Tino y Antonio, los ferreiros de Besullo
LOS FERREIROS DE BESULLO (BESULLO, CANGAS DEL NARCEA) – 73 HABITANTES
Faustino Álvarez y Antonio Álvarez son el corazón pulsante de Besullo. Ferreiros a la antigua, trabajan como lo hacían ya los romanos allí para dotar de herramientas a sus minas, conscientes del riesgo de que su tradición no tenga continuidad
Autor: OCTAVIO VILLA en pegadosalatierra.elcomercio.es
Tino, el de Casa Payarín, es un Vulcano sonriente de 83 años que no detendrá nunca su fragua, como tampoco tiene ninguna gana de parar Antonio, de Casa Torneso, que a sus 82 años es, como Tino, historia viva de Besullo. Ambos nacieron durante la guerra civil y aprendieron el oficio en casa, heredando la tradición que hacía del pueblo tierra de ferreiros: «Había unos doce», comentan los dos.
Como buenos ferreiros, saben hacer de todo. Arreglar cualquier apero de los muchos del campo, con métodos muy lejanos de los mecanizados actuales. Forjar herramientas, algunas de las cuales se elaboran ya solo con fines etnográficos y turísticos. El pueblo, Besullo, cuenta con un mazo hidráulico en la boscosa ribera del río Pomar, que aún funciona, así como uno en ruinas y otros dos en desuso. Tecnología romana de aprovechamiento de la fuerza de la gravedad y de los ríos que hoy es además todo un atractivo cultural.
Porque sí, Tino y Antonio no tienen la menor intención de detener sus fraguas, pero saben que rentables, en el sentido pecuniario del término, no son mucho. Pero sí que lo son en dos sentidos. Uno, el de la conservación de una tradición que supone todo un reclamo turístico para el pueblo. Porque es no solo espectacular, sino intensamente formativo verlos trabajar. Los dos hablan por los codos mientras mueven a mano el fuelle que ventila la fragua, ponen al rojo varillas de hierro que convierten en cualquier forma que deseen con pasmosa facilidad y fuerza o afinan y templan los filos de navaja, los clavos, las herraduras… El otro, el conocimiento. Tino sabe generar carbón vegetal (el oficio de carbonero de bosque se perdió ya hace generaciones, pero aún hay quienes conocen sus secretos). Sabe usar con asombrosa pericia el mazo hidráulico y sus secretos constructivos; es fino con la fragua… Antonio es un mago de las reparaciones. Hachos y azadones cobran nueva y reforzada vida en sus manos, y aún tiene numerosos clientes que aprecian el valor de la forja por encima de los bajos precios de las piezas mecanizadas. Oírles, a ambos, es fascinante. Es una vuelta a un mundo que va desapareciendo, en el que todo se podía hacer con lo que uno tenía a mano. En el que el ingenio creaba ingenieros en cada casa, como ingenieros honoris causa son ambos, pese a no tener un título universitario. Antonio lo verbaliza con énfasis: «Se hará de todo con máquinas hoy en día, pero hay que saber ser ferreiru».
Hoy tienen, con todo, un valor añadido. Son un gran capital para Besullo y para todo Cangas del Narcea. Desde el Parador Nacional del Monasterio de Corias llegan de continuo visitantes que quieren conocer el oficio de ferreiru, en algunos casos con el mismo interés con el que asistiríamos a la exhibición de un fabricante de papiro o a un tallador de puntas de flecha de piedra neolíticas, si esos aún fueran oficios observables.
Tino y Antonio tratan de transmitir el interés entre sus familiares, entre otras cosas por el prurito de tener un ferreiru en casa.
Un tercer ferreiro que sigue en Besullo, José Martínez, ha dejado la fragua tan a regañadientes como que solo lo hizo «cuando cayó sobre ella parte de la antigua casa rectoral». Aún así, es posible que su hijo Jesús retome la tradición… «cuando se jubile».
Entre tanto, el testigo lo llevan Tino y Antonio. A ambos, además, la fragua les sirve para complementar una de esas pensiones del campo. Pero esa es otra historia.
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