Noticias de Historia de Cangas del Narcea.

Un reguero de pólvora

NOTICIA DE LOS TALLERES PIROTÉCNICOS EN CANGAS DEL NARCEA

Miembros de la Peña El Arbolín en el Lagarón. Julio de 1954.

Se lamentaba Juan de Llano Ponte (conocido como “Juan de las Carreteras”), a mediados del siglo XIX, del gusto desmedido de los asturianos por los voladores y fuegos de artificio, mientras el país, en plena fiebre minera e industrial, debía pugnar por modernizar sus infraestructuras. “En vez de gastar tanta pólvora en fiestas, deberían las autoridades y el pueblo llano emplearla en abrir las entrañas de la tierra para nuevas minas y, sobre todo, para hacer caminos de los que tan necesitados estamos”, clamaba Llano Ponte en una época de transición en la que lo viejo se resistía a morir y lo nuevo luchaba por ser para crecer. No se engañaba aquel moderno visionario sobre la encrucijada asturiana en la que quería hacerse oír: el país y sus naturales eran dados a manifestarse explosivamente en sus festejos y era difícil que renunciasen a esa nada extraña personalidad colectiva para empujar un progreso que les parecía ajeno o, cuando menos, de lejanos y minoritarios beneficios. Así que todo siguió como en siglos precedentes, y en algunos lugares, como en la villa de Cangas del Narcea, las nubes de pólvora y el estruendo se convirtieron en una seña de identidad que hoy va multiplicándose en fama y aplauso.

La mecha, 1924. 60 x 39 cm. Cartel para Unión Española de Explosivos. Col. Unión Explosivos Rio Tinto, S.A. Madrid.

Cuando Llano Ponte daba sus consejos sobre el uso rentable de las materias explosivas, nacía este sector industrial a gran escala en Asturias, llamado a tener una sólida reputación en el ámbito español. Será sobre todo la demanda del sector minero, los distintos ramos del ejército y, en menor medida, las obras públicas, las que permitan que antes de iniciarse el siglo XX contase Asturias con tres importantes industrias de explosivos.

No cabe duda que la implantación y desarrollo de este sector influyó en la aparición de una tupida red de talleres pirotécnicos en toda la región, cuya producción artesanal se destinaba al consumo interno en su vertiente eminentemente festiva. Lógicamente, Cangas del Narcea, con esa tradición tan asentada en voladores y fuegos, no podía estar al margen de este fenómeno pirotécnico y fue así como se crearon distintos talleres, de los que hoy, en la renovación anual del ciclo festivo, queremos dar noticia.

Conviene señalar, sin embargo, que el comercio de materias explosivas en el concejo se había introducido desde que, en fecha que no podemos determinar, se había instalado en la villa una de las seis administraciones subalternas, dependientes de la central de Oviedo, de la Administración de la Hacienda Pública de la Provincia y, en concreto, de la Dirección General de Rentas Estancadas y Loterías, que controlaban la venta de materias explosivas. En el caso de Cangas del Narcea, el comercio era únicamente de pólvora de mina, y en 1868 almacenaba un total de 500 kilos. Como consecuencia de la Revolución de ese año, se va a producir la supresión de la Dirección General de Rentas Estancadas, con lo que la producción y comercialización de la pólvora y otras materias explosivas se va a liberalizar, desapareciendo en 1870 la administración subalterna de Cangas.

La prolija legislación que regula el sector irá acomodándose a una realidad cada vez más compleja, que en lo que atañe a lo estrictamente festivo será cada vez más restrictiva, tal como revela la Real Orden de 7 de octubre de 1886 que señalaba que: “Nadie podrá quemar fuegos artificiales, disparar cohetes o petardos o hacer cualquier uso público de sustancias explosivas sin permiso escrito del Alcalde de la localidad. En ningún caso podrá esto hacerse dentro de poblado, en caminos y lugares de tránsito o de numerosa concurrencia, ni en épocas o sitios en que puedan ocasionarse incendios en las mieses o pastos u otros daños semejantes”.

La razón de las autoridades para aplicar esta normativa en Asturias estaba en “la costumbre inveterada que existe en esta provincia de amenizar toda función como procesiones, romerías, bodas, bautizos, etc. disparando cohetes con el distintivo en su clase de bomba real, palenque y otros de gran detonación”, lo que hacía que se utilizasen materias prohibidas como la dinamita o la adición de clorato de potasa a la pólvora para potenciar su efectividad. Esto los hacía sumamente peligrosos, provocando graves sucesos en fiestas de toda la región.

En el punto de mira de las autoridades se hallaban los pirotécnicos, a los que se tildaba de “ignorantes o poco escrupulosos” a la hora de fabricar los productos que producían estos accidentes, pero el colectivo artesanal se defendía protestando que los artefactos por ellos construidos eran “inofensivos” y que eran “personas extrañas o malos compradores” los que manipulaban la composición, por ejemplo, de las bombas de detonación.

En las primeras décadas del siglo XX las normas para intentar corregir los continuos accidentes serán la Real orden citada de 1884 y las posteriores de 9 de noviembre de 1893 y 22 de noviembre de 1913, que intentan un mayor control de todo lo que afecta a los explosivos en su aplicación festiva. No será hasta la promulgación del Reglamento de Explosivos de 1920 cuando la regulación alcance de modo expreso a los talleres de pirotecnia o fábricas de fuegos artificiales, que funcionaban sin autorización, incumpliendo con ello la legalidad.

Gracias a la rigurosa aplicación de esta norma a lo largo de la década de los años veinte, y de modo particular durante la Dictadura de Primo de Rivera, conocemos documentalmente las características de las instalaciones y las reformas que realizaron dos talleres pirotécnicos de Cangas del Narcea, fundados con anterioridad, pero que se transforman a fines de este periodo para adecuarse a las condiciones exigidas por la ley.

El primero es el promovido por la vecina de la villa María Blanco Menéndez, quien solicita autorización en 1928 para instalar un taller de pirotecnia para fabricar a mano cohetes y fuegos artificiales elaborados con pólvora corriente y cloratada, no empleando más de diez kilos de estos productos por jornada laboral. El taller se instalaría en una finca, propiedad de la Comunidad de Dominicas, situada en el kilómetro 41 de la carretera de Ponferrada a La Espina, y distante más de trescientos metros de la villa. Los edificios más próximos al taller distaban a 30 metros, y el edificio -“caseta”-, tendría 3´80 metros de frente por 2´80 de fondo, siendo construido con tabiques de armazón de madera rellenos de rajuela, mientras que la cubierta sería en parte de teja plana y el resto de latón. El ingeniero comisionado por la Dirección General de Minas y Combustibles informará que la localización del taller es aceptable, pero para su autorización definitiva pondrá diversas condiciones: el taller debe cercarse con alambrado, valla o empalizada, poniéndose en los cuatro ángulos un aviso en el que se señale que dicho taller de pirotecnia está autorizado por la Real orden precisa. El recinto tendrá una sola entrada, exclusiva para el personal y con puerta de apertura hacia fuera, colocándose un rótulo que diga: “Prohibida la entrada”.

La fabricación debía comprender únicamente “los productos de la pirotecnia y fuegos artificiales de la clase corriente del país”, que eran cohetes o voladores, petardos, luces de bengala, y otros, teniendo todos la correspondiente mecha. Se prohibía la utilización de dinamita en todos los productos. Los morteros debían ser de cobre o bronce, siendo las mazas del mismo metal o aleación, y también de madera o piedra. Las agujas atacadoras y demás artefactos serían igualmente de cobre, bronce y madera.

Los toneles de trituración y mezcla no deberían tener ninguna partícula de hierro, y si el eje fuese de ese metal, debería recubrirse de madera y ésta, a su vez, de cuero cosido con cáñamo. Los balines que se empleasen debían ser también de bronce o madera. La elaboración con materias cloratadas debía hacerse al aire libre, en cobertizos o en departamentos a propósito. Tanto las materias primas como los productos elaborados debían tener el correcto almacenaje.

Por último, el taller pasaba a estar bajo la inspección de la Jefatura Provincial de Minas. La promotora lograba la aprobación de su taller por Real orden de 11 de junio de 1929. Pero debieron surgir problemas, pues en 1930 María Blanco solicita una nueva licencia para instalar un taller de pirotecnia, ahora en el lugar conocido como “Huertas del Pelayo”, distante 50 metros del edificio más cercano que es un establo, y otro tanto de la vía de comunicación más cercana. El edificio para la manufactura sería una construcción completa de ladrillo con una planta de 5 metros de frente por 4 de fondo.

Tampoco ahora parece ser éste el taller definitivo, pues cuatro años después, en julio de 1934, una nueva solicitud documenta la petición de autorización para un taller “sito en las afueras de la villa” y a 65 metros del edificio más cercano y a 72 metros de la vía más próxima. Ahora, el edificio del taller sería de 20 metros cuadrados de planta, con una altura de muros de 2´70 metros, construidos en ladrillo. El piso sería de hormigón y la cubierta de teja, señalando la promotora que: “Sólo se fabricarán cohetes en sus clases más corrientes”.

Los Nogales, 1930. En el centro taller pirotécnico de Raimundo Rodríguez (Cantarín). Detalle de fotografía de Ubaldo Menéndez Morodo

Estrictamente contemporáneo del primer proyecto de María Blanco es el promovido también en 1928 por el vecino de la villa Raimundo Rodríguez “Cantarín”. En su solicitud señala que el taller de pirotecnia se situaba en las inmediaciones del río Narcea y a unos 32 metros de la carretera de Cangas a Ventanueva. El edificio más cercano se hallaba a 37 metros. El taller -“una caseta”- tendría 1´90 metros de ancho por 4´40 de fondo y se construiría con tabiques de armazón de madera cubiertos de piedra menuda, siendo la cubierta de teja plana. En su petición señalaba que el objeto del taller era “la fabricación a mano de cohetes y fuegos artificiales con pólvora corriente y cloratada”, trabajando menos de diez kilos diarios.

Ante las condiciones enumeradas, se le deben señalar algunos cambios por las autoridades competentes, pues meses después la localización del taller es en un terreno de su propiedad situado en el barrio de El Fuejo, a 137 metros de la carretera de Cangas a Ouviaño, y las características técnicas del edificio también varían: la planta será de 3 metros de ancho por 2´20 metros de fondo. Los muros serán de armazón de madera con relleno de sarmiento y revocados con cal tanto en el interior como en el exterior. El informe del ingeniero será negativo, basándose en la inexistencia de una defensa natural que proteja tanto la carretera como, sobre todo, los edificios y viviendas de los barrios del Fuejo y Ambasaguas, siendo denegada la autorización por Real orden de 12 de abril de 1930.

Para autorizarlo, la Dirección General de Minas exigirá además del taller de fabricación, la construcción de un edificio almacén con toda clase de seguridades, recinto cerrado con anuncios de la existencia del taller, una sola puerta de entrada con rotulación de la prohibición de acceso de persona ajena, así como todas las demás condiciones impuestas a la otra promotora local. Por fin, el taller promovido por Raimundo Rodríguez será definitivamente autorizado por Real orden de 17 de junio de 1930.

Casi todas las revisiones e informes para autorizar talleres y polvorines en toda la geografía asturiana a lo largo de los años veinte y treinta serán efectuados, en calidad de comisionado, por el ingeniero de minas Celso Rodríguez-Arango Méndez-Castrillón, de oriundez canguesa y probablemente pariente de Gregoria Rodríguez-Arango Fernández-Argüelles, quien en 1928 solicitará autorización para establecer un polvorín en el lugar de Obanca, en Cangas del Narcea, y en 1935 una expendería de explosivos también en la villa, en la calle de Galán y García Hernández (hoy, calle de Rafael Fernández Uría).

La Revolución de Octubre de 1934 en Asturias. Su incidencia en Cangas del Narcea

Este trabajo que ahora reproducimos revisado, fue publicado en la revista La Maniega, nº 41 de julio-agosto de 2004. Su autora, la canguesa Mercedes Pérez Rodríguez, es doctora en Historia por la Universidad de Oviedo, con una tesis sobre José Francisco Uría y las obras públicas en Asturias a mediados del siglo XIX, que leyó en 2005, y profesora del IES de Cangas del Narcea.

NOTA DE LA AUTORA: Este artículo procede de un trabajo universitario realizado en el curso 1983-1984. Entonces conté con la colaboración de tres vecinos de Cangas del Narcea: don Victorino López, entrañable vecino y gran conocedor de la historia canguesa; don José Ríos, que amablemente me recibió en casa de su hija en Gijón y cuyos escritos autobiográficos espero que lleguen a publicarse algún día, y don Luis Pérez Frade, “Luis Camposín”, que conservaba una excelente memoria de los hechos; los tres ya han fallecido. Siempre agradeceré su colaboración y a título póstumo les dedico este artículo, apuntando que los errores que pueda tener son debidos a mí, nunca a ellos.


La Biblioteca Femenina Circulante de Cangas de Tineo, 1925 – 1931

Jóvenes canguesas delante de la puerta de la iglesia de Ambasaguas, hacia 1930; algunas de ellas eran asiduas lectoras de la Biblioteca Femenina Circulante.

La biblioteca pública fue una conquista social del siglo XX, que facilitó el acceso a los libros y, en definitiva, favoreció la difusión del conocimiento. Esta situación que hoy es completamente normal, fue hasta ese siglo algo muy difícil de alcanzar para la mayor parte de la población, porque solo había bibliotecas en monasterios, conventos, seminarios y en algunas casas rectorales, así como en los palacios de los nobles o en viviendas de profesionales liberales.

En Cangas del Narcea la aspiración de tener una biblioteca ya existía desde el siglo XIX. En 1873, durante la Primera República Española, el Ayuntamiento aprobó la formación de una “biblioteca popular” asociada a la escuela de la villa y más adelante el mismo asunto volverá a aparecer en las actas municipales, pero estas buenas intenciones nunca pasaron de ser un proyecto. La primera biblioteca pública del concejo la establece en 1952 el Centro Coordinador de Bibliotecas de Asturias, en un local de la casa consistorial que en esa fecha acababa de instalarse en el palacio de los condes de Toreno: es la Biblioteca Padre Luis Alfonso de Carballo. El Centro Coordinador dependía de la Diputación Provincial, se había fundado en 1939 y desde 1944 estaba dirigido por Lorenzo Rodríguez-Castellano, natural del pueblo de Besullo. Gracias a él se fundaron en Asturias gran número de bibliotecas.

Antes de que la Administración Pública tomara la iniciativa en esta materia, hubo en Asturias otras bibliotecas que se crearon entre 1904 y 1936 por iniciativa de ateneos, sociedades culturales y sindicatos. Estas bibliotecas tenían el objetivo de fomentar la lectura y aumentar el nivel cultural de las clases populares. Una de las primeras y mejor dotadas fue la del Ateneo Obrero de Gijón, fundada en 1904. Asimismo, la creación de las Misiones Pedagógicas en 1931 favoreció la creación de pequeñas bibliotecas que se beneficiaban de los lotes de libros que donaba este organismo creado por el Gobierno de la II República. Junto a estas bibliotecas también existieron en ese mismo tiempo otras creadas por personas independientes. El mejor ejemplo de estas fue la Biblioteca Popular Circulante de Castropol, fundada en 1922 por un grupo de jóvenes de este concejo.

A ese ambiente cultural de los años veinte y treinta del siglo XX corresponde la creación en nuestro concejo de la “Biblioteca Femenina Circulante de Cangas de Tineo”, que se fundó en 1925, y del “Centro de Recreo y Cultura”, de Besullo, que se creó en 1935 y que tenía entre sus fines la constitución de una biblioteca circulante.

No sabemos mucho de la Biblioteca Femenina canguesa, ni de esta clase de bibliotecas en Asturias. Su existencia es casi seguro que se debe a una recomendación de la Iglesia Católica para dirigir la lectura de las mujeres, que eran las principales usuarias de las bibliotecas. Con estas bibliotecas se trataba de evitar lecturas “heterodoxas”. Su promotora en la villa de Cangas del Narcea fue María del Collado de Llano, hija del magistrado Grato del Collado Alea y de Luscinda de Llano Valdés, que pertenecía a la familia de los Llano que en el primer tercio del siglo XX controló el poder político local. María permaneció toda su vida soltera. Era una mujer religiosa y conservadora. Entre 1924 y 1927, durante la dictadura de Miguel Primo de Rivera, fue concejala del Ayuntamiento de Cangas del Narcea. No fue la única mujer en esa corporación presidida por Porfirio Ordás, pues cuatro más tuvieron este cargo, siendo las primeras concejalas de la historia del concejo.

La Biblioteca Femenina estaba en la misma casa de María del Collado, que vivía en el palacio de los Llano, en la calle de La Fuente. Era una biblioteca únicamente circulante, es decir, no tenía sala de lectura y los libros solo eran para llevar a casa. Su reglamento era muy sencillo. Podían beneficiarse de ella todas las mujeres residentes en Cangas del Narcea. Los libros se prestaban por un periodo de una semana y por cada préstamo había que abonar cinco céntimos. La biblioteca abría todos los domingos de tres a cuatro de la tarde.

Reglamento de la Biblioteca Femenina Circulante de Cangas de Tineo, 1925.

Los libros de esta biblioteca eran fundamentalmente novelas, sobre todo novelas amorosas o “rosas”, costumbristas e históricas. Muchos pertenecían a las colecciones “La novela rosa” de la Editorial Juventud, “Biblioteca amena” de El Mensajero del Corazón de Jesús y biografías de “Mujeres ilustres”. Abundaban las obras escritas por mujeres y las de autores de moda en aquellos años. Lógicamente el fondo de la biblioteca estaba en relación con las ideas de la promotora, y en él no estaban representados escritores muy leídos en su tiempo, pero mal vistos por la Iglesia; de este modo no había libros de Blasco Ibáñez, Pérez Galdós, Baroja, Zola o Balzac.

Algunos de los títulos más solicitados en la Biblioteca Femenina de Cangas de Tineo eran los siguientes: La casa de la Troya, Currito de la Cruz y La Virgen del Rocío ya entró en Triana, de Alejandro Pérez Lugín; Peñas arriba y Don Gonzalo González de la Gonzalera, de José Mª de Pereda; El sombrero de tres picos y El niño de la bola, de Pedro Antonio de Alarcón; Jeromín, Pequeñeces y La reina mártir, del padre Luis Coloma; La esfinge maragata, Trozos de vida y La niña de Luzmela, de Concha Espina; Los últimos días de Pompeya, de Edgard Bulwer Lytton; La vuelta al mundo en ochenta días, de Julio Verne; Amor y llanto, El alma enferma, Un nido de palomas y Narraciones del hogar, de Mª del Pilar Sinués; La casa de los solteros, de Alberto Insúa; Doña Blanca de Navarra, de Francisco Navarro Villoslada, Quo vadis, de Henryk Sienkiewicz; El crisol del matrimonio, de Concordia Merrel; El triste amor de Mauricio, de Matilde Muñoz, y otras novelas y biografías de las colecciones ya mencionadas. Desconocemos el número total de libros de esta biblioteca, aunque suponemos que estaría entre cien y ciento cincuenta volúmenes.

Las usuarias de la Biblioteca Femenina Circulante de Cangas de Tineo eran algo más de medio centenar de mujeres, la mayoría adolescentes y jóvenes. Eran hijas de comerciantes, profesionales (médicos, abogados, procuradores), propietarios rentistas, jueces, notarios, confiteros, farmacéuticos, funcionarios, relojeros, etc. La Biblioteca funcionó hasta fines de 1931.

Encabezamientos comerciales de Cangas del Narcea 1900 -1930

Impreso realizado en 1908 en la Imprenta Moderna de Cangas de Tineo propiedad de Santiago García del Valle.

La Historia no sólo se escribe consultando el Boletín Oficial o documentos administrativos, existen otras fuentes de información que no se custodian en archivos oficiales y que son muy importantes para conocer nuestro pasado. Mucha de esta documentación se halla en archivos particulares, comerciales o empresariales, que, como no se han valorado en su justa medida, han terminado en casi todos los casos en la basura o en el fuego. El resultado de esta manera de proceder es el vacío que supone para el conocimiento histórico, de modo que muchas de las actividades de nuestro pasado jamás podremos conocerlas.

Unos documentos muy interesantes para la Historia, por la información que ofrecen y por su calidad estética, son los impresos de comercios e industrias, es decir, el papel de cartas y las facturas que utilizaban estos establecimientos para su correspondencia y facturación. Los impresos de esta clase comenzaron a hacerse en Cangas del Narcea en los últimos años del siglo XIX y sobre todo en las primeras décadas del XX, que es la época en la que se instalan industrias nuevas, relacionadas con el vino y con la explotación y la transformación de la madera (carpinterías, mueblerías), y, sobre todo, es el momento en el que se establecen los primeros comercios de la villa, pues con anterioridad a 1850 solo había tabernas y estancos.

No será hasta 1882 cuando se instale en la villa de Cangas del Narcea la primera imprenta. En esta comenzarán a realizarse aquella clase de trabajos tipográficos, que se generalizarán en el siglo XX con la apertura de la Imprenta Moderna, propiedad de Santiago García del Valle, en la que se hicieron la mayoría de los impresos que presentamos en esta noticia. De este modo, los “comercios modernos” y las nuevas empresas que se establecen en la villa en ese periodo prestigiarán su actividad con unos impresos publicitarios, que eran los que exigía el gusto de la época.

En Cangas del Narcea no vamos a encontrar los lujosos encabezamientos comerciales que se hacían en las empresas litográficas de Gijón, Oviedo o Luarca, y que a veces se acompañaban con dibujos del comercio o la fábrica, alegorías, etc. En nuestro caso son impresos sencillos, en los que predomina la tipografía y en el que el repertorio de motivos gráficos es pequeño; además, no es raro que un mismo motivo se emplee para diferentes comercios. Son, de todas maneras, unos documentos imprescindibles para conocer las artes gráficas, así como la actividad comercial e industrial de nuestro concejo.

Inauguración de la luz eléctrica en Cangas del Narcea, 1899

Construcción de la presa de la central de la Sociedad Eléctrica de Cangas en el río Narcea, junto al puente de Chanu / Llano, 1898

El siglo XIX es la época de la industrialización y de los grandes inventos que van a comenzar a cambiar el mundo. El ferrocarril, el telégrafo, la fotografía, el teléfono, la electricidad… son inventos de esa centuria que irán llegando poco a poco a Cangas del Narcea y cambiando (y mejorando) la vida de los vecinos. Las primeras fotografías que se tomaron en el concejo debieron hacerse hacia 1880, el telégrafo se instaló en 1886, la luz eléctrica se vio por primera vez en 1899 y el teléfono se inauguró en 1925. El ferrocarril, en cambio, nunca atravesó estas tierras, aunque muchas personas lo intentaron denodadamente. ¿Qué hubiera sido de nuestro concejo si se hubiese construido la línea de ferrocarril Pravia-Cangas-Villablino-Ponferrada?

La primera central eléctrica del mundo funcionó en Nueva York el 2 de septiembre de 1882, fue un invento de Thomas Edison. Este invento llegó a Cangas del Narcea diecisiete años más tarde, en 1899.

El 18 de julio de 1897 se lee en un pleno del Ayuntamiento de Cangas del Narcea una carta de la casa de comercio de los Sres. Caunedo, de Luarca, con una propuesta para establecer el alumbrado eléctrico en la villa. El asunto se valoró muy favorablemente, primero, por las ventajas de este alumbrado con respecto al de petróleo, “tan escaso e imperfecto, que apenas merece la pena de sostenerlo”, y segundo, porque el coste del nuevo alumbrado no era excesivamente caro: el alumbrado de petróleo costaba al Ayuntamiento 1.500 pesetas anuales y el presupuesto del eléctrico era de 2.250 pesetas. En consecuencia, nuestros regidores actuaron con gran celeridad y un mes después, el 17 de agosto de 1897, aprueban las condiciones para sacar a subasta pública el suministro de luz eléctrica para el alumbrado de la villa. El servicio se convoca por un periodo de treinta años e incluye “mil bujías de luz eléctrica distribuidas en cien focos o lámparas, que se han de colocar en los puntos que designe el Ayuntamiento”. Durante el transcurso de estos treinta años “el Ayuntamiento se compromete a no autorizar a ninguna otra empresa ni particular para tender cables, alambres ni tuberías por las calles y plazas de la villa con objeto de facilitar luz eléctrica, siendo por lo tanto privilegio del contratista”. Las horas de alumbrado con todos los focos o lámparas encendidos se establecen desde el anochecer hasta las doce de la noche en los meses de noviembre a abril, y desde el anochecer a la una de la madrugada en los seis meses restantes; pasadas las doce y la una, según los meses, el adjudicatario tenía que dar “medio alumbrado hasta el amanecer”, es decir, se apagaban la mitad de los focos.  Los gastos de instalación de la maquinaria y de toda clase de aparatos corrían a cuenta del contratista, que quedaba también autorizado para facilitar alumbrado a casas particulares y empresas. En 1899, como la energía eléctrica solo se empleaba para alumbrar y no para mover máquinas, el suministro que se ofrecía a los particulares comprendía solamente “desde media hora antes de la puesta del sol, hasta media hora después de su salida”.

Contrato de abonado de la Sociedad Eléctrica de Cangas de Tineo, 1900.

A la subasta del Ayuntamiento de Cangas del Narcea se presentaron dos ofertas: una de Porfirio Ordás Sanmarful, vecino de Ambasaguas, por 2.250 pesetas al año, que pretendía convertir en central eléctrica un molino que tenía en el barrio de Santiso, y otra de Claudio Alfonso Gómez, de Morzó, por 2.249 pesetas. Se le da el servicio de alumbrado al segundo, por ser la oferta más económica. Claudio Alfonso traspasa unos días después dicha contrata a Marcial Rodríguez-Arango González-Regueral, de Cangas del Narcea, que constituye el 12 de noviembre de 1897 la sociedad “La Eléctrica de Cangas”. Esta sociedad girará bajo la razón social de Arango, Suárez y Cosmen, y estará integrada por tres socios: Francisco Suárez Díaz (también conocido como Francisco Suárez Dóriga, que eran los apellidos del padre), vecino de Cangas del Narcea; Cándido Cosmen Cosmen, de El Puerto de Leitariegos, y el mencionado Marcial Rodríguez-Arango.

Estado actual de la central de la Sociedad Eléctrica de Cangas, en Arayón.

“La Eléctrica de Cangas” construye una central hidroeléctrica en el lugar de Arayón, a orillas del río Narcea, cuyas aguas aprovecha a partir de una presa construida junto al puente de Llano. Esta central comenzará a funcionar el 30 de junio de 1899 y ese mismo día se alumbran por primera vez las calles de la villa con luz eléctrica.

Estado actual de la presa y la entrada del canal de la central de la Sociedad Eléctrica de Cangas, en el puente de Chanu / Llano.

La central la había montado el técnico Augusto Gresnert, y su explotación en los años 1901 y 1902 estará en manos del ingeniero gijonés Victoriano Alvargonzález, que estaba especializado en esta clase de fábricas. El edificio todavía se conserva en la actualidad, aunque muy modificado, así como la presa que desde Llano conducía el agua por la margen derecha del río.

Estado actual de la central de la Sociedad Eléctrica de Cangas, en Arayón.

La central hidroeléctrica de Arayón fue la primera y la única que existió en Cangas del Narcea hasta bien entrado el siglo XX. El contrato por treinta años entre el Ayuntamiento y “La Eléctrica de Cangas” era un freno muy importante para la instalación de otros empresarios. No obstante, en 1906 los hermanos Roberto y Alfredo Flórez González solicitan al Gobierno Civil autorización “para cambiar el aprovechamiento de aguas que disfrutan del río Naviego, para fuerza motriz de un molino y destinarlo en lo sucesivo a la producción de energía eléctrica para alumbrado”. El  molino es el que aún está en la villa de Cangas, al lado del puente de piedra, y que habían comprado, junto a José Mª Díaz López Penedela, a Anselmo Gonzalez del Valle. A esta solicitud se opuso la Sociedad Arango, Suárez y Cosmen, pero el Gobierno Civil desestimó esta oposición y  autorizó a los hermanos Flórez Gonzalez a producir energía eléctrica. De todos modos, la “Hidro Eléctrica del Luiña”, que se estableció en este molino, no comenzó a funcionar hasta 1924. A  estas dos centrales se sumarán en los años veinte y treinta la “Hidro Electra de Villacibrán”, cuyo propietario era Victorino Bardal Puente, vecino de Val.lau / Vallado, y otra central en la parroquia de Cibea, así como dos más en la villa: una en el barrio de Santiso  y otra en Ambasaguas, donde la  “Eléctrica de Cangas del Narcea” inaugura el 2 de mayo de 1932 una nueva hidroeléctrica que aprovecha la estacada y la presa de la vieja central de Arayón.

El suministro de luz eléctrica ira extendiéndose muy poco a poco por todo el concejo, y no llegará a los pueblos más apartados hasta los años ochenta del siglo XX, en que puede darse por concluida la expansión de este servicio.

Recibo de la Sociedad Eléctrica de Cangas de Tineo, 1900.

Desde hace varias décadas, todas aquellas centrales hidroeléctricas canguesas están cerradas y las empresas que las sustentaban han desaparecido. La energía eléctrica que se consume en Cangas del Narcea, debido a la mejora de las redes de distribución y a la concentración de la producción en grandes empresas, procede en su totalidad de fuera del concejo. La última fábrica que funcionó fue la de Ambasaguas, propiedad de la sociedad ELCANASA, dirigida por Alfonso Rueda Rodríguez-Arango, que fue adquirida por UNION FENOSA a principios de los años ochenta del siglo XX.

Pero volvamos al siglo XIX, al viernes 30 de junio de 1899, al día aquel en el que se inauguró la luz eléctrica en la villa de Cangas del Narcea y conozcamos a través de la crónica que publicó el diario El Correo de Asturias, de Oviedo, como se vivió esa jornada:

Bendición de las máquinas de la luz eléctrica e inauguración de ésta en Cangas de Tineo

Días pasados anunciamos en nuestro periódico que en Cangas de Tineo se habían hecho con éxito satisfactorio las pruebas del alumbrado eléctrico.

Terminados los trabajos de instalación de dicha luz, los socios D. Marcial Arango, D. Francisco Suárez Dóriga y D. Cándido Cosmen, invitaron a los señores alcalde y varios concejales del ayuntamiento de la expresada villa, al señor juez de instrucción y a otros para que tuvieran la amabilidad  de concurrir al acto de la bendición de las máquinas.

Hízose ésta con toda solemnidad por el R. P. Dominico Fray Lesmes Alcalde, acompañado de los de la misma Orden y Colegio de Corias PP. Alfredo Fanjúl y Matías García, ante un concurso selecto de personas, a las seis de la tarde del día 30 de junio próximo pasado.

Terminada la bendición, trasladáronse los invitados a un hermoso campo contiguo a la fábrica del alumbrado, campo en el cual tenían los Sres. Arango, Suárez y Cosmen preparado a los invitados un suntuoso banquete, en el que abundó, entre otros suculentos y distintos platos, el incomparable jamón cangués, no escaseando los excelentes vinos -incluso el espumoso Champagne- y licores, el aromático café y buenos cigarros habanos.

Entre otros de los invitados, hallábanse los tres RR. PP. ya citados, el Sr. Juez de instrucción D. Ángel Rancaño, el municipal D. Claudio Díaz Argüelles, el abogado D. Fernando Graña Ordóñez, el exalcalde D. Manuel Rodríguez, el concejal D. Joaquín Martínez, el capitalista D. José Suárez Dóriga, D. José Alfonso, de Orallo, en Laciana, D. José Cosmen conocido por el Provisor, la señora de éste, D. Secundino Izquierdo y el inteligente práctico encargado de la instalación de la luz eléctrica D. Augusto Gresnert.

Los Sres. D. Marcial Arango, D. Francisco Suárez y D. Cándido Cosmen hicieron con exquisita amabilidad, delicada y fina atención, los honores del banquete.

Levantado éste, pasaron las relacionadas personas y otras a la fábrica del alumbrado, en la que D. Augusto puso seguidamente en movimiento las máquinas, y se vio en ella una inmejorable luz, cuya inauguración se realizó entonces, prestando desde ese momento a los particulares que la tienen instalada y al publico cangués muchos y valiosos servicios.

Después trasladóse la comitiva -excepto los PP. Dominicos que regresaron a su Colegio de Corias- a la villa de Cangas, recorriendo las plazas, calles y varios establecimientos públicos, y admirando entusiasmada, los excelentes efectos de la luz y lo muchísimo que esta hermosea y realza a la población.

Hay, pues, en Cangas de Tineo un alumbrado eléctrico de lo mejor, para cuya instalación no escatimó cosa alguna la sociedad “Sres. Arango, Suárez y Cosmen”, a quienes enviamos nuestra cordial enhorabuena, y les deseamos pingües rendimientos respecto del capital que animosos y decididos invirtieron en obra tan sumamente útil para dicha localidad.

Ahora solo falta que esa comarca vea, dentro de breve plazo, confundirse en sus hermosos valles y cañadas el ruido monótono del Narcea, con el eco civilizador del silbido de la locomotora; el día que tal suceda señalará el comienzo de una era de prosperidad y engrandecimiento de esa zona, olvidada desde hace tiempo casi por completo de nuestros gobernantes.

Principio y fin del Partido Republicano en Cangas del Narcea, 1930-1936

Gumersindo Díaz Morodo, Borí y Genaro Flórez, miembros del comité local del Partido Republicano en Cangas del Narcea, y el farmacéutico Joaquín Peñamaría, en 1914.

El republicanismo fue casi una religión para muchos españoles, que estaban convencidos que los males de España solo se curarían con el derrocamiento de la Monarquía y la proclamación de una República. Después del fracaso de la Primera República Española (1873-1874), este movimiento político volvió a tomar auge a fines del siglo XIX y primeras décadas del XX, y a él se sumaron numerosos intelectuales, profesionales liberales, comerciantes e industriales en toda España.

En Cangas del Narcea existía desde los años setenta del siglo XIX un pequeño grupo de republicanos, pertenecientes a unas pocas familias acomodadas de la villa: los Flórez, los García del Valle, etc., que eran maestros, abogados, “propietarios” o comerciantes. Su número fue incrementándose paulatinamente, sobre todo a partir del aumento de la clase media en la villa, y, por fin, tras la caída de la Dictadura de Miguel Primo de Rivera, se fundó el Partido Republicano en Cangas del Narcea en septiembre de 1930. La noticia de su constitución, de los miembros del comité local y de sus primeros acuerdos, la hemos hallado en el diario La Libertad, de Madrid, de 21 de septiembre de 1930, y dice lo siguiente:

Partido Republicano de Cangas del Narcea

Bajo la presidencia de D. Saturnino Martínez Blanco se tomaron los siguientes acuerdos:

Primero. Declarar constituido el Partido Republicano en Cangas del Narcea.

Segundo. Nombrar el siguiente Comité local:

Presidente, D. Mario de Llano González (procurador); vicepresidente, D. Santiago García del Valle (industrial); secretarios, D. Rafael Fernández Uría (médico), don Francisco Fernández Rodríguez (empleado) y D. Grato Gómez del Collado (estudiante); tesorero, don Genaro Flórez González-Reguerín (propietario); contador, D. José María Mayo García (industrial); vocales, D. Gumersindo Díaz Morodo [Borí] (propietario), D. César Menéndez Meléndez (industrial), don Nicolás Álvarez Valledor (obrero), D. Francisco Álvarez Otero [el Astorgano] (industrial), D. Baldomero Álvarez Queipo (obrero) y D. Pedro Vega Tablado (obrero).

Tercero. Comunicar los precedentes acuerdos a la secretaría de la Federación Republicana de la provincia, mandándoles copia literal de la presente acta.

Cuarto. Dar un voto de confianza al presidente y vicepresidente nombrados en este acta para que asistan el día 14 a la asamblea que se celebrará en Oviedo, plaza de San Miguel, 1, para la formación de la Federación Republicana de Asturias, autorizándoles para tomar los acuerdos que crean oportunos.

El Partido Republicano era un partido heterogéneo e interclasista. En el primer comité local de Cangas del Narcea convivían personas de las clases media y alta, que eran la mayoría: tres comerciantes, un procurador de los tribunales, un médico, un estudiante de medicina, un propietario rentista y los dueños de una imprenta y una panadería, junto a tres obreros y un empleado. Algunos de sus miembros pertenecían a viejas familias republicanas de la villa, como Mario de Llano y su primo y cuñado Genaro Flórez, cuyos abuelos, los maestros José María Flórez y Genaro González Reguerín, habían sido fervientes seguidores de estas ideas; Gumersindo Díaz Morodo, cuyo padre, Antonio Díaz González, había sido concejal y teniente alcalde durante la Primera República, etc.

Poco tiempo después de su constitución y con el objeto de darse a conocer, el nuevo partido publicó un manifiesto y organizó un mitin en el que intervinieron el abogado Saturnino Escobedo y el médico Carlos Martínez (Ambas, Carreño, 1899 – Gijón, 1995), miembros del Partido Republicano Radical Socialista. Así lo cuenta la revista La Maniega (nº 28, 1930):

El nuevo partido republicano cangués ha constituido un club y ha publicado un manifiesto en tonos de gran comedimiento y transigencia, llamándose defensores de la justicia, de la libertad, del orden, de la religión y de los tradicionalismos arraigados en el país. A más de este sesudo manifiesto, ha celebrado un mitin en el teatro Toreno, el día de San Andrés [30 de noviembre], para el que trajo dos notables oradores de Oviedo. Fueron presentados, con soltura y muy acertada discreción, por el presidente del club, don Mario Llano, y fue el primero en hablar el señor Escobedo, acreditado ateneísta, quien ponderó, en tonos de conferencia técnica, las excelencias de la República. Cuando cesaron los prolongados aplausos, habló el señor Martínez, orador fogoso y de grandes arrogancias y entusiasta propagandista, que levantó en el público cangués gran entusiasmo. En verdad que el nuevo club puede estar satisfecho de sus primeros pasos.

Mario de Llano (sentado en el sidecar), presidente del Partido Republicano y alcalde de Cangas del Narcea durante la Segunda República, en Corias, hacia 1920

En las elecciones municipales del 12 de abril de 1931 los republicanos cangueses obtuvieron ocho concejales de un total de 24, el resto fueron: catorce monárquicos o conservadores y dos independientes. A pesar de no ganar las elecciones, la proclamación de la Segunda República Española dos días después, el 14 de abril, trajo consigo que la alcaldía la ocupase uno de los concejales republicanos: Higinio García del Valle Peláez. Su triunfo llegó en las elecciones generales celebradas en junio de 1931, donde la Conjunción Republicano Socialista obtuvo la mayoría de los votos en el concejo de Cangas del Narcea.  En el mes de septiembre de ese año dimite García del Valle para pasar a la Diputación Provincial, ocupando la alcaldía el presidente del partido en Cangas del Narcea: Mario de Llano.

En ese mismo tiempo, en una junta general, se renueva el comité local de Cangas del Narcea y se decide cambiar el nombre de Partido Republicano por el de Partido Republicano Radical Socialista (La Maniega, nº 34, 1931, pág. 22). Esta formación se había fundado en Madrid en 1929 y uno de sus principales dirigentes era el asturiano Álvaro de Albornoz (Luarca, 1879-México, 1954), que ocupó los ministerios de Fomento y de Justicia en los primeros años de la Segunda República, y que el 25 de septiembre de 1932, siendo ministro de Justicia, visita la villa e interviene en un mitin en el Teatro Toreno.

Mario de Llano será alcalde durante casi todo el periodo de la Segunda República Española. Con motivo de la Revolución de Octubre de 1934 fue cesado, como les sucedió a todos los alcaldes de la Conjunción Republicano Socialista de Asturias, pero volverá a ocupar el cargo unos meses después y hasta su muerte repentina, a causa de una angina de pecho, el 26 de febrero de 1936.

Los republicanos cangueses tendrán también una presencia regional, y el mismo Mario de Llano es nombrado en un congreso celebrado en Oviedo, el 24 de octubre de 1933, miembro del Comité Provincial del Partido Republicano Radical Socialista, donde también estaban Leopoldo Alas o José Maldonado (La Prensa, Gijón, 24 de octubre de 1933).

El final del partido republicano en Cangas del Narcea, que desde 1934 se había refundado en el partido Izquierda Republicana, llega con la sublevación militar del 18 de julio de 1936 y la entrada del ejercito franquista en Cangas del Narcea el 22 de agosto de ese año. A partir de este momento, el destino de muchos de sus miembros fue doloroso y trágico. Tomando solo como referencia la suerte que corrieron los miembros de aquel primer comité local, sabemos que unos cuantos fueron encarcelados, deportados o inhabilitados, otros tuvieron que exiliarse y no volvieron nunca más a Cangas del Narcea, en algunos casos sus bienes fueron incautados y sacados a subasta, y otros fueron condenados a la pena de muerte, como el joven Grato Gómez del Collado, de 27 años, estudiante del último curso de medicina, que fue ejecutado en Luarca el 15 de diciembre de 1937. Todos estos hombres, que no habían cometido ningún delito, tuvieron que pagar por sus ideas, por su entusiasmo y por su preocupación hacia el bien público.

Historia del molín de la villa de Cangas del Narcea

Depósito de agua y trasera del molín en 1903

La molienda de grano era la actividad industrial más importante de Asturias hasta mediados del siglo XIX. La harina era imprescindible para la elaboración del pan, que era el alimento básico de la mayor parte de la población. En consecuencia, el molino era la fábrica más abundante en el país, en muchos concejos la única. Los había de varias clases según el número de muelas que tuviesen y la propiedad. Los molinos más numerosos eran los de una muela que pertenecían y utilizaban varios campesinos, y aprovechaban regatos que a menudo en verano bajaban con tan poca agua que era imposible moler en ellos. Los otros molinos tenían dos, tres o cuatro muelas y eran propiedad de una sola persona que cobraba una maquila por moler. La maquila era un pago en especie o grano por el servicio que daba el molino.

El molín hacia 1935. Fotografía de Elisa Álvarez Castelao.

Estos molinos los atendía un molinero, que normalmente no era el propietario, y aprovechaban el agua de ríos, que desviaban con estacadas y presas. Los molinos de más de cuatro muelas eran muy raros en Asturias. Los dueños de estos molinos grandes siempre eran nobles, señores, monasterios o eclesiásticos, que obtenían de ellos un pingüe beneficio, debido a que sus molinos trabajaban durante todo el año y a los campesinos no les quedaba más remedio durante el estío que acudir a ellos para moler su grano. También había en Asturias, en los concejos de la costa, molinos de marea, que aprovechaban las subidas y bajadas del agua del mar, e incluso molinos de viento.

Localización del molín (letra F) en 1771 (detalle del dibujo de la villa de Cangas de Tineo)

En la villa de Cangas del Narcea, que tenía un territorio muy reducido (porque estaba rodeada por la parroquia de Entrambasaguas o Ambasaguas), solo había un molino, pero era un molino muy especial debido a su tamaño, sin duda uno de los más grandes que hubo nunca en Asturias. El molino estaba pegado al puente de piedra de Ambasaguas, a su derecha, entrando desde la calle de La Fuente, y funcionaba con el agua del río Luiña. En el dibujo de la villa de Cangas de 1771, que puede verse en el apartado de Mapas, planos y dibujos de la web del Tous pa Tous,  se ve perfectamente su localización: aparece identificado con la letra F. Su propietario era la casa de Omaña, uno de los linajes más poderosos de la villa en la Edad Media, que del mismo modo que había construido su palacio junto a la iglesia parroquial, que en aquel tiempo se consideraba un lugar preferente, también había obtenido la prebenda de construir y explotar un molino, que era, como ya dijimos, un negocio muy rentable.

Este molino aparece mencionado en el catastro del marqués de la Ensenada realizado en 1752, donde dice: “En la parroquia de esta villa, uno [molino] de quatro molares, sobre el río Naviego [o Luiña], que muele todo el año, trigo, centeno, mijo, maíz y panizo, propio de D. Arias de Omaña”. El molino fue reformado y ampliado unos años después, porque en 1771 en la cartela del dibujo de la villa mencionado aparece la siguiente información: “Molino de ocho ruedas de D. Joseph Omaña”. Es decir, entre 1752 y 1771 el molino duplicó el número de muelas, circunstancia que nos indica claramente que la población de Cangas había aumentado en ese periodo y con ella la producción de cereales y la necesidad de moler más grano. A mediados del siglo XIX volvemos a encontrar información de este molino en el Diccionario Geográfico-Histórico de España de Pascual Madoz (1845-1850), donde se lee que en Cangas del Narcea “existe un molino harinero con 8 muelas en continuo ejercicio”.

En los años ochenta del siglo XIX la casa de Omaña y parte de sus propiedades fueron adquiridas por Anselmo Gonzalez del Valle (La Habana, 1852 – Oviedo, 1911), rico propietario que tenía vínculos familiares con el concejo de Cangas del Narcea, y que invirtió mucho dinero en él con el fin de mejorar la situación económica de los vecinos. Sus mayores inversiones se destinaron a la viticultura y la vinicultura, y a él se deben cambios muy importantes relacionados con el viñedo y el vino de Cangas. El molino del puente de Ambasaguas también pasó a manos de González del Valle, que decidió construir un molino nuevo con todos los adelantos modernos. El nuevo se construyó muy cerca del viejo, del otro lado del puente, y reaprovechará la vieja presa que conducía el agua del río Luiña.

En la fotografía de J. M. Cordeiro de la villa de Cangas del Narcea en 1884 se ven el molino viejo, pegado al puente de piedra de Ambasaguas, y el molino nuevo pintado de blanco y recién inaugurado.

El nuevo molino se inauguró en el mes de noviembre de 1884. Tenía tres muelas: una francesa y dos españolas, que molían más rápido y mejor que las antiguas, y otras innovaciones, como un ventilador para limpiar el grano movido por un rodezno hidráulico. La noticia sobre este molino, que es el que todavía existe hoy junto al puente de piedra de Ambasaguas, la hemos tomado del periódico El Occidente de Asturias, de 11 de noviembre de 1884, y dice lo siguiente:

El día 5 del actual se inauguró el importante molino harinero, que, bajo la dirección del inteligente maestro D. Mariano Guerra, ha construido en esta villa nuestro particular amigo el Sr. D. Anselmo del Valle.  

El depósito de aguas contiene próximamente 929 metros cúbico y el salto es de 2,95 metros. Cinco tragaderos conducen las aguas a los canales en esta forma: una para la pesquera; otra para la rueda que imprime movimiento al ventilador, que despacha nueve fanegas [500 litros] por hora, desalojando la piedra, polvo y otros cuerpos extraños y dejando por consiguiente el grano perfectamente limpio; otra mueve una pareja de piedras francesas, sistema “Dordoña” clase superior, que muele cuatro fanegas [222 litros] por hora; y las otras  dos, a otras dos parejas de piedras españolas de las mejores clases.  

El estreno ha sido verdaderamente satisfactorio, porque, a pesar de ser bastante complicado el mecanismo, procedente de la acreditada fábrica del constructor Sr. Laurín, de León, funcionó sin el menor tropiezo.  

Por el mismo periódico sabemos que el Taller de Máquinas Agrícolas e Industriales de Alberto Laurín, de León, estaba especializado en “útiles para molinos harineros” y que la profesión del “maestro D. Mariano Guerra” era la de “maestro de molinos”. El redactor de la noticia se felicitaba por la obra “que reúne todas las condiciones en esta clase de artefactos, y que ha ser, al paso que de mucha utilidad para su dueño, de grandísima conveniencia para la población”.

Molín desde el puente de Ambasaguas, año 2009. Fotografía de Alberto Montes.

En los primeros años del siglo XX, este molino fue vendido a José María Díaz López “Penedela”, que unos años más tarde lo ampliará para convertirlo en una central hidroeléctrica.

En la actualidad, el molín del puente de Ambasaguas es, sin duda, uno de los edificios industriales más interesantes de la villa y del concejo. Es un edificio que hoy vemos viejo y en desuso, pero que en 1884 era una moderna fábrica de harina, que contribuyó a hacer más cómoda la vida de los cangueses.

De ferias y mercados en Cangas del Narcea

Día de mercao en la plaza de La Oliva o plaza Mayor de Cangas del Narcea, en 1905. Fotografía de don Mario Gómez, fundador del Tous pa Tous.

Hasta fines del siglo XIX toda la actividad comercial del medio rural giraba alrededor de los mercados y las ferias. Los comercios comenzaron a establecerse en las villas en ese momento y su desarrollo ira haciendo perder protagonismo a aquellos.

Los mercados eran semanales, se habían instaurado en las villas asturianas desde su fundación en los siglos XIII y XIV y en ellos se concentraba el comercio de su entorno inmediato. En Cangas del Narcea, el mercado se celebra desde esas centurias todos los sábados del año. Hasta 1805 se hacia delante del palacio del conde de Toreno, por eso a esa plaza la seguimos llamando el Mercao, pero en esa fecha se trasladó a la Plaza Mayor.

Cangas del Narcea. La Plaza, con puestos de cacharros de cerámica de L.lamas del Mouro y de El Rayu (Siero), 1910. Fotografía de Benjamín R. Membiela. Colección: Juaco López Álvarez.

Las ferias tenían un rango económico muy superior a los mercados y eran reuniones anuales de mercaderes que se trasladaban desde muy lejos; gozaban de un privilegio real y su radio de acción era más grande. En la Edad Media solo existían en Asturias tres ferias, que se celebraban en Oviedo, Llanes y Cangas del Narcea, hecho que denota el rango que tenía nuestra villa en aquel tiempo.

Hoy, las ferias y mercados están de capa caída. Las primeras solo se reducen a la venta de ganado y no tienen la incidencia económica y social que tenían antiguamente. En la Edad Media, la feria de Cangas se realizaba durante la Pascua de Pentecostés, duraba quince días y venía gente de Laciana, El Bierzo, Valdés, Castropol, Navia, etc. Esta feria es la que aún se sigue celebrando en esas fechas y se conoce como la Feriona. De todo esto nos habla el historiador Juan Uría Maqua en su artículo «Una feria asturiana en la Edad Media: la de Cangas del Narcea”, publicado en el número 8 de la revista Asturiensia medievalia, y que puede consultarse en nuestra Biblioteca Canguesa.

El mercado semanal de hoy día tampoco es el mercado de un sábado a comienzos del siglo XX y su importancia económica es mucho más pequeña. Para conocer como era aquel mercado reproducimos a continuación un artículo publicado el 26 de diciembre de 1908 en la portada del periódico local El Narcea. Aquella sociedad de hace algo más de cien años era muy diferente a la actual y allí se reunían oficios, animales y productos que en el presente han desparecido completamente de nuestro mercado.

NUESTROS DÍAS DE MERCADO

Aunque en Cangas los días de mercado no son días de fiesta, como sucede en otras partes, porque aquí el mercado se celebra el sábado, y dos días seguidos de fiesta llegarían a cansar, sin embargo, estos días resultan muy animados entre nosotros, y acaso más que en otras muchas villas por la concurrencia, ya no digamos excesiva ni grande, sino variada de las personas que nos visitan y de los productos que traen a la venta. 

            Sabido es que lo que más abunda esos días son las reses vacunas de los concejos de Tineo, Allande y este concejo, viéndose también ganado mular, caballar, asnal y de cerda de los lugares citados. De Ibias y Degaña, cuando los puertos están francos, también suelen concurrir a nuestro mercado con esos animales. Y, aunque no en todos, en algunos se ven también cabras y ovejas. 

            De Ponferrada, Toreno y Laceana, que son de la provincia de León, cuando el puerto Leitariegos y algún otro alto no están cubiertos de nieve, nos traen: de Ponferrada, pimientos, cebollas, ajos, cebada y centeno; de Toreno, garbanzos y lentejas, y de Laceana, patatas, trigo y centeno. 

            De los distintos pueblos de este concejo nos traen esos días todos los productos citados y otros muchos, tales como tomates, habas, judías, guisantes, castañas, nueces, avellanas, peras, manzanas, cerezas, higos, ciruelas y otras varias frutas –por supuesto, lo mismo de un lado que de otro, todo en su tiempo-, así como huevos, manteca, gallinas, pollos, perdices, quesos, natas, cestos, cestas, almadreñas, etcétera. 

            De Luarca y Cudillero nos suministran pescados de mar. 

            De nuestro vecino pueblo de Besullo, acuden al mercado con calderas, calderos, tambores para asar castañas, cazos, cacillas, ruedas de carro del país y toda clase de herramientas de campo, por supuesto todo fabricado en el citado pueblo, que es lo que mas admira, dado en donde está enclavado el pueblo de Besullo y por consiguiente lo difícil que es llegar a él con el hierro en bruto; pero esta consideración y otras muchas que pudiéramos hacer acerca de los honrados y valientes trabajadores de Besullo, las dejamos a cargo de nuestro colaborador D. Ambrosio Rodríguez… 

            Del partido de Sierra, que también merece punto y aparte, nos visitan los sábados los alfareros y alfareras de aquellos pueblos con toda clase de vasijas de barro, como tazas, cazuelas, jarros, jarrones, pucheros, platos, etcétera, industria ésta que, aunque montada como en los primitivos tiempos, es de suma importancia para este país, más que nada por lo barato que resulta toda mercancía que no paga porte alguno. 

            De otros pueblos, como Besullo, las Fraguas de Castanedo, etcétera, vienen con navajas, cuchillos, tijeras, hoces, etcétera, todo fabricado allí, que es también otra industria muy respetable para este concejo, por lo fuertes y adecuadas que resultan para los distintos trabajos todas estas herramientas. 

            Tampoco falta en nuestros mercados el lino y el cáñamo, comercio exclusivo de los vaqueros que viven en las montañas de Luarca. 

            Otras muchas cosas dejamos por apuntar, que también son causa de atraer gente a Cangas los sábados, como son la lana hilada y la tejida, hecha mantas y en rollo, una para la venta y otra para que los mazos de Besullo y la Pesonera de Abanceña sienten bien el tejido, a la vez que limpian y lavan las telas. 

            Por todo lo que precede puede juzgarse sin temor a padecer equivocación, que nuestros mercados son los más concurridos, animados y variados de toda España. 

            El foto-grabado que va al frente de las presentes líneas, representa la plaza Mayor y parte de la Oliva, que es el punto en donde los días de feria y de mercado se venden las frutas, los granos, la manteca, etcétera, y todas las demás menudencias, así como el sitio preferido por los carboneros para vender carbones, los herreros sus clavos y los cacharreros sus cacharros. 

(Publicado en El Narcea, nº 153, 26 de diciembre de 1908)

Azulejos para numerar las casas y rotular los pueblos en 1860

Un humilde testigo de la modernización de España en el siglo XIX:

Azulejos para numerar las casas y rotular los pueblos en 1860

Fotografía de Celso Álvarez Martínez

Los azulejos de color blanco con letras y números azul cobalto en los que aparecen el nombre de los pueblos y parroquias, así como el número de las casas, y que hoy, los que se fijen en ellos, consideraran una antigualla, se colocaron en 1859 y 1860, y fueron un signo de la modernidad del país.

Rosendo Mª López Castrillón, un campesino del pueblo de Riodecoba, en el concejo de Allande (que hoy pertenece a Eilao / Illano) escribió en 1859:

“Número 435, púsolo mi hermano Francisco sobre la puerta principal de esta casa de La Fuente de Riodecoba día de Nuestra Señora de las Candelas, 25 de marzo de este año, por nueva orden real y así se puso en todas las del concejo y otros; cosa nueva y nunca vista hasta ahora de numerar todas las casas como si todo fuese una calle o ciudad”

Fotografía de Celso Álvarez Martínez

Este campesino estaba cumpliendo una Real Orden de 31 de diciembre de 1858 en la que se ordenaba que en el plazo de dos meses se reparara la numeración de las casas en las poblaciones que ya la tenían y se pusiera en aquellas que no la tuvieran. A esta orden siguió otra de 24 de febrero de 1860, en la que se establecía, además de la obligatoriedad de la numeración de las casas, la necesidad de tener una buena rotulación de las calles, barrios y pueblos. En cumplimiento de estas órdenes se colocaron los azulejos mencionados con los números de las casas y los nombres de calles, pueblos y parroquias, en los que se nombraba el concejo y el partido judicial al que pertenecían. Asimismo, en todos los edificios de uso público se colocaron también azulejos con el nombre del edificio (iglesia, escuela, etc.). Los rótulos de los pueblos y las parroquias se colocaban en la entrada de las poblaciones, incrustados en la fachada de la primera casa y mirando al camino.

La última real orden disponía todas las reglas que había que seguir para la colocación de los azulejos. Uno de los puntos decía: “Se procurará que en las capitales y poblaciones donde se conserve todavía el uso de algunos dialectos, se reduzcan todos los nombres de las calles a lengua castellana”. Por lo tanto, que nadie utilice nunca el nombre que aparece escrito en ellos como garante de la toponimia del país.

Detrás de la colocación de todos estos azulejos estaba una política de reorganización del Estado promovida por la burguesía liberal, que había comenzado en 1833 con la división de España en provincias y que buscaba una nueva Administración centralizada y ordenada. Sin embargo, la Administración española desconocía el país que tenía que administrar: no había estadísticas, ni mapas y faltaba la más mínima información. Para favorecer el conocimiento de la realidad de España y de su población se tomaron varias medidas: se crea la Comisión de Estadística en 1856; se regula la realización de censos de población cada cinco años, así como el recuento de casas y demás edificios, etc. El fin último de toda esta política era mejorar la recaudación de impuestos, el servicio militar, las comunicaciones, la enseñanza, etc.

Fotografía de Celso Álvarez Martínez

En el concejo de Cangas del Narcea aún se conserva alguno de aquellos azulejos. Las fotografías de Celso Álvarez Martínez nos muestran los de los pueblos de Limés (L.lumés) y Siero (Sieiru), y el de la parroquia de San Juan de Vega (San Xuan de Veiga de Rengos). En la villa se conservaba uno de estos azulejos indicadores. Estaba en el barrio de El Corral, en la casa donde estaba la Panadería de Silvela. En aquel año de 1860 esta casa era la primera de la villa viniendo desde Oviedo. El azulejo no estaba en muy buen estado. La casa se derribó hace tres años, junto a gran parte de El Corral. ¿Que sucedió con este azulejo?  No lo sabemos, pero es muy probable que nadie haya hecho nada por él, ni el que derribó la casa ni el que la mandó derribar, y que aquel primer indicador de la villa que recibía a los viajeros, aquel signo de modernidad decimonónica, haya ido a la escombrera. Esperemos que los que todavía se mantienen duren muchos años más.

Intentos segregacionistas en el concejo de Cangas del Narcea en el siglo XIX

Azulejo indicador del pueblo de “Brañas de Abajo, concejo de Leitariegos, partido judicial de Cangas de Tineo, provincia de Oviedo”, de 1860. Fotografía de Celso Álvarez Martínez.

Es difícil pensar que un concejo tan extenso como el nuestro de Cangas del Narcea e integrado por valles con personalidad tan acusada, no haya tenido movimientos separatistas. El actual concejo de Cangas del Narcea se formó con un amplio territorio cuya capital desde 1255 estaba en la Puebla de Cangas, y al que se agregaron viejos cotos señoriales: el coto de Cangas, el coto de Corias  y el coto de Brañas o Leitariegos. Los cotos eran unos territorios  bien delimitados, que constituían “la propiedad eminente y la zona de jurisdicción de un personaje individual o colectivo llamado señor” (Pierre Goubert).  El coto de Cangas abarcaba un gran número de parroquias (Ambasaguas, Santa Marina, Bergame, San Damias o Abanceña, Augüera del Couto, Veigal.lagar, Las Montañas, etc.)  y a su existencia se debe el nombre del río del Couto (que antiguamente se llamaba río Perpera). La jurisdicción de este coto perteneció hasta el siglo XVI al monasterio de Corias, pero en ese siglo fue comprado por el concejo de Cangas y pasó a depender de él. El coto de Corias comprendía solamente esta población y hasta el siglo XIX perteneció al mencionado monasterio. Por último, el coto de Brañas o Leitariegos, que también en la Edad Media había dependido de los monjes de Corias, pertenecía desde el siglo XVI a los “vecinos y moradores” de los pueblos de El Puerto, Brañas d’Arriba, Brañas d’Abaxu y Trascastro. Este último coto se constituyó en ayuntamiento en 1821, con el nombre de concejo de Leitariegos, pasó en 1827 a depender de Cangas y más tarde volvió a ser independiente hasta 1925, en que se integra definitivamente en Cangas del Narcea (Gaceta de Madrid, 3 de junio de 1925).

 

Casas en Riegla de Cibea

En 1820, durante el Trienio Liberal, que instauró la Constitución de Cádiz de 1812, muchos concejos asturianos se dividieron. El articulo 330 de esta Constitución favorecía la formación de nuevos ayuntamientos: “Se pondrá ayuntamiento en los pueblos que no lo tengan, y en que convenga le haya, no pudiendo dejar de haberle en los que por sí ó con su comarca lleguen á mil almas”. El fin de los legisladores liberales de 1812 era racionalizar los municipios españoles, formando unos concejos uniformes y favoreciendo la independencia municipal de la mayoría de los núcleos de población. Para cumplir este fin se daba a las poblaciones todas las facilidades para formar un ayuntamiento: a las de más de mil habitantes se las obligaba a tenerlo y para las que no llegaban a ese número se promulgó un decreto el 23 de mayo de 1812, por el cual la población “que por sus particulares circunstancias de agricultura, industria o población considere que debe tener ayuntamiento, lo hará presente a la Diputación de la provincia, para que en virtud de su informe se provea lo conveniente”. 

Fuente de Riegla de Cibea construida en 1872, ejemplo de la nueva clase social que promueve la creación del concejo de La Unión en 1887.

Como consecuencia de estas leyes, a fines de 1820 Cangas del Narcea se dividió en cinco concejos con capitales en las siguientes poblaciones: Ounón, Carbachu, Pousada de Rengos, Bisuyu y Cangas. A estos nuevos ayuntamientos tenemos que sumar el de Leitariegos, con capital en Brañas d’Arriba, que en ese mismo año pasó de coto a concejo. Cada concejo tenía alcalde constitucional, procurador, secretario y regidores. Los nuevos concejos duraron menos de tres años, porque en 1823, con la vuelta de España a la monarquía absolutista de Fernando VII, las cosas volvieron a su estado anterior y todos estos ayuntamientos (con excepción de Leitariegos) desaparecieron sin dejar rastro. 

Sin embargo, el sentimiento separatista de algunas parroquias no desapareció en 1823 y volverá a manifestarse sesenta años después. En 1887 llega a la Diputación Provincial de Oviedo la siguiente propuesta: “Creación de un nuevo Ayuntamiento con el nombre de La Unión, constituido con las parroquias de San Julián, San Pedro de Arbas, Cibea, Genestoso y Fuentes [de Corveiro], hoy pertenecientes al Ayuntamiento de Cangas de Tineo, cuya capital sea Miravalles” (Boletín Oficial de la Provincia de Oviedo, 3 de noviembre de 1887). 

Sonande, en la parroquia de Cibea, en la que sobresalen varias casas construidas por emigrantes enriquecidos en Madrid.

La razón que argumentaban los vecinos de estas parroquias para separarse del concejo de Cangas era su lejanía de la capital y los inconvenientes que esto les ocasionaba. Además, suponemos que su proximidad con el pequeño concejo de Leitariegos fuese un estimulo para los promotores de esta iniciativa y aunque no sabemos quienes eran estos, es casi seguro que este movimiento segregacionista tiene que estar vinculado con la existencia de una nueva clase social de campesinos acomodados y emigrantes enriquecidos en Madrid, que aspirarían al control político de este nuevo concejo. La existencia de esta nueva clase social tendrá su mejor manifestación en las grandes casas que se levantan en algunas de aquellas parroquias en la segunda mitad del siglo XIX. 

La Diputación Provincial tenía que tramitar la solicitud de creación de este nuevo concejo y enviarla al Ministerio de la Gobernación, que era el que tenía la última palabra. El Ayuntamiento de Cangas de Tineo ya había manifestado su oposición a esta propuesta. En una junta de la Diputación se debatió este asunto, lo que provocó una airada discusión entre dos diputados. Por el acta de esa junta, que se publicó en el Boletín Oficial de la Provincia de Oviedo de 5 de noviembre de 1887, sabemos lo que allí se dijo: 

“El Sr. Gonzalez Núñez pidió la palabra en contra y obtenida manifestó que el expediente se halla incompleto, faltando en él documentos esenciales, pues carece de la solicitud de los vecinos, ignorándose por lo tanto qué número de ellos solicita la segregación y la certificación original que acredite el número de habitantes de las parroquias que pretenden segregarse, no pudiendo por lo tanto apreciarse si llegan a dos mil habitantes como requiere la ley; cuyos documentos aparecen solo en copia simple sin autorización alguna, por lo que no tienen fuerza legal ni pueden ser estimados en el expediente.
   El Sr. Acebal contestó que hace tiempo se instruyó el expediente en el que obraba toda la documentación original y completa, el cual se remitió al Ayuntamiento de Cangas de Tineo para su informe, y allí se perdió; que habiendo acudido en queja los interesados al Sr. Gobernador de la provincia, por orden de esta autoridad se reprodujo la reclamación por un Procurador de los vecinos; que por esto y el haber admitido el Ayuntamiento la certeza de las copias, pues no la impugna o informa en vista de ellas, demuestra que son admisibles; y que en último resultado si el Ministerio de la Gobernación no las estima bastantes, ya exigirá los documentos necesarios. Que respecto al fondo de la cuestión debe decir que la pretensión de los interesados es procedente, puesto que distando las aludidas parroquias 6 ó 7 leguas de la capital del concejo, se hallaban abandonadas y muy difícil las comunicaciones con aquél. 
   El Sr. González Núñez repuso que era muy grave la afirmación de que el Ayuntamiento hubiese hecho desaparecer el expediente y que el presentado ahora no tiene valor ninguno por no estar autorizado por nadie los documentos que lo constituyen.
   El Sr. Acebal replicó que él no afirmaba que el Ayuntamiento hubiese hecho desaparecer el expediente y solo sí que resultaba que allí había desaparecido.
   Seguidamente fue aprobado el dictamen por 14 votos contra 5”. 

El expediente de creación del concejo de La Unión pasó el trámite de la Diputación Provincial, pero finalmente no obtuvo la aprobación del Ministerio de la Gobernación. La oposición del Ayuntamiento de Cangas del Narcea debió resultar un escollo muy difícil de superar para los promotores de este nuevo concejo.

Del Paseo del Prado de Madrid al valle de Cangas del Narcea en 1789


“Tipos de Madrid: El aguador”, de Federico Guisasola, “La Ilustración Española y Américana”, 24 de noviembre de 1872. A mediados del siglo XIX había cerca de doscientos aguadores de Cangas del Narcea en Madrid, solo los superaban los procedentes de Cabranes y sobre todo de Tineo

En noviembre de 1789, la importante revista madrileña Memorial Literario publicaba un curioso artículo titulado “Viaje aéreo desde el Prado de Madrid hasta el valle de Cangas de Tineo”, escrito por el prestigioso dramaturgo y periodista Luciano Francisco Comella (Vic, Barcelona, 1751 – Madrid, 1812). En él se relataba un ficticio y casi instantáneo viaje en una nube negra, contado en primera persona, desde el famoso paseo del Prado, en apogeo tras su inauguración en 1781, hasta un “empinado monte” en pleno valle de Cangas del Narcea. El viaje, en realidad una ensoñación, lo iniciaba el escritor a partir de la visión, en el popular paseo madrileño, de dos enormes filas de carruajes.  Comella calculaba que en estos vehículos trabajaban unos 4.800 hombres, entre porteros de estrados y de puertas, mozos de mula, galopines, faroleros, etc. Hombres que en su mayoría procedían de Asturias.

Comella nos proporciona datos curiosos sobre la vida en el concejo de Cangas del Narcea a fines del siglo XVIII. Su primera imagen, nada más descender de la nube al suelo, fue la de unos valles eriales “poblados de heno, en los que pacían algunas vacas, y en medio de los cuales se divisaban algunos caseríos muy pobres, y de trecho en trecho algunas iglesias tan infelices como los caseríos”. Al bajar de la loma oyó una gaita, que le llevó a un arroyo, en donde una zagala y un zagal de unos diez años, que tocaba este instrumento, interpretaban un canto que decía así:

Con curpiñu pardu
fue el primu a la Corte,
y agora diz que anda
llenu de galones.
Tum ba y la
que me voy contigo,
tum ba y la
para ir a moler.

Los zagales huyeron despavoridos al acercarse el intruso, los perros comenzaron a ladrar y los vecinos, creyendo que los lobos acechaban al ganado, salieron presurosos a recoger sus ovejas. Comella se mostró sorprendido: “¡Entre los que salieron de los caseríos había unas cien mujeres y otros tantos niños, pero ningún hombre!”. Más adelante divisó a una mujer arando el campo y a otras dos guiando unos carros cargados de leña: “¿Qué es esto? –se preguntó-. O yo deliro, o estoy en el país de las amazonas”. A continuación, un beneficiado (clérigo de rango menor) le condujo a una casilla y, tras verse obligado a explicarle aquella “prodigiosa llegada”, el viajero le preguntó el porqué de tan dilatados valles eriales sin cultivo, sin ningún núcleo de  población numerosa, “del porqué araban y hacían las mujeres todas las faenas propias de los hombres, y del porqué no se veían en todos aquellos contornos más hombres que él”. El clérigo le contó que, aparte del cura y cinco beneficiados, había en su feligresía unos treinta ancianos y que todos los mozos, “apenas aptos para la agricultura”, se marchaban a Madrid y a otras capitales. De no ponerse algún freno, esa parte de Asturias se vería enteramente despoblada en pocos años. Luego relató cómo era la vida de estos jóvenes, que marchaban a la Corte reclamados por un primo cochero o un tío portero, para trabajar de lacayos o de mozos de mulas, y en donde se olvidaban –según el clérigo- de sus mujeres y familias y “de la decadencia de este noble Principado”.

Aguador asturiano, de José Ribelles (dibujante) y Jose Carrafa (grabador); Colección de Trajes de España, Madrid, 1825

Sin embargo, lo que Comella pone en boca de este clérigo no era cierto. Estos hombres que emigraban a Madrid no se olvidaban de sus mujeres, ni de su familia, ni de la tierra de origen. Como el resto de asturianos, llegaban a la capital tras más de dos semanas de duro viaje a pie o, en el mejor de los casos, compartiendo mula cada varias leguas con otros paisanos. En Madrid convivían en pequeñas habitaciones con otros diez, quince, veinte o más hombres, igual que sucede hoy en día con los inmigrantes de Sudamérica o del este de Europa. Generalmente trabajaban en los oficios más ingratos de la ciudad, como los de esportillero (persona que estaba en  una plaza o lugar público y se ofrecía para llevar en una cesta lo que se le mandara), aguador (llevaban el agua a las casas), mozo de cuerda (cargadores de bultos), sirviente o cochero. En 1798, pocos años después del relato de Comella, nacía en Madrid un oficio prácticamente monopolizado por gente nacida en el concejo de Cangas del Narcea: el de sereno. Todos estos oficios tenían en común los pequeños jornales y las agotadoras jornadas de trabajo, pero, aún así, el ahorro y el envío de dinero a sus familias era el norte del día a día de estos trabajadores. Del amor y recuerdo a su lugar de origen es muy difícil dudar: los emigrantes asturianos mantuvieron durante siglos las costumbres importadas de su tierra y un estrecho contacto diario entre ellos que hizo creer a algunos cronistas de la capital que se trataba de un pueblo aparte dentro de Madrid. La relación con sus hogares era tan intensa que algunos oficios llegaron a formalizar la suplencia o alternancia de titulares por dos o tres años, para convertir en costumbre el regreso temporal al añorado hogar familiar.

Durante siglos, desde finales del siglo XVI hasta mediados del siglo XX, los valles de Cangas del Narcea quedaban casi desiertos de hombres, con las mujeres ocupándose de las tareas de la casa y del campo, mientras que los varones emigraban a Madrid y a otras ciudades españolas en busca de un dinero en metálico, escasísimo en el medio rural asturiano, que les ayudara a soportar mejor la difícil realidad a la que tenían que hacer frente dadas las adversas condiciones que determinaban sus vidas. Ésta era la doble realidad de la vida en el concejo de Cangas, “de aquel infeliz pedazo precioso de Asturias”, como despidió su relato el escritor Luciano Francisco Comella.

Cangas del Narcea en la obra «Asturias», 1897-1901

Barrio y puente de Ambasaguas o Entrambasaguas, en la desembocadura del río Luiña con el Narcea, en Cangas del Narcea, 1897

En la Biblioteca digital del Tous pa Tous pueden consultarse las tres monografías relacionadas con el concejo de Cangas del Narcea que se publicaron entre 1897 y 1901 en la obra Asturias: Su historia y monumentos. Bellezas y recuerdos. Costumbres y tradiciones. El bable. Asturianos ilustres. Agricultura e industria. Estadística. Los promotores y directores de esta obra fueron Octavio Bellmunt, médico y dueño de una empresa de artes gráficas en Gijón, y Fermín Canella, profesor, rector de la Universidad de Oviedo y prestigioso estudioso de Asturias. Los dos se juntaron para llevar a cabo esta «aventura editorial», como la definió Francisco Crabiffosse, en el que participaron muchas personalidades y que «fue la más importante empresa editorial llevada a cabo en la región hasta aquel momento». La obra incluía muchas fotografías y sobre todo unas láminas de gran calidad, realizadas con una técnica de reproducción nueva en aquella época: la fototipia. Asturias se publicaba por entregas, que comenzaron a salir a la calle en diciembre de 1894 y terminaron en 1901. La obra completa son tres voluminosos tomos.

Dibujo de unas castañuelas de Cangas del Narcea enviado por Ambrosio Rodríguez para ilustrar la obra

En lo que respecta a Cangas del Narcea, colaboraron Faustino Meléndez de Arvás, que escribió la monografía dedicada al concejo de Cangas; Fray Justo Cuervo Arango que hizo la del monasterio de San Juan Bautista de Corias y José Rodríguez Riesco que redactó la del concejo de Leitariegos, que hasta 1931 fue independiente del de Cangas del Narcea. Estas tres monografías son las que se han incorporada a nuestra Biblioteca digital.

Otro colaborador cangués de esta obra fue el médico Ambrosio Rodríguez Rodríguez (1852-1927), natural de La Torre, Sorrodiles, parroquia de Cibea, que en aquellos años residía en Gijón. Ambrosio Rodríguez aportó fotografías de campesinos asturianos, y dibujos de castañuelas y madreñas del concejo de Cangas del Narcea, que aparecieron publicados en un capítulo firmado por Bellmunt y Canella sobre “Usos y costumbres asturianas”. En este mismo capítulo aparece una lámina en la que se reproduce el cuadro de Luis Álvarez Catalá: “Una boda de aldea”, que representa un cortejo nupcial en el pueblo de Monesteriu d’Ermu a fines del siglo XIX.


Primer fotógrafo de Cangas del Narcea

El fotógrafo J. Mª. Cordeiro y las primeras fotografías de Cangas del Narcea, 1875-1880

Cangas del Narcea en 1880

Vista de Cangas del Narcea desde El Cascarín, hacia 1880. Fotografía de José María Cordeiro.

Las primeras fotografías se presentaron en París en 1839 y aunque en esa misma fecha empezó su rápida expansión por todo el mundo, este invento no llegó a todas partes al mismo tiempo. En lugares apartados de las ciudades y los centros industriales, la fotografía tardó más en llegar. En Cangas del Narcea el primer fotógrafo profesional que se estableció fue Benjamín Rodríguez Membiela (Llamas del Mouro, 1875 – Corias, 1944), que abrió su estudio en Corias hacia 1905. Antes de él hubo fotógrafos ambulantes que venían de León, Oviedo, Gijón o Luarca, y cuya presencia se anunciaba en los periódicos cangueses. En julio de 1886 se publica en El Occidente de Asturias el anuncio siguiente:

“Se halla accidentalmente en el inmediato pueblo de Corias un acreditado fotógrafo, que permanecerá allí algunos días, y a donde pueden acudir las personas que deseen retratarse. Ha sacado fotografías de preciosas imágenes que existen en la iglesia de aquel convento y que vende al precio de cuatro reales una”

Hasta la fecha, el primer fotógrafo profesional y ambulante del que tenemos constancia en Cangas del Narcea es José María Cordeiro Alves, que entre 1875 y 1888 vino por nuestro concejo y otros del occidente de Asturias, haciendo retratos y tomando fotografías de paisajes, celebraciones, etc.

Primer fotógrafo de Cangas del Narcea

El fotógrafo José María Cordeiro. Colección de la familia Cordeiro

Cordeiro nació en 1835 en Escarigo, concejo de Figueira de Castelo Rodrigo (Portugal). A mediados del siglo XIX se instaló en Madrid como fotógrafo y en 1869 se traslada a León, donde establece el primer estudio fotográfico profesional de esta ciudad. Desde aquí vendrá a Cangas del Narcea como fotógrafo ambulante; el anuncio de El Occidente de Asturias posiblemente es de él. En 1893, Cordeiro deja León y se establece en Astorga, donde trabaja como fotógrafo hasta su fallecimiento en 1917. Sobre su vida y obra ha publicado el Instituto Leonés de Cultura un estudio en 2004.

Cangas del Narcea, El Acebo en 1880

Santuario de El Acebo el día de la fiesta, un 8 de septiembre, hacia 1880. Fotografía de José María Cordeiro

En Cangas del Narcea Cordeiro retrató a algunos vecinos y realizó otras fotografías de las que solo conocemos dos: una panorámica de la villa tomada desde el barrio de El Cascarín hacia 1880 y otra de El Acebo, sacada el día de su fiesta el 8 de septiembre. Son las primeras imágenes fotográficas que conocemos de estos dos lugares y hasta el momento las más antiguas que tenemos de nuestro concejo. La primera nos muestra el estado de la villa a mediados del siglo XIX, una urbe formada por poco más de tres calles: la calle Mayor, la calle La Fuente y la calle de la Iglesia; pocos años después se construirán las casas de pisos de la calle Uría y otras casas emblemáticas de fines del siglo XIX: la de don Eleuterio García y la de la familia Flórez González, que cambiarán la imagen de la villa. En cuanto a la foto de El Acebo, es un testimonio muy valioso para conocer como era el ambiente de una romería en el pasado: el campo de la fiesta, los numerosos estandartes y pendones, los puestos, los paraguas para protegerse del sol, las caballerías, etc.

Un proyecto de explotación forestal y minera de Cangas del Narcea a finales del siglo XIX

Emplazamiento y trazado del ferrocarril entre Muniellos y San Esteban de Pravia

En la Biblioteca Digital de la web del Tous pa Tous está disponible un folleto escrito en francés y publicado en París en 1900 que se titula Exploitation minière et forestière de la Haute-Narcea (Asturies): Rapports, es decir, «Explotación minera y forestal del Alto Narcea (Asturias): Informes». Es una publicación muy rara que no se encuentra disponible en ninguna biblioteca pública española. El folleto contiene dos informes para explotar las minas y bosques situados en la cuenca alta del río Narcea, redactados por el ingeniero de minas J. Martelet en París en febrero de 1900 y por el inspector adjunto de montes Fatou que lo firma en Langres (departamento de Alto Marne) en noviembre de 1895. La explotación giraba sobre todo alrededor de la madera localizada en los montes de Rengos, Oubachu, La Veiga’l Tachu, Monesteriu del Coutu y, especialmente, en el monte de Muniellos. El proyecto también incluía la instalación en La Venta o Ventanueva de un horno alto de fundición que emplearía como combustible antracita y carbón vegetal.

El monte de Muniellos fue propiedad de los condes de Toreno hasta 1901 y su madera comenzó a explotarse en 1768 para el arsenal de El Ferrol. Para sacar la madera del monte se hizo una carretera hasta la villa de Cangas y desde aquí se realizaron trabajos en el río para hacerlo navegable hasta el puerto de mar de San Esteban de Pravia. En esa fecha la explotación del monte corría cargo de la Real Armada. En la segunda mitad del siglo XIX volvió a explotarse intensamente su madera, ahora por empresas privadas que a menudo eran extranjeras: la catalana Crédito Mobiliario Barcelonés, la franco belga Sociedad Minero Forestal Ferroviaria y la Sociedad General de Explotaciones Forestales y Mineras Bosna Asturiana, formada con capital francés, vasco y asturiano.

Lógicamente, estas sociedades enviaban a Cangas del Narcea técnicos a reconocer el territorio y a estudiar las maderas, los yacimientos mineros y las canteras que pudieran explotarse, y también el modo de transportar todos estos recursos. El transporte va a ser uno de los graves inconvenientes con los que se van a encontrar todas las empresas. A fines del siglo XIX la solución que se propone es el trazado de una línea de ferrocarril. En este proyecto de 1900 se considera imprescindible contar con este medio de transporte para lograr sus objetivos económicos, y en él se publica un mapa con el trazado de una línea que unía Muniellos y San Esteban de Pravia.

La publicación Exploitation minière et forestière de la Haute-Narcea (Asturies) debió ser una iniciativa de los promotores de la sociedad «Bosna Asturiana», constituida el 25 de marzo de 1902, probablemente del banquero francés Victor Barreaux, con el fin de anunciar las posibilidades de su proyecto y atraer accionistas. La empresa comenzó la explotación en 1903 y en 1908 disminuye considerablemente el trabajo por un incendio que destruye la serrería y, sobre todo, porque uno de los objetivos del proyecto: la construcción del ferrocarril, nunca llegó a cumplirse. Más información sobre la historia de la explotación de Muniellos puede verse también nuestra Biblioteca Digital: La explotación del Monte de Muniellos (Asturias), 1766-1973.

La digitalización de este folleto ha sido patrocinada por Bufete MARIO GÓMEZ –ABOGADOS, de Cangas del Narcea.

Pesos y medidas antiguos en Cangas del Narcea

Medidas para el vino: una canada, dos pucheras, una puchera o cuartillo y media puchera, propiedad de Casa Cuervo, de L.lumés / Limés

… y su equivalente al sistema métrico

El 19 de julio de 1849, en tiempos de la reina Isabel II, se publicó la Ley de Pesos y Medidas en la que se imponía en España el sistema métrico decimal. Con ella se pretendía que desaparecieran la multitud de pesos y medidas que se utilizaban en la nación, que a menudo eran distintos en pueblos, parroquias o concejos vecinos. Sin ir muy lejos, entre Cangas y Tineo ya cambiaba la capacidad de la eimina o hemina, y lo mismo sucedía con la canada o cañada para medir el vino en Cangas y Allande: en Cangas equivalía a 3,91 litros y en Allande a 4,69 litros. Con este sistema de pesos y medidas era complicado efectuar intercambios comerciales, y esta situación favorecía los engaños y era un obstáculo para el comercio. Por eso, la imposición del sistema métrico se consideró una medida fundamental para modernizar el país y favorecer su desarrollo económico. Sin embargo, su establecimiento tardó muchos años en ser asumido por la población, sobre todo por los campesinos, y todavía hoy, más de ciento cincuenta años después, muchas personas siguen empleando las medidas antiguas. En Cangas del Narcea no es raro que se mencione una cuepa, una canada, una puchera (o cuartillo) o un cuartarón cuando se habla del vino, o de un choupín para medir los cereales.

La Ley de Pesos y Medidas de 1849 establecía en su artículo 7º la obligación de recoger “noticias de todas las medidas y pesas provinciales y locales”, y la publicación de las equivalencias con el nuevo sistema métrico antes del 1 de julio de 1851. Para llevar a cabo la labor de recogida de esas medidas se establecieron unas comisiones en cada provincia. En Asturias se constituyó una en Oviedo, que a su vez formó unas comisiones en cada partido judicial que fueron las encargadas de recopilar la información en toda la provincia. Las conclusiones de la comisión de Oviedo fueron publicadas en 1853 por Joaquín María Fernández, catedrático de Matemáticas del Instituto Provincial de Oviedo. Nosotros hemos extractado los datos correspondientes al partido de Cangas del Narcea, cuyo conocimiento creemos que puede ser útil para muchas personas.

PESOS Y MEDIDAS USADOS EN EL PARTIDO DE CANGAS DEL NARCEA EN 1853 Y SU EQUIVALENCIA AL SISTEMA MÉTRICO

Medidas de longitud

La vara tiene.…………. 3 pies
 El pie………..… ….. 12 pulgadas
La pulgada……..….. 12 líneas
 
1 línea equivale a.…..… 0,0019 metros
1 pulgada.……………….. 0,0232 metros
1 pie.…………….………. 0,2786 metros
1 vara……………..….……0,8359 metros

Medidas de capacidad para áridos

 

La hemina o eimina tiene….…….. 4 cuartas
La cuarta……………………………………. 4 chupines o choupinos
 
1 chupín o choupín equivale a…….. 3,0273 litros
1 cuarta…………………….……..…12,1093 litros
1 hemina o eimina….………………48,43711 litros
 

Tabla I

 

Tabla II

Medidas de capacidad para líquidos

 

La cuepa, medida de vino del país, tiene….. 2 cántaras
La cántara……..…………………….…………. 4 cañadas o canadas
La cañada o canada……………..………….. 9 cuartillos
El cuartillo o puchera..……………………….. 4 cuarterones o cuartarones
 
1 cuarterón o cuartarón equivale a………… 0,109 litros
1 cuartillo o puchera.………………….….….  0,43468 litros
1 cañada o canada.…………………………… 3,91212 litros
1 cántara.…………………………………….. 15,6485 litros
1 cuepa.………………………………………. 31,297 litros

Medidas de peso

El quintal tiene……..…. 4 arrobas
La arroba….……….…. 25 libras
La libra…………….… 16 onzas
La onza……………… 16 adarmes
Se usa además la libra de 18 onzas
 
1 adarme equivale a….. 0,00017 kg.
1 onza………………..….. 0,02875 kg.
1 libra…………….……… 0,46009 kg.
1 arroba………….……… 11,5023   kg.
1 quintal……………..… 46,0093   kg.
 
1 libra de 18 onzas……. 0,5176 kg.

Medidas agrarias 

La fanega de tierra tiene…………………………… 12 celemines
 El celemín…………………………………………….… 4 cuartillos
 
1 cuartillo de tierra……………………………………. 1,34 áreas
1 celemín de tierra……………………………………. 5,36 áreas
1 fanega de tierra…………………………………… 64,39 áreas
 
1 día de bueyes de secano…………………….. 12,57 áreas
1 día de bueyes de regadío………………….… 12,91 áreas
 

Tabla III

 

 

 

La llegada del teléfono y del Príncipe de Asturias en 1925

El Príncipe de Asturias entrando en la casa de la viuda de don Eleuterio García para inaugurar el servicio telefónico en Cangas del Narcea, 29 de agosto de 1925

El 19 de abril de 1924 se constituía la Compañía Telefónica Nacional de España y comenzaba una rápida expansión del servicio de teléfonos por todo el país. En Cangas del Narcea la línea telefónica se inauguró el sábado 29 de agosto de 1925. A este acto acudió el Príncipe de Asturias, Alfonso de Borbón y Battenberg (1907-1938), hijo de Alfonso XIII.

El Príncipe llevaba en Asturias desde el día 18 de agosto. Había estado en Gijón, Oviedo, Avilés, Salinas, Llanes, Villaviciosa, Pravia, Turón, Mieres, etc. El día 28 pernoctó en Luarca y al día siguiente salió para Cangas. Pasó por La Espina, Tineo (donde le regalaron dos lobos vivos), San Facundo (donde presenció el simulacro de una boda campesina, «para que el augusto viajero pudiera darse cuenta de las costumbres del país») y Pola de Allande. Llegó a la villa de Cangas alrededor de la una y media de la tarde. Venía acompañado del general Zuvillaga, gobernador de la provincia, y del capitán general Berenguer. Delante del viejo ayuntamiento, en la calle Mayor, le esperaban el alcalde, Porfirio Ordás Sanmarful, y el resto de las autoridades locales; los niños de las escuelas; varias parejas de gaiteros y tamborileros, y «el pueblo en masa». A su llegada se dispararon al espacio «cientos de cohetes de grueso calibre».

Dos de los niños vestidos de asturianos que recibieron y entregaron un ramo de flores al Príncipe de Asturias en la casa de la viuda de don Eleuterio García; la niña es Julia Oliveros de Llano, Cangas del Narcea, 29 de agosto de 1925.

La comitiva se dirigió enseguida a la casa de doña María Puente, viuda de don Eleuterio García (a la que ya hemos dedicado una noticia en la web del Tous pa Tous), donde le esperaba el subdirector del cuarto distrito de la Compañía Telefónica, que pronunció unas palabras. Desde uno de los salones de esta casa, el Príncipe habló por teléfono con su padre, el rey Alfonso XIII, al que le dio cuenta de su recorrido por la provincia y del buen estado de las carreteras. Con esta conversación quedaba inaugurado el servicio telefónico en Cangas del Narcea. En este acto se produjo una famosa anécdota, que aún se recuerda en nuestros días, en la que el alcalde le dijo al Príncipe, en tono familiar: «Alteza, déle recuerdos a papá».

Después de la inauguración oficial, la Compañía Telefónica le ofreció al Príncipe un «lunch», servido por el Hotel París, de Oviedo. En este aperitivo se le dio a probar «una copa de vino blanco elaborado en Cangas de Tineo por el señor Penedela hace unos 30 años», que el Príncipe «elogió grandemente, rogando le enviaran una caja de botellas». Como recuerdo de su visita a Cangas del Narcea, el alcalde le regaló «un lujoso estuche, conteniendo muestras de productos de este rico concejo». A las dos de la tarde, la comitiva principesca marchó para Corias, donde visitó el convento y comió con la comunidad de dominicos. «Cerca de las cinco de la tarde, el heredero del Trono emprendió el regreso a Gijón». La noticia detallada de esta visita aparece en el diario La Prensa, de Gijón, del día 30 de agosto de 1925, y puede descargarse gracias a la Hemeroteca de Gijón, en el siguiente enlace:

El palacio de los Sierra en Xarceléi en 1820

Fachada principal del palacio de los Sierra, Xarceléi

En el lugar de Xarceléi, a escasos metros de la iglesia parroquial, se encuentra el palacio de los Sierra. A principios del siglo XIX su propietario era Francisco José de Sierra y Llanes, regidor perpetuo del concejo de Cangas y personaje que tuvo cierto protagonismo durante la Guerra de la Independencia: fue comandante de la Alarma de la división de La Cerezal, enfrentándose en Navia a las tropas francesas del mariscal Ney, y fue uno de los siete diputados que representaron a Asturias en las Cortes de Cádiz y que redactaron la Constitución de 1812.

Detalle del inventario de bienes del palacio de los Sierra de Xarceléi, 1820

Francisco José falleció en 1820 en Avilés, donde residía con su mujer María del Carmen Abello Fuertes de Castrillón. Su primogénito Francisco Julián, como nuevo «dueño y poseedor» de la casa de Xarceléi, encargó entonces a su administrador José Rodríguez que efectuara el «competente inventario» de todos los bienes, alhajas y efectos que había en la casa. Este documento, formalizado ante el escribano Francisco Alonso Fernández y depositado actualmente en el Archivo Histórico de Asturias, entre los protocolos notariales del distrito de Cangas, permite conocer los edificios que formaban el conjunto palaciego de Xarceléi, así como su distribución interior y los muebles y enseres que se hallaban en él en 1820.

Trasera del palacio de los Sierra donde se ven el corral, el “cuarto pajar” y la torre que se mencionan en 1820, Xarceléi

El palacio, además de la «casa principal» propiamente dicha, contaba con un «quarto pajar» dentro del corral, una panera «vastante derrotada» y tres hórreos. Además, tenía dos bodegas fuera de Xarceléi, una de ellas, con un lagar, en el pueblo de L.lanteiru, a orillas del río Narcea. El interior de la casa se organizaba en numerosas estancias, que el documento describe de manera pormenorizada: la cocina, la solana o corredor, el salón, los diferentes cuartos, la torre y la bodega, agrupando aparte las ropas y la plata.

Detalle del corral y la solana del palacio de los Sierra, Xarceléi

La cocina del palacio concentraba la mayoría de los bienes inventariados. Alrededor del fuego había un «escaño con dos cajones». Allí se cocinaba utilizando unos «yerros muy usados» (las gamaeras o pregancias) y un «caballete» para apoyar la leña. Los recipientes para preparar la comida eran potes, calderas de cobre y de latón, calderos y cazos de hierro, además de ollas y pucheros, un tambor de asar castañas y un par de chocolateras. Para comer y beber había dos vajillas, una de madera y otra de loza, formadas por escudillas, platos y fuentes, y vasos de cristal y un par de jícaras para tomar chocolate. Para el agua había una «herrada de madera con arcos de yerro» y un cangilón de cobre. Los cubiertos se reducían a unas pocas cucharas de madera y unos cuchillos con el mango de hueso, pero también había, en un lugar no especificado de la casa, más de una docena de cubiertos de plata, con «dos cucharas y tres pedazos de tenedores». En la cocina se amasaba el pan en una «masera de tablas», se colaba la ropa en un «coladero de piedra con su cesta» y se destilaba aguardiente en una «alquitara vieja y rota».

Salón del palacio de los Sierra, Xarceléi

La estancia de mayor prestigio del palacio era el salón, donde se encontraban dos escritorios, un par de bancos y mesas «ya muy usadas», así como cortinas y cuadros de diferentes tamaños. El resto del palacio se distribuía entre la solana o corredor; la torre, que se utilizaba de despacho, conforme a los muebles que había en ella: una mesa «con sus cajones y remates dorados», una silla de madera «aforrada con badana» y un estante para libros con rejado de alambre; siete cuartos destinados a dormir y a guardar la ropa, entre los que destacaban el de las amas de cría y el de la señora, y finalmente la bodega en la que se almacenaba el vino en una pipa.


Por Xuán F. Bas Costales


Los primeros dentistas de Cangas del Narcea

Consulta del dentista Victorino Arias en Cangas del Narcea, hacia 1915

Las personas que aparecen en la fotografía son Victorino Arias Diez y una de sus hijas. Victorino era dentista, fue uno de los primeros dentistas que se estableció en Cangas del Narcea a comienzos del siglo XX; puede que el primero. Hasta entonces los problemas de la boca estaban en manos de sacamuelas, que ejercían sus habilidades en ferias y mercados, y, a partir de la segunda mitad del siglo XIX, de dentistas ambulantes. En efecto, a villas como Cangas del Narcea venían periódicamente profesionales cuya llegada se avisaba con antelación en los periódicos locales y también se anunciaban con carteles colocados en lugares públicos. Dos ejemplos de esto que decimos son las noticias que publican El Occidente de Asturias y El Eco de Occidente, editados en Cangas del Narcea. El 17 de abril de 1885 aparece en el primer periódico la siguiente información:

Según verán nuestros lectores por el contenido de la siguiente carta, debe llegar a esta en el próximo mes de mayo el acreditado cirujano dentista Sr. D. Martín Mata. Las personas que sufran padecimientos en la dentadura, pueden ponerse confiadamente a su disposición; sus muchas operaciones en esta villa y en otros varios pueblos, son una garantía de su competencia:
 
Sr. D. Menendo Valledor
Astorga, 12 de abril de 1885
 
Muy señor mío:
En todo el próximo mes de mayo tendré el gusto de saludar a usted. en esa villa, en la que y en la inmediata de Tineo pienso detenerme una breve temporada ejerciendo mi profesión. Sin otro objeto esta carta, se despide de usted afmo. amigo s. s. q. b. s. m. Martín Mata

Casi diez años después, el 11 de septiembre de 1894, se anuncia en El Eco de Occidente la presencia en la villa del dentista J. Treviño, de Avilés:

DENTISTA
Ha llegado a esta villa el Sr. J. Treviño, hijo, de Avilés, doctor en cirugía dental, que tan buen nombre ha dejado en esta villa durante la primavera última. Se hospeda, como la otra vez, en la fonda de D. Víctor Llano, y ha dado ya principio a sus trabajos. Como al parecer piensa permanecer aquí poco tiempo, nos apresuramos a ponerlo en conocimiento de nuestros suscriptores.

Anuncio del dentista Victorino Arias, en el semanario El Narcea, Cangas del Narcea, 1912-1913

El dentista Victorino Arias también utilizó la prensa local para anunciar sus servicios. En 1912 y 1913 publica un anuncio en el semanario El Narcea, editado en Cangas del Narcea, en el que enumera los servicios que ofrece y los precios, sobre todo de las extracciones, que debía ser el trabajo más demandado. La fotografía muestra el interior de su consulta: el sillón, el torno de pedal y el armario donde guarda todo lo necesario para componer dentaduras, y para hacer empastes, limpiezas y extracciones. En aquellos años la consulta la tenía en la Cuesta de La Veiga, junto a la iglesia, pero también sabemos que la tuvo en la calle Mayor, frente al antiguo convento de las Dominicas, como puede verse en la fotografía que publicamos con esta noticia. Victorino Arias murió el 27 de enero de 1923, a los 49 años de edad.

Cartel de la consulta del dentista Victorino Arias en la calle Mayor, hacia 1915

Después de Victorino Arias se instalaron en la villa de Cangas del Narcea José Villa Suárez, natural de Cangas del Narcea, que abrió su consulta en 1918, y Victorino López Rodríguez, también nacido en Cangas del Narcea, que estudio en Valladolid y Madrid. Este último establece su consulta en 1932 en la calle Mayor y más tarde en la calle Uría, y, como aquellos dentistas del siglo XIX, también se trasladará periódicamente a Tineo y San Antolín de Ibias. Pasada la guerra civil, a finales de los años cuarenta, se establecen en la villa de Cangas Mario Rodríguez Rodríguez, natural de 9 de Julio (Argentina), hijo de un emigrante de Soto de Luiña (Cudillero), y su mujer Carmen Peña Urmeneta, de Bergara (Guipúzcoa), que habían terminado sus estudios en Madrid en 1943; antes de instalarse en Cangas, Mario Rodríguez había estado en Trevías (Valdés) y desde Cangas también se trasladará algunos días fijos a pasar consulta al concejo de Allande. Todo ellos fueron los primeros dentistas que hubo en Cangas del Narcea.

Listado de electores de 1858

Lista de los electores del Distrito de Cangas del Narcea (Allande, Cangas y Tineo) para las elecciones a diputados a Cortes en 1858. En España, en aquel tiempo, solo votaba una minoría de hombres en función de su clase social y de los impuestos que pagaban, era el conocido como sufragio censitario masculino. El resto de la población quedaba apartado de la política. El sufragio universal todavía tardaría muchos años en llegar a España.

Este listado constituye un buen ejemplo del sufragio censitario del liberalismo del S. XIX y también de la continuidad de los apellidos en las casas del suroccidente.

Descargar: icon  Listado de electores de 1858

Peregrinación de la Virgen de Covadonga en Cangas (1951)

Cuatro fotografías de la peregrinación de la Virgen de Covadonga en Cangas del Narcea en 1951.

Siguen apareciendo fotografías de nuestra historia reciente. Algunas de las últimas, realizadas por el fotógrafo Gervasio Magadán, son de los actos que se celebraron en Cangas del Narcea con motivo de la peregrinación que hizo la Virgen de Covadonga, entre el 8 de mayo y el 8 de junio de 1951, por todas las parroquias de la diócesis de Oviedo para festejar el Año Santo. Fue todo un acontecimiento en Asturias, donde la imagen de la Virgen era recibida con masivas muestras de devoción en todas las localidades. El poder de la Iglesia estaba en su apogeo y ésta fue una de sus mayores manifestaciones en aquellos años.

A Cangas del Narcea llegó la Virgen de Covadonga el 2 de junio de 1951. La villa estaba engalanada por todo lo alto con arcos levantados por el Ayuntamiento, la Hermandad de Labradores y la representación de Obras Públicas. Ese día las calles estaban extraordinariamente limpias y adornadas con follajes, y los edificios públicos aparecían adornados con guirnaldas y las casas con colgaduras en los balcones. La Virgen fue recibida en El Corral “por toda la población canguesa –sin más excepción que la de los enfermos- y por gentes llegadas de múltiples aldeas del concejo”. Delante del Juzgado se había dispuesto un altar con un artístico tapiz de fondo.

Carlos Graña Valdés, corresponsal del periódico “La Nueva España” en Cangas del Narcea, describe la celebración con las palabras siguientes: “Con matemática puntualidad llegó la Virgen a las puertas de la villa, haciendo un alto junto a la mina “La Abandonada”, cuyos mineros la aclamaron con el disparo de abundantes cartuchos de dinamita. En tal punto las autoridades civiles y militares tomaron sobre sus hombros a la soberana de cielos y tierra y la condujeron a la nombrada plaza de José Antonio. Describir esos momentos es cosa difícil. La banda local de música atacó las notas del himno nacional, mientras en el espacio resonaba el estampido de los voladores y el griterío de los vítores que a la celestial visitante dirigían las gargantas que no se hallaban mudas por la emoción. Ya la Virgen en el altar cantaron los niños escolares y entonó después la muchedumbre toda el “Bendita la Reina de nuestras montañas”. Terminado este hermoso canto, se formó enorme procesión para llevar al templo parroquial a la Madre de Dios, que fue alternativamente a hombros de afiliados a Falange, al Sindicato y a la Juventud Católica”.

La imagen de la Virgen pernoctó en la iglesia parroquial de Cangas del Narcea y el 4 de junio siguió su viaje a otras parroquias del concejo y a Ibias. Antes de partir “visitó a Nuestra Señora del Carmen en su capilla del pintoresco barrio de Ambas-Aguas”.

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Podéis ver las fotos a tamaño natural y su información en el álbum de Celebraciones.
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Cangas durante la Guerra de la Independencia (1808-1814)

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Anverso de la bandera del Regimiento de Cangas de Tineo (Museo del Ejército)

En el periódico El Narcea, dirigido por el maestro don Ibo Menéndez Solar y editado en Cangas del Narcea, se publicaron los días 4 y 11 de julio de 1908, dos artículos escritos por Manuel Flórez de Uría sobre las vicisitudes de los primeros días de la Guerra de la Independencia en Oviedo y en Cangas del Narcea. En el dedicado a Cangas se cuenta la historia del Regimiento de Cangas de Tineo, que se formó el 29 de junio de 1808 y en el que se alistaron alrededor de mil hombres, todos vecinos del concejo. Al finalizar la guerra, en 1814, en este regimiento solo quedarán vivos 22 de aquellos primeros voluntarios.

El autor de estos artículos es Manuel Flórez de Uría y Sattar, procurador de los tribunales. Gracias a unas notas que escribió Gumersindo Diaz Morodo, “Borí”, en 1934, sabemos sobre él algo más:

«Escritor en prosa y verso. Tiene escrita la «Historia del Regimiento de Voluntarios de Cangas de Tineo», basada en las Memorias de su abuelo, y «Apuntes para la Historia de Cangas de Tineo y su concejo», sin terminar todavía. Periodista. Director y fundador que fue de los periódicos semanales «La Verdad», publicado en Cangas, y «La Verdad», que se publicó en Oviedo. Colaboró en casi todos los periódicos de Oviedo, Gijón, Grado y Pravia, así como en varios de Madrid, bien con su firma o con el pseudónimo de «Juan de Cangas».

Sobre el abuelo de Manuel Flórez de Uría y Sattar también escribió Borí lo siguiente:

«Don Manuel Mª Flórez de Uría y Arias-Valcarcel, señor de la Casa de Murias, abogado, escribió entre otros trabajos sus «Memorias», en las que se contiene el historial del Regimiento de Voluntarios de Cangas de Tineo (hoy del Narcea) en la Guerra de la Independencia. Había sido oficial de ese Regimiento y uno de los muy pocos supervivientes».
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Placa dedicada a los héroes del Regimiento de Cangas de Tineo

En El Narcea del 4 de julio de 1908 también aparece en la sección de Crónica Local un artículo en el que se cuenta el acto de homenaje a la bandera de ese regimiento, que fue uno más de los actos conmemorativos que se hicieron en Cangas para conmemorar la Guerra de la Independencia. En aquellas fechas la bandera estaba en el Ayuntamiento y a fines de los años veinte fue llevada al Museo del Ejército, en Toledo, en cuyos fondos continúa. En ese acto, celebrado el 29 de junio de 1908, intervino el médico Ambrosio Rodríguez (1852-1927), natural de La Torre de Sorrodiles, en Cibea, y persona de gran prestigio. Otro de los actos celebrados ese año de 1908 fue la colocación en la fachada principal del viejo Ayuntamiento de una placa conmemorativa que recordaba al mencionado regimiento, que hoy sigue colocada en el actual consistorio.

El pasado año de 2008, que sepamos, nada se hizo en Cangas del Narcea por recordar estos acontecimientos y por eso el «Tous pa Tous» considera de interés sacar a luz estos artículos:

Más información: Regimiento de Infantería de Línea de Cangas de Tineo (Por José Luis Calvo Pérez)


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Besullo acunó a la primera farmacéutica de España (1900)

alt A finales del siglo XIX la universidad española producía 268 títulos de licenciados en Farmacia y la presencia femenina era aún insignificante. Así estaban las cosas cuando en Besullo, mitad de los habitantes protestantes y la otra mitad católicos, unas familias, deciden que sus hijas no tienen que seguir la rutina de horno-fuente-lavadero para relacionarse. Que pueden entrar como obreras en los talleres y en las fábricas, e incluso dirigirlas. Que, como decían entonces, «educar a la mujer es sembrar el árbol de la felicidad del hombre», pero tienen que salir de un pueblo aislado y conseguir el derecho de instruirse y de llegar a la Universidad, la que quiera, la que se sienta capacitada.

Y de Besullo era Antonio Rodríguez, protestante, con dos hijas suficientemente capacitadas para estudiar. Una de ellas, Marina Rodríguez, realizó el Bachiller en el Instituto de Guipuzcoa el 27 de junio de 1896, con la calificación de Aprobado. De la segunda hablaremos en otra ocasión.

Marina eligió entonces la carrera de Farmacia, pero tuvo que vencer las trabas, entre otras, que la Universidad de Valladolid puso por el hecho de que la Fe de Bautismo no estaba firmada por un sacerdote sino por un pastor protestante, considerándola ilegal. Contra viento y marea, realizó el último curso de carrera ya como alumna oficial de la Universidad Central de Madrid donde finalmente consigue el Grado de licenciado en Farmacia, el 13 de octubre de 1900. Años después Marina Rodríguez se dedicaría a la docencia.

Aquí os dejamos un documento para que podáis conocer toda la historia universitaria de Marina Rodríguez, de Besullo (Cangas del Narcea), primera farmacéutica de España.