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El Santo Cristo de El Acebo. Una escultura ignorada de Juan Menéndez del Valle

Fig. 1. Relieve del Calvario del retablo de Linares.

Este artículo forma parte de la memoria histórico-artística sobre el santuario de Nuestra Señora de El Acebo (Cangas del Narcea), realizada por el autor a petición de la Consejería de Educación, Cultura y Deporte del Principado de Asturias para la declaración del santuario como Bien de Interés Cultural, de la que haremos un breve resumen para la web del Tous pa Tous.

El Santo Cristo de El Acebo es una imagen hasta ahora desconocida, de la que ni siquiera el padre fray Alberto Colunga (Noreña, 1879 – Caleruega, Burgos, 1962) en su Historia del santuario, publicada por primera vez en Madrid en 1909, da noticia alguna. Es, sin duda, la pieza más sobresaliente de la producción del escultor y pintor Juan Menéndez del Valle. Se la atribuimos a este escultor tras compararla con el relieve del Calvario con la Virgen y san Juan (fig. 1) del retablo mayor de la iglesia parroquial de Santa María Magdalena de Linares de El Acebo (antiguo retablo mayor del santuario), obra del año 1600 perfectamente documentada de Menéndez del Valle (COLUNGA, Historia del santuario, 1909, pág. 23).

Fig. 2. Santo Cristo de El Acebo.

Menéndez del Valle fue uno de los artistas asturianos más destacados del primer cuarto del siglo XVII, momento en que Asturias se estaba empezando a recuperar de la crisis socio-económica que la asoló desde finales de la Baja Edad Media. Su actividad se documenta entre 1598-1621. Era natural del concejo de Llanera y vecino de Oviedo. Él fue el que inició y apadrinó la carrera artística del escultor gijonés Luis Fernández de la Vega (Llantones, Gijón, 1601 – Oviedo, 1675), el principal representante del naturalismo barroco castellano en la mitad norte peninsular, tras el casamiento de este con su hija, Isabel Menéndez, en 1616. Su obra documentada es muy escasa y de ella solo se conservan sus trabajos para el santuario de El Acebo: los retablos colaterales de San José y San Miguel y el de la capilla de Santa Ana (GONZÁLEZ SANTOS, Los comienzos de la escultura naturalista en Asturias, 1997, págs. 27-30, figs. págs. 28-29), contratados en Oviedo en 1598. Fue un artista que estableció abundantes mancomunidades con otros maestros de su generación, como Juan de Torres (doc. entre 1587-1615), Francisco González (1583-1627) y Toribio Suárez (doc. 1600-1628), por las que los maestros se comprometían a realizar conjuntamente una serie de obras. El estilo de Menéndez del Valle se caracteriza por una lejana influencia del último Renacimiento (manierismo), ejemplificado en el retablo mayor de la catedral de Astorga, realizado por Gaspar Becerra (1520-1568) a partir de 1550, con unas figuras algo desproporcionadas, inexpresivas, frías y, sobre todo, robustas, de clara influencia romanista.

Fig. 3. Detalle del Santo Cristo de El Acebo.

El Santo Cristo está en la sacristía del santuario de El Acebo (figs. 2-3). Es una talla un poco menor que el natural (sobre 110 cm aprox.), realizada en madera y policromada, que a nuestro juicio fue esculpida el mismo año que este escultor hizo los retablos de la ermita, para ornamentar la capilla del Santo Cristo, abierta en el lado del evangelio del crucero, y acaso junto a un pequeño retablo (no conservado), semejante a los colaterales, para colocar la imagen con decoro. Este conjunto, retablo e imagen, fue sustituido hacia 1650 por otro de mayor tamaño, realizado por Pedro Sánchez de Agrela (San Pedro de Mor, Lugo, h. 1610 – Cudillero, 1661), donde se venera un Crucificado que ejemplifica el estilo naturalista implantado en Cangas del Narcea en el segundo tercio del siglo XVII por Sánchez de Agrela y su taller.

Fig. 4. Cristo de Prada (o de Velarde) de la catedral de Oviedo.

Para labrar la imagen, Menéndez del Valle se inspiró en el Cristo de Prada (o de Velarde) venerado en una de las capillas del costado meridional de la catedral de Oviedo, fundada a mediados del siglo XVI por Antonio Vázquez de Prada, abad de Tuñón, quien también donó el Crucificado (fig. 4). Antonio era hijo de don Andrés Vázquez de Prada y Rubio, capitán del emperador Carlos V en la batalla de Pavía (1525), caballero de la orden de Santiago en 1528 y fundador de la casa de Prada en 1544. El sobrenombre de Velarde le viene de cuando la casa de Prada recayó en aquella, ya a mediados del siglo XVIII. El Cristo de Prada es una imagen manierista que se relaciona con el Cristo de las Injurias de la catedral de Zamora, obra del círculo de Gaspar Becerra (Baeza, Jaén, h. 1520 – Madrid, 1570). No obstante, últimamente también se viene vinculando con el escultor Arnao Palla.

Fig. 5. Cristo crucificado del relieve de San Francisco del retablo de Linares.

La imagen del Cristo de El Acebo, aunque no es tan estilizada como aquella, justifica la influencia que tuvo este modelo en los escultores asturianos del cambio de siglo: el rostro sereno, noble y apacible, con un mechón de cabello cayendo sobre su hombro derecho; una anatomía robusta, insistiendo en los músculos del abdomen; la disposición estirada de los dedos índice y corazón de las manos, y los pliegues suaves, clasicistas, del paño femoral. No obstante, Menéndez del Valle supo dotar a su imagen de una personalidad propia.

Fig. 6. Detalle del Crucificado del relieve de San Francisco del retablo de Linares.

Suyo es el tratamiento alargado de la barba, el trenzado de la corona de espinas y, sobre todo, el rizo del cabello sobre su oreja izquierda que repite exactamente en el Cristo de Linares y en el del relieve de San Francisco de Asís del mismo retablo (figs. 5-6).

La imagen de El Acebo está policromada. Presenta desconchados en las rodillas, piernas, abdomen y brazos. Destacan las tonalidades mortecinas en las magulladuras de las rodillas, pies, manos y rostro, y evidentes goterones de sangre que emanan de las heridas producidas por los clavos, corona de espinas y lanzada. Carece de postizos, cuyo uso por estas fechas en Asturias aún no estaba generalizado. La policromía es sin duda la original, acaso realizada por el mismo Menéndez del Valle.

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