Sobre el centro de salud de La Cortina, en Cangas del Narcea
Sobre el centro de salud de La Cortina, en Cangas del Narcea, ya se ha escrito mucho, han escrito muchos, y muchos han escrito mucho, y muchos mejor que yo. Y aunque tengo que admitir que, desde hace bastante tiempo, venía considerando en tratar seriamente el asunto, venía descartándolo de igual modo con gran velocidad, por ser un asunto tan incómodo. Sí, incómodo, por polémico, por bronco, por turbio, por político. Que no por política, que si bien nuestra realidad política tiene ese aire polémico, bronco y turbio, lo tiene por las acciones de nuestros políticos, no porque la política tenga que ser así. En cualquier caso, ahora les diré porqué querría yo escribir sobre algo así. Bien, escribo esto, porque en esta ocasión, se trata de algo personal.
Y es que, desde hace un par de semanas, arrastro una serie de molestias derivadas de una lesión deportiva. Nada grave, únicamente un pie reticente para con el cumplimiento de sus funciones básicas, una molestia menor, pero demasiado prolongada en el tiempo. Por ello, dos semanas después de haber recibido los primeros auxilios en el ambulatorio de Pumarín, y sin estar solucionado el problema, decidí aprovechar mi estancia en la villa por las presentes festividades, para acudir a mi médico de cabecera, el mío y el de toda mi familia, el de toda la vida.
Es a partir de aquí cuando empieza el calvario. El frío clima de los últimos días, y la continua presencia de un molesto orbayu o calabobos, esto último un poco más castizo, sumado a mí caminar renqueante. Me desanimaron a mí, como creo que hubiesen desanimado a cualquiera, de recorrer paseando los más de dos kilómetros que separan mi residencia del centro de salud, el provisional, el de toda la vida vamos, y del hospital con el que comparte edificio.
Por esto decidí subir conduciendo, y tras recorrer varias veces el recinto del hospital, buscando una plaza de aparcamiento, dándome por vencido, y tras haber juramentado lo juramentable, y cagamentado lo cagamentable, terminé por aparcar en la no tan cercana Calle Sienra, teniendo que desplazarme bajo el orbayu, cojo y cabreado hasta el centro de salud.
Señalar únicamente, pues no es el tema que ocupa este artículo, el pésimo estado de los accesos al hospital comarcal, muy peligrosos en coche (un cambio de rasante sin apenas visibilidad, justo tras el cruce transversal de la carretera comarcal), y una entretenida gincana mortífera para los peatones.
Bueno, retomaré la historia habiendo llegado ya al centro de salud, habiendo ya cojeado el cojo, estando calado el bobo y cagamentado lo cagamentable. No me detendré, en lo desagradable que me resultó enterarme de que mi médico de cabecera no pasaba consulta esa mañana, pues el hombre se encontraba realizando visitas médicas por los pueblos del concejo. ¡Cáspita, córcholis, caramba!
Y dejar muy claro que no me quejo ni de mi médico, ni de muchísimo menos de su labor. Y es que teniendo el concejo 825 kilómetros cuadrados, y unos quince mil habitantes dispersos en 285 núcleos habitados, algunos distantes a más de una hora en coche del hospital, con una población muy envejecida, no seré yo quien critique estas visitas médicas. Además, si tenemos en cuenta que los vecinos concejos de Ibias, Degaña y Allande, dependen en lo sanitario del hospital comarcal Carmen y Severo Ochoa de Cangas del Narcea, no es de extrañar que la carga de trabajo que soporta dicho centro y su personal, sea solventada únicamente mediante esfuerzos ímprobos.
Y es que aún calado, cabreado y cojo, servidor no puede evitar pensar en que, si al desbordado hospital, y a su sobrepasado personal, le añadimos la insuficiente infraestructura de un indefinidamente provisional centro de salud. Apenas un largo pasillo, donde hace veinte años se anexaron unas diminutas consultas, y unas diminutas salas de espera, solo para salir del paso les dijeron, a los ya por aquel entonces hacinados médicos y pacientes. Pienso yo, que es normal que con estas mimbres, pasen estas cosas; por aquello que decía que de esos barros, vienen estos lodos.
Y todo esto, con el solar para el nuevo centro de salud, este ya en el núcleo urbano, con un aparcamiento suficiente en el barrio de La Cortina; expropiado y pagado, diseñado y construido, preparado y acondicionado, y, claro está, y de aquí el problema, todo completamente paralizado.
Y he aquí, que a los ciudadanos de a pie que nos llaman, se nos ponen los pelos de punta. Como escarpias si prefieren, que es más de la tierra. Y es aquí, que todos nos dicen de todo, digos y diegos, yendo y viniendo en su mayor parte.
Se nos dijo desde el SESPA y la Consejería de Sanidad, que se prepara una reforma en la sanidad canguesa que incluye un centro de salud en el actual hospital comarcal. Nos dicen desde el ayuntamiento que para qué expropió entonces el anterior ejecutivo los terrenos de La Cortina. Se dice el ciudadano de a pie también que porqué, de construir un centro de salud, no lo construyen en el local acondicionado a tal efecto. Nos dice el concejal de sanidad que actualmente se han venido inaugurando varios centros de salud o consultorios médicos a lo largo de toda la geografía asturiana, citando como ejemplos, el Consultorio de Salud de Las Campas, el Centro de Salud de Tudela Veguín, el Centro de Salud de La Corredoria o el Consultorio Médico de Grandas de Salime. Y que de todo ello se desprende que existe consignación presupuestaria para obras en la sanidad, y que si en Cangas del Narcea no se hacen es porque no se quiere.
Y a todo esto nuestros, al parecer poco venerables ancianos, y a los hechos relatados me remito (porque si no les construyen un centro de salud digno, será que son poco merecedores de veneración), se dicen unos a otros el porqué se construyen centros de salud en La Corredoria, o consultorios en Grandas de Salime, con grandes presupuestos y no uno en La Cortina, en el solar ya acondicionado, para saldar una cuenta pendiente desde hace veinte años, para dar solución a un problema presente hace veinte años, a un problema presente ayer, y a un problema presente ahora.
Y es que, muchos dicen mucho, mucho se ha escrito sobre el tema, y todo lo que se diga es poco. Porque entre los muchos que dicen mucho, hay algunos que todavía se atreven a decir, que si el centro de salud de La Cortina no se construye, es porque no es necesario. Y entre los muchos que dicen mucho, aquí hay uno que, cabreado, calado y cojo dice, que eso, vaya a decírselo a su padre.
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