Publicación de noticias históricas relacionadas con la historia, el arte, la literatura, etc. de Cangas del Narcea.

La modernización del viñedo de Cangas del Narcea (Asturias) en la biblioteca del Tous pa Tous

Anselmo González del Valle fue el gran modernizador de la viticultura de Cangas del Narcea a finales del siglo XIX. A su ahínco y entusiasmo se debe la introducción en los viñedos cangueses del sistema de alambres y espaldera, además del azufre para combatir el mildiu, técnicas utilizadas, por aquel entonces, en los viñedos franceses. Para perfeccionar y modernizar el cultivo de los viñedos y la elaboración del vino de Cangas, contrató técnicos franceses que introdujeron importantes cambios en los viñedos, como el empleo de hilos de alambre para apoyar las vides, el uso de sulfatadoras e innovadores sistemas de poda e injerto.

Su interés por el mundo del vino le llevó a construir en la calle Pelayo una gran bodega, montada con todos los adelantos que requiere la industria vinícola moderna, conocida como El Lagarón. El jefe de la bodega era el técnico francés Ernest Dubucq y ciudades como Oviedo, Gijón, Avilés, Madrid o La Habana conocieron de primera mano esta novedosa producción canguesa de excelente calidad. De hecho, los nuevos caldos fueron distinguidos con la medalla de plata en la exposición vinícola de Burdeos de 1895 y recibió la de oro en la ciudad francesa de Angers al año siguiente.

Asimismo, Anselmo González del Valle invirtió importantes cantidades de dinero en Cangas del Narcea, donde llegó a contar con más de 200 propiedades. En total llegó a poseer 21 hectáreas de viñedo, localizadas en los términos de Pambley, San Cristóbal de Entreviñas, Obanca, Borracán, Cangas del Narcea y, sobre todo, Limés. El Ayuntamiento, le dedicó en la villa una calle con el nombre de “Anselmo del Valle”, que era como se le conocía en su tiempo.

Todos estos datos y muchos más, los detalla Juaco López en un estudio publicado por el Real Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA) y que desde hoy está a disposición de todos los seguidores del Tous pa Tous en nuestra biblioteca virtual.



La Modernización del Viñedo de Cangas del Narcea (Asturias)
La labor de Anselmo Gónzalez del Valle y sus técnicos franceses, 1878-1901

 


A la memoria de Marcelino Peláez Barreiro (Ounón, 1869 – Mar del Plata, Argentina, 1953)

Retrato de Marcelino Peláez Barreiro hacia 1930

La próxima placa del Tous pa Tous destinada a recordar a alguna persona relevante se dedicará a Marcelino Peláez Barreiro y se colocará en el pueblo de Ounón.

¿Quiénes recuerdan hoy a este señor? La respuesta, sin dudarlo, es: muy pocos, casi nadie. ¡Terrible, el problema de memoria que tenemos en este país!

Marcelino Peláez fue un emigrante a Argentina que en los años veinte y treinta del siglo XX promovió la mejora de la educación en el concejo de Cangas del Narcea. Construyó y dotó a sus expensas la escuela de Ounón en 1920, y ofreció mil pesetas o más (que en aquel tiempo era mucho dinero) a todos los pueblos del concejo que levantasen una casa escuela. Este ofrecimiento lo cumplió repetidas veces y donó dinero para las escuelas de Porley, Villar de Lantero, Santa Marina, San Pedru Culiema, Bergame, Naviego, Linares del Acebo, Agüera del Couto, Carballo, Bimeda, Llano, etc.

El Ayuntamiento de Cangas del Narcea acordó ponerle su nombre a una calle de la villa, pero ese acuerdo nunca se llevó a efecto. Nuestro hombre había nacido en Ounón en 1869, emigró muy joven a la Argentina, donde le fueron bien las cosas, y murió allá, en la ciudad de Mar del Plata, en 1953. En 1921, Gumersindo Díaz Morodo, “Borí”, en un artículo publicado en la revista Asturias, de La Habana, lo calificó como “sembrador de cultura” y escribió sobre él lo siguiente:

CRÓNICA CANGUESA: SEMBRADOR DE CULTURA

Innumerables veces me lo tienen reprochado, en incontables ocasiones me tienen repetido que “no sirvo” para dedicar loas; que de mi pluma, que dicen mojarse en hiel, siempre sale la crítica lacerante y punzante, con intenciones de destruir lo que toque; que si en alguna ocasión tengo que aplaudir algún acto que aplauso merezca, salgo del paso con cuatro líneas, refiriendo escuetamente el acto aplaudible, sin meterme en comentarios.

Así hablan mis censores: ¿Tienen o no razón en sus censuras? Acaso la tengan y acaso no la tengan. Porque, más que en mí, ¿no estará la culpa en el ambiente que me rodea, o, mejor dicho, en los actos de las personas de quienes me veo precisado a hablar una y otra vez? ¡Qué mayor satisfacción para el cronista si pudiese llenar continuamente cuartillas y más cuartillas repletas de loas! Pero de loas merecidas, porque para “las otras”, para las de bombo y platillos, para esas… no sirvo.

¿Qué adónde voy con este raro exordio? Voy a remediar una injusticia; que injusticia y muy grande implicaría silenciar determinados actos dignos del mayor encomio. Voy a hablaros de un “americano” como vosotros, de un alma altruista que desde hace años está haciendo en beneficio del concejo más, mucho más que hicieron en un siglo todos los politicastros que padecimos. Voy, en fin, a descubriros a un sembrador de cultura: don Marcelino Peláez, nacido en el pueblo de Onón.

¿No os suena ese nombre, verdad? No es extraño que para la mayor parte de vosotros sea desconocido. Muy niño emigró a la Argentina don Marcelino, lanzado a la ventura sin más bagaje que sus arrestos de luchador. Y en lucha estuvo años y más años; e indudablemente en el largo período de emigración palparía miserias y más miserias, presenciaría incontables tragedias y padecería no poco, aleccionándose diariamente en los propios dolores y en los dolores ajenos.

Venció a la adversidad, y derrochando energías consiguió labrarse una regular fortuna. Y hastiado de tanto bregar, buscando algo del merecido descanso, retornó al nativo solar, sin suponer que aquí también tendría mucho que luchar, lucha acaso peor que en las pampas argentinas; lucha contra el abandono, la rutina y la incultura. Vio que en su pueblo continuaba todo igual, en estancamiento mortal; que si hacía cuarenta años, cuando emigró, la escuela en que aprendió las primeras letras se hallaba instalada en infecta cuadra, en el mismo o aun peor local continuaba. Tendió la vista en derredor, y en todos los pueblos del concejo se le presentó el mismo cuadro de desolación: el mismo abandono y la misma incultura. Los niños de hoy, los emigrantes de mañana, continuarían la triste historia de rodar por las Américas sin conocer las más rudimentarias nociones de instrucción, condenados así a una vida de esclavos, como si sobre todos pesase una maldición.

Vio claramente la causa del mal, y no vaciló. Se dirigió al Ayuntamiento y expuso su proyecto, un bello proyecto suyo. Anunció que se proponía construir en su pueblo un edificio para escuela, y que daría una subvención de mil o más pesetas a cada uno de los pueblos del concejo que quisieran levantar casa escolar.

El caciquismo que entonces padecíamos acogió con indiferencia los proyectos del señor Peláez. No les convenía a estos politicastros que se construyesen escuelas. La escuela implica instrucción, cultura, y de terminarse con el analfabetismo, se terminaba también con el reinado del caciquismo.

Onón / Ounón, Cangas del Narcea hacia 1920. Inauguración de la Escuela Pública construida a expensas de Marcelino Peláez que también dotó a la escuela del material y menaje necesario para su funcionamiento. Foto: Benjamín R. Membiela.

Ante esta hipócrita y encubierta oposición caciquil –oposición que más tarde quedó vergonzosamente demostrada—, tampoco se arredró don Marcelino, que tiene temple de acero, como buen serrano. En su pueblo, y al lado de su humilde hogar, empezó la construcción de un elegante y adecuado edificio para escuela, inaugurado recientemente, y de cuya obra podéis formar idea por las fotografías que acompañan a esta crónica. Al mismo tiempo concedía importantes subvenciones a los pueblos que se comprometían a levantar edificio escolar, gastándose en todo esto no pocos miles de duros.

Así es don Marcelino: un apóstol de la instrucción, un sembrador de cultura. Vosotros, los cangueses que por las Américas os halláis, ¿no os creéis en el deber de solidarizaros con esta obra del señor Peláez? Nadie mejor que vosotros sabe –pues la experiencia os lo enseñó— que sólo en la instrucción se hallan las armas capaces de vencer en la lucha por la vida. Si por las actuales circunstancias de crisis económica no podéis por el momento demostrar vuestra solidaridad en forma material, es decir, contribuyendo a extender el apostolado de don Marcelino, podéis, sí, demostrarle vuestra adhesión espiritual, con el alma y el corazón. Que dondequiera que exista una agrupación canguesa figure en cuadro de honor el nombre de don Marcelino Peláez.

Julio, 1921.


(Asturias, nº 365, 14 de agosto de 1921)


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Una “Descripción histórico-geográfica de la parroquia de Cibea (Cangas del Narcea)” de 1817

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Escudo de la Casa de Miramontes, en Cibea. Aparecen las armas de las casas de Miramontes, Sierra, Menéndez y Valdés

El autor de esta “Descripción histórico-geográfica de la parroquia de Cibea” es José Alfonso Argüelles (Cangas del Narcea, 1760-1827), señor de la casa y torre de Miramontes situada en esta parroquia del concejo de Cangas del Narcea, y al que se le conocía como José Miramontes o simplemente como Miramontes. En el padrón de Cangas de 1815, que se conserva en el archivo municipal, aparece como “hijosdalgo notorios de casa y solar conocido y armas pintar”.

Los Miramontes eran un linaje cangués menor, cuyos mayorazgos y mayorazgas supieron casarse bien. Gracias a estos matrimonios emparentaron con familias poderosas y aumentaron sus posesiones tanto dentro como fuera del concejo. Tenían propiedades en Cibea, el Partido de Sierra y la villa de Cangas (eran propietarios de la “deseada tierra y viña de Pelayo”); en el concejo de Valdés, donde eran dueños de la casa de Canero, y en Laciana (León) y Valdeorras (Ourense). Tenían el privilegio, desde tiempos inmemoriales, de vender ellos solos el vino en la parroquia de Cibea; nadie podía vender vino “mientras los poseedores de la Casa de Miramontes tengan taberna abierta de vino de su propia cosecha, con tal que este sea bueno”. Esto les reportaba un gran beneficio porque por esta parroquia pasaban los dos caminos que comunicaban con el puerto de Leitariegos; a finales del siglo XVIII además de tener una taberna en el valle de Cibea tenían una “barraca de sebe en el sitio del Campón del Fresno de la Vega de Vallado” para vender vino. Este privilegio fue motivo de varios pleitos con vecinos de la parroquia desde el siglo XVII.

José Alfonso Argüelles era hijo de José Alfonso Pertierra (1721-1794) y María Antonia Argüelles Uría (1718-¿?), natural de Ribadesella e hija de Petronila Uría Valdés, de la Casa de Santa Eulalia de Cueiras (Cangas del Narcea); era primo carnal del famoso liberal Agustín Argüelles (1776-1844). Tuvo cinco hermanas. En 1784, a la edad de 24 años, se casó con Xaviera Quiroga y Nava, de la Casa de Villoria del Barco de Valdeorras (Ourense), y tuvieron tres hijos: José Javier, nacido en 1786; Bernardo, en  1788 y Diego, en 1790. Su mujer murió en 1791.

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Retrato de Ignacio Merás, cuñado del autor, publicado en sus ‘Obras poéticas’, Madrid, 1797.

Era un hombre aficionado a la historia, la geografía, la etimología y la genealogía. Tenía una pequeña biblioteca y pedía libros sobre estas materias a un agente de negocios en Madrid. También le recomendaba libros su cuñado Ignacio Merás Queipo de Llano (1738-1811), que residía en Madrid, donde ejercía de ayuda de cámara del rey, y era escritor y académico correspondiente de la Real Academia de la Historia desde 1796. Estaba suscrito a la Gaceta de Madrid, que era el boletín oficial de la época, y al periódico Mercurio de España, donde se publicaban noticias de actualidad, opiniones y anuncios.

Su familia trataba a Jovellanos. En el diario de este ilustrado se menciona, durante su estancia en Cangas del Narcea en octubre de 1796, a la madre de José Alfonso, a la que llama “la Miramontes”, que ya estaba viuda y que pertenecía a su círculo de amistades. Jovellanos visita la casa y la viña de Miramontes en la villa de Cangas, y el jueves 13 de octubre va a un “convite” en esa casa. José tuvo que conocerlo y es probable que influyese en su interés por la etimología y las antigüedades.

Aunque, nuestro autor tratase a Jovellanos y fuese primo de Agustín Argüelles, sus ideas políticas eran contrarias a las de estos dos, hecho que no impedirá que en 1798 solicite a Madrid un ejemplar del Informe de la Ley Agraria (1795) escrito por el primero y que estimase mucho al segundo. De este modo, mientras que su primo estuvo encarcelado cerca de seis años por Fernando VII y después de 1823 exiliado hasta la muerte de este rey, él será partidario de Fernando VII y la monarquía absolutista, y enemigo de los liberales.

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Casa y torre de Miramontes con su palomar, pajar y panera, en Cibea

Los Miramontes tenían su solar en la parroquia de Cibea, allí estaba la vieja torre del linaje con su capilla y demás dependencias, pero ellos residían habitualmente en la villa de Cangas del Narcea, en la plaza de La Refierta (hoy, Mario Gómez), en una casa que estaba en donde hoy está el comercio de El Médico.

José Alfonso murió en Cangas y fue enterrado en el sepulcro que su familia tenía en la Colegiata, en la capilla de la Virgen del Rosario. Él fue el último de su familia que residió en esta villa. Su primogénito se casó en el Barco de Valdeorras (Ourense) y trasladó su residencia allí, a la Casa de Villoria que heredó de su madre, y en 1872 sus nietos vendieron la casa de Cangas al médico Benito Gómez Álvarez, que derribó la vieja vivienda de los Miramontes y construyó la que existe hoy.

La Descripción de la parroquia de Cibea de 1817

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Primera página del manuscrito de la ‘Descripción de la parroquia de Cibea’

El escrito de José Alfonso es algo caótico. Comienza con cierto orden, describiendo los pueblos más altos de la parroquia (Genestoso y Villar de los Indianos)  y va descendiendo (Llamera, Sonande, etc.) hasta llegar a su casa de Miramontes. En ese recorrido enumera acontecimientos, sucesos, el nombre de los párrocos y de los mayores propietarios de la parroquia, y la historia de algunas familias (como los Llano Flórez; el ascenso de los Fernández Flórez y, por supuesto, la suya). Dedica mucha atención a la etimología de los nombres de los lugares, en especial a Cibea, Cangas y Leitariegos, que después de muchas especulaciones históricas considera que proceden de “zid”, “cargas” y “litereros”, respectivamente. El texto termina describiendo el Santuario del Acebo, en el que los Miramontes tenían el privilegio de poseer dos sepulturas “adentro del vallado de la capilla mayor”.

En la “Descripción” aparecen citadas numerosas personas vinculadas de una u otra manera a la parroquia de Cibea; la mayoría son contemporáneas del autor, que él mismo conoció. Aparecen párrocos, vecinos, propietarios importantes, antepasados suyos y personas relevantes por su habilidad, como el tirador de barra Blas Rodríguez, de Sonande.

Para documentar estos acontecimientos y avalar sus conjeturas emplea las obras de varios historiadores de los siglos XVII y XVIII. Estas citas no son de oídas, sino que parten de la lectura directa de las obras y por eso menciona a veces el tomo o la página de dónde saca la información. Menciona el Compendio de la Historia de España (1759) de Duchesne, traducido del francés por el padre Isla; varios tomos de la España sagrada (1765-1767) de fray Enrique Flórez; la Chrónica de los príncipes de Asturias y Cantabria (1681) del padre Sota; la Vida de san Pablo Apóstol (1644) de Francisco Quevedo y, sobre todo, aparece citado repetidas veces el padre Luis Alfonso de Carballo, “el historiador de Asturias”, y sus Antigüedades y cosas memorables del Principado de Asturias (1695). Otras fuentes de información que utiliza son el Diccionario de la lengua castellana de la Real Academia Española para las etimologías y una obra manuscrita titulada “Antigüedades” escrita por “el curioso don Fulano Valentín, preceptor de gramática en esta villa de Cangas”.

La “Descripción de la parroquia de Cibea”, escrita por José Alfonso Argüelles en la villa de Cangas del Narcea en 1816 y 1817, es un testimonio muy valioso. Hay que valorar especialmente que junto a informaciones y opiniones infundadas y erróneas, tenemos la oportunidad de leer a un escritor que nos cuenta cosas de su tiempo y nos ofrece unas noticias de mucho interés que desconocíamos completamente. Además, tiene el merito de la excepcionalidad, porque aunque es probable que escritos como este hayan sido relativamente frecuentes en aquel tiempo, redactados por personas del mismo grupo social que nuestro autor, la gran mayoría han desaparecido como el resto de la documentación que había en las casas de esas personas.



Descripción histórico-geográfica de la parroquia de Cibea (Cangas del Narcea), 1817

El puerto de Leitariegos

Carretera AS-213: Cangas del Narcea – El Puerto de Leitariegos, a la altura de La Chabola de Vallado

Leitariegos es un puerto suave. La carretera asciende por un terreno que se eleva a partir de Cangas del Narcea. Sin estridencias. Sin embargo, no es un puerto libre de dificultades, pero como no hay mal que no se compense con un bien, a una de esas dificultades, probablemente a una nevada, debe Leitariegos el más antiguo de sus privilegios, concedido por la reina Urraca en el año 1112 en agradecimiento al auxilio recibido por sus vecinos. Pocos años más tarde, en 1131, consta el paso de quince caballerías que transportaban trigo desde León hasta el monasterio de Corias, con lo que se documenta la primera arriería por este puerto del que surgen los arrieros más antiguos de España: la familia Cosmen, que desde el siglo XVII lleva ejerciendo esa ocupación sin haberla abandonado en ningún momento, ya que los autobuses del Alsa son, a su modo, arriería motorizada, y no se detuvo al otro lado de los montes, sino que trasladó sus transportes a las grandes urbes y a las inmensidades de China. Algo deben tener los aires de Leitariegos que impulsan a sus nativos a buscar nuevos horizontes sin perder de vista el terruño. En una Asturias que por desgracia no cuenta con tantos empresarios como gaiteros, los dos empresarios más imaginativos e internacionales, Pepe Cosmen y Francisco Rodríguez, que han extendido la arriería motorizada de Alsa y la exquisitez láctea de Reny Picot por todo el mundo, son originarios de esta aldea.

El Puerto de Leitariegos, feb. 2009. Foto: Patrick Zimmerman

Pero el puerto de Leitariegos, por ser lugar de mucho paso, no fue lugar aislado, aunque lo aislaran las nevadas durante muchos meses del año. Gracias a las nieves, los vecinos de este puerto, como los de Pajares y Arbás, obtuvieron beneficios diversos por trabajar como paleadores, duro oficio pero indispensable cuando cae la nieve y el viajero perdido ha de dejarse guiar por el sonido lejano de la campana salvadora. Ya en el siglo XII había en el puerto cuatro alberguerías, las de Ferrera y Cafrenal en la parte de León y las de San Juan del Puerto de Leitariegos y de Santa María de Brañas en la asturiana. Ésta es la historia antigua de Leitariegos. A partir de Cangas del Narcea, se suceden los pueblos en la carretera del puerto: Limés, Puenticiella, Las Mestas en la ribera del río Naviego y La Pena de San Martín. ¿Por qué se habrá apenado tanto San Martín, que es el santo que más pueblos bautiza a lo largo y ancho de Asturias, precisamente en este lugar que queda constancia de tanta pena en el topónimo? Y entonces caigo en la cuenta, bobo de mí: no se trata de que el santo de Tours estuviera apenado, sino que por aquí debe haber una peña que se llama San Martín. De manera que deduzca que en la «llingua» de la «Academia llariega», «peña» significa «pena»: ¡ay, pena, penita, pena!

Brañas de Arriba, mayo 2010. Foto: Dani Montero

Y la carretera se eleva en un escenario de gran amplitud. Va quedando abajo, a nuestra derecha, el valle del río Naviego, y en La Mata, donde hay una bolera, la subida es más perceptible. Luego está Villacibrán, pueblo de piedra gris y tejados de pizarra, y San Pedro de Arbas, que repite un topónimo del puerto de Pajares.

Después está La Linde, y una desviación a la derecha conduce a Rubial. Y se suceden Caldevilla de Arbas, El Otero (solano en la ladera), La Pachalina, Vallado (con lo que me acuerdo de Jesús López del Vallado, compañero del colegio); La Venta la Farruquita, en una curva que vuela sobre el valle, y, finalmente, Las Brañas. Y, pasadas Las Brañas, vemos en el alto las primeras casas de Leitariegos, rodeadas de pastos y ganados. El pueblo, en suave cuesta arriba, se extiende a lo largo de la carretera. En la parte de Asturias tiene un aspecto rural, de alta montaña, y en la de León se ven las telesillas que conducen a las pistas de esquí. Las nevadas que caían en este puerto por el invierno debían de ser de órdago. En las «Tablas», libros de cuentas y crónica familiar de los Cosmen, donde se relata, al tiempo, la historia de Leitariegos, un Cosmen anotó hacia 1825 que intentó abrir la ventana de su casa y no pudo hacerlo porque la obstruía la nieve; afuera había «siete varas de nieve bien medidas». Avanzado el otoño, el aire del puerto es frío y transparente como el cristal. En cierta ocasión que vinimos a comer aquí, Arturo Cortina exclamó: «Ser vaca en Leitariegos es más importante que ser notario en Madrid».

La Nueva España

, 1/2/2009.

Vista del valle de Laciana, julio 2009, desde el descenso de Leitariegos a Caboalles. Foto: Héctor HHH

En esta ocasión nos detenemos a comer en el Bar de Agosto, un establecimiento de montaña con la cocina de carbón detrás de la barra y que llama la atención por su rótulo, que tal vez pretende conjurar el lento y largo invierno. Nos parten cecina y jamón con un pan de hogaza y nos sirven un guiso de patatas con carne muy sabroso. Una comida muy apropiada al escenario.

A diferencia de puertos como Tarna, en los que se entra directamente en la Meseta, el descenso desde Leitariegos es importante. En el valle está Caboalles de Abajo, con su disposición urbana, sus casas de tejados de pizarra, el castillete de una mina y un buen puente de piedra de tres ojos.


Publicado en La Nueva España, 1 de febrero de 2009.

Rodeados de música

Banda de Música Municipal de Cangas del Narcea bajo la dirección de don Lorenzo Menéndez, en Grao, agosto de 1924

«Frente a los actuales botellones más o menos improvisados en patios de colegios, parques o en nuestro querido Prao del Molín, encontramos un Casino en el que se sucedían bailes, veladas literario-musicales y alguna que otra función dramática. Quizás algunos os estéis preguntando qué tipo de Casino era el que existía en aquel Cangas de Tineo de las últimas décadas del siglo XIX.»

“Rodeados de música” es una reflexión sobre la presencia de la música en nuestras vidas, antes y ahora. Esta Lección magistral fue leída en el acto de Graduación de Bachillerato y Ciclos Formativos del Instituto de Educación Secundaria de Cangas del Narcea el 13 junio 2014.

¿Podríamos hoy imaginar nuestra vida sin la omnipresencia de la música, que nos rodea en casi cualquier ambiente o situación, sea en nuestros hogares, en restaurantes y cafeterías, en medios de transporte, en algunos centros de trabajo y hasta en el supermercado? ¿Podríamos concebir un programa de radio o televisión, una representación teatral, el cine, la publicidad o incluso un videojuego sin música? ¿Podríamos recordar, los que tenemos edad para ello, nuestro día a día de hace tan sólo un par de décadas sin el amplio abanico de artefactos que llevamos con nosotros a todas partes y que nos asaltan con famosas melodías, tonos y politonos a la primera de cambio?

Más difícil aún, ¿podríamos en la actualidad vivir sin la opción de escuchar en el momento y lugar en los que se nos antoje nuestra canción preferida, esa pieza clásica que llega a lo más hondo de nuestro espíritu o el último éxito del grupo o cantante de moda? Os invito a acompañarme en un salto atrás en el tiempo en el que trataré de evocar un contexto como el que acabo de proponer. Para ello, intentaré describir cuál era el papel de la música en la vida del Cangas de antaño, en concreto, del Cangas de las últimas décadas del siglo XIX y primeros años del XX.



 

Homenaje cangués a la Casa Domecq en 1977

Homenaje a la Casa Domecq en Jerez de la Frontera en diciembre de 1977

El 9 de diciembre de 1977 un nutrido grupo de cangueses se desplazaba hasta Jerez de la Frontera para rendir homenaje a la Casa Domecq por la colaboración que un año tras otro prestaba a las populares peñas de la pólvora de Cangas del Narcea con ocasión de las tradicionales fiestas del Carmen y la Magdalena.

El grupo, compuesto por mas de treinta peñistas, fue recibido a su llegada a las bodegas por el entonces consejero José Ignacio Domecq; por el subdirector general, Benito Carrillo; por el director de Relaciones Públicas, Manuel Domecq Zurita; por el jefe del Gabinete de Prensa, Manuel Liaño Pérez; por el coordinador de Relaciones Públicas, Francisco Pérez González y el miembro de dicho departamento, José Sañudo Romano.

Tras un amplio recorrido por diversas bodegas y embotellados se celebraría un acto en «El Molino». Fue el socio del Tous pa Tous, Rafael Álvarez Flórez (Falo), en nombre de las siete peñas de Cangas representadas, quien tras unas palabras de gratitud a Domecq, hizo entrega a José Ignacio Domecq de una bandeja de plata, recuerdo de amistad, de la gratitud de todos y de su paso por las bodegas. También los señores Carrillo y Domecq Zurita recibieron preciosos regalos. Agradeció el acto, los regalos y las palabras de Falo, el consejero Ignacio Domecq.

A continuación, sobre las tres de la tarde, la Casa Domecq ofrecía un almuerzo a la embajada canguesa. A los postres, hubo un homenaje a Anselmo Suárez, padre e hijo, pasado y entonces presente en la Delegación de Domecq en Asturias; palabras nuevamente del consejero José Ignacio y breve discurso del por entonces delegado asturiano, Anselmo Suárez (hijo).


Fuente: LA VOZ DEL SUR. Diario Provincial de la mañana. Jerez, 10 de diciembre de 1977. Núm.: 15.011
Fotos: Colección Rafael Álvarez Flórez y Colección Peña El Arbolín.

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Las fiestas del Carmen en 1931

Preliminares

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La Descarga el 16 de julio de 1931.

Como todos los años, novena muy concurrida; muchas pucheras y taquinos de jamón y cecina a la hora de la novena en casa de Ordás y Zoila; mucho ajetreo de blanqueo y limpieza por las casas y calles de La Fuente y de Abajo, así como de Ambasaguas, etc.; gran movimiento en la colocación de postes y tendido de alambre para la iluminación, y muchos forasteros cangueses y no cangueses que durante el novenario van llegando para disfrutar de unos días, como es difícil poder hacerlo en ninguna parte; pero ¡ay!, el día 14 causó más de un pesar a miles de personas, sobre todo jóvenes, que creyeron que las fiestas de este año se iban a ahogar en agua, ya que ese día estuvo lloviendo todo él sin cesar y de un modo que no parecía sino que las cataratas celestes querían inundar nuestro planeta.

La víspera

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Banda Municipal de Cangas del Narcea, dirigida por Lorenzo Menéndez, en la calle Mayor, 1931

Los corazones se ensanchan; el regocijo píntase en todos los rostros; el sol luce desde las primeras horas de la mañana: el día se presenta hermoso.

Ya no cabe duda de que el tiempo está de parte de la gente joven, la que hace mil cábalas, relacionadas con las prendas nuevas de vestir, en los bailes y con las conquistas amorosas.

Los cohetes, disparados a las doce del día, los gigantones, la banda de música de Cangas y la del regimiento número 3, de Oviedo; las gaitas y el continuo repique de campanas, ponen a Cangas en un estado de nerviosismo y agitación, durante hora y media, muy difícil de pintar.

Llegada la hora de la verbena, ésta presenta un aspecto fantástico desde todos los puntos que dominan Ambasaguas y Barrionuevo. En medio del puente romano gira una farola con una espiral de luz eléctrica blanca y rosa, que aparece y desaparece alternativamente de abajo arriba y viceversa. Toda la fachada de la iglesia, desde el campanario, así como las cornisas y puerta principal, están rodeadas de luces de colores, también eléctricas. Los tres puentes, o sea el romano, el de Ambasaguas y el de los Peñones, así como Los Nogales y Barrionuevo, están cubiertos de farolillos de papel de colores, alternados con focos blancos de luz eléctrica. Una hermosura, en fin, debiendo consignar que el fluido eléctrico y demás lo regaló, como otros años, D. Antonio Arango.

Los Nogales viéronse toda la noche, hasta las dos de la madrugada, repletos de gente, ya que allí y sólo allí tocaba la música, o sea las dos bandas y organillos; y dicho esto, nos excusamos de apuntar que en Los Nogales se establecieron los puestos de bebidas, se dispararon muchos cohetes, se quemaron fuegos artificiales, etc., etc. También se dispararon infinidad de cohetes gordos, y desde el huerto de la casa de D. Braulio Sánchez, y desde el sitio del Pelayo, en donde tienen por costumbre dispararlos los socios del Carmen. 

El día de la santina

Este amaneció espléndido, hermosísimo, como se ven pocos días. El pueblo despierta temprano; las empanadas de jamón y anguilas vense camino de las tahonas, unas, y de regreso, otras; los vendedores de corderos y cabritos madrugan con su mercancía, como el día anterior; los aprendices de sastre y algunas guapas chalequeras no cesan de llevar nuevos trajes a casa de sus parroquianos; los comercios y barberías están atestados de gente; se siente mucho ruido de automóviles, y a las diez sale la procesión desde Ambasaguas para la Colegiata, en medio de descargas atronadoras de cohetes.

En la Colegiata se celebra misa solemnísima, cantada por distinguidos jóvenes de ambos sexos de la localidad. El sermón está a cargo de un Padre dominico, hijo de este concejo, del pueblo de Posada de Rengos, Fray Manuel Ramos. Saluda emocionado a sus paisanos, y con verbo cálido y fácil, lleno de unción evangélica, se adentra en la vida y virtudes de la Virgen Carmelitana.

A la salida de misa, música, paseo y baile en La Vega, con el reparto de empanadas a los pobres. Número este que llenó de admiración a cuantos forasteros lo presenciaron.

Los forasteros continúan llegando sin cesar, tantos, que no se recuerda otro año igual, habiendo infinidad de ellos de la provincia de León, Pola de Allande, Tineo, La Espina, Salas, Luarca, Oviedo, Gijón, Belmonte, Grado, etc. De Grado parecía que materialmente se había volcado todo el pueblo en Cangas. Baste decir, para juzgar el número de forasteros que nos visitaron, que aun proponiéndose ver una persona conocida, en algunos momentos, en la calle Mayor o en La Vega, no era posible conseguir tal cosa.

En la tarde de este día, y mientras se aproximaba la hora de la descarga, los ases del canto asturiano y la banda de música de Oviedo dieron un concierto en el teatro, habiendo acudido numeroso público. 

La procesión y la descarga

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Procesión de la Virgen del Carmen en el puente de piedra, hacia 1940.

Este año, como novedad, se celebró la procesión a las ocho y media de la noche, casi entre dos luces. La concurrencia es inmensa; los puntos todos de dominio sobre Ambasaguas, lo mismo calles que casas, El Cascarín, El Fuejo, La Oliva, El Mercado, etc., vense atestados de personas que esperan, ansiosas, ver asomar la Virgen al puente de piedra para presenciar el espectáculo insuperable en su clase y emocionante en extremo.

Y el momento llega; y de repente, cientos y cientos de voladores de todos los calibres y a la vez rasgan, iluminan y atruenan el espacio durante más de quince minutos seguidos, saliendo los cohetes de Los Nogales, El Cascarín, Ambasaguas, El Mercado, El Pelayo, etc., y cruzándose amenazantes en el espacio que cubre la ermita en donde mora la Virgen festejada.

Este año la descarga superó en mucho a la mayor habida; y si algún nuevo calificativo merece, puede dársele el de demasiada descarga. ¡Cómo sería!

Y los forasteros estaban admirados, no saliendo de su asombro. Yo creo que estaban asustados. ¿Cómo no, si lo estábamos los de casa? 

Vino gratis a los forasteros

Así rezaba un cartelón sujeto al tronco de un árbol en el campo de La Vega, en donde una barrica de excelente vino tinto de Cangas, al cuidado de Paneiro, estaba abierta a todo forastero que quisiera tomar uno o más vasos.

Los cachos de madera, con vino, por supuesto, era lo que más preferían todos los forasteros. «¡Qué rico!», decían. 

La verbena de ese día

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Máquinas de voladores preparadas para La Descarga en Los Nogales, Cangas del Narcea, en 1931.

Fue en La Vega. El campo estaba admirablemente iluminado con farolillos de papel y luces eléctricas. Los farolillos salían del Campo hasta la Plaza Mayor.

La noche era hermosísima, como pocas, razón por la cual todo el mundo bajó al campo, hasta el extremo de verse aquél completamente lleno, como nunca se ha visto ni soñó verse.

Durante la noche se dispararon infinidad de cohetes y se quemaron bonitos fuegos artificiales; y los organillos y las dos bandas de música, sobre todo éstas, hicieron las delicias del público hasta las dos de la madrugada, hora en que los forasteros comenzaron a desfilar de regreso a sus casas de Pola de Allande, Tineo, La Espina, Luarca, Salas, Grado, Oviedo, Belmonte, Gijón, Leceana, etcétera, etc. 

Día 17. Tiro de pichón y verbena

Para el tiro de pichón, y como premios, había cinco hermosísimas copas, donadas por don José Herrero, una; por el marqués de Aledo, otra; dos, por la Comisión de festejos, y una, por la Sociedad de Cazadores.

El primer premio, que fue en la primera tirada, la ganó D. Manuel Valdés, de Tineo, que era una de las copas de la Comisión citada; la copa del marqués de Aledo la ganó otro joven de Tineo, D. Nicolás García, y la otra copa de la Comisión y la de la Sociedad de Cazadores las ganó D. Gervasio Cantón, de Cangas. Quedó la copa del Sr. Herrero, que se disputará otro día; y terminamos la reseña de este simpático número celebrado en el prado del Reguerón, con cohetes y música y una entrada bastante buena, mencionando al veterano cazador don Luis Cantón, que se ganó una poule de cincuenta y cinco pesetas, matando pichones sin tasa.

La verbena se celebró en el paseo de Dámaso Arango, el que estaba bonitamente iluminado y en donde la gente joven rindió culto a Terpsícore hasta la una de la mañana, sin que faltasen los consabidos cohetes y fuegos artificiales. 

Día 18. Concurso de ganado y nueva verbena

Del concurso de ganado celebrado el sábado de ese día nos ocupamos en otro lugar de este número.

La verbena fue en la calle Mayor, la que estaba iluminada en toda su longitud, que, como saben los cangueses, es un rato larga; y, como en todas las reseñadas, mucha gente, mucha animación y temperatura deliciosa, sin que faltase la pólvora en voladores y en ruedas bonitas.

 Día 19. Carreras en bicicleta y en saco, concurso de natación, chocolate y teatro

En las carreras de bicicleta se inscribieron ocho corredores, siendo 36 los kilómetros a recorrer en una hora y un cuarto.

En las primeras vueltas, que era salir del paseo de Dámaso Arango hasta el puente del Infierno y vuelta hasta Limés, dos veces, quedaron algunos corredores fuera de concurso por pinchazos repetidos en sus máquinas, siendo el resultado final el siguiente:

Primer premio, consistente en 30 pesetas: lo ganó Ceferino Arias Arce; el segundo, 20 pesetas: Justo Uría Azcárate; el tercero, 15 pesetas: José Valle Cantón; el cuarto, 5 pesetas: Manuel Pérez Avello, niño de doce años, y el quinto, consistente en unas almadreñas, fue para Manuel Fernández Agudín, de Corias. 

Carreras en saco

Estas carreras fueron un número que hizo reír bastante y al que acudieron media docena de chicos pequeños, que hicieron las delicias de los demás chicos, pequeños y grandes, que en número crecidísimo presenciaban los saltos y los revolcones, locos de contento. 

Natación

A este concurso, que consistía en premiar a los tres que llegasen primero desde el rabión del Peñón Furao hasta la estacada de los de Obanca, sólo se presentaron cuatro nadadores, llevándose el primer premio el niño Marino Méndez G. Solar; el segundo, Eduardo Díaz Menéndez, y el tercero, Manuel Muñiz Díaz. 

Chocolate

Este número del chocolate fue graciosísimo, pues consistía en que dos niños con los ojos vendados, sentados el uno frente al otro, con una tartera llena de chocolate entre ambos, tenían que mojar pan allí y cebarse mutuamente. Ante la perspectiva del chocolate, se prestaron al juego tres parejas de chiquillos, los cuales se propinaron infinitos manchones en la cara y manos, no untándose la ropa por tener el traje cubierto por un saco. 

Teatro

Como colofón a las fiestas del Carmen dio seis funciones en nuestro teatro Toreno la compañía cómico-dramática, Rico-Guerrero. En la de este día tuvo la compañía un lleno franco, de bote en bote, como no se esperaba menos, ya que son muchos todavía los forasteros que el día 19 pernoctaron en Cangas. 

Final

Y ya era tiempo, dirá más de un lector; pero los cangueses que viven allende los mares, y lo mismo los que viven aquende de ellos, fuera de Cangas, quieren saber, tienen derecho a saber, por medio de LA MANIEGA, todo cuanto pasa en su patria chica.

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La Descarga el 16 de julio de 1931

Por eso, como final de fiestas, hemos de decir que a pesar de tantísima pólvora como se quemó, tanto ir y venir de automóviles y tantas pucheras de vino y otros licores que se trasegaron al estómago, no hubo que lamentar nota alguna desagradable. Esto lo decimos con orgullo, porque Cangas del Narcea ya es conocida por toda la provincia y fuera de ella, como pueblo culto, hospitalario y que sabe disfrutar de unos festejos como nadie y como hay muy pocos.

 


Publicado en La Maniega; Año VI Num. 33 Julio-Agosto de 1931


Cuando Muniellos era un aserradero

Leñadores y rolla de roble en la serrería de la empresa «Muniellos, S.A.» en Las Tablizas, 1955

El que hoy es el espacio natural más protegido de Asturias fue durante dos siglos fuente de provisión de madera. Entre 1766 y 1973 se sucedieron las talas en el bosque que hoy es reserva natural integral y tiene restringido el acceso a veinte personas diarias. Hubo un pasado que un libro recupera ahora. Se trata de ‘La explotación de madera en el monte Muniellos (Asturias)’, una segunda edición corregida y aumentada del publicado en 1989. Lo firma el director del Museo del Pueblo de Asturias, Juaco López Álvarez, y cuenta con un apéndice de Juan Pablo Torrente Sánchez-Guisande.

Este libro, con profusión de material gráfico de diferentes fuentes, rememora ese pasado que hoy parece muy lejano pero no lo es tanto. Aquella «selva virgen» ubicada en el concejo de Cangas del Narcea que hasta mediados del siglo XVIII solo se usaba como lugar de pasto para el ganado vacuno y porcino y a la recolección de bellotas, se había de convertirse en aprovisionamiento maderero. Vinculado al mayorazgo de la Casa de los Queipo desde principios del siglo XVI, fue a mediados del XVIII cuando se inicio su aprovechamiento. En 1768 el rey Fernando VI ordena las cortas en este monte y los colindantes con destino al arsenal de El Ferrol dentro de un plan de regenación de la Armada. Claro que en aquel tiempo y en aquel lugar encontrar madera para construir navíos era menos difícil -revela el libro- que transportar ese material. «Las primeras labores se centraron en las vías de comunicación: por un lado, abrir una carretera desde Muniellos a la villa de Cangas del Narcea y, por otro, hacer navegable el río Narcea para bajar la maderas desde aquella villa al puerto de mar de San Esteban de Pravia», recoge el volumen, que da datos curiosos, como «las cinco varas de ancho de buena calzada» que requería la carretera o las «ocho leguas» en las que se actúo para limpiar el cauce del río. 1.251.220 reales era el presupuesto de la primera obra; la segunda, 1.650.463.

Saca de madera con un carro del país en el concejo de Cangas del Narcea, 1965 (Fotografía de Carson)

Parecía que la riqueza maderera del lugar merecía el gasto, pero pronto se supo que los árboles no daban lo esperado. La madera no era la adecuada para la construcción naval y solo servía como tablazón para ciertas partes de los barcos. Pero, aún así, la explotación para los Reales Arsenales continuó. Las talas se iniciaron en Muniellos en 1768 y finalizaron diez años después para este fin. Fue entonces cuando el conde de Toreno solicitó permiso para continuar con la explotación y lo obtuvo, aunque pronto descubrió que esa madera ya no interesaba.

Claro que, hasta entonces, en la zona se creó un mundo vinculado a la explotación de la madera. «Supuso la llegada a la zona de gentes de afuera, sobre todo leñadores y carpinteros vizcaínos y carreteros montañeses o santanderinos», relata el libro. Se detiene además en cómo la apertura de la carretera real de Cangas al monte propició en 1772 la inauguración de una venta con cocina, un cuarto, una bodega para vender vino y una fragua para herrar los animales y arreglar las ruedas de los carros.

Fue la venta proveedora de víveres de los doscientos operarios de Muniellos, cuya vida no era precisamente fácil. «En el interior del monte de Muniellos las labores de los leñadores, serradores, carpinteros y carreteros eran muy duras», detalla Juaco López en su libro, quien revela cómo las talas se efectuaban durante el menguante de las lunas de noviembre, diciembre, enero y febrero. En carretas se transportaban los troncos dentro del monte, donde se aserraban las piezas, que luego se trasladaban a Cangas en carros tirados por cuatro bueyes. Allí se almacenaba la madera hasta poder ser enviada por el río a San Esteban en las chalanas.

Locomóvil o locomotora a vapor de la casa inglesa Aveling & Porter empleado por la Sociedad Bosna Asturiana para transportar la madera del monte de Muniellos, en Courias (Cangas del Narcea), hacia 1907 (Fotografía de Benjamín R. Membiela)

El XIX llegó al suroccidente asturiano con la explotación maderera parada, pero a mediados de siglo se retomó. Si antes fue el Estado el que asumió la explotación y las inversiones, ahora es el turno de la empresa privada. Y aquí entran en juego sociedades con capital inglés, catalán, francés y belga. «A mediados del siglo XIX, el crecimiento económico e industrial de España trae consigo también la aparición de capitales especulativos que fijarán su atención en la explotación de la madera», recupera el libro, que narra cómo van llegando gentes interesadas en su arbolado hasta que en enero de 1855 comienzan de nuevo los trabajos de explotación de la madera de la mano del británico Melvil Wilson. Franceses, suizos, sardos y alemanes se encargaron junto a nueve empleados asturianos de la explotación, que fue transferida poco después a otros británicos, y más tarde, en medio de un montón de enredos, pasó a manos del Crédito Mobiliario Barcelonés. Propiedad al margen, la explotación mantenía el traslado a bordo de balsas rumbo a San Esteban, desde donde se distribuía una madera que se destinaba «a explotación de minas, obras civiles, construcción de wagones, lanchas y otros usos». Se creó también una ferrería para aprovechar la madera sobrante y convertirla en carbón vegetal. Su actividad cesó en 1882. En los primeros años hubo beneficios; luego llegaron las deudas.

Puerto de San Esteban de Pravia, h. 1912 (Fotografía de Celso Gómez Argüelles. Colección Álvarez Pereda)

Se fueron ellos, volvieron los especuladores en busca de negocio y la familia Queipo de Llano decidió vender. Un anuncio en ‘Le Figaro’ en 1892 lo hacía público. Pero no era fácil encontrar quien quisiera explotar el monte, porque los costes del transporte de la madera seguían siendo elevadísimos. Se planeó incluso construir una línea de ferrocarril entre San Esteban de Pravia y Cangas del Narcea, pero nunca llegó a realizarse. La Sociedad Minero Forestal, con capital franco-belga, tenía grandísimos proyectos pero todo acabó en 1898 en un enorme fracaso.

Así llegó el siglo XX, que comenzó con la venta en su primer año del monte a un banquero vasco y a un ingeniero francés. Eso fue en 1901. Un año después se constituyó la Sociedad General de Explotaciones Forestales y mineras Bosna Asturiana, que tenía un proyecto muy similar al de la sociedad franco-belga. Construyeron en Las Tablizas un centro fabril con talleres y casas para los empleados y se sirvió de camiones de vapor (una especie de locomotoras) para transportar la madera. De nuevo llegaron trabajadores de fuera, en esta ocasión una cuadrilla de croatas que habría de adiestrar a los asturianos para trabajar la duela del roble. Se pelearon por conseguir la línea férrea pero no hubo forma y en 1932 se disolvió la compañía.

Los hermanos Velasco Herrero heredaron la propiedad pero hasta los cincuenta el monte no volvió a explotarse. Se hace a través de la empresa Muniellos S.A. «En este último periodo se explota con más intensidad que nunca, gracias a la apertura de varias pistas y al uso de camiones con motor de gasolina, que facilitaron y abarataron mucho el transporte de la madera», descubre el libro, que añade otro elemento, el uso de la motosierra a partir de los sesenta que propició la tala masiva hasta 1972. Hasta que, por fin, «las presiones del Estado y los problemas económicos llevaron a la empresa a vender el monte Muniellos al Icona el 17 de febrero de 1973 por 34.008,25 pesetas».

ACTUALIDAD El bosque de Muniellos, Reserva de la Biosferea. / A. Piquero

Así se puso fin a la explotación forestal y se dio la bienvenida a una apuesta por la conservación que a decir verdad comenzó ya en pleno siglo XIX. El primero en pedir protección para los montes de Cangas fue el secretario municipal Faustino Meléndez de Arbas. Más tarde, Eduardo Hernández Pacheco, catedrático de Geología de la Universidad Central de Madrid y vinculado a la Institución Libre de Enseñanza, pidió en el diario ‘El Sol’ la protección para «nuestra selva de Muniellos». Pero es a mediados del siglo XX cuando las voces comienzan a alzarse con fuerza. Hasta el mismísimo Félix Rodríguez de la Fuente clamó por hacer de Muniellos «el primer parque regional español». Suspendidas las talas en 1973, su camino fue otro. En 1982 se declaró Reserva Biológica Nacional y en 2000, Reserva de la Biosfera.


Publicado en EL COMERCIO el 31 de mayo 2014


El CSIC emplea por primera vez en el mundo los retablos barrocos como método de estudio de la vid

La investigadora canguesa Carmen Martínez muestra la variedad Tinta Castañal representada en el retablo de la iglesia del convento de las Clarisas en Tui, Pontevedra

Un equipo de investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha analizado 101 retablos barrocos ubicados en 54 iglesias de Galicia y Asturias y ha logrado identificar seis variedades de vid cultivadas en esta zona peninsular. Los resultados de este trabajo, publicado en la revista del jardín botánico de Nueva York, Economic Botany, demuestran, según sus autores, el valor del arte como instrumento para estudiar la evolución histórica de los cultivos de vid y la antigüedad de algunas variedades.

Las seis variedades identificadas en estos retablos del siglo XVII son Loureira, Tinta Castañal, Albariño, Albarello (también llamada Brancellao), Dona Blanca y Palomino Fino. Esta última variedad se encuentra representada en el retablo mayor del Santuario de Nuestra Señora del Acebo de Cangas del Narcea.

Santuario de El Acebo (Cangas del Narcea, Asturias). Variedad representada: Palomino fino

“El estudio se basa en la comparación de las hojas y los racimos de variedades de vid reales, con las que aparecen representadas en las columnas salomónicas de los retablos barrocos. En algunos casos hemos encontrado un alto nivel de realismo, precisión y fidelidad en las representaciones. Esto nos ha permitido identificar algunas variedades reales y confirmar en algunos casos su posible carácter autóctono y la antigüedad de su cultivo en la zonas vitícolas en las que se ubican las iglesias cuyos retablos han sido estudiados”, explica la investigadora canguesa del CSIC Carmen Martínez, de la Misión Biológica de Galicia.

Para alcanzar estos resultados, los investigadores visitaron cada una de las 54 iglesias y tomaron imágenes de las hojas y racimos de vid representadas en las columnas salomónicas de los retablos. Este elemento arquitectónico, típico del arte barroco, se caracteriza por su forma helicoidal y su decoración vegetal, generalmente con hojas y racimos de vid. Después, en el laboratorio, los investigadores midieron numerosos detalles botánicos en las imágenes con los mismos métodos y técnicas utilizadas para medir las hojas y los racimos reales.

El origen de las variedades

“En la bibliografía antigua hay nombres de variedades de vid muy concretas y ligadas a determinadas zonas, pero solo en algunos casos van acompañados de brevísimas descripciones. En el siglo XIX empiezan a aparecer algunas descripciones puntuales más amplias que incorporan, en casos muy excepcionales, ilustraciones, que permiten identificar correctamente las variedades. Salvo esas excepciones, en el resto de los casos todavía hoy continúa el debate en torno a los orígenes de muchas variedades, la antigüedad de su cultivo en zonas determinadas, o los problemas de sinonimias y homonimias. El hecho de haber sido capaces de identificar una variedad real en un retablo, demuestra que en el siglo XVII esa variedad se cultivaba en esa zona concreta”, añade la investigadora.

Retablos estudiados en Cangas del Narcea

En Asturias, prácticamente el estudio se ha centrado en iglesias y retablos del concejo de Cangas del Narcea: el Santuario del Acebo, las iglesias parroquiales de Bimeda, Carballo, Corias y Limés, las capillas de los palacios de Carballo y Cibea y el monasterio de Corias. A estos retablos del concejo cangués hay que añadir el de la iglesia parroquial de San Antolín de Ibias.


icon Tabla 1 – Ubicación de las iglesias y retablos estudiados (47.81 kB)


Trabajo publicado en la revista Economy Botanic:

Descargar PDF: iconWorks of Art and Crop History: Grapevine Varieties and the Baroque Altarpieces (5.38 MB)

 

Works of Art and Crop History:
Grapevine Varieties and the Baroque Altarpieces

Vídeo CSIC Comunicación: Identificadas variedades de vid reales en retablos barrocos del siglo XVII


Primeros aviones sobre el cielo y la tierra de Cangas del Narcea

El aeroplano que aterrizó en Riotorno en 1932 en la playa de San Lorenzo, Gijón / Xixón. Fotografía de Constantino Suárez. Col. Museo del Pueblo de Asturias.

“A mi hermano Pedro, que ya vive en el cielo de Cangas” 

En los últimos días del mes de octubre de 1927, Mario Gómez, el fundador del Tous pa Tous y de la revista La Maniega, estaba en su casa de L.lumés/Limés extrayendo noticias de unas cartas escritas por un cangués a otro residente en Madrid a fines del siglo XVIII e inicios del XIX, que le había dejado María Agüelles, una vecina y amiga de Cangas. Las noticias eran para documentar la historia moderna de Los Siglos de Cangas de Tineo. Los datos que le parecían de interés los anotaba en una libreta. Uno de esos días escribió:

Mientras tomo estas notas en Limés, el día 27 de octubre de 1927, cruza por este horizonte un aeroplano. Creo es el primero que se ve en este país y no hay que decir la expectación que aquí despierta.

Nada más sabemos de ese posible primer paso de un avión por el cielo de Cangas del Narcea en 1927, hecho que sucedió treinta años después de la invención de estos aparatos.

Cinco años más tarde volverá a pasar otro aeroplano por encima del concejo, que, además, por una avería, se vio obligado a aterrizar en el pueblo de Riotorno, convirtiéndose con toda probabilidad en el primer avión en pisar suelo cangués. La noticia la recoge la revista La Maniega en su número de septiembre-octubre de 1932:

En la tarde del 23 de agosto una avioneta, que desde Madrid se dirigía a Gijón para tomar parte en la Fiesta de Aviación que había de tener lugar en la citada villa al siguiente día, sufrió una avería de consideración, que la obligó a aterrizar en Ríotorno. No es para describir la enorme impresión y admiración de los vecinos de aquellos pueblos al ver aquel enorme pajarón volar sobre ellos y posarse en una tierra de labrantío un tanto pendiente. Al tomar tierra la avioneta se rompió la hélice, debido a la pendiente del terreno, y sus ocupantes, el aviador Sr. Ortiz Muñoz y su acompañante el parachutista señor Gersol, se vieron obligados a trasladarse a Cangas y desde aquí a Gijón, con el fin de buscar las piezas necesarias para la reparación de la aeronave.

De regreso de Gijón, según se dice, no encontraron de la avioneta más que el armazón y poco más, todo lo cual, en unión de alguna otra cosa, había desaparecido. Por fin, después de ocho días de viajes y de reparaciones, en la tarde del día 29 [de agosto] salió de los términos de Ríotorno, tripulada por dicho señor Ortiz.

El piloto era el comandante y profesor de aviación Juan Ortiz Muñoz, que en 1927 era jefe del Grupo de Caza de la Escuadra de Instrucción en Cuatro Vientos (Madrid), y el parachutista o paracaidista era Cristóbal Gersol, de Getafe, conocido como “El diablo rojo”. Los dos iban a Gijón a hacer una exhibición aérea, contratados por la comisión municipal de fiestas. Por los diarios de Gijón, La Prensa, El Comercio y El Noroeste, sabemos que llegaron a esta ciudad el lunes 29 de agosto de 1932. En La Prensa del día siguiente se leía que Ortiz y Gersol:

Habían salido por la mañana de Cangas del Narcea y aterrizaron en Pumarín, dando unas vueltas sobre la población. Por la tarde volvió a elevarse y por necesidad tuvo que aterrizar el aparato en la playa, frente a las primeras casas de la calle Ezcurdia, pero tan forzosamente tomó tierra que rozó una barra de hierro de las que sostienen las maromas para los bañistas y la avioneta sufrió ligeras averías, teniendo que ser trasladada al Piles. Seguramente que se fijará hoy el plan a seguir en estas exhibiciones interesantes.

La exhibición aérea consistió en hacer acrobacias con el avión sobre la playa y en ver el arrojo del paracaidista, que se subía a un ala y se lanzaba “al espacio desde una gran altura”. El espectáculo, según los periodistas, “gustó grandemente por sus extraordinarias hazañas” y fue presenciado por millares de personas.

La topografía funeraria del monasterio de Corias en la época medieval

Enterramiento señorial localizado en el crucero de la iglesia. Es probable que se trate de la tumba del abad Menén García (1303-1328).

En este interesante artículo, disponible desde ahora en la bibilioteca del Tous pa Tous, publicado en la revista de estudios medievales Territorio, Sociedad y Poder del área de Arqueología de la Universidad de Oviedo, el responsable de las excavaciones de Corias, Alejandro García Álvarez-Busto, realiza un estudio de los comportamientos funerarios documentados en el monasterio de Corias (Cangas del Narcea, Asturias) durante los siglos medievales. A partir del análisis de la distribución topográfica de los enterramientos en el edificio monástico, y conjugando las fuentes escritas y los resultados de la excavación arqueológica, se advierten las relaciones existentes entre la institución monástica y la sociedad laica y eclesiástica del suroccidente de Asturias.

La elaboración de este interesante artículo no habría sido posible sin el espléndido trabajo realizado por el equipo de arqueólogos que colaboraron tanto en la excavación arqueológica (Francisco X. Fernández Riestra, Alejandro Sánchez Díaz, Covadonga Ibáñez Calzada, Alberto Morán Corte y David Flórez de la Sierra) como en la catalogación de los materiales arqueológicos (Noelia Fernández Calderón). Su trabajo se enmarcó en el proyecto arqueológico dirigido por Alejandro García Álvarez-Busto, Seguimiento arqueológico de la rehabilitación del monasterio de Corias como Parador de Turismo, 2007-2011.

Descargar pdf: icon La topografía funeraria del monasterio de Corias en la época medieval (1.84 MB)


La topografía funeraria del monasterio de Corias en la época medieval a partir de la arqueología y las fuentes escritas

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Memoria de los bosques de Cangas del Narcea, 1920

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Cortando un roble en el monte de Muniellos, 1964. Fotografía de Manuel Rodríguez Montes, ‘Carson’

La elaboración de vino y la explotación de madera fueron las principales actividades industriales de Cangas del Narcea hasta los años cuarenta del siglo pasado, cuando la minería del carbón comenzó a expandirse.

Desde mediados del siglo XVIII y hasta mediados del siglo XX, la madera es una materia prima muy necesaria y buscada. Se empleaba para la construcción de barcos, para la construcción de edificios y obras públicas, para traviesas de líneas de ferrocarril, para tonelería, etc. La madera de roble será una de las más empleadas para estos fines, pero había un problema: era escasa. Por eso los robledales del concejo de Cangas del Narcea, en especial el “famoso” monte de Muniellos, serán el punto de mira del Estado en el siglo XVIII y de muchas empresas madereras a partir de 1845.

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Encabezamiento comercial de la Sociedad Bosna Asturiana, 1920

La explotación industrial de madera se inició en Cangas del Narcea en 1766 en este monte de Muniellos, propiedad del conde de Toreno, por iniciativa de la Armada y con el fin de suministrar madera para la construcción de navíos de guerra en el Arsenal de El Ferrol. En la segunda mitad del siglo XIX se seguirá explotando intensamente por parte de empresas inglesas (Wilson, Misley & Sichel), catalanas (Crédito Mobiliario Barcelonés) y franco-belgas (Sociedad Minero-Forestal-Ferroviaria). En 1901, la Sociedad Bosna Asturiana, integrada por capital francés, vasco y asturiano y con domicilio en Gijón, adquiere el monte y lo explotará hasta los años veinte. Por último, la empresa “Muniellos S.A.”, fundada en 1952 por varios socios de Cangas, Allande y Gijón, sacará madera hasta 1973 en que el Estado compra este monte para su conservación como espacio natural.

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Vista de los montes de L’Artosa y La Veiga’l Tachu desde Pena Ventana, 2013

Muniellos no fue el único monte explotado masivamente en todo ese periodo de más de doscientos años. También se explotaron otros en su entorno: los montes de Monasterio del Couto, El Pueblo de Rengos, Las Montañas, Cabreiro, etc., así como Valdebois, en el concejo de Ibias, y Valledor, en Allande. En ellos cortarán madera algunas de las empresas que trabajaron en Muniellos y otras más que a menudo eran extranjeras o de otras partes de España. Las últimas de esta clase fueron la catalana “Robledor, S.A.” y la valenciana “Explotaciones Forestales Pumar S.A.” fundada por Salvador Vilarrasa Sicra.

En todos estos montes se extraía madera de faya (haya), abedul, xardón (acebo) y, sobre todo, roble. Muchos de los trabajadores eran vascos, cántabros, franceses, croatas o suizos, así como vecinos de los pueblos propietarios de los montes y de los alrededores. La madera se enviaba para Burdeos, Barcelona, Madrid, Jerez de la Frontera, Valencia, Sonseca (Toledo), Gijón, etc.

La “Memoria de los bosques de Cangas de Tineo” que presentamos en el Tous pa Tous fue escrita en 1920 por encargo de algún empresario o sociedad interesada en invertir en la explotación de madera. Se centra en los montes de Monasterio de Hermo, Monasterio del Coto y Monte Cabreriro, que es propiedad de los vecinos de Oubachu y La Veiga’l Tachu, y también en el de Valdebois / Valdebueyes, que era de la familia Ron. En ella se trata sobre su superficie, las especies de árboles, las condiciones para la compra de los derechos de explotación de la madera y su precio, y el estado de las comunicaciones para el transporte de la madera.

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Vista de los montes de Rengos y Muniellos desde Pena Ventana, 2013

El traslado de la madera será uno de los grandes problemas con los que se encontraron todas las empresas que quisieron explotar los montes de nuestro concejo. En esta memoria se mencionan tres posibles vías para sacar la madera: la futura línea de ferrocarril “Pravia-Cangas del Narcea-Villablino”, que atravesaría por Monasterio de Hermo y que no llegó a hacerse; la carretera en construcción de Ventanueva a Ibias, por donde podría sacarse la madera del Monte Cabreiro y la de Valdebois, y el río Couto, por donde bajaría flotando la madera del monte de Monasterio del Couto hasta La Regla de Perandones; años más tarde, la empresa Robledor S.A. abrirá a su costa la actual carretera que atraviesa el Río del Couto, desde La Regla al Pozo de las Mujeres Muertas, para sacar madera de este monte y del Valledor (Allande).

La memoria está fechada en Oviedo el 12 de febrero de 1920 y no lleva ninguna firma. Procede de los restos del archivo del empresario y banquero José Tartiere Lenegre (Bilbao, 1848 – Lugones, Siero, 1927), que tenía adquirida la explotación de unos robles en el Monte Cabreiro. En ella se menciona al comerciante y negociante José María Díaz López “Penedela” (Penedela, Ibias, 1870 – Cangas del Narcea, 1934), que en esa fecha era el alcalde de Cangas del Narcea, y que proporcionó al autor de la memoria datos sobre las intenciones de los propietarios de los montes y los precios en los que estarían dispuestos a vender los derechos de explotación del arbolado.


Memoria de los bosques de Cangas de Tineo (Asturias), 1920


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Memoria de los bosques de Cangas de Tineo (Asturias), 1920

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Croquis’ de la localización de los diferentes montes de la ‘Memoria de los bosques de Cangas de Tineo (Asturias), 1920

Bosques de Cangas de Tineo

En todo el término municipal de Cangas de Tineo se advierte la abundancia de maderas, pero donde este producto constituye masas susceptibles de una explotación industrial intensa, es en los valles que rodean el llamado Monte de Muniellos, propio de la “Sociedad Bosna Asturiana”.

Estos valles son el de Monasterio de Hermo, donde nace el río Narcea, Vega del Tallo y Monasterio del Coto. Estos dos últimos se reúnen junto a Vegalagar y dan origen al río Coto que desemboca en el Narcea en el punto llamado Regla.

Monasterio de Hermo

Aparece este valle densamente poblado de madera de haya en su ladera Sur, ó sea en la margen izquierda del río Narcea. Se desarrolla esta ladera entre dos puntos de esta margen que distarán entre sí unos 7 kilómetros, pero, con las circunvalaciones, entrantes y salientes de esta montaña bastante accidentada, bien puede calcularse que desarrolla una superficie de 10 kilómetros de largo.

Aunque no he podido ver detalladamente hasta donde alcanza en la ladera el poblado del monte, sin embargo no creo exagerado calcular que llegará a una línea paralela al río y distante de este unos 1.500 metros término medio. Tendríamos pues una superficie de 1.500 hectáreas densamente pobladas, y como en una hectárea a de haber más de 100 metros cúbicos de madera bien podemos calcular de 150 á 200.000 metros cúbicos lo que tiene el monte de Monasterio de Hermo.

Por esta aldea pasa el trazado del ferrocarril en proyecto, y por tanto la salida de esta gran masa de arbolado será en su día sumamente fácil.

Actualmente, para ir a Monasterio de Hermo hay que llegar por carretera a Rengos y en este punto tomar un camino de carro que sigue el curso del Narcea, tardándose en recorrerle a caballo cerca de dos horas.

Este monte pertenece a los vecinos del pueblo, que parecen dispuestos a enajenar la mitad próximamente, ó sea la parte que está del pueblo en dirección a la salida del río. Es la parte en que la madera debe hallarse menos castigada por el vecindario por ser la de más difícil acarreo al pueblo.

Como hemos dicho la madera que predomina es el haya.

Juzgo conveniente adquirir este monte por un término de 20 años mínimo, pues aunque hecho el ferrocarril se podría explotar intensamente se aprovecharía mejor teniendo más largo plazo. Penedela ha indicado un precio de 50 á 60.000 pesetas.

Valle de Vega del Tallo

En este valle, que por su angostura puede llamarse cañada ó barranco, se desarrolla el monte llamado Cabrero.

Pertenece a los pueblos de Obayo y Vega del Tallo, que enajenaron a la Sociedad Bosna Asturiana el derecho a explotar la madera de la ladera sur, ó sea margen derecha del arroyo, durante 15 años, plazo que debe terminar en octubre del año actual. En la ladera norte hay varios grupos aislados de robles gruesos y sanos que han sido adquiridos durante 15 años para D. José Tartiere.

Este monte Cabrero tiene en su parte alta bastante haya, algunos abedules, acebos muy gruesos y el resto es roble.

La Bosna no le ha explotado nada hasta hoy, por lo difícil que está de sacar la madera, pero como llega ya a la parte más alta del monte la carretera que parte de Ventanueva en dirección a Ibias, trata ahora de aprovechar el tiempo que le queda hasta finalizar el plazo en octubre para derribar mucho del arbolado y extraer la madera que pueda.

A este objeto parece ser que a un guarda jurado de Muniellos y vecino de Obayo, y como tal participe en la propiedad del monte, le ha comprado esta participación para, llamándose dueña la Sociedad [Bosna Asturiana] de parte del terreno, disponer de todo él a fin de depositar la madera que derribe hasta que se haga la participación del terreno.

Creo, en primer lugar, que en lo que falta para llegar al término del plazo no podrá derribar mucha madera, porque el tiempo se meterá en la nieve y a aquella altura no permitirá una intensidad grande de trabajo, quedando reducido a los meses de verano el tiempo útil. Y en segundo lugar, que la compra de la participación no puede dar el resultado que busca la Bosna [Asturiana], porque estando la finca pro indiviso entre los vecinos de Vega del Tallo y Obayo, estos tienen derecho de retracto como comuneros.

Se ha calculado para adquirir los grupos que pertenecen al Sr. Tartiere en unos 10.000 metros cúbicos y me parece bien hecho el cálculo.

En la ladera sur habrá 30.000 metros cúbicos de madera.

Monasterio del Coto

Más al Norte que el monte Cabrero está el de Monasterio del Coto. No lo he visitado pero me dicen que tiene mucha y buena madera. La Bosna Asturiana explotó parte de este monte extrayendo 1.800.000 duelas que fabricaron los croatas.

Los pueblos dueños de este monte, cuyo plazo de explotación por la Bosna creo que ha terminado o está pronto a terminar, están dispuestos a vender según dice Penedela.

*  *  *

El Monte Cabrero y el de Monasterio del Coto tienen su salida natural por el río Coto hasta Regla, flotando la madera en épocas de crecida, y así solo se puede sacar madera de pequeña dimensión como duelas.

Casi lindando con el Monte Cabrero por la parte más alta del mismo, ó sea en el Puerto de Valdebueyes, se encuentra el bosque Valdebueyes perteneciente a la familia de Ron y que según dicen lo enajenarían en 30 ó 40.000 pesetas. No pareciéndome caro si se puede montar un cable que suba la madera al Puerto de Valdebueyes (porque el monte está más bajo que éste) y de aquí bajarla á Ventanueva por carretera (18 kilómetros). La estación que se estableciera en Valdebueyes podría servir para subir toda la madera del Monte Cabrero y entonces la explotación de este podría ser más regular que flotándola.

*  *  *

Entre Monasterio de Hermo, Cabrero, Valdebueyes y Monasterio del Coto están los bosques de Rengos y Muniellos propios de la Sociedad Bosna Asturiana.

Si se reunieran en una sola propiedad aquellos cuatro montes se obtendría una cubicación de madera no muy inferior a la que alcanza la Bosna Asturiana, pero está siempre tendrá la ventaja de tener más concentrada, ó sea más reunida, la madera y poder hacer por tanto una explotación más económica.

*  *  *

En Resumen, á mi parecer debe desde luego comprarse Monasterio de Hermo, estudiar la adquisición del derecho de los pueblos sobre el monte Cabrero, tantear la compra del de Valdebueyes con interés, y ver la madera que tenga Monasterio del Coto y la posibilidad de su adquisición.

He oído hablar de otros grupos no tan importantes diseminados por el concejo de Cangas y desde luego se me ha asegurado que en el pueblo de Cerredo hay mucha madera, y como, aunque este pueblo se encuentra en otra cuenca y separado de los montes de Cangas por una alta divisoria, el ferrocarril al salir de Monasterio de Hermo en dirección á Castilla tiene que pasar por Cerredo, creo que sería interesante ver si es posible adquirir allí el arbolado que hay.

En el adjunto croquis se señalan las disposiciones de todos estos diferentes montes.

Oviedo, 12 de febrero de 1920.


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El Mercáu

La historia de cuando El Mercáu se quedó sin mercado, 1805-1820

El Mercáu y el palacio de los condes de Toreno h. 1910

El nombre de los lugares recuerda en muchos casos hechos del pasado de los que sólo queda ese nombre. De este modo, ninguna de las personas que vivimos hoy recordará haber visto en Los Nogales un nogal, pero en algún tiempo hubo allí más de uno. Igualmente en La Oliva, en alguna época debió haber un olivo, y donde está el regueiro Samartín sabemos que en la Edad Medía hubo una capilla dedicada a este santo francés, de la que hoy no queda ningún resto pero sí su nombre.

Lo mismo sucede con el nombre de El Mercáu o Mercado que le damos en Cangas del Narcea a la plaza situada delante del palacio del conde de Toreno o Ayuntamiento. Allí dejó de hacerse el mercado de los sábados en 1805 y, sin embargo, doscientos años después todavía seguimos llamando a ese lugar El Mercáu.

Día de mercao en la plaza de La Oliva o plaza Mayor de Cangas del Narcea, en 1905

Todo empezó el 29 de marzo de 1805 con un acuerdo del Ayuntamiento que dispuso trasladar “el mercado que se celebra en la calle Mayor y sitio conocido con el nombre de Mercado a la plaza principal de la villa”, es decir a la Plaza de la Iglesia o Plaza Mayor.

Los promotores de este cambio fueron el alcalde Diego Valcárcel y el regidor José Fernández Flórez.

Al parecer, el mercado se llevaba haciendo desde hacía tres siglos delante de la casa de los Toreno y éstos abrían la puerta de su casa para dar más espacio a los concurrentes y para vender su vino; tal vez esto explique el gran tamaño que tiene el patio de este edificio terminado en 1702. Por motivos que desconocemos “la vizcondesa [de Matarrosa, nuera del conde de Toreno,] mandó cerrar las puertas del patio de fuera el sábado 23 [de marzo de 1805], con esta novedad se convocó a Ayuntamiento y se acordó trasladar el mercado a la plaza Mayor, así se verificó con general aplauso, a menos de Benitín y sus secuaces” (Carta de José Fernández Flórez a Lope de Ron, 31 de marzo de 1805).

Plaza de Toreno o el Mercao, h. 1915

El conde de Toreno se opuso a este traslado y alegó tres razones: 1. El gran perjuicio que le suponía a él, y a seis vecinos más, para la venta de “vino de sus cosechas en las bodegas que tienen en la misma plazuela del Mercado y sus inmediaciones”; es evidente que la afluencia de gente todos los sábados del año era muy beneficiosa para la venta de vino. 2. Le privaba de “las muchas basuras [es decir, estiércol o cagayón] que por la concurrencia y trafico de las caballerías se hacían todos los sábados días de mercado”; el excremento de las caballerías que se recogía al acabar el mercado era el principal abono de tierras y viñas, y era difícil conseguirlo de otro modo, y 3. La realización del mercado en la Plaza de la Iglesia iba a interrumpir y molestar el culto que se hacía en la iglesia colegiata, y el conde señalaba que a él le correspondía “defenderla como su patrono, procurando que con tales concurrencias, alborotos y deshonestidades no se cause turbación a los divinos oficios y horas canónicas que se celebran todos los días”.

Además, el conde mencionaba que detrás de este acuerdo municipal había “intrigas, resentimientos y parcialidades” por parte del alcalde y el regidor citados, así como claros intereses personales, y señalaba que el gran beneficiado de este cambio era José Fernández Flórez, “porque casualmente posee una bodega en la calle Mayor contigua a la Plaza de la Colegiata y varias casas en la propia plaza”, y “porque con la traslación del mercado consiguió la ventaja de vender sus cosechas de vino con oportunidad y estimación, privando de ella al exponente [es decir, al conde de Toreno] y a otros vecinos”.

El traslado del mercado se llevó a cabo en un momento de debilidad de los condes de Toreno. El conde en aquel tiempo, Joaquín José Queipo de Llano (1728-1805), estaba muy enfermo y morirá el 22 de diciembre de 1805. Su hijo, José Marcelino (1757-1808), vivirá fuera, perderá gran parte del control del poder local y fallecerá tres años después, y el sucesor de éste, José María (1786-1843), que fue el más famoso de los condes de Toreno, será un liberal perseguido y desterrado por el rey Fernando VII a partir de 1814. En medio de todo esto la Guerra de la Independencia.

Por el contrario, José Fernández Flórez era miembro de una familia que había ascendido en la segunda mitad del siglo XVIII, por cierto, al amparo de los Toreno; pertenecía a una nueva clase social, la burguesía, que invertía en fábricas y también en tierras. Su abuelo Cristóbal, natural de Salas, vino a Cangas a servir como criado mayor de la casa de Toreno y por su buen servicio lo nombraron administrador de las rentas de esta casa en La Muriella y la Colegiata; compró casa en Cangas y llegó a hacer una pequeña fortuna. Su hijo Ignacio Fernández Flórez continuo con la administración de las rentas de la Colegiata, compró muchas tierras, fundó en la villa de Cangas una fábrica de curtidos en 1792 y arrendó la casona que el conde de Miranda tenía en la calle de la Iglesia, junto a la Plaza; este Ignacio tuvo diversas diferencias con el conde de Toreno. Por su parte, el nieto, José Fernández Flórez, compró título de regidor perpetuo del concejo de Cangas, abrió en los primeros años del siglo XIX una fábrica de chocolate en la casona mencionada, “que le dio mucha utilidad”, y aforó al conde de Adanero, que vivía en Medina del Campo, la casa de San Pedro de Árbas y toda su hacienda en el concejo de Cangas del Narcea.

La Plaza, con puestos de cacharros de cerámica de L.lamas del Mouro y de El Rayu (Siero), 1910

La respuesta de José Fernández Flórez y otros trece comerciantes del concejo de Cangas del Narcea a las razones contrarias del conde de Toreno al traslado del mercado, no se hicieron esperar. Según ellos el cambio se hacía por “utilidad, conveniencia y necesidad común”: “la Plaza en que antes se hacía el mercado era una calle ancha y no otra cosa, y que pasando por ella la carretera para Castilla se interrumpía frecuentemente la comunicación de los comerciantes al mercado, al paso que la [Plaza de la Iglesia, en la] que se celebra actualmente, es mucho más capaz y susceptible de las comodidades que exigen los establecimientos de esta clase”. En un informe del Ayuntamiento se incide en esto mismo: “en la plaza antigua todo era desorden, confusión y continuos trastornos para los concurrentes y transeúntes, y en la nueva o de la Iglesia, por su extensión y capacidad, es todo lo contrario”. En cuanto a los inconvenientes para los oficios divinos, responden que en la iglesia colegiata “se dicen solo dos o tres misas en dichos días, sin practicarse otros oficios, y que este pretexto es tanto más despreciable y voluntario cuanto en dicha plaza se celebran y han celebrado de tiempo inmemorial, por su mejor disposición y más libre de inconvenientes, las grandes ferias de dicho pueblo de Cangas en los solemnísimos días del Corpus, Invención de la Santa Cruz, Pentecostés, San Andrés y San Mateo”.

El conde de Toreno respondió al argumento de la incomodidad de la plaza del Mercado diciendo lo siguiente: “El sitio de la plaza del Mercado es más ventajoso, porque está a la salida del pueblo, los trajineros de Castilla no tienen necesidad de atravesar las calles con sus ganados y se precaven contingencias en las mujeres y niños especialmente, sin que contra esto pueda influir ni formar paralelo el único fundamento de celebrarse las ferias en la plaza principal, pues, según lo que se vende en ellas y su corta duración, son muy diferentes”.

El enfrentamiento entre el conde de Toreno y el Ayuntamiento duró hasta 1820. El pleito se dirimió en la Real Audiencia de Asturias y el Consejo de Castilla, y se pidió consulta a los ayuntamientos de Ibias y Tineo, y al Obispo de Oviedo. Al final, la Justicia dio la razón al Ayuntamiento y el mercado semanal quedó en la Plaza de la Iglesia, donde todavía hoy continúa celebrándose.


[La información para hacer esta noticia está sacada en su mayor parte del archivo de los condes de Toreno que se conserva en la Sección Nobleza del Archivo Histórico Nacional, de Toledo].


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Una mirada antropológica de la fiesta de El Acebo en 1971

Las fotografías de la antropóloga María Cátedra

María Cátedra Tomás, catedrática de Antropología Social en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid

María Cátedra Tomás, catedrática de Antropología Social en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid.

La antropóloga María Cátedra (Lérida, 1947), catedrática de Antropología Social de la Universidad Complutense de Madrid, acaba de donar al Museo del Pueblo de Asturias, en Gijón, todas las fotografías que realizó entre 1970 y 1975 para un estudio sobre los vaqueiros de alzada de los concejos de Valdés y Tineo. Los lugares donde centró su trabajo de campo fueron Naraval, Navelgas, Escardén, L.leiriel.la, Businán, Los Corros, Folgueras del Río, etc. Sus informantes le mencionaron enseguida a la Virgen del Acebo, de la que son muy devotos los vecinos de aquellos lugares, y el 8 de setiembre de 1971 vino a conocer, observar, participar y fotografiar aquella fiesta. Una selección de las fotografías que hizo aquel día son las que publicamos hoy en la web del Tous pa Tous.

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Santuario de Nta. Sra. del Acebo, 8 de septiembre de 1971. Foto: María Cátedra.

Con toda la información recopilada en esos cinco años de trabajo, María Cátedra hizo  dos tesis doctorales. La primera fue leída en la Universidad Complutense de Madrid en 1972 y lleva por título “Un estudio antropológico-social sobre los vaqueiros de alzada (Asturias)”, y la segunda, Death as a cultural process: ideology of suicide, sickness, death and after-life among the vaqueiros de alzada (Spain), fue leída en la Universidad de Pensilvania (EE. UU. de América) en 1984 y editada por la Universidad de Chicago en 1992. Está última tesis obtuvo en 1986 el Premio Nacional de Investigación “Marqués de Lozoya”, que otorga el Ministerio de Cultura para estudios de etnografía y antropología, y se publicó en español en 1988 con el título La muerte y otros mundos (enfermedad, suicidio, muerte y más allá entre los vaqueiros de alzada).

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Don Herminio, el cura del Acebo, en la procesión del 8 de septiembre de 1971. Foto: María Cátedra.

Las fotografías de María Cátedra muestran la sociedad y la vida cotidiana de aquel tiempo, y tienen mucho interés porque aquella sociedad campesina estaba a punto de cambiar radicalmente. Hay retratos de vecinos, personas trabajando la tierra y trashumando con el ganado, la matanza, hombres en ferias y mercados, niñas jugando, una boda, fiestas y romerías, entierros, pueblos y paisajes rurales, etc. Son imágenes poco frecuentes de lugares, gestos y escenas de la vida común, que son el resultado de una mirada antropológica sobre el territorio y la sociedad. Todas estas imágenes forman parte de una larga relación entre fotografía y antropología, que comenzó en el siglo XIX cuando la fotografía se convirtió en una herramienta de estudio para los antropólogos al considerarla como el medio más fiel y verdadero de registrar la realidad.

En El Acebo, María Cátedra fotografía todos los elementos sustanciales de aquella fiesta: el peregrinaje andando o a caballo; el campo de la fiesta con puestos y repleto de gente; la procesión, momento central de la fiesta, en la que aparece don Herminio, el cura del Acebo en aquel tiempo; el contacto con el manto de la Virgen para buscar su protección; las personas ofrecidas que llegan descalzas o rodean la iglesia de rodillas o vienen “envolubraos” (amortajados); la ofrenda de velas de cera encendidas; la música con el grupo “Son d’Arriba”; la comida de las familias o grupos repartidos por los alrededores del santuario, y el baile. Así era la fiesta en 1971.

Juventud y Deporte en Cangas del Narcea entre 1960 y 1978

Frade con tres deportistas cangueses

[Manuel Pérez Frade (Limés, 2 de febrero de 1933 – Oviedo, 24 de agosto de 2004), conocido por sus amigos y alumnos como “Frade”, fue el primer profesor de Gimnasia o Educación Física que hubo en el concejo de Cangas del Narcea. En estas memorias escritas en 1998 relata su actividad en pro del deporte en Cangas del Narcea en tres ámbitos: 1. Profesor en el Instituto Laboral de Corias y, a partir de 1968, en el Instituto Nacional de Enseñanza Media, 2. Fundador de la Organización Juvenil Española (O.J.E.) y 3. Promotor de los primeros cursillos de esquí en el Puerto de Leitariegos].

NOTA: Las fotografías publicadas en este artículo pertenecen a la familia Pérez García.

 

I) RECUERDO DE MI ÉPOCA DE DIRIGENTE JUVENIL EN CANGAS

Buceo en mi memoria (que ya empieza a flaquear) y quiero rememorar aquellos tiempos de hace veintitantos años, en que mi mayor ilusión era procurar ilusionar a la juventud en su formación tanto física como intelectualmente. Me ayudaron a ello mis estudios de magisterio, que me dieron los conocimientos necesarios, la pedagogía y la metodología para impartirlas.

Frade cuando era profesor de Educación Física en el Instituto Laboral de Corias, h. 1970

También practiqué el deporte, especialmente el atletismo, lo que me dio base para hacerme Monitor Nacional de atletismo, balonvolea, balonmano, baloncesto y Maestro Instructor de Educación Física.

Cuando llegué a Cangas del Narcea en 1960, destinado a la Escuela Nacional de Limés en mi calidad de maestro nacional, tenía que buscar horizontes más amplios para trasmitir a la juventud mis conocimientos de Educación Física. Fui nombrado Delegado Local de Juventudes de Cangas y así empecé a relacionarme con la juventud canguesa.

Mis primeros pasos como profesor de Educación Física, a parte de los desarrollados en la escuela, fueron en el Instituto Laboral de Corias, donde impartí clases de Educación Física durante 15 años. Tengo gratos recuerdos de mi época de profesor de Corias. Recuerdo con cariño y simpatía al prior en aquella época, al Padre Basilio Cosmen, y a otros muchos padres dominicos que pasaron por las aulas de aquel Instituto Laboral, foco de cultura durante muchos años de la zona de Cangas.

Frade con el equipo de baloncesto del Instituto Laboral de Corias

En 1968 fui nombrado profesor de Educación Física en el recién creado Instituto de Enseñanza Media de Cangas del Narcea. Nuevos alumnos, nuevos profesores, nuevo horario, más trabajo. A este Instituto le tengo especial cariño, porque lo considero como algo en que tomé parte en su gestión, construcción y puesta en funcionamiento, al ser yo en aquella época concejal de Cultura del Ayuntamiento, siendo alcalde don José Flórez Sierra, que, junto con toda la corporación, luchó para conseguir el Instituto de Enseñanza Media para Cangas. Quiero recordar también a don Benedicto Nieto, Delegado Provincial de Segunda Enseñanza, que también contribuyó a conseguir el Instituto.

Durante diez años (1968-1979) impartí las clases de Educación Física en el Instituto de Cangas, y debido a la relación con la juventud, como Delegado Local, se creó la Organización Juvenil Española (O.J.E.). El Ayuntamiento nos cedió un local en la parte de atrás de su edificio, una torre del palacio, que comprendía una planta baja y una habitación alta donde instalamos el Hogar de la O.J.E. Me ayudaron mucho en aquella época, entre otros, Sandalio Gurdiel, Arce, Faustino, Cordero, Linares, Berlín y otros muchos que sus nombres sería muy largo enumerar.

Voy a tratar de recordar las actividades de la juventud de Cangas de aquella época, divididas en tres apartados: educación física en los institutos, actividades de la Organización Juvenil Española y promoción del esquí en Leitariegos.

 

II) LA EDUCACIÓN FÍSICA EN LOS INSTITUTOS DE CORIAS Y CANGAS EN EL PERIODO DE 1961 A 1978

Frade (cuarto por la izda. de pie) con un equipo del Instituto Laboral de Corias

En aquella época, la Educación Física en la enseñanza estaba poco valorada y estaba considerada como una asignatura de las llamadas “marías”, o sea que se le daba poca importancia en el sistema de educación vigente. Desgraciadamente hoy seguimos casi igual, aunque hay más medios.

En mis clases procuré ponerla al mismo nivel que las demás asignaturas, trabajando en clase y, al mismo tiempo, exigiendo los niveles mínimos para aprobarla. Esto me acarreó bastantes problemas con algunas madres que consideraban la Educación Física como un entretenimiento y no como algo necesario y fundamental para la formación completa de sus hijos.

Con esta filosofía logré al cabo de algún tiempo que los alumnos y los padres tomasen conciencia de que la Educación Física era tan necesaria para el desarrollo completo y armonioso de los alumnos como cualquiera de las otras asignaturas. Procuré hacerla lo más agradable y lúdica posible para que los alumnos se divirtiesen en clase. Recuerdo que lo que peor llevaban, la mayoría de ellos, eran las carreras de precalentamiento (en el caso de Corias eran al Chandeo y en Cangas “a los pinos”, en la carretera que va a Besullo), para después realizar los ejercicios específicos de gimnasia o la práctica de cualquier deporte.

En el Instituto Laboral de Corias, por ser el primero que existió en Cangas y en el primero que empecé a dar clases, empezamos a participar en los Campeonatos Provinciales de Institutos Laborales. Los alumnos de Corias fueron campeones en muchas disciplinas deportivas, especialmente en “campo a través” (recuerdo campeones como Rufino, Parrondo, Tino el de Trascastro y otros muchos). En velocidad y altura podemos destacar a Eduardo Villamil. Alcanzamos un año el subcampeonato de Asturias en balonmano y otros muchos triunfos en baloncesto y atletismo.

Cuando empezó el Instituto de Segunda Enseñanza en Cangas, la base de los alumnos que venían de las escuelas, en lo referente a la Educación Física, era casi nula. En aquella época no había maestros especializados en esta materia, y los que si estábamos formados éramos muy pocos y casi todos en las capitales y villas grandes. En los pueblos rurales, la Educación Física que impartían algunos maestros la tenían que desarrollar en las calles y plazas del pueblo o en los caminos.

Frade con un equipo de baloncesto y otros alumnos del Instituto de Corias

A pesar de todos estos inconvenientes y añadiendo uno más, no el más importante, pero sí uno de los mayores: la falta de instalaciones deportivas y lugares apropiados donde impartir la Educación Física. ¡Cuanto frío hemos pasado en el patio de Corias y en los sopórtales del Instituto de Cangas!

En el Instituto de Cangas no había campos para practicar ningún deporte cuando se inauguró, a excepción de un pequeño campo de futbol. Para jugar a baloncesto los alumnos y el profesor tuvimos que allanar, a pico y pala, un trozo de terreno, recubrirlo de tierra cribada por nosotros mismos y apisonarla para poder jugar; claro que en cuanto llovía se convertía en una pista de patinaje. Las canastas las pagó el Instituto, gracias al director Ginés, y las hizo un taller de la villa. Más tarde se logró cubrir aquel campo de tierra con cemento y hacer otros dos, uno de balonvolea y otro de balonmano. También se fue consiguiendo material deportivo de gimnasio (potro, plinto, espalderas, saltometros, colchonetas para saltos, bancos suecos y otros materiales). Se construyeron unas duchas fuera del edificio, pues en el propio edificio del Instituto solo había una ducha de agua fría.

Pronto empezamos en el Instituto de Cangas a participar en los Juegos Escolares organizados por la Delegación Provincial de la Juventud. Lo más difícil era conseguir las ayudas para pagar los desplazamientos a otros lugares de Asturias (Oviedo, Gijón, Salas, Tapia de Casariego, etc.). Como muchas veces no había ayudas para los desplazamientos,  todos los años organizábamos unos campeonatos en el mismo centro, en los que se formaban equipos de los diversos deportes en los diferentes cursos; también había competiciones entre los Institutos de Cangas y Corias.

Creo que el deporte que más cuajo en Cangas, aparte del fútbol, fue el baloncesto. Antes de la creación del Instituto no había una canasta de baloncesto en Cangas, aparte de las de Corias. Recuerdo algún equipo de los cursos de entonces, el del año 1976:

– C.O.U.: Magadán,  Naveiras, Juan Bautista, Miguel, Roberto, Gil, Manolo, Félix.
– 6°A: Linares, Ventura, Tino, Cachón, Fernando, Manuel, Cordero, Quico.
– 6°B: Enrique Tejón, Raúl, Toño, Cesar, Ignacio.
– 6°E: Vega, Brañas, Luis, Muñiz, Parandones.

Frade en El Reguerón en una entrega de premios con la profesora del Instituto Elia Porriño, h. 1972

Entre los buenos jugadores de baloncesto recuerdo a algunos como Magadán, Domingo, Linares, Manuel, Faustino, Manolo, Cordero, los hermanos Cachón (Gaucho), Verano, Morodo, Carlos Menendo, Sergio y otros muchos que sería muy largo enumerar.

Estos campeonatos y los cross organizados por las calles de la villa tuvieron mucha aceptación y gran competitividad entre la juventud canguesa.

A pesar de los pocos medios de que disponíamos, tanto en instalaciones deportivas y material como en  medios económicos para los desplazamientos para competir con otros institutos en los distintos campeonatos que se organizaban en Asturias, creo que en Cangas se logró crear un muy bueno y alto nivel de ambiente deportivo en muchas especialidades deportivas, que anteriormente solo estaba reservado al fútbol. Cangas del Narcea solo se conocía deportivamente por su equipo de fútbol, desde que empezó el Instituto comenzó a sonar ya en otros deportes.

Quiero también exponer aquí la transformación que sufrieron las clases de Educación Física en el curso de todos aquellos años. En un principio la Educación Física se desarrollaba en orden cerrado, filas simétricas y ejercicios en estado estático, siempre ocupando un mismo lugar. Incluso la carrera se realizaba en fila, con ritmo atlético pero todo muy uniforme (podríamos decir que estaba militarizada). Más tarde se fue cambiando el espíritu de las clases, haciéndolas más dinámicas, más alegres, en las que un mismo ejercicio servía para desarrollar varios músculos al unísono y se suprimía aquella rigidez del orden cerrado, convirtiéndose en una clase más eficaz y de desarrollo muscular más intenso. En los primeros años siempre se realizaban en los días conmemorativos exhibiciones de tablas gimnásticas, que eran muy plásticas, pero más tarde se sustituyeron por pruebas de atletismo y cross, que eran más dinámicas.

Con estos pequeños apuntes he querido recordar lo que se hizo por el deporte en los institutos de Corias y Cangas durante aquellos años.

 

III) CREACIÓN DE LA ORGANIZACIÓN JUVENIL ESPAÑOLA (O.J.E.) EN CANGAS DEL NARCEA. SU DESARROLLO Y ACTIVIDADES QUE SE REALIZARON

Frade en una entrega de premios en el Parque de Cangas del Narcea, detrás del Ayuntamiento, h. 1971

Al ser nombrado Delegado de la Juventud de Cangas, además de la formación laboral de los aprendices en las empresas, que dependía de la Delegación de la Juventud y que organizaba cursos en colaboración con los sindicatos, mi otra actividad prioritaria fue poner en funcionamiento la Organización Juvenil Española en Cangas del Narcea.

Como ya mencioné, nos fue concedido por el Ayuntamiento un local que anteriormente había servido como Hogar del Frente de Juventudes, en el mismo edificio del Ayuntamiento. Después de pintarlo y adecentarlo nosotros mismos, los pocos que éramos en un principio, y con los pocos muebles que teníamos, se logró hacerlo medianamente habitable.

En este local se hicieron las primeras reuniones de jóvenes de todas las edades que se acercaban a ver que era aquello de la O.J.E. Cuando se llegó a cerca de 50 afiliados se nombró la primera junta juvenil de la O.J.E. de Cangas del Narcea. Puedo citar alguna de estas juntas, que se iban renovando cada cierto tiempo por diferentes circunstancias. Una de ellas, en el año 1972 o 1973, estaba compuesta de los siguientes afiliados:

– Jefe local: José Linares Blanco
– Jefe de hogar: José Luis García
– Secretario: Juan Carlos Cordero
– Vocales: Javier Uría, Faustino Menéndez, Fernando González y Jesús Ledo.

Los años que funcionó la O.J.E. en Cangas  realizó muchas actividades tanto culturales como deportivas, organizando concursos o participando en competiciones deportivas. Culturalmente, aparte de charlas y debates que se organizaban en el hogar de ámbito puramente interno, se organizaron exposiciones de postales navideñas que se celebraron en el salón de plenos del Ayuntamiento, en las que participaban todos los escolares de Cangas y las escuelas rurales. Se participó en concursos de pintura al aire libre (recuerdo uno celebrado en Luanco donde se consiguieron varios premios), y se realizaron concursos literarios y actividades de todo tipo.

En 1976 se creó una revista titulada “Juventud”, que aunque tuvo pocos números fue una experiencia interesante. La revista constaba, además del editorial de primera página, de artículos sobre diversos temas, pero principalmente estaban relacionados con el Instituto, dado que todos los redactores pertenecían a dicho centro. Salieron a la luz seis números cuyo director fue Faustino Menéndez Menéndez, que fue el alma de la revista. Adjunto remito fotocopias de los cinco editoriales de los primeros números. En ellos viene reflejada, a grandes rasgos, la ideología de la O.J.E. y lo que pretendía aquella revista.

En esta revista se escribieron artículos, información deportiva, temas relacionados con el Instituto, entrevistas, temas históricos y de opinión. Quiero destacar la sección “En serio y en broma”, donde la crítica, bastante ácida, del director de la revista Faustino, no dejaba títere con cabeza en temas relacionados con el Instituto y sus profesores. También la sección de humor, con unas viñetas a veces estupendas, aunque los chistes eran regularcillos, y la página de pasatiempos, de crucigramas y otros entretenimientos.

La revista fue sufragada por la Delegación de la Juventud Local en cuanto a coste económico de clichés y papel, y se imprimía en la multicopista del Instituto. Como dije anteriormente, la revista fue una experiencia interesante y positiva donde aquellos jóvenes, aprendices de periodistas, expresaban sus ideas sin cortapisas ni censura alguna.

Frade y un equipo de baloncesto

Donde la O.J.E. de Cangas obtuvo los mayores triunfos fue en el campo deportivo, en los Juegos Provinciales celebrados todos los años en distintas localidades asturianas: Oviedo, Gijón, Avilés, etc. Recordaremos algunos de los campeones de estas competiciones en diferentes pruebas de atletismo: Verano en 400 m.,  Domingo Corrales en altura y 1.500 m., Faustino en longitud y 100 m., Morodo en 100 m., Tino de Trascastro en 5.000 m. y otros muchos que dejaron el pabellón de Cangas muy alto, a pesar de que en aquel tiempo no teníamos instalaciones deportivas adecuadas de ningún tipo, excepto para el cross que se podía realizar por los alrededores de la villa. En las demás disciplinas de atletismo  teníamos que ingeniárnoslas para poder entrenar, haciendo nosotros mismos un foso de salto de longitud, altura sobre colchonetas siempre escasas, los 100 metros eran raquíticos, y en 200 y 400 metros no teníamos donde entrenar.

También es necesario mencionar el buen papel desempeñado casi siempre por el equipo de baloncesto (Campeones de Asturias en el año 1973 en categoría juvenil).

El pequeño presupuesto de que disponía la Delegación Local de la Juventud había que estirarlo tanto para poder realizar todas estas actividades, que muchas veces viajábamos a crédito. El problema que siempre tuvimos en Cangas para competir en los Campeonatos Provinciales, que siempre se realizaban en el centro de Asturias, en lugares donde había instalaciones deportivas, era el del transporte, por encontrarse Cangas tan alejada de esos lugares. Por todos estos motivos, algunos años tuvimos que conformarnos con hacer campeonatos en la misma localidad.

En resumen, creó que la labor de la O.J.E. de Cangas, teniendo en cuenta los medios de que disponíamos, fue fructífera. Nunca se pretendió politizar a sus afiliados en ningún sentido, y la prueba de ello es que conociendo hoy los cargos que algunos de aquellos ostentan en el arco iris político existente, se comprueba que la influencia fue nula.
En aquella época también empezó a funcionar en Cangas una sección de la Cruz Roja Española, de la que formaron parte muchos afiliados a la O.J.E. que realizaban servicios en carreteras, competiciones deportivas, urgencias de los pueblos y otros muchos servicios. El que llevó esta sección durante mucho tiempo fue Pepe Gayón.

 

IV) PROMOCIÓN DEL ESQUÍ EN EL PUERTO DE LEITARIEGOS EN LOS AÑOS 60-70 Y ACTIVIDADES REALIZADAS EN EL ALBERGUE DE LA O.J.E.

Grupo de esquiadores de un cursillo en El Puerto de Leitariegos, h. 1971

A 35 km. de Cangas del Narcea, en la carretera que va a León, se encuentra el Puerto de Leitariegos, con una altura de 1.525 m. en la carretera y 2.007 m. en la cota más alta que es Cueto de Árbas.  Es, así mismo, puerta a la provincia de León.

Es un puerto en que cargaba mucho la nieve. Recuerdo años que en la carretera llegó a tener la nieve un espesor de 5 metros.  Y aunque no tiene grandes pistas ni grandes desniveles, es un lugar idóneo para practicar el esquí de base y de divertimento, además de no estar muy alejado de la villa de Cangas.

En dicho puerto poseía la Diputación de Oviedo una casa dedicada al cobro de las antiguas tasas provinciales. Al desaparecer estas tasas entre provincias, dicha casa quedó deshabitada. La Delegación de la Juventud Local de Cangas pidió al Ayuntamiento que solicitase la cesión de dicho edificio como albergue juvenil de la O.J.E. Después de muchos trámites así se hizo y la gestión llegó a buen fin.

La casa estaba en bastantes malas condiciones al llevar abandonada algunos años. Se hicieron algunas reformas: arreglar el motor del agua; poner contraventanas exteriores para combatir el frío; arreglo de las dos cocinas que tenía, que era la única calefacción de que disponía el albergue; limpieza y pintura del interior del edificio; arreglo del tejado y otros pequeños arreglos que hicieron falta.

Con esto quedó el albergue bastante habitable, pero sin mobiliario a excepción de una mesa y unas sillas. La Delegación Provincial de la Juventud amuebló el albergue con literas, colchonetas, mantas y menaje de cocina.

Desde entonces ya se empezaron a realizar actividades de montaña y, por el invierno, cursillos de esquí. En un principio estos cursillos fueron provinciales, pues en Cangas había poca afición al esquí; más tarde los cursillos ya eran solo locales, pues ya había bastante afición en la localidad. Los cursillos de esquí se empezaron a impartir en los años 60 y así, poco a poco, la afición al esquí se fue incrementando.

Los fines de semana invernales y en primavera el albergue siempre estaba ocupado. El albergue fue de toda la juventud,  ya fuera de Cangas o de la provincia, y nunca se pidió a nadie que perteneciese a la O.J.E. para poder usarlo el tiempo que solicitase.

Recuerdo anécdotas del primer cursillo que se celebró en el albergue de Leitariegos. Era Semana Santa, el cursillo duraba siete días, y el monitor y parte de los cursillistas venían de diferentes partes de Asturias. El día que empezaba el cursillo ya estaba bastante nevado y empezó a nevar por la mañana, todo el día nevando; a las 6 de la tarde, que era la hora de concentración en Cangas, ya había una nevada considerable. Alquilamos un jeep para subir al Puerto, pero había tanta nieve en la carretera que nos tuvo que dejar a 2 km.; la nieve ya le daba por mitad del parabrisas. En recorrer aquellos 2 km, cargados con los esquís y las mochilas de cada uno y la ropa necesaria, con un espesor de l,5 a 2 metros de nieve blanda, tardamos tres horas en llegar al albergue.  Estuvimos siete días completamente incomunicados, con un tiempo de sol magnífico. El último día el Ayuntamiento mandó una pala quitanieves para sacarnos de nuestro encierro, lo que ya no era necesario pues todos bajamos esquiando hasta Vallao, donde nos esperaba el coche. La mayor parte de los cursillistas era la primera vez que ponían los esquís. Las comidas nos las servían en Casa Agosto, aunque algunos días sin pan.

Seguimos organizando cursillos durante varios años, los últimos ya eran solo locales pues la afición al esquí ya había calado en Cangas y había que organizarlos con diferentes niveles de aprendizaje. La mayor parte eran niños que subían desde Cangas en autocar y regresaban a casa a pernoctar; la comida nos la servía el Parador.

En los primeros años,  al no haber medios de arrastre, subíamos con los esquís al hombro para después bajar esquiando: tiempo de subida 40 ó 50 minutos y de bajada esquiando máximo 5 minutos. Era un ejercicio que requería mucho esfuerzo, pero la ilusión de aprender y el placer de la bajada suplían con creces el esfuerzo de la subida.

De la zona de León (Villablino, Ponferrada…) afluían muchos esquiadores, que llevaban más tiempo practicando el esquí que los de la zona de Cangas, y también las autoridades provinciales leonesas hicieron mucho más, y siguen haciendo, que las de Asturias por la promoción de Leitariegos como estación de esquí.

En los años setenta se celebró en Leitariegos una asamblea conjunta de los ayuntamientos de Cangas, Villablino y Ponferrada y las Diputaciones de León y Asturias, a la que asistieron los delegados de Turismo de ambas provincias, en la que se dijeron bellas palabras y muchas promesas de todas las autoridades allí reunidas, en cuanto a la necesidad de promocionar Leitariegos como estación de esquí. Se sellaron todos aquellos acuerdos con una suculenta y calorífica comida, ofrecida por el Ayuntamiento de Cangas en la escuela de Leitariegos.

Por parte de Asturias todo aquello quedó olvidado, pues todas las inversiones para la promoción del esquí en Asturias se quedaban en la Estación de Pajares retenidas por el Sr. Valonare. La Diputación de León sí hizo algo, y creo que sigue haciendo, montó un telesquí y construyó un parador. En Asturias, con las bellas palabras y muchas promesas y la buena comida (de la cual todo el mundo salió satisfecho), se olvidó todo; aunque algunos siguiéramos reclamando todo aquello que se había dicho allí, las gestiones cayeron en tierras estériles.

Hicimos un proyecto para mejorar el albergue, pero la Corporación Municipal no lo aprobó. La escasez de medios económicos en el Ayuntamiento lo impidió, debido a que había muchas escuelas que construir y que se construyeron, aunque hoy se encuentren vacías.

Puedo enumerar a muchachos que progresaron bastante, y salieron a otras estaciones más confortables para esquiar, pero que el gusanillo del esquí lo adquirieron en Leitariegos de una forma más rudimentaria. Entre ellos puedo citar a Pablo, Arce, Sandalio, Cachón y otros que no recuerdo.

La participación femenina también fue notable en aquellos cursillos, habilitando como albergue para las chicas la escuela de Leitariegos.

Hoy en día no sé cómo se encuentra la promoción del esquí en Leitariegos en cuanto a la afición canguesa, pero si tengo constancia de que algunos que empezaron a esquiar en aquella época, y ya son padres, mandan a sus hijos a esquiar a modernas estaciones de esquí e incluso van ellos, lo que demuestra que en aquellos cursillos se creó afición al esquí. Poseo documento gráfico en película de Super-8 de alguno de aquellos cursos, incluso del descenso con antorchas de noche como final de un cursillo llamado “La noche de la quema de anoraks”, dado que al hacer el descenso las chispas que desprendían las antorchas dejaron los anoraks con tantos agujeros que muchos de ellos fueron inservibles.

 

V) FINAL

Creo haber resumido en estas páginas parte de lo que se hizo respecto a la juventud y el deporte en Cangas en los 18 años que yo tuve responsabilidades en ambos campos. Si no se hizo más fue por falta de medios económicos o quizá por deficiencias de mi dirección, pero nunca fue por falta de ilusión y colaboración de todos aquellos que desde los primeros tiempos me ayudaron; sin ellos nunca podríamos haber llegado a las cotas tan altas de participación y  de resultados óptimos a que se llegó en esos años en el deporte en Cangas. Quiero recordar también por su colaboración a las siguientes autoridades y cargos directivos:

ALCALDES: D. José Flórez Sierra y D. Carlos Arce.
CONCEJALES: D. Marcial R. Arango, D. Marcelino Díaz Otazú, D. Manuel Álvarez Cosmen, D. Valentín Flórez Rodríguez, D. Fernando Rodríguez Verano, D. Gerardo Puente Rodríguez y D. José Muñiz Díaz.

Al prior de Corias, Reverendo Padre Basilio, y a todos los padres dominicos que colaboraron tanto.

A los directores del Instituto de Cangas, Ginés [Suárez Pérez] y Conchita [Vázquez Pérez], dándonos toda clase de facilidades para realizar las distintas actividades.


Las fotos de Balito, 1930-1932

Ubaldo Menéndez Morodo, ‘Balito’, a bordo del vapor ‘Veendam’, 1930

Ubaldo Menéndez Morodo (Cangas del Narcea, 1902-1968), conocido como “Balito”, era un cangués alegre y muy sociable. Aficionado a compartir viajes y comida con sus amigos, en los años treinta fue un activo miembro de la sociedad excursionista canguesa “La Golondrina” y uno de los fundadores de la peña “El Arbolín”.

En los años veinte emigró a México, donde también estaba su hermano José. En ese país trabajó en la fábrica de papel San Rafael, localizada en el municipio de Tlalmanalco a 50 kilómetros de la ciudad de México, que en aquel tiempo era la más importante del país y de toda Hispanoamérica. En ella trabajaba de escribiente en las oficinas de la empresa. La fábrica todavía existe.

En México se aficionó a la fotografía y en aquella fábrica tomó muchas imágenes de sus compañeros de trabajo, del equipo de fútbol de la empresa, en el que él jugaba, de indios o personajes singulares, de fiestas, comidas, viajes, etc.

A comienzos de 1930 vino a Cangas a pasar unas largas vacaciones. Viajó por Asturias, Madrid y Barcelona, y también por el concejo en compañía de Mario Gómez. Hizo muchas fotografías de la villa de Cangas y de los pueblos, algunas de las cuales se publicaron en la revista La Maniega. Como buen fotógrafo aficionado captó imágenes de lugares y rincones que ningún otro fotógrafo tuvo la curiosidad de tomar. Muchas de sus fotografías de la villa pueden verse en el Álbum de fotografías del Tous pa Tous.

En junio de 1931 regresó a México y a fines del verano de 1932 estaba de vuelta en Cangas del Narcea, para no volver a salir de aquí nunca más. Se casó en este tiempo con Estefanía Avello Díaz (Cangas del Narcea, 1904-2003), la recordada “Fanía”. No tuvieron hijos.

Con la muerte de don Mario Gómez en el mes de abril de 1932, el final de La Maniega y la guerra civil, Balito perdió la afición por la fotografía. Pero de aquellos años de fotógrafo compulsivo quedaron un par de álbumes, que hoy pertenecen a la familia Menéndez Liste, en los que aparecen las fotografías de México y Cangas del Narcea, los dos mundos donde Balito fue feliz.



Los dibujos de las celdas del juzgado de Cangas del Narcea

Aviones militares dibujados en el calabozo de la planta superior de los juzgados de Cangas del Narcea

Este artículo es una síntesis del trabajo de catalogación de los dibujos de las celdas del juzgado de Cangas del Narcea, realizado para la Consejería de Educación, Cultura y Deporte del Principado de Asturias, incluidos en el Inventario del Patrimonio Cultural de Asturias por resolución de 16 de enero de 2015 de la Consejería de Educación, Cultura y Deporte. Dichos dibujos constituyen un testimonio relevante de un aspecto destacado del conflicto bélico en nuestra región, siendo realizados por presos republicanos durante la Guerra Civil (1936-1939) y la posguerra.

Las cárceles fueron lugar de residencia de pintores, escultores, dibujantes, escritores, artesanos, maestros de escuela, etc. Allí llevaron a cabo una importante actividad artística y cultural, hoy día poco valorada y estudiada. Junto a ellos estaba el campesino, el trabajador, el hombre de la calle, sin formación académica, artística ni profesional, cuya presencia también se deja ver en estas celdas ya que a causa de su desesperanza y horror (fusilamientos, palizas, hambre, suciedad, enfermedades y sobre todo frustración) dejaron escenas y mensajes trágicos que conmueven la sensibilidad de quien los lee y estudia. Los creadores no pretendían hacer dibujos bellos sino testimoniales, denunciando unos hechos y unas situaciones concretas. Buscaron en la expresión y en el dibujo un medio de salida hacia delante, de liberación personal, denunciando sus temores y el miedo al que estaban sometidos. Recrearon aspectos no solo militares sino de la vida cotidiana, como el amor y el trabajo. Son numerosas las caricaturas que ponían de manifiesto el lado humorístico de sus autores y las escenas de cabaret. Por tanto, con temáticas diferentes, ofrecían un testimonio de cómo era la vida en las cárceles durante la guerra y después de ella.

Los dibujos de la cárcel del Juzgado de Cangas del Narcea se encuentran en tres celdas: una en el piso inferior y dos en el superior, aunque los dibujos de una de ellas son de los años cincuenta del siglo pasado. No obstante, son dibujos destacados si tenemos en cuenta que el conflicto bélico no influyó demasiado en Cangas, pero sí la posguerra, ya que en estos lugares las partidas de guerrilleros republicanos se seguirían resistiendo y eran encarcelados.

El edificio del Juzgado fue diseñado por el arquitecto provincial Andrés Coello en 1861. Pero no fue hasta 1878 cuando, con un proyecto reformado por el arquitecto Javier Aguirre Iturralde (San Sebastián, 1853-1909), se reanuda la construcción que concluirá en 1892 (los planos están publicados en esta misma web del Tous pa Tous). Los calabozos se encuentran en la parte trasera del edificio y se distribuyen en dos plantas. En la inferior, a la que se accede por una puerta desde la entrada principal, se abren varias celdas en torno a un pasillo central: unas están reformadas con un nuevo enlucido, otra alberga el archivo del Juzgado de Cangas del Narcea, descolocado y en mal estado de conservación, y en otra están los dibujos. Esta última es una celda de planta rectangular, de 2,35 x 4,16 m aproximadamente (9,7 m2 ) y de considerable altura. Cuenta con un vano de iluminación y el techo es plano. Es una celda construida con mampostería de piedra irregular, revocada y enlucida. Su estado de conservación es muy deficiente ya que presenta desconchados en el enlucido, grandes suciedades, humedades, filtraciones de agua y agrietamientos en el muro.

Por su parte, en la planta superior, a la que se accede por una escalera de madera en forma de caracol, hay varias celdas más, aunque solo dos de ellas presentan dibujos. Las demás están tapiadas y cerradas por una puerta de madera.

Los dibujos más abundantes son los realizados entre 1937-1939. Entre ellos destacan varios retratos, uno del General Franco, y varios mapas de geografía de España y algunas de sus provincias (Madrid y el Litoral Cantábrico), con sus límites, principales ríos, vías de ferrocarril y, en algunos casos, la distancia de los principales núcleos de población con la capital de España. Hay también dibujos de posguerra, que tienen menos entidad; la mayor parte son esbozos que representan escenas de cabaret, animales e inscripciones con nombre de presos y núcleos de población.

TÉCNICA

Técnicamente los dibujos son muy sencillos, en blanco y negro, realizados con lápiz aplicado directamente sobre el soporte, en este caso el revoque y enlucido del muro. No hay ninguna evidencia de dibujo preparatorio previo. El muro es algo rugoso, lo que condiciona las características de los trazos del lápiz. Parece que algunas inscripciones y dibujos se realizaron con balas, como se dice en algunas de ellas («Aún me quedan balas para dibujar»).

TEMÁTICA

Los dibujos muestran una temática diversa, pero en su mayor parte está ligada a la guerra (calendarios, retratos de generales, soldados, tanques, escenas de combate aéreo, etcétera). Pero también hay otros temas, como mapas geográficos, representaciones de casas tradicionales asturianas, macetas con flores, caricaturas y retratos, bicicletas, barcos, animales (gatos y gallos), trenes con vagonetas de carbón y alguna escena erótica.

Los calendarios son abundantes en la celda del piso inferior. El más destacado es el de diciembre de 1937 y de la primera semana de enero de 1938. También hay otro de mayo de 1938; otro de abril del mismo año y a su lado otro sin fechar. En ellos aparecen los días de la semana (de lunes a domingo), en letra redonda y la inicial en mayúsculas, aunque también pueden aparecer abreviados, con la inicial, como en los calendarios de 1938. En todos ellos, el preso tachaba los días que iban pasando desde su ingreso en prisión y en uno de 1938, se dice «días condenado esta pena muerte».

Son muy destacadas las escenas de combates aéreos. Se conservan dos en el calabozo inferior y otra en el superior. Las del calabozo inferior son escenas bidimensionales donde se muestran aviones italianos o españoles. Afortunadamente, conocemos al autor que dibujó dos escenas del calabozo inferior: «Jesús Capuchas o Capuchis», cuya firma aparece al lado de la mayor parte de los aviones, condenado a muerte en diciembre de 1937. Pero la escena más destacada es la del calabozo superior, en la que destaca el avión situado en escorzo, lo que confiere profundidad y originalidad al conjunto. Fue realizado, sin duda, por un preso con formación artística.

Retrato del General Franco dibujado en el calabozo de la planta superior de los juzgados de Cangas del Narcea

Se conservan algunos retratos figurativos. En el calabozo superior se conservan dos retratos: uno del General Franco dentro de un mapa de España compuesto por líneas curvas de cierto expresionismo y otro en la pared lateral, de un general, acaso Emilio Mola o Gonzalo Queipo de Llano. Ambos son retratos de busto, donde destaca la captación realista del retratado, situados frontalmente hacia el espectador, tratados con hieratismo, sobre un fondo plano de tonalidad amorronada. Visten traje de general sin los símbolos y emblemas de su rango. Estéticamente, destacan por el buen tratamiento y ejecución en el dibujo, caracterizado por el empleo de negro con amplios matices de grises, realizado con lápiz sobre fondo de color.

Son frecuentes las caricaturas: un hombre fumando en el calabozo inferior y dos hombres en un calabozo superior, datada en 1958. En ambas escenas, los personajes están representados de perfil con sus rasgos fisonómicos exagerados. Ponen de manifiesto que el humor aún seguía vivo y punzante, a pesar de los difíciles momentos que les tocaba vivir a los presos. Son imágenes directas que reflejan las inquietudes y preocupaciones de los presos.

Aparecen también trenes transportando carbón. Uno lleva diez vagonetas cargadas de carbón, simbolizado con un triangulo negro. En la parte inferior, pequeños círculos oscuros representan las ruedas. El tren sale de una bocamina y es conducido por un burro situado de perfil. También hay algún dibujo de coches y bicicletas. En el calabozo de la planta superior hay una bicicleta fechada en «1951», firmada por «LUIS EL BHE», con una dedicatoria que dice lo siguiente: «Entré el 18 de octubre / y salgo el día que me lo manden». Es una representación realista de una bicicleta con cuadro, sillín, ruedas con radios y manillar. Finalmente, hay alguna representación de barcos civiles e incluso otro pirata. En el calabozo inferior hay dos civiles: uno dentro del Mapa del Litoral Cantábrico y otro en una de las paredes. Los camarotes están señalados bien por círculos o por ventanas cuadrangulares. Ambos llevan bandera en la popa y en uno de ellos se intuyen el ancla y el bote.

Mapa del Litoral Cantábrico en el calabozo de la planta inferior de los juzgados de Cangas del Narcea

Destacados son los mapas de geografía. Se conservan tres en el calabozo inferior: Mapa de la provincia de Madrid, Mapa del Litoral Cantábrico (provincias de Lugo, Asturias, Cantabria y Vizcaya) y Mapa de España. Los dos primeros están rodeados por una moldura a modo de enmarque, doble en las esquinas. Ambos son de 1937, estando el primero de ellos fechado en su remate: «13 de agosto de 1937». En el Mapa de la provincia de Madrid figuran, en letra redonda, los núcleos de población más destacados y en algunos casos la distancia en kilómetros con la capital, así como, la identidad de algunos accidentes geográficos y la línea de ferrocarril. Los límites provinciales están delimitados por una línea de cruces, figurando Madrid en el centro de la composición. En el mapa están identificadas todas las provincias limítrofes con sus respectivos nombres, siguiendo este esquema: letra redonda en minúscula, excepto las iniciales, y con provincia en abreviatura (por ejemplo, Prov. de Segovia). En la provincia de Madrid figuran los principales ríos y poblaciones. A su lado está el Mapa del Litoral Cantábrico que ejemplifica las poblaciones y accidentes geográficos más destacados de las provincias de Oviedo, Santander y Vizcaya: ríos, puertos de montaña, faros, red de comunicaciones, capitales de provincias y principales núcleos de población. También ejemplifica algunos lugares de las provincias limítrofes con esta: Lugo y León. Los principales faros están representados con un triangulo, sobre una base de color negro, del que salen líneas discontinuas, a modo de destellos de luz. Comienzan en el occidente, con el de Tapia de Casariego, y concluye con el de Santander. También están las principales poblaciones costeras. En el corazón del mapa de Asturias están Oviedo, capital de la provincia, y la carretera que la comunica con los otros dos enclaves urbanos de la provincia: Gijón y Avilés, así como la carretera hacia Ribadesella y los Picos de Europa, señalizados con un triangulo en blanco. También es destacada la carretera Oviedo-Pajares que transita hacia Busdongo (León). Por su parte, en la provincia de Santander figuran los faros de San Vicente de la Barquera y Santander capital. Concluye con el Nervión y Bilbao. En la parte inferior una leyenda con la extensión en kilómetros y habitantes de las provincias de Oviedo y Santander. En la parte superior hay un símbolo que acaso se podría identificar con el transbordador del Nervión (Vizcaya), diseñado por el arquitecto vizcaíno Alberto de Palacio y Elissague, terminado en 1893 (declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2006).

Finalmente, el Mapa de España ejemplifica las provincias españolas con sus capitales y unas cifras que acaso hagan referencia a la extensión en kilómetros de cada una de ellas. También muestra los países limítrofes (Francia y Portugal), y la zona norte de África. Está dentro de una hornacina compuesta con motivos artísticos heredados del pasado clásico y moderno, enmarcada por una columna entorchada con veintiuna espiras en cuyo capitel fusiona los órdenes clásicos. La hornacina esta rematada por una moldura que imita las peinetas y rocallas del último barroco. Es un mapa bastante fiel a lo que es la distribución geográfica del país.

Gato negro dibujado en el calabozo de la planta superior de los juzgados de Cangas del Narcea

Otros temas son los extraídos del mundo de la naturaleza, de la flora y de la fauna. Destaca la Maceta con flores del calabozo inferior, compuesta por una maceta de la que sobresalen algunas ramas con hojas, terminadas en flor. La maceta está sombreada, lo que le confiere volumetría. En los calabozos superiores se conservan algunas representaciones figurativas de animales, como un gallo, acaso realizado por un tal Faustino Fidalgo, y un gato negro que por su forma se podría identificar como el símbolo anarquista ya que se muestra con la espalda arqueada y sacando las uñas. Estilísticamente, destaca por el buen tratamiento y ejecución en el dibujo, de colores apagados, en este caso el negro sin demasiados matices de grises, realizado todo ello con lápiz de grafito. Al carecer de sombras y matices, el dibujo no muestra volumetría.

Finalmente tenemos que aludir a las escenas eróticas, de cabaret y desnudos. Están dibujadas en una celda del piso superior. Una hace referencia a una mujer desnuda corriendo, sin manos y pies. El autor captó solamente las líneas que definen las principales partes del cuerpo sin insistir en detalles: piernas, brazos, senos y cabeza. Es una representación plana, bidimensional, sobre un fondo plano, blanco. No hay profundidad ni volumetría. Parece que recuerda lejanamente las representaciones femeninas de la época clásica de Picasso. Al lado de ella, una mujer representada en menor escala y en ropa interior, como otra mujer de la pared de enfrente.

AUTORÍA DE LOS DIBUJOS

En cuanto a la autoría de los dibujos se constatan distintas manos: en primer lugar, la intervención de «Jesús Capuchas o Capuchis» que así firma en varias ocasiones dibujos de aviones y escenas de combate aéreo. Estuvo preso en los calabozos de Cangas del Narcea en 1937. Aparentemente, parece que solo dibujaba y, en ocasiones, esbozaba escenas de combates aéreos. Conocía los tipos de avión, lo que hace suponer que tenía conocimientos de aeronáutica. Plantea unas composiciones bidimensionales sobre un fondo plano y sin gradación tonal. Sus aviones se caracterizan por el empleo del negro en contraste del blanco de la pared, aplicado con lápiz. Son aviones italianos o españoles por el triple círculo dibujado en sus alas, acaso perfilado con monedas.

En segundo lugar, la intervención de un maestro de escuela o de una persona con formación académica. El análisis grafológico de los dibujos demuestra que sabía escribir, conocía la gramática y la ortografía (no cometía faltas), y tenía amplios conocimientos de geografía (líneas de ferrocarril, ríos y poblaciones y su distancia con la capital de España, los faros de la costa cantábrica, superficie de las provincias y las principales vías de comunicación). Esto se ve en el Mapa de la Provincia de Madrid y el Mapa del Litoral Cantábrico.

En cambio, en el Mapa de España se ve la intervención de un artesano o carpintero. El mapa está dibujado en una hornacina con una columna de fuste entorchado con un capitel que imita los órdenes clásicos: dórico, jónico y corintio. El remate está inspirado en las antiguas peinetas del último barroco, compuesta por motivos que imitan las tornapuntas y rocallas de ese periodo. Para los datos geográficos no se descarta la intervención del maestro que dibujó los otros dos mapas de la misma celda.

Junto a ellos, se ve la intervención de algunos presos sin formación artística que apenas sabiendo manejar el lápiz hacían composiciones ingenuas, esbozos, cuya temática era muy diversa, desde motivos militares, hasta las escenas eróticas. Se han distinguido tanques, coches, trenes con vagonetas de carbón, casas asturianas con corredor, soldados, anímales, caricaturas y retratos. Son representaciones con poco valor artístico. Son bidimensionales, sin profundidad y perspectiva. Carecen de gradación tonal y, por tanto, de volumen. Lo único que les interesaba era dejar constancia o recordar a través de un simple dibujo a algún amigo o familiar suyo que seguramente no volverían a ver.

El pintor gallego José Otero Abeledo, ‘Laxeiro’ (Lalín, 1908 – Vigo, 1996)

Llegados a este punto hay que hacer referencia a la intervención de un preso con formación artística destacada como se ve en los dibujos del Combate aéreo y Retrato del General Franco, en la celda superior. Son los dibujos de mayor entidad de toda la cárcel ya que en uno de ellos, Combate aéreo, está presente la tridimensionalidad, lograda con la disposición en escorzo de los aviones y la volumetría mediante la gradación tonal. Nos hemos planteado a modo de hipótesis que ambas composiciones sean del pintor gallego José Otero Abeledo, «Laxeiro» (Lalín, Pontevedra, 1908 – Vigo, 1996), según parece preso en estos calabozos de Cangas del Narcea en 1937. Si estuvo preso parece que fue por muy poco tiempo ya que durante los tres años de contienda sabemos que estuvo en unas oficinas militares de Oviedo, donde realizó dibujos y algunos óleos de temática intrascendente sobre paisajes asturianos. Por entonces, su formación académica ya estaba completada, primero en Cuba y después en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, de Madrid. Aunque no hay constancia de que estos dibujos sean suyos, lo complicado de la composición del Combate aéreo y la volumetría del Retrato del General Franco testimonia que si no son de su mano, lo son de una persona con formación académica.

Durante su larga vida trabajó y expuso en diferentes ciudades de Europa y América Latina. Con trece años (1921), emigró a La Habana para reunirse con su padre. Allí estudió dibujo en el Centro Gallego. En su obra muestra un pleno dominio de las sombras y el manejo del lápiz. En 1925 regresó a su lugar natal y en 1931 fue pensionado por el Ayuntamiento de Lalín para estudiar en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid y en 1932 por de la Diputación de Pontevedra. Allí conoció las experiencias republicanas y el ambiente político previo a la redacción del frustrado Estatuto de Autonomía de Galicia. Acabada la Guerra, en 1940 se estableció en Pontevedra y su obra tuvo una especial referencia a la etapa clásica de Picasso con una gama cromática de los negros y tierras, tomada de la obra de Gutiérrez Solana que conoció durante sus estancias en Madrid. Entre 1951 y 1970 permaneció en Buenos Aires. Finalmente, en las dos últimas décadas del siglo XX, recibió varios homenajes. En 1981, Atlántica le dedicó una antológica con más de trescientos cuadros. En 1983, la ciudad de Vigo le dedicó un museo monográfico. La VIII Bienal de Pontevedra de 1985, le concede la Medalla de Honor y exhibe una antológica de su obra y en 1996, el Centro Cultural Conde Duque le dedicaron una retrospectiva antes de su muerte (Sobre Laxeiro, VV. AA., Colección Laxeiro, 1995; ÍD., Laxeiro, 1996; ÍD., Laxeiro, o monancial da vida. Fondos da Colección Caixa Galicia, 2005; GARRIDO MORENO y SAN ILDEFONSO RODRÍGUEZ, O primeiro Laxeiro. 1908-1942, 2008).

ESTADO DE CONSERVACIÓN DE LOS DIBUJOS

El estado de conservación de los dibujos es bastante deficiente. Los mapas de la celda inferior son los que más han sufrido, han perdido la mayor parte de los nombres y el Mapa de España la mitad derecha por completo y los nombres y cifras escritos en su parte izquierda apenas se intuyen; lo mismo sucede con el Mapa del Litoral Cantábrico y el Mapa de la provincia de Madrid.

Las causas de ello son bastante diversas, principalmente derivadas de los agentes de deterioro de su ubicación. En primer lugar, se aprecia una acumulación de suciedad en la superficie, aún mayor en los surcos incisos a posteriori, sobre todo en las que presenta mayor profundidad. Las manchas de humedad resultan evidentes. El revoque se encuentra descohesionado y las filtraciones de agua por la ventana han sido constantes. Las del calabozo superior se han perdido en parte por la aplicación de un nuevo enlucido.

LOS DIBUJOS

En las celdas del edificio de los juzgados de la villa de Cangas del Narcea se conserva una serie de dibujos y grafitos realizados durante la guerra civil y la posguerra por presos allí detenidos. Se trata de representaciones que muestran una temática diversa pero en su mayor parte ligada a la propia guerra civil (calendarios de 1937-1938, retratos de generales, soldados, tanques, escenas de combates aéreos), que tienen un alto valor histórico y cultural, por cuanto son testimonio de la vida cotidiana de los presos de este período.

CONCLUSIÓN

En conclusión podemos decir que resulta evidente la importancia de dicho conjunto. En primer lugar, por su variedad cronológica ya que son dibujos de la Guerra Civil y de la posguerra; por su variedad temática, desde las escenas vinculadas a la guerra hasta los temas de la vida cotidiana; por su valor histórico y cultural, y por la calidad artística de algunos dibujos. Finalmente, las inscripciones aportan información sobre la vida diaria de los presos, su identidad, sus pensamientos, preocupaciones y aspiraciones.


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La Facultad de Geológicas de Castelao y su funesta transformación

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Facultad de Geólogicas (Oviedo, 1965), obra del arquitecto cangués Ignacio Álvarez Castelao

En el año 1965 se proyecta y comienza a construir en Oviedo la Facultad de Geológicas, uno de los mejores edificios de todo el siglo XX en la arquitectura de Asturias, y junto con la Facultad de Medicina, las obras cumbres del gran arquitecto cangués Ignacio Álvarez Castelao (Cangas del Narcea, 1910 – Oviedo, 1984).

En este edificio se aprecia el cambio que está experimentado la arquitectura, abandonando la vertiente mas alegre y colorista comenzada en 1955, y derivando hacia una arquitectura más sobria, en la que los materiales muestran toda su fuerza al desnudo, destacando aquí el uso del hormigón visto y los perfiles metálicos.

Será también este año de 1965, muy a finales, el momento en que éste que escribe se incorpore a la vida ovetense y, casualmente, seré desde entonces vecino del barrio de Buenavista, y esta belleza que disfrutáis en esta foto será el escenario de miles de horas de juegos infantiles.

Pero solo la podréis disfrutar en la foto, porque poco queda de todo esto, masacrado poco a poco en cada intervención a manos de su propietario, la Universidad de Oviedo. Si os parezco radical, daros una vuelta alrededor del edifico y disfrutad de cutres aparcamientos donde antes había cesped y de un cutre bar con sillas de plástico sustituyendo al diseño del original de Castelao.

Han eliminado las lamas y parasoles en las ventanas, que estaban hechos de placas de un material tipo uralita, con un acabado azul, montados sobre perfiles metálicos. Han sustituido el material original de la fachada y del tejado, pizarra, colocando gres en la fachada y chapa metalica en el techo. Han cerrado dos de los bajos, que en la foto veis abiertos, y que permitían multiples accesos al espacio central. Han eliminado, en el jardín, los asientos en forma de cubos de hormigón y las farolas originales. Y por si fuera poco en la parte de abajo, colindante con el instituto, han asfaltado un mísero aparcamiento, cerrado con una indecorosa barrera.

Me apunta Nel García García que cubriendo el acceso al bloque de departamentos había una preciosidad de lámina de hormigón plegada en zig-zag y muy acertadamente comenta: “También se la cargó la sapiencia de nuestra Universidad. Se ve la cicatriz en la pared de la izquierda cuando pasas. Estoy seguro que algunas noches todavía sangra.”

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Breve historia del molinero y el ‘bollu preñáu’ de Cangas del Narcea

Molino de Veigapope

Si nos adentramos en los valles y riberas de nuestro concejo, vemos que todos tienen algo en común, en todos se escucha el agradable murmullo que produce el agua de algún río que tintinea al trascurrir nerviosa entre las piedras del cauce. Este agua riega las vegas haciéndolas ricas y fértiles, además de darles frescura y verdor. El color verde de estas vegas genera un contraste evidente en los meses de verano, entre el valle y las zonas altas circundantes que están totalmente secas y muestran un color más apagado.

Estos ríos se van escondiendo a medida que avanzamos hacia su guarida, celosos de su intimidad, y en su nacimiento solo dejan ver un pequeño reguero rodeado de una espesa vegetación; un ejemplo lo tenemos en el nacimiento del Narcea en Monasterio de Hermo.

Molino en Sestorraso

Si uno es observador, también se da cuenta que siguiendo estas riberas, de cuando en cuando, nos asaltan grandes y pequeños molinos de agua. La mayoría de las veces están totalmente desvencijados y abandonados, aunque con sorpresa se ven algunos muy bien conservados. Estos molinos están unidos irremediablemente al río, al sonido del agua, a las peñas tapizadas de musgo, a los árboles de ribera y a los tonos verdes de la hierba regada de los prados. La primera sensación que experimentamos cuando divisamos uno de estos molinos, es que tenemos un encuentro mítico con un mini paisaje, donde los sonidos indescifrables del río nos llevan a creer que realmente existen en estas zonas seres misteriosos y mitológicos, como el Trasgu que se esconde debajo del molino y cambia de sitio objetos y piezas relacionadas con la molienda.

Piedra francesa, molino de casa Queipo de Monasterio del Couto

Esta proliferación de ingenios hidráulicos es una muestra de la gran importancia que tuvieron en un pasado no muy lejano, ya que algún molino todavía funciona en la actualidad.

Estacada del molino de Fariñas con una escala salmonera para comunicar la parte inferior y superior del río

Antiguamente, este concejo no se caracterizaba precisamente por estar bien comunicado con la Meseta ni con el centro de la región; esto provocó que durante muchos años fuera difícil el intercambio de productos y el comercio con otros centros de producción, lo que obligó a nuestros antepasados a tener que ingeniárselas para autoabastecerse. Las zonas rurales normalmente cerraban el círculo de sus necesidades produciendo todo lo que necesitaban en la unidad familiar; producían y elaboraban su propia carne, patatas, verdura, vestidos hechos con lana de oveja, herramientas fabricadas con madera de la zona y, como producto base y estrella, sembraban su propio trigo. Pero este último producto no bastaba solo con sembrarlo y recogerlo, ya que para poder elaborarlo en forma de pan, bollu preñáu, frixuelo y otros artículos de consumo, era necesario pasarlo por un proceso intermedio, que es la molienda para convertir el grano en harina (farina).

Presa y pozo del ‘molín’ de casa Queipo de Monasterio del Couto. La construcción anexa era la minicentral hidroeléctrica del pueblo.

Para moler este trigo era necesario tener molinos en cada zona del concejo y esto explica que haya tantos ingenios hidráulicos al lado de nuestros ríos y regueiros. Para hacer funcionar estos artefactos era imprescindible tener un profesional que conociera perfectamente todo el sistema mecánico e hidráulico del molino; este antiguo profesional era el molinero.

Para escribir este artículo me acompañaré de este personaje, quien me llevará a descubrir todo el proceso que rodeaba su trabajo y la parte humana que lo acompañaba.

Antiguo molino de uso particular en el río de Corros

Los molinos en Asturias no los mueve el viento, como aquellos que atacaron a nuestro loco y entrañable Don Quijote de la Mancha; los de Asturias los mueve el agua. El funcionamiento del sistema se basa en almacenar una cantidad de agua a una determinada altura respecto de la turbina del molino; esta altura suele ser de dos o tres metros. Esto permite disponer de una energía potencial que se trasformará en energía cinética y mecánica en la parte baja del molino.

Molino de Agüera de Castanéu. Carro excéntrico para mover la pinera o ‘peneira’

La situación del molino es casi siempre la misma, cerca del río, a cotas superiores se hace una estacada o banzáu para retener y dirigir el agua hacia una presa que la conduce hacia el pozo de acumulación, situado junto al molino. Este pozo tiene dos finalidades, la primera y fundamental es crear una diferencia de altura entre el pozo y la zona baja del molino donde va situado el rodezno, una rueda horizontal que gira impulsada por la energía cinética que le transmite el agua, produciendo un momento de fuerza que hace girar los elementos mecánicos del molino. La segunda finalidad del pozo es acumular agua suficiente para que cuando se soliciten caudales importantes para moler, el molino no se quede sin agua.

El agua incide con cierta presión y velocidad sobre los canjilones del rodezno situado en la parte inferior del molino. Este agua genera un momento de fuerza que hace girar un eje vertical de madera que está unido a la muela superior (volandera o muela de arriba), que gira sobre otra inferior que permanece estática (muela de abajo o barranco); entre estas dos muelas se hace pasar el cereal para triturarlo y convertirlo en harina.

Parte inferior del ojo del molino o infierno

En general, los molinos ofrecen una estampa de gran belleza, pues siempre están construidos en un entorno donde los árboles de ribera se mezclan con los agradables sonidos del agua; además, estas construcciones poseen una arquitectura poco agresiva con el medio, ya que el molino consta generalmente de dos plantas de dimensiones bastante reducidas. En la segunda planta están todos los utensilios de la molienda con un pequeño almacén y en la planta inferior es donde se produce todo el proceso hidráulico. Esta planta inferior se reconoce muy bien, ya que le da personalidad al molino con los típicos arcos de piedra; se la denomina como los ojos del molino o el infierno.

Los molinos pueden ser de una muela para uso particular o de varias muelas para moler el trigo de otros vecinos a cambio de una compensación económica o en especie, la maquila. Este último molino se convertía en una pequeña y próspera industria familiar, ya que la afluencia de clientes era muy grande porque todos los vecinos tenían que hacer el pan cada quince días aproximadamente; además también tenían que moler el maíz y otros cereales para el ganado.

Picando la muela

Con esta pequeña industria se creó una nueva profesión artesana, la de molinero. Las tareas más frecuentes de éste eran limpiar periódicamente la presa que comunica el molino con la estacada del río, reparar las fugas de agua, mantenimiento de todos los elementos mecánicos del molino, engrase de cojinetes, picado de las muelas… El picado de las muelas era un trabajo de gran precisión para el que se requería mucha experiencia, pues de él dependía el buen resultado de la molienda. Otros trabajos son los siguientes: arrancar el molino; cargar la tolva o muxega con el grano; regular bien la velocidad de la muela actuando sobre el caudal de agua; conocer exactamente la aproximación que deben de tener las muelas para hacer una harina fina o más gruesa, etc.

Herramientas de widia (wie diamant) para picar la muela

Aunque el molino en su conjunto parece una máquina simple y sencilla, tiene, como todas las cosas mecánicas, secretos fundamentales que hay que conocer tanto en su construcción como en su explotación, para que el resultado final sea un producto de calidad. La construcción del molino debe ser meticulosa y perfecta, las muelas deben estar bien picadas y equilibradas, el molinero debe tener experiencia y conocer los pequeños detalles para conseguir moler con éxito.

Hasta ahora hemos descrito al molino y al molinero de una forma técnica y objetiva, pero en la tradición popular queda abundante constancia de testimonios donde se describen de otra forma más entretenida.

Los molinos eran lugares en los que se concentraba la gente esperando la molienda de su grano,

Estacada o ‘banzao’ del molino de Agüera de Castanéu

esto permitía comunicarse entre los pueblos vecinos que se contaban los chismes del momento; además, los mozos y las mozas utilizaban el viaje al molino para cortejar fuera del control de sus padres. Al estar situados en lugares escondidos y agazapados en las orillas fluviales, los molinos se convertían en objeto de murmuraciones y rumores sobre amoríos y otros tejemanejes más pecaminosos. Hay muchos dichos y canciones populares sobre esto:

Los molinos no son casas,
porque están por los regueros,
son cuartitos retirados
para los mozos solteros.
 
Si vienes a mi molino
solita te moleré,
si vienes a mi molino
yo no te maquilaré.

Moderna turbina con dos salidas de agua del molino de Monasterio del Coto

Estas libertades del molino fueron mal vistas y criticadas por algún clérigo de la época, como Fray Toribio de Pumarada y Toyos (raro para los clérigos), natural de La Riera de Colunga, que en 1712 amenazaba con frases como: ir a dormir al molino, es como ir a la casa del diablo.

El molinero en la tradición popular no sale mejor parado que el molino, ya sea por envidia o por cachondeo, siempre se le consideraba de dudosa reputación a la hora de “maquilar” (cantidad cobrada en especie de cereal). El molinero solía conseguir unos ingresos considerables para la época y evidentemente, en tiempos de poca abundancia, en el único sitio donde no faltaba el pan era en casa del molinero. Esto provocaba la tendencia a pensar que la riqueza del molinero provenía de coger más grano del que le correspondía por la molienda.

Pozo y presa del molino de Vegapope

El cancionero popular está lleno de cantares y dichos que confirman esta dudosa reputación del molinero:

La molinera trae corales
y el molinero corbatín,
no sé como da pa tanto
la tarabica del molín
 
Gasta la molinera ricos pendientes
del trigo que maquila a los clientes.
 
 
 
Cambiarás de molinero pero no de ladrón
 
Una clienta vio al molinero cambiar las ventanas del molino y le hizo la siguiente pregunta:
– Molineiro ¿para qué pones las ventanas, para que no entren los ladrones de afuera o para que no salgan los que hay dentro?.
 

Pinera manual y pinera de molino

La verdad es que algo habría de cierto, ya que siguiendo con el refranero: cuando el río suena agua lleva… Pero los que conocimos a molineros de la zona podemos decir que lo que ganaban lo tenían bien merecido, ya que estaban de sol a sol moliendo, incluidos sábados y domingos; siempre estaban cubiertos de polvo de harina, que además respiraban provocándoles problemas pulmonares. Por otro lado, al estar constantemente en contacto con el agua, la humedad y el frío de las heladas les producían bastantes enfermedades reumáticas.

Hoy, el oficio de molinero está desapareciendo, pero todavía queda alguno en activo que lo presentaré al final de este artículo.

Tolva o ‘muxega’ del molino de Veigapope, se puede ver la medida de volumen denominada ‘la cuarta’ es el cajón de madera que esta encima de la muela.

A continuación haré un breve recorrido por el proceso entero del trigo y sus productos, desde la siembra hasta el horno. Para desgranar como era este proceso, desde el cultivo hasta el horneado del pan, me dejaré asesorar por las mejores especialistas que hay en la materia, ya que lo vivieron en primera persona, y son esas abuelas que aún tenemos por los pueblos y que todavía poseen una mente muy brillante. No puedo anotar tantos detalles como me describen, pues si lo hiciera no haría un artículo, haría un libro; por lo tanto, simplificaré lo que me cuentan y lo escribiré con sus palabras de asturiano occidental o asturiano de Cangas, es decir, con asturiano d’aiquí.

Presa del molino de Fariñas en el río Luiña.

El trigo (Triticum) constituyó la variedad de cereal más apreciado a lo largo de la Edad Media. Mal adaptado al clima de nuestra región, no llegó a alcanzar en esa época la importancia que tuvo la escanda. A partir del siglo XIII aparece sembrado en tierras dispersas en localidades del concejo de Cangas del Narcea: Rubial, Llamera, Carballo y Agüera. En los siglos siguientes su cultivo ya se generaliza por toda la zona.

Segando el trigo

El trigo posee muchas variedades. Preguntando que variedades se sembraban en la zona, nadie me sabe contestar con rigor cuales eran, pero sí me las describen con el nombre popular con que eran reconocidas. Esencialmente había tres tipos de trigo con diferentes características: el primer tipo lo denominaban trigo “grande”, tenía el grano grande y solo se conseguía en las mejores tierras del pueblo; la harina que producía tenía un color muy blanco y se utilizaba para hacer muy buen pan; este trigo es posible que fuera el denominado Triticum Paledor. Otra variedad era el trigo “pequeno”, este también necesitaba sembrarse en las mejores tierras, la harina que salía de este trigo era la de mejor calidad y se reservaba para hacer productos muy finos, como los frixuelos y los dulces. El peor trigo lo denominaban parrucu y era el de peor calidad, teniendo que ser mezclado con el “grande” para conseguir un pan decente. El trigo parrucu provenía de las chombas de los montes del pueblo. Estas chombas eran trabajadas de forma diferente a las demás tierras de labor.

En los montes mancomunados de los pueblos se marcaba una proporción de terreno para cada vecino que lo denominaban chomba, que era cavada a mano con una azada (xadón); este trabajo se denominaba cavar borrones. Posteriormente, por el verano, todo el rastrojo del monte cavado se amontonaba y se prendía fuego en pequeños montones (borrón o borrones). Se sembraba el trigo dos años en estas zonas y después se dejaba descansar el terreno varios años.  A este sistema de agricultura se le llama barbecho, por eso estas zonas de monte eran conocidas como barbeitos. El trigo que salía del monte era de menor calidad, ya que crecía junto a otras hierbas que competían por los nutrientes del suelo, y esto hacía que el trigo fuera más pequeño, duro y sucio; este trigo del monte era el mencionado anteriormente como parrucu.

Mayando a mano con ‘manales’ en El Fuejo, Cangas del Narcea, 1927. En la imagen se ven las ‘facinas’ de centeno y de trigo. Fotografía de Fritz Krüger. Col. Museo del Pueblo de Asturias

Bien, ya tenemos los tipos de trigo y de tierra, ya podemos pasar a sembrar. La siembra se hacía en el mes de noviembre y la siega se hacía en agosto. La siega se realizaba a mano, necesitando mucha mano de obra. Una vez más nos encontramos con una actividad agraria que une a los vecinos para ayudarse de forma colectiva; la siega, el acarreo del trigo a la era y la mayada se hacían juntando esfuerzos entre todos los vecinos.

La siega del trigo se hacía a mano haciendo pequeños montones (gabiechas); estos montones se ataban formando los manoyos, y estos manoyos se juntaban haciendo los típicos montones de trigo que había en las tierras, los llamaban medas. Después de secar el trigo unos días en la tierra se acarreaba a las eras de la casa, disponiéndolo en montones de forma triangular que se llamaban facinas; éstas se ven en algunas fotografías antiguas de mayadas. Las eras de trigo marcaban la riqueza de la casa, pues la casa que tenía muchas facinas en la era dejaba claro que disponía de mucha tierra y de mucho pan, por lo tanto era una casa pudiente.

Mañores (Tineo), 1927.’Facinas’ de trigo en la era. Fotografía de Fritz Krüger. Col. Museo del Pueblo de Asturias.

Cuando el trigo estaba en todas las eras del pueblo se procedía a mayarlo. Esta operación consiste en separar el grano de la paja, generando dos productos: el grano se lleva al hórreo o la panera y con la paja se haci un nuevo montón que se llamaba colmeiro.

La mayada era una fiesta, todos los vecinos participaban de casa en casa, y como es natural en los intermedios y en las comidas no faltaban el jolgorio y buen humor; a esto último ayudaba bastante el que corriera de mano en mano abundantemente el vino de Cangas. (Ver: Una mayada en Rañeces en 1945)

Estando el trigo ya en la panera, el proceso sigue su curso bajando a moler el trigo al molino. Se bajaba cada quince días aproximadamente. El trigo iba metido en un recipiente especial, hecho de piel de oveja, que se denominaba fueche, con capacidad para unos 35 a 40 Kg.

Mayando a máquina

Al molinero se le pagaba con dinero o en especie, la maquila. Ésta, como ya expliqué, consistía en coger una proporción del grano de trigo que se molía. Cada molinero tenía su norma en la cantidad a maquilar; la competencia hacía que el molinero fuera prudente y no cogiera demasiado porcentaje.

Lo que me siguen contando estas abuelas es la parte más agradable de todo el proceso y, por supuesto, es la merecida recompensa a tanto esfuerzo. Con el trigo molido en casa se procedía a hacer el pan y el bollo preñao, hacer la fornada. El día anterior al amasado se ponía la levadura, mezclada con harina y agua templada en un recipiente (fader el furmiento). Esta mezcla se deja toda la noche para que reaccionen los microorganismos unicelulares de la levadura (cheldar). La levadura no se compraba, se dejaba un poco de masa del horneado anterior y se tenía siempre en casa en un recipiente con sal por encima y tapado con una berza. Preguntando para que se ponía la berza no me dan una explicación muy científica.

Moviendo la ‘fornada’ con el ‘rodabiel’ en un antiguo ‘forno’ de Bustelo

Al día siguiente se mezcla este furmiento con toda la masa de harina, agua y sal; se va amasando la fornada que se va a hacer y se deja cheldando, es decir, un tiempo tapada para que el CO2 que producen los hongos de la levadura hagan hinchar esta masa, creando los típicos ojos en la miga del pan. Después se corta esta masa en porciones que serán las futuras fogazas.

Lo que sigue es fácil de adivinar, se enciende el forno con leña. Cuando éste está bien caliente se sacan todas las cenizas con una escoba (el bascayo) que estaba hecha de xiniesta. A continuación se metían las fogazas en el forno con dos instrumentos de madera que son la pala y el rodabiel. Estas herramientas también tenían otras funciones, pues había la creencia, poco justificada, de que en los días de tormenta se debía poner en la era de la casa el rodabiel y la pala de madera haciendo una cruz para que alejaran los relámpagos de la casa. Si Benjamín Franklin supiera esto no se molestaría en hacer tantas tonterías para descubrir el pararrayos.

Horneando las ‘fogazas’ y el bollo

Volviendo al tema, lo mejor de este día de fornada era hacer el bollu preñáu, preñáu del mejor colesterol de la zona, buen chorizo, buen tocino, etc. Desde luego todo este esfuerzo merecía la pena, se conseguía un pan de verdad, sin nada de esos polvitos mágicos que ahora se echan en todos los procesos industriales, además se comía un bollo preñao que nos hacía acercarnos un poco más hacia la muerte en forma de colesterol, pero ¿qué es la vida sin un poco de riesgo?

Hogazas de pan de verdad (sin polvitos mágicos industriales)

A estas alturas del artículo es cuando me doy cuenta de la cantidad de trabajo, de medios, de profesionales y mano de obra que hacían falta para poder comer un buen pan, un buen bollo preñao o unos frixuelos. Yo recuerdo que aquel pan tenia la corteza y la miga de diferente color que el pan industrial que comemos hoy. Cada fornada de pan eran quince fogazas que duraban quince días; el último día el pan estaba perfecto para comer y eso que no llevaba ningún conservante, excepto la sal que tenía en la masa. Hoy compras esas barras de pan que te dan al precio de 2 por 1 y si lo dejas para la cena ya es chicle, y, por supuesto, ni se nos ocurre comerlo el día siguiente. Observando esto me asalta una pregunta: “¿realmente eso será pan? o ¿será un invento híbrido creado por algún químico de la Universidad de Oviedo?”. Otra pregunta curiosa: “¿por qué hoy tenemos tantos celíacos, tanta intolerancia al gluten?”. ¡Qué mal hizo la ciencia alterando algunos procesos naturales!

Para terminar presentaré algún molino importante del concejo de Cangas del Narcea. Empezaré presentando el que posiblemente fue el mejor molino de la zona, ya que su capacidad y tecnología superaba con creces a los demás. Este molino está en la villa de Cangas en el denominado Prao del Molín, pero su historia aparece en otro artículo de esta web del Tous pa Tous en la que se describe con todo detalle este molino: Historia del molín de la villa de Cangas del Narcea.

Antonio Fernández Rodríguez enseñando el molino de casa Terrao en Agüera de Castañedo

Otros molinos importantes en la actualidad son el de Agüera de Castanéu, el de Fariñas, el de Monasterio del Couto y el de Veigapope.

El molino de Agüera de Castanéu está situado en la orilla del río Narcea, en el pueblo de su nombre. El edificio es bastante moderno ya que fue reformado hace pocos años. Posee dos piedras de moler francesas y todavía está activo moliendo para clientes de los concejos de Cangas e Ibias. Quien me lo enseña es Jesús Antonio Fernández Rodríguez y quien estaba al frente del molino en los años de esplendor era su suegro: Antonio Menéndez de casa Terrao de Agüera.

Nilo González García enseñando el molino de Fariñas

Otro molino importante fue el de Fariñas, junto a Cangas y a orillas del río Luiña. Sus clientes eran todos los pueblos de la sierra del Acebo, de Limés y contornos. Este molino y su moderna estacada pueden verse caminando por el Paseo del Vino de Cangas del Narcea. El molino tiene dos muelas francesas y una toma de fuerza para enganchar una aventadora que servía para limpiar de impurezas el trigo. Quien me enseña el molino es Nilo González García, nieto del antiguo molinero Enrique García Tejón; este molinero era hermano del mítico gaitero José García Tejón “Fariñas”. Hoy, este molino está parado, pero me dice Nilo que en sus buenos tiempos a su abuelo no le faltaba el trabajo, moliendo doce horas diarias.

Aventadora para limpiar el trigo que venía de Castilla; molino de Fariñas

El molino dejaba buenos ingresos y de él se podía vivir cómodamente; como anécdota cuenta Nilo que cuando se arregló la estacada del molino se necesitaron siete trabajadores diarios para construirla y lo que recaudaba diariamente el molino era suficiente para pagar a estos siete jornales.

Manuel Blanco ,de Casa Queipo de Monasterio del Coto, frente al molino de su propiedad

El molino de Monasterio del Couto está enclavado en un paraje espectacular al lado del río del Couto. En la actualidad este molino está inactivo. Quien me lo presenta es Manuel Blanco de casa Queipo de Monasterio, que en su día fue molinero como su padre Modesto Blanco. El molino fue construido por su abuelo. Consta de tres piedras, dos francesas y una más blanda del país. Tiene una peculiaridad que lo diferencia de los demás, y es que tiene una turbina moderna con dos salidas de agua para darle más fuerza a la muela. Los clientes de este molino eran los pueblos del Río del Couto, parte del concejo de Ibias, algún comerciante como el almacén del Cuco de la villa de Cangas, etc.

Interior del molino de Monasterio del Coto

En 1933 el molino fue reformado por el abuelo, Manuel Blanco Uría, y en 1950 el padre, Modesto, molía sin interrupción. Era un gran negocio, había grandes colas de caballos esperando por la fornada; dice Manuel que la entrada del molino parecía una feria. El molinero comía, merendaba y cenaba en el molino y a veces era necesario moler de noche con luz artificial. Coincide este molinero en afirmar que el trigo que se producía aquí era mucho mejor que el que venía de Castilla. La forma de pago era como en los demás molinos, en dinero o, lo más habitual, en especie, la maquila; en este molino se quedaban con un kilogramo por cada diez molidos. Otras medidas habituales eran el choupin como unidad de volumen básico y la cuarta que llevaba cuatro choupines.

José Martínez Fernández actual molinero de Vegapope

El molino tiene anexo una toma de fuerza para enganchar una mini central eléctrica que producía luz para el pueblo. Daba suficiente para tres bombillas por cada casa y cada bombilla era de 25 watios.

José Martínez Menéndez anterior molinero de Vegapope

El siguiente molinero es el héroe de estos tiempos, pues esta aún al frente del molino y con gran éxito, ya que mucha gente vuelve a los sabores tradicionales. Este molino está enclavado en el pueblo de Veigapope, en un paraje de gran belleza al lado del río Narcea del que coge su agua y su fuerza. La historia de este molino se pierde en el tiempo. Por él pasaron los diferentes dueños (muirazos) de la casa del Molineiro de Veigapope. Nos dice el molinero actual que tiene escritos donde indican que el molino tiene una antigüedad de varios centenares de años. Este molinero se llama José Martínez Fernández y me comenta que la época de mayor funcionamiento del molino fue la de su padre José Martínez Menéndez.

Molino de Vegapope moliendo

Los clientes de este molino eran de los pueblos colindantes: la Regla, Cibuyo, Llano, Santa Eulalia, Adralés… El molino consta de tres muelas francesas, una de las cuales funciona en la actualidad a pleno rendimiento. Hoy, muele trigo para la panadería Xiepe de Cangas, para la panadería Pan de Ibias, algún horno de Pola de Allande, particulares de Tineo, Valledor y del concejo de Cangas del Narcea. Comenta la mujer del molinero lo contenta que está escuchando de nuevo el ruido que producen las muelas y el agua al moler, ya que hace unos años este molino también estaba abocado a cerrar definitivamente.

José Martínez moliendo en el molino de Vegapope

Le pregunto a José por qué en esta zona se utilizó mucho el trigo, mientras que en otros lugares de la región se utilizaba mayoritariamente la variedad de escanda, me dice que posiblemente en tiempos remotos se utilizó también la escanda, pero esta variedad se cambió por el trigo que conocemos debido a que es más productivo; además, la escanda tiene mucha piel, es más difícil de recoger y es más dura de moler.

Es muy agradable acabar este artículo acompañado del último mohicano, del último molinero en activo, de la imagen viva de una saga de profesionales que durante muchos años de historia fueron la clave de nuestra alimentación. El pan de pueblo, los frixuelos y el bollo preñáu no serían nada sin la experta mano del molinero.


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Lágrimas, sollozos y suspiros por la supresión de la parroquia de Ambasaguas en 1891

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Barrios de Ambasaguas o Entrambasaguas, El Cascarín y el Barriu Nuevu desde la plaza la Oliva, 1899. Fotografía de Luis Muñiz Miranda. Col: Juaco L. A.

Hasta finales del siglo XIX, el territorio que hoy ocupa la villa de Cangas del Narcea se repartía en tres parroquias: la parroquia de Santa María de Ambasaguas o Entrambasaguas, la de Santa María Magdalena de Cangas y la de Santa Marina de Oubanca a la que pertenecía El Fuejo.

La primera era la más antigua, y era la sucesora de la antigua parroquia de San Tiso de Cangas que en el siglo XVII se trasladó a Ambasaguas; estaba formada por los barrios de Ambasaguas, El Cascarín y El Corral, y los pueblos de L.lamas y Curriel.los. Todos los vecinos de estos lugares iban a los oficios religiosos de la iglesia de Ambasaguas, y se enterraban en el cementerio que había en este barrio.

En cuanto a la parroquia de Santa María Magdalena, se fundó en 1255 con la creación de la villa de Cangas a partir de la carta puebla que otorgó el rey Alfonso X el Sabio. Esta feligresía solo comprendía las calles y plazas del casco urbano, y estaba rodeada por la parroquia de Ambasaguas, que desde el siglo XI al XVI perteneció a un coto señorial del monasterio de Courias.

En 1884 es nombrado obispo de la Diócesis de Oviedo fray Ramón Martínez Vigil (1840-1904), que fue un prelado muy reformador. Una de las reformas que emprendió fue la de las parroquias asturianas, que era una necesidad desde finales del siglo XVIII debido al aumento del número de habitantes y al crecimiento de muchas poblaciones. La reorganización de las parroquias se hizo con el fin de satisfacer las demandas de los creyentes, y con este fin se crearon parroquias nuevas, se unieron otras y se desgajaron antiguas hijuelas. Este proceso, que fue laborioso y requirió mucha diplomacia, comenzó en 1886 y culminó en 1891; en Cangas del Narcea trajo consigo una parroquia nueva: la de L.larón, que se separa de la de Veiga de Rengos, y la supresión de la de Ambasaguas, que se une a la de la villa de Cangas.

La desaparición de la parroquia de Ambasaguas no fue bien recibida por sus feligreses. La noticia la dio el párroco durante una misa y causó “la mayor tristeza”, y “no faltaron lágrimas, sollozos y suspiros”. Los vecinos de la parroquia intentaron evitar su desaparición y escribieron en enero de 1892 una instancia al Obispo solicitándole que diera marcha atrás. La solicitud se la remitieron el 14 de febrero a Antonio de Llano, vecino de Oviedo, con la siguiente carta:

Se desea que la adjunta solicitud o instancia, promovida por los vecinos de la parroquia de Ambas-aguas, sea entregada a un procurador eclesiástico, bien a D. Pedro Manuel Fernández o a quien él crea conveniente con el fin de que dicho procurador la presente al Tribunal, rogando al Señor N. diga si hay necesidad de mandarle un poder al procurador. También se suplica haga cuanto pueda para obtener un buen resultado.

Esta solicitud es la que publicamos hoy en la web del Tous pa Tous. En ella los vecinos manifiestan sus sentimientos sobre su parroquia, la relación con la parroquia de Cangas y reivindican su identidad frente a esta parroquia. Los más afectados por la medida fueron los vecinos del barrio de Ambasaguas, pues este cambio les suponía perder el privilegio de vivir junto a un templo parroquial y también un perjuicio económico, pues los comerciantes y propietarios de bodegas del barrio verían reducida su clientela y menguado su negocio. Al final, su intento ante el Obispo no sirvió para nada y la parroquia de Ambasaguas desapareció.


Solicitud de los vecinos de Ambasaguas para evitar la desaparición de su parroquia

Exmo. Ilmo. y Rmo. Sr. Obispo de Oviedo.

Los que suscriben, vecinos de la parroquia de Ambas-Aguas, arrabal de Cangas de Tineo, Arciprestazgo de ídem, Diócesis de su digno cargo, a Vuestra Excelencia Ilustrísima y Reverendísima con la debida consideración y mayor respeto humildemente exponen:

Que al ofertorio de la misa de día de hoy se ha leído el Decreto de supresión de esta parroquia y su anexión a la de Cangas, causando la mayor tristeza tanto en el celebrante como en los oyentes; y, no obstante omitirse todo comentario, al despedirse en pocas palabras el Señor Cura de la parroquia no faltaron lágrimas, sollozos y suspiros, y habría bastantes desmayos si el Señor párroco no se hubiera concretado sencillamente a despedirse de sus feligreses.

Estos están sumamente afectados con la supresión del culto divino en la Iglesia en que siempre han practicado los ejercicios religiosos, y han sido bautizados, lo mismo que sus  causantes y sucesores. Le tienen una fe entrañable y principalmente a su patrona Nuestra Señora del Carmen, cuya festividad se celebra el 16 de julio; y a pesar de no ser día de Santo es tanta la devoción que se profesa a la Virgen del Carmen, no solo por los vecinos de esta parroquia sino por las de las inmediatas y especialmente por los habitantes de Cangas de Tineo, que no hay en todo este partido judicial función tan solemne y concurrida como la del Carmen, a la que desean concurrir, haciendo un sacrificio, muchos de los vecinos de la villa y concejo de Cangas que se hallan ausentes del país, guardando el día de Santo todos, absolutamente todos, los cangueses; no sucediendo lo mismo con la festividad de la patrona de Cangas, que es Santa María Magdalena, pues no tiene comparación el entusiasmo (y es frecuente ver trabajar el 22 de julio a bastantes jornaleros de Cangas). A tal punto llega la devoción con la Virgen de Ambas-Aguas, que se celebra solemne y concurrida novena, y en las procesiones anuales, de mañana y tarde, llevan a hombros la imagen, desde la Iglesia de Ambas  Aguas a la de Cangas y viceversa, cuatro de los más distinguidos cangueses. En la iglesia Colegiata de Cangas hay imagen y capilla de Nuestra Señora del Carmen, pero no se celebra su fiesta; y en cambio los vecinos de Cangas, que pueden, hacen celebrar por sus familias un oficio a la Virgen del Carmen de Ambas Aguas el sábado siguiente al día en que fallece algún individuo de su familia, celebrándose, además, bastantes aniversarios o cabo de año por los de Cangas en la Iglesia de Ambas-Aguas.

Es esta Iglesia tan sólida y bonita en lo que ocupa, como la que más de Asturias, y está situada entre los ríos Narcea y Luiña, pagando el alumbrado permanente de la lámpara Don Lorenzo de Llano Flórez por fundación de un antepasado suyo; por todo lo que profesan los feligreses de Ambas Aguas profunda fe y cariño a su patrona y a su iglesia y no pueden ver, sin que se contriste su ánimo, la supresión de la parroquia tanto más cuanto que estando situada en su mayor parte entre dos ríos, como queda indicado, es frecuente, si aumenta el caudal de aguas, la incomunicación con Cangas, como sucedió en marzo de 1888, cuando el deshielo de la nevada que tan triste memoria dejó para Asturias; pues entonces, la crecida de los ríos tenía incomunicada la parroquia de Ambas Aguas y si se necesitaran auxilios de Cangas era imposible lograrlos.

Por otra parte, no es mucho que los exponentes tengan entrañable cariño del cementerio de Ambas Aguas, en el que reposan las cenizas de sus padres, hijos, cónyuges, hermanos, parientes y amigos, y al que desean ir a descansar cuando Dios sea servido llamarles así. Además, el cementerio de Cangas está dentro de la villa, rodeado de caserío, detrás de la iglesia parroquial, y es de reducidas dimensiones, hasta el punto de que para inhumar unos hay que exhumar otros, dándose además el triste espectáculo de haberse derrumbado su muro varias veces y especialmente en la citada época de marzo de 1888, dejando al descubierto los restos de algunos feligreses, si es que en parte no fueron detrás del muro.

No solo es de necesidad para los vecinos de Ambas Aguas y sus arrabales de El Cascarín y Llamas la existencia de la parroquia y celebración de oficios divinos en su Iglesia, sino de mucha utilidad para los vecinos inmediatos de Cangas y para los del Valle de Rengos y Montaña del Pando que asisten con bastante frecuencia.

No se ha de ocultar, sin embargo, que los vecinos del barrio del Corral y pueblo de Curriellos pasan por Cangas para ir a Ambas Aguas, pero así la prefieren y la desean con mucho gusto, por los afectos que tienen a su patrona y a su Iglesia, y tanto a estos vecinos como a los restantes, o sea a los de Ambas Aguas, Cascarín y Llamas, se les originarán incalculables perjuicios y trastornos en las familias, si se realiza la supresión de la parroquia; debiendo manifestar, con verdadero dolor, que no puede calcularse a donde llegarán los trastornos y perjuicios; y en cambio no se ve beneficio para nadie.

Grande ha sido la emoción experimentada al hacerse saber oficialmente la supresión de esta parroquia, pero no será menos grande la satisfacción que se recibirá si Vuestra Excelencia Ilustrísima y Reverendísima se digna reformar su decreto y dejar subsistente la parroquia en el ser y estado que antes tenía; o cuando menos con los barrios de Ambas Aguas, Cascarín y Llamas; y semejante favor no se borrará jamás de la memoria de los solicitantes que se hallan dispuestos no solo a ratificarse en esta exposición sino a concurrir ante su digno y virtuoso Prelado, si la tuvieren por  conveniente para que se persuadiese mejor de la sana intención de los feligreses de Ambas Aguas y de la fe y cariño que profesan a su  excelsa patrona y  a todo lo que pertenece a su Iglesia.

Por tanto

Suplican rendidamente a Vuestra Excelencia Ilustrísima y Reverendísima tenga a bien dejar sin efecto la supresión de la parroquia de Ambas Aguas, mandando quede subsistente y continúen las cosas en el ser y estado que tenían, quedando al frente de la misma el virtuoso y digno Señor Cura párroco D. José Mª Ordás y Álvarez con quien también están encariñados hasta lo indecible por las relevantes prendas que le donan y distinguen.

Gracia que esperan merecer de Vuestra Excelencia Ilustrísima y Reverendísima, cuya vida conserve el Cielo dilatados años para bien de esta Diócesis.

 

Ambas Aguas 31 enero 1892


De caza y pesca por Cangas del Narcea

El tema del que hablaré en este artículo siempre despierta opiniones encontradas: habrá quien vea la caza como un arte, como un entretenimiento, un negocio, una herencia biológica ancestral de cuando cazar era el único medio de subsistir que tenía el hombre antes de ser recolector y agricultor; sin embargo, otros verán la caza como algo antinatural e innecesario, matar un animal por entretenimiento, no por necesidad, les parecerá un comportamiento de bárbaros.

Cuadrilla ‘Los Sobrantes’ de Cangas del Narcea.

Conociendo estas dos posturas enfrentadas, abordaré el tema de la forma más objetiva posible, sin entrar en mucha profundidad, sólo intentaré exponer el artículo de manera informal, amena y entretenida, dando a conocer una faceta más de nuestro concejo.

Por supuesto, parto siempre de la base de que hablaré de la caza que está bien regulada para que pueda ser sostenible en el tiempo, respetando la ley y eliminando el furtivismo. Con estas premisas se puede decir que la caza es una actividad que mueve mucho dinero en el concejo y es uno más de los atractivos que Cangas del Narcea suma al conjunto de actividades singulares de la zona.

Empezaré por hacer algo de historia para intentar comprender por que el cazador de Cangas del Narcea tiene ese impulso, esa necesidad de acosar, acometer y cazar un animal.

La versión más inmediata y más fácil es pensar que proviene de los tiempos en que los antepasados tuvieron que cazar para alimentarse y que de alguna forma esto quedó reflejado en el ADN del cazador actual. Pero yo tengo otra versión y la demostraré basándome en hechos históricos que apoyarán mis conclusiones.

Cuadrilla ‘Tiso’ Cangas del Narcea.

Me trasladaré hacia atrás en la historia e intentaré conocer como vivían nuestros antepasados en la denominada Protohistoria Asturiana, que comprende los siglos anteriores al último tercio del siglo I antes de Cristo. En este siglo los astures tienen un contacto serio con las tropas invasoras romanas y éstas nos dejan referencias escritas sobre los antiguos pobladores del norte.

Basándome en el geógrafo e historiador griego Estrabón (Στράβων, Amasia, Ponto, 64 o 63 a. C. – 19 o 24 d. C.), en su obra Geografía, la parte que dedica a Iberia, describe los pueblos del norte con cierto encono, posiblemente debido a la oposición que tuvieron nuestros antepasados a ser sometidos.

Describe Estrabón a los galaicos, astures, cántabros y vascones como salvajes que comen sentados sobre bancos construidos alrededor de las paredes, alineándose en ellos según sus edades y dignidades; los alimentos se hacen circular de mano en mano; mientras beben danzan los hombres al son de las flautas y trompetas saltando en alto y cayendo en genuflexión. Su rudeza y salvajismo no se deben solo a sus costumbres guerreras sino también a su alejamiento, pues los caminos marítimos y terrestres que conducen a estos terrenos son largos y esta dificultad de comunicaciones les hace perder toda sociabilidad y toda humanidad; viven con mucha austeridad, hacen una sola comida al día y duermen sobre jergones de paja; viven sin preocupaciones porque dejan transcurrir la vida sin mas apetencia que lo imprescindible. Viven en ginecocracia bajo el mando de las mujeres, un régimen no muy civilizado. Esto último, también lo dice Estrabón en su obra, (aclaro no vaya a ser que alguna fémina se sienta molesta con mi persona).

Atendiendo a esta descripción de Estrabón y observando el comportamiento de los actuales cazadores, uno empieza a comprender y explicar porque estos hombres necesitan cazar aunque no tengan necesidad de hacerlo para subsistir. Este poder tan grande que las mujeres tenían sobre nuestros antepasados, según Estrabón, desembocó en que la única salida interesante que tenían los hombres para no estar controlados por sus mujeres, era guerrear y cazar; esto les permitía escaparse del castro donde vivían y gozar de relativa libertad sin estar sometidos al capricho y al poder de sus opresoras.

Cazadores posando con la pieza.

Si observamos el comportamiento de las cuadrillas de cazadores es fácil ver que aún se tiene un comportamiento muy similar a los antepasados pobladores norteños, desde luego este comportamiento ahora no está muy justificado ya que la mujer actual nada tiene que ver con aquella que describe el historiador Estrabón. Las cuadrillas organizan la caza de la siguiente forma: queda toda la cuadrilla en el bar Amador a horas bien tempranas, empieza la tertulia, se toma el café, se traslada toda la cuadrilla al monte, se reparten las esperas, se echan los perros y se procede a cazar. Cuando la cuadrilla se despide deja fecha para una cena de todos los guerreros que la componen, se escoge un bar donde se cocine bien la caza y esto permite volver a reunirse toda la cuadrilla una noche para comer, estar de tertulia, bromas, cafés, etc. Sinceramente a que suena esto, claramente una vez mas la historia se repite, la caza vuelve a unir a los hombres para tener unos momentos de libertad sin ningún tipo de opresión como ya hacían aquellos pobladores antiguos del norte.

Chuzo o lanza para cazar cuerpo a cuerpo.

También hay otra versión posible que explica el placer que experimenta el hombre al cazar. Esta versión seguro que es más noble y realista que la explicación anterior. El hombre siempre necesitó estar en contacto con la naturaleza, además siempre necesita mostrar su audacia y su valor; hay casos de cazadores excepcionales en la región que así lo demuestran enfrentándose a la bestia sin mas armamento que una arma blanca que podía ser un cuchillo o un chuzo. Posteriormente se empezó a cazar con escopetas de pistón de un solo tiro. Ésta debía dispararse muy cerca de la pieza para que el tiro fuera efectivo, esto era tan peligroso como cazar a cuchillo, pues al disponer de un solo tiro, el cazador tenía que ser muy certero, de lo contrario la situación se volvía muy comprometida con una pieza de caza muy cabreada enfrente.

El trofeo más preciado en esta época era el oso, su caza suponía una gran exposición y peligro para el cazador y esto hacía que fuese una pieza rodeada de leyendas e imágenes heroicas.

Caza del oso en el Partido de Sierra, Cangas del Narcea, año 1924.

Antes de que se generalizaran las armas de fuego, parece ser que la modalidad de caza de este plantígrado era la de cuerpo a cuerpo; se buscaba una cueva donde estuviera el oso y se forzaba a salir al animal. En el momento en que el oso salía y se abalanzaba sobre el cazador, éste le arrojaba una manta a los ojos y acto seguido intentaba insertarle un cuchillo o un chuzo en el pecho de la presa, el cazador procuraba meter la cabeza entre los brazos del oso para poder esquivar las garras y la boca de la fiera.

Una vez más, Jovellanos nos vale para todo y nos describe muy bien esta modalidad de caza: El que lleva el Machuco del Monasterio por mote Catascios [¿Catasyas?] y a su padre le llamaban Mataosos, porque este era su ordinario entretenimiento. Buscábalos en el monte, los provocaba y dejaba venir hacia él, y cuando se erguían sobre los pies para acometerle, se metía por ellos. El oso no tiene juego en las manos, y entonces les metía un gran cuchillo de monte por las entrañas y los rendía y acababa.

En la región asturiana existieron cazadores míticos que utilizaban este método de caza:

    • Francisco Ortal, vecino de Vigidel (Villanueva de Teverga) mató 70 osos en los montes de Cuevalmundi, Llamaragil, Rebollada y Pillares.
    • Pedro Arias, también de Vigidiel (Teverga) dio muerte a 40 osos entre los años 1810 y 1860. Su hermano “el cura” mató 16.
    • Angelón de Cerredo.
    • Manuel Álvarez, de Urria (Somiedo), apodado “el cazador” y cuyo mote aún perdura en sus descendientes, mató 48, el primero a los 13 años, y murió a consecuencia de las heridas que le ocasionó una osa en el monte de Navatchos.
    • José Díaz, “el valiente”, que después de haber matado muchos es herido y muerto por un oso en 1840.
    • Juan Díaz Faes, “Xuanón de Cabañaquinta”, mató 92 osos, algunos de ellos a cuchillo. Falleció a los 72 años el 20 de diciembre de 1894.
    • Francisco Hortal, natural y vecino de Vigidel (Teverga) que falleció en 1849 a los 80 años, mató 75.
    • Francisco Garrido Flórez que mató cerca de cien. Natural de Robledo (Somiedo) andaba siempre vestido de pieles. Usaba como la mayoría de sus compañeros de cacería, escopeta de chispa. A veces luchaba cuerpo a cuerpo. Vivió ochenta años.
    • José Calvo “Miza”, mató 19, es el último representante de esta saga de héroes populares, cuya aureola se pierde en nuestros días pasando de la admiración a la más execrable repulsa de los mismos.

Perros de caza atacando al jabalí.

Como no podía ser menos, en Cangas del Narcea también tuvimos alguno de estos cazadores míticos aunque no están registrados en ningún escrito. Sin embargo, todavía se recuerdan sus nombres en la transmisión oral de gente de la zona que cuentan las grandes gestas heroicas que acontecieron entre el oso y el cazador.

El primer cazador se llamaba Manolo, “Manolón el de Rita”, de casa de Mingañán de Genestoso, hoy denominada casa Manolón; era famoso por cazar varios osos a cuchillo. El final de este hombre lo escribió un oso. Se enteró “Manolón el de Rita” que en el monte de Llamera había una osa y fue a cazarla al sistema tradicional de cuchillo; la batalla fue tan fuerte que Manolón perdió un brazo y un ojo, pocos días después fallecía debido a las heridas infligidas por la osa.

Hay referencias orales de que en la Reguera del Cabo había un vecino que también mataba los osos a cuchillo. Moal también contó con otro gran cazador de osos según cuenta Jose de casa Mingo en el siguiente enlace: Cazadores de osos.

Osos por los montes del concejo.

Del oso se utilizaba la piel y el unto (la grasa), este último lo utilizaban para los dolores reumáticos; la carne no la comían salvo en casos de extrema necesidad pues se decía que tenía una carne muy blanda, oscura, dulce y de sabor muy fuerte. Esto seguro que es lo que salvó al oso de su extinción pues si la carne fuera suculenta posiblemente en aquellos tiempos de tantas necesidades habrían acabado con todos.

Comparando estos antiguos cazadores con los actuales no podemos decir precisamente que estos últimos sean tan temerarios, basta echar un vistazo a la parafernalia de medios con los que el cazador actual se enfrenta a la fiera para ver que no corren ningún riesgo. Coches todo terreno, perros que sobrepasan los 4.000 euros, rifles de gran alcance y precisión milimétrica, visores especiales, móviles y emisoras de última generación, GPS de situación en el monte y un sinfín de pertrechos que hacen que el cazador tenga una desorbitada ventaja en el lance con el animal. Por lo tanto hoy día a los cazadores los hay que considerar como grupos que se juntan para pasar un buen rato en buena compañía y hacer un poco de ejercicio físico por nuestros montes, si puede ser, este ejercicio se hará encima del coche todo terreno cuatro por cuatro.

Pero lo fundamental y digno de destacar es que los cazadores actuales suelen ser muy respetuosos con el medio y son los primeros interesados en acatar las leyes que permiten la sostenibilidad de la caza, lejos quedan aquellas formas depredadoras que soportaba nuestra fauna.

Preparando un jabalí para ser ‘desfochado’ (quitarle la piel).

Los cazadores del concejo y los que vienen de visita para cazar, mueven un capital importante en los negocios de la zona, para entender esto basta hacer un número muy rápido sin profundizar demasiado sobre el dinero que mueve la caza actualmente en Cangas del Narcea todos los años. Hay 17 cuadrillas en el concejo con una media de 25 cazadores por cuadrilla, salen un total de 425 cazadores en la zona. Cada cazador paga de media al año 1.700 euros en gastos de impuestos, balas, pienso para perros, veterinarios, bares, cenas, reuniones, etc. En esta cifra no entra la compra de coches todo terreno, carros para perros, rifles, emisoras y otros elementos que aumentarían considerablemente el número dado anteriormente de gasto por cazador. Hacemos un cálculo rápido multiplicando 17 cuadrillas por 25 cazadores por cuadrilla salen 425 cazadores a 1.700 euros de gasto al año por cazador salen 722.500 euros que se distribuyen por la zona. A esta cifra hay que añadirle los 200 invitados que vienen de fuera de nuestro concejo a cazar, más los recechos que la Sociedad de Cazadores ofrece anualmente. También hay que sumar los 6 puestos de trabajo para guardas que esta sociedad soporta económicamente. Así que podemos decir que la caza mueve cifras anuales en la zona entre 700.000 y 800.000 euros.

Perandones en la sala de alevinaje de la Sociedad de Pescadores Mestas del Narcea

Atendiendo a los datos anteriores considero que este colectivo debe tenerse en cuenta como una pata más del entramado turístico de Cangas; evidentemente como dice la canción, aquí no hay playa y tenemos que diversificar y valorar los medios que tenemos a nuestro alcance. Una vez más, recalco que esta opinión sólo se mantiene mientras que la caza sea sostenible, con leyes bien marcadas que no permitan la más mínima posibilidad de poner en peligro la supervivencia de nuestra fauna.

Algo parecido pasa con la pesca y seguro que si se entrara en profundidad en presentar los números serían muy significativos, dejando ver la cantidad de dinero que mueve en el concejo.

Desovando el salmón.

Nuestros ríos son espectaculares y la pesca mueve a mucha gente de aquí, además de atraer a muchos turistas que vienen exclusivamente por el reclamo de pescar en nuestro concejo. Afortunadamente las Sociedades de Pescadores están haciendo una labor encomiable por la salud de estos ríos.

En el Narcea se puede destacar aguas abajo la Sociedad Mestas del Narcea con una planta de alevinaje de salmón y trucha para repoblar y un centro de interpretación. En Cangas del Narcea también existe una iniciativa de pescadores que forman la Sociedad de Pescadores Fuentes del Narcea; éstos también están haciendo un esfuerzo importante por el cuidado y la repoblación del río; tienen una estación de alevinaje en Regla de Naviego donde poseen un centro de interpretación de pesca.

Pescadores de Cangas mostrando su trofeo.

Considero que me he extendido demasiado con la caza y dejo demasiado corta la parte que dedico a la pesca en este artículo, el motivo no es otro que el de no abusar de la confianza de quienes me leen, haciendo un artículo demasiado extenso.

Que me disculpen los pescadores, soy conocedor de que la pesca en el concejo tiene suficiente entidad para escribir otro artículo entero.

De Leitariegos a China: los Cosmen, una dinastía empresarial centenaria

José Cosmen Adelaida, hacia 1965

Con motivo de la triste noticia del fallecimiento de José Cosmen Adelaida (Cangas del Narcea, 1928 – Oviedo, 2013), y como reconocimiento del TOUS PA TOUS a su larga y fecunda trayectoria empresarial, publicamos este interesante artículo de Joaquín Ocampo Suárez-Valdés, profesor de Economía de la Universidad de Oviedo, titulado De Leitariegos a China: los Cosmen, una dinastía empresarial centenaria, dedicado a la historia empresarial de esta familia de El Puerto de Leitariegos.


De Leitariegos a China: los Cosmen, una dinastía empresarial centenaria

Un reconocido especialista en la historia empresarial europea, D. S. Landes, en su último estudio, Dynasties (2006), hacía notar que, en contra de la opinión dominante, gran parte de las corporaciones multinacionales actuales tenían su origen en empresas familiares. Y reservaba el término «dinastías» para aquellas firmas que, generación tras generación y tras haber cubierto varios siglos de continuidad y sufrido la dura selección de los mercados, habían logrado sobrevivir a los albores del siglo XXI. En España, el caso de los Cosmen resulta en este sentido paradigmático.

Hacer de la necesidad virtud: la geografía importa

Cuando el 11 de octubre de 1796 Jovellanos visitaba Cangas del Narcea, recibía de manos del escribano Manuel Folgueras un manuscrito que contenía una descripción detallada de Leitariegos, «una de las tierras más encumbradas de Europa». En él mismo, se hacía referencia a una tradición oral que narraba cómo a causa de las nieves, doña Urraca (1081-1126), reina de Castilla y de León, había tenido que alojarse en «la casa de “Pepillo”, esto es, de José Cosmen». En agradecimiento, la reina otorgaba a sus habitantes una pensión en especie anual equivalente a 50 fanegas de trigo con la condición de que no dejasen de habitar aquellas tierras.

El Puerto, Brañas de Arriba, Brañas de Abajo y Trascastro, que integraban el coto de Leitariegos, señorío jurisdiccional del monasterio de Corias, emplazados a 1.525 m de altitud, constituían los únicos lugares de Asturias situados a aquella altura poblados todo el año. Por ello, ya en el siglo XII contaban con dos alberguerías u hospitales en San Juan del Puerto y en Santa María de Arbás. En reconocimiento de su carácter estratégico para las comunicaciones y para el abastecimiento en cereales y vino de una Asturias crónicamente deficitaria en subsistencias, Alfonso XI otorgaba a favor de aquel coto el llamado Privilegio de Leitariegos, exonerando a sus habitantes de prestaciones fiscales y señoriales así como de tipo militar, situándolos en un estatus social próximo a la hidalguía. Un estatuto legal que para los Cosmen, más que como instrumento de prestigio social, redundará en salvaguarda para disponer de libre movilidad, imprescindible en el mundo del tráfico y comercio.

Leitariegos, por sus condiciones orográficas y climáticas, carecía de aptitudes agrícolas: de sus 1.589 días de bueyes, solo 175 era de tierras de labor. Sí, en cambio, disponía de dos ventajas comparativas que sus vecinos no tardaron en explotar: las vinculadas al tráfico y a la ganadería. Antes de que Krugman señalase la importancia de los factores geográficos como explicativos de la localización empresarial, los habitantes del coto habían encontrado en la arriería su senda particular de crecimiento. Desde el siglo XIII, los arrieros de Leitariegos abastecían con sus recuas a la pola de Cangas del Narcea y, en los siglos siguientes, a las ferias de Cangas y Vallado. Las recuas de los Cosmen surcaban los caminos de rueda y de herradura que transcurrían por las tierras altas del valle del Sil, por Laciana y el Bierzo, alargándolos hacía el sur hasta León y Valladolid, y por el norte hasta las polas de Navia, Luarca y Castropol. Trajinaban con lino, cereales y vino castellanos, sal, bacalao, salazones, lienzos, potes y clavazón salidos de las ferrerías locales, y con ganado vivo.

Los Cosmen explotaron aquellos privilegios reales y los ensancharon: desde el siglo XVI eran los transportistas elegidos por los monjes de Corias para abastecer las tierras bajo su jurisdicción. Y desde el siglo XVII, a medida que se extendía el cultivo de maíz y la presión demográfica forzaba a la emigración, los Cosmen añadieron al tráfico de mercancías el transporte de viajeros con destino a las dos Castillas y a la Corte. Cuando, en 1752, se elabora el Catastro del marqués de la Ensenada, Leitariegos, con 52 vecinos (196 habitantes), era el concejo de Asturias con mayor densidad de transportistas «profesionales»: 36 de aquellos vecinos vivían de la dedicación permanente al tráfico.

La familia de los Cosmen aglutinaba a más de una docena de transportistas. Las redes familiares reducían los costes de transacción, los comportamientos oportunistas y el acceso al crédito; reforzaban la lealtad interna; garantizaban la continuidad del negocio y la reinversión de beneficios y, last but not least (por último, pero no menos importante), el buen reclutamiento y promoción del capital humano, pieza esencial en una actividad donde la confianza representaba un valor añadido. En efecto, desde el siglo XVIII, al transporte de bienes y servicios de pasajeros, añadirán el de las remesas de dinero que los emigrantes cangueses enviaban desde Madrid. Cuando G. Borrow visitó en 1843 las tierras confinantes entre Asturias y León, escribió sobre aquellos arrieros: «su fidelidad es tal que cuantos han utilizado sus servicios, no vacilarían en confiarle el transporte de un tesoro».

Crecimiento, diversificación, diferenciación

El know-how acumulado permitió a los Cosmen adquirir un doble patrimonio: el tangible, vinculado al tráfico, y el intangible, basado en su honorabilidad y reputación. En buena medida, la acumulación de capital se asoció a la naturaleza de los bienes transportados. Las frecuentes crisis agrarias y «hambrunas» otorgaba a los cereales precios especulativos. Lo advertía Jovellanos en su Informe de Ley Agraria: «el trigo comprado en León tiene en la capital y puertos de Asturias de 20 a 24 reales de sobreprecio». Una segunda fuente de ingresos derivó de la disponibilidad de circulante. En una sociedad con fuerte endeudamiento público y privado, la demanda de crédito estaba a la orden del día. Y Cangas del Narcea no será excepción: los profesores Francisco Erice y José Mª. Moro han constatado que el 40% del crédito rural ofertado en el occidente de Asturias se concentraba en aquel concejo.

Con los beneficios, el radio de negocios se amplió hasta el punto de que en el siglo XVIII contaban con factores y apoderados en las principales plazas y ferias castellanas. Algunos miembros de la familia abrieron en Madrid negocios de comercio y crédito. En 1754, los Cosmen disponían ya de casa solariega blasonada y de ejecutoria de hidalguía. Pero, a diferencia de otras familias enriquecidas que optaban por desinvertir y adquirir patrimonios rurales –los capitales «terrazgueros» a los que Jovellanos hacía referencia con tono denigratorio−, los Cosmen adquirían tierras de viñedo y de pasto para constituir con las mismas avales hipotecarios que les permitiesen adquirir mayor peso en los mercados.

Y es que, como ha probado Gómez Mendoza, la irrupción del ferrocarril, contrariamente a la opinión generalizada, no desplazará a arrieros y carreteros, que mantendrán relaciones de complementariedad y sustitución con los «caminos de hierro»: horarios más flexibles, tarifas más bajas, menores costes y cargas fiscales, bajo coste de oportunidad del equipo empleado –susceptible de ser empleado en las labores agrarias− serán algunas de sus muchas ventajas. Otras, por supuesto, derivaban del hecho de que las propias compañías ferroviarias demandaban los servicios de la arriería para cubrir la distribución entre estaciones y puntos de venta, o para atender el abastecimiento de muchas ciudades, villas y capitales de provincia a las que no llegaba el tendido ferroviario −piénsese que en Asturias, a finales del siglo XIX, la red no superaba los 263 km−. Una prueba que corrobora la vigencia de la arriería viene dada por el hecho de que en los censos de población de 1910 y 1920, se contabilicen más de 900 arrieros profesionales –cifras realmente más altas dada la ocultación fiscal imperante−. Habrá que esperar a la década 1920-1930 para que el camión y el autobús cierren definitivamente la página de la arriería.

Cuando, en la segunda mitad del XIX, mejoran los caminos de rueda o caminos «carreteros», los Cosmen se incorporan como pioneros al tráfico rodado con diligencias entre Ponferrada y La Espina y entre Rioscuro y León. También, a finales de ese siglo, cuando la segunda revolución industrial daba en Asturias sus primeros pasos, los Cosmen –Cándido Cosmen Cosmen, «industrial y vecino del Puerto»− no dudan en arriesgar capitales en la Compañía Eléctrica de Cangas, escriturada en 1897. También a finales de siglo llegaban a Asturias los ecos del automóvil y del motor de combustión interna mostrados en la Exposición Universal de París (1900). Las primeras sociedades creadas en la región −El Luarca, Los Maurines, El Progreso Asturiano− no podrán superar las dificultades inherentes a una tecnología todavía en fase experimental.

Cuando, en 1915, F. Gamoneda, V. Trelles y F. Álvarez Cascos constituían Automóviles Luarca –convertida en sociedad anónima en 1923−, hacía ya tres años que Empresa Cosmen rodaba con autobuses Hispano Suiza. El contrato de compra que Francisco Cosmen Pérez cerró con la Hispano en 1912, incluía la formación de mecánicos, conductores y cuadros técnicos para los talleres. Entre este personal a formar, se hallaban tres de su hijos que, siguiendo una tradición familiar, debían de recorrer todos los escalones productivos de la empresa antes de formar parte del staff directivo.

Cosmen/ALSA: un encuentro previsible

Desde entonces, ambas sociedades no dejaran de crecer de forma extensiva, orientándose cada una hacia sus mercados tradicionales. Pero con notables diferencias. Si ALSA nacía como una apuesta inversora de socios «capitalistas», los Cosmen agrupaban a socios «industriales» curtidos en el sector. Otras diferencias no menos sensibles se referían al saneamiento de cada negocio, a la diversificación de riesgos, y a los propios mercados. La Empresa Cosmen pudo beneficiarse del auge minero de las cuencas hulleras leonesas, además de contar con servicios fuera de Asturias.

Vehículo de Automóviles ‘El Puerto’, que hacía el servicio diario de Cangas del Narcea a Villablino y viceversa, en Courias / Corias, 1928. Fotografía de Benjamín R. Membiela. Col.: Juaco López Álvarez.

Cuando en los años 1930-1950 el sector se estanca por las dificultades inherentes a la posguerra y posterior autarquía, ALSA ya había tocado techo en su expansión por las líneas del occidente asturiano tras absorber a las empresas competidoras. La necesidad de renovar equipos exigía ampliar los servicios con vistas a asegurar la amortización prevista. Desde entonces, comenzará un proceso negociador entre Secundino Cosmen Bueno –quien, con su tío Francisco Cosmen había fundado en 1918 La Popular S.A.− y Vicente Trelles. Los Cosmen, fieles de nuevo a criterios históricos de continuidad, rechazan la venta de sus activos y acceden a una integración que les dará presencia accionarial en ALSA. Cuando ésta última llegue en 1959, José Cosmen Adelaida ya había extendido la empresa paterna hacia Villablino, Degaña, Somiedo, Grado y Allande, tras adquirir Empresa Beltrán y Asua. Contaba, además, con una trayectoria directiva previa en la gestión de otras sociedades participadas por la familia (Viajes Henschel, Motores Sura, Tranvía de Gijón…).

ALSA: de empresa local a global

La historia que resta por contar ya es bien conocida del lector. La entrada de José Cosmen Adelaida en ALSA permitió internacionalizar la firma, al explotar, con gran sentido de oportunidad, los flujos migratorios de aquellos años. Del mismo modo, la recuperación de la economía española en los años sesenta, su urbanización y el aumento de la movilidad espacial y laboral, puso a la empresa en condiciones de extender sus servicios fuera de Asturias. Desde 1980, las previsiones de liberalización en el sector del transporte y la entrada de España en la CEE, llevarán a nuevas estrategias de crecimiento con vistas a mejorar su competitividad exterior. Al lado de la innovación −instalación de videos, clase Supra, ordenadores terminales, mejoras de seguridad, combustibles ecológicos…−, la búsqueda de nuevos mercados será la segunda vía ensayada. Se acudirá a países con baja oferta de servicios y alto potencial de crecimiento −China (1984), Marruecos (1998), Chile (2001)−, o a fomentar consorcios y alianzas empresariales que mejoren su presencia en Europa –desde la alianza con la francesa Keolis a la adquisición en 2005 de la mayor empresa alemana del ramo (Deutsche Touring), o a los acuerdos con National Express Group ese mismo año.

La particularidad, la «moraleja» de esta historia empresarial, necesariamente abreviada, es bien sencilla: los Cosmen ya estaban allí, nunca dejaron de estar allí, a pie de obra, haciendo lo que mejor sabían hacer, explotando oportunidades abiertas a todos pero sólo asumibles por quienes contaban con experiencia y sentido del riesgo, incorporando a la familia, reinvirtiendo, creciendo en reputación y compromisos… Es decir, dentro de una cultura empresarial que el actual patriarca de ALSA supo resumir recientemente en estas mismas páginas de La Nueva España: «Empresarialmente, fuimos paso a paso…». Pero, con la discreción y modestia que lo caracterizan, omitía un matiz diferencial que justifica que el historiador económico hable de «dinastía»: aquellos pasos comenzaron hace, nada menos, que ocho siglos. Y el mismo paso y el espíritu empresarial de los históricos arrieros de El Puerto siguen hoy en la matriz de ALSA. Sutilmente lo expresaba uno de los continuadores de la saga familiar, Andrés Cosmen Menéndez-Castañedo: «Es importante adaptar el modelo empresarial a las características de China, pero es más importante aún saber qué aspectos o procesos de nuestro negocio son intocables».


Joaquín Ocampo Suárez-Valdés
Profesor de Economía de la Universidad de Oviedo
(La Nueva España, 8 de enero de 2012)

Todas las Crónicas canguesas, 1916-1928, de Borí, en la web del Tous pa Tous

José Fuertes, ‘Fanxarín’, presidente de la Sociedad de Artesanos; José Álvarez (sentado), presidente del ‘Club Cangas de Tineo’ de La Habana, y Borí en Cangas del Narcea en el verano de 1917. Fotografía de Benjamín R. José Fuertes, ‘Fanxarín’, presidente de la Sociedad de Artesanos; José Álvarez (sentado), presidente del ‘Club Cangas de Tineo’ de La Habana, y Borí en Cangas del Narcea en el verano de 1917. Fotografía de Benjamín R. Membiela. Col. Juaco López.

Incorporamos a nuestra Hemeroteca las “Crónicas canguesas” que escribió Gumersindo Díaz Morodo, Borí (Cangas del Narcea, 1886 – Salsigne, Francia, 1944), para las revistas Asturias y El Progreso de Asturias, de La Habana, entre 1916 y 1928. El Tous pa Tous ha decidido realizar esta edición facsimilar y digital coincidiendo con la colocación de una placa a la memoria de este periodista republicano el próximo sábado 30 de noviembre.

Estas crónicas cubren un vacío en el periodismo cangués. Entre 1882 y 1916 hubo casi siempre en Cangas del Narcea uno o dos periódicos locales. En ese año dejan de publicarse y no volverá a haber otra publicación periódica canguesa hasta La Maniega (1926 – 1932). De este modo, las crónicas enviadas por Borí a estas revistas nos permiten mantenernos al día de lo que sucedió en Cangas del Narcea en aquellos años.

Entre 1914 y 1928, Borí fue el corresponsal en Cangas del Narcea de estas dos revistas gráficas semanales que se editaban en la isla de Cuba. Sus primeras colaboraciones aparecieron en 1914 en Asturias y eran noticias muy breves, unas meras notas de sociedad, que se publicaban sin su nombre; la primera crónica que aparece con la firma de Borí se publica el 23 de julio de 1916 y está dedicada a El Acebo. Cuando esta revista dejó de editarse comenzó su colaboración con El Progreso de Asturias, donde escribió con regularidad hasta 1925, año en que decide dejar de enviar sus crónicas ante la imposibilidad de decir lo que piensa debido a la censura impuesta a la prensa por la dictadura de Primo de Rivera. Solo volverá a romper su silencio en 1928 para dar cuenta de la muerte de su amigo el notario Rafael Rodríguez González.

La revista Asturias salió a la calle entre 1914 y 1921; la inició y dirigió el periodista José María Álvarez Acevedo, natural de Boal. El Progreso de Asturias fue fundado en 1919 por Celestino Álvarez, nacido en Villanueva (Boal), que fue su director hasta su desaparición en 1960. Ambas revistas gozaban de cierto prestigio entre la numerosísima colonia de emigrantes asturianos en aquella isla. En ellas, en especial en Asturias, colaboraban conocidos escritores asturianos (Marcos del Torniello, Fabricio, José Díaz Fernández, Constatino Cabal, Bernardo Acevedo Huelves, Carlos García Ciaño, Alfonso Camín, María Luisa Castellanos, Adolfo Posada o Leopoldo Alas Argüelles) y periodistas locales que hacían las labores de corresponsales en los concejos: uno de estos fue Borí.

Portada de la revista ‘Asturias’ de La Habana en la que colaboró Borí

La relación de Borí con Cuba y la emigración fue muy estrecha. Su padre había sido uno de los primeros cangueses en emigrar a aquella isla, de donde retornó en 1869; en Cangas del Narcea le apodaron El Guajiro. Sus tres hermanos varones emigraron a Cuba y Tampa (EE. UU.), y él mismo fue emigrante en La Habana entre 1900 y 1902. De allí regresó a Cangas del Narcea  enfermo y sordo. Además, tuvo muchos y buenos amigos emigrantes. Borí sentía gran admiración por todos ellos y estaba convencido que los “americanos” serían un motor de progreso y renovación de la conservadora sociedad canguesa: “de los emigrantes vendrá la regeneración de la provincia asturiana”. El aprecio era mutuo, porque los emigrantes le respetaban mucho y tenían gran confianza en él, y por ello en 1920 el “Club Acebo de Cangas de Tineo” de La Habana le nombra delegado en el concejo.

Portada de ‘El Progreso de Asturias’ de La Habana en la que colaboró Borí

En las “crónicas canguesas” de Borí aparecen las noticias de todos los acontecimientos que sucedieron en Cangas del Narcea en aquellos años: la epidemia de gripe de 1918; los asesinatos del Navarro y otras muertes violentas; la construcción del Teatro Toreno, cuyo proyecto, realizado por el arquitecto Leopoldo Corujedo, estuvo expuesto en el escaparate del comercio “El Siglo XX”; la vida política local en un tiempo en el que Cangas del Narcea era la cabeza de un distrito electoral para diputado a Cortes que comprendía los concejos de Somiedo, Grandas de Salime, Ibias, Degaña, Leitariegos y Cangas. También en estas crónicas se da cuenta del acontecer diario y cíclico de la población: el tiempo atmosférico, el precio de los productos en el mercado de los sábados, las ferias, las cosechas, la recogida de castañas y los accidentes durante el vareo de los árboles, la vendimia y la feitura “o sea la operación de extraer el vino de las grandes o pequeñas tinas donde fermentó”, las fiestas y romerías, el Carnaval, la Pascua y sus bollas, y el registro civil: en todas las crónicas aparece la relación de nacidos, casados y muertos del concejo.

En las noticias que envía Borí a La Habana se le otorga un papel destacado a los emigrantes. Menciona los nombres de los que vienen de América a pasar una temporada a Cangas del Narcea e informa de su regreso y del barco en el que van a hacer el viaje, y cuando puede da la relación de todos los jóvenes que emigran para allá. El número de estos era tan grande que llega a escribir: “De todos los pueblos salen caravanas de emigrantes para ambas Américas. Imposible es para el cronista recoger los nombres de todos los que se marchan” (Asturias, 23 de diciembre de 1917).

Las crónicas están escritas con noticias breves y un estilo directo y sencillo. Su lectura no cansa y cuando empiezas a leerlas te enganchan y se leen de corrido. Tienen un tono coloquial, de charla o de carta que escribe un amigo contándole a otro lo que sucede en el pueblo. En este sentido, las crónicas también sirven para conocer las desventuras de su autor, que él cuenta a sus “amigos” emigrantes. Borí conoce bien los intereses de aquellos cangueses que residían en América y con sus crónicas trató de satisfacer la necesidad de información que por su lugar de origen tienen todos los que están fuera.

En algunos casos las crónicas van acompañadas de fotografías realizadas por Modesto Montoto, que era el fotógrafo oficial de la revista Asturias; por los fotógrafos cangueses Modesto Morodo y en especial Benjamín Rodríguez Membiela, autor de la mayor parte de las fotos que se publican en ese periodo, y del propio Borí.

Miramontes Ciencia Tecnología Cultura ha producido la edición digital de “Crónicas canguesas, 1916-1928”, que lleva un índice e incorpora OCR para la búsqueda de palabras en el texto. Esta edición se ha hecho a partir de revistas originales que pertenecen al Muséu del  Pueblu d’Asturias, Alfonso López Alfonso y Juaco López Álvarez, y ha sido patrocinada por Mª José, Juaco, Pedro y Alejandro López Álvarez.


Descargar: icon “Crónicas canguesas, 1916-1928” de Borí (113.41 MB)