Noticias de Historia de Cangas del Narcea.

El Regimiento de Cangas de Tineo y la apasionante historia de Pedro del Tronco

El Regimiento de Infantería de Cangas de Tineo, cuya historia ha sido rescatada por el historiador José Luis Calvo en un libro que publica el Instituto Bances y Valdés.

El Instituto de Estudios Históricos Bances y Valdés ha editado una nueva publicación del académico don José Luis Calvo Pérez, que se presentará en el Club La Nueva España (Oviedo) con ocasión de la semana del Desarme, el próximo 16 de octubre a las 18.00 horas, y posteriormente en Cangas del Narcea el sábado 26.

Siempre es buen momento para rememorar las hazañas de los asturianos que lucharon contra los franceses en la Guerra de la Independencia. Dentro de la contienda cobra especial relevancia el Regimiento de Cangas de Tineo, cuya historia ha sido rescatada por el historiador José Luis Calvo en este libro.

Un grupo de valientes sin formación militar

El Regimiento se formó el 28 de junio de 1808 para luchar contra los franceses que avanzaban hacia el Suroccidente de Asturias durante la Guerra de la Independencia (1808-1814). Eran un grupo de soldados que partieron al frente, en su mayoría, sin ningún tipo de formación militar y provistos con sus herramientas de trabajo en el campo, pero que llegaron a ser reconocidos por sus gestas y actuaciones en las batallas.

La apasionante historia de Pedro del Tronco

Castillo de Tineo, derribado definitivamente en 1912. La fotografía está sacada de un cristal estereoscópico de Celso Gómez Fdez.-Argüelles que data del 1 de septiembre de 1910. Colección: Álvarez Pereda.

Entre el casi millar de voluntarios que formaron el Regimiento destacó especialmente la figura de Pedro del Tronco, natural de Dagüeño, parroquia de Mieldes (Cangas del Narcea, Asturias). En 1809, fue capturado por las tropas del general francés Gautier y ejecutado en el castillo de Tineo, ubicado en la actual plaza de Las Campas. Allí se le recuerda con una cruz tallada sobre un bloque de piedra en el que se puede leer la inscripción: «Aquí murió Pedro del Tronco en defensa de la patria».

Pedro del Tronco, quien el 10 de marzo de 1811 fue reconocido por las Cortes Generales españolas como héroe de la patria, recibió un homenaje el pasado 10 de marzo en su pueblo, Dagüeño. En esta ocasión, se colocó una placa para recordar quién había sido: «El pueblo de Dagüeño a su vecino Pedro del Tronco, fusilado en la villa de Tineo a manos del invasor francés. Héroe de la patria reconocido por las Cortes Generales de España, el 10 de marzo de 1811».


 

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El Fuejo y Obanca en 1752, cuando las construcciones se cubrían con paja

Primera página de la relación de bienes de Ares José de Omaña en el concejo de Cangas del Narcea, 1752.

En 1752 se llevó a cabo en muchas regiones de España el conocido como catastro del marqués de la Ensenada. Cada vecino tenía que declarar todas sus propiedades y los ingresos por sus actividades. Hoy, es una fuente de información muy valiosa para conocer el siglo XVIII. Lamentablemente, las respuestas que dieron los vecinos del concejo de Cangas del Narcea desaparecieron en 1808 cuando los franceses quemaron el archivo municipal. Hemos tenido la suerte de encontrar en la colección documental reunida por José Luis Ferreiro Blanco una copia de la declaración que entregó don Ares José de Omaña, dueño de la casa de Omaña, de los bienes que tenía en el concejo de Cangas del Narcea.

La casa de Omaña era dueña en este concejo de casas, hórreos, molinos, tierras, viñas, brañas y pueblos enteros. Entre estos últimos estaban el lugar de El Fuejo y el sitio de Obanca, ambos de la parroquia de Santa Marina de Obanca, que los Omaña llevaban en foro perpetuo otorgado por el monasterio de San Juan de Corias, que era el propietario del dominio directo. El señor de Omaña pagaba cada año a los benedictinos veinte cántaras (313 litros) de vino tinto  y una hemina (48,43 litros) de trigo por El Fuejo, y cuatro heminas de centeno y otras cuatro de trigo por Obanca. Y él a su vez cobraba unas pingües rentas a los tres vecinos de El Fuejo: Manuel González, Diego Tejón y Juan de Antón, y al único que vivía en Obanca: Antonio Coque. Los tres primeros pagaban de renta anual: 16 heminas de trigo y otras 16 de centeno, seis jamones, dos carneros o doce reales por cada uno, dos cerdas o dieciséis reales por cada una, y la cuarta parte de la uva que vendimiaban. Comparando esta renta con la que pagaba el Omaña a los monjes de Corias por este mismo lugar, se comprende bastante bien que la pobreza del campesinado asturiano no era la consecuencia de una tierra montañosa y lluviosa, sino el resultado de una renta abusiva por parte de los terratenientes.

La declaración también ofrece una información muy valiosa para conocer las características de El Fuejo y Obanca a mediados del siglo XVIII: los limites geográficos; las construcciones que había: casas terrenas, hórreos, bodegas y un molino de cuatro muelas, todas ellas cubiertas de paja de centeno; la clase de tierras labrantías, prados y árboles, así como sus productos (trigo, centeno, mijo, maíz, habas, yerba, castañas, manzanas, peros1Peru, palabra asturiana, ‘variedad de manzana pequeña, dura y muy sabrosa’., nisos2Nisu, palabra asturiana, ‘ciruela pequeña y negra’., cerezas, nueces, higos, moras), y las rentas que pagaban. Mención especial ocupan las viñas. En El Fuejo estaba el formal3Terreno donde se agrupan varias viñas, normalmente de pequeño tamaño. de Trigales, que ocupaba una superficie de 45 hombres de cava (8.010 m2), por el que sus llevadores pagaban «la cuarta parte del fruto que producen» y en Obanca había una viña, «que se dice también de Obanca», de siete hombres de cava (1.246 m2) que pagaba «en uva la mitad del fruto que diese».

El Fuejo ocupaba una superficie de 515,37 áreas y el espacio se repartía de la manera siguiente: el 28% se dedicaba a monte de castaños bravos; 26% a tierra de cultivo de cereales (trigo, centeno y maíz) y habas; 15% tierra brava de ínfima calidad que se sembraba cada veinte años con centeno y mijo; 13% de viñedo; 8% de prados para yerba; 2% de árboles frutales y 8% que ocupaban edificios, peñas y matorrales infructíferos. Por el contrario, Obanca era sobre todo un gran prado de regadío, «de dar yerba de guadaña», de 125,7 áreas, y su principal actividad era la industria molinera que funcionaba con un molino hidráulico de cuatro muelas que aprovechaba las caudalosas aguas del río Narcea.

El Fuejo y Obanca, situados en la periferia de la villa de Cangas del Narcea, al otro lado del río Narcea, se mantuvieron hasta los años sesenta del siglo XX como espacios rurales con unas características similares a las que aparecen en esta declaración de bienes de Ares José de Omaña (ver fotografías 1 y 2). Sin embargo, a partir de 1970 cambiarán considerablemente, en especial El Fuejo. Este lugar, con la construcción del Puente Nuevo a fines del siglo XIX y, en especial, con el puente colgante en 1973, quedó unido a la villa y fue urbanizado en su totalidad. Obanca, en cambio, solo fue urbanizado en parte con un polígono industrial y dos centros de enseñanza, que se construyeron en el extremo norte de su territorio, y todavía hoy puede vislumbrarse el Obanca de 1752 en la casa de Coque, apellido que después de 250 años sigue vinculado a este lugar.

A continuación transcribimos la relación de los bienes de la casa de Omaña en El Fuejo y Obanca en 1752. Hemos hecho una transcripción actualizada para facilitar su lectura, y entre corchetes ponemos algunas equivalencias al sistema métrico decimal de las antiguas medidas: vara (0,835 m), hemina (48,43 l), cántara (15,6 l), día de bueyes (12,57 áreas) y hombre de cava (178 m2).

 

El Fuexo

El lugar del Fuexo es por entero del mencionado don Ares según se deslinda por el  oriente con el río de Narcea; por el mediodía con tierra de bravo de don Pedro Velarde; al poniente con tierras de dicho don Pedro y de don José Alfonso, vecinos de esta villa, y al norte con el arroyo que se dice de Trigales.

Dentro de cuyos términos hay tres casas de habitación, que la una se compone de portal, cocina, corte4 Cuadra. para los ganados, pajar y una bodega, tiene de frente dieciocho varas y ocho de fondo [15 x 6,60 m]. Las otras dos [casas] están unidas, que se componen de dos portales, dos cocinas, dos cortes para los ganados y sus dos pajares, tiene de frente cuarenta y cuatro varas y ocho de fondo [36,75 x 6,60 m]. Y todas se componen de piedra, madera y su techo de paja. Más [hay] dos bodegas que la una tiene ocho varas de frente y seis de fondo [6,70 x 5 m], la otra siete de frente y seis de fondo [5,9 x 5 m], que su artefacto y cubierta es de lo mismo que las casas. Más [hay] un orrio con cuatro pies de madera cubierto también de paja […].

El territorio que hay dentro de los dichos términos son cuarenta y un días de bueyes [515,37 áreas], de los que doce son de tierra labrantía, los ocho de mediana calidad y los cuatro de ínfima; los de mediana calidad dan trigo, centeno, habas y maíz alternando, y los de ínfima, centeno, habas y maíz alternando, y todos ellos sin descanso. Cuatro días [de bueyes] de prados, los tres de mediana calidad que se riegan con el agua del arroyo que baja de Trigales en tiempo de invierno, de verano son secanos, dan yerba de guadaña y algo de pación de otoño; el otro [día de bueyes] de ínfima calidad de secano, que solo da yerba de guadaña. Siete días [de bueyes] de tierra brava de ínfima calidad, que dan centeno y mijo de veinte en veinte años según costumbre. Trece días de bueyes de monte de castaños bravos de ínfima calidad; un día de bueyes que ocupan los peros, manzanos, nisos, cerezos y nogales. Cuatro días [de bueyes] que ocupan el casco del lugar, peñas y matorrales infructíferos. Más hay un formal5Conjunto de viñedos de diferentes propietarios. de viña que se dice de Trigales de cuarenta y cinco hombres de cava [8.010 m2] de ínfima calidad, cepada según costumbre.

Cuyas casas, bodegas, orrio, tierras, montes y lomas expresados dentro de dicho término llevan en arrendamiento Manuel González, Diego Tejón y Juan de Antón, caseros y habitantes en dichas casas, y pagan de renta en cada un año treinta y dos heminas de trigo y centeno por mitad, seis perniles, dos carneros o doce reales por cada uno, que es el precio en que están puestos así en este lugar como en todos los demás, [y] dos marranas o diez y seis reales por cada una. Todo esto lo pagan por la hacienda expresada, y por las viñas [pagan] la cuarta parte del fruto que producen.

Y todo lo referido dicho lugar con sus términos lo lleva el expresado don Ares por foro perpetuo del monasterio de San Juan de Corias por [el] que paga en cada un año veinte cántaras [313 l] de vino tinto y una hemina de trigo [48,43 l].

 

Obanca

El sitio de Obanca es del mencionado don Ares Joseph de Omaña según se deslinda por el oriente y mediodía con el río de Narcea, por el poniente y norte con cierro de viña quintera del monasterio de Corias, dentro de cuyas demarcaciones hay una casa de habitación cubierta de paja que se compone de portal, cocina, bodega o cuarto terreno y corte con su pajar para los ganados, y unida a ella hay otra con cuatro molares harineros que muelen con el agua de dicho río Narcea, que una y otra tienen veinticuatro varas de frente y ocho de fondo [20 x 6,70 m] hechas de piedra y madera con su techo de paja. Más un orrio con cuatro pies de madera cubierto de paja junto a dicha casa. […]

Más hay dentro de dichas marcaciones un día de bueyes de tierra labrantía de mediana calidad que un año da centeno, otro habas y maíz sin descanso; más un prado de diez días de bueyes [125,7 áreas]de mediana calidad, que se riega con el agua que sale para dichos molinos, de dar yerba de guadaña pación de primavera y otoño, y a las márgenes de dicho prado y sitio hay veinte castaños, cincuenta nisales6Nisal, ‘ciruelo de fruta pequeña y negra’., veinte cerezos, cuatro nogales, seis manzanos, dos higueras [y] un moral. Que a la orilla del río que baña dicho prado hay cien omeros7Omero, umeiro, ‘aliso’..

Por cuya tierra y prado y más arboleda si se arrendase dieran de renta en cada un año trescientos reales, y aunque Antonio Coque, llevador de dicha casa, molinos y sitio, según va deslindado, paga de renta en cada un año catorce heminas de centeno [678 l], seis de trigo [290,58 l] y seiscientos y sesenta reales en dinero es por estar de cargo de dicho don Ares costear y mandar hacer las muelas, rodeznos y canales, componer las expresadas casas y orrio, como también en el fuerte o estacada para sacar el agua a dichos molinos y prado, que uno y otro, por ser el río tan caudaloso de aguas, tiene de costo el expresado don Ares para su manutención más de seiscientos reales de vellón en cada un año.

Más tiene junto a dicho término una viña, que se dice también de Obanca, de mediana calidad, poblada según costumbre, de siete hombres de cava [1.246 m2], linda por el oriente con viñas de Andrés y Joseph Pertierra, por el mediodía y poniente con camino servidero y por el norte con arroyo que baja del lugar de Santa Marina, la que también lleva el referido Antonio Coque a medias, pagando en uva la mitad del fruto que diese, y así esta viña como el sitio de Obanca, según va deslindado, lo lleva el expresado don Ares por razón de foro perpetuo por el que paga al dicho monasterio de San Juan de Corias, según constará de su respectiva relación, ocho heminas de trigo y centeno, por mitad, en cada un año.


 

El P. Luis Alfonso de Carballo SJ (1571-1635) en los escribanos del concejo de Cangas del Narcea: documentación inédita sobre su primera etapa

El presente artículo incluye la transcripción de varios documentos extraídos de las escribanías del concejo de Cangas del Narcea en los que se contiene inédita información sobre el P. Luis Alfonso de Carballo SJ, famoso literato asturiano. El interés de esta documentación es extraordinario, toda vez que permite perfilar aspectos ya acreditados de su trayectoria y, sobre todo, arroja nuevos datos que hasta el momento permanecían desconocidos, máxime por pertenecer estos a su etapa canguesa.

Este artículo que ahora subimos a la Biblioteca Digital del Tous pa Tous fue publicado en el Boletín de Humanidades y Ciencias Sociales del RIDEA, 196 (2022): 79-122.



 

Muyeres de Cangas del Narcea 1907-1940. Retratos fotográficos de Benjamín R. Membiela.

Inauguración de la exposición «Muyeres de Cangas del Narcea 1907-1940. Retratos fotográficos de Benjamín R. Membiela», de la asociación «Tous pa Tous. Sociedad Canguesa de Amantes del País» en la Casa de Cultura «Palacio de Omaña» de Cangas del Narcea.

La profesora Mercedes Pérez fue la encargada de presentar la muestra que cuenta con 200 retratos, con especial protagonismo de mujeres, solas y con niños o rodeadas de toda la familia, realizadas por Benjamín R. Membiela, el primer fotógrafo profesional que abrió estudio de modo estable en el concejo asturiano de Cangas del Narcea, concretamente, en su casa de Corias, hoy deshabitada, un mágnífico lugar, próximo al Parador Nacional, para instaurar un museo dedicado a este fotógrafo y en general a la fotografía canguesa.

Cangas del Narcea en el siglo XVIII

De la Geografía Moderna, escrita en francés por el Abad Nicollé de la Croix. Traducida y aumentada con una Geografía Nueva de España, por el Doctor don Josef Jordan Frago, doctoral de la Real Capilla del Convento de la Encarnación de esta Corte. Madrid, MDCCLXXIX.

CANGAS DE TINEO: Villa de 383 personas, y cabeza del Concejo de su nombre, con Señorío de otras jurisdicciones, distante como un quarto de legua del Monasterio de Corias, de la Congregación de San Benito; está situada sobre el río Narcea, que unido al llamado Coto en el puente, riega toda la campiña de Mediodía á Norte, la qual produce trigo, centeno, maíz, vino para el consumo, frutas admirables; y si se ingertasen los acebuches, de que hay mucha abundancia, quizá darían aceyte mas que para el gasto de los naturales. En los prados hay bastante ganado vacuno, caballar y lanar, caza mayor y menor; el queso, manteca, pescados de sus ríos son especiales. Las calles están empedradas, y hay tres plazas, una Iglesia Colegiata, que es la Parroquia, un Convento de Monjas, Hospital, cinco Casas-Palacios de buena arquitectura, dos excelentes paseos bien arboleados. Se tiene por cierto, que en el distrito del Concejo de esta Villa hay canteras de amianto, conocida de los naturales con el nombre de piedra Quemona; y también cristal de roca, que llaman los del país vulgarmente, diamantes.



 

Vestido de paisana de Cangas de Tineo, 1918

Ficha de la fotografía del ‘Arxiu Mas’ (Archivo Mas).

Adolf Mas Ginestà (Solsona, 1860 – Barcelona, 1936) se formó como fotógrafo en Barcelona a finales del XIX. En 1901 funda un primer establecimiento de venta de material fotográfico que se convertiría, unos años más tarde, en el «Estudio de Fotografía A. Mas», antecesor del «Arxiv Mas».

Muy cercano a los círculos artísticos de la época, entre sus clientes habituales destacan instituciones nacionales como es el caso del Instituto de Estudios Catalanes, la Junta de Museos de Barcelona, el Centro de Estudios Históricos de Madrid e internacionales como la Hispanic Society of America, la Frick Art Reference Library, el Metropolitan Museum, la Harvard University, etc.

Después de la Guerra Civil, el Archivo Mas fue adquirido, en 1941, por Teresa Amatller. Este hecho permitió la supervivencia del mismo, incorporándolo así a la colección del Instituto Amatller de Arte Hispánico (Barcelona).

La fotografía que protagoniza esta entrada pertenece al Archivo Mas y fue realizada por Adolf Mas en 1918, en Cangas de Tineo (Asturias), que una década después pasaría a denominarse Cangas del Narcea.

Vestido de paisana. Cangas de Tineo, Asturias, 1918. Fotografía de Adolf Mas perteneciente al Archivo Mas (colección del Instituto Amatller de Arte Hispánico).

Mediante inteligencia artificial (IA) la hemos coloreado para ver si el resultado coincidía con la descripción de su ficha: «Vestido de paisana. Dengue de seda negra y franja encarnada. Falda verde o encarnada con dibujos negros. Delantal seda negra. Justillo de terciopelo negro. Madreñas», y este es el efecto obtenido:


 

La primera librería de Cangas del Narcea

El primer establecimiento comercial de este tipo en Cangas, lo abrió el matrimonio formado por Enrique Smets y Lucía Fernández Mesa «Luz de Campa». Él era belga y ella de Cangas del Narcea. Se conocieron y casaron en París, donde ella trabajaba de doncella de una aristócrata; vivían en el n.º 77 del bulevar Grenelle, muy cerca de la Torre Eiffel.

En 1932 ó 1933 se instalaron en Cangas. Con ellos vino su hijo Paul, de 12 años de edad y nacido en París. Este matrimonio abrirá en la villa la primera librería de su historia. Estaba en un bajo del viejo ayuntamiento, situado en la calle Mayor esquina con la calle de la Iglesia (hoy del médico Rafael Fernández Uría). Cuando se derribó este edificio en 1951, la librería se trasladó a la plaza del notario Rafael Rodríguez donde después la regentó su hijo Paul.

Un socio del «Tous pa Tous» nos ha enviado el sello que acompaña esta nota, de aquella Librería Narcea, impreso en un libro de Armando Palacio Valdés editado en 1946. Durante muchos años fue la única de la villa y alguien inventó aquel dicho: «Cangas del Narcea, pueblo de gran hidalguía, con cien bares y una sola librería».

¡Grata memoria a Enrique, Luz y Paul!


Una clase con Uría

 

Con motivo de la exposición temporal que el Tous pa Tous presenta en la Casa de Cultura de Cangas del Narcea sobre la figura de José Francisco de Uría y Riego (1819-1862), invitamos a los centros escolares a difundir la figura de este paisano nuestro que da nombre a importantes calles en Oviedo, Gijón, Luarca, Madrid y Cangas del Narcea.

Con este fin hemos elaborado unos materiales que ponemos a disposición de todos:

  • Actividades a realizar durante la visita:

 

  • Actividades para realizar solo en el aula si no se puede asistir a la exposición:

 


 

Acto de inauguración de la exposición dedicada a José Francisco Uría y Riego

En el siguiente vídeo podéis ver y escuchar el acto de inauguración de la exposición dedicada a José Francisco Uría y Riego que se celebró en Cangas del Narcea el 13 de julio de 2023 en la Sala «Tous pa Tous» de la casa de Cultura «Palacio de Omaña».

La Sociedad Canguesa de Amantes del País «Tous pa Tous», tras cumplirse el segundo centenario del nacimiento de Uría (Cangas del Narcea, 1819 – Alicante, 1862) , organizó esta exposición para recordar y conocer mejor a este ilustre cangués que, además de Director General de Obras Públicas, fue un político amante de su patria chica y preocupado por la prosperidad del terruño que le vio nacer.

Presentan: Juaco López y Mercedes Pérez.
Participan: Benito Álvarez, Jorge Rodríguez, Elena Barrero, Jesús H. Feito.
Imagen y sonido: Benito Sierra.

Aprovechamos para informaros que esta interesante exposición se puede visitar hasta final de este año 2023 en el horario de la Casa Cultura de lunes a viernes:

SEPTIEMBRE

    • De 9.00 a 14.00 h

OCTUBRE A DICIEMBRE

    • Mañanas de 10.00 a 13.30 h.
    • Tardes de 16.00 a 19.30 h.


Catorce horas de Oviedo a Cangas en coche-diligencia a finales del siglo XIX

Leitariegos. Diligencia, encima de la ‘vuelta la corona’ camino a El Puertu desde Cangas del Narcea el 31 de agosto de 1911. Se aprecia como la niebla cubre todo el valle de Naviego. Fotografía de Celso Gómez Fernández-Argüelles. Colección Álvarez Pereda.

En la segunda mitad del siglo XIX se construyen las primeras carreteras por el suroeste de Asturias y con ellas llegó el transporte en coches de caballo o diligencias.

A finales del siglo XIX los itinerarios de los coches-diligencias, normalmente, estaban en combinación con la salida de los trenes. En Asturias la primera línea de ferrocarril interprovincial de pasajeros fue la de León a Gijón, también conocido como ferrocarril de Asturias, una línea ferroviaria de ancho ibérico entre ambas ciudades, que constituyó el acceso ferrovario al Principado de Asturias desde la meseta. El tramo que cerró esta línea, históricamente conocido como «la rampa de Pajares», fue inaugurado el 15 de agosto de 1884.

En el caso de Cangas del Narcea y otros municipios del occidente asturiano era la empresa de carruajes «La Montañesa» de Maurines y Cía. quien, en combinación con «La Ferrocarrilana» que hacía el itinerario entre Oviedo y Salas, prestaba el servicio diario a La Espina, Tineo, Cangas de Tineo, Luarca, Navia y Castropol. «La Montañesa», creada en 1883, contó con varias líneas y concesiones en la zona occidental de Asturias y fue una de las últimas compañías con servicio de diligencias, en concreto hasta 1913. El primer vecino de Cangas que registró un coche en el Gobierno Civil de Oviedo fue Román Rodríguez-Arango Méndez-Castrillón. Fue en 1914 y le correspondió la matricula O- 274. El coche era un S.C.A.R. de 15 CV. 

En el año 1892 la diligencia salía de Oviedo a las cinco de la tarde llegando:

A Salas, a las diez de la noche (5 horas)
» La Espina, a la una de la mañana (8 horas)
» Tineo, a las tres y media de la mañana (10 ½ horas)
» Cangas de Tineo, a las siete de la mañana (14 horas)
» Luarca, a las siete de la mañana (14 horas)
» Navia, las diez de la mañana (17 horas)
» Castropol, a las cuatro de la tarde (23 horas). Prácticamente un día entero.

Como podemos ver el viaje no era precisamente veloz y, además, tampoco era especialmente cómodo, ni barato. Estos eran los precios del pasaje en pesetas:

Berlina, interior y banqueta o cupé eran las distintas opciones de viaje que esta Compañía ofrecía al viajero. Berlina era la parte anterior, con asiento transversal normalmente para tres plazas, ventanillas de cristales al frente y dos puertas laterales de vidrio. Va justo detrás del pescante y por debajo de él ya que éste iba elevado sobre el techo de la caja. Interior, colocado detrás de la berlina y en el centro del carruaje, solía tener dos asientos transversales y por lo tanto tenía doble capacidad que la berlina. Detrás del pescante, sobre el techo del carruaje y delante de la barandilla estaba el departamento más económico, el cupé, formado por un asiento transversal para tres plazas abierto por delante con cubierta de cuero para los pies y las piernas que se unía a una capota como la de los cupés, y de ahí esta denominación.

Los horarios de salida hacia Oviedo desde estas localidades eran:

De Castropol a las nueve de la mañana.
» Navia a la una de la tarde.
»  Luarca a las cinco de la tarde.
»  Cangas de Tineo a las tres de la tarde.
» Tineo a las ocho de la noche.
» La Espina a las diez de la noche.
» Salas a las doce de la noche.

Las distancias que se recorrían eran las siguientes:

De Oviedo a Salas,  47 kilómetros.
» » a La Espina, 59 kms.
» » a Tineo,  70 kms.
» » a Luarca, 100 kms.
» » a Cangas de Tineo, 101 kms.
» » a Navia, 121 kms.
» » a Castropol, 152 kms.

Esta fotografía del “coche de Cangas de Tineo” tirado por ocho mulas, fue hecha por un viajero inglés, seguramente un ingeniero de minas, en Trubia, hacia 1895.

Estos carruajes eran arrastrados por tiros de nueve caballerías, a cargo de un mayoral, delantero y un zagal , efectuándose los relevos del ganado cada 20 kms. aproximadamente (4 leguas).

Se cenaba en Salas a la ida y regreso, no obstante, existían buenas fondas y casas de comidas también en Luarca, Navia, Tineo, Cangas y Castropol. Establecimientos que tenían dispuestas las comidas en combinación con la llegada de las diligencias.

En el trayecto, cerca de La Espina, en un punto denominado Los Americanos, instalado en una hermosa y gran casa, se hallaba un establecimiento de ricos comerciantes habaneros: D. José Manuel, D. Mateo, D. Benigno y D. Juan González. Era un comercio magnífico de venta al por mayor y menor con gran surtido de artículos diferentes tanto nacionales como extranjeros y coloniales. Este lugar contaba con un puesto de guardia civil, generosamente donado por sus propietarios.

 

Artículo relacionado: “El coche de Cangas de Tineo” en 1895


Fuente: Asturias. De Oviedo a Covadonga. Fernández González, José. Oviedo, 1892.


 

Ambrosio Rodríguez y su obra

El doctor Ambrosio Rodríguez (Sorrodiles, Cibea, 1852 – Madrid, 1927) es el autor de este pionero y excelente estudio sobre la higiene de los trabajadores y las enfermedades de los jornaleros, que se publicó en Gijón en 1902; tiene 448 páginas. El libro está muy bien editado y lleva una cubierta hecha por el pintor gijonés Juan Martínez Abades. Ambrosio Rodríguez fue un profesional muy reconocido y amigo de eminentes médicos de su tiempo, como su maestro Federico Rubio y Galí y el mismísimo Santiago Ramón y Cajal. Estudió y vivió en Madrid, París, Berlín, Buenos Aires y Gijón, y viajó por numerosos países de Europa y América. Nunca dejó de tener relación con Cangas del Narcea, y siempre estuvo preocupado por su estado y porvenir. En la necrológica que le dedicó la revista La Maniega en junio de 1927 se dice: «Difícilmente habrá habido nadie que haya superado al doctor Ambrosio como amante de Cangas; a donde no dejó de ir un solo año, hasta que en 1915 perdió la vista, cuya desgracia le hizo pasar lleno de tristeza los últimos años de su vida».


AMBROSIO RODRÍGUEZ Y SU OBRA
Por Ovidio Fernández Arbas

El médico Ambrosio Rodríguez, en Buenos Aires, 1887. Fotografía de Chute & Brooks.

Ambrosio Rodríguez y Rodríguez (Sorrodiles de Cibea, Cangas del Narcea, 1852 – Madrid, 1927), estudió la carrera de medicina en Madrid, siendo discípulo del doctor Federico Rubio en el Instituto de Terapéutica Operatoria, especializándose en Tocología y ampliando estudios en Francia y Alemania. Fue médico de sala del Hospital de la Princesa, desempeñando el cargo de director de publicaciones. Ejerció la medicina en Buenos Aires durante unos años, retornando al ejercicio privado de la misma con la prestación de servicios para diferentes sociedades de socorros. En 1902, ya establecido desde hacía años en Gijón, escribirá su obra Contribución al estudio de la higiene de los trabajadores y enfermedades de los jornaleros. En ese mismo año regresaría a Madrid, donde será el médico personal de la familia de Santiago Ramón y Cajal, con quien le unirá una profunda amistad desde entonces y hasta el final de sus vidas.

Con su Contribución… hará irrupción en el panorama médico y científico de su momento la primera monografía dedicada por entero al abordaje de los riesgos laborales, resultando ser, a juicio de dos de los más prestigiosos historiadores de la salud laboral, «el primer tratado hispánico original sobre higiene y medicina industrial».

Estamos, sin exageración alguna, por vez primera ante un texto que, de forma pionera y seminal aúna descripciones, conceptos y reflexiones que muchos años después irían conformando en España el moderno constructo preventivo bajo el rótulo de seguridad y salud laboral.

Así, en esta obra tendrá cabida, desde la higiene industrial y la problemática que acompañaba a los espacios laborales y productivos a los planteamientos de seguridad y protección, todo ello enfocado desde muy diversos ángulos. Del mismo modo, la ergonomía hará su presentación en forma de higiene postural, adaptación hombre-máquina, el tratamiento de los microtraumatismos o la propia fatiga muscular y cognitiva. Asimismo, será notable su empeño por ofrecer un muy amplio recorrido por la legislación sociolaboral, especialmente extranjera, y ello sin descuidar en modo alguno los componentes temáticos propios de una medicina del trabajo: heridas y su tratamiento, primeros auxilios, cuidados y práctica clínica, etc.

En su obra, no obstante, también encontrará acomodo la que venía siendo la tradicional preocupación por la higiene pública, al igual que por aquellos aspectos relacionados más directamente con las condiciones de vida del propio trabajador: alimentación, vivienda, higiene corporal o alcoholismo y, al mismo tiempo, su preocupación por la denominada Cuestión Social en forma de consideración y naturaleza de las huelgas, la justificación de los salarios o la jornada de trabajo.

 

El carácter pionero y precursor de Contribución…

  • La Higiene laboral implica ahora a todos los agentes que intervienen en la misma: su obra estará dirigida para ser usada por “alumnos de medicina, obreros, jefes de taller, empleados de sanidad, fábricas, canteras y talleres, establecimientos industriales y sociedades de socorro”. La higiene obrera ya no se concibe como una serie de instrucciones y consignas que solo conciernen a los trabajadores.
  • La higiene del trabajo no será ya tan solo higiene de carácter industrial, es decir, la que afecta a un obrero proletario de la industria o taller. El jornalero, el campesino o el trabajador en cualquiera de sus múltiples formas encuentra aquí, de igual forma, las consideraciones preventivas pertinentes con respecto a su labor particular. La prevención de los riesgos laborales es concebida por Ambrosio Rodríguez como algo propio a la esfera del mundo del trabajo en su sentido más general y no circunscrito, como básicamente resultaba hasta entonces, a concretas actividades laborales.
  • Las consideraciones morales acerca de las actitudes de los trabajadores ya no se solaparán de continuo tras cada consejo o recomendación preventiva; ahora la prevención discurrirá buscando un plano más técnico y científico.
  • La prevención del accidente o de la enfermedad profesional será tratada desde una perspectiva eminentemente cualitativa, persiguiendo eliminar o evitar el daño o lesión, frente al discurso de la higiene tradicional basado principalmente en la idea de modificar cuantitativamente -aminorando, disminuyendo o atenuando- las condiciones nocivas de trabajo y los riesgos que lo solían acompañar.
  • La prevención de riesgos se entiende ahora desde una óptica integradora. Toda ciencia o disciplina que contribuya a estudiar posibles mejoras en las condiciones de trabajo debe ser incluida en el campo preventivo. De esta manera su obra contiene un examen detallado del mundo de los riesgos laborales desde los múltiples ángulos que le era posible contemplar en su tiempo y de los medios para hacerles frente: condiciones de seguridad a través de instrucciones y resguardos de protección personal tanto individuales como colectivas, tratamiento de los riesgos debidos a explosiones o a exposición a riesgos biológicos, higiene toxicológica, industrial, medicina del trabajo, ergonomía o legislación protectora.
  • Las medidas y consideraciones preventivas son expuestas, en la obra de Ambrosio Rodriguez, no tan solo persiguiendo evitar la irrupción súbita del accidente o lesión. Ahora se perseguirá, además de proteger de posibles traumatismos y accidentes fruto de riesgos mecánicos o físicos, salvaguardar al trabajador de riesgos patológicos de aparición lenta y cristalización paulatina: las temidas enfermedades profesionales. Y todo ello dentro de un horizonte madrugador en el que se estaría prefigurando un tercer nivel dentro del campo de la prevención: el de la comodidad y bienestar del obrero en su tarea, es decir, el moderno concepto de satisfacción laboral.

 

Algunas otras consideraciones acerca de esta obra

El Tratado de Ambrosio fue objeto de reconocimiento institucional relativamente pronto; por Real Orden de 18 de abril de 1906 (Gaceta de Madrid de 25 de abril de 1906) el Ministerio de Instrucción Pública, previo informe favorable de la Academia de Medicina, ordenaba la adquisición de 250 ejemplares del mismo para las diferentes bibliotecas públicas del Estado, con el fin de divulgar las nociones de higiene industrial que este contenía. De igual forma, tras la publicación de su Tratado diferentes higienistas recogieron bien pronto en sus obras, desde la admiración y respeto, temáticas y consideraciones plasmadas por Ambrosio en su Contribución…

Esta obra significará el cambio de signo en las higienes industriales del momento, desvinculando la higiene industrial, como rótulo genérico, de las higienes públicas e inscribiéndola de manera autónoma en la cultura española de la seguridad y salud en el trabajo. Sin embargo, todavía estaría sometida a la potente inercia del higienismo industrial decimonónico en alguno de sus recorridos.

Además, su título Higiene de los trabajadores y enfermedades de los jornaleros, en lugar de higiene industrial connota sin duda una nueva dirección en la que la imagen de espacio o ambiente se deslizará hacia la persona del trabajador y este en todas sus representaciones: industrial, jornalero, minero, campesino, albañil, etc., etc.

En otro orden de cosas, y atendiendo a sus valores estéticos y pedagógicos, son de destacar varias cuestiones. Una primera serían sus contenidos visuales. El Tratado contiene abundantes láminas, ilustraciones, estampas, grabados, dibujos, fotografías, figuras, tablas y alegorías simbólicas de cada oficio, las cuales poseen indudablemente un formidable valor informativo y formativo, suponiendo una auténtica novedad en las publicaciones de este tipo. En este sentido, su autor cuidó primorosamente la edición de su obra, siendo de resaltar que la misma portada se debió al pintor asturiano Juan Martínez Abades, en la pintura de título  «En la fragua», en lo que supone una alegoría al mundo del trabajo.

Por último, y como valor sentimental para los que somos sus paisanos, entre las páginas de la Contribución… no dejamos de encontrar referencias a nuestra tierra, bien sea en concretas experiencias suyas como médico (labradora en Villacibrán, escrófula en Rengos), accidentes en Gijón o artículos publicados en El Eco de Occidente, periódico de Cangas de Tineo.


 

El origen cangués de Antonio de Nebrija, el primer humanista hispánico

A mi hermana Elisa y mis sobrinas Magdalena, Julia y Olivia.

 

Antonio de Nebrija (Lebrija, c. 1441 – Alcalá de Henares, 1522), ocupa un lugar destacado en la historia de la lengua española por ser el autor de la primera gramática castellana, publicada en Salamanca en 1492 (tres meses antes del descubrimiento de América), de un primer diccionario latino-español ese mismo año y de otro español-latino hacia 1494.

Antonio de Nebrija (c. 1441-1522) célebre por su Gramática castellana (1492), primera gramática en una lengua europea moderna fue el principal introductor del Renacimiento italiano en la Península Ibérica, a partir de 1470. De ahí que podamos sostener que fue el primer humanista hispánico.

El pensar que el segundo escritor del mundo (y el primero en España) en reclamar derechos de autor para sus obras, más de dos siglos antes de que se inventase el copyright anglosajón (Estatuto de la Reina Ana, 10 de abril de 1710), pueda tener origen cangués, fondeó en mi cabeza al enterarme de sus verdaderos apellidos.

Los padres de este ilustre humanista fueron Juan Martínez de Cala e Hinojosa y Catalina de Xarana y Ojo, descendientes en cuarto grado de los caballeros Juan Martínez de Cala y Lorenzo de Xarana, que con su valor y esfuerzo lograron conquistar a la morisma la ciudad de Sevilla y, entre otras poblaciones, la villa de Lebrija, antigua Nebrissa Veneria. Por tanto, estamos hablando de que su verdadero nombre completo es Antonio Martínez de Cala y Xarana.

Los datos de su linaje y de su biografía se han podido entresacar de un manuscrito existente en la parroquia de Santa María de Lebrija y de otro, número 8470 de la Biblioteca Nacional. El primer manuscrito citado es un infolio de Testamentos, Informaciones, Legados, Rentas, Dotes, etc., que contiene también el proceso de petición de prueba de hidalguía, verificada en Lebrija el 20 de septiembre de 1720 a favor de don Andrés Moreno de Castro, cuyo abuelo séptimo fue Martín Pérez de Xarana, hermano de Catalina (madre de Antonio de Nebrija) y de Juan Miguel, todos hijos de Antón Martín de Xarana, «cavalleros hijosdalgo». Por este manuscrito se llega al conocimiento de los nombres de los padres y abuelos paternos y maternos de este nebrisense o lebrijano.

Según el citado manuscrito (fol. 133 v.) su apellido paterno Cala tiene una antigüedad de 2.571 años, y proceden sus poseedores de la colonia Rosas (Ciudadela de Rosas), que se cree fundada por los rodios en la provincia de Gerona, estableciéndose en tiempos de los árabes en el valle que de su nombre se llamó Valcala, en Asturias.

Pero no es este apellido el que llamó mi atención, sino el apellido materno Xarana. Para los asturianos esta palabra es sinónimo de jarana, juerga… y los cangueses la vemos simbolizada en la simpática y fiestera peña femenina de la pólvora «La Xarana».

Y precisamente, es de este segundo apellido, Xarana, de donde viene el que podamos asentir el origen cangués de nuestro ilustre protagonista. Sobre este apellido, en el folio 110 del manuscrito custodiado en la parroquia de Santa María de Lebrija se pueden leer los siguientes versos que copio fielmente:

BLAZON.

Desienden de la Montaña
Rivera del Rio Xuran
Los de Xurana que están
Fundados por toda España.

Con esfuerzo Ardid y Maña
Ganaron Cruz pʳ . Trofeo
Son de Cangas de Tineo
De Noble Estirpe y Compaña.

Es linaje Infanzonado
Portan por armas perfetas
Tragantes en barras prietas
Todo en campo colorado.

Dos flores de (lis) oro Azulado
Y en los otros dos cuarteles
Amarillos seis Xaqueles
Por orla cielo Estrellado. (8 estrellas.)

 

Manuel Álvarez Pereda
Villaviciosa de Odón, 24 de marzo de 2023

 

«Justicia y poder en el siglo XVI. La incidencia de facciones locales en el occidente asturiano»

Este libro publicado en 2022 obtuvo el VI Premio de Jóvenes Investigadores de la Fundación Española de Historia Moderna. Se trata de una investigación fruto de la tesis doctoral de Lorena Álvarez Delgado, en la que profundiza en el uso de la justicia y el poder en la Asturias del siglo XVI.

La autora, en este libro, destaca la competencia hegemónica entre algunas de las principales familias del suroccidente de Asturias en el siglo XVI, especialmente los Queipo de Llano, y sus antagonistas, los Omaña, de modo que ambas brindan paradigmas para comprender cómo rivalizaban distintas estrategias en un mismo marco local. Además, se aborda la configuración del linaje de los Queipo de Llano a través de la figura de Juan Queipo El Mozo, comprendiendo así la autoridad y el poder no sólo como parte de un legado, sino también de una construcción.

LORENA ÁLVAREZ DELGADO es Doctora en Historia Moderna con Mención Internacional por la Universidad de Cantabria y la Universidad Autónoma de Madrid(2018). Además es Licenciada en Historia por la Universidad de Oviedo (2007) y Licenciada en Antropología Social y Cultural por la Universidad Nacional de Educación a Distancia(2013). Como investigadora FPU del Ministerio de Educación y Ciencia ha disfrutado de estancias en el Centro de História Além-Mar (Lisboa, 2013) y en el Laboratoire de Recherche Historique Rhóne-Alpes (2010 y 2011). Como docente, ha impartido clases en la Universidad de Cantabria(2012 y 2013) y en la Universidad de Jaén (2016 y 2017), pero también en el programa de Secciones Bilingües del Ministerio de Educación (Rumania, 2015) y en el Cuerpo de Profesores de Educación Secundaria, obteniendo plaza en el Principado de Asturias (2021),donde actualmente desempeña su labor.

Álvarez Delgado, además, ha difundido su trabajo a través de numerosas ponencias y publicaciones. Algunas de estas últimas, por su interés para el conocimiento de la Historia de Cangas del Narcea, las hemos recogido en la Biblioteca Digital del «Tous pa Tous»:

Partiendo del ejemplo de la villa de realengo de Cangas de Tineo, se pretende profundizar en los motivos que pudieron llevar a ciertos concejos a ayudar en la redención de cotos jurisdiccionales eclesiásticos, desamortizados a fines del siglo XVI.

Se incide en los aspectos formales de un proceso inquisitorial singular así como en las circunstancias que originaron la documentación examinada en el siglo XVI.

En torno a las configuraciones de facciones en el suroccidente de Asturias durante la temprana Edad Moderna, ha aparecido de forma recurrente el papel de la Iglesia, dada su importancia para los proyectos hegemónicos de grupos de poder y, especialmente de facciones lideradas por miembros de la pequeña nobleza.

Mediante esta comunicación, se pretende ahondar en la importancia de la comensalidad (pública y privada) en los entornos rurales de la montaña occidental asturiana durante la Edad Moderna.


1894, año de inicio de la costumbre de plantar el «arbolón» en Cangas del Narcea

Fragmento de la charla que el autor dio en el Teatro Toreno el 19 de noviembre de 2002 en los actos de celebración del primer centenario de la Sociedad de Artesanos de Cangas del Narcea.

Arbolón plantado ante la capilla del Carmen en Ambasaguas, junio de 2022. Foto: José Ramón Puerto Álvarez

Si la devoción a los santos y las vírgenes cambia y no es inmutable a lo largo de tiempo, a las fiestas, que se celebran en su honor, les sucede algo parecido. Las fiestas están formadas por unos elementos que tienen un significado y una función determinados: procesiones, misas, comidas, actividades rituales, vestidos, juegos, bailes, música, hogueras, iluminaciones y fuegos artificiales. Todos estos actos tienen su significado y a través de ellos se retrata la sociedad. Algunos de estos elementos cambian fácilmente otros se resisten mucho más. Los elementos que  pierden sentido o funcionalidad desaparecen. Por ejemplo, en las fiestas del Carmen el baile ha cambiado en los últimos cien años del modo siguiente. En el último tercio del siglo XIX, había dos bailes: uno para la gente de los pueblos y los artesanos que se hacía delante de la capilla del Carmen, alrededor de una hoguera y con música de gaita y tambor, y otro baile en el casino para los burgueses y aristócratas; el siglo XX, trae la verbena con bandas de música y más tarde orquestas; las verbenas se extienden por toda la villa: los Nogales, la Vega, la calle Mayor, el Paseo, y en ellas bailan los padres y los hijos; pero a fines del siglo XX las verbenas van perdiendo interés para los mas jóvenes, que se refugian en las salas de fiestas y las discotecas, y ahora la fiesta se celebra en el centro de la villa delante de los bares y con música grabada.

Aparecen también en las fiestas elementos y ritos nuevos que en poco tiempo se consideran «de toda la vida» y a los que se les aplica el adjetivo de tradicionales. Por eso, en antropología se utiliza mucho el concepto de «tradición inventada» o «el invento de la tradición», y es que esta es una constante en todos los pueblos. Sin embargo, aunque se olvide, todos los actos que se incorporan a la fiesta tienen su primer día, el asunto es poder conocer cuando sucedió y por qué, y eso en muchos casos solo puede saberse a través de documentos escritos y noticias de periódicos, porque la memoria de los humanos es limitada y caprichosa.

Porteando el Arbolón, junio de 2022. Foto: José Ramón Puerto Álvarez

Por ejemplo, el arbolón que se coloca la noche de San Pedro delante de la capilla del Carmen en Ambasaguas. La costumbre de cortar un árbol y colocarlo delante de las iglesias o en plazas en muy frecuente en Castilla y otras regiones españolas y europeas. Son los conocidos mayos, que se plantaban en los meses de mayo o junio y en origen eran un rito con un claro significado agrícola relacionado con la fertilidad de la tierra y la vida. En Asturias, ritos como este sólo son frecuentes en varios concejos del oriente, sobre todo en Llanes, donde se denomina a este árbol joguera; hoy, se corta y planta un alto eucalipto, pero antiguamente este árbol era un humero o aliso. Pero no solo cambió la especie del árbol, sino también el sentido del rito, porque en la actualidad no tiene nada que ver con aquel viejo sentido agrícola y se ha convertido en un rito social que identifica a los pueblos y a los bandos de Llanes.

En el resto de Asturias, sin embargo, esta costumbre no se practica y todos los rituales relacionados con ella se llevan a cabo en la noche de San Juan. En los concejos del suroeste de Asturias ningún pueblo corta y planta un árbol como nuestro arbolón o las jogueras de Llanes. Y no olvidemos que el concejo de Cangas del Narcea y los de los alrededores son algunos de los más visitados desde fines del siglo XIX por  folcloristas y lingüistas por la pervivencia de costumbres antiguas. En definitiva, la costumbre del arbolón es un hecho aislado cuyo origen  ha extrañado a los investigadores que han escrito sobre él. La respuesta a su existencia y al comienzo de esta costumbre puede estar en la noticia siguiente, que he tenido la suerte de encontrar en el periódico local El Eco del Occidente, del 26 de junio de 1894, que tiene que ver además con la Virgen del Carmen, que es en definitiva la que nos reúne hoy aquí. Se titula «Costumbre en desuso», y en ella su autor anónimo se lamenta de la desaparición de la tradición de enramar las fuentes por San Juan y se congratula por la «cosa nueva» de plantar «un gigantesco y esbelto humeiro», con un magnífico ramo de flores en su centro, delante de la capilla del Carmen en Ambasaguas. La noticia dice lo siguiente:

«Antiguamente, durante la noche de la verbena de San Juan, solían los enamorados vecinos de esta población colocar en el exterior de los balcones de las habitaciones de sus amadas lindos y bonitos ramos de flores […] Hoy, desafortunadamente, va desapareciendo de entre nosotros costumbre tan antigua, tan popular, tan tradicional y tan española. […] podemos asegurar que tan hermosa tradición ha caído, como otras muchas, en desuso en esta villa; y tanto, que en el presente año no hemos visto ni oído hablar siquiera de la colocación de un solo ramo de la significación de aquellos a los cuales venimos refiriéndonos.

Sin embargo, una cosa nueva hemos presenciado con verdadera alegría. Fue el haber visto junto a la puerta principal de la Iglesia de Ambasaguas, arrabal de esta población, un gigantesco y esbelto humeiro; que ostentaba, majestuoso, en su centro, un magnífico ramo de muy lindas y variadas flores. Unos cuantos jóvenes devotos de Nuestra Señora del Carmen, existente en dicha iglesia, lo habían trasladado allí, dedicándolo a la Virgen, quien no dudamos lo habrá recibido y aceptado con singular complacencia.

Aplaudimos sinceramente la feliz idea de los jóvenes que pusieron el indicado ramo, por haber demostrado con dicho acto que sus corazones aman de verás a María. Y hacemos fervientes votos porque la costumbre tradicional de que nos ocupamos vuelva a guardarse entre nosotros. Que es muy grato para los pueblos el conservar las costumbres tradicionales cuando estas son buenas.»

En definitiva, desaparecen unas costumbres y aparecen otras que las sustituyen. Esa es la historia de la tradición y de la humanidad.


Juaco López Álvarez
Cangas del Narcea, 19 de noviembre de 2002


Un manual de atención a religiosas enfermas del siglo XIX: El caso del convento asturiano de Madres Dominicas de Cangas del Narcea

Cangas del Narcea hacia 1910. Procesión del Corpus Christi en la calle Mayor. En primer plano, a la izquierda, está el antiguo Convento de la Encarnación de las RR. MM. Dominicas.

El presente artículo que incorporamos a la Biblioteca Digital del «Tous pa Tous» pretende aportar la transcripción, la edición y el comentario de un manual o reglamento, inédito, de atención a las religiosas enfermas de un convento del siglo XIX, en concreto del convento de la Encarnación de religiosas dominicas de Cangas de Tineo (año 1883). Este instrumento normativo tiene especial importancia para conocer, de primera mano, cómo era la atención en el interior de un centro conventual a las religiosas enfermas como un aspecto de su vida cotidiana, cuál era la percepción que se tenía de la enfermedad y cómo eran los cuidados que se daban a las hermanas enfermas.

Por otro lado, permite conocer un poco mejor la realidad histórica de este centro dominico femenino del Suroccidente asturiano, el cual cuenta con pocos estudios e investigaciones que aporten una visión de conjunto de su evolución y de su realidad histórica.

Nuevo Convento de la Encarnación de Cangas del Narcea. Fotografía tomada en 2013 por Miguel Dongil y Sánchez.

Su autor es Miguel Dongil y Sánchez (Gijón, 1987), licenciado en Historia por la Universidad de Oviedo con premio Fin de Carrera al mejor expediente académico de Asturias en 2010. Posteriormente, ha cursado estudios de Máster y Experto Universitario en el ámbito de la Investigación Histórica, la Historia y la Filosofía de las Religiones y la Enseñanza, en la UNED y en la Universidad de Oviedo, siendo Investigador y Profesor del Departamento de Historia de esta última Universidad, además de en el Centro de Oviedo de la Universidad Pontificia de Salamanca. En el año 2017 obtuvo el título de Doctor en Historia por la Universidad de La Coruña, obteniendo el Premio Extraordinario de Doctorado de Humanidades (2017-2018). Hasta ahora, ha publicado un total de siete libros, uno de ellos sobre la atención médica en las Órdenes Religiosas en Asturias (siglos XVI al XIX).


 

 

La estatua de Carlos III y el misterio del sepulcro monumental de Rengos

Escultura de Carlos III como general romano, realizada con mármol de Cangas del Narcea (Asturias) y que se encuentra en el gran zaguán de entrada frente a la escalera principal del Palacio Real de Madrid.

De la abundancia de mármol de diversas tonalidades en el valle superior del Narcea desde Cangas hasta Vega de Rengos y otras partes del concejo, da buena cuenta el Conde de Toreno en sus Discursos pronunciados en la Real Sociedad de Oviedo en los años de 1781 y 1783. Junto a Vega de Rengos había una cantera de la variedad casi totalmente blanca, poco inferior al mármol de Carrara*, de donde se extrajo el bloque para la estatua de Carlos III que hay en el Palacio Real de Madrid (frente por frente de la gran escalinata).

De la extracción de este bloque en el siglo XVIII, la historia nos deja un misterio aún sin resolver y que conocemos gracias a una consulta que realizó un siglo después, en 1872, el arqueólogo y coronel de infantería Pedro de la Garza del Bono al Presidente de la Real Academia de la Historia.

Esta es la transcripción de la carta de 8 de noviembre de 1872 en la que Pedro de la Garza del Bono pregunta si la Real Academia de la Historia tiene noticia del descubrimiento de un sepulcro en la zona de Cangas de Tineo entre 1770 y 1780 tras la extracción de un bloque de mármol blanco para hacer una estatua del Rey Carlos III.

Excmo. Sr.

Por los años de 1770 a 1780, se extrajo en Asturias un bloque de mármol blanco, con objeto de hacer una estatua colosal que representara al Rey Dn. Carlos III; para esto se hizo un gran desmonte, habiendo descubierto incrustado en la roca y en una profundidad que no hay datos para determinar, un sepulcro monumental, que constaba de doce columnas salomónicas, dentro del cual había un esqueleto en forma de aspa, y próximo a la cabeza se hallaba un cráneo de raza vacuna medio petrificado.

La cantera donde se encontró este sepulcro se hallaba en el Valle de Rengos o Rengos, juzgado de Cangas de Tineo.

Hay datos para creer que el Conde Toreno, abuelo del Conde actual, intervino en la explotación del bloque citado y por consiguiente que vio el sepulcro que se hallaba en la cantera.

Tengo la curiosidad de saber si la Academia de la Historia tiene noticia de este descubrimiento.

Dios que de a Vd. muchos años. Madrid, 8 de noviembre de 1872

El Correspondiente
Pedro de la Garza

 

Y aquí la carta manuscrita:

Carta en la que se pregunta si la Real Academia de la Historia tiene noticia del descubrimiento de un sepulcro en la zona de Cangas de Tineo entre 1770 y 1780 tras la extracción de un bloque de mármol blanco para hacer una estatua del Rey Carlos III.

 


*El mármol de Carrara (para los romanos marmor lunensis, o «mármol lunense») es un tipo de mármol extraído de las canteras al norte de la Toscana, en los Alpes Apuanos (Apeninos Ligures) en Carrara, Italia. Universalmente conocido como uno de los mármoles más apreciados por su blancura (o con tonalidades azuladas-grisáceas), casi sin vetas, y grano de fino aspecto harinoso.


 

El período segoviano (1622-1628) de Luis Alfonso de Carvallo y el misterio de su libro sobre Asturias desvelado

Colegio de la Compañía de Jesús de Segovia, en construcción en la época del Padre Carballo. Vista del claustro barroco de Juan de Mugaguren.

El autor trata en este trabajo de documentar la presencia del cangués Luis Alfonso de Carvallo (1571-1635), ya jesuita desde 1616 y profesor de humanidades en el prestigioso colegio de la Compañía de Jesús en Segovia probablemente desde 1622. Una buena ocasión para asomarse a la vida interna de este colegio del que tan poco se sabe, como de la mayoría de los colegios jesuíticos en la Edad de Oro. Podremos así recrear la atmósfera en que vivió Carvallo a través de los datos recogidos sobre los compañeros de comunidad en esta etapa segoviana y, en especial, establecer un perfil de los dos superiores que tuvo Carvallo en esta época. Uno de ellos nada menos que el ilustre y benévolo Francisco Pimentel, hijo de Juan Alonso Pimentel, octavo conde de Benavente, que había sido virrey de Valencia y Nápoles, y que, al morir en 1621, era del Consejo Real y presidente del Consejo de Italia. El otro superior, desde 1625, fue el arbitrario Francisco de Corral, que emitió un juicio muy negativo sobre Carvallo. Bajo la dirección de Corral el colegio de Segovia se volvió muy conflictivo y preocupaba sobremanera al sexto general de los jesuitas (de 1615 a 1645), el romano Mucio Vitelleschi. Lo veremos, con curiosos detalles.

Conviene antes recordar lo poco que sabemos con certeza de Carvallo en su larga etapa prejesuítica. Publica una preceptiva poética, Cisne de Apolo (1602), que es la más importante del siglo XVII español, y escribe, además, una de las mejores y más citadas fuentes para la historia de Asturias, Antigüedades y cosas memorables del Principado de Asturias (1695). Como se ve, esta última aparece póstumamente. Y el misterio queda aclarado en este trabajo de Porqueras Mayo, que subimos a la Biblioteca Digital del «Tous pa Tous», a causa de la documentación del período segoviano que ha descubierto en Roma. Sabemos, porque nos lo había dicho el propio Carvallo en sus dos obras citadas, que había nacido en Cangas de Tineo, hoy Cangas del Narcea. La documentación romana nos lo confirma, así como nos ofrece la fecha exacta: 1571. Enseñó (nos lo dice el autor en el Cisne de Apolo) latinidad en su «patria ingrata», es decir, Cangas de Tineo.

Dice Alberto Porqueras Mayo: «No existe documentación sobre Carvallo previa a su entrada en la Compañía. En Cangas del Narcea he rebuscado en la parroquia, pero no se conserva nada. Tampoco queda ningún testimonio documental de su paso por Villarrodrigo en León. Nada se conserva asimismo en el archivo diocesano de León. Tampoco en el archivo diocesano de Oviedo, que fue destruido por las llamas. La misma suerte corrió el archivo universitario de Oviedo, donde Carvallo había sido profesor. ¿Es posible que no exista ninguna huella documental del paso de Carvallo por Oviedo? Me resisto a creerlo. En mi estancia en Villagarcía de Campos no encontré nada relativo a Carvallo. Tampoco tuve suerte en mis rebuscas en el Archivo Histórico Nacional de Madrid, ni en los fondos jesuíticos de la Academia de Historia de la misma capital, ni en mis visitas a los archivos jesuíticos de Alcalá de Henares y del santuario de Loyola en Guipúzcoa.»


Exposición Virtual: «MUYERES DE CANGAS DEL NARCEA, 1907-1940. 200 retratos fotográficos de Benjamín R. Membiela»

La Sociedad Canguesa de Amantes del País «Tous pa Tous» y el Museo del Pueblo de Asturias presentan esta exposición virtual cuyas protagonistas son las mujeres del concejo de Cangas del Narcea. En ella se muestra una selección de doscientos retratos fotográficos realizados por Benjamín Rodríguez Membiela entre 1907 y 1940. Las fotografías pueden verse también en el repositorio digital de los museos municipales de Gijón: fondos.gijon.es, junto a otras de este fotógrafo cangués.

Benjamín R. Membiela, fotógrafo

Membiela fue el primer fotógrafo profesional que abrió estudio de modo estable en el concejo de Cangas del Narcea, firmando sus trabajos como «Benjamín R. Membiela». Su amplia labor durante más de treinta años permite conocer un siglo después cómo era el paisaje del concejo y los rostros de quienes lo habitaron y transformaron, y de ahí su valor como testimonio insustituible.

Benjamín Rodríguez Membiela. Autoretrato en la relojería, hacia 1915.

Nació en Llamas del Mouro en 1875 y falleció en Corias, a los 68 años de edad, en 1944. Comenzó muy joven sus estudios en el Monasterio de Corias con la intención de ingresar en la Orden de Santo Domingo; sin embargo, conoce a Sofía Montoto González en Corias, con la que contrae matrimonio en 1898, formando una familia con once hijos. Ya casado, en los primeros años del siglo XX, decide emigrar solo a Cuba. Su estancia en la isla será corta, pero muy útil en su formación y muy provechosa en lo económico. Aprende los oficios de relojero y fotógrafo, y logra ahorrar una cantidad suficiente para a su retorno, entre 1906 y 1907, iniciar la construcción de una casa en Corias, junto a la carretera, que finalizará en 1909. En ella vivirá con su amplia familia e instalará el estudio de fotografía, el taller de relojería y un bar restaurante.

Su actividad profesional como fotógrafo se documenta entre 1907 y 1940, combinando el trabajo de estudio con los paisajes y vistas de las villas y pueblos de los concejos de Cangas del Narcea, Allande y Tineo, extendiendo la producción de este género a otras localidades de Asturias como Pravia, Gijón, Avilés o Mieres. Muchos de estos negativos los positivaba en papeles al gelatino en formato de tarjeta postal, pero nunca los reprodujo con otras técnicas fotomecánicas como hicieron los fotógrafos Modesto Morodo, de Cangas del Narcea, o Enrique Gómez, de Luarca, que sí editaron álbumes de tarjetas postales de Cangas del Narcea. Contribuyó de manera decisiva a la difusión de la imagen de su concejo a través de las revistas de la emigración editadas en La Habana, como Crónica de Asturias, Asturias y El Progreso de Asturias. Su firma fue habitual en la revista La Maniega, de Cangas del Narcea, y aportó también fotografías para ilustrar algunos libros, como Bellezas de Asturias, de Aurelio de Llano, publicado en 1928, que incluye fotografías de Cangas del Narcea, Corias y Celón (Allande) de su autoría.

El retrato como eje

En los orígenes de la fotografía, el genero del retrato será el que atraiga las primeras miradas e intereses de los profesionales. Estos retratos son herederos directos de las miniaturas pintadas, que era accesibles a muy pocos. El retrato fotográfico abrirá múltiples vías de indagación y transformación hasta convertirse en un elemento inexcusable de los modos de civilización de los siglos XIX y XX. La popularización del retrato fue la culminación de un proceso que definió la razón de ser primera de los profesionales de la fotografía, que siempre tuvieron en el retrato el grueso de sus encargos y, en consecuencia, la fuente primera de sus ingresos.

Membiela, como profesional de su tiempo y el primero en un ámbito geográfico extenso como el de su concejo natal, llegaba con la experiencia de su aprendizaje cubano y sabía que acercarse a la hipotética clientela era fundamental. De ahí que su estudio estuviese estratégicamente situado al borde de la misma carretera, lo que explica que todo tipo de transeúntes y medios de locomoción aparezcan en muchas de sus fotografías, pudiendo decirse que Membiela salía al camino con su cámara. Además, también se trasladaba a pueblos del concejo para lo que empleó una bicicleta y más tarde una motocicleta.

Dada su larga trayectoria, en sus fotografías aparece la vida de sus convecinos a través de la efigie de cuatro generaciones, un retablo plagado de rostros que evolucionan al compás del tiempo, desde las primeras luces hasta el ocaso, la vida de quienes, paso a paso, van construyendo una biografía que se nos antoja menos anónima si leemos miradas, gestos o posturas. Actitudes de los que, con una solemnidad no carente de naturalidad, sabían de la trascendencia de esa fotografía, que detenía en un instante su verdad para después hacerla cautiva y al mismo tiempo poder multiplicarla y así llegar a cualquier punto del mundo.

El retrato es el eje sobre el que pivota la impagable entrega del fotógrafo profesional, del que sabe armonizar la atmósfera del estudio con un ambiente referencial. El reducido espacio del estudio se amplía con fondos de paisajes; es un ambiente soñado y noble de telones con patios de añoranzas andaluzas, escalinatas que se abren a jardines, frondosas riberas, vegetaciones del trópico, que en su torpeza artística recreadora dan más empaque a las figuras y las centran en su verdadero marco. El mobiliario, de modesta factura, se reduce a sillas, sillones, macetas con grandes plantas y portamacetas con algún velador de contrapunto. No falta el reclinatorio para los retratos de Primera Comunión, niñas orantes en la inocencia y en la pureza. En sus recorridos por los pueblos, Membiela despliega como fondo único un paño de lienzo blanco; un blanco que siluetea la figura y refuerza los rasgos del rostro.

Muyeres. Un protagonismo inexcusable

La mujer, pese a ser el pilar de la familia en la sociedad rural y urbana de aquel tiempo, vivía en el anonimato de la vida pública, como escribe el antropólogo Adolfo García Martínez. Su papel era primordial para la continuidad y unidad de la familia. Por ello, el Tous pa Tous y el Museo del Pueblo de Asturias se han unido para rescatar y dar a conocer esta amplia galería de fotografías, que constituyen la verdadera imagen de las mujeres de aquel tiempo en Cangas del Narcea, pero que también podría ser la de la mujer en cualquier concejo asturiano en ese primer tercio del siglo XX.

En estas doscientas fotografías aparecen mujeres de todas las edades y condiciones, retratadas individualmente o en grupos de amigas o familiares, pero también con sus familias, maridos, hijos, nietos y amigos. La mayoría son retratos realizados en el estudio de Corias en los que las mujeres muestran la imagen que querían dar y trasladar de sí mismas; otros son retratos hechos al aire libre, delante de un portón o ante ese telón portátil que el fotógrafo utilizaba en sus desplazamientos a los pueblos. Es muy probable que muchas de las retratadas se colocasen por vez primera ante una cámara fotográfica, y de ahí que las contemplemos hieráticas, serias y como esquivando su nerviosismo. Por el contrario, las vecinas de la villa aparecen más distendidas, sonrientes, y adoptando en algún caso posturas desenfadadas y “modernas”.

Este conjunto de retratos encierra todo el poder comunicativo de la fotografía, al plasmar en la plenitud de su verdad el carácter espiritual y el aspecto físico de las personas. Los retratos suman a su valor objetivo como documentos un sinfín de lecturas como imágenes de un tiempo concreto. Muestran la diversidad de la sociedad de aquel tiempo: el mundo rural y el urbano, las clases sociales, y también los cambios que se suceden. Desde las variaciones del vestuario, que parten del atuendo tradicional y muestran las transformaciones introducidas por la influencia de las modas de cada periodo, hasta la diversidad de composiciones, según los acontecimientos que hayan propiciado el retrato: del matrimonio al reencuentro con los ausentes, del grupo familiar amplio en torno a la abuela al retrato individual. Es en las versiones del retrato individual femenino donde es posible apreciar al detalle la calidad técnica y formal de Membiela. En los de cuerpo entero, de pie o sentada, el carácter de la retratada se desenvuelve desde la naturalidad y frescura de la adolescencia y juventud hasta la austeridad gestual de la madurez, y en los retratos de primer plano, de busto o de rostro,  se indaga con seguridad en la personalidad de la retratada, atrayendo la mirada en lo que se nos antoja un descubrimiento.

Sin duda, estos 200 retratos femeninos cautivarán a quienes desde diversas perspectivas se acerquen a ellos, pues son una de las contribuciones más completas de la fotografía asturiana de su época a un universo tan misterioso y complejo como olvidado.


EXPOSICIÓN VIRTUAL

MUYERES DE CANGAS DEL NARCEA, 1907-1940

200 retratos fotográficos de Benjamín R. Membiela



La mujer, un ser paradójico, ambivalente e invisible

Posiblemente habría que remontarse hasta los orígenes de la especie humana y seguir su devenir para poder desvelar todas estas incógnitas, que la mujer encarnó a través de los tiempos. Hoy, todavía y a pesar de los avances, la mujer sigue envuelta en algunas de esas ambivalencias, y es que las ideologías son “cárceles de larga duración”, como gusta decir a algunos historiadores. Además, por qué no decirlo, la estructura de nuestra sociedad se apoya y se nutre muy sutilmente de ellas.

Lipovetsky, en un libro reciente (2013), nos habla de tres mujeres a lo largo de la historia occidental. La primera mujer pervive hasta el Renacimiento y es considerada como mal necesario e inevitable; la segunda, predomina desde el Renacimiento hasta la edad moderna y se la considera como un icono y se la coloca en un pedestal, pero sigue sometida al hombre; la tercera, es la mujer de hoy, mujer sujeto que lucha por la igualdad.

Las raíces de la concepción de la mujer en la sociedad occidental habría que buscarlas en la triple herencia de nuestra cultura: la cultura greco-romana, la cultura judaica y la cultura musulmana, conformada por la Iglesia, la filosofía escolástica y el estado medieval. Bástenos recordar dos trabajos referidos a la Edad Media, uno, de G. Duby (2013), otro, de E. Le Roy Ladurie (1975) y un tercero de carácter general de A. de Riencourt (1977). No obstante, como no podemos tratar aquí el tema con esta amplitud, nos limitaremos a analizar algunos aspectos relativos a la mujer, desde principios del siglo XX hasta el presente.

Como material empírico para estas reflexiones dispongo de una colección de fotografías del cangués Benjamín R. Membiela, que forman parte de la exposición virtual «Muyeres de Cangas del Narcea. 200 retratos fotográficos de Benjamín R. Membiela, 1907-1940», y de mis propios datos de campo. Muchas de estas fotos, aunque la mayoría están realizadas en el estudio que el fotógrafo tenía en Corias (Cangas del Narcea), corresponden a mujeres rurales, pero como se decía coloquialmente “de casa bien”, pues, por lo demás, ¿quién se hacía entonces una foto? Esta afirmación la hago en base a varios rasgos que se desprenden de las fotos: la timidez que se observa en muchos rostros, la manera de llevar el atuendo, la tiesura de sus caras, las manos, etc. En una palabra, los rostros que aparecen en estas fotos delatan la situación de la mujer en la cultura occidental y sus soportes, como veremos. Sin embargo, y luego diremos por qué, estos rasgos son mucho más visibles en las mujeres jóvenes, las mayores se muestran más seguras; los pocos hombres que aparecen están mucho más inalterables, tienen actitud dominante, etc. Empero, todos los rostros que aparecen en las imágenes revelan la dureza de la vida campesina, que no empezará a mejorar hasta dos o tres décadas más tarde.

Unas son madres o suegras, otras hijas o nueras y otras hijas-nietas. En todos los casos, la mayoría se encuentran incómodas en la foto sabiendo que están saliendo de su invisibilidad, y en su conjunto representan las tres generaciones de mujeres de la familia tradicional canguesa. Efectivamente, en el concejo de Cangas del Narcea, como en los de Tineo, Allande, Salas, Valdés…, o sea, entre los ríos Pigüeña y Eo, la familia era troncal y patrilocal, esto es, estaba formada por tres generaciones y la residencia posmarital era en casa de los padres del marido. A esto hay que añadir además que en la zona mencionada existía la norma del mayorazgo: el primer hijo varón se casaba en casa y heredaba dos tercios de la casería y la parte alícuota del tercio restante. En este contexto, es fácil imaginar cuál era la situación de la mujer, especialmente de la nuera que cambiaba al casarse a padres y hermanos por suegros y cuñados; eso sí, avalada por la dote y por sus supuestas capacidades reproductivas. Cabe destacar analizando las fotografías que la joven esposa se muestra más segura cuando aparece con un hijo en brazos; sin embargo, en aquellos casos en que también está la suegra, el niño lo tiene ésta. No se olvide que la nuera era “la otra o la extraña dentro” (aún no era de casa) y, en consecuencia, la educación de sus hijos era tarea de la abuela.

Dicho esto, para contextualizar someramente las imágenes que tenemos delante, quiero aprovechar para desvelar algunos de los principios sobre los que se basa y de los que se nutre el dominio secular que sufrió la mujer en la cultura occidental, reducida al espacio doméstico y a las tareas reproductivas e invisibles. La casa y la explotación agraria familiar es uno de los mejores escenarios para estudiar lo que se ha denominado “invisibilidad” del trabajo de la mujer.

Resulta difícil, no obstante, precisar algunas ideas debido a la gran cantidad de publicaciones existentes.  En este momento me limitaré a analizar algunos aspectos referidos a la mujer: ambivalencia, invisibilidad y carencia de espacio público, sexo-género, el concepto de igualdad, etc. En estas notas trataré de desvelar algunos de los factores que rodean a la mujer y de los que se nutre su situación en nuestra cultura.

1.- Bases de la dominación masculina.

Bourdieu, en La dominación masculina (2000), expone con claridad cuáles son los pilares de la situación de sometimiento de la mujer: la Iglesia, inculcando una moral profamiliar dominada por los valores patriarcales; la escuela, como transmisora, y el Estado, ratificando esta visión. Pero el tema no termina ahí: la familia administra y transmite esta ideología, y la mujer es el principal agente de enculturación en este proceso.

Para la Iglesia, la mujer era un “menor” (no podía ir a determinados lugares, no podía salir de noche, etc.), al igual que para el Estado; recuérdese que en España se aprobó el voto femenino en la Constitución de 1931, aprobada por la Cortes Constituyentes en diciembre de ese mismo año. La primera vez que la mujer votó fue en las elecciones municipales de 1933.

2.- El franquismo

La posición franquista en torno a la mujer se basa en el discurso de género; es decir, el papel de la mujer se reduce al de esposa y madre. El propósito del franquismo es subyugar a la mujer a sus tareas domésticas, recuperación de la familia patriarcal y subordinarla a un orden androcéntrico. Gregorio Marañón defendió, por estas mismas fechas, que la suprema misión de la mujer es la perpetuación de la especie, y cualquier otra actividad es accesoria; el matrimonio se hizo para crear (engendrar y educar) hijos.

No obstante, el franquismo durante el desarrollismo (años 60 y 70) cambia su modelo de mujer y crea una legislación para incorporarla como fuerza de trabajo más barata que la masculina. El franquismo, como la sociedad en todas sus épocas, utiliza a la mujer como “una reserva”.

3.- La mujer, un ser ambivalente

Son muchos los factores que avalan este hecho. Para analizarlos será útil servirse de la familia troncal y patrilocal ya mencionada, predominante en el medio rural.

  1. La mujer, autora de dos vidas. En la familia troncal había dos mujeres y cada una asumía una función determinante para la supervivencia de la misma: la mujer de más edad daba vida social y la joven esposa daba vida biológica. No obstante, podía no suceder así, como de hecho ocurrió en nuestra sociedad rural a partir de los años sesenta del pasado siglo: las madres (nueras o hijas) se “negaron” al llegar el momento de dar vida social y ello derivó en una crisis de vida biológica. Es decir, fueron forjando para sus hijas un nuevo modelo de mujer y de familia inverosímil en el medio rural. Esto alejó a muchas jóvenes casaderas de los pueblos.
  2. Estatus de las mujeres. La mujer casada de más edad tenía en la familia troncal un estatus muy fuerte, y esto queda patente en muchos de los rasgos faciales, sobre todo, de las mujeres que aparecen en estas fotos. Esto se debía a varios factores.

En primer lugar, administraba los recursos alimenticios de la casa y transmitía el capital social de la familia, asegurando así su continuidad, y en segundo lugar, la menopausia la liberaba del sexo y de la procreación, y con ello ganaba seguridad frente al hombre. La mujer adquiere poder y respetabilidad desde que deja de ser objeto sexual. La menopausia es multiplicadora de poder y así la mujer traspasa el muro de la discriminación masculina, subraya Le Roy Ladurie en la obra citada. Con la menopausia la mujer se convierte en un ser plenamente cultural, equiparándose así socialmente al hombre y rompiendo de ese modo con los nexos que la unían a la naturaleza. El hombre, dice McDowell (2000), se identifica con la cultura, que es un intento de dominar la naturaleza, y la mujer joven, por su cercanía con la naturaleza, deberá ser igualmente dominada. La mujer menopaúsica es el nexo y el único puente seguro entre la naturaleza y la cultura, y así controla mejor que nadie esos fenómenos simbólicos que implican vida-muerte, estabilidad-cambio, etc., así como el campo de la brujería. La joven esposa, por el contrario, al ser imprescindible para la reproducción es débil, pues es controlada por los hombres en beneficio de la casa. La mujer mientras es fértil es “menor” y está dominada por el hombre. La nuera cataliza y asume sobre sí los papeles más duros de la familia troncal: la sumisión, la “muerte” a su familia de origen, la marginación y el silencio. Es la “víctima estructural” de la familia troncal, cuyo objetivo es la casa. Esta situación emerge en el rostro y en el gesto de muchas de las jóvenes de las fotografías de Benjamín R. Membiela.

4.- Sexo-género. La biología no es destino

El descubrimiento de que “la mujer no nace, sino que se hace” y la distinción entre sexo y género supusieron, según Stolcke (2000), un gran avance para el teórico y para el político.

La Antropología cultural hace ya muchos años que sostiene esta idea, fundamental por otro lado, para desmontar la teoría de que el hombre asume las tareas productivas y la mujer las reproductivas. Fue Margaret Mead la primera en desarrollar esta tesis en sus estudios de campo en Samoa (1973 y 1975). A partir de aquí, se ha publicado mucho sobre el tema sexo-género referido sobre todo a la mujer. Narotzky, por mencionar un caso (1995), señala que el género (el genre) es una construcción social y cultural. El sexo tiene un núcleo biológico irrecusable, que es la sexualidad reproductiva de la especie. El género, por el contrario, está ligado en su totalidad a la reproducción social. El concepto analítico de género trata de cuestionar el enunciado esencialista de que “la biología es destino”. Es decir, transciende el reduccionismo biológico al interpretar las relaciones hombre/mujer como construcciones culturales. Así, aunque erradamente, la mujer mientras es fértil se coliga más fácilmente con el sexo, mientras que la mujer menopaúsica se asocia con el género.

Hoy ya casi nadie duda de que la mujer no nace, se hace, y la biología no es destino, sino el proceso de enculturación; esto mismo se puede decir también del hombre. La sociedad actual ha hecho avances para llevar a la práctica esta idea. No obstante, en el medio rural, especialmente, aún no existe una clara demarcación, en el caso de la mujer, entre la esfera reproductiva y la productiva, y esto contribuye a la infravaloración y consiguiente invisibilidad de una buena parte del trabajo productivo de la mujer.

5.- La geografía de los géneros

La geografía de los géneros ilustra con claridad la reclusión de la mujer au foyer. La Geografía no consideró las diferencias profundas que se dan entre hombre y mujer en la utilización del espacio: las mujeres fueron invisibles. La Geografía humana ha presentado, como señalan A. Sabaté, J. María Rodríguez y A. María Díaz (2010), una sociedad fundamentalmente masculina donde las mujeres solo aparecen al tratar temas de reproducción. Actualmente, la Geografía, como otras ciencias sociales, también trata de hacer visible a la otra mitad del género humano.

Tradicionalmente, el hombre era el responsable de los espacios públicos y la mujer de los privados ya que, como señala Bourdieu (2008), el hombre está dominado por una orientación centrífuga y la mujer por una disposición centrípeta consistente en la organización del espacio doméstico. En este sentido, el espacio masculino se identifica con el espacio total, dentro del cual está el espacio femenino, afirma Rogers (1979). Pero, y de nuevo emerge una de las paradojas que envuelven a la mujer, cuando ésta se niega a asumir ese papel de invisible la sociedad no funciona. La conquista de un espacio propio frente al del hombre, como constitutivos del espacio global, es uno de los principales objetivos de la lucha de la mujer en la sociedad moderna.

6.- Sobre el concepto de igualdad

El concepto de igualdad, tal como se quiere aplicar al tema de la mujer, es totalmente engañoso y erróneo. El objetivo de la lucha de la mujer no debe estar en conseguir ser como el hombre, sino en que se creen, como señala J. Ortega (2007), las condiciones de posibilidad culturales para que la mujer se pueda pensar y sentir desde sí misma, y no desde los valores masculinos.

Pero, en tanto que la sociedad capitalista siga asignando a la mujer funciones reproductivas y al hombre productivas qua natura o nacimiento, nuestra sociedad, señala U. Beck (1998), sigue teniendo base feudal. Las esencias del hombre y de la mujer, consideradas como eternidades, se forjaron gracias a una alianza entre filosofía, religión y ciencia.

Todo parece indicar que el viejo binomio sexo-género se ha roto definitivamente y hoy ya casi todo el mundo admite que sexo y género son dos cuestiones distintas: sexo hace referencia a la biología y género es el resultado de un proceso social. Sin embargo, existe, como subrayan J. Contreras y E. Expeixt (2002), una presión sobre la mujer para que se integre laboralmente y, al mismo tiempo, que no deje de ocuparse del hogar, de niños y ancianos, lo cual provoca que, aquellas que pueden, subarrienden estas tareas a inmigrantes. Las tareas asumidas por la mujer, reproducción de la vida, asistencia a personas y cuidado del hogar, no tienen aún visibilidad social ni reconocimiento expreso, subraya Dolors Comas (1995). Justamente y en esta misma línea, la misma Comas (1998 y 2000) insiste en que en España el estado de bienestar, que no se llegó a desarrollar plenamente, resultó barato porque descansa en el trabajo invisible y gratuito de la mujer en el hogar.

A pesar de todo lo dicho, aflora una nueva paradoja. En nuestra sociedad actual al tener que contratar a personas -cada vez con más frecuencia por innumerables razones que no puedo comentar aquí- para los trabajos reproductivos y pagar por ello, estos pasan a formar parte integral del sistema capitalista. Esta y otras contradicciones son una señal de que la sociedad no quiere “liberar” definitivamente a la mujer de su suprema misión de esposa y madre.

7.- Cuestionamiento actual de la situación

Desde hace algunas décadas, se cuestiona desde diferentes frentes la situación secular en la que vivió la mujer. Varios son los hechos en los que se apoya esta lucha: acceso de la mujer a la enseñanza superior, incorporación al trabajo asalariado y a la esfera pública, el distanciamiento de las tareas domésticas, la programación de la natalidad, el divorcio, la soltería, etc., sobre todo en las capas más favorecidas. Con todo, no se ha superado totalmente el viejo modelo de enculturación basado en los cuatro pilares: Iglesia, Estado, escuela y familia en la que la mujer fue durante generaciones el instrumento más idóneo para transmitir un modelo de familia de claro signo masculino, que la convertía en víctima estructural del mismo.

8.- Obstáculos

A pesar de los avances, que desde hace algunas décadas se están haciendo en este terreno, aún queda mucho camino por recorrer, máxime en el medio rural.

Son muchos los analistas, entre los que me incluyo, que manifiestan que el poder masculino en el medio rural se simboliza por la tecnología, especialmente por el tractor, como señala Saugers (2002), reforzando las ideologías patriarcales. L. A. Camarero (1993), por su parte, insiste en que la mecanización de la agricultura y el control de la máquina por parte del hombre relegan aún más a la mujer a actividades de segundo orden. Finalmente, M.ª D. García Ramón y M. Baylina (2000) insisten en la misma idea, esto es, la innovación tecnológica en la agricultura incide en los roles de género y no ayuda a superar la división sexual del trabajo, sino que la consolida aún más.

Caminando por los pueblos de Asturias se observa con claridad esto que estamos diciendo. La maquinaria, sobre todo la más moderna, siempre está en manos del hombre y de hombres jóvenes, mientras que si una mujer utiliza alguna ya no son de última generación y además se trata de situaciones muy puntuales.

9.- Perspectivas de futuro en el medio rural

Hay un hecho claro en el que insisten todos los analistas. No cabe plantear un desarrollo rural sin la presencia de la mujer y de la mujer joven, especialmente. Pero dicha presencia en el medio rural, como recalca B. García Sanz (2004), está muy ligada a la búsqueda de alternativas laborales. La mujer debe arrogarse un protagonismo social que tradicionalmente acaparaba exclusivamente el hombre. Ortega Valcárcel (1989 y 2004) desde la Geografía afirma que el factor clave para el sostén y progreso de los espacios rurales, sobre todo de montaña, es la posibilidad de acceder a mercados de trabajo diversificados, que permitan la incorporación a ellos de población joven y especialmente femenina. La vía por la que la mujer joven va a decidir quedarse en el medio rural es si tiene proyección pública visible, productiva, etc., y si ello ocurre será ella quien transforme y revitalice los pueblos, la misma que en su día, hace medio siglo, fue causa principal de la crisis.

Como he señalado en otro lugar (2017 y 2021), el turismo rural está jugando un papel dinamizador en la recuperación de los pueblos, sin olvidar los peligros que conlleva si no se plantea bien. El turismo tiene al menos dos lecturas en relación a la mujer. Una, no deja de ser, en muchas situaciones, una prolongación del trabajo doméstico. Otra, en opinión de M. Villarino y G. Cánoves (2000), la compensación económica lo convierte en un trabajo visible. El turismo, en este sentido, puede lograr dos objetivos en uno: recuperar los pueblos y su patrimonio por medio de la incorporación de la mujer al campo productivo. Algunas voces críticas al respecto señalan que, en el turismo rural, como en las tareas de cuidados de viejos y dependientes, la mujer sigue haciendo tareas tradicionalmente reproductivas. Es cierto, pero en este caso cobra por ellas, lo cual las visibiliza y las cambia sustancialmente.

La mujer se está adjudicando progresivamente roles productivos, incluso ya en el medio rural (turismo, empresas agroalimentarias que crean valor añadido, cuidados de personas, etc.) y esto va a conducir a un nuevo modelo de sociedad en el que la mujer no va a ser ya ese ser invisible y sometido. Pese a todo, desde mi punto de vista la independencia económica no es suficiente para la liberación de la mujer (2004) mientras los fundamentos de la discriminación, es decir las ideologías, aún pervivan, aunque cada vez más de manera subliminar, en instancias tan determinantes como la Iglesia, el Estado, la escuela y hasta en la familia portadora, como señala R. Montesinos (2002), de la tradición que tiene que garantizar la reproducción de las viejas costumbres que adquieren forma en la vida cotidiana. Pero la mujer está ocupando, cada vez más, espacios hasta hace pocas décadas “prohibidos” para ella, y esto está provocando cambios profundos en la familia y en la sociedad, más aún se puede hablar hoy de permanencia y revolución de lo femenino.

Para concluir con estas reflexiones sobre la mujer, incitadas por las fotografías de la exposición «Muyeres de Cangas del Narcea, 1907-1940. 200 retratos fotográficos de Benjamín R. Membiela», quiero señalar dos cosas. La primera, si el fotógrafo volviese hoy con su cámara al concejo de Cangas del Narcea, rápidamente observaría dos hechos: uno, que hay muy pocas mujeres, sobre todo de la segunda y de la tercera generación; otro, se daría cuenta también al revelar sus fotos que las mujeres se sienten mucho menos cohibidas y hieráticas. Ambas cuestiones son dos ejemplos del cambio acaecido en los pueblos de Asturias, un cambio con dos signos distintos.

BIBLIOGRAFÍA CITADA
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Hacha de la Edad del Bronce procedente de Cangas del Narcea

El 6 de noviembre de 1867 se publicó una Real Orden Circular, con un llamamiento de la reina Isabel II para incrementar los fondos del Museo Arqueológico Nacional de España. Como respuesta a esta petición, se registra el ingreso de un buen número de materiales procedentes de colecciones particulares, entre los que se encuentra un hacha de talón con dos anillas y cono de fundición donada por el magistrado, amén de coleccionista y miembro correspondiente de la Real Academia de la Historia, don Remigio Salomón.

Según la documentación aportada por el propio donante esta pieza de la Edad del Bronce, fue hallada cerca de Cangas de Tineo (hoy Cangas del Narcea), en 1864.

Esta pieza perteneciente a la colección del Museo Arqueológico Nacional está catalogada con el nº 11, bajo el nº de inventario 10153 y su documentación se recoge en el Expte. 1868/45.


El inventario de escrituras de Juan González de Celón, escribano de la villa y concejo de Cangas de Tineo: una fuente de genealogía canguesa del siglo XVI (I)

Testamento de doña María Arias Osorio de Pambley
(AHA, caja 13390, prot. 1589, f. 141, núm. 177 del Inventario)

El presente artículo es la transcripción del índice de todas las escrituras que pasaron ante uno de los escribanos más importantes de la villa y concejo de Cangas de Tineo de finales del siglo XVI: Juan González de Celón. No solo es un instrumento que permite el rápido hallazgo de personas, lugares o acontecimientos, sino que ofrece, en muchas ocasiones, las referencias a escrituras que ya no existen. Además de la transcripción, el artículo proporciona un resumen de todos los testamentos que pasaron ante dicho escribano. El presente escrito, por tanto, se convierte en una fuente principal para el estudio de la genealogía asturiana y, en especial, del concejo de Cangas del Narcea.

Autor: ROBERTO LÓPEZ-CAMPILLO Y MONTERO
Universidad Pontificia Comillas
Académico de Número de la de Genealogía y Heráldica de Asturias

Conviene señalar que, debido a la extensión de este índice, el autor ha tenido que desdoblar su publicación en dos artículos. El presente recoge las escrituras desde 1588 a 1595 inclusive y está ya disponible en la Biblioteca Digital del Tous pa Tous para consulta y descarga en el siguiente link.

 

Inteligencia y documentación sobre una labra de Cangas del Narcea: las armas de don Fernando Osorio Valdés

Armas de don Fernando Osorio de Valdés (1586)
Señor de Salas y Valdunquillo
provenientes de su Casa en la villa de Cangas del Narcea.
Fotografía de Juaco López Álvarez.

El presente artículo, disponible desde hoy en la Biblioteca Digital del Tous pa Tous, expone la interpretación de una de las labras heráldicas más significativas de la villa de Cangas del Narcea de la que no existía aún un correcto entendimiento. Para ello se publica la escritura de hechura de dicho escudo, fechada en 1586, y se revela la historia de la Casa en que estaba colocado. La asignación de dichas armas a don Fernando Osorio de Valdés, señor de Salas y Valdunquillo, confirma la aproximación eminentemente personal de los escudos de los concejos asturianos.

Un tesoro de monedas romanas en Trones (Cangas del Narcea) en 1907

En 1907, en el monte del pueblo de Faéu / Faedo, concejo de Cangas del Narcea, cuatro vecinos de Trones encontraron 1.300 monedas romanas. Este hallazgo monetario, totalmente desconocido para la arqueología asturiana, tendría hoy un indudable interés histórico y científico,  pero hace ciento trece años solo significó una ocasión soñada para solventar la vida a sus descubridores y un pleito para el propietario de la tierra donde apareció. Sin embargo, las monedas, todas de bronce, se tasaron en una cantidad insignificante y han desaparecido sin dejar rastro. Esta es su historia.

Trones en agosto de 1927. Fotografía de F. Krüger. Col. Museo del Pueblo de Asturias

La ocultación de monedas ha sido un hecho generalizado y constante a lo largo de la historia, que se intensifica en momentos de conflicto e inestabilidad social. En Asturias, se conocen cientos de testimonios de apariciones de tesoros y tesorillos monetarios, aunque en las últimas décadas estas noticias han disminuido considerablemente por el declive de la actividad agrícola en el medio rural. Al no removerse la tierra, no aparecen tesoros.

A excepción de algunos conjuntos que han ingresado en museos, muchos de esos hallazgos han desaparecido o solo se conservan unas pocas monedas en manos de particulares. En general, cuando aparecen noticias de tesoros en la prensa antigua siempre son parcas: apenas se mencionan a sus protagonistas, ni las circunstancias del hallazgo, ni el destino que tuvieron. Los arqueólogos e historiadores no consideran creíbles  muchos casos,  y  algunas noticias son tan vagas y dudosas que en el mejor de los casos quedan recogidas en las cartas arqueológicas.

El tesoro de Trones, aunque se suma al conjunto de estos hallazgos arqueológicos, es un caso singular por la documentación que generó. Su aparición fue noticia en un periódico de Cangas del Narcea, “El Narcea”, el 23 de marzo de 1907, pero su historia y los sucesos posteriores al hallazgo han podido reconstruirse gracias a las actuaciones judiciales que se siguieron ante el Juzgado de Cangas del Narcea y la Audiencia de Oviedo entre 1907 y 1911. En ellas figuran las declaraciones de todas las personas que tuvieron relación con las monedas del tesoro, así como las actas y escritos oficiales. Fue un proceso penal, iniciado con una denuncia por hurto puesta por Francisco Alvarez Uría, propietario de la tierra donde apareció el tesoro.

Expediente judicial consultado sobre el hallazgo de un tesoro en Trones, 1907.

En 1907, el fin de este proceso judicial fue reunir todas las monedas aparecidas y dirimir a quién le correspondía su propiedad. En la actualidad, nuestro interés es conocer los pasos que siguieron las monedas, desde el momento de su aparición hasta su reparto, en una sociedad cuyos valores, comportamientos y preocupaciones no coinciden con el interés histórico que hoy representa este hallazgo.

Los hechos sucedieron de la siguiente manera. En los primeros días del mes de marzo de 1907, Celestino Fernández Fuente, vecino de Trones, buscando en el monte de Faéu una piedra para hacer una muela de molino encontró una que podría servirle. Averigua que el llevador de la finca es Manuel Rodríguez Agudín, vecino del pueblo de Faéu, y le solicita autorización para sacarla. El domingo 10 de marzo acude para extraerla en compañía de tres vecinos de Trones: Antonio Fernández García, de casa Cabral; Gervasio, de casa Florenta, y Francisco Menéndez Fernández, de casa Cortina. Al profundizar en un lateral de la piedra, golpean y rompen con la azada una vasija de cerámica que contenía 1.300 monedas romanas de bronce.

Antonio Fernández “Cabral” tropezó con una olla que había allí escondida y la rompió, esparciéndose al momento gran cantidad de monedas que aunque oxidadas por la humedad les pareció que eran de oro [Declaración de Gervasio Fernández. 22 de marzo de 1907]

Ollas de cerámica del siglo IV de Paredes (Siero), similares, probablemente, a la que apareció en Trones en 1907. Col. Museo Arqueológico de Asturias.

Regresan al pueblo con la piedra y las monedas,  que tratan de ocultar, pero se sienten tan afortunados que transmiten el descubrimiento a alguno de sus vecinos.

En pocos días todos conocen la aparición del tesoro y su eco llega hasta la villa de Cangas del Narcea. En Trones aparecen interesados y compradores. Pocos días después, el propietario de la tierra donde supuestamente aparecieron las monedas, Francisco Álvarez Uría, procurador y vecino de la villa de Cangas, reclama su parte y denuncia el caso en el juzgado. El juez instruye una denuncia por hurto que se sobresee para tratar de determinar civilmente quienes son los verdaderos propietarios de las monedas. El artículo 351 del Código Civil, vigente entonces y en la actualidad, dice:

El tesoro oculto pertenece al dueño del terreno en que se hallare. Sin embargo, cuando fuere hecho el descubrimiento en propiedad ajena, o del Estado, y por casualidad, la mitad se aplicará al descubridor. Si los efectos descubiertos fueren interesantes para las ciencias o las artes, podrá el Estado adquirirlos por su justo precio, que se distribuirá en conformidad a lo declarado.

La sentencia llegará tres años después y decide un reparto equitativo de las monedas entre el propietario de la tierra y los cuatro descubridores. Curiosamente, nadie consideró que aquel tesoro fuera interesante para “las ciencias o las artes”.

  1. Sobre las monedas

El conjunto de monedas encontrado constituye un caso evidente de tesoro de ocultación, escondido deliberadamente dentro de una olla de barro cubierta con una capa de tierra de poco espesor y arrimada a una gran piedra. El lugar, a unos treinta minutos caminando desde Trones, está junto a un antiguo camino. En las declaraciones judiciales lo describen como un terreno montañoso: “con peñas más o menos grandes, unas sueltas, otras clavadas, otras partidas y removidas recientemente o de tiempo lejano. Allí existe una fosa, figurando un horno entre tres peñas y otra piedra suelta que lo cubría ”.

Lugar del monte de Faéu donde apareció el tesoro el 10 de marzo de 1907.

Como no se conserva ninguna moneda, el análisis numismático solo puede hacerse hoy con la información que aparece en el auto judicial, en que se dice que:

Las monedas son de cobre o bronce y cuño antiguo, de unos tres centímetros de diámetro, en forma discoidal y circular, presentando en su anverso el busto coronado del Emperador Constantino, según la inscripción que la rodea, y por el reverso ostenta la figura al parecer de un guerrero de cuerpo entero, cubierta su cabeza con un casco, empinando en su mano derecha un atributo que no se puede precisar y en su izquierda, también al parecer, un pescado. En la circunferencia marginal hay un lema o inscripción ilegible al primer examen.

Por esta descripción, es muy probable que las monedas del tesoro de Trones fueran acuñadas durante el mandato del emperador Constantino I (306-337) o de su hijo Constantino II (337-340), periodo en el que se hicieron importantes reformas monetarias y se acuñaron gran cantidad de  monedas de bronce.

Moneda
Anverso y reverso de una moneda de cobre similar a las encontradas en Trones.

Durante casi tres años, las 1.300 monedas romanas del tesoro de Trones permanecieron “en una caja de lata” depositadas en el Juzgado de Cangas del Narcea y en la Audiencia de Oviedo (del 21 agosto al 24 de diciembre de 1908). En ese tiempo, ningún numismático experto estudió la colección. Las únicas referencias sobre su interés histórico y arqueológico aparecen en los informes periciales, que a petición del juez, realizaron dos aficionados a la numismática vecinos de la villa de Cangas: Manuel Rodríguez González y José Colubi Beaumont, este último capitán de infantería. Ambos, sin negar su valor histórico, manifiestan que: “para todo el que es aficionado a reconstruir la historia no se puede desconocer que son corrientes y abundantes en los monetarios”, y concluyen diciendo que  tienen escaso mérito y poco valor intrínseco, y que “solamente tendrían algún valor para un coleccionista que careciese de alguna de  los diferentes modelos”. Declaración similar harán Domingo Avello Arias y Ricardo Pereiro Campoamor, relojeros y plateros de la villa, que son llamados como peritos para certificar el metal de las monedas y su valor de mercado.

  1. Los descubridores del tesoro

Son cuatro vecinos de Trones, todos labradores, de entre 27 y 38 años, que aprovechan una tarde de domingo para hacer un trabajo en común para uno de ellos. En sus declaraciones cuentan que el hallazgo fue inesperado, que su primera reacción fue pensar que se trataba de monedas de oro, “rezad un Padrenuestro que somos felices”, y a continuación se pusieron a contar las monedas. Sin embargo, no interrumpieron la tarea que les había llevado allí y siguieron extrayendo la piedra para el molino; durante ese tiempo otros vecinos se acercaron al lugar pero nadie notó nada. Con la piedra subida en el carro y las monedas envueltas en un pañuelo regresaron al pueblo, bromeando con quienes se cruzaban en el camino a costa de la carga, diciéndoles “que lo que llevan vale más que el prado del Riego”.

Al entrar en Trones se encontraron con Manuel Rubio, de casa Manso, quien al ver el envoltorio que llevaba el Cabral le preguntó que qué era aquello, contestando el Cabral que aquello valía más que el prado que parece que posee el Rubio, llamado del Riego, diciendo esto en tono de broma, sin que se le hubiera enseñado las monedas al Rubio.

Habían salvado el primer inconveniente y en sus casas comparten la fortuna con sus familias. El desconocimiento sobre la materia prima de las monedas no es obstáculo para que cada uno vea en este hallazgo la ocasión de hacerse rico.  Guardan las monedas en una masera (mueble para hacer el pan) en espera del reparto entre los cuatro afortunados y disfrutan de su posesión. Durante esos días hacen alarde de ellas con los vecinos, las exhiben sacando algunas del bolsillo y vendiendo unas pocas. Pero, ni el propietario de la tierra, ni el arrendatario que les había dado permiso para extraer la piedra, fueron avisados de la aparición de este conjunto de monedas.

El 16 de marzo de 1907, seis días después del hallazgo, de noche, se presentan en Trones el juez y la guardia civil a requerir todas las monedas del tesoro. Van a las casas de los cuatro descubridores y encuentran las monedas guardadas dentro de un arca pequeña en una habitación de la casa; en un cestito colgado de un palo clavado en la pared al lado de la cama; en una escudilla de madera en la cocina y en un hórreo, detrás de unos baúles, dentro de un pañuelo. No las encuentran todas porque algunas ya habían sido vendidas o estaban en manos ajenas fuera del pueblo. También requisan otros objetos que acompañaban al tesoro: un trozo de alambre  y una especie de aro del mismo metal, así como algunos fragmentos de la olla de barro.

Los cuatro descubridores habían sido denunciados por hurto y ocultación. Sin embargo, el delito de apropiación fraudulenta que pretendía la acusación no constituyó base suficiente, pues al tratarse de un tesoro hallado de manera casual en un terreno particular, al descubridor le pertenece la mitad y en esta causa el valor económico se tasó en seis pesetas y cincuenta céntimos, una cantidad que no llega a la indicada en el Código Penal para adquirir la categoría de delito.

Por imposición de la Justicia, las aspiraciones de estos vecinos de Trones, que tenían una arraigada creencia en los “tesoros enterraos”, quedaron frustradas. Los tesoros ocultos formaban parte del imaginario colectivo con el que convivían y soñaban a diario los vecinos de este pueblo y todos los campesinos españoles.

  1. Los intervinientes

Gracias a las actuaciones judiciales que provocó esta denuncia conocemos a todas las personas que intervinieron en este acontecimiento. En total son 32 las personas que estuvieron vinculadas a las monedas y que participaron de diferentes maneras: dueños de la tierra, vecinos, compradores y tasadores.

 

a. Dueños de la tierra

El tesoro apareció en la tierra llamada “Estajo de la Pena de la Campa” del monte de Faéu, en el límite de tres tierras. En Cangas del Narcea los montes son propiedad de los vecinos de los pueblos y se dividen en suertes o partes. En concreto, este monte consta de cuarenta suertes de las que tres eran propiedad del denunciante, que tenía arrendada una parte a Ramiro Agudín, vecino de Faéu,  que también era parte demandante. Ambos son personajes principales en la sociedad rural, especialmente Francisco Álvarez Uría, quien resultó ser el dueño único del terreno, porque presentó los títulos que justificaban la propiedad. Este era procurador de los tribunales de la villa de Cangas del Narcea, y por tanto conocía bien el funcionamiento legal y los procedimientos a seguir, y es  gracias a él que tenemos noticia del hallazgo pues de su casa salió la documentación que hoy manejamos. Impulsó el proceso judicial y durante tres años no cesó de exigir su parte de las monedas, sin importarle su valor ni la dispersión de algunas. Finalmente, el 12 de abril de 1911 recibe la mitad de las monedas recuperadas: 645, de las que en la actualidad sus descendientes no conservan ninguna.

 

b. Vecinos

Una parte de las personas que declaran en el sumario están unidas por lazos familiares y de vecindad con los descubridores. Todos comparten un territorio común entre los concejos de Cangas del Narcea y Allande. Participarán en la difusión de la noticia y colaborarán en diferente medida con esos descubridores. Alguno, como Manuel Rodríguez Agudín, de Faéu, también buscará la fortuna por su cuenta: 

[Declara] que se llama Manuel Rodríguez Agudín, de unos 27 años edad, casado, labrador, vecino de Faedo y no fue procesado. Examinado convenientemente declaró que el lunes último al pasar por la Pruida, que es donde encontraron los vecinos de Trones, según dicen, un tesoro, vio esparcido por el suelo algunos pedazos de un puchero u olla y suponiendo que estos restos fueron de la vasija que contuvo el tesoro las recogió y se las llevó a su casa, para enseñárselas a la familia. En aquel sitio no vio, ni recogió más que los referidos fragmentos de barro pero ninguna moneda, hierro o asa que pudiera tener relación con los hechos de este sumario.

Otros vecinos, llenos de curiosidad, acuden a ver las monedas, asisten al reparto y participan de la satisfacción de sus descubridores. A otros, como el sastre Marcelino Fernández, de casa Mingo de Iboyo (Allande), que estaba trabajando de jornal en casa de Celestino Fernández, uno de los descubridores, se le pretende pagar con una o dos monedas del tesoro, las cuales aceptó aunque “las veía podridas”. 

El mismo día que encontraron el tesoro vio el declarante en casa del Celestino, a donde había ido por casualidad o más bien para tratar asuntos propios con el Celestino, unas monedas antiguas con ocasión de estar el Celestino queriendo hacer un cambio sobre una navaja con Marcelino el sastre de Iboyo, quien pedía en devolución 20 céntimos ofreciéndole solamente el Celestino una moneda oxidada que sacó del bolsillo, la cual rechazó diciéndole que estaba podrida y no la quería que lo que él quería eran 4 perrinas de 20 en tanto el Gervasio García, que también estaba presente, sacó del bolsillo una moneda parecida a la anterior y entregándola al Celestino diciéndole: “tómala, dale las dos”, las que no quiso coger el Marcelino (Declaración de Manuel Rodríguez Álvarez, de casa de Viña, de 25 años de edad, casado, labrador, vecino de Trones. 1 de abril de 1907).

O el caso de la Esperanza García Berguño, de casa Cortina, madrastra de uno de los descubridores, que intermedia con unos curas para una posible compra.

Pero, sobre todo, la ayuda de los vecinos se manifiesta cuando se envían a Madrid dos monedas del tesoro con el fin de conocer fehacientemente su valor. En esta misión participó una cadena de individuos, unidos por lazos de parentesco o vecindad. Fueron los siguientes: Rosendo Fuertes Franco,  vecino de Argancinas (Allande), que las llevó a Madrid aprovechando un viaje para arreglar una herencia; Joaquín Rodríguez, natural de Araniego, que las recogió con el encargo de llevarlas a una casa de cambio para su valoración; Robustiano Rodríguez, portero de la casa n.º 54 de la calle San Bernardo, que acompañó al anterior y, por último, Manuel Rodríguez Álvarez, de Trones, que regresó con ellas desde Madrid e informó sobre la tasación. Todos participaron desinteresadamente en apoyo de los descubridores.

Trones en agosto de 1927. Fotografía de F. Küger. Col. Museo del Pueblo de Asturias

 

c. Compradores

 La venta de las monedas quedó truncada por la rápida intervención de la Justicia. Pero en los cinco días que medían entre el hallazgo y la requisa fueron vendidas nueve monedas  que acabaron en Cangas del Narcea, Tineo y Luarca.

La primera persona que se personó en el pueblo a comprar monedas fue un comerciante ambulante de tejidos, Antonio Mesa Magadán, de Carcedo (Allande), que, al regresar de una feria, se enteró en la villa de Cangas del Narcea, por Marcelino Álvarez Rodríguez, que había aparecido un tesoro en Trones y que tal vez fuese de oro. Dice en su testimonio que “cuando las vio las raspó con una navaja para saber si eran de oro, quedando al rato convencido que no eran de ese metal”. Compró en total ocho monedas. Siete las vendió en Tineo y otra se la entregó al mencionado Marcelino Álvarez Rodríguez, conocido como Baratura, comerciante y propietario de la fonda donde habitualmente se alojaba. Este comerciante de Cangas era conocedor del tesoro porque el mismo domingo en que apareció, su mujer, natural de Noceda de Besullo, pasó por Trones y se enteró de la noticia; él será el que difunda su hallazgo en la villa de Cangas. La moneda que recibió Marcelino Álvarez la envió, por medio de un viajante, a un tenedor de libros del almacén de José Suárez Asenjo, en la villa de Luarca, donde sabemos que residían personas que comerciaban con monedas antiguas. En Cangas del Narcea, las siete monedas de Antonio Mesa fueron objeto de análisis y limpieza por parte del teniente alcalde Joaquín Rodríguez Martínez, el profesor de música, un empleado del ayuntamiento y  un escribiente.

[…] El viernes de la pasada semana, o sea el mismo día en que compró las seis monedas últimas, bajó a Cangas hospedándose otra vez en casa de Baratura.  Cerca de casa de éste se encontraban, en la carretera próxima a ella, dos señores que según le dijeron uno era el teniente alcalde en funciones don Joaquín Rodríguez y el otro el profesor de música de esta villa, quienes al enterarse, o mejor dicho, el declarante se las enseñó para que las vieran y entonces dichos señores le dijeron que si hacía el favor de dejárselas para examinarlas despacio con la lente. Al día siguiente las recogió de poder del señor Joaquín Rodríguez en el café que tiene establecido en esta villa. Después de esto el declarante se ausentó de Cangas, recorriendo diferentes puntos, si bien donde vendió las siete monedas que conservaba fue en Tineo, pues la octava se quedó con ella Marcelino Baratura quién le manifestó que la había dado a un viajante cuyo nombre ignora, sin que el referido Marcelino le indemnizara por esta moneda con que se había quedado. No recuerda los lemas o inscripciones que tenían las monedas, aunque sí que estaban bastante oxidadas por lo que no se leían con facilidad y que alguna representaban una cabeza humana” (Declaración de Antonio Mesa Magadán, 23 de marzo de 1907)

Otros compradores fueron cuatro curas que llegan a Trones con la intención de ver las monedas y comprarlas “si estas eran de cobre”. El introductor de este grupo fue José Blanco Gómez, párroco de Parajas, parroquia a la que pertenece Trones. Le acompañaban los curas: Manuel Méndez García, de Linares; Rafael Alonso López, de Villagrufe, y Leoncio Díaz Llano, de Celón. Vieron las monedas y mostraron mucho interés, pero la operación no se cerró porque ya había sospechas que antes debían de comunicar el hallazgo. Además, los curas querían comprar todas las monedas, ajustando un precio por ellas.

 

d. Tasadores

Conocer el valor real del hallazgo es un asunto que preocupa tanto a los descubridores del tesoro como al juzgado.  Los primeros,  eludiendo la Justicia, mandan a Madrid dos monedas a tasar, “una, partida en dos pedazos, como del tamaño de media onza de las antiguas monedas y la otra, más pequeña, entera como del tamaño de una moneda antigua de oro de dos duros”. Aprovechan el viaje de Rosendo Fuertes Franco, vecino de Argancinas, que va a Madrid a recoger una herencia. Este se las entrega al general de brigada don Joaquín Rodríguez, natural de Araniego y vecino de Madrid, conocido como “El General de Araniego”, que era una persona de prestigio y confianza para los vecinos de Trones. Joaquín Rodríguez acude a una casa de cambio en el número 7 de la calle Preciados,  el Centro Numismático Matritense, que desde el último cuarto del siglo XIX es un importante comercio de compra y venta de monedas antiguas, y su propietario Valentín Gil las valora: “una moneda, un real”. Ese mismo día, el General de Araniego le entrega las dos monedas a Manuel Rodríguez Álvarez que las traerá de vuelta a Trones con la noticia de su valoración.

Un día, a mediados del mes de mayo, encontróse el testigo [Manuel Rodríguez Álvarez] en Madrid y siendo la hora de anochecer, subía el declarante por la calle Ancha de San Bernardo con dirección a la Plaza de Santo Domingo y en ese trayecto se encontró con el referido general don Joaquín Rodríguez, que venía en dirección contraria, y al ver al declarante le saludó y paró pues se conocen de antiguo. Manifestándole que celebraba encontrarle porque, precisamente, venía en aquel momento de averiguar el valor que tenían dos monedas que le había entregado Rosendo Fuertes Francos por encargo del vecino de Trones Antonio Fernández García. Dijo que le habían contestado en una casa de cambio que las monedas eran corrientes y que apenas tenían valor. Le invitó al testigo a que le acompañase a la casa de cambio en donde le dieran tales informes, para que pudiese comprobar por sí mismo la verdad de la que había respecto de las monedas. El declarante le contestó que no había necesidad de hacer tal cosa porque bastaba su palabra y la que él dijera, en vista de lo cual don Joaquín Rodríguez le hizo entrega de las monedas para que las volviese a Trones y se las entregarse a su vez al Antonio Fernández García, lo que él ha efectuado en los primeros días del mes de junio, dejándolas en su casa a su mujer pues cuando él se presentó a entregarlas no se hallaba Antonio Fernández García en su casa” (Declaración de Manuel Rodríguez Álvarez, 9 de julio de 1907).

Al conocer los descubridores el poco valor de las monedas ven frustrado el anhelo que aun mantenían de hacerse ricos, y desde ese momento pierden todo mérito y son tratadas como un objeto vulgar.

Hará un mes o cuatro semanas regresó de Madrid Manuel Rodríguez Álvarez al pueblo de Trones. En ocasión en que el testigo [Antonio Fernández García] se encontraba trabajando en Allande, que por esta razón no vio al Manuel Rodríguez Álvarez cuando al regresar de Madrid vino a entregar las monedas en casa del declarante. A los pocos días de llegar Manuel regresó el testigo a Trones, y su mujer le enteró de que estaban allí las monedas que mandó a Madrid para que las examinaran, que las trajo el Manuel Rodríguez, y que había contestado que don Rosendo se las entregó a don Joaquín Rodríguez y que éste las llevo a una casa de cambio de Madrid en donde le dijeron que las monedas no tenían mérito y que en esa casa se vendían a real. Y que el don Joaquín volvió a entregar las monedas a don Manuel Rodríguez para que éste las entregará a su vez al declarante, como así lo hizo. Al enterarse el testigo de que las monedas no tenían valor las cogió y tiró a un prado que hay cerca de su casa, en donde fueron a buscarlas unos chicos del pueblo al verlas caer, logrando encontrar únicamente la que en este momento presenta en el Juzgado. Entre esos chicos se encontraban tres hijos del declarante, los cuales cogieron la moneda y al verla entre sus manos otra vez su madre, o sea la esposa del testigo, la volvió a recoger y a guardar”. (Declaración de Antonio Fernández García, 8 de julio de 1907)

Por su parte, el juez de Cangas del Narcea estima la necesidad de elaborar un dictamen pericial para la causa, aunque alega que no hay en el partido judicial ni en los inmediatos persona con título ni conocimiento suficiente para emitir dictamen y solicita a la Audiencia de Oviedo que estime procedimiento a este respecto. El 2 de enero de 1908 se convoca a cuatro peritos prácticos al acto de tasación: dos relojeros y plateros de Cangas del Narcea para el reconocimiento y determinación del metal de las monedas, y dos coleccionistas de monedas antiguas de la villa de Cangas del Narcea para la tasación arqueológica y artística. Ninguno de los cuatro peritos dan muestras de tener cualidades especiales. Todos responden con generalidades: que son de bronce, que son circulares, que se ven figuras e inscripciones, que son de acuñación romana y que son comunes y corrientes. Los peritajes, lamentablemente, no aportan un estudio más detallado y sus impresiones son superficiales.

Al final, el tesoro, como otros muchos, no fue objeto de especial atención porque al tratarse de piezas de bronce su cotización en el mercado numismático era baja, y fue tasado pericialmente en la cantidad de 13 pesetas.

 

  1. Final

En época romana, el suroccidente de Asturias fue un territorio en el que se desarrolló una intensa explotación del oro, cuya huella todavía pervive en el paisaje. La población habita desde la Edad del Hierro en castros o poblados fortificados, que en el siglo II d. c. comienzan abandonarse. Los siglos III y IV son tiempos de cambio, cuando Diocleciano impuso una nueva redistribución provincial asignando los territorios del Conventum Asturiense a la provincia de Gallaecia. Con esta medida, Roma concedió a este territorio un mayor rango y ello provocó el incremento de la actividad pública y fiscal, y como consecuencia una mayor implantación militar. Las excavaciones llevadas a cabo recientemente en el castro de Pelou (Grandas de Salime) han puesto al descubierto una intensa renovación de las fortificaciones de un marcado carácter militar, llevada a cabo a finales del siglo III y comienzos del IV. Todo esto parece indicar que el uso de moneda en este área estaba más en función de las pagas a los soldados que en la actividad comercial.

Localización de poblados castreños y restos mineros romanos en el entorno de Trones. Mapa elaborado por Ángel Villa Valdés.

El tesoro de Trones, con esas 1.300 monedas, es el mayor hallazgo seguro de monedas del que tenemos noticia en Asturias. Y hemos de vincularlo con otras apariciones de monedas sueltas y de tesoros, como el encontrado en 1864 en Bimeda, del que se conservan 192 monedas del siglo IV d. c. en el Museo Arqueológico de Asturias; otro de Corias, en donde se hallaron setenta monedas bajo imperiales de plata, de las que no se conoce ninguna, y otro depósito encontrado en 1917 en Foxó (Yernes y Tameza), integrado por 1.080 monedas de los inicios del siglo IV d. c., de las que solo se conservan 163.

Monedas del tesoro de Bimeda. Museo Arqueológico de Asturias

En aquellos primeros años del siglo XX, ninguna institución cultural se enteró del hallazgo del tesoro de Tronos y nadie se interesó por conservar el conjunto. Muchas personas, con formaciones muy diferentes, trataron directamente con las monedas y participaron de los hechos, algunas, incluso, con conocimientos sobre numismática. Jueces, guardias civiles, párrocos, políticos locales, comerciantes, militares o coleccionistas deberían ser conocedores de la existencia de instituciones como la Comisión Provincial de Monumentos Histórico Artísticos y el Museo Arqueológico, que radicaban en Oviedo, pero nadie consideró la posibilidad de que aquel tesoro tuviera un valor histórico.

Finalmente, agradezco a Lucía Barreiro Hurlé  y Benito Álvarez Pereda la oportunidad que me dieron de conocer y estudiar esta documentación que procede del archivo de Francisco Álvarez Uría, bisabuelo de Lucía.

 

Tabla 1 – Relación de las personas que participaron en los autos judiciales del tesoro de monedas de Trones.

Nombre Papel Actividad Lugar
Antonio de la Escosura Audiencia de Oviedo Secretario Oviedo
Antonio Fernández García Descubridor Labrador, Casa Cabral Trones (Cangas del Narcea)
Antonio Lago Fernández Vecino Labrador Trones (Cangas del Narcea)
Antonio Mesa Magadán Comprador Vendedor Ambulante Carcedo (Allande)
Celestino Fernández Fuente Descubridor Labrador Trones (Cangas del Narcea)
Domingo Avello Arias Tasador Relojero y platero Villa de Cangas del Narcea
Esperanza Garcia Berguño Vecina Madrastra, Casa Cortina Trones (Cangas del Narcea)
Francisco Álvarez Uría Propietario Procurador de los tribunales Villa de Cangas del Narcea
Francisco Menéndez Fernández Descubridor Labrador, Casa Cortina Trones (Cangas del Narcea)
Gervasio Fernández Descubridor Labrador, Casa Florenta Trones (Cangas del Narcea)
Joaquín Rodríguez Martínez Ojeador Teniente alcalde Villa de Cangas del Narcea
Joaquín Rodríguez Menéndez, “el general de Araniego” Ojeador General de brigada Calle San Bernardo, 53 (Madrid)
José Álvarez Suárez Vecino Labrador Araniego (Cangas del Narcea)
José Alvarez Velasco Propietario Labrador Faéu/Faedo (Cangas del Narcea)
José Blanco Gómez Comprador Cura párroco Parajas (Cangas del Narcea)
José Colubi Baumont Tasador Coleccionista, capitán de infantería Villa de Cangas del Narcea
José Rubio Rodríguez Vecino Labrador, Casa Manso Trones (Cangas del Narcea)
Laureano Francos Suárez Juzgado Juez Villa de Cangas del Narcea
Leoncio Díaz Llano Comprador Cura párroco Celón (Allande)
Maestro de música, empleado del ayuntamiento y escribiente Ojeadores Villa de Cangas del Narcea
Manuel Méndez García Comprador Cura párroco Linares (Allande)
Manuel Rodríguez Álvarez Vecino Labrador Trones (Cangas del Narcea)
Manuel Rodríguez Gómez Tasador Coleccionista Villa de Cangas del Narcea
Manuel Rubio Rodríguez Vecino Labrador Trones (Cangas del Narcea)
Manuel. Almacén de José Suárez Asenjo Comprador Tenedor de libros Luarca (Valdés)
Marcelino Álvarez Rodríguez, “Baratura” Comprador Comerciante y fonda El Fuejo (Cangas del Narcea)
Marcelino Fernández Comprador Sastre. Casa Mingo Iboyo (Allande)
Rafael Alonso López Comprador Cura ecónomo Villagrufe (Allande)
Ramiro Agudín Propietario y arrendatario Labrador Faéu/Faedo (Cangas del Narcea)
Ramiro Álvarez Rodríguez Vecino Labrador Trones (Cangas del Narcea)
Ricardo Pereira Campoamor Tasador Relojero y platero Villa de Cangas del Narcea
Robustiano Rodríguez Ojeador Portero en Madrid Calle San Bernardo, 68 (Madrid)
Rosendo Fuertes Franco Vecino Labrador Argancinas (Allande)


Sofía Díaz Rodríguez
(Museo Arqueológico de Asturias)


Los Colón y los Sierra de Llamas del Mouro, historia de una relación

Palacio de Llamas del Mouro, parroquia de San Martín de Sierra (Cangas del Narcea)

En la fachada del palacio de Llamas del Mouro (Cangas del Narcea) hay dos escudos relativamente recientes, de los últimos años del siglo XIX o principios del XX, uno con las armas de los Sierra y otro con las de los Colón o ducado de Veragua; además, en algunos libros y artículos de comienzos del siglo XX se menciona a este palacio como del duque de Veragua o de los Colón, familia descendiente del almirante Cristóbal Colón.

Escudo de armas de los Colón

Gracias a un interesante artículo escrito en 2006 por Jesús Urrea Fernández (catedrático emérito de Historia del Arte de la Universidad de Valladolid) sobre la historia de la Casa de Colón en Valladolid, donde se suponía erróneamente que había fallecido el descubridor de América, podemos conocer la historia de esta relación de las familias Sierra y Colón de Larreategui, que comenzó el 13 de marzo de 1780 con el casamiento de la mayorazga de la Torre y Casa de Llamas del Mouro, Josefa de Sierra y Sarria, hija de Diego de Sierra Salcedo y Antonia de Sarria Montalvo, con José Joaquín Colón de Toledo y Larreategui, hermano del duque de Veragua.

Escudo de armas de los Sierra

Esta Josefa de Sierra y Sarria era la propietaria de una casa en Valladolid, que después de su matrimonio se conocerá  como Casa de Colón y que pertenecía a la familia de los Sierra de Llamas del Mouro desde 1727, cuando su propietaria, Manuela Josefa Salcedo, se casó con Diego de Sierra Cienfuegos, natural de Llamas del Mouro y abuelo de Josefa de Sierra y Sarria.

En este artículo se cuenta la historia de la Casa de Colón en Valladolid y la de sus propietarios, pero su lectura también ayuda a conocer la expansión y las ventajosas alianzas matrimoniales de la familia Sierra de Llamas del Mouro en Castilla y Madrid.