El Tous pa Tous descubre varios lagares de vino en Cangas del Narcea

La sociedad ha iniciado un trabajo de localización, inventario y estudio de estas grandes y antiguas prensas de madera en el concejo de Cangas del Narcea.

Lagar de Agüera del Coto

El “Tous pa Tous. Sociedad Canguesa de Amantes del País” ha empezado a inventariar los lagares de vino que se conservan en el concejo de Cangas del Narcea. De momento, ha localizado seis. Estos grandes lagares, de viga y contrapesa de piedra, comenzaron a emplearse y difundirse en el siglo I d. C. en época romana. A mediados del siglo XVIII existían en el concejo de Cangas del Narcea 68 lagares de esta clase. Sin embargo, a principios del siglo XX empezaron a ser sustituidos por prensas de jaula, más pequeñas y de fácil manejo. Se calcula que actualmente pueden quedar una docena en el concejo. El Tous pa Tous trabaja para localizarlos, inventariarlos y estudiarlos.

Lagar de Ponticiella

El Tous pa Tous considera imprescindible que la actual recuperación del vino de Cangas se acompañe de un conocimiento profundo de la historia de este vino, y que esta historia tiene que difundirse y reivindicarse. Estamos ante un producto con más de mil años de antigüedad, cuya elaboración fue la actividad industrial más importante del concejo de Cangas del Narcea durante muchos siglos, y dentro de esta industria vinícola los lagares eran uno de sus elementos más representativos. La labor del Tous pa Tous fue reconocida en 2015 por la DOP Vino de Cangas al otorgarle la distinción “Uva Verde” por la labor de búsqueda y recuperación de documentos históricos sobre el vino de Cangas y por su difusión gratuita en la web de la sociedad.

El trabajo de inventario de los lagares de vino del concejo de Cangas del Narcea se ha encargado a David Flórez de la Sierra, investigador con una amplia experiencia en inventarios del patrimonio cultural y trabajo de campo. Los resultados del trabajo se difundirán a través de la web del Tous pa Tous, una exposición fotográfica y diversas publicaciones.

El Tous pa Tous cuenta para realizar este trabajo con la colaboración de la DOP Vino de Cangas.


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Lagares de vino en Cangas del Narcea en 1752

Fuso y contrapeso del lagar de la bodega del Museo del Vino de Cangas

Los lagares son las máquinas de madera que se empleaban en las bodegas para apretar el magayu o bagazo y extraer el último mosto de la uva, que en Cangas del Narcea llamamos pía o pie. La pía se mezclaba con el primer vino que salía de la tina. No todos los vinicultores cangueses tenían lagar, porque era un artefacto caro, de cierto tamaño y que necesita un espacio amplio y propio; en consecuencia, los pequeños cosecheros de vino no se lo podían permitir y tenían que exprimir su magayu en lagares que no eran suyos. En las últimas décadas del siglo XIX y, sobre todo, en el siglo XX estas máquinas se sustituyeron por prensas de jaula y hierro fundido, más pequeñas y manejables que los viejos lagares, que fueron destruyéndose hasta casi desaparecer.

Detalle del fuso y el contrapeso del lagar de la bodega del Museo del Vino de Cangas

En 1752 había en el concejo de Cangas del Narcea 68 lagares para hacer vino. Lo sabemos gracias a un catastro que se hizo ese año con el fin de establecer la Única Contribución, que estaba dentro de una reforma fiscal que puso en marcha el rey Fernando VI (1713-1759) y su ministro el marqués de la Ensenada (por eso a este catastro se le llama Catastro del Marqués de la Ensenada). Para cumplir el mandato del rey todos los vecinos tenían que presentar una relación de bienes (inmuebles, tierras, ganado) y de ingresos por su producción, oficio, industria, etc. Había unas respuestas particulares de cada vecino y unas respuestas generales a un interrogatorio de 40 preguntas que tenían que responder los concejos o cotos señoriales sobre el número de habitantes, clases de cultivos y ganado, la producción, actividades comerciales e industriales, profesiones, ingresos, etc. Las respuestas particulares de los vecinos de Cangas del Narcea se destruyeron en 1809 con el incendio del archivo municipal provocado por los franceses durante la Guerra de la Independencia. Solo se conservaron en el Archivo General de Simancas las generales, que son las que utilizamos nosotros y que pueden consultarse por internet.

Prensa de jaula para vino tomada del catálogo de ‘La Maquinaria Agrícola’ de José del Río y Hesles, gran almacén de venta de instrumentos y máquinas agrícolas, Madrid, 1871

Los propietarios de esos lagares eran señores, propietarios de muchas tierras y viñas, que vivían de sus rentas, y también campesinos acomodados. El conde de Toreno tenía tres lagares: dos en la villa de Cangas y uno en Limés. El monasterio de Corias también poseía tres, pero uno estaba “arruinado”. Además, había seis personas que eran dueñas de dos lagares: Teresa de Peón, Pedro Velarde, Lorenzo Flórez de Sierra, Narciso de Sierra Pambley, Rodrigo de Sierra Jarceley y Nicolás Alfonso, y dos lagares que eran propiedad de varios vecinos.

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Lagar del Museo del Vino de Cangas

Gracias al catastro de 1752 sabemos que estos lagares estaban hechos íntegramente con madera y se componían de “una sola viga”. En el extremo de la viga llevaban un contrapeso de piedra sujeto con un fuso o tornillo con el que se elevaba el contrapeso. Eran, sin lugar a duda, similares a los que hoy pueden verse en la bodega del Museo del Vino de Cangas o en el Museo Etnográfico de Grandas de Salime, y a otros que todavía existen en Asturias y que se empleaban para exprimir la manzana y hacer sidra, como uno que ese expone en el Museo del Pueblo de Asturias, en Gijón. Este tipo de lagar, conocido como “prensa de tornillo móvil y contrapeso”, estuvo muy extendido y está perfectamente documentado por la arqueología en época romana; los ejemplares más antiguos datan del siglo I d. C. Según Yolanda Peña Cervantes “es el tipo de prensa más extendido en el mundo romano” para elaborar aceite y vino (Torcularia. 
La producción de vino y aceite en Hispania, Tarragona, 2010).

Prensa de jaula y hierro fundido, que sustituyó a fines del siglo XIX y en el siglo XX a lo lagares de viga. Museo del Vino de Cangas.

En Cangas del Narcea en 1752, los lagares los utilizaban tanto sus propietarios para “sacar” su vino como el resto de los pequeños cosecheros que había en el concejo y que no tenían lagar. En las respuestas al Catastro del Marqués de la Ensenada se mencionan dos relaciones entre propietarios y no propietarios. Una, era el alquiler del lagar por el cual los dueños cobraban en vino; de este modo, en el coto de Corias se declara que cada uno de los lagares produce al año para sus dueños una “cuepa” de vino (31 litros) y en el coto de Cangas regulan su ganancia en ocho cañadas (31 litros) anuales, que es lo mismo que una “cuepa”.

Otra relación era la de dar gratuitamente el servicio en función de la buena vecindad y la reciprocidad, y así en las parroquias de Carballo, Bimeda, Villategil y Limés se dice lo siguiente: “atendiendo a que estos artefactos solo los tienen [sus propietarios] para pisar la uva de su cosecha, y aunque los vecinos y más interesados en la cosecha de vino no los tengan propios y usen de estos, es sin interés y por la buena correspondencia que entre sí tienen. Y no obstante para satisfacer a la intención de la pregunta, después de varias consideraciones regulan la utilidad de cada lagar en una cántara [15,64 litros] de vino, que su valor son seis reales de vellón”. Joaquín Coque Fuertes, de Obanca, todavía se acordaba a fines del siglo pasado que en su casa se apretaba el magayu de muchos vecinos y que a cambio estos ayudaban un día a cavar las viñas.

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Lagar del Museo del Vino de Cangas

No sabemos con exactitud los pueblos donde estaban los lagares en el concejo de Cangas del Narcea en 1752. Las respuestas generales del catastro mencionado solo dan el nombre de sus propietarios y en el mejor de los casos el de la parroquia donde estaban ubicados, pero no el del pueblo. Con la información disponible tenemos que destacar la existencia de dieciséis lagares en la parroquia de Tebongo, que era la mayor concentración de todo el concejo, superior a la villa, donde había siete. Asimismo, llama la atención la existencia de lagares, y en consecuencia de viñedos, en parroquias donde hoy no queda ningún rastro de su presencia, como Jarceley, San Martín de Sierra, Santiago de Sierra, Maganes, San Pedro de Culiema y Carceda.

La existencia de estos 68 lagares, así como su localización, son otro testimonio más de la extensión geográfica que llegó a tener el viñedo en el concejo de Cangas del Narcea y de su importancia económica.

Parroquia de Cangas del Narcea (7 lagares)

  • D. Fernando Queipo de Llano, conde de Toreno (2 lagares)
  • D. Pedro Velarde y Prada
  • D. José López Cañedo
  • D. José García de Quirós
  • D. José Gamoneda [y Rojas]
  • D. José Miramontes

Parroquia de San Cristóbal de Entreviñas (3 lagares)

  • D. José de Llano
  • D. Lope de Uría
  • D. José Fernández

Parroquia de Jarceley (1 lagar)

  • D. Diego de Sierra [y Salcedo, dueño de la Casa de Llamas del Mouro]

Parroquia de San Martín de Sierra (2 lagares)

  • Francisco Martínez
  • Domingo Fernández

Parroquia de Santiago de Sierra (2 lagares)

  • D. Lorenzo Flórez [de Sierra, dueño de la Casa de Nando]
  • Juan García

Parroquia de Onón (5 lagares)

  • D. Lorenzo Flórez [de Sierra, dueño de la Casa de Nando]
  • D. Francisco Caballero [y Flórez, dueño de la Casa de Fontaniella]
  • D. José Rodríguez
  • D. Antonio Queipo
  • D. Juan Menéndez

Parroquia de Maganes (1 lagar)

  • D. Francisco de Uría y Llano

Parroquia de San Pedro de Culiema (1 lagar)

  • Antonio Rodríguez

Parroquia de Tebongo (16 lagares)

  • D. Rodrigo de Sierra [y Jarceley, dueño de la Casa de Jarceley] (2 lagares)
  • D. Narciso de Sierra [Pambley, dueño de la Casa de Pambley] (2 lagares)
  • D.ª Micaela del Riego
  • D. Alonso del Llano
  • Juan Menéndez
  • Juan Rodríguez
  • Pedro Menéndez
  • Francisco Rodríguez
  • Francisco Meléndez
  • Toribio Meléndez
  • José Rodríguez
  • Bartolomé García
  • Juan de la Linde
  • Teresa de Flórez

Parroquia de Carceda (2 lagares)

  • Monasterio de San Juan de Corias (arruinado)
  • Domingo González

Parroquia de Santa Eulalia (2 lagares)

  • D. José Nicolás de Uría [Valdés]
  • D. Pedro Velarde y Prada

Parroquia de La Regla de Perandones (3 lagares)

  • Francisco Cachón (arruinado)
  • Domingo Menéndez
  • José Menéndez

Parroquia de Carballo (1 lagar)

  • D.ª Teresa de Peón, viuda de D. Manuel Flórez [Valdés, dueño de la Casa de Carballo]

Parroquia de Bimeda (2 lagares)

  • D. Ignacio Flórez
  • D. Nicolás Alfonso

Parroquia de Villategil (1 lagar)

  • D. Nicolás Alfonso

Parroquia de Limés (5 lagares)

  • D. Fernando Queipo de Llano, conde de Toreno
  • D. Miguel de Uría
  • D.ª Teresa de Peón, viuda de D. Manuel Flórez [Valdés, dueño de la Casa de Carballo]
  • D. Juan Meléndez Valdés
  • María Álvarez

Coto de Cangas (11 lagares)

Coto integrado por siete parroquias completas: Entrambasaguas, Santa Marina de Obanca, Augüera del Coto, Bergame, San Damías, Vegalagar y Las Montañas, y algunos lugares de otras cinco parroquias: Carceda, Corias (fuera de la villa), Besullo, San Cristobal y La Regla de Perandones.

  • Monasterio de San Juan de Corias (2 lagares)
  • D. Francisco de Llano y Rojas, de Santa Marina de Obanca (2 lagares)
  • D. Fernando Rodríguez, vecino de la provincia del Bierzo
  • D. Pedro Menéndez, vecino de la villa de Madrid
  • Pedro Rodríguez, vecino de San Pedro de Corias, y cinco vecinos más
  • Inocenta Coque, vecina de San Pedro de Corias
  • Hospital de San Lázaro, malatería de Retuertas
  • D. Manuel Rodríguez, cura de Orallo en el concejo de Laciana [León]
  • D. Juan Rodríguez Francos, presbítero de Bergame, y otros cuatro vecinos

Coto de Corias (3 lagares)

Este coto solo abarcaba la villa o pueblo de Corias.

  • D. Ignacio Queipo, vecino de la villa de Madrid
  • D. Salvador Fuertes, vecino del concejo de Boal
  • D. Diego Fuertes

Los Vinos de Cangas y Candamo en 1884; Respuestas a un interrogatorio sobre el vino en España realizado por el Consejo Superior de Agricultura, Industria y Comercio

Vendimia en Las Barzaniel.las (parroquia de L.lumés / Limés) en 1963, en las que aparecen muchas vendimiadoras con sus cestos y unos pocos hombres que eran los carreixones que cargaban los goxos llenos de uva. Colección Antonio Menéndez.

Desde mediados del siglo XIX el Ministerio de Fomento, del que dependía la política agrícola española, tenía entres sus objetivos recabar información sobre el estado de la agricultura y en especial sobre el ramo del vino, que era la principal fuente de riqueza del país. Para este cometido se organizó en Madrid en 1857 la Exposición General de Agricultura y en 1877 la Exposición Vinícola Nacional. A las dos exposiciones acudió una representación de los vinos de Cangas y de ello informaremos en otra noticia del Tous pa Tous.

En los años setenta y comienzos de los ochenta del siglo XIX, la industria del vino española estaba en expansión gracias a la desgracia de los vinicultores franceses, que casi habían paralizado la elaboración de vino debido a la destrucción de su viñedo por la filoxera, que procedente de los Estados Unidos de América se detectó por primera vez en Francia en 1863. Esta circunstancia se invertiría hacia 1885, al extenderse la filoxera en España (donde se confirmó su presencia en 1878) y comenzar el viñedo francés a producir, una vez superada la crisis.

Difusión de la Filoxera en el noroeste peninsular: 1872-1909. Fuente: Cuad. de Geogr. ● 77 ● 101 – 136 ● València 2005

En 1884 el Consejo Superior de Agricultura, Industria y Comercio, previendo los cambios que se avecinaban en el mercado del vino europeo, constituyó una “Comisión encargada de formular el programa para la información que ha de abrirse con el fin de estudiar los medios de facilitar la exportación de nuestros vinos”. Con tal fin se envió a Ayuntamientos, productores y comerciantes un interrogatorio con numerosas preguntas agrupadas en tres apartados: estadística, comercial y técnica. Se trataba de recabar noticias sobre la producción de vino, clases, superficie del viñedo, productividad, características del vino, precios, marcas, mercado del vino, exportación, fabricación de licores, etc. Las respuestas a este interrogatorio se conservan en el Archivo del Ministerio de Agricultura, en Madrid, y son una valiosa fuente de información para conocer el estado en que se encontraba la industria del vino en 1884.

Tratamiento de una viña con sulfuro de carbono mezclado con agua mediante una bomba a presión de tipo manual (Año 1895). Fuente: Cuad. de Geogr. ● 77 ● 101 – 136 ● València 2005

En Asturias solo respondieron a este interrogatorio dos ayuntamientos: Cangas del Narcea y Candamo, cuyas respuestas publicamos aquí. En su transcripción tenemos que agradecer la colaboración de Carolina Pelaz, del Museo del Vino de Cangas.

Las respuestas enviadas desde Cangas las firma Salvador Martínez (Cangas del Narcea, 1830 – 1889), que figura como alcalde, pero que en realidad era primer teniente alcalde, y que sí será alcalde entre 1887 y hasta su fallecimiento el 2 de diciembre de 1889. Salvador Martínez Valle era propietario de viñas y viticultor. Recomendamos su atenta lectura, porque ofrece una importante información para conocer el estado del viñedo y la producción del vino en Cangas del Narcea en 1884, antes de la llegada de la filoxera en 1894. En aquella fecha el problema era la plaga de oidium, que procedente también de América había dañado considerablemente el viñedo de Candamo y el de Cangas, y que se combatía desde hacia pocos años con azufre.

El interrogatorio se enviaba acompañado con la siguiente carta:

Consejo Superior de Agricultura, Industria y Comercio

Dictamen de la Comisión encargada de formular el programa para la información que ha de abrirse con el fin de estudiar los medios de facilitar la exportación de nuestros vinos.

La Comisión que suscribe, nombrada con fecha 21 de abril próximo pasado para formular el programa de la información que ha de abrirse con objeto de estudiar los medios de facilitar la exportación de nuestros vinos, ha examinado con el interés que requiere asunto de tal importancia, y divide la información en tres partes: Estadística, Comercial y Técnica.

Las estadísticas de nuestra producción vinícola no han llegado a hacerse con la detención que requiere la primera riqueza de nuestra Península, y sólo se han podido reunir datos y noticias semioficiales y particulares que acusan tal diferencia como la que encontramos entre los 33 millones de hectolitros que se calculan en 1858, y los 30 millones de 1877. Pero de todos modos, de cualquiera de estos datos que partamos, está en el ánimo de todos que la plantación de vides y producción de vinos ha aumentado desde aquella fecha y va aumentando cada año más.

Cubierto el consumo interior, tenemos un excedente de producción que dedicamos a la exportación, a la fabricación de alcoholes y vinagres y a la cría de vinos añejos; pero de todo ello nada debe llamar más la atención, ni merece mayor estudio, que lo que se refiere al comercio con el exterior.

En el año 1850 salieron de España 621.000 hectolitros, aumentando, con poca discontinuación, hasta el año 1873, que exportamos 2.643.000 hectolitros; de aquí fue bajando hasta el año 1876, como para tomar fuerza para una prodigiosa y progresiva subida, alcanzando en 1882 la cifra de 7.671.000 hectolitros, valorados en 333.200.000 pesetas; pero ya en 1883 empieza a descender en 106.720 hectolitros, valorados en 7.258.414 pesetas.

En este ramo de exportación, España necesita sumar, no restar, y la baja sufrida en 1883, unido a la gran cantidad de viñedos que se están plantando en España, a que la plaga filoxérica disminuye en Francia y la producción de vinos aumenta, a que nuestra rival Italia está haciendo esfuerzos privados y aun oficiales para conseguir mayor exportación, y a que Portugal en el año último ha aumentado la venta de sus vino en Inglaterra, disminuyendo la nuestra de los de Jerez, ha alarmado justamente a los vinicultores españoles, y temen, con sobrada razón, que si no salimos de nuestro letargo y emprendemos una campaña pronta y eficaz, vamos a lamentar serios males en la riqueza general de España.

Pero el Consejo Superior de Agricultura, Industria y Comercio, que no perdona ninguno de los medios que están a su alcance para colocar a España a la cabeza del proceso agrícola, no puede mostrarse indiferente en la lucha entablada entre los productores vinícolas de distintas naciones, y se propone ayudar a los nuestros en la empresa, que no le arredra, de procurar y utilizar los medios de mejorar la producción de vinos españoles y aumentar su exportación.

Para ello es preciso recurrir a las Corporaciones, a los productores y a los comerciantes de distintas provincias de España en demanda de ayuda, y pidiéndoles noticias, datos, estudios y deducciones que le guíen acertadamente en el penoso trabajo que emprende, porque el gran peligro nos amenaza de cerca.

Tengan confianza nuestros vinicultores, que las noticias que hoy se piden han de ser exclusivamente para el estudio práctico que el Consejo se propone llevar a cabo, a fin de que la exportación de vinos españoles no decaiga, aumentándola cuanto podamos, y que no demos lugar a que otras naciones, que no cuentan con los recursos de la nuestra, nos avancen en la carrera emprendida, establezcan su comercio, acostumbren aquellos paladares a sus vinos y que los nuestros se vean desatendidos.

En esta lucha, afortunadamente, hoy vamos delante; pero no debemos reposar, porque nuestros rivales son poderosos y ponen toda su fuerza para adelantarse a nosotros; por lo tanto, esta Comisión, haciéndose eco del unánime interés que tiene el Consejo, se propone no descansar, acudiendo con igual empeño al Gobierno, a los comerciantes y a los vinicultores para que, juntos todos, redoblemos nuestros esfuerzos, a fin de dar a nuestros vinos las condiciones que exigen los mercados consumidores, aumentar la exportación a los mercados abiertos y buscar otros nuevos adonde colocar el sobrante de nuestra producción.

Este pensamiento, que hoy con tanto interés acoge el Consejo, será mañana, con constancia y trabajo, una realidad que ha de convertirse en riqueza para el país y de prosperidad para la patria.

Resta tan sólo presentar el interrogatorio que han de informar las Corporaciones competentes, dejando, para cuando se reúnan estos datos, el presentar al Consejo los problemas que se han de discutir en el Congreso de Vinicultores.

El Consejo, con mayor ilustración, acordará lo más acertado.

Madrid, 1.º de mayo de 1884.
Acisclo Miranda.- Adolfo Bayo.- R.T. Muñoz de Luna.-
Juan Maisonnave.- Enrique Serrano Fatigati.

Aprobado en sesión de Consejo pleno, el día 19 de mayo de 1884.


icon Respuestas al interrogatorio sobre el Vino de Cangas en 1884 (126.51 kB)


icon Respuestas al interrogatorio sobre el Vino de Candamo en 1884 (3.57 MB)


El cacho o cachu

Definición

Bebiendo vino por el cacho o cachu

El cacho¹ o cachu² es un recipiente, generalmente de madera, similar a una escudilla o bol, modificado y tratado para hacer agradable la ingesta de vino por él. Aunque los cachos pueden ser de diferentes dimensiones, se podría considerar como tamaño medio el de 18x7cm. y una capacidad aproximada de 500 cl. Como curiosidad cítese que la colección de cachos del Museo del Vino de Cangas supera las dos docenas y en la mayoría de ellos la altura varía entre los 5 y los 8 cm, mientras que varía mucho más su diámetro, que oscila desde los 12 hasta los 22 cm. El cacho se utiliza para beber vino, generalmente de manera compartida, en bodegas tradicionales del suroccidente de Asturias, coincidiendo, prácticamente al cien por cien, el territorio donde se utiliza con la zona de producción de vino D.O.P. (Denominación de Origen Protegida) Cangas.

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¹ En castellano se podría decir escudilla (DRAE) Vasija ancha y de forma de una media esfera, que se usa comúnmente para servir en ella la sopa y el caldo.
² En asturiano escudiel.la, la: sust. Cacíu [fondu y semiesféricu que s’emplega pa echar nél la comida, la bebida]; Cacíu, el: sust. Recipiente [de cristal, de barru, de metal pa cocinar, pa comer, pa beber per él]
Etimología

Según García Arias³ la procedencia mas plausible de la palabra cacho es del latín «cap(u)la», vaso con asa, siendo la acepción del occidente, donde el cacho es mas utilizado, cachu (Ej. “caciu pa beber vinu”). Según el estudio antropológico del apellido “Cacho”, de Ana Mª Cano, la primera referencia documentada es del siglo XII. En 1192 un tal Petro Cacho figura como testigo de una venta. Como curiosidad, este documento coincide, en el tiempo con la época de fuerte impulso a la plantación de vides en el Monasterio Benedictino de Corias, entre 1136 y 1196, durante el mandato de los abades Juna II y Pedro Peláez. Pero no se ha documentado ninguna relación entre el apellido del testigo y su vinculación al monasterio ni con el vino.

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³ La etimoloxía del términu cachu (DALLA: 6 Escudiella, cacíu [de madera, de barru de forma cóncava]. 7 Cacíu [de madera, de barru de forma cóncava enllenu de daqué]. 8 Cantidá [de daqué que lleva un cacíu de madera, de barru de forma cóncava Pue consultar: X. Ll. García Arias, Propuestes Etimolóxiques 1975-2000. Uviéu, ALLA, 2000 (px. 94, s.v. gaxapu) y X. Ll. García Arias, Propuestes Etimolóxiques (2). Uviéu, ALLA, 2007 (px. 117).

Origen

Cacho o cachu en el exterior del Museo del Vino de Cangas

El uso de este recipiente, de enorme singularidad, puede que se remonte a dos mil años atrás, puesto que como escribía Estabón allá por el año 15, «los habitantes de las montañas cantábricas bebían en vasos de madera como los celtas y los galos». No obstante, aquí deberíamos de hacer un paréntesis para dilucidar cuando apareció el cacho como objeto distinto del cuenco o quizá, como evolución de éste. Efectivamente, más que una separación radical fue una necesaria adaptación evolutiva para hacer más agradable la ingesta de vino. En este sentido no podemos ir más allá de la diferenciación etimológica del siglo XII, que al darle nombre propio, lo diferencia claramente del resto de recipientes.

Diferencias con recipientes similares

Cacho y cuenco

Las diferencias entre un cacho y el resto de recipientes similares son esencialmente tres:

  • El torneado y tallado. Los cachos deben ser lo más delgado posible, sobre todo el borde o labio. Se dice que un cacho tiene que ser tan fino como para que la primera vez que se le eche vino, lo rezume por los poros. Como ventaja, es menos pesado y el fino labio hace más agradable la ingesta de vino. La desventaja es la propensión a agrietarse.
  • La utilización del cacho es otra diferencia con el resto de recipientes. Los tratamientos, pero sobre todo el adelgazamiento permite que sea mas agradable la ingesta de vino por él, pero lo inhabilitan para otros usos que no sea el de beber si exceptuamos su uso como recipiente para atestar o rellenar depósitos, barricas, garrafones, etc.
  • La necesidad de un tratamiento específico para su utilización. El cacho debe ser tratado después de su fabricación y antes de ser utilizado para beber. El tratamiento mas generalizado consiste en introducir el cacho en el deposito donde el vino fermenta con las lías durante el tiempo que dura la fermentación alcohólica. También se puede hervir en vino durante media hora, finalizada la cocción, debemos ponerlo a enfriar boca abajo y en una superficie plana, pues al estar la madera blanda, si no lo hacemos así tiende a deformarse. Estos cachos suelen coger un poco menos de color que los cocidos durante la fermentación. El tercer tratamiento posible es sumergirlo en vino, a ser posible del último de la prensa porque tinta más. Este último tratamiento no es recomendable porque no cumple con una de las condiciones por las que se trata el cacho, la desinfección. Además, según de qué madera esté fabricado, sufre más deformación al secarse que con los anteriores tratamientos.
Tratamientos

El hecho de que el cacho esté entre los hollejos (magayo) durante la fermentación del vino, le aporta una serie de características y mejoras. Le quita el desagradable sabor a madera, lo desinfecta, reduce el riesgo de rajado, le aporta un color peculiar realzando los veteados según las maderas, minimizando también la proliferación de hongos y de carcoma. Por ultimo, el tratamiento que habitualmente utilizan los artesanos y comerciantes para que no les raje antes de su venta, dadas las condiciones de humedad y temperatura adversas a las que está sometido el cacho en comercios y escaparates, consiste en untarlos con materia grasa (tradicionalmente grasa de animales domésticos derretida sin sal), aceite (de girasol que no de oliva), sebo o similares. También se suelen dar los tratamientos que se utilizan para preservar otras maderas como frotarlo con aceite de linaza de doble cocción o de palisandro, incluso con cera derretida de abejas. Los cachos tratados así por los artesanos para su venta, son principalmente como objetos decorativos, no son bienvenidos para su posterior tratamiento y uso culinario, pues las grasas y aceites dejarían sabor tanto en el vino de la cocción como en el cacho. A lo sumo podrían usarse para uso culinario aquellos a los que se les hayan aplicado grasas y aceites solo en el exterior, teniendo garantías de que tales productos sean sanitariamente inocuos. Estos tratamientos tampoco deben quitar el sabor a madera. En cualquier caso, bodegueros y artesanos coinciden en que tales grases y aceites suelen devenir rancios y siempre aportarían sabores no deseables al vino, por ello no hemos incluido estos tratamientos en los cachos que van a ser utilizados para la ingesta de vino y sí para los que van a ser utilizados como recuerdos o elementos decorativos.

Materia prima: la madera

Cunqueiro elaborando un cacho

Las maderas para la fabricación de cachos deben de ser cortadas en el menguante de diciembre y si ésta es de aliso, mejor de lo solano que de lo umbrío, teniendo también en cuenta que, en cuanto al rajado del cacho, son más estables las maderas de los árboles mas viejos.

Las maderas más utilizadas para su fabricación por su abundancia y facilidad de tallado son el abedul y el aliso (humeiro), pero también se pueden fabricar de nogal negro, manzano, peral, cerezo, castaño de raíz, fresno, etc. Este es un resumen de las maderas más utilizadas y sus peculiaridades básicas:

  • BOG: madera dura, apta para hacerlos muy finos, pero de poco diámetro.
  • ABEDUL: buena, fácil de trabajar, es abundante y la mas utilizada.
  • ALISO O HUMEIRO: abundante, fácil de trabajar, de calidad media.
  • NOGAL NEGRO: muy buena, pero escasa y cara.
  • ARCE O PLÁGANO: la mejor en general, pero demasiado dura.
  • FRESNO: buena, pero muy dura y difícil de trabajar.
  • HAYA: se trabaja bien pero es de las que mas raja.
  • CASTAÑO: de difícil curación, tiende a rajar, mediocre.
  • MOSTAJO O SERVAL DE LOS CAZADORES: la preferida de algunos artesanos.

Entre estas maderas no se menciona el roble, tan adecuado para la fabricación de contenedores para el vino, pero inadecuado para la elaboración de cachos por la disposición de sus fibras.

Tradición

Sin duda en mayor o menor medida las causas que propiciaron y propician que la utilización del cacho perdure en el tiempo son:

  • Ahorra el gasto en vasos u otro tipo de recipientes para la bodega.
  • Con un solo recipiente pueden beber varias personas.
  • No hace falta lavarlo. (En el interior de las bodegas tradicionales es habitual que no dispongan de agua corriente)
  • Su coste es muy económico incluso gratuito para los habitantes de la zona rural por la abundancia de madera.
  • En las bodegas, además de darse las condiciones adecuada para su uso, también se dan las condiciones de humedad y temperatura para que perviva sin rajar y sin que lo ataque la carcoma.
  • Resulta agradable la ingesta de vino por él.
Propiedades que aporta al vino

Cacho o cachu de vino

El cacho aporta peculiaridades al vino diferentes a las del cristal. Así está recogido en multitud documentos de nuestra historia vitivinícola. Por una lado, al echar el vino en el cacho se produce un cierto chispear del vino nuevo de Cangas, chispeo que no es más que una liberación del carbónico retenido de la fermentación y una oxigenación. Esta liberación del carbónico es mas rápida que la que se produce en la copa o vaso y ese chisporroteo libera a su vez los aromas y sabores del vino rápida e intensamente. Por otro, parece que el dulzor de la madera de los cachos tratados, contrarresta el exceso de acidez que pudieran tener nuestros caldos tradicionales Y finalmente, cuando bebemos vino en el cacho, perdemos la conciencia o cierto sentido de la medida, en incluso de culpabilidad, al no poder calcular, ni medir, ni aproximar la cantidad de vino consumida pues hay que recordar que el cacho se utiliza para beber vino de manera compartida.

Futuro

Capilla de Santiso, Cangas del Narcea

El cacho es un utensilio que está totalmente arraigado en nuestra sociedad. Como elemento inseparable de nuestra cultura vitivinícola, su implantación social está relacionada, sobre todo, con actividades lúdico-festivas donde está presente el vino. En el barrio de Santiso, barrio de bodegas tradicionales en Cangas del Narcea, se celebra cada 28 de enero una fiesta en honor a su patrón, San Tirso, en donde, además de usarse en las bodegas para beber, el cacho constituye el presente simbólico con el que se obsequia al pregonero.

Peña El Cachu

Nuestro cacho cede su apelativo, además de a una cuadrilla de cazadores, a la peña “El Cachu”, una de nuestras más emblemáticas peñas de la pólvora encargadas del sonoro rezo de voladores a nuestra carmelita virgen de Ambasaguas. También lo podemos ver en el anagrama de la asociación de productores y elaboradores del vino de Cangas, APROVICAN, y como no podía ser de otra manera, es el logotipo del Museo del Vino de Cangas.

Logo del Museo del Vino de Cangas

Los habitantes de las “tierras del cacho” hemos padecido durante siglos unas muy deficientes comunicaciones que ha propiciado una sociedad minifundista, autosuficiente, y anclada en usos y costumbres de tiempos pretéritos, lo que conlleva que no tengamos que recuperar las tradiciones porque nunca las hemos perdido, y cada día ponemos y mantenemos nuestro empeño en conservarlas.

Imágenes

Joaquín Fernández Díaz
Museo del Vino de Cangas del Narcea (Asturias)

Presidente de la Asociación de Museos del Vino de España


La vitivinicultura en Cangas del Narcea en 1965, por Miguel Palacios Valderrama.

El enólogo Miguel Palacios Valderrama, maestro de bodega en la Estación Pomológica de Villaviciosa, perteneciente a la Diputación Provincial de Oviedo, publicó en 1965, en el número 11 del Boletín del Instituto de Estudios Asturianos (Suplemento de ciencias), un breve articulo sobre la situación del vino en Asturias, que esta dedicado únicamente al viñedo y la elaboración del vino en Cangas del Narcea. Es un artículo muy interesante para conocer cual era la realidad de esta industria en aquel tiempo. Palacios Valderrama fue coautor de los libros La sidra y otros derivados de la manzana y La manzana y la sidra en Asturias. Falleció en 1984.



La vitivinicultura en Cangas del Narcea en 1965, por Miguel Palacios Valderrama

El Museo del Vino de Cangas del Narcea

Santiso, Cangas del Narcea. Museo del Vino. Foto: jorgelorenzo.net

Santiso, Cangas del Narcea. Museo del Vino. Foto: jorgelorenzo.net

El 30 de enero de este recién estrenado año 2015, se cumplirán diez años desde que abrió sus puertas el Museo Etnográfico del Vino “Lagar de Santiso”, en el homónimo barrio bodeguero de Cangas del Narcea, con el fin de difundir los orígenes y evolución de la actividad vitivinícola en la comarca.

Subimos aquí a nuestra web un artículo sobre este museo que ha sido publicado en la Revista de Museología, n. 60, 2014. Su autora, Carolina Peláz Soto, es Licenciada en Geografía e Historia, especialidad Historia del Arte, por la Universidad de Oviedo, Master en Museum Studies por la Universidad de Leicester (Reino Unido) y Curso Superior de Gestión de Empresas y Organizaciones Culturales, Grupo Xabide/ Universidad Complutense de Madrid. Ha trabajado como conservadora, coordinadora de exposiciones y, desde junio de 2013, es la responsable del Museo del Vino de Cangas del Narcea.

Tanto Carolina como nosotros queremos agradecer a la dirección de Revista de Museología, y en especial a doña Ana Carro Rossell, su colaboración a la hora de facilitarlos el artículo y la cesión de los derechos de reproducción del mismo para esta colaboración en El Tous pa Tous.



El Museo del Vino de Cangas del Narcea

La modernización del viñedo de Cangas del Narcea (Asturias) en la biblioteca del Tous pa Tous

Anselmo González del Valle fue el gran modernizador de la viticultura de Cangas del Narcea a finales del siglo XIX. A su ahínco y entusiasmo se debe la introducción en los viñedos cangueses del sistema de alambres y espaldera, además del azufre para combatir el mildiu, técnicas utilizadas, por aquel entonces, en los viñedos franceses. Para perfeccionar y modernizar el cultivo de los viñedos y la elaboración del vino de Cangas, contrató técnicos franceses que introdujeron importantes cambios en los viñedos, como el empleo de hilos de alambre para apoyar las vides, el uso de sulfatadoras e innovadores sistemas de poda e injerto.

Su interés por el mundo del vino le llevó a construir en la calle Pelayo una gran bodega, montada con todos los adelantos que requiere la industria vinícola moderna, conocida como El Lagarón. El jefe de la bodega era el técnico francés Ernest Dubucq y ciudades como Oviedo, Gijón, Avilés, Madrid o La Habana conocieron de primera mano esta novedosa producción canguesa de excelente calidad. De hecho, los nuevos caldos fueron distinguidos con la medalla de plata en la exposición vinícola de Burdeos de 1895 y recibió la de oro en la ciudad francesa de Angers al año siguiente.

Asimismo, Anselmo González del Valle invirtió importantes cantidades de dinero en Cangas del Narcea, donde llegó a contar con más de 200 propiedades. En total llegó a poseer 21 hectáreas de viñedo, localizadas en los términos de Pambley, San Cristóbal de Entreviñas, Obanca, Borracán, Cangas del Narcea y, sobre todo, Limés. El Ayuntamiento, le dedicó en la villa una calle con el nombre de “Anselmo del Valle”, que era como se le conocía en su tiempo.

Todos estos datos y muchos más, los detalla Juaco López en un estudio publicado por el Real Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA) y que desde hoy está a disposición de todos los seguidores del Tous pa Tous en nuestra biblioteca virtual.



La Modernización del Viñedo de Cangas del Narcea (Asturias)
La labor de Anselmo Gónzalez del Valle y sus técnicos franceses, 1878-1901

 


El CSIC emplea por primera vez en el mundo los retablos barrocos como método de estudio de la vid

La investigadora canguesa Carmen Martínez muestra la variedad Tinta Castañal representada en el retablo de la iglesia del convento de las Clarisas en Tui, Pontevedra

Un equipo de investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha analizado 101 retablos barrocos ubicados en 54 iglesias de Galicia y Asturias y ha logrado identificar seis variedades de vid cultivadas en esta zona peninsular. Los resultados de este trabajo, publicado en la revista del jardín botánico de Nueva York, Economic Botany, demuestran, según sus autores, el valor del arte como instrumento para estudiar la evolución histórica de los cultivos de vid y la antigüedad de algunas variedades.

Las seis variedades identificadas en estos retablos del siglo XVII son Loureira, Tinta Castañal, Albariño, Albarello (también llamada Brancellao), Dona Blanca y Palomino Fino. Esta última variedad se encuentra representada en el retablo mayor del Santuario de Nuestra Señora del Acebo de Cangas del Narcea.

Santuario de El Acebo (Cangas del Narcea, Asturias). Variedad representada: Palomino fino

“El estudio se basa en la comparación de las hojas y los racimos de variedades de vid reales, con las que aparecen representadas en las columnas salomónicas de los retablos barrocos. En algunos casos hemos encontrado un alto nivel de realismo, precisión y fidelidad en las representaciones. Esto nos ha permitido identificar algunas variedades reales y confirmar en algunos casos su posible carácter autóctono y la antigüedad de su cultivo en la zonas vitícolas en las que se ubican las iglesias cuyos retablos han sido estudiados”, explica la investigadora canguesa del CSIC Carmen Martínez, de la Misión Biológica de Galicia.

Para alcanzar estos resultados, los investigadores visitaron cada una de las 54 iglesias y tomaron imágenes de las hojas y racimos de vid representadas en las columnas salomónicas de los retablos. Este elemento arquitectónico, típico del arte barroco, se caracteriza por su forma helicoidal y su decoración vegetal, generalmente con hojas y racimos de vid. Después, en el laboratorio, los investigadores midieron numerosos detalles botánicos en las imágenes con los mismos métodos y técnicas utilizadas para medir las hojas y los racimos reales.

El origen de las variedades

“En la bibliografía antigua hay nombres de variedades de vid muy concretas y ligadas a determinadas zonas, pero solo en algunos casos van acompañados de brevísimas descripciones. En el siglo XIX empiezan a aparecer algunas descripciones puntuales más amplias que incorporan, en casos muy excepcionales, ilustraciones, que permiten identificar correctamente las variedades. Salvo esas excepciones, en el resto de los casos todavía hoy continúa el debate en torno a los orígenes de muchas variedades, la antigüedad de su cultivo en zonas determinadas, o los problemas de sinonimias y homonimias. El hecho de haber sido capaces de identificar una variedad real en un retablo, demuestra que en el siglo XVII esa variedad se cultivaba en esa zona concreta”, añade la investigadora.

Retablos estudiados en Cangas del Narcea

En Asturias, prácticamente el estudio se ha centrado en iglesias y retablos del concejo de Cangas del Narcea: el Santuario del Acebo, las iglesias parroquiales de Bimeda, Carballo, Corias y Limés, las capillas de los palacios de Carballo y Cibea y el monasterio de Corias. A estos retablos del concejo cangués hay que añadir el de la iglesia parroquial de San Antolín de Ibias.


icon Tabla 1 – Ubicación de las iglesias y retablos estudiados (47.81 kB)


Trabajo publicado en la revista Economy Botanic:

Descargar PDF: iconWorks of Art and Crop History: Grapevine Varieties and the Baroque Altarpieces (5.38 MB)

 

Works of Art and Crop History:
Grapevine Varieties and the Baroque Altarpieces

Vídeo CSIC Comunicación: Identificadas variedades de vid reales en retablos barrocos del siglo XVII


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Una referencia histórica a los vinos de Cangas

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Tabla informativa de los principales vinos franceses y extranjeros

Francisco Suárez es un gijonés, ferviente defensor de los vinos de Asturias, que incluso posee un pequeño viñedo en el valle de Candamo. Este valle, al igual que la zona de Cangas del Narcea, cuenta con una antigua tradición vitivinícola desde tiempos medievales, sin embargo es menos conocida y por eso Francisco lo destaca en su interesante blog sobre viticultura y enología en Asturias: www.verdejoastur.blogspot.com.

Este verano Francisco visitó la región vinícola de Burdeos (Bordeaux) y en una de las bodegas encontró una reproducción de un cartel sobre vinos franceses y extranjeros de hacia 1880. Su sorpresa fue grande al descubrir que uno de los escasos vinos españoles mencionados era el denominado “Tineo”, del que se destacaban sus propiedades medicinales.

Adjunto a estas líneas la imagen del cartel que nos ha enviado Francisco, que se titula: “Tabla informativa de los principales vinos franceses y extranjeros”, y un detalle de la referencia al vino de Cangas en la que se puede leer:

Tineo

Vins trés chargés en couleur, chauds toniques, trés parfumés ayant méme un peu la saveur médicale. Ces vins sont plutót considérés comme rémede que comme boisson.

Espagne

Y cuya traducción es:

[Cangas de] Tineo

Vinos de color muy intenso, tonos cálidos, muy fragantes, incluso con un poco de sabor medicinal. Estos vinos están considerados más como remedio curativo que como bebida.

España

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Detalle de la referencia al vino de Cangas denominado ‘Tineo’

Las propiedades medicinales de estos caldos también las destacaba la Comisión Calificadora de la Exposición Provincial Asturiana de 1875 en cuyo informe sobre los vinos de Cangas señalaba sus facultades tónicas y un exceso de tártaro, que indudablemente contenían, en comparación con los vinos ordinarios, circunstancias higiénicas que aconsejaban su uso a las personas debilitadas y enfermas. (Ver: El vino de Cangas en la Exposición Provincial Asturiana de 1875)

En cuanto a la datación del cartel encontrado por el amigo Francisco Suárez, en el cual no se observa fecha alguna, como ya he mencionado bien podría haber sido elaborado hacia 1880, época en la que precisamente técnicos franceses de la zona de Burdeos vinieron a trabajar a Cangas contratados por Anselmo González del Valle. (Ver: La modernización del vino de Cangas, 1878 – 1901)

El paisaje del viñedo en los concejos de Cangas del Narcea, Degaña e Ibias (2012)

Parrales de camino. Camino de abajo o del Molino en Seroiro (Ibias)

El etnógrafo Luis Vicente Elías Pastor y Margarita Contreras Villaseñor han sido los encargados de realizar este completo estudio, conscientes de que el suroccidente asturiano es depositario de una formidable riqueza medioambiental generada por sus espacios naturales y que alberga además un paisaje de viñedo único.

Se trata de un gran trabajo de recopilación de documentación e información en el que se analizan aspectos tan diversos como la imagen del viñedo a lo largo de la historia, los elementos que han condicionado el paisaje, patrimonio asociado a la actividad vitivinícola, o las tipologías de viñedo. Para su investigación han contado con la ayuda de las personas que trabajan de forma cotidiana en el campo, conociendo los procesos que se realizan actualmente y aquellos otros que dejaron de hacerse, pero que han podido tener cierta afección sobre el paisaje.

Según palabras de los propios autores “no es un estudio de las formaciones ni de las variedades, tampoco de los tipos de cultivos ni de los rituales agrarios; es un análisis de cómo todos estos elementos generan un paisaje. Es por lo tanto un estudio antropológico que tiene como finalidad integrar los viñedos tradicionales como elementos de patrimonio cultural.”



 

El paisaje del viñedo en los concejos de Cangas del Narcea, Degaña e Ibias (2012)
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El vino de Cangas en 1956

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La familia Ríos, de Cangas del Narcea, en la vendimia, octubre de 1959. Col. de Amancio M. Ríos.

Hemos encontrado en una hoja suelta, tal vez arrancada de un portfolio de las Fiestas del Carmen y de la Magdalena de Cangas del Narcea, un artículo anónimo fechado en Cangas del Narcea en 1956 y titulado: “El vino de Cangas”. El artículo describe el estado del viñedo y el vino en los años centrales del siglo XX, una época en la que la industria ya estaba reducida al ámbito doméstico, pero en la que todavía no había empezado el abandono masivo de las viñas que ocurrió en los años sesenta y setenta. El autor hace unas atinadas consideraciones sobre el futuro de nuestro vino, que se confirmaron con el tiempo, como, por ejemplo, lo que dice sobre el vino blanco o la organización común de los cosecheros.

El vino de Cangas

El viñedo en el Principado de Asturias ocupa un área limitada de cultivo, que se circunscribe exclusivamente a la parte sur-occidental de la provincia, siendo el concejo más importante en esta clase de producción el de Cangas del Narcea; cosechándose vino, aunque en porcentaje mucho menor, en los concejos de Ibias, Pesoz, Grandas de Salime y Tineo. Puede decirse que la producción vinícola en el concejo de Cangas del Narcea alcanza la cifra de los dos millones de litros, siendo la superficie dedicada a esta clase de cultivo de unas mil quinientas hectáreas, aproximadamente, en las cuales se hallan plantadas, sobre poco más o menos, millón y medio de cepas o vides.

Debido a la especial climatología del país -generalmente húmeda y sujeta a frecuentes e intensas heladas, que tanto perjudican al viñedo, y que tantas enfermedades parasitarias producen-, se han escogido para la plantación los tipos de vid más apropiados, siendo los principales: el verdejo, alvarín, carrasco y algunos moscateles, si bien se dan otras diversas variedades, en menor escala. Se ha tenido en cuenta, asimismo, para verificar estas plantaciones, la especial característica de los terrenos, comúnmente arcillosos y accidentados, muchos de los cuales no es posible dedicar a cualquiera otra clase de cultivos. La plantación se efectúa alineando las vides en hileras, y sujetándolas o adosándolas a tiras de alambre, que a su vez van sujetas a estacas de madera. Debido a todos estos factores fácilmente se comprenderá, y así es en efecto, que el cultivo de la vid en el concejo de Cangas del Narcea, exige y requiere una atención, unos cuidados y un gusto, que solamente es posible realizar a fuerza de sacrificios, de tesón y algunas veces hasta “mimosamente”. El cultivo de la vid, a base del procedimiento denominado de “cepa redonda”, tan generalizado y tan natural en todas las regiones vinícolas de nuestra patria, apenas se ve en este concejo, y por todas estas razones, repetimos, es enormemente más costoso y más laborioso que en otras zonas.

El vino de Cangas es generalmente tinto, de poca graduación alcohólica -9 a 12 grados- más bien de tipo seco, buena cubierta y color, y con cierto grado de acidez, que hace rechazarlo, en principio, a quienes por primera vez lo prueban; pero que  acostumbrándose  no beben otro alguno, porque reúne unas especiales características que lo hacen una bebida saludable y apropiada siempre.

El vino cosechado en este concejo se consume todo él aquí, pues la exportación no existe en realidad. Existen bodegas y “bares” que lo expenden, dónde a la caída de la tarde, generalmente, se juntan los cangueses a tomar un “porro”, o más típica y vulgarmente, “una puchera” -equivalente a medio litro- en reunión amigable, mientras comentan y charlan de mil cosas, compensando, con estos momentos de esparcimiento, la dura jornada diaria de trabajo. También se consume este vino, a las horas de las comidas, en casas particulares, por ser altamente aperitivo y gran estimulante del apetito. Aunque aquí en Cangas hay un refrán que dice: “Por San Andrés el vino nuevo añejo es”, queriendo indicar que hasta primeros de diciembre no debe beberse el vino de la nueva cosecha, comienza a beberse ya al poco de realizarse la vendimia, una vez que hubo fermentado en las cubas o “tinas” destinadas al efecto. Sin embargo, cuando este vino adquiere su mejor sabor y cuando más agradable resulta su degustación, es a partir del primer trasiego, que se verifica en febrero o marzo, una vez purificado y con todas sus buenas propiedades. Se bebe con toda clase de comidas; pero cuando más rico y agradable resulta, es tomándolo con los típicos productos del cerdo, cuya matanza familiar es común en esta villa, así como con toda clase de pescados.

Estos vinos de Cangas del Narcea, como queda dicho, poco alcohólicos por lo general, son de vivo y subido color, y muy frescos y finos, porque aquí no hay mixturas ni manipulaciones químicas de ninguna clase, por lo que resultan sanos y beneficiosos para el organismo.

Tienen muchas cualidades y condiciones de los famosos de Burdeos, a los que se asemejan bastante, y desde luego, con algún empleo y cuidado en su elaboración, podrían competir en firmeza y aroma con los de marcas más famosas, y serían dignos de figurar en señoriales y refinadas mesas. No hace muchos años, algunos cosecheros de este vino de Cangas, que extremaron estos cuidados en su elaboración, consiguieron hacer unos tipos de vino embotellado, que no solamente constituyeron una verdadera calidad y adquirieron sólido crédito en el mercado, sino que acudieron también a exposiciones y concursos, obteniendo valiosos premios, como por ejemplo: Medalla de Plata en la 13ª Exposición Internacional de Burdeos, en 1895; Medalla de Oro en Angers, en 1893, y Diploma de Honor en la Exposición Regional de Lugo, en el año 1896.

En mucha menor escala, y casi por capricho, también algunos cosecheros suelen fabricar vinos blancos, de mejor sabor y condiciones que los tintos, y que desde luego llaman la atención, y hacen suponer muy fundadamente, que de ser esmeradamente fabricados se abriría un camino franco en el mercado, con lo cual saldrían todos gananciosos. Claro está que para ello habrían de estar estos cosecheros debidamente organizados, por ejemplo, en forma cooperativa, ya que de otro modo es imposible llevar a cabo nada practico en tal sentido, teniendo en cuenta que son muchos, y que los hay que cosechan desde 500 litros hasta 50.000. Al igual que sucede en Asturias con otras clases de cultivos, y con la propiedad en general, el minifundio es muy acentuado, y ello impide la unión precisa para una organización común, que haría de nuestros vinos un artículo verdaderamente apreciado, y, por ende, mucho más ventajoso para todos. Sin embargo, con buena voluntad y noble intención, es posible realizar las más difíciles empresas, y creemos que ésta no lo es tanto como parece.

Cangas del Narcea, julio de 1956.

Centro Vitícola de Obanca (Cangas del Narcea), 1902

Cada día vamos descubriendo más cosas sobre el vino de Cangas, que confirman la altura que alcanzó el cultivo del viñedo y la elaboración del vino en nuestro concejo de Cangas del Narcea en las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX.

A los trabajos de Nicolás Suárez Cantón, a la modernización promovida por Anselmo González del Valle con técnicos franceses y a la información proporcionada por el “diario de un viticultor” del médico José Gómez López-Braña, sumamos ahora otro testimonio más de esa época de oro de la viticultura canguesa: la existencia del “Centro Vitícola de Obanca”, dirigido por Olegario Martínez, que era también su propietario.

Este centro se anunciaba como “el primer establecimiento de España para el cultivo de los injertos, como lo prueban las grandísimas existencias que posee de los mismos y los magníficos resultados que con ellos se obtienen, debido a que todos los injertos son hechos sobre mesa en estacas del grueso suficiente y cuando se expiden son todos de la misma dimensión de patrón o pie americano, y la raíz tiene solo un año, condición indispensable para su desarrollo”.

El “Centro Vitícola de Obanca” vendía una gran variedad de vides injertadas sobre variedades americanas resistentes a la filoxera, algunas autóctonas, como el Alvarín blanco, Alvarín negro o Carrasquín. Como se sabe la replantación con vides americanas, inmunes a la filoxera, fue la única solución que se encontró para luchar contra esta plaga, que destruyó gran parte de los viñedos europeos en el último tercio del siglo XIX, y que a Cangas del Narcea llegó en 1893.

Hasta el momento, la única información que tenemos sobre este centro vitícola es un folleto publicitario de cuatro páginas, impreso para la temporada 1902-1903, que publicamos a continuación y que ha llegado a nuestras manos gracias al socio del Tous pa Tous Eladio Regueral Martínez. Ahora, a partir de esta pista, habrá que comenzar a investigar cuál fue la historia de este centro y de su director.

Documental: El vino de Asturias, 1990

Documental de la Productora de Programas del Principado publicado en 1990.

 

 

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La modernización del vino de Cangas, 1878 – 1901

XIII Exposición de Burdeos, Diploma de Medalla de Plata, 1895 a los vinos de Cangas de Tineo de Anselmo González del Valle

Anselmo González del Valle y Cangas del Narcea

La modernización del vino de Cangas, 1878 – 1901

La relación de Anselmo Gonzalez del Valle y Carbajal (La Habana, 1852 – Oviedo, 1911) con Cangas del Narcea está envuelta en un cierto misterio, basado en el desconocimiento que tenemos de los motivos que impulsaron a este hombre, nacido en Cuba, hijo de un emigrante de Oviedo, rico capitalista, industrial y gran aficionado a la música, a comprar tierras en el concejo de Cangas del Narcea y dedicarse con ahínco al viñedo y la elaboración de vino.

Sus inversiones en Cangas del Narcea comienzan el 18 de septiembre de 1878, cuando González del Valle, que tenía 26 años de edad, compra en Oviedo (ante el notario José Antonio Rodríguez) a Juan Vázquez Camino, comerciante residente en Burdeos, un número elevado de propiedades en los concejos de Cangas del Narcea, Tineo, Ibias, Allande, Valdés y Villayón, por 277.500 pesetas. Todas estas propiedades las había adquirido este comerciante en 1874 a Rafael Uría Riego, hermano y heredero del famoso José Francisco (1819 – 1862), con un pacto de retroventa por un periodo de cuatro años, que el vendedor no llegó a ejercer.

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Cangas del Narcea hacia 1918 (vista parcial) destacamos la bodega construida por Anselmo G. del Valle, el Lagarón.

La gran mayoría de las propiedades adquiridas por González del Valle estaba en el concejo de Cangas del Narcea, en total 198. Había caserías, viñas, prados y tierras localizadas en cortinales de muchos pueblos, así como el dominio de pueblos enteros: Amáu/Amago, El Fuexu/El Fuejo o Pambley, y de brañas: La Linar (Rato), Entrambosríos (Mieldes), Junqueras y Los Cadavales, o de partes importantes de pueblos: Mieldes, Bárzana, Parada la Viecha, San Xuan del Monte, El Valle los Humeiros, Miravalles, Veigamioru, Villager, Piñera, El Pládanu y Berguñu. En la compra se incluían importantes propiedades situadas en la villa de Cangas del Narcea y sus inmediaciones: el palacio de Omaña y la huerta contigua; una casa en la calle Mayor; las Huertas de La Veiguitina; la Huerta del Molino, el Prau del Molino y el molino harinero situado junto al puente de piedra de Ambasaguas; viñas en Barañan; “la posesión llamada de Obanca, parroquia de Santa Marina, compuesta de casa, hórreos, un molino con cuatro molares, tierra, prados, huertas, varios castaños y otros árboles” de una superficie de tres hectáreas, etc.

Bodega de Anselmo G. del Valle, conocida como El Lagarón, construida a fines del siglo XIX en el Pelayo (Cangas del Narcea); detrás todo son viñas, 1935. Fotografía de Elisa Álvarez Castelao.

A estas propiedades Gonzalez del Valle sumó varias viñas en Limés, que compró en 1879 a María Joaquina Gonzalez-Cienfuegos y Navia Osorio (de la casa del conde de Peñalba), y en 1883 a Indalecia García del Valle. Por último, en 1898 adquirió a Casimiro Manso Ochoa la finca de Pelayo, en la villa de Cangas del Narcea, donde construyó una gran bodega de vino, la conocida como El Lagarón, que tenía pozo y bomba de agua.

Las propiedades más estimadas de Gonzalez del Valle fueron sin duda las viñas. En total llegó a poseer 21 hectáreas de viñedo, localizadas en los términos de Pambley, San Cristóbal de Entreviñas, Oubanca, Burracan, Cangas del Narcea y, sobre todo, Limés. En este último lugar era propietario de la viña de Santiago (de ocho hectáreas), la viña Grande (de dos hectáreas), la viña Redonda o Semillana (de más de cuatro hectáreas), la viña Cachiporra (de más de una hectárea) y otras más pequeñas en los formales de San Andrés, Perín y Sumeana. En la viña Redonda había un edificio terreno, cubierto de teja y destinado “exclusivamente a la recolección o deposito del fruto y sarmientos de la finca, custodia de herramientas para trabajarla y demás usos precisos a la misma”. Las viñas de mayor superficie las explotaba directamente Gonzalez del Valle, y las pequeñas las llevaban arrendatarios que a menudo pagaban de renta el tercio o el quinto de “su producción en uva”.

Anselmo González del Valle, 1874. Dibujo de José F. Cuevas.

Anselmo González del Valle ejerció en Cangas del Narcea las actividades siguientes: el altruismo, la explotación de un molino, el cultivo de viñas y la producción de vino. Las dos últimas fueron su principal ocupación. Su domicilio lo tenía en Oviedo. Solía venir a la villa de Cangas casi todos los años, durante unos días, en los meses de octubre y noviembre, coincidiendo con la vendimia y los primeros trabajos de elaboración del vino, y residía en el palacio de Omaña. A veces también venía en julio durante las fiestas del Carmen. En esta villa tenía un administrador que se encargaba de arrendar las fincas, recaudar las rentas, etc. El 23 de octubre de 1882 (ante el escribano Ángel Menendez Reigada) nombró en este puesto a Felipe Francos Flórez y el 14 de julio de 1897 (ante el escribano José Novoa Álvarez) al maestro Genaro González Reguerín.

Gonzalez del Valle era un “hombre generoso y caritativo”, conocido en Oviedo por sus obras benéficas. Cangas del Narcea se benefició de esta generosidad, y en cualquier suscripción que se formaba para recaudar fondos para las fiestas del Carmen, la junta de socorro de los pobres, etc., figura su generosa aportación. También donó terrenos en La Veiguitina para la apertura de una calle. El Ayuntamiento de Cangas del Narcea reconoció este altruismo, dedicándole en la villa una calle nueva que se abrió para comunicar la calle de La Fuente con La Veiguitina.

Molino junto al puente de piedra de Ambasaguas, construido por Anselmo G. del Valle en 1884, Cangas del Narcea, 1935. Fotografía de Elisa Álvarez Castelao.

En la compra de 1878 iba incluido un molino harinero con “ocho piedras molares” y 130 m2, que era el único que había en la villa de Cangas del Narcea. Había pertenecido a la casa de Omaña y estaba pegado a la derecha del puente de piedra de Ambasaguas, entrando por la calle de La Fuente. González del Valle derriba este molino y construye en 1884 uno totalmente nuevo, a la izquierda del puente, para el que aprovecha la presa del molino viejo. Instala tres muelas hidráulicas con una maquinaria moderna que trae de León. Tenía una muela francesa y dos españolas, “que molían más rápido y mejor que las antiguas”, y un ventilador, también movido por la fuerza del agua, que dejaba “el grano perfectamente limpio”. Para un capitalista como González del Valle, que invertía en ferrocarriles o fabricas de explosivos, la inversión en un molino de estas características era un anacronismo. La existencia de un molino de esta clase era algo beneficioso, sobre todo, para los vecinos. El pan seguía siendo el alimento básico de la población y no era lo mismo tener un molino viejo, que se estropeaba con frecuencia y no molía bien, que uno moderno, rápido y eficaz, que permitía tener una harina limpia y bien molida.

La gran actividad de González del Valle en Cangas del Narcea fue el cultivo de viñas y la elaboración de vino, y en esto es donde llega su influencia hasta nuestros días. Para estas labores trajo a técnicos franceses de la zona de Burdeos. La viticultura y la vinicultura francesas eran las más desarrolladas de Europa, y González del Valle no escatimó medios para mejorar y modernizar estas labores en Cangas del Narcea. Su interés le llevó a acudir a Madrid en junio de 1886 al Congreso Nacional de Vinicultores en representación del Consejo Provincial de Agricultura, Industria y Comercio de Oviedo, junto al conde de Toreno. A este congreso también asistieron de Asturias, Víctor Lobo, ingeniero agrónomo provincial, y Rogelio Valledor Ron, que fue en representación del periódico El Occidente de Asturias, de Cangas del Narcea, lo que denota el interés de esta industria para nuestro concejo.

En el viñedo los técnicos franceses introdujeron numerosas mejoras que fueron seguidas por los cangueses, y que favorecieron mucho el cultivo de la vid. Algunas de las más destacadas fueron las siguientes: el azufrado y el sulfatado con “caldo bordelés” (mezcla de sulfato de cobre y cal) para prevenir el oidium y el mildiu, respectivamente, que son dos hongos procedentes de Estados Unidos de América que causaron grandes estragos en los viñedos europeos durante la segunda mitad del siglo XIX; la poda temprana; la colocación de espalderas o hilos de alambre para sujetar las vides, etc.

De algunas de estas mejoras tenemos testimonios contemporáneos gracias al periódico El Occidente de Asturias:

Los viñedos hace años vienen atacados del Oidium, de ese terrible parásito que se desarrolla de una manera admirable; y este año, que los cosecheros, por iniciativa del señor don Anselmo del Valle, habían empezado á utilizar con buen éxito el azufre, parece que los temporales se empeñaron en destrozar una cosecha que constituye el primer elemento de riqueza de esta comarca. Era lo que faltaba á este pobre país […]. (El Occidente de Asturias, 15 de septiembre de 1882)

Al año siguiente el mismo periódico vuelve a recordar los beneficios aportados por estos técnicos franceses que trabajaban para González del Valle:

La vendimia se va haciendo con buen tiempo. La cosecha es desigual, pues al paso que algunas viñas tienen más uva que en el año último, otras tienen menos. Entre las primeras se cuentan las del señor don Anselmo del Valle, debido indudablemente al sistema de poda y otras labores que adoptaron obreros franceses que ha traído, y al azuframiento de las vides. Ténganlo presente los demás viticultores, y adopten el propio sistema si quieren que sus viñas produzcan. El vino promete ser bueno. (El Occidente de Asturias, 19 de octubre de 1883).

En Francia fue donde se desarrolló el empleo de azufre para prevenir el oidium y donde se descubrió la eficacia del sulfato de cobre para combatir el mildiu.

En cuanto al sistema de poda, otra noticia de ese mismo periódico, nos aclara en que consistió el cambio propiciado por los técnicos franceses:

La primera de estas cuestiones es la siguiente: ¿La poda de la vid debe ser temprana ó tardía? Los que sostienen que debe ser temprana, y son muchos, especialmente en Francia, y en España personalidades muy respetables, afirman que la poda que se hace en Diciembre da lugar á la producción de yemas robustas que ofrecen fruto más abundante que el de poda tardía, agregando además que por este medio la cosecha se adelanta, circunstancia que en la provincia de Asturias no debe perderse de vista. En apoyo de esta opinión nosotros podemos citar lo que en la actualidad está practicando, en el viñedo que en los términos de este ayuntamiento tiene el señor D. Anselmo del Valle, un obrero que este trajo de Francia con el único objeto de atender al cultivo y mejoramiento de sus viñas. Sostiene este obrero las ventajas que hemos indicado de la poda temprana, y así es que la está haciendo actualmente. No debemos omitir tampoco que por el mismo tiempo la hizo en el año anterior, y que, ya fuese debido á esto, ó tal vez á la casualidad, lo que no es imposible, es lo cierto que las viñas del Sr. Valle han sido las que dieron en el corriente más abundante cosecha. (El Occidente de Asturias, 7 de diciembre de 1883).

Estas mejoras quedaron grabadas en la memoria de los viticultores cangueses, y en 1987, cien años después de su introducción, Carmen Martínez Rodríguez entrevistó a algún anciano que “aún recordaba con agradecimiento y admiración a los técnicos franceses venidos de Burdeos para enseñarles a injertar, a preparar el caldo bordelés o a utilizar las primeras sulfatadoras. También contaban que estos mismos técnicos trajeron nuevas variedades de vid, como el Cabernet, la Garnacha Tintorera y el Albarín Francés, y que les enseñaron a utilizar nuevos sistemas de poda y conducción (Guyot), que poco a poco irían sustituyendo a otro mucho más antiguo denominado en cepa redonda” (Mª del Carmen Martínez Rodríguez y José Enrique Pérez Fernández, La vid en el occidente del Principado de Asturias, CSIC, Madrid, 1999, pág. 21).

Pero no todos fueron éxitos en las viñas de González del Valle. La modernización y los cambios en el campo llevan a aparejados riesgos. La introducción de nuevas plantas y su aclimatación es una operación problemática, y a veces las cosas no salen todo lo bien que se proyecta. Esto fue lo que le pasó a Gonzalez del Valle con la plantación de nuevas variedades de vid, que introdujo con el fin de mejorar la producción y luchar contra la terrible filoxera, un parasito que procedente también de América asoló los viñedos de toda Europa a fines del siglo XIX, y que en Cangas del Narcea se localizó por primera vez en 1893. Los problemas de González del Valle los conocemos por una carta escrita por Severiano Rodríguez-Peláez desde Cangas del Narcea al conde de Toreno, el 26 de octubre de 1898:

D. Anselmo, que por medio de los franceses empezó a descepar el mejor terreno de la viña, donde no había siquiera asomo de filoxera, hizo cuantiosos gastos para fundirla y despojarla de la piedra, trajo vides injertas de Burdeos que plantaron en la forma que lo hacían allí, y después de tan bien preparado el terreno, le murieron próximamente una mitad, y las que no perecieron llevan un desarrollo muy lento, y según el francés que sigue aquí, parece tienen que volver a replantar, poniendo una cesta de cucho a cada planta, para lo que estuvo este verano acopiando todo el cucho que encontró.

El 23 de noviembre de ese mismo año, Rodríguez-Peláez vuelve a escribir al conde sobre este asunto:

Lo que no se comprende es lo de D. Anselmo, dicen que este año recogió solo unas cien cuepas [3.130 litros], a pesar de tanto cuidado y tantos gastos como viene haciendo en estos años. En el actual tienen que ser mucho mayores porque hace ya cuatro meses que tiene ocupado un carro en llevar abono; acopió todo el de la villa y después se fue a los pueblos de Limés y Ponticiella para hacer otra plantación nueva, y calculan que tal número de plantas ha de dar tanto vino, calculando a dos litros cada una por término medio, lo que estará bien en otros países más apropiados para esta clase de cultivos y en que cuestan menos los gastos ordinarios anuales.

En la elaboración del vino también se hicieron cambios y mejoras importantes, dirigidas por el técnico francés Ernest Dubucq, jefe de la bodega de González del Valle en Cangas del Narcea.

Parece que la manipulación que se está efectuando por un inteligente francés, en el vino que en este concejo cosecha don Anselmo González del Valle, vecino de Oviedo, está dando excelente resultado. Como en la manipulación no entra ninguna materia ni sustancia que pueda quitar al vino su pureza, no podemos menos de aplaudir la determinación del señor Valle, que indudablemente contribuirá mucho á llevar la fama del vino cangués más allá de los confines de Asturias, en donde hasta ahora se halla aprisionada (El Eco de Occidente, 9 de febrero de 1894).

El vino se elaboraba con un sistema moderno en el que la fermentación era cerrada, no abierta como es costumbre en el método tradicional del vino de Cangas. Para ello se tapaban las tinas y se les ponía un tubo de hojalata que desahogaba en un depósito de agua, para no perder el anhídrido carbónico. Esto lograba un vino más resistente a los trasiegos, que duraba mucho más, no estropeándose durante el verano como le sucedía al vino tradicional. Según los vecinos de Cangas en aquel tiempo, este vino tenía el inconveniente de que “se iba mucho a la cabeza”, probablemente debido a que tenía algunos grados más de alcohol que el tradicional.

Otra práctica que introdujo González del Valle fue la mezcla de vinos, tanto del país como de Castilla. Al mezclar el vino de afuera lo que buscaba era subir la graduación y bajar la acidez característica del vino de Cangas, con el objeto de hacer un vino más agradable a los gustos de los potenciales clientes de fuera de Cangas del Narcea. En 1895 compró para este fin toda la producción del vino añejo y de ese año del conde de Toreno.

Sin duda, uno de los meritos de Anselmo González del Valle fue la comercialización y difusión de nuestro vino fuera de su lugar de producción, “más allá de los confines de Asturias”. A fines del siglo XIX, era habitual en la portada del diario El Carbayón, de Oviedo, un anuncio de “Vinos tintos de Cangas de Tineo de D. Anselmo G. del Valle”. El vino se ofrecía en botellas (a 2 pesetas unidad) y media botellas (1,25 pesetas), en cajas de 12 botellas y de 24 medias botellas, en barricas de 225 litros, barriles de 105 litros y cuartos de barricas de 55 litros. González del Valle tenía un depósito de venta propio en el número 40 de la calle Uría, de Oviedo. En el mismo anuncio se mencionan otros puntos de venta en Oviedo, Avilés y Gijón, y también en el número 76 de la calle de Fuencarral, de Madrid.

Botella de vino tinto de Anselmo G. del Valle, cosecha de 1896. Col. Museo del Vino de Cangas.

Las botellas de la cosecha de 1896 llevan una hermosa etiqueta litográfica realizada en el establecimiento de Del Río y Gutiérrez, de Luarca, en la que aparece un dibujo del Rey Pelayo y a los lados, el anverso y el reverso de la medalla de plata obtenida por el vino de Gonzalez del Valle en la Exposición de Burdeos de 1895.

Etiqueta de botella de vino de Anselmo G. del Valle, Cangas de Tineo, 1896. Col. Museo del Vino de Cangas

En 1896, el vino de González del Valle obtuvo otras dos medallas, en este caso de oro: una, en la Exposición Agrícola, Industrial y Artística de Angers, también en Francia, y otra, en la Exposición Regional de Lugo. Asimismo, estuvo presente en la Exposición Regional de Gijón de 1899, que fue una celebración en la que se mostró todo el poder de la industria que se había desarrollado en Asturias desde mediados del siglo XIX. Su stand lo describe el periódico El Noroeste, el 6 de agosto de 1899, con las siguientes palabras:

Elegante y bonita instalación formada por una base de barriles, sobre la que descansa un templete de botellas de vino de Cangas y encima de las botellas un barril que sostiene una cestita con hojas y fruto de la vid. En el templete lleva cuatro escudos pintados, y el conjunto de la instalación es agradable.

¿Cuales fueron las intenciones de Anselmo González del Valle en toda esta empresa? ¿Afición a la agricultura o el vino, búsqueda de rentabilidad económica, favorecer la industria vinícola canguesa, lazos familiares con esta tierra? No lo sabemos.

En su tiempo, y para sus iguales, fue una aventura económica incomprendida. El 30 de noviembre de 1898, el conde de Toreno le escribe desde Madrid a su administrador en Cangas del Narcea:

Hace mucho tiempo que no comprendo lo que se propone D. Anselmo del Valle en todas las operaciones de plantación de cepas y elaboración de vinos, pues, no creo que hasta ahora haya obtenido ningún resultado positivo, después de los considerables desembolsos que viene realizando. Él sabrá lo que se propone, si es que lo sabe.

Exposición Internacional Libre de Angers 1896, Diploma de Medalla de Oro

La diferencia entre el conde de Toreno y González del Valle está clara, es la diferencia entre el noble rentista, miembro de un viejo linaje, y el burgués innovador, hijo de la emigración a América. El conde era otro gran cosechero de vino de Cangas, pero nunca se interesó por mejorar el cultivo de la vid, ni por embotellar el vino, ni por comercializarlo fuera de Cangas del Narcea. En cambio, la labor de González del Valle fue fundamental para traer a Cangas unos adelantos, en algún caso mucho antes que a otras localidades productoras de vino, que favorecieron esta industria, que era la principal del concejo y la que daba trabajo a muchos hombres y mujeres durante buena parte del año.

Don Anselmo se marchó de Cangas del Narcea del mismo modo que había llegado en 1878: precipitadamente. El 6 de noviembre de 1901 vende en Oviedo (ante el notario Secundino de la Torre y Orvíz) todas sus propiedades en el concejo, que eran más de doscientas, a los hermanos Alfredo y Roberto Flórez Gonzalez, por 175.000 pesetas. El precio de la venta fue bastante más bajo que el que había pagado González del Valle por estas propiedades veintitrés años antes, a las que además había que sumar las inversiones en un molino nuevo, una bodega moderna y otras mejoras. Los compradores no eran unos desconocidos para él. Eran nietos de Genaro González Reguerín, administrador suyo en Cangas del Narcea en 1897 y 1898, e hijos de José María Flórez González, al que Gonzalez del Valle tuvo que conocer en Oviedo, porque los dos pertenecían a la Comisión Provincial de Monumentos Históricos y Artísticos, y compartían afición por las bellas artes, la música y la enseñanza.

Exposición Regional de Lugo de 1896. Diploma de la Medalla de Oro a los vinos de Cangas de Anselmo González del Valle.

La aventura canguesa de González del Valle concluyó ese día, el 6 de noviembre de 1901, con 49 años de edad. En este caso si conocemos el motivo de este final. En 1901, Gonzalez del Valle cayó en un fuerte desanimo y una gran apatía, debido al fallecimiento de su esposa el 25 de mayo de 1901 y a una diabetes que le diagnosticaron y para la que no encontró remedio.

Pero él no olvidó aquella aventura canguesa, y seis años después, el 4 de enero de 1907, donó al Ayuntamiento de Cangas del Narcea los diplomas de los tres premios que había obtenido con sus vinos en las exposiciones agrícolas de Francia y Lugo. Creo que este gesto es el mejor modo de expresar que la razón de aquella aventura, aunque siga siendo para nosotros una incógnita, tenía más que ver con un beneficio colectivo que con un interés particular.

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El vino de Cangas en la Exposición Provincial Asturiana de 1875

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Cachu de vino de Cangas. Foto: Celso Álvarez Martínez.

En el año 1875 se celebró en Oviedo la primera Exposición Provincial Asturiana. En el espíritu de este certamen estaba el convertirse en la genuina y verdadera expresión de nuestras minas, de nuestras fábricas, de nuestra agricultura, y de cuanto era capaz de hacer y crear el talento y la acción de los hijos del fecundo suelo asturiano. La Exposición se celebró durante las fiestas de San Mateo, entre el 20 y el 30 de septiembre, ambos inclusive, en la planta baja del Hospicio Provincial (hoy, Hotel de La Reconquista).

Eran admitidos en la misma todos los productos de la agricultura, artes e industria procedentes de la provincia de Oviedo, que se presentasen en tiempo oportuno, y fuesen considerados dignos de exhibirse en el concurso, a juicio de una Comisión Calificadora.

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Retrato de Nicolás Suárez Cantón y Álvarez (Burgos, 1815 – Cangas de Tineo, 1878)

Nicolás Suárez Cantón, desde Cangas de Tineo, presentó “Vinos de su cosecha de 1873”. La Junta Provincial de Agricultura, Industria y Comercio en la Memoria Narrativa, formada con las actas del jurado, las suyas y los trabajos de la Comisión Calificadora, indicaba que: “el artículo exhibido por el Sr. Cantón merecería que de él se escribiese extensamente, a no tener la Sección que reducirse a los estrechos límites de un informe”. Según se indica en la mencionada Memoria, apenas nadie ignoraba en Asturias que los vinos de Cangas de Tineo reemplazaban en muchas mesas de lujo a los extremadamente famosos de Burdeos, y entendía que no se les concedía tal valor, ni mucho menos, entre nosotros, tal vez por las dos razones siguientes:

Porque es achaque ya viejo, y muy general en España, que no se dé importancia a lo que procede de nuestro favorecido territorio y porque, sin duda, la fabricación del vino en Cangas de Tineo no se hace con todo el esmero y limpieza que debiera.

Por esta segunda razón, la Comisión recomendaba al Sr. Cantón y a otros productores del concejo, elevasen esta industria al alto grado de perfección que merece. No obstante, concretándose la Comisión a los vinos exhibidos, no podía menos que recomendar sus facultades tónicas, su excelente gusto, para que agradasen sobre manera al paladar en las comidas, y ese exceso de tártaro, que indudablemente contenían, en comparación con los vinos ordinarios, circunstancias higiénicas que aconsejaban su uso a las personas debilitadas y enfermas.

Este vino de Suárez Cantón de la cosecha de 1873 era un vino tinto de pasto, procedente de la viña llamada «Santa Catalina y Tercias», que estaba en las inmediaciones de Cangas del Narcea, y obtuvo diploma de primera clase en esta Exposición Provincial Asturiana de 1875. Además, también fue premiado un vino tinto, de la finca denominada «La Zonina» de Domingo Bueno y Canal, con domicilio en la Plaza Mayor núm. 2 de Cangas de Tineo.

Las clases de uva que más se empleaban por aquel entonces son las denominadas moscatel, que era la menos abundante, verdejo, albarín negro, o sea gataperdiz, agudiello, albarín blanco a la que llamaban albulo, negrín y carrasquín.

Un intento para introducir el vino de Cangas en Madrid en 1870

Las cartas son una fuente de información muy importante para conocer los entresijos del pasado. Gracias a una breve correspondencia, mantenida entre abril y diciembre de 1870, entre unos comerciantes de vinos de Madrid y Severiano Rodríguez-Peláez Riego, vamos a poder conocer algunas cosas relacionadas con el vino de Cangas en el siglo XIX y, sobre todo, los problemas que tenía este vino para comercializarse en Madrid. Tenemos la suerte de contar con las cartas escritas por los comerciantes y con los borradores de las cartas que les envió Severiano Rodríguez-Peláez desde la villa de Cangas del Narcea.

Anuncio tomado de El Imparcial, Madrid, 6 de junio de 1869

Los comerciantes eran Pérez y Casariego Hermanos, oriundos de Asturias, probablemente de Tapia de Casariego, que tenían dos tiendas en Madrid: una en el nº 10 de la Puerta del Sol y otra en el nº 1 de la calle Preciados. Comerciaban con “tabacos habanos”, y con vinos y licores nacionales y extranjeros. Se anunciaban en el diario El Imparcial con el reclamo de “abundante surtido de vinos y licores de todas clases […] recomendables por su pureza y esmerada elaboración”. El hecho de anunciarse en este periódico, que se subtitula “Diario liberal de la mañana”, es un signo claro que los hermanos Pérez y Casariego eran liberales, circunstancia que se corrobora con la donación de media pipa de vino que hacen a la “Suscripción para el socorro de los heridos del Ejercito de la Nación en la Guerra contra los carlistas”. Su socio José Pérez y Casariego era miembro en 1874 del Círculo de la Unión Mercantil.

Severiano Rodríguez-Peláez (1830 – 1905) era el administrador de los bienes del conde de Toreno en Cangas del Narcea, y como tal llevaba las viñas del conde y vendía su vino; el conde era uno de los mayores cosecheros de vino del concejo. Fue alcalde en varios mandatos y una persona muy influyente durante toda la segunda mitad del siglo XIX en el concejo de Cangas del Narcea.

Tanto los vinateros de Madrid como el administrador del conde estaban muy interesados en vender este vino en la capital de España, sin embargo el asunto no era facil. Por una parte, estaban los inconvenientes relacionados con el transporte del vino: la escasez de envases (barriles y pipas); el efecto negativo del calor sobre el vino y la lejanía del punto de destino, lo que encarecía considerablemente el porte. El transporte del vino en 1870 tenía que realizarse en carro hasta el puerto de Luarca, aquí se embarcaba el vino hasta Santander y desde esta ciudad se enviaba por tren hasta Madrid; otra alternativa era sacarlo por el puerto de Leitariegos (donde todavía no estaba terminada la carretera) hasta la estación de ferrocarril de Astorga, que se había inaugurado en 1866. Por otra parte, estaban los problemas relacionados con el gusto: los vinateros madrileños querían un vino de Cangas más añejo que el que se consumía habitualmente, con un color más claro y un sabor menos áspero; conseguir esto era difícil, porque los cangueses solo consumían vino del año y sus preferencias se inclinaban por vinos tintos de color muy fuerte. Por último, a los comerciantes madrileños, el precio del vino les resultaba caro ya en origen.

Para solventar alguno de estos problemas, los comerciantes llegaron a sugerir a Rodríguez-Peláez cambios en el modo de elaborar el vino, que consistían en “pisar la uva sin el palo ó escobajo y echar poca parte de casca en la tinaja o cocedero”, para que el color del vino fuese “más claro y cristalino”.

Conozcamos, carta a carta, la historia de este intento de vender vino de Cangas en Madrid en 1870.

En el mes de abril de 1870 Ricardo M. Piedra, de Luarca, primo de los hermanos Pérez y Casariego, escribe a Severiano Peláez y Riego:

Muy Sr. mío: habiendo estado en esta su casa D. José Mª Pérez y Casariego con intención de pasar a Cangas y no habiendo podido detenerse por llamarle con urgencia a Madrid, me dejó el encargo de que yo o persona de mi confianza viese el vino y le mandase una cantidad para conocerlo. He creído mejor dirigirme a Usted para que del mejor haga el favor de llenar y cerrar bien el adjunto barril, ponerme la cuenta al precio que Usted pueda arreglarlo y mandare satisfacer a Usted. Como yo no tengo otro envase a propósito, si Usted tuviese y quisiese, puede llenarlo también y bien cerrado remitirlo a La Espina o Bodenaya [Salas] por el portador.        

23 de abril de 1870, Severiano Peláez le contesta desde Cangas del Narcea lo siguiente:

Muy Sr. mío: por el carretero portador del barril se lo devuelvo lleno de vino de la bodega del Sr. Conde [de Toreno]. No le remito mayor cantidad porque los envases o pipotes que tenía están por Madrid, de donde aún no los devolvieron.

Siento que al Sr. Pérez Casariego no le hayan permitido sus ocupaciones llegar aquí, donde podría enterarse con más exactitud de la calidad y circunstancia del vino de este país, que ya debe conocer porque le remití al Sr. Ibargoitia [administrador del conde de Toreno en Madrid] otros dos […] que se recogió con objeto de que lo ensayase dicho Sr. Esta ya [es] estación poco a propósito para trasladarlo, porque a este vino, se advierte, le desmejora mucho el calor.

Dicho barril llevó 15 canadas y tres cuartillos [60 litros], que al precio de 6 céntimos cuartillo [0,434 litros] que se esta vendiendo, importa 97 reales 14 maravedíes.

 13 de mayo, carta de Pérez y Casariego Hermanos desde Madrid a Severiano Peláez:

Carta de Pérez y Casariego Hermanos fechada en Madrid el 13 de mayo de 1870.

Muy Sr. nuestro: hoy recibimos el barrilito de vino que por mediación de nuestro primo D. Ricardo nos remitió y respecto a su clase nada podemos decirle por ser lo que deseábamos. Lo único, si le diremos, es que su precio es algo exagerado, pues no es lo mismo la venta por arrobas a la venta al detalle y sobre todo cuando el objeto a que se dedique es para la reventa. Por esta razón estimaríamos a Usted nos dijera el precio a que podrá arreglarse lo más bajo, para que en su vista ordenáramos las arrobas que debía remitirnos. Por de pronto, e ínterin Usted se sirve contestarnos, salvando la conveniencia del precio, puede separar unas 60 arrobas [753 litros], pues tan luego como tengamos conocimiento de su precio ordenaremos manden dos pipas para que sea envasado.

[…]

PD. Sírvase Usted decirnos como se llama el terreno que produce el vino o la propiedad.

19 de mayo, carta de Severiano Peláez desde Cangas del Narcea:

Muy señor mío: celebro que el vino de este país les haya gustado y mucho me alegraría se consiguiera buena aceptación. Respecto al precio, no puedo menos de convenir en que no es nada arreglado a los 6 cuartos, atendido lo corto de la medida ordinaria de este país, pero lo cierto es que a este mismo [precio] se esta expendiendo, pudiendo únicamente rebajárselo, llevándolo por mayor, dos maravedíes en cuartillo, que acaso baje más adelante, pero por ahora no me es posible hacerle otra rebaja, pudiendo en todo caso entenderse con el Sr. Ibargoitia de quien depende como administrador subalterno del Exmo. Sr. conde de Toreno.

Siento mucho, que en el caso de convenirles este vino, no hubiesen pasado por aquí, porque hubiéramos hablado de su fabricación, en la que se pudieran introducir muchas mejoras, empezando por dejarle sazonar más, y cuidar en la vendimia y apartar en ella alguno [racimo] verde y podrido, que en algunos años […] mucho. Por lo demás [el vino] no tiene preparación alguna, siendo pura y simplemente el jugo del racimo.

Si la cosecha del próximo año es regular y el tiempo es favorable, merece hacer un viaje, pudiendo asegurarle que generalmente agrada mucho a todos los forasteros como vino de mesa.

No les apruebo el que se hubiesen demorado para la traslación [del vino] para época tan avanzada, pues el calor no lo sufre mucho y fácilmente se les podía perder, siendo en mi concepto la mejor [época para el traslado del vino] luego que se hace o cuando más en marzo.

Las viñas en que se coge se llaman Montesa y S. Tirso (Cangas de Tineo).

Caso de que ustedes se decidan llevar la cantidad que indican, espero me avisen luego para escoger el mejor [vino] y no tocar en él.

19 de agosto, carta de Severiano Peláez a Manuel de Ibargoitia, administrador del conde de Toreno en Madrid:

   Muy Sr. mío y de todo mi aprecio: en mayo pasado recibí una carta de los Hermanos Pérez y Casariego en la que al mismo tiempo que me indicaban haber recibido una pequeña cantidad de vino que les había remitido su primo D. Ricardo Piedra, tomado en esta bodega, me encargaban les separase como unas sesenta arrobas, arreglándoles el precio. Como en aquella ocasión se vendía a seis cuartos, la rebaja que les hacía era la de dos maravedises en cuartillo, más después, en 28 de junio, fue preciso bajarlo en 5 cuartos, a causa de que los demás lo bajaran, y para que continuase la venta se puso también en los 5. Recientemente se ha vuelto a poner a seis cuartos y es posible se sostenga el precio.

   Al contestarles a la dicha carta les indicaba que la época para su traslación no era muy apropósito, a causa de los calores, lo que afectaba mucho a este vino y que fácilmente se les podría perder. Nada me volvieron a escribir sobre el particular y así quisiera se viese Usted con ellos a fin de que digan si se les ha de reservar alguno o si optan a esperar a la próxima cosecha, en cuyo caso sería conveniente lo trasladaran luego que se hiciese.

30 de septiembre, carta de Pérez y Casariego Hermanos, desde Madrid:

   Muy Sr. nuestro: hace ya muchos días encargamos a nuestro primo D. Ricardo pidiese a Usted una pipa de vino como el que nos mandará de muestra. Como vemos que nada dice, suplicamos a Usted compre una pipa de 30 arrobas [376 litros] y la mande llenar, remitiéndola por el próximo carretero que haya. El importe le será entregado a D. Manuel Ibargoita o a quien Usted ordene.

   Si en la presente vendimia pudiese preparar unas 60 o 100 arrobas del modo que le indicamos, desde luego quedarían por nuestra cuenta. El método es pisar la uva sin el palo ó escobajo y echar poca parte de casca en la tinaja o cocedero, para que el color sea más claro y cristalino.

3 de octubre, carta de Severiano Peláez desde Cangas del Narcea:

  

Borrador de una carta de Severiano Peláez fechado en Cangas del Narcea el 3 de octubre de 1870.

Muy Srs. míos: ya no me es posible remitirles la cantidad de vino que me piden de la calidad que desean, pues, en la inseguridad de si Ustedes lo llevarían, puse a la venta el de mejor calidad, mediante a que el más inferior no corría y del que aún me resta que vender bastante cantidad, y en tal caso remitirles cosa que no les servirá sería engañarles.

   Su señor primo D. Ricardo me pidió habrá como cosa de quince días, por medio de otra persona, un barril de unas seis arrobas [75 litros] para remitirles, pero como no se hubiese remitido vasija a propósito, ni se hubiese encontrado aquí, dejé de mandárselo y fue lo que me decidió a despachar el que tenía de buen despacho.

   El vino de la última cosecha está ya recogido hace ya más de doce días y en la semana próxima se trasladará de las tinas donde fermenta a las cubas. Si Ustedes quieren que prepare dos pipas para remitir, lo haré en la seguridad de que el que destine para Ustedes será mejor que el del año anterior, pues de no ser así tampoco lo mandaría, porque yo quiero que se acredite y consiga aceptación fuera de aquí.

   Ya se que cuanto menos escobajo y pellejo lleve a la tina, [el vino] sale más decolorado, cosa que aquí no agrada a los consumidores, pero si Ustedes me lo avisaran oportunamente y aun, a pesar del mayor trabajo que esta operación motiva, habría preparado unas 100 arrobas [1.256 litros] en esta forma.

   Sin más aviso, voy a llenar dos pipas del mejor. Si Ustedes me avisan para que les remita una o las dos lo haré, sino nada se pierde. Caso de que lleven el casco, les advierto que costaron a […] reales, y lo mismo que me costará adquirir otra de igual calidad, para [que] si les parecen caros que lo remitan.

6 de octubre, carta de Pérez y Casariego Hermanos, desde Madrid:

   Muy señor nuestro: a la vista su grata 3 de octubre por la que vemos concluyó el vino añejo bueno, lo que sentimos. Como el vino de este año no podríamos venderlo hasta pasados 6 u ocho meses, quisiéramos suplicarle tratase de proporcionarnos, comprando a algún cosechero de esa, una pipa de buen vino del año anterior, sin perjuicio de que pueda mandar las dos pipas que habla en su citada.

   El vino de esa nos prometemos adquirirá un buen nombre, pero para ello es preciso que sean elaborados en buenas condiciones y que sean vinos hechos. Si, para que un vino sea hecho es preciso que por lo menos tenga dos años. El pequeño barril que mandó se puso a la venta antes de tiempo y sin embargo no dejo de gustar.

   Si el vino añejo lo hallase puede mandarlo por el carretero, pero las dos pipas mándelas a Luarca para que sean embarcadas en dicho puerto para Santander. Si hubiese carros que pudiesen llevar las pipas a la estación más inmediata, por la línea de Astorga a Ponferrada, podrían mandarse por este punto, por el que seria probable se obtuviera alguna ventaja en el transporte.

   Las pipas, si tienen la cabida de 28 a 30 cántaras [por la cántara castellana equivalen de 451 a 484 litros], no son baratas, pero tampoco son caras.

   Creemos que con lo dicho podría hacer lo necesario sin más consulta.

11 de octubre, carta de Severiano Peláez desde Cangas del Narcea:

   Muy señores nuestros: no es posible adquirir pipa alguna de vino viejo, o sea del año anterior, porque no hay ninguno, pues aquí si alguno queda de un año a otro es a causa de no haberlo podido vender (como me sucede a mi) por su mala calidad, y algunos otros con parte del vino de la cosecha del 68 al que no podemos darle salida.

   Únicamente descubrí una pipa que [su propietario] no la cederá por entero y el dueño de ella, según se me explicó, no dará la mitad bajo de ocho cuartos cuartillo [0,434 litros], lo que Ustedes resolverán.

   Este año es muy bueno el vino y si a Ustedes les conviene no tendrán [otro] remedio sino añejarlo por su cuenta, aquí o en esa, porque de otro modo difícilmente pueden contar con hallarlo cuando les convenga, no siendo dentro del año, tropezándose además con el inconveniente de que si la mudanza se efectúa en época de calor se puede fácilmente perder.

14 de octubre, carta de Pérez y Casariego Hermanos desde Madrid:

   Muy Sr. nuestro: contestando a su grata 11 del corriente, le diremos que, si bien es muy caro el vino de que nos habla, como carecemos por completo de él, bueno será que compre la media pipa y la remita por tierra por el punto donde pueda hallarse más economía.

   El vino que debe mandarnos para enero, sería bueno no lo tuviese mucho tiempo con la casca ó pellejo, pues de este modo se conseguirían dos cosas: la 1ª que no fuera tan cubierto de color y la 2ª que sería menos áspero.

Esta carta no tuvo contestación por parte de Severiano Pélaez y el 7 de noviembre de 1870 vuelven a escribirle Pérez y Casariego Hermanos para decirle que como no habían tenido respuesta a su última carta, volvían a reproducírsela por si acaso se había extraviado.

1 de diciembre, carta de Severiano Peláez desde Cangas del Narcea:

   Muy Señores míos: el 24 del último mes salió de aquí para esa la media pipa, que, según aviso de Ustedes, estaba preparada y contenía 22 cantaras próximamente, y por un ordinario de los de aquí, una botella llena del mismo vino que contenía la otra vasija que salió, según me informaron, el 26, pues como haya tenido que ausentarme por algunos días lo dejé todo arreglado a mi salida. Espero, pues, me avisen el haberlas recibido para yo satisfacer su conducción y ponerles la cuenta de su costo.

No sabemos más de esta operación, porque no tenemos más cartas. Es probable que la relación entre el administrador del conde de Toreno y los comerciantes de vino de Madrid no continuase, porque en 1870 las circunstancias del vino de Cangas todavía no favorecían su comercialización tan lejos de su lugar de origen.

El cultivu de la vid ya la uva nel concechu de Cangas del Narcea

Añadimos a la Biblioteca Digital este trabajo de Jesús H. Feito Calzón, publicado en el nº 13 de CULTURES, revista asturiana de cultura, Oviedo 2004.

El cultivu de la vid ya la uva
nel concechu de Cangas del Narcea

El léxico de la vid en el occidente de Asturias

Añadimos a la Biblioteca Digital este trabajo de Antonio Vespertino Rodríguez, “El léxico de la vid en el occidente de Asturias”, publicado en Estudios ofrecidos a Emilio Alarcos Llorach, IV, con motivo de sus 25 años de docencia en la Universidad de Oviedo. Oviedo: Universidad de Oviedo, 1979.

El léxico de la vid en el occidente de Asturias

El vino de Cangas en 1902

Maniega con uvas blanca extra y albarín negra de una vendimia en Cangas del Narcea.

En 1902 se publicó en Gijón un libro que constituye una fuente de información imprescindible para conocer la actividad industrial de Asturias en aquella fecha y en todos los ámbitos: minería, siderurgia, explosivos, cerámica, alimentación, textil, etc. Su autor era Rafael Fuertes Arias (Oviedo, 1861), hijo del gran estudioso asturianista Máximo Fuertes Acevedo y militar de profesión.

El libro se titula Asturias industrial. Estudio descriptivo del estado actual de la industria asturiana en todas sus manifestaciones, y en su tiempo ya recibió grandes elogios. En 1936, Constantino Suárez “Españolito” escribió sobre esta obra lo siguiente:

“una de las obras de carácter económico más importantes en la bibliografía asturiana, en la que se estudia el desarrollo de esa fuente de riqueza regional en todos sus aspectos. Ha sido traducida al alemán. La Cámara de Comercio de Oviedo, reconocida la utilidad de este estudio, solicitó y obtuvo para el autor la Cruz de Alfonso XII”.

La obra tiene un capítulo dedicado a “Fábricas de sidra, vino, kirs y cerveza” y dentro de él la “Industria vinícola” ocupa tres páginas. En 1902 se cosechaba vino en los concejos de Candamo y Tineo, y en los partidos judiciales de Castropol, donde había viñedos en los concejos de Pesoz, Illano y Grandas de Salime, y de Cangas del Narcea, en el que había viñas en Allande, Ibias y Cangas. Este último concejo era el mayor productor de vino y casi el único en el que había grandes cosecheros que envasaban y vendían su vino fuera.

En 1902 la industria vinícola de Cangas del Narcea estaba totalmente influenciada por las inversiones que desde los años ochenta del siglo XIX había efectuado Anselmo González del Valle. Este capitalista había adquirido muchas propiedades en el concejo y había dedicado mucho esfuerzo y dinero a la producción de vino: construyó una bodega en Cangas y trajo técnicos franceses que transformaron el cultivo del viñedo y mejoraron considerablemente la elaboración de vino. El resultado fue que el vino de Cangas, por primera vez en su historia, se exportó fuera de España, según Fuertes Arias llegaba a Argentina, Cuba, Méjico o Puerto Rico, y obtuvo premios en exposiciones vinícolas de Francia. En 1902, Gonzalez del Valle ya había abandonado toda esta actividad y vendido su bodega y 21 hectáreas de viñedo a la sociedad Flórez, Llano y Díaz. Esta compañía estaba integrado por los hermanos Alfredo y Roberto Flórez González, José de Llano Valdés y José María Díaz López “Penedela”, todos ellos relacionados entre si por lazos familiares.

Los primeros años del siglo XX es la época en la que el vino de Cangas se convierte en una verdadera industria, con grandes cosecheros que embotellan y etiquetan su vino, y venden bastante de la producción fuera del concejo, como son José Gómez López-Braña, Manuel Rodríguez González, Manuel García Velasco, etc.

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Diario de un viticultor de Cangas del Narcea, 1902–1907, de José Gómez López-Braña

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José Gómez López-Braña (a la derecha) con su mujer Manuela y sus hijos María, Mario y Manuel, Cangas del Narcea, 1905.

El testimonio que presentamos hoy en la web del «TOUS PA TOUS» es excepcional en la historia de la viticultura asturiana e incluso española. Es un diario escrito, entre el 10 de agosto de 1902 y el 1 de junio de 1907, por José Gómez López-Braña, en el que anota todas las vicisitudes del cultivo de sus viñas y de la elaboración y venta de vino. Es un documento muy rico para conocer en todos sus detalles las labores y preocupaciones de un viticultor en esas fechas. El diario es propiedad de la familia Álvarez Pereda, de Cangas del Narcea, y está escrito en un cuaderno que lleva el número 13, es decir, nuestro diarista había comenzado a escribir sus notas bastantes años antes, seguramente alrededor de 1880.

José Gómez López-Braña nació el 12 de junio de 1850 en el pueblo de L’Enxertal, parroquia de San Martín del Valledor (Allande). Su padre era José Gómez Álvarez (L’Enxertal, 1819), “cirujano” que había obtenido el título en 1841 en el Colegio de Medicina y Cirugía de San Carlos de Madrid. Con 14 años, Gómez López-Braña ya vivía en la villa de Cangas del Narcea con su tío Benito Gómez Álvarez y la hija de éste Manuela Gómez Arteaga. Su tío fue una persona muy importante en su vida. Benito Gómez (1817 – 1891) había nacido también en L’Enxertal, era médico y desde 1858 residía en Cangas del Narcea.

José Gómez estudió medicina en Madrid y al finalizar la carrera en 1874 volvió a Cangas del Narcea. Se casó con su prima Manuela y tuvo cuatro hijos: Mario (fundador del «TOUS PA TOUS» y de la revista La Maniega), Manuel, María y Benito, que murió en 1894 con 13 años de edad. A fines del siglo XIX, Manuela Gómez era una asidua de las veladas musicales que realizaban aficionados de la villa, en la que sobresalía por su voz. En una crónica publicada en El Occidente de Asturias, el 23 de julio de 1886, dice:

En el entreacto ha cantado la señora Dª. Manuela Gómez el «Aria Final de Sonámbula» acompañada perfectamente al piano por la Srta. Lola Arango. Cantó la señora de Gómez, no como pudiera hacerlo una aficionada, sino con la seguridad y la escuela de una artista. Su voz es fresca, dulce, de bastante extensión y agradable timbre. El público lo ha reconocido así, aplaudiéndola con entusiasmo.

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Busto de José Gómez López-Braña. Firmado: José Alejandro, 1923

José Gómez obtuvo en 1886 la plaza de médico titular del Ayuntamiento de Cangas del Narcea, que conservó hasta 1906. Tenía una buena biblioteca de medicina, agricultura, historia, etc. En política era liberal, partidario del diputado del distrito de Cangas del Narcea Félix Suárez-Inclán, y como tal sufrió el ataque de sus opositores, los conservadores de Luis Martínez Kleiser, que en su periódico El Narcea, de 13 de marzo de 1914, llegaron a escribir lo siguiente sobre Gómez y sus correligionarios:

El partido en que figuran como jefes o primeras cabezas don Nicolás de Ron, don Francisco García del Valle, don José Gómez L. Braña, don Luis González y Pérez, don Alfredo de Ron, don Justo Castaño y otras personas por el estilo, silva estrepitosamente a los sacerdotes que pasean por nuestras calles o se dirigen a su iglesia. ¡Es asombroso! ¡Es estupendo!

Aparte de su profesión de medico, ejerció otras actividades. Hacia 1880 abrió una tienda en la planta baja de su casa de la plaza de La Refierta (actual plaza de Mario Gómez), el conocido como Comercio del Médico. En él se vendían toda clase novedades, genero de fantasía, puntillas, encajes, rasos, terciopelos… El alma de la empresa era su mujer, que era la que atendía el negocio. Fue uno de los primeros comercios de la villa.

altFue profesor de agricultura en un Colegio de Segunda Enseñanza que existió en la villa a fines del siglo XIX, y sobre todo dedicó su tiempo a la viña y el vino, que eran labores muy familiares para él, porque las había conocido desde la infancia en su casa de L’Enxertal. Era propietario de varias viñas: la viña de Gamones, en términos del pueblo de Moral, parroquia de Limés, que heredó de su tío y suegro, y que este había comprado en 1885 a Ceferino García del Valle Nera; la viña de Valdemarea, cerca de Santiso; una viña en Las Escolinas, y la viña que él bautizó como La Manuela, en la Vega del Obispo, en Limés, con una superficie de 28 hombres de cava y mil cien plantas, que compró en septiembre de 1904 a Antonio Álvarez Agudín. Tenía dos bodegas: una en Santiso y otra en la villa de Cangas, en la casa de don Lorenzo de Llano, en la calle de La Fuente, y en 1907 estaba construyendo una bodega en Limés. A fines del siglo XIX era uno de los principales cosecheros de vino de Cangas y embotellaba con la marca “Bodega del Médico”. En 1893 fue la primera persona que detectó la presencia de la filoxera en los viñedos del concejo, plaga que en 1894 ya estará completamente extendida, y fue él el que anunció públicamente su existencia. También fue el primero que estableció en Asturias un vivero de cepas americanas, que eran resistentes a la filoxera.

El diario de José Gómez constituye un extraordinario documento sobre la viticultura de Cangas del Narcea en los primeros años del siglo XX, de gran interés no solo para Asturias. Lo que aquí se narra es una historia vivida por muchos viticultores europeos tras la llegada de la filoxera, pero que muy pocos tuvieron la magnífica idea de dejarla plasmada por escrito. En sus páginas, el autor describe con todo detalle las condiciones climáticas que se van produciendo a lo largo del ciclo vegetativo de la planta. Cuenta como esto afecta a las distintas variedades, tanto a nuestras viejas variedades tradicionales (Albarín blanco, Carrasquín…) como a las que en aquella época estaban siendo introducidas en la zona (Alicante, Cabernet…). Describe así mismo los injertos, las podas, los abonados, el modo en el que se llevaba a cabo la reconstitución del viñedo tras la Filoxera, la desconfianza que mostraban algunos viticultores al principio y como poco a poco iban siguiendo el ejemplo. Podrá descubrir quién lo lea, que la viticultura de Cangas estaba en aquella época tan avanzada como podía estarlo la de Rioja o la de cualquiera de las zonas vitícolas más importantes de España o del resto de Europa.

La lectura de estas páginas nos permite además asomarnos a la vida cotidiana, al carácter y a las preocupaciones de su autor. Podemos, por ejemplo, llegar a percibir la inquietud que siente porque el día señalado para vendimiar comienza a llover por la mañana y durante varias jornadas seguidas se ve obligado a anotar en su diario, cada vez con mayor preocupación por el deterioro de la cosecha, “continúa lloviendo”. También es patente el gran disgusto que supuso para él una fuerte helada que arrasó los viñedos la noche del 18 de mayo de 1903, o la alegría con la que anotaba a veces en su diario: “hermoso día”, “espléndido, soleado” o el orgullo que sentía por la perfección con la que acababa de ser plantada alguna de sus viñas, a pesar del elevado coste. Podemos incluso imaginar que lo acompañamos en alguna de sus muchas visitas a los viñedos, y que escuchamos las interesantísimas descripciones botánicas que recoge en su diario sobre la flor de la vid, o ser testigos de cómo selecciona las mejores y primeras uvas maduras de su viña para enviar como regalo a alguno de sus más preciados amigos, reconocer entre las personas que cita a alguno de nuestros antepasado, o ser partícipes de felices acontecimientos familiares, como el ascenso de uno de sus hijos, el nacimiento de algún sobrino, etc.

El diario es una muestra del conocimiento que tenía José Gómez de la viticultura y la vinicultura, como resultado de sus lecturas, observaciones y experiencias prácticas. En el siguiente enlace se puede consultar y descargar en formato pdf:

El vino de Cangas en 1788

Retrato de Joaquín José Queipo de Llano y Valdés, V conde de Toreno. Lienzo del pintor ovetense Francisco Reiter.

En el siglo XVIII el viñedo y su cultivo en Cangas del Narcea era diferente a lo que hoy conocemos. Las vides no se sujetaban con alambres, técnica que introdujeron viticultores franceses en los últimos años del siglo XIX, y tampoco se azufraban ni sulfataban para luchar contra el oidium y el mildium, respectivamente, pues estas plagas llegaron más tarde, en el siglo XIX, procedentes de Norteamérica. Las labores anuales que se llevaban a cabo en aquel siglo eran las siguientes: enterrar las cepas o renuevos de ellas en el mes de enero; podar en marzo; cavar en abril y junio; levantar los racimos para favorecer su maduración en septiembre, y vendimiar y elaborar el vino utilizando tinas de fermentación y lagares para exprimir el orujo.  El vino se vendía casi en su totalidad en tabernas y al por menor.

El principal enemigo de los grandes cosecheros cangueses del siglo XVIII no eran las enfermedades del viñedo, sino los impuestos y el libre comercio de “aguardientes y vinos forasteros”. Contra esto van a levantar su voz en 1766 y 1788, intentando evitar la subida de impuestos y la entrada de vinos de Castilla. Una de estas voces fue la del quinto conde de Toreno, Joaquín José Queipo de Llano y Valdés (Cangas del Narcea, 1727 – 1805), que era miembro de la Junta General del Principado de Asturias y uno de los mayores propietarios del concejo de Cangas del Narcea.

El 13 de febrero de 1788 presentó un escrito, redactado en la villa de Cangas del Narcea y dirigido al rey Carlos III, en el que manifiesta su oposición a una Real Orden para el establecimiento de nuevos impuestos de rentas provinciales. Esta Real Orden establecía un impuesto del 5% sobre “todos los frutos que produce el país”. El conde solicitaba que se suprimiese o redujese este impuesto en Asturias, y justificaba sus pretensiones en la pobreza de sus habitantes y en la dificultad que suponía en esta región el cultivo de la tierra y la cría de ganado, a causa de “lo fragoso de su áspero terreno, yelos y nieves”. Según el conde, estas circunstancias no se daban en otras regiones, donde el trabajo era más fácil y más rentable, y por eso él consideraba razonable y justa su petición. Como no podía ser de otra manera, pues el conde era dueño de un numeroso viñedo, entre las cosechas importantes y trabajosas de Asturias incluye el vino. Su relato sobre este producto es el siguiente:

[…] Me veo igualmente precisado a exponer a V. S. que siendo el ramo de mayor consideración en algunos concejos de este Principado la cosecha de vino, se experimentarían gravísimos perjuicios con el libre comercio que permite la Real Orden si llegase a establecerse la venta franca de aguardiente y otros vinos forasteros, por cuyo motivo en el año pasado de 1766 ocurrió a S. M. la villa de Cangas de Tineo, representando los perjuicios que se la seguía de haber pretendido introducir en ella y su concejo, la venta de dichos vino y aguardiente, y enterada la Real Piedad de su justa pretensión se digno expedir una Real Orden con fecha de 5 de noviembre del mismo año, que existe en el archivo de aquel Ayuntamiento, por la que se prohíbe y manda que ni en aquella villa, ni en una legua en contorno de ella, se pueda introducir ni vender ningún vino forastero, ni aguardiente, la que se halla en observancia, habiéndosela dado el más exacto cumplimiento. Asimismo, se debe tener también presente para la contribución del nuevo impuesto sobre el vino, los muchos trabajos y labores que en Asturias se lleva el cultivo de las viñas, muy diversos de otras provincias, porque sino se beneficiasen del modo que se expresará, siendo como es la tierra floja, peñascosa y estéril, apenas se cogiera vino en ella, por lo que se hace preciso en el mes de enero gastar muchos jornales en enterrar las cepas o renuevos de ellas. En el mes de marzo se podan aquellas. En el de abril se cavan las viñas, lo que se vuelve a ejecutar en el de julio. En el de septiembre se levantan de la tierra todos los racimos, poniéndoles horquillas para que el sol los madure, y no los pudran las lluvias. Después de todo esto, restan los jornales de la vendimia, estrujar el vino en una cubas grandes, llamadas en asturiano tinas, en donde pisan los racimos hombres con sus pies, con mucho trabajo y fatiga. Después se extrae el orujo en los lagares y se conduce el vino a las bodegas y cubas, siguiéndose sucesivamente los muchos salarios que se consumen en venderlo por menor en las tabernas, por ser muy rara la ocasión en que se despacha alguna corta cantidad por mayor, de modo, que echada la cuenta prudencialmente en años de cosechas abundantes (que son pocos), solo podrá quedar al dueño de ganancia una tercera parte, compensados los gastos del cultivo, porque en años escasos no los cubre, añadiéndose a todo lo expuesto ser indispensable cerrar las viñas con cierro de pared o de madera muy fuertes, siendo preciso renovarlos muchas veces y no descontándose estos dispendios para la contribución del cinco por ciento, se verían los dueños en la indispensable necesidad de desamparar las viñas enteramente. […]

El escrito del conde de Toreno se conserva en el Archivo Histórico de Asturias, Fondo de la Junta General del Principado de Asturias, Libro de Actas de 1787 a 1790, nº 116.

Los vinos de Cangas (1972), por Alfonso Rueda

Por su interés y curiosidad ofrecemos a continuación la referencia hecha a los vinos de Cangas en la ponencia presentada por don Alfonso Rueda Rodríguez-Arango sobre «Turismo», en el Consejo Comarcal Sindical de Cangas del Narcea, el jueves 2 de noviembre de 1972.

 

La familia Ríos, de Cangas del Narcea, camino de la vendimia, en El Corral, 4 de octubre de 1959.

LOS VINOS DE CANGAS

Con toda probabilidad en el siglo XI los benedictinos introdujeron el cultivo de la vid en Cangas del Narcea, extendiéndose también a Ibias y Grandas de Salime. Posteriormente también se cultivó en Candamo. Los monjes del monasterio de Corias eran propietarios de grandes extensiones de viñedos que eran trabajadas por familias de «quinteros», o sea colonos que entregaban el «quinto» al convento. Desde el año 1169 al 1195, siendo abad del monasterio de San Juan de Corias, fray Pedro Pelayo, hizo plantaciones de gran importancia. Más tarde también plantaron los señores Omaña, Alba, Pimentel, Adanero, Sierra Pambley y Sierra Jarceley, Miramontes, Colón, Toreno y otros. Dato curioso, que tal vez se remonta al tiempo de los benedictinos, es el hecho de que en la cabecera del río del Coto hay un pueblo que se llama Monasterio del Coto, probablemente feudo benedictino y en la parroquia, Vegalagar (Vega del Lagar), existe un pueblo por nombre La Viña.

En el año 1895, al empezar la filoxera, había plantadas unos 55.000 hombres de cava, equivalente a unas 1.000 hectáreas con unos 5.500.000 de cepas. Hubo que sustituir todas las cepas por plantas americanas, gracias en particular a don Félix Duero, que consiguió se pusiese un vivero en Corias, donde se facilitaban a precios muy bajos, la estaquilla o patrones en grandes cantidades. La mayor parte quedó repoblada en los diez primeros años de este siglo, aunque en la actualidad no rebasan los 2.200.000 plantas. En Madrid los vinos del señor conde de Toreno adquirieron preponderancia.

Etiqueta de vino de Cangas Los Viñales, embotellado por Manuel García Velasco, hacia 1920. Litografía Muñiz, Gijón. Col. Museo del Pueblo de Asturias.

Don José Francisco Uría y don Nicolás Suarez Cantón obtuvieron premios en Madrid y Oviedo los años 1857, 1873 y 1875. Don Anselmo González del Valle obtuvo medallas de oro y plata en las Exposiciones de Burdeos, Angers y Rouen en 1895 y 1896. La producción de nuestras vides llegó por el año 1920 a los tres millones de litros. Don Jenaro Flórez llegó a cosechar después de la guerra civil 71.000 litros. El vino de entonces era embotellado con distintas marcas: don Anselmo González del Valle con la marca «Don Pelayo» enviaba vino embotellado a México. Don Jenaro Flórez mandó vino embotellado y en barricas a Cuba con la marca «Príncipe de Asturias», entre 1926 al 1932. Don Marcial Arango con la marca «Don Piñolo» (fundador del convento de Corias) también enviaba al extranjero. Don Manuel García Velasco, alias Omaña (administrador de la casa de Omaña), con la marca «Los Viñales» enviaba a Oviedo y Gijón. Don Antonio Jiménez era un gran cosechero pero sólo a granel.

Vendimia en Cangas del Narcea, hacia 1987. Foto: José Vallina.

En opinión de don Pablo Pacottet, jefe de investigaciones vitícolas del Instituto Nacional de Francia, en su obra Viticultura (1918), «Los vinos de Cangas, poco alcohólicos por lo general, son vivos de color, frescos y finos, con cualidades semejantes a los de Burdeos. Creo que con algún empeño, los vinos de Cangas podrían constituir por su finura y aromas marcas rivales de las más famosas».

Los dueños de las viñas daban meriendas invitando a parientes y amigos, que festejaban con cánticos y bailes en la misma viña en ocasión de la vendimia, costumbre que todavía perdura. Durante las hechuras, al prensar el vino, se les daba la cena a los obreros, consistente en «batallón»: patatas con carne guisada o bacalao. En las bodegas todos bebían el vino por el mismo «cacho», un recipiente cóncavo de madera, que generalmente era de nogal o de abedul, de origen antiquísimo. El cacho, para que esté en sazón, se mete en la tinaja cuando cuece el vino. También había las llamadas  «zapicas», jarras de madera que se usaban para el vino y la leche. En las casas donde se vendía el vino se colocaba un ramo de hiedra para indicarlo y anunciarlo, costumbre tal vez pagana que puede encontrar un parecido con el tirso que acompañaba las imágenes de Baco. En Tebongo, desde hace algunos años, el domingo que concluye la vendimia se celebra una misa entre las bodegas del Campo de Villar, donde el cáliz, en esta ocasión, es el «cacho» por el cual todos comulgan.

La vendimia y los placeres de la bodega en Cangas del Narcea

Viña La Blanca, encima de la finca del convento de las monjas dominicas de Cangas del Narcea.

Posiblemente las labores más señaladas del año en los pueblos del concejo de Cangas del Narcea y de su entorno, han sido siempre la matanza y la recogida del la uva (la vendimia). Estas labores van precedidas de una gran organización de medios, tanto físicos como humanos. Socialmente son motivo para invitar a familiares y amigos a participar en las mismas, y esto crea un ambiente en el que se mezclan el duro trabajo y el convite, poniendo en la mesa los mejores platos que representan a la zona. Tras el convite, viene la sobremesa en la que se cuentan historias, se juega a las cartas y se alarga la noche con ambiente de fiesta.

Este artículo pretende describir de forma amena como era la vendimia antiguamente, cuando aún se traía la uva de la viña a la bodega dentro de las bocineras, recipientes de madera que se ponían encima de los carros del país tirados por una pareja de vacas. También me trasladaré un poco más atrás en el tiempo para comentar, de la mano de Manuel Cachón Álvarez, como se desarrollaba la industria del vino en décadas pasadas. Para finalizar, describiré de forma muy somera una vendimia actual, como es la del  bodeguero Antonio Álvarez  más conocido como Antón Chicote.

Antiguamente se diferenciaban dos tipos de vendimias y producciones de vino: una, la que se llevaba a cabo por productores particulares para consumo propio y otra, la que hacían algunas bodegas de la zona, más o menos industrializadas, que elaboraban vino para vender al público.

Bodega del Narcea; a su derecha se observa la antigua caseta para guardar las herramientas de la viña San Andrés de La Reguerala, en Las Barzaniellas.

Empezaré por la vendimia industrializada y para ello utilizo los datos que me proporciona Manuel Cachón Álvarez de 85 años de edad. Este hombre trabajó durante muchos años para  la bodega conocida popularmente como  “La Reguerala”. Trabajó en las viñas, en la elaboración del vino y en su expedición en la bodega, por lo tanto conoce datos interesantes y curiosos que describo a continuación. Manuel me traslada al año 1948 y me dice que en aquella época la bodega  mencionada disponía de cuatro viñas con una superficie bastante importante en la zona. La primera viña se denominaba  “La Blanca” y estaba en la villa de Cangas, encima del Convento de las monjas, ocupando casi toda la ladera hasta cerca de la actual carretera que sube a El Acebo;  la segunda viña estaba en La Himera, debajo del actual Hospital de Cangas;  la tercera viña, denominada de “San Andrés”, estaba en Las Barzaniellas contigua a la actual Bodega del Narcea y la cuarta estaba en Tebongo, donde hoy están instalados los bomberos.

Preparados para vendimiar, se pueden ver las bocineras y las maniegas encima del carro (Foto Museo del Vino de Cangas).

Para vendimiar estas viñas  se empleaban 35 mujeres y 16 hombres, a los que había que sumar seis personas más para recibir  la uva en la bodega. Se tardaban cinco días en recoger toda la uva. Solo la viña  “La Blanca” necesitaba dos días de vendimia, trabajando desde la mañana hasta la noche; me dice Manuel que un jornalero casi necesitaba el día entero para vendimiar una hilera, de lo larga que era.

El jornal por persona y día era de 18 de las antiguas pesetas (10 céntimos de euro actuales). Cada vendimiador  llevaba su comida y, como dato curioso, no tenían derecho  a vino para comer; otras bodegas de la zona si invitaban a vino a sus jornaleros. Sobra añadir que, después de finalizar la vendimia, no había ningún convite o fiesta para celebrar.

La bodega principal de La Reguerala estaba en la villa de Cangas. Los carros con la uva accedían a ella por el actual parque de La Reguerala. La bodega también tenía dos puertas de acceso por la calle Mayor para recibir a los clientes. En ella había siete tinas o recipientes de madera donde  fermentaba el vino, que tenían las siguientes capacidades: una de  15.000 litros; otra de 10.000 litros; otra de 11.000 litros; otra de 4.000 litros y tres de 3.000 litros.

Cuando le pregunto a Manuel donde se vendía el vino, me dice que todo se consumía  en Cangas  y zonas limítrofes. Los clientes habituales eran de Pola de Allande, que llevaban en los meses de verano una camioneta a la semana. No es capaz de precisar la cantidad de litros, pero me dice que como había muchos emigrantes americanos de vacaciones en la zona, se creaba un gran ambiente y había mucho consumo. Otros clientes habituales eran los pueblos altos de Cangas, que por estar a cotas donde la viña no produce tenían que comprar el vino para el consumo de todo el año. Por  último,  los mayores consumidores del vino eran los bares de Cangas y contornos. Como dato curioso, que demuestra la cantidad de vino que se consumía, me dice  Manuel que recuerda vender 400 litros por semana para muchos bares de  la zona. Este dato llama la atención, pero hay que pensar que en aquella época el vino era la bebida principal de los bares, por supuesto todavía nadie sabía lo que era un cubalibre,  más bien esto último sonaría a propaganda revolucionaria.

El otro tipo de vendimia era el que hacían los productores particulares que mimaban  la viña durante todo el año para competir con los demás vecinos, a ver quien producía el mejor vino. Trabajaban pequeñas parcelas para conseguir un vino propio de la casa. Este vino los identificaba, era importante tener viña, bodega y vino propio pues esto era sinónimo de casa pudiente. Cualquier visita o evento que se producía en la casa  iba siempre acompañado de una degustación en la bodega para poder probar el vino.

Depósitos modernos de fermentación que sustituyen a las antiguas tinas de madera.

Los pueblos donde se localizaban estos viñedos particulares eran Las Mestas, Villategil, Carballo, Llano, Santa Marina, Obanca, Limes, Villarin, Llamas de Ambasaguas, Corias, Tebongo, etcétera, todos pueblos bajos donde la vid  permite su cultivo; algunos vecinos de pueblos altos también tenían viñas en los alrededores de Cangas.

La viña llevaba un gran esfuerzo de trabajo durante todo el año: cavar, recebar, arreglar los alambres, podar, sulfatar, azufrar… Después de tanto esfuerzo, entre las últimas semanas de septiembre y mitad de octubre, se procedía a recoger el fruto: el día de la vendimia. Este día se escogía de forma estratégica: era importante que no lloviera, que la uva estuviera en su punto de maduración,  y además se procuraba escoger un día no laborable para que familiares y amigos pudieran participar.

Días anteriores se preparaba la tina, que  era un recipiente cilíndrico de madera de grandes dimensiones,  donde se echaba toda la uva pisada para fermentar; también se preparaban las bocineras, que  eran recipientes de madera cilíndricos abiertos por su parte superior, que se transportaban encima de los carros para llevar la uva desde la viña hasta la bodega, y se seleccionaban las maniegas o cestos que servían para transportar al hombro las uvas desde la viña hasta las bocineras. Finalmente, se preparaban el día antes de la vendimia los típicos embutidos a los que estamos acostumbrados en Cangas y que son de una excelente calidad, para la comida en la viña; esto lo saben bien los que han visitado alguna vez el pueblo de Santulaya y su Chacinera. Se escogía comida que fuera fácil de transportar y de servir: chosco cocido, chorizos, jamón, cecina, lacón cocido, cordero, frixuelos, arroz con leche, etcétera.

Vendimiando en Cangas del Narcea y acarreo de la uva con maniegas.

El día de la vendimia se madrugaba, se tomaba un café rápido y se empezaba a vendimiar; unos cortando los racimos y otros transportándolos hacia las bocineras. A las once de la mañana se procedía a almorzar  y después se seguía vendimiando. Si había poca uva y se acababa para la hora de comer, se trasladaba la uva a casa y se comía en casa; si, por el contrario, no se acababa de vendimiar para esa hora, se comía en la viña y se seguía vendimiando por la tarde hasta finalizar. Se trasladaban las bocineras llenas de uva hasta la bodega, aquí los hombres se descalzaban y empezaban a pisar la uva. Actualmente este proceso se hace con máquinas más especializadas, pero entonces era así. Hay una pregunta que siempre me hice, nunca vi a nadie lavar los pies para entrar a pisar la uva y cuando acababan de pisarla, los pies estaban limpios y brillantes, por lo tanto si se sigue manteniendo el principio físico que indica que la materia ni se crea, ni se destruye, sólo se transforma, debemos decir que esta materia que acompañaba  los pies descalzos antes de pisar la uva, se transformaba en vino; también es posible que este detalle le diera un toque especial al producto final.

Día de vendimia en la viña de Antón Chicote, en Limés, Cangas del Narcea.

Se finalizaba la vendimia introduciendo en la bodega la uva exprimida; el mosto, la piel y el raspón, todo mezclado, se metía en la tina y se dejaba fermentar. Este raspón le daba al vino una acidez característica de esta zona; actualmente, solo se mete a fermentar el mosto y la piel de la uva, obteniendo un vino con una acidez más controlada.

Para finalizar, todos los participantes de la vendimia disfrutaban de una cena suculenta, que se alargaba durante la noche con gran tertulia y ambiente de fiesta.

En los días posteriores el vino empezaba a fermentar, este proceso requería de dos semanas a un mes. Cuando el proceso de fermentación se acababa, se pasaba a hacer el primer trasiego, que consistía en sacar el vino de la tina principal  y trasladarlo a otros recipientes de menor tamaño, como barricas. Este proceso era delicado, se tenía en cuenta el ciclo de la luna para que fuera menguante, y también se buscaba que este momento coincidiera con días fríos.

Probando el vino con Antón Chicote

Unos días antes de este primer trasiego, se creaba otro momento de reunión en las bodegas con la prueba del vino, que se realizaba directamente de la tina para saber si estaba preparado para sacarlo. Se hacía un agujero en el tercio inferior de la tina para extraer el vino y probarlo. Este gesto, una vez más, permitía invitar a algún amigo y a todo aquel que pasara por delante de la bodega para que nos acompañara en la prueba o espita del vino nuevo. Al salir el vino de la tina y caer al recipiente de madera denominado cacho, generaba una espuma y un olor característico que invitaba a hacer algún exceso, sobre todo si esto lo acompañábamos de pan y cecina.

Antiguo lagar de Santiso para prensar el magayo (Museo del Vino de Cangas)

Si la prueba era positiva, se pasaba a hacer el primer trasiego, que, como ya dije, consiste en sacar el vino hacia otros recipientes. A continuación,  se prensaba la parte sólida que quedaba en la tina, el  magayo, para extraer el vino residual que contiene. Este proceso se hacía en mi caso, en el pueblo de Santa Eulalia/Santolaya, en un chagar que compartíamos todos los vecinos y que consistía básicamente en una gran viga que apretaba el magazo, haciendo la misma función que las prensas mecánicas actuales.

Con este primer trasiego ya se tenía el vino para beber durante todo el año. La cantidad que se bebía dependía de muchas variables: gente que estuviera en casa, jornaleros que ayudaban en las labores agrícolas y ¿cómo no? el nivel de bebedores que había en cada casa. Como dato curioso, muchas veces escuché a la gente mayor comentar sobre un vecino de la zona, de cuyo nombre no voy a acordarme, que por lo visto le gustaba tanto el vino, que para beber metía la cabeza directamente en la barrica y añadían  que se veía claramente como

Disfrutando del vino blanco y tinto (Fiesta de la Vendimia 2010, Cangas).

se formaba un gran remolino de vino  alrededor de su boca; evidentemente esto es una exageración de los hechos, pero seguramente que  daba buena cuenta del preciado líquido cada vez que se acercaba a la bodega. Salvaba la situación que aquel vino  no solía pasar de nueve grados y permitía beber algunos vasos de más sin tener que lamentarlo. La media de consumo que había en las casas se puede estimar en  1,5 litros para comer y 1,5 litros para cenar, esta cantidad, por 365 días que tiene el año, nos da un consumo anual por casa de 1.095 litros y este dato posiblemente quede corto.

Casa, bodega y viña de Antón Chicote en Limés, Cangas del Narcea.

Acercándose a los meses de diciembre y enero se procedía a hacer varios trasiegos entre barricas para limpiar las borras, que son los sólidos que el vino ha depositado en el fondo de los recipientes. Estas operaciones ya se acompañaban en las bodegas de la  matanza, chorizos o longanizas nuevas, permitiendo disfrutar  una vez más de la compañía de buenos amigos y el placer de saborear los productos de la matanza y el vino nuevo del año.

Hay que imaginarse qué potencial de tertulia y de placer se conseguía en las bodegas, y, claro, también algún que otro traspié al salir por la puerta de las mismas. Más de uno tuvo que agarrarse seriamente a la puerta de la bodega para no dar una imagen equivocada del estado en que se encontraba.

Escribiendo este artículo, me voy dando cuenta que el vino de Cangas generaba y genera una labor social sin precedentes: siempre acompaña en los buenos momentos;  además  afianza grandes amistades y si se bebe con moderación permite crear un clima de lucidez en la palabra, provocando brillantes tertulias. Evidentemente, si se bebe con exceso también puede pasarse con él a la oscuridad más absoluta.

Amigos, vecinos y familiares que participan en la vendimia de Antón Chicote.

Como se puede ver, con cuatro elementos fundamentales de placer, como son buenos amigos, una agradable tertulia, buen vino de Cangas y manjares de la zona, se puede disfrutar indeciblemente. Uno se da cuenta que para crear una situación placentera en la vida no hace falta estar rodeado de cosas muy complicadas ni excesivamente caras. Cuatro pequeños detalles, que muchas veces los tenemos muy cerca de nosotros, son suficientes para crear un ambiente extraordinario.

La merecida comida después de vendimiar, ofrecida por Antón Chicote.

Estando en una de estas reuniones de bodega, recuerdo un comentario de un buen amigo que en un momento de lucidez y extremada sensibilidad  decía no envidiar nada a Julio Iglesias y todas las propiedades que tiene en Miami; añadía este amigo que si Julio supiera  de los  placeres que tenemos en Cangas, seguro que compraba una casa por la zona para veranear.

Actualmente sigue habiendo productores que mantienen sus pequeñas parcelas de viña y hacen un excelente vino para consumo propio, pero en estos últimos años han aparecido otras bodegas que forman la I.G.P. de Cangas del Narcea. Una de estas bodegas es propiedad de Antonio Álvarez Álvarez,  más conocido en la zona por Antón del Chicote, nombre que le viene por regentar y dar de beber  durante décadas en el bar denominado el  Chicote, de su propiedad.

Gaita, acordeón y peculiar instrumento de percusión para amenizar la velada en la bodega de Antón Chicote.

Antón  es propietario de la bodega ANTÓN CHICOTE, situada frente al pueblo de Villarín de Limés. Esta bodega está rodeada de un extenso y cuidado viñedo del que Antón saca un excelente vino que vende con los nombres de “Penderuyos Selección” y “Viña Galiana”.  Para conseguir estas calidades Antón se ha modernizado siguiendo un sistema controlado y metódicamente estudiado que le permite hacer un vino de Cangas incomparable, pero además ha sabido unir a este proceso, más frío e industrializado, la parte humana y cultural que la vendimia  poseía antiguamente.

Baile de final de vendimia.

Antón prepara la vendimia de sus viñas de la misma forma que se hacía ancestralmente, se acompaña de una multitud de amigos y familiares que le ayudan a vendimiar la uva y la introducen en la bodega a fermentar. Una vez finalizados todos los trabajos, Antón ofrece a todos los participantes un impresionante convite que dura hasta altas horas de la noche, donde no faltan los licores y la fiesta, y acompaña el evento con buenos músicos para que los invitados bailen hasta donde les permitan las fuerzas. Es un placer ver a Antón con la diplomacia y el buen humor que siempre le caracteriza, dedicarse a sus invitados y concluir un día de vendimia con la alegría que se hacía antiguamente.

Fiesta de la Vendimia 2010, Cangas del Narcea.

Las demás bodegas, Obanca, La Muriella, Bodegas del Narcea y Monasterio de Corias, de alguna forma también en sus vendimias participan de un día de encuentro con amigos y allegados. Por último, para los que no pueden participar directamente de la recogida de la uva en la viña, siempre les queda la Fiesta de  la Vendimia que acertadamente se hace por las calles  de Cangas del Narcea.

“Asturias vinícola. Breves apuntes sobre el vino de Cangas de Tineo” (1879), por Nicolás Suárez Cantón, un artículo imprescindible sobre el vino de Cangas.

Retrato de Nicolás Suarez Cantón (1815-1878), pintado por José Robles en Cangas del Narcea en agosto de 1867.

En mayo de 1879, en los números 14 y 15 de la Revista de Asturias, que se editaba en Oviedo, apareció un articulo titulado “Asturias vinícola. Breves apuntes sobre el vino de Cangas de Tineo”, firmado por Nicolás Suárez Cantón, que había muerto unos meses antes, el 4 de noviembre de 1878, a la edad de 63 años; por esta razón su artículo va precedido de una semblanza biográfica escrita por Fermín Canella Secades (1849-1924).

Este artículo es uno de los mejores textos que se ha escrito nunca sobre nuestro vino, y su lectura es imprescindible para todas las personas que hoy están relacionadas con el mundo del vino de Cangas. Gracias a él podrán conocerse de primera mano los pasos que Nicolás Suárez Cantón llevó a cabo, desde 1870 hasta su fallecimiento, para mejorar y comercializar el vino de Cangas.

Vendimiadores, carro del país con bocineras, maniegas y cestas preparados para una vendimia, en L.lumés / Limés, Cangas del Narcea, hacia 1900.

Suárez Cantón estaba convencido de que nuestro vino podía ser “muy apreciable” si se confeccionaba “debidamente y con algún esmero e inteligencia”. En este artículo menciona las características del vino de Cangas, enumera las clases de uva y sus cualidades (y recordemos que está escrito antes de que la filoxera acabase con la mayor parte de las viñas locales), describe el modo de producción del vino por parte de los campesinos y los defectos de este método, y cuenta detalladamente todas las innovaciones técnicas que él introdujo para mejorar el cultivo de la vid y la elaboración del vino, con el fin de obtener un producto de calidad que pudiese venderse lejos de Cangas.

Suárez Cantón obtuvo en poco tiempo un vino que se “conservaba un año y otro sin deterioro”, y “que las personas inteligentes lo buscaban con preferencia para fuera de esta villa”. Él fue uno de los primeros vinicultores que embotelló y etiquetó el vino de Cangas (en esto es probable que haya sido el primero), y que lo presentó en exposiciones de agricultura, donde fue reconocido su mérito: en la Exposición Nacional de Madrid de 1873 consiguió una mención honorífica y en la Exposición Provincial Asturiana, que se celebró en Oviedo en 1875, recibió un diploma de primera clase “por sus facultades tónicas y su excelente gusto”. Fueron los primeros premios que obtuvo el vino de Cangas en su historia. Por desgracia, todo el esfuerzo de Suárez Cantón se vio truncado enseguida con su muerte en 1878.

Nicolás Suárez Cantón había nacido en 1815. Comenzó su carrera en la administración pública en Oviedo con 15 años de edad y a lo largo de su vida ocupó altos cargos en la administración del Estado, residiendo la mayor parte del tiempo en Madrid. Era miembro del partido liberal y fue diputado a Cortes varias veces por los distritos electorales de Cangas del Narcea y Avilés. Tanto en su labor política como administrativa gozó de merecida fama por su carácter bondadoso, su inteligencia, sus dotes organizativas y su honradez. Fue una persona muy aficionada a las bellas artes, sobre todo a la pintura, la música y la poesía, y a los libros;  llegó a formar una importante biblioteca. En 1866 se jubiló y se retiró a la villa de Cangas. Aquí se dedicó a la pintura, la escritura y otras aficiones. Su esposa fue Lucía Uría del Riego, de la casa de Uría de Santulaya y hermana de José Francisco (1819-1862), que fue director general de Obras Púbicas entre 1858 y 1862. Fue por influencia de éste por lo que comenzó su afición al cultivo de la vid y a la elaboración del vino. Uría y Suárez Cantón son dos personajes a los que el concejo de Cangas del Narcea siempre deberá recordar.