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Una biografía de Anselmo González del Valle (1852 – 1911)

[Texto leído por Fidela Uría Líbano en el Homenaje a Anselmo González del Valle, organizado por el Tous pa Tous y el Museo del Vino de Cangas, en el Teatro Toreno, de Cangas del Narcea, el 2 de diciembre de 2011, y en el que interpretó la pianista doña Purita de la Riva varias composiciones musicales del homenajeado, que se mencionan y analizan en este texto. González del Valle tuvo mucha relación con Cangas del Narcea y tiene una calle dedicada a él en la capital del concejo].

Esquela de Anselmo González del Valle publicada en la portada de -El Principado- de 16 de septiembre de 1911

Se celebra este año el centenario de la muerte de Anselmo González del Valle, acaecida el 15 de septiembre de 1911. Silvio Itálico, seudónimo del escritor Benito Álvarez- Buylla, decía en 1924 sobre la grandeza de esta figura como compositor, pianista y erudito que, seguramente, le harían más justicia las generaciones venideras. Tuve la ocasión de profundizar en la vida y en la música de González del Valle, mientras hacía mi tesis doctoral, y puedo afirmar que fue uno de los personajes que más contribuyó al desarrollo de Asturias en la etapa que va de la segunda mitad del XIX a los primeros años del XX; especialmente a nivel cultural, pero también en lo social y lo económico. Es pues casi de justicia este merecido homenaje.

Anselmo González del Valle y González Carvajal nace en la ciudad de La Habana el 26 de octubre de 1852. Su padre, Anselmo González del Valle y Fernández Roces, había emigrado de Oviedo a Cuba en 1840 y allí se establece como empresario, sobre todo a partir de su matrimonio con María Jesús González Carvajal, cuyo padre era propietario de varias empresas y fábricas de tabaco repartidas por toda Cuba.

Según nos relatan sus familiares, Anselmo comenzó los estudios de primaria en el Colegio de Belén de La Habana y, con seis o siete años, se inicia en el arte de la música con un tío materno, Manuel Francisco González Carvajal, al que familiarmente llamaban “tío Pancho”.

Siendo aún muy pequeño los padres de Anselmo se separan, y él y su hermano Emilio Martín quedan al cuidado del padre. Pocos años después los dos hermanos son enviados a vivir a Oviedo, permaneciendo el padre en La Habana al frente de sus numerosos negocios. Anselmo y Emilio Martín se instalan en una amplia casa en la calle Cimadevilla al cuidado de un sacerdote que ejerce como tutor.

En 1863 los dos hermanos comienzan sus estudios de bachillerato en el Instituto de Segunda Enseñanza de Oviedo, donde el compositor se gradúa como Bachiller en Artes en 1869. En aquella época coincidieron en el Instituto de Oviedo con los escritores Leopoldo Alas (Clarín) y Armando Palacio Valdés. Tanto Clarín como Palacio Valdés relatan en sus obras como organizaron en la casa de los González del Valle una especie de ateneo cultural juvenil en el que hablaban de historia, literatura o arte, representaban obras teatrales, etc. Y parece que ya en su adolescencia González del Valle destacaba como pianista, tal como señala Palacio Valdés: “Por fin, uno de los dueños de la casa [se refiere a Anselmo] nos hacía oír en el piano algunas sonatas o trozos de ópera, pues ya entonces era un maravillosos pianista”.

Probablemente, al mismo tiempo que el bachillerato, Anselmo comienza sus estudios musicales con Víctor Sáenz. No puedo dejar de mencionar aquí la inmensa labor de don Víctor Sáenz en Asturias: fue organista de la Catedral de Oviedo, director de varias bandas de música, fundador de la Academia de Música San Salvador de Oviedo, autor de varias composiciones musicales y, sobre todo, gran maestro de varias generaciones de músicos y compositores asturianos.

Anselmo González del Valle se licencia en Derecho Civil y Canónico en 1872 por la Universidad de Oviedo; realiza el primer y último año en Oviedo y los cursos intermedios en Salamanca y Madrid. Parece que Anselmo estudió la carrera para satisfacer a su familia con un título universitario, ya que nunca ejerció la abogacía y, de cualquier forma, tampoco lo necesitaba porque contaba con una gran herencia familiar.

El escritor Constantino Suárez, en su obra Escritores y artistas asturianos, señala que “al mismo tiempo que su preparación universitaria, Anselmo González del Valle realizó estudios musicales con los mejores maestros de Oviedo y Madrid”. Por lo que se refiere a Madrid todo apunta a que la enseñanza que recibió fue de carácter privado; las referencias de su familia señalan que el compositor no hizo estudios oficiales de música, sino que fue una enseñanza libre. Incluso comenzó los estudios de Armonía y Composición en París, pero sin llegar a concluirlos. Probablemente fue el músico Charles Beck uno de los que más influyó en la formación pianística de Anselmo. Beck fue Primer Premio de Piano del Conservatorio de París y se estableció en Madrid desde finales del XIX como profesor de piano, destacando también su actividad como concertista.

En estos primeros años de juventud González del Valle realiza continuos viajes a diversas ciudades de Europa, especialmente a París. Además, empieza a comprar partituras publicadas por las grandes casas editoriales europeas, especialmente de música pianística. Él tocaba todo la música para piano que compraba, con lo cual va adquiriendo paulatinamente el dominio técnico e interpretativo del instrumento que caracterizará sus años de madurez. En sus viajes por ciudades como Madrid o Barcelona, pero también fuera del ámbito nacional (París, Berlín, Leipzig o Roma) Anselmo tocaba como amateur en conciertos de carácter privado. Autores como Antonio García Miñor señalan que “pudo ser en su época uno de los primeros pianistas de Europa, pero despreció los más fabulosos contratos para anclar definitivamente su vida a Oviedo”.

En 1874 el músico contrae matrimonio con María Dolores Sarandeses y Santamarina, que había sido compañera suya en las clases de música con Víctor Sáenz. A partir de entonces finalizan los viajes de Anselmo, y la actividad como concertista se centra en el pequeño círculo de su familia y amistades. Sin embargo, pasa a un primer plano la faceta de compositor.

Anselmo G. Del Valle editó algunas de sus obras en el extranjero, como es el caso de estas Cinco Mazurcas elegíacas, dedicadas -a la memoria de mis padres-, publicadas por Fr. Kistner y cuya cubierta fue realizada por la litografía de C. G. Roder, Leipzig

En 1879 González del Valle es nombrado académico correspondiente de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, cuya sección de música se había creado recientemente. Tenía por entonces 27 años y ya era una de las personas de más relieve en la región, tanto desde el punto de vista social como cultural. A lo largo de su vida González del Valle reúne una biblioteca musical de renombre en su época y que, aún hoy, puede ser considerada de gran valor. Llegó a poseer una colección de más de 20.000 partituras; una parte de esta biblioteca la conservan los nietos del compositor y la otra fue adquirida en 1947 por el Instituto Español de Musicología (Consejo Superior de Investigaciones Científicas), de Barcelona. La colección cuenta con un amplio repertorio de obras de compositores, que va desde el Renacimiento hasta autores contemporáneos a González del Valle. También hay que mencionar la espléndida colección de cuadros que había heredado de su padre, gran aficionado a la pintura, y que el mismo Anselmo había ido aumentando.

González del Valle mantuvo relación con algunas de las personalidades más relevantes de la cultura española. Conoció a escritores, pintores y músicos como Francisco Asenjo Barbieri, Jesús de Monasterio, Tomás Bretón, Emilio Arrieta o Felipe Pedrell. Con Pedrell, que fue el padre del Nacionalismo musical español, tuvo Anselmo una estrecha relación, y le proporcionó varios temas tradicionales asturianos para su Cancionero Musical Popular Español (1922). Además, fue socio honorario de la Sociedad de Conciertos de Madrid.

Anselmo González del Valle fue uno de los principales promotores de la Escuela Provincial y Elemental de Música de Oviedo, origen del actual conservatorio. La apertura de la Escuela de Música tiene lugar en el año 1884, en el seno de la Academia Provincial de Bellas Artes de Oviedo. En un documento de la Academia leemos: “Un señor académico, artista de corazón y de pensamiento elevado [se refiere a González del Valle], tuvo la feliz idea de establecer bajo la dirección de esta Academia una clase de Música, ofreciéndose al mismo tiempo a costearla…”. Él presidirá la Escuela de Música de Oviedo hasta su muerte y, sin duda alguna, su influencia va a contribuir a crear un excelente clima musical.

Con el despegue de la industrialización van apareciendo en Asturias diversas compañías y sociedades promovidas fundamentalmente por la alta burguesía. González del Valle intervino en la creación en 1887 de la Compañía de Ferrocarriles Económicos de Asturias. También colaboró en el nacimiento de otras empresas como la Sociedad Industrial Santa Bárbara, la fábrica de cervezas El Águila Negra o la Unión Española de Explosivos. Paralelamente a la aparición de sociedades industriales se forman otras de tipo cultural y benéfico destinadas a paliar las necesidades de la nueva clase obrera. González del Valle era miembro de numerosas sociedades benéficas como la Sociedad Económica de Amigos del País, la Junta Provincial de Beneficencia Particular o la Sociedad Santa Bárbara, entre otras.

Un núcleo importantísimo en el desarrollo de la vida musical en Asturias en la segunda mitad del siglo XIX fue -como en tantas otras regiones españolas- el salón de las grandes casas burguesas. En su espléndida mansión de la calle Toreno de Oviedo, Anselmo González del Valle dedicó un enorme salón a la música, donde guardaba una valiosa colección de pianos y, como ya mencioné, una de las mejores bibliotecas musicales de aquella época. Pasaban a menudo por aquella casa los personajes más relevantes del mundo de la música de la región: Saturnino del Fresno, Baldomero Fernández, Víctor Sáenz, Benjamín Orbón, Eduardo Martínez Torner, etc. Pero también estuvieron allí, a su paso por la ciudad, intérpretes como la pianista zaragozana Pilar Bayona o el gran Arturo Rubinstein, que dio un concierto en el Teatro Campomor en 1916. Es posible, aunque no está suficientemente claro, que existiera cierta relación entre Anselmo y el compositor ruso Nikolái Rimsky-Korsakov; el Capricho español de Rimsky es prácticamente un capricho asturiano y algunas investigaciones sugieren que pudo ser González del Valle el qué, de alguna manera, proporcionó los temas asturianos a Rimsky-Korsakov. La leyenda llegó incluso a contar que el músico ruso se había alojado en la casa de González del Valle. Anselmo y su familia se mofaban de esta leyenda con una ironía típicamente asturiana: Tenían un sillón, colocado en un lugar especial de la mansión, y en el que nadie se podía sentar, ya que era el lugar donde Rimsky había descansado en una visita que hizo a Anselmo y estaba reservado para sus próximos viajes a Oviedo.

En 1901 muere, a los cincuenta años, la esposa de Anselmo, víctima de una larga enfermedad. Esto supone un duro golpe para el músico del que ya nunca se repone; queda entonces al cuidado de su numerosa familia, pues el matrimonio tenía trece hijos, algunos de los cuales eran muy pequeños al morir su madre.

El excelente clima musical que vivía a principios del siglo XX la región terminará por cristalizar con la creación de la Sociedad Filarmónica de Oviedo en 1907, a la que seguirán la de Gijón en 1908 y la de Avilés en 1918. González del Valle fue una figura fundamental en el origen de la Sociedad Filarmónica de Oviedo y figuró como Presidente de honor de la misma en sus primeros años.

Al fallecer su mujer la propia salud del compositor se ve afectada y, además, padecía una diabetes desde hacía bastantes años. Para buscar remedio a esta enfermedad acude todos los veranos a tomar las aguas al Balneario de Mondariz, en Pontevedra (Galicia), y realiza algunos viajes al extranjero para consultar a los mejores especialistas europeos. Pero, a pesar de lo precario de su salud, la muerte le coge por sorpresa; el 15 de septiembre de 1911 el músico sufre un repentino ataque al corazón, debilitado por la enfermedad crónica.

La producción musical de González del Valle es una de las más importantes, tanto en calidad como en número, de la segunda mitad del XIX en Asturias; se han catalogado unas setenta composiciones suyas. Además, prácticamente la totalidad de esta música fue publicada, casi siempre por destacadas editoriales europeas y españolas. Constituye un caso bastante peculiar como compositor, ya que toda su obra está escrita para piano, el instrumento que dominaba desde el punto de vista técnico y expresivo. Esta música se puede dividir en tres tipos: el primero con obras basadas en la música tradicional; el segundo formado por obras originales que reflejan la estética del Romanticismo tardío, y el tercer tipo son las composiciones inspiradas en piezas de otros autores.

En cuanto a las obras basadas en música española, compuso seis Rapsodias españolas para piano. El género rapsódico, que no se sujeta a ningún esquema formal, ofrecía al compositor una gran libertad para el tratamiento de los temas tradicionales. Una de las influencias que más pesa sobre estas obras son las Rapsodias del compositor Franz Liszt. Purita de la Riva interpretará la Rapsodia Española, op. 19 de González del Valle. En ella pueden diferenciarse tres secciones: 1ª. Dedicada al folklore musical asturiano; 2ª. Hay un predominio de la música andaluza, y 3ª. Dominada por temas de jotas aragonesas.

Hay un elemento unificador en la Rapsodia que es la aparición a lo largo de la misma del tema de la Marcha real. Los aspectos más destacados de esta obra son: la cita directa y con pocas transformaciones de los temas tradicionales y un virtuosismo pianístico que busca la brillantez y el lucimiento del intérprete.

Por lo que se refiere a las obras de González del Valle basadas en música asturiana Purita de la Riva va a interpretar: la Rapsodia asturiana sobre aires populares para piano, nº 2; las añadas Yes nidia y No llores, no de la obra Rapsodia asturiana para piano, op. 13, y los temas Paxarinos y No la puedo olvidar de la obra Veinte melodías asturianas para piano.

Rapsodia escrita por Anselmo G. del Valle, donde figuran diversos símbolos asturianos: Don Favila contra el oso, un carbayón (roble), la Cruz de la Victoria rematada por la corona real (escudo del Principado), y la catedral de Oviedo.

La Rapsodia asturiana sobre aires populares para piano, nº 2, op.27 fue compuesta alrededor de 1890. Está dedicada “a su amigo don Teodoro Cuesta, músico y poeta asturiano” y va precedida por dos de sus poemas: Asturias y La romería. La Rapsodia se abre con el tema de danza prima La virgen de Covadonga y luego se van desarrollando otras canciones tradicionales como No se va la paloma o Nadie plante su parra. La Rapsodia termina brillantemente, como queriendo imitar el final de una romería asturiana, con un popular y enérgico baile de gaita.

La canción tradicional No la puedo olvidar aparece en otros cancioneros de la época, pero estas versiones no se pueden equiparar al delicado tratamiento que hace González del Valle del tema. Creo que es una de sus mejores composiciones ya que, sin acudir al excesivo virtuosismo pianístico, consigue una gran calidad estética, por ello su carácter es más íntimo y también más personal que el de otras obras.

El tema Yes nidia es una añada y lleva el texto en la parte superior; en él se amenaza al niño con las xanas para que se duerma. El tratamiento que hace el compositor de este tema es de una sencillez exquisita. La melodía se trascribe sin modificaciones, para ser tocada piano y muy ligada, indicaciones muy adecuadas para esta canción de cuna. El acompañamiento de la melodía es sobrio, pero el compositor utiliza con maestría los recursos pianísticos para crear la atmósfera adecuada. El piano es puramente descriptivo, especialmente en las cascadas de arpegios que imitan el sonido del agua de los arroyos en los que viven las xanas.

Para concluir tengo que señalar que la obra de Anselmo González del Valle es equiparable en calidad (en algunos casos sin duda mejor) a la de otros compositores españoles de la segunda mitad del siglo XIX, como Apolinar Brull, Eduardo Ocón, Miguel Capllonch o Teobaldo Power. Como ocurre con estos autores su música representa un nacionalismo sin las aspiraciones más universales de la música de Falla, Albéniz o Granados, en los que el nacionalismo se afina y evoluciona al contacto con las corrientes musicales europeas. La música de González del Valle está determinada por la época en la que vivió, es decir, por el Romanticismo tardío y la búsqueda del virtuosismo instrumental. Pero el tratamiento que hace el compositor de la música asturiana imprime un carácter más personal a sus obras; ya que su acercamiento a la esencia melódica y rítmica de estos temas hace que el lenguaje musical resulte, en cierto modo, innovador y original.


Fidela Uría Líbano
Cangas del Narcea, 2 de diciembre de 2011


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La modernización del vino de Cangas, 1878 – 1901

XIII Exposición de Burdeos, Diploma de Medalla de Plata, 1895 a los vinos de Cangas de Tineo de Anselmo González del Valle

Anselmo González del Valle y Cangas del Narcea

La modernización del vino de Cangas, 1878 – 1901

La relación de Anselmo Gonzalez del Valle y Carbajal (La Habana, 1852 – Oviedo, 1911) con Cangas del Narcea está envuelta en un cierto misterio, basado en el desconocimiento que tenemos de los motivos que impulsaron a este hombre, nacido en Cuba, hijo de un emigrante de Oviedo, rico capitalista, industrial y gran aficionado a la música, a comprar tierras en el concejo de Cangas del Narcea y dedicarse con ahínco al viñedo y la elaboración de vino.

Sus inversiones en Cangas del Narcea comienzan el 18 de septiembre de 1878, cuando González del Valle, que tenía 26 años de edad, compra en Oviedo (ante el notario José Antonio Rodríguez) a Juan Vázquez Camino, comerciante residente en Burdeos, un número elevado de propiedades en los concejos de Cangas del Narcea, Tineo, Ibias, Allande, Valdés y Villayón, por 277.500 pesetas. Todas estas propiedades las había adquirido este comerciante en 1874 a Rafael Uría Riego, hermano y heredero del famoso José Francisco (1819 – 1862), con un pacto de retroventa por un periodo de cuatro años, que el vendedor no llegó a ejercer.

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Cangas del Narcea hacia 1918 (vista parcial) destacamos la bodega construida por Anselmo G. del Valle, el Lagarón.

La gran mayoría de las propiedades adquiridas por González del Valle estaba en el concejo de Cangas del Narcea, en total 198. Había caserías, viñas, prados y tierras localizadas en cortinales de muchos pueblos, así como el dominio de pueblos enteros: Amáu/Amago, El Fuexu/El Fuejo o Pambley, y de brañas: La Linar (Rato), Entrambosríos (Mieldes), Junqueras y Los Cadavales, o de partes importantes de pueblos: Mieldes, Bárzana, Parada la Viecha, San Xuan del Monte, El Valle los Humeiros, Miravalles, Veigamioru, Villager, Piñera, El Pládanu y Berguñu. En la compra se incluían importantes propiedades situadas en la villa de Cangas del Narcea y sus inmediaciones: el palacio de Omaña y la huerta contigua; una casa en la calle Mayor; las Huertas de La Veiguitina; la Huerta del Molino, el Prau del Molino y el molino harinero situado junto al puente de piedra de Ambasaguas; viñas en Barañan; “la posesión llamada de Obanca, parroquia de Santa Marina, compuesta de casa, hórreos, un molino con cuatro molares, tierra, prados, huertas, varios castaños y otros árboles” de una superficie de tres hectáreas, etc.

Bodega de Anselmo G. del Valle, conocida como El Lagarón, construida a fines del siglo XIX en el Pelayo (Cangas del Narcea); detrás todo son viñas, 1935. Fotografía de Elisa Álvarez Castelao.

A estas propiedades Gonzalez del Valle sumó varias viñas en Limés, que compró en 1879 a María Joaquina Gonzalez-Cienfuegos y Navia Osorio (de la casa del conde de Peñalba), y en 1883 a Indalecia García del Valle. Por último, en 1898 adquirió a Casimiro Manso Ochoa la finca de Pelayo, en la villa de Cangas del Narcea, donde construyó una gran bodega de vino, la conocida como El Lagarón, que tenía pozo y bomba de agua.

Las propiedades más estimadas de Gonzalez del Valle fueron sin duda las viñas. En total llegó a poseer 21 hectáreas de viñedo, localizadas en los términos de Pambley, San Cristóbal de Entreviñas, Oubanca, Burracan, Cangas del Narcea y, sobre todo, Limés. En este último lugar era propietario de la viña de Santiago (de ocho hectáreas), la viña Grande (de dos hectáreas), la viña Redonda o Semillana (de más de cuatro hectáreas), la viña Cachiporra (de más de una hectárea) y otras más pequeñas en los formales de San Andrés, Perín y Sumeana. En la viña Redonda había un edificio terreno, cubierto de teja y destinado “exclusivamente a la recolección o deposito del fruto y sarmientos de la finca, custodia de herramientas para trabajarla y demás usos precisos a la misma”. Las viñas de mayor superficie las explotaba directamente Gonzalez del Valle, y las pequeñas las llevaban arrendatarios que a menudo pagaban de renta el tercio o el quinto de “su producción en uva”.

Anselmo González del Valle, 1874. Dibujo de José F. Cuevas.

Anselmo González del Valle ejerció en Cangas del Narcea las actividades siguientes: el altruismo, la explotación de un molino, el cultivo de viñas y la producción de vino. Las dos últimas fueron su principal ocupación. Su domicilio lo tenía en Oviedo. Solía venir a la villa de Cangas casi todos los años, durante unos días, en los meses de octubre y noviembre, coincidiendo con la vendimia y los primeros trabajos de elaboración del vino, y residía en el palacio de Omaña. A veces también venía en julio durante las fiestas del Carmen. En esta villa tenía un administrador que se encargaba de arrendar las fincas, recaudar las rentas, etc. El 23 de octubre de 1882 (ante el escribano Ángel Menendez Reigada) nombró en este puesto a Felipe Francos Flórez y el 14 de julio de 1897 (ante el escribano José Novoa Álvarez) al maestro Genaro González Reguerín.

Gonzalez del Valle era un “hombre generoso y caritativo”, conocido en Oviedo por sus obras benéficas. Cangas del Narcea se benefició de esta generosidad, y en cualquier suscripción que se formaba para recaudar fondos para las fiestas del Carmen, la junta de socorro de los pobres, etc., figura su generosa aportación. También donó terrenos en La Veiguitina para la apertura de una calle. El Ayuntamiento de Cangas del Narcea reconoció este altruismo, dedicándole en la villa una calle nueva que se abrió para comunicar la calle de La Fuente con La Veiguitina.

Molino junto al puente de piedra de Ambasaguas, construido por Anselmo G. del Valle en 1884, Cangas del Narcea, 1935. Fotografía de Elisa Álvarez Castelao.

En la compra de 1878 iba incluido un molino harinero con “ocho piedras molares” y 130 m2, que era el único que había en la villa de Cangas del Narcea. Había pertenecido a la casa de Omaña y estaba pegado a la derecha del puente de piedra de Ambasaguas, entrando por la calle de La Fuente. González del Valle derriba este molino y construye en 1884 uno totalmente nuevo, a la izquierda del puente, para el que aprovecha la presa del molino viejo. Instala tres muelas hidráulicas con una maquinaria moderna que trae de León. Tenía una muela francesa y dos españolas, “que molían más rápido y mejor que las antiguas”, y un ventilador, también movido por la fuerza del agua, que dejaba “el grano perfectamente limpio”. Para un capitalista como González del Valle, que invertía en ferrocarriles o fabricas de explosivos, la inversión en un molino de estas características era un anacronismo. La existencia de un molino de esta clase era algo beneficioso, sobre todo, para los vecinos. El pan seguía siendo el alimento básico de la población y no era lo mismo tener un molino viejo, que se estropeaba con frecuencia y no molía bien, que uno moderno, rápido y eficaz, que permitía tener una harina limpia y bien molida.

La gran actividad de González del Valle en Cangas del Narcea fue el cultivo de viñas y la elaboración de vino, y en esto es donde llega su influencia hasta nuestros días. Para estas labores trajo a técnicos franceses de la zona de Burdeos. La viticultura y la vinicultura francesas eran las más desarrolladas de Europa, y González del Valle no escatimó medios para mejorar y modernizar estas labores en Cangas del Narcea. Su interés le llevó a acudir a Madrid en junio de 1886 al Congreso Nacional de Vinicultores en representación del Consejo Provincial de Agricultura, Industria y Comercio de Oviedo, junto al conde de Toreno. A este congreso también asistieron de Asturias, Víctor Lobo, ingeniero agrónomo provincial, y Rogelio Valledor Ron, que fue en representación del periódico El Occidente de Asturias, de Cangas del Narcea, lo que denota el interés de esta industria para nuestro concejo.

En el viñedo los técnicos franceses introdujeron numerosas mejoras que fueron seguidas por los cangueses, y que favorecieron mucho el cultivo de la vid. Algunas de las más destacadas fueron las siguientes: el azufrado y el sulfatado con “caldo bordelés” (mezcla de sulfato de cobre y cal) para prevenir el oidium y el mildiu, respectivamente, que son dos hongos procedentes de Estados Unidos de América que causaron grandes estragos en los viñedos europeos durante la segunda mitad del siglo XIX; la poda temprana; la colocación de espalderas o hilos de alambre para sujetar las vides, etc.

De algunas de estas mejoras tenemos testimonios contemporáneos gracias al periódico El Occidente de Asturias:

Los viñedos hace años vienen atacados del Oidium, de ese terrible parásito que se desarrolla de una manera admirable; y este año, que los cosecheros, por iniciativa del señor don Anselmo del Valle, habían empezado á utilizar con buen éxito el azufre, parece que los temporales se empeñaron en destrozar una cosecha que constituye el primer elemento de riqueza de esta comarca. Era lo que faltaba á este pobre país […]. (El Occidente de Asturias, 15 de septiembre de 1882)

Al año siguiente el mismo periódico vuelve a recordar los beneficios aportados por estos técnicos franceses que trabajaban para González del Valle:

La vendimia se va haciendo con buen tiempo. La cosecha es desigual, pues al paso que algunas viñas tienen más uva que en el año último, otras tienen menos. Entre las primeras se cuentan las del señor don Anselmo del Valle, debido indudablemente al sistema de poda y otras labores que adoptaron obreros franceses que ha traído, y al azuframiento de las vides. Ténganlo presente los demás viticultores, y adopten el propio sistema si quieren que sus viñas produzcan. El vino promete ser bueno. (El Occidente de Asturias, 19 de octubre de 1883).

En Francia fue donde se desarrolló el empleo de azufre para prevenir el oidium y donde se descubrió la eficacia del sulfato de cobre para combatir el mildiu.

En cuanto al sistema de poda, otra noticia de ese mismo periódico, nos aclara en que consistió el cambio propiciado por los técnicos franceses:

La primera de estas cuestiones es la siguiente: ¿La poda de la vid debe ser temprana ó tardía? Los que sostienen que debe ser temprana, y son muchos, especialmente en Francia, y en España personalidades muy respetables, afirman que la poda que se hace en Diciembre da lugar á la producción de yemas robustas que ofrecen fruto más abundante que el de poda tardía, agregando además que por este medio la cosecha se adelanta, circunstancia que en la provincia de Asturias no debe perderse de vista. En apoyo de esta opinión nosotros podemos citar lo que en la actualidad está practicando, en el viñedo que en los términos de este ayuntamiento tiene el señor D. Anselmo del Valle, un obrero que este trajo de Francia con el único objeto de atender al cultivo y mejoramiento de sus viñas. Sostiene este obrero las ventajas que hemos indicado de la poda temprana, y así es que la está haciendo actualmente. No debemos omitir tampoco que por el mismo tiempo la hizo en el año anterior, y que, ya fuese debido á esto, ó tal vez á la casualidad, lo que no es imposible, es lo cierto que las viñas del Sr. Valle han sido las que dieron en el corriente más abundante cosecha. (El Occidente de Asturias, 7 de diciembre de 1883).

Estas mejoras quedaron grabadas en la memoria de los viticultores cangueses, y en 1987, cien años después de su introducción, Carmen Martínez Rodríguez entrevistó a algún anciano que “aún recordaba con agradecimiento y admiración a los técnicos franceses venidos de Burdeos para enseñarles a injertar, a preparar el caldo bordelés o a utilizar las primeras sulfatadoras. También contaban que estos mismos técnicos trajeron nuevas variedades de vid, como el Cabernet, la Garnacha Tintorera y el Albarín Francés, y que les enseñaron a utilizar nuevos sistemas de poda y conducción (Guyot), que poco a poco irían sustituyendo a otro mucho más antiguo denominado en cepa redonda” (Mª del Carmen Martínez Rodríguez y José Enrique Pérez Fernández, La vid en el occidente del Principado de Asturias, CSIC, Madrid, 1999, pág. 21).

Pero no todos fueron éxitos en las viñas de González del Valle. La modernización y los cambios en el campo llevan a aparejados riesgos. La introducción de nuevas plantas y su aclimatación es una operación problemática, y a veces las cosas no salen todo lo bien que se proyecta. Esto fue lo que le pasó a Gonzalez del Valle con la plantación de nuevas variedades de vid, que introdujo con el fin de mejorar la producción y luchar contra la terrible filoxera, un parasito que procedente también de América asoló los viñedos de toda Europa a fines del siglo XIX, y que en Cangas del Narcea se localizó por primera vez en 1893. Los problemas de González del Valle los conocemos por una carta escrita por Severiano Rodríguez-Peláez desde Cangas del Narcea al conde de Toreno, el 26 de octubre de 1898:

D. Anselmo, que por medio de los franceses empezó a descepar el mejor terreno de la viña, donde no había siquiera asomo de filoxera, hizo cuantiosos gastos para fundirla y despojarla de la piedra, trajo vides injertas de Burdeos que plantaron en la forma que lo hacían allí, y después de tan bien preparado el terreno, le murieron próximamente una mitad, y las que no perecieron llevan un desarrollo muy lento, y según el francés que sigue aquí, parece tienen que volver a replantar, poniendo una cesta de cucho a cada planta, para lo que estuvo este verano acopiando todo el cucho que encontró.

El 23 de noviembre de ese mismo año, Rodríguez-Peláez vuelve a escribir al conde sobre este asunto:

Lo que no se comprende es lo de D. Anselmo, dicen que este año recogió solo unas cien cuepas [3.130 litros], a pesar de tanto cuidado y tantos gastos como viene haciendo en estos años. En el actual tienen que ser mucho mayores porque hace ya cuatro meses que tiene ocupado un carro en llevar abono; acopió todo el de la villa y después se fue a los pueblos de Limés y Ponticiella para hacer otra plantación nueva, y calculan que tal número de plantas ha de dar tanto vino, calculando a dos litros cada una por término medio, lo que estará bien en otros países más apropiados para esta clase de cultivos y en que cuestan menos los gastos ordinarios anuales.

En la elaboración del vino también se hicieron cambios y mejoras importantes, dirigidas por el técnico francés Ernest Dubucq, jefe de la bodega de González del Valle en Cangas del Narcea.

Parece que la manipulación que se está efectuando por un inteligente francés, en el vino que en este concejo cosecha don Anselmo González del Valle, vecino de Oviedo, está dando excelente resultado. Como en la manipulación no entra ninguna materia ni sustancia que pueda quitar al vino su pureza, no podemos menos de aplaudir la determinación del señor Valle, que indudablemente contribuirá mucho á llevar la fama del vino cangués más allá de los confines de Asturias, en donde hasta ahora se halla aprisionada (El Eco de Occidente, 9 de febrero de 1894).

El vino se elaboraba con un sistema moderno en el que la fermentación era cerrada, no abierta como es costumbre en el método tradicional del vino de Cangas. Para ello se tapaban las tinas y se les ponía un tubo de hojalata que desahogaba en un depósito de agua, para no perder el anhídrido carbónico. Esto lograba un vino más resistente a los trasiegos, que duraba mucho más, no estropeándose durante el verano como le sucedía al vino tradicional. Según los vecinos de Cangas en aquel tiempo, este vino tenía el inconveniente de que “se iba mucho a la cabeza”, probablemente debido a que tenía algunos grados más de alcohol que el tradicional.

Otra práctica que introdujo González del Valle fue la mezcla de vinos, tanto del país como de Castilla. Al mezclar el vino de afuera lo que buscaba era subir la graduación y bajar la acidez característica del vino de Cangas, con el objeto de hacer un vino más agradable a los gustos de los potenciales clientes de fuera de Cangas del Narcea. En 1895 compró para este fin toda la producción del vino añejo y de ese año del conde de Toreno.

Sin duda, uno de los meritos de Anselmo González del Valle fue la comercialización y difusión de nuestro vino fuera de su lugar de producción, “más allá de los confines de Asturias”. A fines del siglo XIX, era habitual en la portada del diario El Carbayón, de Oviedo, un anuncio de “Vinos tintos de Cangas de Tineo de D. Anselmo G. del Valle”. El vino se ofrecía en botellas (a 2 pesetas unidad) y media botellas (1,25 pesetas), en cajas de 12 botellas y de 24 medias botellas, en barricas de 225 litros, barriles de 105 litros y cuartos de barricas de 55 litros. González del Valle tenía un depósito de venta propio en el número 40 de la calle Uría, de Oviedo. En el mismo anuncio se mencionan otros puntos de venta en Oviedo, Avilés y Gijón, y también en el número 76 de la calle de Fuencarral, de Madrid.

Botella de vino tinto de Anselmo G. del Valle, cosecha de 1896. Col. Museo del Vino de Cangas.

Las botellas de la cosecha de 1896 llevan una hermosa etiqueta litográfica realizada en el establecimiento de Del Río y Gutiérrez, de Luarca, en la que aparece un dibujo del Rey Pelayo y a los lados, el anverso y el reverso de la medalla de plata obtenida por el vino de Gonzalez del Valle en la Exposición de Burdeos de 1895.

Etiqueta de botella de vino de Anselmo G. del Valle, Cangas de Tineo, 1896. Col. Museo del Vino de Cangas

En 1896, el vino de González del Valle obtuvo otras dos medallas, en este caso de oro: una, en la Exposición Agrícola, Industrial y Artística de Angers, también en Francia, y otra, en la Exposición Regional de Lugo. Asimismo, estuvo presente en la Exposición Regional de Gijón de 1899, que fue una celebración en la que se mostró todo el poder de la industria que se había desarrollado en Asturias desde mediados del siglo XIX. Su stand lo describe el periódico El Noroeste, el 6 de agosto de 1899, con las siguientes palabras:

Elegante y bonita instalación formada por una base de barriles, sobre la que descansa un templete de botellas de vino de Cangas y encima de las botellas un barril que sostiene una cestita con hojas y fruto de la vid. En el templete lleva cuatro escudos pintados, y el conjunto de la instalación es agradable.

¿Cuales fueron las intenciones de Anselmo González del Valle en toda esta empresa? ¿Afición a la agricultura o el vino, búsqueda de rentabilidad económica, favorecer la industria vinícola canguesa, lazos familiares con esta tierra? No lo sabemos.

En su tiempo, y para sus iguales, fue una aventura económica incomprendida. El 30 de noviembre de 1898, el conde de Toreno le escribe desde Madrid a su administrador en Cangas del Narcea:

Hace mucho tiempo que no comprendo lo que se propone D. Anselmo del Valle en todas las operaciones de plantación de cepas y elaboración de vinos, pues, no creo que hasta ahora haya obtenido ningún resultado positivo, después de los considerables desembolsos que viene realizando. Él sabrá lo que se propone, si es que lo sabe.

Exposición Internacional Libre de Angers 1896, Diploma de Medalla de Oro

La diferencia entre el conde de Toreno y González del Valle está clara, es la diferencia entre el noble rentista, miembro de un viejo linaje, y el burgués innovador, hijo de la emigración a América. El conde era otro gran cosechero de vino de Cangas, pero nunca se interesó por mejorar el cultivo de la vid, ni por embotellar el vino, ni por comercializarlo fuera de Cangas del Narcea. En cambio, la labor de González del Valle fue fundamental para traer a Cangas unos adelantos, en algún caso mucho antes que a otras localidades productoras de vino, que favorecieron esta industria, que era la principal del concejo y la que daba trabajo a muchos hombres y mujeres durante buena parte del año.

Don Anselmo se marchó de Cangas del Narcea del mismo modo que había llegado en 1878: precipitadamente. El 6 de noviembre de 1901 vende en Oviedo (ante el notario Secundino de la Torre y Orvíz) todas sus propiedades en el concejo, que eran más de doscientas, a los hermanos Alfredo y Roberto Flórez Gonzalez, por 175.000 pesetas. El precio de la venta fue bastante más bajo que el que había pagado González del Valle por estas propiedades veintitrés años antes, a las que además había que sumar las inversiones en un molino nuevo, una bodega moderna y otras mejoras. Los compradores no eran unos desconocidos para él. Eran nietos de Genaro González Reguerín, administrador suyo en Cangas del Narcea en 1897 y 1898, e hijos de José María Flórez González, al que Gonzalez del Valle tuvo que conocer en Oviedo, porque los dos pertenecían a la Comisión Provincial de Monumentos Históricos y Artísticos, y compartían afición por las bellas artes, la música y la enseñanza.

Exposición Regional de Lugo de 1896. Diploma de la Medalla de Oro a los vinos de Cangas de Anselmo González del Valle.

La aventura canguesa de González del Valle concluyó ese día, el 6 de noviembre de 1901, con 49 años de edad. En este caso si conocemos el motivo de este final. En 1901, Gonzalez del Valle cayó en un fuerte desanimo y una gran apatía, debido al fallecimiento de su esposa el 25 de mayo de 1901 y a una diabetes que le diagnosticaron y para la que no encontró remedio.

Pero él no olvidó aquella aventura canguesa, y seis años después, el 4 de enero de 1907, donó al Ayuntamiento de Cangas del Narcea los diplomas de los tres premios que había obtenido con sus vinos en las exposiciones agrícolas de Francia y Lugo. Creo que este gesto es el mejor modo de expresar que la razón de aquella aventura, aunque siga siendo para nosotros una incógnita, tenía más que ver con un beneficio colectivo que con un interés particular.

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Tortilla soufflé

alt“Nada tan sencillo”

Se baten hasta que levanten ampollas seis yemas de huevo, agregándoles lentamente otras tantas cucharadas de azúcar tamizada y unas gotas de vainilla o la esencia que se quiera.

Aparte se ponen al blanco de nieve y muy duras las claras, y justamente diez minutos antes de sacarlo a la mesa se mezcla todo, echándolo en una cacerola de porcelana que resista el fuego, untándola ligeramente con manteca de vaca, y se mete en el horno que tiene que estar muy fuerte para que se infle mucho, que es cuando está bien.

Para que siempre salga en su punto la tortilla, es menester que las yemas y claras estén muy batidas, cuanto más tiempo mejor y el horno muy fuerte.

Del recetario manuscrito en El Puerto Leitariegos el 1 de marzo de 1914, por Adela Cosmen Bueno, de Casa Basilio.

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José María García Aznar (Cangas del Narcea, 1882 – La Arena, 1942), sacerdote y novelista

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El presbítero cangués José María García Aznar hacia 1932.

Nace en Cangas del Narcea el 29 de mayo de 1882. Su padre, don Higinio García González-Regueral era militar, y su madre, doña Rosita Aznar Martínez procedía de una familia de Luarca y era prima de la mujer de don Severo Ochoa, el Premio Nobel de Medicina. Parece ser que su primera vocación era la castrense, tal como aparece en algunas biografías, y que no pudo seguir debido a una ligera cojera ocasionada por un disparo en la rodilla de un sobrino a quien se le disparó un arma.

Estudia la carrera eclesiástica y parece ser que también hizo estudios de magisterio. Se ordena sacerdote con otros cincuenta y ocho en 1906 (Antonio Viñayo, El Seminario de Oviedo, pág. 235).

En 1907 es destinado como capellán en El Pito (Cudillero) y coadjutor “ad nutum”, es decir sin que hubiera plaza. Tres años después, en 1910, es nombrado por el marqués de Muros, de quien su madre era pariente, párroco de Ranón y de su filial de La Arena (Soto del Barco), puesto que era una parroquia de Patronato. Con él vivía una muchacha de servicio llamada Lucinda. Recorría a caballo las parroquias de Naveces, La Corrada y Ranón. Vivía en Ranón en una casa del marqués que él adaptó para rectoral, hoy completamente restaurada, y el coadjutor residía en La Arena, donde está hoy la rectoral. En ella se hacía el samartín o matanza, que curaban en el bajo. Para llevarlo a cabo venía gente de Cangas del Narcea a ayudarles. También colgaban de los pontones, atadas con un hilo, las manzanas de mingán. Tenían una vaca llamada “Perla”. Parece ser que durante algún tiempo estuvo encargado de la parroquia de La Corrada. Uno de sus coadjutores fue don Porfirio Gutiérrez, párroco durante muchos años de Pillarno (Castrillón), dos temperamentos que no se llevaban, pero poco antes de morir Aznar lo trasladaron para Escoredo, de modo que ya no estaba allí cuando murió Aznar. Creo que fue poco antes de 1910 cuando la iglesia de La Arena estuvo en entredicho por mala avenencia entre cura y coadjutor, aunque desconozco las razones ni quienes eran éstos.

Fue el promotor del Sanatorio Quirúrgico de San Juan Bautista de La Arena, al frente del cual estuvo el especialista de corazón y pulmón, a la vez que cirujano, don Francisco Torrado, de Oviedo. Había dos ayudantes médicos, uno fue don Francisco Combarro. En este Sanatorio se atendía a los pescadores de Cudillero, San Esteban de Pravia y La Arena, dependiendo del Pósito o Rula de Pescadores de esta localidad del que don José fue durante un tiempo Presidente.

Sobre su odisea durante la persecución religiosa de 1936 da fe el testimonio de su coadjutor don Manuel Fanjul de la Roza, recogido por A. Garralda:

“El párroco de Ranón, don José María García Aznar, y un servidor habíamos estado presos dos meses antes del 18 de julio, seguido del triunfo del Frente Popular en las elecciones de febrero. Primero en la cárcel de Soto del Barco, en donde querían entrar con barras a matarnos; ante el peligro, nos trasladaron a la de Avilés, coincidiendo con don José Arenas, párroco de Riberas de Pravia, donde también nos quiso asaltar la chusma; y finalmente a Gijón, en varios autocares, porque la autoridad preveía el peligro y buscaba nuestra mayor seguridad. Sólo estuvimos diez días en la cárcel. Pero fue una buena experiencia.

Por eso, en cuanto me di cuenta de que en San Esteban de Pravia había huelga general por el levantamiento de África, levanté el vuelo. A sabiendas de lo que nos esperaba huimos por el monte el párroco (J. M. G. Aznar) y yo a Pravia. Si me quedo un día más, me enganchan y me hubieran matado. Oí decir que habían ido hacia los límites con Galicia en busca de ambos, cuando nos tenían bien cerca en Pravia.

Una vez en Pravia nos reunimos José Arenas, Luis Muñiz y Ramón García González, sacerdotes. Les propuse coger un coche y marchar a Portugal. No hubo manera de ponerse de acuerdo. Cada uno fue por su lado…”(Ängel Garralda, La persecución religiosa del clero en Asturias. II. Odiseas, Avilés 1978. págs. 270-271).

Al habla con don Manuel Fanjul me dijo que don José Mª García Aznar quedó escondido en Pravia con el párroco de dicha villa hasta que, meses después, fue liberada la zona, regresando de nuevo a su antigua parroquia de Ranón.

La Iglesia parroquial, de la que aún quedan unos muros, está en ruinas en una pequeña campa propiedad del Obispado.

Acaso debido a la presión psicológica que sufrió durante los años de persecución de la Guerra Civil y el fuerte temperamento que tenía, su carácter se fue haciendo más duro siendo al mismo tiempo víctima de una especie de manía persecutoria que le hizo poner casa en La Arena. Luego no cesó hasta que le nombraron presidente de la Rula de Pescadores. Había en La Arena un médico, apellidado Arana, que influía enormemente sobre la juventud y con quien estaba seriamente enfrentado. Pero el problema que le llevó a la muerte el 18 de junio de 1942, pocos días antes de la fiesta patronal de La Arena, fue que, debiendo enfrentarse por cuestiones de un paso frente a la iglesia, con el alcalde de La Arena, don Nicanor Suárez, no encontró respaldo ni por parte de compañeros, al parecer aquella noche había acudido a la rectoral a ver a don Maximiliano, ni de la jerarquía quienes juzgaban que la cosa no era para tanto. Por lo visto sí lo era…

De su vocación literaria dan fe las diversas colaboraciones en diversos periódicos y revistas, como Las Libertades, de Oviedo, en su primera etapa, Región (Oviedo) y la revista Covadonga. Publicó tres novelas de ambiente asturiano: ¡Allá… junto al mar!, Oviedo 1930; En medio del mar (con portada del pintor García Sampedro), Oviedo 1932 y Confinado, Oviedo 1934. Pero nos consta que dejó inéditas otras: Garras del Vilano -posiblemente la misma que aparece como “Vilanos inmorales (en preparación)” en la novela En medio del mar- y El señor de Muros, en la que atacaba por lo visto a su propia familia. Cerca del mar y Garras de Vilano, que aparecen anunciadas como obras en preparación en las contraportadas de En medio del mar y Confinado, son obras que posiblemente echó al fuego la noche de su muerte, pues su hermana Maruja me dijo que la víspera de su trágico final se había pasado toda la noche quemando papeles en la cocina.

De sus primeras obras hace el escritor Armando Palacio Valdés el siguiente comentario:

“… un léxico escogido y rico, de un selecto y correcto castellano. Una dicción suelta, galana, gaya, elegante; unas escenas donde palpitan llenas de vida, las virtudes y pasiones, querencias odios y amores expuestos con muy finos recatos, sin desparpajos, pero sin ñoñerías. Una trama llevada siempre con acierto… con ingenio, con interés, sin que los protagonistas se salgan ni un instante de su carácter, sin forzar las situaciones…”.


Por José Manuel Feito Álvarez


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Un viaje a Degaña en 1925

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Carretera de Cangas a El Puertu: El Pontón, hacia 1920. Fotografía de Benjamín R. Membiela. Colección: Juaco López Álvarez

En una mañana de junio emprendimos un viaje a Degaña. Madrugamos. El sol apenas había traspuesto en su orto las altas montañas astures, reflejando sus primeros rayos en los altos prados y herbazales de las montañas del Poniente, cuando trepidaba el motor del Dodge que nos conducía por la pronunciada cuesta que la carretera que de Cangas de Tineo parte ha de sostener durante kilómetros y kilómetros para alcanzar la divisoria de la cordillera cantábrica en el puerto de Leitariegos, límite entre León y Asturias.

Se da el caso en este montañoso y apartado rincón del mundo que moramos de que para ir a pueblos del mismo partido judicial es preciso salir de éste y aun de la provincia, y rodeando medio centenar de kilómetros en automóvil, quedar todavía a catorce del punto de destino, que se han de recorrer forzosamente en caballería si no se quiere apelar, en aras del ejercicio corporal, al tan modesto y vulgar vehículo de San Fernando, echando un pie tras otro.

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En 1925 los últimos catorce kilómetros hasta Degaña se tenían que recorrer andando o en caballería. Fotografía de la época. Colección Álvarez Pereda.

Hemos salvado el Puerto y descendemos hacia León. La carretera, en múltiples zigzag, va mitigando las diferencias del nivel hasta Caboalles de Abajo. El panorama ha variado por completo; a las jugosas y verdes laderas cubiertas de pradería y castañar, propias del terreno asturiano, suceden los terrenos pedregosos y yermos, cuyas vertientes asoman las bocaminas carboníferas y las escombreras del mineral. El Sil que acaba de nacer en la vertiente del Puerto para caminar muy lejos llevando con sus aguas el prestigio y la leyenda de sus arenas auríferas, mancha aquellas con los lavaderos de carbón.

A las casas de tejados de paja, que en las pequeñas aldeas astures de Leitariegos contemplábamos hace un momento, suceden en tierra leonesa las techadas de pizarra, que con la monotonía de su color y sus altas chimeneas y adornos de ambiente inconfundible se edifican en Laciana. Llegamos a la Collada de Cerredo; es preciso dejar el coche y tomar los caballos. El Valle de Degaña, largo y estrecho, por el que nace y discurre el río Ibias, y cuyas laderas están llenas de soberbio arbolado para construcción, refleja otra vez el paisaje asturiano.

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Barrio de Degaña en 1927 en el que destacan las cubiertas de paja de centeno. Fotografía: Fritz Krüger. Colección: Museo del Pueblo de Asturias.

Pasamos por las minas de Cerredo; sigue el camino tortuoso el curso del río—kilómetros de pesado viaje bajo el sol casi veraniego y “a bordo” de un penco lugareño que se agita y retuerce hostigado por las moscas — hasta llegar a Degaña. La cortesía no es ajena a estos retirados lugares. Una comisión de notables acude a recibir al Juzgado, cumplimentando. Nos apeamos y realizamos nuestras diligencias. Por la tarde es el regreso, a la puesta del sol, que baña en doradas tonalidades de un espléndido Poniente todo el paisaje. Ya brilla el lucero de la tarde, cuando después de nuestro fugaz paso por tierra leonesa enfilamos de nuevo el gran Valle de Naviego, puerto abajo, de regreso a Cangas. En una aldea del tránsito los mozos y mozas divierten sus ocios de domingo, en esta prima noche, bailando el “son de arriba” en la carretera. De que pasamos, un rapaz arrojó una piedra al “auto”. Conservamos de Degaña una impresión turbia y lejana…

La Voz, Madrid, 13 de julio de 1925

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Homenaje en Cangas a Pasamontes y Menéndez

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Antonio Menéndez González (Cangas de Narcea, 18 de agosto de 1946). Foto de Rudi Aruiz Diez, año 1976

El ciclista profesional Luis Pasamontes Rodríguez y el histórico Antonio Menéndez González tuvieron el sábado 10 de diciembre un emotivo homenaje en su tierra de Cangas de Narcea, donde se descubrió un monolito en el que se representa a un ciclista escalando una montaña, para recordar a estos dos grandes corredores que compitieron en el Tour de Francia, Giro de Italia y Vuelta a España. También se le entregó una placa de reconocimiento a Higinio González, que fue un ciclista independiente que corrió la Vuelta Ciclista a Asturias de 1955 y 1956 ante Federico Martín Bahamontes y Bernardo Ruiz, gracias a  unos días que le dejaron de descanso en la mina.

La idea partió del nuevo club cangués Asociación CicloAstur, que preside Oliver Losas López, que se presentó oficialmente ese mismo sábado en el Ayuntamiento de Cangas del Narcea con la presencia del Director General de Política Deportiva del Principado de Asturias Marcos Niño Gayoso.

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Luis Pasamontes Rodríguez (Cangas de Narcea, 2 de octubre de 1979). Foto: www.luispasamontes.com, año 2011

Después toda la comitiva se trasladó al Muro de Santiso, una rampa de 356 metros que quiere imitar al Grammont de las clásicas belgas, para descubrir allí el monolito. Se trata de una figura esculpida en una chapa de acero de 15 milímetros de espesor, realizada por Dacero como homenaje a los ciclistas Antonio Menéndez y Luis Pasamontes.

Antonio Menéndez (Cangas del Narcea, 18 de agosto de 1946) fue profesional de 1970 a 1979 y se distinguió por ser un gregario de lujo para campeones como José Manuel Fuente “El Tarangu” o Paco Galdós en el equipo Kas. Ello no impidió que fuera dos veces medalla de bronce en el campeonato de España de fondo en carretera y que ganara la clásica de Llodio y etapas en la Vuelta a España, Tour de Córcega y Giro de Italia.

Luis Pasamontes (Cangas de Narcea, 2 de octubre de 1979) lleva en profesionales desde 2003 en Relax (2003-2005), Unibet (2006-2007), Caisse d´Epargne (2008-2010) y ahora está en Movistar. Es un gran gregario para figuras como Alejandro Valverde o David Arroyo, pero también logró triunfos en la clásica Memorial Manuel Galera o etapa en el Tour de Valonia.

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Los sábados en la villa de Cangas de Tineo (1925)

Son los sábados en esta villa canguesa y cabeza de partido, desde la que mandamos estas crónicas a LA VOZ, los días de mercado.

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Mercado en La Veiga, hacia 1915. Fotografía Benjamín R. Membiela. Colección: Juaco López Álvarez.

La particular situación geográfica y distribución de la población en estas comarcas norteñas, que hace desaparecer la unidad que en Castilla representa el Municipio, agrupación de familias en un solo poblado, por la diversidad de caseríos y aldeas, repartidas en parroquias, muchas de las cuales integran un Concejo, impone la celebración del mercado semanal.

Además, suelen celebrarse varias ferias anuales: la de La Cruz de Mayo, la de los Santos, San Andrés y otras de menor entidad, que se diferencian de los mercados en la mayor diversidad de productos materia de las transacciones y en la gran cantidad de compradores y vendedores que a ellas concurren.

“Una feria quita dos mercados”, dice un proverbio de estas tierras, y, efectivamente, cuando una se celebra, desaparecen los dos mercados más próximos, absorbidos por la mayor importancia de la misma.

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Día de mercao en la plaza de La Oliva o plaza Mayor de Cangas del Narcea, en 1905. Fotografía de don Mario Gómez, fundador del Tous pa Tous.

Los sábados hay gran animación desde primera hora de la mañana. Este día no son sólo las aldeanas más próximas que surten de leche a la villa las que circulan. Llegan gentes de todos los contornos, llevando sus productos a vender los más, otros a comprar, los menos. Esto se explica, porque el aldeano vende más que compra; cuenta en su casa con patatas, hortalizas, castañas, leche y pan, base de su alimentación.

Él hace también su matanza anual, que le da tocino, embutidos —la rica “morciella”— y algunos perniles, éstos para vender cuando reúne unos cuantos. Tiene también gallinas, que dan huevos, y a alguna se le retuerce el pescuezo cuando hay enfermo para la puchera. Tiene membrillos en el pequeño huerto y quizá colmena, que con su miel le dará postre para algún extraordinario.

Un pequeño molino muele de forma rudimentaria y primitiva el pan de centeno, que él mismo elabora. Unas docenas de vides cultivadas penosamente le ofrendan vino para todo el año. Sus ovejas le dan lana, que hilada en la antigua rueca, servirá después de prensada para hacer en su día tosco paño para sus vestidos.

Nada le falta. De ahí que se explique cómo el aldeano —aquí llamado “paisano”— venda más que compre, pues poco necesita. Él, en cambio, vende su ganado vacuno, sus “xatos”, venta que inspiró al inolvidable maestro “Clarín” su famoso cuento regional titulado “Pinín”. Trae también los “gochus” — puercos —, huevos, manteca, manzanas, castañas, miel, etc.

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Calle Mayor, a la derecha el comercio de El Siglo XX, hacia 1915. Fotografía Benjamín R. Membiela. Colección: Juaco López Álvarez.

Forman pintoresca caravana cabalgando en sus rucios o pollinos, según la categoría y cuadra del jinete, arreando el ganado, que marcha perezoso, como la “follarda” del cuento de Alas, añorando quizá en su bovino interior, el establo que no volverá a ver.

Sitúanse todos en el lugar denominado “La Vega”, donde a mediodía del sábado puede escogerse entre centenares de hermosas cabezas de ganado.

Hacen sus tratos, compran, venden. Mercan las gentes en los tenderetes de la plaza de la Iglesia. Tal cual aldeana penetra en ésta para dar gracias “al su San Antón”, que guardó el ganado, permitiendo se criase lucido y hermoso, y que hoy le deparó buen comprador para el “xatu”.

Pasean las mozas por la calle Mayor, sonrientes y felices un día, requebradas por los zagalones, con sus pintorescos atavíos. Y al atardecer marchan todos para su aldea, mientras la villa queda un poco sola y cae la noche sobre valles y montañas.

La Voz, Madrid, 5 de marzo de 1925

Un cangués gana el Concurso de Carteles del Festival de Cine de Zaragoza

Cartel ganador. Título: Zine. Autor: Francisco Jesús Redondo Losada

El ganador de la segunda edición del Concurso de Carteles del Festival de Cine de Zaragoza ha sido el creativo, de origen cangués, Francisco Jesús Redondo Losada, y su cartel “Zine” se convertirá en la imagen oficial de la 16ª Edición del Festival de Cine de Zaragoza.

Este premio consiste en un diploma acreditativo y una dotación económica, han indicado desde la organización de este certamen.

Los dos accésit, que recibirán su consiguiente diploma, han sido para el cartel titulado “Cine se escribe con Z” del valenciano José Luis Prieto, y para “Luz” del creativo aragonés Gofer.

Además, este jueves, 10 de noviembre, se harán públicos en la página web del Festival de Cine de Zaragoza ‘www.festivalcinezaragoza.com‘ los seleccionados a concurso de las diferentes categorías del FCZ.

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