Publicación de noticias históricas relacionadas con la historia, el arte, la literatura, etc. de Cangas del Narcea.

Comentarios de un naturalista francés acerca del salmón en Cangas del Narcea en 1835

Molino de Villajur, donde la “Sociedad de Pescadores Fuentes del Narcea” tiene instalada la estación de alevinaje.

La noticia de la muerte de miles de alevines de trucha en la estación de Villajur a fines del mes de abril [2010], debido al envenenamiento de las aguas del río Naviego por purines, es muy significativa del estado de cosas en nuestra sociedad. Por una parte, unas personas se afanan en aumentar, revitalizar y mejorar algo, en este caso un ecosistema: el río; un animal: la trucha, y un deporte: la pesca, y por otro, otras personas, por ignorancia o maldad, consiguen con sus actos destruir el trabajo de los anteriores. No sé cuales fueron las intenciones del autor de este desmán, pero el resultado está claro: el trabajo de cuatro años en la repoblación de truchas en el río Narcea se ha perdido irremediablemente. Otra vez más, el bien colectivo se antepone y sacrifica al interés de un particular.

Visité tres veces la estación de alevinaje de Villajur. La última vez fue hace un par de meses, cuando aún estaban vivos alrededor de ochenta mil alevines y muchas truchas madres. Me enseñó la instalación Manuel Fidalgo, que me explicó todo el proceso y me señaló con orgullo la gran ventaja de esta estación de cría con respecto a otras: la pureza del agua. Manuel tomó delante de mí una muestra del agua y me explicó el valor de esa pureza para la cría de truchas. En sus explicaciones, transmitía su apasionado interés por las truchas y el río. El día que leí la noticia de la muerte de los alevines me acordé mucho de él y de sus compañeros de la Sociedad de Pescadores Fuentes del Narcea. Y para ellos escribo esta noticia, para animarles a seguir criando alevines y repoblando el Narcea.

Salmón remontando el río

El río Narcea es uno de nuestros mayores tesoros y también uno de los espacios naturales más maltratados del concejo. A él se arroja todo tipo de desperdicios y deshechos: basura, animales muertos, aguas fecales, escombros,… Uno de los mayores varapalos que recibió este río en su curso alto fue la construcción de la presa de Calabazos en 1967, que cortó definitivamente el paso del salmón a la cuenca alta del río. Hasta esas fechas la presencia de este pez en el concejo de Cangas del Narcea suponía para sus habitantes  un alimento muy apreciado, una riqueza económica y también un espectáculo para la contemplación. Tenemos un testimonio muy elocuente de esto, escrito por el naturalista francés Michel Carles Durieu de Maisonnove, que en los meses de junio, julio y agosto de 1835 estuvo en la villa de Cangas y recorrió los valles del Narcea y del Naviego.

Durieu de Maisonnove era militar, naturalista, botánico y explorador; había nacido el 7 de dicembre de 1796 en Saint-Eutrope-de-Born, en el Departamento de Lot y Garona,  y murió el 20 de febrero de 1878 en Burdeos. Llegó el 18 de mayo de 1835 en barco a Gijón, se trasladó diez días después a Oviedo y el 5 de junio salió para Cangas del Narcea, pasando por Grao, La Espina, Tineo, Arganza, El Puelo y Corias. El objetivo de su viaje era exclusivamente botánico y durante su estancia se dedicó a recoger toda clase de plantas. No obstante, como persona curiosa que era, también dejó escritas algunas descripciones de otros asuntos, normalmente relacionados con la naturaleza, que le llamaron la atención. A fines de agosto marchó de Cangas para dirigirse al norte de Portugal. Las notas de viaje de Durie de Maisonnove las publicó en latín un año después Jacques Gay, en la revista Annnales des Sciences Naturalles (Botanique), editada en París, y fueron traducidas al castellano en 1963 por J. A. Jauregui S. J. en el Boletín del Instituto de Estudios Asturianos (Suplemento de Ciencias).

Una de las descripciones que escribió Durie de Maisonnove trata sobre el salmón a su paso por Cangas del Narcea:

«El río Narcea nace al sur, en las alturas del Pico de Canellas, a unas dieciocho leguas de Grado. Regato alpino en sus comienzos, enseguida se hace torrente de veinticuatro a treinta pies de anchura, vadeable por lo general (después, al recibir las aguas del Naviego, Pigüeña, etc., termina siendo un río no menor que el Nalón, en el cual desemboca muy cerca y por debajo de Grado). Sus cristalinas aguas, al principio, corren por un valle de no mucho declive, más o menos abierto, con abundantes núcleos de población; pero en cuanto queda atrás Corias, se encajona el cauce de súbito en estrechas y profundísimas hoces, por cuyo fondo corren con estrépito las aguas ahora espumosas, durante largo espacio, sin dejar sitio para senda ninguna. Por esa razón, cuando se baja de Cangas siguiendo el río, uno tiene que desviarse aquí, hacia la izquierda, por malos caminos de herradura, para buscar paso transversalmente, por El Puelo, Tineo, etc.

Es notable lo mucho que abundan los salmones en aquellas aguas. Cuando se aproxima el tiempo de la reproducción (es entonces su carne rosada y excelente), comienzan a subir del Cantábrico, Nalón arriba primero, llegando por el Narcea casi hasta el nacimiento del mismo. Y esto a pesar de que el cauce se estrecha más y más, quedando al fin hasta tal punto obstaculizado por las piedras que nadie creería suficiente ni su amplitud ni el agua misma para que puedan remontarle. Superan audazmente, sin embargo, cualquier dificultad: se arrastran con las aletas, casi en seco y vencen los obstáculos mayores apoyándose lateralmente, arqueándose y dando saltos fuera del agua, como en volandas, sin que les detenga otra cosa que la temperatura excesivamente baja de aquélla cuando recibe ya las ultimas torrenteras medio heladas. Hallan tal temperatura un poco por debajo del pueblo llamado Venta de Rengos [Ventanueva], a tres leguas de Cangas y a veinte casi de la desembocadura del Nalón; pero ni siquiera entran, por esa misma causa, en las aguas, más frías, del subafluente Naviego [o río Luiña]. Una vez que se detienen, acostumbran a desovar en los sitios profundos del cauce (que son llamados pozos). Mas tarde, a favor de corriente, regresan al mar con las crías de un año (las nacidas el año anterior en los mismos pozos, que proporcionan a los naturales del país un bocado apetecidísimo, aunque apenas alcanza su tamaño las dos o tres pulgadas). Los adultos, al descender, son de carne blancuzca, mucho menos sabrosa y apenas comestible (entonces se los llama zancados). Tal migración constituye un espectáculo gratísimo para los habitantes de Cangas, que esperan el paso en día calculado previamente.»

Del Paseo del Prado de Madrid al valle de Cangas del Narcea en 1789


“Tipos de Madrid: El aguador”, de Federico Guisasola, “La Ilustración Española y Américana”, 24 de noviembre de 1872. A mediados del siglo XIX había cerca de doscientos aguadores de Cangas del Narcea en Madrid, solo los superaban los procedentes de Cabranes y sobre todo de Tineo

En noviembre de 1789, la importante revista madrileña Memorial Literario publicaba un curioso artículo titulado “Viaje aéreo desde el Prado de Madrid hasta el valle de Cangas de Tineo”, escrito por el prestigioso dramaturgo y periodista Luciano Francisco Comella (Vic, Barcelona, 1751 – Madrid, 1812). En él se relataba un ficticio y casi instantáneo viaje en una nube negra, contado en primera persona, desde el famoso paseo del Prado, en apogeo tras su inauguración en 1781, hasta un “empinado monte” en pleno valle de Cangas del Narcea. El viaje, en realidad una ensoñación, lo iniciaba el escritor a partir de la visión, en el popular paseo madrileño, de dos enormes filas de carruajes.  Comella calculaba que en estos vehículos trabajaban unos 4.800 hombres, entre porteros de estrados y de puertas, mozos de mula, galopines, faroleros, etc. Hombres que en su mayoría procedían de Asturias.

Comella nos proporciona datos curiosos sobre la vida en el concejo de Cangas del Narcea a fines del siglo XVIII. Su primera imagen, nada más descender de la nube al suelo, fue la de unos valles eriales “poblados de heno, en los que pacían algunas vacas, y en medio de los cuales se divisaban algunos caseríos muy pobres, y de trecho en trecho algunas iglesias tan infelices como los caseríos”. Al bajar de la loma oyó una gaita, que le llevó a un arroyo, en donde una zagala y un zagal de unos diez años, que tocaba este instrumento, interpretaban un canto que decía así:

Con curpiñu pardu
fue el primu a la Corte,
y agora diz que anda
llenu de galones.
Tum ba y la
que me voy contigo,
tum ba y la
para ir a moler.

Los zagales huyeron despavoridos al acercarse el intruso, los perros comenzaron a ladrar y los vecinos, creyendo que los lobos acechaban al ganado, salieron presurosos a recoger sus ovejas. Comella se mostró sorprendido: “¡Entre los que salieron de los caseríos había unas cien mujeres y otros tantos niños, pero ningún hombre!”. Más adelante divisó a una mujer arando el campo y a otras dos guiando unos carros cargados de leña: “¿Qué es esto? –se preguntó-. O yo deliro, o estoy en el país de las amazonas”. A continuación, un beneficiado (clérigo de rango menor) le condujo a una casilla y, tras verse obligado a explicarle aquella “prodigiosa llegada”, el viajero le preguntó el porqué de tan dilatados valles eriales sin cultivo, sin ningún núcleo de  población numerosa, “del porqué araban y hacían las mujeres todas las faenas propias de los hombres, y del porqué no se veían en todos aquellos contornos más hombres que él”. El clérigo le contó que, aparte del cura y cinco beneficiados, había en su feligresía unos treinta ancianos y que todos los mozos, “apenas aptos para la agricultura”, se marchaban a Madrid y a otras capitales. De no ponerse algún freno, esa parte de Asturias se vería enteramente despoblada en pocos años. Luego relató cómo era la vida de estos jóvenes, que marchaban a la Corte reclamados por un primo cochero o un tío portero, para trabajar de lacayos o de mozos de mulas, y en donde se olvidaban –según el clérigo- de sus mujeres y familias y “de la decadencia de este noble Principado”.

Aguador asturiano, de José Ribelles (dibujante) y Jose Carrafa (grabador); Colección de Trajes de España, Madrid, 1825

Sin embargo, lo que Comella pone en boca de este clérigo no era cierto. Estos hombres que emigraban a Madrid no se olvidaban de sus mujeres, ni de su familia, ni de la tierra de origen. Como el resto de asturianos, llegaban a la capital tras más de dos semanas de duro viaje a pie o, en el mejor de los casos, compartiendo mula cada varias leguas con otros paisanos. En Madrid convivían en pequeñas habitaciones con otros diez, quince, veinte o más hombres, igual que sucede hoy en día con los inmigrantes de Sudamérica o del este de Europa. Generalmente trabajaban en los oficios más ingratos de la ciudad, como los de esportillero (persona que estaba en  una plaza o lugar público y se ofrecía para llevar en una cesta lo que se le mandara), aguador (llevaban el agua a las casas), mozo de cuerda (cargadores de bultos), sirviente o cochero. En 1798, pocos años después del relato de Comella, nacía en Madrid un oficio prácticamente monopolizado por gente nacida en el concejo de Cangas del Narcea: el de sereno. Todos estos oficios tenían en común los pequeños jornales y las agotadoras jornadas de trabajo, pero, aún así, el ahorro y el envío de dinero a sus familias era el norte del día a día de estos trabajadores. Del amor y recuerdo a su lugar de origen es muy difícil dudar: los emigrantes asturianos mantuvieron durante siglos las costumbres importadas de su tierra y un estrecho contacto diario entre ellos que hizo creer a algunos cronistas de la capital que se trataba de un pueblo aparte dentro de Madrid. La relación con sus hogares era tan intensa que algunos oficios llegaron a formalizar la suplencia o alternancia de titulares por dos o tres años, para convertir en costumbre el regreso temporal al añorado hogar familiar.

Durante siglos, desde finales del siglo XVI hasta mediados del siglo XX, los valles de Cangas del Narcea quedaban casi desiertos de hombres, con las mujeres ocupándose de las tareas de la casa y del campo, mientras que los varones emigraban a Madrid y a otras ciudades españolas en busca de un dinero en metálico, escasísimo en el medio rural asturiano, que les ayudara a soportar mejor la difícil realidad a la que tenían que hacer frente dadas las adversas condiciones que determinaban sus vidas. Ésta era la doble realidad de la vida en el concejo de Cangas, “de aquel infeliz pedazo precioso de Asturias”, como despidió su relato el escritor Luciano Francisco Comella.

Una panera de 1651 en Riegla de Cibea es la más antigua del concejo

Panera y Casa Rectoral de Riegla de Cibea.

En Riegla de Cibea se conserva una pequeña panera fechada en 1651, que pertenece a la Casa Rectoral, situada junto a la iglesia de esta parroquia. Es la panera más antigua que conocemos en el concejo de Cangas del Narcea, donde la gran mayoría de estas construcciones es de fines del siglo XVIII y sobre todo de los siglos XIX y XX. Esta panera es probable que haya venido de otro lugar, porque en algún momento fue desmontada. Esto se sabe por las rayas pintadas que aparecen en sus corondias o tablas, que se trazaban cuando se desmontaba un hórreo o una panera para facilitar después su montaje. ¿De dónde vino esta panera? No lo sabemos.

Cruz e inscripción talladas en la panera de la Casa Rectoral de Riegla de Cibea

Una de sus peculiaridades es el dibujo y la inscripción que aparecen tallados y pintados de rojo en el centro del liño o viga superior de la fachada principal. Es una talla muy plana, ejecutada con mucho esmero. El dibujo representa una cruz con una amplia base y en su origen estuvo encima de la puerta de entrada a la panera. A los lados de la cruz aparece la inscripción siguiente: “16. XPS. IHS. M. 51”. Los números del principio y del final corresponden al año de construcción de la panera: 1651, y las letras son anagramas religiosos: XPS (Xhristos), IHS (Iesus Hominum Salvator) y una M y una A entrelazadas (María). Estos anagramas aparecen con frecuencia sobre puertas y ventanas en la arquitectura popular con el fin de proteger a personas, animales y cosechas; en este caso se colocaban para proteger los productos que se guardaban en la panera, que eran fundamentales para la supervivencia de la casa: cosecha, matanza, etc. La decoración de esta panera se completa con dos motivos geométricos calados, que favorecen la ventilación del interior y que son frecuentes en hórreos y paneras del siglo XVII.

Detalle de la cruz y la incripción talladas en la panera de la Casa Rectoral de Riegla de Cibea

Las paneras se generalizan a partir del siglo XVII en el centro de Asturias como consecuencia de la expansión del cultivo del maíz, que trajo consigo una mejora de las cosechas y de las condiciones de vida de los campesinos. En ese siglo, el hórreo resulta ya pequeño en muchas casas para albergar las cosechas y también para secar las riestras de maíz, por eso se levantan construcciones más grandes, que se distinguen con el nombre de panera, y se añaden corredores. Sin embargo, la edificación de paneras no se generaliza en el occidente de Asturias hasta la segunda mitad del siglo XVIII y sobre todo hasta el siglo XIX. Por eso, esta panera de Riegla de Cibea merece toda nuestra atención.

Lamentablemente, la Casa Rectoral de Riegla de Cibea y su panera están deshabitadas. Al parecer, la Iglesia las tiene en venta. El estado de conservación de la panera no es bueno: la hiedra está empezando a cubrirla. Esperemos que la propiedad o la Administración Pública tomen medidas para frenar su deterioro, porque de lo contrario es posible que esta construcción, protegida por la Ley de Patrimonio Cultural, se derrumbe y desaparezca.

El periódico “El Eco de Occidente” (1894) en la web del Tous pa Tous

Desaparecido el periódico El Occidente de Asturias en 1891, se funda en enero de 1894 El Eco de Occidente. Sus fundadores fueron los abogados Atilano Valdés Miranda y Fernando Graña Ordóñez, que además eran cuñados. El primero ejerció la dirección hasta 1895, en que cedió el puesto al segundo. Colaborador del periódico fue también Faustino Meléndez de Arvas, que había sido uno de los fundadores y redactores de El Occidente. El nuevo periódico era bisemanal, es decir sacaba a la calle dos números a la semana.

En la portada del primer número publicaba su “línea de conducta”. En ella, los fundadores manifestaban su “completa imparcialidad en política; sinceramente ortodoxos en religión y animados por inquebrantable propósito de combatir sin contemplación alguna todo genero de inmoralidades”. Su atención preferente iba encaminada a “las obras públicas, de que tanto necesita la zona montañosa de la región occidental de Asturias, olvidada hasta ahora por los gobiernos, más atentos a la política que al bienestar de los contribuyentes”. También entre sus objetivos estaba la lucha contra el caciquismo: “Fulminaremos rayos contra el caciquismo, plaga que enerva las fuerzas vitales de la patria, y nuestra mirada estará siempre fija en todo aquello que pueda redundar en beneficio de una región digna de mejor suerte, por la cultura, laboriosidad y honradez de sus habitantes, que sufren pacientemente el abandono en que se encuentran”. Esa primera portada del periódico se completaba con un interesante articulo dedicado a “La explotación de Muniellos”, que era una de las grandes esperanzas para el progreso de la región occidental de Asturias.

El Eco de Occidente se enfrentará desde sus inicios a la política del liberal Félix Suárez Inclán, elegido diputado a Cortes por el distrito de Cangas del Narcea en 1893, al que apoyaban los conservadores, los liberales y los republicanos cangueses. Esta situación la cuenta Juan de Cangas, seudónimo de Manuel Flórez de Uría, en un artículo publicado en La Justicia. Semanario Republicano, editado en Grado, el 3 de marzo de 1912:

El Eco de Occidente [fue un periódico] de ideas conservadoras lindantes con el carlismo, que sostuvo luchas heroicas contra los nuevos caciques inclanistas, sufriendo denuncias, multas y embargos, lo que interesó al país y la suscripción llegó, según datos que se me suministran, a unos 800 ejemplares. También adquirió justo renombre entre la prensa provincial, pues sostuvo con ella notables polémicas, y bastantes de los trabajos en él insertos merecieron ser reproducidos, algunos como fondo, por diarios de Oviedo.

Pero la guerra hecha por los caciques al Eco, se extremó en forma que sus dueños, agobiados por el excesivo trabajo que supone atender a la confección de un periódico serio y valiente, con su secuela de denuncias, apelaciones, etc., y además a los menesteres de la profesión propia, suspendieron la publicación, y la imprenta pasó a ser propiedad de D. Francisco García del Valle, jefe aquí de la política inclanista, […], y la imprenta la corroe el orín en no importa qué trastera.

Los 96 ejemplares digitalizados corresponden al primer año de publicación de El Eco de Occidente, desde el 30 de enero al 28 de diciembre de 1894, y en ellos se documenta la vida entera del concejo de Cangas del Narcea durante un año. Noticias importantes en 1894 fueron las relacionadas con la explotación del monte de Muniellos, el proyecto para la construcción del ferrocarril, la introducción de la plaga de la filoxera en el viñedo cangués y la revuelta de los campesinos del concejo por el reparto del impuesto de consumos en los meses de noviembre y diciembre, por cuya causa llegaron  a asaltar el ayuntamiento, lo que motivó la llegada de refuerzos de la Guardia Civil para controlar la situación.

Los ejemplares de El Eco de Occidente, que pueden consultarse a partir de hoy en la Biblioteca Canguesa del Tous pa Tous, pertenecen a Armando Graña García, bisnieto de uno de los fundadores, y el trabajo de digitalización ha sido patrocinado por Clínica Dental Victorino López Mendivil, de Cangas del Narcea.

José Mª Díaz López “Penedela” (Penedela – Ibias 1870 – Cangas del Narcea 1934), alcalde y empresario

A muchos vecinos de Cangas del Narcea, el nombre de “Alcalde Díaz Penedela” solo les sonará por ser el de una céntrica calle de la villa. Este alcalde es hoy un personaje casi desconocido e incluso si alguien quiere buscar información sobre él le resultará complicado obtenerla. No aparece en enciclopedias, ni en diccionarios de historia. Sin embargo, durante el primer tercio del siglo XX, José Mª Díaz López, más conocido como Penedela, fue un personaje imprescindible en Cangas del Narcea. Nació en 1870 en el pueblo de Penedela (Ibias) y falleció en Cangas del Narcea en 1934. Emigrante en América, regresó a Asturias con el inicio del siglo XX y se estableció en la villa de Cangas. Fue un político liberal y un empresario muy preocupado con el progreso y la modernización del país. Ocupó la alcaldía de Cangas entre 1913 y 1923, y también fue diputado provincial. A él se debe la construcción de la traída de agua corriente en la villa y otras mejoras en el concejo. Como empresario trabajó e invirtió su dinero en múltiples negocios: el vino de Cangas, el establecimiento del comercio El Siglo XX, la electricidad, la compra y venta de tierras, la fabricación industrial de madreñas, la molienda de grano, etc. Penedela vivió en el palacio de Omaña, que reformó en 1923. En los años treinta se arruinó y acabó suicidándose. Tuvo muchos y poderosos amigos que le apoyaron en su carrera política, y también muchos enemigos que le acusaron de cacique. Su biografía es una parte de la historia de Cangas del Narcea en el primer tercio del siglo XX.

 

Noticias para la biografía de José María Díaz López Penedela (1870-1934)

por Juaco López Álvarez 

José María Diaz López Penedela (junto al novio) en la boda de Vicente Oliveros y Concha de Llano, 16 de enero de 1918. Penedela era el padrino, tenía 48 años y ocupaba la alcaldía de Cangas del Narcea.

Nació en Penedela, concejo de Ibias, en 1870 y murió en Cangas del Narcea en 1934. Vivió 64 años. Se llamaba José María Díaz López, pero todo el mundo le conocía por “Penedela”, de tal modo que el nombre de su pueblo de origen llegó a emplearlo él mismo como un segundo apellido. Muy joven, como era habitual en aquella época entre los hijos de los campesinos acomodados o de la clase media de las villas, marchó para América, probablemente a Cuba, y allí debió de hacer cierta fortuna. Regresó a España hacia 1900 y se estableció en la villa de Cangas del Narcea. Nunca olvidó aquella etapa de emigrante en tierras americanas. Cuando en 1913 toma posesión de la alcaldía de Cangas del Narcea señalará como una de sus prioridades el fomento de la enseñanza: “tan necesaria en toda ocasión y más tratándose de los muchos jóvenes que emigran de este concejo, que tan útil les puede ser por el mundo las primeras nociones que se adquieren en las escuelas”. En agosto de 1920 participa en un banquete organizado por ocho emigrantes cangueses en América y en la crónica que se publica en la prensa se le califica como un “americano de los viejos”. Y dos años antes de fallecer, en 1932, es uno de los fundadores del Centro Cultural y Recreativo de Cangas del Narcea, en el que se agrupa la colonia de “americanos” residentes en Cangas y cuyo fin era constituir un casino.

Estuvo casado con Julia de Llano González, perteneciente a dos linajudas e influyentes familias canguesas: los Llano y los González Reguerín; estos últimos emparentados también con los Flórez. Con estas familias tendrá Penedela negocios económicos y tratos políticos. Tuvo una hija, María, a la que todo el mundo llamaba Marina. Su mujer falleció en noviembre de 1918, con 37 años de edad, durante la terrible epidemia de gripe que asoló al mundo entero, y que en el concejo de Cangas del Narcea causó una considerable mortalidad. Volvió a contraer matrimonio años después con Martina Arias Urbistondo.

Murió el 15 de abril de 1934 y en su partida de defunción el párroco de Cangas, don Dositeo Méndez, escribió: “falleció  a consecuencia de haberse arrojado de un balcón de la casa en donde vivía [situada en la plaza de Rafael Rodríguez], lo que hizo, según certificación del médico que le asistía, D. Victorino López Llano, por sufrir monomanía persecutoria”. La noticia de su fallecimiento se publicó dos días después en el diario La Prensa, de Gijón, donde dice: “Se asegura que el suicida padecía desde hace tiempo de neurastenia y se cree que estos días debió sufrir una agudización en su estado, obligándole a tomar tan extrema resolución”. Su cadáver fue enterrado en el cementerio municipal, en el panteón propiedad de sus sobrinos Concha de Llano Fuertes y Vicente Oliveros Menéndez. Y en este panteón permanece junto a los cadáveres de otras personalidades de la vida de Cangas del Narcea en el primer tercio del siglo XX: Ibo Menéndez Solar, maestro, director del periódico El Narcea, y promotor de la enseñanza y la cultura en el concejo; Mario de Llano González, presidente del Centro Republicano y alcalde durante la Segunda Republica, y el mismo Vicente Oliveros, comerciante.

Penedela fue un hombre apasionado de la política y un empresario tremendamente emprendedor, que llegó a tener múltiples negocios. La estancia en América y el conocimiento de una sociedad más avanzada y urbana, hizo que muchos emigrantes retornasen empeñados en mejorar y modernizar la vida de sus paisanos, y para ello invirtieron su tiempo y su dinero en la vida pública y en nuevas actividades económicas. La vida de Penedela  transcurrió enteramente en esos dos ámbitos: la política y los negocios. En ambas tareas hubo de tener, sin duda, grandes satisfacciones, pero también muchos sinsabores. Sus enemigos políticos decían de él que era una persona soberbia y orgullosa, “un cacique”, y lo acusaban de aprovecharse de la política para su beneficio personal. En política militó en las filas liberales, aunque sus detractores le tachaban de arribista. El 28 de julio de 1923 en el periódico El Noroeste se dice sobre él: “antiguo pidaliano – liberal – conservador – republicano – reformista – inclanista, que en todos estos partidos estuvo o pretendió introducirse el señor Penedela”.

Penedela, político

Comenzó su actividad política en 1909, como concejal del Ayuntamiento de Cangas del Narcea. En la misma corporación también estaba su cuñado Cesar de Llano Gonzalez. El alcalde era Nicolás de Ron. Vuelve a ser elegido en 1912 y es nombrado tercer teniente de alcalde. En este mandato el alcalde era Joaquín Rodríguez Martínez, que el 23 de octubre de 1913 renuncia al puesto “por motivos de salud y no de otra índole” (fallecerá el 23 de enero de 1914 a los 53 años de edad). En su lugar es nombrado Penedela, que contará con el apoyo de la familia de su mujer, los Llano, y el amparo del todopoderoso Félix Suárez-Inclán (Avilés, 1854-Madrid, 1939), diputado a Cortes por el Distrito de Cangas del Narcea desde 1897, miembro del Partido Liberal y en aquel año de 1913 ministro de Hacienda. En esta etapa Penedela fue alcalde hasta el mes de diciembre de 1917. Volverá a ocupar este puesto muy poco tiempo después, el 1 de enero de 1918, y en él permanecerá hasta el 1 de abril de 1921. Y de nuevo volverá a ser alcalde de enero a julio de 1923. En total ocupó la alcaldía de Cangas del Narcea durante nueve años.

Hoja de propaganda política en el que el alcalde José Mª Díaz “Penedela” da a conocer los motivos del cese de su antecesor Marcial Rodríguez-Arango, Cangas del Narcea, 17 de febrero de 1923.

En ese tiempo mantuvo encarnizadas luchas políticas y continuas polémicas por su gestión en el Ayuntamiento. Tuvo enfrente a los reformistas, encabezados por Marcial Rodríguez Arango; a los conservadores kleiseristas, partidarios de Luis Martínez Kleiser para diputado a Cortes por el distrito de Cangas del Narcea, y a los republicanos, dirigidos por Higinio García del Valle y cuyo ariete en la prensa era Gumersindo Díaz Morodo Borí. Para defenderse de las aceradas críticas de este último fundó en 1916 La Voz de Cangas, que dejó de editarse en julio de 1917. La lucha contra Borí llegó al extremo de cerrarle su periódico, El Distrito Cangués, y de denunciarle repetidas veces hasta lograr que le encarcelasen en varias ocasiones.

En Cangas del Narcea los partidos políticos estaban controlados por unas pocas familias que luchaban denodadamente por controlar el poder local y los votos del distrito para la elección de un diputado a Cortes en Madrid. El borrador de una carta escrita desde Cangas por Agustín de Llano Valdés, tío político de Penedela, a un destinatario desconocido, seguramente residente en Madrid, en la que se refiere a las elecciones municipales y a Penedela, nos servirá para conocer los entresijos de la actividad política en las primeras décadas del siglo XX:

“Mi querido amigo: Con motivo de las próximas elecciones para concejales nos hallamos luchando aquí los conservadores y liberales contra los kleiseristas, que no se convencieron a pesar del recorrido que les dimos en marzo último.
 
Corresponde elegir catorce concejales y entre éstos cinco por el distrito de Rengos, que es donde nuestro buen amigo el Conde de Toreno tiene una fuerza decisiva. Hace varios días escribimos a don Félix [Suárez Inclán] para que solicitará de dicho Conde órdenes para que sus administradores nos apoyaran, sin que hasta la fecha hubiéramos obtenido contestación, ignorando el motivo.
 
Como el tiempo apremia y deseo salir victorioso, máxime cuando al presente desempeña esta Alcaldía mi sobrino José Mª Díaz, le ruego se tome la molestia de visitar cuanto antes al repetido Conde afín de conseguir mande a sus apoderados doña Alvarina Peláez y don Ángel Rodríguez que nos apoyen, ordenando además al último se ponga a mi disposición, como lo verificó en las elecciones de marzo, o a la de mi dicho sobrino, para recomendar a los renteros que voten los candidatos que les indiquemos.
 
Y pidiéndole mil perdones por tanta molestia, tengo el gusto de reiterarme de usted con la más distinguida consideración”.

Manifiesto al “Distrito electoral de Cangas del Narcea” firmado por José Mª Díaz López “Penedela”, enero de 1931.

Penedela fue cesado como alcalde en 1923, tras descubrir una comisión de investigación unas “irregularidades” en el Ayuntamiento de Cangas del Narcea. Esta comisión, establecida por el Directorio Militar encabezado por el general Miguel Primo de Rivera, revisó las cuentas de muchos ayuntamientos asturianos. Penedela  y varios concejales fueron incluso encarcelados durante unos días en diciembre de aquel año. Sin embargo, esto no acabó con su vida política. En marzo de 1925  formó parte de una comisión del concejo de Cangas del Narcea, encabezada por el alcalde Porfirio Ordás, que se reunió en Tineo para tratar sobre la construcción del ferrocarril Pravia-Cangas-Villablino, donde él figura como “ex alcalde”, y poco tiempo después fue nombrado diputado provincial. Como representante de la Diputación asiste a la inauguración de la Feria de Muestras de Gijón en agosto de 1927 y al entierro del empresario José Tartiere en ese mismo año. Por último, en las famosas elecciones municipales del 14 de abril de 1931, que trajeron la Segunda Republica, salió elegido concejal por la candidatura republicana. Unos meses más tarde su cuñado Mario de Llano González ocupará la alcaldía de Cangas del Narcea.

La política de Penedela con respecto a Cangas del Narcea puede resumirse en una sola palabra, muy manida en aquellos años: modernización. En la sesión del 23 de octubre de 1913, en la que ocupó por primera vez la alcaldía, señaló sus tres prioridades: el “fomento y desarrollo de la enseñanza”; “los caminos vecinales que tantos beneficios reportan a los pueblos” y la “rigurosa administración de los intereses del concejo”. A estas habría que sumar su interés por la higiene y la salud pública.

La consulta de los libros de actas de las sesiones municipales que presidió Penedela muestran un número considerable de acuerdos sobre la creación de escuelas, construcción de edificios, contratación de maestros y compra de material escolar, así mismo aparecen muchos acuerdos relacionados con caminos, “puentes económicos” y fuentes.

En cuanto a las medidas en favor de la higiene, hay que resaltar que el higienismo estuvo muy en boga en aquel tiempo debido a la insalubridad general y a las frecuentes epidemias causadas por la suciedad de las calles, aguas contaminadas, etc. El ideario de Penedela en este sentido esta recogido en un bando que escribió en julio de 1916 como preámbulo a la edición de las Ordenanzas Municipales de 1898:

HAGO SABER: Que la misión de esta Alcaldía no queda cumplida preocupándose solamente de la seguridad de los vecinos, la instrucción de los niños, el socorro de los pobres, la administración de los fondos del concejo y las relaciones con los que nos son administrados; hay algo que hasta ahora se hallaba descuidado en Cangas y es sin embargo lo más importante para una colectividad, pues nos referimos a la higiene, asunto que preocupó en todas las épocas a los pueblos que, por su superioridad, merecieron gobernar a los demás.

Según Penedela “es imposible una prosperidad económica duradera en un pueblo donde, por descuido de la higiene, abundan los tísicos y enfermos”.

Sigue Penedela:

Hace pocos años, cuando la noción de libertad había llegado con claridad a la mente de privilegiadas personas, confundiendo el vulgo el significado de esa santa palabra con el egoísmo, podría parecer a los pseudos liberales que se atentaba a la libertad, imponiendo por la fuerza la higiene; pero, afortunadamente, hoy creo que no habrá ni un solo cangués para quien no sea evidente que la libertad de cada uno termina donde empieza la del prójimo.[…]
 
En una villa de la importancia de la nuestra, no puede ya prescindirse de algunos detalles de ornato, que son cosa corriente para otras muy inferiores en otros aspectos. No pido lujos ni sibaritismos; pero tampoco puedo seguir consintiendo que el transeúnte se vea insoportablemente molestado por los imponentes chorros de agua lanzados por los canalones rotos, […]. El blanqueo de las fachadas, que es barato, es otra imposición que se verá en la necesidad de adoptar la Alcaldía, porque si un individuo con la cara sucia es rechazado por los demás, una casa de la villa debe mostrarse también con el aspecto agradable de la limpieza.
 
La cultura de un pueblo se revela al forastero en una multitud de detalles, que en Cangas dejan bastante que desear, y no enumeraré aquí porque son muchos y muy conocidos del público. Desde el tocino colgado en la puerta de una tienda, como si estuviese destinado a manchar la ropa de un transeúnte, hasta los perros que molestan al vecindario; lo mismo los cueros en el centro de la población, donde despiden nauseabundo olor, que los diferentes trastos que obstruyen la calle, todo indica un abandono que no debe continuar, porque en la vida de un pueblo a la moderna, juegan principal estos detalles que significan privilegios de unos pocos, en perjuicio de la colectividad.

Según Penedela, en las Ordenanzas Municipales de 1898 “están admirablemente resueltos los problemas enunciados y muchos otros inseparables de la vida social”. Por eso promovió su difusión, con la advertencia a los cangueses de que va a exigir su “exacto cumplimiento”, y que si es necesario impondrá correctivos, aunque él cree que no serán necesarios:

Sería el primero en deplorarlo; pero, así como un padre que entiende su sagrado papel, castiga con mano dura a los hijos que lo necesitan, para que lleguen a ser honrados y útiles ciudadanos, estoy yo resuelto a emplear los medios de que la Alcaldía dispone, a fin de que se cumplan las Ordenanzas municipales, pues lo creo indispensable, si Cangas ha de llegar a ser pronto una villa sana, agradable y culta.

De su etapa como alcalde, se sentía muy orgulloso de haber propiciado y llevado a cabo la construcción de tres obras, que tienen mucho que ver con la higiene: el matadero, el lavadero y, sobre todo, la traída de agua.

El matadero se terminó de construir en el mes de mayo de 1916 en el lugar llamado la Cuadra de las Mulas, situado a la salida de la villa en dirección a Rengos. El autor del proyecto fue Alfredo Flórez González, que lo hizo gratuitamente.

El lavadero se inauguró en 1914 y estaba junto al puente de Ambasaguas, estaba en el solar de los Molinos Viejos. Lo sufragó íntegramente el mencionado Alfredo Flórez González, que lo donó al Ayuntamiento. El agua, que corría sin interrupción en el lavadero, la cedía el mismo Penedela, y procedía de la presa de un molino que tenía en las proximidades.

Por último, la instalación de la traída de agua corriente fue la gran obra de Penedela. No era para menos porque este servicio supuso un cambio radical en la higiene y en el modo de vida de los cangueses (sobre todo de las canguesas que eran las encargadas de acarrear el agua de las fuentes). En la sesión municipal del 18 de septiembre de 1914 se tomó el acuerdo de hacer esta obra por “la imperiosa necesidad de dotar a la villa de agua potable, por ser muy escasa y de malas condiciones la que hoy existe, como se demostró durante la última epidemia de tifoideas, pues habiendo cincuenta y cuatro casos de dicha enfermedad en esta villa, tan pronto se clausuró la fuente pública no se registró ningún nuevo caso”  El “Proyecto de abastecimiento de aguas para la villa de Cangas de Tineo”  se redactó en 1916 y la obra concluyó en 1919. La villa empezaba su modernización.

Si, por un lado, estas fueron sus obras más apreciadas, por otro, sus mayores fracasos fueron el no haber construido un cementerio municipal y las infructuosas gestiones llevadas a cabo para la construcción del ferrocarril Pravia-Cangas del Narcea-Villablino.

El cementerio de la villa era una necesidad desde hacía mucho tiempo. El viejo cementerio parroquial, situado detrás de la iglesia, era muy pequeño para una villa que había crecido mucho en el siglo XIX. En 1903 se describía así su estado en el periódico La Verdad (Cangas de Tineo, 14 de febrero de 1903):

“Cangas, la misma capital del concejo, tiene en vez de cementerio un inmundo pudridero donde se hacinan los cadáveres, donde se exhuman varios cada vez que se inhuma uno, donde ruedan los huesos humanos y los restos de ataúdes y mortajas; y esta macábrica perspectiva la observamos todos a diario cuantas veces penetramos en aquel reducidísimo y mal acondicionado, y peor cuidado y administrado recinto, para acompañar a la última morada los restos mortales de una persona querida”.

Las gestiones para hacer un nuevo cementerio comenzaron en 1912. El terreno elegido estaba en Barañán, encima del barrio de El Corral. Durante la alcaldía de Penedela se encargaron dos proyectos para este lugar, uno llegó a aprobarse en 1918, pero debido a las opiniones divididas con respecto a su emplazamiento se decidió buscar otro sitio más adecuado. El cementerio municipal se construirá en 1927 en Arayón, tres años después de cesar Penedela como alcalde.

Sin embargo, el gran fracaso del Penedela político fue que el ferrocarril Pravia-Cangas-Villablino no llegase a construirse. Esta línea fue una de las mayores aspiraciones de los vecinos del suroeste de Asturias, que consideraban que era un medio imprescindible para la explotación de las riquezas naturales y la modernización del país. Los políticos estuvieron jugando con esta aspiración desde finales del siglo XIX y periódicamente, sobre todo cada vez que había elecciones a diputados a Cortes, se anunciaba la inminente concesión de las obras, pero al poco tiempo todo quedaba en nada. Penedela participó en reuniones, comisiones y asambleas convocadas para tratar este asunto, y estoy seguro de que su interés era sincero, porque el ferrocarril en ese tiempo era sinónimo de modernización y progreso, pero fue algo que no pudo conseguir.

Penedela, empresario

En este ámbito es sorprendente la variedad de negocios con los que corrió Penedela, en cierta medida impulsado también por ese afán innovador y modernizador de la sociedad. Invirtió en la compraventa de  tierras, en industrias, en el establecimiento de un comercio, en la construcción de carreteras, etc.

La elaboración de vino es el primer negocio en el que sabemos que participó y en el que se mantendrá hasta el final de sus días. Esta dedicación al vino es comprensible, porque este producto va a ser, hasta la Guerra Civil y junto a la industria maderera, la actividad económica más rentable del concejo de Cangas del Narcea.  En 1901, Penedela aparece formando parte de la sociedad Flórez, Llano y Díaz, que compra las bodegas y todos los viñedos (21 hectáreas) que habían pertenecido a Anselmo González del Valle, y funda las “Bodegas Canguesas”, cuya principal marca de vino será “Príncipe de Asturias”. La sociedad se mantendrá en manos de Penedela y la familia Flórez hasta los años treinta. En el diario La Prensa, de Gijón, aparecerá la noticia de su muerte el 17 de abril de 1934 con el titular siguiente: “Se suicida un cosechero de vinos”.

La segunda actividad que le conocemos es como agente de seguros de la compañía El Alba. Como tal aparece en la Guía Comercial de Asturias de 1903. En este año también ocupaba el cargo de contador-cajero de la Sociedad General de Explotaciones Forestales y Mineras “Bosna Asturiana”, constituida con capital asturiano, vasco y francés para explotar minas y montes en la cuenca alta del río Narcea y sobre todo extraer madera de Muniellos. Durante este tiempo participó en la publicación de un periódico local, La Verdad, dirigido por Manuel Flórez de Uría. Su papel en este periódico lo contará unos años después el mismo Flórez de Uría en El Distrito Cangués, 24 de febrero de 1914:

[En 1903] suspendí “La Verdad” de Cangas y cree “La Verdad” de Oviedo, en cuyo primer número aparezco yo como Director y Jefe de Redacción y como Redactor y Administrador D. José Mª Díaz y López, el actual alcalde, pero de quien me cumple hacer constar que no tuvo arte ni parte, ni remota ni próxima, en el periódico, pues su nombre puesto en la portada fue solo un acto de buena amistad y deferencia hacia mi, como contador-cajero que era de la sociedad “Bosna Asturiana”, de la que yo era apoderado, entidad financiera a quien podía ser muy útil tener a su devoción, para fines puramente industriales, el periódico único de la localidad”.

Hoja de publicidad para la apertura del comercio El Siglo XX, Cangas del Narcea, hacia 1905.

Poco tiempo después Penedela abrió un comercio de ropa, paquetería, armas, etc., negocio que fue muy frecuente en muchos emigrantes retornados, que habían trabajado en América en este ramo y venían de allí con ideas nuevas. Su nombre ya es expresivo de los nuevos tiempos: El Siglo XX. Estaba en la calle Mayor y será uno de los primeros establecimientos modernos de la villa de Cangas. En el se vendían las “últimas novedades” en tejidos y calzado, y muchos de los nuevos productos que se estaban expandiendo desde las villas al medio rural a través de estos comercios: loza y cristal, armas, camas de hierro, trajes, sombreros, alfombras, mantillas, etc. El comercio El Siglo XX lo traspasa en 1918 o 1919 a Vicente Oliveros, que trabajaba en él como dependiente y que se casa en enero de 1918 con su sobrina política Concha de Llano. Penedela y su mujer serán los padrinos de boda de este matrimonio y también de su primer hijo, que llevará el nombre del padrino: José María.

Otra de las inversiones de Penedela fue la compra de amplias posesiones pertenecientes a las viejas familias rentistas canguesas, como los Yebra Pimentel y los Velarde, que ya no residían en Cangas y tenían la administración de sus propiedades casi abandonada. Las fincas que adquiría las vendía después a sus llevadores, que eran campesinos del concejo, sacando con esta operación un pingüe beneficio. Con frecuencia, para estas operaciones se juntaban varios capitalistas. En diciembre de 1922 escribe Borí en El Progreso de Asturias (La Habana, 20 de enero de 1923):

“La antigua casa de Velarde ha vendido todo lo que en este concejo tenía. Fueron compradores el banquero cangués don José Álvarez Menéndez y los señores don José María Díaz López y don Antonio Jiménez. El precio de compra fue de medio millón de pesetas”.

El último comprador era el procurador Antonio Jiménez Valcárcel, que estaba casado con una hermana de la mujer de Penedela; él se quedará con el palacio de los Velarde, situado en la calle Mayor, a la altura de la plazuela de Riego. El propio Penedela vivirá también en un palacio, el de los Omaña, en la plaza Mayor, que se lo había comprado a Anselmo González del Valle. Esta casa la reformó considerablemente en 1923: abrió en la fachada principal varias puertas y ventanas, y construyó un mirador, todo ello dentro de un estilo historicista.

Recibo de “Hidroeléctrica del Luiña” con la firma de su propietario José Mª López Díaz “Penedela”, 1925.

Penedela también adquirió el viejo molino que estaba situado junto al puente de Ambasaguas, que había sido propiedad de la casa de Omaña y que él debió de comprar al mencionado González del Valle. En 1924,  aprovechando su presa y canal, construyó junto a este molino una central hidroeléctrica, denominada “Hidro Eléctrica del Luiña”, cuya energía vendía en la villa y pueblos próximos, y además instaló una fábrica de harina y otra de madreñas, movidas ambas con máquinas eléctricas. La electricidad había llegado a la villa de Cangas en 1899, con una hidroeléctrica situada junto a Arayón. En la primera mitad de los años veinte se levantaron en el concejo tres más, que en 1925 ya estaban funcionando: una en Villacibrán (“Hidroeléctra de Villacibrán”), otra en Cibea y la de Penedela en Cangas.

Pero los negocios de Penedela todavía abarcaban mucho más: en 1914 su comercio de El Siglo XX era también la administración de los automóviles de línea que hacían el servicio diario de Cangas a Grado, y en 1918 sabemos que era el contratista de la construcción del segundo tramo de la carretera de Navelgas (Tineo) a Pola de Allande.

Hasta los años treinta Penedela vivió años de fortuna. El 28 de marzo de 1925 puede leerse en el diario La Prensa:

“En su magnífico automóvil ha regresado de La Coruña [a Cangas de Tineo], donde pasó el día de su fiesta onomástica en compañía de su familia, el rico propietario y exalcalde de esta villa José María Díaz Penedela”.

Pero en los años treinta comenzó a apagarse su buena estrella. En estos años tuvo que deshacerse de muchas de sus propiedades: el molino, la central hidroeléctrica y el palacio de los Omaña que vende en 1932. Siempre escuché en mi casa que Penedela había muerto arruinado por culpa de la política, que su desmedida afición hacía ella le había hecho perder todo lo que tenía. En realidad, no sé qué le pudo pasar, no tengo datos para afirmar nada y lo que pueda decir en estos momentos son suposiciones. No obstante, es muy probable que, al igual que les sucedió a otros muchos empresarios en todo el mundo, el crack de octubre de 1929 y la enorme crisis económica que trajo consigo, afectase considerablemente a este hombre hasta el punto de arruinarlo y llevarle al suicidio. A la ruina económica habría que sumar unas circunstancias familiares adversas,  que abocaron a Penedela a este trágico final.

Anuncio del comercio El Siglo XX en El Distrito Cangués, 1915.

Ocho años antes de su muerte, el 16 de julio de 1926, cuando todavía le sonreía la suerte, se publicaron en el diario La Prensa, de Gijón, dos páginas completas dedicadas a las fiestas del Carmen y a la villa de Cangas del Narcea. En ellas aparecen varios anuncios y también unas elogiosas reseñas de comerciantes y hosteleros, que con toda seguridad fueron pagadas por sus protagonistas. Una de estas reseñas encomiásticas está dedicada a “Don José María Díaz Penedela”. Es probable que la escribiese él mismo o que la hubiese escrito otra persona con la información que él le proporcionó, en todo caso es la imagen que él quiso dejar de sí mismo. Con ella vamos a terminar esta breve biografía.

Don José María Díaz Penedela

Es Cangas de Tineo uno de los pueblos que van siempre en pos del progreso, y naturalmente, en Cangas no podrían faltar hombres notorios, pues son bastante conocidos los naturales de la localidad que han sabido poner sus nombres muy alto.

Queremos ocuparnos en esta ocasión de don José María Díaz Penedela, que durante su actuación como Alcalde de Cangas de Tineo, cargo que ocupó durante nueve años, demostró excepcionales condiciones, pues a él se debe la traída de aguas, uno de los orgullos legítimos del pueblo, así como también la construcción del Matadero y en parte la del Lavadero.

Una vez retirado de sus funciones como representante del pueblo y persona que no sabe estar inactiva, ha fundado una Central de luz y fuerza con la cual ha hecho que el pueblo goce de excelente servicio en este aspecto, pues hizo de esta Fábrica una de las más modernas, pudiendo en todo momento servir, tanto luz como fuerza, a cualquier punto del concejo.

Tiene también, y montada a la perfección, una fábrica de almadreñas, movida por electricidad, con sus transmisiones subterráneas, y a cuyo frente se encuentran competentísimos operarios, siendo una de las preferidas en Cangas de Tineo y pueblos limítrofes y cuya fama ha transcendido al resto de Asturias, siendo buena prueba de ello los numerosos pedidos que a diario recibe.

Así mismo y al lado de la Central Eléctrica ha hecho la instalación de una fábrica para la molturación de granos que montada con arreglo a los últimos adelantos, y movida por electricidad, puede moler en cualquier momento, 50 y 60 sacos de trigo por día.

Otro importantísimo negocio del señor Penedela lo constituyen las Bodegas Canguesas en sociedad con don Roberto Flórez, siendo muy conocida su marca «Príncipe de Asturias», debido a ser como muy bien dicen sus etiquetas, «únicas bodegas en la zona asturiana que por la clase especial de sus viñedos y la buena y esmerada elaboración de sus vinos, puede competir con cualquiera de las regiones vitícolas de España y del extranjero, según se demuestra con los premios obtenidos en diversos países», y esto lo demuestra el que no solo se concreta a servir las plazas de Asturias, sino que también se extiende la exportación a plazas de España, como Madrid y Barcelona y otras muchas de América, de donde reciben continuamente pedidos.

No terminaremos de hablar del señor Díaz Penedela sin antes felicitar al pueblo de Cangas de Tineo por contar entre sus hijos con hombres entusiastas y emprendedores como el que nos ocupa.

Ignacio Álvarez Castelao (Cangas del Narcea 1910 – Oviedo 1984), arquitecto

Por Rogelio Ruiz Fernández – Doctor Arquitecto. Nueva Quintana (LNE) 30 de marzo de 2010

El arquitecto, de cuyo nacimiento se cumplen cien años, dejó en Oviedo una huella profunda de su trabajo, marcado por la innovación y la investigación de materiales

Ignacio Álvarez Castelao (Cangas del Narcea 1910 – Oviedo 1984); retrato de Nicanor Piñole

Al igual que muchos escritores son su ciudad y ésta no puede entenderse sin aquéllos, sin su complicidad (Joyce es Dublín, Leopardi Recanati, Lezama es La Habana, Cunqueiro Mondoñedo, Clarín Oviedo?) así, muchos arquitectos están maridados a un lugar. Barcelona sin Gaudí no sería igual, ni Gaudí sin su amada, Lubjana no lo sería sin Plecnik, ni Viena sin Wagner, Olbrich y su primavera sagrada. Chistopher Wren es San Pablo y también todo un Londres blanqueado. Tampoco Como, la bella ciudad italiana junto al lago, sería la misma sin Terragni, para mí su amado. Pero los escritores que fijan un tiempo con su obra permanecen encerrados en sus páginas, en nuestros anaqueles, esperando, como joven en el baile a ser sacados, a bailar una pieza; mientras que los arquitectos nos tienen presos, realizan el telón de fondo sobre el que discurren nuestras vidas, se viven a diario sus obras y se nos presentan, querámoslo o no, todos los días, tras incluso la muerte de su autor, como es el caso, como presencia cotidiana. Ya habrán descubierto a estas alturas, deberían saberlo ya, que Castelao es Oviedo y Oviedo sería menos profundo sin Castelao. Sin embargo, siendo queridos todos los citados, y con su calle y su respeto, no todos reciben el mismo cariño de su esposa. Los modernistas, clasicistas, formalistas al fin que ya he citado son adorados con embeleso, mientras que aquellos como Terragni en Como, Le Corbusier en toda Francia o nuestro Castelao, que siguieron un camino menos labrado, se quieren sí, pero con la prevención de lo nunca del todo comprendido. También Aalto, con quien mantenía relación epistolar nuestro protagonista, es así querido en su Finlandia y quizá por ello le puso a su barco el nombre «Nemo Propheta in Patria».

La figura de Ignacio Álvarez Castelao -nacido en Cangas del Narcea el 31 de marzo de 1910 y que murió en Oviedo en 1984- no es fácil de acometer, al menos tres tesis doctorales se han iniciado ya hace tiempo y hasta el momento no conozco ninguna concluida y esto es particularmente grave, por lo muy necesario que sería que a partir de su legado se realizara un estudio suficientemente profundo que garantizara la difusión nacional e internacional que merece su figura. Podemos analizarlo aquí someramente, para comprenderlo mejor, desde tres puntos de vista. En primer lugar su excepcional conocimiento constructivo y su vocación investigadora en este campo gracias a su formación ingenieril, en segundo lugar la investigación tipológica y formal en el campo de la vivienda y como colofón los grandes edificios públicos.

Su conocimiento de los materiales hizo que los utilizara siempre con nobleza, crudos, como propiciaban los brutalistas, y buscará, afianzando sus conocimientos con propuestas cada vez más audaces, las posibilidades del hormigón y el acero. Realizó dos patentes, una de forjados y otra que pueden ver en la gasolinera de la Tenderina, que es el nudo Castelao, con el que a partir de piezas muy sencillas articula una estructura espacial muy ligera que permite cubrir grandes vanos. O los grandes vuelos estructurales de hormigón que vemos en Medicina o las mismas losas que conforman las aulas, o con que sabiduría, haciendo que el elemento constructivo sea el que genere la belleza en los encofrados recuperables utilizados en el Colegio San Ignacio. En muchas ocasiones enfrenta la dureza y fuerza de materiales como el hormigón, siempre con huellas de su construcción, bruto, con la calidez de la madera en carpinterías. Otras veces lo relaciona con elementos cerámicos ladrillos o plaquetas que utiliza con destreza, generando textura con distintas tramas, con piezas de diferente cocción que generan vibración precisamente por la diferencia de sus unidades (por su calidad de única dentro de las que parecen iguales), cambiando las disposiciones de ladrillos en aulas de tal modo que al ponerlos al canto absorban el sonido en las zonas que más interesa… También los elementos modulares de hormigón que utilizó en varios edificios (Hunosa, Geológicas?) le permitían aunar dos de sus pasiones, la construcción de la que venimos hablando y la matemática que se desprende de la seriación.

La matemática subyace de tal forma en sus composiciones que a veces es el motivo del que surge la belleza y le permite alejarse de las contingencias de lo cotidiano. Sus realizaciones en el campo de la vivienda, tanto el Serrucho como el Serruchín o Alsa son edificios en los que lo trivial desaparece (¡y vuelve cuando se cierran las terrazas!). A veces en la ciudad vemos construcciones sin intención que nos permiten ir leyendo cosas prosaicas: eso es el salón, eso el tendedero, eso el cuarto de los niños? Nunca en Castelao, con él la Arquitectura brota con fuerza de una proposición previa y certera a la que van siguiendo las necesidades, tras su mando.

Transformó el antiguo convento de Santa Clara, destrozado por la guerra, en la delegación de Hacienda

Edificio conocido como «El Serrucho», proyectado por Álvarez Castelao (1956) en la calle Cervantes de Oviedo. Foto: J. Ramón Puerto

«El Serrucho» visto desde la negación que es su chaflán no es un edificio de viviendas, son un conjunto de cajas que flotan tocando planos, son seriaciones antes de que conociéramos a Judd, Geológicas es Geológicas cincuenta años antes que los Juzgados de Chipperfield de Barcelona y mucho mejor, el «nudo Castelao» lo era cuando Buckminster Fuller jugaba a lo mismo en América, y su amigo Aalto estaría encantado de firmar los edificios de los empleados de Hacienda sin duda, por cómo van girando, cómo comprenden los árboles que abrazan, que rodean, desde la simplicidad de unas galerías? Castelao, cuando nadie viajaba, nos trajo el mundo aquí.

Y qué me dicen de esos portales, que te quedas mirando desde la calle como si fueran un escaparate que te vendiera algo, pero no te lo vende, te lo da, te da un remanso contra la vulgaridad, te da la destreza infinita a la hora de combinar materiales de cogerte en el exterior y absorberte en la entrada hacia tu casa, te acompaña de la mano por esas escaleritas que te llevan al ascensor, esos gresites, mármoles? (por favor, que alguien quite la rejería pseudoforja con dorados de Santa Teresa, 20), y ya que la cito, qué me dicen de la planta de los apartamentos de Santa Teresa, qué sabiduría, qué control y saber en esas circulaciones compartidas que destierran pasillos (o en Alsa).

Convento de Santa Clara (Oviedo), adaptado en 1960 por Álvarez Castelao para Delegación de Hacienda

Pero Castelao, que estoy pintando como mítico, también fue funcionario de Hacienda, y esto le permitió, probablemente como a Kafka, desarrollar una segunda identidad, meter quizás el orden cotidiano en su vida, para que brotara más suelta su arquitectura. Por esta condición accede a la restauración de Santa Clara, actual sede de Hacienda, y allí cose el edificio herido por la guerra. Con decisión, dejando allí colgado ese balcón, que no va a ningún lado, que queda sólo como un brazo truncado, como que quiere seguir, como que quiere que se cierre el convento mutilado. Como un doctor en igual caso corta por lo sano, eso sí, poniendo su arquitectura al mismo nivel que la del pasado. Sin mimetismos, nos recuerda la guerra, el dolor inacabado. En la última restauración sobre la de don Ignacio se pierden temas importantes de la obra del maestro, la ligereza de las carpinterías iniciales, y también que este gresite que él utilizaba tiene vibración, como antes comentaba, y al utilizarse prefabricados absolutamente idénticos en todas sus piezas, o piedras muertas, el edificio, tras tanto tiempo enfermo, nos parece que se muere también. Adquiere algo que siempre esta desterrado de su obra: afectación. Lo mismo ha sucedido con Industriales en Gijón, que ya no es lo mismo, está demasiado limpio.

Facultad de Ciencias Geológicas y Biológicas en Llamaquique de Álvarez Castelao (1965)

Facultad de Ciencias Geológicas y Biológicas en Llamaquique de Álvarez Castelao (1965)

Les voy a pedir, si leyeron hasta aquí ya están dispuestos, que como ven lo que debemos a Castelao, le regalemos agradecidos en este centenario de su nacimiento un paseo hasta Llamaquique y al Cristo, y que allí vean Geológicas y Medicina, y al final, el regalo, verán, se lo volverá a hacer él a ustedes. En Geológicas y Biológicas de nuevo están las Matemáticas, contrastando el paralelogramo, platónico, o mejor cartesiano, con la espiral que remite a las caracolas y la vida en crecimiento. En este hall la dureza de los materiales contrasta con la sinuosidad y organicidad de las amebas de Suárez que recorren el suelo. Una rampa rodea este mosaico dando acceso a las distintas clases, triangulares y en crecimiento.

Facultad de Medicina de la Universidad de Oviedo, obra de Álvarez Castelao (1972)

En Medicina me gustaría destacar la lección en recorridos, las distintas escalas, como desde la ciudad, en una visión lejana, es imponente con la mole curva de las aulas en grada, con el volumen volado de hormigón que es la zona de dirección. Pero cuando te acercas, se hace amable, te crea una escala pequeña (dos metros en algunos puntos), un claustro «conventual» que aleja el edificio alto y luego el gran hall con esas escaleras piranesianas de hierro que te invitan al ascenso hacia el saber?

Quiero acabar compartiendo una inquietud con ustedes, ¿Por qué este Castelao tan universal pasaba tanto tiempo en su casina de forjados de madera de San Cucao, llena de elementos etnográficos, con una ventana que enmarcaba un hórreo de madera muy bien proporcionado? ¿Que buscaba?, ¿que destilaba de allí? Quizá buscase estos contrastes que generan la belleza en su arquitectura, quizá la escala, la ausencia de decoración, el pan pan, las cosas crudas como son, la arquitectura sin afectación. O quizá simplemente volviese así a la tierra, a los alrededores del Cangas del Narcea que le vio nacer, al refugio? a la paz sin fin que bien se ha merecido.

BIBLIOGRAFÍA

  • ALONSO PEREIRA, José Ramón, «Historia general de la arquitectura de Asturias», Ed. Colegio Oficial de Arquitectos de Asturias. Oviedo, 1996.
  • ARANCÓN, Gerardo, «Facultad de Ciencias Biológicas y Geológicas», en GARCÍA BRAÑA, AGRASAR
  • QUIROGA, «Arquitectura Moderna en Asturias, Galicia, Castilla y León. Ortodoxia, márgenes y transgresiones». Ed. García Braña-Agrasar Quiroga, 1998.
  • GARCÍA-POLA, Miguel, «Asturias. La épica del desarrollo», en la revista «Quaderns», Ed. Collegi d’Arquitectes de Catalunya. Barcelona, 1997.
  • GARCÍA TUÑÓN, Ignacio et álii, «Guía de arquitectura y urbanismo de la ciudad de Oviedo. Ed. Colegio Oficial de Arquitectos de Asturias. Oviedo, 1998.
  • NANCLARES, Fernando, «Ignacio Álvarez Castelao», en revista «Obradoiro», n.º 8. La Coruña, 1993.
  • RUIZ, Rogelio, «Faculty of Geology and Biology and Public Finances Building in Oviedo», en «Struggle for life», exposición, Sint-Lukasarchief, Bruselas, 2005.

Recuperado un cuento olvidado de Alejandro Casona

Alejandro Casona en Oviedo, 3 de junio de 1963. Fotografía de Segura. Colección del Museo del Pueblo de Asturias

En 2009 daba a conocer Antonio Fernández Insuela en un homenaje editado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y titulado En buena compañía: Estudios en honor de Luciano García Lorenzo, un cuento de Alejandro Casona (Besullo, 1903 – Madrid, 1965) inédito hasta entonces en España. En el pormenorizado estudio que lo acompaña, este profesor de la Universidad de Oviedo, muy destacado estudioso de la figura y la obra del autor de Besullo, nos pone al corriente de que el cuento está rescatado de las páginas de la revista cubana Social, por la que dejaron asomar su firma gente como Juan Marinello, Alejo Carpentier, Fernando Ortiz, Lezama Lima, Nicolás Guillén, Alfonso Hernández-Catá, Jacinto Grau, Rafael Alberti, García Lorca, Valle-Inclán, Ortega y Gasset, Pérez de Ayala y un largo etcétera de cubanos, hispanocubanos y españoles cuyo nombre destacaba entonces y que en la mayor parte de los casos aún siguen importando.

Titulado “Noche de san Juan”, el cuento, escrito en el Valle de Arán, fue publicado el 9 de septiembre de 1930, en el número XV de la revista mencionada, y en él se hacen notar su realismo y el tono crítico con el conjunto social que abusa, excluyéndolo, del más débil, así como la inclusión de algunos términos propios del asturiano (“babayo”, “bálagos”, “podre”, “mayando”); pero, sobre todo, este cuento destaca por ser en algunos puntos antecedente temático de dos importantes obras teatrales de Alejandro Casona: La dama del alba y Siete gritos en el mar (el paisaje asturiano y la noche de San Juan están presentes en la primera y el incendio en la segunda). Publicado para los lectores cangueses en la revista La Maniega, ahora el Tous pa Tous lo incluye en su Biblioteca digital:


 

NOTA del Tous pa Tous:
Por otro lado también podéis consultar en la biblioteca algunos trabajos dedicados a Alejandro Casona de Adela Palacio Gros, catedrática de Instituto de Lengua y Literatura Española que mantuvo una estrecha relación con Casona y Besullo a partir de su matrimonio en 1945 con el lingüista Lorenzo Rodríguez-Castellano, natural de este mismo pueblo.
 

 

Menendo Valledor y Ron (Tineo, 1817 – Cangas del Narcea, 1892)

Menendo Valledor y Ron (Tineo, 1817 – Cangas del Narcea, 1892)  y Faustino Meléndez de Arvás García (Cangas del Narcea, 1838  – 1917) fueron los fundadores, propietarios y redactores del primer periódico que se editó en Cangas del Narcea, El Occidente de Asturias, que comenzó a editarse en agosto de 1882 y dejó de publicarse en 1891, aunque en los últimos años estaba en manos de otras personas.

Menendo Valledor fue hasta 1889 el director del periódico. Era licenciado en Derecho y fue juez de primera instancia en Cangas del Narcea, Grandas de Salime y Valdepeñas (Ciudad Real). Se retiró de la carrera judicial y vino a vivir a Cangas del Narcea donde ejerció como abogado. Según los pocos testimonios que nos quedan sobre su vida era una persona ilustrada, de trato afable y honrada en asuntos públicos. Se decía que había abandonado la carrera judicial por negarse a dictar un fallo “con arreglo al capricho de un personaje”. Constantino Suárez Españolito escribió sobre él en Escritores y artistas asturianos y Felipe Valdés, discípulo de don Menendo en las tareas de periodista, redactó en marzo de 1892 su necrológica en el diario El Correo de Asturias, de Oviedo, del cual era corresponsal en Cangas del Narcea, que reproducimos a continuación como homenaje a este pionero del periodismo cangués.

D. MENENDO VALLEDOR Y RON

por Felipe Valdés

Ayer a la una y media de la madrugada, pasó a mejor vida este distinguido vecino de Cangas de Tineo, después de una rapidísima enfermedad, dedicada a la preparación de su alma.

Ciudadano de honradez acrisolada en los actos de su vida civil, hombre de clara inteligencia y de no poco estudio, el Sr. Valledor alcanzó en esta localidad un puesto respetable que solo debe a sus propios meritos que le hicieron figurar entre los hijos predilectos de esta villa, que le debiera haber adoptado como tal.

Nacido en Tineo en el año 1817, hallábase unido a nosotros por vínculos de fraternidad, que estrechó más y más cuando estableció en Cangas su bufete de abogado. Correspondiendo a su ilustración, han ido a su despacho muchos de los habitantes del concejo y acatando sus meditados acuerdos, aproximó en diferentes ocasiones los derechos de los litigantes, huyendo de toda cuestión contenciosa, siempre que había motivo de avenencia.

Tan excelente prenda de virtud en un letrado, bastará para demostrar que el Sr. Valledor y Ron era de excepcional formalidad y enemigo de toda pendencia. En múltiples ocasiones dio pruebas de la grandeza de su corazón, interesándose por el bienestar de sus vecinos, sin buscar con ello la popularidad.

Y hasta tal punto llevó su escrupulosidad en este asunto, que jamás solicitó un puesto en política, alegando títulos justificados. Si alguna vez su ilustrado concurso fue solicitado en este Ilmo. Ayuntamiento, él, enemigo de toda ilegalidad, permanecía indiferente, sin interesar voto alguno.

En la Universidad de Oviedo cursó en la facultad de Derecho, habiendo demostrado vocación y talento para esta profesión, y luego que hubo cumplido la mayor edad, fue nombrado promotor fiscal de este término, de donde pasó a ser juez de 1ª instancia, ocupando después el de Grandas de Salime, hasta que ascendido al de Valdepeñas [Ciudad Real] y después de desempeñar este cargo un año, pidió la cesantía fundado en motivos de salud, para dedicarse en esta villa por entero al ejercicio de la abogacía.

Al lado del Excmo. Sr. Conde de Toreno figuró como conservador en esta localidad, habiendo sido elegido concejal en el cuatrienio de 1877 a 1881, cuando figuraban en este ayuntamiento personas tan ilustres como D. Nicolás Suárez Cantón, que había desempeñado la subsecretaría de Gobernación, y el Excmo. Sr. D. Marcelino R. Arango, regente que fue de la audiencia de Barcelona, y otros varios abogados y personas distinguidas.

En los últimos años de su vida, cansado de la sedentaria vida del bufete, pero sin haber perdido nada en su inteligencia ni de su ilustración, dióse el Sr. Valledor de baja en la matricula de abogado, para dedicarse a la vida agitada y febril de periodista, fundando en compañía del ilustrado secretario del Ilmo. Ayuntamiento, El Occidente de Asturias, consagrado a la defensa de los intereses morales y materiales de esta zona.

En esta etapa de su vida, que él consideraba como la más gloriosa, su biografía corre unida a la de su digno compañero el Sr. D. Faustino M. de Arvás, que secundó en sus valientes campañas, sosteniendo contra viento y marea una publicación cuyo vacío hoy se siente cada vez más.

En las columnas de El Occidente dio ancho campo a sus ideas, y difundió sus conocimientos publicando artículos literarios, científicos y algunos políticos, que merecían plácemes por la sensatez y cordura en que estaban inspirados, y una vez más probó el amor que tenía a Cangas de Tineo, en las muchas campañas, en que fue como verdadero atalaya de sus más sagrados intereses.

Era en aquel tiempo el periodismo tan desconocida en aquella villa, por lo que los fundadores de El Occidente han tenido que vencer muchos obstáculos ante los que hubieran desmayado, si no hubiesen tenido una fe ciega en su empresa, y cabiéndoles la no poca gloria de ser la primera publicación en esta extensa zona, que despertó a muchos pueblos a la vida pública.

En las columnas de dicha publicación, acogió D. Menendo al joven que daba sus primeros pasos en el periodismo, y sin desmayar a nadie en sus propósitos, era cariñoso maestro a quien muchos somos hoy deudores de no pocas enseñanzas.

Yo, el más humilde de los que han exhibido su firma en las columnas de El Occidente, llevo aún en mis trabajos sustancia de sus lecciones y en mi corazón recuerdo eterno de gratitud.

El entierro se ha verificado hoy a las diez de la mañana con numeroso acompañamiento.

De acuerdo con su disposición testamentaria, el Sr. Valledor fue conducido a la última morada en modesto féretro y depositado su cadáver en tierra. Al funeral, como a la conducción de sus restos mortales, asistió la mayor parte de la villa y algunos PP. De San Juan Bautista de Corias, además de los sacerdotes que figuraban en el cortejo.

Era el Sr. Valledor caballero de la Cruz de Carlos III, y pertenecía a algunas sociedades y academias.

En este triste trance sirva de consuelo a su distinguida familia el considerar que somos muchos los que de todas veras nos asociamos a su dolor, pidiendo a Dios recoja en su seno el alma de nuestro buen amigo.

(El Correo de Asturias, nº 622, Oviedo, 17 de marzo de 1892)

 

“El Occidente de Asturias” (1885 y 1886) en la web del Tous pa Tous

Desde hoy pueden consultarse en la Biblioteca Canguesa del Tous pa Tous los ejemplares del periódico El Occidente de Asturias que van desde el número 252 (de 20 de enero de 1885) al número 409 (de 27 de julio de 1886). Estos ejemplares se suman a los que ya teníamos de 1882 y 1883. Lamentablemente no conocemos más colecciones de este periódico que se publicó en Cangas del Narcea desde 1882 a  finales de 1891, es decir, que desconocemos cientos de números de esta publicación que como puede apreciarse ofrece una información muy relevante de la vida de nuestro concejo en esos años.

El Occidente de Asturias comenzó a publicarse en agosto de 1882 y fue el primer periódico que se editó en Cangas del Narcea. Sobre él ya hemos escrito una noticia. Fue fundado por Faustino Meléndez de Arvás García (Cangas del Narcea, 1838  – 1917), secretario del Ayuntamiento de Cangas del Narcea, y Menendo Valledor y Ron (Tineo, 1817 – Cangas del Narcea, 1892), que eran sus propietarios y redactores. Dejó de publicarse en 1891, aunque en los últimos años estaba en manos de otras personas.

Hasta 1889 el director del periódico fue el mencionado Menendo Valledor y Ron, que había sido juez de primera instancia en Cangas del Narcea, Grandas de Salime y Valdepeñas (Ciudad Real). Se retiró de la carrera judicial y vino a vivir a Cangas del Narcea donde ejerció como abogado. Según los pocos testimonios que nos quedan sobre su vida era una persona ilustrada, de trato afable y honrada en asuntos públicos. Se decía que había abandonado la carrera judicial por negarse a dictar un fallo “con arreglo al capricho de un personaje”. Constantino Suárez Españolito escribió sobre él en Escritores y artistas asturianos y Felipe Valdés, discípulo de don Menendo en las tareas de periodista, redactó en marzo de 1892 su necrológica en el diario El Correo de Asturias, de Oviedo, del cual era corresponsal en Cangas del Narcea, que reproducimos aquí como homenaje a este pionero del periodismo cangués.

La digitalización de los números de 1885 y 1886 de El Occidente de Asturias ha sido patrocinada por Gasolineras FLÓREZ SIERRA, S. L. de Cangas del Narcea.

Cangas del Narcea en la obra “Asturias”, 1897-1901

Barrio y puente de Ambasaguas o Entrambasaguas, en la desembocadura del río Luiña con el Narcea, en Cangas del Narcea, 1897

En la Biblioteca digital del Tous pa Tous pueden consultarse las tres monografías relacionadas con el concejo de Cangas del Narcea que se publicaron entre 1897 y 1901 en la obra Asturias: Su historia y monumentos. Bellezas y recuerdos. Costumbres y tradiciones. El bable. Asturianos ilustres. Agricultura e industria. Estadística. Los promotores y directores de esta obra fueron Octavio Bellmunt, médico y dueño de una empresa de artes gráficas en Gijón, y Fermín Canella, profesor, rector de la Universidad de Oviedo y prestigioso estudioso de Asturias. Los dos se juntaron para llevar a cabo esta “aventura editorial”, como la definió Francisco Crabiffosse, en el que participaron muchas personalidades y que “fue la más importante empresa editorial llevada a cabo en la región hasta aquel momento”. La obra incluía muchas fotografías y sobre todo unas láminas de gran calidad, realizadas con una técnica de reproducción nueva en aquella época: la fototipia. Asturias se publicaba por entregas, que comenzaron a salir a la calle en diciembre de 1894 y terminaron en 1901. La obra completa son tres voluminosos tomos.

Dibujo de unas castañuelas de Cangas del Narcea enviado por Ambrosio Rodríguez para ilustrar la obra

En lo que respecta a Cangas del Narcea, colaboraron Faustino Meléndez de Arvás, que escribió la monografía dedicada al concejo de Cangas; Fray Justo Cuervo Arango que hizo la del monasterio de San Juan Bautista de Corias y José Rodríguez Riesco que redactó la del concejo de Leitariegos, que hasta 1931 fue independiente del de Cangas del Narcea. Estas tres monografías son las que se han incorporada a nuestra Biblioteca digital.

Otro colaborador cangués de esta obra fue el médico Ambrosio Rodríguez Rodríguez (1852-1927), natural de La Torre, Sorrodiles, parroquia de Cibea, que en aquellos años residía en Gijón. Ambrosio Rodríguez aportó fotografías de campesinos asturianos, y dibujos de castañuelas y madreñas del concejo de Cangas del Narcea, que aparecieron publicados en un capítulo firmado por Bellmunt y Canella sobre “Usos y costumbres asturianas”. En este mismo capítulo aparece una lámina en la que se reproduce el cuadro de Luis Álvarez Catalá: “Una boda de aldea”, que representa un cortejo nupcial en el pueblo de Monesteriu d’Ermu a fines del siglo XIX.


Los nombres de las casas

Trascastro de la parroquia de Leitariegos y, Arbas y Vegameoro de la parroquia de San Julián de Arbas

Oviedo, diciembre 2009

En Asturias, especialmente en el medio rural, las casas tienen un nombre o apodo. El origen del mismo es difícil de determinar. Existen algunas posibles razones de ello, tal como la ubicación en el espacio del pueblo y, más frecuentemente, determinadas características de alguno de sus miembros, generalmente ya desaparecidos: oficio, procedencia, algún rasgo físico, su propio nombre o alguna otra circunstancia destacable.

El apodo de la casa operaba en el ámbito del pueblo, de la parroquia y de la zona o del valle. Es decir, en el marco de lo que se podría denominar una vecindad amplia y que se comunicaba por medio de la palabra. Más allá de estos límites, donde hacía acto de presencia la “sociedad otra” y el medio de comunicación era a través de los papeles oficiales –recibo de pago de impuestos y otros documentos oficiales, correspondencia, etc.-, el nombre o apodo de la casa ya no aparecía, y sí el de sus moradores con su nombre de pila y sus apellidos.

Hórreo de casa Anxelo en Sigueiru/Sieiru, Cangas del Narcea

El nombre de la casa representaba los dos grandes ejes de la misma: la casería (con sus tierras, prados, ganado) y la familia. Los individuos eran identificados y hasta catalogados, desde la cuna hasta la tumba, por su pertenencia a tal o a cual casa. Hasta tal punto era esto cierto que resultaba poco menos que imposible liberarse o borrar la marca que la casa grababa, generación tras generación,  sobre cada uno de sus miembros. Cuando llegaba alguien de afuera a la casa, principalmente a través del matrimonio, debía “morir” a su casa de procedencia y “nacer” en su nueva morada, un proceso que duraba muchos años, y hasta que no lo lograba era un miembro marginal o en estado liminar.

En síntesis, los individuos estaban “casificados”, y el que no tenía casa “no existía”, no tenía identidad ni vecindad. Con el proceso de cambio de la sociedad tradicional las casas siguen conservando su viejo nombre, pero el individuo existe y se conoce por sus cualidades y se le identifica mediante su nombre de pila y sus apellidos. Es decir, tiene la identidad que él se construye.

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Enlace: Casas del concejo de Cangas del Narcea

150 años de dominicos en Corias

Monasterio de San Juan Bautista de Courias / Corias (Cangas del Narcea), hacia 1915

El 10 de noviembre de 1860 llegaron los dominicos al monasterio de Corias, y este año de 2010 se celebra el 150 aniversario de este acontecimiento, que sin duda fue muy importante para nuestro concejo.

El monasterio de San Juan Bautista, fundado en 1032, fue desamortizado en 1836 y los monjes benedictinos fueron exclaustrados. El edificio permaneció deshabitado hasta la llegada de los dominicos en 1860. En Corias comenzó la restauración de la Provincia Dominicana de España y muchos de los dominicos que se formaron aquí fueron de misioneros a Asia y América. El convento de Corias pasó por varias etapas: Estudio General de la Orden hasta los años treinta del siglo XX en que pasó a Salamanca; Escuela Apostólica de la Provincia de España, que se trasladó en 1957 a la Virgen del Camino y a partir de esa fecha se convirtió en Instituto Laboral, gracias al cual estudiaron muchos cangueses y asturianos enseñanza media y profesional. Desde el cierre del Instituto Laboral en 1981, Corias quedó reducido a una pequeña comunidad de dominicos, cuyo fin en estas últimas décadas ha sido atender algunas parroquias rurales del concejo de Cangas del Narcea.

Colegiales del convento de RR. PP. Dominicos de Courias / Corias, hacia 1925

Además, en los años setenta, para los jóvenes del concejo que no estudiaban allí, la visita a Corias suponía por sí misma un excelente aprendizaje. A la monumentalidad del edificio se sumaba la contemplación de varias colecciones de interés: la colección de imágenes religiosas procedentes de parroquias de concejo de Cangas del Narcea, que fueron recogidas por algunos dominicos en una época en la que se valoraban muy poco; la colección de marfiles traídos de Filipinas, y el Gabinete de Historia Natural, que no dejaba indiferente a nadie. Mención aparte merece la celda del padre Carlos Anibal Álvarez, con su colección de cerámicas precolombinas, que era sin duda otro lugar de aprendizaje en aquel convento.

Novicio del convento de RR. PP. Dominicos de Courias / Corias, con sus abuelos, hacia 1925

En 2002 comenzó la última etapa del casi milenario monasterio de Corias. En ese año fue vendido por los dominicos al Gobierno del Principado de Asturias. En la actualidad, en sus instalaciones se ha abierto el Centro de Interpretación del Parque Natural de las Fuentes del Narcea y del Ibias, y sobre todo se está construyendo un Parador Nacional. Sin duda, de otra manera, Corias seguirá siendo un centro muy relevante de la vida del concejo.

Fiesta de la Rosa que se celebraba en honor a la Virgen del Rosario en el Convento de los RR. PP. Dominicos de Courias / Corias, h. 1910

Desde aquel lejano siglo XI Corias nunca ha dejado de ser ese lugar relevante, primero con los benedictinos y después con los dominicos. La llegada de esta orden se conmemoró en 1910 y 1960 con celebraciones y publicaciones. El Tous pa Tous quiere también recordar la llegada de esta comunidad religiosa en su 150 aniversario. En los próximos días todas las fotografías que se van a incorporar al Álbum de fotografías antiguas van a estar relacionadas con Corias, con el monasterio, con los dominicos y con la vida que giraba en torno a él. En el Tous pa Tous esperamos que los antiguos alumnos, seglares y religiosos, que estudiaron en Corias nos manden algunas de sus fotografías. Además, vamos a incorporar a nuestra Biblioteca digital (Sección de Historia) dos obras sobre Corias: hoy mismo ya puede consultarse la monografía sobre el monasterio escrita por fray Justo Cuervo (Folgueras, Pravia, 1859-Salamanca, 1921) para la obra Asturias, dirigida por Octavio Bellmunt y Fermín Canella, y publicada en en 1897, y dentro de unas semanas estará disponible el libro conmemorativo del centenario de la llegada de los dominicos a Corias, que se editó en 1961, y que tiene relatos muy interesantes sobre los primeros meses del nuevo convento y recuerdos de algunos de los dominicos que estudiaron en él en ese periodo. Por último, también hemos colocado en nuestros Enlaces el blog de los Antiguos alumnos de Corias.

El escultor Manuel de Ron (Pixán, ¿1645?- Cangas del Narcea, 1732)

El escultor Manuel de Ron (Pixán, ¿1645?- Cangas del Narcea, 1732) y el impulso del estilo barroco en el concejo de Cangas del Narcea

POR PELAYO FERNÁNDEZ FERNÁNDEZ

Retablo mayor de la iglesia de San Pedro de Genestoso, atribuido a Manuel de Ron, inicios del siglo XVIII

Manuel de Ron es uno de los maestros que contribuyeron, en gran medida, a impulsar el desarrollo del estilo barroco en el suroccidente de Asturias. Aunque su actividad se centró, sobre todo, en la villa de Cangas del Narcea, la hegemonía de su taller llegó a traspasar los límites del propio concejo. De su taller salieron los retablos de las iglesias de San Juan de Navelgas, San Salvador de Naraval y del monasterio benedictino de Santa María la Real de Obona, todos en el concejo de Tineo. Él fue el maestro que se encargó en 1687 del diseño del retablo del Santuario de Nuestra Señora de El Acebo, centro de gran devoción en todo el occidente de Asturias, lo que le tuvo que acarrear cierta fama entre sus vecinos.

La existencia del escultor Manuel de Ron es conocida desde que lo cita fray Alberto Colunga en su breve Historia del santuario de Nuestra Señora de El Acebo, publicada en 1909, donde menciona su lugar de nacimiento y su única obra conocida entonces: el retablo mayor de El Acebo. En efecto, fue Colunga el primero en sacar a la luz la actividad de este modesto ensamblador, natural del pueblo de Pixán (parroquia de Limés), muy cercano a la villa de Cangas del Narcea. La siguiente aportación a la vida y obra de Manuel de Ron fue de Germán Ramallo, que en el último cuarto del siglo pasado retoma los datos de Colunga y le atribuye un conjunto de buenos retablos localizados en varias parroquias del concejo de Cangas del Narcea, como el retablo mayor de la capilla del palacio de los Valdés-Flórez en Carballo, los colaterales (los situados a ambos lados del mayor) de la iglesia del palacio de Llamas del Mouro y el retablo de Nuestra Señora del Rosario de la iglesia de San Pedro de Bimeda.

Con la biografía de Manuel de Ron que ahora expongo, realizada con algunos de los datos inéditos que han servido para el desarrollo de mi tesis doctoral sobre la retablística e imaginaría en el suroccidente de Asturias durante los siglos XVII y XVIII, pretendo demostrar que su personalidad fue más importante de lo que se creía, ya que desarrolló una intensa carrera como ensamblador (el responsable de realizar la arquitectura del retablo) y también como escultor, faceta que hasta ahora era desconocida. Además, he podido estudiar a su familia: sus antepasados, sus tres matrimonios y otras relaciones, y sus descendientes.

La realización de esta breve biografía ha sido posible gracias a un sistemático trabajo en el Archivo Histórico de Asturias, donde he consultado infinitud de protocolos notariales del distrito de Cangas del Narcea. También ha sido de vital importancia el vaciado de los Archivos Parroquiales de Cangas del Narcea y Posada de Rengos. Esto no hubiera sido posible sin la amabilidad de don Jesús Bayón Rodríguez y don Reinerio Rodríguez Fernández, párroco y vicario de Cangas del Narcea, y de don Julián de Hoyos González, párroco de Posada de Rengos.

Aunque no se ha localizado su partida de bautismo, Manuel de Ron, de oficio arquitecto y escultor, nació en el pueblo de Pixán (feligresía de Santa María de Limés) en torno a 1645, ya que en su testamento, otorgado en Cangas en 1727, se declara persona mayor de 82 años y con achaques de salud que le impiden trabajar.

La primera referencia escrita sobre Manuel de Ron data de 1684, cuando doña María Antonia de Omaña le arrienda una casa con su huerta en la calle del Mercado de la villa de Cangas del Narcea. El escultor ha de pagarle ocho ducados durante cuatro años. Ron procedía de una respetable familia. Su abuelo, Juan de Ron el Viejo (†1652), fue uno de los notarios públicos de la villa de Cangas; estuvo casado con María Fernández y tuvo cuatro hijos: Juan, Antonio, María y Catalina. Su hijo Juan de Ron contrajo matrimonio con Magdalena de Llano, de cuyo enlace nacieron tres hijos: Juan, Antonio y Manuel, y una hija: Teresa. Por lo tanto, el escultor Manuel de Ron es hijo de Juan de Ron y Magdalena de Llano.

Retablo de la Virgen de Belén de la iglesia de Santa María de Castanéu, de Manuel de Ron, 1712

De sus hermanos sabemos que en 1691 Teresa contrajo matrimonio con Manuel Cullar, vecino de El Pueblo de Rengos. Antonio fue licenciado, organista de la colegiata de Cangas del Narcea y ayudante de su hermano Manuel en su taller. A él se deben varias piezas del retablo mayor de la iglesia de San Juan Bautista de Vega de Rengos; falleció en 1704. El hermano mayor, Juan de Ron, también fue licenciado y cura de la iglesia de Santa María de Castanéu (Cangas del Narcea); murió en 1711.

Manuel de Ron contrajo matrimonio en tres ocasiones. En 1687 se casó con María Ana Sánchez de Agrela (†1699), hija del escultor Pedro Sánchez de Agrela (†1661), residente en Cangas del Narcea entre 1643 y 1661, y de Francisca de Castro, hija del escultor Juan de Castro (†1633), posiblemente natural de Mondoñedo, que entre 1626 y 1633 se asentó en la villa de Grandas de Salime para trabajar en el retablo mayor de la colegiata de San Salvador de esa misma villa. En 1704, Manuel de Ron se casó en segundas nupcias con Inés Pérez (†1715), vecina de Cangas. Su último matrimonio lo contrajo en 1716 con María Rodríguez con la que tuvo un hijo, llamado Manuel (†1776), al que dejó como único heredero de todos sus bienes.

Manuel de Ron también tuvo dos hijos fuera de sus matrimonios: Gertrudis de Ron (†1720) la tuvo con Inés Pérez, que después será su segunda esposa. En 1705 Gertrudis se casó con Felipe González, vecino de Santa Marina de Obanca, y en 1712, en segundas nupcias, con Pedro González, vecino de Bergame. El otro hijo fue Juan (†1710), que lo tuvo con Manuela Carrera. En 1704 el escultor se obligó a pagarles 100 ducados a la madre y al hijo para su manutención. En su partida de defunción se le nombra como hijo de familias. Aparte de sus esposas e hijos hemos localizado a una sobrina y a una nieta: María de Ron, hija de su hermano Antonio de Ron y Catalina García de Llano, y Antonia de Ron, su nieta (†1776), hija de Manuel de Ron el Joven.

El carácter de Manuel de Ron era extraño y un tanto violento, ya que está demostrado que propinaba malos tratamientos a las mujeres. En 1685 Inés Martínez, vecina de Trascastro, le denunció por haberle provocado ciertas heridas y hacerle malos tratamientos.

Como ya sabemos, Manuel de Ron procedía de una buena familia, pero su poder económico se incrementó por los bienes que adquirió, fruto de su intensa actividad profesional. No los enumeraré todos por ser la lista bastante amplia, pero si los más importantes para ejemplificar su situación económica. Lo que más compró durante su vida fueron viñas, motor económico de la villa de Cangas del Narcea durante la Época Moderna, ya que su principal actividad económica y mercantil giraba en torno al cultivo de la vid y el comercio del vino. Poseía las viñas de la Vega del Obispo, unos quintos de viña en frente de la parte del Reguero, otra en los formales de Obanquina y Pixán. También poseía varias casas en la calle del Puente de la villa de Cangas, en donde seguramente tuvo instalado su taller. Finalmente, tenía una casa, un hórreo y una huerta en Pixán, y su prado de Penín se suman a la amplia nómina de bienes.

Retablo mayor de la iglesia de Santa María de Limés (Cangas del Narcea), labrado por Manuel de Ron en 1705

Su labor artística comenzó en 1686 cuando ensambló los retablos colaterales de la iglesia de San Juan Bautista de Vega de Rengos, siendo un artista formado, conocedor del oficio y en plenas facultades, tras su participación en la fábrica de los retablos de Corias, donde adquirió la suficiente habilidad para trabajar por su cuenta. El retablo mayor de Corias fue realizado por Francisco González y Pedro del Valle, vecinos de Villafranca del Bierzo, en 1677. En 1687, Manuel de Ron realizó su obra más conocida entre los habitantes de Cangas: el diseño del retablo mayor del santuario de Nuestra Señora de El Acebo (que ya hemos comentado en esta misma web del Tous pa Tous). En 1695 concertó el retablo de la cofradía de Nuestra Señora del Rosario de la iglesia de San Asciclo de Piñera (desaparecido). En 1705 realizó el bello retablo de la iglesia de Santa María de Limés y en 1712 el retablo de la Virgen de Belén de la iglesia de Santa María de Castanéu. También fue el responsable de los retablos de las parroquias de San Asciclo de Piñera, San Esteban de Noceda de Rengos, San Pedro de Genestoso, San Martín de Bergame, San Juan de Larna, Santa Eulalia de Larón, San Juan de Navelgas, San Salvador de Naraval, el de la capilla del palacio de los Valdés-Flórez en Carballo, algunos del monasterio de Corias y Obona, entre otros. En todos ellos demuestra el conocimiento que adquirió de los elementos estilísticos del retablo de Corias, al utilizar el orden salomónico, las ménsulas de acanto y el gran florón en el ático.

No cabe duda que el taller de Ron tuvo gran importancia en su tiempo. En él unos cuantos jóvenes habilidosos se adentraron en el mundo de la escultura, a través del aprendizaje, para así poder desarrollar una carrera y ganarse un jornal. Entre los aprendices y oficiales de su taller estaban Antonio, vecino de Carceda, que en 1694 empieza su aprendizaje por un tiempo de nueve años. En 1696 entra a trabajar en el taller Martín, de veintidós años, vecino de Andía, parroquia de Miudes (El Franco). En 1712 esta en su taller Santiago de Lago, vecino de Monasterio, y en 1715 contrató a Juan Rodríguez. Finalmente, en 1722 entró en su taller otro Juan Rodríguez, vecino de la villa de Cangas del Narcea, al que Manuel de Ron dejó al mando de su taller tras su muerte en 1732. Que sepamos, de entre todos sus aprendices, tan sólo uno desarrolló una faceta artística: José Rodríguez, vecino del lugar de Gedrez, que en 1706 ya se titula escultor, falleciendo hacia 1745.

Aparte de los aprendices también se han localizado a algunos de sus criados, personas que hacían todas las labores que les ordenaba su amo, desde las domésticas hasta las propias del oficio. Se conoce la existencia de Gabriel Rodríguez, José Rodríguez, Antonio Fernández y Antonio de Uría, todos vecinos de la villa de Cangas del Narcea.

Retablo mayor de la capilla del palacio de los Valdés-Flórez, en Carballo, con las imágenes de San Juan Bautista, Santa María y San Francisco, obra del escultor Manuel de Ron, inicios del siglo XVIII

Hasta esta biografía tan sólo era conocida su faceta como ensamblador, aunque también profesó el oficio de escultor. Si como ensamblador era bastante aceptable, sus tallas no van a gozar de una gran calidad, siendo tan sólo un mero acompañante de sus retablos. Destacan las imágenes de San Juan Bautista, San Francisco y Santa María del retablo mayor del palacio de los Valdés-Flórez de Carballo; el grupo de La Sagrada Familia de la iglesia de Larna, uno de los pocos ejemplos de esta temática en el concejo de Cangas del Narcea; la imagen de San Juan Bautista de la iglesia de San Salvador de Naraval (Tineo) y La Virgen de Belén del retablo de Santa María de Castanéu. Su estilo se caracteriza por una cierta rigidez en la captación del movimiento y una mínima expresión, que es más gestual que espiritual.

Manuel de Ron falleció en la villa de Cangas del Narcea el 10 de enero 1732. Su partida de defunción aparece en el Libro de Difuntos de la parroquia de Santa María Magdalena:

«En diez de enero de mill setecientos y treinta y dos años di sepultura eclesiástica al cadaber de Manuel de Ron, vecino que fue de esta villa, reciuió los Santos Sacramentos, hizo testamento por testimonio de Pedro López, escriuano de este conzejo, no dexó obra pía, ni particular legado, enterróse en dicha yglessia parrochial de Cangas, doy fee. Joseph Antonio Díaz [rubricado]».

Con esta breve biografía he querido poner en conocimiento de los vecinos de Cangas del Narcea algunos de los aspectos sobre la vida y obra de un notable ensamblador, así como resaltar la importancia que adquirió la villa de Cangas como uno de los centros más álgidos del arte en Asturias durante los XVII y XVIII, sede de múltiples escultores desde que Pedro Sánchez de Agrela se asentó en ella hacia 1643. Contemporáneamente a Manuel de Ron desarrollará su actividad en el concejo de Cangas del Narcea, el ensamblador Antonio López de la Moneda, natural de la parroquia de San Martín de Zanfoga (O Cebreiro, Lugo), residente en Corias desde 1678. Este ensamblador llegó a formar un gran taller en Corias, donde trabajaron los escultores Pedro Rodríguez Berguño y su hijo Alonso, Manuel Flórez, fray Genaro Martínez y Gregorio Benito de Lago, entre otros. En ese mismo tiempo también estaban asentados en el concejo de Cangas otros escultores como José Rodríguez, Agustín Rodríguez, Antonio García de Agüera, Agustín de Arce, etc. Sin olvidarnos de los doradores, que eran los encargados de dar el aspecto final a las obras y dejarlas en perfección.

Primer fotógrafo de Cangas del Narcea

El fotógrafo J. Mª. Cordeiro y las primeras fotografías de Cangas del Narcea, 1875-1880

Cangas del Narcea en 1880

Vista de Cangas del Narcea desde El Cascarín, hacia 1880. Fotografía de José María Cordeiro.

Las primeras fotografías se presentaron en París en 1839 y aunque en esa misma fecha empezó su rápida expansión por todo el mundo, este invento no llegó a todas partes al mismo tiempo. En lugares apartados de las ciudades y los centros industriales, la fotografía tardó más en llegar. En Cangas del Narcea el primer fotógrafo profesional que se estableció fue Benjamín Rodríguez Membiela (Llamas del Mouro, 1875 – Corias, 1944), que abrió su estudio en Corias hacia 1905. Antes de él hubo fotógrafos ambulantes que venían de León, Oviedo, Gijón o Luarca, y cuya presencia se anunciaba en los periódicos cangueses. En julio de 1886 se publica en El Occidente de Asturias el anuncio siguiente:

“Se halla accidentalmente en el inmediato pueblo de Corias un acreditado fotógrafo, que permanecerá allí algunos días, y a donde pueden acudir las personas que deseen retratarse. Ha sacado fotografías de preciosas imágenes que existen en la iglesia de aquel convento y que vende al precio de cuatro reales una”

Hasta la fecha, el primer fotógrafo profesional y ambulante del que tenemos constancia en Cangas del Narcea es José María Cordeiro Alves, que entre 1875 y 1888 vino por nuestro concejo y otros del occidente de Asturias, haciendo retratos y tomando fotografías de paisajes, celebraciones, etc.

Primer fotógrafo de Cangas del Narcea

El fotógrafo José María Cordeiro. Colección de la familia Cordeiro

Cordeiro nació en 1835 en Escarigo, concejo de Figueira de Castelo Rodrigo (Portugal). A mediados del siglo XIX se instaló en Madrid como fotógrafo y en 1869 se traslada a León, donde establece el primer estudio fotográfico profesional de esta ciudad. Desde aquí vendrá a Cangas del Narcea como fotógrafo ambulante; el anuncio de El Occidente de Asturias posiblemente es de él. En 1893, Cordeiro deja León y se establece en Astorga, donde trabaja como fotógrafo hasta su fallecimiento en 1917. Sobre su vida y obra ha publicado el Instituto Leonés de Cultura un estudio en 2004.

Cangas del Narcea, El Acebo en 1880

Santuario de El Acebo el día de la fiesta, un 8 de septiembre, hacia 1880. Fotografía de José María Cordeiro

En Cangas del Narcea Cordeiro retrató a algunos vecinos y realizó otras fotografías de las que solo conocemos dos: una panorámica de la villa tomada desde el barrio de El Cascarín hacia 1880 y otra de El Acebo, sacada el día de su fiesta el 8 de septiembre. Son las primeras imágenes fotográficas que conocemos de estos dos lugares y hasta el momento las más antiguas que tenemos de nuestro concejo. La primera nos muestra el estado de la villa a mediados del siglo XIX, una urbe formada por poco más de tres calles: la calle Mayor, la calle La Fuente y la calle de la Iglesia; pocos años después se construirán las casas de pisos de la calle Uría y otras casas emblemáticas de fines del siglo XIX: la de don Eleuterio García y la de la familia Flórez González, que cambiarán la imagen de la villa. En cuanto a la foto de El Acebo, es un testimonio muy valioso para conocer como era el ambiente de una romería en el pasado: el campo de la fiesta, los numerosos estandartes y pendones, los puestos, los paraguas para protegerse del sol, las caballerías, etc.

Un proyecto de explotación forestal y minera de Cangas del Narcea a finales del siglo XIX

Emplazamiento y trazado del ferrocarril entre Muniellos y San Esteban de Pravia

En la Biblioteca Digital de la web del Tous pa Tous está disponible un folleto escrito en francés y publicado en París en 1900 que se titula Exploitation minière et forestière de la Haute-Narcea (Asturies): Rapports, es decir, “Explotación minera y forestal del Alto Narcea (Asturias): Informes”. Es una publicación muy rara que no se encuentra disponible en ninguna biblioteca pública española. El folleto contiene dos informes para explotar las minas y bosques situados en la cuenca alta del río Narcea, redactados por el ingeniero de minas J. Martelet en París en febrero de 1900 y por el inspector adjunto de montes Fatou que lo firma en Langres (departamento de Alto Marne) en noviembre de 1895. La explotación giraba sobre todo alrededor de la madera localizada en los montes de Rengos, Oubachu, La Veiga’l Tachu, Monesteriu del Coutu y, especialmente, en el monte de Muniellos. El proyecto también incluía la instalación en La Venta o Ventanueva de un horno alto de fundición que emplearía como combustible antracita y carbón vegetal.

El monte de Muniellos fue propiedad de los condes de Toreno hasta 1901 y su madera comenzó a explotarse en 1768 para el arsenal de El Ferrol. Para sacar la madera del monte se hizo una carretera hasta la villa de Cangas y desde aquí se realizaron trabajos en el río para hacerlo navegable hasta el puerto de mar de San Esteban de Pravia. En esa fecha la explotación del monte corría cargo de la Real Armada. En la segunda mitad del siglo XIX volvió a explotarse intensamente su madera, ahora por empresas privadas que a menudo eran extranjeras: la catalana Crédito Mobiliario Barcelonés, la franco belga Sociedad Minero Forestal Ferroviaria y la Sociedad General de Explotaciones Forestales y Mineras Bosna Asturiana, formada con capital francés, vasco y asturiano.

Lógicamente, estas sociedades enviaban a Cangas del Narcea técnicos a reconocer el territorio y a estudiar las maderas, los yacimientos mineros y las canteras que pudieran explotarse, y también el modo de transportar todos estos recursos. El transporte va a ser uno de los graves inconvenientes con los que se van a encontrar todas las empresas. A fines del siglo XIX la solución que se propone es el trazado de una línea de ferrocarril. En este proyecto de 1900 se considera imprescindible contar con este medio de transporte para lograr sus objetivos económicos, y en él se publica un mapa con el trazado de una línea que unía Muniellos y San Esteban de Pravia.

La publicación Exploitation minière et forestière de la Haute-Narcea (Asturies) debió ser una iniciativa de los promotores de la sociedad “Bosna Asturiana”, constituida el 25 de marzo de 1902, probablemente del banquero francés Victor Barreaux, con el fin de anunciar las posibilidades de su proyecto y atraer accionistas. La empresa comenzó la explotación en 1903 y en 1908 disminuye considerablemente el trabajo por un incendio que destruye la serrería y, sobre todo, porque uno de los objetivos del proyecto: la construcción del ferrocarril, nunca llegó a cumplirse. Más información sobre la historia de la explotación de Muniellos puede verse también nuestra Biblioteca Digital: La explotación del Monte de Muniellos (Asturias), 1766-1973.

La digitalización de este folleto ha sido patrocinada por Bufete MARIO GÓMEZ –ABOGADOS, de Cangas del Narcea.

Pesos y medidas antiguos en Cangas del Narcea

Medidas para el vino: una canada, dos pucheras, una puchera o cuartillo y media puchera, propiedad de Casa Cuervo, de L.lumés / Limés

… y su equivalente al sistema métrico

El 19 de julio de 1849, en tiempos de la reina Isabel II, se publicó la Ley de Pesos y Medidas en la que se imponía en España el sistema métrico decimal. Con ella se pretendía que desaparecieran la multitud de pesos y medidas que se utilizaban en la nación, que a menudo eran distintos en pueblos, parroquias o concejos vecinos. Sin ir muy lejos, entre Cangas y Tineo ya cambiaba la capacidad de la eimina o hemina, y lo mismo sucedía con la canada o cañada para medir el vino en Cangas y Allande: en Cangas equivalía a 3,91 litros y en Allande a 4,69 litros. Con este sistema de pesos y medidas era complicado efectuar intercambios comerciales, y esta situación favorecía los engaños y era un obstáculo para el comercio. Por eso, la imposición del sistema métrico se consideró una medida fundamental para modernizar el país y favorecer su desarrollo económico. Sin embargo, su establecimiento tardó muchos años en ser asumido por la población, sobre todo por los campesinos, y todavía hoy, más de ciento cincuenta años después, muchas personas siguen empleando las medidas antiguas. En Cangas del Narcea no es raro que se mencione una cuepa, una canada, una puchera (o cuartillo) o un cuartarón cuando se habla del vino, o de un choupín para medir los cereales.

La Ley de Pesos y Medidas de 1849 establecía en su artículo 7º la obligación de recoger “noticias de todas las medidas y pesas provinciales y locales”, y la publicación de las equivalencias con el nuevo sistema métrico antes del 1 de julio de 1851. Para llevar a cabo la labor de recogida de esas medidas se establecieron unas comisiones en cada provincia. En Asturias se constituyó una en Oviedo, que a su vez formó unas comisiones en cada partido judicial que fueron las encargadas de recopilar la información en toda la provincia. Las conclusiones de la comisión de Oviedo fueron publicadas en 1853 por Joaquín María Fernández, catedrático de Matemáticas del Instituto Provincial de Oviedo. Nosotros hemos extractado los datos correspondientes al partido de Cangas del Narcea, cuyo conocimiento creemos que puede ser útil para muchas personas.

PESOS Y MEDIDAS USADOS EN EL PARTIDO DE CANGAS DEL NARCEA EN 1853 Y SU EQUIVALENCIA AL SISTEMA MÉTRICO

Medidas de longitud

La vara tiene.…………. 3 pies
 El pie………..… ….. 12 pulgadas
La pulgada……..….. 12 líneas
 
1 línea equivale a.…..… 0,0019 metros
1 pulgada.……………….. 0,0232 metros
1 pie.…………….………. 0,2786 metros
1 vara……………..….……0,8359 metros

Medidas de capacidad para áridos

 

La hemina o eimina tiene….…….. 4 cuartas
La cuarta……………………………………. 4 chupines o choupinos
 
1 chupín o choupín equivale a…….. 3,0273 litros
1 cuarta…………………….……..…12,1093 litros
1 hemina o eimina….………………48,43711 litros
 

Tabla I

 

Tabla II

Medidas de capacidad para líquidos

 

La cuepa, medida de vino del país, tiene….. 2 cántaras
La cántara……..…………………….…………. 4 cañadas o canadas
La cañada o canada……………..………….. 9 cuartillos
El cuartillo o puchera..……………………….. 4 cuarterones o cuartarones
 
1 cuarterón o cuartarón equivale a………… 0,109 litros
1 cuartillo o puchera.………………….….….  0,43468 litros
1 cañada o canada.…………………………… 3,91212 litros
1 cántara.…………………………………….. 15,6485 litros
1 cuepa.………………………………………. 31,297 litros

Medidas de peso

El quintal tiene……..…. 4 arrobas
La arroba….……….…. 25 libras
La libra…………….… 16 onzas
La onza……………… 16 adarmes
Se usa además la libra de 18 onzas
 
1 adarme equivale a….. 0,00017 kg.
1 onza………………..….. 0,02875 kg.
1 libra…………….……… 0,46009 kg.
1 arroba………….……… 11,5023   kg.
1 quintal……………..… 46,0093   kg.
 
1 libra de 18 onzas……. 0,5176 kg.

Medidas agrarias 

La fanega de tierra tiene…………………………… 12 celemines
 El celemín…………………………………………….… 4 cuartillos
 
1 cuartillo de tierra……………………………………. 1,34 áreas
1 celemín de tierra……………………………………. 5,36 áreas
1 fanega de tierra…………………………………… 64,39 áreas
 
1 día de bueyes de secano…………………….. 12,57 áreas
1 día de bueyes de regadío………………….… 12,91 áreas
 

Tabla III

 

 

 

Dos comentarios sobre “De Bogayo” (1915)

DOS COMENTARIOS SOBRE “DE BOGAYO”, DE MARIO GÓMEZ, PUBLICADOS EN 1915 

“De Bogayo” (1915) fue el primer libro sobre Cangas del Narcea que publicó Mario Gómez, y uno de los primeros escritos literarios en el que los habitantes de este concejo se veían retratados. El primero fue, sin duda, las Composiciones en dialecto vaquero, de José María Flórez. Por ese motivo, De Bogayo mereció la atención de los escritores y cronistas que en aquel tiempo había en Cangas y que publicaban sus escritos en periódicos locales o regionales. Además, Mario Gómez no era alguien desconocido en nuestro concejo. Era un personaje muy popular, que conocía muy bien a sus paisanos porque trataba con todo el mundo, con todas las clases sociales. En 1916, Gumersindo Díaz Morodo Borí escribió sobre él:

“Removiendo en los recuerdos de la infancia, veo a ese querido cangués gozando ya de una popularidad envidiable. Rapaz inquieto y de iniciativas, supremo jefe de la juventud canguesa, no se organizaba en esta villa una parranda, o una fiesta, o una cabalgata carnavalesca, o una excursión a las montañas que nos circundan… cuando no se emprendía una cruzada contra los gatos o se desarrollaba descomunal pedrea, en que él no estuviese al frente, ordenando, mandando como general que guía sus huestes al combate y a la victoria.
Cuando estudiante, en el tiempo que fuera de Cangas se hallaba, se parecía la villa a una balsa de aceite. En la época de vacaciones, los jóvenes se comunicaban unos a otros la buena nueva, la próxima llegada de Mario Gómez, el cual seguramente traería u organizaría algo nuevo, desconocido, exótico, que haría las delicias de todo el pueblo, de grandes y de chicos, de hombres y de mujeres. […]
Entre obreros se crió Mario Gómez, y obreros fueron siempre sus compañeros de parrandas, de fiestas, de pedreas… Terminó brillantemente sus estudios, se graduó en Medicina, y, al contrario de lo que hacen muchos que al terminar una carrera creen hasta denigrante relacionarse con los parias de la sociedad, él continuó fraternizando con los obreros, como en su época de estudiante”.

Mario Gómez, Cádiz h.1915

Los dos comentarios sobre De Bogayo, que publicamos hoy en la web con motivo de haberse incorporado a nuestra Biblioteca Digital varias obras de Mario Gómez, aparecieron en El Distrito Cangués en junio de 1915. El primero lo escribió el mencionado Gumersindo Díaz Morodo Borí, que era el director del periódico y cuya biografía puede leerse en la web del Tous pa Tous, y el segundo lo firmaba Odón, que era Odón Meléndez, un maestro natural de Cibuyo del que no sabemos casi nada, que escribía con regularidad en La Justicia. Semanario republicano, de Grado, y en El Distrito Cangués.

La lectura de estos dos comentarios sobre De Bogayo es muy interesante para conocer lo que representó este libro en el momento en que se publicó, y muy recomendable hoy para comprender y valorar mejor esta literatura costumbrista canguesa.

Mario Gómez, escritor, en la Biblioteca Digital del Tous pa Tous

Mario Gómez, Cádiz hacia 1915.

En la Biblioteca Digital del Tous pa Tous pueden leerse y descargarse cuatro obras de Mario Gómez: Entre dos fuegos (1907) y Entre la masa (1909), y especialmente los libros De Bogayo (1915) y De Corripia (1923), en los que se reúne casi toda la producción literaria de nuestro escritor.

Mario Gómez y Gómez nació en Cangas del Narcea (Asturias) el 23 de enero de 1872. Médico militar de profesión, prestó sus servicios profesionales en diferentes puestos y destinos del Ejército, llegando a alcanzar el grado de Teniente Coronel.

Colaboró con una serie de artículos en diversas publicaciones regionales y fue corresponsal en Melilla del periódico El Narcea. Durante su estancia en Vitoria, publicó varios artículos sobre educación y cultura de los obreros en el periódico La Libertad. Es aquí, en Vitoria, donde Mario Gómez se inicia como escritor sobre temática militar y fruto de ello son títulos como Seiscientos sesenta y cinco reclutas (1903), Recluta y Reclutamiento (1908) y Reclutamiento Militar. Estudio Histórico (1910).

Del mismo modo cultivó un tipo de literatura costumbrista a la que corresponden títulos como De Bogayo (1915) y De Corripia (1923), y de tema histórico regional, Los siglos de Cangas de Tineo. Primera Parte (1920) y Los siglos de Cangas de Tineo. Edad Media (1925). Anteriormente ya había escrito monólogos como Sin Trabajo, ¡Adiós, abuela! (1907), y escenas: ¡Pobre niño!, Entre la masa (1907) y Entre dos fuegos (1909).

Mario Gómez. Portada interior de su obra: Al pueblo de Trubia, un abrazo filial

En 1916 escribiría la obra A Pin el Ajustador. Se trata de un texto de 203 páginas formado por 23 cartas de temática higienista que, según nos cuenta su autor, fueron publicadas en la revista Cultura e Higiene y que a petición del director de la revista se reunieron en un libro para poder ser distribuido entre los socios y obreros. Con el fin de atender las continuas demandas de escuelas asturianas, de centros y sociedades de obreros, de librerías y de un pedido de 1.000 ejemplares para la isla de Cuba, fue necesaria una segunda edición en 1919.

En 1926 funda La Maniega, Boletín del Tous pa Tous. Sociedad canguesa de amantes del país, ejerciendo a través de la misma un papel de animador de la vida local y comarcal canguesa. Son famosos sus Rumbos: De Santarvás a Madrid, Rumbos de Sierra, de Rengos a Luiña, relatos de viajes y experiencias con los que describía de una forma muy personal y peculiar nuestro concejo, así como la sección Chipichape, que firmaba con el seudónimo de “El Cuntapeiro”.

En 1927 escribe Al pueblo de Trubia, un abrazo filial, como agradecimiento a los trubiecos que lo propusieron, ese mismo año, como hijo adoptivo de la ciudad de Oviedo.

Con el fin de dar a conocer su obra y ponerla a disposición de todo el mundo, El Tous pa Tous ha realizado una edición digital de cuatro de las Obras literarias de Mario Gómez (1872-1932), que ya se pueden consultar en nuestra Biblioteca Digital. La digitalización ha sido patrocinada por el BUFETE MARIO GÓMEZ – ABOGADOS, de Cangas del Narcea.

La llegada del teléfono y del Príncipe de Asturias en 1925

El Príncipe de Asturias entrando en la casa de la viuda de don Eleuterio García para inaugurar el servicio telefónico en Cangas del Narcea, 29 de agosto de 1925

El 19 de abril de 1924 se constituía la Compañía Telefónica Nacional de España y comenzaba una rápida expansión del servicio de teléfonos por todo el país. En Cangas del Narcea la línea telefónica se inauguró el sábado 29 de agosto de 1925. A este acto acudió el Príncipe de Asturias, Alfonso de Borbón y Battenberg (1907-1938), hijo de Alfonso XIII.

El Príncipe llevaba en Asturias desde el día 18 de agosto. Había estado en Gijón, Oviedo, Avilés, Salinas, Llanes, Villaviciosa, Pravia, Turón, Mieres, etc. El día 28 pernoctó en Luarca y al día siguiente salió para Cangas. Pasó por La Espina, Tineo (donde le regalaron dos lobos vivos), San Facundo (donde presenció el simulacro de una boda campesina, “para que el augusto viajero pudiera darse cuenta de las costumbres del país”) y Pola de Allande. Llegó a la villa de Cangas alrededor de la una y media de la tarde. Venía acompañado del general Zuvillaga, gobernador de la provincia, y del capitán general Berenguer. Delante del viejo ayuntamiento, en la calle Mayor, le esperaban el alcalde, Porfirio Ordás Sanmarful, y el resto de las autoridades locales; los niños de las escuelas; varias parejas de gaiteros y tamborileros, y “el pueblo en masa”. A su llegada se dispararon al espacio “cientos de cohetes de grueso calibre”.

Dos de los niños vestidos de asturianos que recibieron y entregaron un ramo de flores al Príncipe de Asturias en la casa de la viuda de don Eleuterio García; la niña es Julia Oliveros de Llano, Cangas del Narcea, 29 de agosto de 1925.

La comitiva se dirigió enseguida a la casa de doña María Puente, viuda de don Eleuterio García (a la que ya hemos dedicado una noticia en la web del Tous pa Tous), donde le esperaba el subdirector del cuarto distrito de la Compañía Telefónica, que pronunció unas palabras. Desde uno de los salones de esta casa, el Príncipe habló por teléfono con su padre, el rey Alfonso XIII, al que le dio cuenta de su recorrido por la provincia y del buen estado de las carreteras. Con esta conversación quedaba inaugurado el servicio telefónico en Cangas del Narcea. En este acto se produjo una famosa anécdota, que aún se recuerda en nuestros días, en la que el alcalde le dijo al Príncipe, en tono familiar: “Alteza, déle recuerdos a papá”.

Después de la inauguración oficial, la Compañía Telefónica le ofreció al Príncipe un “lunch”, servido por el Hotel París, de Oviedo. En este aperitivo se le dio a probar “una copa de vino blanco elaborado en Cangas de Tineo por el señor Penedela hace unos 30 años”, que el Príncipe “elogió grandemente, rogando le enviaran una caja de botellas”. Como recuerdo de su visita a Cangas del Narcea, el alcalde le regaló “un lujoso estuche, conteniendo muestras de productos de este rico concejo”. A las dos de la tarde, la comitiva principesca marchó para Corias, donde visitó el convento y comió con la comunidad de dominicos. “Cerca de las cinco de la tarde, el heredero del Trono emprendió el regreso a Gijón”. La noticia detallada de esta visita aparece en el diario La Prensa, de Gijón, del día 30 de agosto de 1925, y puede descargarse gracias a la Hemeroteca de Gijón, en el siguiente enlace:

“El Occidente de Asturias” (1882 y 1883) en la web del Tous pa Tous

El 22 de agosto de 1882 salía a la calle en Cangas del Narcea el número 1 de El Occidente de Asturias. Era el primer periódico que se publicaba en una villa de esta parte de la región y se imprimía en la primera imprenta que se establecía en el occidente de Asturias. Todo un acontecimiento histórico que se venía a sumar a una serie de transformaciones que estaban acaeciendo en la villa de Cangas del Narcea en el último tercio del siglo XIX, gracias a la construcción de dos nuevas carreteras: La Espina-Ponferrada y Cangas-Ouviaño. Las consecuencias de este proceso se plasmarán en la villa en la apertura de calles nuevas, la edificación de casas de pisos con balcones de hierro fundido y galerías, el establecimiento de comercios, la instalación del telégrafo, el aumento de una clase media integrada por comerciantes, profesionales liberales, etcétera y la aparición de este periódico, que sacaba dos números a la semana.

El Occidente de Asturias fue el primer periódico de una serie que se editará en Cangas desde esta fecha y hasta 1936. El motivo principal de la mayoría de estas publicaciones serán las luchas políticas que enfrentarán a conservadores, liberales y republicanos en este periodo. Para comprender la existencia de estos periódicos hay que saber que Cangas era el centro de un distrito electoral para Diputados a Cortes, que estaba integrado por los concejos de Degaña, Grandas de Salime, Ibias, Leitariegos y Somiedo, y los políticos mantendrán estos periódicos para defender sus intereses.

El Occidente fue fundado por el abogado y juez Menendo Valledor, que fue su director, y por el secretario de ayuntamiento Faustino Meléndez de Arvas. El tiempo en que se editó era de total paz política, pues el distrito electoral de Cangas de Tineo estaba desde antiguo representado en Cortes por el conde de Toreno, Francisco de Borja Queipo de Llano (Madrid, 1840-1890), miembro del Partido Moderado, y la política local estaba dominada por los “torenistas”. El propio conde colaboraba con el periódico escribiendo crónicas desde Madrid.

Juan de Cangas (seudónimo de Manuel Flórez de Uría) en un artículo publicado el 3 de marzo de 1912 en La Justicia. Semanario republicano, de Grado, escribe en relación a este periódico:

“El Occidente pudo vivir vida tranquila, llegar a tener una tirada de cosa de 500 números; hacer que el aldeano se empezara a preocupar de la marcha de los asuntos públicos, en los que era el mayor interesado; y también sirvió a la causa santa de la cultura general, ya que en dicho periódico se entrenaron e hicieron sus primeras armas literarias jóvenes de la localidad y de fuera de ella, que, algunos, llegaron a ser después escritores correctos.
 
Muerto el director de El Occidente, con la misma imprenta, publicaron los señores D. Benigno Valcárcel, D. Ceferino Valle y D. Francisco Álvarez Uría otro periódico con igual nombre, más como ya estaba en gestación la protesta y oposición del concejo a los caciques torenistas, dieron al periódico otros rumbos más accidentados y por consecuencia más expuestos. Riñeron batallas por los intereses del concejo contra los que vulneraban o desatendían, y ya sufrieron denuncias y secuestros.
 
En esto, junto con los caciques locales y por causa de los mismos, cayó Toreno y el acta de diputado a Cortes pasó a manos de D. Félix Suárez Inclán, y El Occidente de Asturias (el de esta segunda época) cesó en su publicación, pasando la imprenta a otros dueños”.

El Tous pa Tous pone a disposición de sus socios y de todos sus visitantes los dos primeros años de El Occidente de Asturias: 1882 y 1883. Hay que advertir, que faltan unos pocos números y algunos no están completos. Esto, por supuesto, no quita valor a la información que contiene este periódico para conocer la historia de esos años. Los ejemplares que ha digitalizado el Tous pa Tous pertenecen a Armando Graña y el trabajo ha sido patrocinado por Parafarmacia Farmanova, de Cangas del Narcea. También pueden consultarse los números de los años 1884, 1885 y 1886.

Fray Albino González Menéndez-Reigada (Corias, 1881- Córdoba, 1958)

Fray Albino

Fray Albino González Menéndez-Reigada nació en Corias (Cangas del Narcea, Asturias) el 18 de enero de 1881. Ingresó a los 15 años en el convento dominico de San Juan Bautista, cercano a su vivienda familiar. En 1897 profesó en la Orden de Predicadores y fue ordenado sacerdote en Valladolid el año 1905.

Licenciado en Filosofía y Letras en la Universidad de Salamanca con Premio Extraordinario, obtuvo el doctorado en esas disciplinas en la Universidad de Madrid, también con Premio Extraordinario, al tiempo que realizaba estudios de Derecho. De 1911 a 1913 estudió Filosofía de las Lenguas Neolatinas en las universidades de Berlín, Roma y Friburgo. Su gran facilidad para los idiomas le permitió expresarse en francés, inglés, italiano y griego, además del castellano y el latín.

La orden le otorgó el título de Lector y Maestro en Teología y Predicador General y la Universidad de Salamanca le concedió idéntico título de dicha institución. Por su fama como predicador fue requerido continuamente para ofrecer conferencias por toda España, Europa e Hispanoamérica.

 El 18 de diciembre de 1924 fue nombrado obispo de Tenerife, donde realizó una gran labor. El 18 de febrero de 1946 fue designado obispo de Córdoba. Hizo su entrada oficial en la diócesis el 9 de junio, domingo de Pentecostés, a la edad de 65 años. En Córdoba vivió hasta el 13 de agosto de 1958, fecha de su fallecimiento.

“Tenemos que hacer viviendas dignas para los cuerpos, templos para las almas y escuelas para educar a la infancia”, dijo a poco de su llegada al conocer la situación en que se encontraba la ciudad. Y en verdad que esta especie de “programa de gobierno” lo cumplió con creces.

Tumba de Fray Albino delante de la Capilla de las Benditas Ánimas del Purgatorio en la Catedral de Córdoba (Antigua Mezquita).

Los números de Fray Albino en Córdoba, en los 12 años que estuvo entre nosotros, son impresionantes. Casi 5.000 viviendas entre las barriadas construidas en el Campo de la Verdad y en Cañero, con sus correspondientes equipamientos sociales (seis colegios, tres iglesias, mercados, cines, campo de deportes, economato, etc.), más de 80 templos bendecidos y más de 200 unidades escolares, dan fe de esta realidad.

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Tumba de Fray Albino González Menéndez-Reigada (Corias, Cangas del Narcea, 1881-Córdoba, 1958), obispo de Córdoba

Para conseguir toda esta obra creó la Asociación Benéfica La Sagrada Familia, que fue la encargada del programa de viviendas; el Patronato de Obras Sociales de San Eulogio (escuelas de aprendices, semanario Ecos, Club Deportivo San Álvaro, cuadro artístico, orfeón y rondalla); el Patronato de San Alberto Magno para la gestión de las unidades escolares; el Patronato Nuestra Señora de la Fuensanta para la atención a niños desvalidos; las Milicias de Cristo para el amparo de la niñez y juventud descarriada en la población rural, etc.

Su labor pastoral fue también extraordinaria: activó las Cáritas diocesana y parroquiales; desde 1949 a 1957 presidió las Semanas Sociales de España, que tuvieron una gran repercusión; escribió 35 obras y 48 cartas pastorales; dio un desarrollo espectacular al Seminario y puso en marcha el Seminario Menor de Hornachuelos; convocó el concurso de curatos para dotar a las parroquias de sacerdotes rectores; ofreció conferencias en la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo de Santander; creó en Córdoba las Hermandades del Trabajo; impulsó la Acción Católica, la HOAC y la JOAC; organizó escuelas de aprendices; la actual Tipografía Católica, etc.

El abate Pierre lo presentó a la televisión francesa y su obra fue conocida a nivel internacional, lo que motivó la constante visita de personalidades nacionales y extranjeras a Córdoba.

A lo largo de su vida obtuvo honores y distinciones, a las que daba la justa importancia. El Ayuntamiento de Córdoba le nombró Hijo Adoptivo en la sesión celebrada el 9 de junio de 1950. Su Santidad el papa Pío XII le dirigió en dos ocasiones cartas felicitándole por su labor y por los 25 años de su episcopado. El alcalde de Córdoba de Veracruz (México) le hizo entrega de la llave de la ciudad.

A finales de diciembre de 2008 y hasta el 24 de enero de 2009, se celebró una exposición, gracias a la gentileza de Cajasur, con la pretensión de dar a conocer a las generaciones actuales de una manera gráfica la ingente actividad desplegada por este excepcional obispo en Córdoba y su provincia. Con ella se cerró el programa de actos que la comisión organizadora, constituida en el seno de la Asociación de Antiguos Alumnos del Colegio Público Fray Albino, desarrolló durante el 2008 para conmemorar el 50 aniversario de su muerte. Esta exposición no hubiera sido posible sin el trabajo documental realizado por Florencio Rodríguez, quien fue el encargado de selleccionar las fotografías de Ricardo procedentes del Archivo Histórico de Cajasur, y el equipo de la Fundación Cajasur.

Juan Antonio Polo Molina
Presidente de la Comisión Organizadora de los actos
del 50 aniversario de la muerte de Fray Albino.
Fuente: Fundación Cajasur

La cal en Cangas del Narcea

Calero u horno de cal en El Rodical (Tinéu), en 2008. Fotografía de Astur Paredes.

La cal fue un producto muy importante que se empleaba para la construcción de edificios, el abono de tierras y otros usos agrícolas e industriales. En la Asturias caliza su fabricación era muy abundante y su producción se vendía en la región y fuera, sobre todo a Galicia. En el concejo de Cangas del Narcea, donde la caliza es escasa, solo había hornos de cal en unos pocos lugares donde aflora este mineral y su producción era pequeña, pero no dejó de tener su relevancia. Hoy, todos estos caleros están abandonados y arruinados, y ya casi no los recuerda nadie.

José Luis García López del Vallado es el autor del libro La cal en Asturias, editado por el Museo del Pueblo de Asturias en 2009.

 La fabricación de cal en Cangas del Narcea

por José Luis García López del Vallado

Anuncio de un fabricante de cal en el periódico ‘El Narcea’, julio de 1912

En Asturias la cal se empleaba para mortero en la construcción, para blanquear fachadas de casas y cuadras, y para fertilizar la tierra, que se empobrecía de calcio y otras sustancias con la lluvia y el cultivo. La cal resulta de calcinar piedra caliza a unos 900 grados en hornos llamados caleros. Aunque en el tercio occidental asturiano la piedra caliza escasea, no falta por completo y, en Cangas del Narcea, Tineo y otros concejos, las vetas conocidas se explotaron a lo largo de varios siglos. Se ha encontrado un contrato de 1612 para hacer en Fontes de Corbeiro cal destinada a la construcción del monasterio de San Juan de Corias, y este contrato podría no ser el más antiguo; por otra parte, hacia 1950 tejeros llegados de Llanes hacían cal en Ridera, parroquia de Ambres, en una campa situada por encima de los 1000 metros, que al parecer es el único lugar de la comarca en que afloran vetas de piedra calear. Un período, por tanto, de unos 350 años, que probablemente fue mayor. Los contratos más antiguos se refieren a la fabricación, el porte y el suministro de cal para construcciones de importancia. Aparte del ya citado de 1612, conocemos otro de 1650 también para fabricar en Fontes de Corbeiro cal para Corias; otro de 1750, para transportar cal desde Fontes hasta Ardaliz (seguramente para la construcción del palacio que existe en ese lugar); y uno más, de 1756, en el que un particular de Rengos denuncia a un vecino que se aprovechó del producto de un calero y una cantera propiedad del denunciante. Es posible que ya entonces hubiera varios caleros en Rengos, porque el de la denuncia estaba “inmediato a la Vega de los Fornos” y, por otra parte, también el conde de Toreno, en un escrito de 1777, menciona la existencia de un horno de cal en las canteras de mármol de Rengos.

Calero u horno de cal en El Rodical (Tinéu), en 2008. Fotografía de Astur Paredes.

Esta cal de Fontes de Corbeiro y Rengos se calcinaba con leña. En el siglo XX, los caleros más conocidos del concejo de Cangas del Narcea fueron los de Rengos, Moncóu y Moal, aunque había caleros en otros lugares del concejo, como el llamado “calero de Casa Elvira”, en la parroquia de Monasterio de Hermo, que funcionaba hacia 1920. Posiblemente se conserven restos de algunos de estos hornos, en los que la cal se quemaba con carbón, que en el caso de Moal se extraía de una mina cercana a los hornos.

Si el calero es propiedad de los vecinos de un pueblo, ellos se reparten la cal; si es de un particular, la cal puede comercializarse en un establecimiento y, además, venderse por los pueblos, como hacía una pequeña empresa calera que, según se lee en 1912 en el periódico El Narcea, tenía un horno entre Ventanueva y Rengos. Es probable que la fabricación de cal en el concejo de Cangas del Narcea no se haya prolongado más allá de la década de 1950.

El derribo de la casa de don Eleuterio o de María Angustias en 1980

Casa de María Angustias poco antes de ser derribada en 1980. Foto Tino

No cabe duda que hay acciones humanas que engrandecen a los pueblos y otras que los envilecen. Hace unas semanas celebrábamos en El Tous pa Tous los cien años de la construcción de la fuente del Reguerón y hoy, ya en 2010, vamos a recordar otro aniversario: el derribo hace tres décadas de la casa de don Eleuterio García Cuesta, también conocida con el nombre de su sobrina y heredera María Angustias. Esta casa no era un edificio cualquiera. Don Eleuterio fue un emigrante de Cangas del Narcea que se enriqueció en Madrid trabajando en el ramo del comercio. Construyó su casa en 1889 en la calle Mayor y para ello no escatimó medios. El proyecto debió de ser de Juan Miguel de la Guardia (1859-1910), arquitecto municipal de Oviedo, o de Javier Aguirre (1853-1909), arquitecto provincial, que en esos años estaba dirigiendo la construcción del Juzgado de Cangas del Narcea. Los dos están

Casa de María Angustias poco antes de ser derribada en 1980. Foto Tino considerados como los mejores arquitectos de finales del siglo XIX e inicios del XX en Asturias. La casa era, según los historiadores del arte, el edificio más importante de la arquitectura de finales del siglo XIX en todo el interior del occidente de Asturias.

Germán Ramallo Asensio, redactor del inventario de patrimonio histórico de los concejos del suroeste de Asturias en 1980-1981 y en la actualidad catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Murcia, escribió en aquel inventario: “La casa de María Angustias es uno de los ejemplos más equilibrados y hermosos, mejor adecuados a sus funciones palaciegas a lo moderno y urbanísticas de servicio a la ciudad, de toda la arquitectura fin de siglo realizada por la zona”.

Casa de María Angustias durante su derribo en 1980

En 1979, la casa la compran unos constructores con raíces canguesas, que viendo la polémica que estaba surgiendo con el posible derribo del inmueble, deciden venderla a Manuel Martínez Menéndez, vecino de Santiago de Limés, que es el que va a derruirla en el mes de mayo de 1980 para levantar en su solar una casa de pisos. El arquitecto de la nueva obra fue el joven Emilio Llano Menéndez. El Ayuntamiento de Cangas del Narcea no quiso frenar este derribo, aunque si hubo unos pocos concejales que se opusieron duramente. La delegación en Asturias del Ministerio de Cultura, que era la administración competente en la protección de monumentos en aquellos años, envío a Madrid un expediente para declarar el edificio monumento histórico-artístico, pero la solicitud vino denegada por la Dirección General del Patrimonio Artístico de aquel Ministerio, con un informe firmado por el arquitecto Eduardo González Mercadé.

C/ Mayor, casas de los Flórez (con el comercio El Siglo XX) y de María Angustias hacia 1920. Fotografía de Benjamín R. Membiela

El valor de la casa era tan evidente que en contra de su derribo se manifestaron muchos vecinos de Cangas, como se constata en los periódicos de la época (incluida la revista local Entrambasaguas, que puede consultarse en nuestra Biblioteca Canguesa, en la que en los tres primeros números se trató este asunto), y también la Consejería de Cultura del Consejo Regional de Asturias, aquel ente de la denominada Preautonomía, que todavía no tenía ninguna competencia en esta materia. El informe escrito el 13 de marzo de 1980 por Emilio Marcos Vallaure, director regional de patrimonio histórico artístico en aquella joven institución y actualmente director del Museo de Bellas Artes de Asturias, para solicitar a la Dirección General del Patrimonio Artístico del Ministerio de Cultura la declaración de monumentalidad del edificio, es uno de los mejores testimonios que nos ha quedado de la casa de don Eleuterio (puede leerse en el número 2, página 12, de la revista Entrambasaguas).

Sirva esta noticia y estas fotografías como recuerdo a un edificio cuya construcción engrandeció nuestra villa y cuyo derribo la empobreció. ¡Pena y rabia nos sigue causando!

Los teitos en L.leitariegos en 1752

Durante muchos siglos, millones de europeos vivieron en casas cubiertas con materias vegetales. En el concejo de Cangas del Narcea hasta mediados del siglo XX todavía quedaban muchas casas, así como hórreos y cuadras, cubiertas con paja de centeno, que se conocían como teitos. También había construcciones cubiertas con tablas de roble, pero estas eran menos numerosas.

Hoy en Cangas del Narcea solo existen unos pocos hórreos cubiertos con paja, que en general están muy mal conservados. Su futuro es muy negro, porque casi no se cosecha centeno y ya quedan pocas personas que sepan colocar estas cubiertas. Por diferentes razones, en nuestro país estas construcciones cubiertas con materias vegetales se han despreciado, mientras que en otras naciones europeas se valoran y gozan de gran prestigio. Ejemplo de nuestra indiferencia es que en los últimos años se ha derrumbado la casa Vaqueiro, de Brañas d’Arriba, que era un símbolo de toda esta antigua arquitectura campesina. Esta casa fue fotografiada por muchos investigadores y publicada en numerosas publicaciones. Esta claro que no hemos sabido, o mejor dicho, es evidente que no hemos querido conservar ni tan siquiera un ejemplo de este patrimonio arquitectónico. No obstante, los archivos, donde se conserva la documentación antigua, seguirán recordándonos como era en el pasado la arquitectura de este concejo.

Xuan F. Bas Costales es licenciado en Geografía e Historia por la Universidad de Oviedo y esta preparando su tesis doctoral sobre el ajuar doméstico y la vivienda en Asturias en los siglos XVII al XIX. Él es el autor de esta noticia sobre las casas en L.leitariegos en 1752.

  LOS TEITOS EN L.LEITARIEGOS EN 1752

por Xuan F. Bas Costales

Libro de bienes del Catastro de Ensenada del coto de L.leitariegos, 1752. Archivo Municipal de Cangas del Narcea

Entre los fondos del Archivo Municipal de Cangas del Narcea se encuentra un documento de gran valor para el estudio de las construcciones existentes en el antiguo coto de L.leitariegos a mediados del siglo XVIII. Se trata del único tomo del catastro promovido por el marqués de la Ensenada en 1752 que se conserva del concejo, perteneciente a ese coto que estaba integrado por los pueblos de las parroquias de Brañas y Trescastru. La información que ofrecen las relaciones de bienes que dan los vecinos sobre sus casas y otras construcciones auxiliares nos permite reconstruir sumariamente la arquitectura de los pueblos de la zona, caracterizada por el predominio de teitos o cubiertas vegetales.

Corte o cuadra de casa El Roxu cubierta de paja de centeno en Xinestosu, 1927. Fotografía de Fritz Krüger

Las respuestas generales del catastro en el coto registran cincuenta y nueve casas habitables, once arruinadas «por desidia de sus dueños» y cuarenta y dos hórreos, «sin que los suelos de dichas casas tengan ningún tributo». No obstante, las respuestas particulares de los vecinos consignadas en ese único tomo se reducen a la descripción de treinta y cuatro casas y veintinueve hórreos, que se distribuyen entre los lugares de Trescastru y Brañas d’Arriba, aunque solo está completa la relación de bienes del primero con veintiséis casas y veintitrés hórreos.

El Puertu de L.leitariegos, 1944. Fotografía de J. Ramón Lueje

Las casas del antiguo coto de L.leitariegos ofrecían una gran uniformidad tanto en el material de construcción, la forma y la orientación, como en la distribución interior. Se caracterizaban por estar cubiertas mayoritariamente con paja de centeno y presentar una planta rectangular de unos 115 m2 de media. Las casas tenían una distribución interior formada en los casos más sumarios por «cozina terrena», algún dormitorio, caballeriza «para el recogimiento del ganado» y pajar. El espacio destinado a los animales y la cosecha ocupaba más de la mitad del edificio. En unas pocas casas, que eran las mejores, las caballerizas y los pajares aumentaban hasta tres o cuatro, y aparecían otras piezas como portales, bodegas y «quartos altos».

Casas y hórreo cubiertos de paja de centeno en El Puertu de L.leitariegos, 1944. Fotografía de J. Ramón Lueje

La mayoría de las casas disponía de un hórreo, e incluso alguna tenía dos. Prácticamente todos estaban cubiertos con paja y apoyaban sobre cuatro «pies de piedra», salvo una panera en Trescastru que lo hacía sobre seis. Asimismo, los vecinos de Brañas d’Arriba contaban con caballerizas «para la custodia de su ganado», cubiertas también con paja, en la cercana braña de Vil.lar d’Árbas.

Casa cubierta de paja de centeno en Brañas d’Arriba, 1927. Fotografía de Fritz Krüger.

La arquitectura de Brañas d’Arriba que describe el catastro en 1752 no era muy diferente de la que se encontró el filólogo y etnólogo alemán Fritz Krüger cuando visitó el pueblo en 1927, a pesar de que ya habían aparecido «tres casas de nueva construcción con tejados de pizarra». Desde entonces, sin embargo, las cosas han cambiado mucho y no queda en pie ninguna construcción con cubierta de paja en el pueblo ni prácticamente en el resto de la parroquia.

Sección

 

Las imágenes de la derecha muestran la sección y planta de una casa de L.lamera similar a las que habría en L.leitariegos en 1752. En la parte superior están la cocina terrena y un cuarto, y en la inferior la cuadra y el pajar. Dibujos de Armando Graña García.

 

 

Planta