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Vendimia 2023: «La Mejor cosecha»

El pasado sábado 7 de Octubre de 2023, la Denominación de Origen Protegida Cangas (DOP Cangas) emitía la siguiente nota:


Vendimia 2023. La mejor cosecha.

Vendimia Cangas del Narcea. Foto: Recrea Asturias

La de 2023 ha sido la vendimia más temprana.  La recogida de la uva en la zona DOP Cangas se desarrolló entre el 31 de agosto y el 2 de octubre, el inicio se produjo en Ibias  nueve días antes que la cosecha anterior  y  se terminó en Cangas del Narcea, dos días antes que el año anterior.

Sabíamos que había sido un buen año para las vides, todo indicaba una buena calidad debido a que ha sido un año de altas temperaturas y muy seco, aunque hemos tenido lluvias ya una vez iniciada la vendimia.

En cuanto a los pronósticos de cantidad, aunque indicaban una buena cosecha, finalmente nos ha sorprendido siendo el balance oficial de la uva recogida, mayor de lo estimado.

El total de producción fue de 231.780 kg de uva, el aumento de producción con respecto a la cosecha anterior ha sido de un 164,2% convirtiéndose en la mayor cosecha de la DOP Cangas hasta la fecha, superando la cosecha 2005 que había sido hasta ahora la mayor, con 152.000 kg.

De la producción recogida en 2023 un 52,5 %, fueron de uva blanca y el resto un 47,5 % uva negra.

De los 121.690 kilos de uva blanca, 118.084 kg son Albarín blanco, se han recogido también pequeñas cantidades de Blanca Extra, Moscatel, Godello y Albillo. El Albarín blanco se confirma otra cosecha más, como la variedad estrella de la DOP Cangas,  al ser la de mayor producción y sus cifras irán en aumento en los próximos años , porque han entrado en producción las nuevas plantaciones.

Por su parte, las variedades tintas suman un total de 110.089 kg  encabezadas este año por la Mencía con una producción de 42.799 kg y el Albarín negro del que se han recolectado un total de 34.340kg , seguidas del Carrasquín con 20.194 kg y la Verdejo negra con 12.756 kg.  

Pisada de la uva en la fiesta de la Vendimia de Cangas del Narcea. Foto: Recrea Asturias

Si hubiese que resumir la cosecha en una sola palabra, sería: «uniformidad», algo que no se suele dar en agricultura y es que salvo la variedad Albarín negro que ha tenido algún problema de corrimiento de flor, todas las variedades autóctonas y todas las parcelas estaban con muy buena producción no habiendo diferencias por zonas, ni siquiera diferencias entre los viñedos situados en Cangas del Narcea y los situados en Ibias.  La producción media por hectárea se sitúa este año en 4.139 kg.

Esta vendimia refleja por fin el resultado de los cambios que se han ido produciendo consecuencia de la profesionalización del sector:  reestructuración y plantaciones nuevas que lamentablemente en los dos años anteriores no se han podido evidenciar debido la climatología y los problemas sanitarios.

Tras tres cosechas muy pequeñas esta vendimia se cierre con mucha alegría para nuestros heroicos viticultores, producción que ya está en manos de los bodegueros y que en próximos meses podremos empezar a disfrutar.

 

Denominación de Origen Protegida Cangas


Cangas del Narcea: epítome de Asturias

JOSÉ MANUEL ECHEVER / Oviedo / 22/11/2019 

Pues eso, que esta semana en Asturias Paso a Paso nos dirigimos hacia Cangas del Narcea, el concejo más extenso de Asturias. Onofre Alonso nos propone la visita a una comarca con muchísimos lugares de interés. Por eso nos hemos hecho acompañar por Juaco López, director del Museo del Pueblo de Asturias, en Gijón. Nuestro invitado es natural de Cangas y, además, uno de los precursores del Tous pa Tous, Sociedad Canguesa de Amigos del País, dedicada a difundir información e historia de Cangas del Narcea.


AUDIO programa Asturias Paso a Paso – RADIO ASTURIAS (Cadena Ser)


Vista de Brañas de Arriba, en Cangas del Narcea / Cadena SER

A continuación van las soluciones a las pistas que te ofrecíamos.

Es un concejo situado en el interior de la región y tiene 823 km cuadrados. Tan extenso es, que en su interior cabrían los de Cangas de Onís, Siero, Cabrales y Mieres.

Tiene 12.500 habitantes, lo que lo sitúa en el puesto 14 entre los municipios más poblados de Asturias.

Limita con otros 5 concejos.

– NORTE: Tineo y Allande

– SUR: Degaña, Ibias y la comarca leonesa de Laciana

– ESTE: Somiedo

– NORESTE: Allande

Cueto de Arbas, pico más alto del concejo de Cangas del Narcea con 2007 m. / www.fuentesdelnarcea.org

El lugar más elevado de este concejo es el Cueto de Arbas de 2.007 metros de altura.

Estamos en el concejo de Asturias con más explotaciones de ganado bovino de Asturias (893). Esto se traduce en que es la que más cabezas de ganado vacuno tiene (25.255) y de las cuales 23.925 son de la raza autóctona «Asturiana de los Valles».

Este municipio tiene declaradas nada menos que 3 fiestas de Interés Turístico.

El Carmen, La Vendimia y La Magdalena

En una de estas fiestas se disparan unos 80.000 voladores en tan solo 6 minutos.

– La Descarga en las Fiestas del Carmen

En 2018 se le concedió a un pueblo de este concejo el galardón de Pueblo Ejemplar de Asturias.

Moal

Estamos en el concejo con el porcentaje de celiaquía más alto de toda España.

En este municipio podemos visitar, no solo el espacio más protegido y más extenso de todo el Principado, sino el robledal más grande de España y el mejor conservado de Europa.

Reserva Natural Integral de Muniellos

En un lugar de este concejo finalizó, en septiembre de 2019, una de las etapas de la Vuelta Ciclista a España.

Alto del Acebo

De aquí es oriundo un ilustre dramaturgo conocido como “El Solitario”. Estos paisajes fueron inspiración para algunas de sus obras más célebres, como «La casa de los siete balcones». Además, en su localidad natal existe un Centro de Interpretación que lleva su nombre, donde se puede conocer mucho más sobre su vida, obra y algunas otras peculiaridades de este pequeño pueblo de las montañas.

Alejandro CasonaBesullo

Estamos en Tierra de muchas cosas y entre otras de vinos; vinos con historia ya desde el siglo XI, con la fundación de un Monasterio en la zona que hoy en día es Parador Nacional de Turismo.

Vino de CangasMonasterio de Corias

En esta comarca existe una gran tradición alfarera. Las piezas realizadas, debido a su proceso de cocción tienen un acabado de color oscuro. Se conoce popularmente como cerámica negra.

Cerámica de Llamas del Mouro


Jovellanos en Cangas. Relato de su estancia en Cangas del Narcea en la vendimia de 1796

Retrato de Jovellanos con el arenal de San Lorenzo, al fondo, hacia 1780-1782; Francisco Goya (1746-1828), lienzo, 185 x 110 cm. Oviedo, Museo de Bellas Artes de Asturias.

Contribución de El Tous pa Tous a la conmemoración del bicentenario de la muerte de Gaspar Melchor de Jovellanos (1811 • 2011)

INTRODUCCIÓN

Pocas personalidades hay en España que susciten tan unánime sentimiento de admiración y respeto como la de don Gaspar Melchor de Jovellanos (Gijón, 1744-Puerto de Vega, Navia, 1811). Prototipo de patriota, intelectual y hombre de Estado, Jovellanos es, por muchos conceptos, también el ideador de la Asturias contemporánea. El conocimiento y amor por su tierra le colocan en el origen del asturianismo, del estudio científico de la historia y cultura de Asturias, de la modernización de su economía y promoción de sus primeras grandes infraestructuras de comunicación y transporte, así como de la innovación pedagógica concretada en una de sus más queridas empresas: el Real Instituto Asturiano de Náutica y Mineralogía de Gijón.

Timbre de gloria es para cualquier localidad o concejo de Asturias que Jovellanos se haya fijado en ellos, que los mencione en sus obras y, ni qué decir tiene, que los visitara y recorriera dejando constancia por escrito de sus impresiones, describiendo sus monumentos, historia, paisajes o rasgos de sus gentes, productos industria y costumbres. Todo tiene cabida en su insaciable ansiedad de conocimiento; de todo hace sagaces diagnósticos y son de admirar sus precisos juicios. Consciente como todos los ilustrados de su tiempo de la necesidad de dirigir la transformación de la sociedad, Jovellanos se plantea esta tarea acometiéndola con método y responsabilidad, y por eso, como punto de partida para formar cualquier opinión o juicio se impone el del conocimiento directo, siempre sobre el terreno y en contacto con las personas, sus agentes. Así se entienden muchos de sus frecuentes recorridos por nuestra provincia a lo largo de la última década del siglo XVIII, tanto los realizados para despachar encargos oficiales como los privados.

Hay constancia de dos viajes de Jovellanos a Cangas de Tineo (desde 1927, Cangas del Narcea), aunque quizás pudo haber un tercero, en el verano de 1782, cuando según su biógrafo, secretario y hombre de confianza, Juan Agustín Ceán Bermúdez (Gijón, 1749-Madrid, 1829), «recorrió entonces casi toda la provincia [de Asturias], indagando su población, el estado de su cultivo y de su industria, sus usos y costumbres» (Memorias, págs. 33-34). Fruto de ello fue la redacción del Viaje de Asturias, conjunto de diez cartas cuyo destinatario era su amigo, el ilustrado Antonio Ponz (Bechí, Segorbe, 1725-Madrid, 1792), autor del famoso Viage de España (18 tomos, editados en Madrid entre 1772 y 1794), y con cuya aportación quiso contribuir Jovellanos a esta enciclopédica obra.

Retrato de Joaquín José Queipo de Llano, V conde de Toreno. Óleo de Vicente Arbiol. Real Instituto de Estudios Asturianos, Oviedo.

Pero los documentados son, como va dicho, dos: el primero, muy breve, verificado a comienzos de la primavera de 1795 (desde el jueves, 26, hasta el sábado, 28 de marzo), en comisión oficial, pues don Gaspar estaba designado por el Consejo de Órdenes Militares y por su amigo el ministro de Marina Antonio de Valdés y Fernández Bazán (Burgos, 1744-Madrid, 1816), para hacer las pruebas de genealogía y limpieza de sangre de Fernando de Valdés (Sevilla, 1754-Madrid, 1819), brigadier del Ejército, coronel del regimiento de caballería de Alcántara y futuro marqués del Apeo Hermoso, hermano del referido ministro, al que recientemente se le había concedido el hábito de caballero de la orden de Alcántara. Estas pruebas obligaron a Jovellanos a viajar, primero por Asturias (Pravia, Candamo, Grado, Salas y Cangas) y, a continuación, hasta La Rioja. De su peregrinar dejó constancia escrita y sus impresiones constituyen lo más destacado del Cuaderno VI del Diario que, sin interrupción, abarca desde el jueves, 12 de marzo de 1795, hasta el sábado, 31 de diciembre de 1796. Los interesados pueden ver la crónica de este viaje a Cangas en la edición crítica preparada por María Teresa Caso y el que suscribe, en 1999 (Obras completas, VII, págs. 114-125). Como resumen de lo acontecido, se pueden reseñar las descripciones del monasterio de Corias, colegiata de Santa María Magdalena y palacio de Toreno (actual sede del Ayuntamiento de Cangas). El conde de Toreno, Joaquín José Queipo de Llano y Valdés, fue su anfitrión y compañero en las visitas, aunque Jovellanos, según él mismo refiere, estuvo hospedado en casa de su administrador, don Ignacio Fernández Flórez, y no en el palacio.

El segundo viaje es el que ahora ofrecemos a los lectores de El Tous pa Tous. Realizado al año siguiente, se extiende desde el miércoles, 5, hasta el viernes, 21 de octubre de 1796, algo más de dos semanas, coincidiendo con la recolección de la uva, de ahí el expresivo título que Julio Somoza le puso: «A una vendimia en Cangas de Tineo», pues Jovellanos no lo destacó en el registro de su Diario.

Cangas, tras Oviedo y las villas costeras del centro de Asturias (Gijón y Avilés), era la siguiente villa en importancia de Asturias. Su estratégica situación en la zona suroccidental, a orillas del Narcea y enclave de caminos y acceso directo al Bierzo (León), su extensión, población, riqueza en materias primas (arbolado y canteras de piedra), su producción agropecuaria y comercio (mercado y ferias ganaderas) están en el origen de ello. Por tanto, la oportunidad de volver a ella de una manera más relajada y por mero ocio no sería desaprovechada. Esta le vino de la mano de su íntimo amigo, Rodrigo Antonio González de Cienfuegos y Velarde (Oviedo, 1745-1813), VI conde de Marcel de Peñalba, con casa, familia e intereses en este concejo. El Conde era hijo de un cuñado de Jovellanos, don Baltasar González de Cienfuegos y Caso Maldonado (muerto en Oviedo, en 1770), predecesor en el título, que había casado en tres ocasiones: la última en 1758, con Benita Antonia de Jovellanos (Gijón, 1733-Oviedo, 1801), la hermana mayor de don Gaspar. Peñalba y Jovellanos, por tanto, no eran parientes, como a veces se dice, sino solo amigos pero la relación entre ambos era tan íntima y cordial que se puede calificar de familiar. A este respecto comenta Jovellanos en el bosquejo interrumpido de sus Memorias familiares (1784) que «muerto el conde don Baltasar, heredó la casa su hijo don Rodrigo quien, sin embargo de haber contraído matrimonio, del cual tiene larga descendencia, no ha querido tomar el gobierno de su casa y rentas, que hoy sigue a cargo de doña Benita, viviendo unidas ambas familias con mucha paz y utilidad recíproca». Rodrigo y Gaspar eran además de la misma edad (Jovellanos, un año mayor que Peñalba) y durante la estancia de Jovellanos en Asturias (1790-1797 y 1798-1801), fueron asiduos contertulios y compañeros de viajes, según vemos en la correspondencia y el Diario.

La ocasión para visitar Cangas no podía ser más propicia, pues coincidió con la época de la vendimia, una de las faenas con que se va dando conclusión al ciclo agrícola anual y tiempo de festejos y regocijos públicos, como leemos en el Diario. ¡Qué pena que no se haya conservado aquella carta que nuestro viajero envió a su amigo Nicolás de Llano Ponte el jueves, 13 de octubre, que contenía «la relación de nuestra vida vendimial», y donde el gijonés también hacía referencia a las «combinaciones de afición que tanta juventud alegre hace entre sí» con este motivo! Sería un precioso documento de valor etnográfico donde, de seguro, Jovellanos describiría con su acostumbrado rigor y detalle las variedades de uva, las labores de recolección y poda, los preseos o herramientas, medios de transporte, faenas en el lagar, y los usos y costumbres derivados.

Retrato de Antonio Uría Queipo de Llano, hacia 1804. Obra del pintor Francisco Xavier Hevia. Colección de Blanca Fernández Rodríguez (Casa de Uría, Santolaya).

Al correr de los apuntes y de las jornadas vemos además lo cerrado y bien trabado que era el círculo de relaciones familiares de la nobleza canguesa, pues los Queipo de Llano, González de Cienfuegos, Uría (de la casa de Santa Eulalia de Cueras), Merás y Flórez, todos entre sí tenían algún vínculo familiar o parentesco más o menos directo. Estrategias de las clases dominantes durante el Antiguo Régimen que se mantuvieron también a lo largo del siglo XIX y comienzos del XX. Aparte de ello, eran también asiduos a las mismas tertulias, reuniones y fiestas.

Este relato nos descubre asimismo una villa nada anodina, con ciertos pujos capitalinos, estimulada por la concurrencia de dos casas aristocráticas (las condales de Peñalba y Toreno, creadas en 1649 y 1659, respectivamente) que pujaban entre sí en ostentación e influencia. Pero la voz en aquel momento la llevaba Joaquín José Queipo de Llano (1727-1805), el V conde Toreno, que había ido reuniendo bajo su protección y estímulo un pequeño círculo de científicos, mecánicos y literatos entusiastas que elevaron el nivel cultural de la villa durante las dos últimas décadas del siglo XVIII.

Peñalba fue, como decimos, el anfitrión de Jovellanos y en la casa que había construido su bisabuelo, Rodrigo González de Cienfuegos y Estrada, II conde de Marcel de Peñalba, y que todavía erige su elegante y barroca fachada en la calle Mayor de Cangas (la antigua «Fonda Universal»), estuvo alojado todo ese tiempo. El sábado, 15 de octubre de 2011, por iniciativa de El Tous pa Tous, Sociedad Canguesa de Amantes del País, se descubrirá en la fachada de esta casa de Peñalba una placa que recuerda la estancia de Jovellanos en la villa, coincidiendo además con el año en que se conmemora el bicentenario de su fallecimiento (1811-2011). Los pueblos que recuerdan a sus beneméritos paisanos son pueblos inmortales.

LA EDICIÓN

El texto seguido para la publicación de este Viaje a Cangas es el de la edición crítica que preparamos María Teresa Caso y yo mismo en 1999 para la colección de Obras completas de Jovellanos que en 1984 había iniciado el fallecido profesor José Miguel Caso González: Gaspar Melchor de Jovellanos, Obras completas, tomo VII. Diario, 2.º Cuadernos V, conclusión, VI y VII (desde el 1 de setiembre de 1794 hasta el 18 de agosto de 1797), edición crítica, prólogo y notas de María Teresa Caso Machicado y Javier González Santos, Oviedo, Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII – Ilustre Ayuntamiento de Gijón, 1999, páginas 575-612. Respecto a esta hay dos diferencias apreciables: la primera es que se han eliminado las variantes textuales derivadas de la confrontación de la copia del manuscrito original de 1811 y de las diferentes ediciones conocidas de este Cuaderno VI del Diario, y la otra es que ahora sale bastante más anotada que entonces; la intención es brindar al lector más exigente y entusiasta el texto original de Jovellanos comentado en todos sus detalles. Como se puede comprobar a primera vista, existen dos tipos de anotaciones: las notas a pie de página son comentarios más o menos extensos a las palabras de Jovellanos, pero también hay otras, sencillamente aclaratorias, que van en el propio texto de Jovellanos, entre corchetes para no interrumpir el curso de la lectura con fastidiosas llamadas a notas, y que sirven para identificar personas, nombres de lugar o accidentes geográficos a los que el viajero gijonés se refiere de modo familiar y abreviado (personas) pero también erróneo o confundido como sucede con algunos topónimos y accidentes geográficos.

JOVELLANOS EN CANGAS
Relato de su estancia en Cangas del Narcea en la vendimia de 1796

AGRADECIMIENTOS

No quiero concluir esta Introducción sin dejar constancia de agradecimiento por su desinteresada colaboración a la doctora doña María Teresa Caso Machicado, amiga y coeditora conmigo de los volúmenes segundo y tercero del Diario de Jovellanos y a quien se debe la fijación crítica del texto. A KRK Ediciones, propietaria de la edición y explotación comercial de las Obras completas de Jovellanos y a su director, nuestro buen y generoso amigo Benito García Noriega, por haberme facilitado el archivo del texto publicado en 1999 y la cesión de los derechos de reproducción del mismo para esta colaboración en El Tous pa Tous. Y por último, al Museo de Bellas Artes de Asturias y a su anterior director, hoy Consejero de Cultura y Deporte del Principado de Asturias, el señor don Emilio Marcos Vallaure, por permitir la reproducción del retrato de Jovellanos, el primero de los dos que le pintó Goya y que constituye una de las joyas artísticas de sus selectas colecciones.

La vendimia y los placeres de la bodega en Cangas del Narcea

Viña La Blanca, encima de la finca del convento de las monjas dominicas de Cangas del Narcea.

Posiblemente las labores más señaladas del año en los pueblos del concejo de Cangas del Narcea y de su entorno, han sido siempre la matanza y la recogida del la uva (la vendimia). Estas labores van precedidas de una gran organización de medios, tanto físicos como humanos. Socialmente son motivo para invitar a familiares y amigos a participar en las mismas, y esto crea un ambiente en el que se mezclan el duro trabajo y el convite, poniendo en la mesa los mejores platos que representan a la zona. Tras el convite, viene la sobremesa en la que se cuentan historias, se juega a las cartas y se alarga la noche con ambiente de fiesta.

Este artículo pretende describir de forma amena como era la vendimia antiguamente, cuando aún se traía la uva de la viña a la bodega dentro de las bocineras, recipientes de madera que se ponían encima de los carros del país tirados por una pareja de vacas. También me trasladaré un poco más atrás en el tiempo para comentar, de la mano de Manuel Cachón Álvarez, como se desarrollaba la industria del vino en décadas pasadas. Para finalizar, describiré de forma muy somera una vendimia actual, como es la del  bodeguero Antonio Álvarez  más conocido como Antón Chicote.

Antiguamente se diferenciaban dos tipos de vendimias y producciones de vino: una, la que se llevaba a cabo por productores particulares para consumo propio y otra, la que hacían algunas bodegas de la zona, más o menos industrializadas, que elaboraban vino para vender al público.

Bodega del Narcea; a su derecha se observa la antigua caseta para guardar las herramientas de la viña San Andrés de La Reguerala, en Las Barzaniellas.

Empezaré por la vendimia industrializada y para ello utilizo los datos que me proporciona Manuel Cachón Álvarez de 85 años de edad. Este hombre trabajó durante muchos años para  la bodega conocida popularmente como  “La Reguerala”. Trabajó en las viñas, en la elaboración del vino y en su expedición en la bodega, por lo tanto conoce datos interesantes y curiosos que describo a continuación. Manuel me traslada al año 1948 y me dice que en aquella época la bodega  mencionada disponía de cuatro viñas con una superficie bastante importante en la zona. La primera viña se denominaba  “La Blanca” y estaba en la villa de Cangas, encima del Convento de las monjas, ocupando casi toda la ladera hasta cerca de la actual carretera que sube a El Acebo;  la segunda viña estaba en La Himera, debajo del actual Hospital de Cangas;  la tercera viña, denominada de “San Andrés”, estaba en Las Barzaniellas contigua a la actual Bodega del Narcea y la cuarta estaba en Tebongo, donde hoy están instalados los bomberos.

Preparados para vendimiar, se pueden ver las bocineras y las maniegas encima del carro (Foto Museo del Vino de Cangas).

Para vendimiar estas viñas  se empleaban 35 mujeres y 16 hombres, a los que había que sumar seis personas más para recibir  la uva en la bodega. Se tardaban cinco días en recoger toda la uva. Solo la viña  “La Blanca” necesitaba dos días de vendimia, trabajando desde la mañana hasta la noche; me dice Manuel que un jornalero casi necesitaba el día entero para vendimiar una hilera, de lo larga que era.

El jornal por persona y día era de 18 de las antiguas pesetas (10 céntimos de euro actuales). Cada vendimiador  llevaba su comida y, como dato curioso, no tenían derecho  a vino para comer; otras bodegas de la zona si invitaban a vino a sus jornaleros. Sobra añadir que, después de finalizar la vendimia, no había ningún convite o fiesta para celebrar.

La bodega principal de La Reguerala estaba en la villa de Cangas. Los carros con la uva accedían a ella por el actual parque de La Reguerala. La bodega también tenía dos puertas de acceso por la calle Mayor para recibir a los clientes. En ella había siete tinas o recipientes de madera donde  fermentaba el vino, que tenían las siguientes capacidades: una de  15.000 litros; otra de 10.000 litros; otra de 11.000 litros; otra de 4.000 litros y tres de 3.000 litros.

Cuando le pregunto a Manuel donde se vendía el vino, me dice que todo se consumía  en Cangas  y zonas limítrofes. Los clientes habituales eran de Pola de Allande, que llevaban en los meses de verano una camioneta a la semana. No es capaz de precisar la cantidad de litros, pero me dice que como había muchos emigrantes americanos de vacaciones en la zona, se creaba un gran ambiente y había mucho consumo. Otros clientes habituales eran los pueblos altos de Cangas, que por estar a cotas donde la viña no produce tenían que comprar el vino para el consumo de todo el año. Por  último,  los mayores consumidores del vino eran los bares de Cangas y contornos. Como dato curioso, que demuestra la cantidad de vino que se consumía, me dice  Manuel que recuerda vender 400 litros por semana para muchos bares de  la zona. Este dato llama la atención, pero hay que pensar que en aquella época el vino era la bebida principal de los bares, por supuesto todavía nadie sabía lo que era un cubalibre,  más bien esto último sonaría a propaganda revolucionaria.

El otro tipo de vendimia era el que hacían los productores particulares que mimaban  la viña durante todo el año para competir con los demás vecinos, a ver quien producía el mejor vino. Trabajaban pequeñas parcelas para conseguir un vino propio de la casa. Este vino los identificaba, era importante tener viña, bodega y vino propio pues esto era sinónimo de casa pudiente. Cualquier visita o evento que se producía en la casa  iba siempre acompañado de una degustación en la bodega para poder probar el vino.

Depósitos modernos de fermentación que sustituyen a las antiguas tinas de madera.

Los pueblos donde se localizaban estos viñedos particulares eran Las Mestas, Villategil, Carballo, Llano, Santa Marina, Obanca, Limes, Villarin, Llamas de Ambasaguas, Corias, Tebongo, etcétera, todos pueblos bajos donde la vid  permite su cultivo; algunos vecinos de pueblos altos también tenían viñas en los alrededores de Cangas.

La viña llevaba un gran esfuerzo de trabajo durante todo el año: cavar, recebar, arreglar los alambres, podar, sulfatar, azufrar… Después de tanto esfuerzo, entre las últimas semanas de septiembre y mitad de octubre, se procedía a recoger el fruto: el día de la vendimia. Este día se escogía de forma estratégica: era importante que no lloviera, que la uva estuviera en su punto de maduración,  y además se procuraba escoger un día no laborable para que familiares y amigos pudieran participar.

Días anteriores se preparaba la tina, que  era un recipiente cilíndrico de madera de grandes dimensiones,  donde se echaba toda la uva pisada para fermentar; también se preparaban las bocineras, que  eran recipientes de madera cilíndricos abiertos por su parte superior, que se transportaban encima de los carros para llevar la uva desde la viña hasta la bodega, y se seleccionaban las maniegas o cestos que servían para transportar al hombro las uvas desde la viña hasta las bocineras. Finalmente, se preparaban el día antes de la vendimia los típicos embutidos a los que estamos acostumbrados en Cangas y que son de una excelente calidad, para la comida en la viña; esto lo saben bien los que han visitado alguna vez el pueblo de Santulaya y su Chacinera. Se escogía comida que fuera fácil de transportar y de servir: chosco cocido, chorizos, jamón, cecina, lacón cocido, cordero, frixuelos, arroz con leche, etcétera.

Vendimiando en Cangas del Narcea y acarreo de la uva con maniegas.

El día de la vendimia se madrugaba, se tomaba un café rápido y se empezaba a vendimiar; unos cortando los racimos y otros transportándolos hacia las bocineras. A las once de la mañana se procedía a almorzar  y después se seguía vendimiando. Si había poca uva y se acababa para la hora de comer, se trasladaba la uva a casa y se comía en casa; si, por el contrario, no se acababa de vendimiar para esa hora, se comía en la viña y se seguía vendimiando por la tarde hasta finalizar. Se trasladaban las bocineras llenas de uva hasta la bodega, aquí los hombres se descalzaban y empezaban a pisar la uva. Actualmente este proceso se hace con máquinas más especializadas, pero entonces era así. Hay una pregunta que siempre me hice, nunca vi a nadie lavar los pies para entrar a pisar la uva y cuando acababan de pisarla, los pies estaban limpios y brillantes, por lo tanto si se sigue manteniendo el principio físico que indica que la materia ni se crea, ni se destruye, sólo se transforma, debemos decir que esta materia que acompañaba  los pies descalzos antes de pisar la uva, se transformaba en vino; también es posible que este detalle le diera un toque especial al producto final.

Día de vendimia en la viña de Antón Chicote, en Limés, Cangas del Narcea.

Se finalizaba la vendimia introduciendo en la bodega la uva exprimida; el mosto, la piel y el raspón, todo mezclado, se metía en la tina y se dejaba fermentar. Este raspón le daba al vino una acidez característica de esta zona; actualmente, solo se mete a fermentar el mosto y la piel de la uva, obteniendo un vino con una acidez más controlada.

Para finalizar, todos los participantes de la vendimia disfrutaban de una cena suculenta, que se alargaba durante la noche con gran tertulia y ambiente de fiesta.

En los días posteriores el vino empezaba a fermentar, este proceso requería de dos semanas a un mes. Cuando el proceso de fermentación se acababa, se pasaba a hacer el primer trasiego, que consistía en sacar el vino de la tina principal  y trasladarlo a otros recipientes de menor tamaño, como barricas. Este proceso era delicado, se tenía en cuenta el ciclo de la luna para que fuera menguante, y también se buscaba que este momento coincidiera con días fríos.

Probando el vino con Antón Chicote

Unos días antes de este primer trasiego, se creaba otro momento de reunión en las bodegas con la prueba del vino, que se realizaba directamente de la tina para saber si estaba preparado para sacarlo. Se hacía un agujero en el tercio inferior de la tina para extraer el vino y probarlo. Este gesto, una vez más, permitía invitar a algún amigo y a todo aquel que pasara por delante de la bodega para que nos acompañara en la prueba o espita del vino nuevo. Al salir el vino de la tina y caer al recipiente de madera denominado cacho, generaba una espuma y un olor característico que invitaba a hacer algún exceso, sobre todo si esto lo acompañábamos de pan y cecina.

Antiguo lagar de Santiso para prensar el magayo (Museo del Vino de Cangas)

Si la prueba era positiva, se pasaba a hacer el primer trasiego, que, como ya dije, consiste en sacar el vino hacia otros recipientes. A continuación,  se prensaba la parte sólida que quedaba en la tina, el  magayo, para extraer el vino residual que contiene. Este proceso se hacía en mi caso, en el pueblo de Santa Eulalia/Santolaya, en un chagar que compartíamos todos los vecinos y que consistía básicamente en una gran viga que apretaba el magazo, haciendo la misma función que las prensas mecánicas actuales.

Con este primer trasiego ya se tenía el vino para beber durante todo el año. La cantidad que se bebía dependía de muchas variables: gente que estuviera en casa, jornaleros que ayudaban en las labores agrícolas y ¿cómo no? el nivel de bebedores que había en cada casa. Como dato curioso, muchas veces escuché a la gente mayor comentar sobre un vecino de la zona, de cuyo nombre no voy a acordarme, que por lo visto le gustaba tanto el vino, que para beber metía la cabeza directamente en la barrica y añadían  que se veía claramente como

Disfrutando del vino blanco y tinto (Fiesta de la Vendimia 2010, Cangas).

se formaba un gran remolino de vino  alrededor de su boca; evidentemente esto es una exageración de los hechos, pero seguramente que  daba buena cuenta del preciado líquido cada vez que se acercaba a la bodega. Salvaba la situación que aquel vino  no solía pasar de nueve grados y permitía beber algunos vasos de más sin tener que lamentarlo. La media de consumo que había en las casas se puede estimar en  1,5 litros para comer y 1,5 litros para cenar, esta cantidad, por 365 días que tiene el año, nos da un consumo anual por casa de 1.095 litros y este dato posiblemente quede corto.

Casa, bodega y viña de Antón Chicote en Limés, Cangas del Narcea.

Acercándose a los meses de diciembre y enero se procedía a hacer varios trasiegos entre barricas para limpiar las borras, que son los sólidos que el vino ha depositado en el fondo de los recipientes. Estas operaciones ya se acompañaban en las bodegas de la  matanza, chorizos o longanizas nuevas, permitiendo disfrutar  una vez más de la compañía de buenos amigos y el placer de saborear los productos de la matanza y el vino nuevo del año.

Hay que imaginarse qué potencial de tertulia y de placer se conseguía en las bodegas, y, claro, también algún que otro traspié al salir por la puerta de las mismas. Más de uno tuvo que agarrarse seriamente a la puerta de la bodega para no dar una imagen equivocada del estado en que se encontraba.

Escribiendo este artículo, me voy dando cuenta que el vino de Cangas generaba y genera una labor social sin precedentes: siempre acompaña en los buenos momentos;  además  afianza grandes amistades y si se bebe con moderación permite crear un clima de lucidez en la palabra, provocando brillantes tertulias. Evidentemente, si se bebe con exceso también puede pasarse con él a la oscuridad más absoluta.

Amigos, vecinos y familiares que participan en la vendimia de Antón Chicote.

Como se puede ver, con cuatro elementos fundamentales de placer, como son buenos amigos, una agradable tertulia, buen vino de Cangas y manjares de la zona, se puede disfrutar indeciblemente. Uno se da cuenta que para crear una situación placentera en la vida no hace falta estar rodeado de cosas muy complicadas ni excesivamente caras. Cuatro pequeños detalles, que muchas veces los tenemos muy cerca de nosotros, son suficientes para crear un ambiente extraordinario.

La merecida comida después de vendimiar, ofrecida por Antón Chicote.

Estando en una de estas reuniones de bodega, recuerdo un comentario de un buen amigo que en un momento de lucidez y extremada sensibilidad  decía no envidiar nada a Julio Iglesias y todas las propiedades que tiene en Miami; añadía este amigo que si Julio supiera  de los  placeres que tenemos en Cangas, seguro que compraba una casa por la zona para veranear.

Actualmente sigue habiendo productores que mantienen sus pequeñas parcelas de viña y hacen un excelente vino para consumo propio, pero en estos últimos años han aparecido otras bodegas que forman la I.G.P. de Cangas del Narcea. Una de estas bodegas es propiedad de Antonio Álvarez Álvarez,  más conocido en la zona por Antón del Chicote, nombre que le viene por regentar y dar de beber  durante décadas en el bar denominado el  Chicote, de su propiedad.

Gaita, acordeón y peculiar instrumento de percusión para amenizar la velada en la bodega de Antón Chicote.

Antón  es propietario de la bodega ANTÓN CHICOTE, situada frente al pueblo de Villarín de Limés. Esta bodega está rodeada de un extenso y cuidado viñedo del que Antón saca un excelente vino que vende con los nombres de “Penderuyos Selección” y “Viña Galiana”.  Para conseguir estas calidades Antón se ha modernizado siguiendo un sistema controlado y metódicamente estudiado que le permite hacer un vino de Cangas incomparable, pero además ha sabido unir a este proceso, más frío e industrializado, la parte humana y cultural que la vendimia  poseía antiguamente.

Baile de final de vendimia.

Antón prepara la vendimia de sus viñas de la misma forma que se hacía ancestralmente, se acompaña de una multitud de amigos y familiares que le ayudan a vendimiar la uva y la introducen en la bodega a fermentar. Una vez finalizados todos los trabajos, Antón ofrece a todos los participantes un impresionante convite que dura hasta altas horas de la noche, donde no faltan los licores y la fiesta, y acompaña el evento con buenos músicos para que los invitados bailen hasta donde les permitan las fuerzas. Es un placer ver a Antón con la diplomacia y el buen humor que siempre le caracteriza, dedicarse a sus invitados y concluir un día de vendimia con la alegría que se hacía antiguamente.

Fiesta de la Vendimia 2010, Cangas del Narcea.

Las demás bodegas, Obanca, La Muriella, Bodegas del Narcea y Monasterio de Corias, de alguna forma también en sus vendimias participan de un día de encuentro con amigos y allegados. Por último, para los que no pueden participar directamente de la recogida de la uva en la viña, siempre les queda la Fiesta de  la Vendimia que acertadamente se hace por las calles  de Cangas del Narcea.

A una vendimia en Cangas de Tineo

Portada de la 5ª edición del libro Jovellanos, el patriota de Manuel Fernández Álvarez.

El catedrático de Historia Moderna, profesor emérito de la Universidad de Salamanca y miembro de la Real Academia de la Historia, Manuel Fernández Álvarez, tristemente fallecido en abril de 2010, nos acerca a la figura de Gaspar Melchor de Jovellanos con su libro “Jovellanos, el patriota” editado por primera vez en 1988. Este maestro de las biografías dedicó el libro a su madre de la siguiente manera:

A María,
mi buena madre,
una asturiana de pro,
nacida en
Cangas de Tineo
hoy Cangas del Narcea. 

En el mencionado libro Fernández Álvarez nos invita a acompañar a Jovellanos en sus excursiones, algunas que duraban solo una jornada; otras, como la que nos va a ocupar, que se prolongaban cerca del mes. Y es que en 1796 Jovellanos llevó a cabo una de estas excursiones a Cangas del Narcea (entonces Cangas de Tineo), para conocer su típica vendimia, única en el Principado.

El autor considera que Cangas del Narcea y sus alrededores eran lugares para ser visitados por un viajero curioso, tal como lo eran los hombres ilustrados del siglo XVIII; y añade que no nos puede extrañar que Gaspar Melchor de Jovellanos se viera atraído por esta excursión, accediendo a buen seguro a las instancias de sus amigos cangueses. Jovellanos en sus Diarios, titula el relato de este viaje: “A una vendimia en Cangas de Tineo” y Manuel Fernández Álvarez lo narra de la siguiente manera:

La vendimia (1786) de Francisco de Goya (1746–1828). Está en el Museo del Prado.

Sale de Gijón el último día de septiembre, hace unas pequeñas paradas en Oviedo y Salas, para pasar el puerto de La Espina y coger el camino que baja ya a Cangas. Al avistar el Narcea, todavía a una legua larga de la villa, le salen al encuentro los amigos que acuden a recibir al ilustre viajero: los Queipo, los Flórez, los Carbayedo, los Melgarejo. 

Y a partir de ese momento, apenas si habrá descanso. Lo de menos será la jornada de la vendimia, aunque, por supuesto, también será realizada. Toda disculpa será buena para montar una fiesta. De forma que la estancia de Jovellanos en Cangas se convierte en un continuo festejo. Y eso no le extrañará al que conozca el carácter de los vecinos de Cangas, una de las villas más alegres y bulliciosas de todo el Principado. Sus habitantes siempre están dispuestos a meriendas campestres (cuando el señor tiempo lo autoriza), a convites, a bailes y a canciones. Así fue en aquel otoño de 1796. 

Y Jovellanos no salía de su asombro. Se dejaba llevar por aquel ímpetu juvenil, y aún celebra aquella «movida», como si dentro de él, que ya ha cumplido los cincuenta y dos años, algo se pusiera también en marcha, como si se le removiera algún resto de su juventud perdida: «Las muchachas –nos cuenta- proyectan ir mañana a la vendimia del conde…». Y añade: 

 … entran en un frenesí de alegría…

Y al día siguiente anota: 

La gente se mueve temprano para la expedición de la vendimia. ¡Qué alegría!
¡Qué bullicio en los jóvenes! 

A poco, antes de las veinticuatro horas, llega el correo con una tremenda noticia de la corte: la declaración de guerra de Inglaterra. ¿Se inmuta por ello Cangas? En absoluto. Todo sigue su ritmo, como si la guerra fuera la distracción de los reyes, que tan apartados rincones tienen el privilegio de despreciar, como si se tratara de juegos alocados de los que mejor ni oír. Ciertamente Jovellanos, tan aficionado a las cosas de Inglaterra, lo tomará como una mala noticia; en todo caso, apunta en su Diario, ya de hacer la guerra, mejor hubiera sido declararla al pueblo francés, tan orgulloso y tan «enemigo de la paz general». Pero, por lo demás, los juegos y los bailes siguen en casa de los amigos, porque Cangas no cambiará tan fácilmente sus costumbres. 

De forma que Jovellanos no abandonará la villa sino ocho días después. La corte podía estar en guerra con media Europa sin que Cangas se diera por enterada. Era la contrapartida de aquellas guerras dinásticas del Antiguo Régimen, las más de las veces por caprichos de las testas coronadas o de sus privados; los pueblos las sentirían por las cargas fiscales, pero no las tomarían como propias, salvo si se veían invadidos. Y menos en lugares tan apartados como lo era entonces Cangas de Tineo.