Cangas del Narcea en la tarjeta postal, 3. “Vistas del colegio de PP. Dominicos de Corias” (1930)

Estuche de la colección de postales: Vistas del Colegio de PP. Dominicos de Corias, 1930.

La última colección de tarjetas postales dedicada exclusivamente al concejo de Cangas del Narcea que se editó antes de la Guerra Civil, fue la que hicieron los Padres Dominicos del convento de Corias en 1930. Se títula “Vistas del Colegio de Padres Dominicos de Corias” y está formada por diez postales en las que aparecen las fotografías de varias dependencias e imágenes religiosas de este monasterio, que ocupaban los dominicos desde 1860. Las tarjetas fueron realizadas por la casa Huecograbado Mumbrú, de Barcelona, y se vendían dentro de un estuche. En el número 27 de la revista La Maniega, de agosto-septiembre de 1930, se publica una noticia sobre la edición de estas postales, en la que se dice que “son una maravilla; no se puede pedir mayor perfección”. Por esta noticia sabemos que se vendían “en la portería del convento al precio de una peseta”. La publicación de esta colección demuestra que en aquellas fechas el monasterio ya comenzaba a recibir turistas, que demandaban un recuerdo o “souvenir” de su visita.

Las tarjetas postales son las siguientes:

  1. PP. Dominicos. Corias. Vista del Colegio y río Narcea.
  2. Colegio de PP. Dominicos. Corias. Cangas del Narcea.
  3. PP. Dominicos. Corias. Interior del claustro.
  4. PP. Dominicos. Corias. Biblioteca.
  5. PP. Dominicos. Corias. Costado derecho y retablo de la Sacristía.
  6. PP. Dominicos. Corias. Moisés, serpiente de metal y hebreos mordidos por las serpientes en el desierto. Alto relieve
  7. PP. Dominicos. Corias. Tentación de San Benito abad. Alto relieve
  8. PP. Dominicos. Corias. El Señor bautizado por San Juan. Alto relieve
  9. PP. Dominicos. Corias. Claustro principal del Colegio.
  10. PP. Dominicos. Corias. Imagen del siglo XIII.

De estas imágenes hay dos que ya no podemos ver en la actualidad en Corias: la biblioteca y la talla de la Virgen con el Niño de la segunda mitad del siglo XIII. La primera, formada por los dominicos con libros procedentes de conventos desamortizados, fue trasladada al convento de San Esteban de Salamanca después de la venta del edificio al Gobierno del Principado de Asturias en 2002, y la bella imagen de estilo gótico, que habían traído los dominicos a Corias, se la llevaron en 1957 al convento de la Virgen del Camino, en León, cuando se trasladó allí la Escuela Apostólica.


2ª Semana Cultural de Cangas del Narcea, 1985

Cartel de la 2ª Semana Cultural de Cangas del Narcea, 1985.

Autora: Mar Sabater.

El cartel no tiene pie de imprenta, ni número de Depósito Legal, pero sabemos que fue tirado en la Imprenta Mercantil, de Gijón. Pertenece a la colección del Museo del Pueblo de Asturias.

Expedición Kangchenjunga 8.586 m.

Kanchenjunga es la tercera montaña más alta del mundo, después del monte Everest y del K2

 

Por Rosa Fernández – 26/03/ 2011 

 

Hola amigos, quiero deciros que el día 1 de abril de 2011 me voy al Himalaya, a una montaña grande entre las más grandes, el Kangchenjunga.

También quiero contaros como he tomado esta decisión, para enfrentarme a este gran reto, tras las cosas que me han sucedido.

Si nos remontamos a 2009, aquel era mi año 10, tenía proyectos muy ambiciosos, pero ese mismo año me detectan el cáncer y todo cambió bruscamente: operación, tratamientos, acudir al hospital a diario…

Pero no todo se había acabado, tenia que ser mas fuerte que nunca, adaptarme a mi nueva situación y combinar entrenamientos con tratamientos.

Empecé dedicando más tiempo a hacer ejercicio y con menos intensidad. Una vez terminada la radioterapia les pedí a los médicos un paréntesis para regresar a la montaña, por un mes y medio que estuviera fuera no me iba a morir, y psicológicamente para mi cabeza era muy importante.

Llegué a la montaña con una motivación extra, aunque las condiciones climatológicas ese año fueron nefastas, no solo no conseguimos hacer cumbre ninguna expedición, sino que mi compañera de campo base se quedó en la montaña para siempre.

Lo mas importante para mí ya no era la cumbre, mi reto era el cáncer, en un escenario que solo con estar allí ya era mucho.

Regresé muy reforzada de esta dura expedición, al día siguiente de llegar continué con mis tratamientos y mis iniciativas.

Durante el verano pasado hice el camino de Santiago portando el lema “Pedaleamos por la lucha contra el cáncer”. De ahí surgió la idea de crear un club de chicas de BTT y nació “Una a una”, un club de ciclismo que está funcionando muy bien con un número considerable de socias, y que estoy segura vamos a cumplir todas las expectativas que tenemos para este año.

La canguesa Rosa Fernández Rubio cumplió 51 años el pasado mes de febrero

Con el problema económico actual las posibilidades de volver a una gran montaña se iban diluyendo y haciendo cada vez menos probables.

Por esas cosas del destino, al igual que en otras ocasiones, me encuentro un nuevo patrocinador: Cafés Toscaf, que siempre se ha distinguido por su apoyo al deporte asturiano, de forma especial al ciclismo, y goza en el mundo deportivo de un merecido prestigio como empresa comprometida.

Conocí a José Luis personalmente este año en el Criterium Ciudad de Oviedo, me ofreció su apoyo y yo le tomé por la palabra, aunque tardé un tiempo en llamarle, desde ese mismo día ya me vi con Cafés Toscaf en una montaña. José Luis me dijo que le gustaba el proyecto y que se iba a volcar conmigo, y aquí estamos hoy los dos.

Con los ánimos renovados empecé a pensar en un gran reto, dar un salto hacia adelante, quería apostar alto y no conformarme con una montaña más. He ascendido tres de las cinco más altas del mundo, como cuatro de ellas están en Nepal, mi destino preferido, ahí esta la montaña que buscaba, la tercera más alta del mundo y, en nivel de dificultad, una de las más temidas: el Kanchenjunga. En ella se quedó para siempre una mujer a la que personalmente yo admiraba muchísimo, la polaca Wanda.

Le comenté mi decisión a Nico Terrados, mi médico deportivo, quien ha influido mucho en la forma de afrontar mis dificultades. Es una persona que te estimula a exigirte a ti mismo un poco más cada día.

A finales del año pasado no me encontraba muy bien, tenía las defensas muy bajas y notaba mucho los esfuerzos; los médicos me dijeron que el tratamiento era acumulativo y que serian los peores meses. No se equivocaron. Empecé el año y mi recuperación fue progresando de forma increíble, hasta casi tener los mismos valores de antes de la operación. Físicamente, en los últimos dos meses, me encuentro muy bien, lo mismo en la bici con la que entreno casi a diario, que en la montaña.

Centrándonos en lo que va ser este gran reto, el Kangchenjunga tiene 8.586 m, serán dos meses de expedición, como novedad compartiré la montaña con Oscar Cadiach que será su tercera expedición a esta montaña, y es uno de los más destacados himalayistas españoles. Coincidí con él el año pasado en el Manaslu,  y pensamos en hacer una montaña este año. Poco a poco se fueron dando todas las circunstancias para que este proyecto saliese adelante.

Quiero dedicar esta montaña por un lado a mis patrocinadores: Feve, Helly Hansen, Instituto Asturiano de la Mujer y Cafes Toscaf, sin ellos no estaría hoy aquí, y también a la Asociación de Alpinistas Contra el Cáncer; se la dedico a todas las personas que estén sufriendo las consecuencias de esta enfermedad, con ese fin el lema de este proyecto será “LA MONTAÑA DE LA ESPERANZA”.

Los vinos de Cangas (1972), por Alfonso Rueda

Por su interés y curiosidad ofrecemos a continuación la referencia hecha a los vinos de Cangas en la ponencia presentada por don Alfonso Rueda Rodríguez-Arango sobre «Turismo», en el Consejo Comarcal Sindical de Cangas del Narcea, el jueves 2 de noviembre de 1972.

 

La familia Ríos, de Cangas del Narcea, camino de la vendimia, en El Corral, 4 de octubre de 1959.

LOS VINOS DE CANGAS

Con toda probabilidad en el siglo XI los benedictinos introdujeron el cultivo de la vid en Cangas del Narcea, extendiéndose también a Ibias y Grandas de Salime. Posteriormente también se cultivó en Candamo. Los monjes del monasterio de Corias eran propietarios de grandes extensiones de viñedos que eran trabajadas por familias de «quinteros», o sea colonos que entregaban el «quinto» al convento. Desde el año 1169 al 1195, siendo abad del monasterio de San Juan de Corias, fray Pedro Pelayo, hizo plantaciones de gran importancia. Más tarde también plantaron los señores Omaña, Alba, Pimentel, Adanero, Sierra Pambley y Sierra Jarceley, Miramontes, Colón, Toreno y otros. Dato curioso, que tal vez se remonta al tiempo de los benedictinos, es el hecho de que en la cabecera del río del Coto hay un pueblo que se llama Monasterio del Coto, probablemente feudo benedictino y en la parroquia, Vegalagar (Vega del Lagar), existe un pueblo por nombre La Viña.

En el año 1895, al empezar la filoxera, había plantadas unos 55.000 hombres de cava, equivalente a unas 1.000 hectáreas con unos 5.500.000 de cepas. Hubo que sustituir todas las cepas por plantas americanas, gracias en particular a don Félix Duero, que consiguió se pusiese un vivero en Corias, donde se facilitaban a precios muy bajos, la estaquilla o patrones en grandes cantidades. La mayor parte quedó repoblada en los diez primeros años de este siglo, aunque en la actualidad no rebasan los 2.200.000 plantas. En Madrid los vinos del señor conde de Toreno adquirieron preponderancia.

Etiqueta de vino de Cangas Los Viñales, embotellado por Manuel García Velasco, hacia 1920. Litografía Muñiz, Gijón. Col. Museo del Pueblo de Asturias.

Don José Francisco Uría y don Nicolás Suarez Cantón obtuvieron premios en Madrid y Oviedo los años 1857, 1873 y 1875. Don Anselmo González del Valle obtuvo medallas de oro y plata en las Exposiciones de Burdeos, Angers y Rouen en 1895 y 1896. La producción de nuestras vides llegó por el año 1920 a los tres millones de litros. Don Jenaro Flórez llegó a cosechar después de la guerra civil 71.000 litros. El vino de entonces era embotellado con distintas marcas: don Anselmo González del Valle con la marca «Don Pelayo» enviaba vino embotellado a México. Don Jenaro Flórez mandó vino embotellado y en barricas a Cuba con la marca «Príncipe de Asturias», entre 1926 al 1932. Don Marcial Arango con la marca «Don Piñolo» (fundador del convento de Corias) también enviaba al extranjero. Don Manuel García Velasco, alias Omaña (administrador de la casa de Omaña), con la marca «Los Viñales» enviaba a Oviedo y Gijón. Don Antonio Jiménez era un gran cosechero pero sólo a granel.

Vendimia en Cangas del Narcea, hacia 1987. Foto: José Vallina.

En opinión de don Pablo Pacottet, jefe de investigaciones vitícolas del Instituto Nacional de Francia, en su obra Viticultura (1918), «Los vinos de Cangas, poco alcohólicos por lo general, son vivos de color, frescos y finos, con cualidades semejantes a los de Burdeos. Creo que con algún empeño, los vinos de Cangas podrían constituir por su finura y aromas marcas rivales de las más famosas».

Los dueños de las viñas daban meriendas invitando a parientes y amigos, que festejaban con cánticos y bailes en la misma viña en ocasión de la vendimia, costumbre que todavía perdura. Durante las hechuras, al prensar el vino, se les daba la cena a los obreros, consistente en «batallón»: patatas con carne guisada o bacalao. En las bodegas todos bebían el vino por el mismo «cacho», un recipiente cóncavo de madera, que generalmente era de nogal o de abedul, de origen antiquísimo. El cacho, para que esté en sazón, se mete en la tinaja cuando cuece el vino. También había las llamadas  «zapicas», jarras de madera que se usaban para el vino y la leche. En las casas donde se vendía el vino se colocaba un ramo de hiedra para indicarlo y anunciarlo, costumbre tal vez pagana que puede encontrar un parecido con el tirso que acompañaba las imágenes de Baco. En Tebongo, desde hace algunos años, el domingo que concluye la vendimia se celebra una misa entre las bodegas del Campo de Villar, donde el cáliz, en esta ocasión, es el «cacho» por el cual todos comulgan.

Centro de Recepción de Visitantes «Alejandro Casona»

Este centro sirve como presentación del pueblo de Besullo (Cangas del Narcea). Ofrece al visitante un repaso a las principales tradiciones de esta localidad, así como a la figura del que quizá sea su hijo más ilustre: el escritor Alejandro Casona. El edificio consta de dos plantas:

  • PLANTA BAJA: Una muestra resumida y ordenada sobre el pueblo de Besullo, sus gentes, sus tradiciones, su entorno.
  • PLANTA ALTA: Un recorrido cronológico a lo largo de la vida y la obra del dramaturgo. Sus inicios y andaduras, su familia y su pueblo.

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Disfrutando historias y paisajes de los valles de Cangas del Narcea

Brañas del Narcea; vistas del nacimiento del río Narcea y del hayedo de Monasterio de Hermo. Foto Celso

No es exagerado opinar que nuestro concejo de Cangas del Narcea posee en cada rincón de su orografía, paisajes de gran belleza. A veces uno está tan acostumbrado a vivir en este entorno  que no nos paramos a valorarlo en su verdadera magnitud.

Cada pequeño lugar esconde un riachuelo o un bosque, que va cambiando y mudando sus habitantes en función de la altura donde está situado. También se dejan ver montañas, a veces desnudas, pegadas a frondosos valles que van cambiando de tonalidad con las diferentes estaciones del año; valles poblados por pequeños pueblos, que la mayoría de las veces dibujan un escenario de tejados continuos de pizarras naturales o en otras ocasiones  los cubre un rojo uniforme  de tejas gastadas y centenarias.

Grupo Piélago de ruta, pasando por las brañas de Xunqueras; espectacular valle que parte de Parada la Vieja y sube paralelo al vecino Concejo de Somiedo. Foto Celso

Nombres como Muniellos, Moal, Genestoso, Xunqueras, Cabril, Leitariegos, Cueto, Besullo, Valle de Cibea, Fuentes del Narcea y otras zonas que al visitarlas o perdernos en ellas, volvemos a encontrarnos con el reloj biológico que llevamos dentro. Sólo tenemos que observar que si hacemos  una pausa en nuestro viaje y nos paramos en alguno de estos lugares que he citado para escuchar los sonidos del agua y el viento, inmediatamente nos rodeará  una sensación de agradable bienestar;  cualquiera de estos sonidos nos da tranquilidad e incluso nos invita a dormir una relajante siesta.

Compárese esta situación con los sonidos agresivos, estresantes que producimos de forma artificial y que nos acompañan en la vida diaria: motores, sirenas, sistemas de comunicación de todo tipo…

Por otro lado también se suman a este bienestar y relajación los colores de esta exuberante naturaleza; ¿quién me puede decir que el azul, el blanco, el verde de nuestros prados, los ocres o amarillos de nuestros bosques en otoño, no son un placer para los sentidos?; sólo hay que compararlos una vez más con los colores artificiales exageradamente chillones del centro de una gran ciudad. Con esta comparación nos damos cuenta inmediatamente de la perfección y la maestría con que la naturaleza utiliza sus diseños.

Parte de los integrantes del grupo de montaña Piélago. Foto Celso

Con este artículo pretendo trasladar pequeñas instantáneas de alguna de estas zonas a aquellos que leen “el Tous pa Tous” y que por diversas circunstancias están fuera de Cangas; seguramente les agradará ver fotos y pequeños comentarios de nuestros pueblos y montañas.

Hoy visitaré montañas de Cangas con el grupo de montaña “Piélago”; después pasaré por la estación de esquí de Leitariegos y finalizaré bajando por el río de Cibea donde visitaré a Francisco Rodríguez Cadenas que me contará algo sobre la visita que hizo el  Premio Nobel de Medicina D. Santiago Ramón y Cajal a este valle.

Integrantes del Piélago en otoño por los bosques de la ruta Moal-Veiga del Tallo

Para hacer el artículo me acompaño en cada momento de otros cangueses que disfrutan tanto como yo, de cada pequeño pliegue de nuestro concejo. Pocos conocerán tan bien cada milímetro de la naturaleza de Cangas, como los integrantes  del grupo de montaña  “Piélago”. Este  tiene sobre su historia varios años de andadura y ha sido guiado de forma ejemplar por nombres como Varela, Marcelino, Alicia y actualmente Peláez, Delfín…

Espectacular bajada de algunos integrantes del grupo Piélago. Foto Celso

Se ha conseguido un grupo de montaña en  Cangas del Narcea  que por un módico, casi simbólico precio, permite visitar con una esmerada organización, lugares, paisajes, bosques, pueblos, montañas y lagos de nuestro concejo y otros limítrofes. El trato  y las personas que lo componen son inmejorables. Como en todos los grupos, siempre hay gente que destaca por alguna cualidad especial: los que cuando se corona la cumbre de la montaña sacan los mejores vinos y orujos (hechos en casa por supuesto); a estos también los acompañan las grandes reposteras del grupo que después de comer  reparten bizcochos, rosquillas y cafés con alguna mezcla desconocida. Menos mal que esto suele ocurrir después de coronar la montaña y sólo queda descender a cotas inferiores para ser recogidos por Evencio, Sini u otro conductor de Bus Narcea.

Grupo Piélago coronando el pico Arcos de Agua de 2.063 m (Bierzo-Omaña, León)

No puede faltar mencionar a los fotógrafos oficiales José Manuel (Morrosco), Celso y Víctor, que plasman cada salida con gran maestría en los álbumes fotográficos que se pueden ver en la página web del  “Piélago”.

De vuelta a casa en el autobús, nuestra querida y siempre alegre María Luisa y un corrillo infernal que la acompaña en la zona trasera del autobús,   comentan algún tema de forma jocosa, haciendo el viaje de vuelta más entretenido.

Acompaño fotografías comentadas de alguna de las zonas visitadas por el grupo en alguna de las salidas por nuestro concejo y  limítrofes.

Brañas de Campel o de Santa Coloma. Ruta de los Teixos – Santa Coloma- Lago. Foto Celso

Continuando con esta pequeña muestra de naturaleza, no puede faltar visitar un día de esquí en el puerto de Leitariegos.  Esta estación está enclavada en pleno puerto de Leitariegos; parte de la cota (1.513 m.) y los telesillas nos suben a una cota máxima de (1.830 m.). Desde aquí mirando hacia la zona de Asturias se ve próximo el Cueto de Arbas (2.002 m.) y mirando hacia la zona de León esta el Pico el Rapáu (1.889 m.).

Afluencia de gente a la estación de Leitariegos un jueves. Se puede ver el aparcamiento de la estación lleno; los fines de semana los coches se tienen que aparcar por la carretera hacia León y hacia Asturias. Los esquiadores llenan las casas de aldea de las dos vertientes.

Lo primero que me llama la atención, es la gran afluencia de gente que tiene esta estación, consiguiendo acercar 2.500 a 3.000 personas los fines de semana a practicar este deporte. Esto empieza a demostrar  que durante  cuatro o cinco meses, este es el verdadero turismo de interior en esta zona. Atendiendo a esta realidad sería muy interesante que las dos provincias, Asturias y León  se juntaran en un proyecto común para mejorar estas instalaciones, haciendo la estación más grande y subiéndola a una cota superior. Todo esto aseguraría  aun más esta afluencia de gente a los valles de Laciana y del Narcea.

En este día de esquí por la estación, me acompaño de cangueses  que disponen de  cierta maestría en este deporte, Rubén, Evencio, Pablo, Chapinas, Adrián, Alejandro, Avelino, Lara, Toni, Morodo, Manolo Penlés…, tanto es así que algunos son monitores de dicha estación.

Empezamos la mañana con bajadas desde 1.800 m. de cota por la pista Chagunachos viendo al frente el valle de Caboalles y las montañas nevadas que lo coronan; tras alguna peripecia extraña de algunos como yo, que todavía  tenemos mucho que aprender, seguimos hacia cotas  inferiores por la pista Autovía de Arbas, ésta nos deja en la zona baja donde empieza la estación a la cota (1.513 m).

Pista La Cueva, estación de esquí Leitariegos.

Después de varias bajadas, empieza a aparecer ya cierta inquietud de sensaciones más fuertes y nos dirigimos a pie dirección al Cueto de Arbas, para bajar  hacia el pequeño valle que bordea la Laguna de Arbas, ésta casi no se aprecia pues está helada  y totalmente cubierta de nieve en su superficie. Seguimos deslizándonos y sorteando los abedules que crecen encima de los prados del puerto,  llegando  a la zona baja donde de nuevo nos comunicamos con la estación.

Cangueses esquiando en Leitariegos

Después de una intensa mañana disfrutando del paisaje y del deporte de la nieve, nos trasladamos a comer a la antigua posada de arrieros “Venta la Chabola de Vallao”. Aquí Valentín y su madre Carmen nos tratan de forma exquisita; Carmen una vez más hace honor a su fama de cocinera con el excelente banquete que nos ofrece. Pasamos a los postres, dando buena cuenta del arroz con leche, de los florones y de los frixuelos; seguimos este agotador trabajo, probando alguno de los muchos licores que  hacen  de forma artesanal.

Vista de la estación de esquí Leitariegos

Mis compañeros, después de tan opípara comida ya no se atreven a alargar el día con otra actividad y se dirigen a Cangas. Yo, por el contrario me dirijo al valle de Cibea. Este valle esculpido por el río Cibea, presenta frondosos prados y bosques que unen esta zona con la mítica zona de Genestoso, resaltando unos paisajes dignos de visitar. Este río también alberga grandes casonas levantadas en su mayoría en el siglo XIX. Estas casonas fueron construidas por vecinos de este valle que hicieron fortuna en Madrid como  restauradores, hombres de negocios y funcionarios relevantes del Banco de España.

Valle de Cibea con los pueblos de Villarino, Regla, Sonande y Llamera; al fondo también se ve el pico El Fraile nevado.

Lo primero que me llama la atención es la casona que hay antes de llegar al pueblo de Vallao; está cerrada con un muro de piedra y rodeada de frondosos árboles. Los actuales propietarios de esta casa son los descendientes de Alfonso Martínez Álvarez, nacido en Monasterio de Hermo. Alfonso era dueño de un restaurante en Madrid y compró esta casa a los familiares de  Francisco Rodríguez Pérez, antiguo dueño de la casa y padre de la mujer de Luis Martínez Kleiser (1883-1971), Doctor en leyes, teniente de alcalde de Madrid, miembro de la Real Academia Española de la Lengua, propietario del periódico “El Narcea” y políticamente enfrentado a Félix Suárez-Inclán. Juaco López Álvarez lo explica con más detalles en “El Narcea” segunda época (1912-1915, en la Biblioteca Canguesa del Tous pa Tous.

Continúo bajando por la sinuosa carretera de Vallao a Cibea y ya veo los pueblos de Llamera y Sonande donde destacan alguna de estas casonas. Siguiendo el recorrido llego a  Santiago de Cibea y desde la carretera diviso el pueblo de Regla de Cibea, donde una vez más observo este tipo de edificaciones amplias y señoriales.

Casa construida en el siglo XIX en Regla de Cibea; aquí nació el abogado Felipe Álvarez Gancedo, entusiasta colaborador de Mario Gómez en el Tous pa Tous y presidente de la facina de Madrid en 1929.

Sigo bajando siguiendo el descenso del río Cibea y en un promontorio donde probablemente hubo un asentamiento castreño, se puede ver el palacio de los Miramomtes o de La Torre.  Estos lo vendieron a Juan Rodríguez García,  de casa de Ambrosio, hoy casa Xuana del pueblo de Sorrodiles. Este hombre hizo una considerable fortuna como agente de bolsa en Madrid.

Sorrodiles de Cibea; a la izquierda puede verse el palacio de los Miramontes o de la Torre y al fondo La Gobia nevada.

Esto me recuerda que tengo que ir a visitar a Francisco Rodríguez Cadenas, más conocido como Paco el de casa La Turria de Sorrodiles. Paco me recibe con su hermana Carolina en su casa  y tengo el placer de visitar su antiguo bar, hoy cerrado al público, pero que aun conserva intacto el encanto de las tabernas de pueblo en las que se vendía todo tipo de artículos; eran los grandes supermercados de estos pequeños pueblos.  Esta taberna parece un pequeño museo, con botellas de licores, que posiblemente pasen de los sesenta años de solera. Todavía funciona un organillo comprado en 1940 por el padre de Paco en Madrid y que servía para amenizar las veladas haciendo baile en el bar.

Francisco Rodríguez Cadenas y su hermana Carolina en la barra de su antiguo bar en Sorrodiles de Cibea.

Sentado con Paco  me trae Carolina una fotografía donde observo que están juntos personajes de gran relevancia. En primera línea están el premio Nobel de Medicina D. Santiago Ramón y Cajal (1852-1934);  D. Federico Rubio y Galí (1827-1902), cirujano fundador del Instituto Terapéutico Operatorio en el Hospital de la Princesa de Madrid, también fue representante por Sevilla en las cortes constituyentes, Diputado en 1871 y al año siguiente Senador.

Otro personaje importante de la fotografía es el conde de Romanones (1863-1950), político español, Presidente del Senado, Presidente del Congreso de los Diputados, varias veces ministro y tres veces Presidente del Consejo de Ministros con Alfonso XIII. Poseía intereses en la Compañía Española de Minas de mineral de hierro del Rif. Esta compañía fue atacada por un grupo de rifeños dando comienzo a la guerra de Marruecos.

Participantes en el Instituto Terapéutico Operatorio, hospital de la Princesa, Madrid. Unos aportaban sus conocimientos y otros apoyo económico. (1) Conde de Romanones; (2) Ambrosio Rodríguez (3) Federico Rubio Galí; (4) Santiago Ramón y Cajal

Entre los fotografiados y también en primera línea está D. Ambrosio Rodríguez Rodríguez (1852-1927)  médico cirujano de gran prestigio en su época. D. Ambrosio  nació en la denominada casa de Ambrosio, hoy de Xuana, del pueblo de Sorrodiles. Cuenta Paco que se presentó el maestro del pueblo a la familia para comunicarles la gran capacidad de estudio que  tenía Ambrosio y que si fuera posible  apoyar al niño, este podría conseguir una brillante carrera. Fue un familiar de Llamera, Domingo García Sierra, de casa García, quien  sufragó todos los gastos de los estudios de Ambrosio en Madrid. Domingo  García estaba casado con la propietaria de una cafetería restaurante muy bien situada en Madrid; ya en aquella época disponía de dieciocho camareros, siendo un negocio muy floreciente.

Ambrosio tuvo una vida profesional muy brillante, ejerciendo su profesión en Buenos Aires, Gijón  y Madrid. En Madrid fue médico personal de la reina y también de la familia de su amigo D. Santiago Ramón y Cajal. Cuenta como anécdota Paco, que se decía que la mujer de D. Santiago, anteponía la experiencia de Ambrosio a los conocimientos de su marido, cuando se trataba de diagnosticar a la familia.

Menciona Ramón y Cajal en “Recuerdos de mi vida”  a Ambrosio Rodríguez Rodríguez como compañero y contertulio de la peña del Café Suizo. En el Café Suizo  se reunían políticos, literatos y financieros para contrastar ideas y en un ambiente distendido, disertaban sobre temas importantes de la época.

Mención de Ramón y Cajal en “Recuerdos de mi vida”

La peña del Suizo continúa hoy completamente renovada. Buenas cosas dijera de los actuales contertulios, muchos de ellos catedráticos, si la discreción más elemental no me impusiera el silencio. Concretareme a citar a don Joaquín Decref, a Castro y Pulido, a Ambrosio Rodríguez, al doctor Isla, etc.

Allí elevamos un poco el espíritu, exponiendo y discutiendo con calor las doctrinas de filósofos antiguos y modernos, desde Platón y Epicuro a Schopenhauer y Herbert-Spencer; y rendimos veneración y entusiasmo hacia el evolucionismo y sus pontífices, Darwin y Haeckel, y abominamos de la soberbia satánica de Nietzsche. En el terreno literario, nuestra mesa proclamó el naturalismo contra el romanticismo, y al revés, según los oradores de turno y el humor del momento, también nuestra peña hizo un poco de política. 

Lo que son las cosas, hablando con Paco, me entero  que Ramón y Cajal visitó a su amigo D. Ambrosio en Cibea; en esta visita, mandaron al sobrino de D. Ambrosio ensillar una mula y un caballo para subir al Premio Nobel de visita al pueblo de Fuentes de Corbeiro. Este sobrino de D. Ambrosio era el padre de Paco y se llamaba Francisco Rodríguez Galán.

Subieron Francisco en una mula y Ramón y Cajal a caballo hasta Fuentes de Corbeiro, para visitar a Juan Cardo Frade de casa El Rubio. Este era agente de bolsa en el Banco de España en Madrid y llevaba los asuntos financieros de los dos doctores.

Paco deja volar su prodigiosa memoria y me relata otras anécdotas interesantes de la zona; también me cuenta como la guerra civil cambió el rumbo de su familia. El padre de Paco,  era oficial del Banco de España en Madrid. En el verano de 1936 vino de visita a Sorrodiles y ya no pudo reincorporarse a su trabajo en la capital al estallar la guerra civil. Con la ayuda de la familia de Cibea, se arreglaron como pudieron hasta que acabó la contienda. Una vez finalizada la guerra, su padre volvió a Madrid encontrando su residencia totalmente destrozada. Después de esto, decidió empezar casi de cero en Sorrodiles; sacó a sus hijos adelante, en principio con muchas penurias y después dada su gran capacidad de trabajo y gestión, consiguió encauzar su vida familiar. Sigo escuchado atentamente a Carolina y a Paco y me doy cuenta de lo privilegiados que somos algunas generaciones al no tener que vivir situaciones tan complicadas. Ojalá nunca más se desaten odios tan irracionales como los que traen las guerras.

Palacio de los Flórez Valdés en Carballo, Cangas del Narcea.

Me despido de Paco y de Carolina, agradeciéndoles la amabilidad que mostraron conmigo  estos entrañables hermanos y me dirijo carretera  abajo, hacia Carballo. Aquí saco una fotografía al palacio de los Flórez Valdés.  Este palacio fue reedificado en el siglo XVI  y está situado en un valle espectacular donde el río de Cibea riega una abundante pradería.

Doy la jornada por finalizada y ya otro día visitaré otra zona del concejo, donde seguramente disfrutaré de buenos paisajes, buena gastronomía y algo de historia.

Mientras tanto me dirijo a descansar al pueblo, donde daré buena cuenta de unos excelentes huesos de butiecho de Santulaya que me tienen preparados para cenar. Estos me los recetó  el médico y amigo Bernardino de la Llana, asegurándome que tienen muchas vitaminas y dan mucho ánimo y no seré yo quien vaya contra algo que esta científicamente demostrado.

Cangueses por el mundo: Nacho Bethancourt – Pekín

José Ignacio Bethancourt Colubi, que nació en Cangas del Narcea hace 64 años, en el año 2011 era uno de los españoles más veteranos en Pekín. Una veintena de años en China le han servido para vivir todos sus procesos de cambio y para conocer a mucha gente. Frente a un buen pato laqueado, el plato pekinés por excelencia, nos habla de todo ello.

Programa de TVE1 emitido en marzo de 2011


Capilla de San Antón, Carbaéu / Carballedo (parroquia de Santa Marina, Cangas del Narcea)

Patrimonio en peligro. La capilla del Santo Cristo de Xedré

Capilla de San Antón, Carbaéu / Carballedo (parroquia de Santa Marina, Cangas del Narcea)

El patrimonio religioso del concejo de Cangas del Narcea es muy variado y abarca desde el monasterio de San Juan de Courias o la iglesia de Santa María Magdalena de Cangas del Narcea hasta las capillas de San Antón y Santa Bárbara del pueblo de Carbaéu / Carballedo (parroquia de Santa Marina). La multitud de capillas que existen en nuestro concejo, repartidas por pueblos o parajes solitarios, son, sin duda, una de las mayores riquezas culturales que tenemos.

En general, las capillas tienen una arquitectura muy sencilla y un mobiliario sobrio y a menudo muy popular. Todas tienen una historia, una fiesta, una devoción alrededor de ellas e incluso, en algunos casos, una leyenda. Es decir, todas tienen un pasado y una actividad, que son necesarios estudiar y recopilar. En la actualidad algunas de estas capillas están abandonadas y su estado es penoso.

Inscripción en la fachada de la capilla del Cristo, Xedré. Dice: Esta obra se / hizo el ano de mil / sietecientos nobe / nta i cinco siendo / cura Dn Manuel Fdz Flórez.

Desde el Tous pa Tous vamos a ir dando a conocer estas capillas del concejo de Cangas del Narcea, contando su historia, mostrando fotografías de su arquitectura, retablos e imágenes, y llamando la atención sobre su estado de conservación. La primera que vamos a tratar es la capilla del Santo Cristo de Xedré.

Esta capilla, debido a su lujosa fachada de mármol blanco, es una de las de mayor calidad arquitectónica del concejo. Su fachada tiene una elegante traza de estilo neoclásico y, como señala una inscripción, fue construida en 1795 por iniciativa del párroco de Xedré, Manuel Fernández Flórez. Este cura era natural de la villa de Cangas del Narcea y en 1787 aparece empadronado en aquella parroquia como “hijodalgo notorio de armas pintar”. La fachada de la capilla remataba en una monumental espadaña, hoy derruida en parte, en la que cuelga una campana que fue hecha en Palencia en 1916. Junto al campanario hay un reloj de sol.

Parte posterior del campanario, donde pueden verse los daños que causó un rayo en 2006.

El empleo del mármol no es casual y responde a un momento histórico muy determinado. Este material (que en realidad es una caliza liásica) procede de canteras de Rengos, que habían sido descubiertas y publicadas hacía muy poco tiempo por Joaquín José Queipo de Llano, conde de Toreno (Cangas del Narcea, 1727 – 1805).

El conde las había promocionado mucho en Oviedo y en la Corte, y como resultado de su entusiasmo consiguió que el arquitecto italiano Francesco Sabatini (Palermo, 1722 – Madrid, 1797), llevase a Madrid, entre 1782 y 1786, sesenta y seis piezas de este mármol blanco de Rengos para utilizarlas en la ampliación del Palacio Real. La explotación de estas canteras, localizadas en El Pueblo de Rengos y Moncóu, se consideró en aquel momento que podría ser el inicio de una actividad industrial muy beneficiosa para el concejo, pero el asunto no pasó de proyecto. Sabiendo todo esto no es extraño que en 1795 el cura de la parroquia, seguramente con el apoyo del mismo conde de Toreno, utilizase este mármol para ennoblecer la capilla.

El lujo de la capilla del Cristo de Xedré no pasaba inadvertido. En el artículo dedicado a Xedré / Gedrez del Diccionario Geográfico Histórico de España, de Pascual Madoz, publicado en 1845-1850, se dice: “La iglesia parroquial (Santa María) está servida por un 1 cura de ingreso y patronato laical. También hay 3 ermitas, 1 de ellas titulada el Santo Cristo de Murias en el lugar de Gedrez con una hermosa fachada de mármol y buena torre; otra dedicada a San Cristóbal en Piedrafita, y la tercera en Jalón, las cuales nada de particular ofrecen”.

Imagen del Santo Cristo, Xedré.

El interior de la capilla de Xedré está dividido en dos espacios por un arco: la nave  y el presbiterio. Estos dos espacios son de épocas diferentes. Mientras que la fachada y la nave de la capilla son de 1795, el presbiterio es anterior. También son anteriores el retablo, seguramente de 1760 o 1770, y las imágenes, que datan de la primera mitad del siglo XVII.

El retablo es barroco con motivos de rocalla y probablemente, según Pelayo Fernández, es una obra del escultor Gregorio de Lago, vecino de Corias. Las imágenes son tres: el Santo Cristo en el centro, la Dolorosa a  la izquierda y San Luis de Toulouse a la derecha. La capilla tiene una tribuna a los pies.

El campanario de esta capilla necesita una urgente reparación. El 14 de julio de 2006  un rayo destruyó el remate de la espadaña.

Varios bloques de cantería cayeron al suelo y hoy están guardados dentro de la capilla.

Desde entonces, el campanario está en muy mal estado e incluso es un peligro para las personas o vehículos que pasan por delante de la capilla. Es posible que la reparación necesite de la participación de varias instituciones (Iglesia, Ayuntamiento, Consejería de Cultura, Parque Natural), que corran con los gastos. Es una obra que no puede posponerse por más tiempo. Además, también le vendría muy bien a esta capilla una limpieza de la fachada, para que luciese con toda su viveza aquel mármol de Rengos que en el siglo XVIII levantó tantas esperanzas para nuestro concejo.

Cartel para anunciar los partidos del Narcea F. C. en el Campo de La Vega, 1963

Este cartel fue tirado en la Litografía Luba, de Gijón, en 1963. En él aparece el nombre del Narcea F.C. y están vacíos el día y la hora del encuentro, y el nombre del equipo rival, datos que se escribían a mano.

El cartel pertenece al fondo del Depósito Legal que conserva la Biblioteca de Asturias “Ramón Pérez de Ayala”, de Oviedo.

Alejandro Casona (Besullo, Cangas del Narcea, 1903 – Madrid, 1965)

Alejandro Casona en 1962. Colección del Museo del Pueblo de Asturias.

Alfonso López Alfonso ha escrito para el Tous pa Tous una breve y muy personal biografía de Alejandro Rodríguez Álvarez (Bisuyu / Besullo, Cangas del Narcea, 1903 – Madrid, 1965), conocido para el mundo como Alejandro Casona. Casona es, sin duda, el escritor más universal que dio esta tierra. A partir de ahora su vida podrá leerse en nuestra sección de Biografías.

 

Gabino Rodríguez con sus hijos Matutina y Alejandro, 1908. Col. Luis Rodríguez.

ALEJANDRO CASONA

Alfonso López Alfonso

Alejandro Rodríguez Álvarez nació el 23 de marzo de 1903 en Besullo (Cangas del Narcea, Asturias), era hijo de maestros. Su madre, Faustina Álvarez, natural de León, ejercía en Besullo y Alejandro nació allí un poco por casualidad. Sus hermanas mayores, Teresa y Matutina, habían nacido en Canales (León), pero él asomó al mundo en el pueblo de su padre, Gabino Rodríguez, que por entonces estaba destinado en Barcia (Valdés). El trabajo de sus padres le hará patear desde muy pronto las tierras que alcanzó a imaginar desde la castañalona donde jugó durante sus primeros cinco años de vida, que transcurrieron al abrigo de La Casona donde estaba la escuela y que años después tomaría como apellido. Su siguiente destino es Villaviciosa –con visitas a Miranda, donde había llevado la profesión a su madre- y el próximo, con unos diez años, Gijón, donde vio su primera obra de teatro. Vendrán luego Palencia y sobre todo Murcia. Allí nace como escritor al publicar en 1920 el romance “La empresa del Ave María” en la revista Polytechnicum, premiado en los Juegos Florales de Zamora. En Murcia se forma poética y teatralmente y conoce también el trabajo manual en una carpintería; allí es joven, y vive, como le recuerda en carta escrita desde Buenos Aires en 1947 a su amigo de aquellos años Antonio Martínez Ferrer -que extraigo de José Rodríguez Richart en las Actas del homenaje que con motivo del centenario de su nacimiento la Universidad de Oviedo le rindió a Casona en 2003-: “Fui actor contigo. ¿Recuerdas aquellas giras de domingo a Espinardo, Jabalí Viejo, La Ñora, Zaraiche? ¿Y aquella escapatoria con dos actrices gordas con flemones, y aquel hambre con calor y sin techo en San Pedro del Pinatar? ¡Era la educación para poner a prueba una vocación, “la legua”, donde empieza la historia del teatro español!” También amigo de Murcia es Julio Reyes, con el que retomará relación epistolar ya en el exilio –se pueden ver todas sus cartas a Reyes en la recopilación de artículos casonianos Un asturiano universal, de Rodríguez Richart-. Significativas de la importancia de los años de Murcia son estas declaraciones de Casona extraídas de una entrevista que le hizo Ernesto Nieto con motivo de la obtención del Premio Lope de Vega y que se publicó el 12 de diciembre de 1933 en el periódico Luz:

“Despertó en mí [la afición por el teatro] estando en Murcia. Acompañaba yo todas las tardes a algunos amigos al Conservatorio de aquella ciudad, donde, a manera de ejercicios se daban representaciones teatrales, y un día, faltando intérpretes sin duda, al verme llegar con mis habituales contertulios, me ofrecieron un papel en una obra de los hermanos Quintero, papel que yo acepté y que tras él vinieron otros y la afición a mí, al punto de que me matriculé en una clase de Declamación durante tres años consecutivos… Y de este regusto que sacaba al teatro nació mi primera obra escrita para la escena”.

En 1922 ingresa en la Escuela Superior de Magisterio de Madrid, termina la carrera en 1926 y obtiene el título de Inspector de Primera Enseñanza, presentando la memoria de trabajo El Diablo (su valor literario, principalmente en España). Ese mismo año de 1926 publica en la editorial Mundo Latino, que dirige su amigo Alfonso Hernández-Catá, su primer libro, El peregrino de la barba florida, “leyenda milagrosa” con reconocible influencia valleinclanesca que lleva un laude de Eduardo Marquina y una salmodia final del citado Hernández-Catá. En Madrid entrará Alejandro Rodríguez Álvarez en contacto con la vida literaria de la capital, con autores reconocidos, y siempre tendrá por determinante la influencia de Antonio Machado y Valle-Inclán. En Madrid, en una pensión de la calle Toledo escribiría en colaboración con Salvador Ferrer Colubert su primera pieza teatral –de la que no se tiene más noticia que el testimonio del coautor recogido por Rodríguez Richart en 1961-. La obra en cuestión, de un solo acto, se titulaba El otro crimen. Asiste el joven Alejandro a las tertulias del Pombo y Platerías, se relaciona con otros escritores y frecuenta las sesiones de teatro organizadas por los Baroja –“El mirlo blanco”- o Valle –“El cántaro roto”-. También empieza en este momento su labor como traductor del francés, vertiendo autores como Thomas de Quincey o Voltaire. En agosto de 1928 lo destinan al pueblo de Lés, del Valle de Arán, en los Pirineos, y en octubre de ese año se casa en San Sebastián con Rosalía Martín Bravo, compañera de estudios en Madrid. En Lés permanece hasta febrero de 1931. Durante este tiempo adapta El crimen de Lord Arturo, estrenado en 1929 en Zaragoza por la compañía de Rafael Rivelles y María Fernanda Ladrón de Guevara, primera vez que aparece en cartel el seudónimo A. Casona; escribe la biografía Vida de Francisco Pizarro, y en 1930 nace en Lés su única hija, Marta Isabel, casi al tiempo que autoedita el libro de poemas La flauta del sapo, estreno en libro del seudónimo Alejandro Casona. También este año aparecerá en el número del 7 de octubre de 1930 de la revista Estampa su cuento Bernadetto; y desde Lés enviará al empresario teatral Adrià Gual su primera obra realmente importante: La sirena varada; éste se la pondrá en las manos a Margarita Xirgu, quien la estrenará, aunque años más tarde y después de que Casona gane el prestigiosos premio teatral Lope de Vega en diciembre de 1933. La obra no se dará al público hasta la temporada de 1934.

Cerrada en falso la dictadura de Miguel Primo de Rivera con la dictablanda de Berenguer, llega el 14 de abril de 1931 y para Alejandro Casona, como para muchos otros españoles ilusionados con la II República, se abre una época de trabajo febril al ser nombrado director del Teatro del Pueblo de las Misiones Pedagógicas creadas por Manuel Bartolomé Cossío. Saldrá entonces a los pueblos recónditos de España portando en carros y coches mucho teatro, cine, bibliotecas y lo que haga falta, como se deja ver en sus actuaciones en las aldeas de Sanabria o las del occidente asturiano. “A semejanza de la Carreta de Angulo el Malo –dejó escrito en la “Nota preliminar” a su Retablo jovial-, que atraviesa con su bullicio colorista las páginas del Quijote, el teatro estudiantil de las Misiones era una farándula ambulante, sobria de decorados y ropajes, saludable de aire libre, primitiva y jovial de repertorio. Formado por estudiantes y consagrado a auditorios sin letras, no podía ser de otra manera […] Durante los cinco años en que tuve la fortuna de dirigir aquella muchachada estudiante, más de trescientos pueblos- en aspa desde Sanabria a la Mancha y desde Aragón a Extremadura, con su centro en la paramera castellana- nos vieron llegar a sus ejidos, sus plazas o sus porches, levantar nuestros bártulos al aire libre y representar el sazonado repertorio ante el feliz asombro de la aldea. Si alguna obra bella puedo enorgullecerme de haber hecho en mi vida, fue aquella; si algo serio he aprendido sobre pueblo y teatro, fue allí donde lo aprendí. Trescientas actuaciones al frente de un cuadro estudiantil y ante públicos de sabiduría, emoción y lenguaje primitivos son una educadora experiencia”.

En 1932, Alejandro Casona se alza con el Premio Nacional de Literatura por su compendio de lecturas para jóvenes Flor de leyendas, libro ilustrado por Rivero Gil, quien estuvo después de la guerra exiliado en México y aparece retratado en uno de los libros más repletos de jovialidad y rico en anécdotas que ha dado el exilio español en México: La librería de Arana, de Otaola. Desde entonces empezó para Casona una época dorada que, como dramaturgo, ya no le abandonaría y le llevó a estrenar La sirena varada, saltando con esta obra a la primera fila de dramaturgos renovadores del teatro nacional. El 12 de enero de 1935 estrena sin mucho éxito en el Teatro Ruzafa de Valencia la adaptación del cuento de Hernández-Catá El misterio de María Celeste. En abril la Xirgu pone en escena Otra vez el diablo. Para noviembre de ese mismo año la compañía de Pepita Díaz y Manuel Collado estrenará en Barcelona la obra que hará de Casona un abanderado de la II República: Nuestra Natacha, ni por asomo su mejor obra, pero sí la más moralizante –otros dirán pedagógica- y la más a tono con los tiempos. En febrero del año siguiente, el emblemático 1936, la misma compañía estrena Nuestra Natacha en Madrid. Ese mes se celebran las elecciones generales a las que las izquierdas, habiendo escarmentado del fiasco de 1933, llevan bien aprendidas las ventajas de la ley electoral y concurren unidas, por lo que triunfa el Frente Popular.

Para cubrir estas elecciones el diario argentino Noticias Gráficas envió a Madrid a Pablo Suero, un periodista nacido en Gijón y emigrado de niño. Suero, tras su regreso a Buenos Aires da a la estampa el libro España levanta el puño, en el que reúne todas las entrevistas que durante esos días de febrero hizo en España y por las que pasa toda la plana mayor de la política y la cultura nacional: Azaña, Gil Robles, Calvo-Sotelo, José Antonio Primo de Rivera, Dolores Ibárruri, Largo Caballero o Indalecio Prieto; Jacinto Benavente, Carlos Arniches, Pío Baroja, los hermanos Machado, Antonio de Hoyos y Vinent, Juan Ramón Jiménez, Eduardo Zamacois, Ramón Gómez de la Serna, o los más jóvenes Federico García Lorca, Rafael Alberti y Alejandro Casona. El domingo 16 de febrero de 1936 Suero y Casona coinciden en la redacción del periódico La Voz, que dirigía Paulino Masip, y, nos cuenta Suero, ambos deseaban el triunfo del Frente Popular. Pocos días después de las elecciones Suero entrevista a Casona en el café La Granja del Henar –que había sido centro de operaciones del ceceante Valle-Inclán-. Hablan de teatro, del reciente estreno de Nuestra Natacha y del éxito que ya había tenido el dramaturgo en Buenos Aires un par de temporadas atrás con La sirena varada. Casona expone el respeto que siente por autores como Benavente, los Quintero o Arniches, sin que esto impida ciertas críticas por la verdadera necesidad que existe de renovar la escena española, de potenciar la cantera de actores y dejar de lado el divismo femenino de Benavente, que tanto favorece los papeles para heroínas. Preguntado Casona acerca de la nueva generación de autores teatrales, contesta: “Desde luego, a la cabeza García Lorca, que está haciendo cosas muy interesantes; Valentín Andrés Álvarez, autor de Tararí, que es una pena esté hoy ausente del teatro; López Rubio y Ugarte, autores de De la noche a la mañana, bellísima comedia. El primero se prepara a estrenar ahora Celos del aire, que conozco y es admirable”. Y con olfato muy fino añade a los citados a Jardiel Poncela. Habla finalmente de sus ilusionados proyectos, unos proyectos que, como bien se sabe, truncará la guerra alejándolo de España durante un cuarto de siglo.

De la salida de España de Alejandro Casona se han ocupado diversos autores, entre ellos, sin ir más lejos, Federico Carlos Sáinz de Robles en su prólogo a las Obras Completas publicadas en Aguilar –a las que se fueron añadiendo piezas en las sucesivas ediciones, siendo la más completa la de 1966- o el egregio casonista Rodríguez Richart; también lo hizo, de manera algo despistada y aplicándole el prisma deformante del chiste cruel que tan bien sabe utilizar, Andrés Trapiello en Las armas y las letras –libro, por encima de las imprecisiones objetivas, de envidiable estilo literario, inusual soltura ensayística y no demasiado frecuente acumulación de conocimientos-, a cuyas salidas de tono contestó con la minuciosidad, seriedad y rigor propios del ejemplar profesor universitario Antonio Fernández Insuela en el artículo “A propósito de Alejandro Casona y la Guerra Civil”, trabajo en el que rebate el siguiente párrafo de la obra de Trapiello:

“Peor fortuna [que Benavente] como autor teatral, tuvo Alejandro Casona, que antes de la guerra se había revelado como renovador del teatro social. Le sorprendió la sublevación en Oviedo, donde tenía en cartel su revolucionaria Nuestra Natacha. El ruido de las bombas y el silbido de las balas, sin embargo, según testimonios fidedignos, le asustaron de tal manera, que huyó de la ciudad y pasó a Santander, donde tomó el primer barco que pudo, camino de Villadiego, en América del Sur”.

Matiza con razón Fernández Insuela que Casona fue un renovador del teatro, sí, pero nunca hizo teatro esencialmente social, es decir, ese tipo de teatro que busca un punto de encuentro dramático en la confrontación de clases. Saca a Trapiello del error de bulto que supone confundir Oviedo con Gijón, puesto que Nuestra Natacha se estaba representando en el por entonces Teatro Dindurra de Gijón y no en Oviedo, e ilustra con entrevistas en revistas, investigaciones de los especialistas en Casona y testimonios de éste y amigos próximos que conocieron su trayectoria, el periplo que siguió el dramaturgo hasta su salida de España en febrero de 1937, vía Francia, con la compañía de Pepita Díaz y Manuel Collado. Así que ni salió Casona desde Santander ni cogió el primer barco que pudo, pues aún estuvo en un hospital de Madrid montando representaciones para heridos de guerra con el Teatro del Pueblo y dando alguna conferencia sobre teatro en Valencia antes de dejar definitivamente España. Asustado, claro, estaría como el que más.

Alejandro Casona (segundo por la izquierda en la primera fila) junto a un grupo de escritores venezolanos, en Caracas, abril de 1938. Foto de L. F. Toro. Col. Luis Rodríguez.

Desde su salida de España comienza un periplo americano que se extenderá largos años. Le lleva a fondear por un día en La Habana, donde pasa escasas horas, pero deja algún rastro en la prensa. Vendrá después un largo peregrinar que incluye México, Costa Rica, Venezuela, Perú, Colombia, México y Cuba de nuevo, hasta que se asienta finalmente en Buenos Aires en 1939. En el exilio irá tejiendo lo más maduro y mejor de su producción teatral: Prohibido suicidarse en primavera, La dama del alba, La barca sin pescador, Los árboles mueren de pie, La tercera palabra o La casa de los siete balcones, por citar sólo las mejores de una larga lista.

Durante estos años de exilio daría pruebas de su firme compromiso con la II República y, por extensión, con causas que consideraba justas o progresistas, dignas de su actitud comedida, alejada siempre del panfleto, pero sólida, como han dejado claro Fernández Insuela e Isabel Jardón en sus respectivos trabajos “Sobre política y periodismo en Alejandro Casona” y “Una mirada a la figura de Alejandro Casona a través de su correspondencia con Joaquín Maurín Juliá”. Durante mucho tiempo no dejó estrenar sus obras en España y puso por escrito, en la íntima confidencialidad que acompaña a la carta privada -que no se escribe pensando en el público, aunque sí se puede escribir pensando en la posteridad-, las impresiones que le producían el desarrollo de la guerra civil española y la política internacional. Buen ejemplo de esto es toda la correspondencia del autor que ha ido saliendo a la luz, y muy especialmente la que mantuvo con otro escritor asturiano exiliado: Luis Amado Blanco, que conocemos gracias al trabajo de Roger González Martell recogido en las citadas Actas del congreso de 2003.

El 1 de junio de 1937 le escribe Casona a Amado Blanco desde México:

“De España no sé que decirte; tengo fe en el triunfo final sí, a pesar de esta bárbara actitud alemana, que indica cómo el fascismo está dispuesto a todo. De todos modos, nuestra amable vida de allá ha terminado; me imagino un futuro Madrid de vida dura, áspera; un Madrid de volver a empezar. Y nosotros, jóvenes para nuestra vida de entonces somos ya viejos para eso. Nos han destrozado irremediablemente. Pero otra vida; la nuestra, ya pasó. ¡Y qué bonita era!, ¿te acuerdas? Para el futuro, teatro de combate, cine de combate, organización en masa, disciplina. Para los hijos, todo el horizonte; para nosotros, recordar un poco ¡ya! Y esfuerzo de adaptación. Sólo el consuelo de pensar que lo otro sería tan cien veces peor que ni podríamos respirarlo. Desde que empezó esto dedico media hora diaria a cagarme en Dios, y no me basta. ¿Con cuántas vidas podría pagarnos Franco lo que nos ha hecho? El resto de las horas se lo dedico a él”.

En esta correspondencia se ve al intelectual de altura y al hombre abatido, superado por la locura colectiva, al Casona más de a pie, para entendernos, que dedica algún espacio a los rumores que le llegan y a examinar la conducta de sus compañeros de oficio, que no siempre salen bien parados, aunque en su momento hayan sido maestros admirados como Marquina. El 18 de julio de 1937, justo un año después del inicio de la guerra le escribe a Amado Blanco, otra vez desde México, lo que sigue:

“Se ha vuelto loco el padre de García Lorca en Bruselas y ha muerto allí mismo la madre. ¡Trágico destino de una familia! Los hermanos han retirado su repertorio a Lola Membrives, que lo utilizaba para hacer homenaje a las tropas “salvadoras de la civilización y el catolicismo”. –Marquina cerdea en Buenos Aires: no ha visitado siquiera a la Xirgu, que ha estrenado la mitad de su producción. –Arniches, no tanto, pero nada a dos aguas. –Baroja escribe contra el Gobierno, insultando de paso a los otros: anarquismo mental muy pasado y desde luego imperdonable. –Azorín juega a “la tercera bandera”; no está del todo mal, pero tiene compromisos económicos con March. –La Heredia y los Guerrero-Mendoza, fascistas. Casimiro Ortas también, pero eso lo tienen merecido. –Benavente, cada vez más antifachista y útil. –Los Quintero, discretamente bien. –Por aquí, haciendo buena campaña, Pijoan y Moreno Villa. ¿Qué tal en La Habana Menéndez Pidal?”.

El 7 de agosto de 1938, esta vez desde Bogotá, enseña su irreductible optimismo, su desasosegante interés por lo que pasaba en España y su generosidad y desprendimiento para con los amigos, entre ellos los asturianos Constantino Suárez o Eduardo Martínez Torner:

“[En tu carta me das] una descripción terrible de la represión en Asturias, que he leído a varios amigos, y que me espanta siempre que la releo como una pesadilla imposible de sevicia, de sadismo monstruoso, de borrachera criminal enraizada en un profundo miedo a la justicia que indudablemente ha de venir un día. ¿Está ya en camino? Las últimas noticias de España me tienen nerviosamente ilusionado; no puedo dormir esperando cada día los periódicos del siguiente. La ofensiva del Ebro no parece una cosa inorgánica, de osadía desesperada; creo que inicia un golpe seguro y decisivo sobre la retaguardia franquista. Gandesa, Albarracín, carretera de Teruel, pueden ser una magnifica tumba inesperada para esos lobos de Asturias. […]

A nuestros amigos les escribo a menudo y les voy ayudando en cuanto puedo. Desde Caracas empecé el envío sistemático de víveres, por conducto de la Cámara de Comercio, en paquetes de quince y veinte kilos; ya he tenido aviso de la llegada de cuatro envíos. ¡Y con qué ilusión los reciben! Tienen hambre, Luis; así, sencillamente: hambre”.

Por momentos duros pasa Casona a lo largo de estos años de guerra en los que está fuera y las cosas de la compañía de Pepita Díaz y Manuel Collado empiezan a andar no muy bien, hasta el punto de que prescinde de él y se ve ahogado económicamente, como le hace saber a Luis Amado Blanco en carta del 26 de enero de 1939. El 11 de abril de ese año, recién terminada la guerra, Casona escribe de nuevo a Amado Blanco, seriamente preocupado por la suerte de los amigos que ha dejado en España:

“Por Constantino sufro como tú. Estoy seguro que ha aguardado impávidamente su suerte en Madrid, acaso sin buscar refugio alguno. Tiene una fe extraordinaria en la limpieza de su conciencia y de su conducta; y no se da cuenta de que en esto, como en el automovilismo, el peligro no está en el que conduce sino en le que viene contra nosotros. ¡Ojalá esté tranquilo, aunque tenga el alma deshecha!”.

Poco a poco las cosas se van calmando y, tras asentarse en Buenos Aires, Casona entra en una dinámica de trabajo que lo va acomodando en una vida de sosiego más o menos burgués retomada después de un largo peregrinar por los teatros latinoamericanos. Sin embargo, como se ve en la correspondencia con Maurín mencionada más arriba, no porque su vida sea más cómoda, disponga de casa de verano en Uruguay y viva más tranquilo se olvida de los problemas del mundo. La relación con Joaquín Maurín Juliá se dilata una década, desde 1955 hasta 1965, y es más profesional que personal. En realidad las cartas son entre Alejandro Casona y J. M. Juliá, director de la agencia literaria ALA (American Literary Agency, luego llamada Agencia Latinoamericana) afincada en Nueva York y encargada de colocar en los más diversos periódicos –fundamentalmente latinoamericanos, pero también de Nueva York, de Miami o de España- los artículos de Casona, quien enviaba lo escrito y a vuelta de correo recibía de Maurín una carta y un cheque. Esa era su relación, porque parece que Casona nunca llegó a saber que J. M. Juliá era en realidad Joaquín Maurín Juliá, el mismo que en 1930 había fundado el BOC (Bloque Obrero y Campesino), fusionado años después con otro partido de izquierdas dirigido por Andreu Nin, unión que daría como resultado la formación de corte trotskista Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM), sobre cuya aniquilación durante la guerra –encarnada muy gráficamente en el martirio de su máximo dirigente, Andreu Nin- todavía tiene mucho que explicar el Partido Comunista de España. Maurín se había pasado once años en las cárceles franquistas –de 1936 a 1947- pero nunca se identificó con claridad ante Casona, lo que quizá influyera algo en la polémica decisión del dramaturgo de no firmar un Manifiesto en apoyo a Hungría que Maurín le envía a finales de 1956. Casona se niega a incluir su firma en el Manifiesto aduciendo una cuestión semántica, pues le parece que la petición de justicia y libertad que se hace para Hungría debe ser extensiva a todos los “Gobiernos totalitarios que, en el Viejo y el Nuevo Mundo, niegan a sus ciudadanos las libertades básicas.” –Cito por el artículo de Fernández Insuela en las Actas del centenario-. Esta negativa hace enfadar bastante a Ramón J. Sender, que situado en una posición trotskista, en su correspondencia con Maurín carga contra Casona y le acusa de stalinista.

En Buenos Aires trabaja Casona escribiendo teatro, guiones de cine y televisión, programas de radio y artículos de prensa. Trabaja, viaja por América y Europa, tiene éxito. En su obra el compromiso no está tan vinculado a la realidad como en su vida. Su obra es un espacio reservado para el amor y la dignidad humana. Gran parte de su producción gira en torno a una idea fundamental: evadirse o salvarse a través del arte. En el teatro de Casona la realidad suele vencer a la postre, pero es tan bella la fantasía mientras dura… En teatro, a esa idea pueden dársele muy buenas soluciones dramáticas, como en La sirena varada o como en Prohibido suicidarse en primavera, pero en la vida es más difícil.

Alejandro Casona en Oviedo, 1963. Col. Museo del Pueblo de Asturias.

En 1962 Alejandro Casona vino a España para asistir al estreno en el Teatro Bellas Artes de Madrid de su obra La dama del alba. José Tamayo lo había invitado y él aceptó que por primera vez desde 1936 se estrenara una obra suya en los escenarios españoles. En 1963, tras un periodo de gestiones y dudas, volvió a España. Como les hizo ver a dos asturianos que lo entrevistaron largamente, Juan José Plans y Marino Gómez Santos, la nostalgia de España ya no le dejaba vivir fuera. Además estaban los problemas de salud y la necesidad de estar cerca de la familia. La crítica, como es sobradamente conocido, lo recibió con una de cal y otra de arena. Su arte, como había sucedido en 1936, se politizó y mientras para unos tenía un valor incuestionable para otros –como Ricardo Doménech o Ángel Fernández Santos- el teatro de Casona era anestesia edulcorante, un lenitivo amansador que estaba muy lejos del teatro comprometido socialmente que ya se estaba haciendo en España. ¿Quién tenía razón? Puede que a su manera todos. ¿Claudicó Casona? Sí, claro que claudicó. Permitió que sus obras se estrenaran bajo un régimen personificado en quien durante las horas difíciles de la Guerra Civil se había cagado casi tanto como en Dios. Casona, el hombre, claudicó, ¿y qué? ¿Quién puede juzgarlo? ¿Quién tiene derecho? ¿Quién ha aguantado 25 años fuera de casa en una impecable actitud de dignidad, de decencia? Casona no era un político. Era un escritor y no se representaba más que a sí mismo y a su obra, una obra, por cierto, que como todas las grandes obras estará siempre ahí, ajena a la vida de su autor, por encima del hombre que fue, por encima, y sin embargo al alcance, de todos nosotros. ¿Claudicó Casona? Bueno, pero no olvidemos que para juzgar a un hombre hay que caminar siete lunas con sus zapatillas. Casona claudicó y supo hacerlo como lo hacía todo, con elegancia y dignidad. Murió en Madrid el 17 de septiembre de 1965. Vino a morir a casa, que es donde queremos morir todos los que al abrir por primera vez los ojos a este mundo vimos las hayas, los robles y los castaños, las montañas altas y los prados verdes; y escuchamos su lenguaje como una cadencia dulce que se fue alojando en la conciencia para grabarnos en la memoria la profecía de que antes de morir tenemos que ovillarnos como un feto y volver al origen, porque la vida es más de quien sabe morir arropado por el manto caliente de la tierra que le enseñó el primer lenguaje, el del paisaje, que entra por los ojos y los oídos y no entiende de significantes y significados y es tan universal que cada hombre tiene el suyo propio, que de quienes viven peligrosamente y mueren como héroes, porque ya sabemos que los héroes gastan almas de poetas e inician siempre todas las guerras, pero quienes las sufren son los que no tienen más que su condición de hombres.