Propuesta del médico Ambrosio Rodríguez para convertir el Acebo en el Lourdes asturiano, 1910 (I)
-Primera parte-
Los milagros del doctor Ambrosio Rodríguez
El doctor Ambrosio Rodríguez Rodríguez fue una de las personalidades más activas que dio el concejo de Cangas del Narcea en el último tercio del siglo XIX y primeras décadas del XX. Nació en La Torre, Sorrodiles (parroquia de Cibea), en 1852 y murió en Madrid en 1927. Estudió y vivió en Madrid, París, Berlín, Buenos Aires y Gijón, y viajó por numerosos países de Europa y América. Fue un profesional muy reconocido, y amigo de eminentes médicos de su tiempo, como su maestro don Federico Rubio y Galí y el mismísimo don Santiago Ramón y Cajal. Nunca dejó de tener relación con su concejo natal, y siempre estuvo preocupado por su estado y porvenir. En la necrológica que le dedicó la revista La Maniega en junio de 1927 se dice: “Difícilmente habrá habido nadie que haya superado al doctor Ambrosio como amante de Cangas; a donde no dejó de ir un solo año, hasta que en 1915 perdió la vista, cuya desgracia le hizo pasar lleno de tristeza los últimos años de su vida”. Fue un asiduo colaborador de los periódicos locales que se editaban en la villa de Cangas del Narcea.
En 1910 envió una larga carta a don Ángel Carrizo Díez, párroco de Linares del Acebo y administrador del Santuario del Acebo, proponiéndole una serie de medidas para revitalizar este santuario y ponerlo a la altura del afamado Lourdes. Antes de ver ese proyecto nos parece importante dar a conocer dos sucesos en los que Ambrosio Rodríguez participó directamente, y que según su propio parecer tuvieron un final milagroso gracias a la intercesión de la Virgen del Acebo. ¡Sin duda, su fe en la Santa del Acebo era muy grande!
El hecho de que conozcamos estos milagros no es extraño. Por una parte, desde el siglo XVI todos los sucesos milagrosos atribuidos a la Virgen del Acebo se anotaban en un libro que estaba en el Santuario, en el que quedaban registradas las dolencias de los enfermos o tullidos y su curación, o se enviaban por escrito para que quedase constancia documental del milagro; lamentablemente aquel libro desapareció a fines del siglo XIX, y lo mismo ha sucedido con las relaciones que enviaban las personas beneficiadas con un milagro. Los libros de milagros eran comunes a todos los santuarios, y aun hoy, con otros medios, se siguen haciendo para dar publicidad del poder curativo del santuario; por ejemplo, en Internet puede consultarse la lista de curaciones de Lourdes reconocidas como milagrosas por la Iglesia (www.lourdes-france.org). Por otra parte, es comprensible que en las publicaciones apologéticas dedicadas a la Virgen del Acebo se recojan los testimonios milagrosos de un reputado médico como Ambrosio Rodríguez, lo que vendría a corroborar todavía más el poder curativo de esta Virgen canguesa.
La relación del primer milagro del doctor Ambrosio Rodríguez está publicada en el folleto La Virgen del Acebo: Descripción histórica de aquel santuario y novena en obsequio de la Virgen que allí se venera, escrito “por un devoto” anónimo y publicado en Luarca en 1894, y la del segundo la publica el dominico Fray Alberto Colunga (1879 – 1962) en su libro: Historia del Santuario de Ntra. Sra. del Acebo y novena en honor de tan excelsa patrona, editado en Madrid en 1909 y reeditado en Salamanca en 1925.
Primer milagro
“Otros muchos milagros se hallan registrados en los documentos que se conservan en el archivo del Acebo; los cuales no insertamos aquí por no hacer voluminoso este trabajo. Debiendo, sin embargo, hacer constar que en estos últimos años se han visto curaciones admirables y múltiples milagros, y entre otros el acaecido a José Gonzalez, natural y vecino de Cerveriz, parroquia de Ab, concejo de Cangas de Tineo. Este individuo que aun vive, y tiene 40 años de edad, refiere así el hecho:
Padecía ataques epilépticos, y no pudiendo obtener mejoría con los medios que la ciencia médica aconseja, se ofreció a la Virgen del Acebo, y a asistir de rodillas a la procesión de la Virgen alrededor de la Iglesia. Hízolo así, y desde aquel día no volvió a padecer más de la referida enfermedad.
Se refiere también otro hecho milagroso acaecido hace pocos años en un viaje que hizo el distinguido medico de Cibea, Cangas de Tineo, Dr. Ambrosio. Navegaba este señor acompañado de otros amigos por el mar del Norte, y habiéndose levantado una tempestad terrible, que puso en peligro inminente al navío y a las personas que llevaba, invocaron y se ofrecieron a la Virgen del Acebo, y de este modo se libraron de una naufragio seguro.”
Segundo milagro
“Una de las más notables curaciones alcanzadas en estos tiempos por intercesión de Nuestra Señora del Acebo es la siguiente, acaecida en 1880. D. Francisco Pérez, vulgarmente llamado el Teresín, natural de Genestoso y gran bolsista de Madrid, tenía un cáncer en uno de los pómulos que, según los médicos, no tenía remedio. Un amigo suyo, D. Ambrosio Rodríguez, doctor y miembro de la Real Academia de Medicina, leyó que el doctor Langenbeck, de Berlín, médico de cámara del Emperador Guillermo I, curaba esa clase de cánceres. Por sí o por no, se lo propuso al paciente, y éste le contestó que si le acompañaba a Berlín iría a probar la ciencia del doctor alemán. Accedió su amigo, fueron a Alemania, se presentaron al celebre médico, que hizo al enfermo una penosa y difícil operación, en la cual le sacó el ojo para bien limpiarle la órbita, y extrajo varios huesos del pómulo. Con esto el enfermo se puso muy grave; atormentado por los dolores y la fiebre comenzó a delirar, tanto, que el doctor Langenbeck dijo que no saldría de aquella noche. En medio de sus males el paciente pudo conocer su estado y comenzó a comunicar a su amigo sus últimas voluntades, para que él las llevara a su familia.
Hecho esto, vuelve su corazón a la Virgen del Acebo, y lleno de fe, le hace votos para que alcance algún remedio a su mal. Su compañero, abundando en los mismos sentimientos, se postra de rodillas al lado de su cama y se asocia a sus ruegos y oraciones. Así pasaron la noche, y cuando el doctor Langenbeck fue por la mañana a examinar la herida, muy maravillado de que el enfermo no hubiera muerto, se quedó fuera de sí al verle libre de peligro y la herida casi del todo cicatrizada. A los tres días estaba completamente sano, con gran estupefacción de los que le habían dado por muerto. “La fe nos ha salvado”, decía al doctor alemán el español, y en verdad así había sido. El primer cuidado de los dos amigos fue volver a España e ir directamente al Acebo, donde ambos entraron de rodillas hasta el altar y mandaron celebrar misas en acción de gracias por tan singular favor. El enfermo duró aún dieciséis años, muriendo en León de pulmonía”.
Fray Alberto Colunga anota al pie de este texto: “Este hecho lo consignamos la primera vez por escrito según la relación muy detallada que de él nos hizo el mismo Dr. D. Ambrosio Rodríguez”.
El doctor alemán Bernhard von Langenbeck (1810 – 1887) fue un pionero de la cirugía mandibular y de paladar fisurado; un cirujano audaz que practicó métodos nuevos e inventó utensilios quirúrgicos adaptados a estas nuevas intervenciones. Tuvo una gran reputación en todo el mundo gracias a la habilidad y éxito de sus operaciones de cirugía de nariz, paladar y labio, y por su método de operar solo la parte del hueso lesionado o enfermo, sin necesidad de eliminar todo el miembro. Desde 1848 a 1882 fue director de la Clínica de Cirugía y Oftalmología de la Charité de Berlín, donde se llevó a cabo la “milagrosa” operación de Francisco Pérez “Teresín”.