Boda en la iglesia de Cibea, hacia 1920, con los novios, convidados y cantadoras con los panderos encintados. Col. Josefina González, de casa Alfonsa, Las Cuadriel.las de Vil.lalái.
[En 1898, Rodríguez Riesco envió una larga monografía sobre el concejo de Leitariegos al médico Octavio Bellmunt, de Gijón, con destino a la obra Asturias, que estaban editando este doctor y Fermín Canella desde diciembre de 1894. En el tomo tercero de esta obra solo apareció un breve resumen de ese texto, que puede leerse en nuestra Biblioteca Canguesa:
Rodríguez Riesco, José: Leitariegos (1900).
En: Tous pa Tous. Sociedad Canguesa de Amantes del País, ed. facsímil, 2009.
El escrito completo ofrece mucha información desconocida y es muy interesante para conocer aquel concejo que se integró en el de Cangas del Narcea en 1925. En las próximas semanas publicaremos el escrito completo en la web del Tous pa Tous, hoy sólo vamos a dar a conocer la parte en que relata cómo eran las bodas y los tratos matrimoniales a fines del siglo XIX. El autor había nacido en 1853 en Brañas de Arriba y era maestro, y en aquel año de 1898 ejercía de secretario del Juzgado y del Ayuntamiento de Leitariegos. Juaco López Álvarez]
LAS BODAS EN LEITARIEGOS EN 1898
José Rodríguez Riesco
Nada más de común tienen las fiestas en Leitariegos, pero algo más de simbólico y emblemático tienen las bodas. No hemos de decir que en dichas alturas las bodas se contraen por interés o por amor, porque generalmente existen ambas cosas según las condiciones de los individuos, según se puede apreciar, si bien generalmente con tendencia a lo primero como más favorable. Se busca en primer lugar el mus y buena moza. Mas si no se encuentra ésta se decide por aquel y, al contrario, si no se encuentra dinero se elige una buena moza. No digamos que suelen gastar largas relaciones amorosas, porque éstas, la que más, dura medio año.
Se juzga igual y divierten sin excepcionar a ninguna, mas al llegar la época de tener que contraer matrimonio los mayorazgos, bien porque ellos lo propongan, bien por indicación de los padres, cuando van teniendo de los veinte y cinco a los treinta y cinco [años], pues de más jóvenes no suelen casarse, procuran buscar un embustero, los que no tienen la habilidad, memoria o influencia para el negocio que de por sí van habilitando, y ataviándose de sus mejores prendas, buen mulo o caballo bien enjaezado (si tienen que salir del pueblo) se dirigen pretendiente y embustero, pero de noche, que es cuando suelen efectuarse estas aventuras para no ser vistos y uno en pos de otro discurren lo necesario para el trance supremo. Casos se han dado de salir a ello y no saber ni por asomo a dónde se iban a dirigir. El embustero habla y propone, que es el que no tiene vergüenza, y después de ser bien obsequiadas [las mozas] con tortillas, frisuelos y vino que llevan los pretendientes a veces surte efecto y otras queda pendiente, pero atrás o alante se deciden luego.
La mayoría paran por cuestión del dote, que es de sumo interés pues, como suelen decir, la casa de fulano (niegan todas las deudas) se merece tanto y cuanto y como tienen la boca grande para esto, es donde generalmente oscilan todos los reparos, pues una casa regular no se conforma de ocho mil reales abajo. La menor de 500 a 1.000 pesetas y las principales suelen llegar a los dos mil duros, que siempre se van dando a plazos de mil reales al año hasta solventarlo; además del ajuar de boda los hay que lo hacen de presentes, que es lo más lucido, así como poner onzas de oro o monedas de a cinco duros de arras en vez de duros o pesetas. Las arras suelen regalarse a la novia, pues es cuestión del padrino y siempre se buscan los más ricos. Se han dado casos de parar las bodas por causa de la vaca de la chueca, de si la había de llevar o no, aunque ya se perdió esta costumbre que antes prevalecía mucho, mas si pueden sacar un buen prado o tierra de dote esto sí lo hacen.
Generalmente se suelen casar parientes con parientes, costumbre de la que se ha usado mucho y en tal manera que hay pueblos como El Puerto que todos son parientes, unos vecinos de otros, y todos pues se apellidan Cosmen de primero o segundo apellido, pero apellido noble como se demostraron en hijosdalgo y armas pintar cuyas Reales Cédulas tienen y conservan, sucediendo otro tanto en Braña de Arriba con los Rodríguez, Sierras y Tablados, y en Trascastro con los Rodríguez y Garcías y otros.
Los mayorazgos o primogénitos son los que son troncarios y se casan en casa; los hijos restantes, si no van para casas de mayorazgas, todos se ausentan a Madrid y otros puntos, aunque siempre atienden y entran en casa.
En cuestión de pretensiones, corren velozmente por el pueblo y concejo las noticias pues nunca falta de la casa quien lo diga, cuando no se alaba la novia, a fin ya de alardear de tal o ya para que llegue otro [pretendiente] de más importancia, que suelen trocar sin escrúpulo porque aquí el que más tiene mejor vive.
Página del manuscrito de José Rodríguez Riesco sobre Leitariegos, 1898.
Llega el día de la boda y con anticipación, los convidados (que son todos los mozos del pueblo y las mozas) y, además, otros amigos y parientes, el cura y los sastres de la boda, se suelen preparar para la misma, siendo convidado igualmente ahora el Juez o su delegado que asista, que no se perdona una. Los mozos encargan la pólvora, el padrino los puros y la madrina las bollas. Las mozas del lugar y las de los pueblos por donde ha de pasar, ocho días antes se juntan todas las tardes para ensayar las seguidillas que les han de cantar, las cuales confeccionan para cada boda las suyas. Procuran obtener un buen día de sol, pues tienen mal presagio si llueve en el día de la boda de una, pues dicen que llora. Grandes variaciones deben de sufrir las enamoradas parejas, pues regularmente como desde el cura hasta el sacristán todos son casamenteros, unos dicen que va bien, otros que mal, otros que tiene mal genio, otros que no; algunos los desguían y dicen que mejor lo haría con fulano o bien a él con otra fulana, lo cual los ponen a la muerte pues les dan en qué pensar.
El día de la boda, temprano, se anuncia por los convidados con sendas descargas de pólvora, cada uno con el arma que puede adquirir o bien con voladores; hechos que se presentan incesantemente como si fuesen a montería, no siendo la primera vez que algunos por usar malas armas y cargar mucho para que suene se llevan los dedos de las manos sin que nadie se queje ni acuda a la autoridad. Todo el día se oye: ¡Viva la novia! ¡Viva la boda! Las mozas bien compuestas con panderos encintados y castañuelas, dos delante cantan, las demás responden, principiando a hacerlo al salir los novios de la iglesia, ellas delante y la gente del pueblo no convidada, que toda concurre aun en el día de mayor ocupación. Detrás siguen los novios y padrinos y luego el cura, juez y demás acompañamiento. Todos majestuosamente van acompasados, sin que puedan pasar delante de las cantadoras, y el padrino va repartiendo cigarros puros a todos. Es condición previa que si la boda sale del pueblo o viene de afuera, cada convidado ha de llevar buena caballería y bien aparejada y cuantos más mayor bombo. El novio ha de llevar dos, la suya y la de la novia, sucediendo en estos casos que con los continuos disparos se espanten las caballerías no acostumbradas y tiren los jinetes, que si son hembras, en el entusiasmo general, por verlas manejarse a las hábiles y llorar a las temerosas, haciendo los disparos por entre los caballos. Es pues esto una pura alegría para los convidados y un pesar para las que no saben cabalgar que siempre enseñan lo reservado.
El tiroteo es continuo y el canto melodioso y triste, que en la mayoría de las ocasiones hace prorrumpir a los desposados en amargo llanto y conmueve a los circundantes. Entre las muchas y generales que cantan allá van las siguientes:
Los buenos días les damos
a los novios y padrinos,
que todos juntos parecen
los serafines divinos[1]. |
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Padrinos más elegantes
ni madrina más salada
aunque del cielo bajase
un pintor que los pintara. |
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Salga, salga la su suegra
a recibir la sua nuera,
a quererla y estimarla
como si hija suya fuera. |
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La enhorabuena les damos
en la puerta del Sagrario
a los novios y padrinos
y demás acompañados |
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El señor novio y la novia
bien se aconsejaron antes,
que llamaron a la boda
padrinos muy arrogantes. |
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Convídala, caballero,
con una jarra de plata,
que buena muchacha llevas
para gobernar la casa. |
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¡Qué mocedad tan florida,
qué acompañamiento grande,
qué padrinos tan hermosos,
qué novios tan elegantes! |
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Qué buena dicha ha tenido
madrugar el señor novio,
porque de la mejor huerta
se cogió el mejor repollo. |
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El señor padrino de hoy
es arrogante caballero,
ya nos vamos acercando
vayan soltando el dinero. |
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Padrinos tan elegantes
y novios de igual presencia,
al presentarse en la calle
hacen al sol competencia. |
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El padrino de esta boda
se ha portado bien del todo
que para casar los novios
ha puesto las arras de oro. |
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Y la señora madrina
también ha de regalar,
si han de ser dos sean cuatro
y sabremos dispensar. |
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La luna le dice al sol:
-No prosigas tu carrera,
que los novios y padrinos
los resplandores te llevan. |
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Y la señora madrina
lo hizo con arroganza
que para casar la novia
anillos puso de plata. |
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El padrino de esta boda
puede soltar el bolsillo,
para soltar la propina
de esas monedas de a cinco. |
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Contesta el sol a la luna:
-Detente y sale más tarde
que los novios y padrinos
alumbran toda la calle. |
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La novia que hoy se casó
viene muy aborrecida,
por Dios al novio pedimos
que le haga buena vida. |
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De esas monedas de a cinco
somos desinteresadas,
que a recibir cuatro duros
ya estamos acostumbradas. |
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Casada, ya estás casada
por los libros de San Pedro,
quiera Dios te haga dichosa
y los ángeles del cielo.
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La novia que hoy se casó
fue pretendida de tantos,
el galán que la llevó
dio limosnas a los Santos. |
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La madrina de esta boda
quiera Dios que de hoy en quince
sea su primer pregón
y que a nosotras nos brinde. |
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Casada que hoy le pusieron
el yugo del matrimonio
quiera Dios que no te pese
ni tampoco al señor novio. |
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Por encima tu tejado
ya baja el sol a alumbrarte
y toda las tus amigas
venimos acompañarte. |
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Adiós te decimos todas
y a Dios tenemos pedido
que seas feliz, dichosa
al lado de tu marido. |
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El sol baja por su trecho,
la luna queda en su trono,
al ver gente tan lucida
de parte del señor novio. |
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Al pasear por la calle
y al revolver de la esquina
ya se divisa el palacio
donde ha de habitar la novia. |
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La despedida les damos,
disimulen nuestros yerros
que el que no tiene saber
no se ve libre de ellos. |
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Por el jardín del amor
el novio se ha paseado
y del más alto rosal
una rosa se ha alcanzado. |
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Abran las puertas, señores,
ábranlas de par en par,
que a esta nueva casadina
venimos a acompañar. |
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Adiós te decimos todas
con bastante sentimiento,
quedamos pidiendo a Dios
que las nuestras sean luego. |
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Es esa que lleva al lado,
esa nacarada rosa,
que en la puerta de la iglesia
se la dieron por esposa. |
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Salgan las de la cocina
a recibir la casada,
si nos permiten licencia
venimos a acompañarla. |
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La novia y la madrina
son dos flores muy preciosas
de diamantes engarzadas
y perlecitas hermosas.
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Abran las puertas señores,
ábranlas con alegría,
que aquí está la casada
y la señora madrina. |
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Después que acaban de cantar, o mejor dicho, cuando piden la propina a los padrinos (que la tienen que dar de tres a 25 pesetas, y la madrina una hogaza de trigo y en dinero de una a 5 pesetas, según clase) les dan las gracias o callan, cantando también.
Grabado del cuadro -Una boda de aldea- en Monasterio de Hermo, de Luis Álvarez Catalá, fines del siglo XIX.
Llegan a la puerta [de la casa] del novio; las puertas están abiertas de par en par y sale la suegra a buscar la nuera, que abraza y besa e introduce en compañía de todos al mejor sitio de la cocina o sala con lloros y suspiros, gritos de alegría, enhorabuena, etcétera. De antemano se tienen preparadas a la entrada fuentes con ricas mantecas del día y pan de trigo y vino blanco, y la madrina y el padrino o encargada reparten grandes rechas [rebanadas de pan] cargadas de miel o azúcar a todos los concurrentes de la boda y a todos los del pueblo, grandes y pequeños, sin que quede alguno, salvo las disidentes que sin darse por aludidas se escurren si puede ser. Sigue la algazara. Comida asombrosa a medio día, baile animado, cena de igual calibre y baile hasta el amanecer al cual concurren todos los mozos de los pueblos aunque disten dos leguas. Si hace mucho sol y es verano forman merienda campestre y en un carro la llevan al hermoso campo de Vistauril donde al lado de la gaita pasan el día alegremente.
Si viene la novia de otra parroquia o pueblo, además del canto dicho, salen a despedirla igualmente; por los pueblos que pasan salen a recibirlos con igual o variado son, pues en cada pueblo usan el suyo y los padrinos tienen que dar iguales propinas o pasar por donde no haya pueblos.
Tales son las bodas en Leitariegos, que si bien nunca pintaron mal hay dotes ofrecidas de muchos años que aún no se han pagado ni pagarán. Las que mejor suelen pintar, según se dice, son las de los propios pueblos, aunque no se distancia mucho para buscarlas.
[1] Por supuesto, en cada boda cantan, además de éstas, otras particulares alusivas a los casados, con descripción de nombres, apellidos y demás que les haya pasado y nobleza, etcétera.