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Sor Sagrario (Miravalles, Cangas del Narcea, 1919 – Santander, 2019). 70 años de pasión por el prójimo

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Sor Sagrario recogiendo La Cruz de la Victoria, distinción otorgada por el Centro Asturiano de Cantabria a la Cocina Económica de Santander en su centenario

Dicen de ella que tiene una «viveza en los ojos, un andar resuelto y una forma de hablar que apabullan a su interlocutor». Con 93 años, María del Sagrario Rodríguez Álvarez, más conocida como Sor Sagrario, tiene claro que si «volviese a nacer mil veces, mil veces sería Hija de la Caridad». La vocación y la fe de esta mujer desbordan a quien la escucha. Su mente, de una lucidez extraordinaria, le lleva a recordar con pelos y señales los motivos y las reflexiones que llevaron a una joven asturiana de 23 años a vestir el hábito y dedicar su vida a los demás.

Aunque lleva 69 años residiendo en Santander, donde trabajó en numerosas instituciones benéficas como el Hogar Cántabro o la Cocina Económica, no olvida sus raíces asturianas, con las que mantiene permanente contacto. De hecho, el Centro Asturiano de Santander, en el que participa activamente y del que es Miembro de Honor, la ha homenajeado recientemente por sus 70 años vistiendo el hábito.

Sor Sagrario nació en 1919 en el pequeño pueblo de Miravalles, de la parroquia de San Juliano de Arbas, cuando Cangas del Narcea se llamaba todavía Cangas de Tineo -cambiaría su nombre en 1927-, en el seno de una familia campesina pero con recursos. Ella, la quinta de seis hermanos, siempre tuvo claro que le gustaba «más la iglesia que las romerías». Había algo entre las Sagradas Escrituras que le «llenaba el espíritu» y que en las fiestas no pudo encontrar. Aunque también le encantaba bailar, sobre todo «el son d’arriba», la vocación fue superior en todos los sentidos.

«Desde pequeña sabía que iba a ser monja», asegura. Su vida no fue fácil, ya que «en plena Guerra Civil, el 16 de abril de 1938», murió su madre. Sagrario contaba 17 años. Esta pérdida le impactó mucho y le llevó a recordar todo lo que de ella había aprendido. «Era una santa», recuerda, y relata la constante ayuda que ofrecía a los necesitados del pueblo. «En aquella época no había Seguridad Social, así que ella acompañaba a un familiar, que era médico, y le ayudaba a preparar vendas, desinfectarlas, aplicar pomadas, cataplasmas…», explica. Y Sagrario iba con ella. «Todo eso me llamó muchísimo. Aprendí a hacer un montón de cosas que luego me sirvieron mucho», relata.

Hasta que un buen día presenció una escena en la que un grupo de Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl ayudaba a un hombre necesitado. Una escena que le «impactó» y que marcó sus futuros pasos. Aunque había estudiado mecanografía y contabilidad en Madrid, en 1941 se puso en contacto con las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl y en 1942 tomó los hábitos.

«Cristo me llamaba»

Su primer destino fue el último: Santander. Allí aprendió de la generosidad y el carácter de los cántabros, «tan similar al de los asturianos». Toda su vida se sintió «muy bien acogida» y, aunque echó de menos Asturias, nunca perdió el contacto «con la tierrina». El momento más difícil fue la separación de su padre, en 1944. Él estaba muy enfermo y ella recibió un permiso para ir a verle. Apenas llevaba dos años de monja y pudo abandonarlo todo para permanecer junto a su familia. «Me desgarró dejar a mi padre pero lo hice porque lo que cuesta es lo que vale. Cristo me llamaba», explica. Al día siguiente de su vuelta a Santander, recibió la noticia de que había muerto.

Hoy Sagrario se sorprende de los recientes retrocesos en materia social tras décadas de continuo avance y progreso. Ella, que toda su vida la ha dedicado a ayudar a los demás, ve cómo ahora aumenta sin medida el número de personas que solicitan cada día la beneficencia y que acuden a la Cocina Económica.

No obstante, su vocación no flaquea lo más mínimo y, pese a que el 23 de agosto celebrará su 94 cumpleaños, no encuentra tiempo para la jubilación. «El compromiso de una Hija de la Caridad es para toda la vida», sostiene, convencida.


Fuente: El Comercio / Autor: D. Figaredo / Gijón, 28.05.12


La inolvidable religiosa de la Cocina Económica de Santander falleció el 3 de marzo de 2019, a punto de cumplir su centenario. Su huella humana, de ilimitada generosidad hacia los demás, será indeleble. Un ejemplo a seguir. Descanse en paz.

Premios Nobel en Cangas del Narcea

Santiago Ramón y Cajal (1852 – 1934), visitó Cangas del Narcea en agosto de 1914

El concejo de Cangas del Narcea ha tenido la fortuna de recibir a los dos españoles que en el siglo XX han obtenido el Premio Nobel de Medicina: Santiago Ramón y Cajal (1852 -1934), que lo obtuvo en 1906, y el asturiano Severo Ochoa de Albornoz (1905-1993), que lo recibió en 1959.

El primero llegó a Cangas del Narcea el jueves 22 de agosto de 1914. Venía acompañado de tres catedráticos de la Universidad Central de Madrid, ligados a la Institución Libre de Enseñanza y compañeros de Ramón y Cajal, que era profesor de la Facultad de Medicina en esa misma universidad: el botánico Blas Lázaro Ibiza (1858 – 1921), de la Facultad de Farmacia; el físico Ignacio González Martí, y el geólogo y arqueólogo Eduardo Hernández Pacheco (1872-1965), ambos de la Facultad de Ciencias.

El objeto de la visita de esta «comisión científica», según publica El Distrito Cangués el 22 de agosto de 1914, era «conocer el interesante país de Cangas de Tineo, cuyas bellezas naturales les fueron comunicadas en Madrid por el doctor don Ambrosio Rodríguez, y en especial las cavernas que pudieran haber servido de habitación al hombre primitivo». Hernández Pacheco había comenzado ese mismo año la excavación arqueológica de la Cueva de la Paloma, en Soto (concejo de Las Regueras), y estaba buscando más cuevas por el interior de Asturias con restos de presencia humana. No nos consta que hubiesen encontrado ninguna en nuestro concejo. Visitaron el monte de Muniellos y el valle del río Cibea, donde se encontraron en Sorrodiles con el mencionado Ambrosio Rodríguez, muy amigo de Ramón y Cajal.

Frances Thomson, Severo Ochoa, Pedro de Silva y Ernest Lluch en el Ayuntamiento de Cangas del Narcea, 27 de junio de 1986

El día de su llegada, por la noche, los viajeros fueron obsequiados con una audición musical interpretada por la banda de música, y en los días siguientes fueron visitados por las autoridades y personalidades de la villa.

Severo Ochoa en Cangas del Narcea, 27 de junio de 1986

Por su parte, Severo Ochoa estuvo en Cangas del Narcea el 27 de junio de 1986. Vino a la inauguración oficial del hospital comarcal que lleva su nombre y el de su mujer Carmen. Acudió acompañado de su discípulo el bioquímico Santiago Grisolía y de la esposa de éste: Frances Thomson. Durante su visita también lo acompañaron el ministro de Sanidad y Consumo Ernest Lluch, y las más altas autoridades regionales y locales.

Severo Ochoa saludando a Ernest Lluch en El Mercao, Cangas del Narcea, 27 de junio de 1986

Grisolía ha escrito de ese día la siguiente anécdota:

Después de la muerte de Carmen [la esposa de Severo Ochoa], mientras visitábamos Asturias, nos invitaron a la inauguración de uno de los hospitales que lleva su nombre. Con tal motivo, dieron, tras los tradicionales discursos, un vino de honor. Dispusieron una mesa con dos sillas para D. Severo y mi esposa, Frances, a fin de que estuvieran más cómodos. Como nos habían indicado que se nos invitaba luego a una comida, ambos pensaron que este piscolabis era la comida, por lo que comieron de todo. Cuando les dijeron que la comida tendría lugar en un restaurante cercano, ambos habían comido suficiente, por lo que D. Severo exclamó: «¡Pues yo sólo me comeré una truchina!»; pero se comió todo cuanto le sirvieron, ¡incluyendo la fabada!

Sirva esta noticia, sobre el paso de estos «nobeles» por nuestro concejo, para recordarnos que su premio estuvo basado en el esfuerzo, la tenacidad, la investigación y la búsqueda de conocimiento y, en definitiva, de una vida mejor para todos.

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Pequeños gestos para la Historia. Una pegatina pro hospital en 1978

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Pegatina pro hospital del Club Juvenil de Cangas del Narcea, 1978

En 1978 el Club Juvenil de Cangas del Narcea, presidido por Javier Gurdiel Rodríguez, hizo en la imprenta Gráficas Walfer, situada en el número 2 de la calle Valentín Masip de Oviedo, una pegatina para reivindicar la construcción de un hospital en Cangas del Narcea. Era la reacción a un accidente de un autobús de transporte de mineros en el que murieron cuatro trabajadores y hubo varios heridos, y que volvía a manifestar crudamente el abandono de la asistencia sanitaria en el suroccidente de Asturias y la lejanía de los centros hospitalarios.

La situación era dramática. Para los 51.000 habitantes de los concejos de Allande, Degaña, Ibias, Cangas del Narcea y Tineo, no había ningún centro sanitario, y los cinco mil mineros de la zona, que trabajaban en una actividad donde el riego de accidentes laborales es alto, estaban completamente desprotegidos. El hospital más próximo estaba en Oviedo; las carreteras eran malas y el plan sanitario en aquel momento solo preveía la construcción de dos hospitales fuera del centro de la región: uno en el oriente y otro en el occidente, en el concejo de Navia o Valdés (al final se construyó en Jarrio, concejo de Coaña). Por todo esto, la muerte de los cuatro mineros fue el detonante que despertó la conciencia de Cangas del Narcea y de los concejos de los alrededores, y provocó la protesta por tanta marginación.

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Pegatina pro hospital de la UGT de Cangas del Narcea, 1978

A este grito pro hospital, plasmado en esta pegatina del Club Juvenil, le siguieron otros gestos de protesta, otras pegatinas, reuniones de colectivos sociales y una manifestación por las calles de Cangas, que fue la primera, o una de las primeras, que se llevo a cabo en nuestro concejo durante la Transición democrática. El asunto llegó el 4 de julio de 1978 al Congreso de los Diputados en Madrid. La mecha estaba encendida…

Cinco años más tarde, en 1983, se iniciaba la construcción del actual Hospital.

Galletas económicas (receta de 1895)

Ingredientes:

  • ½ libra de harina
  • ½ libra de azúcar
  • 4 huevos
  • corteza de limón

Se hace una masa con media libra de harina, media de azúcar, cuatro huevos y las ralladuras de una corteza de un limón. Cuando la masa tiene buena liga se forman bolas poco más grandes que una nuez, aplastándolas y poniéndolas en latas, agujereándolas por el medio con el dedo y llevándolas al horno. Al salir bien doradas se espolvorean de azúcar y se dejan enfriar. Estas galletas se conservan mucho tiempo teniéndolas en cajas de hojalata o tarros de cristal.

Receta manuscrita tomada de un cuaderno de “Teresa Peláez del Riego para hacer varios dulces”, Cangas del Narcea, 1895.

Cangas del Narcea: NOTICIAS


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Cangueses en Mauthausen

A la memoria de José Pérez «Pepe Caín» y José Fernández

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Presos en el campo de concentración de Mauthausen

El horror y la barbarie del siglo XX también se llevó por delante a muchos cangueses. Este es el caso de dos paisanos nuestros, José Pérez Fernández «Pepe Caín» y José Fernández Martínez, que murieron en 1941 en el campo de concentración de Mauthausen y a los que queremos recordar en nuestra web del Tous pa Tous. Ellos fueron, según la información de que disponemos, los únicos cangueses que padecieron esa inmundicia de la Historia que fueron los campos de trabajo y de exterminio nazis.

El campo de Mauthausen fue construido en Austria  para albergar a «enemigos políticos incorregibles del Reich». Como el número de deportados fue tan grande, alrededor del primer campo se construyeron varios «kommando» o campos auxiliares, como el de Gusen, situado a cinco kilómetros de Mauthausen. Los presos trabajaban en fábricas de armas y, sobre todo, en canteras de granito, en unas condiciones durísimas y con un régimen de vida inhumano. La consecuencia de tanto maltrato fue la muerte de 154.000 hombres, de un total de 206.000 que ingresaron en estos campos entre 1939 y 1945. Allí murieron algo más de siete mil españoles, entre los cuales había 96 asturianos; todos ellos eran exiliados republicanos que habían sido apresados en Francia.

Ramiro Santisteban Castillo, que fue uno de los dos mil españoles que salió vivo de este campo de concentración, escribió:

«El primer día en que llegaron presos españoles a Mauthausen, el 6 de agosto de 1940, yo me encontraba entre ellos; tenía entonces diecisiete años y entraban también en aquel campo conmigo mi padre y mi hermano mayor. Allí conocimos lo que nunca antes hubiésemos podido imaginar. Los trabajos en la cantera o en otros lugares hasta caer agotados; el hambre; las enfermedades; los castigos crueles. Los hijos veían consumirse a sus padres; muchos iban viendo morir a sus compañeros de lucha, a sus paisanos. Otras veces simplemente desaparecían, enviados a un destino desconocido; entonces sospechábamos lo peor, y esas sospechas un día se revelaron ciertas. Por supuesto, nosotros no éramos allí las únicas víctimas; a nuestro alrededor otros grupos padecían un destino similar e incluso en ocasiones, la eliminación rápida y total».

En el campo de Mauthausen a los presos españoles se les identificaba con un triangulo azul con la letra S (de «spanier», español) que llevaban cosido a la ropa. El color azul era el reservado para los apátridas, pues Franco nunca reconoció la existencia de estos compatriotas.

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Los hermanos Pérez Fernández: sentado Conrado con Olvido; de pie (de izda. a dcha.): Pepe, Manuel y Mario, 1926. Fotografía de Benjamín R. Membiela. Col. Juaco López Álvarez

José Pérez Fernández «Pepe Caín» ingresó en Mauthausen el 6 de agosto de 1940, con el primer contingente de 392 españoles que llegaron a este campo de concentración. Le asignaron el número 3372. Era natural de la villa de Cangas del Narcea, donde había nacido el 14 de septiembre de 1910. Fue apresado por los alemanes en el norte de Francia en mayo o junio de 1940, durante la ofensiva que trajo consigo la derrota del ejército francés y la toma de gran parte del país vecino por el ejército alemán. Los republicanos españoles que estaban en esta zona pertenecían a Regimientos de Voluntarios Extranjeros o Compañías de Trabajadores Extranjeros organizados por los franceses. Todos los españoles que fueron capturados por los alemanes fueron considerados militares y tratados como prisioneros de guerra. Pepe Caín fue enviado al campo de prisioneros de guerra Stalag VII-A en Moosburg, localizado en el estado de Baviera, en el sureste de Alemania, y el 6 de agosto fue deportado a Mauthausen. Murió el 23 de agosto de 1941 en Gusen, «un kommando o campo auxiliar destinado al exterminio de los presos más débiles»; tenía 31 años de edad.

Pepe Caín pertenecía a una familia muy conocida en la villa de Cangas del Narcea, que tenía su domicilio en la calle El Gallego, y estaba formada por Manuel Pérez Menéndez, de Cangas, y Josefa Fernández Acevedo, de Figueras (Castropol), y sus cinco hijos: Conrado, Manuel, José, Mario y Olvido. El padre era fontanero y el mismo oficio lo continuaron algunos de sus hijos. Conrado, el mayor de los hermanos, nacido en 1900, era en 1929 corresponsal del diario Región.  Manuel era miembro del PSOE. La Guerra Civil fue terrible para esta familia: trajo la muerte de Mario en el frente y la de José en Mauthausen, y el exilio de Manuel a México, de donde no regresó nunca más.

Con la entrada del ejército franquista en Cangas del Narcea el 22 de agosto de 1936, José marcha de Cangas y hace el periplo que hicieron muchos republicanos cangueses: huye a la Asturias republicana y en octubre de 1937, con la caída de Gijón, sale en barco a Francia y pasa a Cataluña. Este recorrido lo hizo con su hermano Manuel y su cuñada Eva Flórez-Valdés Menéndez. Su hermano se incorpora al ejército republicano y se va al Frente de Valencia, y Pepe y su cuñada quedan en Granollers. En febrero de 1939 vuelven a pasar a Francia donde son recluidos en campos de refugiados.

En noviembre y diciembre de 1939 Pepe Caín está en el campo de Septfonds, en el departamento de Tarn y Garona, con Emilio Menéndez Rodríguez «Milio el Pesqueiro» y Manuel Agudín Antón, ambos de Cangas del Narcea. En 1940 se traslada al norte de Francia a trabajar cerca de la frontera con Bélgica, seguramente encuadrado en una Compañía de Trabajadores Extranjeros, y en junio lo hacen prisionero los alemanes durante la invasión de Francia. En una carta de Manuel Agudín escrita desde Lanemazan (Altos Pirineos) a su mujer el 7 de agosto de 1940, le dice: «Pepe Caín estaba trabajando cerca de Bélgica por eso lo cogieron y los consideran militares».

El resto de este grupo de exiliados cangueses tuvo mejor suerte. Manuel Agudín y Manuel Pérez, el hermano de Pepe Caín, y su mujer y su hija Aida salieron de Marsella a Casablanca y de aquí a México en septiembre de 1942, y Milio el Pesqueiro pudo marchar a Cuba.

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En la moto están Mario y detrás Pepe, y en el sidecar: Olvido y Conrado, en Corias (Cangas del Narcea), 1932. Fotografía de Benjamín R. Membiela. Col. Juaco López Álvarez

En cuanto a Pepe Caín, es probable que cuando fue apresado por los alemanes en el norte de Francia estuviese con otros dos cangueses: Moisés Avello Morodo, que sabemos que también estuvo en el campo de Septfonds, y Joaquín Flórez López. Si así fue, es posible que Pepe Caín sea el tercer protagonista de la siguiente historia que nos relata José Avello Flórez.

«Esta historia me la contó hace muchos años, creo que en 1960, mi tío Moisés Avello Morodo, la primera vez que le visité en París, donde vivía, por lo que ya he olvidado muchos detalles y seguramente he añadido otros, pues la memoria tiene esos extraños recovecos de aliarse con el olvido y con la imaginación que la reconstruye a partes iguales. En todo caso, a grandes rasgos, creo que lo sucedido fue lo siguiente.

Mi tío paterno Moisés pasó a Francia con las últimas unidades del ejército republicano al final de la Guerra Civil y junto con tantos otros soldados fue internado en el campo de concentración de Argelès-sur-Mer o en otro similar («donde había una gran playa», según me dijo). Allí se encontró con varios más de Cangas, entre quienes estaba un buen amigo suyo, y hermano de mi madre, Joaquín Flórez López, por tanto, también tío mío. En septiembre de 1939, con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, los dos se alistaron voluntarios en el ejército francés, no sé si en una unidad específica de españoles o de otra forma, pero lo cierto es que fueron movilizados y trasladados al frente, en el norte de Francia, donde cayeron prisioneros en medio de la debacle del ejército francés, que perdió la guerra en unas pocas semanas. Estaban pues prisioneros de los alemanes, cuando les comenzaron a trasladar junto con otros muchos españoles hacia campos de concentración en el interior de Alemania. Iban medio hacinados en trenes que viajaban con gran lentitud y, según me relató mi tío Moisés Avello y años más tarde me confirmó mi otro tío Joaquín Flórez, iba con ellos otro cangués, cuyo nombre ya he olvidado, pero que podría ser Pepe Caín, y en un determinado momento, antes de salir de Francia, tuvieron la oportunidad de tirarse del tren y escapar. Mis dos tíos no lo dudaron y se tiraron del tren junto con algunos otros. Según me contaron, también animaron a saltar al otro cangués, pero éste, por alguna razón (quizás miedo, quizás cansancio o esperanza de conseguir mejor trato en el futuro) no se atrevió a saltar.

En los meses siguientes, mis tíos atravesaron Francia a pie, escondiéndose por los montes, hasta el sur, cerca de Toulouse, donde permanecieron escondidos, colaborando con la resistencia francesa durante toda la guerra. Sobrevivían  haciendo carbón vegetal, integrados en un grupo de resistentes y participando ocasionalmente en algunas acciones de guerra y sabotaje. En una de ellas mi tío Moisés fue herido y trasladado de lugar, motivo por el que perdió el contacto con mi tío Joaquín, quien también sería herido y viviría oculto en una casa de Toulouse durante mucho tiempo. No se volvieron a ver nunca más. Moisés viviría en Bretigny sur Orge, cerca de París, empleado en una compañía de conducciones de petróleo y falleció en 1975 en un accidente de tráfico sin haber vuelto nunca a España, pues había jurado no hacerlo mientras viviera Franco, quien irónicamente fallecería un mes después que él. Mi tío Joaquín Flórez se quedó a vivir en Toulouse, donde se casó con la joven que le escondió cuando cayó herido durante la guerra y con la que compartió su vida. Tenía una tienda y él sí volvió a España varias veces y estuvo en Cangas, siempre con unas incontenibles ganas de hablar y rememorar el pasado; falleció en la década de los noventa».

El otro cangués muerto en Mauthausen fue José Fernández Martínez, nacido el 16 de noviembre de 1909. La información sobre su lugar de nacimiento no está clara: en el libro de M. Razola y M. C. Campo, Triangulo azul: Los republicanos españoles en Mauthausen, 1940-1945, editado en 1969,  se dice que era de Regla de Cibla (que podría ser Regla de Cibea); en la base de datos de la «Fondation pour la memoire de la Deportation»  pone Corias, y en la lista de «Españoles deportados a Campos de Concentración Nazis», que puede verse en la web del Ministerio de Cultura de España, dice: San Pedro de Corias.

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Presos trabajando en Mauthausen

Para saber algo sobre este hombre hemos recurrido al Archivo Municipal de Cangas del Narcea y a su encargada Marta Veiga Fontaniella, así como al Registro Civil. En el Padrón de habitantes del concejo de Cangas del Narcea de 1930 aparece empadronado en la parroquia de Cibea, en el pueblo de Sorrodiles, un José Fernández Martínez, de 18 años, que vivía con sus padres, José y Encarnación, dos hermanos mayores, María de 22 años  y Manuel de 20 años, y un tío, Pedro Fernández. Eran de Casa Manolín del barrio de L’Abichera. Hemos hablado con un sobrino suyo que vive en Sorrodiles y tiene 78 años, y nos dice que su tío José, al que no conoció, murió en África de una pulmonía durante el servicio militar. El joven aparece en la «Lista de Mozos del Reemplazo» de 1934 de Cangas del Narcea y allí consta su fecha de nacimiento: 24 de marzo de 1913. Es decir, no es la persona que estamos buscando.

Por otra parte, en el Padrón de 1930 no aparece ninguna persona con este nombre en Corias ni en San Pedro de Corias, ni tan siquiera que lleve esos mismos apellidos. Sin embargo, en la «Lista de Mozos de Reemplazo» de 1930 aparece un José Fernández Martínez, de Corias, hijo de Gabino y Escolástica. Recurrimos al Registro Civil de nacimientos y allí confirmamos que este mozo es el mismo que estuvo en Mauthausen. Su padre era natural del barrio de Ambasaguas, de Cangas, y su madre del pueblo de Fonceca (parroquia de Limés), y en 1909 eran vecinos de Corias. En 1926, el padre, Gabino Fernández Marcos, era socio del Tous pa Tous y seguía viviendo en Corias, y es probable que en ese año su hijo José también fuese socio de nuestra sociedad. En 1927 la familia se traslada de domicilio y no sabemos nada más de ella.

José Fernández Martínez fue capturado por los alemanes y enviado al campo de prisioneros de guerra Stalag XB en Sandbostel, en el noroeste de Alemania. Fue trasladado al campo de Mauthausen, donde ingresó el 3 de marzo de 1941. Murió en el campo auxiliar de Gusen, conocido como «la antesala de la muerte», el 9 diciembre de ese mismo año, aunque también con respecto a esta fecha hay datos diferentes, pues algunas fuentes de información, como la del Ministerio de Cultura de España, dan la fecha de 16 de noviembre, que claramente es una confusión con su fecha de nacimiento. Si alguna persona puede aportarnos alguna información sobre la vida de José Fernández Martínez, por favor, no deje de hacerlo.

El hostelero Vicente Merino lanza unos vinos asturianos y ecológicos

Vicente Merino, en La Moderna, con las dos botellas de los nuevos vinos. Foto: Nacho Orejas

Nibias y Roxil son nombres de dos nuevos vinos asturianos cien por cien ecológicos, de Ibias, para más señas, y que tienen en Oviedo su trampolín para lanzarlos por España. El hostelero entreguín Vicente Merino, entusiasta de la plaza San Miguel de Oviedo, donde se asienta con sus caldos en La Moderna, y dinamizador de esta zona con múltiples actividades a lo largo de todo el año, piensa que a la crisis hay que hacerle frente creyendo en iniciativas que se puedan vender a un precio competitivo.

Hace unas semanas se presentaba en este periódico otra singular iniciativa, la de la primera cerveza elaborada exclusivamente con escanda asturiana y también totalmente ecológica en Ca Beleño. Algo se está moviendo en Oviedo.

La historia de hoy empezó en el año 1032, con los viñedos de los monjes del monasterio de Corias, en Cangas del Narcea, y el ciclo se cierra ahora en la plaza ovetense de San Miguel. El hostelero Vicente Merino y su socio Víctor Chacón, sin miedo a la crisis económica, se embarcaron en la aventura de hacer vino con uva autóctona, una de ellas aseguran que es única en el mundo.

Partieron de la bodega de Chacón Buelta, en Degaña, donde hasta ahora se estaban haciendo sólo blancos con 6.000 kilos de uvas, que daban para unas 5.000 botellas. Como marca le pusieron Nibias, porque la mayoría de los viñedos están en el pueblo de Uría, en Ibias. Cultivan en total 2,5 hectáreas y en otro pueblo, el de Cecos, se dedican al albarín blanco, una uva autóctona que solo la hay en Cangas del Narcea.

En junio confían en sacar al mercado cuatrocientas botellas de tinto verdejo. Será la prueba que les indique según los resultados si van por el buen camino. Y como no quieren dar puntada sin hilo recurrieron a la fermentación maloláctica en barrica de madera, como se hacía en el sur de Francia. Se trata de una técnica con la que el ácido málico que se encuentra en la pulpa de las uvas se transforma químicamente en ácido láctico.

Ahora, comenta Merino, están en el proceso de clarificaciones, técnica que ejecutarán a la vieja usanza, es decir, con clara de huevo. La pequeña producción lo permite. Además, las botellas de Magnun, las de litro y medio, las embotellarán a mano e irán lacradas y numeradas. Para las de setenta y cinco centilitros emplearán el método industrial tradicional de envasado.

«Y con este vino, que podríamos decir que está hecho en casa, iremos a participar en los concursos nacionales para pasear el nombre de Oviedo y de Asturias con un sólo objetivo: ofrecer calidad y singularidad», resumió Merino.

Y es que con una producción de cuatrocientas botellas, añadió, «no podemos buscar dinero, solo la excelencia que la da un trabajo bien hecho, y si todo va bien el año que viene la producción será mayor, y si no, quedará el trabajo bien hecho».

El hostelero y también bodeguero apostó por tirar por el vino de Asturias y por nuestra uva autóctona, la del verdejo tinto, por la que apuesta desde el CSIC la investigadora de Cangas del Narcea, Carmen Martínez, que es toda una autoridad en la materia», comentó Merino.

El hostelero ovetense insiste en que este verdejo «no lo hay en ningún lugar del mundo», y que gracias al enólogo francés Gregori Pérez, que se formó en Burdeos, «le estamos sacando sus mejores cualidades».

¿Hay nicho de mercado? La respuesta de Merino no se hace esperar. «En el caso del vino blanco logramos bajar el precio a la mitad reduciendo costes primero en la recolección de la uva y después en la elaboración y el embotellado, pero con el objetivo de mantener siempre la calidad».

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El retablo academicista en Cangas del Narcea y Tineo: Los hermanos Pruneda Cañal

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Retablo mayor de la iglesia de Villatexil realizado por Francisco e Ignacio José Pruneda, 1772

El historiador de arte Pelayo Fernández nos desvela en este nuevo artículo para nuestra web del Tous pa Tous la  historia de varios retablos realizados en los concejos de Cangas del Narcea y Tineo por los hermanos Pruneda Cañal, asentados en Oviedo y Pola de Siero. Estos escultores trabajaron en las últimas décadas del siglo XVIII e impusieron el gusto por el academicismo o neoclasicismo, estilo artístico impuesto por la Ilustración, que estuvo basado en el establecimiento de unas normas que imponía la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, fundada en Madrid en 1752 bajo el patrocinio del rey Fernando VI. A partir de 1777 todos los proyectos de edificios, retablos, etc. realizados en España tenían que someterse al dictado de esta Academia. Este nuevo estilo sustituyó al barroco tardío.

Obras de estos hermanos fueron los retablos mayores de las iglesias parroquiales de Villategil / Villatexil y Cibuyo / Cibuchu, y el retablo de la Inmaculada Concepción de la colegiata de Cangas del Narcea, así como el retablo mayor del convento de San Francisco de Tineo. A este mismo estilo académico pertenece el retablo de la sacristía del monasterio de Corias, que es obra de escultores gallegos y que también se estudia en este artículo.

El retablo academicista en Cangas del Narcea y Tineo:
Los hermanos Pruñeda Cañal
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La epidemia de gripe de 1918 en Cangas del Narcea. Crónicas de unos meses terribles y lista de los cientos de fallecidos

A finales de 1918 el mundo entero, desde Samoa a Gran Bretaña y desde la India a España, se vio asolado por una epidemia de gripe que causó la muerte a millones de personas. La enfermedad se llamó popularmente «mal de moda», «soldado de Nápoles» o «dengue», y se encontró con una población que en su mayor parte estaba mal alimentada, vivía hacinada y en unas condiciones higiénicas penosas. Este panorama social, unido a un virus más mortal de lo común y a una organización sanitaria carente de medios, provocó una mortandad terrible, alcanzando la tragedia a las poblaciones más aisladas.

Gumersindo Díaz Morodo, Borí (Cangas del Narcea, 1886 – Salsigne, Francia, 1944), contará en la revista gráfica semanal Asturias, de La Habana, los efectos que causó esta epidemia en la villa y en los pueblos del concejo de Cangas del Narcea. Cada dos semanas Borí describe en su «Crónica Canguesa» el drama que viven sus habitantes desde finales del mes de septiembre de 1918, en que se detectan los primeros casos en el convento de los dominicos en Corias, a mediados de enero de 1919. En sus artículos reflejará el miedo, la desesperación y la impotencia ante la enfermedad y la muerte; la necesidad y el hambre; la solidaridad y, también, el egoísmo de los cangueses; el acaparamiento de alimentos; las protestas; las largas listas de fallecidos; la ayuda económica de los emigrantes en América, etc. Las crónicas de Borí, que publicamos a continuación, son realistas y sentimentales, y transmiten con emoción lo que pasó en Cangas del Narcea en aquellos cinco meses, en los que murieron cerca de 700 personas de una población de alrededor de 23.000. El número de fallecidos en la villa fue tan elevado que los dos cementerios que había en ella, el de Ambasaguas y el de la parroquia de Cangas, se quedaron pequeños y hubo que habilitar uno provisional en Barañán, donde existía el proyecto de hacer un nuevo cementerio municipal que al final, con mejor sentido de futuro, se construyó en Arayón, donde se inauguró en 1927.

Los sucesos que relata Borí coinciden completamente con el testimonio de otro testigo de esta epidemia; se trata de José Ríos Pérez, conocido como “Pepe Ríos”, nacido en 1905 en Villar de Adralés, que en sus memorias inéditas relata su vivencia de aquel hecho:

«Vino una enfermedad como un cólera, que moría mucha gente por abandono y de sed, ya que hubo casas que morían dos o más en cada familia y allí estaban varios días, allí por no haber quien los llevara. También los que estaban en cama hacían sus necesidades un día y otro en la cama, sin tener quien los limpiara, y en la aldea hubo muchos pueblos que los nenos abrieron las cuadras y soltaron el ganado para que no muriera de hambre atado. Y había un hombre llamado D. Alfredo Flórez, que cada segundo día visitaba a los enfermos pobres del Corral, La Vega, La Veguitina, calle de Abajo, Ambasaguas y el Cascarín, y sería yo un traidor a la verdad si no dijera que mientras su mano izquierda tocaba la frente del enfermo, con la mano derecha ponía trapos debajo de la cabeza y debajo dejaba cinco duros (en aquellos tiempos) por cada enfermo y cada segundo día. Muchas casas quedaron vacías; el mal de la “moda” llevaba con sus fiebres la gente al cementerio. Mis padres cayeron en cama y yo tuve que bajar [de Villar de Adralés] para Cangas para atenderlos y limpiarlos, y a las once [de la mañana] iba al Ayuntamiento a buscar la leche que bajaban de la Casona de Bimeda en un coche de caballos».

Sir Macfarlane Burnet y David O. White, autores de la Historia natural de las enfermedades infecciosas (Alianza Editorial, 1984), escriben:

«En Inglaterra, el número de muertes por gripe en esa época fue de 150.000 aproximadamente. […] La mayoría de los países del Occidente europeo tuvieron un índice de mortalidad que osciló entre tres y cinco por mil. En los países no europeos, en conjunto, la mortalidad fue mucho más alta. Murieron un veintisiete por mil de los nativos de Sudáfrica; en la India hubo más de cinco millones de muertes, con tantos por mil que oscilaban, según las regiones del país, de cuatro a seis. La mortalidad más alta se registró en Samoa, donde murieron una cuarta parte de sus pobladores».

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Gráfico 1

En Cangas del Narcea, según Borí, la gripe de 1918 provocó la muerte al veinticinco por mil de su población, índice que manifiesta las malas condiciones de vida de sus habitantes, cuya situación estaba más próxima a «los nativos de Sudáfrica» que a la mayoría de los países del Occidente europeo.

Según los dos autores mencionados, la epidemia de gripe de 1918 causó en Europa la muerte sobre todo a adultos jóvenes con edades comprendidas entre los 20 y los 35 años (Véase gráfico 1), circunstancia atípica, pues lo normal era que la gripe invernal afectase a niños y ancianos. En Cangas del Narcea, donde la mortalidad fue muy alta, esta infección afectó tanto a los grupos de riesgo habituales (niños y viejos) como a los adultos jóvenes (Véase gráfico 2).

En otros concejos asturianos la situación fue similar a la padecida en Cangas del Narcea. El horror cundió durante estos meses. El periodista Gícara escribe el 16 de octubre de 1918 desde Oviedo:

«En Asturias, más que estragos, lo ocurrido está siendo una verdadera catástrofe. No ha quedado un solo pueblo sin invadir y en todos la peste deja como recuerdo de su paso lúgubre una estela de luto, de inconsolables dolores, de lágrimas… Sobre todo en la población rural. En ella la peste encuentra ancho campo para su obra devastadora, y si rara es la familia que no viste luto, frecuente es el caso de familias enteras desaparecidas. El pánico, que es el mejor auxiliar de todas las epidemias, se apoderó de las gentes en tal forma, que todo el que puede se recluyó en casa y no hay forma de hacerle salir a la calle. La mayoría de los enfermos se mueren por falta de asistencia facultativa, otros porque no encuentran quien les asista ante el temor al contagio, y los más perecen de hambre, porque al caer enfermo el cabeza de familia falta en la casa el jornal para atender a las necesidades materiales» (Asturias, nº 229, La Habana, 15 de diciembre de 1918).

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Gráfico 2

La falta de médicos fue grande durante la epidemia, primero, porque eran pocos, y segundo, porque muchos de ellos cayeron enfermos los primeros días, llegando a morir varios, como sucedió en Navia, Villayón o Pola de Siero.

En Asturias algunas poblaciones se libraron de tanta tragedia. En la localidad de Cangas de Onís, según una noticia publicada en la revista Asturias, sólo hubo un fallecido, hecho que el cronista atribuye a la rapidez con la que se tomaron medidas para aislar completamente a los primeros enfermos y combatir los focos de infección, así como, «a las especiales condiciones higiénicas de Cangas de Onís, que hoy cuenta con abundante traída de aguas y con alcantarillado ad hoc» Por el contrario, en la villa de Cangas del Narcea, en esa misma fecha (diciembre de 1918), estaba comenzando la obra para el abastecimiento de agua corriente, que se esperaba inaugurar «a mediados del venidero julio, coincidiendo la fecha con las fiestas del Carmen». Como sucede casi siempre, la vida seguía su curso y en medio de aquella tragedia ya se estaba pensando en “fiestas”.

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Segunda cosecha de L.lumés, el primer vino etiquetado en asturiano

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L.lumés de Bodegas Obanca, el primer vinu etiquetáu n’asturianu.

La empresa familiar Bodegas Obanca, de Cangas del Narcea, saca al mercado esta semana la añada 2010 del Vino L.lumés, el primer caldo de la zona etiquetado íntegramente en asturiano.

La segunda cosecha de este vino cangués vuelve a ofrecer al público la oportunidad de disfrutar de un producto de variedad verdejo tinto, uva de cepas centenarias exclusiva de las orillas del Narcea, y que a lo largo de 9 meses madura en barricas de roble francés alcanzando una graduación de 13%.

La aparición de la añada 2008 de L.lumés, en 2010, supuso un revulsivo tanto para los vinos hechos en Asturias como para la vinculación de los productos asturianos con la lengua asturiana, según señala la bodega en una nota prensa. La gran acogida popular y mediática hizo que se acabase toda la producción en pocos meses, haciendo imposible encontrar botellas en los establecimientos.

En noviembre de 2011, recibió el Pegollu de los XXVII Premios Andrés Solar convocados por la Xunta pola Defensa de la Llingua Asturiana por «su apuesta pionera por la visibilización y normalización del asturiano en un sector productivo y comercial emblemático de Asturias».

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Fotos del taxista José Queipo, «El Meca»

Automóvil Ford en Corias, hacia 1920; “El Meca” es el primero que aparece asomado en la ventana de atrás. Fotografía de Benjamín R. Membiela.

José Queipo Fernández fue probablemente el primer taxista o chofer de automóvil de alquiler de Cangas del Narcea. Si no fue el primero, fue uno de los primeros. Nació en 1891 en Cangas del Narcea y en 1923 matriculó en Oviedo un coche para este destino. Después tuvo más coches y llegó a tener más de uno al mismo tiempo, para lo que contaba con la ayuda de su sobrino Cesar Uría Queipo.

Automóvil en Corias, hacia 1922; “El Meca” esta sentado detrás, a la derecha. Fotografía de Benjamín R. Membiela. Colecc. Carmen Rodríguez.

A José Queipo le llamaban «El Meca», como apócope de «El Mecánico», que era el nombre con el que se conocieron en España a los primeros conductores de automóviles. El Diccionario de la Real Academia Española aun recoge como significado de esta palabra el de «conductor asalariado de un automóvil», aunque advierte que hoy es una palabra poco usada con este sentido.

Su sobrina Carmen Rodríguez nos ha facilitado varias fotos que guardaba «El Meca» de su vida como taxista.

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Automóvil en Corias, hacia 1925; sentado detrás está César Uría Queipo. Fotografía de Benjamín R. Membiela. Colecc. Carmen Rodríguez.

Una de ellas corresponde a una fiesta que celebraron el 10 de julio de 1929 los chóferes cangueses con motivo del día de San Cristóbal, patrono de conductores y automovilistas. La revista La Maniega recogió una exhaustiva crónica en su número 21, de julio-agosto de 1929, que muestra la importancia que el sector tenía en Cangas del Narcea. Leamos algunos párrafos de esta crónica, donde aparece «El Meca» junto a otros pioneros de la automoción canguesa:

Chóferes y automóviles en Entrambasaguas en la fiesta de San Cristóbal, Cangas del Narcea, 10 de julio de 1929. Colecc. Carmen Rodríguez.

«Y hay que ver la exquisita finura, el amable trato de nuestros chóferes. Si son señoras o niños los que viajan, aquéllos saben andar a paso de carreta, el de Mata al de marcha religiosa. Si las señoras se marean, ellos toman las vueltas con giros de rigodón. «El Meca» y Rogelio las dan con elegancias cortesanas. Mahón conoce todos los baches de todas estas carreteras y los sortea con habilidoso desdén. Si se tropieza una piara de ganado, «el Negro» los separa con un gesto imperioso; «el Moreno» pasa por entre ellos acariciándolos. Si las señoras piden agua, ellos la encuentran al momento; los hermanos Abad conocen todos los manantiales de estas vías. Si los turistas piden vino, ellos dan siempre con el mejor.

“El Meca”, el primero por la izquierda, con unos viajeros, hacia 1930. Colecc. Carmen Rodríguez.

Pero ellos no lo catan; mejor que el de sus autos es el freno que llevan en su garganta. Van de fiesta, van de merendola, van con gente de humor, y ellos se abstienen. Si al paso encuentran alguna guapa rapaza, no por eso se distraen. Xé el de Camilo, los Tornadijo, vuelven los ojos con pudores de fraile. Todos tienen impertérritos las manos en el volante, y los ojos en la carretera, y el ánimo en los viajeros, y el espíritu en sus responsabilidades. Por eso, en Cangas, son contados los accidentes, si es que hay alguno.

“El Meca”, sentado entre los faros del taxi, en la Gira de Santana; detrás el gaitero Fariñas, hacia 1955. Colecc. Carmen Rodríguez.

Quince autos y tres camionetas formaron en la Plaza de Toreno el día 10 de julio [de 1929]. Entre ellos vimos marcas Lincoln, Buick, Mercedes, Studebaker, Ford, Chevrolet, Bernard, Panhard, Hispano-Suiza, Delahaye,  Willys Knight, Motobloc, Dodge, y eso que a la festividad fallaron 15 automóviles más de los que tienen su domicilio en Cangas. ¡Que se diga, ahora, lo que en estas andanzas es nuestra villa!

No damos los nombres de los chóferes que asistieron por no hacer larga esta reseña […]. Por la calle Mayor y la Vega, y cruzando el puente viejo, rodearon con sus autos la ermita de Entrambasaguas, autos que, después de una misa, bendijo, a la puerta, el señor párroco de Limés. El momento fue emocionante. Grandes palenques hacían acorde al estruendo de las bocinas y motores. Toda la gente menuda de la villa vitoreaba a los expertos chóferes; aquel paraje asemejábase a un gran puerto de mar en día regio.

Por la tarde, suculento banquete, y por la noche, gran baile, pues nuestros chóferes, que no las gastan menos, llevaron nuestra Banda de música.»


Fernando de Valdés y Llano (Cangas del Narcea, 1575 – Madrid, 1639), arzobispo de Granada, presidente del Consejo de Castilla y fundador de la Colegiata de Cangas del Narcea

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Retrato de don Fernando de Valdés LLano que se conserva en la sacristía de la iglesia parroquial de Cangas del Narcea

La biografía de don Fernando de Valdés Llano (Cangas del Narcea, 1575 – Madrid, 1639) que presentamos en la web del Tous pa Tous es el texto de una conferencia que dio en Cangas del Narcea don Juan José Tuñón Escalada, Abad de Covadonga y Presidente de la Comisión Diocesana del Patrimonio Cultural de la Iglesia, en 2007 y que se publicó en la revista La Maniega, nº 158. Valdés Llano fue arzobispo de Granada y presidente del Consejo de Castilla, y en su testamento dejó establecida la fundación de la Colegiata para su villa natal, así como un hospital y una escuela para niños. Además, su poder y dinero fue crucial para el ennoblecimiento e impulso de sus familiares, los Queipo de Llano, y la concesión del título de conde de Toreno en 1647. El estudio de Tuñón Escalada analiza la biografía de Valdés Llano y todas sus fundaciones, así como la trascendencia que tuvieron éstas para Cangas del Narcea y para Asturias.

Retrato del Arzobispo Fernando de Valdés. Autor: Diego Velázquez, 1640-5 y pertenece a la National Gallery de Londres

La imagen de don Fernando de Valdés Llano la conocemos muy bien gracias al retrato que se conserva en la sacristía de la iglesia parroquial de Cangas del Narcea y, sobre todo, por el retrato que le hizo Diego Velázquez, pintor de cámara del rey Felipe IV, que pertenece a la National Gallery de Londres, donde se expone permanentemente. Don Fernando tiene el mérito de haber sido el único asturiano que retrató el gran pintor sevillano.

El siguiente artículo de Juan José Polo Rubio, está dividido en cinco epígrafes. El primero enmarca cronológicamente el personaje, dando a conocer algunas fechas elementales para su biografía. En los otros cuatro apartados, teniendo como única base documental para su elaboración el proceso del Archivo Histórico Nacional, se intenta recoger aquellos datos que tienen o pueden tener valor histórico para la provincia de Oviedo en un mayor conocimiento de sus personajes célebres y de su entorno.


Lamprea

Lamprea

Receta de hacia 1900

[Lamprea, vino, cebolla, ajo, perejil, aceite de oliva y jamón]

Se lava mucho la lamprea en agua caliente, se quita la cabeza y se va cortando a pedacitos no muy pequeños, sin despegarlos del lomo y sacando la tripa, teniendo cuidado de cortarla encima de una fuente para no perder la sangre que cae. Se pone en una cacerola, o en lo que se ha de guisar, con la sangre, un cuarterón de vino (0,109 litros), una cebolla partida en pedazos, un diente de ajo, un poco de perejil, dos jícaras de aceite y un pedacito de jamón partidito en pedacitos.

Receta manuscrita tomada de una libreta de la familia López Morodo, de Cangas del Narcea.

Guiso para las truchas

Receta de hacia 1900. Ingredientes:

  • Truchas
  • Aceite de oliva
  • Clavillo
  • Perejil
  • Azafrán

Se fríe un poco de ajo con aceite en la misma tartera, picándolo muy menudo. Se colocan las truchas después en la tartera. Se pican como dos dientes de ajo con un poco de clavillo, perejil y azafrán en el almirez, se echa el agua proporcionada mezclándolo todo, se echa sobre las truchas y se pone a hervir.

Receta manuscrita tomada de una libreta de la familia López Morodo, de Cangas del Narcea.

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Formigos

altPlato de las fiestas de Pascua. Los formigos son un frito hecho a base de pan, muy sencillo de hacer y sabroso, que se tomaba el Domingo de Pascua, sobre todo en los pueblos del Partido de Sierra, de Cangas del Narcea.

Ingredientes: pan duro, huevos, azúcar y aceite de oliva.

Se corta el pan en trozos pequeños. En un plato se baten los huevos con una cucharada de azúcar. Se mezclan los trozos de pan con los huevos batidos y el azúcar, y se fríen en aceite bien caliente. Se sacan a una fuente y se espolvorean con azúcar. Se comen calientes. Antiguamente se les echaba miel en vez de azúcar.

Receta de Carmen Arias Rodríguez, de El Cascarín (Cangas del Narcea)