Publicación de noticias históricas relacionadas con la historia, el arte, la literatura, etc. de Cangas del Narcea.

Iglesia de Santolaya de Cueiras / Santa Eulalia de Cueras

Vista exterior de la Iglesia de Santolaya de Cueiras / Santa Eulalia de Cueras. Fotografía Pelayo Fernández.

Esta parroquia pertenecía en el siglo XI al monasterio de Corias y en el inventario de parroquias elaborado en 1386 por el obispo de Oviedo don Gutierre de Toledo aparece incorporada al arciprestazgo de Rengos y con el nombre de Santa Olalla de Cueres.

La iglesia de Santolaya es uno de los ejemplos más destacados del románico rural del concejo de Cangas del Narcea. Su estructura original constaba de una corta nave cubierta con una armadura de madera y rematada en un ábside semicircular precedido de un tramo recto cubiertos con bóveda de cañón y de horno, respectivamente, al cual se accede a través de un sencillo arco de triunfo de medio punto. Pero esta estructura original románica fue enmascarada por el añadido de varias capillas, una sacristía y una segunda nave en la parte izquierda que remata en una capilla cuadrangular dedicada al Santo Cristo.

Retablo mayor [1655-1660], de Pedro Sánchez de Agrela. Fotografía Pelayo Fernández

El retablo mayor es de 1655-1660 y obra del escultor y arquitecto de retablos Pedro Sánchez de Agrela (San Pedro de Mor, Lugo, h. 1610-Cudillero, 1661), iniciador de la escuela de escultura de Cangas del Narcea. Representa el modelo plasmado años atrás por el mismo escultor en el retablo mayor de la colegiata de Cangas del Narcea. En él aparecen los relieves del Nacimiento, Huida a Egipto y Cristo resucitado y las imágenes de Santiago, Santa Eulalia, San Francisco de Asís, y Calvario con la Virgen y San Juan Evangelista.

Retablo de Nuestra Señora del Rosario [1746] obra de Juan García. Fotografía Pelayo Fernández.

El resto de retablos es de menor entidad y se enmarca dentro de la producción barroca popular. Los retablos del Santo Cristo y Nuestra Señora del Rosario fueron hechos en 1746 por el escultor Juan García, vecino de la villa de Cangas del Narcea. En ellos destaca la incorporación de la columna terciada, típicamente barroca.

Santo Cristo del siglo XIII y retablo del Santo Cristo [1746] obra de Juan García. Fotografía Pelayo Fernández.

La imagen del Santo Cristo (170 cm de altura) es la joya de la imaginería de esta iglesia. Data de finales del siglo XIII, es de estética castellana y de transición del románico al gótico e idéntico al de la iglesia de Santalluno de los Prados de Oviedo y al de la colegiata de San Pedro de Teverga. Se encuentra en buen estado de conservación (a excepción del brazo derecho) y lo más interesante es que conserva restos de la policromía original.

Notas para un estudio del impacto de la Gran Guerra: Aliadófilos y Germanófilos en Cangas de Tineo (1914-1915)

La Primera Guerra Mundial, también conocida como Gran Guerra (1914-1918)

José L. Agudín*
Universidad de Oviedo

 

En 2014 se conmemoró el centenario del inicio de la I Guerra Mundial, acontecimiento trascendental para la compresión de la historia del siglo XX. Razón no le faltaba a E. Hobsbawn cuando asentaba en 1914 el comienzo del “corto siglo XX”.  Esta efeméride ha constituido motivo suficiente en el campo historiográfico europeo para efectuar una nueva retrospectiva demostrada en numerosísimas publicaciones, congresos y coloquios y por supuesto en la existencia de organizaciones que avalasen esta clase de estudios. Mientras tanto, en España, la historiografía volcada en esta clase de temas no se ha rezagado y se han publicado diversas monografías y dosieres de revistas científicas históricas, de las que se deducen las actuales y futuras líneas de investigación. Al mismo tiempo, han quedado atrás tópicos que negaban la escasa incidencia del conflicto en la España de la Crisis de la Restauración. Fue fundamentalmente desde la década de 1970, cuando tanto hispanistas como historiadores españoles centraron su atención en este acontecimiento. La última década ha sido prolija en cuanto a las aportaciones de M. Fuentes Codera, F. García Sanz o F. Romeró Salvadó.

            Bien es conocido por todos que una vez que comienzan las hostilidades, a finales de agosto de 1914, el gobierno de Eduardo Dato decretó la más estricta neutralidad, lo que no imposibilitó el posicionamiento de los partidos políticos, la prensa y la opinión pública a favor de las potencias centrales o de la Entente Cordiale. Se ha discutido si el impacto ideológico fue más bien limitado a las élites; o por el contrario se extendió a todas las capas de la sociedad. Lo cierto es que muchos testimonios confirmaron que el enfrentamiento ideológico alcanzó los tintes de una “guerra civil de las palabras”. Esta discusión dialéctica llegó a los confines del distrito de Cangas de Tineo marcado, en aquel entonces, por la pugna entre dos maneras distintas de hacer política, las representadas por el cacicato del fulanismo liberal de F. Suárez Inclán y la nueva política conservadora del fracasado dirigente jaimista Luis Martínez Kleiser, y las polémicas de sus respectivos órganos de expresión[1].

Portada de El Distrito Cangués            El propósito de este breve estudio es analizar la pugna dialéctica entre germanofilia y aliadofilia en el distrito de Cangas de Tineo a través de las polémicas que se produjeron en los primeros años del conflicto europeo entre el semanario kleiserista y conservador El Narcea y el liberal e inclanista El Distrito Cangués. Se considerarían las tensiones de la prensa germanófila conservadora contra la aliadófila liberal como una extensión de las pugnas de caciquismos. El distrito electoral de Cangas de Tineo que incluía Ibias, Degaña, Somiedo, Grandas de Salime, Pola de Allande, Cangas del Narcea y Leitariegos fue feudo liberal desde la desaparición del dirigente conservador Francisco de Borja y Queipo de Llano (VIII Conde de Toreno) en 1890. Desde esa fecha uno de los dirigentes liberales perteneciente a la saga de los Suárez Inclán, Félix Suárez Inclán, fue diputado por Cangas de Tineo. En 1912, adquirió la propiedad del semanario, anteriormente liberal, El Narcea —fundado en 1906—, un joven aspirante a diputado conservador, Luis Martínez Kléiser (1883-1971), que pretendió arrebatar, sin éxito, el distrito al veterano líder liberal, y cuyas formas políticas le acercaron a la estrategia modernizadora de Antonio Maura, quien dotó tanto al partido conservador como a su escisión maurista de unas estructuras modernas. Kleiser emprendió una intensa campaña propagandística recorriendo concejos y pueblos del distrito en Cangas del Narcea e Ibias[2] con no pocas promesas populistas. También fundó un espacio para la política conservadora y promocionó un sindicato agrario católico. Kleiser buscó por medio de la modernización unas estructuras políticas más accesibles a las juventudes, y la necesidad de unos mecanismos electorales más lógicos. Con anterioridad las fuerzas electorales no requerían de estos mecanismos porque no eran necesarios por el aparato caciquil.

            Con el comienzo de la guerra europea las tensiones entre ambos semanarios habían alcanzado un notable grado de acusaciones. Sobre los inicios del conflicto el kleiserista Juan Peranzules escribió una larga reflexión neutralista, aunque no exenta de germanofilia al alabar la inteligencia del káiser. Peranzules creía que la chispa responsable había sido la paz armada[3]. Por el contrario, El Distrito Cangués se declaraba aliadófilo desde un primer momento, condenando a las “tres coronas imperiales, que conducen a sus pueblos al exterminio. Sea cualquiera el vencedor y el resultado, ninguno de los coronados pasará á la historia con el nombre de Grande. Una solución de paz merecería más laureles”. En la misma línea que el famoso editorial de Romanones “Neutralidades que matan”, se declaraban abiertamente intervencionistas por la violación de neutralidades que está teniendo lugar[4]. Hubo denuncias constantes del semanario liberal francófilo contra el kleiserista germanófilo, con las que trataron de desmontarse todas sus reflexiones sobre el conflicto europeo.

            Lamentablemente, estos seminarios locales no ofrecen descripciones de cómo la población reaccionó ante el comienzo del conflicto, o de cómo recibieron las noticias. Como confirman otros relatos periodísticos a nivel regional, en el gran entusiasmo demostrado por la población que tanto delante de las pizarras de las sedes de los principales rotativos regionales como en los cafés, los círculos republicanos y carlistas o los espacios informales asociados a los burgueses y proletarios, el objeto primordial de discusión por encima de la política nacional o regional era la Guerra Europea. Ésta, incluso, adquiere un singular papel socializador por la propagación de personajes, novedades armamentísticas y químicas y conocimientos geográficos:

Y no podemos imaginar que en medio de este caos, pueda experimentarse avance alguno. Sin embargo aunque pequeño, se nota  uno de que de no ser por la guerra difícilmente lo conseguiríamos.

Se trata de los conocimientos científicos, geográficos, económicos, industriales, técnicos, etc. etc. que en mayor o menor cantidad adquiere todo individuo que lee los periódicos a fin de enterarse de la lucha actual.

Y estos conocimientos tienen la ventaja de que con dificultad se olvidarán, pues el número y la magnitud de las circunstancias que les rodeaban cuando fueron adquiridos, hace que queden indélebles (sic) en nuestra mente.

            Individuos que antes no cojían (sic) un periódico en sus manos, saborean ahora con verdadero deleite, todo el contenido de estos. […] Todos estos conocimientos que se adquirieren, vienen a constituir una base una cultura que […] no poseen la mayoría de los que se entretienen en enterarse de la marcha de la guerra[5].

            También desde ambas publicaciones se tratará el asunto de las subsistencias y las posibles soluciones —éstas mucho más elaboradas desde el semanario liberal—[6]. El Narcea, por su parte critica al diputado liberal Suárez Inclán por no haber sido capaz de procurar obras públicas para los recién llegados repatriados en el distrito de Cangas de Tineo[7]. Habría de suponerse que el público receptor de estas diatribas sería básicamente el pequeño propietario agrícola (pese a las altas tasas de analfabetismo en el mundo agrario), pero sobre todo la burguesía comerciante de las pequeñas villas, consumidora de prensa. En términos generales cabría pensar que se trata de un debate elitista y urbano. En otro orden de cosas, parece que pese a las limitaciones impuestas desde el ministerio de la gobernación en materia de festividades para paliar el problema de las subsistencias y de la crisis del trabajo. Empero, El Narcea aludía, en plena efervescencia de los precios de las subsistencias, a la poca concurrencia del mercado, porque la mayoría de los pueblos celebraban romerías de enorme componente religioso[8].

Portada de “El Pueblo Astur”, ejemplar dirigido a Luis Martínez Kleiser.

            El Distrito Cangués, a pesar de ser un diario derivado del liberalismo inclanista, presumía de anticlerical y contaba en la nómina con redactores como el republicano Gumersindo Díaz Morodo, Borí o también con Jesús Pérez de Castro (Pinón de la Freita), responsable de algunas odas antiimperialistas[9]. No es sorprendente que El Distrito Cangués anunciase la revista aliadófila España (dirigida primeramente por José Ortega y Gasset y luego por Luis Araquistaín), puesta en marcha en 1915, tribuna de la Generación del 14. Por su parte, en El Narcea, con ese interés constante por la política internacional, escribía Arístides la sección “De actualidad”, desmontando los poemarios francófilos de Pérez de Castro[10] y defendiendo la causa clerical germanófila que había condenado el conflicto. El Narcea evolucionó progresivamente desde una acérrima defensa de la neutralidad a posiciones germanófilas (y sobre todo anglófobas) no tan perceptibles en un principio. Paralelamente el kleiserismo había empezado a perder prestigio por anteponer la defensa de su líder a los intereses del distrito cangués[11], lo que provocó el retraimiento del semanario y la marcha de su líder. A ello deben sumársele igualmente los múltiples escándalos judiciales a los que se enfrentó el equipo de redacción y la dirección de dicha publicación. En los últimos meses de vida del semanario, su director, Evaristo Meléndez de Arvás, pasó a participar en la publicación El Pueblo Astur con una colaboración canguesa, incentivado por el interés del público por las noticias de la guerra[12].

            España no participó en la guerra, pero una serie de voluntarios españoles combatieron en el frente europeo en el bando aliado, bajo el auspicio de los franceses. Se habían comprometido con la defensa de la democracia, la justicia y la libertad. El Comité de Germanor fue creado como principal emisor de los voluntarios en 1915 y contó además con un órgano propagandístico que daba cuenta de sus hazañas. De todos modos, el fenómeno del voluntariado fue mitificado y adulterado en sus cifras, llegando a barajarse la exagerada suma de 15.000 voluntarios, de los cuales 12.000 serían catalanes. Sin embargo, fueron en realidad 2118 (938 catalanes)[13]. Condado Madera y Mayer calcularon el número de voluntarios por provincia, indicándose que Asturias sólo aportó tres voluntarios (dos gijoneses y uno ovetense). A ello pueden añadirse, desde los mismos comienzos del conflicto, otros tres voluntarios procedentes de Cangas de Tineo: dos periodistas se alistaron en la marina (Jesús Pérez de Castro y el redactor jefe de El Narcea, Manuel Tevar) y un chaffeur (Eugenio Desronces) de origen francés que partió al teatro de operaciones francés[14].

            Se habían vertido acusaciones de germanofilia por parte de El Distrito Cangués, por haber tergiversado las noticias del conflicto los kleiseristas, “Admiremos la gran frescura de los que escriben en «El Narcea». Á renglón seguido de decirnos que no debe darse crédito a las noticias que los periódicos publican de la actual tragedia europea, insertan un «Diario de la guerra», en el que todas las batalles las ganan los germanos, y si alguna acción es contraria á éstos, añaden el «se dice…» Cuando los aliados entren en Berlín. Seguramente el redactor de ese «Diario» se empeña en convencernos de que fueron los alemanes los que entraron… ¡en Paris, en Londres y en San Petersburgo![15]. El semanario kleiserista se apropiaba de un modo descarado del humor para describir una visita efectuada por el mismo candidato, cargada de connotaciones de artefactos de la guerra[16].

            La no disposición de semanarios desde 1916, hace imposible ya el análisis de la repercusión ideológica en el distrito cangués. Y ello, pese a las colaboraciones del periodista Gumersindo Díaz Morodo en la prensa de gran circulación asturiana (El Noroeste) y su vinculación política con el reformismo melquiadista. No obstante, el estudio de los libros de acuerdos municipales debería suplir esta ausencia. Esta rica fuente de información para un estudio de la política municipal y la dedicación de presupuestos no cumplió dichas expectativas. El único acuerdo municipal respecto a la guerra europea fue una proposición de carácter humanitario a iniciativa del barcelonés Comité Permanente por el Mensaje de la Paz[17] que recibió el apoyo de la corporación municipal del concejo, sumándose junto a otros ayuntamientos. Dicha iniciativa tiene su lógica en los últimos meses del conflicto, con el cansancio de las tropas tras una larga guerra, y en paralelo a las propuestas desde el alto clericato y la prensa católica. Consta también una protesta por la corporación canguesa, tras el fin de las hostilidades, en las actas del ayuntamiento ovetense por pretender algunos concejales aliadófilos el cambio del nombre de la emblemática calle Uría —en honor al político cangués José Francisco de Uría y Riego— por el de Avenida de Francia, no llevado a efecto[18].

            Este pequeño acercamiento a un ámbito localizado de actuación del caciquismo asturiano revela cómo la guerra se convirtió en un motivo más de enfrentamiento. El kleiserismo como alternativa conservadora moderna, con círculos políticos en los concejos del distrito, no consiguió vencer al inclanismo, un árbol político de difícil tala por su fuerte implantación en el distrito. No se hallan repercusiones locales similares a las de Oviedo y Gijón, pero es de por sí evidente el impacto ideológico de las noticias publicadas. Se trata de concejos agrícolas, que J. Uría explica que están marcados por las reuniones en los tradicionales concejos. La figura idílica del campesino tranquilo que retrataba erróneamente la literatura decimonónica pasó a ser una figura combativa que se integra más en los sindicatos de carácter católico y laico, y escasamente en los obreros y socialistas. La Guerra, como se reflejó en las subsistencias, se manifiesta en este sentido en el concejo de un modo más suave que en otras zonas[19].

            Es difícil en todo caso ofrecer una visión más minuciosa del influjo ideológico del conflicto, la prensa y las fuentes oficiales no recogen lo que las voces del pasado, en acertadas palabras de J. Ugarte, pudieran contestar al historiador. Siguiendo a J. Canal, nuestro gremio debe realizar el gran esfuerzo de recuperar a los auténticos protagonistas de la historia, y especialmente, cuando el objeto de estudio se aleja a aquellas épocas en las que no están disponibles aquellos testigos de excepción, con sus contradicciones, en los testimonios orales[20].


* Doctorando en el Programa de Doctorado de Estudios Humanísticos de la Universidad de Oviedo. Realiza una tesis doctoral titulada “El Siglo Futuro (1914-1936), órgano del integrismo y de la Comunión Tradicionalista” financiada por una beca predoctoral FPU del Ministerio de Educación, Ciencia y Deporte.

[1] Algunos trabajos relativos a El Narcea y El Distrito Cangués en: J. J. MORODO, “Apuntes para una historia de la prensa canguesa”, Entrambasaguas, nº 2 (1980); el estudio preliminar de la vida y obra de Gumersindo Díaz Morodo (Borí) de A. LÓPEZ ALFONSO, “Prologo”, en G. DÍAZ MORODO, Alrededor de mi casa. Crónicas Canguesas (1910-1928), Cangas del Narcea, Ayuntamiento de Cangas del Narcea, 2009, pp. 45-76 y J. LÓPEZ ALVÁREZ, “El Narcea, segunda época (1912– 1915), en la web del Tous pa Tous” y “El Distrito Cangués, de 1914 a 1916, en la web del Tous pa Tous”, recuperado de Internet <https://www.touspatous.es/index.php/prensa.html> [con acceso: 15-12-2014]; y a nivel regional vid. el acercamiento a la prensa política en J. GIRÓN, “La prensa monárquica en Asturias durante la Restauración”,  Boletín del Real Instituto de Estudios Asturianos, nº 148 (1996), pp. 245-260; y la relación de El Narcea con el rotativo católico gijonés El Pueblo Astur en U. JOSÉ GONZÁLEZ, El Pueblo Astur (1913-1915): órgano del catolicismo social gijonés, Trabajo Fin de Máster, Universidad de Oviedo, 2012, ff. 73-78. Resultan sugerentes también los datos aportados por la Estadística de la Prensa de España referida al 1º de abril de 1913, Madrid, Imprenta de la Dirección General del Instituto Geográfico y Estadístico, 1914. Se señala que El Narcea poseía una tirada de 800 ejemplares y de 600 El Distrito Cangués. Sobre las posibilidades de las estadísticas de la prensa véase J.-L. GUEREÑA, “Las estadísticas oficiales de la prensa (1867-1927)”, en Metodología de la Historia de la prensa española, Madrid, Siglo XXI, 1982, pp. 81-118.

[2] El Narcea, 21 y 28-IX, 5, 13, 19 y 26-X, 2 y 16-XI-1912.

[3] J. PERANZULES, “La guerra europea era un mal preciso”, El Narcea, 21-VIII-1914.

[4] O. MELÉNDEZ DE ARVAS, “El Conflicto Europeo”, El Distrito Cangues, 15-VIII-1914. Resulta también sugerente la declaración francófila del mismo autor en “Francófilos, sí; germanófilos, no ¿Por qué?”, El Distrito Cangués, 5-XII-1914.

[5] ROGER DE FLOR, “Un beneficio de la guerra”, El Narcea, 23-X-1914.

[6] El Distrito Cangués, 15-VIII, 3 y 17-X-1914.

[7] N. N., “¡Pobrecitos Ciegos!”, El Narcea, 18-IX-1914. Se trata de una crítica más al inclanismo de no haber sido capaz de defender los intereses cangueses en un contexto de promoción de obras públicas por parte del gobierno Dato y su ministro de Gobernación Sánchez Guerra, “Ya de tanto leer y releer la Gaceta de Madrid buscando entre los infinitos nombres que a diario publica de caminos vecinales, carreteras, ect. […] ni uno solo he encontrado del Distrito de Cangas de Tineo, ¿Será que su representante en Cortes no tiene influencia con el gobierno?, no, […] su diputado se encuentra veraneando sin acordarse […] de las promesas que hizo cuando mendigaba los votos […] para triunfar de la enorme fuerza kleiserista”.

[8] El Narcea, 21-VIII-1914.

[9] J. PÉREZ CASTRO, “Ante la tragedia/ Patriotismo y libertad”, El Distrito Cangués, 29-VIII-1914: “¿Quién aplaude infamia tal?/Tan sólo la Reacción,/que en su innoble corazón/ no cabe una acción leal./A una nación liberal/detesta, y no os asombre,/pues Francia adquirió renombre,/ siendo por la Humanidad/ ¡cuna de la Libertad/ y los Derechos del Hombre!”.

[10] ARÍSTIDES, “De Actualidad/ la verdad en su punto”, El Narcea, 4-IX-1914.

[11] Así lo confirma el editorial de El Distrito Cangués tras la declaración de principios de Evaristo Meléndez de Arvás, Vid. “Política Kleiserista/ Fracaso Reconocido”, El Distrito Cangués, 10-X-1914; J. GIRÓN, Los Partidos Políticos en Asturias: Los Partidos Monárquicos (1875-1923), Oviedo, Nobel, 2013, p. 269. El único diario que defendía los intereses del distrito era el inclanista.

[12] El Pueblo Astur patrocinó durante los procesos electorales de 1914 la candidatura del consevador Martínez Kléiser frente a los desmanes de la política inclanista.

[13]Cfr. A. BALCELLS, “Los voluntarios catalanes en la Gran Guerra (1814-1918)”, Historia 16, nº 121 (1986), pp. 51-62; D. MARTÍNEZ I FIOL, Els “Voluntaris Catalans” a la Gran Guerra (1914-1918). Barcelona, Publicacions de l´Abadía de Monserrat, 1991; y E. CONDADO MADERA, M. MAYER, “Los españoles ante la Gran Guerra: los voluntarios cántabros”, Monte Buceiro, nº 10 (2004), pp. 172-194

[14] El Distrito Cangués, 29-VIII y 19-XII-1914; El Narcea, 4-IX-1914.

[15] El Distrito Cangués, 26-IX-1914.

[16] “Unas miajicas de Pitorreo”, El Narcea, 11-IX-1914.

[17] Archivo Municipal de Cangas del Narcea, Libro de actas del Ayuntamiento, sesión del 24-VIII-1918, f. 73.

[18] Sobre este asunto y la celebración del final de la Gran Guerra en Asturias en: J.L. AGUDÍN, La aliadofilia en Asturias en torno a la I Guerra Mundial (1914-1920), Trabajo Fin de Máster, Universidad de Oviedo, 2015, ff. 92-97 (inédito).

[19] Un artículo que trata en profundidad ese tránsito sirviéndose de fuentes no clásicas es el de  J. URÍA, “Asturias 1898-1914: El fin del campesinado amable”,  Hispania, Vol. 62/ nº 212 (2002), pp. 1059-1098.

[20] La expresión voces del pasado aparece en el sugerente artículo de J. Ugarte, “El carlismo hacia los años 30 del siglo XX. Un fenómeno señal”, Ayer, nº 38 (2000), pp. 155-182; y J. CANAL, La historia es un árbol de historias. Historiografía, política y literatura, Zaragoza, Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2014, pp. 130-131

El patrimonio territorial y paisajístico de Leitariegos: De la mirada intelectual a la primera acción oficial contemporánea

El pueblo de Leitariegos, Cangas del Narcea. Junio de 1944. Fotografía de José Ramón Lueje. Colección: Museo del Pueblo de Asturias (depósito de Pedro Lueje).

El puerto de Leitariegos y el macizo del Cueto Arbás componen un espacio con importancia ecológica, estética, etnográfica e histórica ubicado en la montaña occidental de Asturias y León (Noroeste de España). Ha sido objeto de acciones oficiales de distinto tipo (explotación turística, protección del patrimonio natural y cultural). El objetivo es identificar y analizar los valores que, destacados en el discurso de actores intelectuales e institucionales durante siglos, conducen al germen de un proceso de patrimonialización.

Este trabajo se ha elaborado en el marco del proyecto de investigación «Paisajes patrimoniales de la España Atlántica y Navarra» (clave de referencia: CSO2012-39564-C07-05; Investigadores Principales: Dr. D. Eugenio Ruiz Urrestarazu –hasta el 30-11-2014- y Dra. Dña. Mª Cruz Porcal Gonzalo –desde 1-12-2014-), correspondiente al subprograma de proyectos de investigación fundamental no orientada, en el marco del VI Plan Nacional de Investigación Científica, Desarrollo e Innovación Tecnológica.

Los autores del estudio son Carmen Rodríguez Pérez (Departamento de Geografía. Universidad de Oviedo) y Juan Sevilla Álvarez (Departamento de Geografía. Universidad de Salamanca y Departamento de Geografía. Universidad de Oviedo). Ha sido publicado en el Núm. 74 (2017) del Boletín de la Asociación de Geógrafos Españoles, revista científica de acceso abierto, con periodicidad cuatrimestral.

Reglamentos de 1840 y 1907 de los serenos de Madrid

Sereno de Madrid en el año 1832

La figura del sereno como vigilante nocturno se crea a finales del siglo XVIII y tiene como misión la de guardar el orden público por la noche, así como vigilar que los faroles nocturnos no se apaguen.

El Reglamento de Serenos de Madrid de 1798 establece que serán cien y tendrán como obligación “asegurar la quietud y buen orden en alivio del vecindario” y tienen una importante tarea que se incrementa en el siglo XIX al darles también la ocupación de faroleros. Concretamente es en 1840 cuando se terminan de unificar las misiones de sereno y farolero.

El reglamento de 1840 establecía, entre otras cosas, que los serenos debían vivir en el barrio donde trabajaban, que fueran nombrados por la policía, medir cinco pies de estatura al menos, no tener antecedentes policiales, no tener otro trabajo que les impidiera estar descansados por la noche, o tener entre 20 y 40 años.

Esta actividad de los serenos se transforma con las nuevas tecnologías y es con la llegada del siglo XX cuando se procede a un reciclaje de sus ocupaciones y la creación de la figura del sereno de comercio y vecindad, el cual tendrá por cometido abrir las puertas a los vecinos, así como el encendido o apagado del alumbrado de petróleo.

Esta nueva figura se desarrolla en Madrid con el “Reglamento del Servicio de Serenos de Comercio y Vecindario de Madrid” de 1907, donde se dan normas de actuación y se plantea la distinción entre serenos de villa y serenos de comercio, siendo los de villa adjuntos a la Policía Municipal, mientras que los de comercio se les consideraba como auxiliares del citado cuerpo.

Incorporamos a la Biblioteca Digital del Tous pa Tous el “Reglamento de Serenos, Madrid 1840” cuya procedencia son los fondos de la Biblioteca Nacional de España, y el “Reglamento del Servicio de Serenos de Comercio y Vecindario de Madrid” de 1907, que nos ha enviado nuestro socio residente en Madrid, José Fernando Menéndez Pérez, quien se ha molestado en rescatarlo para el Tous pa Tous, en formato digital, de los fondos de la Biblioteca Histórica Municipal de Madrid.

Los padrones de la villa de Cangas de Tineo del siglo XVII

Incorporamos a la Biblioteca Digital del Tous pa Tous, un trabajo del profesor de la Universidad Pontificia de Comillas, Roberto López-Campillo y Montero bajo el título:

LOS PADRONES DE LA VILLA DE CANGAS DE TINEO DEL SIGLO XVII
INTRODUCCIÓN, TRANSCRIPCIÓN Y COMENTARIO

El presente artículo ofrece la transcripción de los tres padrones más antiguos de la villa de Cangas del Narcea, antigua Cangas de Tineo, que se han conservado. En ello se encuentran no sólo lo nombres de los vecinos que habitaban esta villa asturiana en el siglo XVII, sino también multitud de aspectos de índole demográfica, socio-económica o nobiliaria que son imprescindibles para cualquier estudio posterior. Para situar correctamente estos documentos, se hace un elenco de todos los padrones existentes de la villa de Cangas y se propone un amplio comentario de los que aquí se transcriben.

Portada de El Distrito Cangués

Ampliación de hemeroteca: El Distrito Cangués (1913-1914)

Portada de El Distrito CanguésHasta ahora solo teníamos El Distrito Cangués (Tomo II) a partir del número 62 gracias a la biblioteca de Luciano Castañón, de Gijón, que correspondía a la etapa en la que dirigió este semanario Gumersindo Díaz Morodo, “Borí”.

Ahora hemos incorporado numerosos ejemplares de la primera época (Tomo I), desde el número 1, que sale a la calle el 8 de abril de 1913, hasta el 52. En ese periodo los directores fueron el maestro Ibo Menéndez Solar, hasta el número 15, y Benemérito de Llano. El jefe de redacción era Odón Meléndez de Arbas, maestro de Cibuyo.

La mayoría de los nuevos ejemplares incorporados proceden de Ángeles Martínez Álvarez, descendiente de este último. En este caso la digitalización corrió a cargo del Tous pa Tous, Sociedad Canguesa de Amantes del País.

El Distrito Cangués (1913-1916)

LA MURIELLA / LA MOURIEL.LA (Parroquia de Veiga de Rengos) – Casa de La Muriella o de los Queipo

LA MURIELLA / LA MOURIEL.LA

(Parroquia de Veiga de Rengos)

Casa de La Muriella o de los Queipo.

Este palacio de dos torres, situado junto al río Narcea y  en el valle de Rengos, es el solar originario de los Queipo o Queipo de Llano, cuyos mayorazgos fueron ennoblecidos por el rey Felipe IV en 1659 con el título de conde de Toreno; el primero fue Álvaro Queipo de Llano y Valdés. El palacio tiene dos escudos. El más antiguo, del siglo XVI, está en la torre de la izquierda y es la primera representación conocida de las armas de este importante linaje cangués, asturiano y español: tres fajas, dos flores de lis y una bordura con ramas de vid.

El otro escudo está en el cuerpo central del palacio, sobre la entrada principal y un balcón, y ostenta la corona condal. Es un escudo partido con las armas de los Queipo de Llano y los Valdés, que fueron muy habituales en los escudos de esta casa desde la unión de ambos linajes a fines del siglo XVI.

Los condes de Toreno fueron los propietarios de esta casa desde “tiempos inmemoriales” y hasta su venta en el siglo XX. Aunque los miembros de esta familia residían desde el siglo XVI en la villa de Cangas del Narcea, desde esta casa de La Muriella van a gestionar todas las rentas que cobraban en las parroquias de Larna, Xedré, Veiga de Rengos, Pousada de Rengos, Noceda, Gillón y Oubacho, así como la explotación del monte de Muniellos, que era todo de su propiedad.

SAN XULIANU / SAN JULIANO DE ARBAS – Iglesia parroquial

SAN XULIANU / SAN JULIANO DE ARBAS

Iglesia parroquial.

En el interior de esta iglesia, en un enterramiento de 1520 propiedad de la Casa de Miravalles, está uno de los conjuntos heráldicos más interesantes del concejo de Cangas del Narcea por su antigüedad, sus motivos y labra, y la inscripción que presenta. Francisco Sarandeses Pérez le dedicó un artículo, “La piedra de Santo Juliano de Arbas”, en el Boletín del Instituto de Estudios Asturianos, nº XLIX (1963), págs.. 237-244. Aparecen cuatro escudos con las armas de los Coque, San Miguel, Rescuro y Carballo; la atribución a estas casas aparece en la inscripción del borde de la tapa del sepulcro y en los mismos escudos.

Los Coque tienen un árbol, una flor de lis y un cazador armado con una lanza que sujeta a un perro por el collar y persigue a un jabalí. En el escudo aparece la inscripción: “S COQUE CUYAS SON ESTAS ARMAS”.

Los San Miguel tienen como emblema un árbol y el arcángel San Miguel con alas y una gran espada. La inscripción menciona la casa de San Miguel y Rescuro, con solar en la vecina Laciana (León), y señala sus armas.

Rescuro se representa con un castillo asentado sobre peñas y un hombre armado con una espada atacando a un monstruo marino.

Y las armas de Carballo son una mujer sujetando la rama de un árbol, haciendo alusión al lema de esta familia: “La virtud me hará torcer, que por fuerza no tengáis temor que tuerza”. En la inscripción se menciona la casa de Carballo y en el escudo se aclara que: “SON ESTAS OTRAS ARMAS”.

La inscripción dice lo siguiente: DE LOS COLLARES DE VI / LLAR DE RENGOS DONDE /  LOS COQUES DESCIENDEN POR LINIA DE BA / RON DE LA CASA DE SAN MIGUEL Y RESCURO / CUYAS ESTAS ARMAS / Y POR HEMBRA DES / CIENDEN DE LA CA / SA DE CARVALLO / SON ESTAS OTRAS ARMAS. 1520

Las mismas armas del sepulcro de la iglesia de San Juliano de Arbas aparecen en los escudos de la Casa de Miravalles, la Casa de Murias de Paronche y la Casa de Suárez Cantón en la villa de Cangas del Narcea.

MONCÓU / MONCÓ (Parroquia de Veiga/Vega de Rengos) – La Casona

Este escudo está roto y le falta la parte superior. Lleva las armas de los Martínez: un árbol a cuyo tronco está atado un perro y dos flores de lis a los lados de la copa del árbol, y le faltan por rotura de la parte superior de la piedra el sol, la luna y otra flor de lis, que son los atributos que completan las armas de los Martínez. En él aparece escrita la palabra “MONCO”, que hace referencia al apellido que llevaron los propietarios de esta casa durante mucho tiempo y que sustituyó al Martínez.

En 1787 el propietario de esta casa era Juan de Moncó, “hijosdalgo notorio y armas pintar”, y entre 1808 y 1824 lo fue su hijo Manuel de Moncó. Alguno de estos fue el que mandó poner el nombre de “Moncó” en el viejo escudo de los Martínez, que fue labrado a fines del siglo XVII.

Las mismas armas de los Martínez aparecen en otros cuatro escudos del concejo de Cangas del Narcea: Veiga’Tachu (Casa Bartuelo), Veigaperpera (Casa Campa), Veigaipope (Casa Molineiro) y Folgueras de Bergame (Casa Bartuelo).

CASTRUSÍN / CASTROSÍN (Parroquia de Carceda) – Casa Marqués

Escudo con las armas de 1. Llano (un castillo), 2. Flórez (una mujer metida en el agua y una flor de lis), 2. Desconocido y 3. Carballo (una mujer torciendo la rama de un árbol con copa y raíces, imagen que alude al lema de esta familia: “La virtud me hará torcer, que por fuerza no tengáis temor que tuerza”).

En este pueblo de Castrusín el único vecino empadronado como “hijosdalgo notorio” entre 1787 y 1824 es José de Llano.

TREMÁU DEL COUTU / TREMAO DEL COTO (Parroquia de Bergame) – Casa L´Abiera

Este escudo parece otra versión más de las armas de los Pambley, tan frecuentes en nuestro concejo (Pambley, Arbolente, Carballo) y en la villa de Cangas del Narcea. En él aparece un castillo con un hombre armado en la puerta, la flor de lis y la cerda en la parte inferior. En este caso, se introduce un motivo muy frecuente en el arte popular asturiano, europeo y de otras culturas, como son los dos pájaros enfrentados, que tiene sus modelos más antiguos en el arte romano y oriental antiguo.

Cartel de las Fiestas del Carmen de Cangas del Narcea, 1985

Cartel y portada del programa de fiestas del Carmen de Cangas del Narcea (Asturias) del año 1985. Autor: Carmelo García Davis.

Cartel de las Fiestas del Carmen de Cangas del Narcea de 1969

Cartel de las Fiestas del Carmen de Cangas del Narcea de 1969.

Firmado: José Colubi [José Colubi Menéndez, Cangas del Narcea, 4 de enero de 1928 – Oviedo, 12 de julio de 2003]

Imprenta La Industria, Gijón.

Colección de la Biblioteca de Asturias “Ramón Pérez de Ayala”, Oviedo.

Carlos II y el demonio de Cangas

El reinado del último soberano de la casa de Austria se vio perturbado por la creencia de que el rey era objeto de un maleficio, idea que llevó a someterlo a exorcismos que terminaran con su mala salud y le permitieran engendrar un heredero.

Carlos II a los diez años. Museo Bellas Artes de Asturias. Óleo sobre lienzo (c. 1671). Obra de Juan Carreño de Miranda (Asturias, 1614-Madrid, 1685)

«Está tan melancólico que ni sus bufones ni sus enanos logran distraerlo de sus fantasías respecto a las tentaciones del diablo. Nunca se cree seguro si no están a su lado su confesor y dos frailes, a quienes hace acostar en su dormitorio todas las noches». Así describía el embajador inglés Stanhope, en 1698, el decaído estado de ánimo de Carlos II. Los altibajos de la precaria salud del monarca eran escrutados ansiosamente por los embajadores de las potencias europeas, que intrigaban en la corte de Madrid para decantar el testamento del soberano a favor de uno u otro de los candidatos extranjeros al trono, pues su Católica Majestad no tenía heredero. Su incapacidad para engendrar un sucesor no sólo lo había hundido en la angustia, sino que había contribuido a convencerlo de que era víctima de una conjura diabólica para que a su muerte quedara vacante el trono español.

Con el enfermizo Carlos culminó el problema sucesorio que había amargado la existencia de su padre, Felipe IV. Éste había tenido decenas de vástagos fuera del matrimonio –entre ellos, Juan José de Austria, el único al que había reconocido como hijo suyo–, pero sus dos esposas sólo le habían dado tres varones: Baltasar Carlos, fallecido a punto de cumplir los 17 años; Felipe Próspero, que no llegó a los cuatro, y  Carlos, el único que alcanzó la edad adulta.

Carlos II había nacido el 6 de noviembre de 1661, cinco días después de la muerte de su hermano Felipe Próspero, lo que al soberano le pareció un venturoso augurio para la continuidad de su estirpe. Pero el pequeño ya mostraba una salud precaria. De hecho, hasta los seis años no pudo caminar, y a los nueve lo hacía con dificultad. También su formación intelectual era deficitaria. Sus dolencias y la preocupación por su salud hicieron que su educación pasara a un segundo término, de manera que a los nueve años hablaba torpemente, no sabía leer ni escribir y sólo podía contar hasta cien. El pequeño creció en el sombrío Alcázar de Madrid, sin compañía de chicos de su edad; su madre, Mariana de Austria, temerosa de cualquier percance, evitaba que practicase esgrima, equitación o cualquier actividad física. Cuando en 1665 murió Felipe IV, el futuro de su desmedrado hijo parecía de lo más incierto; tanto, que, en 1668, el emperador Leopoldo y Luis XIV de Francia –el Rey Sol–  pactaron el reparto de las posesiones españolas en caso de defunción del monarca.

Consciente de las limitaciones del heredero, el rey había establecido la regencia de doña Mariana de Austria, cuyo autoritarismo fue anulando en Carlos toda capacidad de decisión. Por su parte, la reina se confió a sus validos: primero, a su confesor, el jesuita Nithard, y después al dicharachero Fernando de Valenzuela, organizador de los festejos de la corte. La influencia de ambos levantó la oposición de la nobleza, que se canalizó a través de Juan José de Austria. El hermano bastardo del rey entró en Madrid en 1677, desterró a Valenzuela y apartó a la reina madre, instalándola en Toledo. Pero don Juan falleció en el verano de 1679 y doña Mariana volvió a Madrid. Y allí, en diciembre, se instaló la sobrina del Rey Sol. María Luisa de Orleans, que se acababa de convertir en esposa de Carlos.

Ni hijos, ni salud

Pasaron los años y el heredero no llegaba, lo que  incluso llevó a pensar que se daban a la reina sustancias para evitar la concepción y privar al trono de sucesor. Hasta se la acusó de tomar abortivos, una idea propagada por el embajador imperial; no en vano eran un francés y un austríaco los principales candidatos al trono español si faltaba el heredero. En ese ominoso ambiente falleció María Luisa, en febrero de 1689.
El rey, que amaba a su esposa, quedó destrozado. Pero el tiempo apremiaba, y se le buscó una nueva cónyuge: Mariana de Neoburgo, prima suya e hija del elector del Palatinado; su madre había tenido 24 gestaciones, lo que parecía garantizar su fertilidad. El matrimonio se consumó en 1690, y muy  pronto la nueva consorte chocó con la reina madre, Mariana de Austria. Para hacerse valer frente a ésta y dominar la voluntad de Carlos II, simuló hasta doce embarazos terminados en aborto. Cuando en mayo de 1696 falleció la madre del soberano, quedó abierto para Mariana de Neoburgo el camino de la injerencia política, a lo que contribuyó un carácter dominante que amedrentaba al regio consorte.

El demonio de Cangas

Mientras la sucesión se alejaba, la salud del rey empeoraba. Desde enero de 1696 padecía desarreglos gástricos, temblores convulsivos, pérdidas de sentido y otros achaques a los que los médicos no lograban poner término. Con un rey enfermo e incapaz de engendrar un hijo, y con la corte sumida en turbias maniobras políticas a propósito de la sucesión del trono, se planteó la cuestión de los hechizos del rey.

Poco a poco se había abierto paso la idea de que la decaída salud de Carlos II se debía a una actuación diabólica, hasta el punto de que ello se trató en el Consejo de la Inquisición, que sobreseyó el asunto por falta de pruebas. Pero el monarca supo a qué se atribuía su estado físico, y en enero de 1698 recibió en audiencia secreta al inquisidor general, el dominico Juan Tomás de Rocabertí, y le rogó que se aplicara a descubrir si estaba hechizado.

Cangas del Narcea hacia 1910. Procesión del Corpus Christi en la calle Mayor. En primer plano, a la izquierda, está el antiguo Convento de la Encarnación de las RR. MM. Dominicas.

Rocabertí expuso al Consejo de la Inquisición lo que le había sugerido el rey, pero los consejeros estimaron que no había pruebas de actuación maléfica, por lo que no cabía someter al monarca a rituales que sólo podían perturbar su paz de espíritu y la tranquilidad de la corte. El inquisidor  no quedó satisfecho con la respuesta, y se puso en contacto con el nuevo confesor del rey, el también dominico Froilán Díaz. Éste supo que un antiguo compañero de estudios, fray Antonio Álvarez de Argüelles, estaba exorcizando a unas monjas del Convento de la Encarnación poseídas por el demonio en Cangas de Tineo (la actual Cangas del Narcea, en Asturias). Fray Froilán se propuso sonsacar al diablo de Cangas la verdad acerca de los hechizos del rey, para lo que pidió permiso a Tomás de Reluz, obispo de Oviedo, diócesis a la que pertenecía el convento. Sin embargo, el prelado respondió que, a su juicio, en el rey no había «más hechizo que su decaimiento de corazón y una entrega excesiva de voluntad a la reina», y sólo recomendó oraciones.

Ni el inquisidor ni el confesor hicieron caso al obispo, y en junio de 1698 Rocabertí ordenó a fray Argüelles que conjurase al demonio y le preguntara si los soberanos estaban maleficiados. Con ello no sólo actuaba a espaldas del Consejo de la Inquisición, sino que contravenía las disposiciones canónicas, que prohibían interrogar al demonio espontáneamente. El 9 de septiembre, el diablo respondió por boca de las monjas que el rey estaba doblemente ligado por obra maléfica: para engendrar y para gobernar. Se le hechizó cuando tenía catorce años (la fecha de su mayoría de edad, en que podía gobernar por sí solo) con un chocolate en el que se disolvieron los sesos de un hombre muerto para quitarle la salud, y también los riñones –los testículos– para corromperle el semen e impedirle la generación. Explicó también el demonio que los efectos del bebedizo se renovaban por lunas y eran mayores durante las lunas nuevas. La inductora había sido la difunta reina madre, poseída de la ambición de seguir gobernando, y Valenzuela, su valido, permitió que llegase al rey la dosis nefasta, preparada por una mujer llamada Casilda y que vivía en Madrid.

Pero el demonio pronto se desdijo. El 28 de noviembre de 1698 escribía fray Antonio: «He hallado mucha y demasiada rebeldía en los demonios y, poniendo las manos sobre el ara consagrada, juró Lucifer que todo lo que había dicho era mentira y que no tenía nada el rey». Al parecer, el diablo no completaría sus revelaciones sino en la madrileña basílica de Atocha, adonde se debían trasladar fraile y posesas. Algo así era inconcebible para el inquisidor general, que había llevado todo el asunto en secreto. Esta complicada situación se enrarecería aún más con la muerte de Rocabertí, en junio de 1699.

Exorcismos en palacio

Retrato de Carlos II, con armadura. Museo del Greco (Toledo). Óleo sobre lienzo (c. 1681). Obra de Juan Carreño de Miranda (Asturias, 1614-Madrid, 1685)

Carlos II eligió como nuevo inquisidor al cardenal Alonso de Aguilar. El rey, que lo designó en contra de la voluntad de Mariana de Neoburgo (quien tenía otro candidato al puesto), dejó clara al cardenal la razón por la que lo había elegido: «Muchos me dicen que estoy hechizado, y yo lo voy creyendo: tales son las cosas que dentro de mí experimento y padezco. Y pues seréis presto nuevo inquisidor general y haréis justicia a todos, hacédmela a mí también, descargando de mi corazón esta opresión que tanto me atormenta». No era de extrañar que el rey se convenciera de que era objeto de artes maléficas, pues –desde que había hablado el Lucifer de Cangas– a él y a su esposa se les habían aplicado exorcismos, sin quizá llegarle a administrar los remedios prescritos por fray Antonio: ingerir aceite bendito en ayunas y ungir con él cuerpo y cabeza.

Ahora, el nuevo inquisidor y el obcecado confesor real se empeñaron en ayudar a su señor con el auxilio de un nuevo personaje: Mauro Tenda. Este capuchino saboyano, afamado exorcista, se había desplazado a la corte desde Italia después de que, en 1696, una endemoniada le confesara que el rey español estaba endemoniado y él debía liberarlo. Tenda había llegado a Madrid en el verano de 1698, y ahora el inquisidor se puso en contacto con él, visto que los médicos no lograban terminar con la esterilidad ni con sus dolencias. Un amanecer de junio de 1699, el capuchino tuvo su primera entrevista con el soberano; ordenó al demonio que pinchase a su majestad en diferentes lugares de su cuerpo, y así lo sintió un espantado Carlos II, lo que confirmó la existencia de una intervención diabólica. El fraile concluiría que el rey no estaba endemoniado, sino hechizado.

Así las cosas, Tenda advirtió que el monarca llevaba un saquito colgado del cuello, que guardaba bajo la almohada mientras dormía. Él y el confesor real lograron que la reina se lo entregase; cuando lo hizo, descubrieron que contenía cosas que se empleaban en hechizos, como cáscaras de huevo, uñas de los pies y cabellos. Interrogado el monarca, éste explicó que pensaba que eran reliquias y que no recordaba quién se lo dio.

El endemoniado de Viena

En septiembre, tres meses después de que comenzaran los exorcismos, habló el demonio en Madrid, por boca de una posesa que refirió que la propia reina estaba hechizada. El confesor y Tenda lograron que Mariana entregase a su esposo una bolsita que, como hacía Carlos, llevaba al cuello y ponía bajo la almohada, y en cuyo interior se hallaron tierra y cabellos del soberano. Los autores del maleficio eran la condesa de Berlepsch, confidente de la soberana, y una de sus azafatas, Alejandra, instigadas por Lorenza de la Cerda, conocida como la condestablesa Colonna. También le revelaron que el padre Gabriel de la Chiusa, confesor de la reina, no era cómplice de este hechizo, pero había fabricado otro con el que podía conseguir de la reina lo que quisiera. Que el diablo andaba por los pasadizos del Alcázar madrileño quedó confirmado en aquel mismo mes, cuando el embajador austríaco recibió del emperador Leopoldo el interrogatorio a un joven endemoniado de Viena, quien afirmó que el rey estaba maleficiado. El artífice del sortilegio era una tal Isabel, que tenía la boca torcida, la marca de una T en la axila y cuya hija había sido procesada por la Inquisición como judía notoria.

La furia de la reina

Esta vez, fray Froilán comunicó los hallazgos al Consejo de la Inquisición, que indagó al respecto, pero no se halló al autor de los hechizos «ni cosa cierta de lo demás». Dudando de si eran los lugares que el demonio señalaba, en un portal de la calle de Silva y en una estancia del Alcázar se encontraron cosas que se reputaron hechizos: según fray Froilán, el del Alcázar era «una masa compacta de agujas, horquillas, huesos de cereza y albaricoques y pelo de Su Majestad». Todo fue quemado según prescribía la Iglesia. Aquel otoño de 1699, Carlos II experimentó un maravilloso restablecimiento que el confesor real y el padre Tenda atribuyeron a la eficacia de los exorcismos. Pero la actuación de los dos frailes había levantado la ira de Mariana de Neoburgo, quien no podía tolerar que el diablo señalase a personas de su entorno (o a ella misma) como cómplices de los embrujamientos. El momento de ajustar cuentas llegó cuando, el 19 de septiembre, falleció el inquisidor Aguilar. La reina logró que se concediera su puesto al autoritario don Baltasar de Mendoza, obispo de Segovia, quien hizo que el Santo Oficio arrestara a fray Froilán y expulsara de España a fray Tenda. El rey hechizado abandonó este mundo el primero de noviembre de 1700. Ni exorcistas ni médicos lograron prolongar su vida ni que concibiera un hederedo, y a su muerte estalló, cruenta, la guerra de Sucesión por el trono español.

Para saber más

La vida y la época de Carlos II el Hechizado. José Calvo Poyato. Ed. Planeta, Barcelona, 1996.
Supersticiones de los siglos XVI y XVII y hechizos de Carlos II. Maura Gamazo, Gabriel (duque de Maura). Ed. Saturnino Calleja, s.p.i. Madrid.


Fuente: National Geographic ESPAÑA


Redondo

Juan Manuel Redondo recogiendo en Tuña el premio ‘Lar Vial’ el 23 de septiembre de 2016. Foto: Lidia Álvarez

Ayer, 3 de marzo, falleció Juan Manuel Redondo, de Bodegas Monasterio de Corias y hasta hace poco presidente del Consejo Regulador de la DOP Vino de Cangas, una de las personas que en estos años ha trabajado más por la recuperación del vino de Cangas, y por volver a convertir este producto en una actividad económica importante en nuestro concejo de Cangas del Narcea. Redondo tenía 51 años y era ingeniero técnico agrícola. El 23 de septiembre del año pasado recogió el premio “Lar Vial”, que la Asociación Cultural de Tuña y la Asociación de Mujeres Cuarto de la Riera otorgaron a la DOP Vino de Cangas. Aquel día agradeció este galardón que premia «a una agrupación de bodegas y productores que llevamos dieciséis años empeñados en recuperar, con mucha ilusión, un cultivo con una historia milenaria y que poco a poco vamos poniendo en el panorama vitícola nacional e internacional». Conocimientos, trabajo, ilusión, mercado exterior, colaboración…esto es lo que Redondo aportó durante los últimos años a esta actividad. Descanse en paz.

En el acto de entrega del premio “Lar Vial”, Senen González Ramírez leyó un texto dedicado a la historia del vino en el concejo de Tineo, que hoy traemos a nuestra web. El trabajo de Juan Manuel Redondo se enmarca en la larga historia del cultivo del viñedo y el vino de Cangas; él fue, sin duda, uno de los que escribieron el actual y meritorio capítulo de esta historia. Sirva esta publicación de recuerdo y homenaje a su labor.

Leer más

SORRODILES (Parroquia de Cibea) – Casa de Miramontes o La Torre

Base del retablo de la capilla de la Casa de Miramontes en las que aparecen talladas las armas de los Sierra Pambley (a la derecha) y los Omaña (a la izquierda), que aportó en 1670 María Antonia de Sierra y Omaña, mayorazga de la Casa de Sobre la Fuente de Cangas, al casarse con Antonio Alfonso Flórez.

Escudo cuartelado con las armas de 1. Alfonso de Miramontes (castillo con tres torres y dos banderas, apoyado en rocas y flanqueado por dos arboles; tiene una flor de lis); 2. Sierra (castillo encima de una barca con tres remos y una flor de lis); 3. Desconocido y 3. Valdés.

La Casa y Torre de Miramontes es de las más antiguas del concejo de Cangas del Narcea. En su solar está documentada una torre medieval. Desde el siglo XV esta vinculada al apellido Alfonso. El primer miembro conocido de este linaje fue el capitán Álvaro Alfonso de Llano, a este le siguieron:

2.º Diego Alfonso de Miramontes, se casó con Teresa Menéndez.

3.º El capitán Diego Menéndez de Cangas, se casó con Catalina de Prado.

4.º Luis Alfonso Flórez Valdés, capitán general de la Real Armada de Felipe II, se casó con María García de Cangas.

5.º Ana María Alfonso Flórez Valdés, se casó con Lope Flórez de Sierra, de Tainas (Cangas del Narcea).

6.º El capitán Diego Alfonso Flórez Valdés, se casó con Magdalena Flórez de Sierra, de la Casa de Nando (Cangas del Narcea).

7.º Diego Alfonso Flórez, se casó en 1657 con Margarita Queipo Coque de Llano, de la Casa de Miravalles (Cangas del Narcea).

8.º Antonio Alfonso Flórez, se casó en 1670 con María Antonia de Sierra y Omaña, mayorazga de la Casa de Sobre la Fuente de Cangas, hija de Alonso de Sierra y Omaña y María de Llano y Valdés, fundadores del vínculo de la Casa de Cangas. Con este matrimonio la casa de Miramontes pasó a ser propietaria de una casa en la villa de Cangas del Narcea, situada “sobre la fuente”, en la plaza de La Refierta (actual, plaza de Mario Gómez), que estaba donde hoy está el Comercio del Médico. Esta casa se convertirá en la residencia de esta familia, que cambian Sorrodiles por la villa. Las armas de María Antonia de Sierra y Omaña figuran en el retablo que hay en la capilla de la Casa de Miramontes, que ella debió encargar hacia 1675.

9.º Diego Manuel Alfonso Flórez, se casó en 1694 con Clara Queipo de Llano, de la Casa de Ardaliz (Cangas del Narcea).

10.º Josefa Alfonso Flórez Sierra y Valdés, se casó con Suero Pertierra Coronas y Paredes, señor de la Casa de Caneiro (Valdés).

11.º José Alfonso Flórez Pertierra (1721-1794), se casó con María Antonia Argüelles Uría, natural de Ribadesella e hija de Bartolomé Argüelles Quiñones y Petronila Uría Valdés, de la Casa de Santa Eulalia (Cangas del Narcea).

12.º José Alfonso Pertierra Argüelles (Cangas del Narcea, 1760-1827), se casó con María Xaviera de Quiroga Valcarce y Nava, mayorazga de Villoria (Valdeorras, Ourense).

En el siglo XIX, la Casa de Miramontes tenía propiedades en Cibea, el Partido de Sierra y la villa de Cangas (era dueña de la “deseada tierra y viña de Pelayo”); en el concejo de Valdés, donde poseía la casa de Canero, y en Laciana (León) y Valdeorras (Ourense). Gozaba del privilegio, desde tiempos inmemoriales, de vender en exclusiva el vino en la parroquia de Cibea; nadie podía vender este producto “mientras los poseedores de la Casa de Miramontes tengan taberna abierta de vino de su propia cosecha, con tal que este sea bueno”. Esto les reportaba un gran beneficio porque por esta parroquia pasaban los dos caminos que pasaban a Castilla por el puerto de Leitariegos. A finales del siglo XVIII, para la venta de vino tenían una taberna en el valle de Cibea y una “barraca de sebe en el sitio del Campón del Fresno de la Vega de Vallado”. Este privilegio fue motivo de varios pleitos con vecinos de la parroquia desde el siglo XVII. Como ya dijimos, a fines del siglo XVII esta familia traslada su residencia a la villa de Cangas del Narcea.

alt

MURIAS DE PARONCHE – (Parroquia de Bimeda) – Casa Flórez Uría o Casa de Murias

El escudo de esta Casa de Murias es de los complicados de descifrar. En el centro, en lo que se llama en heráldica el campo, están las armas principales de la casa, que son las de los Flórez (una doncella con una cesta de fruta sobre la cabeza). Tiene tres cuarteles similares al escudo de la casa de Miravalles, pero con una factura mucho menos elaborada; se trata de 1. San Miguel (aparece el arcángel y un árbol); 2. Rescuro o Rioscuro (castillo sobre rocas y un hombre que ataca a un monstruo que sale del agua), y 3. Carballo (un árbol con copa y raíces, y una figura humana que intenta torcer una rama. Esta imagen alude al lema de los Carballo: “La virtud me hará torcer, que por fuerza no tengáis temor que tuerza”). El último cuartel es el de familia Coque (un cazador con lanza y dos perros, árbol y flor de lis), que puede verse también en un sepulcro en el interior de la iglesia de San Xulianu / San Juliano de Arbas. En el escudo de esta Casa de Murias también aparece una banda cruzada que sale de la boca de sendos monstruos.

Entre 1787 y 1824 los propietarios de esta casa de Murias fueron Joaquín Flórez Uría, Antonio Flórez Uría y Manuel Flórez Uría Arias-Valcárcel. Este último fue abogado y miembro del Regimiento de Cangas de Tineo, que en 1808 se constituyó con 847 voluntarios para luchar contra los franceses en la Guerra de la Independencia. Él fue uno de los 22 supervivientes de este regimiento que regresaron a Cangas. Escribió unas memorias de este episodio de su vida que lamentablemente no conocemos.

Juan González Marqués, honra de la emigración canguesa en Argentina

De derecha a izquierda, Juan González Marqués, Jose Antonio Nespral y Juaco López en la puerta del centro asturiano de Buenos Aires en septiembre de 2012

El pasado 8 de julio murió en Buenos Aires Juan González Marqués, tenía 86 años y había nacido en casa El Gaiteiro del pueblo de L.labachos / Labayos, en la parroquia de Bimeda. Juan fue uno de los muchos emigrantes cangueses, hombres y mujeres, que en los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado fueron a la República Argentina. Allí también fueron sus hermanos Benjamín y Antonio. Los tres pertenecieron a la última oleada de emigrantes españoles a América, pues a partir de 1960 la inmensa mayoría de los trabajadores que marcharon a ganarse la vida fuera irán a Suiza, Alemania, Bélgica, etc.

La emigración no era algo nuevo en esta casa, sino un hecho habitual a lo largo de su historia. Y era algo asumido por sus miembros. En agosto de 1959 le escribe la madre de Juan, Aurelia Marqués, desde Labayos a Buenos Aires lo siguiente: “Aquí todos tienen trabajo. Las niñas con las vacas y los niños, a trabajar con los padres, también están bien esclavos, como tuvisteis vosotros y tuvimos todos, porque es un país este que no vale más que para arrebatar la gente”. La madre sabía bien de que hablaba. Tres de sus hermanos estaban en Argentina desde los primeros años del siglo XX y todas las generaciones de la familia habían dado emigrantes. Antiguamente iban a Madrid. Unos antepasados de Juan en el siglo XVIII fueron Francisco y Juan Collar, hijos de Juan Collar y Ana Alfonso, que emigraron a Madrid, y desde allí mejoraron la capilla de Labayos y fundaron en ella la Cofradía del Carmen en 1736. Francisco Collar, que murió en Madrid en 1757, era miembro de la Congregación de N. S. de Covadonga de Naturales del Principado de Asturias en Madrid, establecida en 1743, que fue el antecedente de los centros asturianos que se crearon a partir de fines del siglo XIX en Madrid, América y en todo el mundo.

La ayuda de los emigrantes, así como la de algún tío cura, hicieron que la casa de El Gaiteiro se convirtiera en una casa de campesinos de cierto acomodo, lo que permitió mandar a varios de sus hijos a América.

Juan González Marqués fue el pequeño de cuatro hermanos. Su padre, José, era de Casa Seguro de Pixán y su madre, Aurelia, era de casa El Gaiteiro de Labayos. A los cuatro meses de nacer murió su padre y los hermanos se criaron con su madre y su abuelo Benjamín. En la casa solo quedará el hermano mayor, José, y los otros tres emigrarán para Argentina en los años cuarenta. Juan marchó para Buenos Aires en 1948, con 18 años de edad. Su primer trabajo fue en una carnicería en el Mercado de Las Heras. Después montó con su hermano Benjamín una empresa de distribución de cascos o casquería, y más tarde, hacia 1971, los tres hermanos establecieron una granja de huevos que distribuían ellos mismos; la empresa se llamaba “Río Narcea”. Juan también compró campos en Mar del Plata y allí criaba ganado vacuno. Jubilados los hermanos, Juan continuó con la granja y amplió el negocio, con la ayuda de sus hijos Javier, Alberto y Laura, al cultivo del viñedo y la producción de vino, árboles frutales y la cría de ganado para carne en las provincias de Mendoza y Entre Ríos. Esta empresa se llama “Asturcón S.A.”. Con sus hijos trabajó y colaboró hasta el mismo día de su repentino fallecimiento.

Su tiempo también lo dedicó a los demás, en su caso colaborando activamente con el Centro Asturiano de Buenos Aires y el Centro Cangas del Narcea de esta misma ciudad. En esto lo acompañó también su hermano Benjamín. La emigración asturiana desarrolló unas cotas de solidaridad en América y con Asturias que serán difíciles de superar en la historia. A estos emigrantes, bien colectivamente bien individualmente, les deben muchos pueblos de Asturias la escuela, la fuente, el camino o la carretera, etc., y muchas familias la mejora de la vivienda, la compra de ganado o tierras, etc., en definitiva, el haber salido de pobres. A las asociaciones fundadas en América se debe que el desarraigo de los emigrantes fuese menos traumático y su integración en el nuevo país más fácil, así como una asistencia sanitaria y una beneficencia más que digna. Juan fue un emigrante muy comprometido durante toda su vida con estos dos centros. Tuvo cargos de responsabilidad en diferentes juntas directivas del Centro Asturiano y cuando por edad había dejado estos cometidos, fue reclamado por José Antonio Nespral para formar parte de una de las últimas juntas. No es de extrañar, porque Juan hacía realidad ese lugar común que atribuye a los asturianos las cualidades de honradez, bondad, lealtad y trabajo.

Pero donde Juan se sentía más a gusto y donde iba todas las semanas (los sábados era cita ineludible) era al Centro Cangas del Narcea, en Beruti 4643, barrio de Palermo, Buenos Aires. Allí estaba en casa, porque ese lugar es la parroquia número 55 del concejo de Cangas del Narcea. En “el Cangas”, jugando a las cartas y hablando de las cosas de Cangas, se entienden todos perfectamente. Juan fue presidente de este centro y miembro de varias juntas directivas. El centro se fundó en 1925 y muchas veces le escuché contar que la causa de su creación fue que los cangueses de Buenos Aires, que eran muchos, estaban hartos de los comentarios despectivos de numerosos emigrantes del centro y oriente de Asturias sobre su habla, sus bailes, su juego de bolos, sus frisuelos… y, al final, decidieron fundar un centro propio en el que se bailaba el Son d’Arriba, se tocaba el pandeiro, se jugaba a los bolos del occidente de Asturias y se empleaban palabras del asturiano occidental sin necesidad de oír la perorata de que eso era gallego.

Lo curioso es que casi cien años después el asunto todavía pervive. Parece que en la emigración, del mismo modo que se acrecienta el interés por la tierra de origen, también se refuerzan los tópicos, que son difíciles de desterrar de la conciencia del emigrante. Y así, en septiembre de 2012 estábamos visitando el edificio del Centro Asturiano de Buenos Aires y Juan se encontró con un conocido, emigrante procedente del centro de Asturias, y no pasó un minuto y ya le estaba recordando que los de Cangas del Narcea somos gallegos.

Juan vivió en los años cincuenta y sesenta del siglo pasado los años dorados de estos dos centros en los que había numerosos socios y muchas actividades en las que participaba multitud de gente. Es la época en la que el Centro Cangas del Narcea amplia sus instalaciones, gracias al esfuerzo de sus socios. Son los años en que esos salones se llenan hasta arriba durante las fiestas y donde los campeonatos de bolos juntan a equipos que vienen de diferentes ciudades del país. En estas fiestas se fraguan numerosos matrimonios entre emigrantes procedentes de España y sobre todo de Asturias, y no son raras las bodas entre vecinos de la misma parroquia o concejo. Juan se casó con Hortensia Berlanga, de Vega de Espinareda en El Bierzo (León). Su vida entre emigrantes es muy similar a la que cuenta el periodista Jorge Díaz Fernández en Mama (2002), una crónica novelada de su propia familia emigrada a Buenos Aires; su madre era de Almurfe (Belmonte de Miranda) y su padre de Barcia (Valdés), y los dos se “tropezaron” por primera vez en una fiesta del Centro Cangas del Narcea.

Hoy, el estado de estos centros ha cambiado radicalmente. No han sabido, o no han querido, o no han podido enganchar a las generaciones más jóvenes y sus enormes salones están casi vacios y solo los ocupan unos pocos jubilados que pasan el tiempo jugando a las cartas. Sobreviven de alquilar estos salones para celebraciones privadas. Las boleras están vacías la mayor parte del año. La necesidad de buscar una solución a esta situación y el futuro del patrimonio del Centro Cangas del Narcea era una gran preocupación para Juan, que siempre recordaba el esfuerzo que había costado a los cangueses levantar la sede social de la calle Beruti.

La misma preocupación le causaba el estado de los pueblos del concejo de Cangas del Narcea. Él, que había conocido la vida de estos pueblos en los años cuarenta, años de mucho trabajo y miseria, y que conocía bien la ganadería argentina, le parecía incomprensible lo que veía en Cangas del Narcea a fines del siglo XX, donde, con tanta riqueza para la cría de ganado, las casas se abandonaban y la producción agropecuaria no acababa de ofrecer una mejora sustancial en la vida de los campesinos y seguía anclada al pasado. No entendía como no se hacían masivamente las concentraciones parcelarias para poder cerrar grandes superficies de tierra y criar ganado en semilibertad; no entendía como no se plantaban árboles maderables de calidad y en cambio la administración plantaba en laderas solanas numerosos árboles que no se cuidaban y se morían al cabo de un par de años en su totalidad. No entendía nada, solo constataba en sus visitas estivales a Labayos y otros muchos pueblos del concejo que visitaba, en los que vivían sobrinos o viejos amigos emigrantes, que aquello no mejoraba y que el futuro era muy oscuro.

No creía mucho en el Estado. Juan decía que no le debía nada al Estado español, porque hasta los 18 años que marchó de España el Estado nada había hecho por él y los suyos. El sueldo del maestro lo pagaban los vecinos de Labayos, la traída del agua era cosa de los vecinos, los caminos los abrían y limpiaban los vecinos, y todo era así. El Estado solo aparecía para reclutar a los jóvenes para hacer el servicio militar y cobrar la “contribución”.

En 1973 regresó a Cangas del Narcea y se instaló en la villa con toda la familia. Cogió el traspasó de la Carnicería de Juanín, en la calle Mayor, cerca del Mercado y puerta con puerta con la panadería La Astorgana. Dos años después volvieron todos para Buenos Aires. El año pasado hablando sobre esta aventura, comentaba que no acertaba a saber que lo movió a volver a América. Creía que a la larga, y teniendo en cuenta las vicisitudes de la economía argentina, les hubiera ido mejor en España, al menos la vida hubiera estado exenta de tantos sobresaltos. Este ir y volver, cambiar y experimentar, define bien su carácter inquieto y emprendedor.

Era un hombre tremendamente sociable, un gran conversador de habla pausada, al que le gustaba contar historias de antes, de la emigración y del estado de las cosas de los pueblos de Cangas y de las sociedades de emigrantes. Creo que fue el último lector asiduo de los artículos y los libros de Mario Gómez. Le tenía una gran admiración por haber fundado en 1926 la Sociedad “Tous pa Tous” y la revista La Maniega, y por haber conseguido la unidad de los cangueses en Cangas y en la emigración. Esto era lo que más admiraba de él. A menudo recordaba artículos suyos, que leía en su casa de Buenos Aires. Su abuelo, Benjamín Marqués, de Labayos, había sido socio fundador del Tous pa Tous y en Casa El Gaiteiro, cuando él era un niño, había muchos ejemplares de La Maniega, que se editó entre 1926 y 1932.

Desde hace un par de décadas, con sus hijos al frente de la empresa familiar, Juan venía todos los años a Cangas del Narcea. Alquilaba un coche y no paraba. Visitaba a emigrantes retornados, familiares, asistía a fiestas, celebraciones… Este mes de agosto de 2016 también pensaba volver a Labayos. Aunque su cuerpo se haya quedado para siempre en América, su alma seguro que está en el cielo de Cangas del Narcea.

alt

EL PUELU / EL PUELO – (Parroquia de Tubongu / Tebongo) – Casa Collar

EL PUELU / EL PUELO

(Parroquia de Tubongu / Tebongo)

Casa Collar

Escudo de las primeras décadas del siglo XX. La casa fue construida en 1910. Según Francisco Sarandeses Pérez en su Heráldica de los apellidos asturianos (Oviedo, 1966), es muy probable que estas armas de Collar que aparecen en la fachada de esta casa se hayan tomado de la obra de Alberto y Arturo García Carraffa, Enciclopedia heráldica y genealógica hispano-americana, que contiene el Diccionario heráldico y genealógico de apellidos españoles y americanos, que comenzó a editarse en 1919, en la que se menciona el solar de los Collar de Villarmental y se le atribuye un escudo con una “faja jaquelada en dos ordenes y acompañada por dos lebreles acollarados, andantes y encontrados, uno encima de la faja y otro bajo ella”.

Sarandeses no le da validez a este escudo de los Collar publicado por los hermanos García Carraffa y considera que las armas de los Collar son las de los Coque, que aparecen en los escudos de la casa de Suárez Cantón de la villa de Cangas del Narcea y en la de Murias de Paronche, y en la iglesia parroquial de San Juliano de Arbas.

alt

L.LUMÉS / LIMÉS – Casa Candela

L.LUMÉS / LIMÉS

Casa Candela

Escudo con una labra muy sencilla y plana. Contiene, según la inscripción que aparece en su interior, las armas de “Allande, Llano i Arganzúa”. Es muy parecido al escudo del Palacio de Antráu / Antrago en el que también aparecen las armas de Arganzúa (un árbol, una llave y cuatro flores de lis). Los Llano están representados por cuatro fajas.

En 1787 aparece empadronado en Limés don Nicolás de Llano y Roxas, “hijosdalgo notorios de solar conocido y armas pintar”, que en 1808, 1815 y 1824 aparece con el nombre de Nicolás García de Llano y residente en el concejo de Allande.

L.LAMAS DEL MOURU / LLAMAS DEL MOURO – (Parroquia de Samartín de Sierra / San Martín de Sierra) – Palacio de los Sierra

L.LAMAS DEL MOURU / LLAMAS DEL MOURO

(Parroquia de Samartín de Sierra / San Martín de Sierra)

Palacio de los Sierra.

Palacio de los Sierra, Llamas del Mouro, Cangas del Narcea.

Tiene dos escudos del siglo XIX en la fachada principal. Uno, lleva las armas de los Sierra (una barca con tres remos que porta un castillo en llamas y un hombre armado en su puerta con lanza y espada) y el otro es el escudo de los Colón, familia descendiente de Cristóbal Colón, que lleva la corona ducal por el título de duque de Veragua.

En 1787 era “señor de la casa y torre de Llamas” Diego de Sierra y Salcedo, residente en la ciudad de Palencia. A este le siguieron en la posesión de la casa Diego Mariano Acevedo Colón y Sierra, que vivía en Cáceres, y Diego Acevedo Colón de Larriategui y Sierra.

SANTOLAYA / SANTA EULALIA – Casa de Uría

SANTOLAYA / SANTA EULALIA

Casa de Uría.

Esta casa tiene dos escudos con las mismas armas de los Uría y Queipo de Llano. Uno está en la fachada principal y es un escudo partido con las armas de Uría (dos lobos y bordeado por aspas) y Queipo de Llano (dos flores de lis y tres fajas, y en el borde racimos de uva y hojas de vid). En el penacho del yelmo lleva una inscripción: “Armas de los hijosdalgo de Urías”, y al lado aparece la fecha: 1541. Esta fecha es muy probable que sea la de la ejecutoria de hidalguía de la familia Uría, y no la de labra del escudo que por su estilo barroco hay que fechar en torno a 1640-1650.

El otro escudo es más pequeño, está en la fachada de la casa que mira al norte, encima de un balcón, y tiene las mismas armas.

A mediados del siglo XVIII los propietarios de esta casa eran José Nicolás de Uría y Valdés y su esposa María Teresa Alfonso Flórez que era de la Casa de Miramontes (Parroquia de Cibea). A estos les sucedió Miguel de Uría, que se casó con Isabel Queipo de Llano, nieta del conde de Toreno. Su heredero fue Antonio de Uría y Queipo y el de este será José de Uría y Álvarez-Terrero, que se casó en 1808 con María Josefa del Riego-Núñez y Sierra-Pambley, dueña de las casas de Pambley y Miravalles en el concejo de Cangas del Narcea y de las de Riego y Cabo del Río en Tuña (Tineo). A este matrimonio les sucedió el recordado José Francisco de Uría (1819-1862), director general de Obras Públicas, que murió soltero y sin descendencia, y al que heredó su hermano Rafael (1820-1901); y así hasta llegar al médico don Rafael Fernández Uría y a sus actuales propietarios: Blanca Fernández y José María Ron.

ARBOLENTE (Parroquia de Cibuyu / Cibuyo) – Casa Moirazo

ARBOLENTE

(Parroquia de Cibuyu / Cibuyo)

Casa Moirazo.

Escudo con una talla de muy poca calidad. Tiene las armas de los Pambley: la torre sobre unas rocas y un hombre en su puerta, las cabezas de dos monstruos a los lados con la lengua fuera, un árbol, una flor de lis y en la parte inferior una cerda. Ver los escudos de la Casa de Pambley en Pambley y la Casa de La Queipa en Carballo.

 En 1815 y 1824, según los padrones de hidalguía de Cangas del Narcea, en Arbolente solo Antonio Álvarez y su familia eran “hijosdalgo notorios de armas pintar”. Comúnmente el nombre de Moirazo (mayorazgo) solo se daba a casas de campesinos acomodados, y en este caso ennoblecidos y con derecho a lucir “armas” en la fachada de su casa.

CARBACHU / CARBALLO – Casa de El Palacio y Casa de La Queipa

CARBACHU / CARBALLO

Casa de El Palacio

Escudo con las armas de 1. Flórez (mujer cruzando el río llevando sobre la cabeza una cesta y sobre ella tres flores de lis); 2. Valdés; 3. Sierra y 4. Queipo de Llano. Según Francisco Sarandeses (Los Flórez y sus armas, IDEA, Oviedo, 1964) esta Casa de Carballo es la casa primitiva de los Flórez-Valdés en el concejo de Cangas del Narcea y sus fundadores vendrían de la Casa de Las Morteras (Somiedo).

Entre 1787 y 1824 el propietario de esta casa era Francisco Flórez-Valdés. Su heredero será Antonio Flórez-Valdés y el de este Fernando Flórez-Valdés Uría.

Casa de La Queipa (propiedad de la Casa Don Juan)

Escudo con las armas de los Pambley (pino y tres flores de lis; castillo con la cerda y sus lechones, y caballero sujetando una bandera con la mano derecha y una antorcha con la izquierda). En el borde tiene la inscripción: ESTE PINO ALBAR ENGERIDO EN SU LEI · MI ABUELO FUE DE LA CASA DE PANBLEI. El escudo presenta los mismos atributos que el de la Casa de Pambley, en Pambley, o el de la Casa el Moirazo, de Arbolente, y hacen referencia al lema de esta familia: “Esta casa y pino albar / y esta puerca con su grey / son las armas del solar / de la casa de Pambley”.

La Casa de La Queipa y todas sus propiedades fueron compradas en el segundo cuarto del siglo XIX por los hermanos Pastor y Justo Martínez, naturales de Corveiro y residentes en Madrid, donde hicieron gran fortuna invirtiendo en bolsa y negociando con bienes desamortizados, para su hermano mayor Juan. La vendedora fue, según tradición oral, Rosa Queipo de Llano Ancares y Sierra Pambley.