Publicación de noticias históricas relacionadas con la historia, el arte, la literatura, etc. de Cangas del Narcea.

José Francisco Uría y Riego (Cangas del Narcea, 1819 – Alicante, 1862)

José Francisco de Uría y Riego, por José Gragera y Herboso, 1862

José Francisco de Uría y Riego (1819-1862) da nombre a la calle más comercial de Oviedo y a otras principales en Gijón, Luarca y Cangas del Narcea. Nació en el seno de de una importante familia de la nobleza rural asturiana con solar en Santa Eulalia de Cueras (Cangas del Narcea).

Partícipe del ideal ilustrado del desarrollo económico como medio para conseguir el bienestar, se interesó por implantar nuevos cultivos, por el estudio de las enfermedades de las plantas, fue miembro de la Sociedad Económica de Amigos del País de Asturias y participó en la Exposición de Productos Agrícolas de 1857 donde obtuvo medalla de bronce por “cecinas de jamones” de su tierra natal.

Como político se adscribe al liberalismo moderado y es elegido Diputado a Cortes por el distrito de Cangas de Tineo en 1857. Nombrado Director General de Obras Públicas en 3 de julio de 1858, recibió respeto y consideración por su incansable trabajo en pro de modernizar las infraestructuras del Estado. Aprovecha un momento de estabilidad política, desarrollo económico e impulso de las obras públicas como fue el gobierno de O’Donnell y, sin olvidar su compromiso estatal, favoreció a Asturias y al distrito que representaba como diputado. Es el momento del ensanche de Barcelona y Madrid, de la construcción del Canal de Isabel II, del trazado de la red viaria y del ferrocarril, de los faros y los puertos.

Enfermo de tuberculosis se traslada a Alicante donde fallece lejos del solar familiar. La correspondencia privada, los homenajes póstumos, además de ser entrañables reflejan el reconocimiento a su trabajo desde todas las facciones políticas, el carácter de Uría y de su época.

Texto: Mercedes Pérez Rodríguez

Mercedes Pérez, socia del Tous pa Tous, ha tenido la generosidad de realizar un extracto de su tesis doctoral, “El patrimonio de las obras públicas en Asturias a mediados del S. XIX en relación con José Francisco de Uría y Riego”, para la web del Tous pa Tous. Desde estas líneas queremos envíar a Mercedes nuestro agradecimiento. El mencionado e interesante trabajo se puede consultar a continuación:


Entrambasaguas. Papeles de un concejo, 1980-1981

Portada del nº 1 editado en la primavera de 1980

Entrambasaguas, unas hojas con pretensión de revista seria, fue creada a comienzos de 1980, época de cambios en el aire, por cinco universitarios de la villa de Cangas del Narcea con mucho entusiasmo y pocos medios. Sus intenciones e ideas de lo que tenía que ser esta empresa aparecen en la portada del número 0. No había en Cangas en aquel tiempo una imprenta apropiada para tirar un periódico de estas características y además, todos aquellos universitarios estudiaban en Oviedo, por lo que la revista se imprimía en esta ciudad.

Entrambasaguas duró año y medio y se acogía al paso de las estaciones. Fueron seis números, desde el invierno de 1980 a la primavera de 1981, que se vendían en los quioscos y tiendas colaboradoras y, sobre todo, en la calle, abordando a los paseantes, en especial los sábados y días de feria, que son jornadas en las que afluye mucha gente a la villa. Así se agotaban los mil ejemplares de su tirada, una cifra alta para una población ya en declive demográfico. En sus mismas páginas pueden verse las cifras de ventas y su vida económica.

En Entrambasguas se trataron asuntos de actualidad, que siguen despertando hoy el mismo interés que en aquel tiempo: el futuro de la minería y del campo; el vino; el urbanismo, que ya desde los 70 sufría los despropósitos y arbitrariedades de los poderes públicos; la sanidad -eran los tiempos de la inquietud popular por la creación de un hospital comarcal- y la educación. En ella se denunció vivamente el derribo de la casa de María Angustias.

También se escribía de historia local (el cambio de nombre del concejo, la Descarga, una historia de la prensa canguesa, el castro de Larón, el privilegio de Leitariegos), lengua asturiana y naturaleza. En sus páginas publicaron algunos de nuestros escritores actuales más conocidos: José Manuel Álvarez Flórez y José Avello Flórez, y en asturiano Xusé Mª Rodríguez (Chema). También colaboró Neto, sacando una tira cómica en casi todos los números.

Entrambasaguas cerró su ciclo con el nacimiento de la segunda época de la revista La Maniega, editada por la Asociación Cultural “Pintor Luis Alvarez”. Los responsables de Entrambasaguas vieron en la nueva revista su relevo y el final de su andadura.

La digitalización de esta revista ha sido patrocinada por ABOJ y está a disposición de todos vosotros en la Biblioteca Canguesa:

 icon Entrambasaguas (1980-1981)

El palacio de los Sierra en Xarceléi en 1820

Fachada principal del palacio de los Sierra, Xarceléi

En el lugar de Xarceléi, a escasos metros de la iglesia parroquial, se encuentra el palacio de los Sierra. A principios del siglo XIX su propietario era Francisco José de Sierra y Llanes, regidor perpetuo del concejo de Cangas y personaje que tuvo cierto protagonismo durante la Guerra de la Independencia: fue comandante de la Alarma de la división de La Cerezal, enfrentándose en Navia a las tropas francesas del mariscal Ney, y fue uno de los siete diputados que representaron a Asturias en las Cortes de Cádiz y que redactaron la Constitución de 1812.

Detalle del inventario de bienes del palacio de los Sierra de Xarceléi, 1820

Francisco José falleció en 1820 en Avilés, donde residía con su mujer María del Carmen Abello Fuertes de Castrillón. Su primogénito Francisco Julián, como nuevo «dueño y poseedor» de la casa de Xarceléi, encargó entonces a su administrador José Rodríguez que efectuara el «competente inventario» de todos los bienes, alhajas y efectos que había en la casa. Este documento, formalizado ante el escribano Francisco Alonso Fernández y depositado actualmente en el Archivo Histórico de Asturias, entre los protocolos notariales del distrito de Cangas, permite conocer los edificios que formaban el conjunto palaciego de Xarceléi, así como su distribución interior y los muebles y enseres que se hallaban en él en 1820.

Trasera del palacio de los Sierra donde se ven el corral, el “cuarto pajar” y la torre que se mencionan en 1820, Xarceléi

El palacio, además de la «casa principal» propiamente dicha, contaba con un «quarto pajar» dentro del corral, una panera «vastante derrotada» y tres hórreos. Además, tenía dos bodegas fuera de Xarceléi, una de ellas, con un lagar, en el pueblo de L.lanteiru, a orillas del río Narcea. El interior de la casa se organizaba en numerosas estancias, que el documento describe de manera pormenorizada: la cocina, la solana o corredor, el salón, los diferentes cuartos, la torre y la bodega, agrupando aparte las ropas y la plata.

Detalle del corral y la solana del palacio de los Sierra, Xarceléi

La cocina del palacio concentraba la mayoría de los bienes inventariados. Alrededor del fuego había un «escaño con dos cajones». Allí se cocinaba utilizando unos «yerros muy usados» (las gamaeras o pregancias) y un «caballete» para apoyar la leña. Los recipientes para preparar la comida eran potes, calderas de cobre y de latón, calderos y cazos de hierro, además de ollas y pucheros, un tambor de asar castañas y un par de chocolateras. Para comer y beber había dos vajillas, una de madera y otra de loza, formadas por escudillas, platos y fuentes, y vasos de cristal y un par de jícaras para tomar chocolate. Para el agua había una «herrada de madera con arcos de yerro» y un cangilón de cobre. Los cubiertos se reducían a unas pocas cucharas de madera y unos cuchillos con el mango de hueso, pero también había, en un lugar no especificado de la casa, más de una docena de cubiertos de plata, con «dos cucharas y tres pedazos de tenedores». En la cocina se amasaba el pan en una «masera de tablas», se colaba la ropa en un «coladero de piedra con su cesta» y se destilaba aguardiente en una «alquitara vieja y rota».

Salón del palacio de los Sierra, Xarceléi

La estancia de mayor prestigio del palacio era el salón, donde se encontraban dos escritorios, un par de bancos y mesas «ya muy usadas», así como cortinas y cuadros de diferentes tamaños. El resto del palacio se distribuía entre la solana o corredor; la torre, que se utilizaba de despacho, conforme a los muebles que había en ella: una mesa «con sus cajones y remates dorados», una silla de madera «aforrada con badana» y un estante para libros con rejado de alambre; siete cuartos destinados a dormir y a guardar la ropa, entre los que destacaban el de las amas de cría y el de la señora, y finalmente la bodega en la que se almacenaba el vino en una pipa.


Por Xuán F. Bas Costales


El retablo mayor del santuario de Nuestra Señora de El Acebo, 1687-1709

Retablo mayor del Santuario del Acebo, 1687-1709. Fotografía de Pelayo Fernández

El retablo mayor del santuario de Nuestra Señora de El Acebo no ha pasado inadvertido a los historiadores del arte regional que han estudiado las manifestaciones artísticas del suroccidente de Asturias.

El diseño del retablo fue obra del ensamblador Manuel de Ron (fallecido en 1732), natural de Pixán / Peján (parroquia de L.lumés / Limés) y vecino de la villa de Cangas del Narcea, según datos publicados por el padre fray Alberto Colunga en su “Historia del santuario de Ntra. Sra. del Acebo” (Madrid, 1909). Y el encargado de su ejecución fue el escultor Francisco Arias, natural del concejo de Valdés y vecino de Oviedo desde, por lo menos, 1674. La participación de este escultor era desconocida hasta ahora y este dato lo hemos encontrado nosotros en el Archivo Histórico de Asturias. Francisco Arias murió en Oviedo hacia 1692, poco después de terminar la construcción de este retablo de El Acebo.

Los administradores del santuario encargaron a Manuel de Ron que diseñase un retablo “que llenase toda la pared del altar mayor” y que fuese “la obra más primorosa que hacerse pueda”. En el retablo van aparecer todas las novedades del estilo barroco impuesto en Cangas del Narcea después de la construcción de los retablos del monasterio benedictino de Corias: la columna de orden salomónico, las ménsulas formadas por hojas de acanto entrecruzadas y los florones o cartelas en el ático, asimismo formadas por hojas de acanto y recorridas por una sucesión de bolas o cuentas.

Tras una nueva revisión de los Libros de Santuario, amablemente facilitados por don Jesús Bayón Rodríguez y don Reinerio Rodríguez Fernández, párroco y vicario de Cangas del Narcea respectivamente, se han obtenido más datos sobre esta interesante obra: sabemos que se comenzó en 1687, aunque los pagos se extendieron hasta 1691, cuando el escultor ovetense Tomás de Solís realizó su valoración. El precio de la obra ascendió a la importante cantidad de 10.410 reales de vellón. Para sufragar estos gastos se vendieron joyas de la Virgen y se emplearon muchas de las limosnas del santuario.

Aunque en su sagrario se lee actualmente la inscripción de que «se pintó este retablo año de 1828 siendo capellán don José Flórez de Sierra y Castiello», sabemos que hubo una policromía anterior (la original), de 1700, realizada por el dorador Juan Menéndez Arcillana, vecino del barrio de El Corral, en la villa de Cangas del Narcea, que costó 13.500 reales de vellón; este precio tan elevado era debido al empleo de pan de oro para dorar, que era muy caro. El dorado del retablo, a causa de su elevado precio y la escasez de fondos del santuario, se terminó en 1709.

El retablo mayor del santuario de Nuestra Señora de El Acebo, 1687-1709

Retablo mayor del Santuario del Acebo, 1687-1709. Fotografía de Pelayo Fernández

El retablo mayor del santuario de Nuestra Señora de El Acebo no ha pasado inadvertido a los historiadores del arte regional que han estudiado las manifestaciones artísticas del suroccidente de Asturias.

El diseño del retablo fue obra del ensamblador Manuel de Ron (fallecido en 1732), natural de Pixán / Peján (parroquia de L.lumés / Limés) y vecino de la villa de Cangas del Narcea, según datos publicados por el padre fray Alberto Colunga en su “Historia del santuario de Ntra. Sra. del Acebo” (Madrid, 1909). Y el encargado de su ejecución fue el escultor Francisco Arias, natural del concejo de Valdés y vecino de Oviedo desde, por lo menos, 1674. La participación de este escultor era desconocida hasta ahora y este dato lo hemos encontrado nosotros en el Archivo Histórico de Asturias. Francisco Arias murió en Oviedo hacia 1692, poco después de terminar la construcción de este retablo de El Acebo.

Los administradores del santuario encargaron a Manuel de Ron que diseñase un retablo “que llenase toda la pared del altar mayor” y que fuese “la obra más primorosa que hacerse pueda”. En el retablo van aparecer todas las novedades del estilo barroco impuesto en Cangas del Narcea después de la construcción de los retablos del monasterio benedictino de Corias: la columna de orden salomónico, las ménsulas formadas por hojas de acanto entrecruzadas y los florones o cartelas en el ático, asimismo formadas por hojas de acanto y recorridas por una sucesión de bolas o cuentas.

Tras una nueva revisión de los Libros de Santuario, amablemente facilitados por don Jesús Bayón Rodríguez y don Reinerio Rodríguez Fernández, párroco y vicario de Cangas del Narcea respectivamente, se han obtenido más datos sobre esta interesante obra: sabemos que se comenzó en 1687, aunque los pagos se extendieron hasta 1691, cuando el escultor ovetense Tomás de Solís realizó su valoración. El precio de la obra ascendió a la importante cantidad de 10.410 reales de vellón. Para sufragar estos gastos se vendieron joyas de la Virgen y se emplearon muchas de las limosnas del santuario.

Aunque en su sagrario se lee actualmente la inscripción de que «se pintó este retablo año de 1828 siendo capellán don José Flórez de Sierra y Castiello», sabemos que hubo una policromía anterior (la original), de 1700, realizada por el dorador Juan Menéndez Arcillana, vecino del barrio de El Corral, en la villa de Cangas del Narcea, que costó 13.500 reales de vellón; este precio tan elevado era debido al empleo de pan de oro para dorar, que era muy caro. El dorado del retablo, a causa de su elevado precio y la escasez de fondos del santuario, se terminó en 1709.

Los primeros dentistas de Cangas del Narcea

Consulta del dentista Victorino Arias en Cangas del Narcea, hacia 1915

Las personas que aparecen en la fotografía son Victorino Arias Diez y una de sus hijas. Victorino era dentista, fue uno de los primeros dentistas que se estableció en Cangas del Narcea a comienzos del siglo XX; puede que el primero. Hasta entonces los problemas de la boca estaban en manos de sacamuelas, que ejercían sus habilidades en ferias y mercados, y, a partir de la segunda mitad del siglo XIX, de dentistas ambulantes. En efecto, a villas como Cangas del Narcea venían periódicamente profesionales cuya llegada se avisaba con antelación en los periódicos locales y también se anunciaban con carteles colocados en lugares públicos. Dos ejemplos de esto que decimos son las noticias que publican El Occidente de Asturias y El Eco de Occidente, editados en Cangas del Narcea. El 17 de abril de 1885 aparece en el primer periódico la siguiente información:

Según verán nuestros lectores por el contenido de la siguiente carta, debe llegar a esta en el próximo mes de mayo el acreditado cirujano dentista Sr. D. Martín Mata. Las personas que sufran padecimientos en la dentadura, pueden ponerse confiadamente a su disposición; sus muchas operaciones en esta villa y en otros varios pueblos, son una garantía de su competencia:
 
Sr. D. Menendo Valledor
Astorga, 12 de abril de 1885
 
Muy señor mío:
En todo el próximo mes de mayo tendré el gusto de saludar a usted. en esa villa, en la que y en la inmediata de Tineo pienso detenerme una breve temporada ejerciendo mi profesión. Sin otro objeto esta carta, se despide de usted afmo. amigo s. s. q. b. s. m. Martín Mata

Casi diez años después, el 11 de septiembre de 1894, se anuncia en El Eco de Occidente la presencia en la villa del dentista J. Treviño, de Avilés:

DENTISTA
Ha llegado a esta villa el Sr. J. Treviño, hijo, de Avilés, doctor en cirugía dental, que tan buen nombre ha dejado en esta villa durante la primavera última. Se hospeda, como la otra vez, en la fonda de D. Víctor Llano, y ha dado ya principio a sus trabajos. Como al parecer piensa permanecer aquí poco tiempo, nos apresuramos a ponerlo en conocimiento de nuestros suscriptores.

Anuncio del dentista Victorino Arias, en el semanario El Narcea, Cangas del Narcea, 1912-1913

El dentista Victorino Arias también utilizó la prensa local para anunciar sus servicios. En 1912 y 1913 publica un anuncio en el semanario El Narcea, editado en Cangas del Narcea, en el que enumera los servicios que ofrece y los precios, sobre todo de las extracciones, que debía ser el trabajo más demandado. La fotografía muestra el interior de su consulta: el sillón, el torno de pedal y el armario donde guarda todo lo necesario para componer dentaduras, y para hacer empastes, limpiezas y extracciones. En aquellos años la consulta la tenía en la Cuesta de La Veiga, junto a la iglesia, pero también sabemos que la tuvo en la calle Mayor, frente al antiguo convento de las Dominicas, como puede verse en la fotografía que publicamos con esta noticia. Victorino Arias murió el 27 de enero de 1923, a los 49 años de edad.

Cartel de la consulta del dentista Victorino Arias en la calle Mayor, hacia 1915

Después de Victorino Arias se instalaron en la villa de Cangas del Narcea José Villa Suárez, natural de Cangas del Narcea, que abrió su consulta en 1918, y Victorino López Rodríguez, también nacido en Cangas del Narcea, que estudio en Valladolid y Madrid. Este último establece su consulta en 1932 en la calle Mayor y más tarde en la calle Uría, y, como aquellos dentistas del siglo XIX, también se trasladará periódicamente a Tineo y San Antolín de Ibias. Pasada la guerra civil, a finales de los años cuarenta, se establecen en la villa de Cangas Mario Rodríguez Rodríguez, natural de 9 de Julio (Argentina), hijo de un emigrante de Soto de Luiña (Cudillero), y su mujer Carmen Peña Urmeneta, de Bergara (Guipúzcoa), que habían terminado sus estudios en Madrid en 1943; antes de instalarse en Cangas, Mario Rodríguez había estado en Trevías (Valdés) y desde Cangas también se trasladará algunos días fijos a pasar consulta al concejo de Allande. Todo ellos fueron los primeros dentistas que hubo en Cangas del Narcea.

La “poznera” en Cangas del Narcea

As de bastos en Casares

Cristina Cantero Fernández es una joven licenciada en Geografía e Historia que investiga en el campo de la etnografía y la historia de Asturias. Durante varios años formó parte del equipo de investigadores que constituyó la Junta General del Principado de Asturias para documentar y conocer en profundidad el Derecho Consuetudinario Asturiano. La “poznera” es una de las veinte figuras que aun hoy permanece vigente de este derecho y por ello nos ha parecido conveniente solicitar a Cristina Cantero una noticia sobre esta costumbre. Además, es probable que mucha gente no sepa interpretar el significado de las marcas que aparecen grabadas en los troncos de muchos castaños.

 El derecho de poznera en Cangas del Narcea

por Cristina Cantero Fernández

En el concejo de Cangas del Narcea aun sigue viva la antigua

Nuevos materiales para viejas costumbres: saetas marcadas con aerosol en Adralés

costumbre de la poznera, que fue recogida en las Ordenanzas Generales del Principado de Asturias de 1659 y que, hasta hace poco, estuvo generalizada en toda nuestra comunidad autónoma. 

La poznera es el derecho de los vecinos de un pueblo a plantar árboles en sus montes comunales y aprovecharlos privativamente mientras el árbol esté con vida. En ese tiempo, su dueño puede podarlo, fradarlo, cosecharlo y recoger los frutos, hojas y leñas caídos al suelo, siempre que caigan bajo la copa del árbol, porque si están fuera cualquier vecino puede cogerlos. También puede talar el árbol y usar su madera cuando quiera, pero el tocón que queda semienterrado se considera parte del suelo y ya pasa a ser de propiedad comunal. No obstante, como esta práctica daba lugar a malentendidos y riñas entre los vecinos, se crearon varias soluciones intermedias. Por ejemplo, si el tocón retoña, se entiende que el árbol ha revivido y con él su derecho de poznera; y si nace un árbol junto al tocón, se juzga que, en primer lugar, pertenece al dueño de éste, aunque, si no lo quiere, cualquier vecino puede tomarlo. 

Hoja de helecho en San Pedru Las Montañas

Existen dos medios para tener un árbol en poznera dentro de los montes comunales: trasplantar allí los retoños cultivados en los pevidales o viveros que tienen los vecinos junto a sus huertos, o apropiarse de los retoños que nacen de forma natural en el monte, marcándolos con un signo propio. 

Precisamente, las marcas que los dueños de árboles en poznera graban en su tronco para identificarlos son una de las características más interesantes de esta figura jurídica. Cada casa del pueblo tiene un signo particular, trasmitido de padres a hijos, que adopta un repertorio variado: grupos de rayas solas o combinadas con aspas, una saeta, una cruz; dibujos esquemáticos de elementos cotidianos, como el tres de bastos de la baraja, una espiga, una hoja de helecho, un yugo, una escalera, la cabezada del arado, una media luna, etc.; y, más recientemente, las iniciales del nombre propio o números. Siempre son motivos de trazo muy sencillo para poder grabarlos fácilmente con navaja y no dañar los árboles, porque se marcan cuando son muy jóvenes, apenas plantones, y si el dibujo es complicado

Marcos del pueblo de San Romanu de Bisuyu dibujados por un vecino

se corre el peligro de romperlos o cortarles la savia y matarlos. 

La mayoría de los árboles disfrutados en poznera eran frutales, como castaños, nogales, avellanos, perales o ciruelos. Pero también afectaba a especies maderables como el roble, que antes se vendía para construir edificios o hacer traviesas de ferrocarril, o el abedul y la haya que, debido a la flexibilidad y suavidad de su madera, se utilizaban para fabricar madreñas. Hoy en día casi todos los árboles en poznera de Cangas del Narcea son castaños, sobre todo porque la Asociación de Castañicultores de Asturias, creada en el concejo en 2006, está potenciando su cultivo. Gracias a ella, la poznera tiene una utilidad práctica para los vecinos y, sin duda alguna, esto es lo que asegurará su permanencia en el futuro en Cangas del Narcea.

 

La fuente de El Reguerón cumple cien años, 1909-2009

La fuente del Reguerón en 1910. Fotografía de Eduardo Méndez-Villamil

La villa de Cangas del Narcea nunca tuvo muchas ni buenas fuentes. Hasta que se hizo la traída de aguas, la única fuente en el centro de la villa era la de la calle de La Fuente. Las otras estaban en las afueras, como la fuente del Cascarín y otras. Pero además, el agua de aquella fuente pública nunca gozó de buena fama.

Para paliar esta carencia de fuentes, muchas casas de Cangas tenían un pozo de agua. Por todo esto, no es extraño que la fuente de El Reguerón, que da agua abundante y de calidad durante todo el año, causase impresión y muy buenos servicios a varias generaciones de cangueses. La fuente era muy antigua y muy apreciada. En el periódico El Narcea, de 31 de enero de 1913, se da la noticia de la preocupación que estaba motivando la disminución de caudal de esta fuente y en ella se dice: Todos sabemos los inapreciables servicios que al vecindario de Cangas le presta desde tiempo inmemorial la fuente del Reguerón. En la última epidemia tífica que hemos padecido, clausuradas fuentes y pozos de la villa, el agua de ese manantial –que es la más sana de todo este contorno- salvó tal vez la vida a muchas personas, contribuyendo a que la epidemia nos abandonase.

La fuente está en la actualidad rodeada de construcciones y su protagonismo en El Reguerón ha quedado muy reducido. Pero cuando se construyó en 1909 era una obra de empaque, casi lujosa, y muy útil para los vecinos de Cangas, para las personas que hacían el paseo de Cangas a Corias y para los viajeros que transitaban por esta carretera de La Espina-Ponferrada. Esta fuente acaba de cumplir cien años y el Tous pa Tous quiere celebrarlo.

Para celebrar su aniversario vamos a reproducir un artículo que le dedicó en 1950 Carlos Graña Valdés y que se publicó en el diario La Nueva España. El autor, a la vez que manifiesta su querencia por esta fuente y solicita su reparación, nos ofrece datos sobre quién la construyó, que materiales se emplearon y que significó en su época. Asimismo, en homenaje a la fuente del Reguerón, acompañamos esta noticia con un par de fotografías realizadas por Modesto Morodo y Eduardo Méndez-Villamil poco después de su construcción en 1909.

¡Felicidades y larga vida a la fuente de El Reguerón!


Fuente del Reguerón, hacia 1912. Fotografía de Modesto Morodo

LA FUENTE DEL REGUERÓN

por Carlos Graña Valdés

Por el año 1909 desempeñaba el cargo de sobrestante [capataz] de Obras Públicas en esta zona don Carlos Fernández, quien demostró claramente, en cuantas ocasiones se le presentó oportunidad de demostrarlo, sentir cariño hacia nuestro municipio, laborando gustoso en beneficio de su capital y de cualquiera de sus numerosos pueblos.

Entre las obras que durante el largo periodo de su gestión se realizaron en el concejo por el Estado figura la fuente del Reguerón, punto medio del bello paseo, de dos kilómetros de buena carretera, extendido entre Cangas y Corias.

Dicha fuente, con doble caño, de un líquido potable abundantisimo durante las cuatro estaciones, se construyó con el hermoso mármol de las canteras vírgenes de Rengos, en este término municipal; y para adorno y embellecimiento de la misma, se le colocó por delante una amplia acera y se le adicionaron por su derecha y su izquierda, formando semicírculo, cómodos asientos.

La obra se realizó en perfectas condiciones de solidez, como bien lo demuestra su larga duración en buen estado; pero la acción del tiempo, que todo lo destruye, y la falta de reparaciones, produjeron desgaste y la descomposición del cemento, presentando actualmente la acera y los asientos un aspecto lamentable.

¿Podrá la jefatura de Obras Públicas de la provincia reparar debidamente la fuente del Reguerón, sita en la carretera La Espina a Ponferrada, en su kilómetro 39, lugar de mucho transito, en un lugar esplendido?

Nosotros, y con nosotros la totalidad de los cangueses, quedaríamos sumamente agradecidos a la jefatura, si ordenase, por creerlo justo, ejecutar los trabajos necesarios para que la fuente del Reguerón vuelva a presentar a la mirada de las gentes la gala que ofreció durante más de seis lustros.

La Nueva España, 6 de octubre de 1950

Listado de electores de 1858

Lista de los electores del Distrito de Cangas del Narcea (Allande, Cangas y Tineo) para las elecciones a diputados a Cortes en 1858. En España, en aquel tiempo, solo votaba una minoría de hombres en función de su clase social y de los impuestos que pagaban, era el conocido como sufragio censitario masculino. El resto de la población quedaba apartado de la política. El sufragio universal todavía tardaría muchos años en llegar a España.

Este listado constituye un buen ejemplo del sufragio censitario del liberalismo del S. XIX y también de la continuidad de los apellidos en las casas del suroccidente.

Descargar: icon  Listado de electores de 1858

El juego de los bolos

Armando los bolos en la l.labana, Riegla de Cibea, mayo de 1953

En otros tiempos, el juego de los bolos era el deporte y entretenimiento por excelencia de muchos cangueses. En las últimas décadas había decaído bastante, pero en estos últimos años ha vuelto a recuperarse y otra vez las boleras vuelven a tener mucha vida. El juego de bolos es una actividad muy sociable, que sirve para unir a diferentes generaciones en torno a la bolera, y para estrechar lazos con pueblos y concejos vecinos. La labor de recuperación ha sido el resultado de unas cuantas personas que en 1999 fundaron en el concejo de Cangas del Narcea la “Asociación Bolo Vaqueiro”, en la que actualmente se agrupan 22 peñas y 368 socios.

Tirando la bola en Riegla de Cibea, mayo de 1953

La mayoría de las peñas son de nuestro concejo, pero también hay de Degaña, Caboalles de Arriba y Villablino. Entre las actividades de esta asociación destacan las competiciones que organiza y la difusión que lleva a cabo entre los más jóvenes.

Las fotografías antiguas sobre este juego en Cangas del Narcea son escasas. Nosotros conocemos muy pocas. Hoy presentamos en la web del «Tous pa Tous» tres imágenes tomadas en la bolera de la Riegla de Cibea por José Ramón Lueje Sánchez (1903-1981), conocido montañero asturiano, muy aficionado a la fotografía, que en sus excursiones fotografió muchos momentos de la vida cotidiana del mundo rural asturiano.

Tirando la bola en Riegla de Cibea, mayo de 1953

Las tres fotografías fueron realizadas en mayo de 1953 y en ellas se ven a varios vecinos de Cibea armando 22 bolos en la “l.labana” y tirando las bolas. A Lueje, que era natural de Infiesto y vivía en Gijón, debió de llamarle mucho la atención nuestro juego de bolos y, sobre todo, el movimiento del tirador cuando lanza la bola. Las imágenes también sirven para ver como viejos, mozos y nenos convivían en la bolera.

Fotografía de Pelayo Fernández Fernández

El retablo mayor del monasterio de Corias (1677-1678)

Fotografía de Pelayo Fernández Fernández

Retablo mayor de la iglesia del monasterio de Corias, 1677-1678

Pelayo Fernández Fernández es un joven licenciado en Historia del Arte por la Universidad de Oviedo, que está realizando su tesis doctoral sobre la escultura en el suroccidente asturiano en los siglos XVII y XVIII, bajo la dirección de Javier González Santos, profesor de dicha universidad. Gracias a esta investigación Pelayo Fernández está comprobando la importancia y el volumen de la actividad artística que se desarrolló en Cangas del Narcea en ese periodo, y ha encontrado en el Archivo Histórico de Asturias información desconocida hasta ahora, que sirve para documentar algunos de los retablos más significativos de nuestro concejo, así como la historia de algunos de los escultores que trabajaron en esta tierra. Pelayo ha tenido la amabilidad de enviarnos alguna de estas noticias inéditas para la página web del Tous pa Tous.

La primera noticia artística de Pelayo Fernández saca del anonimato y fecha exactamente el retablo mayor de la iglesia del monasterio de Corias. Este retablo, según los historiadores del arte, es uno de los mejores ejemplos del estilo barroco en España y uno de los más monumentales de los construidos en Asturias. Fue realizado entre 1677 y 1678 por dos vecinos de Villafranca del Bierzo (León): el arquitecto Francisco González y el escultor Pedro del Valle.

  El retablo mayor del monasterio de Corias

por Pelayo Fernández Fernández
 

El retablo mayor de la iglesia del monasterio benedictino de San Juan Bautista de Corias es uno de los mejores ejemplos del estilo barroco en España y el retablo más monumental de los construidos en Asturias junto al del antiguo monasterio de Belmonte (que fue trasladado a la iglesia de San Martín de Calleras, concejo de Tineo, en 1898).

Hasta ahora sólo se sabía sobre el retablo del monasterio de Corias lo escrito por Germán Ramallo Asensio en su obra La escultura barroca en Asturias (Oviedo, 1985). Ramallo cree que la traza del retablo mayor como la de los colaterales son obra del mismo maestro y atribuye estos trabajos a Juan Fernández, natural de Medina de Rioseco, que es uno de los artistas más destacados de mediados del siglo XVII y autor de los retablo de la Clerecía de Salamanca y de la parroquial de Villares de Reina, en la misma provincia. Desconoce la fecha exacta del retablo de Corias, y lo data entre los años 1670 y 1687.

En la fase de acopio de información para mi tesis doctoral, he tenido la suerte de localizar en el Archivo Histórico de Asturias el contrato para la realización del retablo de la iglesia del monasterio de Corias. El contrato se otorga en el mismo monasterio el 21 de agosto de 1677, entre la congregación benedictina y el arquitecto Francisco González y el escultor Pedro del Valle, vecinos de Villafranca del Bierzo (León). El arquitecto era el que hacia la estructura del retablo (columnas, cornisas, molduras, etc.) y el escultor el que tallaba las imágenes. Los dos eran maestros de cierto renombre que ya habían trabajado con éxito en León, Castilla y Galicia, y que según se dice en el contrato fueron llamados «porque en el Principado de Asturias no pareció haber maestro a quien se pudiese encargar dicha obra de importancia con satisfacción, y aunque había algunos razonables maestros para obras menores que ofrecían hacer dicha obra por menos precio, no eran personas que habían salido y experimentado dichas obras en lugares grandes».

Asimismo, se dice en el contrato que la traza (es decir, el diseño o proyecto del retablo) procede de Valladolid, lo que no resulta extraño por encontrarse allí la sede principal de la orden benedictina (la famosa congregación de San Benito de Valladolid). El precio del retablo se ajusta en 4.800 ducados (52.800 reales), precio altísimo si lo comparamos con lo que se pagaba por entonces en España por una obra modesta, basta mencionar que el retablo de Nuestra Señora del Rosario de la Colegiata de Cangas del Narcea (que todavía existe), realizado un año antes, costó 2.000 reales. La madera que tenía que emplearse era la de nogal, que es la habitual para la realización de retablos e imágenes. Dichos maestros se obligaban a darlo «fenecido y acabado» dentro de un año y medio, es decir para finales de 1678.

Finalmente, es probable que la policromía del retablo de Corias fuese realizada por el pintor vallisoletano Miguel Jerónimo de Mondragón, que en 1687 se encuentra en Oviedo dorando el retablo del monasterio de San Pelayo y en 1693 sabemos que reside en Corias, donde está pintando el Cristo de la Cantonada que se encuentra en la iglesia de dicho monasterio.

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Para más información DESCARGAR: icon El retablo mayor del antiguo monasterio benedictino de Corias (Cangas del Narcea) (6.61 MB)

Fotografía de Pelayo Fernández Fernández

El retablo mayor del monasterio de Corias (1677-1678)

Fotografía de Pelayo Fernández Fernández

Retablo mayor de la iglesia del monasterio de Corias, 1677-1678

Pelayo Fernández Fernández es un joven licenciado en Historia del Arte por la Universidad de Oviedo, que está realizando su tesis doctoral sobre la escultura en el suroccidente asturiano en los siglos XVII y XVIII, bajo la dirección de Javier González Santos, profesor de dicha universidad. Gracias a esta investigación Pelayo Fernández está comprobando la importancia y el volumen de la actividad artística que se desarrolló en Cangas del Narcea en ese periodo, y ha encontrado en el Archivo Histórico de Asturias información desconocida hasta ahora, que sirve para documentar algunos de los retablos más significativos de nuestro concejo, así como la historia de algunos de los escultores que trabajaron en esta tierra. Pelayo ha tenido la amabilidad de enviarnos alguna de estas noticias inéditas para la página web del Tous pa Tous.

La primera noticia artística de Pelayo Fernández saca del anonimato y fecha exactamente el retablo mayor de la iglesia del monasterio de Corias. Este retablo, según los historiadores del arte, es uno de los mejores ejemplos del estilo barroco en España y uno de los más monumentales de los construidos en Asturias. Fue realizado entre 1677 y 1678 por dos vecinos de Villafranca del Bierzo (León): el arquitecto Francisco González y el escultor Pedro del Valle.

  El retablo mayor del monasterio de Corias

por Pelayo Fernández Fernández
 

El retablo mayor de la iglesia del monasterio benedictino de San Juan Bautista de Corias es uno de los mejores ejemplos del estilo barroco en España y el retablo más monumental de los construidos en Asturias junto al del antiguo monasterio de Belmonte (que fue trasladado a la iglesia de San Martín de Calleras, concejo de Tineo, en 1898).

Hasta ahora sólo se sabía sobre el retablo del monasterio de Corias lo escrito por Germán Ramallo Asensio en su obra La escultura barroca en Asturias (Oviedo, 1985). Ramallo cree que la traza del retablo mayor como la de los colaterales son obra del mismo maestro y atribuye estos trabajos a Juan Fernández, natural de Medina de Rioseco, que es uno de los artistas más destacados de mediados del siglo XVII y autor de los retablo de la Clerecía de Salamanca y de la parroquial de Villares de Reina, en la misma provincia. Desconoce la fecha exacta del retablo de Corias, y lo data entre los años 1670 y 1687.

En la fase de acopio de información para mi tesis doctoral, he tenido la suerte de localizar en el Archivo Histórico de Asturias el contrato para la realización del retablo de la iglesia del monasterio de Corias. El contrato se otorga en el mismo monasterio el 21 de agosto de 1677, entre la congregación benedictina y el arquitecto Francisco González y el escultor Pedro del Valle, vecinos de Villafranca del Bierzo (León). El arquitecto era el que hacia la estructura del retablo (columnas, cornisas, molduras, etc.) y el escultor el que tallaba las imágenes. Los dos eran maestros de cierto renombre que ya habían trabajado con éxito en León, Castilla y Galicia, y que según se dice en el contrato fueron llamados «porque en el Principado de Asturias no pareció haber maestro a quien se pudiese encargar dicha obra de importancia con satisfacción, y aunque había algunos razonables maestros para obras menores que ofrecían hacer dicha obra por menos precio, no eran personas que habían salido y experimentado dichas obras en lugares grandes».

Asimismo, se dice en el contrato que la traza (es decir, el diseño o proyecto del retablo) procede de Valladolid, lo que no resulta extraño por encontrarse allí la sede principal de la orden benedictina (la famosa congregación de San Benito de Valladolid). El precio del retablo se ajusta en 4.800 ducados (52.800 reales), precio altísimo si lo comparamos con lo que se pagaba por entonces en España por una obra modesta, basta mencionar que el retablo de Nuestra Señora del Rosario de la Colegiata de Cangas del Narcea (que todavía existe), realizado un año antes, costó 2.000 reales. La madera que tenía que emplearse era la de nogal, que es la habitual para la realización de retablos e imágenes. Dichos maestros se obligaban a darlo «fenecido y acabado» dentro de un año y medio, es decir para finales de 1678.

Finalmente, es probable que la policromía del retablo de Corias fuese realizada por el pintor vallisoletano Miguel Jerónimo de Mondragón, que en 1687 se encuentra en Oviedo dorando el retablo del monasterio de San Pelayo y en 1693 sabemos que reside en Corias, donde está pintando el Cristo de la Cantonada que se encuentra en la iglesia de dicho monasterio.

La iglesia de Santa María Magdalena de Cangas del Narcea (1639-1642)

La Colegiata de Santa María Magdalena engalanada durante la peregrinación de la Virgen de Covadonga, Cangas del Narcea, 1951. Colección de Conchita Rodríguez Arias.

Javier González Santos, La iglesia de Santa María Magdalena de Cangas del Narcea. Puntualizaciones histórico-artísticas a un edificio singular del barroco asturiano.

Este documentado estudio sobre la iglesia parroquial de Cangas del Narcea se publicó por primera vez en la revista La Maniega, núm 70 (1992), Cangas del Narcea, con motivo del CCCL Aniversario de la Consagración de este templo. Ahora se presenta en la página web del Tous pa Tous corregido, ampliado y actualizado con respecto a aquella primera edición.

Javier González Santos es profesor titular de Historia del Arte de la Universidad de Oviedo.

Este documento queda a vuestra disposición en:

 

Mario Gómez y Gómez (1872-1932). Fundador del Tous pa Tous.

En La Maniega, n´º 6Mario Gómez, Barcelona 1909

En La Maniega, nº 6, Cangas de Tineo,  febrero de 1927, podemos leer:

Desde hace tiempo teníamos el propósito de honrar nuestras columnas con la publicación del retrato de nuestro querido paisano D. Mario Gómez, como homenaje de respeto y cariño al fundador de nuestra querida Asociación “El Tous pa Tous”. La probada modestia del Sr. Gómez y el poco afecto que siente por todo lo que signifique popularidad de su persona, nos ha obligado a vencer grandes dificultades: ha sido preciso el asalto a la casa de uno de nuestros amigos para conseguir la fotografía que hoy ilustra nuestras páginas. Un poco antigua porque en ella ostenta solamente el grado de comandante, pero nosotros estamos orgullosos de haber conseguido nuestro deseo. ¡Perdón a todos!

Nació nuestro biografiado en Cangas de Tineo por el año 1872. Cursó sus estudios en Madrid distinguiéndose notablemente por sus brillantes notas. Terminada la carrera de Medicina pasó a formar parte del Cuerpo de Sanidad Militar.

En el campo de las armas se ha señalado valerosamente, obteniendo por ello innumerables recompensas. Entre otras condecoraciones posee la cruz de San Hermenegildo y de Beneficencia. En la actualidad obstenta el grado de Teniente Coronel y es director del buque-hospital “Castilla”. En el campo de la literatura se ha colocado en puesto preeminente, habiendo publicado además varios tratados profesionales, por los que le han concedido bastantes premios; en el estilo jocoso también se ha destacado, mereciendo por ello grandes alabanzas.

Es el cronista del concejo, y sus trabajos publicados en “Los Siglos de Cangas” son muy celebrados.

Todos nos congratulamos de contar entre nuestros amantes a la “terrina” a este Invicto cangués, que no omite sacrificio por todo aquello que redunde en beneficio de nuestra “patria chica” y en bien de los paisanos.

Biografía de Mario Gómez y Gómez

Médico, militar y escritor nacido el 23 de enero de 1872 en Cangas del Narcea (Asturias), donde fallece el 26 de abril de 1932.

Estudia Medicina en la Facultad de San Carlos de la Universidad de Madrid, licenciándose en enero de 1897.

En mayo de ese mismo año ingresa en el Cuerpo de Sanidad Militar. Pasa destinado a un Batallón de Infantería de Guarnición en Melilla. En agosto del año siguiente es destinado a la Fábrica de Armas de Trubia (Oviedo — Asturias), pasando poco después en comisión de servicio al Hospital Militar de Valladolid y en 1901 al de Vitoria. Residiendo en esta ciudad, comienza a escribir sobre los resultados de sus observaciones médicas alrededor de los reclutas recién incorporados a filas.

Regresa a los pocos años destinado al Regimiento del Príncipe, de guarnición en Gijón (Asturias). A los pocos meses pasa otra vez a la Fábrica de Trubia. En esta villa llega a alcanzar un alto grado de consideración por los servicios desinteresados prestados a la población civil y militar. Impulsor y fundador del Sanatorio Obrero de las Cruces, el 22 de Julio de 1927 fue nombrado Hijo Adoptivo de la ciudad de Oviedo a petición de los vecinos de Trubia.

Presta servicios de su clase en Oviedo, Pamplona y Manresa, y al declararse la guerra contra Marruecos marcha a Melilla con el batallón de Batallones de Reus, número 16, distinguiéndose en la atención médica ofrecida a los soldados españoles heridos en la derrota sufrida en la batalla del Barranco del Lobo, siendo acreedor a una alta recompensa en mérito a su ejemplar conducta en este hecho.

Regresa a la Península y se incorpora al regimiento de Wad-Ras, de guarnición en Leganés (Madrid). En enero de 1912 sale otra vez para Melilla con este regimiento.

En mayo de 1914 es director del Hospital Militar de Vigo y después en el de Carabanchel Bajo (Madrid). Más tarde ostenta varios cargos en el Ministerio de Guerra.

En 1931 solicita el retiro del Ejercito, acogiendose a la ley de reforma militar de Manuel Azaña, que favorece la jubilación anticipada de mandos militares, y se traslada a vivir a Cangas del Narcea donde se entrega de lleno a sus aficiones literarias. Lamentablemente, fallecio al año siguiente y muchos de sus trabajos quedaron inacabados.

Alguna de sus obras de carácter castrense fue declarada de utilidad para el Ejército y por una de ellas le concedieron la cruz del Mérito Militar. Cultivó también la poesía en lengua asturiana. En 1926 funda el Tous pa Tous. Sociedad Canguesa de Amantes del País y también la revista “La Maniega”, donde firmaba con el seudónimo de El Cuntapeiru en la sección Chipi—Chape.

Entre sus obras destacan las siguientes: “Seiscientos sesenta y cinco reclutas. Estudios físico-psíquicos” (Vitoria, 1903), “Recluta y reclutamiento” (Pamplona, 1908), “Reclutamiento militar: Estudio histórico” (Manresa, 1909), “De Bogayo: Literatura regional” (Oviedo, 1915), “A Pin el ajustador” (Madrid, 1916), “Los siglos de Cangas de Tineo”, 2 vol. (Madrid, 1920 y 1925) y “De Corripia” (Madrid, 1923).

Bosquejo biográfico y autobiográfico

Ver enlace: Breve semblanza de Mario Gómez Gómez (1872-1932)

Álbum de fotografías

Gumersindo Díaz Morodo, Borí (Cangas del Narcea,1886 – Salsigne, 1944)

Gumersindo Díaz Morodo Borí, 1915. Fotografía de Benjamín R. Membiela. Colección de Juaco López Álvarez.

Hijo de Antonio Díaz González y Josefa Morodo González y último de ocho hermanos, Gumersindo Díaz Morodo nació el 13 de enero de 1886 en el barrio de El Corral de la por entonces villa de Cangas de Tineo. El padre, según dice, fue alcalde del concejo durante la I República, «corriendo el peligro de ser fusilado por tropas carlistas, que invadieron la villa, por su negativa en facilitarles provisiones».

En 1900 Díaz Morodo emigró a Cuba, donde ya residían tres hermanos suyos, y allí se dedica al comercio. En 1902 unas fiebres lo ponen al borde de la muerte y a raíz de la enfermedad ?de la que se recupera milagrosamente en la «Quinta Covadonga» gracias a los métodos no muy ortodoxos de un enfermero que lo baña en agua hirviendo? se queda sordo. Sus hermanos lo mandan entonces de vuelta a Cangas, donde termina de recuperarse y donde no mucho después nacerá para el periodismo con el seudónimo de «Borí».

«Borí», murió en 1944 en el exilio, en Francia, después de pasar por un campo de concentración.

El escritor cangués, Alfonso López Alfonso, ha escrito el siguiente artículo acerca de este tenaz colaborador de Constantino Suárez, «Españolito».

BORÍ, VIDA DE UN PERIODISTA REBELDE

 Alfonso López Alfonso

Borí con sus hermanas Esperanza y Rosario, 1916. Fotografía de Benjamín R. Membiela. Colección de Juaco López Álvarez.

Hay quien viene al mundo para comérselo y hay quien viene a contemplar cómo lo hacen esos que se lo comen. Hay escritores de acción y hay escritores de escritorio. Hay escritores a lo Lord Byron y hay escritores a lo Balzac. Constantino Suárez, Españolito, tuvo su pequeña ración de los dos tipos. En su juventud fue emigrante pobre y aventurero en Cuba y en su madurez se convirtió en el mayor vertedero de biografías imaginable. Desde 1924 se empeñó en sacar adelante una galería de escritores y artistas asturianos que daría sus primeros frutos -en forma de tres volúmenes- poco antes de la Guerra Civil. La publicación de los restantes, como tantas otras cosas, la interrumpió la guerra, pero el trabajo estaba hecho y José María Martínez Cachero se encargaría entre mediados y finales de los años cincuenta de editar los cuatro tomos que completaban Escritores y artistas asturianos.

Para sacar adelante esta empresa Españolito, además de visitar archivos institucionales y privados, necesitó de la colaboración de muchas personas. Como él explica en el prólogo al primer tomo, intentó establecer un contacto en cada uno de los concejos de Asturias con el deseo de que le informaran sobre los escritores y artistas vivos del entorno y le aclararan dudas diversas. No lo consiguió en todos, pero sí en Cangas del Narcea. Su contacto cangués fue Gumersindo Díaz Morodo Borí, quien se convertiría en destacado colaborador, lo que Españolito le agradece en el prólogo mencionado. A los colaboradores tenaces y desinteresados como Borí los recompensaba dedicándoles un espacio preferente en la enciclopedia, espacio que a menudo rellenaban ellos mismos dando noticia de su vida y su obra. En el tomo tercero se encuentra, contada con desparpajo por él mismo, la biografía del periodista cangués Gumersindo Díaz Morodo.

Hijo de Antonio Díaz González y Josefa Morodo González y último de ocho hermanos, Gumersindo Díaz Morodo nació el 13 de enero de 1886 en el barrio de El Corral de la por entonces villa de Cangas de Tineo. El padre llegó a ser teniente de alcalde del concejo durante la I República, siendo alcalde Benigno Valcárcel.

José Fuertes, presidente de la Sociedad de Artesanos; José Álvarez, presidente del Club Cangas de Tineo de La Habana, y Borí, 1917. Fotografía de Benjamín R. Membiela. Colección de Juaco López Álvarez

En 1900 Díaz Morodo emigró a Cuba, donde ya residían tres hermanos suyos, y allí se dedica al comercio. En 1902 unas fiebres lo ponen al borde de la muerte y a raíz de la enfermedad —de la que se recupera milagrosamente en la Quinta Covadonga gracias a los métodos no muy ortodoxos de un enfermero que lo baña en agua hirviendo— se queda sordo. Sus hermanos lo mandan entonces de vuelta a Cangas, donde termina de recuperarse y donde no mucho después nacerá para el periodismo con el seudónimo de Borí. Durante la convalecencia lee literatura más bien revolucionaria: Marx, Kropotkin, Bakunin, Reclus, Tolstoi, Víctor Hugo, Zola y cosas así. Empacho que le trajo algunas consecuencias: “Mi espíritu sufrió recia sacudida y me sentí por completo rebelde. Y aquí mismo, en este concejo, tenía la plena prueba, pues todo era miseria y desolación: media docena de señores y señoritos manejaban como señores feudales al resto de los habitantes, que desde hacía muchos años estaban privados hasta de la emisión de las urnas de su voluntad. Esclavos del terruño y esclavos del cacique; doble esclavitud que acrecentaba mi rebeldía.” En 1908 comienza a trabajar como tipógrafo en la imprenta del semanario El Narcea, donde cambia a su antojo los textos que le toca componer, al parecer sin queja alguna por parte de los firmantes, siempre satisfechos. “Pero el semanario local no servía para dar a mi espíritu toda la expansión que apetecía. Una circunstancia de política nacional provocó entonces mi lanzamiento a la lucha. Las proyectadas reformas de Canalejas en la cuestión religiosa provocaron la protesta de las gentes de iglesia, constituyéndose por todas partes Juntas tituladas católicas, encargadas de organizar manifestaciones. También aquí se constituyó una de esas Juntas, la cual repartió un manifiesto tan plagado de embustes, que ya no pude contenerme. Una noche me encerré en la imprenta, y a la mañana siguiente se repartió profusamente por la villa un manifiesto firmado por mí”. No se hace esperar la contestación desde el púlpito y menos aún la progresiva radicalización del periodista.

Borí (en el centro) junto a los señores Arias Menendez y Antonio López, tesorero del Club El Acebo de La Habana, 1918. Fotografía de Benjamín R. Membiela. Colección de Juaco López Álvarez

Cerrado el periódico, Borí reanuda sus campañas contra los caciques cangueses en El Noroeste. Un artículo escrito contra el alcalde José María Díaz y aparecido sin firma en este diario el 30 de enero de 1918 bajo el expresivo título “Contra el caciquismo” le hará pasar más de veinte días en la cárcel. Contra el atropello protestan “los periódicos de izquierda de Madrid. El maestro Castrovido se indigna en El País; Nakens me envía una recomendación para el infierno; El Socialista protesta también… Como el asunto provocaba escándalo, el Gobierno ordenó al juez de Gijón que me pusiese inmediatamente en libertad. Habían pasado veintiséis días, y al salir de la cárcel me encontré tan ignorante del motivo o pretexto de la prisión como al entrar en ella.”

Borí era un periodista fundamentalmente político, pero no exclusivamente. Desde 1916 envía crónicas de Cangas de Tineo a la revista Asturias, de La Habana, que dirigía un hombre muy vinculado al importante periódico cubano El Diario de la Marina, José M. Álvarez Acevedo; y cuando en 1921 Asturias cierra, comenzará a enviarlas a El Progreso de Asturias, que dirigiría durante décadas Celestino Álvarez. En esas crónicas que hace para los paisanos que había dejado allá, además de criticar el caciquismo habla de las fiestas del Carmen, de las defunciones y la incidencia desorbitada que sobre ellas tuvo la gripe de 1918, de los nacimientos y matrimonios; habla de peleas por “asuntos de faldas” y otras cosas por el estilo, como la llegada a Cangas, digna de Bienvenido, Mr Marshall, del ministro de Fomento Francesc Cambó ese mismo año de 1918.

Borí se pasa el tiempo que dura la dictadura de Miguel Primo de Rivera protestando contra la censura y en 1927 promueve una asociación afecta a la UGT llamada Nueva Vida, que será disuelta por revolucionaria y reaparecerá en 1930.

Los años de la II República son los de la colaboración con Españolito, quien en una carta fechada el 19 de junio de 1934 le dice:

Su abierto enfrentamiento al clero llevará en 1910 su firma al recién creado semanario republicano La Justicia, de Grado, desde donde batalla contra los dominicos de Corias y contra Joaquín Rodríguez Martínez, alias Churrete o Ravachol, alcalde de Cangas de Tineo. Más o menos por esa época colaborará también en La Aurora Social, de Oviedo, hasta que en abril de 1915 se hace con la propiedad del periódico El Distrito Cangués: “Yo era todo en él: lo componía, lo imprimía, lo administraba, lo distribuía, lo empaquetaba y hasta lo llevaba a correos. Y no digo que lo escribía porque, aparte de algo de colaboración, lo demás se componía sin cuartillas. No tenía tiempo que perder. Cuando más, unas concisas notas me servían de orientación para que, componedor en mano, saliesen de la caja el artículo o los artículos que deseaba, aunque pasasen del centenar de líneas.” Predicó el mejoramiento social y polemizó bastante con José María Díaz, Penedela, el siguiente regidor del municipio. Algunas veces hubo de defenderse pistola en mano contra intentos de asalto a la imprenta para apoderarse de la edición del periódico. Menudearon las denuncias en su contra y los procesamientos: “De todo lo que ocurría en el concejo resultaba yo el único responsable. Llegaba con mucho aparato el Juzgado a la imprenta y se desarrollaban diálogos lacónicos, sin apenas palabras, como éste: “¿Edición? Agotada. ¿Moldes? En las cajas.” Si pedían el original o las cuartillas, señalaba mi cabeza, y si se persistía en la demanda, presentaba un cuchillo al juez y, doblando el cuello, invitaba al corte para que se llevase el original.” Su lucha anticaciquil tendría como consecuencia un auto de procesamiento que acabó con el semanario.

Tiene usted razón sobradísima en lo que me dice respecto a que el sentido de la transigencia ha sido siempre liberal. Desgraciadamente. Como que nuestros hombres de izquierda son unos inocentes, dignos de lástima, que nos han echado a perder la República con su buena voluntad y su mala debilidad. Por condescendencia y cortesía nos llevaron a la Presidencia de la República a un carcamal inaguantable, marrullero y vengativo como un gitano, y, sabiendo su error, aun le defienden en pleito indefendible hace unas semanas parlamentarios tan talentudos y prestigiosos como Prieto y Azaña, porque… ¡había que poner a salvo la autoridad de la primera magistratura del país! Y se le ocurre preguntar a cualquiera: ¿por qué vamos a poner a salvo lo que hay que hundir? Y son tan niños de teta, insisto, que consienten con su presencia en el Parlamento que por dos o tres veces se machaque la Constitución, como al aprobar la subvención al clero, momento en que socialistas y republicanos de verdad debieron retirarse de las Cortes

Españolito pasó la guerra en Madrid y allí murió el 4 de marzo de 1941. Borí, como muchos otros, murió en el exilio, en Salsigne (Francia), el 5 de marzo de 1944. Españolito le debía a Borí la ayuda prestada con los autores cangueses; Borí le debe a Españolito la vida, o al menos que hoy tengamos noticia de ella.

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Tres fotos magníficas

Con la publicación de estas tres fotografías que ya están en el álbum de la Villa, queremos recordar la labor de recuperación que se está haciendo por parte de algunos socios y animar a más gente como Antonio Menéndez, a que colaboren con el GRAN ÁLBUM fotográfico del TOUS PA TOUS.

  •  El Molín, hacia 1935. Fotografía de Elisa Álvarez Castelao. Colección de Antonio Menéndez.
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Antiguo molino harinero, el más grande del concejo de Cangas del Narcea y uno de los mayores de Asturias en número de muelas. Aparece mencionado en el catastro del marqués de la Ensenada (1752): “En la parroquia de esta villa, uno [molino] de quatro molares, sobre el río Naviego, que muele todo el año, trigo, centeno, mijo, maíz y panizo, propio de D. Arias de Omaña”; en ese año era el único molino que había en la parroquia de Cangas del Narcea. Vuelve aparecer mencionado en el Diccionario Geográfico de Pascual Madoz (1845-1850): En Cangas del Narcea “existe un molino harinero con 8 muelas en continuo ejercicio”. A comienzos del siglo XX, José María Díaz “Penedela”, lo convirtió en central hidroeléctrica. Es uno de los edificios industriales más interesantes de la villa y del concejo.
  • La presa del Molín, hacia 1935. Fotografía de Elisa Álvarez Castelao. Colección de Antonio Menéndez.
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En la presa del Molín se lavaba la ropa y se bañaban todos los nenos de Cangas del Narcea. En la foto se ve el Lagarón, construido a fines del siglo XIX para lagar y bodega de vino, y el nuevo convento de las dominicas que se comenzó a construir en 1930.
  • “Fábrica de la luz” en el barrio de Santiso, hacia 1932. Fotografía de Elisa Álvarez Castelao. Colección de Antonio Menéndez.

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Hay que destacar en estas tres fotografías un detalle que les da un valor añadido y es que están hechas por una mujer, Elisa Álvarez Castelao. En esas fechas, en Asturias, son rarísimas las mujeres que se dedican a la fotografía, tanto profesionalmente (que se cuentan con los dedos de una mano), como aficionadas.
Como podéis observar, el álbum se sigue ampliando y por ello queremos recordar los principios que lo animan. No se trata de colgar todas las fotos que tenemos en casa donde aparecemos nosotros o nuestros antecesores, sino fotos que nos representen colectivamente y que tengan calidad fotográfica. Que representen una generación, un momento, una fiesta, una celebración, una tradición, un modo de vestir, una moda, una época, etc. También queremos señalar que si alguien reconoce un lugar o a alguna persona, que lo diga. Que la idea es hacer un álbum de fotografías entre “tous” y para disfrute y memoria de “tous”.

Peregrinación de la Virgen de Covadonga en Cangas (1951)

Cuatro fotografías de la peregrinación de la Virgen de Covadonga en Cangas del Narcea en 1951.

Siguen apareciendo fotografías de nuestra historia reciente. Algunas de las últimas, realizadas por el fotógrafo Gervasio Magadán, son de los actos que se celebraron en Cangas del Narcea con motivo de la peregrinación que hizo la Virgen de Covadonga, entre el 8 de mayo y el 8 de junio de 1951, por todas las parroquias de la diócesis de Oviedo para festejar el Año Santo. Fue todo un acontecimiento en Asturias, donde la imagen de la Virgen era recibida con masivas muestras de devoción en todas las localidades. El poder de la Iglesia estaba en su apogeo y ésta fue una de sus mayores manifestaciones en aquellos años.

A Cangas del Narcea llegó la Virgen de Covadonga el 2 de junio de 1951. La villa estaba engalanada por todo lo alto con arcos levantados por el Ayuntamiento, la Hermandad de Labradores y la representación de Obras Públicas. Ese día las calles estaban extraordinariamente limpias y adornadas con follajes, y los edificios públicos aparecían adornados con guirnaldas y las casas con colgaduras en los balcones. La Virgen fue recibida en El Corral “por toda la población canguesa –sin más excepción que la de los enfermos- y por gentes llegadas de múltiples aldeas del concejo”. Delante del Juzgado se había dispuesto un altar con un artístico tapiz de fondo.

Carlos Graña Valdés, corresponsal del periódico “La Nueva España” en Cangas del Narcea, describe la celebración con las palabras siguientes: “Con matemática puntualidad llegó la Virgen a las puertas de la villa, haciendo un alto junto a la mina “La Abandonada”, cuyos mineros la aclamaron con el disparo de abundantes cartuchos de dinamita. En tal punto las autoridades civiles y militares tomaron sobre sus hombros a la soberana de cielos y tierra y la condujeron a la nombrada plaza de José Antonio. Describir esos momentos es cosa difícil. La banda local de música atacó las notas del himno nacional, mientras en el espacio resonaba el estampido de los voladores y el griterío de los vítores que a la celestial visitante dirigían las gargantas que no se hallaban mudas por la emoción. Ya la Virgen en el altar cantaron los niños escolares y entonó después la muchedumbre toda el “Bendita la Reina de nuestras montañas”. Terminado este hermoso canto, se formó enorme procesión para llevar al templo parroquial a la Madre de Dios, que fue alternativamente a hombros de afiliados a Falange, al Sindicato y a la Juventud Católica”.

La imagen de la Virgen pernoctó en la iglesia parroquial de Cangas del Narcea y el 4 de junio siguió su viaje a otras parroquias del concejo y a Ibias. Antes de partir “visitó a Nuestra Señora del Carmen en su capilla del pintoresco barrio de Ambas-Aguas”.

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Podéis ver las fotos a tamaño natural y su información en el álbum de Celebraciones.
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Entrevista a Alejandro Casona (1934)

altManuel Gutiérrez Fernández, director de la revista “El Eco de Luarca”, nos envía esta entrevista a Alejandro Casona publicada en las páginas 15 y 16 de la revista “Crónica” nº 234 del 6 de mayo 1934. El motivo de dicha entrevista es el estreno de su obra La Sirena Varada que significó un verdadero acontecimiento literario y teatral a nivel nacional. Colgamos a continuación una copia de la misma no sin antes agradecer a Manuel Gutiérrez su estimada colaboración.

Composiciones en dialecto vaquero (1883)

Las “Composiciones en dialecto vaquero”, escritas por José María Flórez, fue el primer libro que se imprimió en Cangas del Narcea. 

Esta publicación que está disponible en nuestra web y puede consultarse en la Biblioteca Digital Canguesa del Tous pa Tous, es la primera edición de las “Composiciones en dialecto vaquero”, escritas por José María Flórez y González y editadas por la Imprenta de El Occidente de Asturias en 1883. Las mismas “composiciones” y algunas más volverán a publicarse en Vicalvaro (Madrid) en 1923, en Cangas del Narcea por Árbas Ediciones en 1989 y en Oviedo por la Academia de la Llingua Asturiana en 2006. Estas “composiciones” son la mejor muestra de la literatura costumbrista escrita en asturiano occidental.

El autor nació en Cangas del Narcea en 1830 y murió en Oviedo en 1890. Fue maestro y director de la Escuela Normal de Oviedo desde 1879 hasta su fallecimiento. Aficionado a la arqueología y la historia del arte, fue el primero que excavó el castro de Coaña y también el primero que publicó las pinturas de la iglesia prerrománica de Santullano de los Prados (Oviedo). Perteneció a la Comisión de Monumentos Históricos y Artísticos de Asturias y a la Sociedad Económica de Amigos del País de Asturias. Su interés por los vaqueiros de alzada, por su lengua y sus costumbres, le valió el sobrenombre de “el cantor de las brañas”. En las escuelas públicas de Cangas del Narcea hay una placa de bronce hecha en 1919 en homenaje a su memoria.

Este libro es la primera publicación que se imprimió en Cangas del Narcea, donde la imprenta se había instalado un año antes con el fin de editar el periódico El Occidente de Asturias y realizar impresos para la administración y los comercios que estaban comenzando a progresar en la villa. Es un libro rarísimo. El ejemplar que presentamos pertenece a los fondos de la Comisión de Monumentos de Asturias, que hoy están en la biblioteca del Museo Arqueológico de Asturias, y es el único ejemplar que existe en una biblioteca pública española.

La zona sur-occidental asturiana: Tineo, Cangas del Narcea, Allande, Ibias y Degaña

Cangas del Narcea, 1980. Casas de 1888 a 1900 en la calle Uría.

Liño: Revista del Departamento de Arte de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Oviedo, 2 (1981)

Resumen del trabajo de Germán Ramallo de inventario del patrimonio histórico artístico del suroeste de Asturias.

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Luis Álvarez Catalá, Vista de Monasterio de Hermo / Monesteriu d’Ermu (1886)

Monasterio de Hermo (1886) del pintor Luis Álvarez Catalá

El Museo de Bellas Artes de Asturias, en Oviedo, tiene entre sus fondos desde 1995 un cuadro del pintor Luis Álvarez Catalá (Madrid, 1836 – 1901) que representa una vista del pueblo de Monasterio de Hermo / Monesteriu d’Ermu, realizado el 15 de agosto de 1886. El cuadro está pintado sobre una tabla y perteneció al pintor hasta su muerte. Se trata de una de las primeras imágenes conocidas de nuestro concejo y también de las casas de teito de paja de centeno que en esos años había en muchos pueblos altos de Cangas del Narcea. En el cuadro pueden verse varias casas de ese tipo y un hórreo cubierto de paja. Las casas tienen unos hastíales rematados con losas de pizarra, similares a los que existían en el concejo de Degaña, así como en las comarcas de L.laciana y otras del norte de León, con las que el pueblo de Monasterio tenía mucha relación a través del puerto de la Veiga’l Palo. Estas casas convivían con otras más modernas cubiertas con losas de pizarra. Una de estas, situada en el centro del cuadro, era la del padre del pintor, José Álvarez Sierra. En primer plano aparece un cierre de fincas que hasta hace poco era frecuente en este pueblo, el bárgano, hecho con tablas y varas entrelazadas.

Luis Álvarez Catala había nacido en Madrid, pero pasó parte de su infancia en Monasterio de Hermo, así como algunas temporadas de verano, y se sentía muy unido al pueblo de su padre. El 11 de febrero de 1886 le envío una carta desde Roma al director de El Occidente de Asturias, periódico que se editaba en Cangas del Narcea, donde dice:

Muy señor mio y estimado amigo: Doy a V. y a toda la Redacción de El Occidente de Asturias las más expresivas gracias por el articulo que a proposito de mi cuadro el “Besamanos” han publicado. Añadiré a las noticias que Vds. Dan del éxito obtenido, la de que el 13 de enero último tuve el honor de recibir en mi Estudio la visita de S. M. la Reina de Italia que deseaba ver dicho cuadro: la visita real ha durado casi una hora. Soy el primer artista español que recibe tal honor, que muy pocos obtienen. Debo, sin embargo, confesar a V. que de tantos plácemes, ninguno ha sido tan grato a mi corazón, como el aplauso de mis paisanos de Asturias, y digo mis paisanos, porque si bien nací en Madrid considero mi patria a Asturias y es para mí un honor que me llamen hijo de ese país y oriundo de Monasterio.

Luis Álvarez fue discípulo de Federico de Madrazo y completó su formación pictórica en Roma, donde tuvo su estudio hasta 1890. Fue un pintor de mucho prestigio. A su regreso a España trabajó como profesor de la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado de Madrid, y en el Museo del Prado, del que fue su director desde agosto de 1898 hasta su fallecimiento en 1901. Pintó más cuadros de costumbres inspirados en la vida de Monasterio, como el famoso “Filandón” (1872), que también pertenece al Museo de Bellas Artes de Asturias, “Baile en Monasterio de Hermo” (1866) y “Despedida a los novios en Monasterio de Hermo” (1897).

Bibliografía: El Occidente de Asturias, 23 de febrero de 1886 y Javier Barón Thaidigsman, Catálogo de la pintura asturiana del siglo XIX (Oviedo: Museo de Bellas Artes de Asturias, 2007).

Orígenes del Tous pa Tous

Nada mejor para dar a conocer los orígenes de nuestra Asociación que pasar a tercera persona lo que nuestro fundador, D. Mario Gómez, escribía en primera con motivo del primer aniversario del Tous pa Tous en La Maniega Num. 5, Cangas de Tineo, Diciembre de 1926.

Corría el año 1925 y la idea de El Tous pa Tous, hacía años que venía cheldando en el caletre de D. Mario Gómez y Gómez. Rodando por el mundo, veía con dolor, muchas veces, cómo en los mismos pueblos vivían los cangueses sin llegar a conocerse; por eso pensó en el medio de ponerse en comunicación. He aquí el origen de LA MANIEGA. Si con la idea en la mente, no la expuso antes, fue porque el sino le apartó varias veces de Madrid, lugar único en el que la Asociación debía iniciarse.

No se creía además con la autoridad o prestigios suficientes para tamaña empresa. Tuvo siempre gran fama de festejero y frívolo, para que pudiese ser tomada en serio una tal propuesta suya. Temió que se la desdeñase como a una comenecia del gaiteiro.

En ese año de 1925 D. Mario Gómez había vuelto a la Corte y, según sus propias palabras, “con más canas y un poco más de seso; algo asentado, diríamos”, y como la idea le seguía remoliendo en el cacumen y como creía contar con quienes la prohijasen, se atrevió al cabo.

Escribió en unas cuartillas el programa de El Tous pa Tous; las dio a leer a los paisanos amigos y, desde luego, encontró buena acogida; invitó entonces a los que le parecieron más entusiastas y formaron una Junta gestora. Como él vivía en un palombar, con tres sillas y un tayuelo por todo mobiliario, aceptaron la oferta de don Cándido Gayo, de Brañas, y en una sala de su establecimiento, capaz para el más concurrido filandón, celebraron sus reuniones.

Desde aquel momento, si éxitos hubo en la fundación de El Tous pa Tous, según palabras de D. Mario Gómez, dejaron de ser suyos. La fe, el cariño, la actividad, el buen aquel de aquéllos, le auparon; le dieron cuerpo y vida.

Ya miedra El Tous pa Tous; ya fay galanes, decía. Los serenos cangueses que había en Madrid, se sumaron en masa. Ellos pudieron decir que gracias a su padrinazgo salió adelante. ¡Menaya los serenos! sic

Sus reuniones eran como de familia: todos atentos al engendro de todos. Sin etiquetas, sin preferencias, sin discursos, en alegra competencia de quien apurría más socios, cada uno robaba el tiempo a sus particulares intereses y salía por Madrid de apostolado, orgulloso luego de las anotaciones que traía.

Un día era don Agustín Rodríguez (Peña), de la Villa, el que aportaba veinticinco socios; otros tantos traían D. Victorino Fernández, de Cueras, don Manuel Pérez Rodríguez, de Trascastro, don Emilio Alvarez, de Rocabo. Otro día colmaban sus esperanzas don Manuel Rodríguez (Gonzalín), de Llano, o don Sandalio Menéndez, de Santiago de Sierra. La autoridad y saber de don Felipe Alvarez Gancedo daban carácter a las reuniones. El aplaudido torero, Artillerito, don Manuel Menéndez, de Larna les transmitía su optimismo; animoso llegaba siempre don José Fernández, de Fondos de Villa. Don Cándido Alonso, de la Villa, quien hizo al Tous pa Tous un obsequio valioso. Don Serafín Rodríguez, cangués de buena cepa, siguió atento los comienzos de la Sociedad, sin escatimarle su concurso.

El gaiteiro había formado corro. Sus sones no llamaban esta vez a bailar, pero sí a bodas, bodas entre la Villa y Concejo: entre los emigrantes y la tierra nativa.

Ya era ocasión de ir a Cangas a buscar resonancias para aquellos sones, que partían de Madrid; el Concejo y la Villa tenían que responder a la llamada: había que harmanar. Y Mario Gómez fue a Cangas.

Fue en diciembre de 1925, hace más de 80 años. Llegó con mal ambiente en la atmósfera y mal talante en el ánimo de los cangueses. Andaban aquellos días con la liquidación desastrosa de una cooperativa popular y era muy inoportuno hablar de nuevas asociaciones. La desconfianza nativa en las aldeas estaba muy despierta, y fueron muchos a poner la mona y los cuernos a sus proposiciones. En vano les decía que no había que firmar papel alguno: que con dar una perrona a la semana, se era socio, dejando de serlo, sin compromiso, con no dar la perrona.

¡Ni por esas!, por lo visto le hacían fu, como al gato, y fueron muchos los reacios. No se desanimó nuestro fundador por ello. ¡Con qué cara habría de volver de vacío ante los entusiastas de Madrid, diciéndoles que la Villa y el Concejo no habían respondido a su noble llamamiento! Por otra parte, encontró muy buenos cooperadores. Su sobrina, Elisa Alvarez Castelao, acogió a El Tous pa Tous con tal cariño y elocuencia, que en cuatro sábados convenció a gran número de los clientes de su casa. En los establecimientos de doña Dolores Rodríguez y de don Joaquín López Manso, se hizo activa propaganda. Mario Gómez aceptó la invitación para una conferencia de apertura en un Círculo recreativo y aprovechó para predicar El Tous pa Tous, y allí se anotaron más de ciento cincuenta socios. También logró que muchas jóvenes canguesinas prestasen buenos oídos al Tous pa Tous y se asociasen, y, con tal éxito, ya contaba la Sociedad con especial encanto.

Un día en que despejó el cielo fue a la muy culta villa de Besullo; gracias al señor Alcalde, al bizarro capitán señor Farfante, y a don Sabino Rodríguez, todo allí para él fueron facilidades; reunieron al pueblo y salieron de allí unos cincuenta socios. Otro día, igual que uno de los cuarenta del Diluvio, fue a Vega de Rengos. Don José Rabanal, delicadamente obsequioso, siempre propicio a los que a su parroquia llegaban en son de caridad, de progreso, de cultura, le presentó a los paisanos, y, claro es que, ante aquellos prestigios, su predicación había de ser fructífera. El docto maestro Sr. Pozal, les prestó su concurso. La insinuación de Fontela y la contundente oratoria de su hermano en casa de Elías, valieron para que se anotasen socios los vecinos de Posada y Ventanueva y algunos de Moal. El fiero temporal impidió que acudiesen los de otros pueblos.

Otro día fue a Llano, y con decir que iba guiado por don Pepín Uría, dicho queda habían de suscribirse todo Llano y todo Santa Eulalia. En Corias anotó su amigo Colás Cachón buen número de socios. En Corias tuvo un éxito que fue de su más íntima satisfacción. El señor rector de aquel convento, reverendo padre Fray Benigno Suárez, le prestó su atención, elogió la idea de El Tous pa Tous, y se anotó como socio. ¡Cómo no! ¡Cuándo desoyó aquella comunidad cualquier voz llamando a cooperación en las buenas obras del Concejo de Cangas! ¡Cuándo un rector de Corias había de desdeñar una propuesta de beneficencia, cultural, de amor y mutua ayuda entre les cangueses de buena voluntad! Aquel éxito le abría las puertas de todas las rectorales del Concejo, pues en Corias encontraban oriente para su sagrada misión, todos los párrocos.

El temporal le impidió hacer otras excursiones de propaganda, pero con lo predicado eran ya doscientos veintiún socios de la Villa; doscientos quince del Concejo; cuatrocientos tres en Madrid y cuarenta y cuatro entre los de provincias y de América. Ya había llegado la hora de constituir en Cangas la Junta directiva, la matriz, el Payar.

Había abonados en Cangas de acendrados amores al país, de prestigio, autoridad y de muy despejado criterio; mas no eran tantos los que, así bien dotados, ponían en actividad sus condiciones, y por eso invitó entre los amigos a quienes más trataba aquellos días, a los que más habían alentado sus propósitos. Como jamás se significó en la política canguesa, cupieron en El Payar los de más encontradas ideas, y así, y eso era indispensable, nacía El Tous pa Tous en un campo neutral y ajeno a todos los partidos.

El primero en aceptar complaciente su invitación fue el muy honorable sacerdote don Benito López. Con su sapiencia y recto juicio, él habría de orientar las decisiones de El Payar. No podía faltar su amigo don Manuel Muñiz, de muy nombrado aprecio en los pueblos y en la Villa. Fue nombrado vocal de ésta, y de la facina del Contorno, don Benito. Era imposible que le desairase el médico don Victorino López: sus espíritus habían caminado siempre juntos en el amor a Cangas; él aceptó gustoso la representación de Cibea. El acreditado comerciante don José Olalde, de Bimeda, quedó nombrado vocal por aquella facina. El probo maestro don Manuel Alvarez Uría, por Besullo; don Carlos Graña, el espíritu inquieto ante cualquier idea cultural que llegaba a Cangas, por Rengos. Con trabajillo logró que el espléndido y atractivo don Manuel Barreiro aceptase la representación de Sierra. Para la del Couto, fue nombrado su hermano.

¡Quién para una obra de fomento, de prosperidad, de progreso en la villa, o en el Concejo, no habría de anhelar la cooperación de don José María Díaz Penedela!
Amable a la invitación, aceptó la representación de la facina de provincias. Para vocal de la de Cuba, nadie mejor que don Manuel Alvarez, de Llano, el que en aquella isla había dejado una estela de grandes simpatías. Tenía D. Mario gran interés en que figurase en El Payar un amigo suyo que respiraba y hablaba y pensaba en el cangués más puro y acendrado: hablamos del médico don José Villa, que aceptó la representación de la Argentina.

Otro cangués de corazón, que desdeñó aún mayores caricias de la fortuna por regresar a la tierrina, don Emilio Colubi, aceptó el ser vocal por Méjico.

Gracias a una engañifa, a una trampa que le hizo, a una celada que le tendió, obtuvieron el éxito de que aceptase la presidencia el insuperable cangués don Pepín Uría. Le dieron un voto de confianza para que nombrase vicepresidente, y al parecer, fue gran acierto el suyo y gran satisfacción para todos ellos que nombrase a don Francisco Rodríguez, de Tebongo. Nadie mejor para secretarios que los distinguidos maestros don Ibo Menéndez Solar y don Frumencio Berciano. El recto y austero don Gonzalo Ortega aceptó con ánimo decidido el cargo de contador. Para tesorero era indicado su primo, José Álvarez Menéndez.

Y así quedaba constituido El Payar, y nuestro fundador se apuntaba como un mérito el haber conseguido llevar a la Junta a personas de tal representación, de tal valía y de tanto amor a Cangas.

Ya cum esu se terminaba el permiso que llevaba y tuvo que regresar a la Corte. Decía: “Bien sabe Dios que hice el viaje henchido de contento por las buenas noticias que podía dar a la Junta de Madrid. Nunca en mi vida llevé equipaje más valioso.”

El Payar
siguió celebrando sesiones. Estudió los Estatutos y el Reglamento, y obtuvo para ellos la aprobación del señor Gobernador de la provincia. Se dirigió con insistencia a nuestros paisanos en América. Organizó una Junta directiva de la Facina de la Villa; amañó los cabos sueltos e hizo gestiones para organizar el cobro de las cuotas en las facinas del Concejo.

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Cangas durante la Guerra de la Independencia (1808-1814)

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Anverso de la bandera del Regimiento de Cangas de Tineo (Museo del Ejército)

En el periódico El Narcea, dirigido por el maestro don Ibo Menéndez Solar y editado en Cangas del Narcea, se publicaron los días 4 y 11 de julio de 1908, dos artículos escritos por Manuel Flórez de Uría sobre las vicisitudes de los primeros días de la Guerra de la Independencia en Oviedo y en Cangas del Narcea. En el dedicado a Cangas se cuenta la historia del Regimiento de Cangas de Tineo, que se formó el 29 de junio de 1808 y en el que se alistaron alrededor de mil hombres, todos vecinos del concejo. Al finalizar la guerra, en 1814, en este regimiento solo quedarán vivos 22 de aquellos primeros voluntarios.

El autor de estos artículos es Manuel Flórez de Uría y Sattar, procurador de los tribunales. Gracias a unas notas que escribió Gumersindo Diaz Morodo, “Borí”, en 1934, sabemos sobre él algo más:

“Escritor en prosa y verso. Tiene escrita la “Historia del Regimiento de Voluntarios de Cangas de Tineo”, basada en las Memorias de su abuelo, y “Apuntes para la Historia de Cangas de Tineo y su concejo”, sin terminar todavía. Periodista. Director y fundador que fue de los periódicos semanales “La Verdad”, publicado en Cangas, y “La Verdad”, que se publicó en Oviedo. Colaboró en casi todos los periódicos de Oviedo, Gijón, Grado y Pravia, así como en varios de Madrid, bien con su firma o con el pseudónimo de “Juan de Cangas”.

Sobre el abuelo de Manuel Flórez de Uría y Sattar también escribió Borí lo siguiente:

“Don Manuel Mª Flórez de Uría y Arias-Valcarcel, señor de la Casa de Murias, abogado, escribió entre otros trabajos sus “Memorias”, en las que se contiene el historial del Regimiento de Voluntarios de Cangas de Tineo (hoy del Narcea) en la Guerra de la Independencia. Había sido oficial de ese Regimiento y uno de los muy pocos supervivientes”.
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Placa dedicada a los héroes del Regimiento de Cangas de Tineo

En El Narcea del 4 de julio de 1908 también aparece en la sección de Crónica Local un artículo en el que se cuenta el acto de homenaje a la bandera de ese regimiento, que fue uno más de los actos conmemorativos que se hicieron en Cangas para conmemorar la Guerra de la Independencia. En aquellas fechas la bandera estaba en el Ayuntamiento y a fines de los años veinte fue llevada al Museo del Ejército, en Toledo, en cuyos fondos continúa. En ese acto, celebrado el 29 de junio de 1908, intervino el médico Ambrosio Rodríguez (1852-1927), natural de La Torre de Sorrodiles, en Cibea, y persona de gran prestigio. Otro de los actos celebrados ese año de 1908 fue la colocación en la fachada principal del viejo Ayuntamiento de una placa conmemorativa que recordaba al mencionado regimiento, que hoy sigue colocada en el actual consistorio.

El pasado año de 2008, que sepamos, nada se hizo en Cangas del Narcea por recordar estos acontecimientos y por eso el «Tous pa Tous» considera de interés sacar a luz estos artículos:

Más información: Regimiento de Infantería de Línea de Cangas de Tineo (Por José Luis Calvo Pérez)


100 años de la Santina en Cangas (1909-2009)

Recibimos documentación de la parroquia de Santa María de Cangas del Narcea, sobre el centenario de la Imagen de la Santina de Covadonga que tenemos en la Iglesia parroquial, dicen que es una de las mejores de Asturias. Agradecemos a D. Jesús y a Neyo esta interesantísima información que reproducimos a continuación y que incluye el “texto integro que narra el acontecimiento” y varias fotos con los escritos aparecidos en la base de la Imagen. 

 

La Basílica Parroquial de Cangas, se encuentra de fiesta, más que esto de Centenario, la talla de la Santina de Covadonga cumple 100 años, así lo recoge los escritos aparecidos en la base de la imagen.
 
TEXTO INTEGRO
  
“Como recuerdo de eterna memoria y monumento glorioso que transmitió a la posterioridad el grandioso acontecimiento de la solemne Misión que predicaron los misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María el 29 de Marzo de 1909 en la Villa de Cangas de Tineo, se compró la imagen de la virgen de Covadonga y en el pedestal se colocaron los nombres y cantidades de los individuos que contribuyeron a comprar dicha imagen. Los Misioneros que predicaron la Sta. Misión fueron los R.R P.P Damián Sanáriz y Emilio Iñiguez, rigiendo la I.C el Sumo Pontífice Pío X y ocupando el trono de España S.M. Alfonso XIII, siendo párroco de la villa D. Bernardo Facundo Meléndez, Alcalde D. Nicólas de Ron y Juez Municipal D. Adolfo García”
 
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D. Jesús, porque se lo comentó D. Ernesto, sabe que la Santina se compró en unos talleres de Madrid, que es una talla de madera y es una de las mejores de nuestra Diócesis.
 
En otro documento en papel cebolla, aparece el nombre de las casi 500 personas que contribuyeron para la compra de la imagen.
 
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Cabe dos detalles, la donación de cinco niños y de un no nacido.
(Haz click sobre la imagen para ampliar)
Ahora sólo nos queda cuidarla otros 100 años.