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Ambrosio Rodríguez y su obra

El doctor Ambrosio Rodríguez (Sorrodiles, Cibea, 1852 – Madrid, 1927) es el autor de este pionero y excelente estudio sobre la higiene de los trabajadores y las enfermedades de los jornaleros, que se publicó en Gijón en 1902; tiene 448 páginas. El libro está muy bien editado y lleva una cubierta hecha por el pintor gijonés Juan Martínez Abades. Ambrosio Rodríguez fue un profesional muy reconocido y amigo de eminentes médicos de su tiempo, como su maestro Federico Rubio y Galí y el mismísimo Santiago Ramón y Cajal. Estudió y vivió en Madrid, París, Berlín, Buenos Aires y Gijón, y viajó por numerosos países de Europa y América. Nunca dejó de tener relación con Cangas del Narcea, y siempre estuvo preocupado por su estado y porvenir. En la necrológica que le dedicó la revista La Maniega en junio de 1927 se dice: «Difícilmente habrá habido nadie que haya superado al doctor Ambrosio como amante de Cangas; a donde no dejó de ir un solo año, hasta que en 1915 perdió la vista, cuya desgracia le hizo pasar lleno de tristeza los últimos años de su vida».


AMBROSIO RODRÍGUEZ Y SU OBRA
Por Ovidio Fernández Arbas

El médico Ambrosio Rodríguez, en Buenos Aires, 1887. Fotografía de Chute & Brooks.

Ambrosio Rodríguez y Rodríguez (Sorrodiles de Cibea, Cangas del Narcea, 1852 – Madrid, 1927), estudió la carrera de medicina en Madrid, siendo discípulo del doctor Federico Rubio en el Instituto de Terapéutica Operatoria, especializándose en Tocología y ampliando estudios en Francia y Alemania. Fue médico de sala del Hospital de la Princesa, desempeñando el cargo de director de publicaciones. Ejerció la medicina en Buenos Aires durante unos años, retornando al ejercicio privado de la misma con la prestación de servicios para diferentes sociedades de socorros. En 1902, ya establecido desde hacía años en Gijón, escribirá su obra Contribución al estudio de la higiene de los trabajadores y enfermedades de los jornaleros. En ese mismo año regresaría a Madrid, donde será el médico personal de la familia de Santiago Ramón y Cajal, con quien le unirá una profunda amistad desde entonces y hasta el final de sus vidas.

Con su Contribución… hará irrupción en el panorama médico y científico de su momento la primera monografía dedicada por entero al abordaje de los riesgos laborales, resultando ser, a juicio de dos de los más prestigiosos historiadores de la salud laboral, «el primer tratado hispánico original sobre higiene y medicina industrial».

Estamos, sin exageración alguna, por vez primera ante un texto que, de forma pionera y seminal aúna descripciones, conceptos y reflexiones que muchos años después irían conformando en España el moderno constructo preventivo bajo el rótulo de seguridad y salud laboral.

Así, en esta obra tendrá cabida, desde la higiene industrial y la problemática que acompañaba a los espacios laborales y productivos a los planteamientos de seguridad y protección, todo ello enfocado desde muy diversos ángulos. Del mismo modo, la ergonomía hará su presentación en forma de higiene postural, adaptación hombre-máquina, el tratamiento de los microtraumatismos o la propia fatiga muscular y cognitiva. Asimismo, será notable su empeño por ofrecer un muy amplio recorrido por la legislación sociolaboral, especialmente extranjera, y ello sin descuidar en modo alguno los componentes temáticos propios de una medicina del trabajo: heridas y su tratamiento, primeros auxilios, cuidados y práctica clínica, etc.

En su obra, no obstante, también encontrará acomodo la que venía siendo la tradicional preocupación por la higiene pública, al igual que por aquellos aspectos relacionados más directamente con las condiciones de vida del propio trabajador: alimentación, vivienda, higiene corporal o alcoholismo y, al mismo tiempo, su preocupación por la denominada Cuestión Social en forma de consideración y naturaleza de las huelgas, la justificación de los salarios o la jornada de trabajo.

 

El carácter pionero y precursor de Contribución…

  • La Higiene laboral implica ahora a todos los agentes que intervienen en la misma: su obra estará dirigida para ser usada por “alumnos de medicina, obreros, jefes de taller, empleados de sanidad, fábricas, canteras y talleres, establecimientos industriales y sociedades de socorro”. La higiene obrera ya no se concibe como una serie de instrucciones y consignas que solo conciernen a los trabajadores.
  • La higiene del trabajo no será ya tan solo higiene de carácter industrial, es decir, la que afecta a un obrero proletario de la industria o taller. El jornalero, el campesino o el trabajador en cualquiera de sus múltiples formas encuentra aquí, de igual forma, las consideraciones preventivas pertinentes con respecto a su labor particular. La prevención de los riesgos laborales es concebida por Ambrosio Rodríguez como algo propio a la esfera del mundo del trabajo en su sentido más general y no circunscrito, como básicamente resultaba hasta entonces, a concretas actividades laborales.
  • Las consideraciones morales acerca de las actitudes de los trabajadores ya no se solaparán de continuo tras cada consejo o recomendación preventiva; ahora la prevención discurrirá buscando un plano más técnico y científico.
  • La prevención del accidente o de la enfermedad profesional será tratada desde una perspectiva eminentemente cualitativa, persiguiendo eliminar o evitar el daño o lesión, frente al discurso de la higiene tradicional basado principalmente en la idea de modificar cuantitativamente -aminorando, disminuyendo o atenuando- las condiciones nocivas de trabajo y los riesgos que lo solían acompañar.
  • La prevención de riesgos se entiende ahora desde una óptica integradora. Toda ciencia o disciplina que contribuya a estudiar posibles mejoras en las condiciones de trabajo debe ser incluida en el campo preventivo. De esta manera su obra contiene un examen detallado del mundo de los riesgos laborales desde los múltiples ángulos que le era posible contemplar en su tiempo y de los medios para hacerles frente: condiciones de seguridad a través de instrucciones y resguardos de protección personal tanto individuales como colectivas, tratamiento de los riesgos debidos a explosiones o a exposición a riesgos biológicos, higiene toxicológica, industrial, medicina del trabajo, ergonomía o legislación protectora.
  • Las medidas y consideraciones preventivas son expuestas, en la obra de Ambrosio Rodriguez, no tan solo persiguiendo evitar la irrupción súbita del accidente o lesión. Ahora se perseguirá, además de proteger de posibles traumatismos y accidentes fruto de riesgos mecánicos o físicos, salvaguardar al trabajador de riesgos patológicos de aparición lenta y cristalización paulatina: las temidas enfermedades profesionales. Y todo ello dentro de un horizonte madrugador en el que se estaría prefigurando un tercer nivel dentro del campo de la prevención: el de la comodidad y bienestar del obrero en su tarea, es decir, el moderno concepto de satisfacción laboral.

 

Algunas otras consideraciones acerca de esta obra

El Tratado de Ambrosio fue objeto de reconocimiento institucional relativamente pronto; por Real Orden de 18 de abril de 1906 (Gaceta de Madrid de 25 de abril de 1906) el Ministerio de Instrucción Pública, previo informe favorable de la Academia de Medicina, ordenaba la adquisición de 250 ejemplares del mismo para las diferentes bibliotecas públicas del Estado, con el fin de divulgar las nociones de higiene industrial que este contenía. De igual forma, tras la publicación de su Tratado diferentes higienistas recogieron bien pronto en sus obras, desde la admiración y respeto, temáticas y consideraciones plasmadas por Ambrosio en su Contribución…

Esta obra significará el cambio de signo en las higienes industriales del momento, desvinculando la higiene industrial, como rótulo genérico, de las higienes públicas e inscribiéndola de manera autónoma en la cultura española de la seguridad y salud en el trabajo. Sin embargo, todavía estaría sometida a la potente inercia del higienismo industrial decimonónico en alguno de sus recorridos.

Además, su título Higiene de los trabajadores y enfermedades de los jornaleros, en lugar de higiene industrial connota sin duda una nueva dirección en la que la imagen de espacio o ambiente se deslizará hacia la persona del trabajador y este en todas sus representaciones: industrial, jornalero, minero, campesino, albañil, etc., etc.

En otro orden de cosas, y atendiendo a sus valores estéticos y pedagógicos, son de destacar varias cuestiones. Una primera serían sus contenidos visuales. El Tratado contiene abundantes láminas, ilustraciones, estampas, grabados, dibujos, fotografías, figuras, tablas y alegorías simbólicas de cada oficio, las cuales poseen indudablemente un formidable valor informativo y formativo, suponiendo una auténtica novedad en las publicaciones de este tipo. En este sentido, su autor cuidó primorosamente la edición de su obra, siendo de resaltar que la misma portada se debió al pintor asturiano Juan Martínez Abades, en la pintura de título  «En la fragua», en lo que supone una alegoría al mundo del trabajo.

Por último, y como valor sentimental para los que somos sus paisanos, entre las páginas de la Contribución… no dejamos de encontrar referencias a nuestra tierra, bien sea en concretas experiencias suyas como médico (labradora en Villacibrán, escrófula en Rengos), accidentes en Gijón o artículos publicados en El Eco de Occidente, periódico de Cangas de Tineo.


 

La normativa medioambiental en España produce importantes desequilibrios ecológicos

or la abogada canguesa Pilar Martínez Rodríguez, especializada en medio ambiente y titular del despacho Pilar Martínez Abogados

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Fuente: El Comercio

Hemos conocido este verano la noticia del ataque de un oso a una persona en el concejo de Cangas del Narcea, en concreto, en la Parroquia de Cibea, en la carretera que discurre entre los núcleos rurales de Sorrodiles y Sonande.

Si la noticia ha sorprendido a propios y extraños, pues no se conocen en los anales de la historia de aquella zona, y he nacido en aquel valle, antecedentes similares, lo que nos deja atónitos es la respuesta y argumentos pseudocientíficos, que tratan de explicar por qué una “pacífica” fiera salvaje ataca a una persona que, como sus ancestros y los de todos los habitantes de la zona, paseaba pacíficamente por donde siempre se paseó en las tardes de verano, sin temor alguno a este tipo de sucesos.

Recibo consultas en mi despacho de agricultores y ganaderos de Asturias, que buscan defender sus derechos e intereses, frente a los ataques de jabalíes, osos y otros animales salvajes, que campan a sus anchas por los pueblos y cultivos y acaban con las cosechas y bienes de sus habitantes, haciendo inviable la obtención de rendimiento y rentabilidad a los esfuerzos realizados a lo largo del año.

Muchos de ellos presentan reclamaciones, a las que la Administración no responde o se encuentran con ventanillas cerradas o, en el mejor de los casos, con funcionarios que, amablemente, les envían de la Guardería Medioambiental a Seprona, de Seprona al coto de caza, del coto de caza a ningún lugar, porque, en algunos casos, no ha sido autorizado y no se está practicando actividad cinegética alguna en la zona.

Hemos visto como ardía Sierra Bermeja en la provincia de Málaga y como algunos agricultores y ganaderos pusieron de manifiesto que el abandono de los montes y las dificultades impuestas a la ganadería, a los desbroces y a la limpieza de los montes, con motivo de la normativa medioambiental, han tenido mucho que ver, si no en la producción del incendio, que merece castigo y esperemos que lo tenga, sin duda, en su propagación y dificultad de su extinción. Esta realidad de la limitación de desbroces, aprovechamientos y limpieza de los montes, que contribuye a su regeneración se da, prácticamente, en todas las áreas y espacios protegidos españoles.

Se acaba de publicar la Orden TED/2021, del 20 de septiembre, por la que se modifica el nexo del Real Decreto 139/2011, del 4 de febrero, para el desarrollo del Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial y del Catálogo de Especies amenazadas, que mantiene al lobo en el Listado de Especies Silvestres en Régimen Especial de Protección, con modificación de las poblaciones.

La introducción o exposición de motivos de esta norma la califica como acorde con los principios de proporcionalidad, seguridad jurídica, transparencia, participación y audiencia en su elaboración, añadiendo, que “la norma no contiene ninguna carga administrativa y no supondrá el incremento de los recursos humanos y económicos disponibles por la Administración General del Estado”.

Precisamente, estos principios, que retóricamente dice cumplir la orden, son los que no cumple y constituyen causa de su nulidad, como ha ocurrido con otras muchas de este tipo que, cuando se estudian sus expedientes de elaboración, se constata lo desproporcionado de la misma, la falta de estudios científicos y técnicos rigurosos, que avalen la necesidad y eficacia de las medidas que propone.

También la falta de justificación de verdaderos procesos de participación de los intereses afectados en la elaboración, como exige el derecho medioambiental; la inexistencia de mapas rigurosos sobre presencia de la especie a proteger y, muy especialmente, la falta de memoria económica y aprobación de partidas presupuestarias para hacer frente, compensar o indemnizar a quienes, con motivo de su aprobación y entrada en vigor, se ven privados y limitados en sus derechos legítimos previamente consolidados, en un espectro mucho más amplio, que los daños provocados por los animales, que tienen obligación de compensar. Nos encontramos también con otro caso paradigmático vinculado a la normativa medioambiental.

La solución del Gobierno en este caso, como tantas veces hemos visto quienes nos dedicamos a esta especialidad del derecho medioambiental, es la de repercutir sobre los patrimonios privados el coste de atender al interés público de una supuesta protección ambiental, mediante la aprobación de normas de naturaleza expropiatoria, que afectan a las empresas energéticas, a las que privan de una parte de sus legítimos beneficios, sin ningún tipo de compensación.

Me pregunto, en todo caso, si este lastre impuesto a las empresas energéticas obedece al principio “El que contamina paga”. ¿Dónde está y por qué no se aplica el razonable y complementario principio de “el que aporta recibe”?

Lo cierto es, que en beneficio el mundo conservacionista, que es quien principalmente recibe, se han olvidado del que debía ser el primero y verdadero coste de la conservación, pagar y compensar a quienes, con sus patrimonios particulares, del que estas normas les privan, limitan o reducen, contribuyen al interés público de la supuesta protección ambiental.

Todas estas cuestiones tiene un nexo común y obedecen a una realidad que, como abogada en esta materia, vengo percibiendo y es conocida y comentada por los afectados, pero que pocos se atreven a exponer públicamente, pues temen las consecuencias de ser discrepantes en un mundo, en que lo políticamente correcto es defender a ultranza cualquier postulado, que pase por ser un instrumento de protección ambiental y lucha contra el cambio climático.

Tal realidad es, que una normativa medioambiental, que nació y se desarrolló en España con la vista puesta en el dinero europeo para la conservación, que alimentó a multiplicidad de movimientos políticos ultra conservacionistas, que nacieron, vivieron y crecieron de esto, no está avalada por estudios técnico-científicos rigurosos, sobre la necesidad, conveniencia y consecuencias sociales, económicas y medioambientales de ciertas medidas, que se fueron imponiendo con base en una supuesta finalidad proteccionista.

Además, dicha normativa está huérfana de procesos reales de participación de los intereses afectados, a quienes no se escucha para la elaboración de las normas y que, todo ello, ha producido importantes desequilibrios ecológicos y medioambientales, que se traducen en aumentos desmedidos de algunas especies e, incluso, en la desaparición de otras.

Además de provocar importantes perjuicios materiales y económicos a la población, habitantes e intereses sociales de esas zonas (recordemos el olvidado “derecho al desarrollo sostenible”), de los que ahora nadie quiere hacerse cargo, ni se siente responsable, optando por seguir adelante y dejar crecer la bola de nieve, que cada vez será más grande y más dañina.


Brañas en las parroquias del río Cibea

La cabecera del río Cibea y Arroyo de la Serratina constituye un ejemplo representativo de los ríos de montaña húmeda silícea y conserva ampliamente sus características naturales. Aguas abajo el valle se ensancha y aparece una estrecha llanura de inundación. La vegetación de ribera está representada por un bosque mixto atlántico con áreas transformadas por los usos tradicionales, en las que el bosque se ha aclarado y transformado en pastizal. Esta reserva constituye un ejemplo notable de aprovechamiento tradicional sostenible, manteniendo en gran medida su estado natural.


 

Parroquia de CARBALLO / CARBACHU

CORVEIRU / CORBERO

♦ Fontes

LAS TIENDAS

♦ Cabornín ♦ Gargantera

 

Parroquia de CIBEA

L.LAMERA / LLAMERA

♦ La Braña ♦ La Muchera ♦ L.lindes ♦ L.lindelapena ♦ L.lindelaouvecha ♦ Caballar.

RIEGLA / REGLA DE CIBEA

♦ La Braña ♦ Brañanueva

SIGUEIRU / SIERO

♦ Regla ♦ La Zurera.

SONANDE

♦ El L.lobornal / Libornal (braña de vaqueiros)

SORRODILES

♦ Cuchadiecho ♦ Chozos ♦ Campas ♦ Cogocha ♦ Riborrozas ♦ Porciles ♦ Prauchano

VAL.LÁU / VALLADO

♦ Antolín

VIL.LARÍN / VILLARINO DE CIBEA

♦ El Culmeiro ♦ Esquilón

 

Parroquia de FUENTES DE CORBERO / FONTES DE CORVEIRU

FONTES DE CORVEIRU / FUENTES DE CORBERO 

♦ Berduceda (braña de vaqueiros) ♦ Braniecha ♦ Paradiecha ♦ El Vache

VALMAYOR

♦ La Braña ♦ L.leiriecha (braña de vaqueiros)

 

Parroquia de VILLALÁEZ  / VIL.LALÁI

LAS CUADRIEL.LAS DE VIL.LALÁI / LAS CUADRIELLAS DE VILLALÁEZ

♦ El Baradal ♦ Burramil ♦ El Teixedal

 

Parroquia de VILLARMENTAL / VIL.LARMENTAL

VIL.LARMENTAL / VILLARMENTAL

♦ Las Cruces ♦ La Folguerina ♦ La Venta Murias

 

Parroquia de GENESTOSO / XINESTOSU 

XINESTOSU / GENESTOSO

♦ El Cabril ♦ Cacabiecho ♦ Corros ♦ Curnichal ♦ Los Vaches (braña de vaqueiros)

Genestoso, braña Corros. Foto: Isa GMe


 

SORRODILES (Parroquia de Cibea) – Casa de Miramontes o La Torre

Base del retablo de la capilla de la Casa de Miramontes en las que aparecen talladas las armas de los Sierra Pambley (a la derecha) y los Omaña (a la izquierda), que aportó en 1670 María Antonia de Sierra y Omaña, mayorazga de la Casa de Sobre la Fuente de Cangas, al casarse con Antonio Alfonso Flórez.

Escudo cuartelado con las armas de 1. Alfonso de Miramontes (castillo con tres torres y dos banderas, apoyado en rocas y flanqueado por dos arboles; tiene una flor de lis); 2. Sierra (castillo encima de una barca con tres remos y una flor de lis); 3. Desconocido y 3. Valdés.

La Casa y Torre de Miramontes es de las más antiguas del concejo de Cangas del Narcea. En su solar está documentada una torre medieval. Desde el siglo XV esta vinculada al apellido Alfonso. El primer miembro conocido de este linaje fue el capitán Álvaro Alfonso de Llano, a este le siguieron:

2.º Diego Alfonso de Miramontes, se casó con Teresa Menéndez.

3.º El capitán Diego Menéndez de Cangas, se casó con Catalina de Prado.

4.º Luis Alfonso Flórez Valdés, capitán general de la Real Armada de Felipe II, se casó con María García de Cangas.

5.º Ana María Alfonso Flórez Valdés, se casó con Lope Flórez de Sierra, de Tainas (Cangas del Narcea).

6.º El capitán Diego Alfonso Flórez Valdés, se casó con Magdalena Flórez de Sierra, de la Casa de Nando (Cangas del Narcea).

7.º Diego Alfonso Flórez, se casó en 1657 con Margarita Queipo Coque de Llano, de la Casa de Miravalles (Cangas del Narcea).

8.º Antonio Alfonso Flórez, se casó en 1670 con María Antonia de Sierra y Omaña, mayorazga de la Casa de Sobre la Fuente de Cangas, hija de Alonso de Sierra y Omaña y María de Llano y Valdés, fundadores del vínculo de la Casa de Cangas. Con este matrimonio la casa de Miramontes pasó a ser propietaria de una casa en la villa de Cangas del Narcea, situada “sobre la fuente”, en la plaza de La Refierta (actual, plaza de Mario Gómez), que estaba donde hoy está el Comercio del Médico. Esta casa se convertirá en la residencia de esta familia, que cambian Sorrodiles por la villa. Las armas de María Antonia de Sierra y Omaña figuran en el retablo que hay en la capilla de la Casa de Miramontes, que ella debió encargar hacia 1675.

9.º Diego Manuel Alfonso Flórez, se casó en 1694 con Clara Queipo de Llano, de la Casa de Ardaliz (Cangas del Narcea).

10.º Josefa Alfonso Flórez Sierra y Valdés, se casó con Suero Pertierra Coronas y Paredes, señor de la Casa de Caneiro (Valdés).

11.º José Alfonso Flórez Pertierra (1721-1794), se casó con María Antonia Argüelles Uría, natural de Ribadesella e hija de Bartolomé Argüelles Quiñones y Petronila Uría Valdés, de la Casa de Santa Eulalia (Cangas del Narcea).

12.º José Alfonso Pertierra Argüelles (Cangas del Narcea, 1760-1827), se casó con María Xaviera de Quiroga Valcarce y Nava, mayorazga de Villoria (Valdeorras, Ourense).

En el siglo XIX, la Casa de Miramontes tenía propiedades en Cibea, el Partido de Sierra y la villa de Cangas (era dueña de la “deseada tierra y viña de Pelayo”); en el concejo de Valdés, donde poseía la casa de Canero, y en Laciana (León) y Valdeorras (Ourense). Gozaba del privilegio, desde tiempos inmemoriales, de vender en exclusiva el vino en la parroquia de Cibea; nadie podía vender este producto “mientras los poseedores de la Casa de Miramontes tengan taberna abierta de vino de su propia cosecha, con tal que este sea bueno”. Esto les reportaba un gran beneficio porque por esta parroquia pasaban los dos caminos que pasaban a Castilla por el puerto de Leitariegos. A finales del siglo XVIII, para la venta de vino tenían una taberna en el valle de Cibea y una “barraca de sebe en el sitio del Campón del Fresno de la Vega de Vallado”. Este privilegio fue motivo de varios pleitos con vecinos de la parroquia desde el siglo XVII. Como ya dijimos, a fines del siglo XVII esta familia traslada su residencia a la villa de Cangas del Narcea.

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Una “Descripción histórico-geográfica de la parroquia de Cibea (Cangas del Narcea)” de 1817

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Escudo de la Casa de Miramontes, en Cibea. Aparecen las armas de las casas de Miramontes, Sierra, Menéndez y Valdés

El autor de esta “Descripción histórico-geográfica de la parroquia de Cibea” es José Alfonso Argüelles (Cangas del Narcea, 1760-1827), señor de la casa y torre de Miramontes situada en esta parroquia del concejo de Cangas del Narcea, y al que se le conocía como José Miramontes o simplemente como Miramontes. En el padrón de Cangas de 1815, que se conserva en el archivo municipal, aparece como “hijosdalgo notorios de casa y solar conocido y armas pintar”.

Los Miramontes eran un linaje cangués menor, cuyos mayorazgos y mayorazgas supieron casarse bien. Gracias a estos matrimonios emparentaron con familias poderosas y aumentaron sus posesiones tanto dentro como fuera del concejo. Tenían propiedades en Cibea, el Partido de Sierra y la villa de Cangas (eran propietarios de la “deseada tierra y viña de Pelayo”); en el concejo de Valdés, donde eran dueños de la casa de Canero, y en Laciana (León) y Valdeorras (Ourense). Tenían el privilegio, desde tiempos inmemoriales, de vender ellos solos el vino en la parroquia de Cibea; nadie podía vender vino “mientras los poseedores de la Casa de Miramontes tengan taberna abierta de vino de su propia cosecha, con tal que este sea bueno”. Esto les reportaba un gran beneficio porque por esta parroquia pasaban los dos caminos que comunicaban con el puerto de Leitariegos; a finales del siglo XVIII además de tener una taberna en el valle de Cibea tenían una “barraca de sebe en el sitio del Campón del Fresno de la Vega de Vallado” para vender vino. Este privilegio fue motivo de varios pleitos con vecinos de la parroquia desde el siglo XVII.

José Alfonso Argüelles era hijo de José Alfonso Pertierra (1721-1794) y María Antonia Argüelles Uría (1718-¿?), natural de Ribadesella e hija de Petronila Uría Valdés, de la Casa de Santa Eulalia de Cueiras (Cangas del Narcea); era primo carnal del famoso liberal Agustín Argüelles (1776-1844). Tuvo cinco hermanas. En 1784, a la edad de 24 años, se casó con Xaviera Quiroga y Nava, de la Casa de Villoria del Barco de Valdeorras (Ourense), y tuvieron tres hijos: José Javier, nacido en 1786; Bernardo, en  1788 y Diego, en 1790. Su mujer murió en 1791.

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Retrato de Ignacio Merás, cuñado del autor, publicado en sus ‘Obras poéticas’, Madrid, 1797.

Era un hombre aficionado a la historia, la geografía, la etimología y la genealogía. Tenía una pequeña biblioteca y pedía libros sobre estas materias a un agente de negocios en Madrid. También le recomendaba libros su cuñado Ignacio Merás Queipo de Llano (1738-1811), que residía en Madrid, donde ejercía de ayuda de cámara del rey, y era escritor y académico correspondiente de la Real Academia de la Historia desde 1796. Estaba suscrito a la Gaceta de Madrid, que era el boletín oficial de la época, y al periódico Mercurio de España, donde se publicaban noticias de actualidad, opiniones y anuncios.

Su familia trataba a Jovellanos. En el diario de este ilustrado se menciona, durante su estancia en Cangas del Narcea en octubre de 1796, a la madre de José Alfonso, a la que llama “la Miramontes”, que ya estaba viuda y que pertenecía a su círculo de amistades. Jovellanos visita la casa y la viña de Miramontes en la villa de Cangas, y el jueves 13 de octubre va a un “convite” en esa casa. José tuvo que conocerlo y es probable que influyese en su interés por la etimología y las antigüedades.

Aunque, nuestro autor tratase a Jovellanos y fuese primo de Agustín Argüelles, sus ideas políticas eran contrarias a las de estos dos, hecho que no impedirá que en 1798 solicite a Madrid un ejemplar del Informe de la Ley Agraria (1795) escrito por el primero y que estimase mucho al segundo. De este modo, mientras que su primo estuvo encarcelado cerca de seis años por Fernando VII y después de 1823 exiliado hasta la muerte de este rey, él será partidario de Fernando VII y la monarquía absolutista, y enemigo de los liberales.

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Casa y torre de Miramontes con su palomar, pajar y panera, en Cibea

Los Miramontes tenían su solar en la parroquia de Cibea, allí estaba la vieja torre del linaje con su capilla y demás dependencias, pero ellos residían habitualmente en la villa de Cangas del Narcea, en la plaza de La Refierta (hoy, Mario Gómez), en una casa que estaba en donde hoy está el comercio de El Médico.

José Alfonso murió en Cangas y fue enterrado en el sepulcro que su familia tenía en la Colegiata, en la capilla de la Virgen del Rosario. Él fue el último de su familia que residió en esta villa. Su primogénito se casó en el Barco de Valdeorras (Ourense) y trasladó su residencia allí, a la Casa de Villoria que heredó de su madre, y en 1872 sus nietos vendieron la casa de Cangas al médico Benito Gómez Álvarez, que derribó la vieja vivienda de los Miramontes y construyó la que existe hoy.

La Descripción de la parroquia de Cibea de 1817

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Primera página del manuscrito de la ‘Descripción de la parroquia de Cibea’

El escrito de José Alfonso es algo caótico. Comienza con cierto orden, describiendo los pueblos más altos de la parroquia (Genestoso y Villar de los Indianos)  y va descendiendo (Llamera, Sonande, etc.) hasta llegar a su casa de Miramontes. En ese recorrido enumera acontecimientos, sucesos, el nombre de los párrocos y de los mayores propietarios de la parroquia, y la historia de algunas familias (como los Llano Flórez; el ascenso de los Fernández Flórez y, por supuesto, la suya). Dedica mucha atención a la etimología de los nombres de los lugares, en especial a Cibea, Cangas y Leitariegos, que después de muchas especulaciones históricas considera que proceden de “zid”, “cargas” y “litereros”, respectivamente. El texto termina describiendo el Santuario del Acebo, en el que los Miramontes tenían el privilegio de poseer dos sepulturas “adentro del vallado de la capilla mayor”.

En la “Descripción” aparecen citadas numerosas personas vinculadas de una u otra manera a la parroquia de Cibea; la mayoría son contemporáneas del autor, que él mismo conoció. Aparecen párrocos, vecinos, propietarios importantes, antepasados suyos y personas relevantes por su habilidad, como el tirador de barra Blas Rodríguez, de Sonande.

Para documentar estos acontecimientos y avalar sus conjeturas emplea las obras de varios historiadores de los siglos XVII y XVIII. Estas citas no son de oídas, sino que parten de la lectura directa de las obras y por eso menciona a veces el tomo o la página de dónde saca la información. Menciona el Compendio de la Historia de España (1759) de Duchesne, traducido del francés por el padre Isla; varios tomos de la España sagrada (1765-1767) de fray Enrique Flórez; la Chrónica de los príncipes de Asturias y Cantabria (1681) del padre Sota; la Vida de san Pablo Apóstol (1644) de Francisco Quevedo y, sobre todo, aparece citado repetidas veces el padre Luis Alfonso de Carballo, “el historiador de Asturias”, y sus Antigüedades y cosas memorables del Principado de Asturias (1695). Otras fuentes de información que utiliza son el Diccionario de la lengua castellana de la Real Academia Española para las etimologías y una obra manuscrita titulada “Antigüedades” escrita por “el curioso don Fulano Valentín, preceptor de gramática en esta villa de Cangas”.

La “Descripción de la parroquia de Cibea”, escrita por José Alfonso Argüelles en la villa de Cangas del Narcea en 1816 y 1817, es un testimonio muy valioso. Hay que valorar especialmente que junto a informaciones y opiniones infundadas y erróneas, tenemos la oportunidad de leer a un escritor que nos cuenta cosas de su tiempo y nos ofrece unas noticias de mucho interés que desconocíamos completamente. Además, tiene el merito de la excepcionalidad, porque aunque es probable que escritos como este hayan sido relativamente frecuentes en aquel tiempo, redactados por personas del mismo grupo social que nuestro autor, la gran mayoría han desaparecido como el resto de la documentación que había en las casas de esas personas.



Descripción histórico-geográfica de la parroquia de Cibea (Cangas del Narcea), 1817

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Nombres de vacas III – El libro de aparcería de ganado de la casa de Miramontes, 1813 – 1826

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Vacas en la sierra de Arbolente, al fondo el Río del Couto.

Una de las fuentes de información más útil para conocer la historia de la ganadería en Asturias son los libros de aparcería o “comuña”, en los que los propietarios registraban las cuentas del ganado que daban a medias a campesinos. Nosotros tenemos uno de la casa de Miramontes, que perteneció a José Alfonso Argüelles y que comprende anotaciones desde 1813 a 1826. Este señor residía en la villa de Cangas del Narcea, pero la casa solar de su familia era la de Miramontes, la conocida como La Torre de Sorrodiles, en la parroquia de Cibea, donde vivía en aquel tiempo un casero. Sus propiedades estaban repartidas por Cibea, Xinestosu / Genestoso y el Partido de Sierra, y fuera de nuestro concejo por Valdés, Pravia, Laciana (León) y Valdeorras (Ourense). En el libro anota cada año las cuentas de las cabezas de ganado que tenía dadas en aparcería con varios campesinos: Vicente Martínez “el Colaso”; Manuel Menéndez, de Villarino de Cibea; Francisco Frade, del Térano de Cibea; Feliciano de Alba, de Genestoso; Francisco Gancedo “el Requel”, de Villarino de Cibea; Juan Martínez “el Indiano de Villanueva”; Diego Rodríguez, de Miramontes (casero de José Alfonso Argüelles), y “Joaquín, hijo de Pedro de Llamas”.

En aparcería tenía cabras, yeguas y, sobre todo, ganado vacuno: becerras, magüetas, vacas y bueyes. Los campesinos aprovechaban la leche, la fuerza de los animales para tirar del carro o aperos, y sus excrementos para hacer “cuitu” y abonar las tierras. Las crías de las vacas quedaban a medias entre el propietario y el llevador, y si se vendían se repartían el dinero. En el libro también aparecen los tratos que hacía con estos campesinos: “Hoy, 13 de marzo de 1826, compré o tomé una vaca y una novilla de dos años a Manuel Flórez, de Genestoso. Y se las dejé de aparcería. La vaca fue en trece duros y es mía sola, y las crías de a medias. Y la novilla en seis duros y lo que pase cuando se venda de los seis duros de a medias y las crías también de a medias”.

A veces se perdía toda la ganancia por muerte del animal. Se anotan cuatro causas de muerte: “se la comió el lobo” (se anota en tres casos); “lo comió el oso” (“Año de 1821. Un buey de a medias, de los dos que tenía el año de 20, pues el otro lo comió el oso”); “el mal bravo”, que es la causa más frecuente (“Murió una becerra de año del mal bravo y me dio la mitad del pellejo, hoy 7 de marzo de 26”) y una vaca que murió “derribada”. Cuando la muerte acontecía por las dos últimas causas se aprovechaba el pellejo del animal, que era para el propietario si la res era toda de él o se repartía a medias si la propiedad era compartida.

No todos los animales aparecen en este libro con nombres que los identifiquen. Los bueyes nunca se mencionan por su nombre; tampoco es habitual mencionar los de las becerras o las magüetas. Aparecen los nombres de dos novillos: Moreno (un novillo de dos años) y Pulido (“un novillo negro de tres años llamado el Pulido”). En cambio, las vacas madres son las que casi siempre se anotan con un nombre propio.

Los nombres que aparecen son los siguientes:

  • Abrila
  • Bragada
  • Cachorra, Calva, Castaña, Corala
  • Figuera
  • Garbosa
  • Lloura
  • Mariella, Melandra
  • Negra
  • Parda, Parrada, Pecha, Perusa, Peruya, Pinta, Prieta, Pulida
  • Rabona, Rana, Roja
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Propuesta del médico Ambrosio Rodríguez para convertir el Acebo en el Lourdes asturiano, 1910 (II)

Carta de Ambrosio Rodríguez, 14 de agosto de 1910. Archivo del Santuario del Acebo

-Segunda parte-
El proyecto

La propuesta del doctor Ambrosio Rodríguez para impulsar y difundir el Santuario del Acebo aparece en una carta que desde Madrid remite el 14 de agosto de 1910 a Ángel Carrizo Díez, que era el cura de la parroquia de Linares y de aquel santuario desde 1907. Es una larga carta, que se conserva en el Archivo del Santuario y que reproducimos al final, en la que el doctor ofrece muchas ideas y propuestas, así como un modo de obtener el dinero para ejecutarlas. La carta se divide en tres partes.

La primera parte comienza mencionando las dos indulgencias que él mismo había obtenido para el Santuario de los obispos de Astorga y Madrid-Alcalá,  y cuyos títulos había enviado al cura. Las indulgencias se obtenían rezando delante de la imagen de la Virgen del Acebo, y con ellas conseguían los peregrinos la remisión de pecados y gracias divinas.

Después narra brevemente la historia del santuario en el siglo XVI y los muchos milagros que se deben a la Virgen, así como la similitud del Acebo con el santuario francés de Lourdes, que desde 1858 atraía a millones de peregrinos. Se extraña del desconocimiento del Acebo fuera de su territorio:

Tan fecundo y dilatado alcance atribuimos nosotros al Acebo, que no solo se nos hace inconcebible el desconocimiento o la indiferencia por parte de cuantos llevamos el nombre de españoles, sino que nuestra extrañeza llega al pasmo ante olvidos en que vemos incurrir a escritores de nota, que no están disculpados de ignorar hechos culminantes de la historia.

Romería del Acebo, h. 1910. Fotografía de Modesto Morodo. Col. Juaco López Álvarez

A continuación describe la fiesta del Acebo, y se emociona recordando la noche de la víspera con la foguera y los grupos diseminados por el campo, y la celebración del día 8 de septiembre con la procesión, las “filas de devotos”,  los sacerdotes “revestidos de ricos ornamentos”, la imagen de la Virgen, “el fuego graneado de los voladores de Cantarín” (el famoso pirotécnico cangués Raimundo Rodríguez “Cantarín”), la música, los “sagrados cánticos”, el repique de campanas, la misa solemne, etc.

Lógicamente para mejorar y difundir el Santuario del Acebo se necesitaba dinero, y el doctor sabe de donde sacarlo: pidiéndoselo a los que lo tienen. Por eso, la segunda parte de la carta es una extensa relación de personas (con sus direcciones postales) cuya cooperación debiera solicitar el cura para pagar las obras y mejoras del Santuario del Acebo. Hay dos listas: una de religiosos y otra de laicos. En la primera enumera a cuatro autoridades eclesiásticas naturales del concejo de Cangas del Narcea y al rector de los Dominicos de Corias. En la segunda aparecen los nombres de 62 “personas ricas”, la mayoría pertenecientes a la aristocracia española. La primera de la lista es la reina María Cristina. Ambrosio Rodríguez le propone al cura del Acebo “crear una Junta de Señoras devotas con su presidenta, vicepresidenta, secretaria y vocales que trabaje por el santuario”, así como otra de Caballeros. En la lista también aparecen numerosos emigrantes cangueses enriquecidos en Madrid,  la mayor parte naturales del Río Cibea, y otras personas más, como el político Antonio Maura, el escritor asturiano Armando Palacio Valdés, el confesor de la Reina, el también asturiano, José Montaña, etc.

Fin de la carta de Ambrosio Rodríguez, 14 de agosto de 1910.

La tercera parte de la carta es una “lluvia de ideas” que Ambrosio Rodríguez propone al cura del Acebo para llevar a cabo en beneficio y promoción del santuario: un álbum-recuerdo del Acebo; medallas de múltiples metales; rosarios; estampas, platos, jarros de cerámica de Llamas del Mouro, “figuras de recuerdo” con la imagen de la Virgen; obras en la torre de la iglesia, etc.

La carta termina comunicándole al sacerdote el envío de 50 pesetas para “artificios de pirotecnia ó fuegos artificiales” destinados a la fiesta del Acebo, “por la afición de nuestros paisanos a ellos”.

A pesar de la propuesta del doctor Ambrosio Rodríguez en 1910, el Acebo, cien años después, sigue siendo un sitio apacible, cuya tranquilidad solo se altera unas pocas semanas al año alrededor del 8 de septiembre. La “industriosa habilidad” que recomendaba don Ambrosio para gestionar el Acebo llegó muy matizada, y nuestro santuario, ¡gracias a la Virgen!, aún está muy lejos de alcanzar los cerca de seis millones de peregrinos que cada año visitan Lourdes.

CARTA DEL DOCTOR AMBROSIO RODRÍGUEZ

Madrid, 14 de agosto de 1910.

Sr. D. Ángel Carrizo Díez.

    Muy Sr. mío y de mi amistad: mucho celebraré se halle Usted bueno como igualmente su señor padre y hermana.

Concesión de 50 días de indulgencias, otorgada por el Obispo de Madrd-Alcalá por rezar ante la imagen de la Virgen del Acebo, 5 de julio de 1910. Archivo del Santuario del Acebo

Recibí sus dos cartas acusándome recibo de las indulgencias obtenidas para ese famoso santuario, que bien puede considerarse como el Lourdes asturiano, asentado sobre peana colosal en prominente cerro, y del que recordamos haber leído en el P. Carballo (Antigüedades de Asturias, tomo II, página 330) que por los años 1575 existía a una legua de Cangas de Tineo la renombrada ermita de Nuestra Señora del Acebo. Ocurrió allí que la Virgen se mostró y empezó a dispensar su milagrosa acción a una joven llamada María Noceda, conocida después con el nombre de María Santos; propalado el acaecimiento, acudieron al lugar algunos devotos necesitados de remediar sus males con tan valioso auxilio, y, repetidos los milagros, organizaronse peregrinaciones numerosas, en las que con preferencia figuraban cojos y tullidos que solían volver a sus hogares libres de sus antiguos ajes e imperfecciones, con lo cual la fama de la ermita extendió su radio por los pueblos comarcanos. El P. Carballo no solo relata estas cosas, sino que afirma haber presenciado él mismo diferentes milagros operados allí por la mediación y gracia de la Madre de Dios. ¿Y cómo desconocer la correspondencia que se descubre entre la apartada ermita del Acebo, en el último tercio del siglo XVI, y el prestigioso Lourdes del último tercio del siglo XIX? Si este tiene su Bernardette Subirous, aquel tuvo su María de los Santos; si contó aquel con cronistas respetables, que hablan de visu, de visu habla el P. Carballo, que no ha de cederles en respetabilidad; si los peregrinos curados en la piscina de la tierra francesa celebran y publican el beneficio recibido, no la habrán celebrado menos ni habrán dejado de publicarlo (aunque contaran con medios de publicidad menos difusivos) nuestros favorecidos conterráneos de Cangas y sus alrededores. A no diferir tanto los tiempos y la topografía y los medios de comunicación, los cangueses podían tal vez haberse envanecido con una vecindad donde el eco sonoro del prodigio, a la inversa de los ecos que aterraron los muros de Jericó, se hubieran alzados palacios y hoteles de la Unión Católica, y donde la industriosa habilidad se hubiera abierto camino franco y prodigo en rendimientos…

    Pero demos de mano a estas y otras incidencias que van retrasando desmedidamente el termino de nuestra carta, y repitamos que el Acebo le basta y le sobra con lo que fue y con lo que será para agujar el interés de las gentes, bien que abran su corazón al bendito influjo de místicos halagos, bien que amen con filial amor la memoria de los héroes que nos engendraron en la fe y en la gloria, bien que sepan sentir y admirar las bellezas serenas de la naturaleza y del arte, bien que, por su dicha, todo lo sumen, lo anhelen y lo gocen. Tan fecundo y dilatado alcance atribuimos nosotros al Acebo, que no solo se nos hace inconcebible el desconocimiento o la indiferencia por parte de cuantos llevamos el nombre de españoles, sino que nuestra extrañeza llega al pasmo ante olvidos en que vemos incurrir a escritores de nota, que no están disculpados de ignorar hechos culminantes de la historia.

¡Oh patria, cuyos triunfos,
la historia en vano mide!
¡Malhaya quien olvide
tus glorias y tu Dios!

¡Que nunca esta luz pura
no cese su relevo
y aun brille en el Acebo
cuando se apague el sol!

    En esa montaña que, escondiendo su cima entre las nubes, embarga con su horridez y su altura la vista del asombrado espectador, al llegar la noche de la víspera, la foguera que eleva al aire sus lampos rojos, los puntos de luz diseminados por el campo, el movimiento de la muchedumbre confusamente entrevisto, el sordo rumor que sube al espacio estremecido un punto por el característico ijujú, sugieren a la fantasía el espectáculo de un ejercito que vivaquea y se regocija entre las sombras, después de reñido combate. Y a la mañana siguiente, la clásica procesión que se organiza en la Capilla, con sus filas de devotos, no pocos de ellos descalzos y amortajados con el hábito ofrecido en tristes horas de enfermedad; con los sacerdotes revestidos de ricos ornamentos; con la venerada imagen de la Santina ataviada de su traje más precioso y conducida en andas; con el inacabable cortejo donde se confunden hombres, mujeres y niños de todas edades y condiciones, animados de un mismo sentimiento de adoración y gratitud; entre el estruendo del cañón pedrero, que desde la vecina altura hace salvas a la Reina del cielo, y el fuego graneado de los voladores de Cantarín, que estallan por un lado y otro y pueblan el aire de rizos de humo blanquecino y silvatos; entre los acordes de la música, los acentos de sagrados cánticos y el atropellado repique de las campanas, cuyos ecos repiten los montes y se pierden a lo lejos… suspende el animo y despierta emociones inefables, que aun más, si cabe, acrecen, cuando el inmenso concurso se detiene al llegar a la diminuta Capilla del Acebo donde se celebra la solemne Misa, y al aire libre, sin otro techo que el azul del firmamento, se escucha el trinar de las aves, relinchar de los caballos y otros indistintos rumores que son como efluvios de vida de la naturaleza, exhalan los corazones inmensa plegaria que pasa por los labios con siseo suavísimo y con invisible alas se remonta a Dios; y esos mismos corazones que forman un solo corazón, laten presurosos al caer sobre ellos la encendida y elocuente palabra del Pastor de las almas, que desde la improvisada cátedra, también al aire libre erigida, les habla de los favores del cielo, del amor de María y de los históricos milagros consumados allí…

    Por eso conservamos grato recuerdo de nuestras visitas al Acebo, en los días de su renombrada fiesta, libres de los ordinarios cuidados, ganosos de la paz de espíritu y del descanso del cuerpo, fuera del trafago del mundo y de las exigencias sociales, considerándolo día de reparaciones históricas, desvaneciendo errores de hispanofobia, desenterrando pruebas y documentos olvidados, ilustrando puntos y cuestiones particulares a la luz de la historia de este hermoso y antiguo santuario que despertó en mi alma emociones tan vivas y profundas.

Personas cuya cooperación pudiera solicitarse a favor de las obras
y mejora del templo y culto de la Virgen del Acebo.

Autoridades eclesiásticas y residentes ahora en el concejo.

  • Excmo. e Ilmo. Sr. D. Joaquín Rodríguez González, natural de Vega de Meoro y Deán de la Santa Iglesia Catedral de León.
  • Sr. Rector de los Dominicos de Corias, o de los religiosos de la orden de Santo Domingo de Corias.
  • Sr. Dr. D. Francisco Trapiello, hijo de la villa de Cangas de Tineo y canónigo de Palencia.
  • Sr. Dr. D. Pedro Cadenas, hijo de Llamera (Cibea), canónigo doctoral de Toledo, residente en Toledo.
  • Sr. Dr. D. Francisco Gómez Rodríguez, natural de Miravalles, canónigo residente en Valladolid.

Personas ricas cuyo auxilio, ayuda y amparo pecuniario debía solicitarse
 por medio de cartas, circulares u otros medios (señas de ellas).

  • A S. M. la Reina Dª. María Cristina Deseada, Enriqueta, Felicidad Reniero, archiduquesa de Austria, reside ahora en el palacio de Miramar, en Guipúzcoa, San Sebastián, y pasado el verano en el Palacio Real de Madrid.

    […]

  • Excma. e Ilma. Sra. Dª. Rafaela Ríos, condesa viuda de Revillagigedo, calle del Sacramento, nº 1, Madrid.

    […]

  • Excma. e Ilma. Señora Dª. María de Santa Cruz y Navia Osorio, marquesa de Ferrera y marquesa de San Muñoz. Calle de Alcalá Galiano, 8. Madrid.
  • Excma. e Ilma. Señora duquesa viuda de Najera, marquesa de Sierra Bullones, de Montealegre, de Guevara y condesa de Oñate, calle de Alcalá, nº 72, Madrid.
  • Excma. e Ilma. Señora Dª. María del Pilar de León de Gregorio Navarrete y Ayanz de Ureta, marquesa de Squilache. Plaza de las Cortes, nº 4 en Madrid.
  • Excmo. Sr. D. Juan Manuel de Urquijo y Urrutia, marqués de Urquijo. Calle de Alcalá, nº 49 cuadruplicado, Madrid.
  • Excmo. e Ilmo. Sr. marqués de la Torrecilla, mayordomo mayor de S. M. el Rey, Sumiller de Corps y jefe superior de Palacio, vive calle de Peligros, nº 2 en Madrid.
  • Excma. e Ilma. Señora Dª. María Luisa Carvajal Dávalos, duquesa de San carlos, condesa de Castillejo. Calle de San Bernardino, nº 14, Madrid.
  • Excmo. e Ilmo. Sr. D. Álvaro Queipo de Llano Fernández de Córdoba Gayoso de los Cobos y Álvarez de las Asturias Bohorques, conde de Toreno, vive calle de San Bernardino, nº 11, en Madrid.
  • Excma. e Ilma. Señora Dª. María Josefa Argüelles y Díaz, marquesa de Argüelles, vive: Paseo de la Castellana, nº 36, y Serrano, 69, Madrid.
  • Excmo. Sr. D. Cristóbal Colón de la Cerda, duque de Veragua, marqués de la Jamaica. Calle de San Mateo, nos. 7 y 9, Madrid.

    […]

  • Excmo. e Ilmo. Sr. D. Salvador Bermúdez de Castro y O’Lawlor, marqués de Lema, duque de Ripalda, calle de Alamgro, 17. Madrid.
  • Excmo. e Ilmo. Sr. D. Antonio Martín Nebot Murga y Trápaga, marqués de Linares, calle de Velázquez, 55. Madrid.

    […]

  • Excmo. e Ilmo. Sr. D. Emilio Martín González del Valle y Carvajal, marqués de la Vega de Anzo (su residencia en Grado, Oviedo).
  • Excma. e Ilma. Señora Dª. María de la Asunción Ramírez de Haro Crespi Valdaura, condesa de Bornos, marquesa de Villanueva de Duero, condesa de Montenuevo, de Murillo y de Peñarrubias de Villaverde, calle del Pez, nº 18. Madrid.
  • Excmo. e Ilmo. Sr. D. Víctor Dulce de Antón y Garay, conde de Garay, calle de Ferraz, nº 27 hotel. Madrid.
  • Sr. D. Santiago Gancedo y Frade, natural de Sorrodiles (Cibea), reside en dicho pueblo en el verano y el resto del año en Madrid, calle de Villanueva, nº 12.
  • Dª. Elisa Cosmen de Rodríguez, natural de Sonande (Cibea), reside en Vallado en el verano y el resto del año en Madrid, plaza del Rey, nos 4 y 6.
  • D. Juan Cardo, natural de Fuentes de Corbero, reside en este pueblo en el verano y el resto del año en Madrid, calle de Serrano, nº 4.
  • D. Antonio Verano, reside en Fuentes de Corbero.
  • D. Juan Gamoneda, reside en Limés en verano y el resto del año en Madrid, calle de Augusto Figueroa, nº 40.
  • D. Ricardo Trelles y señora, que residen en el Castillo de Ranón, de la parroquia de Soto del Barco, partido judicial de Avilés, en el verano y el resto del año en Madrid, calle de Sagasta, nº 31.
  • Dª. María Rodríguez, viuda de Gómez, reside en Miravalles (madre del canónigo de idem).
  • D. Luis Martínez Kleisser, abogado y concejal, calle de las Infantas, 28 y 30, Madrid.
  • D. Vicente Menguez, agente de bolsa, que reside en Villarino (Cibea) en el verano y el resto del año en Madrid, calle de Alcalá, nº 59.
  • D. Constantino Vicente y Alfonso, natural de Villajur (Naviego), calle de la Paz, 9, Madrid.
  • Asociación General de Empleados del Banco de España.
  • D. Ángel Román Cartavio, gerente del banco Basko-Asturiano del Plata, República Argentina, calle de Maipú 73 y 87 en Buenos Aires.
  • D. Juan Bances, Isla de Cuba, Centro de Asturianos de La Habana.
  • S. A. R. el Infante D. Carlos.
  • Junta Provincial Diocesana para la reparación de templos en Oviedo.
  • Formar y crear una Junta de Señoras devotas con su presidenta, vicepresidenta, secretaria y vocales que trabaje por el santuario. Idem otra Junta de Caballeros con su presidente, etc.
  • D. José López Feito, natural de Regla de Cibea, que vive en la República Argentina, calle 25 de Mayo, Almacén Suizo de López Hermanos en Buenos Aires.
  • D. Domingo García, de Llamera. En Llamera (Cibea).
  • D. Manuel Rodríguez, de Sonande. En Sonande (Cibea).
  • D. Francisco Rodríguez (Manón). En Llamera (Cibea).
  • Dª. María Pérez, viuda de Cosmen. En Genestoso, casa de Teresín.
  • D. José Rodríguez González, hermano del Sr. Deán, que pasa el verano en Trascastro y el Puerto de Leitariegos.
  • Excma. e Ilma. Señora marquesa de Comillas.
  • Excmo. e Ilmo. Sr. Dr. D. José Montaña (confesor de S. M. la Reina).
  • Excmo. e Ilmo. Sr. D. Santiago Stuart y Falcó, duque de Alba. Calle de la Princesa, nº 10 y 12, Madrid.
  • Excmo. Sr. D. Federico Bernardo de Quirós y Mier, marqués de Argüelles, calle de Serrano, 69, Madrid.
  • Excmo. Sr. D. Manuel de Vereterra y Lombán, marqués de Canillejas, en Oviedo, y el resto del año Mayor, 91, Madrid.
  • Excmo. Sr. D. Benigno Chavarri y Salazar, Valmaseda (Vizcaya).
  • Sr. D. Francisco Valle, natural de Cangas de Tineo, y actual Gobernador de Soria, en Soria.

    […]

  • Excmo. e Ilmo. Sr. D. Antonio Maura Montaner, Palma (Baleares), calle de la Lealtad, 18, Madrid.
  • Excmo. e Ilmo. Sr. D. Luis Fernández de Córdoba y Salazar, duque de Medinaceli, calle de Zurbano, nº 34, Madrid.
  • Excmo. e Ilmo. Sr. D. Luis Pidal, marqués de Pidal, calle de Serrano, nº 14, cuarto primero, en Madrid.
  • Sr. D. Armando Palacio Valdés, académico y novelista asturiano, calle de Lista, nº 5, Madrid.
  • Ilmo. Sr. D. Ignacio Montes de Oca, obispo de San Luis de Potosí, Méjico.

*        *        *

Se puede hacer un Álbum-Recuerdo del Acebo, con vistas y datos del santuario y la Imagen veneranda del Acebo ¡ante la qué cuantos pueblos y cuantas generaciones han pasado ante sus plantas!

Se puede hacer o editar una medalla de metal batido o acuñado, ya sea de cobre, bronce, aluminio, calamina, níquel, metal blanco, azófar, latón, aleación, plata y oro, con la figura de la imagen de Nuestra Señora del Acebo y su templo.

Rosarios, estampas, platos con la imagen de la Reina de los Cielos, loza decorada con el mismo asunto, jarros de Llamas del Mouro con la Virgen sin mancilla, y figuras de recuerdo de la devoción a la imagen, que desde los primeros siglos del Cristianismo la representa en la ilustre Diócesis de Oviedo en el Acebo.

Factura de Raimundo Rodríguez -Cantarín- por la venta de 35 docenas de voladores de diferentes clases y “un gigante” al Santuario del Acebo, 8 de septiembre de 1910. Archivo del Santuario del Acebo.

La torre actual si se levanta será cubierta de pizarra clavada, o piezas cocidas de barro negro de Llamas, y acaso necesite pararrayos por su altura; el costado del Norte debe ser protegido contra el basto y humedad por cemento pórtland, losas o pintura impermeable.

Doy a Usted mi más cordial enhorabuena por sus trabajos, y por todo lo que haga en bien del templo y mejoras de la Gloriosa protectora nuestra, que desde lo alto de su gloria inmortal recibe benigna estos homenajes. ¡Adelante!

Para artificios de pirotecnia o fuegos artificiales en los festejos, remito a Usted con esta la cantidad de cincuenta pesetas, que puede destinar a dicho uso por la afición de nuestros paisanos a ellos, o al uso que Usted crea más conveniente al mayor esplendor de nuestra excelsa patrona, festejando su nombre y enalteciendo su sagrada memoria, brindándonos con protección santa.

Sin más por hoy, con cariñosos recuerdos a su señor padre, hermana y para usted, se reitera su afectísimo amigo S.L.Q.B.S.M.

Dr. Ambrosio Rodríguez y Rodríguez

Su casa: calle Núñez de Arce, nº 15 pral. Madrid.

Cantares del ramo de Santiago de Cibea, recogidos por Ambrosio Rodríguez en 1899

Mozo llevando un ramo. Dibujo de Ambrosio Rodríguez, hacia 1899

En el archivo de Fermín Canella Secades (Oviedo, 1849 – 1924), que ha depositado la familia Tolivar Alas en la Biblioteca de Asturias, ha aparecido un manuscrito firmado por Ambrosio Rodríguez en el que se recogen los cantares del Ramo de la parroquia de Santiago de Cibea acompañados de un dibujo de un mozo llevando el ramo, que seguramente fue hecho por él mismo, y los cantares de boda que se cantaban en esa misma parroquia. Ambrosio Rodríguez Rodríguez nació en Sorrodiles en 1852 y era hijo de campesinos. Murió en Madrid en 1927. Gracias a un tío emigrante en Madrid estudió la carrera de medicina y se convirtió en un médico muy prestigioso. Ejerció su profesión en Buenos Aires, Gijón y Madrid. Tuvo mucha amistad con Santiago Ramón y Cajal, de cuya familia fue médico. También fue muy aficionado a la fotografía, a la divulgación de la ciencia médica y al periodismo. Colaboró en varias revistas científicas y en periódicos locales de Cangas del Narcea, como El Eco de Occidente, El Narcea o El Distrito Cangués. Mantuvo a lo largo de toda su vida un vivo interés por las clases populares, tanto por su salud (publicó en Gijón en 1902 el libro Higiene popular: Contribución al estudio de la higiene de los trabajadores y enfermedades de los jornaleros) como por sus costumbres. En este sentido, nunca se olvidó de sus orígenes y colaboró con algunos de los primeros folcloristas asturianos y españoles aportando información sobre su parroquia natal. Estos cantares enviados a Fermín Canella Secades son una muestra de este interés y, aunque no están fechados, es muy probable que fuesen recogidos alrededor de 1899, cuando Canella estaba redactando un largo artículo sobre las costumbres asturianas.

Los que quieran saber más sobre la costumbre de los ramos en las fiestas asturianas pueden consultar el libro de Herminia Menéndez de la Torre y Eduardo Quintana Loché,  Las ofrendas de ramos en Asturias, editado por el Museo del Pueblo de Asturias en 2005.

CANTARES DEL RAMO

El ramo es cierta pirámide hueca, formada con palos. Las jóvenes de la aldea costean su adorno, que consiste en porción de panes, tortas, gallinas, roscas de manteca cocida, jamones y otras ofrendas, que van sujetas a los aros de la pirámide con cintas de varios colores, de las que cuelgan pañuelos, joyas, medallas o plumas. 

El mozo lleva el ramo en la procesión, que va precedido de coheteros y la gaita, y terminada la procesión lo colocan a la puerta de la iglesia; seguidamente se remata en alta voz, destinándose el producto al culto del santo. La fiesta se prolonga hasta la noche.

Este ramo está enramado
bien haya quien lo enramó
lo enramaron las doncellas
la Virgen les ayudó;
de rosas y de claveles
bien haya quien se las dio.
 
Apártense los señores,
dejen el ramo pasar,
que el que lo lleva es cobarde
no sabe donde posar.
 
A vuestros sagrados himnos
aguardar al mayordomo
que nos abra estas puertas
para ver este tesoro.
 
Las puertas ya están abiertas,
entremos con alegría
de rodillas por el suelo
a ver la Virgen María.
 
El Señor Cura de este año
se portó como debía,
que hizo el ramo de Santiago
con muchísima alegría.
 
Adiós Virgen del Rosario
madre del Verbo Divino
écheme su bendición
para andar nuestro camino.
 
Aunque me voy, no me voy
yo de ti no me despido
tengo de volver a verte
el año que vien seguido.

Parroquia de Cibea

L´Abechera / La Avellera

♦ Casa Celestino ♦ Casa Farruco (vacía) ♦ Casa Ferreiro ♦ Casa Manolín (vacía)

L.lamera

♦ Casa Cadenas ♦ Casa Cosmen (vacía) ♦ Casa El Escorial ♦ Casa Floro ♦ Casa García ♦ Casa Gobierno ♦ Casa Jaquete (vacía) ♦ Casa Manón ♦ Casa Martín ♦ Casa Palombo ♦ Casa Solana ♦ Casa Tiso

Riegla de Cibea

♦ Casa Bardán ♦ Casa Capón (vacía) ♦ Casa Colada (vacía) ♦ Casa Frade ♦ Casa Piniel.la (vacía) ♦ Casa Roxo (vacía) ♦ Casa Valdés ♦ Casa Xuanón

La Reguera’l Cabo

♦ Casa Benito

Sigueiru / Sieiru

♦ Casa Anxelo ♦ Casa El Conde ♦ Casa Muirazo (vacía) ♦ Casa Farrín (vacía) ♦ Casa Ibias ♦ Casa La Fonte ♦ Casa Mingo ♦ Casa Naciu (vacía) ♦ Casa Pericón ♦ Casa Toribo ♦ Casa Vallín

Sonande

♦ Casa Agustín ♦ Casa Barrera ♦ Casa Bolero ♦ Casa Coxo ♦ Casa Elvira (vacía) ♦ Casa Feliciano ♦ Casa Guerra (vacía) ♦ Casa L.lourienzo ♦ Casa Miguel ♦ Casa Mingón ♦ Casa Muirazo (vacía) ♦ Casa Pachorro (vacía)

Sorrodiles

♦ Casa Agustina ♦ Casa Cándido Gamoneda (vacía) ♦ Casa Canón (vacía) ♦ Casa Casona ♦ Casa Celedonio (vacía) ♦ Casa Corralo ♦ Casa Cristóbal ♦ Casa Gaiteiro ♦ Casa Muirazo (vacía) ♦ Casa La Quintana ♦ Casa Raquel ♦ Casa Rondita (vacía) ♦ Casa La Turria ♦ Casa Santiago (vacía) ♦ Casa Señorón ♦ Casa Sierra ♦ Casa Suaro ♦ Casa La Torre ♦ Casa Ventura ♦ Casa Victorino ♦ Casa Xuana

Val.láu

♦ Casa Bolero ♦ Casa Camilo ♦ Casa Canoso ♦ Casa Cesteiro ♦ Casa Cuachada (vacía) ♦ Casa  Don Alfonso (vacía) ♦ Casa Espina ♦ Casa Ferreiro ♦ Casa Frade ♦ Casa Indiano ♦ Casa Sastre

Vil.lar de los Indianos

♦ Casa Vil.lar de los Indianos

Vil.larín de Cibea

♦ Casa Colaso (vacía) ♦ Casa Fresco (vacía) ♦ Casa La Plata ♦ Casa El Rey ♦ Casa Ricardo ♦ Casa Rodrigo (vacía) ♦ Casa Vallin ♦ Casa Xuan Blanco ♦ Casa Xuan García