Publicación de noticias históricas relacionadas con la historia, el arte, la literatura, etc. de Cangas del Narcea.

Calle a Pedro Diz Tirado en Cangas del Narcea, ‘por su actividad y celo en pro de las obras públicas de esta comarca’

Cuesta de Pedro Diz Tirado hacia 1910. Fotografía de Benjamín R. Membiela. Colección de Juaco López Álvarez.

En los primeros años del siglo XX la villa de Cangas del Narcea necesitaba crecer. La prosperidad que trajeron la apertura de las carreteras de La Espina-Ponferrada y la de Ouviaño, a fines del siglo XIX, todavía no había tenido su reflejo en la trama urbana. Era necesario comunicar el casco viejo, formado por las calles Mayor, La Fuente y la Iglesia, con las nuevas carreteras. La villa tenía que expandirse y comunicarse interiormente. Para ello se hizo un plan de reforma que contemplaba la apertura de tres calles que uniesen la calle Mayor y el Mercado con la calle Uría, que era por donde transitaba la travesía de la mencionada carretera La Espina-Ponferrada.

Para hacer estas calles hubo que derribar casas en la calle Mayor, y ocupar viejas viniellas o callejas y huertas de propiedad particular. La mayor parte de los propietarios cedieron los terrenos gratuitamente, estimulados por la mejora de la villa y también porque estas nuevas calles revalorizaban sus fincas.

Plano con la distribución de la zona en 1870 antes de la apertura de la calle Diz Tirado. (Archivo Municipal de Cangas del Narcea)

Una de estas nuevas calles fue la que se denominó Pedro Diz Tirado, que unirá la calle Mayor y la plaza del Centro (hoy, plaza del notario Rafael Rodríguez) con la calle Uría. En el plano que acompañamos, de 1870, puede verse como era este tramo de la calle Mayor antes de la apertura de esta calle. Para abrir esta nueva vía hubo que derribar una casa, romper la viniella o calleja de Las Huertas y ocupar terreno particular, que cedieron sus dueños gratuitamente y también a cambio de apropiarse de una parte de esta viniella. El resultado fue la calle tal cual la conocemos hoy.

En la calle Diz Tirado nunca se construyó una casa nueva. Solamente se reformaron y repararon las fachadas laterales de la casa de Valle, a la izquierda, subiendo desde la calle Mayor, y del palacio de Peñalba, a la derecha, que, además, mejoró su trasera haciendo un gran jardín cerrado. Estas reparaciones tardaron en hacerse y en 1914 el periódico El Narcea criticaba la actitud de los propietarios de estas casas, recordándoles que, a pesar de un bando del alcalde referente a las viviendas que debían adecentarse, algunas seguían en un estado penoso. Una de estas casas era la de la familia Valle:

“A estas tenemos que añadir la conocida por casa de Pacho Valle, que tiene la fachada que da a la calle  Diz Tirado hecha una verdadera porquería… pues más se parece a una choza de los Cadavales que a un edificio situado en la parte moderna de Cangas de Tineo” (“Limpieza pública”, El Narcea, 24 de julio de 1914).

Calle Pedro Diz Tirado en la actualidad vista desde El Paseo o calle Uría.

El acuerdo municipal para denominar Pedro Diz Tirado a esta nueva calle se tomó el 21 de junio de 1910. Desde 1901, Diz Tirado era el ingeniero de caminos encargado de las carreteras de esta zona del occidente de Asturias y venía con frecuencia a Cangas del Narcea, como puede comprobarse por la prensa local que anuncia su llegada o salida de la villa. Eran años de mucha actividad en la mejora de la red viaria de esta parte de Asturias; estaban en marcha las carreteras de Grandas de Salime-Cangas del Narcea, La Florida-Cornellana, Ventanueva-Ibias y Ventanueva-Puente-Corbón.

Nuestro hombre había nacido en 1870 en Ponce, en la isla de Puerto Rico, todavía colonia de España. Su padre era Pedro Diz Romero, natural de Torrelavega (Cantabria), licenciado en Jurisprudencia por la Universidad de Valladolid en 1852 y alcalde mayor de Ponce desde 1862; el apellido Diz procedía de Santa Justa de Moraña (Pontevedra), de donde era su abuelo Manuel Diz Díaz, alcalde mayor de Torrelavega. Su madre era Isabel Tirado Hinsch, natural de Ponce e hija de venezolanos. Sus padres estaban los dos viudos cuando se casaron en 1865.

Diz Tirado estudió en Madrid en la Escuela de Ingenieros de Caminos y al terminar la carrera entró en el Cuerpo Nacional de Ingenieros de Caminos, al que  perteneció hasta su jubilación en 1940. En su larga dedicación a la obra pública trabajó en carreteras, puertos, ferrocarriles, saneamiento, conducción de aguas, urbanismo, etc. Su primer destino, a fines del siglo XIX, fue León y Palencia. En León participó en 1897 en el proyecto para el ensanche de esta ciudad y redactó en 1900 el proyecto de conducción del agua y red de distribución. En 1900 pasó a la Diputación de Ávila como director de carreteras provinciales y el 1 de mayo de 1901 fue ascendido a ingeniero segundo del Cuerpo de Caminos.

Calle Pedro Diz Tirado en la actualidad vista desde la calle Mayor

A finales de 1901 fue destinado a Oviedo. En aquel tiempo había en esta demarcación de Obas Públicas un ingeniero-jefe y ocho ingenieros de caminos, todos residente en Oviedo, que tenían a su cargo diferentes sectores de la provincia. Diz Tirado era el encargado de la zona occidental. Algunos de sus proyectos más importantes fueron el de un gran puente metálico sobre el río Navia en la carretera Grandas de Salime-Cangas del Narcea de 1907, y los proyectos de mejora y construcción de los puertos de San Esteban de Pravia de 1905 y de Luarca de 1907. En enero de 1909 asciende a oficial de administración de primera clase.

En 1915 es nombrado ingeniero director de la Junta de Obras del Puerto de Gijón, donde dio un gran impulso al puerto de El Musel, pasando tres años más tarde a Madrid a la Dirección General de Obras Públicas. En los años veinte trabajó como ingeniero asesor en la Zona del Protectorado Español en Marruecos y en los treinta fue ingeniero-jefe de la Tercera Jefatura de Estudios y Construcciones de Ferrocarriles (Cantábrico). Cesó en el servicio activo del Estado el 19 de noviembre de 1940, con setenta años de edad; su último puesto fue el de consejero inspector general del Cuerpo de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos.

Era un hombre activo,  colaborador y preocupado con la divulgación de la ingeniería. Fue vicesecretario de la Cruz Roja en León en 1898; en 1902 y 1903 imparte cursos de Extensión Universitaria en el Centro Obrero de Oviedo sobre “Saneamiento urbano”; fue vocal de la primera junta del Real Automóvil Club de Asturias, y en 1913 es uno de los tres ingenieros de caminos españoles que asiste al III Congreso de Carreteras, celebrado en Londres, en representación del Ministerio de Fomento. Asimismo, colaboró en diferentes revistas (Madrid científico, Revista de obras públicas, África. Revista de tropas coloniales, etc.) en las que publicó numerosos  artículos sobre sus proyectos y sobre cuestiones que consideraba de interés divulgar: electricidad popular, saneamiento urbano, obras publicas en Marruecos, comunicaciones radio-eléctricas con la Guinea española, etc.

Señalización de la calle Diz Tirado en la fachada lateral del edificio del antiguo hotel Truita.

Por último, debió ser un funcionario eficaz y voluntarioso, al menos, en lo que respecta a su dedicación a las carreteras del occidente de Asturias en aquellos primeros años del siglo XX. Pero también debió ser una persona culta y de trato agradable, con mucho que contar dada su historia familiar y personal. No puede ser casualidad el hecho de que tres poblaciones de esta parte del país le dedicasen en esos años una vía urbana: Grandas de Salime, una avenida; Allande, una plaza, y Cangas del Narcea, una calle. Las razones aparecen expresadas con gran claridad en el acuerdo que, por unanimidad, tomó el Ayuntamiento de Allande, el 12 de septiembre de 1907, de poner el nombre de Pedro Diz Tirado a una plaza en la Pola: “por su actividad y celo en pro de las obras públicas de esta comarca”.

Un tesoro de monedas romanas en Trones (Cangas del Narcea) en 1907

En 1907, en el monte del pueblo de Faéu / Faedo, concejo de Cangas del Narcea, cuatro vecinos de Trones encontraron 1.300 monedas romanas. Este hallazgo monetario, totalmente desconocido para la arqueología asturiana, tendría hoy un indudable interés histórico y científico,  pero hace ciento trece años solo significó una ocasión soñada para solventar la vida a sus descubridores y un pleito para el propietario de la tierra donde apareció. Sin embargo, las monedas, todas de bronce, se tasaron en una cantidad insignificante y han desaparecido sin dejar rastro. Esta es su historia.

Trones en agosto de 1927. Fotografía de F. Krüger. Col. Museo del Pueblo de Asturias

La ocultación de monedas ha sido un hecho generalizado y constante a lo largo de la historia, que se intensifica en momentos de conflicto e inestabilidad social. En Asturias, se conocen cientos de testimonios de apariciones de tesoros y tesorillos monetarios, aunque en las últimas décadas estas noticias han disminuido considerablemente por el declive de la actividad agrícola en el medio rural. Al no removerse la tierra, no aparecen tesoros.

A excepción de algunos conjuntos que han ingresado en museos, muchos de esos hallazgos han desaparecido o solo se conservan unas pocas monedas en manos de particulares. En general, cuando aparecen noticias de tesoros en la prensa antigua siempre son parcas: apenas se mencionan a sus protagonistas, ni las circunstancias del hallazgo, ni el destino que tuvieron. Los arqueólogos e historiadores no consideran creíbles  muchos casos,  y  algunas noticias son tan vagas y dudosas que en el mejor de los casos quedan recogidas en las cartas arqueológicas.

El tesoro de Trones, aunque se suma al conjunto de estos hallazgos arqueológicos, es un caso singular por la documentación que generó. Su aparición fue noticia en un periódico de Cangas del Narcea, “El Narcea”, el 23 de marzo de 1907, pero su historia y los sucesos posteriores al hallazgo han podido reconstruirse gracias a las actuaciones judiciales que se siguieron ante el Juzgado de Cangas del Narcea y la Audiencia de Oviedo entre 1907 y 1911. En ellas figuran las declaraciones de todas las personas que tuvieron relación con las monedas del tesoro, así como las actas y escritos oficiales. Fue un proceso penal, iniciado con una denuncia por hurto puesta por Francisco Alvarez Uría, propietario de la tierra donde apareció el tesoro.

Expediente judicial consultado sobre el hallazgo de un tesoro en Trones, 1907.

En 1907, el fin de este proceso judicial fue reunir todas las monedas aparecidas y dirimir a quién le correspondía su propiedad. En la actualidad, nuestro interés es conocer los pasos que siguieron las monedas, desde el momento de su aparición hasta su reparto, en una sociedad cuyos valores, comportamientos y preocupaciones no coinciden con el interés histórico que hoy representa este hallazgo.

Los hechos sucedieron de la siguiente manera. En los primeros días del mes de marzo de 1907, Celestino Fernández Fuente, vecino de Trones, buscando en el monte de Faéu una piedra para hacer una muela de molino encontró una que podría servirle. Averigua que el llevador de la finca es Manuel Rodríguez Agudín, vecino del pueblo de Faéu, y le solicita autorización para sacarla. El domingo 10 de marzo acude para extraerla en compañía de tres vecinos de Trones: Antonio Fernández García, de casa Cabral; Gervasio, de casa Florenta, y Francisco Menéndez Fernández, de casa Cortina. Al profundizar en un lateral de la piedra, golpean y rompen con la azada una vasija de cerámica que contenía 1.300 monedas romanas de bronce.

Antonio Fernández “Cabral” tropezó con una olla que había allí escondida y la rompió, esparciéndose al momento gran cantidad de monedas que aunque oxidadas por la humedad les pareció que eran de oro [Declaración de Gervasio Fernández. 22 de marzo de 1907]

Ollas de cerámica del siglo IV de Paredes (Siero), similares, probablemente, a la que apareció en Trones en 1907. Col. Museo Arqueológico de Asturias.

Regresan al pueblo con la piedra y las monedas,  que tratan de ocultar, pero se sienten tan afortunados que transmiten el descubrimiento a alguno de sus vecinos.

En pocos días todos conocen la aparición del tesoro y su eco llega hasta la villa de Cangas del Narcea. En Trones aparecen interesados y compradores. Pocos días después, el propietario de la tierra donde supuestamente aparecieron las monedas, Francisco Álvarez Uría, procurador y vecino de la villa de Cangas, reclama su parte y denuncia el caso en el juzgado. El juez instruye una denuncia por hurto que se sobresee para tratar de determinar civilmente quienes son los verdaderos propietarios de las monedas. El artículo 351 del Código Civil, vigente entonces y en la actualidad, dice:

El tesoro oculto pertenece al dueño del terreno en que se hallare. Sin embargo, cuando fuere hecho el descubrimiento en propiedad ajena, o del Estado, y por casualidad, la mitad se aplicará al descubridor. Si los efectos descubiertos fueren interesantes para las ciencias o las artes, podrá el Estado adquirirlos por su justo precio, que se distribuirá en conformidad a lo declarado.

La sentencia llegará tres años después y decide un reparto equitativo de las monedas entre el propietario de la tierra y los cuatro descubridores. Curiosamente, nadie consideró que aquel tesoro fuera interesante para “las ciencias o las artes”.

  1. Sobre las monedas

El conjunto de monedas encontrado constituye un caso evidente de tesoro de ocultación, escondido deliberadamente dentro de una olla de barro cubierta con una capa de tierra de poco espesor y arrimada a una gran piedra. El lugar, a unos treinta minutos caminando desde Trones, está junto a un antiguo camino. En las declaraciones judiciales lo describen como un terreno montañoso: “con peñas más o menos grandes, unas sueltas, otras clavadas, otras partidas y removidas recientemente o de tiempo lejano. Allí existe una fosa, figurando un horno entre tres peñas y otra piedra suelta que lo cubría ”.

Lugar del monte de Faéu donde apareció el tesoro el 10 de marzo de 1907.

Como no se conserva ninguna moneda, el análisis numismático solo puede hacerse hoy con la información que aparece en el auto judicial, en que se dice que:

Las monedas son de cobre o bronce y cuño antiguo, de unos tres centímetros de diámetro, en forma discoidal y circular, presentando en su anverso el busto coronado del Emperador Constantino, según la inscripción que la rodea, y por el reverso ostenta la figura al parecer de un guerrero de cuerpo entero, cubierta su cabeza con un casco, empinando en su mano derecha un atributo que no se puede precisar y en su izquierda, también al parecer, un pescado. En la circunferencia marginal hay un lema o inscripción ilegible al primer examen.

Por esta descripción, es muy probable que las monedas del tesoro de Trones fueran acuñadas durante el mandato del emperador Constantino I (306-337) o de su hijo Constantino II (337-340), periodo en el que se hicieron importantes reformas monetarias y se acuñaron gran cantidad de  monedas de bronce.

Moneda
Anverso y reverso de una moneda de cobre similar a las encontradas en Trones.

Durante casi tres años, las 1.300 monedas romanas del tesoro de Trones permanecieron “en una caja de lata” depositadas en el Juzgado de Cangas del Narcea y en la Audiencia de Oviedo (del 21 agosto al 24 de diciembre de 1908). En ese tiempo, ningún numismático experto estudió la colección. Las únicas referencias sobre su interés histórico y arqueológico aparecen en los informes periciales, que a petición del juez, realizaron dos aficionados a la numismática vecinos de la villa de Cangas: Manuel Rodríguez González y José Colubi Beaumont, este último capitán de infantería. Ambos, sin negar su valor histórico, manifiestan que: “para todo el que es aficionado a reconstruir la historia no se puede desconocer que son corrientes y abundantes en los monetarios”, y concluyen diciendo que  tienen escaso mérito y poco valor intrínseco, y que “solamente tendrían algún valor para un coleccionista que careciese de alguna de  los diferentes modelos”. Declaración similar harán Domingo Avello Arias y Ricardo Pereiro Campoamor, relojeros y plateros de la villa, que son llamados como peritos para certificar el metal de las monedas y su valor de mercado.

  1. Los descubridores del tesoro

Son cuatro vecinos de Trones, todos labradores, de entre 27 y 38 años, que aprovechan una tarde de domingo para hacer un trabajo en común para uno de ellos. En sus declaraciones cuentan que el hallazgo fue inesperado, que su primera reacción fue pensar que se trataba de monedas de oro, “rezad un Padrenuestro que somos felices”, y a continuación se pusieron a contar las monedas. Sin embargo, no interrumpieron la tarea que les había llevado allí y siguieron extrayendo la piedra para el molino; durante ese tiempo otros vecinos se acercaron al lugar pero nadie notó nada. Con la piedra subida en el carro y las monedas envueltas en un pañuelo regresaron al pueblo, bromeando con quienes se cruzaban en el camino a costa de la carga, diciéndoles “que lo que llevan vale más que el prado del Riego”.

Al entrar en Trones se encontraron con Manuel Rubio, de casa Manso, quien al ver el envoltorio que llevaba el Cabral le preguntó que qué era aquello, contestando el Cabral que aquello valía más que el prado que parece que posee el Rubio, llamado del Riego, diciendo esto en tono de broma, sin que se le hubiera enseñado las monedas al Rubio.

Habían salvado el primer inconveniente y en sus casas comparten la fortuna con sus familias. El desconocimiento sobre la materia prima de las monedas no es obstáculo para que cada uno vea en este hallazgo la ocasión de hacerse rico.  Guardan las monedas en una masera (mueble para hacer el pan) en espera del reparto entre los cuatro afortunados y disfrutan de su posesión. Durante esos días hacen alarde de ellas con los vecinos, las exhiben sacando algunas del bolsillo y vendiendo unas pocas. Pero, ni el propietario de la tierra, ni el arrendatario que les había dado permiso para extraer la piedra, fueron avisados de la aparición de este conjunto de monedas.

El 16 de marzo de 1907, seis días después del hallazgo, de noche, se presentan en Trones el juez y la guardia civil a requerir todas las monedas del tesoro. Van a las casas de los cuatro descubridores y encuentran las monedas guardadas dentro de un arca pequeña en una habitación de la casa; en un cestito colgado de un palo clavado en la pared al lado de la cama; en una escudilla de madera en la cocina y en un hórreo, detrás de unos baúles, dentro de un pañuelo. No las encuentran todas porque algunas ya habían sido vendidas o estaban en manos ajenas fuera del pueblo. También requisan otros objetos que acompañaban al tesoro: un trozo de alambre  y una especie de aro del mismo metal, así como algunos fragmentos de la olla de barro.

Los cuatro descubridores habían sido denunciados por hurto y ocultación. Sin embargo, el delito de apropiación fraudulenta que pretendía la acusación no constituyó base suficiente, pues al tratarse de un tesoro hallado de manera casual en un terreno particular, al descubridor le pertenece la mitad y en esta causa el valor económico se tasó en seis pesetas y cincuenta céntimos, una cantidad que no llega a la indicada en el Código Penal para adquirir la categoría de delito.

Por imposición de la Justicia, las aspiraciones de estos vecinos de Trones, que tenían una arraigada creencia en los “tesoros enterraos”, quedaron frustradas. Los tesoros ocultos formaban parte del imaginario colectivo con el que convivían y soñaban a diario los vecinos de este pueblo y todos los campesinos españoles.

  1. Los intervinientes

Gracias a las actuaciones judiciales que provocó esta denuncia conocemos a todas las personas que intervinieron en este acontecimiento. En total son 32 las personas que estuvieron vinculadas a las monedas y que participaron de diferentes maneras: dueños de la tierra, vecinos, compradores y tasadores.

 

a. Dueños de la tierra

El tesoro apareció en la tierra llamada “Estajo de la Pena de la Campa” del monte de Faéu, en el límite de tres tierras. En Cangas del Narcea los montes son propiedad de los vecinos de los pueblos y se dividen en suertes o partes. En concreto, este monte consta de cuarenta suertes de las que tres eran propiedad del denunciante, que tenía arrendada una parte a Ramiro Agudín, vecino de Faéu,  que también era parte demandante. Ambos son personajes principales en la sociedad rural, especialmente Francisco Álvarez Uría, quien resultó ser el dueño único del terreno, porque presentó los títulos que justificaban la propiedad. Este era procurador de los tribunales de la villa de Cangas del Narcea, y por tanto conocía bien el funcionamiento legal y los procedimientos a seguir, y es  gracias a él que tenemos noticia del hallazgo pues de su casa salió la documentación que hoy manejamos. Impulsó el proceso judicial y durante tres años no cesó de exigir su parte de las monedas, sin importarle su valor ni la dispersión de algunas. Finalmente, el 12 de abril de 1911 recibe la mitad de las monedas recuperadas: 645, de las que en la actualidad sus descendientes no conservan ninguna.

 

b. Vecinos

Una parte de las personas que declaran en el sumario están unidas por lazos familiares y de vecindad con los descubridores. Todos comparten un territorio común entre los concejos de Cangas del Narcea y Allande. Participarán en la difusión de la noticia y colaborarán en diferente medida con esos descubridores. Alguno, como Manuel Rodríguez Agudín, de Faéu, también buscará la fortuna por su cuenta: 

[Declara] que se llama Manuel Rodríguez Agudín, de unos 27 años edad, casado, labrador, vecino de Faedo y no fue procesado. Examinado convenientemente declaró que el lunes último al pasar por la Pruida, que es donde encontraron los vecinos de Trones, según dicen, un tesoro, vio esparcido por el suelo algunos pedazos de un puchero u olla y suponiendo que estos restos fueron de la vasija que contuvo el tesoro las recogió y se las llevó a su casa, para enseñárselas a la familia. En aquel sitio no vio, ni recogió más que los referidos fragmentos de barro pero ninguna moneda, hierro o asa que pudiera tener relación con los hechos de este sumario.

Otros vecinos, llenos de curiosidad, acuden a ver las monedas, asisten al reparto y participan de la satisfacción de sus descubridores. A otros, como el sastre Marcelino Fernández, de casa Mingo de Iboyo (Allande), que estaba trabajando de jornal en casa de Celestino Fernández, uno de los descubridores, se le pretende pagar con una o dos monedas del tesoro, las cuales aceptó aunque “las veía podridas”. 

El mismo día que encontraron el tesoro vio el declarante en casa del Celestino, a donde había ido por casualidad o más bien para tratar asuntos propios con el Celestino, unas monedas antiguas con ocasión de estar el Celestino queriendo hacer un cambio sobre una navaja con Marcelino el sastre de Iboyo, quien pedía en devolución 20 céntimos ofreciéndole solamente el Celestino una moneda oxidada que sacó del bolsillo, la cual rechazó diciéndole que estaba podrida y no la quería que lo que él quería eran 4 perrinas de 20 en tanto el Gervasio García, que también estaba presente, sacó del bolsillo una moneda parecida a la anterior y entregándola al Celestino diciéndole: “tómala, dale las dos”, las que no quiso coger el Marcelino (Declaración de Manuel Rodríguez Álvarez, de casa de Viña, de 25 años de edad, casado, labrador, vecino de Trones. 1 de abril de 1907).

O el caso de la Esperanza García Berguño, de casa Cortina, madrastra de uno de los descubridores, que intermedia con unos curas para una posible compra.

Pero, sobre todo, la ayuda de los vecinos se manifiesta cuando se envían a Madrid dos monedas del tesoro con el fin de conocer fehacientemente su valor. En esta misión participó una cadena de individuos, unidos por lazos de parentesco o vecindad. Fueron los siguientes: Rosendo Fuertes Franco,  vecino de Argancinas (Allande), que las llevó a Madrid aprovechando un viaje para arreglar una herencia; Joaquín Rodríguez, natural de Araniego, que las recogió con el encargo de llevarlas a una casa de cambio para su valoración; Robustiano Rodríguez, portero de la casa n.º 54 de la calle San Bernardo, que acompañó al anterior y, por último, Manuel Rodríguez Álvarez, de Trones, que regresó con ellas desde Madrid e informó sobre la tasación. Todos participaron desinteresadamente en apoyo de los descubridores.

Trones en agosto de 1927. Fotografía de F. Küger. Col. Museo del Pueblo de Asturias

 

c. Compradores

 La venta de las monedas quedó truncada por la rápida intervención de la Justicia. Pero en los cinco días que medían entre el hallazgo y la requisa fueron vendidas nueve monedas  que acabaron en Cangas del Narcea, Tineo y Luarca.

La primera persona que se personó en el pueblo a comprar monedas fue un comerciante ambulante de tejidos, Antonio Mesa Magadán, de Carcedo (Allande), que, al regresar de una feria, se enteró en la villa de Cangas del Narcea, por Marcelino Álvarez Rodríguez, que había aparecido un tesoro en Trones y que tal vez fuese de oro. Dice en su testimonio que “cuando las vio las raspó con una navaja para saber si eran de oro, quedando al rato convencido que no eran de ese metal”. Compró en total ocho monedas. Siete las vendió en Tineo y otra se la entregó al mencionado Marcelino Álvarez Rodríguez, conocido como Baratura, comerciante y propietario de la fonda donde habitualmente se alojaba. Este comerciante de Cangas era conocedor del tesoro porque el mismo domingo en que apareció, su mujer, natural de Noceda de Besullo, pasó por Trones y se enteró de la noticia; él será el que difunda su hallazgo en la villa de Cangas. La moneda que recibió Marcelino Álvarez la envió, por medio de un viajante, a un tenedor de libros del almacén de José Suárez Asenjo, en la villa de Luarca, donde sabemos que residían personas que comerciaban con monedas antiguas. En Cangas del Narcea, las siete monedas de Antonio Mesa fueron objeto de análisis y limpieza por parte del teniente alcalde Joaquín Rodríguez Martínez, el profesor de música, un empleado del ayuntamiento y  un escribiente.

[…] El viernes de la pasada semana, o sea el mismo día en que compró las seis monedas últimas, bajó a Cangas hospedándose otra vez en casa de Baratura.  Cerca de casa de éste se encontraban, en la carretera próxima a ella, dos señores que según le dijeron uno era el teniente alcalde en funciones don Joaquín Rodríguez y el otro el profesor de música de esta villa, quienes al enterarse, o mejor dicho, el declarante se las enseñó para que las vieran y entonces dichos señores le dijeron que si hacía el favor de dejárselas para examinarlas despacio con la lente. Al día siguiente las recogió de poder del señor Joaquín Rodríguez en el café que tiene establecido en esta villa. Después de esto el declarante se ausentó de Cangas, recorriendo diferentes puntos, si bien donde vendió las siete monedas que conservaba fue en Tineo, pues la octava se quedó con ella Marcelino Baratura quién le manifestó que la había dado a un viajante cuyo nombre ignora, sin que el referido Marcelino le indemnizara por esta moneda con que se había quedado. No recuerda los lemas o inscripciones que tenían las monedas, aunque sí que estaban bastante oxidadas por lo que no se leían con facilidad y que alguna representaban una cabeza humana” (Declaración de Antonio Mesa Magadán, 23 de marzo de 1907)

Otros compradores fueron cuatro curas que llegan a Trones con la intención de ver las monedas y comprarlas “si estas eran de cobre”. El introductor de este grupo fue José Blanco Gómez, párroco de Parajas, parroquia a la que pertenece Trones. Le acompañaban los curas: Manuel Méndez García, de Linares; Rafael Alonso López, de Villagrufe, y Leoncio Díaz Llano, de Celón. Vieron las monedas y mostraron mucho interés, pero la operación no se cerró porque ya había sospechas que antes debían de comunicar el hallazgo. Además, los curas querían comprar todas las monedas, ajustando un precio por ellas.

 

d. Tasadores

Conocer el valor real del hallazgo es un asunto que preocupa tanto a los descubridores del tesoro como al juzgado.  Los primeros,  eludiendo la Justicia, mandan a Madrid dos monedas a tasar, “una, partida en dos pedazos, como del tamaño de media onza de las antiguas monedas y la otra, más pequeña, entera como del tamaño de una moneda antigua de oro de dos duros”. Aprovechan el viaje de Rosendo Fuertes Franco, vecino de Argancinas, que va a Madrid a recoger una herencia. Este se las entrega al general de brigada don Joaquín Rodríguez, natural de Araniego y vecino de Madrid, conocido como “El General de Araniego”, que era una persona de prestigio y confianza para los vecinos de Trones. Joaquín Rodríguez acude a una casa de cambio en el número 7 de la calle Preciados,  el Centro Numismático Matritense, que desde el último cuarto del siglo XIX es un importante comercio de compra y venta de monedas antiguas, y su propietario Valentín Gil las valora: “una moneda, un real”. Ese mismo día, el General de Araniego le entrega las dos monedas a Manuel Rodríguez Álvarez que las traerá de vuelta a Trones con la noticia de su valoración.

Un día, a mediados del mes de mayo, encontróse el testigo [Manuel Rodríguez Álvarez] en Madrid y siendo la hora de anochecer, subía el declarante por la calle Ancha de San Bernardo con dirección a la Plaza de Santo Domingo y en ese trayecto se encontró con el referido general don Joaquín Rodríguez, que venía en dirección contraria, y al ver al declarante le saludó y paró pues se conocen de antiguo. Manifestándole que celebraba encontrarle porque, precisamente, venía en aquel momento de averiguar el valor que tenían dos monedas que le había entregado Rosendo Fuertes Francos por encargo del vecino de Trones Antonio Fernández García. Dijo que le habían contestado en una casa de cambio que las monedas eran corrientes y que apenas tenían valor. Le invitó al testigo a que le acompañase a la casa de cambio en donde le dieran tales informes, para que pudiese comprobar por sí mismo la verdad de la que había respecto de las monedas. El declarante le contestó que no había necesidad de hacer tal cosa porque bastaba su palabra y la que él dijera, en vista de lo cual don Joaquín Rodríguez le hizo entrega de las monedas para que las volviese a Trones y se las entregarse a su vez al Antonio Fernández García, lo que él ha efectuado en los primeros días del mes de junio, dejándolas en su casa a su mujer pues cuando él se presentó a entregarlas no se hallaba Antonio Fernández García en su casa” (Declaración de Manuel Rodríguez Álvarez, 9 de julio de 1907).

Al conocer los descubridores el poco valor de las monedas ven frustrado el anhelo que aun mantenían de hacerse ricos, y desde ese momento pierden todo mérito y son tratadas como un objeto vulgar.

Hará un mes o cuatro semanas regresó de Madrid Manuel Rodríguez Álvarez al pueblo de Trones. En ocasión en que el testigo [Antonio Fernández García] se encontraba trabajando en Allande, que por esta razón no vio al Manuel Rodríguez Álvarez cuando al regresar de Madrid vino a entregar las monedas en casa del declarante. A los pocos días de llegar Manuel regresó el testigo a Trones, y su mujer le enteró de que estaban allí las monedas que mandó a Madrid para que las examinaran, que las trajo el Manuel Rodríguez, y que había contestado que don Rosendo se las entregó a don Joaquín Rodríguez y que éste las llevo a una casa de cambio de Madrid en donde le dijeron que las monedas no tenían mérito y que en esa casa se vendían a real. Y que el don Joaquín volvió a entregar las monedas a don Manuel Rodríguez para que éste las entregará a su vez al declarante, como así lo hizo. Al enterarse el testigo de que las monedas no tenían valor las cogió y tiró a un prado que hay cerca de su casa, en donde fueron a buscarlas unos chicos del pueblo al verlas caer, logrando encontrar únicamente la que en este momento presenta en el Juzgado. Entre esos chicos se encontraban tres hijos del declarante, los cuales cogieron la moneda y al verla entre sus manos otra vez su madre, o sea la esposa del testigo, la volvió a recoger y a guardar”. (Declaración de Antonio Fernández García, 8 de julio de 1907)

Por su parte, el juez de Cangas del Narcea estima la necesidad de elaborar un dictamen pericial para la causa, aunque alega que no hay en el partido judicial ni en los inmediatos persona con título ni conocimiento suficiente para emitir dictamen y solicita a la Audiencia de Oviedo que estime procedimiento a este respecto. El 2 de enero de 1908 se convoca a cuatro peritos prácticos al acto de tasación: dos relojeros y plateros de Cangas del Narcea para el reconocimiento y determinación del metal de las monedas, y dos coleccionistas de monedas antiguas de la villa de Cangas del Narcea para la tasación arqueológica y artística. Ninguno de los cuatro peritos dan muestras de tener cualidades especiales. Todos responden con generalidades: que son de bronce, que son circulares, que se ven figuras e inscripciones, que son de acuñación romana y que son comunes y corrientes. Los peritajes, lamentablemente, no aportan un estudio más detallado y sus impresiones son superficiales.

Al final, el tesoro, como otros muchos, no fue objeto de especial atención porque al tratarse de piezas de bronce su cotización en el mercado numismático era baja, y fue tasado pericialmente en la cantidad de 13 pesetas.

 

  1. Final

En época romana, el suroccidente de Asturias fue un territorio en el que se desarrolló una intensa explotación del oro, cuya huella todavía pervive en el paisaje. La población habita desde la Edad del Hierro en castros o poblados fortificados, que en el siglo II d. c. comienzan abandonarse. Los siglos III y IV son tiempos de cambio, cuando Diocleciano impuso una nueva redistribución provincial asignando los territorios del Conventum Asturiense a la provincia de Gallaecia. Con esta medida, Roma concedió a este territorio un mayor rango y ello provocó el incremento de la actividad pública y fiscal, y como consecuencia una mayor implantación militar. Las excavaciones llevadas a cabo recientemente en el castro de Pelou (Grandas de Salime) han puesto al descubierto una intensa renovación de las fortificaciones de un marcado carácter militar, llevada a cabo a finales del siglo III y comienzos del IV. Todo esto parece indicar que el uso de moneda en este área estaba más en función de las pagas a los soldados que en la actividad comercial.

Localización de poblados castreños y restos mineros romanos en el entorno de Trones. Mapa elaborado por Ángel Villa Valdés.

El tesoro de Trones, con esas 1.300 monedas, es el mayor hallazgo seguro de monedas del que tenemos noticia en Asturias. Y hemos de vincularlo con otras apariciones de monedas sueltas y de tesoros, como el encontrado en 1864 en Bimeda, del que se conservan 192 monedas del siglo IV d. c. en el Museo Arqueológico de Asturias; otro de Corias, en donde se hallaron setenta monedas bajo imperiales de plata, de las que no se conoce ninguna, y otro depósito encontrado en 1917 en Foxó (Yernes y Tameza), integrado por 1.080 monedas de los inicios del siglo IV d. c., de las que solo se conservan 163.

Monedas del tesoro de Bimeda. Museo Arqueológico de Asturias

En aquellos primeros años del siglo XX, ninguna institución cultural se enteró del hallazgo del tesoro de Tronos y nadie se interesó por conservar el conjunto. Muchas personas, con formaciones muy diferentes, trataron directamente con las monedas y participaron de los hechos, algunas, incluso, con conocimientos sobre numismática. Jueces, guardias civiles, párrocos, políticos locales, comerciantes, militares o coleccionistas deberían ser conocedores de la existencia de instituciones como la Comisión Provincial de Monumentos Histórico Artísticos y el Museo Arqueológico, que radicaban en Oviedo, pero nadie consideró la posibilidad de que aquel tesoro tuviera un valor histórico.

Finalmente, agradezco a Lucía Barreiro Hurlé  y Benito Álvarez Pereda la oportunidad que me dieron de conocer y estudiar esta documentación que procede del archivo de Francisco Álvarez Uría, bisabuelo de Lucía.

 

Tabla 1 – Relación de las personas que participaron en los autos judiciales del tesoro de monedas de Trones.

Nombre Papel Actividad Lugar
Antonio de la Escosura Audiencia de Oviedo Secretario Oviedo
Antonio Fernández García Descubridor Labrador, Casa Cabral Trones (Cangas del Narcea)
Antonio Lago Fernández Vecino Labrador Trones (Cangas del Narcea)
Antonio Mesa Magadán Comprador Vendedor Ambulante Carcedo (Allande)
Celestino Fernández Fuente Descubridor Labrador Trones (Cangas del Narcea)
Domingo Avello Arias Tasador Relojero y platero Villa de Cangas del Narcea
Esperanza Garcia Berguño Vecina Madrastra, Casa Cortina Trones (Cangas del Narcea)
Francisco Álvarez Uría Propietario Procurador de los tribunales Villa de Cangas del Narcea
Francisco Menéndez Fernández Descubridor Labrador, Casa Cortina Trones (Cangas del Narcea)
Gervasio Fernández Descubridor Labrador, Casa Florenta Trones (Cangas del Narcea)
Joaquín Rodríguez Martínez Ojeador Teniente alcalde Villa de Cangas del Narcea
Joaquín Rodríguez Menéndez, “el general de Araniego” Ojeador General de brigada Calle San Bernardo, 53 (Madrid)
José Álvarez Suárez Vecino Labrador Araniego (Cangas del Narcea)
José Alvarez Velasco Propietario Labrador Faéu/Faedo (Cangas del Narcea)
José Blanco Gómez Comprador Cura párroco Parajas (Cangas del Narcea)
José Colubi Baumont Tasador Coleccionista, capitán de infantería Villa de Cangas del Narcea
José Rubio Rodríguez Vecino Labrador, Casa Manso Trones (Cangas del Narcea)
Laureano Francos Suárez Juzgado Juez Villa de Cangas del Narcea
Leoncio Díaz Llano Comprador Cura párroco Celón (Allande)
Maestro de música, empleado del ayuntamiento y escribiente Ojeadores Villa de Cangas del Narcea
Manuel Méndez García Comprador Cura párroco Linares (Allande)
Manuel Rodríguez Álvarez Vecino Labrador Trones (Cangas del Narcea)
Manuel Rodríguez Gómez Tasador Coleccionista Villa de Cangas del Narcea
Manuel Rubio Rodríguez Vecino Labrador Trones (Cangas del Narcea)
Manuel. Almacén de José Suárez Asenjo Comprador Tenedor de libros Luarca (Valdés)
Marcelino Álvarez Rodríguez, “Baratura” Comprador Comerciante y fonda El Fuejo (Cangas del Narcea)
Marcelino Fernández Comprador Sastre. Casa Mingo Iboyo (Allande)
Rafael Alonso López Comprador Cura ecónomo Villagrufe (Allande)
Ramiro Agudín Propietario y arrendatario Labrador Faéu/Faedo (Cangas del Narcea)
Ramiro Álvarez Rodríguez Vecino Labrador Trones (Cangas del Narcea)
Ricardo Pereira Campoamor Tasador Relojero y platero Villa de Cangas del Narcea
Robustiano Rodríguez Ojeador Portero en Madrid Calle San Bernardo, 68 (Madrid)
Rosendo Fuertes Franco Vecino Labrador Argancinas (Allande)


Sofía Díaz Rodríguez
(Museo Arqueológico de Asturias)


Los Colón y los Sierra de Llamas del Mouro, historia de una relación

Palacio de Llamas del Mouro, parroquia de San Martín de Sierra (Cangas del Narcea)

En la fachada del palacio de Llamas del Mouro (Cangas del Narcea) hay dos escudos relativamente recientes, de los últimos años del siglo XIX o principios del XX, uno con las armas de los Sierra y otro con las de los Colón o ducado de Veragua; además, en algunos libros y artículos de comienzos del siglo XX se menciona a este palacio como del duque de Veragua o de los Colón, familia descendiente del almirante Cristóbal Colón.

Escudo de armas de los Colón

Gracias a un interesante artículo escrito en 2006 por Jesús Urrea Fernández (catedrático emérito de Historia del Arte de la Universidad de Valladolid) sobre la historia de la Casa de Colón en Valladolid, donde se suponía erróneamente que había fallecido el descubridor de América, podemos conocer la historia de esta relación de las familias Sierra y Colón de Larreategui, que comenzó el 13 de marzo de 1780 con el casamiento de la mayorazga de la Torre y Casa de Llamas del Mouro, Josefa de Sierra y Sarria, hija de Diego de Sierra Salcedo y Antonia de Sarria Montalvo, con José Joaquín Colón de Toledo y Larreategui, hermano del duque de Veragua.

Escudo de armas de los Sierra

Esta Josefa de Sierra y Sarria era la propietaria de una casa en Valladolid, que después de su matrimonio se conocerá  como Casa de Colón y que pertenecía a la familia de los Sierra de Llamas del Mouro desde 1727, cuando su propietaria, Manuela Josefa Salcedo, se casó con Diego de Sierra Cienfuegos, natural de Llamas del Mouro y abuelo de Josefa de Sierra y Sarria.

En este artículo se cuenta la historia de la Casa de Colón en Valladolid y la de sus propietarios, pero su lectura también ayuda a conocer la expansión y las ventajosas alianzas matrimoniales de la familia Sierra de Llamas del Mouro en Castilla y Madrid.

 

Noticias del Grupo de baile “Son de Arriba” de Cangas del Narcea (1922-1955)

Los bailes a lo suelto servirán de modelo para la formación del repertorio de los grupos de baile formados desde finales del siglo XIX. El gaitero, cantos asturianos arreglados para piano, partitura cortesía de la Sociedad Valle, Ballina y Fernández, h. 1897, col. Muséu del Pueblu d’Asturies.

 

  1. Folklore y baile asturiano.

La folklorización del baile popular, o presentación en forma de espectáculo de una selección de ejemplos admitidos como representativos de la idiosincrasia de un pueblo, es un proceso desarrollado a partir de la segunda mitad del siglo XIX, aunque resulta difícil establecer su fecha inicial y rastrear sus primeros pasos. La razón es que, desde hace cuatro décadas, el baile asturiano se aborda desde una perspectiva etnográfica, acudiendo a la historia oral en el intento de restaurar una práctica ya obsoleta, pero percibida como un patrimonio enriquecido por su historicidad. Desde este planteamiento, la actividad folklórica, desarrollada en paralelo y moldeada por una mediación ideológica y estética, no se reconoce como fuente de conocimiento, negándosele toda posibilidad de explicar la raíz cultural que la origina. Si algo caracteriza a la actual corriente de recuperación del baile tradicional es la insistencia en obviar el mencionado proceso de folklorización en busca de unas formas “auténticas”, suponiendo que estas, preservadas en la memoria de sus transmisores, han permanecido ajenas a toda influencia y, por lo tanto, inalteradas. La consecuencia ha sido el profundo desconocimiento de una etapa en la que aún estamos inmersos y cuya naturaleza espectacular no la excluye de la historia, a pesar de que se haya pretendido.

El baile asturiano se convierte en icono de la asturianía, usándose como reclamo publicitario desde el siglo XIX. Tarjeta postal, h. 1910, col. Muséu del Pueblu d’Asturies.

En estas circunstancias, los únicos medios disponibles para reconstruir siglo y medio de actividad folklórica son, por este orden, la prensa, la fotografía y los ya escasos testimonios de sus últimos protagonistas, cuya memoria no abarca hoy la totalidad del proceso que nos ocupa. A la luz de esta documentación, solo pueden trazarse las líneas generales del comienzo de la espectacularización del baile percibido como asturiano, de cuya existencia, sin embargo, ya se había tomado conciencia con anterioridad. Lo anticipa Luis Alfonso de Carvallo en Antigüedades y cosas memorables del Principado de Asturias (1695) cuando habla de “bailes asturianos al son de gaitas”; le da contenido Jovellanos en la “Carta de las romerías de Asturias” al fijar la danza prima como su máxima expresión; y lo universaliza Roxó de Flores en su Tratado de recreación instructiva de la danza presentándola como propia de Asturias, al igual que la muiñeira lo es de Galicia, de Aragón la jota y de las Vascongadas el zortziko.

Habrá que esperar al advenimiento del nacionalismo musical y la ciencia del folklore en el siglo XIX para que esta conciencia se verifique en acciones positivas como la recolección de bailes populares y, algo más tarde, la formación de grupos cuyo objetivo, tantas veces declarado, es que esos bailes “no se pierdan”. El retroceso de los usos propios de las sociedades preindustriales en una coyuntura de desarrollo tecnológico y cambio social es, pues, el segundo factor que desencadena este proceso y de él se deriva la actitud restrictiva de esos grupos, caracterizados por la visión indigenista de la cultura e influenciados por el evolucionismo dominante. La formalización de sus tres principales elementos constitutivos ―vestuario, instrumentación y repertorio― fue el resultado de la percepción que de ellos se tenía cuando surgió la corriente folklórica. Ese momento coincidió con el declive de una sociedad admitida como paradigma de lo que significa ser asturiano, dentro de unas fronteras culturales en parte reales y en parte imaginadas, pero presentes en la mentalidad colectiva; por lo tanto, nada que perteneciera a un tiempo posterior y a un espacio tenido por ajeno sería admitido en la ortodoxia folklórica: lo moderno, lo urbano y lo foráneo quedaron excluidos.

 

  1. Los primeros grupos de baile en Asturias.

Aunque el nacimiento de aquellas primeras agrupaciones se explica en el contexto descrito, faltaría por aclarar de qué forma sucedieron las cosas. La prensa de la época nos proporciona los escasísimos datos disponibles y nos permite entrever que los grupos de baile no surgieron de la nada ni como un fenómeno enteramente novedoso, sino que se fueron gestando en el entorno de los agasajos populares ofrecidos a los visitantes reales y, más allá, en las alegrías nacionales cuyos programas festivos solían incluir danzantes profesionales que quizá les hayan servido de primer modelo, siquiera en los aspectos más generales. A lo largo del siglo XIX, la prensa ofrece la crónica de las visitas regias a Asturias en textos que, aunque sucintos, suelen contener pinceladas con sabor local. Así, en el transcurso del viaje por España de Isabel II y Francisco de Asís durante el verano de 1858, el diario La Época del 6 de agosto refiere que, en Oviedo, varias parejas bailaron en su honor “la danza prima y otros bailes del país”, agasajo que se repetiría en Gijón unos días después; y La Correspondencia de España del 20 de julio de 1877 relata que en el transcurso de la visita de Alfonso XII a Gijón tuvo lugar un baile en el que tomaron parte “más de 200 parejas de aldeanas y aldeanos al son de la clásica gaita y el indispensable tamboril”. En estos y otros documentos, los bailes asturianos se describen como parte de un programa de actividades, dándose así los dos pasos iniciales de la transición entre el ―llamémoslo así― baile espontáneo y el folklórico: primero, que se haya fijado un canon de baile admitido como asturiano; y segundo, que ese baile haya adoptado forma de espectáculo, exigiendo como mínimo un espacio de acción y, consecuentemente, una organización del movimiento en función de un virtual observador. La evolución desde estos divertimentos confiados a formaciones efímeras hasta llegar a ser grupos estructurados y estables se produjo sin generar documentación alguna. Los pormenores de cómo se reunieron, quién los instruyó, de qué manera eligieron su repertorio, a qué criterios escenográficos recurrieron y cuál fue su recompensa, todos de la mayor importancia, se quedan en la pura especulación.

Nada se adivina en los dos textos mencionados acerca del vestuario que utilizaron los bailarines en una época en la que el traje del país iba siendo una rareza, desplazado por los tejidos industriales y las nuevas modas urbanas; no obstante, algo se entrevé en el relato de la visita a Langreo de María Cristina de Borbón recogida en La Libertad del 25 de octubre de 1864, pues narra que “había doce lindas aldeanas, tan gallardas como bien vestidas, cada una con un ramo de flores y un cesto de productos agrícolas de esas montañas”, interpretándose más tarde “las alborozadas danzas del país”. Con todas las objeciones que se desee, el uso de la expresión “aldeanas” bien puede hacer referencia al hecho de ir vestidas como tales, pero en 1864 es muy posible que el atuendo que lucieron ante los monarcas no fuera ya el de uso cotidiano, sino otro preparado para la ocasión según lo que en aquel momento se entendía por “traje de aldeana”. No consta el origen puntual de este atuendo, cabiendo dos posibilidades: que saliera de los arcones en los que se guardaban antiguas prendas de cierto valor ­―lo que explicaría en parte la posterior insistencia en sobrecargar los trajes regionales con pedrerías, bordados y tejidos ricos― o que se confeccionara ex profeso tomando como modelo dichas prendas. Aunque continuamos moviéndonos en un terreno especulativo, entendemos que no habrá sido muy diferente el inicio de una indumentaria simbólica cuyo desarrollo en torno a aquellos años se constata en la fotografía, que nos revela su aún vacilante constitución formal.

En cuanto a los instrumentos musicales, constituyen el aspecto más fácil de reconstruir, porque sobre los mismos ya existía alguna literatura costumbrista, sin que faltaran textos que los describiesen, aunque de forma somera y con algunos errores. En cualquier caso, las crónicas periodísticas de las romerías de la época, prácticamente mudas en lo que a la técnica del baile se refiere, suelen introducir alusiones a gaitas, tambores, panderos y castañuelas, retratando un instrumentario que la documentación posterior no desmentirá, si bien irá constatando su progresiva diversificación.

Bailarinas llaniscas y gaiteros que tomaron parte en el Festival Asturiano organizado en 1904 por Manuel Sánchez Dindurra en la plaza de toros de Gijón. Programa de mano, col. Muséu del Pueblu d’Asturies.

Paralelamente, se gesta en Asturias otro fenómeno que, a nuestro entender, ha podido contribuir a la definición formal de los grupos folklóricos. Se trata de los concursos, convocados en contextos festivos en torno a cuatro modalidades: asturianada, gaita, traje y baile. Desde finales del siglo XIX la prensa incluye referencias que se incrementarán a lo largo del XX. Siguen siendo textos escuetos, pero transmiten inequívocamente la idea de la excelencia interpretativa, que habrá de estar muy presente en el mundo del baile regional. Así, por citar algunos ejemplos, El Noroeste del 11 de junio de 1903 anuncia un premio para “el mozo que bailando la jota mejor toque las castañuelas” en los concursos programados para las fiestas de San Antonio en Cangas de Onís. El mismo diario, describiendo el Festival Asturiano que tuvo lugar el 21 de agosto de 1911 en la plaza de toros de Gijón, hace constar que durante el concurso de baile “se acreditaron como bailadores excelentes las parejas Marcelina Mencías y Rufino Suárez, y Mercedes Berros y Joaquín Santianes”. No estamos en condiciones de afirmar que los mismos concursantes que destacaron en aquellos certámenes hayan sido miembros de las primeras agrupaciones folklóricas, pero esto es muy posible, dada la estrecha relación entre concursos y muestras de baile, invariablemente representados en el mismo espacio escénico.

Los Mariñanes retratados en Madrid en 1916 con el Gaiteru Libardón y el Tambor de L’Abadía. Fotógrafo desconocido, col. Muséu del Pueblu d’Asturies.

Pero, ¿cuáles fueron esas primeras agrupaciones? Sobre el siglo XIX poco podemos decir, salvo lo que se recoge en el disco-libro que conmemora el cincuentenario de Los Xustos (Los Xustos. 50 aniversario, 1953-2003, Gijón, 2003), grupo gijonés cuyas raíces se hallan en una renombrada formación anterior: Los Mariñanes, conjunto inicialmente compuesto por entre tres y seis parejas de aficionados al baile procedentes de Castillo de la Marina (Villaviciosa) y acompañados por los músicos populares más célebres de aquel tiempo: Ramón García Tuero “El Gaiteru de Libardón” y José Sánchez “El Tambor de L’Abadía”. Siempre según el relato contenido en el mencionado disco-libro, en sus primeros momentos este grupo se reunía y trabajaba con cierta espontaneidad, sin programa conocido de ensayos, y sus actuaciones consistían en bailar, durante las romerías de la zona, el repertorio del entorno de Villaviciosa que habrían aprendido por transmisión oral. Pero lo hacían con plena conciencia de ofrecer un espectáculo y para ello utilizaban como vestuario el traje del país. Su evolución posterior, que se prolongaría hasta la disolución del grupo en 1959, tendería a reforzar esta línea espectacular, llegando a autodefinirse como “compañía” e incluyendo en su programa canción asturiana y escenas costumbristas a cargo de actores profesionales.

Si bien Los Mariñanes parecen haber sido pioneros en la fundación de grupos de baile asturiano ya en los últimos años del siglo XIX, desde comienzos del XX queda constancia de varias formaciones más. La tenemos gracias a la prensa, que proporciona noticias acerca de otro fenómeno vinculado con la práctica folklórica: los festivales asturianos que, con altibajos y cambios estéticos, perduran hasta nuestros días. Entre estos festivales cabe destacar los organizados desde al menos 1904 en la plaza de toros de El Bibio (Gijón) por el empresario Manuel Sánchez Dindurra (1858-1933), el Festival Patriótico Asturiano celebrado en 1909 en la plaza de toros de Buenavista (Oviedo) y el Festival de Folklore de Oviedo de 1922, cuya programación corrió a cargo de Eduardo Martínez Torner. Las crónicas periodísticas de estos eventos hacen referencia a varias agrupaciones llegadas desde distintos puntos de Asturias. Estas tomaban su nombre del baile más característico de su repertorio local, incluso de la “etnia” que se les atribuía; pero, en general, su denominación no se revela, quedando identificadas simplemente por su procedencia. Así, las formaciones cuya existencia está documentada en la primera década del siglo XX eran, aparte de Los Mariñanes de Villaviciosa: Corri Corri de Cabrales, Pericote de Llanes, Vaqueiros de Valdés y otras anónimas procedentes de Gijón, Avilés, Colunga, Cudillero, Mieres y Pola de Siero. Por falta de documentación, desconocemos cuándo y de qué manera comenzaron a gestarse estos grupos pero, en fechas tan tempranas, sin duda es llamativa su diversidad, como también lo es el hecho de que hayan podido acreditar su capacitación para ser admitidos en un espectáculo urbano de extraordinaria afluencia en aquel tiempo, como evidencian los doce mil asistentes al Festival Patriótico Asturiano de 1909. En este sentido, La Prensa del 14 de septiembre de 1922, al describir el Festival Asturiano celebrado en 1908 en el Teatro de Campoamor, menciona que se organizaba “con carácter de ensayo” y en él se dieron “pequeñas involuntarias deficiencias por todos perdonadas”, quizá en parte atribuibles a la actuación de los propios grupos.

 

  1. El caso de Cangas del Narcea: El grupo de baile “Son de Arriba”.

También Cangas del Narcea aportó una formación al panorama folklórico de comienzos del siglo XX, pero no antes de 1922, cuando tuvo lugar en Oviedo el festival organizado por Eduardo Martínez Torner al que ya hemos hecho referencia. Fue en ese año cuando la prensa reparó en una agrupación antes desconocida en el centro de Asturias, procedente de Cangas del Narcea y llamada “Son de Arriba” en referencia a un baile de parejas enfrentadas, aún practicado en el siglo XX en Cangas del Narcea, Somiedo y norte de León. No nos extenderemos aquí sobre las características de este baile, pues son sobradamente conocidas, pero sí nos interesa el hecho de que, por aquellos años, ya se hubiera convertido en una seña de identidad canguesa, lo cual revela hasta qué punto había calado la percepción de la cultura popular como un patrimonio digno de preservación. Quedaban superados, por tanto, los tiempos en los que solo la danza prima ostentaba la consideración de baile asturiano: la reelaboración escénica de determinados bailes locales se estaba generalizando y aportaba al canon folklórico ejemplos que se han perpetuado como parte de las identidades específicas que aún hoy reconocemos dentro de Asturias. Y, del mismo modo que se propagó la visión folklórica, se extendieron sus prácticas concretas; sirva de ejemplo el programa de las Fiestas del Carmen de Cangas del Narcea de 1912, en el cual, junto a las habituales atracciones de gaitas, gigantes, cabezudos e iluminaciones, se preveía para el 20 de julio un “concurso de bailes regionales, adjudicando un premio a la pareja que mejor baile” (El Narcea, 6 de julio de 1912). No será la única vez que se documenten este tipo de eventos.

En qué circunstancias y por quién fue seleccionado el “son de arriba” para representar colectivamente a Cangas no se ha establecido, aunque Martínez Torner debió influir en su posterior admisión en el canon folklórico asturiano al transcribir en su cancionero de 1920 dos ejemplos de Leitariegos (nos 333 y 334). Ciertamente, ni uno solo de los álbumes pianísticos publicados desde la segunda mitad del siglo XIX hasta la aparición de este cancionero lo había recogido, ni figuraba en escritos de naturaleza etnográfica; pero no cabe dudar que, bien entrado el siglo XX, el “son de arriba” era un fenómeno vivo. Salvo mejor documentación, el primer texto descriptivo, redactado en 1903, se debe al musicólogo leonés Rogelio Villar González (1875-1937), quien, ciñéndose a la montaña de León, sin duda describe el mismo baile de Cangas:

En la Montaña hay dos bailes principales: el que propiamente se llama baile y en Laceana son de arriba, y los Pollos. El primero, que es el más importante, el más usual y el más típico, consta de tres partes: paso, contrapaso y baile propiamente dicho. Empiezan dos mozas tocando el pandero (que es un bastidor cuadrado con doble parche, sin sonajas y que suele tener entre los dos parches unas cuerdas de guitarra, caracterizándose por un sonido muy grave), a un ritmo de tres tiempos, y las parejas, colocadas por sexos en dos filas, inician un balance a dos tiempos, de derecha a izquierda y viceversa, de tres pasos cada uno: esto es lo que se llama el paso; las tocadoras de pandero cambian el movimiento para indicar que van a cantar la copla, y los bailadores hacen un movimiento hacia atrás, que constituye el contrapaso, que es como preparación para el baile. Este empieza cuando las dos mozas cantan al unísono el son en un movimiento que va cada vez más fuerte y vivo; el baile se hace a dos tiempos, mientras el son es de tres. En las dos primeras partes mozos y mozas llevan los brazos péndulos, mientras que los primeros, durante la última parte, los elevan al nivel de la cabeza. Al terminar, mientras las cantadoras sostienen la última nota en prolongado calderón, los bailadores giran en una especie de semicírculo, los mozos sobre el pie derecho y las mozas sobre el izquierdo, haciendo un gracioso movimiento para tocar ligeramente la mano izquierda de los primeros con la derecha de las segundas, que es a lo que se llama la agachadura. Antes, porque ahora ha decaído bastante, las mujeres usaban unas castañuelas de tamaño regular, mientras que los hombres las llevaban grandes, algunas descomunales, que producían un ruido grave y ensordecedor. Cada baile consta de dos manos, en cada una de las cuales se cantan cuatro o cinco coplas. Entre las dos manos hay un descanso largo, durante el cual se corteja; y cortejar se reduce a conversar, y mejor, a discretear cada uno con su pareja [Rogelio Villar: “Cantos y bailes de la provincia de León”, Fidelio, 21 de junio de 1903].

Habrá de ser la prensa local la que recoja alguna noticia sobre la práctica e incluso sobre la etnicidad del “son de arriba”. Abundan las menciones genéricas a bailes: tanto de salón y verbena a cargo de la orquesta y el organillo, como del país con acompañamiento de gaita, acordeón o clarinete: “En la carretera de Corias hubo animado paseo y en la de Llano, frente a casa de ‘Pepinitos’, un baile animadísimo al son de clarinete y bombo” (El Distrito Cangués, 29 de abril de 1913); pero la brevedad de la columna periodística no permite la descripción pormenorizada. El tenor de estas inserciones queda bien representado, por ejemplo, en la noticia del baile de Corpus en Cibuyo el 25 de mayo de 1913, en el que hubo “tres gaitas, tambor, panderos, castañuelas, mucha gente y baile animadísimo en el Campo del Cristo” (El Distrito Cangués, 3 de junio de 1913). Seguramente estos panderos y castañuelas acompañaron al “son de arriba” aquella tarde, pero el texto no lo aclara. Sin embargo, en otras ocasiones el “son de arriba” se menciona inequívocamente con su propio nombre y bailado por la concurrencia, pero no por una agrupación folklórica. Así, en la descripción de las fiestas de San Lorenzo en Casares, El Distrito Cangués del 9 de septiembre de 1913 nos dice que en la espaciosa casa de una vecina de nombre Cayetana “tuvo lugar el filazón y qué de son de arriba se bailó, quedando a todos grato recuerdo de tan simpática fiesta” (El Distrito Cangués, 9 de septiembre de 1913). Con ocasión del Ecce Homo de San Juliano, el mismo periódico relata que “hubo colosal derroche de son de arriba, luciendo sus habilidades incontables parejas, que bailaban al compás del pandero y castañuelas, no faltando a cortos intervalos algún ¡quién baila! o ¡ijujú! lanzado por robusto y fornido pecho” (El Distrito Cangués, 19 de septiembre de 1914).

Pero queremos destacar, sobre estos y otros textos similares, la recensión de Odón Meléndez de Arbas aparecida en el mismo medio con motivo de la publicación en 1915 del libro De Bogayo, escrito por Mario Gómez y considerado como el primer retrato literario de Cangas y sus habitantes. En una serie de referencias nostálgicas a un modo de vivir que estaba desapareciendo, Meléndez de Arbas se detiene en el “son de arriba” y escribe:

Y quién sabe si desaparecerá nuestro son de arriba con sus castañolones, que, llenos de papas, llevaría cada uno el almuerzo para dos cavadores; el ruido de los panderos, los cantares de las mozas que los tocan, que con los ijujús de los mozos bastaba un baile de son de arriba en una de estas laderas para espantar los lobos en dos leguas a la redonda [El Distrito Cangués, 12 de junio de 1915].

Y más adelante, hablando sobre las canguesas que ejercían de criadas en Madrid, añade:

Eran fieles; eran buenas. ¡Como que no habían bailado nunca más que giraldilla y son de arriba! ¡Asturianas!

A nadie se le habrá escapado la expresión “nuestro son de arriba”, en la que el baile queda inequívoca y sentimentalmente definido como propio de Cangas del Narcea. Tampoco puede dejar de percibirse la hiperbólica descripción de las castañuelas y del brío del baile, capaz de espantar a los lobos. Mucho menos puede ignorarse la referencia a su moralidad ―puesto que preserva la inocencia de quienes lo practican―, alusión que encierra un velado ataque contra el “agarrao”, tan perseguido por los defensores de las tradiciones, a veces con el radicalismo de autores como el vasco Sabino Arana. Un texto así no puede calificarse de etnográfico o meramente periodístico: es una exaltación de la identidad y revela que en Cangas había prendido esta corriente de pensamiento. El siguiente paso consistirá en materializar estos contenidos ya simbólicos y representativos de una comunidad. El “son de arriba” tenía un lugar entre ellos y lo conservaría en años sucesivos, como se aprecia en el relato “Una boda de aldea”, publicado en 1926 (La Maniega, 4 y 5), donde leemos: “el baile, dicen en donde aún conservan esta típica danza, y ya saben que no puede referirse ni a los agarraos, ni a la jota, ni a otro baile que no sea este”. Se le consideraba, por lo tanto, el baile cangués por antonomasia y la forma elegida para respaldarlo fue la creación de un grupo folklórico que ostentase su nombre.

Nuevamente, carecemos de noticias acerca de los pormenores de la fundación de este grupo de baile, que debió de ser muy próxima a 1922, como veremos. El único dato disponible, aunque dudoso, es el que nos proporciona La Maniega (agosto-septiembre de 1930), ocho años después de la primera documentación fehaciente del grupo. En una breve nota, el redactor hace constar el viaje a Barcelona de algunos vecinos del concejo, todos de Cibuyo y Pandiello, para bailar el “son de arriba” en la fiesta asturiana celebrada con motivo de la Exposición Internacional. De manera imprecisa, por tratarse de personas conocidas, identifica a catorce bailarines y al gaitero que los acompañó:

Fueron a bailar el son de arriba a la ciudad catalana, de Cibuyo, Pepa de Molín, con sus hijas Constantina y María; Manuel Fernández Carabina, con sus hijas Josefa y Consuelo, Félix Coque y su esposa, José Meléndez de Quintín, José de la Ponte, Odón Meléndez de Bernardo; Villa de Clarón, de Pandiello, con dos hijas suyas, y el gaitero de La Regla, Dionisio López.

Grupo de vaqueiros de Valdés durante su participación en el Festival Patriótico Asturiano celebrado en 1909 en la plaza de toros de Oviedo. Rogelia Gayo, su fundadora, aparece la segunda por la izquierda en la fila inferior. Fotógrafo desconocido, col. Muséu del Pueblu d’Asturies.

Pese a describir un acontecimiento de naturaleza folklórica, el cronista no pone nombre a la delegación que lo protagonizó, por lo que sería aventurado afirmar que era un conjunto estable y quizá el mismo que había aparecido por primera vez en la prensa ocho años antes; no obstante, en aquel tiempo no abundaban estas agrupaciones, por lo que es razonable pensar que sí. Comoquiera que haya sucedido, es un hecho la presencia del grupo Son de Arriba en el festival celebrado en la plaza de toros de Oviedo el domingo 17 de septiembre de 1922, recogido por los diarios La Prensa y El Noroeste sin ambigüedad alguna en lo que a los participantes se refiere. El primero anuncia el acontecimiento y menciona a los siguientes grupos: “el del Corri-corri de Cabrales, el del Son de arriba de Cangas de Tineo, El Perlindango de Cudillero, El Pericote de Llanes y los Vaqueiros de Alzada” (La Prensa, 14 de septiembre de 1922). Rememora, de paso, dos festivales celebrados con anterioridad en la capital: el de 1908 en el Teatro de Campoamor y el de 1909 en la plaza de toros, a ninguno de los cuales habían concurrido representantes de Cangas del Narcea. Hasta 1922 no volvería a programarse ningún otro evento de esta clase en Oviedo, por lo que sin duda la primera actuación de los cangueses tuvo lugar en ese año, siendo “entusiásticamente aplaudidos”, según recoge El Noroeste.

En cuanto a Gijón, donde los festivales regionales se venían celebrando anualmente, la misma prensa aclara que Cangas del Narcea nunca había estado representada en ellos antes de 1922, seguramente porque su grupo aún no existía. Así lo leemos en el anuncio del festival previsto para el primero de octubre, a renglón seguido del ovetense, en el que tomaría parte “el afamado grupo compuesto de diez personas denominado Son de Arriba, de Cangas de Tineo, nuevos en Gijón” (La Prensa, 28 de septiembre de 1922). El Noroeste del 10 de octubre también se hace eco de su novedad, mencionando “la presentación del grupo Son de Arriba, de Cangas de Tineo, con sus cadenciosos bailes y cantos, por aquí desconocidos”[1]. Finalmente, el grupo telegrafió desde Cangas del Narcea anunciando que no acudiría, por lo que se decidió repetir el evento el domingo siguiente en la plaza de toros:

El próximo domingo tendrá lugar un nuevo festival de bailes y cantos asturianos en el que tomará parte el grupo de Cangas de Tineo denominado Son de Arriba, que no pudieron venir el domingo pasado y que se presentarán con sus típicos trajes y castañueles [sic] y pandero. Tomarán también parte parejas del Pericote de Llanes, y cantadores y bailadores asturianos [La Prensa, 5 de octubre de 1922].

Los festivales ovetense y gijonés se programarían de nuevo en 1923 y 1924, pero en los años siguientes las referencias cesan, sin que sepamos la causa. No parece haberse debido a la extinción de los eventos folklóricos, ya que, organizados en circunstancias y lugares variados ―incluso la plaza de toros―, seguirán siendo objeto de escuetas noticias periodísticas. Puede conjeturarse una disminución del público por la repetitividad del espectáculo o quizá una reducción del cuadro artístico por razones económicas o de otra índole, pero lo cierto es que no disponemos de más información.

Compartiendo cartel con los habituales representantes de Llanes, Cabrales y Valdés, el grupo Son de Arriba volverá a figurar en La Voz de Asturias, La Prensa y El Noroeste con motivo  de las fiestas celebradas en Madrid en 1932 por el aniversario de la proclamación de la II República Española. Es algo más extensa la crónica de La Maniega, que da cumplida cuenta de la formación del grupo:

Bailadoras: Balbina, de Santiago de Saburcio; Josefina, del Carabinero de ídem; Constantina, de casa de Pepa, “el Molín de Cibuyo”; María de Fonso, de Vega de Castro, y Laura de Tarambana, de ídem. Bailadores: José de Jaime, de Combarro; José, de casa de Pepa, “el Molín de Cibuyo”; Dionisio López, sastre, relojero y gaitero, de La Regla; Manuel el Carabinero, y su hijo Mario, de Saburcio. Cantadoras: Virginia de Cabanín, de Pandiello, y Elvira, de casa de Jaime, de Combarro [La Maniega, mayo-junio de 1932].

Fiesta Española celebrada en 1918 en la plaza de toros de Gijón, en la que participó el grupo Los Mariñanes. Programa de mano, col. Muséu del Pueblu d’Asturies.

Comparando estos nombres con los de los enviados a Barcelona en 1930 y teniendo en cuenta la ambigüedad que se deriva de la familiaridad con la que están consignados, no parece que muchos se repitan, lo que sugiere una inestabilidad que también se aprecia en el variable número de participantes. Esto nos lleva a considerar que solo se reunían en las ocasiones especiales y según las posibilidades de cada momento, como seguramente sucedería con las demás agrupaciones asturianas de aquellos años. Con el tiempo de sus integrantes ocupado en otros quehaceres, su estatus en el ámbito folklórico nunca debió pasar del de aficionados. Solo Los Mariñanes lograrían mantenerse como entidad profesional, como hemos visto.

Las referencias a un conjunto cangués con el nombre de “Son de Arriba” no vuelven a aparecer hasta la década de los años cincuenta, en un contexto político bien conocido sobre el que no nos extenderemos; baste mencionar que, en toda España, la materia folklórica se hallaba bajo el control del aparato del Estado a través de la Sección Femenina de Falange y Educación y Descanso de la Organización Sindical Española, que establecieron la conocida red de Grupos de Coros y Danzas por todo el país. La proliferación de los eventos folklóricos, empezando por los concursos nacionales de folklore convocados desde 1942 por la Regiduría de Cultura y celebrados en el Teatro Español de Madrid, es consecuencia del contenido esencialmente conservador de tales manifestaciones. Pero los eventos no solo crecen, sino que se diversifican para satisfacer las necesidades propagandísticas del régimen. Así, por ejemplo, leemos en el diario Voluntad sobre la Feria Internacional del Campo, cuya primera edición tuvo lugar en mayo de 1953 y contó con un Día de Asturias:

Camaradas de Coros y Danzas de la Sección Femenina de Oviedo y Gijón y los grupos folklóricos de Educación y Descanso, Vaqueiros de Alzada, Son de Arriba de Cangas del Narcea, parejas de Tambor y Gaita de Oviedo, el Orfeón de la Obra y las masas corales de la Fábrica de Armas y Mieres de Turón constituyen el grueso de esta aportación asturiana a los grandes festivales organizados con motivo de la feria y que se celebrarán en el recinto de esta [Voluntad, 23 de mayo de 1953].

En los días siguientes se publican algunas otras noticias que coinciden en mencionar separadamente los grupos del Movimiento y los restantes, figurando siempre Son de Arriba entre los últimos, de lo que se deduce que el grupo no había sido absorbido por el aparato folklórico estatal, como sucedió en otros casos. Por la crónica del evento, sabemos además que su actuación incluyó “las estrofas de la ofrenda del ramo que portaban durante la ceremonia los Vaqueiros de Alzada” (Voluntad, 30 de mayo de 1953), de lo que se infiere que el repertorio del grupo era más extenso que su nombre; pero no podemos aclarar si esta circunstancia era reciente o ya se daba en sus primeras actuaciones.

La única noticia posterior data de 1955. El grupo de baile Son de Arriba acudió a Oviedo para tomar parte en el desfile del Día de América, al que también concurrió el grupo folklórico de la Sección Femenina de Cangas del Narcea, quedando despejada cualquier duda sobre la independencia del primero (Voluntad, 24 de septiembre de 1955), pero a partir de este momento no tenemos otro testimonio de su continuidad.

En 1971 comienzan a figurar en las crónicas festivas Los Son d’Arriba, denominación que, como es bien sabido, hace referencia no ya a un grupo de baile, sino al célebre conjunto de gaitas y percusiones que en 1969 habían formado Cándido, Fariñas, Neto, Pepe Serrano y Chapinas.

 

  1. Conclusión.

Nuestro relato debe detenerse aquí sin que hayamos podido presentar una sola fotografía de aquel grupo de baile Son de Arriba que, según los datos que proporciona la prensa, debió funcionar al menos entre 1922 y 1955. Sin duda de las de los integrantes de este grupo habrá de salir alguna fotografía que se echa de menos en esta breve historia, cuya mayor utilidad sería estimular a los lectores a aportar más información.

Baile a lo suelto en Piloña. Modesto Montoto, h. 1910, col. Muséu del Pueblu d’Asturies.

Por último, hay que decir que tanto el grupo Son de Arriba como otras formaciones de su tiempo han ejercido una insospechada influencia en la conservación del patrimonio local, por lo que su valor para la historia no puede ignorarse. No es casual que, allí donde surgió una agrupación folklórica, continúa hasta nuestros días una línea de transmisión que ha contribuido a fijar la forma concreta de lo que hoy entendemos por “baile asturiano”. Díganlo, si no, los llaniscos, los cabraliegos, los pixuetos y los valdesanos. Y no puede dudarse que el “son de arriba” es una parte importante. Decaído a lo largo del siglo XX en su práctica cotidiana y mantenido por vías folklóricas, como sucedió en tantos lugares de Asturias, continuó su trayectoria en las dos muestras de folklore organizadas en 1983 por el Coletivu Etnográficu Urogallos a instancias de la Sociedad Ovetense de Festejos, grabadas en directo y publicadas en el doble LP Folklore astur (Sociedad Fonográfica Asturiana, 1984). Estas grabaciones y las realizadas por José Manuel Fraile Gil (De encuesta por León y Asturias, Saga, 1985 y 1986) rescataron los testimonios de sus últimos transmisores. Ambos trabajos se inscriben en una corriente de divulgación en la que participaron distintas agrupaciones coetáneas, culminando con el estudio monográfico de Fernando Manuel de la Puente Hevia El baille d’arriba. El son de la montaña astur-leonesa (Oviedo, 2000). Desde este ámbito puramente etnográfico, el “son de arriba” entró en la música folk con el primer LP de Xuacu Amieva, Onde l’agua ñaz (Fonoastur, 1986) y hoy son pocos los grupos dedicados a la música tradicional asturiana que, cualesquiera que sean su procedencia geográfica y opción estética, no tengan algún ejemplo en su repertorio.

El 23 de julio de 2019, “Muyeres” recibió una ovación cerrada del público que asistió a su concierto en la Plaza Mayor de Gijón, en el que se interpretó un “son de arriba” grabado en Trasmonte de Arriba por Fraile Gil. Esto sucedía casi cien años después de que pandeiros y castañolones retumbaran por primera vez en Gijón en las manos de las cantadoras y los bailarines del grupo Son de Arriba. Y es la mejor prueba de la fructífera labor de una gente entusiasta a la que dedicamos estas páginas.


[1] El desconocimiento de la Asturias interior era grande, en efecto, si se tiene en cuenta que, en la publicidad insertada en El Noroeste del 29 de septiembre de 1922, se habla del “famoso coro Son de Arriba formado por vaqueiros de alzada, esas gentes pintorescas de Asturias que han sabido guardar con toda pureza los tipos de la raza”. Quizá la antigua denominación “Cangas de Tineo” haya tenido algo que ver con este dislate, aunque creemos que queda mejor explicado por la confusión con otro grupo procedente de Aristébano, en la frontera entre Tineo y Valdés. Este grupo era Los Vaqueiros de Alzada, lo dirigía Rogelia Gayo y había sido fundado en 1906 para asistir a la boda de Alfonso XIII.

Jueces nobles y llanos del concejo de Cangas del Narcea 1770 – 1824

En el Antiguo Régimen, el juez noble era el principal cargo del gobierno local y el de más honor, era equiparable a lo que en la actualidad es el alcalde en un Ayuntamiento. Era la máxima autoridad del concejo y, a diferencia de los actuales alcaldes, también impartía justicia.

Obra que estudia las distintas formas de ejercicio de poder local en las principales ciudades y villas de la España cantábrica del Antiguo Régimen.

El papel de estos jueces lo ha estudiado en Asturias Marta Friera Álvarez en “Notas sobre la justicia local en Asturias: requisitos y elección” (Oligarquías urbanas, gobierno y gestión municipal en la España cantábrica durante la Edad Moderna, KRK Ediciones, 2017), y a ella remitimos.

Por una parte, tenían competencia sobre “la jurisdicción contenciosa ordinaria, de primera instancia, para causas civiles y criminales”, y por otra, ejercían unas funciones gubernativas y económicas: “vigilancia del cumplimiento de la normativa real; formación y otorgamiento de ordenanzas, autos de buen gobierno y otras providencias; rondas nocturnas; participación en la gestión de los propios y arbitrios; cuidado de términos comunes, montes, dehesas, plantíos, calles, caminos, puentes y edificios; control de los pesos y medidas, precios, ventas, abastos, salud pública, juegos, diversiones, visita a las cárceles…”.

Para obtener el cargo de juez se exigía ser vecino del pueblo, tener “todas las morales virtudes”, “un buen linaje y riqueza”; tenían que ser personas bien consideradas por sus vecinos. Las ordenanzas del Principado de Asturias prohibían la elección de “comerciantes con tienda abierta y de aquellos que ejerciesen oficios mecánicos, salvo donde no hubiese personas suficientes para sortear los oficios del estado llano y cuando cerrasen la tienda durante el ejercicio del cargo”. Lógicamente, con todas estas prohibiciones y exigencias de nobleza y riqueza, se conseguía apartar a las clases populares del gobierno y justicia de los concejos, que quedaban en poder de las oligarquías locales. Para compensar esta situación se elegían dos jueces, uno por cada estamento: un juez noble o hidalgo y otro llano o pechero.

A estos jueces los elegían todos los años los regidores, que eran similares a los concejales de hoy en día, algunos de los cuales tenían el cargo a perpetuidad. Con la elección anual se intentaba evitar que se afianzasen privilegios en el cargo. Este sistema de gobierno municipal finalizó con la llegada del Estado liberal a partir de 1833 y el reinado de Isabel II.

La lista de todos los jueces nobles y llanos del concejo de Cangas del Narcea no la conocemos. El Archivo Municipal no conserva casi documentación anterior a 1835 y así es muy difícil saber nada. Sin embargo, gracias a un escribano, Manuel José Folgueras, establecido en la villa de Cangas en 1770 conocemos los nombres de estos cargos desde ese año hasta 1820. Este escribano tenía la costumbre de poner todos los años, al inicio del tomo de sus protocolos, el nombre del juez noble de ese año y a veces también el del juez llano. Folgueras era natural de Salas y residió en Cangas desde ese año de 1770 hasta su jubilación a la edad de 80 años en julio de 1823. Trabajó como escribano cincuenta y tres años. En ese periodo solo se ausentó de Cangas durante casi dos años, entre 1792 y 1794, en que estuvo en La Coruña y Valle de Valdeorras como apoderado de la Casa de Villoria, que había caído en la de Miramontes de este concejo, que era de su amigo José Alfonso Argüelles. Folgueras murió en la villa de Cangas el mismo año de su jubilación. Sus protocolos se conservan en el Archivo Histórico de Asturias, en Oviedo.

Páginas manuscritas por el escribano Manuel José Folgueras donde aparecen los nombres de los jueces, y que es la fuente que se ha utilizado para esta recopilación.

La información sobre los jueces nobles la hemos completado con la consulta de los cuatro padrones de hidalguía de 1787 a 1824, que conserva el Archivo Municipal de Cangas del Narcea.

Antonio Uria Queipo de Llano, que fue juez noble de Cangas en los años 1776 y 1787. Retrato obra del pintor Francisco Xavier Hevia. Colección de
Blanca Fernández Rodríguez (Casa de Uría, Santolaya).

En Cangas del Narcea, y para los años que tenemos información, se constata que el gobierno local estuvo en manos de una oligarquía local formada por unas cuantas familias de medianos y pequeños hacendados. Entre 1770 y 1824 ostentaron el cargo de juez noble mayorazgos de linajes cangueses pertenecientes a las casas de Nando, Antrago, Parrondo, Uría de Santa Eulalia, Carballo, La Plaza o Yebra de Cangas, etc.

En algunos casos estos jueces fueron licenciados en Derecho, como Manuel Menéndez Flórez, de Bruelles, abogado de la Real Audiencia de Asturias y Reales Consejos; Juan Antonio Rodríguez Arango Inclán, vecino de Tebongo, abogado de los Reales Consejos, e Ignacio Fernández Flórez y Francisco Manuel Villa, vecinos de la villa de Cangas.

También fueron jueces nobles algunas personas que ejercían como administradores en Cangas del Narcea de grandes propietarios, como los mencionados Manuel Menéndez Flórez, administrador de las Casas de Valdés y Osorio propiedad del conde de Marcel de Peñalba, e Ignacio Fernández Flórez, que llevaba las rentas de la Colegiata de Cangas para el conde de Toreno, así como Benito Fernández Saltaren, que administraba las rentas de las Casas de Cangas, Ardaliz, Llano y Arayón propiedad de Joaquín Velarde y Queipo.

En esos cincuenta y cuatro años repitieron el cargo varias veces las siguientes personas: Manuel Menéndez Flórez fue juez noble cinco años (1788, 1789, 1799, 1809 y 1810); Benito Fernández Saltaren, cuatro años (1784, 1786, 1797 y 1798), y José de Yebra Llano y Valdés, otro cuatro años (1796, 1800, 1816 y 1821).

Por último, mencionar que en los años en que estuvo en vigor la Constitución de Cádiz de 1812 se nombraba “alcalde” en vez de juez noble, pues esta Constitución trató de establecer una nueva administración local que no se logrará hasta la llegada del reinado de Isabel II y los liberales.


Se puede consultar la lista de jueces nobles y llanos de Cangas del Narcea conocidos hasta ahora en el siguiente enlace:

Lista de jueces nobles y llanos de Cangas del Narcea 1770 – 1824

Noticias de los Vaqueiros en Cangas del Narcea en 1917

Interrogatorio de Juan Uría Ríu y contestación de Manuel Flórez de Uría

El 29 de noviembre de 1917, Juan Uría Ríu (Oviedo, 1891-1979), con 26 años recién cumplidos, escribe desde Oviedo a Manuel Flórez de Uría Sattar solicitándole información sobre los vaqueiros de alzada en el concejo de Cangas del Narcea para hacer un estudio desde el ámbito de la Geografía Humana. Flórez de Uría había nacido en esta villa en 1864, era procurador, periodista y estudioso de la historia local.

Braña de Los Chanos, todavía en uso como braña y como pueblo

Uría Riu era en 1917 estudiante de Historia en la Universidad Central de Madrid. Había obtenido en 1914 la licenciatura de Derecho por la Universidad de Oviedo, pero su verdadera vocación era la Historia, que comienza a estudiar ese mismo año de 1914 y concluye en 1918. En Madrid se inicia en el conocimiento de los estudios etnográficos con visitas frecuentes al Museo de Antropología y las enseñanzas de Luis de Hoyos y Telesforo de Aranzadi, dos de los pioneros de los estudios de antropología en España.

El interés de Uría Ríu por los vaqueiros empezó muy pronto. Él mismo contaba que: “A los catorce años cayó en mis manos el artículo que don Fermín Canella escribió en la obra Asturias sobre los vaqueiros de alzada, y empecé a interesarme por el tema” (Juan Ignacio Ruiz de la Peña, “Semblanza de un maestro”, pág. XV). En sus estudios cita testimonios orales recogidos por él a vaqueiros de Lugo de Llanera, Boves (Siero), Lavango (Belmonte), Sapinas y Busantianes (Valdés), y Folgueras del Río (Tineo) entre 1911 y 1917. En la recogida de información compaginó la entrevista personal con documentación histórica tomada en numerosos archivos privados y públicos, y con interrogatorios como el que mandó a Manuel Flórez de Uría.

El resultado de sus investigaciones sobre los vaqueiros quedará recogido en siete artículos, publicados entre 1924 y 1968, que cambiaron la visión y el conocimiento histórico que hasta entonces se tenía de este importante grupo social. Están recogidos en Los vaqueiros de alzada y otros estudios, Oviedo, Biblioteca Popular Asturiana, 1976.

Braña de El Acebal

A continuación publicamos la carta-interrogatorio de Juan Uría Ríu y el borrador de la contestación que le mandó Manuel Flórez de Uría desde Cangas del Narcea, que informa sobre la presencia de los vaqueiros de alzada en este concejo en aquel año de 1917.

Los vaqueiros tuvieron un papel muy importante en la historia de este concejo desde los siglos XV y XVI. En verano llegaban cientos de familias de este grupo social que ocupaban más de quince brañas. Su presencia decayó en el siglo XX. En la actualidad, su recuerdo está desvaneciéndose y en la mayor parte de sus brañas solo quedan cabañas ruinosas (como en la braña de Oul.ladas) o montones de piedras (braña de El Acebal).

 

Carta de Juan Uría Ríu a Manuel Flórez de Uría

Oviedo, 29-11-1917

Muy Señor mío y de mi mayor consideración. Enterado ya hace tiempo por referencias de su amigo D. Luis Suárez Cantón de su conocimiento y competencia en las cosas históricas de esa región. Tengo el atrevimiento de dirigirme a usted pidiéndole noticias que si no son precisamente de carácter histórico no por eso dejaran de ser fácilmente adquiridas por usted. Las que deseo, son al tenor del siguiente interrogatorio:

1.º ¿Cuantas brañas hay en ese concejo a las cuales vengan ganados de la marina en tiempo de verano?

2.º ¿Como se llama cada una de estas brañas?

3.º ¿Que gentes las aprovechan y pueblan?

4.º ¿De que brañas de invierno proceden estas gentes?

5.º ¿Cuales son las brañas aprovechadas por familias enteras que colectivamente emigran desde la marina, y cuales lo son por pastores a sueldo, o una sola familia de vaqueros o parte de ella que se encargan del ganado de una o más brañas marítimas?

6.º ¿Cual es la braña de más importancia por la extensión de los pastos y el número de cabezas de ganado?

Y si le es posible contestar esto último y séptimo que ahora voy a apuntar se lo agradecería también, aunque considerando que es más difícil ruégole no se moleste en averiguarlo si es que fácilmente no lo hace.

7.º ¿Que caminos recorrían en la emigración de la marina a la montaña, indicando las sierras principales y lugares poblados que marcan su itinerario?

8.º ¿Hay algún pueblo actualmente del que se sepa que en lo antiguo era braña de vaqueros procedentes de la marina que allí se quedaran a vivir permanentemente?

9.º ¿Han sido abandonadas muchas brañas de verano en ese concejo por los vaqueros, disminuyendo con ello el nomadismo pastoril en él?

Cabaña ruinosa en la braña de Oul.ladas

Para mayor facilidad por su parte ruégole escriba la contestación con esta carta a la vista, poniendo los números 1º, 2º, 3º, encabezando cada una de las contestaciones dejando en blanco aquellas cuya averiguación no le haya sido posible.

Mucho siento la molestia que con ello habré seguramente de causarle, pero me veo obligado a ello por la necesidad que tengo de terminar un trabajo que he de publicar en breve sobre el nomadismo pastoril en Asturias desde el punto de vista de la Geografía Humana. En este trabajo, como es natural, irá su nombre unido a las noticias que usted pueda facilitarme como es rigurosa costumbre en todos los trabajos de investigación en que alguien aporta datos.

Sin mas queda de usted affmo. amigo y S. S. que b. s. m.

Juan Uría y Ríu

s/c Calle de Campoamor, Oviedo

 

Borrador con las respuestas de Manuel Flórez de Uría

1.º ¿Cuantas brañas hay en ese concejo a las cuales vengan ganados de la marina en tiempo de verano? y 2.º ¿Como se llama cada una de estas brañas?

1.ª y 2.ª El Acebal, Junqueras, La Feltrosa, El Liburnal, Soldepuesto, Olladas, El Teixidal.

Restos de una cabaña en la braña del Acebal

3.º ¿Que gentes las aprovechan y pueblan? y 4.º ¿De que brañas de invierno proceden estas gentes?.

3.ª y 4.ª Vaqueiros de alzada que tienen sus brañas de invierno en los concejos de Navia, Luarca y Tineo. Las alzadas a que vienen pertenecen con frecuencia en su dominio útil a los mismos vaqueiros, en todo o en parte, por haberse acogido a la gracia foral que las leyes desamortizadoras concedieron a las familias de los antiguos colonos de los monjes del convento de Corias o de otros de quienes las llevaban en arrendamiento desde antes del año 1800. En otras [brañas] son simples arrendatarios de varios copropietarios y en otras, por fin, concurren en ellas ambas razones de poseer.

5.º ¿Cuales son las brañas aprovechadas por familias enteras que colectivamente emigran desde la marina, y cuales lo son por pastores a sueldo, o una sola familia de vaqueros, o parte de ella que se encargan del ganado de una o más brañas marítimas?

5.ª Actualmente no vienen familias enteras, y sí solo una persona por familia de la braña de invierno y aun con frecuencia estas solo vienen a traer el ganado en uno o más rebaños, quedando en la alzada tres, cuatro o a lo más cinco personas que cuidan el ganado de todos, y los otros regresan a sus brañas invernales hasta septiembre que vienen a recoger el ganado. Los que se quedan suelen ser criados, sobre todo las mujeres.

6.º ¿Cual es la braña de más importancia por la extensión de los pastos y el número de cabezas de ganado?

6.ª Las del Acebal y La Feltrosa.

Cabaña en la braña de Oul.ladas

7.º ¿Que caminos recorrían en la emigración de la marina a la montaña, indicando las sierras principales y lugares poblados que marcan su itinerario?

7.ª Ya no trashuman por cañadas y cumbres de sierras bajas como antes, debido a la comodidad y seguridad que les ofrecen las carreteras y nuevos caminos vecinales, por eso es difícil determinar sus itinerarios en la mayor parte del recorrido antiguo.

8.º ¿Hay algún pueblo actualmente del que se sepa que en lo antiguo era braña de vaqueros procedentes de la marina que allí se quedaran a vivir permanentemente?

8.ª Si. Brañameana, El Cabanal, Castilmouro [Castilmoure], Los Llanos.

9.º ¿Han sido abandonadas muchas brañas de verano en ese concejo por los vaqueros, disminuyendo con ello el nomadismo pastoril en él?

9.ª Si. Otardelobos, Frisneo, Busdondio, La Juncal, El Espín, Mudreiros.

El Sanatorio Obrero de Trubia

Sanatorio Obrero de Las Cruces, Trubia (Oviedo), hacia 1906.

Por Toño HUERTA
Presidente de la Asociación por el Patrimonio Histórico Industrial de Trubia

Como muchos otros territorios, Trubia cuenta con uno de esos espacios que tienen un halo de misterio, casi mágico. Multitud de generaciones participamos de excursiones escolares a un edificio vacío, a veces incluso siniestro. Pero a nada que rasquemos veremos que es un lugar lleno de historia y vida. Abandonado durante décadas a su suerte, hoy aún podemos ver en el Alto de Las Cruces el Sanatorio Obrero.

Para hablar del Sanatorio, antes tenemos que hablar de un personaje poco conocido en Trubia y sin embargo parte esencial de su historia. Nacido en Cangas del Narcea en 1872, Mario Gómez y Gómez se licenciaría en Medicina en la Facultad de San Carlos de Madrid; finalizada su licenciatura en 1897, ingresaría en el Cuerpo de Sanidad Militar, siendo destinado en agosto de ese mismo año a la Fábrica de Armas de Trubia.

Nuevos destinos le llevarían por Valladolid, Vitoria o Gijón, hasta su regreso a Trubia; desconocemos el año exacto de su nueva llegada, pero podríamos datarla en torno a 1906. En esta segunda fase “trubieca”, impulsaría y sería socio fundador del Sanatorio Obrero de Las Cruces. Nuevos destinos le harían viajar por toda España, con diversos cargos en el Ministerio de Guerra. En 1931 solicitaría el retiro anticipado del Ejército, regresando a su Cangas natal, donde fallecería al año siguiente.

Aunque realmente no estuvo mucho tiempo en Trubia, su paso por la localidad dejaría huella. Se implicaría en la vida del pueblo donde, desinteresadamente, fuera de sus obligaciones como médico militar, prestaría sus servicios tanto a la población civil como militar más necesitada. Por todo ello, la población siempre lo tendría en gran consideración y, a petición de los vecinos de Trubia, el 22 de julio de 1927 sería nombrado Hijo Adoptivo de Oviedo. Por lo tanto, la historia del Sanatorio Obrero de Las Cruces está íntimamente ligada a Mario Gómez y Gómez. Como indicábamos, él impulsaría la creación de este sanatorio que, en origen, estuvo gestionado por los propios obreros de la Fábrica de Armas, quienes en 1907 crearían la Sociedad Sanatorio Obrero; en los estatutos de la misma, localizados recientemente en el archivo de la Biblioteca de Asturias, se dice que el edificio del sanatorio es propiedad de los socios. Sin embargo, con el tiempo, y a partir de la dictadura, esos bienes pasarían a ser propiedad de la Fábrica de Armas de Trubia, quien gestionaría el sanatorio hasta su cierre en la década de 1960; habitado hasta finales de la centuria pasada, hoy se encuentra en total abandono.

Socorros mutuos

Además de la Sociedad Sanatorio Obrero, en 1911 también se crearía en Trubia la Sociedad de Socorros Mutuos “La Prevenida”. En otra ocasión hablaremos del gran movimiento asociativo que siempre existió en Trubia, parte esencial de nuestra cultura, sociedad y patrimonio. Pero por apuntar algo evidente, ¿no resulta paradójico que un edificio como el Sanatorio Obrero de Trubia, propiedad de una sociedad obrera, fuese apropiado por el Estado para, con el tiempo, dejarlo arruinarse? Quizás se deba volver a ese espíritu inicial y dejar que sea la propia comunidad la que gestione sus bienes.


Fuente: La Voz del Trubia – 20/01/2020

El primer automóvil que llegó a Cangas del Narcea, 1897

Automóvil Panhard y Levassor, modelo 1890, de Victoriano Alvargonzález. Fotografía de Ricardo del Río. Col. Museo del Pueblo de Asturias.

En el número 301 del periódico El Eco de Occidente, del 1 de diciembre de 1897, que se editaba en Cangas del Narcea desde 1894, aparece en la sección dedicada a los viajeros que llegan o se van de la villa la noticia siguiente:

Y, procedente de Gijón,  ha llegado el Sr. Alvargonzález y su consorte, quienes hicieron el viaje en su coche automóvil, que ha llamado grandemente la atención en esta capital, por ser el primer vehículo que de los de su clase se ha visto en la misma.

Los viajeros eran el ingeniero e industrial Victoriano Alvargonzález Suárez (Gijón, 1856-1913) y su esposa Margarita Lanquine Dupoux (1857-1911). El automóvil era de fabricación francesa, de la casa Panhard y Levassor, modelo de 1890; fue el segundo modelo de esta casa, se concibió en 1890 y se inició su producción al año siguiente, fabricándose hasta 1896. Tenía cuatro asientos y un motor Daimler colocado en la parte delantera. Era un coche sencillo y eficaz, que podía alcanzar una velocidad máxima de 30 km/h, pero que con las carreteras de aquel tiempo hacia una media de unos 10 km/h. Alvargonzález lo adquirió en 1892.

Automóvil Panhard y Levassor, modelo 1890, de Victoriano Alvargonzález. Tomada de Fernando de La Hoz, Historia del automóvil en Asturias (1890-1965).

Existen varias fotografías de este vehículo, que publica Fernando de La Hoz en su Historia del automóvil en Asturias, 1890-1965 (2010).

El automóvil nació al mundo en 1886. El primero documentado en Asturias lo trajo de París el marqués de Vistalegre en octubre de 1890. Era un Benz de tres ruedas, dos traseras y una delantera, que alcanzaba la velocidad máxima de 20 km/h en las bajadas, 15 en terreno llano y 10 en las subidas.

Automóvil Panhard y Levassor con capota, modelo 1890, de Victoriano Alvargonzález. Tomada de Fernando de La Hoz, Historia del automóvil en Asturias (1890-1965).

El interés de Victoriano Alvargonzález por los automóviles le impulsó a fundar una fábrica de coches a motor en Gijón en 1906, donde se fabricaba el “Hormiga”. Utilizaba motores franceses de la marca Delahaye. Era un coche, según Fernando de La Hoz, silencioso y flexible, de marcha rápida y pensado para subir cuestas, por lo que era muy apropiado para circular por Asturias”. Seguro que uno como el Panhard y Levassor le fueron muy útiles para diseñar el “Hormiga”. Fue el único fabricante de automóviles que hubo en Asturias. La aventura duró seis años.

Las viñas de la Veiga de Cadario en Tebongo, Cangas del Narcea

Publicamos aquí una etiqueta de finales del siglo XIX de una botella de “Vino Cadario”, de Atanasio Cuervo y Riva, de Tebongo, Cangas del Narcea, impresa en la litografía de Moré Hermanos y C.ª, de Gijón / Xixón, hacia 1895.

La parroquia de Tebongo era, junto a las de Limés y Cangas, una de las de mayor número de viñedos del concejo de Cangas del Narcea. El cosechero Atanasio Cuervo era vecino de Avilés y pertenecía a la familia de La Riva Valdés, dueña de la Casa de Tebongo, en Cangas, y de la casa de Manzaneda, en el concejo de Gozón.

Dominio del Urogallo, Cadario 2013

La bodega canguesa Dominio del Urogallo, del viticultor de origen sevillano, Francisco Asencio, llegó a etiquetar en el año 2013 un vino con la marca “Cadario”.

La Veiga de Cadario a la salida de Tebongo en Cangas del Narcea, ya era conocida en la época romana pues hay constancia de la existencia en este lugar de un yacimiento de oro y otras explotaciones más pequeñas, incluso, es probable que existiese una mina de interior (Santa Icia).

Respecto al vino, las viñas de Cadario, en Tebongo, ya aparecen en un pergamino de la primera década del siglo XIV. Es un documento que recoge en su contenido testimonio de lo que fue el más frecuente tipo de contrato en el noroeste peninsular para la puesta en producción de la tierra: el foro o aforamiento. El contrato de foro es paralelo al conocido en la corona de Castilla como censo y supone la entrega por parte del propietario de la finca al forero del dominio útil de la misma por una amplio plazo de tiempo, que puede llegar a ser dada a título de heredad, recibiendo a cambio una renta anual en dinero, en especie o en ambas cosas.

El cabildo catedral de Oviedo, propietario ya por entonces de extensas posesiones, se preocupa de poner en producción aquellas que todavía no lo han sido. El documento al que nos referimos está fechado el 18 de mayo de 1303 y se trata de un contrato de foro para la puesta en valor y producción de los bienes rústicos que conformaban el patrimonio de tan importante institución. En concreto: “El cabildo catedral de Oviedo con otorgamiento de Alfonso González, su tesorero, tenedor del préstamo de Santa Cecilia, en el alfoz de Cangas, aforan a Rodrigo Fernández y a su mujer Teresa Alonso, moradores en Antriago, y a Martín González, clérigo, morador en Tebongo, un heredamiento en la Veiga de la Presa para que planten en él viñas, obligándose a pagar cada año ellos el cuarto del vino en la duerna y sus herederos el tercio, y dezmando en la parroquia de San Mamés de Tebongo.”

En el siguiente enlace a la biblioteca digital del Tous pa Tous, está disponible un interesante estudio diplomático de Mª Josefa Sanz Fuentes (Universidad de Oviedo) donde se puede ver transcrito el contenido del mencionado pergamino.

Luis Pasamontes, el ciclista cangués que llegó a competir en el mismo equipo que Perico Delgado y Miguel Induráin

Luis en Cangas del Narcea en la marcha cicloturista que lleva su nombre “La Pasamontes”, edición 2016

Como la gran mayoría de los nenos de Cangas del Narcea de aquella época, Luis Pasamontes Rodríguez nace en Oviedo el 2 de octubre de 1979. En Cangas del Narcea no se inaugura el hospital comarcal hasta el año 1986 y entonces, lo más normal es que las madres fuesen a dar a luz a la capital del Principado. Lo que ya no era tan normal es que el nuevo retoño viniese al mundo agarrado virtualmente al manillar de una bicicleta. ¡Quién le iba a decir a la “señora Luisa” que su recién nacido llegaría a ser un destacado profesional en el mejor equipo ciclista del mundo!

Luis Pasamontes crece jugando por las calles de la villa de Cangas del Narcea. Era feliz yendo a jugar al fútbol con sus amigos al patio del colegio donde estudiaba, y sobre todo, no faltaban motos entre sus juguetes. Según se iba haciendo mayor su pasión por los cascos, los trajes de cuero, el ruido de los tubos de escape de las motos de gran cilindrada, iba en aumento, pero en Cangas la única oportunidad de ver variedad de motos de este tipo era los finales de etapa de carreras ciclistas, sobre todo de la Vuelta a Asturias.

A Luis, en un principio, le interesaban más las motos que acompañaban la carrera que los propios ciclistas. Un fin de semana de mucho frío y fuerte lluvia llegaba a Cangas un final de etapa de una prueba ciclista amateur. La meta estaba instalada en El Paseo, delante del cine Trébol, y bien abrigado, acompañado de un enorme paraguas, Pasamontes bajó corriendo por la Avenida del Acebo para no perderse la llegada de ninguna de las motos que acompañaban a la serpiente multicolor.

Mientras esperaba impaciente la llegada de los motoristas, a través de la megafonía escuchó lo siguiente: “Atención porque nos informan desde la radio de la Vuelta que el escapado se ha caído en el descenso del alto de La Espina, pero aun así mantiene una ligera ventaja sobre el grueso del pelotón”. Este comentario le llamó la atención y comenzó a imaginarse como el ciclista después de haberse caído se volvía a subir a la bicicleta bajo la lluvia y la niebla. Y mientras dejaba volar su imaginación ve a lo lejos la silueta de un ciclista que se acerca mirando atrás y saludando. Al entrar en meta puede comprobar que está ensangrentado, con un codo y una rodilla dañados. El barro mezclado con la sangre sólo dejaba ver que la cinta del manillar estaba suelta; la caída había sido la causante de semejante “estropicio”. Pese a todo, al ciclista no le abandonaba su sonrisa. Luis estaba asombrado ya que aquel hombre que tenía delante había ganado, y de qué manera. No se separó un minuto de él durante el tiempo que fue atendido, tampoco en la entrega de premios, el ciclista se percató de ello y cariñosamente le tocó la cabeza y le dijo: “Con este paraguas no te mojas, ¿eh?”, arrancando una sonrisa al pequeño. A continuación, se cerraron las puertas de una furgoneta y su superhéroe se perdería en la misma recta por la que minutos antes le había visto llegar levantado los brazos. Aquel muchacho le iba a cambiar su vida.

Pasamontes había salido de casa con la intención de ver motos y más motos, pero un bravo corredor consiguió acaparar toda su atención. A partir de entonces, Luis ya no pedía en el quiosco su revista mensual de motociclismo, se había olvidado de las dos primeras sílabas. Su cajita de caudales donde guardaba las propinas seguía siendo la misma, pero el contenido ya no estaba destinado a una motocicleta, ahora su destino era el de una bici de ciclista.

Poco a poco se fue introduciendo en la práctica y el mundo del ciclismo y tras la prematura muerte de su padre se lo tomó más en serio. Su amor por el ciclismo había nacido de su pasión por las motos.

En su relevante etapa como ciclista amateur, destacó como un ciclista todoterreno que lo mismo se metía en la escapada del día, que tiraba del pelotón, que se encontraba entre los mejores en la montaña. Ejemplo de esto último está su 13ª posición en la Clásica a los Puertos de Guadarrama donde competía contra ciclistas profesionales de la talla de Oscar Sevilla, Francisco Mancebo o Gorka Beloki.

Pasamontes en 2012, su segunda temporada como profesional

Su esfuerzo y tenacidad le brindaron la oportunidad de dar el salto al ciclismo profesional en el año 2003. Debutaría en el equipo madrileño RELAX-Fuenlabrada donde militaría durante tres temporadas.

En su primera temporada, año 2003, se estrenaría en importantes pruebas del calendario nacional como la Vuelta a Cataluña, País Vasco y Vuelta a Andalucía.

En 2004 participa en su primera Vuelta a España, quedando en una extraordinaria 20ª posición si tenemos en cuenta que desde un equipo modesto tiene que hacer frente a las grandes figuras de los mejores equipos del pelotón internacional. La Vuelta la gana Roberto Heras pero Pasamontes supera a ciclistas de la talla de Oscar Sevilla, José Luis Arrieta y los colombianos Rafael Cárdenas o Hernán Buenahora. Otras pruebas importantes en las que participa esta temporada son la Vuelta a Portugal, Vuelta Ciclista Comunidad Valenciana, Vuelta Andalucía, Semana Catalana y Escalada a Montjuich. Además, este año consigue ganar en Granada el Memorial Manuel Galera-Ciudad de Armilla.

Roberto Herás volverá a ganar la Vuelta a España en 2005, es la segunda para Pasamontes que vuelve a terminar en una más que honrosa posición entre los treinta primeros y realizando un importante papel para clasificar a su compañero de equipo Josep Jufré ente los quince primeros. Su última temporada en el equipo RELAX le lleva a participar también en Vuelta a Burgos, Cataluña, Castilla y León, País Vasco, Murcia, Andalucía y Vuelta a Asturias donde termina el 7º de la clasificación general. Un calendario nacional que se completa con varias clásicas como la Semana Catalana, la Clásica de Primavera, San Sebastián, Subida al Naranco y Clásica Internacional de Alcobendas entre otras.

En el equipo belga UNIBET en 2007

Estas tres notables campañas en el equipo madrileño le permitieron subir un escalón más en el pelotón internacional al fichar por el UNIBET (2006-2007). Con el conjunto belga consiguió sus dos grandes actuaciones individuales: triunfo de etapa en el Tour de Valonia (Bélgica) y 2º en la general final de la Vuelta a Gran Bretaña, además de un 5º puesto en la Vuelta a Andalucía, antes de pasar a las órdenes de Eusebio Unzué uno de los directores deportivos más respetados y reconocidos del deporte español.

El equipo de Unzué inicialmente estaba patrocinado por REYNOLDS (1980-1989) años del Tour de Francia y la Vuelta a España de Perico Delgado y grandes triunfos de ciclistas de la trayectoria de Ángel Arroyo, José Luis Laguía y Julian Gorospe. Después llegó como patrocinador BANESTO (1990-2003) y su época dorada con los cinco Tours de Francia consecutivos (1991-1995) y los dos Giros de Italia (1992-1993) ganados por Miguel Induráin como máximo exponente. Llegó a ser el mejor equipo en el ranking UCI en 1992 y 1993. Tras la retirada de Induráin en 1996 tomaron el relevo Abrahan Olano y el malogrado “Chava” Jiménez, primero y tercero respectivamente en la Vuelta a España de 1998.

Tras BANESTO llega el padrinazgo del Gobierno Balear bajo la marca ILLES BALLEARS (2004-2005) para pasar dos años después a llamarse CAISSE d’EPARGNE (2006-2010) por el patrocinio del grupo bancario francés ganando con Oscar Pereriro el Tour de Francia de 2006 y el segundo puesto en la general de la Vuelta a España de Alejandro Valverde.

Vuelta a España 2008. Ascensión al puerto de San Isidro junto a su compañero Xabier Zandio.

Es en esta época del equipo cuando Pasamontes, proveniente del equipo belga UNIBET, pasa a engrosar las filas del mejor equipo del mundo. Es el año 2008 y el nuevo equipo del corredor cangués vence en la clasificación por equipos del UCI ProTour con Alejandro Valverde como mejor corredor colocado, que también se adjudicaría la victoria individual.

Pero este paso no fue sencillo ya que al acabar su etapa en el UNIBET belga, Luis se quedaba sin equipo, o al menos sin un equipo del mismo prestigio o superior. Su lema es: ‘Líder de mi vida, gregario en la de otros’ y entonces haciendo honor al mismo, se decidió a llamar directamente a los responsables del CAISEE d’EPARGNE para ofrecerse como corredor, algo nada habitual en el ciclismo, buscando un hueco en este prestigioso conjunto que finalmente lograría. Había llamado a la puerta del mejor equipo del mundo y le dijeron que adelante. Empezaría así una nueva etapa en su carrera escoltando al actual campeón mundial, Alejandro Valverde, teniendo muy presente el lema de los tres mosqueteros.

Dispuntando una prueba contrareloj.

Luis Pasamontes, después de dos años alejado de las grandes pruebas por los compromisos del equipo belga en competiciones europeas, vuelve a participar en la Vuelta a España, tercera en su palmarés, y participará por primera vez en el Giro de Italia. Ese año la ronda española la ganaría Alberto Contador, y Pasamontes sería un gregario de lujo para Alejandro Valverde que acabaría 5º, obteniendo personalmente un gran resultado tanto en la clasificación de la montaña como en la general. En el Giro de Italia que también ganaba Contador le tocó hacer de escudero del español Joaquim Rodríguez, finalizando el cangués en una meritoria 36ª posición en una ronda italiana que acabaron más de 140 corredores. Fue ésta una temporada completísima de Luis Pasamontes con un 5º puesto en Francia en el Tour de l’Ain, en Italia un 11º puesto en la Tirreno-Adriático y en España 7º clasificado en la Vuelta a La Rioja.

La temporada siguiente (2009) fue la de la segunda victoria en el Tour de Francia del español Alberto Contador. Este sería el primer Tour de Francia de Pasamontes que por fin ya podía escribir en su currículum que había participado en las tres grandes pruebas ciclistas siguiendo los pasos de su paisano Antonio Menéndez. Pasamontes llegaría a París después de pedalear por Pirineos y Alpes entre los cuarenta primeros de la general y segundo corredor mejor clasificado de su equipo. La ronda gala la finalizarían más de 150 corredores lo que hace aún más meritorio el resultado del cangués. Esta temporada fueron varios los compromisos por tierras francesas: Critérium Du Dauphiné Libéré que ganaría su líder, Alejandro Valverde; Circuit Cycliste Sarthe – Pays de la Loire en la que le tocó trabajar para Oscar Pereiro y el Tour Cycliste International du Haut Var. En España consigue un 6º puesto en la Vuelta a Burgos y disputa también la Vuelta a Castilla y León, la Vuelta a Murcia además de la Clásica de Almería y la Subida al Naranco en Oviedo.

Luis Pasamontes 2011

Firmando autógrafos en el Giro de Italia de 2011.

Su cuarta y última Vuelta a España la corre en 2010 también con el maillot de CAISSE d’EPARGNE. Además de la gran prueba española fueron muy numerosos los compromisos a cumplir en Bélgica, Francia y resto de calendario español. En 2011 se produce un nuevo cambio en el espónsor del equipo de Eusebio Unzué y Pasamontes pasa a lucir nuevo maillot, esta vez el del MOVISTAR TEAM, que aún hoy día sigue con el patrocinio del equipo. Con estos colores diputará su segundo Giro de Italia que terminará en 50ª posición. Fue éste un Giro complicado ya que en la 3.ª etapa falleció el ciclista belga Wouter Weylandt tras sufrir una durísima caída en el descenso del Passo del Bocco, cerca de Mezzanego y Alberto Contador que había ganado dos etapas y la maglia rosa, finalmente fue descalificado debido a su positivo por clembuterol que le habían detectado la temporada anterior.

En 2011 la Unión Ciclista Internacional (UCI) había implantado un nuevo sistema de puntuación que perjudicaba sobremanera a los gregarios. Pasamontes terminaba contrato al finalizar la temporada y el nuevo sistema hacía que gregarios, y más aún, “los gregarios de gregarios” como le gusta autodenominarse a Luis, no tuviesen suficientes puntos, lo que hacía inviable la renovación del de Cangas del Narcea.

Vuelta a Colombia 2012

Buscando una salida a su situación de cara a la temporada siguiente, le surge la oportunidad dentro de la casa de irse a Sudamérica con el filial colombiano, el Movistar Team Continental a ejercer como mentor deportivo, pero dentro del pelotón como ciclista, a enseñar sus experiencias adquiridas en el ciclismo europeo, y lo que al principio parecía una locura se convirtió, en palabras de Luis, en una de las mejores experiencias de su carrera.

Luis Pasamontes no desaprovecha la oportunidad y en 2012 viaja como mentor deportivo a Colombia y así poder seguir compitiendo, descubrir otro ciclismo y acompañar a jóvenes valores del deporte americano en su formación como personas y deportistas.

Y tras su periplo americano después de haber corrido y terminado las tres grandes pruebas del ciclismo mundial en la escuadra de Eusebio Unzué a las órdenes de gente como Alejandro Valverde o Oscar Pereiro, pasa a disputar otro tipo de carreras.

“El liderazgo del gregario”, libro de Pasamontes publicado en 2019

Unos años después de retirarse del ciclismo profesional, tras cuatro Vueltas a España, dos Giros de Italia y un Tour de Francia en sus piernas, además de comentarista deportivo y conferenciante, es un reputado mentor deportivo que con su libro “El liderazgo del gregario”, explica sus vivencias sobre la bicicleta aplicadas a la vida personal, familiar o laboral. Una nueva visión del ciclismo en un libro que no es solo para ciclistas y que recomendamos a todos los que nos leen.

En toda su trayectoria profesional, Luis Pasamontes ha hecho y sigue haciendo gala del orgullo de ser cangués: “Prefería ganar la etapa de mi pueblo que una del Tour de Francia” llegó a decir. Estos eran sus sentimientos y emociones cuando sabía que en una de las etapas de la Vuelta a Asturias iba a pasar por delante de la puerta de su casa en la Avenida del Acebo de Cangas del Narcea con su madre (la señora Luisa) saludando desde la ventana. 

Gracias Luis, por tanto.

Antonio Menéndez, el ciclista cangués que triunfó en ‘las tres grandes’

Antonio Menéndez con Jose Manuel Fuente en la Vuelta a España de 1974. ‘El Tarangu’ ganaba su segunda Vuelta gracias a la épica etapa con final en el Naranco en la que  ambos fueron los protagonistas.

Antonio Menéndez González, nace en Cangas de Narcea el 18 de agosto de 1946. Con diez años cumplidos, su familia se traslada a Granda, concejo de Gijón y es allí donde se inicia en el mundo del ciclismo.

UN GREGARIO DE LUJO

Fue ciclista profesional durante toda la década de los 70 en el siglo pasado. Un excepcional e imprescindible compañero de equipo en todas las escuadras donde militó por sus magníficas prestaciones en todas las disciplinas, pero sobre todo un gregario todo terreno para el mítico corredor asturiano José Manuel Fuente, El Tarangu del que fue compañero durante varios años en el equipo KAS. Fue lo que dirían los franceses un coéquipier de luxe. Su apodo en el mundo del ciclismo lo dice todo, “La Mulina”.

Un ejemplo de esto último lo tenemos en la Vuelta a España de 1974, con triunfo de El Tarangu en el Naranco. Antonio Menéndez venía tirando de Fuente, una vez que habían dado caza a un grupo en el que se encontraban Agostinho y Lasa rivales directos para el triunfo final del de Limanes. El cangués continuó tirando, con más fuerza si cabe, hasta mitad del Naranco. Menéndez cuenta que “Fuente quería que ganara yo y me lo repitió muchas veces, hasta que le convencí de que no me esperara porque se jugaba la Vuelta. Tenía yo razón porque a Agostinho en la crono final sólo le faltaron doce segundos para aventajar a Fuente”. El siguiente vídeo resume lo ocurrido en aquella vibrante etapa:

Pero todo esto no le privó de cosechar importantes triunfos a lo largo de su carrera profesional.

EQUIPOS

Menéndez en su primera temporada como profesional en 1970 con el equipo KARPY.

Su primer equipo profesional fue el KARPY (marca de licores) en 1970, la temporada siguiente militó en las filas de LA CASERA (equipo impulsado por el cub deportivo Peña Bahamontes) bajo la dirección deportiva de Miguel Moreno, regresando al año siguiente, en 1972, nuevamente al KARPY. Pero sería en la primera etapa del equipo KAS donde Menéndez militaría más años como profesional, 1973-75 KAS-Kaskol y 1976-77 KAS- Campagnolo.

El KAS fue un equipo ciclista español fundado en 1958 en Vitoria (Álava) y desaparecido en 1979, regresando en 1985 hasta 1988, fecha de su desaparición definitiva del ciclismo en ruta. Este equipo es recordado como uno de los equipos ciclistas más fuertes de los años 1960 y 1970.

Al desaparecer el equipo KAS, Menéndez vuelve durante una temporada con Miguel Moreno, su antiguo director deportivo en LA CASERA, durante una temporada al equipo cántabro TEKA, finalizando su carrera deportiva en 1979 en las filas del MOLINER-VERECO de Javier Mínguez.

LAS TRES GRANDES

Esta leyenda del ciclismo español corrió las Tres Grandes: Tour de Francia, Giro de Italia y Vuelta a España y en las tres saboreó las mieles del triunfo.

Tour de 1974. De derecha a izquierda: Velez (director), Lasa, Zubero, Melero, Aja, Carril, Martos, Menendez, Pesarrodona, Perurena. Nueva victoria en la ronda gala para el equipo KAS en esta clasificación que daba la vuelta de honor en el Parque de los Príncipes de París.

En el Tour de Francia de 1974, la fantástica escuadra de Antonio Menéndez, el equipo español KAS, ganaba la clasificación por equipos. Esto supuso que Menéndez junto a sus compañeros disfrutasen en París de la Vuelta de Honor en el Parque de los Príncipes. Además, su compañero Domingo Perurena se alzaría con el premio de la montaña en esta edición del Tour de Francia y otro compañero de equipo, López Carril, subiría al tercer cajón del pódium parisiense.

Fue este de 1974 uno de los años mágicos del equipo KAS. Nunca un equipo ha ganado las 3 clasificaciones por equipos en las tres grandes vueltas, excepto el KAS en ese año mágico. Pero es que además ganaron también por equipos en Suiza, Vuelta a Cataluña y País Vasco, además de en Aragón, Asturias, La Rioja, los 3 Días de Leganés y Mallorca. Y también se impusieron en las contrarreloj por equipos de la Vuelta a España, Dauphiné Liberé, Aragón y Asturias.

Giro de Italia de 1976. Menéndez entra en primer lugar por la línea de meta después de 222 kms en solitario consiguiendo el récord, todavía vigente, de la escapada más larga en la historia del Giro de Italia.

En el año 1975 Antonio Menéndez ganaba la etapa nº 11 de la Vuelta a España, 151 km entre Cambrils y Barcelona. En 1976 coparía todos los titulares de la prensa deportiva tanto española como italiana ya que realizaría su gran gesta por tierras itálicas. Sería el 31 de mayo, en la etapa también nº 11 entre Terni y Gabicce Mare cuando Menéndez entraría el primero por la línea de meta después de 222 kilómetros en solitario. Esta hazaña supone que todavía hoy en día, nuestro paisano pueda presumir de poseer el récord de la escapada triunfal más larga en la historia del Giro de Italia.

PALMARÉS

Aunque las mencionadas anteriormente puedan ser las proezas más destacadas de nuestro ciclista, no son las únicas. Entre sus éxitos y victorias, que no son pocas dado su carácter de hombre de equipo, podemos citar las siguientes:

  • Año 1970 (Karpy)

Consigue ser tercero en la Clasificación General de la Vuelta a Asturias y en el GP Nuestra Señora del Oro de Murguía (Álava) así como 5º en la Vuelta a Aragón. En cuanto a etapas este año gana la 3ª de la Semana Catalana de Ciclismo, es tercero en la 5ª del GP du Midi-Libre de Barcelona y quinto en el mismo tiempo que el primero, en la primera etapa entre Manresa y Tarragona de la Vuelta a Cataluña.

  • Año 1971 (La Casera-Peña Bahamontes)

Menéndez en 1971 cuando viste los colores de LA CASERA-Peña Bahamontes en su segunda temporada como profesional.

Este año corre su primera Vuelta a España terminando en el puesto 14º de la clasificación general. Entre sus rivales se encontraba el mítico Luis Ocaña (BIC) que terminaría 3º.

Gana el Trofeo San José-Iberdrola de Muelas del Pan (Zamora) y queda segundo clasificado en la general del Tour de Menorca. También consigue un 5º puesto de etapa en la Vuelta a Cantabria lo que le llevaría a quedar entre los diez primeros (9º) de la clasificación general. En la Vuelta Ciclista a Asturias consigue terminar 8º de la general. Junto a Vicente López Carril y a José Casas consiguió dar la sorpresa en Alcalá de Henares (Madrid), alzando a Asturias al tercer puesto en el Campeonato de España de fondo en carretera por regiones.

  • Año 1972 (Karpy)

Vuelve a correr la Vuelta España que este año ganaría José Manuel Fuente (El Tarangu). Menéndez finaliza la ronda española el 25º, un meritorio puesto si tenemos en cuenta que este año el que iba a ser su próximo equipo (KAS) había arrasado en la prueba metiendo a seis de sus corredores entre los diez primeros de la general. Su compañero de equipo en Karpy, el cántabro Gonzalo Aja, acabaría en 4ª posición. Impresionante la 12ª etapa, con salida en Zaragoza y llegada en alto a Formigal.

Caja de cerillas con la imagen de Menéndez cuando militaba en el equipo licor KARPY (años 1970 y 1972)

La subida fue una exhibición de fuerza de Fuente, que ganó la etapa por delante del segundo, Antonio Menéndez, y sacando casi nueve minutos al pelotón.

Dos terceros puestos en la clasificación general: Ruta-Criterium de San Sebastián (País Vasco) y Tour de Menorca. Además, se clasifica entre los diez primeros en la Vuelta a Segovia y en la Clásica de Primavera de Amorebieta (País Vasco). Respecto a victorias parciales logra ganar una etapa en la Vuelta Ciclista a La Rioja, tercero y cuarto en dos etapas de la Vuelta a Cataluña, y tercero también en la 5ª etapa de la Semana Catalana de Ciclismo entre Berga y Malgrat en la provincia de Barcelona. En el Campeonato de España por regiones, consigue junto a José Manuel Fuente y Vicente López Carril el subcampeonato para Asturias. En esta prueba Menéndez tuvo la desgracia de sufrir un inoportuno pinchazo que de no haber ocurrido hubiese puesto las cosas muy difíciles al equipo de Guipúzcoa, a la postre vencedor del campeonato.

  • Año 1973 (KAS-Kaskol)

Cromo de Menéndez de su primera temporada en el equipo KAS en 1973.

Es el año de su primer Tour de Francia en el que realiza un importante papel como gregario. No obstante, en la primera etapa queda clasificado en octava posición terminando la ronda gala en el puesto 40º. El triunfo en la general fue para el español Luis Ocaña a quien acompañó ocupando el tercer cajón del pódium el compañero de equipo de Menéndez y también asturiano, José Manuel Fuente.

Por otro lado, el audaz ciclista cangués consigue el segundo puesto en el GP de Vizcaya y también en la Ruta-Criterium de Caboalles de Abajo por detrás de Domingo Perurena. Además, gana la 3ª etapa de la Vuelta a Cantabria y la 4ª en la Vuelta Ciclista a Cataluña entre Badalona y Calonge (Gerona). En el Campeonato de España por regiones para profesionales celebrado en Cuenca vuelve a representar a Asturias, esta vez junto a López Carril y Balagué, consiguiendo la tercera posición. 

  • Año 1974 (KAS-Kaskol)

La Vuelta a España de 1974 contó con los tres primeros del Tour de Francia del año anterior: Ocaña, Thevenet y Fuente que esta vez se llevaría el gato al agua con la inestimable ayuda de Menendez que se le ve en la fotografía guardando las espaldas de su líder.

Segundo Tour de Francia de Antonio Menéndez en el equipo KAS en el que logran el segundo puesto en la contrarreloj por equipos celebrada en Harelbeke (West-Vlaanderen), Bélgica. Este año el Tour lo gana Eddy Merck a quien acompañó ocupando el tercer cajón del pódium el compañero de equipo de Menéndez, Vicente López Carril. El cangués ocuparía el puesto 54º en la clasificación general.

Tercera Vuelta a España del cangués en la que repite su 14º puesto del año 71 pero, esta vez en las filas del KAS que volvió a arrasar en la ronda española con cinco corredores entre los diez primeros. Entre ellos, José Manuel Fuente ganador de la prueba y el tercer puesto para otro compañero de Menéndez, Miguel María Lasa. Lógicamente el KAS se hizo con la clasificación general por equipos.

López Carril, Esparza y Menéndez en el pódium del Campeonato Nacional de Ciclismo en Ruta celebrado en Mieres en 1974.

En cuanto al resto del calendario nacional fueron varios los éxitos del cangués este año. Resultó ganador en dos clásicas, el GP de Vizcaya y del GP de Llodio, también en el País Vasco. Medalla de bronce en el Campeonato Nacional de Ciclismo en Ruta celebrado en Mieres (Asturias) y en la Prueba de Villafranca de Ordizia (País Vasco). En la Semana Catalana de Ciclismo fue el primero en la Clasificación Final de Esprints. Y por último hay que destacar la excelente Vuelta Asturias que llevó a cabo en la que terminó en quinta posición después de haber ganado tres etapas (una de ellas contrarreloj por equipos), la clasificación de la montaña y el segundo puesto en la combinada.

  • Año 1975 (KAS-Kaskol)

Equipo KAS de 1975. Antonio Martos, Carlos Ocaña, Antonio Menendez, Carlos Melero, José Pesarrodona, Juan Zurano, Javier Elorriaga, Francisco Javier Galdeano, Jaime Huelamo, José Nazabal, Miguel Maria Lasa, Sebastián Pozo, Juan Manuel Santisteban, José Manuel Fuente. Antón Barrutia, Vicente López Carril, Domingo Perurena, José Antonio González Linares, José Grande, Francisco Galdós, Andrés Oliva, Tomás Nistal, Gonzalo Aja, José María Basualdo, Eusebio Velez.

Es el año de su tercer Tour de Francia y aunque tuvo que abandonar después de más de 20 etapas, hay que destacar su labor tanto en Pirineos con en Alpes. En dos de las etapas que pudo disputar quedó entre los 15 primeros.

También en Francia esta temporada participa en el Tour de Corcega (Ronde van Corsica) donde consigue la victoria de la 3ª etapa en Ajaccio de 155 km, y en la Ruta-Criterium de Saint-Tropez (Provence-Alpes-Cote d’Azur) en la que llega en segunda posición.

En su cuarta participación en una edición de la Vuelta España, Antonio va a conseguir su primera victoria de etapa. Sería el 3 de mayo en la etapa nº 11 de 151 km, entre Cambrils (Tarragona) y Barcelona. Sus compañeros de equipo Perurena y Lasa serían segundo y tercero respectivamente en la Clasificación General Final y además, su escuadra (KAS), volvería a hacerse con la Clasificación por Equipos.

Completa el resto de la temporada con un segundo puesto en el GP de Llodio donde había vencido el año anterior, un tercer puesto en la Ruta-Criteriun de La Rua (Valdeorras, Orense) y un más que digno décimo puesto en la general de la Vuelta Ciclista a Cataluña. Repite participación en el Campeonato de España por regiones con los mismos compañeros de la temporada anterior, López Carril y Luis Balagué. Asturias fue la revelación consiguiendo un meritorio segundo puesto ya que Balagué tuvo que abandonar a mitad de carrera.

  • Año 1976 (KAS-Campagnolo)

Tour de Francia de 1976. En la imagen algunos de los grandes protagonistas: Menéndez (KAS) en primer plano, Van Impe con el maillot de la montaña, Thevenet, Maertens con el maillot verde, más atrás Baronchelli y Ocaña.

Cuarto Tour de Francia en el que participa nuestro corredor. Un segundo puesto en la etapa nº 12 de 205 km en Le Barcarès (Languedoc-Roussillon), dos sextos puestos en las etapas 15ª de 195 km entre Saint-Lary (Pirineos) y Pau (Aquitaine) y 19ª  de 220 km con final en Tulle (Limousin), así como un octavo puesto en otra larga etapa de 209 km que partía de Luxenburgo y meta en Nancy (Francia) le auparían al puesto 27º en la clasificación final de esta edición del Tour de Francia.

Pero el año 76 destaca en la carrera profesional de Menéndez como el año de su primer Giro de Italia. Como ya hemos dicho, el año de su debut en esta prueba consumó una hazaña que hoy en día sigue vigente, el récord de la escapada más larga en la historia del Giro de Italia. Fue en la etapa nº 11 entre Terni y Gabicce Mare cuando Menéndez alzaría los brazos en la línea de meta después de 222 kilómetros en solitario y aventajando al segundo, el belga Rik Van Linden, en casi trece minutos. Este sería el mejor homenaje que nuestro campeón podía brindar a su infortunado compañero de equipo, el cántabro José Manuel Santiesteban que había fallecido en Catania el 21 de mayo en la 1ª etapa de este Giro, tras una caída gravísima que le produjo un traumatismo craneal del que no se pudo recuperar. Después del ‘palo’ de Santisteban, el equipo KAS a punto estuvo de abandonar en bloque, pero tratan de buscar esa victoria para brindársela a su compañero. Como ya he dicho, Menéndez lo consigue en la 11ª, más tarde, lo hará Nazabal en la 19ª. Al final marchan del Giro muy tristes, pero con la cabeza muy alta, pues Andrés Oliva gana la Montaña y el joven Juan Pujol es décimo.

Este año, tras sus participaciones en Giro de Italia y Tour de Francia, Menéndez no participaría en la Vuelta España. Pero esto no sería inconveniente para alzarse con un nuevo triunfo del panorama nacional. Vence en la Ruta-Critérium de Laredo (Cantabria) imponiéndose a su compañero Domingo Perurena y a su paisano asturiano Luis Alberto Ordiales, segundo y tercero respectivamente.

  • Año 1977 (KAS-Campagnolo)

Antonio Menéndez junto a Eddy Merckx en el Tour de Francia de 1977.

Esta será su última temporada en el equipo KAS. De las tres grandes sólo participa en el Tour de Francia donde realizará un excelente trabajo para llevar a su compañero Francisco Galdós al cuarto puesto de la clasificación general. Prueba de ello son sus actuaciones en las cinco etapas disputadas en los Alpes, siendo el 10º clasificado en Morzine. Fue una edición muy dura en la que de un centenar de corredores que tomaron la salida sólo llegaron a París la mitad, entre ellos Menéndez en el puesto 45º.  

Aunque como ya he dicho este año no participa en Giro y Vuelta a España, sí lo hace en la Vuelta a Suiza donde en la 9º etapa consigue pasar en segundo lugar por la línea de meta de Effretikon (Zurich) a rueda de Bruno Wolfer que corría en casa.

Antonio Menéndez en 1977, su última temporada en el equipo KAS.

En cuanto al calendario nacional hay que destacar la gran Vuelta a Aragón realizada por Antonio donde consigue un segundo puesto en la contrarreloj de Zaragoza y un quinto en la etapa entre Molina de Aragón y Calatorao obteniendo así, la décima posición en la Clasificación General de la ronda aragonesa. En Asturias se lleva el primer premio de la Clasificación General de Esprints en la Vuelta a los Valles Mineros. En Navarra se hace con el tercer puesto en la prueba de ruta en carretera del GP Pascuas (Circuito de Pascuas) de Pamplona. Importante su actuación en el País Vasco donde termina 7º de la General en la Vuelta al País Vasco y 7º también en el GP de Vizcaya. En Madrid es segundo en el Trofeo Elola, Madrid-Jarama, por detrás de otra leyenda asturiana, Jesús Suárez Cuevas vencedor de la prueba y es décimo en la Clasificación General Final de los Tres Días de Leganés. Otra cita de esta temporada la tuvo en la vecina localidad leonesa de Caboalles de Abajo donde cosechó un tercer puesto. Como venía siendo habitual, participa en el Campeonato de España por regiones, este año formando el equipo asturiano con López Carril y Cima. Pese a que Menéndez no llegó a esta prueba en su mejor momento y tuvo que abandonar, Asturias se clasificó tercera.

  • Año 1978 (Teka)

Menendez vistiendo la equipación de su nueva escuadra (TEKA) en la temporada 1978.

Será el año de los últimos Giro a Italia y Tour de Francia de Menéndez, ahora en un nuevo equipo, el TEKA.

Estamos ante el primer Tour de Francia de los cuatro que ganaría el francés Bernard Hinault y estamos también ante la mejor clasificación de nuestro paisano en la prueba reina del ciclismo mundial, puesto 18º en su sexto Tour de Francia. Menéndez sería por primera vez el primer clasificado de su equipo en esta prueba. Hay que destacar la gran etapa realizada entre Morzine (Alpes) y Lausanne (Suiza) donde terminó 6º por delante de corredores de la talla de Sean Kelly y Bernard Hinault.

En la ronda italiana, si bien nuestro protagonista quedó clasificado muy lejos de la maglia rosa, fue el tercer español en la Clasificación General al término de la prueba en Milán. Un Giro de Italia muy duro en la que de 130 corredores sólo consiguieron terminar 90.

En España consigue la medalla de bronce en el Campeonato Nacional de Ciclismo en Ruta que se celebró en Caboalles de Abajo (León) repitiendo la gesta del año 74. Es segundo en la Clásica de Sabiñánigo (Huesca) y en la Prueba de Villafranca de Ordizia (País Vasco), cuarto en la Vuelta a Vinaroz (Castellón) y octavo en el Trofeo Masferrer de Sitges (Barcelona). Además, en Cataluña es segundo en la contrarreloj por equipos en la 1ª etapa de la Semana Catalana celebrada en Martorell y cuarto en la 1ª etapa de la Vuelta Ciclista a Cataluña disputada entre Sitges y Espluga de Francolí (Tarragona). En Asturias sería el vencedor en la 2º etapa de la Vuelta a los Valles Mineros disputada entre Blimea y Avilés y segundo clasificado en la 5ª etapa de la Vuelta Ciclista a Asturias en Luarca.

  • Año 1979 (Moliner-Vereco)

La última temporada de Antonio Menéndez como ciclista profesional será en 1979 que ficha por el equipo Moliner-VERECO.

Es el año de la despedida como ciclista profesional de Antonio Menéndez González, “La Mulita”. Y se despide en un nuevo equipo, el Moliner-Vereco, bajo el mando del afamado director deportivo Javier Mínguez. Después de tres temporadas sin participar en la ronda española por los compromisos en Giro de Italia y Tour de Francia, Menéndez vuelve a la Vuelta a España que en esta edición se disputaría entre Jerez de la Frontera y Madrid.

Fue ésta una edición bastante polémica que incluso estuvo a punto de no llegar a disputarse al renunciar a continuar organizándola el diario El Correo Español-El Pueblo Vasco tal y como venía haciendo desde la edición de 1955. La entrada de la agencia de publicidad Unipublic, junto a los patrocinios de la firma de ropa vaquera Lois y de la ciudad de Jerez de la Frontera, lograría sin embargo la continuidad de la gran ronda española. Además, los ciclistas hicieron una huelga en la etapa con doble sector por considerarla demasiado dura finalmente disputándose a un ritmo lento.

Un segundo puesto en la etapa 12ª entre Pamplona y Logroño en el mismo tiempo que el vencedor, el belga Frans Van Vlierberghe y sacándole más de dos minutos al tercero y un quinto en la etapa 15ª entre Gijón y León, fueron los mejores resultados de Menéndez en su última Vuelta a España que al final acabaría en el puesto 40º de la clasificación general.

Pero la gesta indiscutible de Menéndez en esta edición de la ronda española la realizó en la 4º etapa disputada entre Granada y Puerto Lumbreras (Murcia), de 222 km de recorrido. Esta jornada tuvo un héroe en el ciclista de Cangas del Narcea, quien protagonizó una escapada en solitario de 202 km. Nuestro especialista en escapadas en solitario ha protagonizado varias de este tipo en su larga carrera profesional (una de ellas que ya hemos descrito le supuso record y un triunfo en el Giro de Italia de 1976), saltó en el km 6, después de dos o tres intentos de fuga, que fueron rápidamente abortados. A medida que se aproximaba al puerto de la Mora, puntuable de tercera categoría, fue adquiriendo ventaja y en sus primeras rampas se presentó con un minuto y medio de ventaja sobre el pelotón. La intensa bajada facilitó el rodar del cangués, que llegó a adquirir una diferencia superior a los diez minutos en el kilómetro 127. Y así, en solitario, avanzó hasta cerca de la meta murciana.

Los veinte km finales de la etapa fueron de ciclismo puro. Con continuos ataques y contraataques por el grueso pelotón para dar caza al esforzado ciclista cangués. Todos contra Menéndez, que con el viento de costado y más de doscientos km en solitario sobre sus piernas, cuando ya tenía a la vista Puerto Lumbreras a 14 km de meta, fue alcanzado.

En su última temporada como profesional Antonio también participó en la Vuelta a Andalucía-Ruta Ciclista del Sol donde término en un meritorio 13º puesto.

CLUB CICLISTA “LOS TRES”

En su larga trayectoria, el Grupo Ciclista “Los Tres”, pionero en España del cicloturismo y de las escuelas ciclistas, ha organizado numerosas carreras, campeonatos, escuelas de ciclismo y salidas cicloturistas que aún realizan sus socios en la actualidad.

Se constituye en Gijón en el año 1972 en torno al Bar Chamartín (Calle Menéndez Pelayo) y al Garaje Amieva (propiedad de José Antonio Amieva, entrenador nacional de ciclismo) ambos en el barrio de La Arena, como homenaje a los tres ciclistas asturianos más destacados de la época: José Manuel Fuente ‘El Tarangu’, Vicente López Carril y el cangués Antonio Menéndez González.

Es curioso porque a diferencia de otros muchos clubes y peñas ciclistas de la época que tomaban el nombre de un único ciclista destacado, éste estaba dedicado a los tres campeones asturianos. Los tres ciclistas, además, vivían en Gijón, en los barrios de La Arena y El Coto y militaron juntos en el KAS durante varios años.

En abril de 2016 se celebró en Gijón una exposición relacionada con la tradición ciclista de la ciudad en la que estuvo expuesta una de las bicicletas de Menéndez.

Por aquel entonces, el único de ‘los tres’ que estaba consolidado como figura del ciclismo era Fuente, que ya había ganado una Vuelta a España y había destacado en el Giro de Italia. Los otros dos, que también eran ciclistas profesionales, no tardarían en sobresalir. Fuente conseguiría ganar la Vuelta a España en dos ocasiones, un tercer pódium en el Tour de Francia, donde aún recuerdan sus mano a mano con Luis Ocaña, y papeles destacados en cuatro Giros italianos donde sus duelos con Felice Gimondi y Eddie Merckx hicieron las delicias de los aficionados. López Carril también lograría un tercer puesto en el Tour de Francia y ser campeón de España de fondo. Por su parte, Menéndez aún conserva el récord de la escapada más larga del Giro de Italia: 222 kilómetros en solitario. Sin duda, los días más gloriosos del ciclismo asturiano habían estado en la época de Fuente y en el final de los también históricos Vicente López Carril y Antonio Menéndez.

 

En la actualidad, de una u otra manera, Antonio Menéndez sigue vinculado al ciclismo. En la imagen lo podemos ver a la dcha. de la ex-alcadesa de Gijón en una exposición sobre la tradición ciclista en la ciudad en 2016.

En definitiva, después de leer este detallado estudio sobre la carrera profesional de Antonio Menéndez, a nadie le puede quedar duda alguna de que estamos ante una leyenda del ciclismo asturiano y por qué no decirlo, del deporte de las dos ruedas en España. Este cangués es uno de esos grandes deportistas que, en palabras de personas que le conocen bien, “han sabido convertirse en ciudadanos normales con una naturalidad pasmosa”. Un orgullo para Cangas del Narcea, un modelo a seguir por todas nuestras jóvenes promesas en este deporte y un ejemplo para todos los que respetamos y admiramos a estos héroes de la carretera.

Higinio González, un ciclista cangués en la época de Bahamontes

Higinio González en un reportaje de Luis Pasamontes para turismoasturias.es.

El cangués Higinio González, fue un ciclista independiente que corrió la Vuelta Ciclista a Asturias de 1955 y 1956 ante los legendarios ciclistas españoles Federico Martín Bahamontes y Bernardo Ruiz Navarrete, entre otros, gracias a  unos días que le dejaron de descanso en la mina, de ahí que se le conociera en el mundo de la bicicleta en Asturias como “El Mineru”.

Entre el 14 y el 20 de junio de 1955 se celebró la IX Vuelta Ciclista a Asturias con un recorrido de 1.100 km que se disputaron en 7 etapas de las que dos de ellas recorrerían parajes cangueses: la tercera con salida en Gijón y final en la villa de Cangas del Narcea pasando antes por Oviedo y Tineo, y la cuarta que partiría de Cangas hacia Luarca para, por la carretera de la costa, terminar en Avilés.

La ronda asturiana en sus dos ediciones anteriores había adquirido gran prestigio, mereciendo la calificación internacional y de selección para el campeonato nacional de fondo en carretera.  En la edición de 1955 llegaron a participar tres equipos extranjeros: uno francés, otro italiano y uno más belga-holandés. También destacaría este año, por primera vez, una gran caravana publicitaria en la que participaron numerosos vehículos de marcas industriales y comerciales.

Titulares en la prensa nacional tras el final de la Vuelta Asturias de 1955 destacando la proeza de Higinio González.

El ganador final sería uno de los mejores ciclistas profesionales de la historia, Federico Martín Bahamontes. Una vez más, hacía honor a su apodo, “el águila de Toledo”, volando por las carreteras asturianas. En la penúltima etapa dio toda una exhibición de ciclismo y se escapó nada más dar la salida en Oviedo. En el primer paso por Mieres ya sacaba más de un minuto al pelotón y después de ascender el mítico puerto de Pajares primero y La Colladona después, llegaba a la meta de Mieres con una ventaja de cinco minutos sobre sus inmediatos perseguidores. Una impresionante etapa que al día siguiente le llevaría a lo más alto del pódium.

La prensa nacional titulaba “Bahamontes ganó la Vuelta a Asturias”, pero lo curioso es que este titular iba acompañado del siguiente subtítulo: “Un picador minero, aficionado, acabó la prueba en el puesto cuarenta y dos”.

Y es que en el puesto 42º de la Clasificación General final figuraba Higinio González, picador minero en las minas de Cangas del Narcea, que corría por pura afición, y que al final, tras su gran gesta, obtuvo un premio de tres mil pesetas y un mes de vacaciones que le había ofrecido su empresa minera si terminaba la carrera.

 

ENTREVISTA [publicada en PURO CICLISMO (17/05/2019)]

Miguel del Mortirolo es el creador de PURO CICLISMO, diario online de ciclismo, que desde el año 2010 intenta mostrar la otra cara del ciclismo, aquella que no se ve por la televisión y en el que las entrevistas tienen un gran peso específico en su contenido. Durante la pasada Vuelta Ciclista a Asturias 2019 conoció a Higinio González en Cangas del Narcea, quien le estuvo relatando parte de su vida ciclista.

Corrió dos Vueltas a Asturias y varias clásicas a mediados de los años cincuenta. En estas pruebas compitió contra: Federico Martín Bahamontes (El Águila de Toledo), Jesús Loroño Arteaga, Fernando Manzaneque Sánchez (Manzaneque de la Mancha), Julio Jiménez Muñoz (El Relojero de Ávila), Bernardo Ruiz Navarrete (El Pipa), …

A la derecha, Higinio González con los tubulares de repuesto a la espalda. Año 1955 ó 56.

Higinio llegaba muy bien a las etapas y nunca tuvo una pájara. Aunque nunca sufrió pinchazo alguno, una vez durante una etapa de la Vuelta a Asturias se le salió un tubular: “veníamos de Llanes a Gijón, eran ciento sesenta y algo de kilómetros. En Gijón, encima de la playa, hicimos un circuito de unas veinticinco vueltas y ganó un italiano. En Villaviciosa iba delante con otros doce ciclistas, traíamos dos minutos más o menos, y bajando se me salió el tubular de atrás, tuve que deshincharlo para poder colocarlo bien, porque sino me era imposible ponerlo. Para pegar los  tubulares usaba cinta, pero tuve la suerte de coincidir ese día en Gijón en el hotel, con un mecánico de un equipo italiano, y me dio un tubo de pasta para que se lo echara a los tubulares, y desde esa no se me volvió a despegar ninguno”.

En aquella época, como nos enseña en la foto, tenían que llevar los tubulares a la espalda.

Higinio me sigue comentando que “como avituallamiento solía llevar un filetín, cortadito para poder comerlo. También llevaba turrones de azúcar, que había cuadrados. Además llevaba fruta escarchada, de pera o de melocotón”.

Palacio de Omaña en la actualidad

El palacio de Los Omaña de la villa de Cangas del Narcea

Pelayo Fernández Fernández

En la plaza de la Iglesia de la villa de Cangas y en las inmediaciones de su templo parroquial se erige el palacio de los Omaña, uno de los más conocidos de esta villa. Fue declarado Monumento Histórico-Artístico en 1981 y Bien de Interés Cultural en 1992. Lo adquirió el Ayuntamiento de Cangas del Narcea en 2006-2007 para convertirlo en Casa de Cultura.

 Palacio de Omaña en la actualidad

Palacio de Omaña en la actualidad

El linaje de los Omaña fue muy poderoso e influyente en el occidente de Asturias y en el norte de la provincia de León (comarcas de Babia, Laciana y Las Omañas). La casa parte del infante García de León, hijo del rey Fernando II de León, que recibió en herencia el territorio de Las Omañas. A partir de 1369 miembros de este linaje empezaron a asentarse en Asturias llegando como criados de sus señores, los Quiñones. Durante la Edad Moderna adquirieron grandes propiedades y privilegios, siendo señores del concejo de Cudillero y tenían posesiones en Pravia, Santianes, Agüería y Oviedo. En el concejo de Somiedo fueron dueños de El Coto y en el de Candamo del pueblo de Valdemoro. También tenían derechos de enterramiento en la iglesia de San Isidoro de León. Su casa principal era este palacio de la plaza de la Iglesia. En la misma villa de Cangas también tenían otro solar con bodega en la calle Mayor.

Los Omaña fueron patronos del Hospital de Nuestra Señora de los Remedios construido en 1585, en la calle Mayor de la villa de Cangas, por los canteros Toribio de Bada, vecino de Llanes, y Toribio de Castro, vecino de Nueva de Llanes, cuya capilla aún sigue en pie y hoy día hace las funciones de salón parroquial. De ella procede la imagen del Cristo de la Salud de la iglesia parroquial del Cangas del Narcea, una de las muestras más destacadas de la escultura quinientista asturiana. También esta familia tenía dotadas algunas sepulturas en la antigua iglesia de Cangas, templo de estilo románico demolido en 1642 para construir la nueva colegiata, ya que desde mediados del siglo XVI se habían constituido como los más celosos promotores de esta iglesia y de las obras piadosas de la villa. El testamento de Arias de Omaña el Negro (1555) favorecía a la parroquia con 400 ducados para ornamentos y asignaba otros 600 para la fundación del mencionado Hospital, con la condición que se le asignase un lugar de enterramiento delante del altar mayor de la iglesia. Tenían otra casa en La Rozadiella/La Rozadiel.la, parroquia de Arganza (Tineo/Tinéu), construida en 1646 por el maestro de obras Juan Díez de Guiana, vecino de Cardoso (Llanes), y en cuya capilla lucen esplendidos retablos de los siglos XVII y XVIII hechos por Juan García de Ascucha y Antonio López de la Moneda (casa particular no visitable).

Puerta principal del palacio

Puerta principal del palacio

Algunos miembros ilustres de esta casa fueron Lope de Omaña (Cangas de Tineo, 1593), señor de la casa de Omaña y de los lugares de Clavillas, Valcárcel, La Bustariega, entre otros, que entroncó gracias a su enlace con Catalina Queipo de Llano con la casa de los Queipo de Llano. Arias de Omaña y Queipo de Llano (1616) ingresó en la orden de Santiago en 1639 y fue padre del ilustrísimo Benito de Omaña (Cangas del Narcea, 1650 – Jaén, 1712), colegial mayor de Santa Cruz de Valladolid, catedrático en esa universidad y en la de Granada, pasando después a Roma como auditor del Tribunal de La Rota en 1701, de donde regresó a España para dirigir la diócesis jiennense en 1708. En 1711 donó al santuario del Acebo una custodia de plata (hoy día en el Museo de la Iglesia de Oviedo), una de las piezas de orfebrería más carismáticas del concejo de Cangas del Narcea. A través de diversos matrimonios entroncaron con las casas de Quirós y Tineo, siendo el último miembro de esta casa Pedro de Salas Quiñones Suárez Miranda, que murió sin descendencia a mediados del siglo XIX nombrando como heredera de sus bienes a su esposa Ramona Valdés de los Ríos Bazán, la cual a su muerte se los dejó a su sobrina nieta Rafaela de los Ríos, que se casó con el conde de Revillagigedo.

El palacio de Omaña, con el de Sierra-Pambley en la calle de La Fuente, es uno de los más antiguos de la villa de Cangas del Narcea. Gracias a los documentos conservados en el Archivo Histórico de Asturias conocemos su proceso constructivo. La historia del palacio partiría de una casona del siglo XV que tendría el escudo que hoy vemos en la fachada principal del palacio que en uno de sus cuarteles muestra las armas de los Quiñones, que a partir de 1369 empiezan a asentarse en Asturias. Esta casona fue ampliada en 1615 con la edificación de la primera torre «de debajo de la casa del dicho Lope de Omaña con las puertas y ventanas necesarias», por orden de Lope de Omaña y realizada por el cantero Juan de la Fuente, natural de Omoño, municipio de Ribamontán al Monte, Merindad de Trasmiera (Cantabria), y por el carpintero Juan de Torres, estante en la villa de Cangas, que es la torre derecha (a nuestra izquierda) del palacio. En 1616, el arquitecto Baltasar de Velasco, vecino de Suesa, Merindad de Trasmiera, construyó una pared «hacia el medio día pegada con su torre hacia la parte del vendaval», según la traza y condiciones hechas por Domingo de Vélez de Biloña, que a nuestro juicio es la fachada principal del palacio. En estos momentos el palacio tendría la estructura característica de la primera mitad del siglo XVII con un único cuerpo de dos pisos y una torre esquinera.

Ventana de la torre izquierda con decoración renacentista

Pero en 1651, Lope de Omaña decidió modernizar el inmueble con la construcción de una segunda torre y adaptar el palacio a los nuevos gustos del momento siguiendo el modelo de palacio barroco español con dos torres esquineras. Las obras fueron diseñadas y ejecutadas por el arquitecto Domingo Martínez de Palacios, vecino de Noja (Cantabria), padre del arquitecto Francisco de Palacios, que se comprometió no solo a construir la torre sino a acabar el cuarto arrimado a la casa de la parte del río y construir un zaguán con dos puertas por donde se accedería a un aposento en la torre y a la zona de caballerías. En el segundo cuerpo de este zaguán se harían otras dos puertas para entrar a «las salas vieja y nueva» y una ventana con balcón en medio de la pared que mira a la iglesia con su cornisa en la parte de abajo (no conservada). En 1653 se modificó el patio con la construcción del corredor alto y bajo y la escalera de acceso interior pegada a la antigua bodega hasta el primer piso, a través de una portada en forma de arco por donde partiría la escalera. Esta obra fue hecha por el carpintero Pedro Rodríguez Carballo, vecino de Corias, el cual también hizo el antepecho de dicha escalera con sus respectivos balaustres, así como todo el suelo de madera del primer piso y desván. El dicho corredor llevaría siete columnas ochavadas y todos los balaustres torneados, soleras y antepechos necesarios.

Columnas del patio del palacio, de 1653

El palacio fue reformado en 1846 por el último miembro de esta familia, Pedro de Salas Quiñones Suárez Miranda. En el dintel de la ventana de la fachada principal se lee: «SE REEDIFICO/ESTA CASA POR EL/SR. D. PEDRO SALAS OMAÑA 1846». Finalmente, la reforma más llamativa se efectuó en 1923 por José María Díaz López «Penedela» (Penedela, Ibias, 1870-Cangas del Narcea, 1934), alcalde de Cangas del Narcea entre 1913 y 1923, mientras residía en esta casa. Se añadieron el mirador colocado a la derecha de la portada principal, las ventanas gemelas que hay debajo de él y las puertas abiertas en la parte inferior de las torres.

El aspecto del palacio anterior a esta última reforma se ve en una fotografía realizada por Luis Muñiz Miranda y publicada en Asturias, obra dirigida por Octavio Bellmunt y Fermín Canella, en 1894. Nos encontramos ante un fachada formada con un cuerpo apaisado de dos alturas entre dos torres con una portada principal en arco de medio punto y con un despiece radial de dovelas enmarcada por un alfiz como se ve en muchas de las iglesias del concejo (Carballo/Carbachu, Gedrez/Xedré, Naviego/Naviegu, etc.). Sobre ella se abre una ventana cuadrada con sendos escudos a sus lados. En las torres hay dos ventanas enmarcadas por sillería, la de la izquierda con decoración tallada de estilo renacentista. Es curiosa la decoración del dintel con dos leones en las esquinas y una torre en el centro entre ornamentación vegetal.

Escudo con las armas de los Quiñones y epigrafe

En el interior del palacio se conservan las columnas del piso bajo del patio (de 1653) coronadas por capiteles de inspiración jónica en torno al cual se distribuyen las dos crujías laterales a oeste y oriente, cuyas habitaciones están muy alteradas por la reforma contemporánea. Por el costado sur, la fuerte pendiente del terreno impidió levantar una tercera crujía.

Escudo con las armas de los Omaña, labrado por Pedro Sánchez de Agrela en el siglo XVII

El escudo más antiguo del palacio, según Francisco Sarandeses, es el de la parte superior (muy deteriorado) y muestra las armas de los Quiñones como ya quedó dicho. El escudo central fue hecho en el segundo tercio del siglo XVII por el escultor Pedro Sánchez de Agrela (San Pedro de Mor, Lugo, hacia 1610-Cudillero, 1661), iniciador de la actividad escultórica local, y muestra las armas de los Omaña con una banda engolada en dragantes con cinco armiños, tres encima de la banda y dos debajo de ella y con el lema de este linaje: «QUIEN SIGUIERE AL SEÑOR TENDRA ESFUERÇO E QUITO DE TODO TEMOR».

Escudo con las armas de los Quirós y Tineo

El escudo situado a la derecha de la portada muestra las armas de los Quirós con dos llaves enlazadas por anillos bajos; tres lunetes en palo a cada lado de las llaves y tres lises de oro, una en jefe y otra bajo cada palo de lunetes. En la parte inferior las armas de Tineo con un pino y dos cabras, con cuatro veneras, dos a cada lado del árbol. Linajes entroncados con los Omaña, el primero con el matrimonio a mediados del siglo XVI de Ares de Omaña y María Rodríguez de Quirós; y con los Tineo en 1639 con el matrimonio de Arias de Omaña Queipo de Llano, nieto de dicha María Rodríguez de Quirós, con Catalina de Tineo y Tovar. Este escudo, por tanto, es posterior a 1639 y acaso se hizo con la reforma de 1651. Por su parte, el escudo de la izquierda muestra los emblemas de los Queipo de Llano con tres bandas y tres flores de lis con la que la casa de Omaña entroncó en 1606 con el matrimonio de Lope de Omaña y Catalina Queipo de Llano y Valdés.

Escudo con las armas de los Queipo

Ala norte (fachada principal) del palacio de Ardalí.

Guía de palacios y casonas del concejo de Cangas del Narcea. El Palacio de Ardaliz / L’Ardalí

Después de hacer la Guía artística de Cangas del Narcea. Iglesias, monasterios y capillas, escrita por Pelayo Fernández Fernández, el Tous pa Tous ha emprendido la tarea de realizar una guía de palacios y casonas del concejo de Cangas del Narcea. El encargado de esta tarea es el mismo Pelayo Fernández. Hoy, adelantamos una muestra de su trabajo de documentación. Se trata del Palacio de Ardaliz / L’Ardalí, que perteneció al poderoso linaje de los Queipo de Llano. Gracias a su investigación, Pelayo Fernández nos desvela su fecha exacta de construcción, el nombre del maestro cantero que lo levantó, su procedencia y más cosas de interés.

EL PALACIO DE ARDALIZ / L’ARDALÍ

PELAYO FERNÁNDEZ FERNÁNDEZ

El palacio de Ardaliz y el pueblo de Pixán

El palacio de Ardaliz y el pueblo de Pixán

La casa de los Queipo de Llano de Ardaliz/L’Ardalí, en la parroquia de Limés / L.lumés, fue fundada hacia 1600 por Diego García de Tineo y Llano (nacido en Cangas del Narcea, hacia 1570), colegial de San Pelayo de Salamanca, regidor de la villa de Cangas y miembro de uno de los linajes más poderosos de su tiempo en Asturias y España. Sus padres fueron Juan Queipo de Llano el Mozo, natural de Cangas, y Catalina de Valdés, natural de Salas y sobrina de Fernando de Valdés Salas (Salas, Asturias, 1483 – Madrid, 1568), Inquisidor General, arzobispo de Sevilla, presidente del Consejo de Castilla y fundador de la Universidad de Oviedo. Y su hermano Fernando de Llano y Valdés (Cangas del Narcea, 1575 – Madrid, 1639) fue arzobispo de Granada, presidente del Consejo de Castilla y fundador en 1639 de la colegiata (hoy, iglesia parroquial) de Santa María Magdalena en la villa de Cangas del Narcea.

Ala norte (fachada principal) del palacio de Ardalí.

Ala norte (fachada principal) del palacio de Ardalí.

Diego García de Tineo se casó con Teresa Pérez de Navia y en 1635 crearon un vínculo con la casa y propiedades de Ardaliz. El heredero de este mayorazgo fue su primogénito, Rodrigo Queipo de Llano y Valdés, que ingresó en la prestigiosa orden de Santiago en 1639. También pertenecieron a esta casa otros personajes ilustres, como Juan Queipo de Llano y Navia (1599-1643), provisor eclesiástico de la diócesis de Granada y obispo de las diócesis de Guadix (Granada) y Coria (Cáceres) y cuyo monumento funerario, labrado por Diego Ibáñez Pacheco y la estatua orante por Luis Fernández de la Vega (Llantones, Gijón, 1601-Oviedo, 1675), está en el presbiterio de la iglesia parroquial de Cangas del Narcea.

Capilla del Palacio.

Capilla del Palacio.

Esta rama de los Queipo de Llano de Ardaliz levantó su primera casa en la villa de Cangas del Narcea, capital del concejo y centro administrativo de la comarca. En el año de 1600, el mencionado Diego García de Tineo encargó al cantero Juan de la Fuente, natural de Omoño, municipio de Ribamontán al Monte, merindad de Trasmiera (Cantabria) y residente en la villa de Cangas, la construcción de una casa en la calle Mayor de esta villa (donde actualmente están el Bar Blanco y la Relojería Berlín), y cuatro años más tarde, el 5 de enero de 1604, contrató con el mismo cantero la edificación de su residencia en Ardaliz con una capilla adosada. La carpintería de la casa la contrató el 10 de mayo de ese año con el carpintero Fernando de Ortiz, residente en la villa de Corias desde 1596, para hacer las puertas, marcos, ventanas y demás obra en madera. Este trabajo fue terminado por Juan de la Pediza (documentado entre 1589-1604), residente en la villa de Cangas y cuñado de Fernando de Ortiz. Una vez acabada la construcción del palacio, en 1606, el escultor y pintor Juan de Torres (Oviedo, documentado en 1587-1615) dio carta de pago al dicho Diego García de Tineo por la obra del retablo de la capilla del «licenciado Labio», pudiendo tratarse del retablo de la capilla de este palacio. Hoy día se conservan los vestigios de un retablo manierista con las imágenes de un Apóstol y un Santo Obispo.

Detalle del ala sur.

Detalle del ala sur.

El palacio está construido con mampostería de pizarra ennoblecida con cantería en el recerco de todos sus vanos y portadas. Las cubiertas son de teja árabe y pizarra. Aún mantiene parte de su estructura original con una torre esquinera de planta cuadrangular, destacada en altura (tres plantas y palomar en el bajocubierta) respecto a los cuerpos rectangulares que se le adosan en dos de sus lados (norte y sur) formando una planta en forma de L, habitual en los palacios asturianos desde último cuarto del siglo XVI hasta mediados del siglo XVII y que se ve en otras construcciones cercanas como el palacio de los Flórez Valdés en Carballo/Carbachu. En el ala sur estaría la cocina y otras dependencias auxiliares en torno a un portal de entrada estructurado con dos únicas columnas de orden toscano dispuestas sobre un alto basamento que sujetan un entramado de madera, muy similar al del citado palacio de Carballo. Desde aquí y a través de sendas portadas adinteladas se accede al interior del palacio y a la capilla, de planta cuadrangular y cubierta con bóveda de arista. En las paredes de este portal hay restos de pinturas murales en deficiente estado de conservación, siendo el motivo mejor conservado la representación de la Cruz de los Ángeles. También se intuye la presencia de un escudo pintado con las armas de los Valdés y que es la primitiva decoración heráldica del palacio ya que el escudo de armas de la fachada principal, como veremos a continuación, es posterior a la edificación del palacio y se hizo, junto a la reforma de su fachada, para conmemorar el ingreso de esta familia en la orden de Santiago en 1639.

Pinturas murales y escudo de armas.

Pinturas murales y escudo de armas.

El ala norte, que mira hacia el río Luiña, es la fachada principal del palacio que fue ennoblecida después de ese año de 1639. En la planta baja se alojarían el vestíbulo y las cuadras y en la superior aún se conserva el gran salón, cubierto con una magnífica armadura de madera, revelado al exterior por un balcón moldurado con antepecho de hierro y dos ventanas con alfeizar también moldurado y mandil de sillería. En esta fachada se aloja el escudo en forma de corazón y con las armas de los Queipo de Llano: tres flores de lis y tres fajas, bordeadas por piñas (en otros escudos de este linaje se usan los racimos de uva). Como se aprecia, el escudo, incorpora la cruz de Santiago de la que solo asoman el extremo superior y los laterales. Los motivos decorativos de este escudo (moldura en forma de corazón, las ovas, las molduras enrolladas y la ménsula inferior en forma de gola) son habituales en la producción del «Taller de Cangas del Narcea» y en los retablos y escudos del escultor Pedro Sánchez de Agrela (San Pedro de Mor, Lugo, hacia 1610-Cudillero, 1661), siendo por tanto una pista importante para atribuir a este maestro la hechura de este escudo. Por la parte norte de esta fachada se adosa otra con la bodega para elaborar vino en su planta baja y en el primer piso más habitaciones y parte del salón principal que se revela al exterior por medio de otro balcón. Este ala es una construcción posterior, del siglo XIX.

Escudo de armas en la fachada principal del palacio de Ardaliz, obra del escultor Pedro Sánchez de Agrela

Escudo de armas en la fachada principal del palacio de Ardaliz, obra del escultor Pedro Sánchez de Agrela

Estilísticamente, estamos ante una arquitectura de sobria concepción volumétrica y ornamental, donde el equilibrio y el ritmo, derivados de la disposición de los vanos, son sus principales características. Esta pureza arquitectónica se ve en los huecos distribuidos con cierta regularidad, formados por dinteles y jambas monolíticas de buena piedra y carentes de decoración.
Junto al palacio se conserva una panera.
Actualmente, una parte del palacio está destinado a alojamiento rural “Casa de aldea Palacio de Ardaliz”.

Mi más sincero agradecimiento a Carmina Rodríguez y José Calvo de la Casa de Ardaliz.

Trece poesías de Gervasio Suárez-Cantón

Gervasio Suárez Cantón en El Recluta, Alto de Santarbás, en el verano de 1983.

Publicamos aquí un documento sonoro que nos ha hecho llegar Jorge Bethencourt Colubi, con 13 poesías compuestas y recitadas por el cangués Gervasio Súarez-Cantón y de Llanes-Campoamor. Estos pasajes “más o menos literarios”, como el propio Cantón dice en la grabación, son los siguientes:

EL VIEJO ROBLE.— Motivado por sus aficiones a la montaña y a la caza.

CARRETERA DE MONTAÑA

EL ANDAR DEL RÍO.— Dedicado al río Pisuerga a su paso por Valladolid.

UNA ORACIÓN PARA RODRÍGUEZ DE LA FUENTE.— A la memoria del naturalista y divulgador ambientalista español, Félix Rodríguez de La Fuente, al que Cantón tuvo el gusto de conocer en Madrid.

EL SUEÑO.—  Un elogio al sueño porque para Cantón, “en la vida actual los mejores momentos son los que se pasan soñando”.

EL RECUERDO.— “Lo que pasó y ya no vuelve”.

ALICIA.— Porque para nuestro poeta, “las mujeres son dignas de figurar en la poesía”.

A TU BOCA, CARMENCHÍN – Poesía dedicada a la pintora canguesa Carmen Muñiz (Carmenchín)

LUCERO TENA. Recuerdo a la bailarina de flamenco mexicana, María de la Luz Tena Álvarez, de nombre artístico Lucero Tena, maestra en el arte de tocar las castañuelas y los palillos flamencos.

 Y para finalizar, un ciclo dedicado a las cuatro estaciones canguesas del año:

10º OTOÑO

11º INVIERNO

12º PRIMAVERA

13º VERANO

Nuestro célebre poeta, falleció en avanzada edad el 27 de octubre de 1993 en la villa de Cangas del Narcea, pero hoy todavía lo podemos escuchar en el siguiente enlace:



 

Cambios en la domesticidad de la casa aristocrática: el palacio de los condes de Toreno en Cangas del Narcea (1689-1827)

Palacio de Toreno; perspectiva general. Foto: Daniel Herrera Arenas, 2014

Fernando Queipo de Llano y Valdés (Madrid, 1663-Cangas del Narcea, 1718), tercer conde de Toreno, regresó al viejo solar asturiano de su ascendencia en 1683 para casarse, tras medio siglo de absentismo familiar. El prístino hogar medieval fue arrasado y sustituido por un nuevo y amplio edificio, en el que se concentraban las nuevas necesidades de habitabilidad requeridas por la aristocracia, aunque en un entorno rural. El interior doméstico se racionaliza, lo que supondrá la funcionalidad específica de cada una de las salas desde el principio. A partir de varios inventarios de bienes fechados entre 1719 y 1827 se observan los principales cambios y permanencias en el hogar de una familia aristocrática durante el siglo XVIII y en la transición del Antiguo Régimen al Liberalismo, favorecidos por los paulatinos cambios culturales suscitados a lo largo del Siglo de las Luces, en la utilización de las habitaciones y en su decoración, sobre todo en las colecciones artísticas (pinacoteca y tapicería).

En el siguiente enlace a la biblioteca del Tous pa Tous, se puede consultar un interesante estudio de Juan Díaz Álvarez, Doctor en Historia y Licenciado en Geografía e Historia (secciones de Historia e Historia del Arte) por la Universidad de Oviedo, basado principalmente en tres inventarios post morten pertenecientes a otras tres personas habitantes del palacio cangués. El primero es el que se hizo a la muerte del tercer conde de Toreno y promotor de la construcción Fernando Queipo de Llano y Valdés (Madrid, 1663-Cangas del Narcea, 1718); el segundo el de su nieto, el quinto conde Joaquín José Queipo de Llano y Valdés (Cangas del Narcea, 1727-1805), realizado en 1803 cuando, aquejado de una prolongada enfermedad traspasa la dirección de la casa a su hijo y heredero el vizconde de Matarrosa, José Marcelino Queipo de Llano Bernaldo de Quirós (Cangas del Narcea, 1757-1808), futuro sexto conde de Toreno. El tercero corresponde a la hija de éste, Josefa Queipo de Llano Ruiz de Sarabia († Cangas del Narcea, 1827), viuda del general Juan Díaz Porlier († La Coruña, 1815).


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Cangas del Narcea en la tarjeta postal, 4. “Recuerdo de Cangas del Narcea” de Fotomely (1954)

altHacia 1954 la casa de Ediciones y reportajes gráficos “Fotomely”, de Oviedo, editó una tira de diez tarjetas postales fotográficas, que se presentaba empaquetada en una funda de cartulina, con el título: “Asturias. Recuerdo de Cangas del Narcea”. Fotomely tenía su domicilio en Monte Santo Domingo, nº 5 y se dedicaba a hacer tarjetas postales de ciudades y villas asturianas (Oviedo, Pravia, Pola de Lena, Ribadesella, etc.), así como retratos de personas; trabajaban como fotógrafos de calle y ambulantes en unos años en los que en las villas había pocos estudios fotográficos.

La colección que presentamos hoy en la web del Tous pa Tous es probablemente la última serie de postales dedicada a Cangas del Narcea que se hizo con este tipo formato, en el que el comprador tenía que adquirir el conjunto completo. Después seguirán haciéndose muchas más tarjetas postales de Cangas, pero se venderán por unidades.

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Vista parcial. Cangas del Narcea, desde la carretera del Acebo con el convento de las dominicas en primer plano. Fotomely, 1954

La tira contiene las siguientes fotografías:

  1. Vista general. Cangas del Narcea
  2. Presa sobre el río Luiña. Cangas del Narcea
  3. Corias y monasterio. Cangas del Narcea
  4. Puente romano sobre el río Narcea. Cangas del Narcea
  5. Reguerón. Cangas del Narcea
  6. Vista parcial. Cangas del Narcea
  7. Vista general. Cangas del Narcea
  8. Puente Nuevo sobre el río Narcea. Cangas del Narcea
  9. Cuesta de la Vega. Cangas del Narcea
  10. Escalera de la Fuente. Cangas del Narcea
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Fachada de la iglesia parroquial de Cangas del Narcea. Fotomely, 1954

Además de estas diez tarjetas, Fotomely publicó otras postales con fotografías de Cangas del Narcea y de esa misma fecha de hacia 1954. Conocemos dos: 1) “164. Vista parcial. Cangas del Narcea”, que es una fotografía de la villa sacada desde la carretera del Acebo con el nuevo convento de las dominicas en primer plano, y 2) la fachada de la iglesia parroquial.

Las imágenes de Fotomely nos permiten conocer el aspecto de Cangas del Narcea en un momento en el que ya había comenzado la transformación urbana del centro de la villa. La demolición en los años anteriores del convento de las dominicas del siglo XVII y la casa consistorial del siglo XVIII en la calle Mayor, y de los viejos palacios de la calle de la Iglesia, permitieron la apertura de las calles Ibo Menéndez Solar, Alcalde Díaz Penedela, Dos Amigos y Tres Peces, el ensanche de la calle de la Iglesia (actual, Médico Rafael Fernández Uría) y la construcción de casas de pisos en esas nuevas calles. En las imágenes de Fotomely aún se ven muchos solares vacíos y calles recién trazadas.

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Detalle vista general de Cangas del Narcea desde la Carretera de Nueva. Fotomely, 1954

En las fotos se ven también tres construcciones muy significativas de aquel tiempo, que acababan de construirse en la calle Uría: el Hotel Truita de 1953, el chalet de Joaquín Rodríguez “el Soliso” y el chalet de Braulio Sánchez y Marina Morodo (desaparecido). Por el contrario, el resto de la villa y sus alrededores (véase la fotografía de El Reguerón) mantendrán su fisonomía decimonónica hasta veinte años más tarde, en que los cambios y la especulación del suelo comenzarán a llegar a todos los rincones de la urbe.

 


Cangas del Narcea en la tarjeta postal, 2. Enrique Gómez (1915)

Retrato de un niño hacia 1900. Fotografía de Enrique Gómez

Las primeras fotografías de mi abuelo paterno, Joaquín López Manso, y de su hermano Luis las hizo el fotógrafo Enrique Gómez alrededor de 1900 en Cangas del Narcea. Las casualidades de la vida han hecho que yo mantenga trato y amistad con un nieto del fotógrafo, Luis Gómez, de Luarca, que es el que me facilita la mayor parte de la información que utilizó en esta noticia.

Enrique Gómez Rodríguez nació en Mirallo de Arriba, concejo de Tineo, en 1867. Emigró a Madrid como tantos otros asturianos y allí trabajó de cochero de Juan Prim Agüero (1858 – 1930), hijo del famoso general Prim. Este señor era muy aficionado a la fotografía y fue el que le enseñó los primeros conocimientos de la técnica fotográfica. Enrique se casó con María Pastora Sánchez, natural  de Écija (Sevilla), que trabajaba en Madrid como señora de compañía de  la marquesa de Viana.

Impreso publicitario fotógrafo Enrique Gómez, Madrid.

Después de contraer matrimonio se estableció como fotógrafo profesional en Madrid, en la Glorieta de Bilbao, nº 5. Tuvo siete hijos. Los cinco primeros murieron todos niños y un médico le recomendó trasladarse a vivir a algún lugar de la costa cantábrica para evitar tanta mortandad infantil. Decide trasladarse a Luarca, a donde viene durante algunos años sólo en verano (época que también aprovechaba para trabajar) y donde se establece definitivamente en 1902. Sobrevivieron dos hijos: Camilo, nacido en Madrid en 1896 y Néstor que nació en Luarca en 1904; los dos se dedicaron a la fotografía. Enrique Gómez murió en Luarca en 1934.

En la villa de Luarca, Gómez se estableció con un socio, Rubio, que también vino de Madrid, pero este regresó enseguida a la Corte. Unos años más tarde abrió una sucursal en Trevías. Además del estudio fotográfico, también tuvo una bodega de vinos.

Impreso publicitario fotógrafo Enrique Gómez, Luarca.

Como era costumbre en aquellos primeros años del siglo XX, donde los fotógrafos profesionales eran escasos en el medio rural e, incluso, en las villas asturianas, Enrique Gómez trabajó como fotógrafo ambulante por todo el occidente de Asturias. Su principal trabajo era hacer retratos individuales, familiares o de grupos. Asimismo, hizo tarjetas postales de varias villas de esta parte de Asturias, entre las que está la serie que dedicó en 1915 a Cangas del Narcea.

Esta serie esta formada por ocho tarjetas postales impresas y numeradas. Llevan en el anverso rotulado el título y en el reverso el nombre del fotógrafo. En todas las fotografías, salvo en las vista generales, aparecen grupos de vecinos posando, que dan a las fotos de Gómez un estilo peculiar, que no es frecuente en las tarjetas postales donde lo habitual es que las calles aparezcan vacías o con transeúntes ocasionales. Tal vez el carácter alegre y juerguista que tenía este fotógrafo, que tocaba la guitarra y acordeón, expliquen ese gusto por colocar en sus fotografías estos grupos de personas.

La serie de Enrique Gómez está formada por las siguientes tarjetas postales:


Cangas del Narcea en la tarjeta postal, 1. Modesto Morodo (1910 – 1912)

Portada bloc con diez tarjetas postales de Modesto Morodo.

Las tarjetas postales ilustradas con fotografías fueron una moda que comenzó a fines del siglo XIX y llegó hasta casi nuestros días. En este tiempo millones de personas se enviaron por correo tarjetas en las que aparecen imágenes muy variadas: calles de ciudades y villas, vistas generales, pueblos, monumentos, costumbres populares, tipos humanos, fábricas, puertos, barcos, estaciones de ferrocarril, puentes, etcétera. En los lugares turísticos abundaban estas postales que los visitantes enviaban a familiares y amigos. Estas tarjetas tenían unas características reguladas por unas normas internacionales. Sus medidas eran siempre las mismas: 9 x 13 centímetros y su reverso, desde 1906, se dividía en dos partes: una, para poner la dirección y el sello, y otra, para escribir un mensaje. Normalmente los editores de tarjetas postales publicaban series dedicadas a una población, que se presentaban en blocs o en tiras de diez o más fotografías. Desde muy pronto, comenzó el coleccionismo de estas tarjetas.

Romería del Acebo, Cangas de Tineo, 1912. Modesto Morodo.

No abundan las tarjetas postales dedicadas a Cangas del Narcea, porque nunca fue éste un centro turístico. De todos modos, como la villa era una población importante tuvo desde los inicios del siglo XX tarjetas postales en las que aparecían vistas de la villa y de Corias. Las primeras tarjetas postales dedicadas a nuestro concejo son las dos que editó en 1901 la Fototipia y Tipografía de Bellmunt y Díaz, en Gijón, en las que aparecen el barrio de Ambasaguas y el puente de Corias. Este taller aprovechaba para sus tarjetas postales las fotografías publicadas entre 1894 y 1901 en la obra Asturias, dirigida por Octavio Bellmunt y Fermín Canella. De esa misma fecha, 1901, es una tarjeta con una vista general de la villa publicada por Artes Graficas, de Gijón, y de 1903 son cinco tarjetas editadas por Hauser y Menet, de Madrid, con las siguientes fotografías: “Lavanderas en el Narcea”, “Orillas del Narcea”, mercado en la villa, feria de Vallado y convento de Corias. Más reciente, de hacia 1915, es otra tarjeta postal de Modesto Montoto con una vista general de la villa. En todos estos casos, son unas pocas fotos del concejo de Cangas del Narcea que aparecen en series más amplias dedicadas a Asturias. La mayoría de estas tarjetas postales pueden verse en el Álbum de Fotografías Antiguas de la página web del Tous pa Tous.

En las primeras décadas del siglo XX se publicaron cuatro series de fotografías dedicadas exclusivamente a Cangas del Narcea: dos de Modesto Morodo; una de Enrique Gómez, de Luarca, y otra del Monasterio de Corias editada en 1930 por los dominicos.

Además de todas las tarjetas mencionadas hay que citar las que hizo Benjamín R. Membiela, que es el primer fotógrafo profesional que se establece en el concejo de Cangas del Narcea, en concreto en el pueblo de Corias. Membiela hizo muchas tarjetas postales, pero, a diferencias de los fotógrafos o casas editoriales mencionadas, nunca las tiró en una imprenta y siempre las hizo él manualmente, una a una. Sus tarjetas no llevan normalmente firma, pero son inconfundibles porque están rotuladas a mano. En el Álbum de Fotografías Antiguas del Tous pa Tous pueden verse muchas de sus fotos.

Anuncio en prensa del negocio de Modesto Morodo

Modesto Morodo Díaz nació en Cangas del Narcea en 1884 y se instaló como fotógrafo y relojero hacia 1910. Tenía una tienda llamada La Suiza. Antes de establecerse definitivamente en Cangas había estado emigrado durante unos pocos años en Buenos Aires. A su regreso residió en Oviedo, donde se forma como fotógrafo en el estudio del famoso retratista Ramón García Duarte. Siempre tuvo una salud delicada, que le impidió ejercer el oficio de fotógrafo fuera del estudio que tenía en la calle Mayor. Murió en 1946.

Modesto Morodo editó hacia 1910 un bloc con diez tarjetas postales que lleva el titulo de “Recuerdo de Cangas de Tineo (Asturias)”. Son diez fototipias realizadas en la casa de Artes Gráficas Mateu S. A., de Madrid, dedicadas solamente a la villa. De estas diez fotografías conocemos nueve, que son las siguientes:

  1. Cangas de Tineo (Asturias). Vista general
  2. Cangas de Tineo (Asturias). Vista parcial
  3. Cangas de Tineo (Asturias). Calle Mayor
  4. Cangas de Tineo (Asturias). Plaza y Palacio del Conde Toreno
  5. Cangas de Tineo (Asturias). Vista de Ambas-Aguas. Una nevada
  6. Cangas de Tineo (Asturias). Desembocadura del río Luiña en el río Narcea
  7. Cangas de Tineo (Asturias). Puente romano de Ambasaguas
  8. Cangas de Tineo (Asturias). Una vista del río Narcea
  9. Cangas de Tineo (Asturias). Juzgado y cárcel

Factura del taller de fotografía de Modesto Morodo del año 1918.

Dos años más tarde, en 1912, editó varias tarjetas más dedicadas a Cangas del Narcea. En este caso las fototipias las encargó a la Casa Editorial PHG, de Valladolid. Las tarjetas están editadas con esmero y elegancia. Todas están firmadas. No sabemos exactamente cuántas tarjetas postales componen esta serie, porque no van en un bloc, ni llevan número de serie. Nosotros conocemos cinco:

  1. Cangas de Tineo. Vista general
  2. Cangas de Tineo. Vista parcial
  3. Cangas de Tineo. Calle Mayor
  4. Cangas de Tineo. Fuentes del Reguerón.
  5. Cangas de Tineo. Romería del Acebo.

La Sociedad Industrial de Besullo, una Cooperativa de Ferreiros en 1872

A la memoria de Lulo Benino, Manuel Álvarez Faidiel, uno de los últimos de aquellos inquietos, curiosos y cultos ferreiros de Besullo.

Besullo, hacia 1985

Desde el siglo XVIII, Besullo / Bisuyu, en el concejo de Cangas del Narcea, es un pueblo en el que numerosos vecinos se dedicaban a la industria del hierro, compaginando esta actividad con el cultivo de la tierra y la ganadería. En 1736 había un mazo en Pontones para estirar, ensanchar o adelgazar el hierro, propiedad de Pedro de Llano Flórez, vecino de Besullo, que lo tenía arrendado a dos vecinos de aquel sitio; en 1752, según el catastro de Ensenada, en todo el concejo de Cangas del Narcea solo existía ese mazo que estaba arrendado “a diferentes herreros, vecinos del concejo de Allande”. Cien años más tarde eran cuatro los mazos que funcionaban en las inmediaciones de Besullo, que aprovechaban el agua del río de las Veigas para mover sus máquinas hidráulicas (el mazo y la barquinera): el mazo del L.leirón en El Pumar (parroquia de Las Montañas), el mazo de Pontones, el mazo d’Abaxu en Besullo y el mazo de L’Otriello. Alguno era de un solo dueño, que lo arrendaba, pero lo habitual es que la propiedad fuese compartida entre varios ferreiros o herreros; tanto los arrendatarios como los propietarios trabajaban en el mazo por rigurosa vecera o turno y por el tiempo que les correspondiese: dos días, uno o medio día. Su trabajo era intenso. Lorenzo Rodríguez-Castellano escribe en 1954: “hace unos 40 o 50 años la actividad de la industria del hierro en Pontones y Besullo era tal que los tres mazos del río de la Veigas apenas tenían un minuto de descanso” (“La industria popular del hierro: el mazo”, en Boletín del Instituto de Estudios Asturianos, 22). El trabajo del hierro se acababa en unas veinte fraguas instaladas en las casas de estos cuatro lugares. En ellas se fabricaban todo tipo de aperos (fesorias, hachas, reas o rejas de arado, etc.), piezas de cocina (caldeiros, tambores de castañas, cazos o sartenes, preganzas o llares, trébedes, etc.), clavos de diferentes clases y ruedas de carro.

Esta industria permitió a algunos ferreiros llevar una vida acomodada y a una minoría de ellos formar parte a fines del siglo XIX de las listas de electores como mayores contribuyentes del concejo de Cangas del Narcea. En general, los ferreiros eran personas alfabetizadas, formadas y de ideas avanzadas, los cuales, a partir de la Revolución de septiembre de 1868, que supuso el fin del reinado de Isabel II, y de la Constitución de 1869, se manifestarían política y religiosamente en consonancia con esas ideas.

La Constitución de 1869, aprobada el 1 de junio, permitía por primera vez en España el derecho de reunión y de asociación. Un mes más tarde de su aprobación, en julio de 1869, se constituía el Comité Republicano Federal de Besullo. La noticia se publicó en varios diarios republicanos de Madrid, como La Igualdad (29 de julio de 1869) y La Discusión (30 de julio de 1869), con los nombres de los integrantes de la junta directiva:

Presidente: Estanislao Rodríguez [vecino de Besullo].
Vicepresidente: Casto Rodríguez Castellano [de Besullo].
Secretarios: Pedro Méndez y Antonio Rodríguez de Alba [de Pontones].
Vocales: Francisco Rodríguez Castellano [de Besullo], Manuel Rodríguez de Alba [de Besullo], Ramón Rodríguez de Alba [de Besullo], Manuel García, Celestino Díaz y Antonio Marcos [de Cupuertu].

Ferreiros en el Mazo d’Abaxu, Besullo

Al menos, el vicepresidente, un secretario y tres vocales, que llevaban los apellidos Rodríguez Castellano y Rodríguez de Alba, eran ferreiros, y el presidente también estaba vinculado a la industria del hierro.

Por otra parte, gracias también a la Constitución de 1869, España alcanzaba por primera vez la libertad de cultos religiosos, una de las grandes aspiraciones de los progresistas y republicanos españoles del siglo XIX, y en Besullo se constituyó hacia 1871 la primera iglesia evangélica de Asturias. La principal actividad de esta nueva congregación será el establecimiento de una escuela para niños y niñas, y el apoyo a los alumnos más aventajados para continuar fuera sus estudios.

El republicanismo y el protestantismo tuvieron entre los trabajadores del hierro de Besullo muchos partidarios y devotos. La población de este pueblo era pequeña. En 1866, según el padrón municipal, Besullo tenía 150 habitantes repartidos en 49 casas, y en sus inmediaciones estaban los lugares de Pontones (11 habitantes y 4 casas), L’Outriello (34 habitantes y 8 casas), Faidiel (13 habitantes y 4 casas), y Cupuertu (10 habitantes y 3 casas), que eran como barrios de aquel.

El republicanismo del siglo XIX promovió la fundación de cooperativas de producción y de distribución, inspiradas en el reformista galés Robert Owen (1771 – 1858), así como de sindicatos agrarios, con el fin de mejorar las condiciones de vida de los trabajadores. Estas iniciativas llegaron hasta Besullo y en 1872 los republicanos, encabezados por el presidente de su comité, promovieron la constitución de la Sociedad Industrial de Besullo con el fin de organizar y racionalizar la industria local del hierro, favoreciendo la cooperación, la formación, la eficacia y la riqueza de sus integrantes y buscando, en definitiva, el beneficio del país y de toda la sociedad:

Los comparecientes, animados por el justo deseo de instruirse y perfeccionarse más y más en el arte a que desde su respectiva infancia vienen dedicándose, por el de proteger y aumentar sus recíprocos intereses y los de sus familias, amparando al mismo tiempo los del país y de la sociedad en general, que en más dilatada esfera y con seguridad más cierta se desarrollaran por este medio.

La sociedad la constituyeron trece personas: doce hombres y una mujer, todos dedicados “al oficio de herreros”. La mayoría de los socios y sus esposas se apellidaban Rodríguez, Rodríguez-Castellano y Rodríguez de Alba; así, Domingo Gayo estaba casado con Ramona Rodríguez-Castellano (Padrón de Cangas del Narcea de 1866). Cuatro de ellos eran miembros de la junta directiva del Comité Republicano local: Estanislao Rodríguez (presidente del comité y gerente de la Sociedad Industrial), Antonio Rodríguez de Alba (secretario del comité) y Francisco Rodríguez Castellano y Ramón Rodríguez de Alba (vocales del comité). La única mujer de la sociedad era Josefa Gómez, viuda, que en 1866 tenía 40 años y vivía en Besullo con dos hijos menores y un criado.

Toda la información que tenemos sobre la sociedad procede de la escritura de constitución, hecha en Cangas del Narcea el 13 de marzo de 1872, en la que se establecían los fines, secciones y reparto de las acciones, funcionamiento y reglamento, así como la creación de un tribunal arbitrador (véase en el apéndice la transcripción íntegra de esta escritura de constitución).

Mazo d’Abaxu, Besullo

Sus objetivos eran los siguientes: 1. Acabar la competencia entre los herreros que les perjudicaba enormemente; 2. Comprar con mayor ventaja el hierro que necesitaban para trabajar; 3. “Auxiliarse recíprocamente en los casos de enfermedad, crisis monetaria” o cualquier otra vicisitud; 4. Premiar “el genio y aplicación del que progresa”, y 5. “Castigar el descuido o apatía del indiferente” y “las faltas o delitos de los que a sabiendas perjudican a tercero”.

La sociedad se organizaba en tres secciones: El Otriello, Besullo y Pontones, en cada una de las cuales había un mazo. Cada sección tenía sus accionistas que eran propietarios o arrendatarios de los mazos. El número total de acciones era de quince y media, que se repartían entre los trece socios fundadores, que poseían catorce y media, y el gerente, que tenía una.

El gerente era el encargado de la administración, compra de materia prima, venta de obra, correspondencia y contabilidad. El cargo lo ocupaba el mencionado Estanislao Rodríguez Montaño, vecino de Besullo y presidente del Comité Republicano Federal, que aportó dos mil pesetas de su bolsillo “para las perentorias atenciones de la misma”. La sociedad disponía de un almacén en este pueblo, cabecera de la parroquia, para guardar el hierro en bruto y las piezas elaboradas. Todas estas piezas tenían que ser supervisadas por el gerente y una comisión de tres herreros elegidos en junta general; si se consideraba que una pieza estaba mal hecha se devolvía a la sección correspondiente para su “recomposición”. Las ventas se efectuaban en su mayor parte en las ferias y mercados de Cangas del Narcea.

Las secciones gozaban de cierta independencia. En cada una trabajaba un maestro o director, que era el responsable de la sección, así como también oficiales y braceros o jornaleros. Se establecía una flexibilidad laboral en el sentido de que si era necesario los trabajadores tenían que moverse de sección. Todos los asociados se comprometían a no trabajar en el oficio o arte de herrería mientras la sociedad estuviese viva. Los accionistas trabajaban en la sociedad y en caso de fallecimiento o incapacidad debían ser sustituidos por un heredero o una persona capaz.

El sueldo del personal se fijaba según categorías, pero podía modificarse en función del compromiso del trabajador con la sociedad y con su tarea:

“[…] después de conocido el resultado de los trabajos, la disposición y [la] voluntad de cada uno, estos sueldos o jornales se modificarán por la comisión atrás señalada o por otra especial que al efecto y en la misma forma se nombre”.

Se trabajaba todos los días del año que no fueran festivos. La jornada laboral era de doce horas y media en verano (de 1 de marzo a 1 de octubre) y de doce horas en invierno (de 1 de octubre a 1 de marzo). El horario era el siguiente:

Verano: de 5 a 12 h (descanso de 7.30 a 8 h) y de 14.30 a 20 h (descanso de 17 a 17.30 h).
Invierno: de 7 a 12 h (descanso de 8.30 a 9 h) y de 13 a 20 h (descanso de 17 a 18 h).

El horario establecido era el habitual en la industria de aquel tiempo, como puede comprobarse en las respuestas enviadas por las provincias al cuestionario remitido en 1883 por la “Comisión para el estudio de las cuestiones que interesan a la mejora o bienestar de las clases obreras, tanto agrícolas como industriales, y que afectan a las relaciones entre el capital y el trabajo”, para conocer las condiciones de los trabajadores españoles:

De La Coruña se responde que “en la industria salazonera se trabaja desde las cinco de la mañana hasta las ocho de la noche”; en El Ferrol: “trabaja el obrero en verano desde las cinco de la mañana hasta las ocho de la noche, sin más descanso que el de una hora para almorzar y dos para comer”, y en invierno “desde que amanece hasta que anochece, con el solo descanso de una hora para comer. […]. En la fábrica de fósforos de Cascante, en Navarra: “las obreras entran en verano a las cinco, y en invierno de seis a siete de la mañana; salen para comer de doce a una de la tarde, vuelven a esta hora y se marchan cuando concluyen la tarea, y lo efectúan antes o después, según su aplicación o ligereza”. En Oviedo: “Trabajase ordinariamente durante doce horas, descansando media para almorzar y una en el invierno y dos en el verano para comer. Los ebanistas, tallistas, sastres y zapateros emplean más tiempo, porque velan o trabajan dos o tres horas por la noche durante la cruda estación. En algunas industrias suelen trabajar medio día el domingo.” (Carmen Sarasúa, “Trabajo y trabajadores en la España del siglo XIX”, en Working Papers, 7, 2005).

En la Sociedad Industrial de Besullo la impuntualidad en el trabajo, llegar tarde de seis a diez minutos, se penalizaba rebajando el jornal del trabajador. También se castigaba el extravío o venta de pertenencias.

Una de las grandes novedades y ventajas de esta sociedad cooperativa fue el amparo que ofrecía a los trabajadores por enfermedad o accidente laboral, algo desconocido en los oficios de la sociedad rural de aquella época:

Treinta y dos
El socio que por razón de enfermedad justificada no pudiese trabajar una semana hasta el completo de un mes, tendrá el derecho a percibir la mitad de su sueldo; y si pasase de este tiempo, sea el que fuere, percibirá la cuarta parte.

Treinta y tres
El socio que en servicio de la sociedad se inutilizase para el trabajo, temporal o perpetuamente, percibirá, mientras la sociedad dure, la mitad de su sueldo.

Mazo d’Abaxu, Besullo

La sociedad se regía democráticamente mediante juntas generales ordinarias, que debían celebrarse cada mes, además de “las extraordinarias que sean precisas”. En ellas solo gozaban de voz y voto los accionistas, que tenían tantos votos como acciones.

Por último, para la interpretación de las bases de la sociedad y resolución de dudas o conflictos se nombraba un jurado o tribunal “arbitrador y amigable componedor”, integrado por tres vecinos de la villa de Cangas del Narcea: el abogado y juez Ceferino Gamoneda y González del Barreiro; el maestro Genaro González Reguerín, que llevaba desde 1840 impartiendo escuela en la villa de Cangas, y el propietario Ceferino del Valle y Nera. Los dos últimos eran activos republicanos y, por tanto, personas afines y de confianza de los fundadores de esta Sociedad Industrial de Besullo.

La escritura de constitución de la sociedad fue firmada por todos los socios, con excepción de dos, Josefa Gómez Álvarez y Domingo Gayo Barrero, que no sabían escribir.

La fundación de esta sociedad de artesanos del hierro fue una iniciativa completamente novedosa en el medio rural asturiano de fines del siglo XIX. No conocemos nada de su devenir. Es probable que no haya funcionado muchos años, a tenor de la falta de información que existe sobre ella. Tal vez el final de la Primera República Española, el 29 de diciembre de 1874, trajo también su fin. No lo sabemos. Habrá que seguir investigando para saber que pasó con estos inquietos y cultos ferreiros de Besullo que en 1872 intentaron poner en marcha una cooperativa de producción para poder llevar una vida mejor.

Las honras fúnebres de los carlistas cangueses en recuerdo de Margarita de Borbón y Carlos VII

José Luis Agudín Menéndez(1)
Universidad de Oviedo

Don Carlos, el Marqués de Cerralbo y Francisco Martín Melgar, de izquierda a derecha. Museo Cerralbo, Madrid.

En las páginas del gran diario carlista El Correo Español, fundado tras el cisma de Ramón Nocedal (1888) y El Siglo Futuro(2), se hallan dos noticias que ayudan a construir unos retazos del desarrollo del carlismo en el distrito electoral de Cangas de Tineo (hoy, Cangas del Narcea). Cabe comenzar afirmando que es sumamente revelador el conocimiento de unas organizaciones minoritarias tradicionalistas pero muy activas políticamente a través del estudio de las prácticas sociales y familiares, los clubes políticos, las liturgias o ceremoniales o el de la actividad periodística o literaria. Este amplio universo desde luego se muestra más que competente para comprender el grado de movilización de una cultura política frente a un exhaustivo análisis electoralista. Estas crónicas también se pueden rastrear de hecho a través de las páginas de Las Libertades(3), el relevante rotativo ovetense adicto al augusto exiliado Carlos VII. Ha de advertirse, sin embargo, que el predominio político en el distrito cangués por aquel entonces había pasado a manos de los liberales de Félix Suárez Inclán tras la muerte del VIII Conde de Toreno, bestia negra del denominado Zar de Asturias, es decir, Alejandro Pidal y Mon(4).

En fin, encaminado en el fin-de-siècle, el carlismo supo salir de los dos tremendos letargos de 1876 y 1888. Bajo la batuta del enérgico Marqués de Cerralbo, ya desde el cisma de Nocedal, el tradicionalismo supo llevar a cabo un prodigioso aggiornamento en forma de juntas políticas, la fundación de círculos de sociabilidad, los viajes de propaganda de los dirigentes y la actividad propagandística oral y escrita(5). El cénit de este prodigioso desarrollo modernizador vino coronado por una actualización programática en el Acta de Loredán, redactada por el pensador Juan Vázquez de Mella.

Margarita de Borbón-Parma, Duquesa de Madrid (1847-1893). Fotografía de Atelier Nadar (1877). Bibliotèque Nationale de France.

Asturias es testigo de las desgarradoras consecuencias del cisma encabezado por el director de El Siglo Futuro. Años más tarde, tras el acicate supuesto por la visita del Conde de Casasola, hermano del Marqués de Cerralbo, se constituyeron juntas locales(6). Su viaje de propaganda no se separaba en absoluto de las directrices generales seguidas por Cerralbo en otros puntos del país. Según recoge José Girón a través del estudio de El Carbayón, Casasola escogió como punto de encuentro del militantismo carlista Laviana, lugar al que acudieron simpatizantes procedentes de la capital provinciana, de Meres, Noreña, La Oscura y Sotrondrio. Poco después de este viaje, Casasola partió de Oviedo rumbo a Galicia, dejando tras de sí el germen de la fundación de otras juntas locales(7). Cabría sumar a este incentivo la presencia incógnita del futuro Jaime III, relatada por Tirso de Olázabal que tocó varios puntos de Asturias aunque no Cangas de Tineo(8).

En el caso de Cangas de Tineo, a consecuencia de estas actividades, se formó una junta local a finales de 1893, según se puede apreciar en el rotativo Las Libertades, al mismo tiempo que aparecían otras en Villaviciosa y Ribadesella(9) . Quienes quizás integraron ese grupo de afectos locales no fueron otros que los abogados Atilano Valdés Miranda y Fernando Graña Ordóñez, que fundarían un mes después el bisemanario El Eco de Occidente (1894-1898)(10) , que si bien Manuel Flórez de Uría lo situaba en órbita lindante del carlismo, sería quizás más apropiada la etiqueta de tradicionalista. Por todo ello, la publicación se hacía eco del movimiento católico regional y los primeros experimentos del catolicismo social de Maximiliano Arboleya, así como del pensamiento de Alejandro Pidal y Mon, aunque al propio tiempo daba rienda suelta a los avatares del carlismo a nivel nacional(11) .

Portada del número extraordinario de El Correo Español correspondiente al 10 de marzo de 1912. El diario carlista fue publicado entre 1888 y 1922, a expensas del marqués de Cerralbo. Biblioteca Nacional de España.

Pues bien, unos meses antes fallecía en Viareggio (Italia) la primera de las dos esposas del pretendiente Carlos VII, Margarita de Parma, reina de buena memoria entre los carlistas. Hasta tal punto fue popular que las mujeres carlistas pasaron a denominarse margaritas cuya actividad comenzó a despuntar cuando el carlismo funda juventudes y cuerpos paramilitares requetés(12) . Su muerte causó una honda conmoción y el órgano oficioso del carlismo en la capital madrileña recogía a primera página con todo lujo de detalles los sufragios en honor a la augusta finada. En su ejemplar del día 7 de marzo de 1893, El Correo Español incluye las honras fúnebres que tuvieron lugar en Oviedo, Cangas de Tineo y Laviana. Los actos, como se habrá podido suponer, estuvieron encabezados por los dirigentes tradicionalistas de la región. Así, en Oviedo el duelo fue presidido por el dirigente y catedrático de la Universidad de Oviedo Guillermo Estrada, el ex diputado Domingo Díaz Caneja y José Díaz Ordoñez, presidente del Círculo Tradicionalista Covadonga.

En cuanto a los actos conmemorados en Cangas de Tineo, la crónica comienza señalando que:

Los carlistas de este importante pueblo están perfectamente organizados, y á pesar de la distancia larga y malas vías de comunicación, que les impide el frecuente trato con los de la capital, conservan tan vivo el espíritu carlista, que no desconfían de poder sacar en no lejano tiempo un diputado que defienda nuestro programa en el Parlamento.

Una muestra palmaria de esta militancia, continúa el corresponsal, se produjo el 16 de febrero de 1893, cuando:

Primera plana del bisemanario El Eco de Occidente (7 de diciembre de 1894). Hemeroteca del Tous pa Tous.

[Se] celebra [ron] unas honras fúnebres tan solemnes, que no cedieron en importancia á las de muchas ciudades.
Asistió numeroso clero de todos los pueblos comarcanos y de algunos bastante distantes, y una Comisión de los Revdos. PP. Dominicos de San Juan de Corias.
El templo parroquial estaba completamente lleno de fieles, y los bancos ocupados por los más caracterizados carlistas de la localidad.

Entre las autoridades tradicionalistas que encabezan el acto se señalaba además a varios abogados, “todos ellos distinguidos de tan importante villa”: Fernando Flórez Valdés, Fernando Graña Ordoñez, el futuro alcalde y diputado provincial liberal Nicolás de Ron Flórez, Luis González Pérez y Joaquín Flórez de Sierra. En la crónica se describen por último las representaciones heráldicas flordelisadas del catafalco:

El catafalco, verdaderamente soberbio, constaba de cuatro cuerpos coronados por alta y primorosa estatua de la Fe; los negros mantos que los cubrían estaban cuajados de hermosas flores de lis, y el cuerpo central ostentaba las armas flordelísadas y dos preciosas guirnaldas de margaritas; á uno y otro lado del túmulo estaban colocados dos leones de gran tamaño, de los cuales brotaba abundantísimo foco de luz, la cual, unida á la de los blandones y cirios colocados también á ambos lados, permitía ver con toda claridad la severa majestad del catafalco(13).

Ejemplar del diario conservador ovetense El Carbayón del día 17 de octubre de 1892 aplaudiendo la modernización y aceptación del juego político del nuevo carlismo tras la visita del Conde de Casasola. Biblioteca Virtual del Principado de Asturias.

Varios años más tarde, fallecía el 18 de julio de 1909 en Varese (Italia) el Duque de Madrid, Carlos VII. Para aquella ocasión, El Correo Español recoge un escueto telegrama firmado por el mismo Fernando Graña Ordoñez, unos ocho días más tarde de su fallecimiento. En el telegrama recogido en primera plana, en la sección extraordinaria “Duelo Nacional”, se mencionaba que los tradicionalistas de Cangas de Tineo celebraron un funeral eterno en la iglesia del monasterio de San Juan de Corias el día 24, funeral en el que ofició el Rector de los Dominicos y al que asistieron veintiún sacerdotes(14) .

Pocos días antes de iniciarse la I Guerra Mundial, Fernando Graña era confirmado en el cargo de dirigente local del comité de la ya comunión jaimista (desde la muerte de Don Carlos los carlistas pasaron a denominarse jaimistas ya que el nuevo dirigente era su hijo Jaime III). En la antesala de la fiesta onomástica de Don Jaime, el 25 de julio de 1914, se celebraron varios actos de propaganda que dan constancia de la vitalidad del jaimismo asturiano. La noticia aparecida en las páginas de El Correo Español alude a que para obtener una organización más perfecta se ha dividido la región en zonas, nombrando para cada uno de ellas un delegado de la Junta organizadora(15).

 

 


Notas sobre el texto

(1) Becario predoctoral FPU en la Universidad de Oviedo. En estos momentos, ultima una tesis titulada “El Siglo Futuro (1914-1936): órgano del integrismo y la Comunión Tradicionalista” bajo la dirección de Jorge Uría y Víctor Rodríguez Infiesta. Correo electrónico: jlagudin@hotmail.com.

(2) Sobre la disidencia integrista vid. la síntesis de Jordi CANAL: “Las muertes y las resurrecciones del carlismo. Reflexiones en torno al cisma integrista de 1888″, Ayer, 38 (2000), pp. 115-135. Para más detalles del carlismo en el fin de siglo puede acudirse a la obra monumental de Melchor FERRER: Historia del Tradicionalismo Español, T. XXVIII-I, Sevilla, Editorial Católica, 1959; y de modo más asequible Jordi CANAL: El carlismo. Dos siglos de contrarrevolución en España, Madrid, Alianza, 2000, pp. 231-255.

(3) José NAVARRO CABANES: Apuntes bibliográficos de la prensa carlista, Valencia, Sanchis, Torres y Sanchis, 1917, p. 192.; Jesús-Evaristo CASARIEGO: Exposición sobre historia del periodismo asturiano, Oviedo, Caja de Ahorros de Asturias, 1971; José GIRÓN: “La prensa monárquica en Asturias durante la Restauración”, Boletín del Real Instituto de Estudios Asturianos, 148 (1996), pp. 246-247 y 258.

(4) El apelativo Zar de Asturias es deudor del título de la biografía de Joaquín FERNÁNDEZ: El Zar de Asturias. Alejandro Pidal y Mon (1846-1913), Gijón, Trea, 2005.

(5) Jordi CANAL: Banderas blancas, boinas rojas. Una historia política del carlismo, 1876-1939, Madrid, Marcial Pons, 2006, pp. 119-158; Agustín FERNÁNDEZ ESCUDERO: El marqués de Cerralbo. Una vida entre el carlismo y la arqueología, Madrid, La Ergástula, 2015, pp. 135-170; algunas reflexiones sobre esta monografía las ofrezco en José Luis AGUDÍN MENÉNDEZ: “Cerralbo: algo más que un político”, El Comercio, 18 de abril de 2017.

(6) El Carbayón, 6 de septiembre de 1892. La visita en Oviedo la realizó en compañía de Guillermo Estrada y José Díaz Ordoñez, presidente del círculo Covadonga. Cfr. José GIRÓN: Los partidos políticos en Asturias (1875-1923). Los Partidos Monárquicos, Oviedo, Nobel, 2013, p. 85.

(7) Ibíd., p. 86; “Los carlistas en Laviana”, El Carbayón, 17 de septiembre de 1892; sobre la necesidad de adaptación del carlismo reivindicada desde la tribuna del órgano ovetense vid. “Política asturiana I y II”, 17 y 18 de octubre de 1892.

(8) Tirso de OLAZABAL: Don Jaime en España. Crónica del viaje de S.A.R., Bilbao, Imp. y Enc. La Propaganda, 1898, pp. 35-55.

(9) Las Libertades, 23 de diciembre de 1893. Cit. en José GIRÓN: Los partidos políticos…, p. 89.

(10) José GIRÓN lo inserta dentro del grupo de los periódicos conservadores, supliendo el espacio ocupado hasta entonces por el decano de la prensa canguesa El Occidente de Asturias y encarnando el azote del caciquismo inclanista, rol luego asumido por el kleiserista El Narcea: “La prensa monárquica…”, pp. 250 y 259; sobre la apuntada filiación entre la frontera conservador-carlista: Faustino MELÉNDEZ DE ÁRVAS: “Cangas de Tineo”, en Octavio BELLMUNT y Fermín CANELLA SECADES (Dirs.): Asturias: su historia y monumentos, bellezas y recuerdos, costumbres y tradiciones, el bable, asturianos ilustres, agricultura e industria, estadística, T. 3, Gijón, Fototip. y Tip. O. Bellmunt, 1894-1900, p. 196.

(11) Alejandro PIDAL Y MON: “El filosofo español Fr. Ceferino González”, El Eco de Occidente, 4 y 7 de diciembre de 1894. Sobre el círculo obrero ovetense, incentivado por el tío de Arboleya, el arzobispo Fr. Ramón Martínez Vigil, aparece una memoria en forma de folletín: “Círculo católico de obreros de Oviedo/Memoria”, El Eco de Occidente, 30 de noviembre, 4,7, 11, 14, 21, 25 y 28 de diciembre de 1894.

(12) Realmente su origen se produjo en la última carlistada en los hospitales de campaña. La mujer carlista, según Jordi Canal, pudo dar el salto del espacio privado al público. Acceden a espacios de clara prerrogativa masculina como eran los círculos. Estas agrupaciones tradicionalistas femeninas emergen en los últimos años de la Restauración, produciéndose su gran expansión en tiempos de la II República, aunque el papel que se les seguía asignando era el del hogar. Tenían un papel más que destacado en la reproducción y pervivencia como cultura política. Vid. Jordi CANAL: El carlismo…, pp. 296-297.

(13) El Correo Español, 7 de marzo de 1893.

(14) El Correo Español, 26 de julio de 1909.

(15) “Movimiento legitimista/ Gran mitin en Gijón”, El Correo Español, 7 de julio de 1914.

 

CANGAS DEL NARCEA – Calle de La Fuente, 40 – Casa de Regueral

Otro escudo con las armas de los Queipo de Llano y los Valdés. Es del primer tercio del siglo XVII y está labrado en una piedra de poca calidad. La casa donde está en la calle de La Fuente fue construida en los últimos años del siglo XIX.

Fundación de la Escuela de San Juliano de Árbas en 1819

Una de las primeras escuelas rurales del concejo de Cangas del Narcea

La escuela es algo relativamente reciente en la vida de los cangueses. La enseñanza primaria reglada es una novedad que comienza en el siglo XIX promovida por particulares, vecinos de los pueblos y más tarde por el Estado. En 1865 existían en el concejo de Cangas del Narcea, según Pedro González Arias, 25 escuelas (dos en la villa, una de niños y otra de niñas, y el resto distribuidas por el concejo), y en 1901, según Fermín Canella, eran 28 escuelas de niños y 5 de niñas, “en general en mal estado y defectuosas, […], y necesitadas de material pedagógico”. En fin, a comienzos del siglo XX casi la mitad de las cincuenta parroquias del concejo carecían de escuela y las que la tenían era en unas condiciones bastante precarias.

Escuela vieja de San Juliano de Árbas con dos puertas, una para entrar en el aula y otra para la casa del maestro

Una de las primeras escuelas que se fundó en el concejo fue la de San Juliano de Árbas en 1819. Su fundador fue el canónigo Manuel Arias Flórez de Llano, que en los años ochenta del siglo XVIII había estado de párroco en aquella extensa feligresía, “montuosa y quebrada”, formada por quince pueblos situados junto al puerto de Leitariegos: Árbas, Corros, Xilán, L.lindouta, Miravalles, Otardexu, L’Outeiru, Rimolín, San Juliano, San Romano d’Árbas, Trascastro, Veigamioru, Veigairréi, Villaxer y Villar de Rogueiro. Los eclesiásticos fueron los principales fundadores de escuelas en los siglos XVII y XVIII. Para ello creaban obras pías que dotaban con dinero y tierras que generaban unas rentas que servían para mantener las escuelas y pagar a los maestros.

Vista de la escuela vieja en San Juliano de Árbas

El fundador fue un alto dignatario de la iglesia asturiana de su tiempo. Nació en La Regla de Cibea (Cangas del Narcea) hacia 1745 y pertenecía a una familia de “hijosdalgos notorios de casa y solar conocido” en la que abundaban los clérigos. Tuvo dos hermanos: Nicolás, que se quedó en la casa de Cibea y uno de cuyos hijos, Benito, fue sacerdote, y Teresa, que se casó en la villa de Cangas del Narcea con Ignacio Fernández Flórez, uno de las personas más poderosas e influyentes de esta villa a caballo entre los siglos XVIII y XIX. Manuel Arias Flórez fue párroco de San Juliano de Árbas (donde está empadronado en 1787) y en 1787 fue nombrado Arcediano de Grado y canónigo de la Catedral de Oviedo. Fue profesor de la Universidad de Oviedo, juez de Estudios en ella, y rector en 1790 y 1791. Tuvo numerosos cargos más: examinador sinodal del Obispado, juez apostólico y real de las Tres Gracias de la Santa Cruzada, inspector y director general de los Hospitales del Real Ejército Asturiano, y chantre y canónigo de la catedral de Durango en el reino de México. Después de la guerra de la Independencia se retiró a Cangas del Narcea; en 1815 aparece empadronado en la villa y al año siguiente vivía “achacoso” en el monasterio de Corias. Falleció el 24 de enero de 1822.

Escuela vieja de San Juliano de Árbas

En este periodo de retiro en Cangas, fundó y dotó la escuela de San Juliano de Arbas con el fin de instruir a la juventud y teniendo muy en cuenta a los jóvenes que emigraban sobre todo a Madrid: “conociendo por lo mismo las ventajas y beneficios que se les pueden proporcionar sabiendo leer, escribir y contar, máxime aquellos varones que, obligados de las circunstancias del país, se ven precisados a ir a la Corte u otras provincias a proporcionarse su sustento”. La escritura de fundación está en el Archivo Histórico de Asturias entre los protocolos del escribano Manuel Folgueras (15 de octubre de 1819, fol. 231, caja 13643). En ella se enumeran todas las condiciones que el fundador establece para la escuela, así como el capital de dos mil ducados y las rentas en los que sustenta dicha fundación. Todo esta escrito en ese protocolo que reproducimos literalmente al final de esta noticia.

La figura principal de la fundación es el maestro. Tenía que ser católico, persona de buena vida y costumbres, y no haber sido condenado por la Inquisición. Era un puesto de carácter vitalicio, y solo se le podía despojar de él por incumplimiento de sus deberes, embriaguez, blasfemia y afición al juego. Tenía que poner escuela cinco meses al año, desde el 18 de octubre al 18 de marzo, durante todos los días, sin excepción (salvo fiestas muy señaladas como Navidad, día de San Julián, Martes de Carnaval y Semana Santa); había que aprovechar bien ese tiempo de invierno, pues el fundador sabía que el resto del año los niños tenían que trabajar en sus casas cuidando el ganado, trabajando la tierra o recogiendo castañas.

La escuela era solo para varones, “niños y adultos”, tanto de la parroquia de San Juliano de Árbas como de las de los alrededores. Pero había una diferencia entre unos y otros: los de San Juliano no tenía que pagar ninguna cantidad de dinero, los de otras parroquias si. La única condición que tenían que cumplir los padres de los alumnos de San Juliano de Árbas era llevar a “la casa de la escuela y a disposición del maestro” un carro de leña por cada niño que asistiese a la escuela.

Detalle de la hornacina

En la escuela se enseñaría a leer, escribir y contar; la doctrina cristiana, y la “debida obediencia al Rey y autoridades que gobiernan en su nombre” y respeto a los ministros de la Iglesia. Después de la Revolución francesa, la guerra de la Independencia, las Cortes de Cadiz y la lucha encarnizada entre absolutistas y liberales en aquel tiempo, el fundador, probablemente un firme partidario de Fernando VII, quería influir en la medida de sus posibilidades en la orientación ideológica de los vecinos de San Juliano de Árbas.

La escuela dependería de un patronato integrado por el párroco, el mayordomo de la fabrica de la parroquia, el “vistor mayor” o alcalde pedáneo y dos vecinos, que tenían que saber leer y escribir, elegidos por los cabezas de familia de la parroquia.

Para albergar la escuela se aforó una casa a José Uría Álvarez-Terrero, señor de la Casa de Uría en Santolaya y de la de Miravalles, en la parroquia de San Juliano de Árbas, situada en el mismo pueblo de San Juliano. La casa dispondrá de una “oficina capaz para la escuela” y cocina y habitación para el maestro y su familia. La reparación de este edificio tendrán que sufragarla los vecinos. La existencia de un edificio dedicado solo a escuela y casa del maestro era una gran novedad, pues hasta bien avanzado el siglo XIX lo más frecuente era que la enseñanza en el medio rural se impartiese en la sala de una casa particular o en el pórtico de la iglesia parroquial.

El edificio de la vieja escuela de San Juliano de Árbas todavía se conserva en pie, aunque hace setenta y cinco años que dejó de ser escuela; tiene junto a la puerta de entrada una hornacina de cantería que seguramente cobijó alguna imagen religiosa. La parte dedicada a aula tiene unas amplias ventanas para dar luz y ventilación. Esta escuela se vendió en pública subasta en 1944 para ayudar en la construcción de una nueva.

Escuela nueva de San Juliano de Árbas, construida en 1944 con aulas para niños y niñas y dos viviendas para los maestros


La nueva escuela fue pagada casi en su integridad por los vecinos de la parroquia. En el acta del pleno del Ayuntamiento de Cangas del Narcea de 17 de abril de 1944 puede leerse: “[…] el vecindario del distrito escolar de San Juliano de Árbas, en este concejo, ha construido un hermoso edificio para la escuela de niños y de niñas, con vivienda para los maestros, hallándose las obras casi terminadas, pues solo falta dividir la vivienda de la maestra, construyendo los tabiques necesarios; que la edificación alcanza un coste de más de cien mil pesetas, todas hasta la fecha a cuenta del vecindario, y que este no solicitó ayuda económica del Estado, como debiera haber hecho al tratarse de una construcción tan importante. Acordó solicitar al Ministerio de Educación Nacional una subvención de veinte mil pesetas” para concluir la escuela.

Puedes descargar desde los siguientes enlaces la escritura de fundación de la Escuela de San Juliano de Árbas y el anexo con los Censos para sostenimiento.

CANGAS DEL NARCEA – Plaza de Rafael Rodríguez, 4 – Casa de Fontaniella

CANGAS DEL NARCEA

Plaza de Rafael Rodríguez, 4

Casa de Fontaniella

Escudo partido con las armas de los Queipo de Llano (con la cruz de la orden militar de Santiago) y los Valdés.

Este escudo tuvo que pertenecer a Suero Queipo de Llano, mayorazgo de la casa de los Queipo, que fue caballero de la orden de Santiago y alférez mayor del concejo de Cangas desde 1626, o a su hermano Álvaro, que heredó el mayorazgo al morir el primero sin sucesión; este Álvaro Queipo de Llano, nacido en la villa de Cangas del Narcea en 1599, fue nombrado también caballero de la orden de Santiago en 1633 y recibirá el título de conde de Toreno en 1657. Los dos eran sobrinos de Fernando de Valdés y Llano (Cangas del Narcea, 1575- Madrid, 1639), hermano de su padre el capitán Suero Queipo de Llano, que fue arzobispo de Granada y presidente del Consejo de Castilla, circunstancia que favoreció los importantes privilegios que alcanzaron.

El hecho de que este escudo no vaya rematado por una corona condal, sino que lleve un yelmo de caballero, nos indica que fue realizado con anterioridad a 1657.

Es un escudo de una gran calidad, hecho en cuarcita, que seguramente fue labrado por el escultor Pedro Sánchez de Agrela (h. 1610 – 1661), vecino de la villa de Cangas desde 1642, o por algún miembro de su taller.