Artículo de Juaco López Álvarez, presidente del Tous Tous, publicado el 22 de enero de 2025 en el diario La Nueva España con motivo del inicio de una edición digital dedicada a Cangas del Narcea.
Cangas del Narcea, la identidad y el Tous pa Tous
No soy partidario de reivindicar o ensalzar las identidades colectivas. Me gusta más la memoria que la identidad. La historia y el presente nos dicen que la identidad es un arma que carga el diablo. Hay que tenerla a raya. Pero, también es cierto, que es un sentimiento generalizado en todas las comunidades humanas, porque todas las personas pertenecemos a un lugar. El escritor cangués José Avello solía decir que el mundo es muy grande y cada persona tiene que verlo desde algún sitio. Él, estuviera donde estuviera, lo veía desde Cangas del Narcea. A mí me sucede lo mismo. Es el lugar de donde somos.
Puede suceder que uno no sea muy consciente de su identidad y es, muchas veces, el otro el que te señala o encasilla. En los años setenta del pasado siglo, los jóvenes de Cangas del Narcea que vinimos a estudiar a Oviedo éramos calificados a menudo como «gallegos», dicho con un tono que dejaba claro que no éramos de la ciudad de A Coruña, sino de un pueblo de la atrasada Galicia. Tanto cuando hablábamos como cuando nos preguntaban de dónde éramos, era muy frecuente escuchar nuestra atribución a la región vecina. Por supuesto, los interlocutores no conocían Cangas del Narcea y en la mayoría de los casos eran incapaces de localizar este concejo en un mapa. Nos podrían haber asociado con León, provincia con la que limita Cangas y con la que tenemos una estrecha relación, e incluso llamarnos «cazurros», pero la atribución que nos tocó en el imaginario colectivo de la Asturias central fue la de «gallegos». En consecuencia, no éramos asturianos, pero, claro está, tampoco éramos «gallegos». ¿Entonces?
En aquel tiempo éramos jóvenes de entre 17 y 20 años. A algunos, los menos, les afectaba, y hacían esfuerzos por cambiar o disimular su acento, a otros nos hacía gracia comprobar tanta ignorancia. En mi caso solía poner a prueba a la gente. ¡¡A ver por dónde sale este!! En general, nuestra firme identidad canguesa nos protegía de esta situación que intentaba dejarnos fuera de Asturias.
Los naturales de Cangas del Narcea somos, como escribió en 1802 el autor de una descripción geográfico-histórica, de «índole generalmente pacífica y muy adheridos a su país». Mas de doscientos años después creo que seguimos estando muy arraigados a la tierra y somos poseedores de una elevada autoestima de pertenencia a un territorio montañoso, duro, alejado de grandes urbes y hospitalario. Esa adherencia a lo nuestro se manifiesta de muchas maneras. Un ejemplo: en los años veinte, en Buenos Aires, en el Centro Asturiano fundado en 1913 convivían miles de emigrantes asturianos, pero esa convivencia no era estrecha y los cangueses tuvieron que aguantar las bromas sobre su falta de asturianía y el menosprecio de algunas de sus señas de identidad más estimadas: los bolos, el baile del Son d’arriba, el pandeiro, la lengua, los frisuelos… Se hartaron y en 1925 fundaron un centro propio: el Centro de Cangas del Narcea de Buenos Aires. Por fin eran libres de bailar sus bailes, comer sus frisuelos, jugar a sus bolos, tocar su pandeiro, hablar su lengua… sin necesidad de oír la perorata de que por hacer todo eso eran «gallegos». En los años cincuenta, en la sede de este centro, en Beruti 4643, barrio de Palermo, se organizaban fiestas multitudinarias que atraían a otros emigrantes del occidente de Asturias, que se sentían mas a gusto aquí que en el Centro Asturiano. Por eso, no es casualidad que los padres del periodista y escritor argentino Jorge Fernández Díaz, reciente ganador del Premio Nadal, se «tropezasen en el Cangas del Narcea», como cuenta en su novela Mamá (2003): el padre, Marcial, era de Barcia (Valdés) y la madre, Carmen, de Almurfe (Belmonte de Miranda).
La identidad necesita asideros para mantenerse y fortalecerse. Sin ellos corre el peligro de diluirse. Esos asideros pueden ser de variadas formas, pero todos tienen en común el hecho de compartir algo. Puede ser una fiesta, un trabajo, una educación, un pasado, una lengua, un equipo deportivo o un territorio común. Y es necesario mantener esa comunión para que la identidad no se apague.
En 1925, hace cien años, se fundó en Cangas del Narcea una asociación que lo único que pretendía era aunar esfuerzos entre los cangueses, ayudarse mutuamente, tratar de las cosas que les interesaban, mantenerse unidos a través de una revista, etc. El fundador, Mario Gómez, la llamó «Tous pa Tous. Sociedad canguesa de amantes del país». Esta asociación llegó a tener unos mil socios repartidos por Cangas, Madrid, España y América, y publicó la revista La Maniega, que fue el aglutinante de todas esas personas. Solo estuvo activa siete años, en 1932 con la muerte del fundador, que era otro gran aglutinador, se diluyó como un terrón de azúcar en un vaso de agua. Pero el agua quedó impregnada de un singular espíritu de convivencia. Muchos años después de desaparecer, aquella revista seguía recordándose con cariño y nostalgia. Y en 1981, durante el renacer de la democracia española, volvió a publicarse una revista local con aquel espíritu y con su mismo nombre: La Maniega. Había ganas de ella y durante treinta y seis años sirvió para compartir información entre los cangueses. Pero, todavía la cosa fue más lejos, y en 2008 un grupo de jóvenes, nietos de los fundadores, volvió a refundar la sociedad del Tous pa Tous, que en pocos días reunió a cerca de quinientos socios.
Hoy, la web del Tous pa Tous y sus redes sociales, así como los libros que publica, las exposiciones que organiza y las actividades que promueve constituyen otro aglutinante y otro revulsivo de la identidad canguesa. También de su memoria colectiva. Esta sociedad intenta desentrañar y conocer el pasado común, colabora con todo el mundo, mira el difícil presente del concejo de Cangas del Narcea y su futuro con preocupación, pero sin desmoralizarse y sabiendo que la única manera de afrontar el porvenir es trabajando y colaborando «tous pa tous», todos para todos.
https://touspatous.es/wp-content/uploads/white-background-shadow-designify.png433830Juaco López Álvarezhttps://touspatous.es/wp-content/uploads/Centenario-logo-300x274.webpJuaco López Álvarez2025-02-21 20:03:312025-02-21 20:15:27Cangas del Narcea, la identidad y el Tous pa Tous
Noticia en el periódico ‘La Nueva España’ del 23 de abril de 2004
Por Enrique R.G. Santolaya (2024)
Hoy estamos viendo como la población de las zonas rurales está desapareciendo a marchas forzadas, ya no hay niños jugando en las plazas de los pueblos ni en los recreos de las escuelas, ya no hay voces ni peleas, ya nadie juega a la guerra con pistolas de madera. La primavera de la vida que representaban estos niños, desapareció calladamente dejando los pueblos totalmente desolados, sin ruidos, en definitiva sin vida.
Viendo todo esto me vienen recuerdos de otros tiempos en que todo era diferente. Yo nací en el año 1963, pertenezco a una generación peculiar por ser bisagra entre dos formas de vida de nuestra historia reciente. Mi generación vivió el final de la dictadura y principios de la democracia. También pertenecemos a la generación llamada del baby boom, donde las familias tenían de media cuatro o cinco hijos. Eran tiempos donde los niños llenaban las plazas de los pueblos y los patios de los recreos de las escuelas, todo acompañado con un ruido ensordecedor producido por esa marabunta de críos jugando. Esto era un claro indicio de que había vida, había futuro, había savia nueva.
Creo firmemente que los recuerdos de la infancia marcan definitivamente el futuro carácter de la persona, es un momento muy importante donde el niño absorbe todo lo que le rodea y esto lo modela para el futuro. Yo debo de agradecer a la vida que me tocara una época tranquila y llena de buenos recuerdos. Evidentemente al nacer en una zona rural el trabajo siempre estaba presente, pero la alegría de vivir aún con pocos medios era impresionante.
Antes de entrar a hablar del maestro de escuela, me entretendré un poco haciendo historia de cómo estaba la situación social en aquel momento bisagra de la dictadura a la democracia, para que el chaval que lea este escrito sepa que no hace mucho tiempo los medios no eran tan abundantes como los que tienen hoy. Aquel era un tiempo en el que los cambios se producían muy rápido, pero partíamos de una situación todavía muy precaria.
Arrastre de carro por dos parejas de vacas y lavadero público.
En 1968 empecé la escuela en Llano, entonces se empezaba con cinco años y se entraba en parvulitos. En aquel momento en el pueblo de Santa Eulalia no había ninguna televisión, no había lavadoras, neveras, coches, tractores. Se trabajaban las fincas con parejas de vacas que tiraban de un carro o de un arado. Las mujeres tenían que lavar la ropa en los ríos, en los regueros o en un lavadero comunal. Por supuesto los niños no tenían ordenadores, móviles, iPad y todas las zarandajas que tienen hoy.
Está claro que no eran tiempos muy avanzados, pero alguien puede pensar que estábamos sumidos en una gran tristeza acompañada de grandes problemas mentales. Pues no, la palabra psicólogo no se conocía y realmente no hacía falta ningún. En los tiempos libres de trabajo no parábamos, éramos muchos y estábamos en comunidad como los lobos, físicamente estábamos como tarzanes jugando constantemente al escondite, a las canicas, al palillo, al pañuelo, a las cuatro esquinas, a las chapas, a la gallina ciega, al fútbol. Tomar naranjada de Mirinda y jugar con el yoyó que regalaban con ella fue más adelante.
La imaginación tampoco nos faltaba, para equilibrar la falta de MacBook Pro, iphones, tablets, consolas y videojuegos hacíamos carretones con ruedas de rodamientos que nos daban en los talleres de Los Nogales. Estos carros eran un peligro cuando bajaban por las pendientes ya que los frenos eran precarios y más de uno besó el suelo dejando las rodillas en el asfalto. Hacíamos arcos de ballestas de paraguas que eran muy peligrosos, se clavaban en la madera y podían matar sin problemas un cuervo o una pega (urraca). En esta época, quien tenía una bicicleta era un privilegiado, eso era pertenecer a una clase superior. También hacíamos embarcaciones con las cámaras de camión que igualmente, nos suministraban en los talleres de Los Nogales. Con estas balsas neumáticas bajábamos por el río Narcea en verano. Así como el río Misisipi fue el aliento de vida de Mark Twain, lo mismo era el río Narcea para nosotros, navegábamos por sus pozos y orillas descubriendo las zonas para pescar truchas a mano o a tenedor. Este río es menos caudaloso que el de Tom Sawyer, pero igual de aventurero.
Zona de baños en el río Narcea, pozo de Llano, puente y estacada.
Por supuesto, los baños en el río de Llano no podían faltar, subíamos la adrenalina tirándonos a los pozos de pie o de cabeza desde todas las peñas posibles que bordeaban el río; los más atrevidos o quizá, los más inconscientes, se tiraban desde el puente.
Como dije no se conocía ningún niño que tuviera que ir al psicólogo, toda aquella jungla de elementos con pantalón corto estaban como tarzanes. Me llama la atención también que nadie tenía un aparato para corregir la dentadura, si fuera así el que lo portara se sentiría desplazado del grupo por parecer un ser de otro planeta. Como dato curioso citar que podríamos ser más feos o más guapos, pero la dentadura, por lo general, la teníamos todos perfecta. La única explicación que le doy a esto, es que comíamos alimentos naturales, sin conservantes ni miserias añadidas y los lácteos que se consumían tenían calcio de verdad.
Tres años después, en 1971, todo cambió de una forma continua, el avance era imparable, ya había televisiones, tractores, lavadoras y coches. Todo empezaba a avanzar, se notaba en ese momento el fuerte crecimiento que tenía España. Empezaba a dar frutos el apoyo decidido de EE.UU. y el abandono de la práctica autárquica en la que estaba sumido el franquismo. Los economistas tecnócratas de Franco estaban dando resultados y, aunque de forma tardía, esto se notaba en Santa Eulalia y sus contornos. También debo añadir que en esos momentos la minería estaba despegando con fuerza y empezaba a influir económicamente en todos los sectores del concejo.
Niñas y niños preparados para una función de teatro en la escuela mixta de Cibea. Año 1950. Maestro don Carlos.
Una vez fijada la situación histórica, retomaré el cómo era la escuela en aquel momento de mi infancia y describiré la labor que el maestro de escuela rural hacía con nosotros. Este tipo de maestro estuvo durante muchas generaciones anteriores a la mía dando un poco de luz a esos pueblos alejados del centro de las villas y ciudades, y su figura era la más pobre de las denominadas fuerzas vivas de una localidad. Le sobrepasaban económicamente el cura, el farmacéutico y el médico.
El trabajo de maestro estaba mal retribuido, era poco considerado socialmente. Su sueldo podía ser inferior al de un peón de albañil. De ahí sale la famosa frase: «pasas más fame que un maestro de escuela». En las zonas rurales estaba mejor tratado, añadía a su sueldo los regalos de huerta y de granja que los padres le ofrecían en señal de agradecimiento. En contraposición, el maestro estaba a disposición de los niños del pueblo, llegando a tener una relación muy directa con ellos y con sus familias.
Maestra y alumnas de la escuela de Llano (Cangas del Narcea), año 1960.
Maestros como Odón Meléndez de Arvas, natural de Carballo, que fue maestro en la escuela de La Regla de Perandones, opinaba sobre la importancia de la enseñanza de la siguiente forma: “nada hay en el mundo tan importante como la instrucción y cuanto con ella se relaciona. La felicidad futura de un pueblo, será tanto más grande cuanto mayor y más acertada sea la instrucción y educación que reciba el niño. La instrucción es el primer elemento de la libertad”. Está claro que algunos maestros estaban convencidos de su función en la sociedad, influyendo en las nuevas generaciones para crear un mundo, como mínimo, menos embrutecido.
Mi primer contacto con este tipo de escuela rural fue en Llano, con cinco años. La forma de desarrollarse las clases en estas escuelas seguramente fue la misma que tuvieron mis padres y, posiblemente, mis abuelos, en la que sólo había un profesor para todos los cursos, y este profesor daba todas las materias. Era el modelo escolarizador basado en la escuela unitaria que funcionó en España hasta la Ley General de Educación de 1970.
Escuela típica rural año 1960.
Los alumnos estaban agrupados en secciones en función de los conocimientos que tenían. Un maestro o maestra daba clase a todos independientemente de su nivel académico. Si había bastantes alumnos se separaban en escuelas de niñas y niños. Hay que imaginar cómo era aquello, un solo maestro tenía que enfrentarse a una turba de niños y mayores todos juntos. En mi caso, en Llano, éramos los niños del pueblo de Santa Eulalia, los del mismo Llano y los de las casas de Arayón. No recuerdo exactamente, pero, tranquilamente, debíamos ser entre treinta o cuarenta niños y, por supuesto, en la escuela de niñas se repetía la misma cifra.
Se empezaba la escuela con cinco años y esto ya representaba una aventura nueva, nuevos juegos, conocer gente y, claro, desgraciadamente, también había que estudiar y hacer deberes. Esto último no era tan bueno, creaba momentos comprometidos con los padres si el maestro los llamaba para darles alguna noticia de mal comportamiento o desaprovechamiento escolar del alumno. No obstante, mayoritariamente, tengo muy buenos recuerdos de aquella época.
Ordenadores y tablets típicos de la época.
Para empezar, íbamos andando desde Santa Eulalia a Llano y no nos pasaba nada, hoy la superprotección extrema que tenemos con los niños nos lleva a que éstos anden lo menos posible, no se mojen, no corran porque pueden caerse y cuidado que no se pegue con alguien. Entiendo que evolucionamos para mejor, pero creo que en nuestra época contactábamos más con la vida real y aprendíamos a solucionar los problemas por uno mismo.
Como dije, empecé en parvulitos con un profesor único para todos los cursos, en mi caso era don Germán Moro Fernández. Este profesor ya le había dado clase a mi padre y era toda una institución en la parroquia. Era el vivo retrato del maestro de escuela rural que paso toda su vida en la escuela de Llano donde vivía y varias generaciones del pueblo pasaron por sus manos. El respeto que se tenía al profesor era total, hasta tal punto que, tengo escuchado a mi padre decir, cuando tenía veintidós años, siendo un mozo, fumaba, pero si veía a don Germán por Cangas, escondía inmediatamente el cigarro. Entiendo que esto hoy puede llamar la atención, pero era así y no podía ser de otra forma, hay que imaginar esa escuela rural con todos los cursos unidos para un solo profesor. Sin orden, sin respeto, eso sería imposible de sobrellevar. Como dije, pasaban de treinta alumnos para don Germán y otras tantas alumnas para doña Alicia. La verdad, visto hoy desde la distancia, estos maestros rurales hacían milagros, y hay que añadir que tampoco tenían bajas por depresión.
Escuela de Llano. Parte izquierda inferior, escuela de niños. Parte derecha inferior, escuela de niñas. Arriba viviendas para el maestro y para la maestra.
Don Germán empezaba el día poniendo tareas a los mayores, después se ocupaba de los pequeños, corrigiendo y dando instrucciones a todos. Aquellos maestros sí que tenían motivos suficientes para tener estrés con semejante carga de trabajo y semejante jarca de niños, pero esa palabra en aquellos tiempos tampoco se conocía, por lo tanto, no existía, nadie tenía estrés.
Las escuelas rurales tenían un mobiliario que se repetía en todas y la de Llano no era una excepción. Mesas de madera con dos plazas. En la zona superior del pupitre había un agujero para sujetar la tinta china marca Pelikan. Dos grandes mapas a cada lado de la pizarra, uno de España y otro mapamundi. Estos mapas abrían nuestra imaginación haciéndonos pensar que esas regiones y países estarían detrás del pueblo de Adralés o de la ermita del Acebo, los horizontes que veíamos con cinco años eran estos. También había un compás grande de madera y una regla en el encerado; la regla ayudaba mucho a que nos esforzásemos en hacer los deberes.
En la pared había un crucifijo y la fotografía de Franco, en aquel momento creíamos que en todos los países de aquel mapamundi, habría un Franco mandando, más adelante supimos que esto no era así. Pero bueno, no es para asustarse de nuestra ignorancia, también parecía que todo el mundo mundial tenía un solo transporte y este era el Alsa. Todo esto era normal, un crío de cinco años empieza a descubrir y a investigar la vida con los referentes que tiene delante y tanto Franco como el Alsa salían por todas partes.
Sigo describiendo la escuela, había un reloj de madera con un péndulo que avisaba de las horas de recreo y de la salida de clase; en el centro de la escuela o en un lateral se situaba una estufa cilíndrica de leña con su chimenea, en esta estufa don Germán ponía en invierno una pequeña taza con agua y eucalipto que era bueno para los constipados. Encima del armario no podía faltar la bola inclinada que reflejaba a escala el mapa del mundo, girando aquello descubríamos que la tierra era redonda y aunque don Germán decía que no nos caíamos por el lado de abajo, la duda se mantuvo muchos años, hasta que otro profesor nos habló de la gravedad y nos convenció.
Mapa físico de España.
Todo este mobiliario era acertado, pero faltaba el disco duro donde se guardaba toda la información y el saber del mundo. Este disco duro era la enciclopedia Álvarez, no había nada conocido en el mundo que no estuviera reflejado en sus hojas. En un único libro había lengua, historia, matemáticas, naturales, física, astronomía, etc. Uno se preguntaba como el maestro podía tener todo aquel lío en la cabeza y lo peor era que semejante lío nos lo quería meter en la nuestra. ¡Madre mía! ya no parecía tan buena idea ir a la escuela, ya no solo se venía a jugar y a conocer gente, además, también había que estudiar y llevar absurdas notas que tenían que firmar nuestros padres. Estas notas marcaban una estúpida escala de 0 a 10 y enfurecían a nuestros progenitores si la escala marcaba menos de un cinco. ¡Qué tontería! ¡Qué complicados eran los mayores!
Los recreos eran una maravilla, en mi caso los primeros años jugábamos al fútbol en la carretera general que pasa por delante de la escuela, poníamos dos piedras marcando las porterías en el medio de la calzada. Cuando subía un camión por la sierra de Brasín, escuchábamos el sonido y nos daba tiempo a recoger todo, una vez que el camión pasaba volvíamos a empezar. Para dar una idea, podía pasar un camión cada treinta minutos y era todo el tráfico rodado que había. Esto demuestra como en 1968 todavía había muy poco tráfico rodado, sólo pasaba algún camión que bajaba carbón de las incipientes minas de Rengos. Esto en tres años cambio rápidamente, estando en tercero, corría el año 1971, tuvimos que trasladar el campo de futbol por haber demasiado tráfico.
Otros recuerdos de la época.
El mejor momento en la escuela era cuando aquel reloj de péndulo daba la hora de la salida. Una tromba de niños de Llano y de Santa Eulalia, bajaban en estampida jugando a las quedas hasta La Venta, donde se bifurca el camino hacia los dos pueblos. Al último que le tocaba la queda indicaba que pueblo perdía. Si quedaba uno de Llano, perdía Llano y si era de Santa Eulalia, perdía Santa Eulalia. Después de esto, los de Santa Eulalia cruzábamos el puente de Llano y veníamos jugando hasta el pueblo al fútbol. Jugábamos con un balón o algo que se le pareciese como podía ser un bote de lejía vacío. Todo este proceso hacía que tardásemos casi una hora en llegar a casa. Lo normal es que recibiésemos una bronca por esto, pero al día siguiente no nos acordábamos y repetíamos el proceso otra vez.
Volviendo al maestro, éste nos aguantaba a todos juntos hasta 5º de E.G.B. Tras finalizar este curso, el mundo se ampliaba bajando a hacer 6º en un colegio que concentraba alumnos de varios pueblos y de la villa en El Reguerón.
En 1970 se crean colegios nacionales en las cabeceras comarcales con grupos de niños de la misma edad, creándose la 2ª etapa de E.G.B. 6º, 7º y 8º. Este proceso de concentración trajo el trasporte escolar, becas de comedor y escuelas-hogar. Esto perseguía proporcionar a todos los niños españoles —y en especial a la población rural— las mismas oportunidades de educación básica, con profesores para cada asignatura, reduciendo en lo posible las escuelas con maestro único. Se dotan los centros de salas de reuniones, campos deportivos, bibliotecas, etc.
Como se puede imaginar, la bajada al Reguerón era un cambio importante. Pasábamos de jugar en la carretera poniendo dos piedras de portería con don Germán de maestro único, al Reguerón, donde había muchísimos niños de todos los pueblos y de la villa, aulas independientes para cada curso, profesores para cada materia y campos de fútbol con porterías de madera. ¡’Hombre, eso era otro nivel!
Pero en este momento también aparecieron los problemas al chocar la zona rural con los de la villa. Afloraron en ese momento algo que siempre estuvo en el subconsciente de la tribu de la villa, la diferenciación entre los que eran de Cangas capital y los que eran de los pueblos. Cangas era todo el concejo, pero aún había, de forma indirecta, una diferencia entre la villa y el Cangas rural. Le tocó a mi generación vivir el final de este concepto, como dije somos la generación bisagra que nació entre dos momentos cruciales de la historia de España y también de la historia local.
Fotografías típicas de la escuela rural con el mapa físico de España detrás.
La primera experiencia entrando por el aula de 6º fue ver como los grupos se alineaban en dos, unos de los pueblos y otros de la villa. Bueno, estos que se consideraban de la villa me tienen que perdonar, pero eran mayoritariamente charnegos, pues la mayoría habían bajado de los pueblos a vivir a Cangas con la minería. En un primer momento, los de los pueblos estábamos acobardados, todo era nuevo, gente desconocida… En definitiva, era un mundo más complicado que la pequeña escuela rural de donde proveníamos. Se escuchaban por los mentideros que los de Cangas tenían la opinión de que este mestizaje de los pueblos y la villa bajaría el nivel educativo. Todo esto producía aún más tensión entre las dos partes. En mi caso, saltó la tensión delante de la puerta de 6º cuando dos de Cangas me dijeron que los de los pueblos allí no entrabamos. La reacción no se hizo esperar, cuando la diplomacia no funciona sale la barbarie. Salté como un resorte sobre los dos villanos y creo que los cogí desprevenidos y no se esperaban una reacción tan rápida, les zurré de lo lindo. En ese momento comprendí que la violencia es mala, pero bien administrada es un placer.
La primera batalla ganada da confianza y esto fue el detonante del cambio de actitud, había que conquistar la zona y para esto se creó una mafia compuesta por decididos personajes de la tribu rural, entre los que me encontraba yo. La finalidad era clara, conseguir contrarrestar el abuso continuado de los miembros de la tribu de la villa. Los logros fueron evidentes, éramos más fuertes físicamente y en estos casos, esta variable es fundamental. Rápido se equilibraron las fuerzas y se entró en una guerra fría en la que ambos contendientes se respetaban para no destruirse.
Escolares de la escuela mixta de Cibea.
Pero demasiada confianza también es perniciosa, y se puede volver en contra de uno. En aquellos tiempos se jugaba a las canicas, y si perdías tenías que darle una canica al ganador. Había un jugador muy experto al que yo ya le debía diez canicas; era un niño pequeño e inseguro, y un día se cansó y me presionó para que le diera las diez canicas que le debía. Yo, confiado en mi superioridad física, le contesté con altanería. Nunca me había pasado nada igual, aquel niño inseguro se precipitó sobre mí cogiéndome desprevenido y me dio lo mío, además, después me quitó las diez canicas que le debía. Eso no fue lo peor, lo malo de la situación era que todo esto ocurrió delante de las niñas de 6º, eso sí que era degradante. Aquel día aprendí una nueva lección, nunca te descuides, no hay enemigo pequeño.
La parte académica en mi caso transcurría con normalidad, yo ya cumplía el principio básico del mínimo esfuerzo. Mis notas oscilaban entre suficiente, bien y algún notable esporádico, con esto tenía tranquilos a las fuerzas del orden que eran los profesores y los padres. La palabra excelencia entró en mi vocabulario más tarde, en ese momento, eso de tener buenas notas exigía demasiado esfuerzo y me quitaría tiempo de otras actividades más interesantes, como era investigar la villa de Cangas y la sala de juegos, donde había futbolín, máquinas de pinball y mesas de billar.
En el siguiente curso, 7º, las cosas cambiaron, ya estábamos totalmente introducidos en el sistema, el mestizaje era total, las tensiones étnicas entre tribus ya habían desaparecido. Como consecuencia directa de esto, las mafias extorsionadoras ya no tenían futuro y se disolvieron, excepto el grupo de Santa Catalina que duró un poco más en el tiempo.
Escuela Hogar y Colégio Público en El Reguerón, Cangas del Narcea, 1978.
El mestizaje era evidente, se jugaba al futbol indistintamente, mezclados, se tenían amigos de todos los lugares del concejo incluidos los de la villa. De vez en cuando había algún incidente, pero este solía ser académico. Recuerdo uno producido por un alumno llamado Jacobo, que pintó en el encerado antes de que entrara el profesor de francés la siguiente frase: «A don Tomás Tornadijo nadie le toca el pijo; si usted quiere saber más, vaya a clase con don Tomás». Entró don Tomás a dar clase y mirando para el encerado, por segundos se veía como se le hinchaba la cara y se ponía roja como un tomate. Este hombre, era un gran profesor y muy buena persona, pero, como era de esperar, todo tiene un límite, se giró hacia la clase y dijo las famosas palabras que los maestros aprenden en la Universidad de Oviedo para ser utilizadas en estos casos: «Todos castigados hasta que no salga el culpable». En otros tiempos, con generaciones pasadas, don Tomás lo habría tenido más difícil para sacar al culpable, pero mi generación, que gracias a Dios nunca tuvimos que enfrentarnos a una guerra, éramos cobardes y no estábamos acostumbrados a la presión. Todos al unísono dirigimos la mirada hacia Jacobo y esto bastó para que don Tomás supiera quien era el autor del escrito. La situación la salvó don Tomás con mucha elegancia pidiéndole educadamente en francés a Jacobo «la main s´il vous plait» todo esto acompañado de una pequeña regla que tenía en la mesa. Don Tomás era demasiado bueno y el castigo fue muy leve.
Escuela rural tipo de la década de los 60. Museo Etnográfico de Fonsagrada.
Recuerdo muchos de estos pequeños detalles y a todos los profesores con sus nombres, y todo lo recuerdo con cierta nostalgia. Para hacer justicia, tengo que decir también que como en todos los gremios, había alguno que no merecía pertenecer a la profesión. Tengo visto a niños llorar al coger el autobús por no querer ir a la clase de un loco que los humillaba a diario delante de los demás por el menor motivo. Estos eran casos excepcionales y no merecen más comentarios.
Llegó 8º y se acababa toda una etapa de nuestra vida, coincidía este curso con la edad de entrada en la adolescencia, y esto producía otras variables que complicaban más la vida. Las féminas ya nos empezaban a llamar la atención, pero esto sólo nos traía problemas. Eran muy desconsideradas, siempre los preferían mayores que nosotros. Por lo tanto, teníamos ganas de que pasara rápido el tiempo para ser mayores. Lo que es la vida, ahora me pasa lo contrario, quiero parar el tiempo, y si pudiera, volvería hacia atrás.
Pasada esta etapa llamada entonces E.G.B. dejábamos atrás al maestro de escuela y nos aventurábamos de nuevo en otro momento más complicado pero no menos interesante. Empezaban tiempos de hormonas desbordantes, canciones de verano con el baile del Bimbó de Georgie Dann, los discotequeros se movían al ritmo de Boney M., para los románticos, que bailaban lentas ya se escuchaba, The Sounds of Silence de Simon and Garfunkel, los mas intelectuales dejaban sus mentes libres escuchando Wish you Were here y The Wall de Pink Floyd, Knockin on Heaven´s Door de Bob Dylan, The End de The Doors o A Night at the Opera de Queen. Los más fiesteros entraban de lleno a la música de la movida madrileña, escuchando entre otros: La chica de ayer de Nacha Pop, Salta de Tequila, Tiempos nuevos, tiempos salvajes de Ilegales, Hoy no me puedo levantar de Mecano o ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este? de Burning.
Jugando al guá (canicas).
Muchos de estos fiesteros cayeron desgraciadamente en nuevas adicciones que importábamos a la villa y eran más adictivas que las clásicas de los bares de Cangas. Unos cuantos conocidos desgraciadamente quedaron por el camino arrastrados y engañados por las nuevas modas de pasárselo bien, modas que a la larga solo producían demonios de la mente, generando graves problemas para ellos y para sus familias. Que pasara eso entonces tenía lógica, como digo, no había mucha información, lo triste es que aún esté pasando hoy a las nuevas generaciones, con la información que se tiene ahora, eso sí que es de imbéciles.
Otros, siguieron, como se decía entonces, la línea recta, la siguieron por casualidad o por el esfuerzo, una vez más, de aquel maestro de escuela que de nuevo utilizó una de aquellas frases lapidarias que estudiaban en la universidad de Oviedo para ser utilizadas con los alumnos indecisos, las palabras eran : “tú vales si quieres, eres inteligente pero te tienes que esforzar más, lo que te pasa a ti, es que eres un poco vago y algo mangante y como no cambies vas a ir por el mal camino y nunca serás nada en la vida”. Esto si te lo decían en un momento que estuvieras receptivo y débil, te quedabas pensativo y reflexionabas. Algunos le hicimos caso al profesor y acertamos. Se nota que ya estoy mayor, empiezo a expresarme como lo hacía mi padre en aquella época, con seriedad y con responsabilidad, arengando a las nuevas generaciones para que escojan la línea recta. Sé que no me harán ningún caso, investigarán por su cuenta y cometerán errores y alguno volverá dentro de sesenta años a escribir arengando a las nuevas generaciones como lo estoy haciendo yo hoy, es la vida.
Otros recuerdos de la época.
Así era aquel baby boom de los años 60, hoy somos todos sexagenarios y ya tenemos más pasado y recuerdos que futuro por delante. En mi caso, me agrada recordar esas vivencias en la escuela primaria, desde los cinco años hasta los catorce, y es inevitable que estos recuerdos siempre estén acompañados de algún maestro de escuela.
Escribo todo esto de una forma desenfadada y por supuesto algo exagerada e irreverente para que sea más entretenido el escrito. La verdad es que no nos dábamos tanta leña entre nosotros y éramos obedientes, todo transcurría como una balsa de aceite en la escuela. Los personajes que aparecen aquí son ficticios y todo parecido con la realidad es pura coincidencia. En conjunto, he intentado transmitir algunas reflexiones importantes al escribir este recuerdo del maestro de escuela. En primer lugar refleja los cambios que se produjeron en la sociedad española en las décadas de los años 60 y los 70, que fueron cruciales y se pueden apreciar de forma simplificada en una población local como la de Cangas del Narcea.
Una de las últimas promociones de la escuela de Llano, hoy cerrada. Maestra Dña. Sagrario.
En segundo lugar, confirmar de primera mano lo acertado que fue concentrar en los últimos años la población de estudiantes para eliminar las diferencias entre los niños de la zona rural y los niños de poblaciones más significativas como son los de la villa. Esta concentración elimina el estereotipo del pasado que creaba una imagen de inferioridad de las zonas rurales. Además, consiguió que se pasara de una imagen negativa del campo, a ser valorados estos espacios rurales por sus verdaderas potencialidades, haciéndolos más atractivos para vivir en ellos, o al menos, eso quiero creer yo.
En tercer lugar, se intenta recordar la figura del maestro de escuela y, sobre todo, a aquellos de las escuelas unitarias que tenían que bregar con tantos alumnos. Reconocer la labor que hacían comprometiéndose a veces a desarrollar funciones a las que no estaban obligados. A mí no me tocó, pero sé que en generaciones anteriores estos maestros se adaptaban a la situación del pueblo y daban clase por la mañana a los chavales y por la noche a los mayores que tenían que trabajar y estaban sin escolarizar. Está claro que esos maestros tenían vocación porque el pequeño sueldo que cobraban no los incentivaba mucho.
En cuarto lugar, y parece que llega tarde, indicar lo importante que es estar preparado para poder desarrollar estas zonas rurales. Hoy más que nunca la juventud debe de estar muy preparada para enfrentarse a cualquier escenario. Si este escenario es rural, deben saber comunicarse, proyectar, organizar, valorar económicamente un proyecto y conocer el medio en el que hay que desenvolverse. En definitiva, tienen que estar bien preparados y seguir la línea recta. Espero que no se vuelva a escuchar aquello que se decía en mi época, «pa quedar nel campo nun fai falta estudiar, basta con saber chabrar«. Está claro que esto era un error monumental.
Entrevista a Sara Prieto, maestra rural de la escuela mixta de Cibea
https://touspatous.es/wp-content/uploads/1950-Escuela-mixta-de-Cibea_processed.jpg6801024Enrique R.G. (Santolaya)https://touspatous.es/wp-content/uploads/Centenario-logo-300x274.webpEnrique R.G. (Santolaya)2025-02-17 00:55:372025-02-17 00:55:37Recuerdos: La escuela y el maestro rural
El joven alfarero cangués Raúl Rodríguez Arias, «Raúl Mouro», que recientemente ha sido galardonado con el Premio Nacional de Artesanía 2024 por su colección «Piel de Mouro», es descendiente directo de una de las sagas de alfareros más reconocidas de España, la de la Cerámica Negra de Llamas del Mouro.
El pasado 6 de febrero amablemente nos abrió las puertas de su casa-taller en Sillaso, pueblo perteneciente a la parroquia de Santiago de Sierra en el concejo de Cangas del Narcea (Asturias), en donde nos explicó con todo tipo de detalles su obra.
Muchas de sus piezas, están inspiradas o son réplicas de formas tradicionales, recuperadas después de un arduo trabajo de investigación. Algunas de ellas están texturizadas y sometidas a varios procesos de cocción. Sus creaciones están íntimamente conectadas con el entorno que las rodea, utilizando materias primas de cercanía y colorantes ecológicos.
Todas las piezas están realizadas en torno, respetando tiempos y procesos de fabricación y cada una de ellas tiene su propio certificado de autenticidad.
Un audiovisual de Benito Sierra González @BSGPRODUCCIONVISUAL para «Tous pa Tous. Sociedad Canguesa de Amantes del País».
https://touspatous.es/wp-content/uploads/DSC0055-raul-mouro.jpg6831024@touspatoushttps://touspatous.es/wp-content/uploads/Centenario-logo-300x274.webp@touspatous2025-02-15 22:45:262025-02-15 22:45:26Visitamos al flamante «Premio Nacional de Artesanía», Raúl Mouro
Ramón García Piñeiro (Sotrondio, 1961), coautor del libro Los olvidados de 1937. El exilio republicano asturiano, Ed.: TRABE, 2024, nos envía para su publicación el siguiente estudio en el que presenta un censo de cangueses que abandonaron la región por mar durante la Guerra Civil española, con la entrada del bando nacional en Cangas del Narcea el 22 de agosto de 1936 y la posterior caída del frente republicano el 21 de octubre de 1937, cuando las tropas nacionales completaron la ocupación de Asturias.
https://touspatous.es/wp-content/uploads/imagen-20-1-1536x1152_processed_color.jpg640800Ramón García Piñeirohttps://touspatous.es/wp-content/uploads/Centenario-logo-300x274.webpRamón García Piñeiro2025-02-15 14:27:502025-02-16 09:35:56Los perdedores que se hicieron a la mar. Censo de cangueses evacuados en octubre de 1937
Lo explica Cristobal Ruitiña en su artículo: Cangas del Narcea, la Antártida tan cerca: este libro trata de un viaje por el concejo asturiano de Cangas del Narcea del médico militar, erudito y literato Mario Gómez. Su propósito a la hora de emprenderlo fue más bien conseguir socios para la recién creada asociación para la mejora de su pueblo natal, «Tous pa Tous. Sociedad canguesa de amantes del país», impulsada también por él mismo. Pero lo que van destilando sus excursiones, a medida que publica su relato en otra de sus iniciativas culturales, la revista local «La Maniega», es más bien una búsqueda del primigenio ser cangués. Así, por sus páginas desfilan numerosos potentados, con sus casonas y palacios, que acabarán siendo decisivos en la conformación de lo que es el actual concejo del suroccidente asturiano. Son, por lo tanto, sus rumbos un paseo hacia los orígenes, pero también hacia las fuentes de las materias primas sobre las que esas vidas y patrimonios se han ido forjando. Por ejemplo, hacia las rocas y peñascos donde nace el río Narcea que atraviesa el concejo y que pronto le dará nombre, o hacia los bosques de donde se extrae la madera, que en ese momento ya sustenta una de las principales industrias locales. Es, también, un viaje hacia lo desconocido, porque el propio Gómez reconoce pisar por primera vez algunas rutas, por ejemplo la del Couto. En cualquier caso, este libro es prueba de que el viaje siempre es hacia lo desconocido, aunque uno ya haya trillado esos caminos antes. El propio Mario Gómez queda maravillado y asombrado por todo lo que va descubriendo al explorar los alrededores de su propia casa.
En este año del centenario de la fundación de nuestra asociación por el autor, nos complace poner a disposición del público en general en la Biblioteca Digital del «Tous pa Tous» la versión digital de sus Rumbos, con esmerado prólogo de Juaco López Álvarez y Alfonso López Alfonso.
https://touspatous.es/wp-content/uploads/portada_Rumbosred.jpg1024734@touspatoushttps://touspatous.es/wp-content/uploads/Centenario-logo-300x274.webp@touspatous2025-02-10 17:02:562025-02-10 17:23:19El libro "RUMBOS" en la Biblioteca Digital del «Tous pa Tous»
Partído de Sierra, desde la casa-taller de Raúl Rodríguez “Mouro” en Sillaso (Cangas del Narcea). Foto: Sandra Flórez Alonso.
Como segunda ruta para nuestra tarea encomendada, nos dirigimos en esta ocasión al lugar de Siasu, también en el Partíu Sierra, a la residencia de Raúl Rodríguez “Mouro”.
De nuevo la expedición estará formada por los mismos componentes que estuvimos en L.lamas, con la excepción de Collar que por motivos laborales no pudo acompañarnos en el día de hoy. Outramiente, como buen conocedor del paisaje y del paisanaje del concejo, ya nos había hecho una previa en cuanto tuvo ocasión de poner en antecedentes a Marcelino y a su familia de la visita que estábamos programando.
Eso sí, hoy nos acompaña José Ramón Puerto, gran conocedor y entusiasta de la obra y la trayectoria de Raúl “Mouro”, y quien formará parte activa de la puesta en marcha y organización de la exposición, al igual que hizo en anteriores ocasiones colaborando desinteresadamente con el «Tous pa Tous».
Y dos serán de nuevo los coches que formarán la comitiva y en los que nos vamos repartiendo y acomodando.
Otra vez disfrutamos de buen tiempo en esta tarde de febrero mientras nos dirigimos a Purtiel.la. Allí, a mano derecha, nos desviamos y cruzamos el puente que nos llevará a destino, dejando atrás el pueblo de Ounón. El ascenso por la sinuosa carretera nos va ofreciendo maravillosas vistas de nuestra orografía, que van ganando en intensidad a medida que tomamos altura.
Coincidiendo con esa primera hora de la tarde tan española como es la hora de la siesta, nos recibe ante el portón de la casa familiar la matriarca, quien nos comunica que pronto asomarán padre e hijo, que se encuentran reposando tras la hora de la comida, pero que ya están avisados y aviándose.
Tras las oportunas presentaciones, comenzamos la visita en el parreiru, transformado ahora en taller, un espacio que invita de entrada al recogimiento. “El lugar transmite ya una emoción estética”, apunta Mercedes. Un taller en el que imparte cursos para trasmitir sus conocimientos.
Taller de Raúl Mouro en Sillaso, parroquia de Santiago de SIerra (Cangas del Narcea). Foto: Sandra Flórez Alonso.
Un simple lavado de cara en la cubierta, en vigas y ripia, desprovistas ahora de telarañas y del polvo acumulado tras años de cumplir su antigua función, deja a la vista una tosca y a su manera elegante carpintería tradicional; el espacio diáfano y con claroscuros; las paredes de piedra desnuda; el suelo de madera, por el que transpira un agradable y cálido ambiente propiamente agrícola; la luz que se cuela a través de los diferentes huecos; el vacío en el que apenas hay nada y hay lo suficiente: un añejo banco de carpintero de herencia familiar, el contraste entre el torno de pie y una docena de tornos eléctricos, una enorme mesa de factura por encargo y exprofeso, al igual que los tayuelos en los que depositar los cuencos del agua… Reposando sobre cada torno, una pieza de la misma serie en diferentes fases de elaboración. Una decena de piezas que, de inmediato, nos traen a la memoria las fogazas de aún tierna masa de pan sobre la masera, terminando de l.leldar y esperando a ser enfornadas. Todas ellas muy similares y a la vez diferentes, de distintos tamaños, con distintas tonalidades. “A medida que vamos dando textura, se va modificando ligeramente el color”, nos explica atento Raúl. Un matiz que, de primeras y a ojos del profano, no es fácil diferenciar.
Una a una, con cuidado y a la vez con la presteza de quien se siente seguro de sus manos, Raúl va depositando las piezas sobre la enorme mesa de madera dispuesta en una esquina, a la sombra de la luz. Y así, en contraposición, cada una de ellas nos ofrece diferentes lecturas según se van formando distintas composiciones y en función de la incidencia lumínica. La boca, el pequeño orificio de apertura que permite a la pieza respirar y “estrictamente necesario para evitar su rotura durante el proceso de cocción”, cobra sentido (o no) cuando la voltea y la apertura desaparece, pasando a formar parte de la base.
Por doquier, diferentes piezas, múltiples pruebas de trabajo, con diferentes formas, tamaños y colores: blanco, marrón “galleta”, rojo pórfido y negro, producto de los diferentes tipos de barro combinados convenientemente con piedra gres. “El rojo da flexibilidad; el blanco, resistencia, y se introduce un tercer elemento para hacer piezas de buena textura”.
Porque sus obras, insiste una y otra vez, son para ver, para oler, incluso para escuchar, pero sobre todo, para tocar. Como quien coge un bebé al cuello, lo mece y lo acaricia. Para sentir las texturas, para diferenciar los grosores y apreciar su fría temperatura, en claro contraste con la calidez que emanan sus colores.
Varias piezas, múltiples pruebas del trabajo de Raúl Mouro, con diferentes formas, tamaños y colores. Foto: Sandra Flórez Alonso.
La cara de Raúl se ilumina al ofrecernos la nueva incorporación a su menú, su nuevo plato fuerte, aún en proceso de experimentación. Ceremoniosamente, desprendiendo con dulzura los paños húmedos que las cubren, nos permite ver sus nuevas criaturas, sus nuevas formas de concebir el espacio, jugando con el equilibrio y con el desequilibrio, con el color y como no, con las siempre presentes texturas. Nuevos caminos a explorar, y quién sabe si a seguir o quizás abandonar. Todo depende.
En un rincón, dispuestas en perfecto orden de a seis, Raúl nos da a probar, pues pruebas son, media docena de deliciosos “profiteroles”. Seis piezas esféricas, de pequeño tamaño, color galleta, con matices en rojo dispuestos como anillos concéntricos en la madera. “Lo conseguimos intercalando diferentes capas a la hora de formar la pella”. Seis piezas que nos dejan un dulce sabor de boca.
Y nos va explicando cómo todo es producto de una evolución, de una experimentación, de un trabajo constante, que ahonda sus raíces en la tradición, en lo mamado en casa de su abuelo, de su padre, de todo lo heredado, de un legado sumado a su actividad constante con el barro, de mancharse las manos… Es todo un proceso escalonado, desde la base, desde el aprendiz que se pasa un año mezclando y amasando, aprendiendo a mezclar en las proporciones justas, pasos previos y esenciales antes de consentirle sentarse en el torno, ese potro difícil de domar, que “puede llegar a ser muy frustrante, empleando horas, constancia, repetición, perfeccionando la técnica, pero que es una verdadera delicia”. Y ahora buscando nuevas formas de expresión, formas básicas, esenciales, buscando la simplicidad, pero con todo un proceso muy complejo detrás y “que da garantía de verdad” “de honestidad en el resultado”, apunta con acierto Sandra. Intentando mantener una equidistancia entre lo tradicional y lo innovador, no sólo en cuanto a las piezas se refiere, que van perdiendo su carácter meramente funcional y doméstico y se dirigen más hacia lo estético, aunque manteniendo ocasionalmente pequeños guiños que sirven de anclaje con su pasado, sino también en cuanto a materiales, técnicas y procesos.
Y así, pasamos a una nueva dependencia, entre la bodega en la planta baja y la panera. El pequeño cuarto habilitado ahora como estudio, en el que se inicia el proceso imaginativo, con apuntes y diseños en papel que posteriormente tomarán volumen.
Y de ahí, a la panera, en la que se almacenan centenares de piezas, todas ellas de alguna forma desechadas por no llenar lo suficiente el crítico ojo del autor: distintas formas, distintos tamaños, distintos colores y esmaltes que por una razón u otra no pasaron la criba.
Y finalmente, accedemos al santasanctórum, el desván de la casa, en el que se atesora el producto final a la espera de partir quién sabe a dónde: Uviéu, Madrid, Korea…y con próximo destino al otro lado del charco, en Estados Unidos. Allí la Fundación Guess le reclama un total de cien piezas para una exposición en Los Ángeles. Todo un salto que da proyección aún más si cabe a su reciente Premio Nacional de Artesanía.
Miembros del Tous pa Tous con Raúl Rodríguez «Mouro» (dcha.), en su casa-taller de Sillaso, parroquia de Santiago de Sierra (Cangas del Narcea). 6 de febrero de 2025. Foto: Benito Sierra.
Ya cayendo la noche, y tras despachar un trago de vino y unas empanadas en la bodega de la casa, nos despedimos de la familia, agradeciendo el que nos hayan abierto sus espacios de intimidad y su cálida amabilidad, y retornamos a la villa con la sensación plena de haber llenado la tarde no solamente de cantidad, sino también de calidad. Con las cabezas repletas y en ebullición, planeando cómo llevar a cabo de la mejor manera posible nuestra tarea.
FOTOGRAFÍAS (autores: Sandra Flórez, José Ramón Puerto y Benito Sierra)
https://touspatous.es/wp-content/uploads/06.02.2025-4-Siasu-Raul-Mouro-Foto-Sandra-Florez.jpeg15362048Jesús H. Feito Calzónhttps://touspatous.es/wp-content/uploads/Centenario-logo-300x274.webpJesús H. Feito Calzón2025-02-07 13:02:092025-02-07 14:11:35Rumbo a Siasu
Hace ya muchos años, quizá veinte, unos cuantos amigos entonces adolescentes fuimos, como otras muchas veces, a merendar a casa de Lola la de Llano. Era avanzado septiembre, ya muy pasado el Acebo, y teníamos el presentimiento de que el verano iba a terminar ese día bruscamente, tapado por un cielo hosco y gris. Porque los veranos terminan así, de repente, como si la gente y las nubes se pusiesen de acuerdo para dar paso a otro tiempo más íntimo y más lento. Aquel día la lluvia se afinó haciéndose más sutil y más fría, y el aire traía desencanto, robando el pensamiento hacia amagostos de castañas y gabardinas. Para entonces las cabezas de los caminantes tendían a hundirse entre los hombros en un gesto de recogimiento, las gentes avivaban el paso y todos sabíamos que los días soleados empezarían a ser casualidades.
El carácter alegre y trabajador de Lola la de Llano disfrazaba de buen humor lo que en el fondo era una extraordinaria bondad: su casa siempre albergaba a diversos personajes desamparados que iban a calentar la soledad de su vejez en aquella chariega suya donde se sentía un permanente aroma de comida y amistad. Allí nos recogió a nosotros aquella tarde lluviosa. En el rincón del escaño, donde hay que tener cuidado para no quemarse las puntas de los zapatos y para no lagrimear con el humo, estaba sentado un viejo aldeano de rostro noble y ojos claros que tenía el cabello blanco como la leche. Pese a su boina raída y sus madreñas, pese a su chaleco arrugado y su chaqueta de pana que nos hablaban de un hombre de la tierra, por un cierto aire indefinible el viejo nos hacía pensar que había pasado una parte de su vida en Cuba. Quizás era por su forma de hablar —una extraña mixtura de tierras muy dispares, acaso inexistentes— o quizás fuese una cierta seguridad en sí mismo que más que aplomo parecía un reto. En efecto, cada vez que el viejo hablaba, por no sé qué oscura razón, uno se sentía como insultado, empequeñecido, despreciado. Quizás sólo era debido a su mandíbula cuadrada, demasiado recia para su edad.
Nosotros, que en aquellos años no habíamos llegado más allá de Oviedo o Villablino, le escuchábamos con respeto y con esa devoción atenta que despiertan los hombres de mundo, sobre todo para quienes piensan que los viejos son sabios por el mero hecho de ser viejos, sin tener en cuenta que también los asnos llegan a viejos sin dejar de ser asnos. Aquel anciano de mandíbula recia nos hablaba de América, de grandes soles amarillos, de mujeres bellas como espejos, de piel color castaña, de riquezas sin límite, de casas con ascensor, de flores altas como hombres, de automóviles con bañera y también de pequeños regresos a los valles de Cangas, donde la vida era más dócil, la familia más amada y los recuerdos andaban cercanos y accesibles, como los amigos de todos los días.
Mientras el viejo conversaba y Lola asaba chorizos con vino blanco en la cocina, la lluvia continuaba cayendo afuera. De vez en cuando alguno de nosotros se levantaba hasta la galería para ver el río que murmuraba al fondo; y junto a las playas tropicales y las ciudades soleadas de América que llevábamos en la cabeza, aparecían ahora montes sombríos que la lluvia llenaba de soledad, montes oscuros y desolados bajo cortinas de agua, como si en vez de estar habitados por hombres fuesen los hombres los que estuviesen habitados por montañas. Y cuando regresábamos a la chariega frotándonos las manos con ganas de calor e intimidad, el anciano nos hablaba de los grandes ríos tropicales, de su majestuoso caudal, y nos decía: «Los nuestros sólo son regueiros». Nos habló largamente de los ríos y nos dijo que los de aquí, el río del Coto, el de Naviego e incluso el mismo río Narcea nacen de una fuente en la montaña, de un regueirín; porque son ríos pequeños; pero que los ríos de América, cuyas orillas no se divisan entre sí, son tan gigantescos porque nacen del mar, de un mar lejano que queda más alto, al otro lado, más allá. Y para convencernos decía: «Porque América tiene mar por los dos lados». Nosotros opusimos resistencia con respetuosos argumentos, alegando que todos los ríos, incluso los de América, tienen las fuentes como origen, igual que los nuestros. Pero el anciano repetía obstinadamente: «Yo estuve allí, yo mismo lo vi, nacen en el mar». Confiaba más en sus recuerdos que en su razón.
Acaso por defender la humillada posición de segundones en que se dejaba a nuestros ríos, o por no renunciar a nuestra lógica de escuela pública o por sentir que el viejo abusaba de su edad, nos fuimos haciendo un poco malvados y lo asaetábamos con preguntas malintencionadas de las que deducíamos que el anciano no había estado más que diez meses en Cuba con un hermano en el año 1928, que trataba de conservar con grandes esfuerzos un acento extraño más inventado que recordado, que se sentía solo y no sabía leer. Así, triste y acosado por nuestras pruebas contundentes, moviendo la boina en la cabeza sobre su pelo blanco, no tuvo más remedio que ceder y nos dijo: «Puede que tengáis razón, a lo mejor los ríos nuestros nacen también en el mar». Ya no tuvimos nada que responder, porque el misterio de los ríos era tanto que no resultaba soportable sin recurrir a la imaginación. Y para el anciano eran los ríos de su infancia, las aguas que huyen de su origen sin detenerse nunca más que brevemente en los pozos para recordar un instante y perderse luego otra vez, ya definitivamente sin memoria, en lugares desde donde nunca pueden regresar. El viaje a América del anciano había sido uno de esos pozos sombríos, con remolinos, donde se había anclado su memoria y de donde no quería salir. Pero las aguas de los ríos se van y no vuelven más. Por eso algunos piensan —quizás con razón— que lo mejor es no partir. Pero lo más probable es que tanto el origen como el final estén en el mismo sitio, en el mismo mar. Que por más que uno se aleje siempre lleva consigo y siempre regresa al lugar donde nació.
Al final de la tarde regresábamos a Cangas caminando bajo los nogales y los castaños de la carretera, desde donde caían gotas retrasadas, grandes como manos y sutiles como lágrimas. Aquella tarde un poco triste, en la primera chariega del otoño habíamos aprendido una cosa: que América no existe, que es tan sólo la invención de un aldeano que no supo quedarse ni marchar.
José Avello Flórez Junio, 1978
https://touspatous.es/wp-content/uploads/al-lado-del-rio_processed-2.jpg8751024@touspatoushttps://touspatous.es/wp-content/uploads/Centenario-logo-300x274.webp@touspatous2025-02-05 09:30:152025-02-05 00:11:25AL LADO DEL RÍO. Un relato de Pin Estela en 1978
Las danzas de palos son bailes muy ceremoniales y jerarquizados, que se ejecutan al son de la música de una xipla y un tambor, que toca un mismo interprete. Los danzantes van vestidos de blanco con bandas cruzadas sobre el pecho y tocados con un sombrero de fieltro adornado con cintas o colonias de colores. Estas danzas requieren ensayos previos y no pueden improvisarse. Además, siempre van acompañadas de un personaje gracioso y grotesco, el frasqueiro o xamascón, que mantiene a raya a los espectadores para que no molesten a los danzantes, y también se acompañan de muestras de literatura popular: poesías o monólogos graciosos que se recitan en un intermedio de la danza y representaciones teatrales que llevan a cabo los mismos danzantes.
Aunque tradicionalmente eran danzas de hombres, desde hace tiempo, en los pueblos del suroccidente asturiano como los que nos ocupan, se han integrado en ellas las mujeres.
Estas imágenes fueron grabadas por el creador audiovisual cangués, Benito Sierra (bsg·media), el 16 de agosto de 2024, en el pueblo de Larón (Cangas del Narcea), por encargo del «Tous pa Tous. Sociedad Canguesa de Amantes del País».
https://touspatous.es/wp-content/uploads/laron.jpg5761024@touspatoushttps://touspatous.es/wp-content/uploads/Centenario-logo-300x274.webp@touspatous2025-02-04 14:00:352025-02-03 18:02:25Danza de palos de Larón y La Viliella
Acompañadas de panderetas, ocho componentes de la Asociación Cultural «Lo Nueso» interpretan una canción tradicional de este concejo del suroccidente asturiano. Un ejemplo más de la labor de recuperación y difusión del folklore y de la tradición oral que viene desarrollando este grupo de mujeres, antiguas alumnas de la Escuela de Música tradicional de Cangas del Narcea.
Esta actuación en directo, grabada en Sonande, parroquia de Cibea (Cangas del Narcea), es un extracto del documental «Herencia de lo nueso» dirigido por Benito Sierra González y patrocinado por la Sociedad Canguesa de Amantes del País «Tous pa Tous». Una producción de BSG.MEDIA, Rebotxo films y Gonzalo Ferreiro estudio de sonido, rodada íntegramente en tierras pésicas.
https://touspatous.es/wp-content/uploads/Captura-de-pantalla-2025-02-03-101152.jpg5761024@touspatoushttps://touspatous.es/wp-content/uploads/Centenario-logo-300x274.webp@touspatous2025-02-03 11:03:192025-02-03 17:42:48HERENCIA DE LO NUESO - Agarrao de Degaña
Catálogo de la exposición realizada en el Museo de Santa Cruz, Toledo, del 12 de marzo al 31 de mayo de 1992. Ministerio de Cultura.
La figura de los Reyes Católicos ha despertado interés desde su contemporaneidad hasta nuestros días. Isabel y Fernando, no solo fueron fundamentales en la unificación de la península ibérica y en el descubrimiento de América, sino que también ejercieron un mecenazgo artístico, principalmente de carácter religioso, que ha dejado una huella imborrable en la historia.
En 1992, durante la conmemoración del V Centenario del Descubrimiento de América y de la Reconquista de Granada, se llevó a cabo una revisión moderna de su papel como mecenas de las artes. Este análisis destacó cómo, tras consolidar la unidad cristiana en la península, los monarcas se volcaron en la promoción de actividades religiosas y en la generosidad hacia las instituciones eclesiásticas. La reina Isabel, en particular, fue reconocida por su devoción y prodigalidad.
Piadosa y generosa
Numerosos testimonios de la época presentan a Isabel en una actitud dadivosa. El humanista alemán Hieronymus Münzer la describe como «piadosa sobre toda ponderación, gasta grandes sumas en ornamentos para las iglesias”. Andrés Bernáldez, eclesiástico e historiador español, al narrar su muerte, la menciona como “limosnera y edificadora de templos y monasterios”. Lucio Marineo Sículo, humanista e historiador siciliano nombrado capellán y cronista real por Fernando el Católico, la elogia diciendo: “Era tanto el ardor y diligencia que tenía cerca del culto divino que aunque de día y de noche estaba muy ocupada en grandes y arduos negocios de la gobernación de muchos reinos y señoríos parecía que su vida era más contemplativa que activa”.
Esta devoción se tradujo en una generosidad palpable. Isabel dotó a numerosas iglesias con diversas piezas de orfebrería, muchas de las cuales se conservan hasta el día de hoy. Una de estas piezas llegó al concejo de Cangas del Narcea, concretamente al monasterio de San Juan de Corias.
Una pieza destacada en la exposición de Toledo
En el Museo de Santa Cruz de Toledo, se llevó a cabo una exposición titulada «Reyes y mecenas: los Reyes Católicos, Maximiliano I y los inicios de la casa de Austria en España», entre el 12 de marzo y el 31 de mayo de 1992. La muestra reunió casi 300 piezas, todas ellas recogidas en el catálogo de la citada exposición, entre las cuales estamos obligados a destacar el «Cáliz de los Reyes Católicos del convento de Corias» (pieza número 233).
Un legado perdurable
Este cáliz es testimonio del mecenazgo de los Reyes Católicos y de su dedicación al culto divino. La ficha de esta pieza, elaborada por Yayoi Kawamura, Doctora en Historia del Arte por la Universidad de Oviedo, pone de relieve la importancia de esta obra de platería castellana en el contexto renacentista asturiano, al ser trasladado por los frailes dominicos de Valladolid al convento de Corias en 1859.
233
Cáliz de los Reyes Católicos del convento de Corias
CÁLIZ
ESCUELA CASTELLANA, c. 1500
Plata dorada
24,5 cm altura – 10,5 cm diam. boca -, 18,7 cm diam. pie – 1.000 g
Sin marcas
BIBLIOGRAFÍA: BELLMUNT Y TRAYER, O., CANELLA Y SECADES, F., 1897, Tomo II, p. 225. OMAN, C., 1968, fig. 66. RIQUER, M. de, 1986, p. 302.
Cangas de Narcea (Asturias), Monasterio de San Juan de Corias
Este cáliz fue llevado por los frailes dominicos de Valladolid al convento de Corias, con motivo de la adscripción del mismo a la Orden de Predicadores en 1859. Dicho monasterio había sido benedictino desde su fundación (1043) hasta la desamortización de Mendizábal (1836). Por la presencia de los escudos de la orden dominicana y de los Reyes Católicos, puede suponerse que el cáliz fue donación real, posiblemente al convento dominico de San Gregorio de Valladolid.
El pie estrellado está hecho de galería calada. Su superficie se divide en ocho triángulos con repujados de roleos y ramos de cardo y en dos de ellos aparecen los escudos mencionados:
De la Orden de Predicadores: jironado de plata y sable, cargado de una cruz floretada y ocho estrellas, ambas de contracolores.
De los Reyes Católicos, cuyo rey de armas del título de Aragón blasona como sigue:
«El rrey de Castilla y de León, de Aragón y de Çeçylia y de Granada. Trae por armas un escudo escuartelado, y el primer cuartel es escuartelado de Castilla y de León; de Castilla, de colorado con un castillo levantado de oro y aventanado de azul, y el de León de plata con un león de púrpura; y el segundo cuartel es partido en palo de Aragón y de Çeçylia: el de Aragón es de oro con cuatro palos de colorado, y el de Çeçylia son las armas de Aragón con dos flans de Çeçylia, que son de plata con cada un ágila de negro myrando el una a la otra; el escudo partydo en punta de las armas de Granada, que es de plata con una granada muy madura y endida, con sus ramas verdes».
Ástil hexagonal. Nudo de estructura arquitectónica gótica con ventanales calados y torrecillas rematadas por pináculos. Subcopa con hojas rizadas de bastante relieve.
La obra es comparable al cáliz burgalés de la colegiata de Ampudia (Palencia), a otro abulense conservado en el Victoria and Albert Museum (Londres) y a otro, algo más tardío y también abulense, conservado en Úbeda.
https://touspatous.es/wp-content/uploads/Caliz-de-los-Reyes-Catolicos-del-convento-de-Corias-fondo-blanco_processed-1.webp792552Manuel Álvarez Peredahttps://touspatous.es/wp-content/uploads/Centenario-logo-300x274.webpManuel Álvarez Pereda2025-02-02 06:53:102025-02-03 12:03:38El cáliz de los Reyes Católicos del convento de Corias. Mecenazgo y devoción
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