Redondo

Juan Manuel Redondo recogiendo en Tuña el premio ‘Lar Vial’ el 23 de septiembre de 2016. Foto: Lidia Álvarez

Ayer, 3 de marzo, falleció Juan Manuel Redondo, de Bodegas Monasterio de Corias y hasta hace poco presidente del Consejo Regulador de la DOP Vino de Cangas, una de las personas que en estos años ha trabajado más por la recuperación del vino de Cangas, y por volver a convertir este producto en una actividad económica importante en nuestro concejo de Cangas del Narcea. Redondo tenía 51 años y era ingeniero técnico agrícola. El 23 de septiembre del año pasado recogió el premio “Lar Vial”, que la Asociación Cultural de Tuña y la Asociación de Mujeres Cuarto de la Riera otorgaron a la DOP Vino de Cangas. Aquel día agradeció este galardón que premia «a una agrupación de bodegas y productores que llevamos dieciséis años empeñados en recuperar, con mucha ilusión, un cultivo con una historia milenaria y que poco a poco vamos poniendo en el panorama vitícola nacional e internacional». Conocimientos, trabajo, ilusión, mercado exterior, colaboración…esto es lo que Redondo aportó durante los últimos años a esta actividad. Descanse en paz.

En el acto de entrega del premio “Lar Vial”, Senen González Ramírez leyó un texto dedicado a la historia del vino en el concejo de Tineo, que hoy traemos a nuestra web. El trabajo de Juan Manuel Redondo se enmarca en la larga historia del cultivo del viñedo y el vino de Cangas; él fue, sin duda, uno de los que escribieron el actual y meritorio capítulo de esta historia. Sirva esta publicación de recuerdo y homenaje a su labor.


ENTREGA DEL PREMIO “LAR VIAL” EN TUÑA A LA DOP DEL VINO DE CANGAS.

23 DE SEPTIEMBRE DE 2016

Senén González Ramírez
Miembro del RIDEA

Sr. Alcalde, Sr. Presidente y miembros de la DOP Vino de Cangas, Sra. Presidenta de la Asociación de Mujeres Cuarto de la Riera y Presidente de la Asociación Cultural de Tuña, señoras y señores, muy buenas tardes a todos. Como colofón a este acto de entrega de “Lar Vial” en su doce edición, desean los organizadores que yo ponga mi granito de arena y les dirija unas palabras que, entresacadas de un estudio inédito que ya hace bastantes años hice sobre la dedicación de las parroquias ribereñas del Narcea en el concejo de Tineo al cultivo de la vid, cuando ya estaba prácticamente olvidada ésta industria, pero no en el vecino y hermano municipio cangués.

La historia vitivinícola en la ribera del Narcea está íntimamente ligada a los dos concejos. Pero no solo en ese aspecto sino por grandes lazos de gobierno y hermandad. Las familias nobles de Tineo estaban unidas a las canguesinas por estrechos vínculos de sangre. No en vano el mismísimo general Riego contrajo matrimonio en la colegiata de Cangas (hoy basílica), siendo representado en la ceremonia por su primo, Don José de Uría y Álvarez Terrero, padre de quien dio nombre a la calle más principal de Oviedo.

Con las palabras que siguen inicia la escritora tinetense Doña Enriqueta Infanzón (Eugenia Astur), el prefacio a su libro Riego (Estudio histórico-político de la Revolución del año veinte) escrito en 1933. Y en el que da cierto aire poético a Tuña y al cultivo de la vid:

«Si deseas, lector, visitar un rincón delicioso en el que la naturaleza se presenta a ti vestida con sus más ricas galas, y donde tu espíritu, ante la contemplación de los grises sillares de vetustos caserones se remonta a otras épocas en la que Clío escribía nuestra historia con péñola de oro, dirígete a Tuña, risueño pueblecito asturiano en el concejo de Tineo.

En medio de una fértil vega donde la dorada espiga se mezcla con las verdes hojas de la vid, alzase esta pintoresca aldea, nidal un tiempo de preclaros hidalgos y cuna de un valiente caudillo cuyo nombre es, sin duda, el de mayor resonancia histórica del siglo XIX: don Rafael del Riego.»

Por aquel entonces, el cultivo de la vid y su posterior vinificación eran en esta parroquia, al igual que en las inmediatas de La Barca y Santianes, y también en Sorriba y Arganza, una práctica habitual de sus vecinos, llegando en todas ellas su dedicación hasta bien entrado los años sesenta del siglo XX.

Y así nos recuerda el cronista oficial de Tineo, Don Julio Antonio Fernández Lamuño, aquí presente, que:

«Durante la primera quincena de octubre del año 1949, tuvo lugar en Soto de la Barca la celebración de un cursillo de vitivinicultura, organizado por los servicios Agropecuarios de la Diputación Provincial, estando las enseñanzas a cargo de D. Joaquín Querol, perito agrícola, y D. José María Palacios Álvarez, perito industrial químico, ambos funcionarios de la Jefatura Agronómica de Oviedo.

El cursillo, con clases teóricas y prácticas por la mañana y tarde, se desarrolló desde el lunes al sábado. El sábado bajaron a la clausura (que fue al mediodía) el Alcalde Presidente del Ayuntamiento de Tineo, D. Benito de la Torre, acompañado por dos concejales y por el Perito Agrícola Sr. Fernández Lamuño.

Se pronunciaron discursos breves y cerró el acto la entrega de los diplomas que adjudicó personalmente el Alcalde, con algunos comentarios alusivos a la mucha edad de los cursillistas (pues de doce o catorce que eran, sólo dos eran inferiores a los 30 años ) que tenían casi todos cerca de los sesenta. Todos eran viticultores, explotando viñas y atendiendo sus bodegas y elaboración vínica. Al final se sirvió un aperitivo en casa de “Jorge”.

Fue el último (que sepamos) de los cursillos sobre vinicultura, dado por la Diputación Provincial en el occidente asturiano. Y advierte el Sr. Lamuño, como ya se veía el decaimiento de este cultivo al observar la avanzada edad de los que asistieron y el poco interés que despertaba entre la juventud esa práctica.»

No parece haber duda ya sobre la introducción en estas tierras de la vid por los romanos. Estrabón es bien explícito cuando nos dice que “el vino, muy escaso, cuando lo consiguen, se consume muy de prisa en los grandes festines familiares” (III, 3, 7). Por este pasaje entendemos que era importado; aunque se quiera entender por los escritos del geógrafo Estrabón que, ciertamente lo había pero de forma testimonial, muy escaso…

En algunas villae del Bajo Imperio debió producirse vino siguiendo las técnicas muy desarrolladas, casi divinas, de los romanos, pero el impulso definitivo fue en época altomedieval con la llegada de los monasterios. En ese periodo, llamado romanización indirecta, es cuando se implanta definitivamente y de forma sistemática la vid en Asturias. Los monjes, ávidos de vino para celebrar la liturgia, se encuentran con una producción muy mermada pero alentadora a un tiempo; promueven su expansión y mejoramiento, aunque el pueblo seguirá consumiendo abundantemente sidra.

De ser cierto el documento fundacional de Santa María la Real de Obona, nos topamos con la referencia escrita más antigua alusiva a la sidra: “Adelgaster concede al Monasterio de Obona, además de los bienes propios de una fundación monástica, unos siervos de criazón, que a cambio del trabajo diario recibirán la correspondiente ración de comida, incluyéndose como bebida la sidra siempre que sea posible (D. 10, 781)”.

Decíamos arriba que, existen documentos muy antiguos que hacen alusión a los viñedos en Asturias, pues bien, del año 857 data la donación de una viña en Adallón (Las Regueras) a la Catedral de Oviedo por Ordoño I. Y el 5 de mayo del año 1074, Don Diego de Corniella hace donación de una viña denominada Peñaguda en Corniella, a favor de la malatería de Santa M.ª Magdalena de La Silva.

La toponimia regional y documentos históricos del siglo IX, hablan a gritos del cultivo de la vid en Asturias, que en un tiempo estuvo extendido por toda la región asturiana. Aparecen aldeas con el nombre de “viña” en Cangas de Onís, Grado, Castropol, Allande (Viñas); “La Viña” en Tineo (Bárcena del Monasterio), Lena, Villaviciosa, Ribadesella, Cangas del Narcea, Candamo, Cabranes, Mieres y San Martín del Rey Aurelio; “El Viñal”, en Ibias, etc.; “Las Cepas”, en Castrillón; “El Cepal”, en San Martín del Rey Aurelio; “El Cepéu”, en Cudillero; “El Cepo”, en Boal; “Los Cepones”, en Tineo; “La Ceposa”, en Mieres; “Lloviu” (parral de poca altura) en Ribadesella; “El Lloviu”, en Grado, etc.

Los benedictinos de Corias desenvolvieron allá por el siglo XI esta producción en la comarca, y consta, por análogas pruebas históricas, que la cosecha de vino tinto era general en Asturias antes del siglo XVI.

En el año 1022, los condes Piniolo y Aldonza fundan el Monasterio de San Juan Bautista de Corias, al que donan extensas heredades en el concejo de Tineo en que se incluyen viñedos.

Un año después existen referencias al Monasterio de San Juan de Soto (Tineo), uno de los siete monasterios que formaron la dote fundacional de Corias y que eran propiedad del Conde Piniolo Jiménez. El de San Juan de Soto lo cita el Padre Yepes en su obra “Crónica General de la Orden de San Benito”. Estaba situado a unos dos kilómetros aproximadamente del actual Soto de la Barca. Los monjes benitos que moraron en él también fueron continuadores del laboreo de las viñas. Hasta la Desamortización de Mendizábal en el siglo XIX, la inmensa mayoría de las tierras dedicadas al cultivo de la vid, en esta parroquia de la Barca, eran propiedad del Monasterio de Corias. Y se van sucediendo durante los siglos los arrendamientos de sus viñedos en las tierras ribereñas de Tineo. Ese mismo año los benedictinos de Obona pleitean con los vecinos de Posada, aquí en Tineo, por la posesión de unos migallos de viñas.

En 13 de febrero de 1487, fray Marcos Álvarez, abad del Monasterio de Santa María de Obona, estando presente Menén Plaiz de Tuña, sobre razón de bienes raíces que quedaron y fincaron de Alonso López y Urraca Plaiz, su mujer, difuntos, sobre los que quedaron de Alonso López, abad que fue de Obona, difunto, así como oro, plata, joyas y otras cosas que dice han quedado de dicho Alonso López y le pertenecían, así por herencia como por pertenencia y sobre su casa de Tuña con las viñas de posada…”

El clero, como principal difusor y protector, percibía parte de sus rentas en vino. La localización de los viñedos era en la parte alta y media de algunos valles abrigados, particularmente en los del Navia y Narcea, donde las condiciones favorables se unían a la influencia que en ese sector occidental tuvieron los establecimientos monacales.

El 24 de octubre de 1403, Corias aforó en la aldea de Soto de la Barca una viña “según que está finssada e amollonada de mollones de piedra…”, y, en esta misma ocasión, al conceder al forero una tierra para que la plantara de vid, le exige que la cierre con muro. Y advierten los monjes: “que podamos tomar e rescibir las dichas vinnas para el dicho monasterio se por aventura se astragaren e volaren a hermo con mengua de lauorias. Ese mismo día, Diego Suárez y su esposa reciben todas las viñas y heredamientos que Corias poseía en la villa de Soto, y que delimitaban con las viñas que el mismo Diego tenía aforadas del monasterio. Y ese mismo año, el monasterio afora en ese lugar unas viñas que habían sido arrasadas por la fuerte crecida del Narcea, a mediados del siglo anterior, para que sean nuevamente plantadas y explotadas.

Los monasterios de benitos en Obona y de franciscanos en la villa de Tineo también poseían sus viñedos desde tiempo inmemorial. Y posteriormente todas las casas nobles del concejo.

El monasterio de Villanueva de Oscos amplía sus viñedos medievales y en 1558 acuerda una serie de contratos de plantación, los monjes cobraban entre una octava y una cuarta parte de la cosecha, dice el historiador tinetense don Francisco Feo Parrondo1.

En ese siglo XVI la Junta General del Principado de Asturias veía viable el plantío de viñas en Asturias, pero debido a lo accidentado de su relieve y a la abundante humedad no han existido nunca grandes manchas de vides, reduciéndose únicamente a los valles encajados. En la parte oriental no subsisten desde el siglo XVI más que pequeñas porciones y lo mismo en la zona costera donde, pese a los esfuerzos desarrollados para su cultivo, éstos no se vieron coronados por el éxito salvo en los alrededores de Castropol.

A finales del siglo XIX, Félix Aramburu y Zuluoga en su libro “Monografía de Asturias” decía:

«No se nos oculta que formando Asturias parte de una nación que encierra dentro de sus fronteras regiones dispuestas por modo sin igual para producir vinos de todas clases y no dándose en ella disposiciones equiparables, era natural que decreciese el cultivo de la vid con paso más rápido cuanto menos iba siendo nuestro aislamiento del resto de España, pero sin atribuir a esta sola causa lo ocurrido; el hecho es que al presente solo los partidos de Cangas de Tineo, Castropol y Pravia (Candamo) se reduce la producción de un vino ligero, ácido, muy semejante al Burdeos cuando está bien elaborado, muy aceptable en consecuencia como vino de mesa, y hasta muy recomendado por sus propiedades a los que padecen ciertas afecciones del aparato digestivo…”.

Ya el ilustre Jovellanos en su famosos “Diarios” dejó magistralmente representada una vendimia en Cangas, que él presenció in situ a finales del siglo XVIII.

Cuando el ministro Mendizábal, a mediados del siglo XIX, desamortiza los bienes en posesión de manos muertas, o sea la Iglesia y señoríos. La mayoría pasan por subasta pública a poder de las familias adineradas, quienes a su vez las aforan a sus colonos. Y éstos con los años llegarían a ser propietarios, la mayoría por la Ley de Redención de Foros en tiempos de la dictadura de Primo de Rivera en los años veinte del siglo pasado.

Por un acuerdo de pleno del Ayuntamiento de Tineo, a 9 de mayo de 1939, se trata de una petición de los dueños de las viñas:

«Se dio cuenta de una instancia de los dueños de terrenos dedicados al cultivo de la vid, de las parroquia de Arganza, Sorriba, Santianes, Soto de la Barca y Tuña, en solicitud de que, como medida de protección a su industria se dejase sin efecto el aumento de diez céntimos el litro de vino, establecido para el año 1938 y vigente la tarifa de cinco céntimos que venían satisfaciendo, con más la regalía del 15 por 100 de los aforamientos superior a mil litros.»

Unos meses antes, el 22 de enero, ya se había celebrado en Casares la Festividad del Glorioso San Vicente, toda una reminiscencia de las bacanales romanas. Al sangrar la Cubona de más de diez mil litros de cabida, organizándose por tal motivo animada romería, saliendo San Vicente en procesión portando en su mano izquierda un racimo de uvas tintas. Y es actualemente en Casares donde sus vecinos están vertiendo todos sus esfuerzos en la recuperación de este cultivo ancestral.

El geógrafo y botánico francés Alain Huetz de Lemps, profesor de la Universidad de Burdeos y Doctor Honoris Causa de la Universidad de Valladolid, en su obra “Viñedos y vinos del Noroeste de España” (Instituto de Geografía, tomo 1, págs. 460-461), publicado en Burdeos en 1967, se ocupa de los vinos de la ribera del Narcea, afirmando ser análogos a los producidos en la del Navia, pero los primeros son más importantes porque en 1752 cubrían 450 hectáreas, asegurando que los pueblos de Tineo situados en las proximidades del Narcea cultivan la vid, en particular Bebares, Casares y sobre todo Soto, que llega a producir 4.000 cántaras, equivalentes a 700 hl, intuyendo que esto se debe a que la parroquia está bien protegida de los terribles vientos del cuarto cuadrante.

Pero mientras los cultivadores de vid de Tineo continuaron elaborando sus caldos por métodos ancestrales, no ocurrió lo mismo en el vecino concejo de Cangas del narcea, porque tuvieron la inmensa suerte de contar con personajes como D. Nicolás Suárez-Cantón y D. Anselmo González del Valle, entre otros, que apostaron por su producción y llegaron a exportar sus vinos más allá de nuestras fronteras, incluso a la isla de Cuba.

Escribía Don Nicolás Suarez-Cantón en 1877, acerca de la Exposición General de Agricultura que tuvo lugar en Madrid en 1857:

«Como presentó en esa D. José Francisco de Uría algunas producciones del concejo de Cangas de Tineo, tales como harinas de varias clases de trigo, que obtuvieron Mención Honorífica, y jamones y cecina de vaca, que fueron premiados con Medalla de Bronce. Presentó también, no por gusto, sino cediendo a exigencias amistosas poco meditadas, muestras de vino tinto del que se cosecha en el mismo concejo. El juicio y calificación que este vino recibió entonces fue como sigue: “Los vinos de Asturias son agrios y ásperos”.

No podría esperarse otra del empirismo tradicional con que se cultivaba aquí la vid, y las pésimas condiciones con que se elaboraba el vino. Creía sin embargo el Sr. Uría (y opinaba yo también lo mismo) que, mejoradas estas condiciones, podría hacerse de éste un excelente vino de pasto, capaz de competir con otros justamente estimados. Su prematura muerte impidió al Sr. Uría realizar esta mejora (como había realizado otras muchas) en beneficio de su país.»

El testigo de Uría lo tomó el mismo Suárez Cantón, cuñado de aquel, comenzando en 1870, primer año en que plantó dos hectáreas de viñas. Y en la Exposición Nacional de Madrid de 1873 fueron premiados sus caldos con Mención Honorífica y en la Provincial Asturiana de 1875 con Diploma de Primera Clase. Sin embargo, la ilusión de don Nicolás también se vio truncada por su prematura muerte.

No acabaron aquí aquellos experimentos vitivinícolas, porque en 1878 don Anselmo González del Valle y Carbajal, un rico indiano llegado de Cuba y sin ninguna relación con Cangas, inició una serie de inversiones en este concejo de Cangas del Narcea, así como en Tineo, Ibias, Allande, Valdés y Villayón, por 277.500 pesetas. Su gran actividad en Cangas fue el cultivo de viñas y elaboración de vino, con técnicas refinadas, influencia aún vigente entre los cultivadores. Para estas labores trajo técnicos franceses de la zona de Burdeos. Su interés lo llevó a acudir a Madrid en junio de 1886 al Congreso Nacional de Vinicultores, en representación del Consejo Principal de Agricultura, Industria y Comercio de Oviedo, junto al conde de Toreno. En 1896 sus vinos obtuvieron dos medallas de oro, una en la Exposición Agrícola Industrial y Artística de Angers, en Francia, y otra en la Exposición Regional de Lugo. En 1901 vende todas sus propiedades en el concejo, que eran más de doscientas, y ahí se acabó su historia vitivinícola en Cangas.

Y hoy, después de esta serie de pinceladas, sucintas y sin gran armonía, sobre el cultivo de la vid en la ribera del Narcea cuya tradición se aproxima al milenio, una serie de cangueses, con Juan Manuel Redondo, como presidente de la DOP Vino de Cangas, ha apostado por esta industria ancestral, y nuevamente sus caldos están traspasando nuestras fronteras y recibiendo laureles. Laudable es su dedicación, y más la recuperación de una actividad cultural y casi divina. Y paradójicamente su dedicación será recompensada hoy simbólicamente por un ara que representa una deidad que los romanos dedicaron a sus dioses, en este caso a los guardianes de los caminos, cuando hace dos mil años los trazaron para beneficiar por estos lugares explotaciones auríferas, y plantaron sus vides para celebrar sus fiestas saturnales.

Pero podemos afirmar con mucha razón, que nada se sabría o muy poco de la historia de nuestra común dedicación vinícola, si estas tierras y sus hombres no hubieran estado sometidos en tiempos remotos a la influencia de unos poderosos señores: los monjes de Corias.

Muchas gracias.

____________

[1] Francisco Feo Parrondo, BIDEA (Boletín del Real Instituto de Estudios Asturianos) nº 118, p. 590.
[2] “Monografía de Asturias” por D. Félix de Aramburu y Zuluoga, Oviedo 1899, pp. 232-235

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