Los Dominicos y Corias: de la nostalgia a la responsabilidad
Corias tiene, desde hace 150 años, un lugar preferente en la historia de los dominicos en España. Después de la exclaustración de los frailes en 1835, casi todos se temían lo peor: la completa desaparición de la Orden en España. Fueron años muy difíciles para los frailes exclaustrados, obligados a vivir “como pez fuera del agua”, sin comunidad, sin oración litúrgica, sin misión común, sin hábito ni convento. Por ello, el 11 de noviembre de 1860 se vivió el sueño que parecía imposible al fundarse el convento de dominicos de Corias con 7 frailes. Este sería el comienzo de la restauración de la Orden dominicana en España.
La Orden dominicana que llega a Corias se instala en el monasterio benedictino, pero no es una Orden monástica. Es una Orden de Predicadores, fundamentalmente urbana, que desde el siglo XIII había estado vinculada a las grandes universidades europeas; y además es una Orden itinerante: los frailes se dedican a la predicación en diversos lugares, acudiendo a donde es urgente el anuncio del Evangelio. Las raíces del fraile itinerante no están en un lugar sino en Dios mismo.
Los comienzos de la vida dominicana en Corias se viven con una gran ilusión para llevar a cabo la empresa de refundar los distintos conventos de la Orden en España y poder realizar la misión evangelizadora y educativa propia de los dominicos. Pero la presencia en Corias no es una mera estrategia para ir después a otros lugares socialmente más poblados y culturalmente más influyentes, olvidándose del lugar que nos acoge como casa materna. Cuando los primeros frailes se instalan en Corias comienzan en seguida su ministerio de predicación por la zona de Cangas y por Asturias en general, dentro de lo que las circunstancias políticas y sociales entonces permitían. A su vez, echa a andar la Escuela Apostólica para formar a los niños y jóvenes con inquietud vocacional, y así poder refundar la Orden en España, y para poder seguir enviando frailes a las misiones de América y de Asia. Desde el rincón del apartado Corias se vivía una fuerte preocupación misionera universal.
Hay tres rasgos de la Orden que se pueden apreciar con nitidez en la historia de los dominicos en Corias. El primero es el profundo respeto de la Orden por la historia. Todavía se conservan en el convento las imágenes de la época benedictina del monasterio y un pequeño museo que guardaba algunas obras de arte. Hay instituciones, religiosas o civiles, que cuando llegan a un sitio hacen “tabla rasa” del pasado, retiran todos los símbolos o, lo que es peor, los destruyen, y colocan en su lugar los símbolos identitarios propios. No es el modo de actuar de nuestra Orden, que a menudo ha tratado de preservar el valor de las culturas y tradiciones autóctonas. Y ello, en el fondo, por una razón teológica que es la clave de la espiritualidad dominicana: la historia es el lugar de la encarnación de Dios en el mundo.
El segundo rasgo se refleja en que cuando la Orden llega a un lugar no lo hace como una mera estrategia sino que se implica con sus habitantes y entorno, y desarrolla allí la misión que le es propia. Por ello, la misión educativa y catequética en Corias se dirige posteriormente a los adolescentes y jóvenes con el Instituto Laboral. Son muchos los asturianos que se han formado en él. Las celebraciones que vamos a tener han sido en buena medida impulsadas por los exalumnos que siguen mostrando su agradecimiento a la labor educativa, humana y cristiana, de los dominicos. Nos honra que muchos de los alumnos de nuestros centros, y muchos de los que han sido frailes y posteriormente lo han dejado, sigan siendo amigos nuestros, se sientan parte de la tradición dominicana y colaboren con nosotros.
El tercer rasgo es que la Orden no vive de los recuerdos del pasado sino que trata de seguir haciendo el camino de la historia. Por eso, constantemente reflexionamos en común y tomamos decisiones de modo democrático en nuestros capítulos, para actualizar nuestra misión de predicación a las circunstancias del presente y tratamos de proyectar el futuro con los “imponderables” de cada época. No avanzaría la tradición dominicana si no buscáramos permanentemente actualizar nuestra misión. Por eso, desde hace unos años los frailes de la comunidad de Corias, además de atender pastoralmente la iglesia conventual de San Juan Bautista, también alientan y acompañan a algunas parroquias rurales, que gracias al servicio de los frailes pueden seguir celebrando la Eucaristía y recibiendo ayuda pastoral. Es una labor que no se ve, ni tiene mucha incidencia pública, pero es expresión clara de nuestro deseo de llevar el Evangelio por los caminos que en cada momento se nos abren.
No queremos hacer memoria envueltos en la nostalgia o en el triunfalismo. Queremos hacer memoria en sentido bíblico y evangélico. Lo que significa, ante todo, dar gracias a Dios por los frailes que hace 150 años fundaron el convento dominicano y trabajaron duro en medio de muchas dificultades; y darle gracias por todos y cada uno de los dominicos que en este convento han trabajado, orado, convivido y predicado. Lo que aquellos primeros frailes sembraron con sudor ha dado muchos frutos. Sólo en Asturias se pudieron fundar después las presencias dominicanas en Oviedo y La Felguera, que ejercen su misión hasta el día de hoy. También dar gracias a Dios, junto a todos vosotros, porque la labor educativa ha sido valiosa y positiva para muchas personas. A través de ella, el amor de Dios ha llegado al corazón de muchos y ha dado frutos de buenas obras. También hacemos memoria reconociendo que no hemos sido perfectos, que en muchas ocasiones nos habremos equivocado, y que necesitamos el perdón de Dios y el perdón de los demás. Para los que vivimos en la esperanza cristiana, ninguna realización humana histórica coincide plenamente con el Reino de Dios al que aspiramos. Por último, hacer memoria es actualizar en el presente todo el caudal de valores de la tradición dominicana que hemos heredado. Esta conmemoración, aunque nos permitamos algo de nostalgia, quiere ser, sobre todo, impulso para la responsabilidad en las labores educativas que cada uno tenemos. También para que los miembros de la amplia Familia Dominicana –de la que, por supuesto, formáis parte los amigos y exalumnos con vuestras familias- renovemos el espíritu para continuar el estilo dominicano de la predicación del Evangelio.
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