Plano ideal del pueblo de El Puelo y sus inmediaciones en 1811

Plano ideal del pueblo de El Puelo y sus inmediaciones (Principado de Asturias) en 1811

El Puelo, Cangas del Narcea, fue escenario durante la Guerra de la Independencia de uno de los choques que fueron desgastando al ejército francés y minando el ánimo de sus tropas hasta frustrar del todo sus pretensiones invasoras. La batalla de El Puelo tuvo lugar el 18 de marzo de 1811 en las inmediaciones de esta localidad perteneciente al concejo de Cangas del Narcea. El combate se gestó en el retroceso de las tropas asturianas hacia el Occidente. Las guarniciones, que hasta ese momento mantenían a los franceses detenidos en torno a la línea de los ríos Nalón y Narcea, se retiraron para fortificar algunos puntos ante la previsión de un ataque francés. El enemigo aprovechó esta circunstancia para explorar los territorios al oeste de los cauces fluviales que hasta ese momento les habían frenado.

Los ejércitos españoles, al mando de los comandantes generales Losada y Porlier, les esperaron apostados en las alturas de El Puelo, una población elevada sobre un cordal entre los ríos Arganza y Narcea, en el camino que iba de Tineo a Cangas de Tineo (hoy del Narcea). Los planes de Losada y Porlier tuvieron éxito, y sus tropas hicieron retroceder de nuevo a los franceses, pero no sin antes sufrir lo indecible ante el acoso del ejército francés mandado por el general Valletaux. Sus 1.500 hombres tomaron las casas de El Puelo y, en dos columnas, consiguieron inicialmente poner en retirada a los españoles. Pero la intervención de los Húsares de Cantabria, que mandaba Porlier, contuvo el avance francés.

Según el relato firmado por Losada, los soldados de Porlier «no solamente contuvieron a los enemigos, sino que arrollaron varias veces su caballería, les hicieron replegarse, les causaron pérdida notable y se portaron con tanta serenidad y valentía que nuestra Infantería, a su abrigo, se retiró por más de una legua muy poco a poco y sin experimentar casi daño alguno. He dado las gracias derramando lágrimas a aquel trozo de valientes héroes». La defensa de Porlier decantó del lado español este episodio central de la guerra que se libró en Asturias, uno de tantos choques de desgaste que en este caso terminó con las tropas francesas en su lugar de origen, detenidas al este de la línea Nalón-Narcea.

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Carteles de Cangas del Narcea en la web del Tous pa Tous

Iniciamos esta nueva sección en Memoria Canguesa dedicada a los carteles, dando a conocer el cartel de las fiestas del Carmen de Cangas del Narcea de 1966. Ese año un grupo de cangueses, animándose los unos a los otros, decidieron festejar el Primer Centenario de la Descarga, una conmemoración que nadie se creía, pero que sirvió para organizar unas fiestas especiales. Uno de esos hechos especiales fue encargar el cartel de las fiestas a Alfonso (Alfonso Iglesias López de Vivigo, Navia, 1910 – Oviedo, 1988)

Alfonso era en aquellos años el mejor cartelista que había en Asturias; su actividad era intensa y las villas importantes le encargaban sus carteles a él.  El cartel festivo era una de sus especialidades y en ellos nunca faltaba el icono distintivo que identificaba a la localidad en fiestas, que en el caso del cartel de Cangas de 1966 será un volador, colocado en primer plano, que llena todo el cielo de Cangas. El cartel se tiró en la Litografía Luba, de Gijón. De este cartel solo conocemos un ejemplar, que se conserva en la Biblioteca de Asturias procedente del Depósito Legal. Ni el archivo municipal de Cangas del Narcea, ni la familia de Alfonso conservan un ejemplar. Es decir, es un cartel muy raro, a pesar de que no es muy antiguo.

El objetivo del Tous pa Tous será ir dando a conocer todos los carteles de fiestas, celebraciones, publicidad, asociaciones, etc. relacionados con Cangas y su concejo, porque, los carteles nos informan de las actividades y los intereses de la sociedad que los produce, y son a menudo una relevante manifestación artística. Sin duda, el cartel es otro testimonio más de nuestra memoria y esperamos que los cangueses colaboren enviando fotografías de viejos carteles que guardan en casa.

Apuntes para una Historia de la prensa canguesa

APUNTES PARA UNA HISTORIA DE LA PRENSA CANGUESA 

J. J. Morodo

(Entrambasaguas, nº 2, 1980, Cangas del Narcea)

Catálogo de Publicaciones (1):
EL OCCIDENTE DE ASTURIAS
BISEMANAL. CANGAS DE TINEO (1882)
 
 
 EL ECO DE OCCIDENTE
BISEMANAL. CANGAS DE TINEO (1894)
 
LA VERDAD
SEMANAL. CANGAS DE TINEO (1903)
 
 
 EL NARCEA
SEMANAL. CANGAS DE TINEO (1906)
 
 
 EL ECO DE OCCIDENTE
PASA A SEMANAL (1909)
 
 
 LA ESCOBA DE OCCIDENTE
SEMANAL. CANGAS DE TINEO (1911)
 
EL DISTRITO CANGUÉS
SEMANAL. CANGAS DE TINEO (1913)
 
EL DISTRITO DE CANGAS
DOS NÚMEROS. CANGAS DE TINEO (1916)
 
LA VOZ DE CANGAS
CANGAS DE TINEO (1916)
 
LA MANIEGA
CANGAS DE TINEO – CANGAS DEL NARCEA (1926)

Estas líneas no pretenden ser más que un esbozo de un estudio más profundo sobre la actividad periodística en Cangas del Narcea. Tal vez el término sea excesivamente amplio y necesita una anotación, pues por actividad periodística se podrían entender aquellas «relaciones», «cédulas», «discursos», «edictos», «bandos», etc., que se hallan en los archivos locales y que están fechados muy anteriormente a los periódicos que aquí vamos a mencionar. Por ello debemos de aclarar antes que nada que las publicaciones objeto de nuestro interés serán, en este trabajo únicamente aquellas que reúnan los requisitos mínimos de periodicidad (aunque no sea necesariamente constante), información y distribución por ejemplares en Cangas (2).

Una última aclaración es que reconocemos las valientes iniciativas que sucedieron a LA MANIEGA, muchas desconocidas y todas efímeras; pero es muy triste comprobar que en el concejo de Cangas del Narcea no se editó ningún periódico duradero desde 1932 (3); sin embargo no nos queda más remedio que hacerlo patente para el asombro de unos y vergüenza de los más.

El primer periódico conocido editado en Cangas del Narcea es EL OCCIDENTE DE ASTURIAS (32 x 44 cm. de formato y 25 x 38,5 cm. de mancha impresa o superficie, a tres columnas), con el subtítulo de «Periódico Bisemanal». Nació en agosto de 1882 y el último ejemplar que conocemos es de mediados de 1889. Sus fundadores y propietarios fueron Faustino Meléndez de Arvás y Menendo Valledor. Este último era también su director y acabó por ser su último propietario. Tenía la administración en la calle de La Fuente, número 9, de Cangas.

EL OCCIDENTE DE ASTURIAS tenía imprenta propia en Cangas y constaba de 4 páginas. En la primera publicaba habitualmente la «Correspondencia de Madrid», en forma de crónica epistolar fechada cuatro días antes, y un artículo de fondo que a menudo era sustituido por otro de divulgación de técnicas agrícolas. La crónica era un resumen de las actividades de la Corte y el artículo de fondo tenía como tema de opinión algún asunto local. Las páginas centrales insertaban la «Crónica General», de información nacional e internacional, la «Crónica Provincial», sobre Asturias y basada en las informaciones de otros periódicos. También solía publicar una «Crónica Local» y una sección titulada «Variedades» en la que se podían leer comentarios costumbristas como el siguiente: «… no es de hoy, es de los más remotos tiempos, ese instinto que lleva la mujer a olvidarlo todo para parecer más bella, y puesto que así es, puesto que nada puede oponerse al capricho tan generalmente admitido, tiempo es ya de pensar en hacer transacciones con la moda, desterrando de los afeites conocidos las sustancias nocivas que al poco tiempo llevan efecto contraproducente.

Yo, por lo mismo, he pensado en una preparación sencilla, EL AGUA DE CIBEA que ayudando al capricho ya incombatible de las mujeres, no las daña ni en su belleza ni en su organización» (4).

El OCCIDENTE también publicaba un folletín y su última página estaba dedicada a la publicidad.

La vida de este periódico es resumida por uno de sus fundadores, Faustino Meléndez de Arvás, de la siguiente manera: «La prensa es también señal evidente de cultura. En Agosto de 1882 se fundón por don Menendo Valledor, jubilado de la carrera judicial, hoy difunto, y por el que esta monografía escribe, el primer periódico que vio la luz en esta villa y en toda la región occidental de esta provincia, titulado «El Occidente de Asturias»; y en él colaboró desde Madrid, desde Salas y esta villa el Excmo. Sr. D. Francisco de Borja y Queipo de Llano, Conde de Toreno, hasta que fue llamado a ocupar la presidencia del Congreso de los Diputados. Sus correspondencias, altamente políticas, eran leídas con verdadero agrado por sus amigos y por sus adversarios políticos. Ni un sólo número dejó de favorecernos con sus estimadas cartas, con lo cual demostró el ilustre Conde, una vez, lo exacto que era en el cumplimiento de todos sus compromisos.

Después le sustituyó el Sr. Chanlié, aventajado imitador de Mesonero Romanos, amenizando con su erudición nuestro bisemanario.

Pasó después el periódico por muy poco tiempo a cargo de varios jóvenes de esta villa; y el 28 de enero de 1894 reapareció otra vez con el título de «El Eco de Occidente», dirigido por el abogado D. Atilano Valdés, a quien en 1895 sustituyó su compañero de profesión y de redacción D. Fernando Graña Ordóñez, y así continúa» (5).

En el párrafo anterior y gracias a Faustino Meléndez de Arvás, tenemos los escasos datos conocidos de este segundo periódico cangués, EL ECO DE OCCIDENTE. No conocemos ningún ejemplar.

En 1903 apareció LA VERDAD (26 x 35 cm. de formato y 20 x 28,5 cm. de mancha, a tres columnas), subtitulado «Semanario dedicado a la defensa de los intereses morales y materiales del partido de Cangas de Tineo». Constaba de cuatro páginas y su primer número venía precedido de varios ejemplares sueltos y sin numerar, dirigidos por Luis G. Ballesteros, y en los que se afirmaba que «Este semanario no es político, ni insertará nada contra religión alguna. Procurará ser un eco fiel de cuanto ocurra en Cangas de Tineo, su concejo, su partido judicial, dando cabida en sus columnas a cuanto a esa entidad interesa y con la buena administración, adelanto y progreso de las mismas se refiera.

Todo suscriptor que tenga el valor cívico necesario para decir la verdad en letras de molde, bajo su firma, y se comprometa a justificar lo que diga, abiertas tiene gratuitamente estas columnas y a nosotros a su lado, sin miedo ni contemplaciones a nada ni a nadie…».

Una vez instituido como semanario, LA VERDAD fue dirigido por Manuel Flórez de Uría. Se imprimía en Oviedo y nació con la ambición de crear una sociedad anónima. En su número 6 de 16 de mayo de 1903, insertó un anuncio para solicitar corresponsales en todos los pueblos de la provincia. Era un periódico con ideas avanzadas en lo que a la prensa escrita se refiere, incluso el estilo de su lenguaje era eminentemente el periodístico moderno, y no el típicamente decimonónico, plagado de gerundios y circunloquios, difícil de comprender y rebuscado que encontraremos en los otros periódicos estudiados.

LA ESCOBA DE OCCIDENTE fue otro semanario de la entonces Cangas de Tineo. De él no conocemos un solo ejemplar, aunque sabemos que era un semanario satírico y que apareció en 1911.

Lo que si conocemos por algunos ejemplares que hemos podido localizar son EL NARCEA (1906), EL DISTRITO CANGUES (1913) y LA VOZ DE CANGAS (1916).

Con el primero de los citados entra en la escena periodística lo que podríamos llamar el grueso de la tradición periodística canguesa. Citemos su «staff»: Director, Ibo Menéndez Solar; administrador, Santiago G. del Valle; redactor de semana, Ibo Menéndez Solar; corresponsal en Melilla, Mario Gómez; corresponsal en Madrid, Ambrosio Rodríguez y corresponsal en Casablanca, Manuel F. Capalleja. Estos hombres hacían EL NARCEA (6) (32,5 x 44,5 cm. de formato y 26,5 x 39 cm. de mancha, a cuatro columnas) que tenía como subtítulo: «Se publica los sábados». Apareció en 1906 y no podemos precisar su duración, pero sí que aún se publicaba el 27 de mayo de 1913, pues en esa fecha es citado por Santiago G. del Valle en EL DISTRITO CANGUÉS, donde se queja de la falta de personal en su imprenta para la confección de ambos periódicos.

EL NARCEA tenía cuatro páginas de cuidada impresión. El papel y los textos son de una limpieza y claridad superior a las de la mayoría de los periódicos de la época. Como queda dicho, se imprimía en Cangas, en «La Imprenta Moderna», de Santiago G. del Valle.

En cuanto a su contenido, además de las informaciones de la Campaña de Melilla, que comenzaba su apogeo por aquellas fechas, destaca el espacio que dedica a la información local en la amplia sección titulada «Crónica Local» que incluía noticias de todo el concejo. Es un claro precedente de LA MANIEGA.

Posteriormente nos encontramos con EL DISTRITO CANGUÉS (32 x 44 cm. de formato y 26,5 x 38,5 cm. de mancha, a cuatro columnas). Se subtitulaba «Defensor de los intereses morales y materiales de la región», y añadía en su cabecera: «Se publica los martes». Como hemos dicho más arriba, también se imprimía en los talleres de «La Imprenta Moderna», de Cangas. Constaba igualmente de cuatro páginas que incluían, preferentemente, información y opinión sobre temas locales. Apenas publica informaciones del extranjero, pero sí concede un importante espacio a la opinión política nacional. De los periódicos de Cangas es, junto con el que veremos a continuación, el más politizado. No obstante, en las informaciones locales alcanza un tono costumbrista, como en la noticia titulada «Un Lío»: «Por si era bueno o malo un duro que anduvo entre las manos de un herrero de esta villa y un vecino del pueblo de La Nisal, acusado este de pagar con moneda no corriente, se armó un verdadero lío el sábado penúltimo en medio la «vuelta»; y la madeja se enredaba y la gente acudía a presenciar el alboroto, sin que a todo esto, que duró más de media hora, acudiese ningún guardia municipal. Por fin llegó una pareja y no sabemos cuál ha sido el resultado de la «bondad» de la cinco pesetas pícaras». (7)

En julio de 1916 apareció LA VOZ DE CANGAS, con el subtítulo «Se publica el segundo y cuarto sábado de cada mes» (32 x 44 cm. de formato y 26 x 37 cm. de mancha, a cuatro columnas). Tenía cuatro páginas y se imprimía también en «La Imprenta Moderna». De este quincenal conocemos solamente un ejemplar, el correspondiente al número 4, del 25 de agosto de 1916, y que, curiosamente, no sabemos si por casualidad o como norma, está compuesto a la manera de los periódicos impresos en árabe; es decir, tiene la última página donde suele ir la primera y viceversa. En este número también, y para nuestro mayor asombro, la primera-última página está dedicada íntegramente a una argumentación contra cierta teoría sobre la vida y andanzas del autor de «El Quijote».

Hemos tenido la oportunidad de conseguir una valiosa carta manuscrita de Borí (Gumersindo Díaz Morodo) que nos aclara alguna duda sobre los dos periódicos precedentes, y que reproducimos a continuación:

««El Distrito Cangués» empezó a publicarse en primeros de abril de 1913. Propietarios: D. Higinio García del Valle y D. Luis Arce (o al menos aparecían como tales). Director: D. Ibo Menéndez Solar. Imprenta: D. Santiago G. del Valle.

En primero de abril de 1915 adquirí la propiedad del periódico, figurando desde entonces bajo mi dirección, habiendo comunicado el cambio a la Alcaldía.

Cesó la publicación el 29 de Julio de 1916; es decir, a los 16 meses de ser propiedad mía, con el número 167, publicándose seguidamente otros dos números con el título «El Distrito de Cangas» (El subrayado es nuestro y aparece tachado en el original).

Murió definitivamente a mediados de agosto de 1916, ante embargo judicial de la imprenta, puestos de acuerdo para ello el juez y los caciques.

Cuando adquirí la propiedad se publicaba normalmente y normalmente continuó hasta casi el final.

Si el Alcalde pretendía rectificar algo de lo publicado invocaba para ello el art. 14 de la Ley de Imprenta. Su establecimiento comercial se anunciaba en el periódico.

Al pasar a mi propiedad, y al saber que los anteriores propietarios y directores no se dieran de alta en la contribución, pretendí hacerlo, y el alcalde se negó a dar curso al acta.

Poco después de esto estuvieron en la imprenta el inspector de Hacienda, D. Ángel Arribas y otro señor más, los cuales a mis preguntas sobre la cuota que tendría que pagar, contestaron que dado que la imprenta no disponía de maquinaria (el periódico se imprimía en una averiada y primitiva prensa de mano) no podían señalarme contribución alguna; que si adquiría maquinaria sería el momento de señalarme cuota contributiva.

La denuncia que motiva la penalidad fue firmada por un empleado del Ayuntamiento, ante imposición del Alcalde.

Poseo toda la colección del periódico con el sello de la Alcaldía autorizando su publicación.

Se da el caso peregrino de que el inspector de Hacienda que incoó el expediente es el mismo señor Arribas que meses antes me indicara que no podía incluirme en la lista de los contribuyentes.

Todo ello es un caso de vergonzoso caciquismo, en el que el principal culpable fue el alcalde de entonces D. José María Díaz López.

«La Voz de Cangas» la publicaba el Alcalde para combatirme, sin que se diese de alta en la contribución…» (8).

Como vemos también por Cangas camparon los censores de la prensa.

Por último, vamos a concluir estos apuntes sobre la prensa canguesa con el periódico más conocido, tanto por su relativa proximidad cronológica como por su gran difusión: LA MANIEGA (6) (9) (19 x 27 cm. de formato y 13 x 22 cm. de mancha, a dos columnas), subtitulado «Boletín del Tous pa Tous, sociedad canguesa de amantes del País».

Se imprimía en Madrid, el primer número tiene 16 páginas y en algunos alcanzó el doble. Era editada lujosamente en formato de revista y con inclusión de grabados y fotografías, cosa que no ocurre en los periódicos anteriormente citados.

Los principales promotores de LA MANIEGA o, por mejor decir, de la sociedad de la que era portavoz, fueron el médico militar y escritor Mario Gómez y el maestro de escuela Ibo Menéndez Solar.

De LA MANIEGA existen varias colecciones completas, por lo que pensamos dedicarle una atención especial en otro trabajo; no obstante, es necesario dejar constancia aquí de que es el periódico más representativo de la prensa local, tanto por su significación como por el contenido de sus páginas. Los temas que se pueden leer en LA MANIEGA son esencialmente cangueses, apartados de la política (siempre se declaró «apolítica»).

Se publicó esta revista desde marzo de 1926 hasta noviembre-diciembre de 1932, cada dos meses. Fueron 41 números de información sobre las actividades del «Tous pa Tous» y el acontecer del concejo y de los cangueses en otras tierras. Pero nada mejor que sus propias páginas para poder conocer lo que realmente era y cuáles eran sus pretensiones que cumplió con creces: «Él [el «Tous pa Tous»] repartirá un boletín periódico, LA MANIEGA, con el nombre, profesión, domicilio y pueblo de origen de todos los socios, y así todos podremos estar al habla; LA MANIEGA será para muchos un ventajoso anuncio que aumentará su clientela; para otros una guía en la que encontrar servicios de confianza; para todos un medio de relación, de consuelo o de consejo. (…)

LA MANIEGA sostendrá las relaciones y mantendrá vivos los recuerdos: ella dará cuenta de las bodas, bautizos y entierros en el Concejo; dirá los precios de los mercados y el estado de las cosechas; hablará de los que emigran y de los que regresan y de los medios de locomoción y de los acontecimientos más importantes en el Concejo, y de los «choubus» y de las «foinas» y de las riadas de las romerías. LA MANIEGA será un cabo que periódicamente lance el Tous pa Tous para que a él puedan asirse los que se cran olvidados de su País y los que se sientan olvidándolo (…).

El Tous pa Tous (y, por tanto, añadimos nosotros, LA MANIEGA) es ajeno a la política, y en él caben los cangueses de todas las ideas y jamás hará selección ni dará preferencias, atendiendo a la opinión o al partido de aquél a quien socorre. El Tous pa Tous sigue la ley de Cristo y hasta a las cárceles puede llegar su mano protectora» (10).

Vemos, pues, como la intención de los creadores de LA MANIEGA era que sirviese para poner en contacto a los cangueses, viviesen donde viviesen. Y lo logró. Podemos decir con seguridad que LA MANIEGA tuvo el más resonado éxito periodístico local. Sus informaciones eran claras y las colaboraciones jugosas, sobre todo las firmadas por «El Cuntapeiru», llenas de enjundia y canguesismo.

Como ya henos dicho al principio, ha habido otras publicaciones, pero tan efímeras que no quedan de ellas ni sus títulos. Por otra parte, la desgraciada desaparición de los originales o la actual imposibilidad de acceso a éstos dificultan en gran medida la labor de investigación. Sería deseable que todas las colecciones y números sueltos que aún existan fuesen catalogados y ordenados, para incrementar así el acervo cultural de la villa y la región.

NOTAS:

  1. Basado en el catálogo de Manuel F. Avello, corregido y ampliado en Historia del Periodismo Asturiano, Ed. Ayalga, Salinas (Asturias), 1976.
  2. Debido a que no todos los periódicos estudiados se imprimían en Cangas.
  3. Año de desaparición de LA MANIEGA.
  4. EL OCCIDENTE DE ASTURIAS, número 276, del 17 de abril de 1885. Artículo titulado «¿Por qué se pintan las mujeres?», de la sección «Variedades»
  5. O. Bellmunt y F. Canella, Asturias, monografía «Cangas de Tineo», por Faustino M. de Arvás, 1900, pp. 197 y 198.
  6. «Recordemos el gran aprecio que se tenía al antiguo periódico «El Narcea», que se publicaba en Cangas, en la imprenta de don Santiago G. del Valle, del que fue director mi buen amigo don Ibo Menéndez Solar, maestro de Cangas (q.e.p.d.), siendo colaboradores muy notables, entre otros, ya fallecidos, don Abel G. del Valle, el doctor Ambrosio Rodríguez, de Cibea, gran amigo de Ramón y Cajal; don Odón Meléndez de Arbás, maestro de La Regla de Perandones; don Mario Gómez, bien conocido de todos (q.e.p.d.). Más tarde hemos visto la feliz iniciativa de don Mario, que, en unión del referido don Ibo Menéndez Solar y otros socios, fundaron «La Maniega», que se acabó con la muerte de ambos». Del artículo titulado «El mes de Mayo en el Concejo de Cangas», publicado en el número 1 de la revista mensual Narcea. Órgano del Club Narcea, de ambiente asturiano, del 31 de Mayo de 1935 y firmado por Benjamín Rodríguez Gómez (maestro de Bimeda).
  7. EL DISTRITO CANGUÉS, número 7, del 27 de mayo de 1913. Noticia de la sección «La Semana Canguesa».
  8. Aumentemos las incógnitas: el Jefe de Redacción de EL DISTRITO CANGUÉS era Odón Meléndez y en el ejemplar que conocemos de LA VOZ DE CANGAS aparece un artículo firmado por «Odón». Esto, por supuesto, no tiene por qué restar credibilidad a las afirmaciones de Gumersindo Díaz Morodo.
  9. Es el único periódico de los aquí citados del que conocemos la colección completa. Tres de estas colecciones están localizadas y en posesión de particulares, además existen números sueltos que deberían reunirse en colecciones completas. La Biblioteca Municipal de Cangas del Narcea contaba entre sus fondos con una de estas colecciones, que ha desaparecido. En la Hemeroteca Municipal de Madrid se conservan los números correspondientes a los años 1929 y 1930.
  10. LA MANIEGA, número 1, de marzo de 1926. Artículo titulado «Tous pa Tous».

“El Narcea”, segunda época (1912 – 1915), en la web del Tous pa Tous

Último número de El Narcea con la cabecera de la primera época del periódico.

El periódico El Narcea se publicó en Cangas del Narcea desde 1906 a 1915. Su fundador y primer director fue el maestro Ibo Menéndez Solar. Durante su existencia tuvo dos épocas tan distintas que casi podemos decir que fueron dos periódicos diferentes con una misma cabecera.

La primera época comenzó en enero de 1906 y llegó hasta julio de 1912. En todo este tiempo su director fue el mencionado don Ibo. A partir de 1909 aparecieron en la cabecera, junto al director, otros colaboradores: Santiago García del Valle (administrador y propietario de la Imprenta Moderna en la que se imprimía El Narcea), Abel García del Valle (redactor), los médicos Manuel Gómez (redactor), Mario Gómez (corresponsal en Melilla) y Ambrosio Rodríguez (corresponsal en Madrid), y Manuel F. Capalleja (corresponsal en Casablanca).

También colaboraba con mucha frecuencia el maestro Odón Meléndez de Arvas, de Cibuyo. El Narcea de esta época era partidario en política del diputado a Cortes por el distrito de Cangas del Narcea: Félix Suárez-Inclán. Tuvo una vida tranquila, sin campañas políticas en contra de nadie y en consecuencia no sufrió denuncias ni multas. Sus contenidos se centraron sobre todo en promover la enseñanza, la higiene, la mejora de las técnicas agrícolas y ganaderas, la historia, etcétera; a diferencia de sus predecesores del siglo XIX, no publicaba noticias nacionales y provinciales (que por otra parte ya no tenían mucho sentido, porque a Cangas llegaban diarios editados en Oviedo, Gijón y Madrid), y la mayor parte de sus cuatro páginas se dedicaban a la “crónica local”. En los años de esta primera época de El Narcea, no hubo en Cangas del Narcea otro periódico, y los contrarios a él y a la política de Suárez-Inclán escribían en La Justicia. Semanario Republicano, de Grado. Juan de Cangas (seudónimo de Manuel Flórez de Uría) escribió en este periódico en 1912 una crítica a los redactores de El Narcea, a los que les echaba en cara su escasa valentía y su falta de compromiso:

“Siendo, o titulándose, los hombres de El Narcea republicanos, con fondo de racionalistas y puntos y ribetes de socialistas, puede usted calcular el sacrificio enorme que en aras de la paz de este concejo vienen haciendo los infelices, cuando número tras número se guardan su alma en su armario, digo sus ideas propias, para, entre congojas y trasudores, alumbrar en el periódico ese material amorfo que llene números, permita cobrar su precio y no diga nada útil, ni comprometa a nada ni a nadie”. (La Justicia, 17 de marzo de 1912). 

A pesar de las criticas de Juan de Cangas, la primera época de El Narcea constituye un momento de mucho interés para el periodismo cangués, porque al estar apartados de la lucha política, sus contenidos nos resultan hoy más relevantes. Lamentablemente no conocemos una colección completa de esta primera época.

Cabecera de la segunda época de El Narcea.

La segunda época de El Narcea comienza con el número 335, el 6 de julio de 1912. El periódico pasa a manos de Luis Martínez Kleiser (1883-1971), un madrileño, licenciado en Derecho y escritor (que llegó a ser miembro en 1945 de la Real Academia Española), que estaba casado con María Nieves Rodríguez, hija de Francisco Rodríguez, natural del pueblo de Val.lau / Vallado y emigrante en Madrid. Martínez Kleiser quiso entrar en política y decidió presentarse para diputado a Cortes por el distrito de Cangas del Narcea, enfrentándose al mencionado Suárez-Inclán, que llevaba ocupando este puesto cerca de veinte años y contaba con el apoyo de los liberales, los conservadores e incluso algunos republicanos cangueses. El joven Kleiser era un conservador ultracatólico, muy próximo al tradicionalismo y el carlismo, que en 1916, después de su fracaso en el distrito de Cangas, se presentará como candidato por el distrito electoral de Tudela (Navarra) en la lista de los “jaimistas”, es decir de los partidarios de Jaime de Borbón y Borbón-Parma, pretendiente carlista desde 1909 al trono de España. En 1912, Kleiser llegó a Cangas del Narcea con el discurso de renovar la vida política y logró rodearse de un grupo de jóvenes conservadores que se harán cargo de El Narcea y que intentarán desde sus páginas desprestigiar a Suárez-Inclán y a sus partidarios. Nacen de este modo, los kleiseristas y los inclanistas, dos grupos que entre 1912 y 1916 van a mantener una lucha política virulenta, que en las urnas ganarán en todos los casos los inclanistas. Además del periódico, los kleiseristas organizaron en la villa un Círculo Conservador y Kleiseristas (véase El Narcea, 16 de mayo de 1913) y un sindicato agrícola en el río de Naviego (véase El Narcea, 5 de febrero de 1915).

En consecuencia, El Narcea en su segunda época se convirtió en el propagandista de Martínez Kleiser y de sus seguidores. En este periodo tuvo cuatro directores: Jesús Menéndez (hasta el 24 de agosto de 1912); Luis de Ron (hasta el 9 de junio de 1914), Evaristo M. de Arvas (hasta el 20 de marzo de 1915) y José Menéndez. Su administrador en todo este tiempo fue el procurador Ángel Rodríguez. Colaboradores habituales fueron Faustino Meléndez de Arvas, Carlos Graña Valdés, Pinón de la Freita (seudónimo de Jesús Pérez Castro), Humberto de Ron, etcétera. Algunos de los colaboradores se escondían detrás de seudónimos, como Flor de Lis, Fray Veritas, El Padre Cobos o El Eremita. El periódico volvió a tratar asuntos nacionales e internacionales, defendiendo la causa germanófila durante la Primera Guerra Mundial, y periódicamente publicaba unas hojas literarias, por influencia del mismo Martínez Kleiser. La vida de El Narcea en este tiempo fue muy agitada y sus directores sufrieron a menudo denuncias y sanciones debido a las campañas furibundas que mantuvieron contra Suárez-Inclán, contra el alcalde, José Mª Díaz “Penedela”, que era inclanista, y contra el periódico El Distrito Cangués, que fundaron el 8 de abril de 1913 los inclanistas para contrarrestar la influencia de El Narcea. El fracaso electoral de Martínez Kleiser supuso la desaparición del periódico.

A partir de ahora podrá consultarse en nuestra hemeroteca El Narcea correspondiente a esta segunda época. Son 135 números que se publicaron entre julio de 1912 y junio de 1915, a los que hay que sumar diez ejemplares de un suplemento especial para el distrito electoral de Cangas del Narcea que editó El Pueblo Astur entre marzo y junio de 1915. Los originales son de Juaco López Álvarez y proceden de la biblioteca de Luis Martínez Kleiser. Su digitalización ha sido sufragada por Flores La Plaza, de Cangas del Narcea.

El castro de L.larón en la Biblioteca Digital del Tous pa Tous

Planta y secciones de los conjuntos defensivos del castro

En julio de 1978 se realizó una excavación arqueológica en el castro del pueblo de L.larón / Larón, dirigida por los profesores José Luis Maya González, de la Universidad Autónoma de Barcelona, y Miguel Ángel de Blas Cortina, de la Universidad de Oviedo. Una noticia de esta excavación, escrita por este último, puede leerse en el número 5 de la revista Entrambasaguas. A partir de ahora también podrá consultarse en nuestra biblioteca digital la memoria completa de aquella excavación que se publicó en 1983, en el número 15 del Noticiario Arqueológico Hispánico, editado por el Ministerio de Cultura.

Hebillas anulares (a y b) y pendiente (c)

El castro de L.larón es el único castro excavado en el concejo de Cangas del Narcea. En la actualidad hay catalogados 24 castros en todo el concejo, aunque es muy probable que haya más. De todo ellos solo este de L.larón y el de Tremáu de Carbachu, que ha sido reconocido pormenorizadamente y limpiado por un equipo de arqueólogos, han sido estudiados hasta la fecha.

Los castros son poblados fortificados de la Edad de Hierro, caracterizados por su localización en promontorios poco accesibles, utilización de fosos y murallas, y viviendas de planta redonda. En el de L.larón aparecieron materiales de época romana y es seguro que su existencia estuvo muy determinada por la intensa minería del oro que existió en el valle alto del río Ibias en ese tiempo.

El legado colegial del arquitecto cangués Álvarez Castelao

Nudo Castelao, ejemplo de arquitectura sin lenguaje y de gran lógica constructiva, ingenio e inteligencia, con un acabado sorprendente. Gasolinera de La Tenderina en Oviedo.

La Biblioteca del Colegio Oficial de Arquitectos de Asturias, creada en los años ochenta como servicio de apoyo bibliográfico para el ejercicio profesional, ha sido sufragada y mantenida desde su origen por esta entidad, característica ésta que le da un carácter privado. No obstante, pese a esta peculiaridad y de que la difusión de sus fondos nunca se ha hecho de forma explícita, atiende las consultas y demandas sobre arquitectura, construcción y urbanismo de todo usuario que se acerque al colegio.

Este año, en el que se conmemora el centenario del nacimiento de don Ignacio Álvarez Castelao, pretendemos con este escrito recordarle, puesto que en el momento de su jubilación contribuyó a incrementar el prestigio de esta biblioteca, donando las revistas adquiridas durante el desarrollo de su actividad profesional (1940-1984).

El interés de este arquitecto por conocer la arquitectura gestada en el país propio y en el mundo, la única forma efectiva en aquella época de estar en contacto con la actualidad, hizo que recibiese en su estudio gran cantidad de títulos de publicaciones periódicas españolas y extranjeras, constituyendo un importante fondo muy bien ordenado y conservado.

El examen de las mismas por su propietario debió ser reposado y con cierto método, puesto que en muchas de ellas se observan acotaciones, hechas con un círculo a lápiz, de los títulos de artículos y a la derecha de éstos figuran unas palabras que describen de forma muy general el tema tratado, el contenido global del escrito: estructuras laminares, bóvedas, tipologías arquitectónicas. De tal forma que cuando el arquitecto precisase volver a leerlos para buscar un detalle que hubiese suscitado su atención, se pudiesen localizar fácilmente, gracias al laborioso vaciado de revistas que se había elaborado.

Estas revistas, además del valor que tienen como documentos para el estudio de la historia de la arquitectura de cuatro décadas del siglo XX, permiten sacar a través de las grafías, de las marcas que don Ignacio ha dejado en sus páginas, algunas conclusiones sobre sus preferencias arquitectónicas y sobre su interés por diferentes técnicas constructivas, deduciéndose que el procedimiento de trabajo debía ser minucioso, ordenado.

Es una agradable sensación hojear las páginas, parece como si en ellas todavía se mantuviesen retazos de la vida profesional de su propietario, como si en el papel aún permaneciesen sus huellas; me pregunto si con los libros y las revistas electrónicas que actualmente van apareciendo, podrá mantenerse esa impresión de objeto disfrutado, vivido, por una persona que ya no existe.

Este legado Castelao ha sido consultado en la biblioteca colegial no sólo por los propios arquitectos, sino por investigadores, profesores, alumnos e incluso algún inquilino de las viviendas construidas por él.

También ha servido de ejemplo a seguir por otros colegas al acercarse el fin de la vida laboral en el ejercicio de una profesión, en la que la técnica y la sensibilidad humanista han ido muy enlazadas.

  Margarita Escotet González
Bibliotecaria del Colegio Arquitectos de Asturias
Oviedo, 30 de junio del 2010

El espíritu de un gran hombre

El sacerdote de Posada de Rengos P. José Pérez Álvarez con un niño en Colombia

Toda una vida dedicada a quienes más lo necesitan

Estamos hablando del sacerdote asturiano José Pérez Álvarez, nacido en Moncó, parroquia de Vega de Rengos, Cangas del Narcea, en el año 1926.

El padre Pérez cursó sus estudios en los Seminarios de Tapia, Valdediós y Oviedo, en Asturias, y se ordenó en el año 1952. Fue tres años párroco de las localidades asturianas de Bayo y Báscones en el concejo de Grao y dos años capellán del Hospital Militar de Las Palmas de Gran Canaria, adonde llegaban miles de legionarios heridos en combate a consecuencia de la guerra de Ifni, librada entre fuerzas españolas y marroquíes en el Sahara Occidental durante 1957 y 1958, y en donde conoció al actual rey de España, D. Juan Carlos I.

A continuación trabajó un año en La gran misión Buenos Aires dentro del Equipo Pontificio Misionero Americano y veinticinco años, desde junio de 1960, como capellán y director de Relaciones Humanas, tras graduarse como psicólogo industrial, en Ingenio Providencia, un importante consorcio azucarero de Cali, Colombia, el país más hispanófilo del mundo.

 EL CENTRO DE FORMACIÓN INTEGRAL PROVIDENCIA

Su amor por el prójimo y su devoción por Asturias los ha ido plasmando en grandes obras de desarrollo social y humano como el Centro de Formación Integral Providencia, en Cali, ahora ya con categoría de universidad. El padre Pérez lo erigió tras conseguir la cesión altruista de los terrenos por parte del grupo empresarial en que prestaba sus servicios, la ayuda de diversas instituciones y el trabajo gratuito de los propios empleados de la empresa, casi todos analfabetos, que querían para sus hijos un futuro mejor.

El centro, inaugurado en 1965, es el mayor del país con estas características y tiene capacidad para 3.500 alumnos. Fue declarado centro piloto a imitar en otros enclaves colombianos y diversos países latinoamericanos. Más de 35.000 alumnos se han formado en él a lo largo de casi 40 años, convirtiéndose de este modo en agentes dinámicos de su propio desarrollo.

La gran particularidad es que los jóvenes, tan pronto como terminan sus estudios, comienzan a trabajar en empresas del Valle del Cauca como mandos intermedios.

Por esta obra el Gobierno Colombiano lo condecoró, en 1982, con la Medalla Cívica “Camilo Torres”, un galardón creado para reconocer y enaltecer los servicios eminentes del educador que incorpora en su trabajo educativo prácticas de convivencia al interior de la institución, que involucra a la comunidad educativa en el quehacer de la educación, que trabaja por la promoción y defensa de los derechos del niño y que promueve en los alumnos el interés por el conocimiento científico y tecnológico.

EL BARRIO OVIEDO DE COLOMBIA

Otra obra de indudables prestaciones fue la construcción del Barrio Oviedo, en el municipio de El Cerrito, muy cerca de la ciudad de Palmira, en 1972. Edificado el centro formativo para los hijos de los trabajadores de Ingenio Providencia ideó, acto seguido, está barriada de 70 viviendas unifamiliares con huerto para los obreros más necesitados, inspirándose en las normas de habitabilidad que ya en 1927 empezaban a imperar en Europa para este tipo de equipamientos.

EL CENTRO ASISTENCIAL OVIEDO

El padre Pérez rodeado de niños y jóvenes en Colombia

De la misma forma levantó, en terrenos colindantes al barrio y con la colaboración del consistorio ovetense, el Centro Asistencial Oviedo, un equipamiento que dispone de sala de reuniones, consultorio médico y odontológico gratuito (gracias a la colaboración de especialistas en prácticas), guardería infantil, talleres-escuela de corte y confección y culinario, biblioteca y zona recreativa para niños.

A este magno proyecto le seguiría el Barrio El Carmen, de 200 viviendas, y otros más.

EL CENTRO ASISTENCIAL PARA MADRES SOLTERAS

Con la colaboración de Vivian Idreos, traductora y escritora nacida en El Cairo y afincada en Madrid a quien se debe la obra Los últimos hijos de Constantinopla, se involucró también en el Centro Asistencial para Madres Solteras, en la localidad de Pasto, con capacidad para 70 mujeres, a través de un grupo de colaboradoras de la institución en la capital de España.

LA FUERZA DE LOS HECHOS

Una vez jubilado fundó Padrinos Asturianos y su último empeño es poner en marcha un nuevo Centro Asistencial y Cultural en una de las barriadas más pobres y de más alta peligrosidad de Cali, para promover el desarrollo humano de 70.000 personas que viven en él en condiciones infrahumanas y prestar asistencia a 300 niños que la institución tiene apadrinados en dicha zona.

En la actualidad [junio 2010] mantiene la sede central en Oviedo (en las oficinas de la iglesia parroquial de San Juan el Real, cedidas gratuitamente), y posee delegaciones en Cali (Colombia) y en Orlando, Miami (EE.UU.), igualmente gratuitas.

Cinco años en Australia

Antiguo Ford de la familia Lago Villar en Corryong (Australia) hacia 1967

Por Alfonso López Alfonso

Viajar es ampliar horizontes y desde los lugares más cómodos de la tierra la gente se puede mover con ese espíritu heredado del Romanticismo que busca arrimar a los propios los mitos ajenos, acercar lo desconocido. Pero para millones de personas a lo largo de la historia y hasta hoy mismo hay una manera distinta de viajar en la que las aventuras surgidas durante el trayecto no se buscan, sencillamente se encuentran. A esa manera de viajar, forzada por la necesidad, la llamamos emigración. Si viajar, como dice Antonio Muñoz Molina, sirve sobre todo para aprender sobre el país del que nos hemos marchado, emigrar obliga además a aprender algo sobre el país al que se llega. Después de la Segunda Guerra Mundial

Corryong (Australia). Compañeros de colegio de Olga Lago Villar en 1967

Australia necesitaba mano de obra para las plantaciones de caña de azúcar, de tabaco, frutas y cereales, para la industria, para todo, y hasta allá, en las antípodas, fueron llegando italianos y griegos durante los primeros años cincuenta. Entre 1958 y 1963, en lo que se conoció como Operación Canguro, llegaron también unos pocos miles de españoles con  pasajes subsidiados y programas de reunificación familiar. Aquel país del confín del mundo era un vasto continente joven y de mayoría aplastantemente anglosajona en el que imperaban políticas manifiestamente descabelladas para con los aborígenes, y allí, como nos hace saber Jorge Carrión en su libro Australia, un viaje, a estos inmigrantes morenos y más bien bajitos que llegaban del sur de Europa se les llamaba despreciativamente wogs, que venía a ser, para entendernos, un poco el equivalente australiano al desprecio que por esos mismos años despertaban entre los asturianos los trabajadores llegados desde otros puntos de la geografía española atraídos por ENSIDESA, a los que se les llamaba con poco cariño, recordemos, “coreanos”.

Que la principal barrera con la que tropieza el que emigra es el idioma cuando no coincide con el propio lo saben muy bien los españoles que se fueron a Australia. Entre los miles de españoles que llegaron a aquel país continente, extremo en su naturaleza y hasta el siglo XVIII poblado con convictos británicos, hubo también asturianos. Engracia, una de las protagonistas de esta historia, no tenía el oído acostumbrado al galimatías extraño que era para ella el inglés, así que para poder trabajar en un restaurante de la ciudad de Corryong, en el estado de Victoria, al sureste del país, se aprendió de memoria los menús y a su manera, también de memoria, porque la gramática es un lujo que a menudo no pueden permitirse quienes viven para trabajar, aprendió a anotar aquello que oía en su libreta de camarera para entregarlo en la cocina. Era una camarera parca en palabras, pero muy eficiente.

Boda de Engracia Villar y Alberto Lago en Combo (Cangas del Narcea) en 1958

Engracia Villar y Alberto Lago, ambos naturales del concejo de Cangas del Narcea, se casaron en 1958. Por aquel tiempo, en Granda (Gijón), compraron una casa con negocio -un chigre de pueblo- donde vivieron hasta que partieron a su aventura australiana en febrero de 1963. En Granda nació Olga, su hija mayor, que con ellos avistaría tierras lejanas. ¿Qué les impulsó a marcharse? Los subsaharianos que intentan alcanzar Europa denominan su travesía por el desierto como la Aventura. Cualquiera puede intuir que esa Aventura entre tuaregs y bereberes, impulsada y propiciada muchas veces por traficantes de toda laya, no es precisamente una película de Antonioni. A la mayor parte de los españoles que se fueron a Australia, como a casi todo el que se aventura, los movió la necesidad y el ansia de mejorar. Engracia y Alberto no fueron ninguna excepción. Tenían deudas por la compra del bar, estaban pagando bastantes intereses y con el funcionamiento del negocio no eran capaces de amortizar el capital, así que decidieron cambiar de vida.

Poblado de Corryong en Australia donde residía la familia Lago Villar. En la imagen Olga la hija del matrimonio en 1966

—En Granda -cuenta Engracia-, teníamos un bar a medias con mi hermano Segundino, pero no producía. No daba dinero. Mi hermano se fue entonces a Australia y un día, medio en broma, Alberto no sé qué me dijo y yo le contesté, “pues me voy a ir a Australia con mi hermano”. Todo en broma. Eso fue una broma, pero entonces me dice él: “Coño, pues ahí sí que estábamos bien los dos”. A los pocos días se encontró en Gijón con un conocido de San Antolín de Ibias que tenía tres hijos en Australia y le dijo que iba a salir una emigración nueva, que pagabas muy poco y llevabas intérprete cuidando de ti y no era como si fueras por cuenta tuya. Entonces había un paro en España más que ahora. Bueno, más que ahora no sé si lo habría, lo que pasa que ahora hay más comodidades. Y mira, la ignorancia hace el valor. El caso es que aquel señor quedó en avisarnos. Y justo el día que viene a decirnos que empezaba el plazo para apuntarse, Alberto se había ido con la niña a Cangas a pagar los intereses.

—Sí –interviene Alberto-, pero al hombre se le ocurrió llamar al cuartel de la Guardia Civil de Cangas para que me avisaran y cuando estaba montado en el autobús para ir hasta La Viña, la aldea donde nací, se suben dos guardias civiles, con sus tricornios y sus capas, que ya sabes cómo se las gastaban en aquellos tiempos. Menuda impresión. La línea llena y yo con la niña. Preguntan por Alberto Lago, y yo, sorprendido y atemorizado, me levanto y contesto que soy yo. Entonces me dicen que me presente en Gijón inmediatamente. Menudo susto, pero así fue como vine a apuntarme.

Compañeros de colegio de Olga Lago Villar en Corryong (Australia) en 1965

—Al día siguiente nos pasaron un reconocimiento. En pelotina: “Desvístanse ahí en pelota”, nos dijo una chica que había allí de intérprete, que para nosotros aquello era una cosa casi de escándalo, porque los médicos eran australianos. Te hacían un reconocimiento y los que estaban bien pasaban, y los que no se quedaban. Alberto no pasó la primera vez por culpa del estómago, pero volvieron a llamarlo y luego ya pasó. Embarcamos en febrero del año 63 y la niña cogió tifus porque el barco no estaba bien desinfectado. Cuando llegamos allí todavía se pasó mes y medio en el hospital.

En abril de 1963 llegan a Melbourne, desde allí los llevan en tren a un campamento de emigración donde estuvieron algo más de un mes.

Alberto y Engracia con su hija Olga Lago Villar y un amigo en Griffith hacia 1964

—Mi hermano estaba en Wologon y nos reclamó porque allí había trabajo y nos había buscado casa. Cogimos el tren a Sydney y de allí a Wologon, donde mi hermano estaba esperándonos. Allí estuvimos en un pueblo que se llamaba Greenhill. Alberto empezó a trabajar en la fábrica en que trabajaba mi hermano, que era una especie de acería. Allí el gobierno ya no estaba pendiente de nosotros y vivíamos en una casa prefabricada muy grande con un italiano y otra familia con tres hijos. Yo cocinaba para dos primos míos que estaban con nosotros, para Alberto, la niña, mi hermano y para mí. Mis primos y mi hermano dormían en una habitación y nosotros en otra, la otra familia en otra y el dueño en otra. Compartíamos el retrete, que eran unos cubos que pasaba a recogerlos un hombre al que llamaban el hombre sit, para que lo entiendas, el hombre mierda. Allí estuvimos sobre un año y de ahí nos fuimos a una farma en Griffith, donde Alberto sulfataba, regaba, podaba los árboles, y yo, en la época de recogida de manzana y uva ayudaba. Allí estábamos muy bien, pero por ese tiempo había llegado otro hermano mío, Antonio, y hacia 1965 decidimos marchar a Corryong, un pueblo que tenía hospital, comercios y colegio, porque cerca de allí estaban trabajando mis hermanos.

Familia Lago Villar en Cancova, Snow Montain, cerca de Corryong en 1965

Alberto se colocó a trabajar como soldador haciendo tubos para las canalizaciones de agua en las Montañas Nevadas, las Snow Mountains. Entonces teníamos un coche, un Ford algo destartalado, y Alberto se desplazaba en él unos cuantos kilómetros a trabajar. En Corryong yo comencé a trabajar en una cafetería que era de unos griegos. Como teníamos el bar de Granda pues aquello me sirvió para defenderme con el trabajo, servía las mesas y recogía, pero los menús, las cartas, tuve que aprendérmelas de memoria porque no sabía hablar. Iba a la mesa, me decían lo que querían y yo lo anotaba de memoria y se lo llevaba al cocinero. Allí no se vendía nada de alcohol. Refrescos, té y eso sí, pero bebidas alcohólicas nada. Pero al segundo o tercer año la fábrica donde trabajaba Alberto cerró y nos fuimos a Melbourne, donde estuvimos unos

Olga Lago Villar en su colegio de Melbourne en 1968

meses. Allí me coloqué a trabajar en el Hospital de San Vicente y él de friegaplatos en un restaurante, pero yo estaba en estado del niño, de Ángel, y entre unas cosas y otras decidimos regresar. Embarcamos en octubre de 1968 para volver porque al marchar habíamos dejado el bar de Granda alquilado con un contrato de cinco años por muy poco dinero. Como se cumplía el contrato y además habíamos ahorrado algo y pagado todas las deudas decidimos que era hora de volver. En noviembre llegamos a Lisboa, de Lisboa, en tren, a Madrid a casa de los hermanos de Alberto, y de Madrid a Oviedo. Y esa es la historia nuestra. No te la cuento con más detalle porque no tengo mucha memoria.

Familia Lago Villar en Corryong en 1966

En Australia, un viaje, Jorge Carrión menciona que uno de los parientes con los que se encuentra allí, José, le confiesa que se fue hasta ese extremo del mundo cuando era joven “porque no sabía lo que hacía”. No parece el caso de Engracia y Alberto. Ella afirma: “Yo estuve muy contenta en Australia porque empecé a trabajar, a ganar dinero para pagar las deudas, que eso a mi no me dejaba descansar. Allí siempre estuve muy bien. Trabajé mucho pero estuve muy contenta”, y él asiente. Cuando regresaron de Australia vendieron la casa de Granda y compraron un local en la calle Valentín Masip de Oviedo, donde montaron una tintorería que con los años acabaron reconvirtiendo en quiosco. Ambos se habían criado en aldeas aisladas del occidente asturiano, en casas muy corrientes, de esas que acumulaban hijos para echarlos cuanto antes al mundo a ganarse el pan. Estaban acostumbrados a las fatigas, al trabajo duro y la desdicha. Querían una vida mejor y salieron a buscarla.

Un proyecto de tranvía de vapor de Muniellos a Cornellana de 1903, en la Biblioteca digital del Tous pa Tous

Desde 1883 a los años cincuenta del siglo XX, es decir durante más de setenta años, una de las mayores aspiraciones de los cangueses fue llegar a escuchar el ruido de la locomotora del ferrocarril por el valle del río Narcea. No lo consiguieron, ni ellos ni varias de las empresas que acometieron la explotación del monte de Muniellos, que en todo este tiempo fueron, junto a los ayuntamientos del occidente de Asturias, las que llevaron la iniciativa para construir una vía férrea.

Una de las empresas que más luchó por conseguir el ansiado ferrocarril fue la Sociedad General de Explotaciones Forestales y Mineras “Bosna Asturiana”, constituida en Gijón en 1902, con capital asturiano, vasco y francés. El presidente era el banquero gijonés Manuel Velasco Heredia. La Bosna, como era conocida comúnmente, tenía entre sus objetivos la explotación de minerales y madera en la cuenca alta del río Narcea. Para ello compró al conde de Toreno el monte de Muniellos y adquirió los derechos de explotación de otros montes próximos.

El proyecto de explotación de la Bosna incluía la construcción de un tranvía de vapor de Muniellos a Cornellana, con un ramal a Salas, que se uniría a la concesión de Cornellana a San Esteban de Pravia que tenía la Sociedad Vasco Asturiana. El objetivo principal de la Bosna con este tranvía era transportar madera y minerales desde el concejo de Cangas del Narcea al puerto de mar de San Esteban. El proyecto de esta línea lo redactó en 1903 el ingeniero Ruperto Velasco Heredia, director gerente de la Bosna. En él se analizan las características del territorio por el que transcurría la línea; se describe su trazado, que tendría 82,782 km. y las estaciones siguientes: Bosna (Muniellos), Ventanueva, La Regla, Cangas del Narcea, La Florida, Bebares, Arbodas, Soto de los Infantes y Cornellana; se presenta una estimación del trafico de la línea, tanto del movimiento de mercancías como de pasajeros, y al final incluye un mapa con todo el trazado.

El mencionado proyecto se publicó con el título de “Concesión del tranvía de vapor de Muniellos (Bosna) a Cornellana por el valle del Narcea, con ramal de Cornellana á Salas” (Gijón, 1903). Es una publicación muy rara, que a partir de ahora podrá consultarse en la Biblioteca digital del Tous pa Tous. El ejemplar digitalizado pertenece a Tomás del Campo Díaz-Laviada, de Gijón, descendiente de Manuel Velasco Heredia.

Azulejos para numerar las casas y rotular los pueblos en 1860

Un humilde testigo de la modernización de España en el siglo XIX:

Azulejos para numerar las casas y rotular los pueblos en 1860

Fotografía de Celso Álvarez Martínez

Los azulejos de color blanco con letras y números azul cobalto en los que aparecen el nombre de los pueblos y parroquias, así como el número de las casas, y que hoy, los que se fijen en ellos, consideraran una antigualla, se colocaron en 1859 y 1860, y fueron un signo de la modernidad del país.

Rosendo Mª López Castrillón, un campesino del pueblo de Riodecoba, en el concejo de Allande (que hoy pertenece a Eilao / Illano) escribió en 1859:

“Número 435, púsolo mi hermano Francisco sobre la puerta principal de esta casa de La Fuente de Riodecoba día de Nuestra Señora de las Candelas, 25 de marzo de este año, por nueva orden real y así se puso en todas las del concejo y otros; cosa nueva y nunca vista hasta ahora de numerar todas las casas como si todo fuese una calle o ciudad”

Fotografía de Celso Álvarez Martínez

Este campesino estaba cumpliendo una Real Orden de 31 de diciembre de 1858 en la que se ordenaba que en el plazo de dos meses se reparara la numeración de las casas en las poblaciones que ya la tenían y se pusiera en aquellas que no la tuvieran. A esta orden siguió otra de 24 de febrero de 1860, en la que se establecía, además de la obligatoriedad de la numeración de las casas, la necesidad de tener una buena rotulación de las calles, barrios y pueblos. En cumplimiento de estas órdenes se colocaron los azulejos mencionados con los números de las casas y los nombres de calles, pueblos y parroquias, en los que se nombraba el concejo y el partido judicial al que pertenecían. Asimismo, en todos los edificios de uso público se colocaron también azulejos con el nombre del edificio (iglesia, escuela, etc.). Los rótulos de los pueblos y las parroquias se colocaban en la entrada de las poblaciones, incrustados en la fachada de la primera casa y mirando al camino.

La última real orden disponía todas las reglas que había que seguir para la colocación de los azulejos. Uno de los puntos decía: “Se procurará que en las capitales y poblaciones donde se conserve todavía el uso de algunos dialectos, se reduzcan todos los nombres de las calles a lengua castellana”. Por lo tanto, que nadie utilice nunca el nombre que aparece escrito en ellos como garante de la toponimia del país.

Detrás de la colocación de todos estos azulejos estaba una política de reorganización del Estado promovida por la burguesía liberal, que había comenzado en 1833 con la división de España en provincias y que buscaba una nueva Administración centralizada y ordenada. Sin embargo, la Administración española desconocía el país que tenía que administrar: no había estadísticas, ni mapas y faltaba la más mínima información. Para favorecer el conocimiento de la realidad de España y de su población se tomaron varias medidas: se crea la Comisión de Estadística en 1856; se regula la realización de censos de población cada cinco años, así como el recuento de casas y demás edificios, etc. El fin último de toda esta política era mejorar la recaudación de impuestos, el servicio militar, las comunicaciones, la enseñanza, etc.

Fotografía de Celso Álvarez Martínez

En el concejo de Cangas del Narcea aún se conserva alguno de aquellos azulejos. Las fotografías de Celso Álvarez Martínez nos muestran los de los pueblos de Limés (L.lumés) y Siero (Sieiru), y el de la parroquia de San Juan de Vega (San Xuan de Veiga de Rengos). En la villa se conservaba uno de estos azulejos indicadores. Estaba en el barrio de El Corral, en la casa donde estaba la Panadería de Silvela. En aquel año de 1860 esta casa era la primera de la villa viniendo desde Oviedo. El azulejo no estaba en muy buen estado. La casa se derribó hace tres años, junto a gran parte de El Corral. ¿Que sucedió con este azulejo?  No lo sabemos, pero es muy probable que nadie haya hecho nada por él, ni el que derribó la casa ni el que la mandó derribar, y que aquel primer indicador de la villa que recibía a los viajeros, aquel signo de modernidad decimonónica, haya ido a la escombrera. Esperemos que los que todavía se mantienen duren muchos años más.

Alfredo Flórez González (1853-1924), filántropo, artista y republicano

Los cementerios son lugares repletos de historia. Por una parte, nos permiten conocer bien la sociedad que los utiliza, porque en ellos, del mismo modo que sucede en las poblaciones, se reflejan las clases sociales,  las creencias, la especulación del suelo, los gustos y las modas, etc. Por otra parte, en los cementerios está el último testimonio de la historia de las personas que están enterrados en ellos.

Sepultura de don Alfredo Flórez en el Cementerio Civil de Madrid.

En el cementerio civil de Madrid, a la derecha de la calle principal, detrás de los mausoleos de los políticos republicanos Ramón Chíes y Francisco Pi y Margall, hay una hilera de tumbas pequeñas, una de éstas es la de don Alfredo Flórez González. Su presencia en este cementerio, tan lejos de Cangas del Narcea, que es el lugar donde falleció, no es una casualidad. Es casi seguro que a los cangueses de hoy este nombre no les diga nada, pero a fines del siglo XIX y comienzos del XX, el nombre de Alfredo Flórez era en Cangas del Narcea y en otros ámbitos geográficos y políticos, sinónimo de republicanismo, librepensamiento y generosidad, y también de rectitud, sensibilidad y sobriedad. Su abuelo José María Flórez Rodríguez y su padre, ambos maestros, ejercieron una gran influencia sobre él, y en cierto aspecto su vida fue una continuación de la de estos dos. Como les sucedió a otras muchas personas de su tiempo, las ideas políticas determinaron y guiaron toda su vida, y puede decirse que fue nieto de la España liberal de la Constitución de Cádiz de 1812 e hijo de la Primera República Española. Como vamos a ver a continuación, fue consecuente con estas ideas hasta más allá de la muerte.

UN CANGUÉS EN EL CEMENTERIO CIVIL DE MADRID

DON ALFREDO FLÓREZ GONZÁLEZ (1853-1924),  FILANTROPO, ARTISTA Y REPUBLICANO. 

 
por Juaco López Álvarez

Medallón de bronce con el retrato de don Alfredo Flórez en la lápida de su sepultura.

Nació en 1853 en Bujalence (Córdoba) donde su padre estaba de maestro. Fue el primogénito de María Teresa González del Reguerín Avello  y José María Flórez Gonzalez (1830 – 1890), ambos naturales de Cangas del Narcea. Mas tarde, el padre se trasladó a Oviedo donde ejerció como director de la Escuela Normal del Magisterio entre 1879 a 1890. Aún hoy es conocido por ser el autor de las Composiciones en dialecto vaquero (1883) y uno de los primeros estudioso de la arqueología y el arte de Asturias. Su abuelo, Flórez Rodríguez (1809 – 1876), también nacido en Cangas del Narcea, trabajó en la Escuela Normal de Madrid, tuvo aficiones pictóricas y participó en política con los liberales.

Alfredo estudió en Oviedo y en Madrid, donde hizo la carrera de Medicina, actividad que no ejerció nunca. En estas dos ciudades transcurrió gran parte de su vida dedicado a la política, el arte, la escritura y el altruismo.

Trasera de la sepultura de don Alfredo Flórez; al fondo, a la derecha, las tumbas de Francisco Pi y Margall (1824-1901), “maestro de los federales”, y Nicolas Salmerón (1837-1908).

En política siempre fue republicano, en concreto republicano federal. En esto siguió fielmente a su padre, que en 1869 fue vocal del primer Comité Provincial Republicano-Federal de Asturias en representación de Cangas del Narcea y el 6 de julio de ese año fue uno de los firmantes de un manifiesto a favor de la proclamación de la República Española (La República Española, Gijón, 16 de julio de 1869). Don Alfredo fue seguidor, correligionario y amigo del líder nacional de esta corriente política don Francisco Pi y Margall, que fue presidente de la Primera Republica Española, y de su hijo Francisco Pi y Arsuaga. Asimismo, mantuvo en Madrid mucha amistad con otros destacados federalistas, como Eduardo Benot y el radical Nicolás Estévanez. Hasta 1910, tuvo una vida política muy activa dentro del Partido Republicano Democrático Federal y se presentó como candidato en varias elecciones, aunque nunca salió elegido.

Aficionado a la pintura y a la escultura, recibió clases de Alejandro Ferrant (1843- 1917), un pintor madrileño de temas religiosos e históricos muy admirado en su época. También fue aficionado a la fotografía, que practicó en Cangas del Narcea. Lamentablemente, de toda esta labor como pintor, escultor y fotógrafo casi no se conservan obras. Una, que podemos ver todos, es el bajo relieve en bronce dedicado al maestro don Jenaro González Reguerín, que actualmente está colocado en las Escuelas Públicas de El Mercao, y cuyo diseño hizo él en 1914. Asimismo, se dedicó a la literatura. Escribió artículos para la prensa de Asturias y Madrid, y sobre todo poesía.

Su relación con Cangas del Narcea siempre fue muy estrecha. Aquí pasó casi todos los veranos de su vida y en 1909 se trasladó definitivamente para vivir con su madre, su hermano Roberto y varios sobrinos. Es probable que este traslado lo realizase por motivos de salud.

A fines del siglo XIX, la llegada de los Flórez a la villa en los meses de verano era todo un acontecimiento para la burguesía local. Enseguida se comenzaban a organizar veladas musicales y literarias en el Casino Recreativo, en las que los miembros de esta familia eran unos de sus principales protagonistas: el padre tocaba el piano y recitaba composiciones en “dialecto vaquero”; su hermano Roberto tocaba el violín y  leía obras literarias, y Alfredo declamaba poemas escritos por él mismo. Los dos hermanos actuaban también en representaciones de teatro. En septiembre de 1885 participaron en una velada en la que Alfredo leyó un largo poema titulado “A España”, que trata sobre el conflicto que enfrentó en agosto de ese mismo año a España y Alemania sobre las islas Carolinas, y que conocemos porque se publicó en El Occidente de Asturias el 8 de septiembre de ese año: A ESPAÑA por Alfredo Flórez (Cangas de Tineo, 30 de agosto de 1885)

La situación económica desahogada que disfrutó Alfredo Flórez  le permitió llevar una vida diletante, que dedicó a ayudar a los demás, especialmente a sus correligionarios y a la clase trabajadora. En Cangas del Narcea, él se encargaba de pintar los telones del teatro para las funciones de los aficionados, él hizo el proyecto del matadero… y todo ello gratuitamente. No eran raras en la prensa local noticias como las siguientes. En el programa de las fiestas del Carmen de 1883 puede leerse:

“A las 6 de la tarde [del 17 de julio], tendrá lugar en el paseo de la Vega la rifa de la preciosa acuarela pintada por D. Alfredo Flórez con objeto de allegar fondos para hacer frente á los gastos de los festejos. El cuadro, que representa un bonito paisaje de las inmediaciones de esta villa, debe excitar verdadero interés y se cree que las papeletas ó billetes, que se expenderán al módico precio de una peseta, serán buscados con afán” (El Occidente de Asturias, 13 de julio de 1883).

Y el 20 de noviembre de 1894 se publica en El Eco de Occidente, la noticia siguiente:

“Nuestro estimado amigo  D. Alfredo Flórez, con objeto de agregar algunos recursos para el hospital de esta villa, que de ellos se encuentra necesitado, pintó un hermoso cuadro, copia de una cabeza de estudio de Ferrant, y habiéndose rifado en el día de anteayer, dio por resultado la suma de 60 pesetas, las mismas que entregó a D. Félix Mª Villa, administrador de dicho establecimiento. Muy bien por el Sr. Flórez, y celebramos que sus aficiones a la pintura sean tan beneficiosas para los pobres”.

Lavadero construido y donado al pueblo de Cangas del Narcea en 1914 por don Alfredo Flórez, 1930. Fotografía de Ubaldo Menéndez Morodo. Colección de Juaco López Álvarez.

Su mayor regalo al pueblo de Cangas fue la construcción en 1914 de un lavadero que pagó íntegramente. Estaba junto al puente de Ambasaguas y tenía cabida para unas setenta lavanderas. Hasta entonces nunca había existido en esta villa un lavadero cubierto, y las lavanderas tenían que lavar la ropa en el río. Según Gumersindo Díaz Morodo, Borí, gracias a este espléndido lavadero “las mujeres del pueblo pueden entregarse a la penosa tarea de lavado de ropa libres de los rayos solares en el verano y del agua y de la nieve en el invierno”. El lavadero fue derribado hacia 1963.

La inauguración de este lavadero, el domingo 25 de octubre de 1914, según El Distrito Cangués (31 de octubre de 1914), “revistió una solemnidad jamás vista en Cangas. ¡Y cómo no había de ser solemne si este fue el primer acto de altruismo que en esta villa se ha presenciado!”. Intervinieron en el acto el propio don Alfredo, que con lágrimas en los ojo recordó a su padre, en cuya memoria había levantado el lavadero, y el médico José Gómez que mencionó la dicha que suponía esta obra para la villa de Cangas, que “ponía a las pobres lavanderas al abrigo de las intemperies, ya fuesen viejas, escuálidas, que apenas podían consigo, ya jóvenes y hermosas, que bajaban al río con dos rosas por mejillas y al poco rato se tornaban pálidas, tiritando de frío […]. Que él, como médico, había podido apreciar bien la salud que el río robaba y los estragos que causaba en las lavanderas”.

El acto concluyó con unas coplas dedicadas al donante:

  Ya no me asustan las nieves,
ni al cierzo le tengo miedo;
aquí lavaré cantando
endechas a don Alfredo.
                  &
  Vengan ardores de sol,
venga inclemente aguacero,
que yo ya lavo abechugo:
ya tenemos lavadero.
                  &
   ¡Viva don Alfredo Flórez!
¡Viva un corazón de veras!
¡Viva el que brindó refugio
a las pobres lavanderas!

Alfredo Flórez expresó de palabra y por escrito su deseo de ser enterrado en el Cementerio Civil de Madrid, junto a la tumba de Pi y Margall, “maestro de los federales”. En Cangas no había un cementerio de esta clase y el de Madrid, inaugurado en 1884, era un auténtico “camposanto” para los librepensadores y republicanos de toda España. En él estaban enterrados tres presidentes de la Primera República Española y otras muchas personalidades de esas mismas ideas.

Detalle de la sepultura de don Alfredo Flórez en el Cementerio Civil de Madrid.

Don Alfredo murió en Cangas del Narcea el 29 de septiembre de 1924, y su cadáver fue embalsamado y trasladado a Madrid. La tumba donde fue sepultado la diseñó él mismo. Esta presidida por una alegoría de las artes, que es una figura femenina vestida con una túnica y que sujeta unos papeles en las manos. En la lápida hay un medallón de bronce con su rostro. Junto a su nombre y las fechas de nacimiento y muerte, se leen las siguientes inscripciones: “Su religión fue la caridad” y “Sus devociones la poesía y el arte”.

El diario El Noroeste, de Gijón, publicó en su portada del 5 de octubre de 1924 una necrológica sobre él escrita por su amigo, el periodista y político republicano, Roberto Castrovido Sanz (Madrid, 1864 – México, 1941). Castrovido había sido director de varios periódicos: La Voz Montañesa, de Santander; El País, de Madrid, etc. y fue durante muchos años diputado del Partido Republicano Democrático Federal. La semblanza es muy emotiva y merece la pena leerla para saber quien fue don Alfredo Flórez González.

DON ALFREDO FLÓREZ, por Roberto Castrovido

 (Publicado en El Noroeste, Gijón, 5 de octubre de 1924)

Un telegrama de su hermano don Roberto me dice que ha muerto. Me conmueve la triste noticia. Adiós, buen amigo, noble amigo, bondadoso amigo, espejo de republicanos, dechado de caballeros!

De Asturias venían a las Asambleas federales dos hombres recios y buenos: Felipe Valdés, de Gijón, y Alfredo Flórez, de Cangas de Tineo. Valdés era comerciante de rápida comprensión, bonísimo sentido, palabra corta y cortante. Flórez era delicado, suave, artista, su pensamiento rico en matices era fluctuante; reflexionaba, soñaba, más bien, hablaba poco. Ambos tenían de común lo firme de sus ideas políticas, y lo natural, espontáneo, sencillo de la virtud.

Recuerdo perfectamente al Flórez de hace treinta años, al que era un hombre viril, cuando yo era un joven. Estaba en lo mejor de su edad, como dice el vulgo, no sin acierto. Era de aventajada estatura. Erguido. De finas maneras. Arrogante. Vestía de negro. Su traje era limpio y señoril. Sus gustos de artista se exteriorizaban en el lazo de su chalina, en el chambergo con que se tocaba, y en la media melena de su negra cabellera. Una barba a lo español del siglo XVII encuadraba su correcto y expresivo rostro. Era un Rubens asturiano. Le placía hablar de arte, de pintura principalmente, y era competentísimo en la materia. Buen gusto, sensibilidad, idealismo eran en este orden sus calidades.

En filosofía y en política pensó y procedió acorde con sus grandes amigos Francisco Pi y Margall, Eduardo Benot y Nicolás Estévanez.

A las Asambleas generales anteriores a la República y en las tres siguientes á la Restauración representaron á Asturias Alegre, Carreño, Calvo. Calzada, etc., etc. Valdés y Flórez representaron la región asturiana en las Asambleas sucesivas. Don Alfredo fue elegido miembro del Consejo federal, cargo que dimitió á la muerte de Pi y Arsuaga.

Hace años, muchos, doce ó catorce, que se fue á Cangas de Tineo. Hasta luego, hasta muy pronto, nos dijo al despedirse. Volveré el año que viene, nos escribía al principio. Ya no volveré, nos escribió hace un año. No ha vuelto hasta después de muerto.

Desde su casa solariega seguía con alma el movimiento político de su país. Comentaba en sus cartas privadas los sucesos políticos con sagaz acierto y honda emoción. Lloraba a los amigos que morían, socorría á los desgraciados, ayudaba a los periódicos y no había, en fin, movimiento público, cuita privada que no repercutiera en Cangas de Tineo y que no encontrara allí, en el gran ánimo de don Alfredo Flórez, una reflexión, un consejo, una lágrima, un donativo.

Flórez se enteraba de todo y a todo atendía. La huelga general de 1917, los presos, la desaparición de ‘”El País”, la demencia y muerte del ilustre cervantista y escritor federal Ramón León Mainez, la ancianidad desvalida del revolucionario del 48 Patricio Calleja, la estatua a Galdós, la corona para los defensores de Verdum (Flórez no fue troglodita), el extraordinario de “El Motín”, las acciones ideadas para conservar la obra de don José Nakens, el centenario de Pí y Margall… La primera adhesión, el primer concurso, el donativo que antes que ningún otro enviaba eran los de Alfredo Flórez. Me honró haciéndome, a veces, su limosnero y me favoreció a la desaparición de “El País” con su generoso auxilio. No se pedía una vez socorro para este o aquel correligionario que no acudiera Alfredo Flórez, no se abría una suscripción sin que él fuera uno de los suscriptores, no lanzaban el alerta las izquierdas sin que de Cangas de Tineo nos llegara el ¡alerta está! del federal modelo de consecuencia y virtudes cívicas.

Lo único que le molestaba era el elogio en los periódicos, a lo que se negaba con energía era a que se diera pública noticia de sus socorros. Obediente á sus deseos hube muchas veces de rogar a las familias socorridas que le significaran por carta su agradecimiento.

Recluido en su pueblo natal con su hermano, la esposa de éste y varios de sus ocho sobrinos, ha vivido practicando el bien, pensando en los demás.

Su exquisita sensibilidad le hacía sufrir intensamente no ya desgracias familiares y sinsabores propios, sino los ajenos y los públicos acontecimientos. La condena del Comité de huelga fue para él otra condena; la guerra que empezó en 1914 fue un tormento para él, y le han martirizado las desdichas patrias.

La enfermedad no debilitó su espíritu. Fuerte siempre y consecuente siempre con sus ideas, testó en vísperas de morir y dibujó la lápida que ha de cubrir su tumba, en la cual lápida consigna que la poesía y la pintura alegraron su vida y que lo mejor de ella fue la caridad. Así es. El arte lo tuvo por suyo, hizo el bien y ha muerto como vivió.

En su testamento dispuso, que se embalsamara su cadáver y se le enterrara en el Cementerio Civil de Madrid en el sitio más cercano a las tumbas en que yacen Pi y Margall y Benot, sus gloriosos amigos.

Hermanos y sobrinos han respetado el último deseo y en este Cementerio Civil ha sido inhumado el cadáver del artista del bien, del filósofo de la verdad, muerto en su tierra natal á los 71 años de una vida consagrada a lo bueno y a lo bello.

Vivió este insigne federal asturiano como un justo: ha muerto como un estoico.

El día 2, el jueves, enterramos en el Cementerio Civil el cuerpo de Flórez.

Dos sobrinos, don Luis y don Genaro, el asturiano Corujo, embajador de Asturias en Madrid, á titulo de paisanos, don Joaquín Pí y Arsuaga, don Manuel Hilario Ayuso, Cantana, Menéndez Pallares, Gallego, Nácar y otros muchos amigos de Alfredo Flórez. Después de muerto ha ganado una victoria para la secularización de los cementerios, la libertad de conciencia y el librepensamiento.

El asturiano occidental en la voz de Lorenzo Rodríguez-Castellano

Lorenzo Rodríguez-Castellano (Besullo, 1905 – Oviedo,1986)

El lingüista Lorenzo Rodríguez-Castellano (Besullo, 1905 – Oviedo, 1986) fue un intelectual republicano y liberal de origen cangués que durante treinta años, en el periodo de la dictadura franquista, desarrolló una ingente labor en favor de la lectura en Asturias como coordinador provincial de las bibliotecas públicas. Además de pilotar el complejo tránsito de las bibliotecas de la República al Franquismo, Rodríguez-Castellano fue el principal promotor para formar una Biblioteca Pública de Oviedo. También desarrolló una importante labor investigadora como filólogo, llegando a ocupar la vicesecretaría del RIDEA. Fue galardonado por sus tesis sobre Aspectos del bable occidental  (1954) por el CSIC con el premio Luis Vives.

El primer relato que recita Lorenzo Rodríguez-Castellano en el siguiente vídeo, es el romance “Farruquín el de Buseco”, de José Mª Flórez y González (ver Composiciones en dialecto vaquero, 1883, en la Biblioteca Digital del Tous pa Tous) y el segundo es “El viaxe de Xuaco de La Fulgueirosa”, una narración, basada en un hecho real, escrita por el mismo Rodríguez-Castellano.


El asturiano occidental en la voz de Lorenzo Rodríguez-Castellano

Lorenzo Rodríguez-Castellano (Besullo, 1905 – Oviedo,1986)

El lingüista Lorenzo Rodríguez-Castellano (Besullo, 1905 – Oviedo, 1986) fue un intelectual republicano y liberal de origen cangués que durante treinta años, en el periodo de la dictadura franquista, desarrolló una ingente labor en favor de la lectura en Asturias como coordinador provincial de las bibliotecas públicas. Además de pilotar el complejo tránsito de las bibliotecas de la República al Franquismo, Rodríguez-Castellano fue el principal promotor para formar una Biblioteca Pública de Oviedo. También desarrolló una importante labor investigadora como filólogo, llegando a ocupar la vicesecretaría del RIDEA. Fue galardonado por sus tesis sobre Aspectos del bable occidental  (1954) por el CSIC con el premio Luis Vives.

El primer relato que recita Lorenzo Rodríguez-Castellano en el siguiente vídeo, es el romance “Farruquín el de Buseco”, de José Mª Flórez y González (ver Composiciones en dialecto vaquero, 1883, en la Biblioteca Digital del Tous pa Tous) y el segundo es “El viaxe de Xuaco de La Fulgueirosa”, una narración, basada en un hecho real, escrita por el mismo Rodríguez-Castellano.


 

Perico Simón

La Pruida, Moncóu, donde todavía se ve una construcción cubierta de paja, años 60. Colección de Casa Perico

Todos los dioses tienen su genealogía y toda casa tiene su mitología. La mía no es distinta a las demás. Enclavada al pie de una montaña pelada en la aldea de Moncóu, Cangas del Narcea, se llama, calculo que desde su fundación, casa Simón. Es fácil darse cuenta de que en La Biblia hay algunos Simones. Simón es, al parecer, la derivación griega del hebreo Simeón, que podría traducirse por algo así como “el que ha oído”; quizá, añado yo juzgándome a mí y a los que conozco de mi estirpe, querían decir el que ha oído y no se ha enterado; o el que ha escuchado y no ha entendido. El que escucha y no entiende, en el mejor de los casos, calla, y el que calla, ya se sabe, otorga. Quizá por esa cualidad de oír y callar los Simones suelen tener en la Escritura Sagrada cometidos más bien subalternos. Incluso las funciones del más conocido de todos, que después de llamarse Simón se llamó Pedro, fueron de subalterno, pues podría decirse que aquel pescador era el chico de los recados de Jesús hasta que, por cobardía, llegó a negarlo tres veces antes del canto del gallo. Se dice también que Simón puede venir del griego “Simos”, que significa poco más o menos “el que tiene la nariz chata”, pero cuando me miro al espejo me da la impresión de que esta hipótesis tiene que estar equivocada.

Simón bíblico y subalterno fue también el de Cirene, cuya misión no pasa de ayudar a la fuerza a un ensangrentadísimo Jim Caviezel –perdón, Jesús- a portar la cruz de madera en la que han de clavarlo. Parece que lo cogieron por casualidad cuando venía de trabajar el campo, así que da la impresión de que era una mezcla un poco camp entre Job y esos campesinos de las comedias de Lope de Vega que siempre tienen al comendador abusando de ellos. “Dios está donde el labrador cava la tierra dura, donde el picapedrero pica la piedra; está con ellos, en el sol y en la lluvia, lleno de polvo el vestido”, sentenciaba Rabindranath Tagore, pero yo, la verdad, no me lo acabo de creer.

Seguramente habrá otros Simones bíblicos e igualmente subalternos, pero al margen de ellos hay un Simón muy poco sometido: el gran trapisondista, el ínclito, el inefable, el inconmensurable Simón el Mago, capaz de vender arena en el desierto, hacerse pasar por Dios con forma humana e intentar comprarle a Pedro el poder de hacer milagros. Ireneo le atribuye a él solito todas las herejías, así que Simón el Mago tuvo que ser de los que piensan por sí mismos y ven el negocio hecho mucho antes de que los otros hayan visto siquiera la oportunidad de llevarlo a cabo.

En general, los Simones ajenos a las crónicas religiosas no parecen menos sometidos que los vistos hasta ahora. Antoine Simon participó en la Revolución Francesa. Era un zapatero remendón que conocía al dedillo las barrabasadas que se le ocurrían a Robespierre y gustaba de practicarlas. La política del Terror, que tantas cabezas había costado y que él intentó meter machacona y brutalmente en la cabecita regia del niño Luis XVII, al que se encargó de “cuidar” en la prisión del Temple, le llevó a perder la propia, caída por gracia de la guillotina el 28 de julio de 1794.

Otro Simón dio nombre a un tipo de berlinas que se utilizaban en Madrid allá por la mitad del siglo XIX. Esos nuevos coches de caballos llamados simones me enorgullecen porque siempre quise tener algo que ver con los grandes hombres de negocios hechos a sí mismos, esos que a base de esfuerzo y sudor –normalmente también de cara dura y pocos escrúpulos- se abren camino en la vida y llegan a lo más alto partiendo de lo más bajo, un poco a la manera de Rockefeller, Henry Ford, Onassis o gente así. Muy orgulloso estoy de Simón Martínez, empresario en la Corte de Isabel II, aunque me temo que los de mi casa no somos dignos representantes suyos, quizá si nos apellidáramos Cosmen…

La Pruida, Moncóu, años 60. Colección de Casa Perico

Ciertamente la historia de mi casa arranca con un personaje mítico. Un primer Simón que hace bueno el estribillo de la canción de Radio Futura: “Eres tonto Simón / y no tienes elección. / De tu cráneo rapao al cero / quita esa gorra de obrero / y sortea la cuestión, Simón”. Seguro que al Simón de mi casa, tras la dura jornada en el campo lo veían llegar a la caída del sol con su extraño andar y lo acechaban los vecinos a la puerta del bar: “Hola Simón. ¿Dónde vas tan aprisa? Para un poco. ¿Qué quieres tomar? Dicen que siempre cuentas la misma historia. Es lo que esperan todos, se sienten mejor: Que tu padre murió por quemar la iglesia, que tu desdicha es castigo del señor”.

La historia de este primer Simón del que tengo noticia es más o menos como sigue: Se llamaba Perico y tenía en el pueblo fama de simple. De él han sobrevivido varias hazañas. Una de ellas cuenta que en determinada ocasión salió de casa montado en un alazán de lo mejor que había en la comarca y se encaminó a la feria de la villa para comprar una ternera. A la semana regresó el bueno de Perico Simón a Moncóu andando y acompañado de un perro. Su mujer, sorprendida al verlo de aquella facha, le preguntó por el caballo, y él le contó que lo había cambiado por aquel mastín manso y más viejo que el tiempo, al que las babas le caían densas y blanquecinas desde un hocico indiferente.

Pero su hazaña más ilustre es otra. Mi familia la ha arrastrado como légamo pringoso y vergonzante, pero a mí me gusta esgrimirla orgulloso y suelo contársela a todo el que quiere escucharla: Dicen que la mujer de Perico, seguramente obligada por la necesidad en la que la mala cabeza del hombre los había hecho caer, tuvo que irse de nodriza a Madrid. Algún tiempo después su marido decidió ir a visitarla y se encaminó a la capital. Llegó tras un fatigoso viaje y, no sin dificultades, dio con la casa de los señores para los que trabajaba María, que así se llamaba su mujer. Ella, hecha ya a la vida capitalina, se sorprendió casi tanto como se ruborizó al verlo en el umbral de la puerta, con aquella traza de aldeano y el acento del que tanto se burlaban los madrileños al oírselo a los aguadores. Pero María, más ágil que su marido en el discurrir, pronto encontró una solución: Decidió ocultar a Perico encerrándolo en el sótano de la casa, que no tenía luz natural y donde nunca bajaba nadie. “No salgas de aquí hasta que sea de día”, le dijo. Y allí se estuvo Perico durante una semana comiendo lo que le llevaba María a escondidas y preguntándose cuándo amanecería de una vez por todas. Al cabo de la semana, María le dio ropa nueva y le dijo que era de día. Perico Simón salió entonces disparado, sin despedirse siquiera, y cuando llegó al pueblo dijo que Madrid era un lugar horrible, al que nunca más volvería porque allí las noches duraban una semana entera. Pero en el viaje de vuelta todavía tuvo el bueno de mi antepasado otro tropiezo. En un lugar indeterminado del trayecto, cansado por las largas horas de caminata, se echó a descansar a la sombra de una encina –bueno también pudo ser un chopo o, qué sé yo, un álamo-. A poco pasó por allí un pastor que lo encontró profundamente dormido. “Qué buenas ropas trae éste hombre”, se dijo el pastor, y aprovechó el sueño rendido de Perico para desprenderlo de su ropa nueva y vestirlo con los pobres harapos que él llevaba. Al despertarse, viéndose de aquella traza, Perico no pudo más que preguntarse: “¿Seréi Perico Simón o nun seréi?”; y dicen que no resolvió la duda hasta llegar a casa: “¿Ta Perico Simón en casa?”, preguntó al llegar, a lo que respondió desde dentro la ajetreada voz de su hermana: “No, nun ta, ta pa Madrí”; “Ah, bueno, entós soy you”, resolvió.

Intentos segregacionistas en el concejo de Cangas del Narcea en el siglo XIX

Azulejo indicador del pueblo de “Brañas de Abajo, concejo de Leitariegos, partido judicial de Cangas de Tineo, provincia de Oviedo”, de 1860. Fotografía de Celso Álvarez Martínez.

Es difícil pensar que un concejo tan extenso como el nuestro de Cangas del Narcea e integrado por valles con personalidad tan acusada, no haya tenido movimientos separatistas. El actual concejo de Cangas del Narcea se formó con un amplio territorio cuya capital desde 1255 estaba en la Puebla de Cangas, y al que se agregaron viejos cotos señoriales: el coto de Cangas, el coto de Corias  y el coto de Brañas o Leitariegos. Los cotos eran unos territorios  bien delimitados, que constituían “la propiedad eminente y la zona de jurisdicción de un personaje individual o colectivo llamado señor” (Pierre Goubert).  El coto de Cangas abarcaba un gran número de parroquias (Ambasaguas, Santa Marina, Bergame, San Damias o Abanceña, Augüera del Couto, Veigal.lagar, Las Montañas, etc.)  y a su existencia se debe el nombre del río del Couto (que antiguamente se llamaba río Perpera). La jurisdicción de este coto perteneció hasta el siglo XVI al monasterio de Corias, pero en ese siglo fue comprado por el concejo de Cangas y pasó a depender de él. El coto de Corias comprendía solamente esta población y hasta el siglo XIX perteneció al mencionado monasterio. Por último, el coto de Brañas o Leitariegos, que también en la Edad Media había dependido de los monjes de Corias, pertenecía desde el siglo XVI a los “vecinos y moradores” de los pueblos de El Puerto, Brañas d’Arriba, Brañas d’Abaxu y Trascastro. Este último coto se constituyó en ayuntamiento en 1821, con el nombre de concejo de Leitariegos, pasó en 1827 a depender de Cangas y más tarde volvió a ser independiente hasta 1925, en que se integra definitivamente en Cangas del Narcea (Gaceta de Madrid, 3 de junio de 1925).

 

Casas en Riegla de Cibea

En 1820, durante el Trienio Liberal, que instauró la Constitución de Cádiz de 1812, muchos concejos asturianos se dividieron. El articulo 330 de esta Constitución favorecía la formación de nuevos ayuntamientos: “Se pondrá ayuntamiento en los pueblos que no lo tengan, y en que convenga le haya, no pudiendo dejar de haberle en los que por sí ó con su comarca lleguen á mil almas”. El fin de los legisladores liberales de 1812 era racionalizar los municipios españoles, formando unos concejos uniformes y favoreciendo la independencia municipal de la mayoría de los núcleos de población. Para cumplir este fin se daba a las poblaciones todas las facilidades para formar un ayuntamiento: a las de más de mil habitantes se las obligaba a tenerlo y para las que no llegaban a ese número se promulgó un decreto el 23 de mayo de 1812, por el cual la población “que por sus particulares circunstancias de agricultura, industria o población considere que debe tener ayuntamiento, lo hará presente a la Diputación de la provincia, para que en virtud de su informe se provea lo conveniente”. 

Fuente de Riegla de Cibea construida en 1872, ejemplo de la nueva clase social que promueve la creación del concejo de La Unión en 1887.

Como consecuencia de estas leyes, a fines de 1820 Cangas del Narcea se dividió en cinco concejos con capitales en las siguientes poblaciones: Ounón, Carbachu, Pousada de Rengos, Bisuyu y Cangas. A estos nuevos ayuntamientos tenemos que sumar el de Leitariegos, con capital en Brañas d’Arriba, que en ese mismo año pasó de coto a concejo. Cada concejo tenía alcalde constitucional, procurador, secretario y regidores. Los nuevos concejos duraron menos de tres años, porque en 1823, con la vuelta de España a la monarquía absolutista de Fernando VII, las cosas volvieron a su estado anterior y todos estos ayuntamientos (con excepción de Leitariegos) desaparecieron sin dejar rastro. 

Sin embargo, el sentimiento separatista de algunas parroquias no desapareció en 1823 y volverá a manifestarse sesenta años después. En 1887 llega a la Diputación Provincial de Oviedo la siguiente propuesta: “Creación de un nuevo Ayuntamiento con el nombre de La Unión, constituido con las parroquias de San Julián, San Pedro de Arbas, Cibea, Genestoso y Fuentes [de Corveiro], hoy pertenecientes al Ayuntamiento de Cangas de Tineo, cuya capital sea Miravalles” (Boletín Oficial de la Provincia de Oviedo, 3 de noviembre de 1887). 

Sonande, en la parroquia de Cibea, en la que sobresalen varias casas construidas por emigrantes enriquecidos en Madrid.

La razón que argumentaban los vecinos de estas parroquias para separarse del concejo de Cangas era su lejanía de la capital y los inconvenientes que esto les ocasionaba. Además, suponemos que su proximidad con el pequeño concejo de Leitariegos fuese un estimulo para los promotores de esta iniciativa y aunque no sabemos quienes eran estos, es casi seguro que este movimiento segregacionista tiene que estar vinculado con la existencia de una nueva clase social de campesinos acomodados y emigrantes enriquecidos en Madrid, que aspirarían al control político de este nuevo concejo. La existencia de esta nueva clase social tendrá su mejor manifestación en las grandes casas que se levantan en algunas de aquellas parroquias en la segunda mitad del siglo XIX. 

La Diputación Provincial tenía que tramitar la solicitud de creación de este nuevo concejo y enviarla al Ministerio de la Gobernación, que era el que tenía la última palabra. El Ayuntamiento de Cangas de Tineo ya había manifestado su oposición a esta propuesta. En una junta de la Diputación se debatió este asunto, lo que provocó una airada discusión entre dos diputados. Por el acta de esa junta, que se publicó en el Boletín Oficial de la Provincia de Oviedo de 5 de noviembre de 1887, sabemos lo que allí se dijo: 

“El Sr. Gonzalez Núñez pidió la palabra en contra y obtenida manifestó que el expediente se halla incompleto, faltando en él documentos esenciales, pues carece de la solicitud de los vecinos, ignorándose por lo tanto qué número de ellos solicita la segregación y la certificación original que acredite el número de habitantes de las parroquias que pretenden segregarse, no pudiendo por lo tanto apreciarse si llegan a dos mil habitantes como requiere la ley; cuyos documentos aparecen solo en copia simple sin autorización alguna, por lo que no tienen fuerza legal ni pueden ser estimados en el expediente.
   El Sr. Acebal contestó que hace tiempo se instruyó el expediente en el que obraba toda la documentación original y completa, el cual se remitió al Ayuntamiento de Cangas de Tineo para su informe, y allí se perdió; que habiendo acudido en queja los interesados al Sr. Gobernador de la provincia, por orden de esta autoridad se reprodujo la reclamación por un Procurador de los vecinos; que por esto y el haber admitido el Ayuntamiento la certeza de las copias, pues no la impugna o informa en vista de ellas, demuestra que son admisibles; y que en último resultado si el Ministerio de la Gobernación no las estima bastantes, ya exigirá los documentos necesarios. Que respecto al fondo de la cuestión debe decir que la pretensión de los interesados es procedente, puesto que distando las aludidas parroquias 6 ó 7 leguas de la capital del concejo, se hallaban abandonadas y muy difícil las comunicaciones con aquél. 
   El Sr. González Núñez repuso que era muy grave la afirmación de que el Ayuntamiento hubiese hecho desaparecer el expediente y que el presentado ahora no tiene valor ninguno por no estar autorizado por nadie los documentos que lo constituyen.
   El Sr. Acebal replicó que él no afirmaba que el Ayuntamiento hubiese hecho desaparecer el expediente y solo sí que resultaba que allí había desaparecido.
   Seguidamente fue aprobado el dictamen por 14 votos contra 5”. 

El expediente de creación del concejo de La Unión pasó el trámite de la Diputación Provincial, pero finalmente no obtuvo la aprobación del Ministerio de la Gobernación. La oposición del Ayuntamiento de Cangas del Narcea debió resultar un escollo muy difícil de superar para los promotores de este nuevo concejo.

Historia y presente de la minería en Cangas del Narcea

El socio del Tous p@ Tous Enrique Rodríguez García (Santolaya) nos ofrece (mayo de 2010) una historia breve y muy personal de la minería en el concejo de Cangas del Narcea. El esplendor de esta actividad en la segunda mitad del siglo XX trajo consigo un momento de crecimiento económico y de auge vital que será difícil que vuelva a nuestra tierra. En esta noticia, Enrique aporta datos históricos y económicos, que muestran el alza y el declive de la minería, y recuerdos personales del ambiente que se vivía en Cangas en aquellos años de bonanza.

HISTORIA Y PRESENTE DE LA MINERÍA EN CANGAS DEL NARCEA

por Enrique Rodríguez García (Santolaya)

El desarrollo del concejo de Cangas del Narcea en estas últimas  décadas, desde los años sesenta del siglo XX en adelante, está unido directamente con   la explotación minera del carbón. El acceso a unos ingresos importantes por parte de la población local permitió  una época de esplendor económico en la zona, que aún hoy es difícil de sustituir. Aquello ya se terminó, aunque la minería actual, los prejubilados y los fondos mineros todavía generan unos ingresos y unas inversiones importantes en el concejo.

Plano de “Concesión la Abandonada” en la villa de Cangas, se empezó una bocamina en la zona de El Corral y se abandonó porque las capas se encuentran prácticamente en su totalidad bajo la villa de Cangas.

Para explicar los comienzos de este proceso minero nos tenemos que trasladar a una época en la que España sufre un cambio importante  en la forma de pensar y gobernar. Es la época de Carlos III  (1716 – 1788). Este rey proyecta  aplicar en España los principios de la Ilustración que se estaban defendiendo en Europa y nombra para esta tarea a un político excepcional: Pedro Rodríguez de Campomanes (1723 – 1802), nacido en Santa Eulalia de Sorriba (Tineo), e hijo de una familia de hidalgos pobres.

Un ministro como Campomanes que no procedía de la aristocracia; que tuvo que  empezar su vida al margen de rangos de privilegios, que tuvo que trabajar duramente para obtener sus títulos y  conseguir su carrera, además de demostrar  una capacidad excepcional de trabajo y de conocimiento de los temas que trataba. Era admirador de Voltaire y se presentaba como un hombre de la Ilustración. Creía esencialmente en la razón y en los resultados, su filosofía era una filosofía utilitaria: la mayor felicidad para el mayor número de personas. Era enemigo de los privilegios y evidentemente contrastaba bastante con sus antecesores. Campomanes y sus contemporáneos marcaron una época de sueños de reforma, educación e ilustración. Desgraciadamente, quienes los siguieron hicieron retroceder aquellos avances sumiéndonos en un tortuoso siglo.

Antigua bocamina de la “concesión la Abandonada” en la zona de El Corral

Las ideas de Campomanes dieron pie a que otros destacados asturianos de la misma época y con similares inquietudes, pusieran los cimientos para desarrollar  una incipiente industrialización en Asturias. El ejemplo más significativo lo tenemos con Gaspar Melchor de Jovellanos (1744-1811), natural de Gijón, y en el occidente de Asturias con Joaquín José Queipo de Llano, quinto conde de Toreno (1727 – 1805), nacido en  Cangas de Tineo (hoy Cangas del Narcea). El conde  de Toreno puede ser considerado como el primer autor interesado en la investigación científica de los recursos geológicos en la región; fue promotor de la Sociedad Económica de Amigos  del País de Asturias, en Oviedo, investigó  y publicó una relación de yacimientos mineros de Asturias en 1785.

En los discursos del conde de Toreno, pronunciados en la mencionada sociedad en los años 1781 y 1783 e impresos en Madrid en 1785, se describe minuciosamente todo tipo de minerales, se ofrecen indicios sobre yacimientos de carbón, amianto, se destacan los mármoles de Rengos y se da noticia de otros minerales descubiertos por él en la región.

Afloramiento de una capa de carbón en la zona de Rengos.

Las referencias al concejo de Cangas del Narcea en la obra del conde de Toreno son muy numerosas. Una de ellas dice:

“inmediata al lugar de Burracan, distante un quarto de legua de la villa de Cangas de Tineo, se halla una mina de antimonio de extraordinaria abundancia. Está al oriente, en el camino que pasa desde el lugar de Robledo al expresado Burracan, junto a una capilla, que se intitula del Ángel. En la misma jurisdicción y concejo, entre los lugares de Tandes y Bruelles del Partido de Sierra, y camino que media entre ellos, hay otra mina del mismo mineral, muy abundante a lo que demuestra”.

Maquinista de tren minero en la zona de Rengos

Menciona en el lugar de Fuentes de Corveiro “una cantera  abundantísima, que produce piedras de diversos y hermosos colores”. Las canteras son una de las predilecciones del conde:

“En el lugar del Pueblo de Rengos, parroquia de San Juan de Vega, hay otra cantera de mármol blanco, que viene  a ser una montaña entera, titulada la Peña de San Andrés, que predomina al río Narcea, y remata en un calero. […] Muy inmediata a la misma cantera se halla otra bien abundante de mármol negro con vetas cenicientas, tan fino como el antecedente”.

Sondeo de investigación a 700 m. de profundidad en la zona de Rengos.

En sus conclusiones escribe el conde de Toreno:

“en vista de una relación tan extensa, con las muestras que he manifestado de los minerales, mármoles y demás producciones que contiene, es indudable que merecen el mayor aprecio: que su beneficio podría utilizarnos en crecidos intereses es constante; y que si nos aplicásemos con desvelo a tan importantes reconocimientos, se hallarían otros muchos, es infalible”.

Todos estos conocimientos permitirán medio siglo después el nacimiento de una  industrialización  en la zona  central de Asturias; pero en los concejos del occidente, en nuestra zona de Cangas del Narcea, fue imposible que ésta se desarrollara, aún teniendo conocimiento de los recursos minerales que ofrecía nuestro concejo. Esto ocurre principalmente por estar lejos de los centros de consumo y distribución, a lo que hay que añadir las pésimas comunicaciones que poseía esta zona.

Pueblo de Santa Eulalia, lugar de nacimiento de Francisco Uría

En años posteriores, otro cangués  que también perteneció a la Sociedad Económica de Amigos  del País de Asturias y nació en el pueblo  de Santa Eulalia de Cueras,  José F. Uría y Riego (1819-1862), desde su cargo como Director General de Obras Públicas, intentaría con gran empeño solventar en lo posible estas deficiencias de comunicación del concejo de Cangas.

Todos estos esfuerzos no consiguieron arrancar la explotación del carbón  en la zona occidental de Asturias hasta la década de los años cincuenta del siglo XX, en la que solo hay algunas empresas  explotando de una forma casi artesanal minas de la zona con producciones poco significativas. El carbón extraído se  llevaba a embarcar a Pravia para, desde allí, transportarlo a los diferentes centros de consumo.

Picador picando la vena de carbón con martillo neumático (Rengos)

El salto cualitativo y la fecha clave del desarrollo de la minería del carbón en Cangas del Narcea es 1965. En esta fecha se inaugura la Central Térmica de Unión FENOSA, en Soto de la Barca (concejo de Tineo), con un primer grupo de 65 MW de potencia, que se alimentaba con  carbón de  explotaciones próximas. Posteriormente, en 1969, empieza a funcionar el segundo grupo de 166 MW de potencia y en 1984 se puso en marcha el tercer grupo de 364 MW. El consumo  de esta central térmica fue el revulsivo para que crecieran empresas que explotarán  de forma racional la riqueza de carbón de la comarca. La central, al estar cerca de los centros de producción, elimina el principal problema de la zona que son sus comunicaciones; la energía se genera dentro de la cuenca carbonífera y se trasporta a los centros de consumo por la red eléctrica instalada.

Galería en carbón con sostenimiento metálico y avance con minador (Rengos)

A este acontecimiento hay que añadir otra causa que favorecería el desarrollo minero de la zona: la crisis del petróleo de 1973, con el espectacular encarecimiento de su precio, que obligó al gobierno español a diseñar (con cierto retraso)  el Plan Energético Nacional (PEN) en 1979. El carbón adquiere un gran protagonismo, con la apuesta por el mercado de la generación de electricidad termoeléctrica.

Este es el momento de esplendor de la cuenca de Cangas del Narcea, empresas como Antracitas de Gillón llegan a tener 1.150 mineros en estos momentos. Los sueldos  se incrementan, el paro  en la comarca no existe, se alquilan pisos, locales e incluso se restauran cuadras antiguas en los pueblos para acoger a los mineros que vienen a trabajar a la zona. Todo lo que es vendible se quita de las manos;  los ganaderos venden con facilidad sus terneros, matanzas, leche, patatas; los bares y el ambiente nocturno funcionan todos los días de la semana (algunos recordamos cómo la gente de Tineo, Villablino y otras zonas limítrofes se trasladan a Cangas el fin de semana debido al gran ambiente que existe en la villa). Las tiendas de ropa y otros servicios movían tanto género como cualquier local en el centro de Oviedo. La construcción resurge con fuerza, los pisos se venden sobre plano, ya financiados antes de ser construidos. En coches se compran los últimos modelos y con la máxima potencia. Las casas en los pueblos son restauradas o construidas de nuevo y no se escatima en gastos: tienen que ser grandes y suntuosas. Desde Oviedo empiezan a referirse a Cangas del Narcea como la “comarca del oro negro”.

Carlos de Moal controlando el carbón (Rengos)

Los que en aquel momento estábamos estudiando, y como suele ocurrir con los estudiantes, el dinero no sobra, no podíamos   seguir el ritmo de los amigos que trabajaban en la mina. Evidentemente no podíamos  acceder a comprar aquellos coches Seat de gran cilindrada: 1400, 1500, 1600 y, no recuerdo bien, pero seguro que había hasta Seat 3000 o más.

Entronque de galerías (Rengos)

El ambiente en Cangas era impresionante, recuerdo cuando en la discoteca Zaycor, en El Reguerón, no se podía pasar, no cabía una persona más en el local y esto, en mayor o menor medida, ocurría en todos los locales de ocio de Cangas.

Grandes profesionales de la minería de nuestro concejo

Aparecen en estas décadas los  principales nombres de empresas y empresarios asociados a este desarrollo minero en Cangas del Narcea:

  • En la cuenca de Carballo, empresas como Minarsa, Antracitas del Acebo y Antracitas de Cibea.
  • En la cuenca de Rengos, empresas como Antracitas de Gillón, Antracitas de Rengos (Carmencita), Carbonífera del Narcea (Carbonar), Pire Minas, Coto Minero del Narcea, Minero-Astur, Mina Juan, Carbolasa, y empresarios como Domingo Martínez Juan, Efrén Cires Suárez, Antonio García Simón y otros.

El declive de esta minería se inicia al finalizar el siglo XX y va paralelo a las decisiones políticas de reconversión, marcadas desde directrices comunitarias. No entraré a valorar  todo el proceso de reconversión minera ni sus causas por ser muy extenso y salirse fuera del propósito de este artículo; me limitaré solamente a señalar las repercusiones que esta reconversión tiene en nuestro concejo.

Galería en carbón (Rengos)

En el gráfico siguiente se ve claramente la disminución de empresas y mineros que sufre la minería canguesa a finales del siglo XX y principios del XXI. Paralelamente, también se puede observar la disminución de la población del concejo como consecuencia directa de este proceso.

Población de Cangas del Narcea en 2009: 14.589 habitantes

Hay tres momentos claves que marcan este proceso de reconversión. En 1978 sólo la mina de Gillón tenía trabajando en sus explotaciones 1.150 mineros, en 1986 sumando todos los mineros de la zona daban una cifra de 1.945 mineros. A partir de aquí el declive empieza a mostrarse de forma acusada, cerrando minas como Minarsa, Pire Minas, Mina Juan, Carbolasa, Antracitas del Acebo, Antracitas de Cibea, Minero-Astur, Carmencita y la mítica Antracitas de Gillón que cierra en 2005. A partir de esta fecha se mantienen en la zona dos minas: Coto Minero del Narcea, hoy perteneciente al grupo Uminsa de Victorino Alonso, y Carbonar. Esta última es la más representativa desde el punto de vista de la producción y la plantilla, ha hecho un gran esfuerzo de investigación y desarrollo, mecanizando todo el proceso productivo con sistemas automarchantes de arranque de carbón con rozadora y sostenimiento de techo con pilas escudo autodesplazables.

 

Sostenimiento por escudos y rozadora picando carbón a seiscientos metros de profundidad bajo las montañas de Rengos.

El actual Plan del Carbón 2006-2012 persigue encauzar el proceso de ordenación de la minería del carbón, teniendo en cuenta los aspectos sociales y regionales derivados de la misma, así como la necesidad de mantener una determinada producción de carbón autóctono, que, en caso de crisis energética,  garantice el acceso a estas reservas.

Los principales proveedores de petróleo y gas son: Argelia, Arabia Saudí, Rusia, Liberia, Nigeria e Irán, países que dibujan un mercado muy inestable.

Día de Santa Bárbara, patrona de los mineros, (Cangas)

Esto quedó demostrado con la espectacular subida del barril de petróleo y del gas que se produjo en 2008, poniendo en serios problemas a las economías que tienen gran dependencia de dichos productos. Otro factor a tener en cuenta  es que en España el carbón es la única energía propia que no depende del exterior, exceptuando las energías renovables  todavía en fase de expansión y la energía nuclear que tiene un amplio rechazo social. Esto permite pensar que mientras que el  MIX energético español siga utilizando un porcentaje de energía termoeléctrica generada por carbón, se pueda seguir manteniendo esta minería en la zona, que aunque no tiene el volumen de sus años de esplendor, todavía genera una riqueza difícil de sustituir en nuestro concejo de Cangas del Narcea.

Comentarios de un naturalista francés acerca del salmón en Cangas del Narcea en 1835

Molino de Villajur, donde la “Sociedad de Pescadores Fuentes del Narcea” tiene instalada la estación de alevinaje.

La noticia de la muerte de miles de alevines de trucha en la estación de Villajur a fines del mes de abril [2010], debido al envenenamiento de las aguas del río Naviego por purines, es muy significativa del estado de cosas en nuestra sociedad. Por una parte, unas personas se afanan en aumentar, revitalizar y mejorar algo, en este caso un ecosistema: el río; un animal: la trucha, y un deporte: la pesca, y por otro, otras personas, por ignorancia o maldad, consiguen con sus actos destruir el trabajo de los anteriores. No sé cuales fueron las intenciones del autor de este desmán, pero el resultado está claro: el trabajo de cuatro años en la repoblación de truchas en el río Narcea se ha perdido irremediablemente. Otra vez más, el bien colectivo se antepone y sacrifica al interés de un particular.

Visité tres veces la estación de alevinaje de Villajur. La última vez fue hace un par de meses, cuando aún estaban vivos alrededor de ochenta mil alevines y muchas truchas madres. Me enseñó la instalación Manuel Fidalgo, que me explicó todo el proceso y me señaló con orgullo la gran ventaja de esta estación de cría con respecto a otras: la pureza del agua. Manuel tomó delante de mí una muestra del agua y me explicó el valor de esa pureza para la cría de truchas. En sus explicaciones, transmitía su apasionado interés por las truchas y el río. El día que leí la noticia de la muerte de los alevines me acordé mucho de él y de sus compañeros de la Sociedad de Pescadores Fuentes del Narcea. Y para ellos escribo esta noticia, para animarles a seguir criando alevines y repoblando el Narcea.

Salmón remontando el río

El río Narcea es uno de nuestros mayores tesoros y también uno de los espacios naturales más maltratados del concejo. A él se arroja todo tipo de desperdicios y deshechos: basura, animales muertos, aguas fecales, escombros,… Uno de los mayores varapalos que recibió este río en su curso alto fue la construcción de la presa de Calabazos en 1967, que cortó definitivamente el paso del salmón a la cuenca alta del río. Hasta esas fechas la presencia de este pez en el concejo de Cangas del Narcea suponía para sus habitantes  un alimento muy apreciado, una riqueza económica y también un espectáculo para la contemplación. Tenemos un testimonio muy elocuente de esto, escrito por el naturalista francés Michel Carles Durieu de Maisonnove, que en los meses de junio, julio y agosto de 1835 estuvo en la villa de Cangas y recorrió los valles del Narcea y del Naviego.

Durieu de Maisonnove era militar, naturalista, botánico y explorador; había nacido el 7 de dicembre de 1796 en Saint-Eutrope-de-Born, en el Departamento de Lot y Garona,  y murió el 20 de febrero de 1878 en Burdeos. Llegó el 18 de mayo de 1835 en barco a Gijón, se trasladó diez días después a Oviedo y el 5 de junio salió para Cangas del Narcea, pasando por Grao, La Espina, Tineo, Arganza, El Puelo y Corias. El objetivo de su viaje era exclusivamente botánico y durante su estancia se dedicó a recoger toda clase de plantas. No obstante, como persona curiosa que era, también dejó escritas algunas descripciones de otros asuntos, normalmente relacionados con la naturaleza, que le llamaron la atención. A fines de agosto marchó de Cangas para dirigirse al norte de Portugal. Las notas de viaje de Durie de Maisonnove las publicó en latín un año después Jacques Gay, en la revista Annnales des Sciences Naturalles (Botanique), editada en París, y fueron traducidas al castellano en 1963 por J. A. Jauregui S. J. en el Boletín del Instituto de Estudios Asturianos (Suplemento de Ciencias).

Una de las descripciones que escribió Durie de Maisonnove trata sobre el salmón a su paso por Cangas del Narcea:

«El río Narcea nace al sur, en las alturas del Pico de Canellas, a unas dieciocho leguas de Grado. Regato alpino en sus comienzos, enseguida se hace torrente de veinticuatro a treinta pies de anchura, vadeable por lo general (después, al recibir las aguas del Naviego, Pigüeña, etc., termina siendo un río no menor que el Nalón, en el cual desemboca muy cerca y por debajo de Grado). Sus cristalinas aguas, al principio, corren por un valle de no mucho declive, más o menos abierto, con abundantes núcleos de población; pero en cuanto queda atrás Corias, se encajona el cauce de súbito en estrechas y profundísimas hoces, por cuyo fondo corren con estrépito las aguas ahora espumosas, durante largo espacio, sin dejar sitio para senda ninguna. Por esa razón, cuando se baja de Cangas siguiendo el río, uno tiene que desviarse aquí, hacia la izquierda, por malos caminos de herradura, para buscar paso transversalmente, por El Puelo, Tineo, etc.

Es notable lo mucho que abundan los salmones en aquellas aguas. Cuando se aproxima el tiempo de la reproducción (es entonces su carne rosada y excelente), comienzan a subir del Cantábrico, Nalón arriba primero, llegando por el Narcea casi hasta el nacimiento del mismo. Y esto a pesar de que el cauce se estrecha más y más, quedando al fin hasta tal punto obstaculizado por las piedras que nadie creería suficiente ni su amplitud ni el agua misma para que puedan remontarle. Superan audazmente, sin embargo, cualquier dificultad: se arrastran con las aletas, casi en seco y vencen los obstáculos mayores apoyándose lateralmente, arqueándose y dando saltos fuera del agua, como en volandas, sin que les detenga otra cosa que la temperatura excesivamente baja de aquélla cuando recibe ya las ultimas torrenteras medio heladas. Hallan tal temperatura un poco por debajo del pueblo llamado Venta de Rengos [Ventanueva], a tres leguas de Cangas y a veinte casi de la desembocadura del Nalón; pero ni siquiera entran, por esa misma causa, en las aguas, más frías, del subafluente Naviego [o río Luiña]. Una vez que se detienen, acostumbran a desovar en los sitios profundos del cauce (que son llamados pozos). Mas tarde, a favor de corriente, regresan al mar con las crías de un año (las nacidas el año anterior en los mismos pozos, que proporcionan a los naturales del país un bocado apetecidísimo, aunque apenas alcanza su tamaño las dos o tres pulgadas). Los adultos, al descender, son de carne blancuzca, mucho menos sabrosa y apenas comestible (entonces se los llama zancados). Tal migración constituye un espectáculo gratísimo para los habitantes de Cangas, que esperan el paso en día calculado previamente.»

Del Paseo del Prado de Madrid al valle de Cangas del Narcea en 1789


“Tipos de Madrid: El aguador”, de Federico Guisasola, “La Ilustración Española y Américana”, 24 de noviembre de 1872. A mediados del siglo XIX había cerca de doscientos aguadores de Cangas del Narcea en Madrid, solo los superaban los procedentes de Cabranes y sobre todo de Tineo

En noviembre de 1789, la importante revista madrileña Memorial Literario publicaba un curioso artículo titulado “Viaje aéreo desde el Prado de Madrid hasta el valle de Cangas de Tineo”, escrito por el prestigioso dramaturgo y periodista Luciano Francisco Comella (Vic, Barcelona, 1751 – Madrid, 1812). En él se relataba un ficticio y casi instantáneo viaje en una nube negra, contado en primera persona, desde el famoso paseo del Prado, en apogeo tras su inauguración en 1781, hasta un “empinado monte” en pleno valle de Cangas del Narcea. El viaje, en realidad una ensoñación, lo iniciaba el escritor a partir de la visión, en el popular paseo madrileño, de dos enormes filas de carruajes.  Comella calculaba que en estos vehículos trabajaban unos 4.800 hombres, entre porteros de estrados y de puertas, mozos de mula, galopines, faroleros, etc. Hombres que en su mayoría procedían de Asturias.

Comella nos proporciona datos curiosos sobre la vida en el concejo de Cangas del Narcea a fines del siglo XVIII. Su primera imagen, nada más descender de la nube al suelo, fue la de unos valles eriales “poblados de heno, en los que pacían algunas vacas, y en medio de los cuales se divisaban algunos caseríos muy pobres, y de trecho en trecho algunas iglesias tan infelices como los caseríos”. Al bajar de la loma oyó una gaita, que le llevó a un arroyo, en donde una zagala y un zagal de unos diez años, que tocaba este instrumento, interpretaban un canto que decía así:

Con curpiñu pardu
fue el primu a la Corte,
y agora diz que anda
llenu de galones.
Tum ba y la
que me voy contigo,
tum ba y la
para ir a moler.

Los zagales huyeron despavoridos al acercarse el intruso, los perros comenzaron a ladrar y los vecinos, creyendo que los lobos acechaban al ganado, salieron presurosos a recoger sus ovejas. Comella se mostró sorprendido: “¡Entre los que salieron de los caseríos había unas cien mujeres y otros tantos niños, pero ningún hombre!”. Más adelante divisó a una mujer arando el campo y a otras dos guiando unos carros cargados de leña: “¿Qué es esto? –se preguntó-. O yo deliro, o estoy en el país de las amazonas”. A continuación, un beneficiado (clérigo de rango menor) le condujo a una casilla y, tras verse obligado a explicarle aquella “prodigiosa llegada”, el viajero le preguntó el porqué de tan dilatados valles eriales sin cultivo, sin ningún núcleo de  población numerosa, “del porqué araban y hacían las mujeres todas las faenas propias de los hombres, y del porqué no se veían en todos aquellos contornos más hombres que él”. El clérigo le contó que, aparte del cura y cinco beneficiados, había en su feligresía unos treinta ancianos y que todos los mozos, “apenas aptos para la agricultura”, se marchaban a Madrid y a otras capitales. De no ponerse algún freno, esa parte de Asturias se vería enteramente despoblada en pocos años. Luego relató cómo era la vida de estos jóvenes, que marchaban a la Corte reclamados por un primo cochero o un tío portero, para trabajar de lacayos o de mozos de mulas, y en donde se olvidaban –según el clérigo- de sus mujeres y familias y “de la decadencia de este noble Principado”.

Aguador asturiano, de José Ribelles (dibujante) y Jose Carrafa (grabador); Colección de Trajes de España, Madrid, 1825

Sin embargo, lo que Comella pone en boca de este clérigo no era cierto. Estos hombres que emigraban a Madrid no se olvidaban de sus mujeres, ni de su familia, ni de la tierra de origen. Como el resto de asturianos, llegaban a la capital tras más de dos semanas de duro viaje a pie o, en el mejor de los casos, compartiendo mula cada varias leguas con otros paisanos. En Madrid convivían en pequeñas habitaciones con otros diez, quince, veinte o más hombres, igual que sucede hoy en día con los inmigrantes de Sudamérica o del este de Europa. Generalmente trabajaban en los oficios más ingratos de la ciudad, como los de esportillero (persona que estaba en  una plaza o lugar público y se ofrecía para llevar en una cesta lo que se le mandara), aguador (llevaban el agua a las casas), mozo de cuerda (cargadores de bultos), sirviente o cochero. En 1798, pocos años después del relato de Comella, nacía en Madrid un oficio prácticamente monopolizado por gente nacida en el concejo de Cangas del Narcea: el de sereno. Todos estos oficios tenían en común los pequeños jornales y las agotadoras jornadas de trabajo, pero, aún así, el ahorro y el envío de dinero a sus familias era el norte del día a día de estos trabajadores. Del amor y recuerdo a su lugar de origen es muy difícil dudar: los emigrantes asturianos mantuvieron durante siglos las costumbres importadas de su tierra y un estrecho contacto diario entre ellos que hizo creer a algunos cronistas de la capital que se trataba de un pueblo aparte dentro de Madrid. La relación con sus hogares era tan intensa que algunos oficios llegaron a formalizar la suplencia o alternancia de titulares por dos o tres años, para convertir en costumbre el regreso temporal al añorado hogar familiar.

Durante siglos, desde finales del siglo XVI hasta mediados del siglo XX, los valles de Cangas del Narcea quedaban casi desiertos de hombres, con las mujeres ocupándose de las tareas de la casa y del campo, mientras que los varones emigraban a Madrid y a otras ciudades españolas en busca de un dinero en metálico, escasísimo en el medio rural asturiano, que les ayudara a soportar mejor la difícil realidad a la que tenían que hacer frente dadas las adversas condiciones que determinaban sus vidas. Ésta era la doble realidad de la vida en el concejo de Cangas, “de aquel infeliz pedazo precioso de Asturias”, como despidió su relato el escritor Luciano Francisco Comella.

La pequeña playa de Cangas: El río de Llano

Llano y el arenal

El pozo de Chanu / Llano es para varias generaciones de cangueses algo más que un lugar de baños. Es la representación por excelencia del verano. Enrique Rodríguez García (Santolaya) recuerda, en compañía de su vecino y amigo José Luis Ordás, aquellas tardes de verano de sol, agua, amigos y fiestas, en las que el río de Llano se llenaba de chavales y chavalas, y se pregunta a que esta esperando el Ayuntamiento de Cangas del Narcea para adecentar el camino de El Cascarín a Llano, y para acondicionar el río y hacer en Llano la playa fluvial que reclaman cangueses y turistas.


LA PEQUEÑA PLAYA DE CANGAS: EL RÍO DE LLANO

Por Enrique Rodríguez García (Santolaya). Mayo 2010
 

Capilla de San Antonio del Pando

Subiendo desde El Cascarín hacia el pueblo de Trasmonte por la sierra, nos encontramos con la capilla de San Antonio del Pando. Un poco antes de llegar a esta capilla, sale un camino hacia la derecha que cruza los prados denominados de Las Bragadas de Santa Eulalia, y al final de estos hay un pequeño promontorio que se llama La Cuesta.

Desde aquí se divisan de forma privilegiada los pueblos de Adralés, Amago, Penlés y Llano, así como el río Narcea.

Vista del río de Llano desde la cuesta (el Pando)

Paseando por esta zona del Pando me encontré con mi buen amigo y vecino José Luis Ordás, sentado con la mirada un poco perdida en el horizonte. Supuse que estaba dormitando, debido al calor húmedo que está presentando esta primavera; pero no era así, me dijo que estaba recordando y se quejaba melancólico de que los que nos acercamos a los cincuenta años estamos en terreno de nadie: ni somos ancianos, ni somos desgraciadamente demasiado jóvenes y según él, lo que demuestra esta teoría, es que el cerebro ya está amueblado con muchos recuerdos. No tuve más remedio que darle la razón a mi buen amigo Ordás. Le pregunté qué recuerdos pasaban por su mente y me dijo que se acordaba cuando tenía catorce años y era todavía un chaval imberbe, con un cóctel impresionante de hormonas en la sangre. En esta edad, según él, nada era difícil, si había que jugar un partido de fútbol tres horas seguidas, se hacía y el cuerpo recuperaba en diez minutos.

Vista del arenal del río de Llano

Mi amigo recordaba que cuando se acababan las clases en el colegio de El Reguerón a mediados de junio y empezaba el verano, había varias señales que indicaban claramente que se acercaba esta estación: la primera era que empezaba a oírse por encima de El Cascarín el inconfundible canto del cuco; otra señal era que ya empezaba a haber cerezas tempranas por Llamas, Santa Eulalia y Obanca; pero lo que mejor indicaba la llegada del verano era que ya comenzaba la gente a bañarse en el río de Llano.

Crecida del río Narcea a su paso por Llano

Me sumé a los recuerdos de Ordás y empezamos a hablar de aquellos años, que para nosotros, como es normal, son entrañables. Recordamos la cantidad de chavales y chavalas de Cangas que subían en bicicleta por la carretera y andando por El Cascarín a bañarse al río de Llano. Los dos pozos del río, el que está debajo del puente y el que está enfrente del arenal, estaban algunos días con el aforo lleno. El arenal, que cada año cambiaba de fisonomía debido a las crecidas del invierno, se llenaba de toallas con gente tomando el sol.

Puente de Llano. Por el ojo del puente se ve la zona de la estacada en ruinas

Me recuerda Ordás, como no podía ser de otra forma, lo guapas que estaban las mozas de Cangas estrenando bañador y tomando el sol en Llano. También recordamos lo temerarios que éramos algunos al tirarnos del puente abajo, unos de pies y otros, los más arriesgados o inconscientes, de cabeza. Esto se podía hacer porque un poco más abajo había un muro al que llamábamos “la estacada”, que represaba el agua para conducirla por terrenos de Santa Eulalia y Arayón hacia la central hidráulica que esta en Ambasaguas. Gracias a este muro, el nivel del río debajo del puente estaba más alto y permitía tirarse sin llegar al fondo.

Antiguo muro en ruinas que represaba el agua para la central hidroeléctrica de Cangas

Hoy, al no existir dicha presa, sería una temeridad tirarse desde este puente.

Seguía transcurriendo el verano y entre baño y baño se sentían los primeros voladores de las novenas del Carmen y por los valles de Santa Eulalia los chavales ya nos poníamos nerviosos. Esto indicaba claramente que estábamos a un paso de las fiestas del Carmen y una vez más había una señal inequívoca, era la llegada de los coches de choque. Cuando esto ocurría, el Carmen ya era inminente.

Fiestas del Carmen de Cangas del Narcea

Lo demás ya no hace falta describirlo, lo seguimos viviendo cada año: baile en la verbena, fuegos artificiales, baile por las calles y bares de Cangas, charangas, copas de todos los colores y sabores, descargas de día y de noche y una tremenda afonía al final de las fiestas, afonía que nunca se achaca al alcohol sino al hielo de la bebida. Esto último es curioso, pues es lo más inocuo que se mete uno para el cuerpo esos días de fiesta, aunque algo de realidad habrá al echarle la culpa al hielo; ya lo indica el dicho: “El agua, tanto líquida como sólida, solo es buena para las ranas y no siempre”.

Llegaba la Magdalena y marcaba el final de las fiestas, toda la explosión de bullicio, de vida, volvía a su ritmo normal. Los afortunados que marchaban de vacaciones desaparecían de Cangas y los que se quedaban volvían a tomar el sol y a bañarse en la pequeña playa de Cangas: el río de Llano. Y se seguían disfrutando otras fiestas del concejo, como Las Veigas en Besullo, San Ramón en Llano, la fiesta de La Regla,…

Con todo esto, llegábamos a septiembre y empezaba el calvario de las clases; de nuevo a aguantar a aquellos profesores de los que algo de sus enseñanzas nos ha quedado y les tenemos que agradecer.

Vista del río desde el puente

Nos damos cuenta mi amigo Ordás y yo, que en aquellos veranos de una u otra forma los baños en el río de Llano siempre estaban presentes.

Actualmente, el río de Llano ya no es lo mismo, ya no hay tanta afluencia de gente, hasta hace poco estaba muy sombrío, el sol no entraba debido a la excesiva vegetación que rodeaba el arenal.

El verano pasado se acercó a mí una pareja de turistas que se alojaban en la suntuosa casa de aldea de Cachón de Santa Eulalia. Me preguntaron si les indicaba alguna zona del río Narcea donde pudieran tomar el sol, bañarse y merendar; les indiqué el río de Llano y cuando los volví a ver al día siguiente, me dijeron que estuvieron muy bien, pero que era una lástima que esta zona no estuviera mejor acondicionada.

Es fácil pensar que si apostamos por el turismo, habrá que ofrecer al turista todas las posibilidades de ocio que se pueda. No basta con alojar al turista en una casa de aldea y entretenerlo con los manjares de la zona. Hay que ofrecerle actividades de todo tipo: esquí en Leitariegos, visita a Muniellos y otras zonas, rutas de montaña y en coche, fiestas, museos y, ¿por qué no? una zona para bañarse y tomar el sol en un entorno natural del río Narcea cerca de la villa de Cangas. Esto sería la pequeña playa fluvial de Llano.

A ver si algún político de nuestro Ayuntamiento se decide a convertir en un paseo el viejo camino de El Cascarín a Llano, y acondiciona el río para disfrute de cangueses y turistas.

Pozo debajo del puente de Llano

Para finalizar, ya que nos acercamos a las fiestas del Carmen 2010, mi amigo Ordás y yo deseamos que paséis buenas fiestas a todos los cangueses que se acerquen por estas fechas a disfrutar del Carmen y, por supuesto, después de las mismas, para entonar el cuerpo de la resaca, nada mejor que volver a echar un baño y tomar el sol en la pequeña playa de Cangas, el río de Llano. Un chapuzón en “el pozón”, debajo del puente, es mil veces mejor que el más prestigioso spa o balneario y, por supuesto, más barato, que no viene mal en estos tiempos de crisis.


Una panera de 1651 en Riegla de Cibea es la más antigua del concejo

Panera y Casa Rectoral de Riegla de Cibea.

En Riegla de Cibea se conserva una pequeña panera fechada en 1651, que pertenece a la Casa Rectoral, situada junto a la iglesia de esta parroquia. Es la panera más antigua que conocemos en el concejo de Cangas del Narcea, donde la gran mayoría de estas construcciones es de fines del siglo XVIII y sobre todo de los siglos XIX y XX. Esta panera es probable que haya venido de otro lugar, porque en algún momento fue desmontada. Esto se sabe por las rayas pintadas que aparecen en sus corondias o tablas, que se trazaban cuando se desmontaba un hórreo o una panera para facilitar después su montaje. ¿De dónde vino esta panera? No lo sabemos.

Cruz e inscripción talladas en la panera de la Casa Rectoral de Riegla de Cibea

Una de sus peculiaridades es el dibujo y la inscripción que aparecen tallados y pintados de rojo en el centro del liño o viga superior de la fachada principal. Es una talla muy plana, ejecutada con mucho esmero. El dibujo representa una cruz con una amplia base y en su origen estuvo encima de la puerta de entrada a la panera. A los lados de la cruz aparece la inscripción siguiente: “16. XPS. IHS. M. 51”. Los números del principio y del final corresponden al año de construcción de la panera: 1651, y las letras son anagramas religiosos: XPS (Xhristos), IHS (Iesus Hominum Salvator) y una M y una A entrelazadas (María). Estos anagramas aparecen con frecuencia sobre puertas y ventanas en la arquitectura popular con el fin de proteger a personas, animales y cosechas; en este caso se colocaban para proteger los productos que se guardaban en la panera, que eran fundamentales para la supervivencia de la casa: cosecha, matanza, etc. La decoración de esta panera se completa con dos motivos geométricos calados, que favorecen la ventilación del interior y que son frecuentes en hórreos y paneras del siglo XVII.

Detalle de la cruz y la incripción talladas en la panera de la Casa Rectoral de Riegla de Cibea

Las paneras se generalizan a partir del siglo XVII en el centro de Asturias como consecuencia de la expansión del cultivo del maíz, que trajo consigo una mejora de las cosechas y de las condiciones de vida de los campesinos. En ese siglo, el hórreo resulta ya pequeño en muchas casas para albergar las cosechas y también para secar las riestras de maíz, por eso se levantan construcciones más grandes, que se distinguen con el nombre de panera, y se añaden corredores. Sin embargo, la edificación de paneras no se generaliza en el occidente de Asturias hasta la segunda mitad del siglo XVIII y sobre todo hasta el siglo XIX. Por eso, esta panera de Riegla de Cibea merece toda nuestra atención.

Lamentablemente, la Casa Rectoral de Riegla de Cibea y su panera están deshabitadas. Al parecer, la Iglesia las tiene en venta. El estado de conservación de la panera no es bueno: la hiedra está empezando a cubrirla. Esperemos que la propiedad o la Administración Pública tomen medidas para frenar su deterioro, porque de lo contrario es posible que esta construcción, protegida por la Ley de Patrimonio Cultural, se derrumbe y desaparezca.

El periódico “El Eco de Occidente” (1894) en la web del Tous pa Tous

Desaparecido el periódico El Occidente de Asturias en 1891, se funda en enero de 1894 El Eco de Occidente. Sus fundadores fueron los abogados Atilano Valdés Miranda y Fernando Graña Ordóñez, que además eran cuñados. El primero ejerció la dirección hasta 1895, en que cedió el puesto al segundo. Colaborador del periódico fue también Faustino Meléndez de Arvas, que había sido uno de los fundadores y redactores de El Occidente. El nuevo periódico era bisemanal, es decir sacaba a la calle dos números a la semana.

En la portada del primer número publicaba su “línea de conducta”. En ella, los fundadores manifestaban su “completa imparcialidad en política; sinceramente ortodoxos en religión y animados por inquebrantable propósito de combatir sin contemplación alguna todo genero de inmoralidades”. Su atención preferente iba encaminada a “las obras públicas, de que tanto necesita la zona montañosa de la región occidental de Asturias, olvidada hasta ahora por los gobiernos, más atentos a la política que al bienestar de los contribuyentes”. También entre sus objetivos estaba la lucha contra el caciquismo: “Fulminaremos rayos contra el caciquismo, plaga que enerva las fuerzas vitales de la patria, y nuestra mirada estará siempre fija en todo aquello que pueda redundar en beneficio de una región digna de mejor suerte, por la cultura, laboriosidad y honradez de sus habitantes, que sufren pacientemente el abandono en que se encuentran”. Esa primera portada del periódico se completaba con un interesante articulo dedicado a “La explotación de Muniellos”, que era una de las grandes esperanzas para el progreso de la región occidental de Asturias.

El Eco de Occidente se enfrentará desde sus inicios a la política del liberal Félix Suárez Inclán, elegido diputado a Cortes por el distrito de Cangas del Narcea en 1893, al que apoyaban los conservadores, los liberales y los republicanos cangueses. Esta situación la cuenta Juan de Cangas, seudónimo de Manuel Flórez de Uría, en un artículo publicado en La Justicia. Semanario Republicano, editado en Grado, el 3 de marzo de 1912:

El Eco de Occidente [fue un periódico] de ideas conservadoras lindantes con el carlismo, que sostuvo luchas heroicas contra los nuevos caciques inclanistas, sufriendo denuncias, multas y embargos, lo que interesó al país y la suscripción llegó, según datos que se me suministran, a unos 800 ejemplares. También adquirió justo renombre entre la prensa provincial, pues sostuvo con ella notables polémicas, y bastantes de los trabajos en él insertos merecieron ser reproducidos, algunos como fondo, por diarios de Oviedo.

Pero la guerra hecha por los caciques al Eco, se extremó en forma que sus dueños, agobiados por el excesivo trabajo que supone atender a la confección de un periódico serio y valiente, con su secuela de denuncias, apelaciones, etc., y además a los menesteres de la profesión propia, suspendieron la publicación, y la imprenta pasó a ser propiedad de D. Francisco García del Valle, jefe aquí de la política inclanista, […], y la imprenta la corroe el orín en no importa qué trastera.

Los 96 ejemplares digitalizados corresponden al primer año de publicación de El Eco de Occidente, desde el 30 de enero al 28 de diciembre de 1894, y en ellos se documenta la vida entera del concejo de Cangas del Narcea durante un año. Noticias importantes en 1894 fueron las relacionadas con la explotación del monte de Muniellos, el proyecto para la construcción del ferrocarril, la introducción de la plaga de la filoxera en el viñedo cangués y la revuelta de los campesinos del concejo por el reparto del impuesto de consumos en los meses de noviembre y diciembre, por cuya causa llegaron  a asaltar el ayuntamiento, lo que motivó la llegada de refuerzos de la Guardia Civil para controlar la situación.

Los ejemplares de El Eco de Occidente, que pueden consultarse a partir de hoy en la Biblioteca Canguesa del Tous pa Tous, pertenecen a Armando Graña García, bisnieto de uno de los fundadores, y el trabajo de digitalización ha sido patrocinado por Clínica Dental Victorino López Mendivil, de Cangas del Narcea.

José Mª Díaz López “Penedela” (Penedela – Ibias 1870 – Cangas del Narcea 1934), alcalde y empresario

A muchos vecinos de Cangas del Narcea, el nombre de “Alcalde Díaz Penedela” solo les sonará por ser el de una céntrica calle de la villa. Este alcalde es hoy un personaje casi desconocido e incluso si alguien quiere buscar información sobre él le resultará complicado obtenerla. No aparece en enciclopedias, ni en diccionarios de historia. Sin embargo, durante el primer tercio del siglo XX, José Mª Díaz López, más conocido como Penedela, fue un personaje imprescindible en Cangas del Narcea. Nació en 1870 en el pueblo de Penedela (Ibias) y falleció en Cangas del Narcea en 1934. Emigrante en América, regresó a Asturias con el inicio del siglo XX y se estableció en la villa de Cangas. Fue un político liberal y un empresario muy preocupado con el progreso y la modernización del país. Ocupó la alcaldía de Cangas entre 1913 y 1923, y también fue diputado provincial. A él se debe la construcción de la traída de agua corriente en la villa y otras mejoras en el concejo. Como empresario trabajó e invirtió su dinero en múltiples negocios: el vino de Cangas, el establecimiento del comercio El Siglo XX, la electricidad, la compra y venta de tierras, la fabricación industrial de madreñas, la molienda de grano, etc. Penedela vivió en el palacio de Omaña, que reformó en 1923. En los años treinta se arruinó y acabó suicidándose. Tuvo muchos y poderosos amigos que le apoyaron en su carrera política, y también muchos enemigos que le acusaron de cacique. Su biografía es una parte de la historia de Cangas del Narcea en el primer tercio del siglo XX.

 

Noticias para la biografía de José María Díaz López Penedela (1870-1934)

por Juaco López Álvarez 

José María Diaz López Penedela (junto al novio) en la boda de Vicente Oliveros y Concha de Llano, 16 de enero de 1918. Penedela era el padrino, tenía 48 años y ocupaba la alcaldía de Cangas del Narcea.

Nació en Penedela, concejo de Ibias, en 1870 y murió en Cangas del Narcea en 1934. Vivió 64 años. Se llamaba José María Díaz López, pero todo el mundo le conocía por “Penedela”, de tal modo que el nombre de su pueblo de origen llegó a emplearlo él mismo como un segundo apellido. Muy joven, como era habitual en aquella época entre los hijos de los campesinos acomodados o de la clase media de las villas, marchó para América, probablemente a Cuba, y allí debió de hacer cierta fortuna. Regresó a España hacia 1900 y se estableció en la villa de Cangas del Narcea. Nunca olvidó aquella etapa de emigrante en tierras americanas. Cuando en 1913 toma posesión de la alcaldía de Cangas del Narcea señalará como una de sus prioridades el fomento de la enseñanza: “tan necesaria en toda ocasión y más tratándose de los muchos jóvenes que emigran de este concejo, que tan útil les puede ser por el mundo las primeras nociones que se adquieren en las escuelas”. En agosto de 1920 participa en un banquete organizado por ocho emigrantes cangueses en América y en la crónica que se publica en la prensa se le califica como un “americano de los viejos”. Y dos años antes de fallecer, en 1932, es uno de los fundadores del Centro Cultural y Recreativo de Cangas del Narcea, en el que se agrupa la colonia de “americanos” residentes en Cangas y cuyo fin era constituir un casino.

Estuvo casado con Julia de Llano González, perteneciente a dos linajudas e influyentes familias canguesas: los Llano y los González Reguerín; estos últimos emparentados también con los Flórez. Con estas familias tendrá Penedela negocios económicos y tratos políticos. Tuvo una hija, María, a la que todo el mundo llamaba Marina. Su mujer falleció en noviembre de 1918, con 37 años de edad, durante la terrible epidemia de gripe que asoló al mundo entero, y que en el concejo de Cangas del Narcea causó una considerable mortalidad. Volvió a contraer matrimonio años después con Martina Arias Urbistondo.

Murió el 15 de abril de 1934 y en su partida de defunción el párroco de Cangas, don Dositeo Méndez, escribió: “falleció  a consecuencia de haberse arrojado de un balcón de la casa en donde vivía [situada en la plaza de Rafael Rodríguez], lo que hizo, según certificación del médico que le asistía, D. Victorino López Llano, por sufrir monomanía persecutoria”. La noticia de su fallecimiento se publicó dos días después en el diario La Prensa, de Gijón, donde dice: “Se asegura que el suicida padecía desde hace tiempo de neurastenia y se cree que estos días debió sufrir una agudización en su estado, obligándole a tomar tan extrema resolución”. Su cadáver fue enterrado en el cementerio municipal, en el panteón propiedad de sus sobrinos Concha de Llano Fuertes y Vicente Oliveros Menéndez. Y en este panteón permanece junto a los cadáveres de otras personalidades de la vida de Cangas del Narcea en el primer tercio del siglo XX: Ibo Menéndez Solar, maestro, director del periódico El Narcea, y promotor de la enseñanza y la cultura en el concejo; Mario de Llano González, presidente del Centro Republicano y alcalde durante la Segunda Republica, y el mismo Vicente Oliveros, comerciante.

Penedela fue un hombre apasionado de la política y un empresario tremendamente emprendedor, que llegó a tener múltiples negocios. La estancia en América y el conocimiento de una sociedad más avanzada y urbana, hizo que muchos emigrantes retornasen empeñados en mejorar y modernizar la vida de sus paisanos, y para ello invirtieron su tiempo y su dinero en la vida pública y en nuevas actividades económicas. La vida de Penedela  transcurrió enteramente en esos dos ámbitos: la política y los negocios. En ambas tareas hubo de tener, sin duda, grandes satisfacciones, pero también muchos sinsabores. Sus enemigos políticos decían de él que era una persona soberbia y orgullosa, “un cacique”, y lo acusaban de aprovecharse de la política para su beneficio personal. En política militó en las filas liberales, aunque sus detractores le tachaban de arribista. El 28 de julio de 1923 en el periódico El Noroeste se dice sobre él: “antiguo pidaliano – liberal – conservador – republicano – reformista – inclanista, que en todos estos partidos estuvo o pretendió introducirse el señor Penedela”.

Penedela, político

Comenzó su actividad política en 1909, como concejal del Ayuntamiento de Cangas del Narcea. En la misma corporación también estaba su cuñado Cesar de Llano Gonzalez. El alcalde era Nicolás de Ron. Vuelve a ser elegido en 1912 y es nombrado tercer teniente de alcalde. En este mandato el alcalde era Joaquín Rodríguez Martínez, que el 23 de octubre de 1913 renuncia al puesto “por motivos de salud y no de otra índole” (fallecerá el 23 de enero de 1914 a los 53 años de edad). En su lugar es nombrado Penedela, que contará con el apoyo de la familia de su mujer, los Llano, y el amparo del todopoderoso Félix Suárez-Inclán (Avilés, 1854-Madrid, 1939), diputado a Cortes por el Distrito de Cangas del Narcea desde 1897, miembro del Partido Liberal y en aquel año de 1913 ministro de Hacienda. En esta etapa Penedela fue alcalde hasta el mes de diciembre de 1917. Volverá a ocupar este puesto muy poco tiempo después, el 1 de enero de 1918, y en él permanecerá hasta el 1 de abril de 1921. Y de nuevo volverá a ser alcalde de enero a julio de 1923. En total ocupó la alcaldía de Cangas del Narcea durante nueve años.

Hoja de propaganda política en el que el alcalde José Mª Díaz “Penedela” da a conocer los motivos del cese de su antecesor Marcial Rodríguez-Arango, Cangas del Narcea, 17 de febrero de 1923.

En ese tiempo mantuvo encarnizadas luchas políticas y continuas polémicas por su gestión en el Ayuntamiento. Tuvo enfrente a los reformistas, encabezados por Marcial Rodríguez Arango; a los conservadores kleiseristas, partidarios de Luis Martínez Kleiser para diputado a Cortes por el distrito de Cangas del Narcea, y a los republicanos, dirigidos por Higinio García del Valle y cuyo ariete en la prensa era Gumersindo Díaz Morodo Borí. Para defenderse de las aceradas críticas de este último fundó en 1916 La Voz de Cangas, que dejó de editarse en julio de 1917. La lucha contra Borí llegó al extremo de cerrarle su periódico, El Distrito Cangués, y de denunciarle repetidas veces hasta lograr que le encarcelasen en varias ocasiones.

En Cangas del Narcea los partidos políticos estaban controlados por unas pocas familias que luchaban denodadamente por controlar el poder local y los votos del distrito para la elección de un diputado a Cortes en Madrid. El borrador de una carta escrita desde Cangas por Agustín de Llano Valdés, tío político de Penedela, a un destinatario desconocido, seguramente residente en Madrid, en la que se refiere a las elecciones municipales y a Penedela, nos servirá para conocer los entresijos de la actividad política en las primeras décadas del siglo XX:

“Mi querido amigo: Con motivo de las próximas elecciones para concejales nos hallamos luchando aquí los conservadores y liberales contra los kleiseristas, que no se convencieron a pesar del recorrido que les dimos en marzo último.
 
Corresponde elegir catorce concejales y entre éstos cinco por el distrito de Rengos, que es donde nuestro buen amigo el Conde de Toreno tiene una fuerza decisiva. Hace varios días escribimos a don Félix [Suárez Inclán] para que solicitará de dicho Conde órdenes para que sus administradores nos apoyaran, sin que hasta la fecha hubiéramos obtenido contestación, ignorando el motivo.
 
Como el tiempo apremia y deseo salir victorioso, máxime cuando al presente desempeña esta Alcaldía mi sobrino José Mª Díaz, le ruego se tome la molestia de visitar cuanto antes al repetido Conde afín de conseguir mande a sus apoderados doña Alvarina Peláez y don Ángel Rodríguez que nos apoyen, ordenando además al último se ponga a mi disposición, como lo verificó en las elecciones de marzo, o a la de mi dicho sobrino, para recomendar a los renteros que voten los candidatos que les indiquemos.
 
Y pidiéndole mil perdones por tanta molestia, tengo el gusto de reiterarme de usted con la más distinguida consideración”.

Manifiesto al “Distrito electoral de Cangas del Narcea” firmado por José Mª Díaz López “Penedela”, enero de 1931.

Penedela fue cesado como alcalde en 1923, tras descubrir una comisión de investigación unas “irregularidades” en el Ayuntamiento de Cangas del Narcea. Esta comisión, establecida por el Directorio Militar encabezado por el general Miguel Primo de Rivera, revisó las cuentas de muchos ayuntamientos asturianos. Penedela  y varios concejales fueron incluso encarcelados durante unos días en diciembre de aquel año. Sin embargo, esto no acabó con su vida política. En marzo de 1925  formó parte de una comisión del concejo de Cangas del Narcea, encabezada por el alcalde Porfirio Ordás, que se reunió en Tineo para tratar sobre la construcción del ferrocarril Pravia-Cangas-Villablino, donde él figura como “ex alcalde”, y poco tiempo después fue nombrado diputado provincial. Como representante de la Diputación asiste a la inauguración de la Feria de Muestras de Gijón en agosto de 1927 y al entierro del empresario José Tartiere en ese mismo año. Por último, en las famosas elecciones municipales del 14 de abril de 1931, que trajeron la Segunda Republica, salió elegido concejal por la candidatura republicana. Unos meses más tarde su cuñado Mario de Llano González ocupará la alcaldía de Cangas del Narcea.

La política de Penedela con respecto a Cangas del Narcea puede resumirse en una sola palabra, muy manida en aquellos años: modernización. En la sesión del 23 de octubre de 1913, en la que ocupó por primera vez la alcaldía, señaló sus tres prioridades: el “fomento y desarrollo de la enseñanza”; “los caminos vecinales que tantos beneficios reportan a los pueblos” y la “rigurosa administración de los intereses del concejo”. A estas habría que sumar su interés por la higiene y la salud pública.

La consulta de los libros de actas de las sesiones municipales que presidió Penedela muestran un número considerable de acuerdos sobre la creación de escuelas, construcción de edificios, contratación de maestros y compra de material escolar, así mismo aparecen muchos acuerdos relacionados con caminos, “puentes económicos” y fuentes.

En cuanto a las medidas en favor de la higiene, hay que resaltar que el higienismo estuvo muy en boga en aquel tiempo debido a la insalubridad general y a las frecuentes epidemias causadas por la suciedad de las calles, aguas contaminadas, etc. El ideario de Penedela en este sentido esta recogido en un bando que escribió en julio de 1916 como preámbulo a la edición de las Ordenanzas Municipales de 1898:

HAGO SABER: Que la misión de esta Alcaldía no queda cumplida preocupándose solamente de la seguridad de los vecinos, la instrucción de los niños, el socorro de los pobres, la administración de los fondos del concejo y las relaciones con los que nos son administrados; hay algo que hasta ahora se hallaba descuidado en Cangas y es sin embargo lo más importante para una colectividad, pues nos referimos a la higiene, asunto que preocupó en todas las épocas a los pueblos que, por su superioridad, merecieron gobernar a los demás.

Según Penedela “es imposible una prosperidad económica duradera en un pueblo donde, por descuido de la higiene, abundan los tísicos y enfermos”.

Sigue Penedela:

Hace pocos años, cuando la noción de libertad había llegado con claridad a la mente de privilegiadas personas, confundiendo el vulgo el significado de esa santa palabra con el egoísmo, podría parecer a los pseudos liberales que se atentaba a la libertad, imponiendo por la fuerza la higiene; pero, afortunadamente, hoy creo que no habrá ni un solo cangués para quien no sea evidente que la libertad de cada uno termina donde empieza la del prójimo.[…]
 
En una villa de la importancia de la nuestra, no puede ya prescindirse de algunos detalles de ornato, que son cosa corriente para otras muy inferiores en otros aspectos. No pido lujos ni sibaritismos; pero tampoco puedo seguir consintiendo que el transeúnte se vea insoportablemente molestado por los imponentes chorros de agua lanzados por los canalones rotos, […]. El blanqueo de las fachadas, que es barato, es otra imposición que se verá en la necesidad de adoptar la Alcaldía, porque si un individuo con la cara sucia es rechazado por los demás, una casa de la villa debe mostrarse también con el aspecto agradable de la limpieza.
 
La cultura de un pueblo se revela al forastero en una multitud de detalles, que en Cangas dejan bastante que desear, y no enumeraré aquí porque son muchos y muy conocidos del público. Desde el tocino colgado en la puerta de una tienda, como si estuviese destinado a manchar la ropa de un transeúnte, hasta los perros que molestan al vecindario; lo mismo los cueros en el centro de la población, donde despiden nauseabundo olor, que los diferentes trastos que obstruyen la calle, todo indica un abandono que no debe continuar, porque en la vida de un pueblo a la moderna, juegan principal estos detalles que significan privilegios de unos pocos, en perjuicio de la colectividad.

Según Penedela, en las Ordenanzas Municipales de 1898 “están admirablemente resueltos los problemas enunciados y muchos otros inseparables de la vida social”. Por eso promovió su difusión, con la advertencia a los cangueses de que va a exigir su “exacto cumplimiento”, y que si es necesario impondrá correctivos, aunque él cree que no serán necesarios:

Sería el primero en deplorarlo; pero, así como un padre que entiende su sagrado papel, castiga con mano dura a los hijos que lo necesitan, para que lleguen a ser honrados y útiles ciudadanos, estoy yo resuelto a emplear los medios de que la Alcaldía dispone, a fin de que se cumplan las Ordenanzas municipales, pues lo creo indispensable, si Cangas ha de llegar a ser pronto una villa sana, agradable y culta.

De su etapa como alcalde, se sentía muy orgulloso de haber propiciado y llevado a cabo la construcción de tres obras, que tienen mucho que ver con la higiene: el matadero, el lavadero y, sobre todo, la traída de agua.

El matadero se terminó de construir en el mes de mayo de 1916 en el lugar llamado la Cuadra de las Mulas, situado a la salida de la villa en dirección a Rengos. El autor del proyecto fue Alfredo Flórez González, que lo hizo gratuitamente.

El lavadero se inauguró en 1914 y estaba junto al puente de Ambasaguas, estaba en el solar de los Molinos Viejos. Lo sufragó íntegramente el mencionado Alfredo Flórez González, que lo donó al Ayuntamiento. El agua, que corría sin interrupción en el lavadero, la cedía el mismo Penedela, y procedía de la presa de un molino que tenía en las proximidades.

Por último, la instalación de la traída de agua corriente fue la gran obra de Penedela. No era para menos porque este servicio supuso un cambio radical en la higiene y en el modo de vida de los cangueses (sobre todo de las canguesas que eran las encargadas de acarrear el agua de las fuentes). En la sesión municipal del 18 de septiembre de 1914 se tomó el acuerdo de hacer esta obra por “la imperiosa necesidad de dotar a la villa de agua potable, por ser muy escasa y de malas condiciones la que hoy existe, como se demostró durante la última epidemia de tifoideas, pues habiendo cincuenta y cuatro casos de dicha enfermedad en esta villa, tan pronto se clausuró la fuente pública no se registró ningún nuevo caso”  El “Proyecto de abastecimiento de aguas para la villa de Cangas de Tineo”  se redactó en 1916 y la obra concluyó en 1919. La villa empezaba su modernización.

Si, por un lado, estas fueron sus obras más apreciadas, por otro, sus mayores fracasos fueron el no haber construido un cementerio municipal y las infructuosas gestiones llevadas a cabo para la construcción del ferrocarril Pravia-Cangas del Narcea-Villablino.

El cementerio de la villa era una necesidad desde hacía mucho tiempo. El viejo cementerio parroquial, situado detrás de la iglesia, era muy pequeño para una villa que había crecido mucho en el siglo XIX. En 1903 se describía así su estado en el periódico La Verdad (Cangas de Tineo, 14 de febrero de 1903):

“Cangas, la misma capital del concejo, tiene en vez de cementerio un inmundo pudridero donde se hacinan los cadáveres, donde se exhuman varios cada vez que se inhuma uno, donde ruedan los huesos humanos y los restos de ataúdes y mortajas; y esta macábrica perspectiva la observamos todos a diario cuantas veces penetramos en aquel reducidísimo y mal acondicionado, y peor cuidado y administrado recinto, para acompañar a la última morada los restos mortales de una persona querida”.

Las gestiones para hacer un nuevo cementerio comenzaron en 1912. El terreno elegido estaba en Barañán, encima del barrio de El Corral. Durante la alcaldía de Penedela se encargaron dos proyectos para este lugar, uno llegó a aprobarse en 1918, pero debido a las opiniones divididas con respecto a su emplazamiento se decidió buscar otro sitio más adecuado. El cementerio municipal se construirá en 1927 en Arayón, tres años después de cesar Penedela como alcalde.

Sin embargo, el gran fracaso del Penedela político fue que el ferrocarril Pravia-Cangas-Villablino no llegase a construirse. Esta línea fue una de las mayores aspiraciones de los vecinos del suroeste de Asturias, que consideraban que era un medio imprescindible para la explotación de las riquezas naturales y la modernización del país. Los políticos estuvieron jugando con esta aspiración desde finales del siglo XIX y periódicamente, sobre todo cada vez que había elecciones a diputados a Cortes, se anunciaba la inminente concesión de las obras, pero al poco tiempo todo quedaba en nada. Penedela participó en reuniones, comisiones y asambleas convocadas para tratar este asunto, y estoy seguro de que su interés era sincero, porque el ferrocarril en ese tiempo era sinónimo de modernización y progreso, pero fue algo que no pudo conseguir.

Penedela, empresario

En este ámbito es sorprendente la variedad de negocios con los que corrió Penedela, en cierta medida impulsado también por ese afán innovador y modernizador de la sociedad. Invirtió en la compraventa de  tierras, en industrias, en el establecimiento de un comercio, en la construcción de carreteras, etc.

La elaboración de vino es el primer negocio en el que sabemos que participó y en el que se mantendrá hasta el final de sus días. Esta dedicación al vino es comprensible, porque este producto va a ser, hasta la Guerra Civil y junto a la industria maderera, la actividad económica más rentable del concejo de Cangas del Narcea.  En 1901, Penedela aparece formando parte de la sociedad Flórez, Llano y Díaz, que compra las bodegas y todos los viñedos (21 hectáreas) que habían pertenecido a Anselmo González del Valle, y funda las “Bodegas Canguesas”, cuya principal marca de vino será “Príncipe de Asturias”. La sociedad se mantendrá en manos de Penedela y la familia Flórez hasta los años treinta. En el diario La Prensa, de Gijón, aparecerá la noticia de su muerte el 17 de abril de 1934 con el titular siguiente: “Se suicida un cosechero de vinos”.

La segunda actividad que le conocemos es como agente de seguros de la compañía El Alba. Como tal aparece en la Guía Comercial de Asturias de 1903. En este año también ocupaba el cargo de contador-cajero de la Sociedad General de Explotaciones Forestales y Mineras “Bosna Asturiana”, constituida con capital asturiano, vasco y francés para explotar minas y montes en la cuenca alta del río Narcea y sobre todo extraer madera de Muniellos. Durante este tiempo participó en la publicación de un periódico local, La Verdad, dirigido por Manuel Flórez de Uría. Su papel en este periódico lo contará unos años después el mismo Flórez de Uría en El Distrito Cangués, 24 de febrero de 1914:

[En 1903] suspendí “La Verdad” de Cangas y cree “La Verdad” de Oviedo, en cuyo primer número aparezco yo como Director y Jefe de Redacción y como Redactor y Administrador D. José Mª Díaz y López, el actual alcalde, pero de quien me cumple hacer constar que no tuvo arte ni parte, ni remota ni próxima, en el periódico, pues su nombre puesto en la portada fue solo un acto de buena amistad y deferencia hacia mi, como contador-cajero que era de la sociedad “Bosna Asturiana”, de la que yo era apoderado, entidad financiera a quien podía ser muy útil tener a su devoción, para fines puramente industriales, el periódico único de la localidad”.

Hoja de publicidad para la apertura del comercio El Siglo XX, Cangas del Narcea, hacia 1905.

Poco tiempo después Penedela abrió un comercio de ropa, paquetería, armas, etc., negocio que fue muy frecuente en muchos emigrantes retornados, que habían trabajado en América en este ramo y venían de allí con ideas nuevas. Su nombre ya es expresivo de los nuevos tiempos: El Siglo XX. Estaba en la calle Mayor y será uno de los primeros establecimientos modernos de la villa de Cangas. En el se vendían las “últimas novedades” en tejidos y calzado, y muchos de los nuevos productos que se estaban expandiendo desde las villas al medio rural a través de estos comercios: loza y cristal, armas, camas de hierro, trajes, sombreros, alfombras, mantillas, etc. El comercio El Siglo XX lo traspasa en 1918 o 1919 a Vicente Oliveros, que trabajaba en él como dependiente y que se casa en enero de 1918 con su sobrina política Concha de Llano. Penedela y su mujer serán los padrinos de boda de este matrimonio y también de su primer hijo, que llevará el nombre del padrino: José María.

Otra de las inversiones de Penedela fue la compra de amplias posesiones pertenecientes a las viejas familias rentistas canguesas, como los Yebra Pimentel y los Velarde, que ya no residían en Cangas y tenían la administración de sus propiedades casi abandonada. Las fincas que adquiría las vendía después a sus llevadores, que eran campesinos del concejo, sacando con esta operación un pingüe beneficio. Con frecuencia, para estas operaciones se juntaban varios capitalistas. En diciembre de 1922 escribe Borí en El Progreso de Asturias (La Habana, 20 de enero de 1923):

“La antigua casa de Velarde ha vendido todo lo que en este concejo tenía. Fueron compradores el banquero cangués don José Álvarez Menéndez y los señores don José María Díaz López y don Antonio Jiménez. El precio de compra fue de medio millón de pesetas”.

El último comprador era el procurador Antonio Jiménez Valcárcel, que estaba casado con una hermana de la mujer de Penedela; él se quedará con el palacio de los Velarde, situado en la calle Mayor, a la altura de la plazuela de Riego. El propio Penedela vivirá también en un palacio, el de los Omaña, en la plaza Mayor, que se lo había comprado a Anselmo González del Valle. Esta casa la reformó considerablemente en 1923: abrió en la fachada principal varias puertas y ventanas, y construyó un mirador, todo ello dentro de un estilo historicista.

Recibo de “Hidroeléctrica del Luiña” con la firma de su propietario José Mª López Díaz “Penedela”, 1925.

Penedela también adquirió el viejo molino que estaba situado junto al puente de Ambasaguas, que había sido propiedad de la casa de Omaña y que él debió de comprar al mencionado González del Valle. En 1924,  aprovechando su presa y canal, construyó junto a este molino una central hidroeléctrica, denominada “Hidro Eléctrica del Luiña”, cuya energía vendía en la villa y pueblos próximos, y además instaló una fábrica de harina y otra de madreñas, movidas ambas con máquinas eléctricas. La electricidad había llegado a la villa de Cangas en 1899, con una hidroeléctrica situada junto a Arayón. En la primera mitad de los años veinte se levantaron en el concejo tres más, que en 1925 ya estaban funcionando: una en Villacibrán (“Hidroeléctra de Villacibrán”), otra en Cibea y la de Penedela en Cangas.

Pero los negocios de Penedela todavía abarcaban mucho más: en 1914 su comercio de El Siglo XX era también la administración de los automóviles de línea que hacían el servicio diario de Cangas a Grado, y en 1918 sabemos que era el contratista de la construcción del segundo tramo de la carretera de Navelgas (Tineo) a Pola de Allande.

Hasta los años treinta Penedela vivió años de fortuna. El 28 de marzo de 1925 puede leerse en el diario La Prensa:

“En su magnífico automóvil ha regresado de La Coruña [a Cangas de Tineo], donde pasó el día de su fiesta onomástica en compañía de su familia, el rico propietario y exalcalde de esta villa José María Díaz Penedela”.

Pero en los años treinta comenzó a apagarse su buena estrella. En estos años tuvo que deshacerse de muchas de sus propiedades: el molino, la central hidroeléctrica y el palacio de los Omaña que vende en 1932. Siempre escuché en mi casa que Penedela había muerto arruinado por culpa de la política, que su desmedida afición hacía ella le había hecho perder todo lo que tenía. En realidad, no sé qué le pudo pasar, no tengo datos para afirmar nada y lo que pueda decir en estos momentos son suposiciones. No obstante, es muy probable que, al igual que les sucedió a otros muchos empresarios en todo el mundo, el crack de octubre de 1929 y la enorme crisis económica que trajo consigo, afectase considerablemente a este hombre hasta el punto de arruinarlo y llevarle al suicidio. A la ruina económica habría que sumar unas circunstancias familiares adversas,  que abocaron a Penedela a este trágico final.

Anuncio del comercio El Siglo XX en El Distrito Cangués, 1915.

Ocho años antes de su muerte, el 16 de julio de 1926, cuando todavía le sonreía la suerte, se publicaron en el diario La Prensa, de Gijón, dos páginas completas dedicadas a las fiestas del Carmen y a la villa de Cangas del Narcea. En ellas aparecen varios anuncios y también unas elogiosas reseñas de comerciantes y hosteleros, que con toda seguridad fueron pagadas por sus protagonistas. Una de estas reseñas encomiásticas está dedicada a “Don José María Díaz Penedela”. Es probable que la escribiese él mismo o que la hubiese escrito otra persona con la información que él le proporcionó, en todo caso es la imagen que él quiso dejar de sí mismo. Con ella vamos a terminar esta breve biografía.

Don José María Díaz Penedela

Es Cangas de Tineo uno de los pueblos que van siempre en pos del progreso, y naturalmente, en Cangas no podrían faltar hombres notorios, pues son bastante conocidos los naturales de la localidad que han sabido poner sus nombres muy alto.

Queremos ocuparnos en esta ocasión de don José María Díaz Penedela, que durante su actuación como Alcalde de Cangas de Tineo, cargo que ocupó durante nueve años, demostró excepcionales condiciones, pues a él se debe la traída de aguas, uno de los orgullos legítimos del pueblo, así como también la construcción del Matadero y en parte la del Lavadero.

Una vez retirado de sus funciones como representante del pueblo y persona que no sabe estar inactiva, ha fundado una Central de luz y fuerza con la cual ha hecho que el pueblo goce de excelente servicio en este aspecto, pues hizo de esta Fábrica una de las más modernas, pudiendo en todo momento servir, tanto luz como fuerza, a cualquier punto del concejo.

Tiene también, y montada a la perfección, una fábrica de almadreñas, movida por electricidad, con sus transmisiones subterráneas, y a cuyo frente se encuentran competentísimos operarios, siendo una de las preferidas en Cangas de Tineo y pueblos limítrofes y cuya fama ha transcendido al resto de Asturias, siendo buena prueba de ello los numerosos pedidos que a diario recibe.

Así mismo y al lado de la Central Eléctrica ha hecho la instalación de una fábrica para la molturación de granos que montada con arreglo a los últimos adelantos, y movida por electricidad, puede moler en cualquier momento, 50 y 60 sacos de trigo por día.

Otro importantísimo negocio del señor Penedela lo constituyen las Bodegas Canguesas en sociedad con don Roberto Flórez, siendo muy conocida su marca «Príncipe de Asturias», debido a ser como muy bien dicen sus etiquetas, «únicas bodegas en la zona asturiana que por la clase especial de sus viñedos y la buena y esmerada elaboración de sus vinos, puede competir con cualquiera de las regiones vitícolas de España y del extranjero, según se demuestra con los premios obtenidos en diversos países», y esto lo demuestra el que no solo se concreta a servir las plazas de Asturias, sino que también se extiende la exportación a plazas de España, como Madrid y Barcelona y otras muchas de América, de donde reciben continuamente pedidos.

No terminaremos de hablar del señor Díaz Penedela sin antes felicitar al pueblo de Cangas de Tineo por contar entre sus hijos con hombres entusiastas y emprendedores como el que nos ocupa.

“Crónicas Canguesas” (1910-1928) de Borí

Alrededor de mi casa. Crónicas canguesas (1910-1928), es un libro de Gumersindo Díaz Morodo “Borí” en el que se recogen 35 artículos y crónicas publicados en los periódicos La Justicia y El Distrito Cangués y en las revistas Asturias y El Progreso de Asturias. Alfonso López Alfonso es el autor de la biografía de Borí y editor de la obra; Juaco López Álvarez, firma una introducción en la que se reconstruye el mundo familiar y social en el que desarrolló su vida este periodista cangués. Esta publicación ha sido sufragada por el Ayuntamiento de Cangas del Narcea.

Borí nació en Cangas del Narcea en 1886 y murió exiliado en Salsigne (Francia) en 1944. En nuestra web puede leerse una breve biografía de este republicano rebelde, que durante cerca de veinte años se dedicó a escribir artículos políticos y crónicas de la vida canguesa, que constituyen hoy un testimonio directo imprescindible para conocer la vida social, cultural y política de Cangas del Narcea en las primeras décadas del siglo XX. Sus artículos muestran a un hombre preocupado por lo que sucedía alrededor de su casa y también por los grandes problemas de su tiempo. Borí era un escritor capaz de un amplio registro que abarcaba desde el artículo de opinión puro y duro hasta las crónicas viajeras o la semblanza emotiva. Casi hace un siglo que Borí escribió algunos de los artículos que se recopilan en este libro y muchas cosas han cambiado en Cangas del Narcea, pero hay en ellos algo que se mantiene muy vivo y nos alcanza de lleno.

Como deferencia para los lectores de la web del Tous pa Tous publicamos dos de los artículos de Borí recogidos en este libro: “Pláticas cuaresmales: ¡Meditemos!” (1912) y “Por tierras de occidente: Santiso” (1917). El primero es una muestra de artículo político en el que describe desde el punto de vista de un republicano, la lucha entre el liberal Felix Suárez Inclán y el conservador Luis Martínez Kleiser en las elecciones a diputado a Cortes por el Distrito de Cangas del Narcea en 1912 y el segundo es una crónica sobre el barrio de Santiso en Cangas del Narcea y su fiesta dedicada al vino.

Ignacio Álvarez Castelao (Cangas del Narcea 1910 – Oviedo 1984), arquitecto

Por Rogelio Ruiz Fernández – Doctor Arquitecto. Nueva Quintana (LNE) 30 de marzo de 2010

El arquitecto, de cuyo nacimiento se cumplen cien años, dejó en Oviedo una huella profunda de su trabajo, marcado por la innovación y la investigación de materiales

Ignacio Álvarez Castelao (Cangas del Narcea 1910 – Oviedo 1984); retrato de Nicanor Piñole

Al igual que muchos escritores son su ciudad y ésta no puede entenderse sin aquéllos, sin su complicidad (Joyce es Dublín, Leopardi Recanati, Lezama es La Habana, Cunqueiro Mondoñedo, Clarín Oviedo?) así, muchos arquitectos están maridados a un lugar. Barcelona sin Gaudí no sería igual, ni Gaudí sin su amada, Lubjana no lo sería sin Plecnik, ni Viena sin Wagner, Olbrich y su primavera sagrada. Chistopher Wren es San Pablo y también todo un Londres blanqueado. Tampoco Como, la bella ciudad italiana junto al lago, sería la misma sin Terragni, para mí su amado. Pero los escritores que fijan un tiempo con su obra permanecen encerrados en sus páginas, en nuestros anaqueles, esperando, como joven en el baile a ser sacados, a bailar una pieza; mientras que los arquitectos nos tienen presos, realizan el telón de fondo sobre el que discurren nuestras vidas, se viven a diario sus obras y se nos presentan, querámoslo o no, todos los días, tras incluso la muerte de su autor, como es el caso, como presencia cotidiana. Ya habrán descubierto a estas alturas, deberían saberlo ya, que Castelao es Oviedo y Oviedo sería menos profundo sin Castelao. Sin embargo, siendo queridos todos los citados, y con su calle y su respeto, no todos reciben el mismo cariño de su esposa. Los modernistas, clasicistas, formalistas al fin que ya he citado son adorados con embeleso, mientras que aquellos como Terragni en Como, Le Corbusier en toda Francia o nuestro Castelao, que siguieron un camino menos labrado, se quieren sí, pero con la prevención de lo nunca del todo comprendido. También Aalto, con quien mantenía relación epistolar nuestro protagonista, es así querido en su Finlandia y quizá por ello le puso a su barco el nombre «Nemo Propheta in Patria».

La figura de Ignacio Álvarez Castelao -nacido en Cangas del Narcea el 31 de marzo de 1910 y que murió en Oviedo en 1984- no es fácil de acometer, al menos tres tesis doctorales se han iniciado ya hace tiempo y hasta el momento no conozco ninguna concluida y esto es particularmente grave, por lo muy necesario que sería que a partir de su legado se realizara un estudio suficientemente profundo que garantizara la difusión nacional e internacional que merece su figura. Podemos analizarlo aquí someramente, para comprenderlo mejor, desde tres puntos de vista. En primer lugar su excepcional conocimiento constructivo y su vocación investigadora en este campo gracias a su formación ingenieril, en segundo lugar la investigación tipológica y formal en el campo de la vivienda y como colofón los grandes edificios públicos.

Su conocimiento de los materiales hizo que los utilizara siempre con nobleza, crudos, como propiciaban los brutalistas, y buscará, afianzando sus conocimientos con propuestas cada vez más audaces, las posibilidades del hormigón y el acero. Realizó dos patentes, una de forjados y otra que pueden ver en la gasolinera de la Tenderina, que es el nudo Castelao, con el que a partir de piezas muy sencillas articula una estructura espacial muy ligera que permite cubrir grandes vanos. O los grandes vuelos estructurales de hormigón que vemos en Medicina o las mismas losas que conforman las aulas, o con que sabiduría, haciendo que el elemento constructivo sea el que genere la belleza en los encofrados recuperables utilizados en el Colegio San Ignacio. En muchas ocasiones enfrenta la dureza y fuerza de materiales como el hormigón, siempre con huellas de su construcción, bruto, con la calidez de la madera en carpinterías. Otras veces lo relaciona con elementos cerámicos ladrillos o plaquetas que utiliza con destreza, generando textura con distintas tramas, con piezas de diferente cocción que generan vibración precisamente por la diferencia de sus unidades (por su calidad de única dentro de las que parecen iguales), cambiando las disposiciones de ladrillos en aulas de tal modo que al ponerlos al canto absorban el sonido en las zonas que más interesa… También los elementos modulares de hormigón que utilizó en varios edificios (Hunosa, Geológicas?) le permitían aunar dos de sus pasiones, la construcción de la que venimos hablando y la matemática que se desprende de la seriación.

La matemática subyace de tal forma en sus composiciones que a veces es el motivo del que surge la belleza y le permite alejarse de las contingencias de lo cotidiano. Sus realizaciones en el campo de la vivienda, tanto el Serrucho como el Serruchín o Alsa son edificios en los que lo trivial desaparece (¡y vuelve cuando se cierran las terrazas!). A veces en la ciudad vemos construcciones sin intención que nos permiten ir leyendo cosas prosaicas: eso es el salón, eso el tendedero, eso el cuarto de los niños? Nunca en Castelao, con él la Arquitectura brota con fuerza de una proposición previa y certera a la que van siguiendo las necesidades, tras su mando.

Transformó el antiguo convento de Santa Clara, destrozado por la guerra, en la delegación de Hacienda

Edificio conocido como «El Serrucho», proyectado por Álvarez Castelao (1956) en la calle Cervantes de Oviedo. Foto: J. Ramón Puerto

«El Serrucho» visto desde la negación que es su chaflán no es un edificio de viviendas, son un conjunto de cajas que flotan tocando planos, son seriaciones antes de que conociéramos a Judd, Geológicas es Geológicas cincuenta años antes que los Juzgados de Chipperfield de Barcelona y mucho mejor, el «nudo Castelao» lo era cuando Buckminster Fuller jugaba a lo mismo en América, y su amigo Aalto estaría encantado de firmar los edificios de los empleados de Hacienda sin duda, por cómo van girando, cómo comprenden los árboles que abrazan, que rodean, desde la simplicidad de unas galerías? Castelao, cuando nadie viajaba, nos trajo el mundo aquí.

Y qué me dicen de esos portales, que te quedas mirando desde la calle como si fueran un escaparate que te vendiera algo, pero no te lo vende, te lo da, te da un remanso contra la vulgaridad, te da la destreza infinita a la hora de combinar materiales de cogerte en el exterior y absorberte en la entrada hacia tu casa, te acompaña de la mano por esas escaleritas que te llevan al ascensor, esos gresites, mármoles? (por favor, que alguien quite la rejería pseudoforja con dorados de Santa Teresa, 20), y ya que la cito, qué me dicen de la planta de los apartamentos de Santa Teresa, qué sabiduría, qué control y saber en esas circulaciones compartidas que destierran pasillos (o en Alsa).

Convento de Santa Clara (Oviedo), adaptado en 1960 por Álvarez Castelao para Delegación de Hacienda

Pero Castelao, que estoy pintando como mítico, también fue funcionario de Hacienda, y esto le permitió, probablemente como a Kafka, desarrollar una segunda identidad, meter quizás el orden cotidiano en su vida, para que brotara más suelta su arquitectura. Por esta condición accede a la restauración de Santa Clara, actual sede de Hacienda, y allí cose el edificio herido por la guerra. Con decisión, dejando allí colgado ese balcón, que no va a ningún lado, que queda sólo como un brazo truncado, como que quiere seguir, como que quiere que se cierre el convento mutilado. Como un doctor en igual caso corta por lo sano, eso sí, poniendo su arquitectura al mismo nivel que la del pasado. Sin mimetismos, nos recuerda la guerra, el dolor inacabado. En la última restauración sobre la de don Ignacio se pierden temas importantes de la obra del maestro, la ligereza de las carpinterías iniciales, y también que este gresite que él utilizaba tiene vibración, como antes comentaba, y al utilizarse prefabricados absolutamente idénticos en todas sus piezas, o piedras muertas, el edificio, tras tanto tiempo enfermo, nos parece que se muere también. Adquiere algo que siempre esta desterrado de su obra: afectación. Lo mismo ha sucedido con Industriales en Gijón, que ya no es lo mismo, está demasiado limpio.

Facultad de Ciencias Geológicas y Biológicas en Llamaquique de Álvarez Castelao (1965)

Facultad de Ciencias Geológicas y Biológicas en Llamaquique de Álvarez Castelao (1965)

Les voy a pedir, si leyeron hasta aquí ya están dispuestos, que como ven lo que debemos a Castelao, le regalemos agradecidos en este centenario de su nacimiento un paseo hasta Llamaquique y al Cristo, y que allí vean Geológicas y Medicina, y al final, el regalo, verán, se lo volverá a hacer él a ustedes. En Geológicas y Biológicas de nuevo están las Matemáticas, contrastando el paralelogramo, platónico, o mejor cartesiano, con la espiral que remite a las caracolas y la vida en crecimiento. En este hall la dureza de los materiales contrasta con la sinuosidad y organicidad de las amebas de Suárez que recorren el suelo. Una rampa rodea este mosaico dando acceso a las distintas clases, triangulares y en crecimiento.

Facultad de Medicina de la Universidad de Oviedo, obra de Álvarez Castelao (1972)

En Medicina me gustaría destacar la lección en recorridos, las distintas escalas, como desde la ciudad, en una visión lejana, es imponente con la mole curva de las aulas en grada, con el volumen volado de hormigón que es la zona de dirección. Pero cuando te acercas, se hace amable, te crea una escala pequeña (dos metros en algunos puntos), un claustro «conventual» que aleja el edificio alto y luego el gran hall con esas escaleras piranesianas de hierro que te invitan al ascenso hacia el saber?

Quiero acabar compartiendo una inquietud con ustedes, ¿Por qué este Castelao tan universal pasaba tanto tiempo en su casina de forjados de madera de San Cucao, llena de elementos etnográficos, con una ventana que enmarcaba un hórreo de madera muy bien proporcionado? ¿Que buscaba?, ¿que destilaba de allí? Quizá buscase estos contrastes que generan la belleza en su arquitectura, quizá la escala, la ausencia de decoración, el pan pan, las cosas crudas como son, la arquitectura sin afectación. O quizá simplemente volviese así a la tierra, a los alrededores del Cangas del Narcea que le vio nacer, al refugio? a la paz sin fin que bien se ha merecido.

BIBLIOGRAFÍA

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