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La Princesa Encantada de «La Cartuja» en Cangas de Tineo

Cangas del Narcea y La Cartuja vista desde el barrio de Santa Catalina, hacia 1901.

Este cuento ambientado en Cangas del Narcea (Asturias) y más concretamente en La Cartuja y el río Luiña, fue publicado el 3 de marzo de 1901 en El Globo n.º 9.219, que como diario liberal-demócrata, en el periodo finisecular se convertiría en cómodo refugio de la “aristocracia” de la generación del 98, según señala Gómez Aparicio, resaltando la incorporación a su redacción de Pío Baroja y Azorín. En este caso, el firmante de La Princesa Encantada es AMADER, pseudónimo del abogado cangués Ángel Martínez de Ron, a la postre, un importante colaborar de la revista La Maniega. Boletín del Tous pa Tous. Por esta revista, y más concretamente por su número 22 de septiembre-octubre de 1929 sabemos que el autor era también el propietario de La Cartuja. La noticia dice así: «Regresó a la corte, después de disfrutar durante el verano de las frescas brisas del Luiña, en su posesión de la Cartuja, don Ángel Martínez de Ron, con su señora e hijas Isabelita y Soledad.»

 

CUENTO
LA PRINCESA ENCANTADA

En la parte occidental del Principado de Asturias se halla la villa de Cangas de Tineo, situada en la confluencia de los ríos Luiña y Narcea, que se unen a su vez con el Nalón; y en la parte Sur de dicha villa, entre la carretera de Castilla y el citado río Luiña, existe una vetusta posesión, denominada «La Cartuja», rodeada de viñedos, hortalizas, prados y árboles frutales, en su generalidad manzanos, que producen óptimo fruto.

¿Que por qué se llama «La Cartuja»? Ni el caserón perteneció a aquella monástica institución, ni fue posesión de ningún padre de la Orden, ni propiedad de alguna rica hembra que dicho apodo llevara. No se ha encontrado hasta la fecha nada que justifique la denominación, a menos que la soledad, el aislamiento, el silencio y la placidez que respira aquel rincón y la presencia en él, durante la época veraniega, de algunas personas que verdaderamente desean «veranear», hayan dado motivo al bautizo. Todo allí es antiguo; pero bien conservado, y, sobre todo, confortable.

Los alrededores ofrecen panoramas tan variados como hermosos, algunos de los cuales son designados por las crédulas gentes del campo como teatro de extraordinarios acontecimientos, mezcla de verosímiles y fantásticos, zurcidos quizá en las crudas noches de invierno, junto a la chimenea, al resplandor incierto de añosas leñas, entre sus crujidos y chisporroteos, y corregidos y aumentados de generación en generación.

Uno de estos acontecimientos es digno de relato.

Es el caso que, según la tradición, existió en «La Cartuja», hace muchos siglos (no se sabe cuántos) una noble y linajuda familia, compuesta de un matrimonio con un hijo y una hija, que, dada la calidad real de su procedencia, recibían estos últimos los nombres de Príncipe Rodulfo y Princesa Elena.

Constituían la familia más feliz en muchas leguas a la redonda de esta comarca, porque, además de los derechos que tenían sobre los habitantes de la región, disfrutaban pingües rentas y se hallaban rodeados de una numerosa servidumbre de ambos sexos, atenta siempre a adivinar hasta los más pequeños caprichos de sus señores para acudir con presteza a satisfacerlos.

Esto, aparte del gran cariño y afecto que se profesaban entre si los individuos que la componían viniendo con ella a completar la mayor felicidad posible en esta vida.

Pero como todas las dichas terrenas concluyen, llegó un día en que todos experimentaron la primera tristeza con la separación del príncipe Rodulfo, que, habiendo optado por la carrera de las armas, tuvo precisión de acudir a donde el deber militar le llamaba.

Pasaron años sin que Rodulfo pudiera regresar a su casa solariega; y entre tanto, ocurrió que la princesa Elena, que era un ideal de hermosura, se enamoró perdidamente, con la fuerza de los mejores años, de un gallardo mozo llamado Arcadio, que había venido a casa de su padre con un importante mensaje sobre arreglo de fronteras señoriales.

Tanto como ella, se enamoró el galán, no pudiendo resistir al esplendor de belleza de la princesa Elena. Desgraciadamente, las excelentes cualidades físicas que adornaban al mancebo no correspondían con las de su alma, y abusando de la confianza que le dispensó tan noble familia, burló a la inocente niña, abandonándola luego a su desesperación.

Este fue el segundo disgusto enormísimo que sufrió tan distinguida familia, y no pudo sustraerse de comunicar acontecimiento tan lamentable al príncipe Rodulfo, el cual, enterado del nefasto suceso, pidió reales licencias, que, obtuvo, a sus monarcas y jefes, para regresar a su país a fin de vengar y lavar con sangre la ofensa recibida.

Orgulloso por sus gloriosas victorias, que le proporcionaron las más altas distinciones y condecoraciones, se hallaba satisfecho de sí mismo, y sólo le atormentaba la sed de venganza contra el ladrón de la honra de su familia, que a manera de culebra de fuego se enroscaba en su corazón.

Inmediatamente envió un mensaje de reto al indigno seductor de la bella Elena, el cual contestó en forma aceptando el desafío, que tuvo lugar en un campo, límite de las dos regiones señoriales, y a presencia de innumerables vasallos de ambas partes.

El encuentro fue reñido y sangriento; pero como el príncipe Rodulfo se hallaba más habituado al manejo de las armas, logró tender a sus pies a su adversario, cubierto su cuerpo de innumerables heridas.

Lavada ya la ofensa, volvió el príncipe a la guerra, dejando a sus padres en el más triste desconsuelo, y sobre todo a su hermana, que sufría horriblemente la pérdida del ser amado y la ausencia de Rodulfo.

La desgraciada Elena no hallaba alivio a sus males, que la atormentaban en extremo, y vagaba desorientada por la finca de «La Cartuja», derramando abundantes lágrimas, con las que regaba todos los sitios que recorría.

Una tarde en que sentía los más acerbos dolores en su corazón, fue, sin darse cuenta, hasta un punto peñascoso, al pie del cual existe un pozo de gran profundidad, formado por una excavación en el cauce del mencionado río Luiña.

Se sentó en una peña, y con la amargura de su triste situación, contemplaba abstraída la extraordinaria cantidad de agua que tenía a su vista, sólo comparable con las lágrimas por ella vertidas, y como queriendo encontrar lenitivo a sus penas en aquel sitio, el más retirado de la posesión.

De repente, su calenturienta imaginación hízole ver que salía de las aguas una vieja de aspecto horripilante, con la cabellera suelta y enmarañada, los ojos saltones, como queriendo salirse de sus órbitas, la boca inmensamente grande, los brazos escuálidos, y cuerpo extenuado; que montaba en una escoba que la servía de barquilla y que se le acercó, le dijo:

—Estoy enterada, Elena, de las grandes amarguras que sufrís, siendo el mayor dolor que os aflige la pérdida de vuestro Arcadio, que, a pesar de su mal comportamiento, le amáis aún. ¿No es verdad?
—Con toda mi alma, con todo mi corazón —contestó la princesa—
—Luego—prosiguió la vieja—tendríais gran contento en volverle a ver, ¿no es cierto?
—Desgraciadamente eso no es posible —replicó la princesa— porque le mató mi hermano en noble lucha y en vindicación de mi honra…
—Sí es posible —insistió la vieja— y si queréis volver a verle tan arrogante y gallardo como antes, no tenéis más que arrancar un cabello de mi cabeza.

Elena, loca con idea tan halagüeña, alucinada con el vehemente deseo de ver de nuevo a aquel a quien tanto amaba, sin reflexionar sobre el asunto, alargó su delicada y trémula mano y arrancó a la vieja el misterioso cabello que había de surtir tan maravillosos efectos.

Instantáneamente la princesa quedó convertida en una trucha, y dando un enorme salto cayó sobre las aguas, desapareciendo en ellas, en pos de la vieja, que la guiaba por aquellas inmensas profundidades.

La desaparición de la princesa causó tan hondo sentimiento a sus padres que quedaron postrados por el dolor. Pusieron en movimiento los poderosos elementos de que disponían para averiguar su paradero, sin haber conseguido el objeto deseado.

En esta situación de verdadera tristeza recibieron la fatal noticia de la muerte de su hijo, ocurrida en una colosal batalla que se había librado, y en la cual había demostrado su valor sin límites; y no pudiendo resistir a este nuevo golpe de la fatalidad que hacía tiempo les perseguía, fallecieron en el mismo día víctimas de la inmensa pena.

Muchos comentarios se hicieron en la comarca respecto a los acontecimientos ocurridos en «La Cartuja» pero donde más se fijó la atención pública, fue en el maravilloso encantamiento de la princesa Elena.

Referían las gentes que habían pasado por las inmediaciones del pozo, que desde entonces se llamó «Pozo de la Encantada», que oían a medianoche gritos y relatos que partían del fondo de las aguas. Parece ser que la princesa, en tales momentos, manifestaba lo que le había ocurrido con la vieja, y que queda ya relatado, agregando que la había llevado a un palacio de encantamiento, donde, después de cruzar soberbios y suntuosos salones, la condujo a un recinto verdaderamente maravilloso donde, en efecto, vio a Arcadio, sin que pudieran hablarse ni comunicarse sus afectos de modo alguno, siendo un verdadero tormento el que sufrían, que al parecer era la consecuencia del maligno encantamiento.

Pedía, por lo tanto, la princesa, que la libraran de aquel horrible sufrir, a fin de conseguir su desencantamiento.

Tal horror produjo en los habitantes lo relatado, que nadie se atrevía a aproximarse al «Pozo de la Encantada»; horror y verdadero miedo que no se han extinguido.

Como consecuencia de ello, los alrededores de aquel sitio estaban tan cubiertos de arbustos, zarzas y malezas, que hacían imposible penetrar hasta él.

Conocedores varios jóvenes de aquella villa de la fantástica historia, y con objeto de completarla, emprendieron el verano último grandes trabajos, con el fin de procurar a todo trance el desencantamiento de la princesa; principiaron haciendo un camino para poder llegar al misterioso sitio; luego hicieron un examen detenido para ver si hallaban algún vestigio que les sirviera de guía; y, por último, demostrando un valor nada común, puesto que la mayor parte de la gente se asustaría sólo de la idea de acercarse a dicho punto, se resolvieron a lanzarse al líquido elemento bañándose diariamente en el temido «Pozo de la Encantada», y nadando por debajo de las aguas, hicieron observaciones con todo detenimiento por el peñascoso suelo, sin que, a pesar de estos esfuerzos extraordinarios, hayan podido dar… ni con la princesa… ni con la trucha.


 

«Recuerdos de un pescador de caña de Cangas del Narcea (Asturias)» escrito por Benito Corolo

NUEVO LIBRO EDITADO POR EL «TOUS PA TOUS»

Portada del libro editado por el Tous pa Tous.

«Recuerdos de un pescador de caña de Cangas del Narcea (Asturias)» escrito por Benito Corolo. Por fin, un libro dedicado a los ríos del concejo, sobre todo al río grande, al río Narcea. El autor es reconocido como un maestro en el arte de la pesca fluvial con caña, así lo avalan sus trofeos, los homenajes recibidos y los comentarios de sus compañeros de pesca resumidos en una frase: «Benito Corolo, el hombre que lee el río». En este libro desgrana, cumplidos los ochenta años, un veraz testimonio sobre la pesca de caña en Cangas del Narcea y en otros concejos asturianos. Benito transmite su inmenso amor al río, a una naturaleza que nos protege, nos mantiene y maravilla.

UN HOMENAJE AL RÍO

El libro «Recuerdos de un pescador de caña de Cangas del Narcea», de Benito Corolo, que acaba de editar el «Tous pa Tous», es algo más que los recuerdos de un viejo pescador, es también un homenaje al río, a esos cursos de agua que marcan la vida de nuestro concejo. La erosión fluvial ha modelado el relieve del suroccidente asturiano en profundos valles. Los ríos de aguas limpias constituyen un recurso fundamental que ha sido aprovechado a lo largo de la historia por una cultura ribereña con técnicas capaces de sacar madera durante las riadas; mover molinos, pisones, mazos y fábricas de luz; regar prados y huertas… y, por supuesto, la pesca.
Numerosos testimonios alaban la riqueza en truchas, salmones, reos, anguilas y lampreas del alto Narcea y sus afluentes, hasta que la ominosa construcción de las presas de Pilotuerto y Calabazos eliminó de sopetón a los peces migratorios de esa zona. Luego vendrían otros desastres ecológicos como la contaminación, las aves marinas o el desarrollo incontrolado de una vegetación ribereña que crea un espacio sombrío poco apto para la vida acuática. Y a la par, una lucha por la conservación del ecosistema con la construcción de depuradoras, repoblaciones piscícolas, limpieza de cauces… El río seguirá ofreciendo sus recursos, incluido el del baño estival, aprovecharlos o darles la espalda, esa es la cuestión.

«BENITO COROLO, EL HOMBRE QUE LEE EL RÍO»

Benito Vega Queipo, «Benito Corolo», nació en Cangas del Narcea (Asturias) en 1941, en una familia de comerciantes y pescadores que vivía a orillas del río Narcea. Estudió en la escuela pública desde los cuatro a los doce años; después completó su formación en una academia particular donde coincidió con otros chavales con los que mantiene una gran amistad, dice Benito que cuando se encuentran «parece que aún estoy en esa clase». Se interesó por la pesca durante toda su vida, interés avivado por el ambiente familiar, que también desarrolló en él las aficiones a la música y al fútbol. Leyendo sus «Recuerdos de un pescador de caña de Cangas del Narcea» sentimos el interés del niño curioso que observa la pesca de esas truchas de plateado resplandor, el valor del joven que escala abruptos peñascos para obtener mejores capturas, la aventura de caminar kilómetros por montes y riberas, la relación entre los pescadores, los diferentes aparejos y su preferencia por la técnica de “cebo corrido”.

LOS AIRES EN LA PESCA

En la imagen, el río Luiña cerca de su desembocadura en el río Narcea.

«Para obtener resultados pescando con caña, además de saber pescar, hay que saber muchas cosas más y una de ellas, digamos que la principal, son los aires. No hay más que un aire que vale, es el que sopla en dirección contraria al sentido del río de forma suave, los pescadores lo conocen como el aire del norte y para más orientación la referencia que hay que tomar la dan los árboles de la orilla del río, las copas de los árboles se inclinan hacia arriba y las hojas se vuelven ligeramente al revés. Este será un buen día de pesca sea cual sea la modalidad que se emplee. Hay otros dos aires que también valen, pero menos». Del libro «Recuerdos de un pescador de caña de Cangas del Narcea», de Benito Corolo, editado por el Tous pa Tous.

CÓMO EMPECE A PESCAR

En la imagen, Benito Corolo después de ganar el Campeonato Nacional de Pesca de Reo, Cornellana, 29 de julio de 1984.

«Al haber nacido en el seno de una familia de pescadores para mí todo fue fácil, sin darme cuenta fui aprendiendo al escuchar las conversaciones durante la cena todos los días. Recuerdo que a veces discutían entre ellos, de manera que no se ponían de acuerdo y voy a dar un ejemplo, además del ya citado acerca de las preferencias por el tipo de mosca: para mi padre lo mejor era pescar de Cangas hacia arriba, porque las truchas se vendían mejor y para asegurar el día lo mejor el río del Coto, río muy «voluntario», es decir, generoso en peces; mi tío Pepe prefería pescar de La Regla a Cangas; mi tío Paco prefería pescar de Cangas hacia abajo porque las truchas acudían más al peso, decía que valía más una trucha de Tebongo que tres del río del Coto. Así que con este currículum pronto aprendí que en la pesca casi todo era variable y que cada pescador tenía sus preferencias». Del libro de Benito Corolo «Recuerdos de un pescador de caña de Cangas del Narcea (Asturias)», editado por el Tous pa Tous.

El libro está a la venta en la Librería Treito, de Cangas del Narcea. Su precio: 15 euros. Puede pedirse a esta librería desde cualquier parte de España.


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Las capillas, una ruta por montañas de Cangas del Narcea

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Entrambasaguas, Cangas del Narcea. Iglesia de la Virgen del Carmen.

Es posible que cada etapa de la vida de una persona quede definida por las preferencias que se van teniendo en cada momento de la misma, me explicaré: cuando uno es joven en la plenitud de la vida, lo que nos llena el espíritu, es el jaleo, la fiesta, el asfalto, la ciudad, las grandes concentraciones sociales… Recuerdo en tiempos de estudiante que si alguien me proponía escoger entre salir de fiesta por los chiringuitos de la zona antigua de Oviedo o una bonita ruta de montaña por los Picos de Europa, evidentemente esta segunda proposición me parecería absurda e indecente. Un montón de años encima, que me acercan al medio siglo, hace que pase a otra etapa de la vida y los términos se invierten, ahora la primera proposición no tiene sentido y por supuesto valoro infinitamente más lo que me aporta la ruta de montaña por los Picos de Europa.

Queda muy pijo añadir aquello de que es la vuelta al origen, a la naturaleza…, pero una cosa es cierta, estas preferencias totalmente contradictorias marcan dos etapas diferentes de la vida. Me imagino que la siguiente etapa que me espera será tomar un cafetito corto de café y pasear tranquilamente con algo de artrosis por las calles de Cangas.

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Casa de Ibo en el barrio de Entrambasaguas

Bien, como aún estoy en la segunda etapa, la de los cincuentones, todavía tengo fuerzas para disfrutar de lo que mas me gusta y es andar por nuestras montañas; fotografiaré y describiré lo que veo y espero que guste a quien lo lea o al menos le entretenga.

En este primer recorrido me llevaré como compañero a mi perro Boby que como no es buen conversador me permite concentrarme mejor en el camino, describiré lo que voy viendo y añadiré anécdotas e historias propias y de otros, que antes que yo ya escribieron sobre los lugares que voy visitando a ambos lados de la montaña.

La ruta que toca hoy es la más cercana a Cangas y es la denominada ruta de las capillas. Esta ruta va desde Cangas del Narcea por toda la Sierra del Pando, hasta la ermita de la Magdalena en Trasmonte de Arriba. Toda la ruta trascurre por el camino denominado la Carrilona que va por todo lo alto de la Sierra del Pando comunicando los pueblos que cuelgan de sus vertientes hacia el río Naviego y hacia el río Narcea. Antiguamente todos los pueblos de la sierra bajaban su ganado a las ferias de Cangas por este camino.

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Barrios de Santa Catalina y San Tirso

Inicio la ruta en Cangas del Narcea, atravesando el puente de piedra, pasando al lado de la iglesia de la Virgen del Carmen junto al «prao del molín». Todo este entorno es el escenario básico de la monumental fiesta del Carmen que Cangas celebra el 16 de julio. Sigo caminando dirección al barrio del Cascarín desde donde giro sobre mis pasos y veo una hermosa vista de Cangas con la unión de los dos ríos en el barrio de Entrambasaguas donde el río Narcea y el río Luiña se unen bajo el ya citado puente de piedra. Destaca como dato curioso, que Entrambasaguas, fue parroquia independiente del resto de la villa de Cangas hasta 1892. La iglesia de la Virgen del Carmen era la referencia de este barrio que durante siglos fue coto señorial del poderoso Monasterio de Corias; se conserva parte de su trazado medieval, el puente, conocido como «romano», pero de tradición medieval, fue reedificado en 1687, según señala una inscripción.

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Panorámica de Cangas del Narcea

Sigo subiendo dejando detrás de mí el Cascarín y empiezo a ver por mi izquierda el pueblo de Llamas y el barrio de Santa Catalina. En este punto empiezo a dejar el bullicio de Cangas y ya la voz de la soledad me acompaña confundida con la vaga niebla del amanecer; este toque mágico solo es alterado de cuando en cuando por el ladrido de Boby para demostrarme lo contento que está por sacarlo de casa.

Mi primera parada la hago en el denominado Teso del Viso, desde donde fotografío una bonita panorámica de Cangas. A partir de aquí la villa ya se esconde y como horizonte tengo la subida hacia la primera capilla de la ruta que es la de San Antonio. En este tramo del recorrido sale hacia mi derecha el camino que une la Carrilona con el pueblo de Santa Eulalia.

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Valle de Llano y Santa Eulalia de Cueras

Este pueblín aconsejo que se visite una vez finalizada la ruta y no lo digo porque sea mi pueblo, sino porque creo que es un entorno agradable, muy cercano a Cangas y con algunas características propias que lo hacen singular. Es un pequeño núcleo rural de trece vecinos, enclavado en un amplio valle formado por dos terrazas fluviales esculpidas por el río Narcea. Todas las casas tienen hórreos y paneras bien conservadas; destaca el palacio de los Uría, con su llamativa galería .

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‘Souvenirs’ típicos del pueblo de Santa Eulalia de Cueras

El templo parroquial puede catalogarse como perteneciente al Románico rural cangués. Hay noticias de esta iglesia figurando con el nombre de Santa Eulalia de Coires, en las falsas donaciones de 24 de octubre de 912 de Fruela II a la iglesia de Oviedo, recogidas en el Liber Testamentorum de dicha catedral, que mandó hacer el obispo don Pelayo a principios del siglo XII. Allí se incluye, entre otros, el siguiente texto: Similiter super flumen Narceia manasterium Sancte Mariae de Tevongo cum suos términos, et suas deganeas nominatis id est, ecclesiam Sancte Ceciliae en Villare, et ecclesiam Sancte Eulaliae de Coires, et ecclesiam Sancte Iuliani de Adrales ab omni integritate… La falsedad de esta documentación (J. F. Conde, 1971) sólo garantiza la existencia de los citados templos en la fecha que ésta fue mandada hacer (principios del siglo XII). Esta iglesia es conocida por contener en su interior un crucifijo de transición Románico Gótico del siglo XIII, una de las más interesantes muestras de la imaginería medieval de toda la provincia. Este Cristo formó parte del importante patrimonio que aportó el concejo de Cangas a la muestra de Orígenes celebrada en Oviedo en el año 1993. La pequeña población que componen el pueblo de Santa Eulalia, siempre ha estado abierta a cambios comunitarios importantes; hace años los vecinos afrontaron procesos de comunicación y concentración parcelaria que le dieron un trazado nuevo al pueblo, además también afrontaron la explotación comunitaria de una chacinera artesanal de embutidos denominada “Embutidos Santulaya”.

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Pintoresco paisaje de la Ermita de San Antonio

Bueno veo que me estoy perdiendo hablando del pueblín, así que retomaré la ruta donde la dejé, dirección hacia la primera capilla que es la de San Antonio (670 m); Esta capilla está muy bien conservada y pertenece a la casa de Correo de Sta. Eulalia. Tiene una leyenda de construcción relacionada con los lobos. Se dice que un miembro de esta casa era el correo de los pueblos de esta Sierra del Pando y en pleno invierno cuando volvía de repartir las cartas, se le aparecieron los lobos a la altura de esta ermita, el caballo se asustó y lo tiró al suelo dejándolo a merced de las fieras; por lo visto tuvo tiempo de subirse a un árbol desde donde imploró a San Antonio que si lo salvaba haría allí mismo una ermita. Por lo visto los lobos se cansaron de esperar a que bajara del árbol y se fueron a buscar el almuerzo a otro sitio, este hombre viendo como salvaba su vida fue consecuente con el ofrecimiento y construyó la capilla prometida. La romería de San Antonio se celebra el 13 de junio.

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Pueblos en el contorno de la ermita del Acebo

Sigo subiendo la sierra atravesando pastizales; antiguamente estas lomas estaban todas sembradas de trigo, es posible que debido a esto la denominaran con el nombre de Sierra del Pando (sierra del pan).

Estoy cogiendo altura y llego a la zona denominada como “Peña del Cáscaro” (933 m.) Esta altura ya me permite descubrir vistas más amplias a ambos lados del recorrido, los dos ríos, el Narcea a mi derecha y el Naviego a mi izquierda, imponen su ley al paisaje cincelando los dos valles que me acompañaran en toda la ruta. Hago una pequeña parada y giro sobre el camino andado divisando al fondo en el horizonte, el monasterio de Corias; hacia mi izquierda los pueblos de Santana, Santa Marina, Villar de Adralés, Amago y a mi derecha se ven todos los pueblos de la sierra del Acebo incluida la ermita del Acebo; este santuario de devociones profundas me mira con varios siglos de historia y me acompañará en gran parte del camino restante. (Ver: Por la Asturias de Occidente: El Acebo (1916)).

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Ermita de San Pelayo, Combarro

Sigo caminando y llego a la ermita de San Pelayo (993 m.). Esta ermita está construida al lado del camino principal en un pastizal que pertenece a la casa de Xuan Menéndez de Combarro. Está situada en un hermoso paraje desde donde se pueden divisar estupendas vistas hacia el río del Coto, Cibuyo, Otás y a la sierra del Acebo. La romería se celebra el 18 de Agosto.

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Romería en la ermita de San Pelayo

Continúo la ruta y a pocos metros de la ermita de San Pelayo, me desvío apartándome de la ruta principal por un camino que parte hacia la izquierda. Este camino me lleva hasta la ermita de San Cipriano (990 m.).

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Ermita de San Cipriano, Villategil

Esta capilla pertenece al pueblo de Villategil y la fiesta en honor a este santo se celebra el primer sábado de septiembre. Saco algunas fotografías a la capilla y sigo el camino bordeando el pastizal de Villategil para acceder a unas estupendas vistas de Moral, Limés, Cangas y la Sierra del Acebo.

Vuelvo sobre mis pasos y me incorporo de nuevo a la Carrilona para seguir la ruta original hacia la siguiente ermita. Recorro un paisaje ondulado, por el pico de la sierra dejando a ambas vertientes las vegas formadas por los ríos Narcea y Naviego.

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Perfil de la ruta visto desde el río Narcea

Estos dos ríos trucheros transcurren entre pequeñas poblaciones de casas de piedra y tejados de losa; cada una de estas casas tiene nombre y personalidad propia que las identifica, casa el Coxu, casa Gaitero, etc. Estos nombres la mayoría de las veces no coinciden en nada con los de los dueños que las habitan, ya que permanecen inalterables en el tiempo, durante generaciones, esto en parte es debido al sistema de herencia que desde tiempos ancestrales permitía seguir teniendo la propiedad al denominado Muirazo de la casa; este sistema hereditario consiste en que el primer hijo de la casa hereda de forma indivisible la hacienda, permitiendo trasladar en el tiempo de forma inalterada toda la propiedad.

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Vistas hacia el río del Coto

Hago un alto en el Pico del Cueto (1218 m.) Se trata de una peña que se alza sobre el camino en el límite de los terrenos de Combarro. Desde este punto se amplían las vistas sobre los dos valles: hacia el río Narcea se ven los pueblos de Combarro, Cibuyo, Pládano, Berguño, Otás, pueblos del río del Coto, Abanceña, Escrita…; en los días despejados se puede ver el Puerto del Palo de Pola de Allande y la zona de Tineo; mirando hacia el río de Naviego sigue vigilante la ermita del Acebo y se ven los pueblos de su entorno; hacia el valle se ve Fondos de Villa y los pueblos de la parroquia de Bimeda.

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Vistas hacia Bimeda

Sentado sobre este pico y mirando hacia Bimeda recuerdo algunos datos que Mario Gómez escribió en la antigua revista La Maniega; decía Mario Gómez que este pueblo fue habitado por los romanos, esto lo avalaba el descubrimiento de monedas romanas del siglo IV en el desmonte de la carretera que sube al puerto. También refiere Mario Gómez que en la historia de Bimeda figura como documento interesante una Paulina (Excomunión) publicada en la iglesia parroquial a petición del Señor de Omaña. Estas Paulinas o Excomuniones eran utilizadas por los señores contra los aldeanos que negaban la propiedad de las fincas que llevaban en arriendo. Me parece este un dato muy curioso que pasó en Bimeda en épocas muy lejanas y la describo aquí haciendo un alto en el camino. Dice así:

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Vistas desde la peña del Cuervo

Nos, el licenciado Geronimo Ladron de Guevara, provisor y vicario general de este obispado, hacemos saber a los vecinos moradores, estantes y ausentes de las iglesias de San Pedro de Bimeda en el concejo de Cangas de Tineo, como compareció la parte de D. Ares de Omaña diciendo que no sabe ni puede probar como se le ocultan muchos bienes raíces, por haberlos perdido los papeles y apeos que tenía de su hacienda, ni tampoco sabía de testigos para presentarlos en juicio, y para que los que lo supiesen o parte de ello declare ante el cura, damos la presente, por cuyo temor os amonestamos y mandamos, primero, segundo y tercio de excomunión, que siendo leída y publicada esta nuestra carta en un día, domingo o fiesta en la iglesia parroquial a la misa mayor y como de ella supieredes en cualquier manera de esta faltaseis días siguientes primeros que vos damos y asignamos por tres términos y canonicas moniciones y término perentorio que el derecho que a la persona o personas que así tomasteis lo volváis a restituir sobre el dicho y justo valor y precio, y siendo pasado el dicho término (lo que Dios no permita), ponemos y promulgamos sentencia de excomunión de las tales personas y por tales descomulgadas vos declaramos en estos escritos y por ellos y en caso que en estos seis días primeros siguientes la persona o personas que así lo tomaren o llevaren no lo dieren o restituyeren, como son obligados, mandamos a vos los dichos curas y clérigos, so pena de excomunión,

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Valle del río Narcea desde el pico del Cueto

que en las vuestras iglesias y parroquias diciendo los oficios divinos amonesteis a vuestros feligreses y parroquianos no hablen ni participen con las dichas personas directamente y los alejen y aparten de si como miembros apestados de la religión cristiana. Si por ventura (lo que Dios nuestro Señor no quiera) los sobredichos excomulgados, dentro de otros seis días, no haciendo la restitución se dejaren estar con gran peligro de sus animas como miembros del demonio, mandamos a vos dichos curas y clérigos que en vuestras iglesias, repicando las campanas, matando las candelas en agua bendita, digáis asi: malditos sean de Dios y de Santa María, de San Pedro y de San Pablo y de todos los santos y santas de la Corte del Cielo. Maldito sea el pan y el vino y el agua y todas las viandas y frutos que comieren y bebieren y la lumbre y la leña con que lo guisaren. Huerfanos se vean sus hijos y viudas sean sus mujeres y vengan sobre ellos todas las plagas y maldiciones que estan escritas en el salmo Deus lauden meam metacueris. Sumidos sean sobre la faz de la tierra como Sodoma, Gomorra, Datan y Arinon, y así como se mataron estas candelas, así sean muertas sus ánimas. Solo a Judas el traidor respondan todos los presentes amen.

Dice el cura de Bimeda, don José Flores, que, consecuente con la orden, dio cumplimiento el 20 de agosto de 1684 y que ante las terribles amenazas, no fue del todo malo el resultado, pues se le presentaron algunos vecinos diciendo que habían oído a otros que algunos bienes de Piñera, Bimeda, Valdefuentes, Villar de Bimeda pagaban renta a la casa de Omaña y hubo vecinos que entregaron algunos bienes que llevaban, aunque algunos de ellos no se amedrentaron y sostuvieron que los bienes eran suyos y muy suyos.
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Ermita de San Gervasio, braña de Rozadiella, Folguerajú

Tras este descanso sigo el camino y diviso la ermita de San Gervasio (1.282 m.). Esta ermita está situada en la denominada braña de Rozadiella perteneciente al pueblo de Folguerajú y cuya romería se celebra el 19 de junio. Desde esta braña observo como se eleva majestuoso en el horizonte el pico Caniellas (1.921 m); este pico ya me sigue de guía acompañándome en lo que me queda de ruta.

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Laguna de La Barraca

Camino arriba llego al punto más alto de la ruta, la peña del Cuervo donde se sitúa un punto geodésico que marca una cota de 1.309 m. En esta zona se aprecia lo que debió ser una labor de reconocimiento minero sobre algún filón probablemente de filoncillos discontinuos de cuarzo con estibina, encajados en terrenos precámbricos. Esta mineralización está constituida básicamente por minerales de antimonio y por lo visto los resultados de la exploración no debieron ser muy prometedores. Desde este punto geodésico cualquier dirección que escoja es buena para agasajar la vista y tranquilizar el corazón. Disfruto de panorámicas donde se mezclan encadenadas montañas y valles misteriosos.

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Paisaje del valle de Naviego

Sigo la ruta y empiezo a descender hacia una zona de pradera donde encuentro la Laguna de la Barraca (1239 m.) A mi derecha me acompañan vistas hacia la Sierra de Peña Ventana y hacia mi izquierda diviso claramente la carretera hacia el puerto de Leitariegos disfrutando de las panorámicas del pico Siero y las cumbres que bordean Genestoso.

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Palacio de Villajur en Regla de Naviego

Mirando hacia el horizonte veo picos agrestes, sierras y montes que sirven de frontera al valle de Naviego. Este valle resalta con el verdor especial que le imprimen sus abundantes praderas, además en esta zona se pueden ver casonas y palacios que son mudos testigos de la historia de esta zona; como la casona de Bimeda de estilo historicista (1884), palacio de los Queipo de Llano en San Pedro de Arbas (s. XVIII ), palacio de Miravalles (s. XIX) y el palacio de Villajur; esta última construcción señorial, está en Regla de Naviego y la veo con total nitided desde la sierra. Me cruzo con un vecino de la zona y me cuenta una historia curiosa sobre este palacio que resumo a continuación. El palacio tiene una parte que fue construida anteriormente a 1900, pero en esta fecha fue ampliado y reformado por Gumersindo Vicente Alonso, que era propietario de la cafetería Lisboa de Madrid.

Iglesia de San Manuel y San Benito de Madrid

Este hombre se casó con la sobrina y única heredera del acaudalado empresario catalán Manuel Caviggioli y su esposa Benita Maurici. Este matrimonio tenía tanto dinero que pagó de su bolsillo la construcción de la iglesia “San Manuel y San Benito”, situada enfrente del Parque del Retiro de Madrid. Murieron sin descendencia y heredó toda la fortuna su sobrina, la mujer de Gumersindo. Me dice mi informante que a partir de este matrimonio de Gumersindo y la rica heredera, el palacio rejuveneció y tuvo una época de gran esplendor, siendo el motor del valle, dando trabajo a la zona en los tiempos de escasez.

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Vacas de la raza asturiana de los valles en La Carrilona

Sigo mi camino dirección a la Magdalena y en el horizonte veo las cumbres más emblemáticas de la zona, veo el pico de Caniellas o Caniechas (1.921 m.) y el Cueto de Arbas (2.007 m.), diviso claramente el valle de Naviego y la carretera que sube al puerto de Leitariegos. Se cuenta que esta comunicación fue de origen romano y que sirvió para sacar el oro del occidente astur hacia Astorga.

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Vistas a los ríos Narcea y Muniellos

Dejo de llanear y el camino empieza a subir y a girar levemente hacia el este, adaptándose a la orografía de la sierra y al valle de Naviego. Mientras tanto el valle del Narcea se aleja de mi vista. Adentrándose por Posada de Rengos aparece el río Muniellos, afluente del Narcea, marcando el valle que conduce a Moal. En este punto de la ruta veo la exuberante vegetación de la reserva natural de Muniellos, este bosque espeso de robledales se hace inacabable a la vista y esta coronado por montañas que la mayoría de las veces son barridas por abundante niebla dándole un toque singular. (Ver: Cuando Muniellos era un aserradero).También veo en Vega de Rengos las huellas que deja la minería del oro negro que se esconde en el sinclinal carbonífero de Rengos.

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Visita del grupo de montaña Piélago a la ermita de San Luis del Monte

Antes de llegar a la laguna de Caldevilla de Rengos me desvío de la ruta por una pista que parte hacia la derecha para visitar la ermita de San Luis del Monte o San Chuis; esta ermita está situada en la zona denominada “El Navarín”. La romería se celebra la segunda quincena de agosto. Visitando esta ermita, de nuevo recuerdo un relato de Mario Gómez en la antigua revista La Maniega, donde describía los milagros que se le atribuían a este lugar y el siguiente proceso que desenmascaró la falsedad de dichos portentos. Por lo visto antiguamente la fiesta era el 19 de agosto y durante la misa brotaban flores entre las piedras de la pared y los resquicios de las puertas. Cuando la misa terminaba, las flores se marchitaban, se recogían y se utilizaban para curar todas las enfermedades. Este hecho milagroso tuvo gran repercusión en la época y fue conocido dentro y fuera de Asturias. Historiadores como Wadingo y Gonzalez Davila atestiguan el milagro; también lo ponderaba un cronista en un capítulo de la orden Franciscana, celebrado en Toledo en el año 1682. De tal manera corrió la fama del portento que como tal lo aceptó el papa Clemente VIII. Con tanta propaganda San Chuis empezó a ser un centro importante de peregrinos con el consiguiente beneficio económico para la zona. Debió de ser especialidad milagrosa de este santuario la curación de los males de oído, pues venían los enfermos de estas dolencias a hurgarse los oídos con un punzón asqueroso, portador de los poderes del Santo.

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Laguna de Caldevilla de Rengos

Los curas de Vega de Rengos, Larna, Posada y Gedrez tenían misas de a duro todo el año y esto era muy extraordinario, pues lo normal es que estas fueran de a real. Los aldeanos de Rengos hacían un gran negocio exportando fuera de Cangas unas bolsas llenas de flores procedentes del milagro de la ermita. Así las cosas y cuando esta ermita prometía ser algo así como Lourdes, un enconado y envidioso fraile Benedictino desmintió los milagros de San Chuis, consiguió el fraile en agosto de 1744 demostrar el fraude de dicho milagro ante escogidos jueces y notarios que nombro el obispo; este día, con los jueces y notarios presentes, no brotaron flores durante la misa y se acabó el negocio para la zona. A partir de este día la ermita de San Chuis empezó a perder prestigio de forma exponencial hasta quedar totalmente olvidada.

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Ermita de la Magdalena, Trasmonte de Arriba

Tras la visita a San Chuis, vuelvo sobre mis pasos subiendo dirección a la Carrilona y sigo la ruta hacia la última ermita. Paso al lado de la laguna de Caldevilla y ya no pierdo de vista el pico Caniellas, bordeo una zona de acebos (xardones) y doy vista a los pastizales de Trasmonte de Arriba. Aquí el camino empieza a descender hacia la pradera donde está situada la ermita de la Magdalena (1.141 m). Por fin llego a la última capilla de la sierra y merece la pena relajarse en esta zona pues el entorno está muy cuidado y dispone de una buena fuente. Al fondo se alza el pico Caniellas (1.921 m.), detrás de este pico esta el mítico hayedo de Monasterio de Hermo, donde nace el río Narcea. Este bosque le da una connotación particular al paisaje, sobre todo en otoño, creando colores especiales de las ramas cuando juegan con los rayos del sol, a la vez la hojarasca crea una alfombra en el suelo que tapa las huellas de los osos y los urogallos que pueblan esta mítica zona.

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Hayedo de Monasterio de Hermo

Volviendo a la ermita de la Magdalena, añadir que pertenece al pueblo de Trasmonte de Arriba, la romería de esta capilla se celebra el 22 de julio y hay un canto típico este día en honor de la santa que es el canto del ramu.

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Ruta de las ermitas o capillas en bicicleta

Esta ruta de las capillas se puede hacer desde Cangas a Trasmonte y al revés, las dos opciones necesitan de un amigo que nos comunique en coche; también es una ruta muy buena para hacerla en bicicleta ya que las pendientes son suaves. Yo como subo solo con mi perro Boby, no me queda más remedio que volver hacia Cangas desandando el camino. Me oriento hacia el norte dirección a Cangas y es todo bajada. Si antes me guiaban y me orientaban picos como el Caniellas y el Cueto de Arbas, ahora en la bajada las montañas pierden su protagonismo y dejan paso a picos de menor entidad. Bajando veo otras zonas que me pasaron desapercibidas en la subida, veo como el río Naviego se une al río Cibea en la zona de Las Mestas para formar el rio Luiña, que serpentea por la zona de Limés hasta unirse al Narcea en la villa de Cangas. Desde aquí ya parte solo el Narcea engrandecido por la suma de caudales, dirigiéndose hacia el Cantábrico, dejando atrás el furor de su corriente en las zonas altas y serenándose buscando terrenos más tranquilos en las zonas llanas de Pravia, junto al rio Nalón.

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Vistas desde el pico Caniellas

Para finalizar añadiré que quien haga esta ruta conseguirá tranquilizar el alma, elevará el espíritu y conseguirá restablecer el equilibrio interno del cuerpo; bueno esto puede ser un poco exagerado, dejémoslo en que eliminará toxinas y disfrutará de un paseo y unas vistas inmejorables.

ITINERARIO: Cangas del Narcea-Pico del Cuervo- Laguna de Caldevilla- Trasmonte.
DISTANCIA: 18 Km.
DURACION: 5h.

DIFICULTAD: Baja. (Ruta con pendientes muy suaves, para todos los públicos).


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Breve historia del molinero y el ‘bollu preñáu’ de Cangas del Narcea

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Molino de Veigapope

Si nos adentramos en los valles y riberas de nuestro concejo, vemos que todos tienen algo en común, en todos se escucha el agradable murmullo que produce el agua de algún río que tintinea al trascurrir nerviosa entre las piedras del cauce. Este agua riega las vegas haciéndolas ricas y fértiles, además de darles frescura y verdor. El color verde de estas vegas genera un contraste evidente en los meses de verano, entre el valle y las zonas altas circundantes que están totalmente secas y muestran un color más apagado.

Estos ríos se van escondiendo a medida que avanzamos hacia su guarida, celosos de su intimidad, y en su nacimiento solo dejan ver un pequeño reguero rodeado de una espesa vegetación; un ejemplo lo tenemos en el nacimiento del Narcea en Monasterio de Hermo.

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Molino en Sestorraso

Si uno es observador, también se da cuenta que siguiendo estas riberas, de cuando en cuando, nos asaltan grandes y pequeños molinos de agua. La mayoría de las veces están totalmente desvencijados y abandonados, aunque con sorpresa se ven algunos muy bien conservados. Estos molinos están unidos irremediablemente al río, al sonido del agua, a las peñas tapizadas de musgo, a los árboles de ribera y a los tonos verdes de la hierba regada de los prados. La primera sensación que experimentamos cuando divisamos uno de estos molinos, es que tenemos un encuentro mítico con un mini paisaje, donde los sonidos indescifrables del río nos llevan a creer que realmente existen en estas zonas seres misteriosos y mitológicos, como el Trasgu que se esconde debajo del molino y cambia de sitio objetos y piezas relacionadas con la molienda.

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Piedra francesa, molino de casa Queipo de Monasterio del Couto

Esta proliferación de ingenios hidráulicos es una muestra de la gran importancia que tuvieron en un pasado no muy lejano, ya que algún molino todavía funciona en la actualidad.

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Estacada del molino de Fariñas con una escala salmonera para comunicar la parte inferior y superior del río

Antiguamente, este concejo no se caracterizaba precisamente por estar bien comunicado con la Meseta ni con el centro de la región; esto provocó que durante muchos años fuera difícil el intercambio de productos y el comercio con otros centros de producción, lo que obligó a nuestros antepasados a tener que ingeniárselas para autoabastecerse. Las zonas rurales normalmente cerraban el círculo de sus necesidades produciendo todo lo que necesitaban en la unidad familiar; producían y elaboraban su propia carne, patatas, verdura, vestidos hechos con lana de oveja, herramientas fabricadas con madera de la zona y, como producto base y estrella, sembraban su propio trigo. Pero este último producto no bastaba solo con sembrarlo y recogerlo, ya que para poder elaborarlo en forma de pan, bollu preñáu, frixuelo y otros artículos de consumo, era necesario pasarlo por un proceso intermedio, que es la molienda para convertir el grano en harina (farina).

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Presa y pozo del ‘molín’ de casa Queipo de Monasterio del Couto. La construcción anexa era la minicentral hidroeléctrica del pueblo.

Para moler este trigo era necesario tener molinos en cada zona del concejo y esto explica que haya tantos ingenios hidráulicos al lado de nuestros ríos y regueiros. Para hacer funcionar estos artefactos era imprescindible tener un profesional que conociera perfectamente todo el sistema mecánico e hidráulico del molino; este antiguo profesional era el molinero.

Para escribir este artículo me acompañaré de este personaje, quien me llevará a descubrir todo el proceso que rodeaba su trabajo y la parte humana que lo acompañaba.

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Antiguo molino de uso particular en el río de Corros

Los molinos en Asturias no los mueve el viento, como aquellos que atacaron a nuestro loco y entrañable Don Quijote de la Mancha; los de Asturias los mueve el agua. El funcionamiento del sistema se basa en almacenar una cantidad de agua a una determinada altura respecto de la turbina del molino; esta altura suele ser de dos o tres metros. Esto permite disponer de una energía potencial que se trasformará en energía cinética y mecánica en la parte baja del molino.

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Molino de Agüera de Castanéu. Carro excéntrico para mover la pinera o ‘peneira’

La situación del molino es casi siempre la misma, cerca del río, a cotas superiores se hace una estacada o banzáu para retener y dirigir el agua hacia una presa que la conduce hacia el pozo de acumulación, situado junto al molino. Este pozo tiene dos finalidades, la primera y fundamental es crear una diferencia de altura entre el pozo y la zona baja del molino donde va situado el rodezno, una rueda horizontal que gira impulsada por la energía cinética que le transmite el agua, produciendo un momento de fuerza que hace girar los elementos mecánicos del molino. La segunda finalidad del pozo es acumular agua suficiente para que cuando se soliciten caudales importantes para moler, el molino no se quede sin agua.

El agua incide con cierta presión y velocidad sobre los canjilones del rodezno situado en la parte inferior del molino. Este agua genera un momento de fuerza que hace girar un eje vertical de madera que está unido a la muela superior (volandera o muela de arriba), que gira sobre otra inferior que permanece estática (muela de abajo o barranco); entre estas dos muelas se hace pasar el cereal para triturarlo y convertirlo en harina.

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Parte inferior del ojo del molino o infierno

En general, los molinos ofrecen una estampa de gran belleza, pues siempre están construidos en un entorno donde los árboles de ribera se mezclan con los agradables sonidos del agua; además, estas construcciones poseen una arquitectura poco agresiva con el medio, ya que el molino consta generalmente de dos plantas de dimensiones bastante reducidas. En la segunda planta están todos los utensilios de la molienda con un pequeño almacén y en la planta inferior es donde se produce todo el proceso hidráulico. Esta planta inferior se reconoce muy bien, ya que le da personalidad al molino con los típicos arcos de piedra; se la denomina como los ojos del molino o el infierno.

Los molinos pueden ser de una muela para uso particular o de varias muelas para moler el trigo de otros vecinos a cambio de una compensación económica o en especie, la maquila. Este último molino se convertía en una pequeña y próspera industria familiar, ya que la afluencia de clientes era muy grande porque todos los vecinos tenían que hacer el pan cada quince días aproximadamente; además también tenían que moler el maíz y otros cereales para el ganado.

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Picando la muela

Con esta pequeña industria se creó una nueva profesión artesana, la de molinero. Las tareas más frecuentes de éste eran limpiar periódicamente la presa que comunica el molino con la estacada del río, reparar las fugas de agua, mantenimiento de todos los elementos mecánicos del molino, engrase de cojinetes, picado de las muelas… El picado de las muelas era un trabajo de gran precisión para el que se requería mucha experiencia, pues de él dependía el buen resultado de la molienda. Otros trabajos son los siguientes: arrancar el molino; cargar la tolva o muxega con el grano; regular bien la velocidad de la muela actuando sobre el caudal de agua; conocer exactamente la aproximación que deben de tener las muelas para hacer una harina fina o más gruesa, etc.

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Herramientas de widia (wie diamant) para picar la muela

Aunque el molino en su conjunto parece una máquina simple y sencilla, tiene, como todas las cosas mecánicas, secretos fundamentales que hay que conocer tanto en su construcción como en su explotación, para que el resultado final sea un producto de calidad. La construcción del molino debe ser meticulosa y perfecta, las muelas deben estar bien picadas y equilibradas, el molinero debe tener experiencia y conocer los pequeños detalles para conseguir moler con éxito.

Hasta ahora hemos descrito al molino y al molinero de una forma técnica y objetiva, pero en la tradición popular queda abundante constancia de testimonios donde se describen de otra forma más entretenida.

Los molinos eran lugares en los que se concentraba la gente esperando la molienda de su grano,

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Estacada o ‘banzao’ del molino de Agüera de Castanéu

esto permitía comunicarse entre los pueblos vecinos que se contaban los chismes del momento; además, los mozos y las mozas utilizaban el viaje al molino para cortejar fuera del control de sus padres. Al estar situados en lugares escondidos y agazapados en las orillas fluviales, los molinos se convertían en objeto de murmuraciones y rumores sobre amoríos y otros tejemanejes más pecaminosos. Hay muchos dichos y canciones populares sobre esto:

Los molinos no son casas,
porque están por los regueros,
son cuartitos retirados
para los mozos solteros.
 
Si vienes a mi molino
solita te moleré,
si vienes a mi molino
yo no te maquilaré.
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Moderna turbina con dos salidas de agua del molino de Monasterio del Coto

Estas libertades del molino fueron mal vistas y criticadas por algún clérigo de la época, como Fray Toribio de Pumarada y Toyos (raro para los clérigos), natural de La Riera de Colunga, que en 1712 amenazaba con frases como: ir a dormir al molino, es como ir a la casa del diablo.

El molinero en la tradición popular no sale mejor parado que el molino, ya sea por envidia o por cachondeo, siempre se le consideraba de dudosa reputación a la hora de «maquilar» (cantidad cobrada en especie de cereal). El molinero solía conseguir unos ingresos considerables para la época y evidentemente, en tiempos de poca abundancia, en el único sitio donde no faltaba el pan era en casa del molinero. Esto provocaba la tendencia a pensar que la riqueza del molinero provenía de coger más grano del que le correspondía por la molienda.

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Pozo y presa del molino de Vegapope

El cancionero popular está lleno de cantares y dichos que confirman esta dudosa reputación del molinero:

La molinera trae corales
y el molinero corbatín,
no sé como da pa tanto
la tarabica del molín
 
Gasta la molinera ricos pendientes
del trigo que maquila a los clientes.
 
Cambiarás de molinero pero no de ladrón
 
Una clienta vio al molinero cambiar las ventanas del molino y le hizo la siguiente pregunta:
– Molineiro ¿para qué pones las ventanas, para que no entren los ladrones de afuera o para que no salgan los que hay dentro?.
 
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Pinera manual y pinera de molino

La verdad es que algo habría de cierto, ya que siguiendo con el refranero: cuando el río suena agua lleva… Pero los que conocimos a molineros de la zona podemos decir que lo que ganaban lo tenían bien merecido, ya que estaban de sol a sol moliendo, incluidos sábados y domingos; siempre estaban cubiertos de polvo de harina, que además respiraban provocándoles problemas pulmonares. Por otro lado, al estar constantemente en contacto con el agua, la humedad y el frío de las heladas les producían bastantes enfermedades reumáticas.

Hoy, el oficio de molinero está desapareciendo, pero todavía queda alguno en activo que lo presentaré al final de este artículo.

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Tolva o ‘muxega’ del molino de Veigapope, se puede ver la medida de volumen denominada ‘la cuarta’ es el cajón de madera que esta encima de la muela.

A continuación haré un breve recorrido por el proceso entero del trigo y sus productos, desde la siembra hasta el horno. Para desgranar como era este proceso, desde el cultivo hasta el horneado del pan, me dejaré asesorar por las mejores especialistas que hay en la materia, ya que lo vivieron en primera persona, y son esas abuelas que aún tenemos por los pueblos y que todavía poseen una mente muy brillante. No puedo anotar tantos detalles como me describen, pues si lo hiciera no haría un artículo, haría un libro; por lo tanto, simplificaré lo que me cuentan y lo escribiré con sus palabras de asturiano occidental o asturiano de Cangas, es decir, con asturiano d’aiquí.

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Presa del molino de Fariñas en el río Luiña.

El trigo (Triticum) constituyó la variedad de cereal más apreciado a lo largo de la Edad Media. Mal adaptado al clima de nuestra región, no llegó a alcanzar en esa época la importancia que tuvo la escanda. A partir del siglo XIII aparece sembrado en tierras dispersas en localidades del concejo de Cangas del Narcea: Rubial, Llamera, Carballo y Agüera. En los siglos siguientes su cultivo ya se generaliza por toda la zona.

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Segando el trigo

El trigo posee muchas variedades. Preguntando que variedades se sembraban en la zona, nadie me sabe contestar con rigor cuales eran, pero sí me las describen con el nombre popular con que eran reconocidas. Esencialmente había tres tipos de trigo con diferentes características: el primer tipo lo denominaban trigo «grande”, tenía el grano grande y solo se conseguía en las mejores tierras del pueblo; la harina que producía tenía un color muy blanco y se utilizaba para hacer muy buen pan; este trigo es posible que fuera el denominado Triticum Paledor. Otra variedad era el trigo “pequeno”, este también necesitaba sembrarse en las mejores tierras, la harina que salía de este trigo era la de mejor calidad y se reservaba para hacer productos muy finos, como los frixuelos y los dulces. El peor trigo lo denominaban parrucu y era el de peor calidad, teniendo que ser mezclado con el “grande” para conseguir un pan decente. El trigo parrucu provenía de las chombas de los montes del pueblo. Estas chombas eran trabajadas de forma diferente a las demás tierras de labor.

En los montes mancomunados de los pueblos se marcaba una proporción de terreno para cada vecino que lo denominaban chomba, que era cavada a mano con una azada (xadón); este trabajo se denominaba cavar borrones. Posteriormente, por el verano, todo el rastrojo del monte cavado se amontonaba y se prendía fuego en pequeños montones (borrón o borrones). Se sembraba el trigo dos años en estas zonas y después se dejaba descansar el terreno varios años.  A este sistema de agricultura se le llama barbecho, por eso estas zonas de monte eran conocidas como barbeitos. El trigo que salía del monte era de menor calidad, ya que crecía junto a otras hierbas que competían por los nutrientes del suelo, y esto hacía que el trigo fuera más pequeño, duro y sucio; este trigo del monte era el mencionado anteriormente como parrucu.

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Mayando a mano con ‘manales’ en El Fuejo, Cangas del Narcea, 1927. En la imagen se ven las ‘facinas’ de centeno y de trigo. Fotografía de Fritz Krüger. Col. Museo del Pueblo de Asturias

Bien, ya tenemos los tipos de trigo y de tierra, ya podemos pasar a sembrar. La siembra se hacía en el mes de noviembre y la siega se hacía en agosto. La siega se realizaba a mano, necesitando mucha mano de obra. Una vez más nos encontramos con una actividad agraria que une a los vecinos para ayudarse de forma colectiva; la siega, el acarreo del trigo a la era y la mayada se hacían juntando esfuerzos entre todos los vecinos.

La siega del trigo se hacía a mano haciendo pequeños montones (gabiechas); estos montones se ataban formando los manoyos, y estos manoyos se juntaban haciendo los típicos montones de trigo que había en las tierras, los llamaban medas. Después de secar el trigo unos días en la tierra se acarreaba a las eras de la casa, disponiéndolo en montones de forma triangular que se llamaban facinas; éstas se ven en algunas fotografías antiguas de mayadas. Las eras de trigo marcaban la riqueza de la casa, pues la casa que tenía muchas facinas en la era dejaba claro que disponía de mucha tierra y de mucho pan, por lo tanto era una casa pudiente.

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Mañores (Tineo), 1927.’Facinas’ de trigo en la era. Fotografía de Fritz Krüger. Col. Museo del Pueblo de Asturias.

Cuando el trigo estaba en todas las eras del pueblo se procedía a mayarlo. Esta operación consiste en separar el grano de la paja, generando dos productos: el grano se lleva al hórreo o la panera y con la paja se haci un nuevo montón que se llamaba colmeiro.

La mayada era una fiesta, todos los vecinos participaban de casa en casa, y como es natural en los intermedios y en las comidas no faltaban el jolgorio y buen humor; a esto último ayudaba bastante el que corriera de mano en mano abundantemente el vino de Cangas. (Ver: Una mayada en Rañeces en 1945)

Estando el trigo ya en la panera, el proceso sigue su curso bajando a moler el trigo al molino. Se bajaba cada quince días aproximadamente. El trigo iba metido en un recipiente especial, hecho de piel de oveja, que se denominaba fueche, con capacidad para unos 35 a 40 Kg.

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Mayando a máquina

Al molinero se le pagaba con dinero o en especie, la maquila. Ésta, como ya expliqué, consistía en coger una proporción del grano de trigo que se molía. Cada molinero tenía su norma en la cantidad a maquilar; la competencia hacía que el molinero fuera prudente y no cogiera demasiado porcentaje.

Lo que me siguen contando estas abuelas es la parte más agradable de todo el proceso y, por supuesto, es la merecida recompensa a tanto esfuerzo. Con el trigo molido en casa se procedía a hacer el pan y el bollo preñao, hacer la fornada. El día anterior al amasado se ponía la levadura, mezclada con harina y agua templada en un recipiente (fader el furmiento). Esta mezcla se deja toda la noche para que reaccionen los microorganismos unicelulares de la levadura (cheldar). La levadura no se compraba, se dejaba un poco de masa del horneado anterior y se tenía siempre en casa en un recipiente con sal por encima y tapado con una berza. Preguntando para que se ponía la berza no me dan una explicación muy científica.

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Moviendo la ‘fornada’ con el ‘rodabiel’ en un antiguo ‘forno’ de Bustelo

Al día siguiente se mezcla este furmiento con toda la masa de harina, agua y sal; se va amasando la fornada que se va a hacer y se deja cheldando, es decir, un tiempo tapada para que el CO2 que producen los hongos de la levadura hagan hinchar esta masa, creando los típicos ojos en la miga del pan. Después se corta esta masa en porciones que serán las futuras fogazas.

Lo que sigue es fácil de adivinar, se enciende el forno con leña. Cuando éste está bien caliente se sacan todas las cenizas con una escoba (el bascayo) que estaba hecha de xiniesta. A continuación se metían las fogazas en el forno con dos instrumentos de madera que son la pala y el rodabiel. Estas herramientas también tenían otras funciones, pues había la creencia, poco justificada, de que en los días de tormenta se debía poner en la era de la casa el rodabiel y la pala de madera haciendo una cruz para que alejaran los relámpagos de la casa. Si Benjamín Franklin supiera esto no se molestaría en hacer tantas tonterías para descubrir el pararrayos.

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Horneando las ‘fogazas’ y el bollo

Volviendo al tema, lo mejor de este día de fornada era hacer el bollu preñáu, preñáu del mejor colesterol de la zona, buen chorizo, buen tocino, etc. Desde luego todo este esfuerzo merecía la pena, se conseguía un pan de verdad, sin nada de esos polvitos mágicos que ahora se echan en todos los procesos industriales, además se comía un bollo preñao que nos hacía acercarnos un poco más hacia la muerte en forma de colesterol, pero ¿qué es la vida sin un poco de riesgo?

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Hogazas de pan de verdad (sin polvitos mágicos industriales)

A estas alturas del artículo es cuando me doy cuenta de la cantidad de trabajo, de medios, de profesionales y mano de obra que hacían falta para poder comer un buen pan, un buen bollo preñao o unos frixuelos. Yo recuerdo que aquel pan tenia la corteza y la miga de diferente color que el pan industrial que comemos hoy. Cada fornada de pan eran quince fogazas que duraban quince días; el último día el pan estaba perfecto para comer y eso que no llevaba ningún conservante, excepto la sal que tenía en la masa. Hoy compras esas barras de pan que te dan al precio de 2 por 1 y si lo dejas para la cena ya es chicle, y, por supuesto, ni se nos ocurre comerlo el día siguiente. Observando esto me asalta una pregunta: «¿realmente eso será pan? o ¿será un invento híbrido creado por algún químico de la Universidad de Oviedo?». Otra pregunta curiosa: «¿por qué hoy tenemos tantos celíacos, tanta intolerancia al gluten?». ¡Qué mal hizo la ciencia alterando algunos procesos naturales!

Para terminar presentaré algún molino importante del concejo de Cangas del Narcea. Empezaré presentando el que posiblemente fue el mejor molino de la zona, ya que su capacidad y tecnología superaba con creces a los demás. Este molino está en la villa de Cangas en el denominado Prao del Molín, pero su historia aparece en otro artículo de esta web del Tous pa Tous en la que se describe con todo detalle este molino: Historia del molín de la villa de Cangas del Narcea.

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Antonio Fernández Rodríguez enseñando el molino de casa Terrao en Agüera de Castañedo

Otros molinos importantes en la actualidad son el de Agüera de Castanéu, el de Fariñas, el de Monasterio del Couto y el de Veigapope.

El molino de Agüera de Castanéu está situado en la orilla del río Narcea, en el pueblo de su nombre. El edificio es bastante moderno ya que fue reformado hace pocos años. Posee dos piedras de moler francesas y todavía está activo moliendo para clientes de los concejos de Cangas e Ibias. Quien me lo enseña es Jesús Antonio Fernández Rodríguez y quien estaba al frente del molino en los años de esplendor era su suegro: Antonio Menéndez de casa Terrao de Agüera.

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Nilo González García enseñando el molino de Fariñas

Otro molino importante fue el de Fariñas, junto a Cangas y a orillas del río Luiña. Sus clientes eran todos los pueblos de la sierra del Acebo, de Limés y contornos. Este molino y su moderna estacada pueden verse caminando por el Paseo del Vino de Cangas del Narcea. El molino tiene dos muelas francesas y una toma de fuerza para enganchar una aventadora que servía para limpiar de impurezas el trigo. Quien me enseña el molino es Nilo González García, nieto del antiguo molinero Enrique García Tejón; este molinero era hermano del mítico gaitero José García Tejón «Fariñas». Hoy, este molino está parado, pero me dice Nilo que en sus buenos tiempos a su abuelo no le faltaba el trabajo, moliendo doce horas diarias.

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Aventadora para limpiar el trigo que venía de Castilla; molino de Fariñas

El molino dejaba buenos ingresos y de él se podía vivir cómodamente; como anécdota cuenta Nilo que cuando se arregló la estacada del molino se necesitaron siete trabajadores diarios para construirla y lo que recaudaba diariamente el molino era suficiente para pagar a estos siete jornales.

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Manuel Blanco ,de Casa Queipo de Monasterio del Coto, frente al molino de su propiedad

El molino de Monasterio del Couto está enclavado en un paraje espectacular al lado del río del Couto. En la actualidad este molino está inactivo. Quien me lo presenta es Manuel Blanco de casa Queipo de Monasterio, que en su día fue molinero como su padre Modesto Blanco. El molino fue construido por su abuelo. Consta de tres piedras, dos francesas y una más blanda del país. Tiene una peculiaridad que lo diferencia de los demás, y es que tiene una turbina moderna con dos salidas de agua para darle más fuerza a la muela. Los clientes de este molino eran los pueblos del Río del Couto, parte del concejo de Ibias, algún comerciante como el almacén del Cuco de la villa de Cangas, etc.

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Interior del molino de Monasterio del Coto

En 1933 el molino fue reformado por el abuelo, Manuel Blanco Uría, y en 1950 el padre, Modesto, molía sin interrupción. Era un gran negocio, había grandes colas de caballos esperando por la fornada; dice Manuel que la entrada del molino parecía una feria. El molinero comía, merendaba y cenaba en el molino y a veces era necesario moler de noche con luz artificial. Coincide este molinero en afirmar que el trigo que se producía aquí era mucho mejor que el que venía de Castilla. La forma de pago era como en los demás molinos, en dinero o, lo más habitual, en especie, la maquila; en este molino se quedaban con un kilogramo por cada diez molidos. Otras medidas habituales eran el choupin como unidad de volumen básico y la cuarta que llevaba cuatro choupines.

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José Martínez Fernández actual molinero de Vegapope

El molino tiene anexo una toma de fuerza para enganchar una mini central eléctrica que producía luz para el pueblo. Daba suficiente para tres bombillas por cada casa y cada bombilla era de 25 watios.

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José Martínez Menéndez anterior molinero de Vegapope

El siguiente molinero es el héroe de estos tiempos, pues esta aún al frente del molino y con gran éxito, ya que mucha gente vuelve a los sabores tradicionales. Este molino está enclavado en el pueblo de Veigapope, en un paraje de gran belleza al lado del río Narcea del que coge su agua y su fuerza. La historia de este molino se pierde en el tiempo. Por él pasaron los diferentes dueños (muirazos) de la casa del Molineiro de Veigapope. Nos dice el molinero actual que tiene escritos donde indican que el molino tiene una antigüedad de varios centenares de años. Este molinero se llama José Martínez Fernández y me comenta que la época de mayor funcionamiento del molino fue la de su padre José Martínez Menéndez.

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Molino de Vegapope moliendo

Los clientes de este molino eran de los pueblos colindantes: la Regla, Cibuyo, Llano, Santa Eulalia, Adralés… El molino consta de tres muelas francesas, una de las cuales funciona en la actualidad a pleno rendimiento. Hoy, muele trigo para la panadería Xiepe de Cangas, para la panadería Pan de Ibias, algún horno de Pola de Allande, particulares de Tineo, Valledor y del concejo de Cangas del Narcea. Comenta la mujer del molinero lo contenta que está escuchando de nuevo el ruido que producen las muelas y el agua al moler, ya que hace unos años este molino también estaba abocado a cerrar definitivamente.

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José Martínez moliendo en el molino de Vegapope

Le pregunto a José por qué en esta zona se utilizó mucho el trigo, mientras que en otros lugares de la región se utilizaba mayoritariamente la variedad de escanda, me dice que posiblemente en tiempos remotos se utilizó también la escanda, pero esta variedad se cambió por el trigo que conocemos debido a que es más productivo; además, la escanda tiene mucha piel, es más difícil de recoger y es más dura de moler.

Es muy agradable acabar este artículo acompañado del último mohicano, del último molinero en activo, de la imagen viva de una saga de profesionales que durante muchos años de historia fueron la clave de nuestra alimentación. El pan de pueblo, los frixuelos y el bollo preñáu no serían nada sin la experta mano del molinero.


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Breve historia del molinero y el ‘bollu preñáu’ de Cangas del Narcea

Molino de Veigapope

Si nos adentramos en los valles y riberas de nuestro concejo, vemos que todos tienen algo en común, en todos se escucha el agradable murmullo que produce el agua de algún río que tintinea al trascurrir nerviosa entre las piedras del cauce. Este agua riega las vegas haciéndolas ricas y fértiles, además de darles frescura y verdor. El color verde de estas vegas genera un contraste evidente en los meses de verano, entre el valle y las zonas altas circundantes que están totalmente secas y muestran un color más apagado.

Estos ríos se van escondiendo a medida que avanzamos hacia su guarida, celosos de su intimidad, y en su nacimiento solo dejan ver un pequeño reguero rodeado de una espesa vegetación; un ejemplo lo tenemos en el nacimiento del Narcea en Monasterio de Hermo.

Molino en Sestorraso

Si uno es observador, también se da cuenta que siguiendo estas riberas, de cuando en cuando, nos asaltan grandes y pequeños molinos de agua. La mayoría de las veces están totalmente desvencijados y abandonados, aunque con sorpresa se ven algunos muy bien conservados. Estos molinos están unidos irremediablemente al río, al sonido del agua, a las peñas tapizadas de musgo, a los árboles de ribera y a los tonos verdes de la hierba regada de los prados. La primera sensación que experimentamos cuando divisamos uno de estos molinos, es que tenemos un encuentro mítico con un mini paisaje, donde los sonidos indescifrables del río nos llevan a creer que realmente existen en estas zonas seres misteriosos y mitológicos, como el Trasgu que se esconde debajo del molino y cambia de sitio objetos y piezas relacionadas con la molienda.

Piedra francesa, molino de casa Queipo de Monasterio del Couto

Esta proliferación de ingenios hidráulicos es una muestra de la gran importancia que tuvieron en un pasado no muy lejano, ya que algún molino todavía funciona en la actualidad.

Estacada del molino de Fariñas con una escala salmonera para comunicar la parte inferior y superior del río

Antiguamente, este concejo no se caracterizaba precisamente por estar bien comunicado con la Meseta ni con el centro de la región; esto provocó que durante muchos años fuera difícil el intercambio de productos y el comercio con otros centros de producción, lo que obligó a nuestros antepasados a tener que ingeniárselas para autoabastecerse. Las zonas rurales normalmente cerraban el círculo de sus necesidades produciendo todo lo que necesitaban en la unidad familiar; producían y elaboraban su propia carne, patatas, verdura, vestidos hechos con lana de oveja, herramientas fabricadas con madera de la zona y, como producto base y estrella, sembraban su propio trigo. Pero este último producto no bastaba solo con sembrarlo y recogerlo, ya que para poder elaborarlo en forma de pan, bollu preñáu, frixuelo y otros artículos de consumo, era necesario pasarlo por un proceso intermedio, que es la molienda para convertir el grano en harina (farina).

Presa y pozo del ‘molín’ de casa Queipo de Monasterio del Couto. La construcción anexa era la minicentral hidroeléctrica del pueblo.

Para moler este trigo era necesario tener molinos en cada zona del concejo y esto explica que haya tantos ingenios hidráulicos al lado de nuestros ríos y regueiros. Para hacer funcionar estos artefactos era imprescindible tener un profesional que conociera perfectamente todo el sistema mecánico e hidráulico del molino; este antiguo profesional era el molinero.

Para escribir este artículo me acompañaré de este personaje, quien me llevará a descubrir todo el proceso que rodeaba su trabajo y la parte humana que lo acompañaba.

Antiguo molino de uso particular en el río de Corros

Los molinos en Asturias no los mueve el viento, como aquellos que atacaron a nuestro loco y entrañable Don Quijote de la Mancha; los de Asturias los mueve el agua. El funcionamiento del sistema se basa en almacenar una cantidad de agua a una determinada altura respecto de la turbina del molino; esta altura suele ser de dos o tres metros. Esto permite disponer de una energía potencial que se trasformará en energía cinética y mecánica en la parte baja del molino.

Molino de Agüera de Castanéu. Carro excéntrico para mover la pinera o ‘peneira’

La situación del molino es casi siempre la misma, cerca del río, a cotas superiores se hace una estacada o banzáu para retener y dirigir el agua hacia una presa que la conduce hacia el pozo de acumulación, situado junto al molino. Este pozo tiene dos finalidades, la primera y fundamental es crear una diferencia de altura entre el pozo y la zona baja del molino donde va situado el rodezno, una rueda horizontal que gira impulsada por la energía cinética que le transmite el agua, produciendo un momento de fuerza que hace girar los elementos mecánicos del molino. La segunda finalidad del pozo es acumular agua suficiente para que cuando se soliciten caudales importantes para moler, el molino no se quede sin agua.

El agua incide con cierta presión y velocidad sobre los canjilones del rodezno situado en la parte inferior del molino. Este agua genera un momento de fuerza que hace girar un eje vertical de madera que está unido a la muela superior (volandera o muela de arriba), que gira sobre otra inferior que permanece estática (muela de abajo o barranco); entre estas dos muelas se hace pasar el cereal para triturarlo y convertirlo en harina.

Parte inferior del ojo del molino o infierno

En general, los molinos ofrecen una estampa de gran belleza, pues siempre están construidos en un entorno donde los árboles de ribera se mezclan con los agradables sonidos del agua; además, estas construcciones poseen una arquitectura poco agresiva con el medio, ya que el molino consta generalmente de dos plantas de dimensiones bastante reducidas. En la segunda planta están todos los utensilios de la molienda con un pequeño almacén y en la planta inferior es donde se produce todo el proceso hidráulico. Esta planta inferior se reconoce muy bien, ya que le da personalidad al molino con los típicos arcos de piedra; se la denomina como los ojos del molino o el infierno.

Los molinos pueden ser de una muela para uso particular o de varias muelas para moler el trigo de otros vecinos a cambio de una compensación económica o en especie, la maquila. Este último molino se convertía en una pequeña y próspera industria familiar, ya que la afluencia de clientes era muy grande porque todos los vecinos tenían que hacer el pan cada quince días aproximadamente; además también tenían que moler el maíz y otros cereales para el ganado.

Picando la muela

Con esta pequeña industria se creó una nueva profesión artesana, la de molinero. Las tareas más frecuentes de éste eran limpiar periódicamente la presa que comunica el molino con la estacada del río, reparar las fugas de agua, mantenimiento de todos los elementos mecánicos del molino, engrase de cojinetes, picado de las muelas… El picado de las muelas era un trabajo de gran precisión para el que se requería mucha experiencia, pues de él dependía el buen resultado de la molienda. Otros trabajos son los siguientes: arrancar el molino; cargar la tolva o muxega con el grano; regular bien la velocidad de la muela actuando sobre el caudal de agua; conocer exactamente la aproximación que deben de tener las muelas para hacer una harina fina o más gruesa, etc.

Herramientas de widia (wie diamant) para picar la muela

Aunque el molino en su conjunto parece una máquina simple y sencilla, tiene, como todas las cosas mecánicas, secretos fundamentales que hay que conocer tanto en su construcción como en su explotación, para que el resultado final sea un producto de calidad. La construcción del molino debe ser meticulosa y perfecta, las muelas deben estar bien picadas y equilibradas, el molinero debe tener experiencia y conocer los pequeños detalles para conseguir moler con éxito.

Hasta ahora hemos descrito al molino y al molinero de una forma técnica y objetiva, pero en la tradición popular queda abundante constancia de testimonios donde se describen de otra forma más entretenida.

Los molinos eran lugares en los que se concentraba la gente esperando la molienda de su grano,

Estacada o ‘banzao’ del molino de Agüera de Castanéu

esto permitía comunicarse entre los pueblos vecinos que se contaban los chismes del momento; además, los mozos y las mozas utilizaban el viaje al molino para cortejar fuera del control de sus padres. Al estar situados en lugares escondidos y agazapados en las orillas fluviales, los molinos se convertían en objeto de murmuraciones y rumores sobre amoríos y otros tejemanejes más pecaminosos. Hay muchos dichos y canciones populares sobre esto:

Los molinos no son casas,
porque están por los regueros,
son cuartitos retirados
para los mozos solteros.
 
Si vienes a mi molino
solita te moleré,
si vienes a mi molino
yo no te maquilaré.

Moderna turbina con dos salidas de agua del molino de Monasterio del Coto

Estas libertades del molino fueron mal vistas y criticadas por algún clérigo de la época, como Fray Toribio de Pumarada y Toyos (raro para los clérigos), natural de La Riera de Colunga, que en 1712 amenazaba con frases como: ir a dormir al molino, es como ir a la casa del diablo.

El molinero en la tradición popular no sale mejor parado que el molino, ya sea por envidia o por cachondeo, siempre se le consideraba de dudosa reputación a la hora de «maquilar» (cantidad cobrada en especie de cereal). El molinero solía conseguir unos ingresos considerables para la época y evidentemente, en tiempos de poca abundancia, en el único sitio donde no faltaba el pan era en casa del molinero. Esto provocaba la tendencia a pensar que la riqueza del molinero provenía de coger más grano del que le correspondía por la molienda.

Pozo y presa del molino de Vegapope

El cancionero popular está lleno de cantares y dichos que confirman esta dudosa reputación del molinero:

La molinera trae corales
y el molinero corbatín,
no sé como da pa tanto
la tarabica del molín
 
Gasta la molinera ricos pendientes
del trigo que maquila a los clientes.
 
 
 
Cambiarás de molinero pero no de ladrón
 
Una clienta vio al molinero cambiar las ventanas del molino y le hizo la siguiente pregunta:
– Molineiro ¿para qué pones las ventanas, para que no entren los ladrones de afuera o para que no salgan los que hay dentro?.
 

Pinera manual y pinera de molino

La verdad es que algo habría de cierto, ya que siguiendo con el refranero: cuando el río suena agua lleva… Pero los que conocimos a molineros de la zona podemos decir que lo que ganaban lo tenían bien merecido, ya que estaban de sol a sol moliendo, incluidos sábados y domingos; siempre estaban cubiertos de polvo de harina, que además respiraban provocándoles problemas pulmonares. Por otro lado, al estar constantemente en contacto con el agua, la humedad y el frío de las heladas les producían bastantes enfermedades reumáticas.

Hoy, el oficio de molinero está desapareciendo, pero todavía queda alguno en activo que lo presentaré al final de este artículo.

Tolva o ‘muxega’ del molino de Veigapope, se puede ver la medida de volumen denominada ‘la cuarta’ es el cajón de madera que esta encima de la muela.

A continuación haré un breve recorrido por el proceso entero del trigo y sus productos, desde la siembra hasta el horno. Para desgranar como era este proceso, desde el cultivo hasta el horneado del pan, me dejaré asesorar por las mejores especialistas que hay en la materia, ya que lo vivieron en primera persona, y son esas abuelas que aún tenemos por los pueblos y que todavía poseen una mente muy brillante. No puedo anotar tantos detalles como me describen, pues si lo hiciera no haría un artículo, haría un libro; por lo tanto, simplificaré lo que me cuentan y lo escribiré con sus palabras de asturiano occidental o asturiano de Cangas, es decir, con asturiano d’aiquí.

Presa del molino de Fariñas en el río Luiña.

El trigo (Triticum) constituyó la variedad de cereal más apreciado a lo largo de la Edad Media. Mal adaptado al clima de nuestra región, no llegó a alcanzar en esa época la importancia que tuvo la escanda. A partir del siglo XIII aparece sembrado en tierras dispersas en localidades del concejo de Cangas del Narcea: Rubial, Llamera, Carballo y Agüera. En los siglos siguientes su cultivo ya se generaliza por toda la zona.

Segando el trigo

El trigo posee muchas variedades. Preguntando que variedades se sembraban en la zona, nadie me sabe contestar con rigor cuales eran, pero sí me las describen con el nombre popular con que eran reconocidas. Esencialmente había tres tipos de trigo con diferentes características: el primer tipo lo denominaban trigo «grande”, tenía el grano grande y solo se conseguía en las mejores tierras del pueblo; la harina que producía tenía un color muy blanco y se utilizaba para hacer muy buen pan; este trigo es posible que fuera el denominado Triticum Paledor. Otra variedad era el trigo “pequeno”, este también necesitaba sembrarse en las mejores tierras, la harina que salía de este trigo era la de mejor calidad y se reservaba para hacer productos muy finos, como los frixuelos y los dulces. El peor trigo lo denominaban parrucu y era el de peor calidad, teniendo que ser mezclado con el “grande” para conseguir un pan decente. El trigo parrucu provenía de las chombas de los montes del pueblo. Estas chombas eran trabajadas de forma diferente a las demás tierras de labor.

En los montes mancomunados de los pueblos se marcaba una proporción de terreno para cada vecino que lo denominaban chomba, que era cavada a mano con una azada (xadón); este trabajo se denominaba cavar borrones. Posteriormente, por el verano, todo el rastrojo del monte cavado se amontonaba y se prendía fuego en pequeños montones (borrón o borrones). Se sembraba el trigo dos años en estas zonas y después se dejaba descansar el terreno varios años.  A este sistema de agricultura se le llama barbecho, por eso estas zonas de monte eran conocidas como barbeitos. El trigo que salía del monte era de menor calidad, ya que crecía junto a otras hierbas que competían por los nutrientes del suelo, y esto hacía que el trigo fuera más pequeño, duro y sucio; este trigo del monte era el mencionado anteriormente como parrucu.

Mayando a mano con ‘manales’ en El Fuejo, Cangas del Narcea, 1927. En la imagen se ven las ‘facinas’ de centeno y de trigo. Fotografía de Fritz Krüger. Col. Museo del Pueblo de Asturias

Bien, ya tenemos los tipos de trigo y de tierra, ya podemos pasar a sembrar. La siembra se hacía en el mes de noviembre y la siega se hacía en agosto. La siega se realizaba a mano, necesitando mucha mano de obra. Una vez más nos encontramos con una actividad agraria que une a los vecinos para ayudarse de forma colectiva; la siega, el acarreo del trigo a la era y la mayada se hacían juntando esfuerzos entre todos los vecinos.

La siega del trigo se hacía a mano haciendo pequeños montones (gabiechas); estos montones se ataban formando los manoyos, y estos manoyos se juntaban haciendo los típicos montones de trigo que había en las tierras, los llamaban medas. Después de secar el trigo unos días en la tierra se acarreaba a las eras de la casa, disponiéndolo en montones de forma triangular que se llamaban facinas; éstas se ven en algunas fotografías antiguas de mayadas. Las eras de trigo marcaban la riqueza de la casa, pues la casa que tenía muchas facinas en la era dejaba claro que disponía de mucha tierra y de mucho pan, por lo tanto era una casa pudiente.

Mañores (Tineo), 1927.’Facinas’ de trigo en la era. Fotografía de Fritz Krüger. Col. Museo del Pueblo de Asturias.

Cuando el trigo estaba en todas las eras del pueblo se procedía a mayarlo. Esta operación consiste en separar el grano de la paja, generando dos productos: el grano se lleva al hórreo o la panera y con la paja se haci un nuevo montón que se llamaba colmeiro.

La mayada era una fiesta, todos los vecinos participaban de casa en casa, y como es natural en los intermedios y en las comidas no faltaban el jolgorio y buen humor; a esto último ayudaba bastante el que corriera de mano en mano abundantemente el vino de Cangas. (Ver: Una mayada en Rañeces en 1945)

Estando el trigo ya en la panera, el proceso sigue su curso bajando a moler el trigo al molino. Se bajaba cada quince días aproximadamente. El trigo iba metido en un recipiente especial, hecho de piel de oveja, que se denominaba fueche, con capacidad para unos 35 a 40 Kg.

Mayando a máquina

Al molinero se le pagaba con dinero o en especie, la maquila. Ésta, como ya expliqué, consistía en coger una proporción del grano de trigo que se molía. Cada molinero tenía su norma en la cantidad a maquilar; la competencia hacía que el molinero fuera prudente y no cogiera demasiado porcentaje.

Lo que me siguen contando estas abuelas es la parte más agradable de todo el proceso y, por supuesto, es la merecida recompensa a tanto esfuerzo. Con el trigo molido en casa se procedía a hacer el pan y el bollo preñao, hacer la fornada. El día anterior al amasado se ponía la levadura, mezclada con harina y agua templada en un recipiente (fader el furmiento). Esta mezcla se deja toda la noche para que reaccionen los microorganismos unicelulares de la levadura (cheldar). La levadura no se compraba, se dejaba un poco de masa del horneado anterior y se tenía siempre en casa en un recipiente con sal por encima y tapado con una berza. Preguntando para que se ponía la berza no me dan una explicación muy científica.

Moviendo la ‘fornada’ con el ‘rodabiel’ en un antiguo ‘forno’ de Bustelo

Al día siguiente se mezcla este furmiento con toda la masa de harina, agua y sal; se va amasando la fornada que se va a hacer y se deja cheldando, es decir, un tiempo tapada para que el CO2 que producen los hongos de la levadura hagan hinchar esta masa, creando los típicos ojos en la miga del pan. Después se corta esta masa en porciones que serán las futuras fogazas.

Lo que sigue es fácil de adivinar, se enciende el forno con leña. Cuando éste está bien caliente se sacan todas las cenizas con una escoba (el bascayo) que estaba hecha de xiniesta. A continuación se metían las fogazas en el forno con dos instrumentos de madera que son la pala y el rodabiel. Estas herramientas también tenían otras funciones, pues había la creencia, poco justificada, de que en los días de tormenta se debía poner en la era de la casa el rodabiel y la pala de madera haciendo una cruz para que alejaran los relámpagos de la casa. Si Benjamín Franklin supiera esto no se molestaría en hacer tantas tonterías para descubrir el pararrayos.

Horneando las ‘fogazas’ y el bollo

Volviendo al tema, lo mejor de este día de fornada era hacer el bollu preñáu, preñáu del mejor colesterol de la zona, buen chorizo, buen tocino, etc. Desde luego todo este esfuerzo merecía la pena, se conseguía un pan de verdad, sin nada de esos polvitos mágicos que ahora se echan en todos los procesos industriales, además se comía un bollo preñao que nos hacía acercarnos un poco más hacia la muerte en forma de colesterol, pero ¿qué es la vida sin un poco de riesgo?

Hogazas de pan de verdad (sin polvitos mágicos industriales)

A estas alturas del artículo es cuando me doy cuenta de la cantidad de trabajo, de medios, de profesionales y mano de obra que hacían falta para poder comer un buen pan, un buen bollo preñao o unos frixuelos. Yo recuerdo que aquel pan tenia la corteza y la miga de diferente color que el pan industrial que comemos hoy. Cada fornada de pan eran quince fogazas que duraban quince días; el último día el pan estaba perfecto para comer y eso que no llevaba ningún conservante, excepto la sal que tenía en la masa. Hoy compras esas barras de pan que te dan al precio de 2 por 1 y si lo dejas para la cena ya es chicle, y, por supuesto, ni se nos ocurre comerlo el día siguiente. Observando esto me asalta una pregunta: «¿realmente eso será pan? o ¿será un invento híbrido creado por algún químico de la Universidad de Oviedo?». Otra pregunta curiosa: «¿por qué hoy tenemos tantos celíacos, tanta intolerancia al gluten?». ¡Qué mal hizo la ciencia alterando algunos procesos naturales!

Para terminar presentaré algún molino importante del concejo de Cangas del Narcea. Empezaré presentando el que posiblemente fue el mejor molino de la zona, ya que su capacidad y tecnología superaba con creces a los demás. Este molino está en la villa de Cangas en el denominado Prao del Molín, pero su historia aparece en otro artículo de esta web del Tous pa Tous en la que se describe con todo detalle este molino: Historia del molín de la villa de Cangas del Narcea.

Antonio Fernández Rodríguez enseñando el molino de casa Terrao en Agüera de Castañedo

Otros molinos importantes en la actualidad son el de Agüera de Castanéu, el de Fariñas, el de Monasterio del Couto y el de Veigapope.

El molino de Agüera de Castanéu está situado en la orilla del río Narcea, en el pueblo de su nombre. El edificio es bastante moderno ya que fue reformado hace pocos años. Posee dos piedras de moler francesas y todavía está activo moliendo para clientes de los concejos de Cangas e Ibias. Quien me lo enseña es Jesús Antonio Fernández Rodríguez y quien estaba al frente del molino en los años de esplendor era su suegro: Antonio Menéndez de casa Terrao de Agüera.

Nilo González García enseñando el molino de Fariñas

Otro molino importante fue el de Fariñas, junto a Cangas y a orillas del río Luiña. Sus clientes eran todos los pueblos de la sierra del Acebo, de Limés y contornos. Este molino y su moderna estacada pueden verse caminando por el Paseo del Vino de Cangas del Narcea. El molino tiene dos muelas francesas y una toma de fuerza para enganchar una aventadora que servía para limpiar de impurezas el trigo. Quien me enseña el molino es Nilo González García, nieto del antiguo molinero Enrique García Tejón; este molinero era hermano del mítico gaitero José García Tejón «Fariñas». Hoy, este molino está parado, pero me dice Nilo que en sus buenos tiempos a su abuelo no le faltaba el trabajo, moliendo doce horas diarias.

Aventadora para limpiar el trigo que venía de Castilla; molino de Fariñas

El molino dejaba buenos ingresos y de él se podía vivir cómodamente; como anécdota cuenta Nilo que cuando se arregló la estacada del molino se necesitaron siete trabajadores diarios para construirla y lo que recaudaba diariamente el molino era suficiente para pagar a estos siete jornales.

Manuel Blanco ,de Casa Queipo de Monasterio del Coto, frente al molino de su propiedad

El molino de Monasterio del Couto está enclavado en un paraje espectacular al lado del río del Couto. En la actualidad este molino está inactivo. Quien me lo presenta es Manuel Blanco de casa Queipo de Monasterio, que en su día fue molinero como su padre Modesto Blanco. El molino fue construido por su abuelo. Consta de tres piedras, dos francesas y una más blanda del país. Tiene una peculiaridad que lo diferencia de los demás, y es que tiene una turbina moderna con dos salidas de agua para darle más fuerza a la muela. Los clientes de este molino eran los pueblos del Río del Couto, parte del concejo de Ibias, algún comerciante como el almacén del Cuco de la villa de Cangas, etc.

Interior del molino de Monasterio del Coto

En 1933 el molino fue reformado por el abuelo, Manuel Blanco Uría, y en 1950 el padre, Modesto, molía sin interrupción. Era un gran negocio, había grandes colas de caballos esperando por la fornada; dice Manuel que la entrada del molino parecía una feria. El molinero comía, merendaba y cenaba en el molino y a veces era necesario moler de noche con luz artificial. Coincide este molinero en afirmar que el trigo que se producía aquí era mucho mejor que el que venía de Castilla. La forma de pago era como en los demás molinos, en dinero o, lo más habitual, en especie, la maquila; en este molino se quedaban con un kilogramo por cada diez molidos. Otras medidas habituales eran el choupin como unidad de volumen básico y la cuarta que llevaba cuatro choupines.

José Martínez Fernández actual molinero de Vegapope

El molino tiene anexo una toma de fuerza para enganchar una mini central eléctrica que producía luz para el pueblo. Daba suficiente para tres bombillas por cada casa y cada bombilla era de 25 watios.

José Martínez Menéndez anterior molinero de Vegapope

El siguiente molinero es el héroe de estos tiempos, pues esta aún al frente del molino y con gran éxito, ya que mucha gente vuelve a los sabores tradicionales. Este molino está enclavado en el pueblo de Veigapope, en un paraje de gran belleza al lado del río Narcea del que coge su agua y su fuerza. La historia de este molino se pierde en el tiempo. Por él pasaron los diferentes dueños (muirazos) de la casa del Molineiro de Veigapope. Nos dice el molinero actual que tiene escritos donde indican que el molino tiene una antigüedad de varios centenares de años. Este molinero se llama José Martínez Fernández y me comenta que la época de mayor funcionamiento del molino fue la de su padre José Martínez Menéndez.

Molino de Vegapope moliendo

Los clientes de este molino eran de los pueblos colindantes: la Regla, Cibuyo, Llano, Santa Eulalia, Adralés… El molino consta de tres muelas francesas, una de las cuales funciona en la actualidad a pleno rendimiento. Hoy, muele trigo para la panadería Xiepe de Cangas, para la panadería Pan de Ibias, algún horno de Pola de Allande, particulares de Tineo, Valledor y del concejo de Cangas del Narcea. Comenta la mujer del molinero lo contenta que está escuchando de nuevo el ruido que producen las muelas y el agua al moler, ya que hace unos años este molino también estaba abocado a cerrar definitivamente.

José Martínez moliendo en el molino de Vegapope

Le pregunto a José por qué en esta zona se utilizó mucho el trigo, mientras que en otros lugares de la región se utilizaba mayoritariamente la variedad de escanda, me dice que posiblemente en tiempos remotos se utilizó también la escanda, pero esta variedad se cambió por el trigo que conocemos debido a que es más productivo; además, la escanda tiene mucha piel, es más difícil de recoger y es más dura de moler.

Es muy agradable acabar este artículo acompañado del último mohicano, del último molinero en activo, de la imagen viva de una saga de profesionales que durante muchos años de historia fueron la clave de nuestra alimentación. El pan de pueblo, los frixuelos y el bollo preñáu no serían nada sin la experta mano del molinero.