Entradas

Visitamos al flamante «Premio Nacional de Artesanía», Raúl Mouro

El joven alfarero cangués Raúl Rodríguez Arias, «Raúl Mouro», que recientemente ha sido galardonado con el Premio Nacional de Artesanía 2024 por su colección «Piel de Mouro», es descendiente directo de una de las sagas de alfareros más reconocidas de España, la de la Cerámica Negra de Llamas del Mouro.

El pasado 6 de febrero amablemente nos abrió las puertas de su casa-taller en Sillaso, pueblo perteneciente a la parroquia de Santiago de Sierra en el concejo de Cangas del Narcea (Asturias), en donde nos explicó con todo tipo de detalles su obra.

Muchas de sus piezas, están inspiradas o son réplicas de formas tradicionales, recuperadas después de un arduo trabajo de investigación. Algunas de ellas están texturizadas y sometidas a varios procesos de cocción. Sus creaciones están íntimamente conectadas con el entorno que las rodea, utilizando materias primas de cercanía y colorantes ecológicos.

Todas las piezas están realizadas en torno, respetando tiempos y procesos de fabricación y cada una de ellas tiene su propio certificado de autenticidad.

Un audiovisual de Benito Sierra González @BSGPRODUCCIONVISUAL para «Tous pa Tous. Sociedad Canguesa de Amantes del País».



Más información:


 

Rumbo a Siasu

Partído de Sierra, desde la casa-taller de Raúl Rodríguez “Mouro” en Sillaso (Cangas del Narcea). Foto: Sandra Flórez Alonso.

Como segunda ruta para nuestra tarea encomendada, nos dirigimos en esta ocasión al lugar de Siasu, también en el Partíu Sierra, a la residencia de Raúl Rodríguez “Mouro”.

De nuevo la expedición estará formada por los mismos componentes que estuvimos en L.lamas, con la excepción de Collar que por motivos laborales no pudo acompañarnos en el día de hoy. Outramiente, como buen conocedor del paisaje y del paisanaje del concejo, ya nos había hecho una previa en cuanto tuvo ocasión de poner en antecedentes a Marcelino y a su familia de la visita que estábamos programando.

Eso sí, hoy nos acompaña José Ramón Puerto, gran conocedor y entusiasta de la obra y la trayectoria de Raúl “Mouro”, y quien formará parte activa de la puesta en marcha y organización de la exposición, al igual que hizo en anteriores ocasiones colaborando desinteresadamente con el «Tous pa Tous».

Y dos serán de nuevo los coches que formarán la comitiva y en los que nos vamos repartiendo y acomodando.

Otra vez disfrutamos de buen tiempo en esta tarde de febrero mientras nos dirigimos a Purtiel.la. Allí, a mano derecha, nos desviamos y cruzamos el puente que nos llevará a destino, dejando atrás el pueblo de Ounón. El ascenso por la sinuosa carretera nos va ofreciendo maravillosas vistas de nuestra orografía, que van ganando en intensidad a medida que tomamos altura.

Coincidiendo con esa primera hora de la tarde tan española como es la hora de la siesta, nos recibe ante el portón de la casa familiar la matriarca, quien nos comunica que pronto asomarán padre e hijo, que se encuentran reposando tras la hora de la comida, pero que ya están avisados y aviándose.

Tras las oportunas presentaciones, comenzamos la visita en el parreiru, transformado ahora en taller, un espacio que invita de entrada al recogimiento. “El lugar transmite ya una emoción estética”, apunta Mercedes. Un taller en el que imparte cursos para trasmitir sus conocimientos.

Taller de Raúl Mouro en Sillaso, parroquia de Santiago de SIerra (Cangas del Narcea). Foto: Sandra Flórez Alonso.

Un simple lavado de cara en la cubierta, en vigas y ripia, desprovistas ahora de telarañas y del polvo acumulado tras años de cumplir su antigua función, deja a la vista una tosca y a su manera elegante carpintería tradicional; el espacio diáfano y con claroscuros; las paredes de piedra desnuda; el suelo de madera, por el que transpira un agradable y cálido ambiente propiamente agrícola; la luz que se cuela a través de los diferentes huecos; el vacío en el que apenas hay nada y hay lo suficiente: un añejo banco de carpintero de herencia familiar, el contraste entre el torno de pie y una docena de tornos eléctricos, una enorme mesa de factura por encargo y exprofeso, al igual que los tayuelos en los que depositar los cuencos del agua… Reposando sobre cada torno, una pieza de la misma serie en diferentes fases de elaboración. Una decena de piezas que, de inmediato, nos traen a la memoria las fogazas de aún tierna masa de pan sobre la masera, terminando de l.leldar y esperando a ser enfornadas. Todas ellas muy similares y a la vez diferentes, de distintos tamaños, con distintas tonalidades. “A medida que vamos dando textura, se va modificando ligeramente el color”, nos explica atento Raúl. Un matiz que, de primeras y a ojos del profano, no es fácil diferenciar.

Una a una, con cuidado y a la vez con la presteza de quien se siente seguro de sus manos, Raúl va depositando las piezas sobre la enorme mesa de madera dispuesta en una esquina, a la sombra de la luz. Y así, en contraposición, cada una de ellas nos ofrece diferentes lecturas según se van formando distintas composiciones y en función de la incidencia lumínica. La boca, el pequeño orificio de apertura que permite a la pieza respirar y “estrictamente necesario para evitar su rotura durante el proceso de cocción”, cobra sentido (o no) cuando la voltea  y la apertura desaparece, pasando a formar parte de la base.

Por doquier, diferentes piezas, múltiples pruebas de trabajo, con diferentes formas, tamaños y  colores: blanco, marrón “galleta”, rojo pórfido y negro, producto de los diferentes tipos de barro combinados convenientemente con piedra gres. “El rojo da flexibilidad; el blanco, resistencia, y se introduce un tercer elemento para hacer piezas de buena textura”.

Porque sus obras, insiste una y otra vez, son para ver, para oler, incluso para escuchar, pero sobre todo, para tocar. Como quien coge un bebé al cuello, lo mece y lo acaricia. Para sentir las texturas, para diferenciar los grosores y apreciar su fría temperatura, en claro contraste con la calidez que emanan sus colores.

Varias piezas, múltiples pruebas del trabajo de Raúl Mouro, con diferentes formas, tamaños y colores. Foto: Sandra Flórez Alonso.

La cara de Raúl se ilumina al ofrecernos la nueva incorporación a su menú, su nuevo plato fuerte, aún en proceso de experimentación. Ceremoniosamente, desprendiendo con dulzura los paños húmedos que las cubren, nos permite ver sus nuevas criaturas, sus nuevas formas de concebir el espacio, jugando con el equilibrio y con el desequilibrio, con el color y como no, con las siempre presentes texturas. Nuevos caminos a explorar, y quién sabe si a seguir o quizás abandonar. Todo depende.

En un rincón, dispuestas en perfecto orden de a seis, Raúl nos da a probar, pues pruebas son, media docena de deliciosos “profiteroles”. Seis piezas esféricas, de pequeño tamaño, color galleta, con matices en rojo dispuestos como anillos concéntricos en la madera. “Lo conseguimos intercalando diferentes capas a la hora de formar la pella”. Seis piezas que nos dejan un dulce sabor de boca.

Y nos va explicando cómo todo es producto de una evolución, de una experimentación, de un trabajo constante, que ahonda sus raíces en la tradición, en lo mamado en casa de su abuelo, de su padre, de todo lo heredado, de un legado sumado a  su actividad constante con el barro, de mancharse las manos… Es todo un proceso escalonado, desde la base, desde el aprendiz que se pasa un año mezclando y amasando, aprendiendo a mezclar en las proporciones justas, pasos previos y esenciales antes de consentirle sentarse en el torno, ese potro difícil de domar, que “puede llegar a ser muy frustrante, empleando horas, constancia, repetición, perfeccionando la técnica, pero que es una verdadera delicia”. Y ahora buscando nuevas formas de expresión, formas básicas, esenciales, buscando la simplicidad, pero con todo un proceso muy complejo detrás y “que da garantía de verdad” “de honestidad en el resultado”, apunta con acierto Sandra. Intentando mantener una equidistancia entre lo tradicional y lo innovador, no sólo en cuanto a las piezas se refiere, que van perdiendo su carácter meramente funcional y doméstico y se dirigen más hacia lo estético, aunque manteniendo ocasionalmente pequeños guiños que sirven de anclaje con su pasado, sino también en cuanto a materiales, técnicas y procesos.

Y así, pasamos a una nueva dependencia, entre la bodega en la planta baja y la panera. El pequeño cuarto habilitado ahora como estudio, en el que se inicia el proceso imaginativo, con apuntes y diseños en papel que posteriormente tomarán volumen.

Y de ahí, a la panera, en la que se almacenan centenares de piezas, todas ellas de alguna forma desechadas por no llenar lo suficiente el crítico ojo del autor: distintas formas, distintos tamaños, distintos colores y esmaltes que por una razón u otra no pasaron la criba.

Y finalmente, accedemos al santasanctórum, el desván de la casa, en el que se atesora el producto final a la espera de partir quién sabe a dónde: Uviéu, Madrid, Korea…y con próximo destino al otro lado del charco, en Estados Unidos. Allí la Fundación Guess le reclama un total de cien piezas para una exposición en Los Ángeles. Todo un salto que da proyección aún más si cabe a su reciente Premio Nacional de Artesanía.

Miembros del Tous pa Tous con Raúl Rodríguez «Mouro» (dcha.), en su casa-taller de Sillaso, parroquia de Santiago de Sierra (Cangas del Narcea). 6 de febrero de 2025. Foto: Benito Sierra.

Ya cayendo la noche, y tras despachar un trago de vino y unas empanadas en la bodega de la casa, nos despedimos de la familia, agradeciendo el que nos hayan abierto sus espacios de intimidad y su cálida amabilidad, y retornamos a la villa con la sensación plena de haber llenado la tarde no solamente de cantidad, sino también de calidad. Con las cabezas repletas y en ebullición, planeando cómo llevar a cabo de la mejor manera posible nuestra tarea.


FOTOGRAFÍAS
(autores: Sandra Flórez, José Ramón Puerto y Benito Sierra)

Rumbo a Siasu


 

Parroquia de Santiáu de Sierra / Santiago de Sierra

Santiáu de Sierra

♦ Casa Agosto (desaparecida) ♦ Casa El Cura (desaparecida) ♦ Casa Justo ♦ Casa Primo (antes Casa Pimiento) ♦ Casa Ramón ♦ Casa Santiaguín ♦ Casa El Sastre

Becerrales

♦ Casa Benigno ♦ Casa Brisco ♦ Casa Cul.lao d’Arriba ♦ Casa Diego ♦ Casa Faruxo ♦ Casa Genara ♦ Casa Gonzai ♦ Casa L.largo ♦ Casa Montera ♦ Casa Veiga ♦ Casa Xuacón

Cadrixuela / Cadrijuela

♦ Casa L’Abogáu ♦ Casa Barbeito ♦ Casa Bernaldo ♦ Casa Broña ♦ Casa Candil ♦ Casa Jacobo ♦ Casa Miguel ♦ Casa Pimiento ♦ Casa Pruida ♦ Casa Rosendo (antes Maquilo) ♦ Casa Santos

La Castañal

♦ Casa Agosto ♦ Casa Laura ♦ Casa Justo ♦ Casa Pacho ♦ Casa Prico o Casa Perico ♦ Casa Chope ♦ Casa Xuanín

Mendiel.lu / Mendiello

♦ Casa Carlos ♦ Casa Diego ♦ Casa El Manco ♦ Casa Martín ♦ Casa Pestameiro ♦ Casa El Roxo ♦ Casa La Sulana

Nandu / Nando

♦ Casa Ánxela ♦ Casa Capillán ♦ Casa El Conde ♦ Casa Chirlón ♦ Casa Enreda ♦ Casa Inacio (antes Casa El Cartero) ♦ Casa Lera ♦ Casa Mourán ♦ Casa El Palacio ♦ Casa Pedrón ♦ Casa Pistolo ♦ Casa Rollo

Parrondu / Parrondo

♦ Casa Anselmo (antes Casa Franciscón) ♦ Casa L’Obispo ♦ Casa El Palacio ♦ Casa Pricón ♦ Casa La Taberna ♦ Casa Xuacón

Siasu / Sillaso

♦ Casa Agudín ♦ Casa Cuesta ♦ Casa Daniel ♦ Casa Galán ♦ Casa Gregoria ♦ Casa Higinio ♦ Casa Leonardo ♦ Casa Lorenzo ♦ Casa Manolín ♦ Casa Rosa ♦ Casa Suar ♦ Casa Tronco ♦ Casa Varistón ♦ Casa Zapatero ♦ Casa Zaragoles


Siasu / Sillaso, Cangas del Narcea