A una vendimia en Cangas de Tineo

Portada de la 5ª edición del libro Jovellanos, el patriota de Manuel Fernández Álvarez.

El catedrático de Historia Moderna, profesor emérito de la Universidad de Salamanca y miembro de la Real Academia de la Historia, Manuel Fernández Álvarez, tristemente fallecido en abril de 2010, nos acerca a la figura de Gaspar Melchor de Jovellanos con su libro “Jovellanos, el patriota” editado por primera vez en 1988. Este maestro de las biografías dedicó el libro a su madre de la siguiente manera:

A María,
mi buena madre,
una asturiana de pro,
nacida en
Cangas de Tineo
hoy Cangas del Narcea. 

En el mencionado libro Fernández Álvarez nos invita a acompañar a Jovellanos en sus excursiones, algunas que duraban solo una jornada; otras, como la que nos va a ocupar, que se prolongaban cerca del mes. Y es que en 1796 Jovellanos llevó a cabo una de estas excursiones a Cangas del Narcea (entonces Cangas de Tineo), para conocer su típica vendimia, única en el Principado.

El autor considera que Cangas del Narcea y sus alrededores eran lugares para ser visitados por un viajero curioso, tal como lo eran los hombres ilustrados del siglo XVIII; y añade que no nos puede extrañar que Gaspar Melchor de Jovellanos se viera atraído por esta excursión, accediendo a buen seguro a las instancias de sus amigos cangueses. Jovellanos en sus Diarios, titula el relato de este viaje: “A una vendimia en Cangas de Tineo” y Manuel Fernández Álvarez lo narra de la siguiente manera:

La vendimia (1786) de Francisco de Goya (1746–1828). Está en el Museo del Prado.

Sale de Gijón el último día de septiembre, hace unas pequeñas paradas en Oviedo y Salas, para pasar el puerto de La Espina y coger el camino que baja ya a Cangas. Al avistar el Narcea, todavía a una legua larga de la villa, le salen al encuentro los amigos que acuden a recibir al ilustre viajero: los Queipo, los Flórez, los Carbayedo, los Melgarejo. 

Y a partir de ese momento, apenas si habrá descanso. Lo de menos será la jornada de la vendimia, aunque, por supuesto, también será realizada. Toda disculpa será buena para montar una fiesta. De forma que la estancia de Jovellanos en Cangas se convierte en un continuo festejo. Y eso no le extrañará al que conozca el carácter de los vecinos de Cangas, una de las villas más alegres y bulliciosas de todo el Principado. Sus habitantes siempre están dispuestos a meriendas campestres (cuando el señor tiempo lo autoriza), a convites, a bailes y a canciones. Así fue en aquel otoño de 1796. 

Y Jovellanos no salía de su asombro. Se dejaba llevar por aquel ímpetu juvenil, y aún celebra aquella «movida», como si dentro de él, que ya ha cumplido los cincuenta y dos años, algo se pusiera también en marcha, como si se le removiera algún resto de su juventud perdida: «Las muchachas –nos cuenta- proyectan ir mañana a la vendimia del conde…». Y añade: 

 … entran en un frenesí de alegría…

Y al día siguiente anota: 

La gente se mueve temprano para la expedición de la vendimia. ¡Qué alegría!
¡Qué bullicio en los jóvenes! 

A poco, antes de las veinticuatro horas, llega el correo con una tremenda noticia de la corte: la declaración de guerra de Inglaterra. ¿Se inmuta por ello Cangas? En absoluto. Todo sigue su ritmo, como si la guerra fuera la distracción de los reyes, que tan apartados rincones tienen el privilegio de despreciar, como si se tratara de juegos alocados de los que mejor ni oír. Ciertamente Jovellanos, tan aficionado a las cosas de Inglaterra, lo tomará como una mala noticia; en todo caso, apunta en su Diario, ya de hacer la guerra, mejor hubiera sido declararla al pueblo francés, tan orgulloso y tan «enemigo de la paz general». Pero, por lo demás, los juegos y los bailes siguen en casa de los amigos, porque Cangas no cambiará tan fácilmente sus costumbres. 

De forma que Jovellanos no abandonará la villa sino ocho días después. La corte podía estar en guerra con media Europa sin que Cangas se diera por enterada. Era la contrapartida de aquellas guerras dinásticas del Antiguo Régimen, las más de las veces por caprichos de las testas coronadas o de sus privados; los pueblos las sentirían por las cargas fiscales, pero no las tomarían como propias, salvo si se veían invadidos. Y menos en lugares tan apartados como lo era entonces Cangas de Tineo.

Un juez cangués presidente de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Superior de Justicia de Canarias

Nuestro consocio el magistrado cangués César José García Otero

El Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) designó al magistrado cangués César José García Otero como nuevo presidente de la Sala de lo Contencioso Administrativo del Tribunal Superior de Justicia de Canarias.

García Otero obtuvo el apoyo de trece de los veintiún vocales del órgano de gobierno de los jueces (necesitaba once) con lo que así se hace con la que está considerada la plaza más estratégica de la justicia autonómica.

El pasado jueves 23 de septiembre de 2010, poco antes de las diez de la mañana, el CGPJ aprobaba en su sesión plenaria, el nombramiento de García Otero con los apoyos de los nueve miembros de la Asociación Profesional de la Magistratura (APM), los dos vocales que representan a los partidos nacionalistas con representación (catalanes y vascos) y dos miembros más de Jueces para la Democracia (JpD).

El nuevo presidente de la Sala que se muestra ilusionado con la nueva etapa profesional que emprende, nació en 1959 en Cangas del Narcea (Asturias) y es socio de El Tous pa Tous. Está considerado uno de los mejores magistrados que ejercen en Canarias. Tiene 23 años de carrera a sus espaldas. Su primer destino fue el Juzgado mixto de Nules (Castellón). Más tarde fue destinado al Juzgado de lo penal número 5 de Las Palmas. Fue el primer juez que desplazó una comitiva judicial a las islas de Lanzarote y Fuerteventura. Desde 1988 es magistrado de la Sala de lo Contencioso del TSJC en Las Palmas.


Fallece en Canarias el magistrado cangués César J. García Otero


 

De ferias y mercados en Cangas del Narcea

Día de mercao en la plaza de La Oliva o plaza Mayor de Cangas del Narcea, en 1905. Fotografía de don Mario Gómez, fundador del Tous pa Tous.

Hasta fines del siglo XIX toda la actividad comercial del medio rural giraba alrededor de los mercados y las ferias. Los comercios comenzaron a establecerse en las villas en ese momento y su desarrollo ira haciendo perder protagonismo a aquellos.

Los mercados eran semanales, se habían instaurado en las villas asturianas desde su fundación en los siglos XIII y XIV y en ellos se concentraba el comercio de su entorno inmediato. En Cangas del Narcea, el mercado se celebra desde esas centurias todos los sábados del año. Hasta 1805 se hacia delante del palacio del conde de Toreno, por eso a esa plaza la seguimos llamando el Mercao, pero en esa fecha se trasladó a la Plaza Mayor.

Cangas del Narcea. La Plaza, con puestos de cacharros de cerámica de L.lamas del Mouro y de El Rayu (Siero), 1910. Fotografía de Benjamín R. Membiela. Colección: Juaco López Álvarez.

Las ferias tenían un rango económico muy superior a los mercados y eran reuniones anuales de mercaderes que se trasladaban desde muy lejos; gozaban de un privilegio real y su radio de acción era más grande. En la Edad Media solo existían en Asturias tres ferias, que se celebraban en Oviedo, Llanes y Cangas del Narcea, hecho que denota el rango que tenía nuestra villa en aquel tiempo.

Hoy, las ferias y mercados están de capa caída. Las primeras solo se reducen a la venta de ganado y no tienen la incidencia económica y social que tenían antiguamente. En la Edad Media, la feria de Cangas se realizaba durante la Pascua de Pentecostés, duraba quince días y venía gente de Laciana, El Bierzo, Valdés, Castropol, Navia, etc. Esta feria es la que aún se sigue celebrando en esas fechas y se conoce como la Feriona. De todo esto nos habla el historiador Juan Uría Maqua en su artículo «Una feria asturiana en la Edad Media: la de Cangas del Narcea”, publicado en el número 8 de la revista Asturiensia medievalia, y que puede consultarse en nuestra Biblioteca Canguesa.

El mercado semanal de hoy día tampoco es el mercado de un sábado a comienzos del siglo XX y su importancia económica es mucho más pequeña. Para conocer como era aquel mercado reproducimos a continuación un artículo publicado el 26 de diciembre de 1908 en la portada del periódico local El Narcea. Aquella sociedad de hace algo más de cien años era muy diferente a la actual y allí se reunían oficios, animales y productos que en el presente han desparecido completamente de nuestro mercado.

NUESTROS DÍAS DE MERCADO

Aunque en Cangas los días de mercado no son días de fiesta, como sucede en otras partes, porque aquí el mercado se celebra el sábado, y dos días seguidos de fiesta llegarían a cansar, sin embargo, estos días resultan muy animados entre nosotros, y acaso más que en otras muchas villas por la concurrencia, ya no digamos excesiva ni grande, sino variada de las personas que nos visitan y de los productos que traen a la venta. 

            Sabido es que lo que más abunda esos días son las reses vacunas de los concejos de Tineo, Allande y este concejo, viéndose también ganado mular, caballar, asnal y de cerda de los lugares citados. De Ibias y Degaña, cuando los puertos están francos, también suelen concurrir a nuestro mercado con esos animales. Y, aunque no en todos, en algunos se ven también cabras y ovejas. 

            De Ponferrada, Toreno y Laceana, que son de la provincia de León, cuando el puerto Leitariegos y algún otro alto no están cubiertos de nieve, nos traen: de Ponferrada, pimientos, cebollas, ajos, cebada y centeno; de Toreno, garbanzos y lentejas, y de Laceana, patatas, trigo y centeno. 

            De los distintos pueblos de este concejo nos traen esos días todos los productos citados y otros muchos, tales como tomates, habas, judías, guisantes, castañas, nueces, avellanas, peras, manzanas, cerezas, higos, ciruelas y otras varias frutas –por supuesto, lo mismo de un lado que de otro, todo en su tiempo-, así como huevos, manteca, gallinas, pollos, perdices, quesos, natas, cestos, cestas, almadreñas, etcétera. 

            De Luarca y Cudillero nos suministran pescados de mar. 

            De nuestro vecino pueblo de Besullo, acuden al mercado con calderas, calderos, tambores para asar castañas, cazos, cacillas, ruedas de carro del país y toda clase de herramientas de campo, por supuesto todo fabricado en el citado pueblo, que es lo que mas admira, dado en donde está enclavado el pueblo de Besullo y por consiguiente lo difícil que es llegar a él con el hierro en bruto; pero esta consideración y otras muchas que pudiéramos hacer acerca de los honrados y valientes trabajadores de Besullo, las dejamos a cargo de nuestro colaborador D. Ambrosio Rodríguez… 

            Del partido de Sierra, que también merece punto y aparte, nos visitan los sábados los alfareros y alfareras de aquellos pueblos con toda clase de vasijas de barro, como tazas, cazuelas, jarros, jarrones, pucheros, platos, etcétera, industria ésta que, aunque montada como en los primitivos tiempos, es de suma importancia para este país, más que nada por lo barato que resulta toda mercancía que no paga porte alguno. 

            De otros pueblos, como Besullo, las Fraguas de Castanedo, etcétera, vienen con navajas, cuchillos, tijeras, hoces, etcétera, todo fabricado allí, que es también otra industria muy respetable para este concejo, por lo fuertes y adecuadas que resultan para los distintos trabajos todas estas herramientas. 

            Tampoco falta en nuestros mercados el lino y el cáñamo, comercio exclusivo de los vaqueros que viven en las montañas de Luarca. 

            Otras muchas cosas dejamos por apuntar, que también son causa de atraer gente a Cangas los sábados, como son la lana hilada y la tejida, hecha mantas y en rollo, una para la venta y otra para que los mazos de Besullo y la Pesonera de Abanceña sienten bien el tejido, a la vez que limpian y lavan las telas. 

            Por todo lo que precede puede juzgarse sin temor a padecer equivocación, que nuestros mercados son los más concurridos, animados y variados de toda España. 

            El foto-grabado que va al frente de las presentes líneas, representa la plaza Mayor y parte de la Oliva, que es el punto en donde los días de feria y de mercado se venden las frutas, los granos, la manteca, etcétera, y todas las demás menudencias, así como el sitio preferido por los carboneros para vender carbones, los herreros sus clavos y los cacharreros sus cacharros. 

(Publicado en El Narcea, nº 153, 26 de diciembre de 1908)

Papas

Agua, leche, harina de maíz tostada, sal y mantequilla. 

Se pone en el fuego un poco de agua y leche, y se va echando la harina, poco a poco, sin parar de revolver para que no se pegue y para que las papas queden finas. Tienen que cocer alrededor de cincuenta minutos. A mitad de cocción se añade la sal y un trozo de mantequilla. Cuando estén bien cocidas se echan en platos soperos para servir. Se comen con leche, miel o azúcar.

¡Vuelta la burra al trigo!

El consejero de Salud, José Ramón Quirós García. Foto EFE/Archivo

La Nueva España – 09/09/2010

Creían haber evitado los recortes en el Hospital de Cangas? Pues no. Aquello era sólo una prueba, un ensayo de la «solución final» para los problemas financieros del Gobierno asturiano. Si no se puede sostener el despilfarro político y las alas de Asturias al mismo tiempo, hay que abandonar las alas. Y, como las deportaciones están mal vistas, es mejor ir recortando servicios y abandonando las infraestructuras hasta que pierdan la esperanza y se vayan marchando ellos mismos por aburrimiento. Sencillo y elegante, sí señor. Así que aquí vuelven a la carga con informes pagados para que se empiecen a escribir a partir de las conclusiones y palabrería vacía que intenta esconder intenciones vergonzosas. Ahora la cosa depende de nosotros, de los «periféricos», y nuestras opciones son muy claras: O plantamos cara y defendemos nuestros derechos con uñas y dientes o vamos comprando un piso en La Corredoria.

Antonio Ochoa es socio del Tous pa Tous y autor del blog Cosas del Suroccidente.

 

Llamamiento a la familia de Manuel Alonso Agudín

Extracto de La Maniega de febrero de 1928

Antonio Alonso desde Miami (Florida), nos envía el siguiente e-mail:

«Revisando La Maniega de febrero de 1928, encontré entre los socios de «Tous pa Tous» a Manuel Alonso Agudín (Carpintería) en la facina de Cangas. Mi nombre es Antonio Alonso y mi padre era Joaquín Alonso Agudín, nacido en Cangas del Narcea en 1899. El se fue a Cuba a los 14 años y era hijo de Manuel Alonso y Vicenta Agudín. Se que tenía hermanos, pero nunca he ido a Cangas ni he sabido de mi familia allá. Resido en Miami, Florida y voy a España la semana próxima y espero pasar por Cangas del Narcea entre el 15 y 16 de Setiembre. Quisiera saber si es posible, que a través de ustedes pueda conseguir algún familiar, descendiente de Manuel Alonso Agudín a ver si somos o no parientes. Gracias anticipadas y un gran saludo. Antonio Alonso.»

Cualquier información al respecto que nos puedan facilitar, pueden dejarla en el apartado de comentarios de este post y, con mucho gusto, desde El Payar se la haremos llegar.

 

 

Potaje de castañas

500 gr. de castañas, 300 gr. de patatas, una morcilla, un chorizo, tocino y sal. 

Se cuecen ligeramente las castañas en agua para pelarlas con facilidad. A continuación, las castañas peladas se ponen a cocer con la morcilla, el chorizo y el tocino. Cuando están las castañas cocidas se echan las patatas cortadas y la sal. A continuación se pone el pote a cocer fuerte y después se baja el fuego, y se mantiene en el fuego hasta que se haga. 

Receta de María Martínez Rodríguez, de La Castañal (Cangas del Narcea).

Lavanderas canguesas

Lavanderas en el río Narcea, hacia 1910. Foto Villegas. Colección del Museo del Pueblo de Asturias.

Hay una Asturias que, camino del bajo Nalón, busca el mar que, en este caso, no se trataría del morir al modo de la inmortal metáfora manriqueña, sino que, antes al contrario, ambiciona, primero, abrirse, y, en último término, expandirse más allá de las angosturas de nuestras montañas. Es la Asturias con voluntad transitiva, con afán viajero que, aunque en eso apenas hemos reparado, viene marcado en no pequeña parte por nuestra orografía, en la que hay una continua vocación de ampliar horizontes. Son las aguas que, nacidas en las montañas, se abren camino entre estrechos cauces y que ambicionan, primero, la llegada al valle. Aguas que, salidas de sus guaridas rocosas, van camino, antes o después, de convertirse en río.

Piense el lector por un momento en el río Narcea a su paso por Cangas tal y como muestra la fotografía que aquí glosamos. En realidad, desde su nacimiento en Monasterio de Hermo, el recorrido hasta la capital del concejo es corto y, sin embargo, su cauce es ya considerable. No hablamos sólo de desniveles que ayudan a su crecimiento, sino también de las aguas que va recibiendo y que, instantáneamente, se le incorporan hasta formar un río de importancia capital en la Asturias del occidente, receptor hasta su entrega al Nalón de tantas y tantas afluencias que, a su vez, irán formando ríos. Designio de ensanchamiento no sólo del propio cauce, sino también de las vegas que, a su paso, se van enriqueciendo, en lo paisajístico y en su fertilidad. Ello por no hablar de la riqueza que en él vino habitando con sus truchas desde los inicios, y sus reos, salmones y anguilas que se internan en su seno contracorriente.

El Narcea, a su paso por Cangas, representa, entre otras muchas cosas, la recepción de una riqueza que mana en sus montañas más cercanas y que, sin detenerse, al modo que nos hizo saber Heráclito, continúa en espera de otras incorporaciones hasta muy cerca del mar.

Cangas del Narcea. Un valle muy estrecho y, sin embargo, un río grande, a cuyo alrededor se vino forjando la historia de una de las villas más importantes de Asturias. Río aún joven que anticipa los designios de los que venimos hablando.

Lavanderas en el Narcea

Cestos de la colada vacíos. Ropas que se están lavando y que esperan su turno sobre las piedras. Muy cerca, el puente, que no es el romano, sino el que se encuentra por debajo de la Iglesia y del palacio de Omaña. Al otro lado del puente, por encima del discurrir del río, pueden atisbarse las viñas, uno de los rasgos verdaderamente distintivos de este concejo asturiano, con un esperanzador potencial vinícola, recurso que se intenta revalorizar, esperemos que con el mayor de los éxitos. En la fotografía, se observan, por decirlo así, dos grupos de lavanderas. Hay un espacio entre las cuatro que comparecen en primer término y las otras dos que se encuentran más alejadas. La mayoría de ellas tienen su cabeza cubierta al modo tradicional. Apenas son perceptibles sus rostros. La que muestra sus brazos más destapados parece la más joven del grupo. El momento que capta la imagen, sobre todo en lo que se refiere al grupo más cercano y numeroso, no parece que sea testigo de una charla entre ellas, sino más bien de ensimismamiento en la tarea, a la vez, común y propia. No cabría decir lo mismo de las otras dos lavanderas que se encuentran más alejadas.

Lavanderas canguesas que, en el desarrollo de su tarea, tenían la posibilidad, seguro que no desperdiciada en la mayor parte de las ocasiones, de socializar en un momento en que las mujeres disponían de menos opciones que los hombres para casi todo, incluso para reunirse sin demasiadas prisas. Un escenario común para un trabajo individual. Un entorno muy cercano a edificios que atestiguan parte fundamental de la historia, también artística y religiosa, de la villa.

Lavanderas canguesas. El río como lavadero. Las aguas que se renuevan de continuo como garantes de la limpieza de la ropa que llevan en sus cestos. Desarrollan su tarea, como hemos apuntado, muy cerca de la basílica de la capital del concejo. En su horizonte más allá del puente, los viñedos. Estamos hablando de un momento, principios del siglo XX, en que la población del Concejo se movía en torno a los 20.000 habitantes: 22.742, en 1900; 23.104, en 1910, 23.668, en 1920. El censo más reciente arroja el dato de 14.796 habitantes. Conviene tener en cuenta que, tras la etapa de mayores explotaciones mineras en las últimas décadas del siglo XX, Cangas busca afianzarse con sus recursos tradicionales y con aquellos otros que puedan contribuir a su desarrollo, frente a las amenazas que son comunes al campo asturiano en general y al occidente de nuestra tierra en particular, fundamentalmente, el envejecimiento de la población, así como la carencia de expectativas profesionales para los más jóvenes. En 1927, dejó de llamarse Cangas de Tineo y pasó a designarse como Cangas del Narcea. La antigua denominación sigue dando pie a conversaciones de rivalidades localistas que, por fortuna, en la mayor parte de los casos, no van más allá de la ironía y de la retranca.

Alto Narcea que discurre, ya poderoso, por Cangas. Lavanderas que dan cuenta, más allá de los avatares personales, de la vida que bullía en esta población a principios del siglo XX. Población que, sin prejuicio de la importancia que vino teniendo y tiene en el suroccidente asturiano, cuenta aún con muchas potencialidades sin explotar, empezando por unas infraestructuras que comunicasen Asturias y la meseta por su entorno, algo de lo que se habló siempre y que cobró actualidad hace tres años en la campaña electoral autonómica y municipal cuando se hablaba de abrir la autovía de los retrasos, es decir, la de la Espina, hacia Ponferrada.

Cangas, ahora como entonces, busca su salida, al mar a través del Narcea y del bajo Nalón, y también hacia Castilla tan cercana pero sin infraestructuras que faciliten ese anhelado tránsito. Capital del alto Narcea, capital minera del occidente durante décadas, que vino esperando una comunicación ferroviaria que nunca llegó, que discurriera más o menos paralela al gran río que la recorre. Lavanderas canguesas de una Asturias de ayer que hoy sigue en busca de su futuro, de un futuro que pasa en no pequeña parte por este río tan poco atendido y cuidado que es el Narcea.

Publicado en A orillas del Narcea. Agosto de 2008

Potaje de fréjoles

1 kg. de fréjoles, 1 kg. de patatas, 300 gr. de tocino, cebolla, pimentón dulce, aceite de oliva y sal. 

Se cortan los fréjoles y se echan a cocer con el tocino durante unos 25 minutos. A continuación se añaden las patatas picadas y un refrito hecho con cebolla picada muy menuda, aceite y pimentón; hay que tener cuidado de echar el pimentón cuando el aceite este fuera del fuego y templado, para que no se queme. Se revuelve todo y se pone a cocer fuerte. Tiene que cocer hasta que el caldo este concentrado. 

Receta de Carmen Arias Rodríguez, de El Cascarín (Cangas del Narcea).