Entradas

alt

Lagares de vino en Cangas del Narcea en 1752

Fuso y contrapeso del lagar de la bodega del Museo del Vino de Cangas

Los lagares son las máquinas de madera que se empleaban en las bodegas para apretar el magayu o bagazo y extraer el último mosto de la uva, que en Cangas del Narcea llamamos pía o pie. La pía se mezclaba con el primer vino que salía de la tina. No todos los vinicultores cangueses tenían lagar, porque era un artefacto caro, de cierto tamaño y que necesita un espacio amplio y propio; en consecuencia, los pequeños cosecheros de vino no se lo podían permitir y tenían que exprimir su magayu en lagares que no eran suyos. En las últimas décadas del siglo XIX y, sobre todo, en el siglo XX estas máquinas se sustituyeron por prensas de jaula y hierro fundido, más pequeñas y manejables que los viejos lagares, que fueron destruyéndose hasta casi desaparecer.

Detalle del fuso y el contrapeso del lagar de la bodega del Museo del Vino de Cangas

En 1752 había en el concejo de Cangas del Narcea 68 lagares para hacer vino. Lo sabemos gracias a un catastro que se hizo ese año con el fin de establecer la Única Contribución, que estaba dentro de una reforma fiscal que puso en marcha el rey Fernando VI (1713-1759) y su ministro el marqués de la Ensenada (por eso a este catastro se le llama Catastro del Marqués de la Ensenada). Para cumplir el mandato del rey todos los vecinos tenían que presentar una relación de bienes (inmuebles, tierras, ganado) y de ingresos por su producción, oficio, industria, etc. Había unas respuestas particulares de cada vecino y unas respuestas generales a un interrogatorio de 40 preguntas que tenían que responder los concejos o cotos señoriales sobre el número de habitantes, clases de cultivos y ganado, la producción, actividades comerciales e industriales, profesiones, ingresos, etc. Las respuestas particulares de los vecinos de Cangas del Narcea se destruyeron en 1809 con el incendio del archivo municipal provocado por los franceses durante la Guerra de la Independencia. Solo se conservaron en el Archivo General de Simancas las generales, que son las que utilizamos nosotros y que pueden consultarse por internet.

Prensa de jaula para vino tomada del catálogo de ‘La Maquinaria Agrícola’ de José del Río y Hesles, gran almacén de venta de instrumentos y máquinas agrícolas, Madrid, 1871

Los propietarios de esos lagares eran señores, propietarios de muchas tierras y viñas, que vivían de sus rentas, y también campesinos acomodados. El conde de Toreno tenía tres lagares: dos en la villa de Cangas y uno en Limés. El monasterio de Corias también poseía tres, pero uno estaba “arruinado”. Además, había seis personas que eran dueñas de dos lagares: Teresa de Peón, Pedro Velarde, Lorenzo Flórez de Sierra, Narciso de Sierra Pambley, Rodrigo de Sierra Jarceley y Nicolás Alfonso, y dos lagares que eran propiedad de varios vecinos.

alt

Lagar del Museo del Vino de Cangas

Gracias al catastro de 1752 sabemos que estos lagares estaban hechos íntegramente con madera y se componían de “una sola viga”. En el extremo de la viga llevaban un contrapeso de piedra sujeto con un fuso o tornillo con el que se elevaba el contrapeso. Eran, sin lugar a duda, similares a los que hoy pueden verse en la bodega del Museo del Vino de Cangas o en el Museo Etnográfico de Grandas de Salime, y a otros que todavía existen en Asturias y que se empleaban para exprimir la manzana y hacer sidra, como uno que ese expone en el Museo del Pueblo de Asturias, en Gijón. Este tipo de lagar, conocido como “prensa de tornillo móvil y contrapeso”, estuvo muy extendido y está perfectamente documentado por la arqueología en época romana; los ejemplares más antiguos datan del siglo I d. C. Según Yolanda Peña Cervantes “es el tipo de prensa más extendido en el mundo romano” para elaborar aceite y vino (Torcularia. 
La producción de vino y aceite en Hispania, Tarragona, 2010).

Prensa de jaula y hierro fundido, que sustituyó a fines del siglo XIX y en el siglo XX a lo lagares de viga. Museo del Vino de Cangas.

En Cangas del Narcea en 1752, los lagares los utilizaban tanto sus propietarios para “sacar” su vino como el resto de los pequeños cosecheros que había en el concejo y que no tenían lagar. En las respuestas al Catastro del Marqués de la Ensenada se mencionan dos relaciones entre propietarios y no propietarios. Una, era el alquiler del lagar por el cual los dueños cobraban en vino; de este modo, en el coto de Corias se declara que cada uno de los lagares produce al año para sus dueños una “cuepa” de vino (31 litros) y en el coto de Cangas regulan su ganancia en ocho cañadas (31 litros) anuales, que es lo mismo que una “cuepa”.

Otra relación era la de dar gratuitamente el servicio en función de la buena vecindad y la reciprocidad, y así en las parroquias de Carballo, Bimeda, Villategil y Limés se dice lo siguiente: “atendiendo a que estos artefactos solo los tienen [sus propietarios] para pisar la uva de su cosecha, y aunque los vecinos y más interesados en la cosecha de vino no los tengan propios y usen de estos, es sin interés y por la buena correspondencia que entre sí tienen. Y no obstante para satisfacer a la intención de la pregunta, después de varias consideraciones regulan la utilidad de cada lagar en una cántara [15,64 litros] de vino, que su valor son seis reales de vellón”. Joaquín Coque Fuertes, de Obanca, todavía se acordaba a fines del siglo pasado que en su casa se apretaba el magayu de muchos vecinos y que a cambio estos ayudaban un día a cavar las viñas.

alt

Lagar del Museo del Vino de Cangas

No sabemos con exactitud los pueblos donde estaban los lagares en el concejo de Cangas del Narcea en 1752. Las respuestas generales del catastro mencionado solo dan el nombre de sus propietarios y en el mejor de los casos el de la parroquia donde estaban ubicados, pero no el del pueblo. Con la información disponible tenemos que destacar la existencia de dieciséis lagares en la parroquia de Tebongo, que era la mayor concentración de todo el concejo, superior a la villa, donde había siete. Asimismo, llama la atención la existencia de lagares, y en consecuencia de viñedos, en parroquias donde hoy no queda ningún rastro de su presencia, como Jarceley, San Martín de Sierra, Santiago de Sierra, Maganes, San Pedro de Culiema y Carceda.

La existencia de estos 68 lagares, así como su localización, son otro testimonio más de la extensión geográfica que llegó a tener el viñedo en el concejo de Cangas del Narcea y de su importancia económica.

Parroquia de Cangas del Narcea (7 lagares)

  • D. Fernando Queipo de Llano, conde de Toreno (2 lagares)
  • D. Pedro Velarde y Prada
  • D. José López Cañedo
  • D. José García de Quirós
  • D. José Gamoneda [y Rojas]
  • D. José Miramontes

Parroquia de San Cristóbal de Entreviñas (3 lagares)

  • D. José de Llano
  • D. Lope de Uría
  • D. José Fernández

Parroquia de Jarceley (1 lagar)

  • D. Diego de Sierra [y Salcedo, dueño de la Casa de Llamas del Mouro]

Parroquia de San Martín de Sierra (2 lagares)

  • Francisco Martínez
  • Domingo Fernández

Parroquia de Santiago de Sierra (2 lagares)

  • D. Lorenzo Flórez [de Sierra, dueño de la Casa de Nando]
  • Juan García

Parroquia de Onón (5 lagares)

  • D. Lorenzo Flórez [de Sierra, dueño de la Casa de Nando]
  • D. Francisco Caballero [y Flórez, dueño de la Casa de Fontaniella]
  • D. José Rodríguez
  • D. Antonio Queipo
  • D. Juan Menéndez

Parroquia de Maganes (1 lagar)

  • D. Francisco de Uría y Llano

Parroquia de San Pedro de Culiema (1 lagar)

  • Antonio Rodríguez

Parroquia de Tebongo (16 lagares)

  • D. Rodrigo de Sierra [y Jarceley, dueño de la Casa de Jarceley] (2 lagares)
  • D. Narciso de Sierra [Pambley, dueño de la Casa de Pambley] (2 lagares)
  • D.ª Micaela del Riego
  • D. Alonso del Llano
  • Juan Menéndez
  • Juan Rodríguez
  • Pedro Menéndez
  • Francisco Rodríguez
  • Francisco Meléndez
  • Toribio Meléndez
  • José Rodríguez
  • Bartolomé García
  • Juan de la Linde
  • Teresa de Flórez

Parroquia de Carceda (2 lagares)

  • Monasterio de San Juan de Corias (arruinado)
  • Domingo González

Parroquia de Santa Eulalia (2 lagares)

  • D. José Nicolás de Uría [Valdés]
  • D. Pedro Velarde y Prada

Parroquia de La Regla de Perandones (3 lagares)

  • Francisco Cachón (arruinado)
  • Domingo Menéndez
  • José Menéndez

Parroquia de Carballo (1 lagar)

  • D.ª Teresa de Peón, viuda de D. Manuel Flórez [Valdés, dueño de la Casa de Carballo]

Parroquia de Bimeda (2 lagares)

  • D. Ignacio Flórez
  • D. Nicolás Alfonso

Parroquia de Villategil (1 lagar)

  • D. Nicolás Alfonso

Parroquia de Limés (5 lagares)

  • D. Fernando Queipo de Llano, conde de Toreno
  • D. Miguel de Uría
  • D.ª Teresa de Peón, viuda de D. Manuel Flórez [Valdés, dueño de la Casa de Carballo]
  • D. Juan Meléndez Valdés
  • María Álvarez

Coto de Cangas (11 lagares)

Coto integrado por siete parroquias completas: Entrambasaguas, Santa Marina de Obanca, Augüera del Coto, Bergame, San Damías, Vegalagar y Las Montañas, y algunos lugares de otras cinco parroquias: Carceda, Corias (fuera de la villa), Besullo, San Cristobal y La Regla de Perandones.

  • Monasterio de San Juan de Corias (2 lagares)
  • D. Francisco de Llano y Rojas, de Santa Marina de Obanca (2 lagares)
  • D. Fernando Rodríguez, vecino de la provincia del Bierzo
  • D. Pedro Menéndez, vecino de la villa de Madrid
  • Pedro Rodríguez, vecino de San Pedro de Corias, y cinco vecinos más
  • Inocenta Coque, vecina de San Pedro de Corias
  • Hospital de San Lázaro, malatería de Retuertas
  • D. Manuel Rodríguez, cura de Orallo en el concejo de Laciana [León]
  • D. Juan Rodríguez Francos, presbítero de Bergame, y otros cuatro vecinos

Coto de Corias (3 lagares)

Este coto solo abarcaba la villa o pueblo de Corias.

  • D. Ignacio Queipo, vecino de la villa de Madrid
  • D. Salvador Fuertes, vecino del concejo de Boal
  • D. Diego Fuertes

El Sereno

Sereno

El día 15 de marzo de 1976 aparece esta noticia en prensa: “El vigilante nocturno ha entrado en acción”. Esta noticia tiene detrás de sí mucha más importancia de lo que a simple vista aparenta; es el principio del fin del cuerpo de Serenos del Comercio y Vecindad, vulgo “el sereno”.

Como nieto, hijo, sobrino y primo de serenos, esta noticia me afectó profundamente y cambió la vida y forma de vivir de muchas personas, y las noches ya no fueron las mismas. Pero ¿qué era un sereno?

Básicamente, para todos era una persona con gorra y chuzo, que te abría el portal de casa cuando llegabas y estaba cerrado. Para mí es complicado de explicar, pero un sereno era muchas más cosas: controlaba el acceso a las viviendas de personas desconocidas, vigilaba los coches estacionados, avisaba al médico, estaba al tanto de los comercios y, en general, de cualquier situación no habitual que surgiera. Adjunto el título de sereno de mi abuelo, del año 1922, que lo firma el entonces alcalde de Madrid, el conde de Valle de Suchil. No me consta que en aquella época llevaran pito y me confirman que no llevaban el chuzo con la punta de lanza que se suele ver en las fotos. Si llevaban un farol, porque no debemos olvidar que durante la Guerra Civil Madrid estaba a oscuras, y llevaban unas cerillas bastante largas para que se iluminaran los vecinos hasta subir a su piso. Tampoco cantaban la hora ni el tiempo.

En aquellos años, la vida del sereno fue muy difícil porque, recordemos, los serenos de Madrid nunca cobraron un céntimo del ayuntamiento. Sus ingresos provenían exclusivamente de las propinas que recibían por abrir los portales y los “recibos” que algunos vecinos y comerciantes pagaban todos los meses; estos recibos eran los únicos ingresos fijos de los serenos, porque las propinas eran aleatorias, y pensemos lo que fueron los tiempos de guerra, de penuria general posteriores y que durante un tiempo si andabas por la noche sin un pase podías ser detenido. Esto obligó a los serenos a buscar además otros trabajos, con sus correspondientes permisos y, por supuesto, riesgos.

Insignia de los Serenos de Comercio y Vecindad de Madrid.

En el 1934, mi abuelo, ante la conflictividad que existe en Madrid, solicita una licencia de armas y lleva pistola; la licencia es renovada en época de guerra (adjunto licencias). Por supuesto, el arma y el uniforme eran comprados por los propios serenos. El Ayuntamiento de Madrid solo les daba la chapa con el número, que era muy ancha, se cosía muy mal a la gorra y se caía muy fácilmente; al final muy pocos la llevaban. Una chapa de estas estuvo en un museo sin clasificar, porque no sabían lo que significaba SCV (Sereno del Comercio y Vecindario), pensaban que la “V” era de vigilancia.

El uniforme completo era gorra de plato gris con rayas amarillas, abrigo o guardapolvos, (invierno o verano), chuzo y peto llavero. Este último era de cuero muy oscuro, se ataba con tiras laterales y llevaba dos o tres filas para llevar las llaves; pensemos en el tamaño de aquellas llaves, de aquellos portalones con grandes puertas de hoja de madera, motivo fundamental por el cual ningún vecino se llevaba la llave del portal cuando salía de casa.

Mas tarde, con el cambio de aquellas preciosas puertas por otras de aluminio y el cambio de las grandes cerraduras a otras más pequeñas, se redujo el tamaño de las llaves; hay fotos de serenos que llevan las llaves en un aro grande.

Lo que nunca cambió fue el sistema de llamarles. Llegabas al portal y dabas unas palmadas, y al cabo de un momento oías la voz: “VA”, acompañada de un golpe de chuzo por la acera, y mientras venía también daba algún golpe para que supieras por donde iba. El sereno siempre entraba en el portal el primero, por si había algo raro, encendía la luz, miraba detrás de la puerta que abría, daba las buenas noches y hacia algún comentario. NUNCA ponía la mano para pedir dinero, si le daban propina bien y si no también. Esperaba a que empezara a subir el vecino y volvía a cerrar el portal. Así lo vi hacer a mi abuelo, a mi padre y al sereno de mi calle, que se llamaba Ginés y era de Segovia.

De Segovia era también otro sereno que salió en prensa, ya que avisó a los vecinos que la casa temblaba, salieron corriendo y cayó la casa y no pilló a nadie dentro. Recuerdo un comentario en mi casa: “Para una vez que salimos en los periódicos, no es de Cangas”.

El sereno José Fernández Fernández de Casa Santiago, Llamas de Ambasaguas (Cangas del Narcea)

CANGAS… CANGAS DEL NARCEA, hablar en Madrid de serenos es hablar de Asturias, y más concretamente de Cangas del Narcea.

Como estos recuerdos los voy a mandar al Tous pa Tous reviso la revista La Maniega de los años 20-30, y, por ejemplo, la primera portada es…”Un sereno” y viendo los listados de socios en Madrid aparece mi abuelo. Analizo las profesiones de los socios en la capital de España y en el 1930, a pesar de la fama que tienen los cangueses de trabajar en bares y demás, incluyendo los que pueden ser bodegas y cualquier tipo de hostelería, son 107 socios los que trabajan en este ramo, una cantidad respetable, pero de oficio sereno aparecen: 153.

Y a todo esto, ¿cómo se conseguía una plaza de sereno?. Normalmente se compraba, se heredaba o se dejaba a un familiar. Los precios llegaban a ser muy altos. He visto dos “documentos” de préstamo de 1910, en los que las casas de los serenos se hacían fiadoras de este dinero, por valor de 90.000 y 105.000 pts., y me hablaron de una de 120.000 pts. Ojo, del año 1910.

El precio venía marcado por la calidad de la plaza o demarcación y por las propinas que se obtenían. No era lo mismo una plaza en el barrio de Salamanca, de muy alto poder adquisitivo, que en barrios más humildes. De hecho había plazas que no daban lo suficiente para vivir, y el sereno se buscaba otra ocupación. He conocido algunos que ayudaban en algún bar, bien de la plaza o de familiares o conocidos; otros ayudaban en establecimientos en la carga y descarga de mercancía, casi siempre por la mañana a continuación de su jornada laboral, y algunos trabajaban de guardas en talleres u oficinas que cerraban por la tarde, no se nos olvide que tenían licencia de armas.

Un hecho curioso, el recuerdo del primer sereno que tuvo coche en Madrid. Al parecer se llamaba Constante, era un hombre muy corpulento y le llamaban “Constantón”, vivía en la calle Jesús del Valle y su demarcación estaba por la ribera del río Manzanares; su mujer parece ser que era de Rocabo. El coche le fue confiscado durante la Guerra Civil. He revisado los socios de La Maniega, pero no le he localizado; vivía a cincuenta metros del actual domicilio de Esperanza Aguirre.

Otro hecho curioso. Celedonio Fernández, de casa La Paxaruca de Corias, fue sereno en Cangas del Narcea de 1940 a 1947; el cargo parece ser que era agente municipal nocturno y cobraba del ayuntamiento. En 1947 viene a Madrid donde se convierte en sereno, pasando en 1975 a vigilante nocturno y poniendo en su D.N.I. de profesión: V.N.M., que significaba VIGILANTE NOCTURNO MUNICIPAL. Esta información me la proporcionó su hijo Celedonio Fernández. No sé si se conocerán mas personas que fueran serenos en Madrid y en Cangas del Narcea.

Este tema no le he podido verificar con algún D.N.I., pero si tengo el carnet identificativo de un sereno que pone VIGILANTE NOCTURNO “A EXTINGUIR”, y un D.N.I. que pone solo VIGILANTE NOCTURNO. A pesar de esto, estoy seguro de la veracidad del dato del D.N.I. comentado por Celedonio.

Recuerdo a un sereno de la zona de Legazpi (Los Mataderos) que en 1965 trabajaba acompañado por una jauría de perros, debido al peligro de la zona con los camiones y mercancías. Cuando había un problema, o necesitaban ayuda, golpeaban con el chuzo repetidamente el suelo, estos golpes significaban que había un problema, y rápidamente se acercaban los serenos de las plazas limítrofes para ayudar.

Cuando fallecía un sereno, para avisar a todos los demás (recordemos que había muchas familias emparentadas, amistades y serenos de la misma parroquia) la mejor manera de comunicar su fallecimiento era recorrer Madrid con un coche, taxi, entregando esquelas a los serenos con la consigna de “que circule”, garantizando que por la mañana prácticamente todos los serenos estaban enterados. Entonces había pocos teléfonos. He asistido a entierros de serenos en los que se ponían autobuses para acudir al cementerio.

Esto me lleva al horario de trabajo de los serenos. El horario era de 22.00 a 7.30 h. en invierno y de 22.30 a 7.30 h. en verano, de manera que cuando se cambió la hora a la actual, con dos horas de diferencia solares, los serenos cerraban los portales de día. Hubo chistes sobre el tema. El sereno llegaba un poco antes de la hora, e iba dando con el chuzo en los portales para que los porteros fueran cerrando los mismos. Si las puertas eran de dos hojas el portero cerraba una y el sereno la otra. Interesaba que a las 22.00 h. estuvieran cerrados los portales para que tuvieran más trabajo; por la mañana se iban directamente y no dejaban el portal abierto a menos que se le pidiera expresamente.

El día a día de un sereno que no tuviera otra ocupación, era más o menos el siguiente: llegaban a casa a las 8.30 h., según la distancia, y se solían acostar a dormir hasta más o menos las 13.30 h., que se levantaban y comían; luego sobremesa y un paseo, y a media tarde se acostaban otro rato; cena y vuelta a la calle a ocupar la plaza. Así todos los días del año, sin vacaciones y sin seguridad social. Un ejemplo: cuando empecé a trabajar en 1965 pude poner a mis padres como beneficiarios míos, solo a efectos de seguridad social, pero no a mis hermanos más pequeños: eran empleados del Ayuntamiento y tenían certificado de pobreza. A primeros de mes, los serenos iban a cobrar los recibos a los vecinos y comercios, se iban a media mañana y volvían directos a comer; no había paseo y echaban casi toda la tarde. Cuando enfermaban tenían que poner un suplente. Yo solo recuerdo una vez a mi padre malo, se avisó y pusieron un suplente. Durante ese tiempo, el sereno no sólo no ingresaba nada (las propinas eran para el sereno suplente), sino que el titular tenía que pagar un sueldo fijo al suplente.

Los recibos, como dije, eran para los abonados que daban una cantidad fija. Después de todos los que rellené no he conseguido encontrar ninguno. Pasé por la papelería Salazar, en la que se vendían; los recuerdan perfectamente, venián en bloques de 500, rebuscaron por si acaso, pero no encontraron ninguno. El texto era mas o menos el siguiente: “El sereno del Comercio y Vecindad de calle, plaza, etc. … he recibido de Dº, Dª, nombre comercio, etc. … la cantidad de … pts. … cts. En Madrid, a … de … de 19..”. Guardo los listados de mi abuelo, con las correcciones de altas y bajas y los importes.

Ya que he mentado a los suplentes, tengo el informe previo de mi padre para ser suplente, el título de suplente y por último el de titular de la plaza, en el que cambia el nº de sereno. No tengo claro si el número era por plaza, sereno, titular; por ejemplo: mi abuelo en 1922 tiene el nº 102; mi padre de suplente, el día que es nombrado en 1945, tiene el nº 408; posteriormente sigue de suplente en 1949 y se le asigna el nº 575, número que mantiene al pasar a titular en 1961.

De lo que más carnéts tengo es del Montepío y, sin embargo, es de lo que menos recuerdos tengo. Sé que se suprimió, pero no tengo ni un solo documento sobre este asunto.

Carnet de Identidad emitido por la Sociedad de Socorros Mutuos y Montepío de los Serenos de Comercio y Vecindad de Madrid a favor de José Martínez Fernández de Casa Celestón, Rañeces, parroquia de San Cristobal de Entreviñas (Cangas del Narcea). Expedido en mayo de 1932.

Durante un tiempo se rellenaban unos informes diarios, en los que se daba parte de todas las incidencias, farolas fundidas, bancos deteriorados, tapas de alcantarillas mal y cegadas, fuentes y bocas de riego estropeadas, etc., así como cualquier actuación extraordinaria, accidente, pendencia, robo, etc. Los informes los rellenaban los serenos y se los entregaban al que era jefe de grupo (este cargo era rotatorio), que lo llevaba a la alcaldía. De esta manera el Ayuntamiento de Madrid tenía a diario una información muy completa del estado de la Villa, así como de todas las anomalías sucedidas por la noche y además GRATIS.

Me dicen, que el jefe pasaba antes de empezar la jornada por la alcaldía para recoger las instrucciones del día; también se le entregaba una lista con las matrículas de los coches denunciados como robados, para que los serenos revisaran si había alguno en su demarcación y dieran parte de ello. De los que se recobraron, a algunos serenos les dieron una gratificación; quiero aclarar que fueron los propietarios, nunca el Ayuntamiento.

Y aquí un recuerdo, dos días al año mi padre me avisaba que esa noche pasaban las ovejas por la calle Serrano (Cañada Real) de Madrid, una de subida y otra de bajada, podían estar pasando cuatro o cinco horas, no había ninguna publicidad y no era el circo en que se ha convertido ahora. Los serenos también iban al fútbol, casi exclusivamente los días que jugaban el Oviedo y el Gijón en Madrid. Como iban a ver a los equipo asturiano, iban tanto al Metropolitano como al Bernabéu, y luego, toda la tarde de charla.

También en Madrid se celebraba la fiesta de los Asturianos, el 28 de junio (cambiaba la fecha), era en los Viveros de la Villa. Para los Asturianos era la fiesta del bollo y para los madrileños era la fiesta de los serenos. Ese día iban con sus mejores galas, y era una celebración muy señalada para ellos, era el día que más vecinos y paisanos saludaban y se ponían al tanto de todo lo que pasaba.

Hay un tema que no quiero que se olvide. Son los famosos “paseos” que se daban en Madrid durante la Guerra Civil, y no caemos en la cuenta de ¿quien abría el portal?, por supuesto los serenos y veían la cara a los paseantes pero nunca dijeron nada, les iba la vida en ello. Al día siguiente, a la hora de comer, iban a ver si “sus” paseados estaban en las “fotos”. También hablaban de las patrullas que iban por las noches, controlando todo lo que pasaba en Madrid, incluidos los serenos, teniendo que dar “novedades” a cualquier grupo que las pidiera, a veces sin saber que era ese grupo. “Por si acaso”. Recuerdo a un sereno que contó que paró a un grupo de camuflados y que lo llevaron detenido. Estas conversaciones y algunas otras, las oí en los bares cercanos a la Estación del Norte, dónde muchos de los bares eran de cangueses (hoy también), y en ellos se reunían serenos y mozos de cuerda de la estación; los mozos de estación eran casi todos de Cangas.

Portada de ‘La Maniega. Boletín del Tous pa Tous’ dedicada a los serenos

Y hablando de esos tiempos, por lo menos hicieron una huelga, coincidiendo con una general del año 1934, y la noche anterior le decían a los vecinos: “Mañana huelga revolucionaria”.

Las largas horas de la noche pasadas en soledad, con agua, nieve y heladas, hicieron que estos hombres, vigilantes de nuestros sueños, sean dignos del mayor de nuestros respetos y agradecimiento, y de alguna placa o detalle que les recuerde y que yo sepa no existe en Madrid.

En el año 1970, los serenos pueden apuntarse como autónomos a la Seguridad Social y algunos, básicamente por la edad, deciden darse de alta pagando los correspondientes “cupones”. Mas tarde, en 1974, tienen que afiliarse a un sindicato, concretamente al de Actividades Diversas, que en aquella época dirigía Juan García Carrés, y poco después llegaría el decreto de disolución del cuerpo de “Serenos del Comercio y Vecindad” y su incorporación a la plantilla del Ayuntamiento como “Vigilantes nocturnos a extinguir”, lo cual llevó a otra situación en cierto modo mas compleja.

Para terminar… He escrito un breve resumen de lo que fue y significó el sereno en Madrid, he aportado todos los documentos que poseo del tema y alguno que me han prestado desinteresadamente. Quisiera que esto sirva de recuerdo a lo que fue una parte muy importante de nuestra vida y de la del concejo de Cangas del Narcea, que llenó Madrid de serenos, y que cuando he hablado sobre ellos con la gente que los conoció, nadie nunca habló mal de los serenos de Cangas en Madrid.


_____________________

Trabajo realizado por José Javier Collar Martínez, hijo y nieto de serenos. Mi madre Dolores Martínez Álvarez, que es hija, viuda y hermana de serenos, aportó la documentación y me recordó muchos asuntos relacionados con esta profesión.


Industria y Comercio en Cangas del Narcea, 1887 – 1903

DONACIÓN DE UNA DOCUMENTACIÓN AL ARCHIVO MUNICIPAL DE CANGAS DEL NARCEA

La memoria se conserva en nuestro cerebro y, sobre todo, en el papel. La memoria del cerebro es bastante limitada en el tiempo, poca gente es capaz de decir los nombres de sus bisabuelos y mucho menos de narrar acontecimientos que sucedieron antes de su nacimiento. En cambio, el papel soporta mejor el paso del tiempo y es el que mantiene la memoria del pasado y el que nos cuenta lo que vivieron y experimentaron nuestros antecesores.

Todo esto viene al caso por una documentación relacionada con Cangas del Narcea, que días atrás el Tous pa Tous ha ofrecido en donación al Ayuntamiento de Cangas del Narcea con destino al archivo municipal.

En Madrid, en la biblioteca de Manuel Gurdiel Sierra (Cangas del Narcea, 1941 – Madrid, 2014), profesor de Derecho Penal de la Universidad Complutense de Madrid, había documentación con información sobre el cobro de la Contribución Territorial e Industrial en Cangas del Narcea a fines del siglo XIX y primeros años del XX, que él había recogido en el desván de una casa de su propiedad en Cangas del Narcea.

Esta documentación tiene mucho interés para la historia social y económica de Cangas del Narcea, en especial los datos sobre la contribución industrial en los que se enumeran todas las personas que ejercían una actividad relacionada con la industria, el comercio, la venta de vino, el transporte, “artes y oficios” (confiteros, panaderos, sastres, barberos, hojalateros, zapateros, relojeros, alpargatero, herreros, etc.), “profesiones del orden judicial” (abogados, procuradores, escribanos, notarios, etc.), “profesiones del orden civil” (veterinarios, farmacéuticos, etc.), prestamistas, administradores de grandes propietarios y dueños de minas que había en esos años (Véase en documentos adjuntos la Contribución Industrial de los años 1898, 1901 y 1903).

El valor de esta documentación se acrecienta al saber que en el Archivo Municipal de Cangas del Narcea, que es donde debería haber una copia de toda esta información, no se conserva nada. La razón: fue destruida en su totalidad.

La época de fines del siglo XIX y primeros años del XX fue de grandes transformaciones en el concejo. Hasta ese momento todo el comercio se hacía en las ferias anuales y en el mercado de los sábados. Será en las últimas décadas del siglo XIX cuando comienzan a establecerse los primeros comercios fijos de ropa y alimentación, así como establecimientos de productos nuevos: ferreterías, cafés, confiterías, farmacias o tiendas de ultramarinos. En esta documentación aparecen los nombres de las primeras personas que establecieron estos negocios en Cangas del Narcea, que en la mayor parte de los casos procedían de fuera de la villa, como José Pallarés Nomdedeu, dueño de la única ferretería, que era de León; Darío Oliveros, propietario de una tienda de ultramarinos, de Luarca; José López Miranda, el primer confitero de la villa, era de Presa (Castropol) y venía de Madrid; los farmacéuticos Antonio Sal de Rellan y Apolinar Castro Isern eran de Ibias y León, respectivamente; Manuel Muñiz, “vinos por mayor”, era de Llamas del Mouro.

Lógicamente, la mayor parte de los comercios y “tiendas de vino” estaban en la villa. En el concejo había muy pocos; en 1898 solo había los siguientes, casi todos localizados en la carretera La Espina-Ponferrada y en la subida al Puerto de Leitariegos:

San Julián Rafael Arias Tienda de vinos
Vallado Valentín Flórez Tienda de vinos
Villadecanes Manuel Blanco Figón
Corias Laureano Montoto Figón
Corias Claudia Ordás Valle Figón
El Puelo Josefa Pérez Figón
El Otero Andrés Sierra Figón
Besullo Ramiro García Café económico

 

Tres años después, en 1901, ya habían aumentado los comercios repartidos por el concejo:

Bruelles Crisanta Ávila Mercería
Sillaso José Cuesta Mercería
Ventanueva Saturnino Martínez Mercería
Besullo Santos Victoria Mercería
San Julián Rafael Arias Tienda de vinos
Vallado Valentín Flórez Tienda de vinos
Villadecanes Manuel Blanco Tienda de vinos
Corias Hermenegilda Ayalde Figón
Corias Joaquín Muñiz Figón
Corias Laureano Montoto Figón
Corias Claudia Ordás Valle Figón
El Puelo Josefa Pérez Figón
El Otero Andrés Sierra Figón
El Fuejo Segunda Rodríguez Figón
Besullo Ramiro García Café económico

En esas fechas la actividad industrial de Cangas del Narcea se reducía casi exclusivamente a molinos hidráulicos harineros. Había muchos molinos de pequeño tamaño, una sola muela y propiedad de varios vecinos, que a menudo no funcionaban durante el verano por falta de agua. Estos molinos no pagaban contribución industrial. Sí la pagaban unos pocos que tenían dos o más muelas, que trabajaban gran parte del año, porque aprovechaban el agua de los ríos Luiña, Narcea, etc., y que cobraban su servicio en grano (la conocida como “maquila”). El número de molinos que pagaba contribución en aquellos años oscilaba entre siete y nueve, y eran el de Anselmo González del Valle en Cangas del Narcea, Veigalabá (Corias), L’Otriello, Cibuyo, Veiga de Pope, Portiella, Bimeda y Las Mestas.

Además de estos molinos hidráulicos, todos los años que abarca esta documentación aparece en la contribución industrial una “tundosa”, que estaba en Sandamías (parroquia de Abanceña) y era propiedad de Manuel Martínez. Esta era una máquina hidráulica que se empleaba en la industria lanera y cuya existencia en nuestro concejo desconocíamos completamente. Se usaba en el proceso de terminación de las telas de lana y su objeto era dejar completamente lisa la superficie de la tela, eliminando los pelos y nudos sueltos provenientes del proceso de hilado y de tejido en el telar. La máquina consiste en una serie de cuchillas que cortan el pelo de las telas de tres maneras: al ras de la superficie, dejando una cierta altura (para emparejar el pelo) o a distintas alturas para generar un dibujo. En general, con una misma máquina se puede realizar cualquiera de las tres modalidades regulando las posiciones de las cuchillas de corte. La tela entra siempre abierta al ancho y el corte de los hilos se realiza con una cuchilla fija y otra cuchilla helicoidal, que actúan a modo de tijera.

En 1900 aparece la fábrica de electricidad, “fuerza 44’45 kw hora”, de Cosmen, Arango y Suárez, que estaba en Arayón, junto a la villa de Cangas del Narcea, y en 1903 se anota una “fábrica de cerveza”, propiedad de Rafael Fernández, y la instalación fabril de la empresa “Bosna Asturiana” en el monte de Muniellos, integrada por una fábrica de electricidad y un aserradero con “máquina de machihembrar”, “sierra de cinta” y “tres sierras circulares”.

En cuanto a minas de carbón, hay datos de 1901 y 1902. En el primer año había cuatro concesiones, aunque no sabemos si en esa fecha se explotaba alguna. Las de 1902 eran la siguientes:

Mina Encarnación Víctor Fernández Carbajal Gijón
Mina Manuela Víctor Fernández Carbajal Gijón
Mina La Esperanza Víctor Barreaux París
Mina Antigua Sociedad Hullera Española Gijón
Mina Deseada Severiano Peláez Riego Cangas de Tineo

 

En la documentación mencionada tenemos que destacar la presencia del “Padrón de cédulas personales de 1890-1891”, que es una clase de documento del que no se conserva ningún ejemplo en nuestro archivo municipal. En este padrón se relacionan todas las personas que estaban obligadas a obtener esta cédula que era imprescindible para la realización de transacciones económicas, actos administrativos, etc. La cédula personal comenzó a expedirse en 1854 y es el antecedente del actual documento nacional de identidad, que es de 1944; ahora bien, “la cédula personal no fue concebida como un documento de identificación sino como un comprobante personal de haber pagado un determinado impuesto directo, fijado por niveles de renta y que —eventualmente— podía o debía utilizarse como documento identificador”. Era un impuesto-documento.

El padrón esta formado por más de diez mil personas. La primera es José López Miranda, vecino de la calle Mayor, 40 años de edad, casado, confitero, clase de cédula 9, importe 2,50 pesetas, y la última es Josefa Garrido, vecina de Ciella [parroquia de Agüera del Coutu], 44 años, casada, clase de cédula 11, importe 50 céntimos.

En el concejo de Cangas del Narcea se pagaban cinco clases de cédulas según el nivel de ingresos. En 1890 había seis personas que pagaban la 7ª clase (10 pts.); veinte pagaban la 8ª clase (5 pts.); a 1.510 personas les correspondía la 9ª clase (2,50 pts.); 840 eran de la 10ª clase (1 pts.) y 7.629 eran de la 11ª clase (50 cénts.). En total eran 10.005 los cangueses obligados a sacar la cédula personal.

Por último, este conjunto documental se completa con documentación de otros concejos limítrofes, que pertenecían a la Administración Subalterna de Hacienda de Cangas de Tineo, y otros más lejanos, que están aquí porque el recaudador de contribuciones era natural de Cangas.

A la vista de estos documentos, “El Tous pa Tous. Sociedad Canguesa de Amantes del País” animó a Manuel Gurdiel Sierra a hacer una donación al Archivo Municipal de Cangas del Narcea, a lo que él accedió con la condición de que “El Tous pa Tous” hiciese todas las gestiones con el Ayuntamiento. Lamentablemente, Manuel falleció en octubre del año pasado y no pudo realizar esta entrega. Ahora, sus dos hijas y herederas: Benigna Kopp-Gurdiel y Elisa Gurdiel Wedel, quieren efectuar la donación al Archivo Municipal de Cangas del Narcea para su conservación y consulta pública. El ofrecimiento al Ayuntamiento se ha presentado por escrito el pasado 22 de diciembre de 2015.

“El Tous pa Tous” ya ha trasladado la documentación de Madrid a Cangas del Narcea y la ha clasificado sumariamente para su entrega. La documentación ocupa cuatro cajas de archivo y es la siguiente:

  • Reparto de la Contribución Territorial (riqueza rústica y riqueza urbana) e Industrial de Cangas de Tineo de los años económicos: 1887-1888, 1888-1889 (Cangas de Tineo, Degaña, Leitariegos e Ibias), 1889-1890, 1890-1891, 1897-1898, 1898-1899, 1899-1900, 1900, 1901, 1902 y 1903.
  • Padrón de Cédulas Personales de Cangas de Tineo para el año económico de 1890-1891.Contribución Urbana de Leitariegos de los años 1899-1900, 1901 y 1903.
  • Contribución Territorial (rústica y urbana) de Degaña, 1902.
  • Contribución Territorial (rústica y urbana) e Industrial de Ibias de los años 1897-1898, 1898-1899, 1899-1900, 1900, 1901 y 1902.
  • Documentación de la Administración Subalterna de Hacienda de Pravia, 1890.
  • Documentación de la Administración Subalterna de Hacienda de Laredo (Santander). Cuenta de caudales de los años 1890 y 1891.

    DESCARGAS (tres ejemplos de Contribución Industrial de Cangas):

Los Vinos de Cangas y Candamo en 1884; Respuestas a un interrogatorio sobre el vino en España realizado por el Consejo Superior de Agricultura, Industria y Comercio

Vendimia en Las Barzaniel.las (parroquia de L.lumés / Limés) en 1963, en las que aparecen muchas vendimiadoras con sus cestos y unos pocos hombres que eran los carreixones que cargaban los goxos llenos de uva. Colección Antonio Menéndez.

Desde mediados del siglo XIX el Ministerio de Fomento, del que dependía la política agrícola española, tenía entres sus objetivos recabar información sobre el estado de la agricultura y en especial sobre el ramo del vino, que era la principal fuente de riqueza del país. Para este cometido se organizó en Madrid en 1857 la Exposición General de Agricultura y en 1877 la Exposición Vinícola Nacional. A las dos exposiciones acudió una representación de los vinos de Cangas y de ello informaremos en otra noticia del Tous pa Tous.

En los años setenta y comienzos de los ochenta del siglo XIX, la industria del vino española estaba en expansión gracias a la desgracia de los vinicultores franceses, que casi habían paralizado la elaboración de vino debido a la destrucción de su viñedo por la filoxera, que procedente de los Estados Unidos de América se detectó por primera vez en Francia en 1863. Esta circunstancia se invertiría hacia 1885, al extenderse la filoxera en España (donde se confirmó su presencia en 1878) y comenzar el viñedo francés a producir, una vez superada la crisis.

Difusión de la Filoxera en el noroeste peninsular: 1872-1909. Fuente: Cuad. de Geogr. ● 77 ● 101 – 136 ● València 2005

En 1884 el Consejo Superior de Agricultura, Industria y Comercio, previendo los cambios que se avecinaban en el mercado del vino europeo, constituyó una “Comisión encargada de formular el programa para la información que ha de abrirse con el fin de estudiar los medios de facilitar la exportación de nuestros vinos”. Con tal fin se envió a Ayuntamientos, productores y comerciantes un interrogatorio con numerosas preguntas agrupadas en tres apartados: estadística, comercial y técnica. Se trataba de recabar noticias sobre la producción de vino, clases, superficie del viñedo, productividad, características del vino, precios, marcas, mercado del vino, exportación, fabricación de licores, etc. Las respuestas a este interrogatorio se conservan en el Archivo del Ministerio de Agricultura, en Madrid, y son una valiosa fuente de información para conocer el estado en que se encontraba la industria del vino en 1884.

Tratamiento de una viña con sulfuro de carbono mezclado con agua mediante una bomba a presión de tipo manual (Año 1895). Fuente: Cuad. de Geogr. ● 77 ● 101 – 136 ● València 2005

En Asturias solo respondieron a este interrogatorio dos ayuntamientos: Cangas del Narcea y Candamo, cuyas respuestas publicamos aquí. En su transcripción tenemos que agradecer la colaboración de Carolina Pelaz, del Museo del Vino de Cangas.

Las respuestas enviadas desde Cangas las firma Salvador Martínez (Cangas del Narcea, 1830 – 1889), que figura como alcalde, pero que en realidad era primer teniente alcalde, y que sí será alcalde entre 1887 y hasta su fallecimiento el 2 de diciembre de 1889. Salvador Martínez Valle era propietario de viñas y viticultor. Recomendamos su atenta lectura, porque ofrece una importante información para conocer el estado del viñedo y la producción del vino en Cangas del Narcea en 1884, antes de la llegada de la filoxera en 1894. En aquella fecha el problema era la plaga de oidium, que procedente también de América había dañado considerablemente el viñedo de Candamo y el de Cangas, y que se combatía desde hacia pocos años con azufre.

El interrogatorio se enviaba acompañado con la siguiente carta:

Consejo Superior de Agricultura, Industria y Comercio

Dictamen de la Comisión encargada de formular el programa para la información que ha de abrirse con el fin de estudiar los medios de facilitar la exportación de nuestros vinos.

La Comisión que suscribe, nombrada con fecha 21 de abril próximo pasado para formular el programa de la información que ha de abrirse con objeto de estudiar los medios de facilitar la exportación de nuestros vinos, ha examinado con el interés que requiere asunto de tal importancia, y divide la información en tres partes: Estadística, Comercial y Técnica.

Las estadísticas de nuestra producción vinícola no han llegado a hacerse con la detención que requiere la primera riqueza de nuestra Península, y sólo se han podido reunir datos y noticias semioficiales y particulares que acusan tal diferencia como la que encontramos entre los 33 millones de hectolitros que se calculan en 1858, y los 30 millones de 1877. Pero de todos modos, de cualquiera de estos datos que partamos, está en el ánimo de todos que la plantación de vides y producción de vinos ha aumentado desde aquella fecha y va aumentando cada año más.

Cubierto el consumo interior, tenemos un excedente de producción que dedicamos a la exportación, a la fabricación de alcoholes y vinagres y a la cría de vinos añejos; pero de todo ello nada debe llamar más la atención, ni merece mayor estudio, que lo que se refiere al comercio con el exterior.

En el año 1850 salieron de España 621.000 hectolitros, aumentando, con poca discontinuación, hasta el año 1873, que exportamos 2.643.000 hectolitros; de aquí fue bajando hasta el año 1876, como para tomar fuerza para una prodigiosa y progresiva subida, alcanzando en 1882 la cifra de 7.671.000 hectolitros, valorados en 333.200.000 pesetas; pero ya en 1883 empieza a descender en 106.720 hectolitros, valorados en 7.258.414 pesetas.

En este ramo de exportación, España necesita sumar, no restar, y la baja sufrida en 1883, unido a la gran cantidad de viñedos que se están plantando en España, a que la plaga filoxérica disminuye en Francia y la producción de vinos aumenta, a que nuestra rival Italia está haciendo esfuerzos privados y aun oficiales para conseguir mayor exportación, y a que Portugal en el año último ha aumentado la venta de sus vino en Inglaterra, disminuyendo la nuestra de los de Jerez, ha alarmado justamente a los vinicultores españoles, y temen, con sobrada razón, que si no salimos de nuestro letargo y emprendemos una campaña pronta y eficaz, vamos a lamentar serios males en la riqueza general de España.

Pero el Consejo Superior de Agricultura, Industria y Comercio, que no perdona ninguno de los medios que están a su alcance para colocar a España a la cabeza del proceso agrícola, no puede mostrarse indiferente en la lucha entablada entre los productores vinícolas de distintas naciones, y se propone ayudar a los nuestros en la empresa, que no le arredra, de procurar y utilizar los medios de mejorar la producción de vinos españoles y aumentar su exportación.

Para ello es preciso recurrir a las Corporaciones, a los productores y a los comerciantes de distintas provincias de España en demanda de ayuda, y pidiéndoles noticias, datos, estudios y deducciones que le guíen acertadamente en el penoso trabajo que emprende, porque el gran peligro nos amenaza de cerca.

Tengan confianza nuestros vinicultores, que las noticias que hoy se piden han de ser exclusivamente para el estudio práctico que el Consejo se propone llevar a cabo, a fin de que la exportación de vinos españoles no decaiga, aumentándola cuanto podamos, y que no demos lugar a que otras naciones, que no cuentan con los recursos de la nuestra, nos avancen en la carrera emprendida, establezcan su comercio, acostumbren aquellos paladares a sus vinos y que los nuestros se vean desatendidos.

En esta lucha, afortunadamente, hoy vamos delante; pero no debemos reposar, porque nuestros rivales son poderosos y ponen toda su fuerza para adelantarse a nosotros; por lo tanto, esta Comisión, haciéndose eco del unánime interés que tiene el Consejo, se propone no descansar, acudiendo con igual empeño al Gobierno, a los comerciantes y a los vinicultores para que, juntos todos, redoblemos nuestros esfuerzos, a fin de dar a nuestros vinos las condiciones que exigen los mercados consumidores, aumentar la exportación a los mercados abiertos y buscar otros nuevos adonde colocar el sobrante de nuestra producción.

Este pensamiento, que hoy con tanto interés acoge el Consejo, será mañana, con constancia y trabajo, una realidad que ha de convertirse en riqueza para el país y de prosperidad para la patria.

Resta tan sólo presentar el interrogatorio que han de informar las Corporaciones competentes, dejando, para cuando se reúnan estos datos, el presentar al Consejo los problemas que se han de discutir en el Congreso de Vinicultores.

El Consejo, con mayor ilustración, acordará lo más acertado.

Madrid, 1.º de mayo de 1884.
Acisclo Miranda.- Adolfo Bayo.- R.T. Muñoz de Luna.-
Juan Maisonnave.- Enrique Serrano Fatigati.

Aprobado en sesión de Consejo pleno, el día 19 de mayo de 1884.


icon Respuestas al interrogatorio sobre el Vino de Cangas en 1884 (126.51 kB)


icon Respuestas al interrogatorio sobre el Vino de Candamo en 1884 (3.57 MB)


alt

Álbum de Homenaje a Marcelino Peláez en 1931

alt

Detalle de la placa que va en la cubierta del álbum

En 9 de julio de 1930, el Ayuntamiento de Cangas del Narcea, presidido por Joaquín Rodríguez-Arango, acordó ofrecer a Marcelino Peláez Barreiro (Ounón, 1869 – Mar del Plata, Argentina, 1953) un álbum como expresión de agradecimiento de todo el concejo por su colaboración en la construcción de casas-escuela, pues “desde hace varios años viene concediendo un donativo de 1.000 pesetas para cada casa-escuela que se construya en este concejo y que levantó a sus expensas un buen edificio escolar en Onón, pueblo de su nacimiento”.

Con tal fin, el ayuntamiento abrió una suscripción popular. Los donativos podían entregarse en las confiterías de Milagros Rodríguez y Joaquín López Manso, y en los comercios de Vicente Oliveros, Evaristo Morodo, y Morodo y López. Se recaudaron 600 pesetas. La relación de donantes puede verse en los números 27 a 35 de la revista La Maniega de 1930 y 1931. Fueron muy numerosas las donaciones de maestros y padres de alumnos de los pueblos favorecidos por la generosidad de Marcelino Peláez: Cangas del Narcea, Cibuyo, La Regla, Pousada de Rengos, San Pedro de Arbas, Villacibrán, Carballo, Villategil, Gedrez, Santa Marina, Carballéu, Pousada de Besullo, Las Montañas, Bimeda, Biescas, Acio y Caldevilla, Sillaso, Mieldes, Leitariegos, Naviego, Porley, Vallado, Valleciello, San Pedro Coliema, etc.

El álbum fue obra de Tomás F. Bataller (Madrid, 1891-Oviedo, 1962), artista especializado en dibujar diplomas, títulos y esta clase de álbumes honoríficos. En las primeras páginas aparece el retrato de Marcelino Peláez y dibujos de su casa natal y la escuela de Ounón, así como de una vista de la iglesia de Cangas del Narcea y el palacio de Omaña desde el río. A continuación aparecen las firmas del alcalde (Mario de Llano) y los concejales de la corporación el 14 de abril de 1931, de los miembros de la comisión que se encargó de la suscripción popular y de los maestros de las escuelas que él ayudó a construir y de algunos niños de cada escuela.

El álbum lo conservan sus descendientes en Cangas del Narcea.

alt

Un sereno de vanguardia en 1930

alt

Manuel Fernández, de Cangas del Narcea, sereno de Madrid que prestaba sus servicios en bicicleta

De manera que ¿es usted el Ramón Gómez de la Serna de la vigilancia nocturna?—le pregunto al sereno que presta sus servicios en la calle de Castelló, en el trozo comprendido entre Goya y Hermosilla.

—¿Cómo ha dicho usted?—me pregunta a su vez el aludido, que añade— Hablemos de buena fe si es que le parece.
El hijo de Cangas—porque es de un pueblecito situado cerca de Cangas de Tineo—no ha entendido mi intención o no ha querido entenderla.
Hombre original, de vanguardia y superrealista, es un poco desconfiado como todos los genios y cree yo no sé qué cosas respecto a mí y a mis intenciones.
Y yo lo admiro sinceramente. El hecho de emplear una bicicleta para prestar su servicio es de una novedad extraordinaria.
—¡El chuzo! ¡No sea usted atrasado!—me responde—. Eso casi pertenece a otra generación. ¿Para qué quiere el chuzo el hombre que desempeña su cargo en bicicleta y pronto lo desempeñará en aeroplano, cuando todas las casas sean rascacielos y le llame a uno cualquier vecino desde un vigésimo piso, pongo por caso? Estaría bonito que uno fuese a perder el tiempo y hacérselo perder a la parroquia. ¿Sabe usted inglés?
alt

Manuel Fernández, en su domicilio de Madrid cuidando de su bicicleta

—Yo no. ¿Y usted?—le respondo un poco aterrado. —Yo tampoco; pero lo sabré.

—¿Por qué me pregunta usted que si sé inglés? —Porque me han dicho que hay un refrán, que traducido al español quiere decir que el tiempo es algo así como cuproníquel.
—Sí, señor. Exacto.
—A ese refrán responde la idea que he tenido de utilizar la bicicleta para mi trabajo. ¡Y quién sabe si pronto tendré que recurrir al automóvil!
Es un orientador—pienso y se lo digo á Alfonsito que en aquel momento pensaba lo mismo.
—Hay que renovarse—prosigue diciéndome el sereno de vanguardia, que no sé si será lector de La Gaceta Literaria y por consiguiente admirador de los escritores que creen que hay que cambiar todo lo existente… hasta el sentido común—. Hay que renovarse no con palabras sino con hechos. ¿Cree usted que está bien que un sereno haga esperar a sus parroquianos? Tan rápida como su llamada debe ser su presencia en el sitio adonde se le requiere. Y no digamos nada cuando hay que avisar al médico, o hay que ir a la farmacia o prestar alguno de los servicios urgentes para los que nos llaman. ¿Comprende usted?
—Sí, señor.
— ¿Va usted viendo las ventajas que se obtienen con el empleo de la bicicleta para la vigilancia nocturna y para el desempeño de nuestra dificilísima y a veces salvadora misión? ¡En cuántas ocasiones la rapidez con que acude uno al lugar donde se le manda, evita una desgracia irreparable, y en cuántas ocasiones ha sido mi bicicleta—esta bicicleta que cuido como a mí mismo—la providencia de muchos de mis vecinosl
—Tiene usted razón—respondo, completamente convencido, y pregunto:
—¿Cómo se llama usted?
—Manuel Fernández.
¿Es usted irlandés? Lo digo por el apellido.
—¡Ji, ji, ji! Aunque, hablando en serio, le digo que ojalá fuera yo de uno de esos países extraños.
—¿SÍ?
—Como se lo estoy afirmando.
—No le entiendo.
—¿No ha oído usted nunca hablar del Polo Norte?
—Muchas veces.
—¿Y no sabe usted que allí, en el Polo Norte, cada noche dura seis meses?
—Eso dicen los que lo han visto.

—Pues figúrese usted la suerte que tiene el que sea sereno en el Polo. ¡Una noche de seis meses! ¡Y abriendo las puertas! Para hacerse millonario en poco menos de un año.


Publicado en la revista semanal madrileña CRÓNICA, 2 de febrero de 1930.


Leitariegos acoge la presentación de un libro del Siglo XIX hasta ahora inédito

El Puerto de Leitariegos, Cangas del Narcea. Octubre de 1977. Fotografía de José Ramón Lueje. Colección: Museo del Pueblo de Asturias (depósito de Pedro Lueje).

Algo más de cien años ha permanecido inédito el texto que el secretario del ayuntamiento de Leitariegos/Brañas, José Rodríguez Riesco envió a Bellmunt y Canella para su conocida obra sobre los concejos de Asturias.

Lo acaba de recuperar la asociación Tous pa Tous de Cangas del Narcea porque aporta numerosos datos sobre la vida cotidiana de un concejo que fue absorbido por Cangas en 1924. También incluye menciones a documentos que desaparecieron con la anexión y que muestran las constantes tensiones con el ayuntamiento vecino y la nobleza leonesa.

La existencia del concejo de Leitariegos está ligada al paso por el Puerto. En el siglo XIV el Rey concedió a sus vecinos el privilegio de no pagar impuestos ni ir a la guerra a cambio de ayudar a quienes tuviesen dificultades para franquearlo.

En su texto, José Rodríguez Riesco denuncia que la retirada del privilegio conduciría directamente a la despoblación. Por aquel entonces se construía la actual carretera que comunica Asturias con León y las autoridades consideraron que ya no era necesaria la ayuda de los vecinos.

El privilegio real permitió a Leitariegos/Brañas alcanzar una población que a finales del XIX, cuando Riesco escribía, rondaba los 350 vecinos, hoy son solo 60.


Noticia publicada en: www.rtpa.es

Leitariegos en 1898, primer libro editado por el Tous pa Tous

Portada del primer libro editado por el Tous pa Tous

Presentamos en El Puerto de Leitariegos el libro “Leitariegos en 1898” de José Rodríguez Riesco. Este es el primer libro que edita el Tous pa Tous y esperamos que no sea el último.

En 1898 José Rodríguez Riesco (Brañas d’Arriba, 1868 – Zarréu/Cerredo, 1933), conocido como el Marqués de Brañas, secretario del Juzgado y del Ayuntamiento de Leitariegos, escribió un largo artículo sobre la historia y la vida de este pequeño concejo suroccidental con destino a la obra Asturias, que dirigían Octavio Bellmunt y Fermín Canella. De este texto sólo se publicó un resumen en 1900 y muchos de los datos, noticias, cantos… que él recopiló permanecieron inéditos hasta ahora.

José Rodríguez Riesco, 1898. Col. Tablado Machado.

El manuscrito original se conservó en la biblioteca de la Comisión Provincial de Monumentos de Asturias debido a que en él se copiaba la confirmación de Carlos V del Privilegio de Leitariegos que en 1326 concedió a sus vecinos Alfonso XI con el fin de mantener poblado aquel inhóspito lugar y auxiliar a las personas que circulasen por este puerto que unía el occidente de Asturias con Castilla y Galicia.

El texto de Rodríguez Riesco recoge información de documentos que hoy están perdidos y es un testimonio de la difícil vida en un concejo rural formado por cuatro pueblos situados entre los 805 y 1.525 metros de altitud. El destino de los habitantes de este territorio estará inexorablemente unido a aquel privilegio medieval que se mantuvo vigente hasta el siglo XIX. En 1924, el concejo de Leitariegos desaparecerá, integrándose en el de Cangas del Narcea.


Leitariegos en 1898
alt

Una villa que cambia de nombre

Luis Bello en la revista ‘Nuevo Mundo’, mayo de 1928

Luis Bello Trompeta fue un escritor, periodista y pedagogo español que nació en Alba de Tormes (Salamanca) el día 6 de diciembre de 1872 y falleció en Madrid el 6 de noviembre de 1935. Algunos historiadores consideran a Luis Bello como uno de los integrantes de la generación del 98. Otros lo consideran heredero de Costa y de Giner de los Ríos. También mantiene indudables y sólidas vinculaciones con la generación del 14 (Ortega y Gasset, Azaña, Ciges Aparicio, etc., no en vano Luis Bello aparece entre los firmantes del manifiesto o programa de la Liga de Educación Política). Defendía una instrucción pública, con maestros bien formados y abiertos a la escuela moderna, algo que aún no era frecuente. Intervino en la política de su tiempo, siendo diputado entre 1916 y 1917 y después en las primeras Cortes republicanas (1931-1933). Desde este posicionamiento, entre 1922 y 1929, recorrió las escuelas de varias ciudades y pueblos españoles, llevando a las páginas de El Sol unos artículos que conformaron cuatro volúmenes, editados por Magisterio Español, bajo el título Viaje por las escuelas de España, siendo el primer tomo el que recoge sus impresiones acerca de la Asturias de aquel entonces.

No fue este viaje por las escuelas de Asturias su primer contacto con el Principado. Luis Bello ya había hecho estudios primarios durante algún tiempo en una escuela de Luarca —recuerda solamente «una habitación oscura que olía a vacas y a paja húmeda, y en la puerta, una doble fila de zuecos que dejábamos al entrar».

Los artículos que integran el citado primer tomo fueron publicados en el diario El Sol durante el año 1922 y su éxito le llevó en 1926 a recoger estas crónicas en un primer volumen dividido en cuatro viajes correspondientes a otras tantas zonas geográficas visitadas: alrededores de Madrid, la Sierra madrileña, Castilla y León y Asturias.

El viaje por Asturias es el cuarto itinerario. El paisaje de la montaña astur-leonesa del Puerto de Leitariegos se hace casi solemne y el concejo de Cangas de Tineo ocupa buena parte de su viaje. En su relato hace referencia a la feria de los maestros babianos en Cangas de Tineo, destaca la obra de los indianos y hace alusión a mecenas y fundadores de escuelas en nuestro concejo. Por su interés, todo ello será desarrollado más adelante en esta página web del Tous pa Tous.

Lo que nos ocupa en este artículo es otro legado que Luis Bello nos dejó publicado en las páginas del semanario Nuevo Mundo, una de las revistas ilustradas más importantes de España en el primer tercio del siglo XX. En ella colaboraban autores de la talla de Miguel de Unamuno, José Sánchez Rojas, Ramiro de Maeztu, Emilio Bobadilla o Mariano de Cavia. En el número 1.743 de 17 de junio de 1927 y bajo el antetítulo “Paisajes del norte” se publicaba la siguiente crónica periodística sobre el cambio de nombre de nuestro villa y concejo. Las imágenes que publicamos son las mismas que aparecen en la publicación original.


Una villa que cambia de nombre

Cangas de Tineo – Cangas del Narcea

Una vista general de Cangas de Tineo

En nuestros tiempos, de conformidad y aceptación, querer cambiar ya es algo. Cangas de Tineo, por lo menos, quiere cambiar de nombre. Parece que se originan confusiones de toda especie, sobre todo en los servicios postales, entre Tineo y Cangas de Tineo. Para nosotros siempre será la misma, llámese Cangas de Tineo o Cangas del Narcea. Su valle será uno de los más bellos de Asturias, y la vida entre sus verdes montañas una de las más plácidas que puede llevar un europeo de 1926. Quizá llueva un poco más de lo conveniente; quizá exagere algo la fecundidad de la madre Tierra que llena de verdín—según algunos viajeros—hasta, el pan en el mantel y las sábanas en el lecho. Pero Cangas, agreste y civilizada, tiene una sencillez y una ingenuidad montañesa, cuyo atractivo está no sólo en las cualidades del paisaje, tan colorido y tan pintoresco, sino en la sociabilidad y trato amable del paisanaje. El humorismo astur, que empieza en las Brañas, hasta llegar a su Universidad, que es Oviedo, sirve para no hacer monótona y excesivamente blanda y dulce la vida local.

Cangas no quiere ser confundida con Tineo. Seguramente hay algo más que una razón de utilidad práctica para carteros, factores y consignatarios. Es que se siente fuerte y le parece que en cierto modo, por llamarse como se llama, está todavía dentro de la protección y potestad de la villa vecina. Los dos pueblos han seguido trayectoria distinta; Tineo contaba, hace cerca de un siglo, cuando tomaba sus datos D. Pascual Madoz, 1.252 almas. Hoy no llega a 1.700 habitantes, con Canoriego, Llaneza y Mañores. Cangas tenía 1.050 almas en la misma fecha, y hoy pasa de tres mil. Tiene algún derecho a sentirse independiente, aunque sea en cuestión tan nimia como esta cuestión de puro nombre.

Los escritores locales han empezado a tratar el tema y es de suponer que lo agotarán, apelando, en primer término, a la Historia, y en segundo a la Estadística. Yo he leído en La Voz de Asturias un trabajo de D. Claudio Zardaín, escrito desde Salamanca, explicando por qué lleva ese nombre Cangas de Tineo. En la explicación va ya implícita una toma de posiciones favorable a Tineo. Si Cangas se llama así, por algo será, y el Sr. Zardaín da las razones históricas. Pero, además, se trata de suprimir el Juzgado de Primera Instancia, y este no es para Tineo un golpe en el amor propio, sino en sus intereses; por lo cual está bien que se defienda. «Tineo no ha desmerecido nunca ni en su concepto ni en su territorio». Si su población no ha crecido es porque conserva apego a las tradiciones y no ha variado los fundamentos de su vida campestre. Tineo no se ha visto invadida por las industrias que descaracterizan a tantas villas asturianas. No es la «Aldea perdida».

Como estos debates históricos tienen siempre para todo español un interés familiar, no seré yo quien los eche a un lado diciendo que sólo nos importan el presente y el porvenir, Cangas se llamaba antes Cangas de Sierra. «A mediados del siglo XIII — 1255 —, el Rey Alfonso el Sabio hizo merced a los pobladores de la su villa de Cangas de Sierra…» Nunca fué llamada de Tineo en documentos de ese siglo. Pero ya en el siguiente descubren los eruditos asturianos Arbás y el padre Carballo, consultados por Zardaín, la preponderancia de Tineo, centro militar—castro romano, seguramente—, castillo y ciudadela. Castillo conservado por los Reyes, «en premio a la fidelidad de los tinentenses a la Monar- quía cuando la rebelión del conde de Gijón». Tineo ganó terreno con la grandeza de Diego García de Tineo, «poderoso caballero del siglo XIV, casado en primer matrimonio con una hija del Adelantado Pedro Suárez de Quiñones, señor de Cangas y Tineo». Aquí empieza su valimiento y su preponderancia en la región; y agrega Zardaín que la capital hubo de ser Tineo y que algo significa la partícula «de», llamándose Cangas de Tineo en el sentido gramatical de la preposición «de», que denota posesión o pertenencia.

Los argumentos históricos son fuertes, y todavía los refuerza el escritor asturiano con otros fundados en la Heráldica. «En las armas de Tineo y Cangas—llamados concejos partidos—correspondía medio león hacia la cabeza a Tineo y la mitad inferior a Cangas». Y Vigil, historiando el señorío de los Armillan, da a Cangas «un león rampante de azur en campo de plata y a Tineo un león de oro en campo de gules». Todo ello tiene bastante solidez y convence al profano.

Pero Cangas no quiere atenerse a las leyes de D. Pedro Suárez de Quiñones ni aceptar el segundo puesto por razón tan poco seria como el matrimonio de Diego García de Tineo. Escudos y blasones andan ya por toda España deslucidos. Y en suma, no se trata sino de que cada cual viva tranquilamente y con las mayores facilidades posibles. Llámese cada uno como le convenga, sin suplantación de personalidad. Tineo es en la historia San Pedro de Tineo, y ha preferido abreviar el nombre. Cangas, para evitar confusiones, prefiere ser Cangas del Narcea. Y este nombre sí que está bien elegido. El Narcea es su río patrimonial desde que baja de los riscos de Arbas. Bajo el hermoso puente de Ambasaguas, de traza tan característica, se unen al Narcea las del Naviego; pero el primero es quien domina y da nombre a la corriente común hasta desembocar en el Cantábrico más allá de Pravia. La evocación del río en el nombre de la villa es una idea feliz porque las cosas valen más cuando se definen mejor y no es indiferente el nombre —como sabrán los clásicos—a la suerte de los pueblos y de las personas. Cada confirmación de las ciudades históricas obedece a una inquietud o a un propósito respetable. Cuando desechó Oslo un nombre que consideraba extranjero para volver a su tradición genuina, obedecía a un sentimiento actual de nacionalismo. A San Petersburgo lo hemos visto cambiar con dos evoluciones que no sabemos si habrán encontrado ya la forma definitiva. Bien puede permitirse Cangas una variante en el apellido. Y, sobre todo, bien puede hacerlo si con ello logra atraer la atención de cuantos no conocen uno de los rincones más hermosos y menos visitados de España.

Luis BELLO

alt

Bolo vaqueiro

alt

Clara Martínez Peláez autora del ppt ‘Bolo vaqueiro’.

La joven canguesa de quince años, Clara Martínez Peláez, nos muestra en este Power Point finalista del II PREMIO JOVEN TOUS PA TOUS-CANGAS DEL NARCEA, diferentes detalles de uno de los juegos autóctonos más tradicional del suroccidente asturiano y la comarca de Laciana, “el juego de los bolos”.

Clara con este trabajo ha conseguido el tercer premio de esta edición dotado con 300 euros y diploma y que se ha compartido ex aequo entre dos participantes.


 


DESCARGA ppt: Bolo Vaqueiro
alt

Pelayo, un perro callejero

alt

Sara Llano Arce autora del cuento ‘Pelayo, un perro callejero’

Con el cuento titulado “PELAYO, UN PERRO CALLEJERO”, la joven canguesa de veintidós años, Sara Llano Arce, ha sido finalista del II PREMIO JOVEN TOUS PA TOUS-CANGAS DEL NARCEA obteniendo el segundo premio dotado de 400 euros y diploma.


Un cuento realizado a base de colores, recortes e imaginación, con dibujos bien elaborados, donde el perro protagonista recorre diversos lugares del concejo y la villa de Cangas del Narcea.

A continuación presentamos el trabajo premiado para que todo el que lo desee lo pueda leer y descargar.

Pelayo, un perro callejero

DESCARGA pdf: Pelayo, un perro callejro
alt

Acta fallo jurado II Premio Joven Tous pa Tous-Cangas del Narcea

alt

Sara LLano (izda) y Clara Martínez en la entrega de premios recogiendo sus diplomas.

En Cangas del Narcea a 24 de mayo de 2015

Reunidos los miembros de El Payar del Tous pa Tous, Sociedad Canguesa de Amantes del País: Alfonso López Alfonso, Victorino López Mendivil, Benito Álvarez Pereda, Dionisio Morodo Magadán, actuando como secretario Manuel Álvarez Pereda y como presidente Juaco López Álvarez, para deliberar sobre los trabajos presentados al II Premio Joven Tous pa Tous-Cangas del Narcea 2015 toman el acuerdo siguiente:

1. Declarar desierto el primer Premio Joven Tous pa Tous-Cangas del Narcea 2015 por estimar que no concurren los méritos necesarios para la concesión del mismo en las candidaturas presentadas.

2. Otorgar el segundo Premio Joven Tous pa Tous–Cangas del Narcea 2015 a Sara Llano Arce por el trabajo “Pelayo un perro callejero”, un cuento realizado a base de colores, recortes e imaginación, con dibujos bien elaborados, donde el perro protagonista recorre diversos lugares del concejo y la villa de Cangas del Narcea.

3. Otorgar el tercer Premio Joven Tous pa Tous-Cangas del Narcea 2015 ex aequo a:

Clara Martínez Peláez por el Power Point “Bolo vaqueiro”, donde se describen diferentes detalles de uno de los juegos autóctonos más tradicional del suroccidente asturiano y la comarca de Laciana, “el juego de los bolos”.

Manuel Ángel Rodríguez Menéndez por el Power Point “Castrosín, Cangas del Narcea (Asturias)”, una buena idea a través de la cual su autor resalta la buena vecindad que reina en este pueblo del concejo de Cangas del Narcea.


alt

Fallado el II Premio Joven Tous pa Tous-Cangas del Narcea

alt

‘Si estuvieramos en la Edad Media…’. Autor: David García Rodríguez (15 años)

El jurado del PREMIO JOVEN TOUS PA TOUS-CANGAS DEL NARCEA se reunió el pasado 24 de mayo para dilucidar qué obras y qué autores serán los galardonados en el certamen de este año. Entre los finalistas seleccionados se encuentran:

  • Clara Martínez Peláez con el Power Point “Bolo vaqueiro”, donde se describen diferentes detalles de uno de los juegos autóctonos más tradicionales del suroccidente asturiano y de la comarca de Laciana, “el juego de los bolos”.
  • Sara Llano Arce con el trabajo “Pelayo un perro callejero”, un cuento realizado a base de colores, recortes e imaginación, con dibujos bien elaborados, donde el perro protagonista recorre diversos lugares de la villa de Cangas del Narcea.
  • Manuel Ángel Rodríguez Menéndez con el Power Point “Castrosín, Cangas del Narcea (Asturias)”, una buena idea a través de la cual su autor resalta la buena vecindad que reina en este pueblo del concejo de Cangas del Narcea.

El próximo sábado 13 de junio a las 19:30 horas, una vez concluida la Asamblea General de Socios del Tous pa Tous, se dará a conocer el fallo definitivo del jurado y se celebrará en el auditorio de la Casa de Cultura Palacio de Omaña de Cangas del Narcea el acto de entrega de diplomas y premios a los finalistas de este II PREMIO JOVEN TOUS PA TOUS-CANGAS DEL NARCEA 2015.

NOTA: El dibujo publicado en este artículo es uno de los trabajos presentados al concurso que no pudo estar entre los tres seleccionados como finalistas. Título: ‘Si estuvieramos en la Edad Media…’. Autor: David García Rodríguez (15 años)

Pepe Avello. Donde viven los amigos

Pepe Avello conversando con Alfonso López Alfonso

Pepe Avello conversando con Alfonso López Alfonso

18 Feb de 2015.- El pasado lunes fallecía en Madrid, el socio fundador del Tous pa Tous, Pepe Avello, autor de la letra del himno de nuestra asociación y el mejor escritor de Cangas del Narcea del último tercio del siglo XX. Sus familiares y gran cantidad de amigos acudieron a despedir sus restos que desde esta misma tarde descansan en su última morada en el cementerio cangués de Arayón.

Para rendir homenaje a su memoria publicamos a continuación un escrito de nuestro socio, el también escritor cangués, Alfonso López Alfonso.

Descanse en paz Pin Estela.


Pepe Avello. Donde viven los amigos

Todos sabemos que la vida, en el mejor de los casos, es un estado transitorio que no presagia nada bueno. “Mi vida es ligera, esperando el viento de la muerte, / como una pluma en el dorso de mi mano”, escribió T. S. Eliot. Sí, es la muerte tan avariciosa que vivir es ir muriendo un poco, y, en cambio, morir es no vivir en absoluto. Sin embargo, hay una frase que le gusta mucho repetir a Javier Cercas y sirve de consuelo a todo escritor: la realidad mata y la ficción salva. A José Avello Flórez, Pepe Avello, o Pin Estela, como le llamaban los que más le conocían, le ha llegado la muerte tan callando que quienes esperábamos volver a verle nos sentimos como si nos hubieran disparado por la espalda. Juega sucio la muerte, y nunca da explicaciones. “Vale más desaparecer sin huella. Desconocer el propio origen es un don precioso del que muy pocos hombres gozan”. Son palabras del personaje José Manuel Río en la novela La subversión de Beti García. Bellas palabras, cargadas de poesía y verdad literaria, esa clase de verdad que suele resultar mentira en la vida. Son palabras que escribió Pepe Avello, pero que no sirven para retratarle, porque siempre tuvo muy claro su origen y porque ha desaparecido dejando el legado literario más valioso que cangués alguno haya sido capaz de amasar de Alejandro Casona a esta parte.

Narrador ambicioso, para conseguir esto le han bastado dos novelas, publicadas con un intervalo de diecisiete años entre ambas: La subversión de Beti García, con la que fue finalista del Premio Nadal en 1983 y que se publicó en la editorial Destino al año siguiente, y Jugadores de billar, premio Villa de Madrid, editada por Alfaguara en 2001. Nacido en Cangas del Narcea en 1943, Pepe Avello fue uno de esos hombres que “hacen país”. Lo hizo desde las páginas de La subversión de Beti García, donde no cuesta identificar a la villa de Ambasaguas con Cangas y en la que aparecen, entreverados en la ficción, topónimos como el partido de Sierra, Onón, Ambres, Genestoso o Leitariegos. Para hacer país escribió la letra del himno del refundado Tous pa Tous, a la que puso música Gerardo Menéndez y cantó Joaquín Pixán. Y haciendo país nos dio a conocer a todos un puñado más de letras de canciones al publicarlas en La Maniega -en el número de septiembre-octubre de 2014-. Letras  que tenían que ver con ese mismo espíritu entre nostálgico y festivo que le llevó a escribir el himno del Tous pa Tous. “Al cruzar el Puente Roto / rompióseme el corazón, / ella bailaba con otro / abrazada en la verbena / y a mi me abrazó la pena”, comienza, evocadora e irónica, la titulada “El Puente Roto”.

Pepe Avello bajo la sombra del tejo de Regla de Cibea, marzo de 2014

Pepe Avello bajo la sombra del tejo de Regla de Cibea, marzo de 2014

Licenciado en Derecho, trabajó para una empresa francesa de obras públicas en Guinea Ecuatorial y allí le tocó vivir el proceso de independencia de esta antigua colonia española en 1968. Durante los primeros años setenta se instala definitivamente en Madrid, donde, mientras trabaja como directivo para una empresa de producción industrial, establece relación con gente de las letras y del cine, entre otros Marcos Ricardo Barnatán, Álvaro del Amo, Marisa Paredes o Javier Maqua. En 1973 publica el cuento “La confesión” en Papeles de Son Armadans, la revista que dirigía Camilo José Cela, y unos años más tarde, en 1978, aparece su cuento “Cómo vencer al reúma” en el libro colectivo Sueños de la razón. Cuentos y dibujos, en el que también participan algunos nombres que pronto alcanzarían notoriedad, como Luis Antonio de Villena o Pedro Almodóvar. Y en la revista venezolana Zona franca publica en 1983 el relato titulado “La violación”. Eran ensayos previos a esa gran novela totalizadora que pretendía con La subversión de Beti García –el primer borrador llegó a alcanzar las mil páginas-, que terminaría por dejarlo exhausto y desencantado durante algunos años. En los primeros ochenta también dirigió con los argentinos Santiago Sylvester y Héctor Tizón una revista literaria de vida efímera (1980-1981), como casi toda quimera de este orden. Estaciones, se titulaba, y en sus cuatro números unió la literatura latinoamericana con la que se hacía en España en esos momentos. Y es también en este tiempo cuando se vincula a la Universidad Complutense de Madrid, primero como profesor de Teoría de la Comunicación, en la Facultad de Ciencias de la Información, y después de Sociología de la Cultura, en la de Bellas Artes, hasta su jubilación en el año 2010.

A Pepe Avello, amante de la vida, sociable, amable, entrañable, no le podría pasar nunca lo que le pasa a Álvaro, ese personaje que comienza siendo el más raro y esquinado de Jugadores de billar y que acaba siendo de los pocos que se salvan. Álvaro es un hombre con esa “edad en que ya es tarde para hacer lo que antes no se hizo, ni se intentó, ni se pudo, la edad en que los anhelos y los sueños pierden verosimilitud ante la conciencia y, si se persiste ciegamente en ellos, comienzan a convertirse en torpes delirios”. Pepe Avello soñó un tipo de literatura y la llevó a cabo con ambición y sosiego, con la ambición de quien cree que ha llegado para decir algo nuevo, para establecer un discurso, y con la calma que dan la sabiduría, la experiencia y la ecuanimidad de haber vivido de manera lo bastante intensa y con la suficiente diversidad como para alcanzar a comprender buena parte de esos conflictos que azotan eternamente el alma humana.

Conocí a Pepe Avello, como tantas otras cosas que merecen la pena, a través de Juaco López Álvarez, y a finales de 2013 Cristóbal Ruitiña y yo nos reunimos con él en un hotel de Oviedo para hacerle una entrevista que se publicó en la revista Clarín a principios de 2014. Para terminar aquella entrevista le preguntamos en qué proyectos literarios ocupaba su jubilación, y nos decía que tenía una novela empezada desde hacía mucho tiempo. La novela estaba ambientada en África y el título provisional que nos dio fue La distancia. “En Guinea, si queréis que os lo resuma mucho –nos decía-, lo primero que se percibe es la distancia. Primero el país es fascinante, pero la gente es impenetrable para un europeo. Yo esa distancia cultural no la conseguí traspasar nunca”. Y en relación a ese proyecto, añadía: “Pero ya veremos, porque ya soy muy viejo, y o lo hago ahora o ya nunca”. No sé si le habrá dado tiempo a terminar aquella novela. Ojalá sí, porque me gustaría leerla.

No me resisto a meter en esta especie de improvisada elegía una escena de La subversión de Beti García, porque esa escena también tiene un tono elegiaco y porque nos hace entender que la ficción puede salvar incluso cuando mata. En esta novela aparece brevemente Conrado, un viejo limpiabotas que cuando llega la Revolución de Octubre de 1934 cree vislumbrar una nueva aurora y participa activamente en los acontecimientos de aquellos quince días que conmovieron al mundo. Derrotado, acabará huyendo junto a Beti y otros revolucionarios hacia la braña del Acebal. El cansancio y el frío terminarán por dar muerte al viejo Conrado antes de que alcancen la braña, y entre sus cosas, los compañeros encuentran un cuaderno en el que hay anotados unos versos: “Yo sé que no hay en la vida / ni amores ni amigos ciertos / así que cómo ha de haberlos / cuando uno ya está muerto”. Son palabras desengañadas, que cuadran a la perfección con el personaje de Conrado, cargadas por tanto de verdad literaria, pero que, de nuevo, no nos servirían en absoluto en esa verdad de la vida si se las quisiéramos aplicar a quien las escribió, porque si algo tuvo Pepe Avello en vida y sigue teniendo cuando ya está muerto es una inacabable ristra de amigos ciertos. Y tuvo además el valor y la elegancia de dejarnos a todos una muy valiosa lista de amigos inciertos, ficticios -José Manuel Río, Beti García, Álvaro Atienza, Floro Santerbás, Rodrigo de Almar o Manolo Arbeyo-, amigos que nos ayudan a salvarnos. Son amigos que se levantan del papel, que salen de la ficción y toman la realidad, caminan a nuestro lado y nos acompañan. Están ahí para hacernos reír, como Floro, o para hacernos temblar, como Álvaro. Están ahí, algunos orondos y risueños, otros esquinados y cortantes. Todos tan creíbles como si fueran de carne y hueso, como si por sus venas circulara la sangre que nos mantiene de pie, vivos.

Pepe Avello supo, como todo auténtico escritor, ser un fingidor, meterse en la piel de éste y aquél, auscultar la sociedad, capturar la realidad, condensarla, pasarla por su tamiz y convertirla en verdad a través de la ficción, que no otra cosa hace un novelista. En la triste verdad de la realidad, Pepe Avello está muerto, pero la verdad de sus ficciones permanece viva entre nosotros para alumbrarnos el camino, para ayudarnos a conocernos, para poner el foco sobre nuestros defectos y virtudes y hacernos algo más llevadero el enigma de vivir, para, en definitiva, hacernos mejores. A Pepe Avello le ha matado la cruel realidad, pero supo construir una obra literaria lo suficientemente consistente como para que la ficción lo salve. Ya se sabe, lo dice Javier Cercas, que la realidad mata y la ficción salva.


El origen cangués de doña Jimena, la esposa del Cid Campeador

Doña Jimena Díaz de Vivar, mujer del Cid

Doña Jimena Díaz de Vivar, mujer del Cid

Ya hace algún tiempo, un amigo asturiano de aventuras invernales me comentó que estaba leyendo una libro sobre el Cid Campeador y que le había llamado la atención descubrir que doña Jimena, la esposa del Cid, era de Cangas del Narcea.

¿Qué me dices?, le pregunté algo incrédulo.

Lo que oyes, los de Cangas sois mundiales. La esposa del Cid Campeador es de tu pueblo, me afirmaba.

Si tú me lo dices…, voy a tener que ponerme a investigar, le contesté.

Pues no te preocupes, me dice Joaquín, que así se llama mi amigo. Te voy a regalar un ejemplar del libro para que tengas por donde empezar.

Semanas después, recibo la  grata visita de Joaquín en mi centro de trabajo en Madrid y, como es hombre de palabra, me hace entrega de un libro que lleva por título El Cid histórico. La verdadera biografía de un héroe medieval: Rodrigo Díaz de Vivar. Editorial Planeta. Su autor es el medievalista y sacerdote jesuita, Gonzalo Martínez Diez (Quintanar de la Sierra, Burgos, 20 de mayo de 1924).

Y efectivamente, es este libro el que me pone sobre la pista del origen cangués de la asturiana Jimena Díaz, esposa de Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador.  Y es que el abuelo materno de doña Jimena, Fernando Gundemárez, era nieto del conde don Piñolo Jiménez y su esposa  doña Aldonza Muñoz, fundadores del monasterio de Corias en el 1032.

En su libro, Martínez Díaz sigue las tesis de Ramón Menéndez Pidal y afirma que un diploma de la catedral de Oviedo datado el 13 de agosto de 1083 testimonia perfectamente que la madre de doña Jimena se llamaba Cristina.

Menéndez Pidal, en su libro La España del Cid, p.720, basándose principalmente en dos aspectos, echa por tierra la opinión de la gran mayoría de historiadores que pretende que la madre de Jimena fuese «Xemena Adefonsi regis filia».

Primero: si esta tal Xemena (Jimena) fuese la madre de la mujer del  Cid, entonces la mujer del Cid sería prima de Alfonso VI, y no «neptem», como dice la Historia Roderici:

Dominan Eximinam neptem suam, Didaci comitis Outensis filiam, ei in uxorem dedit, ex qua genuit filios et filias.

[El Rey] le dio como esposa a doña Jimena, su “sobrina”, hija de Diego, el conde de Oviedo, de  la cual tuvo hijos e hijas.

Alfonso VI, rey de Castilla y León, primo carnal de la madre de doña Jimena

Alfonso VI, rey de Castilla y León, primo carnal de la madre de doña Jimena

La Historia Roderici nos dice que doña Jimena era sobrina del rey Alfonso; hay que aclarar que con la palabra neptem o sobrina no se indica exactamente que doña Jimena fuera sobrina carnal de Alfonso. El parentesco exacto que la unía con el rey era el de hija de una prima carnal del rey, esto es, la madre de doña Jimena, de nombre Cristina como ha quedado dicho anteriormente, era prima carnal del rey Alfonso VI por parte de la madre de éste.

Segundo: Afirma Menéndez Pidal que «nadie reparó en el documento de nuestro Cartulario Cidiano, fechado en 13 de agosto de 1083, donde los hermanos de doña Jimena nombran a su madre doña Cristina, y a su tía, la condesa doña Urraca, y ésta, a su vez, dice ser hija de Fernando Gundemárez».

Puestos así en el buen camino, la familia de doña Jimena, la esposa del Cid, y los ascendientes de su abuelo materno, el conde Fernando Gundemárez, nos son conocidos por el citado documento ovetense datado el 13 de agosto de 1083 únicamente conservado en el Liber Testamentorum del obispo Pelayo.

Despedida del Cid a doña Jimena en el momento de salir para el exilio. Monasterio de Cardeña, óleo de Cándido Pérez (2002)

Despedida del Cid a doña Jimena en el momento de salir para el exilio. Monasterio de Cardeña, óleo de Cándido Pérez (2002)

Fernando Gundemárez, abuelo materno de doña Jimena, según diploma de 18 de mayo de 1063, es hijo de Gundemaro y Mumadonna y su madrina fue la reina Velasquita (primera mujer del rey de León, Vermudo el Gotoso [Vermudo II, si no me equivoco], por los años 983-986, la cual, repudiada, vivía aún en 1024; FLÓREZ, Reinas Católicas, I, 1761, págs. 116-121). Contrajo matrimonio con la infanta Jimena, hija de Alfonso V. De ella, de su abuela, le viene el nombre a doña Jimena, la esposa del Cid, pues era costumbre imponer el nombre del abuelo o de la abuela al nieto o nieta. Esto mismo ocurre con la hija del Cid llamada Cristina, como la madre de doña Jimena. Con esto tenemos que la mujer del Cid era sobrina segunda de Alfonso VI, esto es, según la Historia Roderici, neptum en el sentido medieval de “sobrina”.

Bisabuelos maternos de doña Jimena: El conde Gundemaro Piñólez, gobernador de Asturias durante muchos años (según doc. de 1037, aducido en nuestro Cartulario Cidiano en nota del 26 de marzo de 1075); vivía aún en 1011, pero ya había muerto, sin duda muy joven, en 1012, C.M VIGIL, Asturias  Monumental, págs. 65-66. Casó en segundas nupcias con la condesa Mumadonna, con quien tuvo dos hijos, Fernando y Pelayo.

Genealogías Cidianas y otras complementarias

Genealogías Cidianas y otras complementarias

Tatarabuelos maternos de doña Jimena: El conde don Piñolo Jiménez (hijo de Jimeno Jiménez venido de Navarra a Asturias y de la condesa Aragonti), que figura en diploma de Alfonso V de 1019 (FERREIRO, Historia de la Iglesia de Santiago, II, Apéndice 86º); casado con la condesa Aldonza Muñoz (hija del conde Muño Rodríguez y de la condesa Ederquina, España Sagrada, XXXVIII, Apéndice 17º); son fundadores ambos de la iglesia de San Juan, en 1032 y del monasterio de Corias, acabado en 1043. Piñolo murió el 22 de mayo de 1049, sin duda octogenario, y Aldonza murió el 26 de noviembre de 1063 (España Sagrada, XXXVIII, 1793, págs. 58 b-63). Además de su hijo Gundemaro, tuvieron una hija, Elvira Piñólez.

Manuel Álvarez Pereda
Madrid, 21 de agosto de 2014

Un paseo por Cangas en 1985

“Un paseo por Cangas” es un conjunto de veinte fotografías en blanco y negro realizadas por Ignacio Martínez Alonso, “Naciu‘i Riguilón”, en la villa de Cangas del Narcea en el mes de noviembre de 1985. Aunque las fotografías no tienen una gran calidad técnica, conforman un reportaje gráfico de una época de grandes cambios en la villa de Cangas en el que aparecen algunos espacios que ya son solo recuerdos fijados en estas imágenes.

 

‘De Combo a Fuente del Real’, memorias de una canguesa

alt

Mari Luz Álvarez Lago con su libro el 13 de marzo de 2010. Foto: PAÑEDA en ‘EL COMERCIO’

Ha llegado a nosotros un libro publicado en 2010 que merece ser reseñado en el Tous pa Tous. Son las memorias de Mari Luz Álvarez Lago, nacida en 1926 en el pueblo de Combo, en el Río del Couto, en casa El Murgueiro. Mari Luz comienza sus memorias así:

“Quiero a través de esta narración mostrarles una visión de lo que fue la vida de una mujer que, como a tantas de mi época, me tocó vivir los turbulentos años antes de la guerra, la Revolución del 34 y, después, la guerra civil y la posguerra, todos estos acontecimientos con apenas diez años. Pasamos bastantes penalidades y gran dificultad para vivir, dadas las circunstancias que atravesaba España. Esa época marcó nuestra existencia de forma imborrable y al día de hoy pesan más las batallas que tuvimos que vencer y los momentos difíciles pasados, que gracias nuestra juventud, quizás la inconsciencia de los pocos años, que te hace ver las penalidades y tragedias como algo con lo que tienes que vivir y te acostumbras a ello, sin más, y lo asumías como parte de tu propia vida, salvando las dificultades y penurias, que íbamos resolviendo en nuestra lucha diaria, como gran parte de las mujeres de la España de entonces”.

Mari Luz vivió hasta los diez años en Combo. A esa edad fue a vivir con unos tíos a la parroquia de Castiello en Gijón. Se casó en 1950 y tuvo una hija. Se estableció poco después en esta ciudad en la calle Fuente del Real, en el barrio de El Llano. Aquí abrió un bar tienda, llamado “Mari Luz”, en la que daba también comidas y que atendió durante cuarenta y cinco años. Cuando escribió el libro estaba ya jubilada, pero seguía llevando una vida social muy intensa. Es del tipo de personas que no sabe estar quieta.

alt

Portada del libro de Mari Luz.

En Combo trabajó desde los cinco años cuidando el ganado, subiendo y bajando a la braña, y ayudando a trabajar la tierra. La vida en su casa giraba alrededor de la madre, Dolores, porque su padre, Benigno, trabajaba en Madrid de sereno y “solo volvía a Combo durante las vacaciones por el verano”. El matrimonio tuvo diez hijos, que se fueron dispersando enseguida por Oviedo, Ponferrada y Valladolid. Mari Luz cuenta en el libro la vida en Combo en aquellos años treinta: la casa, la braña, la matanza, los filandones, las fiestas, los bailes y el mucho trabajo. A los ochenta y tantos años Mari Luz escribe sobre su infancia lejana:

“Afortunadamente y a pesar de marchar para Gijón con pocos años, me sirvió mucho todo lo que aprendí en Combo, lo mismo a valerme por mi misma y ser capaz de desenvolverme por la vida, que en lo relativo a las faenas del campo, pues nunca dejé de atender nuestra finca con constancia, de la que tenemos sacado bastante provecho y aún lo seguimos sacando, pues no compramos ni patatas ni hortalizas”.

En Gijón siguió trabajando duramente, primero en casa de sus tíos, donde más que una hija adoptiva fue una “esclava doméstica, porque con diez y once años ya empecé a ir a vender a la plaza de abastos de Gijón, con la cesta en la cabeza” y también le “tocó acarrear agua desde un kilómetro con un caldero en cada mano y otro en la cabeza”. Años más tarde comprará una xarré para llevar a la Plaza del Sur la fruta, verduras, etc. En la calle Fuente del Real siguió trabajando y trabajando.

Mari Luz Álvarez Lago es sobre todo una mujer optimista, que siempre gozó de buena salud y que ha vivido con el principio vital de hacer agradable la vida a los demás.

“De Combo a Fuente del Real” es un testimonio muy interesante de la vida de una mujer trabajadora escrita por ella misma. Es de lamentar que no contemos con más memorias de esta clase para que en el futuro no olvidemos como fue la vida de muchas de las protagonistas del pasado siglo XX.


alt

Una “Descripción histórico-geográfica de la parroquia de Cibea (Cangas del Narcea)” de 1817

alt

Escudo de la Casa de Miramontes, en Cibea. Aparecen las armas de las casas de Miramontes, Sierra, Menéndez y Valdés

El autor de esta “Descripción histórico-geográfica de la parroquia de Cibea” es José Alfonso Argüelles (Cangas del Narcea, 1760-1827), señor de la casa y torre de Miramontes situada en esta parroquia del concejo de Cangas del Narcea, y al que se le conocía como José Miramontes o simplemente como Miramontes. En el padrón de Cangas de 1815, que se conserva en el archivo municipal, aparece como “hijosdalgo notorios de casa y solar conocido y armas pintar”.

Los Miramontes eran un linaje cangués menor, cuyos mayorazgos y mayorazgas supieron casarse bien. Gracias a estos matrimonios emparentaron con familias poderosas y aumentaron sus posesiones tanto dentro como fuera del concejo. Tenían propiedades en Cibea, el Partido de Sierra y la villa de Cangas (eran propietarios de la “deseada tierra y viña de Pelayo”); en el concejo de Valdés, donde eran dueños de la casa de Canero, y en Laciana (León) y Valdeorras (Ourense). Tenían el privilegio, desde tiempos inmemoriales, de vender ellos solos el vino en la parroquia de Cibea; nadie podía vender vino “mientras los poseedores de la Casa de Miramontes tengan taberna abierta de vino de su propia cosecha, con tal que este sea bueno”. Esto les reportaba un gran beneficio porque por esta parroquia pasaban los dos caminos que comunicaban con el puerto de Leitariegos; a finales del siglo XVIII además de tener una taberna en el valle de Cibea tenían una “barraca de sebe en el sitio del Campón del Fresno de la Vega de Vallado” para vender vino. Este privilegio fue motivo de varios pleitos con vecinos de la parroquia desde el siglo XVII.

José Alfonso Argüelles era hijo de José Alfonso Pertierra (1721-1794) y María Antonia Argüelles Uría (1718-¿?), natural de Ribadesella e hija de Petronila Uría Valdés, de la Casa de Santa Eulalia de Cueiras (Cangas del Narcea); era primo carnal del famoso liberal Agustín Argüelles (1776-1844). Tuvo cinco hermanas. En 1784, a la edad de 24 años, se casó con Xaviera Quiroga y Nava, de la Casa de Villoria del Barco de Valdeorras (Ourense), y tuvieron tres hijos: José Javier, nacido en 1786; Bernardo, en  1788 y Diego, en 1790. Su mujer murió en 1791.

alt

Retrato de Ignacio Merás, cuñado del autor, publicado en sus ‘Obras poéticas’, Madrid, 1797.

Era un hombre aficionado a la historia, la geografía, la etimología y la genealogía. Tenía una pequeña biblioteca y pedía libros sobre estas materias a un agente de negocios en Madrid. También le recomendaba libros su cuñado Ignacio Merás Queipo de Llano (1738-1811), que residía en Madrid, donde ejercía de ayuda de cámara del rey, y era escritor y académico correspondiente de la Real Academia de la Historia desde 1796. Estaba suscrito a la Gaceta de Madrid, que era el boletín oficial de la época, y al periódico Mercurio de España, donde se publicaban noticias de actualidad, opiniones y anuncios.

Su familia trataba a Jovellanos. En el diario de este ilustrado se menciona, durante su estancia en Cangas del Narcea en octubre de 1796, a la madre de José Alfonso, a la que llama “la Miramontes”, que ya estaba viuda y que pertenecía a su círculo de amistades. Jovellanos visita la casa y la viña de Miramontes en la villa de Cangas, y el jueves 13 de octubre va a un “convite” en esa casa. José tuvo que conocerlo y es probable que influyese en su interés por la etimología y las antigüedades.

Aunque, nuestro autor tratase a Jovellanos y fuese primo de Agustín Argüelles, sus ideas políticas eran contrarias a las de estos dos, hecho que no impedirá que en 1798 solicite a Madrid un ejemplar del Informe de la Ley Agraria (1795) escrito por el primero y que estimase mucho al segundo. De este modo, mientras que su primo estuvo encarcelado cerca de seis años por Fernando VII y después de 1823 exiliado hasta la muerte de este rey, él será partidario de Fernando VII y la monarquía absolutista, y enemigo de los liberales.

alt

Casa y torre de Miramontes con su palomar, pajar y panera, en Cibea

Los Miramontes tenían su solar en la parroquia de Cibea, allí estaba la vieja torre del linaje con su capilla y demás dependencias, pero ellos residían habitualmente en la villa de Cangas del Narcea, en la plaza de La Refierta (hoy, Mario Gómez), en una casa que estaba en donde hoy está el comercio de El Médico.

José Alfonso murió en Cangas y fue enterrado en el sepulcro que su familia tenía en la Colegiata, en la capilla de la Virgen del Rosario. Él fue el último de su familia que residió en esta villa. Su primogénito se casó en el Barco de Valdeorras (Ourense) y trasladó su residencia allí, a la Casa de Villoria que heredó de su madre, y en 1872 sus nietos vendieron la casa de Cangas al médico Benito Gómez Álvarez, que derribó la vieja vivienda de los Miramontes y construyó la que existe hoy.

La Descripción de la parroquia de Cibea de 1817

alt

Primera página del manuscrito de la ‘Descripción de la parroquia de Cibea’

El escrito de José Alfonso es algo caótico. Comienza con cierto orden, describiendo los pueblos más altos de la parroquia (Genestoso y Villar de los Indianos)  y va descendiendo (Llamera, Sonande, etc.) hasta llegar a su casa de Miramontes. En ese recorrido enumera acontecimientos, sucesos, el nombre de los párrocos y de los mayores propietarios de la parroquia, y la historia de algunas familias (como los Llano Flórez; el ascenso de los Fernández Flórez y, por supuesto, la suya). Dedica mucha atención a la etimología de los nombres de los lugares, en especial a Cibea, Cangas y Leitariegos, que después de muchas especulaciones históricas considera que proceden de “zid”, “cargas” y “litereros”, respectivamente. El texto termina describiendo el Santuario del Acebo, en el que los Miramontes tenían el privilegio de poseer dos sepulturas “adentro del vallado de la capilla mayor”.

En la “Descripción” aparecen citadas numerosas personas vinculadas de una u otra manera a la parroquia de Cibea; la mayoría son contemporáneas del autor, que él mismo conoció. Aparecen párrocos, vecinos, propietarios importantes, antepasados suyos y personas relevantes por su habilidad, como el tirador de barra Blas Rodríguez, de Sonande.

Para documentar estos acontecimientos y avalar sus conjeturas emplea las obras de varios historiadores de los siglos XVII y XVIII. Estas citas no son de oídas, sino que parten de la lectura directa de las obras y por eso menciona a veces el tomo o la página de dónde saca la información. Menciona el Compendio de la Historia de España (1759) de Duchesne, traducido del francés por el padre Isla; varios tomos de la España sagrada (1765-1767) de fray Enrique Flórez; la Chrónica de los príncipes de Asturias y Cantabria (1681) del padre Sota; la Vida de san Pablo Apóstol (1644) de Francisco Quevedo y, sobre todo, aparece citado repetidas veces el padre Luis Alfonso de Carballo, “el historiador de Asturias”, y sus Antigüedades y cosas memorables del Principado de Asturias (1695). Otras fuentes de información que utiliza son el Diccionario de la lengua castellana de la Real Academia Española para las etimologías y una obra manuscrita titulada “Antigüedades” escrita por “el curioso don Fulano Valentín, preceptor de gramática en esta villa de Cangas”.

La “Descripción de la parroquia de Cibea”, escrita por José Alfonso Argüelles en la villa de Cangas del Narcea en 1816 y 1817, es un testimonio muy valioso. Hay que valorar especialmente que junto a informaciones y opiniones infundadas y erróneas, tenemos la oportunidad de leer a un escritor que nos cuenta cosas de su tiempo y nos ofrece unas noticias de mucho interés que desconocíamos completamente. Además, tiene el merito de la excepcionalidad, porque aunque es probable que escritos como este hayan sido relativamente frecuentes en aquel tiempo, redactados por personas del mismo grupo social que nuestro autor, la gran mayoría han desaparecido como el resto de la documentación que había en las casas de esas personas.



Descripción histórico-geográfica de la parroquia de Cibea (Cangas del Narcea), 1817

El puerto de Leitariegos

Carretera AS-213: Cangas del Narcea – El Puerto de Leitariegos, a la altura de La Chabola de Vallado

Leitariegos es un puerto suave. La carretera asciende por un terreno que se eleva a partir de Cangas del Narcea. Sin estridencias. Sin embargo, no es un puerto libre de dificultades, pero como no hay mal que no se compense con un bien, a una de esas dificultades, probablemente a una nevada, debe Leitariegos el más antiguo de sus privilegios, concedido por la reina Urraca en el año 1112 en agradecimiento al auxilio recibido por sus vecinos. Pocos años más tarde, en 1131, consta el paso de quince caballerías que transportaban trigo desde León hasta el monasterio de Corias, con lo que se documenta la primera arriería por este puerto del que surgen los arrieros más antiguos de España: la familia Cosmen, que desde el siglo XVII lleva ejerciendo esa ocupación sin haberla abandonado en ningún momento, ya que los autobuses del Alsa son, a su modo, arriería motorizada, y no se detuvo al otro lado de los montes, sino que trasladó sus transportes a las grandes urbes y a las inmensidades de China. Algo deben tener los aires de Leitariegos que impulsan a sus nativos a buscar nuevos horizontes sin perder de vista el terruño. En una Asturias que por desgracia no cuenta con tantos empresarios como gaiteros, los dos empresarios más imaginativos e internacionales, Pepe Cosmen y Francisco Rodríguez, que han extendido la arriería motorizada de Alsa y la exquisitez láctea de Reny Picot por todo el mundo, son originarios de esta aldea.

El Puerto de Leitariegos, feb. 2009. Foto: Patrick Zimmerman

Pero el puerto de Leitariegos, por ser lugar de mucho paso, no fue lugar aislado, aunque lo aislaran las nevadas durante muchos meses del año. Gracias a las nieves, los vecinos de este puerto, como los de Pajares y Arbás, obtuvieron beneficios diversos por trabajar como paleadores, duro oficio pero indispensable cuando cae la nieve y el viajero perdido ha de dejarse guiar por el sonido lejano de la campana salvadora. Ya en el siglo XII había en el puerto cuatro alberguerías, las de Ferrera y Cafrenal en la parte de León y las de San Juan del Puerto de Leitariegos y de Santa María de Brañas en la asturiana. Ésta es la historia antigua de Leitariegos. A partir de Cangas del Narcea, se suceden los pueblos en la carretera del puerto: Limés, Puenticiella, Las Mestas en la ribera del río Naviego y La Pena de San Martín. ¿Por qué se habrá apenado tanto San Martín, que es el santo que más pueblos bautiza a lo largo y ancho de Asturias, precisamente en este lugar que queda constancia de tanta pena en el topónimo? Y entonces caigo en la cuenta, bobo de mí: no se trata de que el santo de Tours estuviera apenado, sino que por aquí debe haber una peña que se llama San Martín. De manera que deduzca que en la «llingua» de la «Academia llariega», «peña» significa «pena»: ¡ay, pena, penita, pena!

Brañas de Arriba, mayo 2010. Foto: Dani Montero

Y la carretera se eleva en un escenario de gran amplitud. Va quedando abajo, a nuestra derecha, el valle del río Naviego, y en La Mata, donde hay una bolera, la subida es más perceptible. Luego está Villacibrán, pueblo de piedra gris y tejados de pizarra, y San Pedro de Arbas, que repite un topónimo del puerto de Pajares.

Después está La Linde, y una desviación a la derecha conduce a Rubial. Y se suceden Caldevilla de Arbas, El Otero (solano en la ladera), La Pachalina, Vallado (con lo que me acuerdo de Jesús López del Vallado, compañero del colegio); La Venta la Farruquita, en una curva que vuela sobre el valle, y, finalmente, Las Brañas. Y, pasadas Las Brañas, vemos en el alto las primeras casas de Leitariegos, rodeadas de pastos y ganados. El pueblo, en suave cuesta arriba, se extiende a lo largo de la carretera. En la parte de Asturias tiene un aspecto rural, de alta montaña, y en la de León se ven las telesillas que conducen a las pistas de esquí. Las nevadas que caían en este puerto por el invierno debían de ser de órdago. En las «Tablas», libros de cuentas y crónica familiar de los Cosmen, donde se relata, al tiempo, la historia de Leitariegos, un Cosmen anotó hacia 1825 que intentó abrir la ventana de su casa y no pudo hacerlo porque la obstruía la nieve; afuera había «siete varas de nieve bien medidas». Avanzado el otoño, el aire del puerto es frío y transparente como el cristal. En cierta ocasión que vinimos a comer aquí, Arturo Cortina exclamó: «Ser vaca en Leitariegos es más importante que ser notario en Madrid».

La Nueva España

, 1/2/2009.

Vista del valle de Laciana, julio 2009, desde el descenso de Leitariegos a Caboalles. Foto: Héctor HHH

En esta ocasión nos detenemos a comer en el Bar de Agosto, un establecimiento de montaña con la cocina de carbón detrás de la barra y que llama la atención por su rótulo, que tal vez pretende conjurar el lento y largo invierno. Nos parten cecina y jamón con un pan de hogaza y nos sirven un guiso de patatas con carne muy sabroso. Una comida muy apropiada al escenario.

A diferencia de puertos como Tarna, en los que se entra directamente en la Meseta, el descenso desde Leitariegos es importante. En el valle está Caboalles de Abajo, con su disposición urbana, sus casas de tejados de pizarra, el castillete de una mina y un buen puente de piedra de tres ojos.


Publicado en La Nueva España, 1 de febrero de 2009.

Rodeados de música

Banda de Música Municipal de Cangas del Narcea bajo la dirección de don Lorenzo Menéndez, en Grao, agosto de 1924

«Frente a los actuales botellones más o menos improvisados en patios de colegios, parques o en nuestro querido Prao del Molín, encontramos un Casino en el que se sucedían bailes, veladas literario-musicales y alguna que otra función dramática. Quizás algunos os estéis preguntando qué tipo de Casino era el que existía en aquel Cangas de Tineo de las últimas décadas del siglo XIX.»

“Rodeados de música” es una reflexión sobre la presencia de la música en nuestras vidas, antes y ahora. Esta Lección magistral fue leída en el acto de Graduación de Bachillerato y Ciclos Formativos del Instituto de Educación Secundaria de Cangas del Narcea el 13 junio 2014.

¿Podríamos hoy imaginar nuestra vida sin la omnipresencia de la música, que nos rodea en casi cualquier ambiente o situación, sea en nuestros hogares, en restaurantes y cafeterías, en medios de transporte, en algunos centros de trabajo y hasta en el supermercado? ¿Podríamos concebir un programa de radio o televisión, una representación teatral, el cine, la publicidad o incluso un videojuego sin música? ¿Podríamos recordar, los que tenemos edad para ello, nuestro día a día de hace tan sólo un par de décadas sin el amplio abanico de artefactos que llevamos con nosotros a todas partes y que nos asaltan con famosas melodías, tonos y politonos a la primera de cambio?

Más difícil aún, ¿podríamos en la actualidad vivir sin la opción de escuchar en el momento y lugar en los que se nos antoje nuestra canción preferida, esa pieza clásica que llega a lo más hondo de nuestro espíritu o el último éxito del grupo o cantante de moda? Os invito a acompañarme en un salto atrás en el tiempo en el que trataré de evocar un contexto como el que acabo de proponer. Para ello, intentaré describir cuál era el papel de la música en la vida del Cangas de antaño, en concreto, del Cangas de las últimas décadas del siglo XIX y primeros años del XX.



 

Homenaje cangués a la Casa Domecq en 1977

Homenaje a la Casa Domecq en Jerez de la Frontera en diciembre de 1977

El 9 de diciembre de 1977 un nutrido grupo de cangueses se desplazaba hasta Jerez de la Frontera para rendir homenaje a la Casa Domecq por la colaboración que un año tras otro prestaba a las populares peñas de la pólvora de Cangas del Narcea con ocasión de las tradicionales fiestas del Carmen y la Magdalena.

El grupo, compuesto por mas de treinta peñistas, fue recibido a su llegada a las bodegas por el entonces consejero José Ignacio Domecq; por el subdirector general, Benito Carrillo; por el director de Relaciones Públicas, Manuel Domecq Zurita; por el jefe del Gabinete de Prensa, Manuel Liaño Pérez; por el coordinador de Relaciones Públicas, Francisco Pérez González y el miembro de dicho departamento, José Sañudo Romano.

Tras un amplio recorrido por diversas bodegas y embotellados se celebraría un acto en «El Molino». Fue el socio del Tous pa Tous, Rafael Álvarez Flórez (Falo), en nombre de las siete peñas de Cangas representadas, quien tras unas palabras de gratitud a Domecq, hizo entrega a José Ignacio Domecq de una bandeja de plata, recuerdo de amistad, de la gratitud de todos y de su paso por las bodegas. También los señores Carrillo y Domecq Zurita recibieron preciosos regalos. Agradeció el acto, los regalos y las palabras de Falo, el consejero Ignacio Domecq.

A continuación, sobre las tres de la tarde, la Casa Domecq ofrecía un almuerzo a la embajada canguesa. A los postres, hubo un homenaje a Anselmo Suárez, padre e hijo, pasado y entonces presente en la Delegación de Domecq en Asturias; palabras nuevamente del consejero José Ignacio y breve discurso del por entonces delegado asturiano, Anselmo Suárez (hijo).


Fuente: LA VOZ DEL SUR. Diario Provincial de la mañana. Jerez, 10 de diciembre de 1977. Núm.: 15.011
Fotos: Colección Rafael Álvarez Flórez y Colección Peña El Arbolín.

La osezna Molinera debe vivir en libertad, según el experto Javier Naves

 Molinera en el cercado de Santo Adriano.

Molinera en el cercado de Santo Adriano.

Javier Naves Cienfuegos, biólogo del CSIC y especialista en el Consejo Asesor del Oso Pardo, es tajante a este respecto y así lo especifica en un informe en el que está trabajando. La máxima de este acreditado experto en las poblaciones cantábricas de la especie, sobre las que trabaja hace varias décadas y a las que ha dedicado su tesis doctoral y numerosas publicaciones científicas, es que la osa Molina pueda vivir en libertad durante toda su vida como animal. Para él solo hay una limitación, utilizar técnicas que puedan hacer daño al animal. En lugar de eso, el documento traza un plan que incluye el máximo aislamiento tanto visual como auditivo y nuevas directrices para los cuidadores de la osa.


Vídeo: RTPA


 

alt

Las fiestas del Carmen en 1931

Preliminares

alt

La Descarga el 16 de julio de 1931.

Como todos los años, novena muy concurrida; muchas pucheras y taquinos de jamón y cecina a la hora de la novena en casa de Ordás y Zoila; mucho ajetreo de blanqueo y limpieza por las casas y calles de La Fuente y de Abajo, así como de Ambasaguas, etc.; gran movimiento en la colocación de postes y tendido de alambre para la iluminación, y muchos forasteros cangueses y no cangueses que durante el novenario van llegando para disfrutar de unos días, como es difícil poder hacerlo en ninguna parte; pero ¡ay!, el día 14 causó más de un pesar a miles de personas, sobre todo jóvenes, que creyeron que las fiestas de este año se iban a ahogar en agua, ya que ese día estuvo lloviendo todo él sin cesar y de un modo que no parecía sino que las cataratas celestes querían inundar nuestro planeta.

La víspera

alt

Banda Municipal de Cangas del Narcea, dirigida por Lorenzo Menéndez, en la calle Mayor, 1931

Los corazones se ensanchan; el regocijo píntase en todos los rostros; el sol luce desde las primeras horas de la mañana: el día se presenta hermoso.

Ya no cabe duda de que el tiempo está de parte de la gente joven, la que hace mil cábalas, relacionadas con las prendas nuevas de vestir, en los bailes y con las conquistas amorosas.

Los cohetes, disparados a las doce del día, los gigantones, la banda de música de Cangas y la del regimiento número 3, de Oviedo; las gaitas y el continuo repique de campanas, ponen a Cangas en un estado de nerviosismo y agitación, durante hora y media, muy difícil de pintar.

Llegada la hora de la verbena, ésta presenta un aspecto fantástico desde todos los puntos que dominan Ambasaguas y Barrionuevo. En medio del puente romano gira una farola con una espiral de luz eléctrica blanca y rosa, que aparece y desaparece alternativamente de abajo arriba y viceversa. Toda la fachada de la iglesia, desde el campanario, así como las cornisas y puerta principal, están rodeadas de luces de colores, también eléctricas. Los tres puentes, o sea el romano, el de Ambasaguas y el de los Peñones, así como Los Nogales y Barrionuevo, están cubiertos de farolillos de papel de colores, alternados con focos blancos de luz eléctrica. Una hermosura, en fin, debiendo consignar que el fluido eléctrico y demás lo regaló, como otros años, D. Antonio Arango.

Los Nogales viéronse toda la noche, hasta las dos de la madrugada, repletos de gente, ya que allí y sólo allí tocaba la música, o sea las dos bandas y organillos; y dicho esto, nos excusamos de apuntar que en Los Nogales se establecieron los puestos de bebidas, se dispararon muchos cohetes, se quemaron fuegos artificiales, etc., etc. También se dispararon infinidad de cohetes gordos, y desde el huerto de la casa de D. Braulio Sánchez, y desde el sitio del Pelayo, en donde tienen por costumbre dispararlos los socios del Carmen. 

El día de la santina

Este amaneció espléndido, hermosísimo, como se ven pocos días. El pueblo despierta temprano; las empanadas de jamón y anguilas vense camino de las tahonas, unas, y de regreso, otras; los vendedores de corderos y cabritos madrugan con su mercancía, como el día anterior; los aprendices de sastre y algunas guapas chalequeras no cesan de llevar nuevos trajes a casa de sus parroquianos; los comercios y barberías están atestados de gente; se siente mucho ruido de automóviles, y a las diez sale la procesión desde Ambasaguas para la Colegiata, en medio de descargas atronadoras de cohetes.

En la Colegiata se celebra misa solemnísima, cantada por distinguidos jóvenes de ambos sexos de la localidad. El sermón está a cargo de un Padre dominico, hijo de este concejo, del pueblo de Posada de Rengos, Fray Manuel Ramos. Saluda emocionado a sus paisanos, y con verbo cálido y fácil, lleno de unción evangélica, se adentra en la vida y virtudes de la Virgen Carmelitana.

A la salida de misa, música, paseo y baile en La Vega, con el reparto de empanadas a los pobres. Número este que llenó de admiración a cuantos forasteros lo presenciaron.

Los forasteros continúan llegando sin cesar, tantos, que no se recuerda otro año igual, habiendo infinidad de ellos de la provincia de León, Pola de Allande, Tineo, La Espina, Salas, Luarca, Oviedo, Gijón, Belmonte, Grado, etc. De Grado parecía que materialmente se había volcado todo el pueblo en Cangas. Baste decir, para juzgar el número de forasteros que nos visitaron, que aun proponiéndose ver una persona conocida, en algunos momentos, en la calle Mayor o en La Vega, no era posible conseguir tal cosa.

En la tarde de este día, y mientras se aproximaba la hora de la descarga, los ases del canto asturiano y la banda de música de Oviedo dieron un concierto en el teatro, habiendo acudido numeroso público. 

La procesión y la descarga

alt

Procesión de la Virgen del Carmen en el puente de piedra, hacia 1940.

Este año, como novedad, se celebró la procesión a las ocho y media de la noche, casi entre dos luces. La concurrencia es inmensa; los puntos todos de dominio sobre Ambasaguas, lo mismo calles que casas, El Cascarín, El Fuejo, La Oliva, El Mercado, etc., vense atestados de personas que esperan, ansiosas, ver asomar la Virgen al puente de piedra para presenciar el espectáculo insuperable en su clase y emocionante en extremo.

Y el momento llega; y de repente, cientos y cientos de voladores de todos los calibres y a la vez rasgan, iluminan y atruenan el espacio durante más de quince minutos seguidos, saliendo los cohetes de Los Nogales, El Cascarín, Ambasaguas, El Mercado, El Pelayo, etc., y cruzándose amenazantes en el espacio que cubre la ermita en donde mora la Virgen festejada.

Este año la descarga superó en mucho a la mayor habida; y si algún nuevo calificativo merece, puede dársele el de demasiada descarga. ¡Cómo sería!

Y los forasteros estaban admirados, no saliendo de su asombro. Yo creo que estaban asustados. ¿Cómo no, si lo estábamos los de casa? 

Vino gratis a los forasteros

Así rezaba un cartelón sujeto al tronco de un árbol en el campo de La Vega, en donde una barrica de excelente vino tinto de Cangas, al cuidado de Paneiro, estaba abierta a todo forastero que quisiera tomar uno o más vasos.

Los cachos de madera, con vino, por supuesto, era lo que más preferían todos los forasteros. «¡Qué rico!», decían. 

La verbena de ese día

alt

Máquinas de voladores preparadas para La Descarga en Los Nogales, Cangas del Narcea, en 1931.

Fue en La Vega. El campo estaba admirablemente iluminado con farolillos de papel y luces eléctricas. Los farolillos salían del Campo hasta la Plaza Mayor.

La noche era hermosísima, como pocas, razón por la cual todo el mundo bajó al campo, hasta el extremo de verse aquél completamente lleno, como nunca se ha visto ni soñó verse.

Durante la noche se dispararon infinidad de cohetes y se quemaron bonitos fuegos artificiales; y los organillos y las dos bandas de música, sobre todo éstas, hicieron las delicias del público hasta las dos de la madrugada, hora en que los forasteros comenzaron a desfilar de regreso a sus casas de Pola de Allande, Tineo, La Espina, Luarca, Salas, Grado, Oviedo, Belmonte, Gijón, Leceana, etcétera, etc. 

Día 17. Tiro de pichón y verbena

Para el tiro de pichón, y como premios, había cinco hermosísimas copas, donadas por don José Herrero, una; por el marqués de Aledo, otra; dos, por la Comisión de festejos, y una, por la Sociedad de Cazadores.

El primer premio, que fue en la primera tirada, la ganó D. Manuel Valdés, de Tineo, que era una de las copas de la Comisión citada; la copa del marqués de Aledo la ganó otro joven de Tineo, D. Nicolás García, y la otra copa de la Comisión y la de la Sociedad de Cazadores las ganó D. Gervasio Cantón, de Cangas. Quedó la copa del Sr. Herrero, que se disputará otro día; y terminamos la reseña de este simpático número celebrado en el prado del Reguerón, con cohetes y música y una entrada bastante buena, mencionando al veterano cazador don Luis Cantón, que se ganó una poule de cincuenta y cinco pesetas, matando pichones sin tasa.

La verbena se celebró en el paseo de Dámaso Arango, el que estaba bonitamente iluminado y en donde la gente joven rindió culto a Terpsícore hasta la una de la mañana, sin que faltasen los consabidos cohetes y fuegos artificiales. 

Día 18. Concurso de ganado y nueva verbena

Del concurso de ganado celebrado el sábado de ese día nos ocupamos en otro lugar de este número.

La verbena fue en la calle Mayor, la que estaba iluminada en toda su longitud, que, como saben los cangueses, es un rato larga; y, como en todas las reseñadas, mucha gente, mucha animación y temperatura deliciosa, sin que faltase la pólvora en voladores y en ruedas bonitas.

 Día 19. Carreras en bicicleta y en saco, concurso de natación, chocolate y teatro

En las carreras de bicicleta se inscribieron ocho corredores, siendo 36 los kilómetros a recorrer en una hora y un cuarto.

En las primeras vueltas, que era salir del paseo de Dámaso Arango hasta el puente del Infierno y vuelta hasta Limés, dos veces, quedaron algunos corredores fuera de concurso por pinchazos repetidos en sus máquinas, siendo el resultado final el siguiente:

Primer premio, consistente en 30 pesetas: lo ganó Ceferino Arias Arce; el segundo, 20 pesetas: Justo Uría Azcárate; el tercero, 15 pesetas: José Valle Cantón; el cuarto, 5 pesetas: Manuel Pérez Avello, niño de doce años, y el quinto, consistente en unas almadreñas, fue para Manuel Fernández Agudín, de Corias. 

Carreras en saco

Estas carreras fueron un número que hizo reír bastante y al que acudieron media docena de chicos pequeños, que hicieron las delicias de los demás chicos, pequeños y grandes, que en número crecidísimo presenciaban los saltos y los revolcones, locos de contento. 

Natación

A este concurso, que consistía en premiar a los tres que llegasen primero desde el rabión del Peñón Furao hasta la estacada de los de Obanca, sólo se presentaron cuatro nadadores, llevándose el primer premio el niño Marino Méndez G. Solar; el segundo, Eduardo Díaz Menéndez, y el tercero, Manuel Muñiz Díaz. 

Chocolate

Este número del chocolate fue graciosísimo, pues consistía en que dos niños con los ojos vendados, sentados el uno frente al otro, con una tartera llena de chocolate entre ambos, tenían que mojar pan allí y cebarse mutuamente. Ante la perspectiva del chocolate, se prestaron al juego tres parejas de chiquillos, los cuales se propinaron infinitos manchones en la cara y manos, no untándose la ropa por tener el traje cubierto por un saco. 

Teatro

Como colofón a las fiestas del Carmen dio seis funciones en nuestro teatro Toreno la compañía cómico-dramática, Rico-Guerrero. En la de este día tuvo la compañía un lleno franco, de bote en bote, como no se esperaba menos, ya que son muchos todavía los forasteros que el día 19 pernoctaron en Cangas. 

Final

Y ya era tiempo, dirá más de un lector; pero los cangueses que viven allende los mares, y lo mismo los que viven aquende de ellos, fuera de Cangas, quieren saber, tienen derecho a saber, por medio de LA MANIEGA, todo cuanto pasa en su patria chica.

alt

La Descarga el 16 de julio de 1931

Por eso, como final de fiestas, hemos de decir que a pesar de tantísima pólvora como se quemó, tanto ir y venir de automóviles y tantas pucheras de vino y otros licores que se trasegaron al estómago, no hubo que lamentar nota alguna desagradable. Esto lo decimos con orgullo, porque Cangas del Narcea ya es conocida por toda la provincia y fuera de ella, como pueblo culto, hospitalario y que sabe disfrutar de unos festejos como nadie y como hay muy pocos.

 


Publicado en La Maniega; Año VI Num. 33 Julio-Agosto de 1931


Cuando Muniellos era un aserradero

Leñadores y rolla de roble en la serrería de la empresa «Muniellos, S.A.» en Las Tablizas, 1955

El que hoy es el espacio natural más protegido de Asturias fue durante dos siglos fuente de provisión de madera. Entre 1766 y 1973 se sucedieron las talas en el bosque que hoy es reserva natural integral y tiene restringido el acceso a veinte personas diarias. Hubo un pasado que un libro recupera ahora. Se trata de ‘La explotación de madera en el monte Muniellos (Asturias)’, una segunda edición corregida y aumentada del publicado en 1989. Lo firma el director del Museo del Pueblo de Asturias, Juaco López Álvarez, y cuenta con un apéndice de Juan Pablo Torrente Sánchez-Guisande.

Este libro, con profusión de material gráfico de diferentes fuentes, rememora ese pasado que hoy parece muy lejano pero no lo es tanto. Aquella «selva virgen» ubicada en el concejo de Cangas del Narcea que hasta mediados del siglo XVIII solo se usaba como lugar de pasto para el ganado vacuno y porcino y a la recolección de bellotas, se había de convertirse en aprovisionamiento maderero. Vinculado al mayorazgo de la Casa de los Queipo desde principios del siglo XVI, fue a mediados del XVIII cuando se inicio su aprovechamiento. En 1768 el rey Fernando VI ordena las cortas en este monte y los colindantes con destino al arsenal de El Ferrol dentro de un plan de regenación de la Armada. Claro que en aquel tiempo y en aquel lugar encontrar madera para construir navíos era menos difícil -revela el libro- que transportar ese material. «Las primeras labores se centraron en las vías de comunicación: por un lado, abrir una carretera desde Muniellos a la villa de Cangas del Narcea y, por otro, hacer navegable el río Narcea para bajar la maderas desde aquella villa al puerto de mar de San Esteban de Pravia», recoge el volumen, que da datos curiosos, como «las cinco varas de ancho de buena calzada» que requería la carretera o las «ocho leguas» en las que se actúo para limpiar el cauce del río. 1.251.220 reales era el presupuesto de la primera obra; la segunda, 1.650.463.

Saca de madera con un carro del país en el concejo de Cangas del Narcea, 1965 (Fotografía de Carson)

Parecía que la riqueza maderera del lugar merecía el gasto, pero pronto se supo que los árboles no daban lo esperado. La madera no era la adecuada para la construcción naval y solo servía como tablazón para ciertas partes de los barcos. Pero, aún así, la explotación para los Reales Arsenales continuó. Las talas se iniciaron en Muniellos en 1768 y finalizaron diez años después para este fin. Fue entonces cuando el conde de Toreno solicitó permiso para continuar con la explotación y lo obtuvo, aunque pronto descubrió que esa madera ya no interesaba.

Claro que, hasta entonces, en la zona se creó un mundo vinculado a la explotación de la madera. «Supuso la llegada a la zona de gentes de afuera, sobre todo leñadores y carpinteros vizcaínos y carreteros montañeses o santanderinos», relata el libro. Se detiene además en cómo la apertura de la carretera real de Cangas al monte propició en 1772 la inauguración de una venta con cocina, un cuarto, una bodega para vender vino y una fragua para herrar los animales y arreglar las ruedas de los carros.

Fue la venta proveedora de víveres de los doscientos operarios de Muniellos, cuya vida no era precisamente fácil. «En el interior del monte de Muniellos las labores de los leñadores, serradores, carpinteros y carreteros eran muy duras», detalla Juaco López en su libro, quien revela cómo las talas se efectuaban durante el menguante de las lunas de noviembre, diciembre, enero y febrero. En carretas se transportaban los troncos dentro del monte, donde se aserraban las piezas, que luego se trasladaban a Cangas en carros tirados por cuatro bueyes. Allí se almacenaba la madera hasta poder ser enviada por el río a San Esteban en las chalanas.

Locomóvil o locomotora a vapor de la casa inglesa Aveling & Porter empleado por la Sociedad Bosna Asturiana para transportar la madera del monte de Muniellos, en Courias (Cangas del Narcea), hacia 1907 (Fotografía de Benjamín R. Membiela)

El XIX llegó al suroccidente asturiano con la explotación maderera parada, pero a mediados de siglo se retomó. Si antes fue el Estado el que asumió la explotación y las inversiones, ahora es el turno de la empresa privada. Y aquí entran en juego sociedades con capital inglés, catalán, francés y belga. «A mediados del siglo XIX, el crecimiento económico e industrial de España trae consigo también la aparición de capitales especulativos que fijarán su atención en la explotación de la madera», recupera el libro, que narra cómo van llegando gentes interesadas en su arbolado hasta que en enero de 1855 comienzan de nuevo los trabajos de explotación de la madera de la mano del británico Melvil Wilson. Franceses, suizos, sardos y alemanes se encargaron junto a nueve empleados asturianos de la explotación, que fue transferida poco después a otros británicos, y más tarde, en medio de un montón de enredos, pasó a manos del Crédito Mobiliario Barcelonés. Propiedad al margen, la explotación mantenía el traslado a bordo de balsas rumbo a San Esteban, desde donde se distribuía una madera que se destinaba «a explotación de minas, obras civiles, construcción de wagones, lanchas y otros usos». Se creó también una ferrería para aprovechar la madera sobrante y convertirla en carbón vegetal. Su actividad cesó en 1882. En los primeros años hubo beneficios; luego llegaron las deudas.

Puerto de San Esteban de Pravia, h. 1912 (Fotografía de Celso Gómez Argüelles. Colección Álvarez Pereda)

Se fueron ellos, volvieron los especuladores en busca de negocio y la familia Queipo de Llano decidió vender. Un anuncio en ‘Le Figaro’ en 1892 lo hacía público. Pero no era fácil encontrar quien quisiera explotar el monte, porque los costes del transporte de la madera seguían siendo elevadísimos. Se planeó incluso construir una línea de ferrocarril entre San Esteban de Pravia y Cangas del Narcea, pero nunca llegó a realizarse. La Sociedad Minero Forestal, con capital franco-belga, tenía grandísimos proyectos pero todo acabó en 1898 en un enorme fracaso.

Así llegó el siglo XX, que comenzó con la venta en su primer año del monte a un banquero vasco y a un ingeniero francés. Eso fue en 1901. Un año después se constituyó la Sociedad General de Explotaciones Forestales y mineras Bosna Asturiana, que tenía un proyecto muy similar al de la sociedad franco-belga. Construyeron en Las Tablizas un centro fabril con talleres y casas para los empleados y se sirvió de camiones de vapor (una especie de locomotoras) para transportar la madera. De nuevo llegaron trabajadores de fuera, en esta ocasión una cuadrilla de croatas que habría de adiestrar a los asturianos para trabajar la duela del roble. Se pelearon por conseguir la línea férrea pero no hubo forma y en 1932 se disolvió la compañía.

Los hermanos Velasco Herrero heredaron la propiedad pero hasta los cincuenta el monte no volvió a explotarse. Se hace a través de la empresa Muniellos S.A. «En este último periodo se explota con más intensidad que nunca, gracias a la apertura de varias pistas y al uso de camiones con motor de gasolina, que facilitaron y abarataron mucho el transporte de la madera», descubre el libro, que añade otro elemento, el uso de la motosierra a partir de los sesenta que propició la tala masiva hasta 1972. Hasta que, por fin, «las presiones del Estado y los problemas económicos llevaron a la empresa a vender el monte Muniellos al Icona el 17 de febrero de 1973 por 34.008,25 pesetas».

ACTUALIDAD El bosque de Muniellos, Reserva de la Biosferea. / A. Piquero

Así se puso fin a la explotación forestal y se dio la bienvenida a una apuesta por la conservación que a decir verdad comenzó ya en pleno siglo XIX. El primero en pedir protección para los montes de Cangas fue el secretario municipal Faustino Meléndez de Arbas. Más tarde, Eduardo Hernández Pacheco, catedrático de Geología de la Universidad Central de Madrid y vinculado a la Institución Libre de Enseñanza, pidió en el diario ‘El Sol’ la protección para «nuestra selva de Muniellos». Pero es a mediados del siglo XX cuando las voces comienzan a alzarse con fuerza. Hasta el mismísimo Félix Rodríguez de la Fuente clamó por hacer de Muniellos «el primer parque regional español». Suspendidas las talas en 1973, su camino fue otro. En 1982 se declaró Reserva Biológica Nacional y en 2000, Reserva de la Biosfera.


Publicado en EL COMERCIO el 31 de mayo 2014