La Biblioteca Femenina Circulante de Cangas de Tineo, 1925 – 1931
La biblioteca pública fue una conquista social del siglo XX, que facilitó el acceso a los libros y, en definitiva, favoreció la difusión del conocimiento. Esta situación que hoy es completamente normal, fue hasta ese siglo algo muy difícil de alcanzar para la mayor parte de la población, porque solo había bibliotecas en monasterios, conventos, seminarios y en algunas casas rectorales, así como en los palacios de los nobles o en viviendas de profesionales liberales.
En Cangas del Narcea la aspiración de tener una biblioteca ya existía desde el siglo XIX. En 1873, durante la Primera República Española, el Ayuntamiento aprobó la formación de una “biblioteca popular” asociada a la escuela de la villa y más adelante el mismo asunto volverá a aparecer en las actas municipales, pero estas buenas intenciones nunca pasaron de ser un proyecto. La primera biblioteca pública del concejo la establece en 1952 el Centro Coordinador de Bibliotecas de Asturias, en un local de la casa consistorial que en esa fecha acababa de instalarse en el palacio de los condes de Toreno: es la Biblioteca Padre Luis Alfonso de Carballo. El Centro Coordinador dependía de la Diputación Provincial, se había fundado en 1939 y desde 1944 estaba dirigido por Lorenzo Rodríguez-Castellano, natural del pueblo de Besullo. Gracias a él se fundaron en Asturias gran número de bibliotecas.
Antes de que la Administración Pública tomara la iniciativa en esta materia, hubo en Asturias otras bibliotecas que se crearon entre 1904 y 1936 por iniciativa de ateneos, sociedades culturales y sindicatos. Estas bibliotecas tenían el objetivo de fomentar la lectura y aumentar el nivel cultural de las clases populares. Una de las primeras y mejor dotadas fue la del Ateneo Obrero de Gijón, fundada en 1904. Asimismo, la creación de las Misiones Pedagógicas en 1931 favoreció la creación de pequeñas bibliotecas que se beneficiaban de los lotes de libros que donaba este organismo creado por el Gobierno de la II República. Junto a estas bibliotecas también existieron en ese mismo tiempo otras creadas por personas independientes. El mejor ejemplo de estas fue la Biblioteca Popular Circulante de Castropol, fundada en 1922 por un grupo de jóvenes de este concejo.
A ese ambiente cultural de los años veinte y treinta del siglo XX corresponde la creación en nuestro concejo de la “Biblioteca Femenina Circulante de Cangas de Tineo”, que se fundó en 1925, y del “Centro de Recreo y Cultura”, de Besullo, que se creó en 1935 y que tenía entre sus fines la constitución de una biblioteca circulante.
No sabemos mucho de la Biblioteca Femenina canguesa, ni de esta clase de bibliotecas en Asturias. Su existencia es casi seguro que se debe a una recomendación de la Iglesia Católica para dirigir la lectura de las mujeres, que eran las principales usuarias de las bibliotecas. Con estas bibliotecas se trataba de evitar lecturas “heterodoxas”. Su promotora en la villa de Cangas del Narcea fue María del Collado de Llano, hija del magistrado Grato del Collado Alea y de Luscinda de Llano Valdés, que pertenecía a la familia de los Llano que en el primer tercio del siglo XX controló el poder político local. María permaneció toda su vida soltera. Era una mujer religiosa y conservadora. Entre 1924 y 1927, durante la dictadura de Miguel Primo de Rivera, fue concejala del Ayuntamiento de Cangas del Narcea. No fue la única mujer en esa corporación presidida por Porfirio Ordás, pues cuatro más tuvieron este cargo, siendo las primeras concejalas de la historia del concejo.
La Biblioteca Femenina estaba en la misma casa de María del Collado, que vivía en el palacio de los Llano, en la calle de La Fuente. Era una biblioteca únicamente circulante, es decir, no tenía sala de lectura y los libros solo eran para llevar a casa. Su reglamento era muy sencillo. Podían beneficiarse de ella todas las mujeres residentes en Cangas del Narcea. Los libros se prestaban por un periodo de una semana y por cada préstamo había que abonar cinco céntimos. La biblioteca abría todos los domingos de tres a cuatro de la tarde.
Los libros de esta biblioteca eran fundamentalmente novelas, sobre todo novelas amorosas o “rosas”, costumbristas e históricas. Muchos pertenecían a las colecciones “La novela rosa” de la Editorial Juventud, “Biblioteca amena” de El Mensajero del Corazón de Jesús y biografías de “Mujeres ilustres”. Abundaban las obras escritas por mujeres y las de autores de moda en aquellos años. Lógicamente el fondo de la biblioteca estaba en relación con las ideas de la promotora, y en él no estaban representados escritores muy leídos en su tiempo, pero mal vistos por la Iglesia; de este modo no había libros de Blasco Ibáñez, Pérez Galdós, Baroja, Zola o Balzac.
Algunos de los títulos más solicitados en la Biblioteca Femenina de Cangas de Tineo eran los siguientes: La casa de la Troya, Currito de la Cruz y La Virgen del Rocío ya entró en Triana, de Alejandro Pérez Lugín; Peñas arriba y Don Gonzalo González de la Gonzalera, de José Mª de Pereda; El sombrero de tres picos y El niño de la bola, de Pedro Antonio de Alarcón; Jeromín, Pequeñeces y La reina mártir, del padre Luis Coloma; La esfinge maragata, Trozos de vida y La niña de Luzmela, de Concha Espina; Los últimos días de Pompeya, de Edgard Bulwer Lytton; La vuelta al mundo en ochenta días, de Julio Verne; Amor y llanto, El alma enferma, Un nido de palomas y Narraciones del hogar, de Mª del Pilar Sinués; La casa de los solteros, de Alberto Insúa; Doña Blanca de Navarra, de Francisco Navarro Villoslada, Quo vadis, de Henryk Sienkiewicz; El crisol del matrimonio, de Concordia Merrel; El triste amor de Mauricio, de Matilde Muñoz, y otras novelas y biografías de las colecciones ya mencionadas. Desconocemos el número total de libros de esta biblioteca, aunque suponemos que estaría entre cien y ciento cincuenta volúmenes.
Las usuarias de la Biblioteca Femenina Circulante de Cangas de Tineo eran algo más de medio centenar de mujeres, la mayoría adolescentes y jóvenes. Eran hijas de comerciantes, profesionales (médicos, abogados, procuradores), propietarios rentistas, jueces, notarios, confiteros, farmacéuticos, funcionarios, relojeros, etc. La Biblioteca funcionó hasta fines de 1931.
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