Publicación de noticias históricas relacionadas con la historia, el arte, la literatura, etc. de Cangas del Narcea.

Nuevo estudio sobre el retablo mayor de la iglesia del monasterio de Corias

En el número 19 de la revista LIÑO, editada por el Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Oviedo, nuestro colaborador Pelayo Fernández Fernández ha publicado un extenso y documentado estudio sobre el retablo mayor de la iglesia del monasterio de Corias, que es el retablo barroco más importante de su tiempo en Asturias. La primera noticia sobre el hallazgo de los autores de este retablo y su fecha exacta de construcción la publicó Pelayo Fernández en esta web del Tous pa Tous en diciembre de 2009 bajo el título: El retablo mayor del monasterio de Corias (1677-1678).

En este nuevo trabajo su autor habla de una de las obras más características de la retablística barroca en la zona noroccidental de España. De marcado carácter castellano, en ella conviven las influencias de la retablística madrileña, vallisoletana y gallega. En el artículo nuestro colababorador analiza el contrato de obra entre la congregación benedictina de Corias y el arquitecto Francisco González y el escultor Pedro del Valle, vecinos de Villafranca del Bierzo, que en el transcurso de su tesis doctoral ha tenido la fortuna de localizar. Ello supone el punto final a las especulaciones que sobre el retablo de Corias se venían manteniendo desde el último cuarto del siglo pasado. En el último apartado analiza los retablos colaterales, obra del mismo taller.

Desde hoy ya puede consultarse este nuevo artículo en nuestra biblioteca digital.

El retablo mayor del antiguo monasterio benedictino de San Juan Bautista de Corias (Cangas del Narcea, Asturias), primicia del barroco decorativo en una zona noroccidental de España
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Historia de los escudos de las torres del palacio de los condes de Toreno

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Escudo de la torre norte del palacio de los condes de Toreno en Cangas del Narcea

El palacio de los condes de Toreno en el Mercáu, en Cangas del Narcea, no pasa inadvertido a nadie, y eso es por su ubicación y porque su arquitectura fue concebida para llamar la atención y mostrar a todos los que lo veían que allí vivía gente poderosa. Se comenzó a construir a fines del siglo XVII y se concluyó en 1701. Es un edificio de estilo barroco y su arquitecto fue el avilesino Juan García de la Barrera.

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Torre norte del palacio de los condes de Toreno en Cangas del Narcea

Paradójicamente, la grandeza del edificio contrasta con el estado de los dos grandes escudos de armas que hay en la fachada principal, colocados en lo más alto de las dos torres de la casa. Siempre me llamó la atención el estado penoso de esos escudos. ¿Por qué en una de las torres solo estaba el cerco del escudo con los soportes o animales imaginarios, pero faltaban las armas? ¿Tal vez nunca las habían colocado? Además, en las fotografías antiguas que conocemos del palacio (que pueden verse en esta web del Tous pa Tous) no aparece ninguno de los escudos de armas, y solo a partir de 1960 aparece uno en la torre norte. ¿Qué sucedió en realidad?

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El Mercáu dominado por el palacio de los condes de Toreno (sin escudos) y lleno de carromatos, hacia 1907. Fotografía de Eduardo Méndez Villamil. Col. Manuel García Feito.

Una carta del administrador de los bienes del conde de Toreno en Cangas del Narcea, Severiano Rodríguez-Peláez (1830 – 1905),  dirigida a Álvaro Queipo de Llano y Fernández de Córdoba, conde de Toreno, el 12 de diciembre de 1904, y que hemos encontrado recientemente en la Sección Nobleza del Archivo Histórico Nacional, en Toledo, nos aclara la mala fortuna de estos dos escudos:

“Esta [carta] principalmente tiene por objeto participarle la mala noticia de que esta noche, cosa de las dos, también se vino abajo la parte del escudo de la torre de la izquierda, entrando; por el mal estado que ya se observaba en él, no nos llamó la atención tanto como cuando ocurrió el de la otra torre que no presentaba ningún estado de ruina y que sucedió en 3 de marzo de 1887, según participé oportunamente a sus Señor padre y que hoy he vuelto a recordar reconociendo la correspondencia, y de cuyo suceso se enteró minuciosamente en los meses de verano del mismo año que pasó por aquí.

[Esta noche] No ocurrió, dada la hora, ninguna desgracia, pero parece milagroso que un bloque de piedra tan grande no hubiese causado desperfectos en el balcón y que no se hubiese hecho todo pedazos, siendo como era una piedra sumamente blanda, pues enterito lo recogimos hoy para casa y como no eran suficientes ocho personas para traerlo fue necesario preparar una yunta de vacas que lo arrastrasen”.

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Estado del escudo de la torre sur, cuyas armas cayeron en 1887

Ahora ya sabemos que pasó. Las torres tenían cada uno su escudo, pero por algún fallo en su colocación cayeron al suelo: uno, el de la torre sur, en 1887 (185 años después de colocarse) y el otro, el de la torre norte, en 1904 (202 años después de concluirse el palacio). Si hubieran estado embutidos en el muro, como es habitual en muchos de estos escudos, hoy seguirían ahí, pero el arquitecto siguiendo el gusto de la heráldica barroca quiso destacarlos, haciendo que sobresaliesen del muro, para darles más aparatosidad y volumen, y esa fue la causa de su perdición.

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Cuarteles del escudo de armas de la torre norte

El escudo que cayó en 1887 debió hacerse añicos y desconocemos las armas que tendría; solo se conservan los soportes, que son dos leones rampantes, las guarniciones y los timbres, con la corona y el extremo superior de la cruz de la orden militar de Santiago a la que pertenecieron los dos primeros condes de Toreno.

El otro escudo se conservó en el patio del palacio hasta que volvió a ponerse en su sitio hacia 1960, cuando el edificio ya era sede del Ayuntamiento de Cangas del Narcea. El escudo está roto por un lado, como consecuencia de aquella caída, y en él hay cuatro cuarteles que pertenecen a los apellidos de los condes de Toreno que remataron la construcción de este palacio, que fueron: Fernando Queipo de Llano y Valdés y Emilia de Doriga y Malleza.

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Dibujo de escudo con las armas de los Queipo de Llano y los Valdés, hacia 1700

El matrimonio de Fernando fue muy ventajoso para los Toreno, porque doña Emilia era la mayorazga de la casa de Malleza, y con esa unión la familia aumentó considerablemente sus propiedades en el concejo de Salas y en Oviedo, incorporando además al mayorazgo de los Toreno los palacios de La Granja, en Malleza (Salas), y el de la plaza de Porlier en Oviedo.

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Dibujo del escudo de armas de la casa de Malleza, hacia 1700

Los cuatro cuarteles del escudo son los siguientes: a la derecha están los del marido, arriba, Queipo de Llano y abajo, Valdés, y a la izquierda los de la esposa: arriba, Malleza y abajo, Doriga. En el cuartel de los Malleza estaba labrado el lema de la casa, que aún se conserva en parte: VIRTUS ET FORTITUDO VERE NOBILITAS EST (virtud y fortaleza, es la nobleza verdadera). En el timbre luce la corona condal y las armas están sostenidas por dos leones rampantes, todo entre un mar de follaje y hojarasca típico del gusto barroco.

¿Quién pudo ser el escultor que labró estos monumentales escudos? Según Pelayo Fernández, el estilo que tienen es propio del Taller de Corias, ya que muestran hojas de acanto cartilaginosas recorridas por cuentas de perlas y remates en forma de flor. Estos motivos son habituales en los primeros retablos del Taller de Corias hasta 1710, cuando se sustituyen por otros motivos florales, y aparecen en ese periodo en todos los retablos de este Taller (las capillas de la nave de la iglesia del monasterio de Courias, L.lumés, Xinestosu, L.larón, Larna, etc.). En cuanto al autor, no hay duda que es Antonio López de la Moneda, natural de Zanfoga (Lugo) y vecino de Corias desde 1677 hasta su muerte en 1724, o Manuel de Ron y Llano (Pixán, h. 1645 – Cangas del Narcea, 1732). El primer maestro vino a trabajar en el retablo mayor del monasterio de Corias en 1677 y, una vez terminado, viendo las posibilidades del mercado, se asentó definitivamente en Corias donde formó escuela e hizo más de 25 retablos. En cuanto a Manuel de Ron, es contemporáneo del anterior y además sabemos que labró un escudo para la iglesia de San Félix de Mirallo (Tineo).

En el palacio de los condes de Toreno, en la fachada sur que mira al parque, hay otros dos escudos de armas que proceden de la casa antigua de los condes, que estaba en el mismo Mercáu y que fue derribada para construir el actual palacio; pero esos escudos son otra historia.

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Las bodas en Leitariegos en 1898

Boda en la iglesia de Cibea, hacia 1920, con los novios, convidados y cantadoras con los panderos encintados. Col. Josefina González, de casa Alfonsa, Las Cuadriel.las de Vil.lalái.

[En 1898, Rodríguez Riesco envió una larga monografía sobre el concejo de Leitariegos al médico Octavio Bellmunt, de Gijón, con destino a la obra Asturias, que estaban editando este doctor y Fermín Canella desde diciembre de 1894. En el tomo tercero de esta obra solo apareció un breve resumen de ese texto, que puede leerse en nuestra Biblioteca Canguesa:

Rodríguez Riesco, José: Leitariegos (1900). En: Tous pa Tous. Sociedad Canguesa de Amantes del País, ed. facsímil, 2009.

El escrito completo ofrece mucha información desconocida y es muy interesante para conocer aquel concejo que se integró en el de Cangas del Narcea en 1925. En las próximas semanas publicaremos el escrito completo en la web del Tous pa Tous, hoy sólo vamos a dar a conocer la parte en que relata cómo eran las bodas y los tratos matrimoniales a fines del siglo XIX. El autor había nacido en 1853 en Brañas de Arriba y era maestro, y en aquel año de 1898 ejercía de secretario del Juzgado y del Ayuntamiento de Leitariegos. Juaco López Álvarez]

 

LAS BODAS EN LEITARIEGOS EN 1898
José Rodríguez Riesco

Nada más de común tienen las fiestas en Leitariegos, pero algo más de simbólico y emblemático tienen las bodas. No hemos de decir que en dichas alturas las bodas se contraen por interés o por amor, porque generalmente existen ambas cosas según las condiciones de los individuos, según se puede apreciar, si bien generalmente con tendencia a lo primero como más favorable. Se busca en primer lugar el mus y buena moza. Mas si no se encuentra ésta se decide por aquel y, al contrario, si no se encuentra dinero se elige una buena moza. No digamos que suelen gastar largas relaciones amorosas, porque éstas, la que más, dura medio año.

Se juzga igual y divierten sin excepcionar a ninguna, mas al llegar la época de tener que contraer matrimonio los mayorazgos, bien porque ellos lo propongan, bien por indicación de los padres, cuando van teniendo de los veinte y cinco a los treinta y cinco [años], pues de más jóvenes no suelen casarse, procuran buscar un embustero, los que no tienen la habilidad, memoria o influencia para el negocio que de por sí van habilitando, y ataviándose de sus mejores prendas, buen  mulo o caballo bien enjaezado (si tienen que salir del pueblo) se dirigen pretendiente y embustero, pero de noche, que es cuando suelen efectuarse estas aventuras para no ser vistos y uno en pos de otro discurren lo necesario para el trance supremo. Casos se han dado de salir a ello y no saber ni por asomo a dónde se iban a dirigir. El embustero habla y propone, que es el que no tiene vergüenza, y después de ser bien obsequiadas [las mozas] con tortillas, frisuelos y vino que llevan los pretendientes a veces surte efecto y otras queda pendiente, pero atrás o alante se deciden luego.

La mayoría paran por cuestión del dote, que es de sumo interés pues, como suelen decir, la casa de fulano (niegan todas las deudas) se merece tanto y cuanto y como tienen la boca grande para esto, es donde generalmente oscilan todos los reparos, pues una casa regular no se conforma de ocho mil reales abajo. La menor de 500 a 1.000 pesetas y las principales suelen llegar a los dos mil duros, que siempre se van dando a plazos de mil reales al año hasta solventarlo; además del ajuar de boda los hay que lo hacen de presentes, que es lo más lucido, así como poner onzas de oro o monedas de a cinco duros de arras en vez de duros o pesetas. Las arras suelen regalarse a la novia, pues es cuestión del padrino y siempre se buscan los más ricos. Se han dado casos de parar las bodas por causa de la vaca de la chueca, de si la había de llevar o no, aunque ya se perdió esta costumbre que antes prevalecía mucho, mas si pueden sacar un buen prado o tierra de dote esto sí lo hacen.

Generalmente se suelen casar parientes con parientes, costumbre de la que se ha usado mucho y en tal manera que hay pueblos como El Puerto que todos son parientes, unos vecinos de otros, y todos pues se apellidan Cosmen de primero o segundo apellido, pero apellido noble como se demostraron en  hijosdalgo y armas pintar cuyas Reales Cédulas tienen y conservan, sucediendo otro tanto en Braña de Arriba con los Rodríguez, Sierras y Tablados, y en Trascastro con los Rodríguez y Garcías y otros.

 Los mayorazgos o primogénitos son los que son troncarios y se casan en casa; los hijos restantes, si no van para casas de mayorazgas, todos se ausentan a Madrid y otros puntos, aunque siempre atienden y entran en casa.

En cuestión de pretensiones, corren velozmente por el pueblo y concejo las noticias pues nunca falta de la casa quien lo diga, cuando no se alaba la novia, a fin ya de alardear de tal o ya para que llegue otro [pretendiente] de más importancia, que suelen trocar sin escrúpulo porque aquí el que más tiene mejor vive.

Página del manuscrito de José Rodríguez Riesco sobre Leitariegos, 1898.

Llega el día de la boda y con anticipación, los convidados (que son todos los mozos del pueblo y las mozas) y, además, otros amigos y parientes, el cura y los sastres de la boda, se suelen preparar para la misma, siendo convidado igualmente ahora el Juez o su delegado que asista, que no se perdona una. Los mozos encargan la pólvora, el padrino los puros y la madrina las bollas. Las mozas del lugar y las de los pueblos por donde ha de pasar, ocho días antes se juntan todas las tardes para ensayar las seguidillas que les han de cantar, las cuales confeccionan para cada boda las suyas. Procuran obtener un buen día de sol, pues tienen mal presagio si llueve en el día de la boda de una, pues dicen que llora. Grandes variaciones deben de sufrir las enamoradas parejas, pues regularmente como desde el cura hasta el sacristán todos son casamenteros, unos dicen que va bien, otros que mal, otros que tiene mal genio, otros que no; algunos los desguían y dicen que mejor lo haría con fulano o bien a él con otra fulana, lo cual los ponen a la muerte pues les dan en qué pensar.

El día de la boda, temprano, se anuncia por los convidados con sendas descargas de pólvora, cada uno con el arma que puede adquirir o bien con voladores; hechos que se presentan incesantemente como si fuesen a montería, no siendo la primera vez que algunos por usar malas armas y cargar mucho para que suene se llevan los dedos de las manos sin que nadie se queje ni acuda a la autoridad. Todo el día se oye: ¡Viva la novia! ¡Viva la boda! Las mozas bien compuestas con panderos encintados y castañuelas, dos delante cantan, las demás responden, principiando a hacerlo al salir los novios de la iglesia, ellas delante y la gente del pueblo no convidada, que toda concurre aun en el día de mayor ocupación. Detrás siguen los novios y padrinos y luego el cura, juez y demás acompañamiento. Todos majestuosamente van acompasados, sin que puedan pasar delante de las cantadoras, y el padrino va repartiendo cigarros puros a todos. Es condición previa que si la boda sale del pueblo o viene de afuera, cada convidado ha de llevar buena caballería y bien aparejada y cuantos más mayor bombo. El novio ha de llevar dos, la suya y la de la novia, sucediendo en estos casos que con los continuos disparos se espanten las caballerías no acostumbradas y tiren los jinetes, que si son hembras, en el entusiasmo general, por verlas manejarse a las hábiles y llorar a las temerosas, haciendo los disparos por entre los caballos. Es pues esto una pura alegría para los convidados y un pesar para las que no saben cabalgar que siempre enseñan lo reservado.

El tiroteo es continuo y el canto melodioso y triste, que en la mayoría de las ocasiones hace prorrumpir a los desposados en amargo llanto y conmueve a los circundantes. Entre las muchas y generales que cantan allá van las siguientes:

Los buenos días les damos

a los novios y padrinos,

que todos juntos parecen

los serafines divinos[1].

Padrinos más elegantes

ni madrina más salada

aunque del cielo bajase

un pintor que los pintara.

Salga, salga la su suegra

a recibir la sua nuera,

a quererla y estimarla

como si hija suya fuera.

La enhorabuena les damos

en la puerta del Sagrario

a los novios y padrinos

y demás acompañados

El señor novio y la novia

bien se aconsejaron antes,

que llamaron a la boda

padrinos muy arrogantes.

Convídala, caballero,

con una jarra de plata,

que buena muchacha llevas

para gobernar la casa.

¡Qué mocedad tan florida,

qué acompañamiento grande,

qué padrinos tan hermosos,

qué novios tan elegantes!

Qué buena dicha ha tenido

madrugar el señor novio,

porque de la mejor huerta

se cogió el mejor repollo.

El señor padrino de hoy

es arrogante caballero,

ya nos vamos acercando

vayan soltando el dinero.

Padrinos tan elegantes

y novios de igual presencia,

al presentarse en la calle

hacen al sol competencia.

El padrino de esta boda

se ha portado bien del todo

que para casar los novios

ha puesto las arras de oro.

Y la señora madrina

también ha de regalar,

si han de ser dos sean cuatro

y sabremos dispensar.

La luna le dice al sol:

-No prosigas tu carrera,

que los novios y padrinos

los resplandores te llevan.

Y la señora madrina

lo hizo con arroganza

que para casar la novia

anillos puso de plata.

El padrino de esta boda

puede soltar el bolsillo,

para soltar la propina

de esas monedas de a cinco.

Contesta el sol a la luna:

-Detente y sale más tarde

que los novios y padrinos

alumbran toda la calle.

La novia que hoy se casó

viene muy aborrecida,

por Dios al novio pedimos

que le haga buena vida.

De esas monedas de a cinco

somos desinteresadas,

que a recibir cuatro duros

ya estamos acostumbradas.

Casada, ya estás casada

por los libros de San Pedro,

quiera Dios te haga dichosa

y los ángeles del cielo.

 

La novia que hoy se casó

fue pretendida de tantos,

el galán que la llevó

dio limosnas a los Santos.

La madrina de esta boda

quiera Dios que de hoy en quince

sea su primer pregón

y que a nosotras nos brinde.

Casada que hoy le pusieron

el yugo del matrimonio

quiera Dios que no te pese

ni tampoco al señor novio.

Por encima tu tejado

ya baja el sol a alumbrarte

y toda las tus amigas

venimos acompañarte.

Adiós te decimos todas

y a Dios tenemos pedido

que seas feliz, dichosa

al lado de tu marido.

El sol baja por su trecho,

la luna queda en su trono,

al ver gente tan lucida

de parte del señor novio.

Al pasear por la calle

y al revolver de la esquina

ya se divisa el palacio

donde ha de habitar la novia.

La despedida les damos,

disimulen nuestros yerros

que el que no tiene saber

no se ve libre de ellos.

Por el jardín del amor

el novio se ha paseado

y  del más alto rosal

una rosa se ha alcanzado.

Abran las puertas, señores,

ábranlas de par en par,

que a esta nueva casadina

venimos a acompañar.

Adiós te decimos todas

con bastante sentimiento,

quedamos pidiendo a Dios

que las nuestras sean luego.

Es esa que lleva al lado,

esa nacarada rosa,

que en la puerta de la iglesia

se la dieron por  esposa.

Salgan las de la cocina

a recibir la casada,

si nos permiten licencia

venimos a acompañarla.

 FIN

La novia y la madrina

son dos flores muy preciosas

de diamantes engarzadas

y perlecitas hermosas.

 

Abran las puertas señores,

ábranlas con alegría,

que aquí está la casada

y la señora madrina.

Después que acaban de cantar, o mejor dicho, cuando piden la propina a los padrinos (que la tienen que dar de tres a 25 pesetas, y la madrina una hogaza de trigo y en dinero de una a 5 pesetas, según clase) les dan las gracias o callan, cantando también.

Grabado del cuadro -Una boda de aldea- en Monasterio de Hermo, de Luis Álvarez Catalá, fines del siglo XIX.

Llegan a la puerta [de la casa] del novio; las puertas están abiertas de par en par y sale la suegra a buscar la nuera, que abraza y besa e introduce en compañía de todos al mejor sitio de la cocina o sala con lloros y suspiros, gritos de alegría, enhorabuena, etcétera. De antemano se tienen preparadas a la entrada fuentes con ricas mantecas del día y pan de trigo y vino blanco, y la madrina y el padrino o encargada reparten grandes rechas [rebanadas de pan] cargadas de miel o azúcar a todos los concurrentes de la boda y a todos los del pueblo, grandes y pequeños, sin que quede alguno, salvo las disidentes que sin darse por aludidas se escurren si puede ser. Sigue la algazara. Comida asombrosa a medio día, baile animado, cena de igual calibre y baile hasta el amanecer al cual concurren todos los mozos de los pueblos aunque disten dos leguas. Si hace mucho sol y es verano forman merienda campestre y en un carro la llevan al hermoso campo de Vistauril donde al lado de la gaita pasan el día alegremente.

Si viene la novia de otra parroquia o pueblo, además del canto dicho, salen a despedirla igualmente; por los pueblos que pasan salen a recibirlos con igual o variado son, pues en cada pueblo usan el suyo y los padrinos tienen que dar iguales propinas o pasar por donde no haya pueblos.

Tales son las bodas en Leitariegos, que si bien nunca pintaron mal hay dotes ofrecidas de muchos años que aún no se han pagado ni pagarán. Las que mejor suelen pintar, según se dice, son las de los propios pueblos, aunque no se distancia mucho para buscarlas.


[1] Por supuesto, en cada boda cantan, además de éstas, otras particulares alusivas a los casados, con descripción de nombres, apellidos y demás que les haya pasado y nobleza, etcétera.

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Las bodas en Leitariegos en 1898

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Boda en la iglesia de Cibea, hacia 1920, con los novios, convidados y cantadoras con los panderos encintados. Col. Josefina González, de casa Alfonsa, Las Cuadriel.las de Vil.lalái.

[En 1898, Rodríguez Riesco envió una larga monografía sobre el concejo de Leitariegos al médico Octavio Bellmunt, de Gijón, con destino a la obra Asturias, que estaban editando este doctor y Fermín Canella desde diciembre de 1894. En el tomo tercero de esta obra solo apareció un breve resumen de ese texto, que puede leerse en nuestra Biblioteca Canguesa: icon Leitariegos, 1900 (3.07 MB) . El escrito completo ofrece mucha información desconocida y es muy interesante para conocer aquel concejo que se integró en el de Cangas del Narcea en 1925. Damos a conocer aquí la parte en que relata cómo eran las bodas y los tratos matrimoniales a fines del siglo XIX. El autor había nacido en 1853 en Brañas de Arriba y era maestro, y en aquel año de 1898 ejercía de secretario del Juzgado y del Ayuntamiento de Leitariegos. Juaco López Álvarez]


LAS BODAS EN LEITARIEGOS EN 1898
José Rodríguez Riesco

Nada más de común tienen las fiestas en Leitariegos, pero algo más de simbólico y emblemático tienen las bodas. No hemos de decir que en dichas alturas las bodas se contraen por interés o por amor, porque generalmente existen ambas cosas según las condiciones de los individuos, según se puede apreciar, si bien generalmente con tendencia a lo primero como más favorable. Se busca en primer lugar el mus y buena moza. Mas si no se encuentra ésta se decide por aquel y, al contrario, si no se encuentra dinero se elige una buena moza. No digamos que suelen gastar largas relaciones amorosas, porque éstas, la que más, dura medio año.

Se juzga igual y divierten sin excepcionar a ninguna, mas al llegar la época de tener que contraer matrimonio los mayorazgos, bien porque ellos lo propongan, bien por indicación de los padres, cuando van teniendo de los veinte y cinco a los treinta y cinco [años], pues de más jóvenes no suelen casarse, procuran buscar un embustero, los que no tienen la habilidad, memoria o influencia para el negocio que de por sí van habilitando, y ataviándose de sus mejores prendas, buen  mulo o caballo bien enjaezado (si tienen que salir del pueblo) se dirigen pretendiente y embustero, pero de noche, que es cuando suelen efectuarse estas aventuras para no ser vistos y uno en pos de otro discurren lo necesario para el trance supremo. Casos se han dado de salir a ello y no saber ni por asomo a dónde se iban a dirigir. El embustero habla y propone, que es el que no tiene vergüenza, y después de ser bien obsequiadas [las mozas] con tortillas, frisuelos y vino que llevan los pretendientes a veces surte efecto y otras queda pendiente, pero atrás o alante se deciden luego.

La mayoría paran por cuestión del dote, que es de sumo interés pues, como suelen decir, la casa de fulano (niegan todas las deudas) se merece tanto y cuanto y como tienen la boca grande para esto, es donde generalmente oscilan todos los reparos, pues una casa regular no se conforma de ocho mil reales abajo. La menor de 500 a 1.000 pesetas y las principales suelen llegar a los dos mil duros, que siempre se van dando a plazos de mil reales al año hasta solventarlo; además del ajuar de boda los hay que lo hacen de presentes, que es lo más lucido, así como poner onzas de oro o monedas de a cinco duros de arras en vez de duros o pesetas. Las arras suelen regalarse a la novia, pues es cuestión del padrino y siempre se buscan los más ricos. Se han dado casos de parar las bodas por causa de la vaca de la chueca, de si la había de llevar o no, aunque ya se perdió esta costumbre que antes prevalecía mucho, mas si pueden sacar un buen prado o tierra de dote esto sí lo hacen.

Generalmente se suelen casar parientes con parientes, costumbre de la que se ha usado mucho y en tal manera que hay pueblos como El Puerto que todos son parientes, unos vecinos de otros, y todos pues se apellidan Cosmen de primero o segundo apellido, pero apellido noble como se demostraron en  hijosdalgo y armas pintar cuyas Reales Cédulas tienen y conservan, sucediendo otro tanto en Braña de Arriba con los Rodríguez, Sierras y Tablados, y en Trascastro con los Rodríguez y Garcías y otros.

 Los mayorazgos o primogénitos son los que son troncarios y se casan en casa; los hijos restantes, si no van para casas de mayorazgas, todos se ausentan a Madrid y otros puntos, aunque siempre atienden y entran en casa.

En cuestión de pretensiones, corren velozmente por el pueblo y concejo las noticias pues nunca falta de la casa quien lo diga, cuando no se alaba la novia, a fin ya de alardear de tal o ya para que llegue otro [pretendiente] de más importancia, que suelen trocar sin escrúpulo porque aquí el que más tiene mejor vive.

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Página del manuscrito de José Rodríguez Riesco sobre Leitariegos, 1898.

Llega el día de la boda y con anticipación, los convidados (que son todos los mozos del pueblo y las mozas) y, además, otros amigos y parientes, el cura y los sastres de la boda, se suelen preparar para la misma, siendo convidado igualmente ahora el Juez o su delegado que asista, que no se perdona una. Los mozos encargan la pólvora, el padrino los puros y la madrina las bollas. Las mozas del lugar y las de los pueblos por donde ha de pasar, ocho días antes se juntan todas las tardes para ensayar las seguidillas que les han de cantar, las cuales confeccionan para cada boda las suyas. Procuran obtener un buen día de sol, pues tienen mal presagio si llueve en el día de la boda de una, pues dicen que llora. Grandes variaciones deben de sufrir las enamoradas parejas, pues regularmente como desde el cura hasta el sacristán todos son casamenteros, unos dicen que va bien, otros que mal, otros que tiene mal genio, otros que no; algunos los desguían y dicen que mejor lo haría con fulano o bien a él con otra fulana, lo cual los ponen a la muerte pues les dan en qué pensar.

El día de la boda, temprano, se anuncia por los convidados con sendas descargas de pólvora, cada uno con el arma que puede adquirir o bien con voladores; hechos que se presentan incesantemente como si fuesen a montería, no siendo la primera vez que algunos por usar malas armas y cargar mucho para que suene se llevan los dedos de las manos sin que nadie se queje ni acuda a la autoridad. Todo el día se oye: ¡Viva la novia! ¡Viva la boda! Las mozas bien compuestas con panderos encintados y castañuelas, dos delante cantan, las demás responden, principiando a hacerlo al salir los novios de la iglesia, ellas delante y la gente del pueblo no convidada, que toda concurre aun en el día de mayor ocupación. Detrás siguen los novios y padrinos y luego el cura, juez y demás acompañamiento. Todos majestuosamente van acompasados, sin que puedan pasar delante de las cantadoras, y el padrino va repartiendo cigarros puros a todos. Es condición previa que si la boda sale del pueblo o viene de afuera, cada convidado ha de llevar buena caballería y bien aparejada y cuantos más mayor bombo. El novio ha de llevar dos, la suya y la de la novia, sucediendo en estos casos que con los continuos disparos se espanten las caballerías no acostumbradas y tiren los jinetes, que si son hembras, en el entusiasmo general, por verlas manejarse a las hábiles y llorar a las temerosas, haciendo los disparos por entre los caballos. Es pues esto una pura alegría para los convidados y un pesar para las que no saben cabalgar que siempre enseñan lo reservado.

El tiroteo es continuo y el canto melodioso y triste, que en la mayoría de las ocasiones hace prorrumpir a los desposados en amargo llanto y conmueve a los circundantes. Entre las muchas y generales que cantan allá van las siguientes:

Los buenos días les damos

a los novios y padrinos,

que todos juntos parecen

los serafines divinos[1].

Padrinos más elegantes

ni madrina más salada

aunque del cielo bajase

un pintor que los pintara.

Salga, salga la su suegra

a recibir la sua nuera,

a quererla y estimarla

como si hija suya fuera.

La enhorabuena les damos

en la puerta del Sagrario

a los novios y padrinos

y demás acompañados

El señor novio y la novia

bien se aconsejaron antes,

que llamaron a la boda

padrinos muy arrogantes.

Convídala, caballero,

con una jarra de plata,

que buena muchacha llevas

para gobernar la casa.

¡Qué mocedad tan florida,

qué acompañamiento grande,

qué padrinos tan hermosos,

qué novios tan elegantes!

Qué buena dicha ha tenido

madrugar el señor novio,

porque de la mejor huerta

se cogió el mejor repollo.

El señor padrino de hoy

es arrogante caballero,

ya nos vamos acercando

vayan soltando el dinero.

Padrinos tan elegantes

y novios de igual presencia,

al presentarse en la calle

hacen al sol competencia.

El padrino de esta boda

se ha portado bien del todo

que para casar los novios

ha puesto las arras de oro.

Y la señora madrina

también ha de regalar,

si han de ser dos sean cuatro

y sabremos dispensar.

La luna le dice al sol:

-No prosigas tu carrera,

que los novios y padrinos

los resplandores te llevan.

Y la señora madrina

lo hizo con arroganza

que para casar la novia

anillos puso de plata.

El padrino de esta boda

puede soltar el bolsillo,

para soltar la propina

de esas monedas de a cinco.

Contesta el sol a la luna:

-Detente y sale más tarde

que los novios y padrinos

alumbran toda la calle.

La novia que hoy se casó

viene muy aborrecida,

por Dios al novio pedimos

que le haga buena vida.

De esas monedas de a cinco

somos desinteresadas,

que a recibir cuatro duros

ya estamos acostumbradas.

Casada, ya estás casada

por los libros de San Pedro,

quiera Dios te haga dichosa

y los ángeles del cielo.

La novia que hoy se casó

fue pretendida de tantos,

el galán que la llevó

dio limosnas a los Santos.

La madrina de esta boda

quiera Dios que de hoy en quince

sea su primer pregón

y que a nosotras nos brinde.

Casada que hoy le pusieron

el yugo del matrimonio

quiera Dios que no te pese

ni tampoco al señor novio.

Por encima tu tejado

ya baja el sol a alumbrarte

y toda las tus amigas

venimos acompañarte.

Adiós te decimos todas

y a Dios tenemos pedido

que seas feliz, dichosa

al lado de tu marido.

El sol baja por su trecho,

la luna queda en su trono,

al ver gente tan lucida

de parte del señor novio.

Al pasear por la calle

y al revolver de la esquina

ya se divisa el palacio

donde ha de habitar la novia.

La despedida les damos,

disimulen nuestros yerros

que el que no tiene saber

no se ve libre de ellos.

Por el jardín del amor

el novio se ha paseado

y  del más alto rosal

una rosa se ha alcanzado.

Abran las puertas, señores,

ábranlas de par en par,

que a esta nueva casadina

venimos a acompañar.

Adiós te decimos todas

con bastante sentimiento,

quedamos pidiendo a Dios

que las nuestras sean luego.

Es esa que lleva al lado,

esa nacarada rosa,

que en la puerta de la iglesia

se la dieron por  esposa.

Salgan las de la cocina

a recibir la casada,

si nos permiten licencia

venimos a acompañarla.

 FIN

La novia y la madrina

son dos flores muy preciosas

de diamantes engarzadas

y perlecitas hermosas.

Abran las puertas señores,

ábranlas con alegría,

que aquí está la casada

y la señora madrina.

Después que acaban de cantar, o mejor dicho, cuando piden la propina a los padrinos (que la tienen que dar de tres a 25 pesetas, y la madrina una hogaza de trigo y en dinero de una a 5 pesetas, según clase) les dan las gracias o callan, cantando también.

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Grabado del cuadro -Una boda de aldea- en Monasterio de Hermo, de Luis Álvarez Catalá, fines del siglo XIX.

Llegan a la puerta [de la casa] del novio; las puertas están abiertas de par en par y sale la suegra a buscar la nuera, que abraza y besa e introduce en compañía de todos al mejor sitio de la cocina o sala con lloros y suspiros, gritos de alegría, enhorabuena, etcétera. De antemano se tienen preparadas a la entrada fuentes con ricas mantecas del día y pan de trigo y vino blanco, y la madrina y el padrino o encargada reparten grandes rechas [rebanadas de pan] cargadas de miel o azúcar a todos los concurrentes de la boda y a todos los del pueblo, grandes y pequeños, sin que quede alguno, salvo las disidentes que sin darse por aludidas se escurren si puede ser. Sigue la algazara. Comida asombrosa a medio día, baile animado, cena de igual calibre y baile hasta el amanecer al cual concurren todos los mozos de los pueblos aunque disten dos leguas. Si hace mucho sol y es verano forman merienda campestre y en un carro la llevan al hermoso campo de Vistauril donde al lado de la gaita pasan el día alegremente.

Si viene la novia de otra parroquia o pueblo, además del canto dicho, salen a despedirla igualmente; por los pueblos que pasan salen a recibirlos con igual o variado son, pues en cada pueblo usan el suyo y los padrinos tienen que dar iguales propinas o pasar por donde no haya pueblos.

Tales son las bodas en Leitariegos, que si bien nunca pintaron mal hay dotes ofrecidas de muchos años que aún no se han pagado ni pagarán. Las que mejor suelen pintar, según se dice, son las de los propios pueblos, aunque no se distancia mucho para buscarlas.

 


[1] Por supuesto, en cada boda cantan, además de éstas, otras particulares alusivas a los casados, con descripción de nombres, apellidos y demás que les haya pasado y nobleza, etcétera.

Víctor San Juan (Madrid, 1919 – Cangas del Narcea, 1997)

VICTOR SAN JUAN, Memoria viva

[Prólogo del libro Víctor San Juan, Del corazón al lienzo, publicado en 2006]

Víctor San Juan, en una fotografía de estudio de 1951

 Elisa Rodríguez, con la autoridad –penosa- que es la de ser viuda de Víctor San Juan (Madrid, 1919 – Cangas del Narcea, 1997), mandome pergeñar a modo de prólogo para un libro –este libro-, que quiere ser un compendio de la vida profesional del amigo entrañable y del artista excepcional. Elisa debe saber que cumplo su mandato con el gozo y pesadumbre que supone la vida y el recuerdo de quien se nos fue, y debe conocer también el honor que me confiere al entregarme esta suave intervención de la obra.

Hablar –escribir- de arte, en cualquiera de sus facetas, es comprometido y delicado para el profano y hasta puede perjudicar al autor si no se acierta a encontrar el rigor con el que se expresa; y es también una acrobacia para quien –como yo ahora- se atreve a irrumpir en el terreno vedado de la pintura, sin las debidas “acreditaciones”, pero, con todo, me atrevo al encargo.

Conocí a Víctor en una de sus muchas exposiciones, allá en la Asturias del alma hace más de un cuarto de siglo y no me conformé con visitar la exposición atentamente y hablar un poco con su autor lo suficiente para escribir una crónica periodística, no. Tuve que volver una y otra vez para admirar la maestría de unos trazos, la sensibilidad del artista en cada cuadro, las luces halladas entre la niebla, aquellos cielos sin fronteras, las nubes sobre la Cordillera y el pico Naranjo –para mi siempre el Naranjo de Bulnes- en fin, para saborear unos paisajes de ensueño y unos bodegones llenos de vida. Al mismo tiempo, tuve la feliz ocasión de conocer al hombre y desde entonces nuestra amistad fue firme y mi admiración por el hombre y por el artista, sin límites.

 Víctor tuvo ocasión de exponer en Madrid, Santander, La Coruña, Barcelona, León, Badajoz, Bilbao, Zaragoza, todas las ciudades de Asturias, Europa y América. Un rosario de exposiciones y otro de críticas favorables, administrativas y justas.

Víctor San Juan, madrileño de nacencia pero asturiano por voluntad y por amor, envía cual palomas mensajeras, desde las riberas de su Narcea hacia el infinito a sus alados pinceles orientados por la flecha exacta de su intuición, de su arte y de su inteligencia; y del infinito cielo vuelven portando en sus picos la fuerza cromática del macizo central, vértice del Picu Tesoro, que marca el límite entre Asturias, Cantabria y León, del Picu Urriellu o del Pico Moprechu y las nubes sobre la cordillera. No son paisajes exclusivos, no son fotografías de aquellas tierras, no; en cada lienzo vibra el nervio del artista y allí están sus pinceles y sus colores, y sus luces y su voluntad, y su arte y su empeño, en llevar hasta nosotros tanta belleza, la que conocemos y la que él ve en cada rincón que lleva a la tela.

Víctor lleva a sus cuadros la maravilla de la Garganta de Cares, la profundidad del Valle de Somiedo; las delicadas figuras de unos gallos de pelea; el tipismo de los tejados de Tazones, de los hórreos y de las paneras; los puertos pesqueros inconfundibles de Luarca, Cudillero, Lastres, Avilés, Gijón, etc…; el Fontán de Oviedo… y lluvia suave de Almurfe y las brumas marinas acariciando las arenas playeras; y las barcas blancas y azules de los esforzados pescadores con sus redes y con sus ilusiones. Todo ello queda brillantemente expresado en los óleos y las acuarelas de Víctor San Juan, con trazos seguros formando un conjunto poético propio de su extraordinaria sensibilidad, porque Víctor es también un poeta que lleva el enamoramiento de sus pinceles a sus lienzos transformándolos en ventanales para disfrutar y sentir profundamente de aquellas figuras, de aquellos objetos y de aquellos paisajes, sus montes, sus puertos, sus valles, las calles recoletas y antañosas que nos transportan justo hasta el corazón de tanta poesía y tanta belleza. Así es la transparencia y la luminosidad que nos ofrece en cada una de sus obras, porque Víctor veía la realidad de cada cosa y la asimilaba, le daba vida y movimiento y la ofrecía a la contemplación callada admirativa, expresados con su tónica prodigiosa.

Perspectiva en Corias (Cangas del Narcea) Apunte, óleo sobre tabla. 1981 41 x 34 cm

Víctor quedó prendado de Asturias desde que llegó al Principado de la mano de su madre y luego sería Elisa quien le enamoraría, junto con todo el hermosísimo astur, para siempre. Vivió y murió entre los claroscuros de su Cangas del Narcea y supo atrapar la luz del sol, tantas veces tibio y huidizo y la vitalidad del espíritu, plasmándolas en sus lienzos, con plenitud, serenidad y equilibrio propios de esa incomparable Asturias, donde España comenzó a ser y donde aun puede saborearse la quietud de los siglos, contemplando el tipismo de su cielo y de su mar, de sus rincones urbanos y rurales, llenos de misticismo y de misterio.

Víctor San Juan –velazqueño- pudo quizá sentirse algo influido por Sorolla, que busca con pasión los distintos matices de los verdes astures; Víctor los encontró y los aprehendió para ofrecerlos restallantes.

“Si un pintor desea ver la belleza que le cautiva, tiene la facultad de crearla…” dijo Da Vinci. Víctor no sólo deseó ver el color entre las brumas asturianas, cántabras o gallegas, sino que una vez visto se dejó llevar por tanta emoción y ayudado de su imaginación, inteligencia y deseos de trabajar sin fatiga y sin descanso consiguió llevar esa emoción y sensibilidad a cada una de sus obras, que sorprenden por sus perspectivas, por la luz hábilmente distribuida, y por el “verdor” húmedo de sus campos, el azul fundiendo cielo y mar y las nubes protegiendo amorosamente esos pinchazos que hablan con el cielo. Y siluetas humanas, bodegones y retratos, que todo forma parte del magnífico equipaje de este singular y cautivador pintor.

Creo que, sobre todo, Víctor nos regala Asturias, una Asturias que supone una permanente tentación y que nos hechiza…

Y así fue desde 1949 en que expuso por primera vez en una galería de la Gran Vía madrileña hasta…  1997 en que se nos fue con sus pinceles, sus lienzos, su saber y su sonrisa… y con el amor que le empujaba, que le empujo siempre, al arte, al trabajo, a la familia, a Asturias, un amor leal que le atrapó e inundó de dicha su corazón.

Muchos años, muchos –pocos para él y para el arte- de asturianía, de expresividad, de remansada sensibilidad, le debemos a quien fue un gran artista y un gran hombre que, seguro, ahora estará pintando ángeles y arcángeles para agradecer a Dios las luces que en un día lejano puso en su mente y en su alma, proyectándole hacia las claras esferas del arte supremo.

¡Gracias por todo, Víctor!

Ramiro García de Ledesma
 La Coruña, Octubre 2004

*     *     *     *     *

Portada del libro recopilación de parte de las obras que el pintor cangués Victor San Juan ha realizado a lo largo de su vida.

Elisa Rodríguez, la viuda de Víctor San Juan, posee una amplia colección de obras del pintor, la cual está conservando con la idea de hacer una exposición permanente en el Centro Cultural o en el Parador de Cangas del Narcea. Vive con la esperanza de que finalmente ésta pueda llevarse a cabo con la colaboración de la Consejería de Cultura del Principado de Asturias y el Ayuntamiento de Cangas del Narcea. Dicha exposición permanente servirá al pueblo como bien cultural de la villa y promoción turística de la zona.

Ver enlace: www.victorsanjuanpintor.es

Los vaqueiros de alzada en Xinestosu (y una súplica de los vaqueiros al rey Carlos III en 1776)

[nextpage title=”Brañas en Cangas del Narcea”]

BRAÑAS DE VAQUEIROS EN CANGAS DEL NARCEA

 

Brañas de Saldepuesto, Cangas del Narcea. Foto: Fernando M. Herrero Azcárate

Las alturas de las montañas del concejo de Cangas del Narcea hoy están completamente deshabitadas. Durante parte del año pastan en ellas muchas vacas, pero no se oye la voz de casi nadie, porque los dueños de ese ganado solo suben a vigilarlo de vez en cuando. Antiguamente no era así y en el verano las brañas y los pastos altos estaban repletos de personas, que pasaban allí varios meses guardando y cuidando el ganado. Además, a los vecinos del concejo se sumaban los vaqueiros de alzada que procedentes de Tineo, Villayón y, sobre todo, Valdés ocupaban brañas en términos de las parroquias de Las Montañas, Xarceléi, Santianes, Teinás, Villacibrán, Gillón, Monesteriu d’Ermu, Xinestosu o Leitariegos.

Brañas de vaqueiros eran Saldepuesto, Oul.ladas, La Feltrosa, Braniego, Xunqueras, Los Cadavales, Chanos o Valdecuélebre. También las de Burramil, Queixeira, Bujuvil, L’Acebal y Pantravieso, que en 1877 eran propiedad de Manuela de Llano y Merás, señora de la casa de Santianes de Porley, y ocupaban vaqueiros de los pueblos de Ablanedo y Candanosa, del concejo de Valdés. Y según Juan Uría Riu algunos pueblos de nuestro concejo habrían sido en su origen brañas de vaqueiros, como Castil del Moure, Brendimiana/Brañameana o El Cabanal, todos en la parroquia de L.linares del Acebo, o La Braña d’Ordial en Xarceléi.

Algunas de estas brañas eran muy grandes, como La Feltrosa y Xunqueras. En 1826, según el Diccionario Geográfico-estadístico de España, de Sebastián Miñano, la primera, situada en términos de Gillón, tenía en verano 60 vecinos y 275 habitantes, y la de Xunqueras, en la parroquia de Teinás, 40 vecinos; sobre esta última escribe lo siguiente:

Brañas de Saldepuesto, Cangas del Narcea. Foto: Fernando M. Herrero Azcárate

Esta braña se halla a la falda del puerto de Serrantina; se compone de varias chozas hechas de tapines, en donde en el verano habitan más de 40 vecinos con sus ganados que se mantienen en sus abundantes pastos, y en el invierno se retiran a la marina. No trabajan ni cultivan cosa alguna, pagan algún diezmo de manteca, queso y jatos, y contribuyen con pagas reales en el tercio de setiembre.

En Cangas del Narcea, los vaqueiros dejaron un folclore muy rico, que cada día está más olvidado. Adolfo García Martínez, que es en la actualidad el mejor conocedor de este grupo, nos ha recitado dos coplas referidas a brañas vaqueras de nuestro concejo:

Las vaqueras de Braniego
dan el l.leite a los galanes
ya van diciendo pa Buseco
que lo maman los tenrales.
 
Vaquerina de Xunqueras
si acabaste la farina
cue la vaca ya’l gochu
ya veite pa la marina.
 

Los vaqueiros son un grupo étnico que se trasladaba desde la marina hasta la cordillera en busca de pasto para su ganado. En invierno ocupaban pueblos bajos, situados en Gijón, Siero, Las Regueras, Llanera, Salas, Cudillero, Valdés, Tineo o Navia, y en verano residían en Somiedo, Cangas del Narcea, Tineo o Torrestío y Lumajo ya en la provincia de León. Además de criar ganado, los vaqueiros se dedicaban a la arriería y con sus caballos o machos transportaban mercancías de León y Castilla a Asturias. Su modo de vida diferente hizo que se convirtieran en un grupo aparte del resto de los campesinos.

Braña La Feltrosa (Gillón, Cangas del Narcea)

Debido a la competencia por el aprovechamiento de los pastos, la convivencia entre los vecinos de los pueblos y los vaqueiros no era siempre amable, y eran frecuentes las quejas de los primeros por el número tan elevado de cabezas que traían los vaqueiros y porque el ganado de estos entraba a pastar en sus tierras. Esto dio pie a numerosos pleitos y también a disputas que a menudo acababan a palos.

Los vaqueiros pasaban en el concejo de Cangas del Narcea unos cuatro o cinco meses al año. Ocupaban terrenos que arrendaban al monasterio de Corias o a grandes terratenientes, como las casas del conde de Toreno, Miramontes, Carballo o Santianes de Porley. En las brañas vivían en unas cabañas muy pobres. En 1752, en las respuestas generales que dan las parroquias del Coto de Cangas al catastro del marqués de La Ensenada sobre las casas y otras construcciones, se dice: “no regulan ninguna [renta] a los vaqueros por las chozas de su residencia, por consistir la fábrica de ellas en la unión de rozo de árgoma o escoba, que aun para la defensa del temporal necesita reedificarse cada mes”.  Y en las respuestas que sobre lo mismo da el concejo de Cangas del Narcea se dice: “sin que incluyan por casa, ni aun de ganado, las que los vaqueros de alzada tienen en las brañas de su residencia, por consistir la fábrica de ellas en la unión de rozo de árgoma o escoba”. Entrado el siglo XIX, las cabañas de estas brañas seguían siendo muy pobres, y en 1826 las de Xunqueras, como señala Miñano, eran “chozas hechas de tapines”.

Con el tiempo, las cabañas de los vaqueiros se fabricarán con piedra. Hasta no hace muchos años todavía existían en pie un par de cabañas en la braña de Saldepuesto, que eran unas construcciones de planta rectangular y cubierta a dos aguas con pequeñas losas. En ese lugar pueden verse las piedras de los restos de las numerosas viviendas que hubo allí, igual que sucede en las brañas de Braniego o La Feltrosa. La única de estas brañas en las que aún se mantienen las viviendas en buen estado es en la de Chanos (parroquia de Teinás), donde hasta hace pocos años todavía traían dos vaqueiros su ganado a pasar el verano, uno de Folgueras del Río (Tineo) y el otro de Argumoso (Valdés).

En 1927 se publicó en La Maniega (nº 6) un artículo titulado “Visitando una braña de vaqueiros” y firmado en Madrid por “Paco”, en el que describe el ambiente del interior de una cabaña de una braña de la que no da el nombre y que el autor había visitado el verano anterior. El mobiliario era de una gran probreza:

Por fin llego, echo pie a tierra, dejando en libertad al pollín para que se fartase bien de la fresca hierba que pisábamos. Me dirigí a una cabana; antes de llamar se abrió la puerta para dar paso a un hombre ya viejo, de baja estatura, pero de recia construcción; me hizo pasar a la pobre habitación, haciéndome sentar en el único asiento que allí tenía, pues todo su mobiliario consistía en un camastro con jergón de fueya, tapado con dos ordinarias mantas de lana y un cobertor; un tayuelo, encima del cual había una escudiecha y una cuchara de madera, utensilio que usaba para sus comidas. 

Conocida es la afabilidad de los vaqueiros, pues éstos no quedan contentos hasta que no fartan a uno de todo aquello que hallan a mano. Ofreciume primero una cazolada de cheite caliente y un trozo de pan más negro que su cogote, que ya es decir; aquello me supo a gloria; no hubiera yo cambiado aquello por el más suculento manjar que me pudieran presentar. Quiso hacerme probar unas papas de maíz que estaban en una mugrienta bolsa colgada de un palo metido en la pared.

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[nextpage title=”Genestoso y los vaqueiros” ]

LOS VECINOS DE XINESTOSU CONTRA LOS VAQUEIROS EN EL SIGLO XVIII

 

Genestoso / Xinestosu, Cangas del Narcea.

En el siglo XVIII los vecinos de Xinestosu pleitearon con los vaqueiros para limitar su presencia en sus pastos. Desde “tiempo inmemorial” y durante varios meses de verano venían a este pueblo cuatro familias de vaqueiros procedentes del concejo de Valdés, en concreto de las brañas de Rioseco, parroquia de La Montaña, y Busindre, de Paredes. Allí, en una braña situada junto al camino que va al pueblo de Orallo, en Laciana (León), tenían sus cabañas para recogerse las familias y “alrededor de ellas, sin abrigo alguno, vivían los ganados”. A comienzos del siglo XVIII venían a este pueblo los vaqueiros: Antonio Corral, Pedro Jaquete, Alonso Guerrero y Francisco Antón.

En 1729 los vecinos de Xinestosu presentaron una queja porque una de esas familias se había desdoblado y a la cabaña que era del fallecido Antonio Corral iban dos hijos con sus respectivas familias. Los vecinos se oponían a la presencia de  uno de estos hijos y solicitaban que se fuese cuanto antes. Las razones que daban para su denuncia eran las siguientes:

[…] y aviándose muerto el dicho Antonio Corral dejó por sus hijos a Luis Corral, su hijo mayor, que esta fatuo, y el segundo que se llama Juan tomó estado de matrimonio y se recogió en dicha casa, y después de algunos años lo tomó el dicho Esteban, y se vino a dicho lugar con su mujer, recogiéndose ambos hermanos en dicha cabaña con ambas familias, y por este medio pretende [Esteban] avecindarse en el lugar y con el de ser hijo y heredero de dicho su padre, sin que él ni más hijos que de él hubiesen quedado tengan derecho alguno ni bienes, más que un pradico de medio carro de yerba y el derecho de pastar en los términos abertales de dicho lugar un solo hijo que habite dicha cabaña desde principios de mayo hasta principios de octubre de cada año; con la obligación de pagar los tributos reales, según su caudal, en todo el año como otro vecino, sin que tengan derecho alguno a roturar, ni abonar ningunos prados, ni heredades, ni pastar, ni cortar en los montes y abertales, más que un sucesor de cada uno de cuatro que tienen cabañas en dicho lugar y todos de crecida familia, y de permitírsele al dicho Esteban Corral esta mansión […] serán con el tiempo tantos que arruinarán y destruirán [a] los vecinos, que les será preciso desamparar el lugar, por tanto y para obviar este inconveniente

No sabemos cuál fue el resultado de este pleito, pero nos sirve para conocer la tensa convivencia que existía entre los vaqueiros y los vecinos de Xinestosu.

Convenio entre vecinos de Parada la Viecha y vaqueiros para aprovechar el pasto de las brañas de Burramilo, Cubilledo y Branaqueseira en 1543.

Cuarenta años después de aquella denuncia, los vecinos volvieron a demandar a los vaqueiros. Esta vez el motivo fue impedir el aprovechamiento y uso de los pastos comunes por lo vaqueiros de alzada. Su objetivo era expulsar a estos vecinos incómodos, que solo venían durante cinco meses al año, traían mucho ganado y no participaban de los trabajos comunales. Al parecer, otro objetivo oculto era deshacerse de ellos para alquilar los pastos en esos mismos meses de verano a los pastores de ovejas merinas, que procedentes de Extremadura o Castilla, pastaban en las proximidades de Xinestosu.

Este pleito llegó a la Real Audiencia de Asturias y allí, en 1771, se dictó una sentencia por la que se mandaba “que no se les permitiese a dichos vaqueiros el aprovechamiento de pastos comunes no viviendo como vecinos la mayor parte del año en dicho lugar de Genestoso”. La sentencia establecía como condición que durante ese tiempo tenía que vivir allí el cabeza de familia, residiendo en este lugar desde el verano hasta “el cumplimiento del Precepto Pascual”, es decir, hasta finales del mes de marzo o abril. Esto era algo imposible de llevar a cabo por los vaqueiros y contra la sentencia alegaron la elevada altitud de Xinestosu, la imposibilidad de residir allí “en tiempo crudo de nieves, yelos y aguas”, la mala calidad de sus refugios y la falta de alimento para el ganado. Pero todo esto no sirvió de nada.

A los vaqueiros de Xinestosu los apoyaron los dueños de las casas de Miramontes y de Carballo, que con su expulsión salían perjudicados, porque los vaqueiros llevaban en arrendamiento tierras suyas. E incluso la Junta General del Principado hizo una declaración en 1776 contra esta sentencia, que redactó el conde de Peñalba, en la que mencionaba el beneficio que traían consigo los vaqueiros “en los parajes que habitan” por “el abono que reciben aquellos terrenos con sus ganados” y por “ser unos continuos trajinantes de que se sigue al provecho a los lugares inmediatos a su habitación con los vinos que de los reinos de Castilla conducen, producto grande de la Real Hacienda y de los arbitrios impuestos sobre este licor”.

A pesar de todo, los vecinos de Xinestosu se salieron con la suya y los vaqueiros tuvieron que dejar de ir los meses de verano a aquel término. En 1817, el señor de la casa de Miramontes, José Alfonso Argüelles, hijo de José Alfonso Pertierra, que había defendido a los vaqueiros en 1771, escribió en una noticia histórico-geográfica de la parroquia de Cibea y su hijuela de Xinestosu sobre estos vaqueiros, los vecinos y los jueces de la Real Audiencia:

Y contiguo al camino de esta subida [de Orallo, en Laciana] estaba dicha braña, contra cuyos vaqueros, inquilinos y renteros de las dos casas atrás dichas, movieron pleito los vecinos de Genestoso por los años de mil setecientos y setenta, siendo los principales agentes y motores del pleito Cayetano Calvín y Francisco Gavilán, vecinos de Genestoso, con poder de los demás, alegando les consumían los pastos para sus ganados, que no eran vecinos los vaqueros, ni hacían funciones de serlo, y que solo subsistían en dicha braña el tiempo preciso y que les era útil para ellos, sin rendir utilidad alguna al pueblo de Genestoso. Logró este lugar la protección del Fiscal de la Real Audiencia de Oviedo y de su Oidor Decano, ambos amigos de jamones y manteca, y alegó el Fiscal que la propiedad de Miramontes y Carballo era intrusión contra la libertad y subsistencia de los pueblos, de quienes eran los pastos y pertenecían al vinculo regio. Se sentenció que viviendo los vaqueros en la braña la mayor parte del año, con funciones completas de vecinos, siguiesen en la braña, pero por lo riguroso les fue imposible y los persiguieron los vecinos hasta expelerlos.

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[nextpage title=”Súplica a Carlos III” ]

SÚPLICA DE LOS VAQUEIROS AL REY CARLOS III EN 1776

 

Representación de Manuel Redruello, vaqueiro, al rey Carlos III, 1776

Con motivo de aquella sentencia, dictada en 1771 por la Real Audiencia de Asturias, los vaqueiros vieron peligrar su sistema de vida y su propia existencia, porque si la actitud de los vecinos de Xinestosu se extendía a otros pueblos en los que ellos pasaban el verano y se repetía la misma sentencia, al final ellos no podrían subir con sus ganados a los pastos de altura. Y esto era una situación que amenazaba el “modo de vida y sustentarse” de todo el grupo, porque en el verano no podían alimentar su ganado con el pasto que tenían en las brañas o pueblos de la marina. Los vaqueiros no podían vivir sin “habitación de invierno y de verano”.

Esta situación les obligó a presentar una representación o súplica al rey Carlos III para exponerle el problema y buscar su intercesión. Este escrito, desconocido hasta ahora y que presenta el TOUS PA TOUS por primera vez, muestra las ideas que los vaqueiros de alzada tenían sobre sí mismos y sobre los aldeanos o xaldos, cómo veían ellos su propia vida y cómo interpretaban la inquina de los vecinos de los pueblos con los que tenían que convivir.

No creemos que la emulación que experimentamos provenga de nuestro modo de vivir, que no es envidiable, sino de los efectos y esquilmos que nos produce, los que apetecen nuestros vecinos, aunque no se mueven a imitarnos en el trabajo y afán. Solo quieren hacer compatibles su regalo y abundancia con la ociosidad y quietud.

Esta representación dirigida a Carlos III es un testimonio excepcional, en el que se tocan los grandes temas que hay alrededor de los vaqueiros de alzada. El documento procede del archivo de la Casa de Miramontes y lo reproducimos íntegramente a continuación: 

Señor

Manuel  Redruello,  vaquero de los que llaman del alzada en el Principado de Asturias, por sí y a nombre de los demás vaqueros de alzada que habitan y pueblan en tiempo de verano las mayores alturas y quebradas peñas del dicho Principado y especialmente de los que avecindamos con nuestras familias, por el referido tiempo, en el lugar de Genestoso, hijuela de la parroquia de Cibea, en el concejo de Cangas de Tineo, con tanta más confianza, cuanto mayor es su infelicidad y más lamentable su suerte y la de los demás sus compañeros, llega A. L. R. P. de V. M.  y con el más profundo respeto representa:

Que esta clase y porción de vasallos, por una vaga aunque heredada tradición o concepto obscuro de su origen y establecimiento en aquella provincia, experimentan   el sumo desprecio de aquellos naturales, sus convecinos, negándose a concurrir y alternar con ellos hasta en los templos, pues por evitar (a lo que parece) mayores escándalos y alborotos se les señala el ínfimo lugar en las iglesias para que desde él limitadamente puedan adorar a Dios y asistir a los divinos oficios, sobre cuyo particular está lleno el archivo eclesiástico de pleitos seguidos con el mayor tesón y ardimiento, y en la actualidad los hay pendientes. Este abatimiento lo han sufrido los suplicantes reduciéndose y acomodándose a tan ínfima condición, porque al fin han podido lograr su subsistencia a costa de una continua transmigración con sus familias, ganados y ajuares, en la forma que se expresará, pero ya no pueden continuar en su tolerancia porque se les impide y pone embarazos a su modo de vivir y sustentarse en el referido Principado desde su estancia. Es así, Señor, que nuestro ejercicio es la trajinería, conduciendo con caballos los abastos y géneros de otras provincias a la de Asturias, y nuestras mujeres entre tanto quedan en las alturas de los montes cuidando y apacentando un corto número de ganados vacunos y lanares. En tiempo de ivierno habitan en las montañas fronteras a el mar, donde su inmediación hace se experimente un clima menos riguroso. Allí hacen su mayor residencia, tienen sus casas donde se albergan con sus ganados y praderías para apacentarlos; por lo mismo, esta morada constituye su vecindario y feligresía, y en ella se les exigen las contribuciones reales y el Pecho Personal, así para el reemplazo de el ejercito como para el Servicio del Milicias, lo que se acredita de el testimonio que acompaña esta humilde representación. Pero en tiempo de verano faltan enteramente los pastos y se ven precisados a dejar yermas estas casas, cargando todos sus muebles y familia para conducir los ganados ocho, diez o más leguas, y buscarles el alimento en las más remotas brañas, que habiendo estado cubiertas de nieve producen en este tiempo hierbas frescas entre aquellas peñas, donde tenemos unas pequeñas chozas o, con más propiedad, nidos para que nuestras familias duerman a techo; no puede extenderse ni pasar tan incómoda mansión de cuatro meses, porque o vuelven las nieves o baten los vientos en aquellas alturas, de suerte que es forzoso dejarlas y restituirse a las habitaciones de ivierno. Así, nos llaman con propiedad vaqueros de alzada, porque andamos con el ganado vacuno en un continuo y progresivo alzamiento de casa o transmigración.

No creemos que la emulación que experimentamos provenga de nuestro modo de vivir, que no es envidiable, sino de los efectos y esquilmos que nos produce, los que apetecen nuestros vecinos, aunque no se mueven a imitarnos en el trabajo y afán. Solo quieren hacer compatibles su regalo y abundancia con la ociosidad y quietud. De este principio nace el empeño que han tomado los de el lugar de Genestoso de expelernos de las brañas pertenecientes al dicho lugar, donde siempre algunos de nosotros hicimos nuestra mansión de verano, y en prueba poseemos algunas porciones de prados que nuestros mayores nos dejaron con carga de Aniversario. Han seguido a este fin un largo pleito en vuestra Real Audiencia de Asturias sobre el despojarnos de esta posesión particular, apoyada de la general costumbre que va expuesta, admitida y hasta ahora no reclamada por otro lugar o vecindario alguno del Principado. Y sin embargo que hicimos nuestra defensa justificándola por notorio, y acreditando también las muchas y graves extorsiones que habíamos sufrido, aquel tribunal nos condenó por sentencia de vista y revista a que no pudiésemos aprovechar los referidos pastos, ni continuar nuestra antigua costumbre y posesión, no viviendo, ni habiendo en ellos vecindad la mayor parte del año; cuya providencia, ya por evitar nuestra entera ruina, nos allanabamos a cumplir deteniéndonos en nuestras miserables chozas, expuestos a la inclemencia y rigor de los tiempos, hasta verificar la residencia de más de los seis meses. Pero vuestro Fiscal que reside en aquella Audiencia ha tomado la voz de los vecinos contra nosotros con tanto empeño, que ha pedido y a su instancia se ha mandado, que esta morada haya de ser con la cabeza de familia, y afianzándola, y no solo esto, sino que se haya de cumplir en ella con el Precepto Pascual; siendo así que de nuestra habitación de ivierno a ésta de verano hay la distancia de once leguas, en una y otra no podemos cumplir y sin ambas no podemos vivir. En el ivierno es imposible permanecer en las brañas y alturas de Genestoso porque se cubren de nieves, en el verano nos es forzoso dejar las de Valdés porque perecerían nuestros ganados faltándoles el pasto; luego, los efectos de estas Providencias serán el privarnos de aquel suelo y extrañarnos de la provincia, no solo a nosotros los que pastamos el verano en Genestoso, sino a todos los demás vaqueros de alzada, nuestros compañeros, que pastan por esta dicha estación en las demás brañas del Principado, pues por lo proveído se extenderá a ellos el rigor que nosotros ya experimentamos, porque se verifica la misma razón, y si algunos quedasen será a costa de gratificar a los respectivos vecindarios porque no reclamen, como si tuviesen acción a contradecir y defender este aprovechamiento de sus términos, lo que por tanto tiempo han callado y lo han permitido. Ellos tienen sus casas en los valles y abrigos de los montes, y aunque en el  verano lleven sus ganados a las alturas, sobran en ellos los pastos para todos, a no ser que quieran utilizarse arrendándolos a extraños. Últimamente, Señor, no hay Ley en estos Reinos, según nos aseguran, que prescriba tales requisitos en asuntos de pastos, y aunque vuestra Audiencia y su Fiscal hayan contraído a el suelo de Asturias las doctrinas de autores que escribieron en otras provincias, donde el modo de población y el clima son diferentes, no deben a la verdad adaptarse, porque la incapacidad de habitarse aquellas alturas por nos de cuatro meses, excluye la circunstancia de que hayan de pasar de seis. En esta atención

A. V. M. humildemente suplicamos, que extienda su Real Clemencia a estos miserables vasallos, mandando que la Audiencia remita los autos que acreditarán toda nuestra narrativa y que informe a mayor abundamiento la Diputación del Principado si es así cierta la costumbre y nuestro modo de vivir, y en vista de todo libertarnos de la nueva servidumbre que se nos impone, suspendiendo entre tanto los efectos de las expresadas sentencias y resoluciones en su ejecución tomadas, para que continuemos nuestras antiguas posesiones, usos y costumbres. Así lo esperamos de vuestro paternal amor y Real protección.

Dios Nuestro Señor guie la C. R. P. de V. M. los muchos años que le pedimos y estos Reinos necesitan.

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El Santo Cristo de El Acebo. Una escultura ignorada de Juan Menéndez del Valle

Fig. 1. Relieve del Calvario del retablo de Linares.

Este artículo forma parte de la memoria histórico-artística sobre el santuario de Nuestra Señora de El Acebo (Cangas del Narcea), realizada por el autor a petición de la Consejería de Educación, Cultura y Deporte del Principado de Asturias para la declaración del santuario como Bien de Interés Cultural, de la que haremos un breve resumen para la web del Tous pa Tous.

El Santo Cristo de El Acebo es una imagen hasta ahora desconocida, de la que ni siquiera el padre fray Alberto Colunga (Noreña, 1879 – Caleruega, Burgos, 1962) en su Historia del santuario, publicada por primera vez en Madrid en 1909, da noticia alguna. Es, sin duda, la pieza más sobresaliente de la producción del escultor y pintor Juan Menéndez del Valle. Se la atribuimos a este escultor tras compararla con el relieve del Calvario con la Virgen y san Juan (fig. 1) del retablo mayor de la iglesia parroquial de Santa María Magdalena de Linares de El Acebo (antiguo retablo mayor del santuario), obra del año 1600 perfectamente documentada de Menéndez del Valle (COLUNGA, Historia del santuario, 1909, pág. 23).

Fig. 2. Santo Cristo de El Acebo.

Menéndez del Valle fue uno de los artistas asturianos más destacados del primer cuarto del siglo XVII, momento en que Asturias se estaba empezando a recuperar de la crisis socio-económica que la asoló desde finales de la Baja Edad Media. Su actividad se documenta entre 1598-1621. Era natural del concejo de Llanera y vecino de Oviedo. Él fue el que inició y apadrinó la carrera artística del escultor gijonés Luis Fernández de la Vega (Llantones, Gijón, 1601 – Oviedo, 1675), el principal representante del naturalismo barroco castellano en la mitad norte peninsular, tras el casamiento de este con su hija, Isabel Menéndez, en 1616. Su obra documentada es muy escasa y de ella solo se conservan sus trabajos para el santuario de El Acebo: los retablos colaterales de San José y San Miguel y el de la capilla de Santa Ana (GONZÁLEZ SANTOS, Los comienzos de la escultura naturalista en Asturias, 1997, págs. 27-30, figs. págs. 28-29), contratados en Oviedo en 1598. Fue un artista que estableció abundantes mancomunidades con otros maestros de su generación, como Juan de Torres (doc. entre 1587-1615), Francisco González (1583-1627) y Toribio Suárez (doc. 1600-1628), por las que los maestros se comprometían a realizar conjuntamente una serie de obras. El estilo de Menéndez del Valle se caracteriza por una lejana influencia del último Renacimiento (manierismo), ejemplificado en el retablo mayor de la catedral de Astorga, realizado por Gaspar Becerra (1520-1568) a partir de 1550, con unas figuras algo desproporcionadas, inexpresivas, frías y, sobre todo, robustas, de clara influencia romanista.

Fig. 3. Detalle del Santo Cristo de El Acebo.

El Santo Cristo está en la sacristía del santuario de El Acebo (figs. 2-3). Es una talla un poco menor que el natural (sobre 110 cm aprox.), realizada en madera y policromada, que a nuestro juicio fue esculpida el mismo año que este escultor hizo los retablos de la ermita, para ornamentar la capilla del Santo Cristo, abierta en el lado del evangelio del crucero, y acaso junto a un pequeño retablo (no conservado), semejante a los colaterales, para colocar la imagen con decoro. Este conjunto, retablo e imagen, fue sustituido hacia 1650 por otro de mayor tamaño, realizado por Pedro Sánchez de Agrela (San Pedro de Mor, Lugo, h. 1610 – Cudillero, 1661), donde se venera un Crucificado que ejemplifica el estilo naturalista implantado en Cangas del Narcea en el segundo tercio del siglo XVII por Sánchez de Agrela y su taller.

Fig. 4. Cristo de Prada (o de Velarde) de la catedral de Oviedo.

Para labrar la imagen, Menéndez del Valle se inspiró en el Cristo de Prada (o de Velarde) venerado en una de las capillas del costado meridional de la catedral de Oviedo, fundada a mediados del siglo XVI por Antonio Vázquez de Prada, abad de Tuñón, quien también donó el Crucificado (fig. 4). Antonio era hijo de don Andrés Vázquez de Prada y Rubio, capitán del emperador Carlos V en la batalla de Pavía (1525), caballero de la orden de Santiago en 1528 y fundador de la casa de Prada en 1544. El sobrenombre de Velarde le viene de cuando la casa de Prada recayó en aquella, ya a mediados del siglo XVIII. El Cristo de Prada es una imagen manierista que se relaciona con el Cristo de las Injurias de la catedral de Zamora, obra del círculo de Gaspar Becerra (Baeza, Jaén, h. 1520 – Madrid, 1570). No obstante, últimamente también se viene vinculando con el escultor Arnao Palla.

Fig. 5. Cristo crucificado del relieve de San Francisco del retablo de Linares.

La imagen del Cristo de El Acebo, aunque no es tan estilizada como aquella, justifica la influencia que tuvo este modelo en los escultores asturianos del cambio de siglo: el rostro sereno, noble y apacible, con un mechón de cabello cayendo sobre su hombro derecho; una anatomía robusta, insistiendo en los músculos del abdomen; la disposición estirada de los dedos índice y corazón de las manos, y los pliegues suaves, clasicistas, del paño femoral. No obstante, Menéndez del Valle supo dotar a su imagen de una personalidad propia.

Fig. 6. Detalle del Crucificado del relieve de San Francisco del retablo de Linares.

Suyo es el tratamiento alargado de la barba, el trenzado de la corona de espinas y, sobre todo, el rizo del cabello sobre su oreja izquierda que repite exactamente en el Cristo de Linares y en el del relieve de San Francisco de Asís del mismo retablo (figs. 5-6).

La imagen de El Acebo está policromada. Presenta desconchados en las rodillas, piernas, abdomen y brazos. Destacan las tonalidades mortecinas en las magulladuras de las rodillas, pies, manos y rostro, y evidentes goterones de sangre que emanan de las heridas producidas por los clavos, corona de espinas y lanzada. Carece de postizos, cuyo uso por estas fechas en Asturias aún no estaba generalizado. La policromía es sin duda la original, acaso realizada por el mismo Menéndez del Valle.

El Santo Cristo de El Acebo. Una escultura ignorada de Juan Menéndez del Valle

Fig. 1. Relieve del Calvario del retablo de Linares.

Este artículo forma parte de la memoria histórico-artística sobre el santuario de Nuestra Señora de El Acebo (Cangas del Narcea), realizada por el autor a petición de la Consejería de Cultura y Deporte del Principado de Asturias para la declaración del santuario como Bien de Interés Cultural, de la que próximamente haremos un breve resumen para la web del Tous pa Tous.

Santo Cristo es una imagen hasta ahora ignorada y desconocida, de la que ni siquiera el padre fray Alberto Colunga (Noreña, 1879 – Caleruega, Burgos, 1962) en su Historia del santuario, publicada por primera vez en Madrid en 1909, da noticia alguna. Es, sin duda, la pieza más sobresaliente de la producción del escultor y pintor Juan Menéndez del Valle. Se la atribuimos a este escultor tras compararla con el relieve del Calvario con la Virgen y san Juan (fig. 1) del retablo mayor de la iglesia parroquial de Santa María Magdalena de Linares de El Acebo (antiguo retablo mayor del santuario), obra del año 1600 perfectamente documentada de Menéndez del Valle (COLUNGA, Historia del santuario, 1909, pág. 23).

Fig. 2. Santo Cristo de El Acebo.

Menéndez del Valle fue uno de los artistas asturianos más destacados del primer cuarto del siglo XVII, momento en que Asturias se estaba empezando a recuperar de la crisis socio-económica que la asoló desde finales de la Baja Edad Media. Su actividad se documenta entre 1598-1621. Era natural del concejo de Llanera y vecino de Oviedo. Él fue el que inició y apadrinó la carrera artística del escultor gijonés Luis Fernández de la Vega (Llantones, Gijón, 1601 – Oviedo, 1675), el principal representante del naturalismo barroco castellano en la mitad norte peninsular, tras el casamiento de este con su hija, Isabel Menéndez, en 1616. Su obra documentada es muy escasa y de ella solo se conservan sus trabajos para el santuario de El Acebo: los retablos colaterales de San José y San Miguel y el de la capilla de Santa Ana (GONZÁLEZ SANTOS, Los comienzos de la escultura naturalista en Asturias, 1997, págs. 27-30, figs. págs. 28-29), contratados en Oviedo en 1598. Fue un artista que estableció abundantes mancomunidades con otros maestros de su generación, como Juan de Torres (doc. entre 1587-1615), Francisco González (1583-1627) y Toribio Suárez (doc. 1600-1628), por las que los maestros se comprometían a realizar conjuntamente una serie de obras. El estilo de Menéndez del Valle se caracteriza por una lejana influencia del último Renacimiento (manierismo), ejemplificado en el retablo mayor de la catedral de Astorga, realizado por Gaspar Becerra (1520-1568) a partir de 1550, con unas figuras algo desproporcionadas, inexpresivas, frías y, sobre todo, robustas, de clara influencia romanista.

Fig. 3. Detalle del Santo Cristo de El Acebo.

El Santo Cristo está en la sacristía del santuario de El Acebo (figs. 2-3). Es una talla un poco menor que el natural (sobre 110 cm aprox.), realizada en madera y policromada, que a nuestro juicio fue esculpida el mismo año que este escultor hizo los retablos de la ermita, para ornamentar la capilla del Santo Cristo, abierta en el lado del evangelio del crucero, y acaso junto a un pequeño retablo (no conservado), semejante a los colaterales, para colocar la imagen con decoro. Este conjunto, retablo e imagen, fue sustituido hacia 1650 por otro de mayor tamaño, realizado por Pedro Sánchez de Agrela (San Pedro de Mor, Lugo, h. 1610 – Cudillero, 1661), donde se venera un Crucificado que ejemplifica el estilo naturalista implantado en Cangas del Narcea en el segundo tercio del siglo XVII por Sánchez de Agrela y su taller.

Fig. 4. Cristo de Prada (o de Velarde) de la catedral de Oviedo.

Para labrar la imagen, Menéndez del Valle se inspiró en el Cristo de Prada (o de Velarde) venerado en una de las capillas del costado meridional de la catedral de Oviedo, fundada a mediados del siglo XVI por Antonio Vázquez de Prada, abad de Tuñón, quien también donó el Crucificado (fig. 4). Antonio era hijo de don Andrés Vázquez de Prada y Rubio, capitán del emperador Carlos V en la batalla de Pavía (1525), caballero de la orden de Santiago en 1528 y fundador de la casa de Prada en 1544. El sobrenombre de Velarde le viene de cuando la casa de Prada recayó en aquella, ya a mediados del siglo XVIII. El Cristo de Prada es una imagen manierista que se relaciona con el Cristo de las Injurias de la catedral de Zamora, obra del círculo de Gaspar Becerra (Baeza, Jaén, h. 1520 – Madrid, 1570). No obstante, últimamente también se viene vinculando con el escultor Arnao Palla.

Fig. 5. Cristo crucificado del relieve de San Francisco del retablo de Linares.

La imagen del Cristo de El Acebo, aunque no es tan estilizada como aquella, justifica la influencia que tuvo este modelo en los escultores asturianos del cambio de siglo: el rostro sereno, noble y apacible, con un mechón de cabello cayendo sobre su hombro derecho; una anatomía robusta, insistiendo en los músculos del abdomen; la disposición estirada de los dedos índice y corazón de las manos, y los pliegues suaves, clasicistas, del paño femoral. No obstante, Menéndez del Valle supo dotar a su imagen de una personalidad propia.

Fig. 6. Detalle del Crucificado del relieve de San Francisco del retablo de Linares.

Suyo es el tratamiento alargado de la barba, el trenzado de la corona de espinas y, sobre todo, el rizo del cabello sobre su oreja izquierda que repite exactamente en el Cristo de Linares y en el del relieve de San Francisco de Asís del mismo retablo (figs. 5-6).

La imagen de El Acebo está policromada. Presenta desconchados en las rodillas, piernas, abdomen y brazos. Destacan las tonalidades mortecinas en las magulladuras de las rodillas, pies, manos y rostro, y evidentes goterones de sangre que emanan de las heridas producidas por los clavos, corona de espinas y lanzada. Carece de postizos, cuyo uso por estas fechas en Asturias aún no estaba generalizado. La policromía es sin duda la original, acaso realizada por el mismo Menéndez del Valle.

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La casa de los Llano: El último palacio que se construyó en Cangas del Narcea

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Palacio de los Llano en la calle de La Fuente, hacia 1910.

La casa es siempre un reflejo de sus moradores. Su forma, tamaño, construcción, decoración y distribución interior son un reflejo de las personas que viven dentro, de su riqueza, de sus ideas, de su higiene o de su cultura.

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Casas que había en 1771 y que se derribaron para construir el palacio de los Llano en 1780-1785.

En la Edad Moderna el palacio era la casa de las familias más poderosas. En Cangas del Narcea estaban los palacios del conde de Toreno en la villa y en La Muriella, el del conde de Peñalba, el de Omaña, los de los Sierra en Llamas del Mouro y Xarcelei, los de Ardaliz y San Pedro de Árbas, etc. Todas estas construcciones, edificadas entre el siglo XVI y la primera mitad del siglo XVIII, tienen en común la presencia en su fachada de una o dos torres, para rememorar las viejas torres medievales que eran las viviendas de los señores en la Edad Media, que es la época a la que se remonta el origen de todos estos linajes.

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Palacio de los Llano en 1884.

A partir del siglo XVIII, este modelo de palacio con torre pasa completamente de moda y es sustituido por una arquitectura nueva, más funcional y diáfana, de diseño cúbico y con grandes aleros en voladizo, cuyos criterios estéticos acabarán siendo impuestos por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, fundada en Madrid, en 1752, que a partir de esta fecha supervisará los proyectos arquitectónicos que se llevaron a cabo en España. Es el llamado academicismo y a este estilo arquitectónico pertenece el último palacio que se construyó en Cangas del Narcea: el de los Llano, levantado en la calle de La Fuente entre 1780 y 1785.

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Palacio de los Llano en 1925.

Esta monumental casa es un bloque rectangular que tiene planta baja y dos pisos. El piso primero se abre a la calle con balcones redondeados y rejas de hierro forjado, y el último, mediante ventanas y balcones a paño con el muro. Todos los huecos de la fachada son iguales y agrupados en rigurosa simetría: tres huecos en centro y otros, más apartados, hacia las esquinas, en un ritmo así: b-aaa-b. En cambio, debido al violento cambio de rasante de la calle de La Fuente, no se pudo mantener la estructura tripartita de puertas, abriendo solo dos: la central y la del lado izquierdo.

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Fachada del palacio de los Llano a la calle Burgos.

En la fachada sur, que da a la calle Burgos, el piso superior tiene un gran corredor. La casa carece de torres, pero en el centro de su fachada principal, encima del balcón central, luce el escudo de armas de la familia, labrado en piedra de gran calidad, con las armas de Castrillón o Villamil, y Valdés-Flórez.

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Fachada del palacio de los Llano a la calle de la Fuente.

Desde su fachada principal, la casa tenía unas magnificas vistas sobre el río Narcea y el valle de Cangas, que hoy ha perdido por la construcción de nuevos edificios.

Los Llano son un linaje muy antiguo en Cangas del Narcea, que tenía su casa en el barrio de Ambasaguas. Su viejo palacio, con una torre, todavía se conserva en un estado ruinoso, detrás de la iglesia de ese barrio, y el escudo que había en su fachada está desde 1955 en el hotel Truita, en la fachada que mira a la calle Diz Tirado.

En la segunda mitad del siglo XVIII, el mayorazgo de esta familia, Antonio de Llano Flórez, se casó con Catalina Villamil y Ron Álvarez de Castrillón y Casariego, natural de San Juan de Prendonés (concejo de El Franco), y esta unión cambió el destino de la familia Llano.

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Escudo con las armas de Llano y Flórez de la casa de los Llano de Ambasaguas, hoy en el hotel Truita.

Catalina heredó en 1770 una considerable fortuna de su tío materno Blas Sarmiento Castrillón y Casariego, con la que esta familia construyó su casa principal en la villa de Cangas, dejando en un segundo lugar la vieja casa de Ambasaguas, que era donde había vivido hasta entonces.

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Escudo de la casa de los Llano en la calle de la Fuente, según Armando Graña.

Blas Sarmiento  era natural del lugar de Mourio, en San Juan de Prendonés (El Franco), hijo de Blas López Casariego Castrillón y María Álvarez Castrillón, y de joven se había marchado a América (o a Indias, como entonces se decía). En México se casó con María Manuela Sarmiento Sánchez de Milla, heredera en esa tierra del mayorazgo fundado en 1586 por el capitán Juan Sarmiento y su mujer Isabel Vélez Raicón, de la que tomó el apellido. Tuvieron un hijo, pero tanto la esposa como el vástago murieron, quedando viudo y sin herederos forzosos. Blas Sarmiento era alguacil mayor del Santo Oficio de la Inquisición, que era un cargo honorífico reservado para miembros de la nobleza. De México se trasladó a Manila, capital de Filipinas, donde falleció en 1770. Las herederas de su fortuna fueron su hermana Tomasa Álvarez Castrillón de Casariego y su sobrina Catalina Villamil. También dejó dinero para reparar la iglesia de su pueblo natal, comprar alhajas de plata (lámpara, incensario, vinajera) y una custodia de oro para la misma iglesia, y fundar y mantener una escuela de gramática en San Juan de Prendonés. En 1817, José Alfonso Argüelles, vecino de Cangas del Narcea, calculaba que el dinero que había recibido Catalina Villamil de su tío «llegará a catorce mil ducados o algo más», o sea, a la abultada cifra de unos 154.000 reales.

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Escudo en la fachada del palacio de los Llano.

Con esta fortuna Antonio de Llano y Catalina Villamil compraron a la casa de Ardaliz las viviendas que había en el solar donde se erige el palacio. Se halla junto al antiguo Hospital (fundado en el siglo XVI), circunstancia que aprovecharon los Llano para abrir una tribuna a la capilla del hospital, que aún se conserva. Es muy probable que el proyecto de este palacio lo hiciese el arquitecto Manuel González Reguera (Candás, 1731 – Oviedo, 1798), el mejor arquitecto de su tiempo y el más destacado representante del academicismo en Asturias. Este arquitecto estuvo en Cangas por aquellos años, trabajando para el conde de Toreno y para la casa de Miramontes, y es casi seguro que Antonio de Llano Flórez también recurriera a él, un arquitecto de gran prestigio, cuando hacia 1780 decidió levantar un palacio para su renovado linaje.

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Balcón del palacio de los Llano.

Además, ciertos detalles arquitectónicos del edificio (como las molduras de las repisas de los balcones y la limpieza de líneas de la fachada a la calle de la Fuente) así parecen indicarlo.

Este fue el último palacio que se construyó en la villa de Cangas del Narcea. En el siglo XIX, sobre todo en su segunda mitad, se seguirán construyendo grandes casas para una sola familia, pero tanto sus promotores como el modelo de casa serán muy diferentes. El mejor ejemplo de esta nueva sociedad y arquitectura era la desaparecida casa de don Eleuterio García Cuesta o casa de María Angustias, levantada en 1889 en la calle Mayor.

Alejandro Casona en Chile en 1959: el éxito de ‘La casa de los siete balcones’

Antonio Fernández Insuela, Catedrático de Literatura Española de la Universidad de Oviedo, demuestra una vez más su gran interés por la figura de Alejandro Casona (Bisuyu / Besullo, 1903 – Madrid, 1965) en el artículo “Alejandro Casona en Chile en 1959: el éxito de La casa de los siete balcones“, recientemente publicado en Un libro para Ramón (Homenaje a José Ramón Saiz Viadero), volumen colectivo coordinado por el profesor José Manuel González Herrán y que Ediciones Tantín, de Santander, ha tenido la amabilidad de permitir su difusión desde el Tous pa Tous.



Un reportaje de 1950 en el monasterio de Corias

Publicamos aquí las únicas imágenes del concejo de Cangas del Narcea que existen en el archivo histórico de NO-DO, Noticiarios y Documentales cinematográficos (1943 – 1981), y pertenecientes a las colecciones especiales de la Filmoteca Española. Dichas imágenes corresponden al monasterio de Corias y son muy breves, tan solo 30 segundos. Nº 369A de fecha 30-01-1950.


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El periódico La Verdad (1903) en la web del Tous pa Tous

Cabecera de ‘La Verdad’, primera época, nº 2, 14 de febrero de 1903.

La Verdad fue un periódico de vida muy corta, como tantos otros en la historia de la prensa canguesa. Nació el 7 de febrero de 1903 y murió en el mes de mayo o junio de ese mismo año. Se tiraba en la Imprenta La Económica, de Oviedo, porque en Cangas del Narcea en aquel tiempo no había imprenta, y se vendía por la calle los sábados, día de mercado. Además, en tan corto periodo de tiempo tuvo dos épocas. En la primera, que duró los meses de febrero y marzo, los editores estaban dados de alta en Cangas del Narcea y en la segunda, tuvieron que matricularse en Oviedo. La razón de esta vida tan corta y azarosa fue la persecución política que sufrió La Verdad por parte del Ayuntamiento de Cangas del Narcea. Lo curioso es que el periódico ponía debajo de la cabecera: “Este semanario no es político”, declaración que no era muy sincera como puede comprobar cualquiera leyendo su contenido.

Lamentablemente no conocemos los dieciséis números que se publicaron de este periódico (ocho en la primera época y otros ocho en la segunda) y solo hemos podido digitalizar nueve, gracias a la colaboración de los socios del «Tous pa Tous» Mario Gómez Marcos y Eladio Regueral Martínez.

Desde la desaparición de El Eco de Occidente en los últimos años del siglo XIX, no había habido otro periódico en Cangas del Narcea. La razón es que no hacía falta porque no había lucha política; desde 1898 todos los grupos apoyaban al mismo diputado a Cortes, el liberal monárquico Félix Suárez-Inclán. Pero en 1903 la situación cambió, volvieron a resurgir las divisiones y los enfrentamientos políticos, y con ellos retornaron los periódicos a la calle: La Verdad en 1903 y El Narcea en 1905.

Los promotores de la primera época de La Verdad fueron José Pallarés Nomdedeu y Manuel Flórez de Uría y Sattar. El primero era comerciante, había sido alcalde entre 1898 y 1902 y participó en la fundación del periódico para luchar contra el nuevo alcalde: Nicolás de Ron Flórez-Valdés; Pallarés volverá a ocupar la alcaldía entre 1904 y 1906. Manuel Flórez de Uría era procurador de los tribunales y apoderado en Cangas del Narcea de la “Bosna Asturiana”, que era la empresa propietaria del monte de Muniellos; profesaba ideas republicanas. En 1903 los dos eran concejales. Sus nombres no figuraban en el periódico, ejerciendo como director nominal Luis González Ballesteros. La persecución que van a sufrir, sobre todo por el teniente alcalde Joaquín Rodríguez Martínez, la relatan en dos artículos publicados el 7 y el 15 de marzo de 1903 con el mismo título: “Brutal atropello”.

Cabecera de La Verdad, segunda época, nº 1, 11 de abril de 1903.

La segunda época de La Verdad comienza el 11 de abril de 1903, y en el periódico aparecen como director y jefe de redacción: Manuel Flórez de Uría, y como administrador y redactor: José Mª Díaz López “Penedela”. En la portada del primer número cuentan las razones de la publicación y las vicisitudes de la primera época del periódico:

Es ya una verdadera necesidad de toda población de alguna importancia el que en su recinto se publique uno o más periódicos, y Cangas de Tineo, su concejo y su partido judicial no deberían ser de peor condición que cualquiera otra de las villas de España en que ya existen publicaciones de esa clase, que velen por sus intereses y miren por su adelantamiento y progreso.

Por esta razón ya hubo en Cangas de Tineo, y por varias veces, quien arrostrara los trabajos o inconvenientes que supone y trae consigo la fundación de un periódico, aunque sea semanal; pero después de una lucha más o menos larga y de peripecias sin número ni cuento, todos esos generosos intentos y propósitos levantados tuvieron que ceder a la realidad, y esta era que el concejo no leía el periódico o por no saber hacerlo (¡esto sí que es triste!) o por apatía, por la proverbial pereza española. Y los que leían, los intelectuales del concejo (curas y maestros) y de la villa, no se interesaban por su progreso, por su arraigo, porque si el periódico era incoloro no tenía interés; si defendía un ideal político eran sus adversarios los del bando opuesto. Y en estas condiciones, faltos de base, faltos de oxigeno, murió un periódico tras otro periódico y Cangas de Tineo quedó en esta materia a la altura del Riff o del Congo.

Y en estas circunstancias surgió en la mente de dos personalidades de aquel concejo la idea de fundar un periódico que tirado en esta ciudad [de Oviedo], pues allí no hay tipografía ni cosa que lo valga, llegase a Cangas de Tineo los sábados, cuya fecha respectiva llevaría cada número, y ser repartido en dicha villa. Y para llevar a efecto esta idea, teniendo en cuenta que a ninguno de sus progenitores era de interés dar su nombre, bastándoles conseguir el fin lícito y honrado que se proponían, resolvieron ocultarse tras el de un individuo cualquiera que sin responsabilidad ninguna pudiera llevar el nombre del periódico, tan solo el nombre, puesto que ellos se encargaban de redactarlo, pagarlo y responder de su contenido con su firma. Y buscaron este individuo, especie de muestra del periódico y nada más, y a serlo se prestó de buen grado D. Luis G. Ballesteros, persona que por su edad, por su estado, por sus condiciones y posición social venía pintiparado al papel que se le asignaba.

Y con estas condiciones, redactado por don Jose Pallarés Nomdedeu y don Manuel Flórez de Uría apareció un semanario titulado La Verdad en Cangas de Tineo con fecha 7 de Febrero del corriente año. Y se publicó ese primer número, y un segundo, en que colaboraron los dos fundadores; y antes del tercero el Sr. Pallarés se retiró, y siguió solo el Sr. Flórez de Uría; publicó el tercer número, que por su valentía fue multado, denunciado y secuestrado; se dio a luz un cuarto número que duplicó la tirada del semanario; vino un quinto, que también fue denunciado, y un sexto que corrió la misma suerte, y un séptimo y un octavo que pudieron colar, pero este último ya con una tirada de mil ejemplares. ¿Qué tal? No se puede demostrar de manera más cumplida el hambre y sed que puede sentir un pueblo de que en su recinto exista una publicación periodística.

Pero esa serie de multas y el propósito conocido de continuarlas, justificaron la necesidad de matar La Verdad de Cangas de Tineo y así se anunció en su último número, correspondiente al sábado 28 del pasado mes de Marzo.

Vista de Cangas del Narcea desde El Cascarín, hacia 1905. Colección Suárez-Cantón

La Verdad de esta segunda época durará lo mismo que la primera y dos meses después cerraba el periódico definitivamente.

Nueve años más tarde, el mismo Manuel Flórez de Uría contará la historia de La Verdad en un extenso artículo que dedicó a la prensa canguesa y que publicó con el seudónimo de “Juan de Cangas” el 3 de marzo de 1912 en La Justicia, un semanario republicano que se editaba en la villa de Grao. A continuación reproducimos la parte de este artículo que Flórez de Uría dedicó a La Verdad y a su propia persona:

Los hombres de la situación inclanista [partidarios del liberal Félix Suárez Inclán], tras diez años de casi continua dominación y sin oposición seria de conservadores ni republicanos, se habían dividido en fracciones y éstas chocaban entre sí, lo que dio por resultado, con el triunfo de una de ellas, la derrota de la capitaneada por D. José Pallarés y la caída de éste de la alcaldía. Entonces surgió un nuevo periódico: La Verdad.  Este periódico, valiente y mordaz, que no respetó caciques, de los que se burló en todos los números de una tirada creciente cada día, hasta alcanzar la extraordinaria cifra de 1.200 ejemplares, repartidos en el concejo, la nación y en América, donde quiera que había cangueses; y que todo su editorial era obra de un sólo hombre, pues la colaboración era casi nula, por miedo á los caciques, y cuyo hombre fue el concejal republicano D. Manuel Flórez de Uría, que demostró una entereza y suficiencia tales que llegó á ser la pesadilla de sus contrarios, que por todos los medios, algunos bien indignos, trataron de destruir a La Verdad y a su dueño, pues contra éste hasta se intentó el atentado personal, aunque con resultados contraproducentes.

Como en Cangas ya no había imprenta disponible, La Verdad se tiraba en Oviedo y se repartía en Cangas los sábados, día de mercado, y desde los primeros números se le impusieron multas de hasta ciento veinticinco pesetas; se le secuestró tiradas enteras sin llegar los paquetes a manos de su dueño, pues la policía los recogía del coche correo, o se le prohibía la publicación, denunciando el contenido al Juzgado.

Así y todo, cada número, aunque sólo fuese uno ó dos ejemplares, conseguía llegar  a cada pueblo del concejo, y la labor del periódico se iba haciendo.

Para ver de evitar tales tropelías, se suspendió La Verdad, periódico de Cangas, y se creó en Oviedo un periódico del mismo nombre, con domicilio legal en Oviedo y allí inscripto en los padrones de la contribución industrial, dirigido por D. Manuel Flórez de Uría, y dedicado exclusivamente a tratar y defender los intereses del concejo de Cangas de Tineo. Y así vivió el periódico, hasta que, visto por los caciques locales el incremento que La Verdad tomaba, determinaron darle el golpe de gracia recogiendo los números de la Administración de Correos o en poder de los peatones y carteros del concejo, cosa fácil, pues esos cargos eran desempeñados casi todos (y algunos lo están aún hoy) por concejales afectos a aquella situación política; y esto hizo que el director de La Verdad, cansado de imponerse sacrificios y de luchar sin fruto, diese un manifiesto a los suscriptores (que esta vez llegó a su destino) en que, relatando el calvario que por ellos había recorrido, les anunciaba la suspensión del periódico.

Este semanario tuvo la honra de que cambiasen con él los más de los periódicos de Asturias y muchos de España y América española, y de que abriesen campañas en su defensa e insertasen sus trabajos y artículos, entre otros, El Correo y El Progreso, de Asturias; El Liberal y El Evangelio, de Madrid, y El Heraldo, de La Habana.


La Verdad (1903)

icon La Verdad, febrero-mayo 1903


 

Cuevas en Cangas del Narcea, 2. Descripción de la cueva de Sequeras en Xedré (1785), por el conde de Toreno

Retrato de Joaquín José Queipo de LLano y Valdés Quiñones, V Conde de Toreno (Cangas de Tineo, 1727-1805). Autor: Vicente Arbiol y Rodríguez

En 1785 se publicaron en Madrid, en la famosa imprenta de Joaquín Ibarra, los Discursos pronunciados en la Real Sociedad de Oviedo en los años de 1781 y 1783* por el conde de Toreno, en el que daba noticias de las minas y canteras de diversos minerales que el conde había localizado en Asturias. Este conde era el quinto de su título, se llamaba Joaquín José Queipo de Llano (1728-1805), y será el último de este linaje que nació, vivió y murió en Cangas del Narcea; está enterrado en la iglesia parroquial. Fue un hombre muy activo y con variados intereses, que perteneció a ese movimiento que se conoce como la Ilustración, que pretendió traer la luz y el conocimiento científico al pueblo. Amigo del conde de Campomanes y de Jovellanos, participó en la creación en 1780 de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Asturias.

Detalle de la hoja 100 del mapa 1:50000 del Instituto Geográfico y Catastral de 1951 en el que aparece el Monte de Sequeras, donde se encuentra la cueva del mismo nombre.

Se dedicó a escribir poemas y sobre todo a recorrer Asturias en busca de minerales que pudiesen explotarse para aumentar la riqueza de la región. El conde de Toreno fue un precursor de las ciencias naturales y de los estudios mineralógicos, en una época en la que aun se hallaban bastante atrasados en España, así como un promotor de las explotaciones mineras. Durante algún tiempo intentó explotar las canteras de mármol blanco de Rengos, localizadas en Moncóu y El Pueblu de Rengos, y proyectó con la ayuda del arquitecto Manuel Reguera González una carretera que saliese a Castilla desde Xedré y Monasteriu d’Ermu por el puerto de la Veiga del Palo, para trasladar el mármol a Madrid. Sin embargo, todo fracasó.

Valle del río Narcea desde el pueblo de Xedré; en la ladera de la derecha, al fondo, está el monte de Sequeras.

En esos Discursos*, en la página 27, en un capítulo dedicado al concejo de Cangas de Tineo y a las canteras de “mármoles diferentes” que había hallado en él, se incluye la descripción de la cueva de Sequeras, que está en términos de la parroquia de Xedré. El conde entró en esta cueva y la recorrió durante tres horas. Es probable que después de su visita entrase más gente, pero lo que sí es seguro es que nadie, después de este conde curioso y enamorado de su tierra, escribió lo que vio allí dentro. Han pasado más de doscientos años y su descripción es la única que tenemos de esta “famosa cueva”:

DESCRIPCIÓN DE LA FAMOSA CUEVA DE SEQUERAS
por el conde de Toreno

En la parroquia de Santa María de Xedrez se halla la prodigiosa cueva de Sequeras, muy particular por su extrañeza. Está situada al poniente, en la cumbre de los montes de dicho lugar y paraje de su nombre. Su entrada mira al oriente, que se reduce a un agujero grande a manera de puerta, y entrando por ésta, bajando como 4 pasos, se comienza a subir por una especie de escalera muy ancha, que forman las mismas peñas, siendo necesario asirse siempre de unos grandes pilastrones que sirven de pasamanos. Luego que se suben 300 pasos sigue derecha la cueva como otros 300, poco más o menos.

Pasado este tramo, se llega a un hueco de bastante extensión y mucha altura, y aquí parece que se acabó la cueva; pero se observa que a un lado de la habitación (llamémosla así) hay en la superficie una especie de ventana larga y estrecha, y entrando por ella, a 30 pasos en el mismo tramo, se encuentra otra cueva redonda, que vulgarmente llaman El Pozo, aunque carece de agua en todo tiempo. Para seguir adelante se necesitan fijar unas vigas largas, que alcancen de parte a parte las peñas, y se pasa por encima de ellas. Descendiendo después a lo profundo del pozo por otro conducto bastante trabajoso, se halla otra puerta, que dando vuelta a mano izquierda, y siguiendo por ella, se camina por un trecho de 60 pasos, que dirige a otra habitación redonda cuya cubierta asimila a la de una media naranja, siendo su altura de 20 varas.

Tanto el techo, o cubierta, como su piso son de especial solidez y blancura; y de la misma materia se ven en ellos diferentes figuras, y lo mismo en su circunferencia, originadas de las aguas que filtran las peñas superiores en todos tiempos, que recibidas sobre un terreno arenisco se vitrifican y cristalizan con la mucha frialdad que hay en la cueva, percibiéndose en esta estancia con mayores grados el frío, que en los demás parajes de ella. Los particulares y grabados dibujos que forman y fomentan aquella agua que se cristaliza, ofrecen a la vista un espectáculo agradable. Se ven pirámides de todos tamaños muy perfectos, representando su techo hermosos pabellones fabricados por la misma naturaleza. El suelo, en medio de la desigualdad que padece, causa admiración el verle por la brillantez de sus extraordinarias vitrificaciones, las que por sus configuraciones diversas serían muy dignas del Real Gabinete de Historia Natural de nuestro monarca, si pudieran sacarse sin romperse.

No tiene la cueva más salida ni respiradero que el de su entrada, por cuya razón es muy oscura, y se necesita llevar porción de luces para reconocerla, porque si estas faltasen, sería imposible que ninguno acertase a salir de ella. El reflejo de las mismas luces, que reverbera en las cristalizaciones, representa un hermoso natural teatro con el que los artificiales no tienen cotejo.

Por último, hemos estado tres horas reconociéndola menudamente, no habiéndonos atrevido a registrar más espacios de ella, porque para escudriñar todas sus concavidades y senos se necesitarían días; pues se afirma por tradición de los naturales, que un hombre que penetró en su interior aseguró después que había salido por otro boquerón distante más de 2 leguas de la entrada primera; y es verosimil, que si profundase esta cueva, se hallase en su centro el alabastro florido por lo que denotan sus señales.

 

*Descarga los discursos del Conde Toreno:

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Escuelas y maestros en el concejo de Cangas del Narcea en 1935 y 1936

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Foto y firma de Teresa Rodríguez en el carnet de identidad de inspectora de 1ª enseñanza, 1935. Col. de Luis M. Rodríguez Sánchez.

Hoy publicamos en el Tous pa Tous un texto excepcional. Se trata de las notas que escribió Teresa Rodríguez Álvarez, inspectora de primera enseñanza, en sus visitas a las escuelas del concejo de Cangas del Narcea en 1935 y 1936. Estas notas están escritas en una pequeña libreta que nos ha facilitado su sobrino Luis Miguel Rodríguez Sánchez.

Teresa era la primogénita del matrimonio formado por los maestros Gabino Rodríguez, de Besullo, y Faustina Álvarez, natural de León, y hermana de Alejandro Casona. Nació en 1900 en el pueblo de Canales (León), donde su familia tenía una casa. En su infancia y juventud vivió en diferentes lugares de León, Asturias y Murcia, acompañando a sus padres. Estudió magisterio, como el resto de sus cuatro hermanos (Alejandro, Matutina, José y Jovita), y el 6 de junio de 1932 ingresó en el cuerpo de inspectores de primera enseñanza.  Después de la Guerra Civil dejó de trabajar y se trasladó con su marido, el médico Florentino Hurlé Morán, a Pontevedra, donde falleció en 1966.

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Teresa Rodríguez con su marido y su padre en Pontevedra, 1942. Col. de Luis M. Rodríguez Sánchez.

Nuestra inspectora perteneció al colectivo de nuevos inspectores de enseñanza formado por la República Española, que tenía como objetivo primordial renovar el sistema educativo y auxiliar a los maestros en su tarea pedagógica. Hasta entonces la inspección era sobre todo un trabajo burocrático, a partir de ahora se hará visitando a menudo las escuelas para conocer la auténtica realidad de las aulas y asesorar a los maestros. El ideario republicano era una educación gratuita, laica y de carácter activo y creador.

Teresa era una profesional exigente y observadora. Recorrió el concejo de Cangas del Narcea en los meses de mayo y junio de 1935, y en los de enero y mayo de 1936. Iba a caballo. Las anotaciones que escribe de cada escuela son breves, pero muy ilustrativas para conocer la situación de la enseñanza en el concejo en aquellos años de la II República Española. En total visitó 67 escuelas o “locales provisionales” donde se impartían clases.

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Libreta de notas de Teresa Rodríguez

Una buena parte de estas escuelas se había construido durante la Dictadura de Primo de Rivera y la República. Diez años antes, Luis Bello, en las crónicas de su viaje por las escuelas de Asturias que publica en el diario El Sol, mencionaba que el concejo “no llega a tener cuarenta escuelas”. En 1935, la existencia de un edificio destinado a este cometido y la presencia de un maestro con titulación era una novedad muy reciente en muchos pueblos. Teresa acude a algunos pueblos a conocer el solar donde se va a construir la escuela y a reconocer los “locales provisionales” que se emplean como aulas, que normalmente eran salas o desvanes de casas particulares.

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Planta del piso del proyecto de escuela para Limés del arquitecto Leopoldo Corugedo, diciembre de 1922, que nunca llegó a realizarse.

La mayoría de las escuelas eran unitarias, es decir, en una misma aula convivían niños y niñas de diferentes edades. En unos pocos pueblos había dos maestros y dos aulas, una para las niñas y otra para los niños, como sucedía en Bimeda, Naviego, San Julián de Arbas, Limés, Llano o Tebongo. La única escuela que agrupaba a los alumnos en grados era la de la villa de Cangas del Narcea, que ocupaba un edificio terminado de construir hacia 1877 y que en 1935 era insuficiente para albergar a tanto escolar como había.

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Planta baja del proyecto de escuela para Limés del arquitecto Leopoldo Corugedo, diciembre de 1922, que nunca llegó a realizarse.

Sin embargo, a pesar del avance de la instrucción pública, en 1935 el estado de muchos de los espacios donde se impartía la enseñanza era lamentable y la dotación de material escolar insuficiente. Por ejemplo, sobre la escuela de Llamas del Mouro, que visita el 1 de julio de 1935, escribe: “La escuela es malísima, húmeda, baja de techo, poca luz, faltan mesas, encerados, mapas, armario. Libros pocos y malos. […]. No hay libros de lectura”, y de la de Villaláez, que visita el 6 mayo de 1936, dice: “Escuela malísima, material infame. No hay mesas ni encerados, ni armario, ni nada. Únicamente algunos libros”.

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Fachada principal del proyecto de escuela para Limés del arquitecto Leopoldo Corugedo, diciembre de 1922, que nunca llegó a realizarse.

Con todo, el principal problema de la instrucción en Cangas del Narcea era la bajísima asistencia de los escolares a las aulas. Uno de los datos que siempre anota Teresa es el número de matriculados en la escuela y el número de alumnos que están presentes en el momento que ella realiza la inspección. La situación es desmoralizante. En Agüera de Castanedo escribe el 11 de mayo de 1936: “Matrícula 45. Término medio de asistencia 14. Hay muy poca asistencia, presentes hoy 7 y eso porque saben que yo vengo”. La causa de estas ausencias la señala ella misma el 7 de mayo de 1935 en la escuela de Linares del Acebo, donde anota: “He podido apreciar lo siguiente: de los 28 niños matriculados solo hay presentes en el momento de la visita 8, siendo la asistencia ordinariamente muy irregular por dedicar a los niños al trabajo del campo y a cuidar el ganado”. El problema se agudiza en julio, mes de la hierba; el 1 de julio visita Jarceley, donde hay 40 matriculados, y ese día “no hay ningún niño, están dedicados a las faenas del campo”, y lo mismo sucede al día siguiente en la escuela de El Pládano. Por eso, en sus visitas, insta a los maestros a que fomenten la asistencia de sus alumnos a la escuela.

En las escuelas los maestros no eran todos iguales. Había maestros propietarios y maestros interinos, había mujeres y hombres. Unos empleaban métodos de enseñanza modernos y otros estaban anticuados para el modelo de enseñanza que propugnaba Teresa. Algunos maestros estaban muy comprometidos con la instrucción pública que propiciaba el Gobierno de la República. Teresa Rodríguez nos da los nombres de todos ellos. En total menciona a 72 enseñantes, de los cuales 46 son maestros y 26 maestras.

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Carnet de identidad de inspectora de 1ª enseñanza de 1935, libreta de notas y tarjeta de visita de Teresa Rodríguez Álvarez. Col. de Luis M. Rodríguez Sánchez.

Las notas de su libreta terminan el 1 de julio de 1936. Comenzaban las vacaciones de verano. El curso siguiente iba a ser muy diferente, porque el 18 de julio todo aquel universo escolar iba a estallar por los aires, y con el golpe de estado del general Franco aquel sistema educativo desaparecerá. También desaparecerán muchos de aquellos maestros que visitó Teresa Rodríguez. Gracias al libro de Leonardo Borque López, La represión violenta contra los maestros republicanos en Asturias (Oviedo, KRK Ed., 2010) y a otras informaciones, sabemos el triste destino de algunos de ellos. Celso García Rodríguez (natural de Sotrondio), maestro de Llamas del Mouro en 1935; Ceferino Farfante Rodríguez (natural de Besullo), primo de Teresa, maestro en Cangas en 1936 y Vicente Bosqued, maestro de Bergame en ese mismo año, fueron ejecutados por los franquistas. Juan Almeida Rabal, maestro de Carceda, de ideas conservadoras, fue asesinado en Porley en 1937. Manuel Pérez Rodríguez, maestro de Tebongo, fue condenado a 20 años de cárcel por sus ideas republicanas y murió en el penal del Dueso. Bernardino González García (natural de Viveiro, Lugo), maestro de Carballedo en 1935 y de la escuela de Cangas en 1936, fue condenado a pena de muerte, que le fue conmutada. María Dolores González, maestra de El Pládano; José Granell (natural de Rocafort, Valencia), maestro de Gedrez en 1935 y de Cibuyo en 1936, y otros muchos más fueron inhabilitados durante algún tiempo para el ejercicio de la enseñanza por ser maestros de la República. Celso López Rodríguez, maestro de Limés en 1935 y de Araniego en 1936, marchó en 1937 para Rusia acompañando a un grupo de “niños de la guerra”.

El paso del tiempo ha convertido aquella pequeña libreta de notas de Teresa Rodríguez en  testigo de una etapa muy importante en la promoción y difusión de la instrucción pública en el concejo de Cangas del Narcea.

[Sigue en página 2]

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Cuevas en Cangas del Narcea, 1. El descubrimiento de una cueva en L.larón / Larón en 1786

A Manolín de casa El Xastre de La Viliel.la y a José de casa Montero de L.larón, los dos emigrantes en Madrid, para que investiguen sobre esta cueva.

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Detalle de la hoja 100 del mapa 1:50000 del Instituto Geográfico y Catastral de 1951 en el que aparece el ‘Camino de la Vega de la Casa’ que unía el pueblo de Larón con su braña.

El concejo de Cangas del Narcea tiene un patrimonio natural muy rico, que en muchos casos sigue siendo un desconocido para vecinos y forasteros. Si esto sucede con parajes que están en la superficie, qué diremos de los que se esconden en las profundidades de la tierra. Nunca se ha favorecido la visita a las cuevas de Sequeras, situada en terrenos de Xedré, y Campoaviao, en el Pueblo de Rengos, descritas en 1785 y 1928, respectivamente. En 1928, el médico Florentino Molás Basanta ya se lamentaba en un artículo dedicado a la cueva de Campoaviao, que “si Cangas constituyese parte de algún Estado extranjero […] las grutas de Sequeras y Campoaviao eran conocidas de todos y por todos admiradas. Con mucho menos motivo he visto en Suiza anunciar en todos los hoteles y estaciones de ferrocarril: picos, desfiladeros, vertientes, que a cualquiera que haya recorrido este concejo le defraudan y se da uno cuenta de que en el turismo, la palanca principal está en una buena y bien llevada propaganda” (La Maniega, nº 17, diciembre de 1928, pág. 6).

En el Tous pa Tous vamos a refrescar la memoria de los cangueses volviendo a publicar las descripciones de estas dos cuevas, que escribieron personas que penetraron en ellas y las exploraron. Vamos a iniciar esta serie dedicada a las cuevas canguesas con una gruta más desconocida, situada en términos del pueblo de L.larón / Larón, y que es probable que haya desaparecido con la explotación de la cantera de este lugar que se llevó a cabo en la segunda mitad del siglo XX. Las tres cuevas mencionadas están muy próximas y en la misma área geológica, dominada por las calizas cámbricas o mármol blanco de Rengos.

*          *          *

El 1 de agosto de 1786 se publicaba en la Gaceta de Madrid, en las páginas 502 y 503, una noticia que daba cuenta del descubrimiento de una cueva en términos del pueblo de Larón (Cangas del Narcea), en el “paraje llamado la Vega de la Casa” que está junto al camino que conduce a la braña de este pueblo.

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Fachada principal de La Casita de El Príncipe, en el Real Sitio de El Pardo, Madrid.

La cueva apareció cuando se explotaba una cantera de mármol con destino a un pabellón que los Príncipes de Asturias, los futuros reyes Carlos IV y María Luisa de Parma, estaban construyendo en el Real Sitio de El Pardo, en la provincia de Madrid. El proyecto era del arquitecto Juan de Villanueva. La obra se inició en 1784 y concluyó en 1788, y es la conocida como Casita del Príncipe.

Detrás del empleo de materiales procedentes del concejo de Cangas del Narcea para obras propiciadas por la casa real estaba el conde de Toreno, Joaquín José Queipo de Llano (1728 – 1805), que desde años atrás estaba empeñado en descubrir las riquezas minerales de Asturias y en darlas a conocer en Madrid, para que su explotación se convirtiera en un medio de riqueza para los habitantes de esta tierra. Las minas y canteras que localizó durante muchos años de trabajo y esfuerzo las publicó en sus Discursos pronunciados en la Real Sociedad de Oviedo en los años de 1781 y 1783 (Madrid, 1785)*.

La cueva que apareció en la cantera de Larón tenía 22 metros de largo y 10 de ancho, y su altura era de cuatro metros y en algunos trechos de hasta más de seis metros. Lo que impresionó a sus descubridores y al conde de Toreno no fue su tamaño, sino sus materiales, sus cristalizaciones, sus extraños dibujos… pero, lo mejor, es que los lectores de la web del Tous pa Tous conozcan por el mismo conde de Toreno lo que él vio en esa cueva aquel martes 11 de julio de 1786:

Cangas de Tineo, en Asturias, 15 de julio de 1786

El Conde de Toreno, Alférez mayor de este Principado, ha hecho la siguiente descripción de una cueva descubierta el 11 del corriente rompiendo una cantera de mármol blanco (de la cual se está sacando el necesario para adornos de la casa que el Príncipe nuestro Señor ha mandado construir en el Real Sitio del Pardo) y sita en términos del lugar de Larón, en el paraje llamado la Vega de la Casa, en este concejo.

“Tiene esta cueva 78 pies [22 m] de largo y 37 [10 m] de ancho, siendo muy sólido y llano el pavimento. De este a la bóveda (semejante a una media naranja) habrá a trechos hasta 5 varas [4 m], y en otros más de 7 [6 m]. Rodéanla 11 columnas o pilares como de cristal, que forman un medio círculo, las cuales separadas entre sí a algunas distancias, y a 3 pies [83 cm] de las paredes, sostienen el techo, como si se hubiesen colocado artificialmente. Su materia es agua congelada. Estas cristalizaciones figuran diferentes y extraños dibujos tan petrificados y duros que admiten pulimento. La media naranja, que sirve de cubierta, iguala en blancura a la nieve, dividiéndose en diversos rollos o pelotones a manera de nubes que parecen espuma o nata de leche. Las paredes y toda la circunferencia son de mármol blanco finísimo; y habiendo quedado muy clara la gruta con la luz que la entra por el boquerón, representa una sala teatral de hermosa y agradable perspectiva. Podrían pulimentarse muchos trozos así de la cubierta como de los pilares. Llegando al fin de la cueva se halla cerrada por todas partes con la misma cantera de mármol, la cual es abundantísima y casi inagotable.”

 

*Descarga los discursos del Conde Toreno:

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Maniega2 (1976) en la web del Tous pa Tous

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Portada del único número publicado en 1976 de esta revista local canguesa

En 1976 un grupo de jóvenes de Cangas del Narcea, con un largo verano por delante, puso en marcha una revista con el nombre de Maniega2 y el subtítulo: “Para una información local”. El grupo estaba encabezado por Juanjo Morodo Magadán y Tano Ramos García, estudiantes de Ciencias de la Información en aquel tiempo y hoy reputados periodistas de los diarios Cinco Días  y Diario de Cádiz, respectivamente (Tano Ramos acaba de ganar el XXIV Premio Comillas de Historia de la Editorial Tusquets por su estudio sobre El caso Casas Viejas, 1933-1936).  Desde los años treinta, con el cierre de las revistas La Maniega en 1932 y Narcea  en 1936, no había vuelto a haber un medio de comunicación local en el concejo. El año anterior había muerto Francisco Franco; la sociedad, inquieta, estaba cambiando día a día y había mucha necesidad de expresarse.

El nombre de la nueva revista ya era evocador de una continuidad con el pasado, y los contenidos y las firmas del número 0 así lo evidencian. En ella se juntaban aficionados a la escritura de la época de la vieja revista La Maniega, como Jenaro Flórez y Gervasio Suarez-Cantón; corresponsales de prensa locales, como José Luis R. Mera, del diario La Voz de Asturias, y un grupo de jóvenes, cargados de inocencia e ilusión, de entre 16 y 21 años.

La revista no pasó del número 0. Sacarla a la calle costó mucho esfuerzo, hubo que buscar colaboradores, publicidad y una imprenta, y por eso no debe extrañarnos que su editorial comience con un sonoro “¡Uf!, trabajo nos costó, pero aquí estamos”. La impresión se hizo en Gráficas Baraza, de Oviedo. En ese único número aparecen entrevistas al pirotécnico Pablo Fernández; al alcalde Manuel Miranda -que a la pregunta de cual era la relación del Ayuntamiento con el arte dio una muy comentada respuesta: “En Cangas artistas hay muchos, pero claro, cada uno a su manera”-, y a los responsables de las cinco peñas de la pólvora que existían entonces, un fenómeno asociativo que comenzaba a desarrollarse en ese momento (en la actualidad hay cerca de cuarenta peñas).

Con la llegada del otoño, los jóvenes integrantes del consejo de redacción de la revista retornaron a sus estudios, muchos fuera de Cangas, en Oviedo y Madrid, y Maniega2 no volvió a salir a la calle.  Cuatro años después, varios de aquellos jóvenes volvieron a la carga con la revista Entrambasaguas (1980 – 1981).

icon Maniega2 número 0 (44.61 MB)

El Centro de Cultura y Recreo de Besullo, 1935-1936

Acta de la primera junta general del ‘Centro de Cultura y Recreo’ de Besullo, celebrada el 4 de noviembre de 1935

En noviembre de 1935 se fundaba en Besullo el “Centro de Cultura y Recreo”, con el fin de propagar la cultura y establecer “un local de recreo para estrechar los lazos de amistad y confraternidad entre sus miembros”. Sus principales herramientas de cultura eran una biblioteca circulante, cuyos libros podían sacar lo socios, y un gramófono para escuchar música. El local estaba en un bajo de Casa Tomás, hoy Casa Virtudes, en el barrio de Morteiros. Funcionó solo nueves meses, hasta el inicio de la Guerra Civil en julio de 1936, pero su existencia dejó huella para toda la vida entre los que eran jóvenes en aquel tiempo. A Manuel Álvarez Faidiel, “Lulo Benino”, le oímos muchas veces y muchos años después, referirse a este Centro, del que hablaba con orgullo y satisfacción.

Los promotores del Centro fueron Florentino Hurlé Morán, Manuel Rodríguez Álvarez y Manuel Álvarez Real. El primero era médico, natural de Oviedo, y fue destinado a Besullo, donde se casó con Teresa Rodríguez Álvarez, la hermana mayor de Alejandro Casona, que era maestra y desde 1932 inspectora de primera enseñanza.

La primera y última Junta Directiva del Centro se constituyó el 4 de noviembre de 1935 y estaba formada por las siguientes personas:

Florentino Hurlé Morán, presidente del ‘Centro de Cultura y Recreo’ de Besullo, hacia 1940. Colección de Luis M. Rodríguez Sánchez.

Presidente: Florentino Hurlé Morán.

Vicepresidente: Manuel Álvarez Faidiel [de Casa Benino, de Besullo].
Secretario: Manuel Álvarez Real [de L’Andulina, de Besullo].
Vicesecretario: Francisco Muñoz Pérez.
Tesorero: Manuel Álvarez Rodríguez.
Vicetesorero: Antonio González.
Vocales: Manuel Rodríguez Álvarez, Antonio Rodríguez Castellano, Isidoro Álvarez Rodríguez [Isidro, de Casa Toreno, de L’Otriel.lo], Félix de Llano Fuentes [de Casa El Chano, de Besullo), Amador Díaz [de Casa Higinio, de Besullo] y Servando Álvarez Álvarez [de Casa Pedro García, de Besullo].

En esta primera asamblea del Centro, que empezó a las nueve de la noche y terminó a las once, el presidente, en nombre de la Directiva y recogiendo el sentir de los socios, pronunció unas palabras “sobre los fines culturales y recreativos del Centro y el cariño con que la Directiva acogerá cuantas medidas puedan redundar en beneficio de la cultura de los socios, de las familias y del pueblo en general”.

Bisuyu / Besullo, agosto de 1927. Fotografía de Fritz Krüger. Colección: Museo del Pueblo de Asturias

La organización de este Centro de Cultura fue, sin lugar a dudas, una consecuencia de varias causas: el desarrollo de la educación en este pueblo, donde desde comienzos del siglo XX había una escuela pública y otra protestante; el papel de la familia Rodriguez Álvarez, con Alejandro Casona como su miembro más conocido, y el paso de las Misiones Pedagógicas por la parroquia de Besullo, en los meses de agosto de 1932, 1933 y 1934. Las Misiones Pedagógicas fue una institución fundada en 1931 por el Gobierno de la II República Española para difundir la cultura general y la educación en la población rural; dependía del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes. En Besullo, el primer año hubo actividades de cine, biblioteca y música; el segundo, de teatro y coro, cine y música, y el último, de cine y música. El promotor de estas Misiones en Besullo fue Alejandro Casona, que era vocal del Patronato de esta institución y responsable del grupo de teatro. En la organización de las Misiones llevadas a cabo en Besullo y pueblos próximos (El Pumar, Eirrondo, L’Otriel.lo, Las Montañas, etc.) participaron directamente el padre y varias hermanos de Alejandro Casona: Teresa, José y Matutina, así como los maestros José Fernández y José Llanas y el médico Florentino Hurlé, que promoverá en 1935 la creación del Centro de Cultura.

En el Archivo Histórico de Asturias (Fondo Gobierno Civil) se conserva el Reglamento del “Centro de Cultura y Recreo” de Besullo, que presentó la comisión organizadora el 26 de octubre de 1935 en el Gobierno Civil para su aprobación, así como una copia del acta de la primera junta general, que publicamos a continuación en su integridad.

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Los aprovechamientos ganaderos de alta montaña durante la Edad Media: El caso de Cangas del Narcea

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Restos de una de las estructuras ganaderas localizadas durante la prospección, en la braña del Texedal, Cangas del Narcea.

El 21 de septiembre de 2012 Pablo López Gómez, uno de los componentes del Equipo de Investigación en Arqueología agraria del sector asturleonés de la Cordillera Cantábrica, leyó su Trabajo Final de Máster (TFM) en el Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Granada. Dicho trabajo, titulado Los aprovechamientos ganaderos de alta montaña durante la Edad Media: El caso de Cangas del Narcea, Asturias, recibió una calificación excelente (Sobresaliente, 9,5 sobre 10).

El estudio se enmarca dentro del Proyecto de Investigación La formación de paisajes del Noroeste Peninsular durante la Edad Media (siglos V-XII) (HAR2010-21950-CO3-03, financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad a través de la Secretaría de Estado de I+D+i. En la investigación de Pablo López Gómez se expusieron los resultados de la prospección arqueológica realizada en los valles del Naviego y el Cibea, en el municipio asturiano de Cangas del Narcea. En el transcurso de esta investigación fueron documentados 29 establecimientos ganaderos, una tejera, un calero, seis carboneras y diversas estructuras de la Guerra Civil.

Los resultados de la investigación son alentadores, ya que suponen la primera prospección de estas características realizada en la región. Es destacable la incorporación de elementos tan característicos de la sociedad rural asturiana como las brañas al proceder investigador de la Arqueología. Este joven investigador ha identificado patrones de asentamiento, territorialidad y control de pastos en torno a estos enclaves estacionales, a la vez que propone una cronología relativa, a través de la estratificación del paisaje y del apoyo en la documentación escrita proporcionada por el monasterio de Corias (Cangas del Narcea). Como último hito del trabajo, se apuntan líneas futuras de investigación, con la selección de una muestra representativa de ciertas brañas sobre las cuales abordar intervenciones arqueológicas intensivas que confirmen las hipótesis planteadas en el TFM de Pablo López Gómez.

Con la realización de este trabajo sólo se ha dado un primer paso en las investigaciones arqueológicas sobre la ganadería medieval en el Noroeste peninsular, que esperamos continúe dando frutos en los próximos años, tal y como presentamos recientemente en Helsinki durante la reunión anual de la Asociación Europea de Arqueólogos. En esta línea, el trabajo de nuestro equipo continuará incorporando nuevas zonas a nuestro ámbito de estudio, realizando intervenciones arqueológicas en las zonas de pastos y revisando de una forma minuciosa la abundante documentación escrita de época medieval y moderna, continuando experiencias como la desarrollada en Vigaña, Belmonte de Miranda.

Breve historia de la Malatería de San Lázaro en Retuertas

por Pelayo Fernández Fernández

[nextpage title=”Introducción” ]

INTRODUCCIÓN

La Malatería de San Lázaro en Retuertas, parroquia de Regla de Corias (Cangas del Narcea)

La Malatería de San Lázaro está emplazada en el pueblo de Retuertas, parroquia de Regla de Corias. Este pueblo está situado en la margen izquierdo del río Narcea, a tres kilómetros de la villa de Cangas del Narcea y a uno de Corias. Tradicionalmente, se viene aceptando que el pueblo «debió de nacer cuando desapareció la Malatería y quedaron asentados los criados, ya que en los alrededores no existe ninguna fuente ni arroyo y por tanto no es lugar ideal para ubicar un pueblo» (GONZÁLEZ AZCÁRATE, «Retuertas», La Maniega, n.º 37, Cangas del Narcea, 1987, pág. 16). El nombre de Retuertas puede provenir del latín «tortum» que significa torcido, adjetivo que puede utilizarse tanto para referirse a un campo, una tierra o un camino (GARCÍA ARIAS, Pueblos asturianos: el porqué de sus nombres, Ediciones Ayalga, pág. 266).

Hasta 1771, el administrador de la leprosería fue el monasterio benedictino de Corias. Su fundador había sido el conde don Piñolo Ximenez y su esposa doña Aldonza Muñoz, que dotaron el monasterio en el 1032. La fundación de la malatería la conocemos gracias a un inventario de una «escritura de donación que a favor de la Malatería de San Lázaro de Retuertas hizo Dominga Menéndez, malata y natural del lugar de Francos, concejo de Tineo, de todos sus bienes, en los 9 días del mes de enero de 1756». El conde don Piñolo, hijo de Ximeno Sánchez, sobrino del conde Gundemaro Pinoles, de la casa de los Guzmanes, fue uno de los caballeros más distinguidos en el reinado de Alfonso V y en los siguientes, hasta el de don Fernando el Magno de León. En 1037 asistió a la coronación de aquel monarca. Fue alférez mayor de Alfonso V y gozó de la dignidad de conde. Legendariamente, su familia entronca con la de Queipo de Llano, ya que su hermana Munia Domna se casó con don Nuño Núñez o Muñoz cuyos descendientes son la familia Llano de Asturias (TRELLES Y VILLADEMOROS, Asturias Ilustrada. Primitivo origen de la nobleza de España, su antigüedad, clases y diferencias, Madrid, 1760, t. III, pág. 395). El 14 de febrero de 1737 la Chancillería de Valladolid dictó sentencia contra la feligresía de Corias por la que declara que la Malatería no estaba obligada a criar expósito alguno que en ella se ponga (AHA: Libro inventario de los efectos y papeles pertenecientes al Real Hospicio y sus Malaterías, libro, 281, fols. 39-40).

Finalmente, en 1771 fue incautada por la Audiencia de Oviedo, tras las pertinentes visitas y apeos del licenciado Cacho. No obstante, cinco años más tarde, en 1776, se presentó ante el fiscal una carta orden de la Cámara sobre su patronato, expresiva de su pertenencia al monasterio de Corias; en 1777 el hospicio de Oviedo siguió pidiéndole cuentas al monasterio y el 12 de febrero de 1778 en vista «del poco efecto que tuvo la providencia tomada contra el juez y monasterio» el regente envió para entenderse con los frailes a don Manuel Antonio Muñiz, escribano, con nombramiento de administrador de la Malatería y amplias facultades para «tomar cuentas, recoger papeles, caudales, etc.» (TOLIVAR FAES, Hospitales de leprosos en Asturias durante las Edades Media y Moderna, Oviedo, RIDEA, 1966, págs. 191). Nada se sabe del número de malatos registrados en la Malatería de Retuertas, solo se sabe que ya había el 27 de julio de 1266, por el testamento del arcediano don Fernando Alfonso, y que todavía había internos en la segunda mitad del siglo XVIII (TOLIVAR FAES, Ob. cit., pág. 191).

La Malatería de Retuertas fue la más destacada de las leproserías del suroccidente de Asturias. Junto a ella se registran las de Cecos (Ibias) y Mirallo (Tineo). Sobre la primera apenas se posee una leve noticia y en la segunda mitad del siglo XVIII ya llevaba muchos años inactiva, habiéndose desechado sus bienes en el mismo siglo. No obstante, fue un enclave fundamental ya que por la villa de Cecos transcurría la ruta que desde Cangas de Tineo (hoy, del Narcea) se dirigía a Galicia. La de Mirallo, por su lado, estaba situada en el transito de Tineo a Pola de Allande; de ella hay noticias de su fundación desde el siglo XIII. Antes de finales del siglo XIII hay documentadas en Asturias un total de veintidós leproserías, pero en 1627 ya solo se enumeran nueve, entre las que figura Retuertas (TOLIVAR FAES, Ob. cit., pág. 165).

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[nextpage title=”El edificio” ]

LA MALATERÍA DE RETUERTAS: EL EDIFICIO

Lo único que queda en pie (presbiterio de la iglesia) está construido en pizarra, combinando los grandes bloques con lajas de formato irregular y arenisca en los pilares y cornisas que se corresponden con la reconstrucción del siglo XVIII y que se llevó al tiempo de la reedificación del monasterio de Corias, comenzada en 1774, después del incendio de 1763 y cuyos planos de reconstrucción fueron trazados, en ese año, por el arquitecto compostelano Miguel Ferro Caaveiro (h. 1740-1807), maestro mayor de la catedral de Santiago a partir de 1772, siendo una muestra de la incorporación del clasicismo a su obra en la línea de Ventura Rodríguez (Ciempozuelos, Madrid, 1717 ‒ Madrid, 1785).

Restos del edificio que albergan el presbiterio de la iglesia

Las obras se concluyeron en 1811 y en ella intervinieron los arquitectos fray José Varela y fray José y fray Hilarión Ugaldea que, a nuestro juicio también podrían estar relacionados con la obra de la capilla del Santo Cristo en la parroquia de Santa María de Gedrez. Pero en aquellos años, así mismo, se documentan en Corias otros maestros, no menos importantes, que también intervinieron en la obra de Corias, como los gallegos Pedro Quinteiro y Diego de Campo, de la feligresía de Santa María de Troanes (Pontevedra). Por tanto, lo más probable es que la reconstrucción de la Malatería correspondiera a alguno de estos maestros, dada su pertenencia al monasterio de Corias.

Puerta de acceso situada en una barrotera de madera

Los restos de la remodelación flanquean la entrada principal y se extienden a modo de cornisa por los muros laterales de la capilla mayor. Son pilares de cantería de arenisca compuestos por pilastras de orden toscano. El muro testero es completamente liso exceptuando dos vanos tapiados con dovelaje de lajas de pizarra a muy poca altura del suelo (por el recrecimiento del terreno), del mismo modo que los de los muros laterales. Se accede por una puerta situada en una barrotera de madera desde la cual se ve perfectamente el interior. Este se encuentra cubierto con grandes vigas de madera a dos aguas. El tejado es de teja árabe, seguramente fabricada en la vecina tejera de Cabadiello, situada en Rocabo, feligresía de San Cristóbal de Entreviñas, cuyo patronato también ostentaba el monasterio de Corias y de la que tenemos constancia de varios arriendos por parte del monasterio a tejeros de la parroquia de Posada de Llanes.

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[nextpage title=”Los primeros retablos” ]

Relieve de Lázaro pobre al que un perro le lame las llagas

LOS PRIMEROS RETABLOS

Casi nada queda del acomodo de la Malatería. A través de un inventario de bienes muebles de la capilla, fechado el 23 de marzo de 1795, sabemos que estuvo bien dotada, merced a la riqueza del monasterio de Corias, al que pertenecía. Están inventariados cuatro retablos, cálices, purificadores, misales, vinájeras, corporales, etc.

De los antiguos retablos de la Malatería conservamos una imagen y un relieve, ambos de hacia 1650. La imagen representa a una Inmaculada de estilo naturalista castellano y el relieve ejemplifica uno de los pasajes de La parábola del epulón y el pobre Lázaro. Ambas son de Pedro Sánchez de Agrela (San Pedro de Mor, Lugo, c. 1610 ‒ Cudillero, 1661), cabeza del «Primer Taller de Cangas del Narcea» cuyo estilo de madurez (influido por el naturalismo barroco castellano) se manifestó por primera vez en las imágenes del retablo mayor de la colegiata de Santa María Magdalena de la villa de Cangas del Narcea, que esculpió hacia 1643.

La ‘Inmaculada’ de estilo naturalista castellano

La Inmaculada, reaprovechada en el actual retablo, es una representación según el modelo naturalista de Gregorio Fernández (1576-1636): frontal, rígida, con las manos juntas en actitud de oración y con el manto de perfil acampanado. El rostro está configurado con los rasgos de su estilo de madurez: frente ancha y abombada, pómulos marcados y cuencas superciliares hundidas. El cabello se resuelve con mechones filamentosos de clara filiación naturalista. Los pliegues son rectos y profundos, característicos de Agrela imaginero. La policromía es de la época. Lleva la túnica blanca y el manto azul con el reborde dorado. La encarnación es mate, propia del naturalismo. Presenta desconchados en la policromía.

Por su parte, el relieve del Rico epulón y el pobre Lázaro pasó a la colección de doña Matilde Ferreiro Blanco. Agrela representó el momento principal de la parábola evangélica, cuando Lázaro junto al perro que le lame las úlceras está a la puerta de la casa de Epulón, donde se muestra una mesa con comida que no puede alcanzar. Al igual que en la imagen anterior se observan las características del estilo de madurez de Agrela.

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[nextpage title=”El retablo mayor” ]

EL RETABLO MAYOR

Retablo mayor de Retuertas

El actual retablo de Retuertas es de autor desconocido no pudiendo atribuirlo a ninguno de los escultores locales conocidos. Es una muestra de la producción del Taller de Corias del segundo cuarto del siglo XVIII. Está realizado en madera tallada, dorada y policromada; en él se representa a San Benito, San Lázaro, San Juan Bautista y la Inmaculada y los relieves de Lázaro pobre al que un perro le lame las llagas y el de El rico epulón sufre el fuego del infierno (evangelio según San Lucas, capítulo 16, versículos 19 al 31). Se estructura en banco, frontis tetrástilo, ático simple y remate apuntado. Los elementos estructurales son dos columnas salomónicas de vides y parras y dos estípites que enmarcan la hornacina central. Desde el punto de vista decorativo destaca la hojarasca entallada en los paneles del banco, los florones y las ramas de acantos en los laterales del ático.

San Lázaro

Todas las imágenes son coetáneas excepto la de la Inmaculada concepción. Para representar a San Benito, el maestro se inspiró en la imagen del monasterio de Corias: ataviado con la cogulla benedictina, con la mano izquierda levantada y con la diestra sujetando el báculo, exactamente en la misma disposición que el santo del monasterio. Para San Juan Bautista se valió del modelo reflexivo que otros artistas del Taller de Corias, como Manuel de Ron, emplearon en sus obras (retablo mayor de la capilla del palacio de los Flórez-Valdés de Carballo y en la imagen de la iglesia de San Salvador de Naraval) y que a su vez tomaron de la imagen titular del retablo mayor del monasterio. En el caso del titular, San Lázaro, lo representó harapiento, con las piernas varicosas y ulceradas.

San Benito y San Juan Bautista

Se insiste en los jirones del vestido y sobre todo en la deformación de sus piernas de caminante leproso. En todas estas imágenes domina una expresividad gestual y una ausencia de movimiento y realismo. De ahí que en San Juan Bautista se eche en falta la representación realista de un asceta. Se insiste bastante en el tratamiento duro a las facciones del rostro (entrecejo) y en los pliegues rectos, acanalados y poco profundos que tienden a quebrarse en la parte inferior. Los relieves que representan a Lázaro pobre al que un perro le lame las llagas y El rico epulón sufre el fuego del infierno encajan dentro de la producción popular del taller.

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[nextpage title=”Inventario de alhajas 1795″ ]

INVENTARIO DE ALHAJAS DEL 23 DE MARZO DE 1795

Finalmente, incluimos la trascripción del inventario de la alhajas de la capilla de Retuertas del año 1795 donde se hace una relación de todos sus bienes muebles que manifiestan la riqueza que, por entonces, tenía la Malatería (AHA: ante Juan Fernández Trabanco, caja 13.671, fols. 21-22).

«Dentro de la capilla del Glorioso San Lázaro, sita en este lugar de Retuertas, a veinte y tres días del ante dicho mes y año y en la que con asistencia de su merced y de la del expresado Domingo Álvarez, el insinuado Manuel Rodríguez Arnosa, en cumplimiento de lo prevenido en el auto antecedente, dio principio al inventario de los muebles y efectos correspondientes a dicho santuario en esta forma.

Primeramente, la dicha capilla cubierta de teja, cuya lactitud y anchura es de mucha consideración y en su frontera una campana pequeña con su lengua; y dentro de dicha capilla tres retablos con sus proporciones para celebrar; y otro retablo colocado sobre un cajón que incluye tres tiradores sin llave y pueden servir para recoger las sagradas vestiduras; unas andas o ataúd; una sabanilla pequeña también de madera en los otros dos altares y en el mayor y a su pie una campanilla con su cadena; dos mesicas de poca construcción y sin tirador alguno que sirven solamente para poner las vestiduras al revestirse el sacerdote; un taburete bastante ordinario; un cáliz de bastante tamaño, con su patena y cucharilla, todo de plata; unos purificadores con un pañito que indica haber sido de corporales en una caja pequeña de pino quebrada; unos corporales; quatro bolsas para ellos de colores distintos con su cubierta de seda; dos paños del cáliz, uno blanco y otro morado; una casulla del color anterior, morado de seda, con su cíngulo, alba, amito con su cinta morada, estola y manípulo, todo bastante decente; otra casulla de seda y ramos de diferentes colores casi nueva, con su alba, amito, cíngulo, estola y manípulo, todo decente; otra casulla también de seda de diferentes colores y aunque no tan vivos como la anterior, con su alba, manípulo y estola; otra casulla vieja color verde, con su alba, estola y manípulo; otra casulla vieja de requin con su estola y manípulo; cinco sábanas de altar todas de medio huso; dos paños de altar o aguamanil ya viejos; dos vinajeras de hojalata; otra de vidrio o cristal; dos misales, el uno casi nuevo y el otro más pequeño, de medio huso, cuyas alhajas se hallan dentro de una arca mediana ya algo vieja, con su llave y cerradura.

Yten, se pone por inventario la casa de dicha malatería confinante a la prenotada capilla, también cubierta de teja, con todas sus oficinas y dentro de ella una arca grande de hacer unas diez y ocho heminas, casi nueva, con su llave y cerradura; siete bancos de respaldo; una mesa grande sin tiradores bastante débil; otra arca grande también con su llave y cerradura, más que de medio huso; un banco ordinario viejo; una tarima con sus tablas a los lados; otra arca pequeña vieja estropeada, sin cerradura y dentro de ella una barra, una mandarria, una batidera, un cuña, todo de yerro; un pote viejo roto; un rastrillo y otra batidera de hierro; cinco pedazos de manta que indican haber sido mantas enteras; un Crucifijo con dos quadricos pequeños y dos conclusiones; otra arca vieja de hacer seis heminas, poco más o menos, con su llave y cerradura; un cofre viejo sin cerradura; un escaño viejo; unas glamueras; otra arca vieja de hacer ocho heminas, poco más o menos; otros dos cofres viejos sin cerraduras; otras glamueras ambas de hierro; otras dos arcas viejas, la una con cerradura y la otra sin ella; otra arquilla vieja también sin cerradura; una alcoba estropeada; otra arca vieja sin cerradura; un tablón que parece haver sido de banco de carpintería; otras dos tablas de bancos ordinarios de muy poco valor; dos puertas de rejado viejas con un pedazo de retablo en el salón de dicha casa dado de color.

Y en la cocina de dicho salón se advierte faltar por desvenar un pedazo de su cobertura y estar tanto está como el resto de dicha casa y oficinas con grave necesidad de reparo; un quezo de rueda, unas angarillas.

Yten, se pone por inventario una bodega con su lagar que bajo de un mismo techo o cubrición de teja tiene en este mismo lugar la prenotada malatería, aunque con sus dos puertas distintas llaves y cerraduras y dentro de ambas piezas tres tinas, la bocinera del lagar; tres cubas, una de once cuepas, otra de diez y otra de ocho; un cubético de seis cuepas muy estropeado y roto; una cañada de medir; una bacia; un embudo de hojalata, quatro povenos, quatro o cinco cachos de tablón viejos y apolillados. Y se anota que otro lagar se halla con su viga y pertrechos correspondientes para su completo huso.

Y finalmente, se pone por inventario quince llaves correspondientes a otras tantas cerraduras de la capilla, casa, oficinas, arcas, bodega y lagar, cuyos efectos inventariados dice el mismo Manuel Rodríguez Arnosa ser los únicos que tiene y pertenecen en el día a la expresada malatería sin que tenga noticia de otros. En todos los quales se dio por bien entregado el ante dicho Domingo Álvarez para tenerlos adeñó como confidente de los poderantes y de su quenta y riesgo; y al cumplimiento de todo, ambas partes, por lo que a cada una toca, constituye su persona y vienes, presentes y futuros, poderío de justicias, renunciación de todas leyes de su favor con la general del derecho y su prohibición. Así lo otorgaron y firmó el citado Manuel con su merced. Y por el expresado Domingo que dijo no saber, lo hace a su ruego uno de los testigos que lo son don Gabriel Méndez de Merníes, de Corias, y Antonio Fernández, de este lugar, a todos los quales conozco de que doy fee. Como de qué también se inventaría otra alcoba sita en una de las oficinas terrenas.

Josef Flórez de Sierra [rubricado].
Manuel Rodríguez [rubricado].
Como testigo y a ruego, Gabriel Méndez de Merníes [rubricado].
Ante my,
Juan Fernández Travanco [rubricado]».

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[nextpage title=”Fotografías” ]


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La Malatería de San Lázaro en Retuertas (Cangas del Narcea)

BREVE HISTORIA DE LA MALATERÍA DE SAN LÁZARO EN RETUERTAS

La Malatería de San Lázaro en Retuertas, parroquia de Regla de Corias (Cangas del Narcea)

La Malatería de San Lázaro está emplazada en el pueblo de Retuertas, parroquia de Regla de Corias. Este pueblo está situado en la margen izquierdo del río Narcea, a tres kilómetros de la villa de Cangas del Narcea y a uno de Corias. Tradicionalmente, se viene aceptando que el pueblo «debió de nacer cuando desapareció la Malatería y quedaron asentados los criados, ya que en los alrededores no existe ninguna fuente ni arroyo y por tanto no es lugar ideal para ubicar un pueblo» (GONZÁLEZ AZCÁRATE, «Retuertas», La Maniega, n.º 37, Cangas del Narcea, 1987, pág. 16). El nombre de Retuertas puede provenir del latín «tortum» que significa torcido, adjetivo que puede utilizarse tanto para referirse a un campo, una tierra o un camino (GARCÍA ARIAS, Pueblos asturianos: el porqué de sus nombres, Ediciones Ayalga, pág. 266).

Hasta 1771, el administrador de la leprosería fue el monasterio benedictino de Corias. Su fundador había sido el conde don Piñolo Ximenez y su esposa doña Aldonza Muñoz, que dotaron el monasterio en el 1032. La fundación de la malatería la conocemos gracias a un inventario de una «escritura de donación que a favor de la Malatería de San Lázaro de Retuertas hizo Dominga Menéndez, malata y natural del lugar de Francos, concejo de Tineo, de todos sus bienes, en los 9 días del mes de enero de 1756». El conde don Piñolo, hijo de Ximeno Sánchez, sobrino del conde Gundemaro Pinoles, de la casa de los Guzmanes, fue uno de los caballeros más distinguidos en el reinado de Alfonso V y en los siguientes, hasta el de don Fernando el Magno de León. En 1037 asistió a la coronación de aquel monarca. Fue alférez mayor de Alfonso V y gozó de la dignidad de conde. Legendariamente, su familia entronca con la de Queipo de Llano, ya que su hermana Munia Domna se casó con don Nuño Núñez o Muñoz cuyos descendientes son la familia Llano de Asturias (TRELLES Y VILLADEMOROS, Asturias Ilustrada. Primitivo origen de la nobleza de España, su antigüedad, clases y diferencias, Madrid, 1760, t. III, pág. 395). El 14 de febrero de 1737 la Chancillería de Valladolid dictó sentencia contra la feligresía de Corias por la que declara que la Malatería no estaba obligada a criar expósito alguno que en ella se ponga (AHA: Libro inventario de los efectos y papeles pertenecientes al Real Hospicio y sus Malaterías, libro, 281, fols. 39-40).

Finalmente, en 1771 fue incautada por la Audiencia de Oviedo, tras las pertinentes visitas y apeos del licenciado Cacho. No obstante, cinco años más tarde, en 1776, se presentó ante el fiscal una carta orden de la Cámara sobre su patronato, expresiva de su pertenencia al monasterio de Corias; en 1777 el hospicio de Oviedo siguió pidiéndole cuentas al monasterio y el 12 de febrero de 1778 en vista «del poco efecto que tuvo la providencia tomada contra el juez y monasterio» el regente envió para entenderse con los frailes a don Manuel Antonio Muñiz, escribano, con nombramiento de administrador de la Malatería y amplias facultades para «tomar cuentas, recoger papeles, caudales, etc.» (TOLIVAR FAES, Hospitales de leprosos en Asturias durante las Edades Media y Moderna, Oviedo, RIDEA, 1966, págs. 191). Nada se sabe del número de malatos registrados en la Malatería de Retuertas, solo se sabe que ya había el 27 de julio de 1266, por el testamento del arcediano don Fernando Alfonso, y que todavía había internos en la segunda mitad del siglo XVIII (TOLIVAR FAES, Ob. cit., pág. 191).

La Malatería de Retuertas fue la más destacada de las leproserías del suroccidente de Asturias. Junto a ella se registran las de Cecos (Ibias) y Mirallo (Tineo). Sobre la primera apenas se posee una leve noticia y en la segunda mitad del siglo XVIII ya llevaba muchos años inactiva, habiéndose desechado sus bienes en el mismo siglo. No obstante, fue un enclave fundamental ya que por la villa de Cecos transcurría la ruta que desde Cangas de Tineo (hoy, del Narcea) se dirigía a Galicia. La de Mirallo, por su lado, estaba situada en el transito de Tineo a Pola de Allande; de ella hay noticias de su fundación desde el siglo XIII. Antes de finales del siglo XIII hay documentadas en Asturias un total de veintidós leproserías, pero en 1627 ya solo se enumeran nueve, entre las que figura Retuertas (TOLIVAR FAES, Ob. cit., pág. 165).

Breve historia de la banda de música de Cangas del Narcea (1854-1936)

Banda Municipal de Música de Cangas del Narcea en el año 1908 bajo la dirección de Jesús Castro.

En el presente artículo, que espero sirva como humilde aportación a la extraordinaria labor que el Tous pa Tous viene desarrollando desde su refundación, pretendo explicar brevemente la historia  de la Banda de música de Cangas del Narcea hasta el año 1936. Parto para ello de un trabajo de investigación que hace años presenté en la Universidad de Oviedo. No debo comenzar mi exposición sin reiterar una vez más mi agradecimiento hacia el gran número de personas que molesté en el curso de mi trabajo entrevistándolas, o pidiéndoles cualquier tipo de información y documentación, como ejemplares de periódicos, fotografías, programas de fiestas o actuaciones, etc. Sin su desinteresada ayuda mi labor hubiera sido mucho más complicada y el resultado, sin duda, más pobre.

 

Antecedentes de la banda municipal de música: una Escuela Filarmónica y su orquesta (1854-1900)

En las últimas décadas del siglo XIX, encontramos en el entonces Cangas de Tineo diversas manifestaciones que nos permiten hablar de un ambiente cultural nada despreciable en nuestra villa, impulsado por las escasas familias acomodadas de la misma. Sabemos, gracias a la prensa local tanto coetánea como posterior a ese momento, de la existencia de un Ateneo que funcionó al menos entre los años 1874 y 1877, de un grupo de aficionados al teatro, varios casinos (como el Casino Recreativo), la Sociedad “La Juventud Católica”, un Círculo de Recreo, etc.

De las crónicas que El Occidente de Asturias realiza sobre la actividad de todas estas entidades, podemos deducir que la música era, con frecuencia, uno de sus más importantes ornamentos, presente en funciones teatrales, veladas culturales, bailes… De este modo, no resulta extraño que a todo ello se añada una Sociedad Filarmónica, cuya existencia se puede comprender aún mejor si la relacionamos con el desarrollo musical que toda Asturias experimentó en la segunda mitad del siglo XIX.

Efectivamente, durante dicho periodo encontramos en las fuentes pruebas de la existencia discontinua en Cangas de Tineo de un conjunto musical ligado a una “escuela”” o “sociedad” filarmónica. Los testimonios más antiguos que he podido encontrar corresponden a 1854: en los presupuestos aprobados por la corporación municipal para dicho año, se incluye una partida de 1500 reales “para el sostenimiento de la escuela filarmónica[1] y con motivo del alumbramiento de la reina Isabel II, el 5 de enero de 1854, el Ayuntamiento decide celebrar, el 16 del mismo mes, una función religiosa solemne, para la cual acuerda:

“(…) que se reclame tambien por oficio á la comisión reglamentaria de la Escuela Filarmonica de esta villa, para que asista la musica á dicha funcion, y demas autos, que la precedan y subsigan, noticiandolo tambien al profesor ó maestro de dicha banda con el objeto de que presida la horquesta para que las tocatas salgan arregladas, (…)”[2]

El Occidente de Asturias, en el número correspondiente al 25 de septiembre de 1883, aporta valiosa información acerca de los avatares de esta agrupación. El periódico explica cómo hacia 1854 funcionaba (tan sólo por unos años) una orquesta de más de treinta músicos, dirigidos por “un tal Uría“. Su actividad se retomaría veinte años más tarde, para volver a interrumpirse enseguida, si bien “varios jóvenes” se reunían y tocaban alguna que otra vez.

Por lo que respecta a las dos últimas décadas del siglo XIX, tenemos constancia (gracias a las crónicas de prensa que recogen múltiples actuaciones) de que existió alguna orquesta, pero que careció de la continuidad deseable. Prueba de esta precariedad es el hecho de que en las actas municipales aparezcan reiteradas solicitudes de ayuda económica para “organizar” o “fundar” una sociedad filarmónica, a cambio de su asistencia en “funciones cívicas”.

Del análisis de las muchas referencias que aparecen en la prensa sobre actuaciones musicales, puede deducirse cuáles eran, ya en estos momentos, las necesidades que cubría la banda de música: intervenía en los principales actos religiosos (Viernes Santo, Corpus Christi, peregrinaciones al santuario del Acebo), y, por supuesto, participaba en las celebraciones festivas de la villa. Pero la orquesta actuaba, además, en todo tipo de acontecimientos que despertaban a la localidad de su rutina y en actos de carácter muy diverso, como la organización de una rifa benéfica[3] o los actos que acompañaron a la colocación, en 1886, del primer poste de la línea telégrafos, que unía la villa canguesa con la de Grado[4], y a la noticia, unos años después, de que se había constituido la sociedad que iba a construir el ferrocarril hasta el concejo[5].

Una muestra representativa de las crónicas mencionadas es la siguiente:

“A las seis de la tarde del viernes salió de la Colegiata la procesion del santo entierro: á pesar de que el dia alumbraba aún, todas las casas de la plaza Mayor y calles de la Fuente, Búrgos, Mayor y Cárcel, aparecieron iluminadas con velas de cera: el alumbrado público tambien lucía sus destellos, que luchaban con la pálida luz del crepúsculo; y la banda de música heria nuestros oidos con los tristes acordes de sentimental marcha fúnebre.”[6]


[1] Libro de Acuerdos del Ayuntamiento de Cangas de Tineo, 1854.
[2] Acta de la sesión del 9 de enero de 1854.

[3] El Occidente de Asturias, nº 253, 23 de enero, y nº 254, 27 de enero de 1885.
[4] El Occidente de Asturias, número 405, 13 de Julio de 1886.
[5] Actas del Ayuntamiento, sesión del 4 de enero de 1898.

[6] El Occidente de Asturias, 27 de marzo de 1883.

 

La creación de la banda municipal: primeros pasos (desde los primeros años del siglo hasta 1920)

En 1904, el Ayuntamiento decide por fin “emprender la definitiva organización de la banda” según consta en el Acta de la Sesión del día 21 de agosto de 1904, en la cual se acuerda comenzar una “clase de música gratuita”. En el mes de setiembre del mismo año, se nombra a D. Bonifacio Pérez Ablanedo como profesor de solfeo de la “Academia de música”[7]. La constitución de una banda municipal debe relacionarse con el crecimiento de la actividad musical que, según Emilio Casares, adquirió un desarrollo sin precedentes en el primer tercio del siglo XX. Uno de sus factores determinantes sería precisamente la proliferación de masas corales y de bandas, que permitiría la participación del pueblo llano en la música.[8]

Jesús Castro, director de la Banda Municipal de Música de Cangas del Narcea. hacia 1910.

Durante los años siguientes encontramos en las actas diversas referencias en las cuales la corporación manifiesta su satisfacción por el funcionamiento de la Banda municipal de música. Se aprueba su reglamento y se decide adquirir instrumentos, atriles, métodos de estudio, alquilar un local para ensayar, etc. El primer nombramiento oficial de Director de la Banda se acuerda en la sesión del 3 de febrero de 1907:

Vistas las instancias presentadas por los aspirantes y los documentos que a las mismas se acompañan se acordó nombrar Director de la banda municipal de música a D. José Castro de Castro, vecino de Oviedo, con el sueldo anual de mil quinientas pesetas“.[9]

Sin embargo, a partir del año 1912, la plaza ya no estará ocupada por su titular. Entre 1912 y 1919, distintos músicos se pondrán al frente de la agrupación: don Benigno Díaz (como “subdirector”), don Bonifacio Pérez Ablanedo y don Lorenzo Menéndez Alonso. A esta inestabilidad que supone el continuo cambio de directores se añade el hecho de que, en esta segunda década del siglo, los gastos ocasionados por la agrupación son mucho menores que en los años anteriores y, en general, en las sesiones municipales, disminuye enormemente la presencia de cuestiones relacionadas con ella.

De la lectura de las Actas del Pleno del Ayuntamiento de Cangas del Narcea podemos deducir también que la banda se había disuelto en los primeros meses de 1914,[10] aunque es probable que los músicos se reunieran para actuar en ocasiones concretas, realizando en ellas las funciones de director don Bonifacio Pérez, último nombre que figura en las actas como responsable de la agrupación. Un ejemplo de ello puede ser su participación en las fiestas del Carmen de 1914, tal y como se anuncia en el programa publicado el 11 de julio en El Distrito cangués.

Parece que el paulatino abandono de la actividad por parte de la banda, que llevará a su completa desaparición en los últimos años de la década, se relaciona fácilmente con lo que estaba sucediendo en estos momentos en el resto de la provincia. Estos años, previos a la dictadura de Primo de Rivera, fueron momentos de crisis y de fuertes tensiones sociales. En el acta de la sesión del 26 de marzo de 1915, se califica la situación del concejo de “verdaderamente angustiosa”. Las asociaciones culturales, instructivo-recreativas, musicales o deportivas atravesaban, en consonancia con todo ello, una grave crisis, que comenzaría a superarse en los años veinte.[11]


[7] Sesión del 11 de setiembre de 1904.
[8] CASARES RODICIO, E. “La música española hasta 1939, o la restauración musical” en Actas del congreso Internacional “España en la música de Occidente”, Madrid, 1987.
[9] Acta de la sesión del 3 de febrero de 1907.

[10] Acta de la sesión del 8 de junio de 1913. (pág. 77 del trabajo)
[11] URÍA GONZÁLEZ, J., “La crisis de la Restauración (1898-1931)”, Historia de Asturias, tomo IV, Oviedo, 1990.

 

Reorganización de la banda de música: la etapa de Don Lorenzo (1925-1936)

Banda municipal de música de Cangas del Narcea, dirigida por Lorenzo Menéndez Alonso, hacia 1925

Es precisamente hacia 1925 cuando coinciden una serie de acontecimientos (tales como la aparición de la revista La Maniega, o la construcción del Teatro Toreno) que nos permiten hablar de un nuevo periodo de efervescencia cultural en la villa. Aunque aún se mantenían las formas de vida tradicionales y las diferencias entre clases sociales, esta actividad estaría orientada en este momento a un conjunto amplio de personas, a diferencia de lo que ocurría en el siglo anterior. Probablemente todo ello no hubiera sucedido sin una favorable coyuntura económica, como la que se produjo en los primeros años de la Dictadura de Primo de Rivera[12].

El segundo periodo de la historia de la banda municipal comienza en el año 1925, cuando el Ayuntamiento emprende la reorganización de la misma. Durante esta etapa su labor fue más continuada y estuvo, además, complementada por otras agrupaciones que el mismo director de la banda organizó. Todo ello se vería truncado por las turbulencias sociales que desembocarían en la guerra civil de 1936.

Corias: Banda Municipal de Música de Cangas del Narcea dirigida por Lorenzo Menéndez Alonso. 1928.

Así pues, en octubre de 1925 se hace cargo de la orquesta, con un sueldo de 1.500 pesetas, don Lorenzo Menéndez Alonso, quien ya había ocupado temporalmente el cargo de director en la década anterior. Entre la documentación que amablemente me prestó su hija, doña Mª Paz Menéndez, se halla la contabilidad de la banda de música correspondiente a los años 1926, 1930, 1931 y 1935. Gracias a ella, sabemos que la subvención municipal no era el único ingreso de la agrupación, sino que recibía otros beneficios a cambio de tocar en procesiones religiosas, en diversas fiestas, o en visitas a otros pueblos, aparte de ocasionales donaciones de particulares. En 1926 encontramos otra partida un tanto curiosa: se trata de 1.019 pesetas obtenidas mediante la rifa de un “xato”.

En el mismo año, después de sufragar otros gastos, se repartieron entre los músicos 4.133 pesetas, según su categoría y, también, en este año, según el tiempo que cada uno había estado en la orquesta. Nueve músicos cobraron las gratificaciones más elevadas: 200 ó 225 pesetas, trece cobraron entre 100 y 200 y dos recibieron menos de cien pesetas. Estas cantidades eran sin duda bastante aceptables para la época.

Durante este periodo, el número de componentes de la agrupación fluctuaba entre veinticinco y veintiocho personas. Así, en 1931, la plantilla instrumental era la siguiente: tres bajos, dos trompas, dos trombones, tres fliscornos, dos cornetines, seis clarinetes, un requinto, un flautín, dos saxofones, tres bombardinos, una caja, unos platillos y un bombo.

La mayoría de estos instrumentos eran heredados de los de la Banda anterior, que habían sido reparados y valorados, en el inventario de bienes municipales realizado en 1923, en 3.500 pesetas. La formación inicial se iría completando con nuevos instrumentos, sufragados unas veces por el Ayuntamiento y otras por la propia banda, que reservaba una parte de los ingresos obtenidos con las actuaciones  para este fin.

A través de las crónicas de la prensa local, es fácil saber cuándo y con qué motivos la banda actuaba en la villa en los años veinte. Las tres funciones básicas señaladas anteriormente (actos religiosos, festejos y cualquier acontecimiento extraordinario acaecido en la población) siguen siendo cometidos de la agrupación en este periodo.

La banda de música participa en las fiestas que se celebran en la villa, asi como en pueblos de los alrededores y  villas cercanas[13]: festejos del Carmen y de La Magdalena, de san Cristóbal, de san Tirso y santa Isabel, “Día de la Raza”, Primero de Mayo y aniversarios de la proclamación de la Segunda República en la villa; de san Antonio, y de la Virgen del Avellano en Pola de Allande; de san Pedro en Tineo; de Nuestra Señora y san Roque en Corias.

Banda municipal de música de Cangas del Narcea, dirigida por Lorenzo Menéndez Alonso, en Corias, hacia 1929

Un testimonio de estas actuaciones lo encontramos en La Maniega nº 21, del año 1929:

“Nuestra Banda de Música, que progresa de día en día, ha llamado la atención de los forasteros que nos visitaron por las fiestas del Carmen. Hemos oído decir a más de un forastero que, a pesar de ser unos niños la mayoría de los músicos, lo hacían bien y con una resistencia sin igual, ya que fueron muchos los días y muchas las horas de cada uno de ellos, en que nuestra banda alegró las fiestas y recreó nuestro oído. De paso, hemos de hacer constar que ha sido bien elegido el traje y gorra de los músicos. Nuestra enhorabuena al infatigable director de la banda, D. Lorenzo Menéndez”.[14]

Dentro aún de esta faceta de carácter lúdico (frente a las otras dos, en las que la banda serviría como elemento de realce de ceremonias o funciones públicas), y aparte de las actuaciones en los días festivos, tenemos constancia de que en estos años había actuaciones de la banda de carácter periódico, como eran los bailes semanales, que se realizaban los domingos durante todo el año, y también los jueves, durante el verano.

Por otro lado, la banda está presente en todos los acontecimientos que suceden en la villa, como puede ser la inauguración del cuartel de la Guardia Civil, o en los recibimientos ofrecidos a instituciones y autoridades que llegan a Cangas: Ateneo Obrero de Gijón, ministro de Gracia y Justicia, conde de Toreno, etc. Durante la República, la banda participa en la recepción al ministro de Fomento, que visita la villa el 9 de julio de 1931, y al de Justicia, en septiembre de 1932[15]. Incluso se desplaza a Oviedo, con la comitiva que allí se dirige con motivo de la visita de Primo de Rivera a Asturias y a Grado, con ocasión de una fiesta que aquella villa dedica a Cangas[16].

La visita a Asturias de Primo de Rivera es aprovechada por el Ayuntamiento para pedir (cito textualmente un fragmento del acta del Pleno del 13 de agosto de 1929) “el máximo apoyo para la obra del ferrocarril de esta villa a Pravia”[17], y a Oviedo acuden con tal propósito, según La Maniega, ciento ochenta personas, incluyendo los miembros de la Banda de música.[18]

El motivo de cada actuación de la banda determinaba, lógicamente, el repertorio que se interpretaba. En las ocasiones especiales (día del Carmen o de Santa Cecilia) se ofrecían  piezas de concierto, pero esto era excepcional, puesto que la gente de la villa reclamaba piezas apropiadas para bailar, tales como pasodobles, fox-trot, tangos, valses… Entre las obras de concierto que recuerdan los músicos, está “La Rapacina”, una fantasía sobre motivos asturianos. Para cubrir el resto de sus funciones, la Banda también interpretaba marchas diversas. Aunque no hemos podido precisar con exactitud su fecha, se conservan todavía algunas particellas de obras de este tipo de compositores como Wagner, Luis Araque o Sousa.


[12] URÍA GONZÁLEZ, J., “La crisis de la Restauración. (1898-1931)”, Historia de Asturias, vol. IV, Oviedo, 1990.
[13] La Maniega: nº9, agosto 1927,p. 6y ss.; nº 10,octubre de1927, p. 7; nº 15, agosto de 1927,pp.12-13; nº 16, octubre de 1928, p.25; nº 21, julio-agosto de 1929, pp. 8-10, y 20-21; nº 27, julio-agosto de  1930, p. 25; nº 28, setiembre-octubre de 1930, pp. 20, 22 y 23, nº 32,mayo-junio 1931, p. 25; nº 33, julio-agosto 1931, pp. 10-11, 22  y 23; nº 34, setiembre-octubre de 1930, p. 20; nº 36, enero-febrero de 1932, pp. 38 y 39; nº 37, marzo-abril de 1932, p. 16, nº 38, mayo-junio de 1932, p. 14; nº 39, julio-agosto de 1932, pp. 7-9 y 14.
[14] Nº 21, julio-agosto de 1929, p. 22.
[15] La Maniega: nº 9, agosto 1927,p. 24; nº 10,octubre de1927, p. 23; nº20, mayo-junio de 1929, p. 4; nº22, setiembre-octubre de 1929, p. 9; nº 33, julio-agosto 1931, p. 22; nº 39, julio-agosto de 1932, p. 16; nº 40, setiembre-octubre de 1932, p. 15.
[16] Actas de Plenos del Ayuntamiento, 2 de junio de 1934.

[17] Plenos del Ayuntamiento, 13 de agosto de 1929.
[18] La Maniega, nº22, setiembre-octubre 1929, p. 9.

Una mayada en Rañeces en 1945

Mayada en Rañeces en 1945. Un alto en la faena, la gente está posando para la foto y algunos hacen cola para tomar vino.

La mayada era una actividad importante e imprescindible en la vida campesina hasta hace cuarenta años. Mayada o machada es el nombre con el que se conoce en nuestro concejo el proceso de desgranar los cereales con los que se elaboraba el pan, que era la base de la alimentación campesina. Los cereales eran el trigo y, sobre todo, el centeno. Estos se sembraban en noviembre y se cosechaban en julio o agosto del año siguiente. A continuación se mayaban. El grano recogido se  almacenaba en el hórreo o la panera, y cuando se necesitaba amasar pan se llevaba al molino para convertirlo en harina.

La mayada se hacía después de la siega del cereal y en ella se juntaban los vecinos para ayudarse unos a otros. Había que hacerla rápido, para evitar la lluvia y aprovechar los días calurosos del verano, con el fin de que el grano estuviese bien seco y se conservase sin problemas.

Antes de los años treinta del siglo XX, la mayada se hacía con manales, con los que se golpeaban las espigas para separar los granos, y con vanos, con los que se aventaba el grano para limpiarlo de pajillas. A partir de esos años comenzaron a llegar a los pueblos las maquinas mayadoras movidas por un motor de gasolina, así como las aventadoras movidas manualmente o por el mismo motor. Estas máquinas se alquilaban por horas o días, y su empleo  redujo considerablemente la duración de las mayadas, aunque siguieron necesitando la colaboración de muchas personas. En las mayadas del pueblo de Rañeces, parroquia de San Cristobal de Entreviñas, se juntaba gente de Robléu, Llamas, Llano y Corias.

La reunión de vecinos para estos trabajos y el hecho de ser el fin de la cosecha, hacían que la mayada fuera también un momento de fiesta con canciones, bailes, comida abundante y vino.

A pesar de su importancia en el ciclo anual de la vida de nuestro concejo, son muy pocos los testimonios gráficos que conocemos de las mayadas. El mejor conjunto de fotos pertenece al alemán y lingüista Fritz Krüger, que fotografió en agosto de 1927 una mayada en el pueblo de Mañores (Tineo) y en casa Jorge, en El Fuejo, en Cangas del Narcea. Ahora, gracias a Javier Collar Martínez, socio del Tous pa Tous, podemos mostrar una serie de fotografías que fue realizada en 1945 por su madre, Dolores Martínez Álvarez, en Rañeces de San Cristobal. Las fotografías no tienen mucha calidad, pero son, sin duda, un testimonio valioso y raro de la vida rural canguesa.

Como suele suceder en casi todos estos testimonios fotográficos de la vida rural, Dolores es una canguesa nacida en Madrid en 1925; su padre era de Casa Celestón, de Rañeces y su madre de Mingón, de Las Tiendas, y en su juventud pasaba los veranos en Rañeces. Se casó en Madrid, pero su marido era de Robléu de San Cristobal. Como buena hija de la emigración, tuvo la curiosidad de retratar la mayada que se hizo en las casas de Celestón y de Escaladas y a sus vecinos del pueblo en aquel verano de 1945.

Fotografías de Dolores Martínez Álvarez

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Breve semblanza de Mario Gómez Gómez (1872-1932)

Mario Gómez Gómez en Cádiz, 1915. Fotografía de M. Iglesias. Col.: familia Álvarez Pereda.

A continuación reproducimos la semblanza, combinación de una especie de bosquejo biográfico y otro autobiográfico, pronunciada por el secretario de El Payar del Tous pa Tous, Manuel Álvarez Pereda, en el acto a la memoria de Mario Gómez Gómez (Cangas del Narcea, 1872-1932):

En Limés, Cangas del Narcea, a 20 de octubre de 2012

Del derecho y del revés
soy de Cangas de Tineo.
Tonto o listo; guapo o feo,
soy de Cangas; soy Cangués.

Y Cangas mi pueblo es
porque así fue mi querer,
que si en Madrid tuve el ser,
fui a Cangas conducido,
y nací donde escogido,
tenía para nacer.

Así empieza el libro De Bogayo, escrito en 1915 por nuestro protagonista, sin duda una de las personalidades más carismáticas del Cangas de todos los tiempos. Y así empieza el libro, en respuesta a una pregunta que el propio Mario Gómez se hace a sí mismo y en la que me apoyaré a lo largo de esta exposición: ¿Que, quién soy yo?, se preguntaba. Una pregunta que en Cangas, la podía responder cualquiera, y en otros muchos lugares, mucha o bastante gente.

Mario Gómez fue un personaje muy popular, que conocía muy bien a sus paisanos porque trataba con todo el mundo, con todas las clases sociales. Conocedor de las costumbres canguesas, del lenguaje, sabía desenvolverse en cualquier situación como “Pedro por su casa”. Pero sobre todo, siempre tenía todas las potencias de su alma fijas en esta tierra que tanto quería porque le vio nacer, porque, según él mismo decía, sufrió muchas de sus travesuras de rapaz, y porque en ella tenía, según decían todos, el cariño de cuantos siquiera una sola vez le trataron.

Otro ilustre cangués y amigo suyo, Borí (Gumersindo Díaz Morodo) en 1916 escribía lo siguiente:

«Removiendo en los recuerdos de la infancia, veo a ese querido cangués gozando ya de una popularidad envidiable. Rapaz inquieto y de iniciativas, supremo jefe de la juventud canguesa, no se organizaba en esta villa una parranda, o una fiesta, o una cabalgata carnavalesca, o una excursión a las montañas que nos circundan… cuando no se emprendía una cruzada contra los gatos o se desarrollaba descomunal pedrea, en que él no estuviese al frente, ordenando, mandando como general que guía sus huestes al combate y a la victoria.

Cuando estudiante, en el tiempo que fuera de Cangas se hallaba, se parecía la villa a una balsa de aceite. En la época de vacaciones, los jóvenes se comunicaban unos a otros la buena nueva, la próxima llegada de Mario Gómez, el cual seguramente traería u organizaría algo nuevo, desconocido, exótico, que haría las delicias de todo el pueblo, de grandes y de chicos, de hombres y de mujeres. […]»

Y es que esto que escribía Borí lo afirmaba el propio Mario:

Desde el Matorro al Mercado;
Del Cascarín al Corral,
no hay un rincón ni un portal
donde yo no haya jugado.

Ni un aldabón respetado,
ni ventana en que asomada
alguna vieja rabiada
con furia no me riñera
al verme tirar certera
a su gato, una pedrada.

De casa de la Calea
a mas allá de Arayón
no hay un pozo ni un rabión
que no sepa, del Narcea.

Ni hay nogal, cuya cacea
no haya manchado mis manos,
ni perales ni manzanos
por donde no gatease,
ni pared que bien guardase
los nisales y avellanos.

Mozo ya, corrí el Concejo
caminante y andarín
a caballo o en pollín
a pelo o con aparejo.

A la vera del pellejo
o de las cubas al pie
mucho bebí y más canté
en todas las romerías,
y repartiendo alegrías
alegría atesoré.

¡Que tiempo feliz aquel! …

Que lo digan Victorino
Fernando Ron, Avelino
Luis de Carballo o Abel.

En bullicioso tropel,
del Acebo a Carrasconte;
del Puelo a San Luis del Monte
marcábamos gayas huellas
y Arvas, Touzaque o Caniel.las
dábannos poco horizonte.

De pedreas, de fiestas, de parrandas… Cierto es, que cuando Mario Gómez estaba aquí, en este su Cangas del alma, todo en él era gozo y alegría, pero esto no era impedimento alguno para que desde muy joven tuviese un gran sentido de la responsabilidad. Terminó brillantemente sus estudios en Madrid, se graduó en Medicina, preparó oposiciones al cuerpo de Sanidad Militar e ingresó en el Ejército tras aprobarlas.

Primer destino África, con base en Melilla, después Trubia (Oviedo), Valladolid, Vitoria, Gijón, y otra vez Trubia destinado en la Fábrica de Armas. Está claro que el hombre tiraba para la patria chica aunque alguna ‘mano negra’ empujaba más fuerte y vinieron más destinos: Pamplona, Reus (Tarragona), vuelta a Melilla y a primera línea de fuego en distintos campamentos de África. Parecía que se iba a librar de la morisma en Barcelona, Manresa… pero, de vuelta al país del moro no sin antes hacer guarnición unos meses en Leganés (Madrid). Durante unos años participó activamente en la campaña de África y por los méritos que fue acumulando consiguió ascender. Pasó a Galicia como Director del Hospital Militar de Vigo. También fue Director del Hospital Militar de Carabanchel (Madrid). Por otro ascenso pasó al Ministerio de la Guerra como Comandante-Médico, dirigió el buque hospital “Almería” y ascendió a Teniente Coronel Médico destinado como director del Hospital Militar de Córdoba. De aquí se hace cargo del buque hospital “Castilla” y pasa a Marruecos donde permanece evacuando heridos hasta el conocido naufragio en aguas de Melilla el 12 de mayo de 1927. Tras dos años de excedencia forzosa en Trubia, se le concede la placa de la Orden Militar de San Hermenegildo pasando a prestar sus servicios a la Capitanía General y al Gobierno Militar. La proclamación de la Segunda República Española en 1931 le pone en Cangas después de casi 35 años de servicio a la Patria. ¡Más de la mitad de su vida!

Agotador, ¿verdad?… así lo contaba el protagonista:

A Madrid fui a estudiar,
pero no se si estudiaba
porque yo siempre cantaba
y era en cangués mi cantar.

Me hice luego militar.
Contra la morisma perra
fui tres veces a la guerra,
y a la sombra del pavés
seguí pensando en cangués;
seguí queriendo a mi tierra.

Cual si a ambulatorio sino
siempre estuviese sujeto,
siempre en marcha, siempre inquieto,
voy de destino en destino.

Mas, ya me cansa el camino.
Jadeante y anheloso
de este mar tempestuoso,
roto el timón y la quilla
va buscando mi barquilla,
de Cangas, almo reposo.

Pero quiero volver a Trubia, porque como os decía antes, no sólo en Cangas era conocido nuestro fundador, no olvidemos que aunque estuvo treinta y cinco años defendiendo la Patria Grande es nuestro fundador, fundó en 1925 el Tous pa Tous y la revista La Maniega, recordad…

y a la sombra del pavés
seguí pensando en cangués;
seguí queriendo a mi tierra.

Pero estábamos en Trubia. ¿Qué armaría (por aquello de la fábrica de armas) nuestro paisano allí para que los trubiecos lo hiciesen Hijo Adoptivo de Oviedo? Durante su estancia como médico en la fábrica de armas, edificó un sanatorio para obreros y les creó centros educativos y de recreo, en los que invertía sus escasos ratos libres dando charlas sobre higiene, alcoholismo, visitando enfermos pobres, facilitándoles alimentos y todo de forma altruista.

Su afán por hacer el bien y ayudar a los más necesitados llevó al Ministerio de la Gobernación a concederle la Cruz de Beneficencia. Y lo dicho, las gentes de Trubia lo acogen en su seno como hijo adoptivo de Oviedo. Pero lo mejor viene ahora…

En agradecimiento, nuestro paisano dedica en 1927 al pueblo de Trubia “un abrazo filial” haciendo gala de su modestia, ya que no le gustaba, para nada, recibir elogios, y les dice:

Y al abrazaros hoy, llamo a mi pueblo natal para abarcarlo entre nosotros: al acercarme a esta pila bautismal, he de bendecir la pila de Cangas del Narcea, en la que recibí el nombre de cangués, con el que me honré toda mi vida y que, con el de trubieco, seguiré honrándome; llamo al pueblo en que nací, donde se informó mi espíritu y en el que descansan mis padres. En este abrazo de hoy abrazo a Trubia y a Cangas, anhelando que también los dos pueblos se abracen.

Abrazaos, pues, los dos pueblos, el industrial y el agrícola, que buenas son las relaciones de Ceres con Vulcano; ambos os mantenéis firmes en las virtudes asturianas, los dos sois igualmente pródigos de corazón. El Trubia y el Narcea llevan unos mismos sones con matices tomados en Covadonga, con cadencias de las gestas hispanas […]

Ya sabéis…

y a la sombra del pavés
seguí pensando en cangués;
seguí queriendo a mi tierra.

Yo, la verdad, a lo mejor no soy objetivo, pero creo que no existió, ni existirá una persona, un personaje, que se merezca más la placa que hoy vamos a descubrir que este paisano. Lo que os acabo de contar son pequeñas pinceladas de lo que Mario Gómez amaba esta tierra que le vio nacer. Médico, militar, escritor en prosa, en verso, cronista, periodista, benefactor, alegre, dicharachero, pero sobre todo, CANGUÉS. CANGUÉS HASTA LA MUERTE y para muestra…:

Sueño ya, de mis vejeces,
despertar por las mañanas
al son de aquellas campanas
que llaman a aquellas preces.

El sol que nace en Rañeces;
y muere por Adralés,
alumbrándome en Cangués
mitigará mis dolores
y él hará crecer las flores
sobre mi tumba, después.

Solo en Cangas pienso ya.
Camino voy del retiro
y solo hacia el pueblo miro
donde mi retiro está.

Cansada mi vida va
en busca de la Refierta
a esperar me abran la puerta
de las tragedias canguesas,
y en barro de amigas huesas
quede mi huesa cubierta.

Como sabéis, a esta casa que él construyó es donde vino a vivir cuando se retiró del Ejército en 1931. El 2 de mayo de ese año escribe en una carta:

“Como habrás leído en la prensa, la República está haciendo las reformas que yo esperaba y a mí me ha traído un aguinaldo dándome mucho más de lo que yo esperaba. En vista de tal bicoca ya cursé la instancia pidiendo el retiro y cuento que para primeros de junio estaré en Limés libre ya e independiente para ir donde quiera”.

Y es que Mario tenía sus planes de jubilación (que no tienen nada que ver con lo que hoy conocemos por planes de pensiones). Como continuación a lo recitado antes sobre su deseo de morir en Cangas decía…

Pero antes que el trance llegue
haréme a las parcas fuerte
y haréle cara a la muerte,
si es que conmigo se atreve.

Antes que el diablo me lleve
daráme otras picardías
y otras nuevas alegrías
en mi pecho brotarán
y cantando pasarán,
leves las vejeces mías.

Tal vez mis piernas cansadas
se animen algún domingo
y pueda echar un respingo
o tejer unas pernadas.

Tal vez en glorias pasadas
se despierte mi mollera,
y sediento o moscardón
eche flores a un pendón
y eche al cuerpo una puchera.

Sueño en la paz del hogar;
sueño al amor de la lumbre
una tibia dulcedumbre,
y un tranquilo meditar.

Sueño en la vera del llar
y en los alegres corrillos
donde con mis chascarrillos
y mis cuentos y consejas
haré escándalo en las viejas
y reir a los chiquillos.

Lamentablemente, disfrutó muy poco tiempo de este retiro y de su querida casa de Limés. Falleció once meses después. Pero esto es algo triste y sin duda don Mario de triste tenía poco. Así que para terminar cantad conmigo: 

Ay macou-se la Pispireta
Pispireta ta muy mancada
Ay mancou-se la Pispireta
En camín de Veiga Pousada.  

Yo soy ferreirín
Nací nel Pumar
Crieime en Bisuyo
Caseime en Vitsar.

¿Queréis saber quién es el autor de esta letra? Pues, descubrid la placa.

Placa a la Memoria de Mario Gómez en Limés

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Homenaje a Mario Gómez y Gómez

altEl presidente del Tous pa Tous, Juaco López Álvarez, habla en esta entrevista en Onda Cero Cangas del Narcea emitida el 19 de octubre de 2012 sobre el fundador de nuestra asociación TOUS PA TOUS y la revista La Maniega, Mario Gómez y Gómez.

Aprovechando la celebración anual de su Asamblea General, el TOUS PA TOUS, Sociedad Canguesa de Amantes del País, homenajeó a su fundador y alma mater don Mario Gómez y Gómez (Cangas del Narcea, 1872-1932). Los actos se celebraron en L.lumés / Limés, no por casusalidad si no porque la casa que actualmente forma parte del complejo hotelero La Casilla, la construyó y en ella vivió el homenajeado.