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Anecdotario profesional del médico don Rafael

Hoy 4 de enero de 2024, se cumple el 42º aniversario del fallecimiento del médico forense cangués don Rafael.

Recordemos de un forma muy somera, y de su propia voz, parte de su anecdotario profesional mediante esta grabación realizada en septiembre de 1974 por Mario Gómez del Collado en la sobremesa del banquete homenaje al médico cangues don Rafael Fernández Uría (1904 – 1982) en la que se recogen, a modo de recuerdo y de forma breve, alguna de las anécdotas de la trayectoria profesional de don Rafael.


 

Don Rafael el Médico (1904 – 1982)

En 1979 durante la Transición Democrática se cambiaron los nombres de algunas calles y plazas de Cangas del Narcea. A una de las más principales, la antigua calle de la Iglesia, que desde los inicios de la villa en la Edad Media une la calle Mayor con la iglesia parroquial, se le puso el nombre de don Rafael Fernández Uría, suprimiendo el nombre de avenida de Galicia que le habían puesto los vencedores de la Guerra Civil en homenaje a las tropas gallegas que tomaron la villa el 22 de agosto de 1936. La decisión de este cambio lo acordó por unanimidad el pleno del primer Ayuntamiento democrático después de la dictadura franquista, presidido por  José Luis Somoano Sánchez, y a nadie en la calle le sorprendió este nuevo nombre que reconocía a don Rafael el Médico. Él todavía vivía, de modo que pudo disfrutar de este homenaje y agradecerles personalmente a los miembros de la corporación este acuerdo.

Calle de la iglesia en plano del s. XVIII y calle Rafael Fernández Uría en la actualidad.

Desde aquel cambio de callejero han pasado más de cuarenta años y hoy, muchos vecinos de Cangas que lean su nombre en la calle no sabrán quien fue este hombre bueno. Por este motivo, y porque creo que la vida de una persona que fue ejemplar para la comunidad no debe de olvidarse, he escrito esta semblanza.

 

DON RAFAEL EL MÉDICO
(1904 – 1982)

Juaco López Álvarez

Don Rafael nació en el palacio de los Uría en el pueblo de Santolaya, una familia hidalga con palacio y escudo de armas desde el siglo XVI, cuyos miembros tuvieron un gran protagonismo en la vida local desde finales del siglo XVIII y durante todo el siglo XIX. Su tatarabuelo, Antonio Uría Queipo,  fue un ilustrado en cuya casa estuvo el mismísimo Jovellanos, y su bisabuelo, José Uría Terrero, y su abuelo fueron destacados liberales en la Cangas decimonónica. El abuelo, Rafael Uría del Riego (1820-1901), fue ahijado del famoso general Rafael del Riego, primo carnal de su madre, del que tomó su nombre, y, como su hermano José, al que están dedicadas las calles Uría de varias poblaciones asturianas, militó en el liberalismo y participó en la revolución de septiembre de 1868, que provocó la caída de Isabel II. Ambos hermanos fueron muy activos en política y ostentaron cargos importantes. José, a nivel nacional, fue diputado a Cortes por el distrito de Cangas del Narcea y director general de Obras Publicas, y Rafael, a escala más local, fue diputado provincial y alcalde de Cangas del Narcea. Este abuelo de don Rafael fue una persona muy singular; un audaz empresario que invirtió en la explotación de madera en Ibias, en ferrerías en Allande, en un alto horno en Navia y en la compraventa de montes y tierras, pero al que todos estos negocios le salieron mal. Se casó con Evarista Flórez-Valdés. Tuvieron cinco hijos: Carlos (1858-1900), Rafael (1859-1933), José, Antonio (1864-1927) y Blanca. Como ninguno de los varones se casaba decidieron que la única hermana, Blanca, debería de hacerlo para asegurar la continuidad de la casa. Se casó en 1901 con Antonio Fernández Fernández, vecino de la parroquia de Santolaya, de la casa de Cueiras, un hogar de campesinos acomodados, que, como no era el primogénito, es decir, no iba a heredar casi nada, había emigrado a Madrid. Allí, según tradición familiar, trabajó como sereno y sirviendo en la casa del duque de Alba, dos ocupaciones muy habituales entre los cangueses en la Corte. Era un hombre serio y organizador, que mantuvo la casa de Uría en unos tiempos en los que estas casas de terratenientes estaban desapareciendo. En los años veinte obtuvo premios en concursos de ganado. Fue concejal del ayuntamiento de Cangas del Narcea en 1927 y en abril de 1931 salió elegido en la candidatura republicana. Militó en el partido de Izquierda Republicana. El matrimonio tuvo cuatro hijos: María, que murió de tuberculosis con 16 años en diciembre de 1917, Rafael, Julia y Nieves. La madre falleció joven, en mayo de 1915, con 46 años de edad.

Edificio nº 5 en la Cava de San Miguel, Madrid, donde residió en sus años de estudiante de medicina don Rafael.

Don Rafael nació en Santolaya el 8 de septiembre de 1904. Estudió en la escuela de Cangas del Narcea con doña Jovita Rodríguez y don Ibo Menéndez Solar. Hizo el bachillerato interno en el Colegio de los Dominicos de Oviedo y al acabar se fue a Madrid a estudiar medicina en la Universidad Central. Como en la familia no sobraba el dinero, se alojaba en una pensión de la calle de la Cava San Miguel, número 5, junto a la plaza Mayor, donde en invierno estudiaba envuelto en una manta. Terminó la carrera en junio de 1929, con veinticinco años, y se presentó ese mismo año a oposiciones a tocólogo (según La Maniega, 23, noviembre-diciembre, 1929), aunque no sabemos con qué resultado.

La intención de este joven licenciado en medicina siempre fue la de volver a Cangas y establecerse aquí. Nunca tuvo deseos de quedar en Madrid o ejercer la profesión fuera de Cangas. Por eso en 1930 está instalado en Cangas y en mayo de 1931 es nombrado «médico interino del Juzgado de Primera Instancia de Cangas del Narcea».

Es uno de los fundadores del Partido Republicano en Cangas del Narcea en septiembre de 1930. Forma parte de la primera junta directiva, que esta integrada por trece hombres, que son profesionales, empresarios, comerciantes, industriales  y tres obreros. Algunos de ellos son también, como don Rafael, descendientes de liberales y republicanos del siglo XIX, como Gumersindo Díaz Morodo «Borí», Genaro Flórez González-Reguerín, Santiago García del Valle o Mario de Llano. Don Rafael es nombrado secretario. Este partido obtendrá unos buenos resultados en las elecciones municipales de abril de 1931, aunque no las ganará. Sin embargo, con la proclamación de la República el 14 de abril se hará cargo de la alcaldía su presidente Mario de Llano.

Don Rafael se casó en 1934 con Milagros Rodríguez Muñiz, hija del confitero Eduardo Rodríguez Francos y Florentina Muñiz Méndez. Tuvieron una hija, Blanca.

Don Rafael y su esposa Milagros en 1934. Fotografía Art Roca (Madrid).

Con el golpe de estado del 18 de julio de 1936 y la entrada del ejercito franquista el 22 de agosto de ese mismo año, es destituido de su puesto de médico forense y encarcelado. Entra en la cárcel el 9 de septiembre y al día siguiente también detienen a su padre por sus ideas republicanas. Dos días después les comunican que para salir de prisión tienen que pagar una multa de un millón de pesetas, una cantidad extremadamente alta en comparación con las multas que se ponen a otros presos en esas misma circunstancias. Horrorizados por lo que están viviendo con las sacas de presos, que son fusilados en las cunetas, y teniendo en cuenta que carecen de ese dinero deciden entregar como aval todos sus bienes para salir de la cárcel. Según Tano Ramos, que está investigando la represión franquista en Cangas del Narcea, esta multa exorbitada fue la consecuencia de un hecho en el que se vio involucrado don Rafael. En septiembre de 1936 los franquistas matan de noche a Pepín Ordás, vecino de Ambasaguas, y su madre, Esperanza, se entera a la mañana siguiente cuando le lleva el desayuno a la cárcel; va hasta el cuartel de la Guardia Civil, sede de la comandancia militar, y allí increpa a los guardias gritándoles: «¡Asesinos, criminales!», en un estado de gran nerviosismo. Cuando llega a su casa, su hija Mercedes, viendo su estado de ansiedad, avisa a don Rafael que acude a atenderla. En ese momento llegan dos guardias civiles a detener a la madre, pero sale don Rafael a la puerta y les dice que mientras la enferma esté bajo su custodia no se la pueden llevar. Los guardias no volvieron más, pero don Rafael fue encarcelado esa misma tarde del 9 de septiembre. Con el aval de sus propiedades, él y su padre son liberados el 11 de septiembre.

Volverán a ser detenidos el 2 de abril de 1937, pero al día siguiente consiguen cumplir el arresto en su domicilio. Son juzgados en un consejo de guerra el 17 de abril. Don Rafael sale absuelto, gracias a las declaraciones favorables de personas afines al nuevo régimen. En cambio, su padre es condenado a ocho años de cárcel, que cumplirá en la Isla de San Simón (Vigo); saldrá en libertad tres años después, en abril de 1940, y fallecerá al poco tiempo.

Don Rafael coincidió en la cárcel de Cangas con Pepe Llano y Pepe Álvarez Castelao, otros dos republicanos de familias pudientes de la villa. En ese tiempo se incorpora al léxico de la familia de don Rafael el dicho: «en esta vida vale más ser el paño que la tijera», que le dice doña Balbina Castelao Gómez a Milagros, la mujer de don Rafael, refiriéndose a que vale más pasar penalidades uno mismo que ser tú la causa de esas penas en otras personas. Será una sentencia muy repetida en la familia, donde se valora la bondad sobre todas las cosas.

La represión franquista también afectó a otros miembros de la familia de don Rafael: a sus dos cuñados, también médicos y republicanos. El marido de su hermana Julia, Alfredo del Coto, natural de Tineo y amigo íntimo del republicano José Maldonado (1900-1985), alcalde de Tineo entre 1931 y 1933, estuvo exiliado durante ocho años en Francia. Y el marido de Nieves, Primitivo Suárez, fue fusilado el 19 de abril de 1937 en el cementerio de Arayón, al día siguiente de dictarle la sentencia de pena capital tras un veloz consejo de guerra.

Ante este estado de cosas, don Rafael vivió muy atemorizado durante estos años de guerra y postguerra, pero no rendido. Trabaja por su cuenta como médico en Cangas del Narcea, y hace a escondidas algunas salidas nocturnas para atender a fugados en el monte o represaliados políticos, corriendo un gran riesgo. Una vez le llamaron para asistir al parto de una mujer fugada con su marido y lo llevaron, desde La Regla de Perandones a Veiga de Hórreo, con los ojos tapados para que no supiera donde estaban escondidos. También atendió a finales de los años cuarenta al padre de los Manzaninos, José Fernández, que estaba escondido con dos hijos en la bodega de la casa de su hija Lola, en Ambasaguas.

Cangas del Narcea. Calle de la Iglesia (actual, calle Rafael Fernández Uría) y esquina de la calle Dos Amigos, 1965.

Era un hombre de pocas palabras, pero preciso y certero en sus diagnósticos. Una de las anécdotas que se cuenta de él es la de un paisano que lo describió del siguiente modo: «Falar, fala pouco, pero cavilar, muito cavila». Tenía un carácter similar al de su tío Antonio y al de otros Uría de la familia. De este tío se escribió a su muerte que era un «hombre recto, de carácter amable, ecuánime y sencillo en extremo, era querido por todo el mundo y respetado en sus juicios y apreciaciones, ya que gozaba de fama de buen calculista y pensador profundo y certero». Y también que era «tan bueno, tan pacífico, que en los sesenta y dos años de su vida jamás ha reñido con nadie, ni levantado una voz más alta que otra» (La Maniega, 6, febrero de 1927). Así era también don Rafael.

En 1947 es rehabilitado por el régimen franquista y reingresa a su cargo como médico forense. Lo destinan al juzgado de Belmonte de Miranda, pero solicita una excedencia porque no quiere marchar de Cangas. Seguirá dedicado a la medicina privada hasta 1950 en que vuelve a ocupar el puesto en el juzgado de Cangas del Narcea. Pasado el vendaval de la guerra y la represión, vuelve don Rafael a una vida rutinaria. Se traslada en 1959 a vivir al primer piso del número 2 de la calle Dos Amigos (hasta entonces había vivido en la calle de La Fuente), a una de las primeras casas de pisos que se levantaron en la villa en aquel tiempo.

No era una persona de bares ni de vida pública. Él mismo se declara en 1937 «de carácter apocado y hombre muy casero». Era miembro de la Sociedad de Artesanos encargada de La Descarga, pero tenía pánico a los voladores. Le gustaba la soledad y se entretenía a menudo jugando a los solitarios con la baraja. También le gustaba la naturaleza, los paseos por el campo y bañarse en el río, y era conocido su miedo a los perros. Amigo de la conversación y la tertulia, pero con pocas personas. En los años cuarenta y cincuenta se reunía en la rebotica de la farmacia de Peñamaría (actual farmacia Pereda) con  su propietario, Joaquín Peñamaría, y el médico Manolo Gómez y su hermana María, y en los setenta iba a casa del abogado Mario Gómez del Collado en las tardes de invierno. El anfitrión era hermano de Grato, otro fundador del partido republicano y estudiante de medicina, que fue fusilado en Luarca por los franquistas en 1937 con 27 años de edad. En aquellas tertulias privadas se hablaba de todo.

Placa profesional del médico don Rafael.

Don Rafael, gracias a su buena memoria, era un gran narrador de historias y anécdotas que le habían sucedido a él en el ejercicio de su profesión como médico. Muchas de esas historias eran el resultado del contraste entre la vida y la mentalidad urbana y la rural, entre el licenciado en medicina, comprensivo y bueno, y la cultura de los campesinos marcada por las creencias populares, la tradición y la subsistencia.

Heredó el palacio de sus antepasados en Santolaya, y lo cuidó con esmero y perseverancia, en tiempos en los que el destino habitual de estas casonas era el abandono. Supo, además, transmitir a su hija y a sus nietos el interés por este patrimonio. Hoy, es uno de los pocos palacios que existen en Asturias que sigue en manos de la misma familia que lo construyó. En 1976 el historiador Alberto Gil Novales (1930-2016), especialista en el Trienio Liberal, les dedicó a don Rafael y a don José Suárez Faya, párroco de Cangas del Narcea, su libro Rafael del Riego. La Revolución de 1820, día a día (Editorial Tecnos, Madrid), calificándolos de «entusiastas de su tierra y de su historia». Don Rafael, que llevaba el nombre de su abuelo, que a su vez, como ya dijimos, se lo debía al mítico general del liberalismo español, colaboró con Gil Novales buscando información sobre el general Riego:

Y el inteligente y simpático don Rafael Fernández Uría, médico de Cangas a quien este libro va dedicado, me comunicaba en carta del 26 de febrero de 1975 que al indagar en Tuña (casa natal del general) sobre la existencia de documentos a él relativos, se le contestó «que sí era cierto que los había antes de la guerra civil, pero que el temor a represalias, durante ésta por su tenencia, les hizo ocultarlos en el campo, con la consiguiente desaparición», datos que comprobé yo mismo en una visita posterior a Tuña.

Don Rafael se jubiló en 1974. Se le organizó una comida de despedida en la que leyó un discurso que hemos encontrado en el archivo de Mario Gómez del Collado y que acompañamos a esta semblanza. Siguió atendiendo a sus conocidos y a las familias de sus antiguos correligionarios políticos hasta casi el final de sus días. En los últimos años, durante la Transición Democrática, como otros muchos de aquellos viejos republicanos y liberales españoles de los años treinta, fue un gran admirador de Adolfo Suárez y de su reforma política. Murió el 4 de enero de 1982.

En 1989, Nieves López, vecina de Cangas del Narcea, le dedicó un poema en la revista La Maniega, nº 48 (Cangas del Narcea, enero-febrero, 1989):

«Don Rafael»

¡Ay! que médico, Dios mío,
tuvimos en este Cangas,
trabajador, listo, bueno,
nada egoísta, con garra.

Recorrió todos los barrios,
sin cobrar una peseta,
con viento, frio y nieve,
alumbrando con linterna.

Ayudó a curar los maquis,
recorrió montes y vegas,
trajo al mundo niños pobres,
hijos de huidos de guerra.

A este hombre inigualable,
entregado a su carrera,
solo le imponía respeto
un perro en la carretera.

Era parco de palabras
y una vez una mujer
dijo de él, una frase
que demostró su valía:
«Don Rafael fala pouco,
cavilar, muito cavila».


Rafael Fernández Uría, año 1980.

Minuta para el acto de despedida
(de Rafael Fernández Uría, médico forense)

DOS PALABRAS nada más, contando con vuestra benevolencia y agradeciendo a unos y a otros la asistencia y presencia en este acto. Dos palabras cargadas de emoción por el significado y por las circunstancias que se me imponen.

AMIGOS TODOS. Siempre he sentido gran satisfacción en estas reuniones de hermandad y de compañerismo, como en San Raimundo de Peñafort, Santa Tasa y tantas otras; y gran sentimiento, en mayor o menor grado, con ocasión de despedidas de amigos funcionarios, de tantos como nos dejaron con su marcha durante años. Y hoy, por fuerza de la edad y de la reglamentación del caso, me toca a mí despedirme.

Se ha dicho, por voces autorizadas, que la jubilación encierra dos direcciones: una, la confortable, de lograr el deseado descanso después de muchos años de tarea profesional, con sus placeres y sinsabores inevitables; y otra, la desagradable, por sensación del retiro, es decir, de agotamiento, de incapacidad y si se quiere de complejo, al verse el jubilado en campo tan distinto y desacostumbrado, el ocio al fin. Pero yo creo, sin embargo, que en mi caso podré sobrellevar esta situación satisfactoriamente con la compañía de mi esposa e hijos, y con la ilusión del desarrollo y encauzamiento de mis nietos; y, además, porque sin ambiente extraño, como natural de estas tierras, seguiré entre vosotros viviendo en el mismo marco, contando con vuestra amistad y compañía, y con mayor o menor proximidad. Así pues, nada de incapacidad ni de complejo, sino con optimismo; a vivir se ha dicho y desde luego a vuestra disposición.

Guardo entrañable recuerdo de los compañeros médicos que me han precedido en el cargo, de los jueces y funcionarios judiciales que durante tantos años me han auxiliado o me hicieron más llevadera y menos ardua mi función forense, y de los profesionales del derecho y de la medicina con quienes he mantenido y mantengo, más que por méritos propios por deferencia inmerecida hacia mi persona, afable y sincera relación y colaboración. A todos mi mejor recuerdo y más sincera gratitud.

El médico, por sagrado deber y verdadero honor, debe llevar la salud a los más recónditos lugares, en todo tiempo, y me queda la satisfacción de haber pateado todo el territorio del concejo y casi del partido [judicial], incluso en años en que las grandes dificultades de comunicación, y de carencia de personal y de medios auxiliares, constituían verdadera penuria. También debe el médico auxiliar a la Justicia y al necesitado; en lo primero, mi función de forense ha sido cumplida en cuanto ha estado a mi alcance, y en lo segundo, puedo contar sin vanidad y sin vanagloria, que también he llegado muchas veces, con desinterés económico y con todo interés profesional, hasta la cama del pobre tanto como a la del rico. Esto queda para mí, con especial recordación y satisfacción.

Podría contar infinidad de anécdotas profesionales, de tantos años, ya que el anecdotario es un resumen de la vida y un historial de cada persona o circunstancia, y todo ello vendría a cuento, puesto que al fin me voy retirado de mis funciones, y no sin dejar huella de mis actos. Pero no quiero excederme de estas dos palabras, ni tampoco silenciar algunos recuerdos al respecto. Me decían que casi tendría tantos conocimientos como un abogado, porque veían en mi despacho muchos libros. Que por ser yo, persona de pocas palabras, acertaría o no con la enfermedad del paciente, pero por lo menos mucho cavilaba, es decir, mucho pensaba en la dolencia; aunque la verdad es que, terminado el reconocimiento y la prescripción facultativa, ningún pensamiento me quedaba, como no fuese por la dificultad del regreso a casa. Que podía ir tranquilo hasta el pueblo de residencia del enfermo, porque no había perros por el camino y que si alguno aparecía el acompañante se encargaría de tornarlo; porque cierto es que los perros, mastines por lo regular, y pese a su lealtad al hombre, no me inspiraban gran seguridad, y porque, sin alarde alguno, confieso que el miedo es libre. Y al paisano que me acompañaba en el trayecto solían preguntar los labradores desde sus fincas de labor, que contemplaban nuestro paso: – «¿Para quién va?», y el acompañante contestaba: «Para fulano de tal, de tal pueblo que está de plumonía»; pero tantas veces preguntaban, que el paisano familiar del enfermo, ya cansado de atender, en cuanto veía que uno se acercaba, sin esperar a la pregunta, decía que «va para fulano, de tal pueblo y de tal casa, que está en la cama», y así sucesivamente.

En una de tantas autopsias practicadas, me decía uno de los presentes: – «Tenga cuidado de que todo lo que salga caiga en tierra sagrada» (se refería al terreno del camposanto o cementerio). Y en otra ocasión advertían: «Que no se toque en el muerto hasta que venga la justicia. Y ¿qué es la Justicia?, pues la Justicia debe ser ese rabañau de xente que vien de cuando en cuando a ver las fincas».

Las demás anécdotas, siempre interesantes igualmente, quedan en el archivo de la memoria. Y así llego a punto de terminar.

Yo deseo a todos los presentes la mejor suerte en sus respectivos cometidos y que puedan llegar a la jubilación, al retiro o al descanso con el mismo bienestar que afortunadamente me acompaña.

Agradezco a todos, repito, la asistencia y presencia en este acto, que embargando de emoción mis palabras, tan solo me deja ya decir, con la esperanza y con la ilusión posible: hasta luego.

Y levanto mi copa como brindis de despedida y como símbolo de gratitud. A todos mil gracias y un cordial abrazo.

 

Cangas del Narcea, septiembre de 1974.


Gracias al magnetofón de Mario Gómez del Collado, en la fonoteca del «Tous pa Tous» conservamos el final de este discurso de la propia voz de don Rafael. Un estupendo colofón a esta semblanza. Escuchemos aquí a nuestro protagonista.

 

 


Una clase con Uría

 

Con motivo de la exposición temporal que el Tous pa Tous presenta en la Casa de Cultura de Cangas del Narcea sobre la figura de José Francisco de Uría y Riego (1819-1862), invitamos a los centros escolares a difundir la figura de este paisano nuestro que da nombre a importantes calles en Oviedo, Gijón, Luarca, Madrid y Cangas del Narcea.

Con este fin hemos elaborado unos materiales que ponemos a disposición de todos:

  • Actividades a realizar durante la visita:

 

  • Actividades para realizar solo en el aula si no se puede asistir a la exposición:

 


 

Acto de inauguración de la exposición dedicada a José Francisco Uría y Riego

En el siguiente vídeo podéis ver y escuchar el acto de inauguración de la exposición dedicada a José Francisco Uría y Riego que se celebró en Cangas del Narcea el 13 de julio de 2023 en la Sala «Tous pa Tous» de la casa de Cultura «Palacio de Omaña».

La Sociedad Canguesa de Amantes del País «Tous pa Tous», tras cumplirse el segundo centenario del nacimiento de Uría (Cangas del Narcea, 1819 – Alicante, 1862) , organizó esta exposición para recordar y conocer mejor a este ilustre cangués que, además de Director General de Obras Públicas, fue un político amante de su patria chica y preocupado por la prosperidad del terruño que le vio nacer.

Presentan: Juaco López y Mercedes Pérez.
Participan: Benito Álvarez, Jorge Rodríguez, Elena Barrero, Jesús H. Feito.
Imagen y sonido: Benito Sierra.

Aprovechamos para informaros que esta interesante exposición se puede visitar hasta final de este año 2023 en el horario de la Casa Cultura de lunes a viernes:

SEPTIEMBRE

    • De 9.00 a 14.00 h

OCTUBRE A DICIEMBRE

    • Mañanas de 10.00 a 13.30 h.
    • Tardes de 16.00 a 19.30 h.


Exposición: José Francisco Uría y Riego (Cangas del Narcea, 1819 – Alicante, 1862)

José Francisco de Uría y Riego (1819-1862) da nombre a la calle más comercial de Oviedo y a otras principales en Gijón, Luarca y Cangas del Narcea. Nació en el seno de una importante familia de la nobleza rural asturiana con solar en Santa Eulalia de Cueras (Cangas del Narcea).

¿Quién fue este paisano nuestro, hijo predilecto de Asturias, y a que se dedicó durante su corta vida para merecer estos honores?

La Sociedad Canguesa de Amantes del País «Tous pa Tous» organiza una exposición para conocer mejor a este ilustre cangués que, además de Director General de Obras Públicas, fue un político amante de su patria chica y preocupado por la prosperidad del terruño que le vio nacer.

La inauguración de esta exposición temporal será el próximo jueves 13 de julio a las 19:30h en la Sala «Tous pa Tous» de la casa de Cultura Palacio de Omaña de Cangas del Narcea y se podrá visitar durante los meses de julio a diciembre.



 

Recuerdos del «San Martín», tiempo de matanzas

Productos de matanza; pueblo de Santulaya.

Ya estamos metidos en noviembre, ya estamos en las fechas de San Martín. Estas fechas son aprovechadas en las zonas rurales para hacer la matanza del año. Este es el momento en que los cerdos pagan la cómoda vida que llevan durante un año, sin ningún tipo de preocupación, comiendo a pierna suelta todo tipo de manjares: pienso, berzas, maíz, castañas, y otros productos que obtienen de forma gratuita de sus dueños. Si tuvieran un poco de inteligencia, tendrían que desconfiar, nada en la vida es gratis, y como muy bien dice el dicho, «a todo gochín le llega su sanmartín».

Esta matanza, antiguamente era uno de los momentos más importantes que tenían los pueblos para la supervivencia de todo el año. Dependían totalmente de que se hiciera con esmero y se conservara bien. Hay que añadir que, en aquellos tiempos, no había neveras ni congeladores, y la matanza era el principal aporte energético del año.

Una proporción equivocada o deficiente de los conservantes naturales en dicha matanza podía producir que se malograra,  y, cuando llegaba el  invierno, podía haber  muchos problemas si había poca comida en la despensa. Esta responsabilidad de que saliera bien la matanza recaía en las mujeres, verdaderas  conocedoras de las cantidades exactas de condimentos y proporciones de carne necesarias para hacer un buen embutido.

Probando productos de la matanza; pueblo de Santulaya.

Cada casa tenía una receta particular, esto le daba cierta categoría de chef a la mondonguera, que aplicaba su receta para hacer un buen embutido (muchas veces a ojo, sin pesar los ingredientes, sólo con verlos). Estas mezclas particulares hacían que en cada casa fuera diferente el sabor del chorizo. En una casa podía ser más picante o más dulce que en otra, tener diferentes intensidades de sal, perejil, ajo, diferente ahumado, etc.

Paralelamente, el matachín (matarife) también era un especialista en su materia, ya que si era bueno el cerdo moría con poco sufrimiento, sangraba bien y esto era bueno para la curación de la carne. La maestría de este hombre a la hora de salar era fundamental para que ésta no se estropeara. Era importante como cortar las piezas, como colocarlas en el duernu, como echar la sal entre la carne sin que queden huecos entre las piezas, también tiene que controlar los días de salado, para que quede un producto perfecto. Otro punto importante para que la calidad de la matanza fuera buena, es la comida que se daba a los cerdos dos meses antes del sacrificio. En otoño, se recogían las castañas, y éstas venían a hacer la función de las bellotas que se les da a los cerdos en las dehesas de Extremadura. En algunos pueblos, incluso se soltaban los cerdos por los castañales para que ellos mismos las comieran.

Días anteriores a la matanza, se preparan minuciosamente los medios necesarios para poder efectuar todo el proceso. Se prepara el duernu donde se pelarán los cerdos; se prepara el banco donde se matarán; se afilan los cuchillos, se preparan los ganchos de colgar, se compra la sal,  se compra el pimentón natural de la Vera, el bramante para atar los chorizos, las tripas necesarias para enchorizar, etc. También era necesario llamar para estos días a varios familiares y algún vecino para ayudar, ya que, para sujetar los cerdos, se necesita un grupo mínimo de personas. Estas colaboraciones eran recíprocas, primero me ayudas tú a mí y después yo te ayudaré a ti.

Los trabajos ya estaban de mano definidos, los hombres mataban los cerdos, pelaban, descuartizaban y salaban el producto final: buenos jamones, lacones, cabezadas, tocinos, uñinos, zarraus (columna vertebral del cerdo), etc. Los hombres también se encargaban de limpiar el estómago de la vaca para hacer los callos que se comerían el día en que se acababa el proceso de matanza y se celebraba en familia una gran comida. Digo que limpiaban los callos de la vaca porque añadida a la matanza de los cerdos, casi siempre se mataba una vaca, que añadía a esta matanza cecina, costillares y carne que se mezclaba con la de los cerdos. Las mujeres limpiaban las tripas y eran responsables de la producción de todos los embutidos: morcillas, chorizos, choscos, lomos, butiechos y chenguanizas (longanizas). Estas últimas, las longanizas, en tiempos más ancestrales, tenían una utilidad especial ya que se utilizaban para amenizar la comida de las pedidas de mano  de las mozas casaderas en las casas de labranza. Esto no sé cuánto tiene de realidad pero siempre lo escuché y lo cuento de forma breve, pues es llamativo.

Pueblo de Genestoso.

Cuando había un muirazo casadero en un pueblo y se entablaban conversaciones con una moza, era necesario ir a formalizar esta relación con propósitos de boda a casa de la moza. Esto se llamaba ir a la chenguaniza (longaniza). Se llamaba así porque en esa visita, la casa de la moza agasajaba a sus invitados mayoritariamente con buena longaniza y vino de Cangas.

El mozo iba a la casa de la moza acompañado con un personaje que era el embustero; este tenía mucha responsabilidad, ya que dependía mucho de él que el padre de la novia quedara convencido y cediera a que se celebrara la boda. Este embustero, mientras  cenaba buena chenguaniza, ensalzaba las virtudes personales y económicas del novio, esto casi siempre lo hacía de forma exagerada, y, algunas veces, contaba mentiras para aumentar las bondades que el novio aportaba al matrimonio. Por lo general, tendía a describir posesiones y tierras que el novio tenía, las describía mucho más grandes de lo que eran en realidad. Las bondades del novio las ensalzaba de tal forma, que éste parecía un ser lleno de todas las virtudes conocidas. Era serio, buen vecino, de palabra, respetuoso, etc. Si era algo borracho o un elemento de cuidado, por supuesto, lo callaba. Por otra parte, la cuenta corriente que el novio tenía en el banco, siempre se presentaba muy saneada, y, si el mentiroso veía que el padre de la novia tragaba su historia, iba aumentando la bola, añadiendo que el novio era un gran prestamista de cuartos a intereses y que todo el mundo sabía que disponía de un buen capital.

Si el mentiroso hacía bien su función, el padre de la novia quedaba convencido y se le ponía fecha a la boda. Ese mismo día, el padre de la novia marcaba la dote que aportaba la novia al matrimonio. Esta dote se escribía en un documento público para que quedara de forma legal registrado. La dote podían ser aportaciones físicas como una habitación completa, un ajuar, una finca, ropas o también podía ser una dotación económica significativa.

¡Cuántos desengaños debió de traer antiguamente este sistema! ¿Qué pensarían aquellas novias cuando la mayoría de las veces se encontraban con una realidad muy diferente a la que describía el embustero? Se encontraba una casa terriblemente humilde, un marido bastante bruto, y, para rematar, sin cuartos en el banco. Bien, pues ya era tarde, no quedaba otra, había que tirar para adelante acordándose de los muertos del maldito embustero.

Este día de longaniza solía ser para los muirazos, los herederos de las casas. Los otros hermanos lo tenían difícil, no eran buenos pretendientes y no estaban bien vistos para pretender las mozas,  estos desheredados no tenían medios ni futuro. Me contaron una historia real, que ocurrió hace muchos años en la zona, y que demuestra hasta qué punto llegaba esta situación. Evidentemente la contaré, olvidándome de los nombres de los participantes, para no abrir de nuevo heridas cerradas.

Atizando el «caldeiro».

Por lo visto en un pueblo de la zona se hacía filandón (baile) todos los domingos. Una pareja de hermanos de otro pueblo subía asiduamente a bailar con las mozas. Uno se enamoró perdidamente de una moza del pueblo, pero este chaval tenía la desgracia que no era el muirazo de la casa. Todos los domingos subía a ver la moza y a bailar con ella, digo a bailar con ella porque en aquellos tiempos adentrarse algo más en la relación era casi imposible; desde el cura hasta la anciana más impedida del pueblo estaban pendientes de que no se cometieran pecados que pusieran en peligro las virtudes de las mozas. Con esta vigilancia, la madre de la moza rápido supo con quién andaba la hija, y, como aquí en Cangas nos conocemos todos, también supo de qué familia era. Quedó contenta la madre, el mozo era de buena familia, era de casa pudiente, pero aún faltaba algo para pasar el examen y era saber si aquel mozo iba a ser el heredero, el muirazo de la casa. Rápido empezó aquella madre a enterarse por otras vecinas que el mozo tenía un hermano mayor  y este sería el muirazo y que el que andaba con la fía era un desheredado que tenía que marcharse a buscarse la vida.

Esta madre, cuando supo esto, se convirtió en la mayor pesadilla del mozo, cada vez que subía al filandón para ver a la novia, salía la madre, metía la moza en casa y se dice que incluso le tiraba piedras al rapaz, como si fuera un apestado para que se marchara. Bueno, este mozo lloró por las esquinas o mejor dicho apagó las penas por los bares de Cangas bebiendo buen vino de la época, y no le quedó más remedio que olvidarse de aquella aparición maravillosa con la que bailaba en el filandón. Cada vez que se acordaba de ella, veía la cara de la bruja de la madre despreciándolo y tirándole piedras. La vida sigue y no queda más remedio que levantarse, el mozo marchó para Madrid, y, con mucho esfuerzo  se hizo un nombre en la capital, tenía buenos negocios y venía al pueblo a la casa natal, de vacaciones todos los veranos. Ahora era conocido en el concejo, su hermano —el muirazo— estaba muy orgulloso de él. Todo aquel que necesitaba dinero para arreglar una cuadra, una casa o comprar una finca, esperaba que llegara el verano para pedírselo a intereses al veraneante madrileño que tenía mucho capital y hacía de prestamista.

Preparando el cerdo en el duerno para pelarlo. Casa Eulogio, Genestoso.

En uno de estos veranos, Manuel, le voy a poner un nombre habitual de la zona para poder contar la historia, subió de nuevo al filandón del pueblo de la que fuera su novia, pero llegó tarde, esta moza ya estaba casada con un muirazo. Pero en la casa de la novia aún quedaba una hermana más pequeña, que estaba casadera, y, Manuel, que era un tipo elegante, con dinero, bien vestido y que hablaba muy bien, como los de los madriles, no lo tuvo nada difícil para ennoviarse con esta moza.

La madre cuando lo supo, no sabía si bajar al polvorín a comprar voladores o subir al Acebo para dar unas cuantas misas de agradecimiento. Rápido, invitó a casa a comer la chenguaniza a Manuel. El mozo siguió todo el curso legal de la relación con petición de matrimonio incluida, en la que no faltó un amigo que subió de embustero para ensalzar todas las posesiones que Manuel tenía en Madrid. Se marcó la boda, se dieron las proclamas en la iglesia y llegó el día de la boda. Manuel salió por la puerta de atrás de la casa de su hermano para que no lo vieran, y marchó corriendo para Madrid, dejando a la novia, a la futura suegra y a los invitados esperando en la puerta de la iglesia.

Eso lo llamo yo servir una venganza fría. Está claro que el odio que tenía Manuel a aquella mujer que le tiraba piedras y que no lo dejó casarse con su verdadero amor, era irracional. También está claro que la hija pequeña no tenía ninguna culpa de los errores cometidos por el diablo de su madre.

Vuelvo a la matanza y para esto escojo uno de los lugares más emblemáticos del concejo, el pueblo de Genestoso. Me levanto una mañana fría y desapacible de noviembre; una de esas mañanas en las que sólo apetece estar con amigos en un lugar recogido con ambiente caluroso. A ver si encuentro este ambiente en Genestoso. Esta vez no voy de ruta de montaña hacia el Cabril, esta vez me quedaré en el pueblo, en casa de Eulogio, que va a hacer la matanza del año acompañado de familiares y vecinos.

Salgo en las Mestas por la carretera que sube a Cibea y hacia el frente disfruto del viaje adentrándome en las curvas de la carretera de Cibea. Paso al lado del palacio de Carballo,  que se presenta hoy un con una manta blanca creada por la frialdad de la noche. Sigo por el puente de Valsagra y llego al Puente Nuevo, donde se bifurca la carretera  hacia Vallado y hacia Genestoso. Salgo por la izquierda hacia Genestoso. A la altura de Villar de los Indianos miro hacia  la Gobia de Cibea,  y veo como se asoma la nieve por este pico. Llego a Genestoso, y ya veo la casa de Eulogio. Entro y saludo a los dueños, Modesto, Benita y a su hijo Carlos. En el interior están desayunando todo el equipo de vecinos y familiares que van a ayudar con la matanza. Saludo a Juan de casa Teresín, Perales de casa Gavilán, Roberto de casa Pila, José de casa Laureano, y a las mujeres que harán el embutido, asesoradas por la dueña de la casa. Son Elenita, Mari y Herminia.

Sacando los uños del cerdo. Casa Eulogio, Genestoso.

En el exterior hay un fuego encendido que tiene encima un caldero ennegrecido lleno de agua que se utilizará para pelar los cerdos. En la cuadra están los cerdos gruñendo porque tienen hambre, llevan un día sin darles de comer para que su sistema digestivo esté limpio y sea más fácil lavarles las tripas.

Tras tomar un buen almuerzo y un buen café, todos los hombres se dirigen hacia la cuadra para sacar el primer cerdo. Lo sacan, lo sujetan al banco y proceden a matarlo. Actualmente, para matarlo se dispara con una pistola en la cabeza del animal para evitarle el sufrimiento y después se procede al sangrado. Antiguamente, la solución era más dramática, y, por supuesto, este primer paso es el más desagradable de la matanza, no lo describiré, pero es totalmente inevitable. Sin cerdo muerto, no hay matanza. La intención final es que el cerdo sangre bien, ya que esto es fundamental para que a la carne le entre mejor la sal.

Parte de la sangre se recoge y se utiliza para hacer las morcillas. Antiguamente se hacía con ella también las fixuelas (una especie de fixuelos con sangre).

Pelando el cerdo en el banco. Casa Eulogio, Genestoso.

Después de muerto el gocho, se mete en el duerno, recipiente donde se echa agua hirviendo para poder pelar el cerdo. Este agua hirviendo está en contacto unos minutos por todo el cuerpo del animal. Esto se consigue dándole vueltas al cerdo sin parar en el duerno. A continuación, se saca y se coloca encima del banco de matar, y aquí todos los hombres empiezan un frenético pelado o afeitado del cerdo. Este proceso debe de ser lo más rápido posible, ya que el tiempo de proceso es fundamental, si el cerdo se enfría mucho, pelará muy mal.

Se cuelga el cerdo y se abre en canal, extrayéndole las vísceras para que las mujeres las laven. Estas tripas servirán para hacer los embutidos, el estómago y la vejiga serán los recipientes donde se  meterán los huesos de butiecho. El estómago de la vaca, el morro y las pezuñas serán la base de la pota de callos, que se zamparán el día de la cena de las chuletas.

Después de terminada la mañana de la matanza, se meten las canales de cerdo a buen recaudo, tienen que estar bien colgados y abiertos para que enfríen bien y puedan cortarse al día siguiente.

El primer día de matanza ya finalizó para los hombres y se procede a degustar una buena comida en la que no falta lacón cocido, chosco y todo tipo de carnes de la matanza pasada.

Las mujeres pican la grasa de los cerdos y la cebolla para hacer toda la tarde morcillas. Esta tarde se acaba embutiendo, cociendo y colgando estas morcillas.

El segundo día de matanza toca partir la carne, es el día de partir, y, por la noche, es el día de celebración, el día de las chuletas. El matachín empieza a partir y a separar las distintas piezas del cerdo. Unas piezas irán al sal en la pila de salar de la bodega (recipiente para salar la carne), estas piezas son los jamones, lacones, el zarráu (columna del cerdo), cabezadas, uñinos y tocinos. Las partes restantes se llevan a las mujeres para que las preparen y puedan ser elaboradas en forma de embutidos. Finalmente, se preparan las costillas y las chuletas que se comerán en la cena, donde estarán invitados todos los participantes de la matanza. A esta cena también se le añade los callos de la vaca.

Las piezas que van para la pila de salar deben ser colocadas con mucho esmero por el matachín. Este les saca la sangre que aún está en la carne apretando con las manos las piezas, les echa sal procurando que todas las superficies estén en contacto con ésta e intenta colocar las piezas como si fuera un Tetris, procurando no dejar muchos huecos entre pieza y pieza. Un error aquí, y la carne puede salir mal salada, malogrando las reservas de la familia para todo el año. No todo el mundo es matachín, este trabajo requiere de cierta experiencia.

Como dije, las otras partes del despiece, pasan a la zona de elaboración de las mujeres, las mondongueras. Aquí se despieza y se seleccionan todos los tipos de carne que se agregarán a los embutidos, a los huesos de butiecho, a los lomos y a los choscos.

Pelando el cerdo y recogiendo el agua del duerno. Casa Eulogio, Genestoso.

Después de tener todas las piezas bien seleccionadas, se pasa a picar la carne. Con esta carne picada,  la mondonguera o chef de la casa mezclará de forma secreta las proporciones de carne y  adobo adecuadas para tener un producto especial. Cada casa tiene su fórmula particular. Este adobo está compuesto de conservantes y especias naturales, como son el perejil, ajo, pimiento dulce, pimiento picante, sal, etc.

Como podemos ver, la responsabilidad de esta mondonguera es muy grande, si sale mal el embutido se estropea, si el adobo no es el adecuado el embutido puede salir con un sabor demasiado salado, demasiado picante, o, simplemente, estar incomible. Cuando veo dar estrellas Michelín por comidas hechas con nitrógeno líquido y otras extravagancias, me acuerdo de estas mondongueras que no tienen ningún premio y son las que hacen comida de verdad.

Finalizado todo este proceso de picado y amasado de la carne se procede a llevar los recipientes a una zona fresca, donde se maceran bien las mezclas para ser embutidas el día siguiente. Este es el momento más álgido de la matanza. Finaliza el proceso más complicado y empieza la verdadera celebración, la cena de las chuletas. En esta cena se tira la casa por la ventana, se invita a todos los participantes de la matanza y a algunos familiares, y se inicia la prueba de resistencia a ver quién cena más fuerte esa noche. Se empiezan por los callos, que si están buenos, algunos repiten dos platos, se sigue con las chuletas, para pasar después a las costillas fritas.

Abriendo el cerdo. Casa Correo, Santulaya.

Es algo tradicional que todo esto nunca se acompañe con ensaladitas de verdura y otras zarandajas. Debe de ser solo carnes y buen vino. Antiguamente, si se iba a una cena de estas y aparecía algo de verduras para entretener, esto se tomaba muy mal por los comensales. Eso no era una cena de matanza tradicional, eso solo significaba que el ama de la casa era una tacaña y esta quería fartar a los comensales con verduras para que no comieran lo que realmente era importante, las chuletas, las costillas y los callos.

Una vez que se catan todas estas viandas, se pasa al postre, que ya no lo describo, pues cada casa tiene sus preferencias. Pero una vez más puedo decir que no tenían nada que envidiar a los de las estrellas Michelín. Está claro que con esta cena, alguien tenía que explotar, pero como dato curioso nunca se supo que alguien muriera en todo el contorno del concejo, así que tan malo no puede ser cenar tanto.

Colgando la matanza. Casa Eulogio, Genestoso.

Pero todavía no acaba aquí la historia. Después del postre, se hace una sobremesa hasta altas horas de la noche. Esta sobremesa era amenizada por dos elementos fundamentales. Uno era el río de bebidas, licores, cafés y demás excitantes que se ofrecían a los comensales. El otro elemento eran las historias que se contaban toda la noche. El lector tiene que trasladarse a épocas en las que no había televisión en las casas, y la única diversión era contar o escuchar viejas historias. Recuerdo que aquellos paisanos tenían una capacidad para contar historias impresionante, desarrollaban hasta el más mínimo detalle, te hacían vivir en presente la historia que contaban, y, lo mejor de todo, era que te hacían creer que era real, pues siempre las adornaban con nombres y lugares conocidos.

Era muy común contar historias con temas un tanto paranormales. Todo eran apariciones y situaciones extrañas e inexplicables. Estas historias dejaban intuir la existencia de mundos paralelos, el nuestro y algo más.

Pelando las cebollas.

Recuerdo como los pequeños de la casa callábamos y escuchábamos esas historias sin pestañear. Hasta aquí todo muy bien, pero cuando se acababa todo, había que ir para la cama, y esto se convertía en un suplicio. Aparecía el miedo a los fantasmas de las historias, se miraba debajo de la cama que no hubiera nadie, se ponía una silla detrás de la puerta para que no se pudiera abrir, cualquier ruido era sobrenatural, sacar las piernas de las sabanas podía ser un error mortal. Uno se dormía por inanición, se dormía de cansancio por estar en vigilia toda la noche escuchando los ruidos sobrenaturales que había fuera.

Picando cebolla y grasa para las morcillas.

Estas historias están escritas a fuego en mi subconsciente, nada mejor para no olvidarlas que el miedo que producían después. Como digo, tengo muchas en el recuerdo y describiré a continuación alguna. Llevaban sello de realidad, tenían nombres quienes las vivían, y esto les daba mayor veracidad. Está claro que la mayoría eran mentiras, simples puestas en escena de quien las contaba. Otras aparentaban ser reales, sobre todo desde el punto de vista de quien las interpretaba, otras seguro que eran producidas por los miedos irracionales de quien las vivía, pero da igual, son muy entretenidas e imaginativas. Además, muchas ya pertenecen al folclore de la zona.

A continuación describo algunas de estas historias que se contaban, y, para no extenderme, las simplificaré. No se me ocurre adornarlas con la riqueza de detalles que eran contadas, porque sería muy largo.

La sombra y Juaco de Mingón

Embutiendo las morcillas y colgadero para ahumarlas en la cocina vieja o chariega.

Contaban que un tal Juaco de Mingón, casado en  Santa Eulalia, subía de noche hacia Moral, su pueblo natal. El venía de cortejar de Santa Eulalia y por la carril del Pando, antes de llegar a San Antonio, se le apareció una sombra que lo acompañaba. Esta sombra cada vez se hacía más grande, hasta que llegó un punto a la altura de San Antonio que ocupaba toda la pista. Juaco, impresionado, y no sabiendo a lo que se enfrentaba, se dirigió  a aquel fenómeno preguntándole si lo dejaba pasar. La sombra le contestó con un consejo, “andar de día que la noche es mía”. Juaco contaba que, después de pasar esto, quedó totalmente inconsciente sin saber dónde estaba. Cuando se recuperó, siguió camino de Moral y  la sombra desapareció sin dejar rastro.

La explicación podría ser que en Santa Eulalia siempre tuvimos muy buenas viñas y muy soleadas. Aquel día, Juaco, en Santa Eulalia, pudo empinar demasiado el codo y esto le provoco que viera sombras subiendo hacia Moral.

Pepe, el matachín de casa de Olaya de Arayón

Preparando la carne para picar.

Por lo visto, hace muchos años, un tal Pepe de casa de Olaya de Arayón era el matachín que hacia las matanzas en el pueblo de Santa Eulalia. En una de estas matanzas, se quedó hasta muy tarde en la cena del día de las chuletas, y, finalizada la fiesta, se marchó para su casa de Arayón. Bajando hacia Arayón por el camino que va de Llano a Cangas, se encontró con una anciana vecina del pueblo de Llano que también se dirigía por el mismo camino y en la misma dirección. Pepe la reconoció e intento entablar conversación con ella. Le pareció raro, ésta sólo caminaba y no respondía a la conversación. Pepe consideró que la vejez de la señora y su posible sordera eran la causa de su silencio, así que la acompañó  hasta la zona denominada del Vache. En esta zona se despidió de la anciana, y bajó hacia la presa dirección a Arayón.

Al día siguiente, Pepe volvió a Santa Eulalia a hacer otra matanza y nada más llegar escuchó a los vecinos decir que por la tarde tenían que ir al entierro de una vecina de Llano. Pepe cuando escuchó esto, quedó frío; dijo, ¡hombre, que mala suerte!, todavía ayer a las tres de la madrugada me acompañó, iba dirección a Cangas. Los vecinos le increparon a Pepe que tenía que estar equivocado, ya que la vecina había muerto a las siete de la tarde. Pepe, como nos podemos imaginar, quedó impresionado, y siempre afirmó que quien lo acompañó esa noche era esa vecina de Llano o su espíritu.

El fantasma y Lola la de Lache

Chorizando. Pueblo de Santulaya.

Hubo un tiempo en el que un fantasma tenía atemorizados a todos los que andaban de noche desde Cangas a Llano. La gente veía un fantasma que aparecía y desaparecía y nunca se dejaba ver de cerca. Esto no solo le ocurrió a una persona, sino que lo veía mucha gente de la zona.  Al ser la visión tan pública, era fácil creer que era una realidad aquel fantasma. Si lo veía más de una persona, le daba credibilidad a la aparición, todos los que veían el fantasma no estarían locos. Bien, pues tiempo después, se descubrió cual era el motivo de la aparición del fantasma.

Por lo visto los Manzaninos de Cangas estaban escondidos en un nicho del cementerio para no ser apresados, y Lola, la de Lache, subía la pobre mujer disfrazada de noche a llevarles la cena. Cuando se encontraba de lejos con algún vecino que viajaba de noche, ésta se escondía y cuando pasaba volvía a aparecer. Ese era el motivo del fantasma que nunca daba la cara y aparecía y desaparecía.

La escopeta y el perro sin dientes

Atando chorizos y haciendo lomos.

Decían de un vecino de Rengos que era muy fanfarrón, que un día estaba cenando en una casa de La Viliella después de una jornada de caza, y, tras la cena, se preparó para marchar hacia su casa en Rengos. Para esto tenía que pasar el puerto del Rañadoiro. Fuera hacía una de esas noches malísimas, una de esas noches de invierno oscuras, que dicho sea de paso, son muy propicias para contar este tipo de historias. Bueno, el caso es que los demás comensales de la cena le indicaron que se quedara a dormir, ya que la noche era como mínimo muy desagradable y podía ser peligrosa. El sacó su fanfarronería, dejando ver lo valiente que era, y dijo las siguientes palabras: “yo con esta escopeta  y el perro tan bueno que tengo, no le tengo miedo ni a Dios ni al Diablo”. Se marchó de La Viliella dirigiéndose a la espesa arboleda del Rañadoiro, y los vecinos se quedaron preocupados viendo como las tinieblas del puerto lo engullían. Al día siguiente, no apareció en su casa; la cama estaba sin deshacer. La preocupación empezó a sentirse en los dos pueblos, y se pusieron a buscarlo por el monte del Rañadoiro.  Dieron con él a la media tarde del día siguiente, estaba acurrucado debajo de un xardón, con las ropas rotas, con la escopeta totalmente inutilizada y con el perro sin dientes en la boca. Le preguntaron qué le había pasado, pero estaba ido, nunca más habló y se murió cinco días después. Nunca se pudo saber qué fue lo que vio o lo que le pasó.

El perro de encima de casa de Cueiras

Esto ocurre en tiempos de las guerras carlistas. Se cuenta que había partidas carlistas por esta zona que iban a los pueblos y todos los chavales que valían para la guerra los forzaban a alistarse al ejército.

Subían vecinos de  Santa Eulalia y de Llano por el camino que pasa por casa de Cueiras y por  la plaza de los Moros, en dirección al baile que se hacía en el pueblo de Acio de Caldevilla. Cuando llegaron a la altura de la peña de la Guallina, se les apareció un inmenso perro blanco en el medio del camino impidiéndoles pasar. Cuanto más se enfrentaban al perro, este más fiero se ponía. El caso es que tuvieron que frenarse y en ese momento escucharon subir a lo lejos, por el regueiro de la casiecha, un ruido ensordecedor. Este ruido fue desapareciendo dirección a las Tabladas de San Antonio. Cuando ya no se escuchaba nada, el perro blanco desapareció de repente como una ligera niebla ante los atónitos ojos de los vecinos. Estos prosiguieron hacia el baile de Acio de Caldevilla. Al día siguiente, supieron que aquel ruido que subía por el regueiro de la casiecha, era una partida de carlistas que estaban buscando chavales para alistarlos a su ejército.

La historia cuenta que aquel perro que apareció y desapareció misteriosamente salvó a los chavales de Santa Eulalia y de Llano de ir a enfriar balas a una guerra que no iba con ellos.

Las ánimas andan por el cementerio de Cangas

Colgadero con embutido preparado para ahumar. Casa Eulogio, Genestoso.

Por lo visto, una noche estaban unos chavales de Cangas pescando a la rechumada en el río Narcea, debajo del cementerio de Cangas, cuando escucharon unas voces y unos ruidos de ultratumba que provenían del cementerio. Los chavales, al escuchar semejantes lamentos, se asustaron. Dejaron los bártulos y las truchas que tenían en el río, y se fueron para Cangas, pero estos ruidos de ultratumba siguieron sintiéndose todas las noches de los días siguientes, amedrantando a los vecinos que se trasladaban a esas horas intempestivas y pasaban cerca del cementerio.

Esto creó, como nos podemos imaginar, muchos comentarios, y, sobre todo, mucho miedo, en unos tiempos oscuros donde todas las explicaciones acababan siendo algo sobrenatural. Por lo visto se supo o se culpó después a unos curas de Cangas, que hacían esto para que se dieran misas.

Esto último no hay que cogerlo al pie de la letra, seguro que quien contó lo de los curas, tenía las mismas pruebas que los que achacaban el fenómeno a fuerzas sobrenaturales.

Los serradores y el ovni del Pando

En el pueblo de Llano había dos hermanos que se ganaban la vida serrando a mano la madera para hacer las casas. Un día subían por el Pando en dirección al pueblo de Pixán donde tenían trabajo. Tenían que serrar madera para hacer el tejado de una casa. Para llegar al amanecer a Pixán, salieron de noche de Llano, y, cuando subían por encima de Moral, vieron salir una figura redonda por el perfil de la montaña del Acebo. Esta figura era grandísima y en su centro brillaba un sol, era como si tuviera fuego dentro.

Cuando esta bola redonda se aproximó a la montaña del Pando, cogió dimensiones descomunales y los dos vecinos de Llano quedaron petrificados de miedo viendo aquello. La forma brillante se dirigió hacia Adralés, desapareciendo detrás de la montaña. Nunca se explicaron los dos hermanos que podía ser eso que vieron.

Hoy, desde la distancia, yo me inclino a pensar que era un globo aerostático que venía viajando por esta zona y el fuego brillante interior, era el quemador que tienen para variar la densidad del aire.

Pero claro, yo actualmente tengo esa información, pero en aquellos tiempos remotos, en una zona aislada como esta, ¿quién sabía lo que era un globo aerostático?; era fácil impresionarse.

Juaco de Xipón de Santa Eulalia, el Cristo y las Ánimas de la Santa Compaña

Esta siempre la contaba Juaco de Xipón, que tenía un don especial para narrar este tipo de historias.

Bajaba Juaco de Xipón de Santa Eulalia de cortejar en Veiga, y se le echó la noche encima. A la altura de la casilla de Llano, vio salir del río una figura como un Cristo crucificado, parecía un fantasma, y este andaba con una cruz al hombro y emitía grandes lamentos. Xipón, se paró, pues estaba todo muy oscuro, y, al pararse, también percibió un sonido a lo lejos como una campanilla que sonaba rítmicamente. Xipón, impresionado, no lo dudó: “esto deben de ser las Animas de la Santa Compaña”. Dejó que se alejara aquella figura crucificada, y, de repente, siente un repicar metálico de botas subir por la carretera. Era Juanín de Vegapope, que subía de cazar y calzaba unas botas ferradas con elementos metálicos, a éste le acompañaba su perro de caza. Este perro tenía un cascabel, y el sonido que producía era igual al que Juaco había escuchado de acompañamiento del crucificado. A Juaco ya solo le quedaba saber quién era el crucificado para entender todo lo que había visto. Le preguntó a Juanín si se había cruzado con un fantasma que arrastraba una cruz y Juanín le dijo que sí. Que el fantasma era un vecino de Llano que llevaba una piértiga de madera al hombro para hacer un carro, y, como era tan pesada, se iba lamentando y de vez en cuando se acordaba de todos los santos.

Lo que son estas historias, de noche todos los gatos son pardos. Si Juaco no se cruza con Juanín de Vegapope, le queda el cuento de que vio un ser lamentándose con voces de ultratumba que  llevaba una cruz a cuestas, y, para rematar lo acompañaban Ánimas de la Santa Compaña que al andar hacían sonidos metálicos y tocaban campanillas.

El muerto de Amago que robaba las veceras del agua a los vecinos

Matanza recién sacada de la sal. Casa de Agustina, Moral.

Un vecino de Amago subió a la cena de la matanza con su padre al pueblo de Villar de Adralés, y, a altas horas de la noche, bajando ya para su pueblo, vieron el espíritu de un vecino muerto cambiando la vecera del agua en un prado.

Este vecino, en vida ya había sido muy problemático, pues tenía la mala costumbre de andar de noche robando el agua de riego de otros vecinos para echarla a los prados de su propiedad. Por lo visto, esta manía le quedó después de muerto, y el espíritu no descansaba en el más allá, volvía todas las noches a hacerles la misma faena a los vecinos.

Las pegas (urracas) y los perros huelen la muerte

Se contaban infinidad de casos donde las pegas tenían un protagonismo un tanto misterioso. Por lo visto, estas olían la muerte, o, simplemente, la veían cuando venía a hacer su trabajo con la guadaña. Días ante de morir alguien en una casa, a veces ocurrían sucesos especiales con las pegas. Estas se ponían medio locas y acudían en manada a picar contra las ventanas de la casa. Chocaban repetidamente con los cristales de las ventanas, lo hacían con tanta intensidad que a veces dejaban su propia sangre en los mismos. Esto era un mal presagio, algo le iba a pasar a algún miembro de la casa. Finalizaban la historia relatando varios nombres de varias casas que murieron en los días siguientes del suceso de las pegas.

Los perros también huelen la muerte, estos empezaban a aullar insistentemente en la casa donde en pocos días habría una defunción.

Apariciones

Eran muchas las historias de apariciones. Un vecino de Llamas está en la habitación acostándose, apaga la luz y siente un peso importante a los pies de la cama. Se incorporó y ve la imagen de su hermana muerta mirando para él. Sobresaltado, le preguntó qué quería, y ella dirigiéndole una leve sonrisa desapareció. Evidentemente, el vecino de Llamas tiene nombre y apellidos, esto no dejaba lugar a dudas, la aparición tuvo que ser real.

Otro sentía como todas las noches las vacas en la cuadra se sobresaltaban y cuando bajaba a ver lo que pasaba todo estaba en calma. Una noche bajaron el dueño de la casa y su hijo para coger al ladrón que alteraba las vacas y la sorpresa fue mayúscula, en el centro de la cuadra estaba la imagen del abuelo fallecido. El amo de la casa casi se desmaya. Le preguntó a la imagen que qué quería, y esta no contestó, se giró y desapareció.

 

Podría seguir escribiendo miles de estas historias. Hay que ponerse en la piel de un niño de nueve años que está escuchando todo esto; ahora se puede entender porque yo no quería ir a dormir el día de la cena de la matanza.

En la matanza del año siguiente, mis primos y yo no nos acordábamos del miedo que pasábamos escuchando estas historias, y repetíamos el proceso, callados y sin pestañear volvíamos a escuchar las nuevas historias que se contaban en la sobremesa del día de las chuletas.

Tras estas historias, vuelvo al tema que nos ocupa, que es la matanza, y describo lo que se hacía el ultimo día, que era al día siguiente de la cena de las chuletas. Este día se prepara todo el embutido y se cuelga. Esto es todo un espectáculo. Normalmente estos colgaderos ocupaban toda la superficie del techo de una cocina vieja. Este techo está totalmente ennegrecido por el humo. El contraste de colores es total, de fondo el color negro del techo ahumado, delante todo el embutido de color rojo pimiento. ¡Qué plasticidad, qué expresividad, qué capacidad de combinación de los colores! Ni Van Gogh, ni Picasso, ni nada. No hay lienzo mejor que este colgadero de embutidos.

Las semanas siguientes se empieza a esmesar (sacar) porciones de chorizo para freírlo acompañado de unos huevos. Degustar este plato tan simple se convierte en un momento sublime.

Todo el producto que resulta de esta matanza, la dueña de la casa la va distribuyendo en porciones controladas para que dure todo el año. Si esta mujer era buena administradora, la matanza duraba hasta la siguiente, si por el contrario no lo era, a mitad del año ya no había nada en los colgaderos.

Genestoso. Enrique RG Santolaya probando el embutido en casa Eulogio, con Modesto y su hijo Carlos.

Por Navidad había que mandar paquetes para los familiares de Madrid con la prueba de la matanza, ellos enviaban el turrón.

También había otros momentos de más gasto en los que se tenían que poner más cantidad de comida. Por lo general, esto ocurría siempre en las celebraciones y en la recogida de las cosechas, como la recogida de la hierba, del trigo, del maíz, del vino, etc. A estos trabajos acudían muchos vecinos a ayudar, y tenía que disponerse de más comida. Con el vino pasaba lo mismo.

Alguna vez me contaron que para segar un prado por la zona de las chamas de Llano, había cinco hombres, y el amo del prado subió un garrafón de veinticinco litros de vino y lo metió en un pozo de agua para que estuviera frío. Cada maracho (hilera) de hierba que segaban, paraban y echaban un trago. La anécdota fue que a las doce del mediodía, el dueño del prado tuvo que bajar de nuevo a casa a por más vino porque se acabó todo. Esto demuestra que la comida y la bebida desaparecían muy rápido en esos días de recogida donde se juntaba tanta gente.

Escribiendo este último párrafo, pienso yo, como pudieron acabar el prado aquellos segadores después de beber tanto vino. Si yo bebo cinco litros de vino por la mañana, solo pueden ocurrir dos cosas: o me tumbo debajo de un árbol a dormir la mona, o me tienen que bajar directamente para el hospital de Cangas.

Enrique R.G. Santolaya


Vídeo: Proceso de elaboración de la matanza en el pueblo de Santulaya


Cooperativismo y Sindicalismo Agrario en el Suroccidente Asturiano. Época de la Transición

Mercado de ganados en el Recinto Ferial de La Imera, Cangas del Narcea.

Los concejos de Cangas del Narcea, principalmente, y Tineo son los protagonistas de este trabajo fin de grado (calif. 10) de nuestro socio Adrián Rodríguez Álvarez (Sta. Eulalia de Cueras, Cangas del Narcea, 1997), realizado bajo la tutela de Jorge Uría González, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Oviedo.

En el presente estudio monográfico el autor analiza una serie de procesos de índole cooperativista y sindical agrarios focalizados en el suroccidente de Asturias, que derivaron en una red de colaboración entre campesinos, la cual adquirió una notable importancia y trascendencia. El germen de un sindicato articulado por toda la Comunidad Autónoma aun hoy vigente; la formación de candidaturas políticas independientes de campesinos para las alcaldías municipales; la instauración de regímenes cooperativistas transformadores de los medios de producción en una determinada aldea, son algunos de los hitos que este movimiento cooperativo-sindical logró fraguar.

Una parte esencial de este trabajo son las fuentes orales. En el siguiente vídeo se reproducen entrevistas con personajes destacados de este proceso, sobre todo sindicalistas de primera hora, que daban un modelaje directo de todo lo que fueron sus vivencias y actividades.


 

12.- Pesa de lagar en Llano

12.- PESA DE LAGAR DE VINO

Localización

Chanu / Llano. Parroquia de Santolaya / Santa Eulalia. Está junto al edificio que albergó el lagar de vino, en su exterior, y a la vivienda n.º 40, en el centro del pueblo situado junto a la carretera AS-15. Hoy es propiedad de Casa Perico. El edificio fue reformado en las últimas décadas y se utiliza en la actualidad como almacén. No conserva ningún otro elemento vinculado a su antiguo uso como lagar de propiedad compartida.

Coordenadas

Huso: 29T.  X: 698.155, Y: 4.781.393, Z: 401

Descripción

De buena talla de arenisca y esquinas en bisel (aristas laterales verticales y superiores). Anclaje al fuso mediante entalle en la parte superior de la pieza. Presenta una perforación y argolla para enganche de alambre metálico para desplazamiento y traslado en los dos laterales cortos.

Es la pesa de más cuidada labra de las que se conservan en el concejo de Cangas del Narcea.

Medidas

Altura: 71 cm.  Sección de base y parte alta de 55 cm de lado.

En la parte superior presenta ranura longitudinal para engarce de pieza de madera de sujeción en “cola de milano”: 16 cm de profundidad; 10,5 cm de apertura superior y 20 cm de ancho de la base de la misma.

En el centro, el apoyo en sí del fuso, de sección circular y 16 cm Ø interior y 26 cm Ø exterior.

Fotografías


  • Ficha elaborada por Dávid Flórez de la Sierra, marzo de 2016.

13.- Varias piezas del lagar de Santolaya

13.- VARIAS PIEZAS DEL LAGAR DE SANTOLAYA

Localización

Santolaya de Cueiras. Parroquia de Santolaya / Santa Eulalia.

Al inicio del camino que va a  Chanu / Llano.

La viga y los calzones del lagar están en un edificio propiedad de la Sociedad Cooperativa Santulaya, que sirve de almacén de vieja maquinaria, tableros y otros elementos, pero que sigue conociéndose con el nombre de “El Chagar”.

El fuso y la cimbriella se exponen en la Sidrería Narcea (c/Dos Amigos), en Cangas del Narcea).

Coordenadas

Huso: 29T.  X: 698.325, Y: 4.781.967,  Z: 425

Descripción

Se conservan la viga y un par de calzones de la pesa del lagar de vino, así como el fuso y la cimbriella. Todos de grandes dimensiones, en madera de castaño (los calzones) y roble (la viga). El lagar estuvo en uso hasta 1964-1966. Era de propiedad compartida de los vecinos de Santolaya y de dos casas de Arayón. Tuvo que ser una pieza excepcional, a juzgar por las medidas de las dos piezas conservadas.

Medidas

La viga, que no hemos podido ver por estar forrada en plástico y oculta por tableros, maquinaria, estanterías…, parece alcanzar los 8 m de longitud y sección en extremos de 47×40 y 40×50 cm. Madera de roble (nos dicen).

Las dos piezas del calzón, de perfil en forma de “A”, una parcialmente seccionada en la longitud de sus “pies” 17×18 cm de sección, llegan a alcanzar los 110 cm de altura, una anchura en la zona media de 54 cm y una perforación pasante de 16×10 y 18×8 cm respectivamente, que en una de las caras, de cada pieza, se convierte en rebaje longitudinal (40x8x3 cm) para colocar un listón de amarre a la pieza que uniría a estas dos conservadas, y de la que saldría el fuso.

Fuso: La pieza de engarce en el “peso de calzón” con forma rectangular de esquinas rebajadas (115×45 cm, medidas máximas). Fuso con base de sección cuadrada (18 cm de lado) y 60 cm de desarrollo. Parte roscada de 1,85 m de longitud y 16 cmØ.

Cimbriella del fuso: 70x32x13 cm.

Observaciones

El hecho de que la viga esté forrada con plástico, puede que no beneficie su conservación.

Fotografías

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    • Ficha elaborada por Dávid Flórez de la Sierra, marzo de 2016.

Iglesia de Santolaya de Cueiras / Santa Eulalia de Cueras

Vista exterior de la Iglesia de Santolaya de Cueiras / Santa Eulalia de Cueras. Fotografía Pelayo Fernández.

Esta parroquia pertenecía en el siglo XI al monasterio de Corias y en el inventario de parroquias elaborado en 1386 por el obispo de Oviedo don Gutierre de Toledo aparece incorporada al arciprestazgo de Rengos y con el nombre de Santa Olalla de Cueres.

La iglesia de Santolaya es uno de los ejemplos más destacados del románico rural del concejo de Cangas del Narcea. Su estructura original constaba de una corta nave cubierta con una armadura de madera y rematada en un ábside semicircular precedido de un tramo recto cubiertos con bóveda de cañón y de horno, respectivamente, al cual se accede a través de un sencillo arco de triunfo de medio punto. Pero esta estructura original románica fue enmascarada por el añadido de varias capillas, una sacristía y una segunda nave en la parte izquierda que remata en una capilla cuadrangular dedicada al Santo Cristo.

Retablo mayor [1655-1660], de Pedro Sánchez de Agrela. Fotografía Pelayo Fernández

El retablo mayor es de 1655-1660 y obra del escultor y arquitecto de retablos Pedro Sánchez de Agrela (San Pedro de Mor, Lugo, h. 1610-Cudillero, 1661), iniciador de la escuela de escultura de Cangas del Narcea. Representa el modelo plasmado años atrás por el mismo escultor en el retablo mayor de la colegiata de Cangas del Narcea. En él aparecen los relieves del Nacimiento, Huida a Egipto y Cristo resucitado y las imágenes de Santiago, Santa Eulalia, San Francisco de Asís, y Calvario con la Virgen y San Juan Evangelista.

Retablo de Nuestra Señora del Rosario [1746] obra de Juan García. Fotografía Pelayo Fernández.

El resto de retablos es de menor entidad y se enmarca dentro de la producción barroca popular. Los retablos del Santo Cristo y Nuestra Señora del Rosario fueron hechos en 1746 por el escultor Juan García, vecino de la villa de Cangas del Narcea. En ellos destaca la incorporación de la columna terciada, típicamente barroca.

Santo Cristo del siglo XIII y retablo del Santo Cristo [1746] obra de Juan García. Fotografía Pelayo Fernández.

La imagen del Santo Cristo (170 cm de altura) es la joya de la imaginería de esta iglesia. Data de finales del siglo XIII, es de estética castellana y de transición del románico al gótico e idéntico al de la iglesia de Santalluno de los Prados de Oviedo y al de la colegiata de San Pedro de Teverga. Se encuentra en buen estado de conservación (a excepción del brazo derecho) y lo más interesante es que conserva restos de la policromía original.

SANTOLAYA / SANTA EULALIA – Casa de Uría

SANTOLAYA / SANTA EULALIA

Casa de Uría.

Esta casa tiene dos escudos con las mismas armas de los Uría y Queipo de Llano. Uno está en la fachada principal y es un escudo partido con las armas de Uría (dos lobos y bordeado por aspas) y Queipo de Llano (dos flores de lis y tres fajas, y en el borde racimos de uva y hojas de vid). En el penacho del yelmo lleva una inscripción: “Armas de los hijosdalgo de Urías”, y al lado aparece la fecha: 1541. Esta fecha es muy probable que sea la de la ejecutoria de hidalguía de la familia Uría, y no la de labra del escudo que por su estilo barroco hay que fechar en torno a 1640-1650.

El otro escudo es más pequeño, está en la fachada de la casa que mira al norte, encima de un balcón, y tiene las mismas armas.

A mediados del siglo XVIII los propietarios de esta casa eran José Nicolás de Uría y Valdés y su esposa María Teresa Alfonso Flórez que era de la Casa de Miramontes (Parroquia de Cibea). A estos les sucedió Miguel de Uría, que se casó con Isabel Queipo de Llano, nieta del conde de Toreno. Su heredero fue Antonio de Uría y Queipo y el de este será José de Uría y Álvarez-Terrero, que se casó en 1808 con María Josefa del Riego-Núñez y Sierra-Pambley, dueña de las casas de Pambley y Miravalles en el concejo de Cangas del Narcea y de las de Riego y Cabo del Río en Tuña (Tineo). A este matrimonio les sucedió el recordado José Francisco de Uría (1819-1862), director general de Obras Públicas, que murió soltero y sin descendencia, y al que heredó su hermano Rafael (1820-1901); y así hasta llegar al médico don Rafael Fernández Uría y a sus actuales propietarios: Blanca Fernández y José María Ron.

[1856-1862] Rafael Uría y Riego

Rafael Uría del Riego, 1867. Retrato de José Robles. Col. Casa de Uría, Santolaya

Rafael Uría y Riego

(Santolaya / Santa Eulalia, Cangas del Narcea, 1820 – 1901)

26 de julio de 1856 – 1862

Carta del Gobierno Militar cesando a la corporación anterior y nombrando un nuevo ayuntamiento presidido por Rafael Uría Riego, 26 de julio de 1856. Archivo Municipal.

Hijo de D. José Uría y Álvarez Terrero y Dña. María Josefa del Riego Núñez, Marica de Cabo el Río. Casó con Dña. Evarista Flórez-Valdés y tuvieron por hija a Dña. Blanca, que casó con Don Antonio Fernández, de Cueras. De estos es hijo el ilustre médico Don Rafael Fernández Uría (1905-1982), que casó con Dña. Milagros Rodríguez Muñiz; y nieta, Dña. Blanca Fernández, casada con el militar D. José María Ron Francos.

Propietario, empresario y acaudalado asentista. Invirtió en la explotación de madera y en ferrerías en los concejos de Allande e Ibias, y compró a los Omaña muchos de sus bienes, entre ellos el palacio y el molino que poseían en la villa de Cangas del Narcea. A Doña Juana de Mon, vecina de Granada, le compró la Torre del Valledor (Allande), vendiéndola posteriormente, el 4 de febrero de 1862, ante el escribano de Cangas de Tineo, Sr. Regueral, a D. Benito Gómez Álvarez, Doctor en medicina, natural de El Engertal, de la parroquia de San Martín del Valledor.  También en Allande, en 1864, compró al Conde Marcel de Peñalba, ante el escribano de Cangas D. Gregorio González Regueral, las 9/28 partes de los montes de La Reigada, monte de Valdelavaca, monte de Fresnedo y Caborno, y monte de Río Prada. Intentó instalar una forja catalana, en el Valledor y en 1880 también compró la madera del monte de Trabaces. En Cangas explotó el bosque Muniellos, con malos resultados económicos.

Sobrino segundo y ahijado del famoso general Rafael del Riego (1784-1823), hermano de José Francisco de Uría (1819-18962), director general de Obras Publicas, y cuñado de Nicolás Suárez Cantón. Es nombrado alcalde en 1856, después de la llegada al poder en España del general O’Donnell y el partido la Unión Liberal, al que pertenecían su hermano y cuñado. Además, su hermano José Francisco sale elegido diputado a Cortes por el distrito electoral de Cangas del Narcea en 1857, cargo que mantendrá hasta su muerte en 1862.

Rafael Uría del Riego, h. 1862. Fotografía de M. de Hebert (Madrid), Col. Álvarez Ferreiro.

En septiembre de 1868, Rafael Uría forma parte de la junta que se constituye en Cangas del Narcea con motivo de la Revolución de Septiembre.

Fue diputado provincial por el distrito de Cangas del Narcea en varios periodos del siglo XIX: 1866, 1874-1876 y 1886-1888. Durante su alcaldía ocuparon los dominicos el monasterio de Corias en noviembre de 1860.

Firma de Rafael Uría Riego.

 

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Lagares de vino en Cangas del Narcea en 1752

Fuso y contrapeso del lagar de la bodega del Museo del Vino de Cangas

Los lagares son las máquinas de madera que se empleaban en las bodegas para apretar el magayu o bagazo y extraer el último mosto de la uva, que en Cangas del Narcea llamamos pía o pie. La pía se mezclaba con el primer vino que salía de la tina. No todos los vinicultores cangueses tenían lagar, porque era un artefacto caro, de cierto tamaño y que necesita un espacio amplio y propio; en consecuencia, los pequeños cosecheros de vino no se lo podían permitir y tenían que exprimir su magayu en lagares que no eran suyos. En las últimas décadas del siglo XIX y, sobre todo, en el siglo XX estas máquinas se sustituyeron por prensas de jaula y hierro fundido, más pequeñas y manejables que los viejos lagares, que fueron destruyéndose hasta casi desaparecer.

Detalle del fuso y el contrapeso del lagar de la bodega del Museo del Vino de Cangas

En 1752 había en el concejo de Cangas del Narcea 68 lagares para hacer vino. Lo sabemos gracias a un catastro que se hizo ese año con el fin de establecer la Única Contribución, que estaba dentro de una reforma fiscal que puso en marcha el rey Fernando VI (1713-1759) y su ministro el marqués de la Ensenada (por eso a este catastro se le llama Catastro del Marqués de la Ensenada). Para cumplir el mandato del rey todos los vecinos tenían que presentar una relación de bienes (inmuebles, tierras, ganado) y de ingresos por su producción, oficio, industria, etc. Había unas respuestas particulares de cada vecino y unas respuestas generales a un interrogatorio de 40 preguntas que tenían que responder los concejos o cotos señoriales sobre el número de habitantes, clases de cultivos y ganado, la producción, actividades comerciales e industriales, profesiones, ingresos, etc. Las respuestas particulares de los vecinos de Cangas del Narcea se destruyeron en 1809 con el incendio del archivo municipal provocado por los franceses durante la Guerra de la Independencia. Solo se conservaron en el Archivo General de Simancas las generales, que son las que utilizamos nosotros y que pueden consultarse por internet.

Prensa de jaula para vino tomada del catálogo de ‘La Maquinaria Agrícola’ de José del Río y Hesles, gran almacén de venta de instrumentos y máquinas agrícolas, Madrid, 1871

Los propietarios de esos lagares eran señores, propietarios de muchas tierras y viñas, que vivían de sus rentas, y también campesinos acomodados. El conde de Toreno tenía tres lagares: dos en la villa de Cangas y uno en Limés. El monasterio de Corias también poseía tres, pero uno estaba “arruinado”. Además, había seis personas que eran dueñas de dos lagares: Teresa de Peón, Pedro Velarde, Lorenzo Flórez de Sierra, Narciso de Sierra Pambley, Rodrigo de Sierra Jarceley y Nicolás Alfonso, y dos lagares que eran propiedad de varios vecinos.

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Lagar del Museo del Vino de Cangas

Gracias al catastro de 1752 sabemos que estos lagares estaban hechos íntegramente con madera y se componían de “una sola viga”. En el extremo de la viga llevaban un contrapeso de piedra sujeto con un fuso o tornillo con el que se elevaba el contrapeso. Eran, sin lugar a duda, similares a los que hoy pueden verse en la bodega del Museo del Vino de Cangas o en el Museo Etnográfico de Grandas de Salime, y a otros que todavía existen en Asturias y que se empleaban para exprimir la manzana y hacer sidra, como uno que ese expone en el Museo del Pueblo de Asturias, en Gijón. Este tipo de lagar, conocido como “prensa de tornillo móvil y contrapeso”, estuvo muy extendido y está perfectamente documentado por la arqueología en época romana; los ejemplares más antiguos datan del siglo I d. C. Según Yolanda Peña Cervantes “es el tipo de prensa más extendido en el mundo romano” para elaborar aceite y vino (Torcularia. 
La producción de vino y aceite en Hispania, Tarragona, 2010).

Prensa de jaula y hierro fundido, que sustituyó a fines del siglo XIX y en el siglo XX a lo lagares de viga. Museo del Vino de Cangas.

En Cangas del Narcea en 1752, los lagares los utilizaban tanto sus propietarios para “sacar” su vino como el resto de los pequeños cosecheros que había en el concejo y que no tenían lagar. En las respuestas al Catastro del Marqués de la Ensenada se mencionan dos relaciones entre propietarios y no propietarios. Una, era el alquiler del lagar por el cual los dueños cobraban en vino; de este modo, en el coto de Corias se declara que cada uno de los lagares produce al año para sus dueños una “cuepa” de vino (31 litros) y en el coto de Cangas regulan su ganancia en ocho cañadas (31 litros) anuales, que es lo mismo que una “cuepa”.

Otra relación era la de dar gratuitamente el servicio en función de la buena vecindad y la reciprocidad, y así en las parroquias de Carballo, Bimeda, Villategil y Limés se dice lo siguiente: “atendiendo a que estos artefactos solo los tienen [sus propietarios] para pisar la uva de su cosecha, y aunque los vecinos y más interesados en la cosecha de vino no los tengan propios y usen de estos, es sin interés y por la buena correspondencia que entre sí tienen. Y no obstante para satisfacer a la intención de la pregunta, después de varias consideraciones regulan la utilidad de cada lagar en una cántara [15,64 litros] de vino, que su valor son seis reales de vellón”. Joaquín Coque Fuertes, de Obanca, todavía se acordaba a fines del siglo pasado que en su casa se apretaba el magayu de muchos vecinos y que a cambio estos ayudaban un día a cavar las viñas.

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Lagar del Museo del Vino de Cangas

No sabemos con exactitud los pueblos donde estaban los lagares en el concejo de Cangas del Narcea en 1752. Las respuestas generales del catastro mencionado solo dan el nombre de sus propietarios y en el mejor de los casos el de la parroquia donde estaban ubicados, pero no el del pueblo. Con la información disponible tenemos que destacar la existencia de dieciséis lagares en la parroquia de Tebongo, que era la mayor concentración de todo el concejo, superior a la villa, donde había siete. Asimismo, llama la atención la existencia de lagares, y en consecuencia de viñedos, en parroquias donde hoy no queda ningún rastro de su presencia, como Jarceley, San Martín de Sierra, Santiago de Sierra, Maganes, San Pedro de Culiema y Carceda.

La existencia de estos 68 lagares, así como su localización, son otro testimonio más de la extensión geográfica que llegó a tener el viñedo en el concejo de Cangas del Narcea y de su importancia económica.

Parroquia de Cangas del Narcea (7 lagares)

  • D. Fernando Queipo de Llano, conde de Toreno (2 lagares)
  • D. Pedro Velarde y Prada
  • D. José López Cañedo
  • D. José García de Quirós
  • D. José Gamoneda [y Rojas]
  • D. José Miramontes

Parroquia de San Cristóbal de Entreviñas (3 lagares)

  • D. José de Llano
  • D. Lope de Uría
  • D. José Fernández

Parroquia de Jarceley (1 lagar)

  • D. Diego de Sierra [y Salcedo, dueño de la Casa de Llamas del Mouro]

Parroquia de San Martín de Sierra (2 lagares)

  • Francisco Martínez
  • Domingo Fernández

Parroquia de Santiago de Sierra (2 lagares)

  • D. Lorenzo Flórez [de Sierra, dueño de la Casa de Nando]
  • Juan García

Parroquia de Onón (5 lagares)

  • D. Lorenzo Flórez [de Sierra, dueño de la Casa de Nando]
  • D. Francisco Caballero [y Flórez, dueño de la Casa de Fontaniella]
  • D. José Rodríguez
  • D. Antonio Queipo
  • D. Juan Menéndez

Parroquia de Maganes (1 lagar)

  • D. Francisco de Uría y Llano

Parroquia de San Pedro de Culiema (1 lagar)

  • Antonio Rodríguez

Parroquia de Tebongo (16 lagares)

  • D. Rodrigo de Sierra [y Jarceley, dueño de la Casa de Jarceley] (2 lagares)
  • D. Narciso de Sierra [Pambley, dueño de la Casa de Pambley] (2 lagares)
  • D.ª Micaela del Riego
  • D. Alonso del Llano
  • Juan Menéndez
  • Juan Rodríguez
  • Pedro Menéndez
  • Francisco Rodríguez
  • Francisco Meléndez
  • Toribio Meléndez
  • José Rodríguez
  • Bartolomé García
  • Juan de la Linde
  • Teresa de Flórez

Parroquia de Carceda (2 lagares)

  • Monasterio de San Juan de Corias (arruinado)
  • Domingo González

Parroquia de Santa Eulalia (2 lagares)

  • D. José Nicolás de Uría [Valdés]
  • D. Pedro Velarde y Prada

Parroquia de La Regla de Perandones (3 lagares)

  • Francisco Cachón (arruinado)
  • Domingo Menéndez
  • José Menéndez

Parroquia de Carballo (1 lagar)

  • D.ª Teresa de Peón, viuda de D. Manuel Flórez [Valdés, dueño de la Casa de Carballo]

Parroquia de Bimeda (2 lagares)

  • D. Ignacio Flórez
  • D. Nicolás Alfonso

Parroquia de Villategil (1 lagar)

  • D. Nicolás Alfonso

Parroquia de Limés (5 lagares)

  • D. Fernando Queipo de Llano, conde de Toreno
  • D. Miguel de Uría
  • D.ª Teresa de Peón, viuda de D. Manuel Flórez [Valdés, dueño de la Casa de Carballo]
  • D. Juan Meléndez Valdés
  • María Álvarez

Coto de Cangas (11 lagares)

Coto integrado por siete parroquias completas: Entrambasaguas, Santa Marina de Obanca, Augüera del Coto, Bergame, San Damías, Vegalagar y Las Montañas, y algunos lugares de otras cinco parroquias: Carceda, Corias (fuera de la villa), Besullo, San Cristobal y La Regla de Perandones.

  • Monasterio de San Juan de Corias (2 lagares)
  • D. Francisco de Llano y Rojas, de Santa Marina de Obanca (2 lagares)
  • D. Fernando Rodríguez, vecino de la provincia del Bierzo
  • D. Pedro Menéndez, vecino de la villa de Madrid
  • Pedro Rodríguez, vecino de San Pedro de Corias, y cinco vecinos más
  • Inocenta Coque, vecina de San Pedro de Corias
  • Hospital de San Lázaro, malatería de Retuertas
  • D. Manuel Rodríguez, cura de Orallo en el concejo de Laciana [León]
  • D. Juan Rodríguez Francos, presbítero de Bergame, y otros cuatro vecinos

Coto de Corias (3 lagares)

Este coto solo abarcaba la villa o pueblo de Corias.

  • D. Ignacio Queipo, vecino de la villa de Madrid
  • D. Salvador Fuertes, vecino del concejo de Boal
  • D. Diego Fuertes

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Las capillas, una ruta por montañas de Cangas del Narcea

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Entrambasaguas, Cangas del Narcea. Iglesia de la Virgen del Carmen.

Es posible que cada etapa de la vida de una persona quede definida por las preferencias que se van teniendo en cada momento de la misma, me explicaré: cuando uno es joven en la plenitud de la vida, lo que nos llena el espíritu, es el jaleo, la fiesta, el asfalto, la ciudad, las grandes concentraciones sociales… Recuerdo en tiempos de estudiante que si alguien me proponía escoger entre salir de fiesta por los chiringuitos de la zona antigua de Oviedo o una bonita ruta de montaña por los Picos de Europa, evidentemente esta segunda proposición me parecería absurda e indecente. Un montón de años encima, que me acercan al medio siglo, hace que pase a otra etapa de la vida y los términos se invierten, ahora la primera proposición no tiene sentido y por supuesto valoro infinitamente más lo que me aporta la ruta de montaña por los Picos de Europa.

Queda muy pijo añadir aquello de que es la vuelta al origen, a la naturaleza…, pero una cosa es cierta, estas preferencias totalmente contradictorias marcan dos etapas diferentes de la vida. Me imagino que la siguiente etapa que me espera será tomar un cafetito corto de café y pasear tranquilamente con algo de artrosis por las calles de Cangas.

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Casa de Ibo en el barrio de Entrambasaguas

Bien, como aún estoy en la segunda etapa, la de los cincuentones, todavía tengo fuerzas para disfrutar de lo que mas me gusta y es andar por nuestras montañas; fotografiaré y describiré lo que veo y espero que guste a quien lo lea o al menos le entretenga.

En este primer recorrido me llevaré como compañero a mi perro Boby que como no es buen conversador me permite concentrarme mejor en el camino, describiré lo que voy viendo y añadiré anécdotas e historias propias y de otros, que antes que yo ya escribieron sobre los lugares que voy visitando a ambos lados de la montaña.

La ruta que toca hoy es la más cercana a Cangas y es la denominada ruta de las capillas. Esta ruta va desde Cangas del Narcea por toda la Sierra del Pando, hasta la ermita de la Magdalena en Trasmonte de Arriba. Toda la ruta trascurre por el camino denominado la Carrilona que va por todo lo alto de la Sierra del Pando comunicando los pueblos que cuelgan de sus vertientes hacia el río Naviego y hacia el río Narcea. Antiguamente todos los pueblos de la sierra bajaban su ganado a las ferias de Cangas por este camino.

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Barrios de Santa Catalina y San Tirso

Inicio la ruta en Cangas del Narcea, atravesando el puente de piedra, pasando al lado de la iglesia de la Virgen del Carmen junto al «prao del molín». Todo este entorno es el escenario básico de la monumental fiesta del Carmen que Cangas celebra el 16 de julio. Sigo caminando dirección al barrio del Cascarín desde donde giro sobre mis pasos y veo una hermosa vista de Cangas con la unión de los dos ríos en el barrio de Entrambasaguas donde el río Narcea y el río Luiña se unen bajo el ya citado puente de piedra. Destaca como dato curioso, que Entrambasaguas, fue parroquia independiente del resto de la villa de Cangas hasta 1892. La iglesia de la Virgen del Carmen era la referencia de este barrio que durante siglos fue coto señorial del poderoso Monasterio de Corias; se conserva parte de su trazado medieval, el puente, conocido como «romano», pero de tradición medieval, fue reedificado en 1687, según señala una inscripción.

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Panorámica de Cangas del Narcea

Sigo subiendo dejando detrás de mí el Cascarín y empiezo a ver por mi izquierda el pueblo de Llamas y el barrio de Santa Catalina. En este punto empiezo a dejar el bullicio de Cangas y ya la voz de la soledad me acompaña confundida con la vaga niebla del amanecer; este toque mágico solo es alterado de cuando en cuando por el ladrido de Boby para demostrarme lo contento que está por sacarlo de casa.

Mi primera parada la hago en el denominado Teso del Viso, desde donde fotografío una bonita panorámica de Cangas. A partir de aquí la villa ya se esconde y como horizonte tengo la subida hacia la primera capilla de la ruta que es la de San Antonio. En este tramo del recorrido sale hacia mi derecha el camino que une la Carrilona con el pueblo de Santa Eulalia.

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Valle de Llano y Santa Eulalia de Cueras

Este pueblín aconsejo que se visite una vez finalizada la ruta y no lo digo porque sea mi pueblo, sino porque creo que es un entorno agradable, muy cercano a Cangas y con algunas características propias que lo hacen singular. Es un pequeño núcleo rural de trece vecinos, enclavado en un amplio valle formado por dos terrazas fluviales esculpidas por el río Narcea. Todas las casas tienen hórreos y paneras bien conservadas; destaca el palacio de los Uría, con su llamativa galería .

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‘Souvenirs’ típicos del pueblo de Santa Eulalia de Cueras

El templo parroquial puede catalogarse como perteneciente al Románico rural cangués. Hay noticias de esta iglesia figurando con el nombre de Santa Eulalia de Coires, en las falsas donaciones de 24 de octubre de 912 de Fruela II a la iglesia de Oviedo, recogidas en el Liber Testamentorum de dicha catedral, que mandó hacer el obispo don Pelayo a principios del siglo XII. Allí se incluye, entre otros, el siguiente texto: Similiter super flumen Narceia manasterium Sancte Mariae de Tevongo cum suos términos, et suas deganeas nominatis id est, ecclesiam Sancte Ceciliae en Villare, et ecclesiam Sancte Eulaliae de Coires, et ecclesiam Sancte Iuliani de Adrales ab omni integritate… La falsedad de esta documentación (J. F. Conde, 1971) sólo garantiza la existencia de los citados templos en la fecha que ésta fue mandada hacer (principios del siglo XII). Esta iglesia es conocida por contener en su interior un crucifijo de transición Románico Gótico del siglo XIII, una de las más interesantes muestras de la imaginería medieval de toda la provincia. Este Cristo formó parte del importante patrimonio que aportó el concejo de Cangas a la muestra de Orígenes celebrada en Oviedo en el año 1993. La pequeña población que componen el pueblo de Santa Eulalia, siempre ha estado abierta a cambios comunitarios importantes; hace años los vecinos afrontaron procesos de comunicación y concentración parcelaria que le dieron un trazado nuevo al pueblo, además también afrontaron la explotación comunitaria de una chacinera artesanal de embutidos denominada “Embutidos Santulaya”.

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Pintoresco paisaje de la Ermita de San Antonio

Bueno veo que me estoy perdiendo hablando del pueblín, así que retomaré la ruta donde la dejé, dirección hacia la primera capilla que es la de San Antonio (670 m); Esta capilla está muy bien conservada y pertenece a la casa de Correo de Sta. Eulalia. Tiene una leyenda de construcción relacionada con los lobos. Se dice que un miembro de esta casa era el correo de los pueblos de esta Sierra del Pando y en pleno invierno cuando volvía de repartir las cartas, se le aparecieron los lobos a la altura de esta ermita, el caballo se asustó y lo tiró al suelo dejándolo a merced de las fieras; por lo visto tuvo tiempo de subirse a un árbol desde donde imploró a San Antonio que si lo salvaba haría allí mismo una ermita. Por lo visto los lobos se cansaron de esperar a que bajara del árbol y se fueron a buscar el almuerzo a otro sitio, este hombre viendo como salvaba su vida fue consecuente con el ofrecimiento y construyó la capilla prometida. La romería de San Antonio se celebra el 13 de junio.

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Pueblos en el contorno de la ermita del Acebo

Sigo subiendo la sierra atravesando pastizales; antiguamente estas lomas estaban todas sembradas de trigo, es posible que debido a esto la denominaran con el nombre de Sierra del Pando (sierra del pan).

Estoy cogiendo altura y llego a la zona denominada como “Peña del Cáscaro” (933 m.) Esta altura ya me permite descubrir vistas más amplias a ambos lados del recorrido, los dos ríos, el Narcea a mi derecha y el Naviego a mi izquierda, imponen su ley al paisaje cincelando los dos valles que me acompañaran en toda la ruta. Hago una pequeña parada y giro sobre el camino andado divisando al fondo en el horizonte, el monasterio de Corias; hacia mi izquierda los pueblos de Santana, Santa Marina, Villar de Adralés, Amago y a mi derecha se ven todos los pueblos de la sierra del Acebo incluida la ermita del Acebo; este santuario de devociones profundas me mira con varios siglos de historia y me acompañará en gran parte del camino restante. (Ver: Por la Asturias de Occidente: El Acebo (1916)).

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Ermita de San Pelayo, Combarro

Sigo caminando y llego a la ermita de San Pelayo (993 m.). Esta ermita está construida al lado del camino principal en un pastizal que pertenece a la casa de Xuan Menéndez de Combarro. Está situada en un hermoso paraje desde donde se pueden divisar estupendas vistas hacia el río del Coto, Cibuyo, Otás y a la sierra del Acebo. La romería se celebra el 18 de Agosto.

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Romería en la ermita de San Pelayo

Continúo la ruta y a pocos metros de la ermita de San Pelayo, me desvío apartándome de la ruta principal por un camino que parte hacia la izquierda. Este camino me lleva hasta la ermita de San Cipriano (990 m.).

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Ermita de San Cipriano, Villategil

Esta capilla pertenece al pueblo de Villategil y la fiesta en honor a este santo se celebra el primer sábado de septiembre. Saco algunas fotografías a la capilla y sigo el camino bordeando el pastizal de Villategil para acceder a unas estupendas vistas de Moral, Limés, Cangas y la Sierra del Acebo.

Vuelvo sobre mis pasos y me incorporo de nuevo a la Carrilona para seguir la ruta original hacia la siguiente ermita. Recorro un paisaje ondulado, por el pico de la sierra dejando a ambas vertientes las vegas formadas por los ríos Narcea y Naviego.

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Perfil de la ruta visto desde el río Narcea

Estos dos ríos trucheros transcurren entre pequeñas poblaciones de casas de piedra y tejados de losa; cada una de estas casas tiene nombre y personalidad propia que las identifica, casa el Coxu, casa Gaitero, etc. Estos nombres la mayoría de las veces no coinciden en nada con los de los dueños que las habitan, ya que permanecen inalterables en el tiempo, durante generaciones, esto en parte es debido al sistema de herencia que desde tiempos ancestrales permitía seguir teniendo la propiedad al denominado Muirazo de la casa; este sistema hereditario consiste en que el primer hijo de la casa hereda de forma indivisible la hacienda, permitiendo trasladar en el tiempo de forma inalterada toda la propiedad.

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Vistas hacia el río del Coto

Hago un alto en el Pico del Cueto (1218 m.) Se trata de una peña que se alza sobre el camino en el límite de los terrenos de Combarro. Desde este punto se amplían las vistas sobre los dos valles: hacia el río Narcea se ven los pueblos de Combarro, Cibuyo, Pládano, Berguño, Otás, pueblos del río del Coto, Abanceña, Escrita…; en los días despejados se puede ver el Puerto del Palo de Pola de Allande y la zona de Tineo; mirando hacia el río de Naviego sigue vigilante la ermita del Acebo y se ven los pueblos de su entorno; hacia el valle se ve Fondos de Villa y los pueblos de la parroquia de Bimeda.

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Vistas hacia Bimeda

Sentado sobre este pico y mirando hacia Bimeda recuerdo algunos datos que Mario Gómez escribió en la antigua revista La Maniega; decía Mario Gómez que este pueblo fue habitado por los romanos, esto lo avalaba el descubrimiento de monedas romanas del siglo IV en el desmonte de la carretera que sube al puerto. También refiere Mario Gómez que en la historia de Bimeda figura como documento interesante una Paulina (Excomunión) publicada en la iglesia parroquial a petición del Señor de Omaña. Estas Paulinas o Excomuniones eran utilizadas por los señores contra los aldeanos que negaban la propiedad de las fincas que llevaban en arriendo. Me parece este un dato muy curioso que pasó en Bimeda en épocas muy lejanas y la describo aquí haciendo un alto en el camino. Dice así:

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Vistas desde la peña del Cuervo

Nos, el licenciado Geronimo Ladron de Guevara, provisor y vicario general de este obispado, hacemos saber a los vecinos moradores, estantes y ausentes de las iglesias de San Pedro de Bimeda en el concejo de Cangas de Tineo, como compareció la parte de D. Ares de Omaña diciendo que no sabe ni puede probar como se le ocultan muchos bienes raíces, por haberlos perdido los papeles y apeos que tenía de su hacienda, ni tampoco sabía de testigos para presentarlos en juicio, y para que los que lo supiesen o parte de ello declare ante el cura, damos la presente, por cuyo temor os amonestamos y mandamos, primero, segundo y tercio de excomunión, que siendo leída y publicada esta nuestra carta en un día, domingo o fiesta en la iglesia parroquial a la misa mayor y como de ella supieredes en cualquier manera de esta faltaseis días siguientes primeros que vos damos y asignamos por tres términos y canonicas moniciones y término perentorio que el derecho que a la persona o personas que así tomasteis lo volváis a restituir sobre el dicho y justo valor y precio, y siendo pasado el dicho término (lo que Dios no permita), ponemos y promulgamos sentencia de excomunión de las tales personas y por tales descomulgadas vos declaramos en estos escritos y por ellos y en caso que en estos seis días primeros siguientes la persona o personas que así lo tomaren o llevaren no lo dieren o restituyeren, como son obligados, mandamos a vos los dichos curas y clérigos, so pena de excomunión,

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Valle del río Narcea desde el pico del Cueto

que en las vuestras iglesias y parroquias diciendo los oficios divinos amonesteis a vuestros feligreses y parroquianos no hablen ni participen con las dichas personas directamente y los alejen y aparten de si como miembros apestados de la religión cristiana. Si por ventura (lo que Dios nuestro Señor no quiera) los sobredichos excomulgados, dentro de otros seis días, no haciendo la restitución se dejaren estar con gran peligro de sus animas como miembros del demonio, mandamos a vos dichos curas y clérigos que en vuestras iglesias, repicando las campanas, matando las candelas en agua bendita, digáis asi: malditos sean de Dios y de Santa María, de San Pedro y de San Pablo y de todos los santos y santas de la Corte del Cielo. Maldito sea el pan y el vino y el agua y todas las viandas y frutos que comieren y bebieren y la lumbre y la leña con que lo guisaren. Huerfanos se vean sus hijos y viudas sean sus mujeres y vengan sobre ellos todas las plagas y maldiciones que estan escritas en el salmo Deus lauden meam metacueris. Sumidos sean sobre la faz de la tierra como Sodoma, Gomorra, Datan y Arinon, y así como se mataron estas candelas, así sean muertas sus ánimas. Solo a Judas el traidor respondan todos los presentes amen.

Dice el cura de Bimeda, don José Flores, que, consecuente con la orden, dio cumplimiento el 20 de agosto de 1684 y que ante las terribles amenazas, no fue del todo malo el resultado, pues se le presentaron algunos vecinos diciendo que habían oído a otros que algunos bienes de Piñera, Bimeda, Valdefuentes, Villar de Bimeda pagaban renta a la casa de Omaña y hubo vecinos que entregaron algunos bienes que llevaban, aunque algunos de ellos no se amedrentaron y sostuvieron que los bienes eran suyos y muy suyos.
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Ermita de San Gervasio, braña de Rozadiella, Folguerajú

Tras este descanso sigo el camino y diviso la ermita de San Gervasio (1.282 m.). Esta ermita está situada en la denominada braña de Rozadiella perteneciente al pueblo de Folguerajú y cuya romería se celebra el 19 de junio. Desde esta braña observo como se eleva majestuoso en el horizonte el pico Caniellas (1.921 m); este pico ya me sigue de guía acompañándome en lo que me queda de ruta.

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Laguna de La Barraca

Camino arriba llego al punto más alto de la ruta, la peña del Cuervo donde se sitúa un punto geodésico que marca una cota de 1.309 m. En esta zona se aprecia lo que debió ser una labor de reconocimiento minero sobre algún filón probablemente de filoncillos discontinuos de cuarzo con estibina, encajados en terrenos precámbricos. Esta mineralización está constituida básicamente por minerales de antimonio y por lo visto los resultados de la exploración no debieron ser muy prometedores. Desde este punto geodésico cualquier dirección que escoja es buena para agasajar la vista y tranquilizar el corazón. Disfruto de panorámicas donde se mezclan encadenadas montañas y valles misteriosos.

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Paisaje del valle de Naviego

Sigo la ruta y empiezo a descender hacia una zona de pradera donde encuentro la Laguna de la Barraca (1239 m.) A mi derecha me acompañan vistas hacia la Sierra de Peña Ventana y hacia mi izquierda diviso claramente la carretera hacia el puerto de Leitariegos disfrutando de las panorámicas del pico Siero y las cumbres que bordean Genestoso.

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Palacio de Villajur en Regla de Naviego

Mirando hacia el horizonte veo picos agrestes, sierras y montes que sirven de frontera al valle de Naviego. Este valle resalta con el verdor especial que le imprimen sus abundantes praderas, además en esta zona se pueden ver casonas y palacios que son mudos testigos de la historia de esta zona; como la casona de Bimeda de estilo historicista (1884), palacio de los Queipo de Llano en San Pedro de Arbas (s. XVIII ), palacio de Miravalles (s. XIX) y el palacio de Villajur; esta última construcción señorial, está en Regla de Naviego y la veo con total nitided desde la sierra. Me cruzo con un vecino de la zona y me cuenta una historia curiosa sobre este palacio que resumo a continuación. El palacio tiene una parte que fue construida anteriormente a 1900, pero en esta fecha fue ampliado y reformado por Gumersindo Vicente Alonso, que era propietario de la cafetería Lisboa de Madrid.

Iglesia de San Manuel y San Benito de Madrid

Este hombre se casó con la sobrina y única heredera del acaudalado empresario catalán Manuel Caviggioli y su esposa Benita Maurici. Este matrimonio tenía tanto dinero que pagó de su bolsillo la construcción de la iglesia “San Manuel y San Benito”, situada enfrente del Parque del Retiro de Madrid. Murieron sin descendencia y heredó toda la fortuna su sobrina, la mujer de Gumersindo. Me dice mi informante que a partir de este matrimonio de Gumersindo y la rica heredera, el palacio rejuveneció y tuvo una época de gran esplendor, siendo el motor del valle, dando trabajo a la zona en los tiempos de escasez.

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Vacas de la raza asturiana de los valles en La Carrilona

Sigo mi camino dirección a la Magdalena y en el horizonte veo las cumbres más emblemáticas de la zona, veo el pico de Caniellas o Caniechas (1.921 m.) y el Cueto de Arbas (2.007 m.), diviso claramente el valle de Naviego y la carretera que sube al puerto de Leitariegos. Se cuenta que esta comunicación fue de origen romano y que sirvió para sacar el oro del occidente astur hacia Astorga.

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Vistas a los ríos Narcea y Muniellos

Dejo de llanear y el camino empieza a subir y a girar levemente hacia el este, adaptándose a la orografía de la sierra y al valle de Naviego. Mientras tanto el valle del Narcea se aleja de mi vista. Adentrándose por Posada de Rengos aparece el río Muniellos, afluente del Narcea, marcando el valle que conduce a Moal. En este punto de la ruta veo la exuberante vegetación de la reserva natural de Muniellos, este bosque espeso de robledales se hace inacabable a la vista y esta coronado por montañas que la mayoría de las veces son barridas por abundante niebla dándole un toque singular. (Ver: Cuando Muniellos era un aserradero).También veo en Vega de Rengos las huellas que deja la minería del oro negro que se esconde en el sinclinal carbonífero de Rengos.

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Visita del grupo de montaña Piélago a la ermita de San Luis del Monte

Antes de llegar a la laguna de Caldevilla de Rengos me desvío de la ruta por una pista que parte hacia la derecha para visitar la ermita de San Luis del Monte o San Chuis; esta ermita está situada en la zona denominada “El Navarín”. La romería se celebra la segunda quincena de agosto. Visitando esta ermita, de nuevo recuerdo un relato de Mario Gómez en la antigua revista La Maniega, donde describía los milagros que se le atribuían a este lugar y el siguiente proceso que desenmascaró la falsedad de dichos portentos. Por lo visto antiguamente la fiesta era el 19 de agosto y durante la misa brotaban flores entre las piedras de la pared y los resquicios de las puertas. Cuando la misa terminaba, las flores se marchitaban, se recogían y se utilizaban para curar todas las enfermedades. Este hecho milagroso tuvo gran repercusión en la época y fue conocido dentro y fuera de Asturias. Historiadores como Wadingo y Gonzalez Davila atestiguan el milagro; también lo ponderaba un cronista en un capítulo de la orden Franciscana, celebrado en Toledo en el año 1682. De tal manera corrió la fama del portento que como tal lo aceptó el papa Clemente VIII. Con tanta propaganda San Chuis empezó a ser un centro importante de peregrinos con el consiguiente beneficio económico para la zona. Debió de ser especialidad milagrosa de este santuario la curación de los males de oído, pues venían los enfermos de estas dolencias a hurgarse los oídos con un punzón asqueroso, portador de los poderes del Santo.

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Laguna de Caldevilla de Rengos

Los curas de Vega de Rengos, Larna, Posada y Gedrez tenían misas de a duro todo el año y esto era muy extraordinario, pues lo normal es que estas fueran de a real. Los aldeanos de Rengos hacían un gran negocio exportando fuera de Cangas unas bolsas llenas de flores procedentes del milagro de la ermita. Así las cosas y cuando esta ermita prometía ser algo así como Lourdes, un enconado y envidioso fraile Benedictino desmintió los milagros de San Chuis, consiguió el fraile en agosto de 1744 demostrar el fraude de dicho milagro ante escogidos jueces y notarios que nombro el obispo; este día, con los jueces y notarios presentes, no brotaron flores durante la misa y se acabó el negocio para la zona. A partir de este día la ermita de San Chuis empezó a perder prestigio de forma exponencial hasta quedar totalmente olvidada.

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Ermita de la Magdalena, Trasmonte de Arriba

Tras la visita a San Chuis, vuelvo sobre mis pasos subiendo dirección a la Carrilona y sigo la ruta hacia la última ermita. Paso al lado de la laguna de Caldevilla y ya no pierdo de vista el pico Caniellas, bordeo una zona de acebos (xardones) y doy vista a los pastizales de Trasmonte de Arriba. Aquí el camino empieza a descender hacia la pradera donde está situada la ermita de la Magdalena (1.141 m). Por fin llego a la última capilla de la sierra y merece la pena relajarse en esta zona pues el entorno está muy cuidado y dispone de una buena fuente. Al fondo se alza el pico Caniellas (1.921 m.), detrás de este pico esta el mítico hayedo de Monasterio de Hermo, donde nace el río Narcea. Este bosque le da una connotación particular al paisaje, sobre todo en otoño, creando colores especiales de las ramas cuando juegan con los rayos del sol, a la vez la hojarasca crea una alfombra en el suelo que tapa las huellas de los osos y los urogallos que pueblan esta mítica zona.

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Hayedo de Monasterio de Hermo

Volviendo a la ermita de la Magdalena, añadir que pertenece al pueblo de Trasmonte de Arriba, la romería de esta capilla se celebra el 22 de julio y hay un canto típico este día en honor de la santa que es el canto del ramu.

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Ruta de las ermitas o capillas en bicicleta

Esta ruta de las capillas se puede hacer desde Cangas a Trasmonte y al revés, las dos opciones necesitan de un amigo que nos comunique en coche; también es una ruta muy buena para hacerla en bicicleta ya que las pendientes son suaves. Yo como subo solo con mi perro Boby, no me queda más remedio que volver hacia Cangas desandando el camino. Me oriento hacia el norte dirección a Cangas y es todo bajada. Si antes me guiaban y me orientaban picos como el Caniellas y el Cueto de Arbas, ahora en la bajada las montañas pierden su protagonismo y dejan paso a picos de menor entidad. Bajando veo otras zonas que me pasaron desapercibidas en la subida, veo como el río Naviego se une al río Cibea en la zona de Las Mestas para formar el rio Luiña, que serpentea por la zona de Limés hasta unirse al Narcea en la villa de Cangas. Desde aquí ya parte solo el Narcea engrandecido por la suma de caudales, dirigiéndose hacia el Cantábrico, dejando atrás el furor de su corriente en las zonas altas y serenándose buscando terrenos más tranquilos en las zonas llanas de Pravia, junto al rio Nalón.

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Vistas desde el pico Caniellas

Para finalizar añadiré que quien haga esta ruta conseguirá tranquilizar el alma, elevará el espíritu y conseguirá restablecer el equilibrio interno del cuerpo; bueno esto puede ser un poco exagerado, dejémoslo en que eliminará toxinas y disfrutará de un paseo y unas vistas inmejorables.

ITINERARIO: Cangas del Narcea-Pico del Cuervo- Laguna de Caldevilla- Trasmonte.
DISTANCIA: 18 Km.
DURACION: 5h.

DIFICULTAD: Baja. (Ruta con pendientes muy suaves, para todos los públicos).


Parroquia de Santolaya de Cueiras

Santolaya / Santa Eulalia

♦ Casa Cachón ♦ Casa Coque ♦ Casa Correo ♦ Casa Evarista ♦ Casa Farrín ♦ Casa Frutos ♦ Casa Fuertes ♦ Casa García ♦ Casa Garrido ♦ Casa Mingón ♦ Casa Palacio ♦ Casa Simón ♦ Casa Xipón

Arayón

♦ Casa Mourán ♦ Casa Olaya

Cueiras

♦ Casa Cueiras

Chanu / Llano

♦ Casa Agudín ♦ Casa Alberto ♦ Casa Alonso ♦ Casa Anisino ♦ Casa L’Anuca ♦ Casa Avelina ♦ Casa Calita ♦ Casa Campa ♦ Casa Carralo ♦ Casa Cartero ♦ Casa Concha ♦ Casa Chope ♦ Casa Estanqueiro ♦ Casa Fabián ♦ Casa Feito ♦ Casa Garrincha ♦ Casa Gonzalo ♦ Casa Grabiel ♦ Casa Juaco ♦ Casa Juanito ♦ Casa Lola ♦ Casa Lozano ♦ Casa Manolito ♦ Casa Pelayo ♦ Casa Pepe ♦ Casa Periquín ♦ Casa Preciado ♦ Casa Ramón ♦ Casa Román ♦ Casa Sidro ♦ Casa Tacones ♦ Casa Treito ♦ Casa Trones ♦ Casa Xastre ♦ Casa Xastrín ♦ Casa Zancao

Santuyanu /Santullano

♦ Casa Santuyano

José Francisco Uría y Riego (Cangas del Narcea, 1819 – Alicante, 1862)

José Francisco de Uría y Riego, por José Gragera y Herboso, 1862

José Francisco de Uría y Riego (1819-1862) da nombre a la calle más comercial de Oviedo y a otras principales en Gijón, Luarca y Cangas del Narcea. Nació en el seno de de una importante familia de la nobleza rural asturiana con solar en Santa Eulalia de Cueras (Cangas del Narcea).

Partícipe del ideal ilustrado del desarrollo económico como medio para conseguir el bienestar, se interesó por implantar nuevos cultivos, por el estudio de las enfermedades de las plantas, fue miembro de la Sociedad Económica de Amigos del País de Asturias y participó en la Exposición de Productos Agrícolas de 1857 donde obtuvo medalla de bronce por “cecinas de jamones” de su tierra natal.

Como político se adscribe al liberalismo moderado y es elegido Diputado a Cortes por el distrito de Cangas de Tineo en 1857. Nombrado Director General de Obras Públicas en 3 de julio de 1858, recibió respeto y consideración por su incansable trabajo en pro de modernizar las infraestructuras del Estado. Aprovecha un momento de estabilidad política, desarrollo económico e impulso de las obras públicas como fue el gobierno de O’Donnell y, sin olvidar su compromiso estatal, favoreció a Asturias y al distrito que representaba como diputado. Es el momento del ensanche de Barcelona y Madrid, de la construcción del Canal de Isabel II, del trazado de la red viaria y del ferrocarril, de los faros y los puertos.

Enfermo de tuberculosis se traslada a Alicante donde fallece lejos del solar familiar. La correspondencia privada, los homenajes póstumos, además de ser entrañables reflejan el reconocimiento a su trabajo desde todas las facciones políticas, el carácter de Uría y de su época.

Texto: Mercedes Pérez Rodríguez

Mercedes Pérez, socia del Tous pa Tous, ha tenido la generosidad de realizar un extracto de su tesis doctoral, “El patrimonio de las obras públicas en Asturias a mediados del S. XIX en relación con José Francisco de Uría y Riego”, para la web del Tous pa Tous. Desde estas líneas queremos envíar a Mercedes nuestro agradecimiento. El mencionado e interesante trabajo se puede consultar a continuación: