Cangas del Narcea, la identidad y el Tous pa Tous

Artículo de Juaco López Álvarez, presidente del Tous Tous, publicado el 22 de enero de 2025 en el diario La Nueva España con motivo del inicio de una edición digital dedicada a Cangas del Narcea.

 

Cangas del Narcea, la identidad y el Tous pa Tous

No soy partidario de reivindicar o ensalzar las identidades colectivas. Me gusta más la memoria que la identidad. La historia y el presente nos dicen que la identidad es un arma que carga el diablo. Hay que tenerla a raya. Pero, también es cierto, que es un sentimiento generalizado en todas las comunidades humanas, porque todas las personas pertenecemos a un lugar. El escritor cangués José Avello solía decir que el mundo es muy grande y cada persona tiene que verlo desde algún sitio. Él, estuviera donde estuviera, lo veía desde Cangas del Narcea. A mí me sucede lo mismo. Es el lugar de donde somos.

Puede suceder que uno no sea muy consciente de su identidad y es, muchas veces, el otro el que te señala o encasilla. En los años setenta del pasado siglo, los jóvenes de Cangas del Narcea que vinimos a estudiar a Oviedo éramos calificados a menudo como «gallegos», dicho con un tono que dejaba claro que no éramos de la ciudad de A Coruña, sino de un pueblo de la atrasada Galicia. Tanto cuando hablábamos como cuando nos preguntaban de dónde éramos, era muy frecuente escuchar nuestra atribución a la región vecina. Por supuesto, los interlocutores no conocían Cangas del Narcea y en la mayoría de los casos eran incapaces de localizar este concejo en un mapa. Nos podrían haber asociado con León, provincia con la que limita Cangas y con la que tenemos una estrecha relación, e incluso llamarnos «cazurros», pero la atribución que nos tocó en el imaginario colectivo de la Asturias central fue la de «gallegos». En consecuencia, no éramos asturianos, pero, claro está, tampoco éramos «gallegos». ¿Entonces?

En aquel tiempo éramos jóvenes de entre 17 y 20 años. A algunos, los menos, les afectaba, y hacían esfuerzos por cambiar o disimular su acento, a otros nos hacía gracia comprobar tanta ignorancia. En mi caso solía poner a prueba a la gente. ¡¡A ver por dónde sale este!! En general, nuestra firme identidad canguesa nos protegía de esta situación que intentaba dejarnos fuera de Asturias.

Los naturales de Cangas del Narcea somos, como escribió en 1802 el autor de una descripción geográfico-histórica, de «índole generalmente pacífica y muy adheridos a su país». Mas de doscientos años después creo que seguimos estando muy arraigados a la tierra y somos poseedores de una elevada autoestima de pertenencia a un territorio montañoso, duro, alejado de grandes urbes y hospitalario. Esa adherencia a lo nuestro se manifiesta de muchas maneras. Un ejemplo: en los años veinte, en Buenos Aires, en el Centro Asturiano fundado en 1913 convivían miles de emigrantes asturianos, pero esa convivencia no era estrecha y los cangueses tuvieron que aguantar las bromas sobre su falta de asturianía y el menosprecio de algunas de sus señas de identidad más estimadas: los bolos, el baile del Son d’arriba, el pandeiro, la lengua, los frisuelos… Se hartaron y en 1925 fundaron un centro propio: el Centro de Cangas del Narcea de Buenos Aires. Por fin eran libres de bailar sus bailes, comer sus frisuelos, jugar a sus bolos, tocar su pandeiro, hablar su lengua…  sin necesidad de oír la perorata de que por hacer todo eso eran «gallegos». En los años cincuenta, en la sede de este centro, en Beruti 4643, barrio de Palermo, se organizaban fiestas multitudinarias que atraían a otros emigrantes del occidente de Asturias, que se sentían mas a gusto aquí que en el Centro Asturiano. Por eso, no es casualidad que los padres del periodista y escritor argentino Jorge Fernández Díaz, reciente ganador del Premio Nadal, se «tropezasen en el Cangas del Narcea», como cuenta en su novela Mamá (2003):  el padre, Marcial, era de Barcia (Valdés) y la madre, Carmen, de Almurfe (Belmonte de Miranda).

La identidad necesita asideros para mantenerse y fortalecerse. Sin ellos corre el peligro de diluirse. Esos asideros pueden ser de variadas formas, pero todos tienen en común el hecho de compartir algo. Puede ser una fiesta, un trabajo, una educación, un pasado, una lengua, un equipo deportivo o un territorio común. Y es necesario mantener esa comunión para que la identidad no se apague.

En 1925, hace cien años, se fundó en Cangas del Narcea una asociación que lo único que pretendía era aunar esfuerzos entre los cangueses, ayudarse mutuamente, tratar de las cosas que les interesaban, mantenerse unidos a través de una revista, etc. El fundador, Mario Gómez, la llamó «Tous pa Tous. Sociedad canguesa de amantes del país». Esta asociación llegó a tener unos mil socios repartidos por Cangas, Madrid, España y América, y publicó la revista La Maniega, que fue el aglutinante de todas esas personas. Solo estuvo activa siete años, en 1932 con la muerte del fundador, que era otro gran aglutinador, se diluyó como un terrón de azúcar en un vaso de agua. Pero el agua quedó impregnada de un singular espíritu de convivencia. Muchos años después de desaparecer, aquella revista seguía recordándose con cariño y nostalgia. Y en 1981, durante el renacer de la democracia española, volvió a publicarse una revista local con aquel espíritu y con su mismo nombre: La Maniega. Había ganas de ella y durante treinta y seis años sirvió para compartir información entre los cangueses. Pero, todavía la cosa fue más lejos, y en 2008 un grupo de jóvenes, nietos de los fundadores, volvió a refundar la sociedad del Tous pa Tous, que en pocos días reunió a cerca de quinientos socios.

Hoy, la web del Tous pa Tous y sus redes sociales, así como los libros que publica, las exposiciones que organiza y las actividades que promueve constituyen otro aglutinante y otro revulsivo de la identidad canguesa. También de su memoria colectiva. Esta sociedad intenta desentrañar y conocer el pasado común, colabora con todo el mundo, mira el difícil presente del concejo de Cangas del Narcea y su futuro con preocupación, pero sin desmoralizarse y sabiendo que la única manera de afrontar el porvenir es trabajando y colaborando «tous pa tous», todos para todos.


 

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