La digitalización y el patrimonio cultural local
El patrimonio cultural tiende a lo público, lo comunitario y la identificación colectiva. Todos tenemos algo que nos diferencia y hace únicos y todos guardamos algo que los demás no tienen. Es por eso que compartir es fundamental para intentar comprender lo que nos identifica como sociedad que pueda recordarse a sí misma o hacer que otras generaciones la recuerden.
Llamar la atención sobre las enormes posibilidades que la participación ciudadana puede ofrecer en la conformación del conocimiento colectivo no es solo importante, sino urgente para no perder testimonios y documentos que cada día desaparecen de las formas más insospechadas. Desarrollar, desde cada entidad local, un proyecto de digitalización sobre algo que aun siendo un patrimonio cultural disperso, no suele tomarse en consideración como es el de la documentación que cada individuo conserva o genera a lo largo de la vida, puede ser trascendental para el registro histórico de una localidad.
Todos guardamos un variado repertorio documental en nuestras casas del tipo escrituras antiguas, pasquines, fotografías, obras de arte, dibujos infantiles de nuestros padres o abuelos, mapas, cartas, extrañas publicaciones, anotaciones, comunicados, carteles, y un largo etcétera que conservamos por curiosidad, inercia, o hemos heredado de nuestros antepasados. Muchas veces las limpiezas de los domicilios provocan que todo ese material que va sucesivamente pasando de mano en mano, de generación en generación, termine bien en la basura o, en el mejor de los casos, dispersándose en los rastros de domingo.
Por ello lanzo una propuesta a nivel comarcal o local, para promover la colaboración ciudadana en la generación de un archivo digital vivo del municipio o localidad, consiguiendo algo muy importante: la participación individual en su creación. Los incentivos pueden plantearse de muchas formas, desde exposiciones sobre los materiales, investigación sobre el valor que se le da al documento, empleo del documento como punto de partida de una investigación, publicaciones específicas, etc.
El archivo podría explotarse a muchos niveles, tanto académico como de libre consulta para los fines más variados. Los formatos deberían ser compatibles y esos documentos digitales han de llevar inexcusablemente un trabajo de etiquetado, empleando los metadatos y descriptores necesarios, incluso georreferenciación y localización de sus propietarios y accesibilidad en abierto cuando el contenido lo permita.
Sería un proyecto que se podría desarrollar a través de un laboratorio ciudadano, un laboratorio bibliotecario, como punto de encuentro para colaborar en la puesta en marcha del proyecto. De esta manera se incorporarían documentos tan valiosos como inauditos que pocas veces se custodian en archivos oficiales y que redundarían en el mayor conocimiento del lugar de pertenencia y de su historia. Este archivo generado desde un laboratorio ciudadano conviene que se proponga desde las administraciones para que aporten la infraestructura necesaria, aunque pudiera generarse de forma absolutamente independiente. Con el soporte de una biblioteca, o una casa de cultura en los pequeños ayuntamientos de Asturias, se puede incrementar el volumen documental en digital que nos permita conocer aspectos sorprendentes del lugar en el que vivimos. Para ello la colaboración de todos es imprescindible.
Hay mucho trabajo por hacer, pero seguro que el enriquecimiento de las fuentes documentales locales sería exponencial y el proceso de generación del archivo una motivación colectiva.
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