Publicación de noticias históricas relacionadas con la historia, el arte, la literatura, etc. de Cangas del Narcea.

8.- Lagar de La Regla

8.- LAGAR DE LA RIELA / LA REGLA

Ubicación

  • Lugar/pueblo y parroquia: La Riela / La Regla.
  • Coordenadas UTM: Huso 29 T. X: 696.570; Y: 4.779.659; Z: 425
  • Tipo de edificación: Exenta e independiente.

Propietarios

Propiedad de las casas de Don Julián y Natalio (La Riela / La Regla), Martin y Fonso (Aciu) y Gamayón (Caldevil.la d’Aciu).

Fecha de construcción

Desconocida.

Fecha del último uso del lagar

Hacia 1984

Uso actual

Guarda de aperos y objetos fuera de uso.

Materiales y medidas

  • Viga: Madera de roble. 7,35 x 0,40 / 0,48 x 0,50 m. Tres pares de velas o pontones.
  • Fuso y cimbriella: Madera de manzano con rosca de 16 cm Ø . Altura de 2 m. Cimbriella con sección de 36 x 15 cm.
  • Contrapeso: Calzones, dos bloques de pizarra trococónica en reducción de anchura con la altura. Base de 68 cm de lado y 42 cm de alto. Piedra superior de 63 cm de lado y 27 cm de alto. Listones laterales de perfil rectangular ciñen los dos bloques, no pudiendo observarse el inferior.
  • Mina o masera: Formada por una sucesión de tablones y borde perimetral, apoyados sobre unos gruesos durmientes de madera y estructura de mampostería. El frente mide dos metros y el fondo 2,50 m.

Características y dimensiones del edificio

Edificación de mampostería vista y planta rectangular de 9,35 x 5,60 m; tiene una gran altura y una poderosa estructura de madera en cerchas y cubierta a dos aguas.

Estado de conservación, alteraciones y reformas

La conservación del ingenio es buena y la del edificio solo aceptable (pequeñas goteras y filtraciones de agua). El interior está descuidado por su empleo como almacén de objetos y aperos en desuso de forma caótica.

Otros elementos de interés vitivinícola

Tres barricas, un bocoy de 800 litros y otro de 500 litros.

Entorno (bodegas, viñedo…)

El lagar está en el núcleo del pueblo de La Riela / La Regla, en un barrio ubicado entre la carretera, la vieja iglesia parroquial y el puente que cruza a la orilla derecha del río Narcea. Dista del río unas decenas de metros. Al otro lado del puente y aguas arriba existieron viñedos hasta la década de los años setenta del siglo XX.

Otros datos

Es el edificio dedicado exclusivamente a lagar de vino más grande que se conserva en el concejo de Cangas del Narcea. Existió otro lagar en el pueblo, el de Regueiro, “más moderno y pequeño” nos dicen, del que solo se conserva la pesa o contrapeso de piedra, en la pequeña plaza que hay en la orilla izquierda del río, inmediata al puente y distante 50 metros del lagar de la presente ficha.

Fotografías


  • Ficha elaborada por Dávid Flórez de la Sierra, marzo de 2016.
  • Fotografías: José Ramón Puerto Álvarez  (junio, 2016) y David Flórez de la Sierra (febrero, 2016).

9.- Lagar de Valdelacuba (Cerveiriz)

9.- LAGAR DE VALDELACUBA

Ubicación

  • Lugar/pueblo y parroquia: Lugar de Valdelacuba. Cerveiriz. Parroquia de Abanceña.
  • Coordenadas UTM: Huso 29T. X: 0.694.833, Y: 4.779.822, Z: 436.
  • Tipo de edificación: Exenta. Está construida contra terreno y tiene tres fachadas de mampostería vista y cubierta de pizarra a dos aguas.

Propietarios

Propiedad compartida de las casas de Cerveiriz (caserío de Cerveiriz) y de Bartuelo y Besullo (Folgueras) de la parroquia de Abanceña, y de Casanueva (Bergame d’Arriba) de la parroquia de Bergame.

Fecha de construcción

Desconocida.

Fecha del último uso como lagar

Finales del siglo XX.

Uso actual

Ninguno. Estado de abandono y ruina avanzada.

Materiales y medidas

  • Viga: Madera de roble. Medidas: 6,60 x 0,40 x 0,35 m.
  • Fuso y cimbriella: Madera de manzano. Medidas: 1,70 x 18 cm Ø. Base octogonal. Gran desgaste en la rosca.
  • Contrapeso: Bloque de cuarcita regular con altura de 75 cm y anchura en disminución desde la base a la parte superior (63 – 50 y 40 cm). Rebajes laterales en dos lados opuestos para fijación y sujeción del peso al fuso con tabla de madera.
  • Mina o masera: Piedra monolítica (laja fragmentada de 1,35 m de frente y 2,10 m de fondo). Tiene tallada una acanaladura a vertedera para el mosto y apoya sobre durmientes de gruesas vigas de madera. Laterales en madera. Pieza de gran interés.

Características y dimensiones del edificio

Edificio de planta rectangular de 8 x 5,10 m. Tiene adosada una bodega de acceso independiente en el muro trasero y posee un compartimento o estancia secundaria menor (almacén de utillaje) en la fachada de acceso. Tiene un único vano de iluminación en muro lateral.

Estado de conservación, alteraciones y reformas

Avance de ruina con muro de fachada de acceso con grieta importante. La puerta está abierta y bloqueada por escombro, y la cubierta se ha hundido en una superficie de casi 2 msobre la mina o zona de prensado, comprometiendo el futuro del ingenio y del conjunto. La estancia secundaria es una ampliación en fachada de acceso.

Otros elementos de interés vitivinícola

Barricas, bocoyes, tinas, bacita para mosto, utillaje de manejo de la uva (mazo o porro de madera, rastrillo, hacho…).

Entorno (bodegas, viñedo,…)

En las inmediaciones hay otras tres bodegas con barricas y bocoyes. Todas levantadas con mampostería vista y diverso estado de conservación. Forman un bello conjunto. El arroyo Cerveiriz a apenas 50 metros y el caserío del mismo nombre a unos 200 metros.

Otros datos

Una muestra del estado de abandono es que aún se conservan botellas de vino blanco tiradas por el suelo del lagar, así como la cantidad de basura acumulada en él.

Fotografías


  • Ficha elaborada por Dávid Flórez de la Sierra, marzo de 2016.
  • Fotografías: José Ramón Puerto Álvarez  (junio, 2016) y David Flórez de la Sierra (febrero, 2016).

10.- Lagar de Agüera del Coto

10.- LAGAR DE AUGÜERA DEL COUTU

Ubicación

  • Lugar/pueblo y parroquia: Augüera del Coutu / Agüera del Coto. Localizado 150 metros antes de llegar al pueblo desde la capital del concejo y en la margen derecha de la carretera AS-29.
  • Coordenadas UTM: Huso 29T. X: 692.205, Y: 4.776.947 Z: 490
  • Tipo de edificación: Edificio exento de uso exclusivo para lagar.

Propietario

Casa Chuisón de Augüera del Coutu.

Fecha de construcción

El propietario dice que fue construido por su bisabuelo hacia 1900.

Fecha del último uso del lagar

El año de 2010.

Uso actual

Lagar con prensa moderna y bodega. Conviven en el mismo edificio el viejo lagar de viga y peso y una moderna prensa de husillo de hierro fundido y jaula de madera.

Materiales  y medidas

  • Viga: Madera de roble. Medidas: 7 x 0,57 / 0,60 x 0,52 / 0,55 m.
  • Fuso y cimbriella: Peral o manzano (2,30 m x 18 cm Ø).
  • Contrapeso: Arenisca. 0,70 alto y 0,67 x 0,60 base. Bastante regular de talla y con una acanaladura horizontal en una de sus caras.
  • Mina o masera: Hecha con gruesos tablones con talla lateral de contención del mosto y guía a pico vertedor. Dimensiones 2,20 m de frente y 1,80 m de fondo. Sobre murete o base de mampostería ordinaria.

Características y dimensiones del edificio

Edificación exenta en tres de sus paramentos, de 7,50 x 5 m en planta y alzado que supera los 3,5 m. Tiene un lateral apoyado en roca (junto a la “masera” o “mina”). Planta rectangular, dos alturas, cubierta a un agua, revocado parcial de cargas exteriores y flanqueado por bodega de mampostería vista de piedra.

Estado de conservación, alteraciones y reformas

El ingenio se conserva en buen estado. El forjado del piso superior fue reformado con viguetas y bloques de hormigón.

Otros elementos de interés vitivinícola

Una tina de más de 2,5 metros de altura, cachos y una jarra/medida. Prensa de hierro fundido y  un depósito de acero inoxidable para el vino.

Entorno (bodegas, viñedo,…)

Bodega anexa e independiente. En la ladera que hay sobre el propio lagar y la carretera AS-29 se trabajaron viñas hasta 1985, aproximadamente; variedad Mencía.

Otros datos

Su propietario cuenta que era tan efectivo el funcionamiento de este lagar  y  tal el ajuste que tenía, que el magayu que dejaba no tenía apenas aprovechamiento para hacer orujo, dado lo exprimido que quedaba.

Fotografías


  • Ficha elaborada por Dávid Flórez de la Sierra, marzo de 2016.
  • Fotografías: José Ramón Puerto Álvarez  (julio, 2016).

11.- Pesa de lagar en La Regla

11.- PESA DE LAGAR DE VINO

Localización

La Riela / La Regla. Barrio del Puente. Está situada delante del edificio donde estaba el lagar, que fue reformado hace más de treinta años y hoy es una vivienda con el número 9 de este pueblo. Próximos están el lagar de vino (número de inventario 8), la antigua iglesia parroquial y el puente sobre el río Narcea.

Coordenadas

Huso 29T. X: 696.591, Y: 4.779.671, Z: 424

Descripción

Peso de cuarcita de lados regulares y chaflanes laterales, de buena labra, y que en la actualidad se encuentra volteada respecto a su posición de uso.

Medidas

Altura: 66 cm; anchura de su base: 68-70 cm, y de los lados de su parte superior: 53 y 65 cm. La acanaladura lateral para sujeción al fuso tiene 8-9 cm de ancho.

Observaciones

Es el único resto que queda del lagar de vino de Casa Regueiro, del pueblo de Aciu / Acio, perteneciente a esta parroquia de La Riela / La Regla.

Fotografías


  • Ficha elaborada por Dávid Flórez de la Sierra, marzo de 2016.

12.- Pesa de lagar en Llano

12.- PESA DE LAGAR DE VINO

Localización

Chanu / Llano. Parroquia de Santolaya / Santa Eulalia. Está junto al edificio que albergó el lagar de vino, en su exterior, y a la vivienda n.º 40, en el centro del pueblo situado junto a la carretera AS-15. Hoy es propiedad de Casa Perico. El edificio fue reformado en las últimas décadas y se utiliza en la actualidad como almacén. No conserva ningún otro elemento vinculado a su antiguo uso como lagar de propiedad compartida.

Coordenadas

Huso: 29T.  X: 698.155, Y: 4.781.393, Z: 401

Descripción

De buena talla de arenisca y esquinas en bisel (aristas laterales verticales y superiores). Anclaje al fuso mediante entalle en la parte superior de la pieza. Presenta una perforación y argolla para enganche de alambre metálico para desplazamiento y traslado en los dos laterales cortos.

Es la pesa de más cuidada labra de las que se conservan en el concejo de Cangas del Narcea.

Medidas

Altura: 71 cm.  Sección de base y parte alta de 55 cm de lado.

En la parte superior presenta ranura longitudinal para engarce de pieza de madera de sujeción en “cola de milano”: 16 cm de profundidad; 10,5 cm de apertura superior y 20 cm de ancho de la base de la misma.

En el centro, el apoyo en sí del fuso, de sección circular y 16 cm Ø interior y 26 cm Ø exterior.

Fotografías


  • Ficha elaborada por Dávid Flórez de la Sierra, marzo de 2016.

13.- Varias piezas del lagar de Santolaya

13.- VARIAS PIEZAS DEL LAGAR DE SANTOLAYA

Localización

Santolaya de Cueiras. Parroquia de Santolaya / Santa Eulalia.

Al inicio del camino que va a  Chanu / Llano.

La viga y los calzones del lagar están en un edificio propiedad de la Sociedad Cooperativa Santulaya, que sirve de almacén de vieja maquinaria, tableros y otros elementos, pero que sigue conociéndose con el nombre de “El Chagar”.

El fuso y la cimbriella se exponen en la Sidrería Narcea (c/Dos Amigos), en Cangas del Narcea).

Coordenadas

Huso: 29T.  X: 698.325, Y: 4.781.967,  Z: 425

Descripción

Se conservan la viga y un par de calzones de la pesa del lagar de vino, así como el fuso y la cimbriella. Todos de grandes dimensiones, en madera de castaño (los calzones) y roble (la viga). El lagar estuvo en uso hasta 1964-1966. Era de propiedad compartida de los vecinos de Santolaya y de dos casas de Arayón. Tuvo que ser una pieza excepcional, a juzgar por las medidas de las dos piezas conservadas.

Medidas

La viga, que no hemos podido ver por estar forrada en plástico y oculta por tableros, maquinaria, estanterías…, parece alcanzar los 8 m de longitud y sección en extremos de 47×40 y 40×50 cm. Madera de roble (nos dicen).

Las dos piezas del calzón, de perfil en forma de “A”, una parcialmente seccionada en la longitud de sus “pies” 17×18 cm de sección, llegan a alcanzar los 110 cm de altura, una anchura en la zona media de 54 cm y una perforación pasante de 16×10 y 18×8 cm respectivamente, que en una de las caras, de cada pieza, se convierte en rebaje longitudinal (40x8x3 cm) para colocar un listón de amarre a la pieza que uniría a estas dos conservadas, y de la que saldría el fuso.

Fuso: La pieza de engarce en el “peso de calzón” con forma rectangular de esquinas rebajadas (115×45 cm, medidas máximas). Fuso con base de sección cuadrada (18 cm de lado) y 60 cm de desarrollo. Parte roscada de 1,85 m de longitud y 16 cmØ.

Cimbriella del fuso: 70x32x13 cm.

Observaciones

El hecho de que la viga esté forrada con plástico, puede que no beneficie su conservación.

Fotografías

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    • Ficha elaborada por Dávid Flórez de la Sierra, marzo de 2016.

14.- Pesa de lagar en Bergame de Abajo

14.- PESA DE LAGAR DE VINO

Localización

Bergame d’Abaxu. Parroquia de Bergame. Casa del Madreñeiro.

En las primeras casas del pueblo, en el acceso a una moderna edificación para garaje, protege el remate del muro de cierre en el camino.

Coordenadas

Huso: 29T.  X: 694.689, Y: 4.778.806, Z: 579

Descripción

Pieza de arenisca pizarrosa. Está encastrada en un murete. La pesa está medio tapada por el muro de hormigón que defiende y que solo deja ver dos caras incompletas y la parte superior.

 Medidas

Base de 50 cm de lado conocido. Alzado de 75 cm y parte superior de 50 x 34 cm, irregular y tendente a forma ovoide con sendos rebajes enfrentados para sujeción de la pieza mediante listones verticales de 11 y 12 cm de ancho y entre 6 y 10 de profundidad. En la zona central, oquedad de 17 cmØ.

Observaciones

El lagar de esta pesa era comunal, propiedad de vecinos de Bergame d’Abaxu y alguno de Bergame d’Arriba. Dejó de usarse hace 45 o 50 años y se desmanteló el edificio pocos años después (estaba al final del pueblo, separado un centenar de metros, en una zona de fincas de labor hoy). Nos dicen que la viga alcanzaba los 6 o 7 m de longitud. Dato que encaja con el tamaño de la pesa.

Las viñas se encontraban en la zona de Yema (fondo de valle) y se dejaron de trabajar hacia 1985.

Según nos dicen otra pieza de interés se encontraba en Casa Sastre, que en la actualidad está cerrada y ausentes sus dueños. No pudimos verla.

Fotografías


  • Ficha elaborada por Dávid Flórez de la Sierra, marzo de 2016.

15.- Pesa de lagar en Limés

15.- PESA DE LAGAR DE VINO

Localización

L.lumés / Limés. Proximidades de la iglesia parroquial de Santa María y camino hacia las “Cuatro Calles”.

Coordenadas

Huso: 29T. X: 700.287, Y: 4.780.593, Z: 425

Descripción

Pesa monolítica de cuarcita de forma prismática y labra regular.

Medidas

  • Altura: 73 cm. Sendas acanaladuras longitudinales de 10 cm de ancho
  • Base: 68×62 cm. Parte superior: 52×53 cm y perforación central de 21×23 cm Ø

Observaciones

El lagar de Rondo (Limés) se desmanteló en los años 60 del siglo XX; el edificio se reformó en los primeros años del siglo XXI, recuperándose piezas y colocando una réplica del fuso sobre la pesa. El tamaño del edificio que albergaba el lagar nos habla de un ingenio de generosas dimensiones y gran capacidad de prensado.

Fotografías


  • Ficha elaborada por Dávid Flórez de la Sierra, marzo de 2016.

16.- Pesa de lagar en Robledo de Biforco

16.- PESA DE LAGAR DE VINO

Localización

Robléu Biforcu / Robledo de Biforco.   Parroquia de Tebongo / Tubongu 

Coordenadas

Huso: 29T.  X: 703.8601, Y: 4.789.147, Z: 590

Descripción

Pesa del lagar de Casa Flórez desmantelado a finales de los años 90 del siglo XX y que se ubica en una finca inmediata a la casa. Es de cuarcita y de labra pobre.

Medidas

Altura: 80 cm. Base 40×50 cm. Parte superior 40×40 cm.

Acanaladura superior de enganche al fuso con cola de milano de 8 cm de profundidad, 14 cm de base y 10 cm de anchura superior.

Observaciones

La viga de este lagar tenía que rondar los 5 o 5,50 m de longitud a tenor de las dimensiones del edificio que lo albergaba y que ahora sirve de bodega de la casa, que tiene una prensa de cesta y fuso de hierro. Las restantes piezas del lagar antiguo fueron vendidas a un anticuario de Gijón, tenía un fuso de madera de manzano. Dejó de usarse hacia 1980.

Fotografías


  • Ficha elaborada por Dávid Flórez de la Sierra, marzo de 2016.

17.- Pesa de lagar en Robledo de Biforco

17.- PESA DE LAGAR DE VINO

Localización

Robléu Biforcu / Robledo de Biforco.   Parroquia de Tebongo / Tubongu. La pesa está junto a la carretera de Tebongo al Alto de Biescas, entre la Casa de Árbas (donde estuvo el lagar) y la capilla de San Isidoro  (Robledo de Biforco).

Coordenadas

Huso: 29T.  X: 703.790 Y: 4.789.180, Z: 598

Descripción

Pieza de cuarcita de escasa labra y ubicada en el mismo pueblo que la pesa de la ficha n.º 16. Tiene vetas de cuarzo blanco y rojizo con una labra sumamente irregular.

Medidas

Altura: 67 cm. Base irregular: 54x 52 cm. Parte superior: 50×47 cm; engarce para pieza de madera en “cola de milano” que recorre longitudinalmente esta parte: 12 cm ancho inferior, 10 cm superior y “cazoleta” de 7 cmØ y 2 cm de profundidad en base del entalle.

Observaciones

Perteneció al lagar de la Casa de Arbas. La pesa lleva más de cuarenta años sin uso y con el resto del ingenio desmantelado y desaparecido. Está oculta por la vegetación.

Fotografías


  • Ficha elaborada por Dávid Flórez de la Sierra, marzo de 2016.

Faustino Ovide González (Villategil, 1863 – Barcelona, 1937): el último y olvidado defensor de Manila

Faustino Ovide González (Villategil, 1863 – Barcelona, 1937), el último defensor de Manila.

Faustino Ovide González nació en 1863 en el pueblo asturiano de Villategil, del concejo de Cangas del Narcea. Herrador de oficio, se incorporó a filas en 1883, y tras cumplir el servicio militar, decidió quedarse en el Ejército. Su hoja de servicios tiene poca relevancia hasta que en 1895, y siendo ya sargento, pidió destino a Filipinas, lo que le valió el ascenso a segundo teniente.

Primero estuvo en la indómita Mindanao, pero ante la insurrección en Luzón fue destinado a Manila. Desde entonces y al frente de su sección luchó denodadamente en numerosos encuentros con los rebeldes, siempre en vanguardia o flanqueo, cuando no en operación independiente. Aquello le costó perder su caballo en una acción y ser herido de arma blanca en otra, pero le valió el ascenso a primer teniente y recibir nada menos que cuatro Cruces del Mérito Militar de primera clase con distintivo rojo. Había apresado, entre otros, un cañón y una ametralladora enemigos.

En 1898 seguía en Manila, destinado en la misma unidad que los heroicos defensores de Baler, el 2º de Cazadores. Durante el asedio de la ciudad por las tropas de Aguinaldo se volvió a destacar en la defensa de las líneas, y especialmente en la del Blocao número 14, lo que le valió una nueva Cruz Roja y la de María Cristina, entonces sólo inferior a la Laureada.

El 13 de agosto de 1898, las tropas norteamericanas iniciaron el asalto a la ciudad. El teniente Ovide estaba en reserva con su sección, pero, ordenada la retirada de los puestos de primera línea, y como en su sector fuera ésta precipitada, comprometiendo la de otras tropas adyacentes, se le ordenó volver a ocupar una posición prematuramente abandonada y aún no ocupada por el enemigo.

Sin embargo, al avanzar vio que ya la defendían tropas americanas. Sin arredrarse por ello y por la retirada general, consiguió reconquistarla, y haciéndose fuerte en ella, resistió largo tiempo los ataques enemigos hasta que al final, temiendo ser desbordado por los flancos y con una herida de bala en la boca, ordenó la retirada, que se efectuó en orden y combatiendo. Al llegar a las inmediaciones de la ciudad, se le avisó que ésta hacía tiempo que ya había capitulado, por lo que tuvo que cesar la resistencia.

Al heroico oficial y a su pequeña tropa les rindió honores hasta su enemigo, las tropas americanas del general Greene, quien felicitó a Ovide personalmente por su conducta. Fue recompensado poco después con la Gran Cruz de Carlos III, tal vez algo parcamente.

Faustino Ovide llegó a teniente coronel en 1919, retirándose seis años después. Fallece en Barcelona en enero de 1937, a los 73 años.


Fuente: Revista Española de Defensa nº 127. Septiembre, 1998


Más información sobre nuestro héroe en los siguientes enlaces:

En memoria de un héroe [Faustino Ovide González]

Capitán Faustino Ovide González (Ed. Agualarga)

Quizás para muchos aquella lejana Guerra de Cuba y Filipinas de 1898, la de las batallas de nuestros abuelos, suene a ecos lejanos extraídos del viejo libro de la Historia y tan solo siga viva en los recuerdos gracias a elocuentes frases como aquella de “más se perdió en Cuba” y otras por el estilo, tantas veces utilizadas en el lenguaje coloquial.

Lo cierto es que, en los últimos años del turbulento siglo XIX, España, casi sin querer, se vio sumida en una guerra contra una potencia, por entonces emergente y con claros afanes expansionistas, como eran los Estados Unidos de América que supuso la pérdida de los últimos vestigios del viejo Imperio español conquistado no con pocos sacrificios desde finales del lejano siglo XV.
Cuba, Puerto Rico y Filipinas constituían los últimos rescoldos de aquel amplísimo Imperio forjado, a lo largo de siglos, por la decidida acción de miles de españoles, muchos de ellos anónimos, que lograron situar a España a la cabeza de las naciones de la tierra.
1898, un año fatídico, vino a poner el epílogo a un siglo atestado de guerras y acciones de armas que abarrotan las páginas de nuestra Historia. La Guerra de las Naranjas contra portugueses; la Guerra contra los ingleses que dio al traste con la flota española en Trafalgar; la heroica de la Independencia contra Napoleón; la de emancipación en todos los frentes de los Virreinatos de Hispanoamérica; la invasión de los llamados “cien mil hijos de San Luis”; tres guerras civiles; la de África de 1859-60; la Campaña del Pacífico y junto a ellas acciones tan poco conocidas como la expedición a Dinamarca, formando parte de un ejército que defendía los intereses napoleónicos; la realizada a Italia para defender los derechos papales; la nueva anexión de Santo Domingo; la expedición a Méjico o la de la Cochinchina, jalonaron, junto a pronunciamientos, contra pronunciamientos de toda índole y movimientos cantonales, un siglo que se antoja de muy complicada comprensión y que sin duda abonó el terreno para sucesos posteriores que tuvieron como escenario el pasado siglo XX.

Y así, el final del siglo, quiso depararnos la última de las desagradables sorpresas que ponía fin, como queda dicho, al viejo Imperio en que “jamás se ponía el sol”.

Tal vez por razón de relativa proximidad o simplemente por el hecho de una mayor presencia del elemento peninsular en aquella isla, lo cierto es que la pérdida de Cuba se mantiene más fresca en nuestros recuerdos que aquella otra, coetánea, del lejano archipiélago filipino casi siempre olvidado o al menos pasado por alto.

De aquel archipiélago, conquistado definitivamente en 1564 por el insigne marino vasco Miguel López de Legazpi y bautizado así en honor a Felipe II, tan solo se recuerda, con cierta frescura, la batalla naval de Cavite y la heroica epopeya de Baler, inmortalizada en la película “Los últimos de Filipinas”. Sin embargo, en esta campaña, como en muchas otras en las que se batieron las armas de España, son muchos los testimonios de heroísmo legados para la Historia por hombres y mujeres, en muchos casos de identidad anónima y en otros conservados tan solo, para la memoria, en los polvorientos legajos de viejos y casi olvidados archivos.

Sin duda, en este último apartado, podemos incluir al protagonista del presente trabajo, el que fuera Capitán del Cuerpo de Seguridad D. Faustino Ovide González quien, con su valentía y arrojo, supo escribir una brillante página en nuestra Historia patria de finales del siglo XIX.

En agosto de 1896 estalla la insurrección tagala en Filipinas. Allí, en aquellas lejanas tierras del extremo oriente, un puñado de no más de 13.000 soldados, la mayoría indígenas, guarnecía el vasto territorio formado por el archipiélago filipino y las islas Guam, Carolinas y Marianas. Un total de 7.000 islas habitadas por 7.000.000 de almas y con muy poca presencia peninsular.

El hecho de que estallase esta insurrección puso en alerta a las autoridades españolas del archipiélago que no escatimaron esfuerzos ni celeridad en solicitar refuerzos, tanto de hombres como de medios y material, a la metrópoli; sin embargo, la prioridad en atender la guerra de Cuba, iniciada con anterioridad, impidió finalmente el envío de los efectivos necesarios, pudiendo solo remitirse unos 30.000 soldados, a todas luces insuficientes para atender un territorio extenso y complejo.

Pese a todo, como es sabido para quien conozca medianamente el devenir de esta página de la Historia, la primera fase de la Campaña concluyó con una precaria victoria para las armas de España; victoria que se vio algo más afianzada tras el pacto con el caudillo local Aguinaldo a quien se le llegó a indemnizar para que se exiliase del archipiélago, trasladándose a la colonia inglesa de Singapur.

Intereses de los Estados Unidos de un lado, derivados de sus claros deseos de expansión, y de otro el temor de las potencias occidentales a que Japón afianzase su hegemonía en la región, hicieron que la vista se desviase hacia la posesión española de gran importancia estratégica como se demostraría años más tarde.

Así, tras lograr, como fue habitual en esta guerra, el interesado favor de los ingleses, utilizando contra lo dispuesto en los acuerdos internacionales las bases de Hong Kong y Singapur, los norteamericanos alistaron la llamada Escuadra de Asia al mando del Comodoro Dewey e incluso establecieron contacto con Aguinaldo y los suyos, ganándolos, al menos inicialmente, para la causa yanqui.

La Escuadra americana, compuesta por 7 buques de guerra, desplazaba un total de 19.000 Tm., disponiendo de un armamento de 53 cañones de grueso calibre, entre 203 y 127 mm, y otros 57 de menor calibraje, atacó en Cavite a la española del Almirante Montojo que alineaba un total de 10 buques – 7 cruceros y 3 cañoneros – desplazando todos ellos 14.000 Tm., pero con una potencia de fuego sensiblemente menor ya que tan solo disponía 40 piezas, de entre 160 y 90 mm de calibre, y otras 43 de calibres menores.

Un conglomerado de buques alguno de ellos de casco de madera, como el Crucero “Castilla”; otros de casco de hierro pero sin protección de ningún tipo, como los Cruceros “Reina Cristina” —buque insignia de Montojo—, “Juan de Austria” y “Antonio de Ulloa” o el Cañonero-torpedero “Marqués del Duero” y finalmente otros, protegidos, como los cañoneros, pomposamente denominados cruceros de 3ª clase, “Isla de Cuba” e “Isla de Luzón” e incluso algunos inútiles como el Crucero “Velasco”, formaban aquella Escuadra de muy escaso valor militar. Pese a todo, la mayoría de nuestros buques eran relativamente de reciente construcción, entre 1875 y 1887, si bien con un estado de conservación muy deficiente dado lo penoso de sus largas misiones de patrullaje por las costas de archipiélago y el natural desgaste sufrido con ocasión de la Campaña iniciada dos años antes.

La situación militar tampoco era mucho mejor. El Capitán General Primo de Rivera, había solicitado a Madrid el envío urgente de piezas de artillería para la defensa de la costa, material que jamás llegó. Por ello, para la defensa de Manila, principal objetivo de la Campaña, solo pudo disponer de 37 piezas, las de mayor calibre unos obuses Ordóñez de 24 cm, insuficientes para equilibrar la potencia de fuego embarcada de los americanos.

Tras la derrota de Cavite y el relevo del Capitán General, Manila quedó cercada hasta el 14 de agosto, fecha en la que capituló su Guarnición compuesta por algo más de 9.000 hombres.

Y aquí, en este instante de la historia particular de esta Campaña, surge nuestro héroe; Faustino Ovide González, un asturiano nacido en Villategil (Cangas del Narcea), el 15 de febrero de 1863 que sienta plaza, como Soldado “por su suerte” —como reza su Hoja de servicios—, el 26 de junio de 1883, siendo destinado al Regimiento de Infantería de La Reina nº 2, por aquel entonces de guarnición en Jerez de la Frontera.

A partir de aquí comienza su particular carrera militar que le lleva a varios destinos, Regimiento de Infantería de Reserva Arcos nº 18; Regimiento de Infantería Extremadura nº 15; Regimiento de Infantería Canarias nº 42 y Batallón Disciplinario de Melilla desde cuya plaza, un 15 de noviembre de 1895, salé destinado para el lejano archipiélago filipino, incorporándose en Manila, a principios del año siguiente, al Regimiento de Infantería de Línea Joló nº 73 de guarnición en aquel territorio ultramarino pero ya con las divisas de 2º Teniente logradas el 27 de julio de ese mismo año.

Implicado directamente en la campaña militar contra la sublevación tagala, participa, desde 1896 en numerosos combates, primero como Oficial destinado en la 2ª Línea del Tercio nº 20 de la Guardia Civil y más tarde como 1º Teniente del Batallón de Cazadores Expedicionario nº 2, empleo que alcanzó, por méritos de guerra, el 28 de noviembre del mencionado año 1896.

Su brillante Hoja de servicios nos acerca al historial personal de un hombre que supo afrontar con bravura su responsabilidad desde puestos de notable riesgo en una circunstancia histórica totalmente adversa. Desde noviembre de 1896 en que entra en combate no cesa su actuación en campaña hasta la definitiva pérdida del archipiélago dos años más tarde, demostrando en todas cuantas acciones participa un valor y aplomo que le hizo acreedor a alguna de las más altas condecoraciones de cuantas concedía España en aquellos años.

De las múltiples acciones de guerra en las que participó y que figuran en su Hoja de servicios, destacaremos solamente las más relevantes:

Los días 6, 14, 18 y 28 de noviembre de 1896 combate, al frente de su Unidad de la Guardia Civil, en el puente de Zapote. Esta acción como, queda dicho, le valió el ascenso a 1º Teniente por méritos de guerra.

Días más tarde, concretamente el 15 de diciembre, ataca a una partida de insurrectos causándoles cinco muertos y ocupándoles abundante material y tan solo once días después, el 26, tras vadear de madrugada, con 30 hombres, el río Zapote, ataca por sorpresa un campamento enemigo, causándoles grandes bajas e interviniéndole gran cantidad de armamento y municiones de boca y guerra.

A lo largo de 1897 participa en todos los combates verificados en su sector, destinado siempre en puestos de extrema vanguardia. Destaca aquí los habidos el 11 de febrero en que, con una fuerza de 36 hombres, ataca a una numerosa partida de insurrectos a los que causa enormes bajas y pone en fuga. Tan solo cuatro días más tarde, el 15, participa en la toma de la localidad de Pamplona.

Por estos combates de febrero se le concede su primera Cruz de 1ª Clase, con distintivo rojo, al Mérito Militar. Posteriormente es recompensado con su segunda Cruz de 1ª clase del Mérito Militar, también con distintivo rojo, por la toma de Pamplona acaecida, como queda dicho, dentro del conjunto de operaciones desarrolladas en el precitado mes de febrero.

El 4 de junio de ese año sufre una herida con arma blanca al hacer personalmente un prisionero durante una refriega con una partida de insurrectos seguidores de Aguinaldo.

El 7 de julio de ese mismo año de 1897 le conceden su tercera Cruz de 1ª clase al Mérito Militar, con distintivo rojo, esta vez pensionada, por la toma de Bacoor y el 5 de diciembre se le recompensa con la cuarta Cruz de 1ª clase al Mérito Militar, igualmente con distintivo rojo, por los combates habidos el 22 de agosto anterior.

El 23 de agosto de 1897. Pasa destinado a Manila donde el Capitán General le asigna el mando de una columna compuesta por 180 hombres para operar en las provincias de Cavite y Laguna. En una de estas acciones logra el apresamiento de un importante cabecilla tagalo, tras el ataque que ejecuta sobre un campamento enemigo en que recupera abundante material entre el que se encuentra una ametralladora y una lantaca (pieza de artillería de avancarga de pequeño calibre originaria de la región de Malasia y ampliamente empleada por los rebeldes filipinos).

Continuando con las operaciones en días subsiguientes, logra igualmente la captura del cabecilla insurrecto, Miguel Hernández, conocido como el Rey de Pamplona y Bayanán, así como de su ayudante y de otro jefe insurrecto de nombre Jorge Soriano.

Ya en la última fase de la campaña, concretamente el 4 de junio de 1898 pasa destinado a su Compañía, asumiendo el mando en plena retirada de la Unidad hacia Manila, logrando hacerse fuerte con ella y sosteniendo durísimos combates desde una trinchera que ordenó construir y defendió hasta el siguiente 24.

El 29 de junio pasa destinado a la 5ª Compañía y se hace cargo del mando del blocao nº 14, vacante por baja de su titular, donde se defiende de los duros ataques enemigos, sufriendo e infringiendo numerosas bajas. Distinguiéndose especialmente el día 18 de julio cuando el enemigo, en abrumador mayor número, pretende tomar la posición por él defendida y que logra rechazar.

El 13 de agosto, iniciados los bombardeos por parte de los buques de la Armada norteamericana, se le ordena retirarse sobre Manila. Tras recibir la orden, de forma voluntaria, se queda al mando del último escalón donde permanece cuando se le comunica que debe recuperar una trinchera, ocupada por los norteamericanos, con el fin de proteger el repliegue de las Fuerzas propias.

Recibida la orden, ataca con tal ímpetu y bravura la posición americana que logra desalojarlos, dejando en la huida varios muertos. El mismo sufre su segunda herida de guerra al recibir un balazo en el labio inferior, manteniéndose, pese a todo, al frente de su Unidad que, con un nutrido fuego de fusilería, apoya la retirada de nuestros Soldados hasta las mismísimas puertas de Manila donde recibe la orden de rendirse ya que la Plaza lo había hecho con anterioridad.

Placa de primera Clase Orden Militar de Mª Cristina creada en 1889

Concluida esta brillante acción es felicitado personalmente por el General Greene del Ejército norteamericano quien, poniéndose al frente de sus hombres, le rinde honores de guerra por su valeroso comportamiento. Por esta acción recibió, por R.O. de 19 de abril de 1899 la Cruz de 1ª clase de María Cristina y por R.O. de 24 de julio del mismo año la Cruz de Carlos III.

Repatriado a la península, pasa destinado a la Comisión liquidadora de los Cuerpos de Filipinas.

En 1900 recibe su quinta Cruz de 1ª clase del Mérito Militar, con distintivo rojo y pensionada, por las acciones derivadas de la defensa de Manila. También ese año se le concede la Medalla de la Campaña de Filipinas con los pasadores de Luzón y Mindanao.

Su vida transcurre en diferentes destinos como la Zona de Reclutamiento de Gijón, el Batallón de Cazadores de Ibiza nº 19 hasta su ascenso a Capitán, por antigüedad, que se produce el 18 de diciembre de 1906.

En estos años recibe la Medalla de Alfonso XIII; la Cruz de San Hermenegildo y la Medalla de Plata de los Sitios de Gerona.

En enero de 1911 pasa destinado, como Capitán, al Cuerpo de Seguridad de guarnición en Barcelona donde permanece hasta 1917 en que es ascendido a Comandante por antigüedad.

Destinado en Barcelona, en su Zona de Movilización, más tarde Regimiento de Infantería de Reserva Barcelona nº 32, recibe en 1916 la Placa de la Orden de San Hermenegildo.

Con fecha 31 de mayo de 1919 es ascendido al empleo de Teniente Coronel en la reserva y en 1925 pasa a la situación de retirado donde le perdemos la pista.

Lamentablemente no hemos logrado su historial como Oficial del Cuerpo de Seguridad que, a buen seguro, estará igualmente jalonado de hechos dignos de ser mencionados para evocar su recuerdo. Por lo poco que podemos descubrir en su historial militar, creemos que durante su permanencia en el Cuerpo de Seguridad tan solo estuvo destinado en Barcelona, no pudiendo precisar en las Unidades en que prestó sus servicios.

Lo cierto es que nos encontramos ante uno de esos personajes, la mayoría de las veces anónimos, que con su trabajo diario escriben, con letras de oro, las páginas más brillantes y gloriosas de los Cuerpos de los que forman parte. Tal vez, Faustino Ovide se hizo merecedor a ser recompensado con la Real y Militar Orden de San Fernando, máxima condecoración militar que se concede en España, sin embargo no fue así y su heroica estela se pierde en la nebulosa de la Historia de la que hay que rescatarlo entre legajos y libros con sabor a viejo.

Digamos, por último, que una buena iniciativa para afianzar un poco más nuestro espíritu de Cuerpo, como herederos de las tradiciones e historiales de la Policía Española, sería recuperar para la memoria colectiva cuantos hombres, integrados en nuestras filas, han sabido escribir, como Faustino Ovide, páginas de gloria para la Historia de la Patria.

COMENTARIO UNIFORMOLOGICO:

En la foto que ilustra el presente trabajo, el Capitán Faustino Ovide, aparece con uniforme del Cuerpo de Seguridad en su modalidad de invierno, de color tina oscuro, con tresillos a la granadera en sus bocamangas. El uniforme es igual que el de Infantería diferenciándose por las cifras con las iniciales del Cuerpo que lleva en cuello y frontis de la gorra, este orlado de laureles, así como por el color de las divisas, botones e hilo de las hombreras que son de color blanco, todo ello en aplicación del Reglamento de Uniformidad de 1908 y las modificaciones habidas en 1911.

En cuanto a la condecoración que luce en su pecho y que se reproduce en dibujo, se trata de la Placa de la Orden Militar de María Cristina de 1ª clase, para Oficiales. Esta Orden fue instaurada en 1889, en Ley Adicional a la Constitución del Ejército de 19 de julio de dicho año. La condecoración, que lleva en su interior la leyenda “al mérito en campaña”, constituía la segunda en importancia tras la Real y Militar Orden de San Fernando al no haberse instaurado todavía la denominada Medalla Militar. En la fecha en que le fue concedida al protagonista del presente trabajo tan solo se otorgaba a Generales, Jefes y Oficiales, 3ª, 2ª y 1ª clase respectivamente; a partir de 1913 comenzó a otorgarse a Suboficiales y no fue hasta 1925, tras su reinstauración ya que dejó de concederse entre 1918 y el año citado, en que por R.D. de 9 de julio, se concedió también a Tropa, apareciendo igualmente la figura de Cruz colectiva. Esta condecoración dejó de concederse con el advenimiento de la II República, siendo restablecida en 1937 con el nombre de Cruz de Guerra.

Esta Cruz de 1ª clase se representa mediante una Placa de ráfagas de color plata, de unos 9 cm. de diámetro, sobre las que se superpone una cruz, rodeada de laurel, y cuatro espadas que se unen en el centro, todo de bronce mate, con lises de oro en los brazos inferior y laterales y una corona real y un rectángulo, de oro brillante los dos, en el superior. Sobre la cruz un escudo rodado y cuartelado con dos castillos y dos leones, la granada entada y escusón borbónico con tres flor de lis, con bordadura azul con el lema “al mérito en campaña”.

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA:

  • Archivo General Militar de Segovia
  • Manual del Cuerpo de Seguridad. Madrid 1908
  • Los Uniformes del Reinado de Alfonso XIII. L. Grávalos y J.L. Calvo. Quirón Ed. 2000
  • La Guerra del 98. A. Rodríguez González. Ed. Agualarga 1998
  • Buques de Guerra Españoles 1885-1971. Aguilera y Elías. Ed. San Martín 1972
  • El Buque de la Armada Española. Ed. Silex 1999
  • La Construcción Naval Militar Española 1730-1980. M. Ramírez Gabarrús. E.N. Bazán 1980

Artículo publicado en la revista Policía por José Eugenio Fernández Barallobre, Inspector (J) de la Policía Nacional desde 1979, Alférez R.H. del Cuerpo de Infantería de Marina y Diplomado en Criminología por la Universidad de Santiago de Compostela.  Es autor del blog: Una historia de la Policía Nacional.

[Faustino Ovide González] El último defensor de Manila en 1898

Capitán Faustino Ovide González (Ed. Agualarga)

La historia militar de España abunda en personajes que, protagonizando hechos de lo más encomiable, apenas han sido recordados con posterioridad a los acontecimientos. A paliar en lo posible una de estas injusticias dedicamos el presente trabajo, que nos permitirá, de paso, ofrecer algunas noticias sobre una de las campañas menos conocidas de nuestro Ejército, y la tan honrosa como heroica carrera de un hombre salido de las filas de tropa.

Unos modestos inicios

Nuestro protagonista, Don Faustino Ovide González, nació en la pequeña aldea asturiana de Villatejil, dependiente del ayuntamiento de Cangas del Narcea, el 15 de enero de 1863, siendo sus padres Don Francisco Ovide Menéndez y Doña Rosalía González Rodríguez, de bien modesta condición.

Nada sabemos de sus primeros años salvo que el 26 de junio de 1883 le corresponde ser soldado “por su  suerte”, como se decía entonces, constando entonces que se hallaba avecindado en Madrid, teniendo el oficio de herrador. El joven recluta, tras librarse por sorteo de Ultramar, fue destinado al Regimiento de Infantería de La Reina, n° 2, de guarnición en Jerez, y dentro de éste a la primera compañía del primer batallón, jurando bandera en agosto de aquel año. El 1 de junio de 1884 es ascendido a cabo segundo y el 1 de abril del 85 asciende a cabo 1°, recibiendo la licencia indefinida por Real Orden de 14 de julio. Allí hubiera acabado su servicio, de no ser porque, tras dejar correr los meses veraniegos en su pueblo natal, D. Faustino pidió y obtuvo el reingreso, contando como fecha de antigüedad desde el 1 de noviembre.

El 24 de mayo de 1886 ascendió a sargento 2°, pasando al segundo batallón del mismo regimiento, con el que se traslada a Ceuta el 21 de junio de aquel año, permaneciendo en dicha plaza hasta el 7 de julio de 1888, todo ello en unos difíciles años en que menudearon los incidentes con los marroquíes, e incluso se temió  que la frágil salud del Sultán terminara haciendo inevitable una intervención militar española ante el subsiguiente caos en el país vecino.

El 25 de junio de 1888 se reengancha por segunda vez, continuando en el mismo regimiento y en sus destacamentos de Algeciras y Tarifa hasta junio de 1890.

Los años siguientes son de rápido paso por varias unidades: el Regimiento de Los Arcos n° 18, el de Extremadura n° 15 y el de Canarias n° 42, con el destino de escribiente en todos ellos, hasta su pase en noviembre de 1894, cuando apenas se han apagado los rescoldos del reciente conflicto de Melilla, al Batallón Disciplinario de esta plaza, no por sanción sino por destino regular, hasta fines de octubre de 1895.

Para entonces ya ardía la insurrección separatista en Cuba, por lo que, aprovechando los incentivos ofrecidos a los suboficiales, el sargento Ovide solicitó un tan prometedor como peligroso destino a la isla, recibiendo así el ascenso a 2° teniente por orden de 3 de octubre, a contar desde 27 de julio anterior. Gracias al ascenso y tras el preceptivo permiso, Don Faustino contrajo matrimonio el 11 del mismo en Cádiz con Doña África Blanco Lladó. Una Real Orden del día 16 dejaba sin efecto el destino anterior, cambiándolo a las mucho más lejanas Filipinas, embarcando en Barcelona el 15 de noviembre en el vapor de la Compañía Trasatlántica “Isla de Panay” y desembarcando en Manila el 14 de diciembre.

Poco imaginaba entonces el recién ascendido teniente que el archipiélago filipino iba a ser el escenario de sus hazañas, que iban a cambiar espectacularmente su hasta entonces honrosa pero tranquila y modesta carrera militar.

El Ejército y la Armada en Filipinas

Resulta sorprendente lo escaso de los recursos militares con los que España defendía de agresiones externas y mantenía el orden interno en un territorio tan extenso como era Filipinas, un archipiélago de más de siete mil islas, poblado por más de 7 millones de habitantes, de los que apenas unos pocos miles habían nacido en España. Y a ese ya extenso territorio, aún con zonas poco exploradas y menos cartografiadas, se añadían los archipiélagos de Marianas,  Carolinas y Palaos.

Para guarnecer todo aquello la fuerza real se reducía a unos 13.291 hombres, (unos 16.700 según plantillas teóricas), incluyendo todos los cuerpos, servicios e institutos armados hasta Guardia Civil y Carabineros. De ellos, sólo 4.269 eran europeos, constituyendo en general los mandos hasta suboficial y cabos inclusive, siendo la tropa y algunos sargentos y cabos indígenas. El soldado filipino era muy estimado por su sobriedad, valor y resistencia, resultando especialmente indicado para operar en aquellos territorios, selváticos y accidentados, sin resentirse del clima y de las enfermedades que diezmaban a los europeos, así como de una habilidad proverbial para la guerra anfibia a la que le obligaba la multitud de islas.

El núcleo fundamental de la fuerza estaba compuesto por siete regimientos de infantería: Legazpi, Iberia, Magallanes, Mindanao, Bisayas, Joló y Manila, con numeración respectiva y correlativa del 68 al 74. Existía además  sólo un regimiento de caballería, de Lanceros de Luzón, con un único escuadrón. La artillería constaba de un regimiento de plaza, por excepción europeo en su totalidad, aunque solía utilizarse en misiones de infantería. La artillería propiamente dicha se encomendaba a un regimiento de montaña, articulado en dos grupos de 3 baterías con seis piezas cada una. Otras unidades eran un batallón de ingenieros y diversas tropas de maestranza, Estado Mayor., etc, entre las que destacaban algunas compañías disciplinarias.

Por su parte la Armada sumaba más de tres mil hombres, con menor proporción de indígenas, salvo en los cañoneros y unidades menores, en que constituían toda la dotación salvo el mando,  oficiales y maquinistas. Los buques  en 1895 eran cinco pequeños cruceros, una veintena de cañoneros (incluidos los fluviales y lacustres), tres transportes y diversas unidades menores y auxiliares. Su papel era transcendental, no ya sólo en sus específicas misiones, sino como  transporte obligado para las tropas del Ejército en un medio insular y con escasas o nulas vías terrestres de comunicación, apoyando sus acciones con la artillería, o coadyuvando en las operaciones anfibias con los trozos de desembarco de los buques.

En suma, aunque muy profesional y preparada, una fuerza tan limitada que apenas podía cumplir misiones policiales y de mantenimiento del orden interno, lo que para las Filipinas del XIX era ya decir mucho.

En la rebelde Mindanao

Lo cierto es que aquella pequeña fuerza, aunque apenas fuera necesaria en muchas de las principales islas por la sumisión pacífica de sus habitantes, tuvo una enorme tarea en dominar las zonas refractarias a la dominación española, especialmente en el sur y oeste del archipiélago, en que una importante población musulmana basaba su modo de vida en la piratería y en la esclavitud de indígenas paganos o cristianos. Tras una lucha secular, se había conseguido pacificar Joló, y entre 1889 y 1894, los capitanes generales Weyler y Blanco habían conseguido lo propio en la gran isla de Mindanao. Y cuando aún continuaban allí las últimas operaciones, nuestro biografiado fue destinado a Iligán, prestando sus servicios en el regimiento de tropas indígenas Joló n° 73, teniendo el honor de ser designado abanderado del regimiento. Allí tuvo su bautismo de fuego, en operaciones al parecer sin mayor relevancia, pero que le hicieron acreedor al pasador de Mindanao en su medalla de campaña de Filipinas.  Pero ya en septiembre de 1896 tuvo que volver el regimiento a Manila, y con él nuestro todavía flamante teniente, ante una necesidad mucho mayor.

La insurrección tagala

Articulados en la sociedad secreta de inspiración masónica Katipunan, los tagalos de Luzón, hasta entonces fieles al dominio español, se alzaron en agosto de 1896, siguiendo el ejemplo cubano del año anterior. Las escasas tropas españolas, diseminadas en aquel enorme territorio en numerosas y pequeñas guarniciones, pronto se vieron ante una situación crítica, y en la misma Manila no había más que tres mil hombres disponibles. La insurrección, bien planeada y seguida mayoritariamente por la población indígena de muchas provincias, consiguió dominar pronto la casi totalidad de las provincias de Manila y Cavite, de donde era originario su principal líder militar, Emilio Aguinaldo, cayendo pronto en su poder incluso localidades importantes como Noveleta y Cavite Viejo, y declarándose el estado de guerra en provincias como Bulacán, Pampanga, Nueva Écija, Tarlac, La Laguna y Batangas, extendiéndose rápidamente la contienda.

Para el capitán general, D. Ramón Blanco, la situación era casi desesperada: con la mayor parte de sus escasas tropas comprometidas en la pacificación de Mindanao, y aunque, como ya hemos dicho, fueron llamadas inmediatamente, los indígenas ya no eran fiables en la nueva lucha  (muy distinta de la librada hasta entonces contra sus enemigos religiosos y étnicos: los piratas moros del sur), aunque se pudieron alistar algunos tercios de voluntarios. El propio Blanco sufrió alguna derrota personal al intentar liberar las asediadas guarniciones, lo que le desacreditó ante una opinión que ya juzgaba lentas y poco idóneas sus  reacciones a la revuelta.

Ante la magnitud de la rebelión y sus primeros éxitos, se reveló indispensable enviar desde España un crecido número de tropas peninsulares. Pero el país estaba ya agobiado por el  tremendo esfuerzo que debía realizar en Cuba paralelamente, y que  había exigido el envío al Caribe de casi doscientos mil hombres. Los regimientos peninsulares habían agotado sus posibilidades de movilización, por lo que hubo que crear unidades provisionales, los llamados “batallones de cazadores”, con entrenamiento y cuadros de mando improvisados, así como muy escasas tropas de artillería, caballería (un único escuadrón también provisional) e ingenieros.  Las únicas tropas regularmente organizadas y encuadradas de las que se pudo disponer, y por ello mismo las primeras en llegar como refuerzo, fueron los dos regimientos de Infantería de Marina, verdadera reserva estratégica del último imperio ultramarino español. El total de los refuerzos procedentes de España sumó 25.456 entre generales, jefes, oficiales y tropa, y ello sólo entre septiembre y diciembre de 1896, llegando posteriormente algunos otros contingentes menores, lo que supuso un último pero muy notable esfuerzo para el agotado país.

Con ellos llegaba en diciembre el esperado relevo para Blanco, el general Don Camilo García de Polavieja, que se hizo cargo de la capitanía general del archipiélago el día 13, imprimiendo desde entonces a las operaciones la actividad y el éxito que solían acompañar a aquel gran militar español.

Las primeras distinciones

Pero ya antes de la llegada de Polavieja el segundo teniente Ovide se había destacado: tras su vuelta a Manila, solicitó el pase a la Guardia Civil, figurando desde entonces en el 20° Tercio,  uno de los tres existentes en Filipinas, con un total de unos 3.500 hombres (teóricos en plantilla) incluyendo los poco más de trescientos de la Veterana, siendo indígenas en cada compañía los números, cuatro cabos y un sargento, y el resto de los mandos europeos.

De nuevo al mando de tropas casi exclusivamente indígenas, se le dio el mando de una sección que formaba parte de la segunda línea del Tercio en Las Piñas. Con ella concurrió a los combates de los días 6, 14, 18 y 28 de noviembre entre los puentes de Baucusay y Zapote, mereciendo por su comportamiento el ascenso a primer teniente. El 15 de diciembre, al hacer reconocimiento con su sección, batió una partida de insurrectos, a la que causó cinco muertos vistos y recogió varias armas de fuego y blancas. El día 26, y a las 3’30 de la madrugada, vadeó el río Zapote, línea que separaba el territorio rebelde del controlado por los españoles, y atacó por sorpresa un campamento enemigo, al que causó muchos muertos vistos y recogió buen número de armas y municiones, al que prendió luego fuego. El propio Polavieja envió un telegrama de felicitación al teniente por su audacia y por convertir su labor defensiva en una ofensiva victoriosa.

El año 97 le sorprendió en el mismo tipo de operaciones y en el mismo escenario: intentando evitar que el enemigo traspasara la línea del Zapote, y contraatacando en su territorio, rechazándole e incluso haciéndole pasar a la defensiva. El 11 de febrero, se señaló al mando de sólo 36 hombres, al rechazar y perseguir hasta los barrancos de Tong Tong a una fuerza muy superior armada incluso con algunas “lantacas”, pequeños cañones de avancarga de manufactura local. El día 15 del mismo mes, sirvió como “práctico” (guía), de la columna que atacó y tomó la localidad de Pamplona, sirviendo con su sección en la extrema vanguardia en labores de reconocimiento, lo que le valió ver confirmado su reciente ascenso. El 17, mereció la felicitación del jefe de la columna, general Galvis, por su perfecta retirada  pese a ser batido por sorpresa y a sólo cuarenta metros desde un reducto aspillerado del  enemigo.

Aquellos hechos le valieron sus dos primeras Cruces Rojas de primera clase del Mérito Militar con distintivo rojo, por reales órdenes de 27 de abril y 11 de noviembre, premiando respectivamente su papel en la toma de Pamplona, y la retirada descrita.

Nuevas distinciones

Pero aquellas cruces no serían las únicas, como pronto veremos. El 18 del mismo mes perdió su caballo en una emboscada, al conducir un convoy a Pamplona, y los combates, tanto de día como de noche, tanto destacado del resto como formando parte de la columna del general Barraquer, se suceden a diario. En una de ellos, el día 24 y tras desalojar al enemigo de sus posiciones sobre el Zapote, explotó el éxito persiguiéndole tan estrechamente que logró entrar en el pueblo de Bacoor, reconquistándole, lo que le valió su tercera Cruz Roja por orden de 7 de julio.

Su valor personal estaba más que acreditado en todos estos combates, pero por si faltaba alguna duda, resultó herido de arma blanca el 4 de junio al hacer personalmente un prisionero, tras batir a una partida enemiga. Tras una estancia en el hospital que sólo duró del 9 al 16 de aquel mes, volvió al combate.

El 22 de agosto, y al mando de 24 guardias, persiguió y derrotó por completo a una partida enemiga que había atacado el pueblo de Muntim, cogiéndole armas y haciéndole 14 muertos  en Parong Diablo. Aquello le valió su cuarta Cruz, concedida por orden de 6 de  diciembre.

Polavieja estaba más que satisfecho con la labor del teniente Ovide, por ello le llamó a Manila  al día siguiente y le dio el mando de una columna de 180 hombres (los efectivos de una compañía reforzada) para operar en la provincia de Cavite en combinación con otras. No se equivocaba el general, pues al aumentar la fuerza al mando del teniente, aumentaron los éxitos de éste, al derrotar en Palifarán una importante fuerza enemiga, a la que aparte de las bajas, capturó una lantaca y una ametralladora, así como un importante cabecilla, cayendo después en sus manos sucesivamente los llamados Miguel Hernández “Rey de Pamplona”, su ayudante y el jefe   Jorge Soriano.

Una frágil paz y una nueva guerra

Polavieja había vencido a la insurrección, a costa de unos 300 muertos y unos 1.300 heridos en las fuerzas españolas en una durísima campaña de poco más de tres meses. Sólo quedaba poner fin a la tarea exterminando las últimas y dispersas guerrillas enemigas. Pero las ya agotadas fuerzas españolas precisaban refuerzos para acabar con la insurrección, refuerzos que el general estimó en no menos de 20 batallones, algo más de 20.000 hombres. Sin embargo, en la ya agotada España nadie quiso oír hablar de un esfuerzo suplementario. Un desairado Polavieja dimitió de su puesto alegando motivos de salud, embarcando para la Península el 15 de abril de 1897, y siendo relevado en su mando por Don Fernando Primo de Rivera, al que se le encargó que terminara la contienda por medio de un pacto que ofreciese un dorado exilio a los líderes independentistas. Y ya en diciembre de 1897 el pacto, llamado de Biacnabató, fue un hecho.

Que la paz conseguida era muy frágil resultó sin embargo pronto evidente: los insurrectos sólo esperaban mejor situación para volver a la carga y la intranquilidad y los choques aislados persistieron. Pero no podemos saber lo que hubiera finalmente ocurrido pues un nuevo factor entró en juego al estallar la guerra con los Estados Unidos a fines de abril de 1898.

Como es bien sabido, la escuadra del comodoro Dewey entró en la bahía de Manila y destruyó en la mañana del 1 de mayo a la del contralmirante Montojo, fondeada ante el arsenal de Cavite, apoderándose después de esta base. La escuadra americana no disponía de fuerzas de desembarco, pero Dewey se había entrevistado poco antes con el exiliado Aguinaldo, haciéndole vagas promesas de conceder la independencia al pueblo filipino si volvía a levantar la bandera de la rebelión. Así, y poco después de la derrota de Cavite, llegó a Filipinas en un buque americano Aguinaldo, acompañado de todo su estado mayor, no tardando en reactivar la rebelión, ahora ayudada por todos los medios por los estadounidenses.

Para colmo de males, y en tan críticos momentos, se había producido el relevo de Primo de Rivera por el general Don Basilio Augustín, poco ducho en las realidades filipinas y que pronto se vió desbordado por los hechos: temiendo perder el control de todo Luzón, persistió en dejar al ejército repartido en numerosas pequeñas guarniciones, que no tardaron en ser aisladas unas de otras y asediadas por el enemigo, mientras que la capital y centro administrativo y militar del archipiélago, Manila, debía hacer frente a la doble amenaza de la escuadra enemiga y del ejército rebelde en mala situación. Ésta empeoró aún más al caer en manos de los insurrectos la entera provincia de Cavite, rindiéndose el general Peña con sus casi tres mil hombres tras una heroica pero deslavazada resistencia el 8 de junio, al fracasar el socorro de dos columnas salidas de la capital, con  sólo unos mil hombres en total.

La defensa de Manila

La moral en la capital era muy baja, pues sólo se disponía de unos nueve mil hombres para su defensa, que tenían que guarnecer un circuito defensivo de no menos de 15 kilómetros. El total volvía a incluir no sólo tropas del Ejército, sino de Carabineros, Guardia Civil y hasta los supervivientes de la desgraciada escuadra de Montojo,  pero además, buena parte de estos hombres eran indígenas, de dudosa fidelidad, no faltando pronto las traiciones y deserciones. Desde el 1 de junio los combates se harían incesantes.

 Para entonces el teniente Ovide había dejado la Guardia Civil y había recibido destino en el 2° batallón de cazadores (casualmente la misma unidad que formó el heroico destacamento de Baler), no tardando en participar en el primer combate serio del sitio. El 5 de junio unos cinco mil rebeldes atacaron las defensas de la capital en la zona defendida por el Tercio indígena de Bayambang, pensando que así sería más fácil la victoria. Inevitablemente, la defensa cedió, y tuvo que enviarse una columna al mando del capitán de fragata Don Juan de la Concha, comandante que había sido del crucero “Don Juan de Austria” hundido en Cavite, y formada entre otras unidades por marinería de la escuadra. En ella formaba el teniente Ovide, quien tras participar en el combate, se incorporó a la compañía de su mando, que venía retirándose ante la presión enemiga en el escenario de sus antiguas hazañas: entre Las Piñas y el río Zapote. Tomando el mando de la unidad sobre la marcha, Ovide decidió tan rápida como certeramente que la retirada podía convertirse en desastre y que no se podía perder la línea defensiva del río, por ello ordenó atrincherarse en aquel mismo lugar, rechazando los sucesivos ataques hasta el 24 de junio. Su conducta le hizo  merecedor de la ¡quinta! Cruz de Primera Clase del Mérito Militar con distintivo rojo, ahora pensionada, concedida por Real Orden de 25 de abril de 1900.

El “blockhaus” n° 14

La excesivamente amplia línea defensiva en torno a Manila, de unos 15 km de desarrollo, estaba guarnecida por sólo las dos terceras partes de los defensores, debiendo el resto atender al frente marítimo amenazado por la escuadra enemiga, mantener el orden en la ciudad (donde pronto faltaron los víveres y hasta el agua al ocupar los rebeldes los depósitos de Santolán que la surtían) y constituir una reserva para acudir a los puntos del perímetro amenazados por los más de cincuenta mil insurgentes, dotados de fusiles modernos por los americanos, de las habituales lantacas y de no pocos cañones encontrados en el arsenal de Cavite. Los atrincheramientos, debido al terreno bajo y encharcado eran simples parapetos de sacos de arena y  troncos, sufriendo mucho los soldados por el clima, tan tórrido como húmedo. Recaía así todo el peso de la defensa en quince blocaos o casas fuertes, situadas a unos mil metros uno de otro. Pero tales construcciones no estaban ideadas para aguantar el fuego de los cañones  de que disponían los asaltantes, aunque la escasa y anticuada artillería de la plaza resultó decisiva para frustrar los ataques, llenar los huecos de la línea defensiva y contrabatir las piezas enemigas. Dos de los blocaos, los números 14 y 15, pronto se hicieron tristemente famosos, pues al estar situados al final de la línea, al sur y enfrente de Cavite, principal base enemiga, debieron sufrir lo peor de los embates.

Y como parecía ya costumbre, el teniente Ovide se vio implicado en lo más recio de la pelea, al relevar  el 29 de junio al comandante del n° 14, herido en uno de los bombardeos y asaltos que continuamente sufría la fortificación. El 18 de julio el enemigo lanzó su más fuerte ataque, dispuesto a tomar la posición, llegándose al cuerpo a cuerpo por la posesión de aquel ya ruinoso blocao. El hecho le valió al teniente Ovide la concesión de la Cruz de María Cristina de primera clase por su valor y acertadas disposiciones, condecoración entonces sólo inferior a la Laureada, y que lo fue por Real Orden de 19 de abril de 1899.

El ataque norteamericano

Mientras se sucedían estos combates, empezaron a llegar las fuerzas expedicionarias americanas desde principios de julio, pronto encuadradas en una división al mando del general Anderson, articulada en dos brigadas, al mando de los generales McArthur y Greene. Aunque incluían moderna artillería de campaña y de sitio, su nivel no era muy alto, tratándose generalmente de unidades de la Guardia Nacional con algunos regimientos regulares de profesionales. Tales tropas tardaron en entrar en acción, y cuando lo hicieron no se les confió grandes tareas, indudablemente se prefería que españoles y filipinos se desgastaran mutuamente.

El 5 de agosto el general Augustín, cuyo mando había sido muy criticado, fue sustituido por el segundo jefe, Jaúdenes, pero la moral era ya muy baja en Manila, pues se sabía que la expedición de socorro del almirante Cámara había recibido órdenes de volver a España tras la derrota de la escuadra de Cervera el 3 de julio ante Santiago de Cuba y la posterior capitulación de aquella plaza. Manila parecía ya perdida y sólo se esperaba el asalto final. Pero en una cosa estaban de acuerdo españoles y americanos: en impedir que las tropas de Aguinaldo entraran en la capital, los primeros por temor a que se entregaran a la venganza y el pillaje, los segundos porque ya planeaban quedarse con el archipiélago y no querían dar mayor relieve a sus circunstanciales aliados. Así que en la mañana del 13 de agosto, las únicas tropas que atacaron fueron las de Anderson.

El plan de ataque no podía ser más sencillo: tras una preparación artillera, las tropas de infantería atacarían la línea española al sur de la ciudad, línea que sería batida de flanco y retaguardia por la escuadra americana, que poco tendría que temer de las anticuadas piezas de costa que defendían Manila. La resistencia española era prácticamente imposible en tales circunstancias y apenas quedaban opciones salvo una honrosa defensa seguida de una pronta capitulación para evitar bajas innecesarias.

La suerte, pues, estaba echada, y no parece fuera una ocasión muy propicia para lucirse, pero el teniente Ovide, consiguió de nuevo hallarse en el ojo del huracán, y dejar  constancia de su valor y decisión. Según el relato de su Hoja de Servicios, los hechos sucedieron así:

“…roto el fuego por la escuadra americana sobre nuestras líneas avanzadas y ordenada la retirada por el jefe del sector, se quedó voluntariamente mandando el último escalón. Recibida orden de recuperar una de las trincheras abandonadas al objeto de detener al enemigo y para proteger la retirada de otras fuerzas, retrocedió con treinta hombres y al observar que ya estaba ocupada por fuerzas  americanas, atacó a éstas con tal ímpetu que las obligó a abandonarlas precipitadamente, dejando varios muertos, en cuyo ataque resultó herido de bala en el labio inferior con fuerte contusión en la dentadura, siguiendo no obstante al mando de la fuerza, sosteniendo vivísimo fuego para detener al enemigo y salvar la retirada de estas fuerzas, hasta llegar próximo  a las murallas de  Manila, donde recibió orden de rendirse por haberlo efectuado y hacía ya tiempo la plaza, siendo entonces felicitado por el general americano Greene, quien puesto al frente de sus tropas le tributó los honores de la guerra”.

Creemos que los hechos se comentan por sí solos,  y pese al laconismo de la prosa oficial son altamente significativos. No sabemos si se llegó a abrir juicio contradictorio para la concesión de la Laureada, pero aquello merecía más que una nueva Cruz Roja o incluso una de María Cristina, por  tanto, y siguiendo una costumbre de la época, se le concedió la Cruz de Carlos III libre de gastos por Real Orden Circular de 22 de agosto de 1899.

No podemos tampoco dejar de señalar la caballerosidad de Greene, consignando de paso que las tropas a su mando eran del 18° de Infantería regular, del 1° de California, 1° de Colorado, 1° de Nebraska y 10° de Pennsylvania.

Una valoración

Como es bien sabido, el conflicto no tardó en estallar entre los norteamericanos y los filipinos, aliados sólo circunstanciales frente a España. Los norteamericanos querían controlar las islas bajo su protectorado, los filipinos querían la independencia por la que tanto habían luchado.

Y esta nueva guerra, cuando apenas había finalizado la anterior, pues de hecho muchas tropas españolas seguían esperando la evacuación y la heroica guarnición de Baler continuaba su resistencia, nos ofrece una curiosa comparación con la anterior campaña, que puede servir para establecer una valoración  de la conducta de nuestras Fuerzas Armadas, tantas veces criticadas en exceso y con poca objetividad, como correspondía al amargo clima que siguió a la derrota del 98.

Las hostilidades entre americanos y filipinos se rompieron en la noche del 4 al 5 de febrero de 1899, y se prolongaron en durísima guerra hasta el 4 de julio de 1902, es decir, nada menos que tres años y cinco meses, tras los  que y finalmente, los EE.UU. consiguieron la victoria.

Para esa contienda las fuerzas americanas dispusieron de recursos materiales y financieros sin comparación con los que dispusieron los españoles en la campaña entre 1896 y 1897: nada menos  que 400 millones de dólares (por el tratado de paz compraron Filipinas por 20 millones) se gastaron en la guerra. No hay ni que hablar de la superioridad aplastante de las fuerzas navales americanas, comparadas con la escuadra de Montojo, además la de Dewey fue reforzada con nuevos buques, parte procedente de los EE.UU., parte con los cañoneros españoles supervivientes, que fueron vendidos a los nuevos dominadores tras la evacuación del archipiélago, dado su nulo interés para nuestra Armada, con los apresados o capitulados durante la campaña o con los hundidos y reparados posteriormente.

Pero el capítulo principal fue el Ejército, obviamente, prestando servicio a lo largo del conflicto más de 125.000 soldados americanos, de los que murieron en acción 4.200 (aparte del duro tributo impuesto por las enfermedades) y resultaron gravemente heridos otros 2.800. Ni que decir tiene que estas tropas estaban mucho mejor armadas y equipadas que las españolas, especialmente con profusión de ametralladoras, armas casi desconocidas en nuestro Ejército por entonces, artillería, etc.

A ellos se unieron las tropas auxiliares filipinas a su servicio, los “exploradores” y la “polcía”, con otros casi 20.000 hombres más.

La guerra conoció una primera fase de enfrentamientos regulares, que pronto ganaron las muy superiores fuerzas americanas, pero al pasar a la guerrilla, Aguinaldo y sus hombres dieron de sí todo lo que eran capaces.

Al mando americano no le quedó otra opción sino la de recurrir a las “aldeas estratégicas”, reconcentrando la población rural en campos fortificados y vigilados para aislarla de la guerrilla. Era la misma táctica que había empleado el Capitán General de Cuba, D. Valeriano Weyler en Cuba, y que tantos reproches y hasta acusaciones de genocidio había producido en los EE.UU. siendo uno de las excusas para su intervención militar. Claro que ahora, y pese a las críticas de alguna prensa independiente, la decisión les pareció muy diferente.

El coste para el pueblo filipino fue enorme, calculándose más de 20.000 muertos  entre los combatientes filipinos, y más de 200.000 entre los civiles, tanto por represalias como por las sórdidas condiciones de los campos de reconcentración, llamados por uno de sus generales “suburbios del infierno”. Incluso se recurrió en amplias zonas a la táctica de la “tierra quemada”, incendiando viviendas y cosechas, así como matando al ganado.

Aunque se procuró “echar tierra” a atrocidades cometidas por tropas americanas, al menos en 54 ocasiones llegaron a ser juzgadas éstas por tribunales.

Y finalmente, el acosado Aguinaldo sólo pudo ser apresado gracias a un acto traicionero, aunque la lucha siguió todavía largo tiempo.

Si comparamos estos datos con los de la campaña de Polavieja   que concluyó algo después de su marcha con el pacto de Biac Na Bató, creemos que podemos formarnos una idea de las efectividades reales de las tan denostadas Fuerzas Armadas Españolas y la de las tan enaltecidas de los Estados Unidos.

Y no sólo por los medios y hombres empleados y por el tiempo necesario en alcanzar la victoria, sino incluso por las bajas de ambas partes y los sufrimientos de la población civil.

Es cierto, y sin ello cualquier comparación carecería de rigor, que las fuerzas de Aguinaldo habían ganado mucho en experiencia, organización y armamento tras la corta campaña de 1898, en que se habían incautado de mucho armamento y munición a las tropas españolas que capitularon, y absorbido a muchos profesionales indígenas de ellas que se pasaron a sus filas.

Pero, incluso contando con estos factores, resultan muy llamativos los hechos y cifras expuestos, cuya exacta valoración dejamos al lector.

Finalmente, y como hemos visto, a comienzos de 1898 se dieron por pacificados los territorios de Mindanao y Joló, cuya población musulmana era muy refractaria a cualquier tipo de dominación. La guerra reactivó aquí igualmente la rebelión, debiendo empeñarse las tropas americanas a fondo desde 1902 a 1913 para conseguir su completa victoria.

Los últimos años de un soldado

Pero debemos volver a la narración de la vida de nuestro biografiado.

Repatriado tras la paz, el teniente Ovide volvió a la oscura vida de guarnición en España, con destinos en Cataluña y Baleares, hasta su pase a la reserva en 27 de febrero de 1925 tras casi 42 años de servicios. Sufrió la pérdida de su esposa a poco de la guerra, el 23 de marzo de 1899, pero contrajo segundas nupcias el 16 de marzo de 1909 con Doña Rosa Fort Puig. En 1903 aprobó el examen para el ascenso a capitán de Infantería, pero el casi colapsado escalafón de la época le impidió alcanzarlo hasta el 18 de diciembre de 1906. Nada menos que 11 años después ascendió a comandante, aunque había sido declarado apto para el ascenso en 1912, y por fin, el 2 de junio de 1917 llegó a teniente coronel, graduación con la que se retiró ocho años después. Pese a todo, no era poca carrera en la época para alguien que había ingresado en ella desde la clase de tropa.  Aparte de las recompensas ya mencionadas, recibió la Medalla de la Campaña de Filipinas, con los pasadores de Mindanao y Luzón, la Medalla de Alfonso XIII, la de Plata de los Sitios de Gerona, y la Cruz sencilla y la Placa de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo.

Pero recompensas aparte, D. Faustino Ovide mostró unas cualidades poco comunes: casado ya y con una hija, familia que le acompañó a Filipinas, y pasada la treintena en una época en que los años pesaban más que ahora, no dudó en solicitar destino en un por entonces lejanísimo ultramar, demostrando una insólita capacidad para el mando de tropas indígenas en un escenario que debía ser para él no ya exótico, sino fuera de toda experiencia y preparación anterior y por completo extraño. Y debemos recordar que su mando de pequeñas unidades, de sección a compañía, se dio en circunstancias bien exigentes, pues se trataba de misiones independientes o tan comprometidas como la vanguardia de una columna.

Cuando estalló la guerra del 98 y ya con un enemigo muy distinto, mostró nuevas capacidades en  la heroica defensa del blocao o con la decisión que mostró frente al decisivo ataque americano, en que no dudó en contraatacar a un enemigo crecido, mientras la resistencia y la moral de lucha españolas se derrumbaban a su alrededor. Y ello por no hablar de su valor personal, acreditado con las dos heridas que recibió en combate, ninguna de las cuales le hizo abandonar el mando y la lucha, o la pérdida de su caballo. Basten para confirmarlo las felicitaciones de sus más altos superiores y hasta el caballeroso homenaje de sus propios enemigos.

No tiene muchos paralelos el que un simple teniente consiga no menos de siete condecoraciones por méritos de guerra en apenas año y medio  de campaña, y dos de ellas de muy alto rango. Pero, y por encima de todo, para D. Faustino Ovide González tuvo que ser un motivo de legítimo orgullo y satisfacción personal el hecho de haber sido el último y denodado defensor de Manila, rechazando al victorioso enemigo y cesando sólo la resistencia ante órdenes superiores.

Esquela publicada en el periódico “La Vanguardia”, edición del sábado, 23 de enero 1937, pág. 5

Nuestro biografiado murió en Barcelona en enero de 1937, a los 73 años. En su esquela, publicada en “La Vanguardia”, no se hace mención alguna de su profesión militar ni de sus méritos, refiriéndose sólo a sus familiares. No eran tiempos propicios para ello en la España republicana, y menos en el enrarecido ambiente de Barcelona, en la que anarquistas y comunistas y republicanos no iban a tardar en enfrentarse violentamente entre ellos. Tal vez ello mismo haya contribuido a que su recuerdo haya permanecido en un casi total olvido.

 

BIBLIOGRAFÍA y FUENTES

  • ARCHIVO GENERAL MILITAR, Segovia. Expedientes Personales. D. Faustino Ovide González.
  • MILLETT, Allan R. y MASLOWSKI,  Peter, Historia Militar de los Estados Unidos. Por la Defensa Común, San Martín, Madrid, 1986, especialmente pp.321-331 y 356-357.
  • MOLINA,  Antonio. Historia de Filipinas, ICI, Madrid, 1984, 2 vols.
  • RODRÍGUEZ GONZÁLEZ, Agustín Ramón, Operaciones de la guerra de 1898. Una revisión crítica, Actas, Madrid, 1998.
  • Del mismo autor.- La caída de Manila. Estudios en torno a un informe consular, Asociación Española de Estudios del Pacifico, Madrid, 2000.
  • SASTRON,  Manuel. La insurrección en Filipinas y Guerra hispano-americana en el archipiélago, Minuesa de los Ríos, Madrid, 1901.
  • TORAL,  Juan y José. El sitio de Manila en 1898. Memorias de un voluntario, Manila, 1898

Agustín Ramón Rodríguez González (Madrid, 1955) es Licenciado en Geografía e Historia y Doctor en Historia Contemporánea por la Universidad Complutense de Madrid.

En su libro Españoles en la mar y en ultramar, editado por la editorial Sekotia de Madrid, dedica un capítulo a este modesto teniente en las Filipinas de 1898 bajo el título: El último defensor de Manila.


 

La fiesta del Carmen de Cangas de Tineo en 1927

Fiesta del Carmen, 1927. Coche camino de la plaza de toros con intención de presidir una becerrada que finalmente se suspendió. Foto: Mena.

En el año 1927, en la simpática y próspera villa de Cangas de Tineo, el día grande de las fiestas del Carmen se celebró el domingo 17 de julio. A la solemnísima festividad de la Virgen del Carmen estaban invitados los gobernadores civil y militar y el presidente de la Diputación, así como otras distinguidas personalidades.

Como a las nueve y media de la mañana de dicho día, salió la comitiva automovilística que trasladaba a Cangas a las autoridades de la provincia, de los alrededores de la Diputación. En el coche donde iban el general Zuvillaga y el gobernador civil señor Caballero, iba también el general paraguayo Maulio Ichenmón que se hallaba en Oviedo en comisión de servicio, Francisco Zuvillaga, hijo del gobernador militar, y el teniente de Infantería don Luis Castañón, como ayudante del general.

En otro coche iban el presidente de la Diputación señor Pumariño y el vicepresidente señor Victoreco Dosal, con el conserje de la Diputación, don Gilberto González.

El viaje se realizó felizmente, aun cuando el día se presentaba amenazador de lluvia. Al llegar los automóviles al límite del concejo fueron recibidos los visitantes por el alcalde de Cangas de Tineo don Antonio Arce, el delegado gubernativo, el diputado provincial don José María Díaz Penedela y otras distinguidas personalidades. Inmediatamente de darles la bienvenida se formó una gran caravana automovilista, que hizo la entrada poco después en Cangas, por cuyas calles ya pululaba un gentío enorme.

Fiesta del Carmen, 1927. Las autoridades presenciando el reparto del bollo con chorizo a los pobres del concejo. Foto: Mena

Llegados los visitantes a la populosa villa, se dirigieron inmediatamente a visitar el nuevo Teatro-Salón Toreno, que se debió inaugurar el día anterior, haciendo grandes y calurosos elogios del mismo, tanto de su instalación como de sus excelentísimas condiciones de capacidad, comodidad, etc.

En Cangas de Tineo llovía copiosamente, aunque con intervalos. Esta hostilidad del tiempo, no llegaba a deslucir la fiesta, que a pesar de todo, prometía estar animadísima. La concurrencia de personas era verdaderamente enorme.

Las autoridades de la provincia con sus acompañantes y las autoridades de la villa, luego de visitar el nuevo teatro, se dirigieron al llamado “Campo de la Vega”, donde se procedió al reparto del clásico bollo a los pobres del concejo, reparto que fue presenciado por los visitantes y numerosísimas personas. A continuación del reparto se celebró una animadísima romería que amenizaron la banda de música y una notable agrupación musical de Vegadeo, llamada “Los Quirotelmos”, compuesta por una gaita, un clarinete, un tambor y un bombo. Se celebró también un animado baile.

Luego los gobernadores, el presidente de la Diputación y el vicepresidente y sus acompañantes y otras muchas personas se trasladaron al domicilio del diputado don Jose María Díaz Penedela, donde fueron obsequiados con un banquete.

POR LA TARDE

Fiesta del Carmen, 1927. La procesión a su entrada a la capilla de Ambasaguas. Foto: Mena.

En las primeras horas de la tarde la animación que había en las calles era verdaderamente inusitada, siendo de notar una considerable afluencia de forasteros. A las dos y media comenzó a llover torrencialmente, que hizo temer por la celebración del principal festejo que era la procesión de la Virgen del Carmen, pero cerca de las cuatro, hora anunciada para que comenzase el religioso desfile, amainó algo y éste dio comienzo.

Por la mañana se había procedido a trasladar solemnemente la sagrada imagen desde la capilla de Entrambasaguas a la iglesia parroquial. La procesión de la tarde, la más solemne, consistía en retornar la imagen a su capilla. Fue transportada la imagen con toda solemnidad y al pasar por el puente junto a la capilla, comenzaron las descargas de voladores con un ruido atronador, enorme, que hacía taparse los oídos.

Apenas quedó la imagen en su capilla, comenzó a llover de nuevo torrencialmente. Quedaba un festejo público importante: el de los toros, si este nombre se podía dar a los dos becerretes que se habían de lidiar. Aprovechando las escasas escampadas que había, el público comenzó a afluir a la plaza.

SE HUNDE LA PLAZA DE TOROS

La plaza improvisada con tablas, se fue llenando de público, y cuando más rebosante estaba, se hundieron todos los tendidos de un lado.

Fiesta del Carmen. Un grupo de curiosos desfilando ante la parte del hundimiento de la plaza de toros. Foto: Mena.

Imposible describir la confusión, el pánico y la emoción que reinó entonces entre el público. Cayeron las personas en montón, entre tablas, en un revoltijo enorme. Gritos de angustia, ayes de dolor, demandas de auxilio se alzaron en un vocerío ensordecedor. Las personas de los tendidos ilesos se arrojaron a auxiliar a las caídas y a poco no se veían sino grupos de personas asistiendo a señoras accidentadas de la impresión y a algunos individuos en quienes el susto produjo ataques.

Al principio se pensó en una verdadera catástrofe con numerosos heridos y muertos, pero serenados un poco los ánimos, se vio enseguida que aparte de los desvanecimientos, algunos de gravedad, el accidente no había tenido mayores consecuencias.

Acudió la Guardia Civil que comenzó acto seguido a practicar gestiones. Las autoridades de la provincia llegaron prestamente al lugar del suceso, enterándose con todo detalle de lo ocurrido. Las autoridades locales llamaron inmediatamente al empresario de la corrida y a continuación al contratista de la improvisada plaza, el cual quedó detenido. Se llamaba Manuel Flórez. Inmediatamente se comenzó a devolver el dinero a las personas que entraron en el coso siniestrado.

Poco después de haber ocurrido el suceso, los gobernadores civil y militar, el presidente de la Diputación y sus acompañantes, emprendieron regreso a la capital asturiana, donde llegaron bastante tarde.

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Publicado en Región: diario de la mañana: Año V Número 1286 – 1927 julio 19 – Oviedo (19/07/1927) 

Guía de las iglesias, monasterios y capillas del concejo de Cangas del Narcea

Fachada principal de la iglesia nueva de Cangas de Tineo, según Diego Ibáñez Pacheco, 20 de abril de 1642

El Tous pa Tous y el Ayuntamiento de Cangas del Narcea con la colaboración del Arziprestazgo del Acebo han editado una Guía de las iglesias y capillas del concejo de Cangas del Narcea. Su autor es Pelayo Fernández Fernández, licenciado en Historia del Arte por la Universidad de Oviedo y doctor desde 2014 con la tesis “Actividades escultóricas en la zona suroccidental de Asturias durante los siglos XVII y XVIII: los talleres de Cangas y Corias”. En este trabajo documentó la autoría de numerosos retablos de nuestro concejo, así como la construcción de iglesias y capillas que datan de esos siglos. Es un trabajo exhaustivo y muy extenso debido a las numerosas edificaciones religiosas que se conservan, desde los monumentales Monasterio de Corias e iglesia de Santa María Magdalena de Cangas del Narcea hasta las modestas capillas de Santana y Santarbás del Mouro. La guía es una historia de Cangas del Narcea a través de estas simbólicas construcciones.

Iglesia de Santolaya de Cueiras / Santa Eulalia de Cueras

Vista exterior de la Iglesia de Santolaya de Cueiras / Santa Eulalia de Cueras. Fotografía Pelayo Fernández.

Esta parroquia pertenecía en el siglo XI al monasterio de Corias y en el inventario de parroquias elaborado en 1386 por el obispo de Oviedo don Gutierre de Toledo aparece incorporada al arciprestazgo de Rengos y con el nombre de Santa Olalla de Cueres.

La iglesia de Santolaya es uno de los ejemplos más destacados del románico rural del concejo de Cangas del Narcea. Su estructura original constaba de una corta nave cubierta con una armadura de madera y rematada en un ábside semicircular precedido de un tramo recto cubiertos con bóveda de cañón y de horno, respectivamente, al cual se accede a través de un sencillo arco de triunfo de medio punto. Pero esta estructura original románica fue enmascarada por el añadido de varias capillas, una sacristía y una segunda nave en la parte izquierda que remata en una capilla cuadrangular dedicada al Santo Cristo.

Retablo mayor [1655-1660], de Pedro Sánchez de Agrela. Fotografía Pelayo Fernández

El retablo mayor es de 1655-1660 y obra del escultor y arquitecto de retablos Pedro Sánchez de Agrela (San Pedro de Mor, Lugo, h. 1610-Cudillero, 1661), iniciador de la escuela de escultura de Cangas del Narcea. Representa el modelo plasmado años atrás por el mismo escultor en el retablo mayor de la colegiata de Cangas del Narcea. En él aparecen los relieves del Nacimiento, Huida a Egipto y Cristo resucitado y las imágenes de Santiago, Santa Eulalia, San Francisco de Asís, y Calvario con la Virgen y San Juan Evangelista.

Retablo de Nuestra Señora del Rosario [1746] obra de Juan García. Fotografía Pelayo Fernández.

El resto de retablos es de menor entidad y se enmarca dentro de la producción barroca popular. Los retablos del Santo Cristo y Nuestra Señora del Rosario fueron hechos en 1746 por el escultor Juan García, vecino de la villa de Cangas del Narcea. En ellos destaca la incorporación de la columna terciada, típicamente barroca.

Santo Cristo del siglo XIII y retablo del Santo Cristo [1746] obra de Juan García. Fotografía Pelayo Fernández.

La imagen del Santo Cristo (170 cm de altura) es la joya de la imaginería de esta iglesia. Data de finales del siglo XIII, es de estética castellana y de transición del románico al gótico e idéntico al de la iglesia de Santalluno de los Prados de Oviedo y al de la colegiata de San Pedro de Teverga. Se encuentra en buen estado de conservación (a excepción del brazo derecho) y lo más interesante es que conserva restos de la policromía original.

Notas para un estudio del impacto de la Gran Guerra: Aliadófilos y Germanófilos en Cangas de Tineo (1914-1915)

La Primera Guerra Mundial, también conocida como Gran Guerra (1914-1918)

José L. Agudín*
Universidad de Oviedo

 

En 2014 se conmemoró el centenario del inicio de la I Guerra Mundial, acontecimiento trascendental para la compresión de la historia del siglo XX. Razón no le faltaba a E. Hobsbawn cuando asentaba en 1914 el comienzo del “corto siglo XX”.  Esta efeméride ha constituido motivo suficiente en el campo historiográfico europeo para efectuar una nueva retrospectiva demostrada en numerosísimas publicaciones, congresos y coloquios y por supuesto en la existencia de organizaciones que avalasen esta clase de estudios. Mientras tanto, en España, la historiografía volcada en esta clase de temas no se ha rezagado y se han publicado diversas monografías y dosieres de revistas científicas históricas, de las que se deducen las actuales y futuras líneas de investigación. Al mismo tiempo, han quedado atrás tópicos que negaban la escasa incidencia del conflicto en la España de la Crisis de la Restauración. Fue fundamentalmente desde la década de 1970, cuando tanto hispanistas como historiadores españoles centraron su atención en este acontecimiento. La última década ha sido prolija en cuanto a las aportaciones de M. Fuentes Codera, F. García Sanz o F. Romeró Salvadó.

            Bien es conocido por todos que una vez que comienzan las hostilidades, a finales de agosto de 1914, el gobierno de Eduardo Dato decretó la más estricta neutralidad, lo que no imposibilitó el posicionamiento de los partidos políticos, la prensa y la opinión pública a favor de las potencias centrales o de la Entente Cordiale. Se ha discutido si el impacto ideológico fue más bien limitado a las élites; o por el contrario se extendió a todas las capas de la sociedad. Lo cierto es que muchos testimonios confirmaron que el enfrentamiento ideológico alcanzó los tintes de una “guerra civil de las palabras”. Esta discusión dialéctica llegó a los confines del distrito de Cangas de Tineo marcado, en aquel entonces, por la pugna entre dos maneras distintas de hacer política, las representadas por el cacicato del fulanismo liberal de F. Suárez Inclán y la nueva política conservadora del fracasado dirigente jaimista Luis Martínez Kleiser, y las polémicas de sus respectivos órganos de expresión[1].

Portada de El Distrito Cangués            El propósito de este breve estudio es analizar la pugna dialéctica entre germanofilia y aliadofilia en el distrito de Cangas de Tineo a través de las polémicas que se produjeron en los primeros años del conflicto europeo entre el semanario kleiserista y conservador El Narcea y el liberal e inclanista El Distrito Cangués. Se considerarían las tensiones de la prensa germanófila conservadora contra la aliadófila liberal como una extensión de las pugnas de caciquismos. El distrito electoral de Cangas de Tineo que incluía Ibias, Degaña, Somiedo, Grandas de Salime, Pola de Allande, Cangas del Narcea y Leitariegos fue feudo liberal desde la desaparición del dirigente conservador Francisco de Borja y Queipo de Llano (VIII Conde de Toreno) en 1890. Desde esa fecha uno de los dirigentes liberales perteneciente a la saga de los Suárez Inclán, Félix Suárez Inclán, fue diputado por Cangas de Tineo. En 1912, adquirió la propiedad del semanario, anteriormente liberal, El Narcea —fundado en 1906—, un joven aspirante a diputado conservador, Luis Martínez Kléiser (1883-1971), que pretendió arrebatar, sin éxito, el distrito al veterano líder liberal, y cuyas formas políticas le acercaron a la estrategia modernizadora de Antonio Maura, quien dotó tanto al partido conservador como a su escisión maurista de unas estructuras modernas. Kleiser emprendió una intensa campaña propagandística recorriendo concejos y pueblos del distrito en Cangas del Narcea e Ibias[2] con no pocas promesas populistas. También fundó un espacio para la política conservadora y promocionó un sindicato agrario católico. Kleiser buscó por medio de la modernización unas estructuras políticas más accesibles a las juventudes, y la necesidad de unos mecanismos electorales más lógicos. Con anterioridad las fuerzas electorales no requerían de estos mecanismos porque no eran necesarios por el aparato caciquil.

            Con el comienzo de la guerra europea las tensiones entre ambos semanarios habían alcanzado un notable grado de acusaciones. Sobre los inicios del conflicto el kleiserista Juan Peranzules escribió una larga reflexión neutralista, aunque no exenta de germanofilia al alabar la inteligencia del káiser. Peranzules creía que la chispa responsable había sido la paz armada[3]. Por el contrario, El Distrito Cangués se declaraba aliadófilo desde un primer momento, condenando a las “tres coronas imperiales, que conducen a sus pueblos al exterminio. Sea cualquiera el vencedor y el resultado, ninguno de los coronados pasará á la historia con el nombre de Grande. Una solución de paz merecería más laureles”. En la misma línea que el famoso editorial de Romanones “Neutralidades que matan”, se declaraban abiertamente intervencionistas por la violación de neutralidades que está teniendo lugar[4]. Hubo denuncias constantes del semanario liberal francófilo contra el kleiserista germanófilo, con las que trataron de desmontarse todas sus reflexiones sobre el conflicto europeo.

            Lamentablemente, estos seminarios locales no ofrecen descripciones de cómo la población reaccionó ante el comienzo del conflicto, o de cómo recibieron las noticias. Como confirman otros relatos periodísticos a nivel regional, en el gran entusiasmo demostrado por la población que tanto delante de las pizarras de las sedes de los principales rotativos regionales como en los cafés, los círculos republicanos y carlistas o los espacios informales asociados a los burgueses y proletarios, el objeto primordial de discusión por encima de la política nacional o regional era la Guerra Europea. Ésta, incluso, adquiere un singular papel socializador por la propagación de personajes, novedades armamentísticas y químicas y conocimientos geográficos:

Y no podemos imaginar que en medio de este caos, pueda experimentarse avance alguno. Sin embargo aunque pequeño, se nota  uno de que de no ser por la guerra difícilmente lo conseguiríamos.

Se trata de los conocimientos científicos, geográficos, económicos, industriales, técnicos, etc. etc. que en mayor o menor cantidad adquiere todo individuo que lee los periódicos a fin de enterarse de la lucha actual.

Y estos conocimientos tienen la ventaja de que con dificultad se olvidarán, pues el número y la magnitud de las circunstancias que les rodeaban cuando fueron adquiridos, hace que queden indélebles (sic) en nuestra mente.

            Individuos que antes no cojían (sic) un periódico en sus manos, saborean ahora con verdadero deleite, todo el contenido de estos. […] Todos estos conocimientos que se adquirieren, vienen a constituir una base una cultura que […] no poseen la mayoría de los que se entretienen en enterarse de la marcha de la guerra[5].

            También desde ambas publicaciones se tratará el asunto de las subsistencias y las posibles soluciones —éstas mucho más elaboradas desde el semanario liberal—[6]. El Narcea, por su parte critica al diputado liberal Suárez Inclán por no haber sido capaz de procurar obras públicas para los recién llegados repatriados en el distrito de Cangas de Tineo[7]. Habría de suponerse que el público receptor de estas diatribas sería básicamente el pequeño propietario agrícola (pese a las altas tasas de analfabetismo en el mundo agrario), pero sobre todo la burguesía comerciante de las pequeñas villas, consumidora de prensa. En términos generales cabría pensar que se trata de un debate elitista y urbano. En otro orden de cosas, parece que pese a las limitaciones impuestas desde el ministerio de la gobernación en materia de festividades para paliar el problema de las subsistencias y de la crisis del trabajo. Empero, El Narcea aludía, en plena efervescencia de los precios de las subsistencias, a la poca concurrencia del mercado, porque la mayoría de los pueblos celebraban romerías de enorme componente religioso[8].

Portada de “El Pueblo Astur”, ejemplar dirigido a Luis Martínez Kleiser.

            El Distrito Cangués, a pesar de ser un diario derivado del liberalismo inclanista, presumía de anticlerical y contaba en la nómina con redactores como el republicano Gumersindo Díaz Morodo, Borí o también con Jesús Pérez de Castro (Pinón de la Freita), responsable de algunas odas antiimperialistas[9]. No es sorprendente que El Distrito Cangués anunciase la revista aliadófila España (dirigida primeramente por José Ortega y Gasset y luego por Luis Araquistaín), puesta en marcha en 1915, tribuna de la Generación del 14. Por su parte, en El Narcea, con ese interés constante por la política internacional, escribía Arístides la sección “De actualidad”, desmontando los poemarios francófilos de Pérez de Castro[10] y defendiendo la causa clerical germanófila que había condenado el conflicto. El Narcea evolucionó progresivamente desde una acérrima defensa de la neutralidad a posiciones germanófilas (y sobre todo anglófobas) no tan perceptibles en un principio. Paralelamente el kleiserismo había empezado a perder prestigio por anteponer la defensa de su líder a los intereses del distrito cangués[11], lo que provocó el retraimiento del semanario y la marcha de su líder. A ello deben sumársele igualmente los múltiples escándalos judiciales a los que se enfrentó el equipo de redacción y la dirección de dicha publicación. En los últimos meses de vida del semanario, su director, Evaristo Meléndez de Arvás, pasó a participar en la publicación El Pueblo Astur con una colaboración canguesa, incentivado por el interés del público por las noticias de la guerra[12].

            España no participó en la guerra, pero una serie de voluntarios españoles combatieron en el frente europeo en el bando aliado, bajo el auspicio de los franceses. Se habían comprometido con la defensa de la democracia, la justicia y la libertad. El Comité de Germanor fue creado como principal emisor de los voluntarios en 1915 y contó además con un órgano propagandístico que daba cuenta de sus hazañas. De todos modos, el fenómeno del voluntariado fue mitificado y adulterado en sus cifras, llegando a barajarse la exagerada suma de 15.000 voluntarios, de los cuales 12.000 serían catalanes. Sin embargo, fueron en realidad 2118 (938 catalanes)[13]. Condado Madera y Mayer calcularon el número de voluntarios por provincia, indicándose que Asturias sólo aportó tres voluntarios (dos gijoneses y uno ovetense). A ello pueden añadirse, desde los mismos comienzos del conflicto, otros tres voluntarios procedentes de Cangas de Tineo: dos periodistas se alistaron en la marina (Jesús Pérez de Castro y el redactor jefe de El Narcea, Manuel Tevar) y un chaffeur (Eugenio Desronces) de origen francés que partió al teatro de operaciones francés[14].

            Se habían vertido acusaciones de germanofilia por parte de El Distrito Cangués, por haber tergiversado las noticias del conflicto los kleiseristas, “Admiremos la gran frescura de los que escriben en «El Narcea». Á renglón seguido de decirnos que no debe darse crédito a las noticias que los periódicos publican de la actual tragedia europea, insertan un «Diario de la guerra», en el que todas las batalles las ganan los germanos, y si alguna acción es contraria á éstos, añaden el «se dice…» Cuando los aliados entren en Berlín. Seguramente el redactor de ese «Diario» se empeña en convencernos de que fueron los alemanes los que entraron… ¡en Paris, en Londres y en San Petersburgo![15]. El semanario kleiserista se apropiaba de un modo descarado del humor para describir una visita efectuada por el mismo candidato, cargada de connotaciones de artefactos de la guerra[16].

            La no disposición de semanarios desde 1916, hace imposible ya el análisis de la repercusión ideológica en el distrito cangués. Y ello, pese a las colaboraciones del periodista Gumersindo Díaz Morodo en la prensa de gran circulación asturiana (El Noroeste) y su vinculación política con el reformismo melquiadista. No obstante, el estudio de los libros de acuerdos municipales debería suplir esta ausencia. Esta rica fuente de información para un estudio de la política municipal y la dedicación de presupuestos no cumplió dichas expectativas. El único acuerdo municipal respecto a la guerra europea fue una proposición de carácter humanitario a iniciativa del barcelonés Comité Permanente por el Mensaje de la Paz[17] que recibió el apoyo de la corporación municipal del concejo, sumándose junto a otros ayuntamientos. Dicha iniciativa tiene su lógica en los últimos meses del conflicto, con el cansancio de las tropas tras una larga guerra, y en paralelo a las propuestas desde el alto clericato y la prensa católica. Consta también una protesta por la corporación canguesa, tras el fin de las hostilidades, en las actas del ayuntamiento ovetense por pretender algunos concejales aliadófilos el cambio del nombre de la emblemática calle Uría —en honor al político cangués José Francisco de Uría y Riego— por el de Avenida de Francia, no llevado a efecto[18].

            Este pequeño acercamiento a un ámbito localizado de actuación del caciquismo asturiano revela cómo la guerra se convirtió en un motivo más de enfrentamiento. El kleiserismo como alternativa conservadora moderna, con círculos políticos en los concejos del distrito, no consiguió vencer al inclanismo, un árbol político de difícil tala por su fuerte implantación en el distrito. No se hallan repercusiones locales similares a las de Oviedo y Gijón, pero es de por sí evidente el impacto ideológico de las noticias publicadas. Se trata de concejos agrícolas, que J. Uría explica que están marcados por las reuniones en los tradicionales concejos. La figura idílica del campesino tranquilo que retrataba erróneamente la literatura decimonónica pasó a ser una figura combativa que se integra más en los sindicatos de carácter católico y laico, y escasamente en los obreros y socialistas. La Guerra, como se reflejó en las subsistencias, se manifiesta en este sentido en el concejo de un modo más suave que en otras zonas[19].

            Es difícil en todo caso ofrecer una visión más minuciosa del influjo ideológico del conflicto, la prensa y las fuentes oficiales no recogen lo que las voces del pasado, en acertadas palabras de J. Ugarte, pudieran contestar al historiador. Siguiendo a J. Canal, nuestro gremio debe realizar el gran esfuerzo de recuperar a los auténticos protagonistas de la historia, y especialmente, cuando el objeto de estudio se aleja a aquellas épocas en las que no están disponibles aquellos testigos de excepción, con sus contradicciones, en los testimonios orales[20].


* Doctorando en el Programa de Doctorado de Estudios Humanísticos de la Universidad de Oviedo. Realiza una tesis doctoral titulada “El Siglo Futuro (1914-1936), órgano del integrismo y de la Comunión Tradicionalista” financiada por una beca predoctoral FPU del Ministerio de Educación, Ciencia y Deporte.

[1] Algunos trabajos relativos a El Narcea y El Distrito Cangués en: J. J. MORODO, “Apuntes para una historia de la prensa canguesa”, Entrambasaguas, nº 2 (1980); el estudio preliminar de la vida y obra de Gumersindo Díaz Morodo (Borí) de A. LÓPEZ ALFONSO, “Prologo”, en G. DÍAZ MORODO, Alrededor de mi casa. Crónicas Canguesas (1910-1928), Cangas del Narcea, Ayuntamiento de Cangas del Narcea, 2009, pp. 45-76 y J. LÓPEZ ALVÁREZ, “El Narcea, segunda época (1912– 1915), en la web del Tous pa Tous” y “El Distrito Cangués, de 1914 a 1916, en la web del Tous pa Tous”, recuperado de Internet <https://www.touspatous.es/index.php/prensa.html> [con acceso: 15-12-2014]; y a nivel regional vid. el acercamiento a la prensa política en J. GIRÓN, “La prensa monárquica en Asturias durante la Restauración”,  Boletín del Real Instituto de Estudios Asturianos, nº 148 (1996), pp. 245-260; y la relación de El Narcea con el rotativo católico gijonés El Pueblo Astur en U. JOSÉ GONZÁLEZ, El Pueblo Astur (1913-1915): órgano del catolicismo social gijonés, Trabajo Fin de Máster, Universidad de Oviedo, 2012, ff. 73-78. Resultan sugerentes también los datos aportados por la Estadística de la Prensa de España referida al 1º de abril de 1913, Madrid, Imprenta de la Dirección General del Instituto Geográfico y Estadístico, 1914. Se señala que El Narcea poseía una tirada de 800 ejemplares y de 600 El Distrito Cangués. Sobre las posibilidades de las estadísticas de la prensa véase J.-L. GUEREÑA, “Las estadísticas oficiales de la prensa (1867-1927)”, en Metodología de la Historia de la prensa española, Madrid, Siglo XXI, 1982, pp. 81-118.

[2] El Narcea, 21 y 28-IX, 5, 13, 19 y 26-X, 2 y 16-XI-1912.

[3] J. PERANZULES, “La guerra europea era un mal preciso”, El Narcea, 21-VIII-1914.

[4] O. MELÉNDEZ DE ARVAS, “El Conflicto Europeo”, El Distrito Cangues, 15-VIII-1914. Resulta también sugerente la declaración francófila del mismo autor en “Francófilos, sí; germanófilos, no ¿Por qué?”, El Distrito Cangués, 5-XII-1914.

[5] ROGER DE FLOR, “Un beneficio de la guerra”, El Narcea, 23-X-1914.

[6] El Distrito Cangués, 15-VIII, 3 y 17-X-1914.

[7] N. N., “¡Pobrecitos Ciegos!”, El Narcea, 18-IX-1914. Se trata de una crítica más al inclanismo de no haber sido capaz de defender los intereses cangueses en un contexto de promoción de obras públicas por parte del gobierno Dato y su ministro de Gobernación Sánchez Guerra, “Ya de tanto leer y releer la Gaceta de Madrid buscando entre los infinitos nombres que a diario publica de caminos vecinales, carreteras, ect. […] ni uno solo he encontrado del Distrito de Cangas de Tineo, ¿Será que su representante en Cortes no tiene influencia con el gobierno?, no, […] su diputado se encuentra veraneando sin acordarse […] de las promesas que hizo cuando mendigaba los votos […] para triunfar de la enorme fuerza kleiserista”.

[8] El Narcea, 21-VIII-1914.

[9] J. PÉREZ CASTRO, “Ante la tragedia/ Patriotismo y libertad”, El Distrito Cangués, 29-VIII-1914: “¿Quién aplaude infamia tal?/Tan sólo la Reacción,/que en su innoble corazón/ no cabe una acción leal./A una nación liberal/detesta, y no os asombre,/pues Francia adquirió renombre,/ siendo por la Humanidad/ ¡cuna de la Libertad/ y los Derechos del Hombre!”.

[10] ARÍSTIDES, “De Actualidad/ la verdad en su punto”, El Narcea, 4-IX-1914.

[11] Así lo confirma el editorial de El Distrito Cangués tras la declaración de principios de Evaristo Meléndez de Arvás, Vid. “Política Kleiserista/ Fracaso Reconocido”, El Distrito Cangués, 10-X-1914; J. GIRÓN, Los Partidos Políticos en Asturias: Los Partidos Monárquicos (1875-1923), Oviedo, Nobel, 2013, p. 269. El único diario que defendía los intereses del distrito era el inclanista.

[12] El Pueblo Astur patrocinó durante los procesos electorales de 1914 la candidatura del consevador Martínez Kléiser frente a los desmanes de la política inclanista.

[13]Cfr. A. BALCELLS, “Los voluntarios catalanes en la Gran Guerra (1814-1918)”, Historia 16, nº 121 (1986), pp. 51-62; D. MARTÍNEZ I FIOL, Els “Voluntaris Catalans” a la Gran Guerra (1914-1918). Barcelona, Publicacions de l´Abadía de Monserrat, 1991; y E. CONDADO MADERA, M. MAYER, “Los españoles ante la Gran Guerra: los voluntarios cántabros”, Monte Buceiro, nº 10 (2004), pp. 172-194

[14] El Distrito Cangués, 29-VIII y 19-XII-1914; El Narcea, 4-IX-1914.

[15] El Distrito Cangués, 26-IX-1914.

[16] “Unas miajicas de Pitorreo”, El Narcea, 11-IX-1914.

[17] Archivo Municipal de Cangas del Narcea, Libro de actas del Ayuntamiento, sesión del 24-VIII-1918, f. 73.

[18] Sobre este asunto y la celebración del final de la Gran Guerra en Asturias en: J.L. AGUDÍN, La aliadofilia en Asturias en torno a la I Guerra Mundial (1914-1920), Trabajo Fin de Máster, Universidad de Oviedo, 2015, ff. 92-97 (inédito).

[19] Un artículo que trata en profundidad ese tránsito sirviéndose de fuentes no clásicas es el de  J. URÍA, “Asturias 1898-1914: El fin del campesinado amable”,  Hispania, Vol. 62/ nº 212 (2002), pp. 1059-1098.

[20] La expresión voces del pasado aparece en el sugerente artículo de J. Ugarte, “El carlismo hacia los años 30 del siglo XX. Un fenómeno señal”, Ayer, nº 38 (2000), pp. 155-182; y J. CANAL, La historia es un árbol de historias. Historiografía, política y literatura, Zaragoza, Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2014, pp. 130-131

El patrimonio territorial y paisajístico de Leitariegos: De la mirada intelectual a la primera acción oficial contemporánea

El pueblo de Leitariegos, Cangas del Narcea. Junio de 1944. Fotografía de José Ramón Lueje. Colección: Museo del Pueblo de Asturias (depósito de Pedro Lueje).

El puerto de Leitariegos y el macizo del Cueto Arbás componen un espacio con importancia ecológica, estética, etnográfica e histórica ubicado en la montaña occidental de Asturias y León (Noroeste de España). Ha sido objeto de acciones oficiales de distinto tipo (explotación turística, protección del patrimonio natural y cultural). El objetivo es identificar y analizar los valores que, destacados en el discurso de actores intelectuales e institucionales durante siglos, conducen al germen de un proceso de patrimonialización.

Este trabajo se ha elaborado en el marco del proyecto de investigación «Paisajes patrimoniales de la España Atlántica y Navarra» (clave de referencia: CSO2012-39564-C07-05; Investigadores Principales: Dr. D. Eugenio Ruiz Urrestarazu –hasta el 30-11-2014- y Dra. Dña. Mª Cruz Porcal Gonzalo –desde 1-12-2014-), correspondiente al subprograma de proyectos de investigación fundamental no orientada, en el marco del VI Plan Nacional de Investigación Científica, Desarrollo e Innovación Tecnológica.

Los autores del estudio son Carmen Rodríguez Pérez (Departamento de Geografía. Universidad de Oviedo) y Juan Sevilla Álvarez (Departamento de Geografía. Universidad de Salamanca y Departamento de Geografía. Universidad de Oviedo). Ha sido publicado en el Núm. 74 (2017) del Boletín de la Asociación de Geógrafos Españoles, revista científica de acceso abierto, con periodicidad cuatrimestral.

Reglamentos de 1840 y 1907 de los serenos de Madrid

Sereno de Madrid en el año 1832

La figura del sereno como vigilante nocturno se crea a finales del siglo XVIII y tiene como misión la de guardar el orden público por la noche, así como vigilar que los faroles nocturnos no se apaguen.

El Reglamento de Serenos de Madrid de 1798 establece que serán cien y tendrán como obligación “asegurar la quietud y buen orden en alivio del vecindario” y tienen una importante tarea que se incrementa en el siglo XIX al darles también la ocupación de faroleros. Concretamente es en 1840 cuando se terminan de unificar las misiones de sereno y farolero.

El reglamento de 1840 establecía, entre otras cosas, que los serenos debían vivir en el barrio donde trabajaban, que fueran nombrados por la policía, medir cinco pies de estatura al menos, no tener antecedentes policiales, no tener otro trabajo que les impidiera estar descansados por la noche, o tener entre 20 y 40 años.

Esta actividad de los serenos se transforma con las nuevas tecnologías y es con la llegada del siglo XX cuando se procede a un reciclaje de sus ocupaciones y la creación de la figura del sereno de comercio y vecindad, el cual tendrá por cometido abrir las puertas a los vecinos, así como el encendido o apagado del alumbrado de petróleo.

Esta nueva figura se desarrolla en Madrid con el “Reglamento del Servicio de Serenos de Comercio y Vecindario de Madrid” de 1907, donde se dan normas de actuación y se plantea la distinción entre serenos de villa y serenos de comercio, siendo los de villa adjuntos a la Policía Municipal, mientras que los de comercio se les consideraba como auxiliares del citado cuerpo.

Incorporamos a la Biblioteca Digital del Tous pa Tous el “Reglamento de Serenos, Madrid 1840” cuya procedencia son los fondos de la Biblioteca Nacional de España, y el “Reglamento del Servicio de Serenos de Comercio y Vecindario de Madrid” de 1907, que nos ha enviado nuestro socio residente en Madrid, José Fernando Menéndez Pérez, quien se ha molestado en rescatarlo para el Tous pa Tous, en formato digital, de los fondos de la Biblioteca Histórica Municipal de Madrid.

Los padrones de la villa de Cangas de Tineo del siglo XVII

Incorporamos a la Biblioteca Digital del Tous pa Tous, un trabajo del profesor de la Universidad Pontificia de Comillas, Roberto López-Campillo y Montero bajo el título:

LOS PADRONES DE LA VILLA DE CANGAS DE TINEO DEL SIGLO XVII
INTRODUCCIÓN, TRANSCRIPCIÓN Y COMENTARIO

El presente artículo ofrece la transcripción de los tres padrones más antiguos de la villa de Cangas del Narcea, antigua Cangas de Tineo, que se han conservado. En ello se encuentran no sólo lo nombres de los vecinos que habitaban esta villa asturiana en el siglo XVII, sino también multitud de aspectos de índole demográfica, socio-económica o nobiliaria que son imprescindibles para cualquier estudio posterior. Para situar correctamente estos documentos, se hace un elenco de todos los padrones existentes de la villa de Cangas y se propone un amplio comentario de los que aquí se transcriben.

Portada de El Distrito Cangués

Ampliación de hemeroteca: El Distrito Cangués (1913-1914)

Portada de El Distrito CanguésHasta ahora solo teníamos El Distrito Cangués (Tomo II) a partir del número 62 gracias a la biblioteca de Luciano Castañón, de Gijón, que correspondía a la etapa en la que dirigió este semanario Gumersindo Díaz Morodo, “Borí”.

Ahora hemos incorporado numerosos ejemplares de la primera época (Tomo I), desde el número 1, que sale a la calle el 8 de abril de 1913, hasta el 52. En ese periodo los directores fueron el maestro Ibo Menéndez Solar, hasta el número 15, y Benemérito de Llano. El jefe de redacción era Odón Meléndez de Arbas, maestro de Cibuyo.

La mayoría de los nuevos ejemplares incorporados proceden de Ángeles Martínez Álvarez, descendiente de este último. En este caso la digitalización corrió a cargo del Tous pa Tous, Sociedad Canguesa de Amantes del País.

El Distrito Cangués (1913-1916)

LA MURIELLA / LA MOURIEL.LA (Parroquia de Veiga de Rengos) – Casa de La Muriella o de los Queipo

LA MURIELLA / LA MOURIEL.LA

(Parroquia de Veiga de Rengos)

Casa de La Muriella o de los Queipo.

Este palacio de dos torres, situado junto al río Narcea y  en el valle de Rengos, es el solar originario de los Queipo o Queipo de Llano, cuyos mayorazgos fueron ennoblecidos por el rey Felipe IV en 1659 con el título de conde de Toreno; el primero fue Álvaro Queipo de Llano y Valdés. El palacio tiene dos escudos. El más antiguo, del siglo XVI, está en la torre de la izquierda y es la primera representación conocida de las armas de este importante linaje cangués, asturiano y español: tres fajas, dos flores de lis y una bordura con ramas de vid.

El otro escudo está en el cuerpo central del palacio, sobre la entrada principal y un balcón, y ostenta la corona condal. Es un escudo partido con las armas de los Queipo de Llano y los Valdés, que fueron muy habituales en los escudos de esta casa desde la unión de ambos linajes a fines del siglo XVI.

Los condes de Toreno fueron los propietarios de esta casa desde “tiempos inmemoriales” y hasta su venta en el siglo XX. Aunque los miembros de esta familia residían desde el siglo XVI en la villa de Cangas del Narcea, desde esta casa de La Muriella van a gestionar todas las rentas que cobraban en las parroquias de Larna, Xedré, Veiga de Rengos, Pousada de Rengos, Noceda, Gillón y Oubacho, así como la explotación del monte de Muniellos, que era todo de su propiedad.

SAN XULIANU / SAN JULIANO DE ARBAS – Iglesia parroquial

SAN XULIANU / SAN JULIANO DE ARBAS

Iglesia parroquial.

En el interior de esta iglesia, en un enterramiento de 1520 propiedad de la Casa de Miravalles, está uno de los conjuntos heráldicos más interesantes del concejo de Cangas del Narcea por su antigüedad, sus motivos y labra, y la inscripción que presenta. Francisco Sarandeses Pérez le dedicó un artículo, “La piedra de Santo Juliano de Arbas”, en el Boletín del Instituto de Estudios Asturianos, nº XLIX (1963), págs.. 237-244. Aparecen cuatro escudos con las armas de los Coque, San Miguel, Rescuro y Carballo; la atribución a estas casas aparece en la inscripción del borde de la tapa del sepulcro y en los mismos escudos.

Los Coque tienen un árbol, una flor de lis y un cazador armado con una lanza que sujeta a un perro por el collar y persigue a un jabalí. En el escudo aparece la inscripción: “S COQUE CUYAS SON ESTAS ARMAS”.

Los San Miguel tienen como emblema un árbol y el arcángel San Miguel con alas y una gran espada. La inscripción menciona la casa de San Miguel y Rescuro, con solar en la vecina Laciana (León), y señala sus armas.

Rescuro se representa con un castillo asentado sobre peñas y un hombre armado con una espada atacando a un monstruo marino.

Y las armas de Carballo son una mujer sujetando la rama de un árbol, haciendo alusión al lema de esta familia: “La virtud me hará torcer, que por fuerza no tengáis temor que tuerza”. En la inscripción se menciona la casa de Carballo y en el escudo se aclara que: “SON ESTAS OTRAS ARMAS”.

La inscripción dice lo siguiente: DE LOS COLLARES DE VI / LLAR DE RENGOS DONDE /  LOS COQUES DESCIENDEN POR LINIA DE BA / RON DE LA CASA DE SAN MIGUEL Y RESCURO / CUYAS ESTAS ARMAS / Y POR HEMBRA DES / CIENDEN DE LA CA / SA DE CARVALLO / SON ESTAS OTRAS ARMAS. 1520

Las mismas armas del sepulcro de la iglesia de San Juliano de Arbas aparecen en los escudos de la Casa de Miravalles, la Casa de Murias de Paronche y la Casa de Suárez Cantón en la villa de Cangas del Narcea.

MONCÓU / MONCÓ (Parroquia de Veiga/Vega de Rengos) – La Casona

Este escudo está roto y le falta la parte superior. Lleva las armas de los Martínez: un árbol a cuyo tronco está atado un perro y dos flores de lis a los lados de la copa del árbol, y le faltan por rotura de la parte superior de la piedra el sol, la luna y otra flor de lis, que son los atributos que completan las armas de los Martínez. En él aparece escrita la palabra “MONCO”, que hace referencia al apellido que llevaron los propietarios de esta casa durante mucho tiempo y que sustituyó al Martínez.

En 1787 el propietario de esta casa era Juan de Moncó, “hijosdalgo notorio y armas pintar”, y entre 1808 y 1824 lo fue su hijo Manuel de Moncó. Alguno de estos fue el que mandó poner el nombre de “Moncó” en el viejo escudo de los Martínez, que fue labrado a fines del siglo XVII.

Las mismas armas de los Martínez aparecen en otros cuatro escudos del concejo de Cangas del Narcea: Veiga’Tachu (Casa Bartuelo), Veigaperpera (Casa Campa), Veigaipope (Casa Molineiro) y Folgueras de Bergame (Casa Bartuelo).