Breve historia de la Malatería de San Lázaro en Retuertas

por Pelayo Fernández Fernández

[nextpage title=”Introducción” ]

INTRODUCCIÓN

La Malatería de San Lázaro en Retuertas, parroquia de Regla de Corias (Cangas del Narcea)

La Malatería de San Lázaro está emplazada en el pueblo de Retuertas, parroquia de Regla de Corias. Este pueblo está situado en la margen izquierdo del río Narcea, a tres kilómetros de la villa de Cangas del Narcea y a uno de Corias. Tradicionalmente, se viene aceptando que el pueblo «debió de nacer cuando desapareció la Malatería y quedaron asentados los criados, ya que en los alrededores no existe ninguna fuente ni arroyo y por tanto no es lugar ideal para ubicar un pueblo» (GONZÁLEZ AZCÁRATE, «Retuertas», La Maniega, n.º 37, Cangas del Narcea, 1987, pág. 16). El nombre de Retuertas puede provenir del latín «tortum» que significa torcido, adjetivo que puede utilizarse tanto para referirse a un campo, una tierra o un camino (GARCÍA ARIAS, Pueblos asturianos: el porqué de sus nombres, Ediciones Ayalga, pág. 266).

Hasta 1771, el administrador de la leprosería fue el monasterio benedictino de Corias. Su fundador había sido el conde don Piñolo Ximenez y su esposa doña Aldonza Muñoz, que dotaron el monasterio en el 1032. La fundación de la malatería la conocemos gracias a un inventario de una «escritura de donación que a favor de la Malatería de San Lázaro de Retuertas hizo Dominga Menéndez, malata y natural del lugar de Francos, concejo de Tineo, de todos sus bienes, en los 9 días del mes de enero de 1756». El conde don Piñolo, hijo de Ximeno Sánchez, sobrino del conde Gundemaro Pinoles, de la casa de los Guzmanes, fue uno de los caballeros más distinguidos en el reinado de Alfonso V y en los siguientes, hasta el de don Fernando el Magno de León. En 1037 asistió a la coronación de aquel monarca. Fue alférez mayor de Alfonso V y gozó de la dignidad de conde. Legendariamente, su familia entronca con la de Queipo de Llano, ya que su hermana Munia Domna se casó con don Nuño Núñez o Muñoz cuyos descendientes son la familia Llano de Asturias (TRELLES Y VILLADEMOROS, Asturias Ilustrada. Primitivo origen de la nobleza de España, su antigüedad, clases y diferencias, Madrid, 1760, t. III, pág. 395). El 14 de febrero de 1737 la Chancillería de Valladolid dictó sentencia contra la feligresía de Corias por la que declara que la Malatería no estaba obligada a criar expósito alguno que en ella se ponga (AHA: Libro inventario de los efectos y papeles pertenecientes al Real Hospicio y sus Malaterías, libro, 281, fols. 39-40).

Finalmente, en 1771 fue incautada por la Audiencia de Oviedo, tras las pertinentes visitas y apeos del licenciado Cacho. No obstante, cinco años más tarde, en 1776, se presentó ante el fiscal una carta orden de la Cámara sobre su patronato, expresiva de su pertenencia al monasterio de Corias; en 1777 el hospicio de Oviedo siguió pidiéndole cuentas al monasterio y el 12 de febrero de 1778 en vista «del poco efecto que tuvo la providencia tomada contra el juez y monasterio» el regente envió para entenderse con los frailes a don Manuel Antonio Muñiz, escribano, con nombramiento de administrador de la Malatería y amplias facultades para «tomar cuentas, recoger papeles, caudales, etc.» (TOLIVAR FAES, Hospitales de leprosos en Asturias durante las Edades Media y Moderna, Oviedo, RIDEA, 1966, págs. 191). Nada se sabe del número de malatos registrados en la Malatería de Retuertas, solo se sabe que ya había el 27 de julio de 1266, por el testamento del arcediano don Fernando Alfonso, y que todavía había internos en la segunda mitad del siglo XVIII (TOLIVAR FAES, Ob. cit., pág. 191).

La Malatería de Retuertas fue la más destacada de las leproserías del suroccidente de Asturias. Junto a ella se registran las de Cecos (Ibias) y Mirallo (Tineo). Sobre la primera apenas se posee una leve noticia y en la segunda mitad del siglo XVIII ya llevaba muchos años inactiva, habiéndose desechado sus bienes en el mismo siglo. No obstante, fue un enclave fundamental ya que por la villa de Cecos transcurría la ruta que desde Cangas de Tineo (hoy, del Narcea) se dirigía a Galicia. La de Mirallo, por su lado, estaba situada en el transito de Tineo a Pola de Allande; de ella hay noticias de su fundación desde el siglo XIII. Antes de finales del siglo XIII hay documentadas en Asturias un total de veintidós leproserías, pero en 1627 ya solo se enumeran nueve, entre las que figura Retuertas (TOLIVAR FAES, Ob. cit., pág. 165).

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[nextpage title=”El edificio” ]

LA MALATERÍA DE RETUERTAS: EL EDIFICIO

Lo único que queda en pie (presbiterio de la iglesia) está construido en pizarra, combinando los grandes bloques con lajas de formato irregular y arenisca en los pilares y cornisas que se corresponden con la reconstrucción del siglo XVIII y que se llevó al tiempo de la reedificación del monasterio de Corias, comenzada en 1774, después del incendio de 1763 y cuyos planos de reconstrucción fueron trazados, en ese año, por el arquitecto compostelano Miguel Ferro Caaveiro (h. 1740-1807), maestro mayor de la catedral de Santiago a partir de 1772, siendo una muestra de la incorporación del clasicismo a su obra en la línea de Ventura Rodríguez (Ciempozuelos, Madrid, 1717 ‒ Madrid, 1785).

Restos del edificio que albergan el presbiterio de la iglesia

Las obras se concluyeron en 1811 y en ella intervinieron los arquitectos fray José Varela y fray José y fray Hilarión Ugaldea que, a nuestro juicio también podrían estar relacionados con la obra de la capilla del Santo Cristo en la parroquia de Santa María de Gedrez. Pero en aquellos años, así mismo, se documentan en Corias otros maestros, no menos importantes, que también intervinieron en la obra de Corias, como los gallegos Pedro Quinteiro y Diego de Campo, de la feligresía de Santa María de Troanes (Pontevedra). Por tanto, lo más probable es que la reconstrucción de la Malatería correspondiera a alguno de estos maestros, dada su pertenencia al monasterio de Corias.

Puerta de acceso situada en una barrotera de madera

Los restos de la remodelación flanquean la entrada principal y se extienden a modo de cornisa por los muros laterales de la capilla mayor. Son pilares de cantería de arenisca compuestos por pilastras de orden toscano. El muro testero es completamente liso exceptuando dos vanos tapiados con dovelaje de lajas de pizarra a muy poca altura del suelo (por el recrecimiento del terreno), del mismo modo que los de los muros laterales. Se accede por una puerta situada en una barrotera de madera desde la cual se ve perfectamente el interior. Este se encuentra cubierto con grandes vigas de madera a dos aguas. El tejado es de teja árabe, seguramente fabricada en la vecina tejera de Cabadiello, situada en Rocabo, feligresía de San Cristóbal de Entreviñas, cuyo patronato también ostentaba el monasterio de Corias y de la que tenemos constancia de varios arriendos por parte del monasterio a tejeros de la parroquia de Posada de Llanes.

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[nextpage title=”Los primeros retablos” ]

Relieve de Lázaro pobre al que un perro le lame las llagas

LOS PRIMEROS RETABLOS

Casi nada queda del acomodo de la Malatería. A través de un inventario de bienes muebles de la capilla, fechado el 23 de marzo de 1795, sabemos que estuvo bien dotada, merced a la riqueza del monasterio de Corias, al que pertenecía. Están inventariados cuatro retablos, cálices, purificadores, misales, vinájeras, corporales, etc.

De los antiguos retablos de la Malatería conservamos una imagen y un relieve, ambos de hacia 1650. La imagen representa a una Inmaculada de estilo naturalista castellano y el relieve ejemplifica uno de los pasajes de La parábola del epulón y el pobre Lázaro. Ambas son de Pedro Sánchez de Agrela (San Pedro de Mor, Lugo, c. 1610 ‒ Cudillero, 1661), cabeza del «Primer Taller de Cangas del Narcea» cuyo estilo de madurez (influido por el naturalismo barroco castellano) se manifestó por primera vez en las imágenes del retablo mayor de la colegiata de Santa María Magdalena de la villa de Cangas del Narcea, que esculpió hacia 1643.

La ‘Inmaculada’ de estilo naturalista castellano

La Inmaculada, reaprovechada en el actual retablo, es una representación según el modelo naturalista de Gregorio Fernández (1576-1636): frontal, rígida, con las manos juntas en actitud de oración y con el manto de perfil acampanado. El rostro está configurado con los rasgos de su estilo de madurez: frente ancha y abombada, pómulos marcados y cuencas superciliares hundidas. El cabello se resuelve con mechones filamentosos de clara filiación naturalista. Los pliegues son rectos y profundos, característicos de Agrela imaginero. La policromía es de la época. Lleva la túnica blanca y el manto azul con el reborde dorado. La encarnación es mate, propia del naturalismo. Presenta desconchados en la policromía.

Por su parte, el relieve del Rico epulón y el pobre Lázaro pasó a la colección de doña Matilde Ferreiro Blanco. Agrela representó el momento principal de la parábola evangélica, cuando Lázaro junto al perro que le lame las úlceras está a la puerta de la casa de Epulón, donde se muestra una mesa con comida que no puede alcanzar. Al igual que en la imagen anterior se observan las características del estilo de madurez de Agrela.

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[nextpage title=”El retablo mayor” ]

EL RETABLO MAYOR

Retablo mayor de Retuertas

El actual retablo de Retuertas es de autor desconocido no pudiendo atribuirlo a ninguno de los escultores locales conocidos. Es una muestra de la producción del Taller de Corias del segundo cuarto del siglo XVIII. Está realizado en madera tallada, dorada y policromada; en él se representa a San Benito, San Lázaro, San Juan Bautista y la Inmaculada y los relieves de Lázaro pobre al que un perro le lame las llagas y el de El rico epulón sufre el fuego del infierno (evangelio según San Lucas, capítulo 16, versículos 19 al 31). Se estructura en banco, frontis tetrástilo, ático simple y remate apuntado. Los elementos estructurales son dos columnas salomónicas de vides y parras y dos estípites que enmarcan la hornacina central. Desde el punto de vista decorativo destaca la hojarasca entallada en los paneles del banco, los florones y las ramas de acantos en los laterales del ático.

San Lázaro

Todas las imágenes son coetáneas excepto la de la Inmaculada concepción. Para representar a San Benito, el maestro se inspiró en la imagen del monasterio de Corias: ataviado con la cogulla benedictina, con la mano izquierda levantada y con la diestra sujetando el báculo, exactamente en la misma disposición que el santo del monasterio. Para San Juan Bautista se valió del modelo reflexivo que otros artistas del Taller de Corias, como Manuel de Ron, emplearon en sus obras (retablo mayor de la capilla del palacio de los Flórez-Valdés de Carballo y en la imagen de la iglesia de San Salvador de Naraval) y que a su vez tomaron de la imagen titular del retablo mayor del monasterio. En el caso del titular, San Lázaro, lo representó harapiento, con las piernas varicosas y ulceradas.

San Benito y San Juan Bautista

Se insiste en los jirones del vestido y sobre todo en la deformación de sus piernas de caminante leproso. En todas estas imágenes domina una expresividad gestual y una ausencia de movimiento y realismo. De ahí que en San Juan Bautista se eche en falta la representación realista de un asceta. Se insiste bastante en el tratamiento duro a las facciones del rostro (entrecejo) y en los pliegues rectos, acanalados y poco profundos que tienden a quebrarse en la parte inferior. Los relieves que representan a Lázaro pobre al que un perro le lame las llagas y El rico epulón sufre el fuego del infierno encajan dentro de la producción popular del taller.

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[nextpage title=”Inventario de alhajas 1795″ ]

INVENTARIO DE ALHAJAS DEL 23 DE MARZO DE 1795

Finalmente, incluimos la trascripción del inventario de la alhajas de la capilla de Retuertas del año 1795 donde se hace una relación de todos sus bienes muebles que manifiestan la riqueza que, por entonces, tenía la Malatería (AHA: ante Juan Fernández Trabanco, caja 13.671, fols. 21-22).

«Dentro de la capilla del Glorioso San Lázaro, sita en este lugar de Retuertas, a veinte y tres días del ante dicho mes y año y en la que con asistencia de su merced y de la del expresado Domingo Álvarez, el insinuado Manuel Rodríguez Arnosa, en cumplimiento de lo prevenido en el auto antecedente, dio principio al inventario de los muebles y efectos correspondientes a dicho santuario en esta forma.

Primeramente, la dicha capilla cubierta de teja, cuya lactitud y anchura es de mucha consideración y en su frontera una campana pequeña con su lengua; y dentro de dicha capilla tres retablos con sus proporciones para celebrar; y otro retablo colocado sobre un cajón que incluye tres tiradores sin llave y pueden servir para recoger las sagradas vestiduras; unas andas o ataúd; una sabanilla pequeña también de madera en los otros dos altares y en el mayor y a su pie una campanilla con su cadena; dos mesicas de poca construcción y sin tirador alguno que sirven solamente para poner las vestiduras al revestirse el sacerdote; un taburete bastante ordinario; un cáliz de bastante tamaño, con su patena y cucharilla, todo de plata; unos purificadores con un pañito que indica haber sido de corporales en una caja pequeña de pino quebrada; unos corporales; quatro bolsas para ellos de colores distintos con su cubierta de seda; dos paños del cáliz, uno blanco y otro morado; una casulla del color anterior, morado de seda, con su cíngulo, alba, amito con su cinta morada, estola y manípulo, todo bastante decente; otra casulla de seda y ramos de diferentes colores casi nueva, con su alba, amito, cíngulo, estola y manípulo, todo decente; otra casulla también de seda de diferentes colores y aunque no tan vivos como la anterior, con su alba, manípulo y estola; otra casulla vieja color verde, con su alba, estola y manípulo; otra casulla vieja de requin con su estola y manípulo; cinco sábanas de altar todas de medio huso; dos paños de altar o aguamanil ya viejos; dos vinajeras de hojalata; otra de vidrio o cristal; dos misales, el uno casi nuevo y el otro más pequeño, de medio huso, cuyas alhajas se hallan dentro de una arca mediana ya algo vieja, con su llave y cerradura.

Yten, se pone por inventario la casa de dicha malatería confinante a la prenotada capilla, también cubierta de teja, con todas sus oficinas y dentro de ella una arca grande de hacer unas diez y ocho heminas, casi nueva, con su llave y cerradura; siete bancos de respaldo; una mesa grande sin tiradores bastante débil; otra arca grande también con su llave y cerradura, más que de medio huso; un banco ordinario viejo; una tarima con sus tablas a los lados; otra arca pequeña vieja estropeada, sin cerradura y dentro de ella una barra, una mandarria, una batidera, un cuña, todo de yerro; un pote viejo roto; un rastrillo y otra batidera de hierro; cinco pedazos de manta que indican haber sido mantas enteras; un Crucifijo con dos quadricos pequeños y dos conclusiones; otra arca vieja de hacer seis heminas, poco más o menos, con su llave y cerradura; un cofre viejo sin cerradura; un escaño viejo; unas glamueras; otra arca vieja de hacer ocho heminas, poco más o menos; otros dos cofres viejos sin cerraduras; otras glamueras ambas de hierro; otras dos arcas viejas, la una con cerradura y la otra sin ella; otra arquilla vieja también sin cerradura; una alcoba estropeada; otra arca vieja sin cerradura; un tablón que parece haver sido de banco de carpintería; otras dos tablas de bancos ordinarios de muy poco valor; dos puertas de rejado viejas con un pedazo de retablo en el salón de dicha casa dado de color.

Y en la cocina de dicho salón se advierte faltar por desvenar un pedazo de su cobertura y estar tanto está como el resto de dicha casa y oficinas con grave necesidad de reparo; un quezo de rueda, unas angarillas.

Yten, se pone por inventario una bodega con su lagar que bajo de un mismo techo o cubrición de teja tiene en este mismo lugar la prenotada malatería, aunque con sus dos puertas distintas llaves y cerraduras y dentro de ambas piezas tres tinas, la bocinera del lagar; tres cubas, una de once cuepas, otra de diez y otra de ocho; un cubético de seis cuepas muy estropeado y roto; una cañada de medir; una bacia; un embudo de hojalata, quatro povenos, quatro o cinco cachos de tablón viejos y apolillados. Y se anota que otro lagar se halla con su viga y pertrechos correspondientes para su completo huso.

Y finalmente, se pone por inventario quince llaves correspondientes a otras tantas cerraduras de la capilla, casa, oficinas, arcas, bodega y lagar, cuyos efectos inventariados dice el mismo Manuel Rodríguez Arnosa ser los únicos que tiene y pertenecen en el día a la expresada malatería sin que tenga noticia de otros. En todos los quales se dio por bien entregado el ante dicho Domingo Álvarez para tenerlos adeñó como confidente de los poderantes y de su quenta y riesgo; y al cumplimiento de todo, ambas partes, por lo que a cada una toca, constituye su persona y vienes, presentes y futuros, poderío de justicias, renunciación de todas leyes de su favor con la general del derecho y su prohibición. Así lo otorgaron y firmó el citado Manuel con su merced. Y por el expresado Domingo que dijo no saber, lo hace a su ruego uno de los testigos que lo son don Gabriel Méndez de Merníes, de Corias, y Antonio Fernández, de este lugar, a todos los quales conozco de que doy fee. Como de qué también se inventaría otra alcoba sita en una de las oficinas terrenas.

Josef Flórez de Sierra [rubricado].
Manuel Rodríguez [rubricado].
Como testigo y a ruego, Gabriel Méndez de Merníes [rubricado].
Ante my,
Juan Fernández Travanco [rubricado]».

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[nextpage title=”Fotografías” ]


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