La iglesia parroquial de San Juan Bautista de Vega de Rengos y el patronato de los condes de Toreno
Hace unos días salía en esta web del Tous pa Tous el artículo sobre el retablo de Nuestra Señora del Rosario en la colegiata de Cangas del Narcea, ahora queremos dar a conocer los acomodos (retablos e imágenes) de uno de los templos más ricos del concejo de Cangas del Narcea, merced al patronato que sobre él ejerció una de las casas nobles de mayor prestigio del Principado de Asturias. Se trata de la iglesia de San Juan Bautista de Vega de Rengos y de la familia Queipo de Llano (condes de Toreno), que eran también patronos de la colegiata de Santa María Magdalena en Cangas del Narcea, y de los templos de Santa María de Gedrez y Santa Eulalia de Larón.
La iglesia de Vega de Rengos fue fundada como monasterio («Sancti Ioannis de Veiga») por Rodrigo Alfonso, que vivió en los reinados de Bermudo II (985-999) y Alfonso V (999-1028), y tenía asiento en aquellas zonas de Cangas y en Cerredo (Degaña). Era propietario de grandes haciendas y fundó algunos monasterios e iglesias, entre ellos este de Vega de Rengos (CARBALLO, Antigüedades y cosas memorables del Principado de Asturias, 1695, ed. 1988, pág. 295). Esta primera fundación, de la que nada se conserva, dependió del monasterio de San Juan Bautista de Corias hasta 1576, año en el que el patronato pasó a depender de la familia Queipo de Llano, que lo mantuvo hasta finales del siglo XIX (sus armas aparecen en un banco, en el retablo de la Piedad y en las pinturas del presbiterio), con su filial de Santa María de Oballo (construida en 1897, con un retablo de la época y dos imágenes del siglo XIII: San Pablo y la Magdalena). El templo, edificado en el siglo XIV, consta de una nave y presbiterio rectangular, cubiertos con bóveda de cañón apuntado. Al lado de izquierdo de la nave se abre la capilla de Santa Bárbara, edificada en tiempos recientes, y a la izquierda del presbiterio hay una sacristía que comunica con un pórtico cerrado. Aún conserva el pavimento original de pizarra (RAMALLO, «La zona suroccidental asturiana», Liño, n.º 2, 1981, pág. 235). En 1672 se amplió el presbiterio para alojar el retablo mayor, aunque el tipo de cubierta no se alteró, continuando con la característica bóveda de cañón apuntado, como el resto del templo (PÉREZ SUÁREZ, Las empresas arquitectónicas promovidas por los condes de Toreno, 1999, pág. 66).
Consta de cuatro retablos: el mayor y colaterales, de hacia 1677, y el de la Piedad, traído desde la capilla de La Muriella, realizado hacia 1675.
El retablo mayor fue donado por don Fernando Queipo de Llano y Lugo, II conde de Toreno (Caballero de Santiago, corregidor de Burgos y Murcia, y diputado y alférez mayor del Principado de Asturias). La intención de colocar un retablo en la iglesia se expresa en la cesión de un juro de 31.287 maravedíes, otorgado en 1672, en el que se dice: «El tiempo que fuese necesario para hacer un retablo en dicha iglesia en el altar mayor, y dorarle y ponerle con toda forma y después se convierta en la compra de todos los ornamentos que fueren necesarios para el servicio de dicha iglesia, en la forma y como le pareciese al cura que es o fuese della» (PÉREZ SUÁREZ, Ob. cit., pág. 65). Sin embargo, no fue hasta cinco años más tarde (1677) cuando se empezó a trabajar, con la donación de 4.600 reales que hizo el conde de Toreno para auxiliar a la parroquia (la realización del retablo comenzó ese año ya que en la donación se dice que el dinero es para hacer el retablo, no para proseguirlo ni concluirlo). Lo que se pretendía era modernizar y embellecer el templo por estar indecente e indecoroso. Entre 1677-1679 se vendieron las imágenes de San Roque, San Miguel y la «caja de Nuestra Señora» del antiguo retablo, obteniendo cerca de 420 reales (PÉREZ SUÁREZ, Ob. cit., pág. 65).
Desconocemos el autor de la traza y el nombre del artista que materializó este retablo, aunque por sus características (estructura y ornamentación) habría que relacionarlo con el arquitecto de retablos lucense Antonio Sánchez de Agrela (doc. 1650-1666), hermano de Pedro Sánchez de Agrela (h. 1610-1661), autor del retablo mayor de la iglesia colegial de Cangas del Narcea y cabeza del denominado «Primer Taller de Cangas del Narcea». Antonio fue uno de los principales colaboradores de su hermano y aunque su maestría estuvo por debajo de la de éste, fue un buen ensamblador y un aceptable imaginero. En 1650 ajustó, junto a su hermano Pedro, el retablo mayor del convento de Santo Domingo de Oviedo (sustituido entre 1758-1761 por otro más moderno, realizado por el arquitecto de la diócesis de Oviedo José Bernardo de la Meana); en 1656 hizo el desaparecido retablo colateral del templo de San Salvador de la villa de Sarria, en Lugo (PÉREZ COSTANTI, Diccionario de artistas que florecieron en Galicia durante los siglos XVI y XVII, 1930, pág. 500); en 1664 el retablo de la capilla de don Tomás Vuelta Lorenzana, en la antigua iglesia de San Miguel de Laciana (hoy día, San Miguel de Villablino); el retablo mayor del santuario de Nuestra Señora en Fonsagrada (Lugo); en 1665 el retablo mayor y un colateral (desaparecido) de la iglesia de Nuestra Señora de Muñalén, en el concejo de Tineo (PÉREZ y PÉREZ, Iglesias, santuarios, capillas y ermitas del cuarto de los Valles, 2007, págs. 69-71.), y en 1666 el retablo mayor de la iglesia de San Juan de Porley (desaparecido). En nuestra opinión también realizó el retablo mayor de la iglesia de Santa María de Borres (Tineo), una imitación del retablo mayor de Muñalén.
Este retablo mayor de Vega de Rengos constituye un buen ejemplo de la producción local del último cuarto del siglo XVII. Es un diseño organizado en banco, frontis de cinco hornacinas y ático triple. Los elementos estructurales son columnas corintias de fuste entorchado y pilastras cajeadas de capitel ganchudo (propias del taller de Pedro Sánchez de Agrela). Las columnas apoyan en ménsulas en forma de hoja de alcachofa (similares a las del retablo de Muñalén y Borres). De su ornamentación destacan las rosetas en los paneles del banco (muy similares a las del retablo mayor de Gedrez); los roleos del friso, de talla crespa, ovas y una sucesión cuentas (trasunto de retablos de Muñalén y Borres). Esta estructura fue alterada en 1682 al incorporarle algún elemento del barroco decorativo local (taller de Corias), como el encuadre de la hornacina principal, los colgantes de hojarasca y granadas pinjantes del primer piso, el enmarque de las hornacinas laterales del ático, las ramas de acanto terminadas en cabeza de ave del ático y el remate semicircular. Además se pagaron 100 reales a un «escultor de Corias» por armar el retablo (PÉREZ SUÁREZ, Ob. cit., pág. 69) que, sin duda, fue el ensamblador Antonio López de la Moneda (Zanfoga, Lugo, doc. 1678-1724) autor del retablo mayor de la iglesia de Nuestra Señora de Regla de Corias, ajustado en 1679 y realizado en 1713. También trabajó el licenciado Antonio Ron (doc. 1685-1704), hermano de Manuel de Ron (ver su biografía en el Tous pa Tous) que «compuso varias piezas del retablo», Juan Collar que compuso los atriles y columnas del retablo, y el pintor local Plácido García de Agüera (1719-1798) que intervino en las columnas del retablo en 1742 (PÉREZ SUÁREZ, Ob. cit., pág. 69).
Según Ramallo las imágenes son obra de Francisco Quintana Argüelles (doc. 1667-1676), uno de los discípulos más aventajados de Luis Fernández de la Vega (1601-1675). De su obra documentada poco se conoce: cinco imágenes para el retablo mayor de la iglesia de Santa María la Real de Tanes (Caso), que Fernández de la Vega le traspasó en 1670 (desaparecidas), y el retablo mayor de la iglesia de San Juliano de Arbás (Cangas del Narcea), realizado entre 1673-1674 según la traza suministrada por el propio Fernández de la Vega (RAMALLO, Escultura barroca, 1985, pág. 243).
Las imágenes se comenzaron hacia 1677. Por entonces, Quintana Argüelles ya había concluido su trabajo en el retablo de Arbás y el conde de Toreno le encargó las imágenes, seguramente por la muerte o el traslado de Antonio Sánchez de Agrela a otro centro en donde podría conseguir encargos de mayor prestigio y dotación. Esto propicio que incluso dejase parte del retablo por terminar como lo atestiguan los añadidos que se le hicieron a finales del siglo XVII. De todas las imágenes sólo tres se pueden relacionar con la producción del propio Quintana Argüelles: San Juan Bautista, titular de la parroquia; Santiago el Mayor y San Roque. Para representar a San Juan Bautista empleó el modelo del que Fernández de la Vega se valió para esculpir la imagen de San Juan de la iglesia de San Vicente (hoy, de la Corte) de Oviedo, entre 1638-1641: un hombre joven, en posición de avance y envuelto en unos ropajes trabajados de manera profunda y aristosa. Francisco Quintana talló un San Juan inexpresivo y con un rostro enmarcado por unos cabellos largos y filamentosos de clara reminiscencia naturalista. El tratamiento de los pliegues es un trasunto de los del San Juan de la Corte: en la parte de la izquierda se multiplican y se tallan de manera rígida, formando grandes aristas, mientras que los de la derecha son más suaves y transversales.
San Roque repite el modelo que Luis Fernández de la Vega empleó para la imagen de la Catedral de Oviedo y que fue ejecutada junto a los retablos de Santa Teresa y Nuestra Señora de la Concepción, encargados por el obispo don Bernardo Caballero de Paredes en 1658 (este prelado financió grandes proyectos, como el desaparecido retablo mayor de la ermita de Nuestra Señora de Carrasconte, los retablos colaterales del convento de Agustinas Recoletas en Medina del Campo, ambos realizados por Pedro Sánchez de Agrela y Luis Fernández de la Vega, y la construcción de la capilla de Santa Bárbara en la Catedral de Oviedo). Quintana Argüelles hizo una copia de la imagen de la Catedral, sin la expresividad de aquella (de este mismo modelo también se valió Pedro Sánchez de Agrela, a mediados del siglo XVII, en la imagen de San Roque del monasterio de Corias). Santiago el Mayor se representa como peregrino, con el bordón y el sombrero de ala ancha.
El resto de imágenes del retablo mayor de Vega de Rengos: Inmaculada Concepción, San Fernando, San Antonio de Padua y San Antonio Abad, así como el relieve de La Resurrección, no pertenecen a la producción de Quintana Argüelles, y la Virgen con el Niño, de la calle de la izquierda del piso superior, es de finales del siglo XVI y su modelo y policromía son característicos del gusto renacentista.
El dorado del retablo es obra de Nicolás del Rosal, vecino de Oviedo, el mismo que policromó el retablo, con sus imágenes, de la iglesia de San Juliano de Arbás y el retablo de Nuestra Señora del Rosario en la colegiata de Cangas del Narcea. En 1682 el conde de Toreno donó algunos panes de oro para sufragar la obra. En las cuentas de 1682 se dice: «[…] Los mas de trece mil panes de oro que dio el señor conde de Toreno que están en el cielo, se gastó en tres mil reales en dinero que los gastos todos de pan y vino y carne que hicieron los maestros mientras lo pintaron […], más trescientos treinta y seis reales que costó el oro que falto para el retablo además del que vino de Madrid que se envió a buscar a Valladolid y a León [….]» (PÉREZ SUÁREZ, Ob. cit., pág. 69). La policromía es de buena calidad, no solo el oro del retablo sino las estofas y los detalles de las vestimentas de las imágenes efectuados, todos ellos, a punta de pincel. Al propio Nicolás del Rosal se podría deber el escudo pintado sobre la bóveda de la capilla mayor con las armas de la familia Queipo de Llano.
Los retablos colaterales de la iglesia son de la misma época y estilo que el retablo mayor. Se organizan en banco, frontis de única hornacina entre dos pares de columnas corintias de fuste estriado y dos pilastras cajeadas de capitel ganchudo decoradas con medias lunas. En el de la izquierda se venera la imagen del apóstol San Bartolomé, cuya factura también tenemos que relacionar con el propio Francisco Quintana Argüelles, y en el de la derecha una Virgen del Rosario de posterior factura. Fueron dorados por Nicolás del Rosal.
Adosado al muro derecho de la nave se aloja el retablo de la Piedad o Quinta Angustia, trasladado desde la capilla del palacio de La Muriella, próxima a la parroquia y primera residencia de la familia Queipo de Llano (hoy día, nada queda de ella). En el inventario de los ornamentos del 24 de marzo de 1855 se describe el retablo: «un retablo de madera de nogal, de dos cuerpos pintado y en su mayor parte dorado, bastante deteriorado, el cual tiene unas tres varas de alto por otras tantas de ancho. Se hallan colocadas en el mismo cuatro imágenes. En el centro la de la Señora de las Angustias y en el cuerpo o departamento superior la de San Lorenzo, en el medio, y colaterales a éste San Antonio de Padua y San Adriano, todas cuatro imágenes de bulto y de madera bastante carcomida» (PÉREZ SUÁREZ, Ob. cit., pág. 85).
Al igual que el resto de acomodos fue pagado por don Fernando Queipo de Llano y Lugo, II conde de Toreno (en el banco se representa el escudo de armas de los condes y un alto relieve de San Fernando en alusión al patrono). Es un retablo organizado en banco, frontis de única hornacina y ático simple rematado por un frontón triangular. La transición entre ambos cuerpos se realiza por dos aletones curvos. Este diseño nos habla de un retablo realizado con anterioridad a 1677, ya que en ese año se introdujeron en el suroccidente los diseños barrocos del ensamblador madrileño Pedro de la Torre (h. 1596-1677), con la realización del retablo mayor del monasterio benedictino de San Juan Bautista de Corias (ático simple entre machones, coronado por un florón, y remate semicircular). Se estructura con columnas salomónicas decoradas con los motivos propios de su orden: hojas de vid y racimos de uva, que apoyan en unas ménsulas de acentuado carácter vegetal (de alcachofa, en relación con las del primer taller de Cangas del Narcea).
De su ornamentación destacan las cabezas de hojarasca y granadas de los intercolumnios, y las cartelas con hojarasca y frutilla del ático. Precisamente, estos motivos recuerdan a los empleados por los discípulos de Luis Fernández de la Vega (1601-1675), como Juan García de Ascucha Galán (natural de Gijón, doc. 1669-1717/1722. Ejerció los oficios de ensamblador, escultor y maestro relojero de la Catedral de Oviedo) y Sebastián García Alas. Precisamente las cabezas con colgantes aparecen en el retablo mayor de la capilla del palacio de La Rozadiella (Tineo), realizado por García de Ascucha en 1678. Asimismo, las cartelas con colgantes del ático son una imitación de las del retablo de Nuestra Señora del Rosario de la iglesia colegial de Cangas del Narcea, ensamblado por García Alas entre 1676-1678.
En él se venera la imagen de la Piedad, una de las pocas representaciones de esta iconografía en el suroccidente de Asturias (también destaca la de la iglesia de Santa María de Carballo y la del santuario del Ecce Homo en Regla de Perandones, en relación con los modelos del escultor ovetense Antonio Borja). La de Vega de Rengos recuerda enormemente el relieve de la misma advocación del retablo mayor de la iglesia de San Pedro de Jomezana, en el concejo de Lena, realizado por García de Ascucha en 1690 (RAMALLO, Escultura barroca, 1985, pág. 246). Es un grupo frío cuyos rostros no reflejen la excitación, el dolor y el patetismo propio de este tipo de representaciones. Los pliegues son acartonados, de clara tradición naturalista. El resto de imágenes son de menor calidad (San Lorenzo en el ático, titular de la capilla de la Muriella, y a sus lados Santiago y San Antonio).
En la capilla de Santa Bárbara se hallan algunas imágenes de marcado carácter popular, entre las que destacan San Juan Bautista, de pequeño tamaño, que sigue el modelo reflexivo de tradición gallega; un San Blas del primer cuarto del siglo XVIII, en relación con los modelos de Antonio López de la Moneda (doc. 1678-1724), caracterizado por unos pliegues duros, de tradición naturalista, y un Santo Obispo de la misma época aunque de concepción más tosca.
Finalmente, otros ornamentos, alhajas y libros donados a la iglesia de Vega de Rengos por lo condes de Toreno, y de los que no conocemos su paradero, son ricos misales, frontales de altar de importación, candelabros, lámparas, y una cruz de plata, que fue donada por don Fernando Queipo de Llano y Lugo, II conde de Toreno, y que costo más de 100 ducados (1.100 reales), realizada en Madrid por Matías Vallejo (Yayoi KAWAMURA, Arte de la platería en Asturias, Oviedo, 1994, págs. 123-124).
Con esto ponemos punto final a este breve artículo sobre el patrocinio de los condes de Toreno en la iglesia de San Juan Bautista en Vega de Rengos, y abrimos la vía a futuros artículos sobre otros templos de su patronato: las iglesias de Santa María de Gedrez y Santa Eulalia de Larón.
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