercio y Vecindad, vulgo “el sereno”.

Como nieto, hijo, sobrino y primo de serenos, esta noticia me afectó profundamente y cambió la vida y forma de vivir de muchas personas, y las noches ya no fueron las mismas. Pero ¿qué era un sereno?

Básicamente, para todos era una persona con gorra y chuzo, que te abría el portal de casa cuando llegabas y estaba cerrado. Para mí es complicado de explicar, pero un sereno era muchas más cosas: controlaba el acceso a las viviendas de personas desconocidas, vigilaba los coches estacionados, avisaba al médico, estaba al tanto de los comercios y, en general, de cualquier situación no habitual que surgiera. Adjunto el título de sereno de mi abuelo, del año 1922, que lo firma el entonces alcalde de Madrid, el conde de Valle de Suchil. No me consta que en aquella época llevaran pito y me confirman que no llevaban el chuzo con la punta de lanza que se suele ver en las fotos. Si llevaban un farol, porque no debemos olvidar que durante la Guerra Civil Madrid estaba a oscuras, y llevaban unas cerillas bastante largas para que se iluminaran los vecinos hasta subir a su piso. Tampoco cantaban la hora ni el tiempo.

En aquellos años, la vida del sereno fue muy difícil porque, recordemos, los serenos de Madrid nunca cobraron un céntimo del ayuntamiento. Sus ingresos provenían exclusivamente de las propinas que recibían por abrir los portales y los “recibos” que algunos vecinos y comerciantes pagaban todos los meses; estos recibos eran los únicos ingresos fijos de los serenos, porque las propinas eran aleatorias, y pensemos lo que fueron los tiempos de guerra, de penuria general posteriores y que durante un tiempo si andabas por la noche sin un pase podías ser detenido. Esto obligó a los serenos a buscar además otros trabajos, con sus correspondientes permisos y, por supuesto, riesgos.

Insignia de los Serenos de Comercio y Vecindad de Madrid.

En el 1934, mi abuelo, ante la conflictividad que existe en Madrid, solicita una licencia de armas y lleva pistola; la licencia es renovada en época de guerra (adjunto licencias). Por supuesto, el arma y el uniforme eran comprados por los propios serenos. El Ayuntamiento de Madrid solo les daba la chapa con el número, que era muy ancha, se cosía muy mal a la gorra y se caía muy fácilmente; al final muy pocos la llevaban. Una chapa de estas estuvo en un museo sin clasificar, porque no sabían lo que significaba SCV (Sereno del Comercio y Vecindario), pensaban que la “V” era de vigilancia.

El uniforme completo era gorra de plato gris con rayas amarillas, abrigo o guardapolvos, (invierno o verano), chuzo y peto llavero. Este último era de cuero muy oscuro, se ataba con tiras laterales y llevaba dos o tres filas para llevar las llaves; pensemos en el tamaño de aquellas llaves, de aquellos portalones con grandes puertas de hoja de madera, motivo fundamental por el cual ningún vecino se llevaba la llave del portal cuando salía de casa.

Mas tarde, con el cambio de aquellas preciosas puertas por otras de aluminio y el cambio de las grandes cerraduras a otras más pequeñas, se redujo el tamaño de las llaves; hay fotos de serenos que llevan las llaves en un aro grande.

Lo que nunca cambió fue el sistema de llamarles. Llegabas al portal y dabas unas palmadas, y al cabo de un momento oías la voz: “VA”, acompañada de un golpe de chuzo por la acera, y mientras venía también daba algún golpe para que supieras por donde iba. El sereno siempre entraba en el portal el primero, por si había algo raro, encendía la luz, miraba detrás de la puerta que abría, daba las buenas noches y hacia algún comentario. NUNCA ponía la mano para pedir dinero, si le daban propina bien y si no también. Esperaba a que empezara a subir el vecino y volvía a cerrar el portal. Así lo vi hacer a mi abuelo, a mi padre y al sereno de mi calle, que se llamaba Ginés y era de Segovia.

De Segovia era también otro sereno que salió en prensa, ya que avisó a los vecinos que la casa temblaba, salieron corriendo y cayó la casa y no pilló a nadie dentro. Recuerdo un comentario en mi casa: “Para una vez que salimos en los periódicos, no es de Cangas”.

El sereno José Fernández Fernández de Casa Santiago, Llamas de Ambasaguas (Cangas del Narcea)

CANGAS… CANGAS DEL NARCEA, hablar en Madrid de serenos es hablar de Asturias, y más concretamente de Cangas del Narcea.

Como estos recuerdos los voy a mandar al Tous pa Tous reviso la revista La Maniega de los años 20-30, y, por ejemplo, la primera portada es…”Un sereno” y viendo los listados de socios en Madrid aparece mi abuelo. Analizo las profesiones de los socios en la capital de España y en el 1930, a pesar de la fama que tienen los cangueses de trabajar en bares y demás, incluyendo los que pueden ser bodegas y cualquier tipo de hostelería, son 107 socios los que trabajan en este ramo, una cantidad respetable, pero de oficio sereno aparecen: 153.

Y a todo esto, ¿cómo se conseguía una plaza de sereno?. Normalmente se compraba, se heredaba o se dejaba a un familiar. Los precios llegaban a ser muy altos. He visto dos “documentos” de préstamo de 1910, en los que las casas de los serenos se hacían fiadoras de este dinero, por valor de 90.000 y 105.000 pts., y me hablaron de una de 120.000 pts. Ojo, del año 1910.

El precio venía marcado por la calidad de la plaza o demarcación y por las propinas que se obtenían. No era lo mismo una plaza en el barrio de Salamanca, de muy alto poder adquisitivo, que en barrios más humildes. De hecho había plazas que no daban lo suficiente para vivir, y el sereno se buscaba otra ocupación. He conocido algunos que ayudaban en algún bar, bien de la plaza o de familiares o conocidos; otros ayudaban en establecimientos en la carga y descarga de mercancía, casi siempre por la mañana a continuación de su jornada laboral, y algunos trabajaban de guardas en talleres u oficinas que cerraban por la tarde, no se nos olvide que tenían licencia de armas.

Un hecho curioso, el recuerdo del primer sereno que tuvo coche en Madrid. Al parecer se llamaba Constante, era un hombre muy corpulento y le llamaban “Constantón”, vivía en la calle Jesús del Valle y su demarcación estaba por la ribera del río Manzanares; su mujer parece ser que era de Rocabo. El coche le fue confiscado durante la Guerra Civil. He revisado los socios de La Maniega, pero no le he localizado; vivía a cincuenta metros del actual domicilio de Esperanza Aguirre.

Otro hecho curioso. Celedonio Fernández, de casa La Paxaruca de Corias, fue sereno en Cangas del Narcea de 1940 a 1947; el cargo parece ser que era agente municipal nocturno y cobraba del ayuntamiento. En 1947 viene a Madrid donde se convierte en sereno, pasando en 1975 a vigilante nocturno y poniendo en su D.N.I. de profesión: V.N.M., que significaba VIGILANTE NOCTURNO MUNICIPAL. Esta información me la proporcionó su hijo Celedonio Fernández. No sé si se conocerán mas personas que fueran serenos en Madrid y en Cangas del Narcea.

Este tema no le he podido verificar con algún D.N.I., pero si tengo el carnet identificativo de un sereno que pone VIGILANTE NOCTURNO “A EXTINGUIR”, y un D.N.I. que pone solo VIGILANTE NOCTURNO. A pesar de esto, estoy seguro de la veracidad del dato del D.N.I. comentado por Celedonio.

Recuerdo a un sereno de la zona de Legazpi (Los Mataderos) que en 1965 trabajaba acompañado por una jauría de perros, debido al peligro de la zona con los camiones y mercancías. Cuando había un problema, o necesitaban ayuda, golpeaban con el chuzo repetidamente el suelo, estos golpes significaban que había un problema, y rápidamente se acercaban los serenos de las plazas limítrofes para ayudar.

Cuando fallecía un sereno, para avisar a todos los demás (recordemos que había muchas familias emparentadas, amistades y serenos de la misma parroquia) la mejor manera de comunicar su fallecimiento era recorrer Madrid con un coche, taxi, entregando esquelas a los serenos con la consigna de “que circule”, garantizando que por la mañana prácticamente todos los serenos estaban enterados. Entonces había pocos teléfonos. He asistido a entierros de serenos en los que se ponían autobuses para acudir al cementerio.

Esto me lleva al horario de trabajo de los serenos. El horario era de 22.00 a 7.30 h. en invierno y de 22.30 a 7.30 h. en verano, de manera que cuando se cambió la hora a la actual, con dos horas de diferencia solares, los serenos cerraban los portales de día. Hubo chistes sobre el tema. El sereno llegaba un poco antes de la hora, e iba dando con el chuzo en los portales para que los porteros fueran cerrando los mismos. Si las puertas eran de dos hojas el portero cerraba una y el sereno la otra. Interesaba que a las 22.00 h. estuvieran cerrados los portales para que tuvieran más trabajo; por la mañana se iban directamente y no dejaban el portal abierto a menos que se le pidiera expresamente.

El día a día de un sereno que no tuviera otra ocupación, era más o menos el siguiente: llegaban a casa a las 8.30 h., según la distancia, y se solían acostar a dormir hasta más o menos las 13.30 h., que se levantaban y comían; luego sobremesa y un paseo, y a media tarde se acostaban otro rato; cena y vuelta a la calle a ocupar la plaza. Así todos los días del año, sin vacaciones y sin seguridad social. Un ejemplo: cuando empecé a trabajar en 1965 pude poner a mis padres como beneficiarios míos, solo a efectos de seguridad social, pero no a mis hermanos más pequeños: eran empleados del Ayuntamiento y tenían certificado de pobreza. A primeros de mes, los serenos iban a cobrar los recibos a los vecinos y comercios, se iban a media mañana y volvían directos a comer; no había paseo y echaban casi toda la tarde. Cuando enfermaban tenían que poner un suplente. Yo solo recuerdo una vez a mi padre malo, se avisó y pusieron un suplente. Durante ese tiempo, el sereno no sólo no ingresaba nada (las propinas eran para el sereno suplente), sino que el titular tenía que pagar un sueldo fijo al suplente.

Los recibos, como dije, eran para los abonados que daban una cantidad fija. Después de todos los que rellené no he conseguido encontrar ninguno. Pasé por la papelería Salazar, en la que se vendían; los recuerdan perfectamente, venián en bloques de 500, rebuscaron por si acaso, pero no encontraron ninguno. El texto era mas o menos el siguiente: “El sereno del Comercio y Vecindad de calle, plaza, etc. … he recibido de Dº, Dª, nombre comercio, etc. … la cantidad de … pts. … cts. En Madrid, a … de … de 19..”. Guardo los listados de mi abuelo, con las correcciones de altas y bajas y los importes.

Ya que he mentado a los suplentes, tengo el informe previo de mi padre para ser suplente, el título de suplente y por último el de titular de la plaza, en el que cambia el nº de sereno. No tengo claro si el número era por plaza, sereno, titular; por ejemplo: mi abuelo en 1922 tiene el nº 102; mi padre de suplente, el día que es nombrado en 1945, tiene el nº 408; posteriormente sigue de suplente en 1949 y se le asigna el nº 575, número que mantiene al pasar a titular en 1961.

De lo que más carnéts tengo es del Montepío y, sin embargo, es de lo que menos recuerdos tengo. Sé que se suprimió, pero no tengo ni un solo documento sobre este asunto.

Carnet de Identidad emitido por la Sociedad de Socorros Mutuos y Montepío de los Serenos de Comercio y Vecindad de Madrid a favor de José Martínez Fernández de Casa Celestón, Rañeces, parroquia de San Cristobal de Entreviñas (Cangas del Narcea). Expedido en mayo de 1932.

Durante un tiempo se rellenaban unos informes diarios, en los que se daba parte de todas las incidencias, farolas fundidas, bancos deteriorados, tapas de alcantarillas mal y cegadas, fuentes y bocas de riego estropeadas, etc., así como cualquier actuación extraordinaria, accidente, pendencia, robo, etc. Los informes los rellenaban los serenos y se los entregaban al que era jefe de grupo (este cargo era rotatorio), que lo llevaba a la alcaldía. De esta manera el Ayuntamiento de Madrid tenía a diario una información muy completa del estado de la Villa, así como de todas las anomalías sucedidas por la noche y además GRATIS.

Me dicen, que el jefe pasaba antes de empezar la jornada por la alcaldía para recoger las instrucciones del día; también se le entregaba una lista con las matrículas de los coches denunciados como robados, para que los serenos revisaran si había alguno en su demarcación y dieran parte de ello. De los que se recobraron, a algunos serenos les dieron una gratificación; quiero aclarar que fueron los propietarios, nunca el Ayuntamiento.

Y aquí un recuerdo, dos días al año mi padre me avisaba que esa noche pasaban las ovejas por la calle Serrano (Cañada Real) de Madrid, una de subida y otra de bajada, podían estar pasando cuatro o cinco horas, no había ninguna publicidad y no era el circo en que se ha convertido ahora. Los serenos también iban al fútbol, casi exclusivamente los días que jugaban el Oviedo y el Gijón en Madrid. Como iban a ver a los equipo asturiano, iban tanto al Metropolitano como al Bernabéu, y luego, toda la tarde de charla.

También en Madrid se celebraba la fiesta de los Asturianos, el 28 de junio (cambiaba la fecha), era en los Viveros de la Villa. Para los Asturianos era la fiesta del bollo y para los madrileños era la fiesta de los serenos. Ese día iban con sus mejores galas, y era una celebración muy señalada para ellos, era el día que más vecinos y paisanos saludaban y se ponían al tanto de todo lo que pasaba.

Hay un tema que no quiero que se olvide. Son los famosos “paseos” que se daban en Madrid durante la Guerra Civil, y no caemos en la cuenta de ¿quien abría el portal?, por supuesto los serenos y veían la cara a los paseantes pero nunca dijeron nada, les iba la vida en ello. Al día siguiente, a la hora de comer, iban a ver si “sus” paseados estaban en las “fotos”. También hablaban de las patrullas que iban por las noches, controlando todo lo que pasaba en Madrid, incluidos los serenos, teniendo que dar “novedades” a cualquier grupo que las pidiera, a veces sin saber que era ese grupo. “Por si acaso”. Recuerdo a un sereno que contó que paró a un grupo de camuflados y que lo llevaron detenido. Estas conversaciones y algunas otras, las oí en los bares cercanos a la Estación del Norte, dónde muchos de los bares eran de cangueses (hoy también), y en ellos se reunían serenos y mozos de cuerda de la estación; los mozos de estación eran casi todos de Cangas.

Portada de ‘La Maniega. Boletín del Tous pa Tous’ dedicada a los serenos

Y hablando de esos tiempos, por lo menos hicieron una huelga, coincidiendo con una general del año 1934, y la noche anterior le decían a los vecinos: “Mañana huelga revolucionaria”.

Las largas horas de la noche pasadas en soledad, con agua, nieve y heladas, hicieron que estos hombres, vigilantes de nuestros sueños, sean dignos del mayor de nuestros respetos y agradecimiento, y de alguna placa o detalle que les recuerde y que yo sepa no existe en Madrid.

En el año 1970, los serenos pueden apuntarse como autónomos a la Seguridad Social y algunos, básicamente por la edad, deciden darse de alta pagando los correspondientes “cupones”. Mas tarde, en 1974, tienen que afiliarse a un sindicato, concretamente al de Actividades Diversas, que en aquella época dirigía Juan García Carrés, y poco después llegaría el decreto de disolución del cuerpo de “Serenos del Comercio y Vecindad” y su incorporación a la plantilla del Ayuntamiento como “Vigilantes nocturnos a extinguir”, lo cual llevó a otra situación en cierto modo mas compleja.

Para terminar… He escrito un breve resumen de lo que fue y significó el sereno en Madrid, he aportado todos los documentos que poseo del tema y alguno que me han prestado desinteresadamente. Quisiera que esto sirva de recuerdo a lo que fue una parte muy importante de nuestra vida y de la del concejo de Cangas del Narcea, que llenó Madrid de serenos, y que cuando he hablado sobre ellos con la gente que los conoció, nadie nunca habló mal de los serenos de Cangas en Madrid.


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Trabajo realizado por José Javier Collar Martínez, hijo y nieto de serenos. Mi madre Dolores Martínez Álvarez, que es hija, viuda y hermana de serenos, aportó la documentación y me recordó muchos asuntos relacionados con esta profesión.


Industria y Comercio en Cangas del Narcea, 1887 – 1903

DONACIÓN DE UNA DOCUMENTACIÓN AL ARCHIVO MUNICIPAL DE CANGAS DEL NARCEA

La memoria se conserva en nuestro cerebro y, sobre todo, en el papel. La memoria del cerebro es bastante limitada en el tiempo, poca gente es capaz de decir los nombres de sus bisabuelos y mucho menos de narrar acontecimientos que sucedieron antes de su nacimiento. En cambio, el papel soporta mejor el paso del tiempo y es el que mantiene la memoria del pasado y el que nos cuenta lo que vivieron y experimentaron nuestros antecesores.

Todo esto viene al caso por una documentación relacionada con Cangas del Narcea, que días atrás el Tous pa Tous ha ofrecido en donación al Ayuntamiento de Cangas del Narcea con destino al archivo municipal.

En Madrid, en la biblioteca de Manuel Gurdiel Sierra (Cangas del Narcea, 1941 – Madrid, 2014), profesor de Derecho Penal de la Universidad Complutense de Madrid, había documentación con información sobre el cobro de la Contribución Territorial e Industrial en Cangas del Narcea a fines del siglo XIX y primeros años del XX, que él había recogido en el desván de una casa de su propiedad en Cangas del Narcea.

Esta documentación tiene mucho interés para la historia social y económica de Cangas del Narcea, en especial los datos sobre la contribución industrial en los que se enumeran todas las personas que ejercían una actividad relacionada con la industria, el comercio, la venta de vino, el transporte, “artes y oficios” (confiteros, panaderos, sastres, barberos, hojalateros, zapateros, relojeros, alpargatero, herreros, etc.), “profesiones del orden judicial” (abogados, procuradores, escribanos, notarios, etc.), “profesiones del orden civil” (veterinarios, farmacéuticos, etc.), prestamistas, administradores de grandes propietarios y dueños de minas que había en esos años (Véase en documentos adjuntos la Contribución Industrial de los años 1898, 1901 y 1903).

El valor de esta documentación se acrecienta al saber que en el Archivo Municipal de Cangas del Narcea, que es donde debería haber una copia de toda esta información, no se conserva nada. La razón: fue destruida en su totalidad.

La época de fines del siglo XIX y primeros años del XX fue de grandes transformaciones en el concejo. Hasta ese momento todo el comercio se hacía en las ferias anuales y en el mercado de los sábados. Será en las últimas décadas del siglo XIX cuando comienzan a establecerse los primeros comercios fijos de ropa y alimentación, así como establecimientos de productos nuevos: ferreterías, cafés, confiterías, farmacias o tiendas de ultramarinos. En esta documentación aparecen los nombres de las primeras personas que establecieron estos negocios en Cangas del Narcea, que en la mayor parte de los casos procedían de fuera de la villa, como José Pallarés Nomdedeu, dueño de la única ferretería, que era de León; Darío Oliveros, propietario de una tienda de ultramarinos, de Luarca; José López Miranda, el primer confitero de la villa, era de Presa (Castropol) y venía de Madrid; los farmacéuticos Antonio Sal de Rellan y Apolinar Castro Isern eran de Ibias y León, respectivamente; Manuel Muñiz, “vinos por mayor”, era de Llamas del Mouro.

Lógicamente, la mayor parte de los comercios y “tiendas de vino” estaban en la villa. En el concejo había muy pocos; en 1898 solo había los siguientes, casi todos localizados en la carretera La Espina-Ponferrada y en la subida al Puerto de Leitariegos:

San Julián Rafael Arias Tienda de vinos
Vallado Valentín Flórez Tienda de vinos
Villadecanes Manuel Blanco Figón
Corias Laureano Montoto Figón
Corias Claudia Ordás Valle Figón
El Puelo Josefa Pérez Figón
El Otero Andrés Sierra Figón
Besullo Ramiro García Café económico

 

Tres años después, en 1901, ya habían aumentado los comercios repartidos por el concejo:

Bruelles Crisanta Ávila Mercería
Sillaso José Cuesta Mercería
Ventanueva Saturnino Martínez Mercería
Besullo Santos Victoria Mercería
San Julián Rafael Arias Tienda de vinos
Vallado Valentín Flórez Tienda de vinos
Villadecanes Manuel Blanco Tienda de vinos
Corias Hermenegilda Ayalde Figón
Corias Joaquín Muñiz Figón
Corias Laureano Montoto Figón
Corias Claudia Ordás Valle Figón
El Puelo Josefa Pérez Figón
El Otero Andrés Sierra Figón
El Fuejo Segunda Rodríguez Figón
Besullo Ramiro García Café económico

En esas fechas la actividad industrial de Cangas del Narcea se reducía casi exclusivamente a molinos hidráulicos harineros. Había muchos molinos de pequeño tamaño, una sola muela y propiedad de varios vecinos, que a menudo no funcionaban durante el verano por falta de agua. Estos molinos no pagaban contribución industrial. Sí la pagaban unos pocos que tenían dos o más muelas, que trabajaban gran parte del año, porque aprovechaban el agua de los ríos Luiña, Narcea, etc., y que cobraban su servicio en grano (la conocida como “maquila”). El número de molinos que pagaba contribución en aquellos años oscilaba entre siete y nueve, y eran el de Anselmo González del Valle en Cangas del Narcea, Veigalabá (Corias), L’Otriello, Cibuyo, Veiga de Pope, Portiella, Bimeda y Las Mestas.

Además de estos molinos hidráulicos, todos los años que abarca esta documentación aparece en la contribución industrial una “tundosa”, que estaba en Sandamías (parroquia de Abanceña) y era propiedad de Manuel Martínez. Esta era una máquina hidráulica que se empleaba en la industria lanera y cuya existencia en nuestro concejo desconocíamos completamente. Se usaba en el proceso de terminación de las telas de lana y su objeto era dejar completamente lisa la superficie de la tela, eliminando los pelos y nudos sueltos provenientes del proceso de hilado y de tejido en el telar. La máquina consiste en una serie de cuchillas que cortan el pelo de las telas de tres maneras: al ras de la superficie, dejando una cierta altura (para emparejar el pelo) o a distintas alturas para generar un dibujo. En general, con una misma máquina se puede realizar cualquiera de las tres modalidades regulando las posiciones de las cuchillas de corte. La tela entra siempre abierta al ancho y el corte de los hilos se realiza con una cuchilla fija y otra cuchilla helicoidal, que actúan a modo de tijera.

En 1900 aparece la fábrica de electricidad, “fuerza 44’45 kw hora”, de Cosmen, Arango y Suárez, que estaba en Arayón, junto a la villa de Cangas del Narcea, y en 1903 se anota una “fábrica de cerveza”, propiedad de Rafael Fernández, y la instalación fabril de la empresa “Bosna Asturiana” en el monte de Muniellos, integrada por una fábrica de electricidad y un aserradero con “máquina de machihembrar”, “sierra de cinta” y “tres sierras circulares”.

En cuanto a minas de carbón, hay datos de 1901 y 1902. En el primer año había cuatro concesiones, aunque no sabemos si en esa fecha se explotaba alguna. Las de 1902 eran la siguientes:

Mina Encarnación Víctor Fernández Carbajal Gijón
Mina Manuela Víctor Fernández Carbajal Gijón
Mina La Esperanza Víctor Barreaux París
Mina Antigua Sociedad Hullera Española Gijón
Mina Deseada Severiano Peláez Riego Cangas de Tineo

 

En la documentación mencionada tenemos que destacar la presencia del “Padrón de cédulas personales de 1890-1891”, que es una clase de documento del que no se conserva ningún ejemplo en nuestro archivo municipal. En este padrón se relacionan todas las personas que estaban obligadas a obtener esta cédula que era imprescindible para la realización de transacciones económicas, actos administrativos, etc. La cédula personal comenzó a expedirse en 1854 y es el antecedente del actual documento nacional de identidad, que es de 1944; ahora bien, “la cédula personal no fue concebida como un documento de identificación sino como un comprobante personal de haber pagado un determinado impuesto directo, fijado por niveles de renta y que —eventualmente— podía o debía utilizarse como documento identificador”. Era un impuesto-documento.

El padrón esta formado por más de diez mil personas. La primera es José López Miranda, vecino de la calle Mayor, 40 años de edad, casado, confitero, clase de cédula 9, importe 2,50 pesetas, y la última es Josefa Garrido, vecina de Ciella [parroquia de Agüera del Coutu], 44 años, casada, clase de cédula 11, importe 50 céntimos.

En el concejo de Cangas del Narcea se pagaban cinco clases de cédulas según el nivel de ingresos. En 1890 había seis personas que pagaban la 7ª clase (10 pts.); veinte pagaban la 8ª clase (5 pts.); a 1.510 personas les correspondía la 9ª clase (2,50 pts.); 840 eran de la 10ª clase (1 pts.) y 7.629 eran de la 11ª clase (50 cénts.). En total eran 10.005 los cangueses obligados a sacar la cédula personal.

Por último, este conjunto documental se completa con documentación de otros concejos limítrofes, que pertenecían a la Administración Subalterna de Hacienda de Cangas de Tineo, y otros más lejanos, que están aquí porque el recaudador de contribuciones era natural de Cangas.

A la vista de estos documentos, “El Tous pa Tous. Sociedad Canguesa de Amantes del País” animó a Manuel Gurdiel Sierra a hacer una donación al Archivo Municipal de Cangas del Narcea, a lo que él accedió con la condición de que “El Tous pa Tous” hiciese todas las gestiones con el Ayuntamiento. Lamentablemente, Manuel falleció en octubre del año pasado y no pudo realizar esta entrega. Ahora, sus dos hijas y herederas: Benigna Kopp-Gurdiel y Elisa Gurdiel Wedel, quieren efectuar la donación al Archivo Municipal de Cangas del Narcea para su conservación y consulta pública. El ofrecimiento al Ayuntamiento se ha presentado por escrito el pasado 22 de diciembre de 2015.

“El Tous pa Tous” ya ha trasladado la documentación de Madrid a Cangas del Narcea y la ha clasificado sumariamente para su entrega. La documentación ocupa cuatro cajas de archivo y es la siguiente:

  • Reparto de la Contribución Territorial (riqueza rústica y riqueza urbana) e Industrial de Cangas de Tineo de los años económicos: 1887-1888, 1888-1889 (Cangas de Tineo, Degaña, Leitariegos e Ibias), 1889-1890, 1890-1891, 1897-1898, 1898-1899, 1899-1900, 1900, 1901, 1902 y 1903.
  • Padrón de Cédulas Personales de Cangas de Tineo para el año económico de 1890-1891.Contribución Urbana de Leitariegos de los años 1899-1900, 1901 y 1903.
  • Contribución Territorial (rústica y urbana) de Degaña, 1902.
  • Contribución Territorial (rústica y urbana) e Industrial de Ibias de los años 1897-1898, 1898-1899, 1899-1900, 1900, 1901 y 1902.
  • Documentación de la Administración Subalterna de Hacienda de Pravia, 1890.
  • Documentación de la Administración Subalterna de Hacienda de Laredo (Santander). Cuenta de caudales de los años 1890 y 1891.

    DESCARGAS (tres ejemplos de Contribución Industrial de Cangas):

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Discurso del IX Conde de Toreno en la ceremonia de distinción como Grande de España en 1899

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Retrato del aristócrata y politico español José María Queipo de Llano (1786-1843), VII conde de Toreno, Grande de España y Presidente del Consejo de Ministros de España. Museo del Prado.

Hace ya mucho tiempo que los títulos nobiliarios no suponen ningún privilegio en España. Su valor reside en saber que uno ha sido reconocido con una de las mayores distinciones que puede otorgar el Rey y que, en la mayoría de los casos, ese honor se extenderá a toda su descendencia hasta que se extinga. El último de los privilegios fue abolido por el rey emérito Juan Carlos I en 1984 y permitía a los Grandes de España —que es la máxima dignidad en la nobleza española— obtener el pasaporte diplomático.

En tiempos de Alfonso XIII, los Grandes de España incluso podían formar parte del Senado. Otros privilegios permitían a los caballeros cubrirse en presencia del Rey y a las damas, tomar asiento. En la actualidad, la única distinción que conlleva un título nobiliario es recibir el tratamiento de excelencia, en el caso de los Grandes de España, y de ilustrísima, en los demás títulos.

El título nobiliario del condado de Toreno comenzó a otorgarse por el rey Felipe IV en 1657. El monarca reconoció al asturiano Álvaro Queipo de Llano y Valdés (Cangas de Tineo, 1599 – Málaga 1662) como señor de la villa leonesa de Toreno y de sus alrededores, y de este modo comenzó la saga hereditaria de los Queipo de Llano. Don Álvaro, era también alférez mayor del Principado de Asturias y de la villa de Cangas de Tineo (hoy Cangas del Narcea), donde poseía el solar de su linaje. Pero, fue el séptimo conde de Toreno, José María Queipo de Llano y Ruiz de Saravia (Oviedo, 1786 – París, 1843), quien llevó el título hasta el máximo exponente nobiliario dentro del país: la «Grandeza de España», en 1838.

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D. Alvaro Queipo de Llano Fernández de Córdoba y Gayoso (Madrid, 1864-1938), IX conde de Toreno, 1899

En 1899, el nieto de éste último, D. Alvaro Queipo de Llano Fernández de Córdoba y Gayoso (Madrid, 1864-1938), noveno conde de Toreno, que desde el año de 1890 llevaba ese título, recibió la distinción de «Grande de España» en una ceremonia ante la reina María Cristina, regente de España en nombre de su hijo menor de edad Alfonso XIII.

Era costumbre en el rito de cubrirse ante S.M. que los Grandes de España leyeran un discurso en el que resumían los servicios prestados a la patria y al trono por sus antepasados.

Este es el discurso leído entonces por el noveno conde de Toreno:

«Señora: Al tener el honor de cubrirme ante V.M. y manifestar mi profundo agradecimiento por tan alta distinción, cúmpleme señalar brevemente el origen y antigüedad de mi casa y los servicios prestados en diversos tiempos por mis antecesores.

La casa de los Queipo, a la que pertenezco, tiene desde tiempo muy remoto su solar en la villa de Cangas de Tineo, del Principado de Asturias, y ha sido ilustrada en todas épocas por hombres eminentes, en lo religioso, en lo político o en lo militar, debiendo hacer especial mención de D. Suero Queipo de Llano, heroico defensor de la citada villa de Cangas contra el Conde de Luna (1461); D. Fernando, Obispo de Teruel y de León, presidente del Consejo Supremo de Castilla y Arzobispo de Granada, y Don Álvaro, a quién por sus extraordinarios méritos concedió S.M. el Rey Felipe IV el título de Conde de Toreno (1657).

Muy largo sería enumerar los hechos en que mis antepasados tomaron una parte activa e importante; pero no dejaré de citar a mi ilustre abuelo D. José María, que siendo aún muy joven, fue comisionado por la Junta General del Principado de Asturias para ir a Inglaterra, con el objeto de demandar auxilios y estudiar las bases de una alianza contra los invasores ejércitos de Napoleón; diputado después en la Cortes de Cádiz, ministro de Hacienda y Estado, presidente del Consejo de Ministros, embajador en París y autor de la Historia del levantamiento, guerra y revolución de España, que mereció por su gran talento e indudables servicios, que S.M. la Reina Gobernadora le confiriese la Grandeza de España de primera clase (1838).

Nada he de decir del último conde de Toreno, mi antecesor, porque seguramente está en la memoria de todos el recuerdo de sus grandes cualidades y de los excepcionales servicios que prestó desde los más altos puestos, a las instituciones y a su país.

Hechas estas manifestaciones, sólo me resta afirmar una vez más, en este momento, el decidido propósito de que mi lealtad al Trono de V.M. y de vuestro augusto hijo el Rey D. Alfonso XIII, supere, si fuese posible, a la que siempre tuvieron a sus Reyes mis antecesores.»


La tumba de un exiliado cangués en Caulnes (Francia)

Los hijos de Juan Blanco Martínez ante la tumba de su padre en el cementerio de Caulnes (Francia)

Juan Blanco Martínez era un famoso ferreiro de Cangas del Narcea. Vivía en el Barrio Nuevo y a parte de ser un virtuoso en su oficio, era conocido por hacer las mejores trompas del concejo. Era socio de “El Tous pa Tous”. Con 60 años, él, que casi no había salido de Cangas, tuvo que marchar en agosto de 1936 con sus hijos Manuel y Consuelo para escapar de la entrada del ejercito de Franco.

Su hijo Manuel había emigrado con 14 años a la Argentina. Allí trabajó muy duro e hizo un pequeño capital. En aquella república americana, como les sucedió a otros muchos emigrantes asturianos en ultramar, se hizo republicano. A comienzos de 1931, tras la muerte de su madrastra y tía, Engracia Pérez, regresó a España. Le dijo a su padre que con el dinero que él traía podía dejar de trabajar. Al padre aquello le pareció casi un insulto y siguió trabajando en la fragua. Manuel construyó una casa en el Barrio Nuevo, justo enfrente del puente roto, y se metió en política. Se presentó en las elecciones municipales de abril 1931 con el partido republicano y salió elegido concejal. En 1936 tuvo que exiliarse a Francia, y con él se fueron su padre y su hermana Consuelo. Acabaron en Caulnes, un pueblo de la región de Bretaña, situado cerca de las ciudades de Saint Malo y Rennes, en el que vivían unas mil ochocientas personas.

Señalización del pueblo de Caulnes (Francia)

Pero tampoco aquí las cosas fueron fáciles para los tres. En 1939 comenzaba la Segunda Guerra Mundial y la pequeña población de Caulnes estaría ocupada por el ejercito alemán desde junio de 1940 hasta agosto de 1944. En este tiempo, en 1942, moría allí Juan Blanco Martínez.

Al terminar la Segunda Guerra Mundial, los dos hermanos se marcharon para Argentina, donde tenían hermanos y sobrinos, y donde Consuelo ya había estado en 1931 y 1932. En los años sesenta regresaron a Cangas del Narcea a su casa del Barrio Nuevo. La casa estaba habitada por una familia que se había hecho con ella y a la que tuvieron que desalojar. En la vivienda solo quedaba un aparador en la cocina, que estaba encajado en un hueco de la pared, el resto de los muebles y ajuar que ellos habían dejado había desaparecido. En esa casa murieron los dos muy viejos, primero Consuelo, el 28 de abril de 1986, con 85 años y diez días después Manuel, con 95 años. Los dos reposan en el cementerio de Cangas, en Arayón. A él se le conocía como Lin el Ferreiro. En su última estancia en Cangas, Manuel volvió a encender la fragua de su padre y fabricó trompas que regalaba a amigos y conocidos.

En la fotografía que publicamos aparecen los dos hermanos el día del entierro de su padre en el cementerio de Caulnes. En la base de la cruz, escrito en francés, se lee:

Cementerio de Caulnes (Francia). Lugar donde la tumba de Juan Blanco ha desaparecido.

Ici
repose
Juan Blanco Martínez
né en Espagne
1866-1942
offert par tes amis de
Caulnes
Les enfants ne t’oublient
pas

La traducción es: “Aquí reposa Juan Blanco Martínez, nació en España, 1866-1942, ofrecido por sus amigos de Caulnes. Los hijos no te olvidan”.

Una amiga, Consuelo Hernández Valenzuela, que vive en Saint-Ouen-des-Alleux, no muy lejos de Caulnes, ha tenido la amabilidad de ir hasta este pueblo a buscar la tumba de Juan Blanco Martínez. Pero la tumba ya no está. Ha sido levantada. En unas fotos que me envía se ve el lugar vacío. La memoria es perecedera. La del exilio español es todavía más fugaz. Nos queda sólo esta fotografía que perteneció a otros exiliados, los hermanos Joaquín y Gumersindo Díaz Morodo “Borí”; este último también murió en Francia, en Salsigne, cerca de Carcasona, y su tumba tampoco se conserva.


Marcelino Peláez Barreiro (Ounón, 1869 – Mar del Plata, Argentina, 1953)

Chafán de la plazoleta entre las calles Don Ibo y Las Huertas, con la placa a la memoria de Marcelino Peláez

Publicamos aquí una breve biografía escrita por nuestra compañera Mercedes Pérez Rodríguez con motivo del homenaje a Marcelino Peláez y leída por ella misma en el acto a la memoria de este emigrante cangués. En una de las esquinas de la plazoleta existente en Cangas del Narcea, entre las calles maestro Don Ibo y Las Huertas, el Tous pa Tous descubrió una placa de bronce a su memoria. Días después, hemos sabido que el Ayuntamiento de Cangas del Narcea, a petición del Tous pa Tous y por decreto de alcaldía de 24 de septiembre de 2015, acordó incoar expediente para dar el nombre de “Marcelino Peláez Barreiro” a la citada plazoleta.


Marcelino Peláez Barreiro (Ounón, 1869 – Mar del Plata, Argentina, 1953)

Desde mediados del siglo XIX y hasta 1930, cincuenta millones de europeos emigraron a ultramar. Unos 350.000 eran jóvenes asturianos, la mayoría entre 15 y 17 años.

Unos pocos se enriquecieron y algunos de ellos favorecieron a su tierra natal bien por altruismo bien por interés social o económico.

Marcelino Peláez emigró a Argentina donde sus comienzos debieron de ser muy duros. Por Amalia Fernández, hija de un administrador suyo, sabemos que tenía un almacén de Ramos Generales en San Agustín, a unos 100 Km de Mar de Plata. Estos comercios vendían de todo, generaban mucho dinero y no estaban exentos de peligros porque tanto los gauchos como los indígenas eran “gente muy brava”. Marcelino Peláez invirtió en tierras sobre las que gestionó la fundación de núcleos de población como Mechongué.

Los indianos o “americanos”, edificaron palacetes y panteones para uso propio y financiaron obras públicas como traídas de agua, casinos, iglesias, hospitales, asilos, boleras, lavaderos, y favorecieron especialmente la educación de los jóvenes, construyendo escuelas, dotándolas de materiales didácticos y comedores escolares, incentivando a los maestros y premiando a los mejores estudiantes.

La construcción de una escuela era una tarea que implicaba al Estado, al Ayuntamiento, a los vecinos y a los emigrantes. La intervención de los emigrantes adoptó varias fórmulas:

  • Las sociedades de instrucción, cuyo ejemplo es la Sociedad de los Naturales de Boal, nacida en La Habana en 1911, que construyó a sus expensas más de veinte escuelas en el concejo de Boal.
  • La colecta, en la que además de participar los emigrantes enriquecidos lo pudieron hacer otros menos favorecidos por la fortuna.
  • La individual, en la que un “americano” financiaba la escuela; destaco a Pepín Rodríguez, uno de los propietarios de la fábrica de tabaco “Romeo y Julieta”, de La Habana, quien constituyó una fundación que no solo construyó el edificio sino que también se preocupó del proyecto didáctico, de la dotación de materiales y profesorado.

Se calcula que unas doscientas noventa y cuatro escuelas asturianas se beneficiaron del capital de los emigrantes.

Pese a lo dicho, encontrar capital para estos fines no era tarea fácil, como señalaba Carlos Graña Valdés en carta abierta en La Maniega en diciembre de 1928, “el número de personas que se desprenden de cantidades de dinero para ayudar a sus aldeas a construir sus edificios se cuenta por los dedos”.

¿Qué hace tan peculiar el caso de Marcelino Peláez? El hecho de que no solo costeó la escuela de su pueblo natal, Ounón, como hicieron muchos “americanos”, sino que también colaboró en la construcción de la escuela de otros pueblos, donando 1.000 pesetas para todas las escuelas que se construyesen en cualquier pueblo del concejo y 25.000 para las escuelas graduadas de la villa. Es el único caso en Asturias.

Apreciemos la importancia de esa cantidad si la comparamos con otras, así para la construcción de la escuela de Naviego el Ayuntamiento puso 1.975 pesetas, la Sociedad Cangas del Narcea de Buenos Aires 1.250 pesetas y la mayoría de las donaciones solía ser de 50 pesetas.

Los pueblos beneficiados por Marcelino Peláez fueron Porley, Villar de Lantero, Santa Marina, San Pedro de Culiema, Bergame, Naviego, Linares del Acebo, Agüera del Couto, Carballo, Bimeda, Llano (con 2.000 pesetas), Santa Marina, San Cristóbal, Araniego, Carballedo, Acio y Caldevilla de Acio, etc. Disponía el concejo de Cangas del Narcea en 1931 de cincuenta y cinco escuelas, más once que estaban en construcción y esperaban llegar a las noventa en cuatro años.

Marcelino Peláez Barreiro detectó el problema de la escasa instrucción, del analfabetismo; según La Maniega en abril de 1929 en Ounón de 34 habitantes, 21 eran analfabetos, y quiso remediar esta penosa situación favoreciendo la construcción de escuelas. ¿Qué pensaría de la situación actual, cuando la despoblación aboca a muchas de estas escuelas rurales al cierre y aún presentan dificultades para impartir una enseñanza de calidad en igualdad de condiciones para todos los alumnos?

La generosidad de Marcelino Peláez no se limitó al terreno educativo, también donó importantes cantidades al Hospital Asilo de Cangas, a los pobres de Ounón y contribuyó a pagar el plano de la villa en 1930. Y sin alardear de ello, numerosos testimonios lo califican de hombre modesto; el médico Manuel Gómez en 1930 alaba su discreción: “su mano izquierda no sabe lo que la derecha hace”.

Podemos preguntarnos si tanto altruismo fue correspondido por los cangueses. Desde el Ayuntamiento de Cangas del Narcea parten dos muestras de agradecimiento:

  • Una el 9 de julio de 1930, la Corporación presidida por Joaquín Rodríguez-Arango, acordó ofrecer a Marcelino Peláez Barreiro un álbum artístico como expresión de agradecimiento de todo el concejo. Firman en él el alcalde, los concejales, y muchos maestros y escolares. Este entrañable y sencillo homenaje, costeado por suscripción popular y conservado por sus descendientes, puede verse reproducido en la Web del Tous pa Tous.
  • El otro tuvo lugar durante el pleno del 14 de mayo de 1932, cuando se hace público el agradecimiento y se acuerda dar el nombre de Marcelino Peláez a la mejor de las calles que se abran en el centro de la villa tras el derribo del convento de dominicas. Este acuerdo nunca se llevó a cabo porque la memoria de los pueblos y de sus representantes suele ser débil.

El Tous pa Tous. Sociedad Canguesa de Amantes del País descubre hoy esta placa, un monumento público que refresca la memoria del pueblo mostrando sus valores, y ha solicitado al Ayuntamiento que a esta pequeña plaza se le dé el nombre del “benefactor de las escuelas de Cangas del Narcea”, del apodado por Gumersindo Díaz Morodo “Borí” como “sembrador de cultura”, de Marcelino Peláez Barreiro.

Los Vinos de Cangas y Candamo en 1884; Respuestas a un interrogatorio sobre el vino en España realizado por el Consejo Superior de Agricultura, Industria y Comercio

Vendimia en Las Barzaniel.las (parroquia de L.lumés / Limés) en 1963, en las que aparecen muchas vendimiadoras con sus cestos y unos pocos hombres que eran los carreixones que cargaban los goxos llenos de uva. Colección Antonio Menéndez.

Desde mediados del siglo XIX el Ministerio de Fomento, del que dependía la política agrícola española, tenía entres sus objetivos recabar información sobre el estado de la agricultura y en especial sobre el ramo del vino, que era la principal fuente de riqueza del país. Para este cometido se organizó en Madrid en 1857 la Exposición General de Agricultura y en 1877 la Exposición Vinícola Nacional. A las dos exposiciones acudió una representación de los vinos de Cangas y de ello informaremos en otra noticia del Tous pa Tous.

En los años setenta y comienzos de los ochenta del siglo XIX, la industria del vino española estaba en expansión gracias a la desgracia de los vinicultores franceses, que casi habían paralizado la elaboración de vino debido a la destrucción de su viñedo por la filoxera, que procedente de los Estados Unidos de América se detectó por primera vez en Francia en 1863. Esta circunstancia se invertiría hacia 1885, al extenderse la filoxera en España (donde se confirmó su presencia en 1878) y comenzar el viñedo francés a producir, una vez superada la crisis.

Difusión de la Filoxera en el noroeste peninsular: 1872-1909. Fuente: Cuad. de Geogr. ● 77 ● 101 – 136 ● València 2005

En 1884 el Consejo Superior de Agricultura, Industria y Comercio, previendo los cambios que se avecinaban en el mercado del vino europeo, constituyó una “Comisión encargada de formular el programa para la información que ha de abrirse con el fin de estudiar los medios de facilitar la exportación de nuestros vinos”. Con tal fin se envió a Ayuntamientos, productores y comerciantes un interrogatorio con numerosas preguntas agrupadas en tres apartados: estadística, comercial y técnica. Se trataba de recabar noticias sobre la producción de vino, clases, superficie del viñedo, productividad, características del vino, precios, marcas, mercado del vino, exportación, fabricación de licores, etc. Las respuestas a este interrogatorio se conservan en el Archivo del Ministerio de Agricultura, en Madrid, y son una valiosa fuente de información para conocer el estado en que se encontraba la industria del vino en 1884.

Tratamiento de una viña con sulfuro de carbono mezclado con agua mediante una bomba a presión de tipo manual (Año 1895). Fuente: Cuad. de Geogr. ● 77 ● 101 – 136 ● València 2005

En Asturias solo respondieron a este interrogatorio dos ayuntamientos: Cangas del Narcea y Candamo, cuyas respuestas publicamos aquí. En su transcripción tenemos que agradecer la colaboración de Carolina Pelaz, del Museo del Vino de Cangas.

Las respuestas enviadas desde Cangas las firma Salvador Martínez (Cangas del Narcea, 1830 – 1889), que figura como alcalde, pero que en realidad era primer teniente alcalde, y que sí será alcalde entre 1887 y hasta su fallecimiento el 2 de diciembre de 1889. Salvador Martínez Valle era propietario de viñas y viticultor. Recomendamos su atenta lectura, porque ofrece una importante información para conocer el estado del viñedo y la producción del vino en Cangas del Narcea en 1884, antes de la llegada de la filoxera en 1894. En aquella fecha el problema era la plaga de oidium, que procedente también de América había dañado considerablemente el viñedo de Candamo y el de Cangas, y que se combatía desde hacia pocos años con azufre.

El interrogatorio se enviaba acompañado con la siguiente carta:

Consejo Superior de Agricultura, Industria y Comercio

Dictamen de la Comisión encargada de formular el programa para la información que ha de abrirse con el fin de estudiar los medios de facilitar la exportación de nuestros vinos.

La Comisión que suscribe, nombrada con fecha 21 de abril próximo pasado para formular el programa de la información que ha de abrirse con objeto de estudiar los medios de facilitar la exportación de nuestros vinos, ha examinado con el interés que requiere asunto de tal importancia, y divide la información en tres partes: Estadística, Comercial y Técnica.

Las estadísticas de nuestra producción vinícola no han llegado a hacerse con la detención que requiere la primera riqueza de nuestra Península, y sólo se han podido reunir datos y noticias semioficiales y particulares que acusan tal diferencia como la que encontramos entre los 33 millones de hectolitros que se calculan en 1858, y los 30 millones de 1877. Pero de todos modos, de cualquiera de estos datos que partamos, está en el ánimo de todos que la plantación de vides y producción de vinos ha aumentado desde aquella fecha y va aumentando cada año más.

Cubierto el consumo interior, tenemos un excedente de producción que dedicamos a la exportación, a la fabricación de alcoholes y vinagres y a la cría de vinos añejos; pero de todo ello nada debe llamar más la atención, ni merece mayor estudio, que lo que se refiere al comercio con el exterior.

En el año 1850 salieron de España 621.000 hectolitros, aumentando, con poca discontinuación, hasta el año 1873, que exportamos 2.643.000 hectolitros; de aquí fue bajando hasta el año 1876, como para tomar fuerza para una prodigiosa y progresiva subida, alcanzando en 1882 la cifra de 7.671.000 hectolitros, valorados en 333.200.000 pesetas; pero ya en 1883 empieza a descender en 106.720 hectolitros, valorados en 7.258.414 pesetas.

En este ramo de exportación, España necesita sumar, no restar, y la baja sufrida en 1883, unido a la gran cantidad de viñedos que se están plantando en España, a que la plaga filoxérica disminuye en Francia y la producción de vinos aumenta, a que nuestra rival Italia está haciendo esfuerzos privados y aun oficiales para conseguir mayor exportación, y a que Portugal en el año último ha aumentado la venta de sus vino en Inglaterra, disminuyendo la nuestra de los de Jerez, ha alarmado justamente a los vinicultores españoles, y temen, con sobrada razón, que si no salimos de nuestro letargo y emprendemos una campaña pronta y eficaz, vamos a lamentar serios males en la riqueza general de España.

Pero el Consejo Superior de Agricultura, Industria y Comercio, que no perdona ninguno de los medios que están a su alcance para colocar a España a la cabeza del proceso agrícola, no puede mostrarse indiferente en la lucha entablada entre los productores vinícolas de distintas naciones, y se propone ayudar a los nuestros en la empresa, que no le arredra, de procurar y utilizar los medios de mejorar la producción de vinos españoles y aumentar su exportación.

Para ello es preciso recurrir a las Corporaciones, a los productores y a los comerciantes de distintas provincias de España en demanda de ayuda, y pidiéndoles noticias, datos, estudios y deducciones que le guíen acertadamente en el penoso trabajo que emprende, porque el gran peligro nos amenaza de cerca.

Tengan confianza nuestros vinicultores, que las noticias que hoy se piden han de ser exclusivamente para el estudio práctico que el Consejo se propone llevar a cabo, a fin de que la exportación de vinos españoles no decaiga, aumentándola cuanto podamos, y que no demos lugar a que otras naciones, que no cuentan con los recursos de la nuestra, nos avancen en la carrera emprendida, establezcan su comercio, acostumbren aquellos paladares a sus vinos y que los nuestros se vean desatendidos.

En esta lucha, afortunadamente, hoy vamos delante; pero no debemos reposar, porque nuestros rivales son poderosos y ponen toda su fuerza para adelantarse a nosotros; por lo tanto, esta Comisión, haciéndose eco del unánime interés que tiene el Consejo, se propone no descansar, acudiendo con igual empeño al Gobierno, a los comerciantes y a los vinicultores para que, juntos todos, redoblemos nuestros esfuerzos, a fin de dar a nuestros vinos las condiciones que exigen los mercados consumidores, aumentar la exportación a los mercados abiertos y buscar otros nuevos adonde colocar el sobrante de nuestra producción.

Este pensamiento, que hoy con tanto interés acoge el Consejo, será mañana, con constancia y trabajo, una realidad que ha de convertirse en riqueza para el país y de prosperidad para la patria.

Resta tan sólo presentar el interrogatorio que han de informar las Corporaciones competentes, dejando, para cuando se reúnan estos datos, el presentar al Consejo los problemas que se han de discutir en el Congreso de Vinicultores.

El Consejo, con mayor ilustración, acordará lo más acertado.

Madrid, 1.º de mayo de 1884.
Acisclo Miranda.- Adolfo Bayo.- R.T. Muñoz de Luna.-
Juan Maisonnave.- Enrique Serrano Fatigati.

Aprobado en sesión de Consejo pleno, el día 19 de mayo de 1884.


icon Respuestas al interrogatorio sobre el Vino de Cangas en 1884 (126.51 kB)


icon Respuestas al interrogatorio sobre el Vino de Candamo en 1884 (3.57 MB)


En el homenaje a Marcelino Peláez; Sobre los “americanos”, un artículo de Borí de 1923

Retrato de Marcelino Peláez Barreiro (Ounón, 1869 – Mar del Plata, 1953)

El sábado, 10 de octubre de 2015, el Tous pa Tous descubrió una placa dedicada a la memoria de Marcelino Peláez Barreiro (Ounón, 1869 – Mar del Plata, 1953), que fue el “americano” o emigrante a América, que enriquecido allí, más ayudó a sus vecinos construyendo la escuela de su pueblo de nacimiento y dando generosas donaciones a numerosos pueblos del concejo para construir casas-escuelas y al hospital asilo de Cangas del Narcea. Aunque en los años treinta se le reconoció su generosidad, algunos de los acuerdos que tomó el Ayuntamiento para mostrar su agradecimiento no se llevó a efecto y hoy su actuación no la recuerda nadie. Por eso, el Tous pa Tous ha tomado la iniciativa de colocar esta placa en la calle Maestro Don Ibo, así como la de solicitar al actual Ayuntamiento que ponga su nombre a la plazoleta que está entre esta calle y Las Huertas.

Marcelino Peláez perteneció a ese grupo social conocido como “americanos” o “indianos”, que tuvo desde mediados del siglo XIX y hasta los años sesenta del pasado una gran relevancia en la vida social y económica de Asturias. Personas que dieron mucho dinero a sus pueblos para escuelas, carreteras, fuentes, etc., a las que se les pedía continuamente ayuda, a las que se las “chantajeaba” emocionalmente y a las que a menudo se las ensalzaba, pero también se las despreciaba.

Indianos en el pueblo, hacia 1915. El primero de pie es Gumersindo Díaz Morodo, ‘Borí’, corresponsal en Cangas de varias revistas de la colonia asturiana en Cuba.

Hemos encontrado un artículo de Gumersindo Díaz Morodo “Borí”, publicado en La Voz de Asturias el 15 de julio de 1923, en el que precisamente trata sin tapujos sobre los “americanos” y la poca consideración que recibían de sus coterráneos. Él conocía y apreciaba mucho a este colectivo. Su padre había sido un “americano”, tenía tres hermanos emigrados en Cuba y Estados Unidos de América, y él mismo había estado unos años en La Habana. Además, tenía muchos amigos emigrantes. El aprecio era reciproco, y por eso Borí fue corresponsal de Cangas del Narcea en las revistas Asturias y El Progreso de Asturias, editadas en La Habana, y representante en nuestro concejo de las dos sociedades de emigrantes de Cangas del Narcea que existían en La Habana. Él se encargaba de repartir el dinero que mandaban estas sociedades para hacer donativos a personas necesitadas, a escuelas, al asilo, etc., y él se encargaba también de informar a estas sociedades de las situaciones que precisaban de su socorro.

En esta misma web hemos publicado un articulo que Borí le dedicó a Marcelino Peláez en la revista Asturias en 1921 y que tituló: “Sembrador de cultura”.


HABLANDO DE CANGAS
LOS “AMERICANOS”

Borí

Largos años de convivencia con los cangueses que van y vienen de América me dan a conocer la triste realidad de que tanto en Cangas como en su concejo no se “conoce”, no se aprecia ni se estima como se merece al elemento “americano”.

El concepto que del “americano” tienen formado estas gentes es tan erróneo y tan… tanto, que daría grima si no provocase carcajadas. Para la mayoría, el “americano” es un “primo”, en toda la acepción de la palabra, y como a tal “primo” solo se ve en él al individuo a quien se puede explotar y engañar cándidamente. El título de “americano” es señuelo para esa mayoría de dejarse engañar y explotar.

Si se trata de un emigrante de aldea, apenas regresa a su pueblo –y como a todo “americano” se le supone repleto de oro- llueven sobre él peticiones de dinero, peticiones en muchos casos dirigidas por convecinos que están en mucha mejor situación económica que el emigrante que regresa. Le piden por pedir, suponiendo que podrán quedarse bonitamente con el dinero que tantos trabajos y sudores habrá costado al emigrante. Si éste accede a esas peticiones, a tantos como crea favorecer, tantos enemigos se creará. Si se niega, entonces se procurará perseguirle y vejarle, hasta obligarle a marcharse nuevamente, para con “los suyos”, como los desengañados dicen.

Se dan también los casos de “americanos” que guiados por su amor al rincón en que nacieron regresan con intención de instalarse definitivamente en el pueblo natal. Apenas llegados, observan el abandono en que se halla todo lo que depende de la administración pública, y principalmente lo que se refiere a la enseñanza primaria, pues la experiencia les demostró que el analfabetismo es la mayor calamidad que puede afligir y aflige a los pueblos. Sus miradas y sus pensamientos se dirigen, pues, a la escuela. Si disponen de suficiente dinero, ofrecerán una cantidad, siempre bastante respetable, para la construcción de un edificio escolar, y no se fijan en que desde el momento del ofrecimiento empieza su calvario. A los mismos a quienes quieren favorecer les parecerá poco el donativo del “americano”, y pretenderán que él cargue con todo y acaso también con las contribuciones del pueblo. Y si despreciando este africanismo rural acude en demanda de apoyo al elemento oficial, le saldrá al paso, cuando no la persecución, una montaña de balduque de expedientes que le abrumará por completo. En fin, que entre todos procurarán cansarle y aburrirle, y le obligarán a renunciar a sus altruistas proyectos y a marcharse de nuevo con sus energía y su dinero a crear vida y cultura en pueblos extraños.

Así es la realidad de las relaciones que el concejo sostiene con el “americano”. En beneficio de todos, de la prosperidad y cultura de la comarca, se hace necesario un radical cambio en el modo de tratar al “americano”. Es preciso ver en el “americano” –aparte del creador de vida en el concejo con los muchos miles de pesetas que anualmente se envían de América- no al ser a quien se procure explotar, sino al portador de progreso y cultura, al hombre de sensibilidad extremada por el dolor, que responde siempre en remedio de calamidades cuando del hogar patrio se le llama. El “americano” tiene más de espiritualista que de materialista, y le duele y ofende, con dolor y ofensa que no olvida, esas continuas pretensiones de engañarle y de atacarle a los bolsillos que ve en la inmensa mayoría de sus paisanos… y familiares.

El Ayuntamiento cangués debiera ser el primero en procurar establecer lazos de no mentida fraternidad con las colonias canguesas de América. Solo en Cuba existen dos agrupaciones integradas por naturales del concejo. ¿Por qué el Ayuntamiento no ha de ponerse en relación continua y “oficial” con esos hijos ausentes, ofreciéndoseles en todo y protegiéndoles al regreso de inicuas persecuciones y castigando cualquier intento de engaño o explotación en que se quisiera hacerles victimas? Y hasta creo que no estaría mal que uno de los principales números de fiestas del verano estuviera dedicado exclusivamente a los “americanos”, cual hacen ya otros concejos asturianos que comprenden mejor que nosotros lo que el “americano” es y significa en todos los ordenes de la vida provincial.


(La Voz de Asturias, 15 de julio de 1923).


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Álbum de Homenaje a Marcelino Peláez en 1931

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Detalle de la placa que va en la cubierta del álbum

En 9 de julio de 1930, el Ayuntamiento de Cangas del Narcea, presidido por Joaquín Rodríguez-Arango, acordó ofrecer a Marcelino Peláez Barreiro (Ounón, 1869 – Mar del Plata, Argentina, 1953) un álbum como expresión de agradecimiento de todo el concejo por su colaboración en la construcción de casas-escuela, pues “desde hace varios años viene concediendo un donativo de 1.000 pesetas para cada casa-escuela que se construya en este concejo y que levantó a sus expensas un buen edificio escolar en Onón, pueblo de su nacimiento”.

Con tal fin, el ayuntamiento abrió una suscripción popular. Los donativos podían entregarse en las confiterías de Milagros Rodríguez y Joaquín López Manso, y en los comercios de Vicente Oliveros, Evaristo Morodo, y Morodo y López. Se recaudaron 600 pesetas. La relación de donantes puede verse en los números 27 a 35 de la revista La Maniega de 1930 y 1931. Fueron muy numerosas las donaciones de maestros y padres de alumnos de los pueblos favorecidos por la generosidad de Marcelino Peláez: Cangas del Narcea, Cibuyo, La Regla, Pousada de Rengos, San Pedro de Arbas, Villacibrán, Carballo, Villategil, Gedrez, Santa Marina, Carballéu, Pousada de Besullo, Las Montañas, Bimeda, Biescas, Acio y Caldevilla, Sillaso, Mieldes, Leitariegos, Naviego, Porley, Vallado, Valleciello, San Pedro Coliema, etc.

El álbum fue obra de Tomás F. Bataller (Madrid, 1891-Oviedo, 1962), artista especializado en dibujar diplomas, títulos y esta clase de álbumes honoríficos. En las primeras páginas aparece el retrato de Marcelino Peláez y dibujos de su casa natal y la escuela de Ounón, así como de una vista de la iglesia de Cangas del Narcea y el palacio de Omaña desde el río. A continuación aparecen las firmas del alcalde (Mario de Llano) y los concejales de la corporación el 14 de abril de 1931, de los miembros de la comisión que se encargó de la suscripción popular y de los maestros de las escuelas que él ayudó a construir y de algunos niños de cada escuela.

El álbum lo conservan sus descendientes en Cangas del Narcea.

Banda de música de Cangas del Narcea

Los primeros datos documentales conocidos de una agrupación musical o Sociedad Filarmónica en Cangas del Narcea datan de 1854. Estas agrupaciones estaban, más o menos, subvencionadas por el Ayuntamiento y llegaron a contar con más de treinta músicos.

Banda Municipal de Música (1904 – 1967)

Banda Municipal en el patio de las escuelas en la calle Mayor, director José Castro, 1908. Algunos componentes: Antón Arce, Arturo Pertierra, El Meca, Nicolás Reitán, Benito Castelao, Vicentillo, Pedro el Sacristán, Benigno Torgas, Rafael el Carralo, Pucheras, Jaime Graña.

En el año 1904, siendo alcalde José Pallarés, el Ayuntamiento de Cangas nombra por primera vez un profesor para dirigir la “Banda Municipal de Cangas”; el cargo fue ocupado por Bonifacio Pérez Ablanedo de manera interina. Se adquieren instrumentos, atriles, métodos de estudio, etc., se redacta un reglamento y ordenanzas, y se alquila un local para ensayar. Esta banda municipal dio su primer concierto público en 1906.

En febrero de 1907, estando al frente de la alcaldía Nicolás de Ron Flórez-Valdés, otorgan la plaza oficial de director a José de Castro, con un sueldo anual de 1.500 pesetas, quien desempeña este puesto hasta 1911.

De 1912 a 1919 la dirección corrió a cargo de distintos músicos: Benigno Díaz, Bonifacio Pérez y Lorenzo Menéndez; durante esta época la banda fue desapareciendo paulatinamente, actuando en alguna ocasión en que se reunían los músicos a tal fin.

La reorganización de la banda comienza en 1925, siendo alcalde Porfirio Ordás, nombrando para el cargo a Lorenzo Menéndez Alonso, insigne director cangués. Aquí comienza una de las épocas más gloriosas del Banda Municipal de Música de Cangas, que duró hasta 1947 (con el paréntesis de la Guerra Civil), año del fallecimiento de don Lorenzo. En esta etapa de nuestra agrupación, las actuaciones fueron numerosas en la misma villa de Cangas, en varios pueblos del concejo, en Allande, Tineo, Salas, Grado, Oviedo y en todos los actos oficiales que la requerían. Los componentes oscilaban entre veintiséis y treinta y un músicos.

Al fallecimiento de don Lorenzo tomó las riendas de la banda el músico Justo Uría, y después estuvo en manos de Luis Tornillo, hasta 1950.

A partir de este año el director fue Manuel Salinero Rueda, de Herencia (Ciudad Real). En este tiempo del señor Salinero, la banda tuvo una época brillante: ofreció su primer concierto en el Teatro Toreno para presentar al nuevo director, participó en el desfile del día de América en Oviedo, y realizó numerosas salidas dentro y fuera de la provincia. Este director cesó a finales de 1954.

En 1950, siendo alcalde José María López Morodo, se formó el “Patronato Protector de la Banda Municipal de Música” para ayudar a sanear y hacer frente a los gastos ocasionados por la compra de varios instrumentos, llegando a tener un gran número de socios.

En el parque de Cangas, delante de el quiosco, años 60, director Juan José Urain. Benjamín, Mariano, Vicente, Pepe Cotorro, Juan José Urain, Lulo, Jose Pablo, Julio, Juan la Bombera, Luli, Marcial, Raúl, Pepe Ríos, Pipo Rancaño, José M. Hidalgo, Ángel Gancedo, Chapinas.

En el año 1955, bajo el mandato en la alcaldía de Manuel Álvarez Cosmen, se nombra director a Juan Ors Asensi, de Alicante (casado con una canguesa), que fallece repentinamente el 24 de agosto del mismo año, dirigiendo la banda en la localidad de Caboalles de Abajo (León). A pesar de su corta estancia entre nosotros, fue una persona muy querida por todos los cangueses, y muy en especial por los músicos que tocaban con él.

En 1956 se hizo cargo de la dirección de la banda municipal Juan José Urain Macazaga, natural de Deba (Guipúzcoa), que había aprobado la oposición nacional al “Cuerpo de Directores de Bandas de Música” y éste era su primer destino. Estuvo al frente de la agrupación hasta 1967, fecha en que desapareció la Banda Municipal de Música debido, entre otras cosas, a una ley del gobierno que obligaba a los ayuntamientos a incluir en sus plantillas a los músicos que la integraban, con el sobregasto que ello suponía para las arcas municipales, que fue imposible de asumir. Por esta fecha era alcalde José Flórez Sierra.

Directores y músicos de la Banda Municipal de Música (1904 – 1967)

Directores:

Bonifacio Pérez Ablanedo, José Castro, Lorenzo Menéndez Alonso, Luis G. Tornillo, Manuel Salinero Rueda, Juan Ors Asensi y Juan José Urain Macazaga.

Músicos (con los nombres conocidos en Cangas):

Patio del Ayuntamiento, año 1952, director Manuel Salinero. Benjamín el Serrano, Layo, Vicente el Nenín, José Reguerón, Pepe el Sastre, Suso, Pepe Ríos, El Pinche, Caneo, Justo, Manuel Salinero, Lolo Gloria, Kiko, Cándido Fuertes, Noni Sipleta, Cándido Membiela, Neto, Quique Caneo, Tito, Pepín Ríos, Raúl Arbas y Manolín el Roxo.

Antón Arce, Arturo Pertierra, El Meca, Nicolás Reitán, Benigno Díaz López, Pedro el Sacristán, Benigno Torgas, Rafael el Carralo, Pucheras, Vicentillo, Jaime Graña, Benito Castelao, Ignacio Castelao, Cañita, Pepón del Aire, Santiago Pepenitos, Talo Marinero, Pepe Lola, Abilio el Ruxio, Quin de Colón, Pepe Natalio, Chano Caneo, Cándido Reitán, Pepe don Matías, Manolo Carolo, Jesús el Pinche, Felipe el Jopo, Justo Uría, Bolívar, Domingo Otero, Luis Queipo, Manolín de Santana, Pepe la Osa, Juacona, Catalín, Sandalio Gurdiel, Antonín de Zoila, Lili el Carralo, Pepín el Pesqueiro, Senén Uría, Joaquín Arias, Pepe Cureba, Benigno Ríos, Manuel Ríos, Talo, Rodrigo Juacona, Tano Juacona, Gil Juacona, Gerardo Tejón, Luis Tejón, Caneo, Ñan, Sotero, José Mª el Pinche, Noé Pachón, Sabino, César Generosa, Antón de Pepe el Madreñero, Lulo de Pepe el Madreñero, Pepe Ríos, Antón el Ruxo, Benjamín el Serrano, Pepe Corolo, Manín Pachón, Layo, Negrito, Pepe el Sastre, Agustín de Corias, Manolín Arbás, Raúl Arbás, Antonín de Siro, Felipe el Jopo (hijo), Vicente el Nenín, Kiko Juacona, Lolo Gloria, Cándido el Mesón, Neto, Suso Mourán, José Reguerón, Gión, Marino, Óscar de Mohina, Tito, Manolín Latas, Pepín Ríos, Manolín el Roxo, Chapinas, César Ceide, David Reitán, Falinge, Parreño, Juaco el Patalico, Carlista, Pepe Gancedo, Falo el Carralo, Luis Casielles, Noni Sipleta, Manolito Salinero, Pepín el Serrano, Manolín Parreto, Pepe Parreto, Raúl Queipo, Marcial Queipo, Ignacio Esquisabel, Lulo el Bicho, Benito Carolo, Pepe Garabata, Juan la Bombera, Julio Gancedo, Ángel Gancedo, José Pablo, Secundino Barela, Pepe Piluco, Mariano, José Manuel Hidalgo, Paquito Extremeño, Vicente Arbolente, Ángel Precioso, Pepe Rueda, Pipo Rancaño, Julio Queipo, Víctor Gión (hijo), Pepe Iglesias, Pepe Cotorro, Jamín Capador, Mauro Corolo y Luli Corolo.

Advertencia: Faltan los nombres de algunos componentes de la primera Banda Municipal de Música. Asimismo, ruego disculpas si he omitido algún otro nombre, no es mi intención, pero la falta de listados o documentación oficial antigua no da para más.

Álbum de fotos de la banda municipal de música (1904 – 1967)


Banda de Música de Cangas del Narcea; Asociación Canguesa de Amigos de la Música (ACAM)

Instrumentos adquiridos por la Asociación Canguesa Amigos de la Música (ACAM) el 19 de abril de 1989 por un importe de 5.178.825 pesetas sufragadas por la empresa ALSA

En 1987, veinte años después de la desaparición de la banda municipal, un grupo de cangueses encabezado por José Cosmen, Cándido Álvarez Membiela, Secundino Cosmen, Ángel Luis Álvarez, Manuel Cosmen, José Uría, David A. Membiela, Fernando Graña, José Pablo, Pepe Gayón y José Pérez “Serranín”, se reúne para intentar recuperar para Cangas la tan añorada y recordada Banda de Música, pues siempre habían quedado en el corazón las actuaciones en las plazoletas, las procesiones y, como no, los bailes en El Paseo durante el verano.

En ese encuentro, entre otros acuerdos, se designa a Cándido Álvarez Membiela como secretario para que empiece de inmediato con todo el papeleo, pues la parte económica, que era lo más difícil de solucionar, la resolvería el grupo ALSA. A finales de ese mismo año de 1987, estaba constituida legalmente la Asociación Canguesa Amigos de la Música (ACAM), con estatutos y reglamento aprobados por el Gobierno Civil. La primera Junta Directiva tuvo como presidente a Secundino Cosmen y como secretario a Cándido Álvarez Membiela.

Se contrata al profesor Manuel Sánchez Cantón para dar clases de solfeo y de algunos instrumentos a los más de 140 alumnos inscritos, que deseaban pertenecer o al menos intentar ser componente de esa nueva banda de música que ya empezaba a ver alguna luz después de muchos años.

El alto número de jóvenes matriculados sorprendió muy gratamente a la Junta Directiva, pues el esfuerzo y el empeño para la recuperación de la banda había tenido una respuesta agradable y desbordante.

Banda de música en el patio del ayuntamiento en 1990. Director Gonzalo Casielles.

A principios de 1989 se contrata como director a Gonzalo Casielles. Nos ofrece en su presentación, a modo de tarjeta navideña, un pequeño concierto, el 31 de diciembre de ese mismo año, en el patio del Ayuntamiento (o palacio del conde de Toreno), que nos llenó de una inmensa alegría a todos los allí presentes. Cuando Gonzalo Casielles acepta la propuesta de ACAM estaba ejerciendo como profesor de trompeta en el Conservatorio de Avilés. Estuvo al frente de la banda hasta 1996.

Juan Manuel Díaz “Lito”, catedrático del Conservatorio Superior de Música “Eduardo M. Torner” de Oviedo, fue el sustituto del Sr. Casielles. Se hizo cargo de la batuta de dirección desde 1997 hasta octubre de 2014. La llegada de “Lito” fue clave para la creación de la Escuela de Música de la Asociación, que lleva impartiendo clases de solfeo y de instrumento a varios cientos de jóvenes.

En octubre de 2014 continúa en la dirección de la banda Marcos Malnero, que cursó estudios en el Conservatorio de Música “Eduardo M. Torner” donde obtuvo los títulos de piano, trombón, solfeo y teoría; actualmente es profesor de trombón del Conservatorio de Avilés.

Desde la creación de esta nueva Banda de Música de Cangas del Narcea, esta formación ha realizado numerosas actuaciones, destacaremos las siguientes: los Festivales de Bandas del Principado de Asturias; desfile del Día de Asturias en Gijón; desfile del Día de América en Oviedo; concierto del Día de Asturias en los actos de La Morgal organizados por el Gobierno del Principado de Asturias; conciertos en Mieres, Avilés, Salas, Tineo, Belmonte, Pola de Allande, Pola de Siero, La Felguera, Benavente (Zamora) y La Pobla Larga (Valencia); conciertos de Música en la calle en Oviedo y Avilés; concierto en el Auditorio “Príncipe Felipe” de Oviedo; tres conciertos en L’Absie (Francia); concierto en el Parque del Retiro en Madrid; concierto de la grabación de un documental para el Canal Internacional del TVE; procesiones, desfiles y conciertos en el propio concejo de Cangas del Narcea, tanto en la calle como en el Teatro Toreno. El primer presidente de la asociación ACAM, Secundino Cosmen Adelaida, continuó ejerciendo dicho cargo hasta su fallecimiento en junio de 2000. En esa fecha, la Junta Directiva nombra presidente a José María Flórez de Uría, que estaba ejerciendo el cargo de vicepresidente, y permanecerá en la presidencia hasta marzo de 2004.

El 26 de marzo de 2004 es nombrado presidente Ángel Luis Álvarez López, que desde 1990 había desempeñado los cargos de secretario y vicepresidente de ACAM; continuó como presidente hasta octubre de 2014.

Desde esta fecha, la presidenta es Alicia Arias Fernández, que ejercía con anterioridad el cargo de vicepresidenta. La banda de música, siempre muy vinculada con la villa de Cangas y en especial durante los festejos del Carmen, está integrada por esforzados y buenos músicos. Consideramos importante rendirles un pequeño, pero muy merecido homenaje, citando los nombres de quienes durante más de cien años nos han hecho disfrutar con sus actuaciones.

Directores y músicos de la Banda de Música de Cangas del Narcea; ACAM (1989 – 2006)

Banda de música en el patio del ayuntamiento en 1993. Director Gonzalo Casielles.

Directores:

Gonzalo Casielles, Juan Manuel Díaz “Lito” y Marcos Malnero.

Músicos:

Marta Arbás, Caraduje, David Crespo, David Membiela, Mónica, Felipe, Jorge, Mª José, Chema, Melinda, Ana, Óscar, Belén, Luis Fernando, David Uría, Luis Pasamonte, Rubén Uría, Silvia, Marcelino, Alicia, Dani Uría, Olaya, Felipe Sierra, María Luiña, Rocío, Pepe La Espina, Laura, Aroa, Pablo, Alejandro, José Antonio, Luis, Abel Freire, Jaime, Iván Granados, Rosalía, Isaira, José Luis, Marta, Benito Sierra, Natalia, Adán, Merce, Gemma, Toni Freire, Akira, Ángeles, Juan Pedro, Mario, Eli, Elpidio, Andrés, Joaquín Cachón, Dani, Sara, Eva, Jesús, Emilia, Sandra, Roberto Cristo, Germán, Roberto Cuervo, Montse, Tit, Noelia Fernández, María Luisa, Isabel, Silvia García, Rosalía Uría, Jesús Roney, Raquel, Anabel, Antonio, Noelia, Alejandro, Beto, Tino, Julio, Tania, Aliva, Adrián, Villa, Verónica, Marcos, María Fernández, Diana, Jeny, Lorena, Pablo, Almudena, Diana Adralés, Abrahan, Dani Carceda, Julio Gancedo, Claudia, María, Regina, Mateo, Emilio, Lanchares, Nélida Magadán y sus hijas Nélida y Tania Menéndez.

Álbum de fotos de la banda municipal de música; ACAM (1989 – 2013)


Curiosidades

  • Existen familias que estuvieron abuelos, padres y cuatro hijos (familia Juacona); padre, tres hijos y un tío (familia Carolo); de padres e hijos varias (Reitán, Carolo); tres hermanos (Gancedo), tres hermanos y un hijo (familia Ríos).
  • Gonzalo Casielles es hijo del músico Luis Casielles.
  • Don Lorenzo Menéndez estuvo dos veces de director.
  • Manolito Salinero era hijo del director Manuel Salinero.
  • Músicos que ejercieron de director por ausencia o falta de él: Benigno Díaz López, Justo Uría, Nicolás Reitán y Domingo Otero.
  • El grupo de músicos que formaron la orquesta “Nopal”, todos ellos fueron componentes de la banda.
  • Los principales componentes del grupo “Los Son de Arriba”, también pertenecieron a nuestra banda.
  • Músicos de la Banda, como Belén, Roberto Cuervo, Pablo, Dani clarinete, son hoy profesores de Conservatorio o están en orquestas sinfónicas por Europa u ofreciendo conciertos de solistas.
  • El músico Julio Gancedo es el único que perteneció a la Banda Municipal y a la de ACAM.
  • Varios componentes de la actual banda llevan en ella desde su fundación: David Membiela, Alicia, Titi, Ana, Caraduje, Rubén, Marisa y Tino.
  • Destacar la labor de Cándido Álvarez Membiela, gracias a su empeño, esfuerzo, trabajo, pasión y ganas, hoy podemos disfrutar de nuestra banda.

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Últimos salmos en Besullo

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Dina Rodríguez (Besullo, 1933-2014), la última descendiente de los primeros pastores evangélicos de Asturias.

El fallecimiento de Dina Rodríguez convierte en memoria a la última comunidad protestante de la Asturias rural. La localidad del suroccidente astur fue un pequeño reducto de libertad y tolerancia religiosa durante más de siglo y medio, y su iglesia-escuela de ‘Casa Xuacón’ sirvió para dar a conocer el reformismo del cristianismo evangélico y formar a generaciones de estudiantes de la que salieron la primera farmacéutica de España, Marina Rodríguez, los lingüistas y bibliotecarios Caridad, Juan y Lorenzo Rodríguez-Castellano y el dramaturgo Alejandro Casona.

En Besullo ya nadie recitará más salmos. Ni pasará las páginas de la vieja Biblia de 1870 que la Sociedad Bíblica Evangélica hizo llegar a Casa Xuacón hace siglo y medio. Dina Rodríguez, la última protestante de Besullo, ya descansa desde enero de 2014 en el cementerio de su fe, una huerta invadida por los helechos y con otras dos únicas lápidas, la de su hermano Manuel y la de su prima Ana María. El protestantismo en este rincón del suroccidente asturiano ya es historia.

Una historia mínima, pequeña, pero que ejemplifica la posibilidad de que la convivencia entre distintos y el respeto a los credos e ideas ajenas es capaz de sortear la intolerancia y la ignorancia de los fanatismos. Porque Besullo fue desde el último tercio del siglo XIX un pequeño reducto de libertad y convivencia religiosa, en el que católicos y protestantes se convencieron de que sus rezos se dirigían a un mismo Dios y que de poco servía el humo de las hogueras de tantos torquemadas.

Dos postales de aquel Besullo: la capilla evangélica se levanta contigua a la iglesia católica de San Martín y los más mayores aún recuerdan que Daniel Rodríguez, último pastor protestante hasta 1984 y padre de Dina, compartía partida de cartas y café con gotas con los curas de sotana y alzacuello.

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Protestantes de Besullo

Los Rodríguez de Besullo fueron los pioneros en traer al Suroccidente asturiano el mensaje de la segunda reforma protestante, un movimiento que dejó atrás los rescoldos del dogmatismo luterano para abrirse a los nuevos tiempos. No dejó noticia alguna el colportor Georges Brown, Jorgito el Inglés en su relato ‘La Biblia en España’, que distribuyese alguno de sus ejemplares por las tierras de Cangas y de Tineo.

La versión de la Biblia realizada por Cipriano de Valera, editada en 1870 por la Sociedad Bíblica, fue la que envió desde Madrid Manuel Rodríguez, tras abrazar la fe luterana, a su cuñado Antonio Rodríguez. Ahí nace la primera congregación protestante de Besullo, que se extiende también a la vecina localidad canguesa de Pumar. Superando trabas continuas, pese a la declaración de libertad religiosa recogida en la Constitución de 1869, la comunidad evangélica da sus primeros pasos y suma a varias familias que encuentran en el reformismo protestante y en la lectura directa de los textos bíblicos lo que el catolicismo negaba.

Fe y educación

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Versión de la Biblia realizada por Cipriano de Valera, editada en 1870 por la Sociedad Bíblica

Combatir el analfabetismo y la ignorancia fue el primer objetivo de aquellos primeros protestantes de Besullo. Aprender a leer y a escribir era la única fórmula para acceder directamente a los textos bíblicos, sin intermediarios ni exégetas. La capilla de Casa Xuacón se convirtió también en colegio, donde los hijos de las familias evangélicas, pero también las de las católicas, acudían a recibir las primeras letras. Después, los más adelantados tuvieron la oportunidad de asistir a las aulas de colegios protestantes ‘El Porvenir’, fundado por el médico alemán Federico Fliedner, y el ‘Instituto Internacional de Señoritas’ que creara el matrimonio estadounidense Gulick.

En estos centros se impartía una educación alejada de los dogmatismos del cristianismo trabucaire y allí se formaron hombres y mujeres de ciencias y letras. Marina Rodríguez se licenció en la Universidad Central de Madrid en 1900 como la primera farmacéutica española; Lorenzo Rodríguez-Castellano se convirtió en una referencia de la biblioteconomía y de la filología, al igual que sus hermanos Caridad y Juan, dedicados a la investigación y a la enseñanza de la literatura española en varias universidades estadounidenses. Alejandro Casona, de primer apellido Rodríguez, era hijo de un protestante de Besullo que abrazó el catolicismo. Sin embargo, Casona mantuvo vivo el contacto con la comunidad evangelista en sus habituales visitas al pueblo paterno.

No es casual que muchos progresistas españoles, alérgicos al adoctrinamiento católico escolar, buscaron en los colegios protestantes otros tipo de enseñanza: los hijos de Pablo Iglesias se formaron en ‘El Porvenir’, mientras que el ovetense Indalecio Prieto estudió en el colegio protestante de Bilbao.

El alemán de Besullo

Federico Fliedner tuvo un papel esencial en la consolidación de la comunidad protestante de Besullo. Desde que tuvo conocimiento de su existencia se volcó en prestar todo tipo de ayudas y dio a conocer el nombre de Besullo por Europa con los informes enviados a sus amigos en las Hojas de España. En una de las primeras comunicaciones relataba que “en el centro de la costa norte de España está el reino de Asturias y no lejos de su límite occidental, la cabeza de partido Cangas de Tineo. A unas horas de distancia, en medio de las montañas, en el apacible pueblo de Besullo hay una pequeña congregación”.

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Manuel Rodríguez en el cementerio protestante de Besullo donde hoy está enterrado junto a su hermana Dina y una prima, entre otros.

Fliedner, médico y misionero reformista alemán, la visitaba asiduamente y conocía la realidad de los habitantes de las zonas rurales. “Muy triste era la situación en los montes de Asturias, y también en la aldea de Besullo… morían las personas de agotamiento y hambre, y cuando además una gran nevada cubrió montes y valles, haciendo imposible toda comunicación, la necesidad apremiante partía el alma…”, anota en una de sus Hojas de España distribuida entre las federaciones protestantes europeas.

Fliedner y el matrimonio Gulick vieron en Besullo no sólo un territorio de misión. De aquella pequeña comunidad salieron varios pastores que extendieron la fe evangélica por otras regiones de España. Uno de los más nombrados fue Daniel Rodríguez, que pronto destacó y fue enviado a estudiar teología en L’Oratorie de Ginebra. En 1897 fue ordenado pastor, siendo destinado a la iglesia de Jesús de la calle Calatrava de Madrid, una de los primeros templos protestantes españoles. Dos años más tarde fue nombrado pastor de Reus para posteriormente ejercer en diferentes ciudades de Francia, incluso en el frente de la Primera Guerra Mundial con el ejército galo.

La procedencia canguesa marcó la trayectoria de Daniel Rodríguez en sus diferentes destinos y la publicación Le Christianisme au XXe lo define como “pastor sumamente consagrado, concienzudo y modesto, que sin ruido, sin alarde, realizó una obra espiritual profunda. De temperamento robusto, lleno de energía y de celo visitaba mucho a sus feligreses y recorriendo las montañas (…) sabia penetrar libremente en todos los hogares y ganarse la simpatía de los aldeanos”.

Besullo fue también un ejemplo de convivencia cívica. Alejandro Rodríguez, protestante, se convirtió en alcalde de la localidad durante la II República y destacó por impulsar instalaciones públicas, como la escuela o la carretera con Cangas del Narcea, entre otras muchas. Una convivencia vecinal que perduró en la dura postguerra, pese a las imposiciones del nacional-catolicismo de la dictadura franquista.

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Manuel y Dina Rodríguez en la escuela-capilla de Casa Xuacón

El declive de la comunidad evangélica de Besullo se produjo en los años 50 del siglo pasado, parejo al éxodo rural hacia las cabezas de comarca y las zonas industriales. Pese a todo, los Rodríguez, los Castellano, los Brixiel, los Ferreiro y otras familias mantuvieron viva la pequeña congregación durante el siglo XX, hasta que en 1984 la muerte del pastor Daniel Rodríguez, padre de Dina, dejó limitada la actividad a una celebración litúrgica anual a la que acudían miembros de iglesias de Oviedo, Gijón y Avilés.

La escuela-capilla de humildes cruces de madera, pupitres envejecidos y carteles con citas evangélicas, y el cementerio custodiado por una sebe descuidada son ya las únicas huellas del Besullo protestante. Manuel y Dina Rodríguez fueron sus custodios en los últimos veinte años. También cuidaron de los textos religiosos heredados de sus mayores, como esa Biblia de 1870. Hasta hace muy poco, el pasado 6 de enero, aún los vecinos oían entonar a Dina los salmos aprendidos de los suyos. Fueron los últimos salmos de Besullo. Hoy sólo quedan tres lápidas, las piedras y la memoria.


Artículo publicado en Asturias24, mayo, 2014. Autor: Rafael Ardura Suárez (Carrespientes/Mieres, 1961) es licenciado en Historia y se dedica a la enseñanza desde hace treinta años.


Leitariegos acoge la presentación de un libro del Siglo XIX hasta ahora inédito

El Puerto de Leitariegos, Cangas del Narcea. Octubre de 1977. Fotografía de José Ramón Lueje. Colección: Museo del Pueblo de Asturias (depósito de Pedro Lueje).

Algo más de cien años ha permanecido inédito el texto que el secretario del ayuntamiento de Leitariegos/Brañas, José Rodríguez Riesco envió a Bellmunt y Canella para su conocida obra sobre los concejos de Asturias.

Lo acaba de recuperar la asociación Tous pa Tous de Cangas del Narcea porque aporta numerosos datos sobre la vida cotidiana de un concejo que fue absorbido por Cangas en 1924. También incluye menciones a documentos que desaparecieron con la anexión y que muestran las constantes tensiones con el ayuntamiento vecino y la nobleza leonesa.

La existencia del concejo de Leitariegos está ligada al paso por el Puerto. En el siglo XIV el Rey concedió a sus vecinos el privilegio de no pagar impuestos ni ir a la guerra a cambio de ayudar a quienes tuviesen dificultades para franquearlo.

En su texto, José Rodríguez Riesco denuncia que la retirada del privilegio conduciría directamente a la despoblación. Por aquel entonces se construía la actual carretera que comunica Asturias con León y las autoridades consideraron que ya no era necesaria la ayuda de los vecinos.

El privilegio real permitió a Leitariegos/Brañas alcanzar una población que a finales del XIX, cuando Riesco escribía, rondaba los 350 vecinos, hoy son solo 60.


Noticia publicada en: www.rtpa.es

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José Avello Flórez, Cangas del Narcea y la identidad

Pepe Avello

Pepe Avello a la sombra del tejo de Regla de Cibea en 2014

En la vida, las personas nos movemos en dominios culturales donde actuamos de manera diferente y nos relacionamos con personas también diferentes. José Avello Flórez (Cangas del Narcea, 1943-Madrid, 2015) tuvo una vida rica en dominios: la universidad, el mundo literario, África, Argentina, Madrid, las amistades de esos lugares, las empresas, la familia,… y Cangas del Narcea, que fue su primer dominio y que va a ser al único al que me voy a referir aquí.

Me cuesta hablar de Pepe, porque todavía no me he hecho a la idea de que no estando aquí, en Cangas, no esté en Madrid, en su casa de la calle General Oráa, o de viaje. Nos veíamos poco, en semana santa o en verano, y tampoco hablábamos mucho por teléfono. Pero siempre que apretaba en los contactos del móvil “Pepe Avello”, siempre salía su voz, siempre estaba ahí para facilitarte cualquier cosa que le pedías, fuera lo que fuera.

Pepe era de esa clase de personas que logra que la vida sea más fácil para los demás y que consigue  que la Tierra sea un lugar agradable en el que vivir. Algunas de sus cualidades: gran lector, espléndido conversador y una de las pocas personas que conozco que todavía recomendaba libros y lecturas, hecho que agradezco mucho. También era un buen escritor. Autor de dos novelas: La subversión de Beti García (1984), que fue finalista del Premio Nadal en 1983, y Jugadores de billar (2001), que obtuvo el Premio de la Crítica de Asturias 2001, el Premio Villa de Madrid de Narrativa “Ramón Gómez de la Serna” 2002 y fue finalista del Premio Nacional de Narrativa 2001.

Fue desde muy joven un tipo despierto y observador. En 1960, a los 17 años, ganó el primer premio del Certamen “La realidad económica de España”, organizado por el Frente de Juventudes y al que habían concurrido un buen número de estudiantes de bachiller. Cursaba sexto de bachillerato en el Colegio del Corazón de María, de Gijón. Y el domingo 5 de junio de ese año apareció en el diario Voluntad, editado en esa ciudad, una entrevista que le hizo Daniel Arbesú. Algunas de las preguntas y respuestas de esa entrevista son las siguientes:

– ¿Cuándo has comenzado a preocuparte por la ciencia económica?

– Este curso, ya que tenemos diversas lecciones de economía en la Formación del Espíritu Nacional.

¿Qué es lo que más te inquieta?

– El bienestar de España. Un lógico afán de superación. Por eso titulé mi trabajo con el nombre de “Ansia”. Me gusta la economía por su gran condición humana.

[…]

¿Lees mucho?

– Mucho. Leer es una de mis aficiones.

– ¿Cuáles son esas aficiones?

– Aparte de la lectura, el estudio, el deporte y viajar.

[…]

¿Serán esos tus estudios universitarios?

– Mi ilusión es cursar las carreras de Derecho y Filosofía y Letras.

¿Qué te incitó a presentarte a este certamen juvenil sobre economía?

– El tema y su interés principalmente, y de manera subsidiaria la importancia del premio que me servirá de ayuda para mi próximo viaje al extranjero.

¿Qué viaje es ese?

– Está condicionado a que apruebe dentro de unos días la reválida. Si es así, iré a pasar tres meses por Inglaterra, a un campo de trabajo, y luego a Bélgica, Alemania, Suiza y Francia, para volver a España a cursar el Preuniversitario.

¿Es éste tu primer viaje largo?

– No. Ya el año pasado estuve por el verano en un campo de trabajo, en el Valle de Arán. Fue magnifico aquello; una estupenda convivencia con jóvenes extranjeros de nuestra misma edad. Aprendí mucho allí. El valor del trabajo y de la diversión, el esparcimiento.

[…]

Como economista en ciernes ¿qué crees tú que le falta a esa ciencia?

– Un poco de filosofía en su aplicación humana. Para mí, economía individual, más economía social, dan la perfecta amalgama de lo económico.

– ¿Cómo ves la economía española?

– Al año de la estabilización, ya se están dando los primeros beneficios. La economía actual es como una cuesta empinada, casi vertical, que todos los pueblos tratan de superar.

En esta entrevista ya están esbozados algunos de los intereses que mantendrá durante toda su vida: la lectura, el estudio, el viaje, las relaciones de amistad… Por otro lado, al inicio de la entrevista queda claro que él es natural de Cangas del Narcea.

Pepe, además, era pariente mío. Su padre, Nino, y mi padre, Pepe, eran primos carnales. Sus madres, Mercedes y Flora, eran hermanas e hijas de Manuel Morodo González, natural de Tremao del Couto, y Ramona Álvarez Antón, del Barrio Nuevo y oriunda de Adralés. Él era carpintero y comerciante, y hacia 1870 se estableció en el barrio de El Corral, formando parte de los nuevos pobladores que llegaron a esta villa de Cangas del Narcea a fines del siglo XIX procedentes de pueblos del entorno, de otros concejos próximos o de otras provincias españolas. Eran comerciantes, farmacéuticos, confiteros, médicos, funcionarios, emigrantes retornados de América, fondistas, relojeros, sastres, ebanistas, mamposteros, impresores, herreros, pirotécnicos, etc.

Todas estas personas formaron una sociedad nueva y variada, en una villa que era cabeza de distrito electoral y que estaba más relacionada con Madrid y Laciana que con Oviedo. Una población que tenía una fuerte personalidad, basada, entre otras muchas cosas, en su distancia de la capital de Asturias.

Cuando nació Pepe en 1943 aquella sociedad de sus abuelos ya languidecía. La guerra civil había supuesto un golpe muy duro, sobre todo para algunas familias, y se imponía el silencio. En aquel tiempo, la villa se preparaba para recibir otra nueva oleada de inmigrantes que llegaría a partir de los años cincuenta con la expansión de la minería.

En la villa de Cangas existía una numerosa clase popular en la que sobresalían personajes con una gran personalidad e inteligencia natural. Todavía no había llegado la televisión y predominaba una cultura oral que se desarrollaba en bodegas, tahonas, zapaterías…

“En esos años cincuenta y sesenta –escribe Pepe- aún perduraba en Cangas una cultura oral muy viva y en las barberías, en los talleres de zapatero, en las reboticas y, por supuesto, en las bodegas y en los cafés, se organizaban tertulias espontáneas en las que se cultivaba el arte de la conversación, el sentido del humor y el ingenio. Solían narrarse “historias de Cangas”, anécdotas y “cuentiquinos”, con sus personajes célebres y celebrados, y con sus dichos y expresiones peculiares que quedaban luego en la memoria colectiva durante años”.

En aquellas tertulias se expresaban razonamientos y comentarios, y se contaban historias y situaciones, a veces “inventadas o exageradas”, verdaderamente curiosas e ingeniosas. Como aquella que le ocurrió a una moza de Cangas, que había tenido durante la guerra un novio moro y pasado un tiempo recibió una carta suya. Abrió la carta y no entendió aquello. Se la enseñó a Lito Paneiro, uno de aquellos personajes sobresalientes, y le dijo: -“Esto es música, hay que llevársela a don Lorenzo”. Fueron en comitiva a casa de don Lorenzo, director de la banda de música, y éste les dijo: -“Esto no es música, es árabe”, y la carta nunca se leyó.

Muchas veces oí de pequeño a mi tía Matilde referirse a la “mona de Paneiro”, y siempre pensé que era una leyenda o una exageración. Hasta que leí en El Progreso de Asturias, de La Habana, una “Crónica canguesa” escrita por Gumersindo Díaz Morodo, Borí, en la que daba la noticia de que:

“Pasados doce años en la Argentina, se encuentra nuevamente entre nosotros el popular cangués Pepe Paneiro, siendo portador de una auténtica mona que hace las delicias de la tropa menuda canguesa” (10 de julio de 1923).

Así era Cangas. Una villa no solo peculiar en sus tertulias de bodega, sino en sus manifestaciones más públicas y conocidas, como La Descarga del 16 de julio, que es una de nuestras señas de identidad ¿Puede haber algo más estrambótico que la Descarga? La misma asociación que la organiza era bastante peculiar: una Sociedad de Artesanos de Nuestra Señora del Carmen, fundada en 1903, en la que no había ningún artesano, y que hasta hace unas décadas era una simbiosis entre asociación profana y cofradía religiosa.

A Pepe le fascinaba La Descarga. En su primera novela, La subversión de Beti García (1984), aparece mencionada en las primeras páginas y en 2013, refiriéndose a esta novela, declaraba en una entrevista: “La Descarga era una cosa mítica. Entonces yo dije, pues nada, le doy yo el origen. Y el origen es la celebración de uno mismo”. En la novela se cuenta como un emigrante en Argentina, Baltasar García, envía anónimamente a su pueblo (que es un imaginario Cangas) una cantidad elevada de dinero para invertir en varias cosas. Una de ellas es comprar diez mil pesetas “en cohetería de explosión” y lanzarla al aire el día 16 de julio a las ocho de la tarde y en “un lapso no mayor de seis minutos”. El Ayuntamiento así lo hizo:

“En las ferias, en las romerías de junio, en las bodegas, se murmuraba con asombro de lo que sería la descarga. Muchos decían que se incendiaría el cielo, otros que saltarían todos los cristales de Ambasaguas, que enloquecería el ganado, que se romperían las nubes y llovería a cántaros, que era imposible. Pero lo que fascinaba a todos por igual era que se quemasen diez mil pesetas sin motivo. Aquel dispendio innecesario de casi el valor de una aldea con todas sus fincas, excitaba a la gentes y las hacía participar por primera vez en sus vidas de un sentimiento nuevo y no identificado: el del lujo. Quemar diez mil pesetas les provocaba una sensación contradictoria de congoja y libertad: lo que más les abrumaba era que no servía para nada”.

Con este donativo de Baltasar García –se dice en La subversión de Beti García– “se iniciaba una larga tradición de despilfarro que llega hasta nuestros días, cada vez con más magnificencia, logrando ser en el transcurso de los años la más emocionante y autentica señal de identidad de nuestro pueblo”.

Sobre La Descarga volvió a escribir Pepe, no como escritor de ficción, sino como sociólogo de la cultura. Según él, el ruido y la embriaguez tienen en la fiesta la función de unir a los participantes y superar la segregación social y generacional que caracteriza a la fiesta tradicional: “El paroxismo del ruido es, desde luego, la Descarga del Carmen, que asume todas las emociones individuales y privadas en una sola emoción compartida y resume en esa emoción el sentimiento de pertenencia de toda la comunidad canguesa”.

En ese mundo de Cangas, rodeado de amigos, pasando más tiempo en la calle que en casa, escuchando a tipos curiosos y observando La Descarga todos los 16 de julio, pasó su infancia y primera juventud Pepe Avello. Como era un joven despierto y observador, se impregnó de ese ambiente y supo disfrutar de él enormemente. Con esa sociedad se sentirá estrechamente identificado hasta el final de su vida y esa sociedad aparecerá (imaginada, idealizada, tergiversada) en su literatura, especialmente en La subversión de Beti García. La infancia canguesa era uno de sus referentes vitales y a ella achacaba muchos de sus sentimientos.

En 1990 participó en el jurado del Premio “Memorial Benito Álvarez Castelao”, convocado por la Sociedad de Artesanos para estudios sobre la descarga y las fiestas del Carmen. El premio lo obtuvimos José María González Azcárate y yo. Creo que fuimos los únicos que nos presentamos. Para el libro, que titulamos “La explosión de la fiesta. Los festejos del Carmen en la villa de Cangas del Narcea” le pedimos a Pepe un prólogo. Nos dijo que sí y nos envió uno que no era precisamente una faena de alivio: 17 folios, cargados de ideas, que tituló “El contenido de la fiesta: el ruido y la embriaguez”. Como el libro tardó cinco años en publicarse, volvió a retomar el asunto y a rehacer el prólogo, centrándose en un tema que le interesaba especialmente en ese momento: la identidad. El prólogo definitivo se tituló: “Identidad cultural y fiestas populares”. Pepe se sentía muy identificado con Cangas, pero esa identidad había que matizarla. Su identidad no era excluyente. Cuando él estaba escribiendo esas páginas, en 1991 y 1992, otra vez Europa estaba en guerra y otra vez más la identidad excluyente asesinaba a miles de personas, esta vez en Yugoslavia.

“El fantasma de la identidad social y cultural recorre España (y Europa) en este final de siglo, sustituyendo como problema colectivo a aquel otro fantasma anunciado por Marx y Engels, ahora viejo y decrépito. Son fantasmas opuestos. El fantasma de Marx era universalista y pretendía acabar con todas las diferencias. El fantasma de la identidad nacional, por el contrario, trata de mantenerlas, cuando no de instituirlas. Ambos degeneran con facilidad en el horror y tienen la propensión histórica de convertirse en graves enfermedades”.

A Pepe le horrorizaban la división de “nosotros” y “ellos”, los “fanáticos cultivadores de las diferencias, que ensombrecen cuanto tocan” o “las colectividades que a toda costa se quieren a sí mismas diferentes”, pero no negaba, lógicamente, el sentimiento de identidad, porque él mismo padecía de ese sentimiento en alto grado. Pepe sabía que la identidad cultural, como las generaciones, se renueva continuamente e incorpora materiales y formas incesantes que con el tiempo adquirirán, en la memoria futura de la gente, nueva dignidad y nobleza. “Porque la nobleza no reside en los objetos ni en los usos, sino en los sentimientos de las personas”.

Para Pepe la identidad se afianzaba en dos hechos: el primero, un territorio, que es lo verdaderamente estable y quizás lo que, en última instancia, más contribuye a modelar el carácter de una comunidad, y el segundo, la pertenencia a un grupo en el que se establecen los límites de su individualidad, es decir, lo que cada uno debe al grupo (porque es el grupo el que le da su identidad) y lo que se debe a sí mismo como persona singular. Esto es lo que marca el carácter de la gente y configura su mentalidad: la visión compartida de la realidad, el sistema de creencias y saberes que la dota de sentido, la jerarquía de valores. Todo ello configura una mentalidad colectiva, una cultura, y es ahí donde se alberga la identidad. La identidad de Pepe, como él mismo expresó, se forjó en su infancia en Cangas del Narcea:

“Creo que el lugar que realmente determina de dónde eres es el lugar donde tienes los amigos de la infancia, tus iguales, los pares, y eso a mí me sucedió en Cangas. Y es en esa convivencia, con los amigos más o menos de tu edad, donde se aprenden las cosas más importantes de la vida, todo lo que son las emociones y los sentimientos sociales, es decir, qué es la lealtad, qué es la codicia, qué es la amistad, qué es la ambición, la dignidad…”.

Esta idea la expresó repetidas veces. El prólogo a Glosario cangués termina:

“Nuestra identidad y nuestros nombres no provienen de un documento oficial, sino de una memoria comunitaria, familiar e infantil que nos abarca”.

Pepe solía decir que el mundo es muy grande y que todos lo teníamos que ver desde algún sitio. Él, estuviera donde estuviera, lo veía desde Cangas, su amigo argentino Héctor Tizón desde Jujuy y el gallego Álvaro Cunqueiro desde Mondoñedo.

Uno de los últimos libros que me recomendó fue Los días en ‘La Noche’ (2012), una recopilación de todos los artículos que Cunqueiro publicó en el diario La Noche, de Santiago de Compostela, entre 1959 y 1962. Estaba entusiasmado con la lectura de estos artículos cortos, y creo que estaba entusiasmado porque se veía muy identificado con esos textos en los que Cunqueiro, desde Mondoñedo y rodeado por sus vecinos, habla de todo el mundo, de todos los escritores, de todas las situaciones y de todos los sentimientos humanos. Solo un ejemplo de lo que digo, cogido al azar. En el artículo “Las hoces y el pan” comienza hablando de una novela del escritor alemán Teodoro Storm, pasa a hablar del mercado de hoces para la siega que se hacía en la plaza de Mondoñedo y de los ferreiros de Ferreira Vella que las fabricaban en un mazo. Y dice: “En mi casa de Riotorto tuvimos una criada de Ferreira Vella, una rapaceta quieta, los ojos verdes quietos, una sombra quieta. A los diez días se despidió: – ¡Non me acostumbro! Non sei dormir sin oír los golpes del mazo!”, y acaba el artículo mencionando al escritor francés Louis Aragon.

Cunqueiro, como Pepe, querían comprender su mundo inmediato y el mundo entero, y para eso ascendían hasta las alturas para ver desde lo más alto. Su afán, su objetivo, era entenderlo todo. Así termina la autobiografía que escribió para La Nueva España en 2011:

Durante los últimos 20 años participo activamente en una tertulia de buenos amigos en la que nos reunimos para leer a los clásicos y comentarlos: Homero, Cervantes, Montaigne, Dante, Herodoto, un autor cada año; ahora estamos leyendo a Plutarco, y resulta fascinante comprobar cómo a los antiguos les preocupaban básicamente los mismos problemas que a nosotros y con qué prudencia y sabiduría los abordaron. Pero también tenían vicios y pasiones; como ahora, la crueldad y la bondad siguen en combate en la vida de los hombres y de las sociedades casi de la misma forma. A menudo suelo recordar lo que tantas veces le oí decir a Rompelosas, de Las Escolinas, en mi juventud canguesa. Cuando alguien le reprochaba lo que bebía, Rompelosas solía contestar: “Todos los paxarinos comen trigo y sólo pagan los gorriones”. Describe bastante bien lo que nos pasa. Pero nunca llovió que no escampara.

En los últimos años, por ese ansia por entender, disfrutó mucho con la lectura de las “Crónicas Canguesas” de Gumersindo Díaz Morodo, Borí, escritas en las revistas Asturias y El Progreso de Asturias, de La Habana, entre 1914 y 1928, y que se publicaron en el libro Alrededor de mi casa (2009). En ellas encontró noticias que le sirvieron para conocer (comprender) mejor Cangas e incluso la historia de su propia familia.

Ya me he alargado bastante. Voy a acabar mencionando un texto en el que se resume la relación de Pepe Avello con Cangas: la canción del “Tous pa Tous”, cuya letra escribió él y a la que puso música Gerardo Menéndez, y que se escuchó el día del entierro de Pepe en el cementerio de Cangas del Narcea, en Arayón, como última despedida y homenaje. En esta canción hay nostalgia “por marchar y volver viejo”; hay buenos deseos para los cangueses que están fuera y la esperanza del reencuentro: “que nun nos falte de nada / cuando volvamos a venos”; en ella se hace referencia a la necesaria ayuda mutua que garantiza la supervivencia: “recuerda el tous pa tous…pa tous / los de cangas y el concejo / pa que el yo sea un nosotros / allí donde nos hallemos / que la neblina es muy honda…muy honda / más allá de Leitariegos”, y termina mencionando la infancia en una Cangas protectora, en donde Pepe fue feliz y donde se formó su identidad: “habitantes de la infancia…/que nunca acaba…cantemos/ la canción del tous pa tous/en donde quiera que estemos,/si necesitas ayuda…ayuda/si tas solo, si tas lejos…”. El mismo Pepe en una de sus entrevistas dijo: “La infancia es un mundo más o menos ordenado. Lo otro es el salvaje oeste, donde cada uno hace lo que quiere”.

Todos estos sentimientos, por supuesto, no son exclusivos de los cangueses, ni de nadie, son comunes a todos los seres humanos y a todos los tiempos. Lo que pasa es que Cangas, como dijo Pepe en una de sus entrevistas, “es el lugar de donde yo soy”.

Juaco López Álvarez


Texto preparado para leer el día 23 de abril de 2015 en la Librería Treito, de Cangas del Narcea, en un homenaje a Pepe Avello.

Las fuentes de información para escribir este artículo han sido las siguiente: la entrevista “José Avello, escritor” por Javier Morán en La Nueva España, 2011; la entrevista “José Avello: la ambición y el sosiego” por Cristóbal Ruitiña y Alfonso López Alfonso en Clarín, n º 109, enero-febrero de 2014, págs. 33-39, y la entrevista realizada por estos mismos en La Maniega, nº 197, payares-avientu de 2013. Los prólogos escritos por Pepe Avello en Juaco López Álvarez y José Mª González Azcárate, La explosión de la fiesta. Los festejos del Carmen en la villa de Cangas del Narcea, 1997 y Paco Chichapán, Glosario cangués, 2003.


Leitariegos en 1898, primer libro editado por el Tous pa Tous

Portada del primer libro editado por el Tous pa Tous

Presentamos en El Puerto de Leitariegos el libro “Leitariegos en 1898” de José Rodríguez Riesco. Este es el primer libro que edita el Tous pa Tous y esperamos que no sea el último.

En 1898 José Rodríguez Riesco (Brañas d’Arriba, 1868 – Zarréu/Cerredo, 1933), conocido como el Marqués de Brañas, secretario del Juzgado y del Ayuntamiento de Leitariegos, escribió un largo artículo sobre la historia y la vida de este pequeño concejo suroccidental con destino a la obra Asturias, que dirigían Octavio Bellmunt y Fermín Canella. De este texto sólo se publicó un resumen en 1900 y muchos de los datos, noticias, cantos… que él recopiló permanecieron inéditos hasta ahora.

José Rodríguez Riesco, 1898. Col. Tablado Machado.

El manuscrito original se conservó en la biblioteca de la Comisión Provincial de Monumentos de Asturias debido a que en él se copiaba la confirmación de Carlos V del Privilegio de Leitariegos que en 1326 concedió a sus vecinos Alfonso XI con el fin de mantener poblado aquel inhóspito lugar y auxiliar a las personas que circulasen por este puerto que unía el occidente de Asturias con Castilla y Galicia.

El texto de Rodríguez Riesco recoge información de documentos que hoy están perdidos y es un testimonio de la difícil vida en un concejo rural formado por cuatro pueblos situados entre los 805 y 1.525 metros de altitud. El destino de los habitantes de este territorio estará inexorablemente unido a aquel privilegio medieval que se mantuvo vigente hasta el siglo XIX. En 1924, el concejo de Leitariegos desaparecerá, integrándose en el de Cangas del Narcea.


Leitariegos en 1898

El cacho o cachu

Definición

Bebiendo vino por el cacho o cachu

El cacho¹ o cachu² es un recipiente, generalmente de madera, similar a una escudilla o bol, modificado y tratado para hacer agradable la ingesta de vino por él. Aunque los cachos pueden ser de diferentes dimensiones, se podría considerar como tamaño medio el de 18x7cm. y una capacidad aproximada de 500 cl. Como curiosidad cítese que la colección de cachos del Museo del Vino de Cangas supera las dos docenas y en la mayoría de ellos la altura varía entre los 5 y los 8 cm, mientras que varía mucho más su diámetro, que oscila desde los 12 hasta los 22 cm. El cacho se utiliza para beber vino, generalmente de manera compartida, en bodegas tradicionales del suroccidente de Asturias, coincidiendo, prácticamente al cien por cien, el territorio donde se utiliza con la zona de producción de vino D.O.P. (Denominación de Origen Protegida) Cangas.

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¹ En castellano se podría decir escudilla (DRAE) Vasija ancha y de forma de una media esfera, que se usa comúnmente para servir en ella la sopa y el caldo.
² En asturiano escudiel.la, la: sust. Cacíu [fondu y semiesféricu que s’emplega pa echar nél la comida, la bebida]; Cacíu, el: sust. Recipiente [de cristal, de barru, de metal pa cocinar, pa comer, pa beber per él]
Etimología

Según García Arias³ la procedencia mas plausible de la palabra cacho es del latín «cap(u)la», vaso con asa, siendo la acepción del occidente, donde el cacho es mas utilizado, cachu (Ej. “caciu pa beber vinu”). Según el estudio antropológico del apellido “Cacho”, de Ana Mª Cano, la primera referencia documentada es del siglo XII. En 1192 un tal Petro Cacho figura como testigo de una venta. Como curiosidad, este documento coincide, en el tiempo con la época de fuerte impulso a la plantación de vides en el Monasterio Benedictino de Corias, entre 1136 y 1196, durante el mandato de los abades Juna II y Pedro Peláez. Pero no se ha documentado ninguna relación entre el apellido del testigo y su vinculación al monasterio ni con el vino.

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³ La etimoloxía del términu cachu (DALLA: 6 Escudiella, cacíu [de madera, de barru de forma cóncava]. 7 Cacíu [de madera, de barru de forma cóncava enllenu de daqué]. 8 Cantidá [de daqué que lleva un cacíu de madera, de barru de forma cóncava Pue consultar: X. Ll. García Arias, Propuestes Etimolóxiques 1975-2000. Uviéu, ALLA, 2000 (px. 94, s.v. gaxapu) y X. Ll. García Arias, Propuestes Etimolóxiques (2). Uviéu, ALLA, 2007 (px. 117).

Origen

Cacho o cachu en el exterior del Museo del Vino de Cangas

El uso de este recipiente, de enorme singularidad, puede que se remonte a dos mil años atrás, puesto que como escribía Estabón allá por el año 15, «los habitantes de las montañas cantábricas bebían en vasos de madera como los celtas y los galos». No obstante, aquí deberíamos de hacer un paréntesis para dilucidar cuando apareció el cacho como objeto distinto del cuenco o quizá, como evolución de éste. Efectivamente, más que una separación radical fue una necesaria adaptación evolutiva para hacer más agradable la ingesta de vino. En este sentido no podemos ir más allá de la diferenciación etimológica del siglo XII, que al darle nombre propio, lo diferencia claramente del resto de recipientes.

Diferencias con recipientes similares

Cacho y cuenco

Las diferencias entre un cacho y el resto de recipientes similares son esencialmente tres:

  • El torneado y tallado. Los cachos deben ser lo más delgado posible, sobre todo el borde o labio. Se dice que un cacho tiene que ser tan fino como para que la primera vez que se le eche vino, lo rezume por los poros. Como ventaja, es menos pesado y el fino labio hace más agradable la ingesta de vino. La desventaja es la propensión a agrietarse.
  • La utilización del cacho es otra diferencia con el resto de recipientes. Los tratamientos, pero sobre todo el adelgazamiento permite que sea mas agradable la ingesta de vino por él, pero lo inhabilitan para otros usos que no sea el de beber si exceptuamos su uso como recipiente para atestar o rellenar depósitos, barricas, garrafones, etc.
  • La necesidad de un tratamiento específico para su utilización. El cacho debe ser tratado después de su fabricación y antes de ser utilizado para beber. El tratamiento mas generalizado consiste en introducir el cacho en el deposito donde el vino fermenta con las lías durante el tiempo que dura la fermentación alcohólica. También se puede hervir en vino durante media hora, finalizada la cocción, debemos ponerlo a enfriar boca abajo y en una superficie plana, pues al estar la madera blanda, si no lo hacemos así tiende a deformarse. Estos cachos suelen coger un poco menos de color que los cocidos durante la fermentación. El tercer tratamiento posible es sumergirlo en vino, a ser posible del último de la prensa porque tinta más. Este último tratamiento no es recomendable porque no cumple con una de las condiciones por las que se trata el cacho, la desinfección. Además, según de qué madera esté fabricado, sufre más deformación al secarse que con los anteriores tratamientos.
Tratamientos

El hecho de que el cacho esté entre los hollejos (magayo) durante la fermentación del vino, le aporta una serie de características y mejoras. Le quita el desagradable sabor a madera, lo desinfecta, reduce el riesgo de rajado, le aporta un color peculiar realzando los veteados según las maderas, minimizando también la proliferación de hongos y de carcoma. Por ultimo, el tratamiento que habitualmente utilizan los artesanos y comerciantes para que no les raje antes de su venta, dadas las condiciones de humedad y temperatura adversas a las que está sometido el cacho en comercios y escaparates, consiste en untarlos con materia grasa (tradicionalmente grasa de animales domésticos derretida sin sal), aceite (de girasol que no de oliva), sebo o similares. También se suelen dar los tratamientos que se utilizan para preservar otras maderas como frotarlo con aceite de linaza de doble cocción o de palisandro, incluso con cera derretida de abejas. Los cachos tratados así por los artesanos para su venta, son principalmente como objetos decorativos, no son bienvenidos para su posterior tratamiento y uso culinario, pues las grasas y aceites dejarían sabor tanto en el vino de la cocción como en el cacho. A lo sumo podrían usarse para uso culinario aquellos a los que se les hayan aplicado grasas y aceites solo en el exterior, teniendo garantías de que tales productos sean sanitariamente inocuos. Estos tratamientos tampoco deben quitar el sabor a madera. En cualquier caso, bodegueros y artesanos coinciden en que tales grases y aceites suelen devenir rancios y siempre aportarían sabores no deseables al vino, por ello no hemos incluido estos tratamientos en los cachos que van a ser utilizados para la ingesta de vino y sí para los que van a ser utilizados como recuerdos o elementos decorativos.

Materia prima: la madera

Cunqueiro elaborando un cacho

Las maderas para la fabricación de cachos deben de ser cortadas en el menguante de diciembre y si ésta es de aliso, mejor de lo solano que de lo umbrío, teniendo también en cuenta que, en cuanto al rajado del cacho, son más estables las maderas de los árboles mas viejos.

Las maderas más utilizadas para su fabricación por su abundancia y facilidad de tallado son el abedul y el aliso (humeiro), pero también se pueden fabricar de nogal negro, manzano, peral, cerezo, castaño de raíz, fresno, etc. Este es un resumen de las maderas más utilizadas y sus peculiaridades básicas:

  • BOG: madera dura, apta para hacerlos muy finos, pero de poco diámetro.
  • ABEDUL: buena, fácil de trabajar, es abundante y la mas utilizada.
  • ALISO O HUMEIRO: abundante, fácil de trabajar, de calidad media.
  • NOGAL NEGRO: muy buena, pero escasa y cara.
  • ARCE O PLÁGANO: la mejor en general, pero demasiado dura.
  • FRESNO: buena, pero muy dura y difícil de trabajar.
  • HAYA: se trabaja bien pero es de las que mas raja.
  • CASTAÑO: de difícil curación, tiende a rajar, mediocre.
  • MOSTAJO O SERVAL DE LOS CAZADORES: la preferida de algunos artesanos.

Entre estas maderas no se menciona el roble, tan adecuado para la fabricación de contenedores para el vino, pero inadecuado para la elaboración de cachos por la disposición de sus fibras.

Tradición

Sin duda en mayor o menor medida las causas que propiciaron y propician que la utilización del cacho perdure en el tiempo son:

  • Ahorra el gasto en vasos u otro tipo de recipientes para la bodega.
  • Con un solo recipiente pueden beber varias personas.
  • No hace falta lavarlo. (En el interior de las bodegas tradicionales es habitual que no dispongan de agua corriente)
  • Su coste es muy económico incluso gratuito para los habitantes de la zona rural por la abundancia de madera.
  • En las bodegas, además de darse las condiciones adecuada para su uso, también se dan las condiciones de humedad y temperatura para que perviva sin rajar y sin que lo ataque la carcoma.
  • Resulta agradable la ingesta de vino por él.
Propiedades que aporta al vino

Cacho o cachu de vino

El cacho aporta peculiaridades al vino diferentes a las del cristal. Así está recogido en multitud documentos de nuestra historia vitivinícola. Por una lado, al echar el vino en el cacho se produce un cierto chispear del vino nuevo de Cangas, chispeo que no es más que una liberación del carbónico retenido de la fermentación y una oxigenación. Esta liberación del carbónico es mas rápida que la que se produce en la copa o vaso y ese chisporroteo libera a su vez los aromas y sabores del vino rápida e intensamente. Por otro, parece que el dulzor de la madera de los cachos tratados, contrarresta el exceso de acidez que pudieran tener nuestros caldos tradicionales Y finalmente, cuando bebemos vino en el cacho, perdemos la conciencia o cierto sentido de la medida, en incluso de culpabilidad, al no poder calcular, ni medir, ni aproximar la cantidad de vino consumida pues hay que recordar que el cacho se utiliza para beber vino de manera compartida.

Futuro

Capilla de Santiso, Cangas del Narcea

El cacho es un utensilio que está totalmente arraigado en nuestra sociedad. Como elemento inseparable de nuestra cultura vitivinícola, su implantación social está relacionada, sobre todo, con actividades lúdico-festivas donde está presente el vino. En el barrio de Santiso, barrio de bodegas tradicionales en Cangas del Narcea, se celebra cada 28 de enero una fiesta en honor a su patrón, San Tirso, en donde, además de usarse en las bodegas para beber, el cacho constituye el presente simbólico con el que se obsequia al pregonero.

Peña El Cachu

Nuestro cacho cede su apelativo, además de a una cuadrilla de cazadores, a la peña “El Cachu”, una de nuestras más emblemáticas peñas de la pólvora encargadas del sonoro rezo de voladores a nuestra carmelita virgen de Ambasaguas. También lo podemos ver en el anagrama de la asociación de productores y elaboradores del vino de Cangas, APROVICAN, y como no podía ser de otra manera, es el logotipo del Museo del Vino de Cangas.

Logo del Museo del Vino de Cangas

Los habitantes de las “tierras del cacho” hemos padecido durante siglos unas muy deficientes comunicaciones que ha propiciado una sociedad minifundista, autosuficiente, y anclada en usos y costumbres de tiempos pretéritos, lo que conlleva que no tengamos que recuperar las tradiciones porque nunca las hemos perdido, y cada día ponemos y mantenemos nuestro empeño en conservarlas.

Imágenes

Joaquín Fernández Díaz
Museo del Vino de Cangas del Narcea (Asturias)

Presidente de la Asociación de Museos del Vino de España


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El primer estreno de Alejandro Casona en el exilio: Prohibido suicidarse en primavera (Ciudad de México, 1937)

altAntonio Fernández Insuela, Catedrático de Literatura Española en la Universidad de Oviedo y especialista en teatro, cuenta con una trayectoria intelectual tan sólida como diversa, pues en su campo de trabajo se ha ocupado tanto del análisis de la narrativa breve del siglo XVIII como del teatro realista y social del siglo XX –es autor del libro Aproximación a Lauro Olmo-, además de realizar estudios sobre tradición oral, el romancero y algunos aspectos de la obra de Leopoldo Alas Clarín. Sin embargo, para el Tous pa Tous y los cangueses reviste mayor importancia el hecho de que lleve muchos años sacando adelante minuciosos estudios sobre la vida y la obra de Alejandro Casona. Cabe recordar que Antonio Fernández Insuela fue, con la complicidad de José Rodríguez Richart, el principal impulsor del Congreso Internacional que celebró la Universidad de Oviedo entre el 5 y el 8 de noviembre de 2003 como homenaje a Alejandro Casona en el centenario de su nacimiento (las Actas del congreso se editaron por Nobel / Fundación Universidad de Oviedo en 2004).

Ya en otras ocasiones hemos traído al Tous pa Tous trabajos de este profesor, unos dedicados a desenterrar obra olvidada de Casona, otros a detallar algunos aspectos de su exilio. Y ahora, recién publicado en la revista Anales de la Literatura Española Contemporánea. Drama / Theater, editada en Temple University (Filadelfia, Estados Unidos) bajo la supervisión de los especialistas José Manuel Pereiro Otero y María Francisca Vilches de Frutos, nos llega su último artículo: “El primer estreno de Alejandro Casona en el exilio: Prohibido suicidarse en primavera (Ciudad de México, 1937)”, que tanto su autor como los editores han tenido la amabilidad de permitirnos reproducir.



El primer estreno de Alejandro Casona en el exilio:
Prohibido suicidarse en primavera (Ciudad de México, 1937)

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Don Lorenzo Menéndez, el hombre que hacía tocar las cañaveras

Don Lorenzo Menéndez Alonso, año 1935

En junio de 2015 el Tous pa Tous participó en la celebración de los 25 años del primer concierto de la Banda de Música de Cangas del Narcea de la Asociación Canguesa de Amigos de la Música, con una exposición en la sala que nuestra asociación tiene en la Casa de Cultura “Palacio de Omaña” y con la publicación en esta web de noticias históricas y fotografías de la banda de música desde mediados del siglo XIX hasta la actualidad. En esta tarea han colaborado Angel Luis Álvarez, Elena Barrero, la presidenta de la Asociación Canguesa de Amigos de la Música, Alicia Arias y Sonia Álvarez.

Comenzábamos nuestro reconocimiento a la banda de música con un artículo de Juaco López Álvarez sobre don Lorenzo Menéndez (1892-1947), que fue director de la banda en 1913 y entre 1925 y 1947, en un periodo que fue, sin duda, uno de los más brillantes de esta agrupación. La biografía de este hombre, apasionado de la música y su enseñanza, es la historia de la música en Cangas del Narcea en la primera mitad del siglo XX.

La vitivinicultura en Cangas del Narcea en 1965, por Miguel Palacios Valderrama.

El enólogo Miguel Palacios Valderrama, maestro de bodega en la Estación Pomológica de Villaviciosa, perteneciente a la Diputación Provincial de Oviedo, publicó en 1965, en el número 11 del Boletín del Instituto de Estudios Asturianos (Suplemento de ciencias), un breve articulo sobre la situación del vino en Asturias, que esta dedicado únicamente al viñedo y la elaboración del vino en Cangas del Narcea. Es un artículo muy interesante para conocer cual era la realidad de esta industria en aquel tiempo. Palacios Valderrama fue coautor de los libros La sidra y otros derivados de la manzana y La manzana y la sidra en Asturias. Falleció en 1984.



La vitivinicultura en Cangas del Narcea en 1965, por Miguel Palacios Valderrama

El origen cangués de doña Jimena, la esposa del Cid Campeador

Doña Jimena Díaz de Vivar, mujer del Cid

Doña Jimena Díaz de Vivar, mujer del Cid

Ya hace algún tiempo, un amigo asturiano de aventuras invernales me comentó que estaba leyendo una libro sobre el Cid Campeador y que le había llamado la atención descubrir que doña Jimena, la esposa del Cid, era de Cangas del Narcea.

¿Qué me dices?, le pregunté algo incrédulo.

Lo que oyes, los de Cangas sois mundiales. La esposa del Cid Campeador es de tu pueblo, me afirmaba.

Si tú me lo dices…, voy a tener que ponerme a investigar, le contesté.

Pues no te preocupes, me dice Joaquín, que así se llama mi amigo. Te voy a regalar un ejemplar del libro para que tengas por donde empezar.

Semanas después, recibo la  grata visita de Joaquín en mi centro de trabajo en Madrid y, como es hombre de palabra, me hace entrega de un libro que lleva por título El Cid histórico. La verdadera biografía de un héroe medieval: Rodrigo Díaz de Vivar. Editorial Planeta. Su autor es el medievalista y sacerdote jesuita, Gonzalo Martínez Diez (Quintanar de la Sierra, Burgos, 20 de mayo de 1924).

Y efectivamente, es este libro el que me pone sobre la pista del origen cangués de la asturiana Jimena Díaz, esposa de Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador.  Y es que el abuelo materno de doña Jimena, Fernando Gundemárez, era nieto del conde don Piñolo Jiménez y su esposa  doña Aldonza Muñoz, fundadores del monasterio de Corias en el 1032.

En su libro, Martínez Díaz sigue las tesis de Ramón Menéndez Pidal y afirma que un diploma de la catedral de Oviedo datado el 13 de agosto de 1083 testimonia perfectamente que la madre de doña Jimena se llamaba Cristina.

Menéndez Pidal, en su libro La España del Cid, p.720, basándose principalmente en dos aspectos, echa por tierra la opinión de la gran mayoría de historiadores que pretende que la madre de Jimena fuese «Xemena Adefonsi regis filia».

Primero: si esta tal Xemena (Jimena) fuese la madre de la mujer del  Cid, entonces la mujer del Cid sería prima de Alfonso VI, y no «neptem», como dice la Historia Roderici:

Dominan Eximinam neptem suam, Didaci comitis Outensis filiam, ei in uxorem dedit, ex qua genuit filios et filias.

[El Rey] le dio como esposa a doña Jimena, su “sobrina”, hija de Diego, el conde de Oviedo, de  la cual tuvo hijos e hijas.

Alfonso VI, rey de Castilla y León, primo carnal de la madre de doña Jimena

Alfonso VI, rey de Castilla y León, primo carnal de la madre de doña Jimena

La Historia Roderici nos dice que doña Jimena era sobrina del rey Alfonso; hay que aclarar que con la palabra neptem o sobrina no se indica exactamente que doña Jimena fuera sobrina carnal de Alfonso. El parentesco exacto que la unía con el rey era el de hija de una prima carnal del rey, esto es, la madre de doña Jimena, de nombre Cristina como ha quedado dicho anteriormente, era prima carnal del rey Alfonso VI por parte de la madre de éste.

Segundo: Afirma Menéndez Pidal que «nadie reparó en el documento de nuestro Cartulario Cidiano, fechado en 13 de agosto de 1083, donde los hermanos de doña Jimena nombran a su madre doña Cristina, y a su tía, la condesa doña Urraca, y ésta, a su vez, dice ser hija de Fernando Gundemárez».

Puestos así en el buen camino, la familia de doña Jimena, la esposa del Cid, y los ascendientes de su abuelo materno, el conde Fernando Gundemárez, nos son conocidos por el citado documento ovetense datado el 13 de agosto de 1083 únicamente conservado en el Liber Testamentorum del obispo Pelayo.

Despedida del Cid a doña Jimena en el momento de salir para el exilio. Monasterio de Cardeña, óleo de Cándido Pérez (2002)

Despedida del Cid a doña Jimena en el momento de salir para el exilio. Monasterio de Cardeña, óleo de Cándido Pérez (2002)

Fernando Gundemárez, abuelo materno de doña Jimena, según diploma de 18 de mayo de 1063, es hijo de Gundemaro y Mumadonna y su madrina fue la reina Velasquita (primera mujer del rey de León, Vermudo el Gotoso [Vermudo II, si no me equivoco], por los años 983-986, la cual, repudiada, vivía aún en 1024; FLÓREZ, Reinas Católicas, I, 1761, págs. 116-121). Contrajo matrimonio con la infanta Jimena, hija de Alfonso V. De ella, de su abuela, le viene el nombre a doña Jimena, la esposa del Cid, pues era costumbre imponer el nombre del abuelo o de la abuela al nieto o nieta. Esto mismo ocurre con la hija del Cid llamada Cristina, como la madre de doña Jimena. Con esto tenemos que la mujer del Cid era sobrina segunda de Alfonso VI, esto es, según la Historia Roderici, neptum en el sentido medieval de “sobrina”.

Bisabuelos maternos de doña Jimena: El conde Gundemaro Piñólez, gobernador de Asturias durante muchos años (según doc. de 1037, aducido en nuestro Cartulario Cidiano en nota del 26 de marzo de 1075); vivía aún en 1011, pero ya había muerto, sin duda muy joven, en 1012, C.M VIGIL, Asturias  Monumental, págs. 65-66. Casó en segundas nupcias con la condesa Mumadonna, con quien tuvo dos hijos, Fernando y Pelayo.

Genealogías Cidianas y otras complementarias

Genealogías Cidianas y otras complementarias

Tatarabuelos maternos de doña Jimena: El conde don Piñolo Jiménez (hijo de Jimeno Jiménez venido de Navarra a Asturias y de la condesa Aragonti), que figura en diploma de Alfonso V de 1019 (FERREIRO, Historia de la Iglesia de Santiago, II, Apéndice 86º); casado con la condesa Aldonza Muñoz (hija del conde Muño Rodríguez y de la condesa Ederquina, España Sagrada, XXXVIII, Apéndice 17º); son fundadores ambos de la iglesia de San Juan, en 1032 y del monasterio de Corias, acabado en 1043. Piñolo murió el 22 de mayo de 1049, sin duda octogenario, y Aldonza murió el 26 de noviembre de 1063 (España Sagrada, XXXVIII, 1793, págs. 58 b-63). Además de su hijo Gundemaro, tuvieron una hija, Elvira Piñólez.

Manuel Álvarez Pereda
Madrid, 21 de agosto de 2014

Un paseo por Cangas en 1985

“Un paseo por Cangas” es un conjunto de veinte fotografías en blanco y negro realizadas por Ignacio Martínez Alonso, “Naciu‘i Riguilón”, en la villa de Cangas del Narcea en el mes de noviembre de 1985. Aunque las fotografías no tienen una gran calidad técnica, conforman un reportaje gráfico de una época de grandes cambios en la villa de Cangas en el que aparecen algunos espacios que ya son solo recuerdos fijados en estas imágenes.

 

El Museo del Vino de Cangas del Narcea

Santiso, Cangas del Narcea. Museo del Vino. Foto: jorgelorenzo.net

Santiso, Cangas del Narcea. Museo del Vino. Foto: jorgelorenzo.net

El 30 de enero de este recién estrenado año 2015, se cumplirán diez años desde que abrió sus puertas el Museo Etnográfico del Vino “Lagar de Santiso”, en el homónimo barrio bodeguero de Cangas del Narcea, con el fin de difundir los orígenes y evolución de la actividad vitivinícola en la comarca.

Subimos aquí a nuestra web un artículo sobre este museo que ha sido publicado en la Revista de Museología, n. 60, 2014. Su autora, Carolina Peláz Soto, es Licenciada en Geografía e Historia, especialidad Historia del Arte, por la Universidad de Oviedo, Master en Museum Studies por la Universidad de Leicester (Reino Unido) y Curso Superior de Gestión de Empresas y Organizaciones Culturales, Grupo Xabide/ Universidad Complutense de Madrid. Ha trabajado como conservadora, coordinadora de exposiciones y, desde junio de 2013, es la responsable del Museo del Vino de Cangas del Narcea.

Tanto Carolina como nosotros queremos agradecer a la dirección de Revista de Museología, y en especial a doña Ana Carro Rossell, su colaboración a la hora de facilitarlos el artículo y la cesión de los derechos de reproducción del mismo para esta colaboración en El Tous pa Tous.



El Museo del Vino de Cangas del Narcea