Una meritoria publicación sobre las danzas de palos del suroccidente de Asturias

El Muséu del Pueblu d’Asturies, con la colaboración de la Red de Museos Etnográficos de Asturias (Consejería de Cultura del Principado de Asturias), edita en su colección Serie Mayor el libro La danza. Danzas de palos del suroccidente de Asturias y el valle de Forniella (León), 2 volúmenes, de Naciu’i Riguilón (Mual, Cangas del Narcea, 1962).

Las danzas de palos son una seña de identidad de muchos pueblos del suroeste de Asturias y sus limítrofes del valle de Forniella en la provincia de León. Es un territorio muy montañoso con valles profundos que comparten un paisaje y una cultura comunes. Los asturianos pertenecen a los concejos de Cangas del Narcea, Ibias y Degaña.

Francisco Rodríguez García (1914 – 1990), de casa Felipón de La Viliel.la, parroquia de L.larón (Cangas del Narcea) en Trabáu / Tablado (Degaña), 1979. Foto: Gil Barrero.

Son danzas de hombres, muy ceremoniales y jerarquizadas, que se ejecutan al son de la música de una xipla y un tambor, que toca un mismo interprete. Los danzantes van vestidos de blanco con bandas cruzadas sobre el pecho y tocados con un sombrero de fieltro adornado con cintas o colonias de colores. Estas danzas requieren ensayos previos y no pueden improvisarse. Además, siempre van acompañadas de un personaje gracioso y grotesco, el frasqueiro o xamascón, que mantiene a raya a los espectadores para que no molesten a los danzantes, y también se acompañan de muestras de literatura popular: poesías o monólogos graciosos que se recitan en un intermedio de la danza y representaciones teatrales que a llevan a cabo los mismos danzantes.

Danza de palos en L.larón / Larón (Cangas del Narcea) en 2016. Foto: Naciu’i Riguilón.

Estas danzas tienen una larga historia y estuvieron más difundidas que lo están en la actualidad. En Asturias era un asunto muy poco estudiado. El autor lleva más de veinte años recopilando información histórica y etnográfica sobre ellas, así como sobre las fiestas en las que se bailaban. Para realizar este estudio descriptivo ha realizado trabajo de campo, entrevistas a numerosos danzantes mayores, consultado archivos particulares y parroquiales, y, sobre todo, recopilado una numerosa colección de fotografías que documenta la evolución de estas danzas.

En Asturias, las danzas de palos han estado a punto de desaparecer en los últimos treinta años por el enorme éxodo rural que ha despoblado esa parte del país, pero cuando parece que no van a bailarse nunca más, vuelven a renacer y otra vez vuelven a juntarse doce jóvenes (que en su mayoría viven fuera de los pueblos) a ensayar la danza para interpretarla el día de la fiesta.

Danzantes de palos posan en A Estierna / Sisterna (Ibias) en 1976. Foto: Angelita.

La danza es una muestra de la cohesión de la sociedad rural y también de su falta de prejuicios, pues siendo una danza exclusiva de hombres ya hace tiempo que en los pueblos de Asturias se han integrado en ella las mujeres sin ningún problema ni escándalo social. Cosa que no puede decirse de otras celebraciones festivas exclusivamente masculinas y urbanas, donde la integración de mujeres ha sido motivo de controversia y de negativas incomprensibles.

El trabajo de Naciu’i Riguilón (Ignacio Martínez Alonso) es meritorio porque ofrece una documentación muy rica sobre estas danzas, y por ello el Muséu del Pueblu d’Asturies ha promovido su publicación con el fin de documentar, conservar y difundir este patrimonio cultural inmaterial de Asturias. Hay una edición en papel, que se vende en el museo, y otra en PDF que podrá consultarse próximamente en internet en el repositorio de los museos municipales de Gijón: fondos.gijon.es.

La Danza típica en las Fiestas de la Merced, en Rengos (Cangas del Narcea), año 1935. Se ven aquí a los danzantes dispuestos para actuar, pendientes solamente del tamboril y el birimbao, cuyos instrumentos musicales los toca, simultáneamente, el maestro de danzas. La parte cómica corre a cargo del que aparece sentado en el centro, que hacía reír a los espectadores con las ocurrencias propias, sobre todo en aquella parte cómica y habitual de la danza. Los únicos que no se ríen son los danzantes, que actuaban con mucha seriedad. Éstos debían de ajustarse danzando a reglas establecidas y muy difíciles de realizar.


 

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