Historia del molín de la villa de Cangas del Narcea
La molienda de grano era la actividad industrial más importante de Asturias hasta mediados del siglo XIX. La harina era imprescindible para la elaboración del pan, que era el alimento básico de la mayor parte de la población. En consecuencia, el molino era la fábrica más abundante en el país, en muchos concejos la única. Los había de varias clases según el número de muelas que tuviesen y la propiedad. Los molinos más numerosos eran los de una muela que pertenecían y utilizaban varios campesinos, y aprovechaban regatos que a menudo en verano bajaban con tan poca agua que era imposible moler en ellos. Los otros molinos tenían dos, tres o cuatro muelas y eran propiedad de una sola persona que cobraba una maquila por moler. La maquila era un pago en especie o grano por el servicio que daba el molino.
Estos molinos los atendía un molinero, que normalmente no era el propietario, y aprovechaban el agua de ríos, que desviaban con estacadas y presas. Los molinos de más de cuatro muelas eran muy raros en Asturias. Los dueños de estos molinos grandes siempre eran nobles, señores, monasterios o eclesiásticos, que obtenían de ellos un pingüe beneficio, debido a que sus molinos trabajaban durante todo el año y a los campesinos no les quedaba más remedio durante el estío que acudir a ellos para moler su grano. También había en Asturias, en los concejos de la costa, molinos de marea, que aprovechaban las subidas y bajadas del agua del mar, e incluso molinos de viento.
En la villa de Cangas del Narcea, que tenía un territorio muy reducido (porque estaba rodeada por la parroquia de Entrambasaguas o Ambasaguas), solo había un molino, pero era un molino muy especial debido a su tamaño, sin duda uno de los más grandes que hubo nunca en Asturias. El molino estaba pegado al puente de piedra de Ambasaguas, a su derecha, entrando desde la calle de La Fuente, y funcionaba con el agua del río Luiña. En el dibujo de la villa de Cangas de 1771, que puede verse en el apartado de Mapas, planos y dibujos de la web del Tous pa Tous, se ve perfectamente su localización: aparece identificado con la letra F. Su propietario era la casa de Omaña, uno de los linajes más poderosos de la villa en la Edad Media, que del mismo modo que había construido su palacio junto a la iglesia parroquial, que en aquel tiempo se consideraba un lugar preferente, también había obtenido la prebenda de construir y explotar un molino, que era, como ya dijimos, un negocio muy rentable.
Este molino aparece mencionado en el catastro del marqués de la Ensenada realizado en 1752, donde dice: “En la parroquia de esta villa, uno [molino] de quatro molares, sobre el río Naviego [o Luiña], que muele todo el año, trigo, centeno, mijo, maíz y panizo, propio de D. Arias de Omaña”. El molino fue reformado y ampliado unos años después, porque en 1771 en la cartela del dibujo de la villa mencionado aparece la siguiente información: “Molino de ocho ruedas de D. Joseph Omaña”. Es decir, entre 1752 y 1771 el molino duplicó el número de muelas, circunstancia que nos indica claramente que la población de Cangas había aumentado en ese periodo y con ella la producción de cereales y la necesidad de moler más grano. A mediados del siglo XIX volvemos a encontrar información de este molino en el Diccionario Geográfico-Histórico de España de Pascual Madoz (1845-1850), donde se lee que en Cangas del Narcea “existe un molino harinero con 8 muelas en continuo ejercicio”.
En los años ochenta del siglo XIX la casa de Omaña y parte de sus propiedades fueron adquiridas por Anselmo Gonzalez del Valle (La Habana, 1852 – Oviedo, 1911), rico propietario que tenía vínculos familiares con el concejo de Cangas del Narcea, y que invirtió mucho dinero en él con el fin de mejorar la situación económica de los vecinos. Sus mayores inversiones se destinaron a la viticultura y la vinicultura, y a él se deben cambios muy importantes relacionados con el viñedo y el vino de Cangas. El molino del puente de Ambasaguas también pasó a manos de González del Valle, que decidió construir un molino nuevo con todos los adelantos modernos. El nuevo se construyó muy cerca del viejo, del otro lado del puente, y reaprovechará la vieja presa que conducía el agua del río Luiña.
El nuevo molino se inauguró en el mes de noviembre de 1884. Tenía tres muelas: una francesa y dos españolas, que molían más rápido y mejor que las antiguas, y otras innovaciones, como un ventilador para limpiar el grano movido por un rodezno hidráulico. La noticia sobre este molino, que es el que todavía existe hoy junto al puente de piedra de Ambasaguas, la hemos tomado del periódico El Occidente de Asturias, de 11 de noviembre de 1884, y dice lo siguiente:
El día 5 del actual se inauguró el importante molino harinero, que, bajo la dirección del inteligente maestro D. Mariano Guerra, ha construido en esta villa nuestro particular amigo el Sr. D. Anselmo del Valle.
El depósito de aguas contiene próximamente 929 metros cúbico y el salto es de 2,95 metros. Cinco tragaderos conducen las aguas a los canales en esta forma: una para la pesquera; otra para la rueda que imprime movimiento al ventilador, que despacha nueve fanegas [500 litros] por hora, desalojando la piedra, polvo y otros cuerpos extraños y dejando por consiguiente el grano perfectamente limpio; otra mueve una pareja de piedras francesas, sistema “Dordoña” clase superior, que muele cuatro fanegas [222 litros] por hora; y las otras dos, a otras dos parejas de piedras españolas de las mejores clases.
El estreno ha sido verdaderamente satisfactorio, porque, a pesar de ser bastante complicado el mecanismo, procedente de la acreditada fábrica del constructor Sr. Laurín, de León, funcionó sin el menor tropiezo.
Por el mismo periódico sabemos que el Taller de Máquinas Agrícolas e Industriales de Alberto Laurín, de León, estaba especializado en “útiles para molinos harineros” y que la profesión del “maestro D. Mariano Guerra” era la de “maestro de molinos”. El redactor de la noticia se felicitaba por la obra “que reúne todas las condiciones en esta clase de artefactos, y que ha ser, al paso que de mucha utilidad para su dueño, de grandísima conveniencia para la población”.
En los primeros años del siglo XX, este molino fue vendido a José María Díaz López “Penedela”, que unos años más tarde lo ampliará para convertirlo en una central hidroeléctrica.
En la actualidad, el molín del puente de Ambasaguas es, sin duda, uno de los edificios industriales más interesantes de la villa y del concejo. Es un edificio que hoy vemos viejo y en desuso, pero que en 1884 era una moderna fábrica de harina, que contribuyó a hacer más cómoda la vida de los cangueses.
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