El P. Luis Alfonso de Carballo SJ (1571-1635) en los escribanos del concejo de Cangas del Narcea: documentación inédita sobre su primera etapa

El presente artículo incluye la transcripción de varios documentos extraídos de las escribanías del concejo de Cangas del Narcea en los que se contiene inédita información sobre el P. Luis Alfonso de Carballo SJ, famoso literato asturiano. El interés de esta documentación es extraordinario, toda vez que permite perfilar aspectos ya acreditados de su trayectoria y, sobre todo, arroja nuevos datos que hasta el momento permanecían desconocidos, máxime por pertenecer estos a su etapa canguesa.

Este artículo que ahora subimos a la Biblioteca Digital del Tous pa Tous fue publicado en el Boletín de Humanidades y Ciencias Sociales del RIDEA, 196 (2022): 79-122.



 

Los bustos de Uría y Jovellanos en el palacio regional asturiano

Gaspar Melchor de Jovellanos y José Francisco de Uría y Riego, los habitantes más antiguos del Palacio de la Junta General del Principado de Asturias (antiguo Palacio de la Diputación)

Dos piezas clave en las colecciones de arte de la Junta General del Principado son una pareja de bustos realizados por el escultor José Gragera en 1862. Ambas esculturas retratan a los preclaros asturianos Gaspar Melchor de Jovellanos y José Francisco de Uría, de izquierda a derecha en la fotografía que encabeza esta entrada.

José Gragera y Herboso (Laredo, 1818 – Oviedo, 1897) es uno de los principales escultores españoles del siglo XIX. Aunque nacido en Cantabria, se trasladó siendo aún niño a Oviedo, donde tuvo su primera formación artística. Aquí estudiaría en la Escuela de Dibujo dependiente de la Sociedad Económica de Amigos del País al menos entre 1832 y 1836. A partir de 1839 se documenta ya en Madrid, donde completó su formación en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando hasta 1841, en la Escuela de Nobles Artes y en el estudio del escultor José Tomás. En 1854 obtuvo su primer éxito nacional al vencer en el concurso del monumento a Juan Álvarez Mendizábal, con motivo de cuya fundición residió en París hacia 1856-57. A su regreso se convirtió en restaurador de escultura en Museo del Prado y, a partir de 1869, en subdirector-conservador del mismo. Fue durante años director de pensionados asturianos en Madrid y, tras su jubilación, regresó a Oviedo en 1890, ciudad en la que fallecería en 1897. Excelente retratista, suele citársele como autor representativo de la escultura romántica española, aunque su producción se caracteriza por las referencias clásicas, que se combinan con un contenido sentimiento. Su estilo, sobrio y majestuoso, huye de toda posible afectación, reflejando gran serenidad en sus retratos. Así se puede apreciar en estos dos bustos, encargados al artista por la Diputación Provincial de Oviedo de manera conjunta en 1862, poco después de la muerte de José Francisco de Uría y Riego, por un total de 21.250 reales. Ambos quedarían instalados en el salón de sesiones de la Diputación en 1864, medio siglo antes de la construcción del actual palacio.

Estas efigies, dedicadas a sendos próceres de origen astur, mantienen una serie de características formales comunes, además de similar solución para el pedestal, alejado de su habitual basa ática y decorado en esta ocasión con esfinges, el escudo de Asturias y el nombre del efigiado enmarcado por una corona de laureles. Son representaciones sobrias, frontales, de gesto contenido y modelado firme, veraz aunque ligeramente idealizado (más clásico el de Jovellanos, más romántico el de Uría), que exaltan los rasgos humanos de mayor valor iconográfico. Inmortalizados como hombres ilustres, como modelos de virtud, se les dota además de un carácter heroico mediante la capa, de marcados pliegues, recurso habitual en la escultura de este periodo. En el caso de José Francisco de Uría y Riego-Núñez (Santa Eulalia de Cueras, Cangas del Narcea, 1819 – Alicante, 1862), Gragera se inspiró, entre otras imágenes, en un dibujo al carbón realizado por Nicolás Suárez Cantón (Cangas del Narcea, 1815 – 1878), cuñado de Uría, amigo de Gragera y miembro de la comisión comitente. Consta que el escultor terminó la pieza en el mes de noviembre y que la presentó en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1862, destacando la crítica su modelado, «con inspiración y acierto». Además, se conoce una réplica del busto, firmado en 1865 y propiedad de los herederos de Uría, al igual que otro de su progenitor, José de Uría y Terrero (1866). Por su parte, para el de Gaspar Melchor de Jovellanos (Gijón, 1744 – Puerto de Vega, Navia, 1811), que firma en 1863, Gragera se sirvió del retrato realizado por Ángel Monasterio (1809), modelo que usó también, aunque con mayores licencias, para la estatua togada del ilustrado que ejecutó para el Senado en 1887.

Recientemente, el Ayuntamiento de Cangas del Narcea adquirió dos bustos labrados en piedra (los anteriores son de marmol de Carrara), de José Uría y Terrero y de su hijo José Francisco Uría y Riego realizados también por el escultor José Gragera en 1865. Estas dos esculturas han sido colocadas en la cabecera del salón de plenos del ayuntamiento con el objeto de reconocer el papel que tuvieron estas dos personalidades en la historia del concejo de Cangas del Narcea en el siglo XIX, así como por la calidad artística de las dos obras. La propuesta de esta adquisición, que constituye un importante aportación al patrimonio cultural municipal, partió del «Tous pa Tous. Sociedad Canguesa de Amantes del País».


 

La digitalización y el patrimonio cultural local

JAVIER FDEZ. GRANDA (Salas, 1971), es socio del «Tous pa Tous» .
Licenciado en Historia, Máster en Historia y Análisis Sociocultural, Experto Profesional en Tecnologías Avanzadas para la Gestión y Documentación del Patrimonio Cultural, Experto Universitario en Criminología y en Salud Mental.

El patrimonio cultural tiende a lo público, lo comunitario y la identificación colectiva. Todos tenemos algo que nos diferencia y hace únicos y todos guardamos algo que los demás no tienen. Es por eso que compartir es fundamental para intentar comprender lo que nos identifica como sociedad que pueda recordarse a sí misma o hacer que otras generaciones la recuerden.

Llamar la atención sobre las enormes posibilidades que la participación ciudadana puede ofrecer en la conformación del conocimiento colectivo no es solo importante, sino urgente para no perder testimonios y documentos que cada día desaparecen de las formas más insospechadas. Desarrollar, desde cada entidad local, un proyecto de digitalización sobre algo que aun siendo un patrimonio cultural disperso, no suele tomarse en consideración como es el de la documentación que cada individuo conserva o genera a lo largo de la vida, puede ser trascendental para el registro histórico de una localidad.

Todos guardamos un variado repertorio documental en nuestras casas del tipo escrituras antiguas, pasquines, fotografías, obras de arte, dibujos infantiles de nuestros padres o abuelos, mapas, cartas, extrañas publicaciones, anotaciones, comunicados, carteles, y un largo etcétera que conservamos por curiosidad, inercia, o hemos heredado de nuestros antepasados. Muchas veces las limpiezas de los domicilios provocan que todo ese material que va sucesivamente pasando de mano en mano, de generación en generación, termine bien en la basura o, en el mejor de los casos, dispersándose en los rastros de domingo.

Por ello lanzo una propuesta a nivel comarcal o local, para promover la colaboración ciudadana en la generación de un archivo digital vivo del municipio o localidad, consiguiendo algo muy importante: la participación individual en su creación. Los incentivos pueden plantearse de muchas formas, desde exposiciones sobre los materiales, investigación sobre el valor que se le da al documento, empleo del documento como punto de partida de una investigación, publicaciones específicas, etc.

El archivo podría explotarse a muchos niveles, tanto académico como de libre consulta para los fines más variados. Los formatos deberían ser compatibles y esos documentos digitales han de llevar inexcusablemente un trabajo de etiquetado, empleando los metadatos y descriptores necesarios, incluso georreferenciación y localización de sus propietarios y accesibilidad en abierto cuando el contenido lo permita.

Sería un proyecto que se podría desarrollar a través de un laboratorio ciudadano, un laboratorio bibliotecario, como punto de encuentro para colaborar en la puesta en marcha del proyecto. De esta manera se incorporarían documentos tan valiosos como inauditos que pocas veces se custodian en archivos oficiales y que redundarían en el mayor conocimiento del lugar de pertenencia y de su historia. Este archivo generado desde un laboratorio ciudadano conviene que se proponga desde las administraciones para que aporten la infraestructura necesaria, aunque pudiera generarse de forma absolutamente independiente. Con el soporte de una biblioteca, o una casa de cultura en los pequeños ayuntamientos de Asturias, se puede incrementar el volumen documental en digital que nos permita conocer aspectos sorprendentes del lugar en el que vivimos. Para ello la colaboración de todos es imprescindible.

Hay mucho trabajo por hacer, pero seguro que el enriquecimiento de las fuentes documentales locales sería exponencial y el proceso de generación del archivo una motivación colectiva.


 

Cinco preguntas a la presidenta de la asociación «El Suroccidente también es Asturias. Por unas carreteras seguras y modernas»

Ante la ostensible inacción de los responsables en materia de comunicaciones e infraestructuras para con esta comarca asturiana, Maribel Rodríguez, presidenta de la plataforma «El Suroccidente también es Asturias» responde a cinco cuestiones en el blog de actualidad de Cangas del Narcea de R. Mera: ‘De Acebo y Jara’, sobre el presente de las demandas y exigencias que desde esta asociación se vienen haciendo en los últimos años.

1.- ¿En qué punto están las reclamaciones del Suroccidente?

Del suroccidente en sí están como estaban hace muchos años. Se promete y se promete pero, o se avanza con cuentagotas, o no se avanza en absoluto. Es más, es curioso que aún con la AS-15 prácticamente se tarde lo mismo en ir a Oviedo que cuando no existía como tal. Y peor, mucho peor, es la situación de las comunicaciones entre concejos o entre los pueblos y aldeas y sus cabeceras de comarca. Y ello si nos referimos solo a las terrestres, si abrimos el abanico es aún peor.

2.- ¿Por qué es tan importante acabar la obra hasta La Espina?

Porque es la base del proyecto total de comunicaciones. Todos los retrasos en este tramo repercuten todavía más negativamente en el avance hacia Cangas del Narcea y la salida al Bierzo y Castilla.

3.- ¿Por qué se podrían evitar accidentes con la nueva vía?

Es obvio que muchos de ellos se producen por desprendimientos, argayos, caídas de rocas y árboles, etc… El trazado de la AS-15 no discurre precisamente por los lugares más idóneos. Una autovía o una vía rápida serían mucho más seguras, habría más protección del usuario y le darían mucha más confianza a la hora de viajar.

4.- ¿Cuáles son los peores puntos de las carreteras del suroccidente?

Casi todo el trazado de la AS-15 lo es y muchos de ellos con especial incidencia negativa como el tramo que lleva de Cangas a Belmonte agravado en el de Calabazos. A partir de ahí, al abrirse el terreno, el peligro disminuye. En el resto de las carreteras de estos concejos sería más fácil el detallar los mejores puntos, que son muy pocos; para los malos necesitaríamos prácticamente todo este espacio y aún no llegaría.

5.- ¿Y ahora?

Estoy convencida, y conmigo muchos miembros de la Plataforma de que, de alguna manera, se está intentando desviar el problema de la construcción de la autovía, o de la vía rápida, llámese como quiera, de su verdadera esencia: La continuidad de la obra y su prolongación hasta Cerredo. Y digo esto por cuando desde el gobierno regional y otros partidos se está intentando que solo se hable de la carretera de Valdeprado, cuando los arreglos y mejoras de esta vía deben de ser algo provisional y del momento, no una solución definitiva. El Suroccidente, y con él una gran parte de Asturias, pide y exige la reanudación rápida de las obras de la autovía y su salida hacia León y Castilla.


 

José Uría y Terrero y José Francisco Uría y Riego presiden el salón de plenos de la casa consistorial

Busto de piedra sobre pedestal de madera de Uría y Riego en el salón de plenos del consistorio cangués.

El Ayuntamiento de Cangas del Narcea ha adquirido dos bustos de José Uría y Terrero y de su hijo José Francisco Uría y Riego realizados por el escultor José Gragera en 1865. Estas dos esculturas han sido colocadas en la cabecera del salón de plenos del ayuntamiento con el objeto de reconocer el papel que tuvieron estas dos personalidades en la historia del concejo de Cangas del Narcea en el siglo XIX, así como por la calidad artística de las dos obras. La propuesta de esta adquisición, que constituye un importante incremento del patrimonio cultural municipal, partió del «Tous pa Tous. Sociedad Canguesa de Amantes del País».

 

Busto en piedra de José Uría y Terrero (Santulaya, fines del siglo XVIII – 1861)

José Uría y Terrero (Santulaya, fines del siglo XVIII – 1861) fue el heredero de la casa de Uría en Santaluya tras el fallecimiento de su padre Antonio Uría Queipo de Llano en 1828. Desde finales del siglo XVIII, los Uría son una familia ilustrada y liberal. En su casa estuvo Jovellanos en 1795 visitando al padre de Uría y Terrero, y éste se casará con María del Riego Sierra-Pambley, prima del general Rafael del Riego. En 1813, durante la corta vigencia de la Constitución de 1812 en plena Guerra de la Independencia, Uría y Terrero ocupará el cargo de alcalde de Cangas del Narcea, siendo la primera persona que ostentó esta denominación al frente del concejo, pues en 1814, con el regreso de Fernando VII y la derogación de la citada constitución, este cargo volverá a denominarse «juez noble». Hasta 1834 no volverá a emplearse el nombre de alcalde. En 1819, Uría y Terrero volverá a ser nombrado juez noble del concejo de Cangas del Narcea.

Con el fin del Antiguo Régimen, que se produce en 1833 con la muerte de Fernando VII, y la llegada del Estado liberal y moderno, Uría y Terrero tendrá un papel importante en el concejo de Cangas del Narcea. Se implica más en política, ocupará la representación del concejo en la última Junta General del Principado de Asturias en 1834 y 1835, y será diputado provincial en la primera Diputación Provincial de Asturias, constituida en 1835 tras la disolución de la anterior institución.

Tuvo también un papel relevante en dos acontecimientos de la historia canguesa. En la dramática hambruna que sufrió Asturias a mediados del siglo XIX, Uría y Terrero fue uno de los encargados de repartir la ayuda de la Junta de Caridad del Principado entre los vecinos pobres de Cangas del Narcea, y fue decisivo, junto a sus hijos José Francisco y Rafael, en la entrega del desamortizado monasterio benedictino de Corias a los dominicos por parte del Estado. En enero de 1860 recibió en Ocaña un poder de fray Mariano Cuartero O.P. (1813-1884) para tomar posesión del monasterio en nombre de la orden dominica, hecho que sucedió el 13 de febrero de aquel año.

 

Buesto en piedra de José Francisco Uría y Riego (Santaluya, 1819 – Alicante, 1862)

José Francisco Uría y Riego (Santaluya, 1819 – Alicante, 1862) fue el primogenito del anterior. Igual que su padre, dedicó su vida a la actividad política adscrito al partido liberal moderado: ocupó diferentes empleos en el Ministerio de la Gobernación, fue elegido diputado en Cortes por el distrito electoral de Cangas del Narcea (desde 1857 hasta su fallecimiento en 1862), y entre 1858 y 1862 fue director general de Obras Públicas. Sus desvelos hacia Asturias y Cangas del Narcea son de sobra conocidos. Gracias a su empeño y trabajo se abrieron importantes carreteras, como la de Luarca-La Espina-Ponferrada, a través del puerto de Leitariegos; la línea de ferrocarril León-Gijón; se construyeron puertos y faros, etc. Sus contemporáneos reconocieron su contribución a la modernización de Asturias y tras su prematura muerte con 42 años le dedicaron importantes calles en Oviedo, Gijón, Luarca y Cangas del Narcea.

Por otra parte, dedicó tiempo y dinero a experimentar sobre el cultivo de plantas forrajeras en Cangas del Narcea con el fin de observar cual era la que mejor se aclimataba al concejo para después difundirla entre los campesinos. En cuanto a la viticultura, fue el primero que vio que cambiando algunas prácticas relacionadas con el cultivo de la vid, la vendimia y la elaboración del vino, en Cangas del Narcea podía producirse un vino de calidad que podría venderse y competir en cualquier mercado. Llevó productos del concejo, jamones y cecina de vaca, a la Exposición General de Agricultura celebrada en Madrid en 1857, por los que obtuvo una medalla de bronce.

 

Busto de piedra sobre pedestal de madera de Uría y Terrero en el salón de plenos del consistorio cangués.

La familia de estas dos personalidades canguesas fallecidas en 1861 y 1862, con pocos meses de diferencia, quiso conservar su memoria y con este fin encargó en 1862 sendos bustos a uno de los escultores más prestigiosos de España en esta clase de trabajos: José Gragera y Herboso (Laredo, 1818 – Oviedo, 1897). Este artista fue una de las figuras más destacadas de la escultura romántica española, desarrolló gran parte de su carrera artística y profesional vinculado al Museo del Prado, donde trabajaba como escultor restaurador, y es autor de numerosos bustos de personalidades de su época e históricas. La Diputación Provincial de Asturias también quiso sumarse a este homenaje y encargó al mismo escultor otro busto de José Francisco Uría del Riego, así como uno más de Jovellanos. Estos cuatro bustos se labraron en mármol de Carrara y se conservan en el palacio de Uría de Santulaya y en la Junta General del Principado de Asturias.

Pero aún hubo otros dos bustos más, en este caso labrados en piedra, de José Uría y Terrero y de José Francisco Uría del Riego que encargaron al mismo escultor Lucía Uría del Riego, hija y hermana de los anteriores, y su marido Nicolás Suarez Cantón. Estos bustos fueron adquiridos posteriormente por Fernando Blanco Flórez-Valdés y José Luis Ferreiro Blanco, parientes de la familia Uría y vecinos de la villa de Cangas del Narcea. Estos dos bustos son los que ahora ha adquirido el Ayuntamiento de Cangas del Narcea a su heredera María Teresa González Ferreiro.


 

Muyeres de Cangas del Narcea 1907-1940. Retratos fotográficos de Benjamín R. Membiela.

Inauguración de la exposición «Muyeres de Cangas del Narcea 1907-1940. Retratos fotográficos de Benjamín R. Membiela», de la asociación «Tous pa Tous. Sociedad Canguesa de Amantes del País» en la Casa de Cultura «Palacio de Omaña» de Cangas del Narcea.

La profesora Mercedes Pérez fue la encargada de presentar la muestra que cuenta con 200 retratos, con especial protagonismo de mujeres, solas y con niños o rodeadas de toda la familia, realizadas por Benjamín R. Membiela, el primer fotógrafo profesional que abrió estudio de modo estable en el concejo asturiano de Cangas del Narcea, concretamente, en su casa de Corias, hoy deshabitada, un mágnífico lugar, próximo al Parador Nacional, para instaurar un museo dedicado a este fotógrafo y en general a la fotografía canguesa.