El sueño asturiano
La Nueva España – Domingo, 5 de enero de 2014
La Nueva España – Domingo, 5 de enero de 2014
En el año 1965 se proyecta y comienza a construir en Oviedo la Facultad de Geológicas, uno de los mejores edificios de todo el siglo XX en la arquitectura de Asturias, y junto con la Facultad de Medicina, las obras cumbres del gran arquitecto cangués Ignacio Álvarez Castelao (Cangas del Narcea, 1910 – Oviedo, 1984).
En este edificio se aprecia el cambio que está experimentado la arquitectura, abandonando la vertiente mas alegre y colorista comenzada en 1955, y derivando hacia una arquitectura más sobria, en la que los materiales muestran toda su fuerza al desnudo, destacando aquí el uso del hormigón visto y los perfiles metálicos.
Será también este año de 1965, muy a finales, el momento en que éste que escribe se incorpore a la vida ovetense y, casualmente, seré desde entonces vecino del barrio de Buenavista, y esta belleza que disfrutáis en esta foto será el escenario de miles de horas de juegos infantiles.
Pero solo la podréis disfrutar en la foto, porque poco queda de todo esto, masacrado poco a poco en cada intervención a manos de su propietario, la Universidad de Oviedo. Si os parezco radical, daros una vuelta alrededor del edifico y disfrutad de cutres aparcamientos donde antes había cesped y de un cutre bar con sillas de plástico sustituyendo al diseño del original de Castelao.
Han eliminado las lamas y parasoles en las ventanas, que estaban hechos de placas de un material tipo uralita, con un acabado azul, montados sobre perfiles metálicos. Han sustituido el material original de la fachada y del tejado, pizarra, colocando gres en la fachada y chapa metalica en el techo. Han cerrado dos de los bajos, que en la foto veis abiertos, y que permitían multiples accesos al espacio central. Han eliminado, en el jardín, los asientos en forma de cubos de hormigón y las farolas originales. Y por si fuera poco en la parte de abajo, colindante con el instituto, han asfaltado un mísero aparcamiento, cerrado con una indecorosa barrera.
Me apunta Nel García García que cubriendo el acceso al bloque de departamentos había una preciosidad de lámina de hormigón plegada en zig-zag y muy acertadamente comenta: “También se la cargó la sapiencia de nuestra Universidad. Se ve la cicatriz en la pared de la izquierda cuando pasas. Estoy seguro que algunas noches todavía sangra.”
Si nos adentramos en los valles y riberas de nuestro concejo, vemos que todos tienen algo en común, en todos se escucha el agradable murmullo que produce el agua de algún río que tintinea al trascurrir nerviosa entre las piedras del cauce. Este agua riega las vegas haciéndolas ricas y fértiles, además de darles frescura y verdor. El color verde de estas vegas genera un contraste evidente en los meses de verano, entre el valle y las zonas altas circundantes que están totalmente secas y muestran un color más apagado.
Estos ríos se van escondiendo a medida que avanzamos hacia su guarida, celosos de su intimidad, y en su nacimiento solo dejan ver un pequeño reguero rodeado de una espesa vegetación; un ejemplo lo tenemos en el nacimiento del Narcea en Monasterio de Hermo.
Si uno es observador, también se da cuenta que siguiendo estas riberas, de cuando en cuando, nos asaltan grandes y pequeños molinos de agua. La mayoría de las veces están totalmente desvencijados y abandonados, aunque con sorpresa se ven algunos muy bien conservados. Estos molinos están unidos irremediablemente al río, al sonido del agua, a las peñas tapizadas de musgo, a los árboles de ribera y a los tonos verdes de la hierba regada de los prados. La primera sensación que experimentamos cuando divisamos uno de estos molinos, es que tenemos un encuentro mítico con un mini paisaje, donde los sonidos indescifrables del río nos llevan a creer que realmente existen en estas zonas seres misteriosos y mitológicos, como el Trasgu que se esconde debajo del molino y cambia de sitio objetos y piezas relacionadas con la molienda.
Esta proliferación de ingenios hidráulicos es una muestra de la gran importancia que tuvieron en un pasado no muy lejano, ya que algún molino todavía funciona en la actualidad.
Antiguamente, este concejo no se caracterizaba precisamente por estar bien comunicado con la Meseta ni con el centro de la región; esto provocó que durante muchos años fuera difícil el intercambio de productos y el comercio con otros centros de producción, lo que obligó a nuestros antepasados a tener que ingeniárselas para autoabastecerse. Las zonas rurales normalmente cerraban el círculo de sus necesidades produciendo todo lo que necesitaban en la unidad familiar; producían y elaboraban su propia carne, patatas, verdura, vestidos hechos con lana de oveja, herramientas fabricadas con madera de la zona y, como producto base y estrella, sembraban su propio trigo. Pero este último producto no bastaba solo con sembrarlo y recogerlo, ya que para poder elaborarlo en forma de pan, bollu preñáu, frixuelo y otros artículos de consumo, era necesario pasarlo por un proceso intermedio, que es la molienda para convertir el grano en harina (farina).
Para moler este trigo era necesario tener molinos en cada zona del concejo y esto explica que haya tantos ingenios hidráulicos al lado de nuestros ríos y regueiros. Para hacer funcionar estos artefactos era imprescindible tener un profesional que conociera perfectamente todo el sistema mecánico e hidráulico del molino; este antiguo profesional era el molinero.
Para escribir este artículo me acompañaré de este personaje, quien me llevará a descubrir todo el proceso que rodeaba su trabajo y la parte humana que lo acompañaba.
Los molinos en Asturias no los mueve el viento, como aquellos que atacaron a nuestro loco y entrañable Don Quijote de la Mancha; los de Asturias los mueve el agua. El funcionamiento del sistema se basa en almacenar una cantidad de agua a una determinada altura respecto de la turbina del molino; esta altura suele ser de dos o tres metros. Esto permite disponer de una energía potencial que se trasformará en energía cinética y mecánica en la parte baja del molino.
La situación del molino es casi siempre la misma, cerca del río, a cotas superiores se hace una estacada o banzáu para retener y dirigir el agua hacia una presa que la conduce hacia el pozo de acumulación, situado junto al molino. Este pozo tiene dos finalidades, la primera y fundamental es crear una diferencia de altura entre el pozo y la zona baja del molino donde va situado el rodezno, una rueda horizontal que gira impulsada por la energía cinética que le transmite el agua, produciendo un momento de fuerza que hace girar los elementos mecánicos del molino. La segunda finalidad del pozo es acumular agua suficiente para que cuando se soliciten caudales importantes para moler, el molino no se quede sin agua.
El agua incide con cierta presión y velocidad sobre los canjilones del rodezno situado en la parte inferior del molino. Este agua genera un momento de fuerza que hace girar un eje vertical de madera que está unido a la muela superior (volandera o muela de arriba), que gira sobre otra inferior que permanece estática (muela de abajo o barranco); entre estas dos muelas se hace pasar el cereal para triturarlo y convertirlo en harina.
En general, los molinos ofrecen una estampa de gran belleza, pues siempre están construidos en un entorno donde los árboles de ribera se mezclan con los agradables sonidos del agua; además, estas construcciones poseen una arquitectura poco agresiva con el medio, ya que el molino consta generalmente de dos plantas de dimensiones bastante reducidas. En la segunda planta están todos los utensilios de la molienda con un pequeño almacén y en la planta inferior es donde se produce todo el proceso hidráulico. Esta planta inferior se reconoce muy bien, ya que le da personalidad al molino con los típicos arcos de piedra; se la denomina como los ojos del molino o el infierno.
Los molinos pueden ser de una muela para uso particular o de varias muelas para moler el trigo de otros vecinos a cambio de una compensación económica o en especie, la maquila. Este último molino se convertía en una pequeña y próspera industria familiar, ya que la afluencia de clientes era muy grande porque todos los vecinos tenían que hacer el pan cada quince días aproximadamente; además también tenían que moler el maíz y otros cereales para el ganado.
Con esta pequeña industria se creó una nueva profesión artesana, la de molinero. Las tareas más frecuentes de éste eran limpiar periódicamente la presa que comunica el molino con la estacada del río, reparar las fugas de agua, mantenimiento de todos los elementos mecánicos del molino, engrase de cojinetes, picado de las muelas… El picado de las muelas era un trabajo de gran precisión para el que se requería mucha experiencia, pues de él dependía el buen resultado de la molienda. Otros trabajos son los siguientes: arrancar el molino; cargar la tolva o muxega con el grano; regular bien la velocidad de la muela actuando sobre el caudal de agua; conocer exactamente la aproximación que deben de tener las muelas para hacer una harina fina o más gruesa, etc.
Aunque el molino en su conjunto parece una máquina simple y sencilla, tiene, como todas las cosas mecánicas, secretos fundamentales que hay que conocer tanto en su construcción como en su explotación, para que el resultado final sea un producto de calidad. La construcción del molino debe ser meticulosa y perfecta, las muelas deben estar bien picadas y equilibradas, el molinero debe tener experiencia y conocer los pequeños detalles para conseguir moler con éxito.
Hasta ahora hemos descrito al molino y al molinero de una forma técnica y objetiva, pero en la tradición popular queda abundante constancia de testimonios donde se describen de otra forma más entretenida.
Los molinos eran lugares en los que se concentraba la gente esperando la molienda de su grano,
esto permitía comunicarse entre los pueblos vecinos que se contaban los chismes del momento; además, los mozos y las mozas utilizaban el viaje al molino para cortejar fuera del control de sus padres. Al estar situados en lugares escondidos y agazapados en las orillas fluviales, los molinos se convertían en objeto de murmuraciones y rumores sobre amoríos y otros tejemanejes más pecaminosos. Hay muchos dichos y canciones populares sobre esto:
Estas libertades del molino fueron mal vistas y criticadas por algún clérigo de la época, como Fray Toribio de Pumarada y Toyos (raro para los clérigos), natural de La Riera de Colunga, que en 1712 amenazaba con frases como: ir a dormir al molino, es como ir a la casa del diablo.
El molinero en la tradición popular no sale mejor parado que el molino, ya sea por envidia o por cachondeo, siempre se le consideraba de dudosa reputación a la hora de “maquilar” (cantidad cobrada en especie de cereal). El molinero solía conseguir unos ingresos considerables para la época y evidentemente, en tiempos de poca abundancia, en el único sitio donde no faltaba el pan era en casa del molinero. Esto provocaba la tendencia a pensar que la riqueza del molinero provenía de coger más grano del que le correspondía por la molienda.
El cancionero popular está lleno de cantares y dichos que confirman esta dudosa reputación del molinero:
La verdad es que algo habría de cierto, ya que siguiendo con el refranero: cuando el río suena agua lleva… Pero los que conocimos a molineros de la zona podemos decir que lo que ganaban lo tenían bien merecido, ya que estaban de sol a sol moliendo, incluidos sábados y domingos; siempre estaban cubiertos de polvo de harina, que además respiraban provocándoles problemas pulmonares. Por otro lado, al estar constantemente en contacto con el agua, la humedad y el frío de las heladas les producían bastantes enfermedades reumáticas.
Hoy, el oficio de molinero está desapareciendo, pero todavía queda alguno en activo que lo presentaré al final de este artículo.
A continuación haré un breve recorrido por el proceso entero del trigo y sus productos, desde la siembra hasta el horno. Para desgranar como era este proceso, desde el cultivo hasta el horneado del pan, me dejaré asesorar por las mejores especialistas que hay en la materia, ya que lo vivieron en primera persona, y son esas abuelas que aún tenemos por los pueblos y que todavía poseen una mente muy brillante. No puedo anotar tantos detalles como me describen, pues si lo hiciera no haría un artículo, haría un libro; por lo tanto, simplificaré lo que me cuentan y lo escribiré con sus palabras de asturiano occidental o asturiano de Cangas, es decir, con asturiano d’aiquí.
El trigo (Triticum) constituyó la variedad de cereal más apreciado a lo largo de la Edad Media. Mal adaptado al clima de nuestra región, no llegó a alcanzar en esa época la importancia que tuvo la escanda. A partir del siglo XIII aparece sembrado en tierras dispersas en localidades del concejo de Cangas del Narcea: Rubial, Llamera, Carballo y Agüera. En los siglos siguientes su cultivo ya se generaliza por toda la zona.
El trigo posee muchas variedades. Preguntando que variedades se sembraban en la zona, nadie me sabe contestar con rigor cuales eran, pero sí me las describen con el nombre popular con que eran reconocidas. Esencialmente había tres tipos de trigo con diferentes características: el primer tipo lo denominaban trigo “grande”, tenía el grano grande y solo se conseguía en las mejores tierras del pueblo; la harina que producía tenía un color muy blanco y se utilizaba para hacer muy buen pan; este trigo es posible que fuera el denominado Triticum Paledor. Otra variedad era el trigo “pequeno”, este también necesitaba sembrarse en las mejores tierras, la harina que salía de este trigo era la de mejor calidad y se reservaba para hacer productos muy finos, como los frixuelos y los dulces. El peor trigo lo denominaban parrucu y era el de peor calidad, teniendo que ser mezclado con el “grande” para conseguir un pan decente. El trigo parrucu provenía de las chombas de los montes del pueblo. Estas chombas eran trabajadas de forma diferente a las demás tierras de labor.
En los montes mancomunados de los pueblos se marcaba una proporción de terreno para cada vecino que lo denominaban chomba, que era cavada a mano con una azada (xadón); este trabajo se denominaba cavar borrones. Posteriormente, por el verano, todo el rastrojo del monte cavado se amontonaba y se prendía fuego en pequeños montones (borrón o borrones). Se sembraba el trigo dos años en estas zonas y después se dejaba descansar el terreno varios años. A este sistema de agricultura se le llama barbecho, por eso estas zonas de monte eran conocidas como barbeitos. El trigo que salía del monte era de menor calidad, ya que crecía junto a otras hierbas que competían por los nutrientes del suelo, y esto hacía que el trigo fuera más pequeño, duro y sucio; este trigo del monte era el mencionado anteriormente como parrucu.
Bien, ya tenemos los tipos de trigo y de tierra, ya podemos pasar a sembrar. La siembra se hacía en el mes de noviembre y la siega se hacía en agosto. La siega se realizaba a mano, necesitando mucha mano de obra. Una vez más nos encontramos con una actividad agraria que une a los vecinos para ayudarse de forma colectiva; la siega, el acarreo del trigo a la era y la mayada se hacían juntando esfuerzos entre todos los vecinos.
La siega del trigo se hacía a mano haciendo pequeños montones (gabiechas); estos montones se ataban formando los manoyos, y estos manoyos se juntaban haciendo los típicos montones de trigo que había en las tierras, los llamaban medas. Después de secar el trigo unos días en la tierra se acarreaba a las eras de la casa, disponiéndolo en montones de forma triangular que se llamaban facinas; éstas se ven en algunas fotografías antiguas de mayadas. Las eras de trigo marcaban la riqueza de la casa, pues la casa que tenía muchas facinas en la era dejaba claro que disponía de mucha tierra y de mucho pan, por lo tanto era una casa pudiente.
Cuando el trigo estaba en todas las eras del pueblo se procedía a mayarlo. Esta operación consiste en separar el grano de la paja, generando dos productos: el grano se lleva al hórreo o la panera y con la paja se haci un nuevo montón que se llamaba colmeiro.
La mayada era una fiesta, todos los vecinos participaban de casa en casa, y como es natural en los intermedios y en las comidas no faltaban el jolgorio y buen humor; a esto último ayudaba bastante el que corriera de mano en mano abundantemente el vino de Cangas. (Ver: Una mayada en Rañeces en 1945)
Estando el trigo ya en la panera, el proceso sigue su curso bajando a moler el trigo al molino. Se bajaba cada quince días aproximadamente. El trigo iba metido en un recipiente especial, hecho de piel de oveja, que se denominaba fueche, con capacidad para unos 35 a 40 Kg.
Al molinero se le pagaba con dinero o en especie, la maquila. Ésta, como ya expliqué, consistía en coger una proporción del grano de trigo que se molía. Cada molinero tenía su norma en la cantidad a maquilar; la competencia hacía que el molinero fuera prudente y no cogiera demasiado porcentaje.
Lo que me siguen contando estas abuelas es la parte más agradable de todo el proceso y, por supuesto, es la merecida recompensa a tanto esfuerzo. Con el trigo molido en casa se procedía a hacer el pan y el bollo preñao, hacer la fornada. El día anterior al amasado se ponía la levadura, mezclada con harina y agua templada en un recipiente (fader el furmiento). Esta mezcla se deja toda la noche para que reaccionen los microorganismos unicelulares de la levadura (cheldar). La levadura no se compraba, se dejaba un poco de masa del horneado anterior y se tenía siempre en casa en un recipiente con sal por encima y tapado con una berza. Preguntando para que se ponía la berza no me dan una explicación muy científica.
Al día siguiente se mezcla este furmiento con toda la masa de harina, agua y sal; se va amasando la fornada que se va a hacer y se deja cheldando, es decir, un tiempo tapada para que el CO2 que producen los hongos de la levadura hagan hinchar esta masa, creando los típicos ojos en la miga del pan. Después se corta esta masa en porciones que serán las futuras fogazas.
Lo que sigue es fácil de adivinar, se enciende el forno con leña. Cuando éste está bien caliente se sacan todas las cenizas con una escoba (el bascayo) que estaba hecha de xiniesta. A continuación se metían las fogazas en el forno con dos instrumentos de madera que son la pala y el rodabiel. Estas herramientas también tenían otras funciones, pues había la creencia, poco justificada, de que en los días de tormenta se debía poner en la era de la casa el rodabiel y la pala de madera haciendo una cruz para que alejaran los relámpagos de la casa. Si Benjamín Franklin supiera esto no se molestaría en hacer tantas tonterías para descubrir el pararrayos.
Volviendo al tema, lo mejor de este día de fornada era hacer el bollu preñáu, preñáu del mejor colesterol de la zona, buen chorizo, buen tocino, etc. Desde luego todo este esfuerzo merecía la pena, se conseguía un pan de verdad, sin nada de esos polvitos mágicos que ahora se echan en todos los procesos industriales, además se comía un bollo preñao que nos hacía acercarnos un poco más hacia la muerte en forma de colesterol, pero ¿qué es la vida sin un poco de riesgo?
A estas alturas del artículo es cuando me doy cuenta de la cantidad de trabajo, de medios, de profesionales y mano de obra que hacían falta para poder comer un buen pan, un buen bollo preñao o unos frixuelos. Yo recuerdo que aquel pan tenia la corteza y la miga de diferente color que el pan industrial que comemos hoy. Cada fornada de pan eran quince fogazas que duraban quince días; el último día el pan estaba perfecto para comer y eso que no llevaba ningún conservante, excepto la sal que tenía en la masa. Hoy compras esas barras de pan que te dan al precio de 2 por 1 y si lo dejas para la cena ya es chicle, y, por supuesto, ni se nos ocurre comerlo el día siguiente. Observando esto me asalta una pregunta: “¿realmente eso será pan? o ¿será un invento híbrido creado por algún químico de la Universidad de Oviedo?”. Otra pregunta curiosa: “¿por qué hoy tenemos tantos celíacos, tanta intolerancia al gluten?”. ¡Qué mal hizo la ciencia alterando algunos procesos naturales!
Para terminar presentaré algún molino importante del concejo de Cangas del Narcea. Empezaré presentando el que posiblemente fue el mejor molino de la zona, ya que su capacidad y tecnología superaba con creces a los demás. Este molino está en la villa de Cangas en el denominado Prao del Molín, pero su historia aparece en otro artículo de esta web del Tous pa Tous en la que se describe con todo detalle este molino: Historia del molín de la villa de Cangas del Narcea.
Otros molinos importantes en la actualidad son el de Agüera de Castanéu, el de Fariñas, el de Monasterio del Couto y el de Veigapope.
El molino de Agüera de Castanéu está situado en la orilla del río Narcea, en el pueblo de su nombre. El edificio es bastante moderno ya que fue reformado hace pocos años. Posee dos piedras de moler francesas y todavía está activo moliendo para clientes de los concejos de Cangas e Ibias. Quien me lo enseña es Jesús Antonio Fernández Rodríguez y quien estaba al frente del molino en los años de esplendor era su suegro: Antonio Menéndez de casa Terrao de Agüera.
Otro molino importante fue el de Fariñas, junto a Cangas y a orillas del río Luiña. Sus clientes eran todos los pueblos de la sierra del Acebo, de Limés y contornos. Este molino y su moderna estacada pueden verse caminando por el Paseo del Vino de Cangas del Narcea. El molino tiene dos muelas francesas y una toma de fuerza para enganchar una aventadora que servía para limpiar de impurezas el trigo. Quien me enseña el molino es Nilo González García, nieto del antiguo molinero Enrique García Tejón; este molinero era hermano del mítico gaitero José García Tejón “Fariñas”. Hoy, este molino está parado, pero me dice Nilo que en sus buenos tiempos a su abuelo no le faltaba el trabajo, moliendo doce horas diarias.
El molino dejaba buenos ingresos y de él se podía vivir cómodamente; como anécdota cuenta Nilo que cuando se arregló la estacada del molino se necesitaron siete trabajadores diarios para construirla y lo que recaudaba diariamente el molino era suficiente para pagar a estos siete jornales.
El molino de Monasterio del Couto está enclavado en un paraje espectacular al lado del río del Couto. En la actualidad este molino está inactivo. Quien me lo presenta es Manuel Blanco de casa Queipo de Monasterio, que en su día fue molinero como su padre Modesto Blanco. El molino fue construido por su abuelo. Consta de tres piedras, dos francesas y una más blanda del país. Tiene una peculiaridad que lo diferencia de los demás, y es que tiene una turbina moderna con dos salidas de agua para darle más fuerza a la muela. Los clientes de este molino eran los pueblos del Río del Couto, parte del concejo de Ibias, algún comerciante como el almacén del Cuco de la villa de Cangas, etc.
En 1933 el molino fue reformado por el abuelo, Manuel Blanco Uría, y en 1950 el padre, Modesto, molía sin interrupción. Era un gran negocio, había grandes colas de caballos esperando por la fornada; dice Manuel que la entrada del molino parecía una feria. El molinero comía, merendaba y cenaba en el molino y a veces era necesario moler de noche con luz artificial. Coincide este molinero en afirmar que el trigo que se producía aquí era mucho mejor que el que venía de Castilla. La forma de pago era como en los demás molinos, en dinero o, lo más habitual, en especie, la maquila; en este molino se quedaban con un kilogramo por cada diez molidos. Otras medidas habituales eran el choupin como unidad de volumen básico y la cuarta que llevaba cuatro choupines.
El molino tiene anexo una toma de fuerza para enganchar una mini central eléctrica que producía luz para el pueblo. Daba suficiente para tres bombillas por cada casa y cada bombilla era de 25 watios.
El siguiente molinero es el héroe de estos tiempos, pues esta aún al frente del molino y con gran éxito, ya que mucha gente vuelve a los sabores tradicionales. Este molino está enclavado en el pueblo de Veigapope, en un paraje de gran belleza al lado del río Narcea del que coge su agua y su fuerza. La historia de este molino se pierde en el tiempo. Por él pasaron los diferentes dueños (muirazos) de la casa del Molineiro de Veigapope. Nos dice el molinero actual que tiene escritos donde indican que el molino tiene una antigüedad de varios centenares de años. Este molinero se llama José Martínez Fernández y me comenta que la época de mayor funcionamiento del molino fue la de su padre José Martínez Menéndez.
Los clientes de este molino eran de los pueblos colindantes: la Regla, Cibuyo, Llano, Santa Eulalia, Adralés… El molino consta de tres muelas francesas, una de las cuales funciona en la actualidad a pleno rendimiento. Hoy, muele trigo para la panadería Xiepe de Cangas, para la panadería Pan de Ibias, algún horno de Pola de Allande, particulares de Tineo, Valledor y del concejo de Cangas del Narcea. Comenta la mujer del molinero lo contenta que está escuchando de nuevo el ruido que producen las muelas y el agua al moler, ya que hace unos años este molino también estaba abocado a cerrar definitivamente.
Le pregunto a José por qué en esta zona se utilizó mucho el trigo, mientras que en otros lugares de la región se utilizaba mayoritariamente la variedad de escanda, me dice que posiblemente en tiempos remotos se utilizó también la escanda, pero esta variedad se cambió por el trigo que conocemos debido a que es más productivo; además, la escanda tiene mucha piel, es más difícil de recoger y es más dura de moler.
Es muy agradable acabar este artículo acompañado del último mohicano, del último molinero en activo, de la imagen viva de una saga de profesionales que durante muchos años de historia fueron la clave de nuestra alimentación. El pan de pueblo, los frixuelos y el bollo preñáu no serían nada sin la experta mano del molinero.
Si nos adentramos en los valles y riberas de nuestro concejo, vemos que todos tienen algo en común, en todos se escucha el agradable murmullo que produce el agua de algún río que tintinea al trascurrir nerviosa entre las piedras del cauce. Este agua riega las vegas haciéndolas ricas y fértiles, además de darles frescura y verdor. El color verde de estas vegas genera un contraste evidente en los meses de verano, entre el valle y las zonas altas circundantes que están totalmente secas y muestran un color más apagado.
Estos ríos se van escondiendo a medida que avanzamos hacia su guarida, celosos de su intimidad, y en su nacimiento solo dejan ver un pequeño reguero rodeado de una espesa vegetación; un ejemplo lo tenemos en el nacimiento del Narcea en Monasterio de Hermo.
Si uno es observador, también se da cuenta que siguiendo estas riberas, de cuando en cuando, nos asaltan grandes y pequeños molinos de agua. La mayoría de las veces están totalmente desvencijados y abandonados, aunque con sorpresa se ven algunos muy bien conservados. Estos molinos están unidos irremediablemente al río, al sonido del agua, a las peñas tapizadas de musgo, a los árboles de ribera y a los tonos verdes de la hierba regada de los prados. La primera sensación que experimentamos cuando divisamos uno de estos molinos, es que tenemos un encuentro mítico con un mini paisaje, donde los sonidos indescifrables del río nos llevan a creer que realmente existen en estas zonas seres misteriosos y mitológicos, como el Trasgu que se esconde debajo del molino y cambia de sitio objetos y piezas relacionadas con la molienda.
Esta proliferación de ingenios hidráulicos es una muestra de la gran importancia que tuvieron en un pasado no muy lejano, ya que algún molino todavía funciona en la actualidad.
Antiguamente, este concejo no se caracterizaba precisamente por estar bien comunicado con la Meseta ni con el centro de la región; esto provocó que durante muchos años fuera difícil el intercambio de productos y el comercio con otros centros de producción, lo que obligó a nuestros antepasados a tener que ingeniárselas para autoabastecerse. Las zonas rurales normalmente cerraban el círculo de sus necesidades produciendo todo lo que necesitaban en la unidad familiar; producían y elaboraban su propia carne, patatas, verdura, vestidos hechos con lana de oveja, herramientas fabricadas con madera de la zona y, como producto base y estrella, sembraban su propio trigo. Pero este último producto no bastaba solo con sembrarlo y recogerlo, ya que para poder elaborarlo en forma de pan, bollu preñáu, frixuelo y otros artículos de consumo, era necesario pasarlo por un proceso intermedio, que es la molienda para convertir el grano en harina (farina).
Para moler este trigo era necesario tener molinos en cada zona del concejo y esto explica que haya tantos ingenios hidráulicos al lado de nuestros ríos y regueiros. Para hacer funcionar estos artefactos era imprescindible tener un profesional que conociera perfectamente todo el sistema mecánico e hidráulico del molino; este antiguo profesional era el molinero.
Para escribir este artículo me acompañaré de este personaje, quien me llevará a descubrir todo el proceso que rodeaba su trabajo y la parte humana que lo acompañaba.
Los molinos en Asturias no los mueve el viento, como aquellos que atacaron a nuestro loco y entrañable Don Quijote de la Mancha; los de Asturias los mueve el agua. El funcionamiento del sistema se basa en almacenar una cantidad de agua a una determinada altura respecto de la turbina del molino; esta altura suele ser de dos o tres metros. Esto permite disponer de una energía potencial que se trasformará en energía cinética y mecánica en la parte baja del molino.
La situación del molino es casi siempre la misma, cerca del río, a cotas superiores se hace una estacada o banzáu para retener y dirigir el agua hacia una presa que la conduce hacia el pozo de acumulación, situado junto al molino. Este pozo tiene dos finalidades, la primera y fundamental es crear una diferencia de altura entre el pozo y la zona baja del molino donde va situado el rodezno, una rueda horizontal que gira impulsada por la energía cinética que le transmite el agua, produciendo un momento de fuerza que hace girar los elementos mecánicos del molino. La segunda finalidad del pozo es acumular agua suficiente para que cuando se soliciten caudales importantes para moler, el molino no se quede sin agua.
El agua incide con cierta presión y velocidad sobre los canjilones del rodezno situado en la parte inferior del molino. Este agua genera un momento de fuerza que hace girar un eje vertical de madera que está unido a la muela superior (volandera o muela de arriba), que gira sobre otra inferior que permanece estática (muela de abajo o barranco); entre estas dos muelas se hace pasar el cereal para triturarlo y convertirlo en harina.
En general, los molinos ofrecen una estampa de gran belleza, pues siempre están construidos en un entorno donde los árboles de ribera se mezclan con los agradables sonidos del agua; además, estas construcciones poseen una arquitectura poco agresiva con el medio, ya que el molino consta generalmente de dos plantas de dimensiones bastante reducidas. En la segunda planta están todos los utensilios de la molienda con un pequeño almacén y en la planta inferior es donde se produce todo el proceso hidráulico. Esta planta inferior se reconoce muy bien, ya que le da personalidad al molino con los típicos arcos de piedra; se la denomina como los ojos del molino o el infierno.
Los molinos pueden ser de una muela para uso particular o de varias muelas para moler el trigo de otros vecinos a cambio de una compensación económica o en especie, la maquila. Este último molino se convertía en una pequeña y próspera industria familiar, ya que la afluencia de clientes era muy grande porque todos los vecinos tenían que hacer el pan cada quince días aproximadamente; además también tenían que moler el maíz y otros cereales para el ganado.
Con esta pequeña industria se creó una nueva profesión artesana, la de molinero. Las tareas más frecuentes de éste eran limpiar periódicamente la presa que comunica el molino con la estacada del río, reparar las fugas de agua, mantenimiento de todos los elementos mecánicos del molino, engrase de cojinetes, picado de las muelas… El picado de las muelas era un trabajo de gran precisión para el que se requería mucha experiencia, pues de él dependía el buen resultado de la molienda. Otros trabajos son los siguientes: arrancar el molino; cargar la tolva o muxega con el grano; regular bien la velocidad de la muela actuando sobre el caudal de agua; conocer exactamente la aproximación que deben de tener las muelas para hacer una harina fina o más gruesa, etc.
Aunque el molino en su conjunto parece una máquina simple y sencilla, tiene, como todas las cosas mecánicas, secretos fundamentales que hay que conocer tanto en su construcción como en su explotación, para que el resultado final sea un producto de calidad. La construcción del molino debe ser meticulosa y perfecta, las muelas deben estar bien picadas y equilibradas, el molinero debe tener experiencia y conocer los pequeños detalles para conseguir moler con éxito.
Hasta ahora hemos descrito al molino y al molinero de una forma técnica y objetiva, pero en la tradición popular queda abundante constancia de testimonios donde se describen de otra forma más entretenida.
Los molinos eran lugares en los que se concentraba la gente esperando la molienda de su grano,
esto permitía comunicarse entre los pueblos vecinos que se contaban los chismes del momento; además, los mozos y las mozas utilizaban el viaje al molino para cortejar fuera del control de sus padres. Al estar situados en lugares escondidos y agazapados en las orillas fluviales, los molinos se convertían en objeto de murmuraciones y rumores sobre amoríos y otros tejemanejes más pecaminosos. Hay muchos dichos y canciones populares sobre esto:
Estas libertades del molino fueron mal vistas y criticadas por algún clérigo de la época, como Fray Toribio de Pumarada y Toyos (raro para los clérigos), natural de La Riera de Colunga, que en 1712 amenazaba con frases como: ir a dormir al molino, es como ir a la casa del diablo.
El molinero en la tradición popular no sale mejor parado que el molino, ya sea por envidia o por cachondeo, siempre se le consideraba de dudosa reputación a la hora de “maquilar” (cantidad cobrada en especie de cereal). El molinero solía conseguir unos ingresos considerables para la época y evidentemente, en tiempos de poca abundancia, en el único sitio donde no faltaba el pan era en casa del molinero. Esto provocaba la tendencia a pensar que la riqueza del molinero provenía de coger más grano del que le correspondía por la molienda.
El cancionero popular está lleno de cantares y dichos que confirman esta dudosa reputación del molinero:
La verdad es que algo habría de cierto, ya que siguiendo con el refranero: cuando el río suena agua lleva… Pero los que conocimos a molineros de la zona podemos decir que lo que ganaban lo tenían bien merecido, ya que estaban de sol a sol moliendo, incluidos sábados y domingos; siempre estaban cubiertos de polvo de harina, que además respiraban provocándoles problemas pulmonares. Por otro lado, al estar constantemente en contacto con el agua, la humedad y el frío de las heladas les producían bastantes enfermedades reumáticas.
Hoy, el oficio de molinero está desapareciendo, pero todavía queda alguno en activo que lo presentaré al final de este artículo.
A continuación haré un breve recorrido por el proceso entero del trigo y sus productos, desde la siembra hasta el horno. Para desgranar como era este proceso, desde el cultivo hasta el horneado del pan, me dejaré asesorar por las mejores especialistas que hay en la materia, ya que lo vivieron en primera persona, y son esas abuelas que aún tenemos por los pueblos y que todavía poseen una mente muy brillante. No puedo anotar tantos detalles como me describen, pues si lo hiciera no haría un artículo, haría un libro; por lo tanto, simplificaré lo que me cuentan y lo escribiré con sus palabras de asturiano occidental o asturiano de Cangas, es decir, con asturiano d’aiquí.
El trigo (Triticum) constituyó la variedad de cereal más apreciado a lo largo de la Edad Media. Mal adaptado al clima de nuestra región, no llegó a alcanzar en esa época la importancia que tuvo la escanda. A partir del siglo XIII aparece sembrado en tierras dispersas en localidades del concejo de Cangas del Narcea: Rubial, Llamera, Carballo y Agüera. En los siglos siguientes su cultivo ya se generaliza por toda la zona.
El trigo posee muchas variedades. Preguntando que variedades se sembraban en la zona, nadie me sabe contestar con rigor cuales eran, pero sí me las describen con el nombre popular con que eran reconocidas. Esencialmente había tres tipos de trigo con diferentes características: el primer tipo lo denominaban trigo “grande”, tenía el grano grande y solo se conseguía en las mejores tierras del pueblo; la harina que producía tenía un color muy blanco y se utilizaba para hacer muy buen pan; este trigo es posible que fuera el denominado Triticum Paledor. Otra variedad era el trigo “pequeno”, este también necesitaba sembrarse en las mejores tierras, la harina que salía de este trigo era la de mejor calidad y se reservaba para hacer productos muy finos, como los frixuelos y los dulces. El peor trigo lo denominaban parrucu y era el de peor calidad, teniendo que ser mezclado con el “grande” para conseguir un pan decente. El trigo parrucu provenía de las chombas de los montes del pueblo. Estas chombas eran trabajadas de forma diferente a las demás tierras de labor.
En los montes mancomunados de los pueblos se marcaba una proporción de terreno para cada vecino que lo denominaban chomba, que era cavada a mano con una azada (xadón); este trabajo se denominaba cavar borrones. Posteriormente, por el verano, todo el rastrojo del monte cavado se amontonaba y se prendía fuego en pequeños montones (borrón o borrones). Se sembraba el trigo dos años en estas zonas y después se dejaba descansar el terreno varios años. A este sistema de agricultura se le llama barbecho, por eso estas zonas de monte eran conocidas como barbeitos. El trigo que salía del monte era de menor calidad, ya que crecía junto a otras hierbas que competían por los nutrientes del suelo, y esto hacía que el trigo fuera más pequeño, duro y sucio; este trigo del monte era el mencionado anteriormente como parrucu.
Bien, ya tenemos los tipos de trigo y de tierra, ya podemos pasar a sembrar. La siembra se hacía en el mes de noviembre y la siega se hacía en agosto. La siega se realizaba a mano, necesitando mucha mano de obra. Una vez más nos encontramos con una actividad agraria que une a los vecinos para ayudarse de forma colectiva; la siega, el acarreo del trigo a la era y la mayada se hacían juntando esfuerzos entre todos los vecinos.
La siega del trigo se hacía a mano haciendo pequeños montones (gabiechas); estos montones se ataban formando los manoyos, y estos manoyos se juntaban haciendo los típicos montones de trigo que había en las tierras, los llamaban medas. Después de secar el trigo unos días en la tierra se acarreaba a las eras de la casa, disponiéndolo en montones de forma triangular que se llamaban facinas; éstas se ven en algunas fotografías antiguas de mayadas. Las eras de trigo marcaban la riqueza de la casa, pues la casa que tenía muchas facinas en la era dejaba claro que disponía de mucha tierra y de mucho pan, por lo tanto era una casa pudiente.
Cuando el trigo estaba en todas las eras del pueblo se procedía a mayarlo. Esta operación consiste en separar el grano de la paja, generando dos productos: el grano se lleva al hórreo o la panera y con la paja se haci un nuevo montón que se llamaba colmeiro.
La mayada era una fiesta, todos los vecinos participaban de casa en casa, y como es natural en los intermedios y en las comidas no faltaban el jolgorio y buen humor; a esto último ayudaba bastante el que corriera de mano en mano abundantemente el vino de Cangas. (Ver: Una mayada en Rañeces en 1945)
Estando el trigo ya en la panera, el proceso sigue su curso bajando a moler el trigo al molino. Se bajaba cada quince días aproximadamente. El trigo iba metido en un recipiente especial, hecho de piel de oveja, que se denominaba fueche, con capacidad para unos 35 a 40 Kg.
Al molinero se le pagaba con dinero o en especie, la maquila. Ésta, como ya expliqué, consistía en coger una proporción del grano de trigo que se molía. Cada molinero tenía su norma en la cantidad a maquilar; la competencia hacía que el molinero fuera prudente y no cogiera demasiado porcentaje.
Lo que me siguen contando estas abuelas es la parte más agradable de todo el proceso y, por supuesto, es la merecida recompensa a tanto esfuerzo. Con el trigo molido en casa se procedía a hacer el pan y el bollo preñao, hacer la fornada. El día anterior al amasado se ponía la levadura, mezclada con harina y agua templada en un recipiente (fader el furmiento). Esta mezcla se deja toda la noche para que reaccionen los microorganismos unicelulares de la levadura (cheldar). La levadura no se compraba, se dejaba un poco de masa del horneado anterior y se tenía siempre en casa en un recipiente con sal por encima y tapado con una berza. Preguntando para que se ponía la berza no me dan una explicación muy científica.
Al día siguiente se mezcla este furmiento con toda la masa de harina, agua y sal; se va amasando la fornada que se va a hacer y se deja cheldando, es decir, un tiempo tapada para que el CO2 que producen los hongos de la levadura hagan hinchar esta masa, creando los típicos ojos en la miga del pan. Después se corta esta masa en porciones que serán las futuras fogazas.
Lo que sigue es fácil de adivinar, se enciende el forno con leña. Cuando éste está bien caliente se sacan todas las cenizas con una escoba (el bascayo) que estaba hecha de xiniesta. A continuación se metían las fogazas en el forno con dos instrumentos de madera que son la pala y el rodabiel. Estas herramientas también tenían otras funciones, pues había la creencia, poco justificada, de que en los días de tormenta se debía poner en la era de la casa el rodabiel y la pala de madera haciendo una cruz para que alejaran los relámpagos de la casa. Si Benjamín Franklin supiera esto no se molestaría en hacer tantas tonterías para descubrir el pararrayos.
Volviendo al tema, lo mejor de este día de fornada era hacer el bollu preñáu, preñáu del mejor colesterol de la zona, buen chorizo, buen tocino, etc. Desde luego todo este esfuerzo merecía la pena, se conseguía un pan de verdad, sin nada de esos polvitos mágicos que ahora se echan en todos los procesos industriales, además se comía un bollo preñao que nos hacía acercarnos un poco más hacia la muerte en forma de colesterol, pero ¿qué es la vida sin un poco de riesgo?
A estas alturas del artículo es cuando me doy cuenta de la cantidad de trabajo, de medios, de profesionales y mano de obra que hacían falta para poder comer un buen pan, un buen bollo preñao o unos frixuelos. Yo recuerdo que aquel pan tenia la corteza y la miga de diferente color que el pan industrial que comemos hoy. Cada fornada de pan eran quince fogazas que duraban quince días; el último día el pan estaba perfecto para comer y eso que no llevaba ningún conservante, excepto la sal que tenía en la masa. Hoy compras esas barras de pan que te dan al precio de 2 por 1 y si lo dejas para la cena ya es chicle, y, por supuesto, ni se nos ocurre comerlo el día siguiente. Observando esto me asalta una pregunta: “¿realmente eso será pan? o ¿será un invento híbrido creado por algún químico de la Universidad de Oviedo?”. Otra pregunta curiosa: “¿por qué hoy tenemos tantos celíacos, tanta intolerancia al gluten?”. ¡Qué mal hizo la ciencia alterando algunos procesos naturales!
Para terminar presentaré algún molino importante del concejo de Cangas del Narcea. Empezaré presentando el que posiblemente fue el mejor molino de la zona, ya que su capacidad y tecnología superaba con creces a los demás. Este molino está en la villa de Cangas en el denominado Prao del Molín, pero su historia aparece en otro artículo de esta web del Tous pa Tous en la que se describe con todo detalle este molino: Historia del molín de la villa de Cangas del Narcea.
Otros molinos importantes en la actualidad son el de Agüera de Castanéu, el de Fariñas, el de Monasterio del Couto y el de Veigapope.
El molino de Agüera de Castanéu está situado en la orilla del río Narcea, en el pueblo de su nombre. El edificio es bastante moderno ya que fue reformado hace pocos años. Posee dos piedras de moler francesas y todavía está activo moliendo para clientes de los concejos de Cangas e Ibias. Quien me lo enseña es Jesús Antonio Fernández Rodríguez y quien estaba al frente del molino en los años de esplendor era su suegro: Antonio Menéndez de casa Terrao de Agüera.
Otro molino importante fue el de Fariñas, junto a Cangas y a orillas del río Luiña. Sus clientes eran todos los pueblos de la sierra del Acebo, de Limés y contornos. Este molino y su moderna estacada pueden verse caminando por el Paseo del Vino de Cangas del Narcea. El molino tiene dos muelas francesas y una toma de fuerza para enganchar una aventadora que servía para limpiar de impurezas el trigo. Quien me enseña el molino es Nilo González García, nieto del antiguo molinero Enrique García Tejón; este molinero era hermano del mítico gaitero José García Tejón “Fariñas”. Hoy, este molino está parado, pero me dice Nilo que en sus buenos tiempos a su abuelo no le faltaba el trabajo, moliendo doce horas diarias.
El molino dejaba buenos ingresos y de él se podía vivir cómodamente; como anécdota cuenta Nilo que cuando se arregló la estacada del molino se necesitaron siete trabajadores diarios para construirla y lo que recaudaba diariamente el molino era suficiente para pagar a estos siete jornales.
El molino de Monasterio del Couto está enclavado en un paraje espectacular al lado del río del Couto. En la actualidad este molino está inactivo. Quien me lo presenta es Manuel Blanco de casa Queipo de Monasterio, que en su día fue molinero como su padre Modesto Blanco. El molino fue construido por su abuelo. Consta de tres piedras, dos francesas y una más blanda del país. Tiene una peculiaridad que lo diferencia de los demás, y es que tiene una turbina moderna con dos salidas de agua para darle más fuerza a la muela. Los clientes de este molino eran los pueblos del Río del Couto, parte del concejo de Ibias, algún comerciante como el almacén del Cuco de la villa de Cangas, etc.
En 1933 el molino fue reformado por el abuelo, Manuel Blanco Uría, y en 1950 el padre, Modesto, molía sin interrupción. Era un gran negocio, había grandes colas de caballos esperando por la fornada; dice Manuel que la entrada del molino parecía una feria. El molinero comía, merendaba y cenaba en el molino y a veces era necesario moler de noche con luz artificial. Coincide este molinero en afirmar que el trigo que se producía aquí era mucho mejor que el que venía de Castilla. La forma de pago era como en los demás molinos, en dinero o, lo más habitual, en especie, la maquila; en este molino se quedaban con un kilogramo por cada diez molidos. Otras medidas habituales eran el choupin como unidad de volumen básico y la cuarta que llevaba cuatro choupines.
El molino tiene anexo una toma de fuerza para enganchar una mini central eléctrica que producía luz para el pueblo. Daba suficiente para tres bombillas por cada casa y cada bombilla era de 25 watios.
El siguiente molinero es el héroe de estos tiempos, pues esta aún al frente del molino y con gran éxito, ya que mucha gente vuelve a los sabores tradicionales. Este molino está enclavado en el pueblo de Veigapope, en un paraje de gran belleza al lado del río Narcea del que coge su agua y su fuerza. La historia de este molino se pierde en el tiempo. Por él pasaron los diferentes dueños (muirazos) de la casa del Molineiro de Veigapope. Nos dice el molinero actual que tiene escritos donde indican que el molino tiene una antigüedad de varios centenares de años. Este molinero se llama José Martínez Fernández y me comenta que la época de mayor funcionamiento del molino fue la de su padre José Martínez Menéndez.
Los clientes de este molino eran de los pueblos colindantes: la Regla, Cibuyo, Llano, Santa Eulalia, Adralés… El molino consta de tres muelas francesas, una de las cuales funciona en la actualidad a pleno rendimiento. Hoy, muele trigo para la panadería Xiepe de Cangas, para la panadería Pan de Ibias, algún horno de Pola de Allande, particulares de Tineo, Valledor y del concejo de Cangas del Narcea. Comenta la mujer del molinero lo contenta que está escuchando de nuevo el ruido que producen las muelas y el agua al moler, ya que hace unos años este molino también estaba abocado a cerrar definitivamente.
Le pregunto a José por qué en esta zona se utilizó mucho el trigo, mientras que en otros lugares de la región se utilizaba mayoritariamente la variedad de escanda, me dice que posiblemente en tiempos remotos se utilizó también la escanda, pero esta variedad se cambió por el trigo que conocemos debido a que es más productivo; además, la escanda tiene mucha piel, es más difícil de recoger y es más dura de moler.
Es muy agradable acabar este artículo acompañado del último mohicano, del último molinero en activo, de la imagen viva de una saga de profesionales que durante muchos años de historia fueron la clave de nuestra alimentación. El pan de pueblo, los frixuelos y el bollo preñáu no serían nada sin la experta mano del molinero.
La responsabilidad del Gobierno del Principado de Asturias queda patente en las actuaciones de recuperación previas a su suelta a la naturaleza, ya que el estado de mansedumbre que presenta no se corresponde con los necesarios trabajos de recuperación de un animal salvaje para reintegrarlo a su medio natural, que debería haber estado sin contacto humano desde que se recogió en los montes de Riomolín hasta su suelta en los alrededores del monte de Muniellos. La imagen ofrecida por los medios de comunicación de Asturias, donde se ve a la Sra. Consejera de Agroganadería acariciando a la osezna en su cautiverio y la presencia de más personas en la sala, pone de manifiesto que ya en esta fase de “recuperación” la osa no estaba siendo sometida al tratamiento que precisaba, condicionando lo que técnicamente se llama troquelación de un animal salvaje para poder manipularlo.
Aun en estas circunstancias, la Administración asturiana decidió su suelta con el resultado esperado de la necesidad de volver a capturarla y trasladarla ya definitivamente al cercado de exhibición que la Fundación Oso de Asturias posee en el concejo de Proaza. Esto constituye un fraude a la sociedad, pues únicamente satisface unos intereses políticos y turísticos que tienen como objeto mantener ejemplares de oso pardo de procedencia salvaje en ese cercado, para una exhibición poco digna tanto en las condiciones del estado de los animales como de sus instalaciones.
El caso de esta osezna no es el primero de esta clase, pues en años anteriores otras oseznas de oso pardo fueron atendidas por la Administración Pública, como “Lara”, que apareció cerca del pueblo de Larón (Cangas del Narcea); “Gedrecina”, que estaba cerca del pueblo de Gedrez, también en Cangas del Narcea, o “Jimena”, que apareció en una carretera de los montes de Palacios del Sil, muy cerca del Parque Natural Fuentes del Narcea, Degaña e Ibias. Esto, sumado a la creciente población osera en el suroccidente asturiano (en el año 2012 se constataron casi 50 oseznos nuevos) y la familiaridad que tienen ya con el entorno humanizado, donde encuentran más comida, nos hace pensar que estos casos, en los que son necesarios la intervención humana, van a seguir dándose.No nos parece adecuado que el centro de recuperación de osos y urogallos esté situado en el oriente de Asturias, área que, además de carecer de estas especies, está muy alejado del suroccidente asturiano, que es el territorio donde en la actualidad existe una mayor densidad de población de ambas especies.
Asistimos también en los últimos años a una política de liberar oseznos recuperados de la naturaleza en otros lugares diferentes a los de su recogida, dentro de la geografía española e incluso en los Pirineos franceses. El debate se suscitó con la liberación de las osas “Villarina”, “Lara” y “Jimena”. Las dos primeras fueron liberadas finalmente, tras mucho debate, en los montes donde habían aparecido, y “Jimena” (osezna recogida por un conductor en la cuneta de una carretera de Palacios del Sil) murió en un remolque durante el traslado para su liberación en el sector más oriental de la Cordillera Cantábrica.
En los últimos tiempos, la percepción de la sociedad sobre los espacios zoológicos también ha cambiado radicalmente. Hay muchas personas a las que no les gusta ver animales encarcelados, sin mayor interés que el meramente turístico.
Por todas estas razones, el TOUS PA TOUS propone:
Con estas acciones se pondría fin a los tensos debates de qué hacer cuando aparece un ejemplar de oso pardo herido o con cualquier tipo de problema, tanto de a dónde llevarlo como de en dónde liberarlo después, y también se rendiría un merecido reconocimiento a la población local del Parque Natural Fuentes del Narcea, Degaña e Ibias, y del suroccidente asturiano en general, que ha conservado la población de oso pardo en sus montes.
Austeridad y pocas novedades. Ese sería el resumen de lo que las comunidades autónomas llevan este año a FITUR. Leer más
Hasta finales del siglo XIX, el territorio que hoy ocupa la villa de Cangas del Narcea se repartía en tres parroquias: la parroquia de Santa María de Ambasaguas o Entrambasaguas, la de Santa María Magdalena de Cangas y la de Santa Marina de Oubanca a la que pertenecía El Fuejo.
La primera era la más antigua, y era la sucesora de la antigua parroquia de San Tiso de Cangas que en el siglo XVII se trasladó a Ambasaguas; estaba formada por los barrios de Ambasaguas, El Cascarín y El Corral, y los pueblos de L.lamas y Curriel.los. Todos los vecinos de estos lugares iban a los oficios religiosos de la iglesia de Ambasaguas, y se enterraban en el cementerio que había en este barrio.
En cuanto a la parroquia de Santa María Magdalena, se fundó en 1255 con la creación de la villa de Cangas a partir de la carta puebla que otorgó el rey Alfonso X el Sabio. Esta feligresía solo comprendía las calles y plazas del casco urbano, y estaba rodeada por la parroquia de Ambasaguas, que desde el siglo XI al XVI perteneció a un coto señorial del monasterio de Courias.
En 1884 es nombrado obispo de la Diócesis de Oviedo fray Ramón Martínez Vigil (1840-1904), que fue un prelado muy reformador. Una de las reformas que emprendió fue la de las parroquias asturianas, que era una necesidad desde finales del siglo XVIII debido al aumento del número de habitantes y al crecimiento de muchas poblaciones. La reorganización de las parroquias se hizo con el fin de satisfacer las demandas de los creyentes, y con este fin se crearon parroquias nuevas, se unieron otras y se desgajaron antiguas hijuelas. Este proceso, que fue laborioso y requirió mucha diplomacia, comenzó en 1886 y culminó en 1891; en Cangas del Narcea trajo consigo una parroquia nueva: la de L.larón, que se separa de la de Veiga de Rengos, y la supresión de la de Ambasaguas, que se une a la de la villa de Cangas.
La desaparición de la parroquia de Ambasaguas no fue bien recibida por sus feligreses. La noticia la dio el párroco durante una misa y causó “la mayor tristeza”, y “no faltaron lágrimas, sollozos y suspiros”. Los vecinos de la parroquia intentaron evitar su desaparición y escribieron en enero de 1892 una instancia al Obispo solicitándole que diera marcha atrás. La solicitud se la remitieron el 14 de febrero a Antonio de Llano, vecino de Oviedo, con la siguiente carta:
Se desea que la adjunta solicitud o instancia, promovida por los vecinos de la parroquia de Ambas-aguas, sea entregada a un procurador eclesiástico, bien a D. Pedro Manuel Fernández o a quien él crea conveniente con el fin de que dicho procurador la presente al Tribunal, rogando al Señor N. diga si hay necesidad de mandarle un poder al procurador. También se suplica haga cuanto pueda para obtener un buen resultado.
Esta solicitud es la que publicamos hoy en la web del Tous pa Tous. En ella los vecinos manifiestan sus sentimientos sobre su parroquia, la relación con la parroquia de Cangas y reivindican su identidad frente a esta parroquia. Los más afectados por la medida fueron los vecinos del barrio de Ambasaguas, pues este cambio les suponía perder el privilegio de vivir junto a un templo parroquial y también un perjuicio económico, pues los comerciantes y propietarios de bodegas del barrio verían reducida su clientela y menguado su negocio. Al final, su intento ante el Obispo no sirvió para nada y la parroquia de Ambasaguas desapareció.
Exmo. Ilmo. y Rmo. Sr. Obispo de Oviedo.
Los que suscriben, vecinos de la parroquia de Ambas-Aguas, arrabal de Cangas de Tineo, Arciprestazgo de ídem, Diócesis de su digno cargo, a Vuestra Excelencia Ilustrísima y Reverendísima con la debida consideración y mayor respeto humildemente exponen:
Que al ofertorio de la misa de día de hoy se ha leído el Decreto de supresión de esta parroquia y su anexión a la de Cangas, causando la mayor tristeza tanto en el celebrante como en los oyentes; y, no obstante omitirse todo comentario, al despedirse en pocas palabras el Señor Cura de la parroquia no faltaron lágrimas, sollozos y suspiros, y habría bastantes desmayos si el Señor párroco no se hubiera concretado sencillamente a despedirse de sus feligreses.
Estos están sumamente afectados con la supresión del culto divino en la Iglesia en que siempre han practicado los ejercicios religiosos, y han sido bautizados, lo mismo que sus causantes y sucesores. Le tienen una fe entrañable y principalmente a su patrona Nuestra Señora del Carmen, cuya festividad se celebra el 16 de julio; y a pesar de no ser día de Santo es tanta la devoción que se profesa a la Virgen del Carmen, no solo por los vecinos de esta parroquia sino por las de las inmediatas y especialmente por los habitantes de Cangas de Tineo, que no hay en todo este partido judicial función tan solemne y concurrida como la del Carmen, a la que desean concurrir, haciendo un sacrificio, muchos de los vecinos de la villa y concejo de Cangas que se hallan ausentes del país, guardando el día de Santo todos, absolutamente todos, los cangueses; no sucediendo lo mismo con la festividad de la patrona de Cangas, que es Santa María Magdalena, pues no tiene comparación el entusiasmo (y es frecuente ver trabajar el 22 de julio a bastantes jornaleros de Cangas). A tal punto llega la devoción con la Virgen de Ambas-Aguas, que se celebra solemne y concurrida novena, y en las procesiones anuales, de mañana y tarde, llevan a hombros la imagen, desde la Iglesia de Ambas Aguas a la de Cangas y viceversa, cuatro de los más distinguidos cangueses. En la iglesia Colegiata de Cangas hay imagen y capilla de Nuestra Señora del Carmen, pero no se celebra su fiesta; y en cambio los vecinos de Cangas, que pueden, hacen celebrar por sus familias un oficio a la Virgen del Carmen de Ambas Aguas el sábado siguiente al día en que fallece algún individuo de su familia, celebrándose, además, bastantes aniversarios o cabo de año por los de Cangas en la Iglesia de Ambas-Aguas.
Es esta Iglesia tan sólida y bonita en lo que ocupa, como la que más de Asturias, y está situada entre los ríos Narcea y Luiña, pagando el alumbrado permanente de la lámpara Don Lorenzo de Llano Flórez por fundación de un antepasado suyo; por todo lo que profesan los feligreses de Ambas Aguas profunda fe y cariño a su patrona y a su iglesia y no pueden ver, sin que se contriste su ánimo, la supresión de la parroquia tanto más cuanto que estando situada en su mayor parte entre dos ríos, como queda indicado, es frecuente, si aumenta el caudal de aguas, la incomunicación con Cangas, como sucedió en marzo de 1888, cuando el deshielo de la nevada que tan triste memoria dejó para Asturias; pues entonces, la crecida de los ríos tenía incomunicada la parroquia de Ambas Aguas y si se necesitaran auxilios de Cangas era imposible lograrlos.
Por otra parte, no es mucho que los exponentes tengan entrañable cariño del cementerio de Ambas Aguas, en el que reposan las cenizas de sus padres, hijos, cónyuges, hermanos, parientes y amigos, y al que desean ir a descansar cuando Dios sea servido llamarles así. Además, el cementerio de Cangas está dentro de la villa, rodeado de caserío, detrás de la iglesia parroquial, y es de reducidas dimensiones, hasta el punto de que para inhumar unos hay que exhumar otros, dándose además el triste espectáculo de haberse derrumbado su muro varias veces y especialmente en la citada época de marzo de 1888, dejando al descubierto los restos de algunos feligreses, si es que en parte no fueron detrás del muro.
No solo es de necesidad para los vecinos de Ambas Aguas y sus arrabales de El Cascarín y Llamas la existencia de la parroquia y celebración de oficios divinos en su Iglesia, sino de mucha utilidad para los vecinos inmediatos de Cangas y para los del Valle de Rengos y Montaña del Pando que asisten con bastante frecuencia.
No se ha de ocultar, sin embargo, que los vecinos del barrio del Corral y pueblo de Curriellos pasan por Cangas para ir a Ambas Aguas, pero así la prefieren y la desean con mucho gusto, por los afectos que tienen a su patrona y a su Iglesia, y tanto a estos vecinos como a los restantes, o sea a los de Ambas Aguas, Cascarín y Llamas, se les originarán incalculables perjuicios y trastornos en las familias, si se realiza la supresión de la parroquia; debiendo manifestar, con verdadero dolor, que no puede calcularse a donde llegarán los trastornos y perjuicios; y en cambio no se ve beneficio para nadie.
Grande ha sido la emoción experimentada al hacerse saber oficialmente la supresión de esta parroquia, pero no será menos grande la satisfacción que se recibirá si Vuestra Excelencia Ilustrísima y Reverendísima se digna reformar su decreto y dejar subsistente la parroquia en el ser y estado que antes tenía; o cuando menos con los barrios de Ambas Aguas, Cascarín y Llamas; y semejante favor no se borrará jamás de la memoria de los solicitantes que se hallan dispuestos no solo a ratificarse en esta exposición sino a concurrir ante su digno y virtuoso Prelado, si la tuvieren por conveniente para que se persuadiese mejor de la sana intención de los feligreses de Ambas Aguas y de la fe y cariño que profesan a su excelsa patrona y a todo lo que pertenece a su Iglesia.
Por tanto
Suplican rendidamente a Vuestra Excelencia Ilustrísima y Reverendísima tenga a bien dejar sin efecto la supresión de la parroquia de Ambas Aguas, mandando quede subsistente y continúen las cosas en el ser y estado que tenían, quedando al frente de la misma el virtuoso y digno Señor Cura párroco D. José Mª Ordás y Álvarez con quien también están encariñados hasta lo indecible por las relevantes prendas que le donan y distinguen.
Gracia que esperan merecer de Vuestra Excelencia Ilustrísima y Reverendísima, cuya vida conserve el Cielo dilatados años para bien de esta Diócesis.
Ambas Aguas 31 enero 1892
Sin embargo, a veces, es la Administración regional la que, con su nefasta gestión ambiental, atenta contra la conservación de la naturaleza de una u otra forma. Lo vemos, por ejemplo, en lo que se tardó en atajar el problema de los incendios forestales, promoviendo y facilitando desbroces, aplicando acotamientos de pastos, contratando servicios de extinción en invierno o en otoño; lo vimos en lo que se tardó en prevenir el problema de la desaparición del urogallo cantábrico, en lo perdidos que están con la adecuada gestión del lobo pero, el caso de la osina Molina o Molinera ha colmado ya el vaso y nos ha dejado sin argumentos a los que vivimos en las zonas rurales y trabajamos en investigación y conservación de la naturaleza o en educación ambiental.
Fuera del núcleo central asturiano, somos unas cuantas personas los referentes para la población local de las zonas rurales de montaña para lo bueno y también para lo malo y a menudo se nos consulta sobre lo que está sucediendo con la naturaleza asturiana y su gestión por parte del Principado. Llevamos unos años con un intenso debate en zonas como Cangas del Narcea, Degaña o Somiedo, por ejemplo, con eso de llevar un osezno de estos montes cuando aparece herido y se recupera, para repoblar otros lugares como el oriente de la Cordillera o incluso los Pirineos franceses occidentales. Hemos logrado convencer a algunos sobre lo necesaria de esta acción al quedar muy pocas hembras reproductoras en las poblaciones oseras orientales pero ahora ya nos quedamos sin argumentos, cuando muchos nos preguntaron sobre el paradero de la osina de Riomolín una vez fuera recuperada, y eran muchos los que opinaban que acabaría en el cercado de Paca y Tola para sustituir a estas osas, también de procedencia de Cangas del Narcea, estás últimas víctimas del furtivismo antes mencionado.
Intenso fue el debate para explicar que ese cercado de Proaza podía continuar tras Paca y Tola con otros oseznos de Cabárceno o nacidos en cautividad en otro núcleo zoológico, que era imposible que un osezno de procedencia salvaje pudiera acabar en un cercado como ese, que tenía tan poco peso como los que dicen que se andan soltando por ahí culebras para dar de comer a las águilas. No era de recibo que la osina de Riomolín acabara sustituyendo a Paca y Tola. Y, ahora, ya no sabemos con qué cara mirar a aquellas personas que lo veían venir. Nos hemos quedado sin argumentos, señores de la Consejería de Medio Ambiente, nos han dejado sin explicaciones de origen científico o técnico que solucionen las preguntas de la gente del medio rural, ya nada vale en la defensa de la naturaleza si no es desde el punto de vista de la objetividad de las ONGs medioambientales no participadas por intereses políticos o partidistas.
El tratamiento al que fue sometida la osa durante los dos meses que estuvo en cautividad y en rehabilitación, deja muchas dudas en su efectividad y en la necesaria privacidad de la osina sin contacto humano. Los 15 días que estuvo en la clínica veterinaria con otros animales y personas, la conocida foto con la Consejera y el tiempo restante que estuvo en rehabilitación, parece indicar su comportamiento posterior durante su suelta, y el no haberle dado una segunda oportunidad hace pensar, y en esta ocasión ya da hasta ganas de ponerse de parte del paisano en el comentario de bar, de que todo estuvo orquestado para que la osina acabara en el ridículo cercado de Paca y Tola. Nos han dejado sin argumentos sobre una buena o correcta gestión de la naturaleza en el Principado. Y, entre tanto, los ciudadanos tenemos la impresión que desde la Consejería de Medio Ambiente se sigue la técnica del avestruz y nadie dimite, o se ocultan intencionadamente las dimisiones de la cúpula de la Fundación Oso de Asturias, tanto de Odile Rodríguez de la Fuente como de Carlos Zapico y, por lo tanto, abriendo una nueva etapa dejando atrás la triste historia de Paca y Tola.Desde hace muchos años, el Suroccidente asturiano clama por tener un respetable centro de recuperación de fauna. Se están llevando huevos de urogallo de Muniellos y en breve adultos mediante trampeo hacia Sobrescobio y el parque natural de Redes, a cientos de kilómetros, y se llevan también los osos heridos, primero a una clínica veterinaria de Oviedo y después bien a Cabárceno (caso de Villarina) o bien también a Sobrescobio. Justo es que este centro de recuperación esté allí donde hay más probabilidades de encontrar estos animales, declarados en peligro de extinción, heridos o que sea preciso manipular por alguna razón. Y justo es que se utilice la experiencia y los conocimientos adquiridos con estas especies y el uso del hábitat para emprender un verdadero y eficaz programa de reintroducción de oso y urogallo allí donde sea necesario, como está pasando con el quebrantahuesos o el lince, por ejemplo, por lo que las peticiones tanto desde el Ayuntamiento de Cangas del Narcea como de muchas ONGs no son descabelladas. Nos falta y nos urge un verdadero centro de recuperación o rehabilitación de estas especies, así como un protocolo rápido y eficaz de actuación en caso de que aparezca un oso herido o un oso problemático y no haya que esperar 6 horas para actuar como pasó con el oso de Porley o con el oso de Cerredo que llevaba un lazo en la barriga.
Nos han dejado a todos sin argumentos, señores de la Consejería y todos estamos esperando, por un lado, dimisiones y por otro, que no ocurra más veces. No se nos pueden morir dos osos en un año por mala administración de anestésicos o tardar 8 horas en actuar si aparece un oso herido y luego hay que llevarlo a una clínica veterinaria de Oviedo. Por ello, es preciso comenzar ya a construir en el suroccidente asturiano un verdadero centro de recuperación de fauna.