Noticias de Historia de Cangas del Narcea.

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Historia de los escudos de las torres del palacio de los condes de Toreno

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Escudo de la torre norte del palacio de los condes de Toreno en Cangas del Narcea

El palacio de los condes de Toreno en el Mercáu, en Cangas del Narcea, no pasa inadvertido a nadie, y eso es por su ubicación y porque su arquitectura fue concebida para llamar la atención y mostrar a todos los que lo veían que allí vivía gente poderosa. Se comenzó a construir a fines del siglo XVII y se concluyó en 1701. Es un edificio de estilo barroco y su arquitecto fue el avilesino Juan García de la Barrera.

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Torre norte del palacio de los condes de Toreno en Cangas del Narcea

Paradójicamente, la grandeza del edificio contrasta con el estado de los dos grandes escudos de armas que hay en la fachada principal, colocados en lo más alto de las dos torres de la casa. Siempre me llamó la atención el estado penoso de esos escudos. ¿Por qué en una de las torres solo estaba el cerco del escudo con los soportes o animales imaginarios, pero faltaban las armas? ¿Tal vez nunca las habían colocado? Además, en las fotografías antiguas que conocemos del palacio (que pueden verse en esta web del Tous pa Tous) no aparece ninguno de los escudos de armas, y solo a partir de 1960 aparece uno en la torre norte. ¿Qué sucedió en realidad?

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El Mercáu dominado por el palacio de los condes de Toreno (sin escudos) y lleno de carromatos, hacia 1907. Fotografía de Eduardo Méndez Villamil. Col. Manuel García Feito.

Una carta del administrador de los bienes del conde de Toreno en Cangas del Narcea, Severiano Rodríguez-Peláez (1830 – 1905),  dirigida a Álvaro Queipo de Llano y Fernández de Córdoba, conde de Toreno, el 12 de diciembre de 1904, y que hemos encontrado recientemente en la Sección Nobleza del Archivo Histórico Nacional, en Toledo, nos aclara la mala fortuna de estos dos escudos:

“Esta [carta] principalmente tiene por objeto participarle la mala noticia de que esta noche, cosa de las dos, también se vino abajo la parte del escudo de la torre de la izquierda, entrando; por el mal estado que ya se observaba en él, no nos llamó la atención tanto como cuando ocurrió el de la otra torre que no presentaba ningún estado de ruina y que sucedió en 3 de marzo de 1887, según participé oportunamente a sus Señor padre y que hoy he vuelto a recordar reconociendo la correspondencia, y de cuyo suceso se enteró minuciosamente en los meses de verano del mismo año que pasó por aquí.

[Esta noche] No ocurrió, dada la hora, ninguna desgracia, pero parece milagroso que un bloque de piedra tan grande no hubiese causado desperfectos en el balcón y que no se hubiese hecho todo pedazos, siendo como era una piedra sumamente blanda, pues enterito lo recogimos hoy para casa y como no eran suficientes ocho personas para traerlo fue necesario preparar una yunta de vacas que lo arrastrasen”.

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Estado del escudo de la torre sur, cuyas armas cayeron en 1887

Ahora ya sabemos que pasó. Las torres tenían cada uno su escudo, pero por algún fallo en su colocación cayeron al suelo: uno, el de la torre sur, en 1887 (185 años después de colocarse) y el otro, el de la torre norte, en 1904 (202 años después de concluirse el palacio). Si hubieran estado embutidos en el muro, como es habitual en muchos de estos escudos, hoy seguirían ahí, pero el arquitecto siguiendo el gusto de la heráldica barroca quiso destacarlos, haciendo que sobresaliesen del muro, para darles más aparatosidad y volumen, y esa fue la causa de su perdición.

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Cuarteles del escudo de armas de la torre norte

El escudo que cayó en 1887 debió hacerse añicos y desconocemos las armas que tendría; solo se conservan los soportes, que son dos leones rampantes, las guarniciones y los timbres, con la corona y el extremo superior de la cruz de la orden militar de Santiago a la que pertenecieron los dos primeros condes de Toreno.

El otro escudo se conservó en el patio del palacio hasta que volvió a ponerse en su sitio hacia 1960, cuando el edificio ya era sede del Ayuntamiento de Cangas del Narcea. El escudo está roto por un lado, como consecuencia de aquella caída, y en él hay cuatro cuarteles que pertenecen a los apellidos de los condes de Toreno que remataron la construcción de este palacio, que fueron: Fernando Queipo de Llano y Valdés y Emilia de Doriga y Malleza.

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Dibujo de escudo con las armas de los Queipo de Llano y los Valdés, hacia 1700

El matrimonio de Fernando fue muy ventajoso para los Toreno, porque doña Emilia era la mayorazga de la casa de Malleza, y con esa unión la familia aumentó considerablemente sus propiedades en el concejo de Salas y en Oviedo, incorporando además al mayorazgo de los Toreno los palacios de La Granja, en Malleza (Salas), y el de la plaza de Porlier en Oviedo.

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Dibujo del escudo de armas de la casa de Malleza, hacia 1700

Los cuatro cuarteles del escudo son los siguientes: a la derecha están los del marido, arriba, Queipo de Llano y abajo, Valdés, y a la izquierda los de la esposa: arriba, Malleza y abajo, Doriga. En el cuartel de los Malleza estaba labrado el lema de la casa, que aún se conserva en parte: VIRTUS ET FORTITUDO VERE NOBILITAS EST (virtud y fortaleza, es la nobleza verdadera). En el timbre luce la corona condal y las armas están sostenidas por dos leones rampantes, todo entre un mar de follaje y hojarasca típico del gusto barroco.

¿Quién pudo ser el escultor que labró estos monumentales escudos? Según Pelayo Fernández, el estilo que tienen es propio del Taller de Corias, ya que muestran hojas de acanto cartilaginosas recorridas por cuentas de perlas y remates en forma de flor. Estos motivos son habituales en los primeros retablos del Taller de Corias hasta 1710, cuando se sustituyen por otros motivos florales, y aparecen en ese periodo en todos los retablos de este Taller (las capillas de la nave de la iglesia del monasterio de Courias, L.lumés, Xinestosu, L.larón, Larna, etc.). En cuanto al autor, no hay duda que es Antonio López de la Moneda, natural de Zanfoga (Lugo) y vecino de Corias desde 1677 hasta su muerte en 1724, o Manuel de Ron y Llano (Pixán, h. 1645 – Cangas del Narcea, 1732). El primer maestro vino a trabajar en el retablo mayor del monasterio de Corias en 1677 y, una vez terminado, viendo las posibilidades del mercado, se asentó definitivamente en Corias donde formó escuela e hizo más de 25 retablos. En cuanto a Manuel de Ron, es contemporáneo del anterior y además sabemos que labró un escudo para la iglesia de San Félix de Mirallo (Tineo).

En el palacio de los condes de Toreno, en la fachada sur que mira al parque, hay otros dos escudos de armas que proceden de la casa antigua de los condes, que estaba en el mismo Mercáu y que fue derribada para construir el actual palacio; pero esos escudos son otra historia.

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La casa de los Llano: El último palacio que se construyó en Cangas del Narcea

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Palacio de los Llano en la calle de La Fuente, hacia 1910.

La casa es siempre un reflejo de sus moradores. Su forma, tamaño, construcción, decoración y distribución interior son un reflejo de las personas que viven dentro, de su riqueza, de sus ideas, de su higiene o de su cultura.

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Casas que había en 1771 y que se derribaron para construir el palacio de los Llano en 1780-1785.

En la Edad Moderna el palacio era la casa de las familias más poderosas. En Cangas del Narcea estaban los palacios del conde de Toreno en la villa y en La Muriella, el del conde de Peñalba, el de Omaña, los de los Sierra en Llamas del Mouro y Xarcelei, los de Ardaliz y San Pedro de Árbas, etc. Todas estas construcciones, edificadas entre el siglo XVI y la primera mitad del siglo XVIII, tienen en común la presencia en su fachada de una o dos torres, para rememorar las viejas torres medievales que eran las viviendas de los señores en la Edad Media, que es la época a la que se remonta el origen de todos estos linajes.

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Palacio de los Llano en 1884.

A partir del siglo XVIII, este modelo de palacio con torre pasa completamente de moda y es sustituido por una arquitectura nueva, más funcional y diáfana, de diseño cúbico y con grandes aleros en voladizo, cuyos criterios estéticos acabarán siendo impuestos por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, fundada en Madrid, en 1752, que a partir de esta fecha supervisará los proyectos arquitectónicos que se llevaron a cabo en España. Es el llamado academicismo y a este estilo arquitectónico pertenece el último palacio que se construyó en Cangas del Narcea: el de los Llano, levantado en la calle de La Fuente entre 1780 y 1785.

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Palacio de los Llano en 1925.

Esta monumental casa es un bloque rectangular que tiene planta baja y dos pisos. El piso primero se abre a la calle con balcones redondeados y rejas de hierro forjado, y el último, mediante ventanas y balcones a paño con el muro. Todos los huecos de la fachada son iguales y agrupados en rigurosa simetría: tres huecos en centro y otros, más apartados, hacia las esquinas, en un ritmo así: b-aaa-b. En cambio, debido al violento cambio de rasante de la calle de La Fuente, no se pudo mantener la estructura tripartita de puertas, abriendo solo dos: la central y la del lado izquierdo.

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Fachada del palacio de los Llano a la calle Burgos.

En la fachada sur, que da a la calle Burgos, el piso superior tiene un gran corredor. La casa carece de torres, pero en el centro de su fachada principal, encima del balcón central, luce el escudo de armas de la familia, labrado en piedra de gran calidad, con las armas de Castrillón o Villamil, y Valdés-Flórez.

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Fachada del palacio de los Llano a la calle de la Fuente.

Desde su fachada principal, la casa tenía unas magnificas vistas sobre el río Narcea y el valle de Cangas, que hoy ha perdido por la construcción de nuevos edificios.

Los Llano son un linaje muy antiguo en Cangas del Narcea, que tenía su casa en el barrio de Ambasaguas. Su viejo palacio, con una torre, todavía se conserva en un estado ruinoso, detrás de la iglesia de ese barrio, y el escudo que había en su fachada está desde 1955 en el hotel Truita, en la fachada que mira a la calle Diz Tirado.

En la segunda mitad del siglo XVIII, el mayorazgo de esta familia, Antonio de Llano Flórez, se casó con Catalina Villamil y Ron Álvarez de Castrillón y Casariego, natural de San Juan de Prendonés (concejo de El Franco), y esta unión cambió el destino de la familia Llano.

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Escudo con las armas de Llano y Flórez de la casa de los Llano de Ambasaguas, hoy en el hotel Truita.

Catalina heredó en 1770 una considerable fortuna de su tío materno Blas Sarmiento Castrillón y Casariego, con la que esta familia construyó su casa principal en la villa de Cangas, dejando en un segundo lugar la vieja casa de Ambasaguas, que era donde había vivido hasta entonces.

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Escudo de la casa de los Llano en la calle de la Fuente, según Armando Graña.

Blas Sarmiento  era natural del lugar de Mourio, en San Juan de Prendonés (El Franco), hijo de Blas López Casariego Castrillón y María Álvarez Castrillón, y de joven se había marchado a América (o a Indias, como entonces se decía). En México se casó con María Manuela Sarmiento Sánchez de Milla, heredera en esa tierra del mayorazgo fundado en 1586 por el capitán Juan Sarmiento y su mujer Isabel Vélez Raicón, de la que tomó el apellido. Tuvieron un hijo, pero tanto la esposa como el vástago murieron, quedando viudo y sin herederos forzosos. Blas Sarmiento era alguacil mayor del Santo Oficio de la Inquisición, que era un cargo honorífico reservado para miembros de la nobleza. De México se trasladó a Manila, capital de Filipinas, donde falleció en 1770. Las herederas de su fortuna fueron su hermana Tomasa Álvarez Castrillón de Casariego y su sobrina Catalina Villamil. También dejó dinero para reparar la iglesia de su pueblo natal, comprar alhajas de plata (lámpara, incensario, vinajera) y una custodia de oro para la misma iglesia, y fundar y mantener una escuela de gramática en San Juan de Prendonés. En 1817, José Alfonso Argüelles, vecino de Cangas del Narcea, calculaba que el dinero que había recibido Catalina Villamil de su tío «llegará a catorce mil ducados o algo más», o sea, a la abultada cifra de unos 154.000 reales.

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Escudo en la fachada del palacio de los Llano.

Con esta fortuna Antonio de Llano y Catalina Villamil compraron a la casa de Ardaliz las viviendas que había en el solar donde se erige el palacio. Se halla junto al antiguo Hospital (fundado en el siglo XVI), circunstancia que aprovecharon los Llano para abrir una tribuna a la capilla del hospital, que aún se conserva. Es muy probable que el proyecto de este palacio lo hiciese el arquitecto Manuel González Reguera (Candás, 1731 – Oviedo, 1798), el mejor arquitecto de su tiempo y el más destacado representante del academicismo en Asturias. Este arquitecto estuvo en Cangas por aquellos años, trabajando para el conde de Toreno y para la casa de Miramontes, y es casi seguro que Antonio de Llano Flórez también recurriera a él, un arquitecto de gran prestigio, cuando hacia 1780 decidió levantar un palacio para su renovado linaje.

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Balcón del palacio de los Llano.

Además, ciertos detalles arquitectónicos del edificio (como las molduras de las repisas de los balcones y la limpieza de líneas de la fachada a la calle de la Fuente) así parecen indicarlo.

Este fue el último palacio que se construyó en la villa de Cangas del Narcea. En el siglo XIX, sobre todo en su segunda mitad, se seguirán construyendo grandes casas para una sola familia, pero tanto sus promotores como el modelo de casa serán muy diferentes. El mejor ejemplo de esta nueva sociedad y arquitectura era la desaparecida casa de don Eleuterio García Cuesta o casa de María Angustias, levantada en 1889 en la calle Mayor.

Cuevas en Cangas del Narcea, 2. Descripción de la cueva de Sequeras en Xedré (1785), por el conde de Toreno

Retrato de Joaquín José Queipo de LLano y Valdés Quiñones, V Conde de Toreno (Cangas de Tineo, 1727-1805). Autor: Vicente Arbiol y Rodríguez

En 1785 se publicaron en Madrid, en la famosa imprenta de Joaquín Ibarra, los Discursos pronunciados en la Real Sociedad de Oviedo en los años de 1781 y 1783* por el conde de Toreno, en el que daba noticias de las minas y canteras de diversos minerales que el conde había localizado en Asturias. Este conde era el quinto de su título, se llamaba Joaquín José Queipo de Llano (1728-1805), y será el último de este linaje que nació, vivió y murió en Cangas del Narcea; está enterrado en la iglesia parroquial. Fue un hombre muy activo y con variados intereses, que perteneció a ese movimiento que se conoce como la Ilustración, que pretendió traer la luz y el conocimiento científico al pueblo. Amigo del conde de Campomanes y de Jovellanos, participó en la creación en 1780 de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Asturias.

Detalle de la hoja 100 del mapa 1:50000 del Instituto Geográfico y Catastral de 1951 en el que aparece el Monte de Sequeras, donde se encuentra la cueva del mismo nombre.

Se dedicó a escribir poemas y sobre todo a recorrer Asturias en busca de minerales que pudiesen explotarse para aumentar la riqueza de la región. El conde de Toreno fue un precursor de las ciencias naturales y de los estudios mineralógicos, en una época en la que aun se hallaban bastante atrasados en España, así como un promotor de las explotaciones mineras. Durante algún tiempo intentó explotar las canteras de mármol blanco de Rengos, localizadas en Moncóu y El Pueblu de Rengos, y proyectó con la ayuda del arquitecto Manuel Reguera González una carretera que saliese a Castilla desde Xedré y Monasteriu d’Ermu por el puerto de la Veiga del Palo, para trasladar el mármol a Madrid. Sin embargo, todo fracasó.

Valle del río Narcea desde el pueblo de Xedré; en la ladera de la derecha, al fondo, está el monte de Sequeras.

En esos Discursos*, en la página 27, en un capítulo dedicado al concejo de Cangas de Tineo y a las canteras de «mármoles diferentes» que había hallado en él, se incluye la descripción de la cueva de Sequeras, que está en términos de la parroquia de Xedré. El conde entró en esta cueva y la recorrió durante tres horas. Es probable que después de su visita entrase más gente, pero lo que sí es seguro es que nadie, después de este conde curioso y enamorado de su tierra, escribió lo que vio allí dentro. Han pasado más de doscientos años y su descripción es la única que tenemos de esta «famosa cueva»:

DESCRIPCIÓN DE LA FAMOSA CUEVA DE SEQUERAS
por el conde de Toreno

En la parroquia de Santa María de Xedrez se halla la prodigiosa cueva de Sequeras, muy particular por su extrañeza. Está situada al poniente, en la cumbre de los montes de dicho lugar y paraje de su nombre. Su entrada mira al oriente, que se reduce a un agujero grande a manera de puerta, y entrando por ésta, bajando como 4 pasos, se comienza a subir por una especie de escalera muy ancha, que forman las mismas peñas, siendo necesario asirse siempre de unos grandes pilastrones que sirven de pasamanos. Luego que se suben 300 pasos sigue derecha la cueva como otros 300, poco más o menos.

Pasado este tramo, se llega a un hueco de bastante extensión y mucha altura, y aquí parece que se acabó la cueva; pero se observa que a un lado de la habitación (llamémosla así) hay en la superficie una especie de ventana larga y estrecha, y entrando por ella, a 30 pasos en el mismo tramo, se encuentra otra cueva redonda, que vulgarmente llaman El Pozo, aunque carece de agua en todo tiempo. Para seguir adelante se necesitan fijar unas vigas largas, que alcancen de parte a parte las peñas, y se pasa por encima de ellas. Descendiendo después a lo profundo del pozo por otro conducto bastante trabajoso, se halla otra puerta, que dando vuelta a mano izquierda, y siguiendo por ella, se camina por un trecho de 60 pasos, que dirige a otra habitación redonda cuya cubierta asimila a la de una media naranja, siendo su altura de 20 varas.

Tanto el techo, o cubierta, como su piso son de especial solidez y blancura; y de la misma materia se ven en ellos diferentes figuras, y lo mismo en su circunferencia, originadas de las aguas que filtran las peñas superiores en todos tiempos, que recibidas sobre un terreno arenisco se vitrifican y cristalizan con la mucha frialdad que hay en la cueva, percibiéndose en esta estancia con mayores grados el frío, que en los demás parajes de ella. Los particulares y grabados dibujos que forman y fomentan aquella agua que se cristaliza, ofrecen a la vista un espectáculo agradable. Se ven pirámides de todos tamaños muy perfectos, representando su techo hermosos pabellones fabricados por la misma naturaleza. El suelo, en medio de la desigualdad que padece, causa admiración el verle por la brillantez de sus extraordinarias vitrificaciones, las que por sus configuraciones diversas serían muy dignas del Real Gabinete de Historia Natural de nuestro monarca, si pudieran sacarse sin romperse.

No tiene la cueva más salida ni respiradero que el de su entrada, por cuya razón es muy oscura, y se necesita llevar porción de luces para reconocerla, porque si estas faltasen, sería imposible que ninguno acertase a salir de ella. El reflejo de las mismas luces, que reverbera en las cristalizaciones, representa un hermoso natural teatro con el que los artificiales no tienen cotejo.

Por último, hemos estado tres horas reconociéndola menudamente, no habiéndonos atrevido a registrar más espacios de ella, porque para escudriñar todas sus concavidades y senos se necesitarían días; pues se afirma por tradición de los naturales, que un hombre que penetró en su interior aseguró después que había salido por otro boquerón distante más de 2 leguas de la entrada primera; y es verosimil, que si profundase esta cueva, se hallase en su centro el alabastro florido por lo que denotan sus señales.

 

*Descarga los discursos del Conde Toreno:

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Escuelas y maestros en el concejo de Cangas del Narcea en 1935 y 1936

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Foto y firma de Teresa Rodríguez en el carnet de identidad de inspectora de 1ª enseñanza, 1935. Col. de Luis M. Rodríguez Sánchez.

Hoy publicamos en el Tous pa Tous un texto excepcional. Se trata de las notas que escribió Teresa Rodríguez Álvarez, inspectora de primera enseñanza, en sus visitas a las escuelas del concejo de Cangas del Narcea en 1935 y 1936. Estas notas están escritas en una pequeña libreta que nos ha facilitado su sobrino Luis Miguel Rodríguez Sánchez.

Teresa era la primogénita del matrimonio formado por los maestros Gabino Rodríguez, de Besullo, y Faustina Álvarez, natural de León, y hermana de Alejandro Casona. Nació en 1900 en el pueblo de Canales (León), donde su familia tenía una casa. En su infancia y juventud vivió en diferentes lugares de León, Asturias y Murcia, acompañando a sus padres. Estudió magisterio, como el resto de sus cuatro hermanos (Alejandro, Matutina, José y Jovita), y el 6 de junio de 1932 ingresó en el cuerpo de inspectores de primera enseñanza.  Después de la Guerra Civil dejó de trabajar y se trasladó con su marido, el médico Florentino Hurlé Morán, a Pontevedra, donde falleció en 1966.

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Teresa Rodríguez con su marido y su padre en Pontevedra, 1942. Col. de Luis M. Rodríguez Sánchez.

Nuestra inspectora perteneció al colectivo de nuevos inspectores de enseñanza formado por la República Española, que tenía como objetivo primordial renovar el sistema educativo y auxiliar a los maestros en su tarea pedagógica. Hasta entonces la inspección era sobre todo un trabajo burocrático, a partir de ahora se hará visitando a menudo las escuelas para conocer la auténtica realidad de las aulas y asesorar a los maestros. El ideario republicano era una educación gratuita, laica y de carácter activo y creador.

Teresa era una profesional exigente y observadora. Recorrió el concejo de Cangas del Narcea en los meses de mayo y junio de 1935, y en los de enero y mayo de 1936. Iba a caballo. Las anotaciones que escribe de cada escuela son breves, pero muy ilustrativas para conocer la situación de la enseñanza en el concejo en aquellos años de la II República Española. En total visitó 67 escuelas o “locales provisionales” donde se impartían clases.

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Libreta de notas de Teresa Rodríguez

Una buena parte de estas escuelas se había construido durante la Dictadura de Primo de Rivera y la República. Diez años antes, Luis Bello, en las crónicas de su viaje por las escuelas de Asturias que publica en el diario El Sol, mencionaba que el concejo «no llega a tener cuarenta escuelas». En 1935, la existencia de un edificio destinado a este cometido y la presencia de un maestro con titulación era una novedad muy reciente en muchos pueblos. Teresa acude a algunos pueblos a conocer el solar donde se va a construir la escuela y a reconocer los «locales provisionales» que se emplean como aulas, que normalmente eran salas o desvanes de casas particulares.

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Planta del piso del proyecto de escuela para Limés del arquitecto Leopoldo Corugedo, diciembre de 1922, que nunca llegó a realizarse.

La mayoría de las escuelas eran unitarias, es decir, en una misma aula convivían niños y niñas de diferentes edades. En unos pocos pueblos había dos maestros y dos aulas, una para las niñas y otra para los niños, como sucedía en Bimeda, Naviego, San Julián de Arbas, Limés, Llano o Tebongo. La única escuela que agrupaba a los alumnos en grados era la de la villa de Cangas del Narcea, que ocupaba un edificio terminado de construir hacia 1877 y que en 1935 era insuficiente para albergar a tanto escolar como había.

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Planta baja del proyecto de escuela para Limés del arquitecto Leopoldo Corugedo, diciembre de 1922, que nunca llegó a realizarse.

Sin embargo, a pesar del avance de la instrucción pública, en 1935 el estado de muchos de los espacios donde se impartía la enseñanza era lamentable y la dotación de material escolar insuficiente. Por ejemplo, sobre la escuela de Llamas del Mouro, que visita el 1 de julio de 1935, escribe: “La escuela es malísima, húmeda, baja de techo, poca luz, faltan mesas, encerados, mapas, armario. Libros pocos y malos. […]. No hay libros de lectura”, y de la de Villaláez, que visita el 6 mayo de 1936, dice: “Escuela malísima, material infame. No hay mesas ni encerados, ni armario, ni nada. Únicamente algunos libros”.

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Fachada principal del proyecto de escuela para Limés del arquitecto Leopoldo Corugedo, diciembre de 1922, que nunca llegó a realizarse.

Con todo, el principal problema de la instrucción en Cangas del Narcea era la bajísima asistencia de los escolares a las aulas. Uno de los datos que siempre anota Teresa es el número de matriculados en la escuela y el número de alumnos que están presentes en el momento que ella realiza la inspección. La situación es desmoralizante. En Agüera de Castanedo escribe el 11 de mayo de 1936: «Matrícula 45. Término medio de asistencia 14. Hay muy poca asistencia, presentes hoy 7 y eso porque saben que yo vengo». La causa de estas ausencias la señala ella misma el 7 de mayo de 1935 en la escuela de Linares del Acebo, donde anota: «He podido apreciar lo siguiente: de los 28 niños matriculados solo hay presentes en el momento de la visita 8, siendo la asistencia ordinariamente muy irregular por dedicar a los niños al trabajo del campo y a cuidar el ganado». El problema se agudiza en julio, mes de la hierba; el 1 de julio visita Jarceley, donde hay 40 matriculados, y ese día «no hay ningún niño, están dedicados a las faenas del campo», y lo mismo sucede al día siguiente en la escuela de El Pládano. Por eso, en sus visitas, insta a los maestros a que fomenten la asistencia de sus alumnos a la escuela.

En las escuelas los maestros no eran todos iguales. Había maestros propietarios y maestros interinos, había mujeres y hombres. Unos empleaban métodos de enseñanza modernos y otros estaban anticuados para el modelo de enseñanza que propugnaba Teresa. Algunos maestros estaban muy comprometidos con la instrucción pública que propiciaba el Gobierno de la República. Teresa Rodríguez nos da los nombres de todos ellos. En total menciona a 72 enseñantes, de los cuales 46 son maestros y 26 maestras.

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Carnet de identidad de inspectora de 1ª enseñanza de 1935, libreta de notas y tarjeta de visita de Teresa Rodríguez Álvarez. Col. de Luis M. Rodríguez Sánchez.

Las notas de su libreta terminan el 1 de julio de 1936. Comenzaban las vacaciones de verano. El curso siguiente iba a ser muy diferente, porque el 18 de julio todo aquel universo escolar iba a estallar por los aires, y con el golpe de estado del general Franco aquel sistema educativo desaparecerá. También desaparecerán muchos de aquellos maestros que visitó Teresa Rodríguez. Gracias al libro de Leonardo Borque López, La represión violenta contra los maestros republicanos en Asturias (Oviedo, KRK Ed., 2010) y a otras informaciones, sabemos el triste destino de algunos de ellos. Celso García Rodríguez (natural de Sotrondio), maestro de Llamas del Mouro en 1935; Ceferino Farfante Rodríguez (natural de Besullo), primo de Teresa, maestro en Cangas en 1936 y Vicente Bosqued, maestro de Bergame en ese mismo año, fueron ejecutados por los franquistas. Juan Almeida Rabal, maestro de Carceda, de ideas conservadoras, fue asesinado en Porley en 1937. Manuel Pérez Rodríguez, maestro de Tebongo, fue condenado a 20 años de cárcel por sus ideas republicanas y murió en el penal del Dueso. Bernardino González García (natural de Viveiro, Lugo), maestro de Carballedo en 1935 y de la escuela de Cangas en 1936, fue condenado a pena de muerte, que le fue conmutada. María Dolores González, maestra de El Pládano; José Granell (natural de Rocafort, Valencia), maestro de Gedrez en 1935 y de Cibuyo en 1936, y otros muchos más fueron inhabilitados durante algún tiempo para el ejercicio de la enseñanza por ser maestros de la República. Celso López Rodríguez, maestro de Limés en 1935 y de Araniego en 1936, marchó en 1937 para Rusia acompañando a un grupo de «niños de la guerra».

El paso del tiempo ha convertido aquella pequeña libreta de notas de Teresa Rodríguez en  testigo de una etapa muy importante en la promoción y difusión de la instrucción pública en el concejo de Cangas del Narcea.

[Sigue en página 2]

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Cuevas en Cangas del Narcea, 1. El descubrimiento de una cueva en L.larón / Larón en 1786

A Manolín de casa El Xastre de La Viliel.la y a José de casa Montero de L.larón, los dos emigrantes en Madrid, para que investiguen sobre esta cueva.

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Detalle de la hoja 100 del mapa 1:50000 del Instituto Geográfico y Catastral de 1951 en el que aparece el ‘Camino de la Vega de la Casa’ que unía el pueblo de Larón con su braña.

El concejo de Cangas del Narcea tiene un patrimonio natural muy rico, que en muchos casos sigue siendo un desconocido para vecinos y forasteros. Si esto sucede con parajes que están en la superficie, qué diremos de los que se esconden en las profundidades de la tierra. Nunca se ha favorecido la visita a las cuevas de Sequeras, situada en terrenos de Xedré, y Campoaviao, en el Pueblo de Rengos, descritas en 1785 y 1928, respectivamente. En 1928, el médico Florentino Molás Basanta ya se lamentaba en un artículo dedicado a la cueva de Campoaviao, que «si Cangas constituyese parte de algún Estado extranjero […] las grutas de Sequeras y Campoaviao eran conocidas de todos y por todos admiradas. Con mucho menos motivo he visto en Suiza anunciar en todos los hoteles y estaciones de ferrocarril: picos, desfiladeros, vertientes, que a cualquiera que haya recorrido este concejo le defraudan y se da uno cuenta de que en el turismo, la palanca principal está en una buena y bien llevada propaganda» (La Maniega, nº 17, diciembre de 1928, pág. 6).

En el Tous pa Tous vamos a refrescar la memoria de los cangueses volviendo a publicar las descripciones de estas dos cuevas, que escribieron personas que penetraron en ellas y las exploraron. Vamos a iniciar esta serie dedicada a las cuevas canguesas con una gruta más desconocida, situada en términos del pueblo de L.larón / Larón, y que es probable que haya desaparecido con la explotación de la cantera de este lugar que se llevó a cabo en la segunda mitad del siglo XX. Las tres cuevas mencionadas están muy próximas y en la misma área geológica, dominada por las calizas cámbricas o mármol blanco de Rengos.

*          *          *

El 1 de agosto de 1786 se publicaba en la Gaceta de Madrid, en las páginas 502 y 503, una noticia que daba cuenta del descubrimiento de una cueva en términos del pueblo de Larón (Cangas del Narcea), en el «paraje llamado la Vega de la Casa» que está junto al camino que conduce a la braña de este pueblo.

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Fachada principal de La Casita de El Príncipe, en el Real Sitio de El Pardo, Madrid.

La cueva apareció cuando se explotaba una cantera de mármol con destino a un pabellón que los Príncipes de Asturias, los futuros reyes Carlos IV y María Luisa de Parma, estaban construyendo en el Real Sitio de El Pardo, en la provincia de Madrid. El proyecto era del arquitecto Juan de Villanueva. La obra se inició en 1784 y concluyó en 1788, y es la conocida como Casita del Príncipe.

Detrás del empleo de materiales procedentes del concejo de Cangas del Narcea para obras propiciadas por la casa real estaba el conde de Toreno, Joaquín José Queipo de Llano (1728 – 1805), que desde años atrás estaba empeñado en descubrir las riquezas minerales de Asturias y en darlas a conocer en Madrid, para que su explotación se convirtiera en un medio de riqueza para los habitantes de esta tierra. Las minas y canteras que localizó durante muchos años de trabajo y esfuerzo las publicó en sus Discursos pronunciados en la Real Sociedad de Oviedo en los años de 1781 y 1783 (Madrid, 1785)*.

La cueva que apareció en la cantera de Larón tenía 22 metros de largo y 10 de ancho, y su altura era de cuatro metros y en algunos trechos de hasta más de seis metros. Lo que impresionó a sus descubridores y al conde de Toreno no fue su tamaño, sino sus materiales, sus cristalizaciones, sus extraños dibujos… pero, lo mejor, es que los lectores de la web del Tous pa Tous conozcan por el mismo conde de Toreno lo que él vio en esa cueva aquel martes 11 de julio de 1786:

Cangas de Tineo, en Asturias, 15 de julio de 1786

El Conde de Toreno, Alférez mayor de este Principado, ha hecho la siguiente descripción de una cueva descubierta el 11 del corriente rompiendo una cantera de mármol blanco (de la cual se está sacando el necesario para adornos de la casa que el Príncipe nuestro Señor ha mandado construir en el Real Sitio del Pardo) y sita en términos del lugar de Larón, en el paraje llamado la Vega de la Casa, en este concejo.

«Tiene esta cueva 78 pies [22 m] de largo y 37 [10 m] de ancho, siendo muy sólido y llano el pavimento. De este a la bóveda (semejante a una media naranja) habrá a trechos hasta 5 varas [4 m], y en otros más de 7 [6 m]. Rodéanla 11 columnas o pilares como de cristal, que forman un medio círculo, las cuales separadas entre sí a algunas distancias, y a 3 pies [83 cm] de las paredes, sostienen el techo, como si se hubiesen colocado artificialmente. Su materia es agua congelada. Estas cristalizaciones figuran diferentes y extraños dibujos tan petrificados y duros que admiten pulimento. La media naranja, que sirve de cubierta, iguala en blancura a la nieve, dividiéndose en diversos rollos o pelotones a manera de nubes que parecen espuma o nata de leche. Las paredes y toda la circunferencia son de mármol blanco finísimo; y habiendo quedado muy clara la gruta con la luz que la entra por el boquerón, representa una sala teatral de hermosa y agradable perspectiva. Podrían pulimentarse muchos trozos así de la cubierta como de los pilares. Llegando al fin de la cueva se halla cerrada por todas partes con la misma cantera de mármol, la cual es abundantísima y casi inagotable.»

 

*Descarga los discursos del Conde Toreno:

El Centro de Cultura y Recreo de Besullo, 1935-1936

Acta de la primera junta general del ‘Centro de Cultura y Recreo’ de Besullo, celebrada el 4 de noviembre de 1935

En noviembre de 1935 se fundaba en Besullo el “Centro de Cultura y Recreo”, con el fin de propagar la cultura y establecer “un local de recreo para estrechar los lazos de amistad y confraternidad entre sus miembros”. Sus principales herramientas de cultura eran una biblioteca circulante, cuyos libros podían sacar lo socios, y un gramófono para escuchar música. El local estaba en un bajo de Casa Tomás, hoy Casa Virtudes, en el barrio de Morteiros. Funcionó solo nueves meses, hasta el inicio de la Guerra Civil en julio de 1936, pero su existencia dejó huella para toda la vida entre los que eran jóvenes en aquel tiempo. A Manuel Álvarez Faidiel, “Lulo Benino”, le oímos muchas veces y muchos años después, referirse a este Centro, del que hablaba con orgullo y satisfacción.

Los promotores del Centro fueron Florentino Hurlé Morán, Manuel Rodríguez Álvarez y Manuel Álvarez Real. El primero era médico, natural de Oviedo, y fue destinado a Besullo, donde se casó con Teresa Rodríguez Álvarez, la hermana mayor de Alejandro Casona, que era maestra y desde 1932 inspectora de primera enseñanza.

La primera y última Junta Directiva del Centro se constituyó el 4 de noviembre de 1935 y estaba formada por las siguientes personas:

Florentino Hurlé Morán, presidente del ‘Centro de Cultura y Recreo’ de Besullo, hacia 1940. Colección de Luis M. Rodríguez Sánchez.

Presidente: Florentino Hurlé Morán.

Vicepresidente: Manuel Álvarez Faidiel [de Casa Benino, de Besullo].
Secretario: Manuel Álvarez Real [de L’Andulina, de Besullo].
Vicesecretario: Francisco Muñoz Pérez.
Tesorero: Manuel Álvarez Rodríguez.
Vicetesorero: Antonio González.
Vocales: Manuel Rodríguez Álvarez, Antonio Rodríguez Castellano, Isidoro Álvarez Rodríguez [Isidro, de Casa Toreno, de L’Otriel.lo], Félix de Llano Fuentes [de Casa El Chano, de Besullo), Amador Díaz [de Casa Higinio, de Besullo] y Servando Álvarez Álvarez [de Casa Pedro García, de Besullo].

En esta primera asamblea del Centro, que empezó a las nueve de la noche y terminó a las once, el presidente, en nombre de la Directiva y recogiendo el sentir de los socios, pronunció unas palabras “sobre los fines culturales y recreativos del Centro y el cariño con que la Directiva acogerá cuantas medidas puedan redundar en beneficio de la cultura de los socios, de las familias y del pueblo en general”.

Bisuyu / Besullo, agosto de 1927. Fotografía de Fritz Krüger. Colección: Museo del Pueblo de Asturias

La organización de este Centro de Cultura fue, sin lugar a dudas, una consecuencia de varias causas: el desarrollo de la educación en este pueblo, donde desde comienzos del siglo XX había una escuela pública y otra protestante; el papel de la familia Rodriguez Álvarez, con Alejandro Casona como su miembro más conocido, y el paso de las Misiones Pedagógicas por la parroquia de Besullo, en los meses de agosto de 1932, 1933 y 1934. Las Misiones Pedagógicas fue una institución fundada en 1931 por el Gobierno de la II República Española para difundir la cultura general y la educación en la población rural; dependía del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes. En Besullo, el primer año hubo actividades de cine, biblioteca y música; el segundo, de teatro y coro, cine y música, y el último, de cine y música. El promotor de estas Misiones en Besullo fue Alejandro Casona, que era vocal del Patronato de esta institución y responsable del grupo de teatro. En la organización de las Misiones llevadas a cabo en Besullo y pueblos próximos (El Pumar, Eirrondo, L’Otriel.lo, Las Montañas, etc.) participaron directamente el padre y varias hermanos de Alejandro Casona: Teresa, José y Matutina, así como los maestros José Fernández y José Llanas y el médico Florentino Hurlé, que promoverá en 1935 la creación del Centro de Cultura.

En el Archivo Histórico de Asturias (Fondo Gobierno Civil) se conserva el Reglamento del “Centro de Cultura y Recreo” de Besullo, que presentó la comisión organizadora el 26 de octubre de 1935 en el Gobierno Civil para su aprobación, así como una copia del acta de la primera junta general, que publicamos a continuación en su integridad.

Memorias de un cangués, de Mario Gómez y Gómez

Mario Gómez Gómez en Barcelona, 1909.

En 1915, cuando tenía 43 años y residía en la ciudad de Vigo, donde era director del Hospital Militar, Mario Gómez Gómez (Cangas del Narcea, 1872-1932) comienza a escribir sus recuerdos de Cangas del Narcea, que como otros de sus escritos nunca llegó a terminar ni a publicar.

Las memorias de Mario Gómez no son unas memorias íntimas ni familiares, sino unos recuerdos de la vida colectiva de Cangas del Narcea. Abarcan solamente el tiempo de su primera infancia, y esos primeros recuerdos le sirven de excusa para escribir sobre la sociedad canguesa de aquellos años del siglo XIX.

De este modo, cuando escribe sobre el incendio de la casa de Jiménez, que sucedió siendo él un niño, acaba contándonos la historia del comercio en la villa de Cangas del Narcea; cuando recuerda la parada de carruajes y recuas en la plaza de la Refierta (hoy, plaza de Mario Gómez), donde él nació y vivió, aprovecha para describir la arriería de los vecinos del Puerto de Leitariegos, la emigración de los cangueses, etc.; cuando habla de sus paseos a Corias con su abuelo, el médico Benito Gómez, cuenta la historia de llegada e implantación de los dominicos en 1860; cuando rememora el entierro de don Evaristo Flórez de Sierra, de la casa de Nando, acaecido durante su infancia, termina escribiendo sobre los antiguos linajes cangueses, relatando cómo eran los curas párrocos de aquel tiempo, etc.

Las casas de Villamil (a la izda) y de Gómez o casa del Médico (a la dcha), donde nació Mario Gómez en 1872, en la plaza de la Refierta, Cangas del Narcea, hacia 1900; en uno de los balcones del primer piso está su padre, José Gómez. Foto de Eduardo Méndez-Villamil.

En estas memorias hay datos muy valiosos sobre la historia, las costumbres y la vida cotidiana del concejo de Cangas del Narcea en el siglo XIX. Lo que escribe Mario Gómez  sale de sus propios recuerdos y también de lo que le contaron otras personas mayores que él. En primer lugar, de su abuelo. Mario Gómez fue el primer nieto de Benito Gómez (1816 – 1891), el primogénito de su única hija, y ambos , abuelo y nieto, tuvieron una relación muy estrecha. Además, para conocer hechos que acontecieron poco antes de nacer él, entrevistó a personas que habían vivido personalmente algunos de esos hechos relevantes  en la historia local. Menciona a tres informantes: el Tío Alonso de casa Basilio, de El Puerto de Leitariegos, al que entrevistó en Madrid, y que le habló de la arriería y la historia de Leitariegos y su privilegio; Benemérito de Llano Rodríguez-Arango que le informó de la explotación del monte de Muniellos en los años sesenta del siglo XIX y de la entrada de los carlistas en la villa el 17 de enero de 1874, y Claudia de casa Cachón, de Corias, que le contó sus recuerdos de la llegada de los primeros dominicos al convento de Corias en los últimos meses de 1860.

El texto que publicamos en la web del Tous pa Tous está tomado de la edición que en 1985 hizo José María González Azcárate y que publicó la Asociación Cultural “Pintor Luis Álvarez”. El original pertenecía a doña Maruja Peñamaría Gómez, sobrina de Mario Gómez Gómez. En esta nueva edición hemos corregido algunas erratas de imprenta, y añadido información sobre personas y hechos que va entre corchetes.

Memorias de un cangués, de Mario Gómez y Gómez
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Noticias municipales de 1887-1890

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José de Llano Valdés, alcalde de Cangas del Narcea entre el 21 de febrero de 1890 y el 1 de marzo de 1893

Estas noticias del Ayuntamiento de Cangas del Narcea están tomadas del Libro de Actas de los plenos municipales de esos años, recuperado por el Tous pa Tous, que será entregado al archivo municipal el próximo 20 de octubre de 2012, coincidiendo con la asamblea anual del Tous pa Tous.

A finales del siglo XIX el Ayuntamiento de Cangas del Narcea tenía 24 concejales y un presupuesto de alrededor de 143.000 pesetas. La población del concejo era de unos 23.000 habitantes. La plantilla municipal era muy pequeña: un secretario, dos oficiales, un oficial contador y un auxiliar; un cabo, dos guardias y dos serenos, y “barrenderos y reparadores” de las calles de la villa. Además, tenía contratado un sobrestante para presupuestar y supervisar las obras, y un “inspector de carnes”.

Había cinco comisiones, que correspondían a las competencias municipales: hacienda, obras públicas, instrucción pública, beneficencia y sanidad, y policía urbana.

El cargo de alcalde se ocupaba durante dos años. En junio de 1887 salió elegido Salvador Martínez Valle, que sustituyó a Severiano Peláez Riego. Los dos eran conservadores moderados y amigos políticos del conde de Toreno. El 2 de diciembre de 1889 fallece a la edad de 58 años Martínez Valle, “a consecuencia –según el acta de defunción del Registro Civil- de un derrame apoplético cerebral” (es decir, de una trombosis o ictus), y ocupa el cargo provisionalmente el primer teniente de alcalde, Román Rodríguez-Arango,  hasta el 21 de febrero de 1890 en que es elegido José de Llano Valdés. Con él comienza el dominio de la familia De Llano en la política canguesa; su hermano Agustín será el primer teniente de alcalde en esta misma corporación. Los miembros de esta familia eran del partido liberal y seguidores del diputado a Cortes del distrito de Cangas de Tineo Félix Suárez Inclán. Su poder llegará hasta los años veinte del siglo XX con el alcalde José María Díaz López “Penedela”, que estaba casado con Julia de Llano González-Reguerín, hija de José de Llano Valdés.

Los años 1887, 1888 y 1890 fueron de penuria en el concejo de Cangas del Narcea. El 13 de julio de 1887 se dio lectura en una sesión extraordinaria una “comunicación dirigida por los vecinos de Posada y Vega de Rengos, Gillón, Noceda y por los vecinos de Murias y Fulgueraju, manifestando que fuertes tormentas que descargaron en el mes de junio y en el del actual, han destruido por completo los sembrados, por cuya razón piden o bien perdón o rebaja de contribuciones, o en otro caso se les facilite algún socorro”. En la misma sesión algunos concejales mencionan que la calamidad también había afectado a los pueblos de Dagüeño, Cadrijuela, Ambres, Ridera y parroquias de San Julián, Cibea y Bimeda. El 3 de mayo de 1888 varios concejales piden que se “eleven instancias a la Diputación y Ministerio de la Gobernación reclamando recursos y auxilios para hacer frente a la grande miseria que aflige al concejo”, y en otro pleno se menciona la “situación angustiosa que el concejo viene atravesando por la escasez de cosechas”. La pobreza estaba generalizada y en esa misma sesión del 3 de mayo se aprueba “ampliar la comisión [de concejales] nombrada para formar el padrón de 800 familias pobres que deben ser asistidas gratuitamente por los médicos”, con el objeto de terminar este padrón a la mayor brevedad posible.

El libro de actas de los plenos de estos años están llenos de solicitudes y concesiones de ayudas para la construcción o mejora de cementerios (cementerio civil en Posada de Rengos, cementerios de Gillón, Carballo, Fuentes); fuentes (Jalón); caminos vecinales y puentes (Puente Piñera, puente de madera de Ambasaguas, puente de Regla de Naviego); escuelas (escuela de niñas de Naviego), etc.

El matadero de la villa tendrá un gran protagonismo en los plenos, porque el que había en La Vega, junto al mercado de ganado, hubo que derribarlo en 1889 para dejar paso a la carretera de Ibias y era necesario buscar un terreno para construir uno nuevo. También aparece con frecuencia en las sesiones el cementerio de la villa de Cangas, que era pequeño y malo, pero como no había dinero para construir uno nuevo el problema se irá posponiendo hasta 1927 en que se construye el cementerio municipal de Arayon.

El Ayuntamiento también tomaba decisiones relacionadas con la vida religiosa y la moralidad pública, por ejemplo, en un pleno celebrado el 3 de mayo de 1888 se acuerda: “Que uno de los municipales permanezca a la puerta de la Colegiata durante el Santo Sacrificio de la misa y otras funciones en días festivos, para evitar los alborotos que suelen producir algunos jóvenes y niños con perjuicio de los actos religiosos”.

Algunos de los acuerdos de los años 1887 a 1890 fueron los siguientes:

Iglesia de Besullo

8 de febrero de 1887. Se autoriza al alcalde de barrio de Besullo y al párroco a “tomar un trozo de terreno de la plaza pública para ampliar la iglesia”, que se reedificará en ese año con una subvención de 4.167 pesetas otorgada por el Gobierno de S. M. y el trabajo de los vecinos de la parroquia.

Lagar en Santirso

30 de octubre de 1887. “Se acuerda autorizar la construcción de un lagar común para todos los vecinos de Llamas de Ambasaguas en el campo de Santirso, en terreno público”. Es el lagar que en la actualidad forma parte del Museo del Vino de Cangas.

Donativo de biblioteca popular

29 de enero de 1888. Se comunica que “gracias a las gestiones del diputado a Cortes por Tineo, Sr. Sánchez Campomanes, la Dirección General de Instrucción Pública concedió una biblioteca popular con destino a la escuela pública de niños [de Cangas del Narcea]. Se autoriza a recoger la biblioteca a D. José Rodríguez y Gonzalez, cajero de la Caja del Sr. Urquijo” y emigrante del concejo de Cangas del Narcea residente en Madrid.

Sobre aumento de misas en la parroquia de la colegiata

6 de mayo de 1888. “El señor Álvarez Uría manifestó que a causa de las pocas misas que se dicen en esta villa los días festivos, pues se reducen a una en la colegiata parroquial, otra en el convento de dominicas y otra en Santa María de Ambasaguas, es tal la aglomeración de gentes que ni se puede estar en el templo con la atención y respeto debidos, ni es posible evitar que algunas personas se queden, a pesar suyo, sin cumplir con este precepto, y como por otra parte la higiene no está  conforme con la aglomeración de gentes dentro de edificios, especialmente en la estación de verano, propone que pase una comisión al convento de dominicos de San Juan de Corias y ruegue al Reverendo Padre Rector que disponga que uno de los religiosos ordenados, venga todos los días festivos a decir misa a esta villa, siendo posible a las ocho y a las once de la mañana, y que si el padre rector no accediese a los ruegos de la corporación, ya porque la regla lo impida o ya por otra causa, que se ponga en conocimiento del Ilmo. Sr. Obispo de la diócesis para que procure remediar una falta de tanta consideración. Aceptada por unanimidad la proposición, se comisionó a los señores Flórez de Sierra y secretario del Ayuntamiento para desempeñar la comisión”.

Puentes de Besullo

20 de mayo de 1888. Se acordó “que el sobrestante de obras D. Manuel Martínez, pase a reconocer los puentes de Arganza, Las Veigas y Leirón, términos de la parroquia de Besullo, y manifieste lo que pueda costar su reparación, utilizando la prestación personal” de los vecinos de la parroquia.

Sobre alumbrado para 1888-89

2 de junio de 1888. “Acordaron que se coloquen dos faroles, uno en La Cartuja y otro en Santa Catalina, como los había antes de ahora, y que se anuncia la subasta del alumbrado público, incluyendo en ella todos los gastos de conservación de faroles. Que en las condiciones se estipula que los faroles han de alumbrar todas las noches, luzca o no la luna, hasta la hora de las 12 de la noche, y que los faroles de la calle de la Cárcel, La Fuente, el de la entrada del Corral, el del Puente y el del Mercado que alumbraran hasta el amanecer, cuidando de que las condiciones se cumplan al pie de la letra”.

Sobre transito de carros por las calles de la villa

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Carromato en Corias en dirección a la villa de Cangas del Narcea, hacia 1915

17 de junio de 1888. Propuesta del regidor sindico “pidiendo se prohíba que los carros de leña y otros artículos que vienen a venderse a la villa, anden por las calles y plazas de la misma, señalándoles un sitio para evitar los atropellos y disturbios a que da lugar, y que los carromatos, después de hecho el descargue, que será a las tres horas de su llegada, salgan también para El Corral u otro punto de las afueras. El señor Llano Flórez propone que en lugar de señalarles sitio, se les obligue a desalojar la villa a la hora de las once, pudiendo andar hasta dicha hora por las calles y plazas, como lo venían haciendo. Puestas a votación [las dos propuestas] resultó aprobada la del señor Llano Flórez por mayoría”.

Recetas de pobres

16 de diciembre de 1888. “Teniendo en consideración los muchísimos individuos que se presentan reclamando medicamentos gratis, lo cual no puede continuar así por carecer de recursos para ello [el Ayuntamiento], se acuerda que se recomiende a la comisión encargada de formar el padrón de pobres lo ultime a la mayor brevedad posible, y mientras tanto que [esos vecinos] justifiquen con una certificación del párroco y pedáneo que son pobres de solemnidad, sin cuyo requisito no se les darán las recetas como tales pobres”.

Sobre sitio para castrar ganados

31 de marzo de 1889. “El señor Llano Flórez pide que se señale un sitio retirado para castrar ganados, cuya operación se está verificando públicamente en el campo de La Vega y a presencia de niños, lo cual es bastante escandaloso, y el ayuntamiento acuerda que desde luego se dé orden a la guardia municipal para que obliguen a los castradores a llevar a cabo las operaciones a la parte de abajo del campo, y que tan pronto como rija el próximo presupuesto se cerque un trocito de terreno con dicho objeto”.

Creación de tres ferias nuevas

23 de mayo de 1890. “Interpretando los deseos de los vecinos de esta villa y del concejo acuerdan en uso de las atribuciones que le concede el artículo 72, establecer  tres ferias en esta villa en los días siguientes: 1ª. El segundo viernes del mes de febrero; 2ª. El primer viernes del mes de marzo, y 3ª. El día 15 de julio, anunciándolos oportunamente”.

Sobre necesidad de reparaciones de calles, plazas, caminos cementerios, etc.

31 de diciembre de 1890. “Es de necesidad que la corporación resuelva respecto a varias obras consistentes en su mayor parte en reparaciones y arreglos de calles, plazas, caminos, cementerios, etc., sobre las que se han hecho varias reclamaciones a la alcaldía, y son las siguientes:

Reparación y arreglo de varios trozos de empedrados, afirmado, aceras y alcantarillado en todas las calles y plazas de esta villa, especialmente en las de más tránsito que se hallan en estado bastante lamentable de abandono por haber trascurrido muchos años sin que se haya hecho en ellas obra alguna radical. Que también es de necesidad construir un enlosado en la plaza de Toreno que sirva de paseo por las noches. Que se necesita la adquisición y plantación de varios árboles en el mercado de ganados, en el paseo de La Vega y en las plazas. Que es de necesidad ultimar el alcantarillado de la calle Mayor y sitios de la plazuela del Centro y entrada por la plaza de Toreno. Que también es urgente el dar de blanco a las casas consistoriales, casa-escuela y teatro haciendo pequeñas reparaciones en sus paredes. Que hay que atender al arreglo de los puentes de madera de Vegadecanes, Ambasaguas, La Regla, Montañas, Bimeda, La Viña y Besullo, y al puente y pontón de piedra de Corias excavados por el río. Que hallándose el mercado de ganados lleno de escombros y baches y su cerca derruida por varios puntos, lo cual perjudica para el incremento de ferias y mercados, conviene también atender sin demora a tan importante necesidad. Que es asimismo necesario proceder a la reparación o restauración del paseo público, a fin de evitar que continuando tan lamentable abandono sea muy costosa la reparación si se demora, adquiriendo algunos bancos que se recogerán durante el invierno. Que también es de necesidad arreglar dos fuentes en el inmediato pueblo de Corias y proceder a la limpieza general de sus calles y caminos, puesto que por su población ya requiere alguna atención referente a policía. Que urge también la reparación de varios trozos de caminos en La Bubia, Tremado de Carballo, Posada de Rengos, Barguera, Besullo y Montañas.

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La fuente del Reguerón, que se menciona en este libro de actas, no fue construida hasta 1909

Y por último, que es de necesidad la construcción de un abrevadero público en el sitio de La Cartuja; de una fuente en El Reguerón, en el sitio donde espontáneamente salen las aguas; construcción de un lavadero, un matadero y unos cementerios y surtido de aguas potables para la villa, estas últimas cuando los fondos del municipio lo permitan; y respecto a las demás aplicando las partidas consignadas en el presupuesto urgente y las que se consignen en el adicional de nuevos gastos, porque de ninguna manera la corporación puede permitir que los deterioros vayan en aumento por abandono o falta de actividad.

Abierto a discusión sobre el asunto y después de haber hecho uso de la palabra varios concejales, se acordó en primer lugar por unanimidad dar un voto de gracias a la presidencia por el celo que demuestra en favor de los intereses del concejo, mediante a que las reparaciones y obras enunciadas son todas de reconocida necesidad y muchas de ellas urgentes; y en segundo lugar que se autoriza a la misma presidencia para que proceda desde luego a la inclusión de las partidas que figuran en el actual presupuesto para calles, caminos y cementerios, igualmente que las que se incluyan en el adicional que se ha de formar en el mes de febrero próximo”.

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Descripción geográfica-histórica del concejo de Cangas del Narcea en 1802

“Son los naturales [de Cangas del Narcea] de estatura regular, pero hacia los puertos más robustos
y agraciados; aguantan mucho trabajo. Su índole generalmente es pacífica y son muy adheridos a su país”.
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Puente de Tebongo sobre el río Narcea. Los puentes de piedra que existían en el concejo en 1802 aparecen mencionados en esta ‘Descripción’.

La Descripción que publicamos a continuación fue escrita para el “Diccionario geográfico-histórico de Asturias”, que bajo la dirección del canónigo asturiano Francisco Martínez Marina (Oviedo, 1754 – Zaragoza, 1833) promovió la Real Academia de la Historia en los primeros años del siglo XIX. Este Diccionario se incluía en un proyecto más amplio, iniciado en 1772, cuyo fin era la realización del Diccionario geográfico-histórico de España.

El “Diccionario de Asturias” nunca llegó a publicarse, sin embargo información y textos extraídos de la documentación recopilada para él –como es el caso de nuestra Descripción– fueron aprovechados para confeccionar el Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España realizado por Pascual Madoz entre 1845-1850.

Martínez Marina solicitó para realizar este Diccionario la ayuda de muchas personas de Asturias, a las que remitía un detallado cuestionario. En el caso de Cangas del Narcea pidió ayuda al conde de Toreno, Joaquín José Queipo de Llano (Cangas del Narcea, 1727 – 1805), y a Pedro de Ayala, canónigo de Oviedo, pero ambos rehusaron colaborar. Esto mismo le sucedió a Martínez Marina con otras muchas personas en otros lugares de Asturias y fue la causa de que la obra se retrasase y al final, debido a este y otros contratiempos, no viera la luz.

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Vista del monte de Muniellos desde Pena Ventana en agosto de 2012

Uno de los grandes apoyos que tuvo Martínez Marina fue el Obispo de Oviedo, Juan de Llano Ponte (Avilés, 1727-1805), que colaboró personalmente en la redacción de algunas noticias y, sobre todo, solicitó la ayuda de muchos curas de su diócesis. El 9 de marzo de 1802 Llano Ponte escribe a Martínez Marina: “Llegó y remito la relación del concejo de Cangas de Tineo, que está bien exacta, aunque la razón de las producciones del concejo debería ser por parroquias”. Esta “relación” es la Descripción que publicamos ahora en la web del Tous pa Tous y que lleva por título completo: “Descripción geográfica histórica del concejo de Cangas de Tineo en el Principado de Asturias, hecha por encargo del Ilmo. Sr. Obispo de Oviedo. Año de 1802”.

La Descripción no está firmada, aunque es casi seguro que su autor fue el párroco de la villa de Cangas del Narcea que unos meses más tarde envía unas “Adicciones a la Descripción Geográfico-histórica del concejo de Cangas de Tineo (cuyo mapa acompaña)”; en estas adicciones recopila información sobre cangueses que han destacado por sus carreras militar, política y eclesiástica. En 1802 el párroco era Gerónimo de la Faya, que no era natural de Cangas del Narcea, pero cuya vida transcurrió en gran parte aquí: en 1787 ya aparece empadronado en la villa y el 8 de junio de 1820 muere en ella, y es enterrado en la Colegiata.

El manuscrito original de esta Descripción del concejo de Cangas del Narcea escrita en 1802 está en la Real Academia de la Historia, en Madrid, y consta de 39 folios. Nosotros tenemos que agradecerle a Adolfo García Martínez que nos haya pasado una fotocopia del escrito original. Esta es la primera vez que se publica íntegramente.

Su contenido se divide en cuatro partes:

1ª parte. Descripción de los límites y el terreno del concejo, con especial hincapié en sus ríos.

2ª parte. Dedicada a la villa de Cangas del Narcea, donde se enumeran sus edificios más notables, la forma del gobierno del concejo y su actividad industrial (tenería o fábrica de curtidos, explotación del monte de Muniellos).

3ª parte. Relación de las 45 parroquias y siete anejos del concejo, en la que se menciona su localización, los pueblos que las integran, el número de vecinos y otros datos como la existencia de puentes y de restos antiguos (lápidas antiguas, capillas, castillos, torres).

y 4ª parte. Enumeración de datos sobre la población, producciones e industrias del concejo, así como algunas características sobre su naturaleza y habitantes.

NOTICIAS ARQUEOLÓGICAS

Uno de los aspectos que más interesaba a la Real Academia de la Historia, como se desprende del cuestionario enviado a los colaboradores del Diccionario, era la existencia de restos u obras antiguas: “castillos fuertes”, iglesias, ermitas, santuarios, sepulcros, “lápidas con inscripciones romanas o góticas”, “antiguallas, vestigios o ruinas de pueblos”, e incluso la noticia de “algún sitio, batalla o suceso memorable”.

En la Descripción del concejo de Cangas del Narcea se recogen los textos de varias lapidas funerarias o de consagración de iglesias, como los que existen en las parroquias de Cibea, Cibuyo, Castanedo, Naviego o en el Monasterio de Corias, así como noticias de restos de “castillos antiguos”, que corresponden a poblados castreños de época prerromana o romana y también a castillos medievales. Estas noticias constituyen las primeras referencias escritas que existen sobre estos yacimientos arqueológicos. Sin embargo, el autor, aunque tiene muy presente la idea de un tiempo pasado, no sitúa estos restos en un periodo determinado de la antigüedad y a los castros los cita como “castillos antiguos”, destacando en algunos casos su localización inexpugnable.

En relación con estas noticias se dice en la parroquia de Besullo: “Y en sus inmediaciones y las de la parroquia anterior [Las Montañas] se hallan varios vestigios de haberse beneficiado allí minerales”. Estos “vestigios” todavía se conservan y pertenecen a explotaciones auríferas de época romana.

La relación de “castillos” o castros que menciona la Descripción de Cangas del Narcea de 1802 es la siguiente:

Villa de Cangas del Narcea

Parroquia de Cangas del Narcea: en la Descripción se dice que la villa de Cangas había “estado antiguamente en su cumbre, llamada La Cogolla, como a un tiro de bala de donde hoy se halla, defendida de un castillo fuerte, del que aún también se dice allí el Vallado”.

Río Rengos o Río Narcea

Parroquia de Santa Eulalia de Cueras: en Llano, “vestigios de un castillo antiguo llamado de Segura”. Catalogado por J. M. González con el nombre de El Castro.

Parroquia de Cibuyo: “A media legua más arriba, también a la parte occidental del río, se ven aún ruinas de un castillo antiguo llamado la Palanquera, cuyo nombre conserva aquel sitio”. Probablemente se trata del castro que hay en Veiga’l Castro conocido hoy como Las Torres.

Parroquia de Posada de Rengos: Un poco más arriba de la unión del río que baja por el valle de Moal con el río Narcea “se hallan vestigios de un castillo antiguo, cuyo sitio se llama aún el Castro”. Catalogado por J. M. González con el nombre de El Castro en el pueblo de Ventanueva.

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Castro sobre el pueblo de Tremáu de Carballo, mencionado en esta Descripción de 1802.

Río Cibea

Parroquia de Cibea: en el sitio de Miramontes (Sorrodiles), “cuya situación y torre indican que hubo allí castillo”. Catalogada actualmente como una torre bajomedieval.

Parroquia de Carballo: en Tremado, “sobre el mismo lugar hubo antiguamente un castillo llamado Trasmato, del que aún se ve tal cual ruina”. Catalogado por J. M. González con el nombre de El Castro.

Partido de Sierra

Parroquia de Tebongo: en Portiella, “frente a este último, que está del lado occidental del río, y en el que hubo un castillo antiguo de su nombre, desagua el río de Onón”. Lugar conocido como El Castiechu y catalogado actualmente como una torre medieval.

Parroquia de Santa María de Regla de Jarceley: “E inmediato a Pambley, en una roca escarpada sobre el río, se ven varios trozos de las ruinas de un castillo muy antiguo, que por su situación sería inexpugnable en aquellos tiempos”.

Parroquia de Tainás: “Poco más abajo de Castiello (en que se dice hubo un castillo antiguo donde hoy llaman los Castros) se une el otro brazo del río…”. Catalogado por J. M. González con el nombre de El Chano las Coronas.

Parroquia de Santiago de Sierra: en “Becerrales (donde se dice hubo un castillo antiguo)”. El castro conocido más cercano a este pueblo es El Castiecho, en Valcabo.

Descripción geográfico-histórica del concejo de Cangas de Tineo en el Principado de Asturias
Año de 1802
BIBLIOGRAFÍA
FERRERO, M., Linajes asturianos: Padrones de la villa y concejo de Cangas de Tineo (Madrid: I. Salazar y Castro, 1967).
GONZÁLEZ, J. M., “Catalogación de los castros asturianos”, en Miscelánea histórica asturiana (Oviedo: 1976).
PÉREZ DE CASTRO, J. L. El Diccionario Geográfico Histórico de Asturias (Oviedo: I.D.E.A., 1959).
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Los quintos de Cangas del Narcea en 1886

Recuperado el Libro del Reemplazo de ese año, que será entregado en las próximas semanas al Archivo Municipal de Cangas del Narcea.

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Soldados de Cangas del Narcea retratados en Corias, hacia 1927. Fotografía de Benjamín R. Membiela.

El socio del Tous pa Tous Eladio Regueral Martínez ha encontrado en su casa el Libro del Reemplazo de 1886 del concejo de Cangas del Narcea, en el que se recoge todo lo concerniente al llamamiento de mozos para el servicio militar obligatorio, cuya responsabilidad recaía en los ayuntamientos.

El servicio militar obligatorio se había establecido en España en 1835. En 1886 duraba tres años. Los ayuntamientos tenían encomendada por la Ley de Reclutamiento y Reemplazo del Ejército el llamamiento de todos los varones de 19 años para el cumplimiento de ese servicio. La lista de los mozos se solicitaba a los alcaldes de barrio y a los curas párrocos, que la hacían a partir de los libros de bautizados. En la casa consistorial, ante una comisión integrada por representantes del municipio, dos médicos, un oficial del Ejército y un sargento tallador, se medía la estatura de los mozos y se presentaban las alegaciones para librarse de este servicio. Existían varias causas para no hacer la mili: no alcanzar la talla mínima exigida (1,50 metros), padecer alguna enfermedad o defecto físico y tener una situación familiar desfavorable: hijo de viuda, hijo de padre pobre e impedido, “hermano de soldado y mantener a su padre impedido y pobre”, etc. Cuando el joven no se presentaba, eran su padre o su madre quienes comunicaban a la comisión que su hijo había fallecido o residía fuera. Para avalar la situación familiar del mozo, este tenía que presentar dos testigos ajenos a la familia y un informe del párroco.

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Circular del alcalde de Cangas del Narcea solicitando al párroco y al alcalde de barrio de Larna la relación de mozos de la parroquia para el llamamiento al servicio militar, 20 de diciembre de 1919.

Toda esta información se recogía, año tras año, en unos libros que se conservaban en los archivos municipales y que son una fuente de información muy útil para conocer la vida de nuestros antepasados. Lamentablemente, en el Archivo Municipal de Cangas del Narcea solo se conserva un libro de esta clase del siglo XIX, el que corresponde al reemplazo de 1848, y los del siglo XX comienzan en 1918 y llegan hasta la desaparición del servicio militar obligatorio en 2001. Todos los libros que faltan, desde 1848 hasta 1918, fueron inexplicablemente tirados a la basura en los años sesenta del siglo XX, por orden de un secretario municipal, y eso, a pesar de que estos libros habían sido encuadernados a conciencia con el fin de perdurar en el tiempo.

El libro de 1886 aparecido ahora se conservó gracias a Eladio Regueral Uría, funcionario municipal, que decidió “salvarlo” porque uno de los mozos que aparece en él es su padre, Adoración Regueral Flórez.

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Gráfica que refleja el nº de mozos del Reemplazo de 1886 clasificados según la talla.

Los jóvenes del reemplazo de 1886 habían nacido en 1867. En Cangas del Narcea fueron llamados a filas: 237 mozos, de los cuales se tallaron 209. La talla media de estos jóvenes era: 1,52 metros. Una estatura realmente baja para jóvenes varones. En esa época la talla media de los reclutas españoles era de 1,61 m., que era, además, la más baja de la Europa occidental: la de los franceses era 1,66 m., y la de los ingleses y suecos: 1,69 m. Todos los estudiosos de la estatura humana están de acuerdo en que estos registros constituyen el mejor parámetro para evaluar el bienestar biológico y la nutrición de las poblaciones. “La talla -según el estudioso James Tanner- es el espejo del nivel de vida de una sociedad”, y conociendo la talla de los mozos de Cangas del Narcea en 1886 está claro que la penuria en la que vivían muchos de nuestros antepasados era grande.

El mozo más bajo del concejo de Cangas del Narcea en 1886 medía 1,09 m. (José Torre Hidalgo, de Robledo de Tainás), había otro de 1,20 m. (Rudesindo Rodríguez Pérez, de Peñas), y cinco de 1,30 m. (Juan Amago Álvarez, de Escrita; Manuel Rubio Rodríguez, de Trones; Francisco Rubio González y Enrique Fernández Berdasco, de Parada de Tainás, y Manuel Blanco, de La Linde). Cincuenta y nueve mozos medían entre 1,45 y 1,49 metros. Los más altos alcanzaban la talla de 1,70 m. y eran cuatro. Eso sí, ninguno de todos estos fue al Ejercito, ni los bajos ni los altos.

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Lista de los mozos del Reemplazo de 1886 (I)

Los primeros libraron por su baja estatura y los últimos por diversos motivos: Alfredo Ron González, de Cangas del Narcea, alegó defectos físicos y fue declarado inútil; José Iglesias, de Arbolente, hijo de padres desconocidos, “alegó enfermedad del pecho y defecto en un pie”; Segundo López López, de Gedrez, “alega mantener a su madre viuda y pobre, y para probarlo presenta por testigos a Pablo Collar, su vecino, y Manuel Iglesias, de esta villa, los que juramentados en forma declaran: El Collar que conoce a la madre del alegante, viuda y pobre, y que solo tenía cuatro hijos varones, llamados Manuel, que está impedido [según los médicos tenía un bocio bastante voluminoso que le impedía dedicarse a cualquier clase de trabajo], José y Benito, estos dos menores de diez y siete años, y al alegante, que es quien se dedica constantemente al cultivo de una corta labranza que llevan parte de arriendo y parte en propiedad, con lo que, calcula el testigo, aporta a su madre cuatro reales diarios con los que le ayuda a vivir y sin estos auxilios la madre y hermanos se verían reducidos a la miseria”, y, por último, Ladislao López Fernández, de Cangas del Narcea, “alegó deformidad del tórax con dificultad de la respiración y de los movimientos; pero si no le fuese suficiente alegó también mantener a su hermano Benito, menor de 17 años e impedido, exención que presenta para que se le oiga sino es suficiente la primera”.

No era algo excepcional alegar motivos para evitar el servicio militar. En España nadie quería ir al Ejército y por eso casi la totalidad de los 237 mozos cangueses alegaron algún motivo para evitarlo. Las razones eran muchas. En aquellas fechas el servicio militar era muy largo (tres años) y las condiciones de los cuarteles eran penosas: había poca higiene, la comida era mala y el trato al soldado era muy duro. Además, muchos iban destinados para las colonias de Ultramar, especialmente a la isla de Cuba y allí morían muchos soldados, no en combate, sino por enfermedad; la cifra era terrible, de cada dos soldados que marchaba a Cuba, uno fallecía. Por otra parte, en un concejo de campesinos como era Cangas del Narcea en 1886, el que un hijo de 19 años se marchase durante tres años y no trabajase para su casa en la labranza y la cría del ganado suponía una pérdida muy grande.

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Lista de los mozos del Reemplazo de 1886 (II)

El destino de los quintos cangueses de 1886 fue el siguiente: 98 mozos fueron excluidos totalmente por medir menos de 1,50 metros y nueve fueron declarados inútiles por defectos físicos; la mayor parte de los mozos fueron declarados “soldados condicionales” o “en depósito” porque alegaron mantener a sus padres pobres o sexagenarios, o ser hijos de viuda o de madre soltera y pobre (16 mozos eran hijos de mujeres solteras), etc. En definitiva, solo 45 mozos del concejo de Cangas del Narcea fueron sorteados como soldados ese año.

Ocho mozos fueron declarados prófugos: Evaristo Díaz Argüelles, de Cangas del Narcea, “se presentó su padre y expresó que se halla en la República Argentina y residiendo en Buenos Aires, sin que sepa la calle”; Pedro Díaz Fernández, de San Pedro de las Montañas, “se presentó su tío Manuel Díaz y manifestó que el mozo se halla en la Isla de Cuba, sin que sepa su paradero ninguno de la familia”; Quintín Álvarez, de El Otriello, “se presentó su padrastro Antonio Campos y expresó que el mozo se halla de viaje, pero que padece defecto físico”; Marcial Martínez Álvarez, de El Otriello, “en Madrid desde hace cinco años”; Miguel Díaz Rodríguez-Castellano, de Fuentes de las Montañas, “se presentó su padre y manifestó que su hijo se halla en la Isla de Cuba y que no sabe de su paradero hace cuatro años”; Antonio Martínez González, de Anderve, “no se presentó nadie”; Manuel López Flórez, de Regla de Cibea, “se presentó su padre y expresó que el mozo se halla en Madrid y que tenía algunos defectos físicos”; Ginés Gómez López, de Caldevilla de Rengos, “según manifestación de José Pérez, de Posada, tanto él como sus padres y hermanos viven en Madrid”.

La emigración fue uno de recursos habituales que tuvieron los pobres para escapar del servicio militar: Cuba, Argentina y, sobre todo, Madrid. Más de una veintena de los mozos llamados a filas en Cangas del Narcea residían en Madrid, y los testigos que se presentaban en el ayuntamiento juraban que eran aquellos mozos los que mantenían a sus padres, “pobres e impedidos”, con el dinero que enviaban por medio de los arrieros de El Puerto o de algún vecino. Algunos de estos mozos mencionan sus trabajos en Madrid: Manuel Collar Collar, de Gedrez, “camarero en el café de la Concepción”; Vicente García Rodríguez, de Cibuyo, aguador, o José Ramón Vega Álvarez, “dedicado al comercio”.

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Lista de los mozos del Reemplazo de 1886 (III)

Los motivos que alegan los mozos y sus familiares para no ir al servicio militar constituyen un mosaico de vidas canguesas en aquel año de 1886. Ese año y los anteriores fueron tiempos de hambre y penuria debido a malas cosechas, que provocaron la escasez de alimentos y la pobreza generalizada. Por ejemplo, el caso de Celestino Rodríguez Álvarez, de Olgo, que reside en Madrid desde mayo de 1885, tiene una hermano casado que solo vive de su trabajo en el campo, y, según un testigo “él era quien cultivaba la labranza que el padre posee y con cuyos productos lo mantenía; que si marchó para Madrid fue con objeto de ganar algún dinero para ayuda de pagar contribuciones, rentas y algunas deudas que tiene el padre sobre sí; que desde que está en Madrid saben que le ha remitido algunas ropas, y el padre cuenta con lo que el hijo gane para salir de sus atrasos”.

Otro caso más: Faustino Acevedo Fernández, de Carballo, también residía en Madrid, su padre, según los médicos, tenía una “gastritis crónica” y sus dos hermanos era “raquíticos y no pueden ayudar en nada al padre”; Faustino, según un testigo, “hasta hace cosa de dos meses que marchó para Madrid se dedicaba constantemente a ganar un jornal en la carretera o en las viñas, cuyo producto de cinco reales entregó siempre al padre como buen hijo; que el padre es sumamente pobre y está impedido, por cuya razón le es indispensable el auxilio del hijo Faustino, el cual desde que marchó para Madrid le remitió treinta reales y algunas ropas por los arrieros del Puerto”.


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Las fiestas del Carmen y la Magdalena en 1912

El programa de festejos para las fiestas de la Virgen del Carmen y la Magdalena, de Cangas del Narcea, en 1912 lo hemos tomado del diario El Noroeste, de Gijón, del 15 de julio de ese año. También aparece en el nº 336 del periódico El Narcea del 13 de julio de ese mismo año.

 

Cangas de Tineo

Festejos del Carmen

PROGRAMA

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Desfile de gigantes y cabezudos en las fiestas del Carmen y la Magdalena hacia 1912

Día 15. A las doce, repique general de campanas, disparo de cohetes y recorrido de las calles por la banda municipal de música. 

A las tres de la tarde, solemnes vísperas en la iglesia parroquial.

A la misma hora, y al son de gaita y tamboril, recorrerán las calles los gigantes y cabezudos. 

A las nueve de la noche, fantástica y sorprendente iluminación á lo napolitano, iluminándose los dos puentes, barrio de Ambas-aguas y paseo de los Nogales. Durante ella se quemará una selecta colección de fuegos artificiales. 

Amenizará esta verbena la banda de música, organillos, murgas y gaitas. Terminará la velada con ascensión de un colosal Mongolfier.

Día 16. Al rayar el día, las gaitas sorprenderán á los durmientes, con la tradicional alborada. 

A las ocho, solemne función religiosa en la iglesia de Ambas-aguas, y acto seguido salida de la procesión de la venerada imagen hasta la parroquial, en la que se celebrará el Santo sacrificio de la misa, con panegírico de la Virgen á cargo del elocuente orador sagrado, presbítero D. Leopoldo Gutiérrez Caso. 

A las once, tendrá lugar en el paseo de la Vega el simpático acto de repartir los bollos á los pobres del concejo, llevado á cabo por distinguidas señoritas de esta localidad. 

A continuación gran concierto por la banda de música. 

A las cuatro, regreso de la procesión a la iglesia de Ambas-aguas; durante ella se efectuará el imponente derroche de pólvora, característicos de estos festejos. A ambas procesiones asistirá la banda. 

Seguidamente se celebrará animado paseo en los Nogales. 

De nueve á una de la mañana, gran verbena en el paseo de la Vega. 

Día 17. De diez á una de la tarde, paseo matinal en el barrio de la Esperanza, amenizado por la banda. 

Por la tarde, de tres á cinco, cucañas en el citado paseo de la Vega. 

A las seis, corrida de cintas en bicicleta. 

A las nueve y media, gran función de teatro, en la que se pondrán en escena el bonito y aplaudido juguete cómico tetralingüe, de Vital Aza, titulado «Francfort», y el drama lírico de costumbres asturianas, original de Faustino Díaz Sánchez, que lleva por título «De las breñas». 

Día 18. A las cinco de la tarde, carreras provinciales de bicicletas. El recorrido constará de 60 kilómetros, por buena carretera, con premios de 50, 25 y 15 pesetas, respectivamente. 

A las nueve y media de la noche, gran baile de sociedad en el salón de la Academia Municipal de Música. 

A esta misma hora se celebrará otro colosal baile, para los artesanos, en el salón del Teatro. 

Ambos bailes serán en obsequio de los forasteros. 

Día 19. A las diez de la mañana interesante partido de foot-ball en el campo de la Vega. 

De doce á dos recorrerán las calles de la población los gigantes y cabezudos. 

A las cinco de la tarde carrera provincial de motocicletas, cuyo recorrido será Cangas á Tineo y regreso, con un solo premio de 75 pesetas. 

A las nueve de la noche, espléndida iluminación eléctrica, y paseo de trajes, en el Boulevard de Dámaso Arango. 

A la expresada hora, y en el mismo sitio, baile público, que será amenizado por la Banda y organillos.

Día 20. A las once de la mañana concurso de bailes regionales, adjudicándose un premio á la pareja que mejor baile. 

A las seis de la tarde, carreras locales de bicicletas, cuyo itinerario será saliendo del Puente  Nuevo, por la carretera de Ventanueva, rampa de los Nogales, Puente Madera, Ambas-aguas, antiguo Puente de Piedra, Molinos, Veguitina, la Vega y por la carretera al punto de partida. Premio: 15 pesetas y diploma de campeón de Cangas. 

A las nueve de la noche, sesión de cine público en el bulevar. 

Los días 21 y 22, se celebrarán las tradicionales fiestas en honor de Santa María Magdalena, patrona de esta villa.

 

NOTA. Las carreras provinciales de bicicletas y motocicletas no se regirán por el Reglamento de la U.V.E. [Unión Velocipédica Española], pudiendo tomar parte en ellas todos los corredores que lo deseen. 

Las carreras de motocicletas no se celebrarán en el caso de que no haya tres corredores. 

Los que deseen tomar parte en las carreras de cintas y locales de bicicletas, véanse con la Comisión de Festejos, con veinticuatro horas de anticipación. 

La sesión pública de cine es condicional, por hallarse pendiente de resolución el suministro de fluido eléctrico á la hora en que entregamos este programa á la imprenta. 

La pólvora y fuegos de artificio que durante los festejos se quemen, serán obra de los pirotécnicos de esta villa D. Raimundo Rodríguez y D. Maximino Fernández. 

 

La Comisión
Julio 1912

 

En el nº 337 del periódico El Narcea, de 20 de julio de 1912, se publicaba una crónica referente a estos festejos:

De las fiestas del Carmen

Quisiéramos hablar largo y tendido acerca de los festejos que se vienen haciendo en esta villa en obsequio y honor de Ntra. Sra. del Carmen de Ambas-Aguas; pero la falta de espacio nos obliga, muy á pesar nuestro, á ocuparnos solamente, y con brevedad, de algunos de los puntos del programa.

La verbena del día 15, en Ambas-Aguas estuvo concurrida y animadísima, amenizada por la Banda Municipal; y, durante ella, hubo verdadero derroche de pólvora y lucimiento de fuegos artificiales muy bonitos y variados.

El día 16, resultó hermosísimo el acto de ir la Virgen del Carmen, por la mañana, procesionalmente á la Colegiata, recorriendo las calles de costumbre, con asistencia de inmenso gentío, hallándose las casas adornadas con vistosas colgaduras, escuchándose los melodiosos acordes de la Banda Municipal y el continuo estampido de grandes palenques.

La misa que, acto seguido, se celebró en la Colegiata parroquial, fué solemnísima y magistralmente cantada por nutrido coro. El sermón, á cargo del ilustrado Presbítero D. Leopoldo Gutiérrez Caso, resultó verdaderamente notable, tanto por la doctrina expuesta y desarrollada con singular maestría, cuanto por la originalidad en la exposición y desarrollo de aquella.

Solemnísimo estuvo, por la tarde, el acto de regreso de la procesión á la iglesia de Ambas-Aguas, y la descarga de voladores de gran calibre, que, según costumbre, se hizo al ingresar la Virgen en su iglesia, y que duró unos veinte minutos, imponentísima. Parecía que seis ú ocho baterías estaban incesantemente disparando durante el indicado período de tiempo.

También resultó muy hermoso y encantador el acto de repartir, en el magnífico campo de la Vega, los bollos preñados á multitud de pobres, bollos hechos por las señoritas de la localidad y por algunas de éstas repartidos entre las dulces notas de los instrumentos musicales de la referida Banda. El paseo, que siguió al reparto de bollos, estuvo lucidísimo.

La función de teatro, dada por unos cuantos jóvenes aficionados, que resultaron ser verdaderos actores, nada dejó que desear, y el teatro estuvo literalmente lleno, habiéndose vendido todas las localidades.

En medio de la mayor animación y alegría realizóse la corrida de cintas, con asistencia también de la Banda; y los Xigantones recorrieron las principales calles de la población, entre el entusiasmo de las gentes.

La afluencia de viajeros en el presente año fué extraordinaria.

En fin, la Comisión de Festejos, que trabajó y trabaja con verdadero celo, entusiasmo y actividad, debe de estar satisfecha. Nosotros la felicitamos sinceramente.

 

Sociedad de Artesanos

Por su parte, el 30 de junio de 1912, se reunieron, previa convocatoria y bajo la presidencia de don Laureano Francos, los señores socios que formaban parte de la Sociedad de Artesanos de Nuestra Señora del Carmen con objeto de hacer recuento de fondos y decidir como invertirlos en virtud de su reglamento.

Los ingresos ese año ascendieron a 2.605 pesetas y la distribución acordada fue:

– Para una misa que se celebraría el 22 de julio 40 ptas
– Gratificación para el cobrador  120 ptas
– Para bollos para pobres el día de la merienda 120 ptas
– Para la merienda que se celebraría el 22 de julio a las 12h 1.000 ptas
– Para gastos extraordinarios 40 ptas
– Para pólvora 1.285 ptas
SUMA:  2.605 ptas


Las comisiones quedaron formadas de la siguiente manera:

  • Comisión de merienda: E. Morodo, Manuel Muñiz y Francisco Pérez
  • Comisión para bollos: Avelino F. Agudín, Hermenegildo González y Zenón Flórez
  • Comisión para pólvora: Ángel Rodríguez, Cesar Llano y Francisco Gómez

Premios Nobel en Cangas del Narcea

Santiago Ramón y Cajal (1852 – 1934), visitó Cangas del Narcea en agosto de 1914

El concejo de Cangas del Narcea ha tenido la fortuna de recibir a los dos españoles que en el siglo XX han obtenido el Premio Nobel de Medicina: Santiago Ramón y Cajal (1852 -1934), que lo obtuvo en 1906, y el asturiano Severo Ochoa de Albornoz (1905-1993), que lo recibió en 1959.

El primero llegó a Cangas del Narcea el jueves 22 de agosto de 1914. Venía acompañado de tres catedráticos de la Universidad Central de Madrid, ligados a la Institución Libre de Enseñanza y compañeros de Ramón y Cajal, que era profesor de la Facultad de Medicina en esa misma universidad: el botánico Blas Lázaro Ibiza (1858 – 1921), de la Facultad de Farmacia; el físico Ignacio González Martí, y el geólogo y arqueólogo Eduardo Hernández Pacheco (1872-1965), ambos de la Facultad de Ciencias.

El objeto de la visita de esta «comisión científica», según publica El Distrito Cangués el 22 de agosto de 1914, era «conocer el interesante país de Cangas de Tineo, cuyas bellezas naturales les fueron comunicadas en Madrid por el doctor don Ambrosio Rodríguez, y en especial las cavernas que pudieran haber servido de habitación al hombre primitivo». Hernández Pacheco había comenzado ese mismo año la excavación arqueológica de la Cueva de la Paloma, en Soto (concejo de Las Regueras), y estaba buscando más cuevas por el interior de Asturias con restos de presencia humana. No nos consta que hubiesen encontrado ninguna en nuestro concejo. Visitaron el monte de Muniellos y el valle del río Cibea, donde se encontraron en Sorrodiles con el mencionado Ambrosio Rodríguez, muy amigo de Ramón y Cajal.

Frances Thomson, Severo Ochoa, Pedro de Silva y Ernest Lluch en el Ayuntamiento de Cangas del Narcea, 27 de junio de 1986

El día de su llegada, por la noche, los viajeros fueron obsequiados con una audición musical interpretada por la banda de música, y en los días siguientes fueron visitados por las autoridades y personalidades de la villa.

Severo Ochoa en Cangas del Narcea, 27 de junio de 1986

Por su parte, Severo Ochoa estuvo en Cangas del Narcea el 27 de junio de 1986. Vino a la inauguración oficial del hospital comarcal que lleva su nombre y el de su mujer Carmen. Acudió acompañado de su discípulo el bioquímico Santiago Grisolía y de la esposa de éste: Frances Thomson. Durante su visita también lo acompañaron el ministro de Sanidad y Consumo Ernest Lluch, y las más altas autoridades regionales y locales.

Severo Ochoa saludando a Ernest Lluch en El Mercao, Cangas del Narcea, 27 de junio de 1986

Grisolía ha escrito de ese día la siguiente anécdota:

Después de la muerte de Carmen [la esposa de Severo Ochoa], mientras visitábamos Asturias, nos invitaron a la inauguración de uno de los hospitales que lleva su nombre. Con tal motivo, dieron, tras los tradicionales discursos, un vino de honor. Dispusieron una mesa con dos sillas para D. Severo y mi esposa, Frances, a fin de que estuvieran más cómodos. Como nos habían indicado que se nos invitaba luego a una comida, ambos pensaron que este piscolabis era la comida, por lo que comieron de todo. Cuando les dijeron que la comida tendría lugar en un restaurante cercano, ambos habían comido suficiente, por lo que D. Severo exclamó: «¡Pues yo sólo me comeré una truchina!»; pero se comió todo cuanto le sirvieron, ¡incluyendo la fabada!

Sirva esta noticia, sobre el paso de estos «nobeles» por nuestro concejo, para recordarnos que su premio estuvo basado en el esfuerzo, la tenacidad, la investigación y la búsqueda de conocimiento y, en definitiva, de una vida mejor para todos.

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Pequeños gestos para la Historia. Una pegatina pro hospital en 1978

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Pegatina pro hospital del Club Juvenil de Cangas del Narcea, 1978

En 1978 el Club Juvenil de Cangas del Narcea, presidido por Javier Gurdiel Rodríguez, hizo en la imprenta Gráficas Walfer, situada en el número 2 de la calle Valentín Masip de Oviedo, una pegatina para reivindicar la construcción de un hospital en Cangas del Narcea. Era la reacción a un accidente de un autobús de transporte de mineros en el que murieron cuatro trabajadores y hubo varios heridos, y que volvía a manifestar crudamente el abandono de la asistencia sanitaria en el suroccidente de Asturias y la lejanía de los centros hospitalarios.

La situación era dramática. Para los 51.000 habitantes de los concejos de Allande, Degaña, Ibias, Cangas del Narcea y Tineo, no había ningún centro sanitario, y los cinco mil mineros de la zona, que trabajaban en una actividad donde el riego de accidentes laborales es alto, estaban completamente desprotegidos. El hospital más próximo estaba en Oviedo; las carreteras eran malas y el plan sanitario en aquel momento solo preveía la construcción de dos hospitales fuera del centro de la región: uno en el oriente y otro en el occidente, en el concejo de Navia o Valdés (al final se construyó en Jarrio, concejo de Coaña). Por todo esto, la muerte de los cuatro mineros fue el detonante que despertó la conciencia de Cangas del Narcea y de los concejos de los alrededores, y provocó la protesta por tanta marginación.

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Pegatina pro hospital de la UGT de Cangas del Narcea, 1978

A este grito pro hospital, plasmado en esta pegatina del Club Juvenil, le siguieron otros gestos de protesta, otras pegatinas, reuniones de colectivos sociales y una manifestación por las calles de Cangas, que fue la primera, o una de las primeras, que se llevo a cabo en nuestro concejo durante la Transición democrática. El asunto llegó el 4 de julio de 1978 al Congreso de los Diputados en Madrid. La mecha estaba encendida…

Cinco años más tarde, en 1983, se iniciaba la construcción del actual Hospital.

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Cangueses en Mauthausen

A la memoria de José Pérez «Pepe Caín» y José Fernández

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Presos en el campo de concentración de Mauthausen

El horror y la barbarie del siglo XX también se llevó por delante a muchos cangueses. Este es el caso de dos paisanos nuestros, José Pérez Fernández «Pepe Caín» y José Fernández Martínez, que murieron en 1941 en el campo de concentración de Mauthausen y a los que queremos recordar en nuestra web del Tous pa Tous. Ellos fueron, según la información de que disponemos, los únicos cangueses que padecieron esa inmundicia de la Historia que fueron los campos de trabajo y de exterminio nazis.

El campo de Mauthausen fue construido en Austria  para albergar a «enemigos políticos incorregibles del Reich». Como el número de deportados fue tan grande, alrededor del primer campo se construyeron varios «kommando» o campos auxiliares, como el de Gusen, situado a cinco kilómetros de Mauthausen. Los presos trabajaban en fábricas de armas y, sobre todo, en canteras de granito, en unas condiciones durísimas y con un régimen de vida inhumano. La consecuencia de tanto maltrato fue la muerte de 154.000 hombres, de un total de 206.000 que ingresaron en estos campos entre 1939 y 1945. Allí murieron algo más de siete mil españoles, entre los cuales había 96 asturianos; todos ellos eran exiliados republicanos que habían sido apresados en Francia.

Ramiro Santisteban Castillo, que fue uno de los dos mil españoles que salió vivo de este campo de concentración, escribió:

«El primer día en que llegaron presos españoles a Mauthausen, el 6 de agosto de 1940, yo me encontraba entre ellos; tenía entonces diecisiete años y entraban también en aquel campo conmigo mi padre y mi hermano mayor. Allí conocimos lo que nunca antes hubiésemos podido imaginar. Los trabajos en la cantera o en otros lugares hasta caer agotados; el hambre; las enfermedades; los castigos crueles. Los hijos veían consumirse a sus padres; muchos iban viendo morir a sus compañeros de lucha, a sus paisanos. Otras veces simplemente desaparecían, enviados a un destino desconocido; entonces sospechábamos lo peor, y esas sospechas un día se revelaron ciertas. Por supuesto, nosotros no éramos allí las únicas víctimas; a nuestro alrededor otros grupos padecían un destino similar e incluso en ocasiones, la eliminación rápida y total».

En el campo de Mauthausen a los presos españoles se les identificaba con un triangulo azul con la letra S (de «spanier», español) que llevaban cosido a la ropa. El color azul era el reservado para los apátridas, pues Franco nunca reconoció la existencia de estos compatriotas.

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Los hermanos Pérez Fernández: sentado Conrado con Olvido; de pie (de izda. a dcha.): Pepe, Manuel y Mario, 1926. Fotografía de Benjamín R. Membiela. Col. Juaco López Álvarez

José Pérez Fernández «Pepe Caín» ingresó en Mauthausen el 6 de agosto de 1940, con el primer contingente de 392 españoles que llegaron a este campo de concentración. Le asignaron el número 3372. Era natural de la villa de Cangas del Narcea, donde había nacido el 14 de septiembre de 1910. Fue apresado por los alemanes en el norte de Francia en mayo o junio de 1940, durante la ofensiva que trajo consigo la derrota del ejército francés y la toma de gran parte del país vecino por el ejército alemán. Los republicanos españoles que estaban en esta zona pertenecían a Regimientos de Voluntarios Extranjeros o Compañías de Trabajadores Extranjeros organizados por los franceses. Todos los españoles que fueron capturados por los alemanes fueron considerados militares y tratados como prisioneros de guerra. Pepe Caín fue enviado al campo de prisioneros de guerra Stalag VII-A en Moosburg, localizado en el estado de Baviera, en el sureste de Alemania, y el 6 de agosto fue deportado a Mauthausen. Murió el 23 de agosto de 1941 en Gusen, «un kommando o campo auxiliar destinado al exterminio de los presos más débiles»; tenía 31 años de edad.

Pepe Caín pertenecía a una familia muy conocida en la villa de Cangas del Narcea, que tenía su domicilio en la calle El Gallego, y estaba formada por Manuel Pérez Menéndez, de Cangas, y Josefa Fernández Acevedo, de Figueras (Castropol), y sus cinco hijos: Conrado, Manuel, José, Mario y Olvido. El padre era fontanero y el mismo oficio lo continuaron algunos de sus hijos. Conrado, el mayor de los hermanos, nacido en 1900, era en 1929 corresponsal del diario Región.  Manuel era miembro del PSOE. La Guerra Civil fue terrible para esta familia: trajo la muerte de Mario en el frente y la de José en Mauthausen, y el exilio de Manuel a México, de donde no regresó nunca más.

Con la entrada del ejército franquista en Cangas del Narcea el 22 de agosto de 1936, José marcha de Cangas y hace el periplo que hicieron muchos republicanos cangueses: huye a la Asturias republicana y en octubre de 1937, con la caída de Gijón, sale en barco a Francia y pasa a Cataluña. Este recorrido lo hizo con su hermano Manuel y su cuñada Eva Flórez-Valdés Menéndez. Su hermano se incorpora al ejército republicano y se va al Frente de Valencia, y Pepe y su cuñada quedan en Granollers. En febrero de 1939 vuelven a pasar a Francia donde son recluidos en campos de refugiados.

En noviembre y diciembre de 1939 Pepe Caín está en el campo de Septfonds, en el departamento de Tarn y Garona, con Emilio Menéndez Rodríguez «Milio el Pesqueiro» y Manuel Agudín Antón, ambos de Cangas del Narcea. En 1940 se traslada al norte de Francia a trabajar cerca de la frontera con Bélgica, seguramente encuadrado en una Compañía de Trabajadores Extranjeros, y en junio lo hacen prisionero los alemanes durante la invasión de Francia. En una carta de Manuel Agudín escrita desde Lanemazan (Altos Pirineos) a su mujer el 7 de agosto de 1940, le dice: «Pepe Caín estaba trabajando cerca de Bélgica por eso lo cogieron y los consideran militares».

El resto de este grupo de exiliados cangueses tuvo mejor suerte. Manuel Agudín y Manuel Pérez, el hermano de Pepe Caín, y su mujer y su hija Aida salieron de Marsella a Casablanca y de aquí a México en septiembre de 1942, y Milio el Pesqueiro pudo marchar a Cuba.

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En la moto están Mario y detrás Pepe, y en el sidecar: Olvido y Conrado, en Corias (Cangas del Narcea), 1932. Fotografía de Benjamín R. Membiela. Col. Juaco López Álvarez

En cuanto a Pepe Caín, es probable que cuando fue apresado por los alemanes en el norte de Francia estuviese con otros dos cangueses: Moisés Avello Morodo, que sabemos que también estuvo en el campo de Septfonds, y Joaquín Flórez López. Si así fue, es posible que Pepe Caín sea el tercer protagonista de la siguiente historia que nos relata José Avello Flórez.

«Esta historia me la contó hace muchos años, creo que en 1960, mi tío Moisés Avello Morodo, la primera vez que le visité en París, donde vivía, por lo que ya he olvidado muchos detalles y seguramente he añadido otros, pues la memoria tiene esos extraños recovecos de aliarse con el olvido y con la imaginación que la reconstruye a partes iguales. En todo caso, a grandes rasgos, creo que lo sucedido fue lo siguiente.

Mi tío paterno Moisés pasó a Francia con las últimas unidades del ejército republicano al final de la Guerra Civil y junto con tantos otros soldados fue internado en el campo de concentración de Argelès-sur-Mer o en otro similar («donde había una gran playa», según me dijo). Allí se encontró con varios más de Cangas, entre quienes estaba un buen amigo suyo, y hermano de mi madre, Joaquín Flórez López, por tanto, también tío mío. En septiembre de 1939, con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, los dos se alistaron voluntarios en el ejército francés, no sé si en una unidad específica de españoles o de otra forma, pero lo cierto es que fueron movilizados y trasladados al frente, en el norte de Francia, donde cayeron prisioneros en medio de la debacle del ejército francés, que perdió la guerra en unas pocas semanas. Estaban pues prisioneros de los alemanes, cuando les comenzaron a trasladar junto con otros muchos españoles hacia campos de concentración en el interior de Alemania. Iban medio hacinados en trenes que viajaban con gran lentitud y, según me relató mi tío Moisés Avello y años más tarde me confirmó mi otro tío Joaquín Flórez, iba con ellos otro cangués, cuyo nombre ya he olvidado, pero que podría ser Pepe Caín, y en un determinado momento, antes de salir de Francia, tuvieron la oportunidad de tirarse del tren y escapar. Mis dos tíos no lo dudaron y se tiraron del tren junto con algunos otros. Según me contaron, también animaron a saltar al otro cangués, pero éste, por alguna razón (quizás miedo, quizás cansancio o esperanza de conseguir mejor trato en el futuro) no se atrevió a saltar.

En los meses siguientes, mis tíos atravesaron Francia a pie, escondiéndose por los montes, hasta el sur, cerca de Toulouse, donde permanecieron escondidos, colaborando con la resistencia francesa durante toda la guerra. Sobrevivían  haciendo carbón vegetal, integrados en un grupo de resistentes y participando ocasionalmente en algunas acciones de guerra y sabotaje. En una de ellas mi tío Moisés fue herido y trasladado de lugar, motivo por el que perdió el contacto con mi tío Joaquín, quien también sería herido y viviría oculto en una casa de Toulouse durante mucho tiempo. No se volvieron a ver nunca más. Moisés viviría en Bretigny sur Orge, cerca de París, empleado en una compañía de conducciones de petróleo y falleció en 1975 en un accidente de tráfico sin haber vuelto nunca a España, pues había jurado no hacerlo mientras viviera Franco, quien irónicamente fallecería un mes después que él. Mi tío Joaquín Flórez se quedó a vivir en Toulouse, donde se casó con la joven que le escondió cuando cayó herido durante la guerra y con la que compartió su vida. Tenía una tienda y él sí volvió a España varias veces y estuvo en Cangas, siempre con unas incontenibles ganas de hablar y rememorar el pasado; falleció en la década de los noventa».

El otro cangués muerto en Mauthausen fue José Fernández Martínez, nacido el 16 de noviembre de 1909. La información sobre su lugar de nacimiento no está clara: en el libro de M. Razola y M. C. Campo, Triangulo azul: Los republicanos españoles en Mauthausen, 1940-1945, editado en 1969,  se dice que era de Regla de Cibla (que podría ser Regla de Cibea); en la base de datos de la «Fondation pour la memoire de la Deportation»  pone Corias, y en la lista de «Españoles deportados a Campos de Concentración Nazis», que puede verse en la web del Ministerio de Cultura de España, dice: San Pedro de Corias.

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Presos trabajando en Mauthausen

Para saber algo sobre este hombre hemos recurrido al Archivo Municipal de Cangas del Narcea y a su encargada Marta Veiga Fontaniella, así como al Registro Civil. En el Padrón de habitantes del concejo de Cangas del Narcea de 1930 aparece empadronado en la parroquia de Cibea, en el pueblo de Sorrodiles, un José Fernández Martínez, de 18 años, que vivía con sus padres, José y Encarnación, dos hermanos mayores, María de 22 años  y Manuel de 20 años, y un tío, Pedro Fernández. Eran de Casa Manolín del barrio de L’Abichera. Hemos hablado con un sobrino suyo que vive en Sorrodiles y tiene 78 años, y nos dice que su tío José, al que no conoció, murió en África de una pulmonía durante el servicio militar. El joven aparece en la «Lista de Mozos del Reemplazo» de 1934 de Cangas del Narcea y allí consta su fecha de nacimiento: 24 de marzo de 1913. Es decir, no es la persona que estamos buscando.

Por otra parte, en el Padrón de 1930 no aparece ninguna persona con este nombre en Corias ni en San Pedro de Corias, ni tan siquiera que lleve esos mismos apellidos. Sin embargo, en la «Lista de Mozos de Reemplazo» de 1930 aparece un José Fernández Martínez, de Corias, hijo de Gabino y Escolástica. Recurrimos al Registro Civil de nacimientos y allí confirmamos que este mozo es el mismo que estuvo en Mauthausen. Su padre era natural del barrio de Ambasaguas, de Cangas, y su madre del pueblo de Fonceca (parroquia de Limés), y en 1909 eran vecinos de Corias. En 1926, el padre, Gabino Fernández Marcos, era socio del Tous pa Tous y seguía viviendo en Corias, y es probable que en ese año su hijo José también fuese socio de nuestra sociedad. En 1927 la familia se traslada de domicilio y no sabemos nada más de ella.

José Fernández Martínez fue capturado por los alemanes y enviado al campo de prisioneros de guerra Stalag XB en Sandbostel, en el noroeste de Alemania. Fue trasladado al campo de Mauthausen, donde ingresó el 3 de marzo de 1941. Murió en el campo auxiliar de Gusen, conocido como «la antesala de la muerte», el 9 diciembre de ese mismo año, aunque también con respecto a esta fecha hay datos diferentes, pues algunas fuentes de información, como la del Ministerio de Cultura de España, dan la fecha de 16 de noviembre, que claramente es una confusión con su fecha de nacimiento. Si alguna persona puede aportarnos alguna información sobre la vida de José Fernández Martínez, por favor, no deje de hacerlo.

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La epidemia de gripe de 1918 en Cangas del Narcea. Crónicas de unos meses terribles y lista de los cientos de fallecidos

A finales de 1918 el mundo entero, desde Samoa a Gran Bretaña y desde la India a España, se vio asolado por una epidemia de gripe que causó la muerte a millones de personas. La enfermedad se llamó popularmente «mal de moda», «soldado de Nápoles» o «dengue», y se encontró con una población que en su mayor parte estaba mal alimentada, vivía hacinada y en unas condiciones higiénicas penosas. Este panorama social, unido a un virus más mortal de lo común y a una organización sanitaria carente de medios, provocó una mortandad terrible, alcanzando la tragedia a las poblaciones más aisladas.

Gumersindo Díaz Morodo, Borí (Cangas del Narcea, 1886 – Salsigne, Francia, 1944), contará en la revista gráfica semanal Asturias, de La Habana, los efectos que causó esta epidemia en la villa y en los pueblos del concejo de Cangas del Narcea. Cada dos semanas Borí describe en su «Crónica Canguesa» el drama que viven sus habitantes desde finales del mes de septiembre de 1918, en que se detectan los primeros casos en el convento de los dominicos en Corias, a mediados de enero de 1919. En sus artículos reflejará el miedo, la desesperación y la impotencia ante la enfermedad y la muerte; la necesidad y el hambre; la solidaridad y, también, el egoísmo de los cangueses; el acaparamiento de alimentos; las protestas; las largas listas de fallecidos; la ayuda económica de los emigrantes en América, etc. Las crónicas de Borí, que publicamos a continuación, son realistas y sentimentales, y transmiten con emoción lo que pasó en Cangas del Narcea en aquellos cinco meses, en los que murieron cerca de 700 personas de una población de alrededor de 23.000. El número de fallecidos en la villa fue tan elevado que los dos cementerios que había en ella, el de Ambasaguas y el de la parroquia de Cangas, se quedaron pequeños y hubo que habilitar uno provisional en Barañán, donde existía el proyecto de hacer un nuevo cementerio municipal que al final, con mejor sentido de futuro, se construyó en Arayón, donde se inauguró en 1927.

Los sucesos que relata Borí coinciden completamente con el testimonio de otro testigo de esta epidemia; se trata de José Ríos Pérez, conocido como “Pepe Ríos”, nacido en 1905 en Villar de Adralés, que en sus memorias inéditas relata su vivencia de aquel hecho:

«Vino una enfermedad como un cólera, que moría mucha gente por abandono y de sed, ya que hubo casas que morían dos o más en cada familia y allí estaban varios días, allí por no haber quien los llevara. También los que estaban en cama hacían sus necesidades un día y otro en la cama, sin tener quien los limpiara, y en la aldea hubo muchos pueblos que los nenos abrieron las cuadras y soltaron el ganado para que no muriera de hambre atado. Y había un hombre llamado D. Alfredo Flórez, que cada segundo día visitaba a los enfermos pobres del Corral, La Vega, La Veguitina, calle de Abajo, Ambasaguas y el Cascarín, y sería yo un traidor a la verdad si no dijera que mientras su mano izquierda tocaba la frente del enfermo, con la mano derecha ponía trapos debajo de la cabeza y debajo dejaba cinco duros (en aquellos tiempos) por cada enfermo y cada segundo día. Muchas casas quedaron vacías; el mal de la “moda” llevaba con sus fiebres la gente al cementerio. Mis padres cayeron en cama y yo tuve que bajar [de Villar de Adralés] para Cangas para atenderlos y limpiarlos, y a las once [de la mañana] iba al Ayuntamiento a buscar la leche que bajaban de la Casona de Bimeda en un coche de caballos».

Sir Macfarlane Burnet y David O. White, autores de la Historia natural de las enfermedades infecciosas (Alianza Editorial, 1984), escriben:

«En Inglaterra, el número de muertes por gripe en esa época fue de 150.000 aproximadamente. […] La mayoría de los países del Occidente europeo tuvieron un índice de mortalidad que osciló entre tres y cinco por mil. En los países no europeos, en conjunto, la mortalidad fue mucho más alta. Murieron un veintisiete por mil de los nativos de Sudáfrica; en la India hubo más de cinco millones de muertes, con tantos por mil que oscilaban, según las regiones del país, de cuatro a seis. La mortalidad más alta se registró en Samoa, donde murieron una cuarta parte de sus pobladores».

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Gráfico 1

En Cangas del Narcea, según Borí, la gripe de 1918 provocó la muerte al veinticinco por mil de su población, índice que manifiesta las malas condiciones de vida de sus habitantes, cuya situación estaba más próxima a «los nativos de Sudáfrica» que a la mayoría de los países del Occidente europeo.

Según los dos autores mencionados, la epidemia de gripe de 1918 causó en Europa la muerte sobre todo a adultos jóvenes con edades comprendidas entre los 20 y los 35 años (Véase gráfico 1), circunstancia atípica, pues lo normal era que la gripe invernal afectase a niños y ancianos. En Cangas del Narcea, donde la mortalidad fue muy alta, esta infección afectó tanto a los grupos de riesgo habituales (niños y viejos) como a los adultos jóvenes (Véase gráfico 2).

En otros concejos asturianos la situación fue similar a la padecida en Cangas del Narcea. El horror cundió durante estos meses. El periodista Gícara escribe el 16 de octubre de 1918 desde Oviedo:

«En Asturias, más que estragos, lo ocurrido está siendo una verdadera catástrofe. No ha quedado un solo pueblo sin invadir y en todos la peste deja como recuerdo de su paso lúgubre una estela de luto, de inconsolables dolores, de lágrimas… Sobre todo en la población rural. En ella la peste encuentra ancho campo para su obra devastadora, y si rara es la familia que no viste luto, frecuente es el caso de familias enteras desaparecidas. El pánico, que es el mejor auxiliar de todas las epidemias, se apoderó de las gentes en tal forma, que todo el que puede se recluyó en casa y no hay forma de hacerle salir a la calle. La mayoría de los enfermos se mueren por falta de asistencia facultativa, otros porque no encuentran quien les asista ante el temor al contagio, y los más perecen de hambre, porque al caer enfermo el cabeza de familia falta en la casa el jornal para atender a las necesidades materiales» (Asturias, nº 229, La Habana, 15 de diciembre de 1918).

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Gráfico 2

La falta de médicos fue grande durante la epidemia, primero, porque eran pocos, y segundo, porque muchos de ellos cayeron enfermos los primeros días, llegando a morir varios, como sucedió en Navia, Villayón o Pola de Siero.

En Asturias algunas poblaciones se libraron de tanta tragedia. En la localidad de Cangas de Onís, según una noticia publicada en la revista Asturias, sólo hubo un fallecido, hecho que el cronista atribuye a la rapidez con la que se tomaron medidas para aislar completamente a los primeros enfermos y combatir los focos de infección, así como, «a las especiales condiciones higiénicas de Cangas de Onís, que hoy cuenta con abundante traída de aguas y con alcantarillado ad hoc» Por el contrario, en la villa de Cangas del Narcea, en esa misma fecha (diciembre de 1918), estaba comenzando la obra para el abastecimiento de agua corriente, que se esperaba inaugurar «a mediados del venidero julio, coincidiendo la fecha con las fiestas del Carmen». Como sucede casi siempre, la vida seguía su curso y en medio de aquella tragedia ya se estaba pensando en “fiestas”.

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Los primeros automóviles de Cangas del Narcea, 1914 – 1925

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Automóvil en Corias (Cangas del Narcea), hacia 1920. Fotografía Benjamín R. Membiela. Colección Juaco López Álvarez.

El primer automóvil que llegó a Asturias lo trajo el Marqués de Vista Alegre de París a finales de 1890. Tenía tres ruedas, “dos traseras y una delantera”, y la velocidad máxima que alcanzaba era de 20 km. por hora en las bajadas, 15 en terreno llano y 10 en las subidas. El coche de motor se había inventado cuatro años antes.

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Automóvil en Corias (Cangas del Narcea), hacia 1925. Fotografía Benjamín R. Membiela. Colección Juaco López Álvarez.

Sin embargo, no será hasta los primeros años del siglo XX cuando comience a notarse la presencia de automóviles en las ciudades y villas asturianas, sobre todo destinados al transporte de viajeros. Su presencia no podemos cuantificarla hasta 1907, año en el se establece la obligatoriedad de matricular los automóviles en el Gobierno Civil de la provincia. Gracias a esta medida podemos conocer hoy quienes compraban los coches, donde vivían y que marcas adquirían.

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Automóvil Ford en Corias (Cangas del Narcea), 1923. Fotografía Benjamín R. Membiela. Colección Manuel Álvarez Rguez-Arango.

En 1907 se matricularon en Asturias veinte automóviles. La matricula O-1 correspondió a un coche Panhard-Levassor propiedad del conde de la Vega del Sella, la O-2 a un Charron-Girardot del marqués de Canillejas y la O-3 a un Hispano-Suiza de Carlos Bernaldo de Quirós. El número de coches que se matricularon entre 1907 y 1920 fue de 1.300. A partir de 1921 comienzan a aumentar considerablemente y en octubre de 1925 se alcanza la cifra de 4.500 automóviles matriculados. La mayor parte de los compradores residían en Gijón (971), Oviedo (861), Avilés (184), Luarca (139), Mieres (107), Villaviciosa (77), etc. En la mitad de los concejos de Asturias en ese periodo no había ningún vecino con coche. Los dueños de estos primeros automóviles eran aristócratas, industriales, emigrantes enriquecidos en América, propietarios que vivían de sus rentas, y también empresas de transporte, compañías mineras, sociedades industriales, comerciantes, etc.

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Automóvil de la marca Fiat en Corias (Cangas del Narcea), hacia 1925. Fotografía Benjamín R. Membiela. Colección Juaco López Álvarez.

Entre 1907 y 1925, los vecinos de Cangas del Narcea matricularon 36 automóviles. El primer vecino que registró un coche en el Gobierno Civil de Oviedo fue Román Rodríguez-Arango Méndez-Castrillón. Fue en 1914 y le correspondió la matricula O- 274. El coche era un S.C.A.R. de 15 CV. Hasta 1920 no volverá a matricularse otro, y lo hará el mismo señor con un Ford matricula O-714. Los propietarios de esos 36 coches eran profesionales y, sobre todo, empresarios, taxistas y comerciantes que los empleaban para la actividad de sus negocios.

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Automóvil de la marca Ford en Corias (Cangas del Narcea), hacia 1920. Fotografía Benjamín R. Membiela. Colección Juaco López Álvarez.

La marca preferida por los cangueses en este tiempo era la norteamericana Ford. De este modo, diecisiete de los vehículos eran de esta casa, seguidos por tres Motobloc, tres Citroën, dos Dogde Brothers, etc. La razón de esta preferencia hay que buscarla en el precio, ya que esta casa había desarrollado la producción en cadena muy pronto y sus vehículos tenían un coste bajo, y también en que desde 1923 la Ford tenía un representante en Cangas del Narcea, que era el Comercio del Médico.

A continuación publicamos la lista completa de los primeros vecinos de Cangas del Narcea que matricularon su automóvil en Oviedo entre 1907 y 1925, que hemos tomado de la Guía de 1919 del Real Automóvil Club de Asturias (Gijón, 1919) y Asturias Automovilista, de Antonio Pérez Pimentel (Gijón, [1926]).

Matrícula

Marca

Propietario

Ocupación

Fecha

O-274

SCAR

Román Rodríguez-Arango Méndez-Castrillón

Notario y propietario.

1914

O-714

Ford

Román Rodríguez-Arango

Notario y propietario.

Julio 1920

O-737

Pierce Arrow

Dionisio López Llano

Café Madrid y Hotel El Sport, y administración de automóviles a Oviedo.

Julio 1920

O-852

Dodge Brothers

M. Peláez

Emigrante enriquecido en Argentina.

Octubre 1920

O-1052

Renault

Secundino Cosmen

Comercio, y transporte de viajeros y mercancías.

Febrero 1921

O-1182

Fiat

Amador Álvarez

Junio 1921

O-1402

Daimler

Blanca F. Aldecoa

Propietaria de minas de carbón.

Enero 1922

O-1464

Ford

Higinio García del Valle

Abogado y viticultor

Marzo 1922

O-1515

Ford

Manuel A. Otero

Junio 1922

O-1643

Ford

Secundino Cosmen

Comercio, y transporte de viajeros y mercancías.

Septiembre 1922

O-1747

Ford

Rafael Rodríguez González

Notario

Diciembre 1922

O-1967

Ford

J. Arango Lombardero

Veterinario

Marzo 1923

O-1995

Ford

Valentín Flórez Cosmen

Comercio en La Chabola – Val.láu.

Abril 1923

O-2037

Ford

Gerardo Marcos

Farmacéutico

Mayo 1923

O-2041

Ford

Manuel Blanco González

Propietario

Mayo 1923

O-2042

Ford

Camilo Álvarez Vázquez

Comercio de comestibles

Mayo 1923

O-2235

Dodge Brothers

José Queipo Fernández

Taxista

Agosto 1923

O-2242

Ford

Pedro Calvo Blanco

Septiembre 1923

O-2454

Rieker

Ceferino García Gómez

Febrero 1924

O-2461

Ford

Manuel Pérez Carlos

Comercio en El Pueblo de Rengos (Casa Segundo).

Febrero 1924

O-2576

Ford

Francisco Álvarez del Otero

Panadería

Mayo 1924

O-2594

Citroen

Antonio Álvarez Arenal

Mayo 1924

O-2612

Fiat

Nicolás Cortés Suárez

Junio 1924

O-2614

Ford C

Aniceto Pereiro

Taxista

Junio 1924

O-2671

Citroën

Dionisio López Llano

Café Madrid y Hotel El Sport, y administración de automóviles a Oviedo.

Junio 1924

O-2680

U.S.A. C

Estanislao Pérez

Junio 1924

O-3545

Goyón M.

José Gutiérrez González

Noviembre 1924

O-3576

Ford

Joaquín López Manso

Confitería

Diciembre 1924

O-3582

Citroën

Higinio García del Valle Peláez

Abogado y viticultor.

Diciembre 1924

O-3601

Ford

Eduardo Fuentes González

Enero 1925

O-3649

Delahaye

José Queipo Fernández

Taxista

Febrero 1925

O-3660

Ford O.

Manuel Pérez Carlos

Comercio en El Pueblo de Rengos (Casa Segundo).

Febrero 1925

O-3768

Studebaker

José Queipo Fernández

Taxista

Abril 1925

O-3826

Motobloc

Antonio Álvarez Aumente

Mayo 1925

O-3949

Motobloc

Rafael Rodríguez

Notario

Julio 1925

O-4037

Motobloc

Jesús Villa Suárez

Médico

Agosto 1925

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“Nueva Vida”, la primera sociedad obrera de Cangas del Narcea, 1928 – 1936

altEl 6 de mayo de 1928 se fundó en Cangas del Narcea la primera sociedad obrera de su historia. Fue en una fecha muy tardía con respecto a otras ciudades y villas de Asturias, que estaban más industrializadas, y en las que los obreros ya estaban organizados desde finales del siglo XIX. Los promotores de esta sociedad fueron Gumersindo Díaz Morodo, “Borí” (Cangas del Narcea, 1886- Salsigne, Francia, 1944) y José Menéndez Morodo (Cangas del Narcea, 1889-1930), que no eran familia a pesar de llevar el apellido Morodo, pero sí tenían en común haber sido emigrantes a América: el primero a Cuba, en donde estuvo muy poco tiempo, y el segundo en México, de donde acababa de regresar en 1928 después de bastantes años de emigración. La asociación se denominó Sociedad de Oficios Varios «Nueva Vida» y estaba vinculada a la Unión General de Trabajadores. Formaron la primera junta directiva las personas siguientes:

Presidente: Emilio Suárez (ebanista)
Vicepresidente: Manuel Rodríguez
Tesorero: Benigno González (mampostero)
Secretario 1º: Gil Rodríguez (carpintero)
Secretario 2º: Alfredo Álvarez (obrero)
Vocales: José Fernández (ebanista), Graciano Tejón (panadero), Ramón Tornadijo (conductor y dependiente de comercio), Rafael García (molinero y obrero), Cayetano García (molinero) y Victorino Martínez.
 
Mesa de Discusión: Presidente, José Menéndez Morodo (emigrante retornado y desde enero de 1930 dueño del “Café Madrid”); Vicepresidente, Jerónimo Orbañosa, y Secretarios, Manuel Rodríguez Rodríguez y Luis Rodríguez.
 
Comisión Revisora: Gumersindo Díaz Morodo (comerciante), Antonio González y Marcelino Rodríguez (carpintero).

Según su Reglamento el objetivo de la sociedad era “agrupar a todos los trabajadores para crear, cuando haya en ella veinte obreros del mismo oficio o profesión, Sociedades que tengan el propósito de mejorar la condición moral y material de sus asociados”. El mismo Reglamento establece los medios que tiene que seguir la sociedad para conseguir sus fines. Por una parte, “los socios propagarán, por los medios que las leyes del Estado consientan, la lucha económica y política de clases y lo conveniente que es a los trabajadores formar Sociedades que tengan por objeto mejorar sus condiciones morales y materiales, y combatir la explotación del hombre por el hombre”. Y por otra parte, “Nueva Vida” deberá “adherirse a todos los actos de las organizaciones o agrupaciones que tengan los mismos fines que esta Sociedad persigue, siempre que de una manera clara y terminante tiendan a recabar de los patronos mejoras y de los Poderes Públicos leyes que favorezcan a los trabajadores que luchan por mejorar la condición de explotados”.

El miércoles 9 de mayo de 1928, la nueva sociedad obrera hizo su presentación pública en la villa de Cangas del Narcea, con una conferencia en el Teatro Toreno de Luis Oliveira, dirigente de la Agrupación Socialista de Oviedo y de la Federación de Sociedades Obreras de Asturias, con el título: “La cultura como base de la emancipación de los trabajadores”. El teatro, según El Noroeste (12 de mayo de 1928), “se hallaba completamente lleno, no faltando nutrida representación femenina, que ocupaba los palcos y daba realce al acto”. La presentación del acto la realizó Borí, que habló de la situación de los obreros cangueses y de las prácticas “arcaicas” de sus patronos, que, según él, hacían oídos sordos a los logros sociales conseguidos en España en esos años.

“Pero aquí, en Cangas, nada de esta legislación se cumple: el obrero trabaja las horas que el patrono por sí le impone; no se estudia el jornal que percibe para saber si le da o no lo suficiente para vivir; no se protege a mujeres y niños obreros, ni se establecen seguros sociales, ni se constituyen comités paritarios, y en caso de accidentes del trabajo queréis suponer que con el gasto de unas pesetas en la botica o el pago de un funeral ya habéis más que cumplido con vuestro deber”.

Con la fundación de esta Sociedad y la organización de esta conferencia, el mencionado Borí lograba ver cumplido los dos factores que él consideraba imprescindibles para la mejora y el progreso de la clase obrera: la unión de los obreros y el fomento de la cultura.

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Inventario de los objetos propiedad de la Sociedad Obrera “Nueva Vida”, Cangas del Narcea, 13 de mayo de 1933.

En 1928, la sociedad tenía 85 socios que eran en su mayoría jornaleros que trabajaban en las viñas y obreros del ramo de la madera, tanto maderistas como de fábricas de carpintería. Su domicilio social estaba en la planta principal del número 48 de la calle Mayor. Era un local austero que en 1933 estaba amueblado con una mesa de castaño, un armario-archivo de álamo, siete sillas y catorce bancos para las reuniones de los afiliados, una bandera con su asta de metal y un retrato de Pablo Iglesias, fundador de la UGT y el PSOE.

La sociedad luchó por obtener unos salarios y unas mejores condiciones de trabajo para los obreros de Cangas, y mantuvo serios conflictos para reivindicar mejoras para los trabajadores de los viñedos y para los obreros de los talleres de carpintería. Al poco tiempo de fundarse ya tuvo que defender a los obreros de estos talleres, pues los propietarios querían mantener la jornada de nueve horas y se negaban a instaurar la obligatoria de ocho horas. Justificaban esta negativa en la “gran crisis” y en lo ruinoso de su negocio. También en los primeros días del mes de julio de 1936 la sociedad declaró la huelga a los cosecheros de vino.

Además de la lucha sindical, “Nueva Vida” realizó trabajos para el Ayuntamiento de Cangas del Narcea. Durante la II Republica, como era habitual desde la implantación del Estado liberal en el siglo XIX, los ayuntamientos españoles promovieron la realización de obras públicas con el fin de paliar la grave crisis que afectaba a la actividad económica y evitar conflictos sociales. El paro era muy elevado. El Ayuntamiento de Cangas sacó a concurso en febrero de 1933 la reparación de las calles de La Veiguetina y Pelayo, y en junio de 1934 la reforma de la plaza de La Oliva y la calle de Galán y García Hernandez (hoy, Rafael Fernández Uría). “Nueva Vida” obtuvo la adjudicación de estos trabajos con el fin de obtener unos beneficios para la sociedad y, sobre todo, con el objeto de facilitar jornales a los obreros que trabajaban en estas obras.

En la presentación de las cuentas presentadas por Gumersindo Diaz Morodo “Borí”, tesorero, en febrero de 1934, dijo:

“En primer termino, la obra de contrata con el Ayuntamiento, en el arreglo de las calles de La Veguetina y del Mercado, obra aun no terminada, pero que ya deja a la Asociación una ganancia liquida de 559,23 pts., de las que 447,72 se hallan depositadas como fianza en el Ayuntamiento, y pendientes el resto de pago por obra ejecutadas. […] Como veis, esta obra de la contrata es la salvación económica de la Sociedad, puesto que dada la crisis de trabajo existente no podemos ser muy exigentes en el pago de la cuota social”.

La sociedad no solo miraba por los intereses de sus asociados. En la misma presentación de las cuentas de 1934, dice Borí:

«En el registro de gastos he sumado una partida muy simpática, muy humana, que mucho os engrandece. Me refiero a los socorros dados a camaradas forasteros, a otras víctimas de este régimen capitalista que de paso por este pueblo apelaron a nuestra solidaridad para atenuar por el momento los rigores de su miseria. Esa partida de gastos ascendió el pasado año a 111,70 pts.»

También miembros de «Nueva Vida» participaron en la política local, y en las elecciones municipales celebradas en mayo de 1931 salió concejal José Ríos Pérez, “Pepe Ríos”, que era vocal de esta sociedad.

En 1936, tras el levantamiento militar del 18 de julio, la sociedad desaparece y muchos de sus afiliados tienen que huir de Cangas del Narcea; terminada la Guerra Civil algunos de los miembros más destacados sufrirán cárcel y exilio.

El Reglamento de la Sociedad de Oficios Varios “Nueva Vida” se presentó en el Gobierno Civil de la Provincia de Oviedo el 20 de abril de 1928 y en la actualidad se conserva en el Archivo Histórico de Asturias; ahora puede consultarse en esta web del Tous pa Tous.

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“El coche de Cangas de Tineo” en 1895

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“Coche de Cangas de Tineo”, en Trubia, hacia 1895.

En la segunda mitad del siglo XIX se construyen las primeras carreteras por el suroeste de Asturias y con ellas llegó el transporte en coches de caballo o diligencias. Hasta entonces el transporte de personas y mercancías se hacía por caminos reales, por los que se transitaba en carros de vacas o bueyes, en caballería o caminando.

Las diligencias que hacían el trayecto de Oviedo a Cangas del Narcea, por Salas, La Espina y Tineo, eran de la empresa “Diligencias Maurines y Cia.”, de Oviedo, que en los últimos años del siglo se unió a “Horga. Servicio de Carruajes”, formando la sociedad “Maurines, Horga y Cia.”. A comienzos del siglo XX esta compañía dejará el servicio de viajeros con tracción de sangre por automóviles de la casa Dion Bouton, de París.

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Reverso de la fotografía con el texto: “Coach for Cangas de Tineo”.

Los carruajes tenían cuatro ruedas, y capacidad para cuatro viajeros en el interior y otros fuera, en el cupé. En la villa de Cangas del Narcea paraban en la plaza de La Refierta (hoy, plaza Mario Gómez) y los billetes se vendían en la fonda de Venancio López Álvarez. Además de personas y mercancías, estos coches transportaban el correo. La concesión de este servicio público era una garantía para el mantenimiento de este servicio, porque el número de viajeros era tan pequeño que a veces no compensaba a las empresas. En 1895 la conducción del correo desde Cangas a Oviedo y viceversa estaba en manos de los siguientes socios: Adolfo Álvarez Fernández, de Oviedo; Joaquín Horga, vecino de Santander y residente en Oviedo; Ladislao Menéndez Bernardo, de Salas, y el mencionado Venancio López Álvarez, de Cangas del Narcea, que eran dueños de dos tiros o mulas cada uno.

La fotografía de este “coche de Cangas de Tineo” tirado por ocho mulas, fue hecha por un viajero inglés, seguramente un ingeniero de minas, en Trubia, hacia 1895.

Félix Mª Villa o la «voluntad inquebrantable» de hacer el Hospital-Asilo de Cangas del Narcea

Vista h. 1915 del Hospital-Asilo fundado por Félix Mª Villa en El Corral, Cangas del Narcea.

Si hay una institución que ha cumplido una labor asistencial en nuestro concejo para los enfermos y ancianos pobres, esa es el Hospital-Asilo de «San José», que se inauguró el 16 de agosto de 1880 en el barrio de El Corral, en un promontorio ventilado y tranquilo, situado sobre el río Narcea.

En una descripción de la villa de Cangas del Narcea publicada el 1 de septiembre de 1882 en el periódico El Occidente de Asturias se dice:

«Hay también desde hace dos ó tres años un Hospital para enfermos pobres con su cementerio y capilla, debido á la iniciativa y á la voluntad inquebrantable de un caballero de esta villa y al auxilio que le han prestado algunas piadosas señoras de la misma.»

El nombre del «caballero» y de las «piadosas señoras», así como el relato de las circunstancias que trajeron consigo la fundación del Hospital, los ofrece Ángel Martínez de Ron, «Amader», en 1930:

«[…] Un pobre desvalido y enfermo, no teniendo dónde albergarse, se metió en el portalón de [la casa de] Velarde [en la calle Mayor], y allí le encontraron muerto. Este triste suceso causó una impresión de dolor tan grande en Cangas, que en seguida varias señoras, entre las cuales estaban doña Antonia, esposa de don Marcelino Rodríguez Arango, regente que había sido de la Audiencia de Barcelona; doña Candelaria García del Valle, doña Cristina y doña Carolina Meléndez de Arbas y doña Dolores Flórez de Sierra, caritativas y protectoras de los pobres, se reunieron para ver si encontraban el medio de evitar escenas tan lamentables auxiliando a los necesitados. Al efecto comenzaron a pedir limosnas en todas partes; acudieron a varios señores, encargándose al fin, el filántropo don Félix Villa de poner en práctica lo que se proponían, meditando el asunto, formulando planes, pensando cómo había de obtener lo que era necesario y acudiendo a la Diputación, a los Ayuntamientos, a los particulares y hasta a su peculio particular para conseguir hacer un pequeño hospital. Desde la primera piedra del edificio hasta verlo terminado no se apartó de allí, pasando el calvario que en tales casos se sufre, siempre por las dificultades que a cada momento se presentan. La fundación del hospital fue de inmenso beneficio y de prestigio para Cangas.» («Recuerdos de antaño», La Maniega, nº 24, enero-febrero, 1930).

En efecto, Félix María Villa y Santamarina fue el fundador, promotor y administrador del Hospital-Asilo de San José, cuyo fin era atender y acoger a personas pobres y enfermas, así como a desvalidos. Nuestro benefactor nació en Cangas del Narcea el 2 de septiembre de 1828. Sus padres eran Francisco Manuel Villa, natural de Cangas del Narcea, y Mª del Carmen García Santamarina, de Puerto de Veiga (Navia). Su abuelo paterno, José Villa, era de Pola de Siero y se había establecido en la villa de Cangas hacia 1780, donde se casó con Isabel Pardo.

La profesión que declara Félix Villa en el padrón de 1889 era la de «propietario», es decir, vivía de las rentas que le daban sus propiedades. Pero además, como también había hecho su padre, trabajaba como administrador de terratenientes que tenían muchas propiedades en el concejo de Cangas del Narcea, pero que no vivían en él. De este modo, fue administrador de los bienes de María Manuela Vázquez Quiroga y Queipo de Llano, de Anselmo Gonzalez del Valle, etc.

Felix Mª Villa

Placa dedicada en 1921 a Félix Mª Villa en el Hospital-Asilo San José, El Corral, Cangas del Narcea.

Félix Villa permaneció soltero toda su vida. Tenía tres hermanas y un hermano, Julián María, médico y catorce años más pequeño que él, con el que compartió negocios y que colaboró mucho en el Hospital. Era una familia muy religiosa, que mantenía una estrecha relación con las dominicas del convento de Cangas y con los frailes de Corias. Él fue durante bastantes años presidente de la Congregación del «Corazón de Jesús» de la parroquia de Cangas del Narcea. Murió el 10 de julio de 1908. El 21 de junio de 1910 el Ayuntamiento acordó dedicarle una calle en el barrio de El Corral y en 1921 el pueblo de Cangas le dedicó una placa, que se colocó en la fachada del Hospital-Asilo.

El Hospital, fundado y administrado por Félix Villa, atendió a muchos enfermos pobres, que llegaban en unas condiciones pésimas. Su creación coincidió con unos años de crisis de alimentos en los concejos del suroeste de Asturias, lo que favoreció la extensión de la pobreza y las enfermedades. El establecimiento subsistía gracias a los donativos de particulares, tanto de dinero como de ropa; a las retribuciones que daba el Ayuntamiento de Cangas del Narcea por cada enfermo pobre del concejo que ingresaba en él y a las aportaciones continuas del propio Villa. Para recaudar donativos hacía en la prensa local llamamientos «á las personas piadosas y caritativas, para que se sirvan concurrir con algunas ropas viejas de ambos sexos, sobre todo de la llamada blanca, para vestir a muchos enfermos que casi desnudos llegan a dicho establecimiento.» (El Eco de Occidente, 25 de mayo de 1894). En el mismo periódico se les recordaba un mes después a esas mismas personas caritativas: «que no tengan reparo en dar cosas viejas porque todo sirve en un pobre hospital: un pañuelo hecho jirones sirve para limpiar el sudor á un moribundo, y así todo lo demás. Con unas prendas se arreglan otras. También se estima mucho el calzado por malo que sea.» (El Eco de Occidente, 22 de junio de 1894).

Desde el primer momento, una de las mayores preocupaciones de Félix Villa fue asegurar el gobierno y, sobre todo, el futuro del Hospital. Para ello era muy importante decidir quien iba a ser su titular. Consultó a algunos amigos «acerca del medio mejor para impedir que mañana los incautadotes se apoderen del Hospital». No se fiaba del Estado, porque en el siglo XIX había desmantelado, con la Desamortización de los bienes de la Iglesia, muchas instituciones religiosas de carácter asistencial y además desconfiaba de los avatares de la política española, que llegaban hasta las localidades más alejadas. Un amigo, Diego Canto Fernández, le contestó el 4 de enero de 1881 recomendándole lo siguiente:

«En cuanto al Hospital te diré que, para ponerlo a cubierto de la rapacidad revolucionaria, debe ponerse la casa como propiedad tuya o de otra persona de esa villa, y que por tus días se destine a un objeto piadoso, reservándote el derecho de disponer de ella a la hora de la muerte. Después, al hacer testamento, la dejas a otra persona de tu confianza que haga lo mismo.»

Félix Villa solo siguió en parte el consejo de este amigo. Puso el Hospital a su nombre e hizo un testamento donde dejaba como heredera a la Diócesis de Oviedo, pero alguna desavenencia tuvo con el Obispo, seguramente porque consideró que la Iglesia no colaboraba suficientemente con su Hospital, que cambió de opinión y al final, en vida, cedió el Hospital de Cangas del Narcea a las Hermanitas de los Ancianos Desamparados. Esta institución religiosa se había creado en 1873 y tenía su sede central en el Asilo-Noviciado de Valencia, donde residía la Superiora General de la Orden, por eso es a ella a la que Félix María Villa cede la propiedad del Hospital de Cangas del Narcea. Ahora bien, la cesión la hace con unas condiciones muy claras, con el objeto de garantizar los fines para los que se creó, que conocemos gracias a un borrador escrito por el mismo Félix Villa y que merece la pena ser leído:

 

CESIÓN DEL HOSPITAL DE CANGAS DEL NARCEA POR FELIX Mª VILLA A LAS HERMANITAS DE LOS ANCIANOS DESAMPARADOS

Cesión absoluta que hace D. Felix Mª Villa y Santamarina del Hospital Asilo de San José de esta villa de Cangas de Tineo, a la Superiora General de las Hermanitas de los pobres o ancianos desamparados, llamada Sor María de Jesús, residente en su Asilo-Noviciado de Valencia, quien delega para poder efectuar su cometido en Sor Carmen de San Francisco, actual Superiora del Asilo de Ancianos de Oviedo, que aceptará el indicado edificio a nombre de dicha Sra. Al verificar la cesión se expresarán en el documento redactado al efecto (que será una conciliación) las condiciones siguientes:

    1. Que la cesión será absoluta, sin restricción alguna de la propiedad existente del edificio, en la que se incluyen todas sus salidas, huertos y jardín adyacentes, cementerio y pozo, con más las dos casitas que radican en dicha propiedad, formando un perímetro aproximado de 12 áreas y 59 centiáreas.
    2. Que también hace cesión de todos los muebles, ropas y alhajas que en la casa existen, sin otra reserva que un nicho en el cementerio, construido a sus expensas para que sirva al fundador del establecimiento de honrosa sepultura.
    3. Que por cuanto había ofrecido al Prelado de la Diócesis el patronato de la casa con la propiedad de la misma, contando con su protección prometida, a fin de darle desarrollo en sus más perentorias necesidades, las cuales olvidó, desisto por lo tanto en la concesión de tales derechos por verme desasido de compromiso, por más que apareciere en cláusulas de mi testamento.
    4. y última: Que siendo perpetua y para siempre la cesión hecha del Establecimiento a la Institución de las Hermanitas, como se deja descrita, estas o quien las represente nunca podrán enajenar el edificio y demás propiedad adyacente, ni darle otro uso más que el que actualmente tiene, con el nombre de Hospital para los enfermos y pobres y ancianos de la villa de Cangas y su concejo, porque siendo construido para este fin con las limosnas de personas caritativas, no puede hacerse otro uso sin faltar a las leyes de la equidad y justicia. Así mismo, para evitar todo evento en lo futuro y asegurar su existencia, abandonado que fuera de las Hermanitas, que hoy lo poseen, entonces pasará la propiedad al Sr. Cura Párroco de la propia villa de Cangas, al Alcalde de la misma, al Señor Arcipreste del distrito y al Sr. Rector de Corias, para que todos de consuno acuerden lo que mejor convenga para secundar las intenciones del fundador, manifestadas en este documento, cuyo original existirá en el Archivo Municipal de la propia villa de Cangas de Tineo.

Aparta de todo derecho a sus herederos, declarando que el Establecimiento construido pertenece a los enfermos pobres del pueblo y su comarca, por más que haya coadyuvado a su existencia.


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Homenaje de Cangas del Narcea a Anselmo González del Valle

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Anselmo González del Valle, 1874. Dibujo de José F. Cuevas.

El pasado día 2 de diciembre de 2011 en el Teatro Toreno, el Tous pa Tous y el Museo del Vino de Cangas celebraron un homenaje a Anselmo González del Valle, con motivo del centenario de su fallecimiento.

Anselmo González del Valle y Carbajal fue un personaje muy importante para Cangas del Narcea y tiene una calle dedicada a él en la villa, en la que figura como “Anselmo del Valle”, que era como se le conocía en su tiempo. Nació en La Habana en 1852, hijo de un emigrante de Oviedo. A los once años vino a esta ciudad a estudiar y aquí residió hasta su muerte el 15 de septiembre de 1911. Poseedor de una gran fortuna, invirtió su dinero en múltiples negocios. Fue un gran aficionado a las bellas artes, en especial a la música, y es uno de los compositores más destacados que tuvo Asturias.

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Etiqueta de botella de vino de Anselmo G. del Valle, Cangas de Tineo, 1896. Col. Museo del Vino de Cangas.

En 1878 adquirió muchas propiedades en el concejo de Cangas del Narcea, al que estaba unido por lazos familiares. Fue un verdadero modernizador de nuestro concejo. En 1884 construyó el molino que todavía existe junto al puente de piedra de Ambasaguas, en la villa de Cangas, al que dotó de la más moderna maquinaria, y sobre todo invirtió gran cantidad de dinero en mejorar y modernizar el cultivo de los viñedos y la elaboración del vino de Cangas. Para ello trajo técnicos franceses que introdujeron importantes cambios en los viñedos, como el empleo de hilos de alambre para apoyar las vides, el uso de sulfatadoras, sistemas de poda e injerto, etc. Construyó en la villa de Cangas del Narcea, en la calle Pelayo, una gran bodega, “montada con todos los adelantos que requiere la industria vinícola moderna”, conocida como El Lagarón, hoy desaparecida. El jefe de la bodega era Ernest Dubucq. Su vino alcanzó una gran calidad, vendiéndose en Oviedo, Gijón, Avilés, Madrid y La Habana, y obteniendo medalla de plata en la exposición vinícola de Burdeos de 1895 y de oro en la de Angers de 1896. En 1901 vendió todas sus propiedades en Cangas del Narcea a los hermanos Alfredo y Roberto Flórez González.

En el acto de homenaje intervino Fidela Uría Líbano, que hizo un breve recorrido por la biografía de Anselmo González del Valle y su aportación a la música; José María González del Valle, catedrático de Derecho Eclesiástico de la Universidad de Oviedo y nieto del homenajeado, y Juaco López Álvarez, que habló sobre la relación de González del Valle con Cangas del Narcea. Cerró el acto Purita de la Riva que interpretó al piano algunas composiciones de Anselmo González del Valle.

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Cangas del Narcea en el Museo Arqueológico de Asturias

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Recreación de mujer neardental en el Museo Arqueológico de Asturias

En marzo de 2011 se abrió al público el Museo Arqueológico de Asturias, en Oviedo, después de permanecer cerrado siete años. Se inauguró con una exposición permanente en la que se exponen ocho piezas procedentes del concejo de Cangas del Narcea. Lógicamente, en los almacenes del museo hay muchos más objetos de nuestro concejo, que son el resultado de hallazgos casuales y de dos excavaciones arqueológicas realizadas en el castro de Larón en 1978 y en el monasterio de Corias en los últimos años. De estas excavaciones proceden la mitad de las piezas expuestas. Vamos a enumerarlas, siguiendo un orden cronológico:

1

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Hacha de bronce encontrada en las inmediaciones del castro de Larón, 800 – 700 antes de Cristo.

Hacha de talón y anillas, aparecida en las inmediaciones del castro de Larón. Apareció, junto al fragmento de otra hacha, en los años sesenta del siglo XX, en el talud de la carretera de Degaña. El hacha es de bronce y conserva las rebabas y el muñón de fundición, lo que indica que nunca fue utilizada como instrumento. Es un tipo de hacha muy característico del Bronce Final Atlántico, que aparece entre los años 800 y 700 antes de Cristo, es decir hace unos dos mil ochocientos años. J. L. Maya y M. A. de Blas, “El castro de Larón (Cangas del Narcea, Asturias)”.

2

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Fíbula de bronce hallada en el castro de Larón, siglo II antes de Cristo.

Fíbula simétrica de bronce encontrada en 1978, en la excavación arqueológica del castro de Larón dirigida por José Luis Maya, de la Universidad Autónoma de Barcelona, y Miguel Ángel de Blas, de la Universidad de Oviedo. Una fíbula es un broche que se usaba para sujetar las prendas de vestir. La que apareció en el castro de Larón es un modelo que tiene su origen en la cultura de La Tene, y data del siglo II antes de Cristo. Existe una muy similar aparecida en el concejo de Tineo. Eran objetos muy valiosos, que se usaban durante varias generaciones. J. L. Maya y M. A. de Blas, “El castro de Larón (Cangas del Narcea, Asturias)”.

3

Depósito de monedas romanas aparecido en el pueblo de Bimeda. Se trata de 192 monedas de bronce del siglo IV que aparecieron hacia 1864 en las obras de desmonte para la construcción de la carretera La Espina-Ponferrada. De este hallazgo dio noticia Nicolás Suárez Cantón en La Ilustración Gallega y Asturiana (8 de julio de 1880). Según parece, el “tesoro” estaba formado por muchas más monedas. Las que han llegado al Museo Arqueológico de Asturias fueron acuñadas en Francia e Italia; las más antiguas pertenecen a la época del emperador Constantino I y las más recientes son del mandato del emperador Graciano. El hallazgo de esta clase de depósitos o “tesoros” es relativamente frecuente, por ejemplo, en el pueblo de Trones apareció uno en 1910 con más de mil monedas romanas, y su ocultación se realiza en momentos conflictivos en los que la gente esconde sus bienes. “El probable tesorillo de Bimeda (Cangas del Narcea)”.

4

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Lapida de Lucio Valerio Postumo, hallada en Arnosa, La Viliella.

Lápida sepulcral de Lucio Valerio Postumo. Este fue un romano que seguramente vino a nuestro concejo a trabajar en las explotaciones de oro que se llevaban a cabo en el valle del río Ibias, en la parroquia de Larón. La lápida apareció a fines del siglo XIX en el lugar de Arnosa, cerca del pueblo de La Viliella, y la encontró Felipe Rodríguez, de casa Felipón de este pueblo, que la colocó junto al portón de su casa. El 5 de diciembre de 1951, por iniciativa de Joaquín Manzanares, sus nietos la donaron al Museo Arqueológico de Asturias. En la lápida aparece la inscripción siguiente:

L · VALERIUS
POSTUMUS
VX · AN · L
H · S · EST
S · T · T · L

Que viene a ser: L. Valerius / Postumus / v(i)x(it) an(nos) L. / H(ic) s(itus) est. / S(it) t(ibi) t(erra) l(evis). La traducción al castellano es: “Lucio Valerio Postumo, vivió 50 años. Yace aquí. La tierra te sea ligera”.

5

Lápida de consagración o fundación de la iglesia de Santa María de Castanéu, del año 1166. Es una pizarra que estaba colocada en el muro norte de esta iglesia. Ingresó en el Museo Arqueológico de Asturias por iniciativa de Joaquín Manzanares y Manuel Jorge Aragoneses, el 6 de diciembre de 1951. La inscripción está escrita en latín, pero se ha borrado en su mayor parte, y solo se leen bien las tres primeras líneas, que traducidas dicen: “En el nombre de nuestro Señor Jesucristo, fue consagrado este templo por el obispo Gonzalo, en la era MC CIIII …”. Don Gonzalo fue obispo de Oviedo entre 1162 y 1175.

6

Espuela o acicate de hierro, bronce y cuero de época medieval, encontrada en la excavación arqueológica del monasterio de Corias dirigida por Alejandro García y con la participación de Francisco F. Riestra. Es una de las espuelas que aparecieron en los enterramientos que había en el interior y en el exterior de la primera iglesia que tuvo el monasterio, que fue construida en el siglo XI y era de estilo románico. En esta iglesia y en su cementerio solo se enterraban los monjes y los nobles que habían hecho donaciones al monasterio. Con las espuelas puestas se enterraba a los caballeros, y eran un símbolo de nobleza y distinción. Datan de los siglos XII y XIII. En estas tumbas también aparecieron monedas, que se colocaban en la boca o entre las manos de los difuntos, y colmillos de jabalí, que los muertos llevaban colgados como signo de su valor en la caza de estos animales.

7

Espuela o acicate de hierro y bronce de época medieval, encontrada en la excavación arqueológica del monasterio de Corias.

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Teja con representación de caballeros (Monasterio de San Juan Bautista, Corias, Cangas del Narcea)

Teja curva del monasterio de Corias de fines de la Edad Media. Tiene inciso el dibujo de dos caballeros armados con espada y lanza. Apareció en el tejado del monasterio y fue encontrada por “Biescas”, trabajador de la empresa que esta realizando la reforma del monasterio para convertirlo en Parador Nacional, que la entregó a los arqueólogos Alejandro García y Francisco F. Riestra.

                                        *   *   *   *   *   *

A continuación podéis descargaros una pequeña guía en formato pdf, realizada por la arqueóloga  Carmen Benéitez González, que os puede ayudar, si visitáis el museo, a localizar estas piezas en la exposición.

icon Cangas del Narcea en el Museo Arqueológico de Asturias (636.93 kB)

Comercios, tabernas, profesionales, industrias, etc. en Cangas del Narcea, 1904

Cangas del Narcea. La calle Mayor a la altura de la plaza de La Refierta (actual, Mario Gómez), hacia 1904

El Anuario Descriptivo de Asturias editado en Gijón en 1904 recoge los nombres de los cargos civiles y religiosos del concejo de Cangas del Narcea, y los de los funcionarios y profesionales, así como los titulares de comercios, industrias, tabernas, etc. El concejo tenía en aquel año 22.426 habitantes, ocho mil más que en la actualidad, y acababa de empezar el siglo XX con unas importantes industrias vinícola y maderera, y una incipiente minería, aunque su principal actividad económica seguía siendo la agricultura y la ganadería. En la villa eran numerosos los comercios de ropa y telas, los abogados y los procuradores (¡siempre fuimos muy pleitistas!), y repartidos por el concejo, en lugares de paso y pueblos grandes, había unos pocos figones y tabernas (Ventanueva, Vallao, Carballo, Besullo, La Regla de Perandones…). El alcalde era el comerciante leonés José Pallarés Nomdedeu, que tenía en la calle Mayor la única ferretería que existía en la villa. Para viajar todavía se empleaba la diligencia. En todo el concejo solo había doce maestros (once hombres y una mujer).

El texto del comienzo tiene unos errores, que notará cualquier lector de Cangas, que son las menciones a “un sepulcro de la condesa de Toreno” en la iglesia parroquial, que no hay tal, y un “convento de Padres Dominicos fundado por don Juan Queipo de Llano”, cuando en realidad se trata del convento de Madres Dominicas que existía en aquella fecha en la calle Mayor.

Anuario descriptivo de Asturias para 1904
– Cangas de Tineo –

Jovellanos en Cangas. Relato de su estancia en Cangas del Narcea en la vendimia de 1796

Retrato de Jovellanos con el arenal de San Lorenzo, al fondo, hacia 1780-1782; Francisco Goya (1746-1828), lienzo, 185 x 110 cm. Oviedo, Museo de Bellas Artes de Asturias.

Contribución de El Tous pa Tous a la conmemoración del bicentenario de la muerte de Gaspar Melchor de Jovellanos (1811 • 2011)

INTRODUCCIÓN

Pocas personalidades hay en España que susciten tan unánime sentimiento de admiración y respeto como la de don Gaspar Melchor de Jovellanos (Gijón, 1744-Puerto de Vega, Navia, 1811). Prototipo de patriota, intelectual y hombre de Estado, Jovellanos es, por muchos conceptos, también el ideador de la Asturias contemporánea. El conocimiento y amor por su tierra le colocan en el origen del asturianismo, del estudio científico de la historia y cultura de Asturias, de la modernización de su economía y promoción de sus primeras grandes infraestructuras de comunicación y transporte, así como de la innovación pedagógica concretada en una de sus más queridas empresas: el Real Instituto Asturiano de Náutica y Mineralogía de Gijón.

Timbre de gloria es para cualquier localidad o concejo de Asturias que Jovellanos se haya fijado en ellos, que los mencione en sus obras y, ni qué decir tiene, que los visitara y recorriera dejando constancia por escrito de sus impresiones, describiendo sus monumentos, historia, paisajes o rasgos de sus gentes, productos industria y costumbres. Todo tiene cabida en su insaciable ansiedad de conocimiento; de todo hace sagaces diagnósticos y son de admirar sus precisos juicios. Consciente como todos los ilustrados de su tiempo de la necesidad de dirigir la transformación de la sociedad, Jovellanos se plantea esta tarea acometiéndola con método y responsabilidad, y por eso, como punto de partida para formar cualquier opinión o juicio se impone el del conocimiento directo, siempre sobre el terreno y en contacto con las personas, sus agentes. Así se entienden muchos de sus frecuentes recorridos por nuestra provincia a lo largo de la última década del siglo XVIII, tanto los realizados para despachar encargos oficiales como los privados.

Hay constancia de dos viajes de Jovellanos a Cangas de Tineo (desde 1927, Cangas del Narcea), aunque quizás pudo haber un tercero, en el verano de 1782, cuando según su biógrafo, secretario y hombre de confianza, Juan Agustín Ceán Bermúdez (Gijón, 1749-Madrid, 1829), «recorrió entonces casi toda la provincia [de Asturias], indagando su población, el estado de su cultivo y de su industria, sus usos y costumbres» (Memorias, págs. 33-34). Fruto de ello fue la redacción del Viaje de Asturias, conjunto de diez cartas cuyo destinatario era su amigo, el ilustrado Antonio Ponz (Bechí, Segorbe, 1725-Madrid, 1792), autor del famoso Viage de España (18 tomos, editados en Madrid entre 1772 y 1794), y con cuya aportación quiso contribuir Jovellanos a esta enciclopédica obra.

Retrato de Joaquín José Queipo de Llano, V conde de Toreno. Óleo de Vicente Arbiol. Real Instituto de Estudios Asturianos, Oviedo.

Pero los documentados son, como va dicho, dos: el primero, muy breve, verificado a comienzos de la primavera de 1795 (desde el jueves, 26, hasta el sábado, 28 de marzo), en comisión oficial, pues don Gaspar estaba designado por el Consejo de Órdenes Militares y por su amigo el ministro de Marina Antonio de Valdés y Fernández Bazán (Burgos, 1744-Madrid, 1816), para hacer las pruebas de genealogía y limpieza de sangre de Fernando de Valdés (Sevilla, 1754-Madrid, 1819), brigadier del Ejército, coronel del regimiento de caballería de Alcántara y futuro marqués del Apeo Hermoso, hermano del referido ministro, al que recientemente se le había concedido el hábito de caballero de la orden de Alcántara. Estas pruebas obligaron a Jovellanos a viajar, primero por Asturias (Pravia, Candamo, Grado, Salas y Cangas) y, a continuación, hasta La Rioja. De su peregrinar dejó constancia escrita y sus impresiones constituyen lo más destacado del Cuaderno VI del Diario que, sin interrupción, abarca desde el jueves, 12 de marzo de 1795, hasta el sábado, 31 de diciembre de 1796. Los interesados pueden ver la crónica de este viaje a Cangas en la edición crítica preparada por María Teresa Caso y el que suscribe, en 1999 (Obras completas, VII, págs. 114-125). Como resumen de lo acontecido, se pueden reseñar las descripciones del monasterio de Corias, colegiata de Santa María Magdalena y palacio de Toreno (actual sede del Ayuntamiento de Cangas). El conde de Toreno, Joaquín José Queipo de Llano y Valdés, fue su anfitrión y compañero en las visitas, aunque Jovellanos, según él mismo refiere, estuvo hospedado en casa de su administrador, don Ignacio Fernández Flórez, y no en el palacio.

El segundo viaje es el que ahora ofrecemos a los lectores de El Tous pa Tous. Realizado al año siguiente, se extiende desde el miércoles, 5, hasta el viernes, 21 de octubre de 1796, algo más de dos semanas, coincidiendo con la recolección de la uva, de ahí el expresivo título que Julio Somoza le puso: «A una vendimia en Cangas de Tineo», pues Jovellanos no lo destacó en el registro de su Diario.

Cangas, tras Oviedo y las villas costeras del centro de Asturias (Gijón y Avilés), era la siguiente villa en importancia de Asturias. Su estratégica situación en la zona suroccidental, a orillas del Narcea y enclave de caminos y acceso directo al Bierzo (León), su extensión, población, riqueza en materias primas (arbolado y canteras de piedra), su producción agropecuaria y comercio (mercado y ferias ganaderas) están en el origen de ello. Por tanto, la oportunidad de volver a ella de una manera más relajada y por mero ocio no sería desaprovechada. Esta le vino de la mano de su íntimo amigo, Rodrigo Antonio González de Cienfuegos y Velarde (Oviedo, 1745-1813), VI conde de Marcel de Peñalba, con casa, familia e intereses en este concejo. El Conde era hijo de un cuñado de Jovellanos, don Baltasar González de Cienfuegos y Caso Maldonado (muerto en Oviedo, en 1770), predecesor en el título, que había casado en tres ocasiones: la última en 1758, con Benita Antonia de Jovellanos (Gijón, 1733-Oviedo, 1801), la hermana mayor de don Gaspar. Peñalba y Jovellanos, por tanto, no eran parientes, como a veces se dice, sino solo amigos pero la relación entre ambos era tan íntima y cordial que se puede calificar de familiar. A este respecto comenta Jovellanos en el bosquejo interrumpido de sus Memorias familiares (1784) que «muerto el conde don Baltasar, heredó la casa su hijo don Rodrigo quien, sin embargo de haber contraído matrimonio, del cual tiene larga descendencia, no ha querido tomar el gobierno de su casa y rentas, que hoy sigue a cargo de doña Benita, viviendo unidas ambas familias con mucha paz y utilidad recíproca». Rodrigo y Gaspar eran además de la misma edad (Jovellanos, un año mayor que Peñalba) y durante la estancia de Jovellanos en Asturias (1790-1797 y 1798-1801), fueron asiduos contertulios y compañeros de viajes, según vemos en la correspondencia y el Diario.

La ocasión para visitar Cangas no podía ser más propicia, pues coincidió con la época de la vendimia, una de las faenas con que se va dando conclusión al ciclo agrícola anual y tiempo de festejos y regocijos públicos, como leemos en el Diario. ¡Qué pena que no se haya conservado aquella carta que nuestro viajero envió a su amigo Nicolás de Llano Ponte el jueves, 13 de octubre, que contenía «la relación de nuestra vida vendimial», y donde el gijonés también hacía referencia a las «combinaciones de afición que tanta juventud alegre hace entre sí» con este motivo! Sería un precioso documento de valor etnográfico donde, de seguro, Jovellanos describiría con su acostumbrado rigor y detalle las variedades de uva, las labores de recolección y poda, los preseos o herramientas, medios de transporte, faenas en el lagar, y los usos y costumbres derivados.

Retrato de Antonio Uría Queipo de Llano, hacia 1804. Obra del pintor Francisco Xavier Hevia. Colección de Blanca Fernández Rodríguez (Casa de Uría, Santolaya).

Al correr de los apuntes y de las jornadas vemos además lo cerrado y bien trabado que era el círculo de relaciones familiares de la nobleza canguesa, pues los Queipo de Llano, González de Cienfuegos, Uría (de la casa de Santa Eulalia de Cueras), Merás y Flórez, todos entre sí tenían algún vínculo familiar o parentesco más o menos directo. Estrategias de las clases dominantes durante el Antiguo Régimen que se mantuvieron también a lo largo del siglo XIX y comienzos del XX. Aparte de ello, eran también asiduos a las mismas tertulias, reuniones y fiestas.

Este relato nos descubre asimismo una villa nada anodina, con ciertos pujos capitalinos, estimulada por la concurrencia de dos casas aristocráticas (las condales de Peñalba y Toreno, creadas en 1649 y 1659, respectivamente) que pujaban entre sí en ostentación e influencia. Pero la voz en aquel momento la llevaba Joaquín José Queipo de Llano (1727-1805), el V conde Toreno, que había ido reuniendo bajo su protección y estímulo un pequeño círculo de científicos, mecánicos y literatos entusiastas que elevaron el nivel cultural de la villa durante las dos últimas décadas del siglo XVIII.

Peñalba fue, como decimos, el anfitrión de Jovellanos y en la casa que había construido su bisabuelo, Rodrigo González de Cienfuegos y Estrada, II conde de Marcel de Peñalba, y que todavía erige su elegante y barroca fachada en la calle Mayor de Cangas (la antigua «Fonda Universal»), estuvo alojado todo ese tiempo. El sábado, 15 de octubre de 2011, por iniciativa de El Tous pa Tous, Sociedad Canguesa de Amantes del País, se descubrirá en la fachada de esta casa de Peñalba una placa que recuerda la estancia de Jovellanos en la villa, coincidiendo además con el año en que se conmemora el bicentenario de su fallecimiento (1811-2011). Los pueblos que recuerdan a sus beneméritos paisanos son pueblos inmortales.

LA EDICIÓN

El texto seguido para la publicación de este Viaje a Cangas es el de la edición crítica que preparamos María Teresa Caso y yo mismo en 1999 para la colección de Obras completas de Jovellanos que en 1984 había iniciado el fallecido profesor José Miguel Caso González: Gaspar Melchor de Jovellanos, Obras completas, tomo VII. Diario, 2.º Cuadernos V, conclusión, VI y VII (desde el 1 de setiembre de 1794 hasta el 18 de agosto de 1797), edición crítica, prólogo y notas de María Teresa Caso Machicado y Javier González Santos, Oviedo, Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII – Ilustre Ayuntamiento de Gijón, 1999, páginas 575-612. Respecto a esta hay dos diferencias apreciables: la primera es que se han eliminado las variantes textuales derivadas de la confrontación de la copia del manuscrito original de 1811 y de las diferentes ediciones conocidas de este Cuaderno VI del Diario, y la otra es que ahora sale bastante más anotada que entonces; la intención es brindar al lector más exigente y entusiasta el texto original de Jovellanos comentado en todos sus detalles. Como se puede comprobar a primera vista, existen dos tipos de anotaciones: las notas a pie de página son comentarios más o menos extensos a las palabras de Jovellanos, pero también hay otras, sencillamente aclaratorias, que van en el propio texto de Jovellanos, entre corchetes para no interrumpir el curso de la lectura con fastidiosas llamadas a notas, y que sirven para identificar personas, nombres de lugar o accidentes geográficos a los que el viajero gijonés se refiere de modo familiar y abreviado (personas) pero también erróneo o confundido como sucede con algunos topónimos y accidentes geográficos.

JOVELLANOS EN CANGAS
Relato de su estancia en Cangas del Narcea en la vendimia de 1796

AGRADECIMIENTOS

No quiero concluir esta Introducción sin dejar constancia de agradecimiento por su desinteresada colaboración a la doctora doña María Teresa Caso Machicado, amiga y coeditora conmigo de los volúmenes segundo y tercero del Diario de Jovellanos y a quien se debe la fijación crítica del texto. A KRK Ediciones, propietaria de la edición y explotación comercial de las Obras completas de Jovellanos y a su director, nuestro buen y generoso amigo Benito García Noriega, por haberme facilitado el archivo del texto publicado en 1999 y la cesión de los derechos de reproducción del mismo para esta colaboración en El Tous pa Tous. Y por último, al Museo de Bellas Artes de Asturias y a su anterior director, hoy Consejero de Cultura y Deporte del Principado de Asturias, el señor don Emilio Marcos Vallaure, por permitir la reproducción del retrato de Jovellanos, el primero de los dos que le pintó Goya y que constituye una de las joyas artísticas de sus selectas colecciones.

A la buena memoria del Padre Carballo y su obra

Para la benemérita Sociedad “Tous pa Tous”, de Cangas del Narcea

Retrato de Nicolás Castor de Caunedo y Suárez de Moscoso. Fuente: Biblioteca Digital Hispánica.

Se lamentaba Constantino Suárez del “escaso y deficiente fruto” que había logrado en sus investigaciones para arrojar luz sobre la peripecia vital e historiográfica de Nicolás Cástor de Caunedo y Suárez de Moscoso, una de las personalidades que definieron la reivindicación de Asturias durante el fértil periodo de nuestro Romanticismo.

Décadas después, Caunedo sigue sin tener una biografía que haga justicia a la singularidad de su trayectoria y aportaciones, que se nos muestran más ricas y de matices más variados que los que le atribuyen las fuentes al uso, plagadas de silencios y errores.

Su expresa querencia por Gozón y su capital Luanco, hicieron que se le diese por nacido en ese concejo o en la villa, pero lo cierto es que, quizás por la oriundez gallega de su madre, como delata su apellido, vio la primera luz en 1819 en la parroquia de San Andrés de Cabañas, provincia de La Coruña. Su padre era uno de aquéllos “cristinos” e “isabelinos” de primera hora que, como capitán, empuñó las armas en la Primera Guerra Carlista, siendo escenario las tierras de Burón y Suarna de algunas de sus heroicas acciones, pasmándose algunos vecinos testigos de las refriegas de que por su valentía “no hubiese perecido mil veces”.

De ese progenitor heredó Caunedo la profesión de las armas, a la que unió la pasión por las letras y por la historia, que nunca le abandonaría. En plena juventud, en el Madrid efervescente del reinado de Isabel II, sería cuando fructificasen esas inquietudes en la década de los cuarenta, cuando se vincula a la Real Academia de Arqueología y Geografía, fundada en 1837 por el investigador y erudito Basilio Sebastián Castellanos de Losada. La Academia pasaría en 1863 a denominarse del “Príncipe Alfonso”, para desaparecer en 1868 con la revolución que arrojó del trono a Isabel II.

Para Caunedo, la personalidad de Basilio Sebastián Castellanos fue un referente de primer orden, consagrándole como ejemplo a seguir de intelectual y arqueólogo, como viene a demostrar la biografía que le dedica y que dio a las prensas en Madrid en 1848. Además, la Real Academia fue la institución que le amparó y reconoció en sus saberes, y en donde estuvo acompañado por otros relevantes asturianos como el conde de Toreno, Agustín Arguelles, Evaristo San Miguel o Antonio Posada y Rubín de Celis. Sin embargo, será su contemporáneo Antonio Balbín de Unquera quien desarrolle en ella una gran actividad investigadora y divulgativa. Caunedo sería recibido como académico de número en 1868 con un discurso sobre la Arquitectura Asturiana, siendo contestado por Mariano Nogués y Secall.

Aunque formalmente su ingreso como académico de número se produzca en ese año, a pocos meses de la desaparición de la Real Academia, lo cierto es que a mediados de la década anterior Caunedo ya se presentaba como “académico de mérito de las de Arqueología de España y Bélgica”. Residía entonces Caunedo en Oviedo, aprovechando este periodo para profundizar en sus estudios históricos referidos a Asturias y en continuar una interesante labor editorial, no siempre culminada como veremos.

En 1855, cuando era segundo comandante de Infantería, Nicolás Cástor de Caunedo es nombrado Fiscal del Consejo de Guerra Permanente de la Provincia de Oviedo, y sumará a estos méritos arqueológicos y militares el ser caballero de la ínclita orden de San Juan de Jerusalén, de las militares de San Fernando y San Hermenegildo, Benemérito de la Patria, y haber sido condecorado con la medalla de Sufrimiento por la Patria y otras cinco medallas más por acciones distinguidas de guerra.

Como fiscal del Consejo de Guerra se encargará, entre otras labores, de la apertura del sumario a Restituto Mata, comandante de Infantería y subinspector de la Milicia Nacional, y al capitán de Infantería Faustino García Fontela, ayudante del Batallón Provincial de Oviedo, por la conducta que observaron ambos durante la vigencia de la Junta Revolucionaria instalada en Oviedo el 17 de julio de 1856.

El proyecto de edición de las Antigüedades y cosas memorables del Principado de Asturias, del padre Carballo, en 1856

Placa a la memoria del Padre Carballo en su barrio natal de Ambasaguas (Cangas del Narcea)

Que la carrera militar no era obstáculo para que Caunedo dedicase también esfuerzos a conocer y difundir la historia de Asturias con una pasión digna de elogio, lo certifica el proyecto editorial en el que se embarca en ese año de 1856 junto a Evaristo Vigil Escalera, y que supone la empresa más ambiciosa en este campo en Asturias a lo largo del periodo isabelino, y que de haberse materializado, hubiese supuesto un hito en nuestra historia contemporánea. La nueva edición de la trascendental obra del Padre Luis Alfonso de Carballo Antigüedades y cosas memorables del Principado de Asturias proyectada por Caunedo y Evaristo Vigil no se limitaría a una simple trascripción de la original, sino que se presentaría “anotada y adicionada” por los editores, enriqueciéndola además gráficamente con láminas litografiadas por un artista nativo como Ignacio León y Escosura que, pese a su juventud, ya gozaba de contrastada calidad en sus trabajos. De este modo se modernizaba la obra, poniéndola en consonancia con el ya implantado gusto por las ediciones ilustradas con las que la corriente romántica fijaría una nueva interpretación del paisaje y la arquitectura monumental del país. Esa identificación plenamente romántica es la motivación original como medio para una reivindicación de la singularidad de la historia de Asturias y su primigenia aportación a la identidad de España, tal como revela el texto del Prospecto publicitario de la obra, que se transcribe al final.

Técnicamente, la obra se presentaría por entregas en número de ochenta a cien, conformando un tomo en 4º. mayor con un total de 800 a 1000 páginas. Con cada entrega, recibirían los suscriptores las láminas correspondientes “lujosamente litografiadas”, llegando por vez primera a los interesados el 1 de enero de 1857. Desde esta fecha, las entregas serían sin interrupción semanales.

El precio de suscripción para la península sería de real y medio por entrega, mientras que en ultramar sería de dos reales y medio. Animosos, los promotores avisaban que concluida la obra, ésta aumentaría su precio. Una amplia red regional y nacional de puntos de suscripción de la obra parecía asegurar su éxito. En Cangas del Narcea el encargado de recibir las suscripciones era Domingo Joaquín Álvarez Arenas.

Estas optimistas perspectivas no se cumplieron, y, que sepamos, la obra no tuvo inicio, frustrándose por causas que es difícil desentrañar. Habría que esperar a 1862 para que Matías Sangrador y Vítores retomase el proyecto con su Gran Biblioteca Histórica Asturiana, que inició su colección denominada “Sección de historia civil o política” con la obra de Carballo, pero sin los ambiciosos objetivos y calidades que aventuraban Caunedo y Vigil.

PROSPECTO

“Recordar las antiguas y modernas glorias de Asturias y dar a conocer los monumentos artísticos e históricos que tanto embellecen su pintoresco suelo, es el único objeto de la publicación que hoy anunciamos. El país cuyo celebrado nombre va unido a los más grandes acontecimientos que registran los anales, el que opuso una resistencia inaudita a los romanos, a la sazón dominadores del mundo; el que fue la tumba y el oprobio de los soberbios sarracenos; el país cuna de la libertad, de la monarquía y de la nacionalidad española, en fin, de donde partió el terrible grito de guerra que derribó al coloso de nuestro siglo y en que vieron la luz Pelayo y Campomanes, Alfonso el Casto y Jovellanos, y cien otros grandes hombres que son el orgullo de España, es digno de una memoria en los días que alcanzamos de civilización y progreso.

Los que tal pensamiento concebimos, más ricos de entusiasmo por nuestra amada patria que de fuerzas para labrarle una corona tal cual merece, creemos el mejor medio reproducir el muy notable escrito, tan raro hoy como apreciado por los eruditos, que nos legó en el siglo XVII el digno asturiano Luis Carballo, y en el que recopiló las pasadas glorias y grandezas de Asturias. Por más que seamos los primeros en tributar sinceros elogios al laborioso cronista, no podemos menos de reconocer que, su obra que contentaba todas las exigencias de la época en que vio la luz pública, debe hoy sufrir el dominio que tan justamente ejerce la crítica sobre la historia de los tiempos lejanos. Sin embargo, lejos de nosotros la idea de borrar las romancescas tradiciones que derraman tanta poesía en la historia de Asturias; pues no olvidamos que de muy antiguo, las leyendas populares envolvieron con el gracioso manto de la fábula los más graves y verdaderos sucesos. Nuestro propósito es tan solo esclarecer, en cuanto alcancemos, los que como dudosos figuran en las crónicas nacionales y que acontecieron en Asturias, rectificando los errores en que pudo incurrir Carballo. De aquí la necesidad de ilustrar el primitivo texto con algunos fragmentos tomados de los escritores árabes, con privilegios y donaciones reales, cartas pueblas, inscripciones, etc., etc. Incompletos quedarían nuestros trabajos si no presentáramos también la historia del Principado en los tres últimos siglos, no menos dignos de interés y fecundos en acontecimientos memorables que los anteriores, y les daremos fin consignando el heroico y gloriosísimo alzamiento contra los franceses, en el que nuestros padres mostraron ser dignos herederos de los esforzados soldados de Covadonga conquistando innumerables laureles y devolviendo su perdida libertad e independencia a la madre patria. Finalmente, aparecerán con profusión en el nuevo Carballo litografías que reproduzcan los monumentos, sucesos y personajes de más nombradía, debidas al joven y aventajado pintor don Ignacio León y Escosura.

No haremos, cual es de costumbre, pomposos ofrecimientos rara vez cumplidos; tan solo prometemos aquí que la edición que vamos a dar será todo lo esmerada posible, y en todas sus partes producto de artistas del país”.