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El libro «RUMBOS» en la Biblioteca Digital del «Tous pa Tous»

Lo explica Cristobal Ruitiña en su artículo: Cangas del Narcea, la Antártida tan cerca: este libro trata de un viaje por el concejo asturiano de Cangas del Narcea del médico militar, erudito y literato Mario Gómez. Su propósito a la hora de emprenderlo fue más bien conseguir socios para la recién creada asociación para la mejora de su pueblo natal, «Tous pa Tous. Sociedad canguesa de amantes del país», impulsada también por él mismo. Pero lo que van destilando sus excursiones, a medida que publica su relato en otra de sus iniciativas culturales, la revista local «La Maniega», es más bien una búsqueda del primigenio ser cangués. Así, por sus páginas desfilan numerosos potentados, con sus casonas y palacios, que acabarán siendo decisivos en la conformación de lo que es el actual concejo del suroccidente asturiano. Son, por lo tanto, sus rumbos un paseo hacia los orígenes, pero también hacia las fuentes de las materias primas sobre las que esas vidas y patrimonios se han ido forjando. Por ejemplo, hacia las rocas y peñascos donde nace el río Narcea que atraviesa el concejo y que pronto le dará nombre, o hacia los bosques de donde se extrae la madera, que en ese momento ya sustenta una de las principales industrias locales. Es, también, un viaje hacia lo desconocido, porque el propio Gómez reconoce pisar por primera vez algunas rutas, por ejemplo la del Couto. En cualquier caso, este libro es prueba de que el viaje siempre es hacia lo desconocido, aunque uno ya haya trillado esos caminos antes. El propio Mario Gómez queda maravillado y asombrado por todo lo que va descubriendo al explorar los alrededores de su propia casa.

En este año del centenario de la fundación de nuestra asociación por el autor, nos complace poner a disposición del público en general en la Biblioteca Digital del «Tous pa Tous» la versión digital de sus Rumbos, con esmerado prólogo de Juaco López Álvarez y Alfonso López Alfonso.


Rumbo a Siasu

Partído de Sierra, desde la casa-taller de Raúl Rodríguez “Mouro” en Sillaso (Cangas del Narcea). Foto: Sandra Flórez Alonso.

Como segunda ruta para nuestra tarea encomendada, nos dirigimos en esta ocasión al lugar de Siasu, también en el Partíu Sierra, a la residencia de Raúl Rodríguez “Mouro”.

De nuevo la expedición estará formada por los mismos componentes que estuvimos en L.lamas, con la excepción de Collar que por motivos laborales no pudo acompañarnos en el día de hoy. Outramiente, como buen conocedor del paisaje y del paisanaje del concejo, ya nos había hecho una previa en cuanto tuvo ocasión de poner en antecedentes a Marcelino y a su familia de la visita que estábamos programando.

Eso sí, hoy nos acompaña José Ramón Puerto, gran conocedor y entusiasta de la obra y la trayectoria de Raúl “Mouro”, y quien formará parte activa de la puesta en marcha y organización de la exposición, al igual que hizo en anteriores ocasiones colaborando desinteresadamente con el «Tous pa Tous».

Y dos serán de nuevo los coches que formarán la comitiva y en los que nos vamos repartiendo y acomodando.

Otra vez disfrutamos de buen tiempo en esta tarde de febrero mientras nos dirigimos a Purtiel.la. Allí, a mano derecha, nos desviamos y cruzamos el puente que nos llevará a destino, dejando atrás el pueblo de Ounón. El ascenso por la sinuosa carretera nos va ofreciendo maravillosas vistas de nuestra orografía, que van ganando en intensidad a medida que tomamos altura.

Coincidiendo con esa primera hora de la tarde tan española como es la hora de la siesta, nos recibe ante el portón de la casa familiar la matriarca, quien nos comunica que pronto asomarán padre e hijo, que se encuentran reposando tras la hora de la comida, pero que ya están avisados y aviándose.

Tras las oportunas presentaciones, comenzamos la visita en el parreiru, transformado ahora en taller, un espacio que invita de entrada al recogimiento. “El lugar transmite ya una emoción estética”, apunta Mercedes. Un taller en el que imparte cursos para trasmitir sus conocimientos.

Taller de Raúl Mouro en Sillaso, parroquia de Santiago de SIerra (Cangas del Narcea). Foto: Sandra Flórez Alonso.

Un simple lavado de cara en la cubierta, en vigas y ripia, desprovistas ahora de telarañas y del polvo acumulado tras años de cumplir su antigua función, deja a la vista una tosca y a su manera elegante carpintería tradicional; el espacio diáfano y con claroscuros; las paredes de piedra desnuda; el suelo de madera, por el que transpira un agradable y cálido ambiente propiamente agrícola; la luz que se cuela a través de los diferentes huecos; el vacío en el que apenas hay nada y hay lo suficiente: un añejo banco de carpintero de herencia familiar, el contraste entre el torno de pie y una docena de tornos eléctricos, una enorme mesa de factura por encargo y exprofeso, al igual que los tayuelos en los que depositar los cuencos del agua… Reposando sobre cada torno, una pieza de la misma serie en diferentes fases de elaboración. Una decena de piezas que, de inmediato, nos traen a la memoria las fogazas de aún tierna masa de pan sobre la masera, terminando de l.leldar y esperando a ser enfornadas. Todas ellas muy similares y a la vez diferentes, de distintos tamaños, con distintas tonalidades. “A medida que vamos dando textura, se va modificando ligeramente el color”, nos explica atento Raúl. Un matiz que, de primeras y a ojos del profano, no es fácil diferenciar.

Una a una, con cuidado y a la vez con la presteza de quien se siente seguro de sus manos, Raúl va depositando las piezas sobre la enorme mesa de madera dispuesta en una esquina, a la sombra de la luz. Y así, en contraposición, cada una de ellas nos ofrece diferentes lecturas según se van formando distintas composiciones y en función de la incidencia lumínica. La boca, el pequeño orificio de apertura que permite a la pieza respirar y “estrictamente necesario para evitar su rotura durante el proceso de cocción”, cobra sentido (o no) cuando la voltea  y la apertura desaparece, pasando a formar parte de la base.

Por doquier, diferentes piezas, múltiples pruebas de trabajo, con diferentes formas, tamaños y  colores: blanco, marrón “galleta”, rojo pórfido y negro, producto de los diferentes tipos de barro combinados convenientemente con piedra gres. “El rojo da flexibilidad; el blanco, resistencia, y se introduce un tercer elemento para hacer piezas de buena textura”.

Porque sus obras, insiste una y otra vez, son para ver, para oler, incluso para escuchar, pero sobre todo, para tocar. Como quien coge un bebé al cuello, lo mece y lo acaricia. Para sentir las texturas, para diferenciar los grosores y apreciar su fría temperatura, en claro contraste con la calidez que emanan sus colores.

Varias piezas, múltiples pruebas del trabajo de Raúl Mouro, con diferentes formas, tamaños y colores. Foto: Sandra Flórez Alonso.

La cara de Raúl se ilumina al ofrecernos la nueva incorporación a su menú, su nuevo plato fuerte, aún en proceso de experimentación. Ceremoniosamente, desprendiendo con dulzura los paños húmedos que las cubren, nos permite ver sus nuevas criaturas, sus nuevas formas de concebir el espacio, jugando con el equilibrio y con el desequilibrio, con el color y como no, con las siempre presentes texturas. Nuevos caminos a explorar, y quién sabe si a seguir o quizás abandonar. Todo depende.

En un rincón, dispuestas en perfecto orden de a seis, Raúl nos da a probar, pues pruebas son, media docena de deliciosos “profiteroles”. Seis piezas esféricas, de pequeño tamaño, color galleta, con matices en rojo dispuestos como anillos concéntricos en la madera. “Lo conseguimos intercalando diferentes capas a la hora de formar la pella”. Seis piezas que nos dejan un dulce sabor de boca.

Y nos va explicando cómo todo es producto de una evolución, de una experimentación, de un trabajo constante, que ahonda sus raíces en la tradición, en lo mamado en casa de su abuelo, de su padre, de todo lo heredado, de un legado sumado a  su actividad constante con el barro, de mancharse las manos… Es todo un proceso escalonado, desde la base, desde el aprendiz que se pasa un año mezclando y amasando, aprendiendo a mezclar en las proporciones justas, pasos previos y esenciales antes de consentirle sentarse en el torno, ese potro difícil de domar, que “puede llegar a ser muy frustrante, empleando horas, constancia, repetición, perfeccionando la técnica, pero que es una verdadera delicia”. Y ahora buscando nuevas formas de expresión, formas básicas, esenciales, buscando la simplicidad, pero con todo un proceso muy complejo detrás y “que da garantía de verdad” “de honestidad en el resultado”, apunta con acierto Sandra. Intentando mantener una equidistancia entre lo tradicional y lo innovador, no sólo en cuanto a las piezas se refiere, que van perdiendo su carácter meramente funcional y doméstico y se dirigen más hacia lo estético, aunque manteniendo ocasionalmente pequeños guiños que sirven de anclaje con su pasado, sino también en cuanto a materiales, técnicas y procesos.

Y así, pasamos a una nueva dependencia, entre la bodega en la planta baja y la panera. El pequeño cuarto habilitado ahora como estudio, en el que se inicia el proceso imaginativo, con apuntes y diseños en papel que posteriormente tomarán volumen.

Y de ahí, a la panera, en la que se almacenan centenares de piezas, todas ellas de alguna forma desechadas por no llenar lo suficiente el crítico ojo del autor: distintas formas, distintos tamaños, distintos colores y esmaltes que por una razón u otra no pasaron la criba.

Y finalmente, accedemos al santasanctórum, el desván de la casa, en el que se atesora el producto final a la espera de partir quién sabe a dónde: Uviéu, Madrid, Korea…y con próximo destino al otro lado del charco, en Estados Unidos. Allí la Fundación Guess le reclama un total de cien piezas para una exposición en Los Ángeles. Todo un salto que da proyección aún más si cabe a su reciente Premio Nacional de Artesanía.

Miembros del Tous pa Tous con Raúl Rodríguez «Mouro» (dcha.), en su casa-taller de Sillaso, parroquia de Santiago de Sierra (Cangas del Narcea). 6 de febrero de 2025. Foto: Benito Sierra.

Ya cayendo la noche, y tras despachar un trago de vino y unas empanadas en la bodega de la casa, nos despedimos de la familia, agradeciendo el que nos hayan abierto sus espacios de intimidad y su cálida amabilidad, y retornamos a la villa con la sensación plena de haber llenado la tarde no solamente de cantidad, sino también de calidad. Con las cabezas repletas y en ebullición, planeando cómo llevar a cabo de la mejor manera posible nuestra tarea.


FOTOGRAFÍAS
(autores: Sandra Flórez, José Ramón Puerto y Benito Sierra)

Rumbo a Siasu


 

Brañas de las parroquias del Partido de Sierra

El llamado Partido de Sierra, compuesto por 63 pueblos agrupados en 12 parroquias, abarca un amplio territorio montañoso del concejo de Cangas del Narcea en el margen derecho del río Narcea, extendiéndose desde el río Arganza en su límite norte hasta más allá de la vertical que traza el Santuario del Acebo sobre la villa de Cangas.


Parroquia de AMBRES

AMBRES

♦ El Souchao

RIDERA

♦ Los Cadavales (braña de vaqueiros)

 

Parroquia de JARCELEY / XARCELÉI

LA BRAÑA D’ORDIAL (pueblo deshabitado)

 

Parroquia de LINARES DEL ACEBO / L.LINARES

BRENDIMIANA / BRAÑAMEANA (Braña de vaqueiros convertida en pueblo, hoy deshabitado)

CASTILMOURE / CASTIL DEL MOURE

♦ Las Arcas

 

Parroquia de MIELDES

DAGÜEÑU / DAGÜEÑO

♦ La Matancia

MIELDES

♦ Brañasín ♦ La Chana ♦ La Fanar

 

Parroquia de TAINÁS / ROBLÉU DE TEINÁS

PARADA LA VIECHA / PARADA LA VIEJA

♦ Barzaniecha ♦ Frade ♦ Rechouso ♦ Castiecho ♦ Armitán ♦ Pantravieso

CHANOS / LOS LLANOS DE TAINÁS (braña de vaqueiros)

♦ La Cubiecha

PORCILES

♦ La Huezca ♦ La Cuesta

TAINÁS / TEINÁS

♦ Chaguezos ♦ El Vache ♦ La Veigalapena (braña de vaqueiros) ♦ Xunqueras (braña de vaqueiros)

ZREIZALÍ / CEREZALIZ

♦ Brulleo

 

Parroquia de SAN MARTÍN / SAMARTÍN DE SIERRA

EL MOURU (pueblo deshabitado)

TABLADIEL.LU / TABLADIELLO

♦ Chano los Bueis.

 

Parroquia de ENTREVIÑAS / SAN CRISTOBAL

LA BRAÑA (pueblo habitado)

 

Parroquia de SANTIAGO DE SIERRA / SANTIÁU DE SIERRA

CADRIXUELA / CADRIJUELA

♦ La Maldita

 

Parroquia de PORLEY / SANTIANES

LA NISAL

♦ La Braña

PARADA LA NUEVA

♦ L’Acebal (braña de vaqueiros)


 

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Nombres de vacas III – El libro de aparcería de ganado de la casa de Miramontes, 1813 – 1826

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Vacas en la sierra de Arbolente, al fondo el Río del Couto.

Una de las fuentes de información más útil para conocer la historia de la ganadería en Asturias son los libros de aparcería o “comuña”, en los que los propietarios registraban las cuentas del ganado que daban a medias a campesinos. Nosotros tenemos uno de la casa de Miramontes, que perteneció a José Alfonso Argüelles y que comprende anotaciones desde 1813 a 1826. Este señor residía en la villa de Cangas del Narcea, pero la casa solar de su familia era la de Miramontes, la conocida como La Torre de Sorrodiles, en la parroquia de Cibea, donde vivía en aquel tiempo un casero. Sus propiedades estaban repartidas por Cibea, Xinestosu / Genestoso y el Partido de Sierra, y fuera de nuestro concejo por Valdés, Pravia, Laciana (León) y Valdeorras (Ourense). En el libro anota cada año las cuentas de las cabezas de ganado que tenía dadas en aparcería con varios campesinos: Vicente Martínez “el Colaso”; Manuel Menéndez, de Villarino de Cibea; Francisco Frade, del Térano de Cibea; Feliciano de Alba, de Genestoso; Francisco Gancedo “el Requel”, de Villarino de Cibea; Juan Martínez “el Indiano de Villanueva”; Diego Rodríguez, de Miramontes (casero de José Alfonso Argüelles), y “Joaquín, hijo de Pedro de Llamas”.

En aparcería tenía cabras, yeguas y, sobre todo, ganado vacuno: becerras, magüetas, vacas y bueyes. Los campesinos aprovechaban la leche, la fuerza de los animales para tirar del carro o aperos, y sus excrementos para hacer “cuitu” y abonar las tierras. Las crías de las vacas quedaban a medias entre el propietario y el llevador, y si se vendían se repartían el dinero. En el libro también aparecen los tratos que hacía con estos campesinos: “Hoy, 13 de marzo de 1826, compré o tomé una vaca y una novilla de dos años a Manuel Flórez, de Genestoso. Y se las dejé de aparcería. La vaca fue en trece duros y es mía sola, y las crías de a medias. Y la novilla en seis duros y lo que pase cuando se venda de los seis duros de a medias y las crías también de a medias”.

A veces se perdía toda la ganancia por muerte del animal. Se anotan cuatro causas de muerte: “se la comió el lobo” (se anota en tres casos); “lo comió el oso” (“Año de 1821. Un buey de a medias, de los dos que tenía el año de 20, pues el otro lo comió el oso”); “el mal bravo”, que es la causa más frecuente (“Murió una becerra de año del mal bravo y me dio la mitad del pellejo, hoy 7 de marzo de 26”) y una vaca que murió “derribada”. Cuando la muerte acontecía por las dos últimas causas se aprovechaba el pellejo del animal, que era para el propietario si la res era toda de él o se repartía a medias si la propiedad era compartida.

No todos los animales aparecen en este libro con nombres que los identifiquen. Los bueyes nunca se mencionan por su nombre; tampoco es habitual mencionar los de las becerras o las magüetas. Aparecen los nombres de dos novillos: Moreno (un novillo de dos años) y Pulido (“un novillo negro de tres años llamado el Pulido”). En cambio, las vacas madres son las que casi siempre se anotan con un nombre propio.

Los nombres que aparecen son los siguientes:

  • Abrila
  • Bragada
  • Cachorra, Calva, Castaña, Corala
  • Figuera
  • Garbosa
  • Lloura
  • Mariella, Melandra
  • Negra
  • Parda, Parrada, Pecha, Perusa, Peruya, Pinta, Prieta, Pulida
  • Rabona, Rana, Roja

Parroquia de Mieldes

Dagüeño

♦ Casa Andrés (desaparecida) ♦ Casa Campela ♦ Casa El Candongo ♦ Casa Chanos ♦ Casa Farrín ♦ Casa El Gacho o Gal.lo ♦ Casa El Moirazo ♦ Casa Nublina ♦ Casa Roces ♦ Casa Santos ♦ Casa Servando

Mieldes

♦ Casa Andrés ♦ Casa Andresón ♦ Casa Antonio ♦ Casa Barrera ♦ Casa El Cabrito ♦ Casa Casilda ♦ Casa Carlos ♦ Casa Céfaro ♦ Casa Celeste ♦ Casa El Cuarto ♦ Casa Fausto ♦ Casa Farrucu ♦ Casa Ferreiro ♦ Casa Francón ♦ Casa Leonardo ♦ Casa Madalena ♦ Casa Maiciego ♦ Casa Pátalo ♦ Casa Pasiego ♦ Casa Regueirón ♦ Casa Rey ♦ Casa Ribao ♦ Casa Riesco ♦ Casa Roque ♦ Casa Santos ♦ Casa Sierra ♦ Casa Valdés ♦ Casa El Xastre ♦ Casa Xicu


El palacio de los Sierra en Xarceléi en 1820

Fachada principal del palacio de los Sierra, Xarceléi

En el lugar de Xarceléi, a escasos metros de la iglesia parroquial, se encuentra el palacio de los Sierra. A principios del siglo XIX su propietario era Francisco José de Sierra y Llanes, regidor perpetuo del concejo de Cangas y personaje que tuvo cierto protagonismo durante la Guerra de la Independencia: fue comandante de la Alarma de la división de La Cerezal, enfrentándose en Navia a las tropas francesas del mariscal Ney, y fue uno de los siete diputados que representaron a Asturias en las Cortes de Cádiz y que redactaron la Constitución de 1812.

Detalle del inventario de bienes del palacio de los Sierra de Xarceléi, 1820

Francisco José falleció en 1820 en Avilés, donde residía con su mujer María del Carmen Abello Fuertes de Castrillón. Su primogénito Francisco Julián, como nuevo «dueño y poseedor» de la casa de Xarceléi, encargó entonces a su administrador José Rodríguez que efectuara el «competente inventario» de todos los bienes, alhajas y efectos que había en la casa. Este documento, formalizado ante el escribano Francisco Alonso Fernández y depositado actualmente en el Archivo Histórico de Asturias, entre los protocolos notariales del distrito de Cangas, permite conocer los edificios que formaban el conjunto palaciego de Xarceléi, así como su distribución interior y los muebles y enseres que se hallaban en él en 1820.

Trasera del palacio de los Sierra donde se ven el corral, el “cuarto pajar” y la torre que se mencionan en 1820, Xarceléi

El palacio, además de la «casa principal» propiamente dicha, contaba con un «quarto pajar» dentro del corral, una panera «vastante derrotada» y tres hórreos. Además, tenía dos bodegas fuera de Xarceléi, una de ellas, con un lagar, en el pueblo de L.lanteiru, a orillas del río Narcea. El interior de la casa se organizaba en numerosas estancias, que el documento describe de manera pormenorizada: la cocina, la solana o corredor, el salón, los diferentes cuartos, la torre y la bodega, agrupando aparte las ropas y la plata.

Detalle del corral y la solana del palacio de los Sierra, Xarceléi

La cocina del palacio concentraba la mayoría de los bienes inventariados. Alrededor del fuego había un «escaño con dos cajones». Allí se cocinaba utilizando unos «yerros muy usados» (las gamaeras o pregancias) y un «caballete» para apoyar la leña. Los recipientes para preparar la comida eran potes, calderas de cobre y de latón, calderos y cazos de hierro, además de ollas y pucheros, un tambor de asar castañas y un par de chocolateras. Para comer y beber había dos vajillas, una de madera y otra de loza, formadas por escudillas, platos y fuentes, y vasos de cristal y un par de jícaras para tomar chocolate. Para el agua había una «herrada de madera con arcos de yerro» y un cangilón de cobre. Los cubiertos se reducían a unas pocas cucharas de madera y unos cuchillos con el mango de hueso, pero también había, en un lugar no especificado de la casa, más de una docena de cubiertos de plata, con «dos cucharas y tres pedazos de tenedores». En la cocina se amasaba el pan en una «masera de tablas», se colaba la ropa en un «coladero de piedra con su cesta» y se destilaba aguardiente en una «alquitara vieja y rota».

Salón del palacio de los Sierra, Xarceléi

La estancia de mayor prestigio del palacio era el salón, donde se encontraban dos escritorios, un par de bancos y mesas «ya muy usadas», así como cortinas y cuadros de diferentes tamaños. El resto del palacio se distribuía entre la solana o corredor; la torre, que se utilizaba de despacho, conforme a los muebles que había en ella: una mesa «con sus cajones y remates dorados», una silla de madera «aforrada con badana» y un estante para libros con rejado de alambre; siete cuartos destinados a dormir y a guardar la ropa, entre los que destacaban el de las amas de cría y el de la señora, y finalmente la bodega en la que se almacenaba el vino en una pipa.


Por Xuán F. Bas Costales


Cuentiquinos de Escaño – Capítulo 2º

Una semana más llega la serie «Cuentiquimos de escaño» a nuestros monitores. En este segundo capítulo conoceremos la historia con antecedentes del señor poderoso del partido de Sierra, de la voz de Gervasio Suárez Cantón. Además José Gómez del Collado (Pepe Gómez), nos cuenta unas cuantas «néglotas» de la vida política de Cangas años atrás.