El espantoso crimen de Portiella en 1911

Las Ocurrencias (Madrid. 1911) fue un periódico ilustrado especializado en sucesos que aprovechó el creciente interés del público por este tipo de noticias que solían formar una sección en los diarios de interés general. Su primer número de 12 de mayo de 1911 llevaba el título de Las Ocurrencias ilustradas y el subtítulo de Semanario gráfico, pero a partir del segundo número el título quedó solo en Las Ocurrencias, con el subtítulo de Semanario ilustrado.

Con el curioso título de Las Ocurrencias, que no tiene para nosotros ahora el significado de sucesos que tenía hace un siglo, esta publicación competía con otras en los primeros años del siglo XX y se destacó por su extremado sensacionalismo, con portadas que eran recreaciones de crímenes, catástrofes y todo tipo de sucesos escabrosos y extraños.

Uno de los sucesos que conmocionó a la sociedad asturiana en general y a la canguesa en particular durante los primeros años del siglo XX fue el conocido como crimen de Portiella, pueblo asturiano perteneciente a la parroquia de Tebongo en el concejo de Cangas del Narcea, (entonces Cangas de Tineo), en 1911. Un individuo llamado Francisco Menéndez asesinó brutalmente a los hermanos Benjamín y María Rodríguez. Sólo la niña Encarnación pudo librarse de la vengativa y salvaje furia del criminal.

La noticia fue destaca en la portada de esta publicación, en el n.º 17 de septiembre de 1911 con un dibujo recreando el espantoso crimen. Un ejemplo de la importancia que se daba a este tipo de sucesos en la prensa nacional de la época habida cuenta de la predilección por el sensacionalismo en el público, anteponiendo esta noticia que ahora reproducimos a otras de las páginas de interior como por ejemplo el audaz robo de «La Gioconda», famoso cuadro de Leonardo da Vinci, del Museo del Louvre de París.

 

CRIMEN HORROROSO EN ASTURIAS

En el pueblo de Portiella, del partido de Cangas de Tineo (Oviedo), se ha cometido un hecho salvaje, un crimen feroz, que produjo general indignación. Se trata nada menos que de dos asesinatos consumados y otro asesinato frustrado, realizados los tres delitos por un mismo individuo, en la forma que vamos a relatar.

Francisco Menéndez Fernández, de veintiséis años de edad, soltero, labrador y vecino del pueblo de Portiella, culpaba a Benjamín Rodríguez Rodríguez de haber robado a una hermana suya unas 15 pesetas, un frasco de agua de Colonia y un pañuelo con rosquillas.

Sólo esta sospecha impulsó a Francisco al crimen, y con brutal designio se escondió en una roca próxima al monte de Llamasquera, por cuyo lugar tenían que pasar para ir a su casa los hermanos Benjamín, María y Encarnación, que el Francisco había visto estaban segando hierba en un prado inmediato al sitio donde él se hallaba acechando.

De regreso de su faena, los tres hermanos se encaminaban al pueblo con una carga de hierba cada uno.

Al pasar por delante de la roca donde estaba escondido el Francisco, salió éste esgrimiendo una hoz y asestó dos golpes en la mano a Benjamín.

Los tres hermanos pidieron gracia al asesino; pero éste, con horrible ferocidad, asestó repetidos golpes a Benjamín y María, hasta dejarlos muertos. En seguida arrojó los dos cuerpos a una acequia próxima.

La otra hermana, llamada Encarnación, de once años de edad, había requerido en vano, de rodillas, la compasión del criminal.

Francisco la agredió también con la hoz en el brazo derecho, teniendo la infeliz criatura que darse a la fuga, persiguiéndola el asesino hasta la parte bajo del prado.

La niña pudo pasar el río, refugiándose en un molino, donde cayó, desfallecida de terror, en brazos de una mujer. Ésta cerró en el acto la puerta, librando a Encarnación de una muerte segura.

El asesino se presentó a las autoridades, confesando sus crímenes.

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