Publicación de noticias históricas relacionadas con la historia, el arte, la literatura, etc. de Cangas del Narcea.

Apuntes para una Historia de la prensa canguesa

APUNTES PARA UNA HISTORIA DE LA PRENSA CANGUESA 

J. J. Morodo

(Entrambasaguas, nº 2, 1980, Cangas del Narcea)

Catálogo de Publicaciones (1):
EL OCCIDENTE DE ASTURIAS
BISEMANAL. CANGAS DE TINEO (1882)
 
 
 EL ECO DE OCCIDENTE
BISEMANAL. CANGAS DE TINEO (1894)
 
LA VERDAD
SEMANAL. CANGAS DE TINEO (1903)
 
 
 EL NARCEA
SEMANAL. CANGAS DE TINEO (1906)
 
 
 EL ECO DE OCCIDENTE
PASA A SEMANAL (1909)
 
 
 LA ESCOBA DE OCCIDENTE
SEMANAL. CANGAS DE TINEO (1911)
 
EL DISTRITO CANGUÉS
SEMANAL. CANGAS DE TINEO (1913)
 
EL DISTRITO DE CANGAS
DOS NÚMEROS. CANGAS DE TINEO (1916)
 
LA VOZ DE CANGAS
CANGAS DE TINEO (1916)
 
LA MANIEGA
CANGAS DE TINEO – CANGAS DEL NARCEA (1926)

Estas líneas no pretenden ser más que un esbozo de un estudio más profundo sobre la actividad periodística en Cangas del Narcea. Tal vez el término sea excesivamente amplio y necesita una anotación, pues por actividad periodística se podrían entender aquellas «relaciones», «cédulas», «discursos», «edictos», «bandos», etc., que se hallan en los archivos locales y que están fechados muy anteriormente a los periódicos que aquí vamos a mencionar. Por ello debemos de aclarar antes que nada que las publicaciones objeto de nuestro interés serán, en este trabajo únicamente aquellas que reúnan los requisitos mínimos de periodicidad (aunque no sea necesariamente constante), información y distribución por ejemplares en Cangas (2).

Una última aclaración es que reconocemos las valientes iniciativas que sucedieron a LA MANIEGA, muchas desconocidas y todas efímeras; pero es muy triste comprobar que en el concejo de Cangas del Narcea no se editó ningún periódico duradero desde 1932 (3); sin embargo no nos queda más remedio que hacerlo patente para el asombro de unos y vergüenza de los más.

El primer periódico conocido editado en Cangas del Narcea es EL OCCIDENTE DE ASTURIAS (32 x 44 cm. de formato y 25 x 38,5 cm. de mancha impresa o superficie, a tres columnas), con el subtítulo de «Periódico Bisemanal». Nació en agosto de 1882 y el último ejemplar que conocemos es de mediados de 1889. Sus fundadores y propietarios fueron Faustino Meléndez de Arvás y Menendo Valledor. Este último era también su director y acabó por ser su último propietario. Tenía la administración en la calle de La Fuente, número 9, de Cangas.

EL OCCIDENTE DE ASTURIAS tenía imprenta propia en Cangas y constaba de 4 páginas. En la primera publicaba habitualmente la «Correspondencia de Madrid», en forma de crónica epistolar fechada cuatro días antes, y un artículo de fondo que a menudo era sustituido por otro de divulgación de técnicas agrícolas. La crónica era un resumen de las actividades de la Corte y el artículo de fondo tenía como tema de opinión algún asunto local. Las páginas centrales insertaban la «Crónica General», de información nacional e internacional, la «Crónica Provincial», sobre Asturias y basada en las informaciones de otros periódicos. También solía publicar una «Crónica Local» y una sección titulada «Variedades» en la que se podían leer comentarios costumbristas como el siguiente: «… no es de hoy, es de los más remotos tiempos, ese instinto que lleva la mujer a olvidarlo todo para parecer más bella, y puesto que así es, puesto que nada puede oponerse al capricho tan generalmente admitido, tiempo es ya de pensar en hacer transacciones con la moda, desterrando de los afeites conocidos las sustancias nocivas que al poco tiempo llevan efecto contraproducente.

Yo, por lo mismo, he pensado en una preparación sencilla, EL AGUA DE CIBEA que ayudando al capricho ya incombatible de las mujeres, no las daña ni en su belleza ni en su organización» (4).

El OCCIDENTE también publicaba un folletín y su última página estaba dedicada a la publicidad.

La vida de este periódico es resumida por uno de sus fundadores, Faustino Meléndez de Arvás, de la siguiente manera: «La prensa es también señal evidente de cultura. En Agosto de 1882 se fundón por don Menendo Valledor, jubilado de la carrera judicial, hoy difunto, y por el que esta monografía escribe, el primer periódico que vio la luz en esta villa y en toda la región occidental de esta provincia, titulado «El Occidente de Asturias»; y en él colaboró desde Madrid, desde Salas y esta villa el Excmo. Sr. D. Francisco de Borja y Queipo de Llano, Conde de Toreno, hasta que fue llamado a ocupar la presidencia del Congreso de los Diputados. Sus correspondencias, altamente políticas, eran leídas con verdadero agrado por sus amigos y por sus adversarios políticos. Ni un sólo número dejó de favorecernos con sus estimadas cartas, con lo cual demostró el ilustre Conde, una vez, lo exacto que era en el cumplimiento de todos sus compromisos.

Después le sustituyó el Sr. Chanlié, aventajado imitador de Mesonero Romanos, amenizando con su erudición nuestro bisemanario.

Pasó después el periódico por muy poco tiempo a cargo de varios jóvenes de esta villa; y el 28 de enero de 1894 reapareció otra vez con el título de «El Eco de Occidente», dirigido por el abogado D. Atilano Valdés, a quien en 1895 sustituyó su compañero de profesión y de redacción D. Fernando Graña Ordóñez, y así continúa» (5).

En el párrafo anterior y gracias a Faustino Meléndez de Arvás, tenemos los escasos datos conocidos de este segundo periódico cangués, EL ECO DE OCCIDENTE. No conocemos ningún ejemplar.

En 1903 apareció LA VERDAD (26 x 35 cm. de formato y 20 x 28,5 cm. de mancha, a tres columnas), subtitulado «Semanario dedicado a la defensa de los intereses morales y materiales del partido de Cangas de Tineo». Constaba de cuatro páginas y su primer número venía precedido de varios ejemplares sueltos y sin numerar, dirigidos por Luis G. Ballesteros, y en los que se afirmaba que «Este semanario no es político, ni insertará nada contra religión alguna. Procurará ser un eco fiel de cuanto ocurra en Cangas de Tineo, su concejo, su partido judicial, dando cabida en sus columnas a cuanto a esa entidad interesa y con la buena administración, adelanto y progreso de las mismas se refiera.

Todo suscriptor que tenga el valor cívico necesario para decir la verdad en letras de molde, bajo su firma, y se comprometa a justificar lo que diga, abiertas tiene gratuitamente estas columnas y a nosotros a su lado, sin miedo ni contemplaciones a nada ni a nadie…».

Una vez instituido como semanario, LA VERDAD fue dirigido por Manuel Flórez de Uría. Se imprimía en Oviedo y nació con la ambición de crear una sociedad anónima. En su número 6 de 16 de mayo de 1903, insertó un anuncio para solicitar corresponsales en todos los pueblos de la provincia. Era un periódico con ideas avanzadas en lo que a la prensa escrita se refiere, incluso el estilo de su lenguaje era eminentemente el periodístico moderno, y no el típicamente decimonónico, plagado de gerundios y circunloquios, difícil de comprender y rebuscado que encontraremos en los otros periódicos estudiados.

LA ESCOBA DE OCCIDENTE fue otro semanario de la entonces Cangas de Tineo. De él no conocemos un solo ejemplar, aunque sabemos que era un semanario satírico y que apareció en 1911.

Lo que si conocemos por algunos ejemplares que hemos podido localizar son EL NARCEA (1906), EL DISTRITO CANGUES (1913) y LA VOZ DE CANGAS (1916).

Con el primero de los citados entra en la escena periodística lo que podríamos llamar el grueso de la tradición periodística canguesa. Citemos su «staff»: Director, Ibo Menéndez Solar; administrador, Santiago G. del Valle; redactor de semana, Ibo Menéndez Solar; corresponsal en Melilla, Mario Gómez; corresponsal en Madrid, Ambrosio Rodríguez y corresponsal en Casablanca, Manuel F. Capalleja. Estos hombres hacían EL NARCEA (6) (32,5 x 44,5 cm. de formato y 26,5 x 39 cm. de mancha, a cuatro columnas) que tenía como subtítulo: «Se publica los sábados». Apareció en 1906 y no podemos precisar su duración, pero sí que aún se publicaba el 27 de mayo de 1913, pues en esa fecha es citado por Santiago G. del Valle en EL DISTRITO CANGUÉS, donde se queja de la falta de personal en su imprenta para la confección de ambos periódicos.

EL NARCEA tenía cuatro páginas de cuidada impresión. El papel y los textos son de una limpieza y claridad superior a las de la mayoría de los periódicos de la época. Como queda dicho, se imprimía en Cangas, en «La Imprenta Moderna», de Santiago G. del Valle.

En cuanto a su contenido, además de las informaciones de la Campaña de Melilla, que comenzaba su apogeo por aquellas fechas, destaca el espacio que dedica a la información local en la amplia sección titulada «Crónica Local» que incluía noticias de todo el concejo. Es un claro precedente de LA MANIEGA.

Posteriormente nos encontramos con EL DISTRITO CANGUÉS (32 x 44 cm. de formato y 26,5 x 38,5 cm. de mancha, a cuatro columnas). Se subtitulaba «Defensor de los intereses morales y materiales de la región», y añadía en su cabecera: «Se publica los martes». Como hemos dicho más arriba, también se imprimía en los talleres de «La Imprenta Moderna», de Cangas. Constaba igualmente de cuatro páginas que incluían, preferentemente, información y opinión sobre temas locales. Apenas publica informaciones del extranjero, pero sí concede un importante espacio a la opinión política nacional. De los periódicos de Cangas es, junto con el que veremos a continuación, el más politizado. No obstante, en las informaciones locales alcanza un tono costumbrista, como en la noticia titulada «Un Lío»: «Por si era bueno o malo un duro que anduvo entre las manos de un herrero de esta villa y un vecino del pueblo de La Nisal, acusado este de pagar con moneda no corriente, se armó un verdadero lío el sábado penúltimo en medio la «vuelta»; y la madeja se enredaba y la gente acudía a presenciar el alboroto, sin que a todo esto, que duró más de media hora, acudiese ningún guardia municipal. Por fin llegó una pareja y no sabemos cuál ha sido el resultado de la «bondad» de la cinco pesetas pícaras». (7)

En julio de 1916 apareció LA VOZ DE CANGAS, con el subtítulo «Se publica el segundo y cuarto sábado de cada mes» (32 x 44 cm. de formato y 26 x 37 cm. de mancha, a cuatro columnas). Tenía cuatro páginas y se imprimía también en «La Imprenta Moderna». De este quincenal conocemos solamente un ejemplar, el correspondiente al número 4, del 25 de agosto de 1916, y que, curiosamente, no sabemos si por casualidad o como norma, está compuesto a la manera de los periódicos impresos en árabe; es decir, tiene la última página donde suele ir la primera y viceversa. En este número también, y para nuestro mayor asombro, la primera-última página está dedicada íntegramente a una argumentación contra cierta teoría sobre la vida y andanzas del autor de «El Quijote».

Hemos tenido la oportunidad de conseguir una valiosa carta manuscrita de Borí (Gumersindo Díaz Morodo) que nos aclara alguna duda sobre los dos periódicos precedentes, y que reproducimos a continuación:

««El Distrito Cangués» empezó a publicarse en primeros de abril de 1913. Propietarios: D. Higinio García del Valle y D. Luis Arce (o al menos aparecían como tales). Director: D. Ibo Menéndez Solar. Imprenta: D. Santiago G. del Valle.

En primero de abril de 1915 adquirí la propiedad del periódico, figurando desde entonces bajo mi dirección, habiendo comunicado el cambio a la Alcaldía.

Cesó la publicación el 29 de Julio de 1916; es decir, a los 16 meses de ser propiedad mía, con el número 167, publicándose seguidamente otros dos números con el título «El Distrito de Cangas» (El subrayado es nuestro y aparece tachado en el original).

Murió definitivamente a mediados de agosto de 1916, ante embargo judicial de la imprenta, puestos de acuerdo para ello el juez y los caciques.

Cuando adquirí la propiedad se publicaba normalmente y normalmente continuó hasta casi el final.

Si el Alcalde pretendía rectificar algo de lo publicado invocaba para ello el art. 14 de la Ley de Imprenta. Su establecimiento comercial se anunciaba en el periódico.

Al pasar a mi propiedad, y al saber que los anteriores propietarios y directores no se dieran de alta en la contribución, pretendí hacerlo, y el alcalde se negó a dar curso al acta.

Poco después de esto estuvieron en la imprenta el inspector de Hacienda, D. Ángel Arribas y otro señor más, los cuales a mis preguntas sobre la cuota que tendría que pagar, contestaron que dado que la imprenta no disponía de maquinaria (el periódico se imprimía en una averiada y primitiva prensa de mano) no podían señalarme contribución alguna; que si adquiría maquinaria sería el momento de señalarme cuota contributiva.

La denuncia que motiva la penalidad fue firmada por un empleado del Ayuntamiento, ante imposición del Alcalde.

Poseo toda la colección del periódico con el sello de la Alcaldía autorizando su publicación.

Se da el caso peregrino de que el inspector de Hacienda que incoó el expediente es el mismo señor Arribas que meses antes me indicara que no podía incluirme en la lista de los contribuyentes.

Todo ello es un caso de vergonzoso caciquismo, en el que el principal culpable fue el alcalde de entonces D. José María Díaz López.

«La Voz de Cangas» la publicaba el Alcalde para combatirme, sin que se diese de alta en la contribución…» (8).

Como vemos también por Cangas camparon los censores de la prensa.

Por último, vamos a concluir estos apuntes sobre la prensa canguesa con el periódico más conocido, tanto por su relativa proximidad cronológica como por su gran difusión: LA MANIEGA (6) (9) (19 x 27 cm. de formato y 13 x 22 cm. de mancha, a dos columnas), subtitulado «Boletín del Tous pa Tous, sociedad canguesa de amantes del País».

Se imprimía en Madrid, el primer número tiene 16 páginas y en algunos alcanzó el doble. Era editada lujosamente en formato de revista y con inclusión de grabados y fotografías, cosa que no ocurre en los periódicos anteriormente citados.

Los principales promotores de LA MANIEGA o, por mejor decir, de la sociedad de la que era portavoz, fueron el médico militar y escritor Mario Gómez y el maestro de escuela Ibo Menéndez Solar.

De LA MANIEGA existen varias colecciones completas, por lo que pensamos dedicarle una atención especial en otro trabajo; no obstante, es necesario dejar constancia aquí de que es el periódico más representativo de la prensa local, tanto por su significación como por el contenido de sus páginas. Los temas que se pueden leer en LA MANIEGA son esencialmente cangueses, apartados de la política (siempre se declaró «apolítica»).

Se publicó esta revista desde marzo de 1926 hasta noviembre-diciembre de 1932, cada dos meses. Fueron 41 números de información sobre las actividades del «Tous pa Tous» y el acontecer del concejo y de los cangueses en otras tierras. Pero nada mejor que sus propias páginas para poder conocer lo que realmente era y cuáles eran sus pretensiones que cumplió con creces: «Él [el «Tous pa Tous»] repartirá un boletín periódico, LA MANIEGA, con el nombre, profesión, domicilio y pueblo de origen de todos los socios, y así todos podremos estar al habla; LA MANIEGA será para muchos un ventajoso anuncio que aumentará su clientela; para otros una guía en la que encontrar servicios de confianza; para todos un medio de relación, de consuelo o de consejo. (…)

LA MANIEGA sostendrá las relaciones y mantendrá vivos los recuerdos: ella dará cuenta de las bodas, bautizos y entierros en el Concejo; dirá los precios de los mercados y el estado de las cosechas; hablará de los que emigran y de los que regresan y de los medios de locomoción y de los acontecimientos más importantes en el Concejo, y de los «choubus» y de las «foinas» y de las riadas de las romerías. LA MANIEGA será un cabo que periódicamente lance el Tous pa Tous para que a él puedan asirse los que se cran olvidados de su País y los que se sientan olvidándolo (…).

El Tous pa Tous (y, por tanto, añadimos nosotros, LA MANIEGA) es ajeno a la política, y en él caben los cangueses de todas las ideas y jamás hará selección ni dará preferencias, atendiendo a la opinión o al partido de aquél a quien socorre. El Tous pa Tous sigue la ley de Cristo y hasta a las cárceles puede llegar su mano protectora» (10).

Vemos, pues, como la intención de los creadores de LA MANIEGA era que sirviese para poner en contacto a los cangueses, viviesen donde viviesen. Y lo logró. Podemos decir con seguridad que LA MANIEGA tuvo el más resonado éxito periodístico local. Sus informaciones eran claras y las colaboraciones jugosas, sobre todo las firmadas por «El Cuntapeiru», llenas de enjundia y canguesismo.

Como ya henos dicho al principio, ha habido otras publicaciones, pero tan efímeras que no quedan de ellas ni sus títulos. Por otra parte, la desgraciada desaparición de los originales o la actual imposibilidad de acceso a éstos dificultan en gran medida la labor de investigación. Sería deseable que todas las colecciones y números sueltos que aún existan fuesen catalogados y ordenados, para incrementar así el acervo cultural de la villa y la región.

NOTAS:

  1. Basado en el catálogo de Manuel F. Avello, corregido y ampliado en Historia del Periodismo Asturiano, Ed. Ayalga, Salinas (Asturias), 1976.
  2. Debido a que no todos los periódicos estudiados se imprimían en Cangas.
  3. Año de desaparición de LA MANIEGA.
  4. EL OCCIDENTE DE ASTURIAS, número 276, del 17 de abril de 1885. Artículo titulado «¿Por qué se pintan las mujeres?», de la sección «Variedades»
  5. O. Bellmunt y F. Canella, Asturias, monografía «Cangas de Tineo», por Faustino M. de Arvás, 1900, pp. 197 y 198.
  6. «Recordemos el gran aprecio que se tenía al antiguo periódico «El Narcea», que se publicaba en Cangas, en la imprenta de don Santiago G. del Valle, del que fue director mi buen amigo don Ibo Menéndez Solar, maestro de Cangas (q.e.p.d.), siendo colaboradores muy notables, entre otros, ya fallecidos, don Abel G. del Valle, el doctor Ambrosio Rodríguez, de Cibea, gran amigo de Ramón y Cajal; don Odón Meléndez de Arbás, maestro de La Regla de Perandones; don Mario Gómez, bien conocido de todos (q.e.p.d.). Más tarde hemos visto la feliz iniciativa de don Mario, que, en unión del referido don Ibo Menéndez Solar y otros socios, fundaron «La Maniega», que se acabó con la muerte de ambos». Del artículo titulado «El mes de Mayo en el Concejo de Cangas», publicado en el número 1 de la revista mensual Narcea. Órgano del Club Narcea, de ambiente asturiano, del 31 de Mayo de 1935 y firmado por Benjamín Rodríguez Gómez (maestro de Bimeda).
  7. EL DISTRITO CANGUÉS, número 7, del 27 de mayo de 1913. Noticia de la sección «La Semana Canguesa».
  8. Aumentemos las incógnitas: el Jefe de Redacción de EL DISTRITO CANGUÉS era Odón Meléndez y en el ejemplar que conocemos de LA VOZ DE CANGAS aparece un artículo firmado por «Odón». Esto, por supuesto, no tiene por qué restar credibilidad a las afirmaciones de Gumersindo Díaz Morodo.
  9. Es el único periódico de los aquí citados del que conocemos la colección completa. Tres de estas colecciones están localizadas y en posesión de particulares, además existen números sueltos que deberían reunirse en colecciones completas. La Biblioteca Municipal de Cangas del Narcea contaba entre sus fondos con una de estas colecciones, que ha desaparecido. En la Hemeroteca Municipal de Madrid se conservan los números correspondientes a los años 1929 y 1930.
  10. LA MANIEGA, número 1, de marzo de 1926. Artículo titulado «Tous pa Tous».

“El Narcea”, segunda época (1912 – 1915), en la web del Tous pa Tous

Último número de El Narcea con la cabecera de la primera época del periódico.

El periódico El Narcea se publicó en Cangas del Narcea desde 1906 a 1915. Su fundador y primer director fue el maestro Ibo Menéndez Solar. Durante su existencia tuvo dos épocas tan distintas que casi podemos decir que fueron dos periódicos diferentes con una misma cabecera.

La primera época comenzó en enero de 1906 y llegó hasta julio de 1912. En todo este tiempo su director fue el mencionado don Ibo. A partir de 1909 aparecieron en la cabecera, junto al director, otros colaboradores: Santiago García del Valle (administrador y propietario de la Imprenta Moderna en la que se imprimía El Narcea), Abel García del Valle (redactor), los médicos Manuel Gómez (redactor), Mario Gómez (corresponsal en Melilla) y Ambrosio Rodríguez (corresponsal en Madrid), y Manuel F. Capalleja (corresponsal en Casablanca).

También colaboraba con mucha frecuencia el maestro Odón Meléndez de Arvas, de Cibuyo. El Narcea de esta época era partidario en política del diputado a Cortes por el distrito de Cangas del Narcea: Félix Suárez-Inclán. Tuvo una vida tranquila, sin campañas políticas en contra de nadie y en consecuencia no sufrió denuncias ni multas. Sus contenidos se centraron sobre todo en promover la enseñanza, la higiene, la mejora de las técnicas agrícolas y ganaderas, la historia, etcétera; a diferencia de sus predecesores del siglo XIX, no publicaba noticias nacionales y provinciales (que por otra parte ya no tenían mucho sentido, porque a Cangas llegaban diarios editados en Oviedo, Gijón y Madrid), y la mayor parte de sus cuatro páginas se dedicaban a la “crónica local”. En los años de esta primera época de El Narcea, no hubo en Cangas del Narcea otro periódico, y los contrarios a él y a la política de Suárez-Inclán escribían en La Justicia. Semanario Republicano, de Grado. Juan de Cangas (seudónimo de Manuel Flórez de Uría) escribió en este periódico en 1912 una crítica a los redactores de El Narcea, a los que les echaba en cara su escasa valentía y su falta de compromiso:

“Siendo, o titulándose, los hombres de El Narcea republicanos, con fondo de racionalistas y puntos y ribetes de socialistas, puede usted calcular el sacrificio enorme que en aras de la paz de este concejo vienen haciendo los infelices, cuando número tras número se guardan su alma en su armario, digo sus ideas propias, para, entre congojas y trasudores, alumbrar en el periódico ese material amorfo que llene números, permita cobrar su precio y no diga nada útil, ni comprometa a nada ni a nadie”. (La Justicia, 17 de marzo de 1912). 

A pesar de las criticas de Juan de Cangas, la primera época de El Narcea constituye un momento de mucho interés para el periodismo cangués, porque al estar apartados de la lucha política, sus contenidos nos resultan hoy más relevantes. Lamentablemente no conocemos una colección completa de esta primera época.

Cabecera de la segunda época de El Narcea.

La segunda época de El Narcea comienza con el número 335, el 6 de julio de 1912. El periódico pasa a manos de Luis Martínez Kleiser (1883-1971), un madrileño, licenciado en Derecho y escritor (que llegó a ser miembro en 1945 de la Real Academia Española), que estaba casado con María Nieves Rodríguez, hija de Francisco Rodríguez, natural del pueblo de Val.lau / Vallado y emigrante en Madrid. Martínez Kleiser quiso entrar en política y decidió presentarse para diputado a Cortes por el distrito de Cangas del Narcea, enfrentándose al mencionado Suárez-Inclán, que llevaba ocupando este puesto cerca de veinte años y contaba con el apoyo de los liberales, los conservadores e incluso algunos republicanos cangueses. El joven Kleiser era un conservador ultracatólico, muy próximo al tradicionalismo y el carlismo, que en 1916, después de su fracaso en el distrito de Cangas, se presentará como candidato por el distrito electoral de Tudela (Navarra) en la lista de los “jaimistas”, es decir de los partidarios de Jaime de Borbón y Borbón-Parma, pretendiente carlista desde 1909 al trono de España. En 1912, Kleiser llegó a Cangas del Narcea con el discurso de renovar la vida política y logró rodearse de un grupo de jóvenes conservadores que se harán cargo de El Narcea y que intentarán desde sus páginas desprestigiar a Suárez-Inclán y a sus partidarios. Nacen de este modo, los kleiseristas y los inclanistas, dos grupos que entre 1912 y 1916 van a mantener una lucha política virulenta, que en las urnas ganarán en todos los casos los inclanistas. Además del periódico, los kleiseristas organizaron en la villa un Círculo Conservador y Kleiseristas (véase El Narcea, 16 de mayo de 1913) y un sindicato agrícola en el río de Naviego (véase El Narcea, 5 de febrero de 1915).

En consecuencia, El Narcea en su segunda época se convirtió en el propagandista de Martínez Kleiser y de sus seguidores. En este periodo tuvo cuatro directores: Jesús Menéndez (hasta el 24 de agosto de 1912); Luis de Ron (hasta el 9 de junio de 1914), Evaristo M. de Arvas (hasta el 20 de marzo de 1915) y José Menéndez. Su administrador en todo este tiempo fue el procurador Ángel Rodríguez. Colaboradores habituales fueron Faustino Meléndez de Arvas, Carlos Graña Valdés, Pinón de la Freita (seudónimo de Jesús Pérez Castro), Humberto de Ron, etcétera. Algunos de los colaboradores se escondían detrás de seudónimos, como Flor de Lis, Fray Veritas, El Padre Cobos o El Eremita. El periódico volvió a tratar asuntos nacionales e internacionales, defendiendo la causa germanófila durante la Primera Guerra Mundial, y periódicamente publicaba unas hojas literarias, por influencia del mismo Martínez Kleiser. La vida de El Narcea en este tiempo fue muy agitada y sus directores sufrieron a menudo denuncias y sanciones debido a las campañas furibundas que mantuvieron contra Suárez-Inclán, contra el alcalde, José Mª Díaz “Penedela”, que era inclanista, y contra el periódico El Distrito Cangués, que fundaron el 8 de abril de 1913 los inclanistas para contrarrestar la influencia de El Narcea. El fracaso electoral de Martínez Kleiser supuso la desaparición del periódico.

A partir de ahora podrá consultarse en nuestra hemeroteca El Narcea correspondiente a esta segunda época. Son 135 números que se publicaron entre julio de 1912 y junio de 1915, a los que hay que sumar diez ejemplares de un suplemento especial para el distrito electoral de Cangas del Narcea que editó El Pueblo Astur entre marzo y junio de 1915. Los originales son de Juaco López Álvarez y proceden de la biblioteca de Luis Martínez Kleiser. Su digitalización ha sido sufragada por Flores La Plaza, de Cangas del Narcea.

El legado colegial del arquitecto cangués Álvarez Castelao

Nudo Castelao, ejemplo de arquitectura sin lenguaje y de gran lógica constructiva, ingenio e inteligencia, con un acabado sorprendente. Gasolinera de La Tenderina en Oviedo.

La Biblioteca del Colegio Oficial de Arquitectos de Asturias, creada en los años ochenta como servicio de apoyo bibliográfico para el ejercicio profesional, ha sido sufragada y mantenida desde su origen por esta entidad, característica ésta que le da un carácter privado. No obstante, pese a esta peculiaridad y de que la difusión de sus fondos nunca se ha hecho de forma explícita, atiende las consultas y demandas sobre arquitectura, construcción y urbanismo de todo usuario que se acerque al colegio.

Este año, en el que se conmemora el centenario del nacimiento de don Ignacio Álvarez Castelao, pretendemos con este escrito recordarle, puesto que en el momento de su jubilación contribuyó a incrementar el prestigio de esta biblioteca, donando las revistas adquiridas durante el desarrollo de su actividad profesional (1940-1984).

El interés de este arquitecto por conocer la arquitectura gestada en el país propio y en el mundo, la única forma efectiva en aquella época de estar en contacto con la actualidad, hizo que recibiese en su estudio gran cantidad de títulos de publicaciones periódicas españolas y extranjeras, constituyendo un importante fondo muy bien ordenado y conservado.

El examen de las mismas por su propietario debió ser reposado y con cierto método, puesto que en muchas de ellas se observan acotaciones, hechas con un círculo a lápiz, de los títulos de artículos y a la derecha de éstos figuran unas palabras que describen de forma muy general el tema tratado, el contenido global del escrito: estructuras laminares, bóvedas, tipologías arquitectónicas. De tal forma que cuando el arquitecto precisase volver a leerlos para buscar un detalle que hubiese suscitado su atención, se pudiesen localizar fácilmente, gracias al laborioso vaciado de revistas que se había elaborado.

Estas revistas, además del valor que tienen como documentos para el estudio de la historia de la arquitectura de cuatro décadas del siglo XX, permiten sacar a través de las grafías, de las marcas que don Ignacio ha dejado en sus páginas, algunas conclusiones sobre sus preferencias arquitectónicas y sobre su interés por diferentes técnicas constructivas, deduciéndose que el procedimiento de trabajo debía ser minucioso, ordenado.

Es una agradable sensación hojear las páginas, parece como si en ellas todavía se mantuviesen retazos de la vida profesional de su propietario, como si en el papel aún permaneciesen sus huellas; me pregunto si con los libros y las revistas electrónicas que actualmente van apareciendo, podrá mantenerse esa impresión de objeto disfrutado, vivido, por una persona que ya no existe.

Este legado Castelao ha sido consultado en la biblioteca colegial no sólo por los propios arquitectos, sino por investigadores, profesores, alumnos e incluso algún inquilino de las viviendas construidas por él.

También ha servido de ejemplo a seguir por otros colegas al acercarse el fin de la vida laboral en el ejercicio de una profesión, en la que la técnica y la sensibilidad humanista han ido muy enlazadas.

  Margarita Escotet González
Bibliotecaria del Colegio Arquitectos de Asturias
Oviedo, 30 de junio del 2010

Un proyecto de tranvía de vapor de Muniellos a Cornellana de 1903, en la Biblioteca digital del Tous pa Tous

Desde 1883 a los años cincuenta del siglo XX, es decir durante más de setenta años, una de las mayores aspiraciones de los cangueses fue llegar a escuchar el ruido de la locomotora del ferrocarril por el valle del río Narcea. No lo consiguieron, ni ellos ni varias de las empresas que acometieron la explotación del monte de Muniellos, que en todo este tiempo fueron, junto a los ayuntamientos del occidente de Asturias, las que llevaron la iniciativa para construir una vía férrea.

Una de las empresas que más luchó por conseguir el ansiado ferrocarril fue la Sociedad General de Explotaciones Forestales y Mineras “Bosna Asturiana”, constituida en Gijón en 1902, con capital asturiano, vasco y francés. El presidente era el banquero gijonés Manuel Velasco Heredia. La Bosna, como era conocida comúnmente, tenía entre sus objetivos la explotación de minerales y madera en la cuenca alta del río Narcea. Para ello compró al conde de Toreno el monte de Muniellos y adquirió los derechos de explotación de otros montes próximos.

El proyecto de explotación de la Bosna incluía la construcción de un tranvía de vapor de Muniellos a Cornellana, con un ramal a Salas, que se uniría a la concesión de Cornellana a San Esteban de Pravia que tenía la Sociedad Vasco Asturiana. El objetivo principal de la Bosna con este tranvía era transportar madera y minerales desde el concejo de Cangas del Narcea al puerto de mar de San Esteban. El proyecto de esta línea lo redactó en 1903 el ingeniero Ruperto Velasco Heredia, director gerente de la Bosna. En él se analizan las características del territorio por el que transcurría la línea; se describe su trazado, que tendría 82,782 km. y las estaciones siguientes: Bosna (Muniellos), Ventanueva, La Regla, Cangas del Narcea, La Florida, Bebares, Arbodas, Soto de los Infantes y Cornellana; se presenta una estimación del trafico de la línea, tanto del movimiento de mercancías como de pasajeros, y al final incluye un mapa con todo el trazado.

El mencionado proyecto se publicó con el título de “Concesión del tranvía de vapor de Muniellos (Bosna) a Cornellana por el valle del Narcea, con ramal de Cornellana á Salas” (Gijón, 1903). Es una publicación muy rara, que a partir de ahora podrá consultarse en la Biblioteca digital del Tous pa Tous. El ejemplar digitalizado pertenece a Tomás del Campo Díaz-Laviada, de Gijón, descendiente de Manuel Velasco Heredia.

Azulejos para numerar las casas y rotular los pueblos en 1860

Un humilde testigo de la modernización de España en el siglo XIX:

Azulejos para numerar las casas y rotular los pueblos en 1860

Fotografía de Celso Álvarez Martínez

Los azulejos de color blanco con letras y números azul cobalto en los que aparecen el nombre de los pueblos y parroquias, así como el número de las casas, y que hoy, los que se fijen en ellos, consideraran una antigualla, se colocaron en 1859 y 1860, y fueron un signo de la modernidad del país.

Rosendo Mª López Castrillón, un campesino del pueblo de Riodecoba, en el concejo de Allande (que hoy pertenece a Eilao / Illano) escribió en 1859:

“Número 435, púsolo mi hermano Francisco sobre la puerta principal de esta casa de La Fuente de Riodecoba día de Nuestra Señora de las Candelas, 25 de marzo de este año, por nueva orden real y así se puso en todas las del concejo y otros; cosa nueva y nunca vista hasta ahora de numerar todas las casas como si todo fuese una calle o ciudad”

Fotografía de Celso Álvarez Martínez

Este campesino estaba cumpliendo una Real Orden de 31 de diciembre de 1858 en la que se ordenaba que en el plazo de dos meses se reparara la numeración de las casas en las poblaciones que ya la tenían y se pusiera en aquellas que no la tuvieran. A esta orden siguió otra de 24 de febrero de 1860, en la que se establecía, además de la obligatoriedad de la numeración de las casas, la necesidad de tener una buena rotulación de las calles, barrios y pueblos. En cumplimiento de estas órdenes se colocaron los azulejos mencionados con los números de las casas y los nombres de calles, pueblos y parroquias, en los que se nombraba el concejo y el partido judicial al que pertenecían. Asimismo, en todos los edificios de uso público se colocaron también azulejos con el nombre del edificio (iglesia, escuela, etc.). Los rótulos de los pueblos y las parroquias se colocaban en la entrada de las poblaciones, incrustados en la fachada de la primera casa y mirando al camino.

La última real orden disponía todas las reglas que había que seguir para la colocación de los azulejos. Uno de los puntos decía: “Se procurará que en las capitales y poblaciones donde se conserve todavía el uso de algunos dialectos, se reduzcan todos los nombres de las calles a lengua castellana”. Por lo tanto, que nadie utilice nunca el nombre que aparece escrito en ellos como garante de la toponimia del país.

Detrás de la colocación de todos estos azulejos estaba una política de reorganización del Estado promovida por la burguesía liberal, que había comenzado en 1833 con la división de España en provincias y que buscaba una nueva Administración centralizada y ordenada. Sin embargo, la Administración española desconocía el país que tenía que administrar: no había estadísticas, ni mapas y faltaba la más mínima información. Para favorecer el conocimiento de la realidad de España y de su población se tomaron varias medidas: se crea la Comisión de Estadística en 1856; se regula la realización de censos de población cada cinco años, así como el recuento de casas y demás edificios, etc. El fin último de toda esta política era mejorar la recaudación de impuestos, el servicio militar, las comunicaciones, la enseñanza, etc.

Fotografía de Celso Álvarez Martínez

En el concejo de Cangas del Narcea aún se conserva alguno de aquellos azulejos. Las fotografías de Celso Álvarez Martínez nos muestran los de los pueblos de Limés (L.lumés) y Siero (Sieiru), y el de la parroquia de San Juan de Vega (San Xuan de Veiga de Rengos). En la villa se conservaba uno de estos azulejos indicadores. Estaba en el barrio de El Corral, en la casa donde estaba la Panadería de Silvela. En aquel año de 1860 esta casa era la primera de la villa viniendo desde Oviedo. El azulejo no estaba en muy buen estado. La casa se derribó hace tres años, junto a gran parte de El Corral. ¿Que sucedió con este azulejo?  No lo sabemos, pero es muy probable que nadie haya hecho nada por él, ni el que derribó la casa ni el que la mandó derribar, y que aquel primer indicador de la villa que recibía a los viajeros, aquel signo de modernidad decimonónica, haya ido a la escombrera. Esperemos que los que todavía se mantienen duren muchos años más.

Alfredo Flórez González (1853-1924), filántropo, artista y republicano

Los cementerios son lugares repletos de historia. Por una parte, nos permiten conocer bien la sociedad que los utiliza, porque en ellos, del mismo modo que sucede en las poblaciones, se reflejan las clases sociales,  las creencias, la especulación del suelo, los gustos y las modas, etc. Por otra parte, en los cementerios está el último testimonio de la historia de las personas que están enterrados en ellos.

Sepultura de don Alfredo Flórez en el Cementerio Civil de Madrid.

En el cementerio civil de Madrid, a la derecha de la calle principal, detrás de los mausoleos de los políticos republicanos Ramón Chíes y Francisco Pi y Margall, hay una hilera de tumbas pequeñas, una de éstas es la de don Alfredo Flórez González. Su presencia en este cementerio, tan lejos de Cangas del Narcea, que es el lugar donde falleció, no es una casualidad. Es casi seguro que a los cangueses de hoy este nombre no les diga nada, pero a fines del siglo XIX y comienzos del XX, el nombre de Alfredo Flórez era en Cangas del Narcea y en otros ámbitos geográficos y políticos, sinónimo de republicanismo, librepensamiento y generosidad, y también de rectitud, sensibilidad y sobriedad. Su abuelo José María Flórez Rodríguez y su padre, ambos maestros, ejercieron una gran influencia sobre él, y en cierto aspecto su vida fue una continuación de la de estos dos. Como les sucedió a otras muchas personas de su tiempo, las ideas políticas determinaron y guiaron toda su vida, y puede decirse que fue nieto de la España liberal de la Constitución de Cádiz de 1812 e hijo de la Primera República Española. Como vamos a ver a continuación, fue consecuente con estas ideas hasta más allá de la muerte.

UN CANGUÉS EN EL CEMENTERIO CIVIL DE MADRID

DON ALFREDO FLÓREZ GONZÁLEZ (1853-1924),  FILANTROPO, ARTISTA Y REPUBLICANO. 

 
por Juaco López Álvarez

Medallón de bronce con el retrato de don Alfredo Flórez en la lápida de su sepultura.

Nació en 1853 en Bujalence (Córdoba) donde su padre estaba de maestro. Fue el primogénito de María Teresa González del Reguerín Avello  y José María Flórez Gonzalez (1830 – 1890), ambos naturales de Cangas del Narcea. Mas tarde, el padre se trasladó a Oviedo donde ejerció como director de la Escuela Normal del Magisterio entre 1879 a 1890. Aún hoy es conocido por ser el autor de las Composiciones en dialecto vaquero (1883) y uno de los primeros estudioso de la arqueología y el arte de Asturias. Su abuelo, Flórez Rodríguez (1809 – 1876), también nacido en Cangas del Narcea, trabajó en la Escuela Normal de Madrid, tuvo aficiones pictóricas y participó en política con los liberales.

Alfredo estudió en Oviedo y en Madrid, donde hizo la carrera de Medicina, actividad que no ejerció nunca. En estas dos ciudades transcurrió gran parte de su vida dedicado a la política, el arte, la escritura y el altruismo.

Trasera de la sepultura de don Alfredo Flórez; al fondo, a la derecha, las tumbas de Francisco Pi y Margall (1824-1901), “maestro de los federales”, y Nicolas Salmerón (1837-1908).

En política siempre fue republicano, en concreto republicano federal. En esto siguió fielmente a su padre, que en 1869 fue vocal del primer Comité Provincial Republicano-Federal de Asturias en representación de Cangas del Narcea y el 6 de julio de ese año fue uno de los firmantes de un manifiesto a favor de la proclamación de la República Española (La República Española, Gijón, 16 de julio de 1869). Don Alfredo fue seguidor, correligionario y amigo del líder nacional de esta corriente política don Francisco Pi y Margall, que fue presidente de la Primera Republica Española, y de su hijo Francisco Pi y Arsuaga. Asimismo, mantuvo en Madrid mucha amistad con otros destacados federalistas, como Eduardo Benot y el radical Nicolás Estévanez. Hasta 1910, tuvo una vida política muy activa dentro del Partido Republicano Democrático Federal y se presentó como candidato en varias elecciones, aunque nunca salió elegido.

Aficionado a la pintura y a la escultura, recibió clases de Alejandro Ferrant (1843- 1917), un pintor madrileño de temas religiosos e históricos muy admirado en su época. También fue aficionado a la fotografía, que practicó en Cangas del Narcea. Lamentablemente, de toda esta labor como pintor, escultor y fotógrafo casi no se conservan obras. Una, que podemos ver todos, es el bajo relieve en bronce dedicado al maestro don Jenaro González Reguerín, que actualmente está colocado en las Escuelas Públicas de El Mercao, y cuyo diseño hizo él en 1914. Asimismo, se dedicó a la literatura. Escribió artículos para la prensa de Asturias y Madrid, y sobre todo poesía.

Su relación con Cangas del Narcea siempre fue muy estrecha. Aquí pasó casi todos los veranos de su vida y en 1909 se trasladó definitivamente para vivir con su madre, su hermano Roberto y varios sobrinos. Es probable que este traslado lo realizase por motivos de salud.

A fines del siglo XIX, la llegada de los Flórez a la villa en los meses de verano era todo un acontecimiento para la burguesía local. Enseguida se comenzaban a organizar veladas musicales y literarias en el Casino Recreativo, en las que los miembros de esta familia eran unos de sus principales protagonistas: el padre tocaba el piano y recitaba composiciones en “dialecto vaquero”; su hermano Roberto tocaba el violín y  leía obras literarias, y Alfredo declamaba poemas escritos por él mismo. Los dos hermanos actuaban también en representaciones de teatro. En septiembre de 1885 participaron en una velada en la que Alfredo leyó un largo poema titulado “A España”, que trata sobre el conflicto que enfrentó en agosto de ese mismo año a España y Alemania sobre las islas Carolinas, y que conocemos porque se publicó en El Occidente de Asturias el 8 de septiembre de ese año: A ESPAÑA por Alfredo Flórez (Cangas de Tineo, 30 de agosto de 1885)

La situación económica desahogada que disfrutó Alfredo Flórez  le permitió llevar una vida diletante, que dedicó a ayudar a los demás, especialmente a sus correligionarios y a la clase trabajadora. En Cangas del Narcea, él se encargaba de pintar los telones del teatro para las funciones de los aficionados, él hizo el proyecto del matadero… y todo ello gratuitamente. No eran raras en la prensa local noticias como las siguientes. En el programa de las fiestas del Carmen de 1883 puede leerse:

“A las 6 de la tarde [del 17 de julio], tendrá lugar en el paseo de la Vega la rifa de la preciosa acuarela pintada por D. Alfredo Flórez con objeto de allegar fondos para hacer frente á los gastos de los festejos. El cuadro, que representa un bonito paisaje de las inmediaciones de esta villa, debe excitar verdadero interés y se cree que las papeletas ó billetes, que se expenderán al módico precio de una peseta, serán buscados con afán” (El Occidente de Asturias, 13 de julio de 1883).

Y el 20 de noviembre de 1894 se publica en El Eco de Occidente, la noticia siguiente:

“Nuestro estimado amigo  D. Alfredo Flórez, con objeto de agregar algunos recursos para el hospital de esta villa, que de ellos se encuentra necesitado, pintó un hermoso cuadro, copia de una cabeza de estudio de Ferrant, y habiéndose rifado en el día de anteayer, dio por resultado la suma de 60 pesetas, las mismas que entregó a D. Félix Mª Villa, administrador de dicho establecimiento. Muy bien por el Sr. Flórez, y celebramos que sus aficiones a la pintura sean tan beneficiosas para los pobres”.

Lavadero construido y donado al pueblo de Cangas del Narcea en 1914 por don Alfredo Flórez, 1930. Fotografía de Ubaldo Menéndez Morodo. Colección de Juaco López Álvarez.

Su mayor regalo al pueblo de Cangas fue la construcción en 1914 de un lavadero que pagó íntegramente. Estaba junto al puente de Ambasaguas y tenía cabida para unas setenta lavanderas. Hasta entonces nunca había existido en esta villa un lavadero cubierto, y las lavanderas tenían que lavar la ropa en el río. Según Gumersindo Díaz Morodo, Borí, gracias a este espléndido lavadero “las mujeres del pueblo pueden entregarse a la penosa tarea de lavado de ropa libres de los rayos solares en el verano y del agua y de la nieve en el invierno”. El lavadero fue derribado hacia 1963.

La inauguración de este lavadero, el domingo 25 de octubre de 1914, según El Distrito Cangués (31 de octubre de 1914), “revistió una solemnidad jamás vista en Cangas. ¡Y cómo no había de ser solemne si este fue el primer acto de altruismo que en esta villa se ha presenciado!”. Intervinieron en el acto el propio don Alfredo, que con lágrimas en los ojo recordó a su padre, en cuya memoria había levantado el lavadero, y el médico José Gómez que mencionó la dicha que suponía esta obra para la villa de Cangas, que “ponía a las pobres lavanderas al abrigo de las intemperies, ya fuesen viejas, escuálidas, que apenas podían consigo, ya jóvenes y hermosas, que bajaban al río con dos rosas por mejillas y al poco rato se tornaban pálidas, tiritando de frío […]. Que él, como médico, había podido apreciar bien la salud que el río robaba y los estragos que causaba en las lavanderas”.

El acto concluyó con unas coplas dedicadas al donante:

  Ya no me asustan las nieves,
ni al cierzo le tengo miedo;
aquí lavaré cantando
endechas a don Alfredo.
                  &
  Vengan ardores de sol,
venga inclemente aguacero,
que yo ya lavo abechugo:
ya tenemos lavadero.
                  &
   ¡Viva don Alfredo Flórez!
¡Viva un corazón de veras!
¡Viva el que brindó refugio
a las pobres lavanderas!

Alfredo Flórez expresó de palabra y por escrito su deseo de ser enterrado en el Cementerio Civil de Madrid, junto a la tumba de Pi y Margall, “maestro de los federales”. En Cangas no había un cementerio de esta clase y el de Madrid, inaugurado en 1884, era un auténtico “camposanto” para los librepensadores y republicanos de toda España. En él estaban enterrados tres presidentes de la Primera República Española y otras muchas personalidades de esas mismas ideas.

Detalle de la sepultura de don Alfredo Flórez en el Cementerio Civil de Madrid.

Don Alfredo murió en Cangas del Narcea el 29 de septiembre de 1924, y su cadáver fue embalsamado y trasladado a Madrid. La tumba donde fue sepultado la diseñó él mismo. Esta presidida por una alegoría de las artes, que es una figura femenina vestida con una túnica y que sujeta unos papeles en las manos. En la lápida hay un medallón de bronce con su rostro. Junto a su nombre y las fechas de nacimiento y muerte, se leen las siguientes inscripciones: “Su religión fue la caridad” y “Sus devociones la poesía y el arte”.

El diario El Noroeste, de Gijón, publicó en su portada del 5 de octubre de 1924 una necrológica sobre él escrita por su amigo, el periodista y político republicano, Roberto Castrovido Sanz (Madrid, 1864 – México, 1941). Castrovido había sido director de varios periódicos: La Voz Montañesa, de Santander; El País, de Madrid, etc. y fue durante muchos años diputado del Partido Republicano Democrático Federal. La semblanza es muy emotiva y merece la pena leerla para saber quien fue don Alfredo Flórez González.

DON ALFREDO FLÓREZ, por Roberto Castrovido

 (Publicado en El Noroeste, Gijón, 5 de octubre de 1924)

Un telegrama de su hermano don Roberto me dice que ha muerto. Me conmueve la triste noticia. Adiós, buen amigo, noble amigo, bondadoso amigo, espejo de republicanos, dechado de caballeros!

De Asturias venían a las Asambleas federales dos hombres recios y buenos: Felipe Valdés, de Gijón, y Alfredo Flórez, de Cangas de Tineo. Valdés era comerciante de rápida comprensión, bonísimo sentido, palabra corta y cortante. Flórez era delicado, suave, artista, su pensamiento rico en matices era fluctuante; reflexionaba, soñaba, más bien, hablaba poco. Ambos tenían de común lo firme de sus ideas políticas, y lo natural, espontáneo, sencillo de la virtud.

Recuerdo perfectamente al Flórez de hace treinta años, al que era un hombre viril, cuando yo era un joven. Estaba en lo mejor de su edad, como dice el vulgo, no sin acierto. Era de aventajada estatura. Erguido. De finas maneras. Arrogante. Vestía de negro. Su traje era limpio y señoril. Sus gustos de artista se exteriorizaban en el lazo de su chalina, en el chambergo con que se tocaba, y en la media melena de su negra cabellera. Una barba a lo español del siglo XVII encuadraba su correcto y expresivo rostro. Era un Rubens asturiano. Le placía hablar de arte, de pintura principalmente, y era competentísimo en la materia. Buen gusto, sensibilidad, idealismo eran en este orden sus calidades.

En filosofía y en política pensó y procedió acorde con sus grandes amigos Francisco Pi y Margall, Eduardo Benot y Nicolás Estévanez.

A las Asambleas generales anteriores a la República y en las tres siguientes á la Restauración representaron á Asturias Alegre, Carreño, Calvo. Calzada, etc., etc. Valdés y Flórez representaron la región asturiana en las Asambleas sucesivas. Don Alfredo fue elegido miembro del Consejo federal, cargo que dimitió á la muerte de Pi y Arsuaga.

Hace años, muchos, doce ó catorce, que se fue á Cangas de Tineo. Hasta luego, hasta muy pronto, nos dijo al despedirse. Volveré el año que viene, nos escribía al principio. Ya no volveré, nos escribió hace un año. No ha vuelto hasta después de muerto.

Desde su casa solariega seguía con alma el movimiento político de su país. Comentaba en sus cartas privadas los sucesos políticos con sagaz acierto y honda emoción. Lloraba a los amigos que morían, socorría á los desgraciados, ayudaba a los periódicos y no había, en fin, movimiento público, cuita privada que no repercutiera en Cangas de Tineo y que no encontrara allí, en el gran ánimo de don Alfredo Flórez, una reflexión, un consejo, una lágrima, un donativo.

Flórez se enteraba de todo y a todo atendía. La huelga general de 1917, los presos, la desaparición de ‘”El País”, la demencia y muerte del ilustre cervantista y escritor federal Ramón León Mainez, la ancianidad desvalida del revolucionario del 48 Patricio Calleja, la estatua a Galdós, la corona para los defensores de Verdum (Flórez no fue troglodita), el extraordinario de “El Motín”, las acciones ideadas para conservar la obra de don José Nakens, el centenario de Pí y Margall… La primera adhesión, el primer concurso, el donativo que antes que ningún otro enviaba eran los de Alfredo Flórez. Me honró haciéndome, a veces, su limosnero y me favoreció a la desaparición de “El País” con su generoso auxilio. No se pedía una vez socorro para este o aquel correligionario que no acudiera Alfredo Flórez, no se abría una suscripción sin que él fuera uno de los suscriptores, no lanzaban el alerta las izquierdas sin que de Cangas de Tineo nos llegara el ¡alerta está! del federal modelo de consecuencia y virtudes cívicas.

Lo único que le molestaba era el elogio en los periódicos, a lo que se negaba con energía era a que se diera pública noticia de sus socorros. Obediente á sus deseos hube muchas veces de rogar a las familias socorridas que le significaran por carta su agradecimiento.

Recluido en su pueblo natal con su hermano, la esposa de éste y varios de sus ocho sobrinos, ha vivido practicando el bien, pensando en los demás.

Su exquisita sensibilidad le hacía sufrir intensamente no ya desgracias familiares y sinsabores propios, sino los ajenos y los públicos acontecimientos. La condena del Comité de huelga fue para él otra condena; la guerra que empezó en 1914 fue un tormento para él, y le han martirizado las desdichas patrias.

La enfermedad no debilitó su espíritu. Fuerte siempre y consecuente siempre con sus ideas, testó en vísperas de morir y dibujó la lápida que ha de cubrir su tumba, en la cual lápida consigna que la poesía y la pintura alegraron su vida y que lo mejor de ella fue la caridad. Así es. El arte lo tuvo por suyo, hizo el bien y ha muerto como vivió.

En su testamento dispuso, que se embalsamara su cadáver y se le enterrara en el Cementerio Civil de Madrid en el sitio más cercano a las tumbas en que yacen Pi y Margall y Benot, sus gloriosos amigos.

Hermanos y sobrinos han respetado el último deseo y en este Cementerio Civil ha sido inhumado el cadáver del artista del bien, del filósofo de la verdad, muerto en su tierra natal á los 71 años de una vida consagrada a lo bueno y a lo bello.

Vivió este insigne federal asturiano como un justo: ha muerto como un estoico.

El día 2, el jueves, enterramos en el Cementerio Civil el cuerpo de Flórez.

Dos sobrinos, don Luis y don Genaro, el asturiano Corujo, embajador de Asturias en Madrid, á titulo de paisanos, don Joaquín Pí y Arsuaga, don Manuel Hilario Ayuso, Cantana, Menéndez Pallares, Gallego, Nácar y otros muchos amigos de Alfredo Flórez. Después de muerto ha ganado una victoria para la secularización de los cementerios, la libertad de conciencia y el librepensamiento.

El asturiano occidental en la voz de Lorenzo Rodríguez-Castellano

Lorenzo Rodríguez-Castellano (Besullo, 1905 – Oviedo,1986)

El lingüista Lorenzo Rodríguez-Castellano (Besullo, 1905 – Oviedo, 1986) fue un intelectual republicano y liberal de origen cangués que durante treinta años, en el periodo de la dictadura franquista, desarrolló una ingente labor en favor de la lectura en Asturias como coordinador provincial de las bibliotecas públicas. Además de pilotar el complejo tránsito de las bibliotecas de la República al Franquismo, Rodríguez-Castellano fue el principal promotor para formar una Biblioteca Pública de Oviedo. También desarrolló una importante labor investigadora como filólogo, llegando a ocupar la vicesecretaría del RIDEA. Fue galardonado por sus tesis sobre Aspectos del bable occidental  (1954) por el CSIC con el premio Luis Vives.

El primer relato que recita Lorenzo Rodríguez-Castellano en el siguiente vídeo, es el romance “Farruquín el de Buseco”, de José Mª Flórez y González (ver Composiciones en dialecto vaquero, 1883, en la Biblioteca Digital del Tous pa Tous) y el segundo es “El viaxe de Xuaco de La Fulgueirosa”, una narración, basada en un hecho real, escrita por el mismo Rodríguez-Castellano.


 

Intentos segregacionistas en el concejo de Cangas del Narcea en el siglo XIX

Azulejo indicador del pueblo de “Brañas de Abajo, concejo de Leitariegos, partido judicial de Cangas de Tineo, provincia de Oviedo”, de 1860. Fotografía de Celso Álvarez Martínez.

Es difícil pensar que un concejo tan extenso como el nuestro de Cangas del Narcea e integrado por valles con personalidad tan acusada, no haya tenido movimientos separatistas. El actual concejo de Cangas del Narcea se formó con un amplio territorio cuya capital desde 1255 estaba en la Puebla de Cangas, y al que se agregaron viejos cotos señoriales: el coto de Cangas, el coto de Corias  y el coto de Brañas o Leitariegos. Los cotos eran unos territorios  bien delimitados, que constituían “la propiedad eminente y la zona de jurisdicción de un personaje individual o colectivo llamado señor” (Pierre Goubert).  El coto de Cangas abarcaba un gran número de parroquias (Ambasaguas, Santa Marina, Bergame, San Damias o Abanceña, Augüera del Couto, Veigal.lagar, Las Montañas, etc.)  y a su existencia se debe el nombre del río del Couto (que antiguamente se llamaba río Perpera). La jurisdicción de este coto perteneció hasta el siglo XVI al monasterio de Corias, pero en ese siglo fue comprado por el concejo de Cangas y pasó a depender de él. El coto de Corias comprendía solamente esta población y hasta el siglo XIX perteneció al mencionado monasterio. Por último, el coto de Brañas o Leitariegos, que también en la Edad Media había dependido de los monjes de Corias, pertenecía desde el siglo XVI a los “vecinos y moradores” de los pueblos de El Puerto, Brañas d’Arriba, Brañas d’Abaxu y Trascastro. Este último coto se constituyó en ayuntamiento en 1821, con el nombre de concejo de Leitariegos, pasó en 1827 a depender de Cangas y más tarde volvió a ser independiente hasta 1925, en que se integra definitivamente en Cangas del Narcea (Gaceta de Madrid, 3 de junio de 1925).

 

Casas en Riegla de Cibea

En 1820, durante el Trienio Liberal, que instauró la Constitución de Cádiz de 1812, muchos concejos asturianos se dividieron. El articulo 330 de esta Constitución favorecía la formación de nuevos ayuntamientos: “Se pondrá ayuntamiento en los pueblos que no lo tengan, y en que convenga le haya, no pudiendo dejar de haberle en los que por sí ó con su comarca lleguen á mil almas”. El fin de los legisladores liberales de 1812 era racionalizar los municipios españoles, formando unos concejos uniformes y favoreciendo la independencia municipal de la mayoría de los núcleos de población. Para cumplir este fin se daba a las poblaciones todas las facilidades para formar un ayuntamiento: a las de más de mil habitantes se las obligaba a tenerlo y para las que no llegaban a ese número se promulgó un decreto el 23 de mayo de 1812, por el cual la población “que por sus particulares circunstancias de agricultura, industria o población considere que debe tener ayuntamiento, lo hará presente a la Diputación de la provincia, para que en virtud de su informe se provea lo conveniente”. 

Fuente de Riegla de Cibea construida en 1872, ejemplo de la nueva clase social que promueve la creación del concejo de La Unión en 1887.

Como consecuencia de estas leyes, a fines de 1820 Cangas del Narcea se dividió en cinco concejos con capitales en las siguientes poblaciones: Ounón, Carbachu, Pousada de Rengos, Bisuyu y Cangas. A estos nuevos ayuntamientos tenemos que sumar el de Leitariegos, con capital en Brañas d’Arriba, que en ese mismo año pasó de coto a concejo. Cada concejo tenía alcalde constitucional, procurador, secretario y regidores. Los nuevos concejos duraron menos de tres años, porque en 1823, con la vuelta de España a la monarquía absolutista de Fernando VII, las cosas volvieron a su estado anterior y todos estos ayuntamientos (con excepción de Leitariegos) desaparecieron sin dejar rastro. 

Sin embargo, el sentimiento separatista de algunas parroquias no desapareció en 1823 y volverá a manifestarse sesenta años después. En 1887 llega a la Diputación Provincial de Oviedo la siguiente propuesta: “Creación de un nuevo Ayuntamiento con el nombre de La Unión, constituido con las parroquias de San Julián, San Pedro de Arbas, Cibea, Genestoso y Fuentes [de Corveiro], hoy pertenecientes al Ayuntamiento de Cangas de Tineo, cuya capital sea Miravalles” (Boletín Oficial de la Provincia de Oviedo, 3 de noviembre de 1887). 

Sonande, en la parroquia de Cibea, en la que sobresalen varias casas construidas por emigrantes enriquecidos en Madrid.

La razón que argumentaban los vecinos de estas parroquias para separarse del concejo de Cangas era su lejanía de la capital y los inconvenientes que esto les ocasionaba. Además, suponemos que su proximidad con el pequeño concejo de Leitariegos fuese un estimulo para los promotores de esta iniciativa y aunque no sabemos quienes eran estos, es casi seguro que este movimiento segregacionista tiene que estar vinculado con la existencia de una nueva clase social de campesinos acomodados y emigrantes enriquecidos en Madrid, que aspirarían al control político de este nuevo concejo. La existencia de esta nueva clase social tendrá su mejor manifestación en las grandes casas que se levantan en algunas de aquellas parroquias en la segunda mitad del siglo XIX. 

La Diputación Provincial tenía que tramitar la solicitud de creación de este nuevo concejo y enviarla al Ministerio de la Gobernación, que era el que tenía la última palabra. El Ayuntamiento de Cangas de Tineo ya había manifestado su oposición a esta propuesta. En una junta de la Diputación se debatió este asunto, lo que provocó una airada discusión entre dos diputados. Por el acta de esa junta, que se publicó en el Boletín Oficial de la Provincia de Oviedo de 5 de noviembre de 1887, sabemos lo que allí se dijo: 

“El Sr. Gonzalez Núñez pidió la palabra en contra y obtenida manifestó que el expediente se halla incompleto, faltando en él documentos esenciales, pues carece de la solicitud de los vecinos, ignorándose por lo tanto qué número de ellos solicita la segregación y la certificación original que acredite el número de habitantes de las parroquias que pretenden segregarse, no pudiendo por lo tanto apreciarse si llegan a dos mil habitantes como requiere la ley; cuyos documentos aparecen solo en copia simple sin autorización alguna, por lo que no tienen fuerza legal ni pueden ser estimados en el expediente.
   El Sr. Acebal contestó que hace tiempo se instruyó el expediente en el que obraba toda la documentación original y completa, el cual se remitió al Ayuntamiento de Cangas de Tineo para su informe, y allí se perdió; que habiendo acudido en queja los interesados al Sr. Gobernador de la provincia, por orden de esta autoridad se reprodujo la reclamación por un Procurador de los vecinos; que por esto y el haber admitido el Ayuntamiento la certeza de las copias, pues no la impugna o informa en vista de ellas, demuestra que son admisibles; y que en último resultado si el Ministerio de la Gobernación no las estima bastantes, ya exigirá los documentos necesarios. Que respecto al fondo de la cuestión debe decir que la pretensión de los interesados es procedente, puesto que distando las aludidas parroquias 6 ó 7 leguas de la capital del concejo, se hallaban abandonadas y muy difícil las comunicaciones con aquél. 
   El Sr. González Núñez repuso que era muy grave la afirmación de que el Ayuntamiento hubiese hecho desaparecer el expediente y que el presentado ahora no tiene valor ninguno por no estar autorizado por nadie los documentos que lo constituyen.
   El Sr. Acebal replicó que él no afirmaba que el Ayuntamiento hubiese hecho desaparecer el expediente y solo sí que resultaba que allí había desaparecido.
   Seguidamente fue aprobado el dictamen por 14 votos contra 5”. 

El expediente de creación del concejo de La Unión pasó el trámite de la Diputación Provincial, pero finalmente no obtuvo la aprobación del Ministerio de la Gobernación. La oposición del Ayuntamiento de Cangas del Narcea debió resultar un escollo muy difícil de superar para los promotores de este nuevo concejo.

Historia y presente de la minería en Cangas del Narcea

El socio del Tous p@ Tous Enrique Rodríguez García (Santolaya) nos ofrece (mayo de 2010) una historia breve y muy personal de la minería en el concejo de Cangas del Narcea. El esplendor de esta actividad en la segunda mitad del siglo XX trajo consigo un momento de crecimiento económico y de auge vital que será difícil que vuelva a nuestra tierra. En esta noticia, Enrique aporta datos históricos y económicos, que muestran el alza y el declive de la minería, y recuerdos personales del ambiente que se vivía en Cangas en aquellos años de bonanza.

HISTORIA Y PRESENTE DE LA MINERÍA EN CANGAS DEL NARCEA

por Enrique Rodríguez García (Santolaya)

El desarrollo del concejo de Cangas del Narcea en estas últimas  décadas, desde los años sesenta del siglo XX en adelante, está unido directamente con   la explotación minera del carbón. El acceso a unos ingresos importantes por parte de la población local permitió  una época de esplendor económico en la zona, que aún hoy es difícil de sustituir. Aquello ya se terminó, aunque la minería actual, los prejubilados y los fondos mineros todavía generan unos ingresos y unas inversiones importantes en el concejo.

Plano de “Concesión la Abandonada” en la villa de Cangas, se empezó una bocamina en la zona de El Corral y se abandonó porque las capas se encuentran prácticamente en su totalidad bajo la villa de Cangas.

Para explicar los comienzos de este proceso minero nos tenemos que trasladar a una época en la que España sufre un cambio importante  en la forma de pensar y gobernar. Es la época de Carlos III  (1716 – 1788). Este rey proyecta  aplicar en España los principios de la Ilustración que se estaban defendiendo en Europa y nombra para esta tarea a un político excepcional: Pedro Rodríguez de Campomanes (1723 – 1802), nacido en Santa Eulalia de Sorriba (Tineo), e hijo de una familia de hidalgos pobres.

Un ministro como Campomanes que no procedía de la aristocracia; que tuvo que  empezar su vida al margen de rangos de privilegios, que tuvo que trabajar duramente para obtener sus títulos y  conseguir su carrera, además de demostrar  una capacidad excepcional de trabajo y de conocimiento de los temas que trataba. Era admirador de Voltaire y se presentaba como un hombre de la Ilustración. Creía esencialmente en la razón y en los resultados, su filosofía era una filosofía utilitaria: la mayor felicidad para el mayor número de personas. Era enemigo de los privilegios y evidentemente contrastaba bastante con sus antecesores. Campomanes y sus contemporáneos marcaron una época de sueños de reforma, educación e ilustración. Desgraciadamente, quienes los siguieron hicieron retroceder aquellos avances sumiéndonos en un tortuoso siglo.

Antigua bocamina de la “concesión la Abandonada” en la zona de El Corral

Las ideas de Campomanes dieron pie a que otros destacados asturianos de la misma época y con similares inquietudes, pusieran los cimientos para desarrollar  una incipiente industrialización en Asturias. El ejemplo más significativo lo tenemos con Gaspar Melchor de Jovellanos (1744-1811), natural de Gijón, y en el occidente de Asturias con Joaquín José Queipo de Llano, quinto conde de Toreno (1727 – 1805), nacido en  Cangas de Tineo (hoy Cangas del Narcea). El conde  de Toreno puede ser considerado como el primer autor interesado en la investigación científica de los recursos geológicos en la región; fue promotor de la Sociedad Económica de Amigos  del País de Asturias, en Oviedo, investigó  y publicó una relación de yacimientos mineros de Asturias en 1785.

En los discursos del conde de Toreno, pronunciados en la mencionada sociedad en los años 1781 y 1783 e impresos en Madrid en 1785, se describe minuciosamente todo tipo de minerales, se ofrecen indicios sobre yacimientos de carbón, amianto, se destacan los mármoles de Rengos y se da noticia de otros minerales descubiertos por él en la región.

Afloramiento de una capa de carbón en la zona de Rengos.

Las referencias al concejo de Cangas del Narcea en la obra del conde de Toreno son muy numerosas. Una de ellas dice:

“inmediata al lugar de Burracan, distante un quarto de legua de la villa de Cangas de Tineo, se halla una mina de antimonio de extraordinaria abundancia. Está al oriente, en el camino que pasa desde el lugar de Robledo al expresado Burracan, junto a una capilla, que se intitula del Ángel. En la misma jurisdicción y concejo, entre los lugares de Tandes y Bruelles del Partido de Sierra, y camino que media entre ellos, hay otra mina del mismo mineral, muy abundante a lo que demuestra”.

Maquinista de tren minero en la zona de Rengos

Menciona en el lugar de Fuentes de Corveiro “una cantera  abundantísima, que produce piedras de diversos y hermosos colores”. Las canteras son una de las predilecciones del conde:

“En el lugar del Pueblo de Rengos, parroquia de San Juan de Vega, hay otra cantera de mármol blanco, que viene  a ser una montaña entera, titulada la Peña de San Andrés, que predomina al río Narcea, y remata en un calero. […] Muy inmediata a la misma cantera se halla otra bien abundante de mármol negro con vetas cenicientas, tan fino como el antecedente”.

Sondeo de investigación a 700 m. de profundidad en la zona de Rengos.

En sus conclusiones escribe el conde de Toreno:

“en vista de una relación tan extensa, con las muestras que he manifestado de los minerales, mármoles y demás producciones que contiene, es indudable que merecen el mayor aprecio: que su beneficio podría utilizarnos en crecidos intereses es constante; y que si nos aplicásemos con desvelo a tan importantes reconocimientos, se hallarían otros muchos, es infalible”.

Todos estos conocimientos permitirán medio siglo después el nacimiento de una  industrialización  en la zona  central de Asturias; pero en los concejos del occidente, en nuestra zona de Cangas del Narcea, fue imposible que ésta se desarrollara, aún teniendo conocimiento de los recursos minerales que ofrecía nuestro concejo. Esto ocurre principalmente por estar lejos de los centros de consumo y distribución, a lo que hay que añadir las pésimas comunicaciones que poseía esta zona.

Pueblo de Santa Eulalia, lugar de nacimiento de Francisco Uría

En años posteriores, otro cangués  que también perteneció a la Sociedad Económica de Amigos  del País de Asturias y nació en el pueblo  de Santa Eulalia de Cueras,  José F. Uría y Riego (1819-1862), desde su cargo como Director General de Obras Públicas, intentaría con gran empeño solventar en lo posible estas deficiencias de comunicación del concejo de Cangas.

Todos estos esfuerzos no consiguieron arrancar la explotación del carbón  en la zona occidental de Asturias hasta la década de los años cincuenta del siglo XX, en la que solo hay algunas empresas  explotando de una forma casi artesanal minas de la zona con producciones poco significativas. El carbón extraído se  llevaba a embarcar a Pravia para, desde allí, transportarlo a los diferentes centros de consumo.

Picador picando la vena de carbón con martillo neumático (Rengos)

El salto cualitativo y la fecha clave del desarrollo de la minería del carbón en Cangas del Narcea es 1965. En esta fecha se inaugura la Central Térmica de Unión FENOSA, en Soto de la Barca (concejo de Tineo), con un primer grupo de 65 MW de potencia, que se alimentaba con  carbón de  explotaciones próximas. Posteriormente, en 1969, empieza a funcionar el segundo grupo de 166 MW de potencia y en 1984 se puso en marcha el tercer grupo de 364 MW. El consumo  de esta central térmica fue el revulsivo para que crecieran empresas que explotarán  de forma racional la riqueza de carbón de la comarca. La central, al estar cerca de los centros de producción, elimina el principal problema de la zona que son sus comunicaciones; la energía se genera dentro de la cuenca carbonífera y se trasporta a los centros de consumo por la red eléctrica instalada.

Galería en carbón con sostenimiento metálico y avance con minador (Rengos)

A este acontecimiento hay que añadir otra causa que favorecería el desarrollo minero de la zona: la crisis del petróleo de 1973, con el espectacular encarecimiento de su precio, que obligó al gobierno español a diseñar (con cierto retraso)  el Plan Energético Nacional (PEN) en 1979. El carbón adquiere un gran protagonismo, con la apuesta por el mercado de la generación de electricidad termoeléctrica.

Este es el momento de esplendor de la cuenca de Cangas del Narcea, empresas como Antracitas de Gillón llegan a tener 1.150 mineros en estos momentos. Los sueldos  se incrementan, el paro  en la comarca no existe, se alquilan pisos, locales e incluso se restauran cuadras antiguas en los pueblos para acoger a los mineros que vienen a trabajar a la zona. Todo lo que es vendible se quita de las manos;  los ganaderos venden con facilidad sus terneros, matanzas, leche, patatas; los bares y el ambiente nocturno funcionan todos los días de la semana (algunos recordamos cómo la gente de Tineo, Villablino y otras zonas limítrofes se trasladan a Cangas el fin de semana debido al gran ambiente que existe en la villa). Las tiendas de ropa y otros servicios movían tanto género como cualquier local en el centro de Oviedo. La construcción resurge con fuerza, los pisos se venden sobre plano, ya financiados antes de ser construidos. En coches se compran los últimos modelos y con la máxima potencia. Las casas en los pueblos son restauradas o construidas de nuevo y no se escatima en gastos: tienen que ser grandes y suntuosas. Desde Oviedo empiezan a referirse a Cangas del Narcea como la “comarca del oro negro”.

Carlos de Moal controlando el carbón (Rengos)

Los que en aquel momento estábamos estudiando, y como suele ocurrir con los estudiantes, el dinero no sobra, no podíamos   seguir el ritmo de los amigos que trabajaban en la mina. Evidentemente no podíamos  acceder a comprar aquellos coches Seat de gran cilindrada: 1400, 1500, 1600 y, no recuerdo bien, pero seguro que había hasta Seat 3000 o más.

Entronque de galerías (Rengos)

El ambiente en Cangas era impresionante, recuerdo cuando en la discoteca Zaycor, en El Reguerón, no se podía pasar, no cabía una persona más en el local y esto, en mayor o menor medida, ocurría en todos los locales de ocio de Cangas.

Grandes profesionales de la minería de nuestro concejo

Aparecen en estas décadas los  principales nombres de empresas y empresarios asociados a este desarrollo minero en Cangas del Narcea:

  • En la cuenca de Carballo, empresas como Minarsa, Antracitas del Acebo y Antracitas de Cibea.
  • En la cuenca de Rengos, empresas como Antracitas de Gillón, Antracitas de Rengos (Carmencita), Carbonífera del Narcea (Carbonar), Pire Minas, Coto Minero del Narcea, Minero-Astur, Mina Juan, Carbolasa, y empresarios como Domingo Martínez Juan, Efrén Cires Suárez, Antonio García Simón y otros.

El declive de esta minería se inicia al finalizar el siglo XX y va paralelo a las decisiones políticas de reconversión, marcadas desde directrices comunitarias. No entraré a valorar  todo el proceso de reconversión minera ni sus causas por ser muy extenso y salirse fuera del propósito de este artículo; me limitaré solamente a señalar las repercusiones que esta reconversión tiene en nuestro concejo.

Galería en carbón (Rengos)

En el gráfico siguiente se ve claramente la disminución de empresas y mineros que sufre la minería canguesa a finales del siglo XX y principios del XXI. Paralelamente, también se puede observar la disminución de la población del concejo como consecuencia directa de este proceso.

Población de Cangas del Narcea en 2009: 14.589 habitantes

Hay tres momentos claves que marcan este proceso de reconversión. En 1978 sólo la mina de Gillón tenía trabajando en sus explotaciones 1.150 mineros, en 1986 sumando todos los mineros de la zona daban una cifra de 1.945 mineros. A partir de aquí el declive empieza a mostrarse de forma acusada, cerrando minas como Minarsa, Pire Minas, Mina Juan, Carbolasa, Antracitas del Acebo, Antracitas de Cibea, Minero-Astur, Carmencita y la mítica Antracitas de Gillón que cierra en 2005. A partir de esta fecha se mantienen en la zona dos minas: Coto Minero del Narcea, hoy perteneciente al grupo Uminsa de Victorino Alonso, y Carbonar. Esta última es la más representativa desde el punto de vista de la producción y la plantilla, ha hecho un gran esfuerzo de investigación y desarrollo, mecanizando todo el proceso productivo con sistemas automarchantes de arranque de carbón con rozadora y sostenimiento de techo con pilas escudo autodesplazables.

 

Sostenimiento por escudos y rozadora picando carbón a seiscientos metros de profundidad bajo las montañas de Rengos.

El actual Plan del Carbón 2006-2012 persigue encauzar el proceso de ordenación de la minería del carbón, teniendo en cuenta los aspectos sociales y regionales derivados de la misma, así como la necesidad de mantener una determinada producción de carbón autóctono, que, en caso de crisis energética,  garantice el acceso a estas reservas.

Los principales proveedores de petróleo y gas son: Argelia, Arabia Saudí, Rusia, Liberia, Nigeria e Irán, países que dibujan un mercado muy inestable.

Día de Santa Bárbara, patrona de los mineros, (Cangas)

Esto quedó demostrado con la espectacular subida del barril de petróleo y del gas que se produjo en 2008, poniendo en serios problemas a las economías que tienen gran dependencia de dichos productos. Otro factor a tener en cuenta  es que en España el carbón es la única energía propia que no depende del exterior, exceptuando las energías renovables  todavía en fase de expansión y la energía nuclear que tiene un amplio rechazo social. Esto permite pensar que mientras que el  MIX energético español siga utilizando un porcentaje de energía termoeléctrica generada por carbón, se pueda seguir manteniendo esta minería en la zona, que aunque no tiene el volumen de sus años de esplendor, todavía genera una riqueza difícil de sustituir en nuestro concejo de Cangas del Narcea.

Comentarios de un naturalista francés acerca del salmón en Cangas del Narcea en 1835

Molino de Villajur, donde la “Sociedad de Pescadores Fuentes del Narcea” tiene instalada la estación de alevinaje.

La noticia de la muerte de miles de alevines de trucha en la estación de Villajur a fines del mes de abril [2010], debido al envenenamiento de las aguas del río Naviego por purines, es muy significativa del estado de cosas en nuestra sociedad. Por una parte, unas personas se afanan en aumentar, revitalizar y mejorar algo, en este caso un ecosistema: el río; un animal: la trucha, y un deporte: la pesca, y por otro, otras personas, por ignorancia o maldad, consiguen con sus actos destruir el trabajo de los anteriores. No sé cuales fueron las intenciones del autor de este desmán, pero el resultado está claro: el trabajo de cuatro años en la repoblación de truchas en el río Narcea se ha perdido irremediablemente. Otra vez más, el bien colectivo se antepone y sacrifica al interés de un particular.

Visité tres veces la estación de alevinaje de Villajur. La última vez fue hace un par de meses, cuando aún estaban vivos alrededor de ochenta mil alevines y muchas truchas madres. Me enseñó la instalación Manuel Fidalgo, que me explicó todo el proceso y me señaló con orgullo la gran ventaja de esta estación de cría con respecto a otras: la pureza del agua. Manuel tomó delante de mí una muestra del agua y me explicó el valor de esa pureza para la cría de truchas. En sus explicaciones, transmitía su apasionado interés por las truchas y el río. El día que leí la noticia de la muerte de los alevines me acordé mucho de él y de sus compañeros de la Sociedad de Pescadores Fuentes del Narcea. Y para ellos escribo esta noticia, para animarles a seguir criando alevines y repoblando el Narcea.

Salmón remontando el río

El río Narcea es uno de nuestros mayores tesoros y también uno de los espacios naturales más maltratados del concejo. A él se arroja todo tipo de desperdicios y deshechos: basura, animales muertos, aguas fecales, escombros,… Uno de los mayores varapalos que recibió este río en su curso alto fue la construcción de la presa de Calabazos en 1967, que cortó definitivamente el paso del salmón a la cuenca alta del río. Hasta esas fechas la presencia de este pez en el concejo de Cangas del Narcea suponía para sus habitantes  un alimento muy apreciado, una riqueza económica y también un espectáculo para la contemplación. Tenemos un testimonio muy elocuente de esto, escrito por el naturalista francés Michel Carles Durieu de Maisonnove, que en los meses de junio, julio y agosto de 1835 estuvo en la villa de Cangas y recorrió los valles del Narcea y del Naviego.

Durieu de Maisonnove era militar, naturalista, botánico y explorador; había nacido el 7 de dicembre de 1796 en Saint-Eutrope-de-Born, en el Departamento de Lot y Garona,  y murió el 20 de febrero de 1878 en Burdeos. Llegó el 18 de mayo de 1835 en barco a Gijón, se trasladó diez días después a Oviedo y el 5 de junio salió para Cangas del Narcea, pasando por Grao, La Espina, Tineo, Arganza, El Puelo y Corias. El objetivo de su viaje era exclusivamente botánico y durante su estancia se dedicó a recoger toda clase de plantas. No obstante, como persona curiosa que era, también dejó escritas algunas descripciones de otros asuntos, normalmente relacionados con la naturaleza, que le llamaron la atención. A fines de agosto marchó de Cangas para dirigirse al norte de Portugal. Las notas de viaje de Durie de Maisonnove las publicó en latín un año después Jacques Gay, en la revista Annnales des Sciences Naturalles (Botanique), editada en París, y fueron traducidas al castellano en 1963 por J. A. Jauregui S. J. en el Boletín del Instituto de Estudios Asturianos (Suplemento de Ciencias).

Una de las descripciones que escribió Durie de Maisonnove trata sobre el salmón a su paso por Cangas del Narcea:

«El río Narcea nace al sur, en las alturas del Pico de Canellas, a unas dieciocho leguas de Grado. Regato alpino en sus comienzos, enseguida se hace torrente de veinticuatro a treinta pies de anchura, vadeable por lo general (después, al recibir las aguas del Naviego, Pigüeña, etc., termina siendo un río no menor que el Nalón, en el cual desemboca muy cerca y por debajo de Grado). Sus cristalinas aguas, al principio, corren por un valle de no mucho declive, más o menos abierto, con abundantes núcleos de población; pero en cuanto queda atrás Corias, se encajona el cauce de súbito en estrechas y profundísimas hoces, por cuyo fondo corren con estrépito las aguas ahora espumosas, durante largo espacio, sin dejar sitio para senda ninguna. Por esa razón, cuando se baja de Cangas siguiendo el río, uno tiene que desviarse aquí, hacia la izquierda, por malos caminos de herradura, para buscar paso transversalmente, por El Puelo, Tineo, etc.

Es notable lo mucho que abundan los salmones en aquellas aguas. Cuando se aproxima el tiempo de la reproducción (es entonces su carne rosada y excelente), comienzan a subir del Cantábrico, Nalón arriba primero, llegando por el Narcea casi hasta el nacimiento del mismo. Y esto a pesar de que el cauce se estrecha más y más, quedando al fin hasta tal punto obstaculizado por las piedras que nadie creería suficiente ni su amplitud ni el agua misma para que puedan remontarle. Superan audazmente, sin embargo, cualquier dificultad: se arrastran con las aletas, casi en seco y vencen los obstáculos mayores apoyándose lateralmente, arqueándose y dando saltos fuera del agua, como en volandas, sin que les detenga otra cosa que la temperatura excesivamente baja de aquélla cuando recibe ya las ultimas torrenteras medio heladas. Hallan tal temperatura un poco por debajo del pueblo llamado Venta de Rengos [Ventanueva], a tres leguas de Cangas y a veinte casi de la desembocadura del Nalón; pero ni siquiera entran, por esa misma causa, en las aguas, más frías, del subafluente Naviego [o río Luiña]. Una vez que se detienen, acostumbran a desovar en los sitios profundos del cauce (que son llamados pozos). Mas tarde, a favor de corriente, regresan al mar con las crías de un año (las nacidas el año anterior en los mismos pozos, que proporcionan a los naturales del país un bocado apetecidísimo, aunque apenas alcanza su tamaño las dos o tres pulgadas). Los adultos, al descender, son de carne blancuzca, mucho menos sabrosa y apenas comestible (entonces se los llama zancados). Tal migración constituye un espectáculo gratísimo para los habitantes de Cangas, que esperan el paso en día calculado previamente.»

Del Paseo del Prado de Madrid al valle de Cangas del Narcea en 1789


“Tipos de Madrid: El aguador”, de Federico Guisasola, “La Ilustración Española y Américana”, 24 de noviembre de 1872. A mediados del siglo XIX había cerca de doscientos aguadores de Cangas del Narcea en Madrid, solo los superaban los procedentes de Cabranes y sobre todo de Tineo

En noviembre de 1789, la importante revista madrileña Memorial Literario publicaba un curioso artículo titulado “Viaje aéreo desde el Prado de Madrid hasta el valle de Cangas de Tineo”, escrito por el prestigioso dramaturgo y periodista Luciano Francisco Comella (Vic, Barcelona, 1751 – Madrid, 1812). En él se relataba un ficticio y casi instantáneo viaje en una nube negra, contado en primera persona, desde el famoso paseo del Prado, en apogeo tras su inauguración en 1781, hasta un “empinado monte” en pleno valle de Cangas del Narcea. El viaje, en realidad una ensoñación, lo iniciaba el escritor a partir de la visión, en el popular paseo madrileño, de dos enormes filas de carruajes.  Comella calculaba que en estos vehículos trabajaban unos 4.800 hombres, entre porteros de estrados y de puertas, mozos de mula, galopines, faroleros, etc. Hombres que en su mayoría procedían de Asturias.

Comella nos proporciona datos curiosos sobre la vida en el concejo de Cangas del Narcea a fines del siglo XVIII. Su primera imagen, nada más descender de la nube al suelo, fue la de unos valles eriales “poblados de heno, en los que pacían algunas vacas, y en medio de los cuales se divisaban algunos caseríos muy pobres, y de trecho en trecho algunas iglesias tan infelices como los caseríos”. Al bajar de la loma oyó una gaita, que le llevó a un arroyo, en donde una zagala y un zagal de unos diez años, que tocaba este instrumento, interpretaban un canto que decía así:

Con curpiñu pardu
fue el primu a la Corte,
y agora diz que anda
llenu de galones.
Tum ba y la
que me voy contigo,
tum ba y la
para ir a moler.

Los zagales huyeron despavoridos al acercarse el intruso, los perros comenzaron a ladrar y los vecinos, creyendo que los lobos acechaban al ganado, salieron presurosos a recoger sus ovejas. Comella se mostró sorprendido: “¡Entre los que salieron de los caseríos había unas cien mujeres y otros tantos niños, pero ningún hombre!”. Más adelante divisó a una mujer arando el campo y a otras dos guiando unos carros cargados de leña: “¿Qué es esto? –se preguntó-. O yo deliro, o estoy en el país de las amazonas”. A continuación, un beneficiado (clérigo de rango menor) le condujo a una casilla y, tras verse obligado a explicarle aquella “prodigiosa llegada”, el viajero le preguntó el porqué de tan dilatados valles eriales sin cultivo, sin ningún núcleo de  población numerosa, “del porqué araban y hacían las mujeres todas las faenas propias de los hombres, y del porqué no se veían en todos aquellos contornos más hombres que él”. El clérigo le contó que, aparte del cura y cinco beneficiados, había en su feligresía unos treinta ancianos y que todos los mozos, “apenas aptos para la agricultura”, se marchaban a Madrid y a otras capitales. De no ponerse algún freno, esa parte de Asturias se vería enteramente despoblada en pocos años. Luego relató cómo era la vida de estos jóvenes, que marchaban a la Corte reclamados por un primo cochero o un tío portero, para trabajar de lacayos o de mozos de mulas, y en donde se olvidaban –según el clérigo- de sus mujeres y familias y “de la decadencia de este noble Principado”.

Aguador asturiano, de José Ribelles (dibujante) y Jose Carrafa (grabador); Colección de Trajes de España, Madrid, 1825

Sin embargo, lo que Comella pone en boca de este clérigo no era cierto. Estos hombres que emigraban a Madrid no se olvidaban de sus mujeres, ni de su familia, ni de la tierra de origen. Como el resto de asturianos, llegaban a la capital tras más de dos semanas de duro viaje a pie o, en el mejor de los casos, compartiendo mula cada varias leguas con otros paisanos. En Madrid convivían en pequeñas habitaciones con otros diez, quince, veinte o más hombres, igual que sucede hoy en día con los inmigrantes de Sudamérica o del este de Europa. Generalmente trabajaban en los oficios más ingratos de la ciudad, como los de esportillero (persona que estaba en  una plaza o lugar público y se ofrecía para llevar en una cesta lo que se le mandara), aguador (llevaban el agua a las casas), mozo de cuerda (cargadores de bultos), sirviente o cochero. En 1798, pocos años después del relato de Comella, nacía en Madrid un oficio prácticamente monopolizado por gente nacida en el concejo de Cangas del Narcea: el de sereno. Todos estos oficios tenían en común los pequeños jornales y las agotadoras jornadas de trabajo, pero, aún así, el ahorro y el envío de dinero a sus familias era el norte del día a día de estos trabajadores. Del amor y recuerdo a su lugar de origen es muy difícil dudar: los emigrantes asturianos mantuvieron durante siglos las costumbres importadas de su tierra y un estrecho contacto diario entre ellos que hizo creer a algunos cronistas de la capital que se trataba de un pueblo aparte dentro de Madrid. La relación con sus hogares era tan intensa que algunos oficios llegaron a formalizar la suplencia o alternancia de titulares por dos o tres años, para convertir en costumbre el regreso temporal al añorado hogar familiar.

Durante siglos, desde finales del siglo XVI hasta mediados del siglo XX, los valles de Cangas del Narcea quedaban casi desiertos de hombres, con las mujeres ocupándose de las tareas de la casa y del campo, mientras que los varones emigraban a Madrid y a otras ciudades españolas en busca de un dinero en metálico, escasísimo en el medio rural asturiano, que les ayudara a soportar mejor la difícil realidad a la que tenían que hacer frente dadas las adversas condiciones que determinaban sus vidas. Ésta era la doble realidad de la vida en el concejo de Cangas, “de aquel infeliz pedazo precioso de Asturias”, como despidió su relato el escritor Luciano Francisco Comella.

Una panera de 1651 en Riegla de Cibea es la más antigua del concejo

Panera y Casa Rectoral de Riegla de Cibea.

En Riegla de Cibea se conserva una pequeña panera fechada en 1651, que pertenece a la Casa Rectoral, situada junto a la iglesia de esta parroquia. Es la panera más antigua que conocemos en el concejo de Cangas del Narcea, donde la gran mayoría de estas construcciones es de fines del siglo XVIII y sobre todo de los siglos XIX y XX. Esta panera es probable que haya venido de otro lugar, porque en algún momento fue desmontada. Esto se sabe por las rayas pintadas que aparecen en sus corondias o tablas, que se trazaban cuando se desmontaba un hórreo o una panera para facilitar después su montaje. ¿De dónde vino esta panera? No lo sabemos.

Cruz e inscripción talladas en la panera de la Casa Rectoral de Riegla de Cibea

Una de sus peculiaridades es el dibujo y la inscripción que aparecen tallados y pintados de rojo en el centro del liño o viga superior de la fachada principal. Es una talla muy plana, ejecutada con mucho esmero. El dibujo representa una cruz con una amplia base y en su origen estuvo encima de la puerta de entrada a la panera. A los lados de la cruz aparece la inscripción siguiente: “16. XPS. IHS. M. 51”. Los números del principio y del final corresponden al año de construcción de la panera: 1651, y las letras son anagramas religiosos: XPS (Xhristos), IHS (Iesus Hominum Salvator) y una M y una A entrelazadas (María). Estos anagramas aparecen con frecuencia sobre puertas y ventanas en la arquitectura popular con el fin de proteger a personas, animales y cosechas; en este caso se colocaban para proteger los productos que se guardaban en la panera, que eran fundamentales para la supervivencia de la casa: cosecha, matanza, etc. La decoración de esta panera se completa con dos motivos geométricos calados, que favorecen la ventilación del interior y que son frecuentes en hórreos y paneras del siglo XVII.

Detalle de la cruz y la incripción talladas en la panera de la Casa Rectoral de Riegla de Cibea

Las paneras se generalizan a partir del siglo XVII en el centro de Asturias como consecuencia de la expansión del cultivo del maíz, que trajo consigo una mejora de las cosechas y de las condiciones de vida de los campesinos. En ese siglo, el hórreo resulta ya pequeño en muchas casas para albergar las cosechas y también para secar las riestras de maíz, por eso se levantan construcciones más grandes, que se distinguen con el nombre de panera, y se añaden corredores. Sin embargo, la edificación de paneras no se generaliza en el occidente de Asturias hasta la segunda mitad del siglo XVIII y sobre todo hasta el siglo XIX. Por eso, esta panera de Riegla de Cibea merece toda nuestra atención.

Lamentablemente, la Casa Rectoral de Riegla de Cibea y su panera están deshabitadas. Al parecer, la Iglesia las tiene en venta. El estado de conservación de la panera no es bueno: la hiedra está empezando a cubrirla. Esperemos que la propiedad o la Administración Pública tomen medidas para frenar su deterioro, porque de lo contrario es posible que esta construcción, protegida por la Ley de Patrimonio Cultural, se derrumbe y desaparezca.

El periódico “El Eco de Occidente” (1894) en la web del Tous pa Tous

Desaparecido el periódico El Occidente de Asturias en 1891, se funda en enero de 1894 El Eco de Occidente. Sus fundadores fueron los abogados Atilano Valdés Miranda y Fernando Graña Ordóñez, que además eran cuñados. El primero ejerció la dirección hasta 1895, en que cedió el puesto al segundo. Colaborador del periódico fue también Faustino Meléndez de Arvas, que había sido uno de los fundadores y redactores de El Occidente. El nuevo periódico era bisemanal, es decir sacaba a la calle dos números a la semana.

En la portada del primer número publicaba su “línea de conducta”. En ella, los fundadores manifestaban su “completa imparcialidad en política; sinceramente ortodoxos en religión y animados por inquebrantable propósito de combatir sin contemplación alguna todo genero de inmoralidades”. Su atención preferente iba encaminada a “las obras públicas, de que tanto necesita la zona montañosa de la región occidental de Asturias, olvidada hasta ahora por los gobiernos, más atentos a la política que al bienestar de los contribuyentes”. También entre sus objetivos estaba la lucha contra el caciquismo: “Fulminaremos rayos contra el caciquismo, plaga que enerva las fuerzas vitales de la patria, y nuestra mirada estará siempre fija en todo aquello que pueda redundar en beneficio de una región digna de mejor suerte, por la cultura, laboriosidad y honradez de sus habitantes, que sufren pacientemente el abandono en que se encuentran”. Esa primera portada del periódico se completaba con un interesante articulo dedicado a “La explotación de Muniellos”, que era una de las grandes esperanzas para el progreso de la región occidental de Asturias.

El Eco de Occidente se enfrentará desde sus inicios a la política del liberal Félix Suárez Inclán, elegido diputado a Cortes por el distrito de Cangas del Narcea en 1893, al que apoyaban los conservadores, los liberales y los republicanos cangueses. Esta situación la cuenta Juan de Cangas, seudónimo de Manuel Flórez de Uría, en un artículo publicado en La Justicia. Semanario Republicano, editado en Grado, el 3 de marzo de 1912:

El Eco de Occidente [fue un periódico] de ideas conservadoras lindantes con el carlismo, que sostuvo luchas heroicas contra los nuevos caciques inclanistas, sufriendo denuncias, multas y embargos, lo que interesó al país y la suscripción llegó, según datos que se me suministran, a unos 800 ejemplares. También adquirió justo renombre entre la prensa provincial, pues sostuvo con ella notables polémicas, y bastantes de los trabajos en él insertos merecieron ser reproducidos, algunos como fondo, por diarios de Oviedo.

Pero la guerra hecha por los caciques al Eco, se extremó en forma que sus dueños, agobiados por el excesivo trabajo que supone atender a la confección de un periódico serio y valiente, con su secuela de denuncias, apelaciones, etc., y además a los menesteres de la profesión propia, suspendieron la publicación, y la imprenta pasó a ser propiedad de D. Francisco García del Valle, jefe aquí de la política inclanista, […], y la imprenta la corroe el orín en no importa qué trastera.

Los 96 ejemplares digitalizados corresponden al primer año de publicación de El Eco de Occidente, desde el 30 de enero al 28 de diciembre de 1894, y en ellos se documenta la vida entera del concejo de Cangas del Narcea durante un año. Noticias importantes en 1894 fueron las relacionadas con la explotación del monte de Muniellos, el proyecto para la construcción del ferrocarril, la introducción de la plaga de la filoxera en el viñedo cangués y la revuelta de los campesinos del concejo por el reparto del impuesto de consumos en los meses de noviembre y diciembre, por cuya causa llegaron  a asaltar el ayuntamiento, lo que motivó la llegada de refuerzos de la Guardia Civil para controlar la situación.

Los ejemplares de El Eco de Occidente, que pueden consultarse a partir de hoy en la Biblioteca Canguesa del Tous pa Tous, pertenecen a Armando Graña García, bisnieto de uno de los fundadores, y el trabajo de digitalización ha sido patrocinado por Clínica Dental Victorino López Mendivil, de Cangas del Narcea.

José Mª Díaz López “Penedela” (Penedela – Ibias 1870 – Cangas del Narcea 1934), alcalde y empresario

A muchos vecinos de Cangas del Narcea, el nombre de “Alcalde Díaz Penedela” solo les sonará por ser el de una céntrica calle de la villa. Este alcalde es hoy un personaje casi desconocido e incluso si alguien quiere buscar información sobre él le resultará complicado obtenerla. No aparece en enciclopedias, ni en diccionarios de historia. Sin embargo, durante el primer tercio del siglo XX, José Mª Díaz López, más conocido como Penedela, fue un personaje imprescindible en Cangas del Narcea. Nació en 1870 en el pueblo de Penedela (Ibias) y falleció en Cangas del Narcea en 1934. Emigrante en América, regresó a Asturias con el inicio del siglo XX y se estableció en la villa de Cangas. Fue un político liberal y un empresario muy preocupado con el progreso y la modernización del país. Ocupó la alcaldía de Cangas entre 1913 y 1923, y también fue diputado provincial. A él se debe la construcción de la traída de agua corriente en la villa y otras mejoras en el concejo. Como empresario trabajó e invirtió su dinero en múltiples negocios: el vino de Cangas, el establecimiento del comercio El Siglo XX, la electricidad, la compra y venta de tierras, la fabricación industrial de madreñas, la molienda de grano, etc. Penedela vivió en el palacio de Omaña, que reformó en 1923. En los años treinta se arruinó y acabó suicidándose. Tuvo muchos y poderosos amigos que le apoyaron en su carrera política, y también muchos enemigos que le acusaron de cacique. Su biografía es una parte de la historia de Cangas del Narcea en el primer tercio del siglo XX.

 

Noticias para la biografía de José María Díaz López Penedela (1870-1934)

por Juaco López Álvarez 

José María Diaz López Penedela (junto al novio) en la boda de Vicente Oliveros y Concha de Llano, 16 de enero de 1918. Penedela era el padrino, tenía 48 años y ocupaba la alcaldía de Cangas del Narcea.

Nació en Penedela, concejo de Ibias, en 1870 y murió en Cangas del Narcea en 1934. Vivió 64 años. Se llamaba José María Díaz López, pero todo el mundo le conocía por “Penedela”, de tal modo que el nombre de su pueblo de origen llegó a emplearlo él mismo como un segundo apellido. Muy joven, como era habitual en aquella época entre los hijos de los campesinos acomodados o de la clase media de las villas, marchó para América, probablemente a Cuba, y allí debió de hacer cierta fortuna. Regresó a España hacia 1900 y se estableció en la villa de Cangas del Narcea. Nunca olvidó aquella etapa de emigrante en tierras americanas. Cuando en 1913 toma posesión de la alcaldía de Cangas del Narcea señalará como una de sus prioridades el fomento de la enseñanza: “tan necesaria en toda ocasión y más tratándose de los muchos jóvenes que emigran de este concejo, que tan útil les puede ser por el mundo las primeras nociones que se adquieren en las escuelas”. En agosto de 1920 participa en un banquete organizado por ocho emigrantes cangueses en América y en la crónica que se publica en la prensa se le califica como un “americano de los viejos”. Y dos años antes de fallecer, en 1932, es uno de los fundadores del Centro Cultural y Recreativo de Cangas del Narcea, en el que se agrupa la colonia de “americanos” residentes en Cangas y cuyo fin era constituir un casino.

Estuvo casado con Julia de Llano González, perteneciente a dos linajudas e influyentes familias canguesas: los Llano y los González Reguerín; estos últimos emparentados también con los Flórez. Con estas familias tendrá Penedela negocios económicos y tratos políticos. Tuvo una hija, María, a la que todo el mundo llamaba Marina. Su mujer falleció en noviembre de 1918, con 37 años de edad, durante la terrible epidemia de gripe que asoló al mundo entero, y que en el concejo de Cangas del Narcea causó una considerable mortalidad. Volvió a contraer matrimonio años después con Martina Arias Urbistondo.

Murió el 15 de abril de 1934 y en su partida de defunción el párroco de Cangas, don Dositeo Méndez, escribió: “falleció  a consecuencia de haberse arrojado de un balcón de la casa en donde vivía [situada en la plaza de Rafael Rodríguez], lo que hizo, según certificación del médico que le asistía, D. Victorino López Llano, por sufrir monomanía persecutoria”. La noticia de su fallecimiento se publicó dos días después en el diario La Prensa, de Gijón, donde dice: “Se asegura que el suicida padecía desde hace tiempo de neurastenia y se cree que estos días debió sufrir una agudización en su estado, obligándole a tomar tan extrema resolución”. Su cadáver fue enterrado en el cementerio municipal, en el panteón propiedad de sus sobrinos Concha de Llano Fuertes y Vicente Oliveros Menéndez. Y en este panteón permanece junto a los cadáveres de otras personalidades de la vida de Cangas del Narcea en el primer tercio del siglo XX: Ibo Menéndez Solar, maestro, director del periódico El Narcea, y promotor de la enseñanza y la cultura en el concejo; Mario de Llano González, presidente del Centro Republicano y alcalde durante la Segunda Republica, y el mismo Vicente Oliveros, comerciante.

Penedela fue un hombre apasionado de la política y un empresario tremendamente emprendedor, que llegó a tener múltiples negocios. La estancia en América y el conocimiento de una sociedad más avanzada y urbana, hizo que muchos emigrantes retornasen empeñados en mejorar y modernizar la vida de sus paisanos, y para ello invirtieron su tiempo y su dinero en la vida pública y en nuevas actividades económicas. La vida de Penedela  transcurrió enteramente en esos dos ámbitos: la política y los negocios. En ambas tareas hubo de tener, sin duda, grandes satisfacciones, pero también muchos sinsabores. Sus enemigos políticos decían de él que era una persona soberbia y orgullosa, “un cacique”, y lo acusaban de aprovecharse de la política para su beneficio personal. En política militó en las filas liberales, aunque sus detractores le tachaban de arribista. El 28 de julio de 1923 en el periódico El Noroeste se dice sobre él: “antiguo pidaliano – liberal – conservador – republicano – reformista – inclanista, que en todos estos partidos estuvo o pretendió introducirse el señor Penedela”.

Penedela, político

Comenzó su actividad política en 1909, como concejal del Ayuntamiento de Cangas del Narcea. En la misma corporación también estaba su cuñado Cesar de Llano Gonzalez. El alcalde era Nicolás de Ron. Vuelve a ser elegido en 1912 y es nombrado tercer teniente de alcalde. En este mandato el alcalde era Joaquín Rodríguez Martínez, que el 23 de octubre de 1913 renuncia al puesto “por motivos de salud y no de otra índole” (fallecerá el 23 de enero de 1914 a los 53 años de edad). En su lugar es nombrado Penedela, que contará con el apoyo de la familia de su mujer, los Llano, y el amparo del todopoderoso Félix Suárez-Inclán (Avilés, 1854-Madrid, 1939), diputado a Cortes por el Distrito de Cangas del Narcea desde 1897, miembro del Partido Liberal y en aquel año de 1913 ministro de Hacienda. En esta etapa Penedela fue alcalde hasta el mes de diciembre de 1917. Volverá a ocupar este puesto muy poco tiempo después, el 1 de enero de 1918, y en él permanecerá hasta el 1 de abril de 1921. Y de nuevo volverá a ser alcalde de enero a julio de 1923. En total ocupó la alcaldía de Cangas del Narcea durante nueve años.

Hoja de propaganda política en el que el alcalde José Mª Díaz “Penedela” da a conocer los motivos del cese de su antecesor Marcial Rodríguez-Arango, Cangas del Narcea, 17 de febrero de 1923.

En ese tiempo mantuvo encarnizadas luchas políticas y continuas polémicas por su gestión en el Ayuntamiento. Tuvo enfrente a los reformistas, encabezados por Marcial Rodríguez Arango; a los conservadores kleiseristas, partidarios de Luis Martínez Kleiser para diputado a Cortes por el distrito de Cangas del Narcea, y a los republicanos, dirigidos por Higinio García del Valle y cuyo ariete en la prensa era Gumersindo Díaz Morodo Borí. Para defenderse de las aceradas críticas de este último fundó en 1916 La Voz de Cangas, que dejó de editarse en julio de 1917. La lucha contra Borí llegó al extremo de cerrarle su periódico, El Distrito Cangués, y de denunciarle repetidas veces hasta lograr que le encarcelasen en varias ocasiones.

En Cangas del Narcea los partidos políticos estaban controlados por unas pocas familias que luchaban denodadamente por controlar el poder local y los votos del distrito para la elección de un diputado a Cortes en Madrid. El borrador de una carta escrita desde Cangas por Agustín de Llano Valdés, tío político de Penedela, a un destinatario desconocido, seguramente residente en Madrid, en la que se refiere a las elecciones municipales y a Penedela, nos servirá para conocer los entresijos de la actividad política en las primeras décadas del siglo XX:

“Mi querido amigo: Con motivo de las próximas elecciones para concejales nos hallamos luchando aquí los conservadores y liberales contra los kleiseristas, que no se convencieron a pesar del recorrido que les dimos en marzo último.
 
Corresponde elegir catorce concejales y entre éstos cinco por el distrito de Rengos, que es donde nuestro buen amigo el Conde de Toreno tiene una fuerza decisiva. Hace varios días escribimos a don Félix [Suárez Inclán] para que solicitará de dicho Conde órdenes para que sus administradores nos apoyaran, sin que hasta la fecha hubiéramos obtenido contestación, ignorando el motivo.
 
Como el tiempo apremia y deseo salir victorioso, máxime cuando al presente desempeña esta Alcaldía mi sobrino José Mª Díaz, le ruego se tome la molestia de visitar cuanto antes al repetido Conde afín de conseguir mande a sus apoderados doña Alvarina Peláez y don Ángel Rodríguez que nos apoyen, ordenando además al último se ponga a mi disposición, como lo verificó en las elecciones de marzo, o a la de mi dicho sobrino, para recomendar a los renteros que voten los candidatos que les indiquemos.
 
Y pidiéndole mil perdones por tanta molestia, tengo el gusto de reiterarme de usted con la más distinguida consideración”.

Manifiesto al “Distrito electoral de Cangas del Narcea” firmado por José Mª Díaz López “Penedela”, enero de 1931.

Penedela fue cesado como alcalde en 1923, tras descubrir una comisión de investigación unas “irregularidades” en el Ayuntamiento de Cangas del Narcea. Esta comisión, establecida por el Directorio Militar encabezado por el general Miguel Primo de Rivera, revisó las cuentas de muchos ayuntamientos asturianos. Penedela  y varios concejales fueron incluso encarcelados durante unos días en diciembre de aquel año. Sin embargo, esto no acabó con su vida política. En marzo de 1925  formó parte de una comisión del concejo de Cangas del Narcea, encabezada por el alcalde Porfirio Ordás, que se reunió en Tineo para tratar sobre la construcción del ferrocarril Pravia-Cangas-Villablino, donde él figura como “ex alcalde”, y poco tiempo después fue nombrado diputado provincial. Como representante de la Diputación asiste a la inauguración de la Feria de Muestras de Gijón en agosto de 1927 y al entierro del empresario José Tartiere en ese mismo año. Por último, en las famosas elecciones municipales del 14 de abril de 1931, que trajeron la Segunda Republica, salió elegido concejal por la candidatura republicana. Unos meses más tarde su cuñado Mario de Llano González ocupará la alcaldía de Cangas del Narcea.

La política de Penedela con respecto a Cangas del Narcea puede resumirse en una sola palabra, muy manida en aquellos años: modernización. En la sesión del 23 de octubre de 1913, en la que ocupó por primera vez la alcaldía, señaló sus tres prioridades: el “fomento y desarrollo de la enseñanza”; “los caminos vecinales que tantos beneficios reportan a los pueblos” y la “rigurosa administración de los intereses del concejo”. A estas habría que sumar su interés por la higiene y la salud pública.

La consulta de los libros de actas de las sesiones municipales que presidió Penedela muestran un número considerable de acuerdos sobre la creación de escuelas, construcción de edificios, contratación de maestros y compra de material escolar, así mismo aparecen muchos acuerdos relacionados con caminos, “puentes económicos” y fuentes.

En cuanto a las medidas en favor de la higiene, hay que resaltar que el higienismo estuvo muy en boga en aquel tiempo debido a la insalubridad general y a las frecuentes epidemias causadas por la suciedad de las calles, aguas contaminadas, etc. El ideario de Penedela en este sentido esta recogido en un bando que escribió en julio de 1916 como preámbulo a la edición de las Ordenanzas Municipales de 1898:

HAGO SABER: Que la misión de esta Alcaldía no queda cumplida preocupándose solamente de la seguridad de los vecinos, la instrucción de los niños, el socorro de los pobres, la administración de los fondos del concejo y las relaciones con los que nos son administrados; hay algo que hasta ahora se hallaba descuidado en Cangas y es sin embargo lo más importante para una colectividad, pues nos referimos a la higiene, asunto que preocupó en todas las épocas a los pueblos que, por su superioridad, merecieron gobernar a los demás.

Según Penedela “es imposible una prosperidad económica duradera en un pueblo donde, por descuido de la higiene, abundan los tísicos y enfermos”.

Sigue Penedela:

Hace pocos años, cuando la noción de libertad había llegado con claridad a la mente de privilegiadas personas, confundiendo el vulgo el significado de esa santa palabra con el egoísmo, podría parecer a los pseudos liberales que se atentaba a la libertad, imponiendo por la fuerza la higiene; pero, afortunadamente, hoy creo que no habrá ni un solo cangués para quien no sea evidente que la libertad de cada uno termina donde empieza la del prójimo.[…]
 
En una villa de la importancia de la nuestra, no puede ya prescindirse de algunos detalles de ornato, que son cosa corriente para otras muy inferiores en otros aspectos. No pido lujos ni sibaritismos; pero tampoco puedo seguir consintiendo que el transeúnte se vea insoportablemente molestado por los imponentes chorros de agua lanzados por los canalones rotos, […]. El blanqueo de las fachadas, que es barato, es otra imposición que se verá en la necesidad de adoptar la Alcaldía, porque si un individuo con la cara sucia es rechazado por los demás, una casa de la villa debe mostrarse también con el aspecto agradable de la limpieza.
 
La cultura de un pueblo se revela al forastero en una multitud de detalles, que en Cangas dejan bastante que desear, y no enumeraré aquí porque son muchos y muy conocidos del público. Desde el tocino colgado en la puerta de una tienda, como si estuviese destinado a manchar la ropa de un transeúnte, hasta los perros que molestan al vecindario; lo mismo los cueros en el centro de la población, donde despiden nauseabundo olor, que los diferentes trastos que obstruyen la calle, todo indica un abandono que no debe continuar, porque en la vida de un pueblo a la moderna, juegan principal estos detalles que significan privilegios de unos pocos, en perjuicio de la colectividad.

Según Penedela, en las Ordenanzas Municipales de 1898 “están admirablemente resueltos los problemas enunciados y muchos otros inseparables de la vida social”. Por eso promovió su difusión, con la advertencia a los cangueses de que va a exigir su “exacto cumplimiento”, y que si es necesario impondrá correctivos, aunque él cree que no serán necesarios:

Sería el primero en deplorarlo; pero, así como un padre que entiende su sagrado papel, castiga con mano dura a los hijos que lo necesitan, para que lleguen a ser honrados y útiles ciudadanos, estoy yo resuelto a emplear los medios de que la Alcaldía dispone, a fin de que se cumplan las Ordenanzas municipales, pues lo creo indispensable, si Cangas ha de llegar a ser pronto una villa sana, agradable y culta.

De su etapa como alcalde, se sentía muy orgulloso de haber propiciado y llevado a cabo la construcción de tres obras, que tienen mucho que ver con la higiene: el matadero, el lavadero y, sobre todo, la traída de agua.

El matadero se terminó de construir en el mes de mayo de 1916 en el lugar llamado la Cuadra de las Mulas, situado a la salida de la villa en dirección a Rengos. El autor del proyecto fue Alfredo Flórez González, que lo hizo gratuitamente.

El lavadero se inauguró en 1914 y estaba junto al puente de Ambasaguas, estaba en el solar de los Molinos Viejos. Lo sufragó íntegramente el mencionado Alfredo Flórez González, que lo donó al Ayuntamiento. El agua, que corría sin interrupción en el lavadero, la cedía el mismo Penedela, y procedía de la presa de un molino que tenía en las proximidades.

Por último, la instalación de la traída de agua corriente fue la gran obra de Penedela. No era para menos porque este servicio supuso un cambio radical en la higiene y en el modo de vida de los cangueses (sobre todo de las canguesas que eran las encargadas de acarrear el agua de las fuentes). En la sesión municipal del 18 de septiembre de 1914 se tomó el acuerdo de hacer esta obra por “la imperiosa necesidad de dotar a la villa de agua potable, por ser muy escasa y de malas condiciones la que hoy existe, como se demostró durante la última epidemia de tifoideas, pues habiendo cincuenta y cuatro casos de dicha enfermedad en esta villa, tan pronto se clausuró la fuente pública no se registró ningún nuevo caso”  El “Proyecto de abastecimiento de aguas para la villa de Cangas de Tineo”  se redactó en 1916 y la obra concluyó en 1919. La villa empezaba su modernización.

Si, por un lado, estas fueron sus obras más apreciadas, por otro, sus mayores fracasos fueron el no haber construido un cementerio municipal y las infructuosas gestiones llevadas a cabo para la construcción del ferrocarril Pravia-Cangas del Narcea-Villablino.

El cementerio de la villa era una necesidad desde hacía mucho tiempo. El viejo cementerio parroquial, situado detrás de la iglesia, era muy pequeño para una villa que había crecido mucho en el siglo XIX. En 1903 se describía así su estado en el periódico La Verdad (Cangas de Tineo, 14 de febrero de 1903):

“Cangas, la misma capital del concejo, tiene en vez de cementerio un inmundo pudridero donde se hacinan los cadáveres, donde se exhuman varios cada vez que se inhuma uno, donde ruedan los huesos humanos y los restos de ataúdes y mortajas; y esta macábrica perspectiva la observamos todos a diario cuantas veces penetramos en aquel reducidísimo y mal acondicionado, y peor cuidado y administrado recinto, para acompañar a la última morada los restos mortales de una persona querida”.

Las gestiones para hacer un nuevo cementerio comenzaron en 1912. El terreno elegido estaba en Barañán, encima del barrio de El Corral. Durante la alcaldía de Penedela se encargaron dos proyectos para este lugar, uno llegó a aprobarse en 1918, pero debido a las opiniones divididas con respecto a su emplazamiento se decidió buscar otro sitio más adecuado. El cementerio municipal se construirá en 1927 en Arayón, tres años después de cesar Penedela como alcalde.

Sin embargo, el gran fracaso del Penedela político fue que el ferrocarril Pravia-Cangas-Villablino no llegase a construirse. Esta línea fue una de las mayores aspiraciones de los vecinos del suroeste de Asturias, que consideraban que era un medio imprescindible para la explotación de las riquezas naturales y la modernización del país. Los políticos estuvieron jugando con esta aspiración desde finales del siglo XIX y periódicamente, sobre todo cada vez que había elecciones a diputados a Cortes, se anunciaba la inminente concesión de las obras, pero al poco tiempo todo quedaba en nada. Penedela participó en reuniones, comisiones y asambleas convocadas para tratar este asunto, y estoy seguro de que su interés era sincero, porque el ferrocarril en ese tiempo era sinónimo de modernización y progreso, pero fue algo que no pudo conseguir.

Penedela, empresario

En este ámbito es sorprendente la variedad de negocios con los que corrió Penedela, en cierta medida impulsado también por ese afán innovador y modernizador de la sociedad. Invirtió en la compraventa de  tierras, en industrias, en el establecimiento de un comercio, en la construcción de carreteras, etc.

La elaboración de vino es el primer negocio en el que sabemos que participó y en el que se mantendrá hasta el final de sus días. Esta dedicación al vino es comprensible, porque este producto va a ser, hasta la Guerra Civil y junto a la industria maderera, la actividad económica más rentable del concejo de Cangas del Narcea.  En 1901, Penedela aparece formando parte de la sociedad Flórez, Llano y Díaz, que compra las bodegas y todos los viñedos (21 hectáreas) que habían pertenecido a Anselmo González del Valle, y funda las “Bodegas Canguesas”, cuya principal marca de vino será “Príncipe de Asturias”. La sociedad se mantendrá en manos de Penedela y la familia Flórez hasta los años treinta. En el diario La Prensa, de Gijón, aparecerá la noticia de su muerte el 17 de abril de 1934 con el titular siguiente: “Se suicida un cosechero de vinos”.

La segunda actividad que le conocemos es como agente de seguros de la compañía El Alba. Como tal aparece en la Guía Comercial de Asturias de 1903. En este año también ocupaba el cargo de contador-cajero de la Sociedad General de Explotaciones Forestales y Mineras “Bosna Asturiana”, constituida con capital asturiano, vasco y francés para explotar minas y montes en la cuenca alta del río Narcea y sobre todo extraer madera de Muniellos. Durante este tiempo participó en la publicación de un periódico local, La Verdad, dirigido por Manuel Flórez de Uría. Su papel en este periódico lo contará unos años después el mismo Flórez de Uría en El Distrito Cangués, 24 de febrero de 1914:

[En 1903] suspendí “La Verdad” de Cangas y cree “La Verdad” de Oviedo, en cuyo primer número aparezco yo como Director y Jefe de Redacción y como Redactor y Administrador D. José Mª Díaz y López, el actual alcalde, pero de quien me cumple hacer constar que no tuvo arte ni parte, ni remota ni próxima, en el periódico, pues su nombre puesto en la portada fue solo un acto de buena amistad y deferencia hacia mi, como contador-cajero que era de la sociedad “Bosna Asturiana”, de la que yo era apoderado, entidad financiera a quien podía ser muy útil tener a su devoción, para fines puramente industriales, el periódico único de la localidad”.

Hoja de publicidad para la apertura del comercio El Siglo XX, Cangas del Narcea, hacia 1905.

Poco tiempo después Penedela abrió un comercio de ropa, paquetería, armas, etc., negocio que fue muy frecuente en muchos emigrantes retornados, que habían trabajado en América en este ramo y venían de allí con ideas nuevas. Su nombre ya es expresivo de los nuevos tiempos: El Siglo XX. Estaba en la calle Mayor y será uno de los primeros establecimientos modernos de la villa de Cangas. En el se vendían las “últimas novedades” en tejidos y calzado, y muchos de los nuevos productos que se estaban expandiendo desde las villas al medio rural a través de estos comercios: loza y cristal, armas, camas de hierro, trajes, sombreros, alfombras, mantillas, etc. El comercio El Siglo XX lo traspasa en 1918 o 1919 a Vicente Oliveros, que trabajaba en él como dependiente y que se casa en enero de 1918 con su sobrina política Concha de Llano. Penedela y su mujer serán los padrinos de boda de este matrimonio y también de su primer hijo, que llevará el nombre del padrino: José María.

Otra de las inversiones de Penedela fue la compra de amplias posesiones pertenecientes a las viejas familias rentistas canguesas, como los Yebra Pimentel y los Velarde, que ya no residían en Cangas y tenían la administración de sus propiedades casi abandonada. Las fincas que adquiría las vendía después a sus llevadores, que eran campesinos del concejo, sacando con esta operación un pingüe beneficio. Con frecuencia, para estas operaciones se juntaban varios capitalistas. En diciembre de 1922 escribe Borí en El Progreso de Asturias (La Habana, 20 de enero de 1923):

“La antigua casa de Velarde ha vendido todo lo que en este concejo tenía. Fueron compradores el banquero cangués don José Álvarez Menéndez y los señores don José María Díaz López y don Antonio Jiménez. El precio de compra fue de medio millón de pesetas”.

El último comprador era el procurador Antonio Jiménez Valcárcel, que estaba casado con una hermana de la mujer de Penedela; él se quedará con el palacio de los Velarde, situado en la calle Mayor, a la altura de la plazuela de Riego. El propio Penedela vivirá también en un palacio, el de los Omaña, en la plaza Mayor, que se lo había comprado a Anselmo González del Valle. Esta casa la reformó considerablemente en 1923: abrió en la fachada principal varias puertas y ventanas, y construyó un mirador, todo ello dentro de un estilo historicista.

Recibo de “Hidroeléctrica del Luiña” con la firma de su propietario José Mª López Díaz “Penedela”, 1925.

Penedela también adquirió el viejo molino que estaba situado junto al puente de Ambasaguas, que había sido propiedad de la casa de Omaña y que él debió de comprar al mencionado González del Valle. En 1924,  aprovechando su presa y canal, construyó junto a este molino una central hidroeléctrica, denominada “Hidro Eléctrica del Luiña”, cuya energía vendía en la villa y pueblos próximos, y además instaló una fábrica de harina y otra de madreñas, movidas ambas con máquinas eléctricas. La electricidad había llegado a la villa de Cangas en 1899, con una hidroeléctrica situada junto a Arayón. En la primera mitad de los años veinte se levantaron en el concejo tres más, que en 1925 ya estaban funcionando: una en Villacibrán (“Hidroeléctra de Villacibrán”), otra en Cibea y la de Penedela en Cangas.

Pero los negocios de Penedela todavía abarcaban mucho más: en 1914 su comercio de El Siglo XX era también la administración de los automóviles de línea que hacían el servicio diario de Cangas a Grado, y en 1918 sabemos que era el contratista de la construcción del segundo tramo de la carretera de Navelgas (Tineo) a Pola de Allande.

Hasta los años treinta Penedela vivió años de fortuna. El 28 de marzo de 1925 puede leerse en el diario La Prensa:

“En su magnífico automóvil ha regresado de La Coruña [a Cangas de Tineo], donde pasó el día de su fiesta onomástica en compañía de su familia, el rico propietario y exalcalde de esta villa José María Díaz Penedela”.

Pero en los años treinta comenzó a apagarse su buena estrella. En estos años tuvo que deshacerse de muchas de sus propiedades: el molino, la central hidroeléctrica y el palacio de los Omaña que vende en 1932. Siempre escuché en mi casa que Penedela había muerto arruinado por culpa de la política, que su desmedida afición hacía ella le había hecho perder todo lo que tenía. En realidad, no sé qué le pudo pasar, no tengo datos para afirmar nada y lo que pueda decir en estos momentos son suposiciones. No obstante, es muy probable que, al igual que les sucedió a otros muchos empresarios en todo el mundo, el crack de octubre de 1929 y la enorme crisis económica que trajo consigo, afectase considerablemente a este hombre hasta el punto de arruinarlo y llevarle al suicidio. A la ruina económica habría que sumar unas circunstancias familiares adversas,  que abocaron a Penedela a este trágico final.

Anuncio del comercio El Siglo XX en El Distrito Cangués, 1915.

Ocho años antes de su muerte, el 16 de julio de 1926, cuando todavía le sonreía la suerte, se publicaron en el diario La Prensa, de Gijón, dos páginas completas dedicadas a las fiestas del Carmen y a la villa de Cangas del Narcea. En ellas aparecen varios anuncios y también unas elogiosas reseñas de comerciantes y hosteleros, que con toda seguridad fueron pagadas por sus protagonistas. Una de estas reseñas encomiásticas está dedicada a “Don José María Díaz Penedela”. Es probable que la escribiese él mismo o que la hubiese escrito otra persona con la información que él le proporcionó, en todo caso es la imagen que él quiso dejar de sí mismo. Con ella vamos a terminar esta breve biografía.

Don José María Díaz Penedela

Es Cangas de Tineo uno de los pueblos que van siempre en pos del progreso, y naturalmente, en Cangas no podrían faltar hombres notorios, pues son bastante conocidos los naturales de la localidad que han sabido poner sus nombres muy alto.

Queremos ocuparnos en esta ocasión de don José María Díaz Penedela, que durante su actuación como Alcalde de Cangas de Tineo, cargo que ocupó durante nueve años, demostró excepcionales condiciones, pues a él se debe la traída de aguas, uno de los orgullos legítimos del pueblo, así como también la construcción del Matadero y en parte la del Lavadero.

Una vez retirado de sus funciones como representante del pueblo y persona que no sabe estar inactiva, ha fundado una Central de luz y fuerza con la cual ha hecho que el pueblo goce de excelente servicio en este aspecto, pues hizo de esta Fábrica una de las más modernas, pudiendo en todo momento servir, tanto luz como fuerza, a cualquier punto del concejo.

Tiene también, y montada a la perfección, una fábrica de almadreñas, movida por electricidad, con sus transmisiones subterráneas, y a cuyo frente se encuentran competentísimos operarios, siendo una de las preferidas en Cangas de Tineo y pueblos limítrofes y cuya fama ha transcendido al resto de Asturias, siendo buena prueba de ello los numerosos pedidos que a diario recibe.

Así mismo y al lado de la Central Eléctrica ha hecho la instalación de una fábrica para la molturación de granos que montada con arreglo a los últimos adelantos, y movida por electricidad, puede moler en cualquier momento, 50 y 60 sacos de trigo por día.

Otro importantísimo negocio del señor Penedela lo constituyen las Bodegas Canguesas en sociedad con don Roberto Flórez, siendo muy conocida su marca «Príncipe de Asturias», debido a ser como muy bien dicen sus etiquetas, «únicas bodegas en la zona asturiana que por la clase especial de sus viñedos y la buena y esmerada elaboración de sus vinos, puede competir con cualquiera de las regiones vitícolas de España y del extranjero, según se demuestra con los premios obtenidos en diversos países», y esto lo demuestra el que no solo se concreta a servir las plazas de Asturias, sino que también se extiende la exportación a plazas de España, como Madrid y Barcelona y otras muchas de América, de donde reciben continuamente pedidos.

No terminaremos de hablar del señor Díaz Penedela sin antes felicitar al pueblo de Cangas de Tineo por contar entre sus hijos con hombres entusiastas y emprendedores como el que nos ocupa.

Ignacio Álvarez Castelao (Cangas del Narcea 1910 – Oviedo 1984), arquitecto

Por Rogelio Ruiz Fernández – Doctor Arquitecto. Nueva Quintana (LNE) 30 de marzo de 2010

El arquitecto, de cuyo nacimiento se cumplen cien años, dejó en Oviedo una huella profunda de su trabajo, marcado por la innovación y la investigación de materiales

Ignacio Álvarez Castelao (Cangas del Narcea 1910 – Oviedo 1984); retrato de Nicanor Piñole

Al igual que muchos escritores son su ciudad y ésta no puede entenderse sin aquéllos, sin su complicidad (Joyce es Dublín, Leopardi Recanati, Lezama es La Habana, Cunqueiro Mondoñedo, Clarín Oviedo?) así, muchos arquitectos están maridados a un lugar. Barcelona sin Gaudí no sería igual, ni Gaudí sin su amada, Lubjana no lo sería sin Plecnik, ni Viena sin Wagner, Olbrich y su primavera sagrada. Chistopher Wren es San Pablo y también todo un Londres blanqueado. Tampoco Como, la bella ciudad italiana junto al lago, sería la misma sin Terragni, para mí su amado. Pero los escritores que fijan un tiempo con su obra permanecen encerrados en sus páginas, en nuestros anaqueles, esperando, como joven en el baile a ser sacados, a bailar una pieza; mientras que los arquitectos nos tienen presos, realizan el telón de fondo sobre el que discurren nuestras vidas, se viven a diario sus obras y se nos presentan, querámoslo o no, todos los días, tras incluso la muerte de su autor, como es el caso, como presencia cotidiana. Ya habrán descubierto a estas alturas, deberían saberlo ya, que Castelao es Oviedo y Oviedo sería menos profundo sin Castelao. Sin embargo, siendo queridos todos los citados, y con su calle y su respeto, no todos reciben el mismo cariño de su esposa. Los modernistas, clasicistas, formalistas al fin que ya he citado son adorados con embeleso, mientras que aquellos como Terragni en Como, Le Corbusier en toda Francia o nuestro Castelao, que siguieron un camino menos labrado, se quieren sí, pero con la prevención de lo nunca del todo comprendido. También Aalto, con quien mantenía relación epistolar nuestro protagonista, es así querido en su Finlandia y quizá por ello le puso a su barco el nombre «Nemo Propheta in Patria».

La figura de Ignacio Álvarez Castelao -nacido en Cangas del Narcea el 31 de marzo de 1910 y que murió en Oviedo en 1984- no es fácil de acometer, al menos tres tesis doctorales se han iniciado ya hace tiempo y hasta el momento no conozco ninguna concluida y esto es particularmente grave, por lo muy necesario que sería que a partir de su legado se realizara un estudio suficientemente profundo que garantizara la difusión nacional e internacional que merece su figura. Podemos analizarlo aquí someramente, para comprenderlo mejor, desde tres puntos de vista. En primer lugar su excepcional conocimiento constructivo y su vocación investigadora en este campo gracias a su formación ingenieril, en segundo lugar la investigación tipológica y formal en el campo de la vivienda y como colofón los grandes edificios públicos.

Su conocimiento de los materiales hizo que los utilizara siempre con nobleza, crudos, como propiciaban los brutalistas, y buscará, afianzando sus conocimientos con propuestas cada vez más audaces, las posibilidades del hormigón y el acero. Realizó dos patentes, una de forjados y otra que pueden ver en la gasolinera de la Tenderina, que es el nudo Castelao, con el que a partir de piezas muy sencillas articula una estructura espacial muy ligera que permite cubrir grandes vanos. O los grandes vuelos estructurales de hormigón que vemos en Medicina o las mismas losas que conforman las aulas, o con que sabiduría, haciendo que el elemento constructivo sea el que genere la belleza en los encofrados recuperables utilizados en el Colegio San Ignacio. En muchas ocasiones enfrenta la dureza y fuerza de materiales como el hormigón, siempre con huellas de su construcción, bruto, con la calidez de la madera en carpinterías. Otras veces lo relaciona con elementos cerámicos ladrillos o plaquetas que utiliza con destreza, generando textura con distintas tramas, con piezas de diferente cocción que generan vibración precisamente por la diferencia de sus unidades (por su calidad de única dentro de las que parecen iguales), cambiando las disposiciones de ladrillos en aulas de tal modo que al ponerlos al canto absorban el sonido en las zonas que más interesa… También los elementos modulares de hormigón que utilizó en varios edificios (Hunosa, Geológicas?) le permitían aunar dos de sus pasiones, la construcción de la que venimos hablando y la matemática que se desprende de la seriación.

La matemática subyace de tal forma en sus composiciones que a veces es el motivo del que surge la belleza y le permite alejarse de las contingencias de lo cotidiano. Sus realizaciones en el campo de la vivienda, tanto el Serrucho como el Serruchín o Alsa son edificios en los que lo trivial desaparece (¡y vuelve cuando se cierran las terrazas!). A veces en la ciudad vemos construcciones sin intención que nos permiten ir leyendo cosas prosaicas: eso es el salón, eso el tendedero, eso el cuarto de los niños? Nunca en Castelao, con él la Arquitectura brota con fuerza de una proposición previa y certera a la que van siguiendo las necesidades, tras su mando.

Transformó el antiguo convento de Santa Clara, destrozado por la guerra, en la delegación de Hacienda

Edificio conocido como «El Serrucho», proyectado por Álvarez Castelao (1956) en la calle Cervantes de Oviedo. Foto: J. Ramón Puerto

«El Serrucho» visto desde la negación que es su chaflán no es un edificio de viviendas, son un conjunto de cajas que flotan tocando planos, son seriaciones antes de que conociéramos a Judd, Geológicas es Geológicas cincuenta años antes que los Juzgados de Chipperfield de Barcelona y mucho mejor, el «nudo Castelao» lo era cuando Buckminster Fuller jugaba a lo mismo en América, y su amigo Aalto estaría encantado de firmar los edificios de los empleados de Hacienda sin duda, por cómo van girando, cómo comprenden los árboles que abrazan, que rodean, desde la simplicidad de unas galerías? Castelao, cuando nadie viajaba, nos trajo el mundo aquí.

Y qué me dicen de esos portales, que te quedas mirando desde la calle como si fueran un escaparate que te vendiera algo, pero no te lo vende, te lo da, te da un remanso contra la vulgaridad, te da la destreza infinita a la hora de combinar materiales de cogerte en el exterior y absorberte en la entrada hacia tu casa, te acompaña de la mano por esas escaleritas que te llevan al ascensor, esos gresites, mármoles? (por favor, que alguien quite la rejería pseudoforja con dorados de Santa Teresa, 20), y ya que la cito, qué me dicen de la planta de los apartamentos de Santa Teresa, qué sabiduría, qué control y saber en esas circulaciones compartidas que destierran pasillos (o en Alsa).

Convento de Santa Clara (Oviedo), adaptado en 1960 por Álvarez Castelao para Delegación de Hacienda

Pero Castelao, que estoy pintando como mítico, también fue funcionario de Hacienda, y esto le permitió, probablemente como a Kafka, desarrollar una segunda identidad, meter quizás el orden cotidiano en su vida, para que brotara más suelta su arquitectura. Por esta condición accede a la restauración de Santa Clara, actual sede de Hacienda, y allí cose el edificio herido por la guerra. Con decisión, dejando allí colgado ese balcón, que no va a ningún lado, que queda sólo como un brazo truncado, como que quiere seguir, como que quiere que se cierre el convento mutilado. Como un doctor en igual caso corta por lo sano, eso sí, poniendo su arquitectura al mismo nivel que la del pasado. Sin mimetismos, nos recuerda la guerra, el dolor inacabado. En la última restauración sobre la de don Ignacio se pierden temas importantes de la obra del maestro, la ligereza de las carpinterías iniciales, y también que este gresite que él utilizaba tiene vibración, como antes comentaba, y al utilizarse prefabricados absolutamente idénticos en todas sus piezas, o piedras muertas, el edificio, tras tanto tiempo enfermo, nos parece que se muere también. Adquiere algo que siempre esta desterrado de su obra: afectación. Lo mismo ha sucedido con Industriales en Gijón, que ya no es lo mismo, está demasiado limpio.

Facultad de Ciencias Geológicas y Biológicas en Llamaquique de Álvarez Castelao (1965)

Facultad de Ciencias Geológicas y Biológicas en Llamaquique de Álvarez Castelao (1965)

Les voy a pedir, si leyeron hasta aquí ya están dispuestos, que como ven lo que debemos a Castelao, le regalemos agradecidos en este centenario de su nacimiento un paseo hasta Llamaquique y al Cristo, y que allí vean Geológicas y Medicina, y al final, el regalo, verán, se lo volverá a hacer él a ustedes. En Geológicas y Biológicas de nuevo están las Matemáticas, contrastando el paralelogramo, platónico, o mejor cartesiano, con la espiral que remite a las caracolas y la vida en crecimiento. En este hall la dureza de los materiales contrasta con la sinuosidad y organicidad de las amebas de Suárez que recorren el suelo. Una rampa rodea este mosaico dando acceso a las distintas clases, triangulares y en crecimiento.

Facultad de Medicina de la Universidad de Oviedo, obra de Álvarez Castelao (1972)

En Medicina me gustaría destacar la lección en recorridos, las distintas escalas, como desde la ciudad, en una visión lejana, es imponente con la mole curva de las aulas en grada, con el volumen volado de hormigón que es la zona de dirección. Pero cuando te acercas, se hace amable, te crea una escala pequeña (dos metros en algunos puntos), un claustro «conventual» que aleja el edificio alto y luego el gran hall con esas escaleras piranesianas de hierro que te invitan al ascenso hacia el saber?

Quiero acabar compartiendo una inquietud con ustedes, ¿Por qué este Castelao tan universal pasaba tanto tiempo en su casina de forjados de madera de San Cucao, llena de elementos etnográficos, con una ventana que enmarcaba un hórreo de madera muy bien proporcionado? ¿Que buscaba?, ¿que destilaba de allí? Quizá buscase estos contrastes que generan la belleza en su arquitectura, quizá la escala, la ausencia de decoración, el pan pan, las cosas crudas como son, la arquitectura sin afectación. O quizá simplemente volviese así a la tierra, a los alrededores del Cangas del Narcea que le vio nacer, al refugio? a la paz sin fin que bien se ha merecido.

BIBLIOGRAFÍA

  • ALONSO PEREIRA, José Ramón, «Historia general de la arquitectura de Asturias», Ed. Colegio Oficial de Arquitectos de Asturias. Oviedo, 1996.
  • ARANCÓN, Gerardo, «Facultad de Ciencias Biológicas y Geológicas», en GARCÍA BRAÑA, AGRASAR
  • QUIROGA, «Arquitectura Moderna en Asturias, Galicia, Castilla y León. Ortodoxia, márgenes y transgresiones». Ed. García Braña-Agrasar Quiroga, 1998.
  • GARCÍA-POLA, Miguel, «Asturias. La épica del desarrollo», en la revista «Quaderns», Ed. Collegi d’Arquitectes de Catalunya. Barcelona, 1997.
  • GARCÍA TUÑÓN, Ignacio et álii, «Guía de arquitectura y urbanismo de la ciudad de Oviedo. Ed. Colegio Oficial de Arquitectos de Asturias. Oviedo, 1998.
  • NANCLARES, Fernando, «Ignacio Álvarez Castelao», en revista «Obradoiro», n.º 8. La Coruña, 1993.
  • RUIZ, Rogelio, «Faculty of Geology and Biology and Public Finances Building in Oviedo», en «Struggle for life», exposición, Sint-Lukasarchief, Bruselas, 2005.

Recuperado un cuento olvidado de Alejandro Casona

Alejandro Casona en Oviedo, 3 de junio de 1963. Fotografía de Segura. Colección del Museo del Pueblo de Asturias

En 2009 daba a conocer Antonio Fernández Insuela en un homenaje editado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y titulado En buena compañía: Estudios en honor de Luciano García Lorenzo, un cuento de Alejandro Casona (Besullo, 1903 – Madrid, 1965) inédito hasta entonces en España. En el pormenorizado estudio que lo acompaña, este profesor de la Universidad de Oviedo, muy destacado estudioso de la figura y la obra del autor de Besullo, nos pone al corriente de que el cuento está rescatado de las páginas de la revista cubana Social, por la que dejaron asomar su firma gente como Juan Marinello, Alejo Carpentier, Fernando Ortiz, Lezama Lima, Nicolás Guillén, Alfonso Hernández-Catá, Jacinto Grau, Rafael Alberti, García Lorca, Valle-Inclán, Ortega y Gasset, Pérez de Ayala y un largo etcétera de cubanos, hispanocubanos y españoles cuyo nombre destacaba entonces y que en la mayor parte de los casos aún siguen importando.

Titulado “Noche de san Juan”, el cuento, escrito en el Valle de Arán, fue publicado el 9 de septiembre de 1930, en el número XV de la revista mencionada, y en él se hacen notar su realismo y el tono crítico con el conjunto social que abusa, excluyéndolo, del más débil, así como la inclusión de algunos términos propios del asturiano (“babayo”, “bálagos”, “podre”, “mayando”); pero, sobre todo, este cuento destaca por ser en algunos puntos antecedente temático de dos importantes obras teatrales de Alejandro Casona: La dama del alba y Siete gritos en el mar (el paisaje asturiano y la noche de San Juan están presentes en la primera y el incendio en la segunda). Publicado para los lectores cangueses en la revista La Maniega, ahora el Tous pa Tous lo incluye en su Biblioteca digital:


 

NOTA del Tous pa Tous:
Por otro lado también podéis consultar en la biblioteca algunos trabajos dedicados a Alejandro Casona de Adela Palacio Gros, catedrática de Instituto de Lengua y Literatura Española que mantuvo una estrecha relación con Casona y Besullo a partir de su matrimonio en 1945 con el lingüista Lorenzo Rodríguez-Castellano, natural de este mismo pueblo.
 

 

Menendo Valledor y Ron (Tineo, 1817 – Cangas del Narcea, 1892)

Menendo Valledor y Ron (Tineo, 1817 – Cangas del Narcea, 1892)  y Faustino Meléndez de Arvás García (Cangas del Narcea, 1838  – 1917) fueron los fundadores, propietarios y redactores del primer periódico que se editó en Cangas del Narcea, El Occidente de Asturias, que comenzó a editarse en agosto de 1882 y dejó de publicarse en 1891, aunque en los últimos años estaba en manos de otras personas.

Menendo Valledor fue hasta 1889 el director del periódico. Era licenciado en Derecho y fue juez de primera instancia en Cangas del Narcea, Grandas de Salime y Valdepeñas (Ciudad Real). Se retiró de la carrera judicial y vino a vivir a Cangas del Narcea donde ejerció como abogado. Según los pocos testimonios que nos quedan sobre su vida era una persona ilustrada, de trato afable y honrada en asuntos públicos. Se decía que había abandonado la carrera judicial por negarse a dictar un fallo “con arreglo al capricho de un personaje”. Constantino Suárez Españolito escribió sobre él en Escritores y artistas asturianos y Felipe Valdés, discípulo de don Menendo en las tareas de periodista, redactó en marzo de 1892 su necrológica en el diario El Correo de Asturias, de Oviedo, del cual era corresponsal en Cangas del Narcea, que reproducimos a continuación como homenaje a este pionero del periodismo cangués.

D. MENENDO VALLEDOR Y RON

por Felipe Valdés

Ayer a la una y media de la madrugada, pasó a mejor vida este distinguido vecino de Cangas de Tineo, después de una rapidísima enfermedad, dedicada a la preparación de su alma.

Ciudadano de honradez acrisolada en los actos de su vida civil, hombre de clara inteligencia y de no poco estudio, el Sr. Valledor alcanzó en esta localidad un puesto respetable que solo debe a sus propios meritos que le hicieron figurar entre los hijos predilectos de esta villa, que le debiera haber adoptado como tal.

Nacido en Tineo en el año 1817, hallábase unido a nosotros por vínculos de fraternidad, que estrechó más y más cuando estableció en Cangas su bufete de abogado. Correspondiendo a su ilustración, han ido a su despacho muchos de los habitantes del concejo y acatando sus meditados acuerdos, aproximó en diferentes ocasiones los derechos de los litigantes, huyendo de toda cuestión contenciosa, siempre que había motivo de avenencia.

Tan excelente prenda de virtud en un letrado, bastará para demostrar que el Sr. Valledor y Ron era de excepcional formalidad y enemigo de toda pendencia. En múltiples ocasiones dio pruebas de la grandeza de su corazón, interesándose por el bienestar de sus vecinos, sin buscar con ello la popularidad.

Y hasta tal punto llevó su escrupulosidad en este asunto, que jamás solicitó un puesto en política, alegando títulos justificados. Si alguna vez su ilustrado concurso fue solicitado en este Ilmo. Ayuntamiento, él, enemigo de toda ilegalidad, permanecía indiferente, sin interesar voto alguno.

En la Universidad de Oviedo cursó en la facultad de Derecho, habiendo demostrado vocación y talento para esta profesión, y luego que hubo cumplido la mayor edad, fue nombrado promotor fiscal de este término, de donde pasó a ser juez de 1ª instancia, ocupando después el de Grandas de Salime, hasta que ascendido al de Valdepeñas [Ciudad Real] y después de desempeñar este cargo un año, pidió la cesantía fundado en motivos de salud, para dedicarse en esta villa por entero al ejercicio de la abogacía.

Al lado del Excmo. Sr. Conde de Toreno figuró como conservador en esta localidad, habiendo sido elegido concejal en el cuatrienio de 1877 a 1881, cuando figuraban en este ayuntamiento personas tan ilustres como D. Nicolás Suárez Cantón, que había desempeñado la subsecretaría de Gobernación, y el Excmo. Sr. D. Marcelino R. Arango, regente que fue de la audiencia de Barcelona, y otros varios abogados y personas distinguidas.

En los últimos años de su vida, cansado de la sedentaria vida del bufete, pero sin haber perdido nada en su inteligencia ni de su ilustración, dióse el Sr. Valledor de baja en la matricula de abogado, para dedicarse a la vida agitada y febril de periodista, fundando en compañía del ilustrado secretario del Ilmo. Ayuntamiento, El Occidente de Asturias, consagrado a la defensa de los intereses morales y materiales de esta zona.

En esta etapa de su vida, que él consideraba como la más gloriosa, su biografía corre unida a la de su digno compañero el Sr. D. Faustino M. de Arvás, que secundó en sus valientes campañas, sosteniendo contra viento y marea una publicación cuyo vacío hoy se siente cada vez más.

En las columnas de El Occidente dio ancho campo a sus ideas, y difundió sus conocimientos publicando artículos literarios, científicos y algunos políticos, que merecían plácemes por la sensatez y cordura en que estaban inspirados, y una vez más probó el amor que tenía a Cangas de Tineo, en las muchas campañas, en que fue como verdadero atalaya de sus más sagrados intereses.

Era en aquel tiempo el periodismo tan desconocida en aquella villa, por lo que los fundadores de El Occidente han tenido que vencer muchos obstáculos ante los que hubieran desmayado, si no hubiesen tenido una fe ciega en su empresa, y cabiéndoles la no poca gloria de ser la primera publicación en esta extensa zona, que despertó a muchos pueblos a la vida pública.

En las columnas de dicha publicación, acogió D. Menendo al joven que daba sus primeros pasos en el periodismo, y sin desmayar a nadie en sus propósitos, era cariñoso maestro a quien muchos somos hoy deudores de no pocas enseñanzas.

Yo, el más humilde de los que han exhibido su firma en las columnas de El Occidente, llevo aún en mis trabajos sustancia de sus lecciones y en mi corazón recuerdo eterno de gratitud.

El entierro se ha verificado hoy a las diez de la mañana con numeroso acompañamiento.

De acuerdo con su disposición testamentaria, el Sr. Valledor fue conducido a la última morada en modesto féretro y depositado su cadáver en tierra. Al funeral, como a la conducción de sus restos mortales, asistió la mayor parte de la villa y algunos PP. De San Juan Bautista de Corias, además de los sacerdotes que figuraban en el cortejo.

Era el Sr. Valledor caballero de la Cruz de Carlos III, y pertenecía a algunas sociedades y academias.

En este triste trance sirva de consuelo a su distinguida familia el considerar que somos muchos los que de todas veras nos asociamos a su dolor, pidiendo a Dios recoja en su seno el alma de nuestro buen amigo.

(El Correo de Asturias, nº 622, Oviedo, 17 de marzo de 1892)

 

“El Occidente de Asturias” (1885 y 1886) en la web del Tous pa Tous

Desde hoy pueden consultarse en la Biblioteca Canguesa del Tous pa Tous los ejemplares del periódico El Occidente de Asturias que van desde el número 252 (de 20 de enero de 1885) al número 409 (de 27 de julio de 1886). Estos ejemplares se suman a los que ya teníamos de 1882 y 1883. Lamentablemente no conocemos más colecciones de este periódico que se publicó en Cangas del Narcea desde 1882 a  finales de 1891, es decir, que desconocemos cientos de números de esta publicación que como puede apreciarse ofrece una información muy relevante de la vida de nuestro concejo en esos años.

El Occidente de Asturias comenzó a publicarse en agosto de 1882 y fue el primer periódico que se editó en Cangas del Narcea. Sobre él ya hemos escrito una noticia. Fue fundado por Faustino Meléndez de Arvás García (Cangas del Narcea, 1838  – 1917), secretario del Ayuntamiento de Cangas del Narcea, y Menendo Valledor y Ron (Tineo, 1817 – Cangas del Narcea, 1892), que eran sus propietarios y redactores. Dejó de publicarse en 1891, aunque en los últimos años estaba en manos de otras personas.

Hasta 1889 el director del periódico fue el mencionado Menendo Valledor y Ron, que había sido juez de primera instancia en Cangas del Narcea, Grandas de Salime y Valdepeñas (Ciudad Real). Se retiró de la carrera judicial y vino a vivir a Cangas del Narcea donde ejerció como abogado. Según los pocos testimonios que nos quedan sobre su vida era una persona ilustrada, de trato afable y honrada en asuntos públicos. Se decía que había abandonado la carrera judicial por negarse a dictar un fallo “con arreglo al capricho de un personaje”. Constantino Suárez Españolito escribió sobre él en Escritores y artistas asturianos y Felipe Valdés, discípulo de don Menendo en las tareas de periodista, redactó en marzo de 1892 su necrológica en el diario El Correo de Asturias, de Oviedo, del cual era corresponsal en Cangas del Narcea, que reproducimos aquí como homenaje a este pionero del periodismo cangués.

La digitalización de los números de 1885 y 1886 de El Occidente de Asturias ha sido patrocinada por Gasolineras FLÓREZ SIERRA, S. L. de Cangas del Narcea.

Cangas del Narcea en la obra “Asturias”, 1897-1901

Barrio y puente de Ambasaguas o Entrambasaguas, en la desembocadura del río Luiña con el Narcea, en Cangas del Narcea, 1897

En la Biblioteca digital del Tous pa Tous pueden consultarse las tres monografías relacionadas con el concejo de Cangas del Narcea que se publicaron entre 1897 y 1901 en la obra Asturias: Su historia y monumentos. Bellezas y recuerdos. Costumbres y tradiciones. El bable. Asturianos ilustres. Agricultura e industria. Estadística. Los promotores y directores de esta obra fueron Octavio Bellmunt, médico y dueño de una empresa de artes gráficas en Gijón, y Fermín Canella, profesor, rector de la Universidad de Oviedo y prestigioso estudioso de Asturias. Los dos se juntaron para llevar a cabo esta “aventura editorial”, como la definió Francisco Crabiffosse, en el que participaron muchas personalidades y que “fue la más importante empresa editorial llevada a cabo en la región hasta aquel momento”. La obra incluía muchas fotografías y sobre todo unas láminas de gran calidad, realizadas con una técnica de reproducción nueva en aquella época: la fototipia. Asturias se publicaba por entregas, que comenzaron a salir a la calle en diciembre de 1894 y terminaron en 1901. La obra completa son tres voluminosos tomos.

Dibujo de unas castañuelas de Cangas del Narcea enviado por Ambrosio Rodríguez para ilustrar la obra

En lo que respecta a Cangas del Narcea, colaboraron Faustino Meléndez de Arvás, que escribió la monografía dedicada al concejo de Cangas; Fray Justo Cuervo Arango que hizo la del monasterio de San Juan Bautista de Corias y José Rodríguez Riesco que redactó la del concejo de Leitariegos, que hasta 1931 fue independiente del de Cangas del Narcea. Estas tres monografías son las que se han incorporada a nuestra Biblioteca digital.

Otro colaborador cangués de esta obra fue el médico Ambrosio Rodríguez Rodríguez (1852-1927), natural de La Torre, Sorrodiles, parroquia de Cibea, que en aquellos años residía en Gijón. Ambrosio Rodríguez aportó fotografías de campesinos asturianos, y dibujos de castañuelas y madreñas del concejo de Cangas del Narcea, que aparecieron publicados en un capítulo firmado por Bellmunt y Canella sobre “Usos y costumbres asturianas”. En este mismo capítulo aparece una lámina en la que se reproduce el cuadro de Luis Álvarez Catalá: “Una boda de aldea”, que representa un cortejo nupcial en el pueblo de Monesteriu d’Ermu a fines del siglo XIX.


Los nombres de las casas

Trascastro de la parroquia de Leitariegos y, Arbas y Vegameoro de la parroquia de San Julián de Arbas

Oviedo, diciembre 2009

En Asturias, especialmente en el medio rural, las casas tienen un nombre o apodo. El origen del mismo es difícil de determinar. Existen algunas posibles razones de ello, tal como la ubicación en el espacio del pueblo y, más frecuentemente, determinadas características de alguno de sus miembros, generalmente ya desaparecidos: oficio, procedencia, algún rasgo físico, su propio nombre o alguna otra circunstancia destacable.

El apodo de la casa operaba en el ámbito del pueblo, de la parroquia y de la zona o del valle. Es decir, en el marco de lo que se podría denominar una vecindad amplia y que se comunicaba por medio de la palabra. Más allá de estos límites, donde hacía acto de presencia la “sociedad otra” y el medio de comunicación era a través de los papeles oficiales –recibo de pago de impuestos y otros documentos oficiales, correspondencia, etc.-, el nombre o apodo de la casa ya no aparecía, y sí el de sus moradores con su nombre de pila y sus apellidos.

Hórreo de casa Anxelo en Sigueiru/Sieiru, Cangas del Narcea

El nombre de la casa representaba los dos grandes ejes de la misma: la casería (con sus tierras, prados, ganado) y la familia. Los individuos eran identificados y hasta catalogados, desde la cuna hasta la tumba, por su pertenencia a tal o a cual casa. Hasta tal punto era esto cierto que resultaba poco menos que imposible liberarse o borrar la marca que la casa grababa, generación tras generación,  sobre cada uno de sus miembros. Cuando llegaba alguien de afuera a la casa, principalmente a través del matrimonio, debía “morir” a su casa de procedencia y “nacer” en su nueva morada, un proceso que duraba muchos años, y hasta que no lo lograba era un miembro marginal o en estado liminar.

En síntesis, los individuos estaban “casificados”, y el que no tenía casa “no existía”, no tenía identidad ni vecindad. Con el proceso de cambio de la sociedad tradicional las casas siguen conservando su viejo nombre, pero el individuo existe y se conoce por sus cualidades y se le identifica mediante su nombre de pila y sus apellidos. Es decir, tiene la identidad que él se construye.

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Enlace: Casas del concejo de Cangas del Narcea

150 años de dominicos en Corias

Monasterio de San Juan Bautista de Courias / Corias (Cangas del Narcea), hacia 1915

El 10 de noviembre de 1860 llegaron los dominicos al monasterio de Corias, y este año de 2010 se celebra el 150 aniversario de este acontecimiento, que sin duda fue muy importante para nuestro concejo.

El monasterio de San Juan Bautista, fundado en 1032, fue desamortizado en 1836 y los monjes benedictinos fueron exclaustrados. El edificio permaneció deshabitado hasta la llegada de los dominicos en 1860. En Corias comenzó la restauración de la Provincia Dominicana de España y muchos de los dominicos que se formaron aquí fueron de misioneros a Asia y América. El convento de Corias pasó por varias etapas: Estudio General de la Orden hasta los años treinta del siglo XX en que pasó a Salamanca; Escuela Apostólica de la Provincia de España, que se trasladó en 1957 a la Virgen del Camino y a partir de esa fecha se convirtió en Instituto Laboral, gracias al cual estudiaron muchos cangueses y asturianos enseñanza media y profesional. Desde el cierre del Instituto Laboral en 1981, Corias quedó reducido a una pequeña comunidad de dominicos, cuyo fin en estas últimas décadas ha sido atender algunas parroquias rurales del concejo de Cangas del Narcea.

Colegiales del convento de RR. PP. Dominicos de Courias / Corias, hacia 1925

Además, en los años setenta, para los jóvenes del concejo que no estudiaban allí, la visita a Corias suponía por sí misma un excelente aprendizaje. A la monumentalidad del edificio se sumaba la contemplación de varias colecciones de interés: la colección de imágenes religiosas procedentes de parroquias de concejo de Cangas del Narcea, que fueron recogidas por algunos dominicos en una época en la que se valoraban muy poco; la colección de marfiles traídos de Filipinas, y el Gabinete de Historia Natural, que no dejaba indiferente a nadie. Mención aparte merece la celda del padre Carlos Anibal Álvarez, con su colección de cerámicas precolombinas, que era sin duda otro lugar de aprendizaje en aquel convento.

Novicio del convento de RR. PP. Dominicos de Courias / Corias, con sus abuelos, hacia 1925

En 2002 comenzó la última etapa del casi milenario monasterio de Corias. En ese año fue vendido por los dominicos al Gobierno del Principado de Asturias. En la actualidad, en sus instalaciones se ha abierto el Centro de Interpretación del Parque Natural de las Fuentes del Narcea y del Ibias, y sobre todo se está construyendo un Parador Nacional. Sin duda, de otra manera, Corias seguirá siendo un centro muy relevante de la vida del concejo.

Fiesta de la Rosa que se celebraba en honor a la Virgen del Rosario en el Convento de los RR. PP. Dominicos de Courias / Corias, h. 1910

Desde aquel lejano siglo XI Corias nunca ha dejado de ser ese lugar relevante, primero con los benedictinos y después con los dominicos. La llegada de esta orden se conmemoró en 1910 y 1960 con celebraciones y publicaciones. El Tous pa Tous quiere también recordar la llegada de esta comunidad religiosa en su 150 aniversario. En los próximos días todas las fotografías que se van a incorporar al Álbum de fotografías antiguas van a estar relacionadas con Corias, con el monasterio, con los dominicos y con la vida que giraba en torno a él. En el Tous pa Tous esperamos que los antiguos alumnos, seglares y religiosos, que estudiaron en Corias nos manden algunas de sus fotografías. Además, vamos a incorporar a nuestra Biblioteca digital (Sección de Historia) dos obras sobre Corias: hoy mismo ya puede consultarse la monografía sobre el monasterio escrita por fray Justo Cuervo (Folgueras, Pravia, 1859-Salamanca, 1921) para la obra Asturias, dirigida por Octavio Bellmunt y Fermín Canella, y publicada en en 1897, y dentro de unas semanas estará disponible el libro conmemorativo del centenario de la llegada de los dominicos a Corias, que se editó en 1961, y que tiene relatos muy interesantes sobre los primeros meses del nuevo convento y recuerdos de algunos de los dominicos que estudiaron en él en ese periodo. Por último, también hemos colocado en nuestros Enlaces el blog de los Antiguos alumnos de Corias.

El escultor Manuel de Ron (Pixán, ¿1645?- Cangas del Narcea, 1732)

El escultor Manuel de Ron (Pixán, ¿1645?- Cangas del Narcea, 1732) y el impulso del estilo barroco en el concejo de Cangas del Narcea

POR PELAYO FERNÁNDEZ FERNÁNDEZ

Retablo mayor de la iglesia de San Pedro de Genestoso, atribuido a Manuel de Ron, inicios del siglo XVIII

Manuel de Ron es uno de los maestros que contribuyeron, en gran medida, a impulsar el desarrollo del estilo barroco en el suroccidente de Asturias. Aunque su actividad se centró, sobre todo, en la villa de Cangas del Narcea, la hegemonía de su taller llegó a traspasar los límites del propio concejo. De su taller salieron los retablos de las iglesias de San Juan de Navelgas, San Salvador de Naraval y del monasterio benedictino de Santa María la Real de Obona, todos en el concejo de Tineo. Él fue el maestro que se encargó en 1687 del diseño del retablo del Santuario de Nuestra Señora de El Acebo, centro de gran devoción en todo el occidente de Asturias, lo que le tuvo que acarrear cierta fama entre sus vecinos.

La existencia del escultor Manuel de Ron es conocida desde que lo cita fray Alberto Colunga en su breve Historia del santuario de Nuestra Señora de El Acebo, publicada en 1909, donde menciona su lugar de nacimiento y su única obra conocida entonces: el retablo mayor de El Acebo. En efecto, fue Colunga el primero en sacar a la luz la actividad de este modesto ensamblador, natural del pueblo de Pixán (parroquia de Limés), muy cercano a la villa de Cangas del Narcea. La siguiente aportación a la vida y obra de Manuel de Ron fue de Germán Ramallo, que en el último cuarto del siglo pasado retoma los datos de Colunga y le atribuye un conjunto de buenos retablos localizados en varias parroquias del concejo de Cangas del Narcea, como el retablo mayor de la capilla del palacio de los Valdés-Flórez en Carballo, los colaterales (los situados a ambos lados del mayor) de la iglesia del palacio de Llamas del Mouro y el retablo de Nuestra Señora del Rosario de la iglesia de San Pedro de Bimeda.

Con la biografía de Manuel de Ron que ahora expongo, realizada con algunos de los datos inéditos que han servido para el desarrollo de mi tesis doctoral sobre la retablística e imaginaría en el suroccidente de Asturias durante los siglos XVII y XVIII, pretendo demostrar que su personalidad fue más importante de lo que se creía, ya que desarrolló una intensa carrera como ensamblador (el responsable de realizar la arquitectura del retablo) y también como escultor, faceta que hasta ahora era desconocida. Además, he podido estudiar a su familia: sus antepasados, sus tres matrimonios y otras relaciones, y sus descendientes.

La realización de esta breve biografía ha sido posible gracias a un sistemático trabajo en el Archivo Histórico de Asturias, donde he consultado infinitud de protocolos notariales del distrito de Cangas del Narcea. También ha sido de vital importancia el vaciado de los Archivos Parroquiales de Cangas del Narcea y Posada de Rengos. Esto no hubiera sido posible sin la amabilidad de don Jesús Bayón Rodríguez y don Reinerio Rodríguez Fernández, párroco y vicario de Cangas del Narcea, y de don Julián de Hoyos González, párroco de Posada de Rengos.

Aunque no se ha localizado su partida de bautismo, Manuel de Ron, de oficio arquitecto y escultor, nació en el pueblo de Pixán (feligresía de Santa María de Limés) en torno a 1645, ya que en su testamento, otorgado en Cangas en 1727, se declara persona mayor de 82 años y con achaques de salud que le impiden trabajar.

La primera referencia escrita sobre Manuel de Ron data de 1684, cuando doña María Antonia de Omaña le arrienda una casa con su huerta en la calle del Mercado de la villa de Cangas del Narcea. El escultor ha de pagarle ocho ducados durante cuatro años. Ron procedía de una respetable familia. Su abuelo, Juan de Ron el Viejo (†1652), fue uno de los notarios públicos de la villa de Cangas; estuvo casado con María Fernández y tuvo cuatro hijos: Juan, Antonio, María y Catalina. Su hijo Juan de Ron contrajo matrimonio con Magdalena de Llano, de cuyo enlace nacieron tres hijos: Juan, Antonio y Manuel, y una hija: Teresa. Por lo tanto, el escultor Manuel de Ron es hijo de Juan de Ron y Magdalena de Llano.

Retablo de la Virgen de Belén de la iglesia de Santa María de Castanéu, de Manuel de Ron, 1712

De sus hermanos sabemos que en 1691 Teresa contrajo matrimonio con Manuel Cullar, vecino de El Pueblo de Rengos. Antonio fue licenciado, organista de la colegiata de Cangas del Narcea y ayudante de su hermano Manuel en su taller. A él se deben varias piezas del retablo mayor de la iglesia de San Juan Bautista de Vega de Rengos; falleció en 1704. El hermano mayor, Juan de Ron, también fue licenciado y cura de la iglesia de Santa María de Castanéu (Cangas del Narcea); murió en 1711.

Manuel de Ron contrajo matrimonio en tres ocasiones. En 1687 se casó con María Ana Sánchez de Agrela (†1699), hija del escultor Pedro Sánchez de Agrela (†1661), residente en Cangas del Narcea entre 1643 y 1661, y de Francisca de Castro, hija del escultor Juan de Castro (†1633), posiblemente natural de Mondoñedo, que entre 1626 y 1633 se asentó en la villa de Grandas de Salime para trabajar en el retablo mayor de la colegiata de San Salvador de esa misma villa. En 1704, Manuel de Ron se casó en segundas nupcias con Inés Pérez (†1715), vecina de Cangas. Su último matrimonio lo contrajo en 1716 con María Rodríguez con la que tuvo un hijo, llamado Manuel (†1776), al que dejó como único heredero de todos sus bienes.

Manuel de Ron también tuvo dos hijos fuera de sus matrimonios: Gertrudis de Ron (†1720) la tuvo con Inés Pérez, que después será su segunda esposa. En 1705 Gertrudis se casó con Felipe González, vecino de Santa Marina de Obanca, y en 1712, en segundas nupcias, con Pedro González, vecino de Bergame. El otro hijo fue Juan (†1710), que lo tuvo con Manuela Carrera. En 1704 el escultor se obligó a pagarles 100 ducados a la madre y al hijo para su manutención. En su partida de defunción se le nombra como hijo de familias. Aparte de sus esposas e hijos hemos localizado a una sobrina y a una nieta: María de Ron, hija de su hermano Antonio de Ron y Catalina García de Llano, y Antonia de Ron, su nieta (†1776), hija de Manuel de Ron el Joven.

El carácter de Manuel de Ron era extraño y un tanto violento, ya que está demostrado que propinaba malos tratamientos a las mujeres. En 1685 Inés Martínez, vecina de Trascastro, le denunció por haberle provocado ciertas heridas y hacerle malos tratamientos.

Como ya sabemos, Manuel de Ron procedía de una buena familia, pero su poder económico se incrementó por los bienes que adquirió, fruto de su intensa actividad profesional. No los enumeraré todos por ser la lista bastante amplia, pero si los más importantes para ejemplificar su situación económica. Lo que más compró durante su vida fueron viñas, motor económico de la villa de Cangas del Narcea durante la Época Moderna, ya que su principal actividad económica y mercantil giraba en torno al cultivo de la vid y el comercio del vino. Poseía las viñas de la Vega del Obispo, unos quintos de viña en frente de la parte del Reguero, otra en los formales de Obanquina y Pixán. También poseía varias casas en la calle del Puente de la villa de Cangas, en donde seguramente tuvo instalado su taller. Finalmente, tenía una casa, un hórreo y una huerta en Pixán, y su prado de Penín se suman a la amplia nómina de bienes.

Retablo mayor de la iglesia de Santa María de Limés (Cangas del Narcea), labrado por Manuel de Ron en 1705

Su labor artística comenzó en 1686 cuando ensambló los retablos colaterales de la iglesia de San Juan Bautista de Vega de Rengos, siendo un artista formado, conocedor del oficio y en plenas facultades, tras su participación en la fábrica de los retablos de Corias, donde adquirió la suficiente habilidad para trabajar por su cuenta. El retablo mayor de Corias fue realizado por Francisco González y Pedro del Valle, vecinos de Villafranca del Bierzo, en 1677. En 1687, Manuel de Ron realizó su obra más conocida entre los habitantes de Cangas: el diseño del retablo mayor del santuario de Nuestra Señora de El Acebo (que ya hemos comentado en esta misma web del Tous pa Tous). En 1695 concertó el retablo de la cofradía de Nuestra Señora del Rosario de la iglesia de San Asciclo de Piñera (desaparecido). En 1705 realizó el bello retablo de la iglesia de Santa María de Limés y en 1712 el retablo de la Virgen de Belén de la iglesia de Santa María de Castanéu. También fue el responsable de los retablos de las parroquias de San Asciclo de Piñera, San Esteban de Noceda de Rengos, San Pedro de Genestoso, San Martín de Bergame, San Juan de Larna, Santa Eulalia de Larón, San Juan de Navelgas, San Salvador de Naraval, el de la capilla del palacio de los Valdés-Flórez en Carballo, algunos del monasterio de Corias y Obona, entre otros. En todos ellos demuestra el conocimiento que adquirió de los elementos estilísticos del retablo de Corias, al utilizar el orden salomónico, las ménsulas de acanto y el gran florón en el ático.

No cabe duda que el taller de Ron tuvo gran importancia en su tiempo. En él unos cuantos jóvenes habilidosos se adentraron en el mundo de la escultura, a través del aprendizaje, para así poder desarrollar una carrera y ganarse un jornal. Entre los aprendices y oficiales de su taller estaban Antonio, vecino de Carceda, que en 1694 empieza su aprendizaje por un tiempo de nueve años. En 1696 entra a trabajar en el taller Martín, de veintidós años, vecino de Andía, parroquia de Miudes (El Franco). En 1712 esta en su taller Santiago de Lago, vecino de Monasterio, y en 1715 contrató a Juan Rodríguez. Finalmente, en 1722 entró en su taller otro Juan Rodríguez, vecino de la villa de Cangas del Narcea, al que Manuel de Ron dejó al mando de su taller tras su muerte en 1732. Que sepamos, de entre todos sus aprendices, tan sólo uno desarrolló una faceta artística: José Rodríguez, vecino del lugar de Gedrez, que en 1706 ya se titula escultor, falleciendo hacia 1745.

Aparte de los aprendices también se han localizado a algunos de sus criados, personas que hacían todas las labores que les ordenaba su amo, desde las domésticas hasta las propias del oficio. Se conoce la existencia de Gabriel Rodríguez, José Rodríguez, Antonio Fernández y Antonio de Uría, todos vecinos de la villa de Cangas del Narcea.

Retablo mayor de la capilla del palacio de los Valdés-Flórez, en Carballo, con las imágenes de San Juan Bautista, Santa María y San Francisco, obra del escultor Manuel de Ron, inicios del siglo XVIII

Hasta esta biografía tan sólo era conocida su faceta como ensamblador, aunque también profesó el oficio de escultor. Si como ensamblador era bastante aceptable, sus tallas no van a gozar de una gran calidad, siendo tan sólo un mero acompañante de sus retablos. Destacan las imágenes de San Juan Bautista, San Francisco y Santa María del retablo mayor del palacio de los Valdés-Flórez de Carballo; el grupo de La Sagrada Familia de la iglesia de Larna, uno de los pocos ejemplos de esta temática en el concejo de Cangas del Narcea; la imagen de San Juan Bautista de la iglesia de San Salvador de Naraval (Tineo) y La Virgen de Belén del retablo de Santa María de Castanéu. Su estilo se caracteriza por una cierta rigidez en la captación del movimiento y una mínima expresión, que es más gestual que espiritual.

Manuel de Ron falleció en la villa de Cangas del Narcea el 10 de enero 1732. Su partida de defunción aparece en el Libro de Difuntos de la parroquia de Santa María Magdalena:

«En diez de enero de mill setecientos y treinta y dos años di sepultura eclesiástica al cadaber de Manuel de Ron, vecino que fue de esta villa, reciuió los Santos Sacramentos, hizo testamento por testimonio de Pedro López, escriuano de este conzejo, no dexó obra pía, ni particular legado, enterróse en dicha yglessia parrochial de Cangas, doy fee. Joseph Antonio Díaz [rubricado]».

Con esta breve biografía he querido poner en conocimiento de los vecinos de Cangas del Narcea algunos de los aspectos sobre la vida y obra de un notable ensamblador, así como resaltar la importancia que adquirió la villa de Cangas como uno de los centros más álgidos del arte en Asturias durante los XVII y XVIII, sede de múltiples escultores desde que Pedro Sánchez de Agrela se asentó en ella hacia 1643. Contemporáneamente a Manuel de Ron desarrollará su actividad en el concejo de Cangas del Narcea, el ensamblador Antonio López de la Moneda, natural de la parroquia de San Martín de Zanfoga (O Cebreiro, Lugo), residente en Corias desde 1678. Este ensamblador llegó a formar un gran taller en Corias, donde trabajaron los escultores Pedro Rodríguez Berguño y su hijo Alonso, Manuel Flórez, fray Genaro Martínez y Gregorio Benito de Lago, entre otros. En ese mismo tiempo también estaban asentados en el concejo de Cangas otros escultores como José Rodríguez, Agustín Rodríguez, Antonio García de Agüera, Agustín de Arce, etc. Sin olvidarnos de los doradores, que eran los encargados de dar el aspecto final a las obras y dejarlas en perfección.

Primer fotógrafo de Cangas del Narcea

El fotógrafo J. Mª. Cordeiro y las primeras fotografías de Cangas del Narcea, 1875-1880

Cangas del Narcea en 1880

Vista de Cangas del Narcea desde El Cascarín, hacia 1880. Fotografía de José María Cordeiro.

Las primeras fotografías se presentaron en París en 1839 y aunque en esa misma fecha empezó su rápida expansión por todo el mundo, este invento no llegó a todas partes al mismo tiempo. En lugares apartados de las ciudades y los centros industriales, la fotografía tardó más en llegar. En Cangas del Narcea el primer fotógrafo profesional que se estableció fue Benjamín Rodríguez Membiela (Llamas del Mouro, 1875 – Corias, 1944), que abrió su estudio en Corias hacia 1905. Antes de él hubo fotógrafos ambulantes que venían de León, Oviedo, Gijón o Luarca, y cuya presencia se anunciaba en los periódicos cangueses. En julio de 1886 se publica en El Occidente de Asturias el anuncio siguiente:

“Se halla accidentalmente en el inmediato pueblo de Corias un acreditado fotógrafo, que permanecerá allí algunos días, y a donde pueden acudir las personas que deseen retratarse. Ha sacado fotografías de preciosas imágenes que existen en la iglesia de aquel convento y que vende al precio de cuatro reales una”

Hasta la fecha, el primer fotógrafo profesional y ambulante del que tenemos constancia en Cangas del Narcea es José María Cordeiro Alves, que entre 1875 y 1888 vino por nuestro concejo y otros del occidente de Asturias, haciendo retratos y tomando fotografías de paisajes, celebraciones, etc.

Primer fotógrafo de Cangas del Narcea

El fotógrafo José María Cordeiro. Colección de la familia Cordeiro

Cordeiro nació en 1835 en Escarigo, concejo de Figueira de Castelo Rodrigo (Portugal). A mediados del siglo XIX se instaló en Madrid como fotógrafo y en 1869 se traslada a León, donde establece el primer estudio fotográfico profesional de esta ciudad. Desde aquí vendrá a Cangas del Narcea como fotógrafo ambulante; el anuncio de El Occidente de Asturias posiblemente es de él. En 1893, Cordeiro deja León y se establece en Astorga, donde trabaja como fotógrafo hasta su fallecimiento en 1917. Sobre su vida y obra ha publicado el Instituto Leonés de Cultura un estudio en 2004.

Cangas del Narcea, El Acebo en 1880

Santuario de El Acebo el día de la fiesta, un 8 de septiembre, hacia 1880. Fotografía de José María Cordeiro

En Cangas del Narcea Cordeiro retrató a algunos vecinos y realizó otras fotografías de las que solo conocemos dos: una panorámica de la villa tomada desde el barrio de El Cascarín hacia 1880 y otra de El Acebo, sacada el día de su fiesta el 8 de septiembre. Son las primeras imágenes fotográficas que conocemos de estos dos lugares y hasta el momento las más antiguas que tenemos de nuestro concejo. La primera nos muestra el estado de la villa a mediados del siglo XIX, una urbe formada por poco más de tres calles: la calle Mayor, la calle La Fuente y la calle de la Iglesia; pocos años después se construirán las casas de pisos de la calle Uría y otras casas emblemáticas de fines del siglo XIX: la de don Eleuterio García y la de la familia Flórez González, que cambiarán la imagen de la villa. En cuanto a la foto de El Acebo, es un testimonio muy valioso para conocer como era el ambiente de una romería en el pasado: el campo de la fiesta, los numerosos estandartes y pendones, los puestos, los paraguas para protegerse del sol, las caballerías, etc.

Un proyecto de explotación forestal y minera de Cangas del Narcea a finales del siglo XIX

Emplazamiento y trazado del ferrocarril entre Muniellos y San Esteban de Pravia

En la Biblioteca Digital de la web del Tous pa Tous está disponible un folleto escrito en francés y publicado en París en 1900 que se titula Exploitation minière et forestière de la Haute-Narcea (Asturies): Rapports, es decir, “Explotación minera y forestal del Alto Narcea (Asturias): Informes”. Es una publicación muy rara que no se encuentra disponible en ninguna biblioteca pública española. El folleto contiene dos informes para explotar las minas y bosques situados en la cuenca alta del río Narcea, redactados por el ingeniero de minas J. Martelet en París en febrero de 1900 y por el inspector adjunto de montes Fatou que lo firma en Langres (departamento de Alto Marne) en noviembre de 1895. La explotación giraba sobre todo alrededor de la madera localizada en los montes de Rengos, Oubachu, La Veiga’l Tachu, Monesteriu del Coutu y, especialmente, en el monte de Muniellos. El proyecto también incluía la instalación en La Venta o Ventanueva de un horno alto de fundición que emplearía como combustible antracita y carbón vegetal.

El monte de Muniellos fue propiedad de los condes de Toreno hasta 1901 y su madera comenzó a explotarse en 1768 para el arsenal de El Ferrol. Para sacar la madera del monte se hizo una carretera hasta la villa de Cangas y desde aquí se realizaron trabajos en el río para hacerlo navegable hasta el puerto de mar de San Esteban de Pravia. En esa fecha la explotación del monte corría cargo de la Real Armada. En la segunda mitad del siglo XIX volvió a explotarse intensamente su madera, ahora por empresas privadas que a menudo eran extranjeras: la catalana Crédito Mobiliario Barcelonés, la franco belga Sociedad Minero Forestal Ferroviaria y la Sociedad General de Explotaciones Forestales y Mineras Bosna Asturiana, formada con capital francés, vasco y asturiano.

Lógicamente, estas sociedades enviaban a Cangas del Narcea técnicos a reconocer el territorio y a estudiar las maderas, los yacimientos mineros y las canteras que pudieran explotarse, y también el modo de transportar todos estos recursos. El transporte va a ser uno de los graves inconvenientes con los que se van a encontrar todas las empresas. A fines del siglo XIX la solución que se propone es el trazado de una línea de ferrocarril. En este proyecto de 1900 se considera imprescindible contar con este medio de transporte para lograr sus objetivos económicos, y en él se publica un mapa con el trazado de una línea que unía Muniellos y San Esteban de Pravia.

La publicación Exploitation minière et forestière de la Haute-Narcea (Asturies) debió ser una iniciativa de los promotores de la sociedad “Bosna Asturiana”, constituida el 25 de marzo de 1902, probablemente del banquero francés Victor Barreaux, con el fin de anunciar las posibilidades de su proyecto y atraer accionistas. La empresa comenzó la explotación en 1903 y en 1908 disminuye considerablemente el trabajo por un incendio que destruye la serrería y, sobre todo, porque uno de los objetivos del proyecto: la construcción del ferrocarril, nunca llegó a cumplirse. Más información sobre la historia de la explotación de Muniellos puede verse también nuestra Biblioteca Digital: La explotación del Monte de Muniellos (Asturias), 1766-1973.

La digitalización de este folleto ha sido patrocinada por Bufete MARIO GÓMEZ –ABOGADOS, de Cangas del Narcea.