El despoblamiento de Cangas del Narcea

Los habitantes del concejo de Cangas del Narcea, que en los años 20 del pasado siglo llegaron a ser casi 24.000 personas y que hoy en día superamos escasamente las 12.000, llevamos años viendo su progresivo despoblamiento mientras escuchamos a nuestros gobernantes el manido mantra de que hay que fijar población, pero sin que hasta el momento los mismos hayan concretado nada efectivo al respecto. Cangas del Narcea se hunde día a día, en caída libre, a la vista, ciencia y paciencia de su Alcalde y demás responsables municipales, pese al suculento salario que se autoimpusieron cuatro de los integrantes del denominado equipo de gobierno local (36.500 euros anuales por barba) y que hay que suponer que se paga por algo más que por limitarse a asistir, como simples espectadores, a esta hecatombe que se nos viene encima de forma imparable y con consecuencias irreversibles.

Señor Alcalde de Cangas del Narcea: todo está en la Historia, así que aprendamos de ella. En el siglo XIV la ruta de comunicación de Asturias con Castilla y Galicia a través de Leitariegos era una cuestión primordial. Para mantenerla transitable en los meses de invierno se requería de población en El Puerto de Leitariegos y pueblos próximos, y para ello el rey Alfonso XI (1311-1350) otorgó a sus pobladores el 14 de abril de 1326 un privilegio con el fin de favorecer el asentamiento permanente de una población que mantuviese abierto el paso por el puerto; es el conocido como “Privilegio de Leitariegos” que, entre otros beneficios, eximía a sus habitantes del pago de impuestos, alcabalas y portazgos. Y con esto consiguió que se estableciese población en esta zona, en algunos casos a más de 1.500 m. de altitud, y que se mantuviese hasta finales del siglo XIX. Hoy, sin ese privilegio, la situación es muy distinta y muchos de esos pueblos están casi abandonados.

La medida seguida por Alfonso XI “El Justiciero” hace casi setecientos años debería de aplicarse hoy a Cangas del Narcea. A los habitantes de este territorio, en el que solo se están quedando a vivir los que no tienen la oportunidad de establecerse en otros lugares más prósperos, deberían dárseles unos “privilegios” con el fin de mantener su población e incluso repoblar.

Señor Alcalde de Cangas del Narcea: proponga Vd al Pleno del Ayuntamiento la supresión (total o parcial) de los impuestos municipales sobre bienes inmuebles –“IBI”-, vehículos de tracción mecánica -“viñeta”-, incremento del valor de los terrenos de naturaleza urbana -“plusvalía”-, etc., de esa infinidad de tasas municipales que gravan las actividades más variopintas (por expedición de licencias y otros documentos, por apertura de establecimientos, por recogida de basuras, por servicios del cementerio municipal, por tenencia de animales domésticos, por alcantarillado, por ocupación de terrenos públicos municipales, por vados de acceso a los garajes, por suministro de agua potable, etc.), del precio público municipal por las escuelas infantiles de 0-3 años, etc.

Señor Alcalde de Cangas del Narcea: dígale Vd a su amigo don Adrián Barbón que exima (total o parcialmente) a los habitantes de este municipio del pago de los impuestos autonómicos de transmisiones patrimoniales y actos jurídicos documentados, de patrimonio, de sucesiones y donaciones, de la cuota autonómica del impuesto sobre la renta de las personas físicas –“IRPF”-, etc.

Señor Alcalde de Cangas del Narcea: pídale Vd a su jefe don Pedro Sánchez que exima (total o parcialmente) a los residentes en este concejo del pago del impuesto estatal sobre el valor añadido –“IVA”-, de la cuota estatal del impuesto sobre la renta de las personas físicas –“IRPF”-, etc., y a las empresas radicadas en dicho municipio del impuesto estatal sobre sociedades, etc.

Solo así podremos combatir el creciente despoblamiento del concejo y contribuiremos a fijar población. Todo lo demás, en las actuales circunstancias socioeconómicas, serán simples brindis al sol.

Es hora de dejarse de cantos de sirena. Hay que tomar urgentemente, cuanto antes, decisiones prácticas y efectivas, y ésta de la fiscalidad reducida, avalada por importantes estudios sobre el despoblamiento, es, sin duda, la más eficaz. Lógicamente, esta solución tiene un coste económico para el erario, pero sería mínimo y además susceptible de recuperarse a medio plazo con la actividad económica que se generaría en este territorio. La fiscalidad diferenciada, como instrumento de discriminación positiva, cada vez es más evidente que no solo es posible sino muy necesaria, por no decir imprescindible.

‘La subversión de Beti García’ y ‘Jugadores de billar’, las novelas recuperadas de José Avello (Pin Estela)

Una reseña doble de Pedro Luis Menéndez.  

José Avello Flórez, Pin Estela (Cangas del Narcea, Asturias, 1943 – Madrid, 2015) 

A estas alturas ya cualquiera sabe que no existe relato sin ideología ni historia que no haya construido su relato con el beneplácito más o menos explícito del poder, de manera que sólo algunas ventanas del edificio literario (desde luego que no todas) nos permiten atisbar, si nuestros sentidos permanecen en alerta, algo de lo que pudo haber sido y algo de lo que permanece aún, más allá de las interpretaciones que una sociedad se da a sí misma tal vez para sobrevivir.

«En la memoria el tiempo tiene un orden diferente del calendario; en realidad el orden del tiempo es propio del relato, de la escritura, no de lo relatado: en mi cabeza —y en mi corazón— todo es instantáneo o antiquísimo».

Por eso hay libros que inquietan más allá de lo predecible. Entre ellos, algunas novelas; no muchas. Hace unas semanas no sabía nada de Beti García, hace unos meses José Avello era para mí sólo un nombre lejano del que había oído hablar muy poco y de quien había leído apenas algunos de sus cuentos. He terminado la lectura de La subversión de Beti García y me encuentro aún en ese trance del lector que no se ha despegado del todo de lo leído; en ese incierto sonambulismo en el que permanecemos cuando seguimos sintiendo que formamos parte de sus páginas, o de sus fantasmas.

«No siempre se debe identificar el horror con las tinieblas, porque yo he visto un horror luminoso entrando a raudales por el ventanal del salón e inundando con su lógica todo lo que había dentro». Y ese horror luminoso desborda por las páginas de esta novela en la que los tiempos y las historias se superponen y se confunden; se baten para formar un pegamento lúcido que nos sitúa frente a la brutalidad, la enfermedad, las pérdidas y los encuentros imposibles. Hay muchos encuentros en estas páginas. También kilómetros y kilómetros de viajes que no siempre conducen a algún lugar. Hay dentelladas feroces, cuerpos al límite y pianos en la frontera de los sueños. Hay un mundo entero en un relato que vuelve una y otra vez sobre sí mismo para avanzar con lentitud, también con precisión. Pero debo poner algo de orden en estas líneas porque, como afirma el narrador, «en rigor, nunca hay comienzo; pero al menos debo intentar establecer un orden, porque del orden depende el sentido».

José Avello presentó La subversión de Beti García al Premio Nadal de 1983, en el que quedó finalista, el mismo año en que le fue concedido a Salvador García Aguilar por Regocijo en el hombre. García Aguilar era un escritor casi secreto que en sus últimos años se vio obligado a abandonar la escritura por causa del alzhéimer. Frente a él, José Avello era entonces un no tan joven aspirante a entrar por alguna puerta de importancia en el mundo literario, en esa hoguera en la que muy pocos sobreviven. Y Beti García es una superviviente; es muchas cosas más, pero sobre todo una superviviente. Su novela también lo es en esta segunda vida que le supone esta nueva edición casi cuarenta años después.

Ambientada inicialmente, al menos en uno de sus niveles, en ese mundo indiano tan común a las Asturias que fueron y que son, trasciende sin embargo los moldes previsibles para abrirse —y cerrarse al tiempo— a una reflexión profunda sobre la libertad, la felicidad, los destinos crueles o afortunados, la locura, todo ello en el camino que lleva desde la ciudad de Oviedo a las brañas profundas del occidente asturiano en unos años en que la vida, para muchas personas, no iba más allá del seguir respirando del día siguiente y en que la muerte conjugaba todos sus verbos afines entre las tumbas de los fusilados: «Nuestro origen era aquel paisaje, y aquel paisaje era cementerio. Las ramas inferiores de los castaños y de las acacias, los muros de piedra de los deslindes, ya gastados por los vientos y por los pleitos, las viejas represas de los molinos, eran deseos de vida frustrados por la violencia».

La subversión de Beti García es también la historia de un niño; un niño a quien su ángel de la guarda «se acercaba a su cuna a velar su sueño», con sus «enormes ojos negros nublados por las lágrimas de la ternura, que se resistieron siempre a la autocompasión y a la piedad»; un niño desposeído de su propia historia, que debe rehacer las huellas que le conducen a la construcción difícil del relato de su vida; un niño enfermo expulsado de un paraíso que nunca lo fue para él y que hurga en unas tinieblas que por momentos parecen tapias y muros insalvables, cuya narración pierde de continuo las lindes entre lo real y lo inventado (¿lo soñado?) desde un cuarto de un sanatorio para enfermos mentales, en el que cuenta la historia salvaje y devastadora de su propia estirpe. Entre Betsabé García y Beatriz Río, Acebal se nos muestra como el eslabón que sólo en la última parte del relato descubre sus cartas marcadas y nos obliga a la relectura del sentido inicial, sin fuegos artificiales, sin juegos de artificio, porque más allá de lo turbio y del horror, éste es un relato sereno. Y esa serenidad fue el tono elegido por José Avello para adentrarnos en un mundo de silencios obligados, impuestos, aunque «entre los helechos del sueño yo sabía que aquella mujer, el ángel de la guarda, me quería más que a nada en el mundo».

«Ya entonces, aunque no sabía lo que ahora sé, intuía que el nombre de Beti García estaba en el centro del laberinto».

«Ésta es una historia antigua y sórdida cuyo sentido apenas puedo apresar (y así es, creo, la historia de todos los hombres)». Y de fondo, la utopía y los sueños que nunca alcanzan los desposeídos: «Algunos escapaban perseguidos por la certeza de que, aunque aún no los habíamos visto, los moros y los legionarios avanzaban irremisiblemente, venían por nosotros. Otros, sin embargo, sucios aún del polvo del carbón y del sudor de la lucha, se quedaban quietos en el rincón de la pena, yertos por el anonadamiento de la derrota irreversible. “Los catalanes y los vascos nos traicionaron —decían—; no se levantaron como nosotros”; pero eso ya no significaba nada, eran las últimas armas de la razón donde no había lógica, sino pena, no había lugar para el análisis, sino para la tristeza y la impotencia».

Pero, además, la rica densidad de los personajes se desarrolla en un lenguaje diáfano y perfectamente accesible que contribuye a la fluidez de la lectura; una lectura que acepta el juego de los planos temporales en que nos movemos de continuo. Por todo esto, hacemos nuestra con facilidad la historia de la Comuna, «una comunidad sin ancianos, sin hombres viejos, y los echábamos en falta» en la que «nadie nos hablaba de las viejas guerras, de la Cuba original donde se forjaron la derrota y la riqueza, del terrible Marruecos donde cada loma era una traición antigua, de los gigantescos padres de antaño. Las cosas, sin los ancianos, carecían de profundidad y, al perder esta hondura que les confería el tiempo, carecían de significación. Porque no teníamos libros, ni radio, ni periódicos que sustituyesen a los viejos y así no teníamos a nadie que le diese sentido a la realidad». Y este carácter fundacional y su ¿fracaso? son también otro elemento clave de esta historia.

Aunque sabemos casi desde el principio que todas sus páginas no son más que la excusa para hablar de Beti, para amarla, desearla, temerla o sentir también su obscenidad de ángel«porque la historia de Beti García es mi historia y he vivido todos estos años para contarla, para contar mi parte, para decir que yo aún tengo memoria». Lo que no impide que el narrador, ya convertido en quien realmente es, concluya el relato en manos de la libertad que más se teme: «Mañana salgo del sanatorio. Y no sé qué hacer».

Tras La subversión de Beti García, José Avello esperó casi veinte años para publicar Jugadores de billar, su segunda novela, que llevaba también casi dos décadas inencontrable en este mundo nuestro de librerías sin fondo, de supermercados de novedades que, por no sostener, no sostienen ni siquiera un catálogo digno de nuestros clásicos del siglo XX. Y eso que Jugadores de billar no arrancó con mala fortuna: publicada en 2001, fue ese mismo año Premio de la Crítica de Asturias, a lo que se sumó en 2002 el Premio Villa de Madrid de Narrativa Ramón Gómez de la Serna, finalista del Premio Nacional de Narrativa y del Premio Andalucía de Novela. Pero ni por ésas. Ahí quedó oculta en ese limbo infértil de los libros perdidos a pesar de que, a raíz del fallecimiento de su autor en 2015, Gregorio Morán afirmara en su columna de La Vanguardia: «Es difícil que encuentren un libro como Jugadores de billar de José Avello. Su novela empieza donde termina Leopoldo Alas Clarín y su Regenta. Con ese beso al sapo, que aún hoy llena de estupor a cualquier lector sensible»; tal como se recoge en la contraportada de la nueva edición en 2018.

Y de eso trata Jugadores de billar: de lectores sensibles y de besos al sapo, a ese sapo que permanece en las calles de la ciudad de Oviedo y de tantas otras ciudades españolas que, durante décadas, o puede que siglos, prefieren vivir con la venda en los ojos que disimula su pasado o al menos lo mantiene a raya, o a una distancia tan prudente que parece —este sí—relato fingido, figuración y no huella de una realidad que sigue marcando nuestras vidas, las de todos. Confieso que a lo largo de la lectura de esta novela no dejaba de pensar que, si José Avello hubiera residido en Oviedo por los años de su primera edición, no me hubiera resultado extraño que alguno de sus protagonistas le partiera la cara al autor por la calle, a plena luz del día, o le pegara dos tiros. Aunque lo cierto es que el común de los que parten la cara a alguien o le pegan dos tiros no suele leer novelas, y menos como ésta.

Con un trasfondo de relato mucho más denso que en La subversión de Beti García, José Avello utiliza también en Jugadores de billar la figura de un narrador que se esconde voluntariamente, que entra y sale de la historia cuando le conviene y que, sin ocultar su protagonismo, prefiere el espacio de la segunda fila, aquel desde el que puede contar sin ser demasiado observado por nadie: «…de mí prefiero no hablar. […] En todo caso, no diré quién soy, sea porque no puedo, porque no quiero o porque no lo sé, da igual». En todo caso, añado yo también, una verdad a medias que sirve para mantener de un modo muy efectivo el interés por lo narrado.

«El juego del billar consiste en darle con un taco a una bola para que ésta toque las otras dos; eso se llama hacer una carambola. Lo digo por si alguien no lo sabe, porque en los bares de moda se juega sobre todo al pool o al snooker, sobre mesas con agujeros, y eso es otra cosa. En el Mercurio se jugaba al billar de carambolas de toda la vida, y se jugaba bien, incluso muy bien, y sin embargo esta historia comienza una tarde en que los tres amigos, Álvaro Atienza, Rodrigo de Almar y Floro Santerbás, por distintos motivos, lo estaban haciendo mal».

Esta novela tiene la fuerza de sus personajes, pero también la de una época que se va descubriendo a lo largo de sus páginas como si fuéramos eliminando capas y capas de la ciudad que parece ser, la que se muestra a la vista de cualquiera, pero que sólo los iniciados son capaces de descubrir en lo esencial. Y en eso nos convertimos como lectores: en iniciados de una historia marcada por ambiciones o desidias, o ambas cosas a la vez, que vamos abriendo los ojos a las raíces de la riqueza o de la pobreza, o peor, al engaño colectivo en que nos conformamos con vivir. Pero también es la construcción de la amistad, de los caminos que conducen al amor o a la muerte, y al humor ácido, y a una amargura en la que no aparece resentimiento sino resignación: el mundo es así, puede tomarlo o dejarlo, pero no se haga usted el inocente.

«El carrete de diapositivas terminaba con una serie de instantáneas de la ciudad. En todas aparecía ella a lo lejos, casi siempre de espaldas, perdida entre los transeúntes mientras esperaba el cambio de luz de un semáforo de la calle Uría, en la puerta del Real Cinema, pasando frente al palacio de la Audiencia. La última era una fotografía de la catedral. Había sido tomada al atardecer y la torre parecía de oro. Se veía a una mujer caminando por el centro de la plaza desierta y ella se reconoció por la ropa. La fotografía era magnífica, su figura insignificante».

Estructurada en cuatro partes de extensión diversa a las que dan título las estaciones del año, el relato se va desenvolviendo como el propio juego del billar, a partir de una serie de carambolas encadenadas que lentamente nos conducen al nudo que justifica la propia historia, con una arquitectura que intenta ir más allá de las convenciones propias de las novelas de género. En este ir y venir por la mesa de juego, los personajes golpean o acarician, del mismo modo que son golpeados o acariciados por la propia vida: historias de bares y de falangistas, de universidad y de burgueses cuyos pies de barro van desmoronando, entre obsesiones incumplidas las más de las veces, unos sueños que sólo fueron las máscaras del propio desencanto.

Porque Jugadores de billar es la novela del desencanto de una España más pútrida que luminosa, de una generación —la que recibió la herencia de los hijos de la guerra civil— que creyó tener en sus manos un mundo nuevo que construir y se encontró, pasados los años de su juventud, encajonada en una mesa con un tapete verde y sin posibilidad de más consuelo que la aceptación de la realidad, una realidad a la que no resulta fácil (como le ocurre al narrador) proporcionarle un sentido: «…una tarea sin una meta clara, salvo la de encontrar un cierto hilo que dé sentido a la multitud de hechos dispersos, que los seleccione de forma mínimamente inevitable…».

En una entrevista publicada en 2014 en la revista Clarín afirmaba José Avello que «la labor de la literatura es convertir la experiencia en conciencia, es decir, la de verbalizar. La labor de la literatura, de alguna manera, es cartografiar lo que pasa». Y en esa cartografía de la novela encuentra su lugar central la ciudad de Oviedo, con sus misas de doce, con su Club de Tenis, con sus bares y sus calles, sus segundones, sus criados, sus tristezas y sus miserias, desde la mirada del más profundo hastío, como si no hubieran pasado más de cien años desde el momento en que «Vetusta la noble estaba escandalizada, horrorizada. Unos a otros, con cara de hipócrita compunción, se ocultaban los buenos vetustenses el íntimo placer que les causaba aquel gran escándalo que era como una novela, algo que interrumpía la monotonía eterna de la ciudad triste».

Y en esa monotonía tal vez sigamos algunos siglos más, como los pueblos condenados a su propia historia, porque «todas las carambolas se repiten en alguna ocasión».

[NOTA: El Cuaderno publicó hace algún tiempo un suplemento con relatos de Avello, accesible aquí].


Pedro Luis Menéndez (Gijón [Asturias], 1958) es licenciado en filología hispánica y profesor. Ha publicado los poemarios Horas sobre el río (1978), Escritura del sacrificio (1983), «Pasión del laberinto» en Libro del bosque (1984), «Navegación indemne» en Poesía en Asturias 2 (1984), Canto de los sacerdotes de Noega (1985), «La conciencia del fuego» en TetrAgonía (1986), Cuatro Cantos (2016) y la novela Más allá hay dragones (2016). Recientemente acaba de publicar en una edición no venal Postales desde el balcón (2018).

Noticias de los Vaqueiros en Cangas del Narcea en 1917

Interrogatorio de Juan Uría Ríu y contestación de Manuel Flórez de Uría

El 29 de noviembre de 1917, Juan Uría Ríu (Oviedo, 1891-1979), con 26 años recién cumplidos, escribe desde Oviedo a Manuel Flórez de Uría Sattar solicitándole información sobre los vaqueiros de alzada en el concejo de Cangas del Narcea para hacer un estudio desde el ámbito de la Geografía Humana. Flórez de Uría había nacido en esta villa en 1864, era procurador, periodista y estudioso de la historia local.

Braña de Los Chanos, todavía en uso como braña y como pueblo

Uría Riu era en 1917 estudiante de Historia en la Universidad Central de Madrid. Había obtenido en 1914 la licenciatura de Derecho por la Universidad de Oviedo, pero su verdadera vocación era la Historia, que comienza a estudiar ese mismo año de 1914 y concluye en 1918. En Madrid se inicia en el conocimiento de los estudios etnográficos con visitas frecuentes al Museo de Antropología y las enseñanzas de Luis de Hoyos y Telesforo de Aranzadi, dos de los pioneros de los estudios de antropología en España.

El interés de Uría Ríu por los vaqueiros empezó muy pronto. Él mismo contaba que: “A los catorce años cayó en mis manos el artículo que don Fermín Canella escribió en la obra Asturias sobre los vaqueiros de alzada, y empecé a interesarme por el tema” (Juan Ignacio Ruiz de la Peña, “Semblanza de un maestro”, pág. XV). En sus estudios cita testimonios orales recogidos por él a vaqueiros de Lugo de Llanera, Boves (Siero), Lavango (Belmonte), Sapinas y Busantianes (Valdés), y Folgueras del Río (Tineo) entre 1911 y 1917. En la recogida de información compaginó la entrevista personal con documentación histórica tomada en numerosos archivos privados y públicos, y con interrogatorios como el que mandó a Manuel Flórez de Uría.

El resultado de sus investigaciones sobre los vaqueiros quedará recogido en siete artículos, publicados entre 1924 y 1968, que cambiaron la visión y el conocimiento histórico que hasta entonces se tenía de este importante grupo social. Están recogidos en Los vaqueiros de alzada y otros estudios, Oviedo, Biblioteca Popular Asturiana, 1976.

Braña de El Acebal

A continuación publicamos la carta-interrogatorio de Juan Uría Ríu y el borrador de la contestación que le mandó Manuel Flórez de Uría desde Cangas del Narcea, que informa sobre la presencia de los vaqueiros de alzada en este concejo en aquel año de 1917.

Los vaqueiros tuvieron un papel muy importante en la historia de este concejo desde los siglos XV y XVI. En verano llegaban cientos de familias de este grupo social que ocupaban más de quince brañas. Su presencia decayó en el siglo XX. En la actualidad, su recuerdo está desvaneciéndose y en la mayor parte de sus brañas solo quedan cabañas ruinosas (como en la braña de Oul.ladas) o montones de piedras (braña de El Acebal).

 

Carta de Juan Uría Ríu a Manuel Flórez de Uría

Oviedo, 29-11-1917

Muy Señor mío y de mi mayor consideración. Enterado ya hace tiempo por referencias de su amigo D. Luis Suárez Cantón de su conocimiento y competencia en las cosas históricas de esa región. Tengo el atrevimiento de dirigirme a usted pidiéndole noticias que si no son precisamente de carácter histórico no por eso dejaran de ser fácilmente adquiridas por usted. Las que deseo, son al tenor del siguiente interrogatorio:

1.º ¿Cuantas brañas hay en ese concejo a las cuales vengan ganados de la marina en tiempo de verano?

2.º ¿Como se llama cada una de estas brañas?

3.º ¿Que gentes las aprovechan y pueblan?

4.º ¿De que brañas de invierno proceden estas gentes?

5.º ¿Cuales son las brañas aprovechadas por familias enteras que colectivamente emigran desde la marina, y cuales lo son por pastores a sueldo, o una sola familia de vaqueros o parte de ella que se encargan del ganado de una o más brañas marítimas?

6.º ¿Cual es la braña de más importancia por la extensión de los pastos y el número de cabezas de ganado?

Y si le es posible contestar esto último y séptimo que ahora voy a apuntar se lo agradecería también, aunque considerando que es más difícil ruégole no se moleste en averiguarlo si es que fácilmente no lo hace.

7.º ¿Que caminos recorrían en la emigración de la marina a la montaña, indicando las sierras principales y lugares poblados que marcan su itinerario?

8.º ¿Hay algún pueblo actualmente del que se sepa que en lo antiguo era braña de vaqueros procedentes de la marina que allí se quedaran a vivir permanentemente?

9.º ¿Han sido abandonadas muchas brañas de verano en ese concejo por los vaqueros, disminuyendo con ello el nomadismo pastoril en él?

Cabaña ruinosa en la braña de Oul.ladas

Para mayor facilidad por su parte ruégole escriba la contestación con esta carta a la vista, poniendo los números 1º, 2º, 3º, encabezando cada una de las contestaciones dejando en blanco aquellas cuya averiguación no le haya sido posible.

Mucho siento la molestia que con ello habré seguramente de causarle, pero me veo obligado a ello por la necesidad que tengo de terminar un trabajo que he de publicar en breve sobre el nomadismo pastoril en Asturias desde el punto de vista de la Geografía Humana. En este trabajo, como es natural, irá su nombre unido a las noticias que usted pueda facilitarme como es rigurosa costumbre en todos los trabajos de investigación en que alguien aporta datos.

Sin mas queda de usted affmo. amigo y S. S. que b. s. m.

Juan Uría y Ríu

s/c Calle de Campoamor, Oviedo

 

Borrador con las respuestas de Manuel Flórez de Uría

1.º ¿Cuantas brañas hay en ese concejo a las cuales vengan ganados de la marina en tiempo de verano? y 2.º ¿Como se llama cada una de estas brañas?

1.ª y 2.ª El Acebal, Junqueras, La Feltrosa, El Liburnal, Soldepuesto, Olladas, El Teixidal.

Restos de una cabaña en la braña del Acebal

3.º ¿Que gentes las aprovechan y pueblan? y 4.º ¿De que brañas de invierno proceden estas gentes?.

3.ª y 4.ª Vaqueiros de alzada que tienen sus brañas de invierno en los concejos de Navia, Luarca y Tineo. Las alzadas a que vienen pertenecen con frecuencia en su dominio útil a los mismos vaqueiros, en todo o en parte, por haberse acogido a la gracia foral que las leyes desamortizadoras concedieron a las familias de los antiguos colonos de los monjes del convento de Corias o de otros de quienes las llevaban en arrendamiento desde antes del año 1800. En otras [brañas] son simples arrendatarios de varios copropietarios y en otras, por fin, concurren en ellas ambas razones de poseer.

5.º ¿Cuales son las brañas aprovechadas por familias enteras que colectivamente emigran desde la marina, y cuales lo son por pastores a sueldo, o una sola familia de vaqueros, o parte de ella que se encargan del ganado de una o más brañas marítimas?

5.ª Actualmente no vienen familias enteras, y sí solo una persona por familia de la braña de invierno y aun con frecuencia estas solo vienen a traer el ganado en uno o más rebaños, quedando en la alzada tres, cuatro o a lo más cinco personas que cuidan el ganado de todos, y los otros regresan a sus brañas invernales hasta septiembre que vienen a recoger el ganado. Los que se quedan suelen ser criados, sobre todo las mujeres.

6.º ¿Cual es la braña de más importancia por la extensión de los pastos y el número de cabezas de ganado?

6.ª Las del Acebal y La Feltrosa.

Cabaña en la braña de Oul.ladas

7.º ¿Que caminos recorrían en la emigración de la marina a la montaña, indicando las sierras principales y lugares poblados que marcan su itinerario?

7.ª Ya no trashuman por cañadas y cumbres de sierras bajas como antes, debido a la comodidad y seguridad que les ofrecen las carreteras y nuevos caminos vecinales, por eso es difícil determinar sus itinerarios en la mayor parte del recorrido antiguo.

8.º ¿Hay algún pueblo actualmente del que se sepa que en lo antiguo era braña de vaqueros procedentes de la marina que allí se quedaran a vivir permanentemente?

8.ª Si. Brañameana, El Cabanal, Castilmouro [Castilmoure], Los Llanos.

9.º ¿Han sido abandonadas muchas brañas de verano en ese concejo por los vaqueros, disminuyendo con ello el nomadismo pastoril en él?

9.ª Si. Otardelobos, Frisneo, Busdondio, La Juncal, El Espín, Mudreiros.

El Sanatorio Obrero de Trubia

Sanatorio Obrero de Las Cruces, Trubia (Oviedo), hacia 1906.

Por Toño HUERTA
Presidente de la Asociación por el Patrimonio Histórico Industrial de Trubia

Como muchos otros territorios, Trubia cuenta con uno de esos espacios que tienen un halo de misterio, casi mágico. Multitud de generaciones participamos de excursiones escolares a un edificio vacío, a veces incluso siniestro. Pero a nada que rasquemos veremos que es un lugar lleno de historia y vida. Abandonado durante décadas a su suerte, hoy aún podemos ver en el Alto de Las Cruces el Sanatorio Obrero.

Para hablar del Sanatorio, antes tenemos que hablar de un personaje poco conocido en Trubia y sin embargo parte esencial de su historia. Nacido en Cangas del Narcea en 1872, Mario Gómez y Gómez se licenciaría en Medicina en la Facultad de San Carlos de Madrid; finalizada su licenciatura en 1897, ingresaría en el Cuerpo de Sanidad Militar, siendo destinado en agosto de ese mismo año a la Fábrica de Armas de Trubia.

Nuevos destinos le llevarían por Valladolid, Vitoria o Gijón, hasta su regreso a Trubia; desconocemos el año exacto de su nueva llegada, pero podríamos datarla en torno a 1906. En esta segunda fase “trubieca”, impulsaría y sería socio fundador del Sanatorio Obrero de Las Cruces. Nuevos destinos le harían viajar por toda España, con diversos cargos en el Ministerio de Guerra. En 1931 solicitaría el retiro anticipado del Ejército, regresando a su Cangas natal, donde fallecería al año siguiente.

Aunque realmente no estuvo mucho tiempo en Trubia, su paso por la localidad dejaría huella. Se implicaría en la vida del pueblo donde, desinteresadamente, fuera de sus obligaciones como médico militar, prestaría sus servicios tanto a la población civil como militar más necesitada. Por todo ello, la población siempre lo tendría en gran consideración y, a petición de los vecinos de Trubia, el 22 de julio de 1927 sería nombrado Hijo Adoptivo de Oviedo. Por lo tanto, la historia del Sanatorio Obrero de Las Cruces está íntimamente ligada a Mario Gómez y Gómez. Como indicábamos, él impulsaría la creación de este sanatorio que, en origen, estuvo gestionado por los propios obreros de la Fábrica de Armas, quienes en 1907 crearían la Sociedad Sanatorio Obrero; en los estatutos de la misma, localizados recientemente en el archivo de la Biblioteca de Asturias, se dice que el edificio del sanatorio es propiedad de los socios. Sin embargo, con el tiempo, y a partir de la dictadura, esos bienes pasarían a ser propiedad de la Fábrica de Armas de Trubia, quien gestionaría el sanatorio hasta su cierre en la década de 1960; habitado hasta finales de la centuria pasada, hoy se encuentra en total abandono.

Socorros mutuos

Además de la Sociedad Sanatorio Obrero, en 1911 también se crearía en Trubia la Sociedad de Socorros Mutuos “La Prevenida”. En otra ocasión hablaremos del gran movimiento asociativo que siempre existió en Trubia, parte esencial de nuestra cultura, sociedad y patrimonio. Pero por apuntar algo evidente, ¿no resulta paradójico que un edificio como el Sanatorio Obrero de Trubia, propiedad de una sociedad obrera, fuese apropiado por el Estado para, con el tiempo, dejarlo arruinarse? Quizás se deba volver a ese espíritu inicial y dejar que sea la propia comunidad la que gestione sus bienes.


Fuente: La Voz del Trubia – 20/01/2020

La doble cima de Rosa Fernández

La alpinista ha superado sus límites deportivos con seis ‘ochomiles’ y una batalla personal contra el cáncer | La canguesa busca apoyos para afrontar su nuevo desafío: la ascensión de la montaña salvaje, el K2


Por ALBA LLANO, Gijón.

Rosa Fernández subiendo al campo II del Manaslu / Foto: Rosa Fdez.

Hay quienes viven la aventura y la emoción del riesgo a un nivel superior. La montaña, en el fondo, siempre ha tenido siempre un significado simbólico. No se trata, simplemente, de ascensiones más o menos altas, sino de desafíos cargados de mensajes. Como los de la montañera Rosa Fernández. Nacida en Cangas del Narcea hace 59 años, ha vivido en sus venas ese sacrificio en las cumbres y en su día a día. Ha pasado de explorar y superar sus límites personales a enfrentarse a un gran desafío extra: su condición de mujer en una disciplina, al menos en sus inicios, exclusiva de hombres.

Humilde, sencilla, con buen sentido del humor y experta en derribar barreras. Rosa Fernández ha coronado seis de las cumbres más altas del planeta (por encima de los 8.000 metros de altura) y ha sido la única montañera española en completar el ‘Proyecto 7 Cumbres’ (escalar las montañas más altas de cada continente). Pero, detrás de este esfuerzo y compromiso, se esconden también dudas, dolor, compañerismo y, sobre todo, alegría. Esta última y su propia superación personal han llevado a la canguesa a superar una de las cimas más difíciles de su vida: el cáncer.

Rosa Fernández conversa con EL COMERCIO sobre sus inicios, habla de esas horas de no dormir en esa lucha ‘ochomilista’, se emociona con sus momentos más complicados, aborda la situación actual de la mujer en el alpinismo y adelanta sus próximos proyectos.

La canguesa en la cumbre del Manaslu (8.156 m). / Foto: Rosa Fdez.

Porque la canguesa nació rodeada de montañas. Concretamente, en el concejo de Cangas de Narcea, siempre han estado en su vida como telón de fondo. El hecho de subir ‘ochomiles’ fue, en sus propias palabras, «totalmente una casualidad». Empezó con un reto inimaginable, el Gasherbrum II (Pakistán) cuando le pidieron formar parte de una expedición de hombres para que el grupo consiguiera ayuda económica, algo que finalmente logró gracias a la presencia de Rosa. De allí ya volvió convertida en ‘ochomilista’, como la primera asturiana en hacer cima a más de 8.000 metros.

A esta primera gran cumbre le siguieron muchas más. Incluido el Everest. Un camino que, para esta montañera tampoco ha sido fácil. Además de «mucha superación personal», también hubo «muchos obstáculos, barreras y horas de no dormir». Todo en una época en la que escalar una montaña y ser mujer, confiesa, «era casi como una cosa rara».

«La montaña al final me va a tratar igual a mí que a cualquiera. De hecho, una vez estoy en ella, solo siento que estamos la montaña y yo. Pero sí puedo asegurar que llegar a esa cumbre es mucho más duro para nosotras en todos los sentidos. Evidencia de ello es que hay pocas que lo hayan conseguido», explica. La canguesa considera que, aunque en la actualidad el alpinismo femenino ha hecho grandes progresos, «para ellos sigue habiendo patrocinios y para nosotras no. Tienes que pelear muchísimo para conseguir algo». Apoyos que todavía no ha conseguido para ascender el que sería su próximo gran objetivo: la montaña salvaje, el K2 (8.611 metros).

Así todo, dice que la situación de la mujer ha cambiado y más en el deporte: «Afortunadamente la situación desde cuando empecé en el alpinismo hasta el día de hoy ha cambiado en muchos aspectos». Algo que también ha percibido desde el club ciclista Una a Una, que ella misma fundó en 2009: «Cuando creé el grupo de bici de montaña para chicas no llegábamos a media docena y cuando presentamos el grupo a los medios en 2011 había crecido ya a más de 40».

Un proyecto que para ella ha sido clave y que comenzó como una idea destinada a que más mujeres se animasen a salir juntas a practicar este deporte. El mismo que tuvo que aparcar ese mismo año 2009 para hacer frente, asegura, a «la montaña más dura»: un cáncer de mama. «Después, como no podía marcharme a escalar, pensé en llevar esta idea a cabo y empecé a salir en bici con las chicas y peleando poco a poco conseguí que el club saliese adelante.»

La escaladora, en el Manaslu, la octava montaña más alta del mundo. / Foto: Rosa Fdez.

Pensar en el deporte

Este proyecto fue una de las cosas que le hizo seguir en un momento tan difícil: «Fue importante continuar pensando en el deporte, en los proyectos que tenía y, en definitiva, en dedicarle el menor tiempo posible a pensar en la enfermedad o en los tratamientos.» «Me despreocupé de todo esto, pero aun así sabía que mi campo base iba a estar durante dos años en el hospital. En ese momento, el no estar parada y el poder llevar a cabo el club ciclista fue una de las cosas más bonitas. Y es que, además de fomentar el deporte femenino, es un club en el que todas las mujeres de cualquier condición física son bienvenidas.»

Su último gran proyecto fue su colaboración como jefa de expedición en el reto de Pelayo Vida en el recién terminado 2019. Ese reto unió a un grupo de mujeres sin apenas experiencia en la montaña que también habían tenido que vencer al cáncer. Ella fue la encargada de prepararlas durante los meses previos y de acompañarlas en su primer 6.000 metros en Bolivia: «Fue todo un cóctel de satisfacción y de ganas de vivir», confiesa la canguesa. «Ves cómo funciona la cabeza y cómo, cuando tienes un reto y cuando haces las cosas por algo, la cabeza acaba siendo mucho más fuerte que cualquier condición física», explica Rosa Fernández.


Fuente: EL COMERCIO ¦ Jueves, 16 enero 2020


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Exposición ‘Madreñas de carpín en Cangas del Narcea’

Una madreña de Francisco Alfonso, de Pixán (a la derecha) y otra de Francisco Cabezas, de Cibuyo.

El Tous pa Tous ha inaugurado una nueva exposición en la Casa de Cultura «Palacio de Omaña» de Cangas del Narcea: «Madreñas de carpín en Cangas del Narcea. Colección de Alfonso Fernández Canteli», en la que se exponen 22 madreñas hechas por catorce madreñeiros de los concejos de Degaña, Somiedo y, sobre todo, Cangas del Narcea. La muestra se pude visitar hasta el próximo verano en la planta baja, Sala ‘Tous pa Tous’, en horario de la Casa de Cultura.

Madreñas de hombre fabricadas por Manuel Rosón y Pedro Ramos, de Cerredo (Degaña)

La exposición está dedicada a las madreñas de carpín y hay representados quince madreñeiros. Once son de Cangas: José Menéndez, Folguerúa; Francisco Cabezas, Cibuyo; Francisco, Las Cuadriellas de Villaláez; José Gutiérrez, Llamera; Alfredo García Rodríguez, Piñera; Emilio González, barrio de Santa Catalina, Cangas del Narcea; Juan Pérez Menéndez, El Otero-Otardejú; Faustino Rodríguez, Porley; Maximino Rubio, Parada la Vieja, Francisco Alfonso Pérez, Peján/Pixán y José Raúl Martínez, Pambley.

Madreña de mujer fabricada por Manuel Rosón y Pedro Ramos, de Cerredo (Degaña)

Había diferencias entre las madreñas de hombre y de mujer. Las de las fotografías fueron hechas por Manuel Rosón y Pedro Ramos, de Cerredo (Degaña), son madreñas muy decoradas, y pueden verse en la exposición.

José Raúl Martínez Rodríguez es actualmente el único madreñeiro del concejo de Cangas del Narcea. Es el propietario de la Fábrica de madreñas «Virgen de los Remedios» en Pambley, única fábrica que existe en Asturias. En la fotografía aparece con su padre Raúl, que trabajó en el oficio antes que él. Fabrica unos ochocientos pares de madreñas al año con madera de umeiro y, sobre todo, de abedul, que se venden en Asturias y en las provincias de León, Lugo y Burgos. En la exposición hay dos pares de madreñas de zapatilla hechas por él. En este vídeo podéis ver cómo trabaja y cómo hace una madreña.

Esta excepcional fotografía de la norteamericana Ruth M. Anderson (1893-1983) de unos madreñeiros en la Plaza de Cangas del Narcea el día de la Feria de la Cruz de Mayo de 1925 (Col. The Hispanic Society of America, Nueva York), en la que se los ve vendiendo madreñas y sentados en el poyo de la fachada norte de la iglesia parroquial, también podrá verse, entre otras, en la exposición.

 

La exposición «Madreñas de carpín en Cangas del Narcea. Colección de Alfonso Fernández Canteli», como hemos dicho es una muestra de modelos de madreñas de carpín hoy desaparecidos, pero, sobre todo, es un homenaje a los madreñeiros de este concejo, como el que fotografió Fritz Krüger en agosto de 1927 en Besullo, con su herramienta y algunas de sus madreñas.

Como complemento a la exposición se proyecta el corto documental de 8 minutos de duración: «Fabricación de la madreña (José Gancedo, La Rebollada, Somiedo)», del Museo del Pueblo de Asturias, cuyo realizador es Jaime Santos y cámara Javier Calzada.

Corros

Ruta por contorno de Corros

De nuevo me llama la montaña, así que aprovechando el buen tiempo preparo una ruta cercana a Cangas que me permita pasar un día especial, andando y saboreando los estupendos paisajes que nos ofrece este concejo.

Hoy escojo una ruta circular que me lleva por los contornos del pueblo de Corros, bordeando la falda del Cueto de Arbas.

Principio de ruta Pachalina-Miravalles-Villager

Principio de ruta Pachalina-Miravalles-Villager

En esta ruta me acompaño del Grupo de Montaña Piélago de Cangas del Narcea y una vez más intentaré destacar con fotografías los pequeños rincones que me ofrezca la ruta e iré recopilando también las pequeñas historias que surjan en el camino.

Parto de Santa Eulalia dirección al puerto de Leitariegos y en la zona denominada la Pachalina, me desvió de la carretera principal para empezar la ruta dirigiéndome a Miravalles. Empiezo a caminar y ya tengo de frente la sombra del Cueto de Arbas. Las vistas que veo al frente, me adelantan que la ruta va a ser emocionante, trasladándome a un entorno peculiar por la belleza de su paisaje natural.

Esta montaña del Cueto de Arbas de 2007 m. de altura, fue esculpida por el hielo, dejando heridas en sus laderas que recuerdan duros tiempos geológicos del pasado.

Vistas a la ruta contornos de Corros desde Brañas de Arriba

Vistas a la ruta contornos de Corros desde Brañas de Arriba

Este camino que ya empiezo a andar no posee grandes monumentos, ni arquitecturas sorprendentes. Se va hacia zonas humildes donde se pasaban inviernos muy duros y se hacían grandes esfuerzos para vivir en esta altitud tan exigente. Pero no nos engañemos, estas dificultades dieron gentes capaces de merecer hidalguías por ayudar a reinas que se encontraban en situaciones comprometidas; también dieron personajes carismáticos y tenaces que aún hoy marcan con tesón y fuerza la vida económica nacional e internacional.

En el pueblo de Trascastro nació Francisco Rodríguez García, este hombre convirtió una aventura empresarial láctea, en una referencia internacional con presencia en distintos países de Europa, de América y de Asia.

Monseñor Atilano Rodríguez, también nació en el pueblo de Trascastro y me imagino que algo tuvieron que ver estos lugares en su niñez, para que decidiera buscar las verdades teóricas de la fe en su vida. Hoy Monseñor Atilano Rodríguez <<desde este enlace se puede acceder a su biografía>> participa en las altas esferas de decisión dentro de la iglesia.

Corros

Corros

En el pueblo vecino del Puerto de Leitariegos nació José Cosmen Adelaida, probablemente el creador del mayor emporio societario que haya generado Asturias. <<Acceso desde este enlace al artículo De Leitariegos a China: los Cosmen, una dinastía empresarial centenaria>>.

Es curioso que en un contorno tan pequeño salga gente tan tenaz. Alguna influencia tuvo que tener nacer en un lugar tan lleno de contrastes, lleno de belleza, donde se alterna la luz clara del verano y la oscuridad de los fríos inviernos, todo esto acompañado de vez en cuando con una espesa niebla que ciega el horizonte y no deja ver más allá de un metro.

Sigo el camino pasando por los pueblos de Miravalles y Villager, llegando al pueblo de Trascastro. En este pueblo aún quedan construcciones de piedra bien tallada, con fachadas antiguas que permanecen puras y bien restauradas. Da la impresión que la modernidad mal entendida no llegó a este pueblo destrozando las construcciones antiguas, con materiales coloristas y poco naturales, aquí predomina en las construcciones la piedra natural y la losa en los tejados, esto es de agradecer.

Ladera hacia el Cueto del Fraile, Corros

Ladera hacia el Cueto del Fraile, Corros

Salgo del pueblo bajando hacia el río Naviego, donde paso el puente Siensecas que me comunica con la ladera que sube al pueblo de Corros; voy cogiendo altura y en el reguero de Porradiecho ya empiezo a introducirme en la vegetación de la zona. Este mundo en calma ya permite encontrarse con uno mismo a medida que se avanza por estos parajes silenciosos.

Dejo a mi izquierda el valle del rio Naviego y llego a la Peña de las Cruces, bastión o torre de entrada al pueblo de Corros. Un cartel de madera indica que este pueblo aún se mantiene vivo.

Río de Corros

Río de Corros

En este punto me encuentro con un ganadero que baja de ver las vacas del monte y atendiendo mi curiosidad, me explica algún secreto que desconozco de la zona. Me dice que debajo de esta peña de las Cruces hay una cueva que es propiedad particular de los osos para invernar. Me indica señalando hacia el monte del Gato, que este albergaba cantaderos de urogallos, aunque cree que actualmente con el cambio climático sería muy difícil dar con alguno.

Desde esta zona y mirando a la falda del Cueto de Arbas se ve perfectamente la pradería y las brañas de Villar de Arbas; este ganadero me dice que antiguamente el pueblo de Brañas de Arriba estaba situado en esta zona a la falda del Cueto, pero una tremenda avalancha de nieve arrasó el pueblo creando una gran mortandad. Tras ese desastre natural se decidió dejar abajo solo las brañas y colocar el pueblo donde está hoy, lejos de la amenaza del Cueto.

Pueblo de Corros

Pueblo de Corros

Dejo a este hombre que siga su camino y avanzo tomando una pequeña curva a la derecha del camino donde se presenta ante mí todo el espectáculo que vine buscando.

Empiezo por mi izquierda viendo el pueblo de Brañas de Arriba, el Puerto de Leitariegos, El Cueto de Arbas, las brañas de Villar de Arbas, el monte del Gato, el alto de Bustapiedra límite con León, el pronunciado valle erosivo del río de Corros, el Pico o Cueto del Fraile y en medio de todo esto, señoreando el contorno está el soleado y espectacular pueblo de Corros.

Andando por el pueblo, se absorbe con placer la silenciosa soledad de sus espacios sombríos y callados, espacios que en otros tiempos seguro que estuvieron repletos de vida.

Capilla de San Salvador de Corros

Capilla de San Salvador de Corros

Una capilla humilde y una piedra colocada en el camino que seguramente valía para jugar a los bolos, dejan intuir por un momento el calor y la vida que había en el pueblo en tiempos pasados, cuando todas las casas estaban habitadas.

Este pueblo vive enfrente del monte del Gato, zona protegida que hace de corredor de unión entre dos áreas de gran interés faunístico, el sur de Cangas del Narcea y la zona de Somiedo. Esto implica que todas las variedades de especies que se puedan encontrar en la mítica zona del Muniellos, también pueden tener presencia en este entorno del Cueto de Arbas, osos, lobos, rebecos, etc. La exuberante vegetación de este monte del Gato cobija y esconde toda esta fauna de las miradas fortuitas de los intrusos que se acercan a esta zona.

Monte del Gato

Monte del Gato

Esta fauna provocó ancestralmente una convivencia tensa entre el hombre y los depredadores que atentaban contra su única forma de vida que era la ganadería. El lobo por lo general era muy mal visto, este animal se consideraba dañino ya que atentaba con cierta frecuencia contra el ganado que subía al monte; sin embargo esas mismas personas tenían un cierto respeto por el oso, animal fuerte pero noble, capaz de provocar cierto miedo cuando se le ve, pero normalmente este animal es respetuoso con el hombre y con el ganado. Eso si las frutas y la miel lo superan y no se puede aguantar sin probar todo lo que ve y se le pone por delante. Todo esto lo cuenta mejor Pepe Santos el último vecino que vivió aquí solo muchos años y tuve el placer de conocer, lo cuenta en la web del Tous pa Tous en el siguiente enlace << Rutas, recorridos, lugares Pepe el de Corros>>

Llano de Cuesta Piedra (Chano de Custapiedra), zona donde nace el río de Corros

Llano de Cuesta Piedra (Chano de Custapiedra), zona donde nace el río de Corros

Desde este pueblo hay dos opciones de ruta, una para los más osados y aventureros subiendo cota hacia el nacimiento del rio de Corros en la zona de Custapiedra, siguiendo a Laguna Seca (chaguna seca), bordeando la falda del Pico de las Barrosas para seguir subiendo hacia el Pico del Fraile. Este es el punto más alto de la ruta y desde aquí se empieza a bajar hacia el Pico de la Corona, para unirse de nuevo con la ruta fácil a cotas inferiores, que parte del mismo pueblo de Corros por la ladera de la Corona en dirección al pueblo de Riomolín.

La mayoría del grupo opta por hacer la ruta corta y yo recorreré la que transcurre a cotas superiores en dirección al Pico del Fraile. Salgo por un camino que sube al llano de Cuesta Piedra o Custapiedra en dirección al nacimiento del río de Corros. Subo contemplando el pronunciado valle que esculpe el rio por mi izquierda y de repente se abre ante mí el que fue un pequeño circo de recepción glaciar. Aquí nace el río de Corros brotando de las entrañas de la tierra por pequeñas fisuras del terreno.

Laguna Seca (Chaguna seca) y el Cueto de Arbas

Laguna Seca (Chaguna seca) y el Cueto de Arbas

Este río empieza su andadura precipitándose con pequeñas cascadas desde gran altura para unirse al río Naviego que lo espera en su bajada desde las brañas de Villar de Arbas. Tras sumar los dos ríos sus caudales se dirigen aún impetuosos hacia el norte buscando zonas más tranquilas.

Sigo la ruta girando hacia la izquierda en dirección a la Camperona y llego al collado de Chaguna Seca (1639 m). Desde esta laguna y orientándome hacia el este veo la zona de Valdecuélebre y nace de nuevo imponente a la vista el Cueto de Arbas (2007 m), esta fotografía es obligada.

Giro 180 grados dirigiéndome hacia el oeste y empiezo a andar por la falda del pico de las Barrosas, bebiendo agua en la Fuente del Vaso que surge en el camino, en la caliza. Con esta agua cojo fuerzas para ascender al Cueto del Fraile o Pico del Fraile. Avanzando por la zona de la Chana (Chanada de la Fana), la retina ya va desnudando poco a poco la cima de este pico, hasta llegar a un montón de piedras que me sitúan a 1875 m de altura en el Pico del Fraile.

Zona de la Chana

Zona de la Chana

Desde este pico se dominan vistas hacia la zona de León, hacia la zona del Puerto de Leitariegos y hacia la zona de Chauchina donde nacen los ríos Narcea y Molino.

Desde este pico también se ve el Cueto de Arbas (2007 m), pero esto todavía se tiene que hacer de forma sumisa mirando hacia arriba ya que esta montaña empequeñece todo lo que está a su falda, el Cueto de Arbás es la montaña mítica de esta zona y posiblemente también lo sea a muchos kilómetros a la redonda.

Bien, me conformo en cota y estoy en el Pico del Fraile a 1875 m de altura, el punto más alto de la ruta de hoy. Me preparo para comer a esta altura, miro el horizonte y la retina se llena de luz, veo el cielo limpio, un retablo natural formado por una tierra sin contaminar. Aquí no se entiende la prisa, la belleza del entorno nos libera de la vida cotidiana. Desde aquí se tiene la sensación de estar por encima del bien y del mal, donde están las nubes, donde casi se toca el cielo.

Vistas desde el Cueto o Pico del Fraile (1875 m.)

Vistas desde el Cueto o Pico del Fraile (1875 m.)

Vaya! me vengo arriba y tengo que volver a la realidad para seguir contando lo que veo, así que miro hacia el monte del Gato y veo como la erosión originada por el río de Corros, modificó el modelado glaciar que tuvo esta zona en el pasado, presentando en la actualidad un valle estrecho en forma de V con gran pendiente.

Enfrente en el Cueto de Arbas este modelado glaciar se conserva mejor, presentando lagunas como la de Arbas que ocupa una excavación glaciar, también hay pequeñas áreas turbosas y depósitos morrénicos que son mudos testigos del retroceso glaciar.

Bajada por encima del mar de nubes, desde Peña Negra hacia la Corona

Bajada por encima del mar de nubes, desde Peña Negra hacia la Corona

Pero en conjunto se considera que toda esta zona hoy protegida con la figura de Reserva Natural Parcial del Cueto de Arbás, es una de las mejores representaciones del modelado glaciar de las montañas del Occidente Asturiano.

Bien, me siento a comer y me doy mi tiempo, ya que el lugar y las vistas lo merecen. Me pongo mirando hacia el puerto de Leitariegos que tiene una historia muy particular debido a su situación geográfica. Este puerto fue municipio independiente hasta 1921 que paso a pertenecer al de Cangas del Narcea.

Reponiendo fuerzas en la zona de los Chanos, enfrente están las brañas de Vegameoro

Reponiendo fuerzas en la zona de los Chanos, enfrente están las brañas de Vegameoro

La historia de este puerto y sus habitantes viene de lejos, de cuando los romanos tenían este paso estratégico para sacar el oro que extraían del occidente asturiano o de cuando la reina doña Urraca pasó por esta zona en el año 1112, peleando con las grandes nevadas invernales que caían en aquellas épocas. También tuvieron los habitantes del puerto otros privilegios concedidos por el rey Alfonso XI. Todo esto y mucho más está recogido muy bien en la página web del Tous pa Tous, para quien desee conocer mejor y con más detalles esta historia entrar en las siguientes paginas, <<Leitariegos en 1898, primer libro editado por el Tous pa Tous>>, <<ENTRE LA NIEVE. La vida invernal en El Puerto de Leitariegos (1903)>>, <<El Camín Real de L.leitariegos a su paso por el concejo de Cangas del Narcea>>

Bien comido y bien bebido, el cuerpo pide siesta, pero aún falta mucho camino hasta finalizar la ruta, por lo tanto sigo andando ladera abajo por Peña Negra para llegar a la Corona (1581 m.), desde aquí me comunico con el camino que va hacia Riomolín en dirección a la zona de los Chanos donde el resto de grupo que optó por la ruta corta me espera comiendo.

Valle del pueblo de Riomolín

Valle del pueblo de Riomolín

Me siento para que acaben de comer y de paso aprovecho para poder ver los valles, las laderas y los picos, que se amontonan en el horizonte, por encima de la chabola de Vallado.

Estos que me acompañan del Piélago son buenos montañeros, saben sacarle placer a cualquier momento, veo comida consistente y buen vino de Cangas, nada de barritas energéticas ni cositas coloreadas envueltas en plástico.

Tras esta pausa retomamos la ruta en dirección al pueblo de Riomolín. En este camino las aguas revientan por todas las partes, bajando ladera abajo y sumándose al Río Molino que serpentea a cotas inferiores en dirección al pueblo de Vegameoro. Seguimos hacia Riomolín y vemos como por el sur se cierra ante nosotros el valle, en la zona denominada de Las Fanas. Esta zona es de mucha pendiente y antiguamente el pueblo segaba la hierba carriza que nacía en esta inclinada ladera. Esta cosecha entrañaba bastante peligro ya que cualquier resbalón podía hacer que el segador se precipitara de forma violenta hacia cotas inferiores. Esto demuestra lo encajado que esta este pueblo entre dos laderas de pronunciada pendiente, talladas con fuerza por el río Molino. Este pueblo es otra fotografía obligada por su singularidad natural.

Bajada hacia Vegameoro desde Riomolín

Bajada hacia Vegameoro desde Riomolín

Pueblo de Vegameoro

Pueblo de Vegameoro

Bajamos por la carretera que trascurre al lado del río con vistas a un recortado valle con prados bien conservados y llegamos al pueblo de Vegameoro que está situado al lado de la unión de los dos ríos, el río Molino y el de Naviego. Este pueblo, esto es una opinión personal, es espectacular, tiene una construcción muy bien adaptada a la base de la montaña, las casas están bien cuidadas y restauradas y tiene una fotografía perfecta por el paisaje que tiene de fondo.

Cocina tradicional asturiana en la Chabola de Vallado

Cocina tradicional asturiana en la Chabola de Vallado

Desde Vegameoro ya solo nos resta subir en dirección a la Chabola de Vallado <<acceso desde este enlace a información de Chabola de Vallado>>, para acabar la ruta. Este bar fue antigua posada de arrieros, hoy esta regentada por Valentín que nos quitará la sed con cualquier refresco. Se puede visitar también la antigua cocina tradicional que tiene bien conservada o salir a la terraza que se sitúa al sur del bar, con vistas al camino andado en esta ruta.

Terraza en la Chabola con vistas a la ruta hecha

Terraza en la Chabola con vistas a la ruta hecha

Bar la Chabola

Bar la Chabola

Estando relajado en la terraza de la Chabola, reflexiono y una vez más me doy cuenta que por mucho que se describa una ruta de este tipo, es imposible transmitir con fidelidad la cantidad de matices que se ven en el camino.

De nuevo me inclino a hacer muchas fotografías que son más fieles y dan mejor idea del espectáculo natural que se anda por lo que dejo aquí este vídeo con una selección de fotos relacionadas.

RUTA CIRCULAR POR CONTORNOS DE CORROS

  • Opción 1.- Cotas altas Pico del Fraile, dificultad media—21 km.
  • Opción 2.- Cotas bajas hacia Riomolín, dificultad baja— 16 km.

Enrique R.G. Santolaya.